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Biología y cultura

La pareja dispareja
de la Evolución

por DAVID P. BARASH

ue el primer asesinato del mundo. El que en su totalidad es tan lento como orgánico– y, al
triunfante hombre-mono lanzó su mazo mismo tiempo, estamos enmarañados en nuestra pro-
(en realidad el hueso de la pierna de pia evolución cultural que, en contraste, es increíble-
una cebra) al aire y, a medida que gira- mente rápida y avanza bajo sus propias reglas.
ba, se transformó en una estación es- Estamos en la montaña rusa de Mister Sapo1, mien-
pacial en órbita. En esta sorprendente tras que al mismo tiempo todos somos sapos. Ahí resi-
imagen de la película 2001: Odisea del de el asunto y el argumento que estoy a punto de ha-
espacio, millones de espectadores vie- cer: gran parte del dilema humano se deriva de que
ron el microcosmos del dilema huma- nuestra peculiar existencia se encuentra simultánea-
no. Somos sin duda animales, pero de mente en dos mundos, a menudo inconsistentes, los
todas formas nos comportamos en for- reinos de la biología y de la cultura.
mas que trascienden lo meramente or-
gánico. Todos nosotros, los hombres-mono, somos pro-
1 Mister Toad’s Wild Ride, atracción turística que había en Walt Disney World.
ducto de la evolución biológica –un proceso darwiniano (Nota del traductor).

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Si en su lugar los computadores hubieran ‘evolucionado’ por medios biológicos,
como una mutación favorable a ser seleccionada posiblemente entre uno
o algunos individuos, en la actualidad solamente habría algo así
como una docena de usuarios de computadores, en lugar de un billón.
Mientras el mazo cinematográfico del hombre- tado incluirá, probablemente, un poco de tensión ge-
mono viajaba por el aire y, en últimas, al espacio exte- neralizada.
rior, el director Stanley Kubrick comprimió millones Para entender por qué la evolución biológica y cul-
de años de evolución biológica y cultural en cinco se- tural puede experimentar tal conflicto (pese a que
gundos. Mi punto, sin embargo, es que esto no es sim- ambos emanan de la misma criatura) hay que conside-
plemente un truco cinematográfico: Todos somos via- rar las velocidades extraordinariamente diferentes a
jeros en el tiempo, con un pie clavado en el presente las que avanzan. La evolución biológica es inevitable-
cultural y el otro atascado en el pasado biológico.Y mente lenta. Después de todo, los individuos no pue-
aunque parezca arrogante proponer algo como la raíz den evolucionar. Sólo pueden hacerlo las poblaciones
de nuestra dificultad humana, eso es exactamente lo o los linajes, y éstos están atados a las realidades de la
que quiero exponer. genética y la reproducción, pues la evolución orgáni-
“Es peligroso”, escribió Pascal, “mostrarle muy cla- ca no es ni más, ni menos, que un proceso por medio
ramente al hombre todo lo que se asemeja al animal, del cual las frecuencias de genes cambian a lo largo
sin mostrarle al mismo tiempo su grandeza. También del tiempo. Es un evento darwiniano en el que son
es peligroso permitirle una visión demasiado clara de evaluados nuevos genes y combinaciones de genes
su grandeza, sin mostrarle su bajeza. Es aun más peli- frente a las opciones existentes, en que el más favora-
groso mantenerlo ignorante de las dos, pero es muy ble hace una contribución estadísticamente mayor a
ventajoso mostrarle ambas”. Como criaturas puramen- las generaciones sucesivas. Por ende, se requieren
te biológicas, no somos ni más ni menos ‘grandes’ que muchas generaciones, inclusive para el más insignifi-
nuestros compañeros, los demás seres orgánicos. Co- cante paso evolutivo.
mo criaturas culturales, sin embargo, somos verdade- En contraste, la evolución cultural es esencialmen-
ramente extraordinarios. Componemos sinfonías, via- te larmarckiana y asombrosamente rápida. Las carac-
jamos a la Luna y exploramos el mundo de las partícu- terísticas adquiridas pueden ser ‘heredadas’ en horas
las subatómicas. Al mismo tiempo, somos únicos entre o días, antes de ser transmitidas a otros individuos, lue-
los seres vivientes por el hecho de estar genuinamen- go modificadas de nuevo y transmitidas aun más –o
te incómodos con nuestra situación. Esto no debería descartadas por completo– prosiguiendo todo, en mu-
ser sorprendente porque, aunque nuestra grandeza cho menos tiempo, que una sola generación. Tómese
cultural debe, de algún modo, haberse derivado de como ejemplo la revolución informática. En poco más
nuestra animalidad orgánica, los dos procesos (orgá- de una década (menos que un instante en tiempo evo-
nico y cultural), en general, se han desconectado en- lutivo biológico) se desarro-
tre sí; y como resultado, también nosotros nos hemos llaron y proliferaron los
desconectado de nosotros mismos, de cada uno y de computa-
nuestro medio ambiente.
El pequeño guión entre las palabras hombre y
mono y en ‘hombre-mono’, es la línea más larga
imaginable porque conecta dos mundos radi-
calmente diferentes, el biológico y el cul-
tural. Imagínese a dos personas enca-
denadas entre si; una, un corredor
de categoría mundial, la otra casi
incapaz de cojear. Ahora, ima-
gínese que esperamos a que
los dos corran tan rápido
como sea posible: El resul-

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[…] la ley según la cual toda vida evoluciona por la supervivencia diferencial de entidades reproductoras. El gen, la
molécula de ADN, sucede que es la entidad reproductora que prevalece en nuestro propio planeta. Puede haber
otras. […] Pero, ¿debemos trasladarnos a mundos distantes para encontrar otros tipos de replicadores y, por consi-
guiente, otros tipos de evolución? Pienso que un nuevo tipo de replicador ha surgido recientemente en este mismo
planeta. […] Se encuentra todavía en su infancia, aún flotando torpemente en su aldo primario, pero ya está alcazando
un cambio evolutivo a una velocidad que deja al antiguo gen jadeante y muy atrás.
El nuevo caldo es el caldo de la cultura humana.

RICHARD DAWKINS, El gen egoísta, pág. 285.

dores personales (también fueron modificados una y mente indistinguibles de sus colegas nacidos allí en for-
otra vez), a tal punto, que ya son parte del repertorio ma natural. Un infante Cro-Magnon, habiendo crecido
de la mayoría de las personas tecnológicamente ilus- en la América del siglo XXI, bien podría terminar suscri-
tradas. Si en su lugar los computadores hubieran ‘evo- biéndose a la revista Crónica de Educación Superior,
lucionado’ por medios biológicos, como una mutación mientras el descendiente del profesorado de hoy se
favorable a ser seleccionada posiblemente entre uno acomodaría a un mundo de pieles de mastodonte y ha-
o algunos individuos, en la actualidad solamente ha- chas de piedra partida. Pero cambie un adulto humano
bría algo así como una docena de usuarios de compu- moderno por un adulto de finales de la era de hielo y
tadores, en lugar de un billón. ahí sí habría grandes problemas, en cualquier direc-
Una mirada apenas superficial a la historia huma- ción. La biología humana casi no ha cambiado en dece-
na muestra que la marcha del cambio cultural no sólo nas de miles de años, mientras nuestra cultura se ha
ha sido rápida –comparada con la tasa de cambio transformado radicalmente.
biológico– sino, se puede decir, que su tasa de au- Hay que admitir que nuestra capacidad para la cul-
mento parece estar creciendo en sí misma, generan- tura es en sí misma un producto de nuestra evolución
do una especie de curva logarítmica. El mundo de biológica y, aun así, esto no es garantía de que los dos
hoy es ampliamente diferente al de hace un siglo, el deban avanzar en sincronía. De suceder algo, proba-
cual es inimaginablemente diferente al de hace 50.000 blemente sucedería lo opuesto porque la cultura, como
años –no porque el mundo en sí mismo, o la natura- un niño díscolo y obstinado –o el monstruo de Frank-
leza biológica de los seres humanos hayan cambia- enstein– se ha desconectado de sus amarras biológi-
do, sino porque las creaciones culturales tales como cas y ha tomado un impulso propio, desarrollándose de
el fuego, la rueda, los metales, la escritura, la prensa, manera independiente al proceso biológico que en prin-
la electricidad, los motores de combustión interna, la cipio lo originó. Esto se debe a que la evolución cultu-
televisión y la energía nuclear han sido generados a ral tiene la capacidad de despegar independientemen-
velocidades impresionantes. te, de mutarse, reproducirse y extenderse a tal veloci-
Ensaye el siguiente experimento Gedanken. Imagi- dad que deja a su padre biológico atrás, viendo un
ne que se pudiera cambiar un recién nacido de media- chispero. En teoría, los dos podrían seguir apuntando
dos del Pleistoceno –digamos, hace 35.000 años– con hacia los mismos fines, pero la evolución biológica per-
un recién nacido del siglo XXI. Ambos niños –ninguno manece encadenada por la genética –por eso, anda
ni más ni menos adelantado que el otro– sin duda cre- pesadamente a paso de tortuga, sin ir más rápido que
cerían para convertirse en miem- una generación a la vez y casi siempre aun más despa-
bros normales de su socie- cio– mientras la evolución cultural juega con sus pro-
dad, esencial- pias reglas, lo que a menudo significa la absurda carre-
ra de una liebre. Inclusive, no existen muchas razones
para esperar que las dos vayan en la misma di-
rección.
En la fábula de Esopo, la tortuga
eventualmente gana porque la lie-
bre es tonta, excesivamente confia-
da y se distrae fácilmente, mientras
que la tortuga (aunque lenta) es
persistente. En el mundo real, la
cultura y la biología difieren en ve-
locidad, pero son igualmente ton-
tas e igualmente tercas. Siendo lo

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Una de las razones por las que las armas de fuego son tan peligrosas
es que las consecuencias letales de un mínimo movimiento –apretar un dedo
en un gatillo, con escasas onzas de presión– son magnificadas,
por soberbia tecnología, en actos violentos de consecuencias espantosas.

más importante que ambas cruzarán la meta juntas por- no es tan estúpida como para intentar forzar a nuestra
que, pese a sus diferencias, están inextricablemente biología para que se conforme con patrones que son
atadas entre sí. Es un espectáculo extraño: una cómi- ‘inhumanos’, como una sociedad donde se esperara
ca carrera de costales con dos siameses disparejos... que las personas durmieran 23 horas al día, o no dur-
excepto que nosotros somos parte del espectáculo. mieran en absoluto. Aunque todo comportamiento hu-
No me malinterpreten: la evolución cultural no es mano deriva en partes iguales de la biología como de
del todo extraña a ciertas especies animales (quienes la cultura, tanto de la naturaleza como de la crianza,
duden pueden consultar el reciente libro de Frans B.M. de esto no se deduce necesariamente que la biología
de Waal, El simio y el maestro del sushi) y la evolución y la cultura estén siempre ajustadas entre sí cómoda-
biológica deja una huella definitiva en el comporta- mente. En suma, tal como debemos mirar la interacción
miento humano. Lo que sigue siendo cierto es que, en entre la naturaleza y la crianza para buscar el origen
el caso de los seres humanos, la cultura suministra el de nuestro comportamiento, podemos mirar el conflicto
contexto dominante mientras que la biología acecha entre ambas para encontrar las fuentes de la mayoría
en el fondo, con las dos entrecruzándose e interac- de nuestras dificultades. Hace tiempo que una regla
tuando en formas que sugieren pocas generalizacio- útil en los libros de misterio ha sido ”cherchez la
nes, excepto esta: el resultado, casi seguramente, será femme”; cuando el Homo sapiens está teniendo pro-
problemático. blemas, una regla útil –aunque todavía no sea un cli-
Afortunadamente, también puede haber una armo- ché– sería buscar un posible conflicto entre la liebre y
nía considerable entre nuestra cultura y nuestra biolo- la tortuga.
gía, en parte porque nuestra biología es flexible, como Para cambiar la metáfora: dos gigantescos conti-
una prenda de una sola talla, capaz de adaptarse a nentes se han separado y ahora estas grandes placas
muchas formas diferentes y en parte porque la cultura téctonicas: cultura y biología, rozan entre sí. Los resul-

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Del predominio de ciertas familias es de lo que depende el carácter del paisaje, el aspecto salvaje, risueño o
majestuoso de la naturaleza. La superabundancia de gramíneas que cubren las dilatadas sabanas, la multitud de
palmeras que suministran alimento abundante, o de las coníferas que viven asociadas, han influido poderosamente
en la existencia material de los pueblos, en sus costumbres, en su carácter y en el desarrollo más o menos rápido de
su prosperidad.
ALEXANDER VON HUMBOLDT, Ansichten der Natur [Aspectos de la naturaleza] (1808).

tados como veremos, van desde chirridos y meneos de cientos o millones. Pero la cultura ha hecho que
triviales, tales como nuestro gusto por el dulce o algu- aquello sea no sólo posible sino fácil.
nos de nuestros pecadillos sexuales, hasta los más por- Los animales, cuyo equipo biológico los hace ca-
tentosos terremotos, incluyendo la guerra nuclear, la paces de matarse entre sí, están por lo general poco
destrucción del medioambiente y la sobrepoblación, inclinados a hacerlo. Águilas, lobos, leones y cocodri-
mientras en el medio yacen una multitud de temblores los han sido dotados por la evolución orgánica con
medianos tales como la alienación personal y las armas letales, y, no coincidencialmente, también han
disfunciones familiares. El conflicto entre cultura y bio- sido provistos de inhibiciones para usarlas contra sus
logía, la carrera, como de siameses encostalados, en- congéneres de especie. (Esa generalización fue exa-
tre la tortuga y la liebre, es un evento de proporciones gerada en el pasado. Hoy sabemos que las disputas
paradójicas que van desde lo sísmico hasta lo micros- letales, el infanticidio y demás, sí ocurren, pero el pa-
cópico, desde las sociedades enteras (realmente, el trón básico se mantiene: Las serpientes cascabeles,
planeta entero y su pasado, presente y futuro) hasta por ejemplo, no son inmunes al veneno de su propia
pasar por personas individuales, sus gustos y sus dis- especie y aun así cuando pelean se esfuerzan por
gustos. empujarse hacia atrás, no por matar). Ahora bien, como
Se ha dicho que cuando la única herramienta que no fuimos equipados por la evolución biológica con
se tiene es un martillo, todo se ve como un clavo. Cual- armamento letal, la presión para equilibrar nuestro
quiera que esté tratando de descifrar los orígenes del inexistente armamentarium orgánico con inhibiciones
malestar humano debería estar equipado con muchas de comportamiento para no usarlo, es muy poca. Una
herramientas, y, la apreciación del conflicto entre la de las razones por las que las armas de fuego son tan
evolución biológica y cultural es sólo una de éstas. Sin peligrosas es que las consecuencias letales de un mí-
embargo, tratándose de martillos, éste parece espe- nimo movimiento –apretar un dedo en un gatillo, con
cialmente útil porque mirando alrededor del mundo, escasas onzas de presión– son magnificadas, por so-
es difícil no ver una gran cantidad de clavos. berbia tecnología, en actos violentos de consecuen-
He aquí unos pocos ejemplos. Comencemos con cias espantosas. Si, en contraste, tuviéramos que vivir
la violencia y la agresión que, después de todo, era lo –y morir– por la aplicación directa de solamente la
que nuestro cinematográfico hombre-mono estaba ha- fuerza biológica, habría, sin duda, mucho más vida y
ciendo cuando fue tan hábilmente capturado en el ce- mucho menos muerte.
luloide. La historia de la ‘civilización’ es, en gran medi- La espantosa historia de humanos matando huma-
da, la cada vez mayor eficiencia para matar con cre- nos deja muy pocas dudas acerca de que nuestra es-
ciente facilidad, a mayores distancias y en números pecie no está automáticamente propensa a respetar
mayores. Consideremos sólamente la progresión des- los gestos de subordinación de víctimas potenciales.
de el mazo, el cuchillo y la lanza, al arco y la flecha, al Más aun, incluso si poseyera tales inhibiciones instinti-
mosquete, al rifle, al cañón, a la ametralladora, al bu- vas sobre su propia violencia (y usualmente es su vio-
que de guerra, al bombardero, hasta el misil interconti- lencia), el bombardero volando a 20.000 pies sobre su
nental con ojiva nuclear en la punta. Al mismo tiempo, víctima –o el líder militar en un continente distante con
el ser humano que crea y manipula estos maravillosos su dedo en El Botón– ni siquiera podría percibir tal
dispositivos no ha cambiado para nada. De hecho, subordinación –asumiendo, por supuesto, que estu-
considerado como criatura biológica, el Homo sapiens viera predispuesto a hacerle caso.
está pobremente adaptado para matar: La realidad es La desconexión entre cultura y biología es espe-
que con nuestras ínfimas uñas, mandíbulas salientes y cialmente aguda en el ámbito de las armas nucleares.
dientes risiblemente minúsculos, un ser humano arma- En el aniversario del primer año del bombardeo de
do únicamente con su biología se ve a gatas para ma- Hiroshima, Albert Einstein anotó en forma célebre que
tar a uno solo de sus congéneres humanos, ni qué decir “partir el átomo ha cambiado todo, excepto nuestra

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Irónicamente, el conflicto entre nuestra naturaleza biológica
y nuestros productos culturales ha cubierto, en sí mismo, a las armas nucleares
con una especie de manto de lo psicológicamente intocable.
forma de pensar; por eso vamos a la deriva en direc- está ‘caliente’ los seres humanos rápidamente piensan
ción a una catástrofe sin paralelo”. en términos de agua hirviendo, madera ardiendo, o
Einstein podría, perfectamente, haber estado ha- tal vez lava derretida. La criatura biológica que es el
blando sobre toros almizcleros. Estos grandes anima- Homo sapiens literalmente no puede concebir tempe-
les, especie de peludos bisontes que ocupan la tundra raturas en millones de grados. Antes de partir artifi-
ártica, han empleado por largo rato una estrategia muy cialmente los átomos de uranio y plutonio, la energía
efectiva cuando se enfrentan contra sus enemigos: los nuclear nunca había sido liberada sobre la tierra. Con
lobos. Ellos responden a su ataque reuniendo a los razón no estamos preparados para “adecuar nuestras
animales jóvenes en el medio mientras los adultos mi- mentes” al respecto. En forma similar, con la vasta es-
ran hacia afuera, dispuestos como los rayos de una rue- cala de la destrucción nuclear: podemos imaginar así
da. Incluso, el lobo más hambriento encuentra intimi- sea un pequeño número de muertes –¡con tal de que
dante enfrentarse a un muro de cuernos filosos y fren- ninguna de ellas incluya la nuestra!– pero somos lite-
tes huesudas, respaldadas por mil libras de carne en- ralmente incapaces de captar el significado de muer-
furecida. Durante incontables generaciones, esta res- tes por millones, todas potencialmente ocurriendo en
puesta contra los depredadores les sirvió adecuada- escasos minutos. Así, irónicamente, el conflicto entre
mente, pero ahora, el peligro primario de los toros nuestra naturaleza biológica y nuestros productos cul-
almizcleros no son los lobos, sino los cazadores huma- turales ha cubierto, en sí mismo, a las armas nucleares
nos montados en trineos motorizados con rifles de alta con una especie de manto de lo psicológicamente in-
potencia. Bajo esta circunstancia, los toros almizcleros tocable.
se harían un favor si se separaran y salieran raudos De igual manera, el ‘cavernícola’ dentro de noso-
hacia el horizonte pero, en su lugar, ellos responden tros ha prosperado por largo rato poniéndole atención
como las generaciones anteriores siempre hicieron: a las amenazas que son discernibles –un mastodonte
Forman su fiel círculo defensivo y son sacrificados fá- en estampida, otro Neanderthal con un mazo levanta-
cilmente.
La invención del trineo motorizado y el rifle
ha cambiado todo excepto el modo de pen-
sar de los toros almizcleros, por eso ellos van
hacia una catástrofe sin paralelo. (Los toros
almizcleros son en la actualidad una especie
en vías de extinción). Ellos se aferran a su bio-
logía, aunque la cultura –nuestra cultura– ha
cambiado los resultados. Los seres humanos
también nos aferramos a (o permanecemos
inconscientemente influenciados por) nuestra
biología, a pesar que nuestra propia cultura
también nos ha cambiado los resultados en
forma dramática. Esta terquedad como de to-
ros almizcleros es especialmente evidente
cuando se trata de pensar –o no pensar– acer-
ca de las armas nucleares.
Tómese, por ejemplo, la dificultad, am-
pliamente difundida, que tienen muchas per-
sonas cuando se trata de concebir los efec-
tos nucleares. Cuando se les dice que algo

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[…] un observador imparcial, un marciano por ejemplo, debería sin ninguna duda
reconocer que el desarrollo […] específico del hombre, el lenguaje simbólico,
acontecimiento único en la biósfera, abre el camino a otra evolución, creadora de
un nuevo reino, el de la cultura, de las ideas, del conocimiento.

JACQUES MONOD, El azar y la necesidad.

do, un volcán cercano– permaneciendo al mismo tiem- cultural, han desatado un fuego mucho más peligroso
po menos preocupado por lo que no puede percibirse del que hubiera podido alguna vez imaginar Prometeo,
de inmediato. Como las armas nucleares por lo gene- un fuego mucho más letal por el hecho de que, en lo
ral no pueden ser vistas, tocadas, escuchadas u olidas, profundo, nosotros mismos no somos realmente muy
tienden a evadir nuestro radar, permitiéndole al Nean- actuales. En Prometeo encadenado, Esquilo pregun-
derthal nuclear funcionar como si éstas amenazas a su ta: “Prometeo, Prometeo, colgando sobre el Cáucaso,
existencia no existieran. (No es de sorprenderse, que mira el semblante de aquel buitre: ¿no es acaso vues-
las políticas que “se niegan a confirmar o negar” la tra cara, Prometeo?”
presencia de tales armas colaboran aun más a su aura “De ahora en adelante ya no será suficiente pre-
de invisibilidad y, por lo tanto, a su inexistencia). Si un guntarnos si podemos hacer algo al respecto”, escri-
homicida desquiciado estuviera acechando nuestro bió David Brower. “Nos corresponde también pregun-
lugar de trabajo, o si comenzara de repente un incen- tarnos si debemos”. Y así es como llegamos a nuestra
dio, sin duda, responderíamos rápidamente. Pero, aun- crisis medioambiental.
que a todos nos aceche una amenaza nuclear, ese La realidad es que los seres vivientes a veces des-
Neanderthal dentro de nosotros sigue complaciente y truyen su propio medio ambiente. Los elefantes pastan
tranquilo. en exceso en varios parques nacionales de África; se
Según la mitología griega, los dioses castigaron a ha sabido que los zorros matan cientos de gaviotas en
Prometeo –quien descaradamente había entregado el una sola noche; y, hay florecimientos de algas –éstas
fuego a los seres humanos– encadenándolo a una gran mismas un fenómeno ‘natural’– que pueden volver tóxi-
montaña, después de lo cual era visitado a diario por ca el agua. Pero, casi siempre, el daño está limitado en
un buitre que se le comía el hígado. Los seres huma- extensión geográfica y también en el número de espe-
nos de la actualidad, criaturas biológicas actuando no cies y de individuos involucrados. (Más aun, al menos
en el tiempo evolutivo deliberado sino en un frenesí en años recientes, la intervención de la mano del Homo
sapiens puede a menudo estimarse cuando
hay amenaza de destrucción biológica). Como
regla general, los seres vivientes, dejados con
su propio bagaje biológico, simplemente son
incapaces de hacer mucho daño. Por otro
lado, la evolución cultural humana ha cambia-
do todo eso. En forma parecida al gatillo de
un arma, nuestros avances culturales han ser-
vido como un inmenso multiplicador. Como
resultado, podemos ‘hacer’ cosas increíble-
mente destructivas, incluyendo –pero sin limi-
tarse a– la extinción de especies enteras, la con-
taminación de continentes, el embalsamiento*
(o como dijo John Muir, el damning** ) de ríos,
el drenaje de nacederos de agua, el agotamien-
to de recursos no renovables y la letal
reconfiguración de aquellos ciclos básicos geo-

* Damming, del verbo to dam que significa: embalsar.


** Damning, del verbo to damn que significar: maldecir.
Evidentemente el juego de palabras no funciona en español.
(Nota del traductor).

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La difícil combinación entre biología y cultura
se revela en muchas dimensiones,
siendo la personal no menos importante que la planetaria.

mente dadas, para reproducirnos a toda marcha no


han sido alteradas en forma significativa. ¿Cuál es el
resultado? Un nivel creciente de población, como cuan-
do se tapa el desagüe del lavamanos pero siguen abier-
tas las llaves.
Bajo condiciones estrictamente biológicas, se pue-
de imaginar a las distintas especies empujándose en-
tre sí, tan duro como pueden, y, en forma similar, a los
individuos dentro de cada especie. Con todos empu-
termo-químicos de los que depende la vida planetaria. jando tan duro, cualquiera que se relaja pierde. Pero,
Otros seres vivientes, faltos de tales capacidades gracias a la evolución cultural, hemos eliminado bas-
destructivas, no tienen la razón para debatir si debie- tante la resistencia natural que nuestra expansión nu-
ran o no actuar sobre éstas. De no ser por nuestra evo- mérica potencial, de otro modo, hubiera encontrado.
lución cultural, nosotros, también, estaríamos limitados El resultado ha sido que queda, comparativamente,
por lo que somos capaces de hacer biológicamente muy poco contra lo que podamos empujar, o sea que
(lo cual no dice mucho), en lugar de hacer lo que de- si nos relajamos –lo cual es decir, nos despabilamos–
beríamos hacer, dada nuestra capacidad única para debemos eventualmente irnos de bruces.
hacer estragos. La difícil combinación entre biología y cultura se
Luego está el asunto de la población. Los seres revela en muchas dimensiones, siendo la personal no
vivientes han sido seleccionados para reproducirse menos importante que la planetaria. Para interconectar
esencialmente a su máxima tasa, o más bien, a un rit- un ejemplo final, considérese la obesidad, la enferme-
mo cuyo resultado proyecta el máximo número de ge- dad cardiaca y la afición por el dulce de toda nuestra
nes hacia el futuro. Los seres hu-
manos no son diferentes. Antes,
bajo condiciones ‘pre-cultura-
les’ una alta tasa de nacimien-
tos era compensada por una
alta tasa de mortalidad, pero
uno de los logros (culturales)
que más enorgullece a la huma-
nidad ha sido el control de la
muerte por medio de medidas
de salud pública: vacunas, anti-
bióticos y avances en nutrición
infantil; y, mecanismos, cultural-
mente comparables, como el
control de la natalidad –píldo-
ras anticonceptivas, condones,
dispositivos intrauterinos– que,
aunque disponibles, su uso ha
sido frecuentemente frustrado
por ideologías religiosas con-
servadoras. Al mismo tiempo,
nuestras tendencias, biológica-

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El cerebro de los animales es, sin duda, capaz, no sólo de registrar informaciones, sino también de asociarlas y transfor-
marlas […]; pero no, y éste es el punto esencial, bajo una forma que permita comunicar a otro individuo una asociación
o transformación original, personal. Esto es […] lo que hace que [al lenguaje humano] se le pueda considerar por
definición como nacido el día en que combinaciones creadoras, asociaciones nuevas, realizadas en un individuo,
pudieron, transmitidas a otros, no perecer con él. No se conocen lenguas primitivas: en todas las razas de nuestra única
especie moderna, el instrumento simbólico ha llegado sensiblemente al mismo nivel de complejidad y poder de comu-
nicación. Según Chomsky, además, la estructura profunda, la ‘forma’ de todas las lenguas humanas es la misma.

JACQUES MONOD, El azar y la necesidad.

especie. A la mayoría de las personas les gusta el azú-


car. ¿Por qué? Casi seguramente porque nuestros
ancestros primates eran frutícolas y la fruta madura tie-
ne mucho azúcar. Si fuéramos hormigueros, sin duda
exclamaríamos sobre lo deliciosas que son las hormi-
gas y talvez anotaríamos, de paso, que los duraznos
maduros tienen un sabor desagradable. En cualquier
caso, nuestra afición dulcera de primates nos sirvió de
maravilla dentro de una evolución estrictamente bioló-
gica, en la que los azúcares estaban presentes en gran-
des cantidades, únicamente, en compañía íntima con cial, alto en contenido calórico y disfrutado sólamente
una nutrición saludable llena de frutas. Pero, siendo en ocasiones extraordinarias. Sería sorprendente, en-
sagaces criaturas culturales, los seres humanos hemos tonces, que nuestra especie no evolucionara con una
desarrollado la industria de las golosinas y la habili- afición particular por comer carne y, en cuanto fuera
dad para producir en abundancia dulces, chocolates posible, carne grasosa. Hoy en día, es bastante posible,
y refrescos cargados de azúcar y... ¡no mucho más! incluso, que consumidores moderadamente acomoda-
Otra consecuencia dietética: nuestros ancestros del dos puedan consumir cortes gordos de carne y comi-
Pleistoceno también eran carnívoros ocasionales, quie- das rápidas grasosas, cuyo atractivo es seguramente
nes casi seguramente reverenciaban la oportunidad de debido a una afición biológicamente generada por algo
comer carne, a menudo disponible. Más aun, dado que que durante nuestra evolución no estaba disponible y
los animales de caza son por lo general bastante ma- que, cuando lo estaba, era aprovechada como una opor-
gros, es posible que comer grasa fuera un deleite espe- tunidad rara y altamente deseable.
A todo esto, sumemos
otra consecuencia proba-
ble de la desconexión en-
tre biología y cultura, con
la que nuestras dificultades
se destacan más. Nuestros
ancestros no eran perezo-
sos. Ellos tenían que cami-
nar, correr y en general
esforzarse. En contraste,
mucha de la evolución cul-
tural ha involucrado “dispo-
sitivos que ahorran trabajo”
tales como los automóviles,
ascensores, teléfonos y mo-
nitores de televisión, permi-
tiéndonos evitar el gasto de
calorías. Tiene sentido que
en el Pleistoceno nuestros
antepasados aprovecharan
cualquier oportunidad que
tuvieran para permanecer

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La evolución por selección natural es simplemente demasiado lenta, demasiado miope
y estúpida, demasiado incapaz de responder a los retos generados
por nuestra concurrente evolución cultural.
inertes, es decir, para evitar saltar (o correr, caminar, y Nadie antes ha empleado tanto intelecto para persuadir
demás) cada que pudieran. Por lo tanto, nuestro siste- a los hombres de que sean animales. Al leer su obra
ma regulador de peso, sin mencionar nuestro sistema uno es presa del deseo de caminar en cuatro patas. Sin
cardiovascular, hubiera evolucionado inevitablemente embargo, ya que han pasado más de 60 años desde
en un contexto de actividad física combinada con dieta que perdí ese hábito, siento, desafortunadamente, que
baja en grasa y en azúcar. En contraposición, gracias a es imposible para mí reanudarlo”. No estoy por batirme
la evolución cultural, los seres humanos actuales pue- en duelo con Voltaire: no podemos simplemente desha-
den dar rienda suelta al gusto biológico por las dietas cernos de nuestros avances culturales. Rousseau mis-
altas en grasa y en azúcar, y, al mismo tiempo, acordar- mo reconoció (y Freud más tarde elaboraría, en El ma-
se de hacer un especial esfuerzo por ejercitarse. lestar en la cultura) que, pese a la dificultad de ser tan
En este punto, usted, señor lector, podría estar ávi- dependientes de la cultura, hemos ido demasiado lejos
do de que se propusieran soluciones, pero aquí, por ese camino, como para regresar.
lastimosamente, la interfaz biología-cultura produce “¿Podría alguien decirme, por favor, qué dirección
pocas miradas en profundidad. Una cosa, sin embar- debería tomar desde aquí?”, preguntó Alicia, perdida
go, parece clara: la biología no correrá a nuestro res- en el País de las Maravillas, al Gato Cheshire. “Eso de-
cate. La evolución por selección natural es simplemente pende en gran medida del lugar adónde quieras lle-
demasiado lenta, demasiado miope y estúpida, dema- gar”, dijo el Gato. “No me importa mucho adónde”, dijo
siado incapaz de responder a los retos generados por Alicia. “Entonces no importa en qué dirección vayas”,
nuestra concurrente evolución cultural. Visto que nues- repuso el Gato. “Con tal de que llegue a algún lado”,
tras dificultades derivan de la desconexión entre la agregó Alicia a manera de explicación. “¡Oh, con segu-
biología y cultura humanas, debemos, entonces, mirar ridad lograrás eso!”, dijo el Gato, “solamente si caminas
a esta última y a nuestros grandes y multi-competentes lo suficiente”. Para una especie con una cultura auto-
cerebros, para buscar formas de salir de nuestro ac- desarrollada es ‘natural’ entrometerse con su biología
tual atolladero. Después de todo, la asombrosa flexibi- sin que sea contranatural abstenerse de ello, como tam-
lidad de nuestras capacidades cognitivas es, en sí mis- bién es ‘natural’ para una especie, con nuestra particu-
ma, un rasgo biológico por medio del cual la evolu- lar biología, desarrollar las clases de productos cultura-
ción nos ha dotado, paradójicamente, con la habilidad les que tanto nos deleitan y atormentan hoy en día. El
de trascender nuestras propias proclividades. Noso- científico británico Dennis Gabor una vez sugirió que
tros, solos entre todos los seres vivientes, podemos nuestro trabajo era inventar el futuro. De uno u otro
decirle: no! a muchas de nuestras inclinaciones, ilumi- modo, como dice el Gato Cheshire, seguramente eso
nar nuestros puntos ciegos e inclusive, tal vez, ayudar haremos. Puede que no sepamos quién lleva las rien-
a reconciliar nuestra antigua biología con nuestra cul- das, quién monta a quién, o exactamente adónde va-
tura moderna. En últimas, para beneficio de nosotros mos, pero sin duda estamos en camino.
mismos, de las demás criaturas que nos acompañan y
del planeta que compartimos.
En su segundo Discourse, Jean Jacques Rousseau DAVID P. BARASH
arguyó que los seres humanos estaban mal servidos Es profesor de psicología en la Universidad de
Washington y colaborador frecuente de The Chronicle.
por la sociedad y la civilización, ya que las personas Su más reciente libro es La brecha de género: la biología
habían sido criaturas más nobles, puras y, en general, de las diferencias hombre-mujer
superiores cuando se encontraban en el “estado natu- (Transaction Publishers, 2001), con Judith Eve Lipton.
ral”. Rousseau envió una copia de este ensayo a Voltaire,
que contestó: “He recibido, monsieur, su nuevo libro
TEXTO ORIGINAL DE DAVID P. BARASH DE SU LIBRO EVOLUTION´S ODD COUPLE:
en contra de la raza humana. . . Usted pinta en colores
BIOLOGY AND CULTURE, PUBLICADO POR THE CHRONICLE OF HIGHER EDUCATION,
muy veraces los horrores de la sociedad humana . . . EDICIÓN DE 2001. TRADUCCIÓN DE MANUEL ANTONIO POSADA.

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www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia

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