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Dav-id Le>dge
EL de ficciórz

«UNA DELICIA PARA EL BUEN AFICIONADO Y UNA OCASl:ÓN DE ORO


PARA EL <...:LUE SE INICIA EN LA LEC'TURA y DESEA

.JOSÉ l\-1ARÍA GUELBENZU, BdB.E<-:LIA

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Í'

David Lodge

El arte de
la ficción
Con ejemplos de textos
clásicos y modernos

TRADUCCIÓN DE LAURA FREIXAS

19
EDICIONES PENíNSULA

BARCELONA

i
Edición original inglesa:
The art uffiction:
Illustrated from classic and mude17/. texts.
© de la edición y la introducción: David Lodge, 1992.
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrit¡:¡
de los ti rulares del «copyril5ht», bajo las sanciones establecidas
en las leyes, la reproduccIón total o pardal de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprenclidos la reprografía
y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares
de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

La primera edición castellana de esta obra fue publicada en la


colección «Ficciones:..> en octubre de 1998. A JOHN BLACKWELL,

Primera edición en esta colección: mayo de 2002. «genío entre los editores:..>
© de la traducción: Laura Freixas Revuelta, 1998. (The gante, acto Il, escena 2.)
© de esta edición: Ediciones Península s.a.,
Peu de la ereu 4, 0800I-Barcelona.
e-mail: correu@grup62.com .
ínternet: http://www. penínsulaedi.colll

Fotocompuesto en Víctor Igual s.l.,


Corsega, 237, baixos, 08036 Barcelona.
Impreso en Liberdúplex s.L, Constitució, 19,
08014-Barcelona .
-DEPÓSITO LEGAL: B. 14.895-2002.
ISBN: 84-8307-479-6.

CONTENIDO

Prefacio 9

EL ARTE DE LA FICCIÓN I3
l. El comienzo (J. Madox Pon!) 15
2.
3.
4-
El autor omnisciente (G. Eliot, E. M. Forster)
El suspense (T. Hardy)
El lenguaje coloquial adolescente (J. D. Salinger)
25
_.
31
37
-
5. La novela epistolar CM. Frn.yn) 43
6. El punto de vista (H. James) 5°
7.
8.
El misterio (R. Kípling)
Los nombres (D. Lodge, P Auster)
.L
65
9. El flujo de conciencia (V. Woolj) 74
10. El monólogo interior (J. Joyee) 82
1 l. La desfamiliarización (Ch. 'Bronte) 91
12. sentido del lugar (M. Amir) 97
13. Las lístas (E Seott Fitzgerald) 1°5
14. La presentación de un personaje (e. Isherwood) II3
15.
16.
La (W M. Thackeray)
Los cambios temporales CM. Spark) .-
119
125
17. El en el texto (L. Steme) 134
18. El tiempo (J. Austen, Ch. Dickens) 14°
19. Las repeticiones CE. Hemingway) 147
20. La prosa retórica ev. Nabokov) 154

7

21. La intertextualidad (J. Con1"tld) 160

22. La novela experimental (H. Green) 17 0


23. La novela cómica (K. A11lis) lj8
PREFACIO
24. El realismo mágico (NI: Kunder{l)
25. Permanecer en la superficie (M. Bradbury) I9 1
26. l\tlostrar y explicar (H. Fielding) I97.......
27. Hablar con distintas voces (F. Weldon) 2°3
28. El sentido del pasado (J. Fowles) 2Il
29. lmag'inar d futuro (li. Orwelf) 2-17
30. El simbolismo (D. H. Lawrence) 223
Durante doce meses entre 1990 y I991, el poeta James
31. La alegoría (S. Butler) 2.29
Fenton publícó una columna semanal en el suplemento de
p. La epifanía (j. Updike) 235 libros de The Independent on Sunday titulada «Ars Poetic3>-»
33. Casualidades (H. James)
34. El narrador poco fiable (K. Ishigu1'0)
35. Lo exótico (G. Greene)
-
24°
2 48
254
título de un famoso tratado sobre poesía del poeta romano
Horacio. Cada semana Fenton reproducía un breve poema
o el extracto de un poema y escribía un comentario desti-
36. Capítulos, etc. (T. Smollett, L. Sume, Sir W. nado a arrojar luz tanto sobre el texto como sobre algún as-
Scott, G. Etiot, J. Joyce) 260 pecto del arte de la poesía en generaL A comienzos de 1991
37. El teléfono (E. Waugh) 27° el director líterario del suplemento, Blake Morríson, me
38. El surrealismo (L. Gwrington) 2 llamó y me preguntó si me interesaría escribír algo similar
39. La ironía CA. Benrzett) 282 sobre la narrativa cuando James Fenton terminase su serie.
40. La motivación (G. Eliot) 2.8] Normalmente me tomo cierto tiempo para examinar las
41. La duración (D. Barthelme) propuestas periodísticas, yen la mayoría de los casos al final
42. Los sobrentendidos (w. Cooper) digo que no; pero esta vez había decidido decir que sí casi
43. El título Gissíng) 3°4 antes de que Blake hubiera terminado de hablar. Durante
44. Las ideas (A.. Bltrgess) 31° casi tres décadas, entre 1960y 1987, fui profesor tanto como
45. La novela basada en hechos reales (T. Carly/e) 3 I6 novelista: enseñaba literatura inglesa en la Universidad de
46. La metaficcíón (J. Barth)
Birrningham. A lo largo de ese tiempo publiqué varios li-
47. Lo sobrenatural A. Poe) 331 bros de crítica literaria, que giraban principalmente en tor-
48. estrucnlra narrativa (L. MichaeLr)
no a ciertas novelas y a «La novela>-;>, y durante varios años
49. La ¡¡poda (S, Beckett) 343
50. El final (J. Austen, W. Golding) impartí un curso titulado «La forma en la ficción>-)-. Tras
349 •
Índice de nombre.\' j'OÍ- jubilarme anticipadamente de mi cargo universitario en
I987 descubrí que poca inclinación o incentivos para
seguir escribiendo crítica dirigida a un público esencial-

8
9

;
mente académico; pero sentía que aún me quedaban cosas ce de nombres que debería compensar hasta cierto punto 10
que decir sobre el arte de la ficción y la historia de la novela arbitrario de la secuencia de temas. Cuando se ha sido profe-
que podrían ser de interés para' un público lector más am-, sor, no se puede dejar de serlo. Aunque el libro se dirige al
p1io. Me pareció que una columna semanal en un periódico «lector en general).>-, he usado deliberadamente, con las ex-
constituiría la plataforma ideal para ello. plicaciones del caso, cierto número de términos técnicos
decidí enseguida por un formato que se centrara con los que puede ser que ese lector esté poco familiarizado,
en un tema que en un texto, dado que una novela, a di- pero es que no se puede analizar un texto literario sin un vo-
de poemas excelentes, no puede ser citada cabulario descriptivo apropiado, del mismo modo que no se
en su totalidad en un artículo de prensa. Cada semana elegía puede desmontar un motor sin disponer de las herramientas
uno o extractos breves de novelas o cuentos, clásicos y Algunos de esos términos son modernos, como in-
modernos, para ilustrar algún, aspecto del «Arte de la fic- tertextualidad y metaficción, y algunos son antiguos, como
ción». (Dado que mi sección era la continuación de la de los nombres de los tropos en la retórica clásica (metonimia,
Fenton, titulada «Ars -Poetica», eni más o menos inevitable sinécdoque, etc.), que la lingüística moderna todavía no ha
que ése fuera el título de la serie, y lo he mantenido para el mejorado. Un título alternativo para este libro, si Wayne
libro a pesar de cierto malestar por haber usurpado el título Booth no lo hubiera usado ya, habría sido La retórica de la
de un venerado ensayo de Henry James.) Con escasas ex- ficción. Siempre he considerado la narrativa como un arte
cepciones -J ane Austen, George Eliot, Henry J ames- to- esencialmente retórico; quiero decir que el novelísta o el
mis ejemplos de un autor distinto, o varios, 9ada sema- cuentista nos convence para que compartamos cierta visión
na. Me limité casi exclusivamente a los escritores ingleses y del mundo mientras dure la experiencia de la lectura, con el
norteamericanos, pues ése es, como se dice en el ámbito efecto, cuando lo consigue, de esa extasiada inmersión en
académico, «mi campo», y me siento menos seguro de po- una realidad imaginaria que Van Gogh capturó tan bien en su
der hacer un análisis meticuloso y correcto de novelas que cuadro La lectora. Incluso los novelistas que, para sus pro-
se hallan fuera de él. Algunos de esos pasajes los he comen- pios propósitos artísticos, rompen deliberadamente ese he-
tado antes en letra impresa, pero no exactamente en lclS mis- chizo, primero tienen que crearlo.
mos términos. ' Los artículos originales se ajustaban a una determinada
Empecé por «El comienzo» y siempre mve la intención extensión, pero yo solía enviar un texto más largo, confian-
de terminar con «El final». Entre uno y otro tema, a veces do la tarea cortarlo al muy competente Blake MorrÍson y
el artículo de una semana me sugería el tema para la sí- su ayudante Jan DalJey. (Me gustaría dejar constancia aquí
guiente) pero no concebí la serie como una Íntroducción mi agradecimiento por la habilidad y tacto con que lleva-
sistemática y progresiva a la- teoría de la novela. Al revisar ron a cabo esa tarea.) Al revisar los artículos para publicar-
los textos para publicarlos en forma de libro he insertado los en un libro, he vuelto a poner algunos de los pasajes que
cierto número de referencias cruzadas y he añadido un índi- ellos se vieron obligados a suprimir y algunos que yo mismo
O;)
.,.-,
) W

10 11

t
eliminé al pasar a limpio, y pe añadido nuevo material, tan-
to ilustrativo como argumentativo, a casi todos ellos. Uno
de los artículos ha sido sustituido por un nuevo texto sobre
EL ARTE DE LA FICCIÓN
«Capítulos». Para arrojar luz sobre los mecanismos y reco-
vecos de la ficción, me he basado en mi propia experiencia
como escritor con más frecuencia de lo que parecía conve-
niente o posible en los artículos originales para el períódico.
El libro es aproximadamente un treinta por ciento más
largo que la serie original. Pero no he intentado «cubrir»
exhaustivamente ninguno de los temas. Casi todos ellos, a
fin de cuentas, darían para libros enteros, muchos de los
cuales ya existen. Éste es un libro ·para gente que prefiere
tornar la crítica literaria en pequeñas dosis, un libro para
ojear y hojear, un libro que no intenta decir la última pala-
bra en ninguno de los temas que aborda, pero que mejora-
rá, espero, la comprensión yel disfrute de la ficción en pro-
sa de los lectores, y les sugerirá nuevas posibilidades de
lectura -o, quién sabe, incluso de escritura- en este géne-
ro literario, el más variado y placentero de todos.

12

t
1

EL COMIENZO

Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con una familia


acomodada y un buen carácter, parecía reunir en su persona
los mejores dones de la existencia; y había vivido cerca de
veíntiún años sin qu"e casi nada la afligiera o la enojase.
Era la menor de las dos hijas de un padre muy ca'riño-
so e indulgente y, como consecuencia de la boda de su her-
mana, desde muy joven había tenido que hacer de ama de
casa. Hacía ya demasiado tiempo que su madre había
muerto para que ella conServase algo más que un confuso
recuerdo de sus caricias, y había ocupado su lugar una ins-
titutriz, mujer de gran corazón, que se había hecho querer
casi como una madre.
La señorita Taylor había estado 'dieciséis años con la fa-
milia del señor Woodhouse, más como amiga que como ins-
titutriz, y muy encarhiada con las dos hijas, pero sobre todo
con Emma. La intimidad que había entre ellas era más de
he1manas que de otra cosa. Aun antes de que la señorita
Taylor cesara en su.r funciones nominales de institutriz, la
blandura de .rn ca11"ácter raras veces le permitía imponer uno
prohibición; y entonces, hacía ya tiempo que había desapare-
cido la sombra de su autoridad, habían seguido viviendo

15

juntas como amigas, muy unidas la una a la otra, y Emma randa. Hasta baee seis meses no había pisado nunca Ingla-
haciendo siempre lo que quería; teniendo en gran estima el terra J, ciertamente, nunca había sondeado las profimdida-
criterio de la señorita Taylor; péro rigiéndose fimdilmental- des de un corazón inglés. No había pasado de sus aspectos más
mente pOl' el s'uyo supeificía/es.
Lo cierto era que los verdaderos peligros de la situación FORD MADOX FORD, El buen soldado (1915).
de Emma eran, de una parte, que en todo podía hacer su vo- Traducción de José Luís López iVluñoz.
luntad, y de otra, que era propensa a tener una idea de-
masiado buena de sí 'fltisma; éstas eran las desventajas que
amenazaban mezclarse con sus 'muchas cualidades. Sin em- ¿Cuándo elnpieza una novela? La pregunta es casi tan
bargo, por el momento el peligro era tan imperceptible que difícil de contestar como la de cuándo un embrión hu-
en modo alguno podían considerarse como inconvenientes mano se convierte en persona. Ciertamente la crea-
suyos. ción de una novela raramente empieza en el momento
Llegó la contrariedad -una pequeña contrariedad-, en que el autor traza con la plunla o teclea sus prime-
sin que ello la turbara en absoluto de un modo demasiado ras palabras. La mayoría de los escritores efecnía"algún
sible: la señorita Taylor se casó. trabajo preliminar, aunque sóló sea mentalmente. Mu-
JANE AUSTEN, Emma (1816). chos preparan el terreno cuidadosamente durante se-
Traducción de Carlos PujoL Inanas o meses, haciendo diagramas del argumento,
recopilando biografías de personajes, llenando un cua-
Ésta es la historia más triste que jamás he oído. Habíamos derno con ideas, escenarios, situaciones, brOlnas, para
tratado a los Ashburnham durante nueve tempo'radas en la usarlos durante el proceso de composición. Cada es-
ciudad de Nauheim con gran intimidad... 0, más bien, ha- critor tiene su propia manera de trabajar. HenryJames
bíamos mantenido con ellos unas relaciones tan flexibles )1 tan tomó, para El expolio de Poynton, notas casi tan largas
cómodas y sin embargo tan íntimas como las de un guante de y casi tan interesantes como la novela en sí. Muriel
buena calidad con la mano que p1'otege. Mi mujer y yo cono- Spark, por lo que sé, medita el concepto de cada nue-
cíamos al capitán Ashhurnham y a su señora todo lo bien que va novela y no toma papel y lápiz hasta que ha com-
es posible conoce'r a alguien, pero, por otra parte, no sabíamos puesto lllentahllente una primera frase satisfactoria.
lUIda en absoluto acerca de ellos. Se trata, creo yo, de una si- Para el lector, sin elnbargo, la novela empieza
tuación que sólo es posible con ingleses, sobre quienes, incluso sienlpre con esa primera frase (que puede no ser, claro
en el día de hoy, cuando me paro a dilucidar lo que sé de esta está, la primera frase que el novelista escribió en su
triste historia, descubro que vivía en la más completa igno- prirnera versión del texto). Y luego la siguiente, y la si-

16 17

f
guiente ... Cuándo termina el comienzo de una novela juicio hasta Mansfield Park- destinada a triunfar, Emma
es otra pregunta dificil de contestar. ¿Es el primer párra- es una princesa que deberá ser humillada antes de en-
fo, las primeras pocas págírias o el primer capítulo? Sea contrar la verdadera felicidad. El adjetivo con el que
cual fuere la definición que uno dé, el comienzo de en ]a primera frase se describe su belleza, bandsome,
una novela es un umbral, que separa el mundo real que tiene J por oposición a un término más convencional
habitamos del mundo que el novelista ha imaginado. como sería beautifu/, un matiz andrógino; quizá se nos
Debería, pues, como suele decirse, «arrastrarnos». quiere dar a entender que hay en Emma una fuerza de
Eso no es tarea fácil. Todavía no nos hemos fami- voluntad masculina. La siguiente palabra, elever
liarizado con el tono de voz del autor, su vocabulario, ('ínteligente' o 'lista'), designa la inteligencia con cier-
sus hábitos sintácticos. Al principio leemos un libro ta ambigüedad, ya que a veces se aplica peyorativa-
despacio y dubitativamente. Tenemos mucha informa- mente, como cuando se dice «demasiado lista para su
ción nueva que absorber y recordar; los nombres de propio bien»). «Rica» está cargada de connotaciones
los personajes, sus relaciones de afinidad y consangui- bíblicas y proverbiales sobre los peligros morales de la
nidad, los detalles contextuales de tiempo y lugar..., sin riqueza. En suma, los tres adjetivos, tan elegantemen-
los cuales la historia no puede seguirse. ¿Valdrá la pena te combinados, indican el carácter engañoso de la apa-
todo ese esfuerzo? La mayoría de los lectores están rente fortuna de Emma. Tras haber vivído «cerca de
dispuestos a conceder al autor el beneficio, de la duda veintiún años sin que casi nada la afligiera o la enoja-
al menos por unas pocas páginas, antes de decidir vol- se», le espera un rudo despertar. Con casi veintiún
ver a cruzar el umbral en sentido contrario. Sin em- años, es decir en el umbral de lo que en esa época era
bargo, con los especímenes mostrados aquí nuestra va- la mayoría de edad, le corresponde asumir la responsa-
cilación será probablemente mínima o inexistente. Ya bilidad de su propia vida, y para una mujer en la socie-
la primera frase nos -«engancha>-> en cada caso. dad burguesa de comienzos del siglo XIX eso significa-
El conlÍenzo de la novela deJane Austen es clásico: ba decidir si iba a casarse y con quién. Emma goza de
lúcido, nlesluado, objetivo, con implicaciones irónicas una libertad poco habimal a ese respecto, puesto que
ocultas bajo el elegante guante de terciopelo del estilo. es ya «señora de su casa», una circunstancia que favo-
¡Con qué sutileza la primera frase prepara la caída de rece su arrogancia, especialmente teniendo en cuenta
la heroína! Lo que vamos a presenciar es la historia de . que ha sido educada por una Ínstitutriz que le dio el
Cenicienta al revés; en vez de una heroína ínfravalora- afecto de una madre, pero no (se nos da a entender) la
da -el tipo de heroína que anteriormente había atraí- disciplina que una madre habría impuesto.
do la inlaginación de J ane Austen, desde Orgullo y pre- Eso está implícito aún más claramente en el tercer

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4'

párrafo; pero allnismo tiempo, cosa bastante intere- una especie de angustia frente a un posible descubri-
sante, empezaInos a oír la voz de la propia Emma en miento) impregna la narración. ¿Quién es esa persona
el discurso, al mismo tiempo que la ;uiciosa y objetiva que nos habla? Habla en inglés y sin embargo no es in-
voz del narrador. «La intimidad que había entre ellas glés. Hace por 10 menos nueve años que conoce a la
era más de hermanas que de otra cosa», «habían se- pareja inglesa que parece protagonizar <<la historia
guido viviendo juntas como an1Ígas» ... En esas frases más triste», a pesar de lo cual asegura no haber «sabi-
parecemos oír la descripción que daría la misma do nada>:> de los ingleses hasta el mismo momento
Emnla, bastante satisfecha de sí misma, de su relación de la narración. «He oído», en la prünera frase, impli-
con su institutriz, relación que le pennitía hacer «siem- ca que la historia que el narrador va a contar no es la
pre lo que quería». La estructura irónica de la conclu- suya propia, pero casi innlediatamente nos da a enten-
sión del párrafo: «teniendo en gran estima el criterio der que el narrador, y quizá su mujer, participaron en
de la señorita Taylor, pero rigiéndose fundamental- ella. El narrador conoce a los Ashburnham íntima-
lnente por el suyo propio» equilibra simétricamente mente y a la vez no s-abe nada de ellos. Esas contradic-
dos informaciones que desde un punto de vista lógico ciones son racionalizadas como un efecto del carácter
resultan inconlpatibles, e indica así el defecto en el ca- inglés, de la disparidad entre-apariencia y realidad en
rácter de Enlma que es explícitamente expresado por el comportamiento de la clase media inglesa; de nlodo
el narrador en el cuarto párrafo. Con la boda de la se- que este príncípío esboza un teIna similar al de E'fmna,
ñorita Taylor empieza el relato prOpíall1ente dicho: aunque las prelnoniciones que deja en el aire suenan
privada de la compañía y del maduro consejo de la lnás trágicas que cómicas. La palabra «triste:>:> se repite
que fue su institutriz, Emma la sustituye por una jo- hacia el final del párrafo y se deja caer otra palabra cla-
ven protegida, Harriet, que fomenta su vanidad y en' ve, «corazón» (dos de los personajes sufren supuesta-
vista a cuyo matrímonio Emma empieza a intrigar, mente del corazón; todos ellos tienen vidas emociona-
con desastrosos resultados. les desordenadas), en la penúltima frase.
Usé la metáfora de un guante para describir el es-
tilo de Jane Austen, nn estilo que afirma su autoridad,
La famosa frase irucial de la novela de Ford Madox entre otras cosas, renunciando a las luetáforas (ya que
Ford es un recurso flagrante para asegurarse la aten- la metáfora es un tropo esencialmente poético, en el
ción del lector: prácticamente nos agarra por el cuello polo opuesto a la razón y el sentido común). Esa mis-
para obligarnos a cruzar el umbral. Pero casi de inme- ma metáfora del guante se da ciertamente en el primer
diato algo oscuro e indirecto, típícalllente moderno, párrafo del Buen soldado, aunque con un sentido dife-

21
20

I

rente. Aquí significa un comportamiento cortés en so- en medía de una conversación, como Un puñado de pol-
ciedad, los modales en relajados, pero siem- vo de Evelyn Waugh, o las obras tan especiales de Ivy
pre bajo control, que suelen asociarse con la riqueza y Compton-Burnett. Puede comenzar con una sorpren-
el refinamiento (un «buen» guante, se especifica), con dente autopresentación del narrador: «Llamadme Is-
un matiz, sin embargo, de ocultamiento o engaño. Al- mael» (Hennan Melville, Moby Dick), o con un corte
gunos de los enigmas suscitados por el primer párrafo de mangas a la tradición líteraria de la autobiografía:
son rápidamente explicados -mediante la informa- « ... lo primero que probablemente querréis saber es
ción de que quien habla es un americano que vive en dónde nací y cómo fue mi asquerosa infancia, y qué
Europa, por ejemplo-o Pero el crédito que merece su hacían mis padres y todo eso antes de tenerme a mí, y
testimonio y la hipocresía crónica de los otros perso- toda esa basura a 10 David Copperfield, pero no tengo
najes serán temas cruciales de esa historia, la más tris- ganas de meterme en todo eso» (El guardián entre el
te jamás oída por el narrador. centeno, de). D. Salinger). Un novelista puede empezar
con una reflexión filosófica: «El pasado es un país ex-
tranjero: allá hacen las cosas de otra manera», como
Hay, na ruralmente, muchas otras maneras de empezar L. P. Hartley en The go-between (El alcahuete), o poner
una novela y los lectores que hojeen este libro tendrán al personaje en apuros desde la primerísima frase;
ocasión de ver algunas de ellas, porque a ,menudo he «No haCÍa ni tres horas que había llegado a Brighton
elegido el primer párrafo de una novela o de un cuento cuando Hale supo que querían asesinarle» (Graham
para ilustrar otros aspectos del arte de la ficción (eso Greene, parque de at'racciones). Muchas nove-
me ahorra tener que resumir el argumento). Pero quizá las se inician con una historia-marco que explica cómo
vale la pena indicar aquí la gama de posibilidades. fue descubierta la historia principal, o narra cónlO es
Una novela puede empezar con una larga descrip- contada a un públíco ficticio. En El corazón de las tinie-
ción, la del paisaje natural o urbano que va a ser el blas de Conrad un narrador anónimo muestra a Mar-
principal escenario de la historia, lo que los críticos de low relatando sus experiencias en el Congo a un CÍrcu-
cine llaruan míse-en-scenc : por ejemplo, la sombría pin- lo de amigos sentados en el puente de una yola en el
tura de Egdon Heath al comienzo del The return ofthe estuario del Támesis (<<y también éste -ernpieza
native (El regreso del indjgena) de ThOlnas Hardy, o la ' MarIow- debió ser uno de los lugares más siniestros
que E. M. F orster hace de Chandrapore, en una prosa de la tierra»). Otra vuelta de tuerca de Henrv James
elegante, urbana, propía de una guía de viajes, al co- consiste en un relato autobiográfico escrito por una
mienzo de Pasaje a la India. Una novela puede empezar nlujer ya fallecida, el cual es leído en voz alta a los invi-

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23

¡f
tados un fin de semana en el campo, que se han estado 2
contando unos a otros, para entretenerse, historias de
fantaslnas, hasta llegar a esta últüna que supera en EL AUTOR OMNISCIENTE
horror a todas las anteriores... Kingsley Aruis enlpieza
su historia de fantasmas El hombre verde con un inge-
nioso pastiche de una guía gastronómica: «Apenas ha
superado la sorpresa de encontrar un auténtico mesón
a lnenos de 40 millas de Londres -y a 8 de la autopis-
ta Mr-, cuando uno se encuentra maravillándose por
la calidad de los guisos, no menos auténticamente in- Sin otro espejo que una única gota de tinta, el b'rujo egipcio
gleses ... ». Si una noche de invierno un viajero de !talo acometía la tairea de revelar, a cualquiera que fuese a con-
Calvino empieza: <c::Está usted a punto de empezar a sultarle, visiones del más remoto pasado. Eso es lo que me
leer la nueva novela de !talo Calvino, Si una noche de propongo hacer para usted, lector. Con esta gota de tinta en
invierno un viajero». Finnegans Wake de James Joyce la punta de mi pluma, le mostraré el espacioso taller de Jo-
comienza en medio de una frase: c::<Rio que discurre, nathan Burge, carpintero y de obras en el pueblo de
más allá de Adam and Eve, desde el recodo de la orilla Hayslope, tal como podía verse el día 18 de junio del mzo de
a la ensenada de la bahía, nos trae por un comodius vicus gracia de l799-
de circunvalación de vuelta al castillo de Howth y En- GEORGE ELIOT, Adam Bede ( 18 59).
virons». El fragmento que falta concluye e11ibro: «un
camino solo al fin amado alumbra a lo largo del», vol-' A Margaret que esto no predisponga alleetor
viendo así otra vez al comienzo, como el agua, que cir- s
contra ella- la estación de King C11'OSS siempre le había,
cula en el medio natural del río al mar, del nlar a la hecho pensar en el Infinito. Su mera situación -un poco
nube, de la nube a la lluvia y de la lluvia al río, y tanl- retirada detrás del supeificial esplendor de Sto Pan-
bién como la infinita producción de sentido que pro- eras- implicaba un comentario sobre el materialismo de
porciona la lectura de ficciones. la vida. Esos dos grandes (./.rcos, incoloros, indiferentes,
sosteniendo entre los dos un reloj nada bonito, resulta-
ban umbnlles de lo más apropiado para alguna aventu-
11'
ra eterna, cuyas consecuencias podían ser prósperas, pero
ciertamente no serían expresadas en el lenguaje ordina-
rio de la projperidad. Si esto os parece recordad

24 25

ti
que 110 es quien os lo está contando; )' pe'rmi- propia tnanera de contar historias -minuciosa, deta-
tid que me apresu71'c a afiadir que tenían tiempo de sobra llada, con un escrupuloso respeto a la historia- y las
antes de que saliera el t1 en.; que Mrs. Munt escogió un
A
dudosas revelaciones de la magia y la superstición. La
asiento cómodo, de cl:11-a a la locomotora, pe'ro no dema- breve información sobre las técnicas de los brujos
siado próximo ti ella; )' que Margaret, al volve1' a Wick- egipcios no tiene ninguna otra función narrativa, pero
ham Place, se enfrentó al siguiente telegrama: no carece de interés en sí misma. Leemos narrativa, a
fin de cuentas, no sólo por el relato, sino para ampliar
7()(.lo tcrmilltldo. Ojalá mmca hubiera escrito. nuestro conocÍll1iento y comprensión delll1undo, y el
No se lo digas tI nadie. método narrativo autorial es particularmente apto
Helen. para ofrecernos ese tipo de conocimiento enciclopédi-
Pero tía Juley se había ido. Se había ido irrevocablemente,)' co y de 5a biduría proverbial.
no había en la tierra fu.erza alguna capaz de detenerla. Hacia finales del siglo pasado, con todo, la voz auto-
E. M. FORSTER, Howards End (1910). rial cayó en desuso, en parte porque disipa la ilusión de
realismo y reduce la intensidad emocional de la expe-
riencia representada, al llamar la atención sobre el acto
La lnanera más sencilla de conta,r una historia es ha- de narrar y también porque afirma una especie de auto-
cerlo medíante un narrador, que puede ser la voz anó- ridad, de onmiscÍencia cúasi divina, que nuestra época
nima de un cuento popular (<<Érase una vez una her- escéptica y relativista se resiste a conceder a nadie. La
Inosa princesa») o del bardo épico (por ejemplo, el narrativa moderna ha tenido tendencia a suprimir o eli-
-<-<Armas canto y al héroe» de Virgilio) o la voz autoríal, minar la voz autorlal, presentando la acción a través de la
confiada, cordial y sentenciosa, que nos ofrece la narra- conciencia de los personajes, o confiando directamente a
tiva clásica de Henry Fíelding a George Eliot. éstos la tarea de narrar. Cuando excepcionalmente se
Al comienzo de Adam Bede, mediante un elegante emplea ese narrador omnisciente en la narrativa moder-
truco retórico -la gota de tinta hace las veces de es- na, se suele hacer con cierta autoconciencia irónica,
pejo y bola de crista1-, George Elíot transforma el como en el pasaje que hemos citado de Howards End.
acto de escribir en algo parecido a la charla, dirigién- Dicho pasaje cierra el segundo capítulo, en el que
dose directa e Íntimamente al lector, invitándonos a Margaret Schlegel, habitante del barrio londinense de
<-<traspasar el umbral» de la novela, y literalmente, a tras- Bloomsbury, habiendo oído que su hermana Helen se ha
pasar el umbral del taller de ]onathan Burge. La au- enamorado del hijo menor de un industrial nuevo rico,
tora subraya, de forma implícita, el contraste entre su Henry WIlcox, envía a su tía (Mrs. Munt) a investigar.
i'

26 \, 27
,i.

1

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Howards End es una de esas novelas que se preocu- lector contra ella ... ». esto os parece ridículo, re-
pan por Inglaterra, y la visión del país como un todo cordad que no es Margaret quien os 10 está contando»:
orgánico, con un pasado, básicanlente agrario, de gran estas frases son iniciativas arriesgadas, que casi crean el
riqueza espiritual y un futuro problemático bajo la égi- efecto que Erving Goffinan llama «romper ellnarco»,
da del comercio y la industria, es lo que da un signifi- consistente en transgredir una determinada regla o
cado representativo a los personajes y sus relaciones. convencíón que gobierna un tipo particular de expe-
Ese tenla alcanza su clímax visionario en el capítulo 19, ríencia. Ponen al descubierto lo que la ilusión del rea-
en eL desde el elevado punto de vista que ofrecen lisn10 nornlahnente nos piel e que olvidenlos o dejemos
las colinas de Purbeck, el autor plantea la cuestión de en suspenso: nuestro conocimiento de que estalnos le-
si Inglaterra pertenece a aquellos que han creado su ri- yendo una novela sobre personajes y situaciones in-
queza y poder o «a los que ... de algún lnodo la han vis- ventados.
to, han visto la isla entera de una vez, colocada como Éste es un recurso muy usado por los escritores
una joya en un mar de plata, navegando como un bar- posmodernos, que rechazan la ingenua fe en el realis-
co de alnlas, con la valiente flota acompañándola hacia 1110 tradicíonal, mostrando a la luz del día los mecanis-

la eternidad». mos de sus construcciones ficticias. Compárese, por


Tanto el autor como Margaret pertenecen clara- ejemplo, esta sorprendente intrusión autoríal en el
mente al grupo de los visionarías. El Infinito que Mar- medio de Good as gold (Tan bueno como el oro) de J 0-
garet asocia a la estación de King's Cr.oss equivale a la seph Heller (1980):
eternidad hacia la cual el barco de Inglaterra navega,
tnientras que el materialislno y la prosperidad de los Una vez más Gold se sorprendió a sí mismo preparándose
que King's Cross ofrece un comentario adverso perte- para almorzar con alguien -Spotty Weínrock- y se le
necen al mundo de los Wilcox. La solidaridad de sen- ocurrió pensar que estaba dedicando una increíble cantidad
de tiempo en este libro a comer y charlar. No se podía hacer
timientos entre el autor y la protagonista se pone de
mucho más con él. Yo lo estaba metiendo en la cama con
manifiesto en el estilo: sólo el paso al pretérito «<im-
Andrea cada dos por tres y manteniendo a su mujer y sus hi-
plicaba un comentario», «resultaban unlbrales de lo jos en un conveniente segundo plano .... Es cierto que pron-
más apropiado») distingue los pensamientos de Mar- to iba a conocer a una maestra de escuela con cuatro hijos de
garet, gramaticahnente, de la voz autorial. Forster se la que se enamoraría como un loco, y que pronto también
muestra abiertamente -algunos dirían: excesivamen- yo iba a entregarle la tentadora promesa de convertirle en el
te- protector respecto a su heroína. primer secretario de Estado judío del país, promesa que no
«A Margaret -espero que esto no predisponga al tenía intención de cumplir.

28 29

F orster no boicotea de un modo tan radical el espejis- 3 "


mo creado por su historia y fomenta nuestro interés
solidario hacia los personajes y sus avatares al referirse EL SUSPENSE
a ellos como si fueran personas reales. Así pues, ¿con
qué propósito llama nuestra atención sobre la distan-
cia entre la experiencia de Margaret y la narración que
él nos hace de dicha experiencia? Opino que, al refe-
rirse de lnodo autodespectivo y burlón a su propia fun-
ción retórica, obtiene permiso, por así decirlo, para per-
nlitirse esas pOlnposas disquisiciones autoriales sobre Al principio, cuando la muerte pareda porque
la historia y la metafísica (como la visión de Inglaterra nunca le había visitado antes, Knight no podía pensar en fu-
desde las colinas de que están diseminadas turo alg;uno, ni en nada relacionado con su pasado. No podía
por toda la novela, y que él consideraba esenciales para más que contemplar.severamente el traicionero intento de la
su propósito temático. El humor bien educado es un naturaleza de terminar con él, y l'llchar para frustrarlo.
método eficaz para desarmar la posible reacción del Dado que el acantilado formaba Id cara interior del seg-
lector, el «¡vamos, hOlllbre!» que ese tipo de generali- mento de un cilindro hueco, con el cielo arriba y el mar aba-
zaciones autoriales suscita. Forster también está bro- jo, que rodeaba la babía casi en folma de semicírculo, él po-
meando sobre el anticlímax narrativo que selnejantes día ver la pared vertical que se curvaba a ambos lados de su
::
pasajes inevitablemente provocan, cuando disculpán- ;í

cuerpo. Miró hacia abajo, y se dio cuenta cabalmente de has-
dose «se apresura» a reanudar la narración, y termina 1I
li ta qué punto estaba amenazado. Todo a su alrededor era si-
11
el capítulo con un admirable efecto de suspense. 1:
niestro, y la forma hostil llevaba la desolación en las mismas
Pero el suspense es otro tema. entrañas.
l' Por una de esas habituales conjunciones de circunstan-
,1
¡l cias con las que el mundo inanimado hostiga la 'mente del
,1
ii hombre cuando ésta se detiene en momentos de suspense,
'1

:i¡ frente a los ojos de Knight se hallaba un fósil, incrustado en


¡ la roca y destacando de ésta en bajorrelieve. Era un ser con
:'\1
ojos. Los ojos, muertos y convertidos en estaban en ese
mismo momento mirándole. Era un espécimen de esos anti-
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guos crustáceos llamados trilobites. Separados pO?" millones
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de a110S en sus vidas, Knight y esa criatura i'llfedor parecían les e inconsistentes de un día cualquiera en el Dublíl1
haberse encontrado en el lugar de la muerte. Era la única moderno sobre el cañalllazo heroico y satisfactoria-
instancia dentro de su campó visual de algo que había esta- mente cerrado del regreso de Ulises a su patria tras la
do vivo alguna vez y había tenido un cuerpo susceptible de guerra de Troya. Con ello, Joyce da a entender que la-
ser salvado, como él mismo ahora. realidad es menos interesante y más indeternlÍnada de
THOMAS HARDY, A pair of blue eyes lo que la narrativa tradicional nos quiere hacer creer.
(Un par de ojos azules) (1873). Pero ha habido escritores de fuste, especiahllente en el
siglo han utilizado deliberadalllente los recur-
sos de la novela popular para crear suspense y los han
Las novelas son narraciones, y la narración, sea cual aplícado a sus propios fines.
sea el medio que usa -palabras, película, dibujos- Uno de ellos fue Thomas Hardy, cuya primera no-
rnantiene el interés del público fonllulando preguntas vela publicada, Desperate remedie (Relnedíos desespe-
y retrasando las respuestas. Las preguntas son a gran- rados) (1871), era una «novela de suspense» al estilo
des rasgos de dos tipos: se refieren o bíen a la causali- de Wilkie Collins. La tercera, A pair ofblzte eyes (1873),
dad (¿quién lo hizo?) o bien a la temporalidad (¿qué es más lírica y psicológica. Está .inspirada en el noviaz-
pasará ahora?), cada uno de los cuales se despliega con go de Hardy con su primera esposa en el rOlnántico
toda claridad, respectivamente, en la novela de detec- paisaje del norte de Cornualles, y era la novela favori-
tives clásica yen la novela de aventuras. El suspense es ta de ese gran maestro de la narración autobiográfica
un efecto asociado especialmente a la novela de aven'" moderna que fue Maree! Proust. Pero contiene una
turas y al híbrido de novela de detectives y novela de clásica escena de suspense que era, por lo que yo sé,
aventuras que conocemos como thriller. Los relatos de enteralnente inventada. El término misnlO de «sus-
esa cIase se basan en colocar al héroe repetidamente en pense» procede de la palabra latina que significa
situaciones de extrenlO peligro, suscitando de ese modo gar', y difíciln1ente podría imaginarse una situación
en el lector emociones solidarias de miedo y ansiedad más generadora de suspense que la de un honlbre
en lo que respecta al desenlace. aferrado con los dedos a un acantilado, sin poder esca-
Dado que el suspense se asocia especialmente a las larlo para ponerse a salvo -de ahí el ténnino genérico
novelas populares, muchos novelistas cultos de la épo- cliffhanger (acontecimiento que produce un gran sus-
ca moderna han tenido tendencia a despreciarlo, 'o al pense; literalmente, 'que cuelga de un acantilado').
menos a no tomarlo muy en serio. En U/ises, por ejenl- Hacia la mitad de A pair of blue eyes, la Joven y más
plo, James J oyce desarrolla los acontecimientos bana- bien voluble heroína, Elfríde, hija de un pastor protes-

32 33

I
tante de Cornualles, se lleva un telescopio a lo alto de anticipó a muchos recursos cinematográficos en su
un acantilado que da al canal de Brístol, para ver el bar- narrativa, intensamente visual) habría sido intercalar
co en el que el joven arquitecto al que está secretamen- imágenes de la angustia de Knight y de los frenéticos
te prometida vuelve a casa de la India. La acompaña esfuerzos de la heroína para rescatarlo, Pero Hardy
Henry Knight, un amigo de su madrastra, un hombre quiere sorprender a Knight (y al lector) con la reac-
que la aventaja en años y en intereses intelectuales, que ción de Elfride ante la elnergencia, y consecuente-
le ha hecho proposiciones de matrimonio, y hacia el mente restringe la narración de la escena al punto de
cual ella se siente atraída y por ello culpable. Cuando vista de Knight, El suspense se amplía gracias al deta-
están sentados en lo alto del acantilado, el viento arre- llado relato de sus pensamientos mientras se agarra al
bata' el sombrero a Kníght, empujándolo hacia el borde acantilado, yesos pensamientos son los de un intelec-
del precipicio, y cuando intenta recobrarlo se encuen- tual victoriano, al que los recientes descubrimientos
tra en la itnposibilidad de volver a subir la resbaladiza en geología e historia natural, especialmente la obra
pendiente, que termina en un barranco de varios cien- de Darwin, han produCido una profunda impresión. El
tos de píes. Los impetuosos esfuerzos de Elfride por pasaje en el cual Knight se da cuenta de que está con-
ayudarle no hacen más que empeorar las cosas, y cuan- templando los ojos, «muertos y convertidos en pie-
do ésta intenta trepar para ponerse a salvo, hace que él dra», de un artrópodo fosilizado que tiene millones de
resbale aún nlás en dirección al desastre. «l\1ientras res- años, es algo que tal vez sólo Hardy podría haber es-
balaba lentamente, centímetro a centímetro ... Knight '¡, crito. Uno de los rasgos notables de su obra son esos
hizo un último intento desesperado de agarrarse a un vertiginosos cambios de perspectiva, que nos muestran
matorral -el último y remoto representante de la es- la frágil figura humana, diInil1uta en comparacÍón con
vegetación en la pared de roca desnuda. Con- un universo cuyas vastas dimensiones de espacio y tiem-
siguió evitar seguir deslizándose. Knight estaba ahora po estaban apenas empezando a ser verdaderamente
literalmente suspendido por los brazos ... » (la cursiva es aprehendidas. E invariablemente sus personajes, de
mía). Elfride desaparece de la vista de Knight, es de su- modo falaz pero cOlnprensible, ven en esa disparidad
poner que para recabar ayuda, aunque él sabe que están de escala una especie de malevolencÍa cósinÍca. Con-
a varias millas de cualquier lugar habitado. frontado con los ojos muertos del fósil, que han susti-
¿Qué va a pasar? ¿Sobrevivirá Knight, y en tal. tuido a los ojos azules, vivos y seductores de Elfríde en
caso, cómo? El suspense sólo puede sostenerse retra- su campo de visión, Knight adquiere una nueva COln-
sando las respuestas a esas preguntas. Una manera de prensión, a la vez conmovedora y sombría, de su pro-
hacerlo, a la que el cine es muy aficionado (y Hardy se pia mortalidad.

34 35
• '1"


La escena se extiende durante varias páginas por '1d'
l' 4
los miSlllOS nledíos: reflexiones filosóficas en torno a la 11

geología, la prehistoria y la aparente maldad de la na- EL LENGUAJE COLOQUIAL ADOLESCENTE


turaleza (el viento hace que su propia ropa azote a
Knight, la lluvia le escuece en la cara, el sol rojo con-
templa la escena -<-<con la im,púdica sonrisa de un borra-
cho») puntuadas por preguntas que mantienen tirante
el cable dd suspense narrativo: ,<¿Iba a ll.lOrir? ... Había
esperado la liberación, pero ¿qué podía hacer una jo-
vencita? No se atrevía a moverse ni un milÍlnetro. ¿De Sally se limitó a comentar lo maravillosos que eran los Lunt
veras la Muerte le estaba tendiendo la tnano?», porque estaba ocupadísima demostrando lo guapa que era.
Elfride, naturahnente, le rescata. El cómo no lo De pronto vio al ot1'O lado del vest{bulo a un chico que cono-
voy a divulgar; sólo diré, para animar a aquellos de us- cía, un tipo de ésos con traje de franela grü oscuro y chaleco
tedes que todavía no se han decidido a leer ese libro de cuadros. El unif017Jte de Harvard o de Yale. Cualquiera
delícióso, que el nlodo en que lo hace conlleva quitar- diría. Estaba junto a la pared fumando COritO una chimenea
se toda la ropa. y con aspecto de estar abttrridísímo. Sally decía cada dos mi-
nutos: «A ese chico lo conozco de algo». Siempre que la lle-
vaba a algún sitio, resulta que conocía a alguien de algo, o
por lo menos eso decía. Me lo repitió como mil veces hasta
que al fin me harté y le dije: «Si le conoces tanto, ¿pOtO qué
no acercas y le das un beso bien fuerte? Le encanta'rá».
Cuando se lo dije se enfadó. Alfinal él la vio y se acercó a de-
cirle bola. No se' imaginan cómo se saludaron. Como no se
hubieran visto en veinte años. Cualquiera hubiera dicho
que de niiios se bañaban juntos en la misma baiie'ra. Com-
pañe'rÍtos del alma eran. Daba ganas de vomita1: Y lo más
gracioso era que probablemente se habían visto sólo una vez
en alg;tma fiesta. Luego, CItando terminó de caérseles la
baba, Sally nos presentó. Se llamaba GC01'ge algo -no me
acuerdo-) y estudiaba en Andovel: Tampoco era pa'ra tan-

36 37
J

I
to, vamos. No se imaginan cuando Sally le p1'eguntó si le una minuciosa reescritura por parte del autor «real».
gustaba la obra... Era uno de esos tíos que para perorm' ne- Un estilo narrativo que imitase fielmente la verdadera
cesitan unos cuantos metros cuadrados. Dio un paso bacia manera de hablar de la gente sería prácticamente inin-
atrás y aterrizó en el pie de una señora que tenía a su espal- teligible, como lo son las transcripciones de las conver-
da. Probablemente le 'rompió hasta el último dedo que tenía saciones grabadas. Pero es un espejismo capaz de crear
en el ClJe·rpo. Dijo que la comedio en sí no era una obra maes- un poderoso efecto de autenticidad y sinceridad, de
tra, pero que los Lunt eran unos peifectos ángeles. ¡Angeles! que lo que se dice es verdad.
¿Na te fastidia? Luego se ti hablar de gente que co- Para los novelistas norrealuericano:i el ,)'kaz era una
nocían. La conversación más falsa que he oído en mi vida. manera sendlla de liberarse de las tradiciones litera-
]. D. SALINGER, rias heredadas de Inglaterra y Europa. El ímpetu cru-
El guardián entre el centeno (195 r). dalla dio Mark Twain. «Toda la líteratura alnericana
Traducción de Carmen Criado. moderna procede de un libro de Mark Twain llalllado
Hut:kleberry Finn»,' dijo Ernest Hemingway; una exa-
geración, pero en absoluto desencaminada. El golpe
Skaz es una palabra rusa bastante atractiva (a un angló- de genio de Twain fue unir un estiló coloquial vernácu-
fono le hace pensar en jazz yen scat)* que se usa para lo con un narrador ingenuo, inmaduro, un adolescen-
designar un tipo de narración en primera persona más r te más sensato de lo que él mÍSl110 cree, cuya visión del
1,
próxima a la palabra hablada que a la escrita. En este mundo adulto es de una frescura y honradez arrolla-
tipo de novela o cuento, el narrador es un personaje ,ii doras. He aquí, por ejemplo, la reacción de Huck ante
1:
que se refiere a sí lnisnlO diciendo yo, y al lector 11a- 1:
dístintos tipos de fe cristiana:
¡nándole tú. Usa el vocabulario y la sintaxis caracterís- l·
ticos del lenguaje coloquial, y da la impresión no de un 1: A veces la viuda me llevaba a un rincón y me hablaba de la
¡:
relato cuidadosamente construido y pulido, sino de una Providencia de una manera que se le hacía a uno la boca
charla espontánea. Más que leer, escuchamos, como 1I
¡: agua; pero podía ser que al día siguiente Miss Watson vol..
quien escucha a un desconocido que nos hemos encon- r viera a tener la sartén por el mango y lo echaba todo por
trado en un bar o en el compartimento de un tren y que 1: tierra otra vez. Me dio la impresión de que un pobre diablo
¡,l' tendría alguna posibilidad con la Providencia de la viuda,
habla por los codos. No hace falta decir que eso es un
espejisnlo, producto de un esfuerzo muy calculado y pero si le pillaba la Providencia de Miss Watson estaba per-
I!
dido.
li
,. To scat significa silabear rápidamente cantando. (N. de la t.)
¡
II!
1

38 39

t
I-Iolden Caulfield, el protagonista de novela de J. D. no se hubieran visto en veinte años», «caérseles la ba-
es lID descendiente literario de Huckleberry ba>->. La sintaxis es sírnple. Las frases son típicamente
Finn: lllás educado y sofisticado, hijo de una familia cortas y nada complícadas. Muchas no están propia-
neoyorquina acomodada, pero al igual que Ruck, es mente formadas, faltándoles el verbo «<El uniforme de
Wl joven desertor de la hipocresía, de la vanalidad y, Harvard o de Yale»). Se encuentran errores gralnatica-
para usar una de sus palabras favoritas, de la insinceri- les senlejantes a los que COlneten con frecuencia los
dad del mundo que le rodea. Una de las cosas que más hablantes. En las más largas, las oraciones están yuxta-
horrorizan a Rolden es la avidez de los chicos y chicas puestas, en el orden en que parecen ocurrírsele al chi-
de su edad por adoptar el mismo comportamiento co que habla, en vez de subordinadas unas a otras en
corrupto de los mayores. En el curso de la historia, Hol- estructuras complejas.
den lleva a una amiga a una función de tarde de una La infonnalidad del discurso de Holden es la ga-
obra de teatro en Broadway, protagonizada por una pa- ranúa de su espontaneidad y autenticídad. Contrasta
reja de actores famosos, Alfred y Lynn Lunt. El narra- con la correcta pero pretencíosa charla lllundana de
dor muestra a la amiga en cuestión, Sally, y al conoci- George: «Dijo que la comedia en sí no era una obra
do con el que ésta se encuentra en el vestfbulo durante maestra, pero que los Lunt eran unos perfectos ánge-
el entreacto, comportándose de un modo totalmente les». El carácter ridículo y afectado de la frase de Geor-
inauténtico, típico de los adultos. ge queda aún más de relieve al ser reproducida en forma
Los rasgos del estilo narrativo de Rolden que ha- de discurso indirecto, en contraste con lo que Holden,
cen que suene como si fuera hablado más que escrito, perdiendo los estribos, le espeta a Sally, y que es cita-
y hablado, concretamente, por alguien muy joven, no do directamente: «Si le conoces tanto) ¿por qué no te
son nada difíciles de identificar. Hay mucha repetición acercas y le das un beso bien fuerte?».
(porque una elegante variación en el vocabulario exige Como digo, es bastante fácil describir el estilo de
pensarlo mucho) especialmente de expresiones colo- narración de Holden; pero resulta lnás difícil explicar
quiales como «un tipo», «un tío», ,<cualquiera diría», cómo mantiene nuestra atención y nos subyuga duran-
«¿no te fastidia?» y «viejo» (un epíteto aplicado de te toda una novela. Pues, que quede claro, es el estilo
lnanera promiscua a cualquier objeto o persona cono- lo que hace interesante el libro. La historia que cuen-
cidos, sin importar su edad) ... Como muchos jóvenes, ta es episódica, no se sabe muy bien adónde quiere ir a
Holden expresa la fuerza de sus sentimientos a través parar, y está cOlnpuesta en gran parte por acontecí-
de la exageración, el recurso que los retóricos llaman lníentos triviales. Y ellenguaje juzgándolo con crite-
t

hipérbole: «fumando como una chimenea», «como sí rios literarios normales, resulta muy pobre. Salinger,
11

4° 11
4I

Jt ¡
el invisible ventrílocuo que nos habla a través de Hol-
5
den, tiene que decir todo lo que quiere decir sobre la
vida y la muerte y los valores últimos sin salirse de la li- LA NOVELA EPISTOLAR
mitada jerga de Ull chico neoyorquino de diecisiete
años, renunciando a las metáforas poéticas, a la caden-
cia, a cualquier tipo de belleza estilística.
La respuesta, en parte, radica en el humor irónico
creado por la aplicación del <-<bajo» lenguaje de Hol-
den a las pretensiones sociales y culturales que exhiben
Sally y George. La incorrecciónformal del inglés que Lo que no puedo soportar es que un momento ella acep-
usa Holden es también una fuente de comicidad; la tó mis demandas, reconoció mis derechos. Cuando lo pienso
frase más divertida del párrafo es -«le rompió hasta el me dan ganas de dar un puñetazo en la mesa...
último dedo que tenía en el cuerpo», distorsión de Teléfono. Ring, ringo Un momento.
-«hasta el último hueso que tenía en el cuerpo», y un
ejeluplo más de expresión hiperbólica. Otra razón es
que el lenguaje de Holden da a entender más de lo que
I
t
No. No era más que un estudiante en crisis. Sí, lo que
me da ganas de aullar a la luna es imaginá'rmela embo1'To-
nando papel allá en Londres como si no hubiera pasado
dice. En el extracto citado, por ejemplo, está claro, ( nada. lvfe habría gustado saber que había levantado la ca-
aunque no lo reconozca, que está celoso de la figura '1; beza, sólo por un momentito, de su mundo imaginario, y
masculina rival que es George, por más que Rolden había dicho...
asegure que desprecia la ropa al estilo de Harvard y los Se me ha ocurrido otra idea, sin embargo. A lo mejor no
modales refinados. El patetismo de la situación en la r está emborronando papel como si nada. A lo mejor está ga-
11
que se encuentra Holden Caulfield, aquí y en todo el
libro, es tanto más eficaz cuanto que no se expresa ex-
,
l'
'raboteando Dios sabe qué versión de lo oC1../'rrido en la habi-
tación de invitados. Una de esas heroínas suyas capaces de
1 volvede a uno loco, una de esas mujeres estrambóticas, siem-
En última instancia, sin embargo, hay algo sor- !
" pre con las antenas puestas y que se mueven de lado como los
prendentemente poético en esta prosa: una sutil mani- ki!
cangrejos, puede estar tramando vaya usted a sabe'r qué ex-
pulación de los ritmos del lenguaje coloquial que hace' I
travagante maniobra ante la visión de los calzoncíllos color
que leerla, y releerla, sea un placer y no "requiera es- berenjena de algún joven profesor presuntuoso. No hace fal-
fuerzo. Como dicen los músicos de jazz, suena por sí 11

mIsma. ! ta que me mires de esa manera, muchas gracias: yo solito he


caído en la cuenta de In ironía que hay en lo que acabo de es-

42
j 43

1I ,;
\

cribir. Pero no es lo mismo, veamos: ella no está estribiendo JI


Andrew Davies Dh't)! Faxes (Faxes indecentes), de
privadamente a una amiga suya q'lte vive en algún país có- I990, es significativo a este respecto), pero en térnlÍnos
modamente remoto. A quien está escribiendo es a mis ami- generales, el moderno novelista epistolar está obligado
gos. y a mis enemigos. Y a 'mis Y a mis alumnos. a poner entre SllS corresponsales una distancia conside-
¿Qué? ¿Que sí 'mis í:alzoncillos son color berenjena? ¡Por rable para hacer que la convención parezca creíble. El
supuesto que no! ¿Es que no tienes ni la menor idea de mis héroe de Frayn, o su antihéroe, es lID profesor univer-
gustos? ¡Pero ella puede estar diciendo que son color bere11je- sitario británico anónüno de treinta y tantos a11os, es-
na! Eso es lo que hace esa gentuza: bordar, mejorar la ver- pecializado en la obra de una novelista algo mayor que
dad, ¡decir mentiras! él, a la que el texto se refiere usando sus iniciales, J. L.
MICHAEL FRAYN, Tbe trick of it Él la invita a dar una conferencia en la universidad de la
(Cogerle el tranquillo) (198 9). que es profesor y, con gran sorpresa por su parte, es in-
vitado posterionnente a compartir con ella la cama del
cuarto de invitados. Describe ese acontecimiento, y sus
Las novelas escritas en forma de cartas eran inmensa- secuelas, en una serie de cartas a un amigo, también
mente populares en el siglo XVIII. Pamela (174 I ) y profesor universitario, residente en Australia.
Clarissa (1747), dos novelas epistolares de Samuel Ri- Está dividido entre la. atracción y el recelo. Por una
chardson, largas, nloralistas y psicológicalnente agu- parte, se vanagloria de su relación íntilna con la mujer
das, fueron hitos en la historia de la narrativa europea al estudio de cuya obra ha dedicado su car:rera profe-
e inspiraron a 'muchos imitadores tales como Rous- sional; por otra, teme que ella explote esa relación
seau (La nueva Eloísa) y Laclos (Las amistades peligro- convirtiéndola en nuevas novelas, y que al hacerlo le
sas). El primer borrador que Jane Austen escribió de dé publicidad y al mismo tiempo la falsee. Venera la
Sentido y sensibilidad tenía forma de carta, pero la auto- habilidad literaria de ella, pero también la envidia, y,
ra se lo pensó mejor, intuyendo el declive que espera- paradójicamente, le molesta. Le saca de quicio el he-
ba a la novela epistolar en el siglo XIX. En la era del te .. cho de que a pesar de poseer su cuerpo (y tlnalnlente,
léfono la novela epistolar se ha convertido en rara avis, casarse con ella) no controla al mÍsmo tiempo su Ílna-
sí bien, COlTIO Michael Frayn demostró recientemente ginacÍón literaria. Termina intentando, en vano, «co-
con Tbe trick of ¡t, 110 se ha extinguido del todo, y vale gerle el tranquillo» (es decir, escribir ficción) él mis-

la pena mantenerla viva. lno. Es un tema satírico muy conocido -el contraste
El invento del fax podría provocar un revival de ese entre las facultades críticas y creativas-, pero el inge-
tipo de novela (quizá el cuento que da título al libro de nio del autor lo convierte en algo fresco y divertido.

44 45

".
I
La novela epistolar es una fornla de ficción narra- ,[
'1' hace retóricamente más complejo, interesante y obli-
tiva en primera persona, pero está dotada de algunos i cuanlente revelador.
l'b
rasgos especiales que no se encuentran en el modo au- Frayn explota esta última posibilidad con resulta-
tobíográHco más habitual. Mientras que la historia li dos particularmente brillantes. Su universitario es un
que forma una autobiografía le es conocida al narrador personaje cargado de defectos cómicos -vanidad, an-
antes de empezar a escribir, las cartas son la crónica de siedad, paranoia- que deja constantetnente al descu-
un proceso que está en curso; o, como lo expresó Ri- bierto cuando prevé o imagina las reacciones de su
chardson: «Mucho más vivo y conmovedor o" será el amigo australiano «<No hace falta que lne Irrires de esa
estilo de aquellos que escriben en ellnomento álgido manera, muchas gracias ... »). A veces las cartas se leen
de una aflicción presente, con la mente atormentada como monólogos dramáticos, en los cuales oímos so-
por las pD:nzadas de la incertidumbre ... de lo que pue- lamente una parte del diálogo, y deducimos el resto:
de ser el estilo narrativo seco e inanimado de una per- «¿Qué? ¿Que si mis calzoncillos son color berenjena?
sona que relata dificultades y peligros superados... »_ ¡Por supuesto que n'o! ¿Es que no tienes ni la menor
El mismo efecto puede obtenerse naturalmente idea de mis gustos?». Aquí, él estilo se acerca al skaz,
usando la forma de un diario, pero la novela epistolar esa imitación de la narración oral que analicé en la sec-
tiene dos ventajas adicionales. En primer lugar, se ción anterior; pero también puede dar cabida a un es-
puede poner lnás de un corresponsal, y de ese modo tilo literario consciente de serlo, como en.la descrip-
¡i
lnostrar el mismo acontecimiento desde distintos 1! ción: «Una de esas heroínas suyas capaces de volverle
puntos de vista, con interpretaciones totalmente dife-
i
I a uno loco, una de esas mujeres siempre
I
rentes, como Richardson demostró brillantemente en con las antenas puestas y que se mueven de lado como
Clarissn. (Por ejemplo, Clarissa escribe a su amiga'
IliI los cangrejos, puede estar tramando vaya usted a saber
Miss Howe sobre una entrevista con Lovelace en la 11
1, qué extravagante maniobra ante la visión de los cal-
1;
cual él está sinceramente dispuesto a renunciar a su zoncillos color berenjena de algún joven profesor pre-
pasado libertino; Lovelace relata la miSIna conversa- 1:
í
suntuoso». Si esta frase parece lígeramente afectada,
ciÓl1 a su amigo Belford COlno un estadio en su astuto aplastada por dernasiados adjetivos y a dve rbj os, eso
plan para seducir a Clarissa.) En segundo lugar, aun- I forma parte del propósito de Frayn. El narrador debe
que uno se limite, como hace Frayn, a un s010 escri-' mostrar vívidamente la comedia de sus apuros, pero
1'.
tor, una carta, al que un diario, se dirige siempre 1 no puede permiórsele una verdadera elocuencia, pues
a un destinatario específico, cuya reacción, tal como 11 ello contradeciría su incapacidad de «cogerle el tran-
el narrador la imagina, condiciona el discurso y lo
I quillo»-.

46
I 47

'1,1 f
La escritura, estrictalnente hablando, sólo puede hábil truco por parte de Frayn el hacer que su prota-
1:
imitar fiehnente otra escritura. Su representación del gonista se queje del modo en que los escritores con-
discurso hablado y aún más de los acontecimientos no vierten la realidad en ficción (<<Eso es lo que hace esa
verbales, es altamente artificial. Pero una carta ficticia gentuza: bordar, mejorar la verdad, ¡decir mentiras!»)
es indistinguible de una carta real. Una referencia a las en un tipo de novela que fue concebida originalmente
circunstancias en las que una novela está siendo escri- para conseguir que la ficción pareciera realidad.
ta, dentro de la misma novela, llamaría normalmente
la atención sobre la existencia del autor «real» detrás li'
del texto, rompiendo de ese modo el espejismo de rea- i].
:1'
lidad creado por la ficción, pero en la novela epistolar,. '1

al contrario, ese recurso refuerza el espejismo. Yo no 1


incorporo, por ejemplo, llamadas telefónicas de mi j
J
agente al texto de la novela que estoy escribiendo, !

í.
pero la llamada de un estudiante que ínterrumpe al it
profesor de Frayn en mitad de una frase es a la vez rea- ¡,
lista y reveladora de su carácter (está tan obsesionado I!
por sí mismo que olvida sus responsabílidades respec-
ji
to a sus alumnos). ¡;
El realismo pseudodocumental del método episto- 1I
i!
lar dio a los antiguos novelistas un poder sin prece-
1:
dentes sobre su público, comparable al hechizo que ,.
I
ejercen ciertos culebrones sobre los modernos teles- 1
f
pectadores. Mientras se iba publicando, volumen tras
1]
volumen, la interminable Clarissa, era frecuente que ¡;
algunos lectores suplicaran a Richardson que no hicie- "
ra morir a la heroína, y muchos de los primeros lecto-
res de Pamela creyeron que estaban leyendo una
pondencia real, de la que Richardson no era más que el
cOlnpílador. Los lectores modernos de novelas no se
dejarán engañar de esa lnanera, claro está; pero es un

48 49

, '

:1' I
6 JI: pero en ocasiones la acompañaba sir Claude, y en los p1t>ime-
ros tiempos nada había sido tan delicioso de observar en es-
EL PUNTO DE VISTA tas apariciones como la forma en que mitady, como lo for-
muló la señora Wix, vivía hechizada por él. «¿ Verdad que
está hechizada?», salía exclamar Maisie aludiendo
va pero campechanamente a aquella después de que Sir
Claude se hubiera llevado a mamá entre explosiones de sa-
1
1: nas ca1Tajadas. Ni siquiera en los viejos tiempos de las tron-
h
j. chadas mujeres babía oído ella a mamá reírse tantísimo
lvo ha de suponerse que las ausencias de milady no se vieran como en estos momentos de capitulación conyugal, a la. ale-
jIr
atenuadas por procederes de otra índole: entradas triunfales 1I gría de Jos cuales hasta una niña advertía que al fin tenía
y detenciones trepidantes durante las cuales parecía echarle
1
I derecho ... una niña cuyas reflexiones de entonces consistieron
un vistazo rico en P1"opósitos a todo lo que había en la habi- todas en jelices meditaciones egoístas sobre buenos augurios y
tación, desde el estado del techo hasta el de los botines de su pronósticos de dicba.
hija. A veces tomaba asiento y a veces merodeaba agitada- HENRY JAMES, Lo que Maisie sabia ( 18 97).
mente pOl" todo el cuarto de estudio, pero en ambos casos su !l
l' Traducción de Fernando Jadraque.
actitud tenía igualmente el aire apabullante de las medidas
prácticas. Las cosas que allí hallaba deplorables eran tantas
i
que hacía sentir que todavía podía esperarse mucho de ella, .1
Un acontecimiento real puede ser - y suele ser- vivi-
y se erizaba de proyectos basta tal punto que por los cuatro ji" do por más de una persona, simultáneamente. Una
costados parecía derramar remedios y promesas. Sus visitas novela puede ofrecer diferentes perspectivas sobre el
e1'an tan vistosas como un sus propósitos, como t mismo acontecimiento, pero sólo una a la vez. E in-
dijo una vez la señora Ulix, tan bonitos como un de cor- cluso sí adopta un método narrativo <<:omnisciente»,
tinas; pero persona dada a los extt-emismos: a veces no le relatando la acción desde una altura propia de Dios,
dirigía apenas la palabra a su hija y a veces alwazaba a nonnahnente privilegiará sólo uno o dos de los posibles
aquel tierno capullo estrechándola contra un escote, tal como <<:puntos de vista» desde los cuales la historia podría ser'
había dictaminado asimismo la señora JiVix, notablemente' contada, y se concentrará en cómo los acontecimien-
pronunciado. Siempre iba con unas prisas tren'lendas, y cuan- tos afectan a esas personas. La narración totalmente
to más pronunciado era el escote más se podía inferir que la objetiva, totalmente imparcial, puede ser una aspira-
aguardaban en otra parte. Habitualmente entraba sola, ción válida en periodismo o historiografía, pero una

5° 5r

]¡,
,, ¡
historia ficticia difícilmente captará nuestro interés a I
drez de sus peleas y de sus intrigas alnorosas. Mientras
luenos que sepamos a quién afecta. persiguen sus egoístas placeres, ella es confinada a un
Puede afinnarse que elegir el o los puntos de vista 1-
lúgubre cuarto de estudio con la regañona Mrs. Wix,
desde el cual o los cuales va a contarse la historia es la 1; que por su parte está enamorada de Sir Charles y que
decisión lnás importante que el novelista debe tOlnar, ti sólo en años es madura.
Jj
pues influye enonnemente sobre la reacción, tanto El fragmento citado figura en uno de los primeros
emocional conlO lnoral, de los lectores fTente a los capítulos del libro y se refiere a las vacías promesas de
personajes ficticios y a sus acciones. La historia de un Ida, en la época de su luna de miel con su segundo lna-
adulterio, por ejelnplo -cualquier adulterio- nos rido, de mejorar la calidad de la vida de Maisie. Está
afectará de modo distinto según si es presentado prin- narrado desde el punto de vista de Maisíe, pero no en
cipalmente desde el punto de vista de la persona infiel, su propia voz, ni en un estilo que intente en modo al-
o del cónyuge traicionado, o del amante, u observado guno imitar el discurso infantil. James explicó sus ra-
por una cuarta persona. Madame Bovary narrado prin- zones en el prólogo que escribió para la edición de
cipalnlente desde el punto de vista de Charles Bovaty ,
Ii Nueva York: «Los niños pequeños tienen muchas más
sería un libro muy distinto del que conocemos. i;
j- percepciones que términos para expresarlas; su visión
¡'
HenryJames era poco menos que un virtuoso en la ji es en cualquier momento más rica, su comprensión
manipulación del punto de vista. En Lo que Maisie sa- t! constantemente mayor, que el vocabulario que suelen
¡:
bía presenta una historia de varios adulterios -o adul- ¡',1 usar o del que en t6tal». Estilísticanlente,
terios levemente legitinlados por el divorcio y el nue- I¡-
i:
pues, Lo que Maisie sabía es la antítesis del Guardián en-
¡í
vo matrimonio- exclusivamente a través de los ojos tre el centeno. Aquí, un punto de vista ingenuo es. arti-
de una niña sobre la que esas relaciones amorosas re- culado en un estilo maduro: elegante, complejo, sutil.
percuten, pero que en gran parte no las entiende. Los No hay nada de lo que es descrito que Maisie no
padres de Maisie se divorcian cuando su padre entabla pudiera plausiblemente percibír y, dentro de las limi-
una relación con la institutriz de la llíña, con la que taciones propias de su edad, cOlnprender. Su nlalná
ternlÍna casándose. A su vez, la madre de Maísie, Ida, formula atractivas y enérgicas propuestas para redeco-
se casa con un joven admirador, Sir Claude, y pone a 1'ar el cuarto de estudio y renovar el guardarropa de
Maisie en manos de otra institutriz, Mrs. Wix. Al poco Maisie. Las visitas de Ida son súbitas y breves, su com-

tiempo, la madrastra y el padrastro de la niña se hacen portamiento volátil e inlpredecible. Suele estar ele-
aluantes. MaÍsie es utilizada por esos adultos egoístas y gantemente vestida y a punto de acudir a alguna cita o
poco escrupulosos como un peón en el tablero de aje- fiesta. Parece Inuy enamorada de su nuevo marido y de

52
I 53

buen humor. Maisje observa todas esas cosas acertada ,


. ,
j plorables eran tantas que hacía sentir que todaVÍa po-
t

pero inocentemente. Aún ,confía en su lnanlá, y espera


ilusionada que se realicen los «pronósticos de dicha».
El lector, en cambio, no se hace ilusiones, pues el len-
guaje altamente sofisticado en que se comunican esas
,
.
i"

f
día esperarse mucho de ella». <-<Sus visitas eran tan vis-
tosas como un mobiliario; sus propósitos, como dijo
una vez la Mrs. VVix, tan bonitos como un par de cor-
tinas». Tales estructuras hábilmente equilibradas su-
i
observaciones es devastadoramente irónico a expensas brayan las contradicciones entre las promesas de Ida y
I

de Ida. t sus actos, sus pretensiones de generosidad y la realidad


Ya la primera frase de ese párrafo contiene la ma-
yoría de los rasgos que colocan su estilo en las antípo- , de su egoísmo.

das del lenguaje infantil. Empieza con una construc-


ción verbal pasiva (It must not be supposed, literalmente
'No ha de suponerse'), sigue con una doble negación
I
¡

t'
Uno de los síntomas más habituales que delatan a un
escritor perezoso o sin experiencia es la incoherencia
«<... no se vieran atenuadas>-», prefiere sustantivos abs- H
¡¡
en el manejo del punto de vista. Supongamos que la
tractos y cultos (<<ausencias», «procederes», «inten- j
historia que cuenta es la de John, que se va a vivir por
ciones») a palabras concretas o coloquiales, y utiliza primera vez fuera de casa de sus padres, para acudir a
elegantes simetrías (<<entradas triunfales y detenciones la universidad, tal como John la percibe: John prepa-
«desde el estado del techo hasta el de rando la maleta, echando un último vistazo a su habi-
los botines»). La estructura de toda la frase es lo que los ¡¡ tación, despidiéndose de sus padres ... y de pronto, sólo
gramáticos llaman periódica: en otras palabras, uno II durante un par de frases, se nos dice lo que su madre
1I
tiene que esperar hasta el final, guardando en la men- piensa de todo eso, simplemente porque al escritor le
11
te la información que se va acumulando, para llegar a 1: pareció que era una información interesante para co-
la oración que le da la clave (a saber, que la preocupa- 1\
1- locar en ese momento; después de 10 cual la narración
ción de Ida por su hija es pura apariencia). Eso con- ¡
I continúa desde el punto de vista deJohn. Naturalmen-
vierte la lectura de James en una experiencia ardua, f
1,
te, no hay ninguna ley o norma que diga que una no-
pero que vale la pena; el que dé una cabezada en me- vela no debe cambiar de punto de vista en cualquier
día de la frase está perdido. momento en que el autor así lo decida; pero si eso no
Su gusto por el paralelismo y la antítesis está espe- ' se hace de acuerdo con algún plan estético o principio,
cialmente marcado, y resulta especialmente eficaz, en la participación del lector, su «producción» del senti-
ese extracto. «A veces tomaba asiento ya veces mero- do del texto, se verá perturbada. Podemos preguntar-
deaba agitadamente». «Las cosas que allí hallaba de- nos, consciente o subliminalmente, por qué, si se nos

54 j 55

¡j'

ha dicho lo que la madre de J ohn está pensando en un resuelta. «La belleza es verdad», dijo Keats. «La belle-
'11
'1
momento dado de la escena, no se nos ha dado el mis- za es inforluación», dice el gran semiótico ruso Juri
!
¡,
mo acceso a su mente en otros momentos. La madre, li
Lotman , una fónnula más en sintonía con la lnente
que hasta ese monlento era objeto de la percepción de moderna. HenryJames, el prinler novelista verdadera-
ji mente moderno en lengua inglesa, no creía que la ver-
John, se ha vuelto de pronto un sujeto por sí misma, 1
pero un sujeto incompletamente realizado. Y si tene- I'
dad última sobre la experiencia humana pudiera ser
mos acceso al punto de vista de la lnadre, ¿por qué no nunca establecida, pero desarrolló una técnica narrati-
1:
al del padre? va que cohllaba cada fisura con el metal extraído de la
Hay de hecho un cierto aUlnento de intensidad y veta de la información.
de inluediatez por el hecho de restringir la narración a
un solo punto de vista, o al menos eso era lo que peú-
saba Janles. Pero es notable la habilidad con que usa a
Mrs. WlX para transmitir juicios adultos sobre Ida -jui-
cios de los que IVlaisie sería incapaz- sin desviarse de
la perspectiva de Maisie. Maisie asimila el comentario
sobre los propósitos de su madre, «bonitos como un
par de como una especie de cunlplido, lnien-
tras que el lector lo interpreta como 'una agria crítica.
Del mÍSlllO modo las observaciones de Mrs. WL'{ sobre
el escote de Ida están motivadas por los celos y la cen-
sura moral, mientras que Maisie, que no capta el signi-
ficado erótico de la exhibición del pecho femenino, se
fija sólo en la relación entre la generosidad del escote
y la duración de las visitas de su madre.
IVlás adelante en la novela, a medida que MaÍsíe
pasa de la infancia a la adolescencia, su inocencia deja
paso a una incipiente comprensión de lo que los apul-
tos que la rodean se traen entre manos, pero la brecha
entre lenguaje y punto de vista nunca se cierra, y la
cuestión de lo que Maísie sabía nunca es enteraInente

56 57

I
7 ji.
un asesino, porque mi legítima esposa murió de pafrto seis se-
11
¡: manas después de que yo me embarcara. De eso por lo menos
EL MISTERIO ii tengo las manos limpias -dice.
-¿Entonces qué cosa de peso has hecho? -dije-o ¿Qué
es la demás?
-Lo demás -dice él- es silencio -y me dio la mano
y chasqueando se introdujo en la estación de Simonstown.
-¿Se pll1'Ó en Worcestel' para 'í.N1' a lvIn. Bathurst?
-pregunté yo.
-Ml: Vickery iba a tierra adentro esa misma tarde para , -No se sabe. Se pl-esentó en Bloemfontein, supervisó la
hacen'e cfl'rgo de ciena munición naval dejada después de la ¡
carga de la munición en los vagones de mercancías, y luego
guen-a en el fuene de Bloemfontein. Sin detalles recibió la desapareció. Se fue -desertó, si quieres decirlo así- cuan-
orden de acompañar al capitán Vickery. Él, en per- ¡, do sólo le faltaban díedocho meses para tener derecho a la
sona del singular -como una unidad-, él solito. pensión, y si lo que dijo de su mujer era verdad, era un hom-
El marinero silbó de forma penetrante. bfre libre. ¿ Tú lo entiendes?
-Eso es lo que pensé-dijo Pyecroft-. Fui a tierra con
t
l'

li RUDYARD «Mrs. Bathurst» (I9 0 4).


él:y me pidió que anduviéramos hacia la estación. Iba chas- l'
queando con la dentadura, pero pO'!' lo demás parecía bas- 11

tante contento. Unas páginas más atrás, comentando un episodio de


-Sabrás -me dice- que el Circo Ph_yllis estará en intenso suspense en la novela de Thomas Hardy A pal,.
ji
Worcestel· mafiana por la noche. O sea que In veré una vez ofblue eyes, revelé que la heroína terminaba rescatando
más. Has sido muy paciente conmigo -dice. al héroe, pero no di más que un indicio sobre cómo 10
-Vamos a Ve1; Vickery -te dije yo-, esto ya pasa de hacía. Para lectores poco familiarizados con la novela
castaño Allá tri con tus cosas. A mí no me vuelvas a

¡
convertí así un efecto de suspense (<<¿qué ocurrirá?»)
meter en tus asuntos. en un efecto de enigma o misterio «<¿cómo lo hizo?»).
-¡Túl -dijo él-o ¿De qué te quejas? Tú sólo has te- Esas dos preguntas son los principales resortes del in-
nido que mirm: Yo soy esa -díce-, pero eso no está ni aqui I
t terés narrativo, tan antiguos como el mismo arte de
I
ni alU -dice-o Tengo una cosa que decir antes de despe- I
.í contar historias.
dirnos. Recuerda -dice; estábamos justo aliado de verja del l'
jardín del almirante en ese momento-, recue1'da que no soy I Uno de los ingredientes básicos de la narración
tradicional, por ejemplo, era el Inisterio que
58
J

j'
los orígenes y linaje de los personajes, invariablenlen- f El relato de Kipling «Mrs. Bathurst» es un faluoso
te resuelto en un sentido ventajoso para el héroe o la j!
i
ejemplo de ese tipo de textos y resulta especialmente
heroína, una constante que sobrevive in- interesante tratándose de un escritor que disponía de
cluso en la ficción decÍlnonónica y aún es conrún hoy un inmenso público popular, la mayor parte del cual
día en la ficción popular (en la ficción literaria tiende a debe de haberse sentido perplejo y exasperado ante
usarse de forma paródica, como en MIF de Anthony esas elaboradas mistificaciones, imposibles de diluci-
Burgess o en lni propia novela El mundo es un pañuelo). r dar. Eso mismo demuestra que era un escritor nlucho
11
Los 110velístas victorianos conlO Dickells y YVilkie Co- lnás hábil, consciente de su arte y experinlental de lo
llins explotaban ellnisterio en relación con asesinatos I que suele creerse.
y otros delitos, lo que terminó redundando en la evo- La historia se desarrolla en Sudáfrica poco des-
lución de un subgénero separado, la clásica historia de pués del final de la guerra de los bóers y gira en tor-
detectives de Conan Doyle y sus sucesores. no a la misteriosa desaparición de un lnarino británico
il,
Un misterio resuelto es en última instancia tranqui- llamado Vickery y apodado CHc por los chasquidos
lizador para los lectores, al afirmar el triunfo de la razón
t
de su mal ajustada dentadura postiza. Lo poco que se
sobre el instinto, del orden sobre la anarquía, ya sea en
las novelas de Sherlock Hohnes o los casos clínicos de
I sabe del caso elnerge gradualmente en el transcurso
de una conversación entre cuatro hombres que se en-
Sigmund Freud que presentan un parecido tan llamativo cuentran por casualidad en un apartadero del ferro-
y sospechoso con aquéllas. Ésa es la razón de que el mis- carril junto a una playa del Cabo. Son: un tal Pye-
terio sea un ingrediente invariable de la narrativa popu- croft, compañero de a bordo de Vickery, un sargento
lar, sea cual sea su forma: novela> películas o culebrones de Marina llamado Pritchard, un inspector de ferro-
de televisión. Los lnodernos novelistas literarios, por el carriles llamado Hooper y un anónimo yo narrador
contrario, desconfían de las soluciones claras y los finales J (podemos deducir que es el mismo Kipling) que en-
felices y han tenido tendencia a rodear sus misterios de In arca la historia describiendo las circunstancias del
un aura de anlbigüedad ya dejarlos sin resolver. Nunca
descubrÍlnos de una vez por rodas lo que 1\1aisie sabía so-
,•
r

I
encuentro y reproduce la conversación. Pyecroft des-
cribe cómo, en los días que precedieron a su desapari-
bre el cOlnportalniento sexual de sus parientes adultos, 1 ción, Vickery insistió en llevarle con obsesiva frecuen-
ni si el personaje de El corazón de las tinieblas de 1; cia a ver un noticiaría cinematográfico que formaba
Conrad, era un héroe trágico o un diablo hUlnano, o' cuál If parte de un entretenimiento ambulante destinado a
de los finales alternativos de La mujer del teniente francés las tropas llamado Circo Phyllís, porque contenía
deJohn Fowles es el <<verdadero>->-. unas breves imágenes de una mujer descendiendo de

60 61

,1
un tren en la estación Paddington: Era una viuda lla- última visión de Vickery, cuando le escoltó a tierra, y
mada Mrs. Bathurst, a la que Pyecrofty Pritchard co- formula el enigma de su desaparición.
nocían porque era la am."able dueña de un pub neoze- El efecto de misterio es imposible de ilustrar con
landés, y con la cual Vickery tenía evidentemente una una sola cita breve, pues es mantenido por un persis--
relación culpable (aunque ella por su parte, como tente flujo de pistas, indicios y datos desconcertantes.
atestigua Pritchard, era una persona irreprochable). y en el caso de <<Mrs. Bathurst» hay un misterio su-
La llamativa descripción que Pyecroft (es decir, Ki- plementarío: la pregunta de cuál es el misterio central.
pling) hace de este fraglnento Je película -la prime- La historia-nlarco del encuentro de los cuatro hom-
ra que ve en su vida- es una de las primeras descri p- bres, y su cháchara, disputas e interminables recuerdos
ciones literarias que existen del cine, y reSUlne el anecdóticos, parece ocupar más esp'acio textual que la
carácter esquivo del núcleo del relato: historia de Vickery. 111 extracto citado, que es el mo-
mento en que el enigma de su desaparición resulta más
Entonces las puertas se abrieron y los pasajeros salieron y claramente formulado y que debería hallarse cerca del
:1
los mozos cogieron las maleta, lo mismo que en la realídad. comienzo en una historia al estilo de Sherlock Hol-
S610... sólo que cuando alguien venía andando y se acercaba l· mes, en este caso se encuentra, de' hecho, lnuy cerca
,.l.
demasiado a los que estábamos mirando, pues salían dere- del final.
chito del cuadro, por así decir ,'. Bastante despacio, por de- l' Del mislllo modo que Vickery habla de asesinato
trás de dos mozos -llevando una bolsita de red en la mano 1; sólo para declarar que él no ha cometido ninguno, así
y mirando a los lados- sale nuestra Mrs. Bathurst. Por su l'I
I
I
Kipling invoca la historia de detectives tan sólo para
manera de andar se la podría haber. distinguido entre cíen ,\ distanciarse de ella. El «inspector>-> Hooper (ese trata-
miL Avanzó -derecho-, miró al fl'ente directamente a no-
miento podría hacer que se le confundiera con un po-
sotros con esa mirada cegata a la que aludía Pritch. Siguió
II
andando y andando hasta que salió de la imagen como derri-
licía) tiene en el bolsillo de su chaleco una dentadura
tiéndose, igual que ... ígualito que una sombra saltando por postiza, encontrada en uno de los dos cadáveres que-
11

encima de una vela ... mados que han sido descubiertos tras el íncendio de un
1, bosque de teca tierra adentro. Eso parece una prueba
j
Vickery, convencido de que Mrs. Bathurst «le está 1
\, forense de cómo terminó Vickery. «Cosas permanen-
buscando>>-, llega a estar tan perturbado por ese espec'" tes son las dentaduras postizas. Siempre salen a relucir
táculo repetido que ello alarma a su superior y éste le en los juicios por asesinato>->-, dice Hooper; pero al fi-
manda a una misión solitaria en tierra, de la que nun- nal del relato el narrador explica que «se sacó la mano
ca regresa. En el extracto citado, Pyecroft describe su del bolsillo del chaleco, vacía». Aunque atribuida al

62 63

;ji

sentido que Hooper tiene del decoro, la mano vacía 8


tanlbién sinlboliza la frustración del lector que querría
una solución para el misterio. Incluso si acept31TIOS la LOS NOMBRES
identificación de Vickery y la explícacíón de su muer-
te, no sabemos qué fue lo que le condujo a un acto tan
extremo, ni la identidad del segundo cadáver hallado a
su lado (numerosos eruditos han debatido estas cues-
tiones, y ofrecido soluciones ingeniosas, sorprenden-
tes a veces y dudosas sietnpre). Vickery, C01110 Mrs.
Bathurst en el noticiario, se ha salido de la Ílnagen, ha .., y una chica que todavía no te ha sido presentada, que abo-
saltado fuera deIlnarco de la historia, y la verdad últi- ra avanza desde las sombras de la nave lateral, donde ha es-
ma sobre él es irrecuperable. tado acechando, pa1"'O reunirse I.:on los, de'fflás junto a la ba-
¿Por qué Kípling se burla de esa nlanera de sus lec- randilla del Llamémosla' Violet, no, Veronica, no,
,
tores? La razón, creo, es que -<-<Mrs. Badlurst» no es en Violet, por más que sea un nombre para chicas
absoluto, esenciahnente, un relato de nlisterio, en el 1I católicas de origen irlandés, tradicionalmente bautizadas
sentido habitual del término, sino una tragedia. La cita con nombres de santos y figur.as de la leyenda celta, pue,)' me

de Hamlet que constituyen las últínlas palabras de Vic- gustan las connotaciones de Violet -algo acobardado, peni-
kery de las que se tiene constancia «<Lo demás es si-
11.
tente, melancólico- una chica diminuta, morena, con U/lUZ
lencio»), el eco del Fausto de Marlowe «<Por qué esto carita pálida, bonita, en la que el eccema hace estragos, con
es el infierno y no estoy fuera de él») en la frase que las uñas mordidas hasta dejarlas en carne viva y los dedos
díce antes: «Tú sólo has tenido que mirar. Yo soy eso>-> , 'l'1' manchados de nicotina, un abrigo de pana de corte elegante
son algunas de las varías alusiones a la tragedia con
l11ayúsculas que hay en el relato. Aquí, como en otros
lugares, Kipling muestra que personas nornlales y
I
'1
tristemente arrogado y manchado; una chica, puedes dedu-
cir por todos estos indicios, con problemas, sentimientos de
malos rollos.
DAVID LODGE, How fol- C{1n you gol
corrientes, gente humilde que se expresa l11al y lleva l'
dentaduras postizas nlal ajustadas, son sin embargo ca- (¿Hasta dónde se puede llegar?) (1980).
paces de intensas emociones, pasiones violentas y una
culpa paralizante; y que el nlayor misterio de es y vamos a dejar aquí, de momento, a Vic "Wilcox, mientras
el corazón humano. nosotros nos remontamos un par de horas en el tiempo y unos
cuantos kílómet:ros en el espacio, para conocer a un penonaje

64 65

t
muy diferente. Un personaje que, con no poco embarazo por mi -Sí, yo también me he percatado de eso muchas veces.
parte, no cree predsarflente en el concepto de personaje. PAUL AUSTER, Ciudad de cri'ltal (I98S)'
Es decir (lo que por ci-c'rto, es una de sus locuciones pre- Traducción de Ramón de España.
dilectas), Robyn Penrose, lectora temporal de literatura in-
glesa en la Universidad de Rummidge, sostiene que «perso-
naje» es un mito burgués, una ¡Iusión creada pmAa ref01Azar ¡ Uno de los principios fundamentales del estructuralis-
la ideología del capitalismo. roo es «la arbitrariedad del signo», la idea de que no
DAVID I.ODGE, ¡Buen trtlbajo! (1988).
'¡ hay una relación necesaria, existencial entre una pala-
Traducción de Esteban Riambau Saurí. bra y su referente. Nada de que «con razón se les lla-
JI
,.,\ ma cerdos», como decía aquél, sino un azar lingüísti-
-En ese caso -dijo-, me agradará complacerle. Mi nom- co. Otras palabras sirven al mismo propósito en otras
b're es Quinn. lenguas. Como observó Shakespeare, adelantándose
-Ah -dijo pensativamente Stillman meneando la ca- en tres siglos a Ferdinand de Saussure, «una rosa con
beza-. Quinn. cualquier otro nombre olería igual de dulce».
-Sí, Quinn. Q-U-I-N-N. Los nombres propios tienen mi extraño e intere-
- l Í l veo. Sí, sí, ya veo. Quinn. Sí. Muy interesante. sante estatus a este respecto. Nu.estros nombres de pila
Quinn. Una palabl"(J muy sonora. Rima con llavín, ¿no? nos son dados generalmente con alguna intención §e-
-Sí, señor Llavín. ' mántica: tienen para nuestros padres algún significado
- y con fin, si no me equivoco. agradable o esperanzador, y nuestra vida podrá estar
-No se equivoca. más o menos a la altura de las esperanzas contenidas
- y con Rin, ¿no es verdad? en él. Los apellidos en cambio son generalmente con-
-Exactamente. siderados arbitrarios, sea cual sea la fuerza descriptiva
-Hmm. Muy interesante. Veo muchas posibilidades que han podido tener alguna vez. No esperamos que
para esa palab1*a. Quinn, esa... quintaesencia ... del presente U
nuestro vecino el señor Pastor vigile rebaños ni le aso-
quidam. Quinina, por ejemplo. Y quina. Y plin. Y rin, rin. ! ciamos mentalmente con esa ocupación. Si es un per-
y caprichín. Hmmm. Rima con sinfín. Por no hablar de sonaje de una novela, sin embargo, será inevitable que
confín. Muy interesante. Y tino Y tintino Y retintín. Y I suscite asociacÍones de ideas pastoriles y quizá pastora-
vino Y gin. Hmmm. Sí, muy interesante. Me gusta enor- les. Uno de los grandes misterios de la hístoria litera-
memente su nombre, seiior Quinn. Se dispara en vadas dí- l· ria es con qué intención exactamente el muy venerable
'recciones a la vez. Henry James le puso a uno de sus personajes el nom-
r
66 67

bre de Fanny Assinghalll (tantofonny C01110 ass signifi- El invento del procesador de textos ha hecho que
can 'culo'). sea muy fácil c31nbiar el nombre de un personaje en
En una novela los nombres nunca son neutros. un estadio avanzado de la composición, sólo apretan-
Siempre significan algo, aunque sea sólo el carácter do unas cuantas teclas, pero yo me resistiría mucho a
común y corriente. Los escritores cómicos) satíricos o hacer algo así a cualquiera de mis personajes que 110
didácticos pueden pernütirse ser exuberantenlente in- fuera totahuellte secundario. Uno puede dudar y es-
ventivos, u obviamente alegóricos, en los nonlbres de trujarse los sesos para elegir un nOlnbre, pero una vez
sus personajes (Thwaclm m , Pnmblechook, Pilgrim). elegido, se vuelve inseparable del personaje, y poner-
Las novelas realistas se inclinan por nombres corrien-
tes con las connotaciones apropiadas (Emma Wood- ,"
"
h le en duda puede arrojar el proyecto entero en abtme,
como dicen los decol1struccionistas. Adquirí aguda
house, Adam Bede). Bautizar a los personajes es siem- I
conciencia de esto durante la escritura de íBuen tra-
pre una parte importante de su creación, que implica t bajo!
I
muchas consideraciones, y dudas, que puedo cómoda- f Esa novela trata de la relación entre el director
mente ilustrar con ejeInplos sacados de mi propia ex- ij' rente de una empresa de ingeniería y una joven uni-
penencIa. versitaria obligada a hacerle de <;<solnbra>->. Aunque
La pregunta del título How ¡ar can you go? se aplica f contiene algunos apartes que rompen el nlarco, COfilO
I!
tanto a la teología radical que socava la fe religiosa tra- i se ve en el extracto citado al comienzo de este capítu-
dicional, como al recurso de «romper el marco» al que lo, en ténnínos generales es una novela más lisa y lla-
me referí más arriba (al hablar de la voz autorial íntru-
siva, en la sección 2) que socava la convención litera-
ria. El que un autor canlbie de idea sobre el nombre de
Ir
namente realista que How ¡ar can you go? y al dar nOlll-
bre a los personajes yo estaba buscando nombres que
parecieran lo bastante «naturales» como para ennlas-
W1 personaje en mitad del texto es un reconocimiento carar su carácter simbólico. Al hombre le llamé Vic
particularmente flagrante de que la historia entera es
pura invención, un hecho que los lectores conocen
i Wilcox para sugerir, por debajo del carácter corriente
y típícalnente inglés del nonlbre, una masculinidad
pero nonnalmente acallan, del miSlno modo que los más bien agresiva, incluso grosera (por asociación con
creyentes acallan sus dudas. Tampoco es habitual que victor, 'vencedor', will, 'voluntad', y cock, 'gallo, pene'),
los novelistas expliquen las connotaciones de los nom- ¡
¡
, y lDUy pronto me dedicí por Penrose como apellido de
j,
bres que dan a sus personajes: se supone que tales su- mí heroína por sus connotaciones, en contraste con las
gerencias actúan subliminalmente en la conciencia del t anteriores, de literatura y belleza (pen, 'plU1lla', y rose,
lector. 'rosa '). Me costó algún tiempo, sin embargo, decidir
11

68 69

I
• ',.
"1'
'" ,
jI

llamaba Marian Evans. Digo «quizá» porque los escri-


,
su n01nbre de pila: dudaba entre Rachel, Rebecca y
Roberta, y recuerdo que eso obstaculizó considerable-i tores no siempre son conscientes de sus motivaciones
nlente el avance del capítulo 2, porque no podía habi-,'¡¡ en estos asuntos.
tar imaginativatnente ese personaje hasta haber zanja-'
do la cuestión del nombre. Fínalnlente descubrí en un .
diccionario de n01ubres que Robín o Robyn se usa a 1; El pasaje citado de Ciudad de cTistal de Paul Auster, una
veces como diminutivo de Roberta. Un nombre an- ,:1 de las tres notables novelas cortas que forman su Trilo",:,
drógino patec1:1 sumanlente apropl3.<1o para mi femi- ,; uía de Nueva York, lleva el significado connotativo de los
D

nista y enérgica heroína, e inmediatatnente sugirió una nombres en los textos literarios hasta un extremo absur-
nueva vu,e1ta de tuerca en el argumento: Wilcox esta- do.. Esas tres historias someten los tópicos y estereoti-
ría esperando que se presentara en su fábrica un Robin pos de la típica historia de detectives a un escepticismo
masculino. posmoderno sobre la identidad, la causalidad y el senti-
Más o menos a la mitad del proceso de escritura de ;1' do. El propio Quinn escribe historias de detectives con
la novela caí en la cuenta de que había elegido para !! el nombre de William WJlson, que es por cierto el
Vic, quizá siguiendo el mismo camino mental que re- nombre del héroe epónimo del famoso relato de Poe
corrió E. M. Forster, el apellido del protagonista mas- sobre un honlbre que persigue a su (véase
culino de Howords End, Henry Wilcox, un I la sección 47). Cuando le contunden con «Paul Auster,
hombre de negocios que se enamora de una mujer in- de Ía agencia de detectives Auster», Quinn se siente
telectual. Antes que cambiarle el nombre a mi héroe, tentado por la idea de asumir ese papel y acepta seguir a
preferí incorporar Howal'ds End al nivel intertextual de un ex profesor llamado Stillman que ha salido hace
la novela, haciendo hincapié en los paralelismos entre poco de la cárcel y es temido por el cliente de Quinn,
ambos libros -mediante, por ejemplo, la leyenda que alias WIlson, alias Auster. Stillman ha escrito un libro
figura en la canlisa de Marion, la alumna de Robyn: en el que llega a la conclusión de que la arbitrariedad del
Only connect (Conecta solamente), el epígrafe de la no- signo fue una consecuencia del pecado original.
vela de Forster. ¿Y por qué ese nOlnbre, Marion? Qui-
porque es una maid (doncella), cuya inocencia y vir- La primera tarea de Adán en el Edén había sido la de inven-
tud Robyn (como Robin Hood) está empeñada yn tar el lenguaje, darle su nombre a cada criatura y a cada cosa.
proteger, quizá porque de joven, George Eliot (muy En ese estado de inocencia, su lengua había ido directa al
presente en la enseñanza' de Robyn) , cuando por así meollo de] mundo. Sus palabras no habían sido simplemen-
decirlo no era George Eliot más que en potencia, se te adosadas a las cosas que veía, sino que habían revelado S115

7° 71

t
esencias, las habían traído literalmente a la vida. Una cosa y
Mediante este sistelna manifiestamente artificial, Aus-
su nombre eran intercambiables. Tras la caída, eso ya no era
ter afirnla una vez lnás la arbitrariedad del lenguaje,
cierto. Los nombres se alejaron de las cosas; las palabras se
convirtieron en una colección de signos arbitraríos; el len- introduciéndola en un terreno, el de los nonlbres ficti-
guaje se había apartado de Dios. La historia del Paraíso, a cios, donde no suele darse. En la tercera historia,
partir de entonces, no sólo narra la caída del hombre, sino habitación cerrada, el narrador confiesa cónlO falsificaba
también la caída del lenguaje. el censo gubernamental, parodiando la actividad de un
(Traducción de JOl'e:;'e de Lorbar.) novelista:

Como para demostrar su tesis, Stillman deconstruye el Sobre todo estaba el placer de inventar nombres. A veces te-
nombre de Quinn, cuando por fin se conocen perso- nía que dominar mi gusto por lo estrambótico -lo irresisti-
nalmente, con una cascada de caprichosas asociaciones .1
blemente cómico, el juego de palabras, lo indecente- pero
II!
en general me contentaba con jugar dentro de los límÍtes del
libres. Las connotaciones de Quinn no tienen fin, y 1'1
11, realismo.
por lo tanto se vuelven inútiles para el lector como cla- ¡Ii:1
ve interpretativa. ,
'j! En las tres novelas la imposibilidad de atar el signifi-
En la segunda historia, Fantasmas, todos los perso-
cante al significado, de recobrar ese estado mítico,
najes tienen nombres de colores: 11
previo al pecado original; de inocencia, en que una
En primer lugar está Azul. Después viene Blanco, ya conti- cosa y su nombre eran intercambiables, tiene su répli-
nuación Negro, pero antes de nada está Marrón. Marrón le ca al nivel del argumento en la inutilidad de los rutina-
inició, le enseñó los entresijos del negocio, y, cuando se vol- ríos lnétodos detectivescos. Cada una de las narracio-
vió viejo, Azul se hizo cargo. Así es como empieza la cosa. El nes termina con la muerte o la desesperación del que
lugar es Nueva York, época, la presente, y ninguna de ambas hace de detective, enfrentado a un Inisterio insoluble,
circunstancias cambiará. Azul va a su oficina a diario, y se perdido en un laberinto de nombres.
sienta en su es'critorio a la espera de que algo suceda. Du-
rante largo tiempo nada acoIltece, y luego un hombre Blan-
co atraviesa la puerta, y así se inician los acontecim.ientos ...
El caso parece bastante simple. Blanco quiere que Azul siga
a un hombre llamado Negro, y le eche el ojo por tanto,tiem-
po como ello resulte necesario.
(Traducción de J011ge de Lorbar.)

72
73

;'
9 a la hora del desayuno, una mañana en que ella había sali-
do a la terraza, Peter Walsh. Regresaría de la India cual-
EL FLUJO DE CONCIENCIA quiera de estos dias, en junio ojulio) Claríssa Dallo71.Jay lo
habia olvidado debido a lo abU1Tidas que eran sus cartas: lb
que una recordaba eran sus dic!Jos, sus ojos, su cortaplumas,
su sonrisa, sus malos humores, y, cttando millones de cosas se
habían desvanecido totalmente -¡qué extraño era!-, unas
Clumtasfrases COUto é!;ta 1"cfe"ente a las verdU7'as.
VIRGINIA WOOLF, Mrs. Dalloway (1925).
1,
La señora Dalloway dijo que ella mism,a se encargaría de I
Traducción de Andrés Bosch.
comprar las flores. Sí, ya que Lucy tendría trabajo más que
suficiente. Había que desm,ontar las puertas; acudirían los
operarios de Rumpelmayer. Y entonces Clat'issa Dalloway «El flujo de concienCia» (stream of consciousness) fue
pensó: qué mañana diáfana, cual regalada a unos niños en 1 una expresión acuñada por Wtlliam James, el psicólo-
la playa.
¡Qué fiesta! ¡Qué aventura! Siempre tuvo esta impre-
sión cuando) con un leve gemido de las bisagras, que ahora le
oir, abría de par en par el balcón, en Bourton, y sa-
I
¡¡
go -y hermano del novelista, Henry- para caracterÍ-
zar el continuo flujo de pensamientos y sensaciones en
la mente humana. Más tarde se la apropiaron los críti-
cos literaríos para describir un tipo particular de fic-
lía al aire libre. ¡Qué fresco, qué calmo, más sílencioso que ción moderna que intentaba imitar ese proceso, ejem-
éste, desde luego, era el aire a primera hora de la maña- plíficado, entre otros autores, por James J oyce, Dorothy
na ... !; como el golpe de una ola; como el beso de una ola;fres- Richardson y Virginia Woolf.
co y penetrante, y sin embargo (para una muchacha de die- Naturalmente, la presentación interiorizada de la
ciocho años, que eran los que entonces contaba) solemne, C011 experiencia siempre ha sido uno de los principales ras-
la sensación que la embargaba, mientras estaba en píe ante gos de la novela. Cogito, ergo Sllm (<<Pienso, luego exis-
el balcón abierto, de que algo h01,oroso estaba a punto de to») podría ser su divisa, aunque el cogito del novelista
mirando las flores, mirando los con el humo incluye no sólo razonamÍentos sino también emocio-
que sínuoso surgía de ellos, y las c01"nejas alzándose y descen- nes, sensaciones, recuerdos y fantasías. Los autobió-
diendo; y lo contempló, en pie, hasta que Peter WaLfh dijo: grafos que nos presenta Defoe en sus novelas y los per-
<'<¿Med;tando entre vegetales?» -¿fue esol-. «Prefiero los sonajes que escriben cartas en las de Richardson, en
hombres a las coliflores» -¿fue eso?-. Seguramente lo dijo los albores del desarrollo de la novela como forma li-

74 75

¡f

teraria, eran obsesivamente introspectivos. La novela de prejuicios de Clarissa Dalloway y su lnarido, pre-
clásica del siglo XIX, de Jane Austen a George Eliot, sentados como miembros esnobs y reaccionaríos de la
'j'
combinaba la presentaCión de sus personajes como 1:
1, clase alta británica. Aquí, por ejelnplo, está Mrs. Da-
criaturas sociales con un sutil y agudo análisis de sus lloway en su anterior encarnación preparándose para
vidas interiores, emocionales y morales. Hacia finales ser presentada a un erudito llamado Ambrose y su es-
del siglo, sin embargo (se puede observar el proceso en posa:
Henry James), la realidad estaba cada vez más situada
en la conciencia privada, subjetiva, de seres indivi- .Mrs. Dallowa)', inclinando un poco la cabeza a un lado, se
duales, incapaces de conlunicar la plenitud de su expe- esforzó en recordar a Ambrose -¿era tUl pero
riencia a otros. Se ha dicho que la novela basada en el 1I fracasó. Lo que había oído la había puesto ligeramente in-
flujo de conciencia es la expresión literaria del solipsis- cómoda. Sabía que los eruditos se casaban con cualquiera,
muchachas a las que conocían en granjas, en sesiones de lec-
mo, la doctrina filosófica según la cual nada es con
tura; o mujercitas del extrarradio que decían en un tono de-
toda certeza real excepto la propia existencia; pero po- ¡I,
sagradable: «Por supuesto, ya sé que con quíen quiere ha-
dríamos igualmente argumentar que nos ofrece cierto l: blar es con mi marido, no conmigo». Pero en ese momento
11
alivio respecto a esa desoladora hipótesis, dándonos llegó Helen, y Mrs. Dalloway vio con alivio que aunque li-
;¡¡
acceso a las vidas interiores de otros seres humanos, l11 geramente excéntrica en apariencia, no iba desaseada, tenía
aunque sean ficticios. ¡:
modales, y su voz denotaba cierta reserva, lo que para ella
No cabe duda de que este tipo de novela tiende a I! qm:ría decir que se trataba de una señora.
provocar simpatía hacia los personajes cuyo ser in- I
terior está expuesto a la vista, por más vanidosos, egoís- Se nos muestra lo que Mrs. Dalloway está pensando,
tas o innobles que puedan ser ocasionalmente sus pen- pero el estilo en el que se reproducen sus pensamien-
samientos; o, para decirlo de otra manera, la inmersión tos los coloca, y la coloca a ella misma, a una distancia
continua en la mente de un personaje totalmente an- irónica, que supone de hecho emitir un juicio silencio-
tipático sería intolerable tanto el escritor como so sobre ambos. Hay pruebas de que cuando Virginia
para el lector. Mrs. Dalloway es un caso particular- Woolf eIupezó a escribir de nuevo sobre ese persona-
mente interesante a este respecto, ya que su heroína je, era en un principio con la lnisma intención casi sa-
tanlbién aparecía como un personaje secundario en la tírica; pero en esa época había elnpezado a practicar la
primera novela de Virginia Woolf, Fin de viaje novela del flujo de conciencia, y el método la enlpujó
En ella se usa un método narrativo autorial, más tra- inevitablemente a trazar un retrato nlucho lnás COln-
dicional, para darnos un retrato lnuy satírico y lleno prensivo de Clarissa Dalloway.

76 77

:¡III"
'j-, t
Hay dos técnicas básicas para presentar la concien- riendo una acotación propia del autor íntrusivo como
cia en la ficción en prosa. Una es el monólogo interior, sería «se dijo Mrs. Dalloway»; además, se refiere a la 1
)
en el que el sujeto granlaticaI del discurso es un yo, y doncella con familíaridad, mediante su nombre de pila,
nosotros, por así decirlo, oímos a hurtadillas al perso- como lo haría la misma Mrs. Dalloway, y no por su fun-
naje verbalizando sus pensamientos a medida que se ción; y usa una expresión informal, coloquial, «tendría
producen. Analizaré ese método en la sección siguien- trabajo más que suficiente», que pertenece a la manera
te. El otro, llaInado estilo indirecto libre, se remonta de hablar de la propia Mrs. Dalloway. La tercera frase
por lo n1cnos a J ane Austen, pero fue elupleado con tiene la misma forma. La enarta retrocede lígeramente
creciente alcance y virtuosismo por novelistas moder- hacia un método autoríal para informarnos del nombre
nos como Woolf. Reproduce el pensamiento del per- Jfi
completo de la protagonista y del placer que le produce
sonaje en estilo indirecto (en tercera persona yen pre- la hermosa mañana veraniega: «y entonces Clarissa
"-,
térito) pero respeta el tipo de vocabulario propio del li
Dalloway pensó: qué mañana diáfana, cual regalada a
personaje, y suprime algunas de las acotaciones, tales unos niños en la playa».
como «pensó», «se preguntó», etc., que requeriría un Las exclamaciones «¡Qué fiesta! ¡Qué aventura!»
estilo narrativo más tradicionaL Eso produce la ilusión siguientes presentan superficialmente la apariencia del
de un acceso íntimo a la mente de un personaje, pero monólogo interior, pero no son la reacción de la pro-
sin renunciar completamente a la participación auto- tagonista, ya entrada en allOS, ante la belleza de la ma-
rial en el discurso. ñana al salir de su casa en Westminster para ir a com-
«La señora Dalloway dijo que ella misma se encar- prar flores. Está recordándose a sí misma a la edad de
garía de comprar las flores» es la prímera frase de la no- dieciocho años recordándose a sí misma cuando era
vela: una afinnacÍón hecha por un narrador autoríal, niña. 0, para decirlo de otro modo, la imagen «cual
pero impersonal e inescrutable, que no explica quién es regalada a unos niños en una playa», que le evoca esa
Mrs. Dalloway o por qué necesitaba comprar flores. Esa mañana, le hace pensar en cómo parecidas metáforas,
abrupta zambullida del lector en medio de una vida en de niños «retozando» en el mar, le venían a la mente
marcha (gradualmente vaInas atando cabos hasta re- cuando se «zambullÍa»* en el aire fresco, tranquilo de
construír la biograña de la protagonista) tipifica la pre- una mañana de verano, «como el golpe de una ola,
sentacÍón de la conciencia como un «flujo». La siguierr- conlO el beso de una ola», en Bourton (una casa de ve-
te frase, «Sí, ya que Lucy tendría trabajo más que
suficiente», desplaza el foco de la narración a la mente * Stream ('flujo') significa 'corriente, río o riachuelo', de ahi
del personaje al adoptar el estilo indirecto libre, omi- que el autor hable de «zambullirse» (plllnging). (N de la t.)
!
Il
78 79
I

t
raneo, suponemos), donde veía a alguien llamado Pe- Los monólogos interiores de la novela posterior de
ter Walsh (la pámera alusión a una posible historia). Virginia Woolf, Las olas, adolecen de senlejante arti-
Lo real y lo metafórico, el presente y el pasado, se en- ficiosídad, a mi modo de ver. James Joyce fue lnejor
tretejen y se influyen entre sí en las largas frases ser- exponente de esa manera de captar el flujo de con-
penteantes; cada pens3tuiento o recuerdo desencadena ciencia.
el siguiente. Siendo realista, Clarissa Dallowayno siem-
pre puede confiar en su memoria: «¿Meditando entre
,Il'
vegetales? --¿fue eso?-. Prefiero los hombres a las
coliflores -¿fue eso?>->.
Puede que las frases sean serpenteantes, pero,
aparte de la licencia del estilo indirecto libre, son fra-
ses bien formadas y de elegante cadencia. Virginia
Woolfha colado de rondón algo de su propia elocuen-
cia lírica en el flujo de conciencia de Mrs. Dalloway sin
que se note demasiado. Si pusiéramos esas frases en
primera persona, sonarían denlasiado literarias y estu-
diadas para resultar convincentes como transcripción
de los pensamientos desordenados de alguien. Sonarían
a escritura, en un estilo bastante preciosista de remi-
niscencia autobiográfica;

¡Qué fiesta! ¡Qué aventura! Siempre tuve esta impresión


cuando} con wlleve gemido de las bisagras, que ahora me pa-
rece oír, abría de par en par el balcón, en Bourton, y salía al
aire libre. ¡Qué fresco, qué calmo, más silencioso que éste,
desde luego, era el aire a primera hora de la mañana... !; como
el golpe de una ola; como el beso de una ola; fresco y pene-
trante, y sin embargo (para una muchacha de dieciocho píos,
que eran los que entonces contaba) solemne, con la sensa-
ción que me embargaba, mientras estaba en pie ante el balcón
abierto, de que algo horroroso estaba a punto de ocurrir...

80 81

I
10 mero uno balanceaba pesadamente su bolsa de comadrona,
la sombrilla de la otra pinchada en la playa. Desde el barrio
EL MONÓLOGO INTERIOR de· las Liberties, en su día libre. La señora PI01"ence MacCa-
be, sobreviviente al difunto Patrick MacCabe, profonaa-
mente lamentado, de la calle Bride. Una de las de su he1'-
mandad tiró de mí hacia la vida, chillando. Creación desde
la nada. ¿Qué tiene en la bolsa? Un feto malogrado con el
c01'dón umbilical a rastras, sofocado en !Juata 'rojiza. Los
cordones de todos se eslabonan hacia at:rás, cable de trenza-
En el umbral, se tocó el bolsillo de atrás buscando el llavín. dos hilos de toda carne. Por eso es por lo que los monjes mís-
Ahí no. En los pantalones que dejé. Tengo que buscada. La ticos. ¿ Queréis ser como dioses? Contemplaos el ombligo.
patata sí que la tengo. El armario cruje. No vale la pena Ató. Aquí Kinch. Póngame con Villa Edén. Aleph, alfa:
molestarla. Mucho sueño al darse vuelta, ahora mismo. cero, cero, uno.
Tiró muy silenciosamente de la puerta del1'ecibidor detrás ""
de si, más, hasta que la cubierta de la rendija de abajo cayó Sí p01'que él nunca había hecho tal cosa como pedir el desa-
suavemente sobre el fláccida tapa. Parecía celorada. yuno en la cama con un p(lr de huevos desde el Hotel City
Está muy bien hasta que vuelva, de todos modos. A17ns cuando solía hace1' que estaba malo en voz de enfermo
Cruzó al lado del sol, evitando la trampilla suelta del como un rey para hacerse el interesante con esa vieja bruja
sótano en el número setenta y cinco. El sol se acercaba al de la señora Riordan que él se imaginaba que la tenía en el
campana'f'io de la iglesia de San Jorge, Vil a ser un día ca- bote y no nos dejó ni un ochavo todo en misas para ella sola y
luroso, me imagino. Especialmente con este traje new'o lo su alma grandísima tacaña como no se ha visto ott-a con mie-
noto más, El negro conduce, refleja (¿o refracta?) el calor. do a sacar cuatro peniques para su alcohol metílico contán-
Pero no podía ir con ese t1"aje cla'ro. Ni que fuera un pícnic. dome todos los achaques tenía demasiado que desembuchar
Los párpados se le bajarron suavemente muchas veces mien- sobre política y terremotos )' elfin del mundo vamos a diver-
t1-as andaba en feliz tibieza . tirnos primero un poco Dios salve al mundo si todas las mu-
... jeres fueran así venga que si tt-ajes de baño y escotes claro
Bajaban prudentemente los escalones de Leahy:1' Terrace,' que nadie quería que ella se los pusiera imagino que e'ra de-
Frl11tenzimmer: y por la orilla en dedive abajo, blandamen- vota porque ningún hombre la mh'arín dos veces
te, sus pies aplastados en la arena sedimentada. Como yo, JAMES JOYCE, Ulíses (1922).
como Algy, hacia nuestra poderosa mad1'e. La nú- Traducción de José l\1aría Valverde.

82 83

j

El título de Ulises, de Jalnes Joyce, es un indicio denadas ya sea por sensaciones físicas o por asociación
único que es itnposible pasar por alto en todo el tex- de ideas. Joyce no fue el primer escritor en usar el mo-
to-- de que esa narración de un día nOrInal y corrien- nólogo interior (él mismo atribuía su invención a un
te, el r6 de junio de 1904, en Dublín, reproduce, Ílni- oscuro novelista francés de finales del XIX, Édouard
ta o caricaturiza la Odisea de Homero (cuyo héroe, Dujardin), ni será el último, pero lo llevó a una cima
Odisea, fue bautizado Ulises en latín). Leopold Bloom, de perfección tal, que otros exponentes del mislno,
un agente de publicidad judío de mediana edad, es el aparte de Faulk:ner y Beckett, resultan poco convin-
poco heroico héroe; su esposa ?vlolly se qued3. franca- centes en comparación.
111ente por debajo de su lnodelo, Penélope, en lo que El monólogo interior es realmente una técnica
a fidelidad conyugal se refiere. Tras cruzar y volver a muy difícil de usar con éxíto: es demasiado proclive a
cruzar la ciudad de Dublín para hacer varios recados imponer a la narración un ritmo dolorosamente lento
no denlasiado trascendentes, de modo comparable a ya aburrir al lector con un montón de detalles trivia-
CÓlno Ulises se vio arrastrado de un lado a otro del les. Joyce evita esos escollos en parte gracias a su au-
Mediterráneo por vientos adversos cuando intentaba téntico genio con las palabras, capaz de convertir el in-
volver a casa tras la guerra de Troya, BloOlll se en- cidente o el objeto más tópico en algo tan apasionante
cuentra con Stephen Dedalus y le protege paternal- COlno si nunca hasta entonces lo hubiéramos contenl-
mente: sería el equivalente del Telémaco de la Odisea y pIado, pero también variando astutamente la esu-uctu-
un retrato del miSlno Joyce en su juventud: un aspi- ra gramatical de su discurso, combinando el monólogo
rante a escritor, orgulloso y muerto de hambre, pelea- interior con estilo indirecto libre y con la descripción
do con su padre. narrativa ortodoxa.
Ulises es una epopeya psicológica más que heroica. El primer extracto se refiere al luomento en que
Conocenlos a los principales personajes no por lo que Leopold Boom sale de su casa temprano por la maña-
se nos dice sobre sino porque nos metemos den- na y se dirige a comprar un riñón de cerdo para el de-
tro de sus pensamientos lnás íntimos, representados sayuno. «En el umbral, se tocó el bolsillo de atrás bus-
como silenciosos, espontáneos, incesantes flujos de cando el llavín» describe la acción de Bloom desde su
conciencia. Para el lector, es algo así conlO ponerse punto de vista, pero gramaticalmente supone un narra-
unos auriculares conectados al cerebro de alguien, y dor, por más impersonal que sea. «Ahí no» es monólo-
escuchar una interminable grabación luagnetofónica go interior, una contracción de lo que BloOln piensa
de las impresiones, reflexíones, preguntas, recuerdos y sÍn «Alú no está». La omisión del verbo
fantasías del sujeto, a lnedida que aparecen, desenca- transmite el carácter instantáneo del descubrimiento,

84 85

l'
y el leve sentimiento de pánico que implica. Recuerda modos», Ninguna de las frases de este extracto, aparte
que la llave está en otro par de pantalones que <-<dejó» de las narrativas, es gramaticalmente correcta o com-
porque ese día se ha puesto un traje negro para ir a un pleta, estrictamente hablando, porque no pensamos, o
funeraL «La patata sí que la tengo» desconcierta al hablamos siquiera -cuando lo hacemos espontánea-
lector que lee el texto por primera vez: a su debido mente- con frases bien formadas.
tiempo descubrimos que Bloom lleva consigo supers- La segunda cita, que describe a Stephen Dedalus
ticiosamente una patata a modo de talisnlán. Semejan- I! observando a dos mujéres mientras pasea por fa playa,
tes aJivin<1nzas añaden autenticidad al nlétodo, pues es exhibe la misma variedad de tipos de discurso. Pero
obvio que el flujo de conciencia de otra persona no I mientras que el flujo de pensamiento de Bloom es
i
puede resultarnos totalmente transparente. Bloom de- práctico, sentimental y, de un modo no académico,
cide no volver a su dormitorio a buscar la llave porque científico (tantea las palabras buscando el término téc-
los crujidos del armario podrían despertar a su esposa, nico correcto para describir la reacción de una tela ne-
que todavía está en la cama, lo que nos indica el carác- gra sometida al calor), la de Stephen es especulativa,
ter esencialmente amable y bondadoso de Leopold. Se ingeniosa, literaría .. , y mucho más difícil de seguir.
refiere a MolIy simplemente con el sufijo la (<<moles-
tarla») porque su esposa ocupa tanto lugar en su lnente
que cuando habla consigo mismo no necesita identi-
ficarla por su nombre -cosa que sí haría, natural-
I
¡I;
Alg;)' es una referencia coloquial' al poeta Algernon
Swinburne, que calificó el mar de «gran madre dulce>:>
y lourdily ('pesadamente') es o bien un arcaísmo litera-
rio o un neologismo influido por la estancia bohemia
mente, un narrador, consciente de la presencia del de Stephen en París (lourd significa 'pesado' en fran-
lector. cés). La llamada de Mrs. MacCabe suscita en la imagi-
La siguiente frase, brillantemente mimética, que nación de Stephen, propia de un escritor, la visión de
describe cómo Bloom cierra despacio la puerta de la su propio nacimiento con una sobrecogedora preci-
casa, vuelve al modo narrativo, pero mantiene el pun- sión: «Una de las de su hermandad tiró de mí hacia la
to de vista de Bloom y respeta los límites de su propio vida, chillando», otra frase milagrosamente mimética
vocabulario, de modo que un fragmento del monólo- que le hace a uno sentir el cuerpo resbaladizo del re-
go interior, <-<nlás», puede incorporarse sin que resulte cién nacido en las manos de la comadrona. La fantasía
discordante. El uso del pretérito en la frase siguiente,. ligeralnente morbosa de que Mrs. MacCabe lleva en la
«Parecía cerrada», denota el estilo indirecto libre y su- bolsa un feto malogrado desvía el flujo de conciencia
ministra una fluida transición de vuelta al monólogo de Stephen hacia un ensueño complejo y fantasioso en
interior: «Está nluy bien hasta que vuelva, de todos el que el cordón umbilical es comparado a un cable

86 87

1/'
que ata a todos los seres hunlanos a su pritnera nladre, consecuencia del trauflla provocado por la nluerte de
Eva, lo que explicaría por qué los monjes orientales se su hijo recién nacido, pero pennanecen unidos uno a
contemplan el ombligo... aunque Stephen no com- otro por la familiaridad, por una especie de afecto
pleta su pensamiento, pues su mente salta a otro concep- exasperado e incluso por los celos. Bloom ha sentido
to metafórico, comparando el cordón umbilical común durante todo el día la sombra de la cita de Molly con
de la hUlnanidad con un cable telefónico, mediante el su aIllante, y el monólogo de Molly, lnuy largo y casi
cual Stephen (apodado Kinch por su amigo Buck Mu- completamente desprovisto de puntuación, empieza
lligan) se ilIlagina caprichosaruente a si .mi::>lIlo telefo- con la hipótesís de que Bloom debe de haber tenido al-
guna aventtlra erótica, pues, cosa rara en él, ha afirma-

I
neando al jardín del Edén.
Joyce no escribió todo el Ulises en forma de flujo do su autoridad exigiendo que ella le lleve el desayuno
de condencia. Habiendo llevado el realislno psicológi- a la cama a la mañana siguiente, cosa que no había he-
co hasta sus últirnas consecuencias, en posteriores ca- cho desde la época remota en que fingía estar enfermo
pítulos de la novela recurrió a varios tipos de estiliza- 1I para iInpresionar a una viuda llamada Mrs. Riordan
ción, pastiche y parodia: es una epopeya lingüístíca, II (una tía de Stephen Dedalus, por cierto; es Ulla de las
tanto conlO psicológica. Pero ternlinó con ellnonólo- ¡ numerosas pequeñas coincidencias que entretejen los
go interior más famoso de todos, el de Molly Bloom. acontecimientos aparentenlente desconectados entre
En el últinlo «episodio» (así se llaman los capítulos sí de Ulises) de la qu'e esperaba recibir un legado, aun-
de Uliscs), la mujer de Leopold Bloom, Molly, que has- que a la hora de la verdad no les dejó nada, sino que
ta ese momento ha sido objeto de los pensamientos, destinó toda su herencia a pagar misas por el reposo de
observaciones y recuerdos de BloOlll y de otros perso- su alma... (Al parafrasear el soliloquio de Molly uno
najes, se vuelve sujeto, centro de conciencia. Durante tiende a caer en su propio y desenfadado estilo.)
1I
Mientras que los flujos de conciencia de Stephen y
la tarde ha sido infiel a Leopold con un promotor de
conciertos llamado Blazes Boylan (ella es cantante se-
I
1 Molly reciben el estímulo de las impresiones de los
miprofesional). Ahora es de madrugada. Bloom acaba
de meterse en la canla, despertando a Molly, y ella está
echada a su lado, medio despierta, recordando, en un
i;1
sentidos, que les hacen calnbíar de curso, Molly, en
plena oscuridad, sin más distracción que algún que
otro ruido procedente de la calle, se guía sólo por sus
duermevela, los acontecÍlnientos del día y de su pasa-
I recuerdos: de uno sale otro, por algún tipo de asocia-
do, especialmente sus experiencias con su marido y di-
versos amantes. El matrimonio Bloom de hecho lleva
I ción. Y mientras que la asociación en la conciencia de
Stephen tiende a ser metafórica (una cosa evoca otra
varios años sin tener relaciones sexuales nonnales, a !: por similitud, una similitud a menudo secreta o capri-

88 89

'11,
",'
1 ;
chosa) y en Bloom metonímica (una cosa hace pensar ; 11
en otra por una relación de causa a efecto, o por con-
tigüidad en el espacio o en el tiempo), la asociación en LA DESFAMILIARIZACIÓN
la conciencia de Mol1y es simplemente literal: un desa-
yuno en la cama le recuerda otro desayuno en la cama,
del mismo modo que un hombre en su vida le hace
II
¡
pensar en otro hombre. Como la imagen de Bloom le ,.1
Beva a evocar a otros amantes que ha tenido, no siem-
pre es fácil saber a quién se refiere el pronombre él.
Esa tela, digo, parecía considerarse a sí misma como la rei-
na de la exposición.
Representaba una mujc1' de tamaño bastante mayor. que
el real, según pude ver. Calculé que aquella dama, metida
en un embalaje de los que se usan para tra.nsp011:a'r muebles,
y pesada luego, a17'c1aría una cifra -de catorce o dieciséis
arrobas. Era en verdad una buena moza, extraordinaria-
mente bien alimentada: mucha carne -por no dech' nada
del pan, las verduras y la fruta- debfa de haber consumido
pa'ro alcanzar aquel peso y aquella talla, tal riqueza de
músculos y tal abundancia de carne. Iácía medio reclinada
en un diván, imposible cone'retar por qué. La luz del dfa ar-
día a su alreded01: Parecía disfrutar de una excelente salud
y ser lo bastante fuerte para realizar el trabajo de dos coci-
ne'ras. No le era posible alegar ninguna enfermedad en la
columna vertebral, de modo que habría debido de estar de

I pie o, por lo menos, sentada. No tenía motivos aparentes


para haraganear por la mañana en un diván. Habría debi-

I
do vestirse decentemente, cubrirse con una bata; ¡pero nada
de eso, sino todo lo contrll1'"io! Se las arreglaba para no poder
cubrirse con lo en01711e abundancia de tetas -unas veillti-


i 91

1-
siete yardas, según mis cálculos-o Además, no había excusa mente a los grandes exponentes de la novela realista.
para la 11lÍsera suciedad que la rodeaba: botellas )' vasos Uno de los ejemplos ofrecidos por Shklovsky era un
(quizá debería decir mejor ánforas y copas) aparecían tira- pasaje en el que Tolstoi ridiculiza la ópera al describir
dos aquí y allá en pt"imer plano; un montón de flores des- una función tal como la vería alguien que nunca ha vis-
parramadas se mezclaban con esos despojos, )' una absurda )' ,, to ni oído una ópera antes (por ejemplo: «Entonces
a'montonada masa de cortinajes medio cubrían el diván y es- aún fllás gente llegó corriendo y elnpezó a arrastrar a
torbaban en el suelo. Consulté el catálogo y descubrí que esa 11 la doncella que antes llevaba un vestido blanco pero
notable obra soportaba el título de «Cleopatra». 11 que ahora llevaba uno azul celeste. No la arrastraron
CHARLOTTE BRONTE, Vil/ette (1853)' inmediatamente, sino que primero estuvieron cantan-
Traducción de Miguel Martín. 11;
do con ella un buen rato antes de llevársela a rastras>->).
Charlotte Bronte hace algo parecido al arte de salón
en el pasaje de Villette que acabamos de citar.
«Desfamiliarización» es la traducción que suele darse a i
Villette es el nombre ficticio de Bruselas, donde la
I
la palabra rusa ostranenie (literalmente, 'convertir en ex- l''I .
J; protagonista y narradora, Lucy Snowe, se ve obligada
." a ganarse la vida dando clases en un internado fenleni-
traño'), otro de esos inestimables términos críticos acu-
ñados por los forn1alistas rusos. En W1 famoso ensayo no. Está enamorada secretamente y sin esperanza de
publicado por prünera vez en 1917, Victor Shk1ovs1.)'
11 un doctor inglés, John Rretton, que la lleva a
afirn1aba que el propósito esencial del arte es vencer los pero la deja visitarlos sola, una forma de proceder que
1110rtiferos efectos de la costumbre, representando cosas no desagrada al espíritu independiente de la joven.
a las que estamos habítuados de un modo insólito: El cuadro aquí descrito pertenece a un prototipo
reconocible, en el que un exuberante desnudo femeni-
La costumbre devora las obras, la ropa, los muebles, la pro- no se vuelve, por así decirlo, respetable mediante la
pia esposa y el miedo a la guerra .... Y el arte existe para que i alusión a un 1nodelo mítico o histórico, la intimidato-
podamos recobrar la sensación de vida; existe para hacerle a ria grandiosidad de la escala y varios otros signos codi-
uno sentir cosas, para hacer lo pétreo pétreo. El propósito ficados que indican que pertenece a la alta cultura. Las
del arte es recrear la sensación de las cosas tal como las per- t; contradicciones de semejante espectáculo estaban, por
cíbimos y no tal como las sabemos. " supuesto" mucho más marcadas en la época de la pro-
pia Charlotte Bronte -cuando las mujeres tenían que
Esta teoría reivindica las distorsiones y dislocaciones ir tapadas de pies a cabeza a todas horas- que en la
de la escritura n1odernista, pero puede aplicarse igual- nuestra. A través de su protagonista, Charlotte Bronte

93

r
IIp,'

:j!
;:1:
I
expone esas contradicciones y la falsedad inherente retratada. Y al no lnencionar el título, «Cleopatra»,
(según su opinión) a ese tipo de arte, efectuando una hasta el final de su descripéión, Lucy da a entender el
descripción literal y minuciosa del cuadro, poniéndolo carácter arbitrario, espurio, de la justificación históri-
en el contexto de la vida real de las mujeres y haciendo co-mitológica que se otorga a sí mismo el cuadro, que
oídos sordos al discurso de la historia del arte y al podría igualmente haberse titulado «Dido>-> o «Dalila»
aprecio de los entendidos, criterios con los que «habi- o (con mayor franqueza) «Odalisca».
tualmente>->- se percibe la pintura. En sí misma, la descripción del cuadro no tiene
Así, el monumental de la figura femenina y contenido narrativo; la historia «se detiene>->- para po-
la superfluidad de las telas que la envuelven, hechos de der introducirla. Pero sí tiene una función narrativa.
los que la apreciación convencional del arte hace caso En primer lugar, contribuye a la caracterización de
omiso o los pasa por alto, son puestos de relieve me- Lucy Snowe, una joven con opiniones fuertes, inde-
diante un cálculo empírico, casi científico, de peso y pendientes y poco convencionales, aunque su falta de·
cantidad: «catorce o dieciséis arrobas ... unas veintisie- belleza, riqueza y estatus la obliga a callárselas la ma-
te yardas>->. Estamos tan acostumbrados a que en la yor parte del tiempo. En segundo lugar, provoca una
pintura clásica los desnudos estén adornados con telas, interesante escena con Monsieur Paul Emmanuel, el
que forman ondulaciones y pliegues alrededor de la fi- maestro malhumorado y poco atractivo, pero lleno de
gura sin cubrir nada excepto quizá unas pocas pulgadas vitalidad, que trabaja en la misma escuela que Lucy, y
en torno al pubis, que ya no percibimos su esencial ar- en el que ésta terminará por reconocer a un cOlnpañe-
tificialídad. Lo mismo puede decirse de la pintoresca ro infinitamente más satisfactorio que el Doctor John,
disposición de objetos y utensilios varios en el primer aunque en apariencia éste sea mucho mejor partido.
plano de selnejantes cuadros: ¿a qué vienen esas copas Cuando sorprende a Lucy delante de «Cleopatra»,
invariablemente tiradas por el suelo, siendo así que los Paul Emmanuel pone el grito en el cielo, lo que nos
personajes representados habrían tenido sin duda oca- revela que es inmune a la jerga de los expertos (no se
sión de ponerlas en su sitio, o criados para hacerlo? El deja impresionar por las grandilocuentes pretensiones
implacable escrutinio de Lucy plantea las preguntas
que solemos reprimir en el ritual de visitar museos. La
postura lánguida de la mujer reclinada, con su tácita
I
_


culturales del cuadro), pero esclavo de los estereotipos
sexuales (no le parece conveniente que lo contemple
una señorita). Arrastra a Lucy a mirar otro cuadro, que
invitación erótica, es ridiculizada al subrayarse su in- representa tres escenas sentimentales en la vida de una
con el momento, del día la falta l·
mujer virtuosa, y que ella encuentra tan absurdo y va-
de lndlclO alguno de una posible debtltdad ftstca de la •. cuo como «Cleopatra».

94 95

Villette fue la últinla novela que escribió Charlotte
12
Bronte antes d-e su temprana muerte, y es la nlás lna-
dura de las suyas. Se ha convertido en un texto clave de
EL SENTIDO DEL LUGAR
la crítica feminista contemporánea! por razones que
resultan evidentes en el extracto que hemos citado.
Pero al «desfamilíarizar» la representación de las nlU-
jeres en la pintura de carácter histórico, Charlotte
Bronte estaba expresando su punto de vista tanto so-
bre arte como sobre política sexual, y concretamente,
sobre su propio arte, que gradual y dolorosamente se
En Los Angeles no hay quien haga nada a no ser que tenga
había ido emancipando de las falsificaciones y nlÍtos
coche. Yo) pO?'" mi parte, soy incapaz de hacer nada a no ser
del melodrama y la novela rosa. «l\1e parecía -dice
que beba. Y la combinación de bebida-conducción es franca-
Lucy Snowe justo antes de este pasaje- que un cuadro
mente imposible en esa ciudad. En cuanto te aflojas el cintu-
bueno y original era algo tan poco frecuente como un
rón de seguridad o se te cae el cenicero o te hurgas la nariz,
libro bueno y original>-)-. Vil/ette es uno de esos libros.
bueno: te espera la autopsia en Alcarraz, y el interrugatorio
¿Qué querenlos decir cuando afirmalllOS -y es un
lo dejan para después. Allí tienes la sensación de que a la
elogio ll1uy común- que un libro es «origina!»? No
menor indisciplina, a la menor variación, oirás el grito de
queremos decir con ello, en general, que el escritor ha
advertencia P01- los altavGces, verás una serie de imágenes
inventado algo sin precedentes, sino que nos ha: hecho
amenazadoras, y un cerdo transportado en helicóptero deja-
«percibir» algo que, en un sentido conceptual, ya «sa- rá caer una cuenta sobre tu ftlpudo.
bemos», y lo ha hecho desviándose de los modos
De modo que, ¿quépuede hacer un pobre chico c,Dma yo?
convencionales, habituales, de representar la realidad.
Sales del batel, el Vraimont. El pe1jil urbano de la zona baja
<:<Desfamiliarización», en una palabra, es otra manera
de la ciudad está marcado por el verde salivazo de Dios. Tan-
de decir «originalidad». Volveré a hablar de ello en es-
to si te vas a la derecha como si caminas hacia la izquierda, no
tos aplffites sobre el arte de la ficción.
eres más que en un río veloz. Tal restaurante no sir-
ve bebidas, tal otro no sirve carne, y el de más allá no sirve a
los heterosexuales. Puedes conseguir que te laven el chi'nzpan-
cé con champú, puedes lograr que te tatúen el pijo, con servi-
do de veinticuatro horas al día, pero, ¿lograrás que te sirva.n
e/almuerzo? Yaunque veas en la acera de enfrente un cartel
96
97
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I
que con destellos de neón anuncia CARNE - ALCOHOL - SIN LI- fondo para el argumento y resultan intercambiables: lo
MITACIONES, da lo misma. Mejor olvidarlo. Pm·a cruzar la mismo daría Éfeso que Corinto o Siracusa, dado lo poco
calle hay que haber nacido allí. -Todas los semáforos para pea- que se nos dice de esas ciudades. Los primeros novelistas
tones están en rojo, permanentemente, todos ellos: DON'T ingleses eran apenas lnás concretos en cuanto al escena--
WALK, dicen. Ése es el mensaje, el contenido, de Los .Ángeles: rio. El Londres de las novelas de Defoe o de Fielding,
don 't walk, no Imde. Quédese en eaSI1. No ande. Conduzca. por ejemplo, carece de los vívidos detalles visuales del de
\.
No ande. ¡Corra! Intente usar taxis. Inútil. Los taxistas son Dickens. Cuando Tom Jones llega a la capital buscando
todas extraterrestres. tipos de SatlJ'mo que ni ,riquiern a su amada Sophia, el narrador nos dice que
saben si en este planeta se conduce por la derecha o por la iz-
quierda. Cada vez que vas en taxi, lo primero que tienes que Jones y Partridge eran forasteros en Londres y, como hicie-
hacer es enseñarles a conducir. ron su entrada en la ciudad por un barrio cuyos habitantes
MARTIN AMIS, (1984). tienen muy escasa relación con los moradores de Hanover o
Traducción de Enrique Murillo. Grosvenor Square (pues lo hicieron por Gray's-inn-lane),
anduvieron errantes durante algún tiempo antes de lograr
hallar al fin el camino de esas felices mansiones en donde la
Fortuna mantiene separados de la plebe a esos magnánimos
eOnlO habrá comprendido el lector a estas aluuas, mi héroes descendientes de los antiguos bretones, sajones o da-
división del arte de la ficción en varios «aspectos» es neses, cuyos antecesores, por haber nacido en mejores días,
bastante artificial. Los recursos usados en la ficción consiguieron por muy diversos méritos legar honores y ri-
son plurales y están conectados entre sí: cada uno de quezas a su posteridad.
ellos se apoya en todos los demás y contribuye a to- (Traducción de María Casamar.)
dos ellos. El pasaje que he seleccionado de Dinero de
Martin Amis es un ejemplo de descripción de lugar Londres es descrito enteramente en términos de:: las
que podría haber: servido igualmente para ilustrar el variaciones de clase y estatus de sus habitantes, según
lenguaje coloquial o la desfamiliarización, así como la visión irónica del autor. No existe ningún intento de
otros temas que aún no he abordado. Lo que equivale hacer que el lector «vea» la ciudad, ni de describir su
a decir que la descripción en una buena novela no es impacto sensorial sobre un joven que llega por prime-
nunca sólo descripción. ra vez a ella procedente del campo. Compárese con la
El sentido del lugar fue un desarrollo bastante tardío descripción que hace Díckens de la isla de Jacob en
en la historia de la narrativa. Como observó Mijail Baj- Oliver
tín, las ciudades de la narración clásica son telones de

98 99
• Hlr
;ii,
",
::'H!
Para llegar a dicho sido, el viajero debe recorrer un dédalo un estado de decadencia tenl1inal. COlno en el caso de
de calles estrechas y fangosas, donde se halla aglomerada la Díckens, sus escenarios resultan lnuchas veces nlás vi-
población más pobre de las orillas del río, y donde no se vos que sus personajes, como si la vida hubiera sido ex-
venden sino los artículos más necesarios para la clase indi- traída de las personas para resurgir, de un modo de-
gente. moníaco y destructivo, en las cosas: calles} máquinas,
Más allá de Dockhead, en el arrabal de Southwark, há- objetos.
llase la isla de J acob, rodeada de un foso lleno de fango de El narrador de D'inero, John Self (,Juan Yo' o 'Juan
seis u ocho pies de profundidad por quince o veinte de an- Uno Mismo') (Atnis cultiva una ironía dickensÍana en
chura. Este foso, llamado en otro tiempo IVlíll-Pond y co- la elecC;Íón de nombres para sus personajes), no es
nocido ahora con el nombre de Fol1y-ditch, desemboca en
exactanlente un personaje complejo ni sinlpático. Yup-
el Támesís, y puede llenarse siempre de agua abriendo las
pie escrofuloso, adicto a las hamburgueserías, los co-
esclusas de Lead-Mílls.
En la isla de Jacob, los almacenes están vacíos y sus ches rápidos, la comida basura y la pornografía, viaja
paredes se hunden por todas partes; las ventanas han per- constantemente entre Inglaterra y Estados Unidos in-
dido su forma y las chimeneas no arrojan humo. Hace tentando cerrar un contrato cinematográfico que le
treinta o cuarenta años era aquél un distrito muy comer- hará rico. Londres y Nueva YOrk son los principales
cial, pero ya no es más que un desierto; las casas no perte- escenarios de la acción -la segunda se lleva la pahna
necen a nadie y sirven de albergue a los que quieren vivir en cuanto a miseria física y moral-, pero la naturale-
en ellas. za de sus negocios 10 lleva inevitablemente a Los
(Traducción de Enrique LeopoJdo de Verneuíl.) Ángeles, capital de la industria del cine.
La dificultad de la forma elegida para la novela es
10m Jones se publicó en 1749; Twist en 18 38 . Lo hacer el estilo, a la vez, elocuentemente descriptivo del
que hubo entre una y otra fecha fue el moVÍmiento ro- yermo urbano y expresivo del carácter del narrador:
mántico, que examinó el efecto del milieu sobre el palurdo, hipócrita y estrecho de tuÍras. Atnis lo consi-
hombre, abrió los ojos del público a la sublinle belleza gue a base de disÍmular su propia habilidad literaria
del paisaje y, andando el tielnpo, al sombrío simbolis- bajo un disfraz de argot callejero, vulgaridad, obsceni-
mo de los paisajes urbanos en la era industrial. dades y chistes. El narrador habla en una jerga nor-
Martin Alnis es un exponente tardío de la tradición teanlericana derivada en parte de la cultura popular y los
díckensiana del gótico urbano. Su descripción fascina- medios de comunicación de masas y en parte Ínventa-
da e intiInidada de la ciudad postindustrial sugiere una da por Amís. Para descífrar el primer párrafo de la pá-
visión apocalíptica de una cultura y de una sociedad en gina que henlos reproducído, por ejemplo, hay que sa-

rOL
100

ber que Alcatraz es una famosa cárcel californiana, que ,;


.
'ii
;"¡1
"

encontramos en la novela de Salinger. Efectúa una se-


¡

«cerdo>-> (pig) un término peyorativo para «policía», rie de variaciones cómicamente exageradas sobre el
que «dejar caer una cuenta>-> (to draw a bead) significa tema tópico de que Los Ángeles es una ciudad domi-
apuntar un arma, que «felpudo>-> es un modo coloquial nada por el automóvil (<<Para cruzar la cálle hay que
norteamericano de designar el peluquín (aunque Self haber nacido allí»); y sobre otros algo menos tópicos:
la usa para referirse al pelo de verdad) y adivinar que el gusto norteamericano por los comercios altamente
coptered es un participio derivado de «helicóptero» (en especializados y el hecho de que los taxistas estadouni-
el origina], el primer párrafo termina: and o coptered pig denses suelen ser inmigrantes recién que no
drawi11g (/ bead 011 your rug). La metáfora aplicada al saben ir a ninguna parte.
contaminado cielo de la ciudad, «el verde salivazo de . Hace poco aterricé en Bastan y en el aeropuerto
Dios», que hace pensar en la divinidad del Antiguo tomé un taxi cuyo conductor tuvo que hacer tres in-
Testamento fulminando una nueva Sodoma, es tan tentos, mediante consultas por radio en ruso, para en-
chocante como el atardecer descrito por T. S. Eliot: contrar la salída hacia la ciudad. Es difícil exagerar se-
«echado contra el cielo / como un paciente anestesia- mejante incompetencia, pero Ami s encuentra la
do sobre una camilla» en «The love song of J. Alfred "l manera de hacerlo: «Los taxistas' son todos extra-
Prufrock», y debe algo a la descripción que hace Step-
hen Dedalus del mar «verde como un salívazo», en el
primer episodio de Ulises. Pero nlientra's que Prufrock
!
,: Il' terrestrc:s, tipos venidos de Saturno que ni siquiera sa-
ben S1 en este planeta se conduce por la derecha o por
la izquierda». Las palabras every trip, en la frase si-
tiene pretensiones de alta cultura y Stephen está pa- . guiente (The fint thing yau hove to do, eve'ry trip, is teach
radiando deliberadamente el epíteto favorito de Ho- them how to drive), son eco del conocido eslogan: Clunk
mero para describir el color del mar, -<-<oscuro COlno el Click, every trip ('abróchese el cinturón cada vez que
vino», John Self parece estar simplemente regodeán- viaje'), justo después de la alusión a la ciencia ficción.
dose en una grosería propia de un colegial, lo cual di- La prosa de Amis usa a menudo semejantes yuxtaposi-
simula la sofisticación literaria de la imagen. ciones, que reflejan la hez de la conciencia urbana con-
El tropo fundamental en esta descripción de Los temporánea. Dicho eco contribuye también al tono
Ángeles es la hipérbole o exageración. En este sentido insolente y rítmico de todo el texto, que en algún mo-
recuerda otra narración en lenguaje coloquial qqe mento especialmente inspirado llega íncluso a rimar:
examinamos anteriormente, El guardián entre el cente- You can get your chimp shampooed, you can get your dick
no. Pero el texto de Amis utiliza una estrategia retóri- tattooed (<<Puedes conseguir que te laven el chimpancé
ca mucho más compleja que cualquiera de las que con champú, puedes lograr que te tatúen el pijo»).

r02 1°3

El peligro que acecha a la lnayoría de las descrip-
13 "
ciones de lugar detalladas (las novelas de "'Talter Scott
ofrecen muchos ejelnplos de ello) es que una sucesión LAS LISTAS
de elegantes frases declarativas, combinada con la sus-
pensión del interés narrativo, pueden hacer que el lec-
tor se duenna. No hay peligro de que eso suceda en
este caso. Se usa el presente tanto para describir ellu-
gar como el movimiento del narrador por él. Los cam-
bios de modo verbal, del indicativo (<<Sales del hotel»)
al interrogativo «<¿lograrás que te sirvan el almuer- Con la ayuda de Nicole, Rosemary se compró dos vestidos,
zo?>>-) y al imperativo «<Quédese en casa. No ande. dos sombreros y cuatro pares de zapatos con' su dinero. Nico-
Conduzca. No ande. ¡Corra!») y el pronombre de se- le se compró todo lo que llevaba apuntado en una gran lista
gunda persona del singular con intención generaliza-
que tenía dos páginas y además lo que había en los escapa1'a-
dora «<Tanto si vas a la derecha como si canlÍnas hacia tes. Todo lo que le gustaba pero no creía que le fuera ti servir
la izquierda») implican al lector en el proceso. Tras a ella, lo compraba para regalárselo a alguna amiga. Com-
muchas páginas de un texto de ese tipo se puede uno pró cuentas de cojines de playa plegables, flores arti-
quedar dorluido de agotamiento, pero no de aburri- ficiales, miel, una cama pa1-a el cuarto de huéspedes, bol.ws,
miento. chales, periquitos, miniaturas para una casa de muñecas y
tres metros de una tela nueva color gamba. Compró doce ba-
ñadores, un cocodrilo de goma) un juego de ajedrez portátil
de oro y marfil, paiiuelos grandes de lino para Abe y dos cha-
quetas de gamuza de Hermes, una color azul eléctrico y la
otra 1-ojO ladrillo. Todas esas cosas no Itrs compró ni mucho
menos como una cortesana de lujo comprarla ropa interior y
joyas, que al fin y al cabo se podrían considerar parte de su
equipo profesional y '{¡,.na inversión para el futuro, sino con
un crite1-io totalmente diferente. Nicole era el producto de
mucho ingenio y esfuerzo. Pa1"'a ella los trenes inidaban su
recor'rido en Chícago y atravesaban el vientre redondeado
del continente hasta California; las fábricas de chicle humea-
1°4 1°5

t
ban y las cadenas de montaje marchaban en las fábricas; que en cuestiones de dinero, como en otras, la canti-
unos obreros mezclaban pasta dentífrica en cubas sacaban dad tarde o temprano y para bien o para mal se con-
líquido para enjuagues de toneles de cob1-e; unas muchachas vierte en calidad. La descripción, en Suave es la noche,
envasaban tomates velozmente en el mes de agosto o traba- de la expedición compradora protagonizada por Ni-
jaban como esclavas en los grandes almacenes la víspe'ra de cale Diver ilustra con elocuencia la diferencia de los
Navidad; unos indios mestizos se afanaban en plantaciones
de café en el B1"asil J' unos idealistas eran despojados de sus También ilustra el potencial expresivo de las enu-
der'cebos de lh1tclltc sobrr 7771C,,['O.\ tractor"cs dc su i117:cnció77. meraciones en la ficción. A primera vista, un mero ca-
Ésas eran algunas de las pe1'"sonas que pagaban un díezmo a tálogo de objetos intrascendentes parecería fuera de
Nicole,)' todo el sistema, a medida que avanzaba con su peso lugar en una narración basada en unos personajes y un
avasallado1'; atronador, daba un brillo ftb1-il a algunos de los argumento. Pero la prosa de ficción es maravillosa-
actos ca'racterísticos de -]\licole, como, por ejemplo, comprm- mente omnívora, capaz de asimilar discursos no ficti-
en grandes cantidades, del mismo modo que se 1-eflejan las 1I
cios de todo tipo: cartas, diarios, declaraciones, inclu-

lImnas en el rostro de un bombero que permanece en su so listas ... y adaptarlos a sus propios fines. A veces la
puesto ante 1m fuego que empieza a propagarse. Nicole 1Ísta es reproducida en su propia forma característica,
ejemplificaba principios muy simples, ya que llevaba en sí vertical, en contraste con el discurso que la rodea. En
misma J11 propia condena, pe'ro lo hacía con ,tal precisión que Murphy, por ejelnplo, Salnuel Beckett, burlándose de
habia elegancia en el procedimiento, y ROSemmjf iba a tra- la descripdón novelística convencional, hace una lista
tar de imitarlo. neutra y estadística de los atributos físicos de Celia, la
FRANCIS SCOTT FITZGERALD, protagonista:
Suave es la noche (1934).
Traducción de Rafael Ruiz de la Cuesta. Cabeza pequeña y redonda
Ojos verdes
Piel blanca
«Los ricos son diferentes de nosotros», dijo una vez Pelo amarillo
F. Scott Fitzgerald a Ernest Helningway, el cual re- Rasgos móviles
plicó: «Sí, tienen más dinero». Esta anécdota, reco- Cuello 33 cm
gida por Fitzgerald, suele esgrimirse contra él. Pero Parte superior del brazo 30 cm
el chasco que le dio el positivista Hemingway revela Antebrazo 23 cm
que no había entendido lo que su amigo quería decir:

106 10 7
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ti
y así sucesivamente. tenido una vida sexual aventurera, narradora reac-
La escritora americana contemporánea Lorrie dona:
Moore tiene un dívertido cuento, titulado «Cómo ser
la otra» (Autoayuda, 1985), que se basa en dos tipos de Hacer una lista de todos Jos amantes que has tenido en la
discurso no ficticio, el manual de autoayuda y la lista. vida.
Warren Lasher
La inseguridad de la narradora en su papel de amante
Ed Catapano «Cabeza de goma>>-
se ve agravada por el elogio que el hombre hace de su
Charles Deats o Keats
esposa: Alfonse
1 Metértela en el bolsillo. Dejarla como por descuido en
-Es increíblemente organizada. Hace listas de todo. im- I algún sitio donde se vea mucho. Perderla sin saber cómo.
presionante.
II
Hacerte bromas a ti misma. Hacer otra lista.
!
-¿El qué? ¿Sus listas? ¿Eso te gusta? I
-Pues sí. Listas de lo que va hacer, de lo que tiene que -¡
Hay un tipo de novela popular contemporánea sobre
comprar, de nombres de clientes que tiene que visitar, etcé- ¡
!

I'i las vidas de los ricos, dirigida príncipahnente a muje-


tera.
oÍ res, que en el mundo editoríal se conoce conlO «Sex
-¿Listas? -murmuras desesperanzada, apática, lle- I
vando aún puesta tu carísima gabardina beige. 1-
and shopping>-> (o, no tan educadamente, como «S and
I1 F»). * Tales novelas incluyen detalladas descripcio-
;
I nes de las compras de sus protagonistas: listas de ob-
Muy pronto, claro está, la narradora empieza a hacer ¡ jetos de lujo cuyas lnarcas se enumeran sin dejar
sus propias listas:
una. Explotan así simultáneamente las fantasías eró-
ticas y consumistas de los lectores. Scott Fitzgerald
CLIENTES QUE DEBO VISITAR también pone de relieve las relaciones e.ntre el atrac-
Fotos de cumpleaños tivo sexual y el consumo ostentoso, pero 10 hace de
1¡''-
Cinta adhesiva 1\:
manera mucho más sutil y crítica. En el extracto de
Cartas a T. D. Y a mamá K!
i Suave es la noche citado más arriba, no reproduce la
larguísitna lista de compras de Nicole, ni intenta que
De hecho no tiene que visitar a cliente alguno, siendo el prestigio de las marcas haga el trabajo que corres-
como es una hUlnilde secretaria. Las listas son una nla- ponde al escritor. Crea la impresión de prodígalidad
nera de competir con la inlagen de la esposa ausente.
Cuando su amante le da a entender que su esposa ha * Shopping and Fuckíng. (N. de la t.)

roS 1°9

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mencionando, de hecho, un núnlero de objetos nota- En contraposición a la lista de compras, sin embar-
blemente escaso, e invoca sólo una marca, Hermes go, hay otra la de los seres humanos o gnlpos de
(que, curiosamente, no ha pas'ado de moda). Pero su- cuya explotación depende la riqueza heredada de Ni-
braya el carácter misceláneo de la lista para revelar la cole, una lista que invierte nuestra reacción inicial. El
naturaleza, completamente no utilitaria, de las com- pivote del texto está en la frase «Nicole era el produc-
pras de Nicole. Cosas baratas y triviales como cuen- to de mucho ingenio y esfuerzo»·, que de pronto nos
tas de colores, o de uso doméstico, como la míel, se hace verla no en su papel de consumidora y coleccio-
mezdall con yoluminosos objetos nista de mercancías, 'sino como
funcionales -la cama-, juguetes caros -el juego de especie de mercancía en sí misma: el producto final,
ajedrez de oro y marfil- y frivolidades -el cocodri- exquisito y carísímo del capitalismo industrial, la en-
lo de goma-o No hay orden lógico en la lista, no hay carnación de un extravagante derroche.
jerarquía de precio, o de importancia, ni se agrupan Mientras que la primera lista era una sucesión de
los objetos siguiendo cualquier otro criterio. Ésa es la sustantivos, la segunda lo es de oraciones: «los trenes
cuestión. iniciaban su recorrido... las fábricas de chicle humea-
Nicole excede rápidamente los parámetros de la lis- ban... unos obreros mezclaban pasta dentífrica ... unas
ta que llevaba y compra todo lo que se le antoja. El muchachas envasaban tomates». A priInera vista esos
modo en que manifiesta sus gustos y sus capri- procesos parecen tan incongruentes entre sÍ, tan selec-
chos sin tener en cuenta ni la economía ni el sentido cionados al azar, como los objetos adquiridos por Ni-
común revela su personalidad: generosa, impulsiva, di- cale; pero sí hay, de hecho, una relación entre los
vertida y dotada de sensibilidad estética, si bien desco- obreros de la fábrica de dentífrico, las dependientas de
nectada de la realídad en algunos aspectos importantes. los grandes almacenes y los trabajadores indios en Bra-
Es imposible no apreciar la diversión y el placer sensual sil: los beneficios extraídos de su trabajo financian in-
de semejante orgía consumista. Qué deseables parecen directamente las compras de Nicole.
esas dos chaquetas de ante, una azul eléctrico y la otra La segunda lista está escrita en un estilo más meta-
rojo ladrillo (pero la palabra clave es «dos»: allí donde fórico que la primera. Etnpieza con una imagen sor-
los simples mortales podrían dudar entre dos chaquetas prendente, que sugiere tanto erotismo como glotone-
idénticas de colores distintos pero iguahnente atracti- ría, la de los trenes que cnlzan «el vientre redondeado
vas, Nícole resuelve e1 problelna comprando alnbas). del continente», y regresa finalmente a la metáfora de
No es de extrañar que su joven protegida y futura rival, la locomotora para evocar la energía peligrosa y po-
Rosemary, se disponga a ill1itar su estilo. tencialmente autodestructiva del capitalismo indus-

110
II!

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tria!' <-<Todo el sistema, a medida que avanzaba con su I4
peso avasallador, atronador» le recuerda a uno el sim-
I
bolismo ferroviario que utiliza con un efecto similar :11 LA PRESENTACIÓN DE UN PERSONAJE
Dickens en Dombey e bija «<El poder que se forzaba a sí
nlislno a 10 largo de su camino de hierro -el suyo
propio- desafiando todos los senderos y caminos,
atravesando el corazón de cada obstáculo y arrastran-
do seres Y1VOS de todas clases, edades y grados detrás
de él, era una de las fonnas del monstruo triunfante, la
Muerte»). Sally llegó a los pocos minutos.
Pero es característico de Fitzgerald, sin embargo, guapo, ¿llego muy tarde?
el que la imagen esté desarrollada en una forma ines- -Creo que sólo media bora -Frítz son'rió con orgullo
perada y más bien evasiva. La analogía pasa del horno de pmpietario-. Te vaya presentar al seño'r Ishe'rzvood: la
de una locomotora a un incendio, y Nicole se halla en señorita Bowles. Todo el mundo le llama Chris.
la posición no de alguien que está alimentando un fue- -No -dije Fritz es la única persona que '!IU ba
°
go, sino de quien intenta apagarlo, al menos se en- llamado Cbris en toda mi ,vida.
frenta a él. La iInagen del «bombero:>:> puede encarnar Sally se rió. Llevaba un traje de seda negra con una espe-
uno u otro de esos significados contradictorios, y el cie de esclavina y una garra como de botones puesta de lado.
uso que Fitzgerald hace de ella revela tal vez la anlbí- -¿Puedo por teléfono, mi vida?
valencia de su propia actitud hacia gente como Nicole: -Claro. Abí lo tienes-o Fritz me miró:
una mezcla de envidia, admiración y censura. Las pa- -l/ámos al otro cuarto, Chris. Quiero enseñarte algo.
labras: «Nicole ejemplificaba principios nluy simples, Se le notaba impaciente por saber qué me babía pareci-
ya que llevaba en sí misma su propia condena, pero lo do Sally, su última adquisición.
hacía con tal precisión que había elegancia en el pro- el amor de Dios, no me dejéis sola con este
°
cedinliento» suenan como un eco, consciente no, de hombre.' Es terriblemente apasionado y me
la deHnición que Herning\vay daba de la valentía: <-<ele- teléfono,
gancia bajo presión». Al marcar el número me di cuenta de que llevaba las
uñas pintadas de esmeralda, un color muy mal escogido por-
que hacía fijarse en sus manos, que las tenía ama'riltentas de
nicotina y tan sucias como las de una niña pequeiia,

112 113

.

T t
Por lo morena podía haber sido hermana de Fritz y su Sally Bowles, que en un principio fue sólo el tema
cm'a, larga JI delg:tda, estaba empolvada con polvos blancos, de una de las historias, levemente noveladas, que com-
Los grandes ojos castaños ei"an demasiado clams para hacer ponen Adiós a Berlín, ha tenido una vida notablemente
juego con su pelo JI con el lápiz de las cejas. larga en la imaginación del público contemporáneo,
-Hilloooo frunciendo los labios pintados gracias al éxito de la adaptación de la novela primero en
de cereza lo mismo que si fuese a besar el teléfono-o 1st dass forma de obra de teatro y película: 1 am a camera (Soy
Du, mein Liebling? una cámara), luego como musical en vivo y en cine (Ca-
[A ,mnr;sa fTa empalago,'i'amfntf tie1f1a. Fritz J' yo la baret). A primera ViSt3, es difícil entender por qué ha al-
mirábamos como si estuviéramos en el teatro. canzado ese estatus casi mitieo. No es especialmente
CHRISTOPHER guapa, ni especialmente inteligente, ni especialmente
Adiós a Berlín (1939)' dotada corno artista. Es vanidosa, irreflexiva y mercena-
Traducción deJaime Gil de Biedma. ria en sus relaciones sexuales. Pero conserva, a pesar de
todo, una inocencia y vulnerabilidad entrañables, y hay
algo irresistiblemente cómico en el contraste entre sus
Los personajes son seguramente el elemento aislado pretensiones y la realidad de su vida. El hecho de que se
más ünportante de la novela. Otras formas narrativas, desarrolle en el Berlín de ,Weimar, justo antes de que los
como la épica, y otras artes, COlTIO el cine, pueden con- nazis tomen el poder, aUlnenta, claro está, el interés y el
tar una historia tan bien corno la novela, pero nada alcance de su historia. En sus vanos sueños de fama y ri-
puede igualar la gran tradición novelística europea en queza mientras vive en sórdidas pensiones, en sus saltc?s
cuanto a riqueza, variedad y profundidad psicológica de un protector turbio a otro igualmente turbio, en sus
de su retrato de la, naturaleza humana. Sin enlbargo, el hábitos de adular, manipular y mentir del modo más
personaje es probablemente, de todos los aspectos del transparente, es un emblema del autoengaño y la irres-
arte de la ficcÍón, el más difícil de analizar en términos ponsabilidad de aquella sociedad que estaba ya deslizán-
técnicos. Ello se debe en parte a la amplísima gama de dose hacia el abismo.
tipos de personajes y de maneras de representarlos: La nlanera más simple de presentar a un persona-
personajes principales y secundarios, redondos y pla- je, muy COlnún en las viejas novelas, consiste en sumi-
nos, personajes vistos desde dentro de su propia men. nistrar su descripción física y el resumen de su bio-
te, como la señora Dalloway de Virginia Woolf, y per- grafía. El retrato de Dorothea Brooke en el primer
sonajes vistos desde fuera por otros, como la Sally capítulo de Middlemarch de George Eliot es un ejem-
Bowles de Christopher Isherwood. plo consumado de ese método:

II4 II5
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La señorita Brooke poseía ese tipo de hermosura que pa- ,tí: sobre el carácter de WI personaje, su clase social y su
rece quedar reahada por el atuendo modesto. Tenía las modo de vida, pero especialmente en el caso de una
manos y las muñecas tan finas que podía llevar mangas no exhibicionista como Sally. El traje de seda negra (para
menos carentes de estilo que aquellas con las que la Vir- visitar a unos amigos a media tarde) revela su deseo de
gen María se aparecía a los pintores italianos, y su perfil, impresionar; la esclavina es signo de teatralidad, y su
así como su altura y porte, parecían cobrar mayor digni-
afán de provocación sexual se traduce en la gorra, pa-
dad a partir de su ropa sencilla, la cual, comparada con la
recida a la que llevan los botones de los hoteles, que es
moda de provincias, le otorgaba la solemnidad de una
buena cita bíblica - o de alguno Jt: nuestros antiguos po- una de las muchas referencias a la y des-
etas- Ínserta en un párrafo de un periódico actual. Solían viaciones sexuales, incluyendo el travestismo, presen-
hablar de ella como persona de excepcional agudeza, si tes en el libro. Esos indicios son inmediatamente re-
bien se añadía que su hermana Celia tenía más sentido co- forzados por sus palabras y su conducta: pide usar el
mún. teléfono para impresionar a los dos hombres exhibien-
(Traducción de María Engracia Pujals.) do su última conquista erótica. Ello da además al
narrador la ocasión de describir la cara y manos de Sally.
y así sucesivamente, durante varias páginas. Es magní- Es eso lo que Henry]anles quería decir cuando ha-
fico, pero pertenece a una cultura más paciente y ocio- blaba del «método escénico», lo que intentaba conse-
sa que la nuestra. Los novelistas modernos suelen pre- guir cuando se exhortaba a sí misnlo: «¡Dramatiza!
ferir dejar que las características de un personaje ¡Dramatiza!». James estaba pensando en el teatro,
aparezcan progresivamente, alternándolos con accio- pero Isherwood pertenecía a la primera generación de
nes y palabras o encarnándolos en ellas. En cualquier novelistas que creció con el cíne, y la influencia de éste
caso, toda descripción incluida en un relato es suma- se nota. Cuando el narrador de Adiós a Be'rlín dice
mente selectiva; su técnica básica es la sinécdoque: to- «Soy una cálnara», está pensando en una cáInara de
mar la parte por el todo. Tanto George Eliot como cine. 1\IIíentras que Eliot nos presenta una Dorothea
Christopher Isherwood evocan la apariencia física de estática que parece posar para un retrato y de hecho la
sus protagonistas concentrándose en las manos y la compara a. una figura en un cuadro, Isherwood nos
cara y dejando que el lector imagine el resto. Una des- lnuestra a Sally en acción. Es fácil fragmentar el texto
cripción exhaustiva de los atributos físicos y psicológi- citado en una serie de planos cinematográficos: SaIly
cos de Dorothea o de Sally requeriría muchas páginas, aparece con su traje de seda negra; rápido intercambio
quizá un libro entero. de Iniradas entre los dos hombres; primer plano de las
La indumentaria es siempre un indicio muy útil uñas verdes de Sally n1ientras Inarca el número; otro

II6 II7

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primer plano de su maquillaje incongruente, de paya- -::Ir 15
so, y su expresión afectada -cuando saluda a su amante;
nuevo plano de los dos hombres, fascinados por la ex- LA SORPRESA
travagancia de su actuación. , ni
.
No cabe duda de que esto explica en parte la facili-
dad con la que la historia de Sally Bowles ha sido lle-
vada al cine. Pero hay manees en el texto que son pu-
ranlcntc litcrarios. Esas uñas verdes en unas manos
sucias son lo primero en lo que pienso cuando oigo su
nombre. Se puede mostrar el barniz verde en una pelí- -<Le repito que me hace falta -exclamó sir Pitt, dando un
cula, pero no el comentaría iróÍlíco del narrador: «un puñetazo en la mesa-o No me las arreglo sin usted. Hasta
color muy mal escogido». «Muy mal escogido» es la que se marchó usted no lo comprendí. Todas mis cuentas
historia de la vida de Sally Bowles. Y una 'cámara po- vuelven. a estar embrolladas. La casa marcha desastrosa-
dría mostrar las manchas de nicotina y la suciedad, 'mente. No parece la miS1na. Es preciso que regrese usted.
pero sólo un narrador puede observar: «sucias como , Vuelva allí. Que1-ida Becky, venga, se lo ruego.
las de una niña pequeña». Ese algo pueril que corre -Que vaya ¿en calidad de qué, señor? -1adeó Rebecca.
por debajo de la aparente sofisticación precisalllen- -Como Lady Crawley, si así le agrada -exclamó el
te lo que convierte a Sally Bowles en un personaje me- baronet, apretando su sombrero enlutado-o ¡Yá está! ¿Se
morable. da por satisfecha con eso? Regrese a Queen's Crawley y sea
mi esposa. Su inteligencia se lo merece. ¡Que el diablo se lle-
ve el abolengo! Usted es una mujer tan buena como la mejor
de cuantas yo conozco. Tiene más inteligencia en su cabecita
que cualquiera de las esposas de baronets que hay en el dis-
trito. ¿ Quiere venir? ¿ Sí o no?
-¡Oh, sir Pitt! -dijo Rebecca, muy conmovida.
-Diga que sí, Becky -siguió diciendo sir Pitt-. Soy
un hombre anciano, pero de los que valen. Tengo vida para
veinte años. La haré feliz, ya lo verá. Podrá hacer lo que
guste, gastar lo que quiera y hacer las cosas todas ti su ma-
nera. Le señalaré una dOte. Ha1-é todo en debida fo17na.
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¡l""'Ureme! el anciano cayó de rodillas y !tI miró con ex- es experimentada por los personajes 111ás que por el
presión de sátiro. público, para el cual el efecto primario es el de la iro-
Rebecca retrocedió, convertida en un retrato vivo de la nía (véase, más abajo, la sección 39). La novela, sÍn
consternación. En el transcurso de esta historia no la hemos embargo, difiere de todas las formas de narración an-
visto nunca perder su serenidad; pero ahora la perdió y teriores en el hecho de que cuenta (o lo pretende) his-
derramó las más auténticas lágrimas que jamás cayeron de torias completanlente nuevas. Así pues, en una prime-
sus Ojos.
ra lectura la nlayoría de las novelas probablemente dan
-¡O/;, sir Pitt! -exdalltó-. ¡Ob, J"eüo¡; ya r:stoy ca- sorpresas, aunque algunas más que otras.
sada! Thackeray consiguió meter varias en la escena de
WILLIAM MAKEPEACE THACKERAY,
La feria de las vanidades que acabamos de reproducir.
La feria de las vanidades (1848). Becky Sharp, una institutriz huérfana y pobre, se lleva
Traducción de Amando Lázaro Ros. la sorpresa de que un baronet le ofrece matrimonio; sir
Pitt Crawley y el lector se llevan la sorpresa de descu-
brir que ya está casada. Thackeray saca aún más parti-
La Inayoría de las narraciones contienen un elelnento do a la situación. Como observó Kathleen Tillotson en
de sorpresa. Sí podemos prever todas las peripecias su ensay,? lVovels ofthe 1 84 os (Novelas de la década de
que cOlnponen un argumento, es improbable que el r840), este pasaj con el' que termina el capítulo XN
relato mantenga nuestra atención. Por eso las peripe- de la novela) era también el final de la cuarta entre-
cias han de ser inesperadas, pero también convincen- ga de la publicación original. Así, los primeros lectores
tes. La palabra «peripecia» significa, según el sentido se quedaron en suspenso durante algún tiempo (como
que le dio Aristóteles, vuelco, paso súbito de un estado los espectadores de un culebrón televisivo moderno)
de cosas a su contrario, a lnenudo combinado con el en cuanto a la identidad del marido de Becky. La ana-
«descubrimiento», por el que un personaje pasa de ig- logía que se les habría ocurrido a ellos habría sido con
norar algo a conocerlo. El ejemplo con el que Aristó- el final de un acto en una obra de teatro. La imagen del
teles lo ilustraba era aquella escena de Edípo rey en que viejo libertino arrodillado ante la hermosa y turbada
el mensajero que ha llegado para tranquilizar al prota- joven es inherentemente teatral, y la frase de Becky,
gonista en cuanto a sus orígenes le revela de hecho que «Oh, sir Pitt, oh señor, ya estoy casada», es perfecta
ha matado a su padre y se ha casado con su para que innlediatamente después caiga el telón, ga-
Cuando se pone en escena o se narra de nuevo una rantizando el murlnullo de expectación del público
1 • toria lnuy conocida, COfilO la de Edipo, la sorpresa
durante el entreacto.

121
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El capítulo siguiente aborda la cuestlon de con ,.,1 Crawley se encapricha tanto de Becky que cuando en-
quién se ha cas:?do Becky, pero no responde inmedia- ferma, insiste en que sea ella la que vaya a cuidarla a su
tamente. La hermanastra de sir Pitt, Miss Crawley, en- casa de Londres. Sir Pitt accede a regañadientes a de-
tra de improviso en la habitación y se encuentra a su jar ir a Becky porque no quiere poner en peligro las ex-
hermanastro arrodillado delante de Becky: la asom- pectativas de sus hijas, que esperan que Miss Crawley
brada entonces es ella, y más aún cuando se entera de las recuerde en su testamento; pero cuando su esposa
que la oferta de matrimonio ha sido rechazada. Sólo al muere (un acontecimiento ante el cual todos los per-
final del capítulo revela Thackeray que Becky está se- sonajes se muestran totalmente indiferentes), intenta
cretamente casada con el sobrino de Miss Crawley, el desesperadamente que Becky vuelva a Queen's Craw-
manirroto Rawdon Crawley, oficial de caballería. ley a cualquier precio, incluso, si hace falta, casándose
Un efecto como éste necesita una cuidadosa pre- con ella. Miss Crawley ya había adivinado ese peligro
paración. Como en un alarde pirotécnico, una mecha -por mucho que aprecie la compañía de Becky, no
de combustión lenta termina por provocar una rápida tiene ningunas ganas de acogerla en el seno de la fanü-
sucesión de espectaculares explosiones. El lector tiene lia-, animando tácitamente a su sobrino a que seduz-
que haber recibido suficiente información para que la ca a Becky, a fin de impedir que pueda convertirse en
revelación, cuando llega, resulte convincente, pero no la tercera Lady Crawley. Casándose con ella, Rawdon
tanta COlno para permitirle adivinar]o que va a ocurrir. por 10 menos se comporta de forma honorable, aun-
Thackeray se guarda parte de la infol:macÍón, pero que imprudente. Los demás personajes actúan total-
juega limpio. En esta parte de la novela hace abundan- mente por cálculo e interés propios, siendo para ellos
te uso de las cartas, para que su reticencia como narra- el amor y la muerte meros peones en sus intrigas para
dor, tan rara en él, parezca más natural. conseguir riqueza y estatus.
Habiendo fracasado en su intento de cazar al her- La ironía de Thackeray es implacable. Becky está
mano de su alniga Amelia como marido en una etapa «muy conrnovida»j sus lágrimas, por una vez, son sin-
anterior de la historia y encontrándose sin un céntimo, ceras; pero ,¿por qué? Se ha casado con el estúpido
Becky se había visto obligada a emplearse como insti- Rawdon porque supone que éste heredará la fortuna
tutriz de las dos hijas que sir Pitt tenía de su segunda de su tía y se encuentra con que ha perdido un premio
esposa, enferma. Becky se dedica en cuerpo y alma más cuantioso y tangible: ser la ésposa de un baronet
hacerse indispensable al tacaño y grosero viejo baronet y, si se cumplieran las leyes de la naturaleza, una viu-
en su lnansión calnpestre, Queen's Crawley, así como da rica al cabo de poco tiempo (la afirmación de sir
a la hermanastra solterona y rica del baranet. Miss Pitt: «Tengo vida para veinte años'>.> es excesivamente

T22 12 3

optÍlllísta, y sin duda la menos atractiva de las posibi- 16
lidades para Becky). La escena gana mucho por la ca-
racterización cómÍca de sir Pitt, de quien el narrador LOS CAMBIOS TEMPORALES
dice previamente: «En toda la aristocracia y en toda la
plebe de Inglaterra no había hombre lnás astuto, ava-
ro, egoísta, necio y de peor reputación>>-. Al mostrár-
noslo mirando a Becky de soslayo como un sátiro,
Thackeray da a entender -lo lnás claramente que el
pudor victoriano se lo permite- que sir Pin no deja
de sentir por Becky un interés crudamente sexual. El La indig;nación le estaba subiendo a la ca'ro a Mm'lÍca.
que ella llore por no poder casarse con selnejante -Era Mr. L/oyd pasándole por la espalda su lÍnico bra-
hombre es un comentario demoledor no sólo sobre zo -dijo-o Les vi. Lamento habéroslo dicho. Rose es la
ella; sino sobre toda la sociedad retratada en La feria única que me cree.
de las vanidades. Rose Stanley creía a Monica, pero porque le
indiferente. De todas las alumnas de Miss Brodie, era aque-
lla a la que menos emocionaban los enredos amorosos de su
profesora, o la vida sexual de quien fuese. Y siempre sería lo
mismo. Más tarde, cuando fue jamosfl por el sexo, su mag-
nífico atractivo residía en el hecho de que el sexo no le inspi-
raba la menor curiosidad y nunca reflexionaba sobre él.
Como Miss Brodie) tenía instinto.
-Rose es la única que me cree -dijo Nlonica Douglas.
Cuando visitó a Sandy en el convento a finales de los
años cim..:uenta, lv[onica dijo:
-Te aseguro que vi a Teddy Lloyd besar a Miss Brodie
en el aula de pintura, un día.
-Lo sé -dijo Sandy.
Lo sabía incluso antes de que Miss Brodie se lo hubiera
dicho una tarde después del final de la guerra, sentadas las
dos en el hotel Braid Hills comiendo bocadillos y bebiendo té)
12 4 12 5

'" ;
cosa que l\l1iss Brodie no podía bacel' en su casa por culpa del algo que ocurrió mucho más tarde en la cronología de
1'acionamiento. Ma1"Chita y u'aícionada, Miss Hrodie se en- la historia, pero que ya sabemos en tanto que lectores
volvía en su oscuro abrigo 'de piel de rata almizcle'ra, que del texto. Es éste un recurso muy usado en el cine: el
tanto le babía du.rado. Se había jubilado antes de tiempo. flashback. Más difícil es en una película producir el
efecto contrario, lo que podríamos llamar flashforward,
Dijo:
-Se me acabó lo mejor de la v i d a . ¡
-Fue una bonita época -dijo Sandy.
MGRIEL SPARK, The prime oflVIiss Jerm BT()die
I la visión anticipada de lo que va a ocurrir en el futuro,
y que la retórica clásica conoce como «prolepsis»_ Ello
es debido a que semejante informaclón lmplica la exis-
(MíssJean Brodie en la flor de la vida) (I961 ). tencia de un narrador que conoce toda la historia y las
películas no suelen tener narradores. Es significativo
que en este aspecto la película The prime oi Miss Jean
La manera más sencilla de contar una historia, como Brodie fuera mucho menos conlpleja e innovadora que
sabían los bardos antiguos -al igual que los padres de la novela en la que está basada. La película contaba la
hoya la hora de acostar a sus hijos- es empezar por el historia en puro y simple orden cronológico, mientras
comienzo y continuar hasta el final, o hasta que los que uno de los rasgos más notables' de la novela es su
oyentes se queden dormidos. Pero incluso en la Anti- fluido manejo del tiempo: la narración se mueve con
güedad, los narradores percibieron los interesantes rapidez, saltando atrás y adelante dentro del marco
efectos que pueden conseguírse desviándose del orden temporal de la acción.
cronológico. La epopeya clásica empezaba in medias Las protagonistas de la novela son Jean Brodie, una
res, en medio de la historia. Por ejemplo, la narración excéntrica y carismática profesora en una escuela para
de la .odisea empieza en mitad de la azarosa travesía del chicas en Edimburgo en el periodo de entreguerras, y
héroe, de regreso a su casa tras la guerra de Troya, re- un grupo de alumnas fascinadas por ella, grupo que in-
trocede para contar sus aventuras anteriores y reanuda cluye a Monica, que era famosa por su facilidad para las
luego la historia hasta su conclusión, en Ítaca. matemáticas, a Rose, famosa por su actividad sexual, y
Gracias a los cambios temporales, la narración evi- a Sandy Stranger, famosa por su pronunciación de las
ta presentar la vida como una simple sucesión de acon- vocales y «simplemente notable por sus ojos, tan pe-
tecimientos uno detrás de otro y nos permite estable- queños que casi no existían». A esos ojos, sin embargo,
cer relaciones de causalidad e ironía entre sucesos muy nada se les escapa, y Sandy suministra el principal pun-
separados en el tiempo. Un retroceso temporal en la to de vista de la novela. La novela elnpieza cuando las
narración puede cambiar nuestra interpretación de chicas están en último curso, retrocede a la época en

I27
126
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que acababan de ingresar en la escuela -fue entonces que Sandy descubrió que era cierto que Miss Brodie
cuando la influtncia de Miss Brodie sobre ellas alcanzó había sido besada por Mr. Lloyd en el aula de dibujo.
su punto álgido-, y da frecuentes saltos adelante para Lo descubrió, nos enterarnos mucho nús tarde en el
atisbar su vida de adultas, en la que el recuerdo burlón Ubro, en el último curso. La ocasión es una conversa-
de su extraordinaria profesora aún les persigue. ción en la que Miss Brodie declara que Rose será la
En el colegio las chicas especulan obsesivanlente amante de Mr. Lloyd en su lugar, porque ella se ha
sobre la vida sexual de Miss Brodie y en particular so- dedicado a sus alumnas. Sandy decide que hay algo pe-
bre sí está saliendo con Mr. Lloyd, el guapo profesor Jigroso tanto como estimulante en el desenfrenado ego-
de dibujo que «perdió el contenido» de una de sus centriSI110 de su profesora. «Se toma por la Providencia
mangas en la gran guerra. Monica asegura haberles -pensó Sandy-, se cree el Dios de Calvino, capaz de
visto abrazándose en el aula de dibujo y la ofende que . ver el comienzo y el final». Claro está que los novelistas
sólo Rose la crea. Lo que dice a Sandy años nlás tarde también ven el cOInienzo y el final de sus historias, pero
revela que esa incredulidad aún le duele. Sandy, que hay una diferencia, nos da a entender lVluriel Spark, en-
entre tanto se ha hecho monja de clausura, reconoce tre las ficciónes útiles y los peligrosos autoengaíios; y
que Monica tenía razón. Lo sabía, dice el narrador, in- quizá talnbién entre el Dios católico que otorga el libre
cluso antes de que Miss Brodie se lo dijera un día, poco albedrío y el calvinista, que lo inlpide. En ou'O 1110lnen-
después del final de la guerra. to de la novela, leelnos uná elocuente definición de la
En este breve pasaje el lector es arrastrado hacia doctrina calvinista de la predestinación com.O creencia
adelante y hacia atrás con vertíginosa rapidez entre un de que «Dios había planeado prácticarnente para todo
gran número de distintos puntos en el tiempo. Tene- el mundo antes de que nacieran una desagradable sor-
mos el tiempo de la narración principal, probablenlen- presa cuando muriesen».
te a finales de la década de I920, cuando las colegialas Sandy modifica la predicción de Miss Brodie y de
están cOlnentando la vida amorosa de Miss Brodie. ese modo desafía su pretensión de controlar los desti-
Otro tiempo: cuando las chicas están en el últirno cur- nos de los demás, convirtiéndose ella misnla en la
so, ya en los años treinta, la época en la que Rose se amante de Mr. Lloyd. Más adelante denuncia a Miss
hizo famosa por su vida sexual. Está la época en que Brodie a las autoridades escolares por haber enviado a
Monica visita a Sandy en el convento, a finales de los otra aluIl1na a la España fascista, aventura saldada con
años cincuenta. Otro momento: a finales de los' cua- un fatal desenlace. Por eso se califica a l\1iss Brodie de
renta, cuando Sandy tomó el té con lVliss Brodie, jubi- «traicionada» en este extracto, y Sandy nunca parece
lada a la fuerza. Y está el monlento no especificado en liberarse de la culpa por ese motivo, a pesar de su vo-

128 I29

l
cación religiosa. Se califica a Miss Brodie de «marchi- : . crito por Sarah, en el que ésta narra su relación con
ta>->- porque se está muriendo de cáncer, de modo que .1, Bendrix desde su propio punto de vista, revelando el
se trata de una escena triste. Pero está situada a medio motivo, totalmente insospechado por él, que la llevó a
camino escaso de la novela y su pathos queda con- romper, y una conversión religiosa igualmente insos-
trarrestado por muchas escenas aún por venir que nos pechada. Esos avatares son tanto más plausibles y dra-
mostrarán a Miss Brodie en la flor de la vida. máticos por estar narrados fuera de su lugar cronoló-
gico correspondiente.
La combinación que hallamos en .Ml1rie1 Spark de
Los cambios temporales son un recurso muy común frecuentes cambios temporales y narración en tercera
en la ficción moderna, pero habitualmente son «natu- persona autoríal es una típica estrategia posmoderna,
ralizados» como resultado de una operación de la me- destinada a llamar nuestra atención sobre la artificiosi-
moria; ya sea en la representación del flujo de con- dad de la construcción del texto y a itnpedir que nos
ciencia de un personaje (el monólogo interior de entreguemos sin más' al desarrollo cronológico de la
Molly BlOOIn oscila constantemente entre distintas fa- historia o al análisis psicológico del personaje pro-
ses de su vida, como la aguja de un tocadiscos que pa- tagonista. Matadero cinco (1969) de Kurt Vonnegut es
tinara atrás y adelante entre los surcos de un disco de otro ejemplo notable de lo mismo. El autor nos dice al
baquc1ita) o, de lnodo más solemne, a modo de unas principio que la historia de su protagonista, Billy Pil-
memorias o reminiscencias de un personaje-narrador grim, es una ficción basada en su propia experiencia
(por ejemplo Dowell en El buen soldado de Ford). El fi- real cuando, siendo prisionero de guerra en Dresden,
nal de la aventura (1951), de Graham Greene, es un esta ciudad fue destruida por un bombardeo aliado en
ejercicio de virttlOsisrno de este último tipo. El narra- 1945, uno de los más espantosos de la Segunda Guerra
dor es un escritor profesional, Bendrix, que al comien- Mundial. La historia propiamente dicha empieza así:
zo de la narración conoce a Henry, el marido de Sarah, «Oíd: Bílly Pilgrim ha volado fuera del tiempo», y se
con quien Bendrix tuvo una relación amorosa años mueve frecuente y abruptamente entre varios episo-
atrás, que Sarah fOlnpió abruptamente. Creyendo que dios de la vida civil de Billy -optometrista de profe-
ella había encontrado otro amante, Bendrix no ha su- sión, de marido y padre, en el Medio Oeste
perado la amargura y los celos, y al confiarle Henry ?us norteamerÍcano- y episodios de su vida en la guerra
propias sospechas sobre la infidelidad de Sarah, con- que culminan en el horror de Dresden. Eso es algo
trata perversamente a un detective para descubrir su más que una sünple operación de memoria. Billy está
secreto. Lo que el detective descubre es un diario es- <<viajando en el tiempo». Con otros veteranos trauma-

D 13 1
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tizados COlno él intenta huir de las intolerables realida- Martin Amis (con el debido reconocimiento de su
des de la historia moderna a través del mito, imagina- ...! deuda respecto a Vonnegut) desarrolló recientenlente
do por la ciencia ficción, del viaje sin esfuerzo por el esta idea en un libro entero, af70W (La flecha del
tiempo y por el espacio intergaláctico (que se mide en tienlpo), que relata la vida de un criminal de guerra
<:<años-luz»). Asegura haber estado secuestrado duran- nazi hacia atrás, desde el momento de su muerte al de
te algún tiempo en el planeta Tralfamadore, habitado su nacinlÍento, con un efecto que es cÓlnicamente gro-
por pequeños seres que parecen desatascadores con un tesco al principio, y luego progresivalnente perturba-
ojo arriba. Esos pasajes son a la vez cómicos, en tanto do y perturbador a medida que la historia se acerca a
que parodias de ciencia ficción, y filosóficamente se- los horrores del Holocausto. Se la puede interpretar
rios. Para los tralfamadorios, todos los tiempos están como una especie de purgatorio en el que el alma del
presentes simultáneamente y uno puede elegir dónde protagonista es obligada a revivir su espantoso pasado
quiere situarse. Es el mOvimiento inexorable, unidi- y como un mito de anulación de la ma1dad) algo cuya
reccional, del tiempo lo que hace la vida trágica en imposibilidad resulta dolorosamente evidente. La n1a-
nuestra perspectiva hmnuna, a menos que uno crea en yoría de los ejemplos de experimentos radicales con la
una eternidad en la que el tiempo es redimido y sus cronología narrativa que le vienen a uno a la l11ente pa-
efectos resultan reversibles.lVlatadero cinco es una me- recen referirse a delitos, crÍnlenes y pecados.
ditación angustiada y que incita a la reflexión sobre
esos temas, poscristiana tanto como.posmoderna. Una
de sus imágenes más llamativas y enlocíonantes es la
de una película de guerra que Billy Pilgrim ve al revés:

Avíones americanos llenos de agujeros, de hombres heridos


y de cadáveres, despegaban de espaldas en un aeródromo de
Inglaterra. Al sobrevolar Francia se encontraban con avio-
nes alemanes de combate que volaban hacia atrás, aspirando
balas y trozos de metralla de algunos aviones y dotaciones.
Lo mismo se repitió con algunos aviones americanos des-
trozados en tierra) que alzaron el vuelo hacia atrás y se unie-
ron a la formación. •
('1raducción de Margarita Garda de Miró.)

13 2 133

.'11,'
f
I7 pricho ni por crueldad, sino por el mejor de los motivl
consecuencia no pienso pedirle ningún tipo de
EL LECTOR EN EL TEXTO ello cuando regrese:
-Lo he hecho para escarmentar a la viciosa costumb1·e,
que con ella comparten miles de personas en las que subrep-
ticiamente se ha introducido y asentado -de leer de un ti-
rón, 'en busca de aventuras más que de la erudi-
ción y del conocimiento que un libro de este tipo•.,i se lee como
es debido, les proporcionaría infaliblemente.
-¿ Cómo ha podido usted, señora, estar tan distraída du- LAURENCE STERNE, La vida y las opiniones

'rtmte la lectura del último capítulo? Le he dicho ti usted en del caballero Tristram Shandy (I759-67).
él que mi madre no era papista. Traducción de Javier Marías.
-¡Papista! Ufted no me ha dicho tal cosa, señor.
-Señora, le ruego que me permita a repetírselo
una vez más: se lo he dicho por lo menos con tanta claridad Toda novela debe tener un narrador, por más imperso-
como las por inferencia directa, se lo podían decir a nal que sea, pero no necesariamente un narratario. Se
usted. llama narratario a cualquier alusión al lector de la no-
-En ese caso, sdior, debo de haberme saltado una pá- vela dentro del mismo texto o a cualquier sustituto de
gma. él. Eso puede ser algo tan esporádico como el cono-
-:;."lo, sdíora, no se ha saltado usted ni una palabra. cido apóstrofe que hallamos en la novela victoriana:
-Entonces es que me he quedado dormida, señor. «Querido lector», o tan elaborado como el marco for-
-Mi orgullo, señora, no puede consentirle este recurso. jado por Kipling para narrar la historia de <<Mrs. Bat-
-Pues le aseguro que no sé nada en absoluto acerca de hurst» que analizamos más arriba (sección 7), en el
esa cuestión. que el yo narrador es también el narratario de una his-
es un fallo, que le achaco enteramente a toria contada por otros tres personajes, los cuales a su
usted: es justamente lo que le reprocho; y, en castigo, insisto vez están constantemente intercambiando los papeles
en que retroceda inmediatamente -es dedr, en cuanto 1/8- de narratarío y narrador. ltalo Calvino empieza su no-
gue usted al próximo punto y aparte- y vuelva a le el' de vela Si una noche de invierno un viaje'ro exhortando al
cabo ti rabo el capítulo anterior. lector a que se ponga receptivo: <-<Relájese. Concéntre-
No le he impuesto esta penitencia ti la sáio1'a ni pOT Ctl- se. Aleje cualquier otro pensamiento. Deje que se dilu-

I34 I35

,1
ya el mundo que le rodea. Es mejor que cierre la puer- él por error, y declara: «Si no fuera necesario, para ser
ta; siempre hay un televisor encendido en el cuarto de bautizado, haber nacido, ahora mismo se 10 contaría al
al lado». Pero un narratario, sea cual sea, es siempre lector».
un recurso retórico, un modo de controlar y de com- Ésa es la frase (lo revela después del pasaje que he-
plicar las reacciones del lector real que permanece fue- mOS reproducido) que tendría que haber dado a la se-
ra del texto. ñora lectora la pista sobre cuál era la fe religiosa de su
Laurence Sterne, apenas escondido bajo la másca- madre, puesto que «si lni madre, señora, hubiera sido
ra ne Tristram Shandy, se entrega a todo tipo de juegos papista, no cabría ese razonalniento,». La razón es que,
con la relación narrador-narratario. Como un actor según un documento que Tristram reproduce (sin tra-
de comedía musical que coloca en el público, mezcla- ducirlo del francés) en su texto, algunos eruditos teó-
dos con los espectadores, a hombres de paja, e íntegra logos de la Sorbona habían aprobado hacía poco la
sus fingidos gritos de protesta en su propia actuación, idea de bautizar condicionalmente, in utero, a niños no
Sterne personifica a veces a su lector en forma de una l1aéidos a los que un parto dífícil ponía en peligro de
señora o un caballero a los que interroga, critica, hala- muerte, introduciendo el agua hendí ta nlediante una
ga o de quien se mofa, para diversión e instrucción de jeringa. Así pues, en un país «papista» (católico) es po-
todos nosotros. sible ser bautizado antes de nacer.
Tristra'fll Sbandy es una novela sumamente idiosin- .Burlarse de los católicos (él era un párroco anglica-
crásica cuyo narrador epónimo decide contar su vida no) y hacer chistes relacionados con la entrepierna son
desde el lnomento de su concepción hasta la edad dos características del estilo de Sterne que a veces se le
adulta, pero no consigue llegar más allá de su quinto han echado en cara, pero habría que ser un lector lnuy
año de existencia porque el íntento de describir y ex- severo para no dejarse desarmar por el ingenio y la ele-
plicar hasta la más pequeña anécdota fiel y exhaustiva- gancia de sus dimes y diretes con la «señora» (cuya vi-
mente le conduce a infinitas digresiones. Cada cosa veza es acrecentada por el nlodo libre y particular con
está relacionada con otras que ocurrieron antes o des- el que Sterne usa la puntuación) y sus apartes con el
pués o en otro lugar. Anínlosamente, pero sin resulta- «lector». Pues la verdadera función de esta digresión
do, Tristram lucha por ceñirse al orden cronológico. es la de definir y defender su propio arte. Se ordena a
En el capítulo XIX, todavía empantanado sin remedio la señora que relea el capítulo anterior «para escar-
en su historia prenatal, alude al irónico destino 'de su mentar a la viciosa costumbre, que con ella conlparten
padre, que aborrecía el nombre «Tristram» más que miles de personas en las que subrepticiamente se ha
cualquier otro, pero llegó a ver a su hijo bautizado con introducido y asentado, de leer de un tirón, en busca

13 6 I37
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;
de aventuras 111ás que de la profunda erudición y del - Cierren la puerta -
conocimiento que un libro de este tipo, si se lee como
es debido, les proporcionaría infaliblemente». confiando) asrutamente, en que preferiremos que-
No es de extrañar que Trístram Shandy haya sido darnos en la habitación con éL
uno de los libros favoritos de los novelistas experimen- En el pasaje citado, uno de entre nosotros, la «se-
tales y de los teóricos de la novela en nuestro siglo. ñora», recibe la orden de retroceder «en cuanto llegue
Como indiqué en la sección precedente, los novelistas usted al próximo punto y aparte» (un evidente recor-
modernistas y posmodernist3s han intentado también da.torio, característico del autor, de la naruraleza del
«destetar» a los lectores del sencillo placer de leer una proceso de lectura). El autor hace, aSÍ, que quienes nos
historia rompiendo recomponiendo las cadenas de quedamos con él nos sintamos privilegiados por la
temporalidad y causalidad que eran la base de las his- confianza con que nos honra, y tácitamente invitados a
torias tradicionales. Sterne se anticipó a Joyce y a Vir- distanciarnos del lector insensible y de «la viciosa cos-
ginia Woolf al dejar que la dirección de su relato si- rumbre, que con ella comparten miles de personas»-,
guiera el vagabundeo de la mente humana. Y una de de leer una novela sólo por la historia que cuenta.
las consignas de la poética modernista es la «forma es- Siendo, en ese nlomento, tan incapaces como ella de
pacia1>->, que significa conferir unidad a una obra litera- entender la referencia .al catolicismo, no podemos
ria lnediante una red de motivos relaciqnados entre sí oponer gran resistencia a la defensa que el autor hace
que sólo pueden ser percibidos mediante la relectura de su propio método.
del texto, tal COlno recOlnendaha Tristram.
El diálogo de éste con sus lectores espacialíza la
naturaleza temporal de la experiencia lectora de una
manera todavía más radical. La novela es presentada
COlno una habitación en la que nosotros, como lecto-
res, estamos encerrados con el narrador. Antes de dar
los detalles íntimos de su concepción, por ejemplo,
Shandy declara que «esto lo escribo sólo para los cu-
riosos e inquisitivos», e invita a aquellos lectores que
no deseen leer las descripciones en cuestión a saltárse-
las, diciéndoles:

I3 8 139

I

I8 Peatones que entrechocan sus paraguas, en una infec-


ción general de mal humor, que se resbalan en las esquinas,
EL TIEMPO donde decenas de miles de otros peatones llevan resbalando y
cayéndose desde que amanecíó (si cupiera decír que ha ama-
necido) y añaden nuevos sedimentos a las costras superpues-
tas de barro, que en esos puntos se pega tenazmente al pavi-
mento y se acumula a interés compuesto.
CHARLES Casa desolada (I853)'
Traducción de Fernando Santos Fontenla.
Aquel día en Hartfield el atardecer fue muy largo y muy
triste. Y el tiempo contribuir a hacer más sombrías
aquellas horas. Se desató una borrasca de lluvia fría, y julio Aparte de alguna que otra tempestad en el mar, los fe-
sólo era patente en los árboles y arbustos, que el viento iba nómenos meteorológicos recibieron muy poca aten-
des'1'ludando, y en la de la luz, que prolongaba aún ción literaria hasta finales del siglo XVIII. Los novelis-
pO'!' más tiempo aquel melancólico eJpectáculo. tas del siglo XIX, en canlbio, .parecen estar hablando
JANE AUSTEN, Emma (18I6). siempre del tiempo. El cambio se debe en parte a la
Traducción de Carlos Pujol. mayor apreciación de la naturaleza que engendraron la
poesía y la pintura rOlnánticas, yen parte al creciente
Londres. Hace poco que ha terminado la temporada de San interés de la literatura por el individuo y sus senti-
Miguel, y el Lord Canciller en su sala de Inn. Un mientos, que influyen en -y son influidos por- su
tiempo implacable de noviembre. Tanto barro en las calles percepción del mundo exterior. Como dijo Coleridge
como sí las aguas acabaran de retirarse de la faz de la en su oda al «Abatilniento»:
Tierra y no fuera nada extraño encontrarse con un megalo-
saurio de unos 40 pies chapaleando como un lagarto gigan- ¡Oh, señora! No recibimos sino lo que damos
tesco Colina de Holbom. arriba. y sólo en nuestra vida vive la Naturaleza.
Humo que baja de los somb'reretes de las chimeneas
creando una llovizna negra y blanda de copos de hollfn del ta- Todos sabemos que el tienlpo afecta a nuestro estado
mafío de verdaderos copos de nieve, que cabría imaginar de de ánim.o. El novelista tiene el privilegio de poder
luto por la muerte del sal. Perros invisibles en el fango. Ca- ventar en cada nlomento el tienlpo más apropiado al
ballos, poco menos que enfangados hasta las anterljeras. estado de ánimo que quiere evocar.

14 1
140

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Los fenómenos meteorológicos se usan pues a me- vida social de los personajes, más que un síntoma me-
nudo para provocar el efecto que John Ruskin llamó tafórico de sus vidas interiores. La nieve en los capítu-
<<la falacia patética», la proyección de emociones hu- los 15 Y 16 de Emma es representativa a este respecto.
manas sobre el mundo natural. -«Todos los sentimien- Se menciona por primera vez en medio de la ceria
tos violentos ... falsean nuestras impresiones de las co- ofrecida por Mr. Weston poco antes de Navidad,
sas externas; esta falsedad yo la definiría en términos cuando Mr. J ohn Knightley, que por cierto no tenía
generales como falacia patética», escribió. Como se ningunas ganas de asistir a ella, aparece en el salón y
deduce del nombre que le dio, Ruskin consideraba que anuncia con una alegría malévola mal disimulada que
era algo malo, una síntonla de la decadencia del arte y está «cayendo una gran nevada con fuerte viento», lo
la literatura modernos (por oposición a clásicos), y cual aterroriza al enfennizo padre de Emma, Mr. Wood-
ciertamente es, muchas veces, pretexto para una escri- house. Sigue una discusión en la que cada uno tiene
tura rimbombante y autocomplaciente. Pero si se usa algo que decir, algo que en general no viene al caso,
con inteligencia y discreción es un recurso retórico ca- pero revela el carácter o intenciones del que habla,
paz de conmover y de producir poderosos efectos sin hasta que Mr. George Knightley regresa tras una inda-
los cuales la narrativa sería mucho más pobre. gación meteorológica personal y ofrece un informe
Jane Austen, como escritora clásica que era, des- tan razonable y tranquilizador como cabría esperar de
confiaba de la imaginación rOluántíca, y la satirizó en él. Él y Emma, convencidos de que de todos modos
el personaje de Marianne en Sentido y sensibilidad. «No Mr. Woodhouse va a estar nervioso durante el resto de
todo el mundo comparte tu pasión por las hojas se- la velada, deciden pedir los carruajes. Mr. Elton apro-
cas», comenta secamente su hermana Elinor tras la vecha la confusión para meterse él solo en el carruaje
rapsodia otoñal a la que se entrega Marianne: de Emma y hacerle una declaración de amor que ella
no se esperaba y que le resulta particularmente emba-
j Con qué sensación de éxtasis las he visto caer en otro tiem- razosa, pues ella estaba convencida de que él le estaba
po! ¡Cómo he disfrutado, en mís paseos, viendo cómo el haciendo la' corte a su protegida, Harriet. Por suerte)
viento las empujaba, como una lluvia, contra mí! ¡Qué sen- el mal tiempo, que continúa en los días siguientes, le
timientos han inspirado, ellas, el aire, la estación, todo! proporciona una excelente coartada para no ver a nin-
(Traducción de Luis Magrinya Bosch.) guno de los dos;

El tienlpo en las novelas deJane Austen suele ser algo Así pues, el tiempo le era francamente favorable .... Como la
que tiene importantes consecuencias prácticas en la nieve lo cubría todo y]a atmósfera se hallaba en este estado

14 2 143
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inestable entre la helada y el deshielo, que es el que menos ga a casa de Emlna para hacerle proposiciones de l11a-
invita a estar al aire libre, y como cada mañana empezaba trimonio.
con lluvia o nieve y al atardecer volvía a helar, durante mu-
chos días Ernrna tuvo el mejor pretexto para considerarse
como pnSlOnera en su casa.
lVIíentras que]ane Austen, cuando introduce la falacia
(Traducción de Carlos Pujo!')
patética, lo hace colándola de rondón, de tal modo que
apenas nos fijamos en ella, Dickens relnacha el clavo en
Los fenómenos tneteorológicos se describen porque el fa1110SO prinler párrafo de Casa desolada. « Un tiempo
S011 relevantes para la historia, pero la descripción que implacable de noviembre». La personificación del tiem-
de ellos se da es totalmente literal. po -lo que hacemos cuando 10 calificamos de «impla-
Incluso J ane Austen, sin embargo, hace un discre- cable>>-- es muy común en el lenguaje coloquial, pero
to uso de la falacia patética, muy de vez en cuando. aquí concretamente, al mezclarse con alusiones al Anti-
Cuando Emma está de capa caída, cuando ha descu- guo Testamento, da a entender que es una manifestación
bierto la verdad sobre Jane Faírfax, con todas las em- de ira divina. «Como si las aguas acabaran de retirarse de
barazosas implicaciones que esta verdad conlleva en la faz de la Tierra» evoca tanto la descripción de la Crea-
cuanto a su propia conducta, cuando se da cuenta de- ción en el Génesis como la del Diluvio. Esas alusiones
luasiado tarde de que está enamorada de Mr. Knígh- bíblicas alternan, cosa tipicamente victoriana, con tIDa
tley pero tiene motivos para creer que éste va a casar- cosmología más moderna, posdarwiniana, presente en
se con Harriet, en ese día, el peor de su vida, «el las referencias al megalosauro y a la descomposición del
tiempo pareció contribuir a hacer más sombrías aque- sistema solar por efecto de la entropía. El efecto global
llas horas». Ruskin señalaría que el tiempo es incapaz es un prodigio de inquietante desfamiliarización.
de estas u otras intenciones. Pero la tormenta de vera- En un primer nivel estamos ante un retrato realista
no es una analogía muy precisa para mostrar los senti- de las calles del Londres decunonónico bajo la lluvia, un
mientos de la protagonista respecto a su futuro, pues montaje de detalles típicos de .la ciudad y la estación,
su posición, prominente y arraigada, en la pequeña y descritos simple y literahnente: «humo que baja de los
cerrada sociedad de Highbury hará que la «cruel es- sombreretes de las chimeneas ... perros invisibles en el
tampa>>- de la boda entre Harriet y Knightley sea «visi- barro ... caballos enfangados hasta las anteojeras ... pea-
ble durante lnás tiempo». Siendo inlpropio de l'a es- tones que entrechocan sus paraguas ... ». Pero la ima-
tación, no obstante, el portento dura poco: al día ginación metafórica de Dickens transfornla esa escena
siguiente, el sol vuelve a salir y George K.nightley lle- muy conlún en una visión apocalíptica de la orgullosa

144 145
,JII:
-"Ut 11:

;
capital del Imperio Británico regresando al pantano pri-
mitivo, o una premonición de la extinción final de la vida
19
sobre la Tierra. El doble salto mortal metafórico -de
LAS REPETICIONES
copo de hollín a copo de nieve enlutado y de éste a la
muerte del 801- es francamente pasmoso.
Es una escena de un tipo que encontramos mucho
más tarde en ciencia ficción (la visión del mega10sauro
chapoteando colina de Holborn arriba presagia 3 King
Kong escalando el Empire State, y la «llluerte del 501>->-,
el escalofriante final de La máquina del tiempo de H. G. En otoño la guerra continuaba pero nosotros ya no íbamos al
vVells) y en los profetas apocalípticos posmodemos frente. En Milán el otoño era fifo y anochecía temprano. En
como Martin Amis. Muestra, para denunciarla, la ima- seguida se iban encendiendo luces y era estupendo vagar por
gen de una sociedad que se ha desnaturalizado a sí mis- las calles mirando escaparates. En el portal de las tiendas
ma mediante la codicia y la corrupción, y que Dickens colgaba mucha caza y la nieve salpicaba la piel de los zorros
está a punto de examinar en el complejo argmnento de
y el viento jugaba con sus colas. El ciervo pendía, tieso, fuer-
su novela, en torno a una finca que varias personas se dis-
te y vacío y los pájaros bailaban en el aire y el viento alboro-
putan. Ingeniosamente, el fango se acumula «a interés
taba sus plumas. Hacía un otoño frío y el viento soplaba des-
compuesto» aquí en la City de Londres, recordándonos de las montañas.
la condena bíblica del dinero en tanto que vil metal. El
Cada tarde íbamos todos al hospital y había varios ca-
Lord Canciller descrito en las primeras frases (neutras
minos, cruzando a pie la dudad entre las primeras sombras,
como titulares del telediario), presidiendo el tribunal de
hasta él. Dos bordeaban un canal pero eran largos. Aunque,
la Cancillería, parece también presidir el tiempo, y la por supuesto, para llegar al hospital siempre era necesario
ecuación se cierra algunos párrafos más tarde:
cruzar un puente sobre un canal. Se podía escoger entre tres
puentes. En uno de ellos una mujer vendía castañas asadas.
Jamás podrá haber una niebla demasiado densa, jamás podrá
haber 1m barro y un cieno tan espesos, como para concordar
De pie, ante su hornillo de carbón, se estaba calentito y lue-
con la condición titUbeante y dubitativa que ostenta hoy dia go las castañas en el bolsillo guardaban el calor por un buen
este Alto TI-ihunal de Cancillería, el más pestilente de los peca- rato. El hospital muy antiguo y bonito. Había que atra-
dores empelucados que jamás hayan visto el Cielo y la Tierra. vesar una velja de entrada, un patio y otra ve'lja en el lado
('Iraducción de Fernando -Santos Fontela.) opuesto, y en el patio casi siempre se tropezaba con un en-
tie1"ro a punto de marcha. Más allá del hospital viejo estaban
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147
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lo.I nuevos pabellones de ladrillo donde cada tarde nos reu- una redacción escolar, y con razón. El modelo tradi-
níamos. educados todos, muy interesados por cuanto cional de una buena prosa literaria requiere «variación
octt17Úl, ocupábamos los aparatos que tanto iban a ca'lJl.biar elegante»: si hay que referirse a algo más de una vez,
las cosas. hay que intentar encontrar maneras alternativas de
ERNEST HEMINGWAY, <:<:En otro país» (19 2 7). describirlo; y hay que imprimir el miSlno tipo de va-
Traducción de Carlos Pujo]. riedad a la sintaxis. (El extracto de Henry James que
comentábalnos en la sección sexta está lleno de ejem-
plos de ambos tipos de variación.)
Si tiene usted tiempo y ganas, coja un bolígrafo o un Henüngway, no obstante, rechazaba la retórica
rotulador de algún color vivo y trace un círculo en tor- tradicional, por razones en parte literarias y en parte
no a las palabras que aparecen más de una vez en este filosóficas. Pensaba que un «estilo bello» falsifica la
prüner párrafo del relato de Hemíngway, usando un experiencia y luchaba por «registrar lo que realmente
color distinto para cada palabra, y luego únalas. Des- ocurrió en la acción, 10 que realmente eran las cosas
cubrirá un conlplejo entramado de cadenas verbales que produjeron la emoción que uno experimentórr
que unen palabras de dos tipos: las que tienen un sen- usando un lenguaje simple, denotativo, podado de
tido referencial, conlO otoño, frío, violento, que llama- cualquier adorno estilístico.
nlOS palabras léxicas, artículos, preposiciones y con- Parece fácil, pero desde luego no lo es. Las palabras
junciones conlO el, la, de, en, y, que llamamos palabras son simples pero su orden no tiene nada de sencillo.
gramaticales. Hay muchas maneras posibles de ordenar las palabras
Es casi hnposible escribir en inglés sin repetir los de la prÍlnera frase, pero la elegida por Hemingway di-
térnlÍnos gramaticales, de modo que normalmente ni vide la frase «ir a la guerra» en dos, lo que implica una
siquiera nos fijamos en ellos, pero no puede dejar de tensión -inexplicada todavía, en ese momento- en el
llamarnos la atención el extraordinario nÚll1ero de y en personaje del narrador, una mezcla de alivio e ironía.
este breve párrafo. Es un síntoma de su sintaxis su- Como pronto sabremos, él y sus compañeros son solda-
lnamente repetitiva, que enhebra oraciones sin subor- dos heridos m..ientras luchaban en el bando italiano en la
dinarlas entre sí. La repetición de palabras léxicas se Primera Guerra Mundial, ahora convalecientes, pero
distribuye con menos regularidad: se acumulan al co- conscientes de que la guerra que estuvo a punto de n1a-
mienzo y al final del párrafo. tarles puede haber hecho que sus vidas no valgan la
La repetición léxica y gramatical a tan gran escala pena en cualquier caso. El tema es el trauma, y cónlO los
probablemente lnerecería un suspenso si se tratase de hombres lo superan, o no consiguen superarlo. La pala-

148 I49

1

f
bra no dicha que constituye la clave de todas las palabras La repetición de palabras y de ritmos, como en un
repetidas en el texto es «muerte». conjuro 1 prosigue en el segundo párrafo. Habría sido
La palabra norteamerícana para «otoño>->, fall (que fácil encontrar alternativas elegantes para «hospital» o
también significa 'caída'), evoca la muerte de la vege- simplemente haber usado ocasionalmente el pronom-
tación así como el eufemismo convencional aplicado a bre él; pero el hospital es el centro de las vidas de los
quienes mueren en el campo de batalla, «los caídos». soldados, su lugar de peregrinación cotidiana, el depó-
Su yuxtaposición con «frío>->- y «oscuridad>-> en la se- sito de sus esperanzas y temores, y la repetición de la
gunda frase intensifica esas asociaciones de ideas. Las palabra es, pues, expresiva. Es posible variar la ruta por
tiendas alegremente iluminadas parecen ofrecer cierta la que se alcanza el hospital, pero el término es siem-
distracción (un efecto reforzado por el hecho de que pre el mismo. Se puede elegir entre tres puentes, pero
en esta frase no hay repetición léxica) pero la atención siempre hay que cruzar un canal (vaga evocación de la
del narrador se fija rápidamente en los animales muer- laguna Estigia, quizá). El narrador prefiere el puente
tos que cuelgan junto a la puerta de las tiendas, nuevos en el que puede comprar castañas asadas, que guardan
emblemas de la muerte. La descripción de la nieve que el calor en el bolsillo, como una promesa de vida, si
salpica la piel de 108 zorros y el viento que alborota las bien Hemingway no usa este sólo lo da a enten-
plumas de los pájaros es literal y exacta, pero subraya der, del mismo modo que en el primer párrafo consi-
aún más la asociación de «otoño, frío, Qscuridad vien-
t gue que la descripción del otoño sea tan poderosa
to, soplar» con la muerte. Tres de las palabras repeti- emocionalmente como cualquier ejemplo de la falacia
das se jtmtan por primera vez en la última frase con un patética (véase la sección anterior) sin usar una sola
efecto poético de cierre: «Hacía un otoño frío y el metáfora. La frontera entre la simplicidad intensa y la
viento soplaba desde las montañas». Las montañas son monotonía amanerada es muy fina, y Hemingway no
el lugar donde la guerra continúa. El viento, tan a me- siempre consiguió no cruzarla, pero en sus primeras
nudo sÍlnbolo de vida y espíritu en la literatura religio- . obras forjó un estilo totalmente original para su época.
sa y romántica, se asocia aquí con la ausencia de vida.
Dios está muy muerto en estos primeros cuentos de
Hemi ngway. Los traumas del combate han enseñado Ni que decir se tiene que la repetición no está necesa-
al protagonista a desconfiar de la lnetafísica tanto riamente ligada a una visión sOInbríamente positivista
como de la retórica. Sólo se fía de sus sentidos y vive la y antimetafísica de la vida como la que encontramos
experiencia en términos rígidamente polarizados: frío- en Hemingway. Es también un rasgo característico de
calor, luz-oscuridad, vida-muerte. la escritura religiosa y nlÍstica, y es usada por. novelis-

IS° 15 1

d'
tas cuya obra va en esa dirección, como por ejemplo y por supuesto la repetición puede ser divertida, como
D. H. Lawrence. El lenguaje del primer capítulo de El en este pasaje de Dinero de Martin Amis:
arco iris, que evoca el vie"jo nlundo, ya desvanecido, de
la vida en el campo, se hace eco de la repetición verbal Lo intrigante es que la única forma de conseguir que Selina
y el paralelismo sintáctico propfos del Antiguo Testa- quiera acostarse conmigo es a base de no querer yo acostar-
mento: me con eHa. Nunca falla. Cada vez la pone a tOllO. Lo malo
es que cuando no quiero acostarme con ella (lo cual ocurre
El trigo joven se halanceaba -y era sedoso, y su brillo res- a veces), no quiero acostarme con ella. ¿Cu{mdo me ocurre eso?
balaba por los miembros de los hombres que lo veían. Apre- ¿En qué ocasiones no quiero acostarme con ella? Cuando
taban las ubres de las vacas y éstas ofrecían leche y pulso a ella quiere acostarse conmigo. Me gusta acostarme con ella
las manos de los hombres, el latido de la sangre de las ubres cuando ella tiene ganas de cualquier cosa menos de aCOStar-
de las vacas mezclándose con el latido de las manos de los se conmigo. Y casi siempre se acuesta conmigo, sobre todo
hombres. si comienzo a pegarle gritos o a lanzarle amenazas o darle el
(Traducción de Pilar Gorina.) suficiente dinero.
(Traducción de Enríque Murillo.)
La repetición es también un recurso favorito de los
oradores y predicadores, dos papeles que Charles Apenas es necesario señalar que las frustraciones y con-
Dickens asumía con frecuencia cuando adoptaba la tradicciones de la relación sexual del narrador con Selina
identidad de narrador omnisciente. Esta, por ejem- tienen un aire más cómico e irónico gracias a la repeti-
plo, es la conclusión del capítulo en que describe la ción de la frase «acostarse con»·, que se habría podido
muerte de Jo, el barrendero indigente, en Casa deso- sustituir por un sinnúmero de alternativas. (Si lo dudan,
lada: intenten reescribir el párrafo usando variaciones elegan-
tes.) La frase final talnbién ilustra otro tipo importante
¡Ha muerto! Ha muerto, majestad. Ha muerto, milores y de repetición: la recurrencia de lUla palabra que apunta
caballeros. Ha muerto, reverendísimos e írreverendísi- al telna clave de una novela, en este caso, «dínero.». La
ln05 eclesiástjcos de todas las categorías. Ha muerto, palabra que ocupa el últinlo lugar del párrafo -espacio
hombres y mujeres que habéis nacido con corazones crncial- no es -«acostarse» sino «dinero». Así un tipo de
compasivos. Y como él mueren otros a nuestro alrededor repetición, perteneciente al macroruvel del texto, fun-
todos los días.
(Traducción de José Luis Crespo Fernández.)
1
,.
ciona como variación en el microniveJ.

I5 2 153

"1

¡
20 La regla de oro de la prosa de ficción es que no hay re-
glas ... excepto aquellas que cada escritor se fija a sí
LA PROSA RETÓRICA mismo. La repetición y la simplicidad funcionaban (en
general) para los propósitos artísticos de Hemingway."
La variación y el ornato funcionaban para los de Na-
bokov, especialmente en el caso de Lo!ita. Esa novela
se presenta como un brillante alegato de un tipo espe-
cial fonnulado por un hombre cuya Mracción hacia
cierto tipo de muchacha pubescente, a la que llama
LoUta, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, «ninfilla», le lleva a cometer actos perversos. El libro
alma mía. Lo-ti-ta: la punta de la lengua emprende un via- suscitó polémica cuando fue publicado por primera
je de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en vez y sigue resultando perturbador, porque otorga una
el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li. Ta. seductora elocuencia aun corruptor de menores y ase-
Era Lo, sencillamente Lo, por la maiiana, un metro sino. Como díce el mismo protagonista, Humbert
cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Lota con Humbert, «siempre puede uno contar con un asesino
pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando fir- para una prosa retórica».
maba. Pero en mis brazos era siempre Lolittl. Hay naturalmente mucha repetición en el primer
¿Tuvo LoUta una precursora? "]\laturalmente que la párrafo de la novela, que acabamos de citar, pero no es
tuvo. En realidad, Lolita no hubiera podido existir para mí repetición léxica, como la que encontramos en el ex--
si un verano no hubiese amado a otra niña iniciática. En un tracto de Hemingway comentado en la sección ante-
principadojunto al mar. ¿ Cuándo? Tantos años antes de que rior. Aquí se trata de estructuras sintácticas paralelas y
naciera LoUta como tenía yo ese verano. Siempre puede uno sonidos similares; de hecho, precisamente el tipo de
contar con un asesino para una prosa retórica. repetíción que uno espera encontrar en poesía. (Otra
y señores del jurado, la prueba número uno es lo manera de decir -<-<prosa retórica» sería «prosa poéti-
que los serafines, los errados, simples y noblemente alados se- ca».) Hay una verdadera exhibición pirotécnica de ali-
rafines envidiaron. Mirad esta maraña de espinas. teraciones: por ejemplo, en el primer párrafo, de eles y
VLADIMIR NABOKOV, Lolita (I955). tes que explotan brillantemente, en una entusiasta ce-
Traducción de Enrique Tejedor. lebración del nombre de la alnada: light (luz), liJe
(vida), loins (entrañas), tip (punta), tongue (lengua), tríp
(viaje), Lo. Li. Ta.

154
155

:1'
Cada uno de los cuatro párafos nluestra un tipo de se forense in point offaet (en realidad) nos prepara para
discurso diferente. El prünero es un arranque lírico, la evocación explícita de un tribunal como contexto de
una serie de exclamaciones, sin verbos finitos. Su salva la historia (se supone que Rumbert está redactando su
inaug'ural de metáforas es extravagante y levemente defensa mientras espera el juicio). «¿Cuándo?»_ La
arcaica en dicción: Ught ofmy lifo (luz de mi vida), fire respuesta, indirecta y en forma de acertijo, a esa pre-
of Tny /oÍlts (fuego de lnís entrañas), my sin (pecado gunta, subraya la diferencia de edad entre Humbert y
n1Ío), my soul (alma mía) (nueva aliteración aquí). La si- Lolita.
guiente metáfora, la la lengua que viaja desde ef En este párrafo empieza el interés narrativo, al sus-
borde del paladar al borde de los dientes, es más case- citarse preguntas sobre causas y efectos «<no hubiera
ra y humorística, pero atrae nuestra atención sobre un podido exístir... si no hubiese ...».) y sobre la identidad
órgano usado tanto para la elocuencia como para la lu- . de la «otra niña iniciática». La calidad poética de la
juria, que en este personaje nunca están muy alejadas prosa resulta realzada por la alusión implícita a un poe-
una de otra. ma muy conocido de Edgar Allan Poe, «Annabel
El segundo párrafo se basa en tiernos recuerdos. Lee»:
Una serie de oraciones de idéntica estructura reme-
rnora los distintos nombres de la amada como una le- Yo era un chiquillo y ella una
tanía profana: «Era Lo '" Era Lola ... Era Dolly ... Era en aquel reino junto al mar:
Dolores ... Pero en mis brazos era siempre Lolita». Se Pero nos amábamos con un amor que era más que amor
le podría poner Inúsica. (Hubo de hecho un malhada- -mi ANNAUEL LEE y yO-,
do nlusícal basado en Lolita: «un bonito fiasco», anotó Con un amor que los alados serafines del cielo
secan1ente Nabokov en su diario.) Y naturalrnente, si envidiaban de nosotros.
es que no lo sabíanl0s ya, este párrafo nos da el prinler
indicio de que Lolita era un objeto de deseo filenor de La explicación, y excusa, que ofrece HUlnbert para jus-
edad, por las referencias a su altura ya la escuela. tificar su fijación erótica en las preadolescentes es que
El tercer párrafo toma otro rumbo. Es más colo- siendo adolescente él mismo se enamoró de una chica
quial. En él el narrador contesta las supuestas pregun- llamada' Annabel, que murió antes de que pudieran
tas de un interlocutor no especificado, como en un conSUlnar su amor. El poema de Poe es un canto fúne-
monólogo dranlático: ",<¿Tuvo una La bre, mórbidamente sentinlental, sobre el mismo teIna:
respuesta afirn1ativa incluye una redundancia poética: el narrador acusa a los ángeles envidiosos de haber
She did, she did (líteralmente 'la tuvo, la tuvo'). La fra- arrebatado a su amada de este mundo, y para hallar so-

15 6 157

f
laz se echa junto a su rumba. Rumben, en cambio, se Euphues, cuyo ingenio, al ser, como la cera, apto para reci-
bir cualquier impresión, y dado que llevaba la cabeza en su
entrega sin escrúpulos a la búsqueda de otras ninfillas
propia mano, presto a usar la espuela o la rienda, desdeñan-
que sustituyan a su Annabel. Hay cierta diabólica bur-
do el consejo, abandonando su país, aborreciendo lo cono-
la en los -epítetos que aplica a los ser;lfines: «errados,
cido, pensaba o bien mediante el ingenio obtener alguna
simples, noblemente alados» y una blasfema compara- conquista o por vergüenza soportar algún conflicto; y prefi-
ción implícita de su propio sufrimiento con la corona riendo la fantasía a los amigos y su humor presente al honor
de espinas. (Este tipo de alusión de un texto a otro se futuro, ponía la razón en remojo, pues la encontraba dema-
conoce como intertextualidad y merece una sección siado salada para su gusto y se entregaba al desenfrenado
aparte: le dedicamos la siguiente.) afecto, más grato a su paladar.
El virtuosismo de Nabokov en un idioma que no
era su lengua materna nunca deja de asombrar; pero Es ingenioso, y divertido a pequeñas dosis, pero al
quizá fue ese mismo hecho 10 que le permitió descu- cabo de algunas páginas lo más probable es que aburra
brir todos los recursos de la prosa inglesa, y usarlos al lector moderno por la monotonía de su exhibicio-
con un deleite libre de inhibiciones. nismo estilístico. Los mismos esquemas de sintaxis y
sonido se usan una y otra y tanto los usan los per-
sonajes -todos ellos- como la voz autoriaL Es un
Uno de los prinleros exponentes de la «prosa retórica» tipo de prosa exclusivamente literario: pertenece total-
en inglés -de hecho puede uno arriesgarse a afirmar mente a la palabra escrita. Lo que falta, lo que se abrió
que fue el prímero- fue el escritor isabelino John camino en la narrativa inglesa en prosa entre Eupbuesy
Lyly, cuya obra Eupbues: The anatomy ofWit (Euphues: LoUta, es el sonido de la voz humana, o de muchas vo-
La anatomía de ingenio) (I578) fue un libro muy de ces, hablando en una amplia gama de acentos, rÍtmos y
moda en su día, y dio a nuestra lengua la palabra eup- registros, animando y modificando los esquemas for-
hui.mi y el correspondiente adjetivo, eupbuístic (que no males de la retórica literaria. Ampliaremos este punto
deben confundirse con «eufemismo» y «eufemÍsti- en la sección titulada «Hablar con distintas voces».
co>-». Re aquí una muestra: Pero antes examinaremos la intertextualidad.

Los colores más frescos pronto se desvanecen, la navaja m,ás


afilada pronto se mella, la tela más espléndida pronto es co-
mida por la polina y antes se mancha la batista que el lino
más basto. Lo cual era claramente percibido por nuestro

15 8 159

21 mento, luchando contra el peso de mis culpas, contra el sen- :1'

timiento de mi propia dignidad, )' les d!,'e:


LA INTERTEXTUALIDAD -Abara, amigos míos, vamos a popa para escuadrea,,'
con la mayor rapidez posible la verga mayor. Esto es casi lo
único que podemos hacer por el barco; y allá él por lo demás.
JOSEPH CONRAD, La Ifnea de sombra (19 1 7).
Traducción de Ricardo Baeza.

Un texto puede referirse a otro de muchas maneras:


-Es necesario que probemos a ceñir la vela mayor -dije, mediante la parodia, el pastiche, el eco, la alusión, la
Las sombras se alejaron de mí en silencio. Aquellos hombres cita directa, el paralelisnlo estructuraL Algunos teóri-
no eran ya sino los fantaS'l'nas de sí mismos y su peso sobre cos creen que la intertextualidad es la condición fun-
una driza tal vez no fuese mayor que el de un grupo de fan- damental de la literatura, que todos los textos están te-
tasmas. En verdad, si jamás fue ceñida vela alguna por efec- jidos con hílos que son otros textos, lo sepan o no sus
to de una simple fuerza espiritual, lo fue ésta, pues, propia- autores. Los escritores cOlnprometidos con el realis-
mente hablando, no había bastantes músculos para ello en mo al estilo doculnental tenderán a negar o suprimir
toda la tripulación, y menos aún en el mísero grupo que for- este principio. Samuel Ríchardson, por ejenlplo, creía
mábamos sobre cubierta. Naturalmente, yo mismo me en- haber inventado un tipo de ficción totalmente nuevo e
cargué de dirigir el trabajo. Los hombres se arrastraban tras independiente de la literatura anterior, pero es fácil
de mí de jarcia en jarcia, tambaleándose y jadeando. Hacían ver en Pamela (1740), su historia de una virtuosa cria-
esfuerzos titánicos. Pasamos allí por lo menos una hora, y da que tras muchos avatares y tribulaciones termina
durante todo este tiempo no nos llegó un solo ruido de aquel casándose con su señorito, el arquetipo del cuento de
universo tenebrosa que nos rodeaba. Cuando hubimos' hadas. La siguiente novela inglesa de importancia fue
amarrado el último apagapenol) mis ojos acostumbrados a la el Joseph Andrews de l-Ienry Fielding (174 2 ), que enl-
oscuridad distinguieron formas de hombres extenuados apo- pieza conlO una parodia de Pamela, e incluye una
yándose en la batayola o derrumbándose sobre los cuarteles nueva versión de la parábola del buen salnaritano y
de las escotillas. Uno de ellos, caído sob're el cabrestante de muchos pasajes escritos en un estilo burlona mente
popa, jadeaba para el aliento, y yo, de pie' ent1-e pseudoheroico. La intertextuaIídad, en una palabra,
ellos, era como una torre poderosa, inaccesible al mal y sin- está entretejida en las raíces de la novela inglesa, mien-
tiendo tan sólo el mal de mi propia alma, Espe'ré un mo- tras que los novelistas situados en el otro extremo del
I60
r61

espectro cronológico han tenido tendencia a explotar- i


La descripción de los marineros enfermos y debi-
la más que a rechazarla, reciclando libremente viejos litados obedeciendo la orden de su capitán de ceñir la
mitos y anteriores obras de la literatura para dar fornla vela mayor, a fin de que el buque pueda avanzar con el
o añadir resonancia a la presentación que ellos hacen viento cuando éste llegue, muestra, por los detalles
de la vida contemporánea. técnicos (<<apagapenoI»·, «cabrestante», «batayola:»,
Algunos escritores señalizan semejantes referen- <<.escuadrear» ...) que Conrad sabía de qué estaba ha-
cias más explícitamente que otros.]ames Joyce hizo un blando: no en vano había sido marino durante veinte
guiño a sus lectores: al titular Ulises su epopeya de la años. Pero también evoca cierto pasaje de uno de los
vida moderna en Dublín. Nabokov bautizando a la poemas más famosos de la lengua inglesa, el «Antiguo
precursora de Lolita con el nombre de Annabel, sacado marínero» de Samuel Taylor Coleridge, aquel en que
de un conocido poema de Poe. Conrad puede haber los marineros muertos suben al puente del barco he-
dado una pista lnás sutil al dar a La línea de sombro el chizado y manejan las jarcias:
subtítulo «Una confesión».
Esa novela breve, de origen autobiográfico, es la Los marineros todos hacen sus maromas,
historia de un joven oficial de la marina mercante que Allí donde cada uno hacerlas soHa t
mientras espera en un puerto de Extremo Oriente po- Cada uno sus miembros movía: útiles sin vida.
der ernbarcarse para volver a casa, recibe inesperada- Somos esta espantosa trjpulación.
mente la oferta de capitanear por primera vez una (Traducción de Edison Simons.)
un barco de vela cuyo capitán ha muerto en alta
mar. Largan amarras, y cuando acaban de empezar a El Marinero mata un albatros, atrayendo una maldi-
navegar por el golfo de Síam, descubre que el difunto ción sobre su buque que se traduce en peste y ausencia
capitán sufría trastornos mentales, y no sólo los mari- de viento, se libra de ella cuando bendice sin darse
neros, sino incluso el primer oficial cree que la maldi- cuenta a las serpientes de agua y es transportado de
ción del muerto pesa sobre la nave. Ese temor parece vuelta a su casa por los aires> por agentes sobrenatura-
confirmarse cuando el barco está detenido por la falta les; él solo sobrevive al desastre} pero se siente culpa-
de viento, la tripulación enferma de fiebres y el joven ble y responsable de la suerte de sus compañeros. En el
capitán descubre que su predecesor destruyó todas relato de Conrad, el «pecado» que motiva la mal-
reservas de quinina. Entonces, en medio de una noche dición se transfiere al difunto capitán, pero para el
oscura como boca de lobo, se advierten signos de que narrador la secuela es una experiencia cuasírreligiosa
va a cambiar el tielnpo. no muy distinta de la del Marinero.

r62 r63

;
Lo que podría haber sido una historia apasionante, AH¡¡m::: lidad por los sufrimientos de su tripulación. Mientras los
pero sin mayor trascendencia, se convierte en un rito de marineros son evacuados, dice: «Pasaban bajo mis ojos
paso al otro lado de la «línea de sombra>>- que separa la uno tras otro -cada uno de ellos era un reproche vi-
inocencia de la experiencia, la juventud de la madurez, ',", viente y de lo lnás anlargo oo.». Compárese con: '
la arrogancia de la humildad. El joven capitán, que in- :',;:.
comprensiblemente se ha salvado de la fiebre (eoIllo el Las ansias de la muerte, la maldición,
Marinero), siente <<la enfermedad de Ini a1n1a ... el peso Aún estaban allí.
de mis pecados ... la certeza de no ser digno>->-. Le persi- Quitarles no pude los ojos de encima.
gue la «visión de un buque a la deriva sin viento o me- Ní pude alzarlos para rezar.
ciéndose con la brisa, mientras toda la tripulación mue-
re lentamente sobre el puente»-. Cuando la vela mayor Como el Marinero, que «paraba a uno de cada tres»
ha sido izada y sopla viento, reflexiona en estos térmi- para descargar su conciencia, el capitán se siente im-
nos: «El malvado espectro había sido vencido, el hechí- ' ' pulsado a efectuar la «confesión» de su experiencia.
zo roto, la maldición disipada. Estábalnos ahora en las Si tales alusiones fueron deliberadas o no por par-
manos de una benévola y enérgica providencia. Nos te de Conrad es algo que no puede demostrarse a par-
empujaba ... ». Compárese con los versos siguientes: tir del texto y, aunque sería interesante averiguarlo, la
respuesta no cambiaría gran cosa. Los ecos del Anti-
Veloz, veloz el barco vuela, guo Marinero que hallamos en el relato de Conrad
Suavemente también. prueban que éste conocía el poema, pero pudo haber-
Suave también la brisa lo utilizado inconscientemente (aunque yo personal-
Sopla sólo sobre mí. mente lo dudo), del misn10 filado en que puede tener
un efecto subliminal sobre los lectores que han leído el
Cuando el barco en la novela de Conrad finalmente lle- poema y lo han olvidado, o que sólo conocen de él tal
ga a puerto, llevando izada la bandera con la que se soli- o cual estrofa aislada. Ciertamente no era la prÍlnera
cita ayuda médica, los médicos navales que suben a bor- vez, ni sería la últüna, que Conrad elnpleaba la alusión
do se asombran tanto de encontrar los puentes desiertos literaria de ese modo. El viaje de Marlow, río Congo
como aSOlnbrados están el Piloto y el Ermitaño, en el arriba, en El corazón de las tinieblas se,cOlnpara explíci-
poenla de Coleridge, al ver regresar al Marinero solo en tamente al descenso de Dante a los círculos del infier-
su barco. Al igual que el Antiguo l\1arinero, el capitán no no en la Divina comedia, y su tardía novela Victoria se
puede desembarazarse de un sentimiento de responsabi- basa en La tempestad de Shakespeare.

16 4 16 5

,i!

I
El Ulises deJamesJoyce es probablelnente el nlás cele- rora, no debe sorprender a nadie que mis propios li-
brado e influyente ejemplo de intertextualidad en la li- bros hayan sido cada vez más intertextuales; de hecho,
teratura moderna. Cuando se publicó en 192 T. S: tanto Joyce como Eliot han sido a este respecto in-
Eliot alabó el uso que hacía Joyce de la Odisea como fluencias significativas para mí, especialmente el pri-
recurso estructural, «utilizando un continuo paralelis- mero. Las parodias contenidas en The British Museum
mo entre la contemporaneidad y la Antigüedad», y lo is fllllíng down se íllspiraban en el ejemplo de Ulises, lo
calificó de estimulante adelanto técnico, ««que contri- mismo que la duración de su acción, un solo día, y el
buye a hacer que el mundo moderno sea posible para último capítulo es un homenaje bastante insolente al
el arte». Dado que Eliot había estado leyendo la nove- monólogo de Molly Bloom. El momento en que vi la
la de Joyce por entregas durante los años anteriores, luz, mientras estaba preparando El mundo es un pañuelo
mientras trabajaba en su propio gran poema La tierra -una novela cómico-satírica sobre esajet set académi-
baldía, publicado también en I92 2, en el cual utilizaba ca que viaja constantemente de un lado a otro del
un continuo paralelismo entre la edad contemporánea mundo para asistir a conferencias internacionales, en
y la leyenda del Grial, podemos interpretar su elogio las que compiten unos con otros tanto profesional
de Ulises en parte como agradecimiento y en parte como eróticamente- fue cuando se me ocurrió la po-
como manifiesto. Pero en ninguna de las dos obras se sibilidad de que la novela se basara en la historia del
limita la intertextualidad a una sola fúente, o al para]e- rey Arturo, los caballeros de la Mesa Redonda y la bús-
liSl110 estructural. La tie'rra baldía se hace eco de nume- queda del Grial, especialmente según la interpretación
rosas fuentes distintas; Ulíses está lleno de parodia, de Jessie L. Weston en un libro que T. S. Eliot había
pastiche, citas y alusiones a todo tipo de textos. Hay, utilizado generosamente para escribir La tierra baldía.
por ejemplo, un capítulo que pasa en la redacción de He contado en otra parte (en el Epílogo a The British
un periódico y que está dividido en secciones con tiru- Museum ... yen Write on) cómo fue la génesis de esas
lares que parodian el desarrollo del estilo periodístico, novelas; las menciono aquí para subrayar que la inter-
otro cuyo estilo es en gran parte un pastiche del de las textualidad no es, o no siempre lo es, una adición me-
revistas femeninas baratas y otro, situado en una casa ramente decorativa a un texto, sino a veces un factor
de maternidad, que parodia el desarrollo histórico de crucial en su concepción y composición.
la prosa inglesa desde la época anglosajona hasta el si-. Sin enlbargo, hay otro aspecto del arte de la ficción
glo xx. que sólo los escritores conocen y que muchas veces
Dado que durante casi treinta años yo he combina- tiene que ver con la intertextualidad: la oportunidad
do la escritura de novelas con la enseñanza de la litera- perdída. Inevitablemente, uno, en el curso de sus lec-

r66 16 7

¡ji
roras, se encuentra con ecos, prefiguraciones yanalo- .
pescador. Eso es 10 que significa alcyo11. en griego, Song-mi:
gías de su propia obra mucho tiempo después de ha- martín pescador. Mis días. Nuestros días.
berla tenninado y publicado, cuando es demasiado tar- (Traducción de Esteban Riambau Saurí.)
de para aprovechar el descubrimiento. Hacia el final
de El mundo es un pañuelo hay una escena que se de- podría haber continuado, citando otro fragmento de
sarrolla en Nueva York durante el congreso de la MLA poema, maravílIosanlente apropiado:
(The Mooern Languages Associarion), que siempre
tiene lugar a finales de dicienlbre. Tras el triunfo del Kíngfisher weather, whh a light f('lir breeze,
protagonista, Persse McGarrigle, en la sesión dedicada FuIl canvas, and the eight sails drawing welL
a «La función de la crítica>->-, hay un sorprendente CalTI-
bio climático: una corriente de aire cálido que procede (El tiempo favorito del martín pescador, con una leve, grata
del sur hace que los termómetros de Manhattan alcan- brisa, a toda vela, izadas las ocho, vien.to en popa.)
cen temperaturas insólitas para esta estación del año.
En el esquema luítico que sirve de base al libro, ello y podría haber añadido: «Eran los mejores versos de
equivale a la fertilización del reino baldío del Rey Pes- La tierra baldía, pero Ezra Pound convenció a Tom
cador en la leyenda del Grial, como consecuencia de Eliot de que los quitara». Por desgracia no tropecé
que el Caballero ha formulado la pregunta necesaria. con ellos -en la edición facsímil de La tie'f'Ttl baldía rea-
Arthur Kingfisher, el decano de la crítica acadéluica lizada por Valerie Eliot, que incluye los borradores y
modet'na, que preside el congreso, siente que ha esca- Jas anotaciones de Ezra Pound- hasta algún tiempo
pado milagrosamente a la maldición de la impotencia después de la publicación de El mundo es un pañuelo.
sexual. Le dice a su aluante coreana, Song-mí:

Es como el veranillo de San Mai·tín. Un período de tiem-


'00

po apacible en pleno invÍerno. Los antiguos lo llamaban los


días del alción, cuando se suponía que el martín pescador
empollaba sus huevos.* ¿Recuerdas a Milton: «Las aves se
posan incubando en la calmada ola>-"'? El ave era un martín

'* En inglés «martín pescador;.;. es Kiug{tsber, igual que el ape-


llido de Arthur Kingfisher. (lV de la t.)

168
16 9

i
22 do a Milligan o qué?». Y fue así tan de pronto que ni me
quité la nariz, tan desprevenido me cogió. Me acordaré toda
LA NOVELA EXPERIMENTAL la vida.
HENRY GREEN, Living (Vivir) (1929).

«La novela experimental» fue una expresión acuñada


por Zola para establecer cierta equivalencia entre sus
novelas de orientación sociológica y la investigación
Brídesley, Bírmingham. científica del mundo natural, pero semejante compa-
Las dos. Miles volvían de comer por calles. ración no resistiría el menor análisis. Una obra de fic-
-Lo que queremos es avanzar, empujen -dijo capataz ción no es un método serio para demostrar la verad-
a hijo de Mr. Dupret-. Lo que les digo es que adelante. dad o falsedad de cualquier hipótesis sobre la sociedad,
Miles volvían de comer alas fáb1"icas donde trabajaban. y es más útil contemplar el «experimento» en literatu-
-Siempre les estoy dando la lata pero me conocen. Sa- ra, al igual que en otras artes, como una forma radical
ben que les hago de padre J' de madre. Si tienen algzín pro- de acometer la sempiterna tarea de la «desfamíliariza-
blema no tienen más que venir a verme. Y,hacen un bonito ción» (véase la sección Ir). Una novela experimental
trabajo, un bonito trabajo. Yo haría lo que fuera por ellos y es la que ostensiblemente se desvía de los modos habi-
lo saben. tuales de representar la realidad -ya sea en lo tocante
Ruido de tornos en marcha empezó otra vez en esa fá- a la organización de la materia narrativa, o en el estilo,
brica. Cientos iban andando la carretera, hombres y chi- o en ambas cosas- para intensificar o modificar nues-
cas. Algunos entraron en la fábrica Dupret. tra percepción de esa realidad.
Algzlnos se habían quedado en la fundición de hierro de La ficción experimental se dÍo sobre todo en la se-
esa fábrica a comer. Sentados en torno al brasero en gunda y tercera décadas del siglo xx, que corresponden
- y yo estaba a la entrada del almacén con la espalda al apogeo del modernismo. Dorothy Richardson, Ja-
contra la puerta del taller de tuberías (,:011 una nariz de car- mes Joyce, Gertrude Stein y Virginia Woolf SOI1 sólo
tón y bigotes verdes. Albert dentro reía, venga a reÍ?; se eS- unos pocos de los nombres que le vienen a uno a la-
taba partiendo de risa cuando «Es él» se acerca pero yo ni mente a este respecto. Los experimentos de un escri-
caso hasta que oigo: «¿No tienes nada mejor que hacer, Ga- tor, sin elnbargo t son rápidamente asimilados por
tes, que hacer el indio?» y le dice a Albert: «¿Estás esperan- otros, que los aplican a sus propios fines, de modo que

17° 17 1

,1'
suele ser difícil atribuir el descubrimiento de una de- apresurado almuerzo», Henry Green escribe: «Las
ternlinada técnica a un solo autor. El comienzo de la dos. Miles volvían de conlcr por calles».
novela de IIenry Greeri que hemos citado pertenece Henry Green era el pseudónimo de Henry Yorke,
-salta a la vista- a esa época. El discurso pasa abrup- un joven cuya família era propietaria de tma fábrica en
tamente de narración a diálogo y de diálogo a narra- Bírmingham. Henry se preparaba para convertirse en
ción, sin transiciones progresivas ni explicaciones que su director gerente, haciendo prácticas en los varios
sirvan de eslabón entre una y otro: un tnétodo análogo departamentos, incluidos los de lnás bajo nivel; adqui-
a otras experimentaciones artísticas, quizá directa- rió con ello una inestÍlnable comprensión de la natura-
mente influido por ellas, conlO las conlposiciones cu- leza del trabajo industrial, y un profundo afecto y res-
bistas de Picasso, los cortes de montaje de Eisenstein, peto hacia los hombres y mujeres que se dedicaban a
los fragmentos <:<apuntalados contra [sus] ruinas» de él. Living es una lnaravillosa celebración, tierna sin
T. S. Eliot en La tien'a baldía. La fragmentación, la dis- sensiblería, de la vida de la clase obrera inglesa en un
continuidad, el lllontaje, son características omnipre- determinado momento de su historia.
sentes del arte experimental de los años veinte. Una de las dificultades a la hora de mostrar veraz-
Pero hay un rasgo de Living que sí fue una innova- mente en la ficción la vida de la clase obrera, dificultad
ción original de Henry Green, a saber, la omisión sis- que se hace especialmente evidente en las bieninten-
teluática de los artículos (un, el) del discurso narrativo. cionadas novelas industriales de la era victoriana, es
No se lleva hasta las últimas consecuencias (en el ex- que la novela es en sí misma una forma literaria propia
tracto citado los honlbres se sientan «en torno al bra- de la clase media y es fácil que su voz narrativa deje al
sera»), pero es lo bastante frecuente conlO para llamar descubierto los prejuicios de clase a cada frase. Resul-
poderosamente la atención del lector, reforzando el ta difícil para la novela no parecer condescendiente
efecto de otros tipos de condensación más habituales respecto a la experiencia que describe, cuando presen-
(la omisión de los verbos finitos, por ejemplo, y de sus- ta el contraste entre el discurso cortés, bien educado y
tantivos y adjetivos con un peso sensual o emotivo). culto del narrador y la manera de hablar, tosca, colo-
Allí donde una prosa narrativa convencíonalnlente quial o dialectal, de los personajes. Véase por ejell1plo
suave, elegante, diría: <-<Eran las dos. Miles de trabaja- cómo Dicken..s maneja esa escena de Tiempos difíciles en
dores canlínaban por las calles, volviendo de conler», que Stephen Blackpool se niega a participar en una
o incluso, en un estilo más anticuado: «l\IIiles de 'obre- huelga sindical por nlotivos de conciencia:
ros industriales con gorras de paño y bufandas CalnÍna-
ban a buen paso por las lúgubres calles después de un

17 2 173

(: I

¡
El presidente dijo, levantándose: petitivas, que la industria impone a sus trabajadores, y
-Esteban Blackpool, piénsalo bien otra vez. Piénsalo a la que el habla de los personajes ofrece una especie
bien otra vez, muchacho, antes que todos nuestros amigos de resistencia en sus redundancias poéticas (<<bonito
te den de lado. trabajo, bonito trabajo»), frases proverbiales «<les
Hubo un murmullo general en apoyo de aquellas pala- hago de padre y madre») y códigos privados (la frase
bras, aunque nadie articuló claramente una sola. Todas las con que los obreros se advierten unos a otros de que se
miradas estaban fijas en Esteban. Si éste se volviese atrás de acerca el capataz, «Es él», se la aplican también como
su resolución, les habría quitado un peso de sus almas. Miró
apodo). Mediante selnejantes experimentos con el es-
a su alrededor, y 10 comprendió. En el corazón de Esteban
tilo, un ex alumno de Eton escribió, cosa bastante pa-
no había ni un adarme de enojo contra ellos. Los conocía
muy por debajo de sus debilidades y errores superficiales,
radójica, lo que constituye probablemente la mejor
como sólo podía conocerlos un compañero de trabajo. novela jamás escrita sobre fábricas y obreros.
-Lo he pensado ya, y no poco. Sencillamente, no pue-
do entrar. Yo debo seguir el camino que se me presenta por Es fácil aceptar y apreóar experimentos como el de
delante. Tengo que despedirme de todos los que estáis aquí. Green que tienen algún propósito mimético o expresi-
(Traducción de Amando Lázaro Ros.)* vo fácil de descubrir. Más problemáticas son las des-
viaciones estilísticas que colocan un obstáculo arbi-
Green intentó anular esa dolorosamente obvia distan- trario, artificial, entre el-lenguaje de la prosa y sus
cia entre el discurso autorial y el de los personajes en hmciones normales, tales como el <·dipograma», que
Living a base de deformar deliberadamente el discurso consiste en omitir sístelnáticamente una letra del alfa-
narrativo, dándole, como él mismo dijo, algo del ca- beto. El difunto Georges Perec, un novelista francés
rácter compacto del dialecto de los Midlands y evitan- conocido sobre todo por su novela La vida: Instruccio-
do la «fácil elegancia». No es que las frases del narra- nes de uso, escribió una novela llamada La desaparición
dor se sitúen en el mismo registro que los diálogos de que excluye el uso de la letra e, una hazaña aún más
los personajes. Hay en las primeras una cruda econo- sorprendente en francés de lo que sería en inglés (aun-
mía funcional, expresiva de las rutinas mecánicas, re- que resulta difícil envidiar a Gílbert Adair, que por lo
visto está en estos mOlnentos traduciéndola). El es-
critor norteamericano contetnporáneo V\Talter Abish
* En el texto inglés -no en la versión española, como haorá
observado ellector-, las palabras de ambos obreros, el que presi-
escribió una novela titulada Alphabetical Africa, los ca-
de la rí;unión y Blackpool, están llenas de incorrecciones lingüís- pítulos de la cual se pliegan a la siguiente regla, endia-
,
ticas. (N de la t.) " bladamente difícil: el primer capítulo contiene sólo

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'11'
,·¡ti]

palabras que elnpiezan por A: -<-<Africa again: Albert
arrives) alíve alld arguíng about African art, about respecto, semejantes experÍlnentos en prosa se parecen "
Mrican ang'st and also, 'alas, attacking Ashanti archi- a los rasgos 111ás habituales de la poesía, tales conlO la
rinla y la divisÍón en estrofas. Parecen constituir una
teclure ... » otra vez: llega Albert, vivito y dis-
deliberada transgresión de ·la irontera que normal-
cutiendo sobre arte africano, sobre angustia existencial
mente separa esas dos formas de discurso y diríase que,
africana y también, ay, atacando la arquitectura ashan-
por lnás asom brosanleute ingeniosas que resulten,
ti ... »); el segundo capítulo contiene sólo palabras
nunca dejan de ser -«nlarginales» al arte de la ficción.
que empiezan con B y con A, el tercero sólo palabras que
empiezan con C, B, A; Y así sucesivamente: a cada nue-
vo capítulo se incorporan palabras que empiezan por
la siguiente letra del alfabeto, hasta que se alcanza la Z,
monlento en el cual la novela vuelve atrás y la gama de
palabras permitidas disminuye, capítulo a capítulo, le-
tra a letra, hasta que alcanza otra vez la A.
Probablemente es más divertido leer sobre esas
novelas que leerlas. Restricciones tan drásticas imposi-
bilitan, claro está, la composición de una novela si-
guiendo los procedimientos normales: empezar con
un núcleo telnático y/o narrativo, que se expande lue-
go mediante el invento de actos y personajes siguien-
do algún tipo de lógica narrativa. El desafío radica en
narrar una historia que sea por lo menos coherente
dentro de los estrechos límites que la regla elegida im-
pone a la forma; y el motivo, es de suponer (aparte de
la satisfacción del escritor, que pone a pnleba su pro-
pio ingenio), es la esperanza de que las limitaciones
produzcan el tipo de placer que da el logro de una si-
lnetría formal difícihnente alcanzada y tambiért que
conducirán a una producción de significados que de
otro nlodo no se le habrían ocurrido al autor. A este

I7 6
177

11
23 -IJámos a ve1- -dijo a su vez, haciendo eco a Welch,
fingiendo un esfuerzo de memoría-, ah, sí: «La influencia
LA NOVELA CÓMICA económica de los adelantos en las técnicas de constr'ucción de
buques entre I45 0 y 14 85>-'. Afin de cuentas, eso es lo que...
Incapaz de terminar la frase, miró nuevamente a la iz-
quierda y se encontró con la cara de un hombre que miraba
a la suya desde una distancia de aproximadamente veintidós
centímetros. La cara, que ClIanto más miraba más alarma-
da parecía, pertenecía al conductor de una furgoneta que
-vamos a ver; ¿cuál es exactamente el titulo que le has dado? Welch había decidido adelantar en una curva cerrada entre
Dixon miró por la ventanilla hacia los campos que se dos muros de piedra. Un voluminoso autocar apareció la
deslizaban a toda velocidad, de un ve1-de brillante tras un misma curva, avanzando hacia ellos. Welch aminoró leve-
soleado mes de abril. No era el efecto de repetición producido mente la velocidad, garantizando de ese modo que aún esta-
por la charla del último medio minuto lo que le bahía deja- rían al lado de la furgoneta cuando el autocar les alcanzara,
do sin habla, pues tales incidentes formaban los cimientos de y dijo C011 decisión:
los coloquios con Welch; era la perspectiva de recitar el titu- -Así estará bien, seguro.
lo del artículo que había escrito. Era un título perfecto, en la KINGSLEY AMIS, Lucky Jim

medida en que C1-istálizaba la minuciosa estupidez del ar- (Tim el afortunado) (1954).
tículo, su fúneb1-e desfile de hechos cuya capacidad de suscitar
el bostezo estaba foe'l'a de toda duda, la pseudoluz que arro-
jaba sob1'"c falsos problemas. Dixon había leído, o empezado La novela cómica es un subgénero muy inglés, o al
11 leer, docenas de anículos como ése, pero el suyo propio le menos británico e irlandés, que no siempre da buen
pa'recía peor que la mayoría, por ese aire de estar convenci- resultado fuera de sus fronteras. Al hacer la crítica de
do de su p'ropia utilidad y relevancia. «Si se examina ese una de las últimas novelas de Kingsley Amis, Jakes's
tema tan extrafiamente pasado pOf' alto... », empezaba. ¿Ese thing (La cosa de]ake),]ohn Updike dijo con bastan-
qué tan extrañamente pasado por alto? ¿Ese tema tan ex- te condescendencia: «Tanto la ambición del autor
trañamente qué? ¿Ese tema tan qué pasado po,,- alto? El como su reputación se mantienen dentro de los limi-
cho de que pensm"a todo eso sin por ello habe',. roto y prendi- tes de la "novela cómica"»·, y añadía: «No hay nece-
do fuego al manuscrito le hacía aparecer ante sí mismo más sidad de escribir "novelas divertidas" cuando las yux-
hipócrita y más necio. taposiciones reales de la vida, si se registran con

17 8 179

.f
atencIón, son de por sí una cOlnedia nlás que sufi- jaba tumbo a la estación, y luego se sintió un tanto averg'on-
ciente». Suficiente para quién, hay que preguntar. zado, porque juraba muy raras veces.
Ciertamente la tradícióri de novela inglesa es notable (Traducción de Floreall\1azía.)
por el número de novelas cómicas que figuran entre
sus clásicos, desde la obra de Fielding, Sterne y Smo- Si esto nos hace reír, como creo que es el caso para la
llett en el siglo XVIII, pasando por Jarre Austen y Díc- mayoría de los lectores, es por la tardía aparición del
kens en el hasta Evelyn Waugh en nuestro siglo. adverbio <<:mansatnente»: lo que se presenta, al co-
Incluso novelistas cuy::! intención primordial no es mienzo de la frase, como una justíficadfslma explosión
escribir novelas cÓlnicas, como George Eliot, Tho- de ira por parte de la víctima, resulta no ser tal, sino un
mas Hardy y E. M. F orster, tienen algunas escenas ejemplo más de su tÍlhídez y pasividad. El efecto se
que nos hacen reír a carcajadas, aunque las hayanlos echaría a perder si la frase estuviera formulada en otro
leído lnás de una vez. orden: «Paul Pennyfeather dijo lnansalnente para sus
Lo cónlico en narrativa parecería tener dos fuentes adentros, mientras viajaba rumbo a la estación: "Con-
principales, aunque están íntimamente relacionadas: la denados y malditos sean todos, que se vayan al infier-
situación (que requiere un determinado personaje: no"... ». Eso nos indica otra característica de la C0I11e-
Ulla situación que resulta cómica para un personaje no 10 dia en narrativa: una combinación de sorpresa (Paul
es necesarianlente para otro) y el estilo. AInbas dependen está expresando por fin sus sentilnientos) y de confor-
a su vez del timing, es decir, del orden en que las pala- midad con lo que se esperaba (no, fInalmente no lo
bras, y la infornladón que contienen, están colocadas. está haciendo).
El principio puede ser ilustrado por una única frase de El humor es ciertamente algo muy subjetivo, pero
Decadencia y caída de Evelyn Waugh. Al comienzo de la habría que ser muy estirado para no sonreír por lo me-
novela, el protagonista, un tímido y nlodesto estudian- 1l0S leyendo el extracto de Lucky Jim reproducido al
te de Oxford, Paul Pennyfeather, es despojado de sus con1ienzo de este capítulo, que exhibe todas esas pro-
pantalones por un grupo de aristócratas juerguistas piedades de la narración cÓlnica en una fonna su-
borrachos y sufre la nlonstruosa injusticia de ser ex- . marnente perfeccionada. En calidad de profesor ayu-
pulsado de la universidad por escándalo público. El dante temporal en una universidad de provincias, JÍln
primer capítulo tennina así: Dixon depende cOIupletmuente, para la continuidad
de su empleo, de la protección del distraído catedráti-
-«Condenados y malditos sean todos, que se vayan al bfier- co que le apadrina, protección que requiere que Jim
no», díjo Paulmansamente para sus adentros, mientras via- demuestre su competencia profesional publicando un

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18t

I
artículo enldito. Jim desprecia tanto al catedrático cír Jim; y 2, crea una pausa, un pequeño momento de
como los riulales de la carrera académica, pero no suspense cÓlnico, que realza la revelación del verdade-
puede permitirse el lujo de decirlo. Su resentimiento ro ¡nativo del silencio de ]im: su vergüenza ante la
está pues interiorizado, a veces en fantasías de vio- perspectiva de recitar el título de su artículo. Es un tí-
lencia (como por ejemplo: «atar a We1ch a su silla y tulo «perfecto» sólo en el irónico sentido de que des-
aporrearle la cabeza y los hombros con una botella has- tila todas y cada una de las características del discurso
ta que confesara por qué, no siendo había dado académico que ]im desprecia: «Dixon había leído, o
nombres franceses a sus hijos») y otras veces, como empezado a leer, <1ocenas de artículos como ése ... >'>. La
aquí, en comentarios satíricos para sus adentros sobre frase que he puesto en cursiva nos dice mucho sobre la
la conducta, los discursos y los códigos institucionales impaciencia y el aburrimiento con que ]im hojea las
que le oprimen. revistas académicas. Su espléndídan1ente destructivo
El estilo de Lucky Jim introdujo un nuevo tono de análisis de la frase inicial del artículo, en que cada pa-
voz en la narrativa inglesa: educado sin por ello perte- labra de las que componen esa fórmula académica
necer a una determinada clase social, elocuente pero convencional es sometida por turnos a una pregunta
no convencionalmente elegante. En su precisión es- burlona, no necesita mayor comentario. Sigue una
crupulosa y escéptica debía algo a la filosofía del «len- condena, característica de ]im, de su propía mala fe
guaje corriente» que reinaba en Oxford ,cuando Amis intelectual, de la que se verá finalmente liberado, invo-
. era estudiante (una influencia especialmente evidente luntariamente, por la conferencia que da borracho so-
en «la pseudoluz que arrojaba sobre falsos proble- bre Merrie England. Por fin, tras todos estos circunlo-
mas»). Está lleno de pequeñas sorpresas, reservas quios, se nos da el titulo del articulo, un compendio de
mentales y vuelcos inesperados, que deconstruyen sa- la más polvorienta erudición, que muchos lectores,
tíricamente tópicos y estereotipos. profesores universitarios conocidos míos, se han apren-
Dixon no contesta inmediatamente a la pregunta dido de memoria. Esa frase podría haber seguido in-
de We1ch sobre el título de su artículo, aunque «no era mediatamente a la pregunta de Welch sin detrimento
el efecto de repetición producido por la charla del úl- de la cohesión narrativa, pero con una enorme pérdida
timo medio lnltluto lo que le había dejado sin habla». de efecto cómico.
Si no lo era, ¿por qué decírnoslo? Hay dos razones:, La impotencia deJim es simbolizada por su condi-
1, resulta un divertido comentario lnetafórico sobre el
ción de pasajero en el coche de Welch, y de víctima
irritante hábito de Welch de decir, como si se le hu- pasíva de su desastrosa manera de conducir. La frase
biera ocurrido en ese momento, algo que acaba de de- precedente, banal y en apariencia superflua, que nos

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lI'
de que Díxon está mirando los verdes calnpos
24
por la ve11tanilla del coche, demuestra ahora tener una
función. lvlirando por la misma ventanilla unos 1110- EL REALISMO MÁGICO
más tarde, Jinl se sobresalta al descubrir <-<la
cara de un hombre que miraba la suya desde una dis-
tancia de aproximadamente veintidós centímetros».
He aquí la combh1ación de la que antes hablábamos de
lo sorprendente con lo conocido (la incompetencia de
Welch). La tranquila precisión del lenguaje «<aproxi-
nladalnente veintidós centímetros», <-<que cuanto más y luego todos, bruscamente, cantaron esos tres o cuatro tonos
miraba ll1ás alarmada p arecía »-, «había decidido ade- sencillos y aceleraron el paso de la danza. Huían del descan-
lantar>-» crea un efecto de cámara lenta en cómico con- so JI del sueño, tomaban a toda velocidad el tiempo y llena-
traste con la velocidad con que se acerca la inminente ban de fuerza su inocenéia. Todos se sonreían y Éluard se in-
colisión. Al lector no se le dice inmediatatnente lo que clinó hacia la chica que tenía cogida del hombro:
está ocurriendo, sino que debe deducirlo, al igual
que el personaje, con progresiva sorpresa y alanna. El El hombre, presa de la paz, siempre tiene mía sonrisa.
truco está en el orden en que se presentan las cosas.
Y ella sonrió y golpeó entonces aún más fuerte sobre el suelo
con el pie} de modo que se elevó un par de centímetros por
encima del empedrado y arrastró a los demás tras ella, cada
vez más alto, y al cabo de un rato ya ninguno de ellos tocaba
el empedrado, daban dos pasos en el sitio JI un paso adelante
sin tocar la tierra, sí) se elevaban sobre la plaza de Wences-
lao, j'U corro pm"ecía una gran corona flotante y yo corría
abajo en la tierra y miraba hacia ellos en lo alto y ellos se-
guían volando, levantando la pierna primet·o hada un lado
y después hacia el otro y debajo de ellos estaba Praga con SllS
cafés ¡lellos de poetas y sus prisiones llenas de traidores al
pueblo y en el crematorio quemaban en ese preciso lnomento
a una diputada socialista y a un surrealista, el humo subía
18 4
18 5

¡¡1
hacia el cielo como un presagio feliz y yo oí la voz metálica literatura. La variedad maglca ha sido importada a
de Élum"d: nuestra narrativa desde fuera más que surgir espontá-
neamente, aunque ha sido adoptada con entusiasmo
El amor se ha puesto a trabajar y es infatígable.
por unos pocos novelistas ingleses, especialmente es-
critoras de tendencia feminista, tales como Fay Wel-
y corrí por las calles tras esa voz para no perde'r de vista a don, Angela Carter y J eannette Winterson.
aquella corona de cuerpos que flotaban sobre la
Dado que el desafío a la ley de la gravedad ha sido
ciudad y supe C011 angustia en el corazón quP ellos vuelan siempre un sueño del ser humano, quizá no es sor-
como pija'ros y yo caigo como piedra, que ellos tienen alas y prendente que imágenes de vuelo, levitación y caída li-
que yo ya estoy para siempre sin alas. bre se den con frecuencia en ese tipo de ficción. En
MIlAN KUNDERA,
Cien años de soledad de García Márquez un personaje
El libro de la 1-isa y el olvido (1978). asciende al cielo mientras tiende la ropa. Al comienzo
Traducción de Fernando de Valenzuela.
de Los versos satánicos de Salman Rushdie los dos perso-
najes principales caen de un avión jumbo que ha ex-
plotado en el aire, agarrados el uno al otro y cantando
El realismo mágico -cuando acontecimientos mara- canciones rívales, hasta aterrizar sin daño alguno en
villosos e inlposibles ocurren en un que por lo una playa inglesa cubierta de nieve. La protagonista de
demás se presenta como realista- es un efecto asocia- Noches en el circo de Angela Carter es una trapecista lla-
do especialmente a la narrativa latinoamericana con- mada Fevvers, cuyo espléndido plumaje no es un sim-
temporánea (por ejemplo, la obra del novelista colom- ple disfraz para salir a escena, sino un par de alas que le
biano Gabriel García Márquez) pero que también se permiten volar. Espejismos de Jeannette Wtnterson
encuentra en novelas de otros continentes, como las presenta una ciudad flotante con habitantes flotantes
de Günter Grass, Salman Rushdie y Milan Kundera. «<Tras unos pocos y sencillos experimentos quedó de-
Todos esos escritores han vívido grandes convulsiones mostrado que cuando alguien abandonaba la grave-
históricas y desgarradores terrelnotos personales, y dad, la gravedad le abandonaba»). y en este extracto
sienten que unas y otros no pueden ser adecuadamen- de E/libro de la riso y el olvido el autor afirma haber vis-
te representados en un discurso imperturbablemente to a un corro de gente elevarse por los aires y desapa-
realista. Quizá la historia moderna de Gran Bretaña, recer.
relativamente poco traumática, explica que sus escrito- MUan Kundera era uno de los muchos jóvenes
res hayan perseverado en el tradicional realismo de su checos que saludaron con alborozo el golpe de Estado
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lit
r
\
Errando por las calles, Kundera se tropieza de
t
conlunista de 1948, pues esperaban que instaurase un
Inundo feliz de hbertad y de justicia. rronto se desilu- pronto con el mismísimo Éluard que baila en un corro
sionó, «dijo algo que habría sido 11lejor callarse», y fue de jóvenes. «Sí, no había duda. Toda Praga brindaba
expulsado del partido. Lo que vivió a continuación le por él. ¡Paul Éluard!». Éluard empieza a recitar uno de
inspiró su excelente pri1uera novela t La broma (19 6 7). sus elevados poenlaS sobre la alegría y la hermandad, y
En E/libro de la risa y el olvido (1978) exploró las iromas la narración «despega», tanto literal como metafóri-
públicas y las tragedias privadas de la posguerra checa canlente. El corro de baílarines se eleva del suelo y
en un discurso lnás suelto y fraglllentarío, que se mue- empieza 11 flotar en el aire. Es un acontecimiento im-
ve libremente entre el docunlental, la autobiografía y posible. Sin enlbargo, expresa tan intensa y conmove-
doramente la emoción que se ha ido creando en las
la fantasía.
El sentimiento que tiene el narrador de haber sido páginas anteriores, que dejamos en suspenso la incre-
expulsado de la hermandad de los seres hUlnanos tanto dulidad. La inlagen de los jóvenes elevándose por el
como del Partido, de haber sido convertido en una «no- aire mientras bailan, sin dejar de mover los pies al uní-
persona», es sunbolizado por su exclusÍón de los corros sono, mientras el humo de las dos víctilnas del Estado
de estudiantes que bailan para celebrar los aniversarios que acaban de ser incineradas. se eleva por el nlÍslllo
aprobados por el Partido. Recuerda un día en particular, cielo, encarna el vanidoso autoengaño de los camara-
en jmlío de 1950, cuando «las calles de Praga estaban das, su ansiedad de declarar su propia pureza e inocen-
una vez más atestadas de jóvenes baílando en corro. Yo cia, su determinación de no ver el terror y la injusticia
iba de uno a otro, me acercaba a ellos todo lo que podía, del sistema político al que sirven. Pero también expre-
pero me prohibían entrar». El día anterior, una diputa- sa la envidia y la soledad del personaje protagonista,
da socialista y un artista surrealista habían sido ahorca- expulsado para siempre de la euforia y la seguridad del
dos por ser «enemigos del Estado». El surrealista, Zavis baile colectivo. Una de las características más atracti-
Kalandra, había sido amigo de Paul Éluard, en esa épo- vas de Kundera es que nunca reclalna para sí ruismo la
ca probablenlente el poeta comunista más fanloso del heroica condición de n1ártir, ni menosprecia el coste,
nlundo occidental, que podía haberle salvado. Pero en términos humanos, de ser un disidente.
Éluard rehusó intervenir: estaba «delnasiado ocupado No sé cómo queda este pasaje en checo, la lengua
bailando en el corro gigante que rodeaba ... todos los en que fue escrito, pero traducido funciona estupenda-
países socialistas y todos los partidos cOlnunistas del lnente, quizá porque está tan brHlantelnente visualiza-
mundo; demasiado ocupado recitando sus hennosos do. Kundera fue profesor de cinematografía en Praga
poemas sobre la alegría y la hermandad». durante algún tiempo, y esta descripción muestra un
:I¡,

r89
188
:

i'

sentido cinematográfico de la compOSlclon, en el 25


modo en que su perspectiva pasa del panorama aéreo
de Praga a la mirada anhelante del narrador, que mira PERMANECER EN LA SUPERFICIE
arri ba n1ientras corre por las calles. El mismo corro
que se eleva por los aires es como el «efecto especial»
de una película. Gramaticalmente este extracto consis-
te sobre todo en una frase inmensamente larga; sus
oraciones son los equiv:llentes de los «planos>)., unidos
por la simple conjunción y en una secuencia fluida que
rehúsa dar prioridad ya sea al sentilniento irónico del y hay mucho que hablar.
narrador o a su sentimiento de pérdida. Están insepa- -¿Por qué la temes? -pregunta Flora, con su enorme
rablemente entrelazados. peso encima de Howard y sus pechos delante de su cara.
-Pienso -dice Howard- que estamos compitiendo
muy cerca uno del otro, en el mismo campo. No es ninguna
tontería. Su papel todavía depende demasiado del mío; eso le
impide 'madurar, de modo que se siente obligada a segm"me
la hierba bajo los pies. A destrUirme desde dentro.
-¿Estás cómodo así? --dice Flora-. ¿No te e.ftoy
'[ aplastando?
-No -dice Howa'rd.
-¿Destruirte cómo? -pregunta Flora.
-Está decidida a encont'rar mi punto flaco -dice Ho-
ward-. Qúiere convencerse a sí misma de que soy un fan-
tasma, un impostor.
-Tienes un pecho precioso, Howard -dice Flora.
- y tú también, Flora -dice Howa'rd.
-¿ y e'res un fantasma y un impostar?
Flo1-a.
-No lo creo --dice Howard-, no más que cualquiera.
Lo único que pasa es que me apasiona hacer cosas. In-rrod'ltci1-

19° I9 1
• I¡I'
',1
ji
,I! '"
novelas inglesas -RobinJ"on Crusoe de Defoe, Pamela
algún orden en el caos. Yeso para ella es e!;"nobúmo progre. de Richardson- usarolllos diarios y las cartas para re-
-Caramba, How¡;¡rd ,-dice Flora-, pues es más lista tratar los pensamientos íntimos de sus personajes con
de lo que yo pensaba. ¿ Tiene amantes? un realismo sin precedentes; yel subsiguiente desarro-
-Creo que sí --dice Howard-. ¿Puedes moverte, que llo del género, al menos hasta Joyce y Proust, puede
me haces daño? verse en términos de una exploración progresivalnen-
Flora se deja caer en la cama y se queda a su lado, echa- te profunda y sutil de la conciencia. Así, cuando un
da; descansan, con la ca'ra hacia an"iba, mirando al techo, en novelista elige permanecer en la superficie del com..
el piso de ella, todo blanm: portan1iento humano, registramos la ausencia de pro-
-¿No lo sabes?-pregunta Flora-. ¿No te has moles- fundidad psicológica con asombrada atención, y quizá
tado en averiguarlo? cierto malestar, aunque no podamos decir ínnlediata-
-No -dice Howard. lnente por qué.
-Qué poca curiosidad -dice Flora-. Tienes ahí mis- The history man, de Malcolm Bradbury, es una de
mo una psicología viva, y no te interesa. No me extrafia que esas novelas. Trata de un profesor de sociología que
ella quiera destruirte. acaba de escribir un libro titulado LIt den'ota de la in-
-Somos partida'ríos de que cada uno haga lo que le pa- timidad, en el que defiende la idea de que «ya no hay
rece -dice Howard. fuero interno>->-. Howard Kirk crt:e que el yo es un con-
-Tápate con la sábana -dice Flora-, estás sudando. Así cepto burgués desfasado, que los seres humanos indi-
es l:orno se cogen los resfriados. En cualqu1.er caso, seguÍs juntos. dduales son meros manojos de reflejos condicionados;
-Sí, seguimos juntos, pero desconfiamos uno del at'ro.
y que la única manera de ser libre es comprender el ar-
-Ah, sí -dice Flora, apoyándose en un costado para gumento de la historia (con ayuda de la sociología
mirarle, de tal modo que su gran pecho derecho se aplasta marxista) y cooperar con ella. Al permanecer en la su-
contra el cuerpo de él, y con una expresión pe1pleja en la perficie de la conducta y del entorno, el discurso de la
cara-, pero ¿no es esa una definición del matrimonio? novela imíta esa lúgubre y antihumanista filosotla de
MALCOLM BRADBURY, The history man
la vida de taltnodo que parece caricaturizarla, pero no
(EL HOMBRE DE LA historia) (1975)·
ofrece al lector un punto de vÍsta prh.':ilegiado para
condenarla o dejarla de lado. Aunque la historia está
• contada principahnente desde el punto de vista de Ho-
Dije antes (sección 9) que quizá la novela es la forIna ward, en el sentido de que está presente en la lnayoría
más capaz, entre los distintos géneros de literatura de los acontecimientos relatados, la narración no nos
narrativa, de representar la subjetividad. Las primeras
193
I9 2

;:
permite juzgar sus motivos, pues no penetra en su fue- por las complicadas estrategias familiares que consti-
ro interno. Lo mismo se aplica a otros personajes, in- tuyen el campo de estudio en el que Flora se ha espe-
cluyendo los adversarios- de Kirle. cializado», y están hablando de la relación de Howard
La novela consiste en pescripciones y diálogos. La con su esposa Barbara.
descripción se concentra obsesivanlente en la superfi- La idea de tener relaciones sexuales para poder ha-
cie de las cosas: la decoración de la casa de los Klrk, la blar, especialmente para hablar de los problemas con-
lúgubre y deshumanizada arquitectura del campus, la yugales del amante, es por supuesto cómica en sí mis-
conducta externa de los profesores y esmdiantes en las ma, como lo es eJ contraste que vemos entre el
clases, y fiestas. El diálogo es presentado de contacto íntimo de los cuerpos de los amantes yel abs-
una manera neutra, objetiva, sin interpretación intros- tracto intelecmalismo de su conversación. Pero hay al-
pectiva por parte de los personajes ni comentarios del go más que cómica incongruencia en la manera en que
narrador, sin variación alguna de las coletillas él/ella el diálogo zigzaguea entre lo físico y 10 cerebral, lo tri-
pregunta/dice, desprovistas de adverbios, sin siquiera vial y lo solemne. Cuando Howard dice que su mujer
interpolaciones entre las preguntas y respuestas. La quiere convencerse de que él es un fantasma, un im-
falta de profundidad del discurso es subrayada además postor, está expresando el tenla central de la novela.
por el uso casi continuo del presente. El pretérito de la Flora al principio parece rehuirlo, refugiarse en el
narrativa convencional implica que la historia es cono- eros: «Tienes un pecho precioso, Howard». La res-
cida -y ha sido evaluada- por el narrador en su tota- puesta de él, <<:Y tú también, Flora», nos hace reír, pero
lidad. En esta novela el discurso narrativo, impasible, ¿de quién nos reímos? A nosotros, lectores, nos toca
persigue a los personajes a medída que avanzan, de un decidirlo, como hemos de decidir lo que pensamos so-
momento al siguiente, hacia un desconocido fumro. bre la otra y más importante cuestión: ¿es Howard un
El efecto -cómico y escalofriante a la vez- de impostor? ¿O es su pasión por «hacer cosas» una for-
esta técnica resulta especialmente chocante en las es- ma de integridad, una manifestación de energía en un
cenas de calna, en las que uno esperaría normalmente mundo de entropía moral? Poder ver el fuero interno
una versión interiorizada de las emociones y sensacio- de los personajes facilitaría las cosas; como no es el
nes de al menos uno de ]05 participantes. En el pasaje caso, tenemos que asumir enteramente la responsabi-
citado aquí, Howard Kirk está en la cama con su colc:¡- lídad de la interpretación.
ga Flora Benidorm, a quien «le gusta acostarse con l\1uchos lectores encontraron inquietante la nega-
hombres que tienen matrimonios difíciles; tienen mu- tiva del texto a comentar, a ofrecer pistas claras sobre
cho más tema de acalorados como están cómo evaluar a los personajes; pero ello mÍsmo es sin

194 I95

I
duda el origen de su poder y fascinación. Es interesan- 26
te a este respecto compararlo con su adaptación televi- ::-:'11
siva en la BBC. El guión, de Chrístopher Hmnpton, MOSTRAR Y EXPLICAR
era sunlamente fiel a la novela, los actores estaban muy
bien elegidos y tanto la interpretación COlno la direc-
ción eran excelentes. Anthony Sher estaba lnagnífico
en el papel de Howard Kirk; pero, en tanto que actor
tenía que dar una interpretación a su papel y, cosa
zá inevitable, escogió retratar a su personaje sin ambi-
güedad alguna, como un despreciable manipulador y «Te veo demasiado p'roclive a las pasiones, hijo mío, y has
explotador de otras personas para sus propios fines. . puesto todos tus afectos de manera tan absoluta en estajoven
De este filado la versión televisiva asulnió gran parte que, si Dios te pidiera que renunciaras a ella, llevarías esa
de la carga interpretativa que la novela había deposita- separación muy a disgusto. Ahora bien, créeme si te digo que
do firmemente en manos del lector y en esa Inedida todo cristiano debe poner S'u corazón en las personas o cosas
era, aunque sumamente amena, una obra menos inte- de este mundo de tal manera que cuando la Providencia le
resante. (Hay que decir, talnbién, que al ver las imáge- prive de ellas, sea capaz de aceptar esa pérdida sin perder el
nes correspondientes a la escena citada al conlÍenzo de sosiego, tranquila y gustosamente».
esta sección, la atención de uno se desvió ligeramente En aquel momento alguien entró precipitadamente en
del ingenioso diálogo por la visible evidencía del pre- la casa e informó a Mr. Adáms de que S'u hijo más pequeño
cioso pecho de Flora Benidonn.) se había ahogado. El vicario permaneció silencioso unos mo-
mentos y enseguida empezó a pasearse por la habitación la-
mentando aquella pérdida, presa de la más amarga aflic-
ción. Josepb, aunque agobiado por las preocupaciones, se
repuso lo suficiente como para tratar de consolar al vicario,
utilizando para ello muchos de los razonamientos que tanto
en público como en privado había hecho Mr. Adams en an-
terim'es ocasiones (porque el vicario era muy enemigo de las
pasionesy defendía la necesidad de vencerlas mediante la ra-
zón y la gracia), pero el pobre hombre no estaba en condicio-
nes de aprovecharse de ,ms propios consejos.

19 6 197

I
-Hijo mío -dijo-, no me pidas imposibles. Si se tra- cualquier relato oscila constantemente entre mostrar-
tara de cualquier otro de mis hijos hab'ría podido llevarlo con nos lo que ocurrió y explicarnos lo que ocurrió. La
paciencia, pero ¡el más pequeño, mi favorito, el consuelo de manera más pura de mostrar es citar el discurso de los
mi ancianidad.' ¡Pensar que el pobre ha sido arrancado de la personajes: entonces el lenguaje refleja exactamente el
vida cuando apenas había entrado en ella! ¡El niño más acontecimiento (porque el acontecimiento es lingüís-
amable y de mejor cariete'/"; el que 12U'llL'Il ha hecho nada que tico). La forma más pura de explicar es el resumen au-
pudiera ofenderme! Esta misma mañana le he dado la pri- torial, en el que la precisión y abstracción del lenguaje
me1"'a lección en Quae Genus. Aquí está el libro con el que del narrador borran la particularidad e indívidualídad
empezaba a aprender, ¡pobre niño!, ya no le se'rvírá de nada. de los personajes y sus acciones. Una novela escrita
Hubie1-a llegado a ser un sabio y una de la Igle- completamente en forma de resumen sería, por esa ra-
sia; nunca se han visto juntas tanta inteligencia y tan bue- zón, casi ilegible. Pero el resumen tiene su utilidad:
nas disposiciones en un chiquillo de tan corta edad. puede, por ejemplo, acelerar el ritmo de un relato, ha-
- y además e'ra muy guapo -dijo Mrs. Adams, vol- ciéndonos pasar rápidamente por encima de aconteci-
viendo en sí, después de haber sufrido un desvanecimiento en mientos poco interesantes ... o demasiado interesantes
brazos de Fanny. y susceptibles por lo tanto de distraer nuestra aten-
-l\1Ii pobre Jacky, ¿no he de volver a verte nunca más? ción, si se les concediera mucho espacio. Es fácil exa-
-exclamó el vicario._ minar este efecto en la obra de Henry Fíelding, por-
-Cla 1-0 que sí -dijo Joseph-, en un mundo mejor; que escríbía antes de que se descubriera la técnica del
allí volverá usted a encontrarlo para no separarse jamás estilo indirecto libre, en el que el discurso autoríal y el
de él. díscurso de los personajes se funden (véase la sección 9).
Creo que el vicario no oyó estas palabras, porque no les En sus novelas la frontera entre esos dos tipos de dis-
prestó la menor atención y continuó lamentándose, mientras curso es clara e inequívoca.
las lágrimas corrían abundantemente por sus mejillas. P01" . El párroco Abrahaln Adams es un hombre benévo-
fin, exclamó: lo, generoso, nada mundano, pero es también un gran
-¿Dónde está mi pequeiiín?-. E iba Il salir de la casa personaje cómico -uno de los más memorables en la
cuando, para su gran sorpresa)' aleg1ia, que estoy segt/.1"o serán narrativa ínglesa- porque está siempre enzarzado en
compm"tidos por todos los lectores, encontró a su hijo, que, aun. contradicciones. Hay una perpetua disparidad entre
qu.e empapado) estaba vivo)' venía corriendo hacia él. cómo cree él que es el mundo (lleno de personas tan al-
HENRY FIELDING, Joseph Andrews (1742). truistas COlllO él) y cómo es el mundo en realidad (lleno
Traducción de José Luis López Muñoz. de egoístas y oporulnistas); entre lo que predica (un

198 I99

t:
cristianismo más bien austero y dogmático) y lo que Fielding está jugando a IDI juego arríesg'aJo aquí.
practica (bondad hUlnana corriente, instintiva). Ese por una parte, registramos la contradicción en tanto
contraste entre ilusión y realidad (que Fielding tornó, que cómica confirmación de una característica ya co-
con el debido reconocimiento, del Quijote) le convierte nocida del personaje; por otra parte, no hay nada gra- "
en un haznlerreír constante, pero que inspira simpatía, cioso en la nluerte de un niño. Nuestro impulso de
porque tiene buen corazón, aunque le falte sensatez. sonreír ante la incoherencia de Abrah:nll Adan1s, inca-
En este extracto, el párroco Adalns está alnones- paz de estar a la altura de su tocayo bíblico, se ve
tanda al protagonista, Joseph, sobre la impaciencia de contenido por el dramatisnlo de la situación y lo COIl1-
éste por casarse con su novia F anny, a la que acaba de prensible de su dolor. Dudamos, sin saber cómo reac-
recobrar tras una larga separación llena de peligros, donar.
Adams somete al joven a un largo sermón, previnién- Sin embargo, Fielding ha preparado una forma de
dole contra la lujuria y la falta de confianza en la Pro- resolver este impasse, tan útil para los personajes y el
videncia. Invoca el ejemplo, sacado del Antiguo Tes- lector. Tras unas pocas frases más de lamentación del
tamento, de Abrahaln, que estaba dispuesto a sacrificar párroco y su esposa y vanos intentos de consolarlos
por parte de Joseph, Adams descubre que a fin de
a su hijo Isaac a Dios si éste se lo pedía. Esa homilía es
citada literalmente, -«nl0strada». Y justo cuando Adams
acaba de declarar que deberíamos aceptar siempre, se-
I cuentas su hijo ll? se ha ahogado. y no pasa
" tiempo, claro esta, antes de que Adams reanude anI-
renamente, los sacrificios que Dios "nos exige, sus prin- mosamente su sermón a Joseph sobre la resignación
cipios son cruelmente puestos a prueba: -«En aquel cristiana.
momento alguien entró precipitadamente en la casa e El narrador explica la supervivencia del niño di-
Ínfonnó a Mr. Adan1s de que su hijo más pequeño se ciendo que <da persona que trajo la triste noticia había
había ahogado». Es la forma más sucinta de resumen. pecado de excesiva oficiosidad, ya que, a veces, hay
«Informó» parece una palabra fría y cerelnoniosa en el gentes que disfrutan (Ine parece que sin razones váli-
contexto y ni siquiera se nos dice quién es <-<alguien». das) dando 111alas noticias; de 111anera que aquel veci-
Los lamentos del desconsolado padre y los intentos de no, al ver caer en el río al hijo del vicario, en lugar de
Joseph de consolarlo son también resumidos, pero el acudir en su ayuda, había ido a informar a su padre del
rechazo por parte de Adams de los consejos de Joseph trÍste tInal que consideraba ínevitable>->; pero otra per-
es -«mostrado», citado íntegramente: <-<Hijo mlo, no sona le había rescatado. Esa explicación es aceptable
lIle pidas inIposibles>->, para subrayar la contradicción en parte porque pertenece a una serie de ejeulplos de
entre lo q ne predica y lo que hace. necedad y malevolencia humanas que recorre toda la

200 20!

l'
novela; y en parte porque llega muy pronto tras el
acontecimiento. Si el personaje del mensajero hubiera
27
tenido lnás consistencia y sus palabras describiendo el
HABLAR CON DISTINTAS VOCES
incidente hubieran sido reproducidas directamente,
todo el ritmo de la escena habría sido más <<verídico»
y su efecto emotivo muy distinto. Las circunstancias
de la muerte del chico habrían adquirido una pertur-
badora particularidad y el tono cómico de la novela se
habría perdido irremisiblemente. Cuando nos enterá-
senlOS de que la noticia era falsa podíamos habernos
Christie es el soltero de oro del año. Mientras la nieve in-
sentido, en tanto que lectores; estafados. Fielding evi-
vernal continúa impoluta mes tras mes, y media Europa se
ta esos efectos no deseados mediante un juicioso uso
muere de hambre, y los bombarderos transportan alimentos
del resumen. para Alemania en luga'r de bombas, y el gas se reduce a una
llamita vacilante, y la luz eléctrica fluctúa, y los extraños se
agrupan en busca de consuelo... , Christie resplandece ante
Grace como un faro de espe.ranza. Es el símbolo de la mas-
culinidad, inequívoca y erecta (pero sólo en el matrimonio).
Christie es la ambición de Grace. Ya no desea ni carreras, ni
diplomas, ni la admiración del mundo, nada de todo eso.
Sólo Christie.
Le ama. Oh, sí, le ama. Su corazón se acelera al vede,
sus entrallas arden de deseo. Pero no sucumbirá, no puede
sucumbir a sus abrazos. Él la lleva en su barco, absoluta-
mente digno (sí, sabe navegar), y a subir montañas, algo
menos digno (.,'í, sabe escalar). Se o..frece a comprarle un apar-
tamento (sí, puede permitírselo), peTO ella no acepta. No
quiero diamantes, Christie, gracias. No quiero de
pulsera. No quiero regalos, no quiero sobornos) que1'ido.
¡Chocolatinas, sí, oh, gracias.' Yorquídeas, e invitaciones a
cenar, y que me lleves en taxi a casa, y, sí, un beso, y sí, pue-
202
2°3

¡f

des tocarme los pechos Oqué malos somos!) J' dep'risa, depri- xis. Las novelas de Fay Weldon, que hacen un gran uso
sa, buenas noches, Christie..1V1i dueño, mí amor, mi tesoro. del resumen, son notables tanto por su agitado ritmo
Morí'ría por ti, pero no me acostaré contigo. como por su vivacidad estilística.
Cb1istie se detiene en el Sobo, camino de su casa) y pa- Amigas refleja los avatares de tres rnujeres durante
sa una bora con una puta. ¿ De qué otra forma pod1ia sobn:- las décadas de mil novecientos cuarenta, cincuenta y
vivir? sesenta, centrándose en sus experiencias sexuales y
Ella le ama. Ella quiere casarse con él. ¿ De qué otra conyugales, COll el telón de fondo de una sociedad
b ..? cuya moral está evolucionando rápidamente. Retrata a
fiorma po.d1'711 so.
FAY WELDON, Amigas (I97S). las mujeres como víctitnas impotentes -a g-randes ras-
TraduccÍón de Eduardo G. Murillo. gos- de sus úteros y corazones, que anhelan maridos
y amantes aunque unos y otros las exploten y traicio-
nen. Los hOlnbres son retratados como víctitnas igual-
En la sección anterior, comentando la equilibrada al- mente impotentes de 'su propio egoÍslno y apetitos
ternancia entre «mostrar» y «explicar» en Joseph An- sexuales; pero al ser promiscuos por naturaleza, disfru-
d-rews de Henry Fíelding, dije que una novela escrita tan más que las 111ujeres de la creciente pennisividad.
toda ella en forma de resumen sería probablemente El extracto citado más arriba, no obstante, se sitúa en
casi ilegible. Pero cierto núm.ero de novelistas COl1- una época anterior, los años cuarenta, cuando las chi-
telnporáneos han avanzado deliberadalnente un buen cas decentes no hacían ciertas cosas y podían usar la
trecho en esa dirección, sin pagar semejante precio. La castidad prematrimonial como una baza en la guerra
l'
narración basada en el método del resumen parece entre los sexos. Grace de hecho no es virgen, pero fin-
adaptarse a nuestro gusto moderno por la ironía, la ra- ge serlo, sabiendo que Christie «-<considera indispensa-
pídez y la concisión. Es un modo particularmente efi- ble la virginidad en la mujer a la que ama, pero hace lo
caz de manejar una amplia gama de personajes y una imposible por destruirla». De este modo ambos perso-
historia que se extiende durante un largo período de najes están córnÍcamente atrapados en las contradic-
rienlpo, sin elnpantanarse en los lentos riunos tenlpo- cíones y la hipocresía.
rales y el denso detalle de la novela clásica. (Yo lnislno El prinler párrafo evoca el contexto de la época
lo usé, por esas razones, en una novela titulada How far -austeridad, penuria, guerra fría- en una ágil se-
can yO'lt gol) Hay que ir con cuidado, de todos módos, cuencia de imágenes, como un montaje cinenlatográ-
para asegurarse de que el estilo «resumen» no se vuel- fico, y procede seguidamente a una irónica yuxtaposi-
va monótonamente uniforme en vocabulario y sinta- ción entre la obsesión emocional privada de Grace con

z04 2°5
I
tI.

¡
esas miserias y angustias públicas. Mientras media Eu- sus amigas, pavoneándose por las cualidades de su no-
ropa se lTIUere de hambre, Grace no piensa más que en vio. (Una conlplicación añadida es que el narrador es
CÓlno convencer a Christie de que se case con ella. Ol- de hecho una de esas amigas, Chloe, que escribe sobre
vida su ambición de ser pintora (en ese momento de la sí misma en tercera persona y afirma un conocimiento
historia está estudiando Bellas Artes) porque su única de' los pensamientos secretos de los otros personajes
ambición es Christie: «Ni carreras, ni diplomas, ni la habitualnlente reservado al novelista.)
admiración del mundo, nada de todo eso. Sólo Chris- «No quiero diamantes, Christie, gracias. No quie-
tie>'? El discurso aquí empieza a pasar de un resumen ro relojes de pulsera. No quiero regalos" no quiero
de los acontecimientos a un resumen de los pensa- sobornos, querido. ¡Chocolatinas, sÍ, oh, gracias!».
mientos de un efecto aún más marcado hacia el Gramaticalmente este pasaje, y el resto del párrafo, es
final del siguiente párrafo. discurso directo de Grace, pero no va entrecomillado
De hecho, lo que aquí tenemos no es un estilo úni- en el texto y evidentemente lo que recoge no es algo
co y uniforme, como la voz autoríal de Fielding en el que Grace dijera enteramente en una sola ocasión. Es
pasaje citado de Joseph Andrews, sino una mezcolanza discurso directo que funciona como resumen, una
polifónica de estilos, o voces, que retratan las escara- condensación de lo que Grace dijo en varias ocasiones
muzas seriocómicas del noviazgo de Grace y Christie diferentes (o pensó, o dio a entender). Pudo haber di-
con vivacidad pero también con concisión. «Le ama. cho «buenas noches» y quizá «lni dueño, mí amor, mi
Oh, sí, le ama. Su corazón se acelera al verle, sus en- tesoro»" pero casi seguro que no diría «moriría por ti,
trañas arden de deseo». Aquí el narrador parece tomar pero no me acostaré contigo», otra frase que parece
prestado el discurso literario tradicional del «amor»: proceder de una fuente literaria recordada a medias.
de las cartas de amor, la poesía de amor, las historias de Dos párrafos breves, simétricos, resumen el callejón
amor. «No puede sucumbir a sus abrazos» es un tópi- sin salida en lo tocante a la sexualídad, con una voz
co sacado directamente de la novela rosa; su carácter narrativa que se hace eco secamente del alegato de
paródico subraya la falta de autenticidad de la conduc- cada una de las partes.
ta de Grace. Los paréntesis en la frase siguiente: «sÍ,
sabe navegar», «sí, sabe escalar», «sí, puede permitír-
selo» pueden deberse a que el narrador se anticipa a 18S Este pasaje ejemplifica de un modo extremo, pero no
preguntas del lector, reconociendo el retraso con el por ello menos representativo, una propiedad de la
que suministra esa información, pero sin disculparse prosa novelística que el crítico ruso Mijaíl Bajtín llamó
por ello. O pueden ser ecos de lo que Grace cuenta a «poIífonía» o, alternativamente, «dialogismo». (Los

206 2°7

t
lectores alérgicos a la teoría literaria quizá tengan ga- traducirlos en el plano de su propio discurso, pero de
nas de saltarse el resto de esta sección; aunque el tenla tal modo que ese plano no quede destruido». Los no-
tiene un interés más que teórico: está en el rneollo de velistas pueden hacer eso de varias maneras. Mediante
la representación que la novela hace de la vida.) Según la técnica del estilo indirecto libre (véase la sección 9)
Bajtín, el lenguaje de la poesía épica y lírica tradicio- pueden combinar su propia voz con las de sus persona-
nal, o el de la prosa expositiva, es «luonológico»: lucha jes a fin de reflejar los pensamientos y emociones de és-
por imponer una única visión, o interpretación) del toS. O bien pueden dar a su propia voz narrativa un tipo
mundo nlediante un solo estilo unitario. La novela por distinto de coloración que no tiene nada que ver con
el contrario es «dialógica»: incorpora muchos estilos, los personajes. Henry Fielding, por ejemplo, usa con fre-
o voces, diferentes, que por así decir hablan unos con cuencia un estilo burlonamente heroico, aplicando el
otros y con otras voces fuera del texto, los discursos de 'lenguaje de la poesía épica clásica y neoclásica a \'ulga-
la cultura y de la sociedad en general. La novela consi- res reyertas o cítas aluorosas. Veamos CÓIUO describe
gue este efecto de varias maneras. En el nivel más ele- los esfuerzos de Mrs. Waters por seducir al héroe epó-
tuental está la alternancia de la voz del narrador con nÍtno de Tom Jones Inientras están cenando juntos:
las de los personajes, de los que se registran las parti-
cularidades lingüísticas propias de su clase, región, ofi- En primer lugar, de dos adorables ojos azules) cuyas pupilas
cio, sexo, etc. Es algo que damos por descontado en la descargaban relámpagos, surgieron dos miradas penetran-
novela, pero fue un fenólueno relativamente raro en tes. Pero, por suerte para nuestro héroe, sólo se clavaron en
la literatura narrativa antes del Renacimiento. Hay un el gran trozo de buey que había en el plato, disipándose sin
expósito en Nuestro común amigo de Charles Díckens hacer el menor daño.
(Traducción de Enrique de Juan.)
llamado Sloppy, que es adoptado por una anciana 11a-
luada Betty Hígden, la cual está convencida de que el
y así sucesivamente. Bajtín bautizó este tipo de escri-
chico está especiahuellte dotado. «l\;Tadie lo diría, pero
tura con el nombre de «discurso doblemente orienta-
Sloppy lee el periódico como nadie», dice. «Hace de
do»: el lenguaje simultáneamente describe una acción,
policía en distintas voces». Eso nlÍslllo hacen los nove-
e imita un estilo particular de habla o de escritura.
listas.
este caso tenenlOS un efecto de parodia porque el esti-
«Para el artista de la prosa elll1undo está lleno de
lo es incongruente con el teIna, por lo que su amane-
palabras de otras personas -escribió Bajtín- entre'las
ramiento parece absurdo y artificiaL El contraste enU'e
cuales debe orientarse y cuyos rasgos lingüísticos debe
tenla y estilo es menos evidente en el pasaje de Fay
ser capaz de percibir con un oído muy agudo. Debe in-

208 2°9

l'
Weldon, porque el lenguaje que toma prestado de la 28
novela romántíca y de las revistas femeninas no es ina-
propiado al tema, sino s610 exagerado y cargado de tó- EL SENTInO DEL PASADO
picos. Probablemente uno debería describir esa clase
de estilo como «pastiche» más que como parodia, o
usar el término que usa el mismo Bajtín, -«estiliza-
ción», Su categorización de los varios niveles de dis-
curso en el texto de la novela es complej::l, pero la idea
central es sencilla: el lenguaje de la novela no es un
lenguaje, sino lma mezcla de estilos y voces, y es eso lo La g;ran mole estaba bastante concurrida aquella mañana.
que la convierte en un género literario democrático y Había pescadores remendando y aparejos o preparando
antitotalitario por definición, un género en el que nin- las nasas el cangrejo ola langosta. Había también gen-
guna posición ideológica o moral escapa al cuestiona- te distinguida, fo1-asterosmadntgadores y vecinos de/lugar
miento y a la contradicción. que paseaban a la orilla de un mar ya más sereno, aunque
todavía agitado. La mujer de mirada penetrante 110 estaba.
Pero Charles no se detuvo a pensar'" en ella -ni en Tbe
Cobb-, y con paso elástico y rápido, muy distinto de su re-
posado andar ciudadano, se encaminó hacia su destino, por
la playa, al pie de los acantilados de fiVáre Cliffi.
Sin duda, al verle se haln"Ían sonreída, pues iba cuida-
dosamente equipado para desempeñar su ta1'ea. Llevaba
macizas botas claveteadas y polainas de lona en las que se
embutían pantalones bombachos de gnlesa franela de Nor-
jolk. Completaba su indumentaria una americana ceñida y
larguísima, sombrero de lona beige de alas levantadas, un
recio bastón que había comprado camino de The Cobb y un
voluminoso zurrón cargado de zapapicos, sobres, blocs de no-
tas, cajitas para muest'ras, azuelas y qué sé yo cuántas cosas
más. Nada nos resulta más incomprensible que la meticulo-
sidad de los vict01'ia'rlOs. Puede apreci07'se en toda su magni-
2IO 21I
• .,tlol ¡

tud ---y su ridiculez- en los consejos que tan abundante- autores, a fin de subrayar los c31nbios sociales y cultu-
mente daba a los turistas el Baedeker en sus pn·meras edi- rales. Esos efectos pasarán seguramente desapercibi-
ciones. Uno se pregunta cuánto placer de descubrir quedaba dos para el lector moderno. TÓlllese por ejemplo la
para ellos. Volviendo al caso de Charles, ¿cómo no se le frase inicial de La feria de las vanidades:
ocurrió que un traje más ligero sería más cómodo, que no le
hacía falta el sombrero y que para andar por una playa sem- Una mañana soleada del mes de junio, cuando este siglo te-
nía poco más de una docena de años, se detuvo frente a la
brada de guijarros redondeados las botas claveteadas eran
doble puerta exterior de hierro del colegio para señoritas de
tan adecuadas como unos patines de hielo?
miss Pinkerton, situado en Chiswick Mall, un amplio coche
JOHN FOWLES,
familiar tirado por dos robustos caballos de atalajes resplan-
La mujer del teniente francés (1969). decientes, cuyas riendas llevaba un voluminoso cochero de
Traducción de Ana María de la Fuente. tricornio y peluca, conduciéndolos a una velocidad de cua-
tro millas por hora.
(Traducción de Amando Lázaro Ros.)
El primer escritor que usó la novela para evocar un
sentido del pasado con convincente especificidad fue La época en que Thackeray escribía esto, finales de la
sir Walter Scott, en sus novelas sobre la Escocia de los década de 1840, nos resulta hoy casi tan lejana con10
siglos XVII y XVIII, como U'averley (1814) Y El corazón de aquélla sobre la cual estaba escribiendo, pero el propósi-
lVlidlothian (1816). Eran novelas «históricas» en la nle- to de Thackeray era claramente suscitar en sus lectores
dida en que trataban de personajes y acontecimientos una nostalgia humorística y quizá ligeralnente condes-
históricos; pero también evocaban el pasado en térmi- cendiente. Para él y sus lectores la era del ferrocarril se-
nos de cultura, ideología, modales y moral: descri- paraba los años diez a veinte de los años cuarenta del si-
biendo el «estilo de vida» completo de las personas glo, y la referencia a la lentitud del coche silnboliza el
corrientes. Al hacerlo, Walter Scott tuvo un profundo ritmo de vida más tranquilo de aquel entonces. Las des-
efecto sobre el desarrollo ulterior de la narrativa. Se ha cripciones del sombrero y de la peluca del cochero eran
dicho que la novela victoriana era algo así como nove- también, para los lectores contemporáneos del autor, in-
la histórica sobre el presente. Muchas de estas novelas dicadores cronológicos más precisos que para nosotros.
(COIllO Middlemarch o La feria de las vanidades) estaban El pasado reciente ha seguido siendo uno de los te-
de hecho situadas en el pasado respecto al momento mas favoritos de los novelistas hasta hoy. Amigas, de
de su composición, es decir que se desarrollaban en la Fay Weldon, es uno de los nun1erosos ejenlplos de
época correspondiente a la infancia y juventud de sus ello. Pero hay una gran diferencia entre hacer eso, y

212 21 3

I
escribír sobre la vida un siglo atrás, especialmente distancia temporal entre el autor -y el lector- y la ac-
cuando dicha vida ya ha sido memorablemente descri- . ción de la novela, que se desarrolla en 1867, exactaInen-
ta por sus propios contemporáneos. ¿Cómo puede un te cien años antes de que Fowles la escribiera. La indu-
novelista de finales del siglo xx competir con Charles mentaria es uno de los indicadores de época -más obvios
Dickens o Thomas Hardy en la representación de los en la ficción narrativa, yes fácil obtener información so-
hombres y mujeres del siglo XIX? La respuesta, natu- bre la ropa que la gente llevaba en épocas pasadas me-
ralmente, es que no puede. Lo que sí puede hacer es diante la investigación histórica, como la que F owles sin
proyectar una perspectiva del siglo xx sobre los com- duda realizó. Pero lo que la ropa de Charles, y sus per-
portamientos del xix, quizá revelando cosas sobre los trechos, significaban para él y sus ,contemporáneos (a
victorianos que ellos mismos no sabían, o preferían no saber, que era un caballero, que conocía la manera
saber o simplemente daban por descontadas. correcta de hacer las cosas) es distinto de lo que signifi-
Si encontráramos el primer párrafo del extracto de can para nosotros; su carácter excesivo, inconveniente e
La mujer del teniente francés fuera de contexto, y nos pi- inapropiado a la actividad para la que se emplean, y 10
dieran que dijéramos cuándo fue escrito, nos pondrían que ello revela sobre los valores victorianos.
en un aprieto. Eso se debe a que se concentra en pro- El cambio de perspectiva entre los dos párrafos, en-
piedades -«intemporales» de la aldea costera donde se tre la recreación imaginativa del pasado en el primero y
desarrolla, Lyme Regis (los pescadores, sus redes y na- el abierto reconocimiento de la distancia temporal en el
sas, los paseantes), y porque está escrito según las con- segundo, es característico del método de Fowles en esta
venciones de cierto tipo de realismo narrativo que no novela. El pasaje que he citado continúa:
ha mucho en los últimos doscientos años. La
descripción de la escena desde el punto de vista de Bueno, nosotros nos reímos; pero tal vez haya algo admirable
Charles, que está emprendíendo una expedición en en esta disociación entre lo que es más cómodo y lo que todo
busca de fósiles, recapitula hábilmente la principal el mundo recomienda. Una vez más, nos tropezamos con esa
cuestión de interés narrativo que hasta ese momento discrepancia fundamental entre el siglo pasado y el actual:
ofrece la novela: la identidad de la misteriosa mujer a ¿hemos de aceptar, o no, que nos guíe el sentido del deber?
la que vio en The Cobb bajo la tormenta. Sólo el uso
ligenmlente arcaico de la palabra -«elástico>>- nos deja- La palabra «deber>->- va acompañada de un asterisco, que
ría adivinar que se trata o de una novela victoriana o de nos remite a una nota a pie de página, en la que se cita a
una moderna imitación de ellas. una auténtica victoriana, la novelista George Eliot, a
Sin elnbargo, el segtmdo párrafo revela a las claras la propósito del deber. Lo que más vivamente nos recuer-

21 4 21 5

da que Fowles es un novelista del siglo xx que está escri-
29
biendo una novela del siglo XIX es el símil, deliberada-
mente anacrónico) con que se nos describe el estado IMAGINAR EL FUTURO
mental de Charles cuando finalulente consuma su deseo
por la nústeriosa Sarah: «Como una ciudad sobre la que
acaba de caer, procedente de un cielo sereno, una bom-
ba atómica». Pero poner de manifiesto la distancia en-
tre la fecha de la historia y la fecha de su composición
revela inevitablenlente no sólo la artificialidad de la fic-
ción histórica, sino la artificialidad de toda ficción. No Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las
pasan muchas páginas antes de que Fowles escriba: ",,,,La trece. "Winston Smith) con la barbílla clavada en el pecho en
historia que estoy contando es puramente imaginaria. su esfuerzo burlar' el 'molestísimo viento, se desllzó rápi-
Estos personajes que estoy creando nunca existieron damente por entre las puertas de cristal de las Casas de la
fuera de mi propia IDente». La mujer del teniente francés Victoria, aunque no con la suficiente 'rapidez para evitar
es una novela cuyo tema es la escrirura de novelas, tan- que una ráfaga polvorienta se colara con él.
to como el pasado. Existe una palabra para designar ese El vestlbulo olía a le[fUmbres cocidas y a esteras viejas.
tipo de novelas, metaficción, que se analizará a su debi- Al fondo, un de colores, demasiado grande pa'ra ha-
do tielnpo (véase la sección 45). llarse en un interio?; estaba pegado a la pared. Representa-
ba sólo un enorme rostro de más de un metro de anchura: la
cara de un hombre de unos cuarenta y cinco años con un
gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas. "Wins-
ton se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subi'r
en el ascensor. No funcionaba con frecuenda y en esta época
la se cortaba durante las horas de día. Esto era
de las 'restricciones con que se p'reparaba la Semana del
Odio. "Winston tenía que subir a un séptimo piso. Con sus
treinta y nueve años y una úkera de varices por encima del
tobillo derecho, subió lentamente, descansando varías veces.
En cada descansillo, frente a la puerta del ascensor, el cat7:e-
Ión del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos
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21 7

I
dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno sucedido ya, Pero cuando Orwell escribió la novela es-
adonde quie1'a que esté, EL GRAN HERtWANO TE J!J.GlLA, decían taba imaginando el futuro y para que tenga sentido te-
las palabras al pie. nemos que leerla como una novela, no histórica, sino
Dentro del piso una voz llena leía una lista de números profética. Usó el pretérito como tiempo verbal para
que tenían algo que ver con la producción de lingotes de conferir a su descripción del futuro una apariencia no-
hierro. La voz salía de una placa oblonga de metal, una es- velística de realidad. Al situar su historia sólo treinta y
pecie de espejo empañado, que formaba parte de la superficie pico años más tarde del momento en que la escribía,
de la pared simada ti la derecha. Winston hizo funciona'r su estaba quizá intentando advertir a sus contemporá-
1'egulador y la voz disminuyó de volumen aunque las pala- neos de la inminencia de la tiranía política que temía.
bras seguían distinguiéndose. El instrumento (llamado tele- Pero hay también un sombrío humor en la ocurrencia
pantalla) podía ser amortiguado, pero no había manera de de invertir, en el útulo de la novela, la fecha en que la
cerrarlo del todo. terminó (194 8). Orwell usó muchos rasgos reconoci-
GEORGE ORWELL, I9 84 (1949). bles de la «época de la· austeridad» de la posguerra en
Traducción de Rafael Vázquez Zamora. Gran Bretaña, así como noticias sobre la vida en la Eu-
ropa del Este, para crear la deprimente atmósfera de
Londres en 1984: grisura, penuria, ruinas. La ciencia
Sólo superficialmente es una paradoja que la In ayo ría ficción suele señalarnos las grandes diferencias entre
de las novelas sobre el futuro estén narradas en pasado. las condiciones materiales presentes y futuras. Ornrell
A very private lifo (Una vida muy privada) (I968) de dio a entender por el contrario que serían las mismas,
Michael Frayn empieza usando el futuro como tiempo en peor.
verbal «<Habrá una vez una niñita llamada Uncum- La primera frase dellíbro ha suscitado una mereci-
ber»), pero no puede mantenerlo mucho tiempo y da admiración: «Era un día lUlninoso y frío de abril y
pronto pasa al presente. Para entrar en el mundo los relojes daban las trece». El truco está en la última
gínario de una novela tenernos que orientarnos en el palabra, aunque probablemente su efecto es mayor pa-
espacio y en el tiempo con los personajes, y el uso del ra los lectores que recuerdan una época en que no ha-
funuo lo hace imposible. El pretérito es el tienlpo bía relojes digitales ni horarios con veinticuatro horas.
«natural» de la narrativa; incluso el uso del presente Hasta que uno llega a esa última palabra, el discurso
hasta cierto punto paradójico, ya que cualquier cosa suena tranquilízadoralnente conocido. Podría ser el
que ha sido escrita tiene que haber sucedido ya. principio de una novela «corriente» sobre un día <"1.131-
Naturalmente, para nosotros, hoy en día, 1984 ha quiera en el mundo contemporáneo. Es la anón131a pa-

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• '111

IÍ'
labra «trece>-)- la que nos dice con maravillosa econo- GILA son los únicos detalles que llalllan la atención en lo
mía que es una experiencia muy distinta la que nos es- que por lo delnás podría ser la descripción de un rui-
pera. Los relojes, el tielnpo, y los cálculos que los noso bloque de pisos baratos en 1948. Tienen un efec-
acompañan, forman parte de las reglas racionales que to equivalente al del reloj que da las trece. Son enig-
nos sirven para ordenar nuestras vidas en el mundo ha- nlas, que despiertan nuestra curiosidad ... y aprensión,
bitual, conocido. Así, «trece;>>- es como el momento de pues lo que dan a entende:r respecto del contexto social
una pesadilla en que algo nos indica que estamos so- no es tranquilizador y estamos ya elllpezando a identi-
ñando y nos despierta. Pero en este caso la pesadilla no ficarnos con Winstol1 Smith en tanto que víctima de
hace más que empezar, y el protagonista, por lo ille- esa sociedad. La Semana del Odio y el Gran Hermano
nos, nunca se despierta ... de un mundo en el que el po- están asociados, por contigüidad, con la suciedad y nli-
der puede decretar que dos y dos son cinco. seria circundantes, incluso con el viento lnolestisínlo
En la siguiente frase sólo los nombres propios pa- del primer párrafo. Los rasgos del Gran Hernlano se
recen sobresalir del discreto realismo del estilo. El parecen a los de Stalin, pero también recuerdan un fa-
nombre que sus padres dieron a Wínston Smith, el moso cartel de la Primera Guerra destinado a reclutar
protagonista, era evidentemente un homenaje a Wins- jóvenes, en el que aparecía un militar con grandes bi-
ton Churchill, líder de la nación en la Segunda Guerra gotes (Lord Kitchener) señalando con el dedo, con la
Mundial, y podemos suponer que el edificio en el que leyenda: «Tu país te necesita>->. Sólo en el invento del
vive fue construido poco después del fin de esa guerra. televisor que funciona en dos sentidos (mantiene al es-
La ironía de esos detalles se hace evidente cuando nos pectador bajo observación permanente) usa Orwellla
enteramos, más adelante en la novela, que el Inundo licencia que otorga la ciencia ficción a sus autores para
está enzarzado en continuas guerras intercontinenta- imaginar objetos que 110 existen en la época en que es-
les, treinta y seis años después. La ráfaga polvorienta criben. Su sofisticación tecnológica parece doblemen-
que se cuela por entre las puertas de cristal da a enten- te siniestra en el entorno lúgubre y mísero de las Ca-
der que las calles y aceras no están muy limpias, y esa sas de la Victoria.
nota de suciedad y miseria se hace nlás aguda en el si- En suma, Orwell inlaginó el futuro invocando,
guiente párrafo, con las referencias a «legumbres coci- modificando y combinando de otra manera imágenes
das y esteras viejas>->-, cortes de electricidad y la úlcera de 10 que sus lectores, consciente o inconscientemen-
de varíce:s de Winston. te, ya sabían. Hasta cierto punto, ése es sieulpre el
La referencia a la «Semana del Odio>>- y el gran caso. La ciencia ficción popular, por ejeluplo, es una
cartel en color con la leyenda EL GRAN HERMANO TE VI- curiosa mezcla de máquinas inventadas y ¡notivos

220 22I

narrativos arquetípicos de forma muy 'Vi si- I

ble, de las leyen(:1as populares, los cuentos de hadas y la 3°


Biblia: recicla los mitos de la Creación, la Caída, el Dí- EL SIMBOLISMO
luvio y el Salvador para una época laica pero aún su-
persticiosa. El mismo Onvell recoge la historia de
Adán y Eva en su tratamiento de la relación amorosa
entre "Vinston y Julia, secretamente controlada y fi-
nalmente castigada por el Gran Hernlano, pero con
un efecto que es 10 contrario de tranquilizador, y tan
sutilmente que el lector puede no ser consciente de la loco! -exclamó Ursula con un grito-o ¿Por qué
alusión. En este aspecto como en otros su técnica no se no se va de ahí hasta que haya pasado el tren?
distingue de la de la novela realista tradicional, aunque Gudrun miraba a Gerald con %s dilatados, magneti-
su propósito era diferente: no reflejar la realidad social zados. Pero él seguía en su sitio, radiante y obstinado, for-
conteluporánea, sino hacer un retrato estremecedor zando a la yegua que giraba y se revolvía como el viento, sin
de un posible fnturo. conseguir sin embargo liberane de la foe1"'Za de su voluntad,
ni tampoco escapar al loco estrépito de terror que resonaba a
t1"avés de todo su cuerpo, a medida que los vagones pasaban
despacio, pesados, aterradores, uno tras otro, persiguiéndose,
sobre las vías del cruce.
La locomotora, como si quisiera verificar sus foerzas,
frenó y los vagones recularon hacia atrás, rebotando en los
topes de hierro, resonando como címbalos horribles, chocando
cada vez más cena en una serie de golpes aterradores, estri-
dentes. La yegua abrió la boca y se alzó despacio, como si la
izara un viento de te1"TOr. Luego, sus manos se levantaron de
un salta, como si quisiera eSt'apar, en una última convulsión)
al horror que tenía ante ella. Se echó atrás, y las dosjóvenes
se abrazaron, creyendo que la yegua se iba a caer hacia atrtÍs
aplastando al jinete. Pe1'o él se inclinó hacia adelante, con el
regocijo brillándole en la cara, y consiguió dominarla final-
222
223

mente, hundirla, y lleva'rla al punto de partida. Pero tan lIante superficie de significados sugerIdos sin un lneo- I
fuerte armo la presión de su fuerza y dominio era la repul- 110 denotativo. ,
sión provoc.:ada por el terror absoluto que la obligaba a No obstante, alguien ha dicho que el novelista de-
troceder y a rechazar la vía del tren, de forma que empezó bería fabricar verdadero pan y verdadero vino antes de
a girar como una peonza sobre las dos patas como si estuvie- convertirlos en símbolos) lo cual parece IDI buen con-
ra en el centro de un Al verlo, Gudrun se desva- sejo para un escritor que aspire a crear «una Í111pre-
neció con un mareo intenso que parecía penetrarle hasta el sión de vida» o algo por el estilo. Si el pan y el vino son
corazón. introducidos en la historia tan sólo, y demasiado ob-
D. H. LAWRENCE, Mujeres enamoradas (I92 r). viamente, por su significado simbólico, ello tenderá a
Traducción de A-:laría Lozano. sabotear la credibilídad de la narración en tanto que
acción humana. D. H. Lawrence se mostró con fre-
cuencia dispuesto a asumir ese riesgo a fin de expresar
A grandes rasgos, cualquier cosa que «está en lugar intuiciones visionarias, como cuando -en otro episo-
de» otra cosa es un símbolo, pero el proceso-opera de día de Mujeres enamoradas- su protagonista se revuel-
muchas maneras diferentes. Una cruz puede sinlboli- ca desnudo por la hierba tirando piedras al reflejo de la
zar el cristianísnlo en un determinado contexto, por su luna. Pero en el pasaje aquí citado nlantiene un buen
asociación con la Crucifixión, o un cruce de caminos equilibrio entre la descripción realista y la sugerencia
en otro, por similitud diagramática. El simbolismo li- simbólica.
terario no es tan fácil de descifrar como esos ejemplos, El «pan y vino» en este caso es una acción comple-
ya que intenta ser original y tiende a una rica plurali- ja: un hombre que controla una yegua asustada por un
dad, incluso ambigiiedad, de significado (Lllalídades tren minero que está cruzando un paso a nivel, mien-
que serían indeseables en las señales de tráfico y los tras dos mujeres contemplan la escena. El hOlllbre es
iconos religiosos, especialmente en las primeras). Si Gerald Critch, hijo del propietario de las l1unas dellu-
una metáfora o sÍmíl consiste en manifestar la seme- gar, que dirige el negocio y lo heredará a su debido
janza de A con B, un símbolo literario es una B que su- tienlpo. El lugar es el paisaje del condado de Notting-
giere A, o cierto número de A. El estilo poético co- hamsrure en el que Lawrence, hijo de un lnillero, se
nocido como simbolismo, que elnpezó en Francia a crió: un agradable paisaje canlpestre cicat.rizado y en-
finales del siglo XIX en la obra de Baudelaire, Verlaine negrecido en ciertos lugares por las minas y sus ferro-
y Mallarmé, y ejerció considerable influencia en la li- carriles. Podría decirse que el tren «sinlboliza» la in-
teratura inglesa del xx, se caracterizaba por una bri- dustria mínera, que es un producto de la cululra en el

224
225

,n'
i

¡.
sentido antropológico, y que la yegua, criatura de la (<<mareo>->-) (pues poignant significa ante todo 'conmo-
N aturaleza, simboliza el campo. La industria ha sido vedor, patético'), expresa el torbellino de las emocio-
impuesta al campo por el poder nlasculíno y la volun- nes de Gudrun, y hace hincapié en el significado eti-
tad del capitalismo, un proceso que GeraId reproduce mológico de poignant ('punzante) penetrante') que,
simbólicalnente por la manera en que domina a su ye- junto con <-<penetrar» en la oración siguiente, da un
gua, forzando al aninlal a aceptar el espantoso ruido énfasis poderosamente fálico a la descripción entera.
metálico del tren. Un par de páginas más adelante, Gudrun es descrita
Las dos mujeres que contemplan la escena son <<:atontada mentalmente por el peso indomable del
hermanas: U rsula y Gudrun Brangwen, la primera hombre dejando sentir su fuerza en el cuerpo vivo
maestra, la segunda artista. Han salido a dar un paseo del caballo: los muslos fuertes, indomables del hombre
por el campo cuando presencian la escena en el paso a rubio atenazando el cuerpo palpitante de la yegua con
nivel. Alnbas se identifican compasivamente con la control absoluto>'>. La escena entera es profética, real-
aterrorizada yegua. Ursula está escandalizada por el mente, de la relación, sexual apasionada pero mutua-
comportamiento de Gerald y dice lo que piensa. Pero mente destructiva que se desarrollará más adelante en
los acontecimientos son descritos desde el punto de la novela entre Gudlun y Gerald.
vista de Gudrun y su reacción es más compleja y ambi- Ese denso caldo de cultivo simbólico sería, sin em-
valente. Hay siInbolismo sexual en la manera en que bargo, mucho menos eficaz sí La\\-Tence no consiguie-
Gerald controla a su montura -«consigÚió dominar- ra al mismo tiempo que nos representemos la escena
la finalmente, hundirla, y llevarla al punto de parti- en todos sus vívidos, sensuales detalles. El feo ruido, el
da»- y hay ciertamente un elemento de exhibicionis- movimiento de los vagones cuando el tren frena, son
mo machista en su ostentación de fuerza delante de las registrados con una dicción y una sintaxis onomatopé-
dos mujeres. Mientras Ursula se siente simplemente yicas: clashing nearer and nearer in fríghtful strident con-
asqueada por el espectáculo, a Gudrun la excita sexual- cussions (<<chocando cada vez más cerca en una serie de
mente, casi a su pesar. La yegua «empezó a girar como golpes aterradores, estridentes»), seguidas por una
una peonza sobre las dos patas como si estuviera en el elocuente imagen de la yegua, elegante incluso bajo el
centro de un remolino. Al verlo, Gudrun se desvane- efecto del pánico: «La yegua abrió la boca y se alzó
ció con un mareo intenso que parecía penetrarle hasta. despacio, COlno sí la izara un viento de terror»-. Sea
el corazón». Poignant «<intenso>->-) es un epíteto trans- cual sea nuestra opinión sobre los hombres y mujeres
ferido, que lógicamente pertenece al sufrimiento de la de Lawrence, éste siempre fue brillante describiendo
yegua; su aplicación, bastante sorprendente, a dizziness anímales.

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227
• lal"
'n ¡
,:1,

Vale la pena subrayar que el simbolismo es genera-


do de dos nlanera3 distintas en este fragnlento. El sim-
i
'"Ji 3I
bolismo naturaleza-cultura se basa en los tropos cono- LA ALEGORÍA
cidos como tnetonimia y sinécdoque. La metonimia
sustituye la causa por el efecto o viceversa (la locomo-
tora representa la industria porque es un efecto de la
Revolución industrial) y la sinécdoque toma la parte
por el todo o viceversa (el caballo representa la Natura-
leza porque fonna parte de ella). El simbolismo sexual,
por otra parte, se basa en la metáfora y el símil, en que No obstante, por lo que pude colegir en forma concreta,
una cosa equivale a otra por cierta semejanza entre comprendí que tenían dos clases distintas de moneda en
ellas; el dOlninio de Gerald sobre su yegua es descrito circulación, cada una regida por SUs propios bancos y su pe-
de tal manera que hace pensar en un acto sexual huma- C'utlar código mercantil. Uno de los dos sistemas (el que re-
no. Esa distinción, originalmente formulada por el es- gía en los Bancos Musicales) considerábase como el verda-
tructuralista ruso ROlnan Jakobson, actúa en todos los dero y la moneda que emitía como la moneda legal, en la
niveles del texto literario, y de hecho también fuera de que habían de concertarse todas las operaciones financie-
la literatura, como n1i protagonista Robyn Penrose de- ras; y por lo que pude ver, todas las personas que qturían
mostró a un escéptico Vic Wilcox. en ¡Buen t:rabajo!, pasar por 'respetables tenían una cuenta co"íente, de más
mediante el análisis de anuncios de cigarrillos. Para ver o menos importancia, abierta en esos bancos. Por otra par-
más ejemplos de cómo opera todo ello en el simbolis- te, si hay algún detalle del cual puedo estar más seguro que
mo narrativo, veáse el pasaje de Graham Greene anali- de todo lo demás, es de que el importe de esas cuentas
zado bajo el título <<:Lo exótico» en la sección 35. con-ientes carecía de todo valor comercial verdadero fuera
del banco. Estoy convencido de que los directores y cajeros
de los Bancos Musicales no cobraban su sueldo en su propia
moneda. El señor Nosnibor solía ir a esos bancos, o mejor
dicho al gran banco central de la capital, en alguna que
otra ocasión, pero no muy a menudo. En cambio el me-
,. jor sostén de uno de los otros bancos, si bien parece ser que
,,1 "
.,;11',

·1;, ' desempdíaba asimismo algún Citrgo, de poca


.
,,1, en los Bancos Musicales. Las se'Fioras iban allísolas, por re-
228
229

¡.
gla general; lo mismo ocurría, además, en todas las fami- uno se llamaba Asustadizo, yel otro Desconfiado; a los cua-
lias, salvo en las wandes ocasiones. les Cristiano dijo: Señores, ¿qué ocurre? Corren ustedes en
Hacía tiC'lllpO que quería obtener más pormenores de esa dirección contraria. Asustadizo contestó que estaban yendo
extraña organización y que sentía el más fuerte deseo de a la Ciudad de Sión y que habían superado ese difícil obs--
acompañar a la esposa de mi huésped y a sus hijas. Hábíalas táculo; pero, dijo, cuanto más avanzamos, más peligros nos
visto :;alir casi todas las mañanas desde mi llegada y hahía encontramos; de modo que hemos dado media vuelta y es-
notado que llevaban sus bolsillos en la mano, no diré que con 'tamos retrocediendo.
ostentación, pero sí de tal modo que las personas que cruza-
ran en la calle comprendiesen a qué lugar se dirigían. Has- Puesto que el desarrollo de una narración alegórica es-
ta aquel día, sin embargo, nunca me habían pedido que las tá determinado en cada momento por su correspon-
acompañase. dencia unívoca con el significado implícito, tiende a
SAMUEL BUTLER, Ere"Whon (r872). obrar en contra de lo que Henry James llamaba «la
Traducción de Ogier Preteceille. sensación de vida» en la novela. Así pues, en las obras
literarias no específicamente alegóricas la alegoría,
cuando alguna vez aparece, lo hace en relatos interpo-
La es una forma especializada de narrativa sim- lados como sueños (el mismo Peregrino se presenta
bólica, que no se limita a sugerir algo más allá de su sig- como un sueño) o historias que un personaje le cuenta
nificado literal, sino que insiste en ser descifrada en tér- a otro. Un caso acabado de Graham Greene, por ejem-
minos de otro significado. La alegoría más famosa en plo, incluye un cuento infantil narrado por el protago-
lengua inglesa es Elperegrino de John Bunyan, que ale- nista Querry a la pueril Marie Rycker. La historia, en
goriza la lucha cristiana para alcanzar la salvación en torno a un cínico joyero que ha triunfado, es una ale-
forma de un viaje desde la Ciudad de la Destnlcción, a goría transparente de la carrera profesional de Querry
través de obstáculos y distracciones tales COlTIO el Abis- en tanto que famoso arquitecto católico que ha perdi-
fila de la Desesperación y la Feria de las Vanidades, has-
do la fe religiosa; es también irónicamente aplicable a
ta la Ciudad Celestial. Se personifican las virrudes y los la propia vida y carrera literaria de Greene:
vicios: son personajes que Cristiano, el protagonista, se
Todo el mundo deda que era lm artesano extraordinario,
encuentra por el camino. Por ejemplo:
pero también era muy elogiado por la seriedad de sus ternas
porque encima de cada huevo había una cruz de oro con pe-
Ahora, cuando había alcanzado la cima de la colina, llegaron
dacitos de piedras preciosas incrustados en honor del Rey.
dos hombres corriendo a gran velocidad adonde él estaba; el

23° 23 1
• !!"
'111

Las obras en que la alegoría se usa no de fonna ocasio- i


portante que no la capte el narrador. Parte del placer
nal sino como un recurso narrativo central suelen ser que nos proporciona ese tipo de narrativa es que nues-
fábulas didácticas y satíricas, como Los viajes de Gulli- tra inteligencia se ejercita y se siente halagada por la
ver de Swift, Rebelión en la granja de Orwell y E1'"ewhon interpretación de la alegoría.
de Bnder. En esas obras maestras un realismo superfi- Los «erewhonianos» no tienen ninguna creencia
cial en la presentación confiere a los acontecimientos religiosa, y atribuyellla observancia de la fiesta del Se-
fantásticos una especie de extraña plausibilidad y el ñor por parte del protagonista a «un ataque de in-
juego de correspondencias se desarrolla con tal ing'e- troversión que según sus observaciones nle daba cada
nía y agudeza que nunca se vuelve aburridamente pre- siete días». Lo que tienen en vez de fe son Bancos
decible. El título Erewhon es nowhere ('en ningún sitio') Musicales, llamados así porque «todas las transaccio-
deletreado al revés (o casi). Butler sitúa así su libro en nes mercantiles se hacen con acompañamiento nlusi-
la tradición de la Utopía C'no lugar', en griego) de To- cal ... aunque la música en cuestión resultaba odiosa a
lnás Moro, descripción de un país imaginario que pre- un oído europeo». Los .edificios en que dichas transac-
senta instructivas similitudes y diferencias respecto al ciones se desarrollan están vistosamente decorados,
nuestro. Un joven inglés cruza una cadena de monta- con revestimientos de mármol, esculturas, vidrieras,
ñas en una lejana colonia del Imperio (que recuerda etc. Las personas respetables cmno los Nosníbors
Nueva Zelanda, donde Buder pasó varios años) y por (Robinsons), que apadrinan al narrador, efectúan pe-
azar descubre un país hasta ese momento desconocido. queñas transacciones financieras en esos bancos y la-
Sus habitantes han alcanzado aproximadamente el mentan que tan poca gente use todas las posibilidades
Inis1l10 estadio de desarrollo que la Inglaterra victoria- que dichas entidades ofrecen, aunque todo el mundo
na, pero su sistema de valores y creencias parece ex- sabe que la moneda que en ellas circula no tiene ver-
travagante y perverso al narrador. Por ejemplo, con- dadero valor.
sideran la enfennedad un delito, cuyo culpable es Lo que se nos está dando a entender, con toda cla-
castigado y separado de la gente respetable, y el delito ridad, es que la religión victoriana era en gran parte un
una enfenuedad, que suscita la comniseración de amigos ritual social y que, allnisnlo tielnpo que acataba en teo-
y parientes y requiere costosos tratan1íentos imparti- ría los principios del cristianismo, la burguesía inglesa
dos por compasivos Inédicos llalllados «rectificado- gestionaba en realidad sus asuntos con criterios total-
res». Pronto captamos la idea fundalnental-Erewhol1 mente dístintos, criterios materialistas. Pero si leemos
exhibe la 1noral y buenas costmn- bres de los victoria- y disfrutamos Erewhon, no es por su nlensaje, bastante
nos en fotInas desplazadas o invertidas-; pero es ím- obvio, sino por la cOlnicidad surrealísta y la coherencia

23 2 233
.h,i

t
con que desarrolla las analogías, tan ricas en significa-
3 2
do. Es cierto, por ejemplo, que los bancos, especial-
mente los que son grarides e importantes, parecen LA EPIFANíA
ig1esias o catedrales, en cuanto a su arquitectura y de-
coración; lo acertado de la analogía nos obliga a refle-
xionar sobre la hipocresía y falsas pretensiones tanto
de las instituciones financieras como de las eclesiásti-
cas. y el comportamiento discretamente autocompla-
ciente de las señoras que se dirigen al Banco Musical,
llevando sus Inonederos «no diré que con ostentación, Llegan a' tee, una plataforma de hierba al lada de un en-
pero sí de tal modo que las personas que cruzaran en la corvado árbolfrutal con tiesos y pálidos b1·otes.
calle comprendiesen a qué lugar se dirigían», es mu- -Será mejor que me marche yo primero -le dice Co-
cho más divertido de lo que sería si fuesen personajes nejo-, hasta que usted se haya tranquilizado.
en una novela realista llevando misales. La alegoría es La ira acalla su corazón, lo inmoviliza a la mitad de un
una forma n1ás de desfamiliarizacíón. latido. No le importa nada, excepto lib'rflrse de/lío en que se
halla metido. Se dice que ojalá llueva. Evita mirar a Eccles
y se fija en la pelota que, posada encima del tee, casi parece
liberada del suelo. Con toda naturalidad, desliza el cabezal
del palo sobre su hombro y tira. El sonido tiene una reso-
nancia, una peculiaridad que no había oído antes. El movi-
miento de los brazo.r hace que su cabeza se yerga, y la pelota
asciende a lo alto, con una palidez lunar contra el hermoso
azul neg;ruzco de las nubes de tormenta, el color de su abue-
lo, denso y extendido por el este, retrocede ú-azando una lí-
nea 1'ecta como el filo de una regla, se debilita, es una esfera,
una estrella, una mota, vacila y Conejo cree que caerá ya,
pero se engaña, pues la pelota hace de su titubeo el terreno
para un último salto J, con una especie de sollozo visible,
toma el último bocado de espacio antes de desvanecerse al
caer.

234 235
• r'
f'
f'
-¡Eso es! -exclama, y volviéndose hacia Ecc/es, son- '1l'
1
'
repeticiones del estilo al nivel de una visión trascenden-
l'
riente, exaltado, Eso es. JI! te de la belleza profana que confirma al protagonista en
JOHN UPDllCE, Corre, Conejo (19 60 ). su entrega a una vocación artística y no religiosa:
Traducción de J ordí Fibla.
La falda, de un azul pizarra, la llevaba despreocupadamente
recogida hasta la cintura y por detrás colgaba como la cola de
una paloma. Su pecho era como el un liso y delicado,
Epifanía significa, literalmente, 'manifestación'. En la
delicado y liso como el de una paloma plumaje obscuro.
terminología cristiana denota la presentación del niño
Pero el largo cabello rubio era de una y de niña, y se-
Jesús ante los Reyes Magos. James]oyce, católico após- llado con el prodigio de la belleza mortal, su rostro.
tata, para quien la vocación literaria era una especie de (Traducción de Dámaso Alonso.)
sacerdocio profano, aplicó la palabra al proceso por el
cual un Suceso o pensamiento corriente se transforma en El exo"acto que hemos reproducido de la primera nove-
una muestra de la belleza eterna mediante la escritura: la de la serie Conejo deJ6hn Updike describe una acción
«cuando el alma del objeto más común nos parece ra- que fomla parte de un juego de golf, pero es la intensi-
diante») como dice Stephen Dedalus, su alter ego litera- dad del nlomento, no sus consecuencias, lo ilnportante
rio. El término se aplica de forma más laxa hoy día a (nunca llegamos a saber si el protagonista ganó ese agu-
cualquier pasaje descriptivo en el que la realidad externa jero en particular). Harry AngstrOln, alías Conejo, es un
está cargada de una especie de significación trascenden- hombre joven, atascado en un enlpleo sin futuro en una
tal para quien la percibe. En la narrativa moderna una pequeña ciudad de Estados Unidos, e igualmente atas-
epifanía tiene con frecuencia la función que en la litera- cado en un matrimonio que ha 11lUerto erótica yemo-
tura tradicional cumplía una acción decisiva, proporcio- cionalnlente tras el nacimiento del prinler hijo de la pa-
nando un clímax o resolución a una historia o a un epi- reja. Hace un vano intento de escapar a su sofocante
sodio. El mismo]oyce mostró el camino a este respecto. existencia y no llega más lejos que a los brazos de otra
Muchos de los relatos que componen Dublineses parecen mujer. El clérigo epíscopaliano del lugar, EccIes, le invi-
terminar con un antic1ímax -alguna derrota o frustra- ta a jugar al golf como pretexto para aconsejarle que
ción o incidente trivial- pero el lenguaje convierte el vuelva con su esposa. Conejo, que de niño hizo de caddy,
anticlímax en un mOlnento de verdad para el protago- conoce los rudimentos del juego, pero bajo la presión
nista, o para el lector, o ambos. el Retrato del artista de las circunstancias su prilner golpe es un desasu'e:
adolescente la visión de una muchacha que se nlete en el
mar con la falda arremangada es elevada por los ritmos y

23 6 237

I
y la pelota también parece sentirlo, la pelota que golpea tras parece hecha por un profesional del golf. «El sonido tie-
recibir algunos consejos de Eccles y que se va a un lado, inca- ne una resonancia, una peculiaridad que no había oído
pacitada por un perverso efecto vertical que detiene su vuelo y antes». La transfonnación de los adjetivos hollow ('hue-
la hace caer tan pesadamente como si fuera una bola de arcilla.
co') y single ('singular') en sustantivos abstractos, hollow-
y su juego no mejora, mientras Eccles le riñe: ness y singleness (-«resonancia» y «peculiaridad» en la tra-
ducción española), les confiere misteriosos ecos. Luego
-¿Por qué la ha abandonado? No cabe duda de que está el lenguaje adopta un carácter metafórico: <;;-<la pelota as-
profundamente preocupado por ella.
ciende a lo alto, con una palidez lunar contra el henno-
-Ya se lo he dicho. Porque faltaba alguna cosa en nues-
so azul negruzco de las nubes de tormenta», y esta serie
tro matrimonio.
-¿Qué cosa? ¿La ha visto alguna vez? ¿Está seguro de
de imágenes cósmicas, astronómicas, se amplía después
que ex.íste? ... ¿Es algo duro o blando? ¿Es azulo rojo, con <-<esfera, estrella, mota». El tropo más audaz se re-
Harry? ¿Tiene lunares? serva, con toda razón, para el final: justo en el momento
en que Conejo cree que su pelota «caerá ya», ésta <<hace
Atosigado por e1 interrogatorio burlonamente empíri- de su titubeo el terreno para un último salto y, con una
co de Eccles, Conejo encuentra la respuesta haciendo, especie de sollozo visible, toma el último bocado de es-
por fin, la jugada perfecta. pacio antes de desvanecerse al caeD>. La sinestesia (la
En las epifanías es donde la narrativa se acerca más a mezcla de sentidos) de <:<;sollozo visible» podría parecer
la intensidad verbal de la poesía lírica (la lnayor parte de excesiva aplicada a una pelota de golf, si no fuera que
los poemas líricos modernos no son de hecho sino epifa- ocupa una posición álgida en la descripción. Cuando
nías); es probable, así pues, que la descripción epifánica Conejo se vuelve hacia Eccles y exclama triunfante
sea rica en rropos y aliteraciones. Updike es un escritor «¡Eso es!» está contestando a la pregunta del clérigo so-
pródiganlente dotado de poder metafórico. Antes, inclu- bre lo que echa de menos en su matrimonio. Pero hay
so, de entrar en el tema principal de este pálTafo, dibuja una connotación de trascendencia religiosa en el lengua-
el escenario con una descripción vívida y sin esfuerzo del je aplicado a la pelota (<<el telTeno para lm último salto»
árbol frutal: fists of taut pote buds (literalmente 'puños de podría ser una frase de teología existencialista moderna)
tiesos y pálidos brotes'), lo que sugiere tanto el antago- que comenta indirectamente la falta de verdadera fe re-
nislno del nlomento conlO la promesa de liberación .. ligiosa de EccIes. Quizá en el grito de Conejo «¡Eso es!»
Pero la descripción inicial de la jugada es deliberada- oímos también un eco de la comprensible satisfacción
mente literaL -<-<Con toda naturalidad, desliza el cabezal del escritor por haber revelado, a través del lenguaje, el
del palo sobre su hombro y tira» es una descripción que alma radiante de una buena jugada de golf.

23 8 239

.f
33 dan inmóviles. Fue un hecho repentino y veloz, tan veloz que
la percepción de Strether no se dio, sino con un segundo de
CASUALIDADES al mismo tiempo que su sobresalto. Antes de que
finalizara aquel intenso minuto había comprendido tam-"
bién algo: él conocía a la dama cuya sombrilla, inclinada
como con ánimo de ocultar el rostro, ponía su detalle rosa en
el hermoso escenario. Era demasiado extraordinario, una
posibilidad entre un millón; pero, puesto que conocía a la
dama, el caballero, que todavía le daba la espalda, el caba-
En el acto les tomó por dos personas muy ft/ices: un joven en galán sin chaqueta del idilio, que había respondido a la
mangas de camisa, una mujer también joven, elegante y . prevención jemúúna, no era, en correspondencia con la
hermosa, que llegaban desenvueltamente de parte asombrosa coincidencia, que Chad.
y que, encantados con la zona, se habían percatado de lo que HENRY JAMES, Los embajadores (1903).
aquel particula'r retiro podía prodigar-les. El aire condensa- Ti-aducción de Antonio-Prometeo Moya.
ba otras intimaciones a medida que se acercaban; la intima-
cíón de que tenían experiencia, conocímiento y soltura: que
aquella no era, en modo alguno, la pril11era vez. Sabían Cuando se escribe narrati\ra, hay sielnpre un forcejeo
cómo desenvolverse, intuía vagamente,"y esto no hacía sino entre por una parte la aspiración a la estnlctura, el di-
darles un talante más idílico; aunque en aquel preciso mo- bujo claro, el esquema cerrado, y por otra la Ímitación
mento la embarcación parecía estar a merced de la corrien- de todo lo que la vida tiene de azaroso, incongruente y
te, el remero no parecía preocupado_ Por entonces, sin em- abierto. La casualidad, que en la vida real nos sorpren-
bargo, se encontraban ya mucho más cerca: lo bastante cerca de con simetrías que no esperalnos encontrar en ella,
para que Strether imaginara que la dama de popa, pOt' la es en la ficción un recurso estructural denlasiado obvio
razón que fuere, se habia dado cuenta de que él les estaba ob- y confiar excesivamente en ella puede poner en peligro
servando. flabía hecho ella la indicación oportuna, pero su. la verosimilitud del relato. Claro está que se considera
compañero no se había vuelto; era, a decir verdad, casi como más o menos aceptable según las épocas. Brian Inglis
si nuestro amigo hubiera oído a la mujer recomendar al observa en su ensayo Coincidence que <<los novelistas ...
compañero que no se girase. Había comprendido la mujer suministran una inestimable guía para conocer las ac-
algltlltl cosa a I,,'uyo imperio se había amortiguado la marcha tiLudes de sus contenlporáneos respecto a la casuali-
Y siguió amortiguándose mientras los ocupantes permane- dad, según la manera como la explotan en sus libros».

24° 24 1
jj
1•
1

III!L
."

La ingeniosa frase de Lord David Cecil según la coste para sus propios intereses. Entonces, durante
cual Charlotte Bronte «estiró la larga mano de la coin- una excursión solitaría por la campiña francesa, se de-
cidencia hasta el punto de la dislocación» podría tÍene en una posada junto al río y allí se tropieza de
aplicarse a la maYQría de los grandes novelistas victo- manos a boca con Chad y Madame de Vionnet, que
rianos, que en sus historias, largas y fuertemente mo- llegan juntos y solos a la misma posada por el río, en
ralistas, trenzaban varios argumentos protagonizados una barca de remos. Para Strether, darse cuenta de que
por gente de niveles sociales muy alejados entre sí. El son, a fin de cuentas, amantes, es una amarga y humi-
uso de las coincidencias pennitía establecer relaciones llante desilusión. La cultura europea cuya belleza)
intrigantes e instrUctivas entre personas que normal- estilo y elegancia admira él con tanto entusiasmo, ado-
mente ni siquiera se habrían conocido. Ello estaba a lece -descubre Strether en ese momento- de dupli-
menudo ligado al tema de la N émesis, es decir la idea, cidad moral, lo que confirma los prejuicios de la puri-
cara al corazón victoriano, de que las malas acciones tana y filistea Nueva Inglaterra.
siempre terminan por saberse. Henry James estaba Este desenlace se 'sustenta en la casualidad, «una
quizá apuntando a la misma moraleja en el encuentro posíbílidad entre un millón», como el texto mismo de-
casual que constituye el clímax de Los embajadores, pero clara audazmente. Si no parece forzado, al leerlo, es en
aquÍ -rasgo típicamente moderno- el chasco se lo parte porque es prácticamente la única sorpresa en
lleva no sólo la parte culpable, sino tal:nhiéll la parte todo el argumento (con lo que James ha ido acumu-
lnocente. lando en la mente de sus lectores una gran reserva de
El protagonista de la historia, Lambert Strether, es credibilidad), y en parte porque la magistral narración
un amable solterón norteamericano de cierta edad, en- del acontecimiento desde el punto de vista de Strether
viado a París por su temible protectora, Mrs. Newson, hace que ]0 vivamos, en vez de simplemente recibir la
para comprobar si son ciertos los rumores de que el noticia del mísmo. Las percepciones de Strether pasan
hijo de ésta, Chad, está haciendo de las suyas con una por tres estadios, que son presentados, por así decírlo,
francesa, y para hacer que regrese a ocuparse del a cámara lenta. Primero compartimos su benévola ob-
negocio familiar. Strether, encantado con París, con servación de la pareja en la barca dando por supuesto
Chad -que ha ganado nlucho desde que vive en Fran- que son desconocidos, cuya aparición completa fe-
cia- y con su aristocrática amiga Madame de Vion- lizmente la idílica escena que está contemplando.
net, y confiando en la afirmación del joven de que su Construye una pequeña narración a su alrededor, de-
relación con ella es del todo inocente, se pone del lado ducÍendO de su conducta que tienen «experiencia, co-
del muchacho en la escaramuza familiar, no sin cierto nocimÍento y soltura: que aquélla no era, en modo al-

24 2 243
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guno, la prinlera vez» que hacen una excursión cam- ríenda, me sentí mucho menos inhibido a la hora de
pestre (lo que significa que, al identificarlos como explotar la casualidad en El mundo es un pañuelo (cuyo
Chad y Madame de Vionnet, tiene que afrontar la de- mismo título ya la anuncia de entrada) que, digamos,
sagradable evidencia de que no es «en nlodo alguno la en ¡Buen trabajo.' El mundo es un pañuelo es una novela
primera vez» que son amantes, sino que gozan de '<'<ex- cómica y el público del género cómico aceptará una
periencia, conocimiento y soltura» y hace tiempo que casualidad improbable por la diversión que genera.
le están engañando). En el segundo estadio percibe va- Asociando la casualídad con la «farsa>->, James estaba
rios c31nbios desconcertantes en el éomportamiento pensando sin duda en las conlcdias dc vodevil france-
de la pareja: la barca amortigua su marcha, el caballe- sas de fines de siglo, debidas a escritores como Geor-
ro deja de remar, aparentemente por indicación de la , ges Feydeau, y que giran todas ellas en torno a situa-
dama, que ha percibido la presencia de Strether, (Ma- ciones sexualmente comprometedoras, y El mundo eS
dame de Vionnet se está preguntando si están a tiem- un pañuelo pertenece a esa tradición. Es también una
po de retroceder sin ser reconocidos.) Luego, en la novela que imita conscientemente los intrincados ar-
tercera y última fase, Strether se da cuenta de que «co- gumentos de las novelas de caballerías, de modo que
nocía a la dama cuya sombrilla, inclinada como con hay una justificación íntertextual, también, para la
ánimo de ocultar el rostro, ponía su detalle rosa en el multiplicidad de casualidades que se dan en la historia.
hermoso escenario». Incluso ahora la mente de Stret- Uno de los ejemplos nlás flagrantes lo protagoniza
her aún se agarra a la idea del idilio'estético; del nlis- Cheryl SUlnmerbee, una e111pleada de una compañía
mo modo que, al registrar la presencia de Chad, inten- aérea en el aeropuerto de Heathrow que atiende a'un
ta ocultarse a sí mismo el chasco que acaba de llevarse iInprobable número de personajes de la novela en el
mediante una vacua comedía de complacida sorpresa. curso de la acción. En una fase avanzada de la persecu-
Habiendo descrito el encuentro tan vividamente, Ja- ción de la protagonista femenina, Angelica, por el pro-
nles puede arriesgarse en el siguiente párrafo a califi- tagonista n1asculino, Persse McGarrigle, aquélla deja a
carlo de «tan extraño como la ficción, como la farsa». éste un mensaje en el tablón de anuncios destinado a
las peticiones de caridad de la capilla de Heathrow,
mensaje cifrado con una referencia a cierta eso'ofa de
La frecuencia de la casualidad en los argunlentos La reina de las hadas de Spenser. Habiendo registrado
narrativos varía según el género tanto como segUn la en vano todas las librerías del aeropuerto buscando
época y depende de hasta qué punto el escritor siente una edición de bolsillo de esa obra, Persse está a pun-
que puede hacerla «colar>>-. Para citar mi propia expe- to de volver a Londres cuando Cheiyl, que atiende un

244 245

f
mostrador de información, saca exactamente ese libro con él. La reunión está a punto de irse al traste cuando
de debajo del Illostrador. Resulta que ha sustituido las la protagonista, Robyn Penrose, acude en su ayuda. La
novelas rosa que suele leer por esa obra porque ha re- chíca obedece inmediatamente la orden de Robyn de
cibido una conferencia sobre la naturaleza de las au- que desaparezca porque es una de sus alumnas, Ma-
ténticas historias de amor literarias de la incansable- rion Russell. Esto es una coincidencia, claro está. Si
mente pedagógica Angelica, que acaba de embarcar funciona en términos narrativos es porque se han ido
para Ginebra. Así Persse obtiene tanto el medio de dando, en el texto ciertos indicios de que
descifrar el mensaje como información sobre el para- Marion podría estar haciendo ese tipo de trabajo, no
dero de Angelica. Todo ello es altamente inverosÍlnil, tantos como para que el lector adivine que la chica del
pero me pareció que a esas alturas de la novela casi po- «besograma» es Marion en cuanto aparece, pero sí su-
día pensarse que cuantas más casualidades más nos rei- ficientes como para que retrospectivamente se entien-
ríamos todos, a condición de no desafiar el sentido co- da. Así, el escepticismo sobre una casualidad es, o eso
mún, y la idea de alguien que quiere infonnación espero, desactivado porque se resuelve satisfactoria-
sobre un poelna clásico renacentista y que la obtiene mente un enigma planteado cón anterioridad (¿cuál es
del mostrador de Información de una compañía aérea el empleo a tiempo parcial de Marion?) y también por-
era tan picante que el público estaría dispuesto a dejar que se hace hincapié en la eficaz intervención de
la incredulidad en suspenso. Robyn más que en su percepción de la casualídad.
¡Buen trabajo! tiene sus elementos cómicos e inter-
textuales, pero es una novela más seria y realista, y yo
era consciente de que la casualidad COD10 recurso ar-
gumental debía ser usada con más parquedad, disfra-
zándola o justificándola con mayor cuidado. N o soy yo
quien debe juzgar si lo conseguí, pero daré un ejemplo
de lo que quiero decir. En la cuarta parte de la novela
el protagonista Vic Wtlcox está haciendo un discurso a
una reunión de trabajadores de su elnpresa cuando le
interrulnpe un Kissogram «<besograma»), entregado
por una chica vestida sólo con ropa interior, que le
canta un mensaje burlón. Se trata de una broma pesa- .
da perpetrada por el director comercial, descontento

246 247

esperar y expresa'!' en otra ocasión mi condolencia, Seguí,
34 . .
pues, rm camm.o.
KAZUO ISHIGURO, Lo que queda del día (1989).
EL NARRADOR POCO FIABLE
Traducción de Ángel Luis Hernández Francés.

Los narradores indignos de confianza son invariable-


mente personajes inventados que fonnan parte de las
historias que cuentan. 'Un narrador «omnisciente» in-
digno de confianza es casi una cont:radiccÍón en los tér-
minos, y sólo podría darse en un texto nluy heterodoxo
-Es de Mrs. ]oh1lson, una amiga de mi tía. l\1e comunica y experimentaL Incluso un personaje-narrador no pue-
que mi tía murió anteayer:., -Hizo una pausa y después de ser digno de confianza al ciento por ciento. Si todo
prosiguió-: El funeral será mañana. ¿ Cree que podré to- lo que dice es palpablemente falso, eso sólo confinna lo
marme el día libre? que ya sabíamos: que una novela es una obra de ficción.
-Por supuesto, ya lo Tiene que haber alguna posibiHdad de discriminar en-
-Gracias, Mr. Stevens. Ahora, díscúlpeme, pero prefe- tre la verdad y la falsedad' en el interior del imaginario
riría estar unos momentos sola. mundo de la novela, como lo hay en el mundo real, pa-
-No faltaría más, Miss K.enton. ra que la historia suscite nuestro interés.
lVle dirigí hacia la puerta y, en cuanto puse los píes fue- Un narrador poco fía ble sirve precisanlente para
ra, me di cuenta de que no le había dado el pésame. Pensé en revelar de una manera interesante la distancia que me-
el duro golpe que supondría para lvliss Kenton aquella noti- día entre la apariencia y la realidad, y para m.ostral' có-
.cía, puesto que, a todos los efectos, su tía había sido para ella mo los seres hUlnanos distorsionan o esconden ésta.
como una madre. Así que me detuve cuando aún iba por el No se trata necesariamente de una intención cons-
pasitto, dudando si debía volver, llamar a su puerta y ciente o maliciosa por su parte. El narrador .de la no-
ficar mi descuido. Se me ocurrió, no obstante, que si entra- vela de Kazuo Ishiguro no es un hombre malvado, pe-
ba podía interrumpirla en un 'momento embarazoso. Era_ ro su vida se ha basado en la supresión y evasión de la
muy posible que Miss Kenton estuviese llorando en aquel verdad, sobre sí InislUO y sobre los demás. Su relato es
misma instante, a unos metros de mí. Sólo pensarlo me cau- una especie de confesión, pero está infestada de retor-
só una sensación extraña. Me quedé un rato parado en me- cidas justificaciones de su propia conducta y alegatos
dio del pasillo, y finalmente juzgué que era más apropiado
249
248

dM
;::11:
111
;1.,
I
en defensa propia y sólo al final consigue entenderse a mo o a otros que los acontecÍlnientos posteriores desa-
sí mismo, demasiado tarde para que le sirva de algo. creditaron totalmente a Darlington, un hombre por lo
La historia-marco se sitúa en 1956. El narrador es demás débil y poco simpático, y se enorgullece del im-
Stevens, el mayordomo, ya mayor, de una mansÍón in- pecable servicio que le prestó.
glesa, antaño la finca de Lord Darlington, ahora pro- La misma mÍstíca del criado perfecto le hizo in-
piedad de un rico norteamericano. Aceptando la suge- capaz de reconocer como tal el amor que Miss Rentan
rencia de su nuevo jefe, Stevens se toma unas cortas estaba dispuesta a ofrecerle cuando trabajaron juntos y
yaCac10nes en el oeste del país. Su motivación privada le impidió corresponderla. Pero un recuerdo vago,
para hacerlo es reanudar el contacto con Miss Kenton, fuertelnente reprimido, de su actitud hacia ella se abre
ama de llaves en Darlington Hall en la época de entre- paso gradualmente en el curso del relato, y nos damos
guerras, que fue el momento de esplendor de la man- cuenta de que su verdadero motivo para ir a buscarla
sión y de Lord Darlington, el cual organizaba en su es una vana esperanza de deshacer el pasado.
casa encuentros oficiosos entre políticos de alto nivel En repetidas ocasiones, Stevens da una visión favo-
para discutir la crisis europea. Stevens tiene la espe- rable de sí mismo que se revela como incompleta o en-
ranza de convencer a Miss Kenton (sigue llamándola gañosa. Tras haber entregado a Miss Kenton una carta
así, aunque ella se ha casado) para que, saliendo de su comunicándole la muerte de su tía, se da cuenta de que
reclusión, ayude a resolver una crisis de personal en «en realidad>:.> no le ha dado el pésame. Su vacilación so-
Darlington Hall. Mientras viaja, recuerda el pasado. bre si debe o no dar media vuelta casi nos distrae de esa
Stevens habla, o escribe, en un estilo quisquillosa- omisión extraordinariamente burda de cualquier expre-
mente preciso y estirado; en una palabra, en una jerga sión de condolencia en el diálogo que antecede. Su preo-
de mayordomo. Objetivamente considerado, ese estilo cupación por no interrumpirla en un momento de dolor
no tiene el menor mérito literarío. Carece por com- parece manifestar una personalidad sensible, pero de
pleto de ingenio, sensualidad y originalidad. Su efica- hecho cUando encuentra otra «oportunidad para expre-
cia como vehículo para esta noveia resíde precisamen- sarle mi condolencia>-> no es eso lo que hace, sino que
te en nuestra creciente percepción de su falta de critica con crueldad su trabajo, concretamente la super-
sintonía con lo que describe. Progresivamente vanlOS visión de dos nuevas doncellas. Cosa característica de él,
deduciendo que Lord Darlington era un aprendiz de, no tiene una palabra más expresiva que «extraño» para
diplomático de lo más chapucero, que creía posible el sentimiento que experimenta al pensar que Miss
apaciguar a Hitler y que colaboró con el fascÍSlno y el Kenton puede estar llorando al otro lado de la puerta.
antiselnitismo. Stevens nunca se ha admitido a sí m.is- Puede sorprendernos que sospeche que es eso lo que

25 I
25°

::;1) {
está haciendo justo después de haber observado con i ¡
nortealuericano llamado John Shade, ll1ás el detallado *
agrado la calma con que ella ha recibido la noticia. De comentarÍo del mismo a cargo de un erudito europeo,
hecho, varias páginas más -tarde confiesa que su melno- un exiliado político, vecino de Shade, llamado Charles
ria ha confundido' dos episodios: Kinbote. El poema es una obra autobiográfica centrada
en el trágico suicidio de la hija del poeta. El misIllo'
No obstante, no estoy muy seguro de las circunstancias que
Shade, deducünos, acababa de ser asesinado cuando el
me indujeron a permanecer de pie en aquel pasillo. Ahora me
parece que en otras ocasiones en que he intentado ordenar manuscrito del poema llegó a manos de Kinbote.
estos recuerdos, he situado este momento justo después de Pronto nos damos cuenta de que Kinbote est:'l loco: se
que Miss Kenton recibiese la noticia de la muerte de su tía ... cree el rey exiliado de un país imaginario que recuerda
pero ahora, tras pensarlo mejor, creo que me confundí, ya que la Rusia prerrevolucionaria. Se ha convencido a sí mis-
en realidad este recuerdo refleja. lo sucedido otra noche, va- mo de que Shade estaba escribiendo un poema sobre su
rios meses antes de la muerte de la tía de Miss Kentoll ... historia (la de Kinbote) y de que fue liquidado por
error por un asesino que le tenía que haber matado a él.
Fue, de hecho, cierta noche en que él la humilló re- El propósito de su comentario es dejar constancia de su
chazando fríamente su tínüdo pero nada ambiguo propia y extravagante interpretación de los hechos.
ofrecimiento de amor: por eso era por lo que ella esta- Uno de los placeres de su lectura consiste en discernir,
ba llorando detrás de la puerta. Pero Stevens, con una basándose en el relato «fidedigno» contenido en el poe-
actitud típica de él, asocia la ocasión n.o con el episodio ma de Shade, hasta dónde llega el auto engaño de Kin-
privado, íntimo, sino con una de las «conferencias in-' bote. Comparado con Lo que queda del día, Pálido fuego
ternacionales» más sonadas de Lord Darlington. Los es de una comicidad exuberante a expensas del nalTa-
temas de la mala fe política y la esterilidad emocional dor indigno de confianza. El efecto, sin embargo, no es
se entrelazan sutilmente en la triste historia de la vida totalmente negativo. La evocación que hace Kinbote
malgastada de Stevens. de su alnado reino, Zembla, es vívida, seductora, inol-
vidable. Nabokov ha traspasado a su personaje algo de
su propia elocuencia y mucho de su propia y punzante
Es interesante comparar y contrastar la novela de Ishi- nostalgia de su país natal. La novela de Ishiguro, por el
guro con otra hazaña de virtuosismo en el uso del contrario, acepta las limitaciones de un narrador tot..1.1-
narrador indigno de confianza: Pálido fuego de V1adimir lTIente desprovisto de elocuencia. Si hubiera sido digno
N abokov. Esa novela adopta la forma poco habitual de de confianza, el efecto habría sido, claro está, de un
un largo poema compuesto por un imaginario poeta inaguanta ble aburrimiento.

25 2 253

ti
móvil. Se sentía casi insoportablemente solitario. A ambos
35
lados de la escuela, los techos de hojalata descendían hacia
LO EXÓTICO el mar; sobre su cabeza, cada vez que se posaba un buitre, el
cinc crujía y repiqueteaba.
GRAHAM GREENE, El revés de la trama (1948).
Traducción de J. R. Wilcock.

El imperialismo y todo lo que conlleva desencadena-


Wilson se sentó en el balcón del Hotel Bedford; apoyó sus rodi- ron una extraordinaria oleada de viajes, exploraciones
llas 1"osadas, al aire, contra la baranda de hierro. Era domin- y migraciones en el mundo entero, en la cual los escri-
go, y la campana de la catedral llamaba a maitines. Del otro tores, o aquellos que iban a serlo andando el tiempo,
lado de Bond Street, frente a las ventanas del Colegía Secun- fueron atrapados inevitablemente. Una de las conse-
dario, estaban selltadas las jóvenes negras, con sus camisas cuencias de ello fue que muchas novelas de los últimos
de sarga azul oscuro, sumidas en la interminable 'tarea de ciento cincuenta años, especíahnente las británicas, se
rizar sus cabellos de alambre. Wilson se acarició el incipien- desarrollan en escenarios exóticos. Cuando digo «exó-
te bigote, pensativo, mientras esperaba su con bíter. tico» quíero decir extranjero, pero no necesariamente
Sentado frente a Bond Street, miraba hacia el mar. Su sofisticado o atrayente. De hecho, Graham Greene se
palidez, y su falta de interés en las colegialas sentadas del especializó en entornos extranjeros poco atractivos, o
otro lado de la calle, demostraban que no hacía mucho tiem- para usar su propio epíteto favorito, «sórdidos», para
po que había emergido del océano, y desembarcado. Parecía sus novelas. Se ha dicho que todas ellas se sitúan en un
la aguja retrasada del barómetro, que sigue marcando país mental llamado Greenelandia. Ciertamente, tie-
tiempo Bueno cuando su compañera ha pasado a marcar nen un aire de familia, una similitud atmosférica (en
Tormentoso. P01" la calle pasaban los empleados negros, ca- sus cielos, por ejeluplo, es más probable encontrar
mino {/ la iglesia; sus mujeres, vestidas con m-jllantes atavíos buitres que palomas o incluso gorriones), pero ello no
ve;,pertinos de color azul y cereza, no despertaban en Wilson hace justicia a la especificidad de sus decorados.
la'menor atención. Estaba solo en el balcón, excepto un hin-: • Lo exótico en narrativa es la mediación entre «el
dú barbudo con turbante, que ya había tratado de adivinar- extranjero» y un público que se supone que es «de
le el porvenir; ésta no era bora de blancos: todos estaban en casa».] oseph Conrad, cuya obra está inextricablemen-
la playa, a cinco millas del hotel; pero Wilson no tenía auto- te unida a la época del imperialísmo (era un emigrado

254 255

¡f

polaco que se integró en la marina lnercante británica «salvaje» y lo «civilizado» en el relato de la travesía de
y observó el funcionamiento del Imperio Británico, y Marlow Congo arriba.
de sus rivales, en muchos lugares remotos del planeta), Graham Greene expresó varías veces su gran ad-
10 entendió muy bien. Al comienzo del Corazón de las miración hacia Conrad y confesó que había tenido que
tí1'lieblas, su clásico estudiO de los tremendos efectos de dejar de leerlo por miedo a que su estilo le influyera
la colonización belga del Congo africano, tanto sobre excesivamente. Si el título El revés de la trama, novela
basada en el servicio mílitar que Green hizo en el MI6
los habitantes indígenas como sobre los europeos que
la nevaron a cabo, Conrad enmarca su historia me- (servicio de inteligencia) en Sierra LeonB contiene
1

diante un narrador, Marlow, que la cuenta a un grupo °


una alusión, un guiño de homenaje, al relato africa-
de cOlnpañeros suyos en el bergantín amarrado en el no de Conrad, eso no 10 sé; pero el inicio del libro de
estuario del río Támesis. «y también éste -dijo de Greene, como el de Conrad, es particularmente hábil
pronto Marlow- debió ser uno de los lugares más si- en su manera de manipular, yuxtaponer y contrastar
niestros de la tierra». Marlow continúa imaginando significantes de 10 nacional y lo extranjero. VVilson, re-
qué aspecto habrían presentado las orillas del Tánlesis cién llegado de Inglaterra, es un personaje secundario
vistas desde una trirreme romana dos milenios atrás: usado específicamente para introducir al lector en el
exótico escenario. (Una vez conseguido esto, el punto
de vista de la narración se traslada al protagonista,
Bancos de arena, marismas, bosques, salvajes. Sin los ali-
mentos a los que acostumbraba un hombre civilizado, sin
Scobie, un oficial de policía que lleva ¡nucho tiempo
otra cosa para beber que el agua del Támesis .... De cuando viviendo en el país.) Con gran astucia, Greene se abs-
en cuando) un campamento militar perdido en los bosques, tiene de informarnos inmediatamente de dónde esta-
como una aguja en un pajar. Frío, niebla, bruma, tempesta- mos (Freetown): nos obliga a deducirlo y nos dificulta
des, enfermedades, exilio, la muerte acechando siempre tras la tarea sembrando algunas pistas que inducen a con-
los matorrales, en el agua, en el aire. fusión. El Hotel Bedford, Bond la campana de
(Traducción de Enrique Campbell.) la catedral llamando a maitines, el Instituto de Ense-
ñanza Media, todo ello suena a ciudad inglesa. En el
Es el anverso de la historia principal, en la que un in- primer párrafo sólo las referencias a las rodillas al aire
glés sale de una Europa ajetreada, nl0derna, «progresis- de Wilson (lo que implíca que lleva pantalón corto) y
ta» para afrontar los peligros y privaciones del Áf¡;ica las jóvenes negras dan a entender que el lugar puede
más oscura, y nos prepara para el cuestiona miento ser África tropical. El hecho de que tardemos en cap-
radical que efectúa la novela de los estereotipos de lo tarlo' demuestra hasta qué punto el colonialisrno tien-

257
25 6

I
de a imponer su propia culmra por encima de la indí- zadas que son casi metafóricas. Bald (literalmente 'cal-
gena, en parte para dominarla ideológicamente y en vo', aquí traducido por 'al aire'), que suele aplicarse
parte para mitigar su propia nostalgia. Hay ironía y sólo a la cabeza, subraya la ausencia de vello en las ro-
pathos también en la predisposición de los colonizados dillas de Wilson, y)'oung ('joven" aquí traducido por
a colaborar en el proceso: las niñas africanas con sus 'incipiente'), normalmente aplicado a la persona como
camisas de sarga al estilo inglés intentando en vano un todo, se refiere en este caso al bigote, más bien ralo,
rizarse el los oficinistas negros Y sus mujeres asis- en contraste con la abundancia del pelo de las mucha-
tiendo concienzudamente al servicio religioso anglica- chas africanas. Aquí hay tanto equivalencia como dife-
no. Tendemos a considerar El revés de la trama princi- rencia. La manera COIno VVilson apoya las rodillas
palmente como una novela sobre las consecuencias contra la baranda simboliza el carácter reprimido de su
morales de la fe religiosa, pero es casi igualmente im- mentalidad, propia del colegio privado en el que estu-
dió y del funcionariado británico al que pertenece, y
portante lo que nos dice sobre el colonialismo.
Como dije más arriba (en la sección I4), la des- todavía intacto, como indica su falta de interés sexual
cripción en la ficción es necesariamente selectiva y se (dos veces registrado) por las mujeres africanas. Los
esfuerzos de las chicas para dOlneñar su pelo enmara-
basa en gran parte en el recurso retórico llamado si-
nécdoque, que consiste en tomar la parte por el todo. ñado son un símbolo todavía más evidente de lo natu-
ral subordinado a 10 cultural El uso del pelo como un
V\Tilson es evocado a través de sus su palidez y
su bigote, las muchachas africanas por sus' camisas de significante émico continúa et:l el párrafo siguiente
con el hindú barbudo y con turbante.
sarga y su pelo como alambre, el Hotel Bedford por su
baranda de hierro forjado y su tejado de cinc, y así Aunque la escena está descrita desde la posic.ión es-
pacial y temporal de Wilson, no está narrada desde su
sucesivamente. Esos detalles de la escena constituyen
punto de vista subjetivo, hasta que llegamos a la frase:
una ínfima proporción de todos los que podrían ha-
berse registrado. Hay una sola expresión abiertamente «Se sentía casi insoportablelnente solitario». Antes de
metafóríca: el símil del barómetro, que de hecho re- eso, Wilson es uno más de los objetos que componen
la escena, descrita por un narrador omnisciente pero
sulta un poco forzado, con ese juego de palabras en
impersonal, que sabe cosas que Wilson no sabe, ve co-
torno afair ('bueno', si se trata del tiempo; pero tam-
bién 'rubio' o 'de piel clara') para lnantener la antítesis. sas que Wilson no percibe, y establece relaciones iró-
entre blanco y negro que recorre todo el pasaje. Pero nicas entre ellas, que Wilson, esperando su ginebra
algunos de los epítetos aplicados a los detalles literales con bíter, con la cabeza en otra parte (en su casa, sin
de la escena generan connotaciones y referencias cru- duda), es incapaz de apreciar.

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25 8
• 111 :

" .,
,, ¡/
destino.- Un súbito impulso me atraviesa de parte tf, parte:
36
-Baje usted el te16n, Shandy. -Lo bajo. -Tacha la pági-
CAPÍTULOS, ETC. na con una raya, Pristram. -La tacho y-o- ¡pasemos a un
nuevo capítulo.'
¡Qué diablos vaya tener ninguna otra regla por la
que regirnte en este asunto! - y si la tuviera, -como
todo lo hago sin seguir ninguna, -la an"'Ugaría, la ha'ría
trizas y la al fuego cuando hubiera te17fzinado
con ella. -¿Que si estoy acalorado? Lo estoy, y el motivo
CAPÍTULO DOS bien lo exige y además se lo merece. -¡Bonita historia.'
. ¿ Un ho'mbre ha de seguir las reglas- o las 1-eglas han de
Crezco -Odiado por mis parientes- Enviado a la Escuela seguirle a él?
-Abandonado por mi abuelo- Maltratado por mi tutor LAURENCE STERNE, La vida y las opiniones

-Madu:rado por la adversidad- Conspiro contra el pe- del caballero Tristram Shandy (I759-67).
dante -Prohibido el acceso a mi abuelo- Perseguida PO,," su Traducción de Javier MarÍas.
Heredero rompo los dientes a su tutor.
TOBIAS SMOLLETT, CAPÍTULO VIII

The adventures ofRoderick Random


(Las aventuras de Roderick Random) (1748). A'I1:h'llrs Seat será mi lecho,
no tendré sábanas que planchar;
CAPÍTULO X el pozo de Saint Anton me dará de beber,
desde que mi amor me hit abandonado.
¿ No creen ustedes que es una vergüenza dedicar dos capitu- (ANTIGUA CANCIÓN)

las enteros a lo que pasó mientras mi padre y mi tío


descendían un par de peldaños? Porque aún no estamos más SIR WALTER SCOTT, El corazón de Midlothian (r8I8).
que en el primer rellano, y todavía quedan quince escalones Traducción de Fernando Toda.
más hasta llegar abajo; y mucho me temo que, habida cuen-
ta de que mi padre y mí tío Toby se muestran habladores,
pueda haber tantos capítulos como escalones; -sea como fue-
re, señor; no lo puedo evitar más de lo que puedo a mí propio

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i
CAPÍTULO PRIMERO lectura le deja a uno bastante exhausto y más bien confu-
so en cuanto a la historia que se le está contando (es difí-
Puesto qu.e nada bueno puedo hacer por ser mujer, cil, por ejemplo, no perder la cuenta de los numerosos
Aspiro constantemente a algo que se le parezca. viajes, compañeros e hijos de Moll Flanders, y también es
BEAUMONT & FLETGHER, The maid's tragedy difícil encontrar en el texto las referencias pertinentes).
Dividir un texto en unidades más pequeñas tiene va-
GEORGE ELIOT, Middlemarch (1871-72). rios efectos posibles. Da a la narración, y al lector, tiem-
Traducción de José Luís López Muñoz. po para recobrar el aliento, por así decirlo, en las pausas.
Por esa razón, las interrupciones inherentes a los capítu-
... Tenía un derecho il la felicidad. F1"ank
, la tomaría en sus los. son útiles para marcar transiciones entre distintos
brazos, la estrecbaría en sus brazos. Ella salvaría. tiempos o lugares en la acción. Ya he subrayado antes
* cómo Thackeray usa la última frase de un capítulo al
Estaba entre la hormigueante multitud de la estación de modo de la réplica que. en una obra de teatro precede a
Nonh Wall. Él/a tomaba de la mano y ella sabía que le ha- la caída del telón al terminar un acto, a fin de realzar el
blaba, que le decía una)' otra vez algo del viaje. efecto de sorpresa y suspense (véase la sección 15)' E. M.
JAMES JOYCE, «Eveline» (19I4). F orster hace algo muy parecido en el pasaje citado de
Traducción de Eduardo Chamorro. H071)(/rds End (véase 1a sección 2). El empezar un nuevo
capítulo puede tener también un efecto expresivo o retó-
Tendemos a dar por descontada la división de las novelas rico muy útil, especialmente si tiene un encabezamiento
en capítulos, como si fuera algo tan natural e inevitable textual, en forma de título, cita o resumen del contenido.
como la división del discurso en frases y párrafos. Pero Los encabezamientos de los capítulos de Smollett, por
naturalmente no 10 es. Las novelas de Daniel Defoe, por ejemplo, son como trailers de películas, que seducen al
ejemplo, que figuran entre los primeros ejemplos ingle- lector prOlnetiéndole una acción atractiva. En cierto
ses del género, son flujos de discurso continuos, inin- sentido «se van de la lengua», porque nos adelantan el
terrumpidos. Como suele ser el caso con Defoe, es dificil contenido del capítulo, pero no dan tantos detalles como
saber si ello es un síntoma de su propia falta de sofistica- para anular el interés que suscitan en nosotros. Esos' en-
ción literaria, o una astuta imitación del discurso de 10& cabezamientos contienen ciertamente todo el sabor de
narradores ingenuos y no profesionales que vierten la sus narraciones: son rápidos, nerviosos, violentos.
historia de su vida sin lnás ni más sobre la página, sin un En ténninos generales podemos decir que cuanto
plan o una estructura preconcebidos. Sea como fuere, su más realista intenta ser un novelista, menos probable es

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t
que atraiga la atenclOn del lector sobre ese aspecto capítulo dedicado a los capítulos es una sofisticada toma-
de la orgaruzación textual de illU novela. Inversalnente, dura de pelo, pero instructiva a pesar de todo.
los novelistas lTIUy conscientes de los artificios de la líte- Sir Walter Scott puso de moda el usar citas COlno
ratura tienden a exhibírlo. La simpie mención de la pala- epígrafes para los capítulos, una especie de ostensible m-
bra" «capítulo>>- pone de manifiesto que la novela es el re- tertextualidad. Normalmente esas citas proce,dían de an-
sultado de un proceso cOInpositivo. Ya hemos visto tiguas baladas, de las que él era un apasionado coleccio-
cómo Laurence Sterne usa tales referencias para inu'o- nista. Tienen varias funciones. Una de ellas es temática.
ducir la idea de un narratario, cuando THstram reprocha Los versos de la « ...l \ntigua candón» que encabezan el ca-
a la señora lectora que estuviera «tan distraída durante la pítulo VIII del Corazón de Mídlothian, por ejemplo, se
lectura del último capítulo» (véase la sección 17)· aplican a uno de los principales ingredientes del argu-
La cita de Tristram Shandy reproducida al comienzo fnento: Effie Deans, hermana de la protagonistaJeannie
del presente capítulo procede del volumen Iv, en que el Deans, es acusada de haber asesinado al hijo que tuvo
narrador describe una conversación entre su padre y su fuera del matrÍlnonio. 'La estrofa de la «Antigua can-
tia 1üby que tuvo lugar el día en que él nació. En una ción» conecta su caso con la larga tradición narrativa de
novela lnás convencional, senlejante diálogo no estaría muchachas seducidas v abandonadas. La referencia a
roto por divisiones en capítulos, pero -cosa típica de "
«Arthur's Seat» (una colina que domina Edinlburgo) yel
él- Sterne hace de la locuacidad de sus personajes lffia pozo de Sto Anton liga este motivo a un escenario regio-
excusa para desafiar las «reglas» norn)ales de la COlUpO- nal determinado, la evocación del cual era una de las
sición y empieza un nuevo capítulo sinlplemente porque principales preocupaciones de Scott y uno de sus princi-
le apetece. De hecho, resulta ser «mi capítulo sobre los pales atractivos para los lectores de su época. El efecto
capítulos, que pr0111eti escribir antes de, acostarme». Re- acumulativo de esas citas de antiguas canciones y baladas
sume las ideas más generalizadas sobre el tema: <<(que los es establecer las credenciales del narrador autoda! tanto
capítulos alivian la lllente --que ayudan- o dejan su como guía bien Ínfonnado y digno de toda confianza de
lnarca en la imaginación -y que en una obra tan la historia, la cultura y la topograña de Escocia.
dralllática como ésta S011 tan necesarios como el c31ubio Fue una práctica muy imitada en el siglo XIX, por
de escenarios», sólo para descalificarlas, bautizándolas ejernplo por George Eliot. Los epígrafes usados por ésL.'l,
como ..<fríos prejuicios». Recomienda al lector que estu- sin embargo, tienden a proceder de figuras literarias
die a Longino. «Si no se vuelve usted ni un ápice más respetadas, aunque con frecuencia secundarias, como
sensato por haberlo leído una vez -no se preocupe- los autores teatrales isabelinos Beaumont y Fletcher,
vuélvalo a leer». Como gran parte de Tristram Shandy, el de los que cita un par de versos antes de presentar a

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I
Dorothea Brooke, la protagonista de Middlemarch. La casa, justo antes de fugarse con su amante, un marinero.
cita subraya la frustración del idealismo de Dorothea Hay entonces una pausa en el texto, marcada por un as-
debido a su sexo. Refuerza también la impresión que terisco, y la siguiel1te secCÍón empieza: «Estaba entre la
George Eliot quería producir la ünpresión de ser una hormigueante multitud de la estación de North Wal1».
autora culta, leída, que podía igualarse intelectual- La interrupción del texto desplaza la acción desde su
nlente con cualquier hombre. .\ casa a su clímax en el muelle sin relatar cómo llegó alli
Cuando George Eliot cita versos anónimos suelen Eveline, cosa que sería irrelevante para la historia.
ser de su propia cosecha. Kipling llevó esta práctica de Hay muchas maneras diferentes de div1.dir un texto
inventar obras apócrifas de las que supuestamente pro- narrativo y de marcar las divisiones: «Lihros» o «Par-
ceden sus epígrafes hasta sus últimas consecuencias. El tes>">, capítulos nunlerados, subsecciones numeradas o
cuento <<l\1rs. Bathurst» que comenté más arriba (véase no. Se nota que algunos autores han pensado mucho en
la sección 7) viene introducido por una larga cita de una este asunto y se han tomado lnuchas molestias para al-
«antigua obra de teatro», en realidad escrita por el canzar cierta simetría en la forma. Tom Jones de Henry
lnismo Kipling en un pastiche de prosa dramática del Fielding, por ejemplo, tiene ciento noventa y ocho ca-
siglo XVII y que describe la muerte de un paje o bufón en pítulos, divididos en dieciocho libros, los primeros seis
alguna corte real no identificada. Aunque endiablada- de los cuales se desarrollan en el campo, los seis si-
mente difícil de interpretar, contiene importantes pistas guientes en el camÍno y los seis finales en Londres.
sobre el significado de la historia. «La que le condenó a Los métodos de publicación y circulación de la
muerte no sabía que lo estaba haciendo, de lo contrario narrativa en una época dada han influido en ese aspec-
habría muerto antes que hacer semejante cosa. Pues le to de la novela. La mayoría de las novelas del siglo XIX,
ama ba»: estas frases, por ejelnplo, parecen descartar la por ejemplo, se publicaban en tres volúmenes, sobre
teoría de que el segundo cadáver encontrado alIado del todo para adaptarse a las conveniencias de las bibliote-
de Vickery era el de Mrs. Bathurst. , cas de préstamo, que de ese modo podían prestar una
<<1\1rs, Bathurst» no tiene, por supuesto, ninguna di- sola novela a tres lectores a la vez, pero esa práctica
visión en capítulos. Los relatos cortos rara vez la tienen; pudo haber fomentado también el que Jos autores vie-
aunque sí pueden tener pausas o interrupciones en el sen sus novelas como una espede de obra teatral en
texto, marcadas por una línea en blanc9. El cuento de J tres actos (es posible, por ejemplo, dividir de ese modo
mes ]oyce «Eveline», por ejemplo, consiste principal- la acción de Emma deJane Austen).
nIente en una descripción de los pensamientos de la pro- Muchas novelas victorianas se publicaron original-
tagonista mientras está sentada junto a la ventana de su mente por entregas o en partes, ya fuese en forma de

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• "1

volúluenes exentos encuadernados en rustica o en revis- para mayor énfasis, con asteriscos. Supong'o que 10 que
tas, lo que talubién afectaba a la forma final de la sugirió semejante forma fue la naturaleza del relato,
la. Los capítulos de las novelas que Dickens escribió que salta constantemente de una escena a otra y de un
para publicar en entregas semanales, como Tiempos difí- personaje a otro, situados en diferentes lugares al mis-
ciles o Grandes esperanzas, son mucho más cortos que los mo tiempo. Los espacios entre las seccÍones funcionan
de otras novelas suyas, como Dombey e Hijo o Casa deso- de hecho como «cortes» cinematográficos.
lada, que se publicaron por entregas mensuales. La pu- La primera de mis novelas que tuvo capítulos nu-
blicación en revistas solía tener que adaptarse a una ex- merados [-ue The British is frrlling dOU"I1, una
tensión predetern1ínada, unifonne y muy precisa. novela cÓlnica y conscientemente artificiosa, en gran
medida paródica. Cada capítulo está encabezado por
. una cita divertida (o que pretende serlo) procedente de
Diríase que el tenIa que estanlOS tratando tiene dos di- algún texto impreso sobre la Sala de Lectura de la Bi-
mensiones: una es la distribución puramente espacial y blioteca Británica, imitando y burlándose a la vez de
la división' del texto en unidades más pequeñas. Ello es los procedimientos propios de la erudición literaria.
con frecuencia un indicio de la esouctura o arquitectu- Intercambios está dividida en partes numeradas titula-
ra de la narración como un todo y tiene cierto efecto en das «Volar», «Sentar la cabeza»·, «Mantener corres-
el tempo de la lectura. En la medida en que lnanifiesta pondencia», «Leer», -«Cambiar» y «Ternlinar>-> y How
cierto grado de sitnetría, se corresponde COI1 la división can yau gol está dividida de un modo similar en ca-
en estrofas en poesía. La otra dimensión es semántica: la pítulos, cada uno de los cuales empieza con la palabra
adición de niveles de significado, de implicación o de «Cómo» (How): «Cómo era», «Cómo perdieron la
sugerencia mediante los encabezamientos de capítulo, virginidad», «Cómo perdieron el temor al infierno» y
epígrafes y demás. Revisando mi propia práctica a este así sucesivamente. Los ecos verbales estaban destina-
respecto, encuentro considerables variaciones según la dos, diría yo, a introducir un elemento de «simetría»
naulraleza de la novela en cuestión. Había olvidado, en el nivel senlántico de los encabezamientos de capí-
hasta que la hojeé C011 este propósito, que mi prinlera tulo y quizá a compensar el hecho de que los capítulos
novela, Tbe picturegoers (Los cinéfilos), carece de capítu- son de extensión lllUy dispar. La sínletría, o eso creo,
los. Está dividida en tres partes numeradas, cada una de iInporta más a los escritores de narrativa de lo que los
las cuales relata los acontecimientos de un determinado lectores perciben conscientemente.
fin de senlana. Dentro de cada parte hay secciones cuya
separación está marcada sólo por una línea en blanco o, 1
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ji'

!:'
l'
-¿Se pone así a menudo?
37 -1\10, nunca lo había hecho.
Sonó el teléfono.
EL TELÉFONO
-¿Crees que será él otra vez? Más vale que respo'1'l-
da yo.
-Quiero hablar con lady Brenda Last.
-Tony, cielo, soy yo, Brenda.
-Un maldito imbécil ha dicho que no podfn hab/r/'r
contigo.
-'He dejado un recado en el sitio en que estaba cenan-
Fue al teléfono del vestíbulo:
do. ¿Lo estás pasando bien esta noche?
-Cariño -dijo.
EVELYN WAUGH, Un puñado de polvo (1934).
-¿Es usted el señor Last? Tengo aquí un recado de lady
Traducción de Carlos Manzano.
Brenda.
-.J\IIuy pásemela.
-Ahora no puede ponerse, pero me ha pedido que le dé
El teléfono es un r:asgo tan familiar y u bieuo de la vida
este recado: que' lo siente mucho, pero no puede ir a reunirse
moderna que 'olvidanlos fácilnlente lo lnuy antinatu-
con usted esta noche. Está muy cansada y se,ha ido a casa a
ral que habría parecido, en épocas anteriores, el he-
acostarse. cho de hablar y escuchar sin poder ver o tocar. En una
-Dígale que quiero hablar con ella.
-La verdad es que no puedo, se ha ido a la cama. Está
conversación normal, cuando los interlocutores están
físicamente presentes el uno ante el otro, pueden aña-
muy cansada.
dir todo tipo de significados y matices a sus palabras
-¿Está muy cansada y se ha ido a la cama?
mediante la expresión facial y el lenguaje del cuerpo,
-Eso es.
o incluso comunicarse exclusÍvamente por tales me-
-Bueno, pues, quie1"0 hablar con ella.
dios no verbales (encogiéndose de hombros, apretan-
-Buenas noches -dijo la voz.
-El muchacho está bebido Beaver, después de
do la mano del otro, frunciendo las cejas). I-Iasta el re-
ciente invento del videofono (que se halla todavía en
colgar. Jos albores de su desarrollo) tales medíos de comuni-
-¡Huy, Dios mío! Qué mal me siento por él. Pe1'o,
cación no han estado al alcance del usuario del teléfo-
¿qué podía esperarse p1"esentándose así de repente? Tiene que
no. Por el mismo motivo, la «ceguera» de la comuni-
ap1-ender a no hacer visitas por sorpresa.
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• ,
,
P
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cación telefónica se presta al engaño y genera fácil- mismo puede decirse de este pasaje de Un puñado de
nlente confusi¿n, malentendidos y alienación entre polvo.
los participantes. Es, pues, un instrumento de gran Brenda Last, aburrida de su lnarido Tony y de la
potencial narrativo. vida en la espantosa mansión de éste, se hace amante
Evelyn Waugh pertenecía a una generación de no- de un hombre tnundano, un pelagatos sin ningún inte-
velistas -Henry Green, Chrístopher Isherwood e 1vy rés llalnado ]o1m Beaver. Para ocultar. su relación fin-
Comptoll-Burnett son otros nombres que se le ocurren ge tener que pasar con frecuencia varías días seguidos
:1 uno-- que estaban particularmente interesados por en Londres para seguir un curso de economía. Un día
las posibilidades expresivas del diálogo en la ficción. Tony llega por sorpresa a la ciudad y se encuentra con
Su obra tiende hacia el efecto que he llamado «perma- que ella cena fuera. Para consolarse se pone a beber en
necer en la superficie» la sección 25): los perso- . su club en conlpañía de un allÚgo, ]ock Grant-Men-
najes se o se traiciona.n o condenan a sí mis- zies. Al cabo de un rato le llaman al teléfono para dar-
nlOS por lo que dicen, tnÍentras el narrador mantiene le un recado de parte de Brenda.
un. seco distanciamiento, absteniéndose de hacer co- El primer efecto de la ceguera del teléfono en el
m.entarios morales o análisis psicológicos. N o es sor- diálogo que se establece a continuación es cómico: el
prendente pues que Evelyn Waugh fuera uno de los afectuoso saludo de tony,. <-<cariño», tropieza con una
prüneros ingleses en reconocer la ünpor- respuesta 111UY fríamente cortés por parte de una ter-
tancia del teléfono en la vida social- moderna y su po- cera persona no identificada. Tony no parece en con-
tencial para crear efectos cómicos o dranláticos. De- diciones de comprender que esa persona está transmi-
sempeña un gran papel en su segunda novela, Cuerpos tiendo un mensaje y sigue pidiendo, con obstinación
viles (I930), un capítulo de la cual consiste enteramen- de borracho, hablar con su esposa. Aquí hay tanto un
te en dos conversaciones telefónicas entre los protago- elemento patético como otro cómico, puesto que ese
nistas, presentadas sin comentario e incluso sin las co- hombre desesperadamente solo anhela realmente co-
Letillas -«dijo», «respondíó», etc., en el curso de las municarse con su mujer, cada vez más evasiva yausen-
cuales se rOIl1pe su noviazgo y ella anuncia que se ha te, y no se da cuenta de que ella está alejándose de él.
prometido a su mejor amigo. El lengua; e que usan es El lector da por supuesto que la tercera persona está
banal y está lleno de frases hechas -constantemente hablando desde el lugar en el que Brenda ha cenado; es
están didendo «bueno>-> y «ya veo», cuando en'reali- lo que se deduce de -<-<se ha ido a casa acostarse». Pero
dad nada es bueno y si hay algo que no pueden hacer descubrimos que quien habla es en realidad Beaver,
es verse- y el efecto es a la vez divertido y triste. Lo que está con Brenda, posiblemente incluso en su mis-

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¡,
ma catna, aunque por supuesto Tony no 10 sabe. «El En cierto sentido todo diálogo en prosa de ficción
muchacho está bebido -dijo Beaver después de col- es como un diálogo telefónico, porque (al contrario de
gar>-> es una frase perfecta, aunque parezca sencilla. La lo que ocurre en el teatro) tiene que funcionar sin la
revelación de cómo están engañando a Tony es tanto presencia ñsica de los interlocutores. De hecho, el diá-
más eficaz cuanto que, tras retrasarla todo lo posible, logo está todavía más desnudo en la ficción, puesto
se nos da como quien no quiere la cosa. Las palabras que le son negados la entonación, el timbre, tan expre-
pronunciadas, que pueden parecer afectuosamente co- sivos en la voz humana. Algunos novelistas intentan
loquiales en otro contexto, aquí expresan sólo despre- compensarlo utilizando frases descriptivas (<<No -su-
cio, indiferencia y una total ausencia de compasión. surró con vóz grave>->-; «¡Sí! -gritó entusiasmada>->-),
Benda ciertamente se siente «mal por él», pero en su peto Waugh ha preferido dejar que el contexto sirva
siguiente frase da la vuelta a la ética normal como un de comentario suficiente a las palabras de sus persona-
calcetín (un motivo recurrente en la novela), dando a les, animándonos a los lectores a que creemos en nues-
entender que la culpa es suya: «¿qué podía esperarse tra mente sus voces y"a que nosotros mismos juzgue-
presentándose así de repente?>>-. mos su vanidad, crueldad y pathos. "
El teléfono vuelve a sonar y Tony vuelve a pedir
que le pasen con Brenda. «Tony, cielo, soy yo, Bren-
da>>-. Comedía y traición se mezclan hábilmente aquí: Mientras escribo esto acaba de salir un libro que pue-
un nuevo tnalentendido por parte de Tony, una doble de ser razonablemente calificado como «la Novela Te-
traición por parte de Brenda en el hipócritamente lefónica llevada a sus últimas consecuencias>->. Se trata
afectuoso «cielo»-. Resulta ilógico que Tony pida ha- de Vox (1992), del escritor norteamericano Nicholson
blar con Brenda porque la está llamando a altas horas Baker, autor de tres libros previos de un carácter alta-
de la noche a un apartamento tan pequeño que ni él mente «minimalísta>->-. Según la exacta descripción de
cabe (duerme en su club)j de modo que si alguien des- la contracubierta de la edición británica, Vox es «Ulla
cuelga el teléfono ha de ser ella por fuerza. Pero está novela sobre sexo telefónico». Consiste en una larga
tan borracho que confunde esta conversación con la conversación telefónica, reproducida enteramente en
que acaba de tener con «un maldito imbécil>->- que su- forma de diálogo aparte de unas pocas coletillas
puestan1ente le llamaba desde donde Brenda estuvó (<<dijo>->-, etc.), entre un hombre y una mujer cada uno
antes. Por supuesto, ese «error>-> no es tal. Brenda se da en una costa de Estados Unidos, cuya única relación es
cuenta en seguida y miente: «He dejado un recado en la que tienen a través de una línea telefónica de «con-
el sitio en que estaba cenando>->-. tactos» para adultos. Intercambian detallada y mutua-

274 275

m.ente excitante información sobre sus preferencias, 38


fantasías y experiencias sexuales, y fmalnlente alcanzan
orgasmos simultáneos mediante la lnasturbación. Se- EL SURREALISMO
ría difícil encontrar un ejemplo más eficaz para poner
de relieve el carácter antinatural del teléfono como
medio de comunicación que el utilizarlo como instru-
mento de excitación y alivio sexuales, pues impide lo
que normahnente se considera esencial para el acto se-
xual: el contacto físico y la penetración. Inversamente,
podríamos decir que el sexo telefónico es el ejemplo . Traté de decir que sícon la cabeza y apalta:rme al mismo tiem-
más claro de la perversidad de la masturbación. N o es po, pero me temblaban tanto las rodillas que en vez de di'rigir-
de extrañar que Vox haya resultado ser una novela po- me a la escalera me desplazaba como un cangrejo} acercándo-
lémica que ha provocado reacciones opuestas. ¿Es una me cada vez más a la otia. Cuando me tuvo a su alcance me
obra de pornografía para elites, o una devastadora acu- descargó de 'repente una cuchillada en la eJpatda)', con un ala-
sación contra la esterilidad de las relaciones sexuales rido de dolor, salté directamente a la sopa hi1'1Jiendo, donde,
en la era del sida, o una celebración optimista de la tras un instante de intensa agonía, me puse tan tiesa como mis
capacidad de los seres humanos para alcanzar un ino- compañeras de desgracia, la zanahoria y las dos cebollas.
fensivo placer mediante la cooperación? Al escribir la Siguió un estrépito .mrdo, y me descubí a mí misma fuera
novela en fonna de diálogo, el autor ha dejado com- de la olla)' removiendo la sopa, donde podía ver mi propia
pletamente en manos del lector la tarea de contestar a carne patas arriba, hirviendo alebrremente como un trozo de
esta pregtUlta, aunque no, claro está, la responsabili- tenzera cualquiera. Añadí un pellizco de sal y unos granos
dad por haberla planteado. de pimienta, y a continuación me serví un cazo en mi plato de
granito. No estaba la sopa tan buena como una bullabesa, pero
e'ra un buen estofado, muy adecuado para el tim/'po jl10.
Desde un punto de vista especlllativo, me pregunté cuál de
las dos erayo. Sabedora de que tenía una placa de obJidiana pu-
/ida ert algún lugar de la caverna, me puse a buscarla con la idea
de utilizarla como esprjo. Sí, allí estaba, colgada- en su rincón
habitual, cerca del nido del murciélago. Me miré en ella. Pri-
mero vi la cara de la abadesa de Santa Barbara de 7/¡rtaras,

27 6 277

i¡?rrnllHr

¡ID',

somiéndome sardónicamente. Se desvaneció, y acto seguido vi las heroica del surrealismo en el París de entreguerras, don-
antenas y los ojos enormes de la.Abeja Reina, que hizo un guiño de vivió con Max Ernst durante varios años, antes de
JI se transf01mó en mí propia cara, ligeramente menos ajada, emigrar a México y a Estados Unidos. Ahora se conside-
pl1'obablemente debiCÚJ a la oscura superficie de la obsidi'ana. ra que su obra ha sido pionera de gran parte de la experi-
LEONORA CARRINGTON, mentación posmoderna, especiahnente debida a mujeres
La corneta aaística (197 6 ). artistas y escritoras tales como Angela Carter y Jeannet-
Traducción de Francisco Torres Olivero te WInterson, que usan los efectos surrealistas para sub-
vertir los sobrentendidos patriarcales de nuesu'a cultura.
El surrealismo no es exactamente lo mismo que el
El surrealismo es nlás conocido y más fácil de definir realismo mágico que comenté antes (sección 24), aun-
en las artes visuales que en literarura: Dalí, Duchamp, que hay evidentes afinidades entre ambos. En el realis-
jVlagritte y Ernst son nombres consagrados de la his- mo mágico siempre hay una relación clara entre lo real
toria del arte moderno. Pero hubo una rama literaria y lo fantástico: el acontecimiento imposible es una espe-
del movimiento, que evolucionó en lasañas veinte y cie de nletáfora de las extrenlas paradojas de la historia
treinta a partir de ,anteriores experimentos modernis- 1110derna. En el surrealismo, las metáforas se convierten
tas y dadaístas. De hecho, el pritlcipal teórico del en realidad, borrando el mundo de la razón y del senti-
surrealismo fue un poeta, André Breton; que declaró do común. La analogía favorita de los surrealistas para
que el surrealismo se basaba en «la creencia en la su- describir su arte, y con frecuencia la fuente del mismo,
prema calidad de ciertas formas de asociación hasta es el sueño, en el cual, como demostró Freud, el incons-
entonces desdeñadas: en la omnipotencia del sueño, ciente revela sus deseos y temores secretos en vívidas
en el juego desinteresado del pensamiento>->-. imágenes y sorprendentes secuencias narrativas no limi-
Leonora Carrington es un raro ejemplo de surrealis- tadas por la lógica de nuestras vidas diurnas. Puede de-
ta igualmente entregada a las artes visuales y verbales. cirse que la primera gran novela surrealista en lengua
Una reciente retrospectiva de su pintura en la Serpenti- inglesa fue Alicia en el País de las Maravillas, la historia de
ne Gallery de Londres suscitó un gran interés y sus no- un sueño. Su inHuencia es perceptible en este pasaje de
velas y cuentos, que en general pasaron desapercibidos al La C0171eta acústica de Carrington: en la mezcolanza de Jo
publicarse en distintas lenguas y con largos intervalos a Id cruel y lo grotesco con lo doméstico y lo gracioso, en la
largo de varias décadas, están empezando a atraer la aten- manera de narrar sucesos fantásticos como si nada, y en
ción de la (.'rítica, especialmente de la crítica feminista. las visiones de caras reflejándose sobre la obsidiana, que
Nacida en Inglaterra, Carrington formó parte de la edad recuerdan al gato de Cheshíre,

27 8 , 279
¡tI

t
bía una ventana abierta cuya cortina rizaba la brisa, o 111<lS bien
La narradora es una inglesa de noventa años lla-
la habría rizado si hubiese sido una cortina de verdad. ToJos es-
mada Marion Leatherby, .que aparentemente vive en tos muebles unidimensionales producían un efecto deprimen-
México con su hijo Galahad y la esposa de éste, Mu- te, como chocar de narices contra una puerta de cristal.
riel. Marion es sorda COtilO una tapia, pero un día su
amiga Carmella le regala una corneta acústica de ex- Dirige la institución lUla autoritaria CristIana fanática
traordinaria sensibilidad, con cuya ayuda oye cómo su contra la c-ualla narradora y sus amigas terminan por re-
hijo y su nuera planean enviarla a un asilo para ancia- belarse, inspirándose en el retrato de una monja que gui-
nos. Esa prinlera parte de la novela está escrita con ña el ojo nlÍsteriosalllente en la pared del cOlnedor. La
mucha gracia, con un estilo caprichoso y excéntrico 11lonja resulta ser una abadesa del siglo XVIII que fue ca-
que es posible «naturalizar:>:> considerando que se trata . nonízada, pero que en realidad adoraba a la Madre pri-
de los pensamientos privados de una señora mayor in- mígenía o diosa de la fertilidad asociada al culto de Afro-
teligente pero sumergida en cierta confusión: dita, la cual se aparece a la narradora en forma de abeja
reina. La historia se va convirtiendo en una revisión lleo-
El tü:mpo pasa, como todos sabemos. Lo que ya no sabemos pagana y fenúllÍsta de la leyenda del Grial, facilitada por
es si vuelve de la misma manera. Un amigo mío a] que no he sucesos naturales apocalípticos, una nueva Edad Glaciar
mencionado hasta ahora porque no aquí me dijo que un y un terremoto. Una torre se resquebraja y revela una es-
uníverso rosa y un universo azul entrecruzan sus partículas
calera por la que la narradora desciende hasta llegar al
como dos enjambres de abejas y que cuando un par de abe-
mmldo subterráneo, en el que se encuentra a su propio
jas de diferentes colores se pican, ocurre un milagro. Todo
doble removiendo el contenído de 1m caldero y tiene la
esto tiene que ver con el tiempo; aunque no estoy segura de
experiencia descrita en el extracto citado. La escisión del
poderlo explicar de manera coherente.
sujeto en observadora y observada, en guiso y cocinera,
Pero en cuanto Marion ha cruzado el umbral del asilo, es un típico efecto onírico, como lo es la yuxtaposición
los acontecimientos se vuelven cada vez más fantásti- del detalle casero «añadí una pizca de sal y unos granos
de pimienta>>- con la violenta y grotesca imagen de caru-
cos. En su habitación, por ejemplo:
balisn10. Semejantes toques de hUlllor son característicos
Los únicos muebles reales eran un sillón de ffiímbre y una mesa del mejor arte sin los cuales éste puede con-
pequeña. Lo demás era pintado. Qtúero decir que el rest¡o de vertirse en una sarta de portentos vacíos de significado,
los muebles los habían pintado en la pared. Estaban tan bien autocomplaciente y fatigosa para el lector. Por suerte
hechos que al principio me engañaron. Intenté abrir un arma- Leonora Carrington es tan íngellÍosa como ínlaginativa.
río pintado; una estantería repleta de libros con sus títulos. Ha-
281
280

I
ella resucító en todo su esplendor la confianza en sí mismo
39 que él había perdido, últimamente.
LA IRONÍA
-No tengo a nadie más que a ti aho'ra -murmuró
ella en una voz que parecía derretirse.
En .su ignorancia, creyó que la expresión de ese sentimiento
le agradaría. ¡VO se daba cuenta de que a un hombre eso suele
enfriarle, porque le demuestra que la mujer está pensando en
las responsabilidades de él )' no en J1ts p'7:vilegios, Ciertamente
calmó a Gerald, aunque sin instilade el sentido de sus 1"eSpOn-
Su ca'ra, que él contemplaba desde tan cerca que podía ver sahílidades. Sonrió vagamente. Para Sophia esa sonrisa e1"'tl un
la pelusa en esas mejillas como frutas, era asombrosamen- milagro continuamente renovado; mezclaba una audaz alegría
te bella; los ojos oscuros eran exquisitamente brumosos; y con un esbozo de llamamiento triste de una manera tal que
podía sentir la secreta lealtad de su alma ascendiendo ha- nunca dejaba de hechizarla. Una muchacha menos inocente
cia él. Ella era un poquítín más alta que su amante; pero que Sophia podría haber adivinado a partir de esa sonrisa se-
en cierto modo colgaba de él, con el cuerpo curvado hacia mifemenina que podía hacer cosa con Gerald excepto
atrás y el pecho apretado contra el suyo, de modo que cuan- confiar en él. Pero Sophia tenía mucho que aprende1:
ARNOLD BENNETI't The old wives' tale
do la miraba a los ojos, en vez de mirar hacia ,arriba él mi-
raba hacia abajo. Lo prefería así; aunque era perfecta- (El cuento de las cOlnadres) (I908).
mente proporcionado, su estatura era para él un tema
delicado. Se le levantaba el ánimo a medida que se despe1'-
taban los sentidos. Se disipaban sus temores; empezó a es- En retórica, la ironía consiste en decir lo contrario de 10
tar muy satisfecho de sí mismo. Era el heredero de doce mil que uno quiere decir, o en una interpretación di-
libras y había ganado esa criatura fuera de lo común. Ella ferente del sentido superficial de las propias palabras. Al
era su presa; la agarraba con fuerza, examinando de cer- contrario que otros tropos -metáfora, símil, metoni-
ca, con su permiso, su cutis, y con su permiso aplastando las mia, sinécdoque, etc.- la ironía no se distingue de la
leves sedas que la cubrían. Algo que había en él la había afirmación literal por ninguna peculiaridad de la forma
obligado a deponer la modestia en el altar del deseo de su . verbal. Una afirmación irónica se reCOl1oce conlO tal en
amante. Y el sol brillaba con fuerza. De modo que, la besó el acto de interpretación. Cuando, por ejemplo, el narra-
aún con más ardor y con un levísimo toque de la condes- dor autorial de Orgullo y prejuicio dice: <;<Es una verdad
cendencia propia de un vencedor; y la ardiente reacción de universalmente reconocida que un hombre soltero en

282
28 3
• 'q:iI

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posesión de una fortuna necesita una mujer>>-, el lector, realizar su plan. Incluso durante esta escena se llluestra
alertado por la falsa lógica de la proposición sobre los al principio nervioso y torpe, «al percibir que el ardor
solteros ricos, interpreta la generalización «universal» de ella estaba sobrepasando al suyo propio». Pero a IllC-
como un comentario irónico sobre un determinado gru- dida que prosigue el contacto Íntinlo, va adquiriendo
po social cuya idea fija es concertar bodas. La misIna re- aplomo y autoridad. Hay probablenlente un juego de
gla se aplica a la acción en narrativa. Cuando el lector cae palabras sexual en la frase «se le levantaba el ánimo a
en la cuenta de la disparidad existente entre la realidad medida que se le despertaban los sentidos», puesto que
de una situación y su comprensión por parte de los per- Bennett a menudo aludía de ese modo a las cosas que no
sonajes, se genera un efecto llamado «ironía dramática>>-. se atrevía a describir explícitamente. La excitación se-
Se ha dicho que todas las novelas tratan esencialmente xual de Gerald no tiene nada que ver con el amor, sin
del paso de la inocencia a la experiencia, del descubri- embargo, ni siquiera con la lujuria. Es una parte de su
nlÍento de la realidad subyacente bajo las apariencias. vanidad y autoestima. «Algo que había en él la había
N o es de e,'{trañar, pues, que la ironía estilística y dramá- obligado a deponer la modestia en el altar del deseo de
tica sean constantes en ese género literario. La mayor su amante». Lo mismo que la frase anterior, «la secreta
parte de los pasajes que he analizado en este libro po- lealtad de su alma ascendiendo hacia él», esa florida lue-
drían haberse colocado bajo el encabezamiento «Ironía». táfora se burla del pensamiento que ex-
Arnold Belmett usa dos métodos diferentes en este presa. El uso de la palabra «altar:» cOlnporta una carga
pasaje de The old wives' tale para situar la. conducta de sus irónica suplementaria ya que en ese momento Gerald
personajes en una perspectiva irónica. Sophia, la hermo- no tiene la nlenor intención de llevar al altar a Sophia.
sa, apasionada pero inmadura hija de un pañero de Pot- Hasta ese instante, Bennett se mantiene en el pun-
teries, está lo bastante deslumbrada por Gerald Scales, to de vista de Gerald, y usa el tipo de lenguaje apro-
un apuesto viajante de comercio que ha heredado una piado a esa perspectiva, lo que ünplica un juicio iróni-
pequeña fortuna, COfilO para fugarse con él. La escena co sobre ese personaje. La descripción de su timidez,
última aquí descrita es la primera que disfrutan en la pri- vanidad y complacencia -tan distintas de 10 que de-
vacidad de su alojamiento londinense. Lo que debería bería estar sintiendo en esa situaeión- y la retórica
ser un momento de arrebato erótico y unidad hinchada, ligeraInente absurda, con la que se repre-
se revela como la unión física de dos personas cuyos pen- senta sus elnociones a sí lnislTIO, bastan para condenar-
samientos siguen caminos totalmente divergentes. le a ojos del lector. En el segundo párrafo, sin embar-
Gerald de hecho tiene la intención de seducir a Sop- go, Bennett usa la convención del autor on1nisciente
hia, aunque llegado el momento le falta la audacia para intrusivo para trasladarse al punto de vista de Sophia y

28 4 28S

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_"!.
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comentar explícitamente sus errores de cálculo, aña-



diendo más capas de ironía a la situación.
Los pensamientos de SopIlla son más honrosos que LA MOTIVACIÓN
los de Gerald, pero sus palabras, «No tengo a nadie más
que a ti ahora», son en parte calculadas para que él la "

quiera 11lás. Sin embargo, eso no revela más que su inge-


nuidad. Cuando la «ardiente» Sophia expresa ese senti-
miento en una V07. «que parecía derretirse», a Gerald le
«enfría» el recordatorio de sus responsabilidades. Res-
ponde con una sonrisa vaga, la enamorada Sophia Peto al decimoprimer día, sin embargo, Lydgate se dispo-
encuentra encantadora, pero que, según nos asegura el nía a abandonar Stone Court cuando la señora Vincy le pi-
narrador, indica que no es digno de confianza y deja pre- dió que le hiciera saber a su marido que la salud del señor
decir la desilusión futura. La voz autorial, seca, precisa, Featherstone había sufrido un marcado cambio y que desea-
educada, se hac$! oír por encima de la <<voz interior» de ba fuera allí ese mismo día. Lydgate PQdía haber ido al al-
Sophía para exponer la falibilidad de su juicio. macén, o podía haber escrito un mensaje en la hoja de su
El lector, dueño de informaciones privilegiadas que cuaderno de bolsillo y dejarla en la puerta. Sin embargo J

los participantes en la escena no tienen, mira.por encima estos sencillos métodos no parecie'ron ocurrírsele, de lo cual
del hombro del autor a SopIlla con piedad ya Gerald con podemos deducir que no tenía grandes inconvenientes en
desprecio. En uno de los Cuadernos de notas de Bennett pasarse por casa del señor Vincy a una hora en la que éste
leemos, con cierta sorpresa: «Característica esencial del no estaba en casa, y dejar el recado con la señorita VinC)'.
novelista realmente grande: una compasión universal, Un hombre puede, por diversos motivos, negarse a dispen-
como la de Cristo»; su tratamiento de Gerald se queda sar su compañía, pero tal vez ni siquiera un sabio se senti-
bastante por debajo de un listón tan alto. Ese tipo de iro- ría complacido ante el hecho de que nadie le ecbara de me-
nía nos deja poco trabajo para la deducción o la interpre- nos. Sería una forma elegante y fácil de enlazar los hábitos
tación; por el contrario, sonl0S los receptores pasivos de nuevos con los antiguos, de cruzar con Rosamond alguna
la mundana sabiduría del autor. Si el efecto no parece tan juguetona palabra respecto de su 1"esistencÍa ti la disipación
excesivo como podría fácilmente parecer, es porque la · y su firme decisión de abstenerse incluso de los dulces soni-
agudeza de la observación psicológica de Bennett suscita dos. Debe admitirse, asimismo, que espeeztlaciones momen-
nuestro respeto, y porque perlIute a personajes como táneas respecto de las posibles causas de las insinuaciones de
Sophia «aprender» de sus errores y sobrevivir a ellos. la señora Bulstrode habían conseguido entre teje rse, como

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• "'IJHf¡'¡ -
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¡f:
pequeños y aferrados pelillos) en la trama más sustancial combinación de factores, algunos inte tIlO s, alg'unos
de su pensamiento. externos, plausiblemente les empujan a hacerlo. La
GEORGE ELIOT, Middlemarch (1871-72). motivación en la novela realista tiende a estar, en len-
Traducción de María Engracia Pujals. guaje freudiano, -«sobredeterminada», es decir, cual-
quier acción dada es el producto de varios impulsos o
conflictos derivados de más de lID nivel de la persona-
¿Qué tipo de conocimiento esperamos extraer de la lidad; mientras que en el cuento popular, la épica o las
lectura de novelas, que nos cuentan historias que s::tbe- novelas de caballerías una única causa basta para expli-
filOS que no son <<verdad»? Una respuesta tradicional a car la conducta: el héroe es siempre valiente porque es
esa pregunta es: un conocimiento de la mente o del co- el héroe, la bruja es siempre malvada porque es una
razón humanos. El novelista tiene un acceso íntinlO a . bruja, etc., etc. Lydgate tiene varias razones para visi-
los pensamientos secretos de sus personajes que le es tar a ;Rosamond Viney, algunas pragnláticas, otras gra-
negado al historiador, al biógrafo o incluso al psícoa- tificantes para su ego, -otras con las que se engaña a sí
nalísta. La novela, en consecuencia, nos puede ofrecer mismo, otras subconscientes.
modelos más o menos convincentes de cómo y por El contexto de este pasaje es el siguiente: Lydgate es
qué la gente actúa como lo hace. La posmodernidad y un joven médico, dotado de talento y ambición, con un
el postestrUcturalisnlo han deconstruido pero no derri- pronletedor futuro cuando llega a la ciudad
bada las ideas cristianas o humanistas del yo en las que provincial de MJddlemarch a mediados de la década de
se basa ese proyecto: el individuo único, autónomo, r830. Allí conoce a Rosamond Vincy, la atractiva pero
responsable de sus propios actos. Segullnos valorando más bien superficial hija de un próspero comerciante, y
. las novelas, especialmente las que pertenecen a la tra- disfruta de su compañía. Para Rosamond, Lydgate es
\ dición realista clásica, por la luz que arrojan sobre la probablemente el mejor partido que va a conocer en
motivación hUlnana. toda su vida y pronto se convence de que está enanlora-
La motivación en una novela como Middlemarch es da de él. Su tía, Mrs. Bulstrode, advierte a Lydgate que
un código de causalidad. Su objetivo es convencernos sus atenciones hacia Rosamond pueden ser interpreta-
de que los personajes actúan COlno actúan no simple- das como cortejo. Lydgate, que no desea que las res-
mente porque conviene al desarrollo del argumento ponsabilidades propias del lnatrimonio dificulten su
(aunque suele convenirle, claro está: la mitad del' de carrera profesional, deja inmediatamente de visitar a los
Míddlemarch se derrumbaría si Lydgate no a Vincy. Pero, tras diez días sin aparecer por la casa de és-
Rosamond Viney en el capítulo 31), sino porque una tos, se presenta en ella para dar un recado.

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con la señorita Viney». Con esta perífrasis, George
George Eliot no expone los móviles secretos de sus
EHot imita tanto la manera en que, en la vida real, de-
personajes con el irónico qesapego de Arnold Bennett
ducimos las motivaciones a partir del comportamien-
en el pasaje que comenté en la sección anterior, sino
to, como el modo en que ocultamos nuestros verda-
que lo hace de un modo más especulativo y compren-
deros lnóviles, incluso a nosotros mismos. Hay aquí
sivo. Por lo menos, se muestra comprensiva con Lyd-
ironía, pero es humorística y piadosa. «Ni siquiera un
gateo Se ha subrayado muchas veces que es menos to-
sabio se sentiría complacido ante el hecho de que na-
lerante con las mujeres hermosas y egocéntricas como
die le echara de menos» disculpa la vanidad de Lydga-
Rosamond. En el párrafo que precede al que he citado,
te, considerándola un defecto universal. El discurso se
la ansiedad que la ausencia de Lydgate durante diez
desliza entonces hacia el estilo indirecto libre para
días provoca en Rosamond es dt;spachada con cierto
mostrar cómo Lydgate ensaya mentalmente su con-
desdén de la forma que sigue: versación con Rosamond: de una manera «elegante»,
«fácih>, «juguetona» le dará a entender su ausencia de
Cualquiera que considere diez días un tiempo demasiado
intenciones serias en su relación con ella. La última
breve, no para adelgazar o perder la -razón u otros efectos
frase del párrafo es autoríal y sondea el nivel más pro-
medibles de la pasión, sino para el circuito espiritual de alar-
mantes conjeturas Y desilusión, ignora lo que puede pasar
fundo de las motivaciones de Lydgate para visitar a
por la mente de una joven durante sus mOlJ)entos de ele- Rosamond: le fascina y le halaga la idea de que ella
puede haberse enamorado de él, aunque apenas lo re-
gante ocio.
conoce ante sí mismo. La imagen de la red que Geor-
«Elegante ocio» tiene un tono de ácida descalificación ge Eliot usa para expresar esa idea era una de sus imá-
que tiende a devaluar la tensión emocional de Rosa- genes favoritas, quizá porque sugería la complejidad
mondo El análisis de las motivaciones de Lydgate es de del entramado de experiencias humanas.
un estilo luenos expeditivo y más comprensivo. La vanidad y la curiosidad de Lydgate son su per-
En vez de declarar sin más que Lydgate descartó dición. Lo que ocurre es que Rosamond, normalmen-
otros medios posibles para entregar su mensaje porque te tan equilibrada y tan capaz de controlarse, reaccio-
quería ver a Rosamond, la voz autorial observa que na ante la reaparición súbita, inesperada de Lydgate
«estos sencillos métodos no parecieron ocurrírsele, de con una emoción a duras penas contenida, y el en-
10 cual podemos deducir que no tenía grandes incon- cuentro de alnbos toma un cariz muy distinto del que
venientes en p3;sarse por casa del señor Viney a una él había planeado. Desprevenidos, anIbos se encuen-
hora en la que éste no estaba en casa, y dejar el recado tran sin querer actuando con una naturalidad, una es-

29 1
29°
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¡j'

pontaneiJad, que en la sociedad de esa época conlpor- 4 1


taba terribles consecuencias. Rosamond, en su turba-
ción, deja caer una cadeneta de ganchillo que sostenía LA DURACIÓN
entre las manos. Lydgate se agacha para recogerla, y al
enderezarse se da cuenta de que de los ojos de ella bro-
tan las lágrimas. «Ese momento de espontaneidad fue
el toque sutil de cristalización que convirtió el flirteo
en amor», dice la voz narradora. En unos pocos minu-
tos Lydgate está abrazando a Rosamond y se ha con-
vertido en «un hombre comprometido, cuya alma ya Hubert regaló a Charles e Irene un precioso bebé por ZVavi-
no le pertenecía a él sino a la mujer a quien se había . dad. Era niño y se llamaba Paul. Charles e Irene, que du-
atado»·. «No supo dónde fue a parar la cadeneta>->-. rante muchos años no habían tenido hijos, se pusieron muy
Simbólicamente, la tiene en torno al cuello: su futuro contentos. Permanecían junto a la cunita y contemplaban a
profesional está hipotecado por un matrilnonio bur- Paul. No se cansaban de hacerlo. Era un niño hermoso,
gués que le dará poca felicidad y le inlpedirá realizar- cabello oscuro, ojos oscuros. ¿ Dónde lo conseguiste, Hu-
se. Es una de las «escenas de amor>->- más logradas de la bert.?, preguntaron Charlese Irene. En el banco, contestó
literatura inglesa; y su éxito viene dado en parte por- I-Iubert. La respuesta era un enigma; Charles e Irene in-
que las motivaciones de Lydgate para sucumbir al po- tentaron descifrarlo. Bebieron todos vino caliente con azúcar
deroso atractivo sexual de Rosamond han sido expues- y especias. Paullos observaba desde la cuna. Hubert se sen-
tas de modo tan sutil y convincente con antelación. tía feliz po',- haber podido complacer a Charles e Irene. Be-
bieron más vino.
Nació Bric.
Hubert e Irene tuvieron un affair clandestino. Conside-
raron importante que Charles lo ignorara. A tal fin, com-
praron una cama que inJ·talaron en otra ca.m, bastante ale-
jada de la casa en la que vivían Charles, Irene y Paul. La
cama nueva era pequeña, pero bastante confortable., Paul
observaba pensativo a Hubert e Irene. El atlair duró doce
l·, años y se consideró muy ventZl1"Oso.
Rilda.
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""!\!Ii'

Desde su ventana, Charles observaba cómo crecía Hil- de Donald Barthehne es que se desliza rápidamenl '"
da. E1'a sólo un bebé; luego cuatro alZaS, en seguida bre la superficie de relaciones emocionales y
doce años y ya tenía la edad-de Paul, dieciséis años. ¡Qué lin- que estamos acostumbrados a ver tratadas pausada y de-
da muchacha!, pensaba Charles. Paul estaba de con talladamente en la ficción.
Charles; había mordisqueado ya la puntita de los bellos pe- Barthelme, que murió en 1989, fue una de las'figu-
chos de Hilda. ras clave en la narrativa posmoderna norteamericana;
DONALD BARTHELME, «¿En el banco?», sus, relatos cortos ponían continuamente a prueba los
Vuelve, Dr. Caligari (I 964)' lím.ites de la ficción. No es, claro está, solamente la du-
Traducción deJosé Manuel Álvarez y Ángela Pérez. ración lo que el autor maneja aquí de forma más bien
heterodoxa, en el inicio de este cuento: la causalidad,
En la sección 16 hablé de la cronología y su posible reor- la continuidad, la cohesión, la coherencia en el punto
denación en la ficción. Otro aspecto del tiempo en el re- de vista -todos los atributos que entretejen los ingre-
lato es la duración, que se mide comparando el tiempo dientes de la narrativa realista formando un discurso
que habrían requerido los acontecimientos en la realidad fluido y fácilmente asimilable- son también descarta-
con el tiempo necesario para leerlos. Ese factor afecta al dos o distorsionados. La motivaciÓn del tipo ejempli-
tempo narrativo, la sensación de que una novela se mue- ficado en el pasaje de Middlemarch, que analizábamos
ve deprisa o despacio. La novela de se mueve en la sección precedente, brilla aquí por su ausencia.
rápidamente de una crisis a otra, aunque la descripción Barthelme da a entender que la gente no actúa por
de las situaciones críticas puede prolongarse artificial- motivos racionales, sino por capricho, azar e impulsos
mente para aumentar el suspense. La novela que usa el inconscientes: que la vida es, en una palabra, «absur-
-<-<flujo de conciencia» se detiene en cada uno de los mo- da». En este reJato registra comportamientos extraños
mentos, por banales que sean. Una novela como Middle- o alarmantes en 1m estilo neutro,faux-naif, que nos re-
Tlzarch parece aproximarse al ritmo de la vida en sí mis- cuerda los libros de lectura de la escuela primaría y
ma, dado que gran parte de ella consiste en escenas las redacciones infantiles (un efecto producido por las
extensas en las que los personajes hablan e interactúan sencillas frases declarativas, por la ausencia de oracio-
como lo habrían hecho en tiempo real; y para los prime- nes subordinadas, por la repetición de palabras en'
ros lectores de esa novela, que la compraron por entre.. . poco espacio y por la omisión de comillas). Los perso-
gas bín1ensuales durante todo un año, la corresponden- najes están apenas más definidos que el <-<Pepito y]ua-
cia ten1poral entre vida y arte habría parecido aún más nita y su papá y su mamá»- de los libros para niños y a
ajustada. Uno de los rasgos desconcertantes del cuento veces parecen igualmente tontos.

294 295

i
El primer párrafo es técnicamente una «escena», una sola palabra. Del párrafo siguiente deduchnos que
pero la manera de relatarla es particularmente lacóni- es una niñ.a que vive alIado de la casa de Charles e Ire-
ca. La idea de recibir un bebé como regalo de Navidad ne. Su crecimiento, de la primera infancia hasta la ado-
no parece a sus destinatarios nada del otro mundo y la lescencia, se resume en una sola frase de asombrosa .
afirmación de Hubert de que lo consiguió «en el ban- obviedad. Si los adultos actúan como niños, la aparen-
co» no les parece más que «desconcertante». Beben te precocidad de los niños resulta inquietante: nlÍen-
tranquilamente vino caliente con azúcar y especias sin tras Charles piensa algo tan banal como que era una
hacer más preguntas. «linda muchacha», Paul ha «nlordisqueado ya la pun-
En el siguiente párrafo, de sólo dos palabras, sólo tita de los bellos pechos de Hilda». En poco más de
se nos dice que «nació Erio>; no sabemos quiénes son veinte líneas hemos cubierto suficientes acontecünien-
sus padres o cuál es su relación temporal con la llega- tos como para llenar lo que en manos de otro escritor
da de Paul. sería una novela entera. Este tipo de escritura depende
El tercer párrafo describe una relación amorosa para ser realmente efectivo de la familiaridad del lec-
entre Hubert e Irene. Hay abundante información so- tor con un discurso narrativo más convencional y rea-
bre la cama usada por la pareja -más, por cierto, de la lista. Las desviaciones sólo pueden percibirse como ta-
que necesitanlos- pero muy poca sobre sus emocio- les en contraste con una norma.
nes, el placer sexual, el filodo de engañar a Charles y
restantes detalles que esperamos saber. sobre una rela-
ción adúltera. No sabemos si la llegada de Paul, rega-
lado por Hubert, precedió o siguió a su adulterio con
Irene. Deducimos que ésta se llevaba al niño a sus citas
amorosas, porque «Paul observaba pensativo a Hubert
e Irene». Luego se nos comunica que «el affair duró
doce anos y se consideró muy venturoso», opinión que
suele aplicarse a un tnatrimonio, no a un adulterio. La
secuencia de una frase que describe ut). momento par-
ticular en el tiempo, seguida innlediatamente por otra
que resume la experiencia de doce años, es altamerl.te
desconcertante.
Otro personaje, Hilda, aparece en un párrafo de

29 6 297

i
Finalmente se detuvo.
42 -¿Qué hay?
Bajé la vista justo a tiempo para sorprenderla dejándo-
LOS SOBRENTENDIDOS
se cael' con una expresión sob1'csaltada en la eatra.
-Ahora -dije- tendrás que esperar el té otra vez.
-Ah... -Myrtle exhaló un'profundo )1 cO'lnplaciente
suspiró. Tenía los ojos cu"rados.
A .111 debido tiempo tomamos el té.
WILLIAM COOPER, Scenes from provinciallift
-¿No crees que debe'rías apartarte .de la ventana) cariño? (Escenas de la vida de provincias) (1950).
-¿Porqué?
-No llevas nada encima.
Una descripción realmente exhaustiva de cualquier
mejor para...
P01- 1-espeto a su pudor cerré la ventana con un 1"Uido acontecimimiento es imposible; de lo que se sigue que
todas las novelas contienen espacios en blanco, silen-
seco que ahogó el final de mi frase.
cios, que el lector debe llenar a fin de el tex-
Me miraba sonriendo. Me le acerqué y me quedé de pie
to» (como dicen los críticos postestructuralistas). Pero
frente a elta. Estaba muy atractiva, apoyada en un coda, con
la oscura cabellera cayéndole sobre el suave hombro desnudo. en algunos casos esos blancos y silencios son el resul- \
tado de evasiones o supresiones inconscientes por par-
Desd.e an"iba le miré la parte superi01' de la cabeza.
te del escritor (no por ello Son menos interesantes),
De pl'onto sopló.
mientras que en otros son una estrategia artística ,
-Magnifico Alberto -dijo.
consciente, para dar a entender lo que se quiere decir I
1Hí nombre, por cierto, no es Alberto. Es Joe. Joe Lunn.
Myrtle alzó la vista y me ecbó una mirada futrtivamen- en lugar de decirlo con todas las letras.
El sobrentendido es una técnica particularmente
te inte'rrogativa.
Supongo que le contesté con una ancha sonrisa. útil en el tratamiento de la sexualidad. Una de las preo-
cupaciones centrales de la novela sÍenlpre ha sido la
Al cabo de poco hizo una pausa.
-¡Qué sttel'te tíenen los hombres! -dijo, en un tono' atracción erótica y el deseo, pero hasta hace muy poco
'reflexívo. No dije nada: pensé que no era el
la descripción explícita de actos sexuales estaba prohi-
momento de hacer observaciones filosóficas. Miré fijamente bida en la ficción. La insinuación era una de las solu-
ClOnes.
bacía la pm'ed que tenía enfrente.

29 8 299
'-1

I
-Perdona, querido, ¿te puedo hacer una pregunta? -dijo nett pasa de puntillas por encima de la noche de bodas
mi madre-o ¿No te has olvidado de dar cuerda al de Sophia, pero da a entender que fue una experien-
reloj? cia desagradable y decepcionante presentándola en
-¡Dios santo! -gritó mi padre...- ¿Alguna vez desde forma desplazada: el degradante espectáculo de una eje-
la creación del mundo ha interrumpido una mujer a un cución pública en la guillotina, todo sangre y simbolis-
hombre con una pregunta tan estúpida? mo fálico, que Gerald la obliga a presenciar durallte su
Perdone, caballero, ¿le puedo hacer una pregunta? ¿Qué luna de miel.
estaba diciendo su padre? ... En'la época en que VVilliarn Cooper publicó Scenes
Nada. from provinciallife, las fronteras de lo pennisible se ha-
bían ampliado considerablemente, pero es improbable
De este diálogo entre Tristram Shandy y su inlaginario 'que la actividad concreta a la que se entregan los
lector podemos deducir que su padre estaba haciendo _amantes en el pasaje citado pudiera haber sido descri-
algo, a saber, concibiendo a Tristram. ta lisa y llanamente en 1950 sin que le cayera encima el
En la época victoriana, notoriamente puritana, el peso de la ley. Cooper bordea lo explícito, llega a ro-
sexo se trataba con mucha mayor reticencia. Las nove- zarlo, incitando burlonamente a su lector a que llene
las eran para leerlas en fanülia y no podían contener los huecos de la escena que es a la vez ingeniosa y eró-
nada que pudiese -para decirlo con las palabras del uca.
Ñlr. Podsnap de Dickens- «teñir de sonrojo una jo- El narrador y la chica se han acostado en la casa de
ven mejilla». La escena que puditnos presenciar hace campo que él comparte con su amigo Tom. Él está a
poco en una adaptación televisiva producida por la punto de ofrecerse a preparar el té cuando oye lo que
BBC de Adam Bede de George Eliot, en la que Arthur supone que es el ruido del coche de Tom y se levanta
Donnithorne abraza en un sofá a la semidesnuda de la cama para comprobarlo. La observación de Myr-
Hetty Sorrel, no tiene equivalente en la novela, cuyos tle nos informa de que está desnudo. Podemos com-
lnás inocentes lectores podrían muy bien haber su- pletar su respuesta, «Tanto mejor para... », sin ninguna
puesto que Hetty se quedó embarazada por un beso. dificultad, pues parece tener la tnisma estructura que
El hecho de que el matrimonio enU-e Dorodlea y Ca- las respuestas del lobo a Caperucita Roja y porque se
saubon en Míddlemarch no se haya consumado se da a nos dice que lnás vale no oír la parte que falta. El si-
entender al lector perspicaz mediante las más su'tiles guiente párrafo nos pern1ite imaginarnos al desnudo
indirectas, muchas de ellas metafóricas. En fecha tan narrador de pie jtmto a su amante, inclinada y tanlbién
tardía COll10 19°8, en Tbe old wives' tale, Arnold Ben- desnuda. <-<De pronto sopló». Cuando el sujeto es hu-

3°0 3°!

mano este verbo suele llevar un complemento, a veces -Sería estupendo que hoy nos' acostáramos pronto -dijo
después de una preposición como «sobre>->, pero aquí Désirée.
teneUlOS que adivinar de qué se trata. «Magnífico Al- Esta propuesta en apariencia transparente tenía varios
berto -dijo>>-. Puesto que el siguiente párrafo elimina níveles de sígnificado. Acostarse pronto y nada más quería
al candidato más obvio para la identidad de Alberto, decir algo así como lo que decía, era básicamente una ex-
nos quedan pocas dudas de que se trata del apodo cari- presión manifestaba que la 'veJada no iba a tener
ñoso con que se bautiza al complemento de «sopló». segunda parte, ninguna extensión o salida sociaL ... Sería es-
(El hecho de que ello dé al narrador la ocasión para tupendo acostarse pronto significaba no solamente la exclu-
sión de cualquier actividad social sino la inclusión de lo que
presentarse a sí mismo ceremoniosamente es una
sería justo, 10 que es de hecho inevitable, llamar actividad
fuente adicional de diversión.) No se nos dice de qué
sexUal. Lo cual ... es mejor, mucho mejor, adivinar que des-
actividad descansó Myrde cuando «hizo una pausa»·, cribir.
pero, al igual que con Shandy, la actividad no consistía
en hablar, ya que habla después de la pausa. Y así suce- El tratamiento explícito de actos sexuales es cierta-
sivamente. Los párrafos anormalmente cortos dan a mente otro desafío a la creatividad del novelísta --có-
entender que ocurre mucho más de lo que se está di- mo evitar repetir el lenguaje de la pornografía, cómo
ciendo o de lo que se describe. desfamiliarizar el repertorio, limitado por su propia
Como Sterne, Cooper usa el sobrentendido no naturaleza, de los actos sexuales- pero esto no es algo
sólo por conveniencia, sino como una forma de hu- que me proponga abordar en este libro. .
mor. Más o menos una década más tarde, sin embargo,
el juicio a Lady Chatterley barrió todos los tabúes que
hacían imprescindibles tales astutos artificios, cosa
que lamentaron muchos lectores y algunos escritores.
IGngsley Amis, por ejemplo, aunque sus historias tie-
nen mucho que ver con la conducta sexual, ha hecho
cuestión de pril1cipio no intentar describir el acto en sí
mismo. Hay un pasaje en su reciente novela Tbe folks
that live on the híll (Esos que viven en la colina) que lo
deja claro y al mismo tiempo ilustra cómo el sobren- 1
tendido se usa en la charla coloquial para referirse al
sexo:

3°2
3°3

¡f.
jeS, diálogos, habían caído en el olvido; lo sabía y no se preo-
43
Cupó más por ellos.
EL TÍTULO GEORGE GISSING, Ne'Zl) Grub street
(La nueva calle Grub) (r891).

El título de una novela fornla parte del texto: es de he-


cho la primera parte de él con la que nos encontramos,
y tiene por lo' tanto un considerable poder para atraer
El última valumen fue escrita en catorce días. En esta ha- y condicionar la atención del lector. Los títulos de las
zaña Reardon se alzó casi hasta la cima del he'roísmo, pues . primeras novelas inglesas fueron inevitablelnente los
tuvo muchas cosas que resolver aparte de la mera labor de nombres de sus protagonistas: Moll Flanders, Tom Jo-
composición. Apenas había empezado cuando le acometió nes, Claríssa. La ficción se estaba formando a ejemplo
un aguda ataque de lumbago; durante dos a tres días fue de la biografía y autobiografía, ya veces se disfrazaba
una tortura sostenerse a sí mismo en la silla frente al es- como taL Más tarde los novelistas se dieron cuenta de
critorio y cuando tenía que moverse lo hacía como un tulli- que los títulos podían indicar un tema (Sentida y sensi-
da. A esto siguieron dolores de cabeza y de garganta y de- bilidad), sugerir intriga y misterio (La mujer de blanco) o
bilidad general. Yantes de que terminara la quincena fue prometer cierto tipo de escenario y atmósfera (Cll'In-
necesario sacar de alguna parte otra pequeña suma de di- bres borrascosas). En algún momento del siglo XIX em-
luro; empeñó el reloj (que como se puede imaginar no ga- pezaron a uncir sus historias a famosas citas literarias
rantizaba gran casa) y vendió unos pocos libros más. A pe- l (Par fro'm the madding crowd) (Lejos del mundanal rui-
sar de todo ello, tenia porfin la novela terminada. Cuando do), una práctica que prosigue durante el sig"lo xx
hubo escrito «Fin» se an·ellanó, cen·ó los ojos y dejó que (Donde los ángeles no se aventuran, Un p'láíado de polvo,
pasara el tiempo sin pensar en nada, durante un cuarto de Por quién doblan las campanas), aunque hoy en día se
hora. considera quizá un poquitín hortera. Los grandes nlO-
Quedaba elegir el título. Pero cerebro se negaba a un dernÍstas tuvieron tendencia a poner títulos simbólicos
nuevo esfuerzo; tras unos minutos de desganada búsqueda o metafóricos -El corazón de las tinieblas, Ulises, El arco
simplemente tomó el nombre del principal femeni- iris-, nlientras que novelistas más recientes prefieren
no, lv[argaret Home. Con eso dio e/libro por terminada. Ya con frecuencia títulos caprichosos, desconcertantes y
al caligrafiar la última palabra, todas sus escenas, persona- originales, como El guardián entre el centeno, Una búto-

3°4 3°5

ría del 11tundo en diez capítulos y medio, Para las chicas ne- realmente en Londres hace tIDOS ciento cincuenta afios.
gras que contemplim el suicidio cuando el arco iris no basta. En Pope y sus contemporáneos se ha convertido en sinó-
Para el novelista, elegir un título puede ser una rumo de la condición de escritor desgraciado .... Era la
parte importante del proceso creativo, pues hace hin- morada de autores no sólo pobres sino insignificantes».
capié en lo que se supone que es el tema de la novela. En la época de Gíssing el mercado literario se había he-
Charles Dickens, por ejemplo, apuntó catorce títulos cho mucho mayor, más competitivo y más atento a la pu-
posibles para la novela por entregas que planeaba blicidad. Reardon es el retrato memorable de un escritor
empezar 3 comienzos de r8S4: Según Cocker, Demués- que no tiene suficiente talento, o suficiente cinismo, para
t1'alo, Cosas testo1"'Udas, La realidad de Mr. Gradgrind, sobrevivir en ese medio. Tampoco sabe hacerlo su joven
La pied1'a de molino, Tiempos difíciles, Dos y dos son cua- e idealista amigo Biffen, que, lleno aún de entusiasmo e
tro, Algo tangible, Nuestro amigó el del corazón duro, idealismo, proyecta escribir una novela rompedora que
Óxido y polvo, Simple aritmética, Cuestión de números, registrará fielnlente la vida banal de un hombre corrien-
Una simple cuestión de números, La filosofía Gradgrind. te. Su anuncio del titulo que le dará suministra una de las
La mayoría de esos títulos hace pensar que en esa pocas carcajadas de New Grub street: «He decidido escri-
etapa Dickens estaba preocupado por el tema del uti- bir un libro llamado Mr. Bailey, tendero». Cuando final-
litarismo, encarnado por Mr. Gradgrind. Su elección lnente 10 publica, sus amigos lo admiran pero la crítica lo
última, Tiempos dificiles, es coherente COI). las preocu- destroza y Biffen se suicida; Reardon ha
paciones sociales más amplias que hallamos en la no- muerto de agotamiento entre tanto. New Grub street no es
vela terminada. una novela muy alegre, pero como estudio de la patolo-
La indiferencia de Edwin Reardon en cuanto al titu- gía de la vida literaria no tiene rival y sigue siendo de una
lo de su novela es un síntoma de su pérdida de fe en su vo- asombrosa actualidad.
cación. Habiendo cometido la imprudencia de casarse Las novelas han sido siempre mercancías además de
tras haber publicado unas pocas novelas de modestos mé- obras de arte y las consideraciones comerciales pueden
ritos líterarios pero limitada circulación, se ve obligado a afectar a los titulas, u obligar a cambiarlos. Thomas
pergeñar novelones en tres volúmenes llenos de tópicos, Hardy ofreció a MaClnillan dos titulos para elegir: Fítz-
que él mismo desprecia, a una velocidad agotadora, para piers at Hintock (Fitzpiers en Hintock) y The Woodlanders
llegar a fin de mes. Gissíng estaba expresando en ese libro · (Los habitantes de los bosques); no es de extrañar que eli-
su propia frustración en calidad de autor que luchaba por gieran este último. El buen soldado de F ord Madox F ord
abrirse paso, y eligió cuidadosamente su titulo. Como ex- tenia que haberse titulado La hirrona más triste (natural-
plicó a un corresponsal extranjero, «]a calle Grub existió ¡uente); pero se publicó en plena Primera Guerra Mun-

3 06 3°7

dial, y sus editores le convencieron de que optara por un nard Crick me aseguró una vez en una carta que había
título menos deprimente, más patriótico. El título de la disfrutado mucho con mí Having it oJfGuego de palabras
segunda novela de Martin Amis, Niños muertos (I97S), entre to have it off, 'echar un polvo', y to have un 'tomar el
parece haber resultado demasiado chocante para sus pri- pelo'), pero quizá me estaba tomando el pelo. (No pude
In eros editores en bolsillo, que lo sacaron dos años más adivinar a cuál de mis libros se referia.)
tarde llamándolo Oscuros secretos. Los editores norteame-
ricanos de mi novela How for can you go? me convencie-
ron de que lo sustituyera por SOlll1 and bodies (Alnlas y
cuerpos) arguyendo que en las librerías norteamericanas
semejante útulo iría a parar a las estanterías de autoayu-
da, un argumento tonto al que siempre he lamentado ha-
berme rendido. (No qué habrían hecho conAwon-ums
guide to adultery (Guía de la mujer adúltera) de Carol
Clewlow, o con La vida: Instrucciones de uso de Georges
Perec.) Quería titular mi tercera novela The Brítish Mu-
seum had rost its charm (El Museo Británico había perdido
su encanto), una frase sacada de la canción <<A Foggy day
(in London town»> (<<Un día de niebla· (en la dudad de
Londres);»), pero la Gershwin Publisrung Corporation
no me lo permitió; así que tuve que calnbiarlo en el últi-
mo momento por The British Museum is folling dovm (El
Museo Británico se cae a pedazos), si bien la canción dejó
su huella en la acción de la novela, que transcurre en un
solo día, en una densa niebla. Quizá los títulos siempre
signífican más para los autores que para los lectores, los
cuales, como cualquier escritor sabe, suelen olvidar o
. confundir los nombres de los libros que aseguran adn1i-
raro A mí me han atribuido novelas llamadas Changing 'wi-
ves (Intercambio de mujeres), Trading places (Negociando
lugares) y Small change (Calderilla), y el catedrático Ber-

I
3°8 3°9

f

44 hacia el bien porque paradójicamente se siente impulsado al


mal. La intención de recurrir a la violencia. aparece acam-
LAS IDEAS pa'Piada p01" hondos sentimientos de incomodidadfísica. ParAa
aliviados, el sujeto tiene que pasar a una actitud diametral-
mente opuesta. ¿Alguna pregunta?
problema de la elección -dijo una golosa rica y
y era el chaplino de la cárcel-o En realidad, no
tiene n/te rn (ftivn, ¿ve1·dad? El inte1"és propio, el temor al
dolor físico lo Ileva1·on a esa humillación grotesca. La insin-
-Por favor, tengo qu.e hacer algo. ¿Te limpio las botas? ceridad era evidente. }á no es un malhechor. Tampoco es una
Mira, me agacho para lamértelas. criatura capaz de una elección moral.
Yentonces, hermanos mías, créanlo o bésenme los scha- ANTHONY BURGESS J La naranja mecánica (I962).
1705, me arrodillé y saqué un kilómetro y medio de mi yasic- Traducción de Aníbal Leal.
,ea roja para lamerle las botas grasñas y VOl1OSas. Pe1"O el veca
me contestó con una patada -no muy fllerte- en la rota.
Entonces pensé que no vendrían las náuseas y el do 1m" si sólo La expresión «novela de ideas» suele evocar un libro
le aga1'Taba lo.\" tobillos con las rucas y lo mand(lba al suelo a de escaso interés narrativo, en el que personajes de una
este grasiío brachno. Así lo hice y el veco se llevó una real y coherencia anorInaI debaten cuestiones filosóficas, in-
bolche sorp1"esa, p07"que se fue al suelo entre las risas del po- tercambiando ideas como pelotas de pinpón, con
. drido público. Pero al vídearlo en el suelo sentí que me venía breves intervalos para comer, beber y coquetear. Es
esa sensación horrible, de modo que le ofrecíla "lCa para que una venerable tradición que se remonta a los Diálogos
se levantara SC01'TO, y arriba fue el tipo. Y cuando se dispo- de Platón; lo nulo es que tales obras pasan rápidamen-
nía a darme un tolchoco realmente feo y perverso en e/litso te de moda. En el siglo XIX> por ejelnplo, se publicaron
el doctor Brodsky dijo: cientos de novelas en las que el anglícanismo alto y
-Está bien, suficiente. bajo, el catolicismo, el inconformismo y la duda en
Así que este veco h01'Tíble medio se inclinó y se alejó muy materia religiosa eran expuestos de ese modo, con un
elegante, como un ador, mientras se encendían las luces ene- , toque de melodrama para que el cóctel resultara atrac-
cegueciéndome, y yo abría la rota aullando. El dador tivo a los lectores de las bibliotecas de préstamo. La
Brodsky dijo al público: mayoría están hoy completa y merecidamente olvida-
-Como ven ustedes, nuestro sujeto se siente impulsado das. Las ideas que contienen han dejado de interesar y

310 3I I

obra, lo que ong'lna, da fonna y 111311tÍene su lllovi-
su exposición ha privado a los personajes y la acción de
nlÍento narratívo, con preferencia a -por ejemplo-,
toda vida. las emociones, los dílenIas morales, las relaciones per-
Un nombre que se da a veces 3 ese tipo de novela
es rontan a these, novela de tesis, y es significativo que I
!
sonales o las mutaciones de la fortuna hunlana. En este·
sentido, los novelistas ingleses se han sentido más có-
hayamos tonlado prestada la expresión del francés. La
nlodos cuando han manejado las ideas directamente ya
novela de ideas, ya tenga una tesis específica o ya sea '"1
I sea en narraciones cónlÍcas y satíricas (incluida la no-
más. ampliamente especulativa y dialéctica, ha pareci-
do siempre más a sus anchas en la literatura europea I vela universitaria) o en varias formas de fábula y de
fantasía utópica o <:<:distópica» (de dystopia, 'utopía ne-
continental que en la inglesa. Quizá eso tiene algo que 1 gativa'). He citado en anteriores secciones ejenlplos de
ver con la ausencia, tantas veces observada, de una in-
anlbas posibilidades: The history man de Malcolm
telectualidad que se defina a sí misma como tal en la
sociedad inglesa, hecho que a veces ha sido atribuido
al hecho de que Gran Bretaña no ha experimentado
I Bradbury y Erewhon de Samuel Butler, por ejemplo.
La naranja 'lnecánica de Anthony Burgess pertenece al
segundo tipo.
revolución alguna desde el siglo XVII, y las convulsio-
Anthony Burgess ha explicado en su autobiografía
nes de la historia europea moderna la han afectado
que esa novela le fue inspirada por la conducta de los
comparativamente poco. Sea cual fuere la razón, Dos-
jóvenes delincuentes agrupados en tribus urbanas 11a-
toievski, Thomas l\tlann, Robert Musil, Jean-Paul Sar-
ll1adas mods y rockers en Gran Bretaña hacia 1960, Y el
tre, S011 novelistas para los que no hay verdadero equi-
perenne probleula que suscitaban: ¿cómo puede una
valente en la literatura inglesa moderna. Quizá el que ,
sociedad civilizada protegerse contra la violencia anár-
más se les acercó fue D. H. Lawrence, especialmente
quica sin poner en peligro sus propios criterios éticos?
en Mujeres enamoradas, pero las ideas debatidas y co-
«Me di cuenta -recuerda el católico inconfonnista
mentadas en su obra eran muy personales, por no de-
Burgess- de que la novela debería tener una base
cir excéntricas, Y adoptaban un punto de vista muy
nletafísica o teológica ... la extirpación artificial delli-
alejado de las principales corrientes del pens3tniento
bre albedrío mediante el condicionamiento científico;
europeo nloderno. la pregunta'de si eso no sería ... un mal l11ayor que la li-
Naturalmente, cualquier novela que merezca al-
bre elección del l11.a1>,>.
go más que un somero vistazo contiene ideas, provoca
La historia es mirrada en un tono confesional y co-
ídeas y puede discutirse en términos de ideas. Pero 'por
loquial por . . un joven y cluel tllarón condenado
«novela de ideas» uno pretende denotar una novela en ·;1
por atroces delitos de sexo y violencia, Para poder salir
la que las ideas parecen ser la fuente de la energía de la ;1

3I 3
3 12

de la cárcel, acepta someterse a una terapia pavloviana de la época del Sputnik C01no nos lo parece ahora). Alex "
aversión, consistente en ver películas que se regodean cuenta su historia a un invisible público de droogs (del
en actos similares a los cometidos por él mismo, a la vez ruso drugi, 'amigos') en esa jerga, que recibe el nombre
que toma medicamentos que provocan náuseas. La efi- de nadsat ('adolescente' en ruso), aunque usa el inglés
cacia del tratamiento se demuestra en la escena a la que normal para dialogar con los oficiales. Hay algo de jer-
pertenece el extracto citado. Ante un público de crimi- ga eockney rÍlnada, como cuando llalua chadie al cape-
nólogos, Alex es insultado y vejado (por un actor con- llán (charlie = Charlie Chaplín = chaplaín, 'capellán'),
tr::ltado a tal fin), pero en cuanto siente el ansia de ven- pero básicamente procede del ruso. Sin embargo, no es
garse le sobreviene un ataque de náuseas y termina con necesario saber nlSO para adivinar que, en la segunda
la actitud pacífica y rastrera que hemos visto. El cape- frase de este extracto, scharros quiere decir 'nalgas', yas-
llán de la cárcel pregunta si el -proceso que ha sufrido siea 'lengua', g;rasñas 'sucias' y vonosas 'malolíentes', es-
no le ha llevado a la deshumanización. pecialmente si uno ha leído las 99 páginas de
Como muchas otras novelas de ideas similares la novela. La intención de Burgess era que sus lectores
-News fr0711. nowhere (Noticias de ninguna parte) de aprendiesen graduahnente el dialecto nadsat a medida
Morris, Un mundo ftliz de Huxley, I984 de Orwell, por que leían, deduciendo el significado de las palabras de
ejemplo- La naranja mecánica se sitúa en el futuro origen ruso del contexto y de otras pistas. El lector re-
(aunque no muy lejano), de modo que novelista pue- sulta de ese modo sometido a una especie de condicio-
de plantear los ténninos del debate ético con dranláti- namiento pavloviano, aunque reforzado por una re-
ca austeridad y sin las obligaciones que impone el rea- compensa (la capacidad de seguir la historia) y no por
lismo social. El golpe maestro de Burgess consistió en un castigo. Una ventaja adicional es que el estilizado
combinar esa vieja estrategia con una versión altamen- lenguaje mantiene los espantosos actos descritos en la
te ínventiva del lenguaje coloquial adolescente, lo que novela en una cierta distancia estética, y nos protege de
llamé skaz al comentar El guardián entre el centeno de una excesiva sensación de asco (o de excitación). Cuan-
Salinger (véase la sección 4). Tanto los delincuentes do Stanley Kuhrick convirtió la novela en película, la
como los adolescentes usan el argot a modo de santo y eficacia del condicionamiento fue objeto de una de-
seña tribal, para distinguirse de la sociedad adulta y res- mostración irónica suplementaria: la brillante traduc-
peta ble. Burgess imagina que en la Inglaterra de los ción hecha por Kubrick de su acción violenta al medio
años setenta los jóvenes gamberros han adoptado una visual, más ilusionista y asequible, convirtió la película
nlanera de hablar profundamente influida por el ruso en un estímulo para ese lnisnlO gamberrismo que esta-
(una idea que no debía de parecer tan extravagante en ba examinando, a raíz de lo cual el director la retiró.

3I 4 31 5

equivocado vuestra pobre camarera? ; Vigila bien, oh Gou-
45
vion, con toda la prudencia de Argos, porque la verdad es que
LA NOVELA BASADA. EN HECHOS REALES la traición está entre estos murw-.'
Pe1'-o ¿dónde está la dama del sombre'f"O de Bohemia
que se había apartado a un lado y había towdo con su ba-
dine e/radio de la rueda? ¡Oh, lector, esta mujer era la
reina de Francia.' Había salido felizmente por el arco inte-
rior, al Caroussel, pero no a la calle de l'Échelle. Turbada
por el encuentro y el ruido del carruaje, tomó tl mano de-
Notemos, de paso, a un individuo rechoncho con sombrero re:' recha en vez de a la izquierda. Ni ella ni su correo cono-
dando y peluca, del brazo de una especie de criado, algún cían París; éste después de todo no era un correo sino un es-
correo sin duda. Sale también por la puerta de Villequiery en túpido leal, ci-devant guardia de corps, disfrazado de tal.
el momento en que pasa ante un centinela, pierde la hebilla de Se han ido equivocadamente hacia el lado del río y del
un zapato y se baja para recogerla. Sin embargo, es recibido puente Real, JI vagan desolados por la calle de Bac, lejo.,- del
con más apresuramiento aún por el cochero del carruaje de coche y del cochero, que espera siempre. Espe1"a con el cora-
remise. ¿ Yahora está completa la carga? Aún no; el cochero zón angustiado, lleno de preocupaciones, que debe ocultar
espera todavía; pero ¡ay.' la [al'la camarera ha advertido ti eztidadosamente.
Gouvion que cree que la familia real va a huir aquella mis- La medianoche suena en todoJ' los relojes de la villa;
ma noche y Gouvion, desconfiando de sus propios ojos, ha en- la mayoría de los mortales está durmiendo. El cochero
viado a buscar a Lafayette; y el coche de Lafayette con sus fa- del alquilón aguarda, ¡con cuánta inquietud.' Un CO'/ll-
roles encendidos atraviesa en este momento el arco del pañe'l"o viene a para'rse a su lado, entra en conve'rSación,
Caroussel, donde una dama tocada con un amplio sombrero a le responde alegremente en el lenguaje de 10J. cucberuJ; los
la Bohemia y apoyándose también en el brazo de un criado, compatleros del látigo cambian rapé; rechaza el ofreci-
asimismo con la apariencia de un correo, se aparta a un lado miento de un vaso de vino; y el recién llegado parte dan-
para dejarle pasar, y hasta tiene el capricho de tocar uno de lo!>- do las buenas noches. ¡Gracias a Dios.' lle aquí por últi-
radios de las ruedas con su badine, especie de varita que lle- mo a la del sombrero de Bohemia, salvada
vaban las bellas de entonces. Pasadas las luces de la carroza de de todos los peligros, y que se ha visto obligada a pregun-
Lafayette, todo queda en calma en el patio de los Príncipes; con su camino. Por fin sube al coche; su C01"'reo monta a
los centinelas en sus puestos. Los deptl17amentos de sus Majes- caballo lentamente, C011to lo había hecho también el otro,
tades están cerrados y sumidos en un dulce 'reposo. ¿Se ha que es otro guardia de corps disfrazado, y ahora, oh ex-

316 31 7

t

f
,
trallo cochero -conde de Fersen, por'que el lector te ha cha y debate en cuanto al género al que pertenecen.
reconocido-, ¡a'rrelt! ¿Historia, reportaje periodístico o imaginación? La lista
T. CARLYLE, de Schindler, por ejemplo (que se basa en la verdadera y
Historia de la Revolución Francesa (r837)' extraordinaria historia de un hombre de negocios ale-o
Traducción de editorial Ibeda. mán que utilízó su posición como patrón de trabajado-
res forzosos en la Polonia ocupada por los nazis para
salvar la vida de numerosos judíos), fue considerado un
La novela que recrea hechos reales fue bautizada «no- libro de historia en Estados Unidos, pero en Gran Bre-
vela de no ficción>-> por Treman Capote, que definió de taña ganó el premio Booker de novela.
ese rnodo suA sangre fría, subtitulada Relato verdadero de - Tom Wolfe empezó su carrera literaria como perío-
un asesinato múltiple y sus consecuencias (1966). En 1959 dista especializado en las más curiosas nlanifestaciones
cuatro lniembros de una familia modelo del Medio de la cultnra popular norteamericana y luego enlpezó a
Oeste de Estados Unidos fueron brutal y absurdamente desarrollar esos temas en forma de narraciones extensas
asesinados por un par de psicópatas desarraigados, pro- conlO Radical cIJic> un relato endiabladamente divertido
cedentes de las clases más bajas de la sociedad nortea- de cómo un gnlpo de intelectnales progres neoyorqui-
mericana. Capote investigó la historia de la familia y su nos apadrinan un espectáculo para recoger fondos desti-
entorno social, entrevistó a los criminales en el corredor nados a los Panteras Negras. Otros escritores trabajaron
de la muerte y presenció finalmente su ejecución. Des- en una dirección similar en Estados Unidos en las déca-
pués de ello, escribió un relato del crimen y sus conse- das de 1960 Y 1970, YWolfe se veía a sí mismo como ca-
cuencias en el cual los hechos, escnlpulosamente inves- becilla de un nuevo movimiento literario al que bautizó
tigados, se integraban en una apasionante narración que como Nuevo Periodismo, título de una antología que él
por su estilo estructnra era imposible distinguir de una mismo recopiló en I973- En la introducción a ese volu-
novela. Ese libro puso en marcha poco lnenos que men proclamaba que el Nuevo Periodismo se había he-
una moda de narrativa documental, cuyas cimas han sido cho cargo de la tarea tradicional de la novela de describir
obras conlO Radical chic y Lo que hay que tene1- de Tom la realidad social contemporánea, tarea desdeñada por
Wolfe, Los ejércitos de la noche y La canción del verdugo de novelistas literarios demasiado obsesionados por el mito,
N arman Mailer y La lista de Schindler de Thomas Kene- la fabulación y los trucos de la metaficción para darse
ally. «Novela de no ficción» es evidentemente una para- cu.enta de lo que estaba pasando a su alrededor. (l\1ás tar-
doja en su 111isma defmición y no debe asombrarnos que de el propio Wolfe intentó, con cierto éxíto, resucitar la
semejantes libros sean a menudo objeto de cierta sospe- novela social panoránlica en La hoguera de las vanidades.)

:p8 31 9


En la novela de no ficción, basada en hechos reales, el la historia utilizando escenas más que reSÚlnenes; 2, pre-
Nuevo Periodismo, foction (cOlnbinación de faas, 'he- ferir el diálogo al estilo indirecto; 3, presentar los acon-
chos', y fiction) o como queramos llamarle, las técnicas no- tecimientos desde el punto de vista de alguien que parti-
velísticas generan un interés, una intensidad y un poder cipó en ellos y no desde una perspectiva impersonal;
emotivo a los que el reportaje o la rustoriografia ortodoxos 4, incorporar el tipo de detalles sobre la ropa, la apariencia,
no aspiran," núentras que para el lector la garantía de que las posesiones, el lenguaje gestual, etc., de la gente, que
la historia es <<verdad» le confiere una fuerza que ninguna en la novela realista sirven como indicios de clase, perso-
narración ficticia llega a igualar. Aunque hoy en día es una nalidad, estaros y procedencia social. En su Historia de la
forma de narrativa muy popular, de hecho hacía mucho Revolución Francesa, Carlyle usó todos esos recursos y al-
tien1po que existia en distintas formas. La novela misma gunos otros que Wolfe no menciona, como el tiempo
en tanto que género literario procede en parte del primi- "verbal llanlado -«presente histórico» y la participación
tivo periodismo: hojas sueltas impresas, panfletos, «confe- del lector en calidad de narratario, para crear la ilusión
siones» de criminales, relatos de desastres, batallas y he- de que estamos presenciando, o espiando por el ojo de la
chos extraordinarios, que circulaban entre unos lectores cerradura, acontecimientos históricos.
ávidatnente crédulos como historias verdaderas, aunque El pasaje aquí citado describe la huida de Luis XVI,
casi siempre algún elemento inventado. Daniel María Antorueta y sus hijos en junio de 1792 del palacio
Defoe empezó su carrera como novelista imitando esas de las TuBerías en el qu"e habían sido confinados por de-
nan-aciones supuestamente dOCUlnentales, en obras como cisión de la Asamblea Nacional, en parte como rehenes
True relation ofthe apparition afane M'rs. Veal (La verdadera contra una invasión de Francia por alguno de los Esta-
relación de la aparición de una tal Mrs. Veal) y Diario del dos limítrofes con régimen monárquico. El conde sueco
alío de la peste. Antes de que se desarrollara ellnétodo his- Fersen organizó la huida nocturna, de la que Carlyle ex-
tórico «científico» a finales del siglo XIX se daba una abun- trae un interés narrativo máximo. Primero Gusto antes
dante fertilización mutua entre la novela y la historiogra- del pasaje citado) describe un -«carruaje de remise», es de-
fía: Walter Scott se consideraba a sí mismo historiador cir de alquiler, de lo más corriente, que espera en la me
tanto como novelista y en la Historia de la Revolución Fran- de l'Échelle cerca de las Tullerías. A intervalos, siluetas
cesa Carlyle escribía más como un novelista que como un no identificadas y elnbozadas se deslizan cruzando una
historiador moderno. puerta no vigilada del palacio y suben a ese vehículo.
En la Íntroducción a su antología del Nuevo Peri(')- Una de ellas, que, podemos adivinar, es el rey disfrazado,
dismo, Tom 'V\rolfe distinguía cuatro técnicas que elnue- "pierde la hebilla de un zapato» en el mOlnento de pasar
va género había tomado prestadas de la novela: 1, contar ante un centinela, un recurso para intensificar la intriga,

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t"
muy conocido en las novelas de aventuras. Carlyle da al principaln1ente en el segundo párrafo es el de Fersen. Es
suspense voz «¿Y ahora, está completa la car- él quien exclama «jGracias a Dios!», en voz baja o en su
ga? Aím no ... » . .Mientras tanto, dentro del palacio, se fuero interno, cuando María Antonieta aparece por fin.
han levantado sospechas, que darán al traste con el plan El efecto de ese método narrativo es naturalmente hacer
de fuga. En una serie de rápidas afirmaciones, compri- que el lector se cOlnpadezca d,e los apuros de sus fugiti-
miendo el tiempo, Carlyle recapitula esos acontecimien- vas nlajestades, y quizá la escena deja al descubierto las
tos y hace retroceder su narración al presente, «este mo- simpatías emotivas básicas de Carlyle> si bien el libro en
mento>>- en que Lafayette, comandante de la Guardia su conjunto presenta la Revolución como una N émesis
Nacional, llega para investigar. El último de los pasaje- que el Anden Régime atrajo sobre su propia cabeza.
ros que el carruaje está esperando, con la cara medio ta- , Carlyle se sumergió en los documentos de la Revo-
pada por un sombrero de Bohemia, es María Antoniera., lución Francesa como lo haría un historiador, y luego
que debe apartarse para dejar pasar la carroza de Lafa- sÍntetizó y dramatizó su masa de datos como un nove-
yette por el arco. Como para ilustrar hasta qué punto se lista moralista. No es de extrañar que a Dickens le entu-
escapa por los pelos, el narrador nos la muestra rozando siasmara el libro y lo llevara consigo a todas partes, de-
los radíos de una rueda con una varita de adorno llama- . bajo del brazo, cuando acababa de'publicarse. No sólo
da badine, «que llevaban las bellas de entonces». En todo Hist017:a de dos cíudades, sino también las novelas panorá-
este pasaje Carlyle usa la ropa de una nlanera que a Tom micas de Dickens sobre la sociedad inglesa eran deudo-
Wolfe le gustaría, para indicar tanto el verdadero rango ras de ese ejemplo. Si todos y cada uno de los detalles
de los personajes como el trabajo que se han tomado que aparecen en este extracto tiene una fuente docu-
para disiInularlo. mental, es algo que ignoro. El gesto de María Antonie-
La reina y su guardia de corps ignoran hasta tal pun- ta con su badíne es tan específico que no creo que Carly-
Oto la geografía de su propia capital que inmediatamente le se arriesgara a inventarlo, aunque no cita autoridad
se pierden, una ironía de la que el autor saca partido para alguna. La idea de que la falsa identidad de cochero asu-
aumentar también el suspense, que se refleja en el «cora- mida por el conde Fersen fuera puesta a prueba por un
zón angustiado, lleno de preocupaciones, que debe ocul- cochero de verdad que le dio conversación es más sos-
tar cuidadosamente» del cochero. El lector ha adivinado pechosa, porque viene COlno anillo al dedo al clima de
probablemente a estas alturas que dicho cochero es el suspense. Quizá porque espera esa reacción, Carlyle da
conde F ersen en persona, pero al retrasar la revelación dos fuentes históricas de ese episodio en una nota a pie
de su identidad Carlyle añade al cóctel narrativo unas go- de págína. tipo de escritura se basa en el viejo ada-
tas supletnentarias de misterio. El punto de vista usado gio de que la verdad es más extraña que la ficción.

3 22 32 3

f
46 vueltas, como si el autor. Por lo que se sabe la primera vez
que se lee, elfin pod'ría estar a la vuelta de cualquier esqui-
LA METAFICCrÓN na; quizá, bien podría ser, ha estado al alcance de la mano
varias veces. Por otro lado, podría esta'r apenas supe1'ando el
principio, con todo el camino por hacer, lo cual es una idea
intolerable.
JOHN BARTH,
Pe'rdido en la casa enca'I'ltada (1968).
Traducción de Isabel Sancho.
Losjorobados, las señoras gordas, los tontos... era ilzsoporta-
ble que nadie escogiera lo que era. En una película hubiera
conocido a una linda muchachita en la casa encantada; hu- La lnetaficción es ficción que habla de la ficción: no-
bieran escapadfJ' por los pelos de peligros reales; hubiera /:le- velas y cuentos que llaman la atención sobre el hecho
cho y dicho las cosas apropiadas; ella también; al final serían de que son inventados y sobre sus propios procedi-
amantes; sus líneas de diálogo estarían compaginadas; esta- mientos de composición. El abuelo de todas las nove-
ría peifi:ctamente a sus anchas. A ella no sólo le gustaría las metafictivas fue Tristram Shandy, cuyos diálogos
bastante, sino que lo encontraría luaravilloso; se pasaría las entre el narrador y sus lInaginarios lectores son sólo
noches dejpierta pensando en él, en lugar de viceversa (en una de las muchas nlaneras en las que Sterne señala
cómo cambiaba su cara con las diferentes luces, y en la plan- con el dedo ese foso entre el arte y la vida que el rea-
ta que tenía, y en lo que había dicho exactamente), yeso se- lismo convencional intenta, por el contrario, disimu-
ría simplemente un pequeiío episodio en su maravillosa vida lar. La metaficción, pues, no es un invento moderno;
entre muchos, muchos otros. No un momento decisivo en pero es algo que ll1uchos escritores cOlltelnporáneos
absoluto. Lo que había ocurrido en el cobertizo de las herra- encuentran particularmente atractivo, abrumados conlO
mientas no era nada. Odiaba, aborrecía a sus padres. Una están por la conciencia de sus antecedentes Jiteraríos,
'razón para no escríbir una historia de perdido en la casa en- oprimidos por el miedo a que digan lo que digan habrá
cantada es que, o todo el mundo se ha sentido como A, en sido dicho antes y condenados por el clima de la cultu-
cuyo caso, ya se sabe, o bien ninguna persona norvnal se sien- ra nloderna a una aguda conciencia de quiénes son y
te así, en cuyo caso Ambrose es un bicho raro. ¿Hay algd más qué hacen.
aburrido en la literatura que los problemas de los adolescen- En la obra de los novelistas ingleses, el discurso
tes sensibles? Y es todo demasiado largo y da demasiadas metafictivo, cuando se da, suele presentarse en forma

32 4 32 5

I
de «apartes'» en novelas que por lo demás se consagran señalar los problemas de construcción narrativa, espe-
a la tarea tradicional de describir acciones y cialmente el de «la duración» (véase la sección 41). Sin
personajes. Esos pasajes reconocen el carácter artifi- embargo, tales confesiones no se dan con suficiente
cial de las convenciones realistas que, no obstante, frecuencia como para perturbar profundamente el
aplican en el resto del texto. Desarman la crítica anti-- proyecto de la novela, que consiste en analizar la vida
cipándose a ella; halagan al lector al tratarlo como a un de las mujeres con estudios superiores en la sociedad
igual a nivel intelectual; como alguien lo bastante so- moderna, en una historia ficticia que resulta detallada,
fisticado como para no sorprenderse cuando le ense- convincente y satisfactoria al modo tradicional.
ñan que una obra narrativa es una construcción verbal Con otros escritores modernos, en su mayoría no
y no un pedazo de realidad. Así, por ejemplo, inicia británicos -Borges, Calvino y John Barth son los pri-
Margaret Drabble la tercera parte de su novela The meros que a uno le vienen a la cabeza, aunque John
realms o[gold (Los reinos del oro), tras un largo, realis- Fowles también pertenece al grupo-, el discurso
ta y bien observado relato de una cena ofrecida a unos metafictivo no es tanto una escapatoria o coartada me-
amigos, en su casa de un barrio residencial, por la nlás diante la cual el escritor puede rehuir de vez en cuan-
reprimida de sus dos protagonistas: do las obligaciones que impone él realismo tradicio-
nal; es m.ás bien una preocupación central y una fuente
y basta, por ahora, de Janet Bird. Basta y sobra, podéis pen- de inspiración. J ohn Barth escribió en cierta ocasión
sar con razón, pues su vida es lenta, incluso más lenta que la un ensayo muy influyente tiullado «La literatura del
descripción de la misma, y su cena le pareció demasiado lar-
agotamiento», en el cual, sin llegar a usar la palabra
ga, como os habrá parecido a vosotros. La vida de Frances
«metaficción», la invocaba como el recurso por el cual
\Vingate se mueve mucho más deprisa. (Aunque empezó
más bien despacio, en estas páginas: un error táctico, quizá, «un artista puede paradójicamente convertir lo que
y la idea de empezarla en un momento más maníaco se ha considera límites últimos de nuestro tiempo en mate-
presentado con frecuencia, pero las razones en contra de se- rial y medios para su trabajo». Hay, naturalmente, vo-
mejante inicio son más fuertes, a fin de cuentas, que las ra- ces que disienten, como la de Tom Wolfe (véase la sec-
zones a favor.) ción precedente), que considera semejante escritura
síntoma de una cultura literaria decadente y narcisista.
Hay aquÍ ecos de Tristram Shalldy -por más que la, «jOtra historia sobre un escritor que escribe una his-
novela de i\tlargaret Drabble sea muy distinta de tono y toria! ¡Otro regressus ad infinitum! ¿Quién no prefiere
tClna- en el hecho de dirigirse al lector en un tono un arte que, ostensiblemente al menos, Ílníta algo dis-
apo1ogético que en el fondo es humorfstico y en el de tinto de su propios procesos?>->. Pero esa queja fue for-

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t
luulada por el misnlo Barth en «Historia de una vida», neras que t0111an hábibnente el relevo una a la otra. En
uno de los relatos del volumen Perdido en la casa encan- primer lugar, los anhelos románticos de A..m brose son
tadtl. Los escritores rnetafictivos tienen el astuto hábi- descritos parodiando las fantasías de pleninld holly-
to de integrar la posible crítica dentro de sus textos y woodienses: «En una película hubiera conocido a una
así convertirla también en ficción. Tall1bién les gusta linda muchachita en la casa encantadaj se hubieran es-
boicotear la credibilidad de la ficción lnás ortodoxa capado por los pelos de peligros reales; ... sus líneas de
mediante la parodia. diálogo estarían cOInpaginadas ... ». Esto es eviden-
La historia que da título al volulnen, «Perdido en temente arte de baja estofa, en contraste con el cual la
la casa encantada», cuenta la tentativa de Barth de es- descripción de la verdadera existencia de Ambrose,
cribir una historia sobre una familia que visita Atlantíc frustrada, alienada 'y sin posibilidad de expresarse, pa-
City en los años cuarenta. El personaje principal es el rece realista y auténtica. Pero entonces, esa represen-
adolescente Ambrose, que acompaña a sus padres, su tación a su vez es boicoteada por un típico recurso l11e-
hennano Peter, su tío y Magda, una conlpañera tafictivo, lo que Erving Goffrnan llamó «romper el
de juegos de la infancia que ahora es adolescente al marco>->, un efecto ilustrado también por el extracto de
igual que él y, por lo tanto, objeto de interés sexual. la novela de Margaret Drabble. La voz autorÍal inter-
(Ambrose recuerda con nostalgia un juego de amos y viene abruptamente para comentar que la siUtacÍón de
esclavos, cuando eran niños, en el curso del cual Mag- Arllbrose es o bien denlasiado habitual o del11¡lSiado
da le llevó al cobertizo de herramientas y «compró su rara para que valga la pena describirla, lo que es COll10
clemencia a un sorprendente precio fijado por ella si un actor de cine se volviera de pronto hacia la cáma-
lnisma».) Básicamente, es una historia sobre el anhelo ra y dijese: «Vaya porquería de guión». A la manera de
adolescente de libertad y plenitud, una nota a pie de Tri.rtram Shandy, se oye la voz de un crítico corrosivo
página a la gran tradición de la nove1a-au- que ataca la totalidad del proyecto: «¿I-Iay algo luás
tobiográfica-sobre-chico-que-llegará-a-ser-escrltor, al aburrido eIlla literatura que los probleulas de los ado-
estilo de Ret1"/Jto del artista adolesante o Hijos y amantes. lescentes sensibles?>->_ El autor parece haber perdido
Pretende alcanzar el clímax en la casa encantada de un bruscamente la fe en su propia historia y no puede ni
parque de atracciones, en la que Ambrose va a perder- siquiera sacar fuerzas de flaqueza para terminar la fra-
pero ¿en qué circunstancias y con qué resultado?: se en la que confiesa que «es todo delIlasiado largo y
sobre estos aspectos el autor nunca llega a decidirse. da demasiadas vueltas». I
En el pasaje citado aquí, la representación narrati- Naturalmente los escritores con frecuencia pierden ti
va convencional es puesta en tela de juicio de dos ma- la en lo que están haciendo, pero no suelen confesarlo ,

3 28 32 9

1.
dentro del texto. liacerlo es reconocer un fracaso ... aun- 47
que también, tácítamente, afinnar que semejante fracaso
es más interesante y auténtico que un «logro» conven- LO SOBR URAL
cional. Kurt Vonnegut empieza su Matadero cinco, una
novela tan notable por sus asombrosos efectos de ruptu-
ra del marco COlno por su imaginativo uso de los cam-
bios tenlporales (véase la sección 16), asegtu·ando: <<.Me
resultaría odioso decirles cuánto me ha costado en dine-
ro y angustia y tiempo este librito asqueroso». En su pri-
mer capítulo explica la dificultad de escribir sobre un El duelo fue breve. Yo me hallaba en un.frenesí de excitación
acontecimiento como la destrucción de Dresde y dice, y sentía en mi brazo la energía y la fuerza de toda una mul-
dirigiéndose al hombre que lo encargó: «Es tan corto y titud. En pocos segundos lo fui llevando arrolladoramente
confuso y chirriante, Sam, porque no hay nada inteli- hasta acorralarlo contra una pa'red, y teniéndolo a mi
gente que decir sobre una matanza»-. La experiencia per- merced, le hundí vm'"Ías veces la espada en el pecho con b1"'U-
sonal en la que se basa fue tan traUlnática y resulta tan tal ferocidad.
doloroso volver a ella que Vonnegut compara su destino En aquel momento alguien movió el pestillo de la
a1de la l11ujer de Lot en el Antiguo Testarpento, que de- puerta. Me apresurtr a evitar una intrusión, volviendo
mostró su naturaleza humana al volverse a mirar las rui- inmediatamente hacia mi moribundo antagonista. Pem
nas de Sodoma y Gomarra y, como castigo, se convirtió ¿ qué lenguaje humano puede pintm" esa estupefacción, ese
en una estatua de sal. horror que se posesiona'ron de mífrei2te al espectáculo que
me esperaba? El b1-eve instante en que había apartado mis
Ya he terminado mi libro sobre la guerra. E1 próximo que ojos parecía haber bastado para producir un cambio mate-
escriba será de risa. rial en la disposición de aquel ángulo del aposento. Donde
Éste es un fracaso, y tenía que serJo, pues lo escribió una antes no había nada, alzábase ahora un gran (o por lo
estatua de sal. menos me pareció así en mi confusión). Y cuando avanzaba
hacia él, en el colmo del espanto, mi propia imagen, pero cu-
De hecho, lejos de ser un fracaso, cinco es lí!- bierta de sangre y pálido el rostro, vino a mí encuentro tam-
obra lnaestra de Vonneg'ut, y una de las novelas en inglés baleándose.
m.ás nlemorables desde la Segunda Guerra MundiaL Tal me había parecido, lo repito, pero me equivocaba.
Era mi antagonista, era Wilson, quien se erguía ante mí

33° 33 1
• "1;':.1: ,
1

,t,
agonizante. Su máscara)' su capa yacían en el suelo, donde ! y ha sido, leída de dos maneras diferentes, que corres-
las había a'rrojado_ No había una sola hebra en sus 1"OpaS, ni ! ponden a «do maravilloso>->- y «<lo extraño>->- en la clasitl-
.i
una línea en las definidas'y singulares facciones de su rostro, I
cación de Todorov: o bienIos fantaslTIas son «reales>->- y
que no fueran las rnías, que no coincidieran en la más abso- la institutriz entabla una lucha heroica contra ellTIal
luta identidad. sobrenatural, o bien son proyecciones de sus propias
E. A. POE, ««William Wilson» (r839)' neurosis y frustraciones sexuales, con las cuales asusta
n-aducción de Julio Cortázar. al niño que está a su cargo hasta provocar su nluerte.
Muchos críticos han intentado en vano demostrar que
su propia lectura, sea la una o la otra, es la correcta. Lo
El crítico estructuralista francés (de origen búlgaro) más característico de la historia en cuestión es que
Tzvetan Todorov ha propuesto dividir los relatos de todo lo que hay en ella es susceptible de una doble in-
tipo sobrenatural en tres categorías: lo lllaravilloso, terpretación, lo que la hace invulnerable al escepticis-
cuando no es posible una explicación racional de los mo del lector.
fenómenos sobrenaturales; 10 extraño, cuando la hay; La tipología de Todorov es útil para provocar la
y lo fantástico, cuando la narración vacila, sin poder reflexióll, aunque su nomenclatura (le merveilteu",:r, l'é-
decidirse, entre una explicación natural y otra sobre- trange, le fantastique) es confusa cuando se traduce al
natural. inglés, lengua en la que the funtastic es habituahnente
'Un ejemplo de lo fantástico en este sentido es la fa- lo opuesto, sin ambigüedad alguna, a the real, y the un-
mosa historia de fantasmas de Henry Janles titulada canny (que puede traducirse por 'extraño', pero tam-
Otra vuelta de tuerca. Una joven es nombrada institu- bién por 'siniestro') parece un térnlÍno más apropiado
triz de dos niños huérfanos en una aislada mansión para caracterizar Ulla historia COlll0 Otr'-a vuelta de
campestre y ve figuras que se parecen, diríase, a la an- tuerca. También podemos poner peros a su aplicación.
tigua institutriz y al infan1e criado que la sedujo, alTI- El l1lismo Todorov se ve obligado a adlnitir que hay
bos actualmente muertos. Se convence a sí misma de textos que se sitúan en la frontera entre dos catego-
_que esos lTIalvados espíritus han tomado posesión de rías y deben calificarse de ««fantástico-extraño>->- o (<(fan-
los niños e intenta exorcizarlos. En el clímax de la his- tástico-maravilloso>->-. El cuento de E. A. Poe ««Wi-
toria ella lucha con el fantasllla nlasc111ino, con quien llianl Wilson>->- es un ejen1plo de ello. Aunq ue Todorov
se disputa el alma del niño varón, Miles, y el niño lo interpreta como una alegoría o parábola de una
muere: ««su pequeño corazón, desposeído, se detuvo>->-. conciencia intranquila y, por lo tanto, seglm su propia
La historia (que es narrada por la institutriz) puede ser, clasificación sería ««extraño>->-, contiene ese elemento

33 2 333

I
de anlbigüedad que para él resulta esencial en lo fan- aquel profundo, inolvidable, maldito susurro». Loco
tástico. de rabia, Wi1son ataca a su perseguidor con la espada.
«Wtlliam Wilson» es una historia de Doppelglinger. Está claro que uno puede explicar el doble como
El narrador epónimo, que empieza confesando su pro- una alucinación de WIlson que encarna su propia con-
pia depravación, describe su primer internado como ciencia o la mejor parte de su yo y hay varios indicios
un edificio viejo y raro en el cual «era difícil, en cual- de ello en el texto. Por ejemplo, \Vilson dice de su do-
quier momento, afirnlar con certeza en cuál de sus dos ble en el colegio que tenía -<,un sentido moral ... mucho
pisos se encontraba uno» (el juego de palabras es segu- más agudo que el mio», y nadie más que él parece per-
ramente intencionado, porque staries significa 'pisos' e cibir la semejanza física entre ambos. Pero la historia
'historias'). Allí tenía un rival que llevaba el mismo no tendría el poder de evocación, de fascinación, que
nombre, había ingresado en la escuela el mismo día, tiene si no confiriese al extraño fenómeno aspectos
cunlplía años en la misma fecha y presentaba una gran concretos que lo hacen creíble. El clín13x del relato es
semejanza física con el narrador, semejanza que explo- particularmente hábil eri su ambigua referencia al es-
taba imitando satíricamente el comportamiento de és- pejo. Desde un punto de vista racional, uno puede for-
te. El único aspecto en el que ese doble difiere del mular la hipótesis de que, en un delido de culpa y de
narrador consiste en que sólo puede hablar en susurros. odio contra sí mismo, Wilson ha tomado por su doble
\\'1150n ingresa en Eton y luego en lnien- lo que en realidad es su propia imagen en el espejo, la
tras se va degradando cada vez más. Siempre que co- ha atacado y se ha mutilado a mismo en la lucha;
mete algún acto particularmente odioso, invariable- pero desde el punto de vista de Wilson parece haber
mente aparece un hombre vestido con ropa idéntica a sucedido 10 contrario: lo que él toma en un primer
la suya, que esconde la cara pero murmura «Wtlliam momento por un reflejo de sí mismo resulta ser la fi-
Wilsoll» en un inconfundible susurro. Cuando el do- gura cubierta de sangre y moribunda de su doble.
ble pone al descubierto sus trampas en el juego de car- Los cuentos extraordinarios clásicos invariable-
tas, Wilson huye al extranjero, pero por todas partes le mente usan narradores en primera persona e imitan
persigue el Doppclgiinger. «Una y otra vez, en secreta formas documentales de discurso como confesiones,
conlunión con mi propio espírim, yo formulaba las cartas y declaraciones para hacer más creíbles los
preguntas: "¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Qué bus- , acontecinlientos. (Pensemos en Frankenstein de Mary
ca?"». En Venecia, Wilson está a punto de acudir a una Shelleyy en Dr. Jekyll y J.Wr. Hyde de Robert Louís Ste-
cita adúltera cuando siente «que una lnano se posaba venson.) Yesos narradores tienden a escribir en un es-
ligeramellte en nli hombro, y otra vez escuché al oído tilo convencionalmente <,literario» que en otro con-

334 335
• ;¡W
:::'
¡f'
texto uno podría considerar insoportable de tantos tó-
picos como emplea: por ejelnplo, «frenesí de excita- 48
ción>>-, «la fuerza de toda una multitud>->-, -«brutal fero-
LA ESTRUCTURA NARRATIVA
cidad>->-, en el primer párrafo de este extracto. Toda la
tradición de horror gótico a la que pertenece Poe, ya
la que dio un poderoso ímpetu, está llena de buena-
mala literatura de este tipo. La previsibilidad de la re-
tórica, su misma falta de originalidad, garantiza la cre-
dibilidad del narrador y hace su extraña experiencia
más creíble.
LA MANO
Le di una bofetada a mi hijito. Estaba muy enfadado. Jus-
ticia. Entonces descubrí que no sentía nada en la mano.
Dije: «Mira, quiero explica·rte las complejidades de todo
esto». Hablé con seriedad y con precaución, especialmente de
los padres. lvle preguntó, CItando terminé, si quería que me
perdonase. Dije que sí. Él dijo que no. Póquer.

ESTÁ BIEN
'fne impo/7an las variaciones», dijo, «pero me da la im-
presión de que esto está mal>->. Yo dije: «A mí me da la impre-
sión de que está bien». Ella dijo: «Para ti, el mal es el bien>->-.
Yo dije: «No dije que sea el bien, dije que está bien>->. «Tre-
menda diferencia», dijo ella. Yo dije: «Sí, soy muy crítico.
Estoy pensando todo el rato. Para mí casi todo está mal. 1\-1i
criterio es el placer. Para mí, esto está bien». Ella dijo: «A
mí me da asco>->. Yo dije: «¿Qué es lo que te gusta?». Ella
dijo: «Gustanlle no me gusta. No me interesa estar po'r en-
cima de mis sensaciones. No creo que llegue nunca a estrí
bien».

33 6
337

1

MAMÁ Es imposible ilustrar el funcionamiento de algo


Dije: «lvlamá, ¿sabes qué ba pasado?». Ella dijo: «Oh, Dios tan complejo con un extracto breve, pero la obra del
mio». escritor estadounidense Leonard Michaels, que escri-
L. MICHAELS, 1 u'ould have saved tbem if 1 co'llld be algunos de los cuentos más cortos que conozco, nos
(Los habría salvado sí hubiera podido) (1975). permite examinar el proceso en un microcosmos. He
hecho un poco de trampa, teniendo en cuenta que los
textos reproducidos aquí no estaban pensados para
La estructura de una narración es como el conjunto de leerse aisladamente, sino que pertenecen a un conjun-
vigas que sostiene un moderno rascacielos: no se ven, to de relatos breves, titulados colectivamente «Comer
pero determinan la forma y carácter del edificio. Los fuera>->, algunos de los cuales están relacionados entre
efectos de la estructura de una novela, sin embargo, no sí por el hecho de compartir uno o varios personajes.
se materializan en el espacio sino en el tiempo, con «Mamá», por es uno de los varios diálogos
frecuencia mucho tiempo. Tom Jones de Henry Fie1- entre el narrador y su madre. La serie entera es algo
ding, por ejemplo, del que Coleridge pensaba que te- más que la suma de sus partes. Con todo, cada una de
nía uno de los tres mejores argumentos de la historia ellas es un relato en sí mismo, con su propio título. In-
de la literatura (los otros dos eran obras de teatro, Edí- cluso fuera de contexto el sentido de «Mamá» está
po rey y El alquimista de BenJonsoll) alcanza casi 900 pá- meridíanamente claro: la llladre judía siempre espera
ginas en la edición de bolsillo. Como observé en su lo peor. Quizá este texto en la frontera entre el re-
momento (sección 36) tiene 198 capítulos, divididos lato y el chiste. Pero no hay ambigüedad en cuanto al
en dieciocho libros, los primeros seis de los cuales se género literario al que pertenece ««La mano», que res-
desarrollan en el calUpo, los seis siguientes en el cami- peta la noción clásica de unidad narrativa. Tiene co-
no y los seís finales en Londres. Exactamente en la mi- mienzo, nudo y desenlace según los definía Aristóteles:
tad de la novela la mayoría de los personajes principa- comienzo es lo que no necesita nada antes, desenlace
les pasan por la luisma posada, pero sin encontrarse es lo que no necesíta nada después, y el nudo necesita
unos con otros en combinaciones que de producirse algo 'antes y algo después.
habrían llevado la historia a una conclusión prematu- El comienzo de «La mano» consiste en sus tres
ra. La novela rebosa sorpresas, enigmas y suspense y · primeras frases, que describen cómo el narrador casti-
tenuína con el clásico recurso de invertir la historit) ga a su hijo. No necesitamos saber qué conducta ha
nlediante una anagnórisis, esto es, inversión y recono- provocado el castigo. La prinlera frase, «Le di una bo-
cimiento. fetada a mi hijito» establece un contexto famílíar, do-

33 8 339

,f

méstico. Se hace hincapié en las eluociones del narra- El argumento ha sido definido por un 1110derno
dor: «Estaba IllUy enfadado. Justicia». La sin ver- discípulo de Aristóteles (R. S. Crane) conlO «un pro-
bo es una especie de pensamiento posterior, que justi- ceso conlpletado de caInbio». Buena parte de la narra-
fica el alivio de la tensión, el ejercicio del poder. tiva moderna ha evitado, no obstante, el tipo de cierre
El nudo de la historia describe cómo se debilita su que implica la palabra <-<conlpletado» y se ha concen-
certeza de tener razón y cómo intenta justificar su con- trado en estados del ser en los que el cambio es luÍni-
ducta a los ojos de su hijo. Primero hay una especie de mo. «Está bien» es un ejernplo. Tiene lHucha 111ás es-
sÍntOlua PSícosOll1ático: «Entonces descubrí que no tructura oculta que «La Dlano»: es luenos evidente,
sentía nada en la mano». La mano es a la vez una si- menos fácil de captar, las divisiones entre cOlnienzo,
nécdoque y una metáfora del padre «insensible». «Dije: . nudo y desenlace son menos claras. Usa técnicas que
Mira, quiero explicarte las complejidades de todo esto». analicé en secciones anteriores (<<Permanecer en la su-
Estructuralmente, todo el relato gira en torno al eje de perficie» y «Sobrentendidosr»: consiste casi únÍca-
esta frase, el único discurso directo que contiene. For- lnente en un diálogo y se reserva información sobre
malmente favorece al narrador, pues el discurso directo los pensanlientos y motivaciones privados de los per-
siempre da una mayor sensación de presencia del que sonajes. Deducunos del texto que la pareja está reali-
habla que el discurso indirecto. Pero el uso de la pala- zando algún acto sexual poco convencional, pero es
bra adulta «complejidades>-> ante un niño pequeño trai- imposible e innecesario saber exactamente cuál. El co-
ciona al narrador. Por debajo de su ostensible deseo de luienzo consiste quizá en la declaración de malestar
comunicarse con su hijo «<Hablé con seriedad y con que hace la mujer; el nudo, en la auto;ustificación del
precaución, especialmente de los padres») el narrador narrador y la reiteración por parte de la lllujer de su
está luchando con su propia conciencia. desagrado «<A mí nle da asco»); y el desenlace, en
El desenlace contiene un doble vuelco radical. Pri- negativa de el1a a jugar el juego del diletantislllo se-
luero, el niño demuestra haber captado perfectamente xuaL Pero en esta historia no encontraInos el nlovÍ-
el estado de ánimo de su padre: «Me preguntó, cuan- nüento tranquilizador de «La mano» hacia el 11101nen-
do terlniné, si quería que me perdonase». En segundo to de verdad del narrador. No queda claro por qué nos
lugar las relaciones normales de poder entre padre e está contando esta historia, pues reproduce los tajantes
hijo se invierten: «Dije que sÍ. Él dijo que no». La rech<1;zos de la mujer sin comentarios. Mientras que
lnetría de esas frases refleja la simetría del argumento. «La n1ano» es instantáneamente cOlnprensibJe, tene-
La última palabra del narrador, «póquer», reconoce mos que releer «Está bien» varias veces para encon-
tristemente su derrota. trarle el sentido, repitiendo mentalmente el diálogo

34° 34 1

¡f

para llenar algunos huecos (<<Ella dijo: ... gustarme, ... 49


no me gusta. No creo que llegue nunca a .,. está
bien»). El tema de este cuento parece ser, más que el LA APORÍA
desc"ubrimiento, la falta de soluciones, y su unidad
debe más a sus ecos verbales internos, especialmente la
palabra «bien» subrayada por su presencia en el título,
que a su estructura narrativa. En ese sentido se ofrece
COlno una especie de poema en prosa ... o como un ten-
tador fragmento de una historia más larga.

¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora? Sin p're-


guntármelo. Decir yo. Sin pensarlo. Llamar a esto pregun-
tas, hipótesis. Ir adelante, llamar a esto ir, llamar a esto
adelante. Puede que un día, venga el primer paso, simple-
mente hayo permanecido, dónde, en vez de salb; según una
vieja costumbre, pasar días .Y noches lo más lejos posible de
casa, lo que no era Esto pudo empezar así. No me haré
más preguntas. Se cree sólo descansar, para actuar mej01>
después, o sin prejuicio, y he aquí que en muy poco tiempo se
encuentra uno en la imposibilidad de volver a hacer nada.
Poco importa cómo se produjo eso. Eso, decir eso, sin saber
qué. Quizá lo único que hice fue confirmar un viejo estado
de cosas. Pero no hice nada. Parece que hablo, y no soy yo,
que hablo de y no es de mí. Estas pocas generalizaciones
para empezar. ¿ Cómo hacer, cómo voy a hacer, qué debo ha-
cer, en la situación en que me hallo, cómo proceder? Por
pU1-a aporía o bien por afirmaciones y negaciones invalida-
das al propio tiempo, o antes o después. Esto de un modo ge-
neral. Debe de haber otros aspectos. Si no, sería para deses-
perar de todo. Pero es para desesperar de todo. Notar, anteJ

34 2 343

J

Permaneció en silencio unos momentos.


de ir más lejos, de pasar adelante, que digo aporía sin sabe1'
<:<: ••• No, es imposible; es imposible transmitir la St!llsa-
lo que quiere decir. ción de vida de cualquier época de la existencia de uno -10
SAMUEL BECKETT, El innombrable (1959)·
que es su verdad, su significado-, su esencia sutil y penc'-
Traducción de Rafael Santos TorroelJa.
trante. Es imposible. Vivimos, como soñamos: solos ... ».

En relatos metafictivos como «Perdido en la casa en-


es una palabra griega que significa «dificul- cantada» o La 'mujer del teniente francés la aporía se
tad, perplejidad», literahnente, 'un calnino sin calni- convierte en uno de los principios estructurales, cuan-
no', un sendero que termina. En la retórica clásica de- do el nanador autoriallucha con insolubles proble-
nota duda real o fingida sobre un tema, incertidumbre 111,as para representar adecuadamente la vida en el
en cuanto a cómo proceder en un discurso. El solilo- arte, o confiesa sus dudas sobre cómo nlanejar a sus
quio de Hamlet, «Ser o no ser», es' quizá el mejor personajes ficticios. En el capítulo 55 de La mujer del
ejemplo de ello en la literatura inglesa. En narrativa, teniente francés, por ejemplo, cuando Charles, tras des-
especialmente en textos enmarcados por una situación cubrir que Sarah ha desaparecido del hotel de Exeter,
en la que alguien cuenta la historia, la aporía es uno de vuelve a Londres para enlprender su búsqueda, el
los recursos favoritos de los narradores para despertar narrador autorial se mete en la narración disfrazado
curiosidad en quienes escuchan, o para poner de relie- de cOlnpañero de viaje que luÍra con insistencia, gro-
ve el carácter extraordinario de 10 que están contando. seramente, a Charles en el comparthnento del tren:
A menudo se combina con otra figura retórica, la
«aposiopesis», la frase incompleta, que suele indicarse La pregunta que me hago mÍenn-as miro a Charles ... es: ¿qué
en la página con puntos suspensivos. En El corazón de diablos voy a hacer COl1tig'o? Incluso he pensado en hacer ter-
las tinieblas, por ejemplo, Marlow rompe su relato fre- minar la carrera de Charles aqlú y ahora, dejándole para
cuentemente de ese modo: siempre camino de Londres. Pero los convencionalismos de
la novela victoriana no permitían, es decir, no permiten, el
<;<;l\t1e parece que estoy intentando contaros un sueño -ten- desenlace vago e indeterminado; además, antes he pl"edicado
tativa inútil, pues níngñn relato de un sueño puede transmi- ya que a los personajes hay que concederles libertad. l\{j pro-
tir la sensación de sueño, esa mezcla de absurdidad, sorpre- blema es sencillo: ¿está claro lo que quiere Charles? Sí, lo
sa y desconcierto en un estremecimiento de rebeldía 'y está. Pero lo que desea la protagonista ya no está tan claro; ni
lucha, esa sensación de ser capturado por lo increíble que siquiera estoy seguro de dónde está en este momento,
pertenece a la esencia misma de los sueños ... >>-. (Traducción de Ana María de la Fuente.)

345
344

,
En la obra narrativa de Samuel Beckett, especialmen- «grado cero de la escritura» en el cual «se derrota a la
te en sus últimas novelas, la aporía es endémica. El i11- literatura, se descubre y presenta la problemática de la
(publicado primeramente en francés: L'inno- humanidad sin elaboración, el escritor se vuelve irre-
mable, 1952) usa el recurso del flujo de conciencia, medíablemente honrado>->.
pero no como en el Ulises de Joyce, donde las visiones, Más que avanzar, el discurso procede por acumula-
sonidos, olores y el ajetreo humano de Dublín son ción, por una especie de autocancelación, un paso ade-
evocados para el lector, en su vívida especificidad, a lante y un paso atrás, una sucesión de afirmaciones
través de las iInpresiones sensoriales, pensamientos y contradictorias separadas sólo por comas, sin el pero o
recuerdos de los principales personajes. Todo 10 que sin embargo adversativos. «Ir adelante, ir adelante>>-, se
tenemos es una voz narrativa que se habla a sí misma, azuza a sí mÍsmo el narrador, e inmediatamente añade,
o transcribe sus propios pensamientos a medida que se burlón: «¿Llamar a esto ir, llamar a esto adelante?»,.
producen, que anhela la extinción y el silencio, pero ¿Cómo llegó al lugar donde está? «¿Puede ser que un
que está condenada a seguir narrando, aunque no tie- día o,.me quedé, simplemente?>>-. Inmediatamente se
ne ninguna historia que valga la pena contar ni tiene plantea otra pregunta: «¿Me quedédónde?>>-. Abando-
certeza sobre nada, ni siquiera sobre su propia posi- na la pregunta primera: «Poco importa cómo se pro-
ción en el espacio y el tiempo. dujo eso>>-. Pero incluso ese gesto negativo da por su-
El narrador anónimo está sentado en -un lugar puestas demasiadas cosas: «Eso, decir eso, sin saber
vago y tenebroso, cuyos límites no puede ver ni tocar, qué».
mientras figuras que percibe borrosamente, algunas de Beckett era un deconstruccionista avant la lcttre.
las cuales parecen ser personajes de las anteriores no- «Parece que hablo, y no soy yo, que hablo de mí, y no
velas de Beckett, se mueven a su alrededor; ¿o es él es de lnÍ>->-. Esa frase ataca las fundaciones de la larga
quien se mueve alrededor de ellas? Sabe que tiene los tradición humanista de narrativa autobiográfica y au-
ojos abiertos «por láS lágrimas que caen de eUos sin ce- tobiografía ficticia, de Robinson C1'iISOe hasta A la re-
sano>. ¿Dónde está? Podría ser el infierno. Podría ser la chenhe du temps perdu pasando por Grandes esperanzas,
senilidad. Podría ser la DIente de un escritor que tiene con su consoladora promesa de alcanzar el autocono-
que seguir escribiendo aunque no tiene nada que de- cimiento. Beckett se anticipó a la noción de Derrida de
cir, porque ya no hay nada que valga la pena decir so- la inevitable diffé'rance (sic) del discurso verbal: el «yo»
bre la condición humana. ¿O son todos esos estados que habla siempre es diferente del «yo» del que se ha-
esencialmente uno y el mismo? El innombrable parece bla, dado que la correspondencia precisa del lengua-
corresponder a la descripción de Roland Bart:hes del je con la realidad siempre es diferida. «Estas pocas

346 ]i;,

generalizaciones para enlpezar». La fórmula, que ha-


bitualmente no quiere decir gran cosa, adquiere un to-

que de humor negro en ese vacío epistelnológico. EL FINAL
¿Cómo ha de avanzar el narrador, «por afirmaciones y
negaciones invalidadas al propio tiempo» (es decir,
contradiciéndose a sí mismo) o «por pura aporía»? La
aporía es uno de los tropos favoritos de los críticos de-
construccionístas, porque sintetiza la lllanera en que
todos los textos boicotean sus propias exigencias de al-
canzar un significado determinado; pero la confesión La zozob'ra que en ese momento de su l"e/ación pudieron pa-
posterior del narrador, «digo aporía sin saber lo que decer Henry y Catherine, y todos aquellos que amaran a al-
quiere decir», anula la aporía. guno de los dos, l,oespecto a su desenlace final, difícilmente po-
«Debe de haber otros aspectos. Si no, sería para drá transmitirse al corazó71 de mis lectores, quienes habrán
desesperar de todo. Pero es para desesperar de todo». adivinado por la delatora escasez de páginas que nos
Lo extraordinario es que la lecmra de este texto som- mamas a toda prisa hacia la más absoluta felicidad.
bríamente pesimista y totalmente escéptico no res'nlta JANE AUSTEN, La abadía de Northanger (r818).
deprimente, sino al contrario divertida, conmovedora Traducción de Guillermo Lozano.
y, de un modo sorprendente, afirmativa de la supervi-
vencia del espíritu hmuano in extremís. Sus famosas úl- Ralph le miró sin decir nada. Por un momento volvió a
tinlas palabras son: «tienes que seguir, no puedo se- sentir el extraño encanto de las playas. Pera ahora la isla
. .
gUlf, vaya seguIr». estaba chamuscada como leños apagados. Símon había
muerto y Jack había .. , Las lágrimas corrieron de sus ojos y
los sollozos sacudieron su cuerpo. Por vez en /tI isla
se abandonó a ellos; eran e,rpasnzoJ violentos de pena que se
apoderaban de todo su cuerpo. Su voz se alzó bajo el negro
humo, ante las 1'uinas de la isla, y las otros muchachos,
contagiados por los mismos sentimientos, comenzaron a so-
llozar también. Y en medio de ellos, con el cuerpo sucio, el
pelo enmarañado y la nariz goteando, Ralph lloró por la
pérdida de la inocencia, las tinieblas del corazón del hom-

348 349

,i

bre y la caída al vado de aquel y sabio amigo puede hacerlo un dramaturgo o un director de cine,
llamado Pigg)'. por ejemplo) porque le delata el escaso número de pá-
El oficial, 'rodeado de tal expresió12 de dolm; se conmovió, ginas restantes. Cuando John Fowles concluye La mu-
algo incómodo. Se dio la vuelta pmaa darles tiempo de reco- jer del teniente francés con una «liquidación» burlona-
bnlrse y dirigiendo la mirada hacia el espléndido mente victoriana (Charles sienta la cabeza uniéndose
C1'llCerO, tl lo lejos. felizmente a Ernestina) no nos engaña, pues nos falta
WILLIAM GOLDING, El señO?" de las moscas (1954)' por leer una cuarta parte dellíbro. Al seguir con la his-
Tr'Jducción de Carmen Vergara. toria de la búsqueda de Sarah por parte de Charles,
Fow1es nos ofrece otros dos finales alternativos: uno
que termina felizmente para el protagonista y otro, in-
«Las conclusiones son el punto débil de la mayoría de feliz. Nos invita a elegir entre ellos, pero tácitamente
los autores», observó George Eliot, «pero parte del nos anima a considerar el segundo más auténtico, no
problema está en la naturaleza misma de la conclusión, sólo porque es más triste, sino porque es más abierto y
que puede ser todo lo más una negación>->. Para los no- nos deja la sensación de que la vida. sigue en dirección
velistas victorianos el final resultaba particularnlente a un incierto futuro.
problemático, porque lectores y editores les presiona- Quizá deberíamos distinguir entre el final de la
ban para que fuese feliz. El último capítulo se llamaba historia que la novela nos cuenta -la resolución o la
en el negocio editorial wind-up, «liquidación»; Henry deliberada ausencia de resolución de las preguntas
J ames lo describía con sarcasmo como «un reparto, narrativas que ha suscitado en la mente de sus lecto-
por fin, de premios, pensiones, maridos, mujeres, be- res- y la última página o dos del texto, que a menudo
bés, millones, párrafos añadidos y frases alegres». El actúan como una especie de epílogo o post-sc-riptum, una
mismo James fue un pionero del final «abierto» carac- suave disminución de la velocidad del discurso a medi-
terístico de la ficción moderna: más de una vez puso da que se va deteniendo. Pero eso difícilmente puede
punto final a sus novelas en medio de una conversa- aplicarse a las novelas de Sir William Golding, cuyas
ción, dejando en el aire una frase, con la resonancia, últimas páginas tienen una manera muy suya de arro-
pero tarnbién la ambigüedad, que eso implica: «Asi jar una nueva y sorprendente luz sobre todo lo que ha
pues) aquí estamos -dijo Strether» (Los embajadores). ocurrido hasta entonces. Pincher Martin (1956), por
Como señaló Jane Austen en un aparte meraficti- ejemplo, parece ser la historia de la lucha desesperada
vo a La abadía de Northange'r, un novelista no puede y finalmente vana de un marino, cuyo barco ha sido
ocultar que se acerca el final de la historia (como sí torpedeado, para sobrevivir en una roca desnuda en

35° 35 I

1I f

medio del Atlántico, pero el capítulo final revela que ¡ haya podido surgir entre ellos, generalmente los olvidan para
murió con las botas puestas: la totalidad del relato !
subir por última vez al vehículo llenos de alegría y buen hu-
debe pues reinterpretarse como la visÍón que tuvo mor, ya que después de esta última etapa es muy posible que
mientras se ahogaba o el paso por el purgatorio des- nos ocurra a nosotros Jo que a ellos es,
suele suceder, esto
pués de la muerte. El final de Tbe paper men (1984) se que nunca volvamos a encontramo's.
guarda la sorpresa hasta la últÍlna palabra del narrador, (Traducción de lvlaría Casamar.)
interrumpida por una bala: «¿De dónde diablos Rick
L. Tucker ha sacado una pisto... ?». La conclusión de El señor de las moscas podría fácílmente
Este tipo de vuelta de tuerca en el último minuto haber sido cómoda y tranquilizadora, porque introduce
suele ser más propio del cuento que de la novela. De una perspectiva adulta en las últílnas páginas de lo que,
hecho podría decirse que el cuento está por su propia hasta ese monlento, había sído una «historia de chicos»,
naturaleza «orientado hacia su finab->, en la medida en una aventura al estilo de Coral ¡stand, que sale espanto-
que uno empieza a leerlo esperando alcanzar pronto su samente maL Un grupo de colegiales británicos, que
conclusión, mientras que uno se embarca en una nove- llegan a una isla tropical en circunstancias poco claras
la sin una idea demasiado precisa de cuándo la termi- (aunque hay indicios de que puede tratarse de una
nará. Tendemos a leer un relato corto de un tirón, guerra), retrocede rápidamente al estado salvaje y su-
arrastrados por la fuerza magnética de la conclusión persticioso. Al verse liberados de las prohibiciones de la
que esperamos; nlientras que cogemos y 'dejamos una sociedad adulta y civilizada y sometidos al hambre, la
novela a intervalos irregulares y puede ser que acabar- soledad y el miedo, el comportatniento que hasta en-
la nos entristezca incluso. Los novelistas de antaño so- tonces reservaban a los juegos durante el recreo dege-
lían explotar ese vínculo sentimental fornlado entre el nera en violencia tribal. Dos chicos nlueren y el prota-
lector y la novela durante la experiencia de la lectura. gonista, Ralph, tiene que huir, para salvar el pellejo, de
Fielding, por ejemplo, empieza el últinlo líbro de 10m un incendio forestal provocado y de un gnlpo de ene-
Jones con «Nuestro adiós allector;>-:>: lnigos sedientos de sangre que le persigue esgrimiendo
lanzas de 11ladera; y, cuando se u'opieza mientras corre a
toda velocidad con IDI oficialllaval que de deseln-
Lector, hemos llegado ya·a la última etapa de nueso'o prolon-
gado viaje. Pero ya que hemos viajado juntos a lo largo de .
barcar en la playa alannado por el humo que ha visto
tantas páginas, comportémonos ahora como compañeros de desde su barco, -«Cómo nos divertinlos, ¿eh?», COlnen-
viaje en 1ma diligencia, que han pasado varios días juntos y ta el oficial contemplando a los chicos con sus annas
que, pese a cualquier altercado o pequeña animosidad que improvisadas y sus cuerpos pintados.

35 2 353

f
Para el lector, la aparición del oficial es un sobresal- Los lectores familiarizados con mi novela Intercambios
to y un alivio, casi tan intensos como para Ralph. He- recordarán tal vez que el pasaje de La abadía de Nort-
mos estado tan absortos en la historia y tan conmovidos hanger que encabeza la presente seccÍón es recordado
por la suerte de Ralph que hemos olvidado que él y sus por Philip Swallow y citado por Morrís Zapp en la úl-
crueles enemigos son chicos preadolescentes. De pron- tima página de la obra. Philip lo invoca para ilustrar
to, a través de los ojos del oficial, los vemos como real- una importante díferencia entre la experiencia que tie-
mente son: un montón de niños sucios y desharrapados. nen los espectadores del final de una película y la que
Pero Golding no pennite que ese efecto ponga en duda tiene el lector del final de una novela:
la verdad esencial de lo que ha ocurrido antes, o que
haga de la vuelta a la «normalidad» un cómodo final fe- Bueno, es algo que el novelista no puede evitar, ¿no?, que su
liz. El oficial naval nunca comprenderá la experiencia libro esté llegando al final ... no puede disimular el hecho de
que Ralph (y el lector, por su mediación) ha sufrido, elo- que la narración está comprimida en las páginas.... Quiero
cuentelnente recapitulada en el penúltimo párrafo: «la decir que mentalmente trazas el final de la novela. Cuando
lees, te das cuenta de que no te quedan por leer más que "tilla
pérdida de la inocencia, las tinieblas del corazón del
o dos páginas y te dispones a cerrar el libro, pero en una pelí-
hombre y la caída al vacío de aquel verdadero y sabio
cula no hay manera de decirlo; especialmente hoy; cuando las
amigo llamado Piggy>>-. Nunca entenderá por qué los películas están estrllcmradas de una manera más libre, mucho
sollozos de Ralph se contagían a los otros chicos. «El má's ambivalente, que antes. No hay manera de decir qué es-
oficial, rodeado de tal expresión de dolor, se conmovió, cena será la última. La película continúa, exactamente como
algo incómodo. Se día la vuelta para darles tiempo de continúa la vida: la gente va haciendo cosas, bebiendo, ha-
recobrarse y esperó, dirigiendo la mirada hacia el es- blando, y estamos observándolos; y en cualquier momento,
pléndido crucero, a lo lejos». La última frase de cual- que el director elige sin avisar, sin que nada quede resuelto,
quier relato adquiere cierta resonancia por el simple he- explicado o concluido, puede, sencillamente ... acabar.
cho de ser la última, pero ésta es particularmente rica en
ironía. La lnirada adulta «hacia el espléndido crucero»- En ese momento del libro, Philip es representado como
implica complacencia, evasión de la verdad y complici- un personaje en un guión de dne, e inmediatamente
dad con una forma institucionalizada de violencia -la después de su discurso]a novela ternlina, aSÍ:
guerra moderna- equivalente a la primitiva violencia
de esos chicos que han regresado al estado salvaje, tanto Philíp se encoge de hombros. La cámara se detiene, fijando
como es diferente de ella. su imagen a mitad del gesto.

354 355

¡f
Terminé la novela de esa lnanera por varias razones re- más llalnativo y sorprendente de todos en lo que res-
lacionadas entre sÍ. En parte_ es una conledia sexual de pecta a la fonna narrativa: de lo contrario se arriesga-
«intercalllbio de parejas a escala intercontinenta1»-: la ba a resultar un anticlímax estético. En cuanto al nivel
historia se centra en las aventuras y desventuras de dos narrativo, me dí cuenta de que me resistía a resolver el
catedráticos, uno británico y otro estadounidense, que argumento sobre el intercambio de esposas, en parte
tras intercanlbiar sus puestos de trabajo en 1969, tie- porque eso significaría resolver también el argun1ento
nen cada uno un lío con la mujer del otro. Pero los dos cultural. Si Philíp decidiera quedarse con Desirée
protagonistas intercambian lTIuchas lllás cosas en el Zapp, por cjcrnplo, c::.o t,ullbién significaría que deci-
curso de la historia -valores, actitudes, lenguaje- y de quedarse en América o que ella está dispuesta a
casi cada uno de los incidentes en uno de los escena- asentarse en Inglaterra, y así sucesivamente. No quería
rios tiene su correspondencia o imagen especular en el tener que decidir, en tanto que autor implícito, en fa-
otro. Al desarrollar este argumento sumamente simé- vor de esta o aquella pareja, esta o aquella cultura.
trico y quizá predecible, sentí la necesidad de surninis- Pero ¿cómo podría «colan->- un final radicalnlente
u-ar cierta variedad y sorpresa al lector en otro nivel indeterminado para un argun1ento que hasta ese n10-
del texto yen consecuencia escribí cada capítulo en un lnento había seguido una estructura tan tegular y si-
estilo o formato distinto. El prÍlner cambio es relativa- métrica C01110 una cuadrícula?
mente discreto: de la narración en presente en el pri- La idea de escribir el último capítulo (que se 11an1a
mer capítulo a la narración en pretérito en el segundo. «El final>->-) en la fonna de un guión cinematográfico
Pero el tercer capítulo reviste forula epistolar y el parecía resolver todos esos problemas de un plunnzo.
cuarto consiste en extractos de periódicos y otros do- En primer lugar, semejante formato satisfacía la nece-
cumentos que se supone que los personajes están le- sidad de una desviación climática del discurso narrati-
yendo. El quinto es convencional en el estilo, pero se vo «normal». En segundo lugar me liberaba, en tanto
desvía del patrón establecido por los anteriores al pre- que autor implícito, de formular un juicio sobre los
sentar las experiencias interrelacionadas de los dos cuatro personajes principales o hacer de árbitro entre
protagonistas en bloques consecutivos. ellos, ya que no hay huella textual de la voz del autor
A lnedida que la novela progresaba fui dándome en un guión, que consiste en diálogo y en descripción
cuenta de que iba a ser un problema terminarla de una impersonal, objetiva, del con1portaIniento exterior de

lnanera que resultara satisfactoria tanto a nivel formal los personajes. Philip, Desirée, Morris y Hilary se en-
COlno narrativo. En cuanto al primero de ellos, era evi- cuentran en Nueva York, a medio can1ino entre la cos-
dente que el capítulo final tenía que exhibir el cambio ta oeste de Estados Unidos y el oeste de los Midlands

35 6 357

¡f

(región central) de Inglaterra, para discutir sus proble- que implica inevitablelnente privilegiar a aquel persona-
mas conyugales, y durante unos cuantos días analizan je cuyo punto de vista se adopta). 2. El suspense (al retra-
cada uno de los posibles desenlaces de la historia -que sar hasta la última página la respuesta a la pregtmta narra-
todos se divorcien y se casen con sus respectivos aman- tiva: ¿cómo se resolverá el doble adulterio?). 3. La sorpresa
tes, que cada pareja vuelva a que se separen (la negativa a responder a esa pregunta). 4. La intertex-
pero no para volverse a casar, etc., etc.- pero sin al- tualidad (la alusión a Jane Austen, que resulta natural y
canzar conclusión alguna. Cuando se me ocurrió que apropiada dado que tanto Philip Swallow como Monis
Philip llanlara la atención sobre el hecho de que las Zapp se han especializado en el análisis de su obra). 5.
lículas se prestan más que las novelas a finales no re- Permanecer en la superficie (un efecto más del formato
sueltos, en el momento en que él mismo es represen- de guión cinematográfico). 6. Los títulos y los capítulos
tado como un personaje de película dentro de una (el juego de palabras del título de la novela: Changing
novela, pensé que había encontrado una manera de places -cambio de lugares, lugares en los que uno cam-
justificar, medíante 1ma especie de chiste metafictivo, bia, posiciones intercambiadas- sugería una serie de tí-
mi propia negativa a resolver el argumento de Inter- tulos de capítulo relacionados: «Huir», «Asentarse»,
cambios. De hecho, el deseo humano de certezas, reso- «Correspondencia», etc., y finalmente Ending, <-<termi-
lución y conclusión es tan fuerte -tan atávicamente nar», que en inglés es sustantivo, participio y gerundio:
fuerte- que no todos los lectores se quedar0n satisfe- éste es el final de la novela, es como termina, es así como
chos con ese final, y algunos se nle han quejado de que la estoy terminando). 7. La metaficción (el chiste de las
se sienten estafados. Pero a mí me satisfizo (y tenía la últimas líneas se hace a expensas del lector y sus expecta-
ventaja suplementaria de que cuando decidí seguir tivas, pero también está relacionado con un chiste meta-
usando a los protagonistas en personajes de una nove- fictivo sobre lID libro práctico titulado Cómo una
la posterior, El mundo es un pañuelo, tuve carta blanca novela que Morris Zapp encuentra en el despacho de
para desarrollar sus biografías). . Philip Swallow y que proporciona lID comentario sardó-
Si cuento esta anécdota, sin embargo, no es para de- nÍco sobre las muy variables técnicas utilizadas para es-
fender el final de Inte1·cambios, sino para demostrar que la cribir Intercambios. <-<Toda novela tiene que contar U11a
decisión sobre cómo manejarlo implicaba muchos otros historia», empieza. «y hay tres clases de historia, la his-
aspectos de la novela, aspectos que he discutido en toria que tennina felizmente, la que termina infelizmen-
otros lugares de este libro bajo distintos encabezamien- te, y la historia que termina ni feliz ni infelizmente, es
tos. Por ejemplo: l. El punto de vista (la forma de guión decir, en otras palabras, que no termina realmente en ab-
elimina ha la necesidad de seleccionar un punto de vista, soluto».).

35 8 359

I
Podría, sÍn mucha dificultad, analizar final en
otras secciones, como las tituladas «La desfalnilíariza-
ción», «La repetición», «La novela experitnentah->,
ÍNDICE DE NOl\-lB RES
«La novela cómica», «La epifanía», <-<Casualidades»,
«La ironía»-, «La motivación», «Las ideas» y «La apo-
ría», pero no insistiré en 10 que quiero demostrar: sen-
cillamente, que las decisiones sobre aspectos o compo-
nentes detenninados de una novela nunca existen Notas: los númf"ros f17 negritfl indiCfln mur

como algo aislado sino que afectan a todos sus otros y/o una discusión de la obra de ese n ...r.... ·f'r...-

aspectos y componentes y se ven afectados por ellos. Abísh, Walter, 175 Bunyam, John, :13°-231
Una novela es un Gestalt) una palabra alemana para la Adaír, Gilbert, 175 Burgess, Anthony, 60, 310-
que no hay un exacto equivalente inglés y que mi dic- Amís, Martín, 97-1°4, I33, 31 5
cionario define como una «estructura o lllodelo de 146 , 153, 182, 308 Butler, Samllel, Z 29- 2 34, 3 1 3
Aristóteles, 120, 339 Calvino, Italo, 2.4, 13 5, 32 7
percepción que posee cualidades en tanto que conjun-
Al.1sten, Jane, 8, 16-21, 44, Capote, Truman, 318
to, el cual no puede ser descrito rneranlente cOlno una 76,78,14°-146,180,267, Cárlyle, Thomas, 318-32.3
suma de sus partes». 349-35°, 359 Carríngton, Leonora, 277-
Auster, Paul, 67-73 281

FIN Bajtín, Míjail, 98; 2.°7-2°9 Carter, Ange]a, 18i, 279


Baker, Nicholson, 275 Ceci), Lord David, 242
Barth, John, 324-33° Clewlow, 308
Barthelme, Donald, 293-297 Coleridge, Samuel
Barthes, Roland, 346-347 16 3- 16 5, 33 8
Baudelaire, Charles, 224 '-.. . v Wilkie, 33, 60
Beaumont, Sir Francis, 265 Compton-BtlInett, Yvi, 23,
Beckett, Samuel, 343-348 27 2
Bennett, Arnold, 282-286, Conan Doyle, Arthul', 60
29° éonrad, Joscph, 23,60,160-
Booth, Wayne, 9 16 5, 255- 2 57
Borges, Jorge Luis, 327 Cooper, 'Vi1liam, 299-303
Bradbury, Nlalcolm, 192-196, Crane, R. S.) 341
3I 3 Dalí, Salvador, 278.
Bretón, André, 278 Dalley,]an, 10
Bronte, Charlotte, 91-96, 242 Dante, Aliglieri, 65

360 36r

i
Davies, Andrewl 45 Garda, Márquez, Gabriel 187l Kipling, Rudyard, 58-64, 135, Rushdie, Salman, 186- 187
Dedalus, Stephen, 102 Gissing, George, 304-307 266 Ruskin, John, I42-145
Dcfoe, Daniel, 75, 99, 193, Goffman, Erving, 29 Kllbí-ick, Stanley, 315 Salinger,]. D., 23,38-42, r03
262, 320 Golding, Sir William, 35J-354 Kundera, MUan, 185-19° Sartre, Jean-Paul
Derrida, Jacques, 347 Grass, Günter, 186 Lados, Pierre Choderlos de, Saussure, Ferdinand de, 67
Dickens, Charles, 60, 99, lI2, Green, Graham, 23,13°,228, 44 Scott, "\'VaJter, 104, 212, 261-
140-146, IS2, 173, 180, 254- 2 59 Lawrenee, D. H., 152, 21.3- 26 5
208 t 214, 268, 300, 306, Green, Henry, 170-177, 23I, 228, 312 Shakespeare, Wi1liam, 67, 165
323 272- Lodge, David, 65-71 Shelley, l\1ary, 335
Dostoievski, Fiodor M., 312 Hampton, Christopher, 196 Lotman, JOO, 57 Shklovsky, Vietor, 92-93
Drabble,1\1argaret, 326-33° Hardy, Thomns, 22 ,31.-36, Lyly,John, 158 Smollet, Tobias, 18o, 260- 263
Duchamp, Mareel, 278 59,180, 21 4,3°7 M'agritte, René, 278 Spark:, Muriel, 17, I2S-133
Dujardin, Édouard l 85 Hartley, L. P., 23 Mailer, N orman, 318 Spenser, Edmnnt, 245
E. M. F oster, 22 Heath, Egdon, 22 Mallarmé, Stéphane, 224 Steín, Gertrude, r71
EBot, George,8, 25- 27, 76, Re]]er, Joseph, 29 Mann, Thomas, 312 Sterne, Laurenee, 134-139,
102, IIS-118, 180,262- Hemingway, Ernest, 39, 106, Marlowe, Christopher, 64, r80, 261-26S, 264, 302,
266, 287-292. 350 147- 1 5 1 , 155 344-345 325"
Eliot, T. S., 166-169, I72, Horado, 7 MeJville, Herman, 23 Stevensol1, Robert-Loms, 335
21 5, 26 5 Huxley, Aldous, 3 I4 Michaels, Leonard, 337-342 Swallow, Philip, 355-360
ÉJuard, Pan], 188-189 Illglis, Brian, 24I " j\!Ioore, Lorrie, 108 . S"\vift,Jonathan, 232
Enrst, Max, 2.78-279 Isherwood, Christopher, 113- Moro, Tomás, 2. 32 Swinburne, Algernon, 87
Femon, James, 7-8 118,27 2 Morris, William, 314 Thackeray, \Villiam, 119- 1 24,
Feydean, Georges, 245 Ishiguro, Kazuo, 1.48-1.53 Morrison, Blake, 7, 10, 213, 26 3
Fielding, Hemy, 26, 99, 16r, Jakobson, Roman, 228 Musil, Roben, 3 r 2 TilIotson, Kathleen, 121
180, 197-202, 204, 267, James, Henry, 8, 17, 23, 50- Nabokov, V1adimir, 154-159, Todomv, Tzvetan, 332
33 8, 35 2 -353 57, 67, 75,76, 117, 23 1 , 162, 252-253 Tolstoí, Leo Nikolaevích, 93
Fitzgenlld, E Scott,"lo6-112, 240-247, 33 2 , 350 OrweU, George, 217-222, 1\.vain, Mark, 39
Fletcher, John, 265 Jonson, Ben, 338 232,314 Updike,John, 179, 23S- 2 39
Ford, Ford 1\1.adox, 17-20, Joyce, James, 24, 32, 8r, 81- Perec, (;eorges l 175,3°8 Ver1aine, Paut, 2.
J 307, 90, 138, r62,166- 16 7, 171, Poe, Edgar Allan, 71, 157, VIrgilio, 2. 6
Forster, E. M., 26-30, 70, 193,23 6,262-266,346 r62 331-336
l Vonnegut, Kurt, 131-133,
180, 263 Kalandra, Zavis, 188 Proust, l\iarcel, 33, 193 33°
Fowles, John, 60, 211-:n6, Keats,John, 57 Richardson, Dorothy, 75, 171 Waugh, Evelyn, z 3, 180, 27x-
21 5, 3 2 7, 3SI Keneally, Thomas, 318" Richardson, Sanmel, 44, 46- 275
Frayn, ÑIichaeJ, 43-49, Kingsley, Amis, 24, 178-184, 48, 161 vVeldon, Fay, 187. 2°3-210,
"FrC1.1d, Sigmun, 60, 3°2 Rousseau, J ean-Jacques, 44 110

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