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Si algo inspira las historias de Jairo Aníbal Niño es ternura. Sus palabras, que
relucen azules mientras se leen al galope del amor, son como caramelos, como
chocolates rellenos de anís por dentro. Cuando uno lee "La alegría de querer",
"Preguntario" o "Zoro" una frase, un párrafo, alguna imagen se niega a irse de
la boca de la misma forma como los caramelos se aferran a los dientes y los
rellenos de anís embadurnan los labios.
Después, cuando pasaron los días y ella se enamoró de otro niño, no tuve más
remedio que decirle enojado al terminar las clases que leyera atentamente
"Cómo no me vas a querer", de ese libro que le había regalado con el dinero
ahorrado durante ocho días al dejar de comer durante los recreos. Aún así,
cómo no agradecerle tantas cosas al Niño querido que dignificó con todos sus
libros la timidez y la ternura porque nunca dejó de reinventar el lenguaje como
lo hacen los niños cuando perfectamente en coro dicen que "el gato es una gota
de tigre" o que "la gaviota es un barquito de papel que aprendió a volar".
Alguna vez lo escuché decir que él soñaba con una educación libre, con escuelas
y colegios que no dependieran tanto de las listas de asistencia, de la nota y de
los logros que a veces no miden nada. Soñaba, por ejemplo, con que se repitiera
muchas veces esta escena: "Maestra, ayer no vine al colegio porque ayer me
enamoré" ¿Cómo sería? Para empezar, esta semana como un pequeño homenaje
a este hombre bueno, las escuelas no deberían tomar lista, no deberían hacer
exámenes, no deberían dar clases convencionales y cualquier excusa sería
válida para robarse un beso en una banca o en la biblioteca.
Se fue el hombre que cuando grande quería ser niño con su pelito y su bigote
blanco tan parecido al doctor "Chapatín". Se fue el angelito que tan bien ilustró
el martes Betto en El Espectador y quien vistió los últimos días trajes blancos
impecables porque a punto de cumplir 69 años, el 5 de septiembre, se había
hecho puro.
Di<logo
José: -----------
Tomás: “Caramba”
Tomás: ¡Vamos hacerlo de otra manera: Me da gusto verte aquí está noche!
José: ¡Jubilado!
Tomás: En serio, José, no tenemos mucho tiempo y los niños quieren saber que
harás de la vida?
José: ¡Claro, quiero escuchar consejos de Dios, para ir por buen camino!
Tomás: Buena pregunta, ¿José, pero sabias que hay uno niño en la Biblia que
escuchó la voz de Dios? ¿Crees que los niños puedan adivinar su nombre?
Tomás: Vamos, en serio, creo que si les damos la oportunidad. ¿Alguien sabrá
quien era aquel niño del Antiguo Testamento que escuchó la voz de Dios. ¿Quién
cree que lo sabe, su nombre empieza con las «S» Por supuesto, es Samuel,
¿pero, sabian que antes del nacimiento de Samuel, su madre, Hannah no podía
tener hijos?
José: Samuel
Tomás: Por favor, José, en ese tiempo no existía el televisor. Escuchó la voz de
nuevo y fue con Elias quien no había escuchado nada. Samuel escuchó la voz por
tercera vez. Y, ¿sabes lo que pasó?
Tomás: ¡No, José! ¡Claro Que No! Elias no le tiró ningún zapatazo a Samuel.
Tomás: ¡No! Mira, Elias le aconsejo que la próxima vez que escuchara la voz que
dijera: «Dime Señor yo te escuchó.
Tomás: Sí, y como Dios hablaba con él. Samuel pudo hacer muchas cosas
maravillosas en su vida.
José: Pues, eso es lo que yo deseo: ¿Cómo le hago para hablar con Dios?
Tomás: En verdad que siempre lo has hecho.
Tomás: Claro! Mira, Dios nos habla de muchas maneras. El nos habla cuando
asistimos a la iglesia, por medio de las escrituras de la Biblia, y por medio de los
canciones y alabanzas, y también por medio de la oración. Una de las razones
que Samuel pudo hablar con Dios fue porque él estaba en un lugar como una
iglesia. Si somos buenos cristianos y asistimos a la iglesia regularmente. Si
leemos la Biblia y oramos todos los días, nos daremos cuenta que Dios nos habla
de muchas maneras.
José: ¡No me párese bien! A mi me gustaría hablar directamente con Dios, para
así saber qué hacer.
Tomás: José, aunque no escuchemos a Dios del mismo modo que lo escuchó
Samuel, trata de recordar todos las maneras en que Dios se comunica diariamente
con nosotros, y mantente cerca de Dios en todo momento. Así, cuando tu vida se
termine, miraras hacía atrás y te darás cuenta como Dios te acompañaba en todo
este tiempo. Bueno, es tiempo de regresarte a tu maleta.
Jose: Hasta luego, ha sido muy divertido estar aquí con Uds.,¡ y ahora, me
meterás a esa odiosa maleta!