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Una verdad incómoda:

La complicidad empresarial en el conflicto armado

El reciente informe de Dejusticia, Cuentas Claras, constituye un valioso


insumo para la CEV (Comisión de la Verdad) en la develación de la
responsabilidad de las empresas en el conflicto armado colombiano.
PHILIP POTDEVIN*

El profesor Leopoldo von Recht me recibió en su oficina de una de las principales


universidades del país. Subí hasta el cuarto piso, sin ascensor, del viejo edificio
recostado contra los fríos cerros orientales de la capital, a cumplir una cita que por
momentos parecía clandestina. Recibí su llamada, el lunes por la mañana, a mediados
de marzo y me dijo, sin mayores explicaciones:
—¿Puedes pasar por mi oficina hoy al mediodía?
Su llamada me tomó por sorpresa, son pocas veces las veces que él me busca,
generalmente es al contrario, cuando soy yo quien va tras alguna información.
—Tengo un almuerzo con unos colegas, profesor. Pero dígame, ¿de qué se trata?
—No te vas a arrepentir. Cambia de planes. Aquí te digo. —Colgó y quedé pensativo.
¿Qué se traía entre manos el viejo profesor von Recht?
A él lo conozco hace más de treinta años, cuando emigró de la Alemania Federal tras ser
acusado, quizás injustamente, de ser agente encubierto de la Stasi, el órgano de
inteligencia de la República Democrática Alemana. Nunca se demostró nada, pero el
peligro sobre su vida lo obligó a buscar climas más benévolos de los que por entonces
azotaba las tierras germánicas la Guerra Fría. Aterrizó, una lluviosa tarde de abril, en el
vetusto terminal de El Dorado. Desde entonces no ha regresado a su patria unificada;
trabaja sigilosamente en un observatorio de paz auspiciado por una fundación alemana
de orientación progresista y la universidad donde fue acogido desde su llegada. De esa
época proviene su comportamiento con ciertos rasgos paranoicos, no desprovistos de
fundamento, en especial cuando vemos casos como el del agente Sergei Skripal,
recientemente envenenado, junto a su hija, supuestamente por los rusos, por haber
pasado información a los ingleses. El típico caso del agente doble. Las intrigas en el
espionaje, en definitiva, no son tema exclusivo de las novelas de Le Carré y Ludlum.
Cancelé mis compromisos del mediodía y la tarde y me encaminé al centro de la ciudad.
Llegué sobre las doce y media. El piso donde está ubicada su oficina, por ser hora de
almuerzo, carecía del habitual barullo de estudiantes, secretarias y docentes. Busqué su
oficina al final del corredor, la puerta estaba cerrada, golpeé, dos veces. De adentro
recibí la orden de seguir.
Encontré al profesor más enjuto y achacoso de lo que recordaba cuando lo vi la última
vez, hace unos meses, casi mimetizado detrás de su escritorio en el que se acumulaban
cerros y cerros de papeles en múltiples torres que, de lo altas, parecían mecerse en
precario equilibrio y amenazaban en cualquier momento colapsar en un estrepitoso
estruendo de papeles, polvo y pequeños residuos de comida que había diseminados por

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toda parte. Me senté y tuve que pararme de inmediato pues no podía ver al profesor
detrás de los rascacielos de documentos arrumados.
—Mira, amigo —dijo, con su pronunciado acento teutónico, rodando las erres
guturalmente— tú sabes que hay temas en el mundo corporativo y empresarial que son
tabú; el solo hecho de mencionarlos genera escalofríos. Existe la necesidad, por parte
de los empresarios, de volver la página rápido y saltar a otro tema de la agenda.
—¡Ah! —entendí—, me va a hablar de los escándalos por acoso sexual en las empresas?
¿Para eso me hizo venir hasta aquí profesor? —Carraspeé y tosí, bastante molesto. El
polvo acumulado en la oficina era insoportable. Se me va a alborotar la rinitis, pensé.
—No seas estúpido —dijo con la impostada naturalidad que los extranjeros usan
palabras gruesas en un idioma aprendido—. Te habló de cosas gruesas, de asuntos
jodidos. No me interrumpas, por favor. —Estaba sentado en la misma silla que le
conozco hace treinta años. De pie, escuché en silencio—: Es cómo si hubiera una ley del
silencio sobre el asunto: de eso es mejor callar. En muchas ocasiones es preferible
sacrificar, a través de un chivo expiatorio, a un puñado de ejecutivos, líderes o
empresarios involucrados en algún tipo de negocio oscuro, que poner a riesgo el
nombre, el patrimonio y la licencia social para operar de las empresas.
Me recosté sobre la pared para tener una mejor visión del profesor que me miraba por
encima de sus gafas para leer.
—La doble moral empresarial es evidente: por un lado, las declaraciones públicas de su
compromiso con la legalidad, la observancia de las normas y procedimientos estatales
y gubernamentales, el plegarse a altos estándares éticos y morales y, de otra parte, las
tenebrosas maniobras para evadir cualquier norma que comprometa o afecte su
principal y casi único ánimo: el de lucro.
—Eso lo sé, profesor. Yo mismo trabajé en ese mundo por muchísimos años. Salí
asqueado.
—Si, pero, más allá, de lo anterior, lo que no deja de ser reprobable, es cómo, en muchos
lugares del mundo, el sector empresarial, entendiendo por este, desde las empresas
unipersonales hasta las grandes corporaciones multinacionales, se involucran en las
guerras y los conflictos de los países donde operan.
—Es un secreto a voces, profesor.
—Sí, pero una cosa es que se rumore y otra que haya informes y documentos con esas
evidencias.
El profesor retiro de una de las pilas un documento grueso que sacudió con su mano
para enfatizar sus palabras.
—Está diciendo entonces —verifiqué—, que en Colombia se ha dado esa complicad
empresarial en el conflicto armado.
—Exactamente. —El profesor von Rechts me enseñó la carátula del informe—. Esto me
llegó ayer. Tiene fecha de febrero de 2018 y se llama Cuentas claras. El papel de la
Comisión de la Verdad en la develación de la responsabilidad de empresas en el
conflicto armado colombiano.
—¿Y quién lo elaboró?
—Gente sería. Un equipo multidisciplinario de investigadores colombianos, argentinos
e ingleses. La universidad de Oxford, la organización de Abogados y Abogadas del
Nordeste Argentino en Derechos Humanos y Estudios Sociales, y el Centro de Estudios
de Derecho, Justicia y Sociedad, DeJusticia, de Colombia.

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—Los conozco. Gente admirable. Y qué dice el informe. Me da escalofrío el solo
imaginarlo.
—Tienes que leerlo, pero te anticipo algunas cosas. Primero, que este informe debe
constituirse en un insumo esencial para direccionar y delimitar el mandato de la
Comisión del Esclarecimiento de la Verdad. Sabes que hay un Acto Legislativo, del 2012,
donde se ordena al Congreso la creación de una Comisión de la Verdad, y luego, en el
Acuerdo Final, tanto el de La Habana, como su revisión en el del teatro Colón, se retomó
el asunto dentro del capítulo de Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y
Garantías de No Repetición, la creación de una Comisión de Esclarecimiento de la
Verdad, la Convivencia y la No Repetición, la llamada Comisión de la Verdad o CEV.
—Sé que la Comisión está constituida. La pregunta es si va a tener los recursos y el
apoyo del gobierno que vendrá, ¡ay Dios!, para poder sacar a flote toda la verdad del
conflicto.
—Eso no lo sé, y no soy amigo de especulaciones, amigo; pero, bien, lo segundo que te
puedo decir es que aquí se dice, como podrás imaginarlo, que el asunto de la
complicidad empresarial no es exclusivo de nuestro país. Hay diecinueve casos
documentados de Comisiones de la Verdad, en países como Argentina, Brasil, Chile,
Ecuador, Sudáfrica, Peru, Kenia, Libera, que incluyeron al sector empresarial en los
ejercicios de verdad. Existe una base de datos, llamada la CATJ (Corporate
Accountability Transitional Justice Database). La base de datos incluye 1204 actores
económicos que actúan en 62 países, incluyendo Colombia. Las violaciones registradas
van desde el Holocausto nazi hasta el 2013.
—¿Y quién elaboró esa base de datos?
—Académicos de la Universidad de Oxford y organizaciones de la sociedad civil. La base
codifica casos en que los actores económicos han sido señalados de participar en graves
violaciones de los derechos humanos durante regímenes autoritarios y conflictos
armados en el mundo.
—Y sobre Colombia, de manera específica, ¿qué dice el informe?
—Te podrás imaginar…
—Que el sector empresarial está hasta el cuello involucrado en el conflicto.
—Sí, hay de todo: desde empresarios que actuaron individualmente, hasta grandes
emporios empresariales, nacionales e internacionales.
—¿Me puede dar nombres de estas multinacionales?
—Claro, están en el informe. Eso no es secreto. Allí se menciona el Banco Ganadero
(BBVA), Bavaria, C.I. Banadex S.A., C.I. Técnicas Baltime de Colombia S.A., Conserva S.A.,
Chiquita Brands International Inc., Coca Cola, Del Monte, Procesadora de leche S.A.-
Proleche (Parmalat). En la página 62 para ser exactos.
—Ahora entiendo por qué los grandes medios han ignorado la publicación del informe.
—Sencillamente no les interesa. Pero por fortuna está editado y colgado de la Internet.
Es de pública consulta.
—Sí, pero los grandes medios lo ignoran, y usted sabe cómo opera la opinión publica en
este país; solo atiende y escucha y consume lo que permite y filtra los conglomerados
económicos.
—Como lo de los escándalos sexuales, que es comidilla para el chisme. Claro, existen,
pero cosas más graves, como la complicidad empresarial en la violación de los derechos
humanos en el conflicto colombiano, de ello no habla nadie, ni los columnistas de

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opinión, ni los titulares de prensa, ni los noticieros, ni los periódicos. La verdad está allí,
solo que sepultada bajo millones de informaciones triviales, falsas, equivocas,
parcializadas.
—Hábleme de quiénes son esos empresarios de la guerra en Colombia, profesor
Leopoldo. De qué magnitud estamos hablando.
—Durante el proceso de desmovilización de las AUC, en el marco de lo que se conoció
como el proceso de justicia y paz, en las confesiones de los comandantes paramilitares
en versiones, libres, y en el desarrollo de los juicios, salieron a relucir los nombres de
empresas y empresarios, algunos de los cuáles fueron remitidos a la Fiscalía General de
la nación para que iniciara investigaciones.
—¿Y eso en qué va?
—La mayoría de estas investigaciones no ha ido más allá de la etapa de investigación
preliminar, y muy pocos casos han avanzado a la etapa de juicio penal.
—No me sorprende. ¿Y esta involucración, desde cuándo se puede rastrear?
—Desde el origen del paramilitarismo. Hay numerosos estudios, como el llamado
Guerra recicladas, de María Teresa Ronderos, que cuenta de cómo el origen del
paramilitarismo fue financiado, a principios de los años ochenta en Puerto Boyacá, en
el Magdalena Medio, por empresas como La Texas Petroleum Company, ganaderos y
comerciantes de la región. Después, la expansión del paramilitarismo se debió al
requerimiento de sus servicios por agricultores y ganaderos de otras zonas del país
como de la Costa caribe y los Llanos Orientales. En el libro de Gutiérrez Sanín y Vargas
Reina, El despojo militar y su variación, quiénes cómo y por qué, identificaron que
algunos de los jefes de los bloques paramilitares, eran a la vez, empresarios de las
regiones donde operaba el bloque, como el caso del ganadero y empresario Raúl Hasbú,
y el tristemente famoso Rodrigo Tobar Pupo, alias Jorge 40.
—¿Y de qué forma se involucran las empresas?
—Todo un abanico, desde la financiación a grupos paramilitares sino la contención de
los actores armados, la represión de protestas sociales de sindicalistas, activistas,
lideres comunitarios, defensores de derechos humanos o cualquier otro individuo que
etiquetaban de “guerrillero”. Por ejemplo, el Grupo de memoria Histórica documentó el
homicidio selectivo de 1227 líderes comunitarios, 1495 militantes políticos, 685
sindicalistas y 74 defensores de derechos humanos entre 1980 y 2012. Esto ha
continuado en la actualidad y se ha agravado en los últimos dos años con la reciente ola
de asesinatos a líderes sociales en la s regiones del país.
—es decir, estamos hablando de cosas espeluznantes, asesinatos, represiones,
despojos.
—Se pueden agrupar en cuatro categorías: primero acuerdos explícitos, segundo,
procesos de acción colectiva conjuntos, tercero, presencia en gran escala de miembros
de las élites en el personal dirigente de las estructuras paramilitares, pasaban de ser
empresarios a comandantes de grupos paramilitares), y cuarto, creación de
mecanismos explícitos que articulan el negocio de la actividad paramilitar.
—Es decir hay una correlación entre la actividad económica y el recrudecimiento de las
actividades paramilitares.
—Si, entre 1996 y 2007 es que se ven los picos más altos de complicidad empresarial
con los grupos paramilitares.; en esos mismos años es que hay más víctimas de

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desplazamiento forzado, de víctimas de abandono o despojo forzado de tierras y de
víctimas de homicidio.
—Perdón profesor, necesito sentarme. ¿Tiene un poco de agua?
La verdad todo esto me estaba haciendo sentir mareos y náuseas.
—Siéntese, mi querido amigo, yo ya estoy curtido, pero no dejo de impresionarme.
Venga le muestro estos mapas donde se ve un patrón geográfico en la concordancia
entre la complicidad empresarial y la intensidad del conflicto, en términos de graves
violaciones de los derechos humanos cometidos por los paramilitares, sobre todo en el
norte del país, como el Urabá, la Sierra Nevada de Santa Marta, los Montes de María, el
Oriente Antioqueño, el Magdalena Medio.
—Y esta complicidad se daba en todos los sectores, supongo, aunque seguramente más
en unos que otros, el agro, por ejemplo.
—En efecto, de un total de casi ochocientos menciones en versiones libres sobre actores
económicos, 220 pertenecen al sector de ganadería, 206 a bananeros y arroceros, 208
a comerciantes y 64 a empresarios y empresas de diverso tipo.
—¿Pero esa financiación era voluntaria o forzada?
—El 86% de la financiación era voluntaria, sólo el 13% era coaccionada, y uno por
ciento es indeterminada.
—Y los empresarios, ¿participaban de manera directa o indirecta?
—El 82 por ciento, de manera indirecta, el 14% de manera directa.
—¿Y qué tipo de violaciones de derechos humanos son frutos de esta complicidad
empresarial?
—El 65% se refiere a la financiación del conflicto, el 9% es desplazamiento forzado, 4%
son homicidios, el 2% de creación de grupo paramilitares, el 1% de apoyo logístico a
los paramilitares (como por ejemplo la facilitación de un helicóptero de la petrolera
Oxy, a los grupos paramilitares) . Hay un 19% de violaciones aun por determinar.
—¿Y las víctimas?
—El 85, son público en general, el 15% comunidades locales, el 0,2 sindicalistas y el 0,2,
opositores políticos.
—Y esos cómplices, ¿son empresarios nacionales o extranjeros?
—El 72% son nacionales, individuos, el 26% empresas domésticas y el 2%
multinacionales.
Eso era suficiente como para no indigestarme más con tanta información tan
reveladora. Necesitaba tiempo para digerir todos estos datos y cifras. Pero no quise
retirarme sin antes preguntarle:
—¿Y cuál es la conclusión de todo el informe, profesor?
—Hay 27 recomendaciones propuestas para que la CEV asuma su mandato de la mejor
forma. Estas recomendaciones se han dividido en cinco secciones, :1) lectura del
mandato, 2) diseño institucional, 3) metodología, 4) priorización de casos y 5)
recomendaciones al momento de finalizar el mandato.
Me despedí del profesor Rechts. Quería llegar a mi oficina para poder leer con detalle el
informe, pero el profesor, me entregó su copia, bastante subrayada y llena de
comentarios. Esa noche no dormí, pensando cuál será la suerte de este informe en la
CEV, así como la suerte de la CEV, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad.

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Fuentes citadas:
Dejusticia, Cuentas claras. El papel de la Comisión de la Verdad en la develación de la
responsabilidad de empresas en el conflicto armado colombiano, Creative
Commons Licence, Bogotá, febrero de 2018. Este documento puede ser
descargado gratuitamente en www.dejsuticia.org
Gutierrez Sanín, F. Y Vargas Reina,J. (eds). (2016) El despojo paramilitar y su varación:
quiénes, cómo y por qué. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.
Ronderos, M.T. (2014) Guerras recicladas: una historia periodística del
paramilitarismo en Colombia. Bogotá: Penguin Random House.

*Miembro del Consejo de redacción de Le Monde Diplomatique, edición Colombia. Escritor,


novelista, profesor universitario, periodista. Director de la colección “Ríos de letras” de Desde Abajo.

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