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Rodrigo Forés Vega

MUJER
SEXO FUERTE
La otra mirada
Mujer
sexo fuerte
RIL editores
bibliodiversidad
Rodrigo Forés Vega

Mujer
sexo fuerte

La otra mirada
612.6 Forés Vega, Rodrigo
F Mujer, sexo fuerte. La otra mirada / Rodrigo
Forés Vega. – – Santiago : RIL editores, 2010.

130 p. ; 21 cm.
ISBN: 978-956-284-731-5

1conducta sexual de la mujer. 2 salud de


la mujer.

Mujer, sexo fuerte


La otra mirada
Primera edición: mayo de 2010

© Rodrigo Forés Vega, 2010

© RIL® editores, 2010


Alférez Real 1464
750-0960 Providencia
Santiago de Chile
Tel. (56-2) 2238100ÊUÊ>ÝÊ2254269
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Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

“«ÀiÜÊi˜Ê
…ˆiÊUÊPrinted in Chile

ISBN 978-956-284-731-5

Derechos reservados.
Índice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Capítulo I
La mujer sana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Mujer: el sexo fuerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
El verdadero sexo fuerte: solo cuando la mujer está sana . . . . . . . . . 22
Aspectos que definen a la mujer sana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Historia de avances y descubrimientos de la mujer
como sexo fuerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

Capítulo II
La producción hormonal, eje de vida de la mujer sana . . . . . . . . . . 39
Desórdenes hormonales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Nociones mínimas del aparato genital femenino . . . . . . . . . . . . . . . 42
Ovario y hormonas, una relación fundamental. . . . . . . . . . . . . . . . . 46

Capítulo III
Falla Ovárica Parcial (F. O . P.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Definición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Clasificación de síntomas según edad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
Dificultades para interpretar f.o.p. y otra forma de observarla . . . . . 65
Cómo evaluar la presencia de f.o.p. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
Experiencias reales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74

Capítulo IV
En busca de una sexualidad femenina plena a través de la
producción normal de hormonas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Frenación hormonal o anovulación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Compensación hormonal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Dificultades de las mujeres con f.o.p. frente al sexo y la vida . . . . . 93
Cuadros infecciosos en la infancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Las mamas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
La menstruación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
La menopausia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
¿Es lo recurrente característica de sanidad? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Conductas de la mujer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
En camino a la sexualidad plena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Dos consecuencias ineludibles a propósito de la
cura de f.o.p.: la mujer sana y el mundo laboral . . . . . . . . . . . . . . 113
Violencia intrafamiliar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

Capítulo V
Experiencias para compartir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Mitos que dificultan el tratamiento de f.o.p. . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Cambiando la vida: historias destacadas de pacientes . . . . . . . . . . 119

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Esta es una nueva forma de mirar a la
mujer en su totalidad, definiendo lo que
significa ser mujer y las enfermedades
más frecuentes que las hacen perder
sus condiciones innatas. Es para mí un
enfoque de amor, admiración y respeto
por todas ellas. Avanzar en este conoci-
miento ha sido mi misión a lo largo de
toda una vida profesional.

Rodrigo Forés Vega


Introducción

ste libro es fruto de mis reflexiones con respecto a la salud


E de la mujer contemporánea y las consecuencias de perderla.
Esta circunstancia afecta tres aspectos centrales de su vida:

1. El equilibrio emocional.
2. La maternidad.
3. La sexualidad.

Después de más de treinta años de experiencia en el campo


de la ginecología y la sexología, siento la imperiosa necesidad
de compartir este conocimiento, en especial con las mujeres;
aquellos seres fantásticos que permiten la vida. Creo también,
que además de poner nuestra existencia al servicio de nuestros
semejantes, venimos a aprender, y si esto lo hacemos con pa-
sión, disciplina sin duda progresamos y sentimos la urgencia de
compartir lo que hemos aprendido.
¿Existe alguien que no se alegre cuando se ha reparado
algo que funcionaba mal? ¿Existe algún enfermo que no se ale-
gre al recuperar la salud? ¿Existe alguna persona que no disfru-
te sintiéndose bien física y emocionalmente?
Como el fenómeno de observar depende naturalmente de
cada observador, lo que haré es mostrar mi punto de vista mé-
dico respecto de la mujer.

11
mujer, sexo fuerte

Desde muy temprano aprendí a dudar de lo que me dije-


ron mis profesores. Comencé a cuestionarme y a formular mis
propias preguntas. Estas me llevaron más tarde a las primeras
grandes dudas sobre lo que hasta hoy ha tratado la medicina de
la mujer. Por esta razón, hoy propongo una mirada distinta con
respecto a la manera tradicional de observar la salud de la mujer.
A continuación presento el fruto de dichas observaciones tras
décadas de trabajo en el ámbito de la ginecología, y la sexología.
Esta investigación plantea los trastornos de la mujer desde
su infancia y ofrece las soluciones a problemas de salud, físicos
y mentales, propone que debido al desconocimiento del origen
de los trastornos sufridos por ellas se llega a un clima de desen-
cuentro entre hombres y mujeres; se altera la vida en pareja, la
vida familiar y laboral, y se frustran las legítimas aspiraciones
de bienestar y salud de las personas. Profundizaremos en los
trastornos que sufren muchas mujeres, los que no logran ser ex-
plicados ni tratados adecuadamente con los métodos conocidos.
Nos centraremos en el ovario y la producción hormonal
como las fuentes más importantes de la salud de la mujer. In-
troduciremos los conceptos de «mujer sana» y el de «Falla
Ovárica Parcial» (f.o.p).
Sin duda, los medios de comunicación han tratado de avan-
zar en un concepto tan loable como es el de sexualidad plena.
Los estímulos frente a lo sexual son de alguna manera despia-
dados y muy fuertes para hombres y mujeres sanos; pero tibios
y débiles para mujeres enfermas y hombres estigmatizados.
Hay muchachas que dicen, si esto es tan fabuloso ¿Por qué
gasto mi vida sin probarlo? Pero si están enfermas, las pruebas
se transforman en búsqueda, y la búsqueda en promiscuidad.
En esas circunstancias lo más probable es que, si está enferma,

12
introducción

no logre la sexualidad plena, y en cambio sí pueda adquirir una


disfunción sexual.
De mis observaciones surgen muchos cuestionamientos:

õ ¿Qué cantidad de mujeres que inician la vida sexual están


enfermas y no lo saben?
õ ¿Qué consecuencias tendrá esta situación en su vida futura?
õ ¿Cuántas mujeres no inician su vida sexual por es-
tar enfermas?
õ ¿Cuántas consultas a distintos especialistas en áreas rela-
cionadas con la psiquiatría, sicología, sexología, medicina
en general, o cuánta búsqueda en disciplinas esotéricas,
místicas y otras, se realizan por no conocer lo que voy a
desarrollar en estas paginas.

La cantidad de preguntas que uno puede formularse des-


de este conocimiento escapa sin duda a la magnitud de este
trabajo. Es realmente apasionante echar a volar la imagina-
ción para tratar de visualizar cuántos problemas de la socie-
dad moderna tienen su fundamento en el desconocimiento de
esta nueva mirada de la mujer que propongo. Y lo más im-
portante, ¿cuántas mujeres, hoy enfermas, y no conscientes de
ello, recibirían una respuesta desde esta mirada?
¿Cómo cambiaría nuestra sociedad si un número impor-
tante de mujeres enfermas fueran diagnosticadas y tratadas con
esta nueva propuesta terapéutica?
En un comienzo puede que este libro resulte demasiado
árido o técnico para algunos; sin embargo, a medida que avan-
za se va manifestando su contenido simple y accesible a todos
los lectores.

13
Capítulo I
La mujer sana
Mujer: el sexo fuerte
egún mi experiencia clínica, el sexo femenino es sin lugar
S a dudas el verdadero sexo fuerte. Una mujer sana está más
adaptada al mundo que cualquier hombre. Tiene la fuerza y po-
see la capacidad de resolver todos los problemas que enfrenta,
y manifiesta un comportamiento excelente en cualquier función
que desempeñe. La mujer sana es la que permite que se genere
y se perpetúe la vida. Es el pilar fundamental en la relación fa-
miliar y de pareja, permitiendo que esta se desarrolle en forma
plena. Basta observar el destino de la mayoría de los hombres
solos para darse cuenta de la diferencia en este punto. Además,
desde una perspectiva netamente biológica e instintiva la mu-
jer lleva la delantera. La mujer es la que manda en la relación
sexual. Ella es la que determina los tiempos y las frecuencias.
La mujer, en el período de plena producción de hormonas,
entre la pubertad y la menopausia es indiscutiblemente más
fuerte que su compañero. Hay múltiples estadísticas que de-
muestran que la mortalidad por infartos de corazón, cerebrales,
muertes por cánceres y otras patologías es mucho más frecuente
en hombres que en mujeres en esta etapa de la vida. Posterior a
la etapa de la menopausia, y en mujeres que no son tratadas con
hormonas, estas cifras tienden a equipararse.
En cualquier reunión de gente de tercera edad, el número
de mujeres es siempre más del doble del número de hombres. La
mujer tiene más sobrevida que el hombre en relación al tiempo
de vida de ambos sexos.

17
mujer, sexo fuerte

Es innegable que en la naturaleza, mientras más aprende-


mos de ella más comprobamos que las cosas están bien hechas
y nadie podría pensar que es más duro lo que se le ha asignado
al hombre como género, que lo que le toca vivir a la mujer.
Lo que observaba en el hospital y en mi consulta, después
de examinar y conocer las trayectorias personales de tantas mu-
jeres, me indicaba que la mujer era el sexo fuerte, pero… ¿es
realmente el sexo fuerte?
Pronto mis observaciones me dieron una respuesta afir-
mativa a tal cuestionamiento. He aquí algunos de los puntos
en que reparé para concluir que definitivamente la mujer es el
sexo fuerte.
Más longevas. El primer dato objetivo, incuestionable, que
tomé en cuenta es que la mujer es más longeva. Eso era indis-
cutible. Casi no había necesidad de demostrarlo. Pero por si
alguien necesitaba pruebas, una estadística que circulaba en-
tonces por las aulas me indicó que nueve de cada diez personas
que llegan a los 100 años son mujeres.
Más capacidad de sobrevivencia. No sólo cumplen más
años que los hombres cuando a ambos les llega la vejez. Cuando
nacen también son más fuertes. Una investigación realizada en
Estados Unidos estudió a 6.500 bebés nacidos prematuramente
y, por consiguientes, con bajo peso. A los 3 días los varones
estaban mucho más complicados que las niñas. Sus pulmones,
por ejemplo, eran más débiles y necesitaban ayuda para respi-
rar. Cuatro meses después, uno de cada cuatro varones había
muerto. Sin embargo, sólo una de cada siete niñas había tenido
un desenlace fatal.
No me hacía falta recurrir a estadísticas tan lejanas y ri-
gurosas para darme cuenta de la mayor capacidad de sobrevi-

18
capítulo i: la mujer sana

vencia de las bebés sobre los niños. Mi experiencia hospitalaria


diaria me indicaba que los varones tenían una tasa de mortali-
dad superior a la de las niñas.

Más capacidades prácticas y sociales que el hombre


Llegué a la conclusión, en coincidencia con aquellos que
sostienen que la mujer domina mejor que el hombre la agresi-
vidad, que tiene más desarrollada la sociabilidad y que su re-
sistencia al estrés es mayor. Además, las mujeres son mejores
comunicadoras, tienen mejor audición, más destrezas con las
manos, pueden realizar más de una tarea en forma simultánea,
tienen más desarrollada la inteligencia emocional, mejor vista
periférica, perciben mejor el lenguaje corporal, los mensajes no
verbales y tienen mucha más capacidad que los hombres para
captar los detalles. Hasta estoy de acuerdo con aquellos que
dicen que la mujer es mejor empresaria que el hombre. También
pienso que la maternidad hace mejorar a las mujeres el tacto, el
olfato, la memoria y su capacidad de aprendizaje, colocándolas
en todas estas materias sobre el hombre.
Tienen más capacidad sexual. La mujer no necesita descan-
sar entre cada acto sexual. El hombre sí. La mujer puede tener
orgasmos múltiples. El hombre no.
Además, la mujer es capaz, en este terreno, de usar «arti-
mañas» con el macho con tal de conseguir el fin de la mater-
nidad. Es también la que regula el ritmo y la frecuencia sexual
en una pareja. Ella, normalmente, tiene la llave y el dominio en
esta materia.

19
mujer, sexo fuerte

Poseen la fortaleza del instinto maternal,


poderoso e incuestionable
Poseer este don maravilloso, vigoroso, y hasta heroico, sig-
nifica que todo el organismo femenino se manifiesta en función
de ese regalo de la naturaleza. Y cuando digo que es todo el
organismo, incluyo tanto los aspectos físicos como los psico-
lógicos. Por eso, la mujer está reforzada de poderes extras en
todos los planos. El cerebro, la emotividad, la parte sicológica
y todos sus órganos físicos reciben dosis extra de beneficios,
de asistencia y de apoyo, lo que hace a la mujer más fuerte y
más importante.
Tan constituida, tan preparada, tan «confeccionada» está
la mujer para la maternidad que la oxitocina, una hormona
producida por las neuronas encargadas de ello para facilitar el
parto, no sólo cumple con esa función, sino que desencadena
múltiples beneficios que posteriormente van a influir en la con-
ducta materna. Capacidades como las sensaciones de euforia
y recompensa que le producen los hijos, así como inhibición
a la capacidad de crítica a sus retoños y el amor incondicional
hacia ellos, tienen una base cerebral y ahí la oxitocina juega un
rol decisivo.

Citas y refranes que refuerzan a la mujer


como sexo fuerte
Hay citas y refranes que recuerdo con mucho cariño, por-
que de una manera divertida, ingeniosa y hasta pedagógica,
reflejan y confirman que en materias realmente importantes
para el curso de la humanidad son las mujeres las que llevan
las riendas.

20
capítulo i: la mujer sana

Algunas de ellas son:

õ «En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones».


õ «El hombre reina y la mujer gobierna».
õ «Casa sin mujer y barco sin timón lo mismo son».
õ «Dios hizo a la mujer frágil para el hombre, pero fuerte
para la vida, e hizo al hombre fuerte para la mujer pero
frágil para la vida».
õ «Nuestra sociedad es masculina, y hasta que no entre en
ella una mujer no será humana».
õ «La naturaleza ha preparado mejor a las mujeres para ser
madres y esposas que a los hombres para ser padres y ma-
ridos» (los hombres tienen que improvisar).

¿Por qué era tan importante precisar que la mujer es el


sexo fuerte? ¿Por qué este punto era tan decisivo, tan determi-
nante para el nuevo enfoque, para la nueva mirada que a partir
de mi práctica iba teniendo sobre la medicina?
Porque, si por alguna circunstancia una mujer dejaba de
ser el sexo fuerte, significaba que algo decisivo andaba mal en
ella. Que una mujer no ejercitara, que no profesara, que no hi-
ciera uso de su fortaleza natural podía ser muy revelador. Podía
ser síntoma manifiesto de una enfermedad.

21
mujer, sexo fuerte

El verdadero sexo fuerte:


solo cuando la mujer está sana
Por años, las observaciones me decían que si una mujer no
ejercía de mujer, otorgándole a ese vocablo su más hondo signi-
ficado y su más largo alcance, quería decir que estaba enferma
y debía someterse a un tratamiento clínico.
Llegué a la conclusión de que si bien es cierto que algu-
nas de estas mujeres podían presentar problemas psicológicos
u otros síntomas, que daban para mil diagnósticos diferentes,
no se sacaba nada con tratar la manifestación última del mal.
Había que ir al origen de todo ese desarreglo para mejorar las
demás manifestaciones. Y el origen está en un órgano que es el
motor de todas las mujeres, que cuando está dañado, repercute
en la capacidad de rendimiento de ellas. Reparado el mal, co-
rregida la insuficiencia, subsanado el problema, los demás sín-
tomas desaparecen como en un efecto dominó.
En el epicentro del cuerpo femenino residían unos órganos
que eran su verdadero motor. Lo curioso era, que siendo tan
importantes los ovarios pasaban un tanto inadvertidos. Medio
ocultos, algo inaccesibles, aparentando modestia, calladamente
camuflaban y enmascaraban infecciones que no se detectaban.
Una vez especificado que la mujer es el sexo fuerte, comen-
cé a darle vueltas a otro concepto: definir qué se entiende por
mujer sana.
Tan importante es el tema que si me tocara ser maestro de
estudiantes de medicina, partiría precisando esta noción. En la
primera clase comenzaría diciendo: «muchachos y muchachas,
jóvenes estudiantes, futuros médicos vamos a establecer las
características que debe tener una mujer para ser considerada

22
capítulo i: la mujer sana

plenamente sana. Posteriormente iremos analizando las causas


que consiguen sacarla de ese estado. Luego describiremos las
enfermedades. Si no determinamos esto, nunca podremos tener
una claridad precisa de lo que es una mujer sana y una mu-
jer enferma».
Construir este concepto -el de mujer sana– me costó bas-
tante. Fué muy difícil establecerlo, ya que el tema no sólo com-
promete las causas de algunas enfermedades ocultas, indocu-
mentadas, que afectan a la mujer y también las consecuencias
que esto trae. Además cómo esas consecuencias son interpreta-
das a la luz de las enfermedades, por las distintas disciplinas de
la medicina.
Para mí era importante definir el concepto de mujer sana,
que es muy diferente a lo que se ha considerado por siglos.

Mujer sana
Yo pienso que históricamente se ha considerado sanas a
mujeres que no lo estaban y que, de esta manera, se les ha exigi-
do rendimiento de sanas, sin saber que estaban enfermas, a mu-
jeres que no tenían esa condición. Por lo tanto, no podían ren-
dir como mujeres sanas, ni menos cumplir con los roles propios.
En el nuevo concepto de mujer sana reuní las potenciali-
dades que le son propias a todas las mujeres que gozan de ese
estado, que no son pocas, y por las que, como hombre, no pude
dejar de sentir más que admiración, ya que como se ha señala-
do antes, ellas fueron abundantemente dotadas de condiciones
extraordinarias para cumplir a cabalidad los roles que les fue-
ron asignados.
El tema fundamental para mí siempre fue rescatar la im-
portancia del ovario para la mujer y cómo podía avanzar en el

23
mujer, sexo fuerte

proceso de conocimiento íntimo de su función. El ovario que


funciona mal se transforma en el protagonista fundamental
de la gran cantidad de enfermedades de nombres diversos, que
afectan la función femenina en numerosos aspectos, relacio-
nados con los roles propios de la mujer, y que se ven compro-
metidos en mayor o menor grado cuando su funcionamiento
no es adecuado.
Es notable la cantidad de mujeres enfermas que sin saberlo
se «camuflan» con las realmente sanas. Ellas están siendo es-
tigmatizadas con una serie de condiciones propias de la mujer
normal, pero la verdad no es así. Cuando tuve la oportunidad
y después la osadía, de mejorar a alguna de mis pacientes, to-
dos aquellos síntomas de la mujer tradicional desaparecieron
por arte de magia. Es una paradoja, la mujer sana es la que no
cuadra, porque la mujer en general es vista siempre con inesta-
bilidades de todo tipo, y la mujer sana pasa desapercibida. En
todo caso, toda mujer, en algún momento de su vida, en mayor
o menor medida, presenta síntomas de alteraciones hormonales
porque está expuesta a muchos cambios durante su vida, la cri-
sis neonatal, puberal, a la crisis de cada uno de sus embarazos
y a la crisis menopáusica, que son propias de la mujer. Y a esto
se agregan los desórdenes hormonales que, sin ser propios, son
muy frecuentes. Así, es fundamental tener claramente definida a
la mujer sana, para diferenciarla de los distintos niveles o gra-
dos de enfermedad. Mi trabajo de años me llevó ha definir a la
mujer sana y distinguirla de aquellas que no lo están.
Ahora, ¿cuándo una mujer está sana? ¿Se podrán estable-
cer parámetros objetivos y universales para diagnosticar que
una mujer está sana? ¿Se podrá considerar al aparato reproduc-
tor de la mujer como un todo, como una unidad y no como se

24
capítulo i: la mujer sana

está haciendo, que se le «desposta» por piezas? ¿No habrá un


hilo conductor entre lo fisiológico y lo psicológico? ¿No estarán
directamente relacionados los órganos sexuales con la sexuali-
dad? ¿No estarán mucho más conectados de lo que se piensa
los ovarios y las mamas, por ejemplo?
Establecer entonces qué era una mujer sana o cuándo una
mujer era sana me pareció fundamental. Decisivo. Precisar qué
era una mujer sana era una de las Madres de todas las Batallas
que había que ganar, porque me di cuenta tempranamente que
la luz que arrojaría la definición de este concepto impediría las
confusiones y alumbraría las zonas que permanecían oscuras.
Mi experiencia profesional me indicaba que no todas las
mujeres rendían sexualmente igual, y sin embargo a todas se les
exigía lo mismo. Pero ¿por qué no todas rendían igual? ¿Sería
que unas estaban sanas y las otras no?
Detrás de estas interrogantes, como un telón de fondo cada
vez más visible, más invasivo y más molesto, surgía el cuestio-
namiento a la medicina que yo y los demás médicos aplicába-
mos. ¿Se estaban solucionando los problemas en forma com-
pleta o solo se estaban dando respuestas muy sintomáticas a los
motivos de las consultas?
Reparé en la importancia que implicaba establecer que la
mujer es el sexo fuerte, porque así podía continuar avanzando
en mis observaciones sobre el organismo de la mujer. Me daba
sentido, descifraba y hacía coherentes muchos de los conoci-
mientos nuevos que me iban apareciendo. Era el puntapié ini-
cial para romper con una inercia paralizante.
Sin tener desarrollado este concepto de sexo fuerte, era cla-
ro que el camino se enredaría. Entraría pronto en mí una nueva
visión clínica en una zona repleta de curvas y de señalizaciones

25
mujer, sexo fuerte

contradictorias. No tendría una explicación científica a una se-


rie de fenómenos que sólo se producen en la mujer, sobre todo
en la época que es fértil. Sin embargo, se esclarecía la posibili-
dad de que la naturaleza hubiese dotado a la mujer de un sitial
preponderante, único, que le trasmite una fuerza interna desco-
munal y unas propiedades portentosas, casi milagrosas. Una se-
rie de manifestaciones que yo iba detectando en el cuerpo de las
mujeres aparecían con mucha nitidez. No sólo eso. Además, un
campo rico, amplio y abierto se abriría para seguir explorando.
La misión, no menor, sino al contrario gigantesca de con-
servar la especie, necesariamente la tenía que dotar, por parte
de la naturaleza, de condiciones muy superiores o muy diferen-
tes a las del macho. Tenía que ser necesariamente el sexo más
fuerte o el más preparado para la misión más importante que
tiene cualquier especie animal: la reproducción. Y si era el sexo
más fuerte porque estaba llamada a perpetuar o a conservar
la especie, entonces muchos principios que se aplicaban en la
medicina con respecto a la mujer debían variar radicalmente.
Uno de ellos, fundamental para avanzar en una nueva mirada
clínica, era que a la mujer no se la podía «trozar por piezas»,
era una unidad. Todo funcionaba interconectado para cumplir
su fin. No se podían examinar aisladamente sus órganos como
si no tuvieran nada que ver el uno con el otro. Que si uno de
ellos se enfermaba, no necesariamente la solución estaba en tra-
tar sólo a ese órgano dañado. Había que ir a las causas de esa
complicación y no a las consecuencias.

26
capítulo i: la mujer sana

Aspectos que definen a la mujer sana


Para definir mujer sana recurriré a tres aspectos, a mi jui-
cio, relevantes de las potencialidades propias de las mujeres y su
relación en el transcurso del tiempo. Ella está sometida a múlti-
ples crisis hormonales, propias de su ser que llevan a potenciar
o complicar estos tres aspectos.
Al nacer la mujer, por venir de otra mujer, viene muy im-
pregnada de hormonas femeninas, que le serán propias durante
toda la vida y que son la causa de la crisis hormonal neonatal.
Posteriormente, el ovario entra en un ciclo de calma, que se
vuelve a activar con la pubertad, la que una vez realizada logra
los cambios que la acompañaran durante su vida. Posterior-
mente es sometida a niveles hormonales cambiantes y estabi-
lizantes durante los ciclos menstruales, si estos son normales;
para volver a cambiar con la crisis hormonal de cada uno de
sus embarazos (sin considerar en esta relación los cambios que
podrían agregar las enfermedades, que alteran la función del
ovario y su producción hormonal), para terminar en la meno-
pausia, su última crisis, cuando paulatinamente irá disminuyen-
do en forma permanente la producción de hormonas.
Es difícil pensar que la mujer, por estar sometida a estos
cambios, no tenga los mecanismos de regulación que le permi-
tan de alguna manera balancear estos desequilibrios hormo-
nales. Es esta suma de múltiples variables lo que complica el
concepto que quiero presentar.
Los tres aspectos que definen a mujer sana son:

1. Estabilidad emocional a toda prueba.


2. Maternidad plena.
3. Sexualidad plena.

27
mujer, sexo fuerte

1. Estabilidad emocional: quien la posee cumple en


forma natural con todo lo que significa ser mujer en cualquiera
de las etapas de su vida. La mayor dificultad para comprender
este concepto de estabilidad emocional radica en que las que ha-
cen más ruido con toda la sintomatología de inestabilidad son
las que están más enfermas. Tienen múltiples consultas con di-
ferentes especialistas y, por el hecho de que no están verdadera-
mente identificadas las sanas de las enfermas, consideran la ines-
tabilidad emocional como inherente a todas las mujeres. Resultó
una experiencia importantísima poder recoger los dichos de mis
propias pacientes, quienes manifestaban que cuando, después de
tratadas hormonalmente funcionaban bien y todas las cosas que
sentían antes de tratarse, se transformaron de inestabilidad «tan
propia de las mujeres» en la estabilidad emocional real.
Lo más común es escuchar que las mujeres son difíciles
de entender y «que sólo hay que quererlas», lo cual revela el
pensamiento generalizado: que ser inestable es propio del ser
mujer. Existe bastante literatura al respecto. En los libros actua-
les, donde se profundiza en las características psicológicas de la
mujer y las dificultades que experimenta para poder realizarse
en la relación de pareja, reiteradamente se analiza lo impor-
tante que es para la mujer el aspecto emocional, los sentimien-
tos. El clima del encuentro y la gran cantidad de requisitos que
necesita una mujer para estar dispuesta a una relación sexual,
requisitos que, a veces, parecen imposibles de satisfacer por un
mortal común y corriente.
Sin embargo, creo que poco se menciona la importancia
de los desórdenes hormonales como causa fundamental de los
trastornos femeninos, y la incapacidad para enfrentar una rela-
ción sexual plena. Entonces pienso que lo que deberíamos eva-

28
capítulo i: la mujer sana

luar primeramente es el funcionamiento del ovario, ya que en mi


experiencia, después de tratar mujeres con serios desequilibrios
emocionales, trastornos de pareja y profundos trastornos de per-
sonalidad, estos desaparecieron después de tratar su función ová-
rica alterada, cuya causa generalmente era la falta de deseo sexual
que motivaba un clima de tensión en la pareja y se transmitía a la
familia. Luego del tratamiento todo mejoraba como por magia.
Tremenda fue mi sorpresa cuando descubrí que aquellas teo-
rías de la mujer como ser en extremo inestable no eran inherentes
al ser mujer. Por el contrario, como me referiré más adelante con
los testimonios de ciertas pacientes, las mujeres con niveles hor-
monales correctos, propios de una buena función ovárica, eran
tremendamente estables, fuertes y sólidas. Todos hemos admira-
do a mujeres que tienen estas características, y aunque no sean
mayoría, no significa que esta no sea su condición normal.

2. Maternidad: Maternidad es poder ser madre y de-


sarrollar, sin dedicación exclusiva a los hijos, sus otros roles,
en el trabajo, como pareja, en la red social y en todo lo que le
toca participar. La mujer posee una energía envidiable. Puede
estar en distintos planos y con la misma motivación y entrega.
Mientras más sana se encuentre, mejor será su desempeño. Su-
cede, por el contrario, que cuando la mujer posee algún grado
de enfermedad , f.o.p., su energía positiva es poca, se concentra
en uno de sus roles quedando los demás rezagados y expuestos
a sus cambios de humor, con las nefastas consecuencias para
los seres que forman su círculo de relaciones, sean éstos pareja,
hijos, parientes, amistades, colegas, etc.
Los cambios hormonales propios de la sobreproducción
hormonal que trae el embarazo preparan a la mujer fisiológica,

29
mujer, sexo fuerte

afectiva y psicológicamente para cumplir el rol que la natura-


leza le asigna. Por lo tanto, ya sea sana o enferma, la mujer
cumplirá este rol. El embarazo más la producción de hormonas
placentarias, son garantes de esta situación. Al salir la placen-
ta en el parto, la mujer termina con la abundancia hormonal.
Debido a esta situación, las que se embarazan con problemas
de carencia hormonal suelen caer en depresiones post-parto.
Algunas acuden a sexólogos y comentan que durante el emba-
razo han logrado sus primeros orgasmos, lo que es una clara
constatación de f.o.p.; puesto que la suma en la producción
hormonal del ovario y la placenta logran lo que el ovario enfer-
mo no había logrado con anterioridad.
Sucede muchas veces en mujeres enfermas que, cuando lle-
ga el primer hijo, la relación matrimonial se deteriora. Comien-
za a surgir una relación enfermiza con el hijo. Esta relación se
vuelve tan absorbente que deja de lado sus demás roles.

3. Sexualidad plena: Sexualidad plena es disfrutar


completamente y sin restricciones de esta función básica, es-
timulante y gratificante del ser humano. Es imposible negar la
importancia que tiene para la pareja una vida en común con
una sexualidad plena. Por supuesto, considerando los altos
y bajos por los que atraviesan las personas en sus relaciones
sexuales. Este es un asunto que no se puede cuantificar; sin em-
bargo, cuando se hace el balance, es importante que este sea
satisfactorio para ambos; pues se trata de una energía necesaria
para el cabal funcionamiento de la pareja. La sabiduría popular
tiene un dicho difícil de refutar: «Todos los problemas de pareja
se solucionan en la cama».

30
capítulo i: la mujer sana

La sexualidad es la forma más completa de comunicación


entre los seres humanos: involucra un compromiso de perfor-
mance con la pareja que lleva implícito los recuerdos, el respeto
a los tiempos de cada uno, gestos y movimientos, gustos per-
sonales, experiencias anteriores, caricias y otros que logran la
común-unión entre ambos. Yo creo que esta es la única forma
de valorizar la sexualidad correctamente. La pareja que disfruta
sexualidad plena garantiza la fidelidad, el crecimiento personal,
el afecto y hasta la dependencia mutua, otorgándole solidez al
vínculo. Evidentemente, la mujer que no está hormonalmente
sana, no puede cumplir con este rol, pues su organismo no se lo
permite. El placer se convertirá en dolor, y/o frustración, puesto
que fallará la lubricación, el adecuado tamaño de la vagina, la
impregnación hormonal cerebral, el deseo, la sensibilidad de la
piel y sus órganos genitales. Es muy difícil, por no decir imposi-
ble, que una mujer con f.o.p. pueda cumplir con este rol.
La mayor dificultad que encontré en las miles de consultas
sobre sexualidad, me hizo ver que nadie tenía claro qué era
una sexualidad plena. Muchas mujeres en su primera consulta,
cuando les preguntaba sobre deseo y placer en sus relaciones
sexuales, me confesaban que eran normales, pero después de
tratadas, cambiaban y me decían que antes de tratadas lo pasa-
ban mal o más o menos, pero creían que así debía ser.
Con el fin de ilustrar las situaciones, las clasifiqué en cua-
tro categorías.

1. La que generalmente decía que no y si aceptaba lo pasaba


muy mal.
2. La que decía «bueno ya», y no lo pasaba tan mal.
3. La que decía «bueno ya y lo pasaba más o menos.

31
mujer, sexo fuerte

4. La que «pellizcaba la fruta». En otras palabras, la que to-


maba la iniciativa y lo pasa de miedo.

Claramente, después de las confidencias de numerosas pa-


cientes, las sanas son sólo las que «pellizcan la fruta».
El problema en la sexualidad era generalmente la falta cró-
nica de deseo que motivaba un clima de tensión en la pareja y se
transmitía a la familia. Mejoradas, los problemas se acababan y
ellas cambiaban de categoría.
Debo recalcar también que si bien Freud abrió una gran
ventana para estudiar las causas de las enfermedades mentales
de las mujeres en general, en mi opinión hasta la fecha hemos
pasado por alto el verdadero origen de las enfermedades que
han padecido las mujeres, creyendo que la respuesta está en la
psiquis, sin saber que el problema inicialmente ha sido siempre
orgánico; es decir, un déficit de producción hormonal.
La mujer que se aleja de estas tres premisas fundamenta-
les, o no puede cumplir con ellas, o manifiesta algún grado de
dificultad en alguna, o en todas, es una mujer que debe ser con-
siderada como enferma, puesto que no puede cumplir con lo
esencial de ser sana.
Por distintos motivos o intereses, de tipo religioso, moral,
económico, educacional o laboral, se puede posponer materni-
dad y sexualidad, aunque la mujer esté potencialmente apta. En
muchas mujeres surgen dudas que las atormentan seriamente y
se preguntan si serán capaces en su momento de cumplir con
sexualidad y maternidad, ya que la estabilidad emocional senci-
llamente la tienen o no la tienen. Todo esto me lleva a pensar que
la mujer, para estar sana, debe cumplir estos roles a su completa
satisfacción, y en forma interrelacionada, puesto que es difícil

32
capítulo i: la mujer sana

pensar que una mujer sea una buena madre si tiene trastornos
en su estabilidad emocional. Incluso pudo haber sido madre
por accidente, graficando una niña con terribles irregularidades
menstruales, con serios trastornos en su desarrollo personal y
nula sexualidad, o que haya sido hasta violada y fecundada, y
haya continuado adelante con su embarazo; es difícil que en
estos casos pueda cumplir a cabalidad con todos sus roles.
El desconocimiento del concepto f.o.p., que describiré más
adelante, impide ver a la mujer sana, y ha provocado que mu-
chas mujeres hayan vivido la vida pensando o creyéndose sanas,
estando, no obstante, enfermas, y han recurrido a todas sus re-
servas físicas, morales, religiosas y económicas para sobrevivir,
tratando de cumplir los roles que entienden como propios, con
la tremenda dificultad de no tener desarrolladas las facultades
para ello, por estar sin una producción hormonal completa.
Es difícil pensar, dada la maravilla de la naturaleza, que el
género femenino, en una gran mayoría, fue condenado a vivir
con desórdenes hormonales. Esto involucra una serie de sínto-
mas y signos que, por ser frecuentes las mujeres, prácticamente
los han asumido como parte natural de su condición de mujer, y
han convivido cotidianamente con ellos. Además, en este mun-
do globalizado y exigente tienen el consuelo de que muchas
padecen los mismos males, y terminan por aceptar aquellos sín-
tomas como inherentes a su condición de ser, y piensan que
los nuevos tratamientos que surgen en el mundo les asegurarán
respuestas definitivas y eficaces a sus trastornos «normales».
Después de haber tratado por años a muchas mujeres que
estaban enfermas, y luego de haber escuchado los cambios
que conseguían después de mejoradas, he podido cambiar el
concepto para evaluar a estas mismas mujeres, pero desde una

33
mujer, sexo fuerte

perspectiva diferente, pues ellas mismas me han ido mostrando


con qué facilidad pueden cumplir plenamente estos roles que
hoy uso para definir a la mujer realmente sana.
Por otra parte, las mujeres enfermas desconocen los están-
dares de bienestar que pueden dar cuenta de una mujer sana,
pero cuando son experimentados, luego de ser sometidas a tra-
tamiento, ellas logran esos niveles de bienestar en su estabilidad
emocional, en su maternidad y sexualidad.
Doy gracias a las pacientes que me han mostrado lo que
hoy describo, quienes a su vez no se cansan de agradecer lo que
se ha hecho en su favor. Las afirmaciones más frecuentes que
escucho son: «doctor, me cambió la vida», «qué habría sido de
nosotros sin usted», y otras del mismo estilo.

Historia de avances y descubrimientos de


la mujer como sexo fuerte
Pronto en mi carrera surgieron interrogantes médicos que
se convertirían inmediatamente en apasionantes desafíos. Me
empezaba a incomodar el tradicional enfoque que de manera
más o menos general estaba aplicando la medicina. Por ello,
empecé la búsqueda de soluciones más globales, duraderas y
efectivas, y no sólo a contentarme con atacar y solucionar los
síntomas que planteaban mis pacientes. Reducirse sólo a eli-
minar los síntomas no erradicaba el problema, no mejoraba
de verdad a las pacientes; sus alivios eran momentáneos. Re-
aparecían los mismos síntomas anteriores una vez que el tra-
tamiento se suspendía, generalmente, más temprano que tarde.
Lo que había que hacer era investigar la causa que provocaba
esas molestias.

34
capítulo i: la mujer sana

Así, para eliminar así la raíz del problema, empecé a distan-


ciarme de los parámetros que se estaban usando para evaluar
a las enfermas y comencé a buscar instrumentos más mensura-
bles, más tangibles y más sólidos.
Fui descubriendo que había que aumentar el universo de
síntomas y así ocupar una mayor cantidad de variables que estu-
vieran más en consonancia con el complejo funcionamiento que
tiene una mujer. Empezaría la exploración de caminos nuevos
y novedosos para resolver problemas que, hasta ese momento,
ni siquiera eran tratados como tales. Comenzaría a descubrir
materias que nunca me enseñaron. Es más, que ni siquiera me
las insinuaron. Aplicaría un ejercicio de replanteamientos cons-
tantes para no estacionarme, para no quedarme dormido.
La dificultad para analizar el comportamiento de los seres
humanos a pesar del desarrollo tecnológico alcanzado, y dada
la complejidad del ser humano, nos obliga a involucrar aún más
nuestro compromiso científico.
Con estas premisas, y por ser ginecólogo dedicado a la
sexualidad femenina, y manteniendo la inquietud de mis prime-
ros años de ejercicio profesional, me fui cuestionando en forma
permanente, «por qué esto», «por qué aquello», «por qué lo
otro», tanto así que en mi época de estudiante de medicina, un
querido profesor me catalogó de ecléctico y me dio las nociones,
que junto a mis valores, hicieron que me dedicara, sin mucha
pasión en un comienzo a ésta, hoy, muy querida especialidad.
Me concentré entonces en los trastornos hormonales. Las
interrogantes que me surgían desde el ejercicio profesional y
que en un principio no encontraba respuesta eran entre otras,
las siguientes:

35
mujer, sexo fuerte

õ ¿Por qué nadie se inquieta por un papanicolau inflamato-


rio inespecífico?
õ ¿Por qué a nadie le preocupa que haya pacientes que pier-
den líquido vaginal permanentemente y que se acepte como
algo natural o normal?
õ ¿Qué pasa con la mujer que le diagnostican un trastorno
hormonal y queda sin respuesta médica?
õ ¿Qué hace una mujer después que le diagnostican que tiene
hipoplacia genital o «útero infantil?».
õ ¿Que pasa con una mujer que tiene ausencia de deseo sexual
y le dicen que es lo más complicado y difícil de tratar?
õ ¿Qué explicación tiene una frigidez, anorgasmia, vaginismo
o dolor en el acto sexual, en el momento o al día siguiente?
õ ¿Qué consecuencias tiene para la mujer el exceso o falta de
tamaño de sus mamas?
õ ¿Qué pasa con aquella mujer de la que ya nos acostumbra-
mos a decir «no la pesques, anda idiota»?
õ ¿Qué pasa con aquella creencia que justifica un com-
portamiento inadecuado de la mujer debido a su perío-
do menstrual, síndrome premenstrual, crisis puberal o
menopáusica?
õ ¿O un desarrollo tardío?
õ ¿O una pubertad precoz?
õ ¿O una menopausia precoz?
õ ¿Qué hace cuando le comunican que tiene un ova-
rio poliquístico?
õ ¿O un síndrome premenstrual?
õ ¿Que le pasa a una mujer joven que es sometida a salpin-
goligadura o ligadura de trompas, por haber tenido tres
cesáreas, y por ese solo motivo es condenada? Todos tenía-

36
capítulo i: la mujer sana

mos claro que iba a presentar trastornos hormonales y, tal


vez, una menopausia precoz, con todo lo que eso significa,
etc…, etc.

A partir del diagnóstico comienza un peregrinar que se ini-


cia en la primera intoxicación con fármacos, ya que no tiene
claro, ni nadie le ha aclarado tampoco, qué va a pasar con su
futuro. ¿Será madre? ¿Será amante? ¿Será inmadura? ¿Será his-
térica? Con una sola palabra le habrán comprometido su vida.
Apartándonos del contexto físico, en el plano psicológi-
co quedaban otras preguntas sin respuesta que se me presen-
taban constantemente en las pacientes con problemas de tipo
hormonal. Tras observar la relación entre estabilidad emocio-
nal y trastorno hormonal, iba comprobando que lo que en un
principio fue sorpresa, sospecha o intuición, debían tener una
explicación. Surgieron así las preguntas constantes:

õ ¿Qué relación existe entre madurez o estabilidad emocio-


nal y producción hormonal adecuada?
õ ¿Qué relación guardan las crisis hormonales propias de la
mujer con trastornos psicológicos, como por ejemplo crisis
puberales, depresiones post parto, y las relacionadas con
la menopausia?
õ ¿Qué relación existe en mujeres jóvenes con desordenes
hormonales severos y anorexia y bulimia?

En general, todos nombres lapidarios que comprometían,


además de lo físico, la psiquis de las mujeres que consultaban,
quedaban con este estigma de por vida. A ellas, normalmente
sólo se les ofrecen soluciones paliativas, que les impiden aban-

37
mujer, sexo fuerte

donar el tratamiento y crean una forma de dependencia con


alguna terapia o fármaco.
Finalmente, todas estas interrogantes se remiten siempre a
las preguntas fundamentales:

õ ¿Quién sabe cuál es la mujer sana?


õ ¿Qué caracteriza a la mujer sana?

38
Capítulo II
La producción hormonal,
eje de vida de la mujer sana
Desórdenes hormonales
l concepto básico de mi teoría es la producción hormonal.
E Una secreción hormonal correcta va a significar todo un
mundo de bondades para la mujer. La premisa fundamental, y
absolutamente clara, por ser lo más evidente y que constato por
las pacientes, es que un aparato genital femenino conveniente-
mente estimulado e impregnado por hormonas en secreción co-
rrecta, responderá al estímulo correcto para su función normal.
Por el contrario, es prácticamente imposible lograr respuestas
correctas en un aparato genital insuficientemente estimulado y
no impregnado por las hormonas sexuales femeninas.
La mujer no es solo su aparato genital, sus funciones invo-
lucran sin ninguna duda cuerpo y mente.
La complejidad y la imposibilidad, a pesar de los avances
tecnológicos, de aclarar las causas más frecuentes de las fallas
de la función del ovario, nos han mantenido durante los últimos
50 años en una actitud pasiva. Pienso que no hemos realizado
los esfuerzos suficientes para solucionar los conflictos de salud
que afectan a la mitad de la población mundial, las mujeres.
También creo que no nos hemos hecho cargo de sus sufrimien-
tos en forma responsable. Y esto nos pasa la cuenta, ya que
las mujeres con trastornos hormonales de causa desconocida,
o provocados por acciones terapéuticas, son las encargadas en
la mayoría de los casos de la educación de nuestros hijos. Lo
que trae consecuencias negativas porque le estamos exigiendo a
una mujer enferma un desempeño normal; es decir, le pedimos

41
mujer, sexo fuerte

que rinda plenamente en todos los ámbitos: laboral, familiar,


sexual, interpersonal y moral, cuando debido a su enfermedad
no puede sino errar en su comportamiento.

Nociones mínimas del


aparato genital femenino
El aparato genital femenino esta compuesto por vulva, la-
bios menores, mayores, clítoris, glándulas anexas, vagina, úte-
ro, trompas y ovarios. Cada uno de estos órganos tiene fun-
ciones propias y están sometidos a cambios hormonales. Esto
les permite crecer para cumplir cada uno de ellos con su fun-
ción específica.

La vulva
La vulva comprende los labios mayores, menores, el clíto-
ris, el vestíbulo y las glándulas anexas. Con sus estructuras es
la puerta principal en la sexualidad, por esto es necesario que
deba tener buenas condiciones de tonicidad, textura, sensibili-
dad, consistencia, temperatura, humedad y lubricación, entre
otros requisitos para una óptima relación sexual.
Pero en el momento del parto debe de tener otras condicio-
nes. En ese trance debe tener la capacidad de poder distender-
se a su máxima potencialidad. Ambas funciones tan opuestas
deben ser cumplidas por el mismo órgano y esa potencialidad
o esa capacidad para cumplir papeles tan opuestos dependen
fundamentalmente del momento hormonal en que se encuen-
tra la mujer. Esto descrito para la vulva es igualmente válido

42
capítulo ii: la producción hormonal

para el resto del aparato genital femenino y para la mujer en


su totalidad.
Una idea central que sostengo es que las hormonas ge-
neradas por el ovario en cualquier momento de la vida de la
mujer, no sólo actúan en el aparato genital de ésta, sino que
en todo el organismo femenino. Por esto, al comprometer de
alguna manera su producción, lo que se enferma no es sólo el
aparato genital, sino la mujer.
Dadas las múltiples funciones que realizan las hormonas
en los distintos órganos, pequeños trastornos de producción de
éstas provocarán cambios significativos en el comportamiento
de las mujeres. Una mujer que sufra una alteración en su fabri-
cación de hormonas ya no será la misma. El problema es que no
a todas las mujeres les afecta de la misma manera este cambio
hormonal. No a todas les afecta el mismo órgano. Como con-
secuencia de esto, se piensa que estas mujeres tienen diversos
males, según el órgano que se ve dañado. Y estos diferentes ma-
les reciben diversos nombres de enfermedades. Y estos distintos
nombres de enfermedades suelen ser tratados y tutelados por
diversos especialistas.

Labios menores y mayores


Le dan forma a la puerta de entrada de la vagina, para
cumplir con la sensibilidad de la sexualidad. En la maternidad,
más precisamente en el momento del parto, son dilatados al
máximo. Además, son barrera para la infección, protegen a la
mujer de contaminación rectal y general.

43
mujer, sexo fuerte

Clítoris
Es un órgano análogo al pene masculino, que proporciona,
por su gran cantidad de terminaciones nerviosas, mucha sensi-
bilidad en esa zona genital. En el momento de la estimulación
sexual se erecta, aumentando la superficie de sensibilidad.

Las glándulas anexas


Proporcionan la lubricación en el momento del estímulo
sexual.

La vagina
También cumple un rol muy importante en la sexualidad
al desempeñar dos funciones trascendentales al acatar la orden
de la acción hormonal: sexualidad plena y vía de paso del feto
en el parto. El cumplimiento exitoso de ambas capacidades es
propio de una mujer sana.
Por lo tanto, un vaginismo, una anorgasmia, una sequedad
vaginal, una dispareunia (dolores vaginales en el acto sexual),
una dificultad para percibir las sensaciones propias del órgano
y muchas otras patologías sexuales corresponden a trastornos
de la impregnación propia del órgano con relación a las hor-
monas. Es difícil pensar que el órgano normalmente estimulado
por acción de las hormonas sea incapaz de cumplir con su fun-
ción propia, con relación a lo sexual.
Con relación a la vía del parto, también es difícil pensar
que no la puede cumplir. Calificar a algunas mujeres de «es-
trechas» es una ligereza, así como catalogar a alguien por sus
manifestaciones también lo es, sin determinar qué ocasiona esas

44
capítulo ii: la producción hormonal

manifestaciones. De la misma forma, no es conveniente por esto


preferir la operación cesárea a la vía natural.

Útero
Órgano blanco principal. Recibe por excelencia la acción
de las hormonas femeninas, lo que se expresa por la regla (que
es la respuesta del útero a la acción de las hormonas). El útero
ha sido, por la facilidad de su observación y por la evidencia de
la menstruación, el que ha recibido, desde siempre, el protago-
nismo para definir los conceptos de mujer sana o enferma. Esto
lo determinan sus reglas. Si son regulares o no. Si hay faltas o
no. Si hay algún tipo de anormalidad o no.
Desde el punto de vista sexual cumple funciones que fa-
cilitan el orgasmo. A través de su gran movilidad permite la
secreción de las prostaglandinas, que son las que participan en
las contracciones musculares propias del orgasmo.
Con relación al embarazo, permite la nidación y el cre-
cimiento del feto. Para cumplir con estos propósitos debe en-
contrarse con la impregnación hormonal adecuada previa al
embarazo. Si esto no fuera así, surgirán distintas dificultades
de nidación, conservación y crecimiento adecuado del feto, ex-
ceptuando las mal formaciones propias de cualquier órgano.

Trompas de falopio
La función de las trompas en la relación sexual tiene que
ver con la participación, probablemente, con sus secreciones en
la facilitación del acto sexual y luego en la fecundación, lubri-
cando el trayecto que debe recorrer el espermio depositado en
la vagina al encuentro con el óvulo.

45
mujer, sexo fuerte

En la maternidad permiten la conexión entre el útero y el


ovario, para que el óvulo y el espermio se encuentren y comien-
ce el proceso de fecundación.

Ovario
El ovario cumple con la compleja función denominada
ovulación. Esta consiste en la selección y crecimiento de un fo-
lículo que termina en la producción del óvulo y su transforma-
ción en cuerpo lúteo, es decir es una masa que se forma en el
ovario al producirse la ovulación, siendo la responsable de la
producción de progesterona. Esta masa desaparece lentamente
dejando una cicatriz en el ovario, si se produce embarazo crece
el cuerpo lúteo hasta el comienzo del tercer mes de gestación.

Ovario y hormonas,
una relación fundamental
Las hormonas son agentes químicos producidos por células
o tejidos endocrinos específicos llamados glándulas. Provocan
grandes cambios en determinadas células o sistemas, a pesar de
su accionar en cantidades pequeñas. Los ovarios se encuentran
ubicados a cada lado de la pelvis. Representan la fuente más
importante de producción de estrógenos y progesteronas. Son
dos cuerpos con forma similar al de una castaña. Cada ovario
contiene dos tipos distintos de estructura glandular: los folí-
culos de Graaf, que secretan estrógeno, y el cuerpo lúteo, que
secreta progesterona y algo de estrógeno. Los estrógenos y la
progesterona son responsables del desarrollo de los caracteres
secundarios, que marcan las diferencias entre el hombre y la

46
capítulo ii: la producción hormonal

mujer; es decir, la contextura física, la grasa corporal, el timbre


de voz y la distribución del vello, entre otras. En forma específi-
ca, el estrógeno influye en el desarrollo de los caracteres y en la
maduración de los órganos femeninos. La correcta producción
de hormonas se encarga de mantener a ese órgano estimulado
en plena función. Basta con mirar lo que sucede con la meno-
pausia cuando en forma natural se producen los cambios de
todos conocidos. El estradiol es el estrógeno principal encarga-
do del desarrollo de los cambios observados en el cuerpo de la
mujer, tanto en la pubertad como en la edad adulta, como tam-
bién del desarrollo de los órganos diana o fundamentales del
sistema reproductor: mamas, útero; del ensanchamiento de la
pelvis, de la distribución y crecimiento del vello y la iniciación
del ciclo menstrual. La progesterona influye en el desarrollo de
las glándulas mamarias y prepara el útero para la implantación
del óvulo. Desde el día catorce del ciclo menstrual aumenta sus
niveles e induce en el útero cambios fundamentales para la im-
plantación del óvulo si este ha sido fecundado. En el embarazo
actúa en la preparación de las mamas para la lactancia.
La compleja función del ovario, que es la selección y creci-
miento de un folículo que termina en la producción del óvulo,
y su transformación en cuerpo lúteo, es el fenómeno conocido
como ovulación, responsable de la íntima relación en la pro-
ducción de hormonas femeninas. En otras palabras, ovulación y
puesta hormonal son fisiológicamente un solo fenómeno que la
enseñanza de la biología ha separado en dos para su mejor des-
cripción. Estos dos fenómenos íntimamente relacionados, que
no tienen independencia propia, y que dependen de múltiples
factores, son las causas de un gran número de enfermedades,
donde tenemos claro qué sucede, pero no podemos determinar

47
mujer, sexo fuerte

cuál ha sido el proceso que ha fallado. Y hablamos de desórde-


nes o desequilibrios hormonales, sin ponerle un apellido deter-
minado. El avance de la ultrasonografía ha permitido observar
el fenómeno de la ovulación y otros fenómenos en el ovario.
Con estas imágenes no podemos, sin embargo, calificar por
ejemplo, si un ovario poliquístico, un cuerpo lúteo persistente,
un folículo lutenizado, un quiste folicular u otros, son entidades
que tienen una base propia correspondiente a una enfermedad
determinada, o no son más que muestras de una falla de fun-
ción del ovario en un ciclo determinado o en ciclos sucesivos.
Esta producción inadecuada de hormonas ha sido, en el trans-
curso del tiempo, muy difícil de cuantificar, ya que al no ser parte
del conocimiento médico el concepto de mujer sana que quiero
presentar, todas las mujeres han sido consideradas sanas, sin po-
der discriminar a las enfermas de este universo. De estas mujeres
no discriminadas han surgido las curvas hormonales y sus resul-
tados, que son los que hoy utilizamos como medida de la función
ovárica. A mi juicio, estos resultados sólo nos permiten determi-
nar diferencias extremas, como menopausia establecida, pubertad
no realizada o cualquiera de las otras patologías extremas.
En cambio, las pequeñas variaciones hormonales respon-
sables de grandes trastornos funcionales, no podrán ser cuanti-
ficadas con este procedimiento hasta no establecer nuevas cur-
vas, donde se evalúe a partir de discriminar, entre mujer sana y
mujer enferma y así construir nuevas curvas para sanas y otras
para enfermas
Además, no contamos con un medio que nos permita
cuantificar la función del ovario; ya que sólo podemos ver los
resultados de su producción, que terminan por traducirse en
términos simples, según mi propuesta, en una mujer feliz o una

48
capítulo ii: la producción hormonal

infeliz. Nuestra misión a futuro debería ser conocer el ovario


para lograr una evaluación exhaustiva, y así determinar la mag-
nitud exacta de su producción hormonal, para definir entonces
las posibles patologías.
El ovario es el gran productor de hormonas en la mujer, y
por esto es importante que se encuentre en óptimas condiciones
para cumplir con la función que les es propia. Pero como toda
función compleja, tiene infinitas posibilidades de fallar y no
realizarse en plenitud. El ejercicio por el momento, para evaluar
el ovario en sus distintas falencias de producción hormonal, es
intentar unir los distintos síntomas con las fallas correspon-
dientes, y de esta apreciación es posible dar una interpretación
a los distintos cuadros que llevan a una conclusión diferente,
pero siempre relacionada con «a mayor falla, mayor cantidad
de síntomas». Para poder avanzar deberíamos dar una nueva
interpretación más acabada de los síntomas que se producen
por fallas hormonales.
En mi época de estudiante se daba la máxima importancia
a la regulación de la función del ovario a través de las estimuli-
nas, generadas en la hipófisis y los núcleos del túber en el hipo-
tálamo, sin pensar que el gran protagonista no era el sistema de
regulación sino el ovario, que podía responder bien o mal, mo-
dificando, si no había respuesta, con aumento de estimulinas, y
si la respuesta era excesiva, disminuyendo la estimulación.
Con esta visión particular, pienso que marginábamos el
protagonismo fundamental que tiene el ovario en la produc-
ción hormonal según su propio momento funcional. En otras
palabras, poco o nada pueden hacer las estimulinas con estas
modificaciones en su producción, si el ovario, por algún motivo
desconocido, no es capaz de responder a estos cambios.

49
mujer, sexo fuerte

Esto instituyó una serie muy compleja de explicaciones


con relación a los cambios que hacía tremendamente difícil
la comprensión del funcionamiento ovárico. Me di cuenta de
que era muy obvio cómo el ovario que se expresaba en forma
deficiente tenía consecuencias sobre órganos anexos hormono-
dependientes. Estos se manifestaban de manera visible, es decir,
con falta de regla, períodos alargados o más cortos, aumento de
flujo menstrual o su disminución.
Con la aparición de los anticonceptivos hormonales ano-
vulatorios se encontró una herramienta muy efectiva para hacer
desaparecer la producción hormonal anormal que provocaba
trastornos en una mujer determinada. Con una simple toma
de pastillas lográbamos inhibir absolutamente la producción
hormonal inadecuada, mediante lo cual disminuían o desapa-
recían los síntomas que molestaban a la mujer. Pero esta receta
no constituye de ninguna manera un tratamiento, sólo atenúa
síntomas mientras la mujer sigue enferma. Yo pienso que esto
fue una respuesta fácil, ya que la solución efectista puede ser
conservada mientras se mantiene la frenación o anovulación
con el uso y abuso de estas píldoras. La mujer no consultaba
nuevamente y el problema parecía solucionado. La verdadera
pregunta es, ¿qué trastorno tiene ese ovario que no puede ex-
presarse con normalidad? ¿Qué consecuencias tendrá para las
mujeres que se desconozca cómo se expresa un ovario sano?
No es mi intención plantearme en contra de un descubri-
miento que significó para la mujer un control en su vida re-
productiva, sino solamente establecer que el uso de la píldora
frente a mujeres que no sabemos si están sanas o enfermas frenó
o nubló el conocimiento mas profundo de la función del ovario.

50
Capítulo III
Falla Ovárica Parcial (F. O . P.)
Definición
orresponde a una producción inadecuada de hormonas
C por el ovario, que es muy difícil de cuantificar con los ele-
mentos habituales de la clínica ginecológica. Lamentablemente
al no integrar el concepto propuesto «mujer sana», no puede
discriminar a cabalidad quién es quién, y se confunden sanas
y enfermas.

Sintomatología de F. O . P.
Los síntomas más relevantes los clasifico en: centrales, lo-
cales y generales:
Los síntomas centrales: son trastornos que afectan a la psi-
quis y los centros reguladores centrales, provocando depresión,
irritabilidad, agresividad e intolerancia y cansancio intenso. En
el centro regulador de la temperatura provocan una inestabi-
lidad frente al frío o al calor, que las vuelve muy friolentas o
acaloradas, sin la regulación correcta frente a los cambios pro-
pios del clima. Además, es muy frecuente un dolor de cabeza
persistente y muy intenso que es inclusive invalidante.
Los síntomas locales: se presentan en forma de tensión y
dolor mamario, distensión abdominal, dolor de piernas, cola
y espalda. También se manifiestan trastornos en la piel, como
edemas, característicos en las zonas delicadas, como la parte
baja de los párpados, dando origen a las ojeras, manchas y gra-
nos en la piel, con caída del pelo y fractura de uñas.

53
mujer, sexo fuerte

Los síntomas generales: fundamentalmente se presenta una


adinamia, falta de ganas de hacer las cosas habituales mínimas,
y además una incapacidad o torpeza frente a lo que cotidiana-
mente realizan.
Es como si se paralizaran y no fueran capaces de coordi-
nar con precisión tareas habituales. Mis sugerencias siempre
han sido que no tomen decisiones importantes bajo estas con-
diciones, puesto que seguramente se arrepentirán. Estos sínto-
mas se confunden con un síndrome nuevo llamado fatiga fácil,
que está muy de moda, y tiene muchos elementos comunes con
f.o.p. Otra sintomatología, que involucra a todos los nive-
les, es una disfunción sexual severa, que guarda relación con
la incapacidad para realizar con plenitud el acto sexual. Esta
disfunción involucra: trastorno del deseo sexual, anorgasmia,
frigidez, dolor en el acto mismo o al día siguiente, con una sen-
sación de pesadez, que muchas veces escuché en mi consulta,
como una desproporción entre la experiencia sexual y el daño o
costo al día siguiente, descrito como «quedar machucada». Lo
que acentúa la falta de deseo.
Otro síntoma general está relacionado con la asimilación
alterada de los alimentos de respuesta energética inmediata,
que les produce actitud compulsiva de consumir dulces, choco-
lates, masas, lo que les puede provocar, cuando es frecuente y en
casos extremos, dos cuadros dramáticos: las conocidas bulimia
y anorexia.
La incapacidad de tolerar la problemática de la vida, hace
que las mujeres enfermas reaccionen en forma desproporcio-
nada a los estímulos. Por esto, se las puede «etiquetar» de per-
seguidas, compulsivas, incluso histéricas o, como ellas mismas
relatan, que «todo me supera».

54
capítulo iii: falla ovárica parcial

f.o.p. es una enfermedad compleja que tiene distintos gra-


dos de manifestación, dependiendo del estado del ovario. Di-
cho de otro modo, a mayor dificultad del ovario para cumplir
con su producción hormonal, más manifestaciones de f.o.p.;
porque un ovario que tiene grandes dificultades para respon-
der genera más desequilibrio hormonal, de tal manera que los
signos se desplazan del premenstrual y son evidentes durante
todo el ciclo; o si la falla del ovario es pequeña, se mantendrá
con características premenstruales, más o menos intensas. Sin
embargo, existe, entre estos dos extremos, una gran cantidad de
estados intermedios, donde incidirá la duración de la falla del
ovario, otorgando connotaciones distintas a la sintomatología.
Hay mujeres en edad reproductiva o fértil que tienen difi-
cultades para producir las hormonas en cantidades adecuadas
para un correcto funcionamiento de su organismo. Esta situa-
ción es la responsable de muchos trastornos difíciles de cuan-
tificar o calificar, que observamos en muchas mujeres en cual-
quier momento de sus vidas y que les impiden cumplir sus roles.
De alguna manera, este ovario no hace lo que debe, sino
sólo lo que puede, desde el punto de vista de la producción
hormonal. El desconocimiento del concepto f.o.p. ha impedido
avanzar en el estudio del concepto mujer sana, y de las enferme-
dades relacionadas con él. Hasta el momento, la ginecología se
ha referido a «desórdenes hormonales», sin dar mayor impor-
tancia ni acotar en detalles, por qué o a qué corresponde este
amplio capítulo de la salud de la mujer.
El primer aspecto que ha dificultado el progreso en el cono-
cimiento del ovario ha sido el Síndrome Premenstrual, descrito
por Robert Frank en la década del 30 del siglo pasado. Frank
no encuentra explicación para una serie de alteraciones femeni-

55
mujer, sexo fuerte

nas, que se traducen en múltiples síntomas y signos que con el


tiempo se fueron haciendo propios de la mujer. A nadie molestó
el hecho de que en algunos casos lo premenstrual fuera anecdó-
tico, ya que se manifestaba durante todo el ciclo o después del
ciclo o en pleno período de ovulación.
El clásico síndrome premenstrual por todos conocido, du-
rante muchos años ha sido el protagonista de múltiples trastor-
nos de la mujer, que lo ha asumido como algo propio o normal.
Incluso, en mis primeros años de ejercicio profesional fue una
gran complicación, ya que sólo podía dar respuestas sintomá-
ticas. Con el transcurrir del tiempo, y al comenzar a elaborar y
definir el concepto de f.o.p., junto a la respuesta que con el tra-
tamiento obtenía, dejó de ser un problema, porque el síndrome
premenstrual dejó de existir para mí.
Otro gran obstáculo ha sido el tratamiento de Compen-
sación Hormonal: ya sea suministrando las hormonas o mo-
dificando su producción. Se suministra lo que falta en forma
separada o en conjunto. Otra forma es mediante estimulinas o
antagonistas de la acción hormonal, lo que modifica la produc-
ción y utilización de las hormonas propias. Con esto se logran
resultados efectivos, que tienen la particularidad de ser depen-
dientes del tratamiento por un tiempo determinado, y desapa-
rece su efecto al suspender el tratamiento y retomar el ovario su
función alterada en ciclos sucesivos.
Finalmente, el último obstáculo que ha impedido la com-
prensión de la f.o.p. ha sido la frenación hormonal, que se lo-
gra fácilmente con el uso de anovulatorios que además tienen
el beneficio de controlar la fertilidad. Por lo tanto, su uso ha
sido indiscriminado, porque tiene la ventaja de controlar un
desorden hormonal y regular la fertilidad. Lamentablemente,

56
capítulo iii: falla ovárica parcial

provoca gran tranquilidad ya que esconde funciones ováricas


anormales o f.o.p. durante su uso. Esta práctica ha ocultado la
real falla de ese ovario, que ha sido violentado y se le ha impedi-
do su expresión anormal. Frenación hormonal y compensación
hormonal serán descritos en los capítulos siguientes.
Si tuviera que jerarquizar entre los tres caminos que ocul-
tan el concepto de f.o.p.: síndrome pre-menstrual, compensa-
ción hormonal y frenación ovárica o uso de anovulatorio, yo
diría que el que más ha cegado una nueva visión para rescatar
el protagonismo del ovario ha sido el síndrome premenstrual.
Este ha trabado las investigaciones para avanzar en una bús-
queda de esquemas alternativos que superen esta problemática
tan frecuente.
Al no existir una causa clara en las múltiples hipótesis so-
bre el origen del síndrome, se ha justificado su presencia en
un grupo de mujeres «especiales», como un hecho real, por lo
tanto normal.
Desde el punto de vista de las mujeres es tremendamen-
te traumático ser clasificada como portadora de síndrome
premenstrual, ya que al desconocer su causa no es sometida
a un tratamiento específico, y sólo recibirá, dependiendo de la
magnitud, paliativos psicológicos o medicamentos sintomáti-
cos que, supuestamente, le ayudarán a soportar su condición
de enferma.
Al diagnosticar y tratar f.o.p. a muchas mujeres que con-
sultaban por síndrome premenstrual en distintos grados de in-
tensidad, pude comprobar que desaparecían los trastornos sin-
tomatológicos. Por lo tanto concluyo que este síndrome nos ha
mantenido ciegos, paralizados e inmovilizados para buscar una
respuesta curativa.

57
mujer, sexo fuerte

Clasificación de síntomas
según edad
Las inquietudes de las pacientes en la consulta varían según
la edad. De ahí que resulte interesante presentar una clasifica-
ción al respecto:

1. Las niñas entre 8 y 10 años, cuyas madres las llevan por-


que presentan secreciones de distinto aspecto, consistencia
y olor, manchando la ropa interior. Traen normalmente dos
o tres estudios de secreciones donde lo único que aparece
son gérmenes de la flora habitual de la vagina. Luego de
indagar, surge una clara historia de infección crónica y fre-
cuente del tracto respiratorio. Generalmente ya tienen una
inflamación pelviana que va ser causa de problemas en el
desarrollo puberal y de una vida llena de trastornos para
los cuales no tendrán explicación. La mayoría de estas ni-
ñas son hijas de pacientes que yo he tratado, que están muy
sensibles y alertas a los síntomas de f.o.p., y que por ese
motivo no quieren que sus hijas pasen por lo mismo.
2. Aquellas muchachas en proceso puberal que ya tienen de-
sarrollo del vello púbico. Han iniciando el desarrollo de sus
mamas. El síntoma es el mismo del caso 1. A la madre le
sorprende que pierda líquido vaginal con color y olor.
3. Luego viene la muchacha en plena pubertad, a la que ade-
más de la pérdida de líquido se le han agregado algunos
trastornos propios de una producción hormonal alterada
por la f.o.p. Tiene reglas irregulares o muy abundantes o
muy dolorosas, con exceso o falta de desarrollo mamario,
y presenta en forma inicial algunos trastornos de la f.o.p.

58
capítulo iii: falla ovárica parcial

descritos anteriormente. Muchas han tenido consultas pre-


vias y algunas se encuentran en tratamiento con frenación
de la función de los ovarios, ya sea con anticonceptivos o
con los nuevos preparados con ciproterona, derivado de
la progesterona con fuertes efectos antiandrógenos, que
ayuda a disminuir el exceso de vello por el cuerpo, a me-
nudo cuadros de acne y/o seborrea. Al detener la función
ovárica más la acción de la ciproterona como antiandróge-
no, logran hacer desaparecer completamente la expresión
anormal del ovario que ahora «deja de gritar para enmu-
decer». Lo más dramático es que las personas piensan que
con este tratamiento han logrado solucionar el problema.
Algunas lo toman por años, pero en algún momento por
diversos motivos lo suspenden. Al tiempo comprueban que
la sintomatología, lejos de desaparecer, se vuelve más evi-
dente, y, por lo tanto, más difícil de comprender. Entonces
experimentan una sensación de impotencia frente a lo que
pensaban superado, y lamentablemente comprueban que
están bajo una sintomatología exacerbada. Sucedió que
durante el proceso de frenación el cuadro de base tuvo
tiempo de evolucionar para empeorar y terminar manifes-
tándose con un daño mayor, por no haberse diagnosticado
la enfermedad en el momento inicial. El privar a la mujer
de la expresión de sus secreciones hormonales anómalas
del ovario por ese tiempo impidió la real manifestación de
los síntomas. Estos se esconden al ser frenados con el pre-
parado. De igual manera los anticonceptivos son un statu
quo para todo el aparato genital y los órganos blancos,
que son responsables de los caracteres sexuales femeni-
nos secundarios (voz aguda, glándulas mamarias, caderas

59
mujer, sexo fuerte

anchas, piel con escasa pilosidad, etc.), en una frase: para


todo el organismo.
4. Otro grupo de pacientes que inician en forma precoz sus
problemas de producción hormonal no logran hacer una
pubertad completa, y sólo presentan características parcia-
les de ella, dando la imagen de ser más pequeñas que las de
su edad; aunque cronológicamente no sea así. Por este de-
sarrollo puberal retrasado e incompleto, sus características
mentales y físicas son extemporáneas. Estas niñas tienen
«carita de guagua», se ven siempre más jóvenes que sus ho-
mólogas que han hecho la pubertad con normalidad. Este
factor influye con tal relevancia en sus vidas que las vuelve
más tímidas e inseguras; más sensibles y con menor interés
por el sexo opuesto. Muchas se dedican con intensidad al
estudio, a las normas, la religión y a la ayuda social. Ponen
allí toda su fuerza, porque se ven desmejoradas o debilita-
das. Esto sucede porque los adolescentes son muy críticos
y claros en ver sus debilidades en relación a sus pares, pues
están en un proceso de formación de su identidad.
Esta situación es complicada porque, ayudar a los demás,
desarrollar acciones de solidaridad, destacar en los estu-
dios o en algún deporte, tienen un alto valor social, pero si
son las únicas actividades a las que las jóvenes se dedican
los padres deben poner atención, porque hay altas probabi-
lidades de que esas muchachitas que presentan alteraciones
en su menstruación puedan esconder f.o.p.
5. Posteriormente, la consulta es por mujeres adultas que pre-
sentan francos trastornos de la respuesta hormonal; ya sea
menstruaciones largas, dolorosas, pérdida de líquido va-
ginal, menstruaciones escasas, teñidas de negro, como la

60
capítulo iii: falla ovárica parcial

borra del café, con espacios de tiempo más prolongados o


sin menstruación, incluso con falta absoluta de regla.
En el desarrollo corporal tienen mamas muy grandes,
o muy pequeñas, les duelen en forma importante, y sus
menstruaciones son verdaderos partos. Caen en la cama
con náuseas, mareos, vómitos, dolor de cabeza: un cuadro
bastante llamativo y espectacular, que se va haciendo cada
vez más prolongado.
En el plano del equilibrio emocional son francamente mo-
ralistas, estudiosas, tratando de afirmar su personalidad en
uno o dos puntos a los que le han dado tremenda impor-
tancia. Son todas muy irritables, depresivas y agresivas. Se
enfrascan con facilidad en amores platónicos o imposibles;
pero frente a las sugerencias de sexualidad por parte de
sus parejas son tremendamente poco consentidoras. Jue-
gan con fuego pero nunca se queman, porque no sienten la
necesidad de quemarse. Generalmente, después de muchos
años en una relación ceden a la sexualidad. Este hecho les
resulta tremendamente traumático, puesto que no están
preparadas desde el punto de vista hormonal ni cerebral, y
aún no está preparado su aparato genital. Los ovarios en-
fermos les provocan estragos en la madurez de su cerebro.
6. Existe también un pequeño grupo de pacientes en que la
enfermedad exacerba su sexualidad. Estas mujeres han
sido nombradas históricamente como ninfómanas, porta-
doras de «fiebre uterina», o «livianas de casco» por nues-
tras abuelas. Me ha tocado tratar a estas mujeres de la mis-
ma manera como trato a las descritas anteriormente con
resultados absolutamente satisfactorios, logrando la esta-
bilidad emocional, sexual, y la maternidad, que son como

61
mujer, sexo fuerte

he descrito, propias de la mujer sana. Ellas intentan, por-


que piensan que están sanas, ir cumpliendo uno a uno sus
roles en la vida, pero se dan cuenta de que tienen un grado
de dificultad mucho mayor que otras mujeres para cumplir
adecuadamente con estos desempeños.
7. Otro grupo es el de mujeres cuya historia es la de una ado-
lescente normal que inició precozmente la sexualidad. Es-
tas mujeres llevan varios años utilizando anticonceptivos
orales y han tenido varias parejas sexuales. Este abuso de
anticonceptivos ha logrado debilitar su calidad de vida y ha
provocado tardíamente una f.o.p., de la cual se dan cuenta
sólo después de suspenderlos por algún motivo extraor-
dinario. En ese momento se percatan de que han perdido
calidad y regularidad de sus menstruaciones. Entonces apa-
rece la sintomatología que es propia de la mujer enferma.
El drama de estas mujeres es mayor, porque ellas eran mu-
jeres sanas y ahora se encuentran sin saber por qué ni cómo
en un estado especial. Ha disminuido o perdido mucho en
su sexualidad, pero piensa que es un problema psicológico
extraño. Como se está cuidando con medidas de barrera o
naturales, ella atribuye sus falencias a la falta de seguridad,
por eso la falta de deseo sexual y el retroseso de su sexua-
lidad. Sin embargo, con el correr del tiempo se da cuenta
que ha perdido mucho más, y el placer sexual comienza a
ser ocasional. Le cuesta un mundo lograr orgasmos; estos
se vuelven infrecuentes o imposibles, incluso ve extinguirse
el deseo sexual, situación incompatible en parejas estables
con una buena relación sexual. La mujer en ese momento
empieza a buscar caminos para recuperar lo perdido. Es
más, muchas de ellas realizan un sin número de consultas

62
capítulo iii: falla ovárica parcial

a distintas especialistas. Utilizan antidepresivos, tranquili-


zantes, y escuchan múltiples consejos para soportar su nue-
vo estado.
8. Las mujeres maduras corresponden al grupo que ha recu-
rrido a planificación familiar, o que han sido madres o se
encuentran en plena lactancia. Tienen dos o más hijos y
desean asegurar un control efectivo de su fertilidad. Con el
tiempo, han ido percatándose de que su sexualidad se ha
estancado o deteriorado. Al estudiarlas, la gran mayoría
cuenta con algún estudio de pap inflamatorio inespecífico,
que en el mejor de los casos ha sido tratado con óvulos,
sin otorgar la importancia requerida a la inflamación del
aparato genital, que seguramente terminará afectado pro-
gresivamente en su función.
Es necesario mencionar que cualquier germen que ataque
a un sistema avanzará desde afuera hacia adentro, has-
ta comprometer finalmente las partes más profundas del
aparato genital, a no ser que se trate eficientemente. Por
nuestra condición bípeda, y por la poca importancia que
le damos a la secreción vaginal, nos cuesta tanto entender
que el aparato genital es susceptible de infectarse como
cualquier otro órgano, puesto que tiene una puerta de en-
trada y componentes internos. A manera de ejemplo: apa-
rato urinario, digestivo, respiratorio, auditivo, etc.
9. Luego tenemos el grupo de mujeres que han estado enfer-
mas toda su vida desde antes de la pubertad. Se acercan a
los cuarenta o cincuenta años, se han pasado la vida pade-
ciendo distintos males y mientras pasan los años la vida se
les vuelve más dramática, porque no han podido concre-
tar sus planes o los han concretado a medias, pero su vida

63
mujer, sexo fuerte

siempre ha sido insatisfactoria. Esta mujer generalmente


no llega con esperanzas a la consulta; y si se entera de una
mujer que le ha cambiado la vida por el tratamiento, duda
de esos resultados, por lo que resulta una paciente poco re-
ceptiva. Es difícil dialogar con ella, porque se resiste frente
a algo distinto, novedoso y no exento de crítica. La difi-
cultad para entender radica en que ha pasado la mitad de
su vida en esa condición, por lo tanto «ella es así». Lo que
le queda por vivir es menos, y por eso hay una resistencia
natural a aceptar la posibilidad de cambio, y porque tiene
que reconocer que lo que vendrá con el tratamiento será
desconocido. Es posible que muchas mujeres en estas con-
diciones piensen que sería mejor no prestar oídos al trata-
miento. Pensando que han hecho su vida en función a la
maternidad y sexualidad incompletas, no existe interés ni
visualizan que puede mejorar otras condiciones propias de
la mujer sana. Además, estas mujeres en su gran mayoría
se encuentran solas, separadas o viudas, y creen que los tres
roles de mujer sana, no son importantes en esta etapa de
su vida, no sospechando que el tratamiento mejora su des-
empeño porque cambia su calidad de vida, mejorando con-
diciones que antes eran desconocidas, como la memoria,
atención, concentración, grado de tolerancia, capacidad de
aceptar las frustraciones, regulación correcta de la tempe-
ratura corporal, y disminución de cuadros de infecciones
respiratorias y urinarios reiterados, etc.

La experiencia de haber mejorado a muchas de estas mu-


jeres indica que es importante que cambien su opinión con
respecto al tratamiento; puesto que en todas las mejoradas ha

64
capítulo iii: falla ovárica parcial

reaparecido el deseo sexual y la búsqueda de sexualidad. Ade-


más, han logrado que se ordenen con claridad sus pensamientos
y sentimientos, logrando estabilidad emocional, desconocida
para ellas anteriormente. Incluso vi casos en que recuperaron el
cariño de sus hijos y a veces hasta el de sus maridos.
La diferencia entre la mujer sana y la enferma se vuelve
abismante. Pero lo dramático de esto reside en que ellas no sa-
ben que la dificultad se debe a una enfermedad que padecen.
Entonces tratan de alcanzar estándares demasiado exigentes,
imposibles de lograr debido a su enfermedad. Por lo tanto, caen
en el círculo vicioso de depresión por falta de rendimiento.
Ninguna de estas pacientes debe sentir todos los síntomas
para considerarse enferma; puesto que la enfermedad tiene dis-
tintos grados, y según los grados y la edad presentarán los dife-
rentes cuadros descritos con anterioridad.

Dificultades para interpretar f.o.p.


y otra forma de observarla
Como la f.o.p. es un concepto nuevo, no se tiene claro la
asociación de los síntomas con otras enfermedades, ni menos
un diagnóstico diferencial con otras patologías.
f.o.p. es recién un proyecto para nombrar una complejísi-
ma enfermedad de importancia relevante. Las opiniones poco
calificadas son tremendamente perjudiciales, puesto que repre-
sentan una percepción errada que afecta la calidad de vida de
un tercero, quien ni siquiera sabe por qué está pasando, pero ve
las consecuencias en su ser de una manera determinista, algo así
como su fatal destino. Este planteamiento transforma a la f.o.p.
en un factor determinante, pues de su profundo conocimiento

65
mujer, sexo fuerte

y de su diagnóstico se puede influir en la calidad de vida de las


personas, de las familias, de los grupos humanos en general.
La paciente no tiene idea de que se encuentra enferma. En-
tonces le es indiferente que sus síntomas sean tratados cada uno
en forma independiente o en forma integral. En otras palabras,
si tiene depresión intentará terminar con la enfermedad, pero
los otros síntomas propios del cuadro probablemente no van a
ser tratados y seguirán manifestándose con intensidad, provo-
cando que la depresión sólo sea mitigada, porque su verdadero
padecer corresponde a una causa orgánica. Lo mismo sucede
con el colon irritado, o irritable, que es tan frecuente y pareciera
corresponder a una paciente especialmente reactiva o proclive
a este tipo de patologías, propias de mujeres neuróticas. La pa-
tología ginecológica no diagnosticada (f.o.p.) es en sí misma
capaz también de provocar un colon irritado. Pero cuando la
f.o.p. es tratada, la enfermedad desaparece inmediatamente.
Repetiremos el leit motiv de este libro. Qué difícil es para
una mujer, por desconocer lo recién descrito, vivir plenamente
la vida; pues encuentra en sus labores un grado mayor de difi-
cultad. Cuando su aparato genital está débilmente impregnado
de hormonas, no puede tener el comportamiento de una mujer
cuyo aparato genital está en condiciones óptimas. A las dos se
les va a exigir un rendimiento similar, y muchas veces nadie
será capaz de valorar el diferente comportamiento, porque na-
die sabe diferenciar a la mujer sana de la enferma.
Por eso, la f.o.p. es fundamental en las relaciones inter-
personales. La mujer con baja impregnación hormonal mani-
festará un comportamiento deficiente con su pareja, con sus
hijos, con su madre, con sus amigos, colegas de trabajo, etc.
Este se manifestará a través de irritabilidad, agresividad, enojo,

66
capítulo iii: falla ovárica parcial

depresión, desgano y falta de motivación para desarrollar sus


labores cotidianas.
Ciertos comerciales le otorgan credibilidad a la sintomato-
logía y poderes curativos a algunos medicamentos que mejoran
el comportamiento de la mujer en su período premenstrual, o
una protección segura durante el día. Situaciones que no ha-
cen más que dificultar el planteamiento del verdadero origen
del problema que es la f.o.p. Estas informaciones están bien
presentadas y festinadas, de manera que cualquier persona
puede sentirse interpretada y puede concluir que son normales,
como esencia de la mujer. Por lo tanto, plantear f.o.p. como
enfermedad es casi un atentado contra la condición esencial de
ser mujer, mujer que padece estos síntomas como normales y
de los cuales sólo se liberará una vez tratada desde el método
que propongo.
El desconocimiento del concepto f.o.p. como enfermedad
tiene dificultades para lograr resultados positivos con las pa-
cientes. La mujer por años ha aceptado, y considerado propios
de su condición, los dolores menstruales, dolores de ovulación,
líquidos vaginales, dolores mamarios y algunos trastornos del
carácter, por desconocer los otros síntomas que acompañan a
la enfermedad, y que son más serios en sí, como colon irrita-
do, disfunciones sexuales, disfunciones menstruales, nódulos o
quistes mamarios, trastornos de la piel, hirsutismo, depresión,
somnolencia, agotamiento fácil, tendencia a engordar, o dificul-
tad para mantener el peso; compulsión por dulces o chocolates,
entre otros.
Qué distinto sería para la mujer si reconociera los síntomas
y tomara conciencia de su estado. Se daría cuenta de que ha

67
mujer, sexo fuerte

vivido como sana, pero que en verdad estaba enferma. Y, si se


tratara adecuadamente, le cambiaría la vida.
A la imposibilidad de establecer fallas en la función del
ovario que nos permitan clarificar la relación entre función in-
completa y las consecuencias en la mujer, se suman también nu-
merosas variables en la manera como falla el ovario. Comenzan-
do desde la falta casi total de producción hormonal hasta una
completa producción, o incluso una producción aumentada.
Existen infinidad de grados en la producción hormonal.
Intentar cuantificar estos infinitos puntos en una curva de pro-
ducción hormonal es una tarea titánica que seguramente se lo-
grará realizar en el futuro. Mientras tanto, no podemos desco-
nocer las consecuencias que tienen estas fallas sobre las mujeres
que las padecen. Entonces es válido tratar por medio de los
síntomas que sufren las pacientes; definir producciones hormo-
nales mínimas, medias, casi completas y completas, para de esta
manera establecer resultados de acuerdo a la mayor o menor
intensidad con que las pacientes sufren los síntomas.
Al observar en la vida de la mujer el período peri-meno-
páusico, no nos quedan dudas que el ovario de alguna manera
va fallando paulatinamente en su producción hormonal, para
terminar en una falencia que se hace evidente al suspender las
menstruaciones en forma definitiva con la menopausia. Esta
observación, que la viven y la aceptan todas las mujeres como
un hecho absolutamente propio y real, es la lección de la natu-
raleza, parte del envejecimiento natural. Si se produce un fenó-
meno similar por otros factores en cualquier otro momento de
la vida, debe ser considerada una enfermedad: f.o.p. Esta falla
presenta múltiples y variadas sintomatologías que tienen rela-
ción con la intensidad de los síntomas, como es su presentación

68
capítulo iii: falla ovárica parcial

en el ciclo menstrual; desde unas discretas molestias algunos


días del mes a fuertes molestias que la invalidan durante todo
el mes. Le sucede al ovario en la elección de sus folículos en el
curso de la vida, lo mismo que a la mujer que va a la feria: si
va temprano en la mañana tiene toda la opción de elegir los
mejores productos, aunque sea a un precio más alto. Si va más
tarde, seguramente el precio bajará, pero disminuye también la
posibilidad de elegir buenos productos. Y si va a última hora,
ya no hay posibilidades de elección, aunque el precio sea bajo.

Cómo evaluar la presencia de f.o.p.

En niñas pequeñas: infecciones reiteradas


sin causa justificada
En los primeros años de vida es muy importante observar el
comportamiento de la niña en respuesta a enfermedades de tipo
infecciosas; ya sea del tipo oído-nariz-garganta, como infeccio-
nes urinarias, cuadros respiratorios frecuentes, infecciones de la
piel, mucosas, o también como conjuntivitis y gingivitis, ojos,
e incluso uñas. Hay niñas que a pesar de estar expuestas a in-
clemencias climáticas, abusos de orden deportivo, exigencias
sobre el organismo, no se enferman de males infecciosos, y hay
otras que tomando todas las precauciones presentan frecuentes
enfermedades de este tipo. Es esta última niña la candidata a
presentar f.o.p. en cualquier etapa de su vida. Cuando veo una
paciente con una f.o.p., e indago sobre su historial de niñez,
normalmente la madre relata infecciones como las antes descri-
tas, e incluso es muy frecuente que le hayan extirpado las amíg-

69
mujer, sexo fuerte

dalas en los primeros años de vida, o han debido ser operadas


de adenoides por las mismas razones.

Preadolescentes: presencia de flores blancas


más infecciones frecuentes
En esta etapa de la vida se agregan generalmente las infla-
maciones de la mucosa vaginal, producto de las primeras se-
creciones hormonales en la etapa que inicia el desarrollo de
caracteres sexuales secundarios. La mucosa vaginal se impreg-
na con estas hormonas y aumenta la capacidad de responder
a las agresiones de tipo inflamatorio. Las niñas comienzan a
presentar secreciones vaginales manchando con frecuencia la
ropa interior, hecho al que normalmente no se le otorga impor-
tancia. Existen dichos populares que las nombran como «flores
blancas». Se piensa que no hay nada más propio de la mujercita
como este hecho previo a la pubertad. Incluso puede ser motivo
de celebración, en un rango menos que las celebraciones de la
primera regla. Sorprendentemente se celebra una enfermedad.
Estas preadolescentes, si aún no tienen una f.o.p. son seguras
candidatas. Ellas, dependiendo del grado de infección, tendrán
más o menos dificultades para realizar su primera menstrua-
ción, la que será más o menos violenta, dependiendo del tipo de
infección que presenten en su aparato genital.

En la pubertad: importancia de una menstruación


normal sin grandes manifestaciones asociadas
Hay niñas que se transforman en mujeres sin grandes tras-
tornos e inician sus reglas en total normalidad durante algu-
nos años. Posteriormente comienzan con aumento del volumen

70
capítulo iii: falla ovárica parcial

menstrual, o con irregularidad, o con dolores perimenstruales


que van aumentando en intensidad. Estos síntomas son caracte-
rísticos del inicio de un proceso inflamatorio genital, que impide
que las respuestas propias del desarrollo se expresen como tales
y surjan desde pequeños a grandes trastornos en su proceso, los
que dependerán del mayor o menor grado de compromiso de
su aparato genital.
Otras muchachas presentan desde el comienzo los mismos
síntomas que describimos para las puberales, pero que se ma-
nifiestan desde las primeras menstruaciones, no logrando un
estado de madurez sexual secundaria plena. Quedan a mitad
de camino en su desarrollo, presentando poco vello pubiano,
caderas poco femeninas, muslos delgados y mamas pequeñas.
Este fenómeno se atribuye con frecuencia a las características
genéticas, porque no falta la tía que tiene esas mismas caracte-
rísticas, y como se asocia con facilidad, la muchacha dirá «salí
a la fulanita» y con ello se cierra la posibilidad de tener una
enfermedad (f.o.p.).
Lo grave de esta asociación es que se esconde un proce-
so que si es diagnosticado precozmente resulta muy simple de
solucionar y, por el contrario, si no es solucionado, cambiará
su vida completamente. Esto es así porque el desarrollo hor-
monal normal es un hito fundamental y de éste dependerá el
futuro de esa joven. A partir de aquel estado habrá tenido una
existencia desastrosa. Su organismo no logrará el nivel de desa-
rrollo necesario; en otras palabras, «no se graduará de mujer».
El medio le pedirá que ejerza como tal y no podrá responder,
porque no logró las características propias de su género. Como
el medio no conoce su estado real, ni la propia afectada se da
cuenta de qué le sucede, es víctima de descalificaciones pro-

71
mujer, sexo fuerte

ducto de su incapacidad para cumplir con sus roles. Todo esto


crea una compleja carga social y emocional que le complica su
desarrollo, ya no sólo corporal, sino además psíquico y social.
Es importante destacar que las madres fijen su atención
en las niñas que presentan síntomas de f.o.p. cercanas a la
pubertad, porque con ello pueden evitar futuras disfunciones
sexuales, como el lesbianismo que las podría afectar al intentar
sexualizar en condiciones inadecuadas, producto de su falta de
desarrollo físico y psíquico por déficit hormonal. Efectivamen-
te un gran porcentaje de conductas lésbicas tienen como base
una f.o.p. en su manifestación inicial y, por lo tanto, al ser
diagnosticada y tratada en una etapa temprana pude curarse
sin secuelas.

Post adolescencia, pubertad y adultez: cuidado con la


dificultad para realizar las actividades diarias
En la medida en que transcurren los años, las cosas ya no
son tan simples como las descritas en los cuidados que se debe
tener en las primeras etapas de la vida. Porque en tanto que a
los eventos iniciales se le sumen tratamientos anticonceptivos,
sexualidad, maternidad, infecciones, controles ginecológicos
con distintos tratamientos, se torna imposible caracterizar en
forma clara y precisa cómo se hizo en las etapas anteriores. La
sumatoria de distintos componentes o eventos en la vida de
cada mujer van a marcar en forma diferente a la f.o.p. presente
en ella. A manera de ejemplo, la que fue madre precozmente va
a tener estigmas muy diferentes a la que fue tardíamente, o a la
que no pudo serlo. La preocupación fundamental de la primera
será la planificación a ultranza, incluso sin pensar en las conse-
cuencias de esta decisión. Difiere el caso con la mujer que no ha

72
capítulo iii: falla ovárica parcial

podido ser madre a pesar de múltiples tratamientos. Ella carga


junto a su pareja el problema de la esterilidad.
Es importante que toda mujer que note que pierde carac-
terísticas que son propias de su género, en forma temporal o
permanente, comprenda que ha perdido algo importante, y no
trate de justificarlo por cualquier medio como decir por ejem-
plo: «estoy vieja», «he dejado de querer a mi marido», «perdí
el entusiasmo de los primeros años», «todo es rutina», «no ten-
go ganas de hacer nada», «tengo jaqueca», «me bajó la pre-
sión», «me dormiría y no despertaría más». Podríamos con-
tinuar diciendo mucho más; todas, sin embargo, manifiestan
un inconformismo.
Lo correcto sería pensar que una vez alcanzado el desarro-
llo pleno, la mujer disfrute la vida, y esto no debe cambiar hasta
que ella cambie de estado; y el cambio de estado se produce con
la menopausia, donde gracias a los adelantos de las terapias de
reemplazo hormonal se puede prolongar incluso por muchos
años el estado de bienestar, que es condición propia y especial
de todas y cada una de las mujeres en estado de sanidad.

Caso frecuente:
«mina fraude», cuidado con las que parecen y no lo
son, o como dice el refrán popular «la suerte de la fea
la bonita la desea»
Se trata de mujeres con un excelente físico, que cumplen
con los cánones de belleza establecidos por la sociedad, con ma-
mas de buen tamaño y forma, y además un buen desarrollo pel-
viano, de piernas gruesas y contorneadas; pero presentan una
severa disfunción sexual y actitudes inmaduras para su edad.

73
mujer, sexo fuerte

Es factible que después de una pubertad completa hayan


adquirido una f.o.p., y comiencen a despintar de hormonas
sus órganos blancos, en distintos grados, dependiendo de la in-
tensidad de la f.o.p.; de tal manera que lucen estupendas, pero
funcionan poco o nada en todos sus roles.
Las mujeres que se encuentran en esta situación no entien-
den lo que les sucede; y menos las personas que las rodean,
puesto que no son para nada lo que aparentan ser. Han sido por
años clasificadas como «bonitas-huecas», «déspotas», «infanti-
les», «minas pá’ lucir», o como las nombro yo, «minas fraude».
Estas mujeres tienen múltiples posibilidades, debido a su
belleza física, de ser acosadas y de corresponder a estos acosos.
Sus experiencias pueden ser numerosas pero todas son insatis-
factorias o traumáticas. Esta insatisfacción, impotencia y dolor
hacen que ellas de alguna manera le otorguen una importancia
superlativa al cuerpo, convirtiéndose en esclavas de éste. Se so-
meten a fuertes sesiones de ejercicios y a regímenes alimenti-
cios estrictos, operaciones estéticas para resaltar sus atributos
físicos, que pueden incluso comprometer aún más el sistema
inmunológico, en último término, responsable directo de la si-
tuación que las aqueja. De esta manera se crea un círculo vicio-
so: entre más daño del ovario, menos respuesta; pero siempre
luciendo estupenda.

Experiencias reales
Con el tiempo y a partir de mi práctica como médico, co-
mencé a darme cuenta de que si una mujer no estaba en lo más
alto de la jerarquía de los sexos, entonces lisa y llanamente esta-
ba enferma. Si carecía de la fuerza descomunal que le regaló la

74
capítulo iii: falla ovárica parcial

creación estaba enferma. Si ponía impedimentos para cumplir


con su fin, estaba enferma. Si eludía, se sustraía o era indiferen-
te para encarar su rol, estaba enferma. Si estaba desabastecida
de todos o de algunos de los atributos que la convertían en un
baluarte, en una fortificación de la especie, estaba enferma. Si se
escapaba, se excusaba y no se lanzaba con todo a cumplir con
esa suerte de mandato o de vocación que le entregó la natura-
leza, estaba enferma. Si usaba subterfugios, de cualquier índole,
para no hacer uso de las potencialidades de su cuerpo, estaba
enferma. Si subordinaba su poderío para darle más categoría a
otros intereses, estaba enferma. Si esa pujanza, ese ímpetu, ese
nervio descomunal otorgado por la naturaleza estaba desteñi-
do, extraviado o errado, entonces, otra vez, el diagnóstico era
concluyente: esa mujer estaba enferma.

Francisca, 28 años
Este es uno de los casos más recordados. Francisca llegó a
mi consulta por pérdida de líquido vaginal. Anteriormente ha-
bía sido tratada por distintos especialistas durante varios años.
El cuadro mejoraba temporalmente, pero meses después volvía
a presentar la misma sintomatología. Esta era tratada con óvu-
los, cremas y, en ocasiones, con comprimidos. Paralelamente se
trataba a su pareja. En los controles de papanicolau siempre
aparecía inflamatorio inespecífico. Esta situación la impulsó a
pedir una opinión más, y así llegó a mi consulta.
Al examen físico destacaba una gran inflamación vulvar
y perianal, con enrojecimiento, y un tejido muy delicado que
se rompía con facilidad frente a cualquier manipulación, como
el simple acto de introducir un espéculo vaginal. Además, sus
mamas presentaban gran cantidad de nódulos. Al indagar con

75
mujer, sexo fuerte

detalle, confesaba una clara historia de molestias en otros órga-


nos. Se deprimía fácilmente, era muy irritable y agresiva. Con
frecuencia sufría de dolores de cabeza y tenía dificultad para
regular la temperatura, siendo extremadamente friolenta. Sus
mamas le dolían en forma cíclica. Tenía muy claro que diez
días antes de su menstruación estaba de «míramelas, y no me
las toques», tanto así que dormía con sostén deportivo, puesto
que el solo acto de darse vuelta en la cama le provocaba un te-
rrible dolor, que la despertaba. Contaba además con trastornos
difusos de tipo digestivo que habían sido diagnosticados como
colon irritable, y tratados intermitentemente.
Como antecedente, era madre de dos hijos, de 5 y 3 años.
Se había iniciado sexualmente a los 16 años. Había compartido
con 3 varones su vida sexual, y su última relación llevaba 7
años, con deseos y placer normales, según ella, con una frecuen-
cia de 4 veces por semana. Al preguntarle por su desempeño se
consideraba «t.o.p.», y recalcaba que en eso no tenía proble-
mas. Sus reglas eran regulares durante el uso de los anticoncep-
tivos, y un antecedente de reglas de tipo 28 a 35 días de inter-
valo, y entre 4 a 7 días de hemorragia abundante y dolorosa,
anterior al uso de los anticonceptivos. Con los anticonceptivos
los intervalos eran de 28 días y 3 días de duración de la regla,
situación que la mantenía contenta. La historia mostraba un
consumo de alrededor de 10 años de anticonceptivos orales,
interrumpido por los embarazos. Se veía un poco mayor de 28
años, con pelo pajizo, que aseguraba caérsele con facilidad. Te-
nía algunas espinillas en el rostro. Sus mamas eran tensas y sen-
sibles, multinodulares, típicas de una mastopatía fibroquística.
El examen abdominal mostraba una clara distensión en la zona,
con percusión propia de contenido aéreo. Al examen genital,

76
capítulo iii: falla ovárica parcial

llamaba la atención la gran cantidad de secreción vaginal de


color blanco-amarillento, maloliente, con la irritación propia
de la vulva y zonas perianales, un cuello uterino pequeño, con
signos evidentes de inflamación, y secreción que venía desde el
cuerpo por el conducto que se hacía evidente al comprimir el
cuello con el espéculo, pues aumentaba el flujo. El cuerpo ute-
rino era pequeño, con sensibilidad a la movilización, y el anexo
izquierdo parecía estar aumentado de tamaño.
Le solicité un cultivo endometrial y endocervical que diag-
nosticó un estreptococo sensible a prácticamente todos los an-
tibióticos. Se inició el tratamiento con antibióticos y antiinfla-
matorios, y le pedí terminar con el ciclo de anticonceptivos,
además de cuidarse con preservativos. Al mes se apreció una
clara mejoría en su estado de ánimo. Una disminución de la
tensión mamaria y de su distensión abdominal. Al examen fí-
sico, muestra una disminución de las lesiones vulvares y peria-
nales, como también una merma de la cantidad de secreción
a la espéculoscopía. Sigue el tratamiento y se controla al mes
siguiente: nuevamente destaca la mejoría de su estado anímico,
además de la desaparición de la sintomatología genital. Con-
tinúa en control y tratamiento mensual. A los cinco meses, en
forma espontánea y entre risas, me dice que «ahora sí disfruta
la sexualidad, y que en ese plano tiene ahora, dos post grados
en el extranjero», y está buscando el tercero, ya que cuando
empezó a tratarse no sabía que estaba en «el jardín infantil».
Esta historia resume una gran cantidad de interrogantes
que yo venía observando en pacientes que trataba por pap in-
flamatorio inespecífico, con antibióticos y antiinflamatorios,
logrando la mejoría del papanicolau; sin embargo, nunca fue
tan evidente la relación con las otras patologías asociadas. Es-

77
mujer, sexo fuerte

tas observaciones me hicieron cuestionar una gran cantidad de


dogmas en la especialidad relacionados con temas de consulta
frecuente, como la patología mamaria, la sexualidad, las leuco-
rreas rebeldes y estabilidad emocional.

Marta, 32 años
Hace bastantes años fui sorprendido por un caso especial.
Marta me confesaba muy acongojada su problema. Era ninfó-
mana. Me contaba que tenía una necesidad imperiosa de tener
y tener relaciones sexuales. A pesar de esto le resultaba difícil
lograr orgasmos. Debido a sus deseos sexuales exacerbados,
sus compañeros en principio se mostraban felices, pero al poco
tiempo se aburrían y la abandonaban. Había compartido ex-
periencias con numerosos «partners», pero no había logrado
consolidar una relación estable. Además, por formación cultu-
ral, no participaba en sus relaciones más que con un hombre
a la vez, situación que la complicaba, ya que necesitaba más.
Le expliqué que nunca había tratado a una paciente con esas
características, pues lo usual era absolutamente el caso con-
trario. Lo más cercano que había escuchado al respecto era la
frase popular mencionada por mi abuela: «esa fulanita tiene
fiebre uterina».
Marta poseía síntomas que habitualmente se aprecian en
las mujeres que consultan por disfunciones sexuales «en me-
nos». Y claros síntomas de inflamación de su aparato genital,
con pérdida de líquido, que ella describía como reflejo de es-
tar «siempre lista» para la sexualidad. Sin embargo, se trataba
de una secreción propia de la inflamación y no la secreción
cristalina que se expele en el momento del estímulo sexual
por las glándulas anexas propias de la función. A pesar de mi

78
capítulo iii: falla ovárica parcial

nula experiencia en este caso de hiperactividad sexual, por las


características inflamatorias de su aparato genital, le propuse
emplear mi método para tratarla. Lo conversamos largamente.
Sin garantizarle una respuesta positiva dimos inicio al trata-
miento que consistió en antibióticos y aspirina. En unos me-
ses comenzó a describir un interés normal por la sexualidad,
paralelamente empezó a experimentar sus primeros orgasmos.
Al tiempo, cuando estos mejoraron y se hacían múltiples, ter-
minamos el tratamiento.
Posteriormente he tenido más de cincuenta casos que co-
rresponden a la misma patología, que por alguna razón funcio-
nan de manera distinta, pero que luego del tratamiento se me-
joran y por lo tanto, existe mayor tranquilidad para tratarlas.

Carolina, 19 años, una joven con anorexia


A pesar de sus 19 años, Carolina era una niña. Tenía reglas
irregulares, muy dolorosas y abundantes, con frecuencias en-
tre 60 y 120 días. Nunca tuvo una crisis puberal con mayores
cambios en su cuerpo y en su mente. Unas pocas espinillas, y
la regla escandalosa que nunca se reguló. Era de aspecto infan-
til y bastante delgada de cuerpo, donde el desarrollo mamario
era incipiente. Sus caderas eran pequeñas, como de varón. Te-
nía serios conflictos de interrelación con sus compañeras, y ni
qué hablar con sus compañeros, características que terminaban
de retratarla.
Todos estos factores le impedían tener un buen rendimien-
to escolar. Se transformó en un problema familiar por su inma-
durez e inestabilidad. Era impredecible, con crisis depresivas y
trastornos de adaptación, muy rebelde. Su mayor preocupación
era la falta de desarrollo físico. Aparentaba ser «la flaca del cur-

79
mujer, sexo fuerte

so», y se esforzaba para no comer y seguir lo más flaca posible,


así sus atributos de mujer pasaban a segundo plano.
Es una situación grave, pues no se trata de la clásica pu-
bertad retrasada, sino de una f.o.p., que por ser muy precoz
impide la justa producción de hormonas y no desencadena la
crisis puberal en su totalidad.
Así, uno puede definir: crisis puberales mínimas, interme-
dias y completas.
Después de comprobar en Carolina que su hipoplasia ge-
nital, y de todo su cuerpo, era consecuencia de una f.o.p., fue
tratada. Su madre percibió con sorpresa cómo Carolina se de-
sarrollaba; se llenaba de espinillas, hecho que se convirtió en
la mayor preocupación para madre e hija, despreciando lo que
evidentemente sucedía en su cuerpo y en su mente. Pero aquel
es un sentir inevitable para una paciente seriamente angustiada
y dañada por la enfermedad. Por esas espinillas estuvo a pun-
to de suspender el tratamiento, a pesar de destacarle en cada
control que lo importante era advertir cómo había subido de
talla en el sostén y en los pantalones, y sin engordar, teniendo
el cuerpo de una linda muchacha. Carolina felizmente terminó
el tratamiento y siguió en controles, superó sus depresiones, su
anorexia, sin otro tratamiento que el realizado para controlar
su f.o.p.
Muchas de estas niñas transitan entre la anorexia y la bu-
limia creando inquietudes en el seno familiar. Dada la gravedad
de estas enfermedades, estas pacientes pueden detener el creci-
miento personal por largo períodos, deteriorar su calidad de
vida e incluso llevarlas a la muerte en algunos casos.
En un futuro próximo, considero importante dedicarme a
describir todas mis experiencias puntualmente en estos casos,

80
capítulo iii: falla ovárica parcial

por la alta frecuencia con que se ve en la actualidad y las difi-


cultades que hoy encuentran en sus tratamientos.

Claudia, 20 años
La situación de Claudia se presentaba diametralmente
opuesta a la de Carolina. Ella había realizado su crisis puberal
completa a los 11 años. Era la niña símbolo de su colegio; la
presidenta del centro de alumnas, poseía una madurez envidia-
ble, además de ser reconocida por sus pares y profesoras como
modelo dentro del alumnado. Ingresó a la Universidad con las
mejores calificaciones y a la carrera que siempre quiso, en la
Universidad de su elección. Al cursar su segundo año comien-
zan las inseguridades, depresión, irritabilidad, trastornos bulí-
micos, irregularidades menstruales, reglas abundantes, doloro-
sas, posteriores a un intenso síndrome premenstrual.
Luego de consultar con varios especialistas llega a mi con-
sulta. Diagnostico una f.o.p., que evidentemente había presen-
tado con posterioridad a una pubertad completa, pues todas
sus características físicas eran normales y propias del desarro-
llo. Sin embargo, por la f.o.p., la producción de hormonas era
inadecuada. Esto se traducía en un desequilibrio hormonal cau-
sante de su enfermedad. Inmediatamente inicié el tratamiento
correspondiente a f.o.p., y en unos cuantos meses normalizó
por completo su situación conductual; se cambió de carrera y
se transformó en una mujer feliz y sana, superando incluso su
exceso de peso.
Como ginecólogos sabemos que las carencias hormonales,
si son reemplazadas en forma cíclica, remedando un ciclo de
producción hormonal normal, vamos a lograr, en el caso de
Carolina, que realice su pubertad; y en el caso de Claudia, que

81
mujer, sexo fuerte

se recupere, pero si no reparamos la función ovárica propia,


será imposible mantener los beneficios logrados; puesto que el
ovario enfermo continuará expresándose en forma inadecuada
al suspender la frenación o la compensación.

Magdalena, 52 años
Se presentó a mi consulta por una severa depresión, que se
inicia inmediatamente después de su menopausia, con intento
de suicidio e inmersa en una crisis familiar. Había sido tratada
con terapia de remplazo hormonal, con resultados desastrosos,
ya que intensificaron sus molestias y sin mayor respuesta en el
cuadro depresivo. Fue derivada a tratamiento psiquiátrico sin
tener respuesta, a pesar de los fármacos utilizados. Ella llega a
mi consulta acompañada de su marido en estas condiciones,
ambos desesperados por no encontrar respuestas. A Magdalena
le diagnostico una f.o.p., que una vez tratada, sí se pudo iniciar
terapia de remplazo hormonal sin mayores complicaciones, re-
cuperando su condición de normalidad y pudo en forma pro-
gresiva ir disminuyendo los medicamentos para su cuadro psi-
quiátrico. Posteriormente mantuvo el tratamiento de reemplazo
por varios años, hasta los 59 años en que voluntariamente de-
cide suspender por encontrarse viuda. Realizo en forma normal
la transición desde la terapia a quedar sin hormonas de reem-
plazo, tolerando los cambios propios de la ausencia de hormo-
nas como cualquier mujer que llega a la menopausia sana.

82
Capítulo IV
En busca de una sexualidad femenina plena
a través de la producción normal de hormonas
Frenación hormonal o anovulación

Anticonceptivos y sexualidad
esde el descubrimiento de las hormonas, estas se han usa-
D do «a ojo de buen cubero», es decir, «pongo un poco si
falta», «compenso un poco si sobra». A no ser que se trate de
trastornos extremos evidentes, donde se realiza un ciclo artifi-
cial completo logrando el resultado de una menstruación. En
este paraíso caímos todos cuando la anovulación propia los an-
ticonceptivos orales, nos dio un arma trascendental para frenar
al ovario definitivamente.
Para mí, esto fue el entierro prematuro de la glándula madre de
la mujer, el ovario, ya que al tenerlo sometido a anovulatorios, con-
trolábamos su maternidad y «regulábamos» su funcionamiento.
A mi parecer este ha sido el más grave error de la gine-
cología contemporánea. Puedo atestiguar, como dato anecdó-
tico, que hace más de treinta años que no lo prescribo en mi
ejercicio profesional. La verdad, lo que hemos hecho es anular
la función del ovario, la producción hormonal y la ovulación;
fenómenos íntimamente relacionados, procesos propios de la
adecuada producción hormonal y que son en sí mismos la base
del bienestar físico y psíquico de la mujer.
La armonía de la mujer depende de sus secreciones hormo-
nales. Si la frenamos debemos hacernos cargo de las consecuen-
cias. Sin embargo, por años este no ha sido el caso. Lo hemos
hecho en forma inocente y con impunidad. Pero al realizar este
«inocente» cambio, las mujeres sufren las consecuencias y se
quejan de los múltiples trastornos que padecen. No todas. Pues-
to que si tenemos la suerte de frenar un ovario con anticoncep-
tivo de dosis altas, en una mujer que tenía un nivel hormonal

85
mujer, sexo fuerte

muy bajo, ella se va a sentir mejor; pero si esa mujer tenía un


nivel hormonal normal, y la frenamos con dosis bajas, va a sen-
tir que le cortamos las alas, y rápidamente aparecerán signos
propios del déficit hormonal.
En otras palabras, sacrifican su sexualidad, su felicidad, su
vida, sin saberlo por tener control de su fertilidad.
El no haber profundizado en el estudio del ovario, nos pasa
una cuenta difícil de pagar, ya que entramos en un espiral que
no tiene fin, donde vamos cambiando un anticonceptivo por
otro, y al final es la mujer quien termina cambiando al doctor
por otro, que le va a ofrecer más de lo mismo. Me resulta tre-
mendamente curioso que casi nadie se cuestione esta problemá-
tica fundamental para la mujer. Además nos dejamos seducir
por los cientos de nuevos productos anticonceptivos, anovula-
torios, que ha desarrollado la industria farmacéutica en los úl-
timos cuarenta años. Siempre nos están presentando el cambio
adecuado que se trasformará en la solución a los problemas que
observamos en nuestras pacientes. Lo que en un momento fue
para nosotros la panacea, hoy es para mí y para algunos pocos,
un triste capítulo en la historia de la ginecología que nos debe
llevar a reflexionar.
En los primeros años de experiencia profesional me tocó la
suerte de controlar a una gran cantidad de trabajadoras sexua-
les. Gracias a ellas pude conversar y aprender bastante sobre
la sexualidad femenina. Muchas, por el uso frecuente de anti-
conceptivos se quejaban de problemas para seguir con su des-
empeño en el comercio sexual. Al examinarlas, me llamaba la
atención que luego de cierto tiempo de uso de anticonceptivos
se manifestaba un cuello y un útero pequeño, una vagina sin
buenas condiciones de lubricación, sensible y, en muchos casos,

86
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

inflamada y dolorosa. Además, era muy frecuente encontrar en


los controles de papanicolau el diagnóstico de «inflamatorio
inespecífico». Al consultar a mis profesores la respuesta era:
«Qué otra cosa puedes encontrar en ese grupo de mujeres».
Curiosamente, el papanicolau inflamatorio también era bastan-
te frecuente en mis pacientes privadas, en mujeres con conducta
sexual monogámica, lo que era evidente es que ambas tomaban
anovulatorios, y esto se transformaba en una fuerte contradic-
ción con respecto a las sentencias de los maestros.
La coincidencia entre los casos se explicaba por la razón
del uso generalizado de anticonceptivos, y para mí eso era dig-
no de aclarar. Sin duda, al usar anticonceptivos por tiempos
prolongados, en dosis constantes, estábamos provocando un
nivel hormonal constante, ya que por frenar la producción hor-
monal propia, que es esencialmente cambiante, las sometíamos
a un traumatismo que involucraba la acción hormonal en los
órganos blancos que constituyen todo el organismo femenino.
Esta acción tiene consecuencias de variados tipos. Era fre-
cuente que manifestaran que la menstruación se había acortado
en cantidad y calidad, o que por el contrario había aumentado,
o que presentaban sangramientos anormales con relación al ci-
clo. Esto es lo que evidenciaban las pacientes, y la relación con
la frenación era que le exigíamos al aparato genital un compor-
tamiento normal sin estar impregnado hormonalmente debido
a esta frenación. Entonces, era absolutamente lógico que los
órganos sexuales perdieran su condición de normalidad, ya que
los niveles correctos dependían del tipo de pastillas. Además,
era muy claro que esta regulación fija representara la causa del
resultado de mis observaciones.

87
mujer, sexo fuerte

Siendo consecuentes con las necesidades, le dábamos hor-


monas anticonceptivas con mayor concentración porque evi-
dentemente los hechos así lo requerían. En algunas pacientes
aparecían signos de exceso hormonal en las mamas, con au-
mento de tamaño, sensibilidad excesiva y aumento del tejido
fibroso, lo cual, a poco andar, era motivo de otras críticas a
la actuación médica por parte de las pacientes. Qué difícil era
para mí adoptar una posición profesional ante ellas, donde
quedaba claro que la naturaleza era mucho más precisa que
nuestro tratamiento, pues resulta imposible regular las fun-
ciones naturales del organismo mediante la administración de
hormonas en forma fija, sin causar daño. Entonces recordé
la fisiopatología de los mamíferos inferiores, que tienen res-
puestas ovulatorias en relación al coito. Clásicamente la co-
neja ovula en relación al coito, a lo que se debe su alta taza
de fecundidad.
De alguna manera existía una gran cantidad de estímulos
que desconocíamos con respecto a la mujer, que también debían
ser fundamentales en la regulación de la producción hormo-
nal; al tratar de manejarlos mediante los anticonceptivos lográ-
bamos manejar la fertilidad, pero no podíamos controlar los
efectos secundarios, situación que iba en desmedro absoluto de
la paciente.
Flaco favor le estábamos haciendo a esas mujeres que por
tener maternidad responsable entregaban su sexualidad y su
estabilidad emocional cargando con la responsabilidad de la
paternidad sobre sus hombros, dándole absoluta tranquilidad
al varón y desligándolo de las secuelas, mientras ellas padecían
y asumían las nefastas consecuencias del tratamiento.

88
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

No faltó el varón desinformado que se quejaba por el com-


portamiento sexual de su mujer, y en su ignorancia le echaba
la culpa a cualquier cosa. Algunos llegaban a pensar que esta-
ban siendo engañados y se imaginaban que ellas con «el otro»
sí disfrutaban. Intentaban cualquier maniobra para aumentar
la estimulación de un aparato genital refractario producto de
su débil impregnación hormonal, debido al abuso de anticon-
ceptivos. Sin embargo, es preciso mencionar que lo contrario
también es válido, puesto que mujeres con pobre producción
hormonal, al usar anticonceptivos en dosis altas, tienen mejores
respuestas sexuales.
Un fenómeno que me causaba sorpresa y estupor, y que me
convenció de escribir estas líneas, fue el tratamiento de mujeres
triunfadoras en el ámbito económico, social, familiar y profe-
sional, pero con problemas sexuales generados por el abuso de
anticonceptivos. Mujeres, además, fieles defensoras de la libe-
ración de la mujer, con profundas convicciones feministas. Esto
era para mí el festín de las contradicciones.
En el ejercicio profesional nos encontramos con variados
trastornos de la función del ovario. Es obvio que si yo trato de
frenar irracionalmente ese ovario enfermo, no le voy a permi-
tir expresarse naturalmente; por lo tanto, no me voy a enterar
sobre qué está pasando con él. Como no puedo estudiarlo en
profundidad, y en cambio puedo mantenerlo inhibido o frena-
do, es preciso que me cuestione por las consecuencias de este
proceder: ¿Se solucionará el problema por sí solo? ¿Se sanará
ese ovario dejándolo descansar por medio de la frenación como
inmovilizamos una fractura mediante el yeso? Lo habitual es
que luego de suspender un largo tratamiento de frenación, los
síntomas reaparezcan en toda su magnitud e incluso se agraven.

89
mujer, sexo fuerte

Esta diferencia entre una fractura y la función ovárica es para


mí trascendental, puesto que con la frenación el ovario no se
repara, reparación que sí ocurre en otros órganos mediante la
inactividad. Es así como se ha instituido frenar un ovario po-
liquístico, seguirlo con ecografías periódicas y observar cómo
desaparecen los quistes en el transcurso del tiempo, y pensar
que ese ovario ha sanado, suspender entonces el tratamiento, y
observar en dos o tres ciclos sucesivos que ese ovario vuelve a
presentar los mismos problemas.
Sin duda, no conocemos la causa que obliga al ovario a
funcionar en forma deficiente, y da la sensación de que no nos
preocupa, o es sencillamente inalcanzable resolver el problema
con la tecnología actual.
Lo preocupante es comprobar que hay pacientes a las que
les sugieren que se embaracen rápidamente después del trata-
miento anovulatorio y tengan un hijo, ya que se olvidan de la
mujer en su integridad. Y si logran un embarazo, no hay duda
de que el momento hormonal es pobre, y no es de extrañar,
entonces, las complicaciones que se producen, como sangra-
mientos, dolores, útero irritable, síntomas de aborto, placentas
bajas, incluso retardo de crecimiento fetal, etc., los que suceden
debido a las precarias condiciones hormonales iniciales.

Compensación hormonal
Dada la frecuencia de los trastornos hormonales que
involucran de manera fundamental o complementaria gran
parte de las patologías que vive la mujer en el curso de la
vida, los ginecólogos hemos tenido en las hormonas un ele-
mento clave de nuestro arsenal terapéutico; y en la medida

90
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

en que fuimos conociendo los efectos de las principales hor-


monas femeninas, estrógenos y progesterona, fuimos, en los
últimos cincuenta años, usando estos productos para resol-
ver gran parte de las patologías propias de la mujer.
Recuerdo, de mis tiempos de estudiante, la prueba de la
progesterona, mediante la cual podíamos asegurar que una mu-
jer que tenía una falta de regla, correspondía a un déficit de
producción de esta hormona. Si al dársela por unos días lográ-
bamos la tan ansiada regla se despejaba la duda del embarazo,
y lo que en verdad padecía era un desorden hormonal, que aún
hoy permanece sin explicación clara.
Sin embargo, nosotros lográbamos mitigarlo en forma
empírica, frente a un síntoma de aborto, dando progesterona,
pues suponíamos que la causa del síntoma era la falta de di-
cha hormona. Con el correr de los años observamos que las
dosis altas de progesterona habían provocado daño a algunas
recién nacidas.
En una mastopatía fibroquística de la mama suponíamos
la falta de progesterona, y la agregábamos en la mitad del ciclo
para lograr reparar la falla: la respuesta duraba exactamente
lo que demoraban en reaparecer los síntomas al suspender la
droga, dependiendo de las dosis, tiempo de uso y el tipo de
preparación progestatínica. En los ciclos sucesivos de ese ovario
enfermo los síntomas se reinstalaban con más o menos violen-
cia, dependiendo del daño original del ovario.
Otro de los tratamientos para las mujeres con falta de libi-
do, como suministrar hormonas masculinas para activar el de-
seo y la respuesta sexual, en general pobre, duraba exactamente
lo que el tratamiento y les dejaba secuelas en todo el organismo.
Si el tratamiento era prolongado, o con grandes dosis, provo-

91
mujer, sexo fuerte

caba aumento de la cantidad y espesor de los vellos del cuerpo,


cambios en la voz, modificaciones de las mamas, calvicie fron-
tal, distribución de grasa tipo masculino, etc.
Tempranamente me sorprendió que estos tratamientos tu-
vieran tantos adeptos y nadie se preguntara «qué estoy real-
mente haciendo». Y me cuestioné las consecuencias de estos
tratamientos con hormonas masculinas. También mis pacientes,
sorprendidas muchas veces, me sugirieron reflexionar sobre sus
preguntas: «Doctor, ¿por qué tengo la voz ahora más ronca?
¿Por qué me salen más vellos y más gruesos?».
Volvamos a una mujer que sufre, busca ayuda y es trata-
da con hormonas masculinas. Ella se da cuenta que es dife-
rente, que no puede compartir placenteramente con su pareja,
que hasta le salen pelos donde no deben, y se le caen donde
no quiere, además de otros cambios en la corporalidad. A
ella es difícil tranquilizarla y validar un tratamiento que la
daña de tal manera. Por intentar reparar un problema, que
obviamente tiene su origen en una f.o.p., ha sido tratada con
hormonas que no eran propias de su género.
Vamos ahora al caso de compensar con hormonas propias
del género. Pretender influir sobre los mecanismos reguladores,
receptores hormonales, con una regulación «al ojo», lo encuen-
tro un poco presuntuoso, por decir lo menos. ¿Por qué no di-
rigir nuestros esfuerzos a encontrar las causas del sufrimiento
de la mujer por un desorden hormonal debido a la producción
inadecuada de hormonas? La causa difícilmente podría encon-
trarse en otro lugar que no fuese en el ovario: el gran productor
de hormonas femeninas.
Nos hemos pasado los últimos años pensando que los orí-
genes de una inadecuada producción de hormonas se encuen-

92
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

tran en los sistemas reguladores, en el mecanismo de retroa-


limentación, en una inadecuada respuesta de los receptores
hormonales. Hemos creado sustancias capaces de estimular
más aún la función del ovario o de engañar a los receptores
hormonales, ocupando sus espacios para impedir que esta pro-
ducción inadecuada se manifieste. Hoy no puedo aceptar que
una producción inadecuada de hormonas no sea consecuencia
del trabajo anormal del ovario.

Dificultades de las mujeres con f.o.p.


frente al sexo y la vida
No tengo el ánimo de estigmatizar a nadie. Mis observacio-
nes surgen de los cambios que han experimentado las pacientes
que he tratado durante años; cambios que ellas mismas han
vivenciado y relatado luego del tratamiento. Estos han sido be-
néficos para sus cuerpos, para sus mentes y para sus relaciones
con los demás.
Estos cambios han beneficiado a mujeres en las siguientes
opciones sexuales y vivenciales:

1. Aquellas con falta absoluta de interés o desaparición com-


pleta de necesidad sexual.
2. Las que derivaron en conductas lésbicas.
3. Aquellas que experimentaron ninfomanía.
4. Las que experimentaron anorexia y/o bulimia.
5. Las que sufrieron violencia física y psicológica en su vida.
6. Mujeres predispuestas a la depresión y otros trastor-
nos mentales.

93
mujer, sexo fuerte

También es factible que con una f.o.p. en etapas precoces


de la vida no alcance a desarrollar el interés por el sexo opuesto
y quede suspendido el desarrollo físico y mental en una etapa
pre-puberal, con algunas características sexuales secundarias
incipientes. Como no siente atractivo hacia el sexo opuesto ni a
la sexualidad, por falta de desarrollo, es posible que dedique su
vida a cumplir otros roles, que pueden ser muy altruistas y bien
evaluados por la sociedad, pero que con el correr del tiempo le
harán sentir que padece algo, y sea entonces catalogada como
enferma del sistema nervioso central, o incluso que tiene una
hipoplasia genital, útero infantil, pubertad retrasada o la serie
de trastornos que se relacionan con esta falta de desarrollo.

Cuadros infecciosos en la infancia


Hay una relación evidente entre tener problemas hormo-
nales durante la vida adulta, o desde el momento que el ovario
inicia la producción de hormonas, con la facilidad de haber
presentado cuadros de tipo infeccioso en la primera infancia,
especialmente cuando estos son de una frecuencia no habitual.
Constantemente me toca observar pacientes que en sus prime-
ros años de vida visitaron al pediatra en numerosas oportuni-
dades porque sufrieron infinidad de infecciones del tracto respi-
ratorio incluso muchas terminaron operadas de amígdalas o de
adenoides, como solución a sus infecciones repetitivas. Enton-
ces, es frecuente constatar que las pacientes que consultan por
trastornos en la producción de hormonas en algún momento de
sus vidas han presentado múltiples infecciones: respiratorias,
urinarias, con infinidad de consultas a otorrinos laringólogos,
bronco pulmonares, urólogos, etc.

94
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

En general, estas mujeres tienen una condición de debilidad


frente a los agentes infecciosos, que sin dudas es consecuen-
cia de su débil sistema inmunológico, que permite que estas
infecciones ocurran con frecuencia. Así como algunas pacien-
tes sufren de resfríos repetidas veces, y a pesar de ser tratadas
terminan con sinusitis, bronquitis o amigdalitis; y a otras pa-
cientes se les acaban los resfríos sin ningún tipo de tratamien-
to, así también hay personas que enfrentan mal las agresiones
habituales de tipo infecciosas, frente a otras que las superan sin
mayores problemas.
¿Cuál es el elemento que permite estas diferencias? Creo
que la pregunta es fundamental para dirimir por qué hay pa-
cientes que son presa fácil de infecciones y otras que no presen-
tan nunca estos problemas.
Por cultura general, una madre sabe bien que todos sus
hijos no son iguales; algunos requieren más cuidados que otros.
Pero cuando el problema persiste, a pesar de los cuidados, nos
enfrentamos a una persona que reacciona diferente a las situa-
ciones cotidianas. Lo que realmente tiene valor es la prevención
de las enfermedades. Lo correcto sería tratar de una manera
más completa y radical estas pequeñas y grandes infecciones,
que nos deberían alertar para decidir qué hacer con estas pa-
cientes que manifiestan diferencias desde una etapa temprana
en la vida. Esta situación puntual de algunas niñas se constituye
a mi juicio en la señal o elemento clave. Resfriarse puede ser
banal o incluso normal, pero la reiteración de estos cuadros
que además se complican con infecciones más serias, saca de
contexto al resfrío común, pues ya no es el resfrío, sino la faci-
lidad con que la paciente se resfría una y otra vez. Sin embargo,
el cuadro no se detiene ahí, la mayoría de las veces se compli-

95
mujer, sexo fuerte

ca con enfermedades más delicadas, como sinusitis, bronquitis,


amigdalitis, otitis, conjuntivitis, etc., todas éstas con caracterís-
ticas crónicas, constituyéndose en un problema que nos invita
a investigar.
Por tanto, el alerta hacia las madres debe ser con la hija,
que tiene frecuentes infecciones de un órgano en particular o
de diferentes órganos, ya que esa hija probablemente tendrá
una f.o.p..
Como f.o.p. es una enfermedad desconocida, nos encon-
tramos con distintas respuestas por parte de las mujeres que la
padecen, dependiendo de las enfermedades concomitantes que
pueden afectar las respuestas inmunes: resfríos, situaciones de
stress, infecciones urinarias, infecciones respiratorias, otitis, si-
nusitis, etc. Como las pacientes recibirán con frecuencia trata-
mientos médicos con antibióticos, estas situaciones son las que
multiplican y complican las respuestas del ovario al infinito.

Las mamas
La mama es un órgano relacionado con la sexualidad y la
maternidad por las modificaciones que presenta en su función.
Por ser un órgano con clara acción hormonal, pero externo y
llamativo, que define la belleza femenina, es normalmente sobre
valorado por los varones y por las propias mujeres, puesto que
significa un porcentaje importante del éxito de la feminidad.
Este factor ha motivado todo tipo de intervenciones para que
luzca en medidas óptimas de tamaño, consistencia y formas,
emulando un prototipo de belleza. De esta manera, se le otor-
ga una importancia que escapa a sus funciones fundamentales:
participar, debido a su sensibilidad, en la sexualidad y en la

96
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

alimentación de la cría en el post parto; y para ello debe tener


algunas características que le permitan cumplir estas funciones.
Muchas mamas lucen espectaculares pero no se pueden to-
car porque están extremadamente sensibles. Hay otras que lu-
cen en óptimas condiciones de forma y tamaño, pero no logran
saciar el apetito del bebé, porque de alguna manera la mujer
está con una deficiente función del ovario, lo cual le impide una
lactancia adecuada o como muchas dicen: «soy puro envase»,
pues el niño queda con hambre y deben darle relleno.
Lo normal es que la glándula mamaria inicie su desarrollo
con las primeras secreciones hormonales al inicio de la puber-
tad y antes de la menarquia; y complete el desarrollo con la
maduración hormonal propia de la mujer. En este momento
pueden suceder trastornos propios de f.o.p., que tienen que
ver con producción hormonal inadecuada y que se traducirán
en pechos poco desarrollados, o de gran desarrollo, respetando
el componente hereditario, siempre y cuando la madre, o sus
parientes mujeres, no hayan tenido los mismos problemas que
presenta la adolescente.
Cuando el ciclo ovárico es normal, la producción de estró-
genos y progesteronas son perfectas, una vez logrado el desa-
rrollo, la mama tiene un ciclo propio que acompaña al ovario
y que termina con la menstruación en condiciones de absoluta
regularidad. Su consistencia es muy similar al «flan de la abue-
la» y debe reflejar la sensibilidad inherente, que es parte del
estímulo sexual. Estas características suelen perderse por pro-
ducción inadecuada de hormonas, provocando mamas que, por
exceso de estrógenos o déficit de progesteronas, no tienen un
equilibrio perfecto, propio de la mujer sana. Se transforma en-
tonces en una mama que tiene tendencia a fluctuar en demasía

97
mujer, sexo fuerte

durante el ciclo menstrual, y no quedar en equilibrio al presen-


tarse la menstruación. De manera que va acumulando en los ci-
clos anormales elementos fibrosos o quísticos que le dan mayor
consistencia, y al mismo tiempo hipersensibilidad, que en casos
extremos llega al dolor espontáneo. Así, es muy frecuente que
las mujeres vayan cambiando el tipo de prenda interior. Los
sostenes deportivos son usados porque son más firmes, y de al-
guna manera les calman las molestias, puesto que fijan la mama
a la parrilla costal, también recurren a ellos las pacientes a las
que, producto de sus desórdenes hormonales cíclicos, les han
crecido las mamas de tal manera que se acomplejan. Vestidas
con esta prenda disimulan el volumen. En casos extremos, hay
pacientes que los usan para dormir, porque es tanto el dolor que
se despiertan al moverse en la cama.
Esta enfermedad es conocida con el nombre de mastopatía
fibroquística, displasia mamaria, mama reactiva, mama fibro-
sa, etc. En realidad es parte de un mismo problema: secreción
inadecuada de hormonas, producida por una incapacidad del
ovario para hacer su trabajo; en el fondo, es una secreción inco-
rrecta de hormonas que daña no solo la mama sino también a
cada uno de los órganos blancos hormono-sensibles, hormono-
dependientes, su cuerpo y su mente .
Existe la creencia cultural que una mama densa o dura es
una mama joven, apetecible e incluso cómoda porque hasta
puede prescindir del sostén, pero esta creencia dificulta aceptar
que tras esa belleza hay una nueva enfermedad: f.o.p.

98
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

La menstruación
Ha sido clásico llamar a la menstruación «regla», porque
se entiende que su presencia o ausencia define de alguna mane-
ra sanidad o enfermedad. La presencia de regla es en general
sinónimo de mujer sana. Al no presentar problemas en su re-
gularidad no se duda de que esa mujer en particular esté sana.
Sin embargo, la regla per se va acompañada de una cantidad
de fenómenos que le son propios y, en último término, de una
producción adecuada de hormonas por el ovario, que influyen
en la mujer desde el cabello a las uñas del pie. En todos estos
efectores de hormonas, u órganos hormono-dependientes, se
presentan signos y síntomas cuando la producción de hormo-
nas no es la correcta.
Considero el colmo que lograr una regla con anticoncep-
tivos sea considerado como el máximo éxito en una mujer que
era irregular o carecía de reglas, mientras no se ha solucionado
el problema fundamental que es su f.o.p.
El mayor problema es que, culturalmente, para la mujer
tener la regla como sea, en este caso lograda con anovulatorio,
es apreciado como signo de sanidad.
Por esta situación, si sólo miramos la regla, dejamos fuera
una gran cantidad de elementos de diagnóstico, de signos más
o menos complejos que acompañan al «fenómeno regla», y que
son también importantes, ya que la única forma de llegar a una
evaluación plena del proceso hormonal femenino, es evaluando
como un todo la mayor cantidad de señales que siguen la pro-
ducción hormonal del ciclo menstrual.
La ausencia de regla, en oposición a lo anterior, ¿quién
duda que no esté relacionada con una enfermedad, o por lo
menos, con un embarazo? Esta evidencia simplista del concepto

99
mujer, sexo fuerte

menstruación, que es además, por su evidencia, muy fácil de


evaluar, nos ha confundido simplificando la observación y, en
último término, nos ha impedido mirar de manera global otro
tipo de factores para evaluar sanidad.
Pienso que no son sólo la falta de regla o la presencia de
esta las únicas consideraciones fundamentales para cuantificar
funciones. Mi accionar se orientó a la evaluación de las modifi-
caciones que se producen en los órganos blancos. Especialmente
puse atención en el útero y las mamas, en la forma tradicional,
con palpación, observación y además con ultrasonografía. De
esta forma pude disponer de elementos que ayudaran a una me-
jor comprensión de las modificaciones que sufren estos blancos
hormonales y su relación con las distintas enfermedades que
pueden padecer las mujeres. Esto me permitió incorporar más
elementos y avanzar más allá de los síntomas, para incrementar
el conocimiento de las enfermedades del sexo femenino.

La menopausia
La menopausia es un proceso normal en la vida de la mu-
jer, que merece un capítulo aparte y que se caracteriza por el
término de la producción de óvulos por el ovario, por ausen-
cia de folículos. Es el fin de las menstruaciones. Como proceso
normal, es vivido en forma diferente por la mujer sana, quien
no presenta grandes síntomas y va poco a poco perdiendo las
condiciones propias producto de la secreción hormonal.
Distinta es la situación de la mujer que llega a la menopau-
sia con un historial de múltiples falencias, o en algún momento
de ella, a causa de f.o.p. Estas mujeres han pasado más de la
mitad de sus vidas enfermas. El problema es grave para la mujer

100
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

que ve irse sus últimas menstruaciones y acabarse toda expecta-


tiva, porque de alguna manera entiende que con esta situación,
si no hubo respuestas antes, ahora la cosa es aún peor, pues
se terminan todas sus posibilidades. Entra en la menopausia
consciente del significado de esta etapa, en la que decaerán to-
das sus funciones. Algunas de estas mujeres no completaron
su realización en maternidad o en sexualidad, o en estabilidad
emocional. La situación inherente al cambio de vida producido
por la menopausia se vuelve hasta terrorífica, por la falta de
realizaciones. Ellas caen en una menopausia, por decir lo me-
nos, tormentosa. Al intentar ser compensadas hormonalmente,
por lo general exacerban sus problemas, y por último dicen que
tienen intolerancia a las hormonas, aumentando el sufrimiento.
No obstante, cuando estas pacientes son correctamente diag-
nosticadas y tratadas de su f.o.p., no tienen problema alguno
para someterse a un tratamiento de reemplazo hormonal. Su
tolerancia a las hormonas se transforma en respuestas absolu-
tamente normales, que logran finalmente cambiar su calidad
de vida. Se debe hacer terapias secuenciales con estrógenos y
progesteronas, lo más parecido a su ciclo hormonal natural, y
así obtener reglas que no tengan mayores síntomas. En estos ca-
sos, tampoco se manifiestan los problemas que se presentaban
antes de la menopausia. Después del tratamiento las mujeres se
sienten rejuvenecidas, es casi como si volvieran a nacer o como
un «re-vivir».
Actualmente, con los progresos de la medicina, el avance
de la ciencia y la tecnología, las expectativas de vida sin produc-
ción de hormonas son cada día mayores, pueden ser de 30 o más
años; por lo tanto, creo que esta visión es de gran importancia.

101
mujer, sexo fuerte

La mujer que hace una menopausia tormentosa, porque


llega a esta etapa de la vida enferma, no es candidata a tera-
pia de reemplazo hormonal, ya que lo único que conseguirá
es acentuar la sintomatología que estuvo presente durante su
vida hasta ese momento. Si se trata y se mejora de la f.o.p.,
será posible mejorar su calidad de vida haciendo una terapia de
reemplazo hormonal, adecuada a sus carencias, con dosis que
deben ser probadas en cada paciente hasta obtener los resulta-
dos buscados.
Lo expuesto también deja abierta la posibilidad para la
mujer de conocer y disfrutar una sexualidad plena, en una edad
avanzada, y darse cuenta que puede ser beneficiosa para ella
y su pareja; puesto que el hombre también ha recibido distin-
tos tratamientos para mantener su sexualidad activa, pudiendo
ambos compartirla y disfrutarla a plenitud.
Además, los avances en estabilidad emocional le permiten
mejorar su calidad de vida y la maternidad, en el sentido de
mejorar la relación de la madre con los hijos.
Hay tres grandes dificultades para tratar a este grupo de
mujeres con f.o.p.:

1. Lo único que valora la mujer enferma que tiene la me-


nopausia es que terminará el sufrimiento que le provoca
la regla.
2. La dificultad mayor con este grupo de mujeres se presenta
porque hasta hoy los ginecólogos hemos dado terapia de
reemplazo hormonal con las bondades que ello tiene, sin
discriminar entre mujer sana y mujer enferma, lo cual ha
traído consecuencias evidentes, que han llevado a despres-

102
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

tigiar el uso de hormonas, que en el grupo de las enfermas


de f.o.p. causan estragos.
3. Como tener regla después de la menopausia es vivido como
incómodo, o desagradable, y han esperado llegar a la me-
nopausia para gozar el beneficio de no tenerla, las mujeres
que optan por la terapia de reemplazo hormonal y exigen
una terapia continua antinatural para no tener regla, al-
teran lo que era su producción hormonal normal, lo que
aporta beneficios, claro que evidentemente trae más riesgos.

Estas tres dificultades tienen un trasfondo ético, porque a


las consultas llegan las mujeres solicitando ayuda a sus diversos
malestares. Entonces el facultativo se convierte en administra-
dor de los gustos y preferencias de las consumidoras de hormo-
nas, desconociendo que no es lo mismo prolongar una función
que cambiar una función a la pinta propia, de otra manera, con
o sin regla.

¿Es lo recurrente característica


de sanidad?
Los líquidos o secreciones que muchas mujeres expelen a
través de la vagina, y que suelen tener variadas características,
ya que suelen cambiar en cuanto a consistencia y también en
cuanto a olores, han sido considerados normales. Algunos lle-
gan a ser muy fuertes. Usar, por esto, permanentemente los dis-
tintos protectores que ofrece el mercado a casi nadie le parece
una anomalía. A mí no me parece correcto. Es un fenómeno
que no debe ocurrir. Pienso que no es ni normal ni natural que
una mujer tenga esta perdida de líquidos, porque creo que un

103
mujer, sexo fuerte

aparato genital sano no debe tener secreciones de ningún tipo.


Sólo puede haber secreciones cuando estas responden a estímu-
los sexuales o durante la ovulación con el fin de fecundarse, y
deben tener características muy precisas: transparentes, cristali-
nas, incoloras e inodoras.
Es tanta la falta de conocimientos que hay en este tema
concreto que muchas mujeres, en mi consulta, relatan no tener
problemas de lubricación relacionados con su sexualidad. Al
insistir en el tema, e intentar aclarar si esa secreción sólo se les
produce frente al estímulo sexual y después desaparece, o, si
por el contrario, es una secreción que las acompaña siempre y
que las obliga a usar protectores todos los días, ellas reconocen
que es una secreción permanente y algunas incluso bromean y
dicen que están «siempre listas» para el acto sexual. Ante esto,
debo explicarles que esas secreciones equivalen a las bronquia-
les, esas que normalmente se eliminan por la boca y que revelan
que tienen un resfrío o un cuadro respiratorio más profundo.
Cuando acuden a mi consulta pacientes con este tipo de
problemas, que piensan que es algo normal y natural, yo les
realizo las siguientes preguntas:
Si anduviera moquillenta por varios días o por varias se-
manas, para qué decir meses, se preocuparía y consultaría un
médico, ¿verdad?
Y si ese médico no le resuelve el problema, ¿iría a otro, no?
¿Quedaría conforme si le dijeran que la solución es com-
prarse cientos de pañuelos desechables al mes?
¿No pensaría que es anormal tener tanta flema?
¿No pensaría que algo está dañado en su aparato respi-
ratorio? ¿Y que si ese mal se prolonga en el tiempo le puede
acarrear consecuencias imprevistas y peligrosas?

104
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

Por otro lado, ¿qué pasaría si consultara a un médico, de-


bido a que padece una incontinencia de orina por esfuerzo y
éste le dijera que la solución es usar permanentemente pañales?
¿O aceptaría, si tuviera una hipersecreción de saliva debido
a alguna irritación de las glándulas salivales, que le recomenda-
ran el uso del babero de forma permanente y definitiva?
Pienso que a la pérdida de líquido vaginal no se le ha dado
el verdadero valor que tiene por parte de las mujeres; quizás por
una situación cultural. Como ha sido trasmitido de generación
a generación como algo normal, se ha aceptado el hecho como
algo «propio de las mujeres». Creo que también es posible que
el pudor haya jugado en contra para que este padecimiento no
haya tenido más trascendencia. Lo otro ha sido la incapacidad
para conversarlo. Aunque conversarlo la mayoría de las veces
tampoco sirve, porque la respuesta ante esta inquietud es la
misma: «pero niña, si eso es lo más normal» o «eso viene con
el desarrollo».
Otro factor que a las pacientes les lleva a subvalorar esta
anomalía es el complejo funcionamiento del aparato genital fe-
menino. El que cumpla varias funciones de las que destaco: la
maternidad y la sexualidad, lleva a confusión a muchas mu-
jeres. Claro, porque tanto la maternidad como la sexualidad,
de alguna manera tienen ciclos que les son propios, y ambos
se acompañan de secreciones transparentes y cristalinas. En un
caso para facilitar la fecundación, coincidiendo con la ovula-
ción, y en el otro caso para facilitar el acto sexual coincidiendo
con la excitación. Estas secreciones son propias de la fisiología
femenina, pero han desorientado a las mujeres, lo que las ha
llevado a hacer una mezcolanza o un revoltijo entre una situa-

105
mujer, sexo fuerte

ción verdaderamente normal y sana y otra que no tiene nada de


normal y menos de sana.
Al descubrir f.o.p. me di cuenta que las secreciones tenían
causas más profundas.
Este mal ha permanecido tan anónimo, tan subterráneo y
tan inadvertido, a pesar de que al examinar a la paciente y ob-
servar la vagina y el cuello uterino se suele ver en estos casos
que hay inflamaciones. Entonces, tradicionalmente se suele re-
currir a un tratamiento local con algún óvulo o alguna crema
o, en el mejor de los casos, a algún comprimido, ya sea para la
afectada o para la pareja si el caso se hace refractario. Lo que
no se suele hacer es la pregunta que para mí es vital, ¿cómo está
el ovario?

Conductas de la mujer

Algunos casos de lesbianismo


El lesbianismo es una de las posibilidades donde una mu-
jer enferma puede emigrar al no tener satisfacciones sexuales
con un varón, o al tener relaciones que le son dolorosas. Aquí
no hay que equivocarse. El problema no es psicológico, como
piensan muchos. El problema es solamente físico. Si a esa mu-
jer se le sana, abandona automáticamente el reino de Lesbos y
vuelve a heterosexualidad, en el caso de que la motivación de
su origen sea ligada a f.o.p. Y esta opinión viene avalada por
los resultados que he tenido en esta materia. Son muchas las
mujeres que han llegado a mi consulta declarando tener parejas
del mismo sexo y que después de ser tratadas han roto con ellas
para emparejarse con varones.

106
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

¿Por qué estas mujeres derivaron hacia el lesbianismo y por


qué, posteriormente, llegaron a la heterosexualidad?
Porque antes su cuerpo, su mente y su aparato genital no
estaban preparados para la sexualidad y después, tras el trata-
miento, sí. Así de sencillo.
La experiencia amorosa le resulta muy traumática a la mu-
chacha que inicia la actividad sexual y no está suficientemente
impregnada de hormonas.
Antes, cuando el aparato genital no estaba apto, las rela-
ciones con un hombre resultaban dolorosas y, por tanto, trau-
máticas. Se optaba entonces por relaciones en que el goce se
obtenía, no por la penetración, sino por el roce, por la fricción
y por la masturbación mutua. Al sanar a esa mujer, al mejorarla
de sus infecciones, que son al final la causa de esos inconve-
nientes, se deja su aparato genital curado permitiéndole no sólo
no tener molestias con la introducción del pene, sino grandes
satisfacciones al ser penetrada. Esa mujer, que al estar enferma
también tenía su estabilidad emocional dañada, deja entonces
de tener interés en personas de su mismo sexo y comienza a
buscar pareja en el sexo contrario.
El desconocimiento de la situación de sanidad de la mujer
puede ser causa de desorientaciones de todo tipo. Puedo descri-
bir pacientes sodomitas, lesbianas y ninfomaníacas, que con el
adecuado tratamiento han recuperado su sanidad y han logra-
do una sexualidad plena. Incluso mujeres que en algún minu-
to en la entrevista previa señalaron que tenían una sexualidad
muy buena, después de ser tratadas no lograban comprender su
nuevo estado, al ser mucho mejor de lo experimentado antes
del tratamiento.

107
mujer, sexo fuerte

Este tema es tremendamente conflictivo, complejo y difícil


de tratar, porque las personas que de alguna manera han pade-
cido estos trastornos tienen el estigma de haber sido clasificadas
con un apelativo violento, que cambió la percepción de sí mis-
mas y de su vida. Sólo la experiencia de haber conseguido cam-
biar a muchas mujeres que habían hecho en su vida lo que su
estado de salud les posibilitó, es decir, la experiencia del lesbia-
nismo, permite tener claridad para comprender adecuadamente
este costoso estigma que llevan. Por no tener una solución a su
problema, aceptan una incompleta que las satisface, pero que
nunca va a ser comparable a la respuesta natural.
Es muy frecuente, en el caso de las lesbianas, que tengan
experiencias sexuales con varones. Éstas son muy traumáticas
porque su aparato genital no está adecuado para la sexualidad.
Han aceptado la relación sodomita con sus parejas estables, y
algunas se han quedado en esta situación, y han soportado la
sexualidad vaginal sólo para concebir hijos y no deteriorar la
relación familiar.
Otras han alternado contactos homosexuales en los que no
haya introducción ni molestias; además, estos contactos pueden
ser causa y consecuencia de una relación con otra mujer tam-
bién enferma de f.o.p., lo que no les trae más plenitud que mas-
turbación mutua logrando orgasmos o multiorgasmos cuando
prolongan los estímulos ad infinitum. Las respuestas pueden
ser satisfactorias, pero siempre dentro de los límites de un acto
de masturbación, que no se puede comparar con una respuesta
heterosexual plena, para la que su organismo no está apto antes
del tratamiento.

108
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

Mujeres ninfomaníacas
Al haber tratado por años pacientes ninfomaníacas, tengo
la tranquilidad de saber que sus males corresponden a una for-
ma de f.o.p., que de alguna manera exacerba el deseo en estas
mujeres, que en su mayoría logran orgasmos incompletos muy
superficiales. Incluso algunas que son multiorgásmicas, después
de ser tratadas y mejoradas, comparan las nuevas repuestas en
forma tremendamente satisfactoria, y esa búsqueda de algo que
no encuentran, y que por fin logran, las libera totalmente y se
acaba su enfermedad.

En camino a la sexualidad plena


Al definir a la mujer sana establecí entre los requisitos que
ella fuera capaz de disfrutar en todo su esplendor y magnitud
la sexualidad plena.
Pienso que es muy difícil suponer que en forma arbitraria,
o porque sí, a algunas mujeres se les ha marginado de este don.
Que de manera aleatoria, a muchas mujeres se les ha notifica-
do que ellas no están hechas para gozar de los privilegios del
sexo. Que la naturaleza caprichosamente ha repartido el ape-
tito sexual y la accesibilidad a los orgasmos sin dificultad y de
manera expedita, como quien reparte un naipe, y que a algunas
les han tocado las cartas buenas y a otras las malas. Me niego a
pensar que las cosas puedan suceder de este modo. Sobre todo
en aspectos tan fundamentales, tan decisivos, tan amarrados
con el núcleo y el motor más cardinal de la persona, la humani-
dad, el reino animal y de toda la creación.

109
mujer, sexo fuerte

Desde mi punto de vista, respaldada esta por cientos de


casos que me ha tocado tratar, cada vez que una mujer me ha
consultado por problemas sexuales me he encontrado con una
mujer enferma. Una mujer que está enferma porque produce
hormonas de manera inadecuada. Una vez solucionada la com-
plicación, esa mujer, que de alguna manera estaba mutilada,
transforma su sexualidad en un hecho normal y pleno.
Un aparato genital femenino convenientemente estimula-
do, con hormonas en secreción correcta y adecuada no tendría
por qué no sentir ni responder a todo el gozo sexual que la
naturaleza tiene reservada a la mujer. Dicho al revés, es prác-
ticamente imposible lograr respuestas correctas en un aparato
genital insuficientemente estimulado por las hormonas sexua-
les, por lo tanto, poco desarrollado y, por ello, no apto para
cumplir su rol. Un aparato genital de esas características, con
desequilibrios hormonales, significa que está enfermo y si está
enfermo tendrá muchas dificultades para disfrutar a plenitud
del sexo.
En el correcto desempeño hormonal está el verdadero se-
creto del disfrute sexual que deben de tener las mujeres. No
creo en traumas o «trancas» psicológicas. Mis años de expe-
riencia profesional me han demostrado una y otra vez, que una
paciente que acude a la consulta con desequilibrios hormonales,
seguro que no disfruta del sexo, y que una vez que se le resuelve
el problema de los desequilibrios hormonales el apetito sexual
y los orgasmos comienzan a fluir con naturalidad.
A la mujer con problemas sexuales se la ha rotulado de
muchas maneras. Entre otras de anorgásmica, frígida, infantil,
portadora de vaginismo o heredera de una educación castrante.
El problema de asignar tal variedad de apelativos para unos

110
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

síntomas cuya causa es una sola no es inocuo y tiene, a mi pa-


recer, una trascendencia lamentable para ellas. Claro, porque
según el apelativo con que las timbren así será el carril por
el que serán conducidas. Un carril tendrá un letrero que diga
«frías», otro «herederas de una educación castrante», y así su-
cesivamente. Al final de cada recorrido estará esperándolas al-
guien que se supone especialista en ese «alias» determinado. Al
tratarlas, intentarán corregir los síntomas sin ir a las causas de
esos trastornos. Al no lograr mejoría, a esa paciente, en otra
consulta, le darán otro apelativo y la conducirán por un nuevo
carril con resultados que serán similares a la vez anterior. Y así
el peregrinaje de esa mujer de consulta en consulta y de carril en
carril continuará de manera desesperada, onerosa y agotadora,
sin lograr nunca la mejoría.
Cuando una mujer sufre de problemas sexuales no sólo
ella recibe denominaciones que se parecen a estigmas. Su pareja
también las sufre. A los hombres se les suele acusar de poco
viriles, o de impotentes, o de eyaculadores precoces, de poco
atentos o de ir «directo a la papa», sin preámbulos; o de «cone-
jito», «upa chalupa», etc.
Todas estas etiquetas, que más parecen cargos y acusacio-
nes que nombres de enfermedades, desaparecen en mi consulta
una vez que se logra mejorar la función ovárica y con eso la
impregnación hormonal adecuada. Con ello se borran de un
plumazo todos los calificativos anteriores.
Una vez que la mujer sana se produce algo muy curioso.
Esa mujer anorgásmica, pareja de un eyaculador precoz, se
transforma, de repente, por arte de birlibirloque, en multiorgás-
mica, y él en un ejemplo de virilidad. Esa pareja, antes, lo había
intentado todo según las indicaciones de diferentes especialistas

111
mujer, sexo fuerte

pero sin resultados positivos. Ellos habían fomentado las cari-


cias en la etapa inicial del proceso erótico, habían ejercitado la
contención del varón y otros recursos más, sin obtener nunca
resultados verdaderamente satisfactorios. El motivo por lo que
esa pareja no obtenía mejorías definitivas era porque al desco-
nocer la causa del problema no se atacaba la raíz del mismo.
La causa del problema no era la pareja. No era la duración
de la erección del varón. El problema lo llevaba ella: las infec-
ciones ováricas que le ocasionaban desequilibrios hormonales.
Una vez que esa mujer logró participar en el juego amoroso
en condiciones de sanidad, todo cambió, todo mejoró. Ciento
por ciento.
El desconocimiento de f.o.p. trae consecuencias graves
por la falta de respuesta a los tratamientos tradicionales. Es
por eso que muchas mujeres, pensando que su insatisfacción
sexual es causa de su pareja, deciden buscar otra, aniquilando
de esa manera una familia, con las consecuencias dramáticas
que eso tiene.
Los beneficios de una pareja estable y, por extensión, de
una familia estable, no sólo son rentables, en términos emocio-
nales y hasta económicos, para los miembros de esa familia sino
que para todo el país. Otro dividendo que se gana cuando una
pareja logra la plenitud sexual lo recibe directamente la mujer,
ya que se evita la posibilidad de un peregrinar en la búsqueda
de lo que nunca encuentra, esclavizándola a una rueda que gira
y gira pero que no llega a ninguna parte.
Este tema, vital para la realización personal, ha sido lar-
gamente debatido en cientos de trabajos científicos. Como los
conceptos que propongo de mujer sana y f.o.p. no se han in-
corporado a la literatura, los esfuerzos para solucionar el pro-

112
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

blema no han dado en el blanco, porque sólo consiguen que


la mujer que sufre termine por aceptar lo inaceptable, que es
«creer que es por naturaleza así».

Dos consecuencias ineludibles


a propósito de la cura de f.o.p.:
la mujer sana y el mundo laboral
Ya hemos destacado la relevancia que tiene la mujer sana
en las relaciones familiares. Cómo cambia el ambiente cuando
la mujer se siente bien y entrega lo mejor de sí misma a su pa-
reja, a sus hijos y a sus cercanos. Y hemos visto que la causa de
las enfermedades del sexo femenino generalmente se encuentra
en su ovario y en una producción inadecuada de hormonas.
Entonces también podemos afirmar que una mujer sana, con su
ovario y sus hormonas funcionando de buena forma, también
se reflejará en el mundo laboral.
Con sorpresa me fui dando cuenta, al tratar mujeres con
f.o.p., que no podían con su vida y todo las superaba. Después
de ser tratadas y mejoradas, entre risas contaban con qué faci-
lidad podían cumplir muy bien los tres roles que definen a una
mujer sana y además cómo mejoraba su rendimiento laboral
en general.
f.o.p. ha negado a las mujeres, por estar enfermas, una
serie de competencias laborales, y ha provocado que sean cata-
logadas de ineptas para ciertos desempeños donde se requiere
estabilidad emocional, cuando lo que en realidad sucede es que
están enfermas.
¿Cuántas veces entramos a ciertas oficinas y nos topamos
con funcionarias que no pueden desempeñar bien su función?

113
mujer, sexo fuerte

¿Cuán frustrante puede ser para las personas un ambiente la-


boral conflictivo, donde las cosas se enredan por situaciones
poco explicables?
Si en una organización se pudiera detectar a las mujeres
que tienen f.o.p., luego tratarlas y mejorarlas, estoy seguro de
que la productividad y el desarrollo económico de dicha orga-
nización tendría un salto cualitativo, ya que mejoraría no sólo
la productividad de esas mujeres, sino también la de sus parejas,
a quienes transmiten toda su carga emocional.
Con el tiempo sería necesario realizar estudios estadísticos
para discriminar qué consecuencias tiene para el mundo labo-
ral el hecho de contar con mujeres sanas y enfermas revueltas,
contrastadas con grupos de enfermas ya tratadas. ¿Qué impor-
tancia cuantificable en el rendimiento y en la producción tiene
para una nación el hecho de poder contar con una definición
de mujer sana?
Quizás la discriminación de sueldos y salarios no sea sólo
la conservación de tradiciones culturales sino la existencia de
una enfermedad hasta hoy desconocida, donde por las mujeres
enfermas se ha definido a todo el género, y por ellas todas las
mujeres han recibido históricamente salarios menores frente a
la misma labor. Este desequilibrio entre sueldos lógicamente se
ha construido en la oscuridad del conocimiento de f.o.p., es
lógico pensar que una vez resuelto este problema la mujer, «el
sexo fuerte», va ha tener por lo menos salarios iguales o mayo-
res que el hombre.

114
capítulo iv: en busca de una sexualidad femenina plena

Violencia intrafamiliar
En mi consulta he recibido cientos de parejas con expe-
riencias de maltrato y violencia intrafamiliar. Al tratar a la mu-
jer con f.o.p., pude comprobar por sus testimonios y relatos,
que las cosas son ahora más fáciles, que empiezan a tener res-
puestas más normales, que se suaviza la relación y se facilita la
convivencia. En el plano sexual también relatan cambios sig-
nificativos, porque la mujer empieza ahora a tener deseo, que
antes no existía. Y a pesar de los múltiples problemas como
golpes, insultos, negación de dinero, borracheras, infidelidades
conocidas por ella, le resulta más fácil satisfacer el deseo con
su compañero de siempre, porque comprende que ella era la
causa y consecuencia de lo que de alguna manera ella verbali-
za como «yo lo obligué». Aunque parezca inaceptable lo antes
dicho, multiples experiencias con parejas me han demostrado
que la violencia entre ellos se genera en el desconocimiento de
que esa mujer se encuentra con f.o.p., es decir está enferma y
tiene tratamiento. Al tomar conocimiento los consultantes de la
situación, la mayoría de los hombres en ese instante tienen una
reacción de acogida, manifestándolo con acciones como, dán-
doles un beso, tomándoles la mano, la abrazan con ternura y
hasta lloran juntos. No faltan lo más osados que exclaman con
alivio, «¡luz al final del túnel!». Y ven que existe la posibilidad
de tratar y revertir lo que les está pasando.
Después de tantos testimonios con el mismo desenlace, o
parecidos con pequeñas variantes, no tengo duda que existe
una relación innegable entre f.o.p. y algunos tipos de violencia
intrafamiliar de diversas expresiones.
Hay antecedentes jurídicos de no haber condenado un cri-
men ejecutado por una mujer bajo síndrome premenstrual. Lo

115
mujer, sexo fuerte

más seguro es que esa mujer tenía f.o.p. Esto revela en extremo
cómo no tener conocimiento de esta nueva patología: f.o.p.
oculta y nubla la causa orgánica del desorden mental desde
donde se invalida la justicia.
Hoy, parte de la violencia intrafamiliar puede explicarse
por enfermas de f.o.p., ya que se genera un círculo vicioso into-
lerable, en el que se van sumando maltratos, abusos de alcohol,
drogas , incesto, etc., provocando una escalada de violencia que
puede terminar en casos extremos, como en el asesinato.
Como una forma de avanzar, sería interesante investigar,
especialmente para este problema de violencia, en la sexuali-
dad de esas mujeres, y esto no porque estabilidad emocional y
maternidad plena no sean importantes sino porque la sexuali-
dad sería un aspecto más fácil de abordar con el simple hecho
de consultar la frecuencia sexual de la pareja, con encuestas
o entrevistas personales. En mi experiencia clínica, cuando la
frecuencia es de tres veces por semana o más, y deseada por la
mujer, no exciten problemas de violencia; al contrario, cuando
es menos frecuente y generalmente forzada, sí se genera violen-
cia intrafamiliar.
La mayoría de las mujeres tratadas en mi consulta por la
ausencia de deseo llegaban a una «actitud de cumplir» para
conservar la pareja, lo cual cada vez se hacía más difícil, por el
dolor que sentían y la ausencia de placer.

116
Capítulo V
Experiencias para compartir
Mitos que dificultan el
tratamiento de f.o.p.
1. Pechos duros: «es mama sana y bella».
2. Secreción vaginal permanente: «estoy siempre lista».
3. La regla regular: «sinónimo de sanidad».
4. Tener síndrome premenstrual: «igual a ser mujer».
5. La mujer sana que funciona con plenitud sexual en la cul-
tura popular es castigada como «enferma de caliente».
6. Como las espinillas no son, ni han sido, signos de belleza
alguna, atentan contra el tratamiento, cuya presencia indi-
ca camino hacia la sanidad, porque al brotar espinillas, esto
implica que se está cumpliendo el proceso de crecimiento o
maduración hormonal, que nunca se había hecho.
7. Una mujer que no se ha desarrollado generalmente tiene
«carita de guagua», representando menos edad de la que
tiene, lo cual es socialmente muy valorado, pero nadie sos-
pecha que tras esa carita de guagua no hay una mujer, hay
una niña enferma.
8. Las curvas hormonales aceptadas como normales por to-
dos, después de los conceptos expuestos que nos obligaran
a obtener nuevas discriminando sanas / enfermas, pierden
sin duda valor.

Cambiando la vida:
historias destacadas de pacientes
Con mis primeras pacientes comenzaron a suceder hechos
impactantes, que me mostraron que yo no sabía nada de las mu-
jeres y que todos los mitos que decían que eran débiles, inestables,

119
mujer, sexo fuerte

hasta incapaces, eran un mal cuento, porque tratadas me mostra-


ron la tremenda fuerza que les dio la naturaleza para cumplir y
disfrutar sus roles. Con este conocimiento llegué a concluir los
tres roles con que definí a la mujer sana en el capítulo 1, gracias
a la sorpresa que me dieron las mujeres tratadas.
Actualmente ellas continúan agradeciendo este cambio de
vida, que se relaciona con la recuperación integral de sus capa-
cidades naturales para poder cumplir con los roles propios de
una mujer.
Hoy tengo muy claro lo que sucede con el ovario, y esto se
debe también a la oportunidad de escuchar y observar cómo la
intervención en este produce cambios, que las pacientes empe-
zaron a expresar y que se manifiestan hasta hoy. No faltaron
los maridos, novios, parejas que llegaban con un regalo, como
forma de expresar su satisfacción por los cambios en su com-
pañera. Por este motivo, en un primer momento, al mejorar el
desorden hormonal se producen en cadena: embarazos, mejores
respuestas sexuales y mejor calidad de vida familiar, producto
de la estabilidad emocional de aquellas mujeres, efecto sin duda
del tratamiento realizado.
Quiero relatar aquellos casos extremos y dramáticos que me
impresionaron. Estos casos, por sus características, me llevaron a
las primeras reflexiones y observaciones sobre el desempeño del
ovario en condiciones normales, y cómo un ovario enfermo, que
no desarrolla su función, puede modificar la vida de la mujer.

Un caso especial
El caso que más recuerdo fue el primero que me mostró
que existían relaciones entre fallas de la función del ovario y los
roles descritos. Se trataba de una paciente religiosa. Ella pade-

120
capítulo v: conclusiones y experiencias para compartir

cía de severas hemorragias y se encontraba en tratamiento por


su anemia. Un médico internista le recomendó que me visitara.
En la primera consulta, en que fui descubriendo claros sín-
tomas de f.o.p., y luego de practicarle un examen de rutina la
sometí a tratamiento. En controles sucesivos ella me confidenció
que estaba bastante cambiada y que no podía controlar el des-
pertar de sus impulsos sexuales. Al tiempo se casó con un viudo.
Le atendí dos partos y posteriormente perdí contacto con ella.

Una mujer virgen


Otra interesante experiencia ocurrió en 1983. Traté a una
profesional muy eficiente, que a los 33 años, soltera, era virgen.
Su única preocupación consistía en ser la mejor en el trabajo.
Para lograr este objetivo hacía uso de sus escasas fuerzas. Des-
pués del tratamiento se embarazó de un joven bastante menor
que ella. El galán desapareció y tuvo que asumir la maternidad
sin pareja. Mejoró ostensiblemente su calidad de vida, y no se
hizo mayores problemas con respecto a su situación, en tiempos
que no era usual ni bien visto quedar embarazada y no casarse.
Es interesante observar de qué manera esa mujer, que hasta
los 33 años había sido una fiel conservadora, con ciertos valo-
res que pasaban a ser banderas de lucha en su existencia, con
una intervención a nivel orgánico quiebra de un solo golpe todo
aquel mundo construido a partir de su desorden hormonal y
comienza una nueva vida.

Matrimonio no consumado
Otro caso relevante fue el de una mujer de 26 años que
llevaba tres de casada. En esos tres años le había sido imposible

121
mujer, sexo fuerte

consumar el acto sexual. Todo el contexto de la joven pareja


era un infierno. El marido estaba transformado prácticamente
en un ser indefinido que dudaba de su potencia sexual. Ellos ha-
bían consultado a urólogos, asumiendo que el problema era del
varón. Nunca pensaron que el problema era de ella. Buscando
respuestas visitaron ginecólogos, psicólogos y psiquiatras antes
de confirmarles que el problema era de la mujer. Tenía múltiples
síntomas que podían catalogarse como desorden hormonal con
irregularidad menstrual, caracterizado por falta de reglas que se
habían ausentado hasta por ciento ochenta días. Se le diagnosti-
có un vaginismo extremo que impedía el acto sexual.
Al llegar a mi consulta era imposible realizarle el examen
rectal, ya que la mujer no lo aceptaba bajo ninguna condición.
Mostraba pocas características femeninas, con mamas peque-
ñas, escaso vello púbico y una vulva poco desarrollada. Le diag-
nostico f.o.p. y la trato, logrando a los seis meses un cambio
notable en su apariencia externa y en sus caracteres sexuales
secundarios. Alrededor del año post tratamiento la pareja lo-
gra un embarazo. Atendí su parto por vía vaginal, sin presentar
problemas de ningún tipo en los controles posteriores.
Es interesante este caso, puesto que al focalizar de alguna
manera el problema nos encontramos que la paciente había rea-
lizado una pubertad muy incompleta, casi imperceptible, sin pre-
sentar los cambios propios de esa época, continuando así por
años. Aunque presentaba menstruaciones intermitentes, no lo-
graba modificaciones de su físico, las que pudo lograr al terminar
el tratamiento. Junto a esas respuestas viene el cambio conduc-
tual y de calidad de vida. Este caso extremo me permitió conside-
rar otro gran número de pacientes que antes no conseguía apre-
ciar, donde las mujeres lograron cambios puberales insuficientes.

122
capítulo v: conclusiones y experiencias para compartir

Una joven peculiar


Recuerdo el caso de una jovencita de 18 años; estudiante uni-
versitaria, muy buena alumna, pero de aspecto singular: su pelo
era corto erizado y rojo intenso, teñido, además mostraba tatuajes
y piercing en su cuerpo (boca, ombligo, nariz, orejas, etc.), vestía
con atuendos poco usuales, incluso para sus pares. Además, al
examinarla llamaba la atención su delgadez y la falta de desarro-
llo mamario, como también el poco interés por el sexo opuesto.
Este caso es muy frecuente entre las jovencitas que pade-
cen f.o.p. y manifiestan en distintos grados e intensidad los
siguientes síntomas: dificultades para relacionarse en todos los
ámbitos de su vida, actitudes estrafalarias para llamar la aten-
ción o para conseguir aceptación y valoración de su entorno.
Estas muchachitas expresan actitudes límites que les pueden
provocar anorexia o bulimia; practican deportes extremos, ma-
nifiestan conductas extravagantes, sufren depresiones y cuadros
conductuales más serios. Si se comparan con sus pares se dan
cuenta de que algo está fallando, pero nunca podrán saber lo
que realmente les sucede. En realidad están compitiendo en des-
igualdad de condiciones frente a sus pares. Esta desigualdad
es producto de una impregnación hormonal inadecuada de los
órganos blancos hormono-dependientes que, como reciben un
nivel hormonal menor al correspondiente, no logran la estabi-
lidad necesaria.
Así, uno se encuentra con pacientes incompletamente desa-
rrolladas a distintas edades. Si es a los 15 años, no hay grandes
secuelas; pero si se descubre recién a los 20 años hay secuelas, y
a medida que pasan los años se hacen más serias. Sin embargo,
el concepto básico, aquel que nos debe permitir cambiar nues-
tras conductas, y que no debemos perder de vista, son las carac-

123
mujer, sexo fuerte

terísticas físico-psicológicas de la «niña-mujer», quien siempre


tendrá un aspecto muy juvenil y un comportamiento inadecua-
do con relación a su edad.
Otra situación frecuente se da en la mujer que ha presenta-
do una pubertad completa, que posteriormente se enferma del
ovario y desarrolla una f.o.p. Esta situación manifiesta diver-
sos síntomas similares a los de la menopausia. Por tratarse de
una falla parcial, continúa con reglas y cumpliendo sus roles
femeninos, donde aparecen ciertas dificultades para cumplirlos,
puesto que la producción inadecuada de hormonas no alcanza
para mantener los resultados alcanzados en su crisis puberal.
Ella va distinguiendo un progresivo deterioro en sus funciones.
La cantidad de síntomas y signos son los mismos de una mujer
en período menopáusico, más algunos cambios que son más
tenues y que dependen directamente del grado de falla que pre-
sente el ovario. Si es una falla muy importante, incluso puede
llegar a establecer una menopausia prematura; pero si la falla
en la producción hormonal es pequeña, sólo va a presentar sín-
tomas menos llamativos, como percepción inadecuada al frío
o al calor, dolor de mamas, trastornos del carácter, trastornos
de personalidad, del deseo y placer sexual, además de algunas
actitudes para llamar la atención.
Hoy tengo la certeza absoluta que cuando el ovario no rea-
liza la crisis puberal completa, esas mujeres van por el mundo
con sus falencias y trastornos hormonales, con diferentes in-
tensidades, viviendo una existencia que no es más que una ca-
ricatura de su real potencial, para desempeñar los roles básicos
antes mencionados de la condición de mujer sana: estabilidad
emocional, maternidad y sexualidad plenas.

124
capítulo v: conclusiones y experiencias para compartir

Estoy totalmente convencido de la importancia que tiene


para la mujer realizar una crisis hormonal a plenitud; pues-
to que muchos de los problemas que afectan a la mujer en el
curso de su vida tienen como base esta patología que significa
tener mujeres a medias, a cuartos o a octavos de su potencia-
lidad. Estas mujeres presentan serios problemas de adaptación
a sus condiciones de estudiante, amiga, pareja, hija, en síntesis,
de persona.

125
Conclusiones

Esta nueva mirada que hoy propongo: la definición de mu-


jer sana y f.o.p., abre una gran oportunidad y un desafío a la
práctica médica, por un lado, y a las mujeres que hoy padecen
múltiples dolencias y que aún no encuentran respuesta.
Muchas mujeres han vivido sus vidas sin saber en qué con-
sistían sus males. En este libro he dado a conocer mi experien-
cia, las distintas disfunciones y he identificado dónde se encuen-
tra la falla. Esta nueva visión invita a todos los que quieran
involucrarse, especialmente a los médicos y a las nuevas genera-
ciones, para que confirmen, refuten o amplíen las afirmaciones
que aquí planteo.
Este breve trabajo sobre la definición de la «mujer sana»
y f.o.p. significa para mí poner al mundo de pie y compren-
der que la sanidad de la mujer va desde el ovario al cerebro
y a todo su cuerpo, magnificando toda la potencialidad de
su género, del que la humanidad poco conoce. El día que co-
nozcamos a la mujer será cuando hayamos puesto al ovario
en el sitial que se merece, para devolver la sanidad a la mujer
enferma, la que le otorga una vida plena.
Con los dos conceptos a los que he llegado, mujer sana y
f.o.p., se simplifican totalmente una gran cantidad de patolo-
gías, que han sido por años grandes problemas para el bienestar
de la mujer.

127
mujer, sexo fuerte

Por otra parte, esta interpretación de mujer sana abre un


mundo de interrogantes, como las siguientes:

õ ¿Qué sucedería, al nivel de salud pública, si mujeres enfer-


mas, que desconocen su estado, son diagnosticadas y trata-
das, y por lo tanto, encaminadas a superar otras dolencias?
õ ¿Será igual la salud de un niño o niña, nacidos de una mu-
jer que padece f.o.p., que si nacen de una mujer sana?
õ ¿Cuál será la consecuencia, para el mundo laboral, que
mujeres diagnosticadas con f.o.p. y tratadas irrumpan con
su fuerza original?

La cantidad de preguntas que se pueden hacer, antes


y después de lo expuesto, sin duda escapa a la magnitud de
esta exposición.
Mis observaciones han sido posibles gracias a los relatos
de tantas mujeres que confiaron en mi visón y en mi tratamien-
to, y que con su fidelidad ayudaron a este descubrimiento.

128
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres digitales de

RIL® editores
Teléfono: 225-4269 / ril@rileditores.com
Santiago de Chile, mayo de 2010
Se utilizó tecnología de última generación que reduce el
impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente el
papel necesario para su producción, y se aplicaron altos
estándares para la gestión y reciclaje de desechos en toda
la cadena de producción.
Rodrigo Forés Vega

MUJER
SEXO FUERTE
Esta es una nueva forma de mirar a
la mujer como totalidad, definiendo las
enfermedades más frecuentes que la em-
pujan a perder sus condiciones innatas.
Desde un enfoque novedoso, basado
en la ginecología y la sexología, Forés
Vega presenta algunos problemas feme-
ninos recurrentes y aporta algunas cla-
ves de solución.
Además, se trata de un planteo basa-
do en el amor, la admiración y el respeto
hacia el género que, para el autor, está en
el origen de la vida y la felicidad.
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