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Romanticismo francés

7 de junio de 2010 Publicado por Pablo

El movimiento romántico había nacido en Alemania en los albores del siglo XVIII, y había
encontrado en Inglaterra un lugar propicio para una temprana expansión. La Europa
continental tardó algo más en abrir los brazos a esta nueva doctrina filosófica y artística, pero
finalmente la recibió con los brazos abiertos.

En Francia, en particular, el romanticismo tuvo su pequeña etapa de apogeo durante la


restauración. Y si bien en el caso inglés el romanticismo se erigió como la gran oposición del
mundo industrial y burgués, en Francia, algo menos industrializada, el enemigo fue el
clasicismo y el exacerbado racionalismo filosófico de la Ilustración.

El romanticismo francés vivió durante muchos años en un discreto segundo plano. La


tormentosa vida política del país desde la Revolución hasta la Restauración centró el esfuerzo
de los grandes literatos del país en la filosofía y en la política, y casi nadie cuestionó el
clasicismo promulgado por la Ilustración. Si bien en un pensador eminentemente ilustrado,
como Jean Jacques Rousseu, se encuentran ya los primeros gérmenes del romanticismo
francés.
Más adelante, François René de Chateaubriand escribió obras como Atala, o El genio del
cristianismo, aportando novedades a la literatura francesa como el exotismo y cierto
misticismo religioso. Un aporte de mayor importancia fue el de Madame de Staël, obligada por
Napoleón a vivir en Alemania, y entusiasmada por la corriente romántica de aquel país.
Resumió sus gustos por la literatura alemana en su obra De l’Allemagne, de 1810, que tendría
una importante influencia posterior.
El primer poeta francés puramente romántico fue Alphonse de Lamartine, que en sus
Meditaciones poéticas evidencia ya un estilo de enorme influencia alemana. Atacado por la
crítica y por la Academia, Francia vivió durante un tiempo una auténtica batalla entre el estilo
clásico “oficial” y la nueva tendencia romántica. Víctor Hugo fue el siguiente autor en
reivindicar el nuevo estilo, ya en sus tempranas Odas, que recibieron por primera vez una
magnífica recepción crítica.
El romanticismo ganó la batalla gracias al posicionamiento de muchos jóvenes autores, a
veces gustosos de nuevo estilo, otras veces simplemente defensores de la independencia y la
libertad de los artistas, como Sainte-Beuve, Théophile Gautier y Alfred de Musset.
A la luz de estas ideas románticas se desarrolló también la novela, tanto de tipo histórica como
de aventuras (Alejandro Dumas, Prosper Mérimée o Stendhal con La cartuja de Parma) y la
novela social (nuevamente Stendhal, con Rojo y negro; o la fabulosa Los miserables, de Víctor
Hugo)

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