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13 DE MAYO DE 1830:

NACIMIENTO DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR

Kléver Antonio Bravo Ph.D

Con sus dos frases: “he arado en el mar y he sembrado en el desierto” y “lo mejor de
Latinoamérica es emigrar”, el Libertador anticipó el grave desenlace de las repúblicas
construidas con la fuerza de sus sueños. Los ocho años de vida de la Gran Colombia fueron
el vivo reflejo de la anarquía criolla, y lo que es más: allí se multiplicaron los intereses
personales de aquellos jefes militares que solo sabían de guerra y que, para continuar con
sus oropeles, asumieron el papel de caníbales para alcanzar el poder político local y
regional.

Para la desintegración de la Gran Colombia, Venezuela dio el primer paso, creyendo que
Bolívar buscaba convertirse en el monarca colombiano. El Distrito del Sur le tomó la
posta. Hasta tanto, el general Juan José Flores, militar venezolano de origen por demás
humilde y que se entremezcló con la aristocracia quiteña por la bondad del uniforme, ya se
había frotado las manos años en busca de la primera autoridad del nuevo Estado; pues,
hasta el día 12 de mayo de 1830, ya cumplía funciones de Prefecto General del Sur.

Los sucesos se precipitaron el 13 de mayo de ese año. Desde muy temprano, un grupo de
hombres distinguidos de Quito se reunieron en los salones de la universidad quiteña Santo
Tomás de Aquino, y con ligeras decisiones, declararon que “constituían el Ecuador como
un Estado libre e independiente”; y, mientras se reuniese en días posteriores la Primera
Constituyente de Riobamba, encargaban el mando supremo civil y militar al general Flores,
con las atribuciones de nombrar empleados públicos y cuanto sea necesario para organizar
la nueva República del Ecuador.1

Apenas asumió el poder, Flores expidió la convocatoria del Congreso Constituyente en


Riobamba, pero lo macabro vino días después: el asesinato del mariscal Sucre, el 4 de junio
de 1830. Al respecto, la historia ecuatoriana culpa - de forma indirecta - al general
venezolano de ser el responsable de la muerte del gran mariscal, por el simple hecho de que
le convenía tener el camino libre para gobernar el Ecuador, sin ni siquiera tener la duda de
que Sucre era el otro libertador a quien más quería la población quiteña. Lo que haya sido,
el Ecuador perdió un primer presidente digno para esta tierra.

El 14 de agosto se reunieron en el convento de Santo Domingo, en Riobamba, los 20


diputados oriundos de Quito, Ibarra, Riobamba, Cuenca, Loja, Guayaquil y Portoviejo. Ese
mismo día fue nombrado presidente del Congreso el Dr. José Fernández Salvador y

1
Luis Robalino Dávila, Orígenes del Ecuador de hoy, Vol. I, editorial Cajías S.A. Puebla-México, 1967, p. 125
vicepresidente el obispo Nicolás Joaquín de Arteta. El historiador Luis Robalino Dávila
manifiesta que “todos los diputados eran lo mejorcito que entonces podía escogerse”. Así
es como el 14 de septiembre del mismo año se llevó a cabo la jura de la Constitución,
documento que puso en marcha legal el nacimiento de la nueva República. Empero, hemos
de reconocer que de la fundación del Estado ecuatoriano, los más aventajados fueron los
grupos aristócratas privilegiados, los jefes militares y el clero. El pueblo, poco o nada sabía
de lo que sucedía en las altas esferas.

En esos tiempos, las aduanas de Guayaquil y el tributo indígena eran la principal fuente de
ingresos del Estado; así, el presupuesto nacional de 1831 ascendía a 387.973 pesos, de los
cuales 200.000 eran destinados al Ejército, 12.000 a la renta anual del presidente y el resto
se batía para la burocracia y supervivencia del país. Adicional, el Ecuador también nació
con una deuda inglesa contraída por las tres naciones de la Gran Colombia y que financió
gran parte de las campañas de independencia. Esta deuda era de 22´230.631 pesos, o sea el
21.5 % del monto total de la deuda.2

Así nació el Ecuador: “… con un germen de conflicto social y regional, sin piel y con una
doble herida”,3 el analfabetismo abrumador de la época, un estado de guerra intermitente, el
regionalismo campante, caminos en pésimas condiciones, un pueblo con poca identidad y
un presidente con un profundo amor al dinero, al adulo y los honores. Sí. Un presidente de
30 años cuya única destreza era la guerra, nada más. Así nació el Ecuador.

Pero no todo estaba perdido. El segundo presidente, don Vicente Rocafuerte, vendría a
constituirse en el “refundador” del Estado ecuatoriano, título asignado por la historia
debido a que logró imponer el orden y la prosperidad en un país que estaba dividido y en
quiebra.

Lo que vino después es materia conocida. Sobre lo que vendrá, el tiempo tiene la palabra.

2
Enrique Ayala Mora, Nueva Historia del Ecuador, Vol. 7, CEN, pp. 157, 160
3
Simón Espinosa, Presidentes del Ecuador, colección de la revista Vistazo, Guayaquil, 1996, p. 7

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