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Edad Media

«Medieval» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Medieval (desambiguación).

Santa Sofía de Constantinopla(532-537). El Imperio bizantino fue la única institución política (aparte
del papado) que mantuvo su existencia por la totalidad del periodo medieval.

La ciudad medieval francesa de Carcasona. Ciudades amuralladas, puentes bien guarnecidos y castillos
son parte de la imagen bélica de la Edad Media. El aspecto actual es fruto de una recreación historicista
del siglo XIX, cuando las murallas ya no eran funcionales, y la mayor parte de las ciudades europeas las
derribaba. El deseo de recuperarlas es una muestra de medievalismo.

Ermita del Cristo de la Luz en Toledo, anteriormente mezquita. La convivencia entre civilizaciones
alternó entre el enfrentamiento y la tolerancia, el aislamiento y la influencia mutua.

La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización


occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Convencionalmente, su inicio es situado en el
año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento
de América,1 o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la singularidad de
coincidir con la invención de la imprenta —publicación de la Biblia de Gutenberg— y con el fin
de la guerra de los Cien Años.
A día de hoy, los historiadores del período prefieren matizar esta ruptura entre Antigüedad y
Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que
habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la
sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social,
para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de
los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras
centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y
cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por
las teocéntricas culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio).2
Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (ss. V-X, sin una clara
diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media (ss. XI-XV), que a su vez puede
dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (ss. XI-XIII), y los dos últimos siglos
que presenciaron la crisis del siglo XIV.
Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa,Nota 1 el concepto de Edad Media nació
como la segunda edad de la división tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal
Cellarius (Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis
captam deducta, Jena, 1688),3 quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor
por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la civilización
grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna —en la
que él se sitúa— que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de
este esquema ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como
una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y
económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos
más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo
Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia,
la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la
brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.Nota 2
Sin embargo, en este largo período de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy
diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a
influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de
ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del
desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que
desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció
el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán
el capitalismo.4 Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado
con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores
(Repoblación en la Península Ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus
últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y
modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros
(guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos, etc.) encarnando la metáfora
espiritual de la vida como un viaje (homo viator).5
También surgieron en la Edad Media formas políticas nuevas, que van desde
el califato islámico a los poderes universales de la cristiandad latina (Pontificado e Imperio) o
el Imperio bizantino y los reinos eslavos integrados en la cristiandad
oriental (aculturación y evangelizaciónde Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo tipo
de ciudades estado, desde las pequeñas ciudades episcopales alemanas hasta repúblicasque
mantuvieron imperios marítimos como Venecia; dejando en la mitad de la escala a la que tuvo
mayor proyección futura: las monarquías feudales, que transformadas en monarquías
autoritarias prefiguran el estado moderno.
De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha venido en
llamar modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos intelectuales con la misma
crisis de la escolástica.6 Ninguno de ellos sería entendible sin el propio feudalismo, se
entienda este como modo de producción (basado en las relaciones sociales de producción en
torno a la tierra del feudo) o como sistema político (basado en las relaciones personales
de poder en torno a la institución del vasallaje), según las distintas
interpretaciones historiográficas.Nota 3
El choque de civilizaciones entre cristianismo e islamismo, manifestado en la ruptura de la
unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según Henri Pirenne, en su
clásico Mahoma y Carlomagno7), la Reconquista española y las Cruzadas; tuvo también su
parte de fértil intercambio cultural (escuela de Traductores de Toledo, Escuela Médica
Salernitana) que amplió los horizontes intelectuales de Europa, hasta entonces limitada a los
restos de la cultura clásica salvados por el monacato altomedieval y adaptados al cristianismo.
La Edad Media realizó una curiosa combinación entre la diversidad y la unidad. La diversidad fue el
nacimiento de las incipientes naciones... La unidad, o una determinada unidad, procedía de la religión
cristiana, que se impuso en todas partes... esta religión reconocía la distinción entre clérigos y laicos, de
manera que se puede decir que... señaló el nacimiento de una sociedad laica. ... Todo esto significa que
la Edad Media fue el período en que apareció y se construyó Europa.8

Esa misma Europa Occidental produjo una impresionante sucesión de estilos artísticos
(prerrománico, románico y gótico), que en las zonas fronterizas se mestizaron también con
el arte islámico (mudéjar, arte andalusí, arte árabe-normando) o con el arte bizantino.
Artículo principal: Arte medieval

La ciencia medieval no respondía a una metodología moderna, pero tampoco lo había hecho
la de los autores clásicos, que se ocuparon de la naturaleza desde su propia perspectiva; y en
ambas edades sin conexión con el mundo de las técnicas, que estaba relegado
al trabajo manual de artesanos y campesinos, responsables de un lento pero constante
progreso en las herramientas y procesos productivos. La diferenciación entre oficios viles y
mecánicos y profesiones liberales vinculadas al estudio intelectual convivió con una teórica
puesta en valor espiritual del trabajo en el entorno de los monasterios benedictinos, cuestión
que no pasó de ser un ejercicio piadoso, sobrepasado por la mucho más trascendente
valoración de la pobreza, determinada por la estructura económica y social y que se expresó
en el pensamiento económico medieval.
Artículo principal: Medievalismo

Medievalismo es tanto la cualidad o carácter de medieval,9 como el interés por la época y los
temas medievales y su estudio; y medievalista el especialista en estas materias.Nota 4 El
descrédito de la Edad Media fue una constante durante la Edad Moderna, en la
que Humanismo, Renacimiento, Racionalismo, Clasicismo e Ilustración se afirman como
reacciones contra ella, o más bien contra lo que entienden que significaba, o contra los rasgos
de su propio presente que intentan descalificar como pervivencias medievales. No obstante
desde fines del siglo XVI se producen interesantes recopilaciones de fuentes
documentales medievales que buscan un método crítico para la ciencia histórica.
El Romanticismo y el Nacionalismo del siglo XIX revalorizaron la Edad Media como parte de
su programa estético y como reacción anti-académica (poesía y drama románticos, novela
histórica, nacionalismo musical, ópera), además de como única posibilidad de encontrar base
histórica a las emergentes naciones (pintura de historia, arquitectura historicista, sobre todo
el neogótico —labor restauradora y recreadora de Eugène Viollet-le-Duc— y el neomudéjar).
Los abusos románticos de la ambientación medieval (exotismo), produjeron ya a mediados del
siglo XIX la reacción del realismo.11 Otro tipo de abusos son los que dan lugar a una
abundante literatura pseudohistórica que llega hasta el presente, y que ha encontrado la
fórmula del éxito mediático entremezclando temas esotéricos sacados de partes más o menos
oscuras de la Edad Media (Archivo Secreto Vaticano, templarios, rosacruces, masones y el
mismísimo Santo Grial).Nota 5 Algunos de ellos se vincularon al nazismo, como el alemán Otto
Rahn. Por otro lado, hay abundancia de otros tipos de producciones artísticas de ficción de
diversa calidad y orientación inspiradas en la Edad Media (literatura, cine, cómic). También se
han desarrollado en el siglo XX otros movimientos medievalistas: un medievalismo
historiográfico serio, centrado en la renovación metodológica (fundamentalmente por la
incorporación de la perspectiva económica y social aportada por el materialismo histórico y
la Escuela de los Annales) y un medievalismo popular (espectáculos medievales, más o
menos genuinos, como actualización del pasado en el que la comunidad se identifica, lo que
se ha venido en llamar memoria histórica).

Índice
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 1Es impropio hablar de Edad Media en otras civilizaciones


 2El inicio de la Edad Media
 3Alta Edad Media (siglos V al X)
o 3.1Los reinos germanorromanos (siglos V al VIII)
 3.1.1¿Bárbaros?
 3.1.2Las transformaciones del mundo romano
 3.1.3Los distintos reinos
 3.1.4Las instituciones
 3.1.5La cristiandad latina y los bárbaros
 3.1.5.1Otras cristianizaciones medievales
 3.1.5.2Los jázaros, un caso peculiar
o 3.2El Imperio bizantino (siglos IV al XV)
 3.2.1La restauración imperial de Justiniano
 3.2.2Crisis, supervivencia y helenización del Imperio
o 3.3La expansión del islam (desde el siglo VII)
 3.3.1Al-Andalus (siglo VIII al XV)
o 3.4Imperio carolingio (siglos VIII y IX)
 3.4.1Surgimiento y ascenso
 3.4.2División y hundimiento
o 3.5El sistema feudal
 3.5.1Uso del término «feudalismo»
 3.5.2El vasallaje y el feudo
 3.5.3Los órdenes feudales
o 3.6El año mil
 3.6.1La coyuntura del año mil
o 3.7La persistencia del miedo y la función de la risa
 4Baja Edad Media (siglos XI al XV)
o 4.1La Plena Edad Media (siglos XI al XIII)
 4.1.1La expansión del sistema feudal
 4.1.1.1Dinamismo interno: económico, social,
tecnológico e intelectual
 4.1.1.2La universidad
 4.1.1.3La escolástica
 4.1.1.4El surgimiento de la burguesía
 4.1.2Nuevas entidades políticas
 4.1.2.1Poderes universales, monarquías feudales y
ciudades-Estado
 4.1.2.2Parlamentarismo
 4.1.3La Reforma Gregoriana y las reformas monásticas
 4.1.4Innovaciones dogmáticas y devocionales
 4.1.4.1Mariología
 4.1.4.2Sacramentos y cohesión social. Minorías
religiosas
 4.1.4.3Delito y pecado. El sexo
 4.1.5Expansión geográfica de la Europa feudal
 4.1.5.1Las Cruzadas
 4.1.5.2Balance de la expansión geográfica
 4.1.6Cristianos, musulmanes y judíos en la península
ibérica
o 4.2El ocaso de la Edad Media (siglos XIV y XV)
 4.2.1La crisis del siglo XIV
 4.2.2Consecuencias de la crisis
 4.2.3Nuevas ideas
 4.2.4El fin de la Edad Media en la península ibérica
 5Véase también
 6Notas
 7Referencias
 8Bibliografía
 9Enlaces externos
o 9.1Centros de investigación
o 9.2Artehistoria
o 9.3Biblioteca Gonzalo de Berceo
o 9.4Liceus
o 9.5Foros y blogs
o 9.6Mapas
o 9.7Otros

Es impropio hablar de Edad Media en otras civilizaciones

Mapa TO, con Jerusalén en el centro, y las tres partes simplificadas del mundo recordado, más que
conocido en la Edad Media.
Las grandes migraciones de la época de las invasiones significaron paradójicamente un cierre
al contacto de Occidente con el resto del mundo. Muy pocas noticias tenían los europeos del
milenio medieval (tanto los de la cristiandad latina como los de la cristiandad oriental) de que,
aparte de la civilización islámica, que ejerció de puente pero también de obstáculo entre
Europa y el resto del Viejo Mundo,7 se desarrollaban otras civilizaciones. Incluso un vasto
reino cristiano como el de Etiopía, al quedar aislado, se convirtió en el imaginario cultural en el
mítico reino del Preste Juan, apenas distinguible de las islas atlánticas de San Brandán y del
resto de las maravillas dibujadas en los bestiarios y los escasos, rudimentarios e imaginativos
mapas. El desarrollo marcadamente autónomo de China, la más desarrollada civilización de la
época (aunque volcada hacia su propio interior y ensimismada en sus ciclos
dinásticos: Sui, Tang, Song, Yuan y Ming), y la escasez de contactos con ella (el viaje
de Marco Polo, o la mucho más importante expedición de Zheng He), que destacan
justamente por lo inusuales y por su ausencia de continuidad, no permiten denominar a los
siglos V al XV de su historia como historia medieval, aunque a veces se haga, incluso en
publicaciones especializadas, más o menos impropiamente.12
La historia de Japón (que durante este periodo estaba en formación como civilización,
adaptando las influencias chinas a la cultura autóctona y expandiéndose desde las islas
meridionales a las septentrionales), a pesar de su mayor lejanía y aislamiento, suele ser
paradójicamente más asociada al término medieval; aunque tal denominación es acotada por
la historiografía, significativamente, a un periodo medieval que se localiza entre los años 1000
y 1868, para adecuarse al denominado feudalismo japonés anterior a la era Meiji(véase
también shogunato, han y castillo japonés).13
La historia de la India o la del África negra a partir del siglo VII contaron con una mayor o
menor influencia musulmana, pero se atuvieron a dinámicas propias bien diferentes (Sultanato
de Delhi, Sultanato de Bahmani, Imperio Vijayanagara —en la India—, Imperio de
Malí, Imperio Songhay —en África negra—). Incluso llegó a producirse una destacada
intervención sahariana en el mundo mediterráneo occidental: el Imperio almorávide.
De un modo todavía más claro, la historia de América (que atravesaba sus
periodos clásico y postclásico) no tuvo ningún tipo de contacto con el Viejo Mundo, más allá
de la llegada de la denominada Colonización vikinga en América que se limitó a una reducida
y efímera presencia en Groenlandia y la enigmática Vinland, o las posibles posteriores
expediciones de balleneros vascos en parecidas zonas del Atlántico Norte, aunque este hecho
ha de entenderse en el contexto del gran desarrollo de la navegación de los últimos siglos de
la Baja Edad media, ya encaminada a la Era de los Descubrimientos.
Lo que sí ocurrió, y puede considerarse como una constante del periodo medieval, fue la
periódica repetición de puntuales interferencias centroasiáticas en Europa y el Próximo
Oriente en forma de invasiones de pueblos del Asia Central, destacadamente
los turcos (köktürks, jázaros, otomanos) y los mongoles (unificados por Gengis Kan) y
cuya Horda de Oro estuvo presente en Europa Oriental y conformó la personalidad de los
Estados cristianos que se crearon, a veces vasallos y a veces resistentes, en las estepas
rusas y ucranianas. Incluso en una rara ocasión, la primitiva diplomacia de los reinos europeos
bajomedievales vio la posibilidad de utilizar a los segundos como contrapeso a los primeros: la
frustrada embajada de Ruy González de Clavijo a la corte de Tamerlán en Samarcanda, en el
contexto del asedio mongol de Damasco, un momento muy delicado (1401-1406) en el que
también intervino como diplomático Ibn Jaldún. Los mongoles ya habían saqueado Bagdad en
una incursión de 1258.14

El inicio de la Edad Media


Artículo principal: Antigüedad tardía
Sueño de Constantino antes de la batalla del Puente Milvio. In hoc signo vinces (Con este signo
vencerás). Ilustración de las Homilías de san Gregorio Nacianceno, siglo IX.

El papa Silvestre I bendice a Constantino, del que recibe con la tiara(símbolo del pontificado romano
clásico, similar a otros tocados político-religiosos, como la doble corona de los faraones) el poder
temporal sobre Roma. Fresco del siglo XIII, capilla de San Silvestre, monasterio de los Cuatro Santos
Coronados.

Encuentro de León Magno con Atila, fresco de Rafael Sanzio en las estancias del Vaticano (1514).

Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de las cuales la más
extendida es la del año 476, lo cierto es que no podemos ubicar el inicio de una manera tan
exacta ya que la Edad Media no nace, sino que "se hace" a consecuencia de todo un largo y
lento proceso que se extiende por espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes a
todos los niveles de una forma muy profunda que incluso repercutirán hasta nuestros días.
Podemos considerar que ese proceso empieza con la crisis del siglo III, vinculada a los
problemas de reproducción inherentes al modo de producción esclavista, que necesitaba una
expansión imperial continua que ya no se producía tras la fijación del limes romano.
Posiblemente también confluyeran factores climáticos para la sucesión de malas cosechas y
epidemias; y de un modo mucho más evidente las primeras invasiones germánicas y
sublevaciones campesinas (bagaudas), en un periodo en que se suceden muchos breves y
trágicos mandatos imperiales. Desde Caracalla la ciudadanía romana estaba extendida a
todos los hombres libres del Imperio, muestra de que tal condición, antes tan codiciada, había
dejado de ser atractiva. El Bajo Imperio adquiere un aspecto cada vez más medieval desde
principios del siglo IV con las reformas de Diocleciano: difuminación de las diferencias entre
los esclavos, cada vez más escasos, y los colonos, campesinos libres, pero sujetos a
condiciones cada vez mayores de servidumbre, que pierden la libertad de cambiar de
domicilio, teniendo que trabajar siempre la misma tierra; herencia obligatoria de cargos
públicos —antes disputados en reñidas elecciones— y oficios artesanales, sometidos a
colegiación —precedente de los gremios—, todo para evitar la evasión fiscal y la despoblación
de las ciudades, cuyo papel de centro de consumo y de comercio y de articulación de las
zonas rurales cada vez es menos importante. Al menos, las reformas consiguen mantener el
edificio institucional romano, aunque no sin intensificar la ruralización y aristocratización
(pasos claros hacia el feudalismo), sobre todo en Occidente, que queda desvinculado de
Oriente con la partición del Imperio. Otro cambio decisivo fue la implantación
del cristianismo como nueva religión oficial por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I el
Grande (380) precedido por el Edicto de Milán (313) con el que Constantino I el
Grande recompensó a los hasta entonces subversivos por su providencialista ayuda en
la batalla del Puente Milvio (312), junto con otras presuntas cesiones más temporales cuya
fraudulenta reclamación (Pseudo-donación de Constantino) fue una constante de los Estados
Pontificios durante toda la Edad Media, incluso tras la evidencia de su refutación por el
humanista Lorenzo Valla (1440).

División del Imperio romano, año 395.

Ningún evento concreto —a pesar de la abundancia y concatenación de hechos


catastróficos— determinó por sí mismo el fin de la Edad Antigua y el inicio de la Edad Media:
ni los sucesivos saqueos de Roma (por los godos de Alarico I en el 410, por los vándalos en
el 455, por las propias tropas imperiales de Ricimero en 472, por los ostrogodos en 546), ni la
pavorosa irrupción de los hunos de Atila (450-452, con la batalla de los Campos
Cataláunicos y la extraña entrevista con el papa León I el Magno), ni el derrocamiento
de Rómulo Augústulo (último emperador romano de Occidente, por Odoacro el jefe de
los hérulos -476-); fueron sucesos que sus contemporáneos consideraran iniciadores de una
nueva época. La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración,
entre ellos la grave dislocación económica, las invasiones y el asentamiento de los pueblos
germanos en el Imperio romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300
años, la Europa Occidental mantuvo un período de unidad cultural, inusual para este
continente, instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca
llegó a perderse por completo, y el asentamiento del cristianismo. Nunca llegó a olvidarse la
herencia clásica grecorromana, y la lengua latina, sometida a transformación (latín medieval),
continuó siendo la lengua de cultura en toda Europa occidental, incluso más allá de la Edad
Media. El derecho romano y múltiples instituciones continuaron vivas, adaptándose de uno u
otro modo. Lo que se operó durante ese amplio periodo de transición (que puede darse por
culminado para el año 800, con la coronación de Carlomagno) fue una suerte de fusión con las
aportaciones de otras civilizaciones y formaciones sociales, en especial la germánica y la
religión cristiana. En los siglos siguientes, aún en la Alta Edad Media, serán otras aportaciones
las que se añadan, destacadamente el islam.
Véanse también: Caída del Imperio romano de Occidente, Invasiones bárbaras y Pueblos
germánicos.

Alta Edad Media (siglos V al X)


Artículo principal: Alta Edad Media

Los reinos germanorromanos (siglos V al VIII)


Artículo principal: Reinos germánicos

¿Bárbaros?
Los bárbaros se desparraman furiosos... y el azote de la peste no causa menos estragos, el tiránico
exactor roba y el soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina un
hambre tan espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las
madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras aficionadas a los
cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres
más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género
humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y
las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus Profetas. Asoladas las
provincias... por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia
del Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas.
Hidacio, Chronicon (hacia 468).15

El texto se refiere concretamente a Hispania y sus provincias, y los bárbaros citados son
específicamente los suevos, vándalos y alanos, que en el 406 habían cruzado
el limes del Rin (inhabitualmente helado) a la altura de Maguncia y en torno al 409 habían
llegado a la península ibérica; pero la imagen es equivalente en otros momentos y lugares que
el mismo autor narra, del periodo entre 379 y 468.
Los pueblos germánicos procedentes de la Europa del Norte y del Este, se encontraban en un
estadio de desarrollo económico, social y cultural obviamente inferior al del Imperio romano, al
que ellos mismos percibían admirativamente. A su vez eran percibidos con una mezcla de
desprecio, temor y esperanza (retrospectivamente plasmados en el influyente
poema Esperando a los bárbaros de Constantino Cavafis),16 e incluso se les atribuyó un papel
justiciero (aunque involuntario) desde un punto de vista providencialista por parte de los
autores cristianos romanos (Orosio, Salviano de Marsella y San Agustín de Hipona).17 La
denominación de bárbaros (βάρβαρος) proviene de la onomatopeya bar-bar con la que los
griegos se burlaban de los extranjeros no helénicos, y que los romanos -bárbaros ellos
mismos, aunque helenizados- utilizaron desde su propia perspectiva. La
denominación invasiones bárbaras fue rechazada por los historiadores alemanes del siglo XIX,
momento en el que el término barbarie designaba para las nacientes ciencias sociales un
estadio de desarrollo cultural inferior a la civilización y superior al salvajismo. Prefirieron
acuñar un nuevo término: Völkerwanderung ("Migración de Pueblos"),18 menos violento
que invasiones, al sugerir el desplazamiento completo de un pueblo con sus instituciones y
cultura, y más general incluso que invasiones germánicas, al incluir a hunos, eslavos y otros.
Los germanos, que disponían de instituciones políticas peculiares, en concreto la asamblea de
guerreros libres (thing) y la figura del rey, recibieron la influencia de las tradiciones
institucionales del Imperio y la civilización grecorromana, así como la del cristianismo (aunque
no siempre del cristianismo católico o atanasiano, sino del arriano); y se fueron adaptando a
las circunstancias de su asentamiento en los nuevos territorios, sobre todo a la alternativa
entre imponerse como minoría dirigente sobre una mayoría de población local o fusionarse
con ella.
Los nuevos reinos germánicos conformaron la personalidad de Europa Occidental durante la
Edad Media, evolucionaron en monarquías feudales y monarquías autoritarias, y con el
tiempo, dieron origen a los estados-nación que se fueron construyendo en torno a ellas.
Socialmente, en algunos de estos países (España o Francia), el origen germánico
(godo o franco) pasó a ser un rasgo de honor u orgullo de casta ostentado por
la nobleza como distinción sobre el conjunto de la población.
Las transformaciones del mundo romano

Gala Placidia y sus hijos, Valentiniano III y Justa Grata Honoria.

Véase también: Caída del Imperio romano de Occidente

El Imperio romano había pasado por invasiones externas y guerras civiles terribles en el
pasado, pero a finales del siglo IV, aparentemente, la situación estaba bajo control. Hacía
escaso tiempo que Teodosio había logrado nuevamente unificar bajo un solo centro ambas
mitades del Imperio (392) y establecido una nueva religión de Estado, el Cristianismo
niceno (Edicto de Tesalónica -380), con la consiguiente persecución de los tradicionales cultos
paganos y las heterodoxias cristianas. El clero cristiano, convertido en una jerarquía de poder,
justificaba ideológicamente a un Imperium Romanum Christianum (Imperio Romano Cristiano)
y a la dinastía Teodosiana como había comenzado a hacer ya con la Constantiniana desde
el Edicto de Milán (313).
Se habían encauzado los afanes de protagonismo político de los más ricos e influyentes
senadores romanos y de las provincias occidentales. Además, la dinastía había sabido
encauzar acuerdos con la poderosa aristocracia militar, en la que se enrolaban nobles
germanos que acudían al servicio del Imperio al frente de soldados unidos por lazos de
fidelidad hacia ellos. Al morir en 395, Teodosio confió el gobierno de Occidente y la protección
de su joven heredero Honorio al general Estilicón, primogénito de un noble oficial vándalo que
había contraído matrimonio con Flavia Serena, sobrina del propio Teodosio. Pero cuando en
el 455 murió asesinado Valentiniano III, nieto de Teodosio, una buena parte de los
descendientes de aquellos nobles occidentales (nobilissimus, clarissimus) que tanto habían
confiado en los destinos del Imperio parecieron ya desconfiar del mismo, sobre todo cuando
en el curso de dos decenios se habían podido dar cuenta de que el gobierno imperial recluido
en Rávena era cada vez más presa de los exclusivos intereses e intrigas de un pequeño grupo
de altos oficiales del ejército itálico. Muchos de estos eran de origen germánico y cada vez
confiaban más en las fuerzas de sus séquitos armados de soldados convencionales y en los
pactos y alianzas familiares que pudieran tener con otros jefes germánicos instalados en suelo
imperial junto con sus propios pueblos, que desarrollaban cada vez más una política
autónoma. La necesidad de acomodarse a la nueva situación quedó evidenciada con el
destino de Gala Placidia, princesa imperial rehén de los propios saqueadores de Roma (el
visigodo Alarico I y su primo Ataúlfo, con quien finalmente se casó); o con el de Honoria, hija
de la anterior (en segundas nupcias con el emperador Constancio III) que optó por ofrecerse
como esposa al propio Atila enfrentándose a su propio hermano Valentiniano.

Alaricus rex gothorum, sello de Alarico II, rey visigodo.

Necesitados de mantener una posición de predominio social y económico en sus regiones de


origen, reducidos sus patrimonios fundiarios a dimensiones provinciales, y ambicionando un
protagonismo político propio de su linaje y de su cultura, los honestiores (los más honestos u
honrados, los que tienen honor), representantes de las aristocracias tardorromanas
occidentales habrían acabado por aceptar las ventajas de admitir la legitimidad del gobierno
de dichos reyes germánicos, ya muy romanizados, asentados en sus provincias. Al fin y al
cabo, éstos, al frente de sus soldados, podían ofrecerles bastante mayor seguridad que el
ejército de los emperadores de Rávena. Además, el avituallamiento de dichas tropas resultaba
bastante menos gravoso que el de las imperiales, por basarse en buena medida en séquitos
armados dependientes de la nobleza germánica y alimentados con cargo al patrimonio
fundiario provincial de la que esta ya hacía tiempo se había apropiado. Menos gravoso tanto
para los aristócratas provinciales como también para los grupos de humiliores (los más
humildes, los rebajados en tierra -humus-) que se agrupaban jerárquicamente en torno a
dichos aristócratas, y que, en definitiva, eran los que habían venido soportando el máximo
peso de la dura fiscalidad tardorromana. Las nuevas monarquías, más débiles y
descentralizadas que el viejo poder imperial, estaban también más dispuestas a compartir el
poder con las aristocracias provinciales, máxime cuando el poder de estos monarcas estaba
muy limitado en el seno mismo de sus gentes por una nobleza basada en sus séquitos
armados, desde su no muy lejano origen en las asambleas de guerreros libres, de los que no
dejaban de ser primun inter pares.
Pero esta metamorfosis del Occidente romano en romano-germano, no había sido
consecuencia de una inevitabilidad claramente evidenciada desde un principio; por el
contrario, el camino había sido duro, zigzagueante, con ensayos de otras soluciones, y con
momentos en que parecía que todo podía volver a ser como antes. Así ocurrió durante todo
el siglo V, y en algunas regiones también en el siglo VI como consecuencia, entre otras cosas,
de la llamada Recuperatio Imperii o Reconquista de Justiniano.
Los distintos reinos
Batalla de Vouillé (507), entre francos y visigodos, representada en un manuscrito del siglo XIV.

Las invasiones bárbaras desde el siglo III habían demostrado la permeabilidad


del limes romano en Europa, fijado en el Rin y el Danubio. La división del Imperio en Oriente y
Occidente, y la mayor fortaleza del imperio oriental o bizantino, determinó que fuera
únicamente en la mitad occidental donde se produjo el asentamiento de estos pueblos y su
institucionalización política como reinos.
Fueron los visigodos, primero como Reino de Tolosa y luego como Reino de Toledo, los
primeros en efectuar esa institucionalización, valiéndose de su condición de federados, con la
obtención de un foedus con el Imperio, que les encargó la pacificación de las provincias
de Galia e Hispania, cuyo control estaba perdido en la práctica tras las invasiones
del 410 por suevos, vándalos y alanos. De los tres, solo los suevos lograron el asentamiento
definitivo en una zona: el Reino de Braga, mientras que los vándalos se establecieron en el
norte de África y las islas del Mediterráneo Occidental, pero fueron al siglo siguiente
eliminados por los bizantinos durante la gran expansión territorial de Justiniano I (campañas
de los generales Belisario, del 533 al 544, y Narsés, hasta el 554). Simultáneamente
los ostrogodos consiguieron instalarse en Italia expulsando a los hérulos, que habían
expulsado a su vez de Roma al último emperador de Occidente. El Reino
Ostrogodo desapareció también frente a la presión bizantina de Justiniano I.
Un segundo grupo de pueblos germánicos se instala en Europa Occidental en el siglo VI, de
entre los que destaca el Reino franco de Clodoveo I y sus sucesores merovingios, que
desplaza a los visigodos de las Galias, forzándolos a trasladar su capital de Tolosa (Toulouse)
a Toledo. También derrotaron a burgundios y alamanes, absorbiendo sus reinos. Algo más
tarde los lombardos se establecen en Italia (568-9), pero serán derrotados a finales del siglo
VIII por los mismos francos, que reinstaurarán el Imperio con Carlomagno (año 800).
En Gran Bretaña se instalarán los anglos, sajones y jutos, que crearán una serie de reinos
rivales que serán unificados por los daneses (un pueblo nórdico) en lo que terminará por ser el
reino de Inglaterra.
Las instituciones

Breviario de Alarico, en un manuscrito del siglo X.

La monarquía germánica era en origen una institución estrictamente temporal, vinculada


estrechamente al prestigio personal del rey, que no pasaba de ser un primus inter
pares (primero entre iguales), que la asamblea de guerreros libres elegía (monarquía electiva),
normalmente para una expedición militar concreta o para una misión específica. Las
migraciones a que se vieron sometidos los pueblos germánicos desde el siglo III hasta el siglo
V (encajonados entre la presión de los hunos al este y la resistencia del limes romano al sur y
oeste) fue fortaleciendo la figura del rey, al tiempo que se entraba en contacto cada vez mayor
con las instituciones políticas romanas, que acostumbraban a la idea de un poder político
mucho más centralizado y concentrado en la persona del Emperador romano. La monarquía
se vinculó a las personas de los reyes de forma vitalicia, y la tendencia era a
hacerse monarquía hereditaria, dado que los reyes (al igual que habían hecho los
emperadores romanos) procuraban asegurarse la elección de su sucesor, la mayor parte de
las veces aún en vida y asociándolos al trono. El que el candidato fuera el primogénito varón
no era una necesidad, pero se terminó imponiendo como una consecuencia obvia, lo que
también era imitado por las demás familias de guerreros, enriquecidos por la posesión de
tierras y convertidos en linajes nobiliarios que se emparentaban con la antigua nobleza
romana, en un proceso que puede denominarse feudalización. Con el tiempo, la monarquía se
patrimonializó, permitiendo incluso la división del reino entre los hijos del rey.
El respeto a la figura del rey se reforzó mediante la sacralización de su toma de posesión
(unción con los sagrados óleos por parte de las autoridades religiosas y uso de elementos
distintivos como orbe, cetro y corona, en el transcurso de una elaborada ceremonia:
la coronación) y la adición de funciones religiosas (presidencia de concilios nacionales, como
los Concilios de Toledo) y taumatúrgicas (toque real de los reyes de Francia para la cura de
la escrófula). El problema se suscitaba cuando llegaba el momento de justificar la deposición
de un rey y su sustitución por otro que no fuera su sucesor natural. Los últimos merovingios no
gobernaban por sí mismos, sino mediante los cargos de su corte, entre los que destacaba
el mayordomo de palacio. Únicamente tras la victoria contra los invasores musulmanes en
la batalla de Poitiers el mayordomo Carlos Martel se vio justificado para argumentar que
la legitimidad de ejercicio le daba méritos suficientes para fundar él mismo su propia dinastía:
la carolingia. En otras ocasiones se recurría a soluciones más imaginativas (como forzar
la tonsura -corte eclesiástico del pelo- del rey visigodo Wamba para incapacitarle).
Los problemas de convivencia entre las minorías germanas y las mayorías locales (hispano-
romanas, galo-romanas, etc.) fueron solucionados con más eficacia por los reinos con más
proyección en el tiempo (visigodos y francos) a través de la fusión, permitiendo los
matrimonios mixtos, unificando la legislación y realizando la conversión al catolicismo frente a
la religión originaria, que en muchos casos ya no era el paganismo tradicional germánico, sino
el cristianismo arriano adquirido en su paso por el Imperio Oriental.
Algunas características propias de las instituciones germanas se conservaron: una de ellas el
predominio del derecho consuetudinario sobre el derecho escrito propio del Derecho romano.
No obstante los reinos germánicos realizaron algunas codificaciones legislativas, con mayor o
menor influencia del derecho romano o de las tradiciones germánicas, redactadas en latín a
partir del siglo V (leyes teodoricianas, edicto de Teodorico, Código de Eurico, Breviario de
Alarico). El primer código escrito en lengua germánica fue el del rey Ethelberto de Kent, el
primero de los anglosajones en convertirse al cristianismo (comienzos del siglo VI). El
visigótico Liber Iudicorum (Recesvinto, 654) y la franca Ley Sálica(Clodoveo, 507-511)
mantuvieron una vigencia muy prolongada por su consideración como fuentes del derecho en
las monarquías medievales y del Antiguo Régimen.19
Véanse también: Derecho germánico y Derecho visigodo.

La cristiandad latina y los bárbaros


Libro de Kells o Evangeliario de San Columba, arte hiberno-sajón o irlando-sajón.

La expansión del cristianismo entre los bárbaros, el asentamiento de la autoridad episcopal en


las ciudades y del monacato en los ámbitos rurales (sobre todo desde la regla de San Benito
de Nursia -monasterio de Montecassino, 529-), constituyeron una poderosa fuerza fusionadora
de culturas y ayudó a asegurar que muchos rasgos de la civilización clásica, como el derecho
romano y el latín, pervivieran en la mitad occidental del Imperio, e incluso se expandiera
por Europa Central y septentrional. Los francos se convirtieron al catolicismo durante el
reinado de Clodoveo I (496 ó 499) y, a partir de entonces, expandieron el cristianismo entre
los germanos del otro lado del Rin. Los suevos, que se habían hecho cristianos arrianos
con Remismundo (459-469), se convirtieron al catolicismo con Teodomiro (559-570) por las
predicaciones de San Martín de Dumio. En ese proceso se habían adelantado a los
propios visigodos, que habían sido cristianizados previamente en Oriente en la versión arriana
(en el siglo IV), y mantuvieron durante siglo y medio la diferencia religiosa con los católicos
hispano-romanos incluso con luchas internas dentro de la clase dominante goda, como
demostró la rebelión y muerte de San Hermenegildo(581-585), hijo del rey Leovigildo). La
conversión al catolicismo de Recaredo (589) marcó el comienzo de la fusión de ambas
sociedades, y de la protección regia al clero católico, visualizada en los Concilios de
Toledo (presididos por el propio rey). Los años siguientes vieron un verdadero renacimiento
visigodo20 con figuras de la influencia de san Isidoro de Sevilla (y sus
hermanos Leandro, Fulgencio y Florentina, los cuatro santos de Cartagena), Braulio de
Zaragoza o Ildefonso de Toledo, de gran repercusión en el resto de Europa y en los futuros
reinos cristianos de la Reconquista (véase cristianismo en España, monasterio en
España, monasterio hispano y liturgia hispánica). Los ostrogodos, en cambio, no dispusieron
de tiempo suficiente para realizar la misma evolución en Italia. No obstante, del grado de
convivencia con el papado y los intelectuales católicos fue muestra que los reyes ostrogodos
los elevaban a los cargos de mayor confianza (Boecio y Casiodoro, ambos magister
officiorum con Teodorico el Grande), aunque también de lo vulnerable de su situación
(ejecutado el primero -523- y apartado por los bizantinos el segundo -538-). Sus sucesores en
el dominio de Italia, los también arrianos lombardos, tampoco llegaron a experimentar la
integración con la población católica sometida, y su divisiones internas hicieron que la
conversión al catolicismo del rey Agilulfo (603) no llegara a tener mayores consecuencias.
El cristianismo fue llevado a Irlanda por San Patricio a principios del siglo V, y desde allí se
extendió a Escocia, desde donde un siglo más tarde regresó por la zona norte a una Inglaterra
abandonada por los cristianos britones a los paganos pictos y escotos (procedentes del norte
de Gran Bretaña) y a los también paganos germanos procedentes del continente (anglos,
sajones y jutos). A finales del siglo VI, con el Papa Gregorio Magno, también Roma envió
misioneros a Inglaterra desde el sur, con lo que se consiguió que en el transcurso de un siglo
Inglaterra volviera a ser cristiana.
A su vez, los britones habían iniciado una emigración por vía marítima hacia la península
de Bretaña, llegando incluso hasta lugares tan lejanos como la costa cantábrica entre Galicia y
Asturias, donde fundaron la diócesis de Britonia. Esta tradición cristiana se distinguía por el
uso de la tonsura céltica o escocesa, que rapaba la parte frontal del pelo en vez de
la coronilla.
La supervivencia en Irlanda de una comunidad cristiana aislada de Europa por la barrera
pagana de los anglosajones, provocó una evolución diferente al cristianismo continental, lo
que se ha denominado cristianismo celta. Conservaron mucho de la antigua tradición latina,
que estuvieron en condiciones de compartir con Europa continental apenas la oleada invasora
se hubo calmado temporalmente. Tras su extensión a Inglaterra en el siglo VI, los irlandeses
fundaron en el siglo VII monasterios en Francia, en Suiza (Saint Gall), e incluso en Italia,
destacándose particularmente los nombres de Columba y Columbano. Las Islas Británicas
fueron durante unos tres siglos el vivero de importantes nombres para la cultura: el
historiador Beda el Venerable, el misionero Bonifacio de Alemania, el educador Alcuino de
York, o el teólogo Juan Escoto Erígena, entre otros. Tal influencia llega hasta la atribución de
leyendas como la de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, bretona que habría efectuado un
extraordinario viaje entre Britania y Roma para acabar martirizada en Colonia.21
Otras cristianizaciones medievales

Cirilo y Metodio, los apóstoles de los eslavos, con el alfabeto cirílico en un icono ruso del siglo XVIII o
XIX.

Por su parte, la extensión del cristianismo entre los búlgaros y la mayor parte de los pueblos
eslavos (serbios, moravos y los pueblos de Crimea y estepas ucranianas y rusas -Vladimiro I
de Kiev, año 988-) fue muy posterior, y a cargo del Imperio bizantino, con lo que se hizo con el
credo ortodoxo (predicaciones de Cirilo y Metodio, siglo IX); mientras que la evangelización de
otros pueblos de Europa Oriental (el resto de los eslavos -polacos, eslovenos y croatas-
, bálticos y húngaros -San Esteban I de Hungría, hacia el año 1000-) y de los pueblos nórdicos
(vikingos escandinavos) se hizo por el cristianismo latino partiendo de Europa Central, en un
periodo todavía más tardío (hasta los siglos XI y XII); permitiendo (especialmente la
conversión de Hungría) las primeras peregrinaciones por vía terrestre a Tierra Santa.22
Es una locura creer en los dioses.
Saga de Hrafnkell, sacerdote de Frey (Islandia, compuesta a finales del siglo XIII, pero ambientada en
época precristiana).23

Los jázaros, un caso peculiar


Artículo principal: Jázaros

Los jázaros eran un pueblo turco procedente del Asia central (donde se había formado desde
el siglo VI el imperio de los Köktürks) que en su parte occidental había dado origen a un
importante estado que dominaba el Cáucaso y las estepas rusas y ucranianas
hasta Crimea en el siglo VII. Su clase dirigente se convirtió mayoritariamente al judaísmo,
peculiaridad religiosa que lo convertía en un vecino excepcional entre el califato islámico de
Damasco y el imperio cristiano de Bizancio.
El Imperio bizantino (siglos IV al XV)

Corte del emperador bizantinoJustiniano I, mosaico de San Vital de Rávena.

Artículo principal: Imperio bizantino

La división entre Oriente y Occidente fue, además de una estrategia política (inicialmente de
Diocleciano -286- y hecha definitiva con Teodosio -395-), un reconocimiento de la diferencia
esencial entre ambas mitades del Imperio. Oriente, en sí mismo muy diverso (Tracia -
Península Balcánica-, Asia -Anatolia, Cáucaso, Siria, Palestina y la frontera mesopotámica con
los persas- y Egipto), era la parte más urbanizada y con economía más dinámica y comercial,
frente a un Occidente en vías de feudalización, ruralizado, con una vida urbana en
decadencia, mano de obra esclava cada vez más escasa y la aristocracia cada vez más ajena
a las estructuras del poder imperial y recluida en sus lujosas villae autosuficientes, cultivadas
por colonos en régimen similar a la servidumbre. La lingua franca en Oriente era el griego,
frente al latín de Occidente. En la implantación de la jerarquía cristiana, Oriente disponía de
todos los patriarcados de la Pentarquía menos el de Roma
(Alejandría, Antioquía y Constantinopla, a los que se añadió Jerusalén tras el concilio de
Calcedonia de 451); incluso la primacía romana (sede pontificia o cátedra de San Pedro) era
un hecho discutido.
Mosaico bizantino con el tema de la Theotokos (María como Madre de Dios). Los nimbos representan la
santidad (el del Niño Jesús, cruciforme, la divinidad y el sacrificiode la Cruz). El fondo dorado representa
la eternidad celeste, además de cumplir con el horror vacuipropio del estilo. Todos sus rasgos: el
cromatismo, la frontalidad y la linealidad (bordes nítidos, marcado de los pliegues), además de influir
grandemente en el románico de Europa Occidental, se reprodujeron y continuaron, estereotipados, en
los iconos religiosos de épocas posteriores en toda Europa Oriental.

La supervivencia de Roma en Oriente no dependía de la suerte de Occidente, mientras que lo


contrario sí: de hecho, los emperadores orientales optaron por sacrificar la ciudad de Rómulo y
Remo -que ya ni siquiera era la capital occidental- cuando lo consideraron conveniente,
abandonándola a su suerte o incluso desplazando hacia ella a los bárbaros más agresivos, lo
que precipitó su caída.
Véase también: Constantinopla

La restauración imperial de Justiniano


Artículo principal: Recuperatio Imperii

Justiniano I consolidó la frontera del Danubio y, desde 532 logró un equilibrio en la frontera
con la Persia sasánida, lo que le permitió desplazar los esfuerzos bizantinos hacia el
Mediterráneo, reconstruyendo la unidad del Mare Nostrum: En 533, una expedición del
general Belisario aniquila a los vándalos (batalla de Ad Decimum y batalla de Tricamarum)
incorporando la provincia de África y las islas del Mediterráneo Occidental
(Cerdeña, Córcega y las Baleares). En 535 Mundus ocupó Dalmacia y
Belisario Sicilia. Narsés elimina a los ostrogodos de Italia en 554-555. Rávena volvió a ser una
ciudad imperial, donde se conservarán los fastuosos mosaicos de San Vital. Liberio solo
consiguió desplazar a los visigodos de la costa sureste de la península ibérica y de la
provincia Bética.
En Constantinopla se iniciaron dos programas ambiciosos y de prestigio con el fin de asentar
la autoridad imperial: uno de recopilación legislativa: el Digesto, dirigido
por Triboniano (publicado en 533), y otro constructivo: la iglesia de Santa Sofía, de los
arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto (levantada entre el 532 y el 537). Un
símbolo de la civilización clásica fue clausurado: la Academia de Atenas(529).Nota 6 Otro, las
carreras de cuadrigas siguieron siendo una diversión popular que levantaba pasiones. De
hecho, eran utilizadas políticamente, expresando el color de cada equipo divergencias
religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares utilizando colores políticos).
La revuelta de Niká (534) estuvo a punto de provocar la huida del emperador, que evitó la
emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un glorioso sudario.Nota 7
Crisis, supervivencia y helenización del Imperio

Psalterio Chludov, uno de los tres únicos manuscritos ilustrados iconódulos que sobrevivieron al siglo IX.
Esta página ilustra un pasaje evangélico en que un soldado ofrece a Cristo vinagre en una esponja
atada a una lanza. En el plano inferior se caricaturiza al último Patriarca de
Constantinopla iconoclasta, Juan el Gramático, borrando un icono de Cristo con una esponja similar.

Los siglos VII y VIII representaron para Bizancio una edad oscura similar a la de occidente,
que incluyó también una fuerte ruralización y feudalización en lo social y económico y una
pérdida de prestigio y control efectivo del poder central. A las causas internas se sumó la
renovación de la guerra con los persas, nada decisiva pero especialmente extenuante, a la
que siguió la invasión musulmana, que privó al Imperio de las provincias más ricas: Egipto y
Siria. No obstante, en el caso bizantino, la disminución de la producción intelectual y artística
respondía además a los efectos particulares de la querella iconoclasta, que no fue un simple
debate teológico entre iconoclastas e iconódulos, sino un enfrentamiento interno desatado por
el patriarcado de Constantinopla, apoyado por el emperador León III, que pretendía acabar
con la concentración de poder e influencia política y religiosa de los poderosos monasterios y
sus apoyos territoriales (puede imaginarse su importancia viendo cómo ha sobrevivido hasta la
actualidad el Monte Athos, fundado más de un siglo después, en 963).
Basilio II Bulgaróctono Βασίλειος Β΄ Βουλγαροκτόνος, que quiere decir: «matador de búlgaros»; el
nombre Basilio, Basileus significa rey en griego, y era el título que se daba al emperador.

La recuperación de la autoridad imperial y la mayor estabilidad de los siglos siguientes trajo


consigo también un proceso de helenización, es decir, de recuperación de la identidad griega
frente a la oficial entidad romana de las instituciones, cosa más posible entonces, dada la
limitación y homogeneización geográfica producida por la pérdida de las provincias, y que
permitía una organización territorial militarizada y más fácilmente gestionable:
los temas (themata) con la adscripción a la tierra de los militares en ellos establecidos, lo que
produjo formas similares al feudalismo occidental.
El periodo entre 867 y 1056, bajo la dinastía macedonia, se conoce con el nombre
de Renacimiento Macedónico, en que Bizancio vuelve a ser una potencia mediterránea y se
proyecta hacia los pueblos eslavos de los Balcanes y hacia el norte del mar Negro. Basilio
II Bulgaróctono que ocupó el trono en el período 976-1025 llevó al Imperio a su máxima
extensión territorial desde la invasión musulmana, ocupando parte de Siria, Crimea y los
Balcanes hasta el Danubio. La evangelización de Cirilo y Metodio obtendrá una esfera de
influencia bizantina en Europa Oriental que cultural y religiosamente tendrá una gran
proyección futura mediante la difusión del alfabeto cirílico (adaptación del alfabeto griego para
la representación de los fonemas eslavos, que se sigue utilizando en la actualidad); así como
la del cristianismo ortodoxo (predominante desde Serbia hasta Rusia).
Sin embargo, la segunda mitad del siglo XI presenciará un nuevo desafío islámico, esta vez
protagonizado por los turcos selyúcidas y la intervención del Papado y de los europeos
occidentales, mediante la intervención militar de las Cruzadas, la actividad comercial de los
mercaderes italianos (genoveses, amalfitanos, pisanos y sobre todo venecianos)25 y las
polémicas teológicas del denominado Cisma de Oriente o Gran Cisma de Oriente y Occidente,
con lo que la teórica ayuda cristiana se demostró tan negativa o más para el Imperio Oriental
que la amenaza musulmana. El proceso de feudalización se acentuó al verse forzados los
emperadores Comneno a realizar cesiones territoriales (denominadas pronoia) a la
aristocracia y a miembros su propia familia.26
La expansión del islam (desde el siglo VII)
Expansión árabe en el siglo VII: califa Abu Bakr en la zona I, Omar en la II, Uthman en la III y Ali en la
IV.

Artículo principal: Expansión musulmana

En el siglo VII, tras las predicaciones de Mahoma y las conquistas de los primeros califas (a la
vez líderes políticos y religiosos, en una religión -el islamismo- que no reconoce distinciones
entre laicos y clérigos), se había producido la unificación de Arabia y la conquista del Imperio
persa y de buena parte del Imperio bizantino. En el siglo VIII se llegó a la península ibérica,
la India y el Asia Central (batalla del Talas -751- victoria islámica ante China tras la que no se
profundizó en ese Imperio, pero que permitió un mayor contacto con su civilización,
aprovechando los conocimientos de los prisioneros). En el occidente la expansión musulmana
se frenó desde la batalla de Poitiers (732)ante los francos y la mitificada batalla de
Covadonga ante los asturianos (722). La presencia de los musulmanes como una civilización
rival alternativa asentada en la mitad sur de la cuenca del Mediterráneo, cuyo tráfico marítimo
pasan a controlar, obligó al cierre en sí misma de Europa Occidental por varios siglos, y para
algunos historiadores significó el verdadero comienzo de la Edad Media.27

Manuscrito árabe ilustrado del siglo XIII. La representación de figuras solo se consiente en algunas
interpretaciones del islamismo, pero se prohíbe mayoritariamente. Esta prohibición incentivó otras artes,
como la caligrafía. Esta ilustración representa a Sócrates (Sughrat). La recuperación y difusión de la
cultura clásica grecorromana fue una de las principales aportaciones del islam medieval a la civilización.

Desde el siglo VIII se produjo una difusión más lenta de la civilización islámica por sitios tan
lejanos como Indonesia y el continente africano, y desde el siglo XIV por Anatolia y
los Balcanes. Las relaciones con la India fueron también muy estrechas durante el resto de la
Edad Media (aunque la imposición del imperio mogol no se produjo hasta el siglo XVI),
mientras que el océano Índico se convirtió casi en un Mare Nostrum árabe, donde se
ambientaron las aventuras de Simbad el marino (uno de los cuentos de Las mil y una
noches de la época de Harún al-Rashid).28 El tráfico comercial de las rutas marítimas y
caravaneras unían el Índico con el Mediterráneo a través del mar Rojo o el golfo Pérsico y
las caravanas del desierto. Esa llamada ruta de las especias (prefigurada por la ruta del
incienso en la Edad Antigua) fue esencial para que llegaran a occidente retazos de la ciencia y
la cultura de Extremo Oriente. Por el norte, la ruta de la seda cumplió la misma función
atravesando los desiertos y las cordilleras del Turquestán. El ajedrez, la numeración indo-
arábiga y el concepto de cero, así como algunas obras literarias (Calila e Dimna) estuvieron
entre los aportes hindúes y persas. El papel, el grabado o la pólvora, entre las chinas. La
función de los árabes, y de los persas, sirios, egipcios y españoles arabizados (no solo
islámicos, pues hubo muchos que mantuvieron su religión cristiana o judía -no tanto
la zoroastriana-) distó mucho de ser mera transmisión, como testimonia la influencia de la
reinterpretación de la filosofía clásica que llegó a través de los textos árabes a Europa
Occidental a partir de las traducciones latinas desde el siglo XII, y la difusión de cultivos y
técnicas agrícolas por la región mediterránea. En un momento en que estaban prácticamente
ausentes de la economía europea, destacaron las prácticas comerciales y la circulación
monetaria en el mundo islámico, animadas por la explotación de minas de oro tan lejanas
como las del África subsahariana, junto con otro tipo de actividades, como el tráfico de
esclavos.

La Kaaba en la Mezquita de la Meca o mezquita sagrada (Masjid al-Haram).

La unidad inicial del mundo islámico, que se había cuestionado ya en el aspecto religioso con
la separación de suníes y chiíes, se rompió también en lo político con la sustitución de
los Omeyas por los Abbasíes al frente del califato en el 749, que además
sustituyeron Damasco por Bagdad como capital. Abderramán I, el último superviviente Omeya,
consiguió fundar en Córdoba un emirato independiente para Al-Ándalus (nombre árabe de
la península ibérica), que su descendiente Abderramán III convirtió en un califato alternativo
en el 929. Poco antes, en el 909 los Fatimíeshabían hecho lo propio en Egipto. A partir
del siglo XI se producen cambios muy importantes: el desafío a la hegemonía árabe como
etnia dominante dentro del islam a cargo de los islamizados turcos, que pasarán a controlar
distintas zonas del Medio Oriente (mamelucos, otomanos), o de kurdos como Saladino; la
irrupción de los cristianos latinos en tres puntos clave del Mediterráneo (reinos cristianos de
la Reconquista en Al Ándalus, normandos en el sur de Italia y cruzados en Siria y Palestina); y
la de los mongoles desde el centro de Asia.
Los eruditos como al-Biruni, al-Jahiz, al-Kindi, Abu Bakr Muhammad al-Razi, Ibn Sina, al-Idrisi, Ibn
Bajja, Omar Khayyam, Ibn Zuhr, Ibn Tufail, Ibn Rushd, al-Suyuti, y miles de otros académicos no fueron
una excepción, sino la norma general en la civilización musulmana. La civilización musulmana del
periodo clásico fue destacable por el elevado número de eruditos polifacéticos que produjo. Es una
muestra de la homogeneidad de la filosofía islámica sobre la ciencia, y su énfasis sobre la síntesis, las
investigaciones interdisciplinares y la multiplicidad de métodos. 29
Ziauddin Sardar
Véanse también: Mahoma, Islam, Corán, Califa y Califato perfecto (demasiados parámetros en
{{VT}}) Wikipedia.
Véanse también: Historia del Islam, Edad de Oro del Islam, Cultura musulmana, Filosofía
islámica y Filosofía islámica antigua (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.
Véanse también: Al Juarismi, Avicena, Averroes, Maimónides e Ibn Jaldún (demasiados parámetros
en {{VT}}) Wikipedia.
Al-Andalus (siglo VIII al XV)

Interior de la Mezquita de Córdoba. Durante algo más de un siglo Córdobafue la capital de un califato.

Artículo principal: Historia de Al-Andalus

Véanse también: Invasión musulmana de la Península Ibérica, Emirato de Córdoba y Califato de


Córdoba.
Véanse también: Abderramán I, Abderramán II, Abderramán III, Alhakén II e Hisham
II (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.
Véanse también: Tudmir, Banu Qasi y Omar ibn Hafsún.

Véanse también: Ziryab, Moaxaja, Jarchas, Eulogio de Córdoba y Ciencia en Al-


Ándalus (demasiados parámetros en {{VT}}) Wikipedia.
Véanse también: Muladí, Maulas, Dhimmi, Mozárabe y Yizia (demasiados parámetros en
{{VT}}) Wikipedia.
Véanse también: Medina, Arrabal, Zoco y Alcazaba.

Imperio carolingio (siglos VIII y IX)


Artículo principal: Imperio carolingio

Surgimiento y ascenso
Coronación de Carlomagno por el papa León III, el día de Navidad del año 800.

Hacia el siglo VIII, la situación política europea se había estabilizado. En oriente, el Imperio
bizantino era fuerte otra vez, gracias a una serie de emperadores competentes. En occidente,
algunos reinos aseguraban relativa estabilidad a varias regiones: Northumbria a
Inglaterra, Visigotia a España, Lombardía a Italia, y el Reino Franco a la Galia. En realidad, el
"reino franco" era un compuesto de tres reinos: Austrasia, Neustria y Aquitania.
El Imperio carolingio surge de las bases creadas por los predecesores de Carlomagno desde
principios del siglo VIII (Carlos Martel y Pipino el Breve). La proyección de sus fronteras a
través de una gran parte de la Europa Occidental permitió a Carlos la aspiración de reconstruir
la extensión del antiguo Imperio romano Occidental, siendo la primera entidad política de la
Edad Media que estuvo en condiciones de convertirse en una potencia
continental. Aquisgrán (Aachen en alemán, Aix-la Chapelle en francés) fue elegida como
capital, en una situación central y suficientemente alejada de Italia, que a pesar de ser liberada
del dominio de los longobardos y de las teóricas reivindicaciones bizantinas, conservó una
gran autonomía que llegaba a la soberanía temporal con la cesión de unos incipientes estados
papales (el Patrimonium Petri o Patrimonio de San Pedro, que incluía Roma y buena parte del
centro de Italia). Como resultado de la estrecha vinculación entre el pontificado y la dinastía
carolingia, que se legitimaban y defendían mutuamente ya por tres generaciones, el
papa León III reconoció las pretensiones imperiales de Carlomagno con una coronación en
extrañas circunstancias, el día de Navidad del año 800.

KAROLUS. Monogramade Carlomagno, quien lo utilizaba como firma. Carlomagno, a pesar de sus
esfuerzos, nunca aprendió a escribir con soltura.

Se crearon las marcas para fijar las fronteras ante los enemigos exteriores (árabes en
la Marca Hispánica, sajones en la Marca Sajona, bretones en la Marca Bretona, lombardos -
hasta su derrota- en la Marca Lombarda y ávaros en la Marca Ávara; posteriormente también
se creó una para los magiares: la Marca del Friuli). El territorio interior fue organizado
en condados y ducados (unión de varios condados o marcas). Los funcionarios que los
dirigían (condes, marqueses y duques) eran vigilados por inspectores temporales (los missi
dominici -enviados del señor-), y se procuraba que no se heredaran para evitar que quedaran
patrimonializados en una familia (cosa, que con el tiempo, no pudo evitarse). La consignación
de tierras junto con los cargos, pretendía sobre todo el mantenimiento de la costosa caballería
pesada y los nuevos caballos de batalla (destreros, introducidos desde Asia en el siglo VII,
que se empleaban de una manera completamente distinta a la caballería antigua, con estribos,
aparatosas sillas y que podían sostener armaduras).30 Tal proceso estuvo en el origen del
nacimiento de los feudos que había que ceder a cada militar de acuerdo con su rango, hasta
la unidad básica: el caballero que ejercía de señor sobre un territorio, se quedaba para su
mantenimiento con una reserva señorial y dejaba los mansos para sus siervos, que estaban
obligados a cultivar la reserva con prestaciones gratuitas de trabajo a cambio de la protección
militar y el mantenimiento del orden y la justicia, que eran las funciones del señor.
Lógicamente, los feudos en sus distintos niveles sufrieron la misma transformación patrimonial
que marcas y condados, estableciendo una red piramidal de fidelidades que es el origen
del vasallajefeudal.
Carlomagno negoció de igual a igual con otras grandes potencias de la época, como
el Imperio bizantino, el Emirato de Córdoba, y el Califato Abasida. Aunque él mismo, ya en
edad adulta, no sabía escribir (cosa habitual en la época, en que únicamente algunos clérigos
lo hacían), Carlomagno siguió una política de prestigio cultural y un notable programa artístico.
Pretendió rodearse de una corte de sabios e iniciar un programa educativo basado en
el trivium y el quadrivium, para lo que mandó llamar a la intelectualidad de su tiempo a sus
dominios impulsando, con la colaboración de Alcuino de York, el llamado Renacimiento
carolingio. Dentro de este empeño educativo ordenó a sus nobles aprender a escribir, cosa
que él mismo intentó, aunque nunca consiguió hacerlo con soltura.31
División y hundimiento

Ludovico Pío, hijo y heredero de Carlomagno.

Muerto Carlomagno en 814, toma el poder su hijo Ludovico Pío. Los hijos de este: Carlos el
Calvo (Francia occidental), Luis el Germánico(Francia oriental) y Lotario I (primogénito y
heredero del título imperial), se enfrentaron militarmente disputándose los diferentes territorios
del imperio, que, más allá de las alianzas aristocráticas, manifestaban distintas
personalidades, interpretables desde una perspectiva protonacional (idiomas diferentes: hacia
el sur y oeste se imponían las lenguas romances que se comenzaban a diferenciar del latín
vulgar, hacia el norte y este las lenguas germánicas, como testimoniaban los
previos Juramentos de Estrasburgo; costumbres, tradiciones e instituciones propias —
romanas hacia el sur, germanas hacia el norte—). Esta situación no concluyó ni siquiera en
el 843 tras el Tratado de Verdún, puesto que la posterior división del reino de Lotario entre sus
hijos (la Lotaringia, franja central desde los Países Bajos hasta Italia, pasando por la región
del Rin, Borgoña y Provenza) llevó a los tíos de estos (Carlos y Luis), a otro reparto
(el Tratado de Mersen del 870) que simplificaba las fronteras (dejando únicamente Italia y
Provenza en manos de su sobrino el emperador Luis II el Joven —cuyo cargo no suponía más
primacía que la honorífica—, pero no condujo a una mayor concentración de poder en manos
de esos monarcas, débiles y en manos de la nobleza territorial. En algunas regiones, el pacto
no era más que una entelequia, puesto que la costa del mar del Norte estaba ocupada por
los vikingos. Incluso en las zonas teóricamente controladas, las posteriores herencias y luchas
internas entre los sucesivos reyes y emperadores carolingios subdividieron y reunificaron los
territorios de manera casi aleatoria.
La división, sumada al proceso institucional de descentralización inherente al sistema feudal,
en ausencia de fuertes poderes centrales, y al debilitamiento preexistente de las estructuras
sociales y económicas, hizo que la siguiente oleada de invasiones bárbaras, sobre todo las
protagonizadas por magiares y vikingos, sumieran de nuevo a Europa Occidental en el caos
de una nueva edad oscura.

Carlos el Calvo, rey de Francia Occidental.

Apogeo del Imperio carolingio hacia 814.


Divisiones del Imperio en los tratados de Verdún (año 843, línea


punteada) y Meersen (870).

Europa en torno al 998.


El sistema feudal
Artículo principal: Feudalismo

Uso del término «feudalismo»


El fracaso del proyecto político centralizador de Carlomagno llevó, en ausencia de ese
contrapeso, a la formación de un sistema político, económico y social que los historiadores
han convenido en llamar feudalismo, aunque en realidad el nombre nació como
un peyorativo para designar del Antiguo Régimen por parte de sus críticos ilustrados. La
Revolución francesa suprimió solemnemente "todos los derechos feudales" en la noche del 4
de agosto de 1789 y "definitivamente el régimen feudal", con el decreto del 11 de agosto.
La generalización del término permite a muchos historiadores aplicarlo a las formaciones
sociales de todo el territorio europeo occidental, pertenecieran o no al Imperio carolingio. Los
partidarios de un uso restringido, argumentando la necesidad de no confundir conceptos
como feudo, villae, tenure, o señorío lo limitan tanto en espacio (Francia, Oeste de Alemania y
Norte de Italia) como en el tiempo: un «primer feudalismo» o «feudalismo carolingio» desde el
siglo VIII hasta el año 1000 y un «feudalismo clásico» desde el año 1000 hasta el 1240, a su
vez dividido en dos épocas, la primera, hasta el 1160 (la más descentralizada, en que cada
señor de castillo podía considerarse independiente, y se produce el proceso
denominado incastellamento); y la segunda, la propia de la "monarquía feudal"). Habría
incluso "feudalismos de importación": la Inglaterra normanda desde 1066 y los estados latinos
de oriente creados durante las Cruzadas (siglos XII y XIII).32
Otros prefieren hablar de "régimen" o "sistema feudal", para diferenciarlo sutilmente del
feudalismo estricto, o de síntesis feudal, para marcar el hecho de que sobreviven en ella
rasgos de la antigüedad clásica mezclados con contribuciones germánicas, implicando tanto a
instituciones como a elementos productivos, y significó la especificidad del feudalismo europeo
occidental como formación económico social frente a otras también feudales, con
consecuencias trascendentales en el futuro devenir histórico.Nota 8 Más dificultades hay para el
uso del término cuando nos alejamos más: Europa Oriental experimenta un proceso de
"feudalización" desde finales de la Edad Media, justo cuando en muchas zonas de Europa
Occidental los campesinos se liberan de las formas jurídicas de la servidumbre, de modo que
suele hablarse del feudalismo polaco o ruso. El Antiguo Régimen en Europa, el islam medieval
o el Imperio bizantino fueron sociedades urbanas y comerciales, y con un grado de
centralización política variable, aunque la explotación del campo se realizaba con relaciones
sociales de producción muy similares al feudalismo medieval. Los historiadores que aplican la
metodología del materialismo histórico (Marx definió el modo de producción feudal como el
estadio intermedio entre el esclavista y el capitalista) no dudan en hablar de «economía
feudal» para referirse a ella, aunque también reconocen la necesidad de no aplicar el término
a cualquier formación social preindustrial no esclavista, puesto que a lo largo de la historia y
de la geografía han existido otros modos de producción también previstos en la modelización
marxista, como el modo de producción primitivo de las sociedades poco evolucionadas,
homogéneas y con escasa división social —como las de los mismos pueblos germánicos
previamente a las invasiones— y el modo de producción asiático o despotismo hidráulico —
Egipto faraónico, reinos de la India o Imperio chino— caracterizado por la tributación de las
aldeas campesinas a un estado muy centralizado.33 En lugares aún más lejanos se ha llegado
a utilizar el término feudalismo para describir una época. Es el caso de Japón y el
denominado feudalismo japonés, dadas las innegables similitudes y paralelismos que la
nobleza feudal europea y su mundo tiene con los samuráis y el suyo. También se ha llegado a
aplicarlo a la situación histórica de los periodos intermedios de la historia de Egipto, en los
que, siguiendo un ritmo cíclico milenario, decae el poder central y la vida en las ciudades, la
anarquía militar rompe la unidad de las tierras del Nilo, y los templos y señores locales que
alcanzan a controlar un espacio de poder gobiernan en él de manera independiente sobre los
campesinos obligados al trabajo.
El vasallaje y el feudo

Un vasallo arrodillado realiza la inmixtio manum durante el homenaje a su señor, sentado. Un


escribiente toma nota. Todos están sonrientes.

Dos instituciones eran claves para el feudalismo: por un lado el vasallaje como relación
jurídico-política entre señor y vasallo, un contratosinalagmático (es decir, entre iguales, con
requisitos por ambas partes) entre señores y vasallos (ambos hombres libres, ambos
guerreros, ambos nobles), consistente en el intercambio de apoyos y fidelidades mutuas
(dotación de cargos, honores y tierras -el feudo- por el señor al vasallo y compromiso
de auxilium et consilium -auxilio o apoyo militar y consejo o apoyo político-), que si no se
cumplía o se rompía por cualquiera de las dos partes daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía
se complicaba de forma piramidal (el vasallo era a su vez señor de vasallos); y por otro lado
el feudo como unidad económica y de relaciones sociales de producción, entre el señor del
feudo y sus siervos, no un contrato igualitario, sino una imposición violenta justificada
ideológicamente como un do ut des de protección a cambio de trabajo y sumisión.
Por tanto, la realidad que se enuncia como relaciones feudo-vasalláticas es realmente un
término que incluye dos tipos de relación social de naturaleza completamente distinta, aunque
los términos que las designan se empleaban en la época (y se siguen empleando) de manera
equívoca y con gran confusión terminológica entre ellos:
El vasallaje era un pacto entre dos miembros de la nobleza de distinta categoría. El caballero
de menor rango se convertía en vasallo (vassus) del noble más poderoso, que se convertía en
su señor (dominus) por medio del Homenaje e Investidura, en una ceremonia ritualizada que
tenía lugar en la torre del homenaje del castillo del señor. El homenaje (homage) -del vasallo
al señor- consistía en la postración o humillación -habitualmente de rodillas-,
el osculum (beso), la inmixtio manum -las manos del vasallo, unidas en posición orante, eran
acogidas entre las del señor-, y alguna frase que reconociera haberse convertido en su
hombre. Tras el homenaje se producía la investidura -del señor al vasallo-, que representaba
la entrega de un feudo (dependiendo de la categoría de vasallo y señor, podía ser un
condado, un ducado, una marca, un castillo, una población, o un simple sueldo; o incluso un
monasterio si el vasallaje era eclesiástico) a través de un símbolo del territorio o de la
alimentación que el señor debe al vasallo -un poco de tierra, de hierba o de grano- y
del espaldarazo, en el que el vasallo recibe una espada (y unos golpes con ella en los
hombros), o bien un báculo si era religioso.
La encomienda, encomendación o patrocinio (patrocinium, commendatio, aunque era habitual
utilizar el término commendatio para el acto del homenaje o incluso para toda la institución del
vasallaje) eran pactos teóricos entre los campesinos y el señor feudal, que podían también
ritualizarse en una ceremonia o -más raramente- dar lugar a un documento. El señor acogía a
los campesinos en su feudo, que se organizaba en una reserva señorial que los siervos
debían trabajar obligatoriamente (sernas o corveas) y en el conjunto de las pequeñas
explotaciones familiares (mansos) que se atribuían a los campesinos para que pudieran
subsistir. Obligación del señor era protegerles si eran atacados, y mantener el orden y la
justicia en el feudo. A cambio, el campesino se convertía en su siervo y pasaba a la
doble jurisdicción del señor feudal: en los términos utilizados en la península ibérica en la Baja
Edad Media, el señorío territorial, que obligaba al campesino a pagar rentas al noble por el uso
de la tierra; y el señorío jurisdiccional, que convertía al señor feudal en gobernante y juez del
territorio en el que vivía el campesino, por lo que obtenía rentas feudales de muy distinto
origen (impuestos, multas, monopolios, etc.). La distinción entre propiedad y jurisdicción no
era en el feudalismo algo claro, pues de hecho el mismo concepto de propiedad era confuso, y
la jurisdicción, otorgada por el rey como merced, ponía al señor en disposición de obtener sus
rentas. No existieron señoríos jurisdiccionales en los que la totalidad de las parcelas
pertenecieran como propiedad al señor, siendo muy generalizadas distintas formas
de alodio en los campesinos. En momentos posteriores de despoblamiento y refeudalización,
como la crisis del siglo XVII, algunos nobles intentaban que se considerase despoblado
completamente de campesinos un señorío para liberarse de todo tipo de cortapisas y
convertirlo en coto redondo reconvertible para otro uso, como el ganadero.34
Junto con el feudo, el vasallo recibe los siervos que hay en él, no como propiedad esclavista,
pero tampoco en régimen de libertad; puesto que su condición servil les impide abandonarlo y
les obliga a trabajar. Las obligaciones del señor del feudo incluyen el mantenimiento del orden,
o sea, la jurisdicción civil y criminal (mero e mixto imperio en la terminología jurídica
reintroducida con el Derecho Romano en la Baja Edad Media), lo que daba aún mayores
oportunidades para obtener el excedente productivo que los campesinos pudieran obtener
después de las obligaciones de trabajo -corveas o sernas en la reserva señorial- o del pago de
renta -en especie o en dinero, de circulación muy escasa en la Alta Edad Media, pero más
generalizada en los últimos siglos medievales, según fue dinamizándose la economía-. Como
monopolio señorial solían quedar la explotación de los bosques y la caza, los caminos y
puentes, los molinos, las tabernas y tiendas. Todo ello eran más oportunidades de obtener
más renta feudal, incluidos derechos tradicionales, como el ius prime noctis o derecho de
pernada, que se convirtió en un impuesto por matrimonios, buena muestra de que es en el
excedente de donde se extrae la renta feudal de manera extraeconómica (en este caso en la
demostración de que una comunidad campesina crece y prospera).
Los órdenes feudales
Artículo principal: Estamento

Orator, bellator et laborator (clérigo, guerrero y labrador); o sea, los tres órdenes medievales. Letra
capitular de un manuscrito.

Con el tiempo, siguiendo la tendencia marcada desde el Bajo Imperio romano, que se
consolidó en la época clásica del feudalismo y que pervivió durante todo el Antiguo Régimen,
se fue conformando una sociedad organizada de manera estamental, en los
llamados estamentosu ordines (órdenes): nobleza, clero y pueblo llano (o tercer
estado): bellatores, oratores y laboratores los hombres que guerrean, los que rezan y los que
trabajan, según el vocabulario de la época. Los dos primeros son privilegiados, es decir, no se
les aplica la ley común, sino un fuero propio (por ejemplo, tienen distintas penas para el mismo
delito, y su forma de ejecución es diferente) y no pueden trabajar (les están prohibidos
los oficios viles y mecánicos), puesto que esa es la condición de no privilegiados. En época
medieval, los órdenes feudales no eran estamentos cerrados y bloqueados, sino que
mantenían una permeabilidad que permitía en casos extraordinarios el ascenso social debido
al mérito (por ejemplo, a la demostración de un excepcional valor), que eran tan escasos que
no se vivían como una amenaza, cosa que sí ocurrió a partir de las grandes convulsiones
sociales de los siglos finales de la Baja Edad Media, en que los privilegiados se vieron
obligados a institucionalizar su posición procurando cerrar el acceso a sus estamentos de los
no privilegiados (en lo que tampoco tuvieron una eficacia total). Completamente impropia sería
la comparación con la sociedad de castas de la India, en que guerreros, sacerdotes,
comerciantes, campesinos y parias pertenecían a castas diferentes entendidas
como linajes desconectados cuya mezcla se prohibía.
Las funciones de los órdenes feudales estaban fijadas ideológicamente por el agustinismo
político (Civitate Dei -426-), en búsqueda de una sociedad que, aunque como terrena no podía
dejar de ser corrupta e imperfecta, podía aspirar a ser al menos una sombra de la imagen de
una "Ciudad de Dios" perfecta de raíces platónicasNota 9 en que todos tuvieran un papel en su
protección, su salvación y su mantenimiento. Esta idea fue reformulada y perfilada a lo largo
de la Edad Media, sucesivamente por autores como Isidoro de Sevilla (630), la escuela
de Auxerre (Haimón de Auxerre -865- en la abadía borgoñona en la que trabajaban Erico de
Auxerre y su discípulo Remigio de Auxerre, que seguían la tradición de Escoto
Eriúgena), Boecio (892), Wulfstan de York (1010), Gerardo de Cambrai (1024) o Adalberón de
Laon; y utilizada en textos legislativos como la llamada Compilación de Huesca de los Fueros
de Aragón (Jaime I), y el Código de las Siete Partidas (Alfonso X el Sabio, 1265).35
Los bellatores o guerreros eran la nobleza, cuya función era la protección física, la defensa de
todos ante las agresiones e injusticias. Estaba organizada piramidalmente desde el
emperador, pasando por los reyes y descendiendo sin solución de continuidad hasta el último
escudero, aunque atendiendo a su rango, poder y riqueza puede clasificarse en dos partes
diferenciadas: alta nobleza (marqueses, condes y duques) cuyos feudos tienen el tamaño de
regiones y provincias (aunque la mayor parte de las veces no en continuidad territorial, sino
repartido y difuso, lleno de enclaves y exclaves); y la baja
nobleza o caballeros (barones, infanzones), cuyos feudos son del tamaño de pequeñas
comarcas (a escala municipal o inferior a la municipal), o directamente no poseen feudos
territoriales, viviendo en los castillos de señores más importantes, o en ciudades o poblaciones
en las que no ejercen jurisdicción (aunque sí pueden ejercer su regimiento, es decir, participar
en su gobierno municipal en representación del estado noble). A finales de la Edad Media y en
la Edad Moderna, cuando la nobleza ya no ejercía su función militar, como era el caso de
los hidalgos españoles, que aducían sus privilegios estamentales para evitar el pago de
impuestos y obtener alguna ventaja social, alardeando de ejecutoria o de blasón y casa
solariega, pero que al no disponer de rentas feudales suficientes para mantener la manera de
vida nobiliaria, corrían el peligro de perder su condición por contraer un matrimonio desigual o
ganarse la vida trabajando:
Pues la sangre de los godos,
y el linaje e la nobleza
tan crescida,
¡por cuántas vías e modos
se pierde su grand alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán baxos e abatidos
que los tienen;
otros que, por non tener,
con oficios non debidos se mantienen.
Copla X de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

Además de la legitimación religiosa, a través de la cultura y el arte laicos (la épica de


los cantares de gesta y la lírica del amor cortés de los trovadores provenzales) se difundía
socialmente la legitimación ideológica de la forma de vida, la función social y los valores de la
nobleza.36

Asesinato de Santo Tomás Becket(1170), provocado por el rey de Inglaterra, anteriormente su


aliado. Vidriera de la catedral de Canterbury(siglo XIII).
Excomunión de Roberto II de Francia (998), en una recreación de pintura histórica por Jean-Paul
Laurens(1875).

Los oratores o clérigos eran el clero, cuya función era facilitar la salvación espiritual de las
almas inmortales: algunos formaban una élite poderosa llamada alto clero (abades, obispos), y
otros más humildes, el bajo clero (curas de pueblo o los hermanos legos de un monasterio).
La extensión y organización del monacato benedictino a través de la Orden de Cluny,
estrechamente vinculado a la organización de la red episcopal centralizada y jerarquizada, con
cúspide en el Papa de Roma, estableció la doble pirámide feudal del clero secular, destinado a
la administración los de sacramentos (que controlaban toda la trayectoria vital de la población,
desde el nacimiento hasta muerte); y el clero regular, apartado del mundo y sometido a
una regla monástica (habitualmente la regla benedictina). Los tres votos monásticos del clero
regular: pobreza, obediencia y castidad; así como el celibato eclesiástico que se fue
imponiendo al clero secular, funcionaron como un eficaz mecanismo de vinculación de los dos
estamentos privilegiados: los hijos segundones de la nobleza ingresaban en el clero, donde
eran mantenidos sin estrecheces gracias a las numerosas fundaciones, donaciones, dotes y
mandas testamentarias; pero no disputaban las herencias a sus hermanos, que podían
mantener concentrado el patrimonio familiar. Las tierras de la Iglesia quedaban como manos
muertas, cuya función era la de garantizar las misas y oraciones previstas por los donadores,
de modo que los hijos rezaban por las almas de los padres. Todo el sistema garantizaba el
mantenimiento del prestigio social de los privilegiados, asistiendo a misa en lugares
destacados mientras vivían y enterrados en lugares principales de iglesias y catedrales
cuando morían.Nota 10 No faltaron los enfrentamientos: la evidencia
de simonía y nicolaísmo (nombramientos de cargos eclesiásticos interferidos por las
autoridades civiles o su pura compraventa) y la utilización de la principal amenaza religiosa al
poder temporal, equivalente a una muerte civil: la excomunión. El Papa se atribuía incluso la
autoridad de eximir al vasallo de la fidelidad debida a su señor y reivindicarla para sí mismo, lo
que fue utilizado en varias ocasiones para la fundación de reinos que pasaban a ser vasallos
del Papa (por ejemplo, la independencia que Afonso Henriquesobtuvo para el condado
convertido en reino de Portugal frente al reino de León).
Los laboratores o trabajadores, eran el pueblo llano, cuya función era el mantenimiento de los
cuerpos, la función ideológicamente más baja y humilde -humiliores eran los cercanos
al humus, la tierra, mientras que sus superiores eran honestiores, los que podían mantener
la honrau honor-.Nota 11 Necesariamente los más numerosos, y la inmensa mayoría de ellos
dedicados a tareas agrícolas, dado la bajísima productividad y rendimiento agrícola, propios
de la época preindustrial y del muy escaso nivel técnico (de ahí la identificación en castellano
de laborator con labrador). Por lo común estaban sometidos a los otros estamentos. El pueblo
llano estaba compuesto en su gran mayoría por campesinos, siervos de los señores feudales
o campesinos libres (villanos), y por artesanos, que eran escasos y vivían, bien en las aldeas
(aquellos de menor especialización, que solían compartir las tareas agrícolas: herreros,
talabarteros, alfareros, sastres) o en las pocas y pequeñas ciudades (los de mayor
especialización y de productos de necesidad menos apremiante o de demandada de las
clases altas: joyeros, orfebres, cereros, toneleros, tejedores, tintoreros). La autosuficiencia de
los feudos y los monasterios limitaba su mercado y capacidad de crecer. Los oficios de la
construcción (cantería, albañilería, carpintería) y la misma profesión de maestro de
obras o arquitecto son una notable excepción: obligados por la naturaleza de su trabajo al
desplazamiento al lugar donde se construye el edificio, se transformaron en un gremio
nómada que se desplazaba por los caminos europeos comunicándose novedades técnicas u
ornamentales transformadas en secretos de oficio, lo que está en el origen de su lejana y
mitificada vinculación con la sociedad secreta de la masonería, que desde su origen los
consideró como los primitivos masones.Nota 12
Las zonas sin dependencia intermedia de señores nobles o eclesiásticos se
denominaban realengo y solían prosperar más, o al menos solían considerar como una
desgracia el pasar a depender de un señor, hasta el punto de que en algunas ocasiones
conseguían evitarlo con pagos al rey, o se incentivaba la repoblación de zonas fronterizas o
despobladas (como ocurrió en el reino astur-leonés con la despoblada Meseta del Duero)
donde podían aparecer figuras mixtas, como el caballero villano (que podía mantener con su
propia explotación al menos un caballo de guerra y armarse y defenderse a sí mismo) o
las behetrías, que elegían a su propio señor y podían cambiar de uno u a otro si les convenía,
o con la oferta de un fuero o carta puebla que otorgaba a un población su propio señorío
colectivo. Los privilegios iniciales no fueron suficientes para impedir que con el tiempo la
mayor parte de ellos cayeran en la feudalización.
Los tres órdenes feudales no eran en la Edad Media aún unos estamentos cerrados: eran
consecuencia básica de la estructura social que se había ido creando lenta pero
inexorablemente con la transición del esclavismo al feudalismo desde la crisis del siglo
III (ruralización y formación de latifundios y villae, reformas de Diocleciano, descomposición
del Imperio romano, las invasiones, el establecimiento de los reinos germánicos, instituciones
del Imperio carolingio, descomposición de este y nueva oleada de invasiones). Los señores
feudales eran continuación de las líneas clientelares de los condes carolingios, y algunos
pueden remontarse a los latifundistas romanos o los séquitos germanos, mientras que el
campesinado provenía de los antiguos esclavos o colonos, o de campesinos libres que se
vieron forzados a encomendarse, recibiendo a veces una parte de sus antiguas tierras propias
en forma de manso "concedido" por el señor. El campesino heredaba su condición servil y su
sujeción a la tierra, y rara vez tenía oportunidad de ascender de nivel como no fuera por su
fuga a una ciudad o por un hecho todavía más extraordinario: su ennoblecimiento por un
destacado hecho de armas o servicio al rey, que en condiciones normales le estaban
completamente vedados. Lo mismo puede decirse del artesano o el mercader (que en algunos
casos podía acumular fortuna, pero no alterar su origen humilde). El noble lo era generalmente
por herencia, aunque en ocasiones podía alguien ennoblecerse como soldado de fortuna,
después de una victoriosa carrera de armas (como fue el caso, por ejemplo, de Roberto
Guiscardo). El clero, por su parte, era reclutado por cooptación, con un acceso distinto según
el origen social: asegurado para los segundones de las casas nobles y restringido a los niveles
inferiores del bajo clero para los del pueblo llano; pero en casos particulares o destacados, el
ascenso en la jerarquía eclesiástica estaba abierto al mérito intelectual. Todo esto le daba al
sistema feudal una extraordinaria estabilidad, en donde había "un lugar para cada hombre, y
cada hombre en su lugar", al tiempo que una extraordinaria flexibilidad, porque permitía al
poder político y económico atomizarse a través de toda Europa, desde España hasta Polonia.
El año mil
El legendario año mil, final del primer milenio, que se utiliza convencionalmente para el paso
de la Alta a la Baja Edad Media, en realidad tan solo es una cifra redonda para el cómputo de
la era cristiana, que no era de universal utilización: los musulmanes utilizaban su
propio calendario islámico lunar que comienza en la Hégira (622); en algunas partes de la
Cristiandad se utilizaban eras locales (como la era hispánica, que cuenta desde el 38 a. C.).
Pero ciertamente, el milenarismo y los pronósticos del final de los tiempos estaban presentes;
incluso el propio papa durante el cambio de milenio Silvestre II, el francés Gerberto de Aurillac,
interesado en todo tipo de conocimientos, se ganó una reputación esotérica.38 La astrología
siempre pudo encontrar fenómenos celestes extraordinarios en los que apoyar su prestigio
(como los eclipses), pero ciertamente otros eventos de la época estuvieron entre los más
espectaculares de la historia: el cometa Halley, que se acerca a la Tierra periódicamente cada
ocho décadas, alcanzó su brillo máximo en la visita de 837,39 despidió el primer milenio en 989
y llegó a tiempo de la batalla de Hastings en 1066; mucho más visibles aún,
las supernovas SN 1006 y SN 1054, que reciben el número del año en que se registraron,
fueron más detalladamente reflejadas en fuentes chinas, árabes e incluso indoamericanas que
en las escasas europeas (a pesar de que la de 1054 coincidió con la batalla de Atapuerca).
Todo el siglo X, más bien por las condiciones reales que por las imaginarias, puede
considerarse parte de una época oscura, pesimista, insegura y presidida por el miedo a todo
tipo de peligros, reales e imaginarios, naturales y sobrenaturales: miedo al mar, miedo al
bosque, miedo a las brujas y los demonios y a todo lo que, sin entrar dentro de lo sobrenatural
cristiano, quedaba relegado a lo inexplicable y al concepto de lo maravilloso, atribuido a seres
de dudosa o quizá posible existencia (dragones, duendes, hadas, unicornios). El hecho no
tenía nada de único: mil años más tarde, el siglo XX hizo nacer miedos comparables:
al holocausto nuclear, al cambio climático (versiones contemporáneas del fin del mundo);
al comunismo (la caza de brujas con la que se identificó al macarthismo), a la libertad (Miedo a
la Libertad es la base del fascismo en la interpretación de Erich Fromm), comparación que ha
sido puesta de manifiesto por los historiadores40 e interpretada por los sociólogos (Sociedad
del riesgo de Ulrich Beck).
La Edad Media cree firmemente que todas las cosas en el universo tienen un significado sobrenatural, y
que el mundo es como un libro escrito por la mano de Dios. Todos los animales tienen un significado
moral o místico, al igual que todas las piedras y todas las hierbas (y esto es lo que explican los
bestiarios, los lapidarios y los herbarios). Se llega así a atribuir significados positivos o negativos
también a los colores... Para el simbolismo medieval una cosa puede tener incluso dos significados
opuestos según el contexto en el que se contempla (de ahí que el león a veces simbolice a Jesucristo y
a veces al demonio).
Umberto Eco41

La coyuntura del año mil


En la coyuntura histórica del año mil, las estructuras políticas más fuertes del periodo anterior
se estaban demostrando muy débiles: el Islam se descompuso en califatos (Bagdad, El Cairo
y Córdoba), que para el año 1000 se estaban demostrando incapaces de contener a los reinos
cristianos, especialmente al Reino de León, en la península ibérica (fracaso final de Almanzor)
y al Imperio bizantino en el Mediterráneo Oriental. También sufre la expansión bizantina
el Imperio búlgaro, que queda destruido. Los particularismos nacionales francés, polaco y
húngaro dibujan fronteras protonacionales que, curiosamente, son muy similares a las del año
2000. En cambio, el Imperio carolingio se había disuelto en principados feudales
ingobernables, que los Otónidas se proponían incluir en una segunda Restauratio
Imperii (Otón I, en el 962), esta vez sobre bases germanas.42
La persistencia del miedo y la función de la risa
Nel mezzo del cammin di nostra vita En el medio del camino de nuestra vida
mi ritrovai per una selva oscura me encontraba en un bosque oscuro
chè la diritta via era smarrita. porque el recto camino había extraviado.

Dante, Divina Comedia


Disciplinantes o flagelantes en un grabado del siglo XV. Penitenciagite(haced penitencia) Hay que
castigar el cuerpo para salvar el alma. El ascetismo ve en la mortificación un camino para superar
las tentaciones de la carne y obtener méritos en vida para la redención de la culpa por los pecados.

Los miedos y la inseguridad no acabaron con el año mil, ni tampoco hubo que esperar para
volver a encontrarlos a la terrible Peste Negra y a los flagelantes del siglo XIV. Incluso en
el óptimo medieval del expansivo siglo XIII lo más habitual era encontrar textos como el de
Dante, o como los siguientes:
Este himno de autor desconocido, atribuido a muy diversos personajes (el papa Gregorio -que
pudiera ser Gregorio Magno, a quien también se atribuye el canto gregoriano, u otro de los de
ese nombre-, al fundador del Cister San Bernardo de Claraval, a los monjes
dominicos Umbertus y Frangipani y al franciscano Tomás de Celano) e incorporado a la
liturgia de la misa:

Dies iræ, dies Día de la ira; día aquel


illa, en que los siglos se reduzcan a cenizas;
Solvet sæclum in como testigos el rey David y la Sibila.
favilla, ¡Cuánto terror habrá en el futuro
Teste David cum cuando el juez haya de venir
Sibylla ! a juzgar todo estrictamente!
Quantus tremor ...
est futurus,
Tras confundir a los malditos
quando judex est
arrojados a las llamas voraces
venturus,
hazme llamar entre los benditos
cuncta stricte
Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
discussurus !
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
...
hazte cargo de mi destino.
Confutatis
maledictis, Día de lágrimas será aquel día
flammis acribus en que resucitará, del polvo
addictis, para el juicio, el hombre culpable.
voca me cum A ese, pues, perdónalo, oh Dios.
benedictis.
Oro supplex et
acclinis,
cor contritum
quasi cinis,
gere curam mei
finis.
Lacrimosa dies
illa,
qua resurget ex
favilla
judicandus homo
reus.
Huic ergo parce,
Deus.

Un monstruoso demonio arranca la lengua con una tenaza a un condenado (posiblemente un castigo
por haber pecado de palabra), mientras otro demonio le arrastra tirándole del pelo. Capitel románico de
la iglesia de Bois-Sainte-Marie, Brionnais, Francia.

Pero también participa de la misma concepción pesimista del mundo este otro, proveniente de
un ambiente totalmente opuesto, recogido en una colección de poemas goliardos (monjes y
estudiantes de vida desordenada):43
O Fortuna: Oh Fortuna,
velut luna: como la Luna
statu variabilis,: variable
semper crescis: creces sin cesar
aut decrescis;: o desapareces.
vita detestabilis: ¡Vida detestable!
nunc obdurat: primero embota
et tunc curat: y después estimula,
ludo mentis aciem: como juego, la agudeza de la
mente.
egestatem,: la pobreza
potestatem: y el poder
dissolvit ut glaciem.: se derriten como el hielo.
Sors immanis: Destino monstruoso
et inanis,: y vacío,
rota tu volubilis,: una rueda girando es lo que eres,
status malus,: si está mal colocada
vana salus: la salud es vana,
semper dissolubilis,: siempre puede ser disuelta,
obumbrata: eclipsada
et velata: y velada
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Ergo Lueg
Dom o
ine, Señor
qui , tú
das que
fidei das el
intell enten
ectu dimie
m, nto a
da la fe,
mihi, dame
ut, de
quan enten
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scis tanto
expe como
dire, consi
intell deres
igam bueno
, , que
quia tú
es eres
sicut como
credi creem
mus, os y
et lo que
hoc creem
es os. Y
quod bien,
credi creem
mus. os
Et que tú
quid eres
em algo
credi mayo
mus r que
te lo
esse cual
aliqu no
id puede
quo pensa
nihil rse
maiu cosa
s algun
cogit a.
ari Ahora
possi ,
t. An ¿acas
ergo o no
non existe
est esta
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a leza,
talis porqu
natu e
ra, "dijo
quia el
"dixi necio
t en su
insip coraz
iens ón:
in no
cord hay
e Dios"
suo: ?
non
est
Deus
"?
Dici Se
tur dice
Exo en
di Éxodo
III, 3,14
ex de la
pers person
ona a de
Dei, Dios:
ego "Yo
sum soy el
qui que
sum. es."
Deu La
m existe
esse ncia
quin de
que Dios
viis puede
prob ser
ari proba
pote da de
st... cinco
Qui maner
nta as
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sumi as...
tur La
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tion ea
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reru del
m. orden
Vide amien
mus to de
eni las
m cosas.
quo Pues
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qua cosas
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nitio conoci
ne mient
care o,
nt, como
scili son
cet los
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ora os
natu natura
rali les, y
a, que
oper obran
antu por un
r fin.
prop Esto
ter se
fine puede
m, compr
quo obar
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app ando
aret cómo
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hoc re o a
quo menu
d do
sem obran
per igual
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freq conse
uent guir lo
ius mejor.
eode De
m donde
mod se
o deduc
oper e que,
antu para
r, ut alcanz
cons ar su
equ objeti
antu vo, no
r id obran
quo al
d est azar,
opti sino
mu intenc
m; ionada
und mente.
e Las
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quo tienen
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non mient
a o no
casu tiende
, sed n al
ex fin sin
inte ser
ntio dirigid
ne as por
perv alguie
eniu n con
nt conoci
ad mient
fine oe
m. intelig
Ea encia,
aute como
m la
qua flecha
e por el
non arquer
hab o. Por
ent lo
cog tanto,
nitio hay
nem alguie
, n
non intelig
tend ente
unt por el
in que
fine todas
m las
nisi cosas
dire son
cta dirigid
ab as al
aliq fin. Le
uo llama
cog mos
nosc Dios.
ente
et
intel
lige
nte,
sicut
sagi
tta a
sagi
ttant
e.
Erg
o est
aliq
uid
intel
lige
ns, a
quo
omn
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natu
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Deu
m.
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