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Análisis de la fibra[editar]

Este análisis deberá hacerse al microscopio-estéreo, con el objeto de utilizar el menor


papel posible; sin embargo, puede efectuarse a simple vista siempre y cuando haya
suficiente papel disponible; para ello existen fórmulas químicas que en Francia se les
denomina “Norma NF Q 03-001”, que es la que precisa las coloraciones obtenidas por las
fórmulas en las diversas fibras, siendo estas las llamadas “Reactivo de Herzberg”,
“Reactivo de Selleger” y “Reactivo de Lofton-Merrit”.

Examen físico[editar]
El estudio del papel versa sobre los siguientes elementos:

 Dimensiones en milímetros.
 Anchura y espaciado del rayado si lo tuviera.
 Configuración externa, mediante fotografía a la luz refleja con 15 o 20 aumentos.
 Configuración interna, mediante microfotografía por transparencia, mojando el papel
con tretacloruro de estaño.
 Matiz del papel y del canto.
 Espesor del papel, utilizando el esferómetro, las irregularidades del espesor y
la presión de la escritura se podrán poner ha descubierto por este método.
 Filigranas y marcas de agua.
 Opacidad y transparencia se mide mediante un diafanómetro, midiendo la luz que
pasa a trasluz.
 Fluorescencia, examen con lámpara de Wood o de luz negra.

Examen de las tintas[editar]


Se establece su color, tonalidad, la posible existencia de tintas de seguridad y el origen
del solvente.
En el mundo moderno la experiencia y las investigaciones científicas enseñan
objetivamente cuales son las variaciones que la escritura puede sufrir por razón de los
elementos usados para su confección. Entre estos merece especial importancia la tinta,
cuya utilidad está al servicio del trazado de letras y dibujos sobre el papel, y que por su
resistencia y permanencia da testimonio de lo escrito. En todo tiempo, los hombres se han
preocupado por buscar las combinaciones, composiciones y mezclas más adecuadas para
su preparación, y señalar al mismo tiempo sus coloridos, intensidades, grados de
oxidación, fijación e indelebilidad, etcétera, a fin de conocer con más facilidad los fraudes,
correcciones, borrones y otras anomalías que ocurren a menudo a consecuencia de su
constante uso o empleo.
Las tintas de nuez de agallas y de hierro, las de extractos tánicos, las de hulla, las de
anilina, las de glicerina y de azúcar, las de encinas, las de sulfatos ferrosos o férricos,
etcétera, suponían en otro tiempo la necesidad de llevarlas al laboratorio para distinguirlas
y fijarles su alcance y colorido, como también para averiguar sus sustituciones
y reactivos para establecer otras modalidades. El perito, en consecuencia tuvo que apelar
a la ayuda del químico, si es que quería obtener resultados completos. Hoy, cuando la
química despierta en un nuevo mundo y transforma no solo Las cosas sino también las
ideas mismas, su contribución en el campo de las investigaciones policiacas adquiere un
prestigio y un valor incalculable; por eso, el perito moderno debe recurrir también, sin
vacilaciones ni temores, al servicio que dicha ciencia presta en sus laboratorios y puestos
de ensayo y, sobre todo, cuando se trata de analizar tintas hechas a base de distintos
ácidos y sustancias colorantes.
Las condiciones que debe presentar una tinta para ser buena –dice Guareschi- son numerosas. En
primer lugar su color debe ser intenso, ser fluidas y conservarse sin alteración, resistiendo en cuanto
sea posible a los agentes atmosféricos.
Hay tintas que difícilmente emanan de la pluma por exceso de densidad, principalmente
cuando se les mezcla goma, y hay otras demasiado sucias y pesadas, hechas en masa,
que presentan muchos inconvenientes para la escritura, y también existen preparados
poco resistentes, sobre todo los hechos con sustancias vegetales, que pierden su
coloración y su eficacia para los trazados y cuyo uso debiera evitarse a toda costa.
Por nuestra parte, anotamos que deben desecharse las tintas que por su acidez afectan
las plumas de acero y las que, en razón a la transformación de las sales ferrosas o
férricas, son muy propensas a la oxidación.
Los libros sobre tintas abundan en fórmulas. Todas ellas presentan inconvenientes y
ofrecen ventajas. Hay tintas muy finas que se secan con mucha dificultad, posiblemente
por la presencia de azúcares, glucosas, etcétera. Ya vemos como los papeles carbón y las
tintas usadas para los mimeógrafos, así como las de imprenta, deben llevar alguna
sustancia higroscópica que impida una evaporación rápida a fin de que los colorantes no
se sequen inmediatamente. Las tintas para escribir deben llenar todos los requisitos
indispensables, con mira a que su perduración sea más segura, toda vez que si ellas
quedan sometidas a ser borradas por obra del tiempo o de otros agentes, ninguna eficacia
presentarían desde el punto de vista de la conservación y permanencia de los escritos y
los documentos realizados con su ayuda o mediante su uso.
El índice de resistencia de las tintas debe ser elevado para que por medio de reactivos y
otras composiciones químicas no sea fácil borrarlas ni tampoco someterlas al sencillo o
cruel efecto de la acción mecánica del borrador, del raspado, etcétera. De otra manera, la
falsificación, adulteración y sustitución de firmas y manuscritos tendría cabida sin
obstáculo alguno y se presentarían para un cumulo de injusticias, engaños y delitos. Aquí
estriba la principal critica que los expositores han hecho a las tintas de origen orgánico,
que son muy propensas a la descomposición, porque pese a que penetran fácilmente en el
papel son de poca firmeza y escasa estabilidad, lo cual no sucede con las hechas a base
de polvo fino de carbón, que cobran por ello mas dureza y persistencia.
El perito debe estudiar, mirando a lo dicho, la intensidad y fluidez de las tintas,
consistencia, viscosidad, grado de penetración, solubilidad y colorido. Esta labor debe
relatarse y exponer de una manera bastante detallada para que los jueces e
investigadores encuentren apoyo practico y fundamento dentro de la propia realidad de los
hechos producidos.
En la clasificación de la intensidad y colorido de las tintas, el examen debe partir del
término medio o, mejor dicho, de un tipo que sirva de punto de relación para el cotejo.
Como en el orden de las cosas existen múltiples relaciones, es muy difícil adoptar un
sistema general de tinta-tipo o de estándar; nos limitaremos a decir que para dicha base
debe tenerse presente una tinta negra, de intensidad normal, no muy subida, pero
tampoco muy débil; todo con el fin de que el perito, en sus dictámenes, pueda calificar de
distintos tonos dentro de la graduación de muy intensos, intensos, normales, débiles, muy
débiles e ilegibles. Con todo, en la determinación de matices y coloridos no puede
desatenderse la diversidad de tonos verdes, azules, rojos, morados, etcétera, que ofrecen
variadas especies de tintas existentes en el mercado y que cada industria, en su afán
competitivo, prepara para el consumo.
En el estudio de los colores se pasa fácilmente del negro al gris oscuro, y de este al gris
medio, para después invadir al claro hasta llegar, por ley de sucesión, al blanco, fenómeno
que se debe al impresión sensorial que van despertando los cambios de tintas casi
imperceptiblemente. Por eso el experto debe ejercitar su ojo observador a fin de que las
sensaciones cromáticas le lleguen con su valor bien definido y exacto en cada caso; se
necesita, en consecuencia, una buena capacidad perceptiva que permita hallar aun las
más mínimas discrepancias entre los matices más cercanos contemplados en la escala de
tonos y coloridos. Hay colores casi semejantes que, al ser comparados con detenimiento,
ofrecen serias diferencias. Muchas veces el mismo examen de las manchas creadas en un
escrito o documento, por la acción del borrador o del raspado, indica la similitud entre
sombras y el color esencial del papel, y para buscar su claridad y definir con exactitud su
alcance resulta necesario observar de manera cuidadosa cada uno de los detalles.
Así pues, cuando se habla del color es preciso atender sus propiedades fundamentales:
tono, claridad y saturación. La sensación visual ayuda a establecer estas características,
siempre y cuando se tenga en cuenta la ley del contraste simultáneo, en virtud del cual la
condición fisiológica en que esta la visión para mirar el color de un objeto no es pura ni
integra, ya que está influida por sus colores de los objetos vecinos, en razón a que el área
de visión esta invadida simultáneamente por distintas clases de coloridos. En
consecuencia, hay que evitar interferencias y apartar, en cuanto sea posible, el efecto de
una luz o de un color que compliquen o tiendan a desorientar y confundir el examen y
verificación exacta de la intensidad de los trazados hechos por medio de la tinta o del lápiz,
no sea que por ese influjo traiga como consecuencia inmediata el aumento de la tonalidad
de un color o se disminuya su claridad o que, por ley de proximidad, el acto sensorial de
una coloración despierta sufra alteraciones en su alcance y en sus efectos.
Los defectos por la visión del color, muy principalmente la cromastenia común, o dificultad
en que se hallan aun los sujetos normales por falta de experimentación para distinguir el
tono de los colores y diferenciar exactamente su claridad y poder. Otro de los defectos es
la acromatopsia, o ceguera para el color. Son anomalías que impiden el ejercicio de una
prueba o de una observación bien detallada, pues el experimentador entra al plano de la
visión cambiada o anormal sin que logre contrarrestar los inconvenientes de orden físico,
como el contraste, y sin que consiga adaptarse a la verdad del objeto que examina.
Un buen dictamen debe aspirar, por lo consiguiente, a que se alejen de él todos los
defectos e ilusiones de los sentidos. Los errores del juicio, las fantasías de la imaginación,
y a que se mantengan las conclusiones sin desvíos y sin asomos de contradicción y de
insuficiencia.
Por otro lado cabe anotar que hay tintas que cambian su colorido inicial entre los tres y
diez días siguientes a su uso, lo cual quiere decir que su intensidad no logra estabilizarse
sino mediante la acción del tiempo y del medio físico que la rodea. En una experiencia y en
un cotejo relativos a este fenómeno, debe expresarse claramente el efecto proveniente del
hecho indicado.
La pluma comprueba la fluidez de las tintas: hay tintas que emanan normalmente de
aquellas, y hay otras que, por su constitución grasa, no caen ni obran sino mediante una
fuerte presión. Finalmente, existen algunas que, por su natulareza muy acuosa, fluyen con
precipitación. Parece que con la fluidez anda acompañado el factor referente a la densidad
o al peso de la tinta, cuyo valor debe ser mayor que el del agua, si es que se pretende un
buen grado de flujo o emanación. Por falta de este requisito conseguimos, a menudo, que
las tintas se rieguen en el papel y que obliguen la mayoría de las veces al retintamiento,
resultando este fenómeno no por obra y gracia de la labor de la falsificación, del calca,
etcétera, sino más bien como un efecto torpe aunque natural.
Igualmente, aquí se estudia la duración de las tintas, su conservación y su consistencia,
grado de penetración, viscosidad, etcétera. Se conocen tintas que se borran fácilmente,
como si se les desprendiera poco a poco el tono que las anima; en cambio, las hay que,
aun por medio de los disolventes más eficaces, conservan su tonalidad y su valor. La
práctica señal, como índice de poco consistencia, los sedimentos y las placas formadas en
algunas tintas, circunstancias que son fáciles de comprobar llegado el caso.
El factor concerniente al grado de penetración de las tintas tiene en su contenido un gran
interés, ya que de él depende el alcance de muchas enmiendas, emborronaduras,
raspados, falsificaciones, superposiciones, uso de ácidos, etcétera. El grado de
penetración de una tinta está en relación directa con el encolado del papel, pero todo
depende esencialmente de los ácidos que la constituyen. A medida que es mayor también
la naturaleza ácida, mayor es la penetración y más honda es la zona abierta por la tinta en
el papel, mientras menor o más reducida es la capa de encolado.
Pudiéramos resumir lo que se refiere a la viscosidad y a la seguridad de las tintas diciendo
que, si estas son pegajosas, blandas y húmedas, dichos factores arrojarían una escritura
defectuosa y vulgar, restándole de esta manera fijeza al colorido y al trazado y estética al
dibujo o al manuscrito.
Hay que agregar, además, que la tinta no funciona sola, ya que por su finalidad está
destinada a ser recibida en el papel. Los papeles para escribir cartas, contratos, cheques,
etcétera, tienen un grado normal de encolado, que dejan que las tintas penetren en ellos
casi insensiblemente. Sin embargo, primitivamente el papel usado par a tales efectos
adolecía del exceso de encolado que permitía la facilidad de borrar lo escrito en razón de
su muy escasa penetración, o de la deficiencia del mismo, que propiciaba el hecho de que
la tinta penetrara exageradamente, rompiendo las fibras y regándose el color con
detrimento muchas veces de la superficie escrita. Previendo esto se ideó la formación de
una tinta que, aparte de reunir los requisitos anunciados anteriormente contuviera alguna
sustancia que afectara o atacara en algo el papel, sin dejar huellas muy profundas, pero en
todo caso bien definidas. El ácido clorhídrico, por ejemplo, que tiene la ventaja o cualidad
de permitir la penetración del carbón en la tinta china hasta un punto ligero, pero en todo
caso suficiente para mantener una fijación bien definida del color de la tinta a través del
papel. El procedimiento data de tiempos remotos y fue adoptado, según se sabe por la
Societe de Encouragement, de París.
Por esta razón interesa saber igualmente la calidad del papel porque, según su
constitución, será mayor o menor el efecto de los reactivos o medios usados para borrar lo
escrito. No basta, pues, que la tinta pueda hacerse desaparecer fácilmente, sino que es
necesario que el falsificador, al hacer caer el reactivo sobre el papel, sepa que con él no se
alteran la fibra, el color y el encolado.
Entre las tintas más usuales en la actualidad, se encuentran la agallotánica (a base de
ácido tánico extraído de las nueces), la crómica (que se extrae del palo de Campeche), y
la de anilina. Existen además, las tintas de colores, la tinta china, la tinta de la India y otras
como la de vanadio y la de volframina.
Una de las más usadas actualmente es la tinta para “bolígrafo”, que no es en realidad una
tinta en el sentido químico; sin embargo, en esta clase de “tinta” es factible usar, con el
objeto de identificarla y analizarla, el examen bajo rayos ultravioleta o bien recurriendo a la
lámpara de Wood, pudiendo utilizar de igual manera los rayos infrarrojos.

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