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BELÉN

Estado mental: solo, más solo que un pucho en la playa. Y- en


resumen- sin ninguna clase de comunicación. Tengo 24 años y
ningún sol en los bolsillos. Y me llamo Julio Barco. I walk alone.
Esto empieza en un lugar del mundo llamado Perú. No tengo nada
en los bolsillos (Mentí, acabo de requisar mis bolsillos y encontré
esto: Un concierto de Feliz Año Nuevo 2016 de la Orquesta
Grupo Candela doblado en 4, un arrugado papelito de la chocoteja
que le compré al muchacho en el bus, dos monedas (de 20 y 10
centavos) y un boleto de bus.
Esto empieza la misma noche de navidad en que después de llegar
a casa y dejar a mi enamorada fui a buscar a su hermanita, menor
de edad, y fui acusado de acosador de menores por mi antiguo (y
aún) amor de mi vida. Estoy solo, vengo de viajar en buses donde
el tráfico es un enorme río que cruza todo Evitamiento y se
desparrama hasta Fiori.
Escucho una canción de Spinetta, excesivamente cursi, y necesito
saber en qué lugar verdaderamente nos encontramos, si todavía lo
habitamos, o si ya no existe.

Conversación con Enmanuel, mi primo hermano, en su casa,


donde corrí para evitar la melancolía; le pedí dinero prestado a mi
prima Milagros y fui al paradero. Subí a un bus y me senté
pegado a la ventana pensando en quién se sentaría a mi lado, si
era hombre prevenir de que no deje tanto sus piernas en mi lado, y
si es muchacha cuidar de poner mis piernas en el suyo.
Me senté y me acordé del libro que llevaba entre las manos; era
una biografía de Vallejo. Hablaba de París; miraba a las personas,
tantos rostros contenidos que jamás volvería a ver o si me las
encontraría sería por efecto de esta soberana ciudad; en suma,
hablaba de Vallejo, el misio, el sin ropa y de amores con un tal
Henrieta.
Pasaré año nuevo con mi abuela. Juntos, solos, en la sala. Por
cierto, hoy mientras me mostró la ropa que me compró, al alzar la
camisa a cuadritos sentí su cólera guardada: me jodió que no
comprara una camisa más dentro de mi AUTOIMAGEN.
No me afecta pasar el año nuevo con mi abuela; hace rato que ya
no siento inclinación por pensar en que los años nos determinan.
No sé, en realidad, dónde me encuentro. Y en ese lugar me
encuentro. Supongo que compraremos pollo a la brasa, en la
esquina, antes de llegar a Vicentelo, y mojaremos las papas en
lagos de mayonesa, ketchu y mostaza. Encima el pellejo
rostrizado del pollo, las papas crujientes.

Sí, Henrieta.
Después hablaba un tal Larrea sobre el finado: “Subió y bajo así
repetidas veces los escalones todos de la pobreza; fue acumulando
cotidianismo civil, sinsabores y adversidades innúmeras, hambre
de toda suerte, esa suma de desvalimientos que constituyen el
ritual obsesivo de la miseria cuando ésta se convierte en el eje de
una vida” Eso. Vallejo, de ser peruano en el 2015, hubiera sido un
hijo de puta, un pobre holgazán, un paria de la familia. Un muerto
de hambre. Un mediocre. De seguro, su zona de confort, ese
circulito del que debemos saltar y del cual hay que huir, hubiera
sido escupido.
Es curioso eso, hoy Enmanuel mientras paseaba el coche rosadito
de la bebe, bonita la Aurelia, me miraba y tanteaba, no duda en
las preguntas. Necesitaba verlo, ya dije, seguir el itinerario de las
preguntas que lo hacían hablar y me hacían escucharlo.
Preguntarle por su banda de metal, Vicous, y escuchar que todos
estaban en las mismas, medio consumidos por no aceptar la idea
de que seguir jugando a los Guns and Roses en el Perú era una
mierda, que el rock carecía de espíritu y que ellos no serían los
santos. En el camino algunos ya eran padres, drogadictos y
borrachos. Enmanuel estaba de papá, ya saben, y el rock era un
movimiento más de caderas, una huevada inventada para vender
cerveza (eso no lo decíamos) después, quizá la pregunta sobre sus
clases.
Sí, escuchaba a mi primo atentamente, me iba preguntando decía
sobre el trabajo, que a los 25 años la tendría más clara, como él, y
pujaba el coche de su hija. Esta era su relación diaria la que
Belén y yo también habíamos organizado, la que organizan todos
o bien tácitamente, como dejando que la costumbre se levante en
ola, o con acuerdos. En todas partes, aparecían las parejas, eran
así, el hombre preñaba y después trabajaba, la mujer aún en la
casa. Las viejas broncas con las familias solucionadas al mirar
todas al nacido. Y esa era la felicidad, bajo toda ella se iba
construyendo la posibilidad. Y yo sin tener como justificar mi
sinsentido ya demasiado retrasado de no sé si estupidez o
adolescencia.
No voy a borrar esto último, pero lo siento como escrito para
afuera. Es que hay dos maneras, si te la juegas pensando en otros
estas exteriormente hablando, si te sumerges, al fondo, estas como
callado. Cuando te la juegas pensando en otros te preocupadas
demasiado por huevaditas, y cuando no te preocupas más que en
ti estás en tu conciencia, y si está despierta, se van cazando
retazos de magia.
Pongan Pale Blue Eyes en los parlantes ahora. Que todo eso
fluya, ¿verdad que se siente bien?
Sí, era una de las que escuchábamos con Mara. Que raro es todo,
todo se va como engullendo en la rutina, se va haciendo parte de
una misma mezcla, aunque no es tan así, uno se acuesta de una
manera y se despierta de otras. Piénsalo, estas fluyendo en un
eterno aquí, con todas tus maneras de sentir, de ser, de crearte.
Paseaba el Coche y me decía que si no quería estudiar otra cosa.
Que la informática, la programación, era la mejor chamba de
mundo. Trataba de explicarme que estaba bien que hubiera
terminado con Mara, me decía que en mis circunstancias
económicas (sí, uso el puto eufemismo) mejor era así. Y después,
¿Ahora qué piensas hacer? Las piernas de la lindura son enormes,
gordas hasta el hartazgo, y sus cachetes enormes contrastan con la
mata de su corona y le dibujan como un Sumo. Enmanuel seguía
empujando a su Sumo, Lauren se arreglaba para ir al instituto; ¿y
qué pensaba hacer ahora?
Estaba mal sentado, me acuerdo, y la tarde detrás de la cortina se
freía, en matices medio cremas, y no sabía en verdad que vendría.
Alrededor los cuadros que mi tía pintó de adulta: dos caballos
corriendo, un niño mirando la luna, una foca dorada. Estaba solo
sentado viendo como paseaba a su hija. Y sí, esta era su relación,
la real digamos. Ya tenemos bastante edad primo, no podemos ya
fallar. Mira, yo no quiero trabajar en un Burguen King, prefiero
digitar un rato y ya me gano algo; aunque si fuera ambicioso lo
haría para una empresa, pero solo eso es un rato, primo, después
voy a ser bi-digitador y voy a ganar más. Mira, por ejemplo,
ahora estoy tranquilo porque voy a recibir mil quinientos soles y
eso me va a ayudar a comprarle cosas a mi hija.
Después me enseñó un vídeo de un hindú inventor donde
mostraba la forma de hacer que las luces de una web cam puedan
hacerse hologramas y de esa forma fundir realidad y tecnología.
Estamos en su cuarto, Lauren baña a la niña en el suelo, en una
tina, y Enmanuel y yo vemos la tele. Entonces suena el celular y
Lauren va y regresa con él. Me dice que es para mí, mi mamá.
Aló, hijito no nos vas a ayudar para irnos de viaje. Ah, verdad,
mamá, claro, espérame, llegó en lo que demore de aquí a la casa.
En el viaje de regreso volví a la lectura del libro de la biografía de
Vallejo. Pero ya no le pude seguir el ritmo. Me detuve a ver casa
por casa. Avanzábamos por Pista Nueva. Los cordeles de ropa,
blanco y anaranjado. El sol. En algunos semáforos, aparecían las
ferreterías; en una unos muchachos bajaban unas láminas
brillantes de un camión; el más chico las sujetaba con cuidado
desde un extremo.
Y luego las guardaban. A un lado de la puerta tomaban gaseosa
unos señores con mandil mugroso. Los niños y perros marrones
corrían en la esquina. Cambió la luz del semáforo.
Avanzamos hasta terminar lo permitido y el bus dobló a la
izquierda. Sonaba una salsa en la radio. Se reía el chofer y el
cobrador adelante. Las monedas en las manos. Los parques sin
árboles al otro lado de la ventana. En qué estaría Mara. Nuestra
relación se había terminado. O eso parecida. O eso, era lo más
probable. Pensaba en si me habían denunciado, si ya todas sus
hermanas sabrían lo que había hecho. Lo imaginaba, en la sala,
Belén llorando. Y después el odio, las cejas fruncidas, en las
manos los dedos apretándose.
O algo así.
El bus iba veloz por todo Evitamiento, pasando debajo del puente
Benavides, y parando en el Puente Primavera, después en el
Trébol, subían a vender helados, eran vendedores cansados, de los
que no pregonan tanto, piden, venden y se van; hasta que, a la
altura del Puente Santa Anita se enroscó en el tráfico. Me compré
una bolsita de maní confitado rojo y me quedé observando por la
ventana, sacando esos asteroides azucarados.
Belén no sé si tengas el mismo repaso de recuerdos, ideas,
sensaciones así en bruto por el cuerpo, y te detengas a
escucharlas, dejar que se concreticen. Pero estoy bastante
nublado, no sé cómo acercarnos de nuevo. Es curioso, y sí tenías
razón en todo. Estoy de momento en ese nosotros, si me voy ¿deja
de existir?
***
Estado Mental: tranquilo y triste.
Desde el otro cuarto sigues embalando las cajas donde acumulas
tus peines, algunos vestidos, cuadernos, bolígrafos, medias, quizá
el cuadernito verde anillado con las claves y pistas de tu alma,
todo, esos papelitos y objetos que hacían tuyo tu cuarto. Piedritas,
papeles con dibujos de hace años, cosas así. Todo eso. Suena
fresquito el raspar de la cinta scoht y los murmullos de la
conversación con tu hermana y después bajaran a las calles, por la
escalera angosta y de un sucio cruel de caracol en ese mar naranja
que es la noche, detrás de tu hermana, pensando quizá en detalles
donde relacionamos, tus ojos y la calle, la calle, los perros en la
esquina devorando las bolsas de basura, más allá el humo, y el
horizonte lleno de autos. No sé, algo, supongo.
Suena en este barrio, lo estiran frente a las cajas repletas, encima
pegan una pista (la primera) y posteriormente hacen una cruz
presionando el cartón. Presionan. Aprietan esas cajas. Después la
ubican con las otras. Y Mañana es Año Nuevo. En el desayuno
me freí unos huevos con retazos de hot dog, después remojé
partes de un panetón en un vaso de leche, algunas aceitunas.
Después la sopa. Me encontré con Milagros, quemada por el sol,
con hilos de sus hombros a su ombligo que dibujaban lo no
quemado. Le volví a decir que consiguiera el cable y el enchufe
del modem.
Guardé el café hasta después de almuerzo. Fue de puré de papa
con huevos fritos y más hot dog. Caramelos y café. Después
sentir el caramelo en la boca con el contraste del café caliente.
Todo formando un circuito, circulito. La única música que suena
es la de las cintas arrancándose y pegando las superficies de las
cajas. Y se me hace difícil, compañeros, aceptarlo.
La misma muchacha que la semana pasada, un día como hoy,
estaba conmigo, yo estaba con ella, era así nuestra manera de
sentirnos, cada uno dentro del otro, o se me figuraba así, los dos
en este barco ya incendiado, por tanto y por nada.
Debí buscar un trabajo. Sí, supongo. Y tener menos intereses
personales y fijarme menos en mí.
Ya no estás ahí para defender aquella posibilidad.
***
Las únicas personas con las que hablo por el teléfono son
vendedores automáticos que me ofrecen pedidos, mi abuela está
enferma y nos arroja a sentir lo que parece un eterno prólogo de
su muerte, Milagros vive dentro de un cosmos más explorativo,
Belén se está mudando ahorita al otro lado, algo se cierra, vuelve
a sonar el relámpago de la cinta. Detrás, más al fondo, casi en la
sien, el tren avisando que pasa.
Si analizo en detalles los que estoy haciendo desde las siete de la
mañana puede que me acepte de loco. Camino de un extremo a
otro de la casa, pronunciando respuestas a preguntas que me
hacen girar una y otra vez en razonamientos extraños.
Después, en el cuarto, me siento al suelo, estiro los pies y rechazo
al gato.
Abro, anoto citas de varios libros, tanto físicos como virtuales.
Atisbo por un pedazo de las cortinas el día, como la gente se
desordena en las esquinas, o conversa mirando a todos lados
mientras pasa. Hago eso, regreso, me baño, me seco, me estiro en
la misma silla de plástico blanca, salto de un recuerdo a otro. Me
levanto temprano, sin partes de sueños, sin nada, vacío. A veces
golpeado del estómago.
Existe mucho conocimiento en los libros, y son necesarios, y todo
ese rollo, pero estaba el mundo concreto, el que no se mete dentro
de definiciones, o se busca entender de alguna manera, sueño
ingenuo de poeta, o bus, realmente hermoso bus, capaz de meter
al que lo posea en sus propios y extremos límites. No, es ingenuo,
no existen límites, en todo caso la vida se ficciona, y la ficción
nos vive.
Soy inerte al mundo, solo me comunico en base a algoritmos:
para desayunar, bajo las escaleras, abro una puerta, saludo con
buenos días; en la tarde me siento, leo, me paro, me siento,
camino, me paro, me siento, camino, leo, me paro, miro por la
ventana, me paro, me vuelvo a sentar y a leer. Bajo esa
matemática, agazapo mis ideas.
Las voy como comiendo, esculturando, haciendo pruebitas en la
lengua, a ver qué tal su sabor, y horneándolas entre palabras,
letras que como rocas pisan emociones inmediatas, cabeceando
del razonamiento juzgador y crítico, debajo de nosotros, no
palabra sino tejido, macula de colores pintando el sentido.
Algunas tardes solo ganas de sumergirme en los barrios pobres,
buscar una banca de un parque, y sentarme a pensar. Los cerros
alrededor nuestro nos determinan. Estamos ocurriendo. Esto que
ocurre entre los cortes comerciales, entre otro y tú, esto que eres
tú ahora es lo que está ocurriendo.
Esa conciencia nos sobresalta. Quién puede evitar sentirse
enamorado, quién puede evitar sentirse así. En esos barrios creo
que hallaré tranquilidad, aunque me espante que me roben, y sea
que soy demasiado tristón.
Cortaste con tijeras el internet, yo te boté de mi cuarto, tú tiraste
al suelo la pantalla plasma de mi computadora, machacándola, me
fui a la sala, me bebí el resto del vino que quedaba en la caja.
Tumbado, mirando la pared blanca, mientras tú llorabas.
Conciencia actual: estoy vivo, en miles de contradicciones.
No encuentro la calma, no puedo escribir ahora bajo estos
impulsos. Es decir, mi mente no hilvana conceptos, de uno en
uno, los pierde. No queda nada. La Pepsi es horrible. Cómo estar
frente a ti nuevamente. Entendiendo que a veces el mundo es
infinito, vagué con Belén, otra vez en su mente repleta de ideas y
ternuras, si una forma de ser tan pausada, como dulce, como niña
que silabea el mundo. Está fatal, dolida, no hablamos casi nada de
lo sucedido. Estábamos al final de la noche, conversando en las
veredas del colegio, entre la oscuridad de los árboles. Y me decía
llorando que en su corazón ya había cerrado todas las
posibilidades, por ser ella misma, no no contradecirse de sus ideas
sobre la posibilidad de que yo cometiera un acercamiento así a sus
hermanas. Esa era la premisa que le alejaba la idea de separarnos
para siempre, es decir, afirmando esa situación. Nosotros, los de
entonces, hablando de la separación separación.
Que ejemplos daría a sus hermanas si me perdonaba, si
pasábamos la hoja. En mi mente la única idea era que siguiéramos
juntos, que era imposible separarnos, que hay un espacio que se
queda vacío si dejamos de ser ese nosotros, que en ese nosotros
éramos. Después nos paramos y encaminamos al final del colegio
para seguir hablando.
Ella me miraba y lloraba, yo solo quería irme con ella a la casa,
preparar una sopa de leche y acostarnos a ver un vídeo en
Youtube. Estar juntos, en nuestras dos entidades. Sí, ella ya se iba
a mudar, pero la separación era evidente.
Qué manera de narrarme ahora, será por efectos como digo de la
tristeza, pero es una verdad, ella se va, eso me deja medio sonso,
como que era imposible aquella posibilidad. Pero le dije que nos
viéramos de madrugada para año nuevo y tampoco se podía. La
iba a pasar junto a sus hermanas. Nadie me odia, dice, nadie me
ve como un diablo, un demonio, que no soy malo para ellos. Que
ella también tuvo la culpa por aceptar esa posibilidad. Sus padres
se enteraron de que yo bajé y guardé unas fotos de sus hermanas
en unas carpetas de internet, esas fotos donde aparecían en poses
o ajustada ropa.
La cita en su casa era el domingo. No me iba a denunciar. A
penas y hablábamos algo coherente, casi todo era hablar sobre el
conocimiento, la forma en qué uno mira el mundo, las voces que
nos habitan en la cabeza, hilvanar esas teorías rápidas pero detrás
justificar o explicar nuestra manera de ser. Le compré una bolsa
de canchita, era bastante, yo me la termine en la plaza donde nos
sentamos. Más temprano fuimos por un parque de Santa Anita,
toda esa camina fue hermosa, pasamos por varios distritos
aledaños al nuestro, parques donde las hojas caían y al fondo
jugaban las niñas, en el casi atardecer azul.
En fin, en resumen, seguiré viendo que sucede.
Esta historia no se la he contado a nadie. Mi madre está de viaje.
Y mi abuela duerme.

Estado Mental: equilibrado, o al menos eso parece.


Mal, mañana caminando con Mara. Paseamos por el Verde, nos
sentamos en el gras y charlamos de todo, primero de nuestra
relación, sus conflictos y tensiones, los buenos y malos
momentos. Después caminamos hasta el mercado. Compramos un
ceviche. Ella comía el ceviche y me subía a la boca porciones de
él, que yo muy tristón no quería probar. Después regresamos y
descansamos en un parque. Un señor sin polo, de cabeza pelada, y
con pelo alborotado salió a pegarle a un perro con su palo.
Mientras hablamos afuera del colegio, yo doblaba y doblaba un
papelito, un boleto de bus, lo doblaba en rectángulos más y más
pequeñitos, después los ubicaba en los huecos de la pared roja
medio empolvada. Ella tenía los ojos chiquitos, húmedos,
delineados de negro. Hablábamos de muchos temas, era incapaz
de recordarlos todos, con tanto énfasis hablamos de cosas que ya
no recuerdo. Sólo tenemos ahora algunas ideas muy cercanas y
difusas de esos momentos. Es la memoria, el único océano. Y me
hartaba de estar así, en esa distancia, no poder hablarle.
Bien, en conclusión voy a estar solo por un tiempo. No me llena
de pavor no tener nada planeado para mañana, ni un orden al que
mirar cuando ande nervioso. No tener proyectos no es
necesariamente una mala cosa. Subí a la casa, hacía calor, prendí
un bate de mariguana, en un metálico de antena de cable mágico.
Mire por la ventana, hoy en la noche se acaba el año.
No me produce ningún tipo de emoción. En qué situación me
hallo ahora, dentro de qué expectativas de vida estoy sumergido.
Hablamos de nosotros, de lo imposible de volver, de no haber
conversado conmigo antes de que le dijera a sus padres.
Caminamos y hablamos y escarbados un poco detrás de una idea
y desaparece lo dicho. Y una cosa pasa y lo comentamos. No estar
cerca físicamente es otro problema.
El no tener dinero me obliga a buscar uno. Necesito entender
esto, detrás de la resaca de todo lo vivido, debo buscar un medio
de ganar plata, que, cubra mi seguro de vida.
En la mañana unos señores vendían flores amarillas en una
carreta. Aparecía el dueño de la bodega caminando en el centro
saludando a otra señora que pasaba rápido. Me levanté, vi la hora,
eran las 7, llamé por teléfono a Belén, una, dos, tres, varias veces
y contestó, le dije que viniera mejor a la casa, me dijo ya. Colgué,
pensé sentí que la casa era muy oscura, que estar dentro no daría
oxigeno al paisaje interior. Entonces la volví a llamar, ¿aló?,
mejor en el parque, ya ahí nos vemos dentro de 20 minutos. Me
senté en la computadora, abrí una carpeta y empecé a buscar PDF,
Word, algo qué picar antes de ir a verla, mientras terminaba el
café, Mallarme. Unas versiones del poeta peruano Javier
Sologuren, bien. Uno donde alude a los cigarros. Bacán.
Listo, leer tomando el café, saboreando el pescado en trozos
mezclado a la cebolla, y el tomate, todo, después, metí un poco de
crema dental, mastiqué agua y salí a verla. Baje en la calle por la
escalera de caracol, sin que me importara que alguien me viera, y
avance por calle Puquiales y doble en la calle que da al parque
donde nos encontramos. Ah, por cierto, antes le pedí prestado dos
soles a mi abuela. Me dio un billete de veinte luego de salir de la
sala corriendo. Compra dos huevos me dijo. Fui a comprar dos
huevos y un cigarro. Regresé a casa, le deje el vuelto, y salí con la
caja de fósforos en la mano, dejando un trozo de palitos en la
mesita con el mandil de un envase plastificado volteado de tal
forma que de el brillo de la piscina metálica. Y salí apurado a ver
a Mara. No estaba, pasó su hermano Luis, miraba las hojas con
máculas blancas, no podía concentrarme en nada. Me siento
desconcentrado, como si poder calmarme o hallar paz dentro de lo
que pienso o pasó, en una especie de vorágine. Y putamadre no
llegaba, me estaba hartado de esperar, miraba entre los árboles del
parque a un lado de la cancha deportiva, después de cruzar el
arenal de piedras y vidrios rotos, ahí entre las hojas un ave cocía
sus cantos. Prendí el cigarro, empecé a sentir mi cuerpo
putrefacto, con la nicotina pulverizándolo. Después de un rato
llegó Belén, en un pantalón crema y un polo manga larga como de
niño deportista que le daba un aire de muchacha, de pequeña,
como niña que va de paseo al zoológico. Caminamos en dirección
al puente. No sabía que decirle. Te llegaron mis mensajes de ayer.
Sí, claro. Y entiendo que ayer le mande los mensajes por una
cuestión de sentirme de una forma, de pensar en ella como el
todo, en un sentido metafísico, hallarme fuera de mi ego, de lo
que soy, de Julio Barco, y entenderme parte de la humanidad, de
esa vida que no deja de fluir entre nosotros, el individuo sobre la
carne, sentir esa carne, esa unidad, escuchaba Clare de Luna, y le
dije que me perdonará en el alma el haber dañado así nuestra
relación. Y en esencia era eso de lo que me dolía, en-el-alma-, que
fuera a dejarme, el hecho de perder ese ambos, ese nosotros,
etcétera porque me ha pegado lo loro pero sin estilacho.
Veamos, entonces, ayer dormí tarde, al humo de la pipa metálica
e igual que ahora: desconectado, metido en la circunferencia de
dos círculos. En esa esencia, qué hacer, o decir, sino aguantar. Un
poco, un algo, sin ánimos de un suicidio en toda perspectiva
infantil, pero amando esa posibilidad, como también amaba la
idea de esta soledad, impuesta, medio jodida, pero adentradora a
una serie de ideas que era el futuro que ayudaba en este presente.
Y así, adiós Belén, hace calor, el sol bulle como una sonrisa en las
casas de mi barrio, donde todos decoran o limpian sus uñas por el
fin del año, cuando uno ve como las señoras llegan a encontrarse
en las calles y conversan aunque muy rápido por miedo a que las
vean con sus ropas no muy bonitas y con el cuerpo no muy
bonito, y aunque la vean así todas fean, horrorosas como son,
ellas creen darse aire o luz al conversar.
El intercambio de saludo es una vía de conocimiento, como la
sed, y adiós Belén. Te encontraré en otra muchacha hermosa e
impetuosa, en otro cuerpo que abra sus dulces jugos como una
fruta, en otra ventana de ideas pegadas con imanes a la frente de
nuestra alma, de manos arañas viajando por el amniótico cuerpo
animal, en esos tiritares, otra muchacha, igual de alta e infinita.
Pero, sí no existe, esa muchacha, y si mi problema es que pienso
en muchacha cuando debería estar pensando en árbol, casa,
cuadro, cuaderno, estrella, universidad, éxito, paisaje, todo eso
que de seguro; Oh, Belén, estas contradicciones, y bajo todas tu y
yo quemándolas, quemándolas, y viendo como se contraen
erectas, y no son nada, tú te vas y yo me quedo dentro de estos
ojos-los-que-miro-el-mundo. Y si de mi casa a tu casa bulle el sol,
como el paisaje del papel doblado entre las casas, manteles, esta
luz polvorienta, es para los dos una verdad que pasaremos, no
habrá de nuevo esto repetido en nuestra belleza. Esto de
encontrarnos y caminar sin saber qué diablos hacer, por nosotros,
contra nosotros, qué decir, en esas causas perdidas que son las
noches y las ilusiones dejadas en estadios, como papeles que
debajo de la cama usamos para evitar que las maderas hagan
palabras en nuestros cuerpos. Como evitar eso, mi amor, si me
dejas, si de pronto te pliegas en creer a tu modo lo que pasó y yo
que no lloro te diga perdón. Pero hay otras causas perdidas
después del punto final del amor, y que van poco a poco,
arremangándose, medio destiñéndose de nosotros, en nuestra
propia debilidad. Nos perderemos. Me dices que pronto tendré
deseos sexuales, que nuestro modo de tener sexo no fue positivo.
Que probaste lo cristiano, y ahora verás en esa puerta, sin sentir
vergüenza por lo que te digan. Estás lánguida, ahora me confiesas
que perdiste el orgullo y que vas a sacrificar el sentido de nuestro
amor en este fin de año. No sé si me lo dices para hacerme sentir
bien, pero trato, intento de disimular, el viejo arte del rencor y la
tristeza. No encuentro manera de hablarte, de conducirte a eso que
ya decreto nuestro interior, para volver a sujetaros de él. En fin,
termine con Belén y estoy decidido: seré poeta.
Ay, pero que aburrido son estos finales. Quiero meterme a una
caja y hundirme en el agua. Así hasta el fondo, al fondo, mientras
se oscurece, ir dando vueltas, como macerándome, queriendo
llorar. Después, prendo la tele o salgo a caminar. Estoy haciendo
esto desde hace una semana. Levantarme a la hora que sea, dejar
el yoga, y solo dedicarme a la vagancia absoluta. Intento leer a
poetas chilenos, todos fabulosos, divinos, pero nada más que eso,
y se me hacen largas las horas, las horas ya no obedecen a mi sed
del conocimiento, sino a mi ser de la pereza, pero en qué situación
debe hallarse uno constantemente. Los griegos hablan de un
equilibrio. Pues no lo tengo. No puedo concentrarme. O lo hago a
modo de hayku: de momento en momento. Explota, empieza otra,
explota, empieza otra, explota, empieza otra. Y ahí sigo yo
tratando de explicarle a Mara que fui a ver a su hermana de trece
años, horas después de navidad, para decirle que saliera a caminar
conmigo, cosa que descubrió mi pareja y me dejo, rompiendo mis
cosas, al otro día.
Estado Mental: Daniel Jhosnton suena y tengo 25 años. No sé más
idiomas que este lenguaje con que verso mis sentires. Tengo
demasiados sentires girando en carruseles por mi corazón. Somos
entonces océanos moviéndonos. En realidad, el mar es la
extensión más hermosa que existe. La orilla. No entiendo mucho.
Me recuesto con el perro y amo tocarle la cabeza. Y no entiendo
mucho.
No quiero atender llamadas ni ir a reuniones familiares, me asusta
el hecho de ser padre, tengo tamborileando por mi cuerpo energía,
me asusta estar solo, no la soledad, detesto que la vida de otros
nos posea, los sueños de otros, la ilusión de perseguir un sueño,
como que soy un anti sueño, un vivan ahora mismo, sean ahora
mismo, pero tampoco es que eso me haga producir mucho, no me
hace producir nada, mi grito de libertad no es tangible para mis
coetáneos, hago mea culpa por mis genitales repletos de leche y
mi sabor medio triste de cetáceo que se lava los dientes, pero voy
escalando fronteras dentro de una búsqueda iniciada y no fechada
en mi cabeza. No quiero entender mucho. Me basta entender
algunas cosas bonitas, bonitas como estar frescos y almorzados,
como ver la ventana y tirarse pedos, como estar con el sentido del
vivir en el cabello y cuando los dedos se hacen un girasol muy
bacán.
Daniel Jhosnton canta y no quiero hacer nada
nunca hacer nada nada, entregar mi nacionalidad
a cualquier entidad financiera
jactarse de mi infinito valor vacío, ser feliz
en mi no hacer nada descomunal

No me quiten mis GANAS DE ESTAR VIVO,


son pocas, no saben, me quedan muy ajustadas
y saben de mi necesidad de mujer, de lavado
y de ventanas
Pero no me quiten este mural donde verso
el mismo asombro, la misma entidad financiera
de mi loar tan claro
No me quiten mis GANAS DE ESTAR VIVO,
todavía me quedan bien, me ayudan
a salir un día, sin dinero, a los parques
a caminar y prender la computadora sin vergüenza
ni arrepentimiento

No me quiten mis GANAS DE ESTAR VIVO,


soy un animal ingenuo y el mundo ya esta formado
y no aceptan otro tipo de senderos
abiertos, muy luminosos

Las GANAS DE ESTAR VIVO de uno vienen o se van, se


domestican o se las tiene uno en cajones dentro de láminas, es una
tarea, o es la prueba del examen, es la medida del pulso, el
momento en que hay una unidad que encierra todas las
palpitaciones. Las GANAS DE ESTAR VIVO giran en torno a
uno, en su consistencia de seres que contienen el ahora, como una
forma de espiral áureo, con todas las burbujas que se desparraman
más allá del chiste y la emoción.

Nosotros no somos poetas, somos algo peor: somos muchachos


que no queremos hacer nada por la vida, porque vemos que todo
es un circo medio estúpido, y solo queremos hacer arte.
Dedicamos al minúsculo esfuerzo al trabajo y aborrecemos el
mundo actual.
Muchachos diseminados por Lima, abriendo y cerrando
documentos en computadoras, información intelectual que
aprueba o inválida toda clase de afirmación social, de distinta
persona, de diverso campo.
Abrimos los documentos rastreando si detrás del poema alguien
todavía respira. En muchos solo hay vahídos, cenizas, cadáveres
raquíticos y mucha mierda. Todo poema es un accidente: la
emergencia se llevó el cuerpo pero dejo las señales. Y esas
señales son las que nos hacen ver otra clase de personas, en los
poemas, que son básicamente lindos porque son personalidades.
Cada persona es un poema en potencia. Depende del ángulo con
que se mire. Pero somos algo peor. Todavía no acabo el estudio
universitario, debo ir a fijarme en eso, estoy como dejando
muchas ideas en bloque, y después ordenarme como profesor de
una cátedra. Este es mi objetivo.
Somos muchachos que venimos de familias que tuvieron éxito a
inicios de los 80, pudieron hacer sus dos pisos, y ponerle
mayólicas de colores al suelo. Dejaron unos alambres como
cuernos mirando al cielo, que eran la promesa de que más
columnas se ubicarían arriba.
Algunas madres o abuela llenaron sus casas de adornos, que
después los niños caóticos rompieron. Toda esa vida que ellos
crearon se destruyó, como todas vivieron situados en su tiempo y
después los hijos destruyeron ese reino. De las migajas de esa
camada, salgo yo. Una persona que no tiene intereses mundanos
(salvo el sexo, la mariguana, el tabaco, el alcohol, el ron, etc) y de
una soledad y desconectamiento social inmenso. O esta es una
imagen que quiero darme ahora de drogado o es una verdad
inagotable de belleza.
Detén eso: ¿Por qué MIRAS A LA HERMANA DE TU MUJER
cuando ella pasa por tu ventana, paseando a su sobrino junto a la
esposa de Rudy? ¿Y te masturbas mirando por la ventana? ¿Por
qué te desdoblas de ese modo, para dañar a una persona, o creer
que dañas a una persona, es apropiado jugar eso con Mara, a
decirle cosas y después venir a mirar por la ventana y
masturbarme viendo a su hermana, qué de unidad hay en eso, qué
de forma interpretable?
Lirondo y mondo. Machado presente.
Estado Mental: reflexivo.
Bien, entonces cuál es el lugar donde debo estar: ¿aquí leyendo en
mi computadora, hoy primero del año, o afuera caminando,
buscando trabajo? Ayer no supe que responder sobre mis
“proyectos” para este año. Será que ando desenfocado de la
cualidad de crearme, pero ya no debo estar en tantos
desequilibros. La tarde por otra parte es monótona y gris. Algunos
señores siguen tomando en la esquina, con sus cervezas verdes en
las manos. Un carrito de juguete, de esos caros, está fuera de la
tienda de la avenida Principal. Sus tíos, en realidad, un grupo de
señores igual bebe cerveza en vaso de cristal. Entra el viento, hace
mover la sábana que usamos de cortina. Que uso. Dónde debo
estar, aquí leyendo y reflexionando, en esta soledad metido, o en
la calle, construyéndome con otros, alimentándome de cada
escena azarosa. No sé, no quiero salir. Salir implica cambiarse.
Nos vemos sometidos a los demás. Los demás nos regulan, nos
modifican, nos reflejan. Cuando uno mira a otra persona en mi
país aquella persona mirada se siente rara, algunas responden con
orgullo y desnudez, y otros simplemente se avergüenzan, quedan
raros. A nadie le gusta salir adelante: salir delante de los salones,
de las filas, de las preguntas, de los demás. El pararse al frente es
asunto que realizan los más locos: presidentes, gente que trabaja
en la tele hablándole a un pedazo de máquina luminosa, ganando
harto dinero. El dinero es el mensaje. El espíritu de movimiento
de los peines por la mañana, y el abrir de pan francés por el centro
para inocularle una jamonada, mantequilla, queso, palta,
mermelada. Breve y angustiante desayuno en casa, abajo, con mi
abuela, Milagros y mi tía. Conversar ellas y yo escucho. En la
mesa tomamos sopa de fideos, pollos, trozos de papa, zanahoria y
huevo. El humo. Cortó un limón y lo exprimo en el agua caliente.
Humea. Conversan sobre la fiesta de Año Nuevo. Estuvieron en la
casa del marido de mi prima, Gaby. Conversan sobre lo que ellos
tienen, dos pavos, dulces, regalos, vino. Incluso tienen lentejitas,
menestras, garbanzas. ¡Esos son muy duros, no me gustan! Le
dice mi abuela. Pero, mamá, tienen bastantes menestras, ya
cuando encuentre a Gaby sola me la voy a traer. Sí, sí.
Acabamos la sopa y mi abuela decide abrir una conserva de
durazno con almíbar. El alma de mi abuela es su casa. Su casa es
su sentido del mundo, su ubicación. Cuando alguien viene no deja
de disculparse porque se encuentre sucia y vieja. Se avergüenza
de que alguien entre cuando la casa está sucia. Ayer echó arroz
crudo y lentejas al suelo para bendecir el año. Prendió velas a su
ángel –que es el San Miguel- y cuatro inciensos. Yo bebía ron
mezclado con Pepsi. Enmanuel paseaba a su hija en un cochecito
rosado a su bebe vestida con un conjunto rosado. La casa es su
mundo. Ahí extiende todas sus horas.
Mi madre, que también convive con ella, no puede entender esto.
O no sé de qué forma se ubica socialmente. Mi abuela tiene claro
la vida social, con los vecinos es sigilosa, y con nosotros rigurosa.
Caminan muchos vecinos en las calles del barrio. Como es un
lugar cerrado frecuentemente se saludan y conviven las miradas.
Las niñas que juegan en las veredas. El muchacho que trabaja
manejando moto. Delgado, de gestos breves, que ayer saludó a su
amigo que llegó de la moto por año nuevo.
Ayer una manada de muchachas que viven a la espalda de mi casa
caminaba como un racimo de frutas frescas, en la esquina bebían
los chicos que manejan moto, agitando el vaso y lanzando al suelo
la espuma; detrás el humo, la noche, la música de las casas.
Mi abuela ordenando sus muebles, cojines y su sala. La casa la
dividió según el plano que tuvieron. Tendría sala, comedor, baño,
patio. Hicieron, por fuera, unos muros y dejaron un espacio de
patio breve en forma de L.
La idea era que la casa se ubica en una esquina, porque así era
más grande y así fue. Después está la sala, el corazón de mi
abuela, lustrada, con un aire desnudo, en comparación a su
antigüedad. Ese espacio de la sala, sin barreras, es amplio y
amarillento, por la pared y la baldosa en forma de trébol donde
reverbera la luz de las ventanas.
A las 3 y 30 salí de casa, después de sentir el chorro de la crema
dental en la boca. No sé hace cuánto he perdido mi cepillo. Pero
solo mastiqué la crema dental. Por otro lado, vivir en un espacio
de mudanza, con las vajillas, los platos, encima del lavadero, los
muebles y los libros desordenados, se traduce en perder y perder
tus cosas. Baje por la escalera de caracol, no sin antes mirar a los
dos lados para ver si alguien me observaba y de qué modo eso
podría afectarme.
Al otro lado, la niebla y el frío. Al respirar, una manta rayas de
baba paso por mi pulmón. En la oscuridad húmeda refulgían los
postes anaranjados, como fuegos lentos. Caminé pasando por la
casa de Belén, yendo a la esquina donde nos citamos. Me saludó
un muchacho, Bryan, que bebía afuera de su casa con su esposa.
En la esquina, junto a dos muchachitos conversando, me senté.
Miré a la izquierda, debajo de un carro un gato negro pasaba, las
sombras eran chanchas en esa noche naranja y gélida. Detrás, más
al fondo, unos niños reventaban cohetes entre una pila de
ladrillos. A la izquierda, al fondo, casi por la pista donde ponen la
red y juegan los domingos, estaban bailando afuera de una casa.
Un auto, con las puertas abiertas, daba generosa música.
Pasaban autos.
Paso un muchacho montado en una micro tabla de patineta, con
lucecitas titilando en sus bordes. Era yo mismo, aunque más
sofisticado, a los 13 años. Con la misma libertad de miradas me
subía a una patineta –está no era del tamaño de una pulga- y
empezaba así las tardes del verano. Veranos largos, inmensos,
tórridos. Una vez, jugando a mojar a la gente, juego en realidad
cruel y contra las reglas, mojé a una chica que me amenazó con
tirarme la piedra que tenía en la mano. Es como si le dijera calla
mierda cuando le tiré el globo. Al rato, en el suelo, me chorreaba
la sangre de la frente.
Estoy sentando, Belén no llega. Miro la casa de la esquina del
frente, con sus 4 pisos, el último con las columnas que sostienen
el techo de hierro negro. Casa sin pintura, sin tarrajear, y con los
ladrillos desnudos. Ahí vivía Víctor, hace años, cuando nos
conocimos en la calle. En el camino de ir a comprar a la tienda me
encontré con él. Jugamos después chipitaz, unos círculos de
plástico que lanzábamos para darle la vuelta. Y jugando, y
primero ganando y después perdiendo, nos hicimos amigos.
Ahora, a veces, en la esquina de otra calle, la calle Principal, se
ubica por las mañanas esperando que los muchachos de la moto
vengan a darle su paquete de mariguana. Anda flaco, en bluyín
ajustado y con polos azul desteñido, con arete, creo.
Al fondo, casi en la calle que por un lado lleva a la casa de Belén
y al otro enrumba a la tienda Katy veo llegar una muchacha. De
lejos se le ve el cuerpo redondeando, el vestido es dorado,
ajustado, casi mostrando sigilosamente las piernas. Piernas que se
intuyen sólidas y frescas. Llega a pasar a mi lado y solo miro de
frente, por la intuición del perfil la intuyo. Camina con los brazos
cruzados, en el cielo de sus tacos.
Pasa otro auto, doblando por la esquina. Salpica lluvia en gotas de
mentira. Los árboles del centro del parque evitan la luz anaranjada
y se construyen como un pedazo de ramas oscuras. En la esquina
donde estoy sentando, conversan como dije, al otro extremo, una
pareja. Son pequeños, están vestidos con ropa nueva, la ley es que
todos tengan ropa limpia para estas fechas. Ropa nueva. No puedo
entender lo que dicen. Veo que miran un celular. La luz les
prende de azul el rostro. Se despiden. Ella se va en dirección a la
avenida Principal; él por la espalda.

Hoy llego en la noche. Estaba paseándome por el cuarto después


de meditar cuando salí a verla. Ni idea de donde estuvo. Ah, sí, en
la playa. Estaba como negrita. Quemada. Una canela oscura. SE
SENTO AL OTRO LADO, EN UNA SILLA BLANCA, Y
ESTIERO LAS PIERNAS. Sus ojos lindos. Hablamos largo. Le
contó a mi abuela lo que había pasado, estaba enojada porque yo
no se lo he contado a nadie. De eso discutíamos, y a veces miraba
a los perros, el negrito me lamia la boca, o se tumbaba sobre mí.
Ella me dijo que subió a una lancha; fueron con Paul y Frank, y el
hermano menor de Paul. Pensé si su bikiny era de dos piezas o de
una. No se me apartaba de la mente.
-Tienes que hablar con tu abuela. Es por respeto. Después cuando
me vayas a buscar van a pensar mal, que yo te dejo y tu me
buscas, ¿entiendes?
-Claro.
No terminaba de estar frente a ese problema. A veces no
terminaba de cerrar o entender a Belén ya ni por sentimientos;
hoy por ejemplo me costo ver algo que me atrajera de ella. Le
decía que viviéramos juntos pero sin emoción, ¿qué argumentos
alegar? Nada, estábamos terminando. Y en mi cabeza no dejaba
de pensar en lo extraño, anodino y dulce que era todo. Me paraba
y sentaba. Me sentía niño. Los perros inmensos lamiendo. El
deseo de sentir más bien una frase como larva que promete
horizontes. Hablaba de que debía conversar con sus padres. No
me preocupaba por conocerla más, por seguir buscándome en
ella; solo sentía el vacío de no tener su cuerpo al lado.
¿Cuál es mi tono de escribir? ¿Estoy sonando indignado, jodido,
melódico, o estoy siendo llano, aburrido, inverosímil? Que viaje
sin retorno esto de ir por los recuerdos del día, apelmazarlos como
si fueran bocaditos e ir apuntándolos.
Tengo que pensar en qué voy a decirle a los padres de mi novia
sobre lo que hice la noche de navidad. No sé que diantres les diré,
la verdad, pensar así sobre cosas reales me agota. Me vacila más
inventar, menear las ramas del lenguaje, filosofar de verso en
verso con Sócrates, Juarroz y Mariátegui. En suma, que jodido era
no saber ahora que hacer bajo esa platica; pensaba en decirle a mi
viejo que me acompañe. Pero, igual, iría, estaba seguro de eso. Le
dije a Belén que ya que hablaría con sus padres y que se quedara
en la casa, conmigo. Que piense eso. Y ella me dijo que yo
también piense lo otro. Pensaríamos en el resto de nuestro día eso,
solo eso, de modo irrefrenable, con el ajo caliente en la boca y las
volutas del pucho, jajaja, no, imposible. Cada uno, decía Mara,
guardará las ideas que quiera guardar ah, esto es así, es libertad.
Mental, todo en ese plan mental que ya no entiendo del todo,
entender absolutamente algo conduce a equívocos, como sentirte
luminoso toda la vida por creer algunos versos de Hermes
Trigemistro después de comerte un sapo que te dio cinco minutos
de éxtasis, que cagada de mundo: la droga lo solucionaba todo. Y
a si como tu mirabas a todos, y te mirabas en esta situación de no
saber qué hablar, y con Mara, Juarroz, Mariátegui, era entendible
el apuro por saber en qué se conciliaría, en que terminaría este
problema fundamental para nuestra relación. Estaba agotado,
cansada de nosotros y del mundo, de tener que insistir en esto, de
que la pantalla de mi computadora como mi dignidad estuviera
ropa, en la puta nada. Todo esto se daba en Seremsa, en esa
ciudad al borde de las pistas de Evitamiento, en el cielo cableado
por mangueras que eran cuerdas musicales tocadas por pájaros
por las mañanas. Así, anímicamente perdidos en el mirar todo,
mirar dentro de uno, mirar mirando, por ejemplo: entendíamos lo
cebolla de nuestros ojos, la tela ya descubriendo carne, tendones,
candelabros.
Ah, no guardo detalles. Me harte de mirar lentamente las cosas.
Miro poco, me quedo retenido en mi cuadro mental. Feliz,
sabiamente hablando. Sí, soy un tipo inocente, de 24 años, que
cuenta su historia familiar, en vivo y en directo, y sin que usted
salga de casa.
En todo eso y en nada pensaba aquella noche (está) donde
compartía una versión de mis actos, cosas, pensares. En silencio
repaso la calle. Esta hermoso todo afuera, con sus esferas, huevos
fritos en el cielo de Seremsa, azulado como el deseo de cifrar la
belleza de la palabra más cuidada. Es que nosotros mirábamos por
la ventana antes de salir a comprar, para si es que nos veían
ponernos más elegantes. Ese juego era graciosísimo.
Como explicar entonces el hecho de que había ido a buscar a
Dana porque quería caminar con ella por Seremsa y conversar,
¿de qué? Pues de cualquier tema, sin que por ello quisiera algo
más, raro y curioso, extraño, pero no para lo que soy. Un
continente inabarcable de ilusiones perdidas y ganas moviéndose
con mucha hermosa armonía. Gozar de los placeres necesarios
para cuidar la salud era menester oficio de los iluminados por la
vida. Y una muchacha fresca como Dana me haría gozar de bella
tensión. Suena extraño y le da un brinco a mi corazón. Era como
raro estar de ese lado. Tener que conversar con ellos para que
después de eso Belén y yo tomáramos una determinación para
nuestra relación. Por otra parte, mi abuela muy muy tierna.
Estado Mental: cortocircuitos por dentro.
Pienso que lograrlo es otra cosa. Encontrar en medio de este caos
que es la vida un camino con seguridades internas puede ser una
especie de suerte. La suerte nos coge mientras la buscamos, no de
otra manera. He pasado la mayor parte de la mañana en el parque
llamado Verde, unas extensiones de gras con algunos árboles,
desde donde se puede ver la carretera Evitamiento. En esencia
quiero ser escritor, no ir pensando como escritor, sino escribir,
¿qué cosas? Lo que vea, la realidad que me rodea es la mejor
para plasmar lo que siento, donde me hallo, esta ubicación mental
que es el dibujo en la caverna. Vivo en una ciudad que no pasará a
la historia, en un barrio pequeño, un país chistoso y un continente
saqueado. Diariamente, cuando todos miran la tele, o conversan
de lo cómo están vestidas las personas de la fiesta a la que fueron,
empieza el recuento de mis horas. Como no trabajo, tengo que
enderezar el tiempo del día. Es complicado, ya que me desbando
por el relajo. Me tumbo en el césped a mirar los árboles, converso
en sobremesas infinitas, camino o más bien deambulo aquí, en el
segundo piso de una casa en una esquina.
Pienso que lograrlo es otra cosa. Es meter un cúmulo parecido de
contradicciones, ideas, intuiciones, conceptos, imaginación y
sangre a un mismo esfuerzo, sea en papel o sea en computadora.
Pero tenemos esta conciencia del tiempo, este calor afuera, hace
demasiado calor hoy a inicios del años, que uno solo quiere todo
lo relajado, lo fácil, lo que se traduzca con el sol. Y en esos
inventarios, vivo.
Dónde vivo es un barrio pequeño y cerrado. Con perros en los
segundos pisos construyéndose y bodegas donde aseguran que
hoy no fían, pero mañana si. Pienso que lograrlo es otra cosa y
que tengo tiempo. O tengo tiempo o me resigno a no hacer ni
mierda con este arte y me dedico a vivir y se acabo. Es
complicado, puedo pensar esto acá, pero en soledad, recuerdo, o
siento deseos de ordenarme, en esos momentos en qué solo doy
vueltas, con calor, inquieto, dentro de las paredes hinchadas de mi
cuarto pienso que lo mejor es poner un orden a lo que voy
sintiendo, no para dirigirlo o conocerlo, sino para fotografiarlo.
Es imposible saber la velocidad del movimiento y su ubicación al
mismo tiempo. La cárcel de la palabra puede traducir algo de mis
pensamientos. Algo se rechaza, algo de, por ejemplo, esta furia
del viento entre las ventanas de plástico, o encima de las
calaminas rojas, no se puede meter, aunque sus ruidos pelmazos
sangren por las puntas de mis dedos.
Qué difícil es seguir remontándose a tus sueños, cuando las olas
ya cayeron y todos se secan el cuerpo para iniciar el viaje de
retorno. Entre soñar y vivir hay algo más – dice Machado-
despertar. Supongo que despertar es un poco este recuento que
hago de mi mismo, para que tú hagas el tuyo, este recuento en el
giro de las voces, en el cableado de lo que somos, hay uno que
detrás, dirige, entorna y maquina.
Aunque ya hemos vivido dos años juntos no sé si quiera o deba
seguir con Belén. Ella es muy especial, lo sé. Y tiene conflictos
eternos, internos, que expulsa lentito cuando llora. Estamos solos
en el segundo piso, el lugar es amplio, y es difícil ordenarnos
como queremos. Ella no quiere hacer lo que una mujer de mi
barrio y mi cultura debe hacer: cocinarme, limpiarme el cuarto,
ordenar la casa y mi vida. La segunda madre. Yo no quiero hacer
lo que un padre de mi barrio y mi cultura tiene que hacer: trabajar,
dar dinero, preocuparse por la seguridad, pensar en un futuro
mientras mueve la espuma en el vaso de cerveza, aprender a
manejar auto, comprar auto, pensar en grande. Pienso en grande,
pienso que debemos seguir insistiendo en nuestras revelaciones,
en mantener el fuego enrejado por ahí para que resplandezca
después. Pero nada de mis sueños son válidos, ni comprensibles,
y por una vieja rutina de melancólico, me he vuelto una ostra, un
callado, un receloso animal que se manifiesta por gruñidos. Los
dos estamos juntos pero no vamos a ningún lado. ¿Quién va a un
lado de las parejas que nos rodean? De los millones de seres
humanos, ¿cuántos ya han decidido por una vida lejos de los
apuros y urgencias de la pareja?
Paciencia y soledad. Vengo de una semana de fumar mariguana.
Se la compré a Mayra. Caminábamos por el centro aquel
domingo, sí, justo hace una semana. Desde que me aislé de mis
amigos y divisiones, estuve lejos de la mariguana. Hoy hablaré
con los padres de Belén. Tranquilo, tajante, conciso. Una semana
fumando mariguana me deja confundido y con ganas de más.
Seguir el viaje de la hierba es tomar la decisión vital de ser un
drogadicto. Una vez que te asumes lo demás llega por añadidura.
Pienso en dilatar mis ideas. La idea de un poema vida se me hace
cercano. Uno que amase todas estas contradicciones. Que asegure
un viaje al que lo lea. Un libro casa. No bajar la guarda de ese
deseo. Escribir como modo de salvarse. ENTIENDE ESTO, SI
NO ESCRIBES, NO TE VAS A SALVAR.
En palabras de Jorge Pimentel:
Escribe. Es tú única actualidad.
El derecho a la única vigencia,
Escribir siempre y jamás dejar de escribir
Escribir el poder eterno
Es el poder por siempre jamás
Es la actualidad de poder
Es la vigencia del poder

El deseo de todo puede ser tan relativo si te sumerges en la


mediocridad de todos los días. Está lógica descafeinada, con
mucho mucho encima. Pero esa mediocridad, no es dañina, es
preciosa. Pero hacer algo como poemas en Word con un sentido
universal es trascender tu condición de vecino y declararte en pie
y lucha mundial. Algo de eso debo recuperar, ese énfasis, y no la
mortaja de ahora, este miedo a decir lo que soy y siento, este
miedo a solo permanecer en lo que soy envuelto en mil conflictos,
como una lana con todos los caminos que se dirigen a la chompa
enredados aún y sin tejer. No tengo miedo a la incertidumbre.
Cada vez el hecho de no haber concretado nada a mi edad me
socava.
Pienso en alguien cercano. Un astro dando la primera orbita al
cielo de las letras peruanas del siglo XXI. El chato poeta Rafa, 30
años, mundo repleto de política, tristeza y ternura. Sigue viviendo
en su casa. A veces se me cruza la idea, divina, especialmente
cuando ando ebrio, de que debo irme, debo viajar, conocer qué
hay detrás de los linderos de mi barrio. Pero es como salir a la
luna. Lo veo lejano. Si antes, de adolescente, todo en mí era una
sola emoción, ahora esta disperso. No me siento enamorado y eso
es un peligro. Soy medio sedentario y tengo que aceptarlo para no
perder este instante. Un peligro porque somos energía, energía
contenida en el cerebro, potencia creadora, y cuando el amor, con
sus cortocircuitos nos hunde la cabeza, empiezan a vibrar los
neurotransmisores. Qué loco tener neurotransmisores en la
cabeza, llevando toda clase de hormonas por mi cerebro, creando
sensaciones de placer, bienestar, miedo, entre tantas. ¿Cuáles son
las que me hacen sentir excitación por algunas muchachas? ¿Cuál
es el origen de mi aburrimiento? Y sí, por otro lado, yazco aquí,
encerrado, viéndome a mi mismo, encontrándome, en el inicio de
la OBRA INFINITA, del libro de la VIDA. Aquí estoy haciendo
el primer borrador del libro que hablará, que será cuerpo y verbo.
Del libro LUZ.
El chato poeta Rafa editó tres plaquetas de poesía. Sigue una línea
muy en onda con los decimitas, un modo de creación contenido
en su forma. Tiene hallazgos, versos que lo ubican con derecho a
ser el Mariano Melgar de nuestra época, pero también, él como
ser humano, al margen de disfraces, tiene una vida mediocre, que
cualquier vecino clasificaría de parasitaria. Ahora creo que
trabaja, en algo, de profesor de Historia. Digo, realmente digo
algo de Rafa, creo que no, no digo nada.
Pero la noche en que borrachos, en mi casa, sin polo, nos
escribimos las iniciales del grupo poético que formábamos, y él
lloró después de jalar Africano, y quiso tirarse por la ventana,
descubrí que algo más que esa fortaleza de intelectual de barrio lo
movía. En el fondo, todo el que entra aquí, la literatura, lo hace
por ingenuidad: amor a uno mismo, amor al infinito, amor a lo
universal.
De seguro somos millones los que hoy, un domingo 3 de Enero,
empezamos algo, queremos realmente empezar algo.
Sentimientos ubérrimamente el día, no tenemos pasado, ni
infancia, ni futuro concreto.
Logro ver a penas mi perfil, silueta, en el fondo blanco del papel
en Word de la pantalla. No me capto por completo, pero veo mi
rostro, mi flacura desnuda. Y es como si estas palabras fueran una
foto, pero de otra imagen, no de mi rostro que va a envejecer, sino
de mi esencia. Eso iba a quedar en esta imagen que era yo un
domingo del 2016. Lo cual es difícil porque ya no sabemos en
qué lugar empieza o termina lo que somos. Sí, somos un montón
de muchachos los que queremos dejar de espiar a los vecinos,
cerrar el portón del buen sentido común, y decirle adiós a la
masturbación. No creo, somos pocos, somos muchos. Lo que si sé
es que estamos solos. Construyéndonos en el vacío.
O sea, es cuando pienso que debo emigrar de estas anotaciones al
paso y dedicarme a algo serio, concreto, con todas mis fuerzas.
Ahora es como imposible. El sol es demasiado jodido. La
distancia emocional que siento con el Julio que crea y dirige estos
delirios es espantosa. Es pan to sa.
Confesiones a parte, este año quiero dejar de comerme las uñas,
dejar de dejar las cosas a medias, tomarme todo esto que digo,
empezar dos idiomas, terminar de leer muchos libros, conocer a
pocas personas, tomarme enserio y consumir menos drogas, leer
más y pensar en si debo leer o no debo leer menos, leer más, sin
vergüenza, sin miedo, sin sentir que soy rechazado insistir en los
otros ritmos de la lengua, en el otro idioma de la vida, la vital y
hermosa y malditamente pura que existe dentro de nosotros. Este
año quiero andar menos triste y meditabundo, hacer los poemas
más hermosos, y perder muchas horas caminando, quiero entrar
en mi mujer todos los días, sentir su vulva mojada contrayéndose,
que miles de mañanas nos encuentren desnudos, que por sus ojos
recorra el cielo de mil partes de un astro, que después el ceviche
en la carreta sea un himno, que nos alcance el dinero, que salgan
bien los negocios. Otros ámbitos, tengo que volver a un lugar ¿la
universidad? ¿Si, no? O ya no seguir dejando para después la
pregunta de qué debo hacer y cómo hacer para ganarme la vida.
Mi segundo oficio debe ser algo que me de lo suficiente para vivir
cómodo. El poema es mi oficio, la poesía mi vida. Lo demás es
chiste, juego, un modus vivendi.
Y sí, jugar a lo que juego, a estas alturas es una locura. Por algo
decían que ser poeta más allá de los 24 es una vergüenza. Hay
que matarnos. De una vez, se necesitan más ingenieros, más
doctores, más abogados, más arquitectos. Lo cual significa dinero,
es decir, progreso. Esa es una de las más grandes taras de nuestra
sociedad. Es apática, muy fijona con el otro, y horriblemente
cerrada a ver o conocer algo que no se encuentre dentro de su
orbita. Yo mismo soy así, apático, fijón y no acepto nada dentro
de mi orbita, pero creo que doy vueltas alrededor del sol, y todo
lo que sea parejo y simultaneo a mí es lo que posea vida.
Ayer estuve intentando suerte con los negocios, diré trabajos. Me
desperté, como otros días, de la semana, rápido, con angustia, sin
sentirme del todo bien, como con unos ojos encima míos
diciéndome que soy un flojo, un vago, que debo hacer algo. Era
sábado, de mañana. Intente leer el libro Imán y Desafío de Jordi
Sierra y, aunque me interesaba toda la reflexión sobre Juan
Ramón Jimenéz y Elliot, después de unas páginas se me agotó el
espíritu lector, poético, etc. Esos ojos encima míos me decían que
salga de casa ¡es bobo seguir en tu cuarto jugando al escritor
inmortal sal a ver la vida que después vas a escribir! O algo así.
Estar de nuevo solo implica despertar sin otra conciencia, sin otra
urgencia. No me movía a poner el agua a hervir a la cocina, o no
bajaba a buscar algo del desayuno para Mara y yo. ¿ Ella estaría
despierta? Cuando vivía conmigo no limpiaba ni preparaba el
desayuno y si lo hacía esperaba una respuesta mía, una especie de
agradecimiento por su labor. O eso me parecía.
Necesitas dinero, cabrón, necesitas dinero, (era la voz de los ojos
mirándome desde el cielo) y pensé vender unos libros, pero
¿cuáles? De repente, el poemario de Juan Gonzalo Rose… pero
ese, justo ese, era quizá el único por el qué podían darme dinero,
pero no era mi libro, era el libro del papá de Alejandro, del poeta
Germán Carnero, ¡y ni si quiera lo había leído!
Bajé, tomé de desayuno un café ECO, que en rigor es un
concentrado de cebadas distintas, y un pedazo de panetón con
mantequilla. Ya con Mara llegamos a la conclusión de que esta
temporada los panetones poseen un rasgo más blando, que los
aleja de su sequedad de otras jornadas. Son blandas estructuras de
pasas y frutillas.
Fui al internet. Alquilé una hora. Esos ojos encima míos son los
que me hicieron ir rápido, como con vergüenza por la calle,
conduciéndome como una especie de apestado, por no tener
dinero o ropa limpia, bonita, presentable. Estaba en el internet del
muchacho que usa una gorrita roja y escucha a Los Enanitos
Verdes. Sonaba Tú Cárcel. Es un internet metido en una especie
de cochera. A los dos lados de la sala, las cabinas, al fondo, el
monitor piloto.
Ingrese al Facebook secreto que tengo para ver que ocurre en ese
ámbito, recordé algunas broncas y pensamientos en los que me
sumergía cuando estaba más tiempo conectado al internet. El
mundo que se crea de comentarios y miradas sobre lo que ocurre
actualmente me repugna. O, mejor dicho, me hace demasiado
mal. No puedo estar o decir nada porque rápidamente quiero
cambiar lo que digo, borrar mi comentario, no saber si dije lo que
quería o si no lo dije me perturba. El Facebook, como otros
accesorios, son los que imponen quién eres actualmente. Existes
en la medida de tu popularidad. Cuando me cansé de vivir para
afuera, y quise probar vivir para adentro, me alejé, pero tuvo que
pasar un tiempo para que recién esté libre de toda ansiedad de
saber. El chisme es un fuego cursi y curioso.
En un país pequeño como el Perú TODO lo literario se puede ver
solo revisando un puñado de blogs, y un puñado de Facebook. Y
todo esto se reduce a conversar sobre libros favoritos, comentar
algunas novedades, poner el comentario más lúcido sobre una
discusión, o simplemente dar like. Todos cuidan mucho sus
imágenes, o cuidan de descuidarla lo suficiente. Ahí se puede ver
la tensión, el miedo.
El usuario de ahora es uno personal, secreto, que tenía poca gente
intelectual agregada. Mejor así. Me preparé para un surtido de
heces mientras bajaba las novedades. Mire una confesión de un
amigo, Miguel Urbizagástegui. Largo y atormentada sábana de
palabras donde Miguel expresaba su deseo de “ya no ser más
chupatinas de Jorge Pimentel, Verástegui, Juan Ramirez Ruiz” y,
su deseo, de que “los demonios de mi cabeza” buscaran nuevas
formas de manifestarse, más allá del conversacionalismo oral.
Muchos comentarios, en una onda, de “YA ERA HORA” y otros,
como el de Antonio Chumbile, diciéndole que “algunas cosas se
deben quedar en privado” Empecé un comentario largo y
transgresor sobre lo comentado, pero luego lo borré. Me parecía
curioso, sí, y de hecho que entendía que Miguel había hecho un
circo con esto de Tajo, el grupo de poesía y revista que fundamos
en la universidad de adolescentes. De ese modo, él había formado
un poco su careta frente a otros, su personalidad literaria,
asumiéndose urbano y transgresor, asumiéndose un poeta vital y
de la calle a diferencia de los que él consideraba poetas de las
redes, del internet, los posmodernistas poseros, los de espíritu
famélico.
Estos términos son muy comunes ahora (vital, vida, futuro,
sueños, etc), y de seguro, lo de arriba no podría entenderse fuera
de las tendencias cojudas, medio cerradas, en las que está la
poesía actual.
En realidad, mi obligación era la de buscar trabajo, pero estaba
jugando y chismeando en esta red social. Terminé de borrar el
estúpido comentario y seguí bajando. ¿Dónde buscar trabajo?
Tampoco era muy desesperante, porque la idea idea no era hacer
algo fuera de lo que ya sabia ¿verdad? Mejor, meterse a lo que ya
conoces y seguir insistiendo en eso. Sí, eso hice. Lo que yo podía
hacer bien era pararme frente a un salón, sea de niños,
adolescentes o adultos, y explicarles cualquier tema. No te
exigían nada en los colegios y academias de pre grado, salvo que
mandes las preguntas de los exámenes a tiempo, y que llegues
temprano. Era una educación tan estúpida que solo la puntual era
el valor más preciado, de esa manera, podían, claro, contabilizar
tus horas de trabajo y darte tu paga. El plan, desde que guardaba
memoria, era el mismo: trabajar en uno de esos colegios
particulares hasta que el cuerpo no de más, largarme con la última
paga que pueda y buscar otros.
El hecho de que el futuro ya sea algo tangible iba desvaneciendo
aquella ilusión.
Si, mi zona de confort era ser profesor.
Probé en las páginas clásicas: Computrabajo o Boomerang, pero
nada. Por otro lado, estaba la idea de meterme a trabajar a lo que
sea, lo que esté más cerca de la vida y de esa manera aprender,
ver, sentir, dejarme atravesar (en mi cabeza una hilacha de
sensaciones producto de miles de películas vistas daba vueltas
como los aros de Saturno)
Mire al Facebook. Seguía ahí, la mata de palabras de Miguel
Urbizagástegui. ¿Qué sería de su vida? ¿Cuándo fue la última vez
que supe de él? Por el tono de su comentario, sentí su voz y sus
ojos nuevamente. Miguel era un muchacho muy tranquilo, casi
inocente, perdido en si mismo. Para una visita que hicimos a
Arequipa me pidió que nos tomáramos una foto juntos haciendo
la posición de dos enemigos que se apuntan con una pistola.
-Ahora sí, Kakaroto, vamos a ver si vas a poder ganarle a Vegeta
– me dijo.
Había escrito el mensaje justo para año nuevo. De seguro, estaba
sintiéndose muy bien, pero que muy bien ¿A qué si? Bien,
veamos, entonces ni Boomeran ni Computrabajo.
Y mire la página abierta del Facebook.
Hay una opción para entrar a grupos determinados, desde gente
aficiona al ARTE CLÁSICO hasta SEXO LIBRE EN LIMA.
Probé por el grupo de TRABAJO ONLINE.
Me apareció solo uno. Entre y vi algunas sugerencias, mientras
iba moviendo el rodillo de mouse. Un post ofrecía el trabajo de
repartir flyers fuera de los supermercados en horarios de tres
horas y con una reunión previa justamente a las 2 de la tarde. Era
en Av. Arequipa. Listo. Allí iría.
Bajé por la avenida Principal La Atarjea. Avenida repleta de
gorgojos en ruedas llamados Mototaxis. Al fondo, precioso, el
muladar de cerros. El aire blanco diáfano del día.
Digo bajar por decir, porque pienso que abajo está mi casa, en esa
dirección, y arriba, donde digamos está la cruz, está el arriba.
Entré donde mi abuela, en su cuarto. Le pedí prestado dinero para
el pasaje. Si sacaba un cálculo de cuánto dinero le venía prestando
desde que me quedé sin trabajo de seguro mi abuela podría fundar
un banco. Estaba sin dinero, sin nada nada de dinero. Y bien,
después iría hasta el Puente Trujillo y enfilaría en los buses azules
hasta la cuadra 13 de la Arequipa. Me preguntó si iba a almorzar
ya. Estaba como en máquina, en mi función de robot sentimental:
No, después. Le dije. ¿De dónde soy tan lacónico con mi abuela y
mi familia? Miró y midió la ropa que estaba usando y terminó por
aprobarla.
El camino hasta el Puente Trujillo es breve, hay que subirse a
uno de los buses grandes que pasa por el Paradero Ramiro Priale.
Casi nunca se detienen, aunque uno alce la mano desde lejos.
Después, bajar en Puente Trujillo, entre quioscos de periódico y
vendedores ambulantes – de fruta, de maní confitado, chifles- y
doblar hasta el Primer Paradero del Corredor Azul. Hace cuánto
tiempo no estaba fuera de casa, de Seremsa, de seguro hace
muchos meses. Algo que es muy curioso es ahora lo innecesario
que son las distancias, todo nos junta en un mismo instante. Todo
parece como subestimar que, en realidad, no vamos a ningún lado.
Que ofrecemos nuestro tiempo como un delicioso dulce en la
calle y cada uno puede sacar el pedazo que quiera. Estamos de
oferta. Estamos en la vida del ocio. El Puente Trujillo es amplio y
horroroso. Por suerte, no tuve que subir en él.
Llegué al paradero, le compré un boleto enseñando mi carne de
medio pasaje al muchacho que los vendía con su chaleco azul, y
esperé el bus en la cola. Demoraba. La cola no era muy larga. Un
señor miraba un diario abierto al filo de la vereda, una muchacha
conversaba por su celular, el semáforo en la esquina dirigía el mar
de carcazas.
Entonces se detuvo, dando un alarido de aire y motores, como
pesados, y la puerta se abrió. Entramos todos y fuimos
acomodándonos en las sillas de plástico. Como suele pasar me
costo ubicarme. Me dirigí contra el sol pero fallé en la ubicación,
así que, mientras pasábamos por el Puente San Rosa me cambie
de lugar. Escuchaba lo que conversaba un muchacho, de polo
marrón, sin cuello y pantalón jean desteñido. A su lado una
señora, de pelo corto, pintado, y el rostro con maquillaje excesivo.
“Sí, lo que pasa es que Felipe es muy abúlico – decía el
muchacho- no le gusta salir nunca de casa. A ningún lado” Miré
los primeros edificios de la Avenida Tacna, antes todos
cochambrosos, ahora algunos pintados con colores chillones, las
veredas repletas de puestos de todo tipo, el tránsito de personas
calladas avanzando bajo las sombras de los edificios.
Franqueamos a la avenida Arequipa, empezaban a repetirse los
árboles, las universidades, lo austero y lujoso. La calle era más
fresca. Recordé donde tenía que bajar y me paré de mi asiento.
Caminé a la puerta de al fondo y me sujete del pasamanos. Me
había pasado cinco cuadras. Descendí casi saltando en los dos
talones. El asunto de la ropa empezaba a sujetar mis ideas. La voz
era que yo era como me vestía. Mi lugar en el mundo se daba,
frente a otros, según mi vestimenta. En esto mi familia era tajante,
casi melancólica. Como eres por fuera, eres por dentro. Ahora yo
estaba vestido, como se decía en casa, como una desgracia. Era
una desgracia andando. En realidad, una desgracia no solo en el
vestir, sino en el actuar, en el pensar, en el vivir. Una desgracia
andante. A un lado de las calles que iba caminando veía los
posters de conciertos desgarrados. El sol del inicio del verano ya
dejaba su dorado resplandor en los espacios donde la sombra de
los edificios era desgarrada. En el centro de los dos pistas, los
árboles zumbaban, y pasaban muchos montados en bicicletas.
Llegué a un cruce de semáforos, esperé y después cruce. Era la
cuadra 13. Mire a los dos lados, buscando una casa que tenga el
número indicado, tenía que dirigirme al 170. Pasó una muchacha
de cabello ondulado, inmenso, y preciosa.
Subí y me di cuenta de que en esa ruta las direcciones ascendían
230, 234. Me regresé a la otra cuadra, esperé de nuevo el cambio
de semáforo, vi que al otro lado, en la esquina vendían cebiche.
Mara y yo éramos unos adictos a los que vendedores de ceviche
de carreta de las esquinas. Todo lo que era cebiche ambulante nos
impulsaba como adictos. La idea de la sopa de limón, cebolla, ajo
y pota en la boca era de un avasallamiento total.
La muchacha de cabello castaño junto a su ¿madre?, se detuvo a
mi lado antes de cambiar el semáforo. Crucé por la hilera de
líneas blancas. Vi el contenedor de vidrios que dividía la cancha
serrana, la potada cortada en cuadraditos, la cebolla, el ají. El
cocinero estaba vestido de blanco, totalmente de blanco. Con su
gorrita. Seguí buscando la dirección. En la esquina los vitrales de
un KFC reflejaban las ramas de los árboles del centro. Sí, la
dirección terminaba en una puerta ploma pegada al KFC. Arriba,
en letras doradas, decía 170.
En la puerta, estaban sentados dos hombres vestidos con monos
azul plomo con franjas rojas. Uno, el de lentes y gorrita, me dijo
que subiera y doblara a la izquierda. Empujé la puerta y entré a un
espacio oscuro, subí las escaleras y salí a una azotea con bancas
cuadradas y sombrillas. A la izquierda, empezaban las oficinas,
cuadrados formando espacios como laberintos. Desde donde
estaba a penas podía ver las coronillas de las cabezas. El jaleo era
harto. En la recepción, un gordito de cejas prolongadas, tras una
cortina de vidrio, me dijo.
-¿ En qué lo puedo atender?
-Vengo para la reunión de los repartidores de volantes
-Ah, Flyer, si, entra en esa puerta, a la izquierda.
-Gracias
Que romántico, el ceviche me recordaba a Belén. El ceviche y
otros asuntos igual de graves. De seguro, en ese momento, estaría
en su casa, limpiando algo o mirando la tv. Bien, era obvio que se
iría de casa, después de lo pasado. Yo, que primero estaba
contento de que se fuera a vivir solo, y encontraba en esa acción
mucha libertad para seguir escribiendo, pensando, viviendo, ahora
que estaba quedándome solo por soledad y no por decisión, estaba
destruido. No quería entender que tuviera que irse por familia, y
por mi culpa. Estaba la casa que construimos juntos hace unos dos
años. No era una casa, era un segundo piso. Y lo que pusimos fue
el techo, de calamina roja, inclinada, para pasear a las lluvias.
Luego unas ventanas de vidrio, dos, de las cinco que debimos
poner. Primero dormíamos y vivíamos juntos, después cada uno
empezó a dormir y vivir en su lado del cuarto. Primero ella se
enojaba porque al despertar pisaba sus zapatos sin darme cuenta,
después ya no peleábamos por este detalle. Nuestra relación
estaba contenida en vernos a veces, conversar de noche, pasar los
sábados mirando vídeos en youtube. ¿Y por qué tanto me costaba
separarme de ella? Dos bancas de cuero largas formaban la sala
de recepción. Atrás, un afiche de INKA KOLA grande, como un
tapiz de pared. Al frente, las computadoras, con muchachas que
mirando su celular apuntaban algo en las pantallas. Me senté en
una banca de cuero solo.
Pensaba en el ceviche y en Mara.
Pero nuestra relación no era solo eso. Hay que ir a fondo.
Entregarse muy lejos y explorar en el abismo. Todo empezó hace
siglos, en una época difícil para mí, cuando nos encontramos.
Encontrarnos es curioso pero tuvo que ser así, no de otra manera,
porque nuestros círculos nunca se movieron juntos. En Seremsa
uno puede hacerse una vida completamente al margen de otros,
depende de uno. Los que se conocen lo hacen por las historias que
recalan en las vecinas. Un chisme llega a cada casa, tocando la
puerta e invitando a la conversación de las horas del lonche. Ella
odiaba Seremsa, yo extraña Seremsa. Ella estaba viviendo
pasando una época desdichada y feliz, su época punk. Yo estaba
cuidando a mi abuelo, en la Avenida Perú, en San Martín de
Porres, en un cuarto con dos espacios, uno donde él y yo
dormíamos, y otro donde dormía mi tía Nena. Mi abuelo estaba
solo y con una enfermedad en la pierna. Nos mudamos al cuarto
de al lado cuando el primero se lleno con mi papá, la tía Nena, yo
y el abuelo. Eso fue un verano. Hace como cuatro o cinco años.
Ahí, por internet, empezamos a conversar. Nos re-encontramos.
Después acabó ese verano y regresé a Villarreal. Como tenía
costumbre de caminar y mi facultad quedaba en la avenida
Colmena yo caminaba por todo Tacna, subía por la Alameda
Chabuca, recorría todo el Puente Trujillo que a esas horas y con
tanta gente parecía de gelatina, y me trepaba a cualquier colectivo
que fuera para el sur. Subí en la cabeza de insecto de un micro y
me encontré con ella. Era Mara, era Belén, con 13 o 14 años y su
pañoleta roja sujetando sus cabellos y aclarando sus ojos
inmensos.
El ceviche traía recuerdos, miles, hartos. Solo tenía que esperar.
Piqué algunas páginas de Imán y Desafío de Jordi Doce. Estaba
pasando una mala temporada lectora. A veces me daba solo por
leer uno pero no podía. Me arrastraba la curiosidad y abría otro y
otro. Por ejemplo, el lunes había empezado con el libro Diario de
un médico rural de Sorel; continuado con la poesía completa de
Gonzalo Rojas, luego abrí el libro El Juntacadaveres de Oneti;
más tarde leí dos novelas gráficas; por la computadora no deje de
otear unos PDF sobre cambiar tu mente a través de la física
cuántica (el que leía era de un tal Dispenza) y ojear uno de
Neurociencia llamado Ágilmente. Todos los leía sin orden ni
concierto moviéndome por impulsos y gustos fugitivos. Enrique
Verástegui, el poeta gnóstico, decía que quién ama no camina en
contradicciones. Incluso la ciencia de la meditación explicaba lo
mismo: alejarse de las divisiones. Todo eso estaba claro. Desde la
semana que había peleado con Belén, esa madrugada de Noche
Buena, estaba como convertido en una bola de nieve cayendo por
un cerro y amasando más y más desconcierto. Era y es difícil cada
día replantearse el mundo. Ese mismo domingo, fui donde Mayra
y compré una bolsa de mariguana de diez soles. Como hace
tiempo no la llamaba busqué su número en varios lados. En el
celular, en algunas hojas, y no lo encontré. Hasta que di con uno y
probé, me contesto su mamá y después se puso ella al otro lado.
Nos saludamos, quedamos a las 3, antes tenía que llamarla para
confirmar. Llegué al Puente Trujillo, busqué un teléfono público,
no tenía la moneda exacta, y gruñendo metí una de más valor, y
marqué. Nos encontraos caminando por Colmena, en dirección a
la universidad. Subimos. Estaba junto a un gordito de ojerosas
inmensas y risa hiper fácil. Estaban drogados. Me dio el paquete.
Le di el billete. Nos separamos en Plaza San Martín. Y después de
ese domingo hasta el otro domingo: fumando todos los días,
sintiéndome un insecto retorciéndose en su dolor. Con la
mariguana era más fácil distraerse, olvidarse de uno mismo.
-Bien, chicos del Facebook, vamos al otro espacio.
Era un gordito con barba pegada y muy bien cortada; sus lentes de
marcos blancos estaba de moda, era parte de la moda hispter.
Entramos en el otro espacio, era un cuarto de alfombra color rata,
y mesas blancas largas y banquitas. Nos recibió una señorita, de
pelo pintado y zapatillas converse. Que aburrido, si, había pasado
por esto mil veces: dibujar un hombre bajo la lluvia y escribir una
historia detrás, para ver psicológicamente cuan loco es uno. En la
pizarra la imagen del proyector era un cuadro de Power Point
donde decía Volanteo. ¿Dónde había pensando yo, el año
anterior, empezar este año? Ni idea, pero lo seguro era que no en
una reunión sobre volanteo.
-Las modalidades de trabajo son flexibles. Se trabaja en horarios
de lunes a viernes, en tres horas por día y los fines de semana de
nueve a una. Alguno de ustedes quiere salir ahora por algún
motivo. Nadie. ¿Alguna pregunta? Nadie. Bien, empecemos
entonces con la hoja. Son dos hojas. Tienen que hacer un dibujo
de un hombre en una y en otro un hombre bajo la lluvia. Detrás de
las dos hojas hacen una historia de cuatro líneas. ¿Alguna
pregunta? Nadie, bien, empiecen.
Terminé de llenar mis datos. Recordaba con dificultad el número
de mi Documento de Identidad. Puse el número del celular de
Belén. Llené mis nombres completos, la dirección ¿por qué quería
trabajar para ellos? No sé, pero puse, por el tiempo, la cercanía,
mi deseo de superarme. Un floro así. Mire el lápiz y su final
metálico donde brillaban los fluorescentes pálidos de lugar. En el
lapicero estaban los iconos de las compañías de la cadena de
volanteo. Pizza Hut, KFC, etc. Después estaban los dibujos,
empecé con el hombre bajo la lluvia. Pensaba en que no podía
perder este trabajo y el dibujo debía reflejar eso. Esa necesidad.
Tomármelo enserio. Pedí una nueva hoja.

-¿Pasó algo?
-Al borrar, como era de un material débil, se rompió la hoja.
-Ah, claro, toma.

Empecé de nuevo. ¿En qué dirección dibujarlo? ¿Horizontal?


¿Vertical? Omití el niño y el paraguas doble. Escribí una patética
historia detrás. Patética y dulce.
-Bien, ya terminen todos de dibujar, vamos a pasar al frente
decimos nuestros datos y luego entregamos la hoja. ¿Alguno de
ustedes desea empezar?
Nadie se movía. Todo era silencio.
-Yo salgo –dije.
Y ahí estaba, con la camisa y el jean regalados por año nuevo,
presentándome a un grupo de muchachos que igual que yo,
aquella mañana, vieron la oportunidad de trabajo por internet.
Oh Dios mío, qué libro, pero qué libro era el qué debía vender. El
libro de Juan Gonzalo Rose, en su primera edición, con la
dedicatoria a Germán (“Para que continuemos dialogando por
estás líneas”) o el libro del Guardián entre el Centeno, que era un
regalo de mi padre, que luego se lo regalé a Belén. En fin, volví al
internet temprano. La puerta enrollable estaba a la mitad. Baje el
rostro y me encontré con el señor que atiende. Con su gorrita roja,
y los cabellos ondulados en las sienes, y su actitud calmada, casi
de niño tímido. Una vez me olvidé mi maleta del trabajo en su
cabina de internet. No estaba en casa, no estaba en ningún lado,
buscamos por todas partes y resulta que la había olvidado en su
cabina. Fui al otro día y, al verme, la sacó de su asiento, como un
mago: “mira, te olvidaste esto” Me senté en la máquina y esperé
que termine de prenderse. Luego apareció controlador de la hora,
esperé un rato que se alargó demasiado y entré al escritorio. Fui al
ícono del internet y accedí. Entre a mi cuenta falsa de facebook.
Observé las actualizaciones. Una frase del cineasta ruso poeta
sobre la soledad, un vídeo de Alejandro Carnero desde África
donde se veían a un grupo de niños de Mali jugando con unas
ruedas en medio de un arenal, la imagen de un libro de
Lipovesky. ¿Por qué tenía una cuenta falsa? Estaba jugando con
Belén al tener la cuenta falsa, ella usaba dos Facebook por
motivos de universidad y personales, no sabía cuantas cuentas de
correo usaba en realidad, pero era muy sincera conmigo. Yo había
cerrado la que usaba para alejarme de algunos vicios que había
creado: como quedarme a leer comentarios de modo innecesario,
abrir la cuenta cada media hora y fijarse si había un comentario
nuevo, querer crearme una imagen, una autoimagen falsa. Era
problemático. Necesitaba tiempo, no estar preocupado por
tonterías, pero igual me gustaba la idea de observar, ver que
ocurría. Eso era más cómodo, no intervenía lo que consideraba mi
yo. O el yo que se formaba por cadena de imágenes y comentarios
que uno pone. O el yo que creo que se formaba. Ninguna lectura
esta limpia, todas tienen sus versiones, sus propias maneras de
asumir un evento. No quería ser victima de aquella farsa. En
realidad, eran tan necesario participar en ese juego social.
¿Necesitaba hablar y manifestarme ahí para existir o saber qué
pasaba en el mundo?
Ah, sí, el trabajo. Entré a mi correo electrónico, revisé el Gmail y
el Hotmail en las diferentes cuentas que usaba. Los de los flyer no
me respondían, tampoco los de la Academia JMJ y los del colegio
Fátima.
Y encontré un e mail de mi padre.
“Hola hijo, estoy de vacaciones hasta el 11 de febrero, me avisas
para poder vernos”
Tantee algunas otras páginas buscando nuevos trabajos pero en
todos resultaba lo mismo. Colegios y academias con sueldos
estáticos y todavía para inicios de clases. No estaba mal pasar este
verano en casa, educándome. No necesitaba meterme al flujo de
actividad urgente, solo un dinero para ayudar en casa y así
mantenerme hasta el inicio de las clases. Estaba lo de trabajar en
la ONPE, ahí soltaban bastante dinero y el trabajo era sencillo. En
realidad, no quería trabajar. No como un programa de vida. Ni me
interesaba la idea de que el trabajo dignificara al hombre, pensaba
que nos torna esclavos y nos hace imbéciles. Nadie quiere trabajar
en realidad. Todos lo hacen por sus condiciones. Condiciones a
los que son sujetos por las circunstancias. Un condón no estuvo a
la mano, naces en el lado del muro donde no hay edificios sino
casas de esteras, donde no hay autos con lunas polarizadas sino
mototaxis.
Sí en diferentes actividades. Por esta idea de querer vivir, de vivir
y aprender, me interesaba más lo de trabajar en lo que sea.
Pollerías, zapaterías, chifas, tragamonedas. Pero después de que el
halo romántico se limpiaba de mi mente, después de vagabundear
y revisar otro tipo de trabajos, lo único que deseaba era estar en
mi habitación, escribiendo o leyendo, a veces, abriendo la
ventana, ver la calle, ver los postes como flores amarillas con las
espadas de luz en sus lados, al fondo los cerros, la autopista de
Evitamiento, algo así, o sea, no estar atado a un horario, a un
ritmo de vida, a una conducta moralmente edificable. Mi abuela
me decía “vive como una persona normal”
De profesor llevaba ya como ocho años y como no había
terminado la carrera no podía acceder a otros empleos. Ser
profesor era el trabajo que cualquier peruano, masomenos
educado, buscaba. No te controlaban nada, tenías la voz de mando
y era para ciertas personas respetable. Los que habían sido muy
pobres y llegado de provincia a Lima habían o edificado sus
propios negocios o buscado negocios alternativos con el sueño de
alcanzar mucho dinero. Ellos si estaban preocupados porque sus
hijos fueran universitarios, pero no de cualquier carrera, sino de
carreras de tecnología, de buena paga mensual. Los que pobres de
las décadas pasadas que no habían hecho negocio, sino trabajado
durante toda su vida en un lugar y accedido a una especie de
clase media, o buscando estar en ese rubro, no les importaba la
universidad que eligieran sus hijos, la cuestión era el saberlos
universitarios, lo que representaban para los demás. En ellos el
valor más importante era el prestigio. En algunas calles de la
Avenida Tacna colgaban letreros de letras fosforescentes con las
palabras que encerraban todos sus sueños, o los visibles al menos,
Fortuna, Dinero y Salud.
Quizá trabajar para el Estado no estaría mal. Al menos, ya tendría
asegurado el factor Dinero. Para mí, el más importante. Los otros
dos llegaban por inercia y sentido común. De seguro para muchos
o muchas esto era mediocridad, la voz estaba en hacer mucho, en
vivir experiencias nuevas, en digamos tener un trabajo respetable,
pero no me interesaba nada de aquello. No veía, ¡como verlo!,
algo importante en amasar dinero. Si llegaba a mis manos estaba
bien sino la pasaba igual de bien. El dinero no moldeaba mis
estados de ánimo. Aunque a veces era necesario. El mejor
negocio era ser bueno.
Ganar un sueldo fijo y con proyección a ir subiendo, luego tendría
la tarde libre para seguir escribiendo, leyendo, en suma, viviendo,
y con eso, ahí, podría tener el seguro de vida que tanto me venía
preocupando. Ya no viviría con Belén, era algo que tendría que ir
asimilando. Pero estaba bien, todo perfecto, empezaba el verano
cargado de novedades.
En la casa del abuelo, en el piso que la abuela me había ofrecido
podía terminar de arreglarlo, juntar dinero y mejorar la cochera
donde mi abuela tenía su Vaso de Leche y alquilar ese espacio.
Todo lo que era renta o alquiler tenía buen futuro. Las personas
seguían naciendo y naciendo y naciendo ¿cuántas ya seríamos en
Seremsa? Con Belén sacamos una vez una cifra: como mil.
Desde que el papá de Alejandro me contó lo de su operación al
corazón empezó a enfermarme la idea de una futura enfermedad.
La enfermedad era así, lo más costoso del mundo. Cerré mi
Facebook y le pagué con un sol al dueño del internet.
Me pidió el vuelto, cincuenta céntimos y lo guardé en el bolsillo
pequeño de bluyín. La puerta enrollable ya estaba en el umbral,
como un pionono.
En la calle, el silencio del medio día era palpable. El calor
empezaba a embrutecer a los perros. Pasé por la Tienda Kathy,
¿qué estaría haciendo Belén? y el dueño me saludó con un
movimiento de cabeza, también yo lo saludé así. Doblé por la
casa de la esquina, donde, en el segundo piso, estaba la
peluquería. Cuántas ideas y certezas, cuántas cosas había
pensando la gente doblando estás calles. Aquí mismo, de seguro,
alguien decidió terminar un matrimonio o alejarse para siempre de
casa. Para ser un barrio encerrado, por pistas y cerros, Seremsa
era una urbanización con bastantes iglesias, con locales de
religiosos evangélicos, con dos canchas deportivas, con su hotel y
dos antenas de teléfonos celulares. Sin embargo, la gente no
parecía muy feliz.
Hablé con papá y quedamos en vernos en la panadería Belgrania
de Lince. A las siete. Observé la biblioteca buscando los libros a
vender. Al final, me decidí por una suma de libros que de seguro
me daría diez soles. Era lo mínimo que necesitaba para ir a ver a
papá y comprar una caja de cigarros. Elegí una suma de
poemarios, una novela y un libro de crónicas de Antonio
Cisneros, era de Chumbile, con una dedicatoria de Miguel
Urbizagástegui, pero que mierda, Chumbile había dejado sus
cosas en mi casa hacía seis meses con la intención de llevárselas
pronto. Ese pronto se estiró demasiado. Arranqué la dedicatoria,
sintiéndome muy apenado, y escondí el papel dedicado en el
cajón. De nuevo la calle, el sol de Enero empezaba a reverberar,
era el final de la tarde y avanzaba lento, pegado a las franjas
amarillas empolvadas que, como círculos al medio de las pistas,
eran en algunas casos jardines y en otros solo tierra seca. Al frente
de nuestra casa, por ejemplo, tierra seca, muerta, con un árbol
famélico. Mire la torre de tensión, como el esqueleto de un
espantapájaros gigante con sus tres brazos metálicos y los cables
de luz tensados. Llegué al paradero y decidí evitar subir por las
nuevas escaleras y mejor, por debajo de las bermas, cruzar la pista
y llegar más rápido al paradero principal.
Adentro del bus, me acomode en la ventana y miré los puentes
que íbamos dejando atrás. Primero, el Puente Nuevo, con sus
avisos inmensos y las personas repletas en todos sus lados;
después un puente de peatones, amarillo, y más allá, el puente del
Mercado de Flores. Las personas del bus estaban como cansadas,
todas apretujadas, mire a una niña sentada con su madre. Ella era
joven y parecía como aburrida y la niña estaba en sus piernas
señalando por la ventana. A la mitad del camino, el bus se estancó
en el tráfico. Todos los días sucedía lo mismo, una demoledora
procesión de motores apretujados y andando despacito. Para estos
casos los que mejores se ubicaban eran los micros, unos buses
pequeños, que como espermatozoides se metían entre los agujeros
que dejaban algunos autos y buscaban la forma de seguir el
camino. A nadie le interesaba ceder espacio a otro, o avanzar por
su carril, la idea era adelantarse lo más posible y meterse por
encima de otros y de otros. Así avanzar por Evitamiento era un
suplicio. Entonces aferrarte al tubo metálico, con todas tus
fuerzas, y mirar las casas que iban pasando se tornaba una
película espesa.
Bajé en el Puente Acho, todavía el cobrador no me había pedido
el pasaje, así que caminé hasta la puerta principal y le pagué.
Gracias barón, me dijo. Tenía como principio, desde hacía unos
segundos, realizar todo lo bueno. Creo que ser bueno es un buen
negocio. Si todo gira en el Samsara puede que ayude aportar
mucho dracma. Y subí las escaleras. Las monedas chancaban los
vidrios de las cajas de ternopol de los señores que en chaleco
amarillo vendían marcianos de lúcuma, fresa y coco. El ambiente,
cargado de bochorno hace un rato, empezaba a extenderse gracias
a un viento fresco que giraba nihilista por los cuerpos. Las
sombras se extendían más y, de lejos, las nubes dejaban ver el sol
amarillo descendiendo.
Arriba, una señora vendía coco frito en bolsitas de plástico en una
mesa. Sus ojos, en el marco que dejaba el gorro, eran tristes. Una
fila de lustrabotas con un traje azul impecable sentados en sus
aparatos de madera esperando clientes. Conversaban. El puente
Balta estaba repleto de personas que vendían o caminan en todas
las direcciones. Abajo, el río Rímac estaba agitado, color zambito,
de aguas azabaches. Algunas veces el puente era usado por ferias
ambulantes que vendían chicha de jora, hacían masajes, vendían
baba de caracol o promocionaban la nueva antena que podía
proyectar muy nítido todos los canales. Llegaban, ponían sus
toldos, se quedaban algunos meses y luego partían. En otras
ocasiones, como ahora, solo lo usaban algunos ambulantes que
arrojaban sus mantas de plástico, azules, o amarillas y encima sus
productos. Por ejemplo, estaban vendiendo imágenes de
diferentes formas para las refrigeradoras. De cajas de cerveza
rojas, sartenes azules. Un señor flaco, de chaleco negro, con
gorrita, promocionaba la revista Magaly a un sol. Entré a La Feria
Amazonas. Un hombre me miro y yo lo miré ¿quién sería? Ni
idea, pero algo sabía de las miradas de mi ciudad. Si tu miras a
alguien, ese alguien te mira y con mucho desdén.
Caminé al primer puesto de libros. El vendedor conversaba con
un grupo de jóvenes. Y sentada una señora, de pelo rojo pintado y
ojos pequeños, con un canguro negro cruzado en sus pechos
desmesurados, miraba al infinito. Le mostré los libros.
-Nada amigo, no por ahora – me dijo el vendedor – pero… ¿ese
País de Jauja es original?
Le pasé el libro y me dijo.
-¿A cuánto?
-Diez soles.
-Ocho puede ser.
-Ya claro.
-¿Tienes cambio de veinte?
-No, no tengo.
Me dio dos monedas, una de dos soles y una de cinco soles. Me
dijo que el sol me lo iba a dar la señora.
Ella abrió su canguro, saco un grupo de monedas, contó dos de
cincuenta céntimos y me las dio. Nos reímos: al darme las manos
no supe como poner las manos. Es curioso, hay un arte en poner
las manos o en dar sencillo. Cuando uno da una moneda a veces
solo lo deja en la palma de la mano, otras veces son los dedos los
que vienen como garzas y a veces se la dejan en la mesa de
pedidos. Me fui con los otros libros. Entré a la primera hilera, la
que daba justo a las rejas, por donde pasaron unos taxis blancos, y
camine mirando algunos lomos de libros viejos. Recordé al sordo
que a veces me compraba algunos libros. Fui ahí, lo saludé –
estaba con lentes y una gorrita blanca- y me acerqué a su oreja.
Puso su mano como cono y escuchó. Vendo Libros. Me pidió que
se los mostrara y eso hice. Miro cuidadosamente cada uno y luego
movió la cabeza. No, me dijo, quizá arriba te lo compran. Seguí
avanzando. Me acordé de Abelardo y subí hasta su puesto.
Estaban viendo la televisión y conversando de un poster de Janis
Joplin. En la tele pasaban una huelga en la universidad de San
Marcos, parecía que habían problemas toma de universidad, algo
así. Le mostré los libros y me dijo, no por ahora amigo. Así que
me introduje en su librería. Era, de seguro, una de las más bonitas
y surtidas. Los mejores poemarios estaban encima de los
anaqueles como trofeos y muy cuidados dentro de plásticos. Vi
algunos títulos. Me emocionó el de Francisco Bendezú, era una
primera edición. Seguí. Ver libros sin dinero era muy triste.
Llegué al puesto dónde venden toda clase de libros viejos y
usados a un sol. Le mostré el paquete a la dueña, sentada en una
silla de plástico blanco.
-Señora, todo por tres soles, qué dice.
-Miro el material. Eran seis libros. Poemarios delgados y un libro
de crónicas de un poeta peruano famoso.
-¿Tres soles?
Después me pagó y salí de la feria.
Miré la hora, eran las cinco y media.
Todavía estaba lejana la hora de ver a mi papá. Así que me puse a
caminar. Caminar por el centro de Lima es una de mis
debilidades. Andar por una de sus calles termina siendo una
manera de perderte y jugar a que eres solo conciencia. No hay
nadie conocido que pueda mirar tus fachas o criticar tu modo de
andar o de vestir. Entonces caminas ligero de equipaje. Pensé en
comprarme un jugo de naranja. Pregunté precios y todos estaban
ahora dos soles. No me convenía gastar tanto ahora. Penetré a la
calle Puno donde el mercado principal estaba abierto y dentro
vendían panetón con chocolate caliente, también sopa de mote.
Pasaban algunos autos entre las personas. La basura se apilaba
junto a charcos de agua sucia. En las paredes los de la escuela de
arte habían dibujado en unos murales inmensos diferentes paisajes
con un aire vanguardista. El señor que vende cortaúñas, al otro
lado de la vereda, seguía alzando su maquinita contra los
peatones. Me detuve en el cruce y esperé que pasara el bus. En la
esquina vendían mandarina y plátano. Por supuesto, sin pepa.
De nuevo empezaban a florecer las carretas de jugo de naranja,
mejor no, no por ahora. Vi el Congreso de la República, lejano y
vacío. ¿Qué estarían haciendo todos esos empresarios que vendían
el país? ¿Qué estaría haciendo Nicanor Parra en este momento?
Estará pelando mandarinas, explicándole las leyes de la
causalidad a unos niños, escribiendo un poema donde diga como
se siente en este preciso momento, aunque juego con el yo poético
y quiera aderezarlo de forma sarcástica ¿Qué estaría haciendo
Murakami? Estará defecando, leyendo el diario, escribiendo su
siguiente novela, contemplando una calle desde un edificio.
Brillantes especulaciones.
Era curioso compartir el mismo mundo, tiempo, con tanta gente
increíble. Todos nos levantábamos, dormíamos, hacíamos el amor
bajo el mismo y único sol.
Por otro lado, el congreso. Era un horrible lugar, horrible como
los autos, no necesitaba verlo tanto para descubrir lo vacío que
era. Bien, caminaría hasta Lince, estaba con tiempo. Crucé la
pista mirando el suelo de brea destrozada. La ciudad tenía miles
de agujeros en el suelo y la basura caminaba como otro peatón
más. Llegué al otro lado de la pista y seguí avanzando. Un
muchacho musculoso empujaba en su espalda un coche con un
montón de cajas de cartón. Vi después de él un circulo de
personas apiñadas alrededor de un hombre colorado. Era gordito,
estaba como cansado, sudoroso, y con la camisa de tela
desabotonada a la altura de su cuello. Sus ojos pequeños, cejas
largas, el cabello al rapé. Explicaba como funcionaba su invento.
En una mesita blanca tenía una alfombra repleta de basura,
entonces encima pasaba una máquina parecida a una mota y todas
esas partículas sucias se perdían. Era una aspiradora portátil. Una
señora de pelo corto y pintado de amarillo lo compró. Seguí
mirando. Volví a explicar. Descargó el contenido de la máquina
sobre el tapiz y dijo.
-Quién no tiene problemas con el polvo, señor, señora, cuántas
veces al despertarnos no sacudimos las sábanas y eso es lo peor,
escuche, lo peor que uno puede realizar. ¡Al sacudir el polvo
vuelve al mismo lugar! –una pareja de enamorados, chibolos, él
con su gorrita azul de Nike tomándole la mano, y ella con una
lycra morada, miraban atentos. Un viejito de camisa blanca, de
franela, a cuadros, con su periódico enrollado musitaba y movía la
cabeza- ¡cuántas veces no ocurre eso! Lo que hace esta máquina
es sacar todo el polvo, vea usted que fácil de usar es –empezaba a
pasearla por el tapiz lentamente y, si, absorbía todo el polvo- ve
como queda todo limpiecito.
La realidad es confusa, nadie en realidad está pensando lo que yo
pienso, y sin embargo compartimos lo mismo, todos dentro de
nuestros propios frascos, en esta tierra, y situándonos creyendo
tener cierto sentido o la razón.
Seguí caminando.
Llegué al enorme mercado mayorista central. En todas
direcciones caminaban los peatones, entre los taxis detenidos en
las pistas, disparando sus cláxones, avanzando lento, entre las
veredas, saliéndose de ellas, la forma de caminar no era uniforme,
por todos lados empezaban nuevas rutas. Caminaban
conversando, llevando sus bolsas, o sujetando de la mano a sus
hijos. Quiénes eran, a dónde se iban tan apurados, definitivamente
no volvería a verlos nunca más. Se me antojaba entrar a la calle
Capón, luego a un chifa y pedir algún plato raro.
Entré al pavimento pegado al Mercado y mire las boticas. En
estas boticas, en las lunas de afuera, pegaban afiches amarillos
promocionando toda clase de ofertas. Ofertas de shampoo, de
tinte de cabello, de crema dental. Salí a la cuadra T y miré las
banquitas, sentados más ancianos, muchachas jóvenes, al otro
lado el baño público, en la entrada una señora encima de un
estante de vidrio. El olor del anticucho se desprendía como las
olas del mar desde los platos de plástico donde las carnes
atravesadas en palitos resplandecían de jugo. Entre a la cuadra X,
más vendedores ambulantes pegados a las veredas; en esta calle
vendían sartenes en las paredes, un grupo de vasijas de cerámica.
Vi a una flaca hermosa caminando junto a su madre. Ella era más
bajita y de cabello corto, con una blusa, de seguro era su madre.
Ella estaba con un bluyín ajustado y su cabello castaño le caían
como dos alas por las sienes de su rostro. Terminó la calle y
llegué a la avenida Abancay. Desde las dos orillas de la avenida
empezamos a cruzar las pistas antes de que se pusiera verde el
semáforo. Al medio, el policía de tránsito, con su casco blanco y
el pito en la boca alzaba el brazo. Los peatones avanzaban rápido.
Llegué al otro lado y entre en la calle Puno, en la boca de la calle
empezaba la biblioteca central y al otro lado una peluquería
atendida por hombres. Aquí la pista cedía paso a un camino de
losetas, losetas ajustadas. Vi a un hombre pequeño avanzar con
los ojos achinados mirando al suelo. Dos turistas pasaban
tomando fotos. Un muchacho de cuerpo pintarrajeado de verde se
paraba como una estatua. Al frente, en un letrero, decía APOYE
EL ARTE.
Después el primer semáforo, ya saben, la política era ser bueno, a
ver cómo funciona esto. Me detuve, pasaban los autos. Un taxi
negro, una camioneta, una furgoneta. Cambio a verde. Cruce. En
el Museo de la universidad Garcilaso estaban parados los
vigilantes con el pecho inflado y sus trajes impolutos. En esta
calle los peatones se refocilaban más el cuerpo y se vestían con
trajes de traje. Estaban las señoritas avanzando con sus tacones y
faldas pegadas a los muslos. Los muchachos de saco y camisa
blanca cargando sus maletines. Las tiendas pequeñas y pegadas a
los costados ofrecían café y triples. Los edificios eran altos y las
lunas a veces te reflejaban o reflejaban restaurantes donde, en
mesas redondas, muchas personas elegantes conversaban y se
tomaban fotos. Otro semáforo. Esperé el verde. Estaba esperando
el verde. Por lo general, siempre que avanzaba me valía verga
esperar el verde, cruzaba y ya.

Terminó Puno y empezó Cusco, al lado izquierdo, una tienda que


ofrecía hamburguesas árabes y al lado derecho un banco de
vidrios transparentes. Pasé por el centro cultural de arte, que a
veces ponía su letrero negro con todas sus opciones escritas con
tiza. Pensé que si encontraba a la muchacha estaba vez le hablaría.
A vi la otra vez, delgada, muy linda, repartía volantes y explicaba
los detalles. Junto a una anciana, de rulitos. Mire la escalera y
nada. Seguí de largo. Pasé por una panadería, donde vendían
mandarina y conversaban las personas en las mesas oscuras
tomando café con mil hojas; después estaba el centro comercial
Ripley, abierto con sus luces blancas pálidas y sentí el aire fresco
–acondicionado- con evidente contraste con el tibio de la calle. En
un quiosco verde de periódicos me acerqué a mirar los libros de
una colección de ciencia. Yo tenía el primer tomo que era La
proporción áurea y ahí estaban los demás, en tapa negra, dura,
detrás de la vitrina. En ese quiosco también ofrecían boletos para
los sorteos. Era una plancha de papeles rojos colgado de
ganchitos en unos cordones de nailon.
Llegaba la noche pero era lenta, pausada, aún, mientras pasaba
por Jirón de la Unión –ambos extremos de Jirón estaba repletos
de compradores, era imposible detenerse a mirar cada rostro,
aunque mi sed por saber de ellos era inmensa, no podía, pasaban,
en todos existía algo que jamás conocería, algo que nunca podría
ver del mundo, eso era lo que yo sabía, que nunca sabría
realmente nada- me entregaron unos volantes promocionando
ofertas en el restaurante KFC, fresca, suave. Los doblé y guarde
en mi bolsillo trasero. Metí las manos a los bolsillos y me detuve
a mirar unas vitrinas donde ofrecían zapatos de vestir, marrones.
Los que usaba ahora me los había regalado un tío llamado Hugo.
Zapatos bonitos, negros, como mocasines. Se prendieron las luces
como naranjas jugosas y parecían medusas flotando en la tenue
oscuridad.
En esa misma calle entré a una tienda y esperé mi turno. Cuando
se desocupó una señorita entro de súbito y se acomodó rápido
para pedir su orden. Eso ocurría a menudo. Uno entraba y alguien
se te interponía. Bien, esperé. Le pregunté a la niña si vendían
cigarros Pall Mall Convertible. ¿Pall Mall Convertible? Me
pregunto como extrañada y me dijo no.
Al otro lado, vi que vendían jugo de naranja. Pregunté el precio.
Igual, dos soles. Antes, me acuerdo, que estaban un sol. Bien,
seguí la ruta por la calle L. Las veredas estrechas, pasé por las
cuadras H, J y E, en línea recta, hasta llegar a la avenida
Emancipación. El semáforo en rojo. En la esquina el banco BCP.
Entre las personas que esperaban en la orilla el Súper Man de
Lima. Un hombre flaco, vestido con traje del super hombre. Su
cabello engominado como una interrogación en la frente, sus
lentes de poto de botella y su casaca roja encima del traje
totalmente azul. Caminaba solo y todos lo miraban. Era como una
estela que pasaba, flaco, solitario. Se fue en dirección a Jirón de la
Unión. Cruce Emancipación pausado. En la calle siguiente los
edificios altos y de frontis de vidrios escupían a los trabajadores.
Jóvenes con chompas plomas y muchachas con tacos y celulares
pegados a la oreja pasaban. Algunos árboles flacos inclinados en
la vereda, un quiosco de periódicos y nuevamente el semáforo.
Un hombre detenido mirando los traseros de las que avanzaban.
Me detuve y mire a la calle de izquierda a derecha. Era la cuadra
X.
En esa misma recta un hospital de la Solidaridad en una esquina
estaba repleto de personas sentadas adentro, a fuera, una niña
vendía gelatina en vasitos. De diferentes colores. Pasé por la
tienda de fotografía, única en género, y al lado, una tienda de café
con aire modernito donde una jovencita señalaba las opciones en
una pizarra verde a un señor enternado.
Nuevamente el semáforo, otra vez los autos en fila india. Y baje
por Quilca, en la tienda de la esquina compré los queridos Pall
Mall Convertibles. Una señorita de ojos grandotes y pintados me
atendió. Caminé por Quilca, por su vereda izquierda, mirando las
ventanas de las casonas altas, abiertas y algunas con macetas de
flores muy verdes, arrojando bolas de humo azul. Pasé por la
tienda de señor Luna y me limite a solo verla desde lejos. Me
detuve a prender un cigarro y cruce la pista a la altura del
Búlevar. En el muro algunos posters de conciertos punks pasados
y futuros.

Estoy tumbado en el colchón de mi cuarto y Belén sentada en la


silla plástica blanca con las piernas desnudas y encima de la silla
como si fueran como especie de escalera. Ella me conversa sobre
su día. Su día y yo me cambio el pantalón. Me cambio el pantalón
recostado en el colchón para evitar que los vecinos me vean
desnudo por la ventana, asunto raro ya que a esas horas no hay
nadie en la calle. Belén llegó temprano, justo cuando me disponía
a bajar a cenar donde mi abuela. Llegó con una sonrisa contenida,
graciosa y hermosa. En el día, en diferentes momentos, me
pareció verla. Ella estaba en la muchacha que vende sandía en el
paradero secundario, estaba en la otra mujer que caminaba con un
paraguas por la avenida principal, estaba en los gatos y en los
perros, en el borde de la mesa, en las plantas de mis pies sintiendo
el frío de la loseta, en mis pensamientos gruñones de querer que
se quede a mi lado, que no se vaya definitivamente de este mundo
creado por los dos. Pero, ahora no estaba de modo abstracto, sino
estaba ahí, cera, con su bolsa de comida de perros. Una bolsa
plástica con comida con forma de aritos, con bolas rojas y verdes,
envuelta y pulverizada caren de carnero lista para la deita de los
tres perros- Nuestros perros son como las fieras de Dante. De loba
tenemos un perrito negro, flacuchento que es el más tímido. Se
llama, a falta de nombre y por costumbre, Oruga. Es flacucho el
pobre y tiene la cara más desgraciada que he visto en animal
alguno. No juega como los otros perros, sino vive dentro de una
timidez que se refocila entre las piernas de alguien. Cuando me
siento a ver tele con Mara él busca el regazo, acomoda el hocico y
se queda tranquilo. La otra perra, es como la loba, representa todo
lo opuesto a oruga. Se llama Safo, como la poeta lésbica, pero de
cariño de decimos gorda. La gorda es una bola de pelos
alborotados encima de los ojos y el cuerpo. Una vez le cortamos
todo ese pelaje negro, espeso y blanco, virutas onduladas de vida,
y quedo muy flaca. A ella no le importa nada del amor, ni los
arrumacos, su fin en la vida y mayor placer es comer. Siempre
que llegamos de algún lado es la primera en seguirnos a las
excursiones que damos en la cocina, nos sigue al baño y nos mira
inocente como preguntando o esperando que de algún lado
saquemos algo que darle, cuándo Belén trae la comida en bolsas
es la que salta más alto y la que come con más desesperación. A
diferencia de los otros perros, en la Navidad pasada a ella le dio lo
mismo toda la sarta de cohetes que reventaron como millones de
ballenas cantando Bohemian Rhapsody para ella era todo una
canción de cuna y mientras los otros dos perros eran atendidos
por nuestra inconmensurable paciencia, ella dormía con una
placidez envidiable. El otro perro se llama Kafka, sí, como el
escritor. La ocurrencia es mía, soy el culpable de tal afrenta al
escritor checo y de que mi familia aún no pueda pronunciar el
nombre completo sin equivocarse. Mi mamá, envés de decir
Kafka, dice Bafta; mi abuela dice algo así como Karkas; mi prima
Milagros dice algo como Karkal. En suma, el nombre Kafka es
impronunciable para cualquier peatón que no lo haya leído. No sé
como haya sido el escritor en su vida, algunos afirman que fue
bastante melancólico, otros dicen que en realidad era una persona
de gran corazón, no sé, pero mi perro es flaco, caramelo y parece
el león dantesco. Ah, verdad, una vez hartos de que Kafka nos
mordiera todo lo dejamos en la calle. El flaco corría como loco
por todas las cuadras, abriendo las bolsas negras de basura y
saltando como un conejo, aunque más alto, y se junto con una
mancha de perros. Nos terminó ganando la nostalgia y lo trajimos
de vuelta en la noche. Nunca más lo hemos dejado en la calle. No
podemos. Los perros de la calle cada día son más. Llegan de
madrugada, los deja la municipalidad después de recolectarlos de
los barrios fichos y del centro de Lima. Abren una puerta de una
camioneta blanca, sacan a los perros y se largan. Al otro día, la
manada nueva se integra con la vieja y caminan todos como un
río inmenso por las cuadras.
Fue el primero en llegar a casa, cuando nosotros vivíamos en el
otro espacio, no aquí, sino al lado, cruzando los muros, en el
ahora cuarto de mi tía. Estos perros han sido parte de una serie de
problemas, conflictos, dolores y peleas entre Belén y yo.
Empezando porque, además de tener a estos tres perritos, tenemos
dos gatos. Y esos dos gatos son también parte de la familia.
Nosotros parecemos más un zoológico que una familia. Es raro y
cursi pero Belén ama a los animales. Cuando ve uno en la calle se
detiene a cuidarlo, le soba la cabeza, le ofrece una porción de la
comida que era para los otros perros. Una cosa así. Estos perros
han destrozado todos mis calzoncillos, no solo le han hecho
huecos sino se los han comido.
En sus restos de caca hemos visto pedazos de nuestros antiguos
calzones. Se han comido todo lo que han podido, han cagado
encima de la sala y en mi cuarto muchas veces, se han devorado
algunos libros y meado encima de mi escritorio, mordido mi
colchón, destrozado el sofá de la sábana, en alguna ocasión Kafka
se ha meado encima de mí, en las esquinas de la casa, encima de
todas las maderas. En algunas épocas donde Belén aplazaba su
trabajo de limpiar la cagada de sus perros la sala era una copia en
miniatura de un cagadero municipal. Los mojones después de
estar frescos terminan fosilizándose y son más fáciles de levantar.
Además de cagar y comerse todo, nuestros perros son hermosos.
Los queremos aunque tengamos que poner la tarima de madera de
la cama y un pliego de madera a modo de puerta en mi cuarto y
tirar el colchón al suelo a falta de puerta y para evitar despertar
con los pelos flotando por todos lados. Eso, los perros dejan una
caravana de pelos y otras partículas en el aire. No sé cuántas
veces hemos desayunado pelos, comido quizá alguno de sus
pulgas y otras partículas elementales. Son graciosos. Por otro
lado. La Gorda no tiene estrés, vive en el instante y yo creo que
sueña poemas. La Gorda es querible. Esta masa de pelos y lengua
colgando que salta cuando llego y me olisquea el cuerpo
buscando comida es la única que sigue uno de los juegos más
dinámicos que existe: se pierde en la contemplación de un objeto
cualquiera que se mueva unos momentos ante sus ojos. Hago
oscilar palos de esconda o mis crocks y ella después de sentarse y
cavilar el movimiento se lanza a querer morderlo. A veces alzo la
escoba de tal madera que ella tiene que obligadamente ponerse en
dos piernas y caminar para intentar morder la superficie de palo.
Cuando en el baño, defecando y preguntándome algunas cosas
sobre mi vida y el universo aparece la gorda le acarició la cabeza
y miro sus ojos café. A veces beso sus ojos café con una rapidez
increíble. O le soplo los ojos y ella se estremece y luego muerde
sus dientes. El sonido de sus dientes apretándose es hermoso,
como un cocodrilo saliendo del agua, como un elefantito
naciendo. En el aire perezoso habitan todas sus pelusas, como en
mis pulmones a veces cuando me tumbo a escuchar música en el
suelo pienso en todo ese movimiento microscópico. Una vez le
saqué una garrapata a la altura de la nariz de la gorda. Era del
tamaño de una pepa de aceituna, de color verdosa. La saqué con
fuerza y la observe. Sus patitas se movían. La dejen el suelo. Me
despedí de ella y me sentí mal por unos segundo de ser partidario
de un asesinato. Pero estos animalitos se reproducen rápido y
afectan a los perros. Los perros de mi casa son tres. Están bien
alimentados por Mara. Se han vuelto dueños de las ventana sin
vidrio donde hemos colgado una colcha para evitar a los
chismosos. Por un lado de la colcha, ellos sacan su cabeza y le
ladran a todo el que pasé. Le ladran a las mototaxis, a los otros
perros, a los niños que los molestan. Como no tienen estrés se la
pasan jugando o corriendo todo el día. Terminé de cambiarme el
pantalón y seguí mirando a Mara.
-Sí, el hermano de Frank nos va a ayudar con el logo de la
academia. Me gusta que no sea tan cuadriculado, es medio artista.
Nos ha dicho que le llevemos la idea de diseño.
-¿Entonces el no va a diseñar el flyer?
-No, como te digo, para manejar eso hay que manejar corel. El no
sabe manejar corel, el solo va a dibujar el logo. Necesita saber las
letras. Por ejemplo, como en Coca Cola, como en Donofrio. Así.
-Entiendo.
Mara no toma su vaso de té. Yo, contando con el que me acabo de
preparar y tomar debo llevar tomando en lo que va del día como
ochentamil vasos de té. Caliento agua, dejo que el té filtrante se
expanda y pinte el agua hervida y después, sin azúcar, lo voy
disfrutando. Es la segunda noche que pasamos juntos desde que
decidió irse de casa. Al final, conversando el domingo en el
cuarto de su papá se dedició todo. Ellos, claro, no me creyeron.
Su papá especialmente seguió encerrado en su idea de que yo
había cometido algo imperdonable. No lo dijo de esa manera.
Estaba tumbado en su cama mirando la tele. Pusó el Mute cuando
entramos. Su mamá su coloco a su lado en la cama. Yo me senté
en una silla mirándolos. Para darme aires de tranquilidad puse mis
manos juntas, aunque en el transcurso de la conversación esta
actitud manual fue mutando. Y Belén de perfil a mi lado. Belén
estaba muy bien cambiada. Sus aretes en forma de bigotes
clásicos caían como arcos, su cabello brillaba y era espeso y
ondulado. Miré debajo de una cómoda de madera, ahí estaba la
caja de herramientas de mi abuelo Julio que cierto domingo,
después de que el papá de Belén nos ayudará a hacer una escalera
de madera, le regalamos. Era una caja vieja, sucia, que ni si quiera
lavamos.. Esa caja de herramientas la había comprando hace mil
años mi papá en un centro comercial justo cuando empezábamos
a vivir juntos. Nadie sabe dónde y en qué lugar van a terminar los
objetos que tenemos o adquirimos y pensamos que son nuestros.
Estaba impecable. El papá de Belén es bastante ordenado y
metódico. Una vez, cuando mi primo Enmanuel y Lauren, su hija,
eran enamorados y ella se escapó tarde, de noche, y se fueron a un
hotel del barrio y cuando sus papás fueron a ver como dormía su
pequeñita se dieron cuenta de que no estaba y después la llamaron
por teléfono y se encontraron en la avenida principal el viejo no
dudo ni un instante en darle un puñete en la cara a Enmanuel. Lo
lanzo al suelo, encima le dio unas patas, en las costillas mientras
Lauren gritaba y lloraba. Por otro lado, su papá se dedica a
trabajar manejando los camiones del hermano de la mamá de
Belén, de esta manera ha logrado viajar por todo el Perú. Sus
viajes son su vida y repletan sus conversaciones. Alude a lugares,
paisajes, vicisitudes, conflictos y problemas. Su aire de señor
tranquilo, serie, cuidadoso en su vestir y buena gente, parecen
traducirlo como buena persona, de una soledad y autoexigencia
muy grandes que lo ha llevado a estar en soledad. De joven quiso
ser científico, estudió el cielo, pero fue ganado por la vida del
barrio, las mujeres, el alcohol y la coca cola. En lo que se parece
a Belén es en su terquedad, su inflexibilidad y sus ganas de ganar
las conversaciones, porque no hay otro objetivo que ganar cuando
se conversa en mi barrio: la de ganar, dejar al otro aplastado,
aunque no siempre en mala onda, sino, a veces, con cariño, como
quién te dice sonriendo yo tengo la razón. Así se definen las
identidades. Creo. No estoy seguro. En todo caso. Es una persona
de un carácter digamos explosivo, que dejó de beber y frecuentar
mujeres hace años y se casó con su esposa y ahora se dedica a
trabajar en la oficina de su cuñado. Se llama Alfredo. Mi relación
con él ha sido difícil. Primero porque no tengo la costumbre de
arreglar nada en casa, todo lo que se arreglable me sumerge en el
aburrimiento. El señor si es muy dinámico en ello. Suele tener
mucha energía en entornillar o sacar cálculos para un arreglo, o
una pequeña modificación en casa. Su hobby es ver vídeos de
reparaciones y de cómo armar cosas por Youtube. Quería armar
una embarcación e irse a pescar. La que sea. Trae todo lo
necesario para eso. Así fue cuando, por ejemplo, reparamos la
escalera de caracol negra de hierro de la casa. El señor trajo todo
la maquinaria. La fuimos a recoger a Estamos en un cuarto
pequeño, de cielo de eternit ondulado, y un domingo por la tarde
de inicios de verano. Vive aquí porque de su casa fue expulsado.
Lo denunció su hija Dana después de que él le llamará la atención
cuando ella estaba conversando con un muchacho en la calle. Le
dijo algo como que pasará rápido, qué haces en la calle; y a
Danita no le gustó el tono y le increpó justicia. Entraron a la casa
y él le tiro una cacheta en la cara pelada para que deje de ser tan
bocona. Ella se fue llorando a su cuarto tirando la puerta, llegó
Liza y se fue contra el viejo. La tuvo que coger Lisset de las
manos y llamando a Luis, Michel y Dana se fueron a dar una
vuelta. Liza quería irse de la casa a vivir con su enamorado y
mandar todo a la mierda. Lisset llamó a Belén. Sacaron los
colchones de su casa hasta nuestra casa. Los cargaron enrollados
Luis, Dana y Michel. Las mayores, Lisset y Liza se fueron a la
comisaria a poner la denuncia. Belén y yo empezábamos a vivir
juntos y ellas llegaron. Liza trajo a su perro Astrom, un pitbol
asesino de cabeza inmensa. Esa noche, Belén me encontró en la
puerta de la casa. Dimos una vuelta por el barrio, terminó de
explicarle la situación y yo dije ya. Subí a la casa y encontré a
todos sus hermanos. Su papá fue obligado a ir a terapia
psicológica, quitaron la denuncia y se fue a vivir con el primer
hijo de su esposa: Rudy. Él vivía con su hija y su esposa en un
viejo edificio cruzando el puente, en Manuel Scorza. Ahí se fue a
vivir primero, era un lugar pequeño y buscaron otro
departamento. Llegaron nuevamente a Seremsa y ahora vive aquí.
La mamá de Belén continúa hablando. Estoy nervioso. No sé
cómo empezar a explicar lo ocurrido. Es como o lo siento como
un juicio. Estoy con una camisa azul a cuadritos, la única
presentable que me queda, de manga larga, abotonada hasta el
pecho, aunque no suelo ponérmelo así, hoy hice una excepción. El
pantalón es el mismo que usé para año nuevo: azul noche oscura
de cuerpo y focalizada como el galaxia de Ors en las pantorrillas.
Habla la señora Hilda.

-Pensaba que podías cuidar a mis hijas. Tú sabes que yo solo me


he dedicado a mis pequeñas y las quiero mucho. Y a ti también te
quiero mucho. Por eso no puedo entender lo que has hecho. Claro,
tú nos dices que nadie sabe lo que uno está pensando, pero igual
yo respeto mucho tu relación con mi hija. Yo soy consiente de
todo lo que ella hizo para que funcione. Iba a terapias, conversaba
conmigo.
Los ojos del señor Alfredo miran el vacío. La tele está apagada
pero sigue botando imágenes. Son ojos pequeños, almendrados,
brillantes, como de alguien que hace fuerzas para no llorar. El
perfil de Belén es igual de triste. La señora Hilda tiene el cabello
desordenado y un rostro de niña buena, una inocencia en la forma
de mirar y decir el mundo. Ella tiene un carácter más combativo
aunque ha ido menguado todo por el peso y los achaques de los
años. Cuando la conocí no escatimó en gritarle a Belén en la calle
y mandarla a su casa. Estaba mostrándome un block con todos sus
dibujos, algo que después me confesaría que nunca realizaba, ya
que para ella el arte, es decir, sus dibujos eran un asunto muy
personal. No pretendía ser artista sino seguir el fluir de su
naturaleza. Belén y sus hermanas ya eran muy adelantadas en
muchos sentidos, no eran bobas ni estaban encandiladas con ser
chicas de vestir ajustado y de mirada fácil.
La primera vez que tuve conocimiento de Belén fue por su
hermana Lisset.
Lisset llegó a mí por otra muchacha, Estrella. Estrella me gustó en
una fiesta donde bajé con un amigo llamado Manuel. Estrella me
gusto como me puede gustar el helado, era un cono con dos ojitos
de dulce y una sonrisa breve. Era un superficial y encantador
imbécil, flacuchento, con mi yo de esa época, muy en plan de
“querer vivir” “querer sentir” “querer hacer cosas” buscando el
amor en fiestas de sábado hasta las once de la noche. El tono era
en el local del primer piso del hotel de la esquina -el mismo
donde subieron Lauren y Enmanuel tiempo después, el mismo
donde ahora hay una antena que arroja señales para teléfonos
móviles- imbuido de luces rojas, verdes, azules que pasaban
como constelaciones por los rostros de todos. Decidí no sacar a
bailar a esa muchacha. Me acerqué a su amiga. Después supe que
se llamaba Lisset. Más tarde encontré a Lisset en la calle y le
pregunte por su número. De seguro, ella me odió por usarla de ese
modo, por hacerla solo puente de mi ¿estupidez? Enamoramiento
de Estrella.
-Mira, yo puedo entender lo que has hecho porque eres muchacho
– el señor hablaba lento, pausado, no sé si eligiendo sus palabras,
pero sí con una responsabilidad de tener el sentido común mayor.
Era el padre de mi novia, el mismo señor al que había ofendido
por mi comportamiento. Quería que ya terminara ese momento.
Pasar la página. Al final, ¿Belén seguiría viviendo conmigo? –
pero cuando algo se rompe, se rompe. Yo no te puedo dar
confianza de estar de nuevo en mi casa, con mi familia. No sé
como terminé la relación con mi hija, pero ella ya ha sufrido
bastante. Creo que tenemos que tener una buena conducta, elegir
bien lo que queremos. Ustedes son muy jóvenes todavía. Y a
veces cuando uno lee muchos libros se distrae, no sabe lo que es
bueno o malo, cuando sucede eso lo mejor es meterse a una
religión, creer que existe un Dios, de esa forma, tener más control,
vivir mejor. Hay que vivir mejor. De la mejor manera.
La señora Hilda era la antípoda del señor Alfredo. Ella venía de
una familia de provincia que llegó a Lima a realizar negocios. De
joven, se escapó del campo a la ciudad porque no le gustaba la
sierra. Estuvo sola en Lima buscando empleos y se quedo de
empleada en la casa de una tía.
Sus hermanos eran negociantes natos. Vivieron frugalmente y
rápidamente hicieron un edificio de seis pisos en Seremsa, el más
grande del lugar, se ubicaron todos los hermanos en cada piso y
empezaron a comprarse lotes en los mercados de Lima. El
hermano Lucho compraba cantidad de locales y despilfarra todo
tomando. Fue el quién le dio un negocio de una avícola a la
señora Hilda y el primer piso donde viven. La señora después de
trabajar en la avícola con sus hijas Liza, Lisett, Belén y Lauren
enfermó por la humedad y la falta de alimentación de
tuberculosis, tuvo que dejar el trabajo y se aisló en la depresión.
Tenía 40 años y estaba embarazada. Su esposo llegaba, se
amistaba y le dejaba embarazada para irse a seguir su vida. Hizo
eso nueve veces. En ese lapso, cuando esperaba a la niña que en el
futuro seria Dana, ella conoció a una señora llamada Flor.
Entendió su problema y le dio ayuda. Ella participaba en un grupo
de venta de productos para la salud llamado OMNILIFE. Gracias
a esos productos la señora Hilda se curó de sus enfermedades,
conoció más a fondo el proyecto y se integro. Ahí descubrió que
su vida podía tener otro tipo de horizontes, no solamente ver las
novelas por las tardes y esperar el dinero de su marido, sino salir a
ganarse el dinero día a día. OMNILIFE que ya en México era una
multicadena millonaria que compraba estadios, aviones y equipos
de fútbol. A la señora le fascinó la dinámica del trabajo, la idea de
que era ella arquitecta de su vida, de que con esfuerzo podía
alcanzar el éxito. Funcionaba en base a cadenas. Comprabas tu
incripción a la empresa, posteriormente productos y los ofrecias
en reemplazo de los que normalmente consumen las personas.
Así, envés de tomar el Nescafé o el café Kirma podían obtar por
el Cafecino, más caro, sí, pero con extractos de alcachofa, es
decir, con más antioxidantes. Sí, por cada producto que ella
vendía, ganaba el dinero de la venta –que era algo más de lo que a
ella le costaba- y un dinero que se acumulaba en un cheque
mensual. A demás, podía incribir desde ella a otras personas,
como una pirámide, donde cada una de las personas que le
compraran productos automáticamente hacían engrosar su cuenta
personal. Se alivió de sus curas y desgarros espirituales y trabajo
con tesón en la cadena y alimentó a sus hijas diciéndoles que ellas
eran fuertes, que ellas eran autónomas, que nunca se dejaran
mandar por nadie. Ellas crecieron admirándola, como la mamá
gallina que era y es.
-Papá y mamá, yo quiero darles las gracias por volver a recibirme
en su casa –estaba vez Belén empezaba, era la primera vez que
hablaba en el lapso de nuestra conversación. Como su padre, se
explicaba y recreaba de modo pausado- yo siento que de verdad
me faltan todavía completar algunas experiencias con mi familia,
con ustedes, por eso he decidido, claro si así lo quieren, volver a
la casa –Como un vidrio cayendo de mil pisos, se me estrujó el
corazón- siento que en este tiempo debo todavía aprender mucho
de ustedes para ser una buena persona.
Salimos del departamento sin hablar. Rudy nos cerró la puerta,
estaba en la sala viendo su Facebook. En los cables tensados de
luz jugaban dos palomas. Abajo pasaba una señora de ropa
holgada, junto a su esposo que llevaba delante a sus dos perritos
atados de unas cadenas de tela roja y azul. Los perritos eran
pequineses. Solían caminar juntos. Eran una de las pocas parejas
que todavía caminaban juntos en el barrio. Paseando a sus perros.
A fuera de la casa, en un espacio que funcionaba como balcón,
aunque sin muros, el señor Alfredo había puesto a sembrar ajo. A
veces, en ese espacio, sacaba el cilindro que había fabricado y
empezaba a cocinar tajadas de res o de chancho. Ya estaban
brotando, como pelos hirsutos y desordenados.
Uno de los flyer promocionaba un concierto pasado de la banda
punk S.Q.P. Otros eran de una fiesta de fin de año. Estaban mal
pegados, sucios, desgarrados.
Seguí caminando en dirección a la avenida Tacna. De lejos, me
pareció ver a alguien conocido.
8-1-16
Tengo ganas de solo sentarme y dejar que todo lo que pienso y
siento fluya en el papel como una colcha sobre los cuerpos fríos
antes de la noche. Que detrás de mis palabras, aquellos jóvenes
hagan el amor dentro, muy a dentro, de la claridad que disparan
sus cuerpos. Que detrás de las palabras broten las emociones, se
diluya el tiempo que observo, la forma como la ciudad da sus
bramidos y como la palabra bramido no cabe dentro de lo que mis
ojos ven. Hoy amaneció con frío, nublado y con gotitas de lluvia
zarandeándose en el aire. ¿Uso aquí las mismas palabras que uso
cuando me comunico con otros? Posiblemente no. No. Cómo dije,
me he terminado convirtiendo en un robot sentimental. Por fuera,
cuando estoy con mis familiares o con Belén suele ser atroz,
callado, taciturno. Me carcome el deseo de ver el movimiento de
cada acción pequeña para poder después traducirla en palabras,
sobre la conciencia blanca del papel. Entiendo, me consta que no
debo forzar la rapidez con la que emana cada una de mis ideas, la
cuestión esta en saber cuando detenerse, aunque a decir verdad no
sé cuál es la verdad del asunto. A veces me gustaría ser un poeta
afincado en una época política dónde el uso de la palabra sea
justificada por el uso de la acción. Esto de seguro es una forma de
no mirar con ancha lo que rodea ciertos límites sentimentales.
Quiero ir a caminar por las calles, perderme un rato, pasar por el
parque de mi barrio y así, sin pensar en direcciones fijas, seguir
con el trayecto. Sentirme de nuevo parte de una canción, como los
colores y la luz forman parte de las gotas. El sentido común
adulto es una mierda, por todos sus lados mata la ternura. Hay que
verse presentable, hay que tener algo que decir, hay que ser
bueno, pero esto no es un deber cuando uno es tierno sino un fluir
propio de aquella naturaleza. Tecleo con mis dedos torpes con los
que no sé cocer ni cogerte la mano. Tecleo con mis dudas, con los
miedos de quedarme siempre acallado, con el apuro de saber que
las personas no perdonan y de que nos determina todo el tiempo,
aquí no solo hago hora, sino hago hora. Presencia. Es una forma
de pensarme. Abrirme. Me gustaría no saber nada de lo que sé y
perderme en algunas ideas que de seguro ahora que las pienso me
pueden parecer ridículas. Mejor así. Perderse en lo ridículo,
perderse en el juego, perderse de pensarme tanto que ya me
impida a mi mismo actuar. No soy el problema de mi vida, pero
cuando pienso en los escritores y poetas, tan claros en sus letras,
pienso también en que detrás de aquella claridad se esconden
dolores, días y noches con sus fuerzas y detalles cotidianos, con
sus tormentas, con sus amores, con la leche y el café todavía en la
bolsa triste del estómago, con todo esto y sin poner nada de eso en
su claridad. Es decir, estar encima de lo denso y mediocre que
puede ser vivir con personas que no sueñan, que no piensan más
allá de los canales de tv. No, este no es el problema, si uno quiere
escribir, escribe y punto. Se calla, se deja de tonteras y se pone a
escribir. No hay más opción, no hay escusas. Lo sé, pero saberlo
no me hace ser mejor escritor. Pienso que puede ayudarme
conocer más de la tradición donde estoy sumergida, algo de lo
occidental y algo de lo mundial: todo eso, como magma de la
visión que quiero. ¿Pero de qué quiero hablar? ¿para qué me
quiero sentar día a día a escribir? Bueno, si lo pienso así, de ese
modo, quisiera dejar huella de ciertas emociones que aclaran la
vida, hablar de la vida misma, de las atribulaciones y pasiones de
la gente de mi época y hacer la conciencia del hombre y mujer
actual. La conciencia, al margen de las miles de interpretaciones
que pueda tener en diferentes ámbitos, la entiendo como la forma
de observar el mundo. Creo que hay otras formas de ver el
mundo. Si solo nos encerramos a lo cultural vamos a convivir con
una de sus formas. No hay problema, porque históricamente ha
sido así. Toda mirada está cargada de conceptos. No quiero seguir
cargado de conceptos. No quiero mirar la pampa de mi barrio, con
sus postes y sus árboles saltarines y pensarlo en palabras. La idea
está en hundirse en esas aguas, en ese océano, y escribir desde esa
bitácora. Mi poética es esa fuga. ¿Pero acaso las palabras no son
límites, no imponen un estancamiento de lo fluido de la vida? Sí,
por eso, la idea está en esculpir en lo que fuga. Amo el lenguaje
detrás de las formas, me gusta más la visión y la misión. Detrás
de los versos, de su orden expuesto con delicadeza y entiendo que
su orden se debe también a un rigor por expresarlo con el deseo
más certeza, hay una forma de ser, de mirar, de estar en el mundo.
Eso anhelo, eso me gusta de la poesía más que una palabra
perfecta yo subrayo un tipo de conciencia, una forma de entender,
ver y sentir el mundo. Eso está al margen de los valores que
puedan tener la forma. Todas las formas están condenadas a
morir. Las maneras de ver el mundo están siempre abiertas ya que
no se proponen una construcción de valor artístico sino humano.

Hablar de lo humano en esos sentidos. Y no quisiera ser


consciente de lo que digo sino hundirme con las manos en los
bolsillos en las calles de mi barrio, y conectarme con las del
mundo, estar en las afluentes dándole todo mi amor a los que me
rodean. El arte no sirve si no abre ojos o manos, si no se estira
para tocar a los demás. ¿De qué sirve entonces lo que hago si
pienso de otro modo lo que veo? Ahí está el dilema, otro,
complejo, ya que para decir lo que quiero decir es necesario un
esfuerzo del cuál no sé cómo empezar. Bill Evans, un jazzista
precioso, sugiere que uno aprenda todo el lado formal y en base a
esas estructuras cree las suyas. Pienso en leer solo a 4 poetas, los
que yo considere mejores y 4 porque son las patas de lo que
puede ser una mesa: aprender, tomar nota, estudiar sus formas.
Dándole vueltas llego a la idea de que pueden ser Eguren, Vallejo,
Sologuren y Eielson. Con esas ubicaciones, durante un tiempo,
hundirme en su proceso tanto creativo como teórico. Es más,
ahora sí creo que el poema es solo una excusa para tocar la cabeza
de la ballena, para hablar de temas arraigados en el alma de las
personas. El mejor poema es el que se siente vivo, en todos sus
sentidos, y allí me dirigo. Pero no sé, ando atribulado a veces,
ubicándome aquí con miedo, asco, temor, como sin tener
direcciones fijas, marcadas, como queriendo y no queriendo
saltar. Esto no es diferente, la poesía es la vida, la vida como una
forma de mirar y de tocar el mundo. La poesía son los bolsillos
donde hundo mis manos y mis dedos tocan todo
responsablemente. Evans también hablaba de un tipo de
conciencia universal. Imagina que todos tenemos algo que nos
une, algo que detrás de nuestra personalidad nos hermana, todos
nos conmovemos con algo: quizá el arte, sea, ese lenguaje. No me
refiero al ARTE me refiero a cualquier manifestación que salga
de la ruta de lo entendiendo por la naturaleza de la sobrevivencia.
Ahora se habla mucho de eso: nuestro cerebro, que configura el
sentido del espacio y del tiempo donde nos ubicamos, que fabrica
tiene glándulas que fabrican hormonas que nos hacen sentir del
modo que estamos, que manifiesta una vida eléctrica de péptidos
que transportan la realidad en ramalazos de energía, por obra y
gracia de la sobrevivencia se ve sumergido y encerrado. Ya
Huxley hablaba de que las formas de expandir conciencia pueden
ser mediante los alucinógenos. Me parece que el sentido del
poema debe ser atacar esa ubicación mental en la que un ser se
halle, para liberarlo de sus ataduras mentales, sean prejuicios o
sean apegos. Una especie de curación del alma. El alma tiene que
ser curada. Hablo de alma como conciencia o, siendo más
precisos y gnósticos, como esencia.
Hay algo divino como científico que asegura que estamos
encapsulados en nuestras maneras de entender el mundo: solo
aplicamos una porción de la energía cerebral. Ahora, claro, quizá
este trabajo sea más el de la ciencia, pero el poema puede dar
luces de aquella experiencia.
O como dice un científico llamado Gunnar “Las influencias
culturales han establecido nuestras ideas básicas acerca de la
mente, el cuerpo y el universo; son ellas las que deciden qué
preguntas formulamos, las que influyen sobre los hechos que
vemos, las que determinan la interpretación que le damos a los
hechos, y las que dirigen nuestra reacción ante esas
interpretaciones y conclusiones”

Empezar el poema bajo esas consignas, bajo las consignas de la


vida vivida y de la mente limpia.
“ ¿Para qué vivir si no tienes fe en tu hermano? No me digas que
se siente”
Spinetta

Limpiar el cuerpo y limpiar los ojos.


Limpiar las maneras de querernos y cuidarnos.
Limpiar el cuerpo y limpiar los dedos.
Limpiar el pelo y la sonrisa.
Limpiar diariamente los días y sacudir las noches.
Limpiar las nodrizas y el zapato.
Limpiar las almohadas y las orejas.
Limpiar las llaves y los botones.
Limpiar los focos y las ramas.
Limpiar las tentaciones y obligaciones.
Limpiar la casa y el ansia.
Limpiar los amigos y las amigas.
Limpiar la ternura y la naftalina.
Limpiar el mouse y las carpetas amarillas.
Limpiar la ruda y el televisor.
Limpiar el semblante y las aureolas boreales.
Limpiar las ramas de los cuerpos y las divinas comedias.
Limpiar el asombro de estar muerto.
Limpiar las rutas de lo sencillo.
Limpiar las moralejas y las palabras.
Limpiar los cuidados y a los niños y niñas.
Limpiar las frutas y las loncheras.
Limpiar las arrugas y las semillas.
Limpiar las manos y las aspiraciones.
Limpiar la nariz y las glándulas.
Limpiar el coxis y los enigmas.
Limpiar las palabras de muchas formas nuevamente limpiar las
palabras.
Proteger el fuego.

Bien, ayer comimos canchita con Belén. Era 7 de Enero y


cumplíamos cinco años y un mes de estar juntos en nuestra
relación. La cartografía del amor es extraña y se expande.
¿Somos los últimos en tener estos detalles de otras épocas, en
querernos como los cubrecamas y el colchón: de esa forma en que
uno es cuando el otro existe? Las relaciones han variado de tan
forma en qué ya no hay nada estático ni seguro y solo nos toca ser
escépticos.
Y anoche nos tocaba también preparar canchita. El calor cumple
muy bien su función: joder y hacernos perder la paciencia. Nos
miramos de rato en rato. No entiendo por qué me cuesta tanto ser
como soy aquí con Belén. Siento que ya no caminamos bajo la
misma conciencia, que nuestra relación tiene algo de rota luz y
sombras.
Estaba de mal humor. El último pedazo de la mariguana que tenía
se me cayó al intentar echarlo en una colilla de cigarrillo. Era una
especie de pelusa verde. La fumé y se me cayó al suelo. En el piso
de piedra pulida se perdió para siempre. Bien, algo de esa
bocanada de canabis estaba en mi cerebro, aunque no el suficiente
para trasladarme a ese estado.
El estado de la mariguana es un estado conocido aunque
imposible de interpretar o de volver a traer a la mente. Sucede
como con los placeres, no es posible volver a definirlos. ¿Ribeyro
creo dijo eso en Prosas Apátridas?
Ribeyro, recuerdo que leí sus diarios en La casa de la Literatura.
Por cierto, quiero leerme los tomos que me faltan de Las
Moradas. Estoy lleno y cargado de tanta sed por vivir, de tantas
lecturas que tengo hasta la navidad del año 3000. Esto es el lugar
donde me ubico cuando me ubico: el sentido de sentirte infinito,
con todas las extensiones a tu lado, de izquierda a derecho, sin
ninguna obligación real que la de seguir formándote, la de seguir
siendo, hacer crecer el ser de ser en ser. Vivir sumando los
instantes. Aunque, la verdad, el tedio y los malos desayunos
obligan a inclinar la cabeza a la morriña.
La primera camada de palomitas de maíz salió intacta: diáfana y
generosa. La siguiente se quemó. Belén la arrojó en la batea roja
que usamos como lavadero debajo del caño. Empezaron a flotar
las palomitas por la piscina negra y llena de círculos de aceite. La
tercera camada salió mejor y la juntamos en la vasija anaranjada.
Encima echamos sal. Y la dejamos arriba del microondas.
Se nos ocurrió meternos a la ducha. Se me ocurrió y la convencí.
Ella estaba en sostén, con un bluyín lila y sus zapatillas All Star.
Mejor así. El cuerpo propone una sensación horripilante, un deseo
de estar sumergido en lo fresco, en lo gélido. Hicimos un camino
de palos de madera para saltar las esquirlas del vidrio que estaban
en la entrada del baño, eran los vestigios de unas de mis noches
oscuras. Estaban ahí y no teníamos dos crocks. En la ducha,
desnudos, nos miramos. Estaba oscuro. Nunca pusimos focos en
el baño. Por arriba, una ventana dejaba ver la noche, en realidad,
las nubes: un algodón en forma de oreja.
¿Aún éramos extraños?

¿Por qué sentía tantas ganas de hacerle el amor y después tanto


aburrimiento?

Recordé a papá: El sexo lo corree todo. Cuando entramos a una


mujer queremos seguir entrando una y mil veces. Entrar a esa
humedad.
Vivir juntos dos años nos cambió para siempre. A mí me hizo
comprender que no podré vivir con nadie en el futuro lejano y
cercano. ¿O sí? A ella igual. ¿O a ella qué? Hace unos días, en el
Parque de la Exposición, conversando en una banquita, después
de latear por todo Lima, hablamos de un posible futuro. Volver a
vivir dentro de tres años.
A veces creo que soy malo, especialmente con las personas que
me quieren. Y como dice Dante, si mi lenguaje no es florido,
sírvame de excusa la novedad del caso. Malo, huraño, no deseo
sino estar en mi cuarto leyendo y no hablar con nadie. Este es un
síntoma muy marcado, pero cada vez lo deseo con más ansiedad,
aunque cuando me hallo en una mañana donde al despertar solo
desembocan por mi las sustancias más feas del alma deseo
compañía. No sé qué digo, me da vergüenza hablar así, pero es
mejor, franquearse. Franquearse o morir. Franquearse todo
completo decirlo todo con pelos y raíces, con boletos y tránsito,
con señales y abandono. Palabras tantas tantas palabras. Palabras
que ahora significan algo para mí y no sé si sean lo mismo para
otros. Palabras que son la cañita por donde pasará mi alma y mi
luz hacia ti. De luz a luz vivimos. ¿En las entrevistas los
escritores son los que son en soledad o son los que quieren dar a
conocer? ¿En la literatura son los que son o los que quieren dar a
conocer? ¿Quién ha sido el poeta que ha creado una conciencia
que no sea la última, o la más soñada? Jorge Teillier dice que él
no es el que habla en sus poemas. Yaaaa… ¿Quién ha sido el que
ha falseado tanto su yo para crear tanto yos que puedan todos
convivir siendo todos del mismo ser? ¿Shakespeare? “Acá y allá
nace una Santa Teresa que no funda nada y cuyos amorosos
latidos y sollozos en pos de una bondad inalcanzable dejan al fin
de vibrar y se extinguen entre una multitud de obstáculos en vez
de concentrarse en una obra duradera” (George Eliot-
Middlemarch) Palabras palabras tantas palabras palabras. ¿Qué
dicen? ¿Qué no dicen? ¿Qué estoy haciendo yo ahora al otro lado
de este papel donde tú lees lo que yo digo? ¿Sabes de que aquí
cantan algunos carros al pasar y ronronean las mototaxis (Un
escritor español de apellido Sander le ha dado un adjetivo
interesado al sonido de las mototaxis “petardean”)? ¿Sabes, qué
sabes, qué sé yo?

En estos momentos voy a jugar a ser Nostradamus y a vaticinar


escrituras que se estén dando en estos instantes. Y serán
publicadas en los años venideros. Mientras cada una se vaya
publicando iremos poniendo un check al lado de cada cuadradito.
Calculando que somos más humanos de los que pueda contar con
mis dedos de la mano y del pie el hecho de crear una lista de
escritura simultánea es un trabajo infinito por eso la lista crecerá
con cada ocurrencia diaria y será fortalecida, engordada y
consultada. Aquí va.
En estos instantes, en cualquier lugar del mundo,
alguien escribe sobre…
O alguien simplemente escribe…
La salud y las enfermedades
Las desgracias del tiempo moderno
Las desventuras de un amor
La violencia Política Peruana
La mente y sus repercusiones
La ciencia y sus hallazgos
La retroalimentación de la poesía medieval
Lo que observa diariamente
Las repercusiones de su YO
La memoria de sus ancestros como contra
punto de su desgracia actual
Las convivencias con una mujer
La locura del neoliberalismo
El futuro de los seres humanos
Países raros enterrados en un zapato
El viaje por el universo cuántico
Poesía cuántica
Poesía siguiendo la estela del
Colisionador de Hadrones
Biografía de Jorge Pimentel
Un libro donde explique
lo banal e inútil que es la literatura
Poemas biológicos y espirituales
que sean la llave entre el misticismo
y la ciencia
Las relaciones que producen
Sobre las nuevas formas de comunicación
Sobre la vida tranquila y apacible
El deseo de estar solo
La necesidad de trabajar
como fin supremo de la vida
Un poemario con endecasílabos
y versos alejandrinos
Un diario sobre la violencia del cuerpo
Un diario lumpen
sobre la vida en los suburbios
Su biografía novelada
de sus experiencias de viaje por el oriente
Un libro superable a Vargas Llosa
(es decir, con esa consigna prendió su
computador: voy a escribir un libro
superable a Vargas Llosa)
Una novela que le saqué la mierda a todas
las novelas de Bryce
(o sea, con esa consigna valedera como
artera inició la ruta del lapicero Trillux 031
Faber-Castel: “voy a sacarle
la rechucha a todas las novelas
de ese gordo borracho”)
Un libro con un aire a las nuevas novelas
Argentinas (Un Aira Peruano)
Porque así como los peruanos
exportamos rateros al extranjeros
¡En Argentina hay escritores
como cancha!
(Verdad de Perogrullo)
Una novela larga y estructura
de forma novedosa donde cuente la vida
de una generación perdida
Un monólogo sobre la vida de un mototaxista
Un réquiem por el marxismo
La biografía de un cómico ambulante
La novedad de ser solamente como
fin supremo de la sociedad
Un pasaje de su vida como peatón
en una ciudad como Lima
Poemas adolescentes y apáticos
El Spleen de Lima
Un diario de la vida de los péptidos
Una relectura a la Divina Comedia
Una novela pornográfica de Góngora
Un estudio sobre la vida
de Laura Bosso explicando que
todo ser humano posee Luz
Un ensayo sobre el nuevo ser peruano
La violencia diaria peruana
Una novela de amor a su madre
Una novela sobre violadores
Una reseña de una novela
sueca que leyó hace años
Un poema mirando por la ventana
de su casa
Un poema sobre las ondas de colores
que le producen
las canciones que escucha
Un poema que sea el camino
que recorre por todo Lima
-Largo, inicia desde su casa
como si se tratara
de la Divina Comedia
-Con sus Infiernos,
Purgatorios y Paraísos
y lo ubique como contrapunto a Lima
Un monólogo sobre el pensamiento
de una señora de 60 años ante
la vida vivida
Una historia de amor que venderá
millones de ejemplares
Un libro de poemas de dos palabras
en cada hoja
Un libro que sea una casa
con sus instrucciones de uso
que te diga como entrar a cada página
y te obligue a salir a la calle
a sentarte en ciertos parques
y ver de la forma en qué te exige
que veas
de tal manera en que la experiencia
de la palabra sea un puente
para la experiencia de la vida
Un poemario que se llame VIVIR
un libro místico explicando
las doctrinas de Hermes Trimegistro
Un libro sobre muchachos
magos que son jóvenes
y manejan bicicleta encima el mar
hasta el horizonte
todas las noches mientras todos duermen
Un libro sobre la verdad
de los sueños, de Dios y de la muerte
Una novela en clave realista
sobre la velocidad de la vida
Una novela sobre un grupo
de pirañas que en realidad
son unos filósofos del nuevo
mundo
Una novela que sea todas
las novelas y que readapte
los libros clásicos en forma
de emoticon
Un poema en una servilleta
en la mesa del restauran
donde la muchacha que amó
acaba de irse para siempre
Un listado de cosas interesantes
que quiere hacer este año
Un listado de películas que quiere ver
Un listado dentro de un libro
de listas sobre la urgencia
del tiempo en una sociedad
que desde lo que interpreta
carece de tiempo
Un estudio sobre la poesía
de Verástegui, sus oráculos numéricos
y sus reminiscencias
Un estudio sobre los perros
y los poetas
Un poema desde el bus donde viaja
en el teclado de su celular
Un verso a la imagen que le tomo
de las navajas que desprenden
los postes de luz
amarillentas anaranjadas sucias
Un libro de cuentos infantiles
que espero gane un premio
en el concurso Watanabe
Un verso son la influencia de escribir
sobre la escritura dentro de la escritura
con la conciencia de que el yo
es el yo del que escribe y del que vive
Un libro bifurcado que tenga que girar
en cada página para leerlo de la forma
en que el autor se lo proponga
y que mientras escribe y voltea
en el papel de Word las letras
el autor piense en el siguiente slogan
“Libro para leer y dar vueltas,
haga girar el mundo”
Un libro con juegos e instrucciones
Un libro difamando a una persona indifamable
Una biografía de George Lukas
Un libro que sea un paisaje
de algunos retratos vistos
en las épocas de una enfermedad
El final de una novela de mil páginas
que será leída dentro de cien años
y consagrada por una cadena de jóvenes
amantes de la cultura antigua
El inicio de poema que cambiara
la vida de una mujer estudiante de economía
La mitad de una novela que no
va a ningún lado
y que hace que el autor se sienta jodidamente
solo y desee pasar más tiempo con la familia
de tal forma evite pensar sobre la literatura
y deje de lado aquellas vicisitudes
ya a su edad consideradas inútiles
Sus cuentos que quiere publicar para ser
querido y respetado por sus familiares
que piensan que lo que hace es perder el tiempo
La novela encargada por la editorial Alfaguara
La palabra calle
La palabra luz
Una coma, un signo, un paréntesis
La palabra perro, amor, sintagma nominal,
estrella, zamacueca
La siguiente oración en cursiva en la pared
De su cuarto: “Tonantzin, Teteoinan, ¡oh!, ¡mi Madre,
ven a mí, ven a mí!
La palabra malaquita, emoción,
énfasis, ternura, tibieza, espaguetis,
chirimoya, cama, atún, arroz con pato,
ceviche
Había una puta vez
Las crónicas de su vida de joven
Una carta a su chica antes de suicidarse
Una lista de las cosas que nunca será
y que guardará debajo de su cama
en una caja que hallará un sobrino
muchos años después
cuando entre a su primera crisis de identidad
Una novela donde joda a todo el mundo
y paradójicamente se joda a si mismo
La palabra mierda al final de un poemario
muy delicado
La palabra hijodeputa
al inicio de un cuento
La palabra sexo, caca, dormir quiero,
escúchame conchatumadre
al final de un acróstico
Chupa pene con líquid paper
en los muros de un colegio
No soy nadie, nunca seré nadie
por eso tengo todos los sueños del mundo
En su cuaderno cuadriculado celeste
con cuidadosa caligrafía:
“Si el lenguaje no es exacto, lo que se dice no es lo
que se piensa; si lo que se dice no es lo que se piensa,
las obras no llegan a existir; si no llegan a existir
las obras, no prospera la moral ni el arte; si la moral
y el arte no prosperan, no acierta la justicia;
si la justicia no acierta, el pueblo no sabe dónde
poner su mano y su pie. Así, pues, no se tome
arbitrariedad alguna en las palabras. Esto
es todo lo que interesa. Confucio”
Tu eres mi REAL LOVE
en el muro marrón de un puente
para peatones
Una novela en poemas metapoéticos que
será encontrado
por los extraterrestres
Una lista jeroglífica de remedios
que la niña enferma tomará durante una semana
Un número telefónico
que conduzca a un cache seguro
Una carta al mundo
antes de colgarse de una soga atada
a las maderas de su techo
Un e mail que nunca va a mandar
El libro con el que dejará
para siempre de escribir
por el producto de las desilusiones
Un poemario que será vapuleado
por todo el mundo y hundirá
a su autor en la frase de Chandler
“triste, solitario y final”
La última novela de su vida
La palabra poto y pipilí
La palabra arroz con leche
me quiero casa con una señorita
de Portugal
Una poemario de aire político
con huellas dactilares de canto
que conseguirá que lo entrevisten
en la radio
entre los chicos de su barrio
Una libro antes de suicidarse
La palabra mantequilla
en un párrafo enorme
desmesurado e incoherente
que acaba de cubrir de azul
y está a punto de suprimir
La palabra Hola
en un cuaderno verde
que se le perderá más tarde
y la hallará Jorge que limpia
las hojas y la basura de las calles
La palabra mantequilla
en una oración que ya borró…
9/1/16
Dos hombres se dan la mano en la esquina de mi casa. Uno usa
bivirí amarillo con un logo de Brasil y lleva en la mano el pan y la
jamonada, el otro se tambalea como astronauta y le conversa con
tono malicioso.
Es una mañana fresca, cobriza, con rezagos de la lluvia pasada.
Ayer llegó Belén y tiramos el colchón al suelo y se quedó a
dormir, estuvimos conversando en la oscuridad. Intente hacerle el
amor pero no se dejó. Ella estaba cansada. Me dice que estuvo
arreglando su los cuartos de su casa todo el día. Me duele las
rodillas, las piernas, el cuello, las manos, la cara, la espalda. ¿Qué
tal si te pongo los dos dedos en los ojos para que el dolor sea
total? Le digo y me observa enojada. Y le digo, mira, voy con mis
dedos le explico las formas del tamaño de mi pene. Sí, con una
mano hago un agujero y con la otra voy introduciendo dedo por
dedo: Mira, si entra solo uno chiquito el placer es chiquito, si
entra uno grande, aumenta; voy metiendo cada dedo de la mano y
ella observa atentamente. Seguimos en la cama. No tengo sueño.
Sus cejas son pistas delgadas. Me recuerdo en la calle, andando.
Fui a comprar el foco de la refrigeradora malograda, un foco
pequeño. Estuve buscando una tienda que lo vendiera en el barrio
pero ninguna tenía. Bueno, solo fui a una tienda, la única
ferretería de barrio. A fuera, una pirámide de tierra de
construcción, en la calle caminaba el zambo que recicla, con el
torso descubierto. Pasó una muchacha que ya había visto antes:
alta, esbelta, blancona. Estaba embarazada, el zambo examino
detenidamente su culo. La chiquilla pasó sobándose la mejilla.
Vendimos la refrigeradora vieja. Estuvo en mi familia desde que
construyeron la casa. Era un cajón de muertos. Mi abuela recordó
que una vez una niña de colita con bolitas rosadas jugando a las
escondidas se metió dentro de una refrigeradora: por dentro, era
imposible abrir la puerta. La encontraron congelada y tiesa. A
demás de venderle la refrigeradora, mi abuela negoció un precio
por una Tv que le regaló mi madre y que al poco tiempo dejó de
funcionar y el viejo microondas. Cuando estaba chiquito no
pensaba que esos electrodomésticos se malograrían, era imposible
que no formaran parte de la casa. La casa es una palabra que no
cabe dentro de las instalaciones de la mente. Se la suele dibujar en
2D con chimenea y ventanas circulares, una puerta y tejados.
Detrás, el cerro y un árbol. Un árbol y el cerro. Aquí pocas casas
tienen árboles afuera, pero todas tienen sus ventanas. Como la
mía. Al decir mía no quiero expresar que la posea, pero es un
lugar caliente al que regreso. Cuando abro la puerta se descubre
un mundo paralelo al de la calle. Hay algo más entre las paredes,
algo que se palpa, como una especie de útero o una cueva.
Lautremóc decía que las casas son cuevas. Y es cierto. Mi cueva
es mi casa. Voy directo a ella. Ahí me hallo.
Me llamó con un grito. Deje la Divina Comedia de lado y bajé.
Los perros de mi cuarto ladraban y abajo, la perrita Cloe, saltaba
como loca por la cocina. En el patio estaba la refrigeradora.
Nunca sé cómo ubicarme cuando se trata de cargar objetos
pesados. Me dejo llevar por las circunstancias. Eso explica, en
parte, que cuando me ubique delante de la refri preguntando ¿de
qué manera la íbamos a cargar? Recibí como respuesta a la misma
refri, puse las manos y empezamos a llevarla. Esta era la última
vez que la veríamos y no me causaba nostalgia. Los objetos van y
vienen y solo poseemos nuestro cuerpo. Entre tanto, afuera, la
tumbamos en el cochecito del cachinero. Al estrellarse contra el
soporte metálico reboto y tuvimos que acomodarlo al centro. Ahí
quedo.
Luego saqué la tele del cuarto de mi abuela. Él cachinero abrió
una de las puertas de la refrigeradora y la guardo. Los perros
arriba no dejaban de alborotar el barrio. En el umbral de la cocina
mi abuela decía “que vergüenza, que vergüenza, tanto escándalo
hacen los perros” En la esquina, a la altura de la tienda de la
esquina, una señora con otro coche de reciclaje permanecía
esperando. Después llegó un pequeño y se montó en el asiento
mientras ella lo iba sujetando y jalando. Pasaron por nuestro
delante. El niño silbaba como perro con una verosimilitud
increíble. Arriba, desde la ventana, mis perros acodados no
dejaban de berrear. Era un perro lastimero, triste; aunque el niño,
de pelo pajoso y polo verde, y una de esas sonrisas que se van
extinguiendo no lo era. Los perros siguieron jodiendo más y más.
El cachinero termino de acomodar los electrodomésticos.
“Yo pensaba vendérselo a Paolo, pero él me quería dar quince
soles por la refrigeradora. Este señor me ha dado veinte por la
refri, diez por la tele y… del microondas todavía no sacamos la
cuenta” Pasó una mototaxi azul rugiendo a todo volumen su
equipo de sonido. Dejó una estela de sonidos desafinados y fue
desapareciendo hasta volver al silencio de vidrio del inicio como
las últimas gotas cayendo en la loseta desde un baño
descompuesto.
“Madre por el microondas te voy a dar tres soles, ¿ta bien?” “
¡tres soles! Que sean cinco pues” “No, mira, eso voy a tener que
venderlo al peso, ya mire, para que me venda más le voy a dar
cuatro soles. ¿Ta bien?” “Ya pues” Abrió su billetera negra y
saco un billete verde, otro amarillo y dos monedas de dos soles.
Mi abuela guardó el billete amarillo pero el verde lo reviso con
meticulosidad y saliendo a la puerta le dijo al cachinero “Señor,
por favor, cámbieme este billete” “ya mami, como quieras, no hay
problema”
Terminada la hazaña mi abuela siguió vigilando la olla con
frijoles. Sujetaba su cuchara de palo y clavaba la mirada en el
bullir de la olla. No me percaté de los olores, lo que hice fue
prepararme una taza de café. Saqué Nescafé Descafeinado de tapa
verde de mi tía Gorda, senté una taza marrón en la mano y eché
un tres cucharas de café. “Siempre es mejor tener platita
guardada. Yo tengo mi platita siempre. Ahora cuando me pidas ya
te puedo dar. Y tengo que guardar también para el Banquito”
El café estaba solidificado, parecían pedazos calcáreos. Eché agua
caliente de la tetera. Le di vueltas con la cucharita metálica. “El
foco de la refri está malogrado, creo que venden esos foquitos en
la ferretería, ¿por qué no vas? Anda. Ven toma, ¿cuánto será?
Cuatro soles alcanza. Ya, mejor quédate con esos cuatro soles y
toma este billete de diez.” Tocaron la puerta. Salí de la penumbra
azulada de la cocina y pasé por la luminosa y amarillenta sala.
Detrás de los vidrios difuminados de la puerta se perfilaba una
figura gruesa. Abrí. Era mi tía Gorda.

“Hola tía” Permanecí en la puerta hasta que ella pasó y mire que
pasaban unos niños montados en sus tablas de patineta y cerré la
puerta. Seguí caminando mirando las baldosas de tréboles
amarillentos del suelo. La sala y sus sofás, la sala y sus ventanas,
y sus espejos y la mesa redonda que daba a entender otro espacio,
lejos de los muebles donde todavía estaba pegada la foto que se
tomó mi abuela en su cumpleaños antepasado. Eran tres fotos en
una gigantografia ubicada a modo de La última cena encima del
mueble mayor. En la foto estábamos todos los nietos e hijos de la
abuela. En la foto superior estaba la vieja junto a mi madre, mi
mamá tenía el rostro ladeado y el peinado firme y mi tía Gorda
con la mirada más altiva y mi tío Gordo como sujetando el brazo
de mi abuela después de un negocio. Abajo, dos fotos divididas.
Donde toda la familia aparecía y la vieja estaba como cansada y
feliz. Ahora le dolían mucho las plantas de los píes. Ella
prolongaba su dolor explicándome las diferencias de su vida
pasada con la de ahora. Extraña poder moverse por todos lados.
Su problema era un espolión que carcomía su píe derecho. Entré a
la cocina. Ella prolongaba su dolor explicándome su infancia.
Nunca había dejado de ser la niña bonita y locuaz de una familia
extensa, tan ancha y larga que incluso tenía hermanos muertos en
el camino de su historia. Tres fallecieron. Su sonrisa era franca y
saltona. Le dolían harto las plantas de los píes. Mi tío Gordo le
iba a comprar una plantilla para evitar el suplicio, pero tardaba
tanto. La vieja cocinaba, se movía, nunca dejaba de fabular y
contar su vida, meterse a las conversaciones de los demás,
entablar amistades, joder, poner chapas, molestar a los vecinos,
pelearse con mi madre por no conseguirse un marido que sea
adinerado, empezar la historia de su vida de miles de maneras
graciosas (“yo nací donde cagan los burros”) ver la ropa de los
demás con ojo de fina observación como escrutando en instantes
la clase de persona que tenía adelante, su mirada era avasallante,
su ingenio terrible. ¿Cómo se viste mi tío Américo? Ese, es una
desgracia, se viste con sus camisas hawaianas y ni gracia tiene.
¿Quién de todas ustedes de viste mejor? Bueno, yo antes era la
que me vestía mejor, con mis joyas de oro, ahora todas se visten
así. Aunque a Nieta, por ejemplo, use lo que use nada le queda.
Como ella es bajita no resalta. En cambio yo vaya a donde vaya
resalto. Como te vistes te tratan.
Me contaba que las reuniones y los años nuevos no eran lo mismo
desde que todos usaba el celular. “Ya no se puede ni conversar,
todos paran fuiii fuiii (hacía el ademán en el aire de pasar la mano
como por un celular o una Tablet) Hasta la hija de Juan Carlos,
tiene como 2 años pero que bien que juega en la Tablet. El hijo de
Jessica me mostró un gatito. Yo le agarra por debajo y el gatito
me decía no, no. Luego le preguntó a la otra hija de Jessica por su
caquita. Me dice que no es una caquita que es una papa. Creo que
le dan de comer y todas esas cosas. No sé, yo no puedo conversar.
Solamente Cata, Lucy, Sole y yo no usamos Tablet ni celular.
Pero Cata se la pasa viendo el fútbol. Así para (alza la cabeza y se
mueve como quién sigue un partido de manera concentrada)
mirando su fútbol”
Como el vendedor de la ferretería del barrio me dijo que podía
conseguir el foquito de la refri en la entrada de Universal me
dirigí ahí caminando a paso lento. Está refri de foco
descompuesto se la compramos a la vecina del frente. Ella
primero pensaba regalarse a la abuela, había estado casi dos
meses con la vieja refri malograda cuando conversando con la
vecina ella le dijo que tenia una que no usaba. Cuando fue a
consultarle al marido él le dijo que no, que se la vendiera a
cincuenta soles. Mi abuela le pagó y me llamó para que la bajará
de la casa vecina. Era una refri más vieja que la de la casa, y
prendía con dificultad, el enchufe titubeaba y las rejillas interiores
estaban descascaradas pero funcionaba. Mi mamá pasando el
trapeador miraba el aparato con desdén. “Ay, está todo viejo,
mira” “Pero hasta que alguien lo arreglé” anotaba la vieja.
Estaba contenta. Para mi abuela, como para Juan Ramírez Ruiz,
esto era el júbilo. Dijo que iba a comprar pintura y empezó a
bromear por el hecho de que tuviera candado “Ahora si, La Gorda
no va a coger nada de la refri” Estaba saliendo de Seremsa por el
camino de las rieles del tren. Al otro lado de las rieles y de la
tierra marrón estaban los muros gigantescos de la fábrica de
pintura Tecno. A la vera del camino solo la presencia de basura de
todo tipo: desperdicios de comida, cáscaras, latas de atún,
chocolates de bolsas amarillas desparramados, desmontes donde
sobresalían palos y ladrillos, chapitas de botella. El muro de la
izquierda era de Sedapal, la compañía de Agua del país. El
camino era largo y silencioso. Pasaban a veces carros de un lado a
otro. Salí hasta el cruce de caminos y doblé a la derecha en la
vereda de la fábrica donde crecían unos árboles cortados como
honguitos. Luego entre a la avenida César Vallejo, seguí en
dirección al distrito Universal. Pasé por varias mecánicas, donde
al fondo, en las tinieblas, se veían jóvenes trabajando en monos
debajo de carros. A veces, perros negros y chuscos asomaban por
las puertas. Olisqueaban o miraban con sus ojos acuosos y luego
se ocultaban dentro. El suelo era de tierra y a veces de vereda. A
veces la vereda se resquebrajaba, a veces se hacia trizas. Siempre
se hallaba basura, bolsas negras o transparentes, botellas
aplastadas, lapiceros, tapas de botellas, cajas de fósforos, colillas
de cigarro, piedra molida. En el centro de la avenida Vallejo
pasaban buses, taxis, camiones veloces. Antes de llegar a las
tiendas vi un anuncio de un internet que de lejos, por su fondo
amarillo y sus letras anaranjadas se dejaba ver de modo
penetrante. Ofrecía una hora de internet por cincuenta céntimos.
En letras microscópicas decían que solo hasta las cuatro de la
tarde. Toqué la reja. Me abrieron desde adentro. “Pase” El que
atendía, desde una cabina al centro, era un hombre que aparentaba
tener cuarenta años, usaba short y tenía incipiente alopecia. “Una
hora” dije y me señalo una cabina. Al sentarme y posteriormente
pararme para sacar el dinero me chanqué la cabeza contra la
esquina metálica de donde colgaba el CPU. Me dolió como
mierda, hasta el alma. Bien, sobé mi cabeza y entré a mi cuenta
secreta de Facebook. Encontré en la bandeja de mensajes un
imbox de uno de los jefes de la cadena de trabajadores de
FLYERS. Era viernes, ya casi a una semana del sábado en que me
presenté al trabajo y todavía no tenía resultados, ni sabia
realmente si los tendría. Me fije en mis dos cuentas de GMAIL
para ver si algún pez había picado. Tampoco. Espera, sí, había un
mensaje de la Academia JMJ. Me saludaban por año nuevo y me
decían que ellos me iban a llamar. Bien, bien, bien.
Entre a la cuenta de Hotmail. Tuve que volver a poner el arroba
porque el cuadrado de los números del lado derecho del teclado
estaba apagado, así que al hacer el arroba la página regreso a la
anterior. Eso me pasaba a menudo. Entonces, volví a intentarlo,
esperé y nada. El internet estaba lleno de gamers. Jugaban,
chillaban y teclean descontroladamente. Intente ponerle los
audífonos para diluirme del universo. No necesitaba música. En el
Hotmail tampoco había novedades. Puros mensajes de
notificaciones del Facebook, o mensajes en cadena masivos que
parece que son virus o unos mensajes que me suele mandar
Poemas de Alma. Le mandé un e-mail al coordinador del trabajo
del colegio Virgen de Fátima saludándolo por año nuevo y
diciéndole que si necesitaban contar conmigo me avisaran vía e-
mail. Era patético.

Bajé mirando las novedades del Facebook. Me enteré gracias a


Josefina Torres Paredes que Vargas Llosa ya formaba parte de la
editorial francesa Pleyáde. No me daba mucha curiosidad pero
igual abrí. Leí un poco el contenido y me aburrí rápidamente. Me
enteré de que esa editorial era super importante, con un catálogo
fabuloso y con escasos autores de habla hispana. De Vargas
Llosa, la verdad, ya no me conmovía nada. Sin embargo, si tenía
que admirar a alguien de seguro su nombre aparecía en la primera
fila. El novelista se tomó enserio su vida y su trabajo. Cuando
pienso ahora que pasaban mujeres desnudas a su lado mientras el
tecleaba con fruición sus novelas siento en carne viva que poseía
una concentración increíble, un tesón inmenso. El problema con
sus novelas era yo mismo, sentía que ya no me seguían
comunicando partes vitales del mundo. ¿Qué historia de Vargas
Llosa podía ser ahora vivible y recuperable del fuego? Como con
el Guardián entre el Centeno, después de leerla como cinco veces,
su encantó estaba siendo pulverizado. Ya no me conmovía tanto
Holden, ni las novelas de Vargas Llosa, sentía que su exploración
era otra. La tontería de destacar todo por la propuesta técnica
había llevado a la literatura a ser un juego mental, de análisis,
impidiendo que resplandezcan las pequeñas y grandes certezas e
incertidumbres de la vida cotidiana. Vargas Llosa era un novelista
de otro tiempo. Increíble de pluma y pulso, con dos palabras
podía adentrarte a una atmosfera, pero luego no había mucha
carne real en sus personajes, no me refiero a realidad como
realismo o naturalismo, sino visión, paisaje, intimidad. Lo que
más quería era entrar a otros ojos, ver con otro cuerpo de ideas,
penetrar otro mundo. El mundo Vargas Llosiano era real y crudo
y exacto. El mundo estaba partido y cada libro tenía que ser un
acceso para entrar a ese campo. A eso de la realidad. La idea de
sentarme a inventar una historia sobre cualquier tema me producía
dolores de estómago y de cabeza, era imposible sentarse a contar
algo. Quizá si lo intentará con herramientas, con historia, con
base, como hacía el propio Vargas Llosa, como estimulantes
ajenos, de tal forma que pudiera ir ensamblando el cuerpo de la
catedral, sus piezas, como un juguete chino. No, eso no me
interesaba, yo quería y quiero leer novelas que hablen de la vida,
de la manera de pensar de la gente, que tengan esos ojos, ojos que
inviten a ver los detalles de cada acción, que nos devuelvan al
mundo, de tal manera que sean cúmulos de experiencias. Las
novelas de nuestro país seguían esas bitácoras, las vargasllosadas
o las bryceadas. Narrar con verosimilitud novelas de corte urbano
y sórdido, o contar con lirismo y oralidad historias de entrecasa.
Ah, sí, Karl Ove Knausgard me interesaba. Busqué en google un
artículo que no pude leer en casa porque Belén cortó los cables
del internet con unas tijeras anaranjadas y arrojó la pantalla
plasma de mi computadora al suelo. Que lejano parecía la noche
de navidad y, sin embargo, estaba a la vuelta de dos semanas. Lo
que arrojó google…
EL MERCADO

Los pies dentro del zapato me hartan. Me duele y hasta sudo. La


mañana fue terrible: me ganó la depresión de mierda.

Nos hemos mudado a un nuevo escenario en el trabajo, he jurado


dejar la mariguana para siempre y seguir con esta locura de los
versitos. En mi retina no tengo grandes ciclos de historias solo una
sed de sed y una gran palpitación: no, miento, me siento abrumado
ya llegando a los 24, sin futuro previsible ni ganas de hacerme del
todo uno. Soy persona o personaje, he sido o seré condenado por mi
falta de criterio. Ayer fue el día del trabajador y bebimos una caja
de cerveza en casa. ¿Hasta cuando seguiré entregándome al primer
espejismo que venga y prometa sacarme de mi por algunas horas?
¿es el mismo que me lanza a pensar en sexo cuando veo pasearse a
algunas muchachas? ¿para qué gasto tiempo hablándole a la señorita
Melany que trabaja vendiendo almuerzos y cervezas en la tienda
cerca de la cochera de los trailers?
Primero que no me hace caso y segundo que me contradigo y me
vuelvo a contradecir. Empecé a respirar trece veces seguidas con el
fin de serenarme y pasear de página al instante. Ah, la manía de ir
adaptando prótesis en nuestras actitudes continuamente. Esta falta
de control que me calla por las mañanas es por mi cobardía o mi
eterna ociosidad. No tengo francamente nada de lo que
orgullecerme hasta el momento. Solo he ido tirando la toalla
continuamente en todo lo que me propuse con emoción al inicio. ¿es
mi carácter antónimo a la envergadura de un trabajo continuo? Mis
poemas, por ejemplo, son producto de una poderosa emoción que
me conduce, como la de iniciar no sé por qué número de vez un
diario; esa misma emoción me ha conducido a no tener un criterio
en el andar tanto de lecturas, como de las cosas cotidianas. Me
impuse la idea de identificarme con la neurociencia, la gnosis, vivir
como poeta, y ahora hasta se me pasa por la cabeza la obsesión de
ser cantante. Los versos, sí, hasta la tumba. Pero los días van
nublados. No ando en bici. Sigo viviendo en la casa de mi abuela,
aportando con mis supuesta lucidez y el dinero que gano quincenal
y semanalmente. Estoy sin espacio donde bifurcarme de sueños e
incluso cuestionándolos constantemente. Ni si quiera sé si
continuaré este diario mañana.
Esto me recuerda a la idea de Enrique Linh sobre la escritura
situada, aquella que se da bajo ciertos imperativos. Carajo, qué
fácil es adaptarse a un discurso construido, meterse a formar parte
de un mundo en orden y no entender que estamos parados a la mitad
de la nada, en medio de ninguna parte. Ajá, así escribo, esa es la
situación que me rodea. He escrito estos pseudo prólogos sobre mi
bitácora/ ubicación espiritual casi toda mi vida. Desde que tuve un
diario a los 11 años, iniciaba ubicándome así. Darme cuenta de esto
tampoco ayuda, nada ayuda. Estoy pensando obsesivamente en el
Facebook, el mundo social del que no formo parte, y por otro lado,
aburrido de la manada, de la personalidad masiva donde estoy
insertado. Mi lucidez es solo tristeza.
A quién llamar, a quién buscar, a quién entregarle este paisaje de
insatisfacción y aburrimiento diario, con señales y pelos de alegría,
ratos de cólera, rencor, lujuria y sueños.
El sábado pasado salí con Belén. Estamos en un circuito raro.
Abriendo caminos lentamente. Cerrando otros. Peleando,
amistándonos, sin nada de sexo.
No hemos conversado sobre el futuro de nuestra relación. Bebíamos
una botella de vino helado borgoña en el bar Munich 2 en dirección
a Quilca. Lima, 2016. Hoy fuimos comer ceviche junto a Galilea.
Ella estaba delirantemente conversadora. Alzaba un pluma o una
roca y veía regalos. Sentados en las mesas de la cevicheria oscura,
pelando la cáscara de los choclos, me situaba en el rostro de mi
hermana. Ella vive ahora el final de su infancia, o eso creo. Pronto
usará sostén.
Los pechos van a crecerle y empezará a sangrar. Y se sentirá repleta
de emociones y rara y el amor y la muerte y quizás la vida. Mierda.
Quisiera largarme lejos pero estoy enamorado de todo. De la casa y
de la mesa, soy un cobarde, no he salido de mi país y eso me abruma.
Dejo constancia de esta afirmación y sigo el canto.
Las copas de leche de tigre eran anaranjadas, las raíces del yuyo
sobresalían y si uno enterraba la cuchara lograba sacar bloques de
pescado crudo, deliciosos, o cebollas largas y delgadas entrelazadas
que se comen rápido, casi sin respirar. Limpié los cubiertos con el
limón cortado y después limpié el limón con la servilleta. Estaba
todo bonito ahí. Fui a pedir otro tenedor; después tres cucharas.
Como Belén ahora es vegetariana en sus cucharas los bloques de
pescado y mariscos viajaban hasta mi boca. El pescado frito del
chicharrón me hace olvidar de todo. No hay otro sabor más
avasallante que la de los alimentos fritos. La comida peruana posee
un absoluto privilegio.
Después salimos –nos matamos de la risa de que la mesera, muy
seriecita, le diera el vuelto a Galilea, los billetes y las torres de
monedas- salimos a caminar por el mercado. ¿Comemos más
ceviche? Nooo… ¿Helados? Siiii

¿Cuántos años de relación tenemos? Como cinco. Primero íbamos a


conciertos a mover la cabeza y ahora vamos los domingos a escuchar
los nuevos discos de neo cristianismo. La tarde era iluminada y
nublada. Detrás de las rejas, un borracho de cara sucia y nariz
doblada nos dio las buenas tardes.
No encontramos los helados con pelotas encima dónde lo
esperábamos, por eso caminos una cuadra más y llegamos a una
jugueria. Los dos sarcófagos ofrecían helados de Artica, por un lado,
y de Donofrio, por otro. Los de Artica, que he probado menos, me
sedujeron: helado de sauco. Di la primera mordida, sentí el sabor a
mora amarga y las cáscaras de la fruta en pedazos. Galilea se llevo
a la boca un helado zambito. Belén optó por un Artica sabor
carambola, amarillo anaranjado. Regresamos cuando terminé el
mío. Pedí uno de lúcuma cubierto de chocolate con trozos de maní.
Galilea y Belén le dieron mordiscos.
En la esquina nos despedimos de Belén que fue a su negocio, tiene
un local donde ofrece resolver todas las tareas de los niños por las
tardes, ah, y su beso fue lánguido y seco. ¿A qué se debió su
melancolía?
Me quedé con mi hermanita y entramos al mercado con la
intención de hacer las compras de la cena. El día seguía su ruta.
Los puestos estaban cerrándose. Olía a jabón. Le compré un tubo
de plástico que hace burbujas. Me recordó que le comprará otro.
Para Fabiana. ¿ y qué hacía Galilea caminando a mi lado? Ah, sí,
mirar todo, preguntando cosas y tomar mi mano. Ajá, entonces así
era mi día hasta ese momento, no estaba mirando por la ventana
de un edificio el atardecer o revolcando de palabras una hoja de
Word con un fascinante poemario; no, solo hacía las compras y
trataba de que mi sentimiento de tranquilidad no me abandonara.
Es frágil esta nota de como me voy sentimiento. De un momento a
otro paso de un optimismo diabólico a una paz y humildad
sinceras, o eso creo, pero también ando medio triste y
volviéndome violento, peleando en los buses. Compramos un kilo
de dos soles de papa amarilla. La señora nos lo dio en una bolsa
negra de plástico. Recordé toda la campaña anti plástico del
internet con el fin de salvar a la humanidad, no pidas plástico,
pide bolsa de papel. Tonterías.
La vida. Una niña llora en el otro cuarto. Siempre que una niña
llora hay problemas. O sea, a los ya existentes se le suma otro: el
llanto. El llanto es fatal. Peor sino se calma.
Si mañana hay un terremoto todos estamos perdidos. No he
ahorrado dinero ni víveres ni viáticos para salvarme de una
catástrofe así. El sábado, después de piano romántico y el vino
heladito, fuimos a un hotel. Hice una pausa, salí de cuarto y me
prendí un cigarro. A Belén no le gusta que fume. A veces creo que
lo que ella ama de mi es un futuro. Cambiarme. Miraba las paredes
del cuarto. Julio cristiano, vocero de los valores de Jesús y
promotor del Espíritu Santo.
Alguien tiene que narrar esto, pensé. Era el hotel donde hicimos
por primera vez el amor, hace como cinco años. Seguía el dibujo
paradisiaco, de verdes fosforescentes, de ambientación de selva y
la cintura exagerada de la mujer desnuda en la entrada. La
cintura. Mira la pared del pasadizo. La imagen era de otra mujer,
pero no en caricatura, una de verdad ¿estaría viva? Tenía un
cuerpo perfecto y una boca abierta. Lujuria. Estaba echada.
¿Estaría haciendo el amor? Fume hasta la mitad el cigarro Marboro
Light convertible con esa bolita que se aplasta para beneficio y paz
de los holgazanes. Ah, meter ese chorro de humo rancio y fresco
hasta golpear adentro de alma y luego tirar el mismo chorro al
aire. Mire los ojos gatunos de la mujer desnuda. Apagué el cigarro
por la mitad, bien todo se acaba aquí y regresé a la habitación.
(DOS DÍAS DESPUÉS DE LA PRIMERA TECLEADA)

Y bien, regreso, por segunda vez, ya que hace un rato se apagó el


equipo de modo i nes pe ra do. No escribiré más hoy: saldré a
terminar de agotarme dando vueltas y sudando alrededor de la
losa. Día largo y aprendido. Me apago al caminar y oigo la ciudad.
La ciudad no habla, balbucea, no haré poemas expresando la
indignación y amor que me causa. Soy un desorden grande, grande,
grande. Cada vez en el alud que va siendo mi ecosistema me doy
de golpe contra precipicios donde no me agoto sino me extiendo.
La chica argentina por ejemplo, o la otra chica cuerpona de barrio
que caminaba sola cuando le dije hola. Ah, lujuria. Y sí, quiero
luz, luz, luz contra la agonía de mi tiempo: agreste, caucásico y
mongol. Debí comprar el teclado para aquí danzar de lo lindo a
blanco voy a negro vuelo, así, decir esta y otra moraleja de miles
de maneras.
¿Con qué raro personaje que soy converso? Esto de hablar solo es
raro, pero sí debí comprar el teclado. Escribo encima de una
planchadora tirándome pedos y ahora me iré a correr, aquí se
cierra la noche, recojo las carpas, estoy en la calle.
Promesa: llenar ese libro gordo anillado de los poemas más
valiente y sinceros de nuestra época.
Ganas: de dormir en la playa respirando frío.
Deseo: de una piscina con gente desnuda y drogada.
Sueño: alcanzar –si lo permite la diosa Kundalini- mi arcano y
reencarnarme en un acto de luz, una espada de fe.
Imagen de hoy: la argentina moviendo sus manos al aire, tropel de
piernas, falda rosada, cerquillito, tan niña junto a su flaco
mochilero que le mordisqueaba el mentón.
Compras: un sol de plátano, otros de palta, un libro anillado,
pagué una deuda, compré separatas, un sol de canchita negra
cuasi quemada que comí junto a Eber, un puñado de frutas
(plátano, mandarina y pera, deliciosa, deje su esqueleto en un
vasito descartable)
Sueño Dos: llegar a Belén.
Imagen dos: Galilea y Perla bailando festejo electrónico musitado
por ellas mismas en la sala.

TRABAJANDO NUEVAMENTE DE PROFESOR

Acabas de recordar que ya no estas predispuesto a ser el profesor de antes,


el que se sentía horrible cuando era incapaz de enseñar el poema, a sentirse
poema, a respirar poesía; no, ahora pasas por los cursos como un fantasma,
como detrás de ellos, o sin querer meterte del todo a ese juego, aunque por
el tiempo que pasas juntos y las horas que dedicas a este trabajo se torna,
inevitablemente, un modo de pensar también, a ti y a tu vida, en indudable;
esto no sucedía, por ejemplo, con el trabajo de vigilante en las cámaras (
¿ansias de fumar cigarros y de nuevo regresar a cierto tono que te daba el
calar el humo entre los dedos?) Tal vez. Lo cierto es que, entiendes, que ser
profe no es tanto un trabajo como una forma de seguir limando los puntos
de vista. Si eres de los que reflexionas continuamente, haciendo caso omiso
a las modas que te rodean (por favor, no exageres, ni seas hipócrita) Bueno,
en todo caso, haciendo caso omiso a algunas modas. Y en ese trance,
dibujado entre tus ideales y la realidad que sueles palpar, en un colegio
cercano a tu casa, que evitas llamar de mierda pues es un colegio hermoso,
con alumnos que si bien no poseen lo que idealmente se sueña, una
predisposición a aprender, tal vez, una cercanía a entender de otro modo tus
mensajes, pierdes un poco la conexión entre lo que deseas hondamente.
¿Acaso la escritura que emprendes, en alguna de sus facetas, no tiene un
aire de rara meditación ética sobre las acciones, aunque de hecho que te
veas frente a tus verdades: no puedes evitar tus ganas de hedonismo diario,
tanto en el volar de vigor al que te lleva el poema, a esa ampulosidad de
vida, de deseo, de respiración, de capacidad, que te da el poema y que antes
identificabas como la vida, como sentirse consciente de tener consciencia y
poder mitificar desde aquella ruta lo que vas mirando… en suma, caes en el
propio peso de tu balanza y así lograr mantener un equilibrio deseado?

No te olvidas que lo único importante es seguir soñándote, la ciencia de los


sueños requiere estudio, soñarte no es un trabajo fácil. Se gana poco
materialmente hablando, pero se va uno abriendo a otros gozos. Ojo, antes
que aprender a escribir cómo alguien, hay que hacer dos cosas, adquirir o
sentir o entender o las dos cosas el rumbo o la naturaleza de su pensarse, y
aspirar a sus aspiraciones, no a aspirar a ellos, sino a lo que ellos buscaron.
Así, inicias diariamente, como un niño que descubre un juguete y otro, y
cada juguete es emocionante y bonito, y necesitas regresar a otros
nuevamente, para comprarlos y saber si este es el que más te gusta que otro
(Jorge Teillier, por ejemplo, contra o con Antonio Machado) y AHÍ es
cuando entiendes que todos pertenecen a una misma familia.
¡Una familia hecha con palabras! Una familia disfuncional. Ser profes y
contradecirte, y quedarte meditando a oscuras la belleza del retazo de cielo
que posees afuera de tu casa, porque eres un ser brillante, posees todo el
resplandor que ningún concepto científico, social, antropológico puede
sacar de tus ojos. Tus ojos son el universo. Entiende que la velocidad de tus
vértebras, unidas al ilíaco y suspendidas en el equilibrio hacen de tu ser un
ser completo. No te falta nada, lo que te puede faltar son en realidad modos
de pensar de otros, esos modos pueden estar aquí o en otro país, pero son
estructuras sobre estructuras que te harían ver -según Pessoa- lo que mi
alma busca es lo que no posees. Ajá, eso buscas, lo que no posees. Pero,
¿acaso ya no posees todo?

¿Qué me queda del trabajo de vigilante de cámaras de un mercado? Pues,


la máquina donde ahora escribo.
O algunas cosas olvidables.
No sé, el rostro de un compañero.
El cuerpo de una chica que invite a tomar una cerveza.
Y que me rechazó.

A veces me ronda el miedo de que, como dicen las páginas web, ahora todo
el conocimiento es accesible a todos y pronto el mismo conocimiento
accesible será mucho más fluido, puesto que cualquier, desde la conciencia
conectada al internet, podrá usarla. Eso, para expresar mi condición
mamífera pensante y mi tristeza de mi limitación y de mi oficio de
respirador.
Todo ese mar de conocimiento me hace ver lo maravilloso que es, por
ejemplo, sentir el calor esta noche invernal detrás de mi chompa a rayas
plomas y blancas. O caminar y ver como alguien, a lo lejos y al verme, por
un rato me ciñe en su bitácora y luego, alzando el rostro, avanza de largo.
Todos están metidos en sus cerebros, masas rosadas enjaulados en los
cráneos.
O como la hermana de mi pareja, se asombra cuando mi presencia llega y,
sin embargo, su asombro solo es porque de seguro, o pienso que sucede así,
ella no hace más que mirarse a si misma en mi silencio, y como mis ojos no
aprueban ni desaprueban, ella fluye.
Me veo en los recreos mirando a todos los niños y niñas corriendo, y me
asombro de ya no tener nada en la cabeza que no sea el rostro gris de rapiña
del profesor Elmo o las risas de los niños que se pelean y dan vueltas.
El ejercicio es juego. El juego es la mejor forma de ejercicio.
Me he puesto a considerar que si la realidad que ahora me rodea no me da
las llaves necesarias para seguir abriendo mi creación nada lo hará. Cuando
uno no se halla en la cancha es fácil suponer y conjeturar. ¿Dónde nace la
sed por conocer? ¿cómo enseñar a conocer o aprender y desaprender? En
el colegio, en mis clases, trabajamos con conceptos que no existen en su
realidad: la clase es casi medieval, tienen que callarse, y para que se callen,
tienen que copiar, no de otra manera puedo superar el bullicio de la hora y
media de clases.

Mal hago en prejuiciar: la directora del colegio no es tan cerrada como


pensaba.
Es más bien, práctica y tiene calor humano. Me parece. El colegio donde
trabajo da a un ferrocarril donde a veces pasa el tren. Cuando pasa nos
encuentra ocupados, o bien en los corredores oscuros. Son salones oscuros.
En un inicio los sentí como Hoy me dio un adelante de cien soles. Es el
segundo que le pido en lo que va del mes y medio que llevo trabajando para
ella. El primero me lo negó explicando que los padres aún no pagaban.

Al escribir esto, me contradigo y contradigo cierta enseñanza oriental y


gnóstica que exige desprenderse del yo que orienta el desarrollo de las
ideas. Me parece, visto desde otra manera, un asunto banal.
Sin embargo, he considerado muy acertada las palabras de Pavese cuando
dice que uno es pleno donde puede salirse de sí mismo. Para fantasear
tenemos que doblegarnos, hacernos miles. No hay de otra forma. Y uno se
hace miles donde puede tener el espacio necesario.

Ahora se nos invita a fluir. Dejar el conocimiento, tan deplorado, para


aprender haciendo. El domingo pasado, cito el día no para enmarcar
atmósferas solo para hacer memoria, llegando a casa de caminar se me dio
por dibujar el esqueleto humano en la pizarra de mi cuarto.
El plan de la pizarra es simplemente anotar ideas para ir mirándolas y
sedimentándolas.
Creo que cuando uno fluye todo lo que uno es se descarga. Hay de seguro
una mecánica de armar y desarmar el poema. Por ejemplo, me interesaría
saber a fondo, a fondo, muy adentro, todo sobre el simbolismo, y otros
ismos, todo sobre su arte poética, su bitácora. Y de seguro, eso, al irse
pegando a mi escritura formaría o me daría nuevas rutas.
Uno puede ser joven en un tiempo nuevo y necesitar de viejos de tiempos
pasados.
Machado diría “bueno es oír las palabras viejas que no volverán a sonar”
(un artículo sobre la idea de que en “Chile” el poema y la poesía comparten
un aura que en Perú no posee. La rivalidad entre los dos países me parece
ridícula.
¿Perú? Hace unas noches le pregunté señalándole los signos de la
peruanidad qué sentía y me dijo que nada. ¿Es mi deber enseñarle a cantar
el himno nacional? )
Voy a aprender y desaprender. Seré mi propio experimento.
Se afirma que ya hay posibilidad de inmortalidad: la clonación de identidad
es ya un hecho. Leo a un futurólogo que, según la información que hay,
toma 250 pastillas diariamente. Su libro se llama La singularidad está cerca
y se puede bajar gratis por internet.
El poema más bonito que he leído últimamente ha sido: el día que al verme
desnudo-ella dijo:-me gustaría que tu verga cantase,-alas me nacieron en la
ingle-trinos cruzaron la madrugada-y mis sábanas amanecieron- llenas-de
plumas-y poemas.

El discurso alejado de la literatura y la poesía se están aproximando a


convertirse ya ni si quiera en una posibilidad sino en una payasa. Suenan
como de otro mundo las palabras de Lezama Lima, por ejemplo. Esto va a
cambiar la orbita de todo, es como Star Wars sin efectos especiales a Star
Wars con efectos especiales.
-¿Y si llega la enfermedad qué haré?

Le dije, me acuerdo, a la señorita que vendía productos naturales -linda, de


ojos cándidos-, si quería ir conmigo a caminar. Sonriendo, me explicó que
no podía, iba del trabajo a su casa y de su casa al trabajo. La casa era de su
tío. Tal vez el sábado. Después seguimos conversando. Soy profesor le
comenté.

Profesor. Nunca pensé caer tan bajo. Y ni modo. En una familia dónde
todos son profesores, donde las tías que no pudieron hacer otros carreras
eligieron la más fácil, la qué cualquier puede hacer dentro de mi país. Esa,
al acomplejado por especialidad que soy.
En el tiempo que ha pasado he conocido a varias señoritas. Está la
muchacha de ojos grandotes que alquilaba ternos, está la señorita que
vendía productos naturales, está mi compañera del curso de Lógica, está la
colega que le debo plata, está la directora del colegio donde trabajo. Con
todas ellas el trato ha sido especial, cuando menos igual. Solo una, la
primera, quiso salir conmigo después. Las otras
Conversación con mi tía Gorda en la cocina. Ella come en un taper negro.
Veo el taper y el humo creciendo. Hablo demasiado rápido y mucho. Ella
me pregunta qué tal mi nuevo trabajo. Pienso que debí respirar profundo
antes de hablarle.
La inocencia, supuestamente, tiene que ver en realizar acciones sin tener
una idea de ellas, acercarse al hecho sin pensarse en el hecho. ¿toda
autoconciencia no limita otras formas de conocimiento? ¿toda
autoconciencia no encierra el fluir? ¿pero como hablar de encerrar o abrir
cuando la única posibilidad se da en la autoconciencia expliando o
negando cualquier fenómeno?
Crece curiosamente crece una delgada planta de mariguana. De todas las
pepas que me sobraron del bolsón que me pasó Mayra es la única que
sobrevivió y ahora acompaña mis hojas de monedas. Una, languidece, la
otra, se acerca, reptando, al alfeizar.
Hoy también vi al hermano de Belén, Rudy. Caminaba en dirección
contraria. Estaba en el barrio del frente de mío. Me iba pensando en el
ceviche que iba a devorar. Él llegaba de lejos. Nos saludamos raro. Se
detuvo un rato y también lo hice. ¿A dónde vas? A comer ceviche.

Encuentro a Belén en su negocio. Decir ya negocio es empezar mal, es su


proyecto, su – de algún modo – sueño. Pensarlo así acaba con cualquier
tipo de envidia. Desde cualquier punto de vista Belén supo pensar rápido,
aprovecho los recursos de su barrio y de sus capacidades. Ahora dirige
unos talleres a los estudiantes por las tardes.
Está al frente de una oficina. Quejumbroso y radiante nos abrazamos. Le
digo que pasé un fin de semana ensimismado. Ella me dijo que estaba
esperando mi llamada.
Cómo explicarle que, aunque la ame, preferí pasar el fin de semana leyendo
hasta tarde, el sábado de madrugada me fui a caminar solo por el barrio
cosa que me tomó como media hora, después de pasarme como dos horas
mirándome al espejo para ver si mis ojos estaban rojos, o mi rostro
demacrado, o que ropa me quedaba, o que polo, o pantalón, o así, o muy
flaco de un lado; quería salir con una chica, hundirme en ella y nada más.
Sabía que si la llamaba ella iba a salir conmigo pero no íbamos a hacer el
amor. Y eso solamente quería. Pensé en algunas posibilidades pero todas
eran fallidas sin dinero.
Me quedé mirando por la ventana. En la esquina vi a un flaco que llegaba,
mirada a todos lados, y sacaba su pipa y aspiraba. Luego la guardaba,
sacaba un cigarro y de nuevo.
Repetía la acción varias veces. Después llegaron sus amigos. Todos
encasacados, con la actitud de bacanes. Vi también al muchacho que acaba
de abrir una librería.
Me parece que él es el que vende la merca. Y al otro día, el domingo, salí a
latear por El Agustino. Llegué a una canchita donde jugaban unos
muchachos sin polo, fornidos, corrían rápido en el fríaje.

Más tarde seguí divagando, entre calles desconocidas y conocidas, llegué al


mercado de Pulga, vi algunos libros, entre ellos uno de Julio Carmona, lo
dejé en el suelo, estaba sin pasaje, volví a casa por unas calles aledañas a
Rivagüero.
Sin ganas de ver a nadie, me preparé café y panes con lomo del almuerzo.
Me adentré al cuarto y me puse a leer. Ahora, entre sus brazos, me disipo.
Dejo de hacerme el ofendido y fresco y me voy al rato montando bicicleta,
paso por el colegio dónde trabajo, después me quedó un rato en la boca del
túnel, esperando que los autos pasen y me dejen cruzar al otro lado.
Hay algo que verdaderamente me saca de cualquier estado sea metafísico,
poético o político: el cuerpo de una mujer. La hermana de Belén causa esas
emociones en mí. Me lleva al pánico. Millones de veces he deseado tenerla
en mi cama, volteada, esperándome.
La otra tarde la vi: primero conversaba con su otra hermana y su
enamorado en una esquina. Después ella avanzo y yo salí de la tienda. Fue
cuando la vi, de espaladas, con el jean apretado y su culazo. O culito, pues
ella es muy pequeña. Podría seguirla y verla, ir así un largo rato. Después
ella volteo, creo que me vio. Algunas mañanas me demoro en ir a trabajar
apropósito para ver si la puedo espiar pasando por la ventana de mi casa
que da al colegio donde ella estudia.
No siento atracciones de ningún otro tipo por ella, no sé qué gustos tiene,
no sé qué piensa, nada, solamente es su físico. Somos expansivos. Las
ondas que deja a su paso me hacen delirar. ¿Seria bueno que Belén supiera
esto?
Suena mucho actualmente todo lo cagado que está el profesor en nuestro
país. Diariamente sale como violador, como estafador, como hombre que le
da alcohol a sus alumnas y las lleva a las fiestas. Yo no quiero aceptar o
asumir mi condición de profesor.
Nos encontramos. Toco la puerta de su trabajo. Ella me recibe dándome un
beso. El beso me hace cerrar los ojos, no siento nada al sentir sus labios,
solamente una especie de humedad cuando nuestras lenguas se buscan.
Siento su cuerpo, ¿por qué si me ama no quiere hacer el amor conmigo?
No, lo sé.

12-07-16
Ser profesor es saber que muchos de tus objetivos para estar dentro del
sistema pero batallando son necios, o cuando menos, locos.
Sí, puede que en realidad lo que me angustia va de fondo. Va al otro
extremo. Es algo que no he terminado de cuajar. La idea de escucharse a sí
mismo y hacerse ismo me cala hasta los huesos. Yo no quiero aprender a
razonar, quiero ser poeta. A mi me resulta difícil ser otra cosa, si no se
puede entro en pánico, necesito la poesía como a una mujer.
Le he dado todo, no me puede fallar. La vieja inmortalidad de los versos.
Suena falsa verdad, pero en otros momentos suele ser lo máximo. Todo el
mundo reverbera en un gran verso. Me parece que soy más degustador del
verso. ¿Por qué entonces soy gris y aburrido y hasta apático en aula? ¿Por
qué nunca he podido terminar nada? ¿A mis 25 años debo preocuparme por
terminar mi carrera universitaria? Eso me parece terrible, no he podido
hacer nada que no sea producto de mis sensaciones, siempre he ido de un
lado a otro, olisqueando, y abusando de las horas. Como hoy que leyendo a
Shakespeare me levanté, salí a caminar, terminé dando vueltas por el
Hospital Bravo Chico, me subí a un bus, bajé, me hicieron masajes en un
mercadito del centro -en ese lapso sublime me acorde de la dorada claridad
de Kerouac- y así he ido errando y errando.
Siento que pierdo el tiempo pero vivir es perder el tiempo, no obstante, a
veces me veo pensando que debería iniciar de nuevo el yoga, o hacer algo,
para limpiar un poco el cuerpo y el alma de la bulla diaria y poder volver a
volar. No me refiero a cómo entendía sentía me mataba antes eso de vivir
sencillamente, antes de la lluvia de cagada del pensamiento derrotista,
dicharachero, metafísico, de combi, y de súbito.
Cuando no trabajaba era más rápido sentirme completamente yo. Me toma
unos días volver a mi estado de plenitud desde el cual puedo seguir
creciendo. Somos árboles, no somos otra cosa, animales que se bifurcan. Y
asi crecen las uvas, dulces, cimarronas. Y los días avanzan, y no se halla
uno metido en nada, no es serio vivir amando como un payaso lo tierno,
morir a cada instante, estar jodido y radiante y también vi cerveza.
Amo la chela negra helada temperatura ambiente
mientras absorto leo mi Pavese y mi Aforismos de Litchtenberg
feliz absorbo la radiación de mis abrojos
Y en esa bitácora diariamente veía más de lo que quería y deseaba. Todo
se termina abriendo cuando uno se lo propone. Soy fe, poseo fe. No
controlo ni la mitad de las cosas que me pasan. A la hora de dar una clase
cualquiera, no sé de qué modo se plasmará el ambiente y cómo será su fin.
Esa incertidumbre está en el instante al otro y de fondo, la máquina
encendida, esbozando explicaciones o precediendo mis actos.
En esos tramos, entonces, porque me hallo disgustando conmigo mismo, no
terminó de querer o aceptar la trama que mantengo. Si la acepto y
agradezco acaso me haya fulminado como poeta. ¿Desde cuando empecé a
ver este oficio como una suerte de inmolación diaria? No lo sé, pero me
suelo abandonar a mi suerte, eso es lo que mejor sé hacer. Hoy tomando
caldo de pollo con Belén lo he comprendido completamente: ha pasado el
tiempo, ya no somos más los muchachos jóvenes queriendo conocer el
mundo, bebiendo y fluyendo en una vorágine con el fondo musical
rebasando. Exagero. Ella me dice que siente nuestros cuerpos diferentes. El
cuerpo habla. Me explico más mediante mi cuerpo. No debería saberlo. Tal
vez, ser inocente era necesario para explicar en versitos que la fruta se hace
ave para cantar, que le di un vaso de agua de mi cuerpo. La sed en realidad
es otra, diariamente es otra. Pero es una sed que solo cabe dentro de mí, no
la puedo ofrecer como una menta. No compartimos nada, vivimos en
diferentes planetas, aunque se nos diga que no es así.
¿Pero que he escrito hasta el momento que fuera perdurable? O sea, digo,
hay un momento en que se me baja la droga poesía y veo todo horrible y
me pienso a mi dentro de una sociedad hasta las huevas, con todo pésimo,
dan ganas de llorar… después viene el recuerdo de que somos nada dentro
del universo reconocido y por conocer, que somos mamíferos y mamamos,
y que la ternura es una antorcha y la vida es maravillosa. Escribo para
demostrar que también soy sublime, lo dijo Pessoa ¿Hijo de mis lecturas?
Pero acaso ya no está probado científicamente que el cerebro se desarrolla
según cada lectura que tiene, a la manera en que si uno lee que camina el
cerebro graba la acción como si la hubiera vivido, de ahí que me enloquece
saber que el poema es una potencia del alma, un alimento diario para
pensar y salirnos de las historias de cartón que se tejen en ese mundo
hipócrita, silencioso. ¿Se puede todavía plantear el asunto de escribir a
nivel de inmortalidad? Te sorprendes a ti mismo pensando esto mientras
divagas antes de dormir. Sabes que lo mejor hubiera sido ir despacio hoy,
con calma, meditar, hacer yoga, respirar, no hallarte a ti fumando
mariguana, escuchando a Jackie Gleasean, recordando un cuento donde un
personaje explicaba que necesitamos fantasías para vivir.
Esta es una de las dudas de mi vida, me pasa igual en la escuela: trabajo,
pienso creo en educación, me preocupa la salud de mis hermanas, pero
termina siendo un deseo de algo más: me gusta la idea de aprender eso, y
saberlo y poder intervenir de alguna manera en la sociedad. Creo que la
comunicación que hacemos tiene un destinatario, nunca le veremos el
rostro, ni es el que nos mueve realmente a escribir, pero termina siendo uno
de los que puede comunicar lo que nosotros comunicamos y él comunicara.
Es dejar que por más aires se diluya la descarga electrónica de vida, de
despertar, de andar lúcidos y tiernos.
Y en ese caso, debo angustiarme con aquella posibilidad, que no sé cómo
devendrá o amar directamente lo que se me ofrece de perfil y al sesgo.
Amo los besos de Belén, aunque a veces los sienta desde otro planeta. Ya
no la siento mi chica, ahora es una mujer que recién se explora a sí misma.

Mi soledad es mi compañera. Llego a los lugares después de miles de


conversaciones con ella. Hay un momento del día en el cual quiero
plenamente cantar. Porque me da la gana, porque soy sublime, deseo
subirme a una mesa y cantar. Que cosas digo, parezco o sueno como loco.
No es así. Esto es como una especie de claridad que se apaga y se prende.
Luciérnagas. Y es cuando realmente recuerdas que consideraste y
consideras que otras formas de vida son posibles, que la vida es otra cosa o
no es vida, que se debe ver nuevamente la realidad, que hay que meternos
dentro de las cosas, observar el mundo. Detrás de estos muros con los que
levantas tu alma y puedes verte nuevamente largo e intenso están las dudas
e incognitas si por tal hazaña se debe azuzar la vida y mover las teclas.

Pero tampoco este es mi problema de hoy. Mi problema de hoy fue que


mire las cosas como problemas.

Desperté a tomar el desayuno rápido. Nada me conmovió profundamente


del mundo, hubo sol, hubo gente, hubo posibilidad del gran todo.
No ame a la muchacha más linda de mi barrio.
No se me dio las ganas de rezar,
ni de ser bueno con el prójimo.
me dio la gana de pasearme solo por el norte,
entre calles que chupamos como fideos,
y toneladas de formas de matarme de aburrimiento
Hemos perdido el encanto de tener encanto
El aburrimiento es una feria de locos
Pero solamente fue un día, una fruta haciéndose canto para que me oigas:
giro el planeta donde nos hallamos diseminados, un reparto rápido de
papeles en la escena,
una forma de contarme las cosas.

Pues bien, al final, lo rico del final


es que te encuentras en la orilla finita
donde deseaste encontrarte contándote estos cuentos
antes de dormir, como para que futuras
generaciones ideen también su plan de salvavidas,
la gran quemada, el timón al tiro de sus cosas,
su metafísica en zapatos de goma
Algo que decirse mientras otros roban matan
y mi mano se hace raíz
Canto y amo mi canto mientras dura,
mientras dura el fuego es maravilloso.
Así en nudos y todo me vale
lo mismo solamente es delicioso
perderse sonriendo entre las calles de una ciudad
donde las hojas del atardecer acunen inhollable miel
que amo
Por eso cambia tu cara de seria de intelectual de enciclopedia Qué
almorzaste hoy
Quiza solamente un guiso esquizo y dividido
en la música de la yema de tus dedos
Yo sé del Canto que impide nuestra DIVISION
Amo la cerveza, me la paso mejor estando borracho
Estado completamente poetizado
Sale mejor la vida, sale mejor la noche, sale mejor la conversación,
sale mejor todo
Y ese es mi estado
y pretendo que sea también mi canción
ser feliz es mi canción
Y como nada es eterno en esta vida
El Mar viene y todo lo borra
Puedes volver a iniciar el juego
Metes la moneda y el aparato empieza a girar

Este día ya fue,


mejor es volver a empezar
GIRAS
No importa cómo te lo plantees
siempre
giras giras giras
No obedeces a otras señales,
tu modo de ser o estar es girando
Giras giras giras
Después de un puñado de poemas menores y sentimentales se me ha
ocurrido que quizá no estoy enfocando demasiado bien mis poemas (de ahí
que anteriormente me nazca el deseo de saber más sobre simbolismo, y de
poesía en general ) Tal vez, soy un mar de dudas, las dudas solo se limitan
a dibujarlas, pues no hay forma de avanzar dudando. O sí, es la que voy
haciendo. No dejar de perder las migajas de ilusión.
Mi problema de hoy es que no invite a nadie a bailar
Ni me puse a escribir el primer ladrillo del castillo
Ni ladre como un perrito moviendo la cola
Mire mujeres y abracé mujeres y estuve entre mujeres

Pues ahorita, justo que quiero ir a servirme agua


He pensando que solamente la pasamos
Espiándonos para manifestar el desconcierto.
ERA YA HORA DE DARLE NUEVOS USOS AL LENGUAJE
AHORA ES EL MODO DE CURARNOS EL BOBO

De las ganas de hacer realmente algo social de mi adolescencia ahora


vengo a tenerlas nuevamente y de maneras locas, me van empujando a
recordar personas. ¿Intenté superar a mi tío, y a mi padre, mi abuelo, mi
otro abuelo como posibilidad humana? Pero, por otro lado, quién soy.
Un juicio de mi persona más frío diría que solo un profesor, vago y mal
vestido, que despilfarra su tiempo entre mujeres, niños o niñas que corren
en un patio mojado, y su hermana G. ¿Y si así es como yo me leo acaso no
influye en como me asumo psíquicamente?
En esas circunstancias, creo que nos hallamos un poco muchos hombres en
este raro y maravilloso país. Hoy explicábamos nuestros deseos nuestros
juicios, ideas en la oficina de Belén iluminada y fría. Llegué después de ver
a Nelcy y caminar por Lima. Belén estaba sentada, se sorprendió y de la
manera más calma, o triste me preguntó. El cabello corto le queda precioso,
parece una señorita. Toda una niña preciosa. Me acomodo después en una
silla y las veo trabajando. Me veo ahí. Yo creo que uno nunca debe
compararse pero a veces me comparo y hasta me quedo sufriendo por eso.
Nunca he salido de mi país, y no es que me muera por hacerlo. Creo que,
como todos, andamos en una época loca y movida: existe una depresión
grande y mucha necesidad del ser. La felicidad se vende como pan caliente.
Las recetas son frutas que se hacen animales y cantan y nos exigen ser de
uno u otro modo. Y entre eso, trabajar y ser poeta, trabajar y estudiar,
trabajar y no abreviarse. Estar en el acto. La poesía eres tú según Bécquer.
Y Belén sigue anotando en unos papelitos las firmas de los padres; hay
muchos padres de familia en la escuela de Belén, y ella llena y llena
papeles. Hace rato que no sé como hablar con su hermana, Lisset. Quisiera
ser franco con ella, poder explicarme como soy en el fluir a su lado, pero
algo me detiene. Me abrumo y me callo. ¿Le hablo a Lisset?
-¿Y qué tal tu trabajo… llegaste a presentarlo?
Belén y Lissett fueron punks en su adolescencia. Nos encontrábamos en
conciertos de Los Olivos. Una vez la vi con su pañoleta roja. Es como raro,
ahora, mientras miraba el estante donde su hermano Luis vende golosinas,
y de nuevo la oficina. Lisset después se paró, se inclinó hacia su cartera, la
cargo y se quedó mirándola.
Las carteras empezaron a ser preocupación de Belén hace dos años. Nunca
antes nos habíamos detenido a verlas, ni ella me las mencionaba. Pero
empezó a tomarle interés. Me explicaba que algunas eran bonitas,
elegantes, otras horribles.
-Bien, al final presenté el trabajo.
-¿Y qué tal, todo bien?

Todo irá bien, te repites


y basta.
No hay interés en los sentimientos
salvo en todos los sonidos que ahora mismo repercuten
en los labios de nuestros hermanos y hermanas
Todos hemos sido culeados por la ciencia,
que dijo que la verdad era esta:
No somos nada.
Y se habla del futuro y de proyectos que nos harán mejores personas
mientras solamente se habla de esto:
No somos nada
La tostada al comerse, como la ceniza, se disuelve. La mano queda arenosa.
Entonces empieza la mantequilla. La mantequilla forma una piel encima de
la tostada. La tostadas son cuadrados, como las casitas que dibujaba de
niño. Así:
UN CUADRADITO UN TRIANGULO Y UN RECTÁNGULO
La Casa de los espíritus es un buen libro,
yo soy la casa de los espíritus entonces amaneció el amor
Naturaleza animal de las sanguazas,
el aire de los guisos escribe odas
en el asfalto dividido, el sol
atardece en las orejas rojas,
se hace de día en el otro país,
no sabemos nada del sistema solar
Cabalgamos de noche y entre cuerpos,
la oscuridad ofrece demonios

Las piedras que miro son raras y perfectas. No me pertenece nada. Las
calles avanzan son arterias de un acueducto mayor las vacas existen las
granjitas no sé como son Pero las piedras son extrañas no soportan
demasiado resplandor No tenemos mucho solo historias que contar antes de
dormir
Igual se haga o no se haga nada amo la lentitud amo despacio y con mucho
cuidado ponerme las medias enlanadas de lana gris se entiende que no
tenemos que pintar al elefante gris los niños pueden pintarlo como gusten
te veo en la otra orilla de las cabezas y solamente sonries por como sonries
intuyo que pienso que pensé algo impensable

Impensable como un buey en el aire


Desarrollo en abstracto un borrador un segundo viaje
para cuando esté que desarrolle sea necesario hundirlo
Sí, otro viaje, tal vez cocinero entre las
dicen que escribo mal, que no digo nada interesante,
que le falta neurociencia o autoconciencia a mi verso
Que no desarrollo bien mi poema ni he leído al
último maldito, yo me carcajeo y
veo a la gente caminando con sus cajas de chela

Los poemas del otro mes son los de otro mes


este es de hoy
no sé que fecha del día es
pero me hago preguntas de todo calibre
y cuando la noche cae me siento solo,
vacio, resolviendo mis desperdicios
Por mi alma ha corrido
demasiado ron, demasiada depresión,
y después he comenzado a pensarme
en la situación que me hallo
no parece nada claro, ni el panorama
ni la poética,
he visto a peores poetas que luego
triunfan
se supone que debe ser como
en las películas que me hago en la cabeza
se supone que la vida es lúcida y depresiva
y toda esa sarta de metafísica
una forma de pararle pechito al peso que cae sobre mis ojos
de solamente ser un muchacho de barrio pobre,
pero miro todo lo alto de mi país
como los cerros ahí donde se almuerza ladrillo
y se cometen golpes
aclaro mi mundo, limpió mis ojos de toda legaña,
y soy alto hermano como tu también lo eres
y nos hemos adelgazado, y metido como cancha de depresión
en el cerebro, en las manos,
lo mejor de todo es que soy un barco
una especie de fusión entre lo
marcado entre los huesitos de la palabra,
la mezcla formada del espacio,
que mueve la estela de las espumas en todo lo que extiendo hasta ti

Y ya pusiste cara de serio,


ya te creiste todos los cuentos
el de usar corbata inútil y camisita
pero el problema no se reduce a la ropa
tiene algo que ver con mi barba crecida
y mi poca gana de cortarme algo
solo hago todo lento
eso hago y pregono para que se me haga costumbre
y no terminé de pudrirse en mis dedos
Mi tiempo es bastante corto
pero ya poco a poco lo extiendo
Y cuando se amplia la vibración
de cada cual, según dicen,
ahí aparece el alma

Entre palabras aparece lo que eres


Lo que digas es lo que te forma
Te formas de palabras
Estas metido en una sopa de letras
Te toman en cucharas de latón
No te compliques la vida
Sola deja que diariamente
te desayunen la mañana

19-07-16
No he realizado una serie de cosas que debí realizar hace mucho mucho
tiempo. Y tampoco importa mucho. Tampoco importa tanto que mi voz
suene como la de un adolescente ahora que también trabajo de profesor y
acabo de pelearme con la directora del trabajo. Ella me dice que me entregó
el proyector en buen estado y así debí devolvérselo. Pero me lo entregó
como la vez que juntos lo usamos, el día de la exposición – taller escuela
de padres del colegio donde trabajo. Sí, soy profesor. Aunque nunca en
realidad lo quise he terminado dentro del mismo espacio que siempre
detesté. Sí, y no profesor en un país donde la docencia sea la mejor carrera,
o sea si quiera rentable, o si quiera una posibilidad divertida. Y ahora es en
un colegio cercano a mi trabajo; a mí, que siempre quise vivir viajando y
caminando bastante. Yo que quiero ser poeta trabajo cerca de mi casa y
reniego con la directora. Tampoco sé muy bien qué hacer con mi vida.
Algo que me parecía valeroso antes, incluso divertido entre versos y versos
sucedió simplemente y me acabo de dar cuenta. Crecí, trabajo, puedo ser
acusado de lo que sea dentro de lo reglamentado en mi país, no tengo mujer
ni amigos y estoy en la pura soledad.
Un hombre feliz. Tampoco. Nada. Solamente un momento entre dos seres,
una forma de mirar las cosas, una repetición con palabras. Y este jodido
espectáculo que deslizo entre las hojas como una forma de conocerse o no
detener el mismo flujo que son mis ojos. Pero, aun así, he terminado
odiando el colegio. Pensando solamente en tomar al llegar del colegio, la
misma idea me ronda, tomar y fumar mariguana. Nada más. Y después,
cuando ya descartó las posibilidades de irme a la calle a vivir, me puedo
regocijar dentro de una lectura que, si bien me hace avanzar dentro de mí y
conocer miles de cosas, no me doy aire frente a lo inmediato que vivo.
Pienso en mi casa. A mis 24 años, casi 25 no he salido de mi país ni de la
casa donde vivo desde que tengo uso de razón, ayer sentado leyendo un
librito me acordé de que antes mis lecturas las hacía en la cocina. Me vi
pequeño y grandote ahora.
El país que vivimos no nos ofrece realmente nada. Nosotros tenemos que
abrir los caminos, y algunos ya solamente seguir los marcados. Lo cual es
lo mejor, pienso, pues responder al sentido común representados por todos.
Pero yo no pienso comer el rollo del progreso, del éxito. ¿Y acaso no es mi
vida una especie de performance? Dicen que debemos ser muy duros con
nosotros mismos para aprender a conocernos. Hoy, por ejemplo, no quise ir
a trabajar. No, quería quedarme en casa, después salir a caminar, ¿volver al
antiguo esplendor de los años universitarios? ¿regresar a los días en qué
vivías con Belén? ¿Y si era así, con quién hacerlo?
No lo sé. Pienso que si uno comparte sus travesuras estás duelen menos. Es
más bonito tirarse la pera en pareja. Lo que sé es que hoy al llegar a casa y
cambiarme para ir a correr no me podía detener, el flujo de mi enojo seguía
marcado en mi rostro cansando, no quería responderle las preguntas a
Galilea sobre ¿qué hacen las hojas con los árboles? Y así, aunque nos
detuvimos al ver a esos pájaros dorados verdosos pequeñitos, aún así,
comiendo el ceviche, he seguido con la misma bruma, aquella cosa llamada
maleza, ese estar bloqueado.
A veces creo que los que saben brillar solo deben dedicarse a brillar. Pero
como vendo o hago que eso mío me haga o me sirva para vivir. Todos los
hombres del pasado, los viejitos aún vivos, o los jóvenes entregados a este
oficio de las letras han buscado miles de formas de vivir y mantener el
oficio. Yo no, yo me la he pasado dos años viviendo con Belén, trabajando
en cualquier colegio, o en academias de militares, enseñando separatas de
razonamiento verbal, lenguaje, haciendo mapas conceptuales sobre la
mitología griega, teniendo que hablar con padres de familias, y después,
toda una temporada muy larga, realmente solo dedicado a escribir, leer,
hacer el amor, pero toda esa temporada terminó, o creo que terminó, o no
sé, necesito como tres días por lo menos para volver a mí con todo y
escribir de la manera más pura todo lo que siento.
Hoy, por ejemplo. Hoy todos escriben diarios. Es la mejor manera de
conservar un poco de cordura. Estar escribiendo en una zona minada
produce locura. Cuando yo quiero leer algo alejado de lo que me ronda no
puedo, me regreso rápido a esta realidad donde nada despierta emoción,
(exagero, me siento demasiado dentro de uno de mis estados de ánimo,
dentro, muy a fondo, de estados que necesitaba evacuar)
No quiero ser profesor toda mi vida. Ni quiero estar viviendo entre
conocidos. Necesito irme lejos. No sé si a otro planeta o a otro cuarto o a
otro momento. Pero me voy llenando de desesperanza y entonces busco
ternura o vida en cualquier cosa, incluso rocas. Es que yo no estoy hecho
para mi época. Me aburría un mundo tener que escucharle todo ese rollo
estúpido a la directora del colegio, tener que aguantar su perorata de que
“yo le presté el proyector el día sábado y me lo debió traer el sábado en la
noche, usted que me hace pensar” Y, ahora, desde otra frecuencia pienso
que no debí ser tan severo, es que pienso tantas cosas, pero también amo
detenerme en cualquier objeto y perderme de mi mismo.
Y me hablaba, la vieja me hablaba enojada supongo, o no sé con qué
emociones, su hijo estaba probando la máquina. Estábamos en su sala, la
sala de tercer piso donde queda también el patio del recreo. Y en el aire
sentía que lo que ella buscaba en el fondo era descontarme a fin de mes la
máquina vieja que me prestó. ¡Por Belén! ¡Belén fue la que me insistió en
que le pidiera prestada el proyecto a la directora del colegio! ¡Ajá, y por
ayudarla ahora tenía que estar frente a la vieja, soportando su perorata de
mierda!
-Mire, lo que usted opina es su propia perspectiva…
Algo así le dije. ¿De qué manera hacerle entender que me dio su aparatado
malogrado y que si se lo devolví cuatro días después fue por descuido mío?
En la entrada de la casa, me acuerdo que estaba la mamá de Jean Pier, uno
de mis alumnos, lavando la ropa. ¿Y dónde está la compasión, la paz
interior de la que tanto hablas, las ganas de conectar con el otro, desde el
amado ser y el amado estar, donde la poesía como el asombro perenne y
total que fluye por todas las venas y arterias despejando la sangre? ¿Dónde
la conchesumadre de la poesía y su éxtasis? Me aburro pronto, me
desaburro igual. Desde niño he sido así. Por eso me consideraban
malcriado, pues, me aburría con rapidez.
Sin tener más que decir me fui cruzando el patio, bajé las escaleras, y me
encontré en la entrada con mi mamá y Galilea. Galilea me abrazó, estaba
preocupada, me dijo que pensaba que me había ido. Le explique rápido,
nervioso, a mi mamá porque me había demorado. En la esquina, cuando ya
estábamos yéndonos, la directora salió desde la puerta del colegio y llamó a
mi mamá.
Mi mamá también trabaja en el colegio y fue ella quién me dijo que faltaba
un profesor. Fue hace como un mes y medio. Estaba tranquilo después de
dejar el trabajo en el mercado cuando, una vez llegando de la universidad,
encontré a mi madre querida en la cocina esperándome. Le dolía todo,
estaba desesperada, llorando, con la cara. ¿De qué vamos a vivir? Tienes
que buscar trabajo, sino de que vamos a vivir, qué vamos a comer.
Me acabo de leer de arriba abajo y me he sentido medio asqueado de mí, de
todo.

Hallas todo y lo perderás todo


Después de todo encontrarás tu propio espejo
Mirandote todavía
Y detrás, de un azul, el camino todavía representado
respirable y duradero. Pero, ¿hasta cuando?
20-07-16

Entre tantos eventos culturales, me preguntó dónde se encuentra hoy la


cultura. Para mí se resume a los libros que abro diariamente, con curiosos,
aburrimiento y a las frases que repito narcotizado por el olor a plumón de
pizarra en las clases de letras que enseño por las mañanas nubladas de mi
país.
Camino solitario por Gamarra.
¿Por qué al querer hacer algo, decir algo, opinar o simplemente fluir, dentro
de mi visión última de las cosas no puedo dejar de sentirme ridículo? Dos
revelaciones: soy profesor, se me agota el tiempo para pensar en variar mi
vida.
Ahora qué será la poesía. Ni idea. Me siento ajeno a cualquier conversación
relacionada a la palabra y sus derivados. El barco del amor naufragó. Lejos
de mí, ofrecerme de vaso en vaso. El agua. Telefoneo que mi presencia.
Equidistante a tus ojos, flor de abril, frejolito nacido de algodones, tu
nombre.
No dejo de sentirme cursi al caminar pensando que amo la tierra donde
vivo, que quisiera que mejoré, pero. ¿De qué modo? Por eso, al hablar en
mis clases de la escuela solamente me da por ser puro corazón, y asumir
que vivo un naufragio.
No quisiera ir a trabajar mañana, quiero decir: la vida que fluye por
nosotros no debe permanecer encerrado. Y después, en medio del tráfico,
cuando una seño pide yuquitas fritas al otro lado de la vereda, y la pareja
que vende yuquitas fritas no sabe qué hacer, mientras el cobrador mira sus
monedas o engruesa la voz para hablarnos brusco, para que no sepa que
tampoco nos importa que siento joven trabaje, que no nos hace pensar nada
la vergüenza que siente de cobrar. O ese estrujón en el corazón donde
decía, grandote, en mayúscula TANTRAZINA a la espalda del pan
cubierto de chocolate que suelen llevar los niños al colegio y era el dulce
que ansiaba la ansiosa Galilea. Regresábamos del mercado, donde, después
de volver a sentir las monedas y billetes del pantalón, le dije a Galilea que
le invitaba un ceviche. Nos fuimos por las veredas conversando no me
acuerdo de qué, pero sí me acuerdo que bajamos por un colegio estatal
apodado el Chaparral. O el miedo de la niña que hoy en el bus leía a Ana
Frank, era una niña gordita, bueno, ya adolescente y leía Ana Frank al
fondo, en el bus traqueteante donde íbamos, apenados o no, pero íbamos.
Ahí, bajaba la vista, después alzaba el libro y miraba el celular grandote. Vi
de soslayo su foto de la pantalla. Y sí, carajo, en medio de todo eso, o en
medio de mi mismo mirándome de muchas maneras, aprendiéndome,
anotándome, siendo mi presión diaria para no estar en otro lado, sino en mí,
seguir dentro de lo que llamo yo. Yo circulo vicioso, hueco, ondulación en
el estómago. Soy más mi dolor de estómago que la filosofía que hoy leí.
Soy más mi dolor de espalda ahora que la canción que oigo en la cocina de
mi casa, mientras termino de hacer esta monografía de Sendero Luminoso.
Mire sus mitones de lana anaranjada con bordecitos medios plomos o
morados. Y después en la moto taxi, al subir, “señora buenas” Y no recibir
un gruñido, no hacer que este mono quejón o sentimentaloide que soy se
haga una bola de papel ardiendo entre sus semejantes. ¿Pensaría que la
estaba viendo demasiado? Le dijo, igual, seco, helado: ¿vas a bajar? Ella,
sonriente al máximo, no no. Y al final, “disculpa, ya bajo”, con esa sonrisa,
toda gordita, de cejas intensas, pobladas, y me pare en el pasillo mientras
ella bajaba, ¿a dónde? Escuché que dijo “ya mamá, espérame” ¿Galilea
sería así? Cómo cuidarla en este mundo de mierda que vivimos.

Ah, eso, cierto: hay una cierta insatisfacción que nos da vivir en este país,
una pena que se hace o termina haciendo hasta metafísica. Al fondo,
mientras cargo en la mochila las bolsas de maca, kiwicha, hoja de coca,
entre otras especies no dejo no me canso de mirar las paredes de las calles,
la noche morada termina de penetrar los puestos donde los chinos venden
toda clase de fideos. Ahí, la noche, las vidas de otros, cómo será, siempre
me pregunto ¿en qué estaría metido el cobrador que dijo “estamos en el
Perú, pues”? En la esquina, antes de cruzar la pista, mire las envolturas
plomos cromadas de los chocolates Sublimes. Compré también dos kilos de
mandarina y doce plátanos. No pude guardar la bolsa con dos kilos de
mandarina dulce sin pepa en mi mochila, con los paquetes en mano subí al
bus, donde discutían las señoras acerca de qué una de ellas no quería dar el
asiento. En el ambiente reinaba el imperativo moral de “dale asiento a la
más anciana, pero la señora joven, alegaba que ella estaba con paquetes”
Me puse a mirar la ventana trasera. Las calles cercadas por la noche.
Morada noche.
El primer escenario donde me deja el bus es tremendo. Desolador. Las
paredes del edificio están todas descascaradas y cuelgan como pellejitos.
Las ventanas abiertas. Veo que solamente de dos cuelgan un alambre donde
la ropa multicolor se seca. Abajo la entrada. Me bajo antes de que el bus se
estacione, en la mitad de la pista, junto a una señora con sus dos hijas, en la
pista y me voy a la vereda. Veo la entrada de una sala de máquinas que
hacen masajes. La señorita que te atiende, te da una sonrisa, te lleva a una
máquina, pone tus monedas en un cuadrado de hierro, suena el crujido del
aparato, te acomodas en la primera ronda de muros en las sienes, se mueve
todo el mueble, y de fondo suena una canción japonesa, cierto, eso también
era posible, también es posible vivir escuchando esa clase de músicas, tras
los radiantes y celestes ríos que pasan, entre bambús y una paz también
celeste. Miras los otros muebles, una escolar sentada sonríe para sí misma,
sola, regocijándose; un joven adulto con short sonríe feliz; de una señora
solo veo su nariz. Al fondo, el póster grandote: el lugar de los majases, en
letra azul, y un paisaje de verano, sol y playas que solamente veo en esta
clase de catálogos. Y cuando ya empiezo a estar junto a ella se acaba mi
tiempo y me quedo mirando el rededor otro poquito. Salgo mirando los
vasitos en la bandeja de plástico azul. El agua ahí es cristalina. De nuevo la
calle.
Subirse a una moto. Noche salpicada de postes anaranjados. Las siluetas de
los que avanzan en las veredas me hace llorar. Quiero la paz para mí, una
paz bebible en una botella. Cuando estoy caminando entre las galerías de
chucherías raras, de sábilas y libros de magia negra, brujería, viendo
algunas hierbas que no conozco, el yuyo anaranjado, la muchacha de ojos
egipcios, la otra mujer de ojos inmenso y serios, el olor a especies al fondo
donde el triple vale tres soles y se puede tomar gaseosa en las sillas de
madera. Después un poco más de calle. El largo corredor al segundo piso
donde se dice que hacen masajes. Los violines o arpas o el ande todo en la
esquina de dvds de música andina. Y los muchachitos de la selva, bailando
y moviéndose sensuales alrededor de las señoras que hablan celular. Su
paso. Las dos monedas que dejo caer en su gorro inútil y mongolo. Pasar
por el Gran Chaparral y ver desde la moto taxi a sus alumnos. Chompas,
pantalón plomo caqui, camisa. Ver a sus alumnos saliendo. Ver alumnos
saliendo. Recordar que amabas salir del colegio. ¿Qué futuro tienen aquí?
Pues ninguno, consumir mariguana desde pre adolescentes, tal vez casarse
o tener hijos, desear irse, chupetas cada sábado, urgencias de mujer, miedo
a las alturas, los cerros alrededor, perdiéndose cada invierno, un riel que
huye del tiempo, las ventanas tiemblan, colegios cobrizos, verrugas en los
dedos, invitados e inquilinos, pan en las mañanas, mantequilla en sobres de
papel aluminio, mermelada en plásticos, tostada en bolsas, paltas,
mandarina dulce, sin pena, hoja de coca, vida.
Me quedo mirando la tele del cuarto de mi madre. Fui a sacar la lap top que
estaba cargándose. Hablan del cambio del congreso. Me acuerdo de que
hace poco un titular -que es de la forma en que me entero de lo que sucede
en mi país- explicaba que el presidente estaba inaugurando su propio busto.
Curioso. Sale el nuevo presidente elegido.
Me asusta pensar que soy todo lo que digo, pero a veces pienso que es por
la clase de ondas que cruzan mi cabeza. Cuando estoy alfa o beta proso y
verso diferente. Me asusta pensar que todo lo que se observa de la
televisión, o se lee en el internet, o se ve en las calles sea llanamente todo
lo que mi país es. Para estar en el país, para vivir el país, hay que de alguna
manera soñarlo, cosa que no se aplica, ciencia que solo crea intelectuales
aferrados a sus libros para seguir creando otros, pero el sentido del
ciudadano de a píe no está fundado en nociones que le den una identidad
política, no hay un diálogo que... Lo cual podría parecer de una ingenuidad
absoluta sino fuera algo probado científicamente. Pero a qué aferrarse. No
sé puede soñar mucho si la vida consiste en un pasarla bien, de la manera
más eficaz y rápida, pasarla bien, feliz, sin tener que hacer demasiado
esfuerzo… pero, esto, no es en el fondo algo contra la idea que tenías de ser
la cigarra y no la hormiga del cuento. ¿Qué cuento? ¿Con quién lo sueñas
ahora?
Después de pensar en las cosas hechas hoy llego a la conclusión de que la
vida es vivible con toda su locura y su realidad posibles, que necesito estar
más lento, quiero vivir despacito, siento que no tengo otro espacio donde
soñarme si no es en el ahora, y que los sueños son básicamente un suicidio
despacito. Esta noche puedo no dormir, mañana si, y después ya me acabé.
Respiramos y dejamos de respirar. Pensar así bonito me calma, como me
asfixia pensar en lo cercados como humanos que nos hallamos en la región
que nos ha tocado vivir ¿pero ansias de qué? ¿Si supieras algo más sobre
otros mundos eso cambiaría mi tristeza o confusión? ¿Se acabaría para
siempre este coloquio conmigo mismo así henchido, triste, animal? O
tardamos mucho en darnos cuenta, o vamos en círculos, o tenemos que
economizar recursos: la vida no es juego. Hay que tomarla enserio, con
calma, con valentía.
¿Si mañana aparece un extraterrestre o se dan pruebas fehacientes de que
hay vida en otros lados de qué maldita manera me puede afectar eso? Mis
problemas son humanos, sino ¿de dónde? Me acuerdo de mis alumnos, allí
en la clase, insultándose como los orates. Me acuerdo de aquel poema de
Tellier donde afirma que si mañana todos se fueran a otros planetas, el se
quedaría aquí dentro de un bar. Los bares. Me acuerdo que el poeta hablaba
de que eran el único espacio donde se hallaba la gente diferente. Que la
universidad crea moldes de personalidad. Una muchachita, por ejemplo,
Meylin, ¿qué de la vida va a aprender a la universidad? Nada, solamente
una serie de convenciones, trabajos, tonterías. No se aprende nada de la
vida. Estamos demasiados preocupados en los títulos y grados. O no será
que digo todo esto desde mi posición del vago que aún no termina la
universidad.
Hoy he querido simplemente fisiquear y no tanto metafisiquear, pero ahora
me ha dado más ganas de metafisiquear, así, harto.

Yo que mañana no voy a despertar para ir a caminar o leer mi libro favorito


sino para dar una clase de un tema que no he repasado, y ahora por
ejemplo, no puedo ni detener las filtraciones del refrigerador que ingresan a
mi prosa, o la voz de fondo, de los drogos de la esquina, carcajeándose. Me
aterra pensar que… no me aterra pensar nada.
He descubierto que a veces me inclino a unas frases ya manidas, que me
dan cierta exhalación o tono para escribir, pero que cuando se diluyen, se
va el efecto, no hacen sino ver menos claro lo que deseo decir. Me acuerdo
de los estados de flujo, del vivir sin tener que andar enajenándonos. Orgía
perpetua & Vida perpetua.
Por ejemplo, al iniciar este texto, después de la fecha de arriba fue arrojado
por un impulso de expresarme, expresar algo sobre la pena que nos hace
meditar o escribir, esa limeñada, y al ver la hora pienso que solo he perdido
el tiempo envés de avanzar la monografía. ¿Cómo estará pasándola Belén?

24-07-16
Y fui.
Al final terminé yendo, ¿a dónde? A buscar putas. Y en un cuarto, con un
homosexual operado que me daba su trasero con la lengua de los Rolling
Stone, sentí la distancia de mi arrechura y me paré. Le dije que si no tenía
vagina no podía.
¡Él me había dicho que tenía vagina! Tenía unas cejas inmensas, el rostro
duro, me dijo que fumaba mariguana. Le entro a todo papi, me mostro los
dos preservativos, pagué cincuenta soles por todo, en el cuarto no sabía
bien qué hacer, ella (él) se sentó y me dijo ¿te vas a ir sin que botes tu
leche? Y allí estaba su culo inmenso con la tanguita roja. ¿Tu pene es largo
o chico? Largo. Ay, a mí me gustan los chicos; muy grandes no entran.
No se dejaba tocar, ni besar -en el camino consideré que besarlo,
considerando que su boca como su ano son propiedades públicas no era la
mejor idea- no poder hacer lo que me gusta del sexo: ese preámbulo del
cariño, de los besos, que predisponen el viaje dentro de la vagina, esa
inmersión en la viscosidad que tanto deleita.
Y mientras me sobaba su culazo y miraba la lengua de los Rolling Stone
moviéndose gemía moviendo el mentón y cerrando los ojos. Me fui por
donde vine. Masticando palabras, frases, con taxis pasando en la avenida.
Me veo intentando besarla en un pampón oscuro donde nos detuvimos un
rato antes de seguir. Le pregunté cuánto costaba quedarnos juntos toda la
noche. 500 soles, me dijo. Y esto después de que me quedará buscando
cierto espacio de paz. ¿hace cuánto que no cachas? Hace como medio año,
le digo, desde que terminé con mi flaca. ¿Y por qué, ah? Pues -improviso-
soy profesor, me dedico a las letras.
Me fui rápido, él se quedó en el cuarto. Tenía 24 años, era de la selva, me
dijo. En el asiento delantero del microbús me fui directo al barrio. Pase por
la calle de las putas y uno de los vigilantes me dijo “ya cachaste seguro”.
En el asiento delantero del microbús pensaba que lo que me jodía era haber
perdido cincuenta soles y no estar borracho ni haber matado las ganas de
tirar. Eso era lo que me jodía. Por otro lado, ese era el precio de saber algo
clave: no volver a meterse con putas. Sin me llego a encontrar en la misma
circunstancia en el futuro con ese dinero me embriagaré o comeré algo pero
no lo gastaré con putas o putos. Para no perderme en cóleras me dejé llevar
y pensé que ese era el dinero que había ganado en la tesis, o era el dinero
de las fotocopias que imprimí sin que se dieran cuenta en el trabajo de
vigilante de cámaras. Entonces viendo así las cosas todo estaba más
equilibrado. No pude frenar sentir jodido y desequilibrado al despertar, al
siguiente día.
No tengo sueños hace varios días.
Gasté cincuentas soles en la aventura. Me ganó la noche. Estaba pasando
un rato de metafísica después de ser abollado por la directora. Me dijo de
todo y me pago una mierda. Me vine manejando bici del colegio hasta la
casa. Sin ganas de hablar con nadie, me aislé en el cuarto. Pero, ¿a quién
buscar? Me acuerdo de la hermana de los gemelos del colegio, alta, delgada
y de una cabellera inmensa. La imagino desnuda. Cómo verla sin embargo.
¿Debo ir de frente a su casa e invitar a salir en la noche? ¿Debo esperar a
qué nos volvamos a cruzar? Y después, quién más está disponible. Intenté
ser y estar sereno durante muchos meses. Cuando quise volver Belén me
negó el acceso a ella. Y no puedo seguir buscando chicas solo en extremos,
tarde, como los viernes de noche o los días de semana. Por ejemplo,
Meylin, me habla desde otra distancia; Desly me parece inhallable, se
mueve y culea demasiado; una muchacha que leyó mi poemario, que es de
provincia, no sé, no quiero conversar ni aparentar nada; después está la
chica del mercado donde alquilé el terno del quinceañero de Milagros,
pero, nunca la llamé, sé dónde trabaja, pero ¿aparecerme después de tres
meses e invitarla a salir no es algo loco? Ella me gusta.
Mañana es domingo y tampoco la veré.
O puede ser la compañera de aula, que tiene gustos musicales raros y es
delgada. Parece seria, madura. Quizá ella.

Pero no, es todo puro humo, en realidad no hay nadie.


Hoy me enteré de que llamó Belén y no pude contestarle. Leo a
Lichtenberg (si su hijo quiere ser poeta azótelo, dele duro hasta que sea uno
maravilloso), que es bastante variopintos en temas pero -ante todo busca-
afina la mirada, sacando una especie de reflexión; ¿Lichtenberg se adelantó
a los estados del Facebook? Termino de leer casi los diarios (¿los diarios?
Uno solo, El oficio de vivir, que por ratos me aburre y por otros me parece
bacán) de Pavese y como suelo hacer en estos días de invierno abro y cierro
documentos descargados de internet: Kant, Quincey, Foster Wallace (Muy
interesante lo que dice sobre la televisión y la forma en que nos sujetamos a
vivir la realidad contándonos, narramos todo, de alguna forma necesitamos
las historias. A las Mill y una noche la tengo lejana, como a toda la poesía
que venía leyendo, la poesía y sus reflexiones. Y unas ganas de vino y la
Obra completa de Cernuda, de Luis Cernuda.
De cómo funcionan los talleres de escritura creativa, de cómo se vive en
una zona donde el estructuralismo ha sido finiquitado: en medio de mucho
movimiento ¿Y cuál es ese movimiento?
Cito a Wallace:
Me acuerdo de mi amigo Deno. Llegó a Lima hace unos meses y vino
después de vivir en EEUU. Estudió escritura creativa. Deno
inexorablemente me hace recordar a Nelcy. La semana que pasó le
operaron el corazón. Se lo iban a extraer como un minuto entero. Su
presencia me sigue interesando… si fuera superficialmente más hermosa
me quedaría con ella, o la asediaría más: somos animales del mismo costal.
Ella ha viajado por el planeta y ha llegado con la misma humildad de
siempre. No sé en realidad cómo qué pasó con su operación. Eso que digo
de si fuera más bonita me quedaría con ella es broma: es como mi hermana
hermana. Entre los dos no hay sexualidad (a menos, claro, que hayamos
bebido y estemos borrachazos) Me parece que, bien, como dice Wallace, la
muerte exige vivir de otra manera la vida, y de él me acuerdo pues me
hablaba de la literatura americana.
Oigo canciones, especialmente a Bill Evans. O sea, uno pone al Bill y la
cosa cambia. Parece que se pinta. Es como prender un wiro. Un viaje. Se
trastorna el paisaje.
O cualquier música clásica. Las que tienen letras, o tienen que ser muy
buenas, o tienen que decir algo preciso. No ando muy empático ni social ni
musicalmente. No me entiendo con las melodías “dulces de la vida” así
sean de boleros, de rock o de regge. No puedo entrarle. Me aburre. Siento
que no quiero meterme a vivir un cuento de alguien no inspirado. Prefiero
otros cuentos. O seguir viviendo el mío. Prefiero la música sin letra porque
las letras de las músicas son a veces muy limitadas. Y al explicar esto, de
fondo, me llega la música que se baila en las fiestas, esa que dice “no
quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, no me quiero casar”, con toda la
propaganda sexual tejida en el adn de la música es difícil centrarse dentro
de lo clásico que exige algo de drama, algo de interioridad, algo de tiempo.
No estamos hechos para tanto, apenas un poco de luz y es suficiente, por
eso, diariamente me siento de muchas maneras, o sea, me siento en una
silla de plástico, pero también, por ejemplo, hoy leyendo a Mariátegui me
puedo sentir nuevamente del color de la crítica, del color del Perú me duele
hagamos algo, no olvidemos a los héroes, la forma como nos cuentan la
vida del joven Mariátegui acaso no hace formar aquello que no poseemos.
Volvamos a la música. Es una basura. O bien son especiales para los
enamorados. Me siento desenamorado. Wallace, en su ensayo, también
habla del sexo. Explica que tener sexo con una prostituta nos aleja de la
revelación de hacer el amor con compromiso. Pues, si, la verdad. Recuerdo
que hace unos días Mayra me decía que si prefería a una chica mística o a
una chica droga que me dé todo el sexo que quiera. Le dije que no sabía, la
que viniera. Por otro lado, no viene nadie. Es que, veo que el amor, aquí y
ahora, es una inversión. No hay afectos gratis. Ninguna chica me dará su
sexo porque soy bonito. El alcohol conduce a esos resplandores. Pero no
hay con quién compartir mis hábitos. Solamente quiero estar junto a
alguien. También le expliqué a Mayra lo importante del cuerpo. Siento que
lo último que vengo escribiendo está pésimo. No me hallo con un
pensamiento formado y central desde el que pueda explicarme y explicar el
mundo -o lo que se supone que es, y de lo que diariamente reniego, pues,
creo que hay como un discurso endiabladamente pesimista o nihilista
debajo de cualquier sentido de moral entre este trabajo de almacenarnos en
palabras.
¿Por qué ayer cuando salía a buscar a una chica me iba pensando en eso
que mi viejo explicó sobre aumentar el apellido que tenemos, en eso de
hacer crecer nuestro apellido?
Y me detengo en las sillas del cuarto donde vivo, sintiéndome aislado y
sereno. Miro las yemas de mis dedos, entiendo que tengo estómago,
páncreas, duodeno.
Miré unos Hora de Aventura en la laptop (¿Es una metáfora la máquina que
crean los empresarios que aparecen en los adoquines de hielo sobre nuestra
condición de estar felices pero también demasiado protegidos? Y esto lo
digo en relación a lo que me hace sentir mi madre sobre la idea que posee
de las cosas, hoy por teléfono le decía a mi tía que “están robando en todos
lados, mejor meterse a la casa” (y esto de seguro porque por dentro y por
fuera me siento como en una isla, flotando a la deriva, sin poder realmente
encauzarme dentro de nada, solamente sintiendo que mi ubicación del
mundo nace con lo que escribo, leo, digo, o medito y el mundo… según
Martín Adán existe el aire, sí, pero también, como dice, muchachos
aparentes…Me siento como un puñado de versos de un poeta muy
anacoreta y antisocial, ebrio y genial), leí algo del Tratado de la armonía de
Alberto Colinas. Pensé en la hermana de Belén. Me masturbé extrañando
un cuerpo. Una forma. Algo caliente donde sumergirme. La forma de
desaparecer.
Por cierto, leo un libro de cuentos argentino: Velcro y yo.
Me parece como literatura más directa, no divaga en categorías ni da
opiniones trascendentales que después olvidamos, es el repaso de alguien
que fluye. La historia de cualquiera es así (hablo del cuento que leo: 15
cigarrillos): un hermano enferma, conoces a una chica, llegas a cambiar por
ella, conoces cosas de la experiencia. El muchacho del relato tiene como mi
edad, pero un dinero de una herencia que desea gastar. También posee un
departamento. Una madre viajera. El tiempo para buscar a una muchacha.
Un auto moderno que ganó de un sorteo en un supermercado.
Es una literatura del interior, pensando como escrita, o escrita como
pensada, con la presencia de la realidad de alguien descubierta. Me gusta
una idea “el otro no existe”. Pues, también he pensado mucho en eso. Puta,
podemos tocarnos con otros o no. En últimas asumir que uno es el centro
del mundo es de una ingenuidad tremenda pero no podemos entrar a otros,
nunca podremos mirar desde otros ojos, de seguro, por eso la literatura o
cualquier forma de comunicación crean ese espacio de comunicación,
comprensión, fluidez.
Bien, simple. No hay que citar a ningún griego para que nos parezca más
vital. Una frase sin la autoridad de la firma. Me sucede con el alemán de
los Aforismos que me hallo más cercanos de las ideas que ya he pensado, o
en las qué coincido. Crítico del intelectual porque sí, de seguro, autocrítico
de su propio oficio.
Mayra me explica que está leyendo un libro bilingüe: hebreo e inglés.
Sobre cómo levitar, sobre la relación de hombres y estrellas, sobre
hechizos. Nos sentamos en la escalera de la universidad Villarreal. Veo
pasar a Omar Livano. Pasa rápido, en traje de profesor, con las manos en
los bolsillos, como una rata perdida. No nos saludamos. Nos sentamos. Los
policías, todos serios, están parados alrededor de la universidad. Una chica
está sentada junto a Mayra.
Mayra me dice que hay una emisora de radio cuyo tema central es explicar
que todas las religiones son iguales. Bueno, no es el tema central, también
pasan otros relacionados a ovnis, canciones de moda, o conocimiento de la
autoconciencia. La autoconciencia.
Hablamos de la conciencia plena. Le cuento que ando leyendo a De
Quincey y me identifico con su tesis sobre las drogas: no es embriaguez lo
que generan, sino un estado de calma y metafísica, nos sublevamos del
espacio moral y se apertura un paisaje interior. Internamente me acuerdo
del proyecto que tenía con Belén de leer toda la literatura y programas
relacionados con la salud interior, la conciencia plena, identificados,
ordenarlos, ver en nosotros si funcionan, crear un programita y llevarlo
como conferencias a diferentes lados. ¿Me estoy haciendo un escritor de
autoayuda? O, simplemente, ¿estoy escribiendo conscientemente? Y ¿qué
significa ello? ¿escribir ocho horas diarias?
Me acuerdo que unos amigos, caminando una noche en el centro, hablaban
de que todo libro es de autoayuda en últimas. De Quincey explica que el
estado al que te sumerge el consume de opio se alarga ocho horas. Y
recomienda darlo a las personas para que alivien sus conflictos, se sanen.
Explica algo sobre el espíritu del pobre, de que es más reflexivo pues posee
más tiempo para pensar. O pensar. O buscar putas.
Belén es sublime. Pienso que perdí mucho al hacerle eso la última navidad.
Ahora si asumo que tener una mujer a tu lado, que medio entienda tus
proyectos, que te quiera así, que te de su sexo mientras miran una película
subtitulada en internet, que te dejen yacer ahí y prolongarte, te quiera en
suma, y que sea responsable, sensible y curiosa, como es Belén, en sumas,
es difícil. Le explico a Mayra que me he sentido algo alejado de Belén; le
cuento que la última vez me botó de su trabajo porque se dio cuenta de que
estaba fumando mariguana en el baño. Le digo que me vine caminando
desde el trabajo hasta mi casa. Pienso que dentro de mi relación he sido un
canalla, no he buscado darle a Belén un espacio juntos, no enriquecí su
vida, ni pude moverme a su modo. Igual sé que debo aceptar que mi
soledad y mi destino andan solamente de mi mano. No hay forma, nos
enamoramos porque deseamos una explicación de la vida, pues la soledad
de hoy no es respirable. Necesitamos más aceptarnos. Caer dentro de uno
mismo es evidenciar que dentro de lo que más conocemos seguimos sin
comunicarnos.
No importa. Ella me dice que soy un monce. Mayra me repite: eres un
monce, mis amigos cuando quieren fumarse su porrito le dicen a sus chicas
que ya vienen, que van a comprar pollos. Sábado largo en casa, cené tarde
una hamburguesa, distanciado emocionalmente de todos.
27-07-16
Hoy me receté silencio. Vengo de varios días desperdiciados entre no saber
qué hacer. ¿No se supone que buscabas esta soledad de ahora para escribir
y leer? Supuestamente. Pero ahora que la poseo me aburro. Hoy me recete
silencio. Hace un rato pensaba en mandarle un e-mail a Belén diciéndole
que se vaya a la mierda, ¿qué me ha dado su amor? Sueno muy ardido. Me
dan ganas de solamente eso, mandarla a la mierda, a la conchadesumadre.
Y después, ¿qué? Como ya no tengo amigos cercanos ni lejanos, y pienso
que todos están muy metidos en sus vidas, con hijos, con horarios, con sus
cosas. Pues bien, me aburro. Estoy a unos días de cumplir veinticinco años.
Y, ¿qué fue de tus poemas, esos que ya tendrías escritos y publicados? ¿a
dónde fue todo el rollo de ser poeta? Hoy solamente te has recetado
silencio. Fuiste a comer ceviche como a la una de la tarde, el calorcito
estaba perfecto. Fuiste a comer ceviche y te enteraste, ahí mientras sorbías
el jugo marino, de que mañana el presidente de tu país asumirá el cargo.
Entonces supiste que, así como presidente, también ha sido músico, algo
literato, de formación inglesa y exigente. Tanto así que el mismo cronista,
uno llamado El Búho, dice que es raro tener un presidente así en países
como el nuestro. En fin.
Fue cuando te encontraste con la hermana de Belén, en un toldo, en el
puente. Eso era más clave. Pequeña y perfecta, es imposible negar que te
sigue gustado, mucho más ahora que ya tu relación se fue a la mierda. La
viste dos veces, cuando fuiste cruzando al puente, y al regresar, pero al
regresar te gustó más, ya que viste como cruzaba sus piernas muy gruesas
enbluyinadas.
¿Enserio? Ayer sucedió que te decidiste a ir a comprar vino a Chincha.
Tanta maleza en la cabeza y tan pocas ganas de hacer realmente nada, y lo
que viste fue “voy a Chincha, me demoro en el viaje, en el viaje leo o
pienso, me relajo, compró, ya que allá es barato el vino y regreso de
madrugada, feliz, con mi vino y mi puente a la embriaguez”
Sí, te dijiste, un viaje largo quizá disminuya las ansias que tienes. Pero al
salir viste las moto-taxis y subiste a una. Pagaste hasta el mercado. Bajaste,
diste unos pasos, se te ocurrió comprar mejor un helado. Al pasar por el
trabajo de Belén la viste entre niños y señoras. Te fuiste de largo. Te
quedaste a terminar el helado.
Después tocaste, ella salió y parece que se llevó un susto. Terminó agitada
y te preguntó, ¿sí, qué deseas? Y todo el aburrimiento de los últimos días,
esa insistencia de querer entrar a un barcito, no a tomar y morir, sino a
tomar, conversar, aflojar los excesos y después terminar embriagado
caminando tranquilo a casa. Necesitas esa ecuación, y ahí está Belén, con
los ojos grandes y mojados. Le dices que solo pasabas a verla, a preguntar
cómo está y después te acuerdas de que te llamó al teléfono de tu abuela.
No, no te llamé, sentencia. ¿Algo más? No, nada. Saliste del pasillo
mientras ella cerraba la puerta y te fuiste al paradero. En el paradero,
desesperado, quisiste subirte al primer bus, pensando que mejor era ir al
centro a comprar el vino y no a Chincha. Mientras lo pensabas ya estabas
dentro del vehículo, te bajaste y caminaste en dirección contraria. Volviste
a pasar por la academia de Belén.
Cuánto te gustaría que algún día cuando seas reconocido este momento
figure dentro de tu vida como un momento más; y la historia de tu vida
sigua extendiéndose. Pero nada sabes, todo puede suceder, y así como todo
es posible, hoy al ir a comer ceviche, como a la una, viste a la hermana de
Belén.
Hoy no quería masticar el menú intelectual diario, quería ver a alguien,
escribir una carta, hacer el amor, conversar tomando café, esa clase de
cosas que antes, al hacerlas todo el tiempo, me aburrían. Total, que he ido
buscando hoy mi espacio lejos de la desesperación. Pues, sigamos. Al
regresar, igual, tuviste que pasar el puente de peatones y de nuevo cruzarte
con ella.
Si esto lo leyera mi madre, o mi abuela, o alguno de mis conocidos
pensaría lo peor de mí. Qué difícil es entender realmente al otro. Cuándo la
noche que Belén me botó de su trabajo por sentir el olor de la mariguana en
la yema de mis dedos cuanto me hubiese gustado que me entendiera. Que,
sin decirme nada, me preguntará cómo estoy. Quizá sea un sujeto que
necesita constantemente que le digan cómo anda, ser escuchado y escuchar.
Pero bien, ayer, después de ver a Belén me fui a un internet, al frente de su
trabajo. Pedí media hora y entré al Facebook. Suelo emborracharme con
tiempo inútil cuando me deprimo. Si el Principito miraba no sé cuántos
atardeceres con el fin de eludir la morrilla a mí me basta jugar cualquier
jueguito donde te pidan hacer cosas. Me distraigo. En el Facebook no hallé
nada ni manera de manejar mi desesperación. Le dejé un mensaje a
Consuelo, una amiga muy cercana de hace años, que, ya en relación con
Belén, dejé de frecuentar.
Mi tema sigues siendo tú y eso me revienta. Me da cólera que siga
hablando de ti, de lo que me haces sentir y no me halla emancipado a otros
temas. Sigues siendo tú, jodidamente tú, por eso tengo ganas de mandarte a
la mierda, a ti y a toda tu familia. Pero después me calmo, sé que cruzaré
este río y me calmo, sonrío, busco mientras me callo buscando silencio,
serenidad y soledad.
Dejé de frecuentar a Consuelo, como deje de hacer miles de cosas, como
deje de mirar a otras muchachas, todo en un lapso de tres años, hasta que
nos fuimos a vivir juntos, primero a un edificio gris cerca de nuestro
vecindario, después -algo que de enamorados era imposible- a la casa de mi
abuela. Vivimos aquí dos años, hasta que el día de navidad fui borracho a
buscar a su hermana a su casa y preguntarle si quería ir a caminar después.
¿qué tenía en la cabeza? Estaba ebrio, me acuerdo, me acuerdo de ir
caminando por la calle de la tienda del Señor Molina, y estar ebrio, con la
misma imagen mental que poseo cuando actuó y que nunca se materializa
en mis acciones. Mi imagen mental en ese momento era conversando
afuera del colegio algo ebrio con la hermanita de mi pareja. Y ella se
asustó. Fue cuando regresé por segunda vez que mi mujer me vio desde la
ventana de nuestra casa (la casa de la abuela) y se armó todo la jodienda.
Eso, ya hace como siete meses. ¿Soy un dinosaurio a punto de extinguirse,
agotando, cansando sus palabras? Me acuerdo de unos versos de Javier
Heraud “soy un hombre triste agotando sus pa1labras”
Bueno, agotando mis palabras en el internet, más precisamente en el
Facebook, le mandé a Consuelo un mensajito. Mi plan era que esté
disponible, que me invite a su casa, o que venga al centro, e irnos a tomar.
Pero no podía. Bien, mi problema es que suelo ingresar al internet en plan
de buscar compañía cuando nadie en realidad frecuenta esa emisora. No sé
en qué está toda esa gente que cabe dentro de mi generación.
Y antes, junto a Belén, tampoco me importaba. Lo bacán bacán de una
pareja quizás también radique en aquella posibilidad de safarse del tiempo
con alguien. No recuerdo si fue en un programa de Eduard Punset, un
español escritor que habla con una voz graciosísima, vi que la manera de
hacer que el tiempo fluya es pasándola junto a alguien. De lo contrario
estamos inmersos en el tiempo de los relojes, sometidos a las leyes del
aburrimiento. Pues, bien, estaba buscando señorita decente, que sepa
conversar, y abrir puertas, y tenga sentido del humor, y sepa dar cariño. O
sea, ahora, más aclarado, nadie.
Después estaba conectada una muchacha que me agregó pues dijo que
había leído mi poemario. No me parece interesante, ni atractiva, pero
estaba desesperado por hablar con alguien. Con nadie puedo hablar. Bueno,
eso fue ayer. Y después, ya cuando regresaba del internet, caminando por
las calles entre grises y azules, me terminé comprando una botella de vino
y dos cigarros violetas. Fue en la tienda de la señora que se convirtió hace
poco a la religión y tiene una risa tan amable.
Subí al segundo piso -dónde vivía con Belén y que después alquilamos
pero ya se desocupó- como un pirata, absorto con mi botín.
Dejé la lap top en la cama, descorché el vino (¿te acuerdas de la vez que
elegimos una vasija de barro y dijiste que ahí guardaríamos todas los
corchos de vino que bebiéramos?), serví en una taza que encontré junto a la
tele. Busqué algunos archivos PDF, prendí la pipa de mariguana y di largas
caladas, tratando de no botar nada del aire, hasta que después, más
despejada, iba fluyendo despacito de mis labios.
Y me acuerdo que me grabe hablando de no sé qué huevadas, que leí 30
páginas de una novela de Kurt Vonegut -rápido me encariñé con los
personajes, el viejo que fue un pintor impresionista, creo, y ahora vive solo,
solo en una casa grande junto a un escritor y una señora que acaba de
aparecer como un miserable fantasma- y terminé mirando la tele, unos
programas imbéciles de concursos donde lo único atractivo son las
muchachas que actúan en bikinis. Entre ayer y hoy, o creo que antes de
ayer, he descubierto a un poeta llamado Nilton Santiago, que desde ya me
parece uno de mis favoritos. Su prosa poema sobre el ceviche me abrió los
ojos. Hace rato que no leía algo que quisiera vivir. De momento sé que vive
en Barcelona, en un barrio bien ebrio donde todo el mundo te pasa la voz
para terminar el traguito, y parece que ha -a diferencia de mía- viajado un
huevo por diferentes países. En su Facebook, que visité, miré todas sus
fotos. Sale guapo, con el eterno peinado a un costado, siempre pulcro y
bien peinado.
Volviendo a la pantalla, a las chicas en bikini “concursando” miraba hasta
una parte, ya empezaba a querer venirme cuando la cámara -que no era tan
generosa con los solitarios- se iba a otra secuencia. Ese es un problema de
visitar con fines onanistas la tele. Después vi un programa llamada
Pataclaún de unos actores con nariz de payasos. La escena era un bar en la
selva de país. Me gustaría contárselas un poco. Explicarles lo tierno que
aparece el payaso de pelo en rulitos cuando le confiesa a su propia mujer,
aunque disfrazada, que no tendrá nada con ella porque está casado. Un
hombre fiel. Yo era un hombre fiel. He sido fiel. Conchasumadre, ¿cuándo
cambió todo? No lo sé, pero también he recibido lo que he buscado y aquí
me tienen. Y no sé, si contarles todo el programa, en todo caso les
recomiendo que si tienen tiempo, un rato dejen sus textos antiguos, de
gnosis o del kundalini, y prendan la tele un rato.
Y bien, en un rato me paré y miré por la ventana pasando a un muchacho
que trabaja, hace puertas, ventanas, y era cercano a Belén. Tiene
generalmente la pinta de andar ocupado y ser proactivo, dos esencias que
ayudan a que uno salga de la pobreza. ¿Y yo que dibujo doy al resto? Yo
que me la paso diariamente o leyendo o jugando o haciendo babosadas en
el suelo con mis hermanas o saliendo a la una de la tarde a comer ceviche y
regresando muerto de deseos de hacer el amor con el aire, las nubes, y una
niña que vende café. Buscaba vida, encontré bruma, y frío.
La casa que habitamos, donde nos cocinamos y despertamos juntos tantas
mañanas se ha vuelto intraducible. El inquilino que llegó después de
nosotros pintó las paredes borrando nuestras inscripciones. ¿Dónde queda
entonces nuestro rastro? En los viejos anaqueles con los dvds
desordenados, en la puerta de vidrio, en la oscuridad del baño.
Las ventanas que no pusimos siguen ahí, abiertas. La puerta de vidrio, en
cambio, ha prevalecido. Como ya no están los perros, ni tampoco tú y yo,
el olor es neutro. Pasamos dos inviernos juntos. Igual hace frío. No he
dejado de sentirme raro cada vez que subo, aunque sea uno de los únicos
lugares que me van quedando. Hace tiempo sueño con irme de casa, pero
¿a dónde? ¿con qué dinero?
Parece una cueva, es todo oscuridad. Cuando subo, y subo a nosotros, me
acuerdo de mí y de ti, de lo que los dos significábamos, recuerdas aquello
de la intersección donde titubeaban nuestros ojos, ah, cuando me acuerdo,
Belén, de esas cosas me dejo de huevadas y me cago de tristeza, caigo, sin
más a verme a mí, solo, caminando, entre las ventanas donde la luz azul
opaca, o el frío condensan el puño cerrado, el túnel, donde me hallo.
Necesito oírme, pero de adentro, así como se oye el ser en los versos de
Gonzalo Rojas. Los dragones son animales fabulosos, soy un dragón y te
amo.
Ella me dijo que se había ganado una beca y se iba de país dentro de poco.
Nunca me cayó bien el sujeto en cuestión pero al verlo pasar, sereno,
cruzando el grupo de pirañitas de la esquina e irse no pude contrariado
verme a mí en el segundo piso de una casa que odio, drogándome, solo y
triste. Es como en la novela Madame Bovary, yo sería Emma y él sería el
boticario. Jajaja.
Por cierto, ahí estaban los pirañitas. Llamados asi socialmente, bueno, la
mancha de muchachos que suelen silbar a las muchachas, manejar
mototaxis y fumar hasta los huesitos de las noches. Son varios. Una
mancha de chibolos que se junta por las noches alrededor de los wiros,
conversa, se ríe. Miraba a todos y trataba de hallar a los líderes. Veía a una
muchacha, ya la conocía de antes, estaba conversando con otra. Es muy
atractiva, de cuerpo al menos, y pronto se fue. Los pirañitas se quedaron
solo, cerraron su circulo y siguieron absorbiendo sus mariguanas.
Después me he quedado solo. Sintiéndome un egoísta y un tarado terminé
haciendo yoga, cerré los ojos, aspiré, expiré, y después en mi mente solo
veía la imagen de Consuelo, después nada, hasta que me volví
constantemente a un deseo: escribirle un mensaje a Belén, explicándole,
¿qué me ha dado tu amor? Y mandarla dulcemente a la mierda. Esa
sensación fue la que le hizo abrir los ojos, prender la lap top y meter a la
eternidad mi puñado de desconcierto. El odio se materializa rápido, como
fuego quemando el papel. Ni tanto, al irme escribiendo, he notado que
fluye o se levanta del fondo de mí, como una gran mantarrayas, algo de mi
antiguo o nuevo o no sé yo. Y así comienza la pena, nuevamente.
Leyendo lo que escribo caigo en la cuenta de que me gasto el dinero SIN
DISCRIMINAR NADA, compro vino, voy a comer ceviche, le doy diez
soles a mi madre para su pasaje. En lo que sea y casi nunca ahorro, ¿cómo
entonces voy a conseguir lo necesario para irme fuera del país? Necesito,
por lo menos, unos 3000 soles. Y me largo y ya fue toda la pena.
Obviamente, el problema con esto de ponerse objetivos, al menos, desde mi
experiencia, es que nunca los cumplo. Siempre me sujeto a una noción de
las cosas “hoy no fumaré, hoy iré, hoy haré esto” pero mi voluntad de
mierda no hace caso, o sea, yo mismo, me pierdo en otras divagaciones, me
espanto y cuando vuelvo a enterarme de mí ya han pasado varias semanas y
oportunidades. Por ejemplo, con la beca. Pienso que si no tengo dinero,
puedo entonces ganar una beca y así irme a otro país.
Después de perder mi pequeña alegría por mi propia culpa he regresado a
casa. Y me he puesto a escribir dos textos. Uno, largo, que almaceno en
algo que llamo PIRÁMIDE. Dónde pongo poemas que salen sin
intenciones de armar un libro, solamente emanan. ¿Pero qué es lo que sale
MÍO con intenciones de hacer algo que no sea mostrar una bitácora de mi
alma? Me acuerdo nuevamente de Consuelo y de algo más. Su pregunta de
ayer ¿qué lees? Le dije, pues poesía y filosofía. Ella respondió que andaba
leyendo a Ciro Alegría, el indigenista, me dijo. Obvio, lo conozco del
colegio. Pero, hmmm, tal vez, algo de su mirada estaba encaminada a leer
lo nuestro, lo peruano. ¿Lo peruano? Ayer, no recuerdo dónde, tal vez en
una revista a los poetas infrarrealistas, me encontré con unas declaraciones
dónde aseguraba el entrevistado que los peruanos nos aferrábamos a
huevadas. A resplandores que solamente dan risa. ¿Dónde entonces los
héroes de la ex patria del sol y de los virreyes? Por otro lado, que loco que
sea 2016. Y sufra tanto. (Pongo sufra tanto por poner, en realidad no sufro
mucho. Y vivo cómodo y puedo soñar incluso, entonces ¿de qué me
quejo?)

29-07-16
Hoy me regresaron emociones antiguas. Por un lado, el recuerdo de mi
secundaria, el quinto año, en un colegio cerca de mi barrio, por un puente
llamado Puente Azul. Recordé rostros cercanos, señoritas que quisiera
volver a ver. Y recordé a Belén. Es como raro ahora pensar en ella con esta
nueva distancia. Resulta raro hallarse en la frontera de algo que tanto ella
como yo representamos plenamente.
Resulta que ayer me quedé dormido contradiciendo todo lo planteado
durante el amanecer: me tumbé a dormir como a las cinco de la madrugada,
borracho y drogado busqué compañía en una vieja película dónde también
actúa el ondulado de la serie de la otra vez.
Al despertar hoy solo quise salir a caminar sin prisa, sin plantearme
ninguna pregunta, solamente como un ejercicio. Me ahorro los detalles de
la noche junto a un amigo -muchacho de rasgos taciturnos, bastante
consciente y despejado- Me ahorro todos esos detalles sin importancia para
volver al tema que hoy me ha hecho pensar con nostalgia: Belén. Vivimos
juntos bastantes años. Físicamente vividos dos años juntos, y tres de
relación con todo lo que implica una relación: promesas, crecimiento,
conocimiento, espiritual y vivencial, conozco a la muchacha en cuestión
desde que éramos unos piojos, contaminados dizque contra el sistema,
buscando vivir cosas, en ese resplandor del sentir, o así asociábamos
nuestro estado de búsqueda. Y como sugiere la neurociencia, para evitar el
tiempo físico hay que conspirar con otro y de algún modo pulverizar la
certeza de la muerte: ser inmortales. Hoy cuando leí una frase me acordé de
ti. Decía: el poeta es el que nunca se decide porque está enamorado de
todas las cosas. (María Zambrano)
Y cuando paseaba por esos pastizales -la parte calata de la tierra, me
acuerdo que te decía- y ver esos verdes perfectos considero que viajar es
otro asunto; y me gustaría estar contigo.
Todo lo anterior para explicar que hoy te extrañe mucho, entre las cosas
que hay en las calles, en las veredas largas donde ancianas arrancan flores,
hoy que salí a caminar como buscando quemar etapas, como encontrando
un equilibrio después de vivir casi en desesperación, o aquel estado de
ansiedad que ya no tolero, así, asumiendo que toda posibilidad de
comunicación hoy no es posible. Recordaba, en suma, unos versos de
Juarroz donde explica que se han amado muchas cosas juntos que es
imposible (¿difícil?) verlas por separado. Así, creo, te extraño. A veces
quisiera decirlo en público, emplear cualquier medio visible, pero esta
forma mía de expresarte mi amor es… a estas alturas, bastante risible.
¿Escucharás este mensaje como yo quisiera que lo escuches?
Ah, calmándome, enserio, sugiero que disculpes mis excesos, nunca no sé
qué hayas pensando de que yo consumiera mariguana a veces, pero eso no
tiene mucho que ver con el hecho de que uno busque una estabilidad,
quiera formar una relación estable, o tenga objetivos en la vida. Es curioso,
quizás yo he asociado así tu estado mental, pero creo que te enojaste mucho
conmigo aquella vez cuando solamente quería, deseaba que nos sentáramos
a conversar, que todo fluyera sin el tedio que a veces pasamos. Es curioso
como he asociado tu nombre con un caracol nocturno en una tina de agua
celeste. Y como a veces tu eres el viento que se hace fuego y después se
hace uno. Es que hoy he buscado para ti una palabra perfecta para
embarazar los ojos de flujo, de nuestra termonidámica; (la misma que me
acaba de hacer parar del escrito pues me pareció que pasabas en la noche,
sí, la que sucede del otro lado de la pared. Y así agazapado en este hábito
de abrir a medias las ventanas he vuelto a ver a la flaquita que pasó hace un
rato, como llegando tarde del trabajo y mirando el celular, esta vez
comiendo una hamburguesa, y entonces han pasado un grupo de niñas, -
cómo escribir esto sin que se traduzca del otro lado algún tipo de
ambigüedad-, y en ese grupo de muchachas no estabas)
Hoy que el Perú está de cumpleaños me he ahorrado las ganas de buscar en
un poema patrio nuestra solemne idiosincrasia. La busqué en la voz de
Lucha Reyes. Hoy el Perú está de aniversario y me pelo de frío. Y esa
morena canta una niebla que ya no me apachurra el corazón. Canta lejano,
el amor cambia cada cierto tiempo. Mi corazón es un pokemon de invierno.
Mi rara manera de hablar te haría sonreír, de seguro, o pensar que digo lo
que simplemente pienso.
Y es verdad. Aquí me tienes, convirtiendo esta fuerza en líneas donde me
cito a mi mismo y suspiro pensando que mi casa es un barquito en medio
de la inmensidad. Hoy no me ha dado ganas de manifestar mi vida, mis
ideas, o lo que considero que son ese puñado de citas remasticadas con las
que formo mis ideas, no me ha dado ganas de fluir condescendiente, tierno
y laborioso con el otro.

Poemita:

Hoy me regresaron emociones antiguas


tan viejas: de la semana pasada algunas
y otras de cuando era escolar

Ya han pasado los años y me hago viejo


csm
nunca lo esperé.
Y uno aprende… ¿qué aprende? No entiendo, nada
siempre ando renovando esto que creo que soy,
aquí se fluye.

Lo maravilloso de esto
de andar vivo y muerto,
de tener la conciencia de la conciencia,
en fin
quisiera, por último,
terminar el poema con unos versos conocidos
hoy fue un día espléndido, no envidié a nadie

-o si tal vez
a los que se pueden acostar con las chicas que aman
y obviamente que a nadie le importa
mi confesión nocturna de mis primeras necesidades
pero por eso mismo, sin creerme del todo el cuento
te extrañe maldición, quién puede entender
esto que somos,
oh nadie, oh nadie
maldita conciencia
abierta y cerrada
soñándome-

Por otro lado, desperté con chelas en mi cuarto. Bebí y fumé y pensé en ti.
Y que todo mi día haya sido un poema medio sincero solamente hablando
así, conmigo, pero que otro quehacer en estas vacaciones horribles que me
van tocando vivir. La paso encolchado, o pensando que hasta debo
alegrarme de tener tiempo de poder sufrir, otros no tienen nada de eso. La
vida es dura, dulcemente dura. Hace frío, carajo, me fui del tema. Regreso:
fue un día duro y cruel. Y laborable, los pasajes subieron por fiestas patrias,
no leímos los diarios, tampoco nos interesó pasarla juntos en familia,
sonaron como un mar los buses pasando en la avenida, Galilea mató a una
cucaracha, seguimos sin luz en los cuartos, compré un paquete de velas,
para no andar triste me fui a caminar.
La tierra giro sobre su propio eje. Por otro lado, quisiera que sepas que
estoy contigo. No te puedo besar ni hacer el amor desde este lado de las
cosas. A veces me siento reducido a un monólogo que me hastía -no quiero
ya ser yo. Ni ser un humano que se intelectualicé porque retrotrae ni se
instintivice porque dispersa. Sensibilice, señor. Pero es difícil mutar: mi
ubicación me permite alimentarme diariamente, vivir, tener tiempo donde
desdoblarme. ¡Pero a futuro! No pienso nada, no tengo nada planeado, ni
he terminado la universidad, ni aprendido inglés, ni aprendido a conducir.
Orates -según su punto de vida- pues usted afirma el postulado de que fue
más cigarra que hormiga.
Y me muero de risa de que tampoco me importe. En realidad sí, pero no
como condición última o plena.
No escribí un poema que me gustará mucho (aunque como todavía no
tengo sueño estoy a tiempo de hacerlo) No me interesó plenamente pensar
en el poema, o el arte, o estar como ensimismado en lecturas, ni conversé
mucho con mi madre, tampoco fue como sumando, en realidad al salir a
caminar me parece que fue como salir a caminar por provincia, pero fueron
esos barrios aledaños que están frente a la autopista, con el sol fresco que
apareció, los que refrescaron toda mi sed. Y dentro de las casas mis vecinos
lejanos conversaban o arreglaban sus cosas. Por las ventanas se los veía
como sombras, rumores de platos, olor a guiso. En la calle nadie, solo los
autos eternos. Me cruce con un muchachito que paseaba bicicleta con
rueditas. Y después entré a un internet. Leí unas entrevistas interesantes, a
Lezama Lima, a Carlos Drumond de Andrade, cuando salía de casa me
acordé de la hermana de Belén vendiendo café en el puente y se me antojó
ir pero al final regresé por el otro camino. Entre los autos de la carretera,
caminaba en la calle vacía me acordaba de mi obsesión por el trasero, lo
veo todo juguetón ahí colgando, y mirarlo es un arte. ¿Con qué estética
escribirlo? ¿Debo hacer un tratado citando documentos griegos? ¿debo usar
algún tipo de representación mental? ¿buscar metáforas? ¿Ponerle rima? Lo
cierto es que en el goce de mirar un trasero hallo algo del goce solar que
me trasmite lo brasilero. Quizás por eso mi cercanía a los poetas como
Drumond o Bandeira, sino por compartir atmósferas, sentidos de mundo.
Uno de los poemas de Drumond se llama precisamente sentido de mundo, o
sentimiento de mundo, o de la vida. Vallejo y Derek Walcot hablan de
aquel sentimiento. Caminar y sentir el sentimiento de la vida, y con ganas,
con buena salud, y calma, serenidad interior.
Buscar un tono mental, un estado, o solamente dejar que fluya. Ya tengo un
poema sobre nalgas. Y resulta que DrumonD tenía unos poemas muy
graciosos sobre el culo. Pues bien, charlé con Nelcy le pregunté por los
viajes. Me hablo de ahorrar dinero. Con cinco mil soles salgo del país. Ella
me puede alojar en el caso de que viaje a Canada. Me dice que debo ser
ahorrativo. Que debo dejar la cervecita, la hierbita, etc, etc, etc. En el día de
mi país, mientras condecoraban al presidente -que parece tener buena
aceptación, aclamado- buscaba huir y forjar futuro lejos, en otro medio.
Por cierto, Luis es un muchacho observador y curioso, tiene puntos de
vista, me vacila que no sea cercano a nada, neutro y se viste bacán.
¿Qué sucederá en el siguiente capítulo? ¿El joven Barco se iria de viaje?
¿volvería con su amada? ¿dejaría de vivir de una forma y viviría de otra?
¿serían llevados los restos de Jorge Eduardo a la luna?

Subo y bajo como si fuera una especie de juego mecánico el archivo de


Word en el que escribo esto. Bebo una chela Pilsen en botella verde en un
vaso de vidrio flaco. Me gusta pensar que mi texto es un edificio, que cada
hoja es una ventana, una posibilidad, una vida. Y subo y bajo los caminos,
las escaleras del lenguaje, la pura vida.
Es exquisito hallarnos ahora. Escuchar de fondo una balada de Hector
Lavoe. Hablar de los itinerarios del mar en la lengua, de los batracios que
deambulan en el tedio. Y es que ya no hay formas que nos sujeten a
respuestas.
Y si uno quiere beber sin que venga uno mismo a señalarse y decirse mira
estás tomando ¿por qué? ¿eso te dará algo tangible en la vida? No te
acuerdas acaso de las Tres S que recomendaba, Ojo, recomendaba, el viejo
Colinas.
Al sentir esa otra voz uno cae en su error,
pero riendo, y sirve más cerveza.
Está fresca, casi casi invernal como la noche inmensa. Y la NOCHE ES
INMENSA, fresca,
si quieres puedes empezar a fundar cualquier calle, cuando salgas, cuando
te halles en ello.
Y aquí es dónde nos encontramos. Cruzamos la frontera de lo que somos.
Todo fluye. La mente borra. Somos Pizarras.
Mañana puede que me contradiga y así
afirme mis principios. Esa es la loca casa que somos
por eso pintamos en paredes nuestros nombres
junto a otro
( ¿el hombre que duda o el poeta que canta? )
pues los sueños, sueños son y la vida es un frenesí
o sea,
no es una frase que repites para darte ánimos.
Y sí, tu vida está hecha de las palabras que te dices.
Pero igual, si sales a la calle
te pueden robar, o tu padre puede ser un violador, o hay que tener miedo,
se vive, se come, se caga
en eso andamos. Y la mente borra. Y más tarde a la cama, mejor si es
acompañado.
Ayer pensaba plantar un árbol fuera de mi casa
y hoy me atiborré la cabeza de cerveza fresca
Y así es como uno se halla
solo aprendiendo de todo, saboreando
el sentimiento trágico de la vida. Con su vaso de cerveza, pura vida,
como una sonata antes de dormir.
Y por último a veces siento que vivo en tiempo pasado,
como situándome para un plan mayor
pero los días pasan y no se siente uno representado
entonces nace la duda,
no sabes si lo que tu consideras propio y vital
lo es en realidad,
¿Nos queda un espacio para ser quién realmente somos?
Oh, esta pregunta no es trágica,
No vendo nada a mi favor ni en mi contra,
solo aspiro a poseer dones espirituales
ayudar a mis semejantes
alargar mi vida sin apuro
preñar a la muchacha más guapa de la tribu

31-07-16

A medio año ya. A veces siento que me pongo a escribir para reflexionar y
otras para guardar lo reflexionado. Y aquí nuevamente vamos. No deseo
tener una voz pública, ni tener que sonreírle a nadie. En realidad, soy un
total desconocido, no sé por qué me planteo esto ahora. Tal vez porque
hace tiempo no sentía lo excelente que puede ser la soledad, como no se
pierde incluso dentro de la familia. Tomamos caldo de gallina juntos.
Pienso en el perrito que llegó a casa hace unos días y diariamente la abuela
quiere botarlo arrojándole agua. Hace tiempo no leía una novela. Voy a leer
más novelas. La filosofía y la poesía me parecen más cercanas al diálogo
interno, a eso que sucede dentro de nosotros y por eso, lo considero más
vital, aunque en sí mis lecturas de novelas no han sido muchas, hoy por
ejemplo, leyendo La tragedia del Kosovo. (Por cierto, que diferente, a pesar
de todo lo que se dice libremente, entre los libros de tapa dura y los libros
virtuales descargados por internet. La forma del libro hoy me hizo pensar
en una especie de puerta. Puertas que abren puertas y llevan a lugares. Los
libros manejan esa hilación. Ventanas o puertas. En suma, casas)
¿Cuál es el futuro de mis hermanas, de mi prima, de mi familia? Suelo
pensar que no estamos en ningún lado particular de la historia; el repaso
que hacemos por el mundo es muy incierto, no dejaremos huellas, pero
diariamente veo lo eterno que son estas ventanas, las rejas negras algo
oxidadas, lo diferente son los climas, el cielo, las nubes negras
deshilachándose. Otras familias viven cerca. Los vecinos. Sacan sus redes
de vóley y juegan en la calle. Se conocen. Mi madre tiene vergüenza de
salir a comprar con sandalias, piensa que la van a ver como una loca.
Tenemos miedo de ser locos. He considerado hoy que mi manía por mirar
de lado de la ventana es ya una malcriadez, que hago contra mi persona, y
contra los demás. He considerado que, aunque todo sea cambiante, debo
volver a enroscarme en mis objetivos. ¿cuáles? ¿los mismos que pierdes
constantemente? Hoy, cuando pasaba una de las hermanas de Belén, sentí
algo de su tristeza, en su rostro. Me acordé ayer, sin poder casi poder, de mi
cumpleaños pasado. Me suelo poner triste cuando la hora se aproxima. No
sé por qué. Quizás porque siempre he sido un solitario, hijo único, y quizás
eran este día el que más me regresaba a esa certeza. Pero hoy, a diferencia
de la semana, o esa es la sensación que me deja, he pasado de un estado a
otro.
¿Cuál es el futuro de mis hermanas, de mi prima, de mi madre? Temo
mencionar a mi abuela porque siento que seguimos distanciados. No puedo
soportar sus actitudes diarias, cada día siento que su vejez me avisa que
voy a estar obligado a cuidarla, a tenerle más paciencia. ¿Puedo hacer esto?
¿Tan difícil es dedicarte a otro? En realidad, sí. No vivimos en un desierto,
o en una selva, nuestra vida es en las orillas de la civilización. Ahora
consumimos todo, vemos todo lo que ocurre. Jugamos demasiado con
nosotros mismos, pero como todo juego se orilla entre la realidad y el
deseo, al que afectamos es a nosotros. Antes, cuando pensaba, me acuerdo
haberme sorprendido varias veces pensando en tiempo pasado. Por
ejemplo, “y estás eran las cosas que vivía Julio cuando tenía 20 años” No
exactamente así, pero sirve como explicación. Me acuerdo de algunas
tardes fumando mariguana donde me quedaba pegado mirando una pared
de ladrillos anaranjados desnudos. La mera contemplación de la pared me
dejaba atónito. Me quedaba en ese lapso horas. Después regresaba a otras
costumbres.
Belén me aguantó digamos todo hasta que fui donde su hermana en
Navidad y la cagué. No dejo de pensar en ti Belén, ¿qué haces? Sigues
yendo a la iglesia, sigues pasando películas entretenidas y educativas los
sábados para tus alumnos, sigues escuchando el sound track de las
películas, y hablando seria aunque por dentro tu corazón sea una gelatina
trémula. Sigues sacando a nuestros… diré, tus perros a pasear de noche,
fregando el suelo donde mean y cagan. Hoy mi mamá me contó que
mirando por la ventana te vio pasando con tu hermana. Me dijo que ella
tenía el corte de policía y comía algo. Me dijo que miraste un instante en
dirección a la casa. Leo que las casas son como segundas cunas y no puedo
contártelo para reírnos o hablar. ¿Qué será de ti Belén dentro de muchos
años?
Yo me suelo bajar vídeos con estudios sobre el cerebro, nuevos adelantos
científicos. Sabemos que la tierra es un granito flotando en un mar negro.
Sabemos eso, lo sé. ¿Se piensa a menudo en nuestra pequeñez?
De acuerdo, lo pensamos, pero qué sacamos de reflexionar sobre eso. A
veces he mirado con nostalgia otras posibilidades de mi vida: ser científico,
ser matemático, ser antropólogo. Quizás está nostalgia de verlo como en
otra orilla es, a mi edad, como trágico, pero siento que ya no son caminos
que me interesen perseguir. Se habla mucho de eliminar el yo -que nuestra
identidad está formada por acciones que hemos ido repitiendo- y que
debemos aprender a ser diferentes todos los días. Cambiar implica perder la
tibieza de las rutinas.
De acuerdo, no hay formas ceñidas, ni caminos marcados. Pero mi corazón
vagabundo se va cansando de tentar diariamente nuevas posibilidades. Veo
que por todos lados me ronda la depresión, la cama como posibilidad me
apena, siento que tirarme a pensar en mis problemas no solucionará nada,
tampoco hay a dónde ir ni a quién ver, lo que siento ya es que todo
concluye en mí.
Me apena mi vida que no ha sido sino una repetición de pasado, a veces
siento que he vivido historias que debía vivir para ser parte del show ¿qué
show? El de la vida, el de los sueños, el de las ilusiones. Me acuerdo
cuando, en los primeros días de universidad, reflexionaba que esto no sería
como la escuela. Que aquí terminaría todos los cursos, y al final, ha sido
peor. Pero es que soy el único que se hace bolas por esto, supongo.
Hoy, no sé por qué, me he terminado sintiendo plenamente yo. He mirado
lo mismo que veo. Pero no me ha disgustado nada. Me siento más
obligado, eso es todo. Claro que esto lo digo ahora que ando sereno ya que
gran parte del día la pasé divagando. Estoy pensando en hacerme dos
tarjetas, ponerlas en mis bolsillos, y verlas constantemente como para no
perder el rumbo, perder el ritmo. El problema de sujetarse a emociones
fuertes suele ser que generalmente ellas se terminan y tienes que rehacer el
juego. Entonces ya no hay manera de mentirme: solo fue un momento
aquel absoluto. Los poemas cumplen acaso aquella función de poner el
biombo entre lo fugaz y lo que deseamos guardar. Guardar es cerrar. Entre
las columnas que quise hacer de mi vida solamente me queda el mismo río,
el bello río de posibilidades diarias. El sentirme vivo siempre, el poder
darle vueltas al café, el de caminar sin que me halle vencido, el poder alzar
los ojos abiertos y plenos, el de perderme con gozo en una historia, en un
momento. Sí, parece que solo somos momentos. La casa dónde escribo
desaparecerá. Me gustaría saber cuándo. La cama, las colchas que ahora me
cubren las piernas, la música tranquila que suena. Es sábado por la noche,
una noche silenciosa, con la bulla de la calle como un rumor desigual. Los
autos pasan en la carretera, ¿hasta cuándo?
Las chicas llegan a sus casas después de caminar junto a sus amigas, sus
vidas se reducen a dar vueltas por el parque y mirar a otros, especialmente
chicos, y luego regresar. Lo siguiente es dormir, ¿hasta cuándo? Ayer, o
antes de ayer, me dicen que mataron a un muchacho en la cuadra de al lado.
Y que ayer cayó por un tragaluz una niña que recién se había mudado.
Pavese, a inicios de sus Diarios, confiesa que lo peor no es envejecer, sino
ser siempre niño.
Mientras buscaba el pantalón azul de dormir en el cuarto oscuro -iluminado
por una vela larga y blanca (la otra vez lavando la ropa de noche al prender
la luz del patio toda la electricidad de los cuartos se apagó; el amigo de mi
madre arregló unas conexiones del piso de arriba de tal manera que los
cuartos donde duerme mi abuela y mi madre y mis hermanas tengan luz…
yo me he quedado sin luz ya varios días)- me acordaba de Belén, de lo que
significa todavía, y que no quiero hacerle daño. ¿Pero ya no le hice
suficiente daño molestando borracho a su hermana en navidad, fumando
mariguana en su trabajo, exigiéndole qué hagamos el amor aunque ella no
quisiera? Mientras recogía la ropa pensaba en el cuarto que ahora pueblo.
Es el primer cuarto que tuvimos cuando nos mudamos a vivir a esta casa.
Me acuerdo de algunas noches cuando regresábamos de Lima, bajábamos
en Puente Nuevo y comprábamos películas en dvds dentro de bolsitas.
Estrenos, de terror (sus preferidos), o de drama (mis preferidos) y después
de cenar, de cambiarnos, nos arrojábamos a la cama, ella muchas veces
como una esfinge egipcia y yo arriba. Siempre adoré esa posición, era mi
preferida, especialmente desnudos y mirando algo en la pantalla. Ayer que
me revolvía como un gusano en la cama, sin amigos, sin Belén, solo,
cerraba los ojos y hasta rezaba el padre nuestro. No podía dormir.
La tarde la pasé arriba, en el cuarto que habitamos. Leí, dormí, miré por la
ventana. Conté los agujeros que hay en la sábana con cara de Tigre con la
que primero nos tapábamos y ahora sirve de cortina. Agujeros de cigarro.
Mire los clavitos colgados a un lado de los palos que compramos y usamos
como techo. Me acuerdo que en esos momentos tú eras la que llevaba toda
la dirección, yo me sentía como atontado. Cuentas, compras, negocios,
todo. Los palos los compramos cerca de La Parada y los trajimos en
mototaxi. Teníamos planeado comprar más palos. En fin, el techo de
calamina roja estaba agujereándose. Los agujeros en la pared donde antes
estaba la puerta que formaba tu cuarto. Los agujeros en la pared de donde
otros clavitos colgaban la ropa.
Pronto será nuevamente alquilado. Hoy le dieron el dinero a la abuela. Se la
pasó abanicando los billetes, después se sentó en la mesa, se maquillo la
cara, y se fue al tragamonedas. Galilea llenaba unos cuadernos con
fragmentos subrayados de los libros como forma de trabajo. Te voy a pagar
diez céntimos por cada línea le dije y se puso a escribir en el cuaderno
amarillo.
Siento tan sola a mi hermana. Ayer, pensando en razones para vivir, sentí
que la única, quizás la más animal que me salía era simplemente ella. Saber
que mi muerte, por ejemplo, pudiera afectarle me hace ver como simples
caprichos de adolescente (bueno, a estas alturas, ya ni tan adolescente) mis
razones de suicido.
Ahora que lo pongo aquí hasta me da risa, o pena, o las dos cosas. También
lloré, tiempo que no lloraba. Me acordé de mi cumpleaños pasado. Fue una
noche larga hasta que llegó Belén. Estaba solo, en el cuarto de arriba. En
nuestra casa, cuando el cuarto de arriba no era el cuarto de arriba. Y llegó
Belén, alegre. Se había demorado en el trabajo pues había ido a comprarme
unas zapatillas. Eran bonitas, con pegamentos y me quedaban perfecto. Le
brillaban los ojos. Llego también con torta, ¿o la torta la compraron abajo?
No, llegó también con torta y fuimos abajo a cantarme. En fin, estaba
pensando en eso, en la oscuridad detrás de la sábana.
No quiero morir, nunca voy a darme muerte. Me siento hoy demasiado
tranquilo. Maternalmente, al acostarme, o para acostarme, me tranquilizo
pensando que mañana será mejor. Paternalmente, me sigo asfixiando. No
he querido irme de casa hoy. Y sin embargo, me toca hacerlo. No quiero
seguir jugando a ser escritor dentro de la casa. Y mi naturaleza no me da
para irme a caminar demasiado. Abrí unos archivos de poemas de Yves
Bonnefoy, volví a Bandeira y Drumond. Abrí un archivo de poemas de
Oscar Málaga de cuyos versos salí refrescado y con más ánimos. Me
acuerdo que decía “la poesía es estar solo-nunca perdimos la serenidad”.
Gracias, Oscar, dónde te halles.
Escuché Ocean of Sounds de Cage; no recordaba que había dejado esos
mp3 en una carpeta dentro de otras carpetas. Carpetas amarillas. Muchas
carpetas amarillas. Fue un tesoro desenterrado. Cambie el fondo de
pantalla:

Es un dibujo que hizo en Paint Galilea. Le gusta sentarse y tomarse el


tiempo de hacer las rayas, como se puede apreciar. Dibuja y dibuja
mientras pasea la lengua por debajo y arriba de sus labios. Los tiene como
los míos: gruesos y delgados. En realidad, nos parecemos bastante. Y sí,
somos exactamente iguales a su dibujo. Me gustan las nubes. Y que el piso
sea verdoso. Suele pelearse con mi abuela diariamente. Hoy ella, la viejita,
mientras se pasaba el lápiz por los ojos le daba la clave de su tarjeta a mi
mamá. “Es tu cumpleaños y el de Julio” Y Galilea, que llenaba el cuaderno
amarillo de citas y subrayados, pregunta “ ¿Y mi cumpleaños?” El otro día
me acuerdo que llegaron a visitarnos dos niños, hijos de una amiga de mi
tía, ellos se hallaban tomando cerveza en el cuarto de arriba, y nos dejaron
a sus hijos aquí. Yo estaba limpiando los libros del estante. Al rato entraba
al cuarto, me tiraba en la cama, después preparé la cena. Calenté la sopa del
almuerzo y como no había platos les hice tomar de dos en dos. Alcancé a
escuchar cuándo la niña y Galilea conversaban. La niña, primero tímida,
después bastante curiosa y hasta despierta para su edad, le iba preguntando
cosas. Llegaron al tema de padre. Ella dijo que no le gustaría hablar de eso.
Ahora nos hemos enviciado con un juego de Gameboy llamado Pokemón
Safiro. Es un juego con un muñequito (en este caso muñequita) que camina
por un país buscando unos mounstritos llamados pokemón, los captura y
después los usa para después luchar con otros) Me acuerdo que de niño el
juego me envicio también. Jugamos, en realidad yo juego y Galilea mira, o
Galilea mira y yo miro un rato y después hago otra cosa. Llegamos lejos,
averiguo como entrar a un pueblo -tuve que hacer que uno de los pokemón
hiciera de submarino por unas cuevas debajo del mar y después subiera en
otro espacio de tal forma que llegará a un nuevo pueblo. Comprender esto
me tomó bastantes horas.
Atrapamos un pokemón legendario. Estábamos en la cocina, donde sí hay
enchufes y luz. Y, claro, Galilea se emocionaba tanto, pues “es un
pokemón legendario”. Después me aburrí de jugar y Galilea ocupó mi
lugar. Llegó después mi madre y le dijo gritando que ya era tarde. La
pequeña llegó hasta dónde yo leía, pues la llamé para darle sus buenas
noches. La abracé diciéndole que la quería mucho. Después se fue a
dormir. Y me quedé solo nuevamente, arreglé unas colchas azules y
lanudas, me calenté agua en la tetera, me serví agua mezclándola en dos
vasos con agua fría, puse la laptop en un silloncito cuadrado pegado al
sillón, apreté click en un disco de Bill Evans, y me envolví como una
crisálida y me quedé leyendo el libro de aventuras de A. Conan Doyle.
Ahora sí, como Topo Gigo, me puedo ir a la camita, la camita, la camita.
Buenas noches.

2-8-16

Las conversaciones por internet son raras. Por un lado, al no imponer el


cuerpo y su presión, todo se disuelve dentro de palabras. Y si nos hacemos
palabras al teclear los mensajes que se lanzan al otro no suelen siempre ser
puentes. A veces, claro, solamente son abismos. De ahí tal vez, el
sentimiento de aislamiento que sueles sentir; ese que te sumerge dentro de
una inanición y un hartazgo, incluso te deja sin dormir muchas noches,
tratando de meditar o contar números u ovejas o lo que sea pero sin dar con
el sueño. Temes dormir. Piensas en palabras: formas uniones entre ellas.
Sin embargo, el poema poema nace cuando te sientas como un perro en
unos tubos de concreto a ver las hojas marchitas. La canchita solitaria. El
alumbrado de los postes. La calle vacía. La respiración y el instante.
¿De dónde nace la búsqueda del otro? Sueles explicarte que necesitas otro
cuerpo, otro ser – voz y ojos (Cernuda)- donde hundirte. ¿Hundirte? ¿Nos
hundimos en el otro? Esta repuesta de seguro ya fue dada por varias voces
dentro de la ciencia, la cultura, etcétera. El lenguaje es un espacio viciado
(E. Linh) Aunque parezca que todo lo que nos entretiene del aburrimiento
humano sean imágenes es una época bastante puntual dentro de su trato:
nos obliga, por la distancia ( ¿?) a frecuentarnos dentro de pantallas. Al
separarnos de los olores, del tedio, de silencio, el fondo y la forma se hacen
una sola respiración.
Las pantallas, con todas sus puertas y configuraciones, son más funcionales
que un libro. La trampa está en que nos reconocemos más dentro de ellas:
su elasticidad está hecha a medida de nuestro deseo, o ¿nuestro deseo yace
dentro de las plataformas? Los libros solo avanzan en una dirección, por
eso, abrirlos requiere más ensimismamiento. No puedes evitar pensar que
tu educación primero estuvo, desde el inicio, marcada por la comunicación
del chat. El chat reduce y exalta el diálogo y usa nuevamente las palabras
para presenciarnos. La voz con la que saludo a mis contactos no es la voz
con la que ellos me escuchan.
Esta ambigüedad no existe con la gente que amas. Hablas con un amigo
que vive en el África, es su cumpleaños número 44 y su intercambio -los
caramelos de su mano y de tu mano abiertos- son vehículos. Hablas con
una muchacha que mira una película y te pregunta qué es de tu vida. Su
vida se resume en miles de proyectos. Inevitablemente respondes con tu
vida ¿sino cómo? Hablas con una ex alumna que, cuando buscabas a
muchachas como para matar el deseo, hallaste. Su voz es otra, viene de otro
mundo, su mundo. Hablas con saludos y te responden con preguntas. El
diálogo es el motor del encuentro. El poema es diálogo. El chat no crea un
espacio para el poema pero sí para la formación de la voz. Sientes que tu
voz se ha formado en el chat, donde los vínculos de la urgencia del mensaje
se cierran cuando el otro los asume. Hablas con muchachas que no tienen
otra cosa que contar que no sea sus palabras. Hablas con el único
muchacho que te saluda con un ¿qué tal? Y que también manifiesta que se
halla “buscándose”. Pero no solo hablas con ellos que devuelven
caramelos, sino con lo que otros dejan en los muros (fotos, ideas, vídeos) y
algunos de estos todavía te persiguen después de pagar tu hora de internet e
irte a casa. Incluso algunos se despliegan en tú último rincón: la cama, el
cuarto, la última oscuridad antes de volver a la tuya.
Sus palabras traducen sus vidas, sus bitácoras, sus deseos. ¿Qué sienten
cuando les preguntas qué es de sus vidas? Intentas un lenguaje. Una vida en
el lenguaje, ¿en qué otro lugar sino el río de la vida?
Lees a Joseph Brodsky y entiendes que la altura es de un cerro y eso,
aunque te aflige, te excita. No eres nada, nunca serás nada; bajo esta
comodidad y desafío se va tejiendo el día. Escuchas subir a las nuevas
inquilinas por la misma escalera de caracol por dónde antes Belén y tú
subías.
Te gusta la idea de que uno se borre para que traduzca el mundo.
Pero no se borra.
Uno es el mundo y el límite.
Uno, sin embargo, es menos que uno.
Nuevamente vuelves al estado lisiado que te da aquella voz que tanto
sintoniza con la salsa o el rock:
la no superada tristeza de quién crece.
Trazas un plano y otro, pero ninguno existe.
Entiendes que apenas ingresas al laberinto y te hayas solamente
acompañado de ti y de tu exceso de presente.
Pero en muchos casos es difícil la comunicación. Sí el lenguaje está
viciado, el conocimiento de uno mismo viaja en un suelo gelatinoso. Al
ponernos en lenguaje nos ponemos a la deriva.
Escribes ahora en una pantalla: tus dedos son los que bailan entre las teclas
planas, no es tu caligrafía la que impone el pulso, es el viaje del fluido de tu
sentir-pensar. Y los perros de la calle y los rumores de la carretera, las
moscas eternas, la bolsa de tostadas, los platos (recuerdas que hoy te
sorprendiste viendo a los dibujitos con que son promocionados los
productos que consumimos), los libros abiertos ociosamente, como para
tomarnos la temperatura, como en plan de autopsia.
Hay una frase latina, ahora no logro encontrarla (¡memoria te convoco!)
que encierra la idea de que dónde todos hablan nadie se entiende. Todos
hablan. Es una época de opiniones, una época ¿época? de diarios y puntos
de vista. Esta forma de vida no es secundaria y curiosamente es fugaz.
Aunque a veces cuartea los moldes de nuestra propia psiquis. En el cerebro,
se asegura, hay neuronas que son como espejos que ayudan a conocer
repitiendo al otro.
Toda la comunicación por el chat se da en presente. Es diálogo puro.
Piensas que el poema del presente tiene la ventaja de continuar el fluido
interno y, por eso, hacer que los hilos se vayan desplegando.
Encuentras una emoción inmensa en ser lo que los poemas te sugieres.
Nieblas y deseos, rostros, alturas.
Detrás de las novelas y las historias, detrás de las agudas maneras de
entender la cultura y a la persona, la naturaleza y la nimiedad del mundo,
los trajes del alma son los poemas. Pero los poemas que usan o vistes se
funden con tu vida diaria.
Diariamente buscas y solo te encuentras dando vueltas, a veces, hoy por
ejemplo, sentado en un parque mirando a los que se aman tirados en el
pasto, a la viejita que tiene unas piernas marchitas que no tocan el suelo y
come saboreando lentamente una palomita de maíz, a las muchachas en
pantalones azules apretados donde se averigua el verano de sus cuerpos, a
la señora que pasea en una caja de madera las bolsas con golosinas, a las
dos señoras que reparten los helados y siguen marchando, a la señorita de
provincia excesivamente maquillada con el rostro de nerviosa. Te miras en
ellos y ellos te miran, a todos le cae el sol, la tarde donde te conoces pleno
y sin teoría existe. Entonces entiendes que no hay distancia entre lo que
lees, sientes, piensas y vives. Todo se hace una sola ola que golpea y
reparte su furia, su agua, su espuma y vuelve al mismo mar. Eso es tal vez
algo que empiezas a asumir como manera de no tenerle miedo al otro modo
de mirarte: con excesiva edad, mal vestido, demasiado flaco y sin
muchacha.
Leyendo a Brodsky (Menos que uno), la infancia de Brodsky entiendes la
ridiculez de tus nociones y te vuelves a entender con la otra atmósfera, esa
donde ya no escuchas otros ruidos, otras voces, otros ámbitos. Existe la
poesía latina, la griega, existe el ruso, el idioma ruso, los poetas rusos, la
gramática rusa, las novelas inglesas del siglo 19. Y así, solamente así, es
posible sorprenderse mirando los ojos azules de un perro pequinés que al
pasar con la bicicleta casi atropellas. Y así, abrazas a la perrita vagabunda
que apareció hace unas semanas fuera de tu casa, y que la abuela ha
intentado de muchas maneras -cerrando las rejas con maderas, lanzándole
agua- ahuyentar. O miras detenidamente la caminata de una hormiga en los
caminos de tu chalina blanca.
Abrazar su cuerpo entre tus piernas, entras a la música, siempre entras a la
música, como una especie de nostalgia, piensas en ella (ella que es el sol)
escuchando en tu cabeza la voz del salsero explicando que todo el romance
terminó cuando murió el baile. Y -prendiendo otro cigarro, aunque no
deberías cagar así tú cuerpo; aunque no deberías dejarte seducir por
aquellas emociones -en sus palabras de borracho de la vida te abrazas
nuevamente al mismo rincón que has protegido para intentar vivir hoy.
Mañana será un nuevo día. Una nueva posibilidad, argumentas. Hasta que
vuelvas a aterrizar a este espacio dónde la posibilidad de oírte y oír a lo que
llamas mundo (tu barrio y su gente, la familia, los que habitan en tu
soledad) se hagan la masa con la que se mezclan todos tus sentidos. Ajá, y
sabes que igual la posibilidad de los versos libres sugieren un eterno
presente (sol estático según Drumond) ¿Desde ahí parte tu canción?
(Hoy Galilea hizo otros dibujos y sientes un no sé qué al profanarlos con
los ojos que analizan y limitan) (Curiosamente hoy al escribir te asalta una
distancia entre tú y el lenguaje que usas, un extrañamiento (usando la jerga
de Brodsky) Se te hace hasta difícil explicar que no te quieres enamorar de
nadie, pues ya ese espacio está copado por Belén. Explicar tu amor,
incluso, termina siendo una traición a los elevados principios ¿Cuáles? La
respuesta solamente te hace reír oscuro e imposible como un mono meando
a los carros desde un puente. Te gusta conversar en el chat. Esto es también
un chat, pero uno secreto y personal. Hallas muy bonitas los cuatro
adjetivos con los que Drumond cierra un poema: auténticas, amplias, puras,
insuperables. Piensas que para ti el poema ha sido una forma de concretizar
lo más amplio (sublime como los chocolates, concreto como el sexo,
explícito como la risa, el llanto, los frejoles con seco de cabrito)
Muerdes, no comes, tus dientes y sientes el olor a tabaco, tabaco color
rosado, el que trajo la abuela junto con la caja de chicles y la bolsa con la
hamburguesa, enorme como un cerro, con cremas y papitas al hilo. Deseas
calle, deseas a Belén, desea a Belén en una camita calientita dormida y
extensa, y tu atrás, abrazado, sin pegar los ojos, quejándote de no tener
tiempo para estar solo y poder escribir. Solo eso, la única utopía, su cuerpo
y el tuyo dentro de cuatro paredes.
Estar confundido o no estarlo, sentirse bien o mal, creer en Dios o no, son
palabras chocolateadas en la misma bolsa detrás de tus ojos y no más arriba
del peinado que usas desde que tienes 12 años.
6-8-16
Y bien, sábado largo y frío en casa. Desde donde estoy
sentado -encima de la cama que suelo tener destendida-
se puede ver la puerta abierta, en las tinieblas un
pedazo del bacín de mi hermana Fabiana. Y nada más.
Descarté algunas salidas y no me llegó el mensaje al g-
mail de Belén confirmando dónde y a qué hora nos
veríamos. Sabes que hablar de ella es iniciar -como dice
Scorza- un viaje interminable. Pues bien, si cada libro es
básicamente sostener tu voluntad hasta el final de las
páginas hoy toda tu voluntad yace despejada. ¿Cómo
estoy vestido? Llevo una chompa a cuadros ploma -
cuadritos como de franela- que si me la vieras puesta en
la calle pensarías que se trata de un anciano. Y un jean
blu focalizado, algo que hace años era imposible verme
puesto. Unas medias donde todavía el talco persiste
entre los dedos. Y la chalina larga como una canción
triste y enroscada al cuello. Las dos piernas cruzadas en
actitudes de Buda, aunque sin ninguna intensión de
cerrar los ojos y desfragmentar mi conciencia en el
masaje de aire de la meditación. Hambre, tal vez. Hace
un rato tocaron la puerta, de seguro buscaban a mi
madre. Abrí a medias la ventana. La volví a cerrar.

Y sí, hace unos días tiraste y ¿ves ahora que no era


tampoco esa la solución? Pues, ya que estoy en eso de
encontrarme, pues bien, repito, tampoco la solución se
puede leer en otro cuerpo. Esto, aunque también te pone
jodidamente triste (pero acaso el mundo no es un mar de
posibilidades) te lleva a pensar en que lo que fundes o
hagas para que continúe y sea posible no debe sujetarse
a nadie. El otro no es ni si quiera conocible. No se puede
conocer. ¿Qué había ayer que te vi en tus grandes
inmensos ojos color blu? Pues, tampoco lo sé. Y cuando
toqué tus manos cerradas solo me hablo el frío, y en el
abrazo que te di, aunque tu no lo desearás pues ni te
moviste, no pude cerrarme contra ti.
Sí ahora quisiera algo serían aquellas tardes del verano
en Seremsa cuando era posible emocionarse con
cualquier cosa. Un perro, una niña nueva manejando
bicicleta, una cuadra donde montando patineta
descubrías nuevas veredas para subir o bajar, un juego
nuevo en el Play Statión, y mientras en tus manos
sujetabas el mano y mirabas la pantalla el sentido de
tiempo no era tan agresivo. Aquellas tardes de verano
que se fueron oscureciendo hasta ser las tardes de viento
jodido y gélido que ahora me reciben cuando me voy
infinitesimal a la calle.

Extrañas ser el niño que mientras formaba en el colegio,


los lunes inmensos y jodidísimos, pensabas en volar ¿qué
sería que pudieras alzarte de pronto, salir del disfraz de
estudiante e ingresar al de hombre araña? Esa situación
aparece y desaparece en tus ojos. Alzar el brazo y
dispara chorros sólidos de telaraña y entonces subir por
los balcones hasta desparecer. Fue ahí cuando te diste
cuenta, no, es ahora pensando en esa situación que te das
cuenta de que buscabas una forma de huir. Y ahora,
quizás, hagas la misma división mental, solo que ya no
es el hombre araña el que te excita, sino los poetas y
escritores y filósofos. Todos ellos, de alguna forma,
establecer un puente hacia el infinito y el más allá (frase
sacada de otra película que te gustó un mundo) Pero lo
extrañas solo un ratito, después te da vértigo empezar
de nuevo la infancia. Hay todavía mucha oscuridad
sobre ella. ¿Haz olvidado lo que hacías con tu prima
debajo de la mesa o de la piscina? ¿y la vez que le alzaste
por detrás la falda a una niña? Creo que fue el día de tu
cumpleaños. Diablos, todo me conduce a mujeres. Hoy,
esta tarde noche.
Pero tampoco hay búsqueda. Cuando me calmo
realmente me ubico despejado y puedo caminar,
moverme, no hay ese revoloteo de ideas que te mueve de
un lado a otro. A usted de seguro también le pasa. ¿Hace
cuánto, por ejemplo, al sacar el papel higiénico del baño
no se quedó mirando aquella lengua blanca que
doblamos en dos para…? Bueno, ya sabe para qué.
Piensas, has pensando mucho hoy en mujeres de antaño.
Chicas que vestían lindo ¿vestían lindo? Ya ni recuerdas
su ropa. Solo recuerdas sus caras. O, más precisamente,
sus nombres. Recuerdas sus nombres y sus nombres son
como puertas. Cada una de ellas, un mundo. Ni ellas ni
tú se conocieron. Solamente fueron escenas determinadas
por los deseos inmensos de la primera edad sexual. Se
conocieron frotándose, ellas fueron las primeras en
sentir tu falo, sus calzoncitos fueron los primeros ángeles
que viste en aquel cielo.

Dicen que los tipos ordinarios hablan o de la muerte o


del sexo. En fin.

Una de ellas, la que te gustó primero, ahora tiene un hijo


y de seguro es madre soltera. El otro día cuándo fuiste a
buscar a Belén la viste en la esquina del mercado
Tayacaja con su hijo de la mano. ¿cómo era el bebe? Ni
te acuerdas. Pero sí recuerdas que volteaste la mirada,
¿querías mirarle el cuerpo? escapando de un posible
reconocimiento. Es que desde que andas embarcado en
ser poeta ya no tienes otros objetivos en la vida y hasta
la ropa que usas no te dibuja, y como tampoco eres de
comprar ropa, te avergüenzas.

¿Recuerdas todavía lo rico que era sentir su rostro en la


cabeza como un chorro de luz y acostarte con esa
emoción en la frente, en tu cama, en tu cara, en tus
dedos? Sí, y estaba preciosa aquella noche azulada. Su
rostro era escarchado. Ay, lo más lindo que vi a los 11
años. Y ahora ha crecido, qué difícil es realmente ir a
buscarla. Aunque vivamos solamente a diez minutos de
distancia nos separa un océano. Ella ni se imagina que
yo ahora la pienso. Y que me sujeto a su sonrisa de púber
para seguir bajando las escaleras de mi alma. Me gusta
la palabra alma. Me gustan las palabras. Y las mujeres.
Y las recuerdo ahora como el viejo que no soy.

Hace un rato llegó mi prima Milagros preguntando por


los demás y con las mismas se fue. ¿En qué estará ahora
ella? ¿Qué preguntas e inquietudes tendrá? Lo admito:
vivimos entre desconocidos. Ayer llegó como a las dos de
la madrugada, lo sentí pues terminaba de ver una
película mientras ella entraba. Es loco que ya no sea la
niñita que paraba corriendo de un lado a otro. En su
adolescencia que empieza veo la mía que termina. Me
rodean puras mujeres. Siempre me han rodeado mujeres.
Mi abuela, mi madre, mi tía, mis hermanas, Belén, mis
amigas. Y todas en cada una de sus bitácoras. Ese
espacio dónde estaba Milagros ahora yace oscuro oscuro
y si me detengo a ver, agudizando un poco los ojos,
incluso puedo ver formas formándose o deshaciéndose.

O la vez que, en un día deportivo en el colegio de


primaria, mientras se competía en las olimpiadas y tu
mamá te esperaba sentada entre el público, mientras tu
perseguías junto a un amigo a una niñita que te gustaba.
Y después, al regresar en el microbús, ella te amonestaba
diciendo que todo el mundo te señalaba como un tonto y
cómo era posible que siguieras tanto a esa mocosa, ¡qué
vergüenza! Siempre tuve vergüenza. Desde muy
pequeño. Hasta con mi padre. Paseábamos por Jirón de
la Unión y a mí me parecía un serrano. Sí, así era como
mi abuela llamaba a los que en mi país tienen rasgos de
la sierra. Yo imaginaba a mi padre así y me moría de
vergüenza de que me vieran a su lado ¿quiénes iban a
verme a su lado si toda esa gente era desconocida? No sé,
así me sentía, tenía siete años, por Dios.

Hace un ratito empezaron a llamar a Milagros,


detuviste tu escritura pensando que quizá fuera una de
las amiguitas de ayer, hay una que te gusta, obviamente
que no serías capaz de hablarle o algo así ¡tiene como 12
años! Pero, ¡qué desarrollada está! Y su trasero es
enorme, ¿por qué usan esos pantalones tan ajustados a
esa edad? Pensar que hay miles de hombres que piensen
como yo mirando a las muchachas de Lima me sacude
las tripas. Muchos así se vuelven violadores. Yo nunca
he querido volverme un violador. Es más, recuerdo, me
recuerdo, anotando, anotando, escribiendo de niño como
frases para recordar a futuro -algo parecido a lo que
ahora hago, en mi lap top, un puñado de nubes para que
después me mojen la sed- algo así como “nunca seas
violador” ¿Por qué anoté eso a los diez u once años? No
lo recuerdo. Como tampoco recuerdo por qué me la
pasaba escribiendo títulos de posibles relatos. O cuentos,
cuentos. Pensar que las amiguitas de mi prima entran
en esta casa dónde ahora escribo me lleva a plantearme
que muchas muchachas entran a las casas de sus amigas
y hay hombres que no se detienen a leerse a ellos mismos,
y simplemente actúan. En mi familia se dio algo
parecido.

(El mismo día, aunque más tarde, ya como a las 10 y 09)

Pues hasta el momento, desde que Galilea ingresó al


cuarto donde tecleaba esos recuerdos y acodó su rostro
en mi hombro y me contó que la película que vio le causó
pena, desde ese rato y en adelante, he realizado lo
siguiente:

1)Hervido agua para prepararme un café, a Galilea un


vaso de maca
2) Tostado un puñado de linaza
3) Mirado como Fabiana arma un rompecabezas
4) Llevado la laptop a cargar a la cocina
5) Mirado un capítulo de un dibujo llamado Hora de
Aventura
6) Leído un poco del libro Ágilmente de Bachrach
7)Ordenado mis escritos del año pasado en diferentes
carpetas
8) Escuchado algunas canciones
9) Una tanda de planchas en el suelo
10) Comido un poco de nachos llamados Cuates
directamente la bolsa a la boca
11) Releído el diario y pensado que debo ponerle, a partir
de adelante, a todo lo que teclee fecha y hasta quizá tal
vez hora.
12)Sentirme fatal y extrañar a B.
13) Sentir una indisposición de aburrimiento frente a
todo.
7-8-16

Fue bonito lo que vivieron juntos.

Crecieron, conocieron, pasaron muchos días


aprendiendo, con el mismo sentido de las cosas, a ser
uno, a perderse dentro del otro. Viajaron, se pelearon, se
conocieron, bebieron millones de vinos y películas, y
aprendieron a cantar canciones juntos, le pusieron
nombre a las cosas, se cocinaron, se mudaron a vivir
solos, buscaron muchas formas de convencerse de que no
podían terminar. Cambiaron, ya cuando cambiaron no
se entendieron del todo, tal cómo sucede en las películas:
no se entendieron. Ella mató a todas las mujeres que era.
Y se quedó con el cabello cortito como su hermana y
abrazó a Dios. Tú quisiste intentar una religión,
probaste cada una como ropa y te desentendiste -
primero lo gnóstico en un grupo del Centro de Lima,
después algo del budismo, o esto de la neurociencia que
tampoco funciona-, porque la poesía ya estaba como acto
central desde siempre. En ella no, su respiración la llevo
a aceptar todo ese ritual cristiano, a dejar que la
mojaran en una piscina de goma en La Molina donde la
penetró el espíritu santo. Todo eso después de la navidad
en que, ebrio y excitado, fuiste a buscar a su hermanita
a su casa y le preguntaste si podían salir juntos. ¿No
recuerdas acaso que fue la misma noche que ella confesó
ante todos que ahora tenía una nueva familia
representada en ustedes y sus mascotas? No recuerdas
todo eso, maldita sea.

Ya no puedes seguir hablando de su “nosotros”. Ya no


puedes seguir hablando por ambos, ¿en qué momento
sucedió que perdiste esa posibilidad? No sé, la verdad, y
me angustia, debe ser también el frío que le pone a uno
sensible a estos aires, además es domingo y como
mañana trabajas te pones igual de ansioso por saber que
vas a ingresar a un espacio dónde no harás -cómo te
gusta hacer- lo que te dé la gana.

Eso está bueno, estuvo bien mientras duro; ahora, que ha


pasado el fin de semana y no sabes nada de ella, crees
que no debes aferrarte a sus maneras de acercarte a ti.
No importa si no te llamó ni te dejo ningún mensaje. No
importa si ahora sale con otra persona, ¿No es esto acaso
lo que más te angustia? Ahora, crees que lo que debes
hacer es seguir caminando solo, en esa soledad hallar tus
respuestas, de lo contrario seguirás sintiéndote de la
misma manera: angustiado, desesperado, sin saber cómo
encontrarla.

Desde que dejaron de vivir juntos por el problema que


ya conoces todo se volvió difícil. Y tú tampoco has sido
del todo sincero, ni con ella ni contigo. No has querido
aceptar sus caminos, tanto religiosos como de
convivencia que te propuso, y ni si quiera la has
buscando durante casi dos semanas. Porque de ser así, de
haber tenido un poquito de respeto por su persona, o más
autocontrol, no hubieras fumado mariguana en su
trabajo aquella noche que se vieron, no hubieras seguido
chateando buscando persiguiendo algo de amor, no
hubieras seguido espiando a su hermana por la ventana
y en momentos mariguano imaginar su cuerpo y
llenarte de deseos de hacerle el amor. Es que su hermana
en sí nunca te gustó, debe ser muy aburrido estar con
ella -como estar con la mitad de gente del país-, ni si
quiera tiene nada de qué conversar; te gusto su cuerpo,
su cuerpo perfecto, como él de ella pero joven, y nuevo.
¿No te parece que repetiste lo que tú abuelo hizo con la
hermana de tu abuela? ¿Acaso de niño no te jodió eso?
No te acuerdas que llegando de la casa de tu tía donde
de seguro el pendejo de tu abuelo iba para regalarle
cosas, mientras tu mirabas por la ventana, encontraron
la olla de la comida con el ají mezclado y a tu abuela
como loca gritándole y preguntándole ¡por qué mierda
tenía la foto de su hermana ahí! Y ella te perdono incluso
eso. Te entiendo. Entendió que fue producto del exceso de
alcohol. Entendió que incluso te pudo gustar en un
momento. Bueno, todo bien, pero ¡que fumarás
mariguana en su trabajo dónde ella paga el alquiler! ¡qué
hubieras hecho si llegaba el humo a la dueña! ¡cómo
carajo le ibas a explicar eso! Y ahora, domingo, un
domingo sin ella, un fin de semana largo sin ella, te
lamentas fumando tu puchito en la puerta de tu casa,
sin poder perderte particularmente de nada. Quisiste
entrar a la emoción del ande para reducir tu ruido
interior pero duro solo una flama. Se apagó, fuiste a
internet, pagaste media hora, el dueño abrió la puerta
para dejar pasar a la perrita vagabunda que te persigue
-Piña-, checaste que no te había dejado ningún mensaje.
Okey, no es grave. ¿Acaso, hace poco, cuando estaban
juntos de nuevo “intentándolo” no te dabas el lujo de
perderte en tu “literatura” todo el fin de semana y la
buscabas el lunes? Y ahora que estas completamente
SOLO, -bueno, la compañía de la familia no colma el otro
lado del vaso-, sin su compañía, te haces el que sufre.
¿Cómo entenderte entonces?

Acepta lo que se perdió y agradece lo que se vivió. Es la


única y mejor forma de seguir fluyendo. Pronto
cumplirás veinticinco años y no tomas todavía el control
de tú vida -no te has mudado a vivir solo ni pretendes
hacer una familia ni tener una forma estable de
sustentar tu futuro no has terminado la universidad
tampoco has escrito el Libro soñado ¿Pero quién te hizo
creer que aquella misión era tuya? Te matas de risa,
okey, ríe, porque los payasos también ríen. Lo sabes,
verdad. ¿O aquella acción podría hacer que prevalezca
sobre tu angustia un cierto equilibrio? Solo por vanidad
has buscado en los otros una forma de aprecio y como no
eres orgulloso tampoco has podido bastarte contigo. ¿Y si
no te bastas contigo porque pretendes que otro sí pueda
hacerlo? Le escribiste hace poco una carta, y en la tarde
de aquel día te fuiste a tirar con otra muchacha, ¿No es
esto contradictorio?

Lo curioso de todo es que ella soñó que mataba


cucharachas y tú soñaste que yendo con ella de la mano
de pronto se te abría una herida, una herida inmensa
que sin embargo no sangraba, pero que de solo
recordarla te da escalofríos. Eso fue hace poquito y
describe mucho de cómo ella también va pensando su
relación. No te buscó. La primera vez que fuiste a verla
después de la semana sin decirle nada te cerró la puerta,
la segunda vez fuiste con la carta y te hizo pasar, le
diste la carta y te largaste. Al otro día fuiste, salió, te
miró callada, se quedaron mirándose, y después te dijo
que ella te iba a dejar un mensaje. No te ha dejado nada.
Eso fue el viernes. Casi de noche. Tú ibas pensando en
qué con ella llenarías la noche. Todo bonito. Entonces,
¿de qué mierda te quejas?

Debes solo buscar el control de tú vida. La vida de los


demás, sus problemas, sus futuros y sus decisiones o
presiones sobre ene motivos no te pertenecen. Nunca te
pertenecerán. Nadie sino tú harás algo por ti mismo, no
te puedes aferrar a ningún otro cuidado que no sea tu
propio ser, de lo contrario, serás cómo el niñito que viste
hoy en la canchita de fútbol… ese moticuco que corría
detrás de su mamá que lo sacaba un rato a patear una
pelota. Y si bien te sigues sintiendo muy niño, mañana
mismo podrías hacer un berrinche, por ejemplo, debes
seguir apretando los dientes, entender el juego en el que
andas, la idea de que no todo será placer o fácil te
supera, y siempre has buscado lo que te haga sentir
pleno, eso que llamas éxtasis. Nunca estarás en otra
mente, sino en la tuya, incluso leyendo te lees a ti mismo.
Eso es todo. De seguro que te va a doler un culo si la vez
con otro, o si te dice que sale con otra persona… y
¿después?

Nada, estarás curado en unos años. Hasta te casaras, de


seguro. Hasta puede ser con ella, ¿quién sabe? ¿por qué
fatalmente sostenerme solo a una quinta parte de la
posibilidad cuando todo es jodidamente incierto?
Ni pienses en hacerte daño porque no vale, no, nadie
merece tanto la pena como para dañarnos. Nadie
merece tu sangre. A la mierda la música pop, o rock, o
las baladas. A la mierda lo cursi. Nadie es tan importa.
Ni si quiera ella, ella que antes era impronunciable. Ella
que llenó todo. ¿Te acuerdas que en las épocas del
Messenger te la pasabas insatisfecho por no haber vivido
una larga relación? Pues, pelmazo, ¡la viviste! ¡y fue
increíble! ¡y fue muy largo! ¡y vivieron juntos! Y
¡acuérdate! Viviendo juntos no todo era maravilloso, no
te acuerdas que incluso ella se iba a ir de la casa y te
quería quedar solo para, de paso, conversar con otras
chicas. Buscando eso la perdiste.

Desde que, al pasar unos años, su encanto total se fue


desvaneciendo y apareció la posibilidad de vivir con
otras mujeres lo que ya no te causa ella -ese grado de
enamoramiento animal- ella se tornó tenue, como una
velita se fue marchitando, no fue lo que inicialmente era:
la totalidad de un centro, de un núcleo. Y de seguro ella
lo sintió como tú sentiste que ya no te colmaba. Ella lo ha
sentido todo y lo ha pensado todo. ¿Qué vas a hacer
ahora, dime, poner una canción triste y sentirte triste?
¿No es costumbre tu forma de circular por su recuerdo?
¿Abrir una canción no es repetir y dejarte atravesar por
el mismo cuchillo? No importa nada. Y sabes que
realmente no importa nada. Pasará. Todo ha pasado.
Todo tiene que pasar.

Así como pasó la angustia de perder a tus mejores


amigos, de no encontrarte, de ir dejando de ser joven,
pasará. Dejarás atrás el pasado y el dolor y crecerás.

Y lo mejor es que cuando ya te cures totalmente de todo,


del deseo de que nadie más le haga el amor, de que nadie
más la tenga desnuda y la haga feliz, de que nadie más…
Bueno, cuando te cures de aquella faceta hasta puede
que te resulte chistoso este largo y sensible drama. Los
siete de cada mes solían celebran su aniversario.

De adolescentes bebiendo vinos, se tiraban al parque,


eran punks en muchos aspectos, quería viajar como el
Che, escuchaban rock, bajaban a conciertos, era lindo
todo eso, pero nada de eso hace una vida, no la que tu
deseas. De aquellas épocas extrañas sobre todo los
hoteles. Frecuentaban hoteles en Puente Nuevo, Santa
Anita o el Centro de Lima.

Esos dónde se quedaban horas, se bañaban, dormían,


sacaban las colchas de las mesas de noche, se veía los
cerros salpicados de luces desde las ventanas. La
posibilidad de estar juntos y luego separarse. Qué raro es
todo. Da cómo para llorar.

Mierda. La sola idea de hacerme daño me repugna. No


quieres ser como ninguno de tus antiguos héroes, esos que
se mataron porque los dejaron solos. Quieres ser más
fuerte. Quieres ser fuertísimo. Tienes mucho qué hacer
todavía. ¿Has perdido la pureza? ¿Y sí la perdí? ¡Qué
chucha! Cómo extrañas sentirte pleno, sentirte tonto,
sentirte todo, sentirte enamorado. Duerme, mañana será
otro día. Otro día, piénsalo.

08 – 08-16

En el fondo fue tu cuerpo y el suyo. El amor no es nada


más que física, cuerpos que crean momentos. Simple. El
otro rollo ese de hacer planes o planos nunca te sirvió ni
interesó. No tienes cabeza para jugar al papel que debes.
Pero, aun así, hoy la cagué. Ni idea en qué año. Me
siento sin sentido, como andando por andar.

El amor un deseo animal cubriendo un rato este simple


vacío. ¿Debo citar escritores o psicólogos para
afirmarlo?

No puedes pretender hacerte el loco frente a los demás.


El mundo no está ahí para hacerte sentir bien ni
entenderte. Si tú le cantas al mundo no le cantas a
nadie. A nadie le importa entenderte, solo a ti. No
puedes hacerte el loco con los demás, guarda tu locura en
los bolsillos, mete debajo de tu cama a tu tristeza. No la
hagas pública, porque tampoco es comercial. Otro la
tiene más limpia y más justificada.

Mi cabeza me retumba. Si fuera un chicle se estiraría


tanto hasta reventar. Si me abrirían la corona de la
mitra verían mi cerebro masticado, como chicle, igual
zumbando. Vaya mierda. No recuerdo dónde o quién me
dijo que los grandes también necesitamos abrazos.

Salí a comprar grasa endulzada. Me topé con Milagros.


Nos quedamos esperando un rato. Regresamos
conversando. Milagros está grandota.

09-8-16

Pátetico Barco informando tus cuitas en bolitas de


papel. E incluso así insistiría pues hay muchos
kilómetros que informar. Por ejemplo, nuestro nuevo
fiasco amoroso, la necesidad de asumirse o morir. ¿Cuál
es la voz de mi alta, esta rueda de jabalíes o el aire
donde no te encuentro? No sé, ni idea. Vuelvo al mismo
espacio dónde sentarse es construirse: la soledad incluso
perdida en la despensa de la locura o el miedo. Y
mientras sirves el agua a tus alumnos quisieras en
verdad irte o quedarte, aunque sepas que ese
movimiento solamente te aleja de otro, el que vibra en el
agua de las cosas que te forman.
La depresión nos hace comer dulces. Papitas fritas delgadas. Galletas
imbéciles. Mi forma de quererte era una manada de flores puras, una
anémona en la espuma de la chela. Y nunca volviste. Nunca volvimos. No
vamos ahora en el mismo vagón. Todo se hace recuerdo que golpea mi
pelo. Sé que las imágenes chorrean como la lluvia, y que la lluvia lleva
balas o raíces, y mi corazón ya no posee tarjetas de crédito, ni un rincón
sereno de mundo, hoy no, y de alguna forma lo siguiente es partir. Estoy
cumpliendo años y como siempre solo y aburrido en casa. Entonces, no
sabes nada de ella.
Puede que solo te guste una de tus alumnas. Pero ves en ese gusto
solamente tu pobreza interior. Tu mal concentración con las cosas que
amas. No te hayas en ti, sino en buscar salvarte de la tristeza, ah, mierda.
Tus pocas ganas de no asumir una relación, o la completa soledad. Esa
forma tuya de mirarla hoy y de nombrarla. Basta. Debes manejar esos
estados. Ayer, por ejemplo, ¿qué buscabas chateando con todo el mundo
así? ¿Solo una muchacha, un poco de cariño? Y, ¿después? ¿No crees que
sujetarte todo el rato a un pequeño y placentero instante no es el objetivo?
Sí, bebía cerveza de trigo y espiaba el Instagran de Alberto Fuguet. Se la
pasa viajando. Lugares raros, bonitos, poéticos. Y a pesar de todo eso la
misma marea diaria, el mismo estado desesperado.
La depresión nos hace caminar por puentes, atosigados de frío, e ir a
comprar la cena.
Llevo como una máscara.
No soy el hombre que dicta clases.
No soy el que pasea sonriendo entre las cortinas
De humo.
La vida escribe una fecha de vencimiento en cada uno.
Algunos se arropan en sus camas,
La celda carcome las venas. No se busca llegar a un estado.
Los sueños son ovnis que nos visitan por las noches
Y quieren regresar a casa
Su casa es el cielo, allá, arriba, todo oscurito.
Persistí y me quedé solo.
Ahora puedo ingresar tranquilo
Al resplandor del que parto siempre.
Debí callar, creo, y seguir andando tranquilo nomás.

Buscar un espacio de serenidad


Entre tus ojos y el frío que carcome
De alguna forma nos perdernos de lo sagrado
Para ingresar a la fiesta del dulce
Nuestro emblema no será de sufridos
Abajo todo el terror y la piñata
Un helado tan grande que sea una torre
Que se ladea despacio cuando uno avanza
Y aun sabiendo que en otros lados
Se embriagan y follan a dulces princesas
Y se descubre otra forma de ganarnos la guerrita diaria
Asumo que nadie más pensará en mí
De esta dulce forma

Por eso ya no quiero ser más el que sabe


Pero calla, el que desea hacer una máquina de tiempo
Sin saber la tabla de multiplicaciones
Estar solo abrazado a una muchacha que suda
Y hace deportes las mañanas en que la niebla
y el frío nos embuten los dedos

Calla, todo este río no sirve, toda esta maraña


que – como legaña mañana cosecharemos-

pero tarda mucho en acercarte tu mensaje


y me escondo entre clases y moto taxis
0
No es egoísmo, es sentido común
Nadie pensará en ti de ninguna forma
La cerveza que mañana bebas
florecerá en los resquicios de tu alma
Niebla niña
que paseas tu catafalco en mis ojos
aroma estas brizas que me sacan el lancho
esta maraña
de objetos que no hacen sino girar
En los otros, partido en mil pesados,
y buscar mi retorno a la divina soledad
1
Dicen que la felicidad está en el otro
Y si bien el otro nunca está en nosotros
La felicidad es un mar dónde a veces no pescamos nada
No quiero ser feliz con permiso de la ciencia
No deseo que mi terror y mi orgasmo
sean manoseadas
Escarbo diariamente, como lúbrico de vida
de circunstancias
como ganando la partida de michí con todas mis
razones para sentirme mal que diariamente
no me matan
2
Dicen tal vez
Yo no sé
Qué tú te has olvidado de mi
Óyeme
Pues ya sabes ahora nadie escucha
y tampoco nadie desea a Dios
en la boca de las chompas
recibo la bendición de las lluvias
-huevitos de codorniz- desde que
me dejaste de hablar
y me he vuelto adicto
a curarme, aunque ya las drogas,
ni la bebida,
sean suficientes
4
Sé qué cuando leas mis poemas
me entenderás
por eso me demoro en hablar
en contestarte por aquí
lo que siento y debo
Pero cuando estás vibraciones
lleguen a ti
En
El agua y la hierbabuena
te acordarás de mí
5
La depresión nos hace comprar juguetes
Enseñarlos los domingos
Hacer parrillas insistir en los manuales
de cocina y otras especies filosóficas
Dejo por eso hervir la manzanilla
y aterrizo a pensar tranquilo en mi vida
en una esquina
que nadie conoce del mundo
6
En realidad, sí, te espero
Ya me cansé de hablarme a mí mismo
Y de alguna manera buscar
un sentido que me haga
Ir
ancho, flameante, así
puedo asegurar que conozco
las películas sin colores
de los jardinees tranquilos
en las avenidas del mundo
7
Era una mujer que compraba
su propia torta el día de su cumpleaños
Y preparaba comida para todos los familiares
Luego iba a celebrar con ellos.
Sabia que hay una edad donde las celebraciones
ya no llegan a ti
En las que hay que ir a buscarlas
8
Cuando mi deseo de llegar a la luna
y ser un gorila
se desmoronan, no caigo en sinceridades,
ni tecleo mi soneto más triste
simplemente me hago réquiem
una puerta que titubea en abrirse o cerrarse
9
Las horas pasarán
Dormirás
Te levantarás
Las horas pasarán
Dormirás
Te levantarás
10
Caminando y conversando de mujeres.
Todas querían vivir el sueño, el anhelo del castillo
a la orilla de mar
Un cielo brillando
La foto en el centro de la sala
Pero tu solo querías el rato en una cama, la bulla
de los cuerpos ovillados en el alfeizar,
y dentro de la miseria azul del cigarrillo
otros ojos igual de abiertos
con los que pasearse con los ojos cerrados en el cielo.
Y ella compra sus dos soles de caña.
Y te dice también que
quizá se puedan encontrar mujeres
en los diarios. Hay que pagar algunos caprichos.
Nos despedimos.
Es tan difícil darle lo que desea a la persona que lo desea.
11
Ya no hay noticias que dar.
Solo que barrer por las tardes
Y palabras que se amontonan
en el suelo. Basura, túneles,
una forma grosera de irse a la cama.
Todo esto desde que la nena que amas
12
Sé que hay un lugar bonito que me espera.
Un espacio donde mis pies se alarguen hasta el cielo.
Una sopa de mote caliente,
Un corte de pelo
Chocolate y vino.
La emoción borra la prisa,
el asco que me da ir
como baboso de un lugar a otro
sin cuestionarme nada.
No quiero vivir entre manteles,
ventanas enrejadas y perros mojados.
Me basta abrir los ojos para saber que estoy presente, que la tristeza solo
son palabras en mi cabeza nubosa.
Que todo esta
marea me acercará más
a Dios. A Dios o a ti.
Ah, caray,
esto si está bueno.
Entonces
iré por él.
13
Mañana es simple
Es simple mañana
cuando me vea en el espejo
seré mi propia realidad
Solo eso permanece
la terapia del fuego
y las comidas compartidas
14
Busco liberarme de las emociones que siento
De las garrapatas del alma
Que se chupan la sangre
Ah, y de paso,
quedarme tranquilo como mirando
por la ventana
de un bus
cerros con forma de mujer
15
Ahí estás en la noche
Tus ojos todos los postes de los vecindarios
Donde duermen las alimañas
Con jardines breves
y vecinas tranquilas
15-08-16

Si bien consideras que todo entre ustedes se ha roto también crees que
debes asumir que el amor está en tu deseo, en tu modo de actuar, y si
continuas con aquella dejadez y deprimidez lo que va a seguir no es tan
bueno, ni para ti ni para nadie.

Buscar un remedio. Algo que te saque de tu estado de fluidez rara. A veces,


de rato en rato, te recuerdas cómo estabas antes, como te sentías antes, y
quieres regresar pero sin su presencia se te hace imposible. Desde hace
varios días te vienes acordando de ella ni bien inicia el día, pero no de ella,
sino de las imágenes de tu deseo de ella. Hoy dando vueltas en la
oscuridad, como corrigiendo un rato algunas penas, se me ocurrió que debo
aceptar lo que siento por ella. Y convivir con ello, no torturarme al no
tenerla al lado, sino usar su fuerza para seguir construyendo. Si bien la pena
te da un espacio sólido del cual sentirte, te hace piedra, y te arroja a
cualquier isla -si quiera un ratito- te hace falta más bien la ventana abierta,
el sentimiento de que andas ligero, de que todas las posibilidades están
abiertos y caminables.

Buscar una forma de seguir sin ti. Si esa libertad hecha en la posibilidad de
elegir de una en una mi día no se puede hacer ni planear nada. Vivir en
planes se puede y eso hago. Huyo mentalmente a otros espacios, o canto, o
creo posibilidades, ¿qué tal si voy ahora y te encuentro y…? Lo que genera
en mí un estado particular, una forma particular de estar. Pero no quiero
estar encerrado en ese lenguaje. Que es sino un viejo vicio mío, ¿Tiene algo
que ver esos circuitos por los que diariamente me muevo? Me veo a
menudo llegando a la ventana, abriéndola, para vigilar si pasa, ella o sus
hermanas. Y si mantengo esa rutina estoy esclavizado, sí, encarcelado a
tener que verla, a saber de su actividad sexual, a saber si en realidad es
porque le gusta otro muchacho. Hace poco ya notas en ti lo cansado y
aburrido que es ir repitiendo las historias, esas que al formarlas me dieron
cierto resultado -como cuando explico una clase, o digo una noticia- sigo
solo los que dieron efectos y cuando no les causa nada no se puede
conversar bien. Pero eso en el diálogo que tuve con Lauren, terminé yendo
a la casa de Enmanuel. Sentí une espacio cerrado, tanto en lo que yo miraba
como los ámbientes en el que se mueve mi rutina de ir a su casa. La misma
indiferencia con mi tía, la conversación insulsa con Lauren, la mirada del
cerro iluminado (como una torta, pensé, tratando de poetizar al paso) allí
repleto de lucecitas, que implican distancia, y la calle empinada, la misma
conversación mediocre, con mi primo, medio del lado de un sentido común
donde nos movamos: infancia, que fue divertida según nuestras opiniones,
divertida y entrañable; o el “qué tal la Nena”, o el “qué tal tu papá”,
situaciones repitas; bueno, y después llegó Enmanuel a casa, venía de tocar,
muy cansado, como una ropa muy bonita, me gustaba como le quedaba la
camisa verde, abiertas, entre elegante y joven, siempre visualmente me ha
sido un gozo verlo, y conversamos igual, de la banda de hard rock dónde
tocó hace unos años e intenta rearmar; me enseña sus nuevas canciones.
Eso es también algo que me abruma la incapacidad de permanecer en una
conversación que nos haga intercedernos, que nos abra lo fluido. Por
ejemplo, cuando Lauren se fue de la sala y me quedé con mi primo
Eduardo se nos hizo difícil conversar de algo, él me preguntó por una
película y la puso en la pantalla que cuelga de la pared. Y así, mirando la
pela, nos quedamos callado. Llegó la mamá-tu tía-, se enojó por tener la
ventana abiertas, “está bien que seamos pobres pero cualquiera que pasa ve
lo que tenemos, lo poco que tenemos”. Y eso fue el mismo día que, después
de sufrir un rato en mi cuarto, decidí salir a casa y me atrapó todo el sol.

Bien, finalizó pensando en que a veces me doy cuenta de que uno algunas
escenas de mi vida para matar mi infelicidad. Y así es cómo el poema que
leí en el diario el día de mi cumpleaños era un regalo de los dioses. O el
hecho de encontrar el papelito con el correo y la contraseña de Belén en un
libro un camino a una actividad en particular.

Y es tarde, lo mejor tal vez sea irse a la cama y olvidarse del rato en que te
acuerdas de todo lo que importa. Tú y tu mundo pequeñito. Así es como se
dan las cosas, con estas pequeñas manías de hablar. Ahora en mi casa, en la
misma casa dónde hace 25 años nos mudamos y con la historia que hemos
ido descargando en sus paredes. A veces me da ganas de irme lejos, pero
me quedo esclavo en el deseo de irme. Lo que dura el viaje que doy
entonces me calma de aquel impulso, y me detengo entonces a poder
pensar en otras alternativas, de más larga duración. Es en esos instantes en
que veo la unidad que realmente soy y no los dispersos mundos que me
mueve mi pena o mi desesperación. Solo cuando ando así puedo pensar que
la familia está viviendo también su única posibilidad en la tierra, como yo
confundida, y con sus penas.

Sí primo, me quedé pensando en lo que decías ayer sobre que uno canta
desde un personaje. Que necesitas cantar desde uno. Pensé en que hacer
dinero de tu arte era venderlo como era imbécil mantener una pose desde
algo tan personal como el arte de hablar solo, aun sabiendo que esto no lo
dirías públicamente, un solo hecho de ir haciendo textiles, de ir tejiendo en
rectángulos y negros jardines lo que me brota del alma. Diariamente me
trato de salvar mentalmente de todo, contra mi cuerpo choca la depresión,
la indiferencia, la apatía, el desgano, la desesperanza, y como si fuera una
nave en una selva de meteoritos doy vueltas, me abro a otras cosas, reviso
otros paisajes, acepto que mi vida sea esta y no otra cosa, y aprendo de que
mi vida se está, está que se da entre lo que pienso de ella y lo que ella es, y
mi poesía va cantándose detrás de lo que vivo, como una música detrás de
mis acciones, como una especie de forma se materializan en los rodeos que
me voy y doy a las cosas. Para pensar en los demás uno tiene que alejarse.
Para sentirte ahora como una posibilidad tengo que asumirme.
Lo asumido es apreciado porque se muestra como posible. ¿Por eso la idea
de que el poeta más bacán es el que se muestra como un yo asumido y no
dividido? Y como leía en el Para principiantes de Deleuze “no hay
trascendencias solo puntos de encuentro, energías, deseos sin teatro detrás.

Hablar de la división mental es decir poco. El que se asume puede, no solo


tantear, sino intuir: la imaginación es sólida, no se abre para todos lados,
chorrea en una dirección. No sé dónde leí que un poema es traer
instantáneamente futuro. Hacer futuro en el ahora. Y voy entendiendo lo
feo que es ir dando consejo, ir aparentando el cuadrado en el que otro te
pone (por ejemplo, en el carro, con Chumbile “espero algo de ti”) de algún
modo su actitud me predispone a no ser quién soy, sino a entrar dentro de
sus perspectivas y eso me condiciona. Igual en mi trabajo, no soy el
profesor que la directora desea sino que mi personalidad hace el trabajo,
por eso, me veo bifurcado y pienso que es un espacio dónde no puedo fluir,
no puedo ser completo ( ¿por eso piensas en tener otro trabajo, en plan de
conocer gente y de tener la mente más espaciada) Si según lo que se
escucha bastante la mente -como voz interior, lo que nos decimos de lo que
vivimos- crea no solo impresiones sino caminos en nuestra biología todo
este amasijo que hago diariamente solo debe anclar en sentimientos y
razones que vayan a lo libre, a situaciones dónde no esté metido dentro del
control, de la “posibilidad”, y, a cambio, vivir en el no saber, en el no
entender, en esa fuerza, “júbilo”, la casa de la posibilidad.

Me doy cuenta de que no estar hecho ni capacitado para el pensamiento


sólido que de seguridad y enfatice una conducta, sea religioso o sea
científico, me acredita al pensamiento del momento, el único que importa,
pues se sujeta a lo que somos, esta respiración inmensa en la que lo único
que nos limita de cambiar de estado es el corazón biológico, ese de que no
sé absolutamente nada y el me hace incluso poder afirmarme. Es como
aquello de ver a veces una pelusa flotando en tus narices: en ese momento
lo único que interesa es ver como eso objetito se mueve de un lado a otro,
como cuando ves un trasero y lo único que importa es… En el otro estado
de pensamientos -como dominado por un sentido veo y digo- me
deshilvano.

¿Se necesita una sólida convicción de algo para escribir alta poesía?
Tampoco es que crea en el relativismo. En esto también estoy de acuerdo
con Deleuze: el tipo de sistema que somos debe encaminarse a una
voluntad de amor a la vida. En eso, aunque a veces me aplano hasta perder
la idea de que soy un ser tridimensional más loco que un caballo morado
bebiendo una cerveza en el mercado Tayacaja.

Mi plan de la semana que empieza es, A) evitar emborracharme e ingresar


a mi Facebook, o a los otros que tengo, B) Proyectarme diariamente a
realizar yoga (como mínimo 20 minutos cada día; sería bueno despertar
también más temprano y no (cómo ahora) permanecer tanto rato arando la
madrugada, (aunque leo que la lucidez viene después de una suerte de
cansancio, de la que la madrugada es muy eficaz) C) Llamar a Germán y
terminar sus trabajos, D) Llevar los libros a la biblioteca, E) Imponerme
diariamente una nueva cosa que hacer en la calle (puede ser caminar, ir a
ver a alguien, comer en algún lado (le tengo que pedir dinero adelantado a
la directora, para pagar lo de la luz y el agua, y tengo que dar algo también
para pagar lo de la comida) así, ir variando, diariamente, por lo menos,
después de leer un rato, y reposar el rato después del almuerzo, F) Ser más
empático con mis familiares, semejantes, con todos, en general siento que
me he mostrado áspero con ellos cuando en realidad ellos no merecer sino
se tratados como todo el amor del mundo, G)No pensar demasiado -no
sentirme una frase tan cargada de distancia y tan susceptible a
emborracharme como “he vivido sin ti pero he vivido” (C.Calvo), H)
VER mi espacio, el de ahorita, no el que vendrá después ni el que
pasó, como una posibilidad: el trabajo en el colegio no es trabajo es
tu modo de regar las flores del jardín donde vives, VER todo como
continuación no como carga o peso o contra mí. (Ir enumerando un
ABC de las cosas que semanalmente quiero hacer. Quiero que mi
quiero sea verbo en el día a día de lo contrario voy a ser un
inconsecuente…, YA TIENES QUE EMPEZAR A MOVER LA
TIERRA PARA CLAVAR LOS ÁRBOLES ALREDEDOR DE LA
CASA… Me parece buena idea trabajar en la calle Capón, tal vez
mañana puedo ir a preguntar cómo es la paga y cómo son los
horarios…
Sí, en el fondo lo bonito del amor no es lo que ella hace sino lo que
tu generas a su lado. Y si ella ya no está a tu lado, la idea es buscar
aquel sol estático en otros asuntos. Qué curioso que para ti el amor
termine siendo un estado de ánimo. (Bonito lo de Horacio. Hoy es
siempre todavía)

Ya no cabía en su lógica
la posibilidad de una casita y de estar juntos
Dios sí entraba en todos sus ojos
Dios y la misericordia
Pero no el flaco muchacho
torpe a veces
que ofrecía sus abrazos
como toda su sabiduría
no cuadrada

Dichosos aquellos que


no perdieron su primera juventud
en un amor largo y difícil
del cual solo quedó
la posibilidad de
continuar la vida
manuales para sentirse mejor
tópico inútil
o el miedo nuevamente
de intentar otros caminos
Poemas de logros dudosos
etc
Y de asumir de todos modos
algo de la mentada madurez

¿Me toca hacer un blus?


17-08-16

Ayer rezaste, ¿raro en ti? Pues sí, la verdad, pero también lo


necesitaba. Y como rezar es una forma de acordarse de rostros era
inevitable no pensar en tu hermana, tu madre, tu madre, y
necesariamente en ti. Padre, aléjanos de las ofensas.

¿Por qué insistes en pensar en el suicidio si nunca lo vas a


consumar? ¿Ahora qué te lo impide? ¿Te lo impide el rostro de tu
hermana, la esperanza de que todo mejore, la obra por venir?

Y qué haces en el colegio, te aburres de profesor, ¿quisieras hacer


dinero, mucho dinero -vaya mierda- para qué así consideren de
manera seria tus acciones? Nunca tanto, no soy imbécil, por eso
ando como ando, si hubiera seguido el canturreo de mi generación
estaría en otros tramos, quizá de ese modo haría feliz a mi abuela, a
mis hermanas y no estaría escribiendo esta cinta de pájaros. Pero
su felicidad no depende de mis acciones. Divago, doy vueltas, es
necesario salirme del caos del silencio.
¿A quién buscar?
Sí, hay amigos, pero también se irán.
Todos se van.
Y, ¿para qué?
Al final igual me espera una cama que no merezco – eso fue lo que
ayer sentí- demasiado linda para mi mezquindad. ¿Y todo lo dicho
ayer es todo lo que se repite siempre? Que no me aguantas, no me
toleras, que ya no me necesitas. ¿Y quién te ha dicho eso? Nada
más y nada menos que Dios.
¿Cómo puedo competir con Dios?
Es difícil sabes, solo soy un pobre barro pensativo.
Y Dios está tan lejos.
Con Dios no puedes, por ejemplo, mañana en la nochecita tomarte
un caldo de gallina después de limpiar la cuchara con un limón. No
puedes tomarle la mano y detenerme a mirar lento lo que hay antes
de cruzar el semáforo.
Dios no se meterá contigo en la cama a ver películas
norteamericanas ni documentales de neurociencia, ni te recibirá con
ojos brillosos cuando no haya nadie.
No sé dónde leí que la idea de dios era perfecta pues ocupa el lugar
más difícil: el uno mismo, la soledad.
Y Dios te va a escuchar cuando necesites soltar las ansias de un día
difícil.
Ah, cierto, Dios te escucha todo. Y te cuida, y te protege. Pero,
¿cómo buscar en él una razón para perdernos?
Quizás sí, puede ser, por eso es necesario buscarlo. Pero yo no
acierto a entender cómo es el quién ahora nos aleja.
Me lo dijo Dios.
Repite tu boca loca en mi cabeza.
Y ayer, este soquete, rezaba.
Necesitaba proferir algunas líneas que me lleven a la paz.
Simplemente seguir el camino de palabras repetidas, holladas, por
millones de pasos y voces. Porque la paz es un camino, ¿no?, una
casa donde queremos meternos mientras escampen los meteoritos.
Seguir el camino que conduce a no recordar que ya no estaré en tus
ojos.
¿Por qué si dices que me amas ya no te lleva el amor nuevamente a
mí? Porque ahora asumes que lo mejor es separarnos. Sueno
patético y no me importa. No sé cómo sueno. Hace rato que todas
las cuerdas de mí alma tocan una misma canción que va y viene,
que a veces se aleja de la orilla. No sé qué deseo realmente ahora.
Tú me dices que ahora que ya dejaste de pensar en los dos lo mejor
es seguir con tus objetivos personales. ¿Has olvidado acaso lo que
éramos nosotros? Y sí es así, ¿qué importa? Eres terca, siempre
serás terca; y ahora, aunque te odie y quiera más que nunca, debo
asumirme un rato en este color nuevo. No drogas, no cerveza, no
amigos, meterme al fondo del ropero y hacerme crisálida.

En el fondo, te gustaría morir para ver qué pasa y después regresar,


pero no hay manera, si te matas no podrás ver el final de la película.
Tú película. Y así no vale la pena. Converso con el hombre que
siempre va conmigo. Ayer pensaba en ti Antonio Machado, mi
amigo confesable, ¿en quién sino en los benditos poetas pensar
cuando el humo de la pena aúlla en las hilachas ocres del cigarro?

Y son ellos los culpables, los culpables de que todo un horizonte de


posibilidad de abra y te niegue lo diario, la acción centrada
solamente en el trabajo, como a todos les pasa, meter la cabeza en
la tierra y dejar a las nubes tranquilas… Y si todos ellos producen un
antivalor: infelicidad, ¿para qué insistir en seguir la realidad y no
meterme a cualquier teatro (profesionales, familia, amigos, carros,
supermercados, dios)
Pero ahora no es posible asumirme de otra forma. Tampoco quiero
ser el muchacho que se encierra a vivir de fantasías ni a recordar
amargo el amor perdido. Digo estupideces, debería terminar de
hablar en la clase que aún dura. Si alzo los ojos veo a mis alumnos
hablando sus chistes de siempre, intentando un papel, sin saber. Sí,
sin considerar ninguna de las circunstancias que ahora me
destrozan. Todos tenemos miedo de una cosa, solamente una cosa:
decir estupideces.

Siento que estoy metido en un circuito donde repito y repito las


mismas actividades. Voy de un estado a otro como quién abre y lee
el mismo diario. Mi vida es un diario con escenas repetidas. La
tristeza de ciertos días, intercalado con las conversaciones, el
deseo de hacer algo, el impulso, el aburrimiento.

Benditos los poetas que yacen muertos y ya no gimen. Ya no saben


qué se siente simplemente padecer frío. Nos abrigamos y
empezamos a llorar. No estamos juntos ni acompañados. Algunos
deciden por su futuro, otros diariamente se entretienen frente al
televisor. En qué momento dejé de ser especial para ti. Pues,
cuando -me dijiste lento como algo meditado, saboreado y vencido,
o eso fue lo que me causó- empecé a sentir la fuerza de Dios en mí
y como todo su poder lo sentí. Yo que nunca he creído en nada
solamente me sentía ahogado dentro de la tarde. Estaba todo
limpio, las nubes arriba como ovejitas, como grutas, como
mariposas de papel arrugado, y nosotros en lo que hasta el
momento es “nuestro largo adiós” El día perfecto. ¿Qué le queda a
un tipo como yo con las posibilidades que tengo?

Hacerme un resentido social y dejarme crecer el pelo, usar politos


negros e invertir en la naturaleza de las calles. Pasearme sombrío
entre personas observando todo y comiendo un piqueo de soya.
Sacar de uno en uno los caramelos negros de menta. Matarme de
risa frente a los televisores. Engordar y quedarme calvo. Los que
vienen de mi familia -esos hombres, esas sombras- eligieron los
caminos más rancios. Sumaron soledad, rehuyeron de la familia,
formaron una sociedad civil consigo mismo. Por un lado, el abuelo
fue un anacoreta nato. Pasaba sus últimos días mirando paisajes de
otros países frente al televisor. Dibujaba, claro, pero eso no era
esencial. Me queda hacer yoga, impulsar una empresa educativa,
hacerme profesional, tener amigos por el internet, viajar a otro
planeta, sumergirme en las aguas buscando embarcaciones
intactas que yacen muy adentro del océano. Escuchar una canción
repetida, ir silbando mi nostalgia, ¿qué mierda todo, no? Si he de
vivir mucho, he de enfrentarme a que la vida me arrojé a un espacio
dónde está mi pena de ahora no sea absolutamente nada. Solo sea
un rato entre dos paréntesis. Extrañaré tu cuerpo. Pero quién sabe,
quizás no extrañe nada. ¿Te iré a buscar de nuevo? Me veré en
una tarde que no tengo planificada enfrentándome, como hoy, al
hecho de que no sabré más de ti y de qué mis metas a corto plazo
son leer y morir, morir y dormir. No quiero morir si ello significa
hacerle daño a alguien. Tengo miedo, de lo que estoy ¿viviendo?
ahora.

Eres el que se quedó en su barrio y no sabe qué hacer ahora. Antes


ni si quiera necesitabas replantearte estos asuntos. No, antes solo
vivías como un perrito que tiene la puerta abierta y sale a ver el
mundo. Luego entendiste que las ubicaciones existen, que los
viajes se ganan, que tus ojos son dos huevos fritos.

Qué dirección sigue después de una mujer que fue una avenida
larga, larguísima. Adiós, querida. Esa mujer que fueron los millones
de postes abriendo sus flores en la luz de la oscuridad.

Bebemos solos la nostalgia. La fabricamos con dedos ansiosos. La


metemos a la boca en caramelos de menta. Subimos a buses
lentos. Pagamos pasajes. Intentamos sostenernos del pasamanos:
todos caeremos. Hoy, llegando a casa, con esa pesadez que da
saber ¿qué no hay retorno? ¿Pero cuándo realmente existió eso del
retorno? Acaso amaste a la muchacha soñando que sería para
siempre ¿quién ama soñando viajes tan largos? Ah, solo deseo
yacer dentro de nuevos deseos, deseos que se hagan como mi
pensamiento más fresco, el de hoy, como esos pájaros en huracán
en el cielo, como esta pieza de Bill Evans – Some Other Time- ¿En
algún tiempo veré mi rostro diferente?
¿Si el Dios que amas nos separas, por qué no lo dejas de amar y
me quieres a mí? Imposible competir contra tus creencias,
imposible, yo soy un humanito desgraciado que tiene como
proyecto mirar todavía mucho este mundo, y levantar sobre tu
ausencia indefinida mucha niebla, mucho mundo. Y pues,
temprano, a primera hora enrosco mi chalina roja, tejida por mi
hermana, para enfrentar mejor el invierno, este invierno que se
mete por la corteza de la ropa y nos aguijonea el alma.

Pero todo eso que digo no es realmente la dimensión de mi ser. Mi


ser se abre como un cajón y suelta sus colores. Un poquito de vida,
un poquito de amor. ¿Una chica con quién bailar hoy? Ninguna.
¿Lecturas que animen el alma? Tampoco. Si algún día tengo
cuarenta años y leo esto, acuérdate, de que sigues en la noche, de
fondo suena la nostalgia y hay globos de tres colores en la casa de
la abuela. Las losetas de toda la vida son amarillas con sus tréboles
como adornos. La puerta. Los ruidos de las mototaxis llegan
agolpándose. Y hace mucho rato que te lees y no encuentras de
qué va, realmente de que va, lo que dices. Lo peor de la tristeza es
la impotencia. Al menos la tristeza es sensual, te mueve, te hace
actuar, despertar, moverte… pronto queda solamente un estado
seco, y después del estado seco, llega el olvido. El olvido que,
completando el ciclo, te regresa a la vida. Acuérdese que hoy
caminaste por Lima después de conversar por “última vez” con
Belén. Fuiste a su trabajo en plan de triste con una bolsa negra con
todos los regalos que te hizo a lo largo de su relación. Sí, era el
último deseo que tu cólera quería saciar. Tocaste la puerta,
apareció su hermana – esa perra que llevó a Belén a la religión- y te
dijo un ratito. Apareció ella.

Fueron a comer helados. De lúcuma bañado en una capa de


chocolate. Comer y caminar. Esa fue su mecánica durante años.
Años atrás, días como hoy de agosto, como a estas alturas de la
noche todo erizaba sus sentimientos.

Te dijo tantas cosas entre tanto, tantas cosas que de seguro


también ella pensará o escribirá o confirmará quién sabe cómo, de
qué formas lo vivido hoy, tal vez le sirva como manera de confirmar
algunas intuiciones, o se marqué de modo nostálgico en su mente.
En suma, siento totalmente que nuestro abandono es yacer, ser
consciente de no poder escapar de nuestra mente. Ella y yo ya no
teníamos acceso al antiguo paraíso. Ella abrió los ojos a un
extremo, el religioso, yo a otro, el poético. Algo así de precioso. Y
todo es pasado.
El problema del amor es que ya cuando no se piensa masomenos
igual -no se viaja en esa fluidez que es perderse en otro- es difícil
todo. Se destruye el puente y se hace el abismo. Si ese canal se
pierde todo se jode. ¿Desde cuándo fuiste tan central en mí vida?
¿Desde cuando vocifero así tu nombre y mi nombre como una
maldita rabieta? ¿Desde cuándo? Si, incluso, los últimos días juntos
no fueron los mejores. Tuvimos problemas. Ella ya no quería hacer
el amor conmigo. Un asunto vital. De lo contrario, me asumió hondo
en la soledad. Es que, le digo, solo se ama el cuerpo, se ama en
abrazos, en dedos, en boca, en pene, en vagina. Las divagaciones
mentales son de cada uno y no se comparten. Pero hoy que
escuchaba alguna de sus palabras dirigidas como petardos a mi
corazón ( “MUNDANO”, de corazón inconstante, etc) veía-sentía-
pensaba que ya no me consideraba del modo más sutil, que ya me
había pegado rostros encima, uno detrás de otro, hasta
desaparecerme. ¿Qué soy para ti?
Se sentaron en un parque, aunque era invierno, donde el sol
calentaba y era tranquilo, dulce, ver a los niños jugar. El pasto
verde. Los juegos mecánicos oxidados. La sensación de siempre:
sentir que no estás en ningún lado. Ella es el lado y el paisaje. Uno
y otro son los paisajes. (También te dijo que después de que le
dejarás la carta ella fue a un retiro de la iglesia, incluso te contó que
jugó salta soga con muchachos de su edad… y te decía que a su
edad lo serio o maduro era sentarse a beber algún licor)

Le cayó, entonces, una bola en la cara a Belén. Esas verdes,


pequeñas, que rebotan como locas, de tenis. Era su sobrino. Ella
linda, claro. Yo gruñí “ ¡niños cuidado!” Y lloró recordando lo de su
hermana, lo que hice aquel bendito fin de año. Lloró lento, incluso
me contó que llorar demasiado también era considerada una
enfermedad. Me hablo de su héroe: Jorge Vergara, un mexicano
negociante que vende unos sobrecitos miscealizados con diferentes
vitaminas. Me contó como se le ocurrió la idea de su negocio. Cómo
una idea había motivado a que su hermana la siguiera pensando y
después volviera a plantearla. Me contó que ahora tenía otro
proyecto de negocios, pues su meta es que a los 30 años sea
independiente económicamente. Se apasionó cuando habló de sus
proyectos. Por un lapso, volvíamos a las charlas de antes, a esas
divagaciones de cualquier tema que nos encantaban. De cómo
había escrito un nuevo negocio. De que en su cuarto tenía un papel
pegado con todos sus sueños (obviamente ninguno incluía volver
conmigo) Sí, se había tomado enserio olvidarte. Bajar toda la
palanca y limpiar los rastros de sangre. Bueno, en mi mente
pensaba en lo triste y jodido de todo, ¿por qué ella se fue al lado
oscuro de la fuerza? ¿Desde cuándo empezó a salvarse? Hasta el
fin del año del 2015 estábamos juntos. La noche de la fiesta dónde
todo se fregó me acuerdo que estaba leyendo en la computadora,
ella en el otro cuarto arreglaba sus cosas, se maquillaba o algo así,
entonces empecé a lustrar mi zapato. Y pensar que esos son los
últimos recuerdos juntos de la casa que habitamos que conservo.
Sí, mis zapatos entre mis manos y la escobilla con la manteca
negra, negra. Mierda.

Era rico sentir el cuerpo en las bancas. Ir explicando que te mueres


sin ella, que no desea ingresar a un bolero y perderla. Sentir el culo
en el caliente rectángulo de cemento. No quieres el tango ni la
tragedia, te conformas con sus ojos. Quién hubiera podido saber
qué sentía. Hay un lado suyo que jamás conocí. Ese lado dónde se
forma sus pensamientos más íntimos. Ese amigo o amiga que
siempre la acompaña.

Sentirla a tu lado. Pensar que la querías mucho todavía, que la


amabas tanto. Y que sería olvido un momento después. Qué haría
otra vida. Mi pena, etc.

Miraste sus grandes piernas. Sus hermosas piernas. Su pantalón de


tela simple. Negro e impenetrable. Ahí estaba su sexo, ahí estaba
ella, ella que fue todo y nada, ella y el rencor de perderla, su altivez
de tener la certeza de todo y lejos, aunque cerca, las casas como si
se tratara de un juego. Sus ojos donde Esas feas casas, sin gusto,
sin poesía, que son las cárceles donde viven mis vecinos.

Al frente, en una banquita, dos ancianos conversando. Con que


distancia, con que pereza se ve todo cuando uno navega en la
pena. ¿Qué decir en estas circunstancias? Tal vez lo mejor sea
quedarse callado como un macaco. Y sentir que todo está tan
cerca. Qué solamente a unos minutos de distancia ella yace de
seguro frente a una computadora, trabajando en la oficina,
conversando de lo lindo con sus hermanas, saboreando tal vez un
caldo de gallina, permitiéndose una canción, charlando con alguien,
con esa concentración de energías, con esa fuerza altiva que le da
saber que sigue sus sueños, que se hace un todo porque dios la
tiene entre sus dedos. Ella así, yo acá. Esa división es también el
amor. Dos historias que ahora siguen caminos paralelos. Y pensar
que ella yace ahí, que no hay historias, que no ha pasado El tiempo,
que puedes ahora mismo ponerte de pie e ir a buscarla. ¿Y qué
cambiaría eso? Acaso no seguiría con sus distancias, con sus
tajantes ganas de no verte. Y es precisamente aquella impotencia la
culpable de aquel avejentado sentimiento que llamas tristeza.

Lo aburrido del amor le viene de que es un crimen en el que uno


necesita de manera inevitable un cómplice (Baudelaire)

La atracción del placer nos somete al presente. La preocupación


por nuestra salud nos hace depender del porvenir. El que se somete
al placer, es decir, al presente, me produce el efecto de un hombre
que se dejara rodar cuesta abajo, intentando agarrarse a los
arbustos, arrancándolos y llevándoselos en su caída. Ser, ante
todo, un gran hombre y un Santo para sí mismo. (Baudelaire)

El ser más prostituido es el ser por excelencia, Dios, pues es el


amigo supremo de cada individuo, el depósito común, inagotable de
amor (Baudelaire)

¿Qué es el amor? La necesidad de salirse de sí mismo. El hombre


es un animal adorador. Adorar es sacrificar y prostituirse. En
consecuencia, todo amor es prostitución (Baudelaire)

Al final pelearon, le dijiste algunas niñerías y ella se fue. La llamaste


y le volviste a entregar la bolsa con sus obsequios. Te lo rechazó.
Se fue, entraste a una tienda, compraste un cigarro verde (debo
seguir obstinado en el hecho de dejar estos cigarros) y fumando te
fuiste sin saber a dónde (como sueles ir a menudo) y terminaste en
un internet escuchando una canción italiana basada en un poema
de Alda Merini, descartaste la idea de ir a ver a papá ( ¿para qué
buscarlo así? ¿qué consuelo puedo hallar en otro? Acaso no todo
está en mí y solo yo soy el que debe hallar la salida de sus
mierdades) Y me fui a dar una vuelta por Lima, después tomé mi
bus de regreso, igual de ansioso, es terrible andar triste y tener que
yacer entre mucha gente apretujada, canciones miserables y gente
que empuja (una señora puso su mano en mi hombro y me
preguntó si bajaba en Puente Nuevo) Y así se fue el día. Mañana
trabajo, después almuerzo, después no saber qué hacer, sufrir de
seguro por no verla, y así. Me siento atrapado como una rata. Como
una rata.

18-08-16

Nuevamente la misma llamada de atención de la directora del


colegio. ¿Por qué mientras les gritaba a los niños y niñas me
mataba de risa? ¿Acaso no debí poner que estaba prohibido
“mentar la madre”? Explicaba la vieja que ahí no solo educan
conocimientos sino que crean personas. ¿Por qué mentirle así a los
monstruitos?

Quiero pensar más en esto. Dar vueltas. No quiero repetir lo que


hice hace un mes. Me siento acostumbrado a muchas cosas. Por
ejemplo, este deseo de querer ir a un espacio, ¿a dónde? Y no
tener otro movimiento que el de yacer en mi cama. ¿Cómo hacen
los demás para vivir soportando esta monotonía? Hoy repitiendo la
mirada vaga que hago de los niños que juegan en el suelo. Lanzan
sus círculos de plástico y juegan a voltearlos. Sonríen. Veo sus
perfiles. Lo que desean no tiene otra meta que ganar y eso los
encamina.

Ah, es cuando me viene toda la conciencia de mi vida. Lo poco que


hice o hago. ¿Acaso buscar una respuesta, un por qué no es insistir
en el vacío? No hallaré ninguna calma si no al busco solo. No
hallaré otros ojos si no los pierdo y gano yo mismo. No, vida, ya no
puedo ser e insistir en el mismo plano de la tristeza diaria. ¿Cómo
evitar el detenerme después de almuerzo indeciso y fondeado?
Como un animal marino y oscuro voy apagándome hasta yacer en
el suelo del océano. Brillo, estoy vivo, etc. Lo de siempre. ¿Qué se
hace? ¿Cómo vencer en sí mismo el asunto este de la conciencia
que te repite que lo que vives no es lo que deseas? Esta fragilidad
con la que hablo, ¿de dónde viene? Los asuntos más simples me
llevan a pensar que todo es incomunicable, y que mi trabajo de
profesor solo es de llenador de pizarras o de recitador de hojas en
los cuadernos.

Acaso asumir esta resignación no es por otro lado entumecerme. Y


sí, detrás de estas cosas que digo, también se halla la certeza de
que todo sucede y se va expandiendo. Irse, lejos, pero ¿a dónde?
Tengo que hacer posible algunas ideas o morir en el intento, el
sentido de ser el actor de mi vida me lleva a la única libertad
posible, en este mundo rápido y monótono: la posibilidad de elegir
diariamente, el criterio de tomar decisiones. Y, sin embargo, esos
deseos solo me llevan a sentarme, abrir un libro, mirar algo, buscar
una bonita conversación. (Veo siento que no anoto nada que sea
como aleteo, pelusa de poesía, arenita maravillosa ¿dónde están
esas visiones e ideas que forman también un estado de ser? Lo
seguro es que debo seguir formándome, hundirme más, hasta ya no
ser el animal que sino todo el océano) Con algunas convicciones
formamos nuestra vida. Desde ellas hacemos los sólidos filtros. Si
pienso en mis días se pueden reducir a: trabajar por las mañanas,
aunque no lo deseo; salir a caminar a Lima; salir a manejar
bicicleta; fumar un cigarro en la puerta de mi casa; echarme en el
sofá a leer; escuchar música; sentarme en la cocina a volver a leer.
Y así hasta el hartazgo. Hay también una mezcla de las actividades:
mañanas de bici, noches de monopolio, caminatas por Seremsa,
fumar mariguana en la cocina.

Por cierto, la mariguana me hunde en un placer inconmensurable; lo


bonito de su doctrina es que no apela a conceptos para lanzarte a
divagar, pero creo -como Charles B.- que al final uno termina siendo
el mismo yo con el que empezó. Renunciar a uno para entrar a una
doctrina. Belén, pues, y su deseo de hacer que su identidad sea el
de Jesucristo. El yo cristo. ¿Pero en su yo cristo no queda ni una
pizquita de los sentimientos de antaño? Ay, mi ternura, mi ternura
que nunca linda con lo cursi, mi forma de querer lo pequeño e
infinito, esa manera mía de abrirme a veces, ¿desde cuándo la he
olvidado?
Lo había oído en los gnósticos. ¿Y? Todo puede ser leíble pero
poco experimentable. ¿Li Po no era el que hablaba de unos jinetes
que no leían ni michí, pero eran endiabladamente hermosos?
¿Quiero pasarme toda mi vida dando estos chasquidos
emocionales, como en una fluida menstruación, diariamente
desasosegado? Diablos, ¿debo buscar asilo dentro de esos
manicomios? La locura tranquila que deseo es pensable solo en un
estado de energía donde no escucho otra voz que la mía. Cuando
me lleno y rebaso de voces me nuble. Me hago helado, me quedo
callado, chimuelo de amor. Por todo ello, a futuro (cercano), debo
empezar a escribir las siguientes oraciones – puertas:

Hoy acabo de llegar a Italia…


Volví a ver a Belén y ahora todo vuelve a ser delicioso…
Estoy un avión mirando las nubes…
Acabo de recibir mi quinto libro publicado y traducido…
Me voy a ir de viaje al Medio Oriente…
Es una mañana nublada en Tokio…
Bebo un café en Holanda…

Voy a ir pensando más de estas puertas abiertas que pronto


escribiré en el infinito paisaje del Word 2007. Los viajes, los
mismos que muy suelto de huesos confesé detestar. Siempre me
como las palabras. Es mi forma de hacer digestión. ¿Acaso
contradecirse no es estar vivo? ¿Quién sino se da vueltas y
revueltas diariamente? Bueno, la limpieza de estas pequeñas e
inmensas perturbaciones se la dejo a la nocturnidad. ¿Cuánto
tardaré en entrar a un bar, en buscar a la gente para sentirme
menos infeliz? Acaso no recuerdas que llegas siempre a un estado
pleno dónde no necesitas absolutamente nada. A ese estado se
llega por palabras. Como subiendo peldaño a peldaño otro lenguaje.

El cielo habla entonces en tus ojos.

¿Belén no fue la que te dijo ayer que tu corazón mundano saltaba y


oscilaba? ¿Mi corazón oscila? Sí, mi corazón oscila y lo sabes. No
es que vaya en tic tac, es que baila: sueña a su modo y desea.
¿Deseas también tu con esa prisa? ¿La prisa no es solamente
ansiedad? ¿Detrás de mi depresión está mi libertad? ¿Dónde iniciar
la libertad? Necesito diariamente desayunar aros dorados, pétalos,
arena. Y mucha agua, y mucho ejercicio. Eso recetan por internet.
Por internet recetan todo. Agua, ejercicio, no aislamiento, no
sufrimiento, compañía. Nos curamos solamente con la compañía de
otro. Okey, pero es una patética forma de curarse, ¿no estamos
solos siempre, en cama o en cuartos separados?

Pero tampoco necesito nada. No, no necesito nada: si la paz no


está en mí, ¿cómo puede ser posible hallarla en aquellos
caprichosos momentos? Sí la paz es mi meta, entonces buscarla
debe ser mi prioridad. Y, bien, ¿cuál es tu meta última? ¿Seguirás
así muchacho ojos de papel? Mira, ayer encontraste una de esas
libretas en las que, a veces, por gozo de explorador guardas
palabras, palabras ATRAPA SUEÑOS:
“La poesía es un ejercicio del espíritu personal”
“ ¿Qué hace funcionar el alma? El deseo.”
“Vive en la gloria no en la inmundicia”
“La depresión.
Motivación en un gen.
Genética cerebral.
Serotonina; disminuye.”

(El mismo día, ya de noche)

“Si he crecido, es, en parte, gracias al ocio.” (Charles B.)

Incluso en esos momentos en que digo que PUEDO seguir y cruzar


el bosque sin Belén terminó sintiendo que solo se trata de un
espacio entre las olas, un paréntesis mientras las olas pasan. Y
todo pensamiento se hace isla entonces, hasta que desaparece en
el siguiente océano. Y en esas islas muchas veces te recuerdo,
¿por qué terminó acariciando lo que significas para mí después de
la paz y el desasosiego? ¿Me quieres igual? ¿Esto de nuestro final
va en serio? (Y así, repitiéndome las olaciones, vuelvo a
sumergirme en el túnel de la perdición) Y así, aquellas estaciones
que significaron besos, ojos, incluso tedio o aburrimiento, el hecho
de beber cerveza junto a ella aquella última noche significaba una
bella desesperanza. Era, fue, una noche olvidable. Y, no obstante,
ahora la recuerdo, asunto que me hace pensar que el rumbo de las
cosa depende del rumbo con que se miren (eterno lugar común en
todos lares) Fórmula de perder un amor perdido: razonarlo hasta
descuartizarlo, razonarlo y hacerlo pedacitos, razonarlo hasta que
se agolpe y golpee formando una de esos chubascos que friegan el
rostro y son como heridas, chusos del invierno.

No hicieron el amor. Ella solo echada y tu encima. Sintiendo sus


nalgas grandes bajo el pantalón de lycra negro. Salías del espacio
sombrío donde se tumbaron a dormir para ir al baño a calar esos
pedazos de canabis. (Hay semanas en tu vida que son
mariguaneros, y de ellos terminas con un nudo en la cabeza. Luego
llegan los días despejado, donde sumas, donde te ubicas, asumes
nuevamente el rumbo) Y ella olió tus manos. Se hizo un solo grito.
Te dijo, en sumas, que te fueras. Te sacó de su trabajo. Regresaste
a casa caminando entre borracho riendo en la neblina, entre
arbolitos y bajo el túnel. Solo, hambriento, no merezco menos,
nunca merecí menos. Perdona, por nunca estar a la altura de lo que
te ofrecí.

Miraron una película de Chet Baker. Después una de un equilibrista.


Fue una noche olvidable. Regresaste solo a casa. Y así, todo se va
tornando un razonamiento abstracto; terminas siendo, termino
siendo, engullido por un párrafo.

“La gloria consiste en seguir siendo uno, pero prostituyéndose de


manera especial. Es el horror de la soledad, la necesidad de olvidar
su yo por la carne exterior, lo que el hombre llama necesidad de
amar” (C. Baudelaire) “Estudiar en todas sus modalidades, en las
obras de la naturaleza y en las obras de los hombres, la ley
universal y eterna de la gradación, del poquito a poco, con las
fuerzas que crecen de manera progresiva, como los intereses
compuestos, en materia de finanzas.”

Me dijiste que estabas rezando por mí todos los días y ¡yo! Tan,
pero tan egoísta me negué a ver la luz de tu acción. Como en esa
canción que tanto nos gustaba de Charly García: rezo por vos.
Últimamente me siento cercano a los rezos, cierro mis ojos y me
acuerdo de los que quiero, entonces le pido al Señor que los cuide.
No Sé si me escucha del todo, no sé si allá o aquí tiene oídos para
mí. Pero sí, también pido que te vaya bien todos los días. Por eso
fue que, cuando la otra noche nos regresábamos en el bus, te dije
que no te entristecieras, que aún seguíamos vivos. Mientras tanto tu
llorabas. Recuerdo también que los últimos números del código del
bus eran 5 y, según los vaticinios de la abuela Nena, los números 5
suelen ser siempre malagüeros. Esos 5 fueron también testigo de la
noche en que te perdí.

¿Decirnos que vamos a estar solos es solo una forma de asumir el


hecho de que ya no volveremos a estar juntos? Y si ahorita se
aparece un cuervo en mi ventana cantando Never More, ¿qué
haría? De seguro, morirme de miedo. Tirarle un zapato. O mentarle
la madre.

Vi al papá de Belén hoy frente a un océano de fuego. A lo lejos,


mientras pasaba, pensé cómo estaría el señor. Fue amable
conmigo. Me tuvo consideración, se tomaba enserio nuestras
conversaciones. Nos ayudó a construir la casita dónde vivimos.
Puso unas rejas, fue una tarde difícil, siempre me costó pasar el
tiempo junto a él. ¿Estará bien el viejo? Nunca fui a visitarlo,
aunque de buena gana hubiera ido y, aunque después me pareció
insoportable, pienso que he sido simplemente un inmaduro.

¿Poesía o Neurociencia? ¿Cuál va más lejos? (Continuará)

Vi a mi padre de nuevo. Me repite las mismas historias sobre su


nuevo trabajo, donde se siente muy orgulloso y, aunque seguirá
exigiéndose diariamente más, la pasa como un rey dentro de su
reinado. Es todo un pasado su temporada en Metro donde vigilaba
las entradas del supermercado. O su temporada en el infierno de un
tragamonedas.

Un rey pequeño ¿principito? que se inquieta de que no ubiquen


todo como él lo desea, por eso se carga de trabajo, y es que para él
esto de ser jefe de una librería no es un trabajo sino una manera de
seguir aprendiendo, o fluyendo (nunca usa la palabra fluyendo)
Bueno, como sus compañeros no saben trabajar a su ritmo él tiene
que hacer más. Me mostró unas fotos de mi hermano.
Pequeño e inquieto aparece en una foto como uno de esos
muchachos del youtube que suelen ser líderes de toda clase de
mocosos, y, claro, mantiene la misma observación de que sigue con
su Marita, para evitar que crezca solo como yo. Me vuelve a
conversar de Jerónimo Pimentel, su actual autor fetiche, no tanto
porque haya leído sus obras sino por la carrera del personaje
primero en una librería llamada Planeta y ahora en otra llamada
Randon House le parece impecable.

Me sigue diciendo que es un ejemplo a seguir pues puede manejar


los dos espacios (el artístico y el monetario) de manera singular y
es muy amable. Y todo eso. Luego vamos a la misma panadería
dónde solemos vernos y comer empanadas. Esta vez no
caminamos tan lejos.

En el bus la primera impresión que tengo de él: tristeza. Ya no me


conmueve como antes, aunque sigue causándome una especie de
remezón.
Y me hace pensar mucho. Cosas como mi estado actual. Le cuento
lo de Belén. Hablo claro, le digo lo de la hermana, el problema que
tuvimos, el deseo de Belén de asumir su yo-cristo. Es amable. Es
paciente.

Me cita a un filósofo de su barrio llamado Fidel. Que decía algo que


ya olvidé. No sé si muestra su rostro real, ¿rostro real? Bueno,
tampoco tendría que hacerlo.

¿Está así porque me ve nuevamente flaco y desgarbado? De hecho


que piensa mucho en su hijo mal vestido, que no repara en seguir
sus sueños aunque estos sean diariamente ajenos al dinero.
Llegaba de Lima de beberme una cerveza de trigo y una barra de
halls negro, pensaba, en el bus, mientras me roían las
conversaciones y el cansancio, o el alcohol fermentando.

También me cruce con Luis Cerberos. El muchacho moreno de ojos


saltones. Un hermano, sin duda. Alguien donde uno puede
perderse. Igual que yo sigue la moda de buscarse a sí mismo como
manera de hallar una suerte de ¿estabilidad? En todo caso, una
respuesta. O eso es lo que yo asumo de su bitácora. En esencia no
sé más de su vida que de nuestras conversaciones.
Pero… le cuento a papá que estamos en unos proyectos de abrir
una academia. Academia CREA. Por la tarde, en mi casa. Una
manera de hacer dinero en casa.

Me habla de que Jerónimo Pimentel ayudó a que un autor llamado Renato


Cisneros cercenará muchas páginas del libro que público. Un éxito de
ventas en nuestras tierras donde, como sabemos desde la infancia, se lee
nada. Me habla de lo importante que es crear mi Net Working, UNA RED
DE CONTACTOS, me pregunta si tengo Facebook, que es necesario, me
vuelve a decir que los autores argentinos son buenazos, uno mejor que otro,
que hay un tal Federico Falco que tiene una red de contactos que incluyen a
todos los escritores latinoamericanos, que tiene un Facebook que no usa
para pendejear, que debo tener uno y difundir mis cosas, hacerme conocido
y cuando publique mi libro se venda. Me habla de Alan Pauls que joven
quería ganar tiempo y se dedicó a trabajar. Me cuenta de que sigue con su
esposa por su hijo, que todo ese rollo de que los polos opuestos se atraen es
mentira, me invita a cerrar la página de Belén, me dice que la mujer por
naturaleza busca una persona que le de bienestar económico, que si quiero
tener una chica debo ir bien vestido, aunque siga considerando que es una
buena muchacha, me dice que es una buena muchacha que por su forma de
vestir uno ve que quiere superarse, superarse significa salir de su estado,
que ve eso en su forma de planchar su ropa, me dice que es vital tener los
zapatos lustrados y correa en el pantalón, de que siempre le ha gustado
trabajar, tener dinero es básico, me pregunta si voy a terminar mis estudios
en la universidad, que si el tuviera mi edad con su experiencia de 41 años
se dedicaría a leer, que tuvo un amigo que fue abandonado por su chica que
se fue a una religión e ironizando sobre su situación hablaba en doble
sentido diciendo que ella se entregó al señor, me dice que si tuviera mi
edad se dedicaría a viajar y a estudiar, me dice que voy a conocer a una
muchacha mejor que Belén, me dice que ha terminado queriéndome como
soy, me recuerda que uno de sus amores mayores fue mi madre, que los
amores no se miden por el tiempo, sino por la intensidad, que en esta época
donde todo entra por los ojos uno debe ir bien vestido, me muestra su
cuenta de twitter, me dice que nunca más leerá a Fuguet desde que supo
que es cabro, que la cagó para sus antiguos lectores, pero se abrió a un
nuevo público, me dice que en nuestra cabeza (cerebro) tenemos redes
neuronales que se pueden modificar, me ofrece subir con él en el bus dónde
irá a su casa y bajarme en la Av. Alfonso Ugarte. Le digo que no puedo,
que me gusta caminar, nos abrazamos, lento y seguros. Me dice que la
novela de Francisco Ángeles es buena, y que él y su flaca se mueven
bastante por las redes sociales. Me dice que los escritores de latinoamerica
son una sola galaxia en las redes sociales. Me dice que haga un taller de
lectura en mi casa, o de escritura creativa. Me dice que Ivan Thays hacía
eso, primero en una universidad y después en su casa. Me dice que mi
madre es algo irónica con él y me pregunta por ella, me dice que le manda
saludos. Me dice que sigue puliendo su libro de cuentos y que su sueño
ahora es vender quinientos ejemplares de su libro en la librería donde
trabaja. Me dice que sí, él se hubiera quedado con ella si mi abuela no fuera
tan… tan como es mi abuela. Que tampoco esperaba que lo felicitaran por
dejar embarazada a su hija a los 16 pero de haber sido más amable él se
hubiera quedado para siempre con ella. Me dice que quizás no para
siempre. Me dice que de repente un tiempo. Me dice que todo pasa. Me
dice que estoy en una etapa de introspección.

Pienso en sus saludos, en mi madre, en mi madre con sus rollitos y su


tristeza, y sus labios eternamente rojos, en mis hermanas, en mi barrio
misio. Saludos que mi madre oirá ni sé en qué dirección. Pienso en su
adolescencia. Su pureza. La vez que fueron a vender la máquina de escribir
de mi tío el revolucionario para terminar con mi vida. Pienso en Zárate,
donde se conocieron. Pienso en mi padre y mi mamá. Pienso en que la vida
es una mierda. Me dice que no volveré a tener la energía de ahora, que
salga a cazar chicas. No volveré a tener la energía que tengo ahora. Pienso
en que sí, en efecto, no volveré a tener veinticinco años y los recuerdos que
tienen esos viejos pelones y achacosos y desmuelados los hacen a esta
edad. Pienso que también hay toda una propaganda para que sea a esta
edad. Lo veo subir al bus, no dejo de mirar. Me voy caminando mirando la
ropa de la gente. Veo mi antigua chalina roja que tanto apreciaba como una
simple lengua sin gracia. Me dice que con los mil libros que tengo girando
en la cabeza yo estoy un peldaño más arriba que todos. Me dice que le
parecen graciosos aquellos guerrilleros de café, que los que viven en la
sierra amando a sus vaquitas y mirando las nubes o haciendo sus negocitos
no saben de las peleas de los muchachos que se creen Ches Guevaras. Me
dice que si queremos escribir ahora debemos ser escritores del siglo xxi.

Me acuerdo de que Belén me dijo que buscaba un futuro, que yo no tenía


nada que ofrecer. Tampoco es que lo dijera así, o eso creo, o eso es lo que
masomenos dijo.
Me acuerdo de lo emocionada que se puso Belén al contarme sobre su
nuevo proyecto. Que tampoco sé de qué se trata.
Después meto las manos al bolsillo y me voy lento al Puente Trujillo. En el
camino trato de vencer mi ansiedad por un cigarro, miro las caras de los
jóvenes vestidos elegantemente, unas caras secas, sin gracia, de gente que
sabe que quiere en la vida, y sabe también de qué manera obtenerlo.

21-08-16

Pues bien, subí a un bus hoy domingo, temprano y fui a visitar a Enmanuel.
Lo encontré en su cama, dormido. Estoy agotado. Estuvimos limpiando la
casa para abrir la academia. Reí mucho, no sé qué será de Belén. Es a estas
horas, cuando ya todos se duermen y no me decido en seguir la misma ruta,
cuando me acuerdo de que tus ojos estuvieron en mis ojos durante una
enorme carretera de posibilidades. Marchito, pero marchito de todas las
maneras, me acongojo, me acuerdo de ti, es posible levantar la vista y ver
la mesa, está mesa de madera que antes estaba en la cocina, y ver, por
ejemplo, el pote de una vaquita donde guardamos el azúcar, el lapicero
verde fosforescente, la libreta de varios colores que compré antes de ayer.
Y me iré a mi cuarto, sin platicar contigo, sin encontrarte al otro lado. Lo
difícil viene a ser esto. No contenerse, solo seguir el mismo tramo. La
tristeza es una especie de pasaje, igual a un paraíso, pero finito y marchito
como la nostalgia que ahora me da de todo. Los cuartos entonces se cierran,
¿cuál es la última cosa que verás hoy? ¿Cuál la primera? Lo difícil es saber
que igual pasaré. Qué vivirás cosas, que viviré cosas. Que se irá
comprendiendo la ausencia, lijando la tristeza y saldrá el sol. Tal vez nos
encontremos y entonces tenga para ti una respuesta, una forma de
mostrarme altivo e indiferente. Tenga para ti palabras y palabras. Estas
cosas que ahora me repito antes de hallarme en la cama fulminando las
últimas imágenes.

Cosas que soltarte y nada más. Esta es la premisa, no mostrarte mi


titubeante corazón. Y mientras viajo en el bus que va a Villa María del
Triunfo, doblando voy por una curva, mirando esos árboles calatos y
delgados. Atrás conversan de muchachas de cuerpos perfectos que
deambulan en ciudad de Dios. Es domingo para todos. Se dice que el
domingo se finiquita en viajes. Se comenta que el domingo son algunas
visitas. Se mira en las veredas a las personas. Salen escupidos de los micros
muchas personas. Veo a los pájaros negros en las orillas de los anuncios
vacíos. Cruzo como todos las pistas. Me subo a la vereda. Veo los charcos
verdosos donde tiemblan las paredes grises. Le digo disculpen voy a pasar
a tres muchachas que terminan espantadas. ¿Qué te ha dado este domingo?
¿Fuiste a la iglesia a rezar, saltar y cantar canciones que te hagan sentir
bien? ¿Fuiste junto a tu hermana y regresaste por las avenidas de personas
oscuras? ¿Bajaste en el pasaje Lourdes? ¿O subiste a una moto taxi? No
importa. Ya es como tarde. De seguro paseas tus ojos en un puñado de
líneas. Lees algo, meditas, o rezas. Rezas es maravilloso. Aunque yo no
crea en nada rezo y me acerco a los que amo. Te aleja de lo que fuimos, te
acerca a lo que eres. Veo también gallinazos en balcones de madera, es una
tarde de sol, las personas se agolpan como garrapatas alrededor de show de
payasos, o músicos o vendedores, las abejas ronronean en los cubos verdes
de basura donde se atracan los platos con la miel de los picarones, yo que
no tengo nada que comprar ni ganas de reír voy apresurado cerrando los
ojos al sol, miro a una muchacha de rostro muy maquillado y ella mira que
la miro y sigue adelante. Solo un instante. Esta es la calle por donde hace
meses soñé con la destrucción de Lima y una canción triste donde nos
encontrábamos. Camino doblando calles, abriéndome, la vereda es el río
por donde fluyo. Las paredes no tienen garabatos, son costras, se deshojan
lentamente. La avenida Tacna galopa como un himno. Los buses azules se
atracan. Movimiento. ¿Qué hacer si no quiero hacer nada más que
buscarte? ¿A dónde llevar mi eterna insatisfacción y mi voz escrita en
papelitos? ¿Dónde meter este día de sol y caminata para que se abra como
dos ojos reflejados en el agua? Y cuando esas ganas de irme
incomprensiblemente a cualquier lado me abandonen y tú seas solamente
un cuerpo al otro lado del mundo, en el fin de los ríos del futuro, ahí donde
solapadamente nos encontramos, tal vez comprendas la situación de mi
jodido corazón.
La belleza estaba en nuestros silencios mordiendo una pizza, en cómo se
llenaba de masa caliente nuestras mejillas, en cualquier caminata de regreso
a nuestra casa. Mientras en el andamio que trajo el señor Gregorio sostengo
el afiche de la academia veo por la ventana nuestra pared, y en aquella
pared aquella pulsera que nos dieron en el centro budista al que una vez de
curioso fuimos. Me acuerdo que también esa noche nos dieron fruta. Y un
arroz color morado. Y comimos mucho. Y yo quería sacarme los zapatos y
sentarme en el patio central. Un hombre sentado, cruzado de piernas
hablaba pausado. Un muchacho le hizo una pregunta que después floreció
en ti: ¿cómo hacer para mantener el entusiasmo? Me acuerdo que
regresamos en un bus por la avenida Riva güero. Me acuerdo que estabas
guapa y por las ventanas brillaban las pollerías, y miraba las pulseras,
hechas de florecitas pequeñas, esas que ahora observo mientras pienso que
si me caigo me voy a sacar la mierda, veo la pulsera y veo la antigua casa
que habitamos. Hoy también leí que para saber la distancia de las galaxias
se las pintaba de azul y rojo. Me acuerdo como amabas los colores.
Diría que ahora somos galaxias que se alejan inevitablemente, años luz. Y
desde cualquier lado que nos veamos nos alejamos igual. Si yo soy A y tú
eres C y tal vez un niño que ahora es astronauta nos mira solo anotaría en
su cuaderno con el bolígrafo amarillo que nuestras ubicaciones se alejan.
Estaría orgulloso de su hallazgo y se lo contaría emocionado a su mamá.
Pero como sé también que todo es relativo de repente abrimos un agujero
de gusano, o algo así y nos encontramos.

22-08-16

Cansado y triste.

24-08-16

Hasta el momento no he cruzado al espacio donde me siento pleno. Es


como si mirara detrás de la ventana como todo va desapareciendo. Trato de
meterme a estados sólidos, de ser severo con mis emociones, Quisiera tener
dos papelitos en los bolsillos que me indiquen siempre que dirección seguir
a pesar de que mi corazón se la pase titubeando. Pero transgredo, no deseo
meterme dulces de menta a la boca ni otra película que reconstruya el
pasado. Todo lo que somos es un incendio, una lengua de aire y fuego que
extermina el bosque. En el cielo salpica el mar de pedacitos.

Hoy fui temprano al trabajo. Caminando por la mañana. Llegué, trabajé.


Decomisé un condón reventado. Expliqué algunas cosas que dibujaran el
sentido de la escuela. Les conté a grandes rasgos un resumen de Crimen y
Castigo. Charlé de Sendero Luminoso con el profesor de matemática.
Luego tuvimos el almuerzo. Galilea lloraba porque no quería probar el
pescado. Después le ayudé a sacar las espinas del plato y se los terminó. La
idea de ahora es aprender a usar el pensamiento lateral. Usar otras
costrucciones para las nuevas rutas. Para olvidarme de ti, mi amor, como
hoy en la tarde que lavé mis dientes, para olvidarme de ti compró latas de
anchoveta en las bodegas oscuras, donde las vendedoras soplan suavecito
los bordes polvorientos de la anchoveta. Y voy ligero, asumiendo que las
personitas que miro dentro de mi mente, que bailan entre detrás de mis
ojos, en aquella invisible casa, no son nada, solo momentos, solo caprichos
que van y vienen, olas que desaparecen. No aferrarse a nada, no aferrarse ni
obsesionarse con nada que se pose como moscardón en mi mente. Una
mosca zumbando. Mosca como los dibujos de uno de mis alumnos en sus
cuadernos. Dibujos productos de la furia y del ruido, del miedo, de la
traición. Y yo que una vez me corté el cabello y lo deposité en una bolsita y
se lo entregué a mi auxiliar a manera de regalo, soy el que les explica que
no deben decir groserías delante de las muchachas ¿acaso no tienen
hermanas?
Y, por otro lado, en los buses seguir leyendo. Seguir abriendo palabras.
¿Cuál es el rollo con las palabras? Es que las palabras son como peces, son
como el atún que uno compra, algunas se conversan, todas pueden ser
pescadas, depende de la red-los ojos- Y hacer que estas cosas como teorías
se hagan como aviones y alcen vuelos. Okey, no sé nada de ti y tú tampoco
sabes nada de mí.

Suena Spinetta y la tarde quieta, como para dormir o salir a pasear,


después de entregarse al trabajo uno se aplana en el cansancio y
ya no se puede detener hasta desembocar en la noche donde la
requisa de lo que se hizo y no es necesaria. Ayer corrí en la noche.
Salgo a correr por las noches. Me siento con menos ruido de fondo.
Incluso he vuelto a considerar bellas muchas cosas. Nos
recuperamos, es necesario. Permanecer quieto para escucharme
( o sea, oír lo que el cuerpo tiemple y examinar o permanecer quiero
en esa emanación) Luchar contra mis demonios, luchar contra el
miedo y la pereza, recordar que detrás de cualquier estación quieta
se halla el fuego. Si cabo y cabo la arena que me detiene hallaré
agua, siempre hay agua detrás de las emociones más quietas, más
arenosas. No sé qué digo y todo es válido. Recordarme que cada
uno observa un paisaje, y debo observar mi paisaje, asumiendo que
solo es un paisaje, aquí puede que me de vértigo el sentido de solo
ser uno dentro de tantos, dentro de miles de humanos. Pero
viéndolo así no hago nada.

La idea está en apreciar lo que se proyecta en lo que veo. Punto.


Todo es mío mientras lo miro. Me detengo a mirar las cosas y las
siento mías. Ella se marcha lejos, los cerros son hermosos de
noche, parecen jermas gozando el frío, un perrito inquieto me
persigue cuando salgo a caminar.

El espacio que busco no es físico, es una forma de permanecer


entre las cosas. El cielo es igual en todo el mundo. El cielo que no
es el límite. Mi cuerpo es el universo. Si me expando se dilatan las
estrellas y los astros. Las emociones bajas, los criterios torpes solo
deben ser muñecos de barro que después se resquebrajan. Comí
pescado, lentamente. Comer lento. Vivir despacio. Saboreando.
Como sin esperar nada. Porque nada vendrá. Si me vuelvo a
recordar de todo esto mientras doy clases, de todo esto que bien
puede ser el júbilo o mucho más, doy gracias a la vida que me da
tanto.

El conocimiento es reconocimiento de uno, de uno en el todo, de


todo en el uno. Aquí se acaba la posibilidad de una pena. La pena
es una isla. Un bloque de hielo que humea. Hielo que humea y
gotea. La pena es una barca, un bolero, una cabina de internet.
Unos dedos que teclean perros. Dos dedos juntos formando un
emoticon. En el universo entero hay miles de personas que pueden
reemplazarte, amor, y escarapelar mi anatomía. Y sin embargo, si
ahorita estuvieras en donde estábamos hace algunos meses, en
esa coyuntura, todo sería diferente. Me aburro menos porque no
espero nada. Antes el trabajo era la espera de la salida. Ahora el
trabajo es solo este viaje. El único que poseo. Aunque digan que el
yo, nuestra identidad, lo que somos en esencia no es sino la
milésima parte de lo que hacemos, que todo está embotellado, es el
barco donde vamos. Mis ojos que miraban y se atemorizaban,
ahora no juzgan ni se inquietan, solo se posan en todo lo que me
pertenece. Me pertenecen estos dedos que viajan en cuadernos, en
cuerpos y en el viento. La música es el rostro de una niña mirando
el vacío. Es el corredor donde las puertas se abren. Son los salones
de clases. Es la muñeca delgada de un muchacho. Son los recreos.
Son los parques. Son las piedras. Son las ventanas donde crecen
las flores en macetas de plástico. Son las teles y los cuartos donde
duermen tranquilas las personas. Son las plantas pisadas. Las
madres que sufren. Los hijos que abandonan. La culpa. El
resentimiento es un bus que viaja amontonado. El chofer no sabe
nada. Inquieto se bambolea una cruz en el espejo. Veo los ojos de
las personas como una mole de rostros invisibles. Anónimos. Soy
uno más entre millones. ¿Cuál es la circunferencia de mi verdad?
Mi verdad es una cáscara de plátanos dentro de bloques en tizas. El
muchacho que no sabe controlar sus emociones. Que fue
expulsado de la escuela de fútbol.
El inicio del amor.
La soñada coherencia,
la anatomía de los sueños
Una pancarta negra con corazones recortados por una niña en una
clase de Literatura.
El amor es escribir la fecha y el tema del día.
Son los plumones que cargan tinta que será borrada para siempre.
Una pizarra donde se llenan los días.
Donde los días se intentan.
Qué perseguir, qué ser ahora que subo peldaño a peldaño mi
nostalgia.
Qué paloma azul mirar si los días son legañas y la risa una
alcachofa cortándose las venas.
El amor es ser profesor y tornarse feliz cuando llega la salida.
Escuchar que alguien diga adentrito.
Preguntar cómo están los demás.
Abrir en pedacitos la pena,
para que cada pedacito sea comparado, pesado,
y re organizado.
Mi pena era una ovejita saltando noche a noche.
No me dejaba dormir.
Tú te marchabas por los senderos.
El color de las uñas de una muchacha
que muerde nerviosamente sus manos.
Los peces dejaron de tener agallas
Así el corazón a veces emigra del mar
Y se hace mamífero
Y nos seguimos evolucionado
A menudo para no saber qué decirnos
Me veo sentado llenando cuadernos
Podría ser que nunca acierte
Pero no cerraré los ojos
Respiro como toda moralidad
Mi meta es solamente llenarme los pulmones
Amarro mis zapatos pensando en flores
Eres una mariposa malcriada
Y necesito un lapicero porque quiero iniciar un poema
que no tenga principio ni final
Y así es como he querido siempre las cosas
en ese ciclo infinito
Ahora si,
en esta calle llena de gente
donde se compra y vende
permítanme
llorar

La idea ¿la idea? No hay ideas. ¿O sí? Las hay, lo sé. No escucho
a ningún personaje ahora. A veces sueno a profesor, a veces a
intelectual, a veces a muchacho, a veces sueno a nada. Y si sueno
a todo sueno a nada. No quiero sonar a nada hoy. Cuando no
sueno a nada veo y me inquieto. ¿Ella me ama? El amor reside en
los objetos que uno guarda. En los objetos se carga nuestra
vorágine. Nada ha perturbado al escritorio blanco que subí y baje de
mi casa. Lo subí al segundo piso donde viví contigo. Lo dejamos en
un cuarto, luego en otro. Ayer lo volví a mirar. ¿Qué sabe el
escritorio de nuestro recorrido y final?

Nada saben los objetos, eso los hace infinitos. No saben, ellos no
saben de nuestras inquietudes. Es cuando ya no siento la presión
de huir a ninguna parte. Me entrego a lo que suceda. Lo que suceda
sucede. Mi cabeza no está dentro de los principios determinados en
el uso de lenguaje o la gramática universal. Si me callo empieza a
fluir una manada de perros. Una palabra de cosas que no sabré.
Mientras leía en la escuela, y las niñas terminaban de copiar la
clase del día, miré por la ventana y pasó un mototaxi. Dentro, pude
observar fugazmente como alguien prendía una pipa… el humo
adentro, el consuelo de seguir confuso en este mundo confuso. El
amor de los ojos rojos. No hay nada como hacer el amor y estar
ston. Estar ston y hacer el amor con la muchacha que amas. Que
después ella se duerma, que siga a tu lado después, y que ese
después tenga otros después. Esa es la única eternidad posible: el
después del amor con la persona que amas. No hay otra eternidad.
Nos angustiamos. No nos sirve hacer yoga ni cuidar los buenos
pensamientos. Cuando rezo solo se me abren mariposas en la
cabeza y mi deseo es de juntarme con otra persona. Rezar es morir
un poco. Mi forma de conectarme con dios es correr y sudar.
Cuando corro mi sangre disipa de mi cabeza los deseos. Entonces
todo exceso es inexistente, no hay otra forma de guarecernos del
frío que la de seguir sudando y corriendo.
Y que esas tardes se prolonguen como el cableado por donde viaja
el internet, como ese cableado o como tu pelo. Las tardes de la
droga y de ti. Tú serás siempre la muchacha a mi lado en el colchón
que fue nuestro barco. No pienses mal, no explico nada de tu
cuerpo, no hablaría de tu cuerpo. Ni de tus años ni de tu dolor, ni de
tu manera de hacer los fideos. Explico otras cosas. Al final, uno
regresa a los lugares donde fue feliz ¿lo dijo creo una cantante hace
mil años? En fin, regreso en todo caso, a esos espacios. Esos
rincones nos observan. No hay manera de volver. No hay otro rollo
que meternos de repente a lo que sucede. Sentirse vivo y sentirse
tarde. No lamentarse. Quedarse quieto y arremolinado, quieto
físicamente para que podamos volar. Seguir creyendo, seguir
soñando. MI emoción es mi único pasaporte. ¿Mi corazón solo
contiene porquerías? No lo sé. Titubea demasiado, y es malcriado y
no me asegura nada, dijiste.

Añoré llegar hasta un espacio solamente contigo y ahora me veo


desarmando nuestro amor. Los engranajes de la máquina amor se
oxidan. Un cielo verde, una ventanita amarilla en un viaje largo por
los desiertos. Los desiertos por donde uno se inquieta y trata de
contarse historias. Volveremos a vernos. Estoy seguro. En todo
caso, no lo sé. Sentirse vivo es sentirse abierto a todas las
posibilidades. Sembrar proyectos, tocar árboles. Quiero cantar
hasta hacerme canción. Llegar a la elegancia de no tener con quién
compararme. Solo mi manera de acompañarme. Mi diálogo
personal. Esa manía de no saber y reconocerme. Esa manía, esa
forma de permanecer dentro del loco amor. Estar abierto a toda
posibilidad: felicidad. El estado que busco no es material, es una
forma de hacer las cosas. Una manera de saborear entre las manos
los pájaros dormidos en la granadilla. El estado que busco, el
estado que persigo es una simple forma que no tiene forma. Y
entonces creo que va a empezar a llover.

27-08-16

Hablo demasiado, con impertinencia. Digo, explico. Creo en una


suerte de comunión con el otro. La soledad es nuestra guarida,
nuestra segunda mujer. Y se dice, se habla. ¿Con qué sentir seguir
expandiendo mi corazón averiado?
Y, sin embargo, no siempre podemos ver en todo lo que hay una
forma de acercarnos a Dios, o de conocimiento. El entusiasmo se
disipa y se irá disipando. La forma de vivir es tornarse locura,
tornarse color: pero no la locura del orate que se queda sin ropa y
corre por el barrio avisando a sus semejantes su mundo interno.
Sino, la aventura de quién se aferra a sus sueños y los hace
vehículo, sangre, alimento. La ilusión es únicamente del individuo.
No leemos emociones, ni vida en el poema, es una doble comunión
porque las palabras al ser piedras, al ser inanimadas, al no
sujetarse a nuestro repaso mental, emocional, psíquico no suelen
transportar estados: son estados en sí mismos. El lenguaje es, tiene
que ser, tanto sólido como una roca y alado como nuestra forma de
imponernos la vida. Lo que sucede es que no podemos saltar al otro
lado del océano de referencias. Todo es tópico. Un tópico
sentimental. Una forma de religión que se aglomera dentro de
nosotros hasta disolvernos: entonces somos el uno del colectivo,
exigiendo las mismas necesidades.
Veo señores que avanzan y fuman. En cada esquina el amor se
repite como una ecuación y un cateto abyacente. Se repiten los
abrazos y la sensibilidad de quién solamente observa para
acumular pájaros, edificios de líneas, es, (este tanteo que hago me
lleva inexorablemente a la contradicción de la realidad y el deseo)
Si tu vida no es un poema, qué importa, el poema es otra vida, una
más sólida, por eso, la esencia que guarda es más potente, ya que
solo leemos en aquel espacio donde también nos formamos, y si la
soledad es aquel espacio entonces la lectura es una forma de
comunidad: el circulo se abre y cierra. Forzar diariamente un
estado, una forma de andar dentro de estas piruetas, no para
solidificarlas y avanzar como un dogma, sino para deformarlas, para
hacerlas plastilinas y volver a esa lucidez ebria desde la cual se
puede decir algo al mundo. Porque uno no puede hablar o escribir
en la marcha, sino en el espacio eterno que somos, en ese
fragmento se debe hacer pedacitos a las lenguas de todos, a el
mensaje de todo, desde ahí retomar cualquier rumbo. Esto de
realmente no saber a qué se dirige cuando se crea algo no encierra
el trabajo en algo estéril, es, tal vez, el ingrediente que motiva la
continuidad.
Hace años que no escribo. Hoy volví a ver a una vieja amiga.
Comimos pollo frito y bebimos cerveza. La cerveza es necesaria,
hasta que regresó a la comunidad de los días donde únicamente
me diluyo de otras formas. Pero la cerveza crea una forma de
recreo. Los amigos son un recreo. Una segunda vida. Una forma de
poema. El tiempo es una palabra deliciosa. Nunca lo podremos
apresar. El tiempo es una palabra deliciosa. No estamos hechos
para pronunciar el mundo. Estamos hechos para vernos en el
mundo y jugar al teatro de qué somos algo. No quiero ser algo o
alguien lo cuál me da mucho trabajo. Se dice que, en realidad, si
uno estruja más su mente se llega a ese paisaje de no ser nada,
entonces, no ser realmente nada es un trabajo complicado. ¡tanto
trabajo y horas de esfuerzo para ser un profesional de nada!
¿Entonces qué anotar? Los esfuerzos de sostener un cumulo de
energía se diluyen. Usualmente mis ojos se pasean por las cosas.
Miro más. Últimamente miro más.
Forzar diariamente una forma de andar, de llegar a las palabras,
mediante una suerte de distancia y contemplación. Una especie de
ablución diaria. No sé qué digo. En sí, debo tener, creo, un
reconocimiento de mi método. De lo contrario voy a caer en lo
patético de llenar solo las líneas como mi voz que produce caos.
Qué fácil es abrir un río para que avance toda el agua que me
contiene. Y esa agua se haga una forma. Un concepto. (Acuérdate
de que hace unas noches leíste tus diarios del año pasado y solo
hallaste rastros inútiles, pinceladas cursis, momentos mentales que
nada dicen.) Es cierto acaso, como hoy conversabas con Nelcy, que
toda escritura sujeta a lo cotidiano, al ser centrado solo en una
mirada, termina siendo muy aburrido. No permite volar. Reduce el
hecho de comunicar a una forma de declarar. El estado de derecho
de quién lee y observa es la confesión o la denuncia. La confesión
puede ser literatura (es ahora el género, en esta época de
individuos. Época que da también las llaves de primeros auxilios
para que cualquiera desengranaje, ensamble y fuerce de cualquier
forma su modo de llegar a su conclusión. Pero del jueguito este de
ir sacando capaz a la cebolla solo se llega a esa cosa que vengo
repitiendo, que es un acceso a otro estado, llamado nada. Todo
esto para decir, en resumen, que te extraño menos. Que te
reducirás a canciones, que tu cuerpo será un resquicio, un meandro
dentro de mi corazón. Pues, quién se abre y dobla, abre y dobla el
mundo, y crea su propia posibilidad. Y como tú te vas, yo me quedo.
Es qué el olvido es un espacio delicioso para plantearse todo.
¿Acaso no prueba que nosotros terminemos que ya nada tiene un
sentido de eternidad? Acaso tu partida, esta forma de
desentendernos actualmente no es un estado que señala o afirma
que nada respeta el tiempo.

Escribir todo y no medirse, no tantearse, no estar a la defensiva.


Cuidar de cualquier forma el estado del cuerpo. ¿Cuál es el
conocimiento qué dizque posee la poesía? Limar mis versos, los
más antiguos. Dibujarlos. Todo es calma cuando se escapa de las
emociones rápidas. Cuando no me predispongo a sentirme canción
todo es lento y hasta hartazgo. Solamente vivo para llegar a esos
estados deliciosos, esa forma de respiración que se hace dentro de
los horizontes. Y escribo sabiendo que camino por terreno árido.
Leerme es también mutable. Cambio yo y todo. ¿Es hora de
aferrarse a las formas duras? ¿De qué modo aprendo a escribir o
estimulo mi acto creador? ¿de qué manera me hago más agudo
con lo que deseo poner en el Word? Cuando uno lee un libro es que
tiene el tiempo disponible para el gozo y el conocimiento. No se lee
lo que nos marca bajo los efectos de una gran tristeza. La tristeza
nos hace comer demasiado. La soledad nos culea todo el tiempo,
cuando, en realidad, debe ser usada para el acto de entendernos,
de conocer y de no hacer nada. ¿Habrá suicidas en mi generación?
Jugársela por la literatura no tiene ningún mérito. ¿Solo podemos
escribir y soñar cuando no somos nosotros… pues cuando somos
nostros estamos demasiado pendientes de nada especial?
Hmmm… puede ser. En todo caso, debo regresar a este rumbo de
fluidez.

A ese espacio que abre la posibilidad y no la razón. Arar en cubos o


en triángulos mis problemas no me hace más libre y autónomo. Mis
problemas me limitan los ojos. Me capturan en una forma. Los
problemas son, entonces, piedras. Pero su forma también se
disuelve. ¿No te gusta quedarte callado? ¿Acaso no dicen los que
saben que hablar demasiado expresa una forma de vulgaridad?
En el fondo, quiero una ética para mi vida. Una forma de
independencia sujeta a lo necesario para dedicarme con alma,
corazón y vida a este oficio de querer mirar nuevamente el mundo.
Y escribirlo pensando que hay muchas maneras, y que debo
imponerme problemas, problemas para que la máquina se rearme y
arme, ¿la máquina? ¿cómo funciona el motor de un poema que te
marca los ojos? ¿Cómo se hace vida entre palabras? ¿No es acaso
mi escritura una forma de callarme y hablar, una luz tenue,
claroscura, la que brota de mi decir? ¿El ejercicio de la voluntad y
del libre albedrío no es también un cuento de hadas y princesas?

28-08-16

Sería muy bueno poder conectar con alguien. La embriaguez me


lleva a buscar al otro. Es un estado de comunión. El ebrio aspira a
otro cuerpo. Un cuerpo a su lado. La hostia en el paladar, el
horizonte de palabras y la posibilidad de penetrarse. Solo eso. Soy
un ser mundano. Mi corazón no deja de titubear. Puedo pasar toda
la tarde sintiéndome todos y terminar solo ansiando otro cuerpo. Un
cuerpo silencioso.

Gianella es un mar de posibilidades. Un problema. Un cateto


adyacente. El amor es triste. Buscamos en el otro algo que nos
falta. No, ni si quiera eso. Todo se abraza a un instante. No
tenemos dioses ni ética. Tratamos de subirnos a cualquier pedazo
de amor.

Gianella sufre, se deprime y quiere ser feliz sola. ¿Se puede ser
feliz solo? No escribo medinas. Soy un borrachito que balbucea la
luz que reposa en los objetos. Y que ya no sabe como volver a ti.
No tengo musas, ni si quiera pretendo tener una. No seamos cursis,
el poema es un acto de vanidad, de vanidad y de egoísmo. Escribir
un poema no significa nada. Aspiro a solamente llenarme de mi
aire, el mismo aire que me dejará solo pensando diferentes cosas.
El problema surge cuando otro se intersecta. No podemos ir solos,
amor, necesitamos alguien que nos abrace.

Gianella, por un lado, me gustas mucho. Por otro, quisiera que solo
seas feliz. Y que descubras en ti aquella posibilidad. ¿Pero aquella
posibilidad no es solo una irresponsabilidad?
En el fondo ansio tu cuerpo que es un cuerpo que es un universo.
Tu cuerpo hecho de comidas peruanas. Hecho de horarios y
sueños. Tu sexo hecho de leche con Milo, de responsabilidad y
calcio. Ansioso la ventana de tus piernas. Y después perderme.
Pero la felicidad no es una oración, ni el circo de información ni una
onda sonora. Puedo ofrecerte algo contundente: mis ojos y mi
resolución de ser así. Mi sexo que no se cansa de buscar cobijo.
Estos bichitos que pronunciar mi prosapia cansada y titubeante.

Mi corazón es un hotel.
Hay un cuarto para ti.
Debes conocerlo. Tal vez, también te lo contaron.
El lenguaje no tiene moral.
El lenguaje no es un estado del ser.
Son piedras: no necesitan nuestras veleidades.
Todo ahora me hace llorar.
Si estuvieras aquí.
Este poema.
Si estuvieras.
Mi forma de calmar la tristeza. El amor es un cateto adyacente. Lo
sabíamos, Belén, sabíamos que esto sucede con las personas que
se aman.

El amor no quiere canciones. Ni abrazos.


Somos cuerpos buscando la paz.
Mi estómago no sabe que yo te canto estos versos.
Solo desea un cuerpo.
El cuarto de un hotel me hace llorar.
Quiero estar contigo en el cuarto de un hotel: olisquearte como toda
la prosa posible.
La literatura no merece ningún sacrilegio.
Estamos caminando y respirando.
No necesitamos bebernos el río: somos el río. Gianella sufre, no
puede encontrar el amor.
Y yo quiero su cuerpo,
como toda religión, un espacio:
con diferentes tonalidades de verde.
Le digo que es mi gatita y ella lo acepta.
Pero, de seguro, ella piensa
y se hunde en su soledad.
La soledad como una piscina:
una especie de masa, ¿un pan?
La comunión no existe.
Todos estamos solos.
Y vamos a morir.
Recemos.

Vivo sin saber qué sucederá mañana.


Los espacios nos dividen.
La carne ansia protección: cuidados.
Nuestro tiempo se bifurca en dos paredes:
mi sueño es color rosado vino pálido.
Afrutado con gran duración al gusto.
No estoy buscando formas de cercenarte.
Mi asombro dura poquito. El cuerpo es rojo y negro.
A veces rosado. ¿Dije que te amaba? Pues mentí:
aspiro a dibujar el color preciso de las cosas. Mentí:
el amor nunca se repite. Un sonido jamás se convertirá en un niño.
Escribir lento ¿qué prisa persigo?

Y que ese cuerpo sea total e indivisible: absoluto


No me importa la gloria ni la humildad:
aspiro a un cuerpo que me abrace.
Y que ese cuerpo sea total e indivisible a la suma de sus lados:
el amor es un cateto adyacente.

El placer es una doctrina. El placer nunca nos dividirá.


La historia ha terminado.
No me hace más feliz escribir este poema

Nunca estaré en ti.


Mi cuerpo es pan.
Los días golpean:
detrás de lo que sueño
suena un blus
que no intentaré
Está noche existe:
la puedo sentir
en mi sangre.
Nunca estaré en ti:
el poema es una división
Objetos que separamos del tiempo.
¿Cuál fue tu primera palabra
y cuál la última?

El miedo tenía que abandonar valles y montañas…


El miedo.
No hay preguntas más apremiantes que las preguntas ingenuas.
Este no es un poema: es un ser humano.
No aspira a la gloria y teme ser rechazado.
Una forma de acobijarse. Una respuesta.
Ingenuamente, la frente del cielo. El
ámbar. La pena es una muchacha desnuda
que no dice nada.
El gozo es el poema.

Mark Zukenber quiere buscar planetas con vida


en la galaxia
y yo quiero hacerte el amor.
El cuerpo como la circunferencia.
El cuerpo es una forma de conocimiento.
Dentro de cuarenta años viajaran a ese planeta
y yo ya no te querré hacer más el amor.
Da como para llorar: tristeza. Empieza a llover en Lima.

30-08-16

Bien, tu estado de hoy es jodido. Te duele el estomago. Bebiste tres


cervezas y fumaste miles de cigarros. Escribiste como loco y ebrio
alargando tu pena. No fuiste a ningún lugar precisamente.
Terminaste incomodo contigo mismo. En un estado en que no
sabes ya qué hacer ni cómo estar. Y todo, por una cosa que te
contó tu prima Milagros. Es cierto, tu mamá te desahuevó en una
Ya tienes veinticinco años y sigues siendo un maldito infantil.
También te dijo que como ella si puede superarse y nosotros no.
Qué eres un inmaduro. Enserio desperdiciaste nuevamente el
dinero en tonterías. Y hoy que la Santa Rosa hizo llenar el tiempo
de la gente en las calles de la ciudad. Recordaste que de niño
enviaste una cartita que nunca fue contestada.

Nada de esto te hizo más feliz (pero tu vida en sí será una


búsqueda más de la felicidad, no seas pendejo, qué chucha es la
felicidad, no es eso que sientes cuando te atas los zapatos) de lo
que estuviste al empezar la travesía. Nada fue determinado. Fue un
día cagón, es cierto y lo reconoces con vergüenza. ¿Recuerdas que
nadie más que tú podrá salvarte? Y si ella está con otro qué
chucha, ¿qué mierda puedes hacer? En realidad, incluso buscarla y
preguntarle es un acto de niño. Ya, y si me dice, si estoy con otro
¿de qué mierda te servirá corroborarlo? Escribiste demasiado ruido
blanco en las redes. No puedes con tu genio, cuando estas triste
necesitas huir de ti como algunos animales del agua. Y te expandes
como una herida abierta, como sangre, como esquirlas tras un
golpe en los vidrios.
Y cuando mamá te dijo eso de que eras un inmaduro te volvió a
doler como cuando eras pequeño y te dijo que se sentía
avergonzada porque te pasaste todo el día persiguiendo a una niña.
La misma sensación. La pena es una mierda y no sirve de nada. Lo
sabes pero no puedes contener la hemorragia. El Facebook en
realidad apesta, si no puedes dominarte y superarte no lo utilices,
mejor no arrojar tu peste diaria. No, para ¿qué? ¿con qué sentido?
Hubiera sido mejor solo ser feliz este día y punto.

Tu que no tienes amigo, que no puedes comprarte un viaje ni pagar a


mujeres que te den cariño solo tienes que aguantar y aguantar. Las
canciones son una porquería cuando te sumergen nuevamente dentro de las
emociones de las que huyen. Solo tienes una forma de surgir: y es vencerte.
Vencer estos altibajos, estos momentos de duda, esta miseria diaria, de lo
contrario, seguirás surcando la vida como lo has venido haciendo: de la
misma forma que un chibolo de quince años que tiene pena y llorar. Tú eres
fuerte, eres hermoso, puedes hacer cosas increíbles y sentirte de miles de
maneras. Hoy descubriste que tu forma de ver el mundo está soldada, ya no
tienes dudas de quién eres, o sea, en un sentido de qué quién eres es una
apertura a ser, a seguir indagando, de esa forma, solo de esa manera, se
puede vivir. ¿Mujeres?
Tienes una sola vida y las mujeres vendrán, van a llegar sin que las busques
de la forma en que vienes haciéndolo. Gianela, es una muchacha que no
sabe qué hacer con su vida. Una sola vida donde no puedes jugar a ser
poeta, sino debes serlo, de lo contrario seguirás atrapado en el personaje
que tú y los demás crean. Cosa que sucede ahora con todos, con esta
confusión de partirse en dos o tres.

Te gusta simplemente sentarte a escribirle a la gente, es una adicción que


debes superar también. Está forma de conversación de ahora es perfecta
porque nadie tiene que responder nada y puedes seguir puliéndote. No
puedes avanzar si necesitas que el otro cierre el vínculo. Sabes que tus
poemas van a salir y tienes que ir pariéndolos. ¿Pero acaso tu mente trabaja
en versos, trabaja contra el tedio donde te sumerges? Es obvio que ahora
todos tienen tedio, ella que cree en Dios tiene tedio y aburrimiento, ¿será
por eso que ando con ese mocoso? Y si está con ella, vale, qué harás ¿en el
fondo nada, solo resistir, tener que aguantar? Aguanta Barco, aguanta hasta
que te tiren las tierras en el agujero que será tu tumba, SI TU NO
RESISTES NADIE LO HARÁ POR TI, SI TU NO HACES ALGO CON
TU VIDA NO VENDRÁ MAÑANA EL PRINCIPITE A DARTE UN
BESO Y DESPERTARTE.

Okey, te da miedo terminar o seguir siendo el mismo. No quieres ser un


poeta que viaje a provincia a los congresos de escritores, ni un borrachito
más, ni un idiota diletante, tú quieres superar tu tiempo y hacer los poemas.
Bajo ese criterio vive, que sea tú única cruz y tu posibilidad ¿neurosis mía?
Hoy Karen Horney hablaba de alguna manera de aquellos que se proponen
ser su yo ideal, ¿es tú caso? Lee sobre salvarse hasta que te salgas del
embrujo de aquella mujer, del miedo a que otro la posee, a que sea
completamente de otro. ¿Todo por un cuerpo? Y SI estuvieras con ella, si
ella te diera su cosita, acaso no irías a pedir amor a otros lados. ¿Por qué
esa posesión de alguien que no será tuya? ¿De dónde vienen esas ganas de
tomarla cuando al tenerla lo que hacías era espiar a sus hermanas y cuando
le hacías el amor drogado pensabas que se lo hacías a ella? Creo que la
única forma de borrarla, no es jugar a que el dolor te sofoca, sino culearte a
miles de mujeres.

Sí. Aunque igual es cosa de tiempo y de espacio. Hay que actuar lento, para
que empiece a chorrear el agua, abrir los caños, empezar a limpiar todo el
derrotero dejado y así moldear esa posibilidad. Tu madre tiene razón, a tus
veinte cinco años sufrir por una chica es ser un imbécil. Te dolió, pero es
cierto. Tienes que resistir, amigo Barco. Dale, busca la forma, porque tú
eres un ser sexual, necesitar regar tu esperma dentro de un agujero caliente
y bonito.

Gianella es perfecta pero ella no juega lo que yo juego, su juego es otro y


no logro ubicarme dentro de su juego. Y si no me ubico dentro de su juego
es difícil poder entrar en ella.

Me gusta Gianella, ¿cuál es la llave que me haga abrirle las piernas y


hacerle el amor? Creo que voy a guardar silencio, ir probando unos días en
blanco y llamarla tal vez el jueves, o sea, dentro de dos días y decirle para
vernos a ver qué resulta. También voy a terminar de leer el libro de
pensamiento lateral, abrir el Facebook, limpiar las malezas, AH, que
mierda: nunca puedes tomar una decisión libre porque te sientes atado. Por
ejemplo, con Consuelo, si la agregaste ahora cómo hacer para desagregarla
en el caso de que vuelvas con Belén.

¿Vas a volver con ella? TE TERMINÓ, ESCUPIÓ SOBRE SU


RELACIÓN DE CINCO AÑOS, TE HIZO TRIZAS EL CORAZÓN Y
ASÍ, AÚN ASÍ, DESEAS SER Y ESTAR EN SINTONÍA CON LO QUE
BELÉN TE PROPUSO DEL MUNDO. De alguna manera, ya se acabó esa
etapa, piénsalo así. Estás libre de sus cosas, las que odiabas de ella: su
apatía, su aburrimiento, su indisposición a tomar alcohol contigo, su falta
de ánimos con tus proyectos, su

¿Ajá, te dolió un pincho saber que ella salía con un muchacho y tú si bacán
conversabas acaramelado con una muchacha, quién te entiende?

Por cierto, ¿Cómo mira todos tus arranques, de qué forma mira qué juegas
a lo que juegas? Y no puede solo verte bonito porque eso no la conduce a la
libido. Necesitas abrir ese caño.

Dice que solo le produces respeto y admiración, no ganas de amar. Con


aquello no se hace el amor, no se bajan las cremalleras y se mira el interior
de una muchacha. Sí, lo que buscas ahora es una compañía, alguien que te
de cariño y algo de su tiempo.

¿Una madre? Madre en el sentido del cariño y del amor, en el sentido de


protección ¿te sigues viendo como un niñito, como sueles verte, de ahí que
te llamen Julito cuando eres un viejo de mierda? Un viejo que necesita
amar y ser amado diariamente y vivir su soledad completa como un acto
social más.

Curioso que dos fuegos muevan tu mundo, tanto el amor en su estado


sexual y meloso, y también el deseo de escritura, el poema, la simetría de la
palabra que rodea la carne y la refuta o afirma. Cuando te metes a la pena te
debilitas como mierda. Es cierto, y esto tú también te lo repetías, SI TIENE
UNA NUEVA PAREJA QUE CHUCHA, o sea, QUE MIERDA NO ME
INTERESA, acabo de comprobar que no soy bueno fingiendo y todavía no
tengo ningún tipo de control.

Ayer pensabas en eso, en qué de alguna forma, las mujeres que amaste
fueron madres, son madres, y eso te alarma. Y en tu primera adolescencia
no era así, esas mujeres no eran madres, era sexo, eran culos, eran tetas,
eran chicas lindas con las que te ibas al gras. Eso sucede con las más
jóvenes porque las mayores ya no desean solamente un momento, ¿no
desean solo un momento? ¿Estas ganas de tener sexo no las tiene
básicamente todo el mundo? ¿Para que se invierte tanto tiempo en ser o
parecer sino es para que te veas de alguna forma y te aprecien o valoren de
una manera? Toda la soledad es producto de no tener el cuerpo satisfecho,
y como somos individualistas, la soledad se hace necesaria para ser mejores
después frente a otros. La soledad es una terapia con uno mismo donde nos
ponemos a prueba, nos tomamos la temperatura, nos medimos los ojos y
nos sinceramos. No se puede sincerar entre los demás porque los demás no
son nadie, sincerarte ante alguien es darle permiso para que sea o crezca
más. De qué vale abrirse el corazón ante miles de marranos. Tu discurso de
ahorita, por ejemplo, dentro de que sentido de yo se ubica, quién de todos
los que eres te cuenta esto que ahora te perturba. La lujuria y la envida, el
deseo, el sexo, la posibilidad del amor. La escritura es hacerle el amor a
otra persona, acaso invadir su alma con la tuya no es una forma de
penetrarle algo que el orgasmo o el gozo, por ser efímeros, no alcanzan.
Acabas de recordar a Meylin. Ella es también una buena muchacha como
para hacer el amor. Tiene los requisitos. La necesitas. En el fondo estos
cantos son para buscar hembra: como los pavos reales alzan sus colores,
algunos alzan sus letras. Y después, ¿qué? El gozo es rápido, breve, y el
sexo abruma, inquieta, dispersa. Y sí, acaba con la pena, inmediatamente,
entrar en alguien físicamente es una manera instantánea de llegar a la
plenitud que es simplemente borrarse. Todos nos queremos borrar, borrar
de la mierda que somos, del rectángulo del cuerpo al que estamos atados, a
nuestra sombra y nuestra medida, pero es imposible hacer en la vida diaria
que llevamos, y de ahí la necesidad del sexo, del arte, del trabajo, de las
profesiones. ¿Uno no hace las cosas para ser amado?

Quieres encaminar tu vida a esa posibilidad hermosa diaria que no es tener


el control, ni es poder, sino es libertad, autonomía y paz, serenidad, una
suerte de saber que nada ocurrirá, sentirte simplemente en casa, sin
dominar el mundo, con la posibilidad de gozar. No tienes que dar ninguna
explicación de tus actos. La gente que da explicaciones vive en la derrota
de tener que afirmarse. Tú estás hoy salvado. Desde ahorita, desde este
momento, estás nuevamente limpio. Esto que ahora depositas en la hoja es
tu modo de ablución. Nuevamente puedes empezar el combate.

Francamente me siento feliz de hallarme perdido para el mundo Y ganado


para la guerra de la poesía
La única muchacha que nadie reemplaza
Compré mi chela y conversé con Karen Horney
Le dije que mi pena era mayor a los tomos estudiados en sus
investigaciones
Vanidad, susurró mientras me zapaba otro vaso de chela.
No me dice nada la música aborigen del país
¿merezco ser fusilado por eso?
Mis ojos ya no quieren ser rockolas de los bares.
Mi poema es la realidad, esto existe.
Mi deseo es diario, mi deseo no se contiene
Me pregunto cómo hacen las personas para lidiar con sus problemas
Mi problema es que no me puedo quedarme callado
Y defiendo mi derecho a decir mis verdades
Hoy y cuando me muera
Añoro salirme de estos soliloquios y vivir en el canto
diario de mi mujer
Lo empecé a entender hoy cuando cargaba en los hombros a Fabiana
Y corríamos espantando palomas
Tengo tantos kilómetros y tantas ganas de vivir
que nadie puede contenerme
Nadie puede negar que los años pasen
Y que las aves canten
Me ubico del lado de los buenos que siguieron sus locos sueños
Hoy y siempre

soy el hombre flaco


que adora su oficio
de hacer mundos en horizontes
y hablarle a la gente de las cosas que uno siente
Admiro todo
Todo me enamora
Pero más adoraría no tener que expresarlo
aquí y en ningún lado
pero entonces qué mierda hacer
con todo lo que siento
¿dónde acumularlo y arrojarlo?
Quiero pedir perdón porque
nunca llegaré a comprenderlos del todo
¿Qué puedo hacer?
Soy también
una bestia que amó a su muchacha
Y que los días
que no trabajaba se la pasa piola
Hasta ahora no he salido de país ¿para qué?
Si aquí la paso
bacán, con la gente
más hermosa del mundo,
que se la pasa todo el día apenada,
(amor, cuando andes apenada recuerda tirarte algunos pedos para que
sorprendas tu tristeza)
Hermano, estoy empezando una nueva etapa
de mi vida No quiero sumergirme
en mi cuarto a leer viejos manuales para ser feliz
Es maravilloso en realidad no tener nada planificado
Es cuando recuerdo que ella me dijo que se veía ya como abuelita y que yo
siempre la pasaba perdiendo la cabeza
Me decían Julito y en una época fue normal
Pero ahora soy un hombre y no me dicen nada
Soy el que soy Punto y Coma No hablaré de la lluvia
porque no me importa
Ni tampoco se me da por mirar los árboles como un orate
¿Cómo hace usted cuando se siente realmente jodido? Bebe una cerveza o
se confiesa en una iglesia ¿Se fuma una canción?
La paz si no está en ti nunca la encontraras
Considero sabio a quién dijo lo siguiente: mientras más creas más haces
Por eso, yo me creo todo
y lo que no creo lo vuelvo a pensar
para volverlo a sentir y volverlo a crecer
Algún día de seguro seré un viejo chocho
que añore estos momentos
Mientras no lo soy me seguiré llenando la panza de verdura
Seguiré escuchando las cosas que hablan en la casa
sobre el cielo y el infierno
Seguiré caminando por todos lados
Y estudiando como loquito
Y escribiendo que en realidad los amigos
y amigas son los únicos que nos hacen saber quiénes somos Y si en ellos
somos ellos son nuestros ojos
Por eso, la soledad es una mala bebida
aunque si se toma con cuidado da buena compañía
Amando a las hermosas y mirando por encima de mi cabeza
para ver hasta dónde me es dado no llegar

Más tarde con otros ojos confieso que necesito vivir demasiado, que
cuando me apriete la pena recuerde que en realidad no hay incendios, que
vivo en la realidad, como la realidad, fornico la realidad, hablo desde la
orilla del que entiende todo, el mundo y sus milagros, o sea, no entiende
nada, y me rasco la panza y me duermo tarde y sabes, a veces, he llorado
por cosas muy curiosas, y mis sueños los recuerdo de memoria, soy el que
sabe que nunca será un científico famoso ni que llegará a la luna y no le
importa.

Soy el que soy El que abre sus cosas El que mete la mano a su bolsillo y
saca las monedas el que mira los cerros limpios y habla del hidrogeno con
el profesor chatito y chimuelo Soy el que va al zoológico el que se afeita
debes en cuando El que nunca terminó de leer la Biblia El que amó a varias
muchachas y las desamo con excesivo cuidado porque si bien es cierto que
el corazón es un papelillo también esté se puede resquebrajar y lo quiero
dejar intacto para poder abrazar a la siguiente soy el que cree que la música
cursi es un veneno para nuestra realización como seres humanos ¿quieren
un consejo de mi parte? Nunca pidan consejos Aprendan como pueda Y si
no aprenden no importa Bueno ¿qué más decir? Ah, pues, que adoro los
veranos cuando termino emparejado con otro cuerpo

31-08-16

Llora de fondo Fabiana. No voy a decir que una cosa es otra y empezar así
una prosa poética. Amo no ir al trabajo y caminar pronunciando la lluvia
entre mis labios. Me mojo, todos en Lima se mojan y es precioso mojarse
junto a todos, caminar lento y anubarrado. Estas calles se me parecen, todos
tenemos el sello de nuestra ciudad grabado en los ojos. Llueve entre
personas que son felices en sus ternos plomos, llueve directo al rostro de
los jóvenes oficiales afuera del Congreso, llueve nuestro amor musitado y
llorado también.

Nadie sabe la vida de nadie. Me detengo a ver un balcón con flores rojas
arrojadas en la corteza resquebrajada. Los balcones morirán en esta ciudad.
Es que, uno no es en sí las calles y paraderos, los puentes y buses, sino es el
estado en que se encuentra. La ciudad son sus mujeres como estatuas lindas
en las esquinas.

Es mi forma de querer a pesar del frío. Es el calorcito de los buses, es el


sofocamiento de las a veces volando salvajes en el cielo blanco, son las
confesiones que se deshacen a cada paso. Es mi forma de rezar para que no
te vayas.

Es mi forma de tomar tu corazón e internarme dentro de él para que no nos


separemos. En el fondo, nadie sabe que deambulo buscándote, ¿y con qué
fines? Y, ¿por qué debo buscar con fines? Salir de casa temprano e ir sin
dirección a un restauran cerca de Amazonas, la feria de libros viejos, donde
sirven platos de caldo de mote que eran nuestros himnos contra otros
inviernos, y que sea el único camino. Soy el que se quedó contando
mientras todos se escondían y ahora ya no sabe dónde están. Y sigo
contando, la pena es un cuento sin lobos ni caperuzas.
1-9-16

Desabotono la música y aunque desnude a todas las mujeres con los ojos
mientras me paseo, no significa que haya dejado de quererte. Aunque sea
una mierda buena onda no significa que haya dejado de quererte. Ahora no
tengo las imágenes bonitas que te representan, solo mi asco y mi miedo. Mi
soledad y lo que tú vas dejando. Ese tú en mí que todavía resplandece, ese
tú que descubrí y nadie más miró y que no se ha escapado de tanto frotarlo
contra mi alma. Ese tú maldito que quisiera arrojar de mi cabeza para
sentirme menos mierda el resto de mi vida, de esa manera de quiero ahora,
yo que no puedo rezarle a un Dios cerrando los ojos ni puedo ofrecer
ningún tipo de paz, te quiero.

Eso extraño, eso amo, y ahora me toca morir. Conchasumadre. Y que


significa en sí lo dicho anteriormente. Me pongo jodido, me siento cagado,
no quiero hacer nada. Solo quiero morir. No, ya no quiero drogas, porque
las drogas solo son mentiras que duran un rato ¿a dónde se fueron todos
esos delirios que aparecían entre mis dedos? Y después dejan mi cabeza
más confundida de lo que ya está ahora: me suben a creer cosas que
después no existen ni puedo tocar. No quiero drogas, quiero amor, una
persona que me de sus piernas y sus ojos, alguien que me abracé con amor,
solo eso, porque esa persona estará después del éxtasis que me produzcan
sus brazos de seguro calientes, y la droga solo me seguirá dejando frío,
alborotado y confuso. Quiero amor, pero no cualquier amor, porque aquí
me dan amor, mi familia es de putamare y me ama, pero no necesito ese
tipo de amor. Mientras he ido creciendo me he sorprendido más sediento de
placer, de satisfacción, de hallar una tapa que cierre el agujero negro que es
mi corazón. ¿Dónde ese conocimiento del mundo si no puedo lidiar con
algo como una pena de amor? ¿para qué emborracharme si después de la
resaca seguiré en este mismo estado? Okey, una respuesta puede haber en
el yoga trascendental, en lo gnóstico, en Dios…. Pero no puedo contra lo
que siento que son las cosas, contra mí no creencia. Y me da cólera que mi
resaca de todo lo vivido sea la de todos. Cólera porque siempre me sentí
especial. Quién halle la paz en su ego nunca será feliz, ni nunca será paz.
Y somos millones los que vivimos bajo la misma película en la cabeza.
Quisiera ser más imbécil. Ponerme feliz mirando una película, verme con
chicas huecas y que cuando se fijen en mi billetera abran las piernas.
Verme con mis tías que conversan tonterías y buscar en la familia cubierto
bienestar. Buscar cierto bienestar en la locura, en ser un imbécil, y no vivir
royendo mi masa encefálica en tonteras como el hecho de que una mujer se
fuera. Pero qué se puede hacer, si no consigo calma, si ya no me llena nada,
si camino y camino y lo que veo realmente no me interesa. Si la tele no
dicta mis preocupaciones diarias, si el fútbol no me excita, si la religión ni
Dios me dan paz, si los chistes no me hacen reír, si las muchachas no
quieren hacer el amor conmigo. Por ejemplo, hoy con M. Fue patético mi
comportamiento de no saber cómo llevarla a la cama. Mientras iba en el
bus pensaba en mis hermanas, ¿qué situación la separa de ser cómo Mey?
Casi ninguna, es la época, no sé qué es. Pero las niñas están solos, los niños
tienen ratas en el pecho, y nadie encuentra una forma de cerrar heridas.
Solo supuramos. Ella afirma que le gustan muchos. Yo era igual, amaba a
una en todos, y me gustaba una y otra, pero ahora solo considero que mi
forma de querer solo puede buscar plenitud en la intimidad.

De seguro que ella si quería pero no sé qué quería de mí, o pensó


encontrarme de otro modo (¿con el cabello largo y menos flaco, con mejor
ropa?) La vida en el país no da solución a los anhelos más íntimos de nadie.
Camino y sale mierda azul de los carros, la gente discute y come como
animales, se empanzan de chatarra y siguen llenando sus tiempos de lo que
sea. Tal y como yo hago, aunque yo no le encuentre ya sentido a ser
profesional, a tener una familia, a ser feliz o buscar la felicidad. Solo
mantengo un poco de criterio diario en el movimiento que hago cuando
sudo y corro. Sudar y correr, pero dura poco, después terminó el tramo y
regreso a lo mismo. Quisiera irme, ¿a dónde? ¿Acaso no estabas seguro de
que tu plan era irte de la casa a vivir solo? Nunca me he sentido tan triste
como ahora, nunca me he sentido tan mierda como ahora, sin ganas de
cultivar un verso entre lo que miro, pienso, leo, siento; sin ganas de
masturbarme, sin ganas de ver a nadie. Todos se hallan en sus vidas. Esto te
lo hace saber incluso la relación que tienes con Gianella. Todos los
hombres viejos y las mujeres viejas del país que antes me parecen solo
monigotes hechos de rutina son, en realidad, héroes. Soportar tantos años
sin enloquecer, sin emborracharse hasta morir, sin salir de su biología.
Respeto a ellos. No sé qué hacer. A quién convencérselo de lo que ni si
quiera yo estoy profundamente convencido. Okey, debo ser bueno, debo ser
amable. “Debo”. Y si todo me llega profundamente al pincho, ¿debo
esperar algo después? ¿Qué es el después? Me viene a la cabeza lo que
decía Kerouac “hay que ser bondadosos…” Sí, cierto, pero como serlo si
tienes el corazón hecho mierda. Solo eso, y deseas un pedazo de calma.
Ningún día como hoy he comprendido que no tengo nada que perder.
Quisiera arrojarme del Puente Trujillo, morir en el Rimác ¿Cuánto tiempo
demoraré en caer desde el Puente hasta el agua? ¿Cuánto tiempo? También
deseo hundirme en un hotel ¿para qué? Me cansaré, dormiré. Me siento
atrapado, atrapado en mis contradicciones, sin tener un lugar donde estar,
pero tampoco hice mucho para que ello ocurriera.

Si muero, ¿qué ocurriría? Tal vez, algunos se sentirán afligidos y después


la misma mierda. No quiero que las cosas me arrojen de un lugar a otro, ni
depender emocionalmente de nadie. No quiero sentir que otro cuerpo me da
la luz que yo no tengo. No quiero buscar otro sexo como medio de
purificación. Y, sin embargo, ¿cómo carajo encontrar un poquito de calma
en medio del camino en el que, de seguro, recién me sumerjo? No quiero
andar todos los días triste y desmotivado, enterarme de cosas y ponerme
mal, tener que ir a conversar con alguien, comunicar mi pena a extraños,
quisiera profundamente perderme, desaparecer completamente, que nadie
sepa de mí nunca. ¿Y mis hermanos y mi madre y mi abuela? Porque estoy
atado a ellas me quedo aquí y sufro enrejado, este lamento inútil, que ni si
quiera es poético, porque no tiene imágenes locas ni oníricas solo mi voz
que sale de mi como una profunda hemorragia, es que andábamos
convencidos de la eternidad de lo que no existe, cada día siento que no se
puede hallar una comunicación real con nadie. Ayer Galilea expresó que se
sentía sola. ¿Por qué nos despreocupamos tanto de los pequeños? ¿Por qué
no podemos aguantar nuestra existencia cuando dejamos de convencernos
de las cosas que nos hacían feliz? El amor es insoportable, como tiene final,
es insoportable. Estamos viviendo los últimos días de la plaga del amor, de
su fiesta en los espíritus de las personas, de su viaje a la lengua de lo que
somos, de su modo de hacernos vivir cuentos inútiles y vergonzosos. No
existe nada.

Veo y hago cosas que antes no haría. Ayer compré una película del Señor
de los Anillos. ¿El poema es la épica de nuestro tiempo? El poema es un
chiste que ni los que lo escriben se creen del todo. ¿Escribimos para
descubrir una forma de conocimiento? ¿cuál? Putamare, sean sinceros,
nada como la sinceridad para sentirnos la mierda que somos. Sí, sigo
haciendo lo que suelo hacer aquí en el Word: el papel de idiota, el mismo
que mi vieja me acusa ¿acaso no soy ya mayor y debería hacer otras cosas?
A mi edad mi único ingreso mensual era de colegio de dónde renuncié
porque se pasaron de pendejos. La directora era una mierda y me cobró
carísimo lo de su proyector. Debo cambiar de rostro, engordar, ¿por qué si
digo que me amo hoy cuando fui a ver a Mey me puse un saco marrón para
evitar que se me vea tan flaco? Es un país de flacos e imbéciles. ¿No es
acaso el tonito de mierda en el que estoy envuelto el mismo que arrojan a
toneladas las canciones cumbias de mierda, y todos los demás sonidos que
rondan la vida diaria? No sé, ¿por qué sufro tanto? ¿Qué me duele, qué he
perdido, acaso no hay personas que en mi lugar serían completamente
felices? ¿Por qué me siento hecho mierda? ¿Por qué me siento así,
pulverizado, un jueves a la una y cincuenta y seis de la tarde, con el ceviche
en el estómago y el día de sol blanco en las afueras? En el fondo, siempre
es en el fondo cuando en realidad no es en ningún lugar. Si tengo que irme
lejos para olvidar nuestro amor quisiera irme lejos ya. Pero las palabras no
me hacen volar ahora. Nada me hace volar ahora. Bueno, algunos poemas.
El libro de Héctor Hernandez que compré ayer, por ejemplo. Pero el otro,
el de un colombiano me mata, me hace trizas.

Y para qué te quiero si cuando estabas conmigo y te hacía el amor pensaba


en otras. En tus hermanas, por ejemplo. De seguro me fui enamorado de
ella y como eran ustedes iguales mi amor se fue muriendo y nació solo el
deseo que después también era amor.

Para qué chucha hago tanto alboroto si hoy cuando vine a casa vi a tu
hermana pequeña y la perseguí con los ojos tratando de hallar las formas de
su culo. Para qué te digo que te amo si hoy intenté llevarme a la cama a
otra mujer. Lo sé, igual te amo, aunque quiera estar con todas ellas, igual te
amo: amo el tú que eras en mí.

Pero amo eso que ya no eres ni serás. ¿O si eres y ya no me quieres? ¿Y si


ya no me quieres, cómo es que ya no me quieres, cómo es posible que ya
no sientas nada por mí?

Para qué tanto escándalo si nadie se ha muerto de querer a una persona,


para qué tanto alboroto si eres solo un ser humano y las estadísticas afirman
que somos millones, todos distintos y mejores qué tú (mierda, me llegan al
huevo las estadísticas), incapaz de entender nada, pequeña, limitada, y de
seguro, si nos viéramos terminaría aburrido y queriendo huir nuevamente a
mi soledad. Es cierto, si te viera no te aguantaría ni dos semanas. Pronto
buscaría otro refugio y otro y otro. Siento pena de cuando era niño y me
madre, como llorando, me dijo que no le hiciera daño a las mujeres. Eso te
hice, te engañé, no con una, sino con dos muchachas. O en chicas de la
calle. Pero sobretodo en tus hermanas. Y si tu cuerpo era mi cuerpo porque
pensaba en otras. Porque mi corazón no se conformó con el tuyo. Porque
no me conformé con solamente estar en tu cuerpo y ser solo tuyo. Porque
mi corazón iba saltando de pensamiento en pensamiento mientras tu
cerrabas también los ojos y acaso pensabas también en otros. Ayer me
sorprendí de nuevo pensando que quizás mataría a ese muchacho con el
que me dijeron que te vieron. Traté de calmarme, calmar el “chacra” (como
decía uno de mis alumnos) y en esa dirección me fue llenando de aire, de
paz, de nada. Mi corazón está lleno de mierda. Quisiera salir de mí. Huir de
mí. Estoy harto de encontrarme así todo el tiempo. Dejar de ser este yo que
me hace decir lo que digo, que me hace mirar lo que veo: este amor
desenterrado, los años, el paseo que doy de tu boca a la perdida montaña de
cosas que ya no existen, las viejas preguntas, nuestra forma de ternura. La
cama, la repisa, los objetos no saben de qué hablo. Y me siento
profundamente objeto, llenado mi miseria de lo que sea. Y sigo siendo solo
eso, un muchacho que ya no amas.

Ni si quiera puedo hacer poemas, ni sentir éxtasis en pequeñas cosas,


solamente puedo ir desangrándome. Jodido. Estoy solo, nunca lo he sentido
tanto como hoy. Hay un océano entre todos nosotros. Nos separa ahora un
océano. Quiero solo vivir para ver hasta donde puede llegar esto que ahora
siento.

Oírte, escribir es oírte, pero no como cuando dices algo frente a otro,
cuando explicas o dices algo frente a otro solo evalúas, no siempre te
predispones a lo que deseas hacer, el otro (es decir, mi madre, el profesor
Elmo, mi hermana) no siempre son modos de que uno sea. A veces solo
son brumas ante mi propia extrañeza de las cosas. ¿Por qué muchas veces
me quedo sin saber cómo continuar la conversación? Y mis ojos se
inquietan y siento e intuyo dentro de la desconfianza. La desconfianza, el
hecho de querer “ser” mueven a todos. A mí al menos, a mí que soy un
todo hecho de muchos, cada uno me influencia pues soy en la posibilidad
de que otro acceda a mí. No todos pueden comunicarse de esta forma, pero
todos estamos hechos para dirigirnos al mismo sentido. Y lo peor de todo,
hoy lo supiste, es que el contacto con el otro termina borrando lo que tú se
supone que debías ser o hacer. Somos en la medida en que nos adelantamos
al tiempo: el tramo que imponemos es el que nos ubica en el momento en
que estamos. EL presente puede ser el vaso de payco que miraste justo
antes de llevarlo dónde tu madre o el instante que demoraste en recordar la
palabra payco: no sucede nada cuando solo estamos en el instante, pues,
como el eterno, no define nuestro trazo.

Por eso, uno puede ser múltiple frente a otros, en uno, como quiera. Nada
te define que no sea primero pensando en ti, nada te hace sino estuvo
primero acompañándote mientras hacías tus cosas. ¿Por qué cuando me
apeno no logro verme apenado y salirme de mi pena de rato en rato? El
problema con la mariguana es que también te hace sumergirte en un estado
y te aleja del hecho de ser un futuro, ser un futuro es mantener un estado,
(Baudelaire, a quién ya no he seguido leyendo ¡putamare, estamos jueves!
Y quién hablaba de qué uno más que inspirado debe ser congregado,
porque la congregación produce mucho más que los raptos de luz) Eso es
todo, la disciplina se forja según tu predisposición a futuro, de lo contrario
el instante que es en sí la locura del mundo, ya que bajo su criterio no hay
modo de ceñirse a nada y ahí la gran locura de la poesía (la propuesta de
entender la nada como un estado, desde los místicos hasta Pessoa, solo es
una respuesta a el problema central del poema, que puede ser el problema
de la vida) Solo en esos momentos dónde eres, dónde eliges tu camino, eres
de algún modo libre; en los otros, cuando, por ejemplo, deseas o aspiras sin
tener lo que deseas o aspirar en tus ojos te metes a un deseo que no existe y
pierdes tanto tu instante como tu deseo de continuidad (congregación de
fuerzas) La idea está que, aunque todo sea una mierda dentro del sistema
simbólico dónde vivimos y la gente lloré y se aflija por su celular robado, y
no haya manera de hace ni mierda contra los jóvenes que roban para
drogarse (esto es también una razón para no seguir fumando mariguana,
como antes, pues dentro del imperio de la mariguana no hay forma de tener
una proyección: ¡todo es poema! ¡todo es gozo! ¡todo es asombro! Jajaja,
me da risa mi continuidad de signos de exclamación. Por otro lado, que
vengo leyendo, qué vengo haciendo /y quién dice esto es el que decide, el
que puede jugar a ser libre, inventar la libertad como modo de operación,
cómo forma de búsqueda. Aquí se te abre el panorama de la pena, se dé
descuartiza el deseo de una mujer que no te ama, que tampoco está a tu
lado y qué ni si quiera es futuro, ni es pasado, ni es nada. Tú no dependes
de nadie para ser lo que quieras. Está es también tú libertad. Entenderlo
puede ser muy sencillo y hasta patético, pero tú lo entiendes así y te da
igual si otros lo aprueban a desaprueban. Entonces, al trazarse un plan,
objetivo, ruta, camino, no se hace la vida más monótona sino, en suma,
llevadera. Fluyes, no vas tanteándote demasiado, solo actúas ¿El instante
nos impide poder actuar? ¡Claro! Solo se contempla: no miraste acaso con
fruición las hojitas del payco aquel momento, gozando del verdoso claro,
medio transparente, con esos granitos en el agua oscura.

Si, pese a todo, quiero vivir para ver hasta dónde puedo estirar mi forma de
sentir y ver el mundo. Quiero vivir para hacer de mi pregunta mi obra de
arte. Aquí me trazo a mí mismo. La libertad de poder hacerse. Buscar
alternativas, salir de la bruma diaria. Extraño a los muchachos. Sí, me jode
admitirlo, pero también deben andar hecho una bola de preguntas. Es la
época de las preguntas, es que nos vemos demasiado, pensamos demasiado,
la tragedia es interior, no hay batallas de espadas en el hielo, ni orcos
invadiendo con su fuerza sombría los castillos repletos de oro, ni elfos
matando dragones, hay cuerpos buscando cuerpos, objetos moviéndose por
cuerpo. El poema es el conflicto de todo, nada se aparta a su discurso, se
escribe mirando siempre un río, que paja lo que dice Hernández al respecto,
me gusta no plantearme la cuestión como para ver quién alza el cetro, alzar
el cetro es claudicar. Sé, que todos, andan haciendo un repaso parecido. Y
esto me sigue enojando, quiero llegar a ser “un jabalí corriendo en la
oscuridad” ¿Pero si mis palabras no me curan en los momentos de mierda
que vivo, cómo carajo puedo hacer si no sé si mañana tendré una pena
inmensa que me haga abandonarlo todo, o me dé una depresión fuerte que
me haga borrarlo todo? Temo de mí mismo. Perfectas las palabras de
Roberto Bolaño, en uno de sus poemas ¿la francesa? ¿la rusa? Cuando
explicaba cómo era esa mujer manifiesta que tenía un autocontrol
impecable.

Bien, mis defectos son: soy desordenado, me dejo llevar por los deseos, no
quiero responsabilidades, no deseo cambiar mi manera de vivir por nadie
(¿esto es un defecto o es una actitud filosófica ante la vida?), no me
preocupo lo demasiado de los demás, soy demorón, no soy fiel, no tengo
disciplina, no continuo lo que empiezo con el mismo entusiasmo del inicio
/eso es lo jodido del entusiasmo, solo sirve como una mariposa que
alumbra la casa y se incendia, después vuelve la fluidez que nunca es caos-
soy egoísta, soy vanidoso, soy demasiado vulnerable, soy ansioso, soy
demasiado sexual, soy demasiado atento a los demás, soy olvidadizo, no
soy muy de fiar, no sé escuchar al otro, no sé entender a los demás cómo
debería entenderlos, es decir, “creo” que primero aprendiendo a callarme la
boca, no sé solo disfrutar sino me la paso analizando y metido en mi red
neuronal, jaja, que curioso suena esto, pero sí, me la pasó en mí y no sé
ayudar al otro, no me preocupo demasiado en concreto del futuro, vivo
como un loco (hoy desperté de madrugada pensando en que haría el amor
con Mey y después en Belén y así, cada pensamiento me fue trasladando de
un estado a otro) soy muy explícito, aunque quiero ser sincero no puedo, no
siempre digo la verdad, no siempre doy abrazos como quiero y debería, no
soy atento, no presto atención a los detalles, no puedo alejarme de mi
persona para poder ser con el otro, no me interesa mi familia, no me
interesa la política, ni la religión, ni el fútbol, ni la moda, ni usar buena
ropa y pretender algo, sin embargo, necesito una mujer a mi lado, aunque
de seguro si la tuviera ya no la necesitaría, sigo siendo un adolescente pero
más viejo y menos guapo, hoy descubrí que me voy afeando tal vez por mi
exceso de flacura, pues antes sin duda cualquier chica me daría su cuerpo
sin necesidad de tanto chamullo, soy apenado y melancólico, a veces me
limito la posibilidad de seguir soñando mi vida, el jueves pasado, estaba
yéndome a la calle, hoy estoy en casa, acolchado y caliente, me aseo
demasiado poco, no me gusta bañarme, me aburre la gente que no lee o no
tiene algo de que conversar o tiene demasiado cortas las alas del
entendimiento (hoy caminando con Meylin descubrí lo tedioso que es andar
con alguien que no posee un descubrimiento mínimo de sí mismo), me jode
ser intelectualoide, tener la razón, ser un lector de libros y tomar en exceso
café de sobrecito, tener que pasar mis sábados en casa.

Por otro lado, también yo soy mis defectos, soy mi lucha contra ellos o la
afirmación de todos ellos ¿soy humilde? ¿tengo humildad? No, no tengo
ninguna humildad: respeto, fidelidad, acatamiento. Peores cosas han pasado
en este mundo que tu modo de ser o de querer cambiar. Todo suena lejano
hoy. Hoy yendo a comprar el pan sentía que solo escribía para de viejo ser
un chocho que alcancé el éxtasis en todos los sentidos. Con qué ternura
imagine en Belén como su abuelita, flaca y desgreñada, como una viejita
más reconociéndome ya viejos. ¿Duraré como soy ahora unos kilómetros
más de tiempo? Es un gozo así. Pienso también que puedo escribir una
especie de cartografía sentimental, no literaria, de mi vida. Empezamos con
Me da Pena que la gente Crezca, que viene a ser la ventana del adolescente
y después parte con otro, que de momento puede llamarse, Lo jodido de
Crecer, algo así, (es una idea que vi en una película) y en cada una trazar
un poco la bitácora, un poco ser o hacer de reportero. No soy amable. Debí
ser amable con Meylin, pero es que su carácter es jodido, no se deja
conllevar, lo desea todo a su modo. Ir por una calle, ir por otra. Todo es
jodido cuando uno no ama. Bien decía Luis: sin ese vínculo todo es
bazofia. Y todo ese momento perdido pensando en su cuerpo, en los dos
fumando en un cuarto /por cierto, que feo se puso Mayra cuando le volví a
preguntar por Mariguana. Jodidas las cosas. Quiero fumar no quiero fumar,
quiero vivir no quiero vivir, quiero hacer no quiero hacer, un tremendo
quebradero de momentos la mente. Loa a los que llegan a viejos. Antes
consideraba que ser viejo no era un logro de nadie, pero vivimos en un
espacio de tiempo donde todo te obliga a perder la única cosa que
deberíamos cuidar: el cuerpo. Lo perdemos en las comidas, (¿puedo vivir
de tal manera que todo lo que consuma me sea provechoso tanto en salud,
como en vida?), lo perdemos en los amores, lo perdemos en el trabajo, lo
perdemos en el viaje en bus, lo perdemos en las colas, lo perdemos en el
uso de electrodomésticos, lo perdemos en todo.

Los estados de vida son intraducibles. (Forma vanidosa de explicar que uno
gozó de algo que nadie más puede. O, forma de asumir nuestra plena
soledad. O, modo de manifestar una superioridad. Etc.) Si ya no te causa
efecto lo que escribes, si ya las palabras han perdido ese resplandor de ser
como arrojadas a la arena y brillar, si ya la textura de las cosas no te sonríe
dentro de las líneas donde borras e imprimes tu rostro ¿qué papel seguir en
este proceso? ¿Qué remedios dar para curarte de ti mismo? Ajá, te has
respondido algunas veces lo siguiente: lo hago porque no sé de qué otra
forma sacármelas de encima. Si me excitara mucho amasar el pan, o
comerme las uñas de los dedos, o mirar el culo de la gente solo me
dedicaría a ello todo el tiempo sin poner ningún reparo en ello, como este
acto tiene algo de consciente en mí ¿algo? Tengo que estar a la deriva de
una u otra razón cuando esto es sencillo: escribir para mí (hoy) es mi forma
de curarme.
Mi forma de hacer algo cuando el amor no cubre lo demás. Porque,
acéptalo, no hay nada relativo en el amor, el amor es otro absoluto, es un
instante que se prolonga y crea futuro, ahí su exaltación. Porque es amor
ante lo que se observa, plenitud, creatividad, deseo, toda esa manada de
bueyes dorados, y también es la dicha de que se prolongue y se imponga
como un horizonte. Pues, de lo contrario, para qué buscar ese tipo de
comunión, si lo hacemos es en parte porque sabemos que abra una segunda
vez. Es como cuando eras niño y te leían esos cuentos, y los repetías una y
otra vez. Eso es el amor para ti hoy y ahora que no lo tienes, de la única
persona que lo necesitas (pensar en los millones de seres humanos que
pueblan el cosmos no es verlo con los ojos de quién ama: todo en el amor
es locura, no hay cálculo ¿Mi forma de amar es doble según lo decía Safo?)
Tu escribes cuando no puedes amar, y cuando amas escribes de lo que
amas, y cuando escribes amas o buscar una alternativa, algún sucedáneo. Y
¿cómo se hace para que el amor no se muera?

3-9-16

Lo que te jode es que no puedes irte solo y ya. No hay modo, estás
enrejado, y vuelves a sentir lo de hace años. Enrejado a los 25 años, sin en
verdad nada señalo, ni las ganas (hoy) de planteártelas. Ayer viste a unos
muchachos en un bar del centro. Bebiste, hablaste poco, para qué insistir en
hacer algo que te aburre, es imposible ahora entrar en el otro, no se hace
posible cruzar la frontera de lo que eres. Una isla. Una isla con su nube, un
planeta. ¿Y? Cómo ir mejorando lo que más te abruma, como ir despejando
nuevamente la mente para adaptarla a otras circunstancias. Te jode el
mundo y en su pesadez te jode lo que tu vienes haciendo dentro de tu
mundo. No eres consecuente, con nada, ni nadie. Solo te abasteces de lo
posible para no tener que hace nada más. No puedes cantar ni tienes ganas
de buscar a nadie y ahora tus poemas son líneas que reflejan tus ojos, ese
aliento mortecino, esa manera de seguir en tu tristeza. Te jode, suenas
como siempre has sonado, aunque quisieras que no fuera así. Uno, no
cambia. Y si uno, nunca cambia, para qué remar tanto contra nosotros, para
qué insistir en todo lo que uno insiste si al final uno es el enemigo
principal. ¿Enemigo de qué? De lo que uno desea, como afirmación, como
vida. No deseo los bares los viernes, no deseo las conversaciones sobre la
Guerra con Chile, ni deseo los amores en la vereda, ni las colas, en todo lo
que digo intuyo que solo deseo gozar de mí mismo ¿sino de qué? Estar en
un arte no es hacer grandes descubrimientos, es hacer una catarsis diaria,
una metamorfosis diaria. No sé qué digo. Intuiciones, pequeñas formas que
despiertan o conmueven lo que antes era destello. No merecemos la pena,
ni la gloria, solo merecemos un espacio donde aparcar hasta la eternidad.
Lo que digas puede ser refutado mañana. No mereces las calles como la
geografía de tu corazón. Sí, es que ya no sabes cómo hacer para caminar
con la misma fluidez de cada tono, si cada calle o puerta o ventana o
muchacha son solo formas que se disuelven. Okey, siento necesidad de
otro, de una forma que me saqué un poco de mí. ¿Soy un apegado
afectivamente a todo? Sí, lo soy. A la calle, a mi mesa, a mis zapatos, a mi
casaca negra, a los cuerpos que conozco. La sonrisa que solo dura lo que
aguantan los cuerpos en la noche no vale. No me sirve sonreír un rato
libando mi certeza y mi cerveza. Cada uno alumbrando un pedazo de su
verdad, la que le tocó definir. La idea de Familia Disfuncional es también
un proyecto conectado con la intimidad que para mí es el centro del poema:
la búsqueda es uno y viene a uno y viaja y regresa a ese uno eterno que
somos. Me necesidad de buscarte, de saber cómo estás, de verte hoy y
saber si estás bien es una puta cosa que no desearía francamente seguir
teniendo. Ansioso librarme de tu boca y de tus detalles. De tu forma que
ulula en las estrellas de neón. En los colores donde apareces junto a la
bruma de los cerros. De los paisajes que son tus prolongaciones. Pero ando
y divago y no puedo dejar de sufrir, ¿por qué sufro tanto? ¿por qué no
puedo decir: adiós y ya? ¿Cómo hacen el amor las flores? ¿Cómo hacen el
amor los dragones? ¿cómo hacen el amor las preguntas? Mi forma de
hablar aquí es para dibujar mi verdadero rostro, el que pierdo diariamente
en montañas de inutilidad, en cosas que no me llenan, en días como hoy
tristes y azules. El vértigo de una partida y la posibilidad de un proyecto de
vida. ¿cuál? Escribir para no sentirme culpable, para vencer el peso de mi
deseo de inmediatez.

Y de esa noche me acuerdo de rostros. Cuál es el papel que representó, ¿en


verdad me importa? Bueno, sí me lo pregunto y lo pienso a menudo es que
me importa. Por un lado, desee ser sincero hasta incendiarme, pero la
sinceridad no es una buena moneda de intercambio: no estamos preparados
para vernos como somos, actuamos encauzados por el miedo al abismo, lo
que nos diferencia o separa es una forma de sentir la vida. En el bus, donde
los reflejos dibujan los rostros de los que viajan conmigo, rostros oscuros
rancias que van perdiéndose para que detrás aparezcan los cerros, con
nubes, niebla y luces. Dos hombres sentados en las puertas, miran su
celular. Uno observa cómo se prepara una comida mexicana. Cerrar heridas
es centrar las cosas. Cambiar el foco de concentración. En mi mano Virgina
Wolf me habla de otro mundo, personas que caminan y observan, piensan,
se abotonan de preguntas, sienten, por ejemplo, cómo alguien penetra en un
bar y conversa. Iluminar el territorio abandonado donde fundamos el árbol
y explicamos nuestros astros.

Nuestro amor no fue invitado a bailar al centro de la sala. La mamá no


volvió a elegirnos para la danza. Todos los colores repercutían en las
paredes. Ser poeta era mi forma de quererte y ser libre. Vivimos asechados
por demonios. Pinky pero también Cerebro. Dos ratas que cada noche
salían de la jaula y buscan la risa y la revolución. Yo era Pinky, tú eras
Cerebro. A veces nos turnábamos. A veces nadie sabía quién era. Por eso tu
corazón ahora se apaga hasta no ser nada. Nave de cuatro alas ahora que
cruzo el río de asteroides. Mi estado de ánimo era darle vuelta a todo. Mi
forma de amar era con las zapatillas limpias y la risa mordiendo los
horarios. Un vaso de chicha que se mueve de mano en manos, agua y
espuma morada y después las volutas que son nuestros nombres y se van
perdiendo. La colilla temblando en un charco de lluvia. El corazón es un
verde, un tenedor que va enrollando el tallarín: avanzamos después de todo.
Cada uno eligió a su modo su país. Perdernos era una forma de ser libres.
Estoy sentado y escucho girar el rollo de la historia: mi rostro es azul y
blanco, las imágenes son azules y blancas. Miro, me callo. ¿Qué más se
puede hacer?

Esto lo escribo después de volver a huir de casa en la única dirección qué


se ir: en la del escape. Soy un barco que da vueltas en el océano, pero no
llega a otra orilla. Las cosas se acumulan debajo de la cama. En mi bandeja
de entrada no han llegado tus mensajes. Tampoco se ha oscurecido
demasiado. Los gritos en el corredor son una lluvia horrible. Cada día mío
es una mujer con dos hijas que odia su vida y no sabe buscar la paz. Cada
día empieza cuando me siento a no saber qué decir entre las personas. Cada
día se toma enserio la manera de estar entre los hombres. Mi lenguaje es mi
cuerpo entre las gentes. Mi manera de andar pedestre y anónimo. Vamos en
camino a las mismas preguntas, pero ya no quiero luchar contra los
dragones ni los feriados. Me abruma todo. No quiero no querer. No hay
forma. El entusiasmo dura poco, lo demás se cuenta con una desesperación
que me sorprende. Pienso en formas de sufrir menos. Sufrir menos implica
no hacer mucho. Busco un agujero donde meterme y dejar de pensar como
lo vengo haciendo, de la forma en que no sé cómo ni por qué voy. Vago.
Me quedo callado y soy el que oculta su ternura. No tengo voz poética ni
ocurrencias para contar chistes solo una forma de mover las manos, una
manera de cantar.

6-9-16

Parece que a veces, solamente a veces, el efecto de la mariguana produce


en ti una suerte de desvinculación de los dos rostros tuyos que más
conoces: el que afirma una certeza y el que niega todas y las desvincula.
Por otro lado, como ahora, suele separar los dos caminos que te conforman.
Esos dos caminos. Es raro pensar entonces como tú piensas, toda tu certeza
se balancea en tu soga, eres un equilibrista. Pareces querer desenvainar la
espada: necesitas de esas fugaz para volver a permanecer en ti
normalmente, fluir. No puedes ser el tema de tu literatura, pero lo eres, te
aflige saberlo, aunque no niegues, intuyes que eres un tubo de escape de
una necesidad que debe narrarse.

Quizás amplifique demasiado mis ideas: pero voy a escribir, escribir libros
extensos, cortos, breves, de todo. Estos son mis ojos, mi forma de hablar e
insistir en mi certeza. Escribir es una forma de no perderme, de seguir
perteneciendo. Y bien, aunque igual ya intuya que mirarte a menudo de una
zona trágica te sirve para recordar tu estado frágil, el estado en que
solamente asechas tu corazón. Parece eso debo pensar, superar mi propio
dizque delirio personal, para poder abrir un panorama. Huir no me da
respuesta ante nada, ni acércame, ni explorar. Sí, esto tiene que ver con el
mundo virtual, no con lo que vivo diariamente en casa. Hoy mientras
tomaba una sopa en mi cocina mi abuela hablaba conmigo. Suelen tratarme
con una rara distancia. Parece que no encajo, ¿cómo debería ser? Pienso
demasiado en mi familia y eso, tal vez. Pero cada día me voy sintiendo más
alejado y virtualmente, en otro aspecto, puedo formarme como quiera. Yo
no importa, aquí el dilema. Sigo siendo el tema de mi vida. El hombre de
mi vida soy yo. Hoy le quite el bolso a una muchacha que le debo dinero,
se lo arranqué de la mano y le arrebaté el libro que me quito porque le
debía plata. Hice eso, o sea, fui violento, ¿Y? Me sentí relajado. A veces,
no todos vemos el espacio virtual de la misma manera, hoy cuando subes
tus cosas compartes un presente, que otro no comparte y, por eso, no
siempre suelen conectar. Igual detrás de cada uno hay una distancia terrible
y es la que ofrecemos a otros. Me gusta sentarme aquí y hablar de esto y
miles de temas más. Conversar, mirar, aprender, amar, masticar, lamer
vaginas, rascarme la espalda, hacerme masajes, sentirme bien, sentir como
ahora el azúcar en el vientre, detrás el tren que suele pasar a estas horas por
mi casa. Me gustó la entrevista que le hicieron a Lalo Borjas, aparece de
una forma bastante serena, muy diferente a como es en persona, es decir,
también tiene un autoconcepto que desea proyectar, eso es madurez. Esa
madurez se debe buscar de una manera. Belén, por ejemplo. Su Facebook
también maneja esa suerte de madurez para narrar su vida. Ella se la debe
pasar ahora triste ¿solo veo mi espejo?

A mis estados más románticos llamarlos Julito. Sensibles, sentimentales, a


lo que todavía el bolero y ciertas salsas sensuales, de amor, Héctor Lavoe,
producen en mi cerebro: Julito.

No cambian los rostros, cambian los estados humanos. Pasamos de ser el


joven consecuente políticamente, a ser el joven interesado en el arte, y
hasta el señor que comenta los deportes, que no se toma enserio nada, el
payaso, hay una evolución también en la vida que se refleja en esta segunda
vida. Porque hay una segunda vida en el espacio donde todo llega a ti de
forma inmediata, donde todo te recuerda lo tuyo, quién eres, todo te lleva a
pensar que las cosas funcionan entorno tuyo. Una amiga que explicaba que
le dijo a su jefe que pusiera canciones que no sean de amor, pero le dijo que
no tenía. Entonces, vivimos como metidos a una gran piscina. Llenándolo
diariamente y algunos manifestado de qué modo se llenaron o sintieron
hoy. Virgina Wolf dice algo interesante: hay que tener un trabajo y una
habitación propia, también algo relacionado -mientras trabajaba un ensayo
sobre porque las mujeres son pobres- al sentido que le da el tener bienestar
para poder crear o sentir o, simplemente, hacer.

07-19-16
Concentrar no dispersar. Si me disperso no estaré plenamente consciente.
Escribir el futuro de mis ojos ahora. Escribir la pereza de empezar
realmente un trabajo con dedicación. Estoy jugando a un papel, es lo más
fácil del mundo: ser o aparentar. Pero no me estoy realmente empapando
plenamente de todo lo que significa el arte. ¿Debería hacerlo del modo más
seguro? En todo caso, ¿cuál es tu modo? Ya estamos miércoles, de alguna
manera esta semana tuvo que empezar mejor. Ese era el plan. Necesitas
actuar, enfrentarte a tus desafíos actuando. Escribir el tiempo, y siempre
escribir, para vencernos y aclararnos, porque lo que yace aquí ya es un
espacio donde mirar nuestra geografía. Por eso, volver a mirarnos para
volver a sabernos y empezar. Pero, igual, Julio, no has terminado de
ahorrar para tu viaje a Italia. Tampoco tienes dinero a fin de mes. Esa
seguridad debe estar soldada completamente. No hay otra forma, de lo
contrario volverás a caer en lo de siempre. Concentración, ¿al día cuántas
horas le dedicas a escribir? Lees “el cuerpo físico necesita ser mantenido
en este mundo para asegurarse una vida en el más allá” recuerdas la tarde
visitando a las momias de Jirón de la Unión. Invitar al fuego a todo lo que
toques. Hoy volví a dejar el trabajo, me dieron la oportunidad y la rechacé,
sabré que hice bien dentro de algunos meses. Igual no debo centrarme en
ese miedo a lo incierto, sino gozarlo. Se me abren muchas posibilidades,
con esa resolución. Necesidad de levantarse y actuar. La espalda suele
dolerte y no florecen las plantas en tus hojas. La idea está en ya no publicar
nada vía Facebook, e ir soldado tu arte: ya hiciste bastante con actuar de
mequetrefe. No importa, tú no importas, pero actúa, vive hermano hasta
que olvides las migajas de está voz, y vuelvas a reconocerte libre y limpio.
Puedes hacer todo lo que quieras. La idea está en no perder las fronteras.
Por otro lado, tienes que ir a la universidad. Tienes que desapegarte
completamente de todo. Hoy es el día: escribe las primeras líneas de tu
obra maestra. Hoy es el momento. No hay otro futuro que el que inicie
cuando termine de teclear lo que ahora siento. ¿Consideran arrebato mis
acciones con la escritura? Hace unos días consideraba que solo tecleaba por
sed, por necesidad de hablar, de llevar a cabo una especie de rito, una
especie de levantamiento de los cadáveres; cuando dejas de oír tus voces
puedes armar las voces. Ella veía a Dios entre los dedos, yo veía la palabra
Dios y su deseo de pertenecer a algo sólido. Ayer te ví, eras tú. Con la ropa
de siempre. Delgada. De seguro apurada, sin ganas de hablar de nada
conmigo, también debiste sentir que te observé. Desde hace días vengo
llenando con tonterías mis inquietudes.
Experimentar conmigo, en mí, pero sin sonar pretensioso, sin sonar a que
uno fantasea sino es sincero. Cómo escribiría un capibara sus poemas de
amor. Igual, no tengo delirio ahora, ni deseo de incomprensión, solo el pan
diario de certidumbre, caos y miedo. Un poco de tristeza. Suena un alarma
de auto al otro lado, también pajaritos, un perro, algunos ronroneos de las
motos. Está pasando el tiempo: no hay otra cosa más que esto: esto es la
vida, la única que tienes, no existe esa realidad soñada dentro de tu cabeza.
Tienes que hacer y decir las cosas ya: escribir pensando en que todo acto es
un ya, una certeza, de lo contrario irás alargando esa enfermedad de
explicar “todo lo mío es un proyecto desartículado” No, piensa en todo
como piedras que hablarán los bloqueos que tu ves en el mundo, una forma
de llegar, de hablar, de explicar, de manifestar. SOLO EN ABSOLUTOS
puedes crear como quieres: libre y emancipado. Te recuerdas hablando de
lo que crees que son tus verdades. La fuente de tu verdad yace sujeta al
resto, tu corazón no es el resto, el resto puede objetar todo lo tuyo y
clasificarte. No es tu problema, en todo caso, tu problema es el que sabias
antes de usar el Facebook: que todo lo que no sea la escritura y lectura
como actos vitales, y la vida real diaria, es una pérdida de tiempo. En
verdad, te bastas con esto, de lo contrario estarás sumergido en naderías.
Pero son esas cosas que tu consideras naderías las únicas donde puedes
desarrollar lo que haces. De momento, al menos que se abran puertas.
Belén apostó por estar en otra lucha, más elevada, en la lucha espiritual, en
Dios, en una verdad mayor. Chispas, lo acabo de sentir. En el fondo, tu
búsqueda no puede ser buscar ser famoso mediante las letras, de lo contario
serás siempre un esperanzado de la aprobación de los otros. Y siendo así el
caso para qué entonces preocuparse de buscar o alcanzar un éxito, si no es
necesario ya que eso viene y va. No es seguir jugando a esa figura pública
tuya una forma de abdicar a cosas que antes considerabas vitales. Lo
curioso de esta época es que tenemos un marcado sentido de rechazo a
realizar acciones por considerarlas falsas o nada trascendentales. Mi vida
se va volviendo pura literatura, ¿quieres hacer esto el resto de tu vida? No,
quiero vivir realmente cosas: trabajar en un barco, irme a otros países, salir
de lo que observo diariamente. Me hallo algo intranquilo, en el fondo, solo
superando a medias aquella tristeza tan jodida. Lo bueno es que tengo cerca
a personas que considero mis amigos. Pero no debemos alimentar la
mediocridad, sino levantar el peso el vigor del alma. Seguir exprimiendo
todo el jugo a las estrellas. Seguir impulsado esos proyectos de la Gran
Quemada. No voy a ser solo un promotor. Lo curioso de mi época es que
tenemos miedo de manifestar lo que somos. Esto igual no importa, lo
sigiloso es el camino. Mi forma de ver el mundo, mi patética manera de
abrazar las cosas, la única manera ¿única? ¿y qué fue con el pensamiento
lateral, acaso no hay llaves abiertas ahí que expliquen tu sentir dentro de lo
que puede ser un acto creador? Escribir es concentrar fuerzas. No
dispersarlas, y ahora todo me hace dispersarme por todas partes: el internet
es un gran bosque donde me pierdo de una u otra manera, y pierdo el
contacto vital, con esos otros que tenemos, con todos, con la familia. ¿Y?
Mis objetivos hasta el final del año son acabar un libro sólido, que sea muy
bien hecho, poco reprochable. Ese es un objetivo sólido. Pero, ¿cómo es en
sí todo tú día? ¿Qué sucesos diarios quieres cambiar? Pues, a ver, despertar
temprano, quiero despertar temprano a escribir y correr. Esto, asumir esto,
es de una vez por todas desperdiciar el amor que siento por ti. Porque me
aferro tanto a un vínculo que fue físico y sexual, solamente. ¿Por qué? Será
porque en el fondo de todas las cosas vividas diariamente me sigo
considerando tu hombre, sigo considerando que tus ojos son los lugares
más hermosos donde puedo mirar el mundo, y mirarme, porque adoro ser
como soy a tu lado, porque extraño nuestros cuerpos abrazados en los
buses, porque extraño tu modo de tristeza, o de alegría, tus vestidos, como
te quedaba el cabello con moño, extraño tus ojos y tus abrazos. Y aquí
empieza esa faceta de perder el control, de volver a pensarte de muchas
maneras, de volver a sentirme perdido. Y aquí es cuando quiero entrar a
internet, hablar con alguien, olvidar de mí. Acepto todo lo que hice, ni fue
bueno ni malo, solo fue: es pasado. No lo necesito, puedo ser nuevo ahora,
hoy, en este instante. Me siento realizado y con ganas de realizar. Sin
embargo, cuando tuerzo un poco los ojos y me llega tu presencia, entre las
olas de las horas y las verduras del almuerzo, me acuerdo de tu forma de
ser, de amar, de permanecer. ¿Por qué insistimos en causas perdidas? ¿Por
qué insistimos en el amor? Mi ego me cierra puertas y me abre puertas, es
el que me arroja a narrar lo de ahora, lo que siento, o soy, o deseo, es el que
me mueve a conversar con Gianella ¿ayer no sentiste como asco al pensar
en la distancia de todo que hay entre ustedes y en la forma en que van
conversando? ¿Por qué seguir intentando nuevamente el amor en otros
cuerpos?

Okey, soy un mono consciente de lo que observo, que asume que nada
existe realmente más allá de nuestro sentido del mundo, de conciencia, pero
dentro de mi humanidad pienso y desarmo cosas, me hago confeccionista
emocional, de sentimientos, que son las emociones sino acciones que
invitan al cuerpo a reunirse con el alma – el alma, catarata de sangre,
bifurcándose en los ríos que nos pueblan-, o a recordarlo. Y si el alma es lo
que hace mover el cuerpo, las palabras son moléculas de emociones. Ahora
cuando digo todo esto y es tus ojos el que filtra entre yo y mi lenguaje tu
cuerpo quisiera confesarte todo: no he dejado de pensar en ti, es falso que
diga que ya no te quiero, cuando voy por las calles me acuerdo de nosotros,
nuestro amor nunca tuvo que terminar, porque era el amor, el más natural,
el único. Y así me lleno de formas de ausencia, no resisto ir a buscarte,
paso por tu casa y no estás. Te extraño, cuando llego a esta voz que tú
conoces, a esta forma de ser que tú conoces no resisto el deseo de que me
acompañes. Pero tú ya no querías estar a mi lado, debo admitirlo. Me lo
dijiste fuera de tu trabajo y yo no he analizado como debo aquella parte de
nuestra historia. Me dijiste que ya no me deseabas, ni necesitabas, que
buscarías a Dios. Por eso, mismo. Por Dios, y de seguro que ahora también
me extrañas pero jamás lo dirás nuevamente. Estoy perdido para muchas
cosas ahora, tratando de interesarme nuevamente por el mundo, sin saber
realmente qué hacer, a diario solo conversando por conversar, sin ti la
literatura no funciona del mismo modo, porque no me encuentro centrando
en un cuerpo del cual aspirar el resplandor. Te extraño. Y no dejo de
sentirme también patético, también amor, también imbécil.

8-9-16
Llamé a la hermana de Belén para saber su ubicación y quizás conversar
con ella. Pero no estaban juntas. Después me las pasé investigando en las
redes sociales sus últimos movimientos. No puedo, me siento desesperado,
con pánico, en momentos donde toda la soledad me asfixia y me veo
bastante destrozado. Hoy me reintegré a la escuela de trabajo. Mientras
escribía en la pizarra el tema de la Guerra del Pacífico, iba pensando mi
amor como una guerra, tuvo su origen, fue una campa primero marítima,
después terrenal, terminó con la firma de un tratado de distancia y un
acuerdo de olvido general. ¿Qué se puede hacer cuando se ama lo que ya
no puedes poseer? ¿Debo seguir amándote como un gusano e ir buscando
la manera de volver contigo? ¿Qué hacer? A TI siempre te importó más tu
orgullo, tu vida, tus cosas, y ahora que me entero de ti sé que la pasas bien,
que todo está bueno en tu vida, y que tu corazón puede seguir sin mí. Y eso
me parece como cursi, o loco, o demente, pero no sé, quisiera volver atrás,
a esos días limpios donde nuestra fuerza se concentraba en pequeñas
acciones inmensas: caminar, comer, hacer el amor. Dicen los especialistas
que ( ¿estoy creando mis ideas en base a afirmaciones de internet? ) Pues,
sí, a veces, hoy, ayer, estos últimos días de separación, ¿cuándo fue que
dejaste de sentir amor por mi? ¿en qué momento te diste cuenta de qué
podías seguir sin mí? Me siento asqueado, harto, de lo que soy y siento
normalmente. De mi tristeza que a veces se hace depresión, de jugar a
jugar, de ser ahora quién soy. Una pena y un asco me hacen verme como lo
que realmente soy: un imbécil atravesando el barro.

11-09-16

Hoy en un librito que habla de las relaciones humanas leiste que en realidad
no somos nada solos, que nunca seremos nada solos. Sin embargo, el punto
de vista que formamos frente a otros lo armamos en la soledad de uno, en
la búsqueda de uno, no como punto de vista, sino como modo de
explicarnos las cosas. Diariamente veo menos, y es que considero que ver
más es la cuota a pagar. Ser uno en mi familia, en mi corazón, en la
literatura, en cada uno de mis amigos, y ser ese uno siempre unido, siempre
para adelante, como si cada uno pueda cuidar al otro o decirle simplemente
calma, tranquilo, estamos bien, asegura esto, mejora esto, sal, camina, que
cada uno tenga un papel, un rol fundamental en este apuro, en este incendio
que viene siendo mi cabeza. Quisiera estar relajado y centrado, no ir de
tregua, en paz, de abiertas maneras, sensible, tropical, jodido, meloso,
tienro, clásico, rutilante, sin nada que decir sin nada que hacer, solo, coital,
marsupial, anacoreta, místico, enamorado de Belén, enamorado de la vida y
de Belén, profesor a tiempo completo, estudiante universal de cada cosa
que se mueva, amigo, y solo, y jodido, y vivo, muy vivo, vital, jaja, cómo
seguir con el engaño, te la pasas la mitad del mundo solo, si solo eres frente
a otros, tu modo de ser se cierra siempre como una gran concha peluda que
se lanza al mar llena de leche tu bilis ha incendiado algo de tu antigua
forma, jaja, pero no es el pasado, no, escúchame, es solo una manera de
seguir en lo mismo. ¿Te acuerdas la noche que leíste tu diario y lo
encontraste hecho una mierda? Nadie hará nada por ti, dice el Facebook de
Belén, y qué chuchas dice el mundo. Nada, ni para mí, ni para el mundo.
No me comparo para sufrir me comparo para mirar, más allá de mi rollo y
mi espanto nada, solo mi voz que se abre o cierra según las temporadas
climáticas del ser, de meta siempre es llegar lejos, arriba, hasta la soledad
última. Los ojos se hacen viejos cuando uno se queda mucho tiempo en
casa, mirando las cosas del pasado. Mi casa ahora es la infancia perdida, es
lo que mi prima Gaby dijo sobre el coche del abuelo golpeándose contra un
poste. Cosa que no recuerdo. No me dice nada el mundo. El mundo, mi
país, nada me ata a nada, a ninguna parte voy y de ninguna parte llego. Es
solo una manera de agregar más claridad a mi, la que voy narrando es
también el sufrimiento de los que no pudieron hablarse a sí mismos hoy y
se la pasaron jodidos en su tristeza.

Se injusto contigo, nunca lo has sido, es más, apaga ese tú y sal a ver el
mundo nuevamente. Tu puedes seguir cualquier rumbo, estás hecho para
seguir reproduciéndote, eres el universo, mis mensajes que se hunden son
una forma de tomarte la mano. Estamos juntos siempre, nuevamente deseo
verte y esperarte. Quisiera volverme nuevamente muchacho para llegar con
esa luz pura que amaste. Amor, es difícil continuar sin ti, me he vuelto
adicto a recordar nuestras cosas: mirar excesivamente esos pasajes me llena
de una estación sumergida total. Me sigue pareciendo rarísimo el mundo,
soy de un país que no tienen ningún sentido fuera de su gastronomía,
quisiera contar un poco lo que he visto hasta el hoy, pero el hoy es un
molusco con demasiados sabores. Se me hace una necesidad moverme
hasta tocar las espumas moradas, el sol, otras montañas. Yo que solo he
visto mis cerros como un rebaño enterrado en la neblina y he perdido a una
amada como quién se aleja de un agujero hermoso. Y nadie ha dicho nada,
nadie a escrito su corazón como pasaporte en mi mano, una voz se
armoniza con todo he dejado de sentirme parte de papel, solo quiero ser la
luna redonda.

15-9-16

No hay caminos armados para un poeta en esta ni en otra sociedad: uno los
arma todos y los abre todos. Es la única manera. Ayer chateando con Oscar
Málaga lo comprendí. Me dijo: ya estás en la poesía, ahora empieza el
trabajo.
(Y ahora entiendo, capto, que sí, es cierto, necesito ese aliento, aunque sea
mísero, porque la soledad es inmensa y hermosa, pero el amor está en otro
cuerpo, en un vínculo ridículo que después, claro, debemos volver a
destruir. ¿Voy a seguir viviendo como un adolescente cada una de mis
caídas de mis reflexiones? ¿Cómo se hace el carácter? Es la época de todo,
y de nada, todo se da, nada importa, es una gran inmensa contradicción esta
vida)
Por otro lado, mejorando diariamente: dejemos los remedios rápidos para el
divertimento filosófico, no para curar heridas, para el puro divagar, esa
baba de la que sale todo y regresa todo, esa constancia de rechazar de
pronto el mundo para hallarme mundo. Esa es la cuestión con relación a mi
forma de salvarme después de terminar con Belén. Diariamente, ex amor
mío, te borro: te borra el sudor que chorrea por mi espalda, te borra mis
ojos navegando con dirección a las palabras que son mariposas dormidas, o
pulgas, o galletas de animalito que uno va deglutiendo lentamente. No hay
caminos, sino el que uno va trazando diariamente. Diariamente la
posibilidad del poema enmarca lo que siento con relación a la búsqueda: es
cierto lo que dice Lalo Borjas, escribir poemas es hallar una dirección, un
espacio de caminar y cantar.

Por otra parte: va enserio lo de tener mi propio taller dónde hundirme a leer
y seguir con mi literatura. No puedo hacerla en casa. En casa tengo a mi
lado todo para distraerme, incluyendo el internet, la familia y otros asuntos
igual de maravillosos.
Depende de cómo uno observa el asunto y, como dice Alfred Atller ( ¿así
va su apellido? ) somos una melodía amplia, no podemos ver sino una
claraboya de nosotros, y siendo así, lo que nos determina es como uno se
cuente la historia. Cesar cayó del barco ni bien bajó y dijo “África, yo te
poseo” Esa frase cambió la interpretación medio negativa que se le puede
dar a un acto de esa calaña. Eso, eso según el mismo autor, hace que la
realidad no sea, en sí misma, causa y efecto, sino sea un eterno interpretar
lo que vemos, y reinterpretarlo. Un bosque de símbolos.

Símbolos que arrojan todo tipo de colores, sonidos, sabores: pero no solo
somos sentidos ni sentimiento, sino que tenemos un Sentido, y desde ese
sentido se puede ampliar todas las experiencias.

Otra cosa que debo aprovechar ahora es congregar fuerzas, energías, hacer
que todo lo que caiga en mi campo de atracción sea absorbido para lo
INMERSO: Si todo se acerca a mí y todo se traduce en mí, puedo tener
más colores con los que ir pintando mis cuadros, mis planetas, mis
sombras, mis letras. Es la única forma. Entonces uno se halla en ese lugar
accesible solo cuando se puede gozar de tiempo, de paciencia, de
serenidad: el campo del presente, donde -según el discurso de recibimiento
de Nobel de Octavio Paz- uno junta la contemplación, el camino que te
lleva a sentarte y revisar lo que leíste e intercambiar toda clase de
proyectos, de todo tipo: eso es el estudio diario que buscas. Pero, ¿quién de
los que forman tu constelación es el que hoy caminando por Lima te hundió
en la pena? Toda gran exaltación del ser o de la nada se desbarata cuando la
canción-río se apaga y volvemos a nuestra madre originaria: el silencio.

Es que, si bien, uno siente que se acompaña y se distrae demasiado de los


deberes que debe cumplir, lo cierto es que no hay nada como no cumplir
los deberes, como hacer lo que quieres, el hacer lo que quieres, llamado
hueviar en mi país, es la forma más sutil y directa de llegar a eso que
algunos llaman rebeldía. No hay otra faceta que me devuelva tanto al fluir
que me gusta que no hacer nada duramente muchos días y así, después, ir
asimilando que no estoy hecho para maratones. Pero por otro lado, la lucha,
MI LUCHA, va de la mano con el hecho de seguir intentando una forma de
vencer mi desnutrida voluntad: no tengo fuerzas, pero la busco, ¿qué
fuerzas busco? La de llegar a un plano y no regresar. El Facebook es un
gran distractor y uno juega y termina cayendo en el juego de muchos
modos. Es inevitable no meterte a ese juego de saber qué dijo quién y qué
se comentó de tal tema. Es inevitable cuando ya aparecer y eres parte de
ese colectivo, de esa unidad. Lo que me gusta es la gama de personas con
las que se puede uno topar y re encontrar y conversar. Pero nada más, salvo
eso. Lo demás es una gran pérdida de tiempo. Dije que tenía un espíritu
demasiado famélico para continuar con los juegos pero mentí: en el fondo
me gusta saber la vida de los demás, porque no pierdo mi identidad,
¿identidad?, al ver a los otros. ¿Por qué compré una chela negra hoy si ya
era hora de hacer las tareas? Por eso mismo, por no querer hacer nada, por
querer beber y sentir en el viaje negro del alcohol aquel abrazo que ya nada
me da, ni si quiera la música, porque soy de los que buscan en la música
una especie de refugio para insistir en sentimientos que son frágiles y
sosos.

No estoy a todo mi potencial: ese mi primer desconcierto. Ya pasó la noche


de beber y libar, ahora me toca el trabajo honesto y sincero, en la
penumbra, el hacer aparecer esos poemas, kilómetros, que me pueblan.
Necesito una especie de limpieza, no decirlo en estos bosques que formo al
pronunciar con mi vida, no solo mis ojos sino de los que me amaron y
vivieron conmigo, pronunciándome pronunció todo lo que me rodea, y todo
lo que me rodea es todo lo que soy. Ser social que ama la soledad, aunque
extraña también, ese paisaje, esa orilla que da la humedad salada de una
mujer a su lado. ¿Por qué me apreté tanto contra el alma de una muchacha
que era tan diferente a mí?

MI MANTRA DE HOY:

"Desde la edad de seis años tuve la manía de dibujar la forma de los objetos. A los 50 había
publicado infinidad de dibujos, pero todo lo que he producido antes de los 70 no vale nada. A los
73 aprendí un poco acerca de la verdadera estructura de la naturaleza. Cuando tenga 80, por
consiguiente, habré progresado aún más; a los 90 penetraré en el misterio de las cosas; a los 100
habré alcanzado, ciertamente, una etapa maravillosa; y cuando tenga 110, todo lo que haga, ya
sea un punto o una línea, estará vivo. Escrito a la edad de 75 años por mí, en otro tiempo
Hokusai, hoy Gwakio Rojin: el hombre anciano loco por dibujar."

Hokusai (Gwakio Rojin)

16-09-16

Te borro y no te borro,
te observo en la yema de mis dedos como humito dorado,
bordeas mis cosas, te hallo en los resquicios de la ropa, en el cuello de la
chompa, en los cables que conducen la luz.

Te borro y no te borro,
las nubes lechosas cubren el cielo:
no tengo más bitácoras que volver a encontrarte y decirte un mundo de
mentiras.

Hoy es horrible incluso sentir que la felicidad que va y viene ya no posee tu


nombre, ni tus ojos marchitos, ni el firmamento de tus labios. Las
comisuras
de colores son los cordeles encendidos
son la misiva de tus ojos.

Alquilo este día, reservo el derecho de admisión


Para que si te asomes
Sepas que no solo los ríos tienen la piel inconmensurable
Y que el olvido posee memoria.

Hoy quiero casarme contigo


Esperar al final de los paraderos
El cortejo de buses melancólicos
Y la billetera cargada de posibilidades
E ir caminando así como si nada

Hoy quiero reunir mis esperanzas


para hacer una pira
Un castillo de arena u orilla
Para que tu memoria sea
esa canción que danza

Hoy quiero hacer un acto de magia:


retroceder el tiempo
hasta llegar a la fecha
en que no significabas nada
y el abismo era una palabra
escrita en un árbol

Hoy quiero reír y esparcirme en la cama:


que sea toda la colcha nuevamente mi reino:
insistir en los canales de televisión
Y entrar bajos las frezadas
como dentro de la piel de una ballena
como quién bucea o se hace crisálida
pero no, no puedo
estoy en un aula de clases,
te perdí
escribo esto para recordarme
como era hoy esta forma de quererte y no,
de quererme y no quererme en ti, amor.

Pues bien, ahora que de nuevo regreso a esta orilla y bla bla bla. Me
descubro nuevamente, incluso puedo desvestirme y lavarme los dientes,
escribir lento: la pena se va disipando y aparecen las formas de los objetos.
Ya no son fantasmales. Son visibles y conmueven. La pena es una película
sobre la realidad. Suena de fondo el tren, es hora de dormir, pero también
es viernes por la noche y no quiero irme a la cama sin confesar que debo
seguir insistiendo en mis proyectos. Hacerme un solo y largo camino
tensado de posibilidades: es decir, creo que, como los músculos del cuerpo
o nuestra forma de enamorar, tenemos que fracasar e intentarlo, sí, hasta
llegar a un criterio, a una rutina de creación diaria. Hoy descubro que no
tengo una rutina para sentarme a crear o hacer algo, sea escribir, o
simplemente hacerme preguntas. Las hago cuando puedo y hasta mis
veinticinco años solo he ido sumando posibilidades, quejas, y penas: todo
lo que hace alguien que se hace bolita y evita la realidad. Una forma de no
mirarla es buscando escusas. La tristeza debilita y exalta. Hoy descubrí que
Nelcy es quizás la mujer de mi vida. Con ella no podría perder. No he
olvidado a Belén, y tal vez, cuando ya ni me importe. Tal vez. No he
olvidado a Belén, ¿cómo? Dos años forman un solo carácter con dos
objetivos distintos, en esos dos años de convivencia los dos pasamos a ser
un ser en dos versiones. Mi yo es el yo de ella con mi propia identidad.
Pero vivo siendo ella un poco.

Cuando ya no me importe saber de ella y de mirar inquieto la ventana de la


casa. De mirar en el filo de la ventana a ver si pasa, a ver si pasa ella o una
de sus hermanas, verla como una especie de obsesión, ¿me ayuda verla, me
hará feliz, contribuirá a mi futuro verla pasar por la ventana? Nada, de eso,
nada, pero no puedo evitar acercarme, abrir los ojos y espiar la pista. Ella
pasaba antes, ahora ya no pasa. No sé nada de ella. Y quizás, como vengo
diciendo arriba, esto de crear también es una decisión: estaba pensando, el
otro día, cuando me venía por el micro y miraba los puentes amarillos y los
paraderos sombríos que quizás lo que necesito es plantearme una hora o
dos de solo creación, para eso he pensado alquilarme un cuarto cerca o
lejos de mi casa, cosa que siempre que converja a ese espacio sea para
crear, hacer, pensar, planear, sobre todo, hacer arte: creo que el único
medio de lograr mis poemas, mi arte, es tensar todo mi potencial: que todo
conduzca al verso: que todo sea un ejercicio que anteceda a la belleza: el
camino siempre será el poema: el poema que es quizás todos los modos que
tenemos de seguir aprendiendo AUTOCONTROL Y
AUTOCONOCIMIENTO Sin Embargo, no puedo evitar desbarrancarme
intercalando un día ¿también es rutina internarme en los internets de Lima
con una cañita saliendo de una chela de cerveza negra a ver el Instagran de
Alberto Fuguet? Como viaja el chileno, como vive, su vida es una película
indie; mientras tanto yo pruebo esos caramelos de menta que dejan la boca
picando y bebo mi cerveza hasta que la borrachera llega a mis sesos y me
siento mucho mejor. Sí este ejercicio de hacer arte es un músculo debo irlo
practicando en todos lados. Estuve viendo un vídeo sobre la memoria y el
aprendizaje. Hay tres tipos de memoria, como hay tres cerebros, y como
hay tres modos de llegar a un conocimiento. El primer cerebro es el que
recoge las primeras impresiones, es el neocortex; el segundo es el que nos
emparenta con los animales, el cerebro límbico, donde siguiendo el proceso
de la memoria se puede capturar un aprendizaje por una o dos horas, antes
de que pasé por la espiral del olvido; y finalmente, llegamos, al cerebro
más central, de los sentidos más instintivos, el reptíliano, que dentro de la
memoria conformaría la memoria infinita, todos esos bites de información
que podemos usar y re-usar, siempre que sigamos ejercitando nuestra
voluntad y nuestro aprendizaje. (Seguir leyendo todo sobre el aprender a
aprender: escribir poesía es eso, también: es un modo de aprender el mundo
y desaprender el mundo: todo poeta educa a los hombres y muestra otros
derroteros) Bien, me alegra que mañana sea sábado ¡Me alegra como
mierda! Voy a escribir los versos más hermosos. Punto. Y ahora, a la cama.

17-9-16

Textos escritos en diferentes papeles I:


A) El análisis no es SUFICIENTE: La mente puede cambiar al cerebro.
Gracias a esto se puede desarrollar la EMPATÍA. Para tener una estabilidad
dinámica se requiere: 1) Hacer pausa, hasta que disminuyan los espirales
negativos; 2) El trabajo está bueno para mí (pensar así); 3) El cerebro
amenazado reacciona y no cambia; 4) La emoción lleva a la acción. Ver,
sentir y cambiar. INSIGHTS, ayudar a pensar, no pensar por ellos.
Imaginar el futuro. Pronto van a fotografiar el cerebro a la hora de contratar
personas. Tenemos una capacidad límite de amistades: 120 amigos.

B) Quiero cantar tonterías- en la tele que me pagen por eso- juntarme con
todos los animalitos- y girar con Cindy Luper en una esfera- Siempre
estamos esperando noticias.

C) Se puede entrenar para ser diferente. Querer cambiar. 1: Agrupar hojas;


2: rascarse la nariz; 3: abrir computadores; 4:coger comida; 5: peinar; 6:
picarse; 7 rascarse la cabeza; 8: abrir huaquitos; 9: pelar fruta; 10: adorno
del pelo; 11: adorno de la ropa; 12: arete (No me acuerdo en qué contexto
escribí este listado ¿?)

D) De todos modos, cuando un tema se presta a controversia – y cualquier


cuestión relativa a los sexos es de este tipo -uno no puede esperar decir la
verdad. Solo puede expresar cómo llegó a profesar tal o cuál opinión.

E) FOX P 2 Gen de Lenguaje. La palabra es salud, el lenguaje cura.

F) Aprenderte todas las calles de SEREMSA. Repetir decenas de veces:


Lóbulo parietal y orientación y sentido de uno mismo. Cacioppo; Luis
María Pescetti.

G) Música de Baile – Música de Dios – Música de la atmósfera. Imaginar


no vale: hay que ver: ver la neurona.
H) Vi a una muchacha andar+ahí va +va+ba+ba+música de la
boca+camino el suyo+ ¿era esto todo?

I) Río de cocoa -a un ladito del césped-temblorosa como alma-


UNIFICACIÓN

J) Dibujar el cielo y las comidas. Todos en un círculo detrás el cielo como


ovejita. OJOS: Pasto, nubes, cejas, cabello. ¿Pesa el amor? ¿Nos mete a n
solo y seguro camino? ¿Cuál es el retorno? Todo está pasando rápido Y es
irrepetible, único: el cerro, el cuerpo, es un estado de piedra. Absoluto
enderezamiento. Hoy.

K) EFECTO FLYNN. Me recuerdo recordando rostros Moviendose


aleatoreamente en mí ¿ Los conocía? ¿ Existe esta señora así como la
dibujo en mi cabeza?

L) Boards of Everything y is Balloon. Fabiana se representa con sus


juguetes. Prosopagnosia: no reconocer caras.

LL) Si todo lo que puede conocerse son las impresiones de los propios
sentidos ¿cómo voy yo a conocerte a ti? ¿Acaso no estamos separados de
los demás indefectiblemente por los muros de nuestros cuerpos? Si esto es
así, entonces parece necesario que se dé una facultad especial (…) que me
permita alargarme más allá de mis sensaciones y plantearme en ti;
empatizar con tus sentimientos, algunas pensadores del siglo XVIII la
denominaron imaginación.

Lo que dice Hinostroza sobre su generación es bastante significativo. O


sea, que trabajar es el sendero: no hay otros caminos. Incluso esa idea de un
griego o un peruano: entiendo, lo universal que puede ser encarar ciertos
temas. Entonces, me pregunto, ¿cuál es el tema de mi época? ¿cuál es mi
época? Es cierto que lo curioso de ahora es que conviven al mismo tiempo
todas las historias rotas de los años pasados y las que se levantan tienen de
antemano una posibilidad bastante frágil. De momento. Hay unos caminos
que se pueden ir armando relacionados a lo que ocurre dentro del mundo
del internet, que ya es un sistema bien regido, que domina lo que somos en
todos los niveles, ¿de qué modo cambió nuestra forma de relacionarnos? La
inmediatez satura y libera, descarga, se pueden percibir atmósferas
extendidas, celebradas, de actitudes y tendencias. La red hace que toda la
intimidad sea visible en el mismo instante en que uno vive la suya. Pero,
claro, hay una fracción de verdad y mentira, ¿pero cómo descubrir quién
representa o vive su representación? Esto como tema amplio, como tema
largo y tendido: esto como el tema de fondo. Me acuerdo que el año pasado
estuve meditando sobre la empatía y sus posibilidades; la neurociencia y la
poesía, la palabra como cura, como una forma de conocimiento o curación,
una manera de llegar al otro, se abrir nuevos espíritus (que pueden ser tipos
de conciencia que se anclan en uno y se liberan mediante el embrujo de las
letras, que son nuestros modos de representarnos el mundo) Y esa
explosión de posibilidades, de ríos que convergen, mezclan todos los tonos.
En la red social, Facebook, se puede ver como todo el mar de la poesía de
mi país es arrastrado de un lado a otro. ¿Cómo son las aventuras de otros
países dentro de la red social? Podría ir investigando. Antes asumía que me
quitaba tiempo el uso del Facebook, ahora creo que mientras uno persista
en lo suyo, se concentre en todo momento, puede estar tranquilo sea donde
sea. Es inevitable: nuestro tiempo vive esta revolución y no puedo
perdérmela. Por otro lado, sé que la revolución es otra, es una ruta que va
dentro de uno, y lo va desnudando ropaje por ropaje.

Todos dicen, al mismo tiempo, y como todos hablan no se escuchan las


voces más altas: para ello se necesita distancia. Mucha distancia y
compromiso.
En paz con la familia, más concentrado, más hambriento, con sed, haciendo
ejercicios diariamente, huyendo de los relámpagos que me traducen
nuevamente lo que fue Belén, voy y vengo, yendo y viniendo, de lo que fui
y ya no seré. ¿Estoy bien? Sí, afirmo que hoy fue un gran día. Iba pensando
que quizá debo gestionar mi forma de hacer las cosas de muchas maneras.
Okey, entonces debo insistir en devorarme la época ¿en qué anda metido la
poesía hoy en día? Por un lado, hay una aceptación de una libertad que, me
acuerdo, ya intuíamos con la gente de Tajo hace años: el hecho de que se
borren los géneros y se diluyan los sentidos tradicionales, de que el arte sea
de un modo y manifieste algo, generará su extinción. Ahora pienso que
éramos unos niños hablando tonterías. No hay manera, uno está solo con su
posibilidad y bajo ese criterio, observa, abre: lo que vengo pensando es que
quién tengo más acceso a contenidos, sean vividos, leídos, gozados, y tanto
musical, podrá traducir mejor todos los colores sociales y confidenciales de
nuestro tiempo.

Yo voy a escribir mi generación, con la experiencia de uno, hablo de la


experiencia de todos. ¿Qué debo saber de mi tiempo? Por un lado se ha
desarrollado todo un camino inmenso dentro de la ciencia, y una conciencia
de ya no tener claro lo que uno desea. Hace unas noches soñé que mi
conversaba con mi tío Lucho y hablando de un tema y de otro termina
preguntándome ¿y cuánto dinero tienes? Cómo creo, hasta donde sé, que
uno crea sus sueños liberando el inconsciente, la pregunta me la hice yo a
mi mismo usando la imagen de mi tío. Obviamente lo del dinero es
esencial: lo que uno tiene que hacer si desea escribir CON TODOS SUS
POTENCIALES es llegar a ser INDEPENDIENTE. Si logro ser totalmente
independiente puedo ayudar a mis hermanas y a mi madre, de alguna
manera. (Cuando leo lo que escribo en mi diario, veo que más bien, a
veces, me siento a reflexionar, como ahora, y otras me siento a dejar escrito
pasajes perturbadores y otros, etc.) Si desconecto y conecto todo lo que voy
aprendiendo, desaprendiendo y conocimiento, y etc, puedo buscar la mejor
manera de llegar a esa independencia: o sea, yo elijo como hacerlo. A mis
25 años puedo asegurar que mis delirios de escribir poemas se sostenga o
me detenga. Vaya, es cierto eso que asegura Antonio Porchia, El hombre lo
juzga todo desde el minuto presente, sin comprender que sólo juzga un
minuto: el minuto presente. CORAJE.

19-09-16

SUEÑO DE ESTE INSTANTE: tener toda la poesía que se ha escrito y


comentado -de todos los tiempos- hasta el momento en la cabeza: y que
después, me tumbe en una cama y me quede dormido.

Bueno, vengo leyendo muchos blogs, mirando Facebook, analizando


comentarios, conversando con gente, leyendo y picando de todos lados. Eso
hago, investigo: hoy descubrí que Victor Coral tiene un libro sobre José
Kozer con una larga entrevista. Hace poco leí su novela MIGRACIONES y
se me pasó la oportunidad de comentar sus impresiones. Me gustó el
proyecto del cubano de arrojar “todo del alma” Leí una reseña que hace
Feliciano Mejía sobre su experiencia en Hora Zero. Lacera a Tulio Mora y
a Jorge Pimentel. Por otro lado, leí los últimos poemas de Victor Ruiz, que
me parece como guiados por un cansancio, una distancia, aunque muy
diáfanos. Descubrí que Mario Pera reseñó algo del poeta Gunnar Ekelof, de
quién me sentí muy muy cercano, y quisiera leer más (llegué a él después
de ver el epígrafe del poema de Jorge Teillier) Los poetas del noventa y
dosmil ya salieron del país, hacen sus posgrados y siguen estudiando. Ellos
han hecho ese camino de irse a los EEUU. Oscár Málaga también viajó por
esos lares y visitó esos parajes, junto a un poeta del grupo Kloaka de quién
me olvido ahora su nombre. Ah, sí, Roger Santibañez. Estuve hace poco en
un recital en Amazonas, escuché poemas de Jhony Barbieri, Mariela
Troyano y otra poeta (amiga de Calvo, no recuerdo su nombre) También
otro poeta de Hora Zero, no recuerdo su nombre. Y bien, ¿qué conclusión
puedo sacar de todo ello? Incluyendo el excelente texto de Hinostroza.
Pues, no lo sé. Ninguno supongo. También, en otras distancias, vengo
leyendo a Ernesto Carrión.
¿Debo solo centrarme en una propuesta o ir como ahora de mutación en
mutación?
Lo curioso, o contradictorio, es que, si bien, ahora puedo saber de todos o
conocer algo más de sus propuestas e irme retroalimentándome, lo que me
gusta todavía (aún) es aquello que se forma en la soledad, ahora, por
ejemplo, cuando no hay otro movimiento que sea reemplazado. Esa lentitud
que da el saberse uno en cada aliento es la que me permite trazar otras
bitácoras… Hace tiempo que no abro mis carpetas donde yacen todos los
ojos que he tenido, todas las formas de mi rostro. Solo eso, espejos que dan
luz o sombra, un poco de iluminación entre tanto pasatiempo o deseo. Más
allá de cualquier rama, siento que:

1)Me interesa, como en José Emilio Pacheco, la posibilidad de ser testigo


del instante (puedo trabajar buscando poetas que siguieron esa ruta y ver
hasta dónde se puede llegar con ella), pero esa voz que aparece en mis
poemas no es sino la que ahora se ha popularizado (“el desnudo es la
vanguardia” o “la vanguardia es el desnudo” según enfatiza los Sub 25)
Bien, acierta, pero ese susurro de palabras, un poco de condescendencia, es
el único apremio que necesito.

2)Desde que tengo Facebook gran parte de mi atención se centra en ella.


Cuando hago algo, como estar con mi hermana, tengo una gran parte de mi
atención configurada en ver si alguien comentó algo que subí, o si alguien
le dio Me gusta a cualquier cosa. Ese es un riesgo, teniendo el tiempo que
ahora tengo, muy reducido, todo lo que necesito es centrarme en volver a
leer más a fondo, clásicos, tal vez, novelas, enteras, y no ir solo por las
tangentes. Entonces sí, es un riesgo, de modo que debo tratar de usarlo de
la forma más objetiva. Por ejemplo, la foto que ahora subí en mi perfil
¿realmente representa algo? El espejo de ayer que reflejaba la ventana de
mi casa, ¿qué dice? Mi foto de Picoro salvando a Gohan, de Dragón Ball,
evento que siempre me hace llorar o sentirme de un modo especial.
Representa algo o no. Ni modo, el asunto de saber que “estas” en un medio
donde “se te ve” de un modo “hace” que uno se ponga inexorablemente
paranoico. Pero, ¿y a la verga? Porque este atolladero, si nadie realmente
observa como uno piensa o es. Sino el juego de reflejos. ¿Qué sigue de
saber esto?

3) Poder volver a mí siempre no solo es una oración, debe ser un rito, una
especie de resistencia, a todo. Bien, no quería decir esto, es que, sí, el
tiempo que tengo lo tengo bastante partido. Si, solo se mira la condición de
lo actual, lo que ofrece el panorama de Lima no se hará nada, necesito
seguir indagando y leyendo. Y viviendo cosas, por eso.

4) Hay una idea que me recorre últimamente y es lo del lenguaje riguroso,


¿qué significa el lenguaje riguroso en sí mismo? Veo a un pianista que
adoro pasando sus dedos por el teclado y mirando simultáneamente un libro
de música y me imagino que se puede aprender a tocar la música de ese
modo. Volver a los más alto, eso me hace falta, para volver a tener un
sentido de dónde caminar. Me acuerdo que el año pasado, sin Facebook,
solitario como una sanguijuela en un charco a orillas del baño, me pasé
mucho rato leyendo a varios autores y alejado. ¿Debo quedarme con lo
esencial?

5) Esta semana pasada probé leer mucho y de forma simultánea, esta


semana que inicia voy solamente a leer a Vallejo, en relación a la poesía, y
no voy a entrar al Facebook, salvo para ver sí Miguel I. me va a jugar su
libro, y si Rafael R. me va a pasar el pdf de su amiga poeta también. Por
otro lado, hmmm, no veo otros inconvenientes en salirme del Facebook
( ¿dejar de hablar con Nelcy, tal vez? ) Me acuerdo que un poeta
ecuatoriano explicaba que solo podemos hacer planes de una semana, okey,
seguiré sus consejos.

6)CASA ES MI PROYECTO LIBRO, digamos. Lo publicaré cuando lo


tengo listo, obvio. El primer libro será C; después A; después S; y A.
Intuyo que la bitácora del libro va a ir mutando. Debo centrarme en, así
como ahora que hago ejercicios mi cuerpo me pide diariamente más y ya se
hace costumbre, encontrar una costumbre para crear, de la manera más
rigurosa posible. Y paralelamente, textos que salgan del proyecto central,
que sean de diferentes enfoques, y estilos.
7) ¿Cuál es la exigencia de la época? Todavía no me respondo plenamente
esto.

8)Buscar un espacio diario. De media hora. Diaria. Para aprender idiomas y


abrirme a más lecturas, poemas. Etc.

9) No dejar los ejercicios. Ready.

10) Usar el pensamiento Lateral para aplicarlo a esto que hago con las
palabras. ¿no es acaso limitante el mismo uso de la palabra POESIA o
POETA?

22-09-16

Bien, mientras tanteaba en la orilla de la vereda el cambio de semáforos


pensaba que este día estaba como para rotularlo: “compré huevos de
codorniz, una luna, tres limones, hierba luisa y un nuevo cuadernito de
colores” Es que, también, estás acciones, que están todo el tiempo dentro
de mi mente, tanto sea de camino a cualquier lado, como de venida,
comprar, tener algo en el estómago, algo con que ver la película de las
avenidas que pasan, de las cuadras oscuras por donde doblo, de los
mercados, algo que sacuda un poco el bajón existencial. Es que, este “bajó”
digamos viene entre semana, se presenta después de las dos y me ataca con
una especie de apatía. Hoy no fue tanto así. Y si le tengo ya la placa
apuntada, es que lo conozco de alguna manera. Son estados que se limitan a
un sentido vago e impreciso, dónde, digamos, me ubico fuera de mi
“poetizado corazón” digamos, y me veo arrojado a este diario vivir, a esta
sensación de que, no hay futuro sea el que sea, ni pasado, solo este
ingobernable presente por donde zigzaguean pelusas, o pelitos, que no dejo
de observar, como para refrescar un poco los ojos.

Entre otras cosas, no sé como sé hace, pero quiero seguir intentando cierta
bondad, cierta ética, cierto modo de actuar. Hacerme masajes, ayudarme,
estar en constante cuidado de que hago o no. Pues, por otro lado, soy el que
cuando se emborracha no puede dejar el vaso, y bebe (como el miércoles
que vi a Meylin) hasta sentirme una fiesta entera. Pero esos estados, como
los que genera la droga, son una delicia precisamente porque nos ponen a
un lado del camino (fumando el humo mientras todo pasa, cantaba Fito) Es
que las puertas de la infancia, los jardines, la sorpresa de todo se abren de
golpe, aunque después dejen solo una incertidumbre y un deseo de cama,
sopa de pollo con fideos cabello de ángel, papá amarilla, y que tenga una
textura blanca, que se quieran soplar en la punta de la boca, y que además
vengan acompañadas de una mujer que te ama. No deseo sino otra cosa
después de la embriaguez.

Mi abuela me sigue lustrando los zapatos. Lo hace de forma silenciosa. No


quiero seguir en casa pero mi negatividad no debe limitarme a sentirme
ahora aquí, en los paredes mentales que nos hacen llamar familia. Aunque
no los conozca: hoy, al final del almuerzo, me sentí indefenso entre la
soledad de mi abuela, su soledad, la de quién solo desea compañía (¿esta es
también mi soledad? Estoy viendo un espejo) Bueno, estaban las dos en la
mesa. Y sentí pánico de sus estados de profundo abismo. Nada en casa nos
juntó en el pasado, salvo ciertas alegrías que duraban lo que los suelos del
abuelo, o cualquier dinero que caía daba: en el fondo así se fundó el
romance en casa, como una especie de programa de amor y de seguridad. Y
quizás, quién sabe, si no sea esa misma seguridad la que buscaba Belén. La
seguridad del dinero. De ganarlo y tenerlo. Poder llenar la refrigerado,
comer bien, poder pagar el cable y el internet.

Yo no puedo darle eso a mi familia, ¿tengo una? Mi hermana es mi familia,


y mi otra hermana, y mi madre, y mi abuela. Y claro yo quiero irme de casa
como Kerouac a conocer el mundo. Un amigo me dijo, la otra noche, en un
bar de Lima que “todo está sobrevalorado, los amigos, las personas, la
familia, uno mismo” Tiene treintaytres años, y pronto sacará una serie de
revistas a la que me invitó también.
Hoy volví a la universidad. La soledad y los recuerdos ya no me generan
nostalgia. Miré las paredes rojas, el pasto crecido, una banquita con los
cuadrados como de ajedrez destrozada. El tiempo es el único unicornio
perdido. Suelo despertar ahora temprano. Voy al trabajo sin molestias. No
dejo mi libreta de colores de lado y mi lapicero. Son mis dos herramientas.
De lo contrario me hallo perdido. Quiero seguir escribiendo hasta que la
muerte me separe, de las palabras, de estas noches, de estas
contradicciones, de tantas palabras que solo son eso, palabras (como decía
un profesor de la universidad: carecen de bondad, de sentimientos, solo es
aire que vamos expulsando de los labios. Y esto me recuerda al fabuloso
Jorge Teillier con su “respiramos y dejamos de respirar”) Vaya, a gatos
demasiado exaltados me he arrimado. Mejor así.
Bien, este día también pudo ser rotulado como “encontré diez soles detrás
de los libros pero decidí gastarlo en otras cosas” Sí, rápidamente, se me
hace costumbre esto de comprar. Y lo de la mariguana era un buen negocio.
Pero, creo, que debo iniciar mi camino de otra manera, no digo que no voy
a fumar, sino que no puedo encontrar soluciones en algo tan pasajero y
etéreo como el alcohol o la mariguana. El efecto de la literatura deja más
raíces en el cuerpo, es un efecto más duradero y mejor. El ejercicio
también. Necesito seguir esta rutina.

Ya me estoy haciendo el hombre que no sabe nada de Belén, pero es cierto.


No sé nada de ti. ¿Me piensas? Ayer soñé contigo y como suelo amanecer
con poco tiempo antes de ir al trabajo, solo apunté algo breve y melódico
en mi cuadernito de colores. Algo como que la pena es… o el amor es…
Suelo iniciar, por rutina mental, poemas con ese verso, el famoso es… que
permite lanzarse a buscar y encontrar analogías. Pero no te encontré a ti, al
final del verso ni al inicio.

El sueño iba sobre un edificio grande y raro, con cuartos, al cual yo


regresaba con raras intenciones y te encontraba. Para variar seguías como
la última vez que te vi, porque la última vez que te vi no eras el amor de mi
vida, no eras mi chica punk, ni mi amor, sino estabas transformada, me
decías que habías meditado tus decisiones y ahora eras más consciente de
que tu camino era seguir sola. Al siguiente día, me acuerdo, que te mandé
un meil tonto y tristón. Vaya, acabo de ver el calendario del meil que te
mandé y ya son casi un mes y tres días los que llevo sin hablar contigo.
Ajá, casi dos meses y nada de ti y en el camino muchas cosas que contarte,
nada de ti. Nada.

El sueño iba de tu rostro, el último que te vi, y de mi miedo. Sí esta noche


regresáramos, ¿a dónde iríamos? Ni idea. Algo de los dos murió. Morimos.
Me acuerdo que en otras épocas necesitaba solo buscarte para regresar.
¿Dónde estás? Hoy, en esta noche que todavía me queda, que terminará
cuando cierro los ojos en un rato, quisiera pedirte disculpas, porque tal vez
no fui la imagen que miraste en mí, sino este muchacho que todavía sueña
y desea crecer y creer. Dónde te halles, aunque nunca recé ni crea en
dioses, te deseo mucha, mucha luz.
12-09-16

Vaya, es domingo, en casa y no tengo bellas razones para iniciar mi acto de


volver a conocer, rescatar, salvaguardar algo de lo que significaste. Es raro,
pero cuando despierto así como de lejos, como de cruzar un mar, me
acuerdo de que no estás: es porque, en estos momentos, cuánto desearía
salir contigo, empezar el domingo gris dando vueltas entre parques y
mercados, luego ir a comprar baratijas al centro, caminar, doblar cuadras,
empezar nuevamente las cosas. Y qué significa esto después de un rato, que
la escritura se marca en lo situal, que hablamos siempre desde una orilla, no
intentando revestir nuestros cadetes que se lanzan en retahíla al vacío. Pero
no, es inevitable, no volveré a tus formas, ni a las que juntos construimos.
Y este es el origen de la pena. La pena que sufro es medianamente pasable.
Me permite ver a la muchacha que baja de un auto y sube a un hotel. Ver
los intersticios por donde se dibuja su barriga, aquella forma o silueta muy
formada, y también, por ejemplo, ahora regresar a las cosas que amo,
regresar para saber que lo perdimos, nuevamente. Y, aunque la semana
pasada, el domingo pasado, mis deseos eran otros, hoy de mañana también
no me pertenecen. ¿Qué te puedo contar? Sino calles que sumadas al
cuerpo dan el peso de lo que acontece ni bien nos desprendemos de los
cuartos averíados, de la sonrisa y de la entrada al hotel.

Y tú eras aquella posibilidad:


esa suma de calles desconocidas y la posibilidad
de sumergirse en un abrazo, abrir,
los manteles, inundar las construcciones
desconocer toda clase de presencias
porque en tu rostro y mi cerebro lleno de hormonas
vibraban los astros nacidos de nosotros

Tocábamos algunas cosas y nuestra pena


era pequeña como un mar de turistas
en Jirón de la Unión – y era el helado
que persiguen los que solos van caminando de su casa
al trabajo. El espacio del vidrio donde
suelo depositar mi rostro para deshilvanarme
de calle en calle, regresando de las presencias
de la noche, el mar es una continuación
que deshace toda continuidad en el pensar
Y lo sabías. Pero ahora es domingo, aún
me queda todo un día para tentar otras historias,
como para sumergirme y no,
como para que el recuento de nosotros
vuelva a ser definido

Definido para volver a ser eliminado,


y en ese camino estar de la cama al mundo
que es el cuarto
y es también esta calle que ya no ves
dónde cruzo pensando
y cierta posibilidad que no deseo para nadie,
y que son las mesas y calles repletas de
la misma baba azul, esta modorra
que me hace amanecer cambiar estrujar
toda la urgencia de los ánimos
Y con esos restos intentar el mar

Cansados de seguir tentando enserio el arte


y más enfocado en la inversión diaria
de la presencia, del otro, de su autoconciencia
y autocontrol, como dos caminos,
un río posible e inolvidable, la canción
emocionada de tus ojos amarrados, y el vuelo de las cometas
abriendo – como alas de gallinazos que bailan
para el amor cometido, o pica pica de fiestas infantiles- esta prosa
insensible y dura – como un suicida que se graba
triste y gordo, sudoroso y muchacho-
como un féretro encima de hombros borrachos
como alguien que reconoce que sus canciones
solo fueron movimiento de aire dulzón
cursilería – Y ahora es adulto y esencialmente no persigue nada.
Porque entre los tallarines no se hace nada,
ni entre las macetas rotuladas, o este aire cabrón
que son mis ojos cuando descubrí que Dios era tu siguiente
modo de operarte tras las cosas que
alzamos, esta falda nos mostró ese gaseoso
centro de pulpos y delfines flotando, hombres
a la velocidad de la luz con intenciones de obrar
bajo la voluntad de su sentido
Y es cuando extraño que me digas

Y yo le ponga Me gusta y sea algo que ya


nadie entiende, porque tampoco se trataba
de escribir bonito y leer todo, sino de
una forma de congregarnos en el cuerpo, de ser la sangre
de los limones, la dictadura de pastos y limones
que forman ese verde tan feliz del cual
ya no queda nada.

LIBROS QUE ME QUIERO COMPRAR CON EL DINERO DE FIN DE


MES:

Uno sobre la gimnasia de Juan Abreu


Una novela llamada Tránsitos
Un libro sobre la comida de un filósofo contemporáneo francés
Noches de Adrenalina de Carmen Ollé
Antología de la obra poética de Tate
Un libro informando sobre el internet, escrito por un peruano
Un libro de un mexicano, muy conocido, que ahora no recuerdo bien su
nombre; en la misma tienda un de filosofía de un alemán
( ¿sheller?) sobre la relación de lo que somos y el infinito;
también quiero leer sobre gestión, economía, hay unos que vi colgados de
los quioscos; comprar también poesía joven peruana
veamos que hay. Una de Montaigne también.

ESTA SEMANA QUIERO…


1)Ver a un amigo o amiga que no veo hace muchos años.
2) Estar fuera de la gravedad de Belén. Llegar a un espacio de campo
abierto, zona abierta, despejada, donde todo sea la posibilidad. Es decir,
prácticar el azar, tanto en ideas como en formas de pensar.
3)Para respuestas que doy no llegar a puntos conocidos, no hacer que la
mente regrese al pasado para reconstruirme, sino hacer que la mente crea,
que sea posible ese estado continuo de creamiento.
4) Bañarme todos los días, hacer deportes todos los días, ver un programa
de redes
5) Usar menos el Facebook de noche, reservar mis noches para refrescar la
mente y estar tranquilo.

12-2-17

Siento una especie de peso encima mìo que me impide vivir como antes.
Una especie de bruma, algo como caòtico que no logro visualizar pero me
abruma. No sè en què ando metido ahorita. Solo hago diariamente mis
deberes, trabajo y me muevo pero me siento profundamente vacío. No sè
que esperar de los siguientes días. Estoy leyendo y chateando por el
Facebook. No logro entender algunas cosas. Actuo siguiendo pequeños
entusiasmos que se arman encima mìo. Siento que, como una amiga me
explicaba hace un rato, no existo. No soy. Sì soy me golpeo con los otros,
escribir es un refugio pero no logro hundirme en la calma necesaria, tanto
de mente como de impulso, para escribir. Tal vez sea solo una costumbre
mìa, la de poner escusas a las cosas que no hago. Siento angustia por mi
hermana, se la pasa todo el dìa mirando la computadora, y yo no hago nada
para que su educación mejore. Mi abuela, ni hablo con ella. No soporto el
ruido de casa y diariamente me alejo màs del trato diario con mis parientes.
Llega mi primo y tampoco sè que decirle. Està enfocado en su vida de
padre. Tal vez no tener una pareja te hace ajeno a no tener a quièn contarle
tus problemas. Ya no soy un niño ni quiero serlo pero me sigo sintiendo
abrumado, sin ganas de nada y salgo a caminar y después me arrepiento de
los pasos que voy dando, quiero regresar a mi cuarto y escuchar desde aquí
las palpitaciones de la vida: ruido de motos veloces doblando la esquina, el
incendio de voces de los que juegan vóley. Solo un ser humano que recibió
libros antiguos y los escribe en su contexto, según un amigo, es el escritor.
Ya no me importa saberlo todo en relación a la palabra, aunque siempre mi
tentación sea aprender y deslumbrarme, ir de una idea a otro y seguir
navegando, pero eso no es rentable ni hace ni asegura una casa. Me ando
sintiendo como alejado del rìo seminal de la poesía y cada dìa màs cercano
a la existencia de los objetos oxidados. De repente, si me canso y no puedo
rendir màs sea porque no me alimento bien. Mi primo llegó y me explicó
que comer sano te da màs, te enriquece màs la vida diaria. Èl està con hija
y viviendo al parecer de una forma muy buena. Al menos se entiende con
alguien. La soledad es diferente en pareja. Hace que tengas al menos a
quièn enfrentar en tus vacìos. Nunca la he pasado tan solo viviendo con
gente que quiero. Ni si quiera puedo acercarme a esas emociones de
dulzura o ternura con las que antes me acercaba a todo. Y eso me mata, y
ahoga y me vuelve estúpidamente competitivo aunque lo que quiera no estè
tan claro, como nunca, y crea que puedo ordenar todo lo escrito de tal
forma llegar a escribir un texto que contenga un poco de las vibraciones
con las que me he ido moviendo en los últimos años. La necesidad, tonta y
apurada, ni sè de dònde la he sacado, ¿por què tiendo a racionalizarlo todo?
De querer sacar otro libro. Nuevas cosas. La necesidad de ser amado o
comprendido, si quiera en plenitud por otro ser de la misma dimensión. Mi
lenguaje se hace confuso y roto.

Despierto, prendo la computadora, observo si tengo mensajes en el


Facebook, cierro la màquina, veo la hora, demasiado tarde, tengo miedo,
cansancio, no sè què harè después, me abruma este pensamiento, dejo que
suceda otro, mejor, se abren los caminos, entro a la ducha, me baño, cierro
los ojos, ya no me da miedo pensar que estoy en el océano solo flotando y
por debajo de mi cruzan ballenas, es torpe y cierto, tengo 25 años y no
quiero ser el payaso de ninguna historia, sino escribir otro tipo de sucesos,
salir de mi yo que canta y rosa las cosas y se situa delante o detrás, y dejar
de pensar de modo obseso en cosas que no sean tranquilas o no galopen
como el agua. Un agujero negro soy, uno que absorbe todo lo que lo rodea.
Pero cuando dejo de andar triste me quedo tranquilo y puedo escribir esta y
otras nociones. Como ahora, sudoroso, después de caminar y mirar las
casas, dentro señoras probándose vestidos o mirando la tele. Es un domingo
con el peso del verano y las cervezas se acumulan en las mesas. Hay una
forma de aguantar el peso de los días que derriban y golpean y es situando
cervezas heladas. Contando historias. Añorando. Enciendo la música.
Despuès se vuelve al discurri. Tampoco es que sea feo o malo, sino que va
en la misma dirección de las veredas. Veo edificios llenos y enrejados, de
donde salen niñas y cuidan señores en cabinas con espejos polarizados.
Frente beben los mecánicos, caminan las niñas apuradas, va una señora
paseando un coche. Cruzo la pista, llego cerca de las rieles del tren, paso
por la misma avenida por la que camino hace siglos, con la misma certeza
de que no entrarè a ninguno de esos lados, de que mi barrio queda en un
lugar lejano, que no existo sino para mì y esto ya no me apena, sino me
hace sentir por un instante, muy libre, y muy solo después. A la larga, la
soledad que posees ya no la puedes llenar con cualquier cosa, necesitas el
cuerpo de alguien ciertos ratos, y después nada. Te abruma tomar café en
un verano, ser poco vital, estar en casa hablando y hablando y tomando
café. Pero tampoco fuiste demasiado vital antes. Parecia. Tienes que
aprender a verlo de otra manera. Pero no puedo. Me siento flaco y feo y
tonto. Siento que es tonto decir que eres tonto mientras escribes y cruzo por
una calle donde celebran un cumpleaños, la ventana me deja ver a los
familiares reunidos escuchando música mientras el seco de pollo con yuca
aroma el aire y se reparte en platos de ternopol. ALLÀ, arriba, en
Evitamiento viajan en buses y autos y camiones de modo incesante
personas que no saben que vivimos en la posmodernidad ni que hay libros
que documentan que ya no somos personas, ni que hay sofward libre o
encerrado en códigos de control.

Es por eso que cuando me sujeto y afirmo a una convicción como la de


armar mi libro en base a nociones ya escritos con anterioridad y mi
hermana me pregunta por qué hago cosas aburridas, pienso en la diversión,
en las niñas que diariamanete juegan Roblox en las computadoras, los
internets se llenan todos los días, tampoco es nostalgia de decir que antes
era mejor porque todos jugaban en la calle. No sé. En todo caso, un poco de
este color tengo cuando cruzo el túnel que da a la av. Cèsar Vallejo
pensando en las veredas rotas, en los muladares de basura, en los
desperdicios en el suelo, en el jardín donde caga un perro, en los niños que
caminaban hablando como chillando antes de tocar un timbre y entrar a
jugar play station. Se llenan las esquinas que venden dulces, como a esta
hora, que baja el sol y la oscuridad invita a buscar refugio o la cena. Un
rato. Pronto llegarà la época del colegio, otros arranques, el movimiento
natural del barrio. El barrio y sus ventanas o puertas que no dan a ningún
lado, sus borrachitos que se coquean y creen importantes, su criterio para
tratar a los perros de la calle, sus hoteles, los cuerpos sudorosos que se
buscan los domingos con el afán de escapar de su propio vacío.

¿ESTOY acaso loco por pensar de mi del modo en què lo hago? A veces
cierto que mi modo de hablar va perdiendo naturalidad, que las palabras
que uso ahora no son las que antes teñían de vida lo que solìa dibujar, en
concreto, que aventé las posibilidades de un idioma. Escribir de cinco a
diez borradores de un texto.

¿De què formas puedo ordenar mis textos? ¿Merecen ser publicados bajo la
lupa cambiante con que a diario sintonizo las cosas? A pesar de esas
variantes sigo observando un dibujo detrás que me inclina a pensar por
dònde puede transitar lo que deseo. Pero mi criterio era diferente en cada
objeto, en cada una de las emisiones que he ido dando, fue diferente. No
me gusta demasiado el café, ni los amigos que perdí son necesarios, ni
Belén es una gran mujer ni es ya para mì el antiguo reino que busco
reincidente dentro de mi programación mental, esquema averiado donde
diariamente me bifurco con inclinaciones a veces naturales a vivir de modo
tal que sea solo posibilidad, no encuentro una salida en este laberinto de
palabras en las que, por guiarme, elijo otra con el afán de hacer menos
oscuro el bagaje de señales y ritmos que sulfuran todos entre lo que
oscurece o aclara el ser.

Escribì esto en el Facebook hace un rato:

Entre lo que soy y lo que quiero ser sucede lo que significo. Ese es el río infinito que soy.
Porque nunca soy, sino sucedo, y mientras sucedo sigo en constante muerte o nacimiento.
Lo que significo no depende de mi ser interior, hundido a veces en su propio laberinto,
recogiendo y abriendo cajones, o espejos, o viendo al fondo de un espejo la bifurcación de
una mariposa dentro de su sabia, en la escuela de los colores lo que significo no depende
del yo que piensa y opina, razona y excluye, crea su propio control o sistema de ideas
interiores. Transmitiendo diferentes tonos el yo que soy no coincide con el que narro o el
que despierta por las mañanas y aborrece el desayuno. Cada uno más emancipado de
otro diariamente algunos se toman más culpas o menos miedos, son secuestrados a veces
por absolutos pensamientos, destellos de fruta fresca, colores vitrales en una sonrisa
cualquiera, una escalera o una ducha fría, las llaves y los poemas de Sologuren, cada uno
buscando, como en una ecuación, una flecha o dirección, ser equilibradas con dosis de
vida, incluso cuando no existan o no sean materiales su peso es palpable. Y cuando me
quedo solo conmigo mismo nace lo difícil: el incendio, la soledad se hace un océano y
todos los muchachos y muchachas cabalgan a otros ojos y nace mi pregunta sobre sí
estas bifurcaciones psíquicas en las que a veces me hallo son parte de la naturaleza
humana, es natural subirse constantemente a un circuito de ideas y después-como si
arrojáramos el martillo que rompe la botella del umbral- andar en la desolación, sin sentir
exacto nada, solo tanteos y olor a cansancio de cuarto y de cuerpo, de ser yo, o no ser
nada, de habitación, de vereda, de amigos, de ternura, de miedo, de remedio, de cosas
quietas, de estar en el 2017, putamadre estoy en el 2017, en ningún lado exacto, vueltas
que se dan en una especie de oscuridad a otra, pero todo sigue claro por fuera compras
un cigarro hamilton azul de ochenta céntimos y piensas en los cuartos repletos de aire, el
humo de las discotecas, pero por dentro no se ve lo que afuera representa, su naturaleza,
entonces se bloquea el drenaje de la realidad, aunque se mire directo y trate de cambiar
de sentido, hay una sustancia en la que con zapatos, camisa, teclados y palabras nos
sujeta a involucrarnos, -cada vez, directamente más- dentro de una especie de honesta
soledad, una especie de intersticio del cual no se puede cantar porque el jadeo de la
autoconciencia es demasiado cerrada como para encontrar un solo circuito abierto por
donde evacuar palabras que sean las trenzas de la hermosa e indómita cabellera de la
vida, y solo eres eso que sucede, un cuerpo escribiendo la historia de sus jadeos, la veloz
serpentina de un canto que ate y desate la simetría de la ebriedad, el raciocinio roto entre
espumarajos y cervezas, y estas u otras palabras hablando por tus dedos, el cuerpo que
soy, de donde disparar, y no hay forma de ocultar ni tras coitos ciegos sin pupila el oleaje
donde uno se encuentra inmerso y es así como termina de teclear esto y se baña al perrito
y se piensa en el sol de hoy, inagotable e infinitesimal, antes de darse un duchazo y poner
una sonrisa frente al almuerzo, donde mirando los cerros de arroz entonces sí pueda por
fin escribirte un poema de amor para ti.

Escribì esto en el Facebook hace un rato. Me friega seguir atrapado en este


palabrear de ocho cuartos, estos destellos que a veces deja pasar la palabra,
este incesante y putrefacto sistemita de clavarme de un lado a otro el
pensamiento, de ir de un extremo a otro de la sala dando vueltas en mi
propia luz sin que en verdad construya o entienda nada. Abrì una página
del Ulises y me perdí en la sucesión de fechas e historias y pensé que
estaba haciendo ahì encerrado con el calor jodiendo y no buscando mujeres
o bebiendo o haciendo dinero que me diera satisfacción de adulto. Este
sistemita mìo siempre se mueve de la siguiente forma: me lleno de caos,
me salgo del caos escribiendo, me drogo y me vuelvo a llenar de caos,
vuelvo a escribir y me lleno de paz, entonces vuelvo a escribir y me
enfermo y me lleno de caos, de esa forma, aunque sea estúpido o gracioso,
se ha ido formando mi deseo de escribir. Pero saber esto no hace mejor mi
prosa ni mis versos, sino que me hace sentir peor de saber esto y seguir
aquí ahora, hablando de que sè algo que tampoco me interesa mucho,
porque no es un abrazo, o un amigo, o una caricia, sino un circuito por
donde camina, se bambolea y respira la esencia que soy, ese hàbito o rictus
detrás de mi cràneo que se mueve y exige manifestarse.

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