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Observando las actividades diarias que se llevan a cabo en cualquier
escuela, incluidas las infantiles, es obvio que en la mayoría de ellas se
pide a los niños y niñas que permanezcan sentados, quietos, contenidos,
durante demasiadas horas. Seguimos viendo el movimiento como un
elemento antagónico a la disciplina, a pesar de que nos parece
igualmente evidente que los niños, sobre todo en la etapa
infantil, necesitan del movimiento para expresarse, para sentirse bien
y ser felices.
Quizás por eso mismo me impactó tanto la primera vez que vi una sesión
de Práctica Psicomotriz Aucouturier, puesto que en ella se respira una
libertad y una autonomía que nunca había podido presenciar hasta el
momento.
(Fuente de la imagen)
Porque en el aula donde se realiza esta Práctica Psicomotriz encontramos
una colección de elementos que invitan al juego sensoriomotor, como
espalderas, plintos, bancos suecos, colchonetas, figuras geométricas de
gomaespuma, entre otros, y los niños tienen libertad para hacer lo que
quieran: jugar a saltar, trepar, colgarse de cuerdas, construir, correr,
esconderse, descansar… todo en el momento que quieran y como
quieran. Por supuesto, la sala tiene medidas de seguridad como el suelo
blandito o los cantos protegidos, pero las únicas normas son tener
cuidado y respetar a los demás. Es verdad que el adulto pasa un poco de
miedo por las posibles caídas y golpes, aunque esto ocurre sólo al
principio. ¡Qué importante y a la vez difícil es la pedagogía del riesgo!
(Fuente de la imagen)
Después de la grata sorpresa inicial, y tras un poco de indagación, pude
comprobar que esta actividad es algo más que una simple aula donde los
niños juegan con libertad y disfrutan del placer del movimiento. Por si
esto fuera poco, descubro que el dispositivo y las estrategias docentes
utilizadas están diseñadas con la intención de encaminar a los niños
hacia su desarrollo, y no sólo a su desarrollo físico, que no estaría mal
como objetivo, sino también y sobre todo a su desarrollo cognitivo. Sin
embargo, al presenciar una sesión de Práctica Psicomotriz Educativa, es
difícil llegar a esa misma conclusión, puesto que en apariencia es una
actividad con grandes dosis de caos e improvisación. Por mucho que
exista una serie de fases diferenciadas en las que las consignas no
cambian, ninguna de las sesiones es igual a la anterior.
(Fuente de la imagen)
Para mí, la Práctica Psicomotriz Aucouturier abre una puerta que
conduce hacia un espacio donde por fin cada niño realmente
puede aprender jugando. Jugando de verdad, a lo que él quiera y como
él quiera, respetando únicamente unas pocas normas de convivencia. Y
no sólo jugando sino además a su propio ritmo. Es el único espacio en
el que de verdad he visto estas grandes premisas de la Educación Infantil
dibujadas ante mis ojos. Y a la vez, la actividad por la que he sentido la
motivación más intensa por parte de los propios niños. Y no es para
menos. Es el único espacio en el que se les permite demostrar sus
capacidades, tanto físicas como cognitivas, y mostrarse tal y como son;
en el que pueden romper ese orden artificial, tan alejado de sus
características psicológicas, que todavía impera en la Educación Infantil;
en el que realmente tienen libertad y en el que no importa el caos que
se genere; el único lugar donde pueden de verdad elegir su forma de
relacionarse y de actuar en función de su estado emocional, puesto que
a nadie le va a molestar que no participen, que lo hagan muy
activamente, que se pasen la mayoría del tiempo tumbados, o incluso
escondidos.
Pero si no quieres quedarte en la superficie, sino que te gustaría indagar
un poco sobre cómo funciona y por qué, sigue leyendo ;)
RITUAL DE ENTRADA
En esta fase el psicomotricista acoge a los niños, que se sientan en
bancos, visualizando la sala y si es posible ante un espejo donde se
puedan ver todos juntos. Se recuerdan las normas que han de respetar:
básicamente no hacerse daño y no hacer daño a los demás, así como
respetar los materiales. Se recuerda la sesión anterior (lo que nos gustó,
la evolución de las competencias que se observó, así como lo que no nos
gustó, puesto que se trata de cosas que limitan la evolución del grupo), y
se anticipa lo que ocurrirá la sesión actual. Lo ideal es que en este
proceso sean los niños quienes intervengan, con el psicomotricisa en el
papel de guía.
FASE DE EXPRESIVIDAD MOTRIZ
El ritual de entrada da paso a la fase de expresividad motriz, en la que los
niños se preparan para derribar un muro o castillo construido por el
adulto mediante todas las piezas geométricas de gomaespuma presentes
en la sala.
¿No te encantaría ser uno de esos niños?
(Imagen sacada de un artículo de la web del colegio Arturo Soria)
Es un momento de gran emoción e impaciencia (es emocionante hasta
verlo), y el psicomotricista debe saber posponer la destrucción para
liberar su intensidad en el momento justo. Parece un buen momento para
trabajar la atención y la inhibición de los impulsos. El psicomotricista
ofrece también cierta resistencia con el objetivo de que los niños se
sientan vencedores sobre el adulto, con una especie de omnipotencia
sobre el mismo. Así, a un lado del muro los niños abandonan todo
aquello que los adultos les imponen: exigencias, normas, tareas…, y al
otro lado encuentran un espacio ideado con el objetivo de que puedan
expresarse con espontaneidad, sin todo aquello que suele asociarse a la
actividad escolar y que tan poco propio de ellos mismos es; así que
derribar el muro significa romper con las exigencias que imponemos los
adultos y empezar a ser ellos mismos, empezar a buscar su propio “yo”,
porque “ejercer su fuerza contra un adulto, es mostrar su deseo de
alejarle para comprobar su capacidad de dominio y afirmar su propia
identidad”.