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Hace diez años un grupo de periodistas preo­ El conflicto armado altamente degradado y deshumanizado −que Autores

cupados por el reto que el conflicto armado y data de hace más de medio siglo− impone al periodismo la ne-
Germán Castro Caycedo
la construcción de la paz imponían al periodis- cesidad de adentrarse en su historia, sus causas, consecuencias,
mo colombiano, se unieron con el objetivo de protagonistas y determinantes. En forma simultánea, le exige Daniel Coronell
crear espacios de reflexión, de capacitación y introducirse en los caminos viables para la consecución de paz y Vladimir Flórez
de información alrededor del tema; así nació de reconciliación, entre ellos, las alternativas de negociación con
Medios para la Paz. En ese momento es la las guerrillas −otro de sus actores−, el destape de los vínculos y Camilo González
primera organización profesional en abrir el los efectos del negocio de las drogas ilícitas, motor del conflicto, la Arturo Guerrero
debate en torno a los dilemas inherentes al pérdida de los valores y el auge de múltiples y variadas formas de
María Teresa Herrán
cubrimiento de nuestra guerra interna, los corrupción pública y privada, así como de los intereses geopolíticos
procesos de negociación y el posconflicto. y económicos que subyacen a la guerra interna. Claudia López
Desde entonces y a lo largo de esta primera Pero sin duda, los desafíos más importantes de los medios de Jorge Julio Mejía S.J.
década, la misión institucional ha consistido información, los periodistas, los reporteros y los analistas se re- Álvaro Sierra
en alertar a los colegas sobre los riesgos de lacionan con los derechos de las miles de víctimas del conflicto
la otra guerra: la de la desinformación que armado “invisibilizadas” en forma reiterada, y con los derechos de
libran todos los guerreros sin excepción por la sociedad a conocer la verdad y a no olvidar, requisitos esenciales
apoderarse de la verdad, por manipularla, por para la construcción de la verdad judicial y la memoria histórica Comisión Diez Años Medios
secuestrarla. sin las cuales no es posible la reconciliación y la paz. para la Paz
Para lograr sus propósitos, el énfasis de Medios Sin embargo, no existe una conciencia generalizada en el país de Mauricio Beltrán
para la Paz se ha centrado en elevar la calidad cómo los medios de comunicación, los periodistas y los comuni- Héctor Fabio Cardona
de la información y el nivel profesional de cadores pueden aportar en forma decisiva a la construcción de la
Diana Losada
miles de colegas, la mayoría de ellos ubicados memoria, la verdad y la no impunidad, pese a que las noticias y
en las regiones, en donde se vive más de cer- los relatos que se derivan de su trabajo hacen parte de ello. Gloria Moreno
ca el conflicto, los reporteros se sienten más
Yamile Salinas
amenazados y la información se encuentra
más amordazada. Mónica Velásquez
Hace diez años un grupo de periodistas preo­ El conflicto armado altamente degradado y deshumanizado −que Autores
cupados por el reto que el conflicto armado y data de hace más de medio siglo− impone al periodismo la ne-
Germán Castro Caycedo
la construcción de la paz imponían al periodis- cesidad de adentrarse en su historia, sus causas, consecuencias,
mo colombiano, se unieron con el objetivo de protagonistas y determinantes. En forma simultánea, le exige Daniel Coronell
crear espacios de reflexión, de capacitación y introducirse en los caminos viables para la consecución de paz y Vladimir Flórez
de información alrededor del tema; así nació de reconciliación, entre ellos, las alternativas de negociación con
Medios para la Paz. En ese momento es la las guerrillas −otro de sus actores−, el destape de los vínculos y Camilo González
primera organización profesional en abrir el los efectos del negocio de las drogas ilícitas, motor del conflicto, la Arturo Guerrero
debate en torno a los dilemas inherentes al pérdida de los valores y el auge de múltiples y variadas formas de
María Teresa Herrán
cubrimiento de nuestra guerra interna, los corrupción pública y privada, así como de los intereses geopolíticos
procesos de negociación y el posconflicto. y económicos que subyacen a la guerra interna. Claudia López
Desde entonces y a lo largo de esta primera Pero sin duda, los desafíos más importantes de los medios de Jorge Julio Mejía S.J.
década, la misión institucional ha consistido información, los periodistas, los reporteros y los analistas se re- Álvaro Sierra
en alertar a los colegas sobre los riesgos de lacionan con los derechos de las miles de víctimas del conflicto
la otra guerra: la de la desinformación que armado “invisibilizadas” en forma reiterada, y con los derechos de
libran todos los guerreros sin excepción por la sociedad a conocer la verdad y a no olvidar, requisitos esenciales
apoderarse de la verdad, por manipularla, por para la construcción de la verdad judicial y la memoria histórica Comisión Diez Años Medios
secuestrarla. sin las cuales no es posible la reconciliación y la paz. para la Paz
Para lograr sus propósitos, el énfasis de Medios Sin embargo, no existe una conciencia generalizada en el país de Mauricio Beltrán
para la Paz se ha centrado en elevar la calidad cómo los medios de comunicación, los periodistas y los comuni- Héctor Fabio Cardona
de la información y el nivel profesional de cadores pueden aportar en forma decisiva a la construcción de la
Diana Losada
miles de colegas, la mayoría de ellos ubicados memoria, la verdad y la no impunidad, pese a que las noticias y
en las regiones, en donde se vive más de cer- los relatos que se derivan de su trabajo hacen parte de ello. Gloria Moreno
ca el conflicto, los reporteros se sienten más
Yamile Salinas
amenazados y la información se encuentra
más amordazada. Mónica Velásquez
La palabra desarmada
Futuro del periodismo en Colombia
La palabra desarmada
Futuro del periodismo en Colombia

© Corporación Medios para la Paz - MPP


ISBN: PENDIENTE
www.mediosparalapaz.org
info@mediosparalapaz.org
Telefax 57(1) 530 6182
Carrera 15 No. 82-58 Oficina 402 • Bogotá

Noviembre de 2008
Bogotá, Colombia

Autores
Camilo González
Álvaro Sierra
María Teresa Herrán
Vladimir Flórez (Vladdo)
Claudia López
Daniel Coronell
Germán Castro Caycedo
Jorge Julio Mejía S.J.
Arturo Guerrero
Coordinadora general
Marisol Manrique
Editora
Marcela Giraldo
Coordinadora editorial
Nathalia Salamanca
Fotografía de portada
Jesús Abad Colorado
Diseño y fotografías autores
Imaginé Photography and Design
Diagramación y armada electrónica
Formato Comunicación Diseño Ltda.
Impresión
Offset Gráfico Editores S.A.
Con el apoyo de
Fundación Cajasol

El contenido de la presente publicación


es de exclusiva responsabilidad
de los autores y no compromete
a la Fundación Cajasol.

Impreso en Colombia
Printed in Colombia
Contenido

Presentación
El compromiso con la información nos plantea nuevos retos 3

Introducción
¿Tiene futuro el periodismo en Colombia? 5

Periodismo: conflicto y posconflicto 19


Encrucijadas de la comunicación en tiempos cruzados 23
Camilo González Posso

Elementos para el cubrimiento del conflicto y el posconflicto 31


en Colombia: el país del Dr. Jekyll y Mr. Hyde
Álvaro Sierra

Propiedad de los medios y periodismo y poder 55


El reto: redefinir el periodismo a partir de nuevos paradigmas 59
María Teresa Herrán

Las lecciones de Un Pasquín 71


Vladimir Flórez (Vladdo)

Periodismo, gobernabilidad y democracia 79


Periodismo para la democracia vs. periodismo para la gobernabilidad 83
Claudia López

El periodismo: control ciudadano sobre los centros de poder 93


Daniel Coronell

Sentido de la profesión: conjugar ética y estética 101


Sobrevivir de por sí es una epopeya 105
Germán Castro Caycedo

La palabra que no envenena 115


Jorge Julio Mejía S. J.

Medios para la Paz


Testigos de una década 129
El oficio: perplejidades y debates 131
Arturo Guerrero

Encuentro Diez Años Mpp 159


Algunas reflexiones: aprendizajes y desafíos del oficio
El compromiso con la
información nos plantea nuevos
retos

A l repasar el cubrimiento periodístico que se hacía en Colombia


hace diez años y al observar cómo se hace en la actualidad,
sabemos que aún vale la pena, hacer un llamado a la responsabi-
lidad y a la ética de los periodistas. El camino recorrido durante
estos diez años por Medios para la Paz nos permite hacer un balance en el que
los avances son evidentes. La autocrítica permanente y el convencimiento por
parte de los colegas con los que hemos trabajado, de que un mejor desempeño
del oficio puede dar mayor protección a su vida, son algunos de los elementos
que vale la pena destacar. Asimismo, el aprendizaje respecto al efecto de su pa-
pel en cuanto transmisores de lo que ocurre en Colombia, ha logrado tener una
trascendencia enorme en aras de lograr una mejor comprensión del conflicto y
de lo que se desencadena de él.

Somos conscientes de que el debate debe ser permanente y que estos espacios
–con los colegas, los directores, los propietarios de los medios, los decanos, los
docentes y los estudiantes de facultades de periodismo– deben seguir siendo
el punto de partida para cuestionarnos sobre las debilidades en el cubrimiento
periodístico del conflicto. Aún así, resulta grato encontrar que en los procesos
iniciados hace varios años, hoy continúa siendo una constante la vinculación
a estos ejercicios de reflexión y la disposición de los periodistas para explorar
nuevos temas y enfoques.

Los periodistas de región en una primera actividad de capacitación de Medios


para la Paz manifestaron el aporte que recibían al conocer el contexto del con-
flicto en Colombia, sus antecedentes y el origen de los diversos grupos armados.
Luego, año tras año, han vivido una experiencia cada vez más enriquecedora,
que les exige adquirir mayores conocimientos y desarrollar una competencia
más alta para la discusión. La posibilidad de expresar y conocer por parte de los
periodistas sobre cuáles dificultades encuentran para ejercer el oficio, qué tipo
de presiones enfrentan y los dilemas éticos que se han planteado, hacen parte
de las posibilidades que se abren con la decisión de capacitarse. Este diálogo ha
posibilitado que se pongan sobre la mesa tanto las condiciones favorables, para
desempeñar el oficio, así como los temores y las dudas que tienen y más cuando
desde las regiones se está más cerca del conflicto.

En alguna oportunidad un periodista titulaba una reflexión, que hizo a partir de


un espacio de capacitación de Medios para la Paz, que el periodismo era “el


La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

mejor oficio del mundo”1 y él mismo sustentaba que también era la posibilidad
de pagar la deuda que tenemos con los “miles de muertos, desplazados, desa­
parecidos, torturados, amenazados, secuestrados, extorsionados” y la forma de
“dejar ejemplos históricos escritos y audiovisuales a las nuevas generaciones de
colombianos”.

En efecto, desde una organización de periodistas que promueve la calidad y


rigurosidad periodística, creemos en ello y en que el hecho de “hacerlo bien”
puede garantizar que la ciudadanía cuente con mayores elementos para parti-
cipar, tener una percepción más cercana a la realidad sobre lo que ocurre en el
país y decidir sobre los asuntos que le competen.

Por ello la misión de Medios para la Paz ha consistido en llegar a estos espacios,
no con una verdad revelada ni un instructivo de cómo ser periodistas respon-
sables, sino todo lo contrario. La Corporación se ha propuesto brindar paso a
paso un acompañamiento a los periodistas, ofrecerles capacitación (a lo que por
lo general no tienen acceso por factores económicos o de tiempo), compartir
algunos saberes sobre el oficio y tener la disposición para identificar tanto las
particularidades que se dan en cada región en el ejercicio del periodismo, como
las alternativas o salidas para lograr proteger la información y desincentivar el
uso de prácticas nocivas.

Bajo la premisa de estar cumpliendo con nuestra misión institucional, pero


también con la claridad de que aún la apuesta por un periodismo responsable
sigue siendo un compromiso, más aún con el contexto de cambio del país, se
propuso a varios periodistas y analistas de opinión pensar sobre el periodismo,
actual y futuro, a partir de temas específicos.

En primer lugar, Álvaro Sierra y Camilo González abordan el tema de periodismo,


conflicto y posconflicto; luego María Teresa Herrán y Vladimir Flórez (Vladdo)
exponen sus planteamientos sobre la propiedad de los medios y el cambio en la
reglas de juego. En un tercer espacio, Claudia López y Daniel Coronell reflexio-
nan sobre el tema del periodismo, gobernabilidad y democracia. A su vez, el
escritor Germán Castro Caycedo y el padre jesuita Jorge Julio Mejía nos ofrecen
la mirada sobre el sentido de la profesión, la vocación, el oficio y el valor y la
fuerza de las palabras.

Finalmente, la publicación la cierra el escritor Arturo Guerrero, con su aporte


sobre los diez años de Medios para la Paz.

1 Lozano, Wilson. 2006. En: Con esta publicación la Corporación brinda su aporte a un mejor ejercicio de
Prensa, conflicto armado y región.
Medios para la Paz, Pontificia la profesión. Los 88 miembros de la Corporación le hemos “medido el pulso” al
Universidad Javeriana y Progra- periodismo en estos diez años de labores ininterrumpidas y hemos identificado
ma por la Paz del Cinep. Primera
edición, julio, Bogotá. las prioridades sobre las que es urgente trabajar y actuar.


Presentación

Esta publicación que sale a la luz con motivo de cumplirse una década de trabajo
surge de la iniciativa de una comisión conformada por miembros de la Corpora-
ción y recoge el fruto de la actividad de este grupo de periodistas y profesionales
de varias disciplinas, cuyo punto de encuentro es la convicción por informar con
responsabilidad en tiempos de conflicto y por su decidida e irrevocable vocación
por la construcción de paz en Colombia.

Por su parte, la Fundación Cajasol prestó su concurso para la realización de esta


iniciativa. Un agradecimiento especial merece la colaboración de Fernando Vega
Holm y Antonio Cáceres Salazar, quienes como representantes de la fundación
pusieron su interés en alentar este trabajo.

Expresamos nuestro reconocimiento, a los cerca de dos mil periodistas y comuni-


cadores de distintas regiones de Colombia y de varios países de América Latina,
por compartir en forma tan amplia el ejercicio de su labor, a pesar de las críticas
y complejas condiciones y situaciones en que se ejerce el periodismo.

Marisol Manrique Morales


Directora ejecutiva
Medios para la Paz


Saludo a Medios para la Paz

C uando tuvimos la oportunidad de conocer a la Corporación


Medios para la Paz, detectamos un amplio campo de valores
compartidos que nos llevan, de manera natural, a una sinergia
a la hora de abordar proyectos en colaboración. Podríamos
hablar, con propiedad, de una simpatía de idearios y de maneras de entender
la proyección social de nuestras instituciones, recobrando el significado prístino
del término simpatía (sentir en común).

Así, es comprensible que colaborar en la edición de este libro, que resume lo


mejor de los anhelos de Medios para la Paz, represente para la Fundación Cajasol
un logro y una satisfacción.

La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia ha exigido un esfuer-


zo extraordinario de Medios para la Paz para repasar, desde un punto de vista
crítico y plural, los principales hitos y desafíos profesionales del periodismo en
Colombia. No hace falta ponderar la importancia de los medios de comunica-
ción, de la libertad como nota esencial en el desempeño de sus profesionales,
cuando se trata de construir con solidez los cimientos de una convivencia social
armónica y democrática.

En un entorno en particular difícil y en tensión para el ejercicio del periodismo,


poner en cuestión sus principales condicionantes, hacerse preguntas que afectan
a la posibilidad misma de un periodismo profesional en Colombia suponen, de
partida, un ejercicio no exento de riesgos y dificultades.

Hay que reconocer y agradecer a los responsables directos de la edición, el coraje


intelectual y el esfuerzo que han hecho para lograrlo. Con independencia del
alcance que a partir de ahora tenga el libro, haber reunido un elenco de cola-
boradores de tan variada procedencia intelectual y reconocido prestigio resulta,
en sí mismo, todo un éxito que saludamos y que, modestamente, compartimos
con orgullo. Además, con este éxito, Medios para la Paz da un salto cualitativo
en su vocación de servicio a la sociedad colombiana.

11
Algo hay de azar en el destino final de un libro. Precisamente porque los destina-
tarios del texto son diversos, heterogéneos y, en su inmensa mayoría, anónimos
lectores cuyas reacciones –por fortuna– no podemos controlar; ni aun siquiera
prever con exactitud. Pero el dardo, pacífico desde luego, está lanzado y vuela
en busca de dianas donde prenderse. Si en algo contribuimos a una mejora en las
condiciones del ejercicio profesional del periodismo en Colombia, el resultado,
por nuestra parte, será más que suficiente.

Fundación Cajasol

12
¿Tiene futuro el periodismo
en Colombia?

H ace diez años un grupo de periodistas preocupados por el reto


que el conflicto armado y la construcción de la paz imponían al
periodismo colombiano, se unieron con el objetivo de crear es-
pacios de reflexión, de capacitación y de información alrededor
del tema; así nació Medios para la Paz. En ese momento es la primera organización
profesional en abrir el debate en torno a los dilemas inherentes al cubrimiento
de nuestra guerra interna, los procesos de negociación y el posconflicto.

Desde entonces y a lo largo de esta primera década, la misión institucional ha


consistido en alertar a los colegas sobre los riesgos de la otra guerra: la de la
desinformación que libran todos los guerreros sin excepción por apoderarse de
la verdad, por manipularla, por secuestrarla.

Para lograr sus propósitos, el énfasis de Medios para la Paz se ha centrado en


elevar la calidad de la información y el nivel profesional de miles de colegas,
la mayoría de ellos ubicados en las regiones, en donde se vive más de cerca el
conflicto, los reporteros se sienten más amenazados y la información se encuentra
más amordazada. Tarea que hemos desarrollado desde nuestros propios saberes,
con la experiencia acumulada de colegas, historiadores, sociólogos, politólogos
y académicos, desde lo nacional, lo regional y lo local. De esta manera, hemos
construido un conocimiento que también se ha convertido en un referente en
algunos escenarios internacionales.

En este camino recorrido hemos tendido puentes que han acercado orillas, por
ejemplo, entre los periodistas del centro del país y los de las regiones, entre los
periodistas de medios masivos y medios comunitarios y, también, entre perio-
distas y fuentes de información entre quienes se encuentran los académicos,
las organizaciones sociales y asimismo los actores del conflicto, los militares, los
líderes sociales y, de manera especial, la población civil.

Adentrarse en las causas del conflicto

En el transcurso de esta primera década de Medios para la Paz se han abierto


nuevos retos para el quehacer del periodismo, entre ellos, el seguimiento a la
desmovilización de uno de los actores armados: los grupos de autodefensas o
paramilitares, en el marco de un proceso de justicia de transición. Dicho recorrido

13
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

que contempla beneficios jurídicos y administrativos para los autores de graves


violaciones a los derechos humanos, también ha propiciado en el país el debate
sobre los derechos a la verdad, la justicia y la reparación integral de las víctimas
del conflicto, sin importar la naturaleza de los causantes de sus daños y perjuicios,
esto es, miembros de grupos armados ilegales y legales, funcionarios públicos y
particulares. En efecto, en el curso de los procesos judiciales se han develado lazos
de connivencia, complicidad y financiamiento por parte de políticos, servidores
públicos y particulares con los autores de la comisión de hechos graves, masivos
y sistemáticos de violaciones e infracciones a las normas que tutelan la dignidad
de los seres humanos.

En forma paralela con este proceso, en el contexto internacional cada vez son
más apremiantes las obligaciones en materia de derechos humanos y del Derecho
Internacional Humanitario, las que son objeto de seguimiento y control por parte
de instancias internacionales, particularmente de la Corte Penal Internacional
encargada de combatir la impunidad y castigar a los responsables de crímenes
contra la paz y la humanidad y los crímenes de guerra, ya sea que se trate de
autores materiales o de quienes hayan ordenado, propuesto o participado en
su realización.

En este contexto, el conflicto armado altamente degradado y deshumanizado


−que data de hace más de medio siglo− impone al periodismo la necesidad de
adentrarse en su historia, sus causas, consecuencias, protagonistas y determi-
nantes. En forma simultánea, le exige introducirse en los caminos viables para la
consecución de paz y de reconciliación, entre ellos, las alternativas de negociación
con las guerrillas −otro de sus actores−, el destape de los vínculos y los efectos
del negocio de las drogas ilícitas, motor del conflicto, la pérdida de los valores y
el auge de múltiples y variadas formas de corrupción pública y privada, así como
de los intereses geopolíticos y económicos que subyacen a la guerra interna.

En efecto, la identificación de muchas de las violaciones a los derechos humanos e


infracciones al Derecho Internacional Humanitario, de una parte, y de las prácticas
contrarias a la democracia (corrupción, desangre de entidades públicas y nexos con
el narcotráfico), de otra, han sido resultado de informaciones de periodistas y co-
municadores, las que si bien en muchas ocasiones son producto de esfuerzo y de-
dicación individual, consolidan la credibilidad en los medios de comunicación por
parte de una ciudadanía que desconfía de la capacidad de las instituciones estatales
encargadas de investigar, esclarecer los hechos y sancionar a los responsables.

Pero sin duda, los desafíos más importantes de los medios de información, los
periodistas, los reporteros y los analistas se relacionan con los derechos de las
miles de víctimas del conflicto armado invisibilizadas en forma reiterada, y con los
derechos de la sociedad a conocer la verdad y a no olvidar, requisitos esenciales
para la construcción de la verdad judicial y la memoria histórica sin las cuales no
es posible la reconciliación y la paz.

14
Introducción

Sin embargo, no existe una conciencia generalizada en el país de cómo los me-
dios de comunicación, los periodistas y los comunicadores pueden aportar en
forma decisiva a la construcción de la memoria, la verdad y la no impunidad,
pese a que las noticias y los relatos que se derivan de su trabajo hacen parte
de ello. Una de las conclusiones de los observatorios del diplomado promovido
por Medios para la Paz, en conjunto con el Programa por la Paz del Cinep y la
Universidad Javeriana: “Periodismo responsable en el conflicto armado” (se han
realizado seis diplomados desde 2001) se relaciona precisamente con

La ausencia de antecedentes y la escasez de contextos como práctica periodística


originan la percepción de que los hechos suceden por primera vez o se suscitan
por generación espontánea, desligándolos del proceso donde reposan sus causas,
y muy posiblemente de sus explicaciones.

En efecto, las debilidades en torno al contexto informativo: relación entre la co-


yuntura (el hecho) y el proceso (el contexto que enmarca los sucesos), además de
afectar el ejercicio del periodismo en áreas como la identificación y el contenido
de la noticia, la precisión del lenguaje y la identificación de las fuentes a consul-
tar, le impide a la sociedad la comprensión de los hechos, la identificación de
los actores vinculados a los mismos, el entorno y los intereses de quienes están
detrás de ellos.

En este sentido, el aporte de los medios a la imperiosa necesidad de la sociedad


de no olvidar, como mecanismo de no repetición, implica de una parte, escuchar
las voces de los afectados, narrar sus testimonios y contribuir a identificar sus ex­
pectativas frente a los graves padecimientos y afectaciones. Y, de otra, combatir
la indiferencia de una sociedad que parece sumida en un estado de asepsia, al
que contribuye una información muchas veces descontextualizada y que por ello
parece repetitiva, sesgada y, en algunos casos, exagerada.

Deberes y responsabilidades

Todos estos factores llevaron a que los miembros de Medios para la Paz después
de una década de trabajo, consideraran necesario reflexionar sobre el futuro del
periodismo en un país que vive en forma simultánea etapas de conflicto y pos-
conflicto; así como sobre sus compromisos y responsabilidades en la construcción
de paz y en la consolidación de la democracia en un Estado Social de Derecho,
respetuoso y garante de las libertades y derechos de todos sus habitantes y sujeto
activo de la comunidad internacional.

La experiencia acumulada nos permite celebrar esta primera década con la entre­
ga de este libro que comparte y recoge lecciones aprendidas no solo por Medios
para la Paz sino también por colegas que aceptaron la tarea de pensar
el futuro del periodismo colombiano.

15
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

De los nueve artículos contenidos en esta publicación se evidencia que a pesar


de los esfuerzos realizados por Medios para la Paz, el periodismo colombiano
requiere todavía un mayor número de experiencias ejemplares para difundir y
multiplicar, así como de metas por alcanzar, dilemas por resolver y prácticas
profesionales nocivas que se deben abolir.

En fin, existen deberes y responsabilidades inherentes a la profesión −en medio


de las balas, las violaciones a los derechos humanos, la transnacionalización de los
medios, la intimidación, el temor, la censura y también de la autocensura– enca-
minadas a la realización efectiva de los derechos fundamentales a la información,
la expresión y la libertad de prensa. Algunos de estos deberes que se mencionan
a continuación, son comunes a los medios, las fuentes de información el gobierno,
las facultades de periodismo y la sociedad.

En primer lugar, ¿cómo saber si el unanimismo de la información que actualmen-


te entrega el periodismo colombiano y su dependencia de las fuentes oficiales
obedece tan solo a miedos y a represalias, o existen también silencios compla-
cientes y un preocupante conformismo y facilismo por parte de algunos medios,
periodistas y ciudadanos?

En segundo lugar, dado que la información es un bien público y, por ende, so-
cial, ¿cómo combatir su manipulación, como un arma de guerra, en la que se
demanda de los periodistas su incondicionalidad bajo el disfraz de conceptos
como: patriotismo, lucha contra el terrorismo, defensa de las instituciones y los
intereses nacionales, los que en múltiples ocasiones solo ocultan intereses propios
de los guerreros o de los gobernantes de turno?

En tercer lugar, ¿cuáles deben ser las estrategias para erradicar malas prácticas, entre
ellas: el uso de transporte militar para llegar a zonas impenetrables en donde ocu-
rren las noticias de la guerra, las visitas a los campamentos insurgentes atendiendo
invitaciones particulares, la existencia de relaciones personales de algunos colegas
con las fuentes armadas u oficiales que transcienden la frontera profesional, las que
a su vez ponen en riesgo las vidas de los periodistas y su independencia?

En cuarto lugar, ¿cómo aprovechar los avances tecnológicos actuales y los que
llegarán en beneficio de la calidad sin menoscabar el trabajo de campo, el
contacto personal con testigos y protagonistas de la información, en especial la
posibilidad de “escuchar” a las víctimas, condiciones esenciales de la investigación
y la valoración del contexto?

Al respecto, en uno de los cientos de talleres dictados por Medios para la Paz
escuchamos decir a un reconocido periodista colombiano:

para adelantar un buen trabajo de campo y para hacer un buen periodismo, hay
que ir al lugar de los hechos y −como mínimo− hay que anochecer y amanecer
conversando con los protagonistas de la información y observando su entorno.

16
Introducción

En quinto lugar, dado que la información de prensa es una valiosa fuente para los
historiadores e investigadores sociales y judiciales nacionales e internacionales en
la construcción de la memoria histórica y de la verdad “verdadera”, así como en
el esclarecimiento de las violaciones y de sus autores ¿de qué manera se garantiza
su calidad, verosimilitud, confiabilidad y custodia? ¿cuáles son los mecanismos
para establecer canales activos de cooperación con otros colegas, otros medios
y diversas organizaciones profesionales?

En este sentido, ¿cuáles deben ser los espacios de reflexión, autocrítica y for-
mación permanentes en torno al trabajo de aquellos periodistas valientes que
se esfuerzan por investigar y estar en el lugar de los hechos, en el corazón del
horror, y de aquellos que han decidido no ser ventrílocuos de los “señores de la
guerra” y, por tanto, develar sus atrocidades, evidenciar públicamente sus mentiras
y destapar las agendas ocultas de quienes los apoyan y financian?

Asimismo, en sexto lugar, ¿de qué manera se garantiza el principio periodístico


de la reserva y confidencialidad de la fuente en momentos en que se escuchan
voces que hablan de eliminarlo? También, ¿de qué forma se pueden fortalecer
las redes de periodistas encaminadas a posibilitar los canales de intercambio de
información y de experiencias y la emisión de la información que es limitada,
censurada o autocensurada por múltiples razones, por ejemplo, por el miedo de
los periodistas y la falta de medidas y programas de protección eficaces, la poca
disponibilidad de tiempo y de recursos para investigar los hechos, verificarlos y
“digerirlos”, e incluso el interés de algunos dueños o financiadores de los medios
de comunicación por silenciarlos?

En este orden de ideas, ¿cuál debe ser el compromiso de los propietarios y direc-
tivos de las empresas periodísticas nacionales e internacionales para superar el
tradicional dilema entre la información como bien mercantil versus la información
como un bien público, de manera que promuevan desde sus empresas y salas de
redacción un periodismo acorde con el momento histórico, los requerimientos
internacionales en materia de derechos humanos y que ayude a la construcción
de un país en paz? En forma complementaria, ¿qué papel les corresponde a las
facultades de periodismo en la formación de profesionales mejor calificados con
nuevas habilidades que les permitan responder éticamente a dichas exigencias?

En séptimo lugar, ¿cómo exigirles a las fuentes de información el cumplimiento


de sus deberes y responsabilidades de entregar información completa, precisa y
veraz, sin que medien presiones intimidatorias y sin que ejerzan la censura?

En octavo lugar, ¿cómo abordar el debate y romper el círculo vicioso entre los
ciudadanos que eluden su responsabilidad de buscar y de exigir información de
calidad y de distinguir entre las fuentes válidas y las poco confiables, al amparo
de una cultura del facilismo y la tremenda capacidad de olvido, y unos medios
que reducen su labor a satisfacer a sus usuarios?

17
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Finalmente, ¿cómo exigirle al Estado la garantía de los derechos a informar y a


estar bien informados, así como la libertad de prensa y de expresión, quebrantada
por condiciones de inseguridad en el ejercicio del oficio y, especialmente, por la
gran impunidad frente a los asesinatos, amenazas y persecuciones a periodistas
que nos colocan al lado de países como Irak, Afganistán o Sierra Leona, distingui-
dos también por sus recurrentes y masivas violaciones a los derechos humanos?

Información documentada e independiente

Si bien estas no son las únicas preguntas que debe hacerse el periodismo colom-
biano, Medios para la Paz cree que el debate en torno a ellas y sus respuestas
contribuye a la construcción de una sociedad más justa y al logro de la paz. Es
claro que el papel de los periodistas no es cambiar el mundo y que tampoco
pueden suplantar a la justicia, al gobierno, al ejército, a la policía, al congreso y
a la misma sociedad.

Sin embargo, es evidente que en épocas de guerra, de negociación, o de paz,


el principal papel de los periodistas y los medios es transmitir una información
veraz, documentada e independiente, que aporte a la construcción de una so-
ciedad bien informada, con capacidad para determinar su propio destino y con
memoria suficiente para exigir la no repetición de la crueldad, la atrocidad, la
corrupción y la pérdida de la ética y los deberes ciudadanos, entre otros males
que aquejan a nuestro país.

Para que esto sea una realidad y no una mera utopía, los periodistas colombianos
debemos realizar esfuerzos aún mayores, tendientes a conquistar la credibilidad
de los ciudadanos y a prestar contribuciones gigantescas y permanentes en la
construcción de la paz, el respeto a los derechos humanos, en general, y de ma-
nera particular, los derechos a la justicia, la verdad, la reparación de las víctimas
y, en un futuro –ojalá cercano– a la reconciliación. Asimismo, en tanto continúe
el flagelo del conflicto armado, debemos colaborar con insistencia para que este
sea menos sucio y degradado, y para que todos los combatientes sin excepción
cumplan con los estándares internacionales de derechos humanos, en especial
con el derecho de gentes y con el Derecho Internacional Humanitario.

Al respecto, no podemos olvidar que un mundo cada vez más globalizado, de-
manda del periodismo colombiano un mayor compromiso con la búsqueda de la
verdad y con la denuncia de los hechos y la elaboración de sus respectivos análisis.

Comisión Diez Años


Medios para la Paz

18
Periodismo: conflicto y posconflicto 1
Entre la guerra y la paz, el reto de los reporteros, periodistas
y comunicadores es quitarse la camisa de fuerza que
les impide aprehender los acontecimientos y escudriñar
más allá de las primeras apariencias. Esto es transcender
estrategias de comunicación concentradas en legitimar
o deslegitimar la guerra y sus respectivas categorías de
análisis para colocarse en un horizonte que permita ver el
día tras día sin perder la perspectiva del conjunto ni la de
su movimiento.
Fotografía página anterior. Adriana Vergara Montoya
Camilo González Posso

Ex ministro de Salud y magíster en Economía. Ha participado en varias


negociaciones de paz desde 1984, incluyendo la coordinación de procesos
humanitarios y de participación ciudadana en las negociaciones con las
Farc y el Eln entre 1998 y 2008. Fue uno de los firmantes de los acuerdos
de paz para la Asamblea Constituyente y en la actualidad es miembro del
Consejo Nacional de Paz. Ha sido autor de varios libros y ensayos sobre
democracia, desarrollo y construcción de paz. Se ha desempeñado como
profesor universitario y coordina la Cátedra de Paz y Derechos Humanos
en calidad de presidente del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la
Paz (Indepaz). Dirige la revista Punto de encuentro.
Encrucijadas de la comunicación
en tiempos cruzados

E l periodismo colombiano se enfrenta a nuevos retos en el trata-


miento de los temas de conflicto y posconflicto como resultado
de las transformaciones en el escenario político y de las confron-
taciones armadas en los últimos años. Las noticias se desplazan a
problemáticas que en otros países estuvieron vinculadas al posconflicto y existe
una fuerte presión desde el gobierno y los estrategas de la guerra para justificar
el viraje de atención al pregón de la derrota de la guerrilla y la superación del
paramilitarismo, lo que nos situaría en el fin del fin, a corto plazo.

Fotografía. Jesús Abad Colorado

23
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

En Centroamérica, como en Perú, Chile o Argentina, la terminación de guerras,


conflictos armados o dictaduras militares, condujo a que diversos actores se
concentraran en la reconstrucción democrática y se asumieran los temas de
la reconciliación y consolidación de la paz. Se formaron comisiones de verdad
histórica y escenarios de reconstrucción de memoria. Los procesos judiciales
repercuten hasta hoy: centenares de oficiales encausados y decenas de generales
condenados, y se han adelantado programas de reparación material, simbólica
y moral a las víctimas.

El periodismo En Colombia todos esos temas que la experiencia y la teoría ubican en el pos-
colombiano conflicto, cobran actualidad en medio del conflicto y de situaciones de violencia
se enfrenta a general que, pese a tendencias de disminución, continúan gravitando en todas las
nuevos retos en el esferas. Los comunicadores enfrentan las tensiones derivadas de oficialistas –fin
tratamiento de los del conflicto y pax– y de opositores –búsqueda de alternativas para una solución
temas de conflicto y política. La tercera opción, la de la paz positiva desde un pacto civil y no desde
posconflicto como las armas, también entra en el juego aunque con menor fuerza.
resultado de las
transformaciones En los medios de comunicación la magnitud de las presiones en juego tiene efec-
en el escenario tos sintomáticos. Algunos optaron por “salirse de las encrucijadas” y no desafiar
político y de las el pensamiento oficial. Otros han adoptado criterios tendientes al equilibrio en
confrontaciones la información y análisis periodístico, sin embargo, evaden palabras y categorías
armadas en los de análisis alusivas a la existencia de conflictos internos y a la necesidad de so-
últimos años. luciones negociadas.

Conflicto violento o amenaza terrorista

Es de dominio público que el gobierno resolvió definir los problemas de violen-


cia como acciones terroristas, en consecuencia suprimió en los documentos y
discursos oficiales términos como conflicto armado interno e insurgencia armada.
No se trata de asuntos semánticos sino de definiciones funcionales a la política
de seguridad democrática, irradiadas con verdadera militancia: el Alto Comisio-
nado escribe circulares; los asesores de Palacio, extensos manuales para alinear
a los constructores de opinión que se salen de libreto; en textos del consejero de
Palacio se clasifican académicos y columnistas como proclives a la guerrilla o al
terrorismo o ingenuos tolerantes, cuando se refieren al conflicto armado interno
o a soluciones negociadas.

En este contexto, cualquiera de las definiciones que se debaten obedecen


a conceptualizaciones y propósitos políticos. Por ende, el marco conceptual
de análisis sobre las problemáticas del conflicto y la violencia armada es un
componente ineludible en la noticia, la crónica, el reportaje y, especialmente,
en el periodismo investigativo. La ausencia de contexto es una apariencia que
solo indica lo que está implícito o lo que opera desde el subconsciente o los
prejuicios del autor. A la imposibilidad de la neutralidad al escoger la noticia, el

24
Camilo González Posso

titular o las fuentes, se suma el enfoque que se elige para evidenciar o acallar
los hechos y las causas.

Cuando se enmarcan las situaciones de violencia como amenaza terrorista se opta


por un enfoque que califica los problemas como exógenos, como si tuviéramos
una sociedad equilibrada y unos agentes patógenos que la atacan desde afuera.
En ese discurso no hay conflictos de poder ni por intereses económicos. De igual
forma, las fuerzas armadas, el gobierno y las instituciones estatales no son parte
del conflicto. Es así como las noticias y comentarios son escuetos y cómodos, se
prescinde de la necesidad de establecer relaciones de causalidad y de investigar
los intereses y problemas en juego. El marco de análisis es elemental: la violencia es
producida por terroristas-narcotraficantes enredados en negocios ilícitos. Y punto.

En otra lógica –que tampoco agota el abanico de aproximaciones– el conflicto


violento es resultado de una matriz de factores que se jerarquizan en el tiempo
pero que están articulados por luchas de poder y formas de acumulación de rique-
za y activos. En consecuencia los conflictos violentos que se han conjugado para
producir un panorama de violencia generalizada son multicausados y diversos.
Además, en su desarrollo de más de medio siglo, han interactuado diversos gru-
pos de interés, poderes y contrapoderes en lo regional, nacional e internacional.

En esas historias, los partidos políticos, “parapolíticos” o no, los grupos eco-
nómicos o quienes se disputan los recursos naturales, así como los propie-
tarios de los macroproyectos, no son simples espectadores de una ficticia
sociedad sin contradicciones. A su vez, los gobiernos e instituciones estata-
les, las guerrillas y los paramilitares, los narcotraficantes, los jefes políticos y
los caciques regionales, son solo el elenco de personajes de primera plana
cuando se producen chivas de violencia. Pese a que tienen vida y discursos
propios, en muchas ocasiones se reducen al libreto de un autor innombra-
do, traducido a escena por directores que permanecen entre tramoyas y son
socios de una empresa que en definitiva acapara los réditos de la taquilla.

En estos contextos y situaciones complejas que se ubican en algún punto entre


la guerra y la paz, el reto de los reporteros, periodistas y comunicadores es
quitarse la camisa de fuerza que les impide aprehender los acontecimientos y
escudriñar más allá de las primeras apariencias. Esto es transcender estrategias de
comunicación concentradas en legitimar o deslegitimar la guerra y sus respectivas
categorías de análisis para colocarse en un horizonte que permita ver el día tras
día sin perder la perspectiva del conjunto ni la de su movimiento.

Parapolítica y trilemas

Los periodistas y analistas académicos se encuentran en medio de un ambiente


polarizado que incluye debates sobre la eficacia del proceso de justicia y paz

25
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

y las desmovilizaciones. Pero, sin duda, el tema más álgido gira en torno a la
“parapolítica”. Los medios y periodistas que han ahondado en la materia –así
como los jueces– han sido calificados de terroristas o de aliados o cómplices de
las Farc (por ejemplo, la revista Semana fue comparada por un consejero presi-
dencial con la agencia de noticias Anncol especializada en divulgar posiciones
de la guerrilla). De ahí, la dificultad del abordaje periodístico de la “parapolítica”
dada por la estrecha relación de casi todos los implicados con la coalición de
gobierno. De modo que la investigación y la información detallada de relaciones
entre “parapolíticos”, paramilitares, gobernantes regionales y funcionarios del
Ejecutivo, tocan inevitablemente al poder emergente de un capitalismo que
necesita apoderarse del Estado para su modelo de negocios.

Es de dominio Sin desconocer el papel medular de los medios de comunicación en el destape de


público que la “parapolítica” y en la presentación de crónicas o informes sobre crímenes atroces
el gobierno y graves violaciones a los derechos humanos que denota la existencia de un mar-
resolvió definir gen importante de libertad de expresión, hay que advertir sobre la presión que se
los problemas de ejerce sobre los medios, la que se nota en el tratamiento que se les da en televisión
violencia como y en la línea editorial de algunos programas radiales y periódicos. Es evidente que
acciones terroristas, mientras los noticieros y programas de opinión en Rcn optaron por ser instrumentos
en consecuencia de propaganda gubernamental, en la prensa nacional se alternan espacios para
suprimió en los seguir la “parapolítica”, incluidos editoriales equilibrados, con manejo de titulares
documentos y primeras planas que no están acordes con la gravedad de los hechos.
y discursos
oficiales términos De otra parte, la insistencia de la oposición política en la confrontación al gobierno
como conflicto denunciando su complicidad con la “parapolítica” y argumentando la ilegitimidad
armado interno de los fundamentos electorales, lleva a preguntarse sobre la manera de hacer pe-
e insurgencia riodismo no partidista. Frente al trilema: producir noticias, informes, entrevistas o
armada. No se crónicas que no sean piezas de la estrategia comunicativa del poder político o del
trata de asuntos gobierno; que no se conviertan en palancas de la oposición y menos aún le hagan
semánticos sino el juego a grupos armados ilegales y a los “parapolíticos”, la respuesta parte de
de definiciones reconocer que no hay comunicación masiva con efecto neutro y que, por tanto,
funcionales al comunicador le corresponde asumir esos temas conflictivos desde una postura
a la política ética y con unos mínimos democráticos que deben ser comunes en la sociedad.
de seguridad El llamado equilibrio informativo no puede ser excusa para el eclecticismo frente
democrática, a esos mínimos que incluyen, por ejemplo, los principios y valores de un Estado
irradiadas Social de Derecho, el respeto a los derechos humanos y la condena a los crímenes
con verdadera de guerra, atroces y de lesa humanidad, y genocidios.
militancia.

La verdad y la memoria

Estas encrucijadas y mínimos éticos tienen especial significado cuando se abor-


dan cuestiones relativas a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.
Una cosa es cubrir noticias sobre la verdad procesal y otra ahondar en la verdad
extrajudicial, o como dicen algunos en la verdad “verdadera”, que incorpora la

26
Camilo González Posso

memoria histórica de los hitos de vio-


lencia y las víctimas de los conflictos
armados.

La comunicación social es fundamental


para la garantía de esos derechos. Las
verdades clandestinas o a medias, las
reparaciones invisibles o en silencio,
y la reconciliación forzada son otras
formas de violencia y de revictimizar a
los afectados.

En sociedades que han transitado


desde dictaduras a democracias elec-
torales ­­o desde la guerra a la paz, los
procesos de verdad han sido parte
Fotografía. Jesús Abad Colorado
de dinámicas de justicia restaurativa,
restitutiva o transicional. Se han cons-
tituido comisiones extrajudiciales de la verdad y movimientos de memoria
histórica –incluso varias décadas después de las violaciones– como parte del
derecho a la reparación integral de las víctimas.

El reto desde los medios colombianos está en cómo contribuir a la verdad y a la


memoria cuando estas dimensiones se abordan en medio de violencias y conflictos
armados no resueltos: los pactos en aras de la paz han sido parciales, el desmonte
de paramilitares, “parapolíticos” y “paranarcos” está a la mitad de camino, se for-
talece la guerra antiterrorista, se agudizan las guerras anti y entre narcos, y no cesa
la guerra antisistema de las guerrillas. Frente a este panorama, quizás las respuestas
se encuentren al darle prioridad a la voz de las víctimas y a las investigaciones
académicas de centros rigurosos, acompañadas de la construcción de escenarios
de diálogo incluyentes y pluralistas.

Agendas sumergidas

Por supuesto, la verdad “verdadera” implica abordar las agendas sumergidas,


esto es visibilizar y profundizar en temas complejos como los de justicia y paz; la
violencia y violaciones a los derechos humanos; el desarme, la desmovilización, la
reintegración y el rearme; los diálogos y las negociaciones de paz; el narcotráfico
y sus secuelas éticas y económicas en los diferentes órdenes de la sociedad, y los
dilemas en torno a los modelos de desarrollo y democracia. Ello implica necesa-
riamente transitar de lo evidente a las agendas sumergidas, las que tocan poderes
económicos con sus implicaciones en la “paraeconomía” y también “parapoderes”;
o las que abordan la dimensión internacional de la guerra y la paz, la que dicta la
geopolítica de la seguridad de las grandes potencias y el mapa de sus intereses.

27
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

La lista es larga y seguramente faltan otros, pero sin duda, estos hacen parte de
las encrucijadas e imperativos de la próxima década que debe asumir la sociedad,
los medios de comunicación y entidades como Medios para la Paz.

Colombia está transitando hacia el fin del ciclo de violencia iniciado a mediados
del siglo XX, pero esa transición demandará casi una década. El desenlace no
está todavía escrito y tiene tres caminos posibles: pax autoritaria, paz positiva o
nuevo ciclo de violencias mafiosas. En esa perspectiva, es central el aporte de
los medios de comunicación, de los periodistas y comunicadores.

28
Álvaro Sierra

Periodista, con más de 25 años de experiencia. Ha sido editor de páginas


editoriales y editor adjunto de El Tiempo en Bogotá, corresponsal en
Moscú y Beijing del Grupo Diarios América (una asociación de diez diarios
latinoamericanos) y periodista y fotógrafo independiente. Tiene amplia
experiencia en el cubrimiento de conflictos armados y en el diseño y
enseñanza de cursos en este campo. En la actualidad es profesor en la
Universidad para la Paz, en Costa Rica.
Elementos para el cubrimiento
del conflicto y el posconflicto
en Colombia
El país del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

L a discusión sobre el posconflicto en Colombia está irremedia-


blemente contaminada por la política. Y por el conflicto arma-
do interno. “Bruma de guerra” que hace aún mayor, si cabe,
el reto para los periodistas y los medios de comunicación para
informar de manera independiente y calificada en la actual situación del país.

No se puede hablar de posconflicto en Colombia sin hablar de conflicto arma-


do. Lo que en otros países es normalmente un proceso nítido, posterior a la
confrontación armada y con las partes encaminadas con más o menos firmeza
hacia la reconciliación (o con una de ellas derrotada), en Colombia dista de ser
claro. Esto no solo porque el conflicto armado interno sigue activo y sin resolverse
sino porque la definición misma de si en el país se ha abierto o no una situación
propia del posconflicto se ha convertido en un debate político, caracterizado
por la polarización entre las mayorías partidarias del presidente Álvaro Uribe y
minorías, intelectuales y comentaristas de oposición, y signado por argumentos
de corte más ideológico que académico.

Fotografía. Fred Solís

31
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Esfuerzos como los hechos, entre otros, por el grupo de investigadores de DeJus-
ticia, que intentan explicar los nuevos elementos como “un proceso de justicia
transicional sin transición” (Uprimny et ál., 2006), o el académico Iván Orozco
Abad (2003), que se ha preguntado sobre las relaciones entre la venganza, la
justicia y la reconciliación en el país, no han contado con atención de los me-
dios ni figuran medianamente en un debate público caracterizado más por la
pugnacidad y la propaganda que por la argumentación.

Para considerar los retos que la situación plantea a los periodistas y los medios de
comunicación es indispensable, en consecuencia, empezar por clarificar de qué
situación se trata, hasta dónde involucra o no nuevos elementos y si, en efecto, puede
hablarse –y en qué términos– de “posconflicto” en la actual coyuntura nacional.

Conflicto y posconflicto:
dos caras de una sola realidad

La discusión sobre Considerado de la forma más sencilla, un conflicto armado debe entenderse
el posconflicto como un proceso que va de la paz a la guerra y a la paz. No es solo el periodo
en Colombia está de los choques armados, sino también la fase que lleva a ellos y la que les sigue,
irremediablemente una vez terminados. Es decir, de una situación caracterizada por la ausencia de
contaminada por enfrentamientos armados se pasa, gradual o brutalmente, a una en la que lo pre-
la política. Y por el dominante es la confrontación armada y luego, al cabo de más o menos tiempo
conflicto armado y por diversas vías (negociación y acuerdos, victoria-derrota de una de las partes,
interno. ‘Bruma separación forzada de ambas por una fuerza de interposición externa), se llega a
de guerra’ que una situación en la que los enfrentamientos armados terminan o ceden y se abre
hace aún mayor, si una fase de reconstrucción que, a veces, involucra procesos de reconciliación,
cabe, el reto para esclarecimiento de la verdad de lo sucedido en tiempos del conflicto armado,
los periodistas reparación de las víctimas y ajuste de cuentas con los victimarios, procesos que
y los medios de ahora se denominan de justicia transicional.
comunicación para
informar de manera De manera esquemática, pueden separarse tres fases: preconflicto, cuando
independiente y en la sociedad se acumulan los síntomas de que las tensiones se elevan y los
calificada en la mecanismos tradicionales para tramitar los conflictos de manera no violenta se
actual situación agotan; conflicto abierto, una vez estallan las hostilidades y las vías sociales para
del país. dirimir pacíficamente las controversias ceden su lugar a las balas y la dinamita,
el desplazamiento y las masacres, y posconflicto, cuando el enfrentamiento se
agota y cesa y la sociedad reaprende el trámite no violento de los conflictos.

A menudo en el mundo actual, esta última fase, en particular luego de acuerdos


de paz, implica procesos de transición que incorporan elementos de desmovi-
lización, desarme y reintegración (Ddr) de combatientes, procesos de verdad,
justicia y reparación, eventualmente la intervención de una fuerza de paz y
procesos de lo que se llama nation-building o peacebuilding, que implican con

32
Álvaro Sierra

frecuencia la reconstrucción y puesta en marcha de instituciones democráticas,


desde procesos electorales hasta el funcionamiento de medios de comunicación
independientes.

Es objeto de debate si la calificación de que una sociedad está en paz o en con-


flicto debe atribuirse solo a la presencia-ausencia de enfrentamientos armados y si
deben considerarse elementos socioeconómicos como la pobreza, la desigualdad
o la injusticia social, no solo como generadores de conflictos, sino como conflictos
en sí mismos. Difícilmente puede hablarse de “paz” en sociedades con injusticia,
miseria y desigualdades marcadas. Pero, para el objetivo limitado de este análisis,
es suficiente señalar las diferencias que hay entre situaciones de conflicto armado
abierto y situaciones de posconflicto en términos de los procesos directamente
relacionados con la guerra.

Al conflicto abierto pueden adscribirse elementos propios de la guerra: operacio-


nes militares, enfrentamientos, atentados, homicidios en combate y fuera de él
cuando están ligados al conflicto, masacres, desapariciones, secuestros, torturas,
violaciones y la larga lista de crímenes de guerra y delitos atroces que son ca-
racterísticos de los conflictos armados, entre otras manifestaciones de violencia
que forman parte o son expresión de un enfrentamiento sostenido entre dos o
más partes, ejércitos o grupos armados.

Propios de la fase de posconflicto son eventos de Ddr; procesos de justicia res-


taurativa o aquellos que caen, en una u otra forma, en el campo de la justicia
transicional, como el esclarecimiento de la verdad, la justicia-castigo-amnistía
total o parcial de los perpetradores y la reparación a las víctimas; la reconciliación
entre las partes enfrentadas o entre víctimas y victimarios y la reconstrucción del
tejido social, de la economía o las instituciones.

Entre el conflicto y el posconflicto

Así definidos el conflicto armado y sus fases, salta a la vista una primera com-
plicación de la situación colombiana: el país presenta, a la vez, elementos pro-
pios de conflicto armado abierto y posconflicto. En años recientes situaciones
“anómalas” como esta pueden observarse en lugares como Irak (invasión, guerra
civil y reconstrucción simultáneas), República Democrática del Congo (acuerdo
de paz, elecciones y confrontación armada en el este) o Sudán (acuerdo de paz
entre el norte y el sur y genocidio en Darfur). Procesos “puros” de posconflicto
como el de Sudáfrica, al término del apartheid, son menos comunes o más
fugaces de lo que se cree. Aunque hay numerosos posconflictos clásicos, los
años 1990 y 2000 han visto no pocos acuerdos de paz y Ddr que se incumplen
o fracasan y dan paso a nuevos conflictos armados.

33
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Más allá de las posiciones político-propagandísticas parece muy difícil rehu-


sarse a aceptar la evidencia de que la situación colombiana está caracterizada
por la combinación de un conflicto armado en curso con procesos propios del
posconflicto.

Quizá una descripción apropiada de lo que ocurre sea literaria, no sociológica.


Como el protagonista del clásico relato de R. L. Stevenson (1886), el país tendría,
a la vez, dos caras: la del honorable Dr. Henry Jekyll, respetado como un médico
simpático y responsable y la del truculento Mr. Edward Hyde, encarnación del
mal y lleno de conflictos que terminan convirtiéndolo en asesino. Dos perso-
nalidades opuestas que conviven en el mismo individuo, como el conflicto y el
posconflicto coexisten en la misma sociedad desde hace cierto tiempo (ya lo
hicieron una vez, con los procesos de paz, las desmovilizaciones y la Asamblea
Constituyente de comienzos de los años noventa).

En el relato, las dos personalidades se confunden a tal punto que


llevan al suicidio del afectado; en el país, hoy, es aún muy difícil
determinar hacia dónde apuntan las dinámicas de los elementos
de una y otra fase y si la sociedad marcha hacia la resolución
de su principal problema, el conflicto armado, o bien hacia su
reedición, corregida y aumentada (el precedente de mediados
de los años noventa, luego de las desmovilizaciones del M-19,
el Epl y otros grupos y la Asamblea Constituyente, desembocó
en una escalada sin precedentes del conflicto armado, con el
crecimiento desmesurado del aparato paramilitar de las Auc y
el de las Farc-ep).

Guardando las obvias proporciones –y con el desenlace aún


pendiente–, Colombia pasa hoy por una etapa como la de
comienzos de los años noventa, cuando una nueva Constitu-
ción, los guerrilleros retornados a la vida civil y Pablo Escobar
cazado en un tejado insinuaban el espejismo de la recuperación
de la paz, que pocos sospechaban pronto se hundiría en un
mar de sangre.

Esta coexistencia de dos “personalidades” presenta, en el caso


de Colombia, una segunda complicación, inducida por el gobierno y compartida
por buena parte de la sociedad urbana: en la lucha político-propagandística por
la interpretación de lo que sucede uno y otra lucen convencidos de que parte
del remedio a la enfermedad –tal como el Dr. Jekyll creía que podría deshacerse
de su cara oscura mediante la creación de Mr. Hyde– es negar la existencia de
un conflicto armado en el país. Ello se refleja parcialmente, además, en el peso
cada día menor que tiene desde hace unos años en la agenda de los medios de
comunicación la realidad del conflicto armado, en particular la de las regiones
más afectadas por el mismo.

34
Álvaro Sierra

Esto lleva directamente a una tercera complicación de la situación colombiana:


las diferencias entre la realidad de las principales ciudades, en particular de sus
sectores sociales medios y altos, y la “otra Colombia” de las regiones, donde una
situación de guerra domina la vida cotidiana, son tan agudas como el abismo de
carácter y conducta entre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En el país no coexisten solo
el conflicto y el posconflicto como categorías abstractas, sino dos realidades: el
país urbano moderno parece vivir en una dimensión y buena parte del resto, en
otra. Bastan unas pocas horas de viaje –y, a veces, mucho menos– para pasar de
Dinamarca a Cundinamarca. El abismo entre la “zona T” de Bogotá y las barca-
zas en el río Putumayo en las afueras de Puerto Asís donde los viernes truenan
los “narcocorridos” (o, para no ir tan lejos, entre el norte de Bogotá y la ley de
la selva callejera del reclutamiento y las desapariciones de la ciudad satélite de
Soacha) no es solo de ingreso o de geografía.

Fotografía. Fred Solís

Son dos países, uno de rumba, próspero y moderno, y el otro en guerra, pos­trado
y marginal, que fugazmente se encuentran, como sucedió cuando cientos de
desplazados inundaron el exclusivo Parque de la 931, en Bogotá, a media­dos de
2008. Si hay algo que lo muestre de modo patente es la doble realidad del perio-
dismo y del ejercicio de la libertad de expresión en Colombia, que también tienen 1 Un centenar de desplazados
protestaron, a fines de julio y
el doble rostro del Dr. Jekyll y Mr. Hyde: mientras en algunos lugares la prensa comienzos de agosto de 2008,
alegando el incumplimiento de
parece pertenecer al primer mundo, en otros sobrevive, literalmente, como en la acuerdos con Acción Social, la
República Democrática del Congo, con periodistas amenazados por los grupos agencia gubernamental encar-
gada de su atención. La Policía
armados, presionados por los militares y obligados por la necesidad a repartir su controló rápidamente la protesta.

35
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

tiempo entre la autocensura, la venta de pauta publicitaria y la asesoría a políticos


peligrosos o corruptos.

Estado de negación

Con la finalidad de mostrar que el conflicto armado es inexistente y lo que lla-


man “amenaza terrorista” está en su fase final de extinción por la vía militar (la
popular tesis militar del “fin del fin”2), el presidente Uribe, sus ideólogos y sus
partidarios realizan una doble operación retórica. Por una parte, destacan los
elementos criminales del conflicto armado –el narcotráfico, los vínculos de las
guerrillas con él, las “nuevas bandas criminales” como exclusivamente ligadas
al negocio, el secuestro, etc.– y minimizan otros, como el desplazamiento, el
número de homicidios relacionados con el conflicto armado, los estragos de las
minas antipersonas; todo ello con el objetivo de reducir el conflicto armado a un
fenómeno de criminalidad que el gobierno viene combatiendo con éxito.

Por otra parte, enfatizan los elementos de la situación que son propios del pos-
conflicto: las desmovilizaciones y el proceso de reintegración (reinserción) de ex
combatientes, la presunta “desaparición” del paramilitarismo como fenómeno
contrainsurgente, el agudo debilitamiento de las guerrillas de izquierda y su escaso
apoyo social, los procesos de verdad y justicia que representan las versiones libres
de los paramilitares, la extradición de sus principales jefes, la exhumación de fosas,
el papel de Acción Social y la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación
en la atención a las víctimas y los procesos de reparación en curso, entre otros.

El cuadro resultante, según la versión oficial, es que en Colombia no hay conflicto


armado y, con claras muestras de que se ha entrado en el posconflicto, se avanza
con éxito en la eliminación de la amenaza puramente criminal del “narcoterro-
rismo” y en la consolidación de la convivencia democrática.

En el campo opuesto, los críticos del gobierno hacen la operación simétricamente


contraria: enfatizan los elementos de conflicto armado de la situación del país, y
minimizan –algunos, incluso, niegan– los de posconflicto. La imagen resultante es
el negativo de la fotografía oficial: el país está en un conflicto armado sin resolver,
las violaciones a los derechos humanos y las infracciones al Derecho Internacional
Humanitario son la norma, el desplazamiento forzado tiene proporciones colo-
sales, la desmovilización de los paramilitares fue una farsa, el paramilitarismo ha
renacido en las nuevas bandas emergentes, y los procesos de verdad, justicia y
reparación son un remedo que no merecería tal nombre. Se llega a veces hasta
a calificar como “uribistas” a quienes hablan de posconflicto en Colombia.
2 El comandante de las Fuerzas
Militares colombianas, general
Freddy Padilla, lanzó esta fórmula El cuadro que dibuja el gobierno responde no solo a sus objetivos políticos es-
con el fin de describir la situación tratégicos sino a un sentimiento ampliamente arraigado en las capas medias y
en la cual, a juicio de la institución
que dirige, se encuentran las Farc. altas urbanas, que está en la base del fenómeno que encarna el uribismo y que

36
Álvaro Sierra

refleja el cubrimiento de los medios de información. El conflicto armado, que


llegó a ser una amenaza real y directa para esos sectores, ha sido relegado en el
país urbano moderno a un plano fantasmagórico, casi virtual. Es una presencia
difusa, en esa “otra Colombia” atrasada y remota que arrastra su existencia en la
selva y en el campo, entre plantaciones cocaleras y guerrilleros acorralados, lejos
de la atención y el ruido informativos, ocupados mayormente en otras cosas.

Una combinación de ofensiva militar sostenida contra las guerrillas, altamente


exitosa, la desmovilización de los grandes grupos paramilitares clásicos y una
campaña propagandística con amplio eco en los medios han conseguido que el
conflicto armado tenga una presencia cada día más marginal en el imaginario
colectivo de quienes viven en Bogotá y las grandes ciudades.

Para una parte sustancial de la población urbana, especialmente los sectores


medios y altos, el conflicto no solo ha dejado de representar una amenaza di-
recta; además, como el paciente que ha padecido una larga enfermedad y siente
disminuir la fiebre y recupera algunas fuerzas, se aferra a la ilusión de que el mal
que lo atacó no existe y es cosa del pasado y se resiste a ver que la enfermedad,

37
Fotografía. Jesús Abad Colorado
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

intacta, sigue invadiendo el organismo. En este estado de negación, constante-


mente alimentado por la propaganda oficial, vive buena parte del país urbano.

El problema es que, junto a una realidad de evidentes avances en la confrontación


del Estado contra los grupos armados –catorce jefes de los grupos que aterro-
rizaron al país por dos décadas, en cárceles de Estados Unidos; dos miembros
del Secretariado de las Farc muertos en operaciones oficiales; Ingrid Betancourt,
símbolo del “secuestro político”, rescatada mediante una operación de inteligencia
no son ciertamente meros asuntos “sicológicos” o propagandísticos– se acumulan
los síntomas de que la enfermedad de Colombia, el conflicto armado interno,
conserva una vitalidad bastante más notoria de lo que el médico y el paciente
quisieran reconocer. Negarlo parece de una torpeza tan evidente como tapar el
sol con la mano –y le ha costado no poco al gobierno, al menos en el contexto
internacional–, pero se explica en buena medida porque no se trata tan solo de
una campaña propagandística sino de un fenómeno con una contraparte en la
realidad: parte sustancial de la sociedad, hastiada del conflicto armado, prefiere,
como el paciente del sicoanalista, no reconocer la enfermedad.

La popular tesis de que “el país está cada día mejor” no es solo resultado de
enfatizar los cambios ocurridos en materia de seguridad y la disminución de los
índices de violencia desde 2002; es, además, reflejo del estado de negación
en el que viven amplias capas urbanas frente a los estragos y la magnitud del
conflicto armado interno, con su conciencia reafirmada por el continuo flujo de
propaganda oficial: “¿conflicto armado? No, aquí lo que hay es unos grupos de
bandidos exitosamente combatidos por el gobierno y al borde de la extinción.
Nada más”.

Son dos países, uno La contradicción, de entrada, es tan obvia que produce un cierto rubor intelec-
de rumba, próspero tual por quienes la formulan tan tranquilamente: si no hay conflicto armado, ¿el
y moderno, y el otro “fin del fin” es el fin de qué? Sin guerra, ¿a cuenta de qué el país viene haciendo
en guerra, postrado el supremo esfuerzo presupuestal y militar de los últimos seis años, dedicado,
y marginal, que esencialmente, a librar una guerra con grupos armados irregulares? (Contra el
fugazmente se narcotráfico no se han decretado impuestos extraordinarios). ¿Qué otra nación
encuentran. en el mundo ha duplicado en un lustro su gasto militar como porcentaje del Pib
para combatir un fenómeno exclusivamente criminal? ¿Qué va a pasar con ese
conflicto armado inexistente, o con la situación social (las huelgas de jueces –y
el decreto del estado de conmoción interior– y corteros de caña y los protestas
indígenas en el Cauca, en octubre de 2008, son un abrebocas), ahora que la
crisis financiera internacional hará cada vez más penoso mantener abierto el grifo
financiero de la seguridad democrática?

Lo que se niega es una realidad abrumadora que se ha instalado en los semáforos


de las ciudades y perturba la agenda de normalidad que relega no sin grandes es-
fuerzos el conflicto armado a las páginas interiores de la prensa. Muestra evidente
de esa realidad son los varios campeonatos lamentables que ostenta Colombia,

38
Álvaro Sierra

cuya gravedad e implicaciones palidecen ante el escaso peso que se les concede
en la agenda pública y mediática y en las políticas oficiales (recuadro 1):

nn Uno de los primeros lugares en el mundo en desplazamiento forzado interno

nn Cerca de medio millón de refugiados


nn Cerca de la quinta parte mundial de víctimas de minas antipersonas
nn Uno de los diecisiete países donde se reclutan niños por parte de los gru-

pos armados y uno de los doce donde hay procesos de desmovilización


y reinserción de niños
nn Uno de los once países con más de cincuenta mil muertes ligadas al con-

flicto armado
nn Uno de los mayores índices de secuestros en el mundo

nn Uno de los lugares del mundo más mortíferos, con dieciséis mil homicidios

anuales
nn Con paramilitares de derecha, guerrilleros de izquierda de diversa ideolo-

gía, y grupos rearmados, Colombia es todo un parque jurásico de grupos


armados y un museo natural de formas de violencia degradada.

Para quienes diseñan la propaganda oficial, los hechos están a la vista. Periodis- Más allá de las
tas, editores y dueños de los medios, deben, a su turno, preguntarse: ¿está el posiciones político-
cubrimiento del conflicto armado a la altura de esta realidad? Si no es así –y todo propagandísticas
indica que no–, ¿por qué? ¿Qué atención, qué importancia en la agenda perio- parece muy difícil
dística de los medios nacionales tienen, como tales, zonas de guerra, pues esa es rehusarse a aceptar
su definición, como Nariño, Cauca, Chocó, Arauca, el sur de Córdoba, Guaviare? la evidencia de
¿Influye o no la cobertura o su falta de prominencia del conflicto armado y de que la situación
las regiones que son sus principales teatros sobre la percepción pública acerca colombiana está
del papel y la popularidad del gobierno y la política de seguridad democrática? caracterizada por la
Con excepción de eventos que, por sus características, son noticias ineludibles, combinación de un
el transcurso cotidiano de la guerra, en especial en las regiones, llega en el mejor conflicto armado
de los casos, a las páginas interiores de los periódicos: ¿contribuye esto a reforzar en curso con
el estado de negación en que se encuentra gran parte de la sociedad urbana procesos propios
frente al conflicto armado? del posconflicto.

¿El país del Dr. Jekyll?

Un inventario similar al de los hechos que demuestran claramente la persistencia


del conflicto armado en Colombia, puede hacerse para los elementos que pueden
adscribirse a fases de posconflicto.

A partir de la desmovilización de las Auc, entre diciembre de 2003 y agosto de


2006, no parece lógico negar que en el país hay una serie de nuevos fenómenos
que en otros escenarios son propios de etapas posteriores a las confrontaciones
armadas. Que en Colombia se den en medio de una confrontación armada que
continúa es, por supuesto, un elemento central a tomar en cuenta en el análisis.

39
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Elementos de conflicto armado abierto en Colombia


El
nn primero, segundo o tercer puesto en el mundo en des- los doce en los que hay procesos de desmovilización y
plazamiento forzado interno (la diferencia entre el número reintegración de niños. Y uno de los pocos donde estas
de expulsados por la provincia sudanesa de Darfur, la desmovilizaciones se hicieron, en parte, “informalmente”,
provincia iraquí de Babilonia o el departamento colombiano sin incluir a los niños en programas oficiales de Ddr.
de Antioquia se deja aquí a los especialistas). Cincuenta y Colombia
nn es uno de los diecinueve países del mundo
dos países tienen 24,8 millones de desplazados; Colombia donde a fines de 2007 estaban en curso procesos de Ddr
aporta 2,7, 3 ó 4 millones, dependiendo de quién y cómo de grupos armados (Ddr, 2008).
los cuente*. Cada año, desde 2000, al menos cerca de un
cuarto de millón de personas han sido expulsadas por la Colombia
nn es una de las once naciones que han generado
violencia en el país. Aun con datos encontrados, el gobierno más de 50.000 muertes a lo largo del conflicto armado
(Fisas, 2008).
y las Ong coinciden en que en los años 2005, 2006 y 2007
el desplazamiento aumentó. ¿Cuántos habitantes urbanos, Pese a que es casi la mitad de la cifra de hace seis o siete
nn
además de compadecerse o irritarse cuando los ven pedir años, un país de 40 millones de habitantes con 16.000
limosna en los semáforos, se preguntan por qué están ahí? homicidios anuales sigue siendo uno de los lugares más
¿Cómo siguen llegando sin conflicto armado? mortíferos del mundo para sus pobladores. Una parte
importante de esos homicidios (que los especialistas no
Alrededor
nn de medio millón de refugiados, buena parte
se ponen de acuerdo a la hora de cuantificar) está ligada
de ellos en Ecuador (UN High Commissioner for Refu-
al conflicto armado.
gees, 2008), que prácticamente no figuran en la agenda
pública colombiana, gracias, en gran medida, a que Pese a sus nexos evidentes con el narcotráfico, la velocidad
nn
no registran en la de los medios de información. Solo y magnitud del surgimiento de nuevos grupos armados, con
otros tres países, Sudán, Irak y Afganistán, figuraban a integrantes que vienen de los paramilitares desmovilizados,
fines de 2007 en las estadísticas de la Oficina del Alto no se explica sin la mano de obra calificada provista por un
Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados conflicto armado de larga duración.
(Acnur) como expulsores de más de 500.000 refugiados. Pese a su notable reducción en números, la persistencia de
nn

De las cerca de 5.700 víctimas de minas antipersonas en 68


nn un fenómeno como la toma de rehenes civiles (secuestro)
países en 2006, Colombia aportó casi la quinta parte, 1.106, está directamente ligada al conflicto armado, no solo a
unas 300 más que el siguiente, Afganistán (Landmine Mo- redes criminales o extorsivas.
nitor Report, 2007). Solo hay otros dos países, Afganistán Algo similar ocurre con aberraciones como la desaparición
nn
y Camboya, con más de 450 víctimas anuales, y en ambos forzada de personas, los jóvenes reclutados que aparecen
disminuyó notablemente el número de víctimas entre 2005 como “dados de baja en combate”, las ejecuciones extraju-
y 2006. En Colombia, el único con más de mil, su número diciales y otra serie de “falsos positivos” y demás infraccio-
disminuyó apenas en seis frente al año anterior. Si no fuese nes graves al Derecho Internacional que periódicamente
por el compromiso personal de una figura como el cantante sacuden a las Fuerzas Armadas, todas ellas características
Juanes, que lo ha convertido en una cruzada pública, este de situaciones de conflicto armado interno.
tema correría con la suerte de otras secuelas del conflicto
En todas las bases de datos y los estudios internacionales,
nn
armado. Y, aún así, figura raramente en la agenda de los
Colombia figura como uno de los cerca de treinta conflictos
medios y es nulo el despliegue de campañas de información
armados en curso en el mundo. Ocupa los primeros puestos
y prevención, básicas en una nación que tiene el problema en dos áreas: es uno de los de más larga duración y, tam-
de minas antipersonas más grave del mundo. bién, de los que más ha invertido tiempo en negociaciones
Colombia
nn es uno de los diecisiete países del mundo con fracasadas. Con las Farc, desde 1982, se han hecho rondas
conflictos internos donde se reclutan niños en grupos de negociación infructuosas por un total de 234 meses; con
armados (Child Soldiers Global Report, 2008). Es uno de el Eln, desde 1991, por 186 meses (Fisas, 2008).
* “Internally Displaced People: Questions and Answers”, Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, http://www.unhcr.
org/basics/BASICS/405ef8c64.pdf. Los datos son de comienzos de septiembre de 2007, cuando Colombia aún no había añadido a sus cuentas
575.000 personas (según las cuentas de Codhes, Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, hasta junio 30 de 2007) ó
425.000 (de acuerdo con las de Acción Social, a septiembre 30 de 2007) que han sido desplazadas desde entonces.

40
Álvaro Sierra

Pero argumentos como que la desmovilización paramilitar es una farsa, como


plantean sectores de oposición al gobierno, no demeritan la existencia de ele-
mentos de posconflicto; al contrario, la confirman. Trátese o no de una farsa, es
un hecho que, producto de un proceso pactado con grupos armados, hay algo
más de 31.700 hombres en programas oficiales de reintegración a la vida civil,
que cuestan alrededor de 300 millones de dólares (Fisas, 2007). Que todos sean
o no ex combatientes, que hayan entregado armas de buena o mala calidad, que
parte de los paramilitares no se haya desmovilizado es otro asunto, importante,
pero que no elimina el hecho de que en el país está en curso un proceso de
Ddr, propio, por definición, de etapas de posconflicto.

Como los anteriores, varios otros elementos característicos de etapas de pos-


conflicto introducen nuevas dinámicas que deben sopesarse para evaluar la
situación y el curso futuro del país. Su comprensión es crucial para el cubrimiento
periodístico de lo que está ocurriendo y hacia dónde van los acontecimientos.
Y, aunque algunos, como la “parapolítica”, tienen prominencia en la agenda
informativa, no es claro que medios y periodistas hayan hecho plena conciencia
de sus implicaciones prácticas y que, probablemente, deberían tener mayor
relevancia en la información cotidiana.

¿Cuáles son los hechos de la actual situación nacional propios del posconflicto?

nn Tuvo lugar un proceso de desmovilización y desarme en el cual se fundieron

cerca de 18.000 armas.


nn Hay un proceso de reintegración de cerca de 43.000 ex combatientes.

nn Está en curso un proceso complejo de justicia transicional y restaurativa que

involucra elementos de verdad, justicia y reparación, como la “parapolítica”,


la ley de justicia y paz, las versiones libres de los ex jefes paramilitares o el
trabajo del Grupo de verdad y memoria histórica de la Comisión Nacional
de Reparación (Cnrr).
nn Hay un profundo proceso de debate sobre los derechos de las víctimas y

su reparación.
nn El rearme, el veloz surgimiento de grupos armados, ligados al negocio

del narcotráfico y con nexos con los paramilitares desmovilizados, es la


contraparte del desarme (recuadro 2).
nn Se han creado nuevas instituciones como la Comisión Nacional de Repara-

ción y Reconciliación o la Alta Consejería para la Reintegración Económica


y Social.
nn Hay un proceso de exhumación de fosas e identificación de desaparecidos.

Pese a los esfuerzos oficiales por presentar estos nuevos desarrollos como otras
tantas muestras de que Colombia está dejando atrás el conflicto armado (la cara
Dr. Jekyll del paciente, es la que le gusta promover al gobierno y en la que prefiere
verse reflejada la sociedad urbana cuando se mira al espejo) y a la insistencia de
sectores de la oposición en resaltar los elementos negativos, tanto del conflicto

41
ro Sierra La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

armado en curso como del posconflicto (el Mr. Hyde, objeto de sistemática nega-
ción), surge en primer lugar, una constatación básica para entender lo que ocurre
y producir información de calidad sobre este proceso: la realidad del país es una
combinación compleja y contradictoria de elementos de un conflicto armado que
dista de resolverse (y es irreductible a una manifestación criminal) con elementos
clásicos de posconflicto cuya evolución aún está por definirse.

En segundo lugar, serias dudas se acumulan en torno a la posibilidad de que


el proceso en curso conduzca al desmonte del paramilitarismo y a un proceso
serio de verdad, justicia y reparación de las víctimas y, aun si ese fuera el caso,
es claro que ello no llevará al fin del conflicto armado sino, como sostienen los
investigadores de DeJusticia, a

una justicia transicional y una paz fragmentarias, pues no aparecen en el orden


del día negociaciones con los demás actores alzados en armas que pudieran poner
fin a la guerra, la cual podría al contrario tender a su agudización en el futuro
cercano (Uprimny et ál., 2006).

Elementos de posconflicto en Colombia


Tuvo
nn lugar un proceso de desmovilización y desarme que serie de organizaciones e instituciones dedicadas a ello y
involucró a varias decenas de miles de hombres, pactado una amplia lista de estudios y expertos, la atención de los
como parte de los acuerdos con los jefes paramilitares, medios sobre el proceso de reintegración y sus diferentes
en el marco del cual se entregaron –y se fundieron– unas aspectos, sobre la diversa situación regional, el papel de las
18.000 armas. comunidades receptoras o la rica experiencia internacional
en este campo –todos temas clave para la percepción ciu-
Hoy, se trata esencialmente de un proceso de reintegración
nn
dadana de un flujo de combatientes que la sociedad tiene
(la desmovilización individual, principalmente de las guerri-
el desafío de acoger so pena de verlos engrosar las filas
llas, que ha aportado otros 11.000 ex combatientes, es dis-
de nuevos grupos armados– ha sido muy modesta.
tinta de este proceso colectivo, aunque ambos confluyen en
la reintegración). A los críticos del proceso no les gusta que Está en curso un complejo proceso de justicia transicional y
nn
se señale, por ejemplo, que la tasa colombiana de armas restaurativa que el país no había conocido y que involucra
entregadas sobre el número de desmovilizados colectivos elementos de verdad, justicia y reparación, y procesos e ins-
es una de las más altas en el mundo (0,57 hombres-arma, tituciones concretos, todos típicos de fases de posconflicto:
frente a una media de 0,49) (Ddr, 2008). n La existencia de una ley de justicia y paz –esa sí
Tampoco
nn es parte importante del debate público el hecho intensamente debatida en público y en los medios de
de que, después de un inicio lamentable, el programa de comunicación– y de un proceso judicial para una de los
reinserción oficial, aunque enfrenta retos serios, un atraso componentes del conflicto armado, los paramilitares.
considerable por causa del tiempo perdido y la competencia n La conformación de la Comisión Nacional de Repa-
del narcotráfico que recluta y mata desmovilizados, ha ración y Reconciliación (Cnrr) y el amplio abanico de
dado un vuelco desde hace dos años. Pese a que hay una temas que debe tratar en los diez años de su mandato,

42
Fotografía. Edgar Domínguez

desde asuntos que tienen que ver con la recuperación de años de inactividad oficial, de un plan nacio­nal
de la verdad histórica hasta el manejo y reparto de de búsqueda y de una base de datos centralizada.
bienes locales. Uno de los elementos nuevos de la situación es lo que está
nn
n El trabajo del Grupo de verdad y memoria histórica de la sucediendo con las víctimas, que pasan por un profundo
Cnrr, que pasó desapercibido hasta que produjo, en sep- proceso de organización y debate sobre sus derechos y
tiembre de 2008, un primer informe sobre la masacre de reivindicaciones, proceso marginal en la agenda de los
Trujillo (Valle) de hace cerca de veinte años (Cnrr, 2008). principales medios de comunicación, aunque algunos de
n Las versiones libres –y la suerte individual– de cerca de tres sus representantes figuran como expertos o columnistas
mil perpetradores de serias infracciones al Derecho Inter- en algunos de ellos.
nacional Humanitario inscritos en la ley de justicia y paz. Otro
nn elemento, que contiene en sí mismo todas las con-
Las investigaciones de la “parapolítica”, otro tema objeto tradicciones de la actual fase por la que pasa Colombia,
de amplio y sostenido cubrimiento por parte de los medios. es el veloz surgimiento de grupos armados de nuevo tipo,
n Todo lo que aún falta por conocerse e investigarse ligados al negocio del narcotráfico pero con vínculos, de
sobre el “paraempresariado” y el involucramiento a alto sus integrantes, sus mandos y, en ocasiones, sus modus
nivel de los militares en el surgimiento y desarrollo del operandi, con el paramilitarismo clásico, y que se han
paramilitarismo como estrategia contrainsurgente. implantado en varias de las regiones de control tradicional
de los componentes de las extintas Auc. Además de las
n Un proceso de reparación y compensación material y
“bandas emergentes” de las que se habla oficialmente
simbólica a las víctimas del conflicto armado.
como fenómenos puramente criminales, poco se ha in-
n Un proceso de exhumación de fosas y hallazgo e vestigado sobre franquicias como las Águilas Negras, que
identificación de desaparecidos, que ha llevado, parecen obedecer a un propósito nacional centralizado,
entre otros, a avances importantes en la siste­ma­ y se caracterizan por amenazar y asesinar selectiva-
tización y atención al problema de las desapariciones mente a dirigentes populares, sindicales y de izquierda.
­forzosas en Colombia, a la puesta en marcha, lue­go

43
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

La propia Cnrr (2006) así lo reconoce: “Llevar a cabo una política de verdad,
justicia y reparación en medio del conflicto será, sin duda, el mayor desafío que
deberá enfrentar la Comisión”.

Serias dudas se Como se mencionó, la complejidad de la actual situación reside no solo en la


acumulan en torno combinación de elementos propios de fases distintas y mutuamente excluyen-
a la posibilidad de tes como el conflicto abierto y el posconflicto en una sola situación sino, sobre
que el proceso en todo, en el hecho de que en medio de ella se está definiendo hacia dónde se
curso conduzca enrumba el país.
al desmonte del
paramilitarismo y ¿Marcha Colombia hacia nuevas formas de violencia y conflicto armado como las
a un proceso serio que han caracterizado el último medio siglo, o hacia una solución del conflicto
de verdad, justicia armado y una sociedad que, pese a sus desigualdades e injusticias, supera la
y reparación de las etapa de la confrontación armada y opta por un camino de construcción como
víctimas y, aun si sociedad democrática?
ese fuera el caso,
es claro que ello no Hoy, pese a la euforia que comparten el gobierno, los militares y sectores del
llevará al fin público sobre la evolución de la confrontación con las Farc, se acumulan ele-
del conflicto mentos para el pesimismo, aunque sería apresurado concluir que Colombia ha
armado, sino a una entrado en un momento similar al posterior a la Asamblea Constituyente de 1991
justicia transicional cuando, pese a las desmovilizaciones y los nuevos consensos institucionales (hoy
y una paz no existe nada similar), el país terminó hundiéndose en un baño de sangre peor
fragmentarias. del que venía.

El papel de los medios y los periodistas

Desde el punto de vista periodístico, uno de los grandes desafíos es entender que
es muy distinto cubrir procesos de posconflicto y procesos de conflicto armado
abierto. Para un periodismo formado por varias décadas en el cubrimiento de un
conflicto armado no es nada fácil entender y reportar fenómenos nuevos como
los elementos de posconflicto de la realidad nacional. A lo cual hay que añadir la
complicación de que ambas fases coexisten en un mismo momento en el país.

En medio de una realidad tan compleja, cruzada por un debate político-ideológico


cuyo encarnizamiento es una demostración de que el conflicto armado interno
está tan vivo como siempre en el país, el papel de los medios es, obviamente,
muy relevante. Su capacidad de poner (o no) en la agenda pública temas, de
proporcionar contexto y argumentos serenos a una discusión difícil y polarizada
(o de hacerla aún más apasionada), su potencial de alimentar y reforzar el esta-
do de negación frente al conflicto armado que alienta la propaganda oficial o,
aun en contravía al ánimo de parte del público, de llamar la atención sobre los
graves problemas que encara el país y ponerlos en el centro del debate público
son todas razones por las cuales el papel de los medios de comunicación en la
situación actual es de gran importancia.

44
Álvaro Sierra

Siempre es difícil navegar entre la “bruma de guerra”; lo es aún más detectar,


entender e interpretar las tendencias y los procesos profundos de lo que está
sucediendo en Colombia, velados además por el flujo incesante de la propaganda
oficial. ¿A dónde va el país? ¿Al “fin” de la guerra o a la “reparamilitarización” y la
definitiva narcotización del conflicto armado, en una nueva espiral de violencia
arropada de discursos insurgentes y contrainsurgentes? ¿Se consolidan un Estado
y un proyecto político que representarían la culminación institucional del con-
trol paramilitar, sancionada electoralmente, al menos en algunas regiones, si no
también en el nivel central? ¿O en medio de tumbos y estertores se marcha hacia
una sociedad donde las opciones de derecha, centro e izquierda decanten en un
debate político más o menos civilizado, pacífico y legítimo? Estas son preguntas
de fondo que directivos y periodistas en los medios deberían plantearse para
hacer frente a uno de los momentos más interesantes y decisivos en medio siglo
de conflicto armado colombiano.

Desde el punto de vista práctico, conviene dividir entre lo que es necesario


hacer en materia de cubrimiento de la confrontación armada y de los elementos
nuevos de posconflicto. Como se señaló, es distinto cubrir un conflicto armado y
cubrir un posconflicto; y es más complejo aún si ambos están inextricablemente
mezclados en un solo proceso. Ambas situaciones demandan sensibilidades,
destrezas, enfoques y conocimientos distintos por parte de los periodistas y los
medios de información.

La cobertura del conflicto armado ha pasado por altibajos. Varios estudios han
mostrado sus debilidades y ha habido un fructífero debate entre periodistas,
académicos y organizaciones periodísticas en busca de elevar la calidad de la
información. Las circunstancias específicas de la confrontación hacen muy difícil
el trabajo periodístico en ciertas zonas. La intensidad de la presión oficial para
que sea su versión la que domine la agenda (y las múltiples complicidades entre
el poder y una prensa que se resiste a abandonar su sesgo oficialista) se añade
a las dificultades.

Este trabajo no busca hacer un balance de cómo se ha cubierto el conflicto armado


en Colombia, a lo cual se han dedicado varios estudios y reuniones con directivos
y propietarios de los medios3. El énfasis aquí es en el cubrimiento de los elementos
de posconflicto de la situación nacional, para lo cual es desde un punto de vista
metodológico conveniente el contraste con el cubrimiento del conflicto armado.

El periodismo colombiano se ha hecho, en las últimas décadas, en el cubrimiento


3 Veáse, entre otros, los estu-
del conflicto armado. Por años, esa ha sido su materia prima y su escuela. Esa es dios realizados por el Proyecto
la formación y la historia que comparten todos los reporteros especializados en Antonio Nariño sobre cubrimiento
del conflicto por parte de los dia-
lo que en Colombia se llama, de manera poco afortunada, “orden público”. rios y la televisión colombianos,
así como las reuniones de direc-
tivos y propietarios de medios de
Los periodistas de hoy no han tenido otra escuela: se formaron y desarrollaron comunicación auspiciadas por la
Fundación para un Nuevo Perio-
cubriendo un conflicto armado que ya existía cuando iniciaban su carrera, y la han dismo Iberoamericano (Fnpi).

45
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

adelantado cubriendo ese conflicto. Salvo los más viejos, ningún periodista colom-
biano concentrado en esta área ha trabajado en una situación sin conflicto armado.
Esto deja en cualquier persona una marca profunda y, en la medida en que el con-
flicto se ha vuelto la rutina de la información, los reflejos y las destrezas que se crean
cubriéndolo tienden a trasladarse a toda nueva situación que se presente.

Es un lugar común que la lupa del periodismo tiende a iluminar los conflictos, no la
paz; los estallidos de violencia, no los procesos silenciosos; los eventos negativos,
no los positivos; los perpetradores de los crímenes, no sus víctimas. Esto, que es
ya un problema para cubrir el conflicto armado, como se ha debatido amplia-
mente en el país entre los periodistas, lo es aún más cuando elementos propios
de una situación distinta, como el posconflicto, empiezan a pesar en la realidad.

Este es el primer problema que el periodismo colombiano enfrenta hoy en este


campo: en general, los elementos propios del posconflicto se están cubriendo
con las lógicas con las que se ha venido cubriendo por años el conflicto armado;
y el posconflicto demanda lógicas –y conocimientos– muy distintos. La mayoría
de los periodistas y sus medios aún no han hecho el “clic” necesario para cubrir
los procesos de posconflicto, ni han hecho plena conciencia de que demanda
destrezas y sensibilidades muy distintas. Y todo un nuevo aprendizaje.

Por ello resulta conveniente identificar algunos de los procesos en curso que son
propios del conflicto armado y del posconflicto, así como las complejas relaciones
que se establecen entre ambos.

Los procesos propios del conflicto armado abierto están relacionados con la
evolución de la guerra y la negociación y los diálogos con los grupos armados
al margen de la ley; la evolución de la política de seguridad democrática, las
violaciones a los derechos humanos e infracciones al Dih, la “guerra contra las
drogas”, al igual que fenómenos como las minas antipersonas, el reclutamiento
de menores de edad, el desplazamiento y la situación de los refugiados.

Por su parte, entre los elementos propios del posconflicto se identifican los
procesos de desmovilización, desarme y reintegración (Ddr) y los de justicia
transicional o restaurativa, de verdad, justicia y reparación (recuadro 3).

Esta clasificación es un punto de partida, pero, sin embargo, deja por fuera otros
procesos que demandan atención y cubrimiento periodísticos, y no pocos de los
que incluye pueden adscribirse tanto al conflicto armado como al posconflicto.
Mención aparte merecen procesos en los que conflicto y posconflicto son prác-
ticamente inseparables.

Esta es, quizá, la principal característica de la situación colombiana y, si bien para


fines del análisis conviene pensar los procesos como propios de situaciones de
conflicto armado y posconflicto, al final, lo que debe tenerse en cuenta es que

46
Álvaro Sierra

Procesos del conflicto


Procesos propios del conflicto armado n La reintegración, donde confluyen ambos procesos de
desmovilización y desarme, es el aspecto central de
Evolución
nn de la guerra con las Farc y el Eln
Ddr ahora
Evolución
nn de diálogos y negociaciones con las Farc y el
n El proceso nacional, centralizado en la Alta Con-
Eln
sejería para la Reintegración Social y Económica,
La
nn situación de las Farc y el Eln y los procesos locales
n Las distintas facetas: atención sicológica, rein-
Evolución del “acuerdo humanitario”, sobre liberación
nn
de rehenes civiles y policías y militares capturados por serción laboral y productiva, las comunidades
las Farc receptoras
n Rearme, asesinatos de desmovilizados
Evolución
nn de la política de “seguridad democrática”
Los procesos de justicia transicional o restaurativa
nn
n Gasto militar y sostenibilidad del esfuerzo presupuestal
n Los procesos de verdad
n Evolución de los indicadores de violencia ligada al
n La parapolítica (también un proceso de justicia) y
conflicto armado
el choque de poderes generado en torno a ella
Evolución
nn de las violaciones a los derechos humanos e n La investigación de los nexos a alto nivel entre
infracciones al Dih miembros del gobierno o su bancada parlamentaria
n Ejecuciones extrajudiciales y los paramilitares
n Los nexos del Estado y el establecimiento con el
n Asesinatos y amenazas de líderes y activistas: autores,
paramilitarismo: ¿hasta dónde llega el papel de los
características, evolución de las cifras
militares? ¿Los empresarios?
Evolución
nn de la “guerra contra las drogas” y de los nexos n El trabajo del Grupo de memoria histórica de la
entre el narcotráfico y la guerrilla. Cnrr
La
nn ayuda de Estados Unidos n Los procesos de justicia

Procesos
nn de rearme y surgimiento de nuevos grupos; n La marcha de la ley de justicia y paz (también un
carácter de estos grupos proceso de verdad)
n Las versiones libres
Evolución
nn del reclutamiento de niños
n La suerte de los desmovilizados que no entran a
Evolución
nn del fenómeno de minas antipersonas justicia y paz
Desplazamiento
nn interno y refugiados: evolución del fenó- n Los procesos que tienen lugar entre los presos,

meno, políticas del gobierno para su atención tanto paramilitares como guerrilleros
n Los procesos de reparación
Conflictos
nn y protestas sociales y sus relaciones con el
n El papel de la Cnrr y las diversas facetas de su
conflicto armado.
actividad
n El movimiento de víctimas, sus procesos organi-
Procesos propios del posconflicto
zativos y reivindicaciones
Los
nn procesos de Ddr n Los varios aspectos de la reparación: material,
n El proceso de desmovilización colectivo (paramilitares) simbólica, etcétera
n El proceso de desmovilización individual. ¿Van las n Entrega y restitución de bienes a las víctimas
Farc hacia la desmovilización de frentes; cada vez n La tierra
más mandos medios? n La responsabilidad estatal.

47
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

en curso están dos procesos que no son distintos, sino uno solo en el que con-
flicto armado y posconflicto van de la mano, tal como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde
convivían en una única persona.

Esto es lo que sucede, no solo con varios de los procesos mencionados en el


listado (recuadro 3), sino con otros como los siguientes:

nn El papel de la comunidad internacional y de ciertos países que tienen un


protagonismo particular en diversas áreas (Holanda, Reino Unido, Israel),
y, por su importancia, el papel de Estados Unidos.
nn Procesos locales, como los laboratorios de paz financiados por la Unión

Europea en el Magdalena Medio y otras regiones.


nn La tierra, clave tanto en el conflicto armado como en las posibilidades del

posconflicto.
nn El rearme, contraparte del desarme.

nn La desmovilización individual, que es, a la vez, un fenómeno que da origen

a un proceso de posconflicto como la reintegración; una estrategia del


conflicto armado, en la medida en que es un arma de guerra y propaganda
del gobierno contra las Farc, y un indicador de la evolución del principal
grupo armado irregular del país.
nn El estado de la movilización ciudadana y sus múltiples imbricaciones con

el conflicto armado.
nn La evolución de la situación en las regiones: dónde se vive en guerra, cómo

se transforma la vida cotidiana para la gente en la medida en que cambia

Fotografía. Jesús Abad Colorado

48
Álvaro Sierra

la confrontación entre el ejército y las Farc, luego de la desmovilización


paramilitar o con el surgimiento de nuevos grupos armados.

Periodismo en procesos de transición

Pese a su relativo esquematismo, distinguir entre los elementos propios de un


conflicto armado y los característicos de etapas de posconflicto tiene, además
de los fines analíticos, implicaciones prácticas.

A fin de promover un debate productivo, conviene señalar un primer elemento


básico de contexto que se pierde de vista con frecuencia, en particular entre
la oposición, tan crítica de los grandes medios: una de las particularidades del
proceso en Colombia es que la institucionalidad local es bastante más sólida que
la de la mayoría de países en situaciones similares.

Una de las tareas principales del posconflicto en otras partes del mundo es
reconstruir, a veces desde cero, instituciones básicas, lo cual no es el caso en
Colombia. Esto, que hace al funcionamiento de la justicia, el sistema electoral o
los órganos de gobierno, es particularmente relevante respecto a los medios de
comunicación: los medios colombianos, pese a sus sesgos y problemas, hacen
un cubrimiento y generan una información cuya calidad reconocen muchos ob­
ser­vadores externos familiarizados con situaciones de conflicto y posconflicto
en otros lugares del mundo.

El nivel del que se parte al discutir el cubrimiento de estos temas con los perio-
distas colombianos dista mucho del de países como Sierra Leona, Afganistán o
Sudán. Esto, en el país del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, tiene su contraparte. Así como el
funcionamiento (o la ausencia) del Estado en ciertas regiones parece a veces más
próximo al de Haití o algunos países africanos, es indispensable tomar en cuenta
el abismo que hay en las condiciones de trabajo y la calidad de la información
que producen los grandes medios en las ciudades y la situación de los periodistas
y los medios locales de muchas regiones donde la guerra es parte de la vida coti-
diana, con sus secuelas de silencios autoimpuestos y malas prácticas periodísticas.

Un segundo elemento general: lo que en la investigación académica y la aplicación


práctica se ha aprendido sobre el papel de los medios en procesos de transición
y situaciones de posconflicto debe aplicarse con cuidado a la situación colom-
biana. No está aquí en curso un posconflicto clásico ni hay una clara situación
de transición de la paz a la guerra (no pocos elementos de la situación apuntan
a una transición de la guerra a la guerra).

Las organizaciones periodísticas y los periodistas o los medios que luchan por
proporcionar un cubrimiento de calidad lo hacen a menudo en condiciones
tremendamente adversas que distan de las del posconflicto “puro” o clásico. La

49
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

violencia sigue siendo una norma en muchas regiones. El abismo que separa a
los grandes medios y su ejercicio profesional de los medios locales es muy gran-
de. De allí que los interlocutores privilegiados de lo que aquí se plantea sean
los medios de las grandes ciudades y sus periodistas. Son ellos los que están en
capacidad de informar e interpretar lo que está en curso en Colombia con niveles
de calidad que enriquezcan el debate público.

Con esto claro, y guardadas las distancias de lo que se puede esperar y deman-
dar del periodismo según sus coordenadas geográficas en Colombia, la distin-
ción entre conflicto y posconflicto exige, en primer lugar, detectar los nuevos
elementos de la realidad. Para cubrir un proceso que involucra elementos de
justicia transicional hay que aprender de justicia transicional. Para explicar un
proceso de Ddr, hay que saber de Ddr. Para aportar a un debate público sano
en la situación actual, es crucial que los medios puedan aportar contexto ilustra-
do sobre el complejo y delicado balance en las sociedades en transición entre
verdad, justicia y reparación.

Así como el conflicto armado demanda de quienes lo cubren un buen conocimiento


de historia del país, del contexto internacional (sin la política estadounidense sería
imposible entender qué pasa en Colombia) o de la evolución y la situación actual
de la guerrilla de las Farc, los elementos del posconflicto, que son nuevos para el
país y para sus periodistas, demandan especialización y nuevos aprendizajes.

La ley de justicia y paz no es el primero ni el último instrumento jurídico que se


aplica en el mundo para tramitar crímenes de lesa humanidad; para informar
sobre ella apropiadamente, es básico conocer y contar otras circunstancias en
las que herramientas como esa se están utilizando.

Un tercer elemento es que los procesos que tienen lugar en un posconflicto tien-
den a ser, para la lógica periodística, “no noticiosos”. Si bien hay aspectos como la
“parapolítica” en cuyo cubrimiento los medios, sobre todo impresos, han desem-
peñado un destacado papel, es evidente que temas clave como la reintegración,
la reparación, la actividad de la Cnrr, los procesos organizativos entre las víctimas
y muchos otros han sido objeto de escasa atención mediática, en la medida en
que no producen los hipnóticos fogonazos de las bombas y los combates.

Para un cubrimiento adecuado de los elementos de posconflicto en el país, este


es el primer “clic” que debe hacerse: deben cambiar los parámetros de “noticia-
bilidad” en la agenda periodística y la atención de los periodistas debe moverse
hacia eventos y procesos que, con la lógica normal, no se cubrirían o tendrían
apenas una atención de pasada.

Un ejemplo es la situación de las comunidades a las que llegan los ex comba-


tientes desmovilizados: para el éxito del proceso de reintegración es crucial que
las necesidades, prevenciones y derechos de las primeras sean atendidos; esto

50
Álvaro Sierra

apenas empieza a ser objeto de atención de la política pública, y es un tema


que ha escapado casi por completo a la atención de los medios, salvo cuando,
como ocurrió en 2006 en el barrio Teusaquillo de Bogotá, estallan de pronto
enfrentamientos entre desmovilizados y vecinos de los barrios donde viven.

Hay énfasis y enfoques que deben cambiar. Un conflicto armado desarrolla en


los periodistas, y en la agenda periodística, “reflejos condicionados” que no
funcionan a la hora de cubrir elementos que son más propios del posconflicto.
Junto a las acciones violentas, tienen lugar situaciones que no lo son o lo son
parcialmente. Del protagonismo mediático de los perpetradores y los jefes de
ejército se pasa al de las víctimas, sus organizaciones y sus reivindicaciones. En
lo que era casi exclusivamente confrontación y polarización empiezan a ganar
importancia elementos de reconciliación, pero también de venganza. Transcurren
procesos silenciosos, profundos, más difíciles de detectar que los que caracte-
rizan al conflicto armado, pero no por ello menos importantes. Los procesos
de la paz, tan poco llamativos a menudo para la concepción periodística del
mundo, salvo cuando hay negociaciones en curso, son tan importantes como
los procesos de la guerra.

Si el conflicto armado convierte en rutina temas tan importantes como el des- Es indispensable
plazamiento interno, y con ello los margina de la agenda periodística y por tanto tomar en cuenta el
del debate público, el posconflicto también genera sus rutinas y contra ellas el abismo que hay en
mundo periodístico debe estar en guardia. Las primeras versiones libres de los las condiciones de
jefes paramilitares fueron objeto de profuso cubrimiento, pero en la medida en trabajo y la calidad
que transcurrió el tiempo, la atención en ellas pasó a centrarse en lo anecdótico de la información
y extraordinario. que producen los
grandes medios
Hacer un esfuerzo sostenido para reconstruir y contextualizar las verdades en las ciudades y
de fondo que van surgiendo de esas versiones libres, atar cabos y unir piezas, la situación de los
debería ser una tarea central de la labor investigativa de los medios en el mar- periodistas y los
co del proceso de reconstrucción y publicidad de la verdad sobre el conflicto medios locales de
armado colombiano. muchas regiones
donde la guerra
Esto lleva a uno de los temas de fondo sobre el papel de los medios en situa- es parte de la vida
ciones de transición y posconflicto. Su papel en el proceso de descubrimiento cotidiana, con sus
y relato de la verdad de un conflicto armado es par­ticularmente importante. secuelas de silencios
Solo en la medida en que la verdad sobre lo sucedido sea pública surtirá autoimpuestos y
efectos positivos durables. Por una parte, la investigación periodística es un malas prácticas
complemento –y a menudo, un motor– indispensable de las herramientas periodísticas.
judiciales o de transición de las que se dota una sociedad para conocer la ver-
dad histórica sobre su conflicto armado. Por otra, no hay que olvidar que son
los medios el canal por excelencia para que lo que se indague y descubra se
convierta (o no) en información pública.

51
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Las tensiones entre el gobierno, que quiere la menor verdad posible y la nece-
sidad de la sociedad de saber se tramitan, en buena medida, en los medios de
comunicación. Verdades que en las regiones es peligroso dar a conocer, se pueden
hacer públicas localmente una vez que se publican en los medios nacionales.

Por último, con lo que la prensa ha investigado se pueden organi-


zar publicaciones especiales o páginas de internet dedicadas a ir
más allá del relato puntual de los hechos y a tratar de presentar el
cuadro general de lo que va apareciendo en materia de verdad. Un
ejemplo interesante es “www.verdadabierta.com, paramilitares y
conflicto armado en Colombia”, un proyecto conjunto de la revista
Semana y la Fundación Ideas para la Paz, para poner al servicio
del debate público la investigación periodística y académica sobre
el fenómeno del paramilitarismo.

Los medios son clave en la “visibilización” de las víctimas. En so-


ciedades en las que hay sobrado lugar para reclamos de muchos
otros sectores, en las que las reivindicaciones de los desplazados y
otras víctimas se confunden con el reclamo general por la pobre-
za, la inequidad y la falta de atención del Estado, la información
periodística cumple un papel esencial en ayudar a que el conjunto
de la población entienda el especial protagonismo de las víctimas
y sus organizaciones y a que se solidarice con los derechos que
reclaman. Fue, por ejemplo, notable el impacto de la publicación
de un informe especial en El Tiempo sobre la exhumación de fosas
(El Tiempo, 24 de abril de 2007).

Fotografía. Edgar Domínguez Una componente vital de los procesos de justicia transicional es
su legitimidad, y un elemento muy importante para conseguirla
es que los medios de comunicación informen de manera equilibrada y contex-
tualizada, sin sensacionalismos, sobre la evolución del componente de justicia.
Se trata, casi siempre, de procesos de larga duración. Mantener la atención de
los medios sobre ellos es toda una tarea, tanto de jueces, fiscales y procuradores
que los adelantan como de los periodistas mismos en la diaria negociación de
agenda con los editores.

Esa información sostenida sobre procesos que a primera vista no son “noticio-
sos”, que toman tiempo y raramente producen por sí solos eventos que atraen la
atención periodística, es uno de los grandes retos que tienen los periodistas que
cubren estas situaciones. La prensa extranjera normalmente olvida los países que
terminan sus conflictos. Ruanda después del genocidio, Sierra Leona luego de la
sangrienta confrontación que giraba en torno a los diamantes, el sur de Sudán
después de los acuerdos de paz casi han desaparecido del radar noticioso.

52
Álvaro Sierra

Pero los medios locales siguen allí y deben lidiar con las complejidades del des-
pués del conflicto o, como en Colombia, también con el conflicto que perdura.
Mientras los momentos más espectaculares de la confrontación armada (la muerte
de Raúl Reyes, la liberación de Ingrid Betancourt y sus compañeros de cautiverio
y un largo etcétera) acaparan, con razón, la atención de la prensa y el público,
otros procesos están en curso, sin alharaca, pero tanto o más decisivos para el
futuro de lo que pase en Colombia. Cubrirlos es una responsabilidad central de
la labor periodística hoy.

La atención periodística sobre los elementos de posconflicto de la situación


­colombiana no debe olvidar, en ningún momento, que se trata de elementos sui
géneris, en medio de un conflicto armado sin resolverse. Una guerrilla que se
resiste a la capitulación y un gobierno decidido a derrotarla por la vía militar son
los elementos dominantes del proceso, por ahora, en el marco de un nego­cio de
narcotráfico capaz de alimentar el conflicto armado por años sin necesidad de otras
circunstancias sociales o económicas que lo hagan viable.

De allí que una de las necesidades primordiales del análisis –y del cubrimiento
periodístico de los hechos en curso– es aportar todos los elementos posibles para
intentar determinar hacia dónde se enrumba finalmente el país: más o menos
conflicto armado; más o menos trámite de los conflictos de la sociedad por la vía
violenta. Eso es, en el fondo, lo que se está dirimiendo en esta compleja mezcla
de conflicto y posconflicto en Colombia. La lucha entre los dos personajes, el
Dr. Jekyll y Mr. Hyde, puede conducir eventualmente a la curación o al triunfo
de una de las dos personalidades o, como en el relato de Stevenson, al suicidio
del paciente.

Hay un último elemento que debe señalarse. Colombia es de una insularidad


proverbial. La convicción de que lo que aquí sucede es “único” es compartida por
la gente común, los políticos, no pocos intelectuales y casi todos los periodistas.
La lánguida atención que los medios de comunicación prestan a lo que ocurre
en el mundo es apenas un reflejo del provincianismo imperante en la sociedad.
Y, aunque, como todo conflicto armado, el colombiano tiene rasgos únicos, se
desconoce, en particular en el mundo periodístico, la inmensa experiencia acu-
mulada en el mundo en los últimos quince o veinte años en el tratamiento de
conflictos armados y en las fases de posconflicto.

Por ejemplo, el debate sobre si las versiones libres de los jefes paramilitares debían
ser o no pasadas por televisión, y si ello debía hacerse en directo o luego de un
proceso de edición, no solo fue breve y superficial, sino que se hizo como si
tuviera lugar por primera vez. Pero se trata de un debate clave en todo proceso
de verdad, y que se ha hecho en otras partes del mundo, llevando a prácticas y
lecciones aprendidas que bien habrían podido hacer de la discusión en Colombia
algo mucho más rico y útil.

53
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Poner ese contexto internacional en la agenda pública es parte de las responsa-


bilidades de los medios y los periodistas en situaciones de posconflicto. Y para
ello es necesario que el país alguna vez consagrado al Corazón de Jesús y su
elite –y sus periodistas, editores y directivos de medios– asuman de una vez por
todas que la isla Colombia es parte de ese archipiélago de naciones que pasan
por conflictos armados y están en el trámite de dirimir si los resuelven o los si-
guen arrastrando por años. Esa experiencia internacional está casi por completo
ausente del debate público colombiano. Y en ello tienen gran responsabilidad
los medios de comunicación.

Referencias bibliográficas

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Fisas, Vicenç. 2008. Anuario 2008 de procesos de paz.
Escola de Cultura de Pau. Bogotá. www.unhcr.org/statistics/STATISTICS/4852366f2.pdf

54
Propiedad de los medios y periodismo y poder 2
Para preservar su identidad, el periodista debe ser más
que una “marca”. Ello requiere fortalecerse como grupo de
presión colectivo. La invasión de las “niñas pechugonas” en
los noticieros sería impensable en países en los cuales los
gremios de periodistas son cohesionados. La “tercerización”,
notoria en el esquema general de la economía, afecta
también al periodismo y la “informalidad” lo debilita.
Fotografía página anterior. Bernardo Alberto Peña
María Teresa Herrán

Abogada con posgrado en Ciencia Política. Ha ejercido el periodismo


en medios escritos y televisivos. En la actualidad es escritora, analista
de medios, conferencista y defensora del televidente de Canal Capital.
Docente e investigadora, dirigió la maestría en Comunicación de la
Pontificia Universidad Javeriana y la carrera de Comunicación Social y
Periodismo de la Universidad Central, el noticiero Promec de Televisión,
el programa De dominio público, y la revista Alternativa (segunda etapa).
Autora de varios libros sobre periodismo y medios de comunicación.
Premio de Periodismo Simón Bolívar 1981. Ha sido presidenta del Círculo
de Periodistas de Bogotá (Cpb), miembro fundador de Medios para la Paz
y de la Fundación para la Libertad de Prensa.
El reto: redefinir el periodismo
a partir de nuevos paradigmas

L a inquietud ha sido la misma: ¿Tiene futuro el periodismo en


Colombia? ¿Tiene futuro la televisión en Colombia?, se llamaba
un foro que se hizo en el Círculo de Periodistas de Bogotá (Cpb)
hace ya varios años, lo que demuestra nuestra cortedad de vista.
¿Tiene futuro el periódico (que, como su nombre lo indica, no necesariamente
es en papel)1? ¿Tiene futuro el término mismo “periódico”, definido por el dic-
cionario como lo que se sucede, se realiza, se presenta de forma regular, con
ciertos intervalos de tiempo? Cuándo se habla de “periodismo y poder” ¿se hace
referencia al periodista o al medio?

Fotografía. César Baeza

Por eso mismo, y mirando hacia el futuro alentaría a los jóvenes a preguntarse:
¿Cómo hago para adaptarme a todas esas nuevas facetas del periodismo sin
perder el rumbo ético? ¿Cómo mantener valores de independencia, equilibrio, 1 Es el angustioso mensaje de un video
en un ambiente enrarecido por los juegos entre el poder político, el mediático que circula por internet y que pronostica
el fin del New York Times y del Wall Street
y el económico? ¿Qué hago para no quedar anulado y desvalorizado en un Journal.

59
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

ambiente en que las “niñas pechugonas” invaden los noticieros? ¿Cómo ser
competitivo en un ambiente extraño para mí, recién egresado, y en el que me
sueltan las carreras de Comunicación Social sin prepararme para las realidades
del mercado laboral? ¿Cómo hago para que respeten mi identidad de informador
y analista de la actualidad cuando los ciudadanos con celular me suplantan en
la transmisión de noticias? ¿En ese contexto, existen todavía noticias o vivimos
dentro de las noticias?

En ese sentido se podrían plantear algunas hipótesis relacionadas con el tema de los
medios y las estructuras de poder, y los cambios en las reglas de juego, si los hay:

Hipótesis 1. Los poderes mediático, político y económico se


entremezclan

Si el periodista Más que hipótesis, es evidencia. Como ya se ha observado en varias oportuni-


confunde dades, los llamados medios masivos de comunicación, o mejor los grupos de
democracia con comunicación o el poder mediático, no son entidades asépticas, alejadas de
gobernabilidad, los otros poderes (económico, político y social). Es tan obvio en Colombia, que
termina preso de lo primero que se nos viene a la mente es relacionar al diario El Tiempo con el
la propaganda y ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, con el vicepresidente Francisco Santos,
manipulación de ahora con Planeta, ahora con José Obdulio Gaviria, con las ganas de José Obdulio
quienes ostentan por el tercer canal, etcétera. Y radio Caracol, con el grupo Prisa, con las ganas del
el poder. Si grupo Prisa por el tercer canal y El Espectador. Y Caracol tv con el grupo Santo
el gobernante Domingo, y con el Espectador, y así sucesivamente en un carrusel de poderes
confunde su concentrados, no solo en Colombia sino en muchos países con grados distintos
interés de tener de desregulación estatal, como acaba de producirse, por ejemplo en Italia, con
gobernabilidad el retorno de Berlusconi o en Venezuela, con el manejo mediático del presidente
con su deber Chávez y la no renovación de licencias a ciertos canales.
de garantizar
la democracia De maneras diferentes, claro está, los poderes mediático, político y económico
y el ejercicio están íntimamente ligados. Las consecuencias para el ejercicio del periodismo son
del periodismo, inevitables. En la primera de ellas predomina la autocensura “por el temor a ser des-
termina en formas pedido”. Otra, la mezcla de identidades mediáticas, políticas y económicas, que se
de censura y distinguen cada vez menos. Por ejemplo, la portada de la revista Semana del 28 de
arbitrariedad. mayo al 5 de abril de 2008 es “información comercial” de Club Colombia: la pauta
se vuelve “información” y deja a un segundo plano la carátula periodística.

Hipótesis 2. El poder mediático de la tv sigue todavía


preponderante y le da otra dimensión a lo político

Umberto Eco se ha interesado en los últimos tiempos por detallar esas relaciones
de poder y no se puede evitar la tentación de citarlo:

La diferencia entre un régimen ‘al estilo fascista’ y un régimen mediático es que


en un régimen al estilo fascista la gente sabía que los periódicos y la radio no

60
María Teresa Herrán

comunicaban más que circulares gubernativas, y que no podía escucharse Radio


Londres, bajo pena de cárcel. Precisamente por eso, bajo el fascismo la gente
desconfiaba de los periódicos y de la radio, escuchaba Radio Londres con el vo-
lumen bajo y confiaba sólo en las noticias que le llegaban a través de murmullos,
del boca a boca, de la maledicencia.

En un régimen mediático donde, pongamos, solo el diez por ciento de la población


tiene acceso a la prensa de oposición y el resto recibe las noticias a través de una
televisión bajo control, si por un lado está extendido el convencimiento de que se
acepta el disenso (‘hay periódicos que hablan contra el Gobierno, prueba de ello
es que Berlusconi se queja siempre al respecto, por lo tanto existe libertad’), por
otro el efecto de realismo de la noticia televisiva (si recibo la noticia de que un
avión se ha precipitado en el mar, es indudablemente cierta, de la misma forma
que es verdad que veo las sandalias de los muertos flotar, y no importa si por
casualidad son las sandalias de una catástrofe precedente, usadas como material
de repertorio), hace que se sepa y se crea sólo aquello que dice la televisión.
Una televisión controlada por el poder no debe necesariamente censurar las
noticias (Umberto Eco, El País, 24 de enero de 2004).

Ese control, desde luego, no es tan uniforme como pareciera y depende del
historial regulatorio de cada país. En Colombia los intentos de una regulación
“autónoma” de carácter estatal y no gubernamental, se ven impedidos cada vez
más: todos los miembros de la Cntv son ahora gobiernistas, incluido el repre-
sentante de las universidades, un biólogo que a duras penas debe prender de
vez en cuando el televisor.

Hipótesis 3. En la lógica oligopólica, la marca se impone


sobre el periodista

Los defensores de la teoría del libre mercado, entre ellos la Corte Constitucional2
en su funesta sentencia sobre el periodismo como oficio y no como profesión,
que adoptó la tesis del “mercado libre de las ideas” no previeron esta conse-
cuencia. Las lógicas televisivas determinadas por los grupos oligopólicos han
llevado a desdibujar al periodista, al considerarlo como parte de una “marca”,
situación que se recalca todavía más cuando se es periodista y a la vez presen-
tador. Un ejemplo es el de Claudia Gurisatti, que “es Rcn”, como también lo es
Vicky Dávila, que se promociona desde Rcn como parte también de la marca
radial fm. Con ello, no se está emitiendo juicio sobre el valor de su calidad de
2 Ver: “We Media: How Audiences
periodistas sino sobre las dependencias adicionales que crea el concepto de are Shaping the Future of News and In-
“marca”. El nuevo programa de opinión de Caracol El radar responde también formation”. The Media Center. Nosotros,
el medio: cómo las audiencias están
al concepto de marca. El presidente de Caracol, Pablo Laserna, será uno de los modelando el futuro de las noticias y
de la información. Traducción Guillermo
entre comillas “periodistas”, y a la vez es el conductor del programa que vuelve Franco. Disponible en: www.mediacenter.
a los concursantes millonarios, etcétera. org/pages/mc/research/we_media/

61
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Hipótesis 4. La convergencia lleva a fragmentar audiencias y


canales noticiosos

Lo que es mala noticia para la construcción de ciudadanía (pues encasilla a las audien-
cias en canales temáticos como deporte, moda, mujer, lo esotérico, la historia, etc.)
puede ser buena noticia para el periodista. Si bien, como se advierte en la hipótesis
anterior, el concepto de marca diluye al periodismo, la especialización de canales
–que fragmenta audiencias–, por el contrario, espesa al periodismo. Cnn, pionero
internacional, se identifica en los imaginarios mundiales como canal periodístico,
así como Cable Noticias empieza a serlo en Colombia y como la Bbc ha consolida-
do un nicho, no solo en noticiero sino con programas de noticias especializadas.

Esta tendencia es tan evidente que canales oligopólicos como Rcn están respon-
diendo a la necesidad de fragmentar audiencias, impuesta por el mercado con el
proyecto de un propio canal de noticias. También se empiezan a crear alianzas
supranacionales de canales noticiosos.

Vale la pena detenerse un poco sobre el caso de Cable Noticias, que ha empezado
a liderar en Colombia este proceso y a la productora de contenidos noticias Página
1 Colombia. Los orígenes se encuentran en un noticiero virtual Primera Página,
de carácter financiero, empresa creada en 2001 por dos pioneros Héctor Mario
Rodríguez y Héctor Hernández, en asociación con los grupos chilenos Lusik y
Claros. Este servicio noticioso por suscripción tuvo buena acogida, y empezó a
formar una “escuela” de periodistas recién egresados que se diferenciaba de la
versión simplemente virtual de los periódicos.

En 2007, el periodista Héctor Mario Rodríguez le propuso a Global Media Co-


municaciones (cuyos accionistas mayoritarios son Juan Gonzalo Ángel, anterior
dueño de Cable Pacífico con el 70% y José Luis Pereira fundador de Globovision
actualmente en Venezuela) ser productor de contenidos noticiosos para un ca-
nal de noticias (de Global Media y Telmex) que se llamaría Cable Noticias. Ni
Rodríguez ni Hernández tienen participación accionaria en el canal.

Según Héctor Mario Rodríguez, las ventajas comparativas de esa productora de


noticias son, entre otras

un esquema que no depende de la prensa escrita, la juventud de los periodistas, no


seguir la tendencia ‘light’ de los otros canales, la instantaneidad (no tiene la rigidez
de canales como Caracol y Rcn atados por la pauta de seriados y novelas).

Y entre sus debilidades señala la incipiente financiación, aunque la expansión del


canal ha sido notoria en el país y en el exterior (en particular en Estados Unidos,
por medio de alianzas con otros cables que buscan también llegar a nichos de
televidentes hispanos, para producir noticias latinoamericanas).

62
María Teresa Herrán

La competencia de grupos oligopólicos de comunicación va a representar ma-


yores dificultades para las productoras independientes de noticias, por las que
podrían llamarse economías de escala noticiosas.

Hipótesis 5. Los avances digitales son una alternativa para


el periodismo y cambian las habilidades requeridas al
periodista para que mantenga su identidad

Como consecuencia de la convergencia, aparece el antiguo “receptor” como


competencia para el propio periodista, que debe aprender a asumirla. En un
reciente artículo de El Tiempo, Olga González, luego de describir el avance de
internet como medio de comunicación, observa:

En Google noticias colombianas aparecen registradas por medios alternativos


más que por grandes medios. Esta apuesta confirma la consolidación de los blogs
como fuente alternativa de comunicación. Los blogs son hoy un elemento impor-
tante en el debate de los países del Norte. Contribuyen a enriquecer la opinión.
Tienen en su favor ser más independientes que los medios comerciales, emplear
un lenguaje más directo, interactuar con los lectores y animar conversaciones
más horizontales.

Fotografía. César Baeza

63
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

La periodista González hizo un análisis en Google de las siguientes noticias: la libera-


ción de Clara Rojas y Consuelo González, la caída del dólar, la manifestación contra
las Farc, la “parapolítica” en Colombia y el cumpleaños de García Márquez.

El resultado, que cualquiera puede verificar en internet, es sorprendente: todos


estos hechos fueron reseñados en Google en medios alternativos antes que
en medios tradicionales comerciales colombianos. Dos de estas noticias (la
liberación de las secuestradas y la manifestación contra las Farc) la encabezan
en el buscador Google sendos videos colgados en YouTube. Otras dos noticias
(la caída del dólar y la ‘parapolítica’) figuran en el medio alternativo Indymedia
antes que en la prensa tradicional colombiana. Por último, el cumpleaños de
García Márquez, que los medios comerciales trataron en su momento con gran
despliegue, quedó registrado en los anales de Google en un blog antes que en
un gran medio colombiano.

Su conclusión más que definitiva a nuestro modo de ver, es un reto para los
periodistas:

Que el buscador más usado del mundo les dé un rango superior a los medios
alternativos que a los medios tradicionales muestran que muchas personas se han
apropiado de las herramientas de la comunicación que anteriormente estaban
reservadas a los periodistas profesionales. Los colombianos realizan videos de
los hechos noticiosos y los cuelgan (varios videos de la marcha del 4 de febrero
de 2008 que la prensa no registró circulan en YouTube). Los ciudadanos escriben
sus opiniones y análisis en sitios de libre expresión, como Indymedia. Los blogue-
ros, personas del común, pero también −a menudo− periodistas profesionales,
aprovechan la potencialidad del medio y crean verdaderos canales de opinión.
Los ciudadanos ya no esperan pasivamente a que la gran prensa los oriente sobre
los hechos: ahora interpretan, analizan y comentan los hechos.

Esa versión, compartida por muchos analistas3, parece simplista. Las redes, más
que los ciudadanos en sí, son las que aglutinan intereses por temáticas, sin que
ello necesariamente implique verdad, interpretación, análisis o comentario por
parte de todos los que se alimentan de las redes. Si bien es cierto que existen
redes más interactivas, y que el ciudadano es cada vez más “registrador” inmediato
de la realidad, no satisface las necesidades de explicación de esa realidad. Ello
determina que el rol del periodista debe asumirse desde esa realidad, que en el
fondo es un dato, y llevarlo a la contextualización y proyección de ese dato.

Lo que se quiere plantear aquí, si bien será motivo de fuerte controversia, es que la
llamada “noticia” debe desaparecer del panorama de lo que se llama propiamente
Ver, por ejemplo, “We Media: How
3 lo periodístico. Sin duda, a juzgar por el papel de la mayoría de los periodistas
Audiences are Shaping the Future of
News and Information”, The Media
de grandes medios, simples “registradores” de las fuentes oficiales, el periodismo
Center. activo no ha caído en cuenta de estas nuevas tendencias. Sin embargo, llevan a

64
María Teresa Herrán

su progresiva “desvalorización”, en particular en los medios radiales y de prensa


escrita, ya que la televisión requiere mayores desplazamientos de equipos de
calidad distinta de la normal, accesible ahora a todos los ciudadanos.

Sin ser fatalistas, es necesario sin embargo tener en cuenta las advertencias de
expertos, atentos seguidores de la evolución de las tecnologías comunicativas,
como Mario Morales, cuando habla de una “babel, aunque con otro tipo de
arquitectura… (en la que) la oferta será el camino y solo sobrevivirán los más
fuertes y quizás los más creativos”.

Hipótesis 6. Los medios comunitarios pueden ser una opción


siempre y cuando el periodista mejore contenidos y el
sentido de la interactividad

Los programas regionales de desarrollo y paz, que integran lo comunicativo con


los programas sociales de desarrollo pueden ser un reto interesante para el perio-
dismo. De la investigación de Tamayo, Delgado y Penagos4 (2007) se deduce que
aún en las páginas web de estos programas se trasladan algunas de las carencias
del periodismo tradicional (como dependencia de una sola fuente, en este caso
las comunidades, la no multimedialidad “que imposibilita el diálogo con otros
recursos y, por ende, con otras formas de comunicación”). Pero recalcan sus
ventajas, como “privilegiar lo local y lo regional”, o temáticas diferentes de las
de los medios tradicionales (abiertos o cerrados).

Consecuencias del cambio


en las reglas de juego

nn Para preservar su identidad, el periodista debe ser más que una “mar- La competencia de
ca”. Ello requiere fortalecerse como grupo de presión colectivo. La invasión grupos oligopólicos
de las “niñas pechugonas” en los noticieros sería impensable en países en de comunicación
los cuales los gremios de periodistas son cohesionados. La “tercerización”, va a representar
notoria en el esquema general de la economía, afecta también al perio- mayores dificultades
dismo y la “informalidad” lo debilita. para las productoras
independientes de
nn Para preservar su identidad el periodismo debe distinguirse del poder noticias, por las
mediático. Ello implica que las agremiaciones de periodistas se vuelvan que podrían
algo más que apéndices del poder político, o económico, o simplemente llamarse economías
círculos periodísticos. Agremiaciones como el Cpb no pueden ser trampo- de escala
lines para que sus directivas salten al poder político (como sucedió, por noticiosas.
ejemplo, con César Mauricio Velásquez) o se plieguen a las exigencias
comerciales para sobrevivir. La simple formación de periodistas, aunque 4
Tamayo, Camilo Andrés; Delgado,
importante y valiosa, como en el caso de Medios para la Paz, no garanti- Juan David; Penagos, Julián Enrique.
2007. Hacer real lo virtual. Cinep, Col-
za la preservación de identidad. En el caso de Mpp, me parece que debe ciencias, Puj: 105-134.

65
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

ampliarse su radio de acción a las fuentes y al sector educativo, para evitar


que siempre estemos los mismos con las mismas hablando o escribiendo
o reflexionando sobre las mismas cosas.

La Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) también ha avanzado en


aspectos como acceso a documentos y preservación de derechos que
garanticen el ejercicio independiente de los periodistas, pero sigue todavía
muy aferrada al concepto de “libertad absoluta” de prensa, sin desarrollar
el concepto de “responsabilidad social”; y a no distinguir entre medios y
periodistas como intereses a veces divergentes. La labor de la Federación
Internacional de Periodistas (Fip), de fortalecimiento regional de agremia-
ciones es fundamental, aunque todavía incipiente.

nn Para preservar su identidad, el periodista debe ser multimedial. Tanto


las agremiaciones como los propios periodistas deben aceptar que es inevi-
table saber de fotografía, texto escrito, video, audio, para producir trabajos
multimediales. Se trata entonces, no de eludir esa inevitable realidad del
mercado, sino de recibir un tratamiento salarial adecuado.

Fotografía. Jesús Abad Colorado

Conclusiones

1. En Colombia en particular y en Latinoamérica en general, el ejercicio del


poder mediático, económico y político es personalizado y caudillista y eso
va a durar desde un punto de vista estructural, mientras sean tan frágiles
nuestras instituciones.

66
María Teresa Herrán

2. Un régimen de caudillismo mediático fortalece una “conciencia colecti-


va” personalizadora del poder, trátese de gobernantes de izquierda o de
derecha, de Uribe o de Chávez. Es desproporcionado el tiempo que los
medios y sus periodistas dedican a las cabezas (políticas, económicas,
sociales o a los contextos).

3. A pesar de lo anterior, el periodista como ser humano debe trascender la


actitud fatalista y adaptarse a las realidades tecnológicas y a los poderes
convergentes.

4. Si no quieren desaparecer como tales, y convertirse en simple formadores


de tecnólogos, los programas de comunicación social deben educar en
telecomunicaciones y contenidos multimediales contextualizados y pro-
yectados. No pueden seguir al margen de los avances tecnológicos, pero
tampoco aceptar que la tecnología determine las posibilidades del ser
humano. Este debe ser el que determine las posibilidades de la tecnología
y a ello debe encaminarse la formación universitaria con mucho énfasis
en los contextos sociales, económicos y políticos. En todos los casos, el
periodismo colombiano debe superar el provincialismo, que nos coloca
como el ombligo del mundo y tener una perspectiva que se adapte más a
las realidades de la globalización, por supuesto desde nuestra identidad.

Escenarios posibles

Escenario 1. Fortalecimiento de la presencia internacional


y debilitamiento del esquema –oligopolios– familias
mediáticas. Inserción en la globalización sin estímulos
estatales a la producción

Se desdibuja la identidad nacional, se debilita la producción nacional, los oligo-


polios son absorbidos por gigantes internacionales que imponen cada vez más
el concepto de marca, tanto en lo horizontal como en lo vertical, como grupos
de comunicaciones. Se pasa de lo global a lo “multioligomedial”. Los grupos de
comunicación convergentes en particular asociados con telefónicas, cable, internet
se convierten en prestadores de servicios integrados. En ese esquema, se debilitan
los canales abiertos, y la identidad nacional se sustenta más en imaginarios light
(deporte, reinas, artistas) que en la perspectiva de derechos.

Los gobiernos y, en nuestro caso, el Ministerio de Comunicaciones, se fortale-


cen como entidades reguladoras de estos servicios integrados sin participación
de los sectores sociales. La necesidad de contenidos es oportunidad para los
productores siempre y cuando sean empresas de tamaño considerable y tengan
financiación sólida. En el juego de los personalismos, desaparecen las asociaciones

67
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

de periodistas, el periodismo es reemplazado por la “marca”, los poderes políti-


co y económico siguen considerando el poder mediático como un instrumento
manipulable. El poder mediático forma parte del poder político y económico,
aunque a escala determinada por la satisfacción de intereses particulares

Escenario 2. Escenario 1+mantenimiento de los canales


públicos multimediales subsidiados+estímulos estatales a
la producción de contenidos+sentido más gremial de los
periodistas

En ese esquema de globalización convergente y mediante estímulos estatales,


se fortalece la producción colombiana y al tener más poder de negociación co-
lectiva, el periodismo sigue manteniendo su identidad por medio de una menor
dependencia de fuentes. Se protege, mediante acuerdos regionales, la propiedad
audiovisual y la producción de contenidos

Obviamente, este segundo escenario es preferible al primero. Como lo anota el


sociólogo alemán Ulrik Beck:

La era de la ideología del libre mercado es un recuerdo marchito y que lo opuesto


se ha hecho realidad: la politización de la economía global de libre mercado (…)
Al Estado sólo le queda hacer por el interés común lo que siempre le reprocha-
ron quienes ahora lo reclaman: poner fin al fracaso del mercado mediante una
regulación supranacional (El País, 15 de abril de 2008).

Por fortuna parece haberse deteriorado bastante el espejismo según el cual todo
lo puede y todo lo logra el libre mercado. Pero más allá de la dilución posmo-
derna, o de los fatalismos, hace falta redefinir el periodismo y sus contenidos, a
partir de los nuevos paradigmas.

68
Vladimir Flórez (Vladdo)

Fotografía. Cortesía archivo Revista Semana

Diseñador publicitario, autor de artículos y dibujante. Empezó a trabajar


como caricaturista en 1986 y diseñador de periódicos en 1988. Ha liderado
y desarrollado proyectos de diseño editorial para publicaciones como
Soho, Gatopardo, Semana Junior y Poder y de rediseño para la revista
Cromos y los diarios El Espectador, El País, El Diario del Otún, Diario
del Huila y La Crónica, de Armenia. Dirigió hace unos años el rediseño
de El Universo, el periódico más grande de Ecuador. Ha sido ganador de
cinco premios nacionales de periodismo; un premio de excelencia de la
Sociedad Interamericana de Prensa y dos premios de excelencia en diseño
de la Society for News Design (Snd). Participó en la elaboración de Poder
y Medios (2004). En la actualidad es caricaturista de la revista Semana,
columnista de El Nuevo Siglo, director del periódico Un Pasquín.
Las lecciones de Un Pasquín

A partándome de la recomendación inicial en la que me pedían


“minimizar lo anecdótico”, me tomo el atrevimiento de desem-
polvar una experiencia que a pesar de ser muy personal está
muy ligada a mi trabajo periodístico, y de la cual he extraído
varias enseñanzas.

A finales de 2005, hablando con un par de amigos en mi apartamento, comen-


tábamos el hastío que nos producía el tono unanimista que se percibía en los
medios del país, particularmente en lo que tenía que ver con el tema político.
Parecía que en los periódicos, las emisoras y los canales de televisión se hubieran
puesto de acuerdo no solo para cubrir la información desde un mismo ángulo, sino
también para opinar en un mismo sentido. Eran pocos los periodistas y escasos
los columnistas que se salían del libreto y se atrevían a ir contra la corriente que
arrastraba a eso que en Colombia suele llamarse la “gran prensa”. Con un par de
excepciones, esos medios de gran circulación y audiencia masiva parecían un coro,
en el cual las voces discordantes estaban prácticamente condenadas al silencio.

Aunque en aquella ocasión con mis contertulios –que también son periodistas– tra-
tábamos de cambiar de tema, por una u otra razón el contenido de la conversación
volvía a recaer sobre el asunto original: el unanimismo. Debo confesar que a mí
esa cuestión me venía dando vueltas en la cabeza desde hacía rato y siempre
desembocaba en un callejón sin salida. No se veía opción a la vista.

Sin embargo, de un momento a otro, aquella tarde se me prendió el bombillito


y me acordé de un facsímil de la primera edición del periódico El Espectador,
publicada el 22 de marzo de 1887, que tenía guardado entre mis papeles.

Al repasar con mis colegas aquel ejemplar de cuatro páginas, compuesto por un
pliego doblado por la mitad, un poco más pequeño que un tabloide y algo más
grande que una hoja tamaño oficio, comenté que si hace 120 años en la Calle del
Codo, en Medellín, don Fidel Cano pudo hacer un periódico cuya elaboración
requería un costoso y complicado proceso de producción, con la tecnología de
hoy esa tarea sería mucho más sencilla, y podríamos contar con un medio que si
no servía para cambiar la opinión de las masas, sí podría ser útil para promover
otras ideas, así fuera a modo de constancia histórica, para romper ese cerco
unanimista que nos tiene rodeados desde hace tantos años y que tan pobre
aporte le ha hecho al análisis de la realidad colombiana.

71
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

No se trataba ni mucho menos de competir con el periódico más grande del país,
ni de desbancar a ninguna revista. Lo que se planteó simplemente fue la idea de
crear un medio donde pudieran escribir muchos que no tragan entero y que por
tanto no tenían dónde expresarse, porque los escasos espacios de disidencia de
la tal gran prensa ya estaban copados.

Fotografía. John Jairo Bonilla

Sueños de tinta

Sin llegar a ninguna conclusión, aquella conversación de un sábado decembrino


se diluyó entre tintos y descontento, cuando apenas empezaba la noche. Una
vez partieron mis amigos, y con la sangre todavía hirviendo, me senté a pensar
cómo podría uno aprovechar las ventajas de los computadores para emular, por
lo menos en la forma, la osadía de don Fidel. De inmediato me puse a pensar
en quiénes serían los colaboradores, el formato del periódico, la cantidad de
páginas, la calidad del papel, etcétera.

Al día siguiente, mi tarea dominical fue llamar a un puñado de amigos y conocidos


para invitarlos a colaborar en el proyecto, que lo único que tenía resuelto eran
tres cosas. La primera era el nombre. Resolví que debía llamarse Un Pasquín,

72
Vladimir Flórez (Vladdo)

porque independientemente del nombre que escogiese, los unanimistas de todas


formas iban a usar ese remoquete para tratar de ningunearlo. La segunda, que
aunque iba a ser un periódico “políticamente incorrecto”, no tenía el menor interés
de ponerle un tono mamerto ni resentido. Y la tercera, que sería un periódico
gratuito en el sentido más extenso del término: no se les cobraría a los lectores
y no se les pagaría a los colaboradores.

Como todos los potenciales columnistas no solo dijeron que sí, sino que abraza-
ron la idea con entusiasmo, la misión del lunes fue llamar a cotizar el costo de
impresión a partir de distintas variables, como el formato, el número de pági-
nas, la cantidad de tintas, etcétera. Con esas cifras en mano, concluí que podía
costearlo con mis propios recursos; no porque yo sea un magnate, sino porque
hoy por hoy, hacer un periódico es mucho más barato de lo que la gente podría
suponer. En especial si los colaboradores no cobran.

Afortunadamente, gracias a mi trabajo como diseñador de publicaciones, yo tam-


bién podía hacerme cargo del diseño y contaba con los equipos necesarios para
la preproducción del periódico, lo cual me ahorraba también el costo que me hu-
biera representado contratar a un diagramador que pusiera en imágenes lo que yo
tenía en la cabeza, y que preparara luego los archivos para mandar a la imprenta.

De modo que me puse a la tarea de diseñar el logo y elaborar los primeros esbozos
del nuevo periódico, labor que me tomó varios días de dedicación casi exclusiva,
en jornadas de trabajo que parecían más extensas porque a mi alrededor ya casi
todo el mundo estaba metido en las celebraciones navideñas.

Así las cosas, el 22 de diciembre de 2005 –diez días después del arrebato
inicial– salió de la rotativa la edición cero, de doce páginas en blanco y negro,
con un diseño minimalista y una nómina de colaboradores que muchos medios
envidiarían, sobre todo tratándose de un medio alternativo y sin un solo peso.

Como decía al comienzo, este recuento puede ser muy útil para ilustrar algunas
situaciones que hoy son muy comunes en el periodismo nacional, y más con-
cretamente en los medios impresos.

Censura no oficial

Para empezar, desde hace años creo que en Colombia no existe la censura en su
acepción más típica. El gobierno no controla línea por línea, o página por página,
el contenido de lo que se publica en la prensa. Aquí el procedimiento es mucho
más sutil, pues si bien no existen los censores oficiales, y teóricamente cada pe-
riodista y cada medio puede publicar o decir lo que quiera, ciertas actitudes de
altos funcionarios gubernamentales contribuyen a demonizar las opiniones que se
apartan de la línea oficial, o las informaciones que no le convienen al gobierno.

73
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Para nadie son un secreto las frecuentes arremetidas del mismo presidente de la
República contra los medios o los periodistas que osan confrontar sus actuaciones
o las de otros agentes del Estado. La respuesta a la crítica –o lo que es peor, a
esas noticias incómodas– suele ser un catálogo de improperios con los cuales se
pretende descalificar a sus autores, tachándolos de simpatizantes de la guerrilla,
de terroristas infiltrados, o simplemente de apátridas.

En un ambiente tan caldeado, tales señalamientos constituyen pesados fardos


que poco o nada aportan a lo que debería ser un sano debate de ideas, y que
además pueden poner en peligro la integridad física de los periodistas.

Por otra parte, cuando no es con descalificaciones, el gobierno y algunos parti-


culares acuden a las instancias judiciales para tratar de silenciar a los periodistas,
o de obligarlos a retractarse. Aunque hasta ahora, por fortuna, son pocas las
acciones que han prosperado en este campo, el hecho de que dichas situaciones
se presenten, sin duda, se convierte en un ingrediente que perturba el ejercicio
de la libertad de expresión.

Estas maniobras, juntas o por separado, terminan transformadas en una censura


solapada, que es más inicua que la que se da en Cuba o Venezuela, países don-
de las leyes son explícitas y las amenazas del Estado se hacen abiertamente. En
Colombia, el gobierno se jacta de las garantías que le ofrece a la prensa, pero
simultáneamente acude a la combinación de todas las formas de lucha para minar
la credibilidad del periodista, poniendo en riesgo no solo su estabilidad laboral
(a ningún medio le gustan los periodistas–problema) sino también su pellejo. No
en vano, varios periodistas se han visto obligados a buscar refugio en otros países
o a andar en carros blindados y con guardaespaldas.

Y si desde las más altas cumbres del Estado se promueve el desprestigio como
defensa contra los periodistas, no debería sorprender que los particulares acu-
dan a los mismos métodos, lo cual conduce a que en nuestro país la libertad de
prensa sea regulada por los particulares; regulación que no solo está sujeta a los
compromisos políticos o sociales de los propietarios de los medios, sino también
a los intereses comerciales de sus clientes y amigos.

Esta aberración la he vivido en carne propia al tratar de buscar publicidad para


Un Pasquín. Cuando recién salió la edición cero, hablé con el presidente de una
de las empresas más grandes de publicidad del país, quien abiertamente me dijo:
“Hombre, me gustaría mucho ayudarle, pero no puedo. Primero, porque yo soy
uribista y Un Pasquín es de oposición; y segundo, porque yo no creo que ninguno
de mis clientes quiera anunciar en un periódico que critique al presidente”. En
medio de la decepción, lo único rescatable de esa conversación fue que el tipo
era completamente sincero y no puso como pretexto la situación económica, o
la mala época del año para vender publicidad.

74
Vladimir Flórez (Vladdo)

Otro ejemplo. Un par de meses después, me encontré en el aeropuerto El Dorado


con el presidente de uno de los grandes grupos empresariales, a quien conocía
de tiempo atrás. Obviamente, como hago cada vez que puedo, le planteé la
posibilidad de que por medio de alguna de sus empresas se vinculara al perió-
dico. De inmediato me dio un no rotundo, aduciendo que ellos tenían varios
proyectos con el gobierno y que por tanto no sería muy conveniente anunciar
en Un Pasquín. Después de hablar con él, también agradecí que por lo menos
no me dijo que lo llamara luego ni me generó falsas expectativas.

Y como estas, hay varias historias más que me recuerdan constantemente que en
un país como Colombia no es sencillo enfrentarse a los que detentan el poder,
quienes en la mayoría de los casos pertenecen a los mismos círculos familiares, El reto de los
sociales o políticos de los propietarios o los editores de los medios. Sacar ade- periodistas
lante una propuesta con opiniones diferentes, o contrarias a las suyas, supone independientes es
un esfuerzo colosal. perseverar pese a
las dificultades; no
En los años recientes, en Colombia ha hecho carrera la tesis oficial según la cual, para hacerse matar,
apoyar al gobierno es hacer patria, mientras que criticarlo es atentar contra la puesto que a los
democracia. Y por eso tanto el publicista como el empresario antes mencio- muertos nadie los
nados, en su fuero interno quizás estaban más que convencidos de que con escucha, sino para
su actitud no solo están ayudando a fortalecer la democracia, sino que están hacerse oír, aun
cuidando su reputación, puesto que sería muy mal visto mostrarse apoyando en medio de las
un medio que toma distancia del presidente y que de alguna manera confronta estridencias
su desempeño. del poder.

Papel periódico vs. papel moneda

Otra conclusión que me ha dejado la experiencia con Un Pasquín es que sin


duda los colombianos quieren ver otras opiniones. No en vano la reaparición
diaria de El Espectador generó tanto beneplácito entre los lectores, por brindar
precisamente una alternativa al monopolio informativo que ejercía en Bogotá el
periódico El Tiempo. Ahora, si bien Un Pasquín no es una alternativa real frente
a los diarios de gran tiraje, en estos casi tres años ha generado un público fiel
que lo sigue y lo busca mes tras mes, porque sabe que en sus páginas puede
encontrar esos puntos de vista que otros medios no ofrecen.

A dichos lectores se les podría prestar un mejor servicio si Un Pasquín circulara


con más ejemplares y con mayor frecuencia, pero para que eso sea posible
habría que hacerle entender a mucha gente que la diversidad de opiniones no
es una amenaza contra la democracia ni contra el establishment; explicarle que
promover la tolerancia hacia este tipo de opiniones, hacia las ideas ajenas y los
puntos de vista contrarios, no es un ataque sino un servicio a la sociedad, que de
esa manera podría contar con mejores elementos de juicio a la hora de acceder
a la información o de formarse un criterio.

75
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

El polémico magnate estadounidense de las comunicaciones Joseph Pulitzer,


irónicamente uno de los padres del periodismo sensacionalista, vivía obsesionado
con el tema de la circulación y hace más de un siglo conseguía que sus periódicos
tuvieran tirajes diarios superiores al medio millón de ejemplares. Para justificarse
decía: “Si un periódico de verdad quiere prestarle un servicio al público debe
tener una gran circulación (…) porque circulación significa publicidad, publicidad
significa dinero y dinero significa independencia”.

Obviamente, los tiempos han cambiado y aunque dicho princi-


pio sigue teniendo cierta vigencia, en la actualidad los métodos
para su aplicación son muy distintos, y muchos de los grandes
medios hoy anteponen la independencia a otros intereses de
variada índole. Contrario a lo que predicaba Pulitzer, en Co-
lombia los grandes medios no buscan obtener más plata para
garantizar su independencia, sino para ganar más dinero, o para
ganarse los favores del gobierno, ya sea en forma de licitaciones,
de asignación de canales y frecuencias radiales, o de nombra-
mientos en la burocracia oficial o en la nómina diplomática.

Y así como el concubinato entre medios y poder es cada vez


más descarado, las fronteras entre la información y la publicidad
son cada día más difusas. No es sino ver cómo ciertas publica-
ciones venden sus primeras páginas y los noticieros incrustan
en forma descarada anuncios publicitarios en medio de notas
informativas, lo cual genera multimillonarios ingresos que no
necesariamente se traducen en una mejoría de las condiciones
de trabajo de los periodistas.

Por el contrario: en la medida en que la tecnología simplifica


los procesos para la producción de contenidos, el trabajo
de los periodistas se vuelve más complejo. Ya no es raro ver
que un periodista además de su grabadora, esté equipado con una cámara
de video, para que pueda producir material para la web o si es el caso para
el canal de televisión con el cual su publicación tiene una alianza estratégica.

Dichas misiones que obligan al periodista a desdoblarse tienen alguna explicación


cuando se trata de enviados especiales a zonas remotas, a las cuales es difícil
mandar más de una persona, pero son difíciles de justificar cuando se trata de
acontecimientos locales, cosa que ya es bastante común.

Como resultado, cada vez es más frecuente encontrar artículos mal escritos y
videos mal presentados, todos ellos hechos por periodistas mal remunerados,
que en un solo paquete tienen que incluir grabaciones, apuntes y transcripcio-
nes que antes de la era digital eran elaborados por un equipo de seis u ocho
personas, pero que gracias a la tecnología ha quedado reducido a dos.

76
Vladimir Flórez (Vladdo)

Lo que viene

Así las cosas, se puede deducir que, aunque teóricamente en Colombia hay
libertad de prensa, la práctica es muy distinta, sobre todo cuando se analiza en
el terreno, donde es posible constatar que ejercer el derecho a informar y a ser
informado no es un proceso sencillo.

Fotografía. Edgar Domínguez

En su gran mayoría los medios masivos, cada vez están más interesados en
conseguir o consolidar su porción de poder económico o político, mientras los
medios independientes tienen que pagar un alto precio por mantenerse a flote,
en un clima a todas luces adverso, que obliga a pensar más de una vez si lo que
se hace vale la pena y si tiene algún sentido hacerse moler para hacerse oír.

Si bien es cierto que en los últimos años la tecnología ha derribado las barreras
físicas para la creación de medios de comunicación, también es claro que la
logística necesaria para difundir la información de esos medios es una tarea
que demanda millonarios recursos que hoy por hoy solo están al alcance de
los grandes conglomerados económicos, que actúan con la misma mística para
producir y distribuir periódicos o noticieros de televisión, como para vender
telas o cervezas.

77
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

En resumidas cuentas, el gobierno tiene que pasar del dicho al hecho a la hora
de garantizar la libertad de prensa. No se trata de estar de acuerdo siempre con
lo que publican los medios, pero así mismo hay que entender que entre contro-
vertir y deslegitimar hay una gran diferencia.

La empresa privada debería entender que debe apoyar no solo a los medios de
gran tiraje o de gran audiencia sino también a los medios independientes, así
no comulgue con todos sus planteamientos, puesto que la democracia no se
defiende solo a punta de aplausos, sino que también se ayuda a fortalecer por
medio de la crítica desinteresada y el debate sincero.

La gran prensa debería trazar una línea que delimite nítidamente su misión perio-
dística, para ponerse en serio al servicio del lector y no de sus propios intereses
políticos o económicos.

Por último, y no obstante lo anterior, el reto de los periodistas independientes


es perseverar pese a las dificultades; no para hacerse matar, puesto que a los
muertos nadie los escucha, sino para hacerse oír, aun en medio de las estriden-
cias del poder.

78
Periodismo, gobernabilidad y democracia 3
Una de las amenazas más contundentes al periodismo
colombiano en la actualidad es la confusión, a veces
inadvertida, y a veces deliberada, de la función del
periodismo para la democracia, con la función del
periodismo para la gobernabilidad. La preocupación
central en el ejercicio individual del periodismo es ceñirse
a la verdad en el contenido y la objetividad en la forma,
pero su preocupación central como ejercicio colectivo de
la libertad de expresión debe ser mantener o ampliar, en
ningún caso reducir, el espectro democrático en el que se
desenvuelve.
Fotografía página anterior. Óscar Pérez
Claudia López

Investigadora y analista política. Columnista del periódico El Tiempo.


Coautora de los libros: Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar
y los acuerdos políticos y Elecciones 2007, retos electorales, riesgos y
recomendaciones. Consultora Asociada en América Latina del Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud). Profesional en Finanzas
y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia,
magíster en Administración Pública de la Universidad de Columbia-Nueva
York y diplomada en Gestión de Suelo Urbano en el Ihs-Universidad de
Rotterdam.
Periodismo para la democracia vs.
periodismo para la gobernabilidad

L as tres palabras que componen el título de este capítulo tienen


una estrecha y muy compleja relación. Mientras que democracia
y periodismo pueden entenderse como connaturales y esenciales
la una para la otra, la relación entre gobernabilidad y periodismo
es mucho menos natural y fluida. Un principio fundacional y fundamental de la
democracia liberal es el derecho a la libertad de expresión, y uno de los medios
privilegiados para el ejercicio de tal derecho es el periodismo. El periodismo es una
forma de ejercer de manera colectiva el derecho individual a la libre expresión.
Por ello debilitar, amedrentar y en cualquier forma censurar el libre ejercicio del
periodismo es quizá la vía más directa de atacar la libertad de expresión colectiva
y por esa vía los cimientos mismos de la democracia.

Fotografía. Juan Manuel Barrero

83
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Una de las amenazas más contundentes al periodismo colombiano en la actua-


lidad, es la confusión, a veces inadvertida y a veces deliberada, de la función
del periodismo para la democracia, con la función del periodismo para la go-
bernabilidad. La preocupación central en el ejercicio individual del periodismo
es ceñirse a la verdad en el contenido y la objetividad en la forma, pero su
preocupación central como ejercicio colectivo de la libertad de expresión debe
ser mantener o ampliar, en ningún caso reducir, el espectro democrático en el
que se desenvuelve.

En ese orden de ideas, la preocupación central del periodista debe ser la democra-
cia, mientras que la preocupación central de los gobernantes es la gobernabilidad.
Si el periodista confunde democracia con gobernabilidad, termina preso de la
propaganda y manipulación de quienes ostentan el poder. Si el gobernante con-
funde su interés de tener gobernabilidad con su deber de garantizar la democracia
y el ejercicio del periodismo, termina en formas de censura y arbitrariedad.

Una cosa es la democracia y otra muy distinta la gobernabilidad. De hecho, pue-


de haber gobernabilidad sin democracia. Por eso la ciencia política diferencia la
gobernabilidad democrática de la gobernabilidad en sí misma. La gobernabilidad
es connatural al ejercicio del poder y puede entenderse como una serie de con-
diciones que le permiten a quien ostenta el poder administrarlo y mantenerlo.
Si esas condiciones se sujetan a reglas preestablecidas y pluralmente acordadas,
no son del todo manipulables por quien ostenta el poder de turno, están sujetas
a controles ciudadanos e institucionales que garantizan la desconcentración y
propenden por el equilibrio del poder, permiten su ejercicio con plenas garantías
de los derechos ciudadanos y con ellas se puede hacer la sucesión del poder de
manera previsible y pacífica, entonces se puede afirmar que se dan condiciones
de gobernabilidad democrática.

La información: lucha de intereses

La gobernabilidad a secas sigue siendo connatural al ejercicio del poder, pero no


necesariamente está sujeta a reglas preestablecidas en forma plural, es determi-
nada a capricho de quien ostenta el poder de turno, no está sujeta a controles,
permite ejercer el poder sin consideración y respeto de derechos ciudadanos,
concentra el poder y obstruye, en vez de permitir, la sucesión pacífica y previsible
del mismo. El margen que separa las condiciones de gobernabilidad democrática
de meras condiciones de gobernabilidad, es el margen que mide el distancia-
miento de la gobernabilidad y la democracia. Entre más diluidas o ausentes sean
las condiciones democráticas, posiblemente se tenga una gobernabilidad más
“eficaz” –al estilo de la sugerida al famoso príncipe del Maquiavelo medieval o
moderno– pero no democrática.

84
Claudia López

El tamaño del margen entre gobernabilidad y gobernabilidad democrática no se


refleja necesariamente de manera proporcional sobre la democracia. Es decir, los
fundamentos de la democracia pueden afectarse más que proporcionalmente al
margen de ausencia parcial o total de condiciones de gobernabilidad democrática.

Los gobernantes suelen confundir sus propios propósitos con los de la demo-
cracia. Siendo electos popularmente tienen la legitimidad para hacer tal mezcla
y ejecutarla por medio de políticas, acciones e inversiones. Si un gobernante
excede la mezcla de sus propósitos particulares con los generales, contemplados
por el marco normativo democrático, corre el riesgo de ser repudiado por sus
electores o, si además cruza las fronteras de la legalidad, puede ser procesado
por la justicia.

Los periodistas, obviamente, no son responsables de los intereses ni las confusiones Los llamados
de los gobernantes, pero sí de las confusiones propias. Como baluarte de la demo- medios masivos
cracia, el deber del periodista, además de la verdad y la objetividad, es hacer explí- de comunicación,
citos los riesgos que los hechos que informa tienen para la democracia, y no confun- o mejor los grupos
dirlos con los efectos que tienen para la gobernabilidad del gobernante de turno. de comunicación o
el poder mediático,
Como parte central y cotidiana de su tarea, el periodista debe entender y tener el no son entidades
criterio para diferenciar los efectos buscados o derivados de un hecho noticioso asépticas, alejadas
sobre la gobernabilidad del gobernante, de los efectos sobre la democracia. La de los otros poderes
gobernabilidad es un patrimonio privado del gobernante, de corto plazo y con (económico, político
fines de mantenerse en el poder. La democracia en cambio, es un patrimonio y social).
colectivo, de largo plazo, con el fin de controlar y limitar el uso del poder.

La función del periodista no es socavar en forma deliberada la gobernabilidad


de un gobernante, pero tampoco es su responsabilidad mantenerla o protegerla,
menos a costa de los estándares democráticos. La objetividad periodística supone
poner siempre de presente en forma prioritaria los efectos de lo que informa
sobre la democracia antes que aquellos sobre la gobernabilidad.

Objetividad periodística y vigencia


de la democracia

El periodista no puede asumir per se que la búsqueda de gobernabilidad del


gobernante es, en sí misma, una forma de vigencia de la democracia, aún en los
casos más simples. Por ejemplo, si un presidente tiene o no mayorías en el Con-
greso, eso puede afectar las condiciones de gobernabilidad de su gobierno, pero
no necesariamente afecta en forma negativa la democracia. Un presidente con
mayorías holgadas en el Congreso quizá puede gobernar más fácil, pero con me-
nos controles, lo cual puede ir en contravía de la gobernabilidad democrática.

85
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Una amenaza recurrente del periodismo colombiano hoy por hoy, está en omitir,
de manera involuntaria, los riesgos explícitos para la democracia que tienen los
hechos que informa, o peor aún, en forma deliberada ocultar o “maquillar” esos
riesgos. Creo que esa omisión, cuando es involuntaria, se hace la mayoría de las
veces por una concepción equivocada de la objetividad periodística, mientras que
la omisión o “maquillaje” deliberado se hace la mayoría de las veces porque se asu-
me que una función del periodismo es no afectar la gobernabilidad del gobernante
de turno y por los conflictos de interés entre el medio, sus periodistas y el gobierno.

La omisión involuntaria parte muchas veces de una concepción absolutista de


la objetividad periodística, según la cual un periodista nunca debe sentar una
posición, sino que debe mantener siempre distancia y neutralidad frente a lo
que informa. La objetividad, como todo valor, deber o derecho, no es absoluta o
ilimitada. El límite de la objetividad periodística es la vigencia de la democracia.
Presentar la información de un hecho que implica riesgos evidentes para la de-
mocracia, sin hacerlos explícitos, mina la función democrática del periodismo y su
objetividad. Informar sobre masacres, secuestros o actuaciones de abuso, desvío o
concentración del poder, sin hacerle explícito a los ciudadanos informados sobre
la amenaza que representan esos hechos para sus derechos democráticos, es
una manera de traicionar el deber del ejercicio periodístico con la democracia,
en nombre de la objetividad.

Si ocurriera una toma militar del poder político, un golpe de Estado, la obligación
del periodista no es solamente informar la verdad de ese hecho con objetividad.
Su obligación es también hacer explícita la amenaza que ese hecho representa
para la democracia. Es haciendo explícita esa amenaza, en el caso del ejemplo,
que el periodista cumple con la función de informar objetivamente y de ejercer
el derecho colectivo de libertad de expresión, que representa el periodismo.

Esa amenaza de mezclar la preservación de la democracia con la gobernabilidad


del gobernante de turno se exacerba cuando se agregan, además, los intereses
propios de los medios en los cuales el periodista ejerce su labor, más cuando
dichos intereses están estrechamente relacionados con los beneficios que el
medio o el periodista derivan de su relación con el gobierno.

Un problema: los crecientes


conflictos de interés

Diversos análisis, entre ellos varios del investigador Germán Rey, dan cuenta de
la creciente oligopolización de los medios de comunicación en Colombia. De la
época de las empresas familiares del periodismo –los Cano, los Santos, los Gómez,
los Galvis– se pasó a los conglomerados económicos que invierten, además, en la
comunicación –Ardila Lülle, Santo Domingo– y a conglomerados globales de la
comunicación –Prisa, Planeta. Además de la tradicional relación por medio de la

86
Claudia López

Fotografía. Edgar Domínguez

pauta publicitaria oficial, los conglomerados económicos y de comunicación de-


penden cada vez más de decisiones gubernamentales: compiten por concesiones
de canales de televisión y radio, negocios empresariales, exenciones tributarias,
subsidios abiertos o disfrazados del presupuesto nacional, entre otros.

Esa ampliación y complejización de las actividades empresariales de los con-


glomerados de la información y de su relación con el gobierno amplía en forma
exponencial los conflictos de interés en la cobertura objetiva del medio sobre
sus propias actividades y sobre las actuaciones del gobierno. El resultado es que
la diferenciación entre los intereses del gobierno, el medio, el periodista y el
contenido y formato de la información se hace cada vez más borrosa o clara-
mente conflictiva. Tal conflicto de intereses se genera inevitablemente en el libre

87
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

mercado de las empresas de la información, como medios para el ejercicio pe-


riodístico. Lo amenazante para la democracia no es que tal conflicto de intereses
se genere sino que no se mitigue. Y quizá la única manera viable y autorregulada
de mitigar ese conflicto de intereses es hacerlo explícito ante quienes reciben la
información del medio.

Para solo citar un ejemplo, recientemente el noticiero de televisión de Rcn nunca


informó a sus televidentes que el grupo empresarial al que pertenece es dueño
de ingenios azucareros y productores de etanol, a propósito de su cubrimiento
de la huelga laboral de los corteros de caña. En mi opinión, el cubrimiento de
esa noticia en ese noticiero fue evidentemente sesgado y creo que el sesgo se
derivaba de que el propietario del noticiero es a su vez una de las partes del
conflicto laboral que cubría el noticiero. Los televidentes, sin embargo, nunca se
enteraron de eso en el noticiero. Nunca fueron informados que la noticia estaba
siendo cubierta por una empresa a su vez propietaria de los ingenios azucareros
y productores de etanol, frente a los cuales estaban protestando los corteros.
Como ese hay decenas de ejemplos de conflictos de interés a diario.

Al exponer alguna vez este asunto ante un grupo de directores de medios, me


sorprendió su reacción defensiva y airada. Algunos argumentaron que hacer
explícito un potencial conflicto de interés del medio, por sus demás actividades
empresariales o por su relación con el gobierno de turno, era poner en duda
la ética de los periodistas y de los empresarios propietarios del medio. Por el
contrario, sigo convencida de que es no hacer explícitos los conflictos de interés
del medio a quienes reciben su información, lo que puede cuestionar tanto la
ética como la independencia de los periodistas y de los medios para los que
trabajan. Si tales conflictos de interés no se hacen públicos y explícitos ante los
informados, estos terminarán enterándose por otras vías y dudando de la ve-
racidad y objetividad de la información que recibe del medio que, teniendo la
oportunidad y la obligación, no le manifestó a tiempo sus intereses particulares
sobre la información que le brindó.

La sangre vital del periodismo es la confianza en su independencia, veracidad y


objetividad. Por ello, ni el medio, ni los periodistas deben escatimar recurso alguno
para preservar tal vitalidad. Para mencionar un último ejemplo, que un periódico
o canal de televisión esté compitiendo por una concesión estatal, genera per se
un conflicto de intereses entre el cubrimiento objetivo que el medio debe hacer
del gobierno y el legítimo interés que el medio tiene de ganarse la concesión
por parte del gobierno. Ese conflicto de interés ha sido siempre inevitable y lo
es aún más en un mundo con conglomerados empresariales y de comunicación
en el mercado de la información. La existencia del conflicto de interés no es el
riesgo; la amenaza es no informarlo oportuna y explícitamente, por parte de los
periodistas y dueños de medios, a quienes reciben su información.

88
Claudia López

Una alternativa: la autorregulación

Como en tantos otros temas, lo ideal sería que el remedio al desafío que repre-
sentan los conflictos de interés fuera la autorregulación, es decir, que por iniciativa
de los propios medios de comunicación y sus periodistas se incluyera en sus
manuales de periodismo y códigos de ética, y más importante aún en su accionar
diario, un criterio conforme al cual siempre que exista un conflicto de interés
este se hiciera público en el momento de presentar la información relacionada
con el tema del conflicto. Infortunadamente, la ideal autorregulación no parece
estar funcionando y por el contrario lo que va es en retroceso.

Sería indeseable que fuera una norma aprobada por un cuerpo político con
intereses propios, como el Congreso, el Ejecutivo o cualquiera de sus cuerpos
derivados, el que entrara a regular los conflictos de interés entre los medios de
comunicación, sus demás actividades empresariales y los asuntos gubernamen-
tales. Mejor funcionaría la autorregulación acordada entre los propios medios o
algún acuerdo similar derivado de los organismos nacionales e internacionales
que agremian a los medios y periodistas.

Desconocer o minimizar los efectos nocivos que los conflictos de interés tienen en
crear una mescolanza inadecuada de gobernabilidad, democracia y periodismo
en nada sirve a la democracia ni al periodismo. La única que saca provecho es La función del
la gobernabilidad, que es el interés cortoplacista del gobernante de turno, quien periodista no es
es a su vez el que está en mejor posición para sacar provecho del manejo al socavar en forma
detal, personalizado y a conveniencia de los conflictos de interés con los medios deliberada la
de comunicación. gobernabilidad
de un gobernante,
Por mi actividad en calidad de analista e investigadora política he tenido una pero tampoco es
relación privilegiada con los medios de comunicación y los periodistas. Admiro su responsabilidad
su tarea y reconozco el valor humano, personal y colectivo que le imprimen mantenerla
al oficio de brindar información y con ella elementos de juicio para la vigencia o protegerla,
de la democracia. El periodismo colombiano no necesita probar su valentía y menos a costa de
contribución democrática, su trayectoria es prueba fehaciente. Por ello, más que los estándares
una crítica a su labor, esta reflexión pretende insistir en una discusión, que no es democráticos.
nueva y que de seguro es abordada por los medios y los periodistas. La objetividad
periodística supone
¿Cómo manejar los conflictos de interés entre las demás actividades empresariales poner siempre
de los medios de comunicación, los asuntos gubernamentales y la información de presente en
que brindan? ¿Cómo entender y diferenciar el rol del periodismo frente a la de- forma prioritaria
mocracia y la gobernabilidad? Son preguntas que en forma permanente tenemos los efectos de lo
que formularnos quienes nos preocupamos o desempeñamos en los medios de que informa sobre
comunicación. En un entorno económico, político e informativo tan cambiante la democracia
como el colombiano atender estas reflexiones son tareas diarias obligadas para antes que los
quienes creemos que el periodismo es el ejercicio colectivo de la libertad de efectos sobre la
expresión y que en su salvaguarda no debemos escatimar recurso alguno. gobernabilidad.

89
Daniel Coronell

Director de Noticias Uno, ha ocupado también la dirección de los


noticieros Ntc y Rcn. Es columnista de la revista Semana. Comunicador
Social de la Universidad Externado de Colombia. Ha sido profesor de las
universidades Javeriana y Externado de Colombia y en la actualidad en
la Especialización en Periodismo de la Universidad de los Andes. Senior
Research Fellow de la Universidad de Stanford, así como investigador y
profesor visitante (Senior Visiting Scholar) de la Universidad de California,
en Berkeley.
El periodismo: control ciudadano
sobre los centros de poder

E l mejor servicio que le puede prestar el periodista a la demo-


cracia consiste en preservar su independencia y mantener una
visión crítica frente al poder. Esta postura incluye, desde luego, el
poder económico pero en esta breve reflexión nos ocuparemos
especialmente de los poderes del Estado.

El periodismo tiene una delegación tácita de la sociedad para ejercer un control


ciudadano sobre los centros de poder.

En desarrollo de esa responsabilidad social, el periodista debe vigilar que los


funcionarios públicos estén cumpliendo con pulcritud las normas establecidas.
También debe asegurarse de que en el proceso de creación y reforma de esas
normas, prevalezca el interés general sobre el particular. Al mismo tiempo, tie-
ne el deber de verificar que la justicia opere cumplidamente frente a quienes
infrinjan las normas, impartiéndola sin discriminaciones y ofreciéndole a los
procesados –aún los que son objeto del rechazo social mayoritario– todas las
garantías constitucionales y legales.

Fotografía. César Baeza

93
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Dicho de una manera simplificada, el trabajo periodístico –en una de sus di-
mensiones más importantes– tiene el objetivo de informarle al ciudadano sobre
la forma en que están ejerciendo el poder quienes lo detentan a su nombre y
reportarle sobre la manera en que se usan los dineros de los contribuyentes.

Esa labor de fiscalización solamente es posible cuando el periodista la ejerce


con distancia frente a los poderes públicos y privados. Un periodista no puede
dejar que lo conviertan en un instrumento de propaganda del poder. Por el
contrario, debe elaborar su información más desde la perspectiva del gobernado
que la del gobernante, así como debe privilegiar la visión del consumidor frente
a la del productor.

La permanente búsqueda de esa distancia crítica termina convirtiendo al perio-


dismo en un contrapoder.

En las democracias desarrolladas, donde existe una clara separación de poderes


y se fomentan los contrapesos entre ellos, esa función crítica –y en ocasiones
molesta– del periodismo es bien entendida: la sociedad tiene el derecho de
estar plenamente informada para que los ciudadanos puedan tomar mejores
decisiones.

En países como el nuestro –sin importar lo establecido en la teoría institucio-


nal– las fronteras entre los poderes públicos son más difusas. Además, los me-
dios de comunicación suelen pertenecer a conglomerados económicos, cuyos
dueños están interesados en darle a la información un enfoque conveniente a
sus intereses empresariales y políticos. La estructura normativa en materia de
comunicaciones está diseñada para que los medios tengan un creciente grado
de dependencia de las decisiones del poder ejecutivo y sus aliados (licencias,
prórroga de concesiones, etc.), por eso el periodista crítico es con frecuencia
confundido con el opositor político.

Si a esta circunstancia le agregamos la existencia de un conflicto armado interno,


el ejercicio independiente se complica aún más. No es raro que el periodista
crítico sea tachado de obstruccionista, y en ocasiones de enemigo del Estado.

La paradoja es grande: cuando el periodista vigila el cumplimiento cabal de


los principios democráticos, puede terminar tildado como un enemigo de la
democracia. En cambio, si convenientemente mira hacia otro lado cuando el
poder traiciona esos principios, los beneficiarios de su omisión lo reconocerán
como un patriota.

Las informaciones relacionadas con el conflicto armado y con los procesos de


paz que emprenden los diferentes gobiernos con grupos armados ilegales, son
especialmente sensibles para la independencia periodística.

94
Daniel Coronell

Los funcionarios creen que en virtud de los grandes propósitos nacionales (llama-
dos algunas veces “los altos intereses de la patria”) es válido utilizar la información
como un arma más en el conflicto o como una herramienta de la negociación,
según sea el caso. De tal manera que el periodismo termina subordinado a los
intereses coyunturales de los gobernantes.

Uso político de la información

Son muchas las situaciones que ilustran el uso político de la información sobre el La labor de
conflicto. La intromisión de los gobiernos en la autonomía periodística casi nunca fiscalización
se presenta de manera evidente como censura o manipulación. La justificación solamente es
habitualmente es más sofisticada. posible cuando
el periodista la
Los funcionarios a cargo de esos temas, invitan a los dueños o a los directores ejerce con distancia
de los medios de comunicación a unirse al gobierno en el propósito común de frente a los poderes
construir “un futuro mejor para la patria”. Les explican que está en juego la super- públicos y privados.
vivencia de la democracia y que el periodismo solo puede ejercerse si existe esa Un periodista no
democracia. Aunque los enunciados sean ciertos, las conclusiones suelen reflejar puede dejar que
el interés político coyuntural del gobierno y casi nunca atienden el derecho fun- lo conviertan en
damental del ciudadano a estar informado. un instrumento
de propaganda
La reunión termina con un llamado a la responsabilidad social, que para el caso del poder. Por
significa que la información periodística obedezca a las necesidades de un go- el contrario,
bierno que busca ganar la guerra o lograr la paz, y que espera lidiar con el menor debe elaborar su
control social posible para lograr ese propósito. información más
desde la perspectiva
En la administración del presidente Andrés Pastrana, por ejemplo, el jefe de del gobernado que
Estado y su primer comisionado de Paz, Víctor G. Ricardo, les recomendaron a la del gobernante,
varios dueños y directores de medios modificar el lenguaje del cubrimiento del así como debe
conflicto armado, en función de darle cierto aire de legitimidad a su contraparte privilegiar la visión
en la negociación. Pidieron, entre otras cosas, llamar a la guerrilla “insurgencia” del consumidor
y “retenciones” a los secuestros ejecutados por guerrilleros. frente a la del
productor.
La fuerza de la costumbre pudo más que el deseo gubernamental y pocos días
después de la petición, casi todos los medios usaban el lenguaje habitual para
referirse a la guerrilla o a los secuestros.

Ese frustrado proceso de paz abunda en ejemplos sobre la perniciosa subordina-


ción del periodismo a los intereses gubernamentales. Durante un buen tiempo, los
atropellos de la guerrilla a las normas sobre el uso de la zona de distensión, como
se llamó el área desmilitarizada para desarrollar los diálogos, fueron ignorados
por los medios cuyos dueños recibieron la invitación de los altos funcionarios a
guardar patriótico silencio.

95
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Una muestra de esa actitud, tiene que ver con un significativo abuso de las Farc en
los albores de la llamada zona despejada. Como allí no podían actuar el Ejército,
ni la Policía Nacional, el gobierno y la guerrilla convinieron que funcionara una
policía cívica compuesta por civiles, ajenos a las partes, que ejercerían las labores
de vigilancia en los cascos urbanos, incluyendo el de San Vicente del Caguán.

Fotografía. César Baeza

Los llamados policías cívicos contarían con armas de fuego cortas. La entrega de
esas armas, por parte del gobierno, tuvo lugar en un acto público en San Vicente.
Poco después, alias El Mono Jojoy, miembro del secretariado de las Farc, presidió
en la misma zona una gigantesca parada militar, donde los guerrilleros hicieron
alarde de su pie de fuerza y armamento.

La curiosidad de un reportero de un canal de televisión lo llevó a comparar


las dos imágenes y encontró que dos de los policías cívicos hacían parte de la
guerrilla y en esa condición habían participado en la formación a la que Jojoy
le pasó revista.

La información demostraba que el gobierno había sido engañado por la guerri-


lla. Los periodistas, buscando una reacción oficial para incluirla en la noticia, le
enseñaron las imágenes al Comisionado de Paz. El funcionario les pidió un día
de plazo para consultar el tema con el Presidente de la República y entregar una
declaración sobre este hecho.

96
Daniel Coronell

Sin embargo, no usó el día para preparar la declaración, sino para persuadir a
los propietarios del canal sobre la inconveniencia de la publicación. El gobierno
sostuvo, en conversaciones con los dueños, que si esa noticia salía a la luz pública
se acabaría el proceso de paz y Colombia quedaría condenada a la guerra.

En esa ocasión, el periodismo no cumplió con su misión


de informar, prefirió subordinar su labor a un propósito
aparentemente noble y patriótico. La concesión perjudi-
có a los ciudadanos que no supieron a tiempo lo que allí
pasaba y por consiguiente no tuvieron la posibilidad de
exigirles a la guerrilla y al gobierno un proceder acorde
con las normas.

El desarrollo de la historia que empezó con el hecho de


ocultar este detalle, siguió durante casi tres años, mar-
cado por múltiples abusos por parte de las Farc, abusos
que al final hicieron saltar en pedazos la bienintencionada
iniciativa de paz.

Giros en el lenguaje

Como consecuencia de la frustración de los diálogos, el


péndulo de la opinión se fue para el otro lado. Millones
de colombianos que alimentaron la esperanza de la paz
se convencieron de que la única salida para el país era
la guerra frontal a la guerrilla y eligieron un gobierno
de signo totalmente opuesto.

El gobierno encabezado por el presidente Álvaro Uribe ha usado el discurso


contrario pero procedimientos parecidos. La guerrilla ya no es la “insurgencia”
sino grupos de “terroristas” y “bandidos”. Los medios han mudado su lenguaje
y buena parte del periodismo se sumó, sin mayores inventarios, al propósito
gubernamental de ganar la guerra.

De nuevo se trataba de una causa noble y patriótica, en cuyo auxilio ha acudido


el silencio. Otro tanto ha sucedido en el cubrimiento del proceso de paz con
los grupos paramilitares.

La idea, más o menos extendida, de que en la guerra todo vale, ha contribuido a la no-
table disminución del escrutinio periodístico sobre las operaciones militares y el con-
secuente aumento del desplazamiento forzado de personas por causa de la violencia.

La mera enunciación de estos temas es vista con sospecha por parte del gobierno
y ha desaparecido por completo de la agenda de algunos medios.

97
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Tampoco existe un trabajo consistente de auditoría periodística a las diversas


cifras que el gobierno usa para su promoción. Ni en el tema del orden público,
ni en la lucha contra el narcotráfico ni en la economía.

Los últimos seis años se han caracterizado por una postura pasiva y poco crítica
de buena parte de los medios de comunicación frente a las cifras oficiales. La
publicación automática, sin esfuerzos, verificación y opinión de las contrapartes,
se ha convertido en norma de conducta en muchas redacciones.

Son pocos los que preguntan, por ejemplo, ¿por qué se desmovilizaron treinta
mil paramilitares, cuando esos mismos grupos decían, al comienzo de la admi-
nistración Uribe, que contaban con doce mil hombres? ¿O por qué las zonas
de cultivos ilícitos se vienen moviendo de regiones con presencia guerrillera a
zonas donde ha sido tradicional el predominio paramilitar? ¿O cómo se explica
un aumento del 27% en el tamaño de esos cultivos, después de los billones de
dólares invertidos en el Plan Colombia?

Logros vs. pobres resultados

Los logros del gobierno en materia de seguridad son muy importantes y reciben
una cumplida difusión de los medios, pero no sucede lo mismo con la precariedad
de sus resultados en otros campos.

Esa visión parcial de la administración sumada a la estrategia de propaganda del


gobierno ha traído consigo no solo una gran pérdida en la calidad de la infor-
mación que reciben los colombianos, sino también un aumento inédito de la
popularidad del mandatario y el advenimiento del culto a la personalidad que
ha puesto al país a las puertas de una era caudillista.

Ante la –casi total– ausencia de independencia periodística se viene repitiendo,


una y otra vez, un ciclo perverso donde los medios hablan maravillas del gobierno
porque el gobierno es muy popular, y el gobierno es muy popular porque los
medios hablan maravillas de él.

La Constitución Nacional que prohibía la reelección del Presidente de la Repúbli-


ca, fue reformada en un controvertido trámite en el Congreso donde la mayoría,
al menos en una de las comisiones parlamentarias, fue armada con otorgamiento
de contratos y puestos públicos a congresistas que apoyaron el cambio para
favorecer la permanencia del mandatario.

Con contadas excepciones, los medios de comunicación han desechado la


investigación propia sobre este tema y se han conformado con reproducir los
comunicados del gobierno y las decisiones judiciales, en ese orden.

98
Daniel Coronell

Los medios tampoco han hecho lo suficiente para mostrarle a sus audiencias
que por la reelección presidencial el Ejecutivo obtuvo una preponderancia sin
precedentes sobre los otros poderes públicos. El precario sistema de contrapesos
en la normatividad colombiana estaba basado, en buena medida, en la duración
de los periodos de los funcionarios. La extensión del periodo presidencial por sí
misma acabó con muchos balances institucionales.

El presidente controla el 74% del poder Legislativo y por intermedio de sus


aliados viene tomando porciones cada vez mayores del poder judicial y de los
organismos de control.

La Corte Constitucional compuesta por nueve magistrados, que vigila que las
leyes y las reformas constitucionales no alteren la estabilidad prevista en la Carta,
tiene ahora una aplastante mayoría gubernamental.

Cuando la Corte Suprema de Justicia ha tomado decisiones que afectan al La paradoja es


presidente o a miembros de su bancada –en casos como la relación de algunos grande: cuando el
dirigentes con los paramilitares o la compra de votos para la aprobación de la periodista vigila el
reelección– la reacción del gobierno ha sido furibunda. El presidente ha denun- cumplimiento cabal
ciado penalmente a magistrados y públicamente los ha criminalizado y los ha de los principios
retado a medir sus fuerzas frente al pueblo. democráticos, puede
terminar tildado
La Fiscalía General de la Nación, que de acuerdo con el ordenamiento colombiano como un enemigo
debe investigar los delitos y es independiente del Ejecutivo, actúa en muchos de la democracia.
casos como si fuera parte del gobierno. En cambio, si
convenientemente
La Comisión Nacional de Televisión, que teóricamente debe manejar con au- mira hacia otro
tonomía la actividad más rentable de los medios de comunicación, es en la lado cuando el
práctica un apéndice del gobierno. Los cinco comisionados actuales son afectos poder traiciona
a la administración. esos principios,
los beneficiarios
La enumeración podría seguir pero –en función del tema que nos ocupa– lo más grave de su omisión lo
es que ante este progresivo gigantismo del Ejecutivo no exista por parte del periodis- reconocerán como
mo colombiano un esfuerzo correspondiente para que los ciudadanos conozcan lo un patriota.
que está pasando y dimensionen el efecto de esta inédita concentración del poder.

Los dueños de los medios ocupados en la ampliación de los beneficios para sus
conglomerados empresariales, unos pendientes de las licencias de televisión y
radio próximas a otorgarse, y otros de que esas concesiones se dilaten el mayor
tiempo posible para conservar sus cuotas de audiencia y de mercado, trabajan
poco para que sus lectores, oyentes y televidentes, se enteren de asuntos que
puedan resultar incómodos al gobierno.

Los grandes medios han optado por homologar popularidad con legitimidad. En esa
medida proceden como si la indiscutible aceptación del gobierno lo facultara para

99
Fotografía. Jesús Abad Colorado

caminar por las fronteras de las normas internas y externas, y aún para cruzarlas
cada vez que lo ha deseado.

Desde luego existen esfuerzos periodísticos independientes y columnistas de


opinión que intentan transmitir esa “otra realidad”. Sin embargo, en el contexto
de los medios de comunicación de Colombia, donde el 80% de los ciudadanos
se informa primordialmente por medio de los dos canales privados de televisión,
esas voces resultan marginales.

Recuperar para el ciudadano una información independiente es el inmenso reto


que tiene por delante el periodismo colombiano. Esa es su mayor responsabilidad
con la democracia y su tarea más urgente.

100
Sentido de la profesión: conjugar ética y estética 4
Al lado del guerrero armado siempre hay un testigo
desarmado: el periodista. Gracias a él nos enteramos de
los acontecimientos de la realidad. Pero para sorpresa de
los que no hemos tomado las armas ni somos periodistas,
nos enteramos que la información en tiempos de conflicto
es un arma de guerra. Es un medio en extremo importante
para construir la imagen del enemigo.
Fotografía página anterior. Juan Manuel Barrero
Germán Castro Caycedo

Es el escritor colombiano de literatura no ficción más leído del país.


Sus libros alcanzan tirajes que hoy sobrepasan un millón de ejemplares
acogidos por el público colombiano. Sus historias cortadas de la realidad
son tejidas a partir de investigaciones minuciosas y vivencias propias en
los lugares donde acontecen los hechos. Luego de treinta años como
periodista ha sido distinguido con diez premios nacionales de periodismo,
y ocho internacionales. El último fue el Rodolfo Walsh que señaló a El
Karina como el mejor libro de narrativa no ficción publicado en España
en 1999. Trabajó diez años en El Tiempo, como cronista general. Durante
veinte años dirigió el exitoso programa de televisión Enviado especial
que introdujo el periodismo moderno en la televisión colombiana. Ha
publicado diecinueve libros, cuatro de ellos han sido escritos en la selva
amazónica y algunos han sido publicados en España, Francia, Grecia,
Hungría, Japón y China.
Sobrevivir de por sí
es una epopeya

L uego de cinco siglos de crónica en Colombia, las últimas genera-


ciones de periodistas comienzan a descubrirla.

La historia es sencilla: nació en América con los Cronistas de Indias


a comienzos del 1600 y desde entonces en nuestro medio se le ha llamado así.
Pero en un país que quiere parecerse a todo menos a Colombia, alguien que
pasó por París, dijo a su regreso: “Digámosle reportaje, es menos de indios”.

Fotografía. Raúl Arboleda

Más tarde, una parte de la sociedad empezó a buscar el principio y el fin del
mundo y el principio y el fin de la vida y el principio y el fin de la civilización en
Miami, y claro, alguien regresó de allí hablando de “periodismo literario”.

Un poco después, al comienzo de la emigración hacia España, algunos profeso-


res de Comunicación Social, que desde luego no eran periodistas, hablaron de
“periodismo en profundidad” y otros, de “narrativa no ficción”.

105
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Hoy Tom Wolfe está de moda en las facultades de Comunicación Social, y pro-
fesores y egresados hablan de “nuevo periodismo”, acogiendo las palabras de un
crítico estadounidense que calificaba así el trabajo de Wolfe hace cerca de dos
décadas. Pero eso sucedió lejos de nosotros, ante un público con una cultura
diferente a la nuestra, con otra educación, con expectativas distintas, con un
idioma diferente, con una problemática lejana, en un medio ajeno.

Es claro que “nuevo periodismo” tiene tanto que ver con Colombia como “rea-
lismo mágico” que no tiene nada que ver con Colombia.

Realismo mágico es el título y el tema de un libro de Franz Roh publicado en


1925 en Alemania, que trata sobre una variante del expresionismo pictórico a
principios del siglo XX, desde luego, en Alemania.

Antes de morir, Arturo Uslar Pietri, más que venezolano un ciudadano ilustre de
América, confesó que entre tanta información, su inconsciente lo había traicio-
nado y llegó a citar el “realismo mágico” como una idea propia cuando se refirió
alguna vez a la literatura de América Mestiza. Pero luego cayó en cuenta y lo dijo
en público: “Eso no tiene nada que ver con nosotros. Eso fue en Alemania”.

Un poco después, Alejo Carpentier habló de “Lo real maravilloso” para expli-
car que los episodios que narramos corresponden a una realidad, desde luego
diferente, con una dinámica insospechada, en nuestro medio, que no admite
comparación con ningún otro lugar del mundo.

Todo esto para decir que hace dos siglos la humanidad comenzó a señalar que
el periodismo debe corresponder a la índole de los pueblos, puesto que en este
oficio muy poco puede ser transferido de una nación cultural a otra.

Sin embargo, como en Colombia se desconoce nuestro pasado, los colombianos


buscan con quién identificarse y prefieren parecerse a todo menos a los colom-
bianos. Asunto de personalidad.

Humberto Jaimes, uno de mis maestros en El Tiempo, hablaba de estas cosas


y decía:

Creo conocer parte del abolengo de la crónica colombiana en cinco siglos y lo prime-
ro que siento es el orgullo que me da la certeza de saber que tengo un pasado.

Leopoldo Pinzón, uno de los grandes, escribió el 9 de febrero de 2000:

Los periodistas colombianos tenemos un ayer que pesa sobre los hombros, tanto
como el saber de dónde viene nuestra profesión; cómo ha evolucionado; cómo
corresponde a nuestro propio sentimiento; cómo no hay en ella cosas prestadas.
Y lo segundo: en ese pasado encontré la razón de mi oficio.

106
Germán Castro Caycedo

América se cuenta en crónica

En nuestro medio, la crónica comenzó con Gonzalo Fernández de Oviedo, Su-


mario de la Natural Historia de las Indias en 1526. Después de él vinieron decenas
de cronistas, pero en 1881, con Alberto Urdaneta en Papel Periódico Ilustrado,
nació realmente la crónica moderna, a mi manera de ver, mejor investigada que
hoy, más fundamentada, mejor escrita que hoy.

Los cronistas españoles que venían con los conquistadores no nos conocieron,
trataron de reconocerse en América.

Fernández de Oviedo vino y se asombró, y al regresar a su tierra escribió para


la mentalidad de los españoles. Los hombres del siglo XVI no tenían referencias
para describir lo que habían hallado en América, porque era distinto, totalmente
desconocido para ellos, hasta el punto de no tener palabras en su lengua para
presentarlo.

Por eso nos vieron como no somos. Sin embargo, ellos marcaron el nacimiento Hace dos siglos la
de América ante el mundo por medio de la crónica. Y de la fantasía salida de humanidad comenzó
las novelas de caballería: dragones, grifos, gigantes, ciudades de oro; una isla, a señalar que el
California, poblada por mujeres llamadas Amazonas... periodismo debe
corresponder a la
Setenta años después, un andaluz que se quedó para siempre en Colombia, índole de los pueblos,
Juan de Castellanos, luego de treinta años de trabajo que comenzaron antes de puesto que en este
Cervantes, escribió Elegías de varones ilustres de Indias. Es la primera gran crónica oficio muy poco
escrita en nuestro medio, ya con conocimiento de lo que era entonces Colom- puede ser transferido
bia. Es el nacimiento de nuestra épica, eternamente vigente: lo que escribimos de una nación cultural
hoy los cronistas colombianos sigue siendo épico, sobrevivir en nuestro medio a otra.
es una epopeya.

En 1640 Juan Rodríguez Freyle, nacido en Bogotá, escribió la primera crónica


mestiza.

Un siglo y medio después, José Antonio Benítez, El Tuerto, realizó El Carnero de


Medellín. Benítez fue un cronista incansable, de gran calidad en su momento,
que escribió cuanto pudo, pues su afán, como hoy el nuestro, era registrar ins-
tantes de la vida cotidiana, tratar de detener el tiempo porque comprendía con
absoluta claridad que era testigo activo de su momento. Eso es ser cronista (el
libro fue publicado por el Instituto para el Desarrollo de Antioquia, en su edición
de autores antioqueños en 1988).

Es imposible recorrer, analizar, siquiera citar a todos los grandes periodistas


colombianos del siglo XIX. No obstante, saltando de algunos hitos, es muy sen-
cillo ver la evolución permanente y, ante todo, el esfuerzo por el bien hacer de
décadas tras décadas.

107
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

La crónica es el género mayor del periodismo. Pero como en


Colombia siempre ha sido escrita con vocación estética, en la
cual están presentes elementos como la poética narrativa –esa
ha sido desde los pliegues del tiempo una de sus caracterís-
ticas en nuestro medio– hace un siglo fue catalogada como
un género literario.

Estructurar escenas
y no narraciones

Carvajal y Compañía imprimió una soberbia obra facsimilar de


Papel Periódico Ilustrado (1881-1886), de Alberto Urdaneta
que llegó a las bibliotecas colombianas, entre otras a las de
las facultades de Comunicación Social, mediante la cual es
posible comprobar el nacimiento de la verdadera investiga-
ción periodística en Colombia, 93 años antes de Woodward
y Bernstein en Nueva York, quienes –según un sector de la
academia en Colombia–, fueron los creadores del periodismo
investigativo en el mundo.

En nuestro periodismo –desde luego, incluyéndome– hoy


nadie investiga mejor de lo que lo hizo Alberto Urdaneta, ni
nadie ha logrado aportar elementos reales y concretos en la
evolución del oficio como lo hizo este cronista, el primero
en utilizar en nuestro medio la técnica de narrativa pictórica,
consistente en estructurar la crónica, no en narraciones sino
mediante escenas: quien lee una narración, escucha. Quien
lee una escena, ve y escucha.

Para abreviar, pienso que un hito adelante en la crónica co-


lombiana fue marcado por El 10 de febrero, un trabajo de aliento (327 páginas),
publicado en libro (1910), lamentablemente sin firma. Se trata de una crónica
documental sobre el atentado al presidente Rafael Reyes, ilustrada con fotografías,
no impresas en páginas de varias gráficas apretujadas, sino insertadas en sitios
precisos, oponiéndose a “textos huérfanos”, como apenas lo estamos intentando
hoy algunos periodistas. Aquello fue hace 98 años.

Cultura de la desesperanza

En la década de los años cuarenta se hallan en las hemerotecas, por lo menos


treinta grandes cronistas en los diferentes diarios del país, entre ellos Julio Vives-
Guerra, antioqueño. Su verdadero nombre era José Velázquez García. Y con-
temporáneo suyo, el más importante de ese decenio: José Joaquín Jiménez. Su

108
Germán Castro Caycedo

Fotografía. John Jairo Bonilla

seudónimo, Ximénez (1938-1940), cuyo trabajo fue investigado y antologizado en


el libro Las famosas crónicas de Ximénez, por Juan José Hoyos de la Universidad
de Antioquia, a su vez el cronista más importante de Colombia en la década de
los años ochenta.

Ximénez era periodista de noticias policiacas como la mayoría de los grandes


cronistas de la primera mitad del siglo pasado, característica que parece revelar
la vocación trágica de nuestro periodismo. No obstante, su oficio como el de los
demás estaba apoyado en la estética.

Ximénez era poeta, literato, humanista, es decir, hombre estructurado como todos
aquellos y dio otro paso ostensible en la crónica urbana. Sus rasgos profesiona-
les son los que caracterizan al verdadero cronista colombiano que ingresa a un
medio de prensa con la mira de ser algún día escritor.

109
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Murió a los 30 años, días antes de que naciera su primera hija. Esta historia
también es sencilla de contar: cayó un taxi al abismo del Salto de Tequendama.
Varios periodistas acudieron al lugar, pero se quedaron bebiendo whisky en el
lujoso Hotel del Salto al borde el precipicio.

Ximénez bajó hasta el fondo del abismo, lo constató todo y emergió para escribir
su última crónica, porque el frío le causó pulmonía. Murió por perfilar la precisión
en su trabajo.

De allí el salto apurado de esta nota se detiene en Felipe González Toledo (1950).
En las librerías se halla una antología suya: Veinte crónicas policiacas.

Tengo la impresión –como dicen los ministros cuando no saben de nada–, tengo
la impresión, digo, de que a partir de allí comienza a insinuarse la vocación trágica
del periodismo colombiano. Es decir, lo que no derrame sangre no es noticia.
Y tengo la impresión también de que a partir de los años cincuenta comienza a
gestarse la cultura de la desesperanza en que parece estar empeñado un sector
importante del periodismo colombiano.

La solidez de la crónica moderna

La crónica es el Luego está la década de los años sesenta en la que, definitivamente se hace sólida
género mayor del la crónica moderna con Germán Pinzón (Reportero hasta morir), a mi juicio el
periodismo. Pero más importante del siglo; García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza, Leopoldo
como en Colombia Pinzón, Camilo López, Marco Tulio Rodríguez (Municipios olvidados); y en los
siempre ha sido años setenta Henry Holguín, en los años ochenta Juan José Hoyos y en los años
escrita con vocación noventa Víctor Diusabá... Son tantos, son tan destacados que me parece injusto
estética, en la cual nombrar solo a un puñado.
están presentes
elementos como la En un taller en Cartagena hace un par de años, leí el primer párrafo de una crónica:
poética narrativa
–esa ha sido desde Este hombre no es capaz de pintar un toro. En cambio, lo toros se han ido pintando
los pliegues del en él. Comienzan junto a la boca. Una cicatriz amarilla para recordar que fue
tiempo una de sus roja, con ese lujo de la sangre, tan pictórico. Y ya bajo la camisa, entre los pelos
características en del vientre, borrando el ombligo, lo que esa maraña de costurones muestra es el
nuestro medio– retrato completo del toro. Arte abstracto de los cuernos, resbalones de la muerte.
hace un siglo fue Y no es figura animal sino humana la que nos mira desde ese autorretrato que los
catalogada como un toros se han ido haciendo en el matador Palomo Linares.
género literario.
Luego dije:

— Ejemplo de nuevo periodismo.


Sonrisas en la sala. Agrado general.

110
Germán Castro Caycedo

— Oh, qué maravilla, qué periodismo más dinámico –dijo alguien, tras lo cual
descubrí a su autor:
— ¡Germán Pinzón, El Espectador, 1977!

Luego vendrá la década de los años noventa y luego los años 2001 y 2008, con
pocas excepciones, reinado, imperio, recreación absoluta de la picaresca en la
crónica, en la novela, en el cine, en las artes plásticas, en todas las manifesta-
ciones culturales del país.

Hoy yo no repetiría Colombia amarga. Hacerlo 25 años después me parecería


facilista, carente de imaginación. Recrear la pobreza untándola de sexo en este
mundo de pobreza, y recrear la violencia embadurnándola de sangre en este
mundo de violencia, me parece que no requiere ni sensibilidad, ni creatividad
ni imaginación ni técnica narrativa.

No se trata de darle la espalda a la realidad, sino de rechazar cualquier descenso


en los niveles del oficio. En una conferencia, la entonces directora de Medios
para la Paz, dijo:

Antes de estrenar Medea, Aristóteles pidió un deseo: Díganle a Eurípides que Me-
dea no asesine a sus hijos en el escenario. Para los griegos, grandes maestros de la
tragedia, recrear la sangre no hace crecer la intensidad del drama: lo vulgariza.

111
Jorge Julio Mejía S.J.

Jesuita formado en Filosofía, Teología y Pedagogía Religiosa. Con


experiencia de trabajo en proyectos sociales desde 1980. Fue coordinador
de proyectos del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep),
de 1984 a 1987 y subdirector de 1987 a 1996. Asesor del Superior de
los Jesuitas para los proyectos sociales de Colombia de 1997 a 2003.
Coordinador del Sector Social de la Conferencia de Provinciales de
América Latina de 2003 al 2008. En la actualidad dirige el Programa por
la Paz-Cinep.
La palabra que no envenena

U na bonita historia: Bayrk es un poblado de Irak. La coalición de


fuerzas de ocupación tiene como objetivo lograr un impacto
positivo en la población. Soldados del primer pelotón de la Com-
pañía D, del regimiento 68, de la tercera brigada de combate, de
la cuarta división de infantería de la división multinacional, lograron un inmenso
impacto el 2 de febrero de 2008 al llevar regalos a los niños de la escuela del
poblado rural de Bayrk. Los soldados les entregaron morrales, lápices y juguetes
a los impresionados niños que los rodeaban. No era la primera vez. “Siempre
hacemos lo posible por darles algo de comer, juguetes y a veces lápices”, dijo
uno de los soldados. “Esto lo hacemos en un área en la que los niños no tienen
las cosas que necesitan. Pienso que ellos lo aprecian de verdad”.

Una mala historia: Suhala, una mujer iraquí de 30 años, es madre de una niña de
4 meses que se llama Zahra. Y resolvió venderla porque no puede alimentarla.
Por tanto la llevó al mercado de verduras de Bagdad. La ofreció inicialmente por
500 dólares y logró venderla por mil dólares.

115

Fotografía. Jesús Abad Colorado


La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

El horror: un video mostró recientemente a niños de aproximadamente 9 años


siendo entrenados para matar, para secuestrar.

El 5 de febrero de 2008, soldados de Estados Unidos ingresaron en forma violenta


a una casa en el pueblo de Dour y abrieron fuego sobre una familia que dormía,
matando a Ali Hamad, agricultor, a su esposa Naema, a su hijo de 19 años Alí y
a su hija de 11 años.

En definitiva: una mala madre vendiendo a su hija, unos soldados buenos regalan-
do juguetes a los niños, unos soldados malos… ¿Quién ama verdaderamente a los
niños: el soldado o la madre? ¿Quién es el bueno y quién es el malo en Irak?

Muertes violentas diarias, sangre de inocentes que cubre las calles de Bagdad,
Mosul, Falluja, Baquba. La pérdida de la inocencia de niños iraquíes que aprenden
a matar, violar, a vivir una vida sin nada, sin ideales, sin seguridad, sin esperanza.
La desvergonzada búsqueda de bienestar y de poder, la búsqueda de la victoria
sin reglas, ¿qué significa todo esto?1.

Y si miramos más cerca podríamos continuar hablando de la mujer del Patía que
salió a la carretera para vender a su hijo o de los niños reclutados para la guerra
y entrenados para descuartizar y de más de un centenar de “falsos positivos”,
gracias a los cuales varios grupos de soldados fueron premiados por la patria y al
menos más de cien familias quedaron sumidas en el dolor y la indignación ante
el asesinato de sus jóvenes hijos inocentes.

Testigos desarmados

Al lado del guerrero armado siempre hay un testigo desarmado: el periodista.


Gracias a él nos enteramos de los acontecimientos de la realidad. Pero para sor-
presa de los que no hemos tomado las armas ni somos periodistas, nos enteramos
que la información en tiempos de conflicto es un arma de guerra. Es un medio
en extremo importante para construir la imagen del enemigo. El procedimiento
puede ser el siguiente:

Para crear un enemigo toma un lienzo en blanco 


y esboza sobre él las figuras de hombres, mujeres y niños (...)

Dibuja en el rostro de tu enemigo la envidia, el odio, la crueldad 


que no te atreves a admitir como propias. 
Ensombrece todo asomo de simpatía en sus rostros (...) 

Deforma su sonrisa 
1 Datos tomados de un artículo apa- hasta que parezca el aspecto tenebroso de una mueca de crueldad. 
recido en el New York Times de abril de
2008. Arranca la piel de sus huesos 

116
Jorge Julio Mejía S.J.

hasta que asome el esqueleto inerme de la muerte. 


Exagera cada rasgo 
hasta transformar a cada ser humano 
en una bestia, una alimaña, un insecto. 
Llena el fondo del cuadro 
con todos los demonios y figuras malignas 
que alimentan nuestras pesadillas ancestrales. 
Cuando hayas acabado el retrato de tu enemigo 
podrás matarlo y descuartizarlo 
sin sentir vergüenza ni culpa alguna. 
Porque entonces lo que destruirás 
se habrá convertido en un enemigo de Dios  Tenemos que
o en un obstáculo para la sagrada dialéctica de la historia2.  comprender qué
es lo que está en
Preguntemos a cada uno de los periodistas que nos han dado las informaciones juego en el conflicto
anteriores: ¿qué percibes en lo que has presenciado o en lo que los habitantes de que desgarra con
la vereda del Eje Cafetero te cuentan acerca de sus jóvenes asesinados en un falso inmensa crueldad
operativo? Si estás conmovido y decides redactar una noticia: ¿cómo informas las relaciones de
sobre ella? ¿Qué preguntas haces a las víctimas? ¿Qué tipo de servicio decides quienes habitamos
prestar a tus lectores? ¿Qué palabras escoges para describir los hechos? ¿Usas el territorio
algunos calificativos? ¿Cómo los escoges? ¿Qué te ha pasado, como ser humano, colombiano. ¿Es
al presenciar, al recoger información y redactar noticias acerca del conflicto, las verdad que somos
víctimas y los victimarios? ¿Para ti hay muertos buenos y malos? ¿Ante la versión un ejército de
contradictoria del ejército y de los familiares de los jóvenes muertos en el falso 44 millones que
operativo a quién decidiste creerle? combatimos al
terrorismo? ¿O
somos una sociedad
La fuerza de la palabra como aquella
que fue capaz de
Mi amigo Nicolás pasó largos meses en compañía de un grupo indígena del contemplar cómo
Amazonas ayudándole a recoger el conocimiento tradicional. Pacientemente se moría de hambre
había grabado el testimonio de los ancianos. Tenía la idea de escribir todo para el perro amarrado
que esa tradición se conservara. Ante su sugerencia los ancianos tuvieron dos a una pared por un
respuestas: primera, “si se escribe, se olvida”. Y segunda, “estas palabras pue- artista y luego se
den servir para hacernos daño si son leídas sin el espíritu que las acompaña”. escandalizó, pero
Finalmente accedieron a que fueran escritas. Pero antes realizaron un ritual en nada dijo acerca
torno a cuadernos y cintas de grabación. Terminado este dijeron “ahora puedes de la indiferencia
llevarte estas letras porque su espíritu se queda con nosotros”. Esta distinción de quienes lo vieron
entre espíritu y letra es, pues, universal. morir y no
le ofrecieron
Hay palabras que despiertan y hay otras que adormecen; unas que suscitan ni agua?
movimiento y otras que sugestionan y fanatizan.
2 Sam Keen, citado en Deconstruir la
Las palabras que despiertan no establecen una relación entre el que habla y el imagen del enemigo. Barbero Domeño ,
Alicia. 2006. Escola de Cultura de Pau,
que escucha, sino que crean un vínculo de quien las escucha consigo mismo. Barcelona: 9.

117
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Hacen conexión con las dimensiones profundas de cada uno de nosotros mismos,
con las fuentes mismas de la vida, de la libertad, de la responsabilidad, del amor.
Nada prometen, todo lo suscitan. La fe y la esperanza surgen no de las promesas
de afuera sino de los descubrimientos de adentro.

En cambio, hay palabras que causan una especie de hipnosis, adormecen, su-
mergen en un mundo de ensueño, de fanatismo. Ofrecen un apoyo aparente-
mente definitivo a la inseguridad y parecen llenar el profundo vacío interior. En
consecuencia, convierten en rebaño, masifican, irresponsabilizan, embarcan en
acciones irreflexivas e irresponsables. Activan expectativas adormecidas, llevan
a pensar que la salvación viene del mesías que promete todo lo que nos hace
falta y que ofrecerá la vida anhelada si le damos apoyo, si votamos por él, si
pertenecemos a su movimiento o a su iglesia. Entonces centenares de personas
se entregan renunciando a su conciencia. La diferencia es que unas palabras
tienen espíritu y las otras son solo letras.

Fotografía. César Baeza

118
Jorge Julio Mejía S.J.

Dirijamos ahora nuestra atención a las palabras que escribimos y decimos. Po-
dríamos aceptar preguntas como: ¿de dónde brotan nuestras palabras? ¿Están
cargadas de Espíritu o son solo letras? ¿A dónde conducen esas palabras: a la
paz, a la humanización, o a la polarización y la violencia?

Consideremos al periodista en Irak: está frente a la guerra. Quizás no sea testigo


del combate, pero contempla a la mujer que vende a Zarha en el mercado de
Bagdad, o pudo ver a la familia abaleada por los soldados de Estados Unidos.
Lo primero que debemos preguntar es ¿qué es lo que ve? ¿Con qué ojos se
torna testigo de los acontecimientos? ¿Qué queda patente a su mirada y qué
es lo que permanece oculto? ¿Ese periodista, como ser humano, cómo se sitúa
frente a la existencia de esa guerra? Y fruto de esta elaboración, ¿con qué fuer-
zas interiores propias se pone en contacto? ¿Y esas fuerzas qué información le
dictan, qué vocabulario, qué calificativos, qué juicios? ¿Dónde se establece su
solidaridad como ser humano: con la palabra “terrorismo”, enemigo invisible y
generalizado que “aparentemente” justifica la guerra? ¿O con
los seres humanos que caen muertos víctimas del miedo de
quienes portan las armas y no entienden por qué disparan y
matan o por qué mueren?

Para constituir ciertos comandos armados especiales se dice que


se deben escoger seres humanos con suficientes desequilibrios
en su sistema nervioso para que sean capaces de matar. ¿Y para
informar sobre la guerra qué tipo de seres humanos se deben
enviar a cubrir los temas de orden público? O mejor, ¿cuáles
serían tolerables por los gobiernos y los ejércitos de todas las
tendencias que han optado por la guerra?

Recuperar el valor de la palabra

Las percepciones de esos seres misteriosos que nos habitan


seleccionaron acontecimientos e hilvanaron palabras para
producir información. Salieron a la luz pública. Preguntemos a
los lectores y oyentes comunes y corrientes: ¿qué les suscitó la
información? ¿Qué se movió en su corazón y se instaló en su
mente? En el caso de Colombia, ¿dónde aprendimos los colom-
bianos a poner la carga de la responsabilidad de las muertes
violentas en el muerto y no en el asesino? ¿No escuchamos (o
decimos) con frecuencia la frase: “si lo mataron es porque en
algo andaba metido”?

Tenemos que comprender qué es lo que está en juego en el


conflicto que desgarra con inmensa crueldad las relaciones de
quienes habitamos el territorio colombiano. ¿Es verdad que

119
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

somos un ejército de 44 millones que combatimos al terrorismo? ¿O somos una


sociedad como aquella que fue capaz de contemplar cómo se moría de hambre el
perro amarrado a una pared por un artista y luego se escandalizó, pero nada dijo
acerca de la indiferencia de quienes lo vieron morir y no le ofrecieron ni agua?

Insisto. Dirijamos la atención a nuestras propias miradas y palabras y exploremos


de dónde surgen y luego reconstruyamos el camino que recorren y sus impactos
individuales y sociales.

En esta cultura caracterizada por un mar inconmensurable de información, vale


decir, una inundación de palabras, podríamos decir que se ha perdido el valor
y el respeto por la palabra. En el lenguaje popular se dice: “el papel lo aguanta
todo”. Hace unas décadas una persona “de palabra” era algo sagrado. Hoy en
día la palabra que no expresa la verdad ha entrado a formar parte de los com-
portamientos “políticos” e incluso de las “buenas maneras”. Es más “educado”
quien no dice la verdad3.

Mucha información es irresponsable con lo que se dice y se escribe. Casi podría


afirmarse que no se informa, sino que se construye información al servicio de
intereses particulares. La palabra como lugar público es profundamente privada
e irrespetada. Incluso palabras como honestidad, libertad, amor, han sido tris-
temente maltratadas.

Entonces la palabra, las palabras no comprometen, no expresan, no comunican.


En la era de los medios para comunicarnos, yacemos en la más preocupante
incomunicación, en el aislamiento y el desencuentro en las palabras.

Incluso hay paradojas. Los encargados de hacer llegar los ecos de la “palabra” de
Jesús, de esa “palabra” que despierta, que remite a uno mismo, que vincula con
el fondo, con lo trascendente, con la vida, se han convertido en muchos casos
en portadores de letras sin espíritu. Quienes los escuchan no se despiertan. Se
adormecen o se fanatizan. Hay una búsqueda de palabras sagradas para llenar
los vacíos de espíritu. Y se comercializa a los “gurús” vendiendo sus palabras con
la convicción de que las letras de sus palabras, sin abrir los caminos de acceso a
su espíritu, nos pueden salvar.

La cultura popular tiene expresiones significativas para referirse a nuestra manera


de intercambiar palabras sin oficio: “echar carreta”, “echar paja”, “votar corrien-
te”. Es decir, actividad inútil, pasatiempo intrascendente, banalidad de abrir la
boca y dejar salir palabras. Palabras que no transportan nada. Vacías. Letras que
3 Cfr. Mejía, Jorge Julio S.J. La palabra
brotan como un surtidor pintado en el que nada fluye porque todo es estático,
y las palabras. Red Mpp, Boletín 146. está desprovisto de espíritu.

120
Jorge Julio Mejía S.J.

El conocimiento silencioso

¿Podemos hacer algo para volver profunda nuestra mirada y ponerle espíritu a Hay palabras
nuestras palabras? No se extrañen, por favor, por lo que les voy a decir. En ese que despiertan
extraño libro que es el Apocalipsis se lee la siguiente expresión: “Cómprame y hay otras que
un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista” (Apocalipsis 3:19). ¿Podemos adormecen; unas
ponerle espíritu a nuestras palabras habladas y escritas? Sí. Pero para ganar en que suscitan
profundidad hay que tener acceso a un tipo de conocimiento que es llamado movimiento y otras
silencioso y que se logra gracias a los tiempos de silencio, de quietud y de soledad. que sugestionan
Y sé muy bien que estoy hablando a periodistas. No creo que esté equivocado y canalizan. Las
de lugar para hablar de estos temas. palabras que
despiertan no
Permítanme unas palabras sobre el camino para llegar al fondo mismo de la establecen una
realidad que nutre al ser humano auténtico. Nuestra facultad cognoscitiva abarca relación entre el
tanto el conocimiento que se traduce en palabras como otra manera de conocer que habla y el que
que por no traducirse en palabras se llama conocimiento silencioso. escucha, sino que
crean un vínculo de
Es un conocimiento que nace del silencio y es unidad lúcida con lo que se conoce. quien las escucha
No es una interpretación ni una representación de la realidad, ni es tampoco una consigo mismo.
respuesta metafísica a los enigmas de la existencia ni es una formulación. Hacen conexión
con las dimensiones
Es un conocimiento que brota del misterio silencioso de uno mismo, que es el profundas de cada
misterio del cosmos. Es un reconocimiento que, produciéndose en uno mismo, uno de nosotros
trasciende el “ego” como estructura de pensamientos, como estructura de deseos, mismos, con las
como proyecto y como historia. fuentes mismas
de la vida, de la
Es el conocimiento que nos permite captar el hecho humano: muy oscuro o libertad, de la
sorprendentemente luminoso y que está implicado en el difícil desarrollo de la responsabilidad,
historia de esta sociedad de la cual somos parte. Es el conocimiento que nos del amor. Nada
pone en contacto con la corriente profunda de humanidad que subyace a la vida prometen, todo
y a la muerte. Es conocimiento con la totalidad de lo que somos y nos permite lo suscitan.
ser lúcidos en captar lo que está en juego en cada tragedia humana, en cada
acto de justicia y solidaridad y por tanto alimenta una palabra que puede llegar
cargada de espíritu, que todo lo llena y a nada se liga; que todo lo penetra, todo
lo trasciende y está libre de todo4.

Solo así la palabra, nuestras palabras, podrán recuperar su dimensión “trascenden-


te”. Se trata de convertirla en un vehículo denso, cargado de sentido, de espíritu,
que pueda evocar, suscitar, despertar, abrir, lanzar, dinamizar lo humano de
hombres y mujeres, porque primero lo ha captado. Y esto como tarea cotidiana
de quienes vayan recuperando su dimensión interior. No como oficio de monjes.
Oficio de todos aquellos y aquellas que buscan el espíritu humano perdido, que 4 Cfr. Corbí, Mariano. 1992. El conoci-
añoran el amor, la libertad, la transparencia, la “magia” de la palabra. Estaríamos miento silencioso, Sal Terrae.

121
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

haciendo el tránsito de las palabras, las letras sin espíritu, a la palabra, al Espíritu
de las letras. Sería el comienzo en el que volveríamos a estar vertidos en nuestro
lenguaje, nos diríamos, diríamos la vida, diríamos el amor, diríamos la libertad,
seríamos humanos.

Tendríamos maestros, periodistas, políticos, literatos y predicadores con poder


para despertarnos a la realidad de lo que somos.

122
Fotografía. Jesús Abad Colorado
Reflexión sobre la palabra
Jorge Julio Mejía S.J.
Yo no soy periodista. Y me han invitado a este espacio religiosa, generada por la hipocresía de muchos de sus
quizá por apoyar a Medios para la Paz como director doctores de la ley a quienes Jesús llamó públicamente
del Programa por la Paz-Cinep. Quiero ser un hombre “sepulcros blanqueados” (Mateo 23:27).
que lucha cada día por comprender, profundizar, vivir,
Cuando Jesús comenzó a hablar, la gente sencilla
compartir y buscar cómo proteger y desarrollar la hon-
comentó que “enseñaba con autoridad, no como sus
dura misteriosa de la condición humana. Quiero com-
letrados” (Mateo 7:29). Su palabra tenía una fuerza es-
prometerme cada momento con el complejo proceso de
pecial: “Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus
aprender a vivir y convivir como humanos.
inmundos y salen” (Lucas 4:35). Y seguían diciendo: en
De diversas maneras ustedes y yo somos hombres y sus “palabras hay vida eterna” (Juan 6:67-68). “Señor...
mujeres de la “palabra”. Pues bien, desde ese lugar con una palabra tuya se curará mi criado” (Lucas 7:8).
personal quiero compartir esta inquietud que me posee “Luego gritó muy fuerte: ¡Lázaro, sal fuera!” (Juan 11:43);
en relación con lo que hacemos con la palabra. Uste- “Increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! El
des porque la utilizan para su oficio de periodistas, y viento amainó y sobrevino una gran calma”*. El Apóstol
yo porque la utilizo para mi complejo e impostergable Juan afirmó que era la “Palabra de la Divinidad” hecha
oficio de decir la vida. carne (Juan 1).
Su palabra brotaba de una profundidad personal que
le daba una fuerza excepcional. En una carta San
Hace dos mil años un hombre llamado Jesús, después Pablo escribe: “la letra mata, mas el Espíritu da vida”
de treinta años de vida cargada de silencio, sintió que (2 Corintios 3:6).
era impostergable utilizar la palabra para comunicar
Lo vivido por el hombre Jesús es también la experiencia
un tremendo hallazgo de importancia vital para sus
de la palabra de muchos hombres y mujeres que a
conciudadanos.
lo largo de los siglos han hablado y aquellos que los
Su pueblo Israel vivía varias crisis graves: una política, escucharon despertaron de su mediocridad, de su
debida a la presencia del invasor Imperio Romano; otra estancamiento vital, de su acomodamiento superficial.

3 Marcos 8:38. Una palabra que es capaz de calmar las “tempestades”, todas aquellas en las que el ser humano es susceptible de sumergirse. El “milagro” en el
Evangelio es el símbolo que indica los efectos espirituales que ocurren en el corazón del ser humano que es la realidad que Jesús quiere transformar.

123
Testigos de una década
Medios para la Paz 5
No basta con informar, sino que se deben construir lenguajes
alternativos para desmontar la intransigencia, el irrespeto,
el abuso de poder y toda forma de autoritarismo. Es cierto
que los periodistas no operan de manera directa sobre los
campos jurídicos, educativos, políticos ni negociadores del
conflicto, pero tanto la guerra como la paz se preparan en
la conciencia de las personas y de la sociedad, terreno en el
que sí actúan los periodistas. Estos no liberarán a la sociedad
de la guerra, pero sin ellos será imposible la paz.
Fotografía página anterior. Jesús Abad Colorado
Arturo Guerrero

Filósofo, periodista y escritor. Ha publicado, entre otros, La manipulación


de la información (Ed.Cinep, 1981, crítica); Nuevos vientos sobre el
caribe (Ed. Cinep, 1982, crónica de viaje); Anarcoiris: textos casuales (Ed.
Tiempo Presente, 1995, ensayo corto); Trópico: Visiones de la naturaleza
colombiana (Villegas Editores, 1997, ensayo); El Promontorio dorado
(Ediciones Aurora, 2007, ficción). Ha ganado varios premios y menciones
en concursos periodísticos. En la actualidad es columnista del diario
El Colombiano de Medellín y de Rcn radio cadena básica (programa
dominical Nuestro tiempo).
El oficio: perplejidades y debates

E n el segundo número del boletín Antivirus, de la Corporación


Medios para la Paz (Mpp), publicado en octubre de 2000, Javier
Darío Restrepo advirtió que “el campo donde se decidirá el
desar­me de las autocensuras y de la libertad de prensa está en el
interior de los propios medios. Y es allí donde hay que buscar las armas, méto-
dos y mecanismos para desarmar las autocensuras”. Se refería a los intereses de
las gerencias en los medios, en alianza con el de los publicistas. Pero también a
“la autocensura impuesta en las propias redacciones. La libertad para informar
o expresarse –concluyó– no se ejerce con permiso de nadie; es una conquista
personal y propia”.

Fotografía. Archivo Medios para la Paz

129
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Podría decirse que el propósito de Mpp se ha ido aclarando hasta llegar a conce-
birse como el de la construcción de una libertad ilustrada, en el seno del gremio
periodístico. La Corporación no ha pretendido formar periodistas militantes de la
paz ni predicadores de la misma. Se trata, en cambio, de impulsar una reflexión
sobre la manera como el trabajo de este gremio está cumpliendo o no con los
principios fundamentales del oficio: imparcialidad, consulta equilibrada de todas
las fuentes, buena investigación, entrega de la verdad integral, contextualización,
eficaz redacción o edición.

Es claro que la violación de estos principios, que son la piedra de toque de la


calidad periodística, trae como consecuencia la desinformación de la sociedad y
la difusión de un clima de confusión, angustia, parálisis, desánimo y desesperanza
frente a la solución negociada del conflicto. Pero también es claro que el perio-
dista no es abiertamente un maestro ni un juez ni un político ni un negociador
de la paz. Su responsabilidad es la de garantizar el derecho a la información,
que le pertenece a la sociedad. Para hacerlo, en aras de derrotar la censura y la
autocensura, necesita de libertad, de libertad ilustrada.

De ahí que el énfasis de la actividad de Mpp haya sido la capacitación, desde


dos perspectivas. Primera, la de compartir contenidos referidos a la historia del
conflicto colombiano, a la legislación nacional e internacional sobre derechos
humanos y a aspectos técnicos de la profesión. Segunda, la de debatir sobre
criterios esenciales del ejercicio periodístico en los campos ético, estético, in-
vestigativo, narrativo y de seguridad.

En lo referente a la seguridad se ha llegado a la conclusión de que para un pe-


riodista la principal protección contra las amenazas y atentados es el ejercicio
responsable de su profesión. No es la única, claro, pero es la mejor.

Los avatares de la historia

La libertad para informar, como conquista personal, supone conocer los an-
tecedentes del conflicto. Por eso una prolongada etapa inicial del dictado de
talleres incluyó un sólido módulo sobre los avatares de nuestra historia, a partir
de la Insurrección de los Comuneros de 1781 y la difusión de los Derechos del
Hombre por Antonio Nariño en 1794. De cada momento crucial se destacó la
correspondiente solución alcanzada, comenzando por las Capitulaciones del
Puente del Común con las que los Comuneros consiguieron una especie de
amnistía e indulto por las faltas contra el orden público.

Una afirmación contundente continúa el relato de esta historia: “en el siglo XIX, la
República se estableció con guerras”. Desde 1810, cuando comenzó la guerra de
Independencia, hasta 1902 cuanto terminó la de los Mil Días, las insurrecciones y
las guerras civiles como instrumentos de la lucha política fueron una marca artera.

130
Arturo Guerrero

Es de destacar que el primer tratado internacional sobre la regularización de la


guerra, en la historia de la humanidad, fue firmado en 1820 por Simón Bolívar y
el “pacificador” Pablo Morillo. En este pacto, uno de los primeros antecedentes
de las reglas del Derecho Internacional Humanitario, se instituyó por primera
vez la figura de comisionados o agentes de paz. En él se apeló a “las prácticas
más liberales, sabias y humanas de las naciones”.

El siglo XX comenzó con una guerra donde las calaveras adversarias amontonadas El campo donde se
en pirámides eran el trofeo, siguió con una “calma chicha” en sus primeras décadas decidirá el desarme
y culminó con un conflicto político armado, iniciado con el asesinato de Gaitán, de las autocensuras
que trasciende al siglo XXI. Un recuento de las confrontaciones muestra que siem- y de la libertad
pre que el país ha tocado fondo, aparecen formas de resolución pacífica de las de prensa está en
controversias. Una treintena de acuerdos políticos de diversa índole dan testimo- el interior de los
nio de esta constante, que está presente durante la época llamada de la Violencia propios medios.
y a lo largo del trasegar de las diversas fuerzas guerrilleras aparecidas en el siglo XX. Y es allí donde
hay que buscar las
La pacificación de la violencia de los años cincuenta, el acuerdo del Frente armas, métodos
Nacional y el surgimiento de las Farc, el Eln, el Epl, el M-19 y de otros grupos y mecanismos
menores, son seguidos por los fallidos intentos de paz del gobierno de Belisario para desarmar las
Betancur. A finales de la década del ochenta y comienzos del noventa tienen autocensuras.
lugar la desmovilización de algunas guerrillas, la emergencia y exterminio de la
Unión Patriótica, y la adopción de una nueva Constitución Política que abrió
esperanzas de democratización. El truncado proceso de despeje y negociación
del Caguán con las Farc, los repetidos intentos de diálogo con el Eln y el desar-
me de los paramilitares han sido los más recientes aconteceres de esta historia,
analizados y discutidos en diversas instancias por los periodistas de las regiones
y del centro del país.

Lupa sobre los textos

En forma paralela, los talleres pusieron a consideración artículos y notas infor-


mativas para analizar entre líneas su estructura narrativa, su manejo del lenguaje
y de los estereotipos, su forma de utilización de fuentes, su coherencia interna.
Estos textos son el producto final del trabajo profesional que se ofrece al consumo
del lector, del escucha, del televidente o del internauta. Por eso es importante
ponerles la lupa y propiciar frente a ellos la autocrítica y las propuestas de con-
fección alternativa.

Una serie de piezas consideradas a propósito de la negociación con las Farc en el


Caguán reveló la existencia de sesgos, tergiversaciones, incoherencias y fallas de
estructura y lenguaje, que convirtieron estos textos en material adverso al proceso
de paz y a los mecanismos pactados por las partes, tales como el despeje del
territorio, la eventualidad de acuerdos negociados y la participación ciudadana
en la solución del conflicto.

131
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Los textos, todos de género informativo y no de opinión, fueron seguramente


elaborados por los periodistas con la conciencia e intención de hacer un trabajo
positivo, pero resultaron negativos porque los profesionales en su realización
siguieron el curso de automatismos condicionados y de mecanismos reflejos. A
éstos se les compara con el piloto automático, que sigue conduciendo el avión
gracias a una programación previamente hecha. Estos automatismos del pensa-
miento y del lenguaje constituyen una modalidad sutil de autocensura que en
la práctica hace menos necesaria la expresa censura política del Estado, de la
dirección del medio o de los anunciantes.

Uno de los análisis más candentes, a pesar de no pertenecer directamente a la


órbita del conflicto armado, tuvo que ver con la nota televisiva sobre el lincha-
miento de un zapatero en Chinchiná, Caldas, que fue repetida varias veces por
un canal y que provocó un alud de cartas de protesta a los medios. Las discusio-
nes no pudieron dirimirse en los terrenos jurídico y ético, pues ni las leyes ni la
autorregulación individual impedían la transmisión de las escenas. El debate se
resolvió en el ámbito estético. La nota había causado repudio, por los estragos
que originó en las entrañas de los televidentes, es decir, por la manifiesta falta
de estética en el tratamiento de los hechos, en la edición de las imágenes.

Esta reflexión colectiva sirvió para elevar el tono de las discusiones entre pe-
riodistas, y dio origen a un Acuerdo por la Discreción, firmado por directores
de los medios masivos más importantes. El acuerdo, que expresamente incluyó
ataques contra las poblaciones, masacres, secuestros y combates ente los bandos,
comprometió a los medios a evitar “la publicación de imágenes y fotografías que
puedan generar repulsión en el público, contagio con la violencia o indiferencia
ante ésta”.

Un glosario único en el mundo

A partir de la sentencia del escritor William Ospina según la cual “el lenguaje pue-
de ser un arma. Puede servir para serenar o para intranquilizar, para explicar o para
confundir, para acusar o para absolver, para investigar o para distraer”, Mpp publicó
Para desarmar la palabra, un diccionario de términos del conflicto y de la paz,
destinado a que los periodistas consigan precisión informativa y eviten la repeti-
ción del vocabulario utilizado por los guerreros. Es un instrumento de periodistas
para periodistas, que incluye un millar de vocablos relacionados con la negocia-
ción de conflictos, el Derecho Internacional Humanitario, la historia y naturaleza
de los actores armados, el armamento, la terminología popular sobre la guerra.

Se indica en él que no es lo mismo hablar de bandolero o de guerrillero, de


chulo o de soldado, de cuadrilla o de frente, de dar de baja o de asesinar, de
retención o de secuestro, de terrorismo o de actos de terror, de desplazado o
de persona en situación de desplazamiento, de autodefensa o de paramilitar,

132
Arturo Guerrero

de muñeco o de cadáver, de niña o de ametralladora, de minas quiebrapatas


o de minas antipersonas, de pescas milagrosas o de retenes ilegales. El glosario
le facilita al periodista no confundir detención y captura, nación y república,
parlamento y congreso, base aérea y comando aéreo, derechos humanos y De-
recho Internacional Humanitario, objetivo militar y sujeto de ataques militares,
población civil y sociedad civil.

La precisión en el lenguaje, auxiliada por el diccionario, engendra claridad y


sentido, además de otorgar gracia, fluidez y eficacia a los textos. Permite, ade-
más, esquivar la acción de los centros de divulgación de los diversos poderes
armados, desde donde no se proporciona información sino propaganda. El re-
portero colombiano, en efecto, es continuamente bombardeado por las oficinas
de comunicación de los despachos oficiales, por las comisiones de agitación y
propaganda de los grupos guerrilleros, por los asesores de las sedes paramilitares,
por los expertos en operaciones de inteligencia de las Fuerzas Armadas. Para el
periodista, cualquiera que intente esconder la verdad, haciendo pasar de con-
trabando su interés, es un obstáculo en el desempeño de su oficio.

Este diccionario, reconocido por colegas internacionales como único en su estilo


en el mundo, es un elemento esencial en el escritorio de los periodistas y una
herramienta cotidiana privilegiada. Seguramente tuvo un peso específico entre
las motivaciones que llevaron a darle a Mpp dos reconocimientos importantes:
la mención de honor del Premio Nacional de Paz, en 2001; y el Premio de Pe-
riodismo Luka Brajnovic de la Universidad de Navarra (España), en 2002.

La guerra infiltrable por la ética

Quizás el primer criterio que ha de tener claro un periodista que trabaje en un En lo referente a
país en conflicto es el de la naturaleza de la guerra. La guerra desobedece radi- la seguridad se
calmente a la propia naturaleza del hombre, que según Aristóteles es racional y ha llegado a la
social. La confrontación bélica es una situación extrema en la que se hace volun- conclusión de que
taria dejación de la racionalidad, de la política y de las palabras, para optar por para un periodista la
la fuerza. El hecho de que siempre haya habido guerras, por lo menos desde lo principal protección
que se conoce como historia, no las convierte en costumbres normales, puesto contra las amenazas
que todas ellas han roto la naturaleza profunda del ser humano. El fundamento y atentados
de estas es la destrucción del otro, y como el otro es la razón de ser de lo ético, es el ejercicio
la guerra no es campo propicio para lo ético sino la crisis de lo ético. responsable de su
profesión. No es la
Éste es el campo en que el periodista se mueve cuando cubre una guerra, un única, claro, pero
campo en que está anulado lo ético. Tanto la ética como el periodista, entonces, es la mejor.
tienen el carácter de infiltrados, de elementos extraños en la escena bélica. “La
guerra es infiltrable por la ética”, afirma Javier Darío Restrepo, maestro de talla
internacional en el tema, quien precisa: “no se descarta la existencia de una ética
en la guerra, en expresiones por donde se asoma tímidamente lo humano”.

133
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Pero los que están en la guerra tienen alterados sus mecanismos de conocimien-
to. Para el guerrero solo hay amigos y enemigos, sin zona intermedia alguna. El
problema es que el periodista puede caer en lo mismo por contagio, facilitando
la destrucción del enemigo con el borrado o desfiguramiento de su imagen. Al fin
y al cabo la guerra es un escenario de odio y este tiene una filiación casi biológica
con la mentira. Los que están armados mienten porque para ellos la verdad no
es una postura intelectual, sino una posición táctica. Por eso el conocimiento
que los colombianos tienen sobre los motivos del enfrentamiento armado está
irremediablemente contaminado con la propaganda utilizada como instrumento
de combate por los contendientes.

Fotografía. Jesús Abad Colorado

La verdad, en contraste, se relaciona con la compasión, esa capacidad de sentir


con los demás. El que no perdona se percibe a sí mismo como el que no se equi-
voca y por tanto como el que tiene autoridad para castigar al que se equivoca.
Según Hegel, el pensamiento abstracto sólo ve en el asesino esa cualidad abstracta
y le niega el resto de su condición humana. Olvida que quienes matan también
pueden ser buenos hijos, padres y sentir amor y amistad. Cuando los enemigos
llegan a aparecer como encarnaciones del mal, se legitima su destrucción por
cualquier medio. De ahí que lo que debe recibir del periodista una sociedad
en crisis es la verdad concreta. El periodista que en el marco de los combates
busca los valores de las personas enfrentadas es como quien busca perlas en un
basurero, pero esta es la tarea de la infiltración de lo ético en un episodio en
que la condición humana parece haber fracasado.

134
Arturo Guerrero

Frente a esta naturaleza de lo bélico, el periodista debe tener claro que ninguna
guerra es su guerra, tal como lo proclama el maestro Ryszard Kapuscinski. Y que,
por tanto, escribir sobre la guerra es escribir contra la guerra, desacreditarla como
método de solución de los conflictos sociales.

La guerra no es el único terreno donde se debe infiltrar la ética, puesto que en


todo ejercicio periodístico hay un constante enfrentamiento con dilemas éticos.
Tendría que quedarse quieto el periodista para que no tuviera conflictos de esta
índole. Con frecuencia los comunicadores quieren encontrar seguridad frente a
estos dilemas, como si la ética pudiera proporcionarles cartillas con recomen-
daciones precisas.

La ética no da fórmulas –aclara nuevamente Javier Darío Restrepo– sino que te


complica más las cosas, porque el dilema te está llevando al interior de ti mismo.
De modo que no lo resuelves ni con un libro ni con la consulta al jefe de redacción
ni con nadie más. Es asunto de tu conciencia y de los valores que esta conciencia
haya aprendido a detectar y a amar.

La gran diferencia que hay entre ética y ley es que la primera no es impuesta
por nadie, sino que es un asunto personal. Los problemas éticos los resuelve la
persona o no los resuelve nadie. El agravante que añade la guerra es que, en un
país como Colombia, nunca los valores éticos del periodismo habían estado tan
cercanos a la ventura o a la desdicha de una sociedad.

Las rutinas de producción

¿En qué condiciones realizan su trabajo los periodistas colombianos que a diario
afrontan los dilemas éticos y de responsabilidad informativa? Para averiguarlo,
Mpp adelantó una investigación de cubrimiento nacional entre los colegas, que
se llamó La guerra, una amenaza para la prensa. El estudio partió de las siguientes
preguntas: ¿cómo se está produciendo la noticia?, ¿por qué se genera la amenaza?,
¿qué elementos hay, desde la práctica, que permitan inferir que la amenaza la
podemos provocar, fomentar o agravar?

Los resultados fueron inquietantes y versaron sobre los distintos momentos e


instancias de la labor periodística. En relación con las empresas mediáticas se
hicieron evidentes los drásticos recortes de personal, la disminución de los salarios
y la imposición de horarios de entre doce y quince horas diarias, asuntos estos
originados en la crisis económica de finales de los años 1990. Muchos correspon-
sales regionales de medios nacionales, que antes tenían contratos por nómina,
fueron reducidos al carácter de free-lance, con remuneraciones dependientes
de cada texto publicado o nota emitida.

135
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

La capacitación ofrecida por las empresas para cubrir la guerra es nula. Los segu-
ros de vida inexistentes. Las medidas de seguridad asumidas frente a situaciones
de riesgo y amenaza son coyunturales, y consisten en contratación de empresas
de seguridad privada para proveer escoltas, enviar de vacaciones al reportero
en cuestión, impedirle firmar sus artículos o aparecer en pantalla, cambiarlo de
fuente, asumir los gastos de cambio de residencia.

La verdad, en La mayoría de los medios carece de un manual escrito para el cubrimiento del
contraste, se conflicto. Las órdenes emanadas desde la dirección central obligan a los reporteros
relaciona con la a exponerse a situaciones de peligro innecesarias. Se ha llegado al extremo de que
compasión, esa los periodistas difundan información mentirosa o inflada por cumplir con esas ór-
capacidad de sentir denes y por temor a ser despedidos. Los directivos establecen una discriminación
con los demás. El entre sus reporteros de las sedes principales y los corresponsales de las ciudades
que no perdona se intermedias, de modo que subestiman los riesgos que corren estos últimos. La
percibe a sí mismo comunicación entre la dirección y el equipo periodístico es por lo general poco
como el que no cordial, cargada de gritos, presiones y tensiones. Ante esta situación en ocasiones
se equivoca y por los periodistas prefieren mentir antes que contradecir a sus jefes. No existen
tanto como el que canales de reflexión sobre el oficio, pues como dice un director de televisión de
tiene autoridad para Bogotá, “estamos obligados a cubrir más cosas en menos tiempo”.
castigar al que
se equivoca. La autocensura es la práctica más usual en el gremio. Los grupos armados con-
dicionan la labor profesional, impiden el acceso a las zonas del conflicto, exigen
la publicación de determinadas informaciones y permiso para cubrir los hechos.
No obstante, dos terceras partes de los reporteros encuestados reconocieron
que el factor que más genera riesgos es el establecer relaciones muy cercanas
con las fuentes. Desde el establecimiento de la zona de distensión con las Farc,
la tendencia de los medios fue la de especializar a los periodistas en una sola
fuente, lo cual facilitó la estigmatización de varios de ellos que fueron identificados
como voceros o simpatizantes de la misma. Llegaron incluso a surgir relaciones
afectivas, más allá de los límites del comportamiento profesional. Se dieron tam-
bién pactos con las fuentes para divulgar determinadas informaciones, a cambio
de garantizar futuras noticias exclusivas.

En vista de que los grupos armados ilegales carecen de voceros autorizados, los
periodistas tienen que conformarse con verificar la información solo con civiles
y con fuentes oficiales. Por su parte, estas fuentes oficiales tampoco gozan de
credibilidad entre los periodistas. La Policía y el Ejército acomodan resultados,
mienten y se contradicen. Amenazan a los reporteros por publicar denuncias que
obstaculicen el ascenso de grado de un militar. En ocasiones las Fuerzas Armadas
pretenden utilizar a los informadores como agentes de inteligencia. En general
puede decirse que muchas veces los periodistas lanzan informaciones sin la debida
verificación, ante la falta de tiempo y la imperante competencia desmedida.

El recorte de presupuesto para viajes, llamadas telefónicas y otros recursos inves-


tigativos, han hecho optar por el trabajo de escritorio, perdiéndose la naturaleza

136
Arturo Guerrero

vivencial de la práctica del reportero. La remuneración por nota publicada ha


conducido a maquillar e inflar las noticias, de modo que el periodista suma
hechos o muertos aislados para presentarlos como un único acontecimiento.
En ocasiones se hacen burdos montajes para garantizar la emisión del trabajo.
“Coronel, unos tiritos ahí, unos tiritos para yo grabar”, fue la petición de una
periodista que había llegado tarde a un cubrimiento. Los mencionados recortes
presupuestales han hecho frecuente la utilización del transporte del Ejército o la
Policía para realizar reportajes. Esta violación a las normas profesionales ha sido
explicada por algunos reporteros con la realidad de que hay zonas donde solo
pueden entrar las fuentes oficiales.

Los periodistas carecen de conocimientos sobre minas, explosivos y armas de


combate; sobre primeros auxilios; sobre cómo reaccionar en casos de riesgo, se-
cuestro, y de descarga de adrenalina. La falta de cultura política, de conocimiento
histórico y de criterios para la acción eleva los peligros en el ejercicio profesional.
Otro tanto sucede con el arrojo derivado de la pasión por el periodismo, que
muchas veces conduce a no calibrar el peligro ni a imaginar que se puede salir
herido o muerto en los incidentes que se cubren.

La competencia y la desunión gremial han propiciado estigmatización entre co-


legas. Ésta va desde el chisme, hasta peligrosos señalamientos ante los actores de
la guerra. Se dan casos igualmente de comunicadores que confunden las labores
humanitarias con el ejercicio de su profesión, se prestan para ser intermediarios
en secuestros, para transportar uniformados en sus carros, incluso se convierten
en activistas o líderes políticos. A pesar de que estas acciones son adelantadas
por lo regular con buenas intenciones, terminan siendo interpretadas por los
actores armados como una toma de partido hacia un bando.

Para completar su remuneración, muchos reporteros en las regiones se ven obli-


gados a ser vendedores de pauta publicitaria de periódicos o programas radiales.
Además del problema ético que esta práctica conlleva, los medios suelen ser
propiedad de políticos o dirigentes gremiales que han tomado partido por uno de
los actores en guerra, con lo cual los periodistas resultan identificados con esos
mismos grupos. Otro tanto sucede con periodistas que ejercen simultáneamente
su profesión, con actividades como jefes de prensa, relacionistas públicos o co-
laboradores de congresistas, diputados o alcaldes. El lado inverso de la moneda
se presenta cuando algunos periodistas utilizan las denuncias contra funcionarios
para presionarlos por cuñas publicitarias, contratos o asesorías.

La transmisión en directo por televisión o radio aumenta la vulnerabilidad de los


periodistas en medio del conflicto. Algunos de ellos reconocen haber emitido
información falsa o parcializada con tal de sostener estos directos. Al comentar
sobre lo sucedido a un colega que había caído en este comportamiento, un
reportero explicó:

137
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Al otro día le dije: ‘¿a vos cómo se te ocurre decir una cosa de esas?’. Era falso.
Y él lo dijo porque sí, porque fue lo primero que se le ocurrió, porque estaba en
directo y en el momento de la balacera uno no piensa en nada.

La investigación encontró una mejoría relacionada con la edición de textos y


titulares por parte de directores y editores. Estos son hoy más conscientes de que
un cambio inconsulto puede originar amenazas para el corresponsal en su zona.
Por eso se ha generalizado la costumbre, sobre todo en televisión, de consultar
con el reportero cualquier variación.

El último factor de inseguridad para el gremio, hallado por el estudio, es el alto


nivel de impunidad frente a los crímenes cometidos contra periodistas. Un di-
rector comentó al respecto: “la gente va a decir: ‘a los periodistas los podemos
seguir asesinando porque no tienen quien los defienda’”.

El sacrificio de los temas

Ante este panorama de debilidades, perplejidades y obstáculos, Mpp ha procurado


hallar alternativas. En una mesa redonda sobre política editorial frente al conflicto
armado y la paz, propiciada por la Corporación, Rafael Santos, codirector de El
Tiempo, planteó:

La mejor póliza contra la irresponsabilidad en el cubrimiento del conflicto co-


lombiano es hacer un muy buen periodismo, reforzando todavía más las normas
de control de calidad que, por la velocidad con que pasan las cosas en este país
y por la intensidad de la agenda periodística, solemos olvidar con una enorme
facilidad.

El descuido de este postulado, que al mismo directivo le pareció un poco ob-


vio, ha provocado que los periodistas terminen siendo instrumentos útiles a los
propósitos de los actores del conflicto.

No es suficiente –agregó Santos– que los medios registremos el conflicto estric-


tamente desde el punto de vista de quienes están directamente involucrados.
Tenemos que ampliar la gama de fuentes que alimenta la información. Eviden-
temente los que están armados son los que primero llaman por teléfono, hacen
sentir su fuerza, ponen su punto de vista de manera muy contundente sobre la
mesa. Para tenderles un poco de distancia a esas afirmaciones muchas veces
provocadoras e intolerantes, hay una gama intermedia de fuentes, de organiza-
ciones y de personas.

Las organizaciones armadas terminan casi apabullando la voz de una inmensa


cantidad de personas, intelectuales, sociólogos y estudiosos, que podrían con-
tribuir a que se entendiera un poco qué es lo que está pasando y para dónde se

138
Arturo Guerrero

Fotografía. Archivo Medios para la Paz

debería ir. El problema es que las voces de este país intermedio, de estas fuentes
no alineadas con ninguno de los actores, son cada vez más difíciles de conseguir
porque no están dispuestas a poner el nombre propio ni el de las instituciones,
en los análisis o denuncias. Y es muy difícil armar una historia a punta de fantas-
mas y de personas que no dan su nombre o que se mueren del susto porque les
tomen una fotografía. Así es muy difícil romper ese cascarón en el que estamos
metidos de que la guerra solamente se cubre desde el punto de vista de lo que
digan el Ejército, los ‘paras’, la Policía, el alcalde, las autoridades. Sabemos que
las historias por más áridas, complicadas y difíciles de entender, no se publican
si no tienen una persona de carne y hueso. Eso está en las normas de este pe-
riódico, ustedes leen una información publicada allí y ven nombres, apellidos,
caras, rostros, historias.

Entonces, continúa el codirector de El Tiempo,

a veces se siente uno excesivamente absorbido por el tema de la paz y del


conflicto, sacrificando otros temas que posiblemente serían de mayor interés y
que le llegarían más a la audiencia. Siento que no hay otro tema diferente, que
estamos atrapados por ese torbellino de acontecimientos que genera la violencia
colombiana y tal vez no alcanzamos a asomar la cabeza lo suficiente para ver una
inmensa cantidad de realidades que podrían neutralizar de alguna manera todo
este discurso intolerante y violento de los actores del conflicto.

Yo no tengo los indicadores ni las encuestas de investigación de medios que me


permitan hablar de que haya un nivel de saturación un poco peligroso, de que

139
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

lo que estamos escribiendo o hablando ya produce una especie de indiferencia


porque a la gente le resbala. Pero por lo menos así me siento yo y creo que
habría que hacer un reconocimiento de esta dinámica que nos está impidiendo
ir más allá.

Para concluir, Santos hizo un llamado a escribir más desde la perspectiva de las víc-
timas y mucho menos desde la perspectiva de los victimarios. “Siempre será insu-
ficiente lo que uno publique, distinto a lo que arroja el conflicto armado”, finalizó.

Entre la comprensión y la memoria

Una de las formas de ir más allá del conflicto, en el trabajo informativo, es asumir
la coexistencia de este con el posconflicto, en la medida en que grupos de com-
batientes dejan las armas, se someten a procesos de verdad y justicia transicional,
y que las víctimas comienzan a ser reparadas. En este contexto los comunicadores
deben ganar lucidez en torno de conceptos como perdón y reconciliación, y han
de apreciar la información como una estrategia productora de valores.

El punto de partida es la consideración del perdón como una acción que excede la
razón y que solo es posible dentro de la irracionalidad del amor y el sentimiento.
Ahora bien, el perdón mantiene una relación con la justicia, patente en el estereo-
tipo “yo perdono pero no olvido”. Una ex guerrillera salvadoreña formuló de la
siguiente manera este vínculo: “uno no debe olvidar la muerte de sus seres que-
ridos en la guerra, porque se vuelve cínico, pero tampoco debe albergar rencor”.

El filósofo francés Edgar Morin establece la base de perdón en la comprensión.

Comprender a un ser humano –dice– significa no limitarlo a la fechoría o al crimen


que ha cometido. El que comprende se sitúa en completa asimetría con respecto
al fanático que no comprende nada, ni por supuesto a él lo comprenden. Y la
venganza, antónimo del perdón, es una forma de fanatismo.

Por eso el odio y el deseo de venganza implican problemas de comprensión que


el periodista por razón de su oficio puede contribuir a resolver. Lo propio del
periodista no es solo contar lo que ocurre, sino hacerlo comprender. El papel
del perdón es posibilitar que la vida siga, evitar el estancamiento de la vida.

La responsabilidad del periodista es mayor si se comprende que los medios de


cualquier forma educan y no pueden no educar. Por eso no basta con informar,
sino que se deben construir lenguajes alternativos para desmontar la intransi-
gencia, el irrespeto, el abuso de poder y toda forma de autoritarismo. Es cierto
que los periodistas no operan de manera directa sobre los campos jurídicos,
educativos, políticos ni negociadores del conflicto, pero tanto la guerra como la
paz se preparan en la conciencia de las personas y de la sociedad, terreno en el

140
Arturo Guerrero

que sí actúan los periodistas. Estos no liberarán a la sociedad de la guerra, pero


sin ellos será imposible la paz.

De manera que al periodismo de un país en guerra se le debe pedir que sumi- Algunos ven
nistre elementos para comprender los motivos de esa guerra y los motivos de los la necesidad
guerreros. Las noticias no pueden ser una sumatoria de escándalos inconexos previa de crear
ni un registro abarrotado de acontecimientos ciegos que confundan al receptor hechos, construir
y difundan el miedo y la impotencia entre los ciudadanos. De este bombardeo solidaridades,
irresponsable no sale sino una visión caótica de la realidad, un acercamiento levantar proyectos
confuso a los hechos despojados de causas y por tanto de posibles soluciones. productivos,
empresas, colegios,
El posconflicto se prepara desde las entrañas del conflicto, si el periodista se lo mismo que de
acerca a las personas y no se queda en la primera visión de los criminales como generar escenarios
escoria. Esto implica una intencionalidad, un querer hacerlo de una manera que de discusión en
rompe con la agenda informativa de rutina y con los procedimientos investiga- contacto con
tivos usuales. intelectuales, para
de esta forma crear
Ahora bien, el perdón no equivale a impunidad ni olvido. Entre la comprensión y nuevos símbolos
la memoria hay un difícil equilibrio. Es preciso comprender lo sucedido, sin perder con los cuales
de vista la imprescindible memoria de lo sucedido. Al periodista le compete ser acceder a los
indulgente frente a los seres humanos, pero implacable frente a las organizaciones medios.
e ideologías que los atenazan. Señalar con dureza la crueldad del autoritarismo,
el anacronismo de la guerra, la rigidez de los dogmas, la grosería del narcotráfico,
la sevicia de los actos de terror, la sinrazón del racismo, la desvergüenza de la
corrupción, el oportunismo de los partidos políticos. Pero enfrentar a los indivi-
duos desequilibrados, participantes en estas conductas e instituciones, como a
seres humanos en los que pueden prender los más insospechados procesos.

Es preciso igualmente considerar que el perdón es un ejercicio de libertad per-


sonal, que puede estar o no en función de un proyecto político. En tanto que
la reconciliación supone una propuesta de vida en común, y por ello exige el
conocimiento de la verdad y el ejercicio de la justicia. Son por tanto espacios
distintos, ya que la reconciliación no puede conquistarse sin justicia ni verdad
pues busca refundar los vínculos fundamentales entre los miembros de una co-
munidad, luego de haber superado el conflicto que los destruyó.

El perdón, en contraste, es un acto asimétrico, gratuito y único que da por pa-


gada la culpa. A una víctima, entonces, no se la puede obligar a perdonar, pues
el perdón tiene que ver con un ámbito privado. Pero aun sin perdón es dable
superar un conflicto por medio de la justicia y de la recuperación de las institu-
ciones. La función del periodista es la de suministrar los elementos posibles más
ricos para que la población decida perdonar de manera individual o piense de
modo legislativo y reconstruya el tejido social.

141
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Desplazados, su nombre y su dignidad

El conflicto armado incorpora una variedad de problemáticas provenientes de sus


causas y de sus efectos, de entre las cuales el desplazamiento forzado interno es
quizás el que más víctimas deja. No sin razón una sentencia de la Corte Cons-
titucional lo declaró la más grave crisis humanitaria del mundo occidental. Este
flagelo supone un desafío para los periodistas, por el cúmulo de implicaciones
legales, humanitarias y narrativas que conlleva. Con sus casi cuatro millones de
afectados, esta expulsión tiene envergadura de suceso trascendental, pero no
hay todavía sobre él un relato que dé cuenta de su justa profundidad. En otros
tiempos y latitudes, fenómenos similares han sido mitos fundacionales de nacio-
nalidades, tal como sucedió con el éxodo bíblico o con la diáspora judía en la
Segunda Guerra Mundial.

La población desplazada ha sido mostrada por los medios con las mismas ca-
racterísticas y estereotipos que el imaginario colectivo le atribuye: son personas
pobres, dispersas, que piden limosna en los semáforos, son un estorbo para el
desarrollo de las ciudades receptoras, son potencialmente peligrosas. La prensa
ha atomizado a las víctimas de esta violación de los derechos humanos, presen-
tándolos como individuos o familias aisladas, y no como un conglomerado de
ciudadanos que conforman un auténtico drama social y humanitario.

Lo propio del El cubrimiento sobre el desplazamiento ha llevado a que la población víctima


periodista no es sea vista como gente que simplemente engruesa el número de pobres que hay
solo contar lo que en el país. De esta manera el flagelo entra en una normalización, ya que los
ocurre, sino hacerlo desplazados llegan a confundirse con los millones de pobres que siempre ha
comprender. El habido. Así se diluye la gravedad del fenómeno.
papel del perdón es
posibilitar que la Es diciente la diferencia de afrontamiento que la sociedad hace de dos secuelas de
vida siga, evitar el la guerra. Mientras por un lado siente indignación frente al secuestro, manifiesta
estancamiento de únicamente lástima frente a los desplazados. Esto puede deberse a la despropor-
la vida. ción cuantitativa y cualitativa del cubrimiento de prensa frente a los dos asuntos,
el cual muestra su gravedad si se advierte que por cada secuestrado existen mil
desplazados en el país. Y no se puede comparar la atención de los medios hacia
los secuestrados, con el casi desdén frente a los desplazados. En todo caso, la
misión de la prensa debería ser la de levantar indignación también frente al des-
plazamiento, merced a un cubrimiento que tome a estas víctimas como sujetos
de derechos y no simplemente como grupos que merecen la ayuda pública.

Algunos líderes de los desplazados que han participado en talleres de Mpp han
criticado a la prensa por su oportunismo. Según ellos, los medios publican lo
que les conviene, no investigan, destacan más el evento que produjo el despla-
zamiento –ataque, masacre, amenazas– que el problema mismo de las víctimas.
Y comentan: “así nosotros pasamos a un tercer plano”.

142
Arturo Guerrero

En el afán de modificar esta situación, Mpp publicó el manual Cubrimiento pe-


riodístico responsable del desplazamiento forzado interno, producto del debate
sobre este tema en varios talleres con periodistas, asociaciones de desplazados
y funcionarios estatales encargados de su tratamiento. En él se abordan las
percepciones existentes sobre las víctimas de este drama y se muestra cómo
“el mayor énfasis en prejuicios desvalorizantes refuerza las tendencias sociales a
la exclusión, desconfianza, marginamiento y discriminación de la población en
situación de desplazamiento”.

A los desplazados no les gusta que les digan desplazados, sienten que esta de-
nominación los homogeneiza, los patologiza y los sataniza. Esta palabra parece
fijarlos en condición de desplazamiento, como si esta eventualidad fuera una
nueva esencia o naturaleza de sus personas, y no una situación pasajera. La
búsqueda de nuevas maneras de nombrarlos es un desafío para la creatividad de
los periodistas. Otro tanto sucede con las preguntas que suelen hacerse en las
entrevistas a esta población. Es usual que los reporteros se limiten a interrogantes
sobre la atención inmediata y de emergencia que el Estado les da, sin ahondar
en sus derechos a reparación y a restauración de la dignidad. Es imperioso que
los comunicadores enfoquen el desplazamiento y sus efectos como un problema
de derechos, y no de simple solidaridad o buena voluntad por parte del Estado
o de los ciudadanos.

Un análisis de noticias publicadas o emitidas indica que muchas veces se le da al


desplazamiento un tratamiento de orden público, y a sus víctimas un estatus de
desorden y vandalismo. No se les consulta como fuentes. No se comprende que
la divergencia de estadísticas existentes entre las instituciones gubernamentales,
las Ong, la Iglesia y las entidades internacionales, obedece a diferencias de criterio
frente a las políticas públicas, y por eso mientras unos sectores se preocupan
por las mínimas herramientas humanitarias de emergencia, otros insisten en la
reparación de derechos vulnerados que no tienen caducidad.

Los periodistas deben comprender que no todos los desplazados eran pobres
en sus lugares de origen, que muchos tenían propiedades, tierra, casas, ganado,
herramientas, que en todo caso ninguno se moría de hambre. “En nuestro pueblo
no éramos ricos, pero vivíamos rico”, comentó uno de ellos para dar a entender sus
virtualidades. La prensa debe velar para que el Estado responda por los derechos
de los desplazados a salud, nutrición, vivienda, educación. Debe investigar si en
los planes de desarrollo de las regiones existen rubros específicos para atender
el desplazamiento forzado. Debe vigilar si en las negociaciones con los grupos
armados se incluyen puntos a favor de los desplazados. Debe distinguir entre
desplazamiento y confinamiento, debe afinar las particularidades del tratamiento
a indígenas, afrodescendientes y niños, cuando son desplazados.

143
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Por parte de los desplazados también hay medidas que tomar cuando se enfrentan
a la prensa, pues ellos no están libres de responsabilidad en el impacto que tienen
sobre los medios. Líderes de asociaciones de desplazados reconocen que han
privilegiado una actitud pasiva, pedigüeña y poco propositiva frente a la prensa.
Nunca exigen que se respeten ciertos temas a tratar en las entrevistas, como sí lo
hacen los políticos que en ocasiones se niegan a responder algunas preguntas y
exigen que se aborden solo determinados asuntos.

Algunos ven la necesidad previa de crear hechos, construir solidaridades, levantar


proyectos productivos, empresas, colegios, lo mismo que de generar escenarios de
discusión en contacto con intelectuales, para de esta forma crear nuevos símbolos
con los cuales acceder a los medios. Si no se llega a ellos con un nuevo discurso,
los medios no cambiarán. Lo importante es lograr que los desplazados tengan
una estabilidad de vida, recuperen su dignidad, levanten la cabeza, se quiten el
estigma y no caigan en la mendicidad. De esta manera pueden construir desde
la base una buena noticia.

Algunos desplazados consideran su situación como una oportunidad y quieren ha-


cerla ver como un potencial. Desean ir más allá de la demanda. Muchos son cons-
cientes de que los lectores de prensa no comprarían periódicos si éstos solo publi-
caran “noticias de quejosos”. “Que los medios hagan acompañamiento al proceso
de construcción de ciudad que estamos haciendo”, reclama un líder desplazado.

144
Fotografía. Archivo Medios para la Paz
Arturo Guerrero

El observatorio y la máquina de producción

De los ejercicios de capacitación emprendidos por Mpp, los más intensivos en el


tiempo han sido los diplomados, realizados en asocio con el Programa por la Paz
del Cinep y la Universidad Javeriana en varias ciudades con grupos de periodistas
que participan en ellos durante 120 horas a lo largo de seis meses. Incluyen un
observatorio sistemático y paulatino de las producciones profesionales de estos
colegas, realizado por especialistas, el cual se ha convertido en un atildado exa-
men del periodismo que se practica hoy en Colombia.

Se destacó en primer lugar la prevalencia del registro noticioso, sobre los géneros
interpretativos; el predomino de lo episódico y del recuento inmediato, sobre lo
contextual. La consecuencia de que la noticia supere en cantidad al reportaje,
la crónica, el informe especial, el análisis, la entrevista, el perfil o la reseña, es
que la información se uniforma, todo parece igual y repetitivo, lo cual genera un
efecto de indiferencia en la audiencia. De otra parte, la labor del reportero se
rutiniza al reducirse a encuadres prefabricados que minan su estilo.

Si bien el mal manejo de la gramática no fue extendido, sí existió desconoci-


miento de sus normas, uso indebido de preposiciones y adverbios, carencia en
el manejo de los tiempos verbales, abuso del gerundio, faltas de concordancia,
adjetivaciones innecesarias, exceso de frases de cajón; alargamiento de frases
con incisos, paréntesis y aclaraciones; incursión en pleonasmos, ambigüedades,
generalizaciones, eufemismos y estereotipos.

El tiempo destinado a la producción fue relacionado de manera directamente


proporcional con la calidad de los contenidos periodísticos. Por eso la prensa
escrita mostró mejores indicadores creativos y de uso del lenguaje. El lenguaje
televisivo, en contraste, se confundió frecuentemente con el radial, se desapro-
vechó la imagen y se usó de modo precario el elemento sonoro. Fueron escasos
los intentos de explorar recursos narrativos, no se permitieron licencias en la
creación y variedad de formas de contar.

La ausencia de antecedentes y penuria de contextos en las informaciones originan


la percepción de que los hechos suceden por primera vez o se suscitan por ge-
neración espontánea, desligándolos del proceso donde reposan sus causas y sus
explicaciones. Los reporteros adujeron como explicación, la escasez de espacio
o de tiempo en sus medios, lo mismo que la presunción de que las audiencias
conocen esos contextos.

Mientras los textos y notas de análisis visibilizaron un mayor número de fuentes


consultadas, las predominantes noticias se limitaron a una sola fuente que por lo
general era la fuente oficial. Esto provocó la legitimización de las fuente oficiales,
mientras que no se les dio espacio a las víctimas. Los reporteros advirtieron que
aun si se consultan varias fuentes, si estas voces tienen los mismos intereses o

145
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

sostienen una relación lineal y directa entre sí, se cae de nuevo en el llamado
“unifuentismo”. Si no hay contraste, como principio regulador entre las voces
que aparecen en las piezas informativas, el resultado es la reafirmación de una
sola idea o de una manera de ver el conflicto.

Más o menos la mitad de los reporteros participantes omitieron su presencia en


el lugar de los hechos, a pesar de que ello era posible, y se remitieron a boleti-
nes y versiones de otros medios incluida internet. Por eso no tuvieron forma de
contrastar ni verificar datos, y además reforzaron eventuales carencias de esos
otros medios. Esta situación fue especialmente notoria en los casos de confron-
taciones militares. El periodista llega después de los combates y debe someterse
a las versiones que le den los directamente implicados, sin poder ser siquiera
un testigo distante.

De hecho, la confrontación colombiana no es una guerra convencional entre


estados sino un conflicto civil, con masacres y tomas de pueblos como armas
de lucha, pero sin batallas. El cubrimiento entonces no se da sobre el fragor de
un combate sino desde la perspectiva de los resultados de las incursiones de los
actores armados a los que casi nunca los relatos y las imágenes ven en acción.
Así el conflicto aparece ante las audiencias como una colcha de retazos deshila-
chados, compuesta por sucesos aparentemente desconectados. No hay grandes
hitos ni batallas históricas que pudieran cambiar el rumbo de los acontecimientos,
sino combates continuos, repetitivos e inacabables, destinados a ganar el control
de zonas y corredores estratégicos.

Los escenarios que se narran son carentes de héroes, tanto combatientes como
víctimas son en su mayoría anónimos. Además, como efecto de la globalización
y de la tecnología, estar en el lugar de los hechos no basta para comprenderlos
ni garantiza saber más de ellos, ya que quienes quedan a distancia, en las re-
dacciones, tienen acceso a más fuentes. Los reporteros en ocasiones afrontan la
perplejidad de no saber cómo contar la séptima, la octava, la novena masacre,
de tal modo que no se parezca en su presentación a las anteriores.

Si bien los artículos y notas observados no fueron rectificados ni demandados


después de su publicación o emisión, la mayoría de los periodistas admitió haber
sido sometido a presiones antes, durante y después de la aparición de su trabajo.
Las presiones hechas antes y durante la producción periodística provinieron de
los jefes de prensa de las fuentes consultadas, y las posteriores a la publicación
vinieron de reclamos de funcionarios implicados. Una de la más comunes exigen-
cias es la de ver la nota antes de ser emitida, pretensión a la que los periodistas
dijeron haberse negado.

Hubo unanimidad en el reconocimiento de las carencias de formación de los


periodistas. La creatividad estuvo en el centro del debate. Paradójicamente el
bagaje con que sin duda cuenta la mayoría de los reporteros, enriquecido además

146
Arturo Guerrero

con los aportes de los diplomados, no se reflejó como pudiera esperarse en los
trabajos sometidos al observatorio. Se levantaron así interrogantes comunes para
periodistas y conferencistas:

¿Es tan fuerte la máquina de producción de noticias?, ¿tiene tanta incidencia


que puede opacar con sus moldes, lógicas y estándares las dinámicas de un
cubrimiento consolidado y responsable?, ¿es tan poderosa la aplanadora del
noticierismo que no permite dar cuenta en el trabajo diario de las prácticas
pensadas y reflexionadas?

Los periodistas saben y repiten en voz baja las causas y efectos de la guerra,
conocen sus procesos, implicaciones, intereses velados o manifiestos, pero éstos
no alcanzan a permear sus discursos periodísticos. De ahí que aquellas historias
construidas por la oralidad, los rumores, el voz a voz que forma parte del acervo
periodístico, no llegan a compactarse en informaciones propiamente dichas ni
aparecen en los contextos del trabajo. Hay, eso sí, sensibles diferencias de fondo
entre las prácticas periodísticas realizadas en las ciudades principales, más pro-
fesionalizadas y acordes con los valores universales del oficio, y las que se llevan
a cabo en las regiones, más débiles en esos parámetros.

Entre las virtudes halladas en el ejercicio periodístico, se subrayó la coherencia


informativa y la relación estructural presentes entre el titular y el texto de la nota,
lo mismo que entre estos y la fotografía, sonido o imagen correspondientes. Los re- La autocensura es
dactores respetaron en sus trabajos la diferencia entre información y opinión. Res- la práctica más
guardaron también la intimidad y el honor personal de los implicados en la infor- usual en el gremio.
mación. Y evitaron recursos sensacionalistas en el lenguaje específico de su medio. Los grupos armados
condicionan la labor
Algunas recomendaciones brotaron de este observatorio de medios. En primer profesional, impiden
lugar fortalecer la vida periodística mediante alianzas entre colegas, asociacio- el acceso a las zonas
nes de trabajo, grupos de estudio y discusión, listas de correo, blogs. Rescatar la del conflicto, exigen
reportería como base del periodismo. Replantear las relaciones con los jefes, a la publicación
los que se invita a sopesar las dificultades y carencias de los reporteros. Buscar de determinadas
salidas a las historias, indagando por estilos y formatos novedosos de publica- informaciones y
ción, incluidos los libros e internet. Recuperar el valor cultural e intelectual del permiso para cubrir
periodismo. Inculcar la relación entre ciudadanía y medios. Fomentar la auto- los hechos.
rregulación, las veedurías y las agremiaciones. Y, por supuesto, esmerarse por
comprender la guerra.

Temor y silencio en las regiones

Si bien el conflicto armado ha azotado con mayor fuerza al campo, las ciudades
no se han librado de su furor. Los periodistas han trabajado en medio de milicias
y bandas, han sufrido el control de varias instituciones por parte del narcotráfico,
han sido testigos del arribo de oleadas de desplazados, en ocasiones han visto

147
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

desfilar distintos grupos armados que se turnan la hegemonía de las calles y barrios.
En medio de esta vorágine desarrollan una labor siempre cambiante, tal como
lo dejaron consignado en crónicas y testimonios de 2006, para el libro Prensa,
conflicto armado y región, que recogió los aprendizajes de varios diplomados.

Luego de veinte años de muertes, que acabaron con más de cuarenta mil jóve-
nes, las comunas orientales y occidentales de Medellín dejaron de ser campos
de balaceras. Después de que la guerra y el dolor cambiaran varias veces de
uniformes, y tras la Operación Orión de fines de 2002 cuando las tropas se
tomaron la Comuna 13 y la entrega de armas de algunos bloques paramilitares,
los homicidios se redujeron en una tercera parte, cesaron las masacres y en su
lugar se impuso una tensa calma. La ciudad había visto reciclarse la tercera o
cuarta generación de combatientes, muchachos sin otra opción que las armas,
cuyos motivos para matar habían cambiado de darles dinero a sus madres, a
conseguir la plata fácil y rápida.

A pesar de las desmovilizaciones y pactos entre la alcaldía y las bandas, cinco


mil jóvenes continuaron armados en Medellín, la cifra de desaparecidos no va-
rió, se mantuvo el control ilegal del territorio. “Se pueden recorrer las calles con
tranquilidad, pero siempre hay alguien observando”, comentan los habitantes.
No hay fusiles, hay radios y se cobran cuotas por la vigilancia. Hay miedo, tensa
calma, silencio preocupante.

Pocos años atrás el ciudadano invisible era el que tenía la esencia de la historia
y de la realidad cuando los periodistas cruzaban las calles en medio de los tiro-
teos. A pesar del miedo, estas personas relataban sus tragedias. Después de la
“pacificación” arriba mencionada, los reporteros se llevaron una gran sorpresa.
Muchas de estas fuentes habían muerto, estaban desplazadas o sencillamente
no querían hablar. Se percibía una especie de mordaza, mucho temor a ser
citados. Los periodistas incluso tuvieron que hacer citas por fuera de los barrios
para que los entrevistados se sintieran cómodos. Ya no había enfrentamientos,
pero sí un miedo oculto.

“Tuve más dificultades que en años anteriores para conseguir las voces, pero me
sentí tranquila al hacer reportería sin balaceras. También me sentí observada a
cada rato y que muchos decían la verdad a medias”, confesó la periodista Elizabeth
Yarce, a quien le queda la espina de que los problemas de siempre, desempleo,
pobreza, desnutrición, pueden ser otro detonante. “Esto perfora tanto nuestro
interior, como ver todos esos miles de muertos tirados en las calles”, reflexionó.

Los periodistas antioqueños que cubren el conflicto se sienten intimidados. No


sienten una presión directa, pero a las salas de redacción entran llamadas que
piden “manéjese bien con nosotros” o “salió este comunicado, a ver si entrevistas
a esta persona, haznos este favor”. Ante denuncias de delitos se oyen solicitudes
como “no deberían pararle bolas a eso”.

148
Arturo Guerrero

Fotografía. Archivo Medios para la Paz

Estas presiones sutiles hacen que existan secretos a voces, casos noticiosos que
no se trabajan o que se afrontan únicamente cuando se organizan pools de
medios para hacer denuncias. Hay zonas del departamento de Antioquia que
siguen siendo vedadas para la prensa, el cubrimiento se ha vuelto cada vez
más urbano y centralizado. A lo anterior se agrega una consigna soterrada de
los directores de medios y de las autoridades civiles y militares para limpiar de
muerte las pantallas, para que la guerra aparezca menos, para bajarle el perfil
a la violencia. Los periodistas llaman a este fenómeno “guillotina” informativa,
sienten que se intenta imponer un optimismo generalizado con el argumento
de que la gente está cansada de lo mismo, de la guerra. De esta manera se ha
llegado a un unanimismo y uniformidad informativa, de los que brota la pregunta:
¿le sirve a la paz no cubrir la guerra?

Se ha originado en el gremio un agotamiento de la reportería sobre el conflic-


to. “Me cansé de ganarme la vida con la muerte”, se quejó un profesional. Los
periodistas tienen alterados sus nervios y su salud física, están rendidos de ver
que las cosas no cambian, y de sufrir las mismas escenas de dolor y muerte. Para
completar, las condiciones laborales se les asemejan a un esclavitud moderna. Con
la intermediación de empresas temporales se impusieron contratos que fenecen
y se renuevan cada tres meses y que cada año hacen borrón y cuenta nueva en
materia de obligaciones legales. Los horarios extenuantes no dejan tiempo para
la familia. “O te portas bien o en tres meses te cancelamos el contrato”, es la
amenaza de los empresarios y directivos, con la que logran “domesticar” a los
reporteros, que entonces evitan la controversia y la crítica para no ser tildados

149
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

de conflictivos o problemáticos. Frente a los temas delicados, como corrupción


o narcotráfico, impera la consigna “mejor no meterse con eso”.

No todos los periodistas son aptos para cubrir el conflicto armado. Esta debería
ser un elección libre, resultado de una madurez profesional y de una decisión
consciente. Sobre los candidatos debería hacerse una evaluación emocional, y es-
tablecerse ciclos o paréntesis de dos o tres vacaciones al año, o por lo menos una
rotación por otras fuentes más livianas que permitan asimilar y digerir los golpes.

En el suroccidente colombiano, el Valle del Cauca es un departamento en que


el temor de los innumerables desplazados ante la acción de paramilitares, nar-
cotraficantes, bandas criminales y guerrilleros cierra las voces de las potenciales
fuentes periodísticas. Miles de hectáreas abandonadas, corredores históricos en
disputa, imposición de siembra de cultivos de uso ilícito, y el volcán social de Bue-
naventura considerado el municipio expulsor y receptor más grande de población
desplazada, configuran el tablado sobre el que las víctimas no se atreven a hablar,
pues como dice una de ellas, “acá hay que cuidar cada palabra que se dice”.

Los desplazados configuran un ejército de “inútiles” urbanos, pues lo que saben


hacer está en ese pedazo de tierra que perdieron. “Nada de lo que sé hacer
sirve en Cali y nadie me da trabajo”, declara un joven que se vio obligado a huir
pues la guerrilla se lo quería llevar de su zona, y si él aceptaba lo que quería esa
guerrilla, los paramilitares le habían dicho que iban a matar a su mamá.

Cuando un periodista intenta reconstruir las historias de este éxodo, se encuentra


con mucho silencio, pocos datos, negación y propaganda. Las frases corrientes
son: “me querés hacer matar”, “esto es mejor no hablarlo”, “aquí uno no puede
decir que está en calma, porque nunca se sabe qué pueda pasar”, “a mí mejor
ni me pregunte”. El temor se evidencia sobre todo por los que se quedaron en
la tierra, decidieron no huir y siguen sometidos al imperio de los violentos.

Al hermetismo de estas fuentes se agrega la transformación del conflicto en el


Valle. El accionar de agrupaciones armadas al servicio del narcotráfico ha vetado
para el periodismo gran parte del territorio. Los corresponsales que trabajan en
estas zonas saben lo que pasa, pero no lo dicen. Los noticieros son parcos cuando
se trata de narcotráfico, guerrilla y paramilitares. Los reporteros no se arriesgan
al trabajo de campo, y hacen un periodismo “de aire acondicionado”. No hay
dinero para viáticos, ni siquiera para la gasolina de los carros. El departamento
es el reino de la autocensura.

Equipos de profesionales con quince o veinte años de experiencia se vieron


obligados a desertar del ejercicio directo, y emigraron hacia la comunicación
organizacional o a las oficinas de prensa estatales. En su reemplazo fueron con-
tratados jóvenes recién egresados de las facultades. El gremio, en general, sigue

150
Arturo Guerrero

atado a códigos de cubrimiento aprendidos y a rutinas difíciles de deshacer.


“Se siguen cometiendo los mismos errores –reconoce una periodista–, como si
hubiera un animal que te arrastra”.

En la tórrida región del Magdalena Medio, a finales de 2000, Barrancabermeja


pasó del control guerrillero al paramilitar, el cual se convirtió en un poder paralelo
al oficial. Los “paras” impusieron su ley, establecieron normas de convivencia
para la población civil, se apoderaron de los mercados del bajo mundo, formaron
grupos de celaduría armada en los barrios, utilizaron a taxistas y mototaxistas
como informantes, montaron cadenas para hurtar combustible; extorsionaron a Los periodistas
contratistas, comerciantes, empresarios del transporte y multinacionales; consti- antioqueños
tuyeron evidentes relaciones con los políticos y gobernantes locales, extinguieron que cubren el
sindicatos, y tras el desarme nacional de las autodefensas no desarticularon sus conflicto se sienten
estructuras económicas ilegales ni sus bases políticas clandestinas. intimidados. No
sienten una presión
En 2002 los periodistas que cubrían fuentes de orden público y judicial fueron directa, pero a las
citados para que, en consonancia con el mandato paramilitar, le bajaran el tono salas de redacción
a las noticias sobre homicidios y violación de derechos humanos. Lo importante entran llamadas que
en adelante era vender la buena imagen de la ciudad, para que llegaran inver- piden ‘manéjese
sionistas y se viera el progreso. Este discurso comenzó a ser replicado por los bien con nosotros’
empresarios, los políticos en el poder local y la fuerza pública. o ‘salió este
comunicado, a ver
Estas presiones hicieron mella, pero no silenciaron del todo al gremio de la prensa. si entrevistas a esta
Se siguieron registrando en los medios muertes, desapariciones forzadas y ame- persona, haznos
nazas, solo que “se hablaba del milagro pero no del santo”. Los responsables de este favor’.
estos hechos delictivos eran identificados en las informaciones con expresiones
depuradas como “los violentos”, “grupos al margen de la ley”, “enemigos de la
paz”. Hay temas que por su delicadeza no se atrevían a cubrir los reporteros.
Algunos colegas fueron cooptados por medio de prebendas con el propósito de
que ayudaran a los intereses políticos del proyecto paramilitar. “Servir de caja de
resonancia al poder que hace daño ofrece privilegios materiales, pero nos ensucia
la conciencia”, afirmó a propósito el periodista local Wilson Lozano, quien hizo
énfasis en la responsabilidad profesional.

El horror de los niños soldados

La existencia de unos catorce mil niños y jóvenes vinculados a grupos armados


ilegales en Colombia levanta un reto para los periodistas, desde que se sabe que los
derechos de los niños prevalecen sobre el derecho a la información. Una cosa es
la guerra y otra distinta son los niños en la guerra. Es más monstruoso lo segundo.
La participación de menores de edad en la guerra tiene unas implicaciones y una
connotación que los periodistas no pueden desconocer. No puede ser para ellos
igual la guerra si en ella participan niños y jóvenes como soldados. Esta diferencia

151
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

debería estar presente en la cabeza y en la sensibilidad de los reporteros cuando


investigan y cuando dan forma al producto final de su trabajo. Y estuvo presente
en una serie de talleres realizados por Mpp, que dieron origen a un libro sobre
cómo informar acerca de niños y jóvenes desvinculados del conflicto.

Los niños de la guerra no son delincuentes, sino víctimas a quienes se les han
violado sus derechos. Si un periodista no tiene claro este concepto consagrado en
la legislación, se va a equivocar en su trabajo. La base de esta consideración está
en que un niño no es un menor indefenso, necesitado de protección y guía, sino
un ser humano con todos los derechos. Cuando un reportero investiga e informa
sobre los también llamados “niños soldados”, tiene la obligación de proteger la
identidad de estos entrevistados y de evitar que se conozca su familia o su lugar
de habitación. El manejo de la publicación de fotos e imágenes de estos niños
no se puede hacer como si ellos fueran mayores de edad.

En 2002 los La base de esta consideración está en que un niño no es un menor indefenso,
periodistas que necesitado de protección y guía, sino un ser humano con todos los derechos.
cubrían fuentes Cuando un reportero investiga e informa sobre los también llamados “niños
de orden público soldados”, tiene la obligación de proteger la identidad de estos entrevistados
y judicial fueron y de evitar que se conozca su familia o su lugar de habitación. El manejo de la
citados para que, publicación de fotos e imágenes de estos niños no se puede hacer como si ellos
en consonancia fueran mayores de edad.
con el mandato
paramilitar, le Un niño soldado no es únicamente el que dispara. Lo es también el que cocina,
bajaran el tono a hace mandados, espía, lleva mensajes o es objeto sexual. El acto de entrevistar a
las noticias sobre uno de estos niños o jóvenes es un arte de extrema sensibilidad. El facilismo y la
homicidios y tendencia a lo espectacular lleva con frecuencia a los comunicadores a formular
violación de preguntas como “¿usted a cuántos mató?”. Si se trata de niñas, se averigua por
derechos humanos. abortos, violaciones y comandantes de los que han sido “compañeras sentimen-
tales”. En lugar de estos interrogantes, los comunicadores deberían interesarse
por indagar qué pasa en el alma de un niño que ha disparado y ha visto morir.

Para acercarse a uno de estos menores de edad hay que primero contactar a la
defensora de familia, porque ellos están bajo su protección y es deber de ella
autorizar cualquier entrevista con los medios. Antes de entablar la relación es
necesario conocer un poco su historia, lo cual se puede hacer por medio de los
equipos que han trabajado con ellos, el sicólogo, el trabajador social. Esto sirve
para contextualizar la charla posterior con los jóvenes.

Ya en el momento de la entrevista, mucho depende de ese feeling que el pe-


riodista logre construir con ellos. Porque puede ser que un niño de esos vea al
reportero y le cuente, o puede que no. También depende del grupo de donde
venga. A los chicos que pertenecieron a los paramilitares les gusta mucho relatar

152
Arturo Guerrero

sus historias y recrear sus aventuras, pero los que vienen de la guerrilla son más
reservados. De modo que es un proceso de conocerlos y después sí empezar
el trabajo de la entrevista.

Hay una característica de las entrevistas que debería estar en primer plano de
valoración, pero que con frecuencia se deja en el último. Es la de saber cuál es
la información que necesita la comunidad. Muchas veces los periodistas se preo­
cupan por ellos mismos, por su “chiva” o primicia, y descuidan al interlocutor,
es decir al receptor que es quien realmente debe interesar en el proceso de
comunicación. Por eso siempre debería preguntarse qué clase de información
es la que necesita la comunidad.

Es indispensable también la contribución de los medios para prevenir la vincu-


lación de niños al conflicto. La vulnerabilidad de los niños y jóvenes frente al
ingreso a los grupos armados tiene que ver entre otras cosas con los hábitos,
las creencias, los imaginarios. Asuntos como cuál es la idea que tienen sobre el
dinero, sobre cómo aparece y cómo se reproduce en la ciudad o en el campo,
qué representan las formas de poder cuando se ve a alguien con uniforme, qué
reconocimiento tienen estos uniformados en una comunidad. Estos factores son
importantes porque los adolescentes están en procesos de búsqueda.

Ya no es válida la premisa de que cualquier niño tiene que haber sido necesa-
riamente violentado o vivir en un escenario de tránsito permanente de actores
armados, para estar en riesgo de vinculación. Porque ahí es cuando aparecen
esos otros elementos acabados de señalar. Entonces las estrategias de prevención
tienen que ver también con la transformación de aquellos imaginarios sociocultu-
rales, y eso se hace por medio de apuestas relacionadas con el arte y la cultura.
Apuestas para resignificar formas de ver y de relacionarse con los demás. Alter-
nativas a las que los periodistas podrían estar atentos para darles luz.

La preocupación sobre la presencia de niños en la guerra puede tender puentes


entre sectores de población, no muy bien avenidos usualmente en la práctica de
sus respectivos oficios. Es el caso de los periodistas, las Ong y las fuerzas armadas
institucionales. En ocasiones los intereses y las misiones de cada uno de estos
profesionales chocan. Las entrevistas a los niños desvinculados es una de ellas.

Pues bien, los adultos que forman parte de la prensa, de las entidades que cui-
dan los derechos humanos y de las fuerzas militares, todos son padres o tienen
familiares niños. De modo que el drama de los niños víctimas de reclutamiento
debería ser sensible a todos, hasta el punto de eliminar o por lo menos disminuir
las desconfianzas o enfrentamientos existentes entre estas instancias. Tal vez no
haya un aspecto de la guerra que se preste más a acercar a las partes, como esta
común atención a que los niños queden excluidos del horror.

153
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

Actos de terror y sus perpetradores

A partir del derribamiento de las Torres Gemelas de Nueva York, el terrorismo


fue posicionado como el enemigo principal de las democracias, y la prensa llegó
a extremos de ejercicios llamados “periodismo patriótico”, mediante los cuales
se les pedía a los reporteros alinearse con las instituciones para no ser tachados
de aliados del enemigo. Colombia ingresó en esta tendencia, de modo que se
hizo urgente para el gremio dilucidar la naturaleza del terrorismo y las exigencias
que el mismo comportaba para la profesión. Mpp hizo su aporte con unos talleres
dictados por colegas y por politólogos estudiosos de este tema.

Se recordó la sentencia acuñada años atrás por Margaret Tatcher, según la cual
“el terrorismo no puede existir sin el oxígeno de la publicidad”. Esta afirmación
indicaba una simbiosis entre prensa y terrorismo, inaceptable para los perio-
distas. Una mirada a la historia dio luces sobre la existencia de actos de terror
mucho antes de que hubiera prensa. Grupos opositores al Imperio Romano
ejecutaban asesinatos en mercados públicos o a la salida de los templos, sitios
de concurrencia de la población, para conseguir el propósito de sembrar el
terror entre grupos de personas más numerosos a los afectados directamente
por la acción cruenta.

Teóricos contemporáneos distinguen entre terrorismo y actos de terror, de-


finiendo a estos últimos como un uso específico de violencia que no alude
necesariamente a un tipo de ideología ni de organización. Por eso se habla de
terrorismo de izquierda, de derecha, de terrorismo de Estado. Para el periodista
es importante esta distinción, pues a partir del 11 de septiembre de 2001 parece
haberse impuesto la idea de que los actos de terror siempre son cometidos por
organizaciones de ideología izquierdista.

Reconocidos medios informativos internacionales han optado por calificar los


actos como “de terror”, pero no como “terroristas” a los grupos que los prota-
gonizan. Así, la Bbc y la agencia Reuters no hablan de “terroristas” para referirse
a organizaciones que ejecutan actos de terror, sino de “perpetradores” de esos
actos. Consideran que la palabra “terrorista” incluye un juicio de valor, y que no
existe un consenso generalizado sobre la legitimidad de los grupos que llevan a
cabo actos de terror. Para calificar de terrorista a uno de estos grupos habría que
probar que los actos de terror son su estrategia prevalente, cuestión nada fácil.

Tener en cuenta estas precisiones y cumplir con la calidad informativa impedirá


que el cubrimiento de los actos de terror contribuya a cumplir con las intencio-
nes de los perpetradores, que van mucho más allá de acabar con unas vidas y
buscan más bien difundir el miedo en la sociedad. En lugar de adoptar un tono
sensacionalista, los periodistas obrarían con responsabilidad si informan de modo
mesurado, razonado, contextualizado y orientador para la comunidad.

154
Arturo Guerrero

Fotografía. Jesús Abad Colorado

Organizaciones, elecciones y producción

Las organizaciones sociales y las Ong, además de ser fuentes informativas para
los periodistas, forman parte instituida de la sociedad civil y tienen necesidad de
hacer oír sus voces en la prensa. Mpp estructuró talleres y un manual de capacita-
ción dirigido a que organizaciones de derechos humanos, campesinas, de mujeres,
indígenas, afrocolombianas, juveniles, emisoras comunitarias y proyectos de paz
y desarrollo conozcan la lógica interna de funcionamiento de los medios.

A pesar de trabajar en asuntos comunes, periodistas y comunicadores no se


igualan del todo en sus identidades ni en sus propósitos. Mientras el periodista

155
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

labora esencialmente para medios masivos que buscan la máxima audiencia sin
interesarse directamente por las necesidades de los receptores, el comunicador
cuenta con conocimientos en el campo del desarrollo y la participación, y con
deseo de trabajar con las comunidades. De ahí que el periodista tienda a preo­
cuparse más por el producto de su trabajo, y el comunicador por el proceso de
construcción del mismo. Los dos profesionales tienen algo que aportarse mutua-
mente. Además de tener claro el perfil del comunicador de las organizaciones
sociales, es crucial comprender los puntos de lejanía y cercanía entre las agendas
de los medios y las de estas organizaciones.

Debido a que los cambios políticos pueden tener impactos que afectan a varias
generaciones de ciudadanos, los procesos electorales son momentos dignos de
atención para los periodistas implicados en el cubrimiento del conflicto. Una
investigación adelantada por Mpp, la Federación Internacional de Periodistas (Fip)
y el Cinep, mostró reveladoras similitudes entre este cubrimiento del conflicto
y el de las elecciones. Similar “unifuentismo”, similar prevalencia de fuentes ofi-
ciales, el mismo uso privilegiado de la noticia y las notas breves por encima de
los géneros interpretativos y mayores; parecida ausencia de contexto, es decir,
de antecedentes, relaciones y consecuencias de los hechos. La información
electoral, además, se fijó más en irregularidades, amenazas y asuntos de las
campañas, que en la agenda programática de los candidatos.

Mpp ha incursionado también en la producción periodística y documental. Como


resultado de los diplomados se creó Reporteros de Colombia, una agencia de
prensa especializada en el conflicto. Los egresados de esas capacitaciones, con
la tutoría de maestros, elaboran productos periodísticos de calidad que son di-
fundidos por los medios masivos. El lema es “aprender, haciendo periodismo”.
La Corporación en alianza con varias instituciones realiza también el programa
de radio Rompecabezas, en el que semanalmente se ventilan problemáticas
nacionales a la luz de la solución negociada del conflicto.

Una nutrida red de periodistas nacionales y extranjeros recibe por correo elec-
trónico, varias veces por semana, artículos, documentos, actas de reuniones,
denuncias, convocatorias de trabajo, talleres o eventos, y textos relacionados
con guerra y prensa. Una página web en permanente actualización y visitada
asiduamente, ofrece materiales propios sobre este mismo aspecto y mantiene
enlaces muy útiles para la contextualización de la información. Mpp ha produci-
do algunos videos ilustrativos sobre la situación y problemática del periodismo
colombiano.

156
Arturo Guerrero

Una libertad ilustrada

Hasta aquí algunas de las perplejidades con que se han encontrado


los periodistas colombianos testigos de una década, y los debates mediante los
cuales han tratado de hallar luces y criterios para el ejercicio profesional ético
y responsable. La organización Mpp ha sido a la vez catalizadora y promotora,
ha concitado al gremio en torno de los puntos esenciales y ha impulsado el
pensamiento.

Los reporteros en todo el país han intuido que éste es un camino efectivo para
trabajar como garantes del derecho a la información y para cumplir con su pa-
pel se siembra de esperanzas en un país en guerra. Por eso disputan hasta el
final los cupos de asistencia a los eventos y abarrotan los salones a donde Mpp
los convoca. El gremio de la prensa ha ido comprendiendo que el estudio, la
crítica, la reflexión y el diálogo entre iguales conducen a la construcción de una
libertad ilustrada.

157
Algunas reflexiones:
aprendizajes y desafíos del oficio

M edios para la Paz, al cumplir sus diez años, realizó en Bogotá


un foro para dar respuesta a la pregunta: ¿cuál es el futuro del
periodismo en Colombia?

Cerca de cuarenta periodistas y editores de medios nacionales y regionales, así


como analistas de medios, sociólogos, antropólogos, académicos y estudiantes
se congregaron en el Club Médico de Bogotá el miércoles 30 de abril de 2008,
para revisar el papel del periodismo en escenarios de conflicto y posconflicto; la
realidad de la propiedad e industria mediática y el juego que se presenta entre
el ejercicio del oficio y el poder; las posibilidades de trabajar con miras hacia la
democracia o la gobernabilidad, y el sentido de la profesión al conjugar la ética
con la estética. Arturo Guerrero
Las discusiones, que resultaron en la publicación de este libro, contaron con
múltiples reflexiones entre los asistentes, las cuales son reseñadas aquí como
otra mirada al enfoque proporcionado por los autores.

En la mesa de trabajo sobre Periodismo, conflicto y posconflicto, Álvaro Sierra


aseguró que el periodismo debe desenvolverse con cuidado en este ámbito al
tener en cuenta que la violencia en Colombia es un tema cíclico: “hay oleadas
de violencia que se acaban pero dejan sembrada la semilla de su continuidad”,
y Camilo González insistió en que los medios de comunicación deben darle una
mirada seria al tema de las agendas ocultas como la “paraeconomía”.

Este grupo, integrado por Yamile Salinas, Nathalia Salamanca, Carmen Rosa Pa-
bón y Diana Losada (relatora), si bien reconoció que los medios son un reflejo
de la sociedad, sobre todo de la urbana más que de la rural, optó por presentar
opciones de trabajo con miras a un futuro más responsable en el manejo de la
temática. Con este enfoque, se recomendó continuar con la formación de repor-
teros para propiciar la comprensión de la compleja realidad nacional. También se
discutió sobre la necesidad de abrir las agendas informativas de los medios, hacia
los temas ocultos y vedados que hay en el país, y que los periodistas trabajen en
sus agendas individuales en las que investiguen y visibilicen lo que sucede para
generar mayor compresión. Una última propuesta se enfocó en la protección
de los medios alternativos, por medio de capacitaciones y acompañamientos,
con los que se impida que la información relacionada con estas temáticas que

159
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

provenga de las regiones esté influenciada por financiamientos o avatares polí-


ticos locales.

En el tema de Propiedad de los medios. Cambio en las reglas de juego, se buscó


descifrar la relación estrecha entre periodismo, política y poder económico. Las
preguntas ¿cómo y cuándo la clase política utilizó el periodismo para promoverse
a sí misma?, y ¿cómo y cuándo los grupos económicos encontraron en el perio-
dismo un instrumento para incidir en decisiones políticas? guiaron la discusión.

Para este grupo, integrado por Luz Edith Cometa, Jaime Conrado Juajibioy,
Elizabeth Yarce, Fabio López, Néstor López, Camilo Rueda, Mónica Osorio,
María Teresa Herrán, Héctor Fabio Cardona y Mónica Velásquez (relatora), la
connivencia entre periodismo y política ha sido tradicional en Colombia: sectores
políticos han sido o son propietarios de medios y los propietarios de medios han
sido o están vinculados a actividades políticas.

Sobre la discusión de la convergencia, que tanto ha tocado a los medios de co-


municación colombianos y extranjeros, se concluyó que por ahora los periodistas
deben prepararse y contribuir con reflexiones al dilema de la integración. Esta
temática, como el potencial de los medios alternativos por medio de tecnolo-
gías que facilitan la creación de canales y emisoras comunitarias, son ejemplos
que evidencian un mayor acceso que no implica, necesariamente, una mayor
democratización de los contenidos y de la información.

En la discusión se concluyó que es necesario evitar la mecanización de la pro-


fesión, posicionar la importancia de trabajar por mejores contenidos, por la
identidad de la profesión y por la mejora de las condiciones laborales.

Periodismo, gobernabilidad y democracia


En la discusión sobre este tema, hubo un sentimiento compartido de que si bien en
la actualidad hay un gobierno muy popular, a veces la gente confunde popularidad
con legitimidad, por lo que el periodismo per se, no debería tener compromiso
con la popularidad sino con la verdad (aunque esta sea impopular).

Este grupo, integrado por Daniel Coronell, María Jimena Duzán, Mauricio Beltrán,
Constanza Vieira, Myriam Bautista, Rodolfo Hernández, Marta Toro, Juan Carlos
Pachón y José Vicente Arizmendi (relator), insistió en que si bien el periodismo
se debe hacer desde una perspectiva crítica, su único papel no es como tal el de
criticar a un gobierno. La legitimidad del gobierno es un tema transversal.

Para tener gobernabilidad y democracia es importante fomentar la cultura po-


lítica y volver a trazar las fronteras de la ética, no solo en el periodismo sino en
los empresarios, los campesinos y todos los grupos sociales, según sus intereses.
Porque gobernabilidad no es solo capacidad de gobernar, sino también de cumplir
las normas y promoverlas entre los ciudadanos.

160
En la mesa de discusión Sentido de la profesión. Vocación, valores, mística, se dio
una mirada al rol que la información cumple en medio de un conflicto como
arma de guerra y la manera en que los periodistas colombianos deben abrir los
ojos y defender valores fundamentales que están en grave riesgo, como la verdad.
Mientras los actores del conflicto intentan falsear la realidad y los periodistas y los
medios validan sus “verdades”, también se puede caer en lo que la filósofa Hannah
Arendt describió como la “banalización del mal”, la cual permite que la sociedad
se anestesie ante los horrores de la guerra y se produzca el colapso moral.

El grupo, integrado por Gloria Moreno, Jorge Julio Mejía, S.J., Germán Castro
Caycedo, Rocío Castañeda, Ísis Beleño, Marisol Manrique y Hernando Salazar
(relator), coincidió en que el periodismo y la sociedad son víctimas de un “asalto
a las palabras”, y este es un escenario en el que en ciertas ocasiones quien se
atreve a decir la verdad es visto como un “maleducado”.

En la discusión quedó en evidencia que no solo la guerra amenaza al buen


periodismo, sino también los malos salarios y las pobres condiciones laborales.
El panel concluyó que, al igual que frente a las amenazas de manipulación de
las palabras y de los intentos de distorsionar el presente y la historia, la mejor
respuesta ante las malas condiciones salariales es asumir una posición ética, que
diferencie la propaganda de la información, la información de la opinión y que
no oculte los patrocinadores de los espacios periodísticos.

Los periodistas colombianos tienen que luchar por conseguir mejores condiciones
laborales, sin negociar los valores, ni la ética. Y en eso el panel fue unánime. Al
fin y al cabo, si se habla de búsqueda de la verdad y de rescatar el valor de la
palabra, pues se habla de ética. Y, como dice el maestro argentino Tomás Eloy 1 En el prólogo de El Zumbido y el
Moscardón, de Javier Darío Restrepo.
Martínez1, en el periodismo “ni el mejor de los fines justifica la amoralidad, o 2005. Fondo de Cultura Económica,
inmoralidad, de los medios que se empleen”. Bogotá:8.

Listado de participantes
1. Álvaro Sierra. Editor de páginas editoriales de El Tiempo, Bogotá.
2. Arturo Guerrero. Escritor y columnista de El Colombiano, Bogotá.
3. Bibiana Mercado. Coordinadora de Comunicaciones del Área de Desarrollo, Paz y
Reconciliación del Pnud, Bogotá.
4. Camilo González. Presidente de Indepaz, Bogotá.
5. Camilo Rueda. Editor de Prensa Rural, Bogotá.
6. Carlos Cortés. Director de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), Bogotá.
7. Carlos Eduardo Huertas. Miembro de Consejo de Redacción y periodista de Semana,
Bogotá.
8. Carlos Pachón. Editor del blog Paz como Cultura, Bogotá.
9. Carlos Salgado. Redactor político El Tiempo, Bogotá.
10. Carmen Rosa Pabón. Periodista de la Emisora la Voz del Cinaruco, Arauca (Arauca).

161
La palabra desarmada. Futuro del periodismo en Colombia

11. Catalina Oquendo. Redactora de El Tiempo, Bogotá.


12. Cesario Gómez. Director de Planeta Paz, Bogotá.
13. Constanza Vieira. Periodista Agencia Inter Press Service, Bogotá.
14. Daniel Coronell. Director Noticias Uno, Bogotá.
15. Diana Losada. Coordinadora Área de Información, Promoción y Difusión de la Oficina
en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos,
Bogotá.
16. Elizabeth Yarce. Periodista de la sección de conflicto armado y derechos humanos de
la Revista Cambio, Bogotá.
17. Enrique Montinel. Experto en derechos humanos de la Onu, Bogotá.
18. Fabio López de la Roche. Historiador y analista cultural y de medios masivos, Bogotá.
19. Germán Castro Caycedo. Periodista y escritor, Bogotá.
20. Gloria Moreno. Periodista y presidente de junta directiva de Medios para la Paz, Bogotá.
21. Héctor Fabio Cardona. Gerente general de Burson-Marsteller, Bogotá.
22. Hernando Salazar. Corresponsal en Colombia de la Bbc de Londres, Bogotá.
23. Isis Yaneth Beleño. Periodista de El Heraldo, Barranquilla (Atlántico).
24. Jaime Conrado Juajibioy Cuarán. Coordinador regional de Radios Ciudadanas Putumayo,
Valle de Sibundoy.
25. Jorge Julio Mejía S.J. Director del Programa por la Paz del Cinep, Bogotá.
26. José Vicente Arizmendi. Director de la Carrera de Comunicación de la Pontificia Uni-
versidad Javeriana sede Cali (Valle del Cauca).
27. Luz Edith Cometa León. Corresponsal y periodista de Radio Mil 40 y el Periódico Virtual
El Turbión, Popayán (Cauca).
28. María Jimena Duzán. Columnista de la revista Semana, Bogotá.
29. María Teresa Herrán. Abogada y defensora del televidente de Canal Capital, Bogotá.
30. Marisol Gómez. Editora sección Nación del periódico El Tiempo, Bogotá.
31. Marisol Manrique. Directora ejecutiva de Medios para la Paz, Bogotá.
32. Martha Toro. Periodista y coordinadora de la oficina de Comunicaciones del Servicio
Nacional de Aprendizaje (Sena), Bogotá.
33. Mauricio Beltrán. Director de la Fundación Colombia Multicolor, Bogotá.
34. Myriam Bautista. Periodista independiente, Bogotá.
35. Mónica Osorio. Periodista web de Medios para la Paz, Bogotá.
36. Mónica Velásquez. Comunicadora social y periodista. Directora de comunicaciones de
Latin América, CropLife. Bogotá.
37. Nathalia Salamanca. Coordinadora de proyectos de Medios para la Paz, Bogotá.
38. Néstor Alonso López López. Corresponsal del periódico El Tiempo, Medellín (Antio-
quia).
39. Pedro Medellín. Columnista del periódico El Tiempo, Bogotá.
40. Pilar Lozano. Corresponsal en Colombia del periódico El País de España, Bogotá.
41. Rocío Castañeda. Coordinadora de Opinión Pública del Programa por la Paz, Cinep,
Bogotá.
42. Rodolfo Hernández. Coordinador de proyectos de Medios para la Paz, Bogotá.
43. Yamile Salinas. Periodista independiente, Bogotá.

162
Hace diez años un grupo de periodistas preo­ El conflicto armado altamente degradado y deshumanizado −que Autores
cupados por el reto que el conflicto armado y data de hace más de medio siglo− impone al periodismo la ne-
Germán Castro Caycedo
la construcción de la paz imponían al periodis- cesidad de adentrarse en su historia, sus causas, consecuencias,
mo colombiano, se unieron con el objetivo de protagonistas y determinantes. En forma simultánea, le exige Daniel Coronell
crear espacios de reflexión, de capacitación y introducirse en los caminos viables para la consecución de paz y Vladimir Flórez
de información alrededor del tema; así nació de reconciliación, entre ellos, las alternativas de negociación con
Medios para la Paz. En ese momento es la las guerrillas −otro de sus actores−, el destape de los vínculos y Camilo González
primera organización profesional en abrir el los efectos del negocio de las drogas ilícitas, motor del conflicto, la Arturo Guerrero
debate en torno a los dilemas inherentes al pérdida de los valores y el auge de múltiples y variadas formas de
María Teresa Herrán
cubrimiento de nuestra guerra interna, los corrupción pública y privada, así como de los intereses geopolíticos
procesos de negociación y el posconflicto. y económicos que subyacen a la guerra interna. Claudia López
Desde entonces y a lo largo de esta primera Pero sin duda, los desafíos más importantes de los medios de Jorge Julio Mejía S.J.
década, la misión institucional ha consistido información, los periodistas, los reporteros y los analistas se re- Álvaro Sierra
en alertar a los colegas sobre los riesgos de lacionan con los derechos de las miles de víctimas del conflicto
la otra guerra: la de la desinformación que armado “invisibilizadas” en forma reiterada, y con los derechos de
libran todos los guerreros sin excepción por la sociedad a conocer la verdad y a no olvidar, requisitos esenciales
apoderarse de la verdad, por manipularla, por para la construcción de la verdad judicial y la memoria histórica Comisión Diez Años Medios
secuestrarla. sin las cuales no es posible la reconciliación y la paz. para la Paz
Para lograr sus propósitos, el énfasis de Medios Sin embargo, no existe una conciencia generalizada en el país de Mauricio Beltrán
para la Paz se ha centrado en elevar la calidad cómo los medios de comunicación, los periodistas y los comuni- Héctor Fabio Cardona
de la información y el nivel profesional de cadores pueden aportar en forma decisiva a la construcción de la
Diana Losada
miles de colegas, la mayoría de ellos ubicados memoria, la verdad y la no impunidad, pese a que las noticias y
en las regiones, en donde se vive más de cer- los relatos que se derivan de su trabajo hacen parte de ello. Gloria Moreno
ca el conflicto, los reporteros se sienten más
Yamile Salinas
amenazados y la información se encuentra
más amordazada. Mónica Velásquez
Hace diez años un grupo de periodistas preo­ El conflicto armado altamente degradado y deshumanizado −que Autores
cupados por el reto que el conflicto armado y data de hace más de medio siglo− impone al periodismo la ne-
Germán Castro Caycedo
la construcción de la paz imponían al periodis- cesidad de adentrarse en su historia, sus causas, consecuencias,
mo colombiano, se unieron con el objetivo de protagonistas y determinantes. En forma simultánea, le exige Daniel Coronell
crear espacios de reflexión, de capacitación y introducirse en los caminos viables para la consecución de paz y Vladimir Flórez
de información alrededor del tema; así nació de reconciliación, entre ellos, las alternativas de negociación con
Medios para la Paz. En ese momento es la las guerrillas −otro de sus actores−, el destape de los vínculos y Camilo González
primera organización profesional en abrir el los efectos del negocio de las drogas ilícitas, motor del conflicto, la Arturo Guerrero
debate en torno a los dilemas inherentes al pérdida de los valores y el auge de múltiples y variadas formas de
María Teresa Herrán
cubrimiento de nuestra guerra interna, los corrupción pública y privada, así como de los intereses geopolíticos
procesos de negociación y el posconflicto. y económicos que subyacen a la guerra interna. Claudia López
Desde entonces y a lo largo de esta primera Pero sin duda, los desafíos más importantes de los medios de Jorge Julio Mejía S.J.
década, la misión institucional ha consistido información, los periodistas, los reporteros y los analistas se re- Álvaro Sierra
en alertar a los colegas sobre los riesgos de lacionan con los derechos de las miles de víctimas del conflicto
la otra guerra: la de la desinformación que armado “invisibilizadas” en forma reiterada, y con los derechos de
libran todos los guerreros sin excepción por la sociedad a conocer la verdad y a no olvidar, requisitos esenciales
apoderarse de la verdad, por manipularla, por para la construcción de la verdad judicial y la memoria histórica Comisión Diez Años Medios
secuestrarla. sin las cuales no es posible la reconciliación y la paz. para la Paz
Para lograr sus propósitos, el énfasis de Medios Sin embargo, no existe una conciencia generalizada en el país de Mauricio Beltrán
para la Paz se ha centrado en elevar la calidad cómo los medios de comunicación, los periodistas y los comuni- Héctor Fabio Cardona
de la información y el nivel profesional de cadores pueden aportar en forma decisiva a la construcción de la
Diana Losada
miles de colegas, la mayoría de ellos ubicados memoria, la verdad y la no impunidad, pese a que las noticias y
en las regiones, en donde se vive más de cer- los relatos que se derivan de su trabajo hacen parte de ello. Gloria Moreno
ca el conflicto, los reporteros se sienten más
Yamile Salinas
amenazados y la información se encuentra
más amordazada. Mónica Velásquez

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