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Universidad Pedagógica Y Tecnológica de Colombia

Escuela de Filosofía y Humanidades


Estética
Roberto Ávila
Daniel Humberto Virviescas Granados 201311653

En el texto un Antropólogo en Marte de Oliver Sakcs, en el capítulo El caso de pintor ciego al


color, se plantea el problema de la percepción del color en tanto problema neurológico y estético
del arte y de la misma vida. En el siguiente escrito se pretende, a manera de conclusiones, una
manera de pensar la percepción del color en tanto problema estético de bello, de lo aceptable, de
la representación.
La historia del conocimiento acerca de la capacidad del cerebro para captar y crear colores ha sido
un tanto curiosa. Ha pasado desde una descomposición con un prisma a la luz blanca para dar
cuenta de la multiplicad de colores de una luz, hasta comprobar por medio de imágenes cerebrales
(TAC, imagen de RM, TEP, SQUID, etc.) para visualizar en directo qué áreas del cerebro se
activan o interactúan cuando hay percepción humana del color. Y aunque, el problema se pueda
estudiar y dar problema desde la ciencia, el problema de una acromatopsia cerebral genera un
cambio total de la realidad dada a una persona, en su mundo que le es dado y de su mundo que se
es representado. El afecto del color en la realidad de los objetos modifica la capacidad de acercase
al problema del arte en tanto representación de la realidad. Esa capacidad es la misma conexión
que tiene con el mundo. Una relación del hombre con el mundo modifica el arte que de ella pueda
expresar.
La opacidad de una realidad del señor I., modificada por algún caso en particular de afecto con
una sección del cerebro, genera en él una realidad distinta. Y aunque suene obvio el cambio de
una realidad al perder el color y quedar en una degradación de los colores blanco y negro, lo que
sucede es que en su mismo “descolorido” mundo afectaba la sensación, la identidad y la
representación de un mundo completamente nuevo para él. Las ideas de “gris” para él no
significaban más nada que la misma imagen que tenia del mundo, el pasado y su presente eran de
un color distinto, de un sentimiento y afección distinta de las cosas. Es una afección en la manera
de representación del mundo. Sacks afirma que “A través de un caso como el del señor I. podemos
rastrear no sólo los mecanismos cerebrales subyacentes o fisiología, sino la fenomenología del
color y la profundidad de su resonancia y significado para el individuo.”1 Concluye Sacks
diciendo que la percepción del color, como manera importante de la sensación de un mundo, era
también “de su sensación estética, de su sensibilidad, de su identidad creativa, una parte esencial
de la manera en que construía su mundo…”2 Es volver a redefinir la fisiología, la psicología y lo
estético de su realidad, su cuerpo y de su mundo llevando así a modificar los valores de lo otro,
de lo externo, del mundo.
El color, tanto los vistos desde un prisma con luz blanca hasta la degradación del color negro, es
solo una parte esencial en la manera en qué conocemos el mundo, damos cuenta de él y vivimos
en él. Vale preguntarnos, a manera de historia ¿qué tanto ha modificado la percepción del color –
con los colores que conocemos- la sensibilidad y la representación de nuestra realidad, de nuestro
mundo, del mismo arte? El color es así, la manera en que permite que conozcamos un mundo,
demos valores a ese mundo, y podamos hablar de aquel mundo. La luz seguirá siendo, al igual
que los colores que de ella sabemos, un gran misterio de la relación del hombre en el mundo.

1
SACKS, Olive. Un Antropólogo en Marte. Siete relatos paradójicos. El caso del pinto ciego al color.
Editorial. Anagrama Pág. 25.
2
Ibíd. Pág. 59.

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