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La equidad de género significa oportunidades para las mujeres, sin duda.

Pero
también mucha, muchísima responsabilidad. Un ejemplo es la maternidad, siglos
de atavismo, hacen que las mujeres sigan manteniendo internalizado que el
cuidado de los hijos es responsabilidad primera de la madre. Lo mismo pasa con
las labores domésticas. Por ejemplo, una trabajadora doméstica, de por sí muchas
veces mal pagadas por los pequeños burgueses clasemedieros (amable lector,
recapacite y páguele lo justo y legal a quien le auxilia en los trabajos domésticos),
a la primera pregunta manifiesta que después de su jornada laboral debe llegar a
su casa a atender al marido, hijos y labores domésticas de su propio hogar.

Del otro lado, la equidad de género implica que cuando una trabajadora va a dar a
luz, debe de apegarse a lo que establece la ley: 45 días antes del parto se debe
de ir de licencia de maternidad y 45 días después del parto regresar a laborar. Es
práctica común que muchas mujeres laboran, con el acuerdo del patrón, hasta
unos días antes del parto, para poder juntar los dos periodos en tres meses de
licencia postparto. Esto no hace más que reproducir las condiciones de inequidad
y subyugación de las mujeres.

La situación de las trabajadoras domésticas se repite en todos los estratos de


ingresos, desafortunadamente es un problema cultural. Igual una mujer mando
medio en el gobierno federal, una alta ejecutiva en la empresa privada, en fin,
desde una trabajadora de una línea de empaque de pescado hasta una ejecutiva
financiera, sufren del mismo trato inequitativo en el hogar. Lo mismo sucede en el
desarrollo profesional y político. Las cosas están cambiando, los esfuerzos, sin
duda, son muchos y las tareas individuales, de grupos sociales y organizaciones
civiles cada vez tienen mayor impacto en el desarrollo social.

DE REPRODUCCIÓN

En algunos casos la internalización de la inequidad y el sometimiento en las


mujeres las puede llevar incluso a la homofobia. Por ejemplo, en un
establecimiento especializado en papelería y equipo de oficina, de esos que tienen
su nombre en inglés, una empleada le dice a un cliente que él desengrapará un
documento. El cliente le dice que porque él. Ella le contesta y concluye con una
pregunta: porque es hombre, ¿no? Es decir, ella como mujer es débil y frágil, él
como varón es fuerte, entonces, la pregunta implica que el varón tiene atributos
que ella considera femeninos, implicando una alusión homosexual. La empelada
es madre de dos hijos, seguramente deberá de llegar a lidiar al final de su jornada
laboral, después de las 10 de la noche, hora en que ese tipo de comercios cierra,
con labores domésticas, incluso del día siguiente. Sin embargo, para ella misma,
su proyección social es que es menos, que es más frágil, que si el hombre no la
ayuda es porque es homosexual. Y esto pasa, aún a pesar de que esa
trabajadora, que llegará a su casa casi a las 11 de la noche, es muy probable que
no recibirá apoyo del o los padres de sus hijos. El trato inequitativo, lo más
probable, que ella recibe en las labores del hogar y la manutención de los infantes,
no la aleja de un patrón de subyugación ante la "fuerza" del varón. El sueño, la
ilusión que no llega, es que aparezca un hombre con las tres "fs": feo, fuerte y
formal.

PÁRRAFOS: DE CONTINUAR

Desafortunadamente, para esa trabajadora, como para millones de otras


mexicanas, eso no es más que un trío de palabras que no dicen nada de la
realidad de los hombres mexicanos de antes y de ahora. Pero tampoco, es la
equidad de género. La tara es ardua. Son siglos de sometimiento. Son patrones
de conducta que se reproducen y están internalizados, en ambos sexos. Sin
embargo, los esfuerzos deben de continuar. Cada día, en cada acción que se
hace por mantener y sostener la equidad de género se avanza un poco. Es una
acción que debe incluir todos los ámbitos de la vida social: el público y el privado.
Incluso, el cambio sólo se dará cuando se haya internalizado en el íntimo.

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