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Durante el período bajo republicano, tuvo su auge el desarrollo de obras laicas, jurisprudencia
pontifical y laica, edictos de los pretores, y con la consecuente expansión territorial se
complejiza más el derecho romano. Posteriormente, con el surgimiento de los triunviratos y
la figura del prínceps surge el Imperio Romano.
Aún no existía una conciencia cuestionadora acerca de los actos de la iglesia, menos aún se
cuestionaba el concepto de fe, todo esto fortalecido y fijado por la Inquisición, período en el
cual se crearon una serie de instituciones dedicadas a la supresión de la herejía
mayoritariamente en el seno de la Iglesia católica.
La inquisición fue letal. En Europa se estimas que fueron asesinadas cerca de unas 5.000
personas culpadas de brujería y herejía. Cito un extracto de la bula Ad abolendam
promulgada por el papa Lucio III, en donde se puede ver el actuar de los inquisidores:
“A las anteriores disposiciones [...] agregamos el que cualquier arzobispo u obispo, por sí
o por su archidiácono o por otras personas honestas e idóneas, una o dos veces al año,
inspeccione las parroquias en las que se sospeche que habitan herejes; y allí obligue a tres
o más varones de buena fama, o si pareciese necesario a toda la vecindad, a que bajo
juramento indiquen al obispo o al archidiácono si conocen allí herejes, o a algunos que
celebren reuniones ocultas o se aparten de la vida, las costumbres o el trato común de los
fieles.”
En esta bula se les daba plena potestad a los obispos y se exigía a estos mismos que
interviniesen activamente para extirpar la herejía y se les otorgaba la potestad de juzgar y
condenar a los herejes de su diócesis.
“Ha llegado a nuestros oídos que gran número de personas de ambos sexos no evitan el
fornicar con los demonios, íncubos y súcubos; y que mediante sus brujerías, hechizos y
conjuros, sofocan, extinguen y hacen perecer la fecundidad de las mujeres, la propagación
de los animales, la mies de la tierra.”
Este factor, en conjunto con la crisis del modelo económico feudalista, supuso a su vez el fin
de la edad media con la caída del imperio bizantino.
Se abre una nueva etapa con el descubrimiento americano (aún amparada por los grupos
católicos). No obstante, en el siglo XVI comienza un nuevo cambio de paradigma, en donde
se reemplaza el teocentrismo por el antropocentrismo. Comienza una explosión a nivel
artístico, cultural, y podemos hablar por fin de una idea separada de los canones establecidos
por la Iglesia Católica. Pero, ¿qué hay con el Estado?
En materia religiosa, la iglesia católica sufre un gran cisma: Martín Lutero se separa de la
Iglesia y lleva a cabo la Reforma Protestante.
En fin, es un gran conflicto en todo nivel. En medio de este caos surgen ciertos filósofos
quienes progresivamente irían cambiando la percepción de mundo que se tenía.
El siglo XVII es vital: La era de la razón irrumpe con las exposiciones de grandes filósofos
quienes critican duramente la forma de gobierno, la biopolítica (entendida como la forma de
control sobre la vida de los seres humanos a través de las regulaciones), la religión, y otorgan
soluciones en base a la ciencia y la razón.
Foucault pone de manifiesto el ejemplo francés de los siglos XVII y XVIII, en donde se veía
totalmente limitado el ejercicio de ciertas libertades que hoy se encuentran consagradas en el
art. 19 de la Constitución Política de la República, en relación a la forma de gobierno
adoptada en el siglo XVIII en Francia.
Por mientras existe una constante, sistemática y conocida intención de limitar las facultades
de un Estado que poseía un poder eminentemente coercitivo, de restricción de acciones, este
Estado busca ampliar sus facultades aún más.
Es por esto que, de acuerdo a lo señalado por Foucault, la teoría del Derecho y las
instituciones jurídicas limitarán el poder real. El estado absoluto dejará de tener razón de ser,
y así se gestará la Revolución Francesa, que es el punto cúlmine de las ideas planteadas en el
Siglo de las Luces. El Derecho podrá hacerse cargo de las libertades (a través de la redacción
de una Constitución, en donde se indiquen los derechos a proteger por el Estado) y a su vez
pondrá un efectivo límite en las facultades estatales.
En las dos últimas interrogantes, podemos decir que efectivamente sí, se nos regula en base
a un biopoder que constituye a su vez la biopolítica chilena. Se nos enseña la celebración de
ciertas festividades impuestas por el gobierno (fiestas patrias como un buen ejemplo), se nos
fijan ciertos horarios de trabajo y estudio que efectivamente convierte a la población en un
medio de explotación, a la universidad como una fábrica de profesionales destinados a
reemplazar engranajes viejos inservibles en la gran máquina que se llama Estado.