Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Será realmente a partir del siglo XVI, con la introducción de nuevas influencias
comerciales, económicas y políticas externas, cuando observamos influencias de
occidente sobre el desarrollo urbano de las ciudades rusas. En la fundación de nuevas
ciudades, el impulso de la colonización interna de Siberia, la construcción de recintos
amurallados en mampostería (sustituyendo a los de tierra) y el gran desarrollo de la
capital en este período, es posible observar reminiscencias claramente originarias de la
Europa Occidental, como más tarde veremos.
La aceleración de los contactos con occidente a fines del siglo XVI llevará a los
soberanos a actualizar sus instrumentos urbanísticos, con una visión más moderna sobre
la función del estado y a modificar las estructuras de las ciudades con la finalidad de
adaptarlas a las pretensiones de los estados enemigos, especialmente Suecia. Sin
embargo, estas sucesivas modificaciones conllevan una crisis en las estructuras
tradicionales rusas, sobre todo en el campo, asistiendo de esta forma a la ruptura entre la
historia antigua y moderna de Rusia, con la consolidación del Estado Absoluto en
detrimento de la feudalidad marcada por la sociedad de los boyardos.
Una figura de especial significado en este período será el zar Iván el Terrible
(1530-1584), cuyo reinado se caracterizará por el expansionismo militar (es en esta
época cuando se abre la posibilidad de salida al mar Negro y la conquista del reino de
Siberia en 1582), introduciendo cambios ostensibles en la estructura de Moscú. La
capital había seguido su desarrollo durante la primera mitad de siglo, con la ampliación
de las obras del Kremlin, circundadas por un terraplén y un foso con agua, y con la
construcción de un primer recinto amurallado, denominado Kitaigorod. Este recinto
amurallado supondrá el inicio de la fase de crecimiento de la ciudad, favorecido más
tarde por la política del zar Iván. Durante este período, algunos pequeños centros caían
bajo la protección de Moscú. Tal es el caso de Vologda, convertido en centro de interés
y protección por parte de Iván. Esta población, que durante cuatro siglos (entre 1100 y
1500), había crecido únicamente con edificios de madera, inició un proceso de
transformación limitado sólo a los edificios principales, a base de construcciones en
piedra, convirtiéndose más tarde en el modelo al que referirse para la edificación de los
nuevos edificios urbanos y monumentales de Moscú. Así, el Monasterio de Priluki, la
muralla fortificada, el centro de la ciudad, rico en edificios monumentales y edificios
auxiliares, formando un coherente conjunto arquitectónico y el Kremlin de Vologda,
alrededor del cual, cercano al río, se habían dispuesto monumentos en franca
coexistencia con la vegetación y las viviendas particulares, siendo un ejemplo a imitar
cuando se tome en serio la planificación urbanística y la construcción de nuevos edificios
en Moscú.
El período constante de guerras en esta época, las numerosas obras públicas que
atraen mano de obra a la ciudad, la institución del servicio militar obligatorio, el
poblamiento de las nuevas tierras conquistadas y la supresión de las antiguas estructuras
territoriales feudales, provocan una catástrofe agrícola, con un masivo abandono de las
tierras por parte de los campesinos, lo que obligará al zar Iván a tomar una serie de
medidas, entre las que se encontraban la prohibición a los campesinos a cambiar de tierra
y de patrón. Estos acontecimientos abren el camino a un nuevo equilibrio sobre la base
del estado absoluto, con el predominio de una nueva capital, Moscú, cuyas renovadas
estructuras están en disposición de administrar los nuevos territorios.
Por estas fechas, Moscú todavía es una pequeña capital de 80.000 habitantes,
dotada de un pequeño núcleo fortificado y una gran área periférica con construcciones de
madera. En 1547, un gran incendio destruye la ciudad, dando lugar al inicio de una
reestructuración, que se dirigirá exclusivamente hacia los núcleos monumentales. Es en
estos momentos cuando podemos referirnos al desarrollo del urbanismo en la capital.
De esta manera se levantó entre 1555 y 1561, fuera de la puerta del Kremlin, la
catedral de San Basilio, símbolo del reinado de Iván. En los siguientes años se
construirán en el interior del Kremlin el Palacio de las Embajadas (1565), y en el exterior,
el Palacio de la Imprenta (Petchatny Dvor).
Durante el reinado del zar Alexis se reconstruye el burgo de los tudescos, que
había quedado completamente destruido con las invasiones suecas. El nuevo núcleo
estará ubicado al norte de Moscú. La ordenación es de calles regulares y rectas con
influencia urbanística occidental, poblándose de casas con jardines. La atracción que este
nuevo centro de población produce es muy grande, no sólo por parte de los extranjeros,
sino también a los nativos, atraídos por el modo de vida de los primeros, de costumbres
más libres respecto a los rígido hábitos locales, así como de la posibilidad de asimilar
todas las novedades de la moda y las nuevos avances tecnológicos provenientes del
extranjero. La Nueva Nemetskaia aparece pues como una verdadera ciudad, con una
gran cantidad de iglesias y un aspecto eminentemente europeo.
Entre 1680 y 1683, años caracterizados por la difícil lucha por la sucesión,
anteriores a la toma de poder de Pedro el Grande, se construyen en Moscú otros
edificios civiles: el hospital y el conjunto de los Prikazes, o palacios administrativos.
En este período, la verdadera escuela de Pedro el Grande será el burgo de los
tudescos, dónde técnicos holandeses inician al futuro zar en la cultura occidental,
constituyendo una fuente importantísima de inspiración cultural y política que más tarde
contrapondrá a la vieja tradición del palacio y de la sociedad de los boyardos. En sus
viajes a Occidente, Pedro el Grande entablará contactos con los astilleros holandeses y
aprenderá al detalle aspectos de la tecnología europea, en cuya ignorancia él atribuye uno
de los motivos principales de la dependencia y el subdesarrollo de las poblaciones rusas.
La ciudad, por lo demás, permanecía al final de su reinado aún sin definir, por lo
que a su estructura respecta. Se habían esclarecido algunas premisas arquitectónicas,
para la determinación de las relaciones visuales y funcionales entre diversas zonas, pero
estas no llegaban a tener más que un mero carácter episódico y se resistían a identificarse
en un proyecto totalitario de conjunto.
En 1717 se realizó otro proyecto, esta vez por parte de Mattarnowy donde, al
igual que en el mencionado anteriormente, la isla Vasily era considerada como un
elemento autónomo, con escasos contactos con el resto de la ciudad, circundada por una
serie de fortificaciones, y cuya superficie estaba rodeada por una red de canales
elaborados de tal manera que formaban parcelas regulares.
De hecho, este sector de ciudad continúa separado del centro ideal de la ciudad,
allí donde ha sido concebido por los primeros planificadores y lejos del centro
geométrico de las primeras intervenciones arquitectónicas, coincidente con el espejo de
agua fronterizo con la Strelka y que al sur halla la barrera del Almirantazgo y del Palacio
de Invierno.
La ciudad sobre la que debe actuar la Comisión es la que nos presentan las
planimetrías de Majaev en 1753. Petersburgo aparece dividida en tres partes diferentes
separadas por los ramales del Neva. De estas, únicamente el barrio del Almirantazgo
presenta una idea definida desde el punto de vista formal, en función, sobre todo, del
tridente. En la isla Vasily, por el contrario, los polígonos rectangulares, herencia de la
época de Pedro, no muestran nuevos núcleos urbanos de gran importancia.
La función de capital desempeñada por la ciudad requiere, por otra parte, que se
exalte siempre el palacio imperial y el tramo del río al que mira la fachada, por lo que el
Almirantazgo puede constituír el nexo de unión entre las nuevas proyecciones y el
tridente.
La Kitai Gorod se junta por oriente al área del Kremlin y es definida a su vez por
una muralla. Era el sector urbano comercial por excelencia y, más tarde, el
administrativo. En ella estaban tradicionalmente la Bolsa, el Gvostiny Dvor o centro
comercial, los bancos, y las principales sedes de representación. Tras la Revolución, se
instalaron en ella casi todos los comisariados del pueblo, los grandes trusts y las centrales
administrativas. Esta zona de Moscú es la que ha estado sometida a las mayores
demoliciones, por lo que resulta difícil reconstruir su aspecto primitivo.
Dentro del trazado concéntrico formado por las antiguas murallas, la Bely Gorod,
adosada al Kremlin, se constituye como sector residencial aristocrático y burgués de la
ciudad. Esta zona se encuentra vinculada al corazón urbano del Kremlin y a la Kitai
Gorod por una serie de calles radiales que la atraviesan, prolongándose hasta el límite de
la zona urbana más exterior. Representaban las zonas de mayor animación y vitalidad y
en ellas se elevaban (y aún todavía) gran cantidad de edificios públicos, institutos,
centros universitarios, museos, etc. La iglesia del Redentor (proyectada en formas
antiguas rusas y realizada entre 1837 y 1883), se localizaba en el barrio, siendo demolida
en 1931 para la construcción del Palacio de los Soviets.
A fines del siglo XV, con Iván III, y después de dos siglos de lucha para obtener
la unificación de Rusia y la formación del más grande Estado centralizado de Europa es
cuando se realiza en intento más importante del renacimiento ruso, mediante la llamada
de los artistas y técnicos italianos y rusos. El Kremlin se somete a una reconstrucción
total, en pro de afirmar la absoluta primacía del presente ante el pasado histórico del
imperio.
Con la llegada del período barroco, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, el
diálogo entre el Kremlin y el resto de la ciudad se hace todavía más complejo,
apareciendo las imágenes del pasado, inspiradas en la antigua arquitectura popular y de
madera que ahora se intentará traducir es estructuras de mampostería. Se recupera el
decorativismo del folklore, el arte jovial y expresivo y a partir de los siglos XVI y XVII
Moscú podrá considerarse una ciudad fundamentalmente barroca, en complementariedad
con la arquitectura puramente nacional.
Los precedentes al éxito alcanzado por el estilo barroco en Moscú hay que
buscarlos en dos ejemplos que se ejecutan en el siglo XVI. La Iglesia de la Ascensión en
Kolomenskoie (1532), evocando las antiguas formas piramidales de las construcciones
de madera del norte de Rusia, y la Catedral de San Basilio de Moscú, a extramuros del
Kremlin (1554-1560), como nexo de unión entre el recinto amurallado y el resto de la
urbe, considerado como el precedente por excelencia del barroco ruso.
La situación en otras ciudades durante el siglo XVIII
La política de Catalina respecto de las ciudades, en su conjunto, se ve frenada por
una serie de factores. La zarina se da cuenta de las ventajas que ofrece una moderada
descentralización administrativa a fin de conseguir una renovación urbana, pero duda en
ponerla en práctica ante el temor de originar diversos centros de poder. En 1785 se
promulgan normas que reforman el gobierno de las ciudades, pero su incidencia real es
bien escasa por la escasa autonomía concedida a los entes locales.
Por otro lado, en las poblaciones menores se observa una mayor variedad de
tipos de asentamiento, tal y como se testimonia en Odoievo (1779), población dispuesta
en forma de abanico; Semionov (1781) y Bogorodsk (1784), de forma cuadrangular, o
Lyoubim (1788), que recuerda los trazados de Palmanova y Granmichele. Sin embargo,
los resultados no siempre corresponden adecuadamente a las intenciones primarias, tal y
como ocurre en el caso de Ekaterinoslav, cuya construcción se decide en 1784 conforme
a un proyecto que prevé una enorme extensión de la ciudad, con un frente sobre el
Dnieper de 25 kilómetros y una superficie afectada de 300 kilómetros cuadrados. El
grandioso plan que comprende la realización de parques públicos, estanques y un gran
número de fábricas, además de un centro equipado con mercado, bolsa, teatro, escuela
de música, universidad y una catedral que tiene por modelo a la basílica de San Pedro de
Roma, tan sólo llega a realizarse en una mínima parte.
Hacia mediados del XIX la geografía industrial de Rusia sigue siendo la que se
delineó a partir de Pedro el Grande, con las típicas ciudades fluviales en los bosques de
los Urales, fundadas en el siglo XVIII por industriales del hierro y por el mismo Estado.
En las provincias centrales, se han desarrollado las industrias textiles, existiendo también
manufacturas metalúrgicas y textiles en las provincias del Norte, en San Petersburgo y
Narva. A partir de 1840 se desarrolla la industria del algodón en Moscú, Vladimir y San
Petersburgo, comenzando ya a emplearse mano de obra asalariada.
En los años 60, el impulso dado a las industrias siderúrgicas no será bastante para
el desarrollo de la industrialización, a lo que debe sumarse la escasa y poco cualificada de
mano de obra. Habrá que esperar a la década de los noventa para que se inicie un
despegue real, en el que influyen decisivamente los capitales y técnicos extranjeros. Se
explotan los yacimientos carboníferos de la cuenca del Donets y se crean en Bakú las
primeras empresas petrolíferas. En estos años van tomando forma áreas bien definidas de
producción industrial, en torno a Moscú, San Petersburgo, en Polonia, en los Urales, en
Bakú, en las provincias sudoccidentales y en la región transcaucásica. Este desarrollo
inicial se encuentra con una grave traba, la depresión de 1900, lo que pone de manifiesto
la rigidez del mercado y el gran retraso de la sociedad zarista.
Por lo que respecta a las comunicaciones, la primera línea férrea que se crea en
Rusia es para uso privado de la Corte de San Petersburgo, enlazando la capital con
Tsárskoie Seló. En los años cincuenta se inicia el desarrollo de la red nacional, por obra
de una compañía en la que se asocian el Estado y capitales franceses, holandeses e
ingleses con el fin de comunicar los centros de producción de cereales con los mercados
y puertos. De esta forma, entre 1861 y 1880 la red pasa de 1.600 a más de 20.000
kilómetros. En 1891 se inicia la construcción del Transiberiano, para establecer y
consolidar el poder del gobierno central sobre la provincia de Vladivostok en peligro de
infiltraciones chinas, y en el que se depositan grandes esperanzas en relación con la
colonización de los territorios del Este. La línea, de 6.000 kilómetros de longitud, cuya
construcción se financia con capital francés, se va realizando con graves dificultades,
terminándose en 1903. Aunque favorece el movimiento hacia las regiones del Este, no
provoca los efectos esperados.
Al oeste de la Tverskaia (la actual calle Gorki), los barrios son habitados
mayoritariamente por obreros. Hacia el noroeste, el Skolnichesky Raion, en su parte más
periférica se ubican las tres estaciones más representativas, la actual Oktiabrsky Voksal,
Yaroslavsky, Kazansky, y con el nuevo y espacioso parque de Sokolniki. Hacia el sur y
suroeste se extienden otros barrios, caracterizados por una construcción de tipo obrero,
mientras que hacia el sudoeste, en la ribera derecha del Moscova, las construcciones
dejan lugar a las leves alturas boscosas de los Montes de los Pájaros, que han sido desde
siempre el mirador natural de la ciudad.
En la segunda mitad del siglo XIX, el distrito propio para los negocios se sitúa
definitivamente en la Gorod o la City y Tver, Miasniki, Arbat, Prechistenka, Sretenka y
Iauza se definen como zonas residenciales de lujo. La proximidad entre los centros de
lujo, mercantiles, burocráticos y económicos de las zonas despobladas y al aire libre
aumentan las diferencias ofreciendo una doble imagen de la ciudad, entre sofisticada
metrópolis y ciudad vieja.
A finales del siglo XIX son aún claramente legibles las cinco zonas del desarrollo
urbano de Moscú, que en gran parte abarca todavía la ribera izquierda del Moscova.
Desde el sudoeste y el sudeste, los espacios libres del territorio natural se insertan a lo
largo del río, hasta tocar el núcleo del Kremlin. Sin embargo, sobre estos primeros
estratos se superpone la nueva realidad de una expansión que tiende a irradiar en
distintas direcciones, siguiendo los trazados de las líneas ferroviarias, ahora ya
completadas. El desarrollo tiende luego a acentuarse hacia la parte nordeste, más allá de
la denominada zona ferroviaria por la presencia en aquel sector de la mayor
concentración demográfica del territorio.
A principios del siglo XX Moscú será una gran ciudad de más de un millón de
habitantes, siendo una de las ciudades más pobladas en el mundo, y con el mayor
desarrollo poblacional hasta la primera guerra mundial. Durante el período 1900-1914, la
ciudad crece a un ritmo del 4% por año. Es una ciudad con una gran cantidad de
inmigrantes, (al menos tres cuartas partes de la población). La economía de la ciudad se
diversifica entre los inmigrantes y la población nativa. Los inmigrantes llegaban a una
media entre 100.000 y 150.000 por año, tal y como lo demuestra el censo de la
población de 1882 y 1902. A esta población le tocó cargar con los trabajos más penosos
y duros, viviendo en condiciones infrahumanas. Será en estos años cuando las
autoridades locales lleven a cabo las obras de asfaltado y ordenación de las calles, del
alumbrado público, del alcantarillado y de canalización del Neglinka. Este lento proceso
de modernización y crecimiento viene acompañado por el nacimiento de nuevos barrios
obreros y burgueses.
Las primeras construcciones que aparecen con el inicio del siglo son espacios
para las paradas militares y complejos urbanos destinados a hospedar distintas
instituciones públicas. La zona del Almirantazgo y la adyacente al Palacio de Invierno
son afectadas por las operaciones más importantes.
Quarenghi, que había iniciado su actividad profesional en Rusia con Catalina II,
sigue construyendo también durante los reinados de Pablo I y de Alejandro I (Instituto
de Damas Nobles de Smolni, picadero de la Guardia Montada, hospitales de Liteini y de
Pavlovsk, palacio de Alejandro en Tsárskoie-Seló, arco de triunfo para conmemorar el
retorno de Alejandro tras su victoria sobre Napoleón); sin embargo, es la presencia de un
arquitecto italiano crecido en el ambiente ruso, Carlos Rossi (Karl Ivánovich Rossi), la
que determina un verdadero giro de la situación. Con la victoria sobre Napoleón, parece
que lo que impera es el papel hegemónico de la potencia militar rusa, propugnado por
Alejandro I, de ahí la existencia de un estilo referido no tanto a la arquitectura como al
propio espacio urbano, que puede cobrar importancia gracias a la excepcionalidad
dimensional de la nueva escala de intervención. Así, la atracción de la antigua Roma,
ideología imperial, encuentra en Rossi un gran intérprete, intentando, con sus obras, la
recuperación de los esplendores arquitectónicos vividos en tiempos de Agripa, Adriano y
Caracalla.
Rossi trabaja activamente en el gran complejo del Estado Mayor, desde 1819 a
1827, gran hemiciclo que se levanta frente al Palacio de Invierno de Rastrelli. Rossi ha de
afrontar aquí, llevando a cabo una hábil intervención de reestructuración, la ordenación
de un aspecto del centro áulico de la ciudad, que hasta ese momento todavía no había
sido resuelto: unifica la fachada irregular que da frente al Palacio de Invierno,
aprovechando el ángulo ligeramente agudo formado por la línea de las construcciones
existentes; éstas quedan enlazadas en un conjunto armónico mediante una exedra
monumental, en eje con el palacio, interrumpida en el centro por un arco triunfal, bajo el
cual se abre un pasaje abovedado que sirve para resolver funcional y escenográficamente
el problema del acceso a la plaza de la Gran Morkaia. Con este dispostivo se viene a
unificar el frente de dos manzanas, constituyendo un paramento continuo de doble
longitud que la fachada del Palacio de Invierno. El orden gigante que une el segundo y el
tercer piso encuadra al arco central y se repite después en las dos fachadas rectilíneas del
palacio del Estado Mayor, con efectos de claroscuro y de diseño capaces de
individualizar ejes visuales y centros de referencia, sin interrumpir la continuidad de los
planos, modulados repetitivamente en enormes dimensiones.
El conjunto de las Cinco Plazas constituye sin duda la red estructural sobre la que
se basa el sistema central. El nuevo Almirantazgo representa la charnela de éste, y en su
entorno se perfeccionan y adecúan los trabajos relativos a los dos "Conjuntos", el de la
Dvortsovaia (confiado a Rossi), y el de la Catedral de San Isaac (confiado a
Montferrand).
Esto tiene lugar cuando la Comisión para los trabajos en albañilería se dedica a
los grandes trabajos de sistematización de los ríos y los canales, que inciden de manera
notable sobre el trazado y la entera fisonomía de la ciudad. Al igual que se hizo sobre el
Neva, también para el Fontanka se realizan diques y rampas descendientes hasta el agua,
en granito. A lo largo del río se construyen, alrededor de los años ochenta, siete puentes
iguales y dotados de pequeñas torres en las extremidades. El puente de madera de Kazán
es sutituído por un puente construído en granito con una estructura en forma de bóveda,
al mismo tiempo que se crea un canal de unión entre el Moika y el Fontanka.
Entre finales de siglo y la primera década del s. XIX también las riberas del
Moika se ven revestidas de granito y se construye el primer puente metálico, con una
estructura de cajas de hierro fundido, unidas por tuercas y colocadas en forma de
bóveda.
De esta forma, empieza a definirse un tercer trazado que, para quién llegue del
exterior de la ciudad, asume, mediante sus construcciones decimonónicas, regulares y
exentas de elementos de relieve, una función introductiva en sordina, en preparación a la
zona central, más fuertemente caracterizada.
En esta última tiene gran importancia la distribución de la tierra y los arbolados.
Alrededor de 1780, entre los puentes Anichkov y de la Policía, fueron abatidos los
árboles que allí existían y, en su lugar, fue creado un boulevard con abedules y tilos. En
1819, ese boulevard es eliminado a su vez. Se construyen las aceras amparadas por dos
hileras de árboles trasplantados y, en lugar del boulevard, se crea por último un vial para
el tráfico de las carrozas, que obtiene un gran éxito y se convierte en el símbolo de la
capital renovada.
Los motivos más adecuados para calificar el porqué las instituciones civiles
habían tenido tanta importancia en la ordenación del espacio urbano, sugieren una
solución compleja y articulada a gran escala. En este sentido, Rossi concibe para el teatro
un conjunto que comprende dos Plazas -Teatrainaia, cuadrada y asomada a la Nevsky-,
y la Chernischev, -semicircular y tangente al Fontanka- unidas por un corto eje viario,
cuya unidad estilística viene dada mediante la fuga perspectiva de una elevada columnata
adosada a las quintas laterales de los edificios, y que resalta, sobre el fondo, el volumen
del verdadero edificio teatral. El Teatro Alexandriski surge retranqueado respecto a la
Perspectiva Nevsky en el eje formado por una calle menor, la Calle del Teatro, que
apunta hacia el nudo de la Calle Chernisev. Se separa de la Perspectiva por una
plazoleta-jardín que se interpone entre el parque Anickov y la Biblioteca Pública, obra de
Sokolov, y para la que Rossi proyectará una nueva fachada. La calle del Teatro recibe el
tratamiento de complejo unitario, en una fuga perspectiva de columnas que se desarrolla
a ambos lados de la calle, en el consabido orden de origen palladiano. Vista por el lado
contrario, la calle del Teatro aparece cerrada al fondo por la fachada posterior del teatro;
por su otro extremo se abre a la plaza Chernisev, con su forma en semicírculo dirigido
hacia el paseo de la Fontanka, para recoger un tridente de calles. La arteria central del
tridente penetra en la plaza mediante la habitual solución del arco triunfal de enlace entre
los edificios (aquí, en una versión de triple arcada, de las que dos se corresponden con la
plaza y la tercera sirve de acceso al Palacio de los Ministerios. El proyecto es de tal
magnitud que, desde su concepción (1816) hasta la definitiva realización, pasarán doce
años.
En los años de posguerra, la Avenida fue urbanizada, se suprimieron las vías del
tranvía, se construyeron pasos subterráneos, estaciones de metro y, enfrente del Gostini
Dvor y en las calles adyacentes a la avenida, se plantaron tilos.
Entre las otras ciudades del Imperio, además de San Petersburgo y Moscú, deben
recordarse las capitales de los territorios de Polonia y Finlandia.
KIEV
Desde las primeras épocas en la historia de Rusia, y especialmente desde la
cristianización, la ciudadela de Kiev ha tenido una importancia relevante en el desarrollo
de los acontecimientos históricos de Rusia. El príncipe de Kiev tenía bajo su mando las
tribus eslavas del este y controlaba el territorio, llegando a alcanzar a mediados del siglo
XI unos límites que se extendían desde el Báltico hasta el Mar Negro, con más de 30.000
habitantes, convirtiéndose Kiev en una de las ciudades más grandes del mundo en aquel
momento. En el siglo XIX y en época del emperador Alejando II (1818-1881), Kiev era
considerada como la Jerusalén de los territorios rusos.
Kiev se expansiona tras la anexión a Rusia, llegando al litoral del Mar Negro
opuesto a Odessa en 1794. Por otra parte, las relaciones con occidente se desarrollan
tempranamente, (la introducción de las nuevas corrientes occidentalistas penetran en
Kiev de la mano de los monasterios durante los siglos XVII y XVIII), a lo que hay que
añadir las relaciones comerciales del comercio del azúcar.
El barrio de Stari Kiev, se localiza, al igual que el primero, sobre una colina, pero
algo más alejado del Dnieper. El lugar de la iglesia de Santa Sofía y las ruinas de la Gran
Puerta constituían la zona más popular de la antigua Kiev. Rápidamente, durante el siglo
XIX, el desarrollo del comercio y la llegada de residentes al barrio, le proporcionan una
mayor vitalidad. La universidad de San Vladimir se funda en el distrito en 1834. Muchos
de los comercios y hombres de negocios más conocidos del momento, se concentran en
el barrio, en la que destaca la Calle Sviatoslavskaia.
A principios del siglo XIX Kiev crecía de forma progresiva, con una población,
entre habitantes y soldados, que alcanzó en 1874 la cantidad de 127.251 habitantes. En
1897 dicha cantidad a ascendió a 247.723 y en 1891, 626.313 habitantes. Los espacios
abiertos entre los históricos distritos de Kiev se completan en este período. El distrito del
Palacio de Dvortsovaia, llamado también Lipki, se desarrolló entre las zonas de Pechersk
y Stari Kiev, evidenciándose por primera vez las rentas de alquiler de viviendas.
La economía de Kiev
La agricultura, armamento y varios productos de consumo han sido las fuentes de
riqueza tradicionales de la ciudad. En 1764, era la metrópoli con el mayor Arsenal del
Estado. En 1914, la industria de la alimentación, bienes de consumo y servicios
dominaba la economía de la ciudad. Nuevas industrias se desarrollan durante este
período, especialmente de maquinaria, metalurgia, maquinaria de construcción, aunque la
más importante era la industria azucarera, respaldada por la agricultura.
En resumen puede decirse que Kiev creció muy lentamente hasta el período de las
grandes reformas, su población fluctuaba constantemente, debido a la presencia de
tropas, peregrinos, a lo que hay que añadir, las constantes epidemias de cólera y peste
que mermaban a menudo a la población. A fines del siglo XVII y durante el siglo XIX, la
situación cambia, convirtiéndose la ciudad en una de las más activas, comercial y
económicamente hablando, sin presentar una fisonomía típicamente industrial, al carecer
de grandes fábricas que propiciaran esta situación. La clase trabajadora de Kiev vivía
gracias a la existencia de pequeñas fábricas, comercios o de la construcción del
ferrocarril, propiciando la extensión de la urbe, como ya se ha visto, a lo largo de las vías
de comunicación abiertas gracias a este medio de transporte, lo que provoca la aparición
de nuevos barrios y la unión de las primeras zonas de desarrollo de la ciudad, separadas
por accidentes naturales. El barrio mejor tratado de la ciudad, sin duda, lo constituirá
Kreshchatik, zona que se origina para albergar a la clase trabajadora, y acaba siendo el
núcleo principal de la ciudad en el que se concentran las mayores comodidades
(iluminación eléctrica, agua potable, bancos, zonas comerciales, etc.), perdiendo
definitivamente, al igual que otras ciudades de Rusia, su carácter eminentemente rural
para pasar a ser una ciudad con todas las características que son afines a este tipo de
emplazamientos.
ODESSA
Ninguna ciudad puede ilustrar de mejor manera el proceso de modernización,
especialmente desarrollado a finales del siglo XIX y principios del XX que este puerto en
el Mar Negro. Ciudad joven, fundada en 1794, Odessa experimenta uno de los
crecimientos más significativos de todas las ciudades del Imperio Ruso, despuntando
durante décadas como uno de los centros comerciales más importantes del sur y una de
las ciudades líderes del Imperio. En 1860 era una de las cuatro ciudades más pobladas
después de San Petersburgo, Moscú y Varsovia, el segundo puerto más activo, tras el de
San Petersburgo, la principal rival de Kiev como centro cultural y, sin ninguna duda, una
de las ciudades mejor planeadas, urbanísticamente hablando de todo el imperio.
La ciudad contaba con una población bastante elevada (de las 2.349 personas
inscritas en su censo en los primeros años de existencia de la urbe, a 96.444 en 1852 ó
403.815 en 1897). Una pequeña porción de esta población estaba compuesta por la clase
noble, el clero, ciudadanos honorarios y militares, no llegando a alcanzar el 13% del total
de la población a mediados del siglo XVIII, disminuyendo dicho porcentaje a medida que
el siglo avanza. A pesar ser considerada una ciudad comercial por excelencia, sólo unos
pocos individuos controlaban sector comercial. La gran mayoría de la población se
situaba en los estratos sociales más bajos, estando empleados en el servicio doméstico,
tabernas, hospederías, construcción, o industrias de manipulación de alimentos,
denotándose un alto índice de prostitución. Otro pequeño porcentaje (aproximadamente
el 24,1%) lo componían las clases burguesas, formadas sobre todo por profesionales
liberales, comercio y propietarios. Hablando en términos económicos, y a pesar de la
pobreza que envolvía a las capas sociales más bajas, constituían los pilares de la
economía de la ciudad.
Al ser Odessa una ciudad joven, la planificación urbana de la misma pudo hacerse
sin ninguna dificultad, siguiendo las pautas propias de la época. Con el zar Alejandro I,
que se tomó como algo personal la planificación de la ciudad, así como la construcción
de edificios que la embellecieran, durante el primer cuarto del siglo XIX, se la proveyó
de los materiales necesarios, mano de obra y fondos para convertirla en el mayor centro
comercial, con más de 30.000 habitantes, y con cualquier tipo de comodidad y servicios
que cualquier ciudad preindustrial del imperio. El corazón de la población estaba
formado por dos plazas, situadas a 45 grados una frente a la otra. La mayoría de edificios
se construirán, a falta de madera en la zona, con ladrillo, extraído de canteras situadas en
las cercanías. En 1814, algo más de 2.600 hogares se habían edificado, estos se
localizaban en las áreas externas al centro, donde un par de almacenes avituallaban de
efectos a la población. En el distrito central existían varios almacenes de lujo, separados
por jardines o alamedas, y centros comerciales que en sus plantas principales contenían
comercios. En el propio centro se ubicaba el teatro, el ayuntamiento y el barrio más
lujoso de la villa, Bul´varniyi.
Además, en este período, se inician las obras de modernización del puerto y los
servicios públicos empiezan a extenderse hacia los barrios periféricos. Así, en el puerto,
los antiguos muelles se modernizaron y se construyeron dos más; se ejecutaron las obras
de la canalización de agua potable, en 1870, conectando 73 tuberías de plomo en toda la
ciudad con el río Dniester, la iluminación eléctrica llegó hasta los barrios más alejados,
las líneas férreas se extendieron paralelas a la costa. La zona central, los barrios
adyacentes y muchas áreas del extrarradio de la ciudad se pavimentaron con bloques de
granito, instalándose aceras para peatones y los transportes municipales se desarrollaron
con la introducción del tranvía eléctrico.
VARSOVIA
Aunque en la actualidad Varsovia no pertenece a Rusia, cabe hacer una pequeña
mención, por la importancia que tuvo durante los años en los que formó parte del
imperio ruso.
Varsovia, Varshava para los rusos, era la tercera ciudad del Imperio Ruso en el
siglo XIX y primeros años del XX, al mismo nivel que Moscú o San Petersburgo. Sin
embargo, Varsovia no puede considerarse como una ciudad rusa por excelencia. Rusia se
había hecho con su control y el de la región circundante tras la desastrosa campaña de
Napoleón contra Rusia en 1812, por lo que la fisonomía de la ciudad se encontraba
bastante definida por aquel tiempo. Se convirtió en la principal ciudad del imperio ruso
en representación de las provincias polacas, conocida también la zona como el reino
polaco, el congreso polaco y la región del Vístula.
Varsovia, sin duda, era una ciudad de contrastes evidentes. Sus barrios se
diferenciaban ostensiblemente, dependiendo de su carácter socioeconómico y de las
etnias que los habitaban. De esta manera pueden distinguirse: el centro de la ciudad,
zona acomodada; la ribera del río, en la que habitaban clases sociales bajas; el noroeste,
poblada por la comunidad judía; el overwhelmingly, en el oeste junto al Vístula y, por
último, Praga, en el banco oriental del río.
El centro discurría a lo largo de una serie de calles que corrían de forma paralela
al río: Krakowskie Przedmiescie, la cual desembocaba en dirección sur a Nowy Swiat; y
la Avenida Ujazdowski, hacia el sur de la urbe. Krakowskie Przedmiescie marcó los
límites hacia el norte siendo la arteria más frecuentada e importante de Varsovia, en la
cual se concentraron instituciones públicas y educativas, los hogares de la clase adinerada
y las mayores iglesias (Iglesia de la Visitación o la de Santa Cruz).
Por su parte, Praga, en el este de la vía fluvial, llevó en muchos sentidos, una vida
separada de la ciudad. Era una zona tranquila, lo que atraería la atención de los
residentes que vivían hacinados en la parte este de la metrópoli. Hasta la segunda mitad
del siglo XIX, Praga era un pequeño núcleo en la campiña con comercio agrícola y
ganadero. A partir de este período, la población de Praga creció más rápidamente que
cualquiera de las otras partes de la ciudad. Así, en 1882 pasó de 16.000 hasta 100.000 en
el período previo a la Primera Guerra Mundial. En este lapso de tiempo, los mercados de
ganado, que antaño habían estado en el centro de la ciudad (lo que pasó a ser la Calle
Targowa), se han trasladado a las afueras del barrio y se han edificado nuevas zonas, a la
vez que se introdujeron algunas mejoras como albergues, pavimentación de las calles y
trabajos públicos.
Sin embargo, los factores más determinantes para el desarrollo de Praga fueron la
construcción del ferrocarril y la edificación de los primeros puentes permanentes de
Varsovia sobre el Vístula en 1860 y 1870. Praga se convirtió entonces en el nexo de
unión entre la Varsovia industrial y los mercados exteriores, especialmente el imperio
ruso.
RIGA
El enclave báltico de Riga se ha considerado como una de las grandes ciudades
del Imperio Ruso con tintes europeos, aunque, especialmente marcada por sus relaciones
con Alemania. Fundada a finales del siglo XIII por el Obispo Alberto de Buxtehude, sus
orígenes se inician con la construcción de una fortaleza, situada en los límites orientales
de la cristiandad medieval latina, cuya finalidad era la de convertirse en defensora del
catolicismo en la zona del litoral. La mayoría de los habitantes de la Riga medieval eran
colonos procedentes del este, especialmente de Lubeck, Bremen, y otros pueblos
alemanes que se instalaban en el enclave, atraídos por las excelentes perspectivas
comerciales. El río Dvina suponía una excelente vía de transporte para el comercio de
madera, arenque, y pieles.
El siglo XVI trae consigo la Reforma luterana. Con ella llegó el fin de la regla
eclesiástica y el principio de un período de cambios políticos. Hasta 1581 Riga había
tenido entidad política propia. Después, siguió un período de independencia bajo la
dominación polaca y tras ésta, la hegemonía sueca. La incorporación al Imperio ruso no
llegará hasta 1710, cuando se conquistó la ciudad a los suecos por las tropas de Pedro el
Grande.
Por estas fechas, la población de Riga era de unos cien mil habitantes, la quinta
más importante del imperio. En 1867 el censo muestra que el 40% de la población era
alemana, el 1% de origen ruso, el 23,5% letón, y el 1% judío. La comunidad alemana
representó no sólo el grupo más grande, sino también dominante social y políticamente.
Después de siglo y medio, aún con la dominación rusa, la herencia alemana de Riga
permanecía intacta. El idioma que podía escucharse entre la mayoría de sus habitantes
era el alemán, siendo la lengua utilizada para los negocios, finanzas y la vida cultural,
constituyéndose pronto la comunidad de origen alemán como el estrato social más alto,
una especie de patriciado mercantil poseedor del comercio, mansiones, profesiones
liberales, militares y dominador de la política municipal. El resto de la población,
especialmente rusos, judíos y letones, pequeños comerciantes y mercaderes. Según el
censo de 1867, el 74,5% de profesionales y el 78,8% de funcionarios era alemán.
La estructura urbana de la ciudad, que hasta ahora había formado una sola unidad
y las diversas comunidades que la conformaban sufrieron, como consecuencia de los
cambios anteriormente vistos, profundas modificaciones. Los alemanes, a pesar de su
presencia decreciente, defendieron su posición económica y política preponderante. No
obstante, otros grupos hicieron incursiones substanciales. Éste era el caso de los letones,
cuya conciencia de clase se había desarrollado, pasando a formar parte de las clases
medias y altas de la sociedad, mezclándose con la comunidad alemana. Sin embargo, y ya
en vísperas de la I Guerra Mundial, Riga, a ojos de los rusos, todavía seguía siendo una
ciudad sustancialmente alemana.
Por lo demás, los nuevos barrios levantados a las afueras de Moscú y San
Petersburgo adoptan un significado propagandístico. No faltarán en estos años
experiencias y realizaciones de comunas de habitación obreras, como la existente en la
central eléctrica de Kizhelov en 1920, los proyectos de casas colectivas para San
Petersburgo, favorecidas por las nuevas leyes sobre el matrimonio y la familia,
difundiendo entre los jóvenes los modos de vida colectivos. La vanguardia arquitectónica
soviética nace, pues, en el ámbito de aquellas experiencias que han privilegiado la
comunicación inmediata, donde la palabra y la imagen tienden a recuperar todo su valor
material, con un intento de revivir lo antiguo, lo primigenio y lo auténtico.
El productivismo histórico, en el intervalo entre capitalismo tardío y socialismo,
da sus primeros pasos. Para los teóricos de esta corriente, el teatro tendrá un papel
fundamental, tal como se evidencia en las experiencias de Ekster, Popova, Stepanova,
Vesnin y Stenberg, mediante la realización de sus construcciones teatrales, para los
cuales la ciudad representa el ideal y el punto de referencia, el campo al que referir los
desarrollos creativo-constructivos de la revolución cultural. Mientras tanto el
constructivismo (la más vasta corriente que recoge las distintas tendencias de la
vanguardia positiva) reunirá en sus postulados las tendencias del suprematismo y las
experiencias planificadoras de los productivistas. Los constructivistas se consideran
artistas que señalan la muerte del fin en sí mismos, concediendo gran importancia a las
tendencias estéticas.
Con el concurso para el Palacio del Trabajo, en 1923 se cierra la fase del primer
constructivismo y se abre un nuevo período, caracterizado por un acercamiento a los
problemas reales de la producción y un perfeccionamiento cada vez más articulado de los
medios técnico-expresivos. Énfasis revolucionario y ruptura con los estilos del pasado
parecen caracterizar el planteamiento y los resultados de este concurso.
En cualquier caso, y este es un hecho que afecta a todas las corrientes artísticas
del primer cuarto del siglo XX, a la imagen urbana de la ciudad se le atribuye un
significado simbólico y activo desde el punto de vista ideológico. El resultado práctico
de todos estos postulados podemos observarlos en varios ejemplos realizados durante
este período, como la estructura de herradura para Moscú, propuesta por Ladovsky (la
Parábola de Ladovsky), mediante el desarrollo paralelo de los barrios de viviendas, la
función industrial que se les asigna, o el concepto de ciudad verde que todas estas
actuaciones conllevan. Todas las teorías en torno al desarrollo urbano de este período
coinciden en un punto: "la arquitectura deberá corresponder a las nuevas formas de vida
cotidiana, teniendo en cuenta la transformación que está sufriendo y lo que queremos
que sea" 1.
1
Lunacharsky
Ante las duras normativas urbanísticas impuestas por el estado soviético (basadas
en la igualdad y uniformidad de todas las viviendas de nueva construcción), Meyer, en
1931, revaloriza el concepto de arte aplicado a la arquitectura. Estos postulados se
llevarán a la práctica con la reestructuración de las ciudades ya existentes, especialmente
de Moscú.
2
Tsapenko
Este será el momento en qué Moscú asuma de una manera definitiva su auténtico
rostro de ciudad capital, de ciudad símbolo, mediante la complementación de grandes
sistematizaciones arquitectónicas del área central. Los siete rascacielos estalinianos de
Moscú, acabados de construir en la década de los 50, constituirán la imagen más
concreta de un diseño con elementos sugestivos, como es el hecho de asumir un modelo
formal válido para todas las ciudades de la Unión Soviética, aunque Moscú ha sido su
propio campo privilegiado.
REFERENCIAS
Guidoni, Enrico; Marina, Angela, Historia del Urbanismo: el siglo XVII, Instituto
de Estudios de Administración Local, Madrid, 1982.
Hamm, Michael F., The City in late Imperial Russia, Indiana University Press,
Kansas, 1983.
Quilici, Vieri, Ciudad Rusa y Ciudad Soviética, Gustavo Gili Editores, Barcelona,
1978.
Sica, Paolo, Historia del Urbanismo: el siglo XIX (2vols.), Instituto de Estudios de
Administración Local, Madrid, 1981.