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Cómo se desenvuelve la historia

La novela inicia con Guy Montag, un "bombero" de una sociedad futurista en la que él y sus
compañeros de trabajo provocan incendios en lugar de apagarlos. Los libros están prohibidos, se
queman apenas se descubren, y Montag no siente ningún cargo de conciencia con respecto a su
responsabilidad. ¿A quién no le encantaría que le pagaran por prender fuego a diestra y siniestra?

Sin embargo, su vida cambia cuando conoce a Clarisse McClellan, una muchacha bohemia de
diecisiete años que resulta ser vecina suya. Es muy habladora, lo introduce al mundo de la
naturaleza, a las gotas de rocío y a no ser el títere de nadie.

Tras su primer encuentro, Montag regresa a casa y halla a su esposa tendida en la cama con una
sobredosis de pastillas para dormir. Pide ayuda, pero en lugar de doctores vienen plomeros. Le dicen
que ese tipo de incidentes ocurre todo el tiempo, y proceden a hacerle un lavado de estómago. A la
mañana siguiente, su esposa (Mildred) no recuerda nada y está feliz como una perdiz.

Cuando más habla con Clarisse, más descontento se siente Montag con su vida. Empieza a
preguntarse si los libros no son tan malos como se dice e incluso llega a robar uno de una casa que él
quema hasta reducirla a cenizas. Entretanto, Clarisse desaparece (probablemente esté muerta), y su
jefe, el capitán Beatty, empieza a sospechar. Lo sermonea sobre el peligro que representan los libros
y le explica el origen de su profesión. Lejos de sentirse rejuvenecido, Montag se siente más rebelde
que nunca. Se pasa las tarde con su esposa, leyendo un alijo secreto de libros que ha estado
almacenando y llega a la conclusión de que necesita un profesor. Consigue una Biblia e intenta
memorizar algunas partes.

Al final decide pedir ayuda a un antiguo profesor llamado Faber, a quien conoce un día en el parque.
Al principio, Faber es reacio a aceptar su propuesta, pero finalmente accede a trabajar con Montag
en contra de los bomberos. Faber le proporciona un auricular para radio de dos vías y lo manda a la
aventura. Esa misma noche, Montag pierde los estribos y lee en voz alta un poema prohibido a las
amigas de su esposa. No resultó ser una gran idea.

Esa noche, en la estación de bomberos, Beatty provoca a Montag citando pasajes contradictorios de
los mismos libros. Oh-Oh! Él intenta demostrar que la literatura es confusa y problemática. Luego
lleva a Montag donde hay una alarma de incendios: en la casa del propio Montag. La llamada vino de
su esposa, quien huye de la escena antes de que lleguen. Traidora. Montag cumple las órdenes y
prende fuego a su propia casa, luego quema vivo a Beatty junto con el escalofriante Sabueso
Mecánico que enviaron tras él.

Convertido en fugitivo, Montag se dirige a la casa de Faber, desde donde observa su propia
persecución en la televisión. Ambos planean reunirse más tarde en un lugar más seguro, ya que la
ciudad es ahora una zona prohibida para ellos. Montag huye al río que se halla en los límites de la
ciudad, y en su lugar muere un incauto peatón elegido al azar (las autoridades necesitaban un final
feliz para la persecución que estaban transmitiendo por televisión).

Montag alardea en el río y reflexiona sobre la vida por aproximadamente cuatro párrafos antes de
encontrarse con un una serie de individuos en el bosque que resultan ser antiguos profesores,
Deadheads y demás intelectuales. El mandamás, Granger, explica la situación: dado que los libros
están prohibidos, cada uno ha memorizado un texto. Montag quiere colaborar con las partes de la
Biblia que intentó memorizar antes, pero la cabeza todavía le da vueltas.

Luego, la ciudad es bombardeada por un país enemigo. Muere todo el mundo excepto Montag y
estos pobladores del bosque interesados en libros. Deciden reconstruir la sociedad entre todos, y
Montag recuerda un pasaje muy relevante del (Libro del Eclesiastés) sobre un tiempo para sembrar,
un tiempo para cosechar y el árbol de la vida.

¿Ves lo que ocurre si no lees?

Personajes

Guy Montag

La pieza que rompe el molde

Puede que tenga un nombre de lo más común, pero Guy Montag tiene poco de ordinario. Ya nos
parecía que algo fallaba en su mundo, incluso antes de conocer a Clarisse, y sus actos lo demuestran:
no entrega a un renegado (Faber, a quien conoció en el parque recitando poesía), y durante un
tiempo se dedica a guardar libros detrás de la rejilla del ventilador. Es curioso, inteligente y partidario
del libre pensamiento. Todo un estuche de monerías, ¿verdad?

Error.

En su mundo, estos rasgos se consideran ilegales. Montag no puede andar por ahí dándose palmadas
en la espalda por ser un individuo. En su opinión, es un traidor. Aún peor, un bombero traidor, que es
el equivalente a un policía corrupto.

¿Crisis de los 40?

Si lo miras desde la perspectiva de Montag, no es de extrañar que salte de una crisis personal a otra
durante la mayor parte de la novela.

¿Qué tipo de crisis?, te preguntarás. Cuando Montag no es capaz de cargar con la culpa, comienza a
darle vueltas al sentido del yo. Así es, la recurrente crisis de identidad. Todo empieza cuando Clarisse
le pregunta si es feliz. Montag siente que "el cuerpo se le dividía […], y que las dos mitades se
trituraban entre sí". Imagina que su nueva e indómita mitad no es él, sino Clarisse. Cuando habla,
imagina que es ella la que se hace oír a través de su boca.

Más tarde, cuando Faber acaba entrando en la cabeza de Montag mediante el auricular, vuelven a
quedar patentes los problemas de identidad. Montag llega incluso a distanciarse de sus propias
manos, a las que culpa de infringir todas las leyes. Son sus manos las que actúan, no él. Claro, todo
está relacionado con un acusado sentimiento de culpabilidad. Si Montag puede atribuirle sus
acciones a Clarisse, a Faber o a sus despreciables manos, él no es responsable de sus crímenes.
Estamos ante la clásica línea de defensa: "¡Yo no fui!".

La ignorancia no es felicidad

Su otra gran preocupación es simplemente el desconocimiento. Es infeliz, pero no sabe por qué. Está
confundido acerca de su relación con Mildred. ¿La ama? Lo inquieta una confusa insatisfacción de la
que no es capaz de librarse porque desconoce su origen y, más aún, su solución. "Voy a hacer algo",
dice a su esposa. "No sé todavía qué, pero va a ser algo grande". De modo que Montag se vuelca en
los libros pensando que ellos tienen todas las respuestas. Está seguro de que estos pondrán remedio
a su infelicidad.

No tan rápido. Resulta que los libros no lo saben todo. Como señala Beatty, son contradictorios. Es
imposible que contengan todas las respuestas a la vida, y de tenerlas, no nos las van a servir en
bandeja de plata. Los libros ofrecen multitud de perspectivas diferentes, y corresponde al individuo
no solo leer, sino leer y pensar.

Por supuesto, Montag tiene exactamente ese presentimiento cuando habla con Faber, a quien le
dice: "No quiero que esto se reduzca a cambiar de acompañante, y que me digan qué hay que hacer.
No hay razón para cambios si hago eso".

Lo que no tardará en aprender Montag es que la sabiduría está tan ligada a la experiencia como lo
está al intelecto y al conocimiento. Para convertirse en el hombre que es al final de la novela —un
hombre que se dirige a la ciudad cargado de pensamientos reveladores—, tiene que dejar atrás el
mundo de la tecnología y adentrarse en el mundo de la naturaleza; tiene que ver cómo bombardean
su ciudad y luego ser capaz de reponerse . Al hacerlo, experimenta la lección que lleva tratando de
aprender desde la primera vez que sacó la Biblia de detrás de la rejilla del ventilador.

Lecciones aprendidas

¿De qué lección se trata? De los ciclos. Eso de "tiempo para cultivar, tiempo para cosechar".
Hablamos más sobre esto en la sección (en inglés) "What's Up With the Ending?", a la que sin duda
deberías echarle un vistazo.

Montag NO se da cuenta de que la vida se compone de un ciclo de construcción y destrucción


leyendo acerca de esto en la Biblia, sino experimentándola. Solía pensar que el fuego era destructivo,
y después lo ve como una fuerza positiva (calentar en vez de quemar). Ve cómo se destruyen los
libros, y ahora es testigo de su reconstrucción en las mentes del grupo de Granger. Presencia la
devastación de su ciudad, y, lleno de esperanza, se repone y continúa caminando hacia ella para
completar la fase de creación del ciclo.

Puede que leyera todo esto en la Biblia de camino a casa de Faber, pero no lo llega a "comprender"
hasta el final de la Tercera Parte. Es en este momento cuando se completa la transformación del
personaje de Montag.

Beatty

El capitán Beatty es una especie de paradoja. Es el mandamás de los bomberos, pero es quien más
sabe de libros. Disfruta quemándolos, pero se pasa la mitad del tiempo citándolos. ¿Te diste cuenta
de que su discurso está lleno de referencias bíblicas? A la anciana le dice: "Se ha pasado la vida
encerrada en una condenada Torre de Babel". Y a Montag: "Creerá que con los libros podrá caminar
por encima del agua". Incluso menciona el mito griego de Ícaro. Es el destructor de libros más culto
que jamás hayamos visto.
No es sino hasta que Beatty sermonea a Montag en la Primera Parte que entendemos su forma de
actuar. Al igual que Montag, solía sentir curiosidad por los libros y cuestionar el sistema. Y al igual
que Montag, decidió tomar acción: leyó; al diablo con las normas. Teniendo esto en cuenta, ¿qué es
lo que lo diferencia de Montag?

Mantengamos el suspenso hasta el siguiente párrafo. Lo que confiere tanta importancia al personaje
de Beatty en la novela es el hecho de que, en realidad, no vaya muy desencaminado cuando
pronuncia sus discursos antilibros. La literatura es contradictoria, confusa. Es traicionera, te hará la
cabeza un lío, te obligará a dar respuesta a preguntas que nunca quisiste plantear, y con frecuencia
hará tambalear los cimientos de tu pensamiento.

Pero esa es una de las lecciones de Fahrenheit 451. Lo importante no es lo que digan los libros, sino
el proceso de leerlos y pensar por uno mismo; es decir, cuestionar su contenido. Como es lógico, esta
es la razón por la que se prohibieron los libros. No se trataba de la información que guardaban, sino
de la discordia que sembraban entre los lectores. De modo que Beatty tiene razón al afirmar que los
libros son contradictorios; sin embargo, se le olvida de que el objetivo de la literatura no es otro que
crear contradicciones.

Eso es lo que diferencia a Beatty de Montag. Beatty no está dispuesto a darle vueltas a la cabeza. No
quiere cuestionar ni pensar. Rechazó los libros porque no le revelaron el secreto del universo en la
primera página. Por otro lado, Montag desea tomar el camino difícil. Tal y como le confiesa a Faber,
quiere entender lo que lee, y después pensar por sí mismo para poder decidir en qué cree. Eso es lo
que lo convierte a él en héroe y a Beatty en villano.

Faber

Faber es el segundo de los tres mentores de Montag, y le enseña una valiosa lección: lo importante
no son los libros. Le explica que estos son el reflejo de la vida, o al menos los buenos lo son. Se
mantiene firme en lo que a su filosofía respecta: llama tonto a Montag y no quiere oír hablar de
opiniones opuestas a la suya. En este sentido, se parece un poco al capitán Beatty, ya que ambos
están fortificados mentalmente hablando.

Entonces, ¿por qué motivo se comporta de esta forma? Sabemos que es un profesor jubilado lo
suficientemente mayor como para haber presenciado el declive de la vida intelectual de su país. Más
relevante que su comprensión de la literatura es el hecho de saber cómo fue que dejó de estar de
moda: cómo y por qué la gente simplemente abandonó la lectura. Es por este motivo que es capaz
de abordar el problema con los bomberos de forma más práctica e idear una forma más razonable de
solucionarlo. Pero es esa misma razón la que lo limita. Es reacio a actuar e incluso se declara un
cobarde. ¿Lo es realmente? ¿O hace todo lo que puede con los medios de los que dispone? ¿Qué
opinas?

Mildred

El propósito de Mildred en esta novela es recordarnos cómo es el ciudadano (o ciudadana)


promedio. En una historia llena de gente extraordinaria, como Montag, Clarisse, Faber, Granger e
incluso Beatty, debemos entender el status quo para poder apreciar la desviación del mismo. Ahí es
donde Mildred entra en escena. Es insulsa, se abstrae de la realidad y está obsesionada con la
televisión. De hecho, lo más interesante que hace durante toda la novela es intentar suicidarse.
Y ahora que sacamos el tema… ¿Por qué ingiere Mildred más de 30 pastillas? Siguiendo la teoría de
Montag, podría deberse a que se tomó una y luego se olvidó de que se la había tomado, entonces
tomó otra, volvió a despistarse y otra más, y así hasta la última. De ser así, lo peor que podríamos
decir de ella sería que es, bueno, un poco tonta, pero eso ya lo sabíamos.

La alternativa es un poco más interesante: Mildred es sumamente infeliz. Le molesta mucho el hecho
de tener una vida vacía y llena de horas de absurdos programas de televisión. ¿Recuerdas cuando le
insiste a su esposo en que está satisfecha con su vida? "Y me siento orgullosa", dice. Ella ya cumplió
al convencerse a sí misma de que es feliz. Dado que Mildred es el modelo del ciudadano promedio
en este mundo futurista, nos preguntamos si todo el mundo es un suicida desesperado con un falso
revestimiento de felicidad. Como los plomeros que le hicieron el lavado de estómago en la Primera
Parte atienden 10 casos similares a ese todas las noches, no nos queda otra que preguntárnoslo.

Clarisse McClenan

Clarisse es un bicho raro según los estándares por los que se rige este nuevo mundo. Le gusta la
naturaleza, no le agrada la violencia ni la televisión, y no es de las que sociabiliza sin comprometerse.
Le interesa todo lo extraño, y eso es precisamente lo que la atrae de Montag: no es un bombero
típico. Le hace preguntas sobre su trabajo (¿Desde hace cuánto tiempo trabajas como bombero?
¿Por qué te dedicas a eso?); preguntas que nadie en su lugar estaría dispuesto a contestar.

Eso significa que Clarisse no trata de enseñarle nada a Montag, sino que intenta aprender de él. Lo
que ocurre es que su despliegue de preguntas acaba con la paciencia de este bombero ya de por sí
lleno de dudas. Clarisse nunca le dice a Montag lo que debe pensar; simplemente le hace ver que
pensar es una opción. Lo invita a intentarlo, y él se deja llevar.

Después Clarisse muere (o eso creemos). ¿Y qué hay con eso? Es posible que en este mundo no haya
cabida para alguien como ella. Es incompatible con su entorno, por lo que no le está permitido vivir.
No conocemos todos los detalles de su desaparición, y al final de la novela tampoco se aclara nada.
No obstante, no podemos evitar pensar en Clarisse cuando Granger habla de las huellas que su
abuelo dejó en su mente. Incluso tras su muerte/desaparición, Clarisse sigue influyendo en Montag.
Ella existe porque hizo que pensara de otra manera, mientras que la existencia de alguien como
Mildred pasa prácticamente desapercibida.

Granger

A diferencia de Faber, Granger ha hecho las paces con su lado rebelde y ha ideado un sistema para
satisfacerlo, y sin que lo maten (una hazaña increíble en esta novela). Se ve que estuvo reflexionando
sobre la crisis que afligía a la humanidad (o algo menos dramático) y ha decidido que esto es lo que
se debe hacer. Es Granger quien revela la gran lección de la novela sobre el comportamiento cíclico
de la vida. Nos explica que los humanos construyen una base de conocimiento y luego lo destruyen y
quedan sumidos en una edad oscura.

Eso sí que es deprimente. Dado que es el tercer y último mentor de Montag, y debido a que su
discurso es el plato fuerte de la Tercera Parte, Granger es el encargado de establecer el tono final de
la novela. ¿Cómo se sentirá el lector? ¿Profundamente deprimido o increíblemente optimista? Sea
por la razón que sea, Granger mantiene la esperanza: "Pero eso es lo maravilloso del hombre; nunca
se descorazona o disgusta tanto como para no empezar de nuevo. Sabe muy bien que su obra es
importante y valiosa". Las palabras de Granger acompañan a Montag (y al lector) incluso después de
que la ciudad queda destruida por el bombardeo.

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