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TEMA 12 LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO

LIBERAL

12.1. EL REINADO DE ISABEL II. LA OPOSICIÓN AL LIBERALISMO:


CARLISMO Y GUERRA CIVIL. LA CUESTIÓN FORAL.

La oposición al liberalismo: Carlismo y guerra civil.


(Iniciar con la cuestión sucesoria del tema anterior)
El conflicto sucesorio entre D. Carlos (autoproclamado Carlos V) e Isabel
desembocó en un conflicto bélico.
- El carlismo tiene una ideología tradicionalista, foralista, antiliberal. Sus bases
sociales son los afectados negativamente por el liberalismo, la pequeña nobleza
y el clero rural, que pierden sus privilegios, y el campesinado, que también
pierde privilegios al suprimirse los fueros y queda empobrecido por la
desamortización de los comunales y la desaparición de los arrendamientos
enfitéuticos. Estos grupos se oponen a las reformas tributarias y económicas
(desamortización, propiedad privada, mercado libre y nacional) a la igualdad
jurídica, la separación Iglesia-Estado, la abolición de los fueros tradicionales...
Representan una sociedad arcaica cuyo lema es "Dios, Patria, Fueros". Este
movimiento arraiga en las zonas rurales del País Vasco, Navarra, Aragón y
Cataluña.
- La regente María Cristina cuenta con dos tipos de apoyos, los absolutistas (alta
nobleza, alto clero y funcionarios) y, sobre todo, los liberales cuya fuerza será
decisiva en la guerra dinástica. El apoyo de los liberales estaba condicionado a
que la regente acabara con el Antiguo Régimen.

El desarrollo de la guerra (1833-1839)


La guerra se inicia con el levantamiento de partidas carlistas en las zonas rurales del
País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña bajo la dirección de Zumalacárregui, en el
oeste, y Cabrera, en el este. Los carlistas recibieron apoyo de potencias absolutistas
como Rusia, Prusia y Austria que les enviaron dinero y armas. Lo propio hicieron
Gran Bretaña, Francia y Portugal con los liberales, cuyo ejército estaba dirigido por
el general Espartero.
El conflicto armado pasó por dos fases bien diferenciadas:
- La primera etapa se caracterizó por los triunfos carlistas en el norte donde
afianzaron su posición aunque no lograron conquistar ninguna ciudad importante. A
la vista de los acontecimientos, D. Carlos se instaló en Navarra, donde creó una
monarquía alternativa, con su corte, su gobierno y su ejército. El ejército carlista
encontró su primer revés en la toma de Bilbao donde, además, muere
Zumalacárregui, su mejor estratega.
- En la segunda fase la guerra se decantó a favor del bando liberal a partir de la
victoria de Espartero en el sitio de Bilbao. Los insurrectos, conscientes de que no
podían ganar si no ampliaban el territorio ocupado, iniciaron una nueva estrategia
caracterizada por las expediciones a otras regiones. La más importante fue la que se
dirigió a Madrid con la intención de tomar la capital que acabó en fracaso.

La cuestión foral
El Convenio de Vergara (1839) firmado por el general Maroto y el general Espartero
puso fin a la guerra. El acuerdo establecía la integración de la oficialidad carlista en

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el ejército real y otros asuntos relativos a la capitulación de los carlistas, pero era
muy poco explícito en lo referente a los fueros, que habían sido alterados por el
gobierno durante la guerra (se sustituían las diputaciones forales por las provinciales
conforme a la legislación común, se implantaba la nueva organización judicial y se
suprimían las fronteras con el resto de España). El primer gran debate sobre la
cuestión foral se produjo al finalizar la guerra carlista. Las posturas estaban
encontradas entre progresistas y moderados y entre la burguesía y las zonas rurales
de las zonas forales. Los progresistas eran partidarios de la abolición en aras de la
igualdad constitucional de los ciudadanos, y la burguesía vasca y navarra era
también partidaria de la abolición porque las ciudades apenas estaban representadas
en las instituciones forales. Sin embargo, llama la atención que los moderados,
creadores del centralismo, fueran partidarios de una fórmula transaccional de
reforma de algunos privilegios forales. La reivindicación del mantenimiento de los
fueros correspondió a las zonas rurales.
La situación quedó definida al iniciarse el período moderado en el 44 y así
permaneció hasta 1876. Las provincias vascas y Navarra mantuvieron sus fueros
levemente modificados (se mantuvo la supresión de las aduanas y del "pase foral"
que bajo la fórmula "obedecer pero no cumplir" retrasaba el cumplimiento de
órdenes gubernamentales), lo cual no dejará de plantear conflictos entre el gobierno
y las instituciones forales que, por ejemplo, se resistieron a aplicar la ley
desamortizadora del Bienio.

La importancia del carlismo en la historia de España rebasa con mucho los límites
del enfrentamiento desatado entre absolutistas y liberales a la muerte de Fernando
VII. Entre 1833 y 1876 el conflicto se manifestó a través de tres guerras civiles y
prosiguió como un movimiento foralista contra el liberalismo, el capitalismo, la
industrialización, el urbanismo, la irreligiosidad, el socialismo .... Por ello contó con
el apoyo de los sectores sociales que se oponían a tales procesos (nobleza y clero,
campesinos y artesanos arruinados de las regiones mencionadas).

12.2. ISABEL II (1833-1843): LAS REGENCIAS

Entre 1833 y 1843 la minoría de edad de Isabel obliga a la regencia de su madre


María Cristina y más tarde a la del general progresista Espartero. Durante este
período de regencias tiene lugar el proceso de desmantelamiento del Antiguo
Régimen, proceso que se inicia por la necesidad de la Corona de contar con el apoyo
liberal en el conflicto dinástico con el carlismo.

Las fuerzas políticas. El papel del ejército. Juntas y milicia


Durante este período los partidos políticos en liza son:
- Los Moderados. Sus bases sociales son los terratenientes (vieja nobleza y
burguesía terrateniente), la jerarquía del ejército y los altos cargos. Su programa
político defiende la propiedad y el orden, la limitación de las libertades, la
soberanía compartida por las cortes con el rey y el sufragio censitario. De este
grupo se desgajará la Unión Liberal (1854), partidaria de un liberalismo más
centrista. Éste es un partido minoritario, formado sólo por cuadros y muy
oportunista pues, para estar en el poder, pactará con moderados y progresistas,
según los vientos que corran.
- Los Progresistas. Sus bases sociales son la pequeña y media burguesía y la
burguesía financiera. Son partidarios de la soberanía nacional no compartida, de

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limitar el poder de la Corona, de los ayuntamientos democráticos, de la Milicia
nacional, de la libertad de prensa y de un sufragio censitario más amplio. De este
grupo se desgajará el Partido Demócrata (1849) que defiende el derecho de
reunión y asociación, el sufragio universal y la disminución de las diferencias
sociales mediante la asistencia social del Estado. Sus bases sociales serán los
asalariados, los no propietarios.

El ejército tiene una constante presencia en la vida política (Narváez, O’Donnell,


Espartero, Prim). Los pronunciamientos (acciones armadas) son el recurso de
progresistas y moderados para alcanzar el poder sin esperar a la vía electoral que
cierra el camino sobre todo a los progresistas. (La intención de los pronunciamientos
no es establecer una dictadura militar, ya que inmediatamente se convocan
elecciones.)

Hasta 1868, la escasa representatividad del sistema político que margina a la


inmensa mayoría de la población a través de un sufragio extraordinariamente
restringido y la constante intervención de la Corona a favor del moderantismo,
conduce a la formación recurrente de Juntas revolucionarias y Milicia.

La regencia de María Cristina (1833-1841). El inicio de las reformas liberales. El


Estatuto Real de 1834

El apoyo de los liberales a la causa isabelina forzó a la regente María Cristina a hacerles
algunas concesiones y con este fin aprueba el Estatuto Real(1834). Este Estatuto es una
carta otorgada que reconoce algunos derechos y libertades políticas (medidas
liberalizadoras de la economía como la abolición de los gremios, etc.) pero no
contempla la soberanía nacional ni contiene una estricta división de poderes. Satisface a
los liberales moderados, pero no a los progresistas que protagonizan un levantamiento
popular revolucionario en las ciudades con la formación de juntas y de una milicia
(1835). Como resultado de este levantamiento, los progresistas (Mendizábal) son
llamados por la regente a formar gobierno.

La radicalización liberal, los progresistas. La Constitución de 1837

Los progresistas en el poder llevan a cabo un desmantelamiento del Antiguo Régimen a


través de una serie de decretos y una constitución.
A. Decretos:
a.- Reforma agraria:
- Disolución del régimen señorial. Los señores se convierten en propietarios y los
campesinos en arrendatarios.
- Desvinculación de la propiedad. Se suprimen los mayorazgos y se legisla la
primera gran desamortización de los bienes de la Iglesia y comunales, con un
doble objetivo, obtener recursos para las arcas de la hacienda pública y
conseguir el apoyo de una base social amplia (los compradores).
b.-Otras medidas liberalizadoras de la economía: supresión de la Mesta, gremios,
aduanas interiores, diezmos.

El conjunto de estos decretos significó la implantación del liberalismo


económico (propiedad privada, libertad de producción, de mercado y de trabajo) en
España

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B. La Constitución de 1837

Define un sistema político constitucional (soberanía nacional, amplia declaración de


derechos incluida la libertad religiosa y la no confesionalidad del Estado y división
de poderes) pero establece unas cortes bicamerales (Congreso y Senado) elegidas
por sufragio censitario y reconoce a la Corona mayores poderes que la Constitución
de Cádiz. Le concede el poder moderador, es decir, la facultad de convocar,
suspender y disolver Cortes, el poder de veto absoluto y el habitual derecho, como
cabeza del ejecutivo, a nombrar y destituir ministros.
Esta Constitución establece también la democratización de los ayuntamientos, lo
que supone la descentralización administrativa. Pero la importancia real de esta
medida tiene que ver con la función clave de esta institución en el proceso electoral
ya que son los ayuntamientos quines elaboran el censo electoral y constituyen las
mesas electorales y, por tanto, tienen capacidad para manipular el proceso electoral.

La crisis del progresismo. La regencia de Espartero (1841-1843)

Las elecciones de septiembre de 1837 dieron el triunfo a los moderados que,


inmediatamente, intentan moderar el sistema constitucional con el apoyo de la
Corona, en concreto proyectan una nueva ley de Ayuntamientos. Ello provoca un
movimiento insurreccional progresista que conduce al abandono de Mª Cristina y a
la regencia de Espartero. Las conspiraciones de los moderados (Narváez, O’Donell)
contra la regencia de Espartero desembocaron en la declaración de la mayoría de
edad de Isabel (13 años) para reinar como Isabel II.

12.3. ISABEL II (1843-1868): EL REINADO EFECTIVO

Los moderados en el poder (1844-54 y 1856-68)


La configuración del régimen político moderado. La Constitución de 1845
Las elecciones de 1844 configuran unas Cortes de mayoría moderada que permiten a
Narváez formar gobierno. La base social del moderantismo la constituye la alta
burguesía terrateniente formada por la fusión de la nobleza y de la alta burguesía que ha
adquirido tierras. Su ideología es el liberalismo conservador que concede primacía a la
propiedad y al orden. Sus apoyos son la Corona (Isabel II) y parte del ejército.
Isabel II, haciendo uso de sus prerrogativas constitucionales, participará activamente en
la vida política y siempre jugará a favor de los moderados (disolverá las cortes si no
apoyan al gobierno moderado que ella nombra), lo que no deja a los progresistas más
opciones que el retraimiento (no participar en las elecciones) o el pronunciamiento.

La Constitución de 1845
Configura un sistema político muy escasamente representativo que no deja ninguna
posibilidad electoral a los progresistas.
Esta Constitución establece una soberanía compartida por las Cortes con el rey, unos
derechos individuales similares a los del 37 aunque remite su regulación a leyes
orgánicas posteriores y rescata la confesionalidad del Estado y una división de poderes
que confiere enormes atribuciones a la Corona que, además del poder moderador,
designa a todos los miembros del Senado.
Las leyes orgánicas constitucionales son la ley de imprenta, que limita
extraordinariamente la libertad de expresión (censura previa), la ley de ayuntamientos

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que permite a la Corona el control de estas instituciones (nombra a los alcaldes) y la ley
electoral que hace caer el nivel de participación al 1% de la población por manipulación
del proceso electoral.
El gobierno firma un Concordato con la Santa Sede (paralización de la desamortización)
y la jerarquía eclesiástica apoyará al régimen.

La construcción del Estado liberal


Los progresistas habían liberalizado la economía. Los moderados construirán el Estado
liberal sobre el reforzamiento de dos principios, centralismo y uniformidad
administrativa. El Estado se convierte en una pirámide centralizada y jerarquizada con
la administración central (ministerios) en la cúspide, administración provincial
(Gobierno civil y militar y Diputación) y administración local (ayuntamientos) en la
base.
Se toman medidas como la reforma fiscal (contribución directa), la codificación legal
(Código Civil y Código Penal), un sistema estatal de instrucción pública, la adopción
del sistema métrico decimal, la creación de la Guardia Civil (se disuelve la Milicia
Nacional)...
Sólo el País Vasco y Navarra escapan al centralismo y la uniformidad. En estas zonas se
aplicó una fórmula transaccional: se conservaron algunos derechos forales pero se
suprimieron las aduanas que las protegían.

Las alternativas al moderantismo. El Bienio Progresista (1854-56)


Después de diez años de gobierno moderado y sin ninguna posibilidad de acceder al
poder por la vía electoral, los progresistas recurren al pronunciamiento militar. Con el
Pronunciamiento de Vicálvaro se inicia el Bienio Progresista (gobierno Espartero)
apoyado por la Unión Liberal de O’Donnell. Los progresistas elaboran un proyecto de
Constitución similar a la del 37, pero que nunca llegó a aplicarse porque la frustración
de las expectativas de las clases populares produjo una conflictividad social que
provocó la caída del gobierno de Espartero. A los progresistas sólo les dio tiempo a
poner en marcha algunas leyes como la Ley de ferrocarriles, la desamortización y la
libertad de imprenta.
La crisis del moderantismo (1856-68)
Tras el breve paréntesis del Bienio se restaura el moderantismo con la Constitución de
1845 y la anulación de la legislación progresista. En el gobierno se turnan unionistas y
moderados.
Pero en su última década el régimen se ve desbordado por graves problemas. Por un
lado, por la oposición cada vez más radicalizada de las fuerzas políticas marginadas del
sistema, progresistas, demócratas y republicanos. Por otro, por la crisis económica que
provoca una creciente oposición social al régimen. La contestación no se dirige sólo
contra el sistema político, también contra Isabel II que había jugado a favor del
moderantismo.

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12.4. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868- 1874): INTENTOS
DEMOCRATIZADORES. LA REVOLUCIÓN, EL REINADO DE AMADEOI
Y LA PRIMERA REPÚBLICA

La revolución de 1868. La Constitución de 1869

Las causas de la revolución fueron la crisis política y la crisis económica que concitaron
una fuerte oposición al régimen moderado. La crisis económica fue a la vez una crisis
financiera (baja la Bolsa por escasa rentabilidad del ferrocarril), industrial en Cataluña
(algodón caro y contracción del mercado) y de subsistencia (por alto precio del trigo), lo
que, por diferentes motivos, unió a la burguesía, obreros y campesinos en la oposición.
Ante los problemas, el gobierno, cada más autoritario, cierra las Cortes y reprime las
protestas.
Las fuerzas políticas contrarias al régimen( progresistas y demócrata-republicanos) a las
que se suman los unionistas, con su característico oportunismo, firman el Pacto de
Ostende (1866), un pacto antiisabelino.

La revolución “Gloriosa” se produjo en 1868 con un pronunciamiento militar


generalizado y con la formación de Juntas populares revolucionarias que asumen el
poder. La fuerza del movimiento obliga a Isabel II al exilio. Los partidos del Pacto de
Ostende forman un gobierno provisional que reconduce la revolución popular, disuelve
las Juntas y desarma a la Milicia.

El gobierno provisional está formado por progresistas ( Prim) y unionistas (Serrano), no


entran los grupos más radicales, los demócrata-republicanos. El nuevo gobierno, a la
vez que aplica un programa de reformas (libertad de imprenta, derechos de reunión y
asociación, democratización ayuntamientos ...) convoca elecciones a Cortes
Constituyentes por sufragio universal masculino. El resultado es una mayoría de
unionistas, progresistas y demócratas y una minoría de carlistas, moderados y
republicanos.
La Constitución de 1869 establece un sistema político de monarquía constitucional
liberal democrático.
Además de la soberanía nacional recoge una amplia declaración de derechos ya que a
los habituales suma la libertad de culto, de expresión y de cátedra, y los derechos de
reunión y asociación que permitirán la formación de las primeras asociaciones obreras.
En el apartado de la división de poderes se establece un legislativo bicameral con un
Congreso elegido por sufragio universal directo y un Senado elegido por sufragio
universal indirecto y con condiciones de edad y renta para los elegibles. El ejecutivo
recae en la Corona (se mantiene sistema monárquico) cuyos poderes son muy limitados.
El judicial corresponde a tribunales independientes y se establece el juicio por jurado.

La oposición al sistema del 69 se produce por la izquierda, por la frustración de las


aspiraciones populares, y por la derecha, cuyos intereses políticos y económicos se ven
desbordados por el nuevo régimen constitucional. Esta oposición hará caer a Amadeo I
y pondrá fin a la primera experiencia democrática en España.

El reinado de Amadeo I (1870-73)

La búsqueda de un monarca para un régimen democrático da fruto con Amadeo de


Saboya que acepta ocupar el trono español.

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Sin embargo, sus tres años de reinado se caracterizaron por una permanente
inestabilidad porque se recrudeció la oposición generada por el régimen del 69.
Los moderados porque consideraban ilegítima a la nueva dinastía y porque aspiraban a
un régimen más conservador a la medida de sus intereses. Cánovas del Castillo,
principal dirigente de este grupo, empezó a organizar la restauración borbónica en la
persona de Alfonso, hijo de Isabel II.
A una facción del carlismo, la llegada de Amadeo de Saboya dio argumentos para
volver a intentar la insurrección armada y, en 1872, se sublevaron animados por las
posibles expectativas de sentar en el trono a su candidato. La rebelión se extendió por el
País Vasco, Navarra y Cataluña y, aunque no tenía verdadera fuerza, se convirtió en un
foco permanente de inestabilidad y problemas. Otra facción del carlismo se fue
consolidando como un grupo político ultracatólico, tradicionalista y opuesto a la nueva
monarquía que empezó a presentarse a las elecciones.
Los grupos populares mantuvieron una fuerte conflictividad social iniciada antes de la
llegada de Amadeo. El campesinado andaluz y extremeño pedía un mejor reparto de
tierra, el incipiente movimiento obrero se radicalizó en demanda de la mejora de las
condiciones salariales y de trabajo, las clases populares urbanas protestaban contra los
consumos, las quintas y el aumento de los precios. En un primer momento estos grupos
apoyaron a los republicanos, pero acabaron inclinándose hacia posiciones más radicales
y apolíticas con la llegada a España de las corrientes de la Primera Internacional
(anarquismo y socialismo) que representaban mejor sus intereses.
Los republicanos encontraban sus bases sociales entre la pequeña burguesía y las clases
populares. Se dividían en, al menos, dos tendencias, los federales y los unitarios y
ambos se oponían al sistema político del 69 y, por razones obvias, a Amadeo de Saboya.
Los republicanos federales, escindidos del Partido Demócrata a mediados de 1868 ,
estaban dirigidos por Pi y Margall y Figueras. Propugnaban un Estado republicano
federal constituido desde abajo, por la federación libre de las regiones histórico-
culturales, el laicismo del Estado y la regulación por parte del Estado de las condiciones
laborales. Los republicanos unitarios diferían en la organización territorial del Estado y
mantenían posiciones políticas y sociales mucho más conservadoras. Las insurrecciones
federalistas se sucedieron desde 1868 y continuaron con Amadeo en el trono. En 1872
coincidieron los levantamientos republicanos con los anarquistas, y, aunque fueron
rápidamente sofocados, aumentaron aún más la inestabilidad del régimen.
Asimismo continuaba la insurrección generalizada en la isla de Cuba (Guerra de los
Diez Años) que se había iniciado en 1868 en protesta por el sometimiento a la política
colonial.
Amadeo de Saboya sólo se sostenía en el trono por el apoyo de unionistas, progresistas
y demócratas, la coalición que fraguó el régimen revolucionario del 68. La crisis de la
coalición gubernamental (seis gobiernos en dos años y elecciones tres veces) decidió a
Amadeo a renunciar al trono y abandonar España.

La Primera República (1873-74). Una República Federal

La renuncia de Amadeo obligó a las Cortes, con una gran mayoría de diputados
monárquicos, a proclamar la República. Ésta fue una estrategia para ganar tiempo
mientras se organizaba la vuelta de los Borbones, por lo que el nuevo régimen nacía ya
con escasas posibilidades de éxito.
Los republicanos formaron su primer gobierno presidido por Estanislao Figueras.
La República fue recibida con entusiasmo por las clases populares, que creyeron que
había llegado el momento de cumplir sus aspiraciones de cambio social. Se

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constituyeron juntas revolucionarias. Los campesinos andaluces llevaron a cabo un
movimiento insurreccional que pretendía resolver el problema del reparto de tierras. En
las ciudades se produjeron movilizaciones y el movimiento obrero, especialmente el
catalán, reivindicó la reducción de la jornada laboral, el aumento de salarios y la
implantación inmediata del Estado federal. Sin embargo, gran parte de los dirigentes del
republicanismo federal estaban lejos de las aspiraciones revolucionarias de las bases
sociales de su propio partido, por lo que reprimieron el movimiento popular. El nuevo
gobierno emprendió algunas reformas como la supresión de los consumos y las quintas,
pero estaba dispuesto a respetar la legalidad.
Las nuevas Cortes republicanas definieron el sistema político como una República
federal y elaboraron un proyecto de constitución que no llegó a aprobarse por la corta
duración del régimen. El proyecto constitucional era similar a la Constitución del 69 en
cuanto al reconocimiento de amplios derechos y régimen democrático. Las mayores
novedades consistían en una incipiente legislación laboral y, sobre todo, en el
establecimiento, por primera vez en el liberalismo español, de un Estado no centralista.

La República tuvo que enfrentarse a graves problemas que dificultaron su existencia


desde el principio. El conflicto carlista se recrudeció, continuaba la guerra en Cuba, no
se podía contar con los monárquicos y los propios republicanos estaban divididos. Pero
mucho más grave fue el levantamiento cantonalista que expresaba las aspiraciones
revolucionarias de los grupos populares. En Levante (Cartagena, Alcoy...) y en
Andalucía (Sevilla, Cádiz ...) se proclamaron cantones independientes. Este
movimiento, reprimido por el régimen, provocó un giro moderado del republicanismo.
Ahora es el republicanismo unitario (Castelar) el que toma las riendas del gobierno con
unas Cortes de mayoría federal. El conflicto Gobierno/Cortes era continuo pero duró
poco porque en enero de 1874 le puso fin el golpe de Pavía que invadió las cortes y las
disolvió por la fuerza.
El fin de la República
Tras el golpe se establece como régimen transitorio una república conservadora con el
gobierno de progresistas y unionistas (Serrano) a la que pone fin el pronunciamiento
militar del general Martínez Campos en diciembre del mismo año. Martínez Campos
proclama rey de España a Alfonso XII y así se produce la restauración borbónica
propiciada y cuidadosamente preparada por Cánovas del Castillo.

12. 5. REINADO DE ALFONSO XII: EL SISTEMA CANOVISTA Y LA


CONSTITUCIÓN DE 1876

El pronunciamiento del general Martínez Campos (dic. 74) pone en marcha el sistema
político de la Restauración, sistema configurado por Canovas del Castillo que significa
la restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII (Manifiesto de
Sandhurst) y la restauración de un régimen político liberal conservador a la medida de
los grupos conservadores (terratenientes, alta burguesía, ejército e Iglesia) asustados por
el radicalismo del Sexenio y por el obrerismo. La Restauración significa una vuelta a la
moderación y a la estabilidad.
Los pilares básicos del sistema canovista son tres:
- La Corona. Es considerada por Cánovas como una institución consustancial a la
historia de España y, por tanto, no sujeta a decisión política. Su función principal
es garantizar la estabilidad a través del arbitraje de la alternancia en el poder de
los partidos dinásticos.

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- Las cortes compartirán la soberanía con la corona. En ellas el juego político lo
desarrollarán dos partidos, los partidos dinásticos, cuyo turno pacífico en el
poder pondrá fin a los pronunciamientos militares.
- El Ejército. El objetivo es apartarlo de la intromisión en la vida política, pero a
partir de ahora se convierte en un pilar básico del conservadurismo.
El nuevo régimen se articula en la Constitución de 1876.

La Constitución de 1876
Establece un sistema político de monarquía constitucional y de Estado fuertemente
centralista.
La soberanía es compartida por las Cortes con el rey (como en el 45).
No existe una clara división de poderes debido al papel relevante que se le asigna a la
Corona. Como cabeza del ejecutivo, la Corona nombra a los ministros y el gobierno
debe contar con su confianza tanto como con la de las Cortes. Pero además la Corona
comparte el poder legislativo con las Cortes, tiene derecho de veto y convoca, suspende
y disuelve Cortes con el compromiso de volver a convocarlas en plazo de tres meses.
Las Cortes siguen el patrón moderado. Son bicamerales:
- El Congreso de los Diputados. Su elección remite a una ley electoral posterior
dejando así el camino abierto al sufragio censitario o universal.
- El Senado refleja en su composición a la oligarquía. Los senadores por derecho
propio (Grandes de España, jerarquía militar, eclesiástica y administrativa) y los
senadores vitalicios (nombrados por el rey) componen la mitad de la Cámara. El
resto es elegido por un sufragio extraordinariamente censitario e indirecto.
La declaración de derechos remite a leyes ordinarias que restringen la libertad de
imprenta y el derecho de reunión y asociación.
La Constitución establece la confesionalidad católica del Estado aunque tolera la
práctica privada de otras religiones.
Por tanto, es una constitución moderada que defiende valores tradicionales como la
familia, la propiedad y la religión, pero deja un resquicio para la incorporación de algún
principio democrático.

El funcionamiento real del sistema


Para el funcionamiento del régimen constitucional, y de acuerdo con el sistema
canovista, se establece un bipartidismo con el Partido Conservador dirigido por Cánovas
del Castillo y el Partido Liberal dirigido por Sagasta. Ambos son partidos de notables,
no de masas. Coinciden ideológicamente en lo fundamental: Monarquía, Constitución y
Estado liberal unitario y centralizado. El Partido Liberal, considerado la "izquierda
dinástica", es partidario del laicismo frente a la confesionalidad del Estado defendida
por Cánovas y en materia social Sagasta propugna el reformismo frente al inmovilismo
del Partido Conservador. son diferencias menores para dos partidos que acuerdan su
alternancia en el poder. Sus bases sociales son las élites económicas (P. Conservador) y
la clase media acomodada (P. Liberal).
Para el ejercicio del gobierno se establece un turno pacífico de los partidos dinásticos
que asegure la estabilidad del sistema y evite los pronunciamientos. El turno pacífico,
necesariamente, invierte los términos propios de un sistema parlamentario, es decir, no
funciona de abajo (elecciones) a arriba (formación de cortes y gobierno según resultado
de las elecciones), sino de arriba abajo. Primero se forma el gobierno, éste “fabrica” las
Cortes que deben salir elegidas (encasillado) y, finalmente, se celebran las elecciones
cuyos resultados ya están predeterminados. Para que este sistema funcione es
imprescindible el fraude electoral.

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El sistema electoral corrupto (compra de votos, falsificación de actas, coacción al
electorado, falsificación del censo, etc., etc.) sólo es posible gracias al caciquismo. El
caciquismo fue un fenómeno sociopolítico característico del período de la Restauración,
un fenómeno sólo posible en la España rural, pobre y analfabeta del S. XIX. Los
cacique eran miembros de las élites locales que, por su relevancia económica y social,
controlaban a la sociedad rural. Por ello los caciques fueron utilizados por el Estado
como agentes políticos encargados de recopilar votos y amañar elecciones para el
correspondiente diputado "encasillado" u oficial. Por su influencia económica, social y
política (estaban muy bien relacionados con el poder), los caciques intercambiaban
votos por favores creando así una red clientelar. Para los que, por diferentes motivos, no
formaban parte de esa red clientelar, los caciques, gracias a su control de los
ayuntamientos, aplicaban otros recursos como la falsificación del censo y de los
resultados electorales y la coacción a los electores.

12.6. LA REGENCIA DE MARÍA cRISTINA DE HABSBURGO Y EL TURNO


DE PARTIDOS. LA OPOSICIÓN AL SISTEMA. REGIONALISMO Y
NACIONALISMO
Los gobiernos del turno
Tal como estaba establecido en el sistema canovista, los partidos dinásticos se alternan
pacíficamente en el poder a partir de 1876. El gobierno del turno funcionó hasta la
dictadura de Primo de Rivera (1923).
- El Partido Conservador, con Cánovas, inicia el turno (76-81). No permite
libertad de expresión ni de reunión y asociación. Las elecciones se celebran con
sufragio censitario, lo cual no es significativo porque el cuerpo electoral tiene
una función pasiva.
- El Partido Liberal de Sagasta, consumido su primer turno (81-84), volvió a
gobernar rápidamente al cabo de un año al producirse la muerte de Alfonso XII
(1885), iniciándose así lo que se conoce como "gobierno largo" (85-90). La
muerte del rey obligó a proclamar regente a Mª Cristina Habsburgo al ser el
heredero hijo póstumo. Se creó así una situación de riesgo para la continuidad
del régimen que impulsó a conservadores y liberales a llegar a un acuerdo para
que estos últimos gobernaran. La regencia de Mª Cristina duró hasta 1902, fecha
en la que accedió al trono, con 16 años, el hijo póstumo de Alfonso XII. Bajo el
gobierno de Sagasta se aplicó una política reformista con libertad de expresión,
Ley de asociaciones, fundamental para el movimiento obrero, y sufragio
universal que no significa democratización del sistema porque continúa el
control electoral con el fraude practicado por el caciquismo.

Las fuerzas de oposición al sistema. Nacimiento de los nacionalismos periféricos

El sistema político de la Restauración integró en el juego político a las fuerzas que


aceptaban el sistema y marginó a las que, por una razón u otra, lo rechazaban. Ninguna
de las fuerzas marginadas tenía bastante poder para acabar con el régimen y ésta fue una
de las claves de su larga duración.

A. El carlismo en 1876 es definitivamente derrotado por el general Martínez


Campos en la que fue la tercera y última guerra carlista (72-76). La consecuencia de
la derrota fue la abolición definitiva del régimen foral (eximía del pago de
impuestos y del servicio militar). Pero, a cambio, el gobierno concedió un sistema

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de conciertos económicos que permitía cierta autonomía fiscal a Navarra y
provincias vascas. A partir de ahora el carlismo se debilita como fuerza política,
pierde capacidad y apoyos porque sus bases sociales evolucionan hacia el fuerismo
del regionalismo/nacionalismo.

B. Fuerzas contrarias a la forma de gobierno: republicanos. El republicanismo


estaba muy debilitado por la represión tras el golpe del 74 y por la fuerte división
interna. Se diferencia el republicanismo unitario o centralista de Salmerón, el
republicanismo federal de Pi i Margall con fuerte implantación en Cataluña y
Levante, y el republicanismo de Ruiz Zorrilla que defiende la vía violenta contra la
Restauración. Pese a que se reunifican tras la concesión del sufragio universal
(1890), prosigue su debilitamiento porque pierden sus bases sociales y electorales
con la formación de los partidos obreros de clase. Tan sólo conservan el apoyo de la
pequeña burguesía democrática.
C. El movimiento obrero y campesino organizado por las corrientes anarquista y
marxista se manifestó como una creciente fuerza contraria a la organización
económica y social.
D. El nacimiento de los nacionalismos periféricos. Finalmente, también el
Regionalismo y nacionalismo se manifestaron como fuerzas contrarias al régimen
por la organización centralista del Estado.

El nacionalismo es un movimiento político de la burguesía que se extiende por


Europa en la segunda mitad del S. XIX y cuyos principales logros son la
unificación alemana e italiana. Su principio básico es que toda nación tiene
derecho a formar su propio Estado. El problema es definir qué es una nación,
cuestión sobre la que, tradicionalmente, se han distinguido dos escuelas, la del
romanticismo filosófico alemán y la del liberalismo francés, la del nacionalismo
cultural y la del nacionalismo político.

En España la cuestión nacionalista se planteó también en la segunda mitad del S.


XIX y aún hoy sigue siendo cuestionada la estructura territorial del Estado.
En su inicio, en el S. XIX, las fuerzas regionalistas/nacionalistas eran
fundamentalmente dos, el nacionalismo vasco y el catalán. Menor importancia
tuvieron los nacionalismos gallego, andaluz o valenciano ya que, aunque
formulados intelectual y políticamente, carecieron de una base social amplia.

Estos movimientos reaccionan frente al Estado uniformador y centralista del


liberalismo. Su primera formulación fue como regionalismos culturales,
literarios, sin reivindicaciones políticas, pero desembocan en nacionalismos
políticos. La fuerza social que los impulsa es la pequeña y media burguesía rural
y urbana perjudicada por el liberalismo, por el centralismo del Estado y por el
desarrollo industrial que le lleva a la quiebra económica.
Cataluña inició los movimientos regionalistas. El crecimiento económico de
Cataluña era muy superior al de cualquier otra región española porque allí se
produce la primera industrialización de España y nace una influyente burguesía
industrial que pide al Estado que abandone el librecambio y adopte medidas
proteccionistas para su industria. Este desarrollo económico coincidió con un
notable auge de la cultura catalana y una expansión del uso de la lengua
vernácula, el catalán. En este contexto nació, a mediados del siglo XIX, un
movimiento regionalista (la Renaixença) cuyos objetivos eran puramente

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culturales, de recuperación de la lengua y las tradiciones como señas de
identidad cultural.
La primera formulación catalanista con un contenido político fue, en la década
de los 80, el catalanismo republicano federal (Valentí Almirall) que defendía la
autonomía de Cataluña y tuvo poco éxito. Mucha mayor difusión tuvo el
documento elaborado una década más tarde por otro grupo catalanista (Unió
Catalanista), las Bases de Manresa, que reivindicaba la autonomía de Cataluña
dentro de España, como una región singular. A partir de entonces el catalanismo
se convirtió en un verdadero movimiento político. La crisis del sistema político
de la Restauración en 1898 acrecentó el descontento de la burguesía catalana que
entonces impulsó la creación de un partido político que representara sus
intereses. En 1901 se creó la Lliga Regionalista, fundada por Prat de la Riba y
Francesc Cambó. Prat de la Riba fue el teórico de este nacionalismo
conservador . La Lliga tuvo grandes éxitos electorales y se convirtió en el
principal partido político en Cataluña durante el primer tercio del siglo XX.
Pedía autonomía para Cataluña y reconocimiento de la nacionalidad catalana a
un Estado cada vez más centralista y defendía los intereses de la burguesía
catalana. Cuando fue necesario se alineó con el bloque oligárquico central para
reprimir al pujante movimiento obrero catalán.

El nacionalismo vasco surgió con fuerza como una corriente foralista impulsada
por la abolición de los fueros tras la derrota del carlismo. Pero paralelamente al
crecimiento industrial del último tercio del siglo XIX, el foralismo desembocó
en un nacionalismo muy agresivo formulado e impulsado por Sabino Arana. La
creciente inmigración a Bilbao de obreros industriales procedentes de otras
regiones de España provocó en Arana y sus seguidores el miedo a la pérdida de
la identidad vasca, del euskera (cuyo uso se reducía a pequeños territorios
rurales) de las tradiciones y de la etnia. Sabino Arana propuso un nacionalismo
antiliberal y tradicionalista, profundamente católico, que ensalzaba la lengua, las
costumbres (fueros) y la raza vasca. Se trataba de un movimiento reaccionario
que soñaba con volver a un pasado idealizado anterior a la revolución liberal
burguesa.
Este nacionalismo encontró sus bases sociales en la pequeña burguesía y se
canalizó políticamente con la fundación del PNV (1895) por parte de Sabino
Arana. Este partido se declaró, en sus inicios, independentista y dotó a Euzkadi
de un nombre y una bandera. Sus éxitos electorales fueron crecientes en las
primeras décadas del siglo XX. La gran burguesía vasca, debido a sus intereses
económicos, no jugó la carta nacionalista, sino que se integró económica y
políticamente en el bloque oligárquico central.
El principal rival del PNV fue el carlismo, que también reclamaba la vuelta de
los fueros, y que en Navarra tenía mucha más fuerza.

12.7. GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

La liquidación del Imperio colonial

La primera gran insurrección cubana contra la política colonial se había producido con
la Guerra de los Diez Años (1868-1878) que finalizó con la Paz de Zanjón en la que el
gobierno español se comprometía a realizar algunas reformas del régimen colonial. Los
criollos cubanos reivindicaban la autonomía de gobierno y tener representación en las

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Cortes españolas, reducción de los fuertes aranceles proteccionistas que dificultaban el
comercio con EEUU y, para atraer al movimiento a la población esclava, la abolición de
la esclavitud. Pero ninguna de estas peticiones había sido tomada en consideración por
la administración colonial debido a la rotunda oposición de los grandes propietarios, de
los negreros y de los comerciantes peninsulares. El Partido Liberal de Sagasta,
partidario de las reformas, tan sólo llegó a conceder la abolición de la esclavitud en
1888.

El incumplimiento de las promesas por parte del gobierno español (salvo la abolición
de la esclavitud), radicalizó el movimiento que inició de nuevo la revuelta, con el apoyo
de los EEUU, ya no por la autonomía sino por la independencia. El movimiento
independentista fue dirigido por un intelectual, José Martí, que en 1893 fundó el Partido
Revolucionario Cubano que rápidamente aumentó su base social.

La rebelión comenzó en 1895 (Grito de Baire) y en seguida se extendió por toda la isla.
El jefe del gobierno español, Cánovas del Castillo, envió un ejército al mando del
general Martínez Campos que compaginó una fuerte acción militar con el intento de
conciliación con los sublevados. Martínez campos no logró controlar la rebelión, por lo
que fue sustituido por el general Weyler que se propuso cambiar completamente los
métodos de lucha y aplicar una férrea represión, estrategia que también fracasó.
Además, el ejército español, mal pertrechado y poco entrenado para luchar en una
guerra que se desarrollaba en la selva contra unas fuerzas muy extendidas, no lograba
ninguna victoria decisiva. Tras el asesinato de Cánovas, el nuevo gobierno liberal inició
una estrategia de conciliación y decretó la autonomía de Cuba, pero las reformas
llegaron demasiado tarde. Los independentistas, que contaban con el apoyo de los
EEUU, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades unilateralmente declarado por el
gobierno español.

Paralelamente al conflicto cubano, se produjo la rebelión de las Islas Filipinas. La


presencia española en Filipinas era mucho más débil y los intereses económicos
menores.

En el conflicto colonial de España fue decisiva la intervención de los EEUU que había
fijado su área de expansión en el Caribe y el Pacífico. En 1898 EEUU declara la guerra
a España (incendio de El Maine) apoyando las insurrecciones de Cuba y Filipinas. Ese
mismo año se firma la Paz de París en la que España se vió obligada a reconocer la
independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, territorios que a partir de entonces
pasan a estar bajo la influencia norteamericana.

Las consecuencias del 98


La liquidación del Imperio colonial no produjo una gran crisis política. El gobierno
conservador se apresuró a prometer una política “regeneracionista” que pronto
mostró su bajo calado. El sistema de la Restauración, tras acusar el golpe, sobrevivió
al desastre. Sin embargo, se reactivaron los movimientos nacionalistas vasco y
catalán al encontrar el apoyo de la burguesía industrial que abandonó a los partidos
dinásticos por su inmovilismo y su incapacidad para convertir a España en un país
económicamente avanzado. (Joan Maragall se refiere a Castilla como “la muerta”).

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No hubo crisis económica. La pérdida de los mercados coloniales quedó
compensada por la repatriación de capitales disponibles para invertir en España.
La crisis fue de tipo moral e ideológico. El desastre del 98 causó un gran impacto
psicológico en la sociedad, una gran frustración, porque destruyó el mito del
Imperio español y relegó a España a un papel secundario en la escena internacional,
precisamente cuando las potencias europeas se estaban repartiendo África y Asia. Se
culpó del desastre al corrupto sistema político de la Restauración sobre el que
arreciaron las críticas de varios movimientos políticos y culturales.
Algunos intelectuales formados en la Institución Libre de Enseñanza consideraban
que la sociedad, excesivamente influida por la doctrina católica, y el sistema
político corrupto, impedían la modernización de España y el desarrollo de la ciencia
y pedían una regeneración del sistema político, de la sociedad, del nivel educativo y
cultural del país. Se inició así el llamado movimiento regeneracionista que tuvo
como principal representante a Joaquín Costa, cuyas sentencias “Escuela y
despensa" y "siete llaves al sepulcro del Cid” resumen la crítica del
regeneracionismo. Este movimiento recibió el apoyo de la clase media.
Por otro lado, la Generación del 98 acusó también el golpe del desastre que provocó
en ellos un profunda reflexión sobre el ser de España y su papel en la Historia,
reflexión cargada de un hondo pesimismo.

El desastre de 1898 significó el fin de una época, el fin del sistema de la Restauración
tal como lo había creado Cánovas, y la aparición de una nueva generación de políticos,
intelectuales, activistas sociales y empresarios que empezaron a actuar en el nuevo
reinado de Alfonso XIII aunque, al final, los cambios fueron mínimos mientras se
prolongaba la agonía del régimen.

La derrota militar tuvo también consecuencias en el ejército, desprestigiado tanto ante la


opinión pública española como en la prensa internacional. Frente a un antimilitarismo
creciente en determinados sectores sociales, una parte de los militares adoptó posturas
más autoritarias e intransigentes, atribuyó la derrota a la ineficacia de los políticos y
pensaba que el ejército debía tener más protagonismo en la vida política del país. Esta
corriente culminó en el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923 y en el del general
Franco en 1936.

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