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El hombre como sujeto y creador de la ética

Bibliografía:

https://www.wikiteka.com/apuntes/persona-sujeto-moral/

IDENTIDAD PERSONAL, LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD


El ser humano como sujeto moral, se va haciendo a sí mismo con sus
elecciones ético-morales que le pueden llevar a ser feliz y realizarse
en la vida o amargarse y frustrarse en la vida. El bien que toda
persona apetece lograr en su vida moral es, según Aristóteles y Santo
Tomás, lograr lo mejor para su vida. El hombre, la persona que es
sabia y buena moralmente intentará hacer siempre el bien; y no se
doblegará ante la buena o mala suerte que le depare la vida para
lograr su equilibrio interno emocional y psicológico.
Nosotros, como personas, tenemos diversas posibilidades de elección
vital y diferentes perspectivas existenciales; por ejemplo, hay
diferentes carreras, oficios y profesiones, actividades deportivas, y a
tenerlas ante nosotros, descubrimos que nos atraen más unas que
otras, o que algunas son más adecuadas a nuestras capacidades. Vamos
eligiendo nuestro proyecto de vida. Las personas debemos tener ideales,
es decir, un conjunto de valores, creencias y aspiraciones que sirvan de
modelo de nuestra conducta para realizamos en la vida, y los más
positivos para las relaciones humanas y sociales son: reconocer la
dignidad e igualdad de las personas, conseguir la paz, lograr el desarrollo
ecológico sostenible, la responsabilidad y honestidad personal y laboral,
eliminar actitudes violentas y respetar los derechos humanos.

LA PERSONA COMO SUJETO MORAL


La persona es un sujeto de responsabilidad moral porque, al no estar
determinado por la herencia genética de la especie, tiene que tomar
decisiones personales responsables y elegir lo más adecuado para
sobrevivir y para vivir bien. Según afirma Javier Sádaba, detrás de la
conducta más alturista está el deseo egoísta de la satisfacción personal.
Y la moral debe ser universal y universizable: porque lo que es válido
para una persona lo es para todos (así, no se debe matar a nadie porque
atenta contra la dignidad inalienable de las personas). El hombre es
un sujeto moral que está inserto dentro de una sociedad determinada
con un código de comportamiento moral adaptado a un sistema
sociocultural determinado. David Hume, la bondad o maldad de un
acto está en un sentimiento de aprobación o desaprobación de los
sujetos hacia un acto moral. Y los hombres, como sujetos morales,
tenemos la capacidad humana e intransferible de poder elegir entre
varias posibilidades la más adecuada, la más correcta, la mejor
para desarrollar y mejorar nuestro ser personal. Javier Sádaba: el
Estado debe promocionar y respetar los bienes sociales y
económicos y los modelos cívicos de buena vida social
respetándonos entre nosotros como ciudadanos responsables. El
sujeto moral debe practicar las virtudes para poder realizarse en la vida
como persona responsable, honesta y feliz. Para Zubiri, las virtudes son
puras y simplemente posibilidades: es el deseo de lograr cosas, es
aquello que apetece al hombre conseguir. Quien mejor ha definido la
virtud en la Historia de la Filosofía moral ha sido Aristóteles, la define
como héxis, la libre elección personal que supone un término medio
regulado por el logos racional de la prudencia y la escolástica latina
medieval distingue 4 virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza
y templanza.

LA RESPUESTA ÉTICA A LOS INTERROGANTES DEL SER HUMANO


Desde el principio de la reflexión moral sobre la conducta ética
del ser humano se ha tenido presente un esfuerzo racional por
responder a los grandes interrogantes del ser humano:¿quién
soy?¿de dónde vengo?. La ética ha intentado dar respuesta a
estos interrogantes. Para Epicuro, en el siglo III a.C. la reflexión
filosófica sobre la vida moral del hombre es una actividad que
procura una vida feliz. Para los estoicos, son felices los que
hacen el bien y actúan virtuosamente, que siguen una conducta
moral recta, lo que da sentido a la vida humana en la búsqueda
del bien moral a través de la virtud y de buscar la justicia social.
Aristóteles consideraba que para ser feliz había que practicar
las virtudes éticas desarrollando buenos hábitos de
comportamiento para lograr el bien moral. Y la consecución
última de la felicidad implica en la reflexión ética aristotélica,
llegar a la contemplación interior. En la Edad Media, Tomás de
Aquino consideraba el amor como el apetito o la tendencia del
ser humano hacia el bien moral, que debía perseguir toda la
persona para sentirse feliz. Este amor será, en 1ª constancia,
como también para Aristóteles, amor a sí mismo, amor a los
otros y a las cosas. Pero el amor a sí mismo no es sinónimo de
egoísmo; es amor a lo mejor de nosotros. Para Thomas Hobbes,
la felicidad es querer desear objetos de forma constante: el
placer como fin en sí mismo. En el pensamiento ilustrado
europeo del siglo XVIII se desarrolla, a parte del selflove o
egoísmo racional con la búsqueda calculada y prudente de la
propia felicidad, el principio de la benevolencia, es una
filantropía universal. Nietzsche, en el siglo XIX, se preguntaba
qué sentido tenía apartar de nuestra existencia de la desgracia,
los miedos, las privaciones, porque todo eso nos hace crecer
éticamente para fortalecer nuestra voluntad del poder existencial

Bibliografia:

www.robertexto.com/archivo5/persona_etica.htm

AFIRMACIONES QUE DEFINEN AL HOMBRE INTEGRAL


(Perspectiva de una antropología orientada a la Moral)
IVAN CONTRERAS NOGUEIRA

El Hombre es una Unidad Totalizante, es decir el sujeto moral es "todo" el


hombre (no hay separación de cuerpo y espíritu sino se refiere a la
integridad): Concurre el hombre integral y se expresa el hombre total. En
efecto, al acto singular debe atribuírsele mayor o menor valoración ética
cuanto más profunda o superficialmente se exprese la persona en él. A
mayor o menor profundidad con que intervenga "toda" la persona en un
comportamiento moral, mayor o menor importancia tendrán sus actos.
El hombre en cuanto a un todo aparece como una Inteligencia Sentiente:
esto significa que:
El hombre es un ser vivo en cuanto a que tiene actividad propia e
interacción adaptativa con el medio.
Es Original ya que tiene la capacidad de pensar abstractamente;
comunicarse.
Es Inteligente, porque tiene la facultad de inteligir realidades. Ya que la
intelección es una habitud del hombre, lleva incluido el sentir, es decir la
habitud del hombre es la inteligencia sentiente. Posee una habitud que se
manifiesta como intelectiva y como sensitiva al mismo tiempo. La
sensibilidad está intrínsecamente en la inteligencia humana.
La comprensión del hombre como inteligencia sentiente debe ser asumida
dentro de la antropología moral. En ella se ve que en todo comportamiento
moral la manifestación unitaria del hombre es dimensión sensitiva e
intelectiva. En todas las acciones humanas, actúa siempre esta actividad de
la inteligencia sentiente.
Posee además una Estructura Personal ya que el hombre es una realidad
personal
Tenemos dos aspectos de la persona:
1.La estructura del ser personal: tiene que ver con su conformación, su
individualidad y su personeidad.
*Persona significa conformación, es decir, sus elementos son conectados
en estructura y función, donde cada una de sus partes subsisten desde el
todo y el todo subsiste desde las partes.
*Individuo significa una entidad cuya unidad se aplica negativamente, en el
sentido que alguien es individuo en cuanto no es otro, es decir está
determinado a su ser. Persona, en cambio, se refiere en cuanto dicha
unidad es definida positivamente ya que es libre y aún consistente en su
tal.
*La personeidad lleva consigo una interioridad de autoconsciencia y
autoposeción.
Persona es el ser conformado, interiorizado, espiritual y creador, siempre
que esté en sí mismo y disponga de sí. Para el hombre entender que "él es
él y yo soy yo" es algo natural, ya que cada persona es un centro dinámico
único de los actos.

2.En cuanto a las Propiedades del ser personal, podemos señalar:


El ser personal es único e indefinible debido a su complejidad. No termina
de abarcar ni de acabar, lo que lo hace inaccesible; es nombrable pero no
numerable. El es él! , sin ser más que otro, haciéndolo incuantificable. Al
revelarse desde su interior y en el interior del otro, no puede ser indiferente
ya que le atañe en lo más vivo.
La noción de persona juega un papel decisivo en la moral ya que el sujeto y
objeto de la moral es la persona, es decir se trata de personalismo moral.
La importancia del concepto de persona para la moral se entendería en
todo los niveles, esto es, en el contenido y en la estructura. El contenido es
primero y fundamental, de donde se derivan todos los demás.
El sujeto del comportamiento moral es la persona, es decir, la unidad como
un todo, con todas las características mencionadas.
* El hombre es Un ser Para el Encuentro. Ya que es en el encuentro
consigo mismo; con lo trascendente; con los demás y con el mundo que la
persona se va descubriendo frente así misma y frente a los otros.
Aristóteles concibe al hombre como animal político en cuanto ser social, ya
que se realiza dentro de la polis, en el Estado-Ciudad, conviviendo con sus
conciudadanos y realizándose en cargos cívicos. En el pensamiento
aristotélico la comunidad política se identifica con la ciudad "ya que ella es
la causa de todos los bienes del hombre".
El hombre es un ser indigente porque precisa de los demás al interactuar
en la comunidad, formar familia etc. Está destinado por naturaleza a vivir
políticamente. La indigencia se fundamenta en el carácter sintáctico de su
naturaleza (genitivo o dependencia de; ablativo o existencia de; dativo o
existencia de misión hacia y tendencial).
*Por último el hombre es una realidad inter-subjetiva (inter-personal), es
decir, la persona tiene una estructura de diálogo , donde el "yo" se
constituye en la referencia a "tu".

¿QUIEN SOY?
La pregunta de ¿Quién soy?, inmediatamente connota su referencia a los
demás, al tiempo y al espacio. Es imposible no hacer referencia a las otras
personas ya que ésta es una interrogante sobre la identidad inter-personal
(en referencia a los demás) y social (tiempo y espacio),

¿QUE DEBO HACER?


Pregunta de autodefinición que entra en el campo del "deber ser", por lo
tanto si sé quién soy, sé que debo hacer.

¿QUE SENTIDO TIENE LA VIDA?


Esta pregunta se plantea por el sentido de las cosas, de los
acontecimientos. El descubrir el sentido de la vida, facilita la construcción
de la propia identidad e ilumina el "qué hacer". A la vez el crecimiento
personal (decisiones correctas), orientan la búsqueda por éste sentido. De
acuerdo con las enseñanzas de la Biblia, concluyo que el sentido de la vida
debiera ser el "aprehender a amar", ya que al morir, Dios nos pasará la
cuenta y no preguntará "cuánto has amado...".
La pregunta por el qué debo hacer, pertenece a la dimensión ética como
búsqueda por realizar lo correcto y lo debido frente a las distintas
alternativas que se presentan.

HACER EL BIEN
La dimensión ética, condición que se construye libre y coherentemente, ha
sido (y es) un referente básico del hombre, por cuanto su historia ha
dependido en gran medida de sus libres y responsables decisiones. Estas
han sido motivadas por "modelos" (sentido, fines, ideales) que trascienden
a la simple realidad de los hechos. En efecto, la historia humana ha
dependido en gran medida de las decisiones animadas por el sentido
ético.
La pregunta ética dice relación a la manera en que actuamos, es decir, de
asumir responsablemente las consecuencias de los actos. Tiene por
referente las categorías del bien y del mal. Nos invita a reflexionar sobre
todo lo que ayuda a la realización auténtica de la persona, y rechazar lo que
impide esa realización auténtica.
La pregunta moral, que dice relación al cómo ser bueno o más bien al cómo
hacer el bien, se sustenta en la presunción de que del hombre bueno
presumen buenos actos, sin embargo no es lo mismo la búsqueda del ser
bueno con el esfuerzo por hacer el bien. La pregunta moral del cómo hacer
el bien, implica una condición de apertura hacia los demás.

LA DECISIÓN ETICA
Todo comportamiento moral comienza con una decisión (que también es el
primer acto voluntario). Dicha decisión genera una acción donde el hombre
se hace causa, se identifica y se compromete. Por medio de la intención
motivada inaugura una camino de acción sobre un proyecto futuro. En su
decisión se enfrentan instintivamente todos los valores y que por medio del
consentimiento dan origen al surgimiento de algo nuevo.

APLICACIONES DE LA ACCION MORAL


La intención moral debe tener una orientación hacia un fin (determinante de
la vida moral) y hacia una concreta voluntad. La intención es moral cuando
el fin es moral. De las tres fuentes de la moralidad (objeto, fin,
circunstancias), el objeto es la fuente inmediata. La intención debe "
llenarse" con el contenido del objeto moral.
La Acción moral objetiva (Finis Operis), requiere de una intención moral
concreta (Finis Operantis) que involucre un fin moral (bondad o maldad).
Cuando la acción e intención moral se complementan, emerge la perfección
moral.
Para alcanzar un fin moral, los medios utilizados deben ser también
morales, ya que cuando el fin moral no es justificado por la moralidad de los
medios, dichos medios eran un mal moral.
No se puede admitir que una intención buena sea capaz de crear una
estructura organizativa donde acciones desordenadas se justifiquen por la
orientación hacia un fin moralmente bueno.
CAUSES DEL DINAMISMO MORAL

Cuando la personalidad moral (^ethos) se pone en acción o actúa, se vale


de procesos de moralización que son los causes del dinamismo ético:
1. La opción fundamental
La opción (elección) fundamental (proyecto general de vida), expresa el
sentido moral de la persona. Mediante ella la persona expresa la decisión
global de su dinamismo ético -dándole sentido a sus actos-, ya que elegir
(opción fundamental) la personalidad moral (sentido moral), significa tomar
una dirección de toda la vida hacia un fin.
En la concepción cristiana, la opción fundamental es optar por una actitud
moral; es contar con la posibilidad (gracia) que Dios otorga para la
realización plena (llegar a Dios por medio de la vida en caridad, en cuanto a
opción de vida).
2. La actitud moral
La actitud (hacer) moral es la instancia en que se concreta la opción
fundamental, la dimensión totalizante del ^ethos y del sentido moral.
Dicha actitud no debe ser entendida como una posición corporal capaz de
ser comprendida por los demás (Psicología) sino que en cuanto a la
disposición que nos lleva a reaccionar positiva o negativamente ante
valores éticos.
La actitud moral cristiana, basa su estructura en la motivación (invitación al
bien); compromiso y tendencia hacia una perfección absoluta.

DISEÑO DE LA FIGURA ETICA (Coherencia de rasgos morales de la figura


cristiana)
1. Valoración de los esquemas vigentes
La moral vivida del cristiano se encuentra supeditada al deber para con
Dios, ya que "de él proviene y hacia él va". Su actitud perfecta se
materializa por medio de la vida en caridad.
La base fundamental son los mandamientos (formulación positiva de la
moral) donde se encuentran los deberes esenciales del hombre cristiano ( e
indirectamente los derechos fundamentales de la naturaleza de la persona
humana).
La moral cristiana está organizada en torno al esquema de las virtudes
Teologales (fe, esperanza y caridad) y Cardinales (prudencia, justicia,
fortaleza y templanza).

2.Hacia un esquema coherente


En el "diseño de la figura moral cristiana" cobran importancia la autonomía
ética (comportamiento moral responsablemente asumido) como ideal moral;
y la justicia ética, por medio de la búsqueda de la igualdad y reciprocidad.
La autonomía y la justicia ética, identifican la ética del cristiano, donde la
caridad (rasgo decisivo del ^ethos cristiano en cuanto amor a Dios), es el
"pilar" que identifica la figura moral del mismo.
La caridad es la virtud por la cual el cristiano ama a Dios sobre todas las
cosas, por El mismo y al prójimo como así mismo por amor a Dios.
La caridad es superior a todas las virtudes teologales. El ejercicio de todas
las virtudes está animado e inspirado por ella. La caridad es el vínculo de la
perfección, la forma de las virtudes (Santo Tomás) y que las articula y las
ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. Toda la vida
moral es la "mediación" del dinamismo de la caridad.
La vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de
los hijos de Dios, en el sentido que éste no se halla ante Dios como esclavo
en temor servil, sino como un hijo que responde al amor del que nos amo
primero.
La caridad exige la práctica del bien; es benevolente; suscita la
reciprocidad; es desinteresada y generosa; porque "reside precisamente en
la indisoluble conexión del amor a Dios y el amor al prójimo".
La actitud ética cristiana se impone a partir de su referente cristiano, la
tradición moral y la virtud.
3. Bibliografía: razonypalabra.org.mx/anteriores/n42/aocampo.html

El Hombre en el Espejo: Un Acercamiento a la Ética de Sigmund


Freud

Sigmund Freud, el tercero y último pensador de la sospecha, es también


el más incisivo y el que volteó definitivamente su mirada hacia el hombre.
Si bien Nietzsche y Marx habían ya centrado su filosofía en la
existencia hic et nunc del hombre, es hasta Freud con quien la
introspección y la indagación al interior hace explicar al hombre no sólo
en sus relaciones con los demás o en el sentido de un fin-proyecto, sino
en los problemas consigo mismo, con su mente, con su cuerpo, con sus
necesidades, con lo que busca y no encuentra, la cuestión es pues, más
psicológica que filosófica. Con reservadas proporciones, Freud se guarda
ciertas similitudes con Kiekegaard en la medida que la búsqueda es hacia
adentro, sin embargo, mientras el danés encuentra la solución a su
problema en la religión mediante la fe, Freud recurre a la ciencia mediante
la concepción de una metodología, sin mencionar que la salida de
Kiekegaard es estrictamente personal y la de Freud tiene pretensiones
universales y busca los porqués en cada uno.

Freud va sobre lo más íntimo del hombre, sobre lo que nadie se había
atrevido a indagar, abrir esa puerta significó tanto como abrir la caja de
Pandora en todos y cada uno. Al escudriñar la mente, Freud encuentra
cosas tan desgarradoras como reveladoras, para ello, toma a la ciencia y
con su ayuda crea el psicoanálisis y con él, destapa la enorme debilidad y
horror que le causa al hombre ver en un espejo su insoportable realidad
sin la coraza que le da el reflexionar sobre ella desde la ciertamente más
cómoda abstracción mental. No es casualidad que las vidas de Nietzsche
y Kiekegaard, humanistas al fin, hayan sido una auténtica galería de
sufrimientos, depresiones y altibajos. Freud no discute sobre la forma de
árbol, ni para qué lado debe crecer, ni cómo debe crecer, ni si lo que hay
arriba es cielo o no, Freud va a las raíces a buscar el porqué el árbol es
cómo es. Por decirlo de alguna manera, la investigación de Freud es
ética, es consigo mismo, es para entenderse, es para continuar el ideal
socrático de “Conócete a ti mismo” ahora bajo el marco de la ciencia. Por
ello celebró tanto el que Carl Jung, hijo pródigo y desobediente a la vez,
llevara al psicoanálisis al mundo“Casi diría que sólo su aparición ha
podido salvar al psicoanálisis de convertirse en una preocupación
nacional judía” (Rodríguez en Freud, 1999, p. 48) dijo en 1908. Así pues,
como colofón, es posible afirmar que Freud oscila entre la psicología y la
biología. Su visión va más allá o más acá de la filosofía según se quiera
ver, no se trata de especular, se trata de entender al psicoanálisis como la
ciencia de lo psíquico inconsciente.

Hombre y Cultura
La relación entre el hombre y la cultura ha resultado siempre incómoda
para el hombre. El eje de la discusión es si el hombre como creador de la cultura,
puede modificarla y dirigirla hacia donde él mismo decida o, por el contrario, si la
cultura es la primer creación humana que, cual cuento de ciencia ficción, se ha
revelado contra su creador y es ella quien modifica al hombre y lo lleva por donde
quiere. La única base desde la que se puede partir con cierta seguridad, es que
sin hombre no hay cultura. El hombre crea pues cultura. Respecto al primer punto,
aunque el mismo Freud no lo trata explícitamente, no es difícil concluir que no sólo
es la cultura quien modifica al hombre, sino que, y esto es el centro del problema
en Freud, le hace pagar al hombre un precio por culturizarse y ese precio es la
represión de sus pulsiones. Freud coincide con Aristóteles en aquella vieja frase
en la que se afirma que el que vive fuera de la polis o es una bestia o es un dios,
nótese que esta frase la expresó Aristóteles precisamente contra los bárbaros que
no tenían la producción cultural griega-ateniense. Así pues, si quieres vivir en la
polis, el peaje a pagar es la culturización, lo cual implica aprender a ganar debates
y persuadir a otros en el ágora con argumentos y no con golpes. Esta es, diría
Nietzsche, la tiranía del logos.

La cultura en Freud es, a la vez, padre represor que padre amoroso. Por la cultura
se experimentan sentimientos tan mutuamente excluyentes como poderosos,
pues, si bien por un lado, como decía Kant, representa una coraza protectora del
mundo y de la naturaleza agreste, por otro, es la gran represora de instintos.
Freud la describe así:

Pues es forzoso reconocer la medida en que la cultura reposa sobre la renuncia a


las satisfacciones instintuales: hasta qué punto su condición previa radica
precisamente en la insatisfacción (¿por supresión, represión o algún otro
proceso?) de instintos poderosos. Esta frustración cultural rige el vasto dominio de
las represiones sociales entre los seres humanos y ya sabemos que en ella reside
la causa de la hostilidad opuesta a toda cultura (Freud, 1999, p. 90).

Freud toma forma un ideal de hombre ciertamente distinto de cualquier concepción


filosófica, la incorporación de la ciencia y el estudio no del ser, sino del hombre en
sí en su más profunda intimidad, vuelven al hombre-pensador como el sujeto-
objeto de lo que está buscando. Es importante destacar que la formación
académica de Freud es como médico psiquiatra y que hizo interesantes estudios
fisiológicos sobre el funcionamiento del cerebro, así como de neurología. También
ejerció como psiquiatra en el Hospital General de Viena en donde se centró en
estudiar la neurosis, pero sobre todo, la histeria, cuestiones que finalmente lo
llevarían a desarrollar el psicoanálisis. De hecho, sobre la neurosis afirma:

Comprobose así que el ser humano cae en la neurosis porque no logra soportar el
grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura,
deduciéndose de ello que sería posible reconquistar las perspectivas de ser feliz,
eliminando o atenuando en grado sumo estas exigencias culturales (Freud, 1999,.
81).
Así pues, la neurosis, no es sino el resultado de una cultura francamente
represora frente a un individuo naturalmente hedone-eudemonista.

Cultura, Moral y Ética


El punto de partida de Freud es que el hombre tiene algunas inclinaciones tan
naturales como necesarias. La primera de ellas es su agresividad, por eso dice a
propósito de la frase “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, que considera
francamente absurda, irrealizable y por ende, cargada con una dosis significativa
de represión cultural:

La verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el
hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor; que sólo osaría
defenderse si se le atacara, sino por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones
instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por
consiguiente, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y
objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su
agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para
aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes,
para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo. Homo
hominis lupus (Freud, 1999, p. 102).

Se desprende de aquí la idea de que la cultura busca el dominio de la agresividad


humana, lo cual, conlleva ciertos contras, pues entra en oposición con la
naturaleza del hombre mismo. Las pasiones instintivas son más poderosas que los
intereses racionales, Platón lo entendió bien cuando expulsó de la República a los
poetas estableciendo así, toda una cultura. La necesidad de imponer la ley o una
normatividad como eje regulador de las relaciones humanas, es cierto, puede
reprimir el sentimiento agresivo franco, pero no alcanza a las manifestaciones más
discretas y sutiles de la agresividad el hombre que, efectivamente, se dan
simplemente por la naturaleza humana. La felicidad pues, que produce el ejercer
esas pasiones e instintos se ve limitada fuertemente y deja al hombre dos salidas:
la primera es la de convertirse un franco rebelde anticultural o al menos darse
espacios de desahogo a través de alguna forma para evitar la neurosis y la
segunda, sublimar esos instintos, es decir, recurrir a los desplazamientos de la
libido previstos en el aparato psíquico. Esto último es particularmente interesante,
pues se trata de reorientar los fines instintivos de tal manera que eludan la
frustración del mundo exterior, de esta forma se obtienen satisfacciones similares
a las que el artista experimenta en la creación, a las que el investigador
experimenta al encontrar soluciones. A través de estas canalizaciones, se
experimentan placeres o felicidad de fuentes superiores a las puramente naturales
o instintivas, sin embargo, las satisfacciones que se obtienen de esas fuentes son
tan pasajeras como cada vez más insuficientes. El problema de la voluntad
schopenhaueriana se lee en cada reflexión de Freud, por ello el principio del
placer es imposible de llevar a cabo, sin embargo, también lo es renunciar a su
búsqueda.
La crítica que Freud hace a la cultura y a sus dos hijas pródigas: la moral y la
religión, se centra en que su imposición conlleva necesariamente la renuncia y al
establecimiento de un seguro de felicidad que se asemeja más a un espejismo,
pues se trata de una protección contra el dolor mediante una transformación
delirante de la realidad. Para Freud las religiones son delirios colectivos en las que
las personas buscan caminos desesperados a la felicidad que no llevan a ningún
lado, pues la realidad es más fuerte.

El super-yo cultural ha elaborado sus ideales y erigido sus normas. Entre éstas,
las que se refieren a las relaciones de los seres humanos entre sí, están
comprendidas en el concepto de la ética. En todas las épocas se dio el mayor
valor a estos sistemas éticos, como si precisamente ellos hubieran de colmar las
máximas esperanzas. En efecto, la ética aborda aquel punto que es fácil
reconocer como el más vulnerable de toda cultura. Por consiguiente, debe ser
concebida como una tentativa terapéutica, como un ensayo destinado a lograr
mediante un imperativo del super-yo lo que antes no pudo lograr la restante labor
cultural (Freud, 1999, p. 131).

Sólo en este pequeño párrafo y en un par más, Freud alude explícitamente a la


ética, lo curioso es que la concibe como un ensayo terapéutico, pues trata de
resolver lo que la cultura no pudo ni puede. Esto es, al ser el súper-yo un supresor
de pulsiones y, por ende, generador de malestar ya que las renuncias que éste
impone llevan irremediablemente a la insatisfacción del campo pulsional, lo que la
ética va a generar son satisfacciones en plano cultural. Así pues, para ponerlo en
palabras de Freud, la ética es un ensayo destinado a lograr mediante un
imperativo del súper-yo lo que antes no pudo lograr la restante labor cultural:
satisfacción, logrando de esa manera una salida terapéutica al malestar cultural
por la represión pulsional y es que el hombre necesita forzosamente obtener
alguna satisfacción y una acción o comportamiento éticos parecen ser los únicos
que pueden proveerle cierto descanso en medio de su malestar.

Conclusiones
Como en el caso de Marx, en Freud no hay una propuesta ética explícita ni mucho
menos un acercamiento al hombre en términos filosóficos, pero definitivamente
existe una crítica y una reflexión sobre la cultura y, por ende, sobre la moral, sin
embargo, Freud no vive de abstracciones, sino que va a encontrarse directamente
con la realidad y de ahí, al motivo de esa realidad que es la suya y la de cada uno.
Paradójicamente, Freud retoma marcadas enseñanzas tanto socráticas como
aristotélicas para fundirlas mediante el proceso ciencia: “Conócete a ti mismo” y
“Animal político”, son rescatadas por este médico vienés sólo para hacer recordar
una cosa: después de todo el hombre no es sino un animal, un simple y sencillo
animal que, pese a todos sus esfuerzos no puede dejar su condición de animal y
en su profunda necesidad de diferenciarse de los demás animales, se ha
preocupado por conocerlo todo, ha creado e inventado todo, incluyendo un
complejo sistema tanto tangible como intangible, dejando la introspección y el
estudio sobre sí mismo para después, pues ha caído en cuenta de la terrible
desesperación que le puede producir hacerlo, ya que puede significar romper con
esa tan melosa y necesitada idea de efectiva libertad individual y llegar a una
conclusión tan orgullosamente demoledora como el determinismo. Después de
todo, el hombre sólo es un animal que no ha querido conocerse.

Freud psicoanaliza la cultura, la cuestión es que está imposibilitado para hacer


una propuesta, pues generaría cultura y ello nuevamente a empezar con esto. En
realidad, lo desesperanzador de Freud es que no hay salida, el hombre vivirá
siempre en tensión entre la cultura impuesta y su realidad natural, vivirá
permanentemente el malestar en la cultura.

Como punto final, hay una corta frase que, en buena medida, sintetiza de una
manera bastante acertada, parte del pensamiento freudiano sobre el hombre y la
cultura: “Por consiguiente, la cultura domina la peligrosa inclinación agresiva del
individuo, debilitando a éste, desarmándolo y haciéndolo vigilar por una instancia
alojada en su interior, como una guarnición militar en la ciudad conquistada”
(Freud, 1999, pp. 114-115).

Referencias:

Freud, S. (1999). El malestar en la cultura. Madrid: Biblioteca nueva

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