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Antes de dar un concepto de legítima es preciso efectuar algunas consideracio nes para
comprender su alcance.
La primera de estas reflexiones es que la institución de la legítima adquiere im portancia
solamente en los casos en que el causante deja legitimarios y ha hecho un testamento ya
sea instituyendo herederos o efectuando legados o ha realizado donaciones en vida.
Cuando no hay legitimarios, el causante puede disponer libremente de sus bienes, ya que
no existe la protección de la legítima.
Cuando hay legitimarios y el causante no ha otorgado un testamento o no ha realizado
donaciones en vida, tampoco hay problemas de legítima, recibiendo los herederos la
totalidad de la herencia.
Por lo tanto, la legítima adquiere relevancia en el caso que existan legitimarios y el
causante ha testado o ha hecho donaciones u otro acto a título gratuito.
La segunda cuestión que resulta necesario aclarar es que con frecuencia se confunde la
legítima o porción ilegítima o cuota de legítima, como también se la deno mina, con la
cuota hereditaria; sin embargo, son conceptos diferentes.
Si bien la legítima se determinará en forma individual para cada heredero, su cuantía
depende del orden sucesorio llamado a esa herencia, mientras que la cuota hereditaria
depende de la cantidad de herederos de ese orden que concurran a la herencia.
Tampoco hay que confundir sucesión legítima con la legítima porque la primera es la que
se defiere de acuerdo a la ley y en este caso el llamamiento puede ser imperativo o
supletorio. Tendrá llamamiento imperativo cuando se refiera a los miembros de la familia
protegidos por la legítima y tendrá llamamiento supletorio cuando se refiera a los
colaterales.
Por último, debe aclararse que el llamamiento imperativo que hace la ley a los
legitimarios no significa que éstos se encuentran obligados a aceptar la herencia. Ese
llamamiento es imperativo respecto del causante, ya que no puede excluirlos de ningún
modo al haberse eliminado la posibilidad de desheredarlos.
LEGITIMARIOS
El art. 2444 del CCCN designa quiénes son los legitimarios en la legislación actual,
mejorando la redacción anterior en la que se remitía a los cinco capítulos del título
anterior: "Tienen una porción legítima de la que no pueden ser privados por testamento
ni por actos de disposición entre vivos a título gratuito, los descendientes, los
ascendientes y el cónyuge".
Esta disposición ha sido tomada al pie de la letra del art. 2394 del Proyecto de Código
Civil de 1998, salvo por la supresión de la referencia a los bienes del causante ya
mencionada.
La nueva norma, sin definir concretamente el concepto de legítima, determina los modos
en que la misma puede ser violada y enumera los beneficiarios de dicha protección legal.
Resulta, desde mi punto de vista, contradictoria y poco clara la enunciación de los actos
por los cuales es posible infringir la legítima, tal como se explícita en el apartado
siguiente.
Por otra parte, resulta adecuada la enunciación concreta de los legitimarios que hace la
nueva disposición, a diferencia de lo que ocurría con anterioridad en que se remitía a los
mencionados en los cinco primeros capítulos del título anterior.
También hay que tener en cuenta que se ha eliminado la desheredación como forma de
exclusión de los legitimarios y también se ha suprimido el derecho de la nuera viuda sin
hijos que era considerada una legitimaria no heredera.
PORCIONES LEGÍTIMAS
Las nuevas porciones legítimas han quedado definidas por el art. 2445 del CCCN al
igual que la forma de calcularlas y la manera de hacer su cómputo para cada des-
cendiente. Este nuevo artículo es similar al art. 2395 del Proyecto de Código Civil ce
1998 y la única diferencia que se presenta entre ambas redacciones se refiere a 3 forma
de calcular el valor de los bienes donados.
Se han reducido las legítimas respecto de lasque había establecido el Código Civil,
siguiendo un criterio que era mayoritariamente sostenido por la doctrina.
También se ha clarificado la forma de valuar e integrar la masa de legítima, aunque una
razón lógica hubiera indicado que esos párrafos deberían haber sido ubicado en orden
inverso porque en primer término resulta imprescindible determinar la manera como
queda constituida la masa de bienes sobre la que debe calcularse cada legítima y luego
efectuar la valuación de dicha masa.
Se ha innovado en la forma de efectuar la valuación de las donaciones realizadas por el
causante.
Asimismo ha quedado especificado que, si bien la legítima global corresponde al orden
de los herederos llamados a suceder, respecto de cada uno de ellos habrá que hacer una
determinación particular porque puede haber bienes que se computen respecto de unos
legitimarios y no con relación a otros.
a) Cuotas de legítimas
Siguiendo un reclamo mayoritario de la doctrina se han reducido las cuotas de legítima
de los legitimarios.
Por ello, en la actualidad, la legítima de los descendientes será de dos tercios y tanto la
de los ascendientes como la del cónyuge serán de un medio.
Si bien se aumenta la posibilidad de disponer por testamento o por actos entre vivos a
título gratuito que tiene el propietario de los bienes, la limitación a ese derecho ha sido
cuestionada por violar el derecho constitucional de la propiedad.
En tal sentido, Molinario ha sostenido hace muchos años que la legítima no pue de
superar el 33% de los bienes del causante siguiendo la doctrina de la Corte Suprema de
Justicia sobre la confiscatoriedad de los impuestos y Salomón ha reasumido esa posición
en la actualidad con sólidos argumentos.
Es probable que las porciones fijadas en el CCCN no susciten controversia, pero debe
siempre tenerse en cuenta que se trata de restricciones al derecho de propiedad y a
disponer libremente de sus bienes que tiene una persona en vida y que se limitan de una
manera sustancial con motivo de su muerte.
b) Masa de legítima
Es sabido que a lo largo de las normas sucesorias es posible determinar distintas masas
de bienes, ya que no tendrán la misma composición la herencia, la masa indivisa, la masa
de partición y la masa de legítima.
No es del caso señalar en esta oportunidad dichas diferencias, pero lo cierto es que la
masa de legítima tiene una integración distinta de la herencia.
En efecto, de los dos últimos párrafos del artículo que se comenta surge que la masa de
legítima se integra con los bienes que componen la herencia, menos las deudas y cargas
más el valor de las donaciones colacionables y reducibles.
En cuanto a la herencia hay que tener en cuenta que se compone con los bienes que
existían dentro del patrimonio del causante al día de su fallecimiento menos los que no se
transmiten por causa de muerte.
Como sostenía Vélez Sarsfield en la nota al anterior art. 3279:"... Decimos en el artículo
que 'componen la herencia y no que pertenecen al difunto, como regularmente se define
la herencia, porque entre estos últimos hay algunos derechos que salen de su patrimonio
por efecto mismo de la muerte, como el usufructo, la renta vitalicia, etcétera".
A su vez, dentro de los bienes que componen la herencia hay que considerar que no deben
ser computados los créditos incobrables, los frutos devengados después de la muerte
porque pertenecen a los herederos y los bienes comunes que no tengan un valor
patrimonial propio como pueden ser los títulos honoríficos, diplomas, premios, medallas,
retratos, manuscritos, etcétera.
De esta masa de bienes habrá que restar las deudas que dejó el causante y las cargas
hereditarias. Conceptualmente se trata de situaciones distintas; una cosa son las
obligaciones que el causante había contraído en vida y que se encontraban insatisfechas
al momento de su muerte y otra son las que se han originado con posterioridad al
fallecimiento como ocurre con los gastos funerarios y los relativos a la conservación,
liquidación y división de los bienes hereditarios, como son los relativos a la facción de
inventarios y tasación de los bienes.
Todas estas deudas y cargas deben ser deducidas de la herencia, puesto que el art. 2445
del CCC/V alude al valor líquido de la herencia.
A su vez, se deberá adicionar el valor de los bienes donados ya sea a legitimarios y que
puedan ser objeto de la acción de colación o bien a terceros que serán pasi bles de la
acción de reducción.
Al respecto hay que considerar efectivamente las donaciones que tengan esta
característica porque las donaciones remuneratorias serán tenidas como tales si se
cumplen los recaudos de los arts. 1561 y 1564 del CCCN.
En otro aspecto, es preciso puntualizar que pueden haber existido beneficios a favor de
legitimarios, pero que quedan excluidos de la obligación de colacionar, como los gastos
de alimentos, de asistencia médica por extraordinarios que sean, los de educación y
capacitación profesional o artística de los descendientes, excepto que sean
desproporcionados con la fortuna y condición del causante, los gastos de boda que no
excedan de lo razonable, los presentes de uso y el seguro de vida que corresponde al
heredero, pero sí las primas pagadas por el causante al asegurador hasta la concurrencia
del premio cobrado por el asegurado, conforme resulta del art. 2392 del CCC/V.
Con relación a las donaciones resulta necesario remarcar que se han determinado los
momentos a partir de los cuales las mismas deben ser computadas y también el momento
en que ya no podrán ser consideradas a los efectos de la integración de la masa de
legítima.
En cuanto al punto inicial, hay que computar las donaciones efectuadas a partir de los
trescientos días anteriores al nacimiento del legitimario o al nacimiento del ascendiente a
quien se representa y para el cónyuge las hechas después del matrimonio.
Respecto del momento hasta el que las donaciones deben tomarse en cuenta, es preciso
tener presente que se deberán considerar para el cálculo de la legítima solamente las
donaciones en las que el donatario haya poseído el bien donado menos de diez años de
antigüedad a la muerte del causante, tal como lo dispone el art. 2459.
Por último, debe ser remarcado que no podrán incluirse las donaciones que hubieren
perecido sin culpa del donatario, conforme lo establece el art. 2455 del CCCN.
Todos estos bienes deben ser computados a los efectos de determinar la legítima global
de esa sucesión en función de los legitimarios que son llamados a la misma.
Pero, además, deberán ser integradas todas o algunas de esas donaciones cuando se
quiera establecer la legítima particular de un heredero porque puede suceder que, por la
fecha en que la liberalidad fue realizada, tenga que ser computada con relación a algún
legitimario, mientras que para otro no deberá ser considerada.
CONCURRENCIA DE LEGITIMARIOS
Recordemos que, como excepción al primer principio de la sucesión intestada, en la
legislación actual el cónyuge puede concurrir con los descendientes y con los
ascendientes. Por lo tanto, es necesario establecer la legítima de una herencia de-
terminada cuando concurren a recibirla herederos de diferente legítima o bien cuando
concurren diferentes órdenes pero con igual legítima.
No había una solución expresa en el Código Civil anterior, pero la doctrina había
elaborado una serie de reglas que han sido recogidas en general por el art. 2446: “Si
concurren sólo descendientes o sólo ascendientes, la porción disponible se calcula según
las respectivas legítimas.
Si concurre el cónyuge con descendientes, la porción disponible se calcula según la
legítima mayor".
La norma ha sido tomada casi textualmente del art. 2396 del Proyecto de Código Civil de
1998.
También hay que tener en cuenta que la norma alude a la porción disponible cuando es
evidente que ésta resulta determinada por la legítima.
La primera parte del art. 2446 del CCCN constituye casi una obviedad porque resulta
incuestionable que cuando concurren legitimarios del mismo orden no hay conflicto de
legítimas y, por ello, la porción disponible resulta ser necesariamente el excedente de la
misma hasta completar la masa sobre la cual debe ser calculada.
Por el contrario, el segundo párrafo resulta novedoso y viene a receptar, como se señaló
más arriba, lo que la doctrina había elaborado con anterioridad con relación al tema de
la concurrencia de herederos con diferente legítima.
Cuando se presenta la concurrencia de descendientes que tienen una legítima global de
dos tercios y el cónyuge cuya legítima es de un medio, no es posible adi cionar una a la
otra porque se superaría la totalidad de la masa de legítima.
Por ese motivo se ha sostenido que la legítima mayor absorbe a la menor y, en tal caso,
se tomará en cuenta para todos los legitimarios que concurren conjuntamente, es decir,
para los descendientes y el cónyuge, la legítima de dos tercios.
Los descendientes no resultan perjudicados en su protección legal porque su legítima se
mantiene intangible y el cónyuge resulta beneficiado porque se incrementa dicha
protección.
El nuevo artículo, apartándose de la fuente señalada, no ha tratado el caso de
concurrencia de los ascendientes con el cónyuge.
Sin embargo, tal carencia no ofrecerá dificultades interpretativas, ya que en ese supuesto,
ambos órdenes, ascendientes y cónyuge, tienen como legítima la mitad y será ésta la
protección de la que gozarán en ese caso de concurrencia.
En esta situación la doctrina sostenía, de modo que resulta perfectamente aplicable a la
actualidad, que cuando concurren herederos de diferentes órdenes pero de igual legítima,
las legítimas se superponen y cualquiera de ellas es la protección que merecen todos los
legitimarios llamados a esa sucesión.
PROTECCIÓN DE LA LEGÍTIMA
En el anterior Código Civil, el art. 3598 contenía una estipulación similar a la del art.
2447 del CCCN.
Esta norma establece: "El testador no puede imponer gravamen ni condición alguna a
las porciones legítimas; si lo hace, se tienen por no escritas".
Comparando ambas normas, surge que la diferencia es meramente de redacción, ya que
se ha suprimido la parte de la frase "declaradas en este Título", lo que no modifica en
modo alguno el alcance y contenido de las mismas.
En el Proyecto de Código Civil de 1998, en el art. 2397 se hacía referencia a que tales
restricciones "no son válidas".
Sin lugar a dudas esta última expresión resulta ser técnicamente más adecuada porque
pone de manifiesto que se ha violado la prohibición legal y, por consiguiente, son
pasibles de ser declaradas nulas.
Por el contrario, la frase referida a que se tienen por no escritas si bien puede re sultar
muy gráfica en cuanto a su alcance, no resulta adecuada por no encuadrar con ninguna
categoría de invalidez de los actos jurídicos.
Es de la esencia de la institución de la legítima que se procure resguardar su in-
violabilidad, ya que si se considera conveniente proteger a los legitimarios de ese modo,
se deben evitar los medios por los cuales la legítima podría ser infringida.
El art. 2447 del CCCN, entre otros, se encolumna en esa dirección estableciendo que la
legítima no puede resultar menoscabada por gravámenes ni condiciones impuestas por el
testador.
Por ello, la forma típica que se encuadra en este artículo resulta del testamento mismo y
no es posible que se le reconozca validez a ninguna disposición que resulte contraria a la
integralidad de la legítima.
Sin embargo, la intención de desproteger a los legitimarios puede no haberse plasmado
en el testamento sino en actos realizados en vida por el causante.
Ello puede haber sucedido a través de actos simulados o del aporte de bienes a
sociedades. En algunos casos desnaturalizando los bienes en sí mismos para que queden
transformados en participaciones societarias sujetas al régimen de las mayorías y con la
imposibilidad de disponer de los bienes que conforman su capital social. En otros
constituyendo sociedades nacionales cuya tenencia accionaria pertenezca a sociedades
extranjeras con acciones al portador o bien directamente a nombre de éstas.
En el primer supuesto, a la muerte del causante en el acervo habrá cuotas en caso de la
sociedad de responsabilidad limitada o acciones si se tratase de una sociedad anónima o
en comandita por acciones.
Estos dos últimos tipos sociales fueron muy utilizados para evitar el pago del impuesto a
la transmisión gratuita de bienes cuando este gravamen existía, que se suplantaba por un
impuesto sustitutivo, y por tratarse de acciones al portador, para evitar su ingreso dentro
del acervo sucesorio con la consiguiente falta de control en su distribución y la
desprotección de los herederos forzosos.
De estos objetivos, el primero ya no se puede obtener porque se ha derogado el impuesto
a la transmisión gratuita de bienes en el ámbito nacional.
Con relación al segundo, la ley 24.587 ha impuesto nuevamente la nominatividad de las
acciones por lo que, en alguna medida se ha limitado la posibilidad de fraude a la
legítima, ya que si están en cabeza del causante deberán necesariamente incluirse en el
acervo a transmitir.
Sin embargo, es posible que formalmente se respete la legítima en estos casos, pero que
en la realidad el legitimario se encuentre imposibilitado de gozar de los bienes que la
integran.
Así sucederá cuando se trate de una sociedad cerrada o de familia, es decir, de las que no
cotizan en la Bolsa de Valores, porque la transmisibilidad de la participación social que
le corresponda aun legitimario se encontrará limitada en los hechos por la falta de
posibles interesados, sobre todo cuando esta participación no permita ejercer el control
sobre las decisiones societarias.
Además, habrá que constatar las posibilidades que pueda tener el socio minoritario en la
toma de decisiones societaria porque es factible que los otros socios, herederos también o
no, tengan el control de la sociedad y, entonces, no sólo no pueda disponer de su parte
social sino que tampoco pueda intervenir en la forma de administrar la sociedad.
Por lo tanto, tanto la doctrina como la jurisprudencia permiten penetración de la
persona jurídica a fin de determinar si la misma se ha constituido con un fin ilícito o aun
cuando el fin no fuera ilícito si de ella surge un condicionamiento indebido a la
posibilidad de disponer de los bienes que integran la legítima.
El art. 54 de la ley 19.550 en su párr. 3 o establece: "La actuación de la sociedad que
encubra la consecución de fines extrasocietarios, constituya un mero recurso para violar
la ley, el orden público o la buena fe o para frustrar derechos de terceros, se imputará
directamente a los socios o a los controlantes que la hicieron posible, quienes
responderán solidaria e ilimitadamente por los perjuicios causados".
Como consecuencia de lo expuesto se podrá recurrir a demandar que se descorra el velo
de la personalidad societaria para desentrañar la verdadera composición de su
patrimonio y en el caso que resulte adecuado, disponer la inoponibilidad de la figura
societaria a las normas de orden público que protegen la legítima.
En tal sentido se ha resuelto que: "La sucesión legítima está regulada expresamente por
la normativa que establece una porción no disponible de la herencia, sólo mutable por
desheredación, institución que exige estar asentada en supuestos taxativamente indicados
por la ley (...) La limitación legal impuesta por el instituto de la legítima no puede sufrir
cortapisas del testador y de advertirse alguna disposición en ese sentido se tendrá por no
escrita' (art. 3598, Cód. Civil) (...) Se viola la prohibición de condicionar la legítima si el
causante formó una sociedad con tres de sus hijos y casi el total de sus bienes, por
noventa y nueve años y renovable, impidiendo así que los bienes lleguen materialmente a
manos de los demás herederos"4.
En este caso se ordenó que se les entregaran a los herederos reclamantes los bie nes de la
sociedad necesarios para satisfacer su legítima con la consiguiente disminución del
patrimonio societario.
En otro caso en el que no hubo intención fraudulenta, pero que de la constitución
societaria también resultaba un condicionamiento de la legítima se resolvió: "La
sociedad anónima constituida por el causante y miembros de su familia, en la que aquél
aportó el 95% del capital accionario mediante un inmueble rural de valor muy superior
al de las acciones suscriptas, no ha respondido propiamente a la estructura de una
verdadera empresa impersonal y de capital, sino que de hecho ha agrupado al núcleo
familiar alrededor de un cuantioso patrimonio productor del causante, quien en vida—
aunque bajo la titularidad formal de la sociedad— lo administraba en virtud de su
absoluto y casi total predominio accionario, pasando (a su muerte) la administración a
su familia. Por ello, aunque formal y legalmente se trate de una sociedad de capital, la
realidad interna de ese patrimonio de origen unipersonal adquiere los visos de la
administración de un condominio indiviso, implicando una total e innegable
desvirtuación de la forma societaria (...) Si todo el patrimonio del causante fue aportado
por él en vida a una sociedad anónima constituida juntamente con la totalidad menos uno
de sus herederos forzosos, aportación que representó el 95% del capital accionario aun
cuando el valor de las acciones era sensiblemente menor al valor real de los bienes
aportados, el patrimonio transmisible mortis causa que determina la legítima del
heredero que no participó en la sociedad no puede estar representado por las acciones
del causante, ya que ello implicaría una evidente desigualdad entre los sucesores. En
consecuencia, es procedente la acción de inoponibilidad del acto constitutivo de la
sociedad, deducida por el heredero no participante, debiendo incluirse en el inventario
del sucesorio los bienes aportados por el causante a la sociedad, laque deberá reducir su
capital si los socios no optan por su disolución definitiva".
En definitiva, el fundamento legal para llegar a estas conclusiones se encontraba en el
art. 3598 del Código Civil derogado que prohibía al testador "... imponer gravamen ni
condición alguna a las porciones legítimas..." y "...Si lo hiciere, se tendrán por no
escritas".
La jurisprudencia citada resulta perfectamente aplicable y vigente en la actualidad a
tenor de la redacción similar que existe entre el art. 3598 del Código Civil anterior y el
nuevo art. 2447 del CCCN.
Más difícil de resolver es la cuestión que se presenta cuando el titular de los bienes que
pertenecían al causante es una sociedad anónima constituida en el extranjero por cuanto
la aplicación de la ley argentina no podría afectar la naturaleza de las acciones al
portador, cuyo tenedor será el propietario de la sociedad y, por consiguiente, de los
bienes que tendrían que haber formado parte de la herencia si no hubieran sido
aportados a dicha sociedad.
Es el típico caso de sociedades offshore que se utilizan para adquirir bienes en el país,
pero bajo una forma societaria que admite la emisión de acciones al portador.
La Inspección General de Justicia ha dictado resoluciones tendientes a limitar el
accionar de este tipo de sociedades dentro de nuestro país, al exigir la demostración de
la realización de actividades en el lugar de su constitución (Res. 7/03) y me diante la
creación del Registro de Actos aislados de sociedades anónimas extranjeras (Res. 8/03).
Otra forma a la que se recurre para violar la legítima es la constitución de un fi -
deicomiso (trust) en el extranjero al que se han aportado bienes mobiliarios y cuya
administración y destino dependerá de la decisión del fiduciante, sin que las normas
protectoras de la legítima sean aplicables.
IRRENUNCIABILIDAD DE LA LEGÍTIMA
Dentro de las normas protectoras de la legítima se encuentra también el art. 2449 del
CCCN: "Es irrenunciable la porción legítima de una sucesión aún no abierta”.
El nuevo texto ha sido tomado literalmente del art. 2398 del Proyecto de Código Civil de
1998.
Se mejora la redacción respecto de la renuncia a una legítima con relación a una
sucesión no abierta todavía.
La reforma suprime la referencia a los pactos sobre herencias futuras que tenía el
anterior art. 3599 del Código Civil derogado por cuanto incluye una norma específica en
la parte relacionada a los contratos.
En efecto, el art. 1010 del CCCA/dice: "Herencia futura. La herencia futura no puede ser
objeto de los contratos ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales
sobre objetos particulares, excepto lo dispuesto en el párrafo siguiente u otra disposición
legal expresa”.
Corrobora esta tesitura lo dispuesto por el art. 2286 del CCC/V que dispone: “Tiempo de
la aceptación y la renuncia. Las herencias futuras no pueden ser aceptadas ni
renunciadas".
Esta norma tiende a resguardar la integralidad de la legítima y se agrega a un cúmulo de
disposiciones que persiguen ese fin.
Sin perjuicio de ello, es necesario puntualizar que la reforma ha plasmado una mayor
desprotección de la legítima en comparación con la que existía con anterioridad, tal
como se comentará más adelante.
Como se sabe, la renuncia es un acto unilateral, por lo que se perfecciona con la sola
voluntad del renunciante y no es posible considerar la existencia de contraparte ni de
contraprestación alguna.
Si apareciese alguno de estos dos últimos aspectos, ya no se trataría de una renuncia sino
de un contrato que resultaría violatorio del art. 1010 ya señalado.
Por ello es correcta la supresión que se ha hecho en la norma que se comenta de las
consecuencias que derivan de la invalidez del pacto sobre la herencia futura.
Por otra parte, es evidente que si un pacto realizado sobre la legítima que podrían recibir
los herederos en la sucesión de una persona todavía viva se anulara por tal motivo,
deben restituirse las prestaciones recíprocas que han sido objeto de la negociación.
Para que quede invalidada la renuncia a la legítima tiene que haber sido reali zada antes
del fallecimiento del causante, puesto que no existe ninguna restricción para dejar de
lado la protección legal cuando ya ha ocurrido la muerte y por ello se ha producido la
transmisión de los derechos a favor de los herederos, conforme resulta del art. 2277 del
CCCN.
La categórica redacción de la norma implica que su violación trae aparejada la nulidad
de la renuncia y ella debe ser demandada demostrando simplemente la fecha en que fue
otorgada y la fecha del fallecimiento.
Esto permitirá que luego de ocurrido el fallecimiento, el legitimario se encuentre en
condiciones de decidir acerca de la aceptación de la herencia o su renuncia a la misma o
de su aceptación, pero renunciando a la legítima que le pueda corresponder.
a) Concepto de preterición
Habrá preterición cuando el causante ha omitido en su testamento a un legitimario y ha
instituido como heredero a otro.
b) Especies de preterición
La preterición puede ser voluntaria o involuntaria. Será voluntaria cuando el causante
conocía la existencia del legitimario y lo omite.
Será involuntaria cuando no sabía el causante al tiempo de hacer el testamento acerca de
la existencia del legitimario o bien éste nace después de otorgado el testamento.
La solución que trae el CCCN no distingue entre la preterición voluntaria o involuntaria
porque en ambos supuestos el régimen jurídico es idéntico.
ACCIÓN DE COMPLEMENTO
La acción de complemento ha sido regulada en el art. 2451 del CCCN: “El legitimario a
quien el testador le ha dejado, por cualquier título, menos de su porción legítima, sólo
puede pedir su complemento".
Esta norma, además de guardar similitud con el art. 3600 del Código Civil dero gado, es
idéntica al art. 2400 del Proyecto de Código Civil de 1998.
Las diferencias entre la nueva norma y el artículo anterior son meramente de forma, ya
que no ha variado su contenido sustancial.
En efecto, se reemplaza la denominación de "heredero forzoso" por "legitimado", se han
cambiado los tiempos verbales y se ha agregado "porción" al referirse a la legítima.
La acción de complemento ha sido tradicionalmente considerada como una acción
protectora de la legítima diferenciada de las otras que persiguen el mismo fin, como la de
reducción, de entrega de la legítima, etcétera.
Prácticamente su enunciado es similar al de la acción de reducción porque, en definitiva,
es lo mismo que se reduzcan las disposiciones testamentarias o las donaciones a fin de
recibir o complementar la legítima, conforme lo enuncian los arts. 2452 y 2453 del
CCCN, y que se complementen los bienes hasta completar la legítima tal como lo dispone
el artículo que se comenta.
En el Código Civil anterior se habían tomado de diversas fuentes ambas accio nes; cada
una en su origen tenía una regulación específica y respondía a concepciones diferentes,
que no se han plasmado en nuestro derecho. La reforma ha mantenido esta divergencia.
Por ese motivo, entendemos que no cabe hacer una distinción tajante entre ambas
acciones en razón de no haberse materializado una regulación diferenciada.
Por el contrario, Belluscio entiende que la acción de complemento se debe plantear
cuando hay una institución hereditaria que afecte la legítima lo que puede suceder
cuando se ha instituido heredero a otra persona y el legitimario ha recibido menos de la
legítima como, por ejemplo, mediante una donación y la acción de reducción tendrá
lugar para cuestionar los legados y las donaciones.
En la actualidad, esta observación puede ser cuestionada porque si hay una institución
hereditaria que afecte la legítima, será un caso de preterición encuadrado en la acción de
entrega de la legítima prevista en el art. 2450 del CCCN y si se trata de legados o
donaciones la acción que corresponde es la de reducción.
En definitiva, el único matiz diferencial se encuentra en que mediante la acción de
complemento se ataca la institución de herederos realizada en el testamento, mientras
que en la acción de reducción se cuestiona la institución de herederos de cuota o los
legados que afecten la legítima.
ACCIÓN DE REDUCCIÓN
Los alcances de la acción de reducción han sido regulados en diversos artículos que se
comentarán a lo largo de este apartado.
En tal sentido, comienza el CCCN a referirse a la acción de reducción en el art. 2452: "A
fin de recibir o complementar su porción, el legitimario afectado puede pedir la
reducción de las instituciones de herederos de cuota y de los legados, en ese orden.
Los legados se reducen en el mismo orden establecido en el segundo párrafo del art.
2358".
El texto ha sido tomado del art. 2401 del Proyecto de Código Civil de 1998 con la única
diferencia del artículo al que se remite para la reducción de los legados.
Se ha puesto de resalto que el objeto de la acción es lograr que se reduzcan la institución
de herederos de cuota y los legados para que el legitimario pueda recibir o complementar
su legítima.
También se ha establecido que la reducción se hará en primer término respecto de los
Instituidos como herederos de cuota y luego serán afectados los legados.
Finalmente se ha aclarado que los legados se reducirán en el orden establecido en el
párr. 2o del art. 2358 del CCCN que alude al cumplimiento de las disposiciones
testamentarias.
a) Concepto
La acción de reducción es el derecho que tiene un legitimario para atacar las ins-
tituciones como herederos de cuota y los legados hechos por el causante en su testamento
o las donaciones hechas en vida por el mismo, en la medida que excedan de la porción
disponible.
De este concepto se extrae que la reducción no opera de pleno derecho sino que requiere
la actuación judicial del legitimario perjudicado.
También surge de allí que los actos que pueden ser cuestionados son tanto la institución
de herederos de cuota y los legados.
En cuanto a las donaciones que también pueden ser reducidas el sustento legal para ello
se encuentra en el art. 2453 del CCCN.
Además, es necesario remarcar que esta acción no se concede en todos los casos en que
se hayan hecho instituciones de herederos de cuota, legados o donaciones; la acción será
procedente, en tanto esos actos superen la porción disponible por el causante.
De esta manera quedan cubiertos los dos tipos de actos que pueden afectar la legítima y
que hace procedente la acción de reducción; esto es, las disposiciones testamentarias y
las donaciones.
b) Esencia jurídica
El Código Civil de Vélez Sarsfield no había regulado de una manera expresa la
naturaleza jurídica de la acción de reducción sino que, por el contrario, se referían a ella
normas aisladas en forma indirecta.
Esta situación había provocado divergencias en la doctrina acerca de la naturaleza
jurídica de la acción de reducción. Así, para algunos autores como Lafaille, Fornieles y
Zannoni la acción tendría un carácter personal y, por lo tanto, cuando una donación
había superado la porción disponible, el donatario podría conservar ese bien, pagando el
valor necesario para que la legítima quede salvada.
Para otra parte de la doctrina, Goyena Copello y Maffía, entre otros, se trataba de una
acción real y por lo tanto rei persecutoria, mientras que Borda, en una posición ecléctica,
sostenía que no obstante los efectos rei persecutorios, en sustancia era una acción
personal puesto que su objeto era la resolución de un contrato, la donación hecha por el
causante.
Como se puede apreciar, la diversidad de opiniones se había producido por las normas
que, como se dijo, regulan en forma indirecta este tema.
En la actualidad, el nuevo art. 2458 del CCCN, bajo el título de "Acción rei persecutoria"
permite perseguir a los terceros adquirentes de bienes registrables, pero a su vez
posibilita que éstos desinteresen al legitimario satisfaciendo en dinero el perjuicio a la
cuota legítima.
Es decir, que el efecto rei persecutorio resulta ser relativo por cuanto siempre se rá
posible abonar el importe que es necesario para resguardar la integralidad de la
legítima. Por lo tanto, el CCCN parece inclinarse por considerar que la acción de re-
ducción es personal.
En realidad, el caso se presenta cuando la legítima está afectada por una donación, ya
que si se trata de institución de herederos de cuota o legados que superan la porción
disponible, el legitimario se negará a entregarlos.
Si la donación vulnera la legítima, es indudable que el carácter real es el que per mite
una adecuada defensa del legitimario porque, de lo contrario, estaría su protección
sujeta a la posibilidad aleatoria de cobro de una suma de dinero.
Por lo tanto, parece más adecuado considerar que se trata de una acción personal con
efectos rei persecutorios tal como lo dispone la primera parte del art 2458 del CCCN.
Sólo por excepción deberá contemplarse la posibilidad de desinteresar al legitimario
satisfaciendo en dinero el perjuicio sufrido al haber quedado menoscabada su cuota de
legítima.
d) Orden de la reducción
La primera directiva que trae el CCCN respecto del orden en que deben efectuarse las
reducciones se encuentra en la norma que se comenta.
Allí se dispone que primero deben reducirse las instituciones de herederos de cuota y
luego los legados.
Resulta adecuado este orden de prelación para efectuar la reducción de las dis posiciones
testamentarias porque si ya con la cuota asignada al instituido se afecta la legítima, los
legados no podrían nunca ser satisfechos.
Por ese motivo, será necesario que la institución de herederos de cuota quede reducida al
límite permitido por la porción disponible.
Cuando no hubiere institución de herederos de cuota o ésta no alcance a cubrir la
totalidad de la porción disponible, será necesario reducir los legados que exce dan de
ésta.
En este punto, la última parte del art. 2452 del CCCN dispone que se reducen en el
mismo orden establecido en el párr. 2° del art. 2358.
Sin embargo, esta remisión es errónea porque en esta norma se determina que primero se
cumplen los que tengan preferencia otorgada por el testamento, luego los de cosa cierta y
determinada y finalmente los demás legados, estableciendo que dentro de la misma
categoría se pagan a prorrata.
Es claro que el orden de la reducción debe ser el inverso al del cumplimiento, ya que
caerán en primer lugar los restantes legados, luego los de cosa cierta y finalmente los
que tengan preferencia otorgada por el testamento.
De atenernos a la letra del art. 2452 del CCCN estará en mejores condiciones un legado
cualquiera que uno preferente o de cosa cierta y determinada, lo que no resulta lógico.
Se ha reproducido en este caso el error que contenía el art. 2401 del Proyecto de Código
de 1998.
También es necesario puntualizar que este orden de reducción de los legados es
supletorio de lo que el causante pueda haber establecido en su testamento, ya que si éste
ha efectuado una disposición en la que expresamente dispusiese el orden de cumplimiento
del que resulta indirectamente el orden de las reducciones, hay que atenerse a él.
Cuando se han dejado sin efecto todos los legados y todavía se encuentra vulne rada la
legítima, será necesario reducir las donaciones.
Es claro, entonces, que primero se reducen los legados y en caso de ser imprescindible, se
reducirán las donaciones conforme resulta del art. 2453 del CCCN: "Si la reducción de
las disposiciones testamentarias no es suficiente para que quede cubierta la porción
legítima, el heredero legitimario puede pedir la reducción de las donaciones hechas por
el causante.
Se reduce primero la última donación, y luego las demás en orden inverso a sus fechas,
hasta salvar el derecho del reclamante. Las de igual fecha se reducen a prorrata".
La norma es casi idéntica al art. 2402 del Proyecto de Código Civil de 1998 y la única
diferencia consiste en que en este último se alude a las donaciones en los diez años
anteriores al deceso.
Con una mejor técnica la nueva norma establece cuándo se podrán reducir las
donaciones efectuadas en vida por el causante. Además se resuelve en forma ex presa el
orden en que dichas donaciones deben ser reducidas.
Al respecto hay que tener en cuenta que sólo podrán ser objeto de reducción las
donaciones efectuadas a partir de los trescientos días anteriores al nacimiento del
legitimario o del ascendiente a quien se representa y en el caso del cónyuge las que se
hubieren hecho después del matrimonio, conforme lo establece el art. 2445 del CCCN.
A su vez, tampoco podrán ser reducidas las donaciones en las que el donatario haya
tenido la posesión del bien por más de diez años a la fecha del fallecimiento del causante,
tal como lo dispone el art. 2459 del CCCN.
Quedan determinadas de ese modo las donaciones que pueden resultar alcanzadas por la
acción de reducción.
Con anterioridad a la reforma, el Código Civil nada había establecido en este aspecto,
pero la doctrina estaba de acuerdo en considerar que en primer lugar debe ser reducida
la última donación.
El art. 2453 ahora establece en forma expresa este criterio y la solución es razonable por
cuanto si con reducir sólo la última donación queda salvada la porción le gítima no será
necesario cuestionar las anteriores.
En el caso en que efectuando la reducción de la última donación no se alcance a cubrir
la legítima, se continuará reduciendo las inmediatamente anteriores, es decir, en el orden
inverso a la fecha en que han sido realizadas.
Por lo tanto, partiendo de la fecha de la muerte del causante se retrocederá en el tiempo
dejando sin efecto las donaciones más recientes para luego ir sobre las anteriores.
Esto significa que el proceso de reducción continuará hasta que se resuelva la última
donación que ha afectado la porción legítima.
También se soluciona en forma expresa la situación que se presenta en el caso de que se
haya efectuado más de una donación en un día determinado cuando reduciendo todas
ellas se supera el resguardo de la porción legítima.
En esas circunstancias, la reducción de las donaciones efectuadas en un mismo día debe
ser realizada a prorrata hasta el punto de salvaguardar la integridad de la legítima.
Por lo tanto, teniendo en cuenta la cuantía de las donaciones llevadas a cabo en la
misma fecha, se reducirán en forma proporcional a su monto hasta satisfacer la porción
legítima.
Ej: Efectos entre las partes
Para determinar los efectos de la acción de reducción es preciso, en primer término,
hacer la distinción entre la reducción de la institución de herederos de cuota y de los
legados por una parte y de las donaciones por la otra.
Si se deben reducir las instituciones de herederos de cuota o los legados, el legi timario
demandará la reducción, o bien, la opondrá frente al pedido de entrega de la cuota que
realice el instituido o del legado que efectúe el legatario.
En estos supuestos no habrá existido el traspaso del bien y por ello la reducción se
concreta con el no cumplimiento de la institución de heredero de cuota o la no entrega
del legado inoficioso.
Cuando se trata de donaciones se presentan distintas alternativas reguladas por el art.
2454 del CCCN que establece: "Si la reducción es total, la donación queda resuelta.
Si es parcial, por afectar sólo en parte la legítima, y el bien donado es divisible, se lo
divide entre el legitimario y el donatario. Si es indivisible, la cosa debe quedar para
quien le corresponde una porción mayor, con un crédito a favor de la otra parte por el
valor de su derecho.
En todo caso, el donatario puede impedir la resolución entregando al legitimario la suma
de dinero necesaria para completar el valor de su porción legítima.
El donatario es deudor desde la notificación de la demanda, de los frutos o, en caso de
formularla opción prevista en el párrafo anterior, de intereses".
Este artículo ha sido tomado en forma casi idéntica del art. 2403 del Proyecto de Código
Civil de 1998. La única diferencia es que en éste, en caso de ser indivisible la donación,
ésta se resolvía y el donatario era acreedor del legitimario por el valor excedente de la
legítima.
Se trata de una disposición novedosa, ya que sobre estos temas no existía una solución
expresa en el anterior Código Civil.
La norma contempla diversas situaciones y en cada una de ellas brinda una respuesta
clara sobre el problema planteado.
Sin embargo, a partir del texto sancionado pueden surgir dudas interpretativas que será
necesario dilucidar.
En efecto, la primera parte del artículo sostiene que si la reducción es total, la donación
queda resuelta.
Esta alternativa que en su enunciado es de suma certeza se enturbia cuando se analiza
juntamente con el párr. 3o del mismo art. 2454 del CCCN.
Allí se dispone que: "...En todo caso, el donatario puede impedirla resolución entregando
al legitimario la suma de dinero necesaria para completar el valor de su porción
legítima...".
Dentro de ese texto existe una posible contradicción. Por una parte se enuncia: "En todo
caso", lo que parece indicar que se refiere a todos los supuestos de reducción, ya sea ésta
total o parcial.
Y por otra parte, dentro del mismo párrafo se establece que "...puede impedir la
resolución entregando al legitimario la suma de dinero necesaria para completar el valor
de su porción legítima" y la expresión remarcada parece aludir exclusivamente al caso de
reducción parcial.
No existe forma de esclarecer esta deficiencia de redacción, sobre todo que resulta
también contradictoria con el carácter rei persecutorio de la acción de reducción y su
atenuación que establece el art. 2458 del CCCN.
La forma de interpretar coordinadamente estas disposiciones sería que si la reducción es
total no es posible la compensación en dinero, mientras que en todos los casos de
reducción parcial, cabe dicha compensación por parte del donatario.
Esto es así, porque hay que coordinar lo dispuesto por el art. 2454 del CCCN con el
enunciado del art. 2458. En esta norma, después de sentar el carácter rei persecutorio de
la acción de reducción, concluye: "... El donatario y el subadquirente demandado, en su
caso, pueden desinteresar al legitimario satisfaciendo en dinero el perjuicio a la cuota
legítima
Por ello, siempre el donatario, y eventualmente los subadquirentes, podrán ejercer ese
derecho a compensar en dinero el perjuicio sufrido por la reducción parcial de la
donación, ya que si se tratase de una reducción total no se trataría de un "perjuicio a la
cuota de legítima" sino la legítima en su integridad.
Es posible que esta interpretación pueda ser cuestionada, pero entiendo que es la que
mejor se ajusta al art. 2454 del CCCN y a la facultad que se da al donatario para
desvirtuar el efecto rei persecutorio que tiene la acción de reducción.
Cuando el resguardo de la legítima se logra con una reducción parcial de la do nación, la
norma siguiendo los lineamientos que con anterioridad había establecido la doctrina, se
indina por no brindar una única respuesta.
La solución dependerá de la divisibilidad o no del bien donado. En el primer caso, el
legitimario recibirá la parte del bien para resguardar su porción legítima y el donatario
conservará la otra parte.
En el caso de no ser divisible el bien donado, la regla que establece el artículo en
comentario es que deberá quedar para quien le corresponde la porción mayor, surgiendo
un crédito a favor de la otra parte por el valor de su derecho.
La solución resulta lógica por cuanto siempre en los casos de intereses conjuntos sobre
un bien indivisible se le otorga preferencia a quien tiene un mayor derecho sobre el
mismo.
En este punto, la redacción actual difiere de la solución prevista en el art. 2403 del
Proyecto de Código Civil de 1998 por cuanto en este supuesto se declaraba resuelta la
donación y el donatario tenía un crédito contra el legitimario por el valor excedente de la
legítima.
Pero para que pueda reconocérsele al legitimario o al donatario el derecho sobre la
totalidad del bien, también es necesario compensar a la otra parte por la porción de
menor valor que le correspondía.
Debe recordarse al respecto que el tercer párrafo de esta norma le concede al donatario
el derecho preferente para mantener el bien donado en su poder compensando en dinero
la suma necesaria como para completar el valor de la porción legítima.
Por último, la norma resuelve el tema de los frutos e intereses que produzca el bien
donado.
Es claro que el donatario resulta ser el propietario del bien mientras no haya sido
cuestionada la procedencia de la donación y, como tal, percibe para sí los frutos que el
mismo produzca.
Sin embargo, cuando se haya planteado una acción de reducción y la demanda haya sido
notificada, el donatario ha visto su derecho sobre el bien donado sometido a juzgamiento.
Por ello, a partir de la notificación de la demanda ya no podrá alegar su buena fe y, en
consecuencia, deberá los frutos que desde ese momento produzca el bien donado.
En el caso que el donatario opte por compensar en dinero la suma necesaria pa ra
completar la legítima, deberá adicionar a ese importe los intereses que se hubieren
devengado desde la notificación de la demanda.
Por último es preciso remarcar que cuando se ha producido la reducción de la donación
el legitimario deberá compensar al donatario por las mejoras que hubiera realizado en
ese bien.
f) Perecimiento de lo donado
El Código Civil anterior nada establecía sobre este tema y la solución actual del art.
2455 responde a lo requerido por la doctrina contando como antecedente el art. 2404 del
Proyecto de Código Civil de 1998 con la sola variación de los tiempos verbales
empleados: "Si el bien donado perece por culpa del donatario, éste debe su valor. Si
perece sin su culpa, el valor de lo donado no se computa para el cálculo de la porción
legítima. Si perece parcialmente por su culpa, debe la diferencia de valor, y si perece
parcialmente sin su culpa, se computa el valor subsistente".
La culpa del donatario en la pérdida del bien donado lo hace responsable por su valor.
De esta manera se resuelve la cuestión imponiendo la responsabilidad personal del
donatario respecto del bien que había recibido a título gratuito del causante.
También resulta atinada la solución que se brinda en caso de perecimiento del bien
donado sin culpa del donatario, por cuanto en dicho supuesto no será viable que la
donación integre la masa de legitima y por consiguiente quede imposibilitado que su
valor se compute para establecer su porción legítima.
En los casos de perecimiento parcial rigen los mismos criterios. Es decir, que si ese
evento sucede por culpa del donatario, no sólo debe el valor remanente del bien donado
sino también la diferencia por el valor perdido y si ha ocurrido el pereci miento parcial
sin haber incurrido en un accionar culpable, debe tan sólo el valor subsistente.
No se ha contemplado el caso en que el bien ha perecido sin culpa del donata rio, pero ha
recibido alguna indemnización por esa pérdida y, en mi opinión, en ese caso, es
responsable por el valor recibido.
Si ésta no fuera la solución, el donatario se habría beneficiado con la indemnización sin
existir responsabilidad frente al legitimario por el bien donado, lo que no se considera
atendible.
b) Bienes afectados
Del artículo en comentario surge explícitamente que se trata de los bienes registrables.
Nada dice la norma en cuestión sobre los bienes muebles no registrables, pero la solución
se encuentra en el art. 1895 del CCCN que dice: "La posesión de buena fe del
subadquirente de cosas muebles no registrables que no sean hurtadas o perdidas es
suficiente para adquirirlos derechos reales principales excepto que el verdadero
propietario pruebe que la adquisición fue gratuita...
En consecuencia, también podrá perseguir contra el donatario y terceros los bienes
muebles no registrables cuando han sido adquiridos a título gratuito o los han recibido
de mala fe.
b) Fundamento
Aclarado el alcance de la disposición en análisis veamos ahora su fundamento.
Vélez Sarsfield lo explicaba en la nota al art. 3604 diciendo: "Muchos padres con el fin
de eludir las leyes fingen, para preferir un hijo, contratos onerosos que no son sino
donaciones disfrazadas. La ley debe suponer que estos contratos son simulados. Esta
presunción es juris et de jure contra la cual no se admite prueba".
c) Presunciones
Por lo tanto, cuando se reúnen los recaudos que el artículo establece, la ley presume que
se trata de un acto que en apariencia es oneroso, pero que en realidad es gratuito. Va de
suyo que si el acto es gratuito operará la obligación de colacionar aunque se haya
reservado el usufructo, el uso, la habitación o la renta vitalicia porque se trata de un acto
típico que permite esta acción.
De allí surge la consecuencia lógica de imputar su valor a la porción disponible porque
se trata el acto como una liberalidad.
También, coherentemente, se obliga a colacionar el valor excedente de esa porción
disponible, restableciendo así la igualdad entre los colegitimarios.
Se aprecia, entonces, un doble juego de presunciones; la primera consiste en que todo
contrato oneroso entre una persona y sus posibles legitimarios cuando se ha hecho con
reserva de usufructo, uso, habitación o de renta vitalicia es, en verdad, gratuito; la
segunda apunta a considerar, también sin admitir prueba en contrario, que la intención
del causante ha sido beneficiar al legitimario en la medida de la porción disponible.
El valor excedente, en consecuencia, deberá ser colacionado porque se trata de una
donación que quiebra la igualdad entre los herederos legitimarios.
Como se dijo, se presume la gratuidad de ese acto sin admitir prueba en contrario y la
intención de mejorar al beneficiario, pero a renglón seguido la norma permite demostrar
que efectivamente se ha pagado total o parcialmente el precio que figuraba en el contrato
con lo que la presunción pasa a ser iuris tantum.
De allí que la presunción de gratuidad admite prueba en contrario, a pesar de lo
terminante que parece ser la redacción. Esto significa que habrá presunción de donación
en la medida en que no se pueda demostrar la onerosidad del acto.
Zannoni considera que la prueba del pago no debe referirse al precio, ya que la
presunción de gratuidad no admite prueba en contrario sino a "... prestaciones
convenidas con el donante —verbigracia, las correspondientes a la renta vitalicia...".
Sin embargo, de la propia norma no puede extraerse esa interpretación, ya que se
permite demostrar las sumas que efectivamente el adquirente ha pagado sin efectuar
ninguna limitación al respecto.
Al presumirse la intención de mejorar, la imputación del valor de los bienes cuya
onerosidad no se haya podido demostrar se hará a la porción disponible y el excedente
será objeto de colación y, falta decir, en la medida en que los otros herederos lo
demanden.
TESTAMENTO
Concepto
a) Carácter personalísimo
El testamento Instrumenta la voluntad del testador que regula la transmisión de sus
bienes para después de su muerte y es evidente que debe tratarse de la ex presión de su
propia voluntad sin que pueda delegar su redacción en otra persona.
Las partes pertinentes del art. 2465 del CCCN así lo mencionan: "Las disposiciones
testamentarias deben ser la expresión directa de la voluntad del testador ...La facultad de
testar es indelegable. Las disposiciones testamentarias no pueden dejarse al arbitrio de
un tercero...".
Reafirma este carácter el art. 2484 del CCCN cuando establece que la institución de
herederos y legatarios sólo puede ser hecha en el testamento y el art. 2495 refe rido a que
el legado no puede dejarse al arbitrio de un tercero ni del heredero, modificando esta
disposición la flexibilidad que traía el art. 3795 del Código Civil derogado en el que se
permitía dejar al juicio del heredero el importe del legado y la oportunidad de entregarlo.
La única excepción a este carácter se encuentra en el legado alternativo, ya que la
elección del objeto legado puede corresponder al heredero o bien si así lo ha establecido
en forma expresa el testador, al legatario, ya que resultan aplicables a este tipo de
legados las disposiciones referidas a las obligaciones alternativas (art. 780 y ss., CCCN),
puesto que el art. 2494 del CCCN remite a la aplicación de las normas referidas a las
obligaciones en general.
c) Unilateralidad
El testamento es un acto jurídico unilateral porque se perfecciona con la sola voluntad
del testador. No requiere la voluntad de los beneficiarios de sus disposiciones que, en su
momento, es decir, después de la muerte del causante, podrán aceptar la herencia o el
legado, pero el testamento en sí mismo ya ha quedado perfeccionado.
e) Revocabilidad
Otra de las características fundamentales del testamento es que debe reflejar la última
voluntad del causante, y por ello, es menester que se permita cambiar esa voluntad todas
las veces que el propio testador considere oportuno.
Por ese motivo, el art. 2511 del CCCN consagra la revocabilidad del testamento como
una característica esencial del mismo: "El testamento es revocable a voluntad del
testador y no confiere a los instituidos derecho alguno hasta la apertura de la sucesión.
La facultad de revocar el testamento o modificar sus disposiciones es irrenunciable e
irrestringible".
Carecen, como consecuencia de esta norma, de toda eficacia jurídica las cláusulas
mediante las cuales el testador ha dispuesto que sólo quedará revocado el tes tamento
cuando el nuevo contenga determinadas claves o cautelas o si ha establecido que se le
quita validez a cualquier revocación futura.
a) Concepto y clasificación
Como el CCCN ha establecido normas genéricas sobre la nulidad de los actos jurídicos
(art. 386 y ss.) y siendo el testamento uno de esos actos, serán aplicables dichas reglas
generales a las nulidades testamentarias.
También es preciso consignar que existe una norma específica que se analizará a
continuación.
Sin perjuicio de ello, cabe puntualizar que la nulidad puede afectar todo el testamento o
solamente alguna de sus disposiciones. En el primer caso estaremos ante una nulidad
total, mientras que en el segundo será una nulidad parcial.
También puede suceder que el testamento en sí mismo sea válido, pero que la totalidad de
las disposiciones sean nulas.
A su vez, la nulidad del testamento o de alguna de sus disposiciones puede ser calificada
como absoluta cuanto la causa de la Invalidez haya sido establecida en razón del orden
público, la moral o las buenas costumbres y será relativa cuando responda a un interés
meramente personal (art. 386, CCCN).
b) Causas de nulidad
Las causas de nulidad del testamento o de sus disposiciones se encuentran enumeradas
en el art. 2467 del CCCN: "Es nulo es testamento o, en su caso, la disposi ción
testamentaria: a) por violar una prohibición legal; b) por defectos de forma; c) por haber
sido otorgado por persona privada de la razón en el momento de testar. La falta de razón
debe ser demostrada por quien impugna el acto; d) por haber sido otorgado por persona
judicialmente declarada incapaz. Sin embargo, ésta puede otorgar testamento en
intervalos lúcidos que sean suficientemente ciertos como para asegurar que la
enfermedad ha cesado por entonces; e) por ser el testador una persona que padece
limitaciones en su aptitud para comunicarse en forma oral y, además, no saber leer ni
escribir, excepto que lo haga por escritura pública, con la participación de un intérprete
en el acto; f) por haber sido otorgado con error, dolo o violencia; g) por favorecer a
persona incierta, a menos que por alguna circunstancia pueda llegar a ser cierta.
Además de estas causas, también podrá plantearse la nulidad del testamento cuando
haya sido otorgado por un menor de edad, ya que carece de la capacidad requerida por
la ley para realizar ese acto (art. 2464, CCCN).
La violación de una prohibición legal puede resultar de los casos que se mencionan en el
art. 2465 del CCCN, como por ejemplo, si se tratase de un testamento conjunto.
Lo mismo cabe señalar respecto de una disposición en particular, tal como puede resultar
de la cláusula que otorgue un beneficio testamentario a una de las personas que están
afectadas por una inhabilidad para suceder por testamento, en las circunstancias
mencionadas en el art. 2482 del CCCN.
El testamento es un acto solemne como resulta de lo dispuesto por el art. 2474 que
impone la sanción de nulidad cuando no se han observado las formas requeridas para
otorgar un testamento.
Las causas de nulidad que establecen los incs. c), d) ye) han sido comentadas al hacer
referencia a la capacidad para testar, por lo que allí se remite.
Los vicios del consentimiento como el error, el dolo y la violencia son causas de nulidad
de cualquier acto jurídico y en consecuencia también afectan al testamento que haya sido
elaborado existiendo esos vicios.
El error tiene que haber sido esencial y ello ocurre en los supuestos mencionados en el
art. 276 del CCCN a lo largo de los incs. a) a e).
De esta enumeración surge que puede recaer sobre la naturaleza del acto; o bien se trata
de un error sobre un bien de distinta especie o calidad a la que se quiso dis poner; que
haya existido una equivocación sobre la cualidad sustancial del bien que haya sido
determinante del acto; sobre los motivos personales relevantes que hayan sido
incorporados expresa o tácitamente o sobre la persona a la cual se refiere el acto, si ella
fue determinante para su celebración.
En suma, el error que vicia el consentimiento testamentario tiene que haber sido esencial,
grave, determinante del acto y no excusable de acuerdo a las circunstancias del caso.
También respecto del dolo se aplican las normas genéricas establecidas a partir del art.
271 del CCCN, y este vicio se configura cuando ha habido una aserción de lo que es falso
o disimulación de lo verdadero; cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee
para la celebración del acto.
Para viciar el consentimiento, el dolo tiene que haber sido grave, determinante del acto,
excusable y que provoque un daño y este último recaudo va ínsito en el acto
testamentario porque es indudable que el mismo existirá en tanto se pretenda hacer valer
una disposición testamentaria obtenida de esa forma.
Una manera peculiar de configurar el dolo en materia testamentaria se presenta con la
captación de la voluntad del testador.
La captación supone engaños sobre hechos o afectos que puedan inducir al causante
para que no exprese su voluntad real en el testamento.
La jurisprudencia ha entendido que: "La adulación, el falso cariño, los cuidados
excesivos con el ánimo de atraerse la voluntad del testador, no bastan para resol ver que
hay sugestión o captación".
Para determinar si ha existido el dolo habrá que tener en cuenta las circunstancias
personales del testador, como por ejemplo, su edad, salud física y mental, ya que sin
llegara la incapacidad para testar puede resultar más fácil de influir.
Por otra parte, será necesario evaluar el comportamiento de quien ha resultado
beneficiario del testamento para determinar si ha recurrido a conductas reprochables, a
maniobras o alegaciones falaces, como la calumnia a determinados miembros de la
familia, o ha impedido el contacto de éstos con el testador en los últimos momentos de su
vida, no permitiendo las visitas o los llamados telefónicos o interceptando cualquier
contacto epistolar o de otra índole.
También será necesario distinguir si el vicio del dolo afecta todo el acto testamentario o
si sólo se refiere aúna disposición en particular, ya que el legatario puede haber
engañado al testador tan sólo en esa cláusula y no en el resto del testamento.
En el caso de la violencia se aplican las normas referidas a todos los actos jurídicos que
se mencionan a partir del art. 276 del CCCN ya sea que se manifieste mediante la fuerza
irresistible o a través de las amenazas de generen el temor de sufrir un mal grave e
inminente que no se pueda contrarrestar.
Pero las circunstancias del caso resultarán esenciales para establecer la existencia de
este vicio por cuanto el testamento es un acto esencialmente revocable y esa revocación
puede hacerse en la más absoluta reserva, como ocurre cuando se lleva a cabo mediante
un testamento ológrafo.
Por lo tanto, aquel que pretenda que un testamento ha sido efectuado bajo violencia
deberá acreditar que este vicio subsistió mientras el testador estuvo en condiciones
físicas o mentales como para haberlo revocado.
La última causa de nulidad en realidad se refiere a la cláusula referida a la institución de
heredero o al legado y no al testamento en sí mismo, ya que se requiere que no queden
dudas acerca de la identidad del beneficiario de esa disposición, tal como lo exige el art.
2484 del CCCN.
La razón de ser de esta causa de nulidad es que si no se puede determinar la persona que
ha sido instituido o a quien se ha hecho el legado, existe una imposibilidad de cumplir
con esas disposiciones.
En consecuencia, no opera la nulidad cuando por alguna circunstancia cesa la
incertidumbre y se puede establecer con certeza la identidad del beneficiario.
c) Nulidad de condiciones y cargos prohibidos
También se encuentran afectados por la sanción de nulidad las condiciones y cargos que
el testador pueda haber impuesto a alguna cláusula cuando aquéllas estén constituidas
por hechos imposibles, prohibidos por la ley o contrarios a la moral (art. 2468, CCCN).
Se ha modificado el criterio que traía la legislación anterior en la que se anulaba toda la
disposición mientras que, en la actualidad, ésta se mantiene vigente y solo se anula la
condición o el cargo prohibido.
d) La acción de nulidad
La acción de nulidad de un testamento o de alguna disposición testamentaria tiene que
tramitar ante el mismo juez que interviene en el proceso sucesorio, en virtud de lo
dispuesto por el art. 2336, párr. 2o, CCCN.
La legitimación activa para interponer la acción de nulidad la tiene cualquier interesado,
tal como resulta de la primera parte del art. 2469 del CCCN.
Esto significa que el interés del demandante resultará del beneficio que reciba si el
testamento o su contenido queda sin valor legal.
Por ello, se encuentra en esa situación un heredero con llamamiento supletorio que
plantea la nulidad del testamento en el que se ha instituido un heredero. También tiene un
interés legítimo el heredero para cuestionar una disposición nula, ya que la misma
quedará sin efecto y el heredero se beneficiará con el objeto legado.
En caso de tratarse de una causa de nulidad absoluta también puede ser decre tada de
oficio por el juez o a petición del Ministerio Público cuando está manifiesta en el acto.
Los acreedores personales de los legitimados pueden demandar la nulidad del testamento
o de sus disposiciones en virtud de la acción subrogatoria, ya que mejorará la situación
patrimonial del heredero y con ello se facilita el cobro de su crédito.
El albacea es parte necesaria en todo juicio en el que se plantee la nulidad del
testamento o el alcance de sus disposiciones aunque haya herederos instituidos, (art.
2529, última parte, CCCN) y a pesar de que la norma no lo menciona también podría
plantear la nulidad de un testamento posterior al que lo nombró para ese cargo, o en su
caso, la nulidad parcial de alguna cláusula existente en el testamento en el que ha sido
designado.
La legitimación pasiva se establece respecto de los beneficiarios del testamento ya sea
porque han sido instituidos herederos, herederos de cuota, legatarios particulares o
beneficiarios de un cargo; inclusive la acción puede dirigirse contra el albacea cuando
se cuestione el testamento en el que ha sido designado.
Si se tratase de una nulidad parcial deberán intervenir como demandados todos los
beneficiarios de la disposición cuestionada.
Cuando se plantea la nulidad de un testamento por acto público y la causa invocada tiene
relación con la actuación del escribano público interviniente, también debe ser parte en
el proceso.
La prueba a producirse deberá guardar relación con la causa de nulidad invoca da y
podrán ser ofrecidos todos los medios procesales admisibles.
La sentencia que hace lugar a la nulidad, si todavía el testamento no ha sido ejecutado,
lo priva de efectos en forma total, o bien, deja sin efecto la cláusula cuya nulidad haya
sido declarada.
En el caso de que ya hubiera sido ejecutado en todo o en parte el testamento, deberán
restituirse los bienes afectados por la declaración de nulidad a quien deba recibirlos
como consecuencia de esa sentencia.
En este tipo de proceso y en la medida que el derecho invocado fuera verosímil podrán
adoptarse medidas cautelares para proteger la integridad de los bienes que pueden
resultar afectados por la declaración de nulidad.
En el caso de tratarse de una causa de nulidad absoluta del testamento, la acción de
nulidad es imprescriptible, ya que el art. 387 del CCCN dispone que no puede sanearse
por prescripción.
Por el contrario, en los casos de nulidad relativa, si se tratase de vicios del con-
sentimiento la acción prescribe a los dos años (arts. 2562 y 2563, inc. a, CCCN) y en los
restantes casos se aplicará el plazo de prescripción genérico de cinco años (art. 2560,
CCCN).
FIRMA
La firma es una solemnidad exigida, en principio, para plasmar la voluntad del testador
en un testamento.
El art. 288 del CCCN menciona que la firma debe consistir en el nombre del fir mante o
en un signo.
Complementando esta disposición el art. 2476 del CCCN exige: "Cuando en los
testamentos se requiera la firma, debe escribírsela tal como el autor de ella acos tumbra
firmar los instrumentos públicos o privados. Los errores de ortografía o la omisión de
letras no vician necesariamente la firma, quedando su validez librada a la apreciación
judicial".
Se ha eliminado la descripción del contenido de la firma que traía la legislación an terior
y se recepta en forma explícita que la firma resultará de la manera en que el tes tador
acostumbra a escribir su nombre en los instrumentos públicos o privados.
Generalmente la firma no reproduce en forma legible el nombre y apellido del firmante,
por lo que la omisión de letras o inclusive los errores ortográficos pueden encontrarse en
la manera en que una persona acostumbra a firmar.
Si aparecen las iniciales del nombre y apellido que habitualmente se utilizan pa ra el
visado de documentos, pero no como forma de suscribirlos, no puede considerarse que se
ha firmado y, por consiguiente, no se cumplirá con este requisito, a menos que ésa fuera
la forma habitual de firmar.
Dada esta necesidad esencial de la firma autógrafa del testador, no es posible redactar
un testamento en el que conste la firma digital aunque se cumpla con los requisitos que
exige el art. 288 del CCCN en su párr. 2 o, porque de acuerdo al art. 4 o, inc. a) de la ley
25.506 no se aplica a las disposiciones por causa de muerte.
Tampoco podría ser suplida por un sello en el que se reproduzca la firma porque se
requiere que la misma sea escrita y además porque no constaría quién la aplicó.
Algunos casos presentan características peculiares como cuando se firma con un
sobrenombre o apodo o cuando se lo hace con un seudónimo.
El art. 23 de la ley 18.248 había dado la protección del nombre al seudónimo que
hubiera adquirido notoriedad.
Esta disposición es reproducida por el art. 72: "El seudónimo notorio goza de la tutela
del nombre".
Por ese motivo, el testamento puede ser firmado por una persona que utiliza un
seudónimo por el que es conocido ampliamente.
El requisito de la firma por parte del testador es exigido estrictamente en el caso del
testamento ológrafo, pero cuando se testa por acto público, en determinados supuestos se
permite la firma a ruego (art. 2480, CCCN).
Lo relevante será, entonces, que el testamento se encuentre firmado ya sea por el testador
en forma personal o bien por otra persona a ruego del testador.
TESTAMENTO OLÓGRAFO
a) Concepto
No se han Introducido modificaciones sustanciales respecto de las formalidades del
testamento ológrafo sino que tan sólo se ha mejorado la redacción.
El testamento ológrafo se encuentra definido en la primera parte del art. 2477 del
CCCN: "El testamento ológrafo debe ser íntegramente escrito con los caracteres propios
del idioma en que es otorgado, fechado y firmado por la mano misma del testador...".
De este concepto surgen las formalidades del testamento ológrafo que son la escritura de
la mano del testador, la fecha y su firma, además por supuesto de las disposiciones de
bienes en cuanto a su contenido.
Como decía Vélez Sarsfield en la nota al art. 3639 del Código Civil derogado, no todo
escrito, datado y firmado por su autor es un testamento válido, sino que todo testamento
escrito, datado y firmado por su autor será válido.
b) Ventajas e inconvenientes
Esta es la forma más sencilla de testar por cuanto se puede efectuar en cualquier
momento y sin otra intervención que la del propio testador.
Además, debe añadirse que por esa peculiaridad no tiene ningún costo.
De este modo, el testador puede meditarlo todos los días, leerlo, estudiarlo y rehacerlo
cuando quiera y sin que nadie sepa si ha testado o no.
En cuanto a los inconvenientes puede señalarse su fácil destrucción por quien no resulta
ser beneficiario o la posibilidad de la captación de la voluntad al no intervenir
profesionales ni terceros extraños que puedan constatar la libre disponibilidad del
testador.
Por otra parte, la falta de intervención de profesionales puede ocasionar una re dacción
deficiente de sus disposiciones, ya que es posible que se dicte alguna cláusula nula o bien
de difícil interpretación.
Sin embargo, a pesar de estos inconvenientes, el testamento ológrafo es una forma muy
utilizada para testar.
c) Independencia intelectual
A pesar de que no se ha reproducido el art. 3648 del Código Civil derogado, no puede
dudarse que el testamento ológrafo tiene que ser un acto independiente no sólo
físicamente sino también desde el punto de vista intelectual.
No puede haber confusión entre el testamento y otros escritos o anotaciones que pueda
haber hecho el testador.
Puede suceder que en una carta que haya sido escrita, fechada y firmada por el testador
se haga referencia a la Intención de disponer de sus bienes.
En tal supuesto habrá que determinar si se trata de una simple comunicación acerca del
posible destino de los bienes para después de su muerte, en cuyo caso no habrá
testamento ológrafo, o si se ha hecho una efectiva determinación de la voluntad, pues en
ese supuesto no hay razón valedera para negarle eficacia a ese documento.
Tampoco hay inconveniente en que se copie un modelo o formulario porque lo relevante
será poder considerar que ha habido una válida expresión de la voluntad del testador,
aunque ese modelo haya sido redactado por un tercero porque al copiarlo y suscribirlo se
pone en evidencia la intención de disponer de los bienes de esa manera.
d) Escritura
Uno de los requisitos esenciales del testamento ológrafo es que sea íntegramente escrito
con los caracteres propios del idioma en que es otorgado.
Hasta no hace mucho tiempo este requisito no ofrecía dificultades por cuanto cualquier
medio empleado para escribir permitía su identificación para atribuirla a quien la había
realizado. Sin embargo, en la actualidad con el desarrollo de técnicas informáticas que
permiten escribir como si se tratase de un lápiz, se presenta la dificultad de determinar si
la escritura llevada a cabo de esa manera es válida para otorgar un testamento ológrafo.
Como este método no ofrece la seguridad necesaria como para evitar la adulteración o
una reproducción idéntica, no se trata de un instrumento confiable como para realizar un
testamento ológrafo.
En cuanto a la escritura hay que consignar que antes se requería que fuera hecha en
caracteres alfabéticos, mientras que ahora se exige que se haga en los caracteres propios
del idioma en que es otorgado.
Esto significa que si el Idioma del testador es uno de los que no se escribe con ca racteres
alfabéticos no habrá inconveniente en que se realice en ideográficos, por ejemplo, como
sucede con el idioma chino o japonés.
Pero este recaudo impide que se haga en clave morse, en taquigrafía o en sistema Braille
porque no son los idiomas del testador.
Cualquier tipo de letra puede utilizarse —mayúsculas, minúsculas, cursiva, de imprenta
—, ya que no hay previsión en el Código, pero será importante poder de terminar su
autoría mediante la correspondiente pericia que exige ahora el art. 2339.
También es posible utilizar para escribir el material que haya decidido el testador como
tinta, lápiz, pintura, carbón, por señalar algunos de ellos.
Es indiferente, además, el material sobre el que se realice la escritura; lo rele vante es que
se conserve inalterado y permita luego la realización de la pericia correspondiente para
atribuir la escritura al testador.
La jurisprudencia ha resuelto: "La circunstancia de que el medio empleado para testar—
en el caso, bolsa de polietileno dentro de la cual se encontraba el título de propiedad del
único inmueble que poseía el causante— no sea el común, no le resta valor al acto
siempre y cuando pueda apreciarse su seriedad, por lo que pueden utilizarse lienzos,
tablas, paredes, cartones, etcétera".
Si estuviere redactado en varias hojas, cada una de ellas debería estar firmada a menos
que exista una unión entre ellas que permita entender que se trata de una unidad y que
existe continuidad material e intelectual en todo su contenido.
Todos los recaudos mencionados precedentemente se refieren al aspecto material de la
escritura.
Respecto de su autoría intelectual, ella debe reflejar la voluntad del testador.
Por ese motivo, el último párrafo del art. 2477 del CCCN establece: "... Los agregados
escritos por mano extraña invalidan el testamento, sólo si han sido hechos por orden o
con consentimiento del testador".
Si el testador ha ordenado que otro escriba el testamento en todo o en parte no se cumple
con el requisito de la escritura de su mano.
Distinta es la situación cuando lo escrito por un tercero no forma parte del tes tamento y
no se puede atribuir su inserción a la voluntad del testador. En este caso, se anula sólo la
parte añadida por el tercero.
De no adoptarse esta solución, cualquier persona podría invalidar un testamento
ológrafo agregándole una frase de su puño y letra.
Sólo se anula el testamento cuando se pueda demostrar que los agregados realizados por
un tercero obedecen a una decisión del testador porque en tal supuesto no se cumple con
la escritura íntegra por parte del testador.
En un testamento ológrafo es posible que aparezcan correcciones, tachaduras e
interlineados efectuados por el disponente; si estas enmiendas han sido salvadas por el
testador no existen dificultades, pero cuando ello no ha ocurrido hay que determinar si
las mismas no han alterado el sentido de la disposición porque en tal caso pueden existir
dudas acerca de su verdadera voluntad.
Lo relevante será establecer si dichas correcciones han sido realizadas por el propio
testador, en cuyo caso corresponde estar por la validez de las cláusulas.
Y quedará a cargo de quien alegue que las raspaduras o sobreescritos no fueron
ejecutados por el testador la prueba de la intervención de un tercero.
e) Fecha
La fecha constituye otra de las solemnidades del testamento ológrafo, pero al respecto es
necesario hacer dos consideraciones.
La primera es que, en realidad, se trata de un requisito común a todas las formas de
testar, ya que la fecha se exige como recaudo que hace a la validez formal del testamento.
La segunda observación es que este requisito puede tener algún margen de flexibilidad,
como se comentará más adelante.
La fecha es importante en el testamento ológrafo y, por lo dicho, en todo otro testamento,
porque sobre su base se determina la capacidad del testador ya sea en razón de la edad o
de la privación de la razón; se fijan temporalmente los hechos sobre la base de los cuales
pudo haber existido el error, el dolo o la violencia sobre el testador; se establece la
posibilidad de revocación por otro testamento de fecha posterior; se determinan las
exigencias formales que debe cumplir; fija los supuestos que pueden limitar la vocación
sucesoria testamentaria como el tutor o el curador antes de ser aprobadas las cuentas de
su administración; establece la posibilidad de revocación del legado por la venta
posterior del bien objeto de la disposición, etcétera.
Habitualmente la fecha se escribe mencionando el día, mes y año. Sin embargo, es
posible flexibilizar este requisito cuando se reemplaza por enunciaciones a través de las
cuales se pueda determinar el momento en que ha sido otorgado.
Así resulta del párr. 2o del art. 2477 del CCCN: "... La falta de alguna de estas for-
malidades invalida el acto, excepto que contenga enunciaciones o elementos materiales
que permitan establecer la fecha de una manera cierta…”.
Por lo tanto, serán válidas expresiones referidas a que se otorgó el día que cumple
veinticinco años el testador o cualquier otra mención de la cual se pueda extraer con
certeza la fecha en que el testamento fue otorgado.
Si sólo se hace mención al mes y al año, no se cumple con ese requisito por lo que el
testamento será inválido al tratarse de una fecha parcial e incompleta.
Sin embargo, alguna jurisprudencia ha reconocido la validez del testamento con la sola
mención del mes y el año porque no se había probado que durante ese mes se hubiera
producido algún supuesto de Incapacidad del testador o revocación del testamento.
Esta interpretación amplia puede llevar a desnaturalizar el requisito de la fecha porque
el mismo razonamiento se puede aplicar a un testamento que sólo tuviera la indicación
del año.
A pesar de este criterio, lo cierto es que la nueva norma permite deducir la existencia de
la fecha de confección del testamento por las enunciaciones o elementos materiales que
contenga.
Pero una cosa es la fecha incompleta y otra es la falta de fecha y en este último caso la
jurisprudencia plenaria ha establecido: "La falta de fecha en un testamento ológrafo
acarrea necesariamente su nulidad en todos los casos".
Otra cuestión a considerar es la fecha errada en la que hay que tomar en cuenta diversas
situaciones que surgen del propio art. 2477 del CCCN: "... El error del testador sobre la
fecha no perjudica la validez del acto, pero el testamento no es válido si aquél le puso
voluntariamente una fecha falsa para violar una disposición de orden público..."
Una equivocación en la que Incurre el testador al consignar la fecha no invalida el
testamento, en la medida en que pueda determinarse con exactitud el día en que fue
otorgado.
Por último hay que contemplar el caso de la fecha falsa; es decir, cuando el testador a
sabiendas coloca una fecha que no corresponde con el día en que ha otorgado el
testamento, ya sea para antedatarlo o postdatarlo.
En principio, no hay inconveniente legal alguno en ese comportamiento a menos que se
alegue y prueba tal falsedad y que el motivo que indujo al testador a obrar de esa manera
era que en la fecha real de suscripción del testamento sufría una Incapacidad o por
alguna otra razón no podía otorgarlo o existía un obstáculo legal para la eficacia de
alguna de sus disposiciones.
La fecha no debe ser ubicada en un lugar predeterminado del testamento y tampoco se
exige que se otorgue en un mismo día.
El art. 2478 del CCCN establece: "No es indispensable redactar el testamento ológrafo
de una sola vez ni en la misma fecha. El testador puede consignar sus dis posiciones en
épocas diferentes, sea fechándolas y firmándolas por separado, o poniendo a todas ellas
la fecha y la firma el día en que termine el testamento.
En el caso que apareciese la fecha con posterioridad a la firma no puede haber Invalidez
del testamento en la medida en que se acredite que la misma ha sido estampada por la
mano del testador.
Así resulta del art. 2477 del CCCN en su parte pertinente: "...y la fecha puede ponerse
antes de la firma o después de ella…”.
Por el contrario, si la fecha consta al comienzo y luego de la firma aparecen otras
disposiciones éstas no pueden ser tomadas en cuenta porque, al carecer de fecha no se
puede saber si ha mediado algún vicio del consentimiento, alguna incapacidad o alguna
otra circunstancia que ponga en cuestión su validez.
No se exige como requisito solemne del testamento ológrafo la indicación del lugar en
que ha sido otorgado por lo que su omisión no anula el acto.
Sin embargo, el lugar tiene importancia respecto de la ley que regirá la validez formal
del testamento (art. 2645, CCCN), por lo que se considera conveniente su inclusión.
f) Firma
El último de los recaudos solemnes que debe cumplir el testamento ológrafo es la firma.
Ya se han analizado las cuestiones referidas a la firma al comentar el art. 2476 del
CCCN, por lo que allí se remite.
El único recaudo específico respecto del testamento ológrafo es que la firma debe estar
después de las disposiciones, por así resultar del art. 2477 del CCCN.
Por lo tanto, en principio el testamento ológrafo culmina con la firma del testador, salvo,
como se expresó, cuando la fecha aparezca con posterioridad y corresponda a la mano
del testador.
a) Concepto
El testamento por acto público es el que se otorga ante un escribano público y con la
presencia dedos testigos hábiles.
Así resulta de la primera parte del art. 2479 del CCCN: "El testamento por acto público
se otorga mediante escritura pública, ante el escribano autorizante y dos testigos hábiles,
cuyo nombre y domicilio se deben consignar en la escritura…”.
Conforme resulta del art. 289 del CCCN, se trata de un instrumento público y ha ce plena
fe en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha, el lugar y los hechos que el oficial
público enuncia como cumplidos por él o ante él hasta que sea declarado falso en juicio
civil o criminal (art. 296, inc. a, CCCN).
b) Ventajas e inconvenientes
Al testarse por acto público se asegura la conservación del testamento, ya que es
prácticamente imposible la destrucción de los protocolos notariales o su pérdida.
A ello cabe agregar que el escribano al tomar conocimiento de las disposiciones
testamentarias podrá sugerir precisiones técnicas que aclaren su contenido y eviten
dificultades interpretativas o eventualmente su nulidad.
También se brinda una posibilidad mayor de que sea ubicado por los beneficiarios ya
que, como se señaló en el capítulo anterior, debe ser registrado en el Registro de Actos de
última voluntad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o en el Registro de Testamentos
en la provincia de Buenos Aires, según corresponda al escribano público que ha
intervenido en el acto.
El inconveniente mayor que presenta el testamento por acto público es precisamente que
las disposiciones en él contenidas quedan expuestas al conocimiento de terceros.
Por otra parte, debido a la intervención del escribano se torna oneroso, en con-
traposición al testamento ológrafo que por su privacidad no requiere la intervención de
terceros y, por lo tanto, no tiene costo alguno.
c) Capacidad
A diferencia de lo que había establecido el Código Civil anterior, no existen normas
específicas referidas a la capacidad para otorgar el testamento por acto público.
Por el contrario, se autoriza expresamente a la persona que padece limitaciones en su
aptitud para comunicarse en forma oral para testar por acto público, si a pe- sarde no
saber leer ni escribir, puede hacer conocer su voluntad con la participación de un
intérprete (art. 2467, inc. e, CCCN).
h) Firma a ruego
Habitualmente el testador firmará la escritura por sí mismo. Sin embargo, pueden
presentarse diversas situaciones en las que otra persona tiene que firmar el testamento en
su nombre.
El art. 2480 del CCCN menciona esas posibilidades: "Si el testador no sabe firmar, o no
puede hacerlo, puede hacerlo por él otra persona o alguno de los testigos. En este caso
los dos testigos deben saber firmar. Si el testador sabe firmar y manifiesta lo contrario, el
testamento no es válido. Si sabiendo firmar, no puede hacerlo, el escribano debe
explicitar la causa por la cual no puede firmar el testador".
Resumiendo en una sola norma las distintas alternativas se ha dado una solución similar
a la que existía con anterioridad.
La primera alternativa es que el testador no sepa firmar en cuyo caso deberá hacerlo
otra persona o un testigo en su nombre.
Aunque la norma no lo dice, cuando sea otra persona la que firma a ruego del testador
deberá ser individualizada en la misma forma que el otorgante del acto.
Es imprescindible que el escribano deje constancia de la manifestación del testador de
que no sabe firmar y que a su ruego suscribe el testamento un tercero o uno de los
testigos.
Surge implícito en esta disposición, ya que no hay mención expresa en ese sentido, que
por lo menos uno de los testigos puede no saber firmar.
Ello es así porque si un testigo firma a ruego del testador el artículo en cuestión exige
que los dos testigos sepan firmar.
Sin embargo, esta solución se encuentra en flagrante oposición a lo establecido por el
art. 295, inc. b) del CCCN que señala que no pueden ser testigos en instrumentos
públicos los que no saben firmar.
Otra alternativa es que el testador sepa firmar, pero que no pueda hacerlo, en cuyo caso
el escribano debe dejar constancia de la causa que lo imposibilita.
No es función del escribano verificar si esa imposibilidad es real o si el motivo que se
invoca implica que bajo ninguna circunstancia se encontraría en condiciones de firmar.
La tercera posibilidad tiene lugar cuando el testador sabe firmar pero manifiesta lo
contrario; en este supuesto, el testamento es inválido aunque un tercero o un testigo
hubieran firmado a su ruego.
La falsa afirmación de que no sabe firmar por parte del testador pone en evidencia que
su contenido no responde a su voluntad y, por ello, es correcta la sanción de invalidez del
testamento.
Aplicando extensivamente esta solución también caería fulminado por la nulidad el caso
en que sabiendo firmar hubiera manifestado que no podía hacerlo y la causa alegada
fuera falsa, no existiera o no lo imposibilitara de suscribir el testamento.
La jurisprudencia ha aceptado las expresiones tales como que no firmó "por estar
imposibilitado por una dolencia que lo aqueja" o "por impedírselo su estado físico"
aunque por su vaguedad pueden hacer difícil su verificación posterior.
i) Testigos
Una de las solemnidades del testamento por acto público es que sea otorgado en
presencia de dos testigos.
La necesidad de los testigos se justifica porque aseveran la regularidad del acto y que el
testador ha expresado libremente su voluntad.
El art. 2481 del CCCN exige que los testigos sean capaces al tiempo de otorgarse el
testamento.
A pesar de ello, admite luego la posibilidad de que intervenga algún testigo que sea
incapaz, pero en ese supuesto se requiere que los testigos capaces sean por lo menos dos
que es la solemnidad exigida.
La segunda parte del art. 2481 enumera las personas que no pueden ser testigos en los
testamentos y además remite a los casos de inhabilidad para ser testigos en instrumentos
públicos: "... No pueden serlo, además de los enunciados en el art. 295, los ascendientes,
los descendientes, el cónyuge ni el conviviente del testador, ni los albaceas, tutores o
curadores designados en el testamento, ni los beneficiarios de alguna de sus
disposiciones...".
Los miembros de la familia del testador o su conviviente no pueden ser testigos del
testamento; tampoco tienen habilidad los albaceas, tutores y curadores que son
designados en ese mismo testamento y los que resulten ser beneficiarios de dispo siciones
en él contenidas.
La íntima vinculación con el testador o el interés en el contenido del testamen to impiden
que sean testigos de ese acto.
A ello cabe agregar que tampoco podrán ser testigos en el testamento quienes resulten
inhábiles para ser testigos en instrumentos públicos que son enumerados en el art. 295
del CCCN.
Allí se menciona a los incapaces de ejercido o los sentenciados que han sido declarados
inhábiles para ser testigos en instrumentos públicos; los que no saben firmar; los
dependientes del oficial público y el cónyuge, el conviviente y los parientes del oficial
público, dentro del cuarto grado y segundo de afinidad.
TESTAMENTO CONSULAR
El Código Civil anterior regulaba en sus arts. 3636y 3637 la situación que ahora es
contemplada de manera idéntica por el art. 2646 del CCCN; “Es válido el testa mento
escrito hecho en país extranjero por un argentino o por un extranjero domiciliado en el
Estado, ante un ministro plenipotenciario del Gobierno de la República, un encargado de
negocios o un Cónsul y dos testigos domiciliados en el lugar donde se otorgue el
testamento, teniendo el instrumento la autenticación de la legación o consulado.
El testamento otorgado en la forma prescripta en el párrafo precedente y que no lo haya
sido ante un jefe de legación, debe llevar el visto bueno de éste, si exis tiese un jefe de
legación, en el testamento abierto al pie de él y en el cerrado sobre la carátula. El
testamento abierto debe ser siempre rubricado por el mismo jefe al principio y al fin de
cada página, o por el Cónsul, si no hubiese legación. Si no existiese consulado ni una
legación de la República, estas diligencias deben ser llenadas por un ministro o Cónsul
de una nación amiga.
El jefe de legación y, a falta de éste, el Cónsul, debe remitir una copia del testamento
abierto o de la carátula del cerrado, al ministro de Relaciones Exteriores de la República
y éste, abonando la firma del jefe de la legación o del Cónsul en su caso, lo debe remitir
al juez del último domicilio del difunto en la República, para que lo haga incorporar en
los protocolos de un escribano del mismo domicilio.
No conociéndose el domicilio del testador en la República, el testamento debe ser
remitido por el ministro de Relaciones Exteriores a un juez nacional de primera instancia
para su incorporación en los protocolos de la escribanía que el mismo juez designe".
Todo este largo y complejo procedimiento presenta algunas falencias que deben ser
remarcadas.
Una de ellas se refiere a la mención del testamento cerrado que ya no se encuen tra
legislado en el CCCN y si bien puede ser válido de acuerdo a la ley del lugar donde fue
otorgado, no encuadra dentro del tratamiento especial que le confiere el testamento
consular.
Otra cuestión es que de acuerdo a la letra del artículo en cuestión, pareciera que debe
ser remitida al Ministerio de Relaciones Exteriores tan sólo una copia del testamento
abierto y no el original y sólo una copia de la carátula del testamento ce rrado pero no
todo el testamento.
A ello cabe agregar que el procedimiento establecido no se encuentra supeditado a la
muerte del testador y mientras él viva no se puede determinar su último domicilio en la
República para que se proceda a protocolizar la disposición de última voluntad.
En consecuencia, es poco probable que sea utilizado el testamento consular, ya que puede
testarse en el lugar donde se encuentra el testador ajustándose a las formas establecidas
en el art. 2645 del CCCN y dicho testamento tiene plena eficacia dentro de nuestro país.