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Los límites - Escrito por Berenice Martínez

Muchas veces hemos pensado que poner límites a los niños no sería la forma más adecuada de educar. Sin embargo, el "dejar hacer"
libremente y sin ninguna regla no conduce a ninguna parte y puede traer problemas a futuro.
Los niños debe sentirse contenidos y cuidados, pero además, guiados por sus padres. Por ello, deben tener límites aplicados en un
ámbito saludable, sin recurrir a actos violentos, sanciones o gritos.

Ser padres hoy no es una tarea fácil, por eso saber con seguridad lo que debemos hacer, permitirá que el niño se sienta protegido y
seguro de sus actos.
Acuérdate siempre de que los límites marcan el camino a seguir y no son sinónimo de castigo. Una norma bien puesta puede ayudar
al niño a saber cómo continuar.

Ahora bien, ¿cómo poner límites a los niños?, ¿cómo conseguir que los acepten?

Aquí podrás ver algunos consejos:

- Sé seguro/a de vos mismo/a. Los niños necesitan ver seguridad en sus padres para lograrla en sí mismos.
- Cuidado con ser demasiado permisivos. No poner límites conduce a que el niño se encuentre perdido y no sepa qué decisión tomar,
porque nadie le enseñó cuáles son los caminos.
- Mantén la calma frente a los berrinches.
- Sé coherente. Si un día permites al niño que tome lo que no puede y al otro día se lo das, estarás perjudicándolo. Lo mismo sucede
si no actúas con el ejemplo.
- Cuida a tu hijo. Los niños son curiosos y necesitan explorar el espacio. Eso no quiere decir que sean malos por tocar todo o subirse a
la mesa. Sólo trata de sacar de su vista objetos peligrosos que puedan lastimarlo.
- Ponerse de acuerdo con la pareja. No sirve de nada que la madre diga que sí y el padre que no, o viceversa.
- Sé claro al poner una regla. El niño entenderá mejor la norma.
- Poner límites no significa ser violento o mostrarse enojado. No llegues al punto de estallar, los límites se construyen con trabajo y
firmeza. Puedes explicarle al niño el por qué de una regla e ir de a poco para que la entienda.
- Si siempre dices lo que NO se debe hacer, trata de poner normas en donde SÍ se pueda hacer.
- Escucha las necesidades del niño. Así él aprenderá a escuchar las tuyas.
- Establece límites según la edad y madurez de los niños.
- El poner límites brinda al niño un ámbito de contención y da lugar al desarrollo de la autoestima y la madurez.
- Si siempre retas al niño y le muestras lo que hace "mal", es hora de celebrar cuando se comporta bien. Otra manera de fomentar sus
logros.
- Paciencia en el proceso. Los límites no son mágicos, por ello debemos ser constantes en nuestras acciones y, sobre todo, pacientes.
DAR AFECTO, PONER LÍMITES

Estaremos de acuerdo en qué educar el hijo es una combinación de:

• Dar libertad, estimular, potenciar el individuo que se va separando de los padres

• Asegurar el afecto, necesario por la propia autoestima

• Ponerle unos límites, claros, razonados, diferentes por cada edad, que le den seguridad.

Entendemos por "limites" las normas establecidas y la aceptación de negativas.

Los límites deben tener una función educativa, no sancionadora. Permiten que el niño tenga un marco de referencia, unas reglas de juego, dentro
las cuales tomar decisiones, resolver los conflictos. (Ej.: reglas del fútbol; no se podría jugar sin ellas). No es cierto que el niño sin límites es un niño
feliz; al contrario está desorientado, prueba continuamente hasta dónde puede llegar y pide que lo paren. Y los límites los debemos fijar los adultos.

La familia tiene dos bloques, los padres y los hijos, con intereses, necesidades, derechos y deberes propios. Los padres, juntos, han de ofrecerse
como tales. Reflexionar y decidir, la responsabilidad inicial de gestionar la convivencia es suya. No confundir los hijos: seremos respetuosos al
máximo, pero no somos todos iguales, no somos colegas (tendrán muchos durante la vida).

El niño necesita sentirse querido por los padres, como persona única; y estos a su vez han de saber manifestarle su afecto incondicional. Pero
también necesita sentirse digno, merecedor, de este afecto.

Manifestar al niño que es querido tal y como es, pero que lo que queremos es ayudar a que aprenda unas determinadas conductas, frente otras
que le crean problemas y que él sabrá variar.

Tanto como la edad lo permita, compartir este objetivo con el niño y hacerlo partícipe de la conducta que queremos conseguir.

Es lógico que los chicos opongan resistencia a los "no" y a las normas. Por las propias características de la edad, los niños de 3 - 6 años son
egocéntricos, les cuesta derogar la satisfacción, tienen menos "frenos" que los adultos, menos tolerancia a la frustración.

Pero como son muy elásticos a cualquier aprendizaje, es una edad clave por aprender a respetar normas. Ahora bien, quienes establece el límite ha
de estar preparado para defenderlo. No escandalizarnos si los chicos expresan su protesta, es normal que no quieran perder beneficios adquiridos.
Les haremos saber que entendemos su enojo, pero que no debemos cambiar la pauta acordada. Hace falta explicar, razonar los motivos, pero no
más veces de las necesarias, después toca obedecer. Y a los padres los corresponde mantener su palabra.

IMPORTANTE PARA LOS PADRES: En momentos de “rabietas”

 Mantener el control, esto ayuda los niños a recuperarlo.


 Tratar de distraerlos y cambiar la atención hacia otra cosa.
 Mostrar cierta indiferencia, puesto que en aquellos momentos ellos no atienen a razones.
 Reflexionar sobre el qué ha pasado cuando ya todos estemos tranquilos, hablar:
 Nosotros entendemos sus demandas, sus sentimientos pero hay diferentes formas de mostrarlos: gritar, dar golpes... no es la mejor.
 Evitar situaciones complicadas en determinados momentos: cuando están cansados, cuando tienen sueño.
 No caer en la trampa de dar todo aquello que piden.
 Actuar con paciencia, sin perder los nervios, no respondiendo con gritos o pegando.
 Paciencia, afecto, comprensión, pero a la vez firmeza.

BIBLIOGRAFÍA PARA PADRES. "Límites a los niños. Cuándo y cómo". C. Nitsch y V. Von Schelling. Ed. Medici. "Como el cariño no basta". Nancy Saliman. Ed. Medici.
"Duérmete, niño". E. Estivill y S. Béjar. Ed. Plaza & Janes. "Entre padres e hijos". Carme Thió de Polo. Ed. Barcanova.
Por qué son buenos los límites

Los niños construyen su subjetividad a partir de los primeros vínculos y es por ello que la adquisición de límites, debe remitirse y
pensarse como un proceso de construcción vincular. Los límites nos marcan a todos, por el sólo hecho de estar inmersos en la cultura
y se nos transmiten de manera implícita y explícita.

Son una referencia, un marco de contención, una guía, que le indican al niño/a qué se puede o se debe hacer y qué no, son reglas que
ordenan sus comportamientos y le permiten una mejor percepción de la realidad, al reconocer lo incorrecto de lo correcto. Los
límites además le brindan al niño/a la oportunidad de pensar, de tomar la iniciativa y buscar soluciones. Asimismo, favorecen el
desarrollo de la identidad y fomentan la autonomía.

Cuando un niño aprende a hablar, también está aprendiendo a respetar límites, ya que la adquisición del lenguaje implica la
aceptación de códigos y reglas.
Establecer límites no significa emplear castigos, ser severos o autoritarios, por el contrario, implica entender cómo se desarrolla el
vínculo temprano y qué necesita un niño pequeño para crecer saludablemente. Es, en primer lugar, una responsabilidad de todo
padre y de toda madre, implica tomar una posición frente a la actitud del niño, renunciar a esa persona ideal y a los propios deseos
de ser siempre buenos, es superar el temor a perder el cariño del hijo/a y tolerar que el niño manifieste su desagrado.

Los límites si son adecuados, tienen que ver con la autoridad (no con el autoritarismo), si se actúa con serenidad pero con firmeza
para que el NO sea no y el SÍ sea sí, sin que medie el “quizás”, se le estará brindando al niño/a la protección adecuada. Si los hijos se
consideran más fuertes que los padres será imposible que se sientan protegidos por ellos.

Será necesario por otra parte, establecer una cantidad adecuada de límites, dado que la experiencia demuestra que quienes tienen
mayores dificultades para enseñarles a sus hijos, son aquellos que limitan demasiadas conductas intentando formar un niño perfecto.

¿Cómo debe ser un límite?

Coherente: aporta seguridad y confianza al niño porque así conoce exactamente cuáles son sus límites; en donde podrá jugar,
explorar y aprender.
Positivo: en lugar de decirle lo que NO debe hacer, lo mejor es siempre insistir en lo que SÍ se puede. De ese modo además, le
brindamos seguridad.

Participativo: si el niño participa del establecimiento de las reglas podrá sentirse más responsable de ellas y tendrá mayores
intenciones de cumplirlas.

Concreto: las indicaciones deben ser claras y explícitas para que el niño pueda comprenderlas. Así podemos pedirle “que guarde sus
juguetes”, “que se lave las manos”, pero no “que se porte bien”. Optativo: no se trata de un abanico de posibilidades, sino
respetando las características anteriores, dar opciones del tipo "¿Prefieres el pantalón rojo o verde? Sin embargo, es fundamental
tener presente que los niños hacen y dicen lo que ven y escuchan, por lo que, cuando pegan, agreden o desobedecen es importante
preguntarse, primero, si no es así como reaccionan los padres mismos con él.
Respetuoso: Lo que se debe LIMITAR en todos los casos es la CONDUCTA, NO los sentimientos que la acompañan. Los LÍMITES deben
fijarse siempre de manera tal que no afecten el respeto y la autoestima del niño. Se trata de poner límites sin que el niño se sienta
humillado, ridiculizado o ignorado. No se trata de descalificar al niño sino, de desaprobar su conducta haciéndole saber que el amor
hacia él sigue siendo el mismo. Los niños necesitan sentirse aceptados incondicionalmente, eso ayudará a desarrollar seguridad y
confianza en sí mismo y en los demás.

Recordar: los niños no internalizan la norma en forma inmediata, lo hacen a través de un proceso de reinterpretación y
reconstrucción y logran internalizarla recién cuando desarrollan capacidades como: el lenguaje, el razonamiento, la capacidad de
descentrarse, la comprensión de las relaciones causa efecto, etc. Estas adquisiciones no obstante, son inestables y muchas veces
ceden frente a estados de tensión, cansancio, enojo.

Lic. Soledad Fuster


Red de Psicólogos Tu Lugar-Psi
Los niños a los tres años - Claudia Quiroz Chavarría es psicóloga infantil del Grupo CRECE

A los 3 años, la obediencia se vuelve más compleja

A partir de los 3 años comienza la etapa de la comprensión de palabras y oraciones, cambia nuestra manera de comunicarnos con los
niños.

Si queremos educar a nuestros hijos de esta edad y hacer que nos comprendan, las frases deben estar enfocadas de manera
afirmativa, ya que esto les permite comprender mejor los acontecimientos. Por ejemplo: en vez de decir: “no tires tus juguetes, o
tus zapatos”, es mejor decirle: “deja los juguetes en la caja, o dáselos a mamá”. Cuando el niño hace lo que le pedimos, siempre hay
que acabar con un elogio, como “muy bien”.

A esta edad el niño será mucho más receptivo que en etapas anteriores, comprenderá que ha dado alegría a mamá y a papá y se
sentirá feliz y querrá volver a lograr ese momento, y por ende, tenderá a repetir la acción. Cognitivamente, los NO, solo se
comienzan a entender a los 3 años.

¿Qué podemos pedir a un niño de tres años?

A medida que el niño crece, las normas se harán cada vez más complejas. Un niño de esta edad debe ser capaz de: recoger sus
juguetes solo o con muy poca ayuda, comer solo, no interrumpir a los adultos, ir al baño con ayuda, ir de la mano por la calle,
lavarse los dientes, vestirse solo, responder a la primera en instrucciones como irse a la cama, dejar de ver la televisión, ir a
ducharse, ayudar a poner y recoger la mesa, ayudar a hacer su cama, no pegar, no gritar al hablar, escuchar mientras le hablan…

La actitud de los padres, firmes y afectuosos

Una manera, de hacer que el niño aprenda a seguir instrucciones y posteriormente incorpore el concepto de obedecer, es hacer
hincapié en explicarle que los adultos son los que deciden, ya que está bajo el cuidado de ellos. Para ello, es importante que estos
adultos, ya sean los padres, o los abuelos, sean coherentes, firmes y afectuosos en el momento de enfrentar diversas situaciones y
pongan los límites in situ manteniendo la calma.

La coherencia es la base del respeto y da seguridad a los niños.

Es muy importante hacer bloque frente a los niños, es decir, que tanto papá y mamá son los que tienen la autoridad de crear los
hábitos, y por lo tanto no se debe devaluar a ninguna de estas figuras frente al niño.

Una lista de normas y rutinas

En resumen, para poder establecer rutinas y hábitos es necesario que ambos padres diseñen un listado con actividades y normas a
seguir en la casa.

Estas deben incluir horarios de baños, alimentación, juegos en solitario del niño y juegos de los padres con ellos, de las comidas, de ir
a dormir, de salir de paseo, de cuentos, etc.

Es importante que las normas sean pocas y ajustadas a cada edad.

Lo ideal es acompañar estas rutinas con símbolos o rituales, por ejemplo: para leer el cuento, el niño tiene que estar bañado, con
pijama y metido en la cama, si no es así…NO HAY CUENTO, aunque llore, patalee y os de tristeza, este es el punto que nos ayudará a
transmitir los límites y el encuadre de seguridad a los niños.

La flexibilidad también es necesaria

Dependiendo de las circunstancias o de la estación del año, algunas rutinas son más o menos difíciles de llevar a cabo. Por eso es
necesario dejar abierta la posibilidad de flexibilizar. Así, poco a poco, los niños van cogiendo seguridad. Lo que lleva a los niños al caos
es no poder gestionar emociones como el temor o la tristeza.

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