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gran minería
Damonte, Gerardo - Autor/a; Autor(es)
Desarrollo rural y recursos naturales En:
Lima Lugar
GRADE Editorial/Editor
2012 Fecha
Colección
Comunidades campesinas; Minería; Ruralidad; Organizaciones rurales; Planificación Temas
regional; Nueva ruralidad; Perú;
Capítulo de Libro Tipo de documento
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Peru/grade/20121109040224/30_damonte.pdf URL
Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genérica Licencia
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es
Gerardo Damonte
INTRODUCCIÓN
1 Una versión preliminar de este artículo fue presentada y comentada por Julio Cotler en el marco
de los Seminarios por los 30 años de GRADE. Los comentarios de Julio así como las preguntas
del público asistente fueron de mucha ayuda para definir el enfoque definitivo del texto.
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2 El Informe técnico: evolución de la pobreza 2001-2010 (INEI 2011) muestra que la pobreza
rural bajó de 70% a 54% y la urbana de 37% a 19%.
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Las corporaciones han sido las protagonistas del actual ciclo de expansión
minera que se inició en 1993. Las corporaciones como Río Tinto, BHP Billiton
o Rio do Vale Doce son conglomerados de empresas de extracción, transporte
y procesamiento de minerales articuladas verticalmente en un conglomerado
corporativo. Típicamente, las corporaciones tienen un capital multinacional,
desarrollan proyectos en más de un continente y mantienen presencia legal en
más de un territorio nacional, por lo que en la práctica no son reguladas en su
totalidad por gobierno alguno. Un puñado de corporaciones mineras maneja la
mayoría de grandes proyectos mineros en el orbe, habiendo logrado dominar el
Dinámicas rentistas: transformaciones institucionales en contextos de proyectos 103
4 Existe una amplia bibliografía sobre comunidades campesinos. Entre otros estudios podemos
ver Diez (1999) y Castillo et al. (2007).
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5 Existe una creciente bibliografía sobre las rondas campesinas. Entre otros estudios, sugerimos
revisar los de Starn (1999) y Pérez (1997).
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3. C O R P O R AC I O N E S Y C O M U N I D A D : E N C U E N T RO S Y
DESENCUENTROS EN DOS MOMENTOS DISTINTOS DEL
DESARROLLO EXTRACTIVO
Gráfico 1
habían sido históricamente relegadas del juego político por las élites políticas
urbanas locales. En estos casos, como en el distrito de San Marcos-Huari, las
comunidades han irrumpido en la escena política electoral con candidatos
campesinos que han triunfado en las elecciones municipales (Salas 2010).
Cuando el proyecto minero se encuentra en ámbito de rondas, el papel de
estas organizaciones es indirecto, puesto que la tierra es propiedad de familias y
no comunal. En los escenarios estudiados, las rondas sirven como intermediarios
o soporte político allí donde las familias consideran que las transacciones por
la tierra no están siendo llevadas a cabo de manera correcta, o cuando acusan
presión para vender por parte de la empresa. Sin embargo las rondas, en su rol
de representación política colectiva, mantienen siempre una actitud de escrutinio
ante las acciones de la empresa. Así, las rondas juegan un rol político de suma
importancia, aunque no necesariamente representen de manera directa a las
familias en las transacciones de sus tierras.
Como en el caso de las comunidades, las rondas se enfrentan y negocian
con las empresas. En este proceso, las rondas asumen un discurso de protección
de los recursos naturales de la localidad, cuando no de la provincia, reclamando
precauciones ambientales pero, sobre todo, beneficios tangibles para las familias
ronderas; en particular, trabajo. Cuando las negociaciones se quiebran, devienen
enfrentamientos que pueden ser particularmente violentos. En estos casos, la
empresa y el Estado buscan cuestionar o debilitar a las rondas acusándolas de
un uso ilegal de la fuerza. Aquí también los dirigentes ronderos son muchas
veces acusados de coludirse con la empresa, lo que genera presión sobre la
institucionalidad rondera.
Terminadas las negociaciones por el acceso a la tierra, cuando el proyecto se
viabiliza, las comunidades o rondas comienzan un periodo de tensa convivencia
con la empresa. Este periodo está marcado por la paulatina implantación de un
nuevo orden local que incorpora las reglas de juego llevadas por las empresas.
Este nuevo orden empresarial se traduce en un conjunto de reglas de convivencia
implantadas por la empresa y muchas veces resistida por la población local. Estas
reglas incluyen protocolos de seguridad y de comunicación, así como formas de
acceso a empleo o programas sociales. La empresa se convierte, con anuencia de
un Estado poco visible, en el actor político y económico local más poderoso, con
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capacidad para asumir roles de control y gestión pública. Las reglas de convivencia
se plantean desde la empresa, aunque por lo general negociadas de alguna manera,
principalmente con comunidades o rondas, para que resulten viables.
Esta convivencia puede darse en dos escenarios no excluyentes. Un primer
escenario es el de continuo enfrentamiento y negociación. Aquí, la empresa
genera un conjunto de alianzas con algunos líderes y sectores de la población y
se enfrenta sistemáticamente a otros. El resultado es un equilibrio de poder que
neutraliza la oposición, en el contexto de constantes conflictos.
Un segundo escenario es el de la absorción de las fuerzas sociales locales,
rondas o comunidades, dentro de la lógica de la operación minera, como
proveedoras de fuerza de trabajo o servicios. La organización comunal o rondera
se transforma, adecuándose a las necesidades de la operación. Los conflictos
son menos frecuentes y, en el mejor de los casos, los procedimientos y las reglas
del régimen corporativo son transparentes. En ambos escenarios surgen nuevos
liderazgos y discursos, en un contexto de cambios sociales, económicos y culturales
significativos.
En resumen, la presencia de empresas extractivas a gran escala produce
tres fenómenos locales referentes a las formas de representación local en esta
primera fase. En primer lugar, genera que las comunidades o rondas campesinas,
generalmente marginadas, adquieran una visibilidad y el protagonismo mayor en
la política distrital y provincial. En segundo lugar, exacerba la competencia y el
fraccionamiento tanto entre comunidades o rondas como al interior de las mismas;
la posición frente a la operación es causa de conflictos y en algunos casos hasta de
la fragmentación de las organizaciones rurales locales. Por último, la implantación
de regímenes corporativos transforma la naturaleza de las organizaciones y las
formas de representación locales, al insertarlas en la lógica del proyecto extractivo.
La primera fase termina cuando se hacen efectivas las primeras transferencias
del canon, hecho que desplaza el foco político de las comunidades hacia los
gobiernos locales. Hasta este momento los gobiernos municipales han jugado
un rol político relevante en la medida en que han participado en los conflictos
y negociaciones entre las comunidades o rondas y la empresa. A partir de ahora
los gobiernos locales tendrán un mayor peso político en relación con el proyecto
extractivo.
Dinámicas rentistas: transformaciones institucionales en contextos de proyectos 113
Gracias a los recursos del canon los gobiernos locales se convierten en protagonistas
políticos en contextos de desarrollo extractivo. La manera en que se comporte
este actor dependerá de las características de las fuerzas políticas que asuman su
gobierno; es decir, de las fuerzas políticas que logren ser elegidas. Por ejemplo,
Salas (2010) nos describe cómo la llegada a la alcaldía de una facción política
nueva trasladó el foco de atención municipal lejos de las comunidades asentadas
en el centro extractivo hacía una zona periférica del distrito antes marginalizada.
Así, el espacio político se amplía e integra a nuevos actores y facciones que
pueden entrar en pugna por el proyecto minero y sus rentas en ámbitos distritales,
provinciales y hasta regionales.
Cualquiera sea el matiz de las autoridades ediles en localidades con
presencia de extracción a gran escala, el municipio adquiere preponderancia
política. La cantidad de recursos que el Estado entrega a estas localidades es
inmensamente superior a la de los distritos rurales no productores de minerales
(véase el gráfico 2). En un ejemplo extremo, el distrito productor de San Marcos
recibió más de 110 millones de soles solo por concepto de canon minero en el
2010, aproximadamente 8000 soles per cápita cuando un distrito no productor
difícilmente se acerca a una renta estatal de 1000 soles per cápita. Como
consecuencia, los municipios mineros tienen la capacidad de generar empleo y
mejorar la infraestructura local de manera significativa, convirtiendo al distrito
en un centro de atracción de inmigrantes. Así, el municipio se convierte en
el eje de procesos de cambio con un marcado sesgo urbano. Un efecto ligado
a estos procesos es la multiplicación de centros poblados; es decir, de caseríos
(dentro o fuera de comunidades) que buscan y adquieren un estatus de centro
poblado en el ámbito distrital.
114 Gerardo Damonte
Gráfico 2
6 En este sentido, la relación entre actores transnacionales y organizaciones locales como espacio
alterno de institucionalidad ante el vacío público estatal es un tema interesante y de análisis
actual, pero que excede los objetivos del presente artículo. Véanse al respecto Bebbington
1993, Tsing 2005 y Szablowski 2007.
Dinámicas rentistas: transformaciones institucionales en contextos de proyectos 117
Asimismo, debemos definir a una familia como campesina cuando una parte
significativa de la vida de sus miembros se desarrolla en ámbitos rurales.
Por ello, las organizaciones rurales deben adaptarse a esta nueva realidad,
diversificando sus funciones y membresías, para poder representar tanto a las
familias que todavía mantienen su base de subsistencia en la tierra, como a aquellas
que se encuentran más articuladas a espacios urbanos. La comunidad y la ronda,
entonces, encuentran su razón de permanecer en la representatividad política de
las familias que al menos tienen un pie en el campo.
En contextos extractivos, la labor política de la ronda y la comunidad se
intensifica en la primera fase del desarrollo extractivo, toda vez que la empresa
necesita adquirir la tierra y derechos de uso de agua para acceder a los recursos
y desarrollar su actividad. Entonces, la transformación de las organizaciones
rurales en entes de representación y negociación política es dramática y tiene
consecuencias en su legitimidad como organizadoras o guardianas del trabajo
en el campo.
Esta transformación se aprecia en los cambios generacionales de liderazgos
y las continuas crisis de legitimidad por la que atraviesan comunidades y rondas
involucradas en proyectos extractivos. El liderazgo se traslada a individuos con
mayor capacidad negociadora, que generalmente provienen de las familias con
más grados de educación o experiencia urbana. El liderazgo se disocia de la
actividad productiva agropecuaria, para responder a las nuevas necesidades de
representación. Con el advenimiento del canon (y la segunda fase del encuentro),
la política —y con ella, las comunidades— se traslada a la arena municipal. Los
líderes comunales aprovechan su recién ganada experiencia política para postular
a la municipalidad y así poder disponer de los recursos del canon.
En este proceso de politización y municipalización de la batalla política,
las comunidades, muchas veces marginadas por las élites urbanas, comienzan a
disputar el liderazgo urbano-distrital; en este momento la negociación pasa de la
tierra a los recursos del canon. La nueva estrategia es urbanizar las comunidades
para convertirlas en centros poblados y así poder acceder directamente a más
recursos derivados del desarrollo extractivo: más rentas.
Por ello, lo que apreciamos en este nuevo ciclo de expansión minera es la
paulatina transformación de las comunidades y rondas, de colectivos vinculados
Dinámicas rentistas: transformaciones institucionales en contextos de proyectos 119
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