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“[…] la vigilancia
del gobierno se extiende a todas partes.
De mil modos su astucia se disfraza.
Aquí mismo en el seno placentero
de las delicias con cautelas varias
nos observa y nos mira receloso.”
William Shakespeare
Fragmentos de “Otelo” de William Shakespeare, citados en El Sema-
nario Patriótico Americano (2 ago. 1812) con el fin de ilustrar el contexto
que se vivía en la ciudad de México.
Archer, “Bite of the Hydra”, p. 73.
Muestra de esta discusión es el caso reseñado por Van Young, “Répli-
ca. De aves y estatuas”, pp. 281-284 en que José María González, indio
escribano del pueblo de Ocoyoacac, fue detenido, entre otras cosas, por
personificar a Napoleón en una parodia.
Entre los juicios que causaron indignación y temor por estas fechas fue
el de los hermanos Rodríguez Alconedo, joyeros acusados de conspira-
ción por estar elaborando, supuestamente, una corona para Iturrigaray.
Otro fue el de Mariano Paz Carrión que trató de involucrar a los indíge-
nas de las parcialidades de Santiago Tlaltelolco y San Juan Tenochtitlan
en una conspiración contra el régimen. Estas dos parcialidades, así como
la república de Chalco (intendencia de México) Napolucan y Tlaxcala
publicaron a inicios de octubre de 1810 en los periódicos su lealtad a las
autoridades. Anna, La caída del gobierno español, p. 86-87, Hernández
y Dávalos, Historia de la guerra de independencia y Alamán, Historia
de México, t. i, pp. 294-295, Guedea, “Los indios voluntarios”, p. 4.
El gobernador de Amecameca (distrito de Chalco) pidió a Cami-
lo Celis, comerciante y partidario de la insurgencia, dejara de alboro-
tar a los indios cuando le insinuó que en caso de entrar los insurgentes
podría apresar a los gachupines del pueblo para entregarlos a Allende.
Herrero, “Revuelta, rebelión y revolución”, p. 96.
El gobernador de San Marcos (distrito de Tula) alentó al indio Maria-
no Pascual a escribirle a Allende con el fin de solicitarle tierras, además
manifestó que con la llegada de los insurgentes se llevarían a los gachu-
pines y quedaría él de gobernador. Van Young, La otra rebelión, pp.
767-768.
El 31 de octubre de 1810 entraron a la capital los restos de la división de
Torcuato Trujillo. Las pésimas condiciones en que se encontraba la divi-
sión y su corto número causó una impresión negativa. Alamán, Historia
de México, t. i, p. 484 y 488 y Zárate, La independencia, pp. 140-142.
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A las parcialidades de la ciudad de México se les autorizó formar un
grupo de lanceros, pero con recelo. Guedea, “Los indios voluntarios”.
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La virgen fue trasladada a la ciudad, pues se temía que su santuario,
ubicado a unos cuantos kilómetros de Cuajimalpa, cayera en poder de
los insurgentes. Zarate, La independencia, p. 144.
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Algunos rumores indicaban que los indios de Texcoco se habían ne-
gado a enviar indios a la ciudad para la construcción de la zanja y temían
las represalias. Herrero, “Revuelta, rebelión y revolución”, p. 98.
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Alamán, Historia de México, t. 1, p. 488.
15
Herrero, “Revuelta, rebelión y revolución”, p. 98 y AGN, Crimi-
nal, vol. 13, f. 245.
La mayor parte de las maldiciones dirigidas contra los españoles fue-
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El desarrollo de la revuelta se puede consultar en Herrero, “Revuel-
ta, rebelión y revolución”.
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Entre las acciones implementadas para la seguridad de la ciudad estu-
vieron la reorganización de las milicias, el fortalecimiento de las garitas,
el uso de pasaportes y el destierro a los infidentes menos peligrosos más
allá de 20 leguas. Ortiz, “Insurgencia y seguridad pública”.
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Carta del subdelegado de Cuautitlán al virrey Venegas del 17 de junio
de 1811 en AGN, Infidencias, vol. 24, exp. 7, ff. 201-204.
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Entre 1810, 1811 y 1812 los pueblos de Chalco son los que tienen en
curso el mayor número de juicios por tierras.
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A mediados de 1811, enviados del insurgente Cañas se presentaron en
los pueblos de Tepotzotlán, Coyotepec, Teoloyucan, Huehuetoca y San
Miguel de los Jagüeyes para reunir fuerzas. Todos los pueblos respondie-
ron de distinta forma ante esta incursión. AGN, Infidencias, vol. 24, exp.
7. En Texcoco, al incrementarse la presencia de las huestes de Osorno
(inicios de 1811), la república de indios de Tepetlaxtoc pagó a dos vigías
para que cuidaran al pueblo. AGN, Criminal, vol. 260, exp. 20, ff. 71-
74. Otra práctica de los insurgentes fue levantar indios de los pueblos a
los que entraban a robar. AGN, Criminal, vol. 275, exp. 3, ff. 147-164.
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Juicios a Manuel Feliciano, José Vicente, Silverio García y Juan de
Dios Hidalga, en AGN, Criminal, vol. 110, exp. 2, ff. 8-35.
par en el robo a una tienda. AGN, Criminal, vol. 194, exp. 7, ff. 71-74.
Juicio interpuesto a los infidentes de Tepetlaxtoc en AGN, Criminal,
vol. 260, exp. 20, ff. 71-74.
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Ortiz, Guerra y gobierno, pp. 81, 82 y 113. A partir de 1812, Calleja
reubicó algunas de sus fuerzas en los trayectos más importantes como
el de la capital a San Juan del Río en el camino de “Tierra adentro” con el
fin de garantizar la circulación del comercio.
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Ortiz, Guerra y gobierno, pp. 203-204.
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Si bien el valle de Cuautla está separado de Chalco por el macizo de
los volcanes, sus pueblos estaban estrechamente ligados por la devoción
a algunos Cristos o señores de los pueblos como el señor de Tepalcin-
go y Chilapa. Las fiestas a estos “señores”, que se iniciaban desde el
mes de enero hasta pascuas, estrechaban las relaciones comerciales entre
una región y otra. Sobre las relaciones económicas entre Chalco y la
zona caliente consultar a Hammet, Raíces de la insurgencia en México,
pp. 142-147.
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La campaña contra Morelos requirió adecuar algunos caminos para
que pasara la caballería. Alamán, Historia de México, t. ii, p. 488.
40
Miguel Galicia Jorge Librado, Basilio Diego y Lucas Marcelo (in-
dios de Yacapixtla) fueron llevados presos a México por ser sospecho-
sos de insurgencia sin mediar una averiguación. AGN, Criminal, vol.
2, exp. 4, f. 96.
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Palabras de José Maria Infanzón, Capitán del regimiento provincial
de milicias de México y comandante de armas de Chalco el 14 de julio de
1812. AGN, Criminal, vol. 157, f. 472.
42
AGN, Criminal, vol. 272, exp. 1, ff. 1-24.
43
AGN, Criminal, vol. 194, exp. 1, ff. 1-13.
44
Alamán, Historia de México, t. ii, p. 553.
45
AGN, Infidencias, vol. 129, exp. 124 y Ladd, La nobleza mexicana,
pp. 172 y 183. Otro ejemplo es que el administrador de la hacienda de la
Encarnación (Azcapotzaltongo, hoy Nicolás Romero) permitía que las
huestes insurgentes pernoctaran en su hacienda e incluso ayudaba a que
las cuadrillas salieran huyendo. AGN, Infidencias, vol. 171, exp. 20). En
1812 una hacienda de los “Guadalupes” fue atacada por los insurgentes
por lo que “Serafina Rossier”, una de sus integrantes, solicitó se tratara
de controlar las huestes de este lugar para que no ataquen las posesio-
nes de los adictos a la causa. Guedea, “De la fidelidad a la infidencia”,
p. 248.
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En caso de ser asaltada la canoa, el dueño de la trajinera solicitaba a
sus pasajeros el dinero y las armas. Algunos pasajeros huían y ello podía
dar motivo a que los insurgentes les matasen y confiscasen las pertenen-
cias que portaban. AGN, Criminal, vol. 252, exp. 5, ff. 238-275.
47
Alamán, Historia de México, t. ii, p. 121.
48
Éste es el caso de Ignacio Sánchez. AGN, Infidencias, vol. 42, exp. 6,
ff. 228-236 y Juicio contra Ignacio y Esteban Trejo en AGN, Criminal,
vol. 239, exp. 4, ff. 44-56 y 57-76.
49
Caso de José Dionisio Chavarría, en AGN, Criminal, vol. 110, exp. 2,
ff. 8-35.
50
Juan González Escalante, arrendatario de hacienda y capitán de ur-
banos de Tlalnepantla, fue aprehendido por los insurgentes durante la
incursión a ese poblado. Un padre dominico y un carmelita fueron los
intermediarios para pagar su rescate. AGN, Criminal, vol. 636, exp. 4,
ff. 146-213.
51
AGN, Criminal, vol. 110, exp. 21, ff. 336-349.
52
AGN, Infidencias, vol. 37, exp. 4, ff. 149-203.
53
Pascual Duque era del pueblo de San Martín Cuautlalpan y antes de la
independencia había impedido que el vicario fundiera el cáliz de la Igle-
sia. AGN, Criminal, vol. 240, ff. 254-273.
54
No siempre estos juicios terminaban bien. En 1811, el dueño de la
hacienda de Huachimatla acusó de insurgentes a Nicolás Antonio, Lucas
Santiago, Eusebio Mariano e Ignacio Joaquín, repúblicas del pueblo de
Tiitla. Durante el juicio, dos de los cuatro detenidos murieron, pues ya
estaban viejos y los mandaron a trabajar a la zanja cuadrada. Las auto
ridades creyeron que la acusación era cierta, pues el subdelegado había
declarado que “[habían] desaparecido de sus casas”, AGN, Criminal,
vol. 157, exp. 12, ff. 441-446.
siglas y referencias
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Historia de México desde los primeros movimientos que
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