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lesia PIO XII Y- JUAN XXII pet 10) por Juan Eduardo Schenk Doctor en Sagrada ‘Teoloia por el Pontifici Atenco "Anglicun" de Roma, historia dela EDICEP: <== © Tomo 1.° del volumen XXVI, PIO XI Y JUAN XXIII, El original de este tomo es de Juan Eduardo Schenk Sanchis, doctor en Sagrada Teologia por el Pontificio ‘Ateneo “Angelicum”, de Roma, + Texto especial para la edicién espafiola de la HISTORIA DE LA IGLESIA, de Fliche-Martin. Aunque los dos tomos que constituyen el volumen XXVII no se hallan incluidos en la edicién francesa de la “HISTOIRE DE L'EGLISE”, por razones de uniformidad con los restantes volimenes, aparecen bajo el titulo general de Fliche- Martin, comin a la presente edicién. Portada de Francisco Izquierdo. © Damos las notas al final de cada capitulo. * Colaboracién incluida en este volumen: Pio XI, Cardenal Domenico Tardini, Seeretario de Estado de Su Santidad Juan XXIII PRINTED IN SPAIN © by EDICEP. Comercial Editora de Publicaciones. Almirante Cadarso, 11. Valencia.S. Espada, Depésito Legal V-2.064-1983. LS.B.N.: 84-70S0-088-0, volumen XXVII-1. I.$.B.N.: 84-7050-109-7, general. Impresién: Graficas Guada. Camino Nuevo de Picafia, 3. VALENCIA. AAS. A.S.S. AD, ABS. AS.ES.S, ADAP cc DBP. DDI DLA. DR. BRU. EC LK. OR. DP. SIGLAS UTILIZADAS EN ESTE VOLUMEN Acta Apostolicae Sedis. Acta Sanctae Sedis Actes et documents du Saint Siége relatifs & la seconde guerre mondiale Archivos. de la Congregacion de Asuntos Eclesidsticos Extraordinarios (Primera sec: cid de la Secretaria de Estado) Archivos de la Segunda seccién de la Secretaria de Estado. Akren zur deutsche auwiirtigen Politik 1918-1945, La Civilté Cattolica, Documents on British Foreing Policy. Docwmenti diplomat’ italiani Documents on International Affairs Discorsi e Radiomessagi di sua Santita Pio XI Forcing relations of the United States. Feclesia. Organo de la direccién Central de la Accién Catolica Espafola. Lexicon fiir Theologie und Kirche. L-Osservatore romano, Documentos pontificios. PIO XII Y JUAN XXIII (D | 1 Eleccién y primeros tiempos 1, AL SERVICIO DE LA DIPLOMACIA DE LA SANTA SEDE.—2 de marzo de 1939.—Eugenio Pacelli.—Al servicio de la diplomacia pontificia.—Nunciatura en Alemania.—Secretario de Estado.—2. ESFUERZOS PARA EVITAR LA GUERRA.—La paz, mixima preocupacién del nuevo Papa.—La carta a Hitler.— —Mensaje de Roosevelt. —Conversa- Del fracaso de la conferencia de entre Alemania y Rusia.— El pacto germano-soviético.. ia dan garantias a Polo Proyecto de conferencia a cinco. inco, a la firma del pacto de no agresi 3. ALEMANES Y RUSOS SE ENTIENDEN. Llamamiento al mundo.—Los diltimos esfuerzos. Eleccién y primeros tiempos’ 1. AL SERVICIO DE LA DIPLOMACIA PONTIFICIA 2 de marzo de 1939 Un minuto después de las seis de la tar- de, se abrian las puertas del balcén central de la basilica Vaticana para dar paso al cortejo que iba a anunciar al pueblo congre- gado en la plaza de San Pedro el aconteci- miento de haberse legado en el conclave a la eleceién del sucesor de Pio XI. En efecto, el primer cardenal de la orden de los didconos, Camilo Cacia Dominioni, proclamé que el nuevo Papa era el hasta entonces cardenal Eugenio Pacelli, quien ha- bia elegido para si el nombre de Pio XII? Por una vez no se habia cumplido el antiguo refrén que afirmaba que “quien entra Papa en un cOnclave, sale cardenal”, pues el hasta la muerte de Pio XI cardenal secretario de Estado era, antes de comenzar el cénclave, el candidato que la inmensa mayoria pensa- ba que iba a salir elegido. El mismo Pio XI estaba convencido que Pacelli seria su suce- sor y lo manifesté publicamente, quiza en contraste de las mismas leyes del cénclave, en el curso de la imposicién de la birreta cardenalicia del miércoles 15 de diciembre de 1937. En aquella ocasién recordé el pon- tifice que, habiendo cumplido 81 afios, re- sultaba probable que aquel fuera su dltimo consistorio y, mediante una frase latina que venia a ser repeticién de las palabras del Bautista: Medius vestrum stetit_ quem vos nescitis, de alguna forma preconiz6 a quien llegaria a ser su sucesor. Porque los carde- nales presentes en Ia sala eran no s6lo los cinco nuevos purpurados (Gerlier, Hinsley, “4 Pellegrinetti, Piazza y Pizzardo), sino tam- bién el cardenal Pacelli quien, en su calidad de cardenal-secretario de Estado, habia acompaiiado a los anteriores.’ Pio XI murié el 10 de febrero de 1939, la vispera de la fecha en que tenia que cele- brarse el décimo aniversario de la firma de los Pactos Lateranenses.‘ Para tal conmemo- racién habia preparado un discurso, dirigido a los obispos italianos, que no llegaria a ha- cerse piiblico.’ El comienzo del cénclave subsiguiente se fijé para la tarde del dia 1 de marzo. Antes de su clausura, como es corriente, se mantuvieron diversos contactos entre los miembros del Sacro Colegio llama- dos a dar un sucesor a aquel que Mussolini habia calificado como “viejo obstinado” y parece ser que legaron a manifestarse tres cortientes diversas entre los cardenales.* La primera, la mas numerosa, estaba compues- ta por los purpurados que deseaban dar su voto a Pacelli; la segunda, minoritaria, la formaban aquellos que preferian al ascético cardenal arzobispo de Florencia, Elias Dalla Costa, a pesar de su cardcter Aspero y esqui- nado, muy lejano de la flexibilidad de los diplomaticos. No falté una tercera corriente, que, a decir verdad, apenas Ileg6 a apuntar, que hubiera visto con buenos ojos un papa aceptable por las dictaduras en aquellos mo- mentos dominantes en Europa y que pudiera evitar a la Iglesia el mayor mimero de males posibles Si bien estas corrientes se manifestaron en los contactos previos, puede afirmarse que las posibilidades dialécticas de las mis- mas quedaron agotadas antes de que los car- denales quedaran encerrados en el enclave. Asi se explica la rapidez con que pudo Ile- garse a resultados concretos. Fueron sufi- cientes tres escrutinios: el primero, en la mafiana del citado dia 2, de simple tanteo; el segundo, a mediodia, en el que ya se vio la orientacién de los votos; y el tercero, a pri- meras horas de la tarde, en el que los sufra- gios se decantaron netamente en favor de Pacelli. No quiere esto decir, sin embargo, que éste obtuviera la unanimidad total de los 62 cardenales reunidos. Seria el cardenal Segura quien desmentiria el rumor que se difundié acerca de una pretendida unanimi- dad de sufragios, mientras que por una de- claracién impremeditada del cardenal Bau- PIO XII Y JUAN XXIII () drillart, se llegaria a saber que los votos que Pacelli obtuvo en la tiltima yotacién fueron exactamente 48." En la primera parece ser que alcanz6 de 30 a 35, mientras que en la segunda conseguiria 40, En cualquier caso el cardenal Pacelli era el candidato designado por la opinién publi- ca, por los superiores de las grandes Orde- nes religiosas y por los embajadores extranje- ros ante la Santa Sede. Para todos ellos, él saldria elegido.’ Desde luego, puede afir- marse que los cardenales no italianos fueron sus grandes valedores, arrastrando en pos de si el voto de los cardenales italianos. Entre los primeros quiz4 convenga citar a Verdier, arzobispo de Paris; Villeneuve, arzobispo de Quebec; Faulhaber, arzobispo de Munich, y Vidal y Barraquer, arzobispo de Tarragona con residencia en Roma.'” A las 17°25 del 2 de marzo, Ia muche- dumbre congregada en la plaza de San Pe- dro en espera del resultado de la tercera votacién del primer dia de cénclave, vio que el humo que salia de la chimenea del recinto del conclave era blanco. La noticia corrié hasta Iegar al tltimo rincén de Roma y cuando el cardenal Caccia Dominioni anun- ciaba el nombre del nuevo Papa, eran ya més de cien mil personas las que exultaron de gozo al saber que el electo era “un roma- no de Roma”. Apenas se dio la noticia, monsefior Tar- dini, que previsoramente habia hecho colo- car alrededor de la columnata de Bernini una serie de altavoces conectados a un mi- créfono préximo a su oficina, pudo entonar el Te Deum, el himno de accién de gracias de la Iglesia, que fue cantado por la multi- tud. Asi, la espera quedaba transformada en una verdadera ceremonia sagrada. Todavia tuvo Pio XII que esperar duran- te algunos minutos antes de salir al balcén central de la “loggia” de San Pedro, a fin de que el Te Deum terminara. La bendicién, dada precisamente en el dia en que cumplia su 63 aniversario, cerré litirgicamente el so- lemne momento." Después Pio XII pasé a saludar a cuan- tos trabajaban en la Secretaria de Estado. “Con el rostro palidisimo, los ojos brillantes, a través de los cuales se manifestaba su inti- ma conmocién, nos bendijo, y después se acercé a quienes hasta el momento habian 16 sido sus inmediatos colaboradores, monsefior Domenico Tardini y monsefior Gian Battis- ta Montini, los abraz6 y les confié inmedia- tamente su primer deseo: ‘Quisiera pronun- ciar maflana mismo —dijo— un mensaje de paz Eugenio Pacelli Provenia, en efecto, de una de las mas tradicionales familias romanas. Su abuelo, Marcantonio, habia nacido en una ciudad del Lazio, Acquapendente, y se vio recom- pensado con un titulo nobiliario por Pio 1X cuando siguié a éste en su breve exilio en Gaeta. Después del hundimiento de la Re- ptiblica romana de 1849," fue nombrado sustituto del ministerio del Interior en el reestructurado gobierno pontificio, cooperé en la fundacién de La Civilta Cattolica y fue miembro de la comisién de depuracién para RRC Don Filippo Pacelli, padre de Pio XII famoso abogado del Vaticano. PIO XII Y JUAN XXII (1) evitar que en las mismas filas de la adminis- tracién pontificia se hallaran ocultos parti- darios de la politica eclesidstica de Cavour. "* Cuando murié tenia 102 aftos, una discreta fama y un hijo, Ernesto, que se habia dedi- cado a las finanzas vaticanas y habia legado a presidir el Banco de Roma. El otro hijo, Filippo, habia elegido la profesién forense y era abogado consistorial. De su matrimonio con Virginia Graziosi, una dama de la media nobleza romana, nacié, en tercer lugar, Eu- genio, el 2 de marzo de 1876. Dos dias después Eugenio recibia las aguas bautismales de manos de un tfo-abue- lo, don Giuseppe Pacelli, en la iglesia de los santos Celso y Juliano. En un tiempo nada facil, a decir verdad, para los “‘clericales”, Eugenio crecié en el seno de una familia de profundo espiritu religioso y de devocién total a la Sede Apos- télica. A pesar de todo ello, y confiando en la fuerza de la tradicién familiar, el abogado Donna Virginia Graziosi, madre de Pio XI ELECCION Y PRIMEROS TIEMPOS Filippo quiso que su hijo frecuentase el Re- gio Liceo Quirico Visconti, una escuela laica de tendencias netamente antirreligiosas, y Eugenio no se eché hacia atrés ni se dejé intimidar. Estudié alli enérgicamente, y con frecuencia pudo vérsele convertido en apolo- geta en cuestiones de fe y de historia ecle- sidstica ante sus propios profesores. En aquellos afios de maduracién posefa ya una mirada severa y profunda y un admirable dominio sobre si mismo, al tiempo que en su interior iba surgiendo la vocacién religiosa.'* A finales del verano de 1894 el joven Pacelli Iegé a la decision de hacerse sacer- dote “y en el otofio, en los comienzos del curso escolistico, ingresé en el Colegio Ca- pranica, fundado en 1457 por el cardenal del mismo nombre y situado a escasos me- tros de su residencia familiar en el centro de la Roma antigua, En 1896 fue cuando realizé el primero de sus viajes al extranjero, acudiendo a Paris acompafiando al padre Lais a un congreso™ de astrénomos. El viaje se prolongaria des- pués por Bélgica, Holanda y Alemania. Una vez terminados sus estudios en el Capranica, Pacelli pasé a la Universidad Gregoriana, obteniendo los doctorados en fi- losofia y teologia. Al finalizar sus estudios, el papa Leén XIII, que seguia los progresos del joven levita, le invité a visitarle en sus habitaciones del Vaticano. Fue una fecha imborrable para Eugenio."* Al servicio de la diplomacia ponti El domingo de Pascua, 2 de abril de 1899, fue ordenado sacerdote en la capilla Borghese de la basilica de Santa Maria la Mayor. A partir de ese momento la Chiesa Nuova es el centro de las actividades apost6- licas del neopresbitero. Confesar, ensefiar el catecismo, asistir a los moribundos son sus tareas normales. En el tiempo libre de que disponia acudia al Apollinare, en donde ob- tuvo los doctorados en ambos derechos (civil y canénico). Ademas, conocia a la perfec- cién tres idiomas: francés, inglés y aleman. No es de extrafiar, por ello, que su at go y protector, el cardenal Vannutelli, hicie- ra que la atencién del Vaticano se fijara sobre aquel joven sacerdote tan prometedor. 7 Eugenio Pacelli, discipulo del Liceo Visconti, entre sus camaradas y con uno de sus profesores. A la sazén era secretario de Estado el carde- nal Mariano Rampolla del Tindaro, depen- diendo directamente de é1 monsefior Gaspa- ri como secretario de la Congregacién de Asuntos Eclesidsticos Extraordinarios y mon- sefior Giacomo della Chiesa como secretario de la Congregacién de Asuntos Eclesidsticos Ordinarios. El alma de la accién diplométi- ca desarrollada durante el pontificado de Le6n XIII era restaurar el prestigio del Vati- cano como una fuerza para la paz, respeta- da y admitida por todos. Moviéndose en un plano estrictamente espiritual, trataba de devolver a la Santa Sede su papel tradicional de mediadora imparcial y desinteresada en- tre las diversas naciones.'” El primer puesto al que fue asignado Eugenio Pacelli en la Secretaria de Estado era el de “oficial menor de segundo grado”, ocupandose en la redaceién de cartas de no gran importancia y en la copia de los infor- mes y despachos que enviaban los nuncios destacados en cada una de las naciones."* Pero pronto iba a ser objeto de una distin- cién. En efecto, en 1901 Leén XIII le nom- bré representante de la Santa Sede para tes- timoniar personalmente el pésame al rey Eduardo VII de Inglaterra por la muerte de su madre la reina Victoria. Ala muerte de Leén XIII, en 1903, eran muchos los que esperaban que fuera elegido para el supremo pontificado de la Iglesia el hasta entonces secretario de Estado, carde- nal Rampolla. El razonamiento de éstos se fundamentaba en que lo que mas urgia en aquellos momentos era proseguir la dinémi- ca linea politica seguida por el difunto Papa. Pero en el cénclave subsiguiente, el cardenal 18 Puzyna, arzobispo de Cracovia, alz6 su voz para notificar el veto contra la persona del secretario de Estado por parte del empera- dor Francisco José de Austria, rey de Hun- gia. Se ha afirmado a menudo que Pio X debié su eleccién a este veto. Y no es cierto, porque a decir verdad la interferencia del emperador austro-hingaro casi estuvo a punto de provocar la eleccién del cardenal Rampolla, cuyos votos comenzaron a subir desde aquel instante. Lo que en realidad hizo que el Sacro Colegio se inclinara por el cardenal arzobispo de Venecia, José Sarto, fue la conviccién, serena y libre, de que reunia las mejores condiciones para el cargo que el conclave tenia el deber de cubrir.'* Habra que recordar, sin embargo, que el primer acto de san Pio X como Papa sera denunciar este pretendido derecho al veto que se atribuian los emperadores de Austria- Hungria y del que nunca més volvera a ha- blarse, EI nuevo Papa nombré secretario de Es- tado al cardenal espafiol Merry del Val, y poco después, en 1904, Eugenio Pacelli era ascendido a minutante, comenzando a asistir a las conferencias de alto nivel, teniendo que preparar informes importantes y debiendo asumir misiones cada vez de mayor respon- sabilidad. En el mismo afto recibiria el titulo de “monsefior” y en el siguiente seria nom- brado prelado doméstico de Su Santidad. No por ello abandonaria sus actividades aposté- licas en la Chiesa Nuova, donde seguia con- fesando y predicando, al tiempo que actuaba como consiliario de la Casa de Santa Rocca, un centro de jévenes obreras, y daba clases de derecho canénico en el Apollinare. Entre los trabajos encomendados a Pace- Mii por este tiempo hay que destacar la pre- paracién de la constitucién apostdlica por la que se abolia todo posible derecho a un veto en el seno del conclave, publicada el 20 de enero de 1904, y la nueva reglamentacién del mismo cénclave, que seria recogida en la constitucién Vacante Sede Apostolica del 25 de diciembre de 1904.” Tomaria después parte muy activa en la tremenda tarea de la codificacién del dere- cho canénico, labor emprendida por el car- denal Gasparri bajo la inspiracién directa de san Pio X, quien no Hegaria a verla termi- PIO XII Y JUAN XXIII (1) nada.” Por entonces retornaria a Inglaterra en dos ocasiones: la primera en 1908, como consejero y adjunto del cardenal Merry del Val en el XIX congreso eucarfstico interna- cional, y la segunda en 1910, para asistir a la coronacién de Jorge V, formando parte del séquito del cardenal Gennaro Granito di Belmonte.”? Su fama de conocedor profundo de la legislacién canénica habia Iegado, ya muy lejos, hasta el extremo de que la Universidad catélica de Washington, en 1908, le ofrecié la cétedra de derecho romano. Pero tanto Pio X como el cardenal Merry del Val nece- sitaban los servicios de Pacelli en Roma, por Jo que no autorizaron la aceptacion del ofre- cimiento hecho por el prestigioso centro uni- versitario norteamericano. Trabajador incan- sable, atentisimo en el estudio de las varia- das cuestiones que planteaba el gobierno de la Iglesia, dotado de una poderosa inteligen- cia y poseedor de un conocimiento de los hombres poco comin, en 1912 seria nom- brado subsecretario de 1a Congregacién de Asuntos Extraordinarios.”* EI tiro disparado en Sarajevo por el estu- diante servio Princip, el 28 de junio de 1914, y que costaria la vida al heredero de la coro- na imperial austro-hingara, seria el primer paso para que un mes después comenzaran las declaraciones de guerra. Tres semanas mas tarde, el 22 de agosto de 1914, fallecia san Pio X.* Su sucesor habria de ser el hasta enton- ces arzobispo de Bolonia, el cardenal Giaco- mo della Chiesa, que adoptaria el nombre de Benedicto XV. Su pontificado se iniciaba en los sombrios tiempos en que en los distin- tos frentes de batalla de Europa cada dia eran millares de victimas las que podian ser contabilizadas. El nuevo Papa nombraba secretario de Estado al ya cardenal Gasparri, mientras que monsefior Pacelli era ascendido al cargo de secretario del Departamento de Asuntos Eclesidsticos Extraordinarios, encargéndole especialmente que apoyara la obra de ayuda y pacificacién encargada al futuro cardenal Federico Tedeschini.?* Poco antes Pacelli acababa de Mevar a puerto el concordato con Servia, que se ha- bia firmado el 24 de junio de 1914. Ahora le tocaba hacer cuanto estuviera en su mano ELECCION Y PRIMEROS TIEMPOS El joven Eug para aliviar las miserias que la guerra pro- ducia por doquier. La situacién mas patética era aquella en la que se hallaban los prisio- neros de guerra. Pacelli decidié utilizar a toda la jerarquia de la Iglesia para suavizar las tremendas condiciones en que vivian tan- tos seres humanos.** Nunciatura en Alemania Finalmente, en la primavera de 1917 quedé vacante la nunciatura de Baviera, en Munich, a causa de la muerte, imprevista, de monsefior Giuseppe Aversa, Dado que no existia nunciatura en Berlin, el cargo de nuncio en Munich representaba un puesto de observacién en el seno de los Imperios centrales de suma importancia. Benedic- to XV decidié cubrir este puesto con Ia per- sona de monsefior Pacelli. Asi, el 19 de abril de 1917 comunicé el cardenal Gaspari a su ayudante la voluntad del Papa y antes de un mes, exactamente el 13 de mayo del mismo affo, el nuncio Pacelli recibia la consagra- snio Pacelli (x), con sus condiscipulos del “Collegio Padri Filippini en Roma. {én episcopal de manos del mismo Benedic- to XV, junto con el nombramiento de arz- obispo titular de Sardes. Tres dias después partia para Munich y el 20 de junio fue hasta Berlin para establecer un primer colo- guio con el canciller alemin Bethman-Holl- veg. La entrevista habia sido facilitada por el rey Luis II de Baviera, cansado ya de la guerra y de las futuras perspectivas que se vislumbraban para el futuro de su pais. Las instrueciones que Pacelli llevaba des- de Roma se hallaban divididas en seis apar- tados diferentes: 1) Las preocupaciones del Papa; 2) El mérito que alcanzaria el empe- rador aleman con respecto a toda Europa si accediese a concertar la paz, aun renuncian- do a alguna de las finalidades de la guerra perseguidas por el pueblo germano; 3) La buena impresién producida en las naciones aliadas por la reciente declaracién de Ale- mania de hallarse dispuesta a tratar de la disminucién o supresién de los armamentos; 4) La restitucién de la independencia a Bél- gica; 5) La cuestién de Alsacia-Lorena; 6) El porvenir de Rusia, la posibilidad de una paz separada y el consiguiente destino de Polonia.* El nuncio expuso al canciller las condi: ciones en que Benedicto XV esperaba poder conseguir que la paz fuera una realidad. Bethman-Hollveg estaba preocupado por la situacién de Alemania, y, al mismo tiempo, sabia del cardcter inflexible de su imperial sefior. Aunque era consciente de que estaba a punto de ser cesado, todavia poseia in fluencia suficiente para conseguir que el em- perador concediese una audiencia a Pacelli. Se celebré ésta el 29 de junio. Tuvo lugar en el gran cuartel general situado en la vieja ciudad renana de Kreutznach. Pacelli acudié a ella acompafiado por el auditor de la nun- ciatura, monsefior Schioppa. Cuando el nuncio pudo explicar en pocas palabras el plan de paz del Papa, el empera- dor, con ligera ironia, sugirié que podia ha. ber tenido mas éxito de haberlo presentado a una potencia catdlica. Al advertir Pacelli que la discusién de la propuesta de paz. no era tomada en consideracién, desvid la con- versacion con el ruego de que el kaiser pu- siera fin a la practica de llevarse a los belgas a Alemania como obreros semiesclavos. Al ofrle, Guillermo II se mostré de pronto su- mamente razonable. Al parecer, no le era del todo indiferente la opinién mundial. Con sus modales mas encantadores, prometié a Pacelli que se pondria fin a aquellas depor- taciones. Bajo esta impresién, un poco mas conciliadora, el nuncio y su acompafante abandonaron el gran cuartel general.?* Las esperanzas de Pacelli reverdecieron cuando de nuevo fue llamado a Berlin para entrevistarse con el-reciente canciller, Georg Michaelis, quien el 14 de julio habia susti- tuido a Bethman-Hollveg por voluntad de Ludendorff. Pacelli se presenté a Michaelis el 26 de julio, El encuentro fue largo; el canciller prometié un ulterior examen, en compafia del emperador, de los puntos que el nuncio habia presentado al gobierno ale- min. Pero después de las victorias consegui- das en el frente oriental, el Estado Mayor habia vuelto a su posicién ascendente, lo que dificultaba mayormente cualquier con- versacién acerca de la paz. Asi, una segunda entrevista con Michaelis, el 30 de julio, en Munich, no adelanté gran cosa. Se sugirié desde Roma que el nuncio volviese a tratar PIO XIL_Y JUAN XXIII () los asuntos directamente con Berlin. Pero Pacelli creyé que, dada 1a situacién, dicho viaje seria ineficaz y, posiblemente, inopor- tuno. opinién, como comunicé por tele- grama a la Santa Sede, era que se debia actuar inmediatamente antes de que las “au- toridades militares consigan introducir en la respuesta alemana (se entiende a las propo- siciones realizadas por el nuncio) modifica ciones inaceptables (para los aliados) con lo que la Santa Sede se encontraria atada de pies y manos”.”* Estando asi las cosas, Hlegé la importante” nota de Benedicto XV del 1 de agosto de 1917 con la que se instaba a los beligeran- tes a que se pusiesen de acuerdo sobre una base minima en la cual poder fundamentar el fin de las hostilidades y la construccién de una nueva sociedad. De la correspondencia del nuncio Pacelli resulta que éste, en nom- bre de Gasparri. pidié al gobierno aleman Eugenio Pacelli en.1899, recién ordenado de sacerdote ELECCION Y PRIMEROS TIEMPOS una respuesta explicita referente a la inde- pendencia de Bélgica. La Cancilleria respon- dié que era preciso obtener antes el parecer del emperador, que se encontraba con el ejército en Riga. Berlin proponia hacer dos respuestas sucesivas: la primera, en términos generales, en la segunda década de agosto; la segunda, mds precisa con relacién a Bél- gica, cuando poseyese la opinion del empe- rador y del Estado Mayor. De hecho, Mi- chaclis era del mismo parecer intransigente que el Gran Cuartel General y que el gober- nador de Bélgica. El 14 de septiembre, Gas- parri insistid para que la respuesta alemana contuviese una declaracién explicita con res- pecto a Bélgica. El mismo dia, Pacelli tenfa comunicacién oficiosa del texto de la res- puesta; visto su tono desfavorable para la causa de la paz, Gasparri insistié para que su publicacién fuese retrasada. Sabemos que fue remitida el dia 20 y publicada el 22." Pero todavia el mismo dia 20 Gasparri in- tentaba desesperadamente modificar la in- transigente actitud de Alemania. Aparte de esto, con anterioridad a la p blicacién de la Nota pontificia, fueron mil ples los esfuerzos para terminar con la gue- tra. El 29 de julio de 1917, tres dias antes de que el texto de la Nota fuera hecho publi- co, atin telegrafiaba el cardenal Gasparri a Pacelli insistiendo para que Alemania acce- diese a la propuesta de democratizacién in- terior, deseada por los “‘ministros de Inglate- rra”. Dicho telegrama resulta un documento revelador de los reales esfuerzos que el secre- tario de Estado vaticano hizo para que pu- diera legarse a un nivel de acuerdo entre las naciones beligerantes, al tiempo que la San- ta Sede no deseaba una paz en favor de uno solo de los bandos: “Los ministros de Inglaterra —escribia Gasparri a Pacelli— han declarado hallarse dispuestos a tratar con una Alemania demo- cratizada, considerando dicha democratiz: cién como suficiente garantia para el porve- nir. Hay que entender por democratizar el hacer que el canciller sea responsable ante el Parlamento. V.E., en el modo que mejor estime, procure obtener esta condicién del emperador, abriendo asi los caminos para la paz”. Naturalmente, el canciller aleman hizo saber al nuncio que no consideraba “posible a en Alemania un verdadero y propio parla~ mentarismo, a causa sobre todo de la consti- tucién federal del Imperio”.* Pero finalmente la guerra Ilegé a su de- senlace con la derrota de los Imperios cen- trales. En noviembre de 1918 el kaiser hufa de Alemania estableciéndose en Holanda. El 21 de febrero de 1919 estallé en Munich la revolucién comunista, al ser asesinado Kurt Eisner, jefe del gobierno provisional social- demécrata, Durante seis semanas se comba- ti6 en las calles, hasta que, el 4 de abril, los comunistas consiguieron hacerse con el po- der, declarando a Baviera Estado comunista independiente. Todos los diplomaticos resi- dentes en Munich huyeron, Quedé alli Gni- camente el nuncio, quien en mas de una ocasién tuvo que hacer frente con la mayor serenidad a los comunistas, que llegaron in- cluso a invadir la misma sede de la nuncia- tura.” Por tiltimo, las fuerzas del gobierno de la Reptiblica alemana, al mando de Von Epp, consiguieron dominar Munich en mayo de 1919. En el mes siguiente se reunia la nueva Asamblea bavara para elegir un go- bierno demoeratico para Baviera. Hacfa tiempo que Benedicto XV deseaba tener un nuncio para toda Alemania. En un rapido viaje de Pacelli a Roma, recibié éste las instrucciones pertinentes para intentar aquel paso dado que el momento parecia propicio. Tras un afio de negociaciones, el 30 de junio de 1920 Pacelli pudo presentar en el Reichtag sus cartas credenciales al pre- sidente Ebert en su calidad de nuncio de la Santa Sede en Alemania. Continué residien- do en Munich, dado que la nunciatura en Baviera proseguia sus funciones, si bien rea- lizando frecuentes viajes a Berlin. Es duran- te este tiempo cuando hace amistad profun- da con Aquiles Ratti, primero vicario apos- t6lico y luego nuncio en Polonia.”* ‘A pesar de que la Santa Sede hubiera preferido negociar un Concordato global con Alemania, esto no era posible dado el cardc- ter con que eran considerados los diversos Estados alemanes por la constitucién de Weimar. No habia otro remedio que iniciar concordatos con cada uno de ellos. Se co- menz6 por Baviera y, en plena negociacién del mismo, se produce el fallecimiento de Benedicto XV, el 22 de enero de 1922. El 6 de febrero siguiente era elegido el entonces

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