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QUINTA SEMANA

UNIDAD XII El ensayo


Ejercicios de asimilación

Desarrolla las cuestiones siguientes:

1.- ¿Qué es un ensayo? Es un escrito en prosa con una característica que resultan particulares en
grado sumo.

Tiene la objetividad de la ciencia y la subjetividad del arte. Es siempre el fruto de una profunda
reflexión, reflexión que en muchos casos abre las puertas a la curiosidad del lector.

2.- Describe el papel de las funciones denotativa y connotativa del lenguaje en el ámbito del
ensayo.

La denotación y la connotación conviven en el ensayo en completa armonía y hasta se requieren


mutuamente.

3.- El ensayo es una reflexión personal del autor. Sin embargo, se recomienda hacer una
documentación del tema antes de empezar a escribir. ¿Por qué?

Son muchas las razones por las que procede la delimitación del tema a tratar. Según Félix
Fernández sugiere que se aprovechen en primer lugar las coyunturas naturales que presentan los
hechos es decir causas, consecuencias presente, pasado y futuro etc.

4.- ¿Cuáles son las características del ensayo?

-generalmente breve sin que haya regla que regulen su extensión. Cada ensayista define sus
propios límites.

-abarca una gran variedad de tema desde los científico hasta lo literario pasando por lo filosófico,
lo económico o lo social.

-Estructura básicamente libre, no se pega a ninguno dogma. Lo ya establecido no es su ámbito


natural.

-la denotación y la connotación conviven en el ensayo en completa armonía, y hasta se requieren


mutuamente.

-tono diverso: profundo a veces entretenido o superficial otra; satírico si se quiere y puede;
siempre polémica o casi…
Entre otro.
II.- Lee detenidamente el siguiente ensayo. Responde las interrogantes que aparecen al
pie del mismo:

Para un arte de escribir


Jorge Mañach
Cubano (1898 – 1961)
Evidentemente, escribir es sólo cuestión de tener algo que decir y de decirlo lo mejor posible. Por
lo tanto, de substancia y de forma.
Prescindamos por el momento de lo que resulta anterior aún a eso, que es la preparación general,
el fondo de cultura y de adiestramiento específico indispensable para tener algún depósito contra
el cual girar. Sobre eso vendremos luego, aunque sea previo. Asumamos que ese fondo existe en
mayor o menor medida, y que nuestro escritor en ciernes experimenta unas ganas irresistibles de
expresarse literariamente. Lo primero, repito, en ese trámite, es lo que se quiere decir: la
substancia.

La substancia puede ser de índole muy variada; substancia de pensamiento, substancia de cosas o
substancia de emoción. En otras palabras: el escritor se pone ante la cuartilla como un meditador,
como un “reportador” o como un poeta…aunque sea en prosa. Obviamente, el trance menos
severo es el del que llamo “reportador”. Tiene éste el mundo, o una parcela de él, frente a sí. Las
cosas que se propone entresacar de él y revelar o destacar al lector están ahí: es sólo cuestión de
elegirlas con acierto, por lo que tienen de insólitas o, al contrario, de características; por lo que
tienen en todo caso, de significativas. Si no ve eso, no vale la pena que escriba. El escritor es por
definición, un señor que cree ver más o mejor que los demás. No hay modo de quitarle al oficio
esa vanidad. Y ya el ver claras las cosas significativas, el verlas con su propio perfil, no es poca
substancia. De los buenos informadores, entran pocos en libra.

Otro modo de substancia es la emoción que se experimenta ante las cosas o por la ausencia y
nostalgia de ellas. Es la materia del poeta; del escritor de sensibilidad o el escritor de fantasía. El
primero es el que se conmueve con presencias; el segundo, el que se emociona con ausencias.
Aquél podrá informar primero de las cosas que le impresionan, como en el caso del cronista o del
narrador, pero lo más importante de su materia será siempre la herida que ellas hacen en su
sensibilidad, y su acierto expresivo consiste en respirar por esa herida. El segundo se crea un
mundo a su gusto o su angustia. Tendrá que ser un mundo interesante, un mundo en que el aleteo
de su fantasía sea bastante vigoroso para despertar la fantasía que los demás hombres llevan
dormida.

Y finalmente, está el escritor cuya materia es el pensamiento. Se parece mucho al escritor


emotivo; sólo que en él la sensibilidad es de la inteligencia y de la conciencia, y consiste en la
aptitud para reaccionar con ideas ante las cosas del mundo, o ante las ideas mismas de él y de los
demás.
Es evidente que esas substancias _ imágenes de cosas, emociones, ideas_, se tienen o no se tienen
cuando se va a escribir. No sé que haya ninguna fórmula para hacerse de ellas, para agenciárselas
a la fuerza. La cultura contribuye mucho a esa dotación, pero si no va acompañada de sensibilidad,
la cultura por sí sola no vale. Hay mucha gente cultísima que no sabe escribir, no ya porque
carezca de la técnica del caso, a que luego me referiré, sino porque tiene lo que pudiéramos
llamar la cultura pasiva, sin vibración de sensibilidad bastante para irradiar las substancias de ella.
Miran, sienten y piensan para sí. La experiencia del mirar, el sentir y el pensar no los llena y
estremece al punto de que necesiten desbordarse en la comunicación literaria. El escritor genuino
es siempre una sensibilidad que no puede contenerse. Por eso generalmente, se les paga tan mal.
Una vez en posesión de esa materia efusiva, el problema del escritor es precisamente la efusión;
cómo expresarla, cómo sacársela de dentro y darle un cauce comunicativo. Y aquí me parece que
no hay más que dos vías posibles: la de la inspiración y la del método.

La inspiración es un modo de expresarse que, misteriosamente, se ordena a sí mismo. Es propio de


los escritores poéticos, pero no patrimonio exclusivo de ellos. Hay días en que también el
reportador ve las cosas más significativas que nunca; impudorosamente parecen mostrarle de por
sí su perfil desnudo y agruparse en su justa jerarquía, sin que haya más que trasladar al papel su
misteriosa espontaneidad. También el meditador habitualmente afanado tras la esquivez y
sutileza de los conceptos, tiene días en que éstos se le echan encima como un rumoroso enjambre
y le punzan lo más delicado de la conciencia, como si quisieran incitarle al hallazgo y la plenitud. En
esos días, se dice que se está “inspirado”.

Vaya usted a saber de qué depende eso. A lo mejor, de una buena digestión, de una víspera de
sueño reparador. O tal vez de un culto destilamiento que lentamente se le ha ido produciendo
entre los cuarzos del espíritu.
La inspiración, pues, es un estado de gracia. Lo mismo le puede sobrevenir al escritor novicio que
al veterano. Los poetas dependen casi enteramente de ella (por eso escriben tan poco…si son
poetas de verdad). Los demás, no pueden depender de cosa tan adventicia, sobre todo si son
escritores profesionales. Cuando las imágenes y las ideas no hallan su camino de por sí, no hay
más remedio que abrírselo. Esto es lo que se llama metodizar la exposición. Método significa,
como es sabido, camino.

Permítaseme tomar el ejemplo que me es más cercano en este momento. Mientras esto escribo,
ando un poquillo afortunado. Mal que bien, esto va saliendo con cierto orden, sin que yo hiciera
demasiado plan previo de expresión. Sencillamente, antes de ponerme a escribir, puse en una
cuartilla, a la carrera, diez o doce renglones de tipo telegráfico, con las ideas y las fórmulas
verbales que de entrada se me ocurrieron acerca del tema. Como no tenían orden espontáneo
alguno, se lo he ido dando al escribir. Pero mucho más a menudo ocurre que uno no está tan “de
vena”; y entonces sí hace falta un esquema previo de lo que se va a decir, un “esqueleto” en que
los conceptos se jerarquizan y articulan lógicamente. He aquí, pues una primera recomendación
para el novicio que quiera irse habituando a la expresión ordenada, sobre todo en el campo de las
ideas. Solamente cuando uno ya se ha disciplinando un poco en eso, puede confiarse con alguna
soltura “a lo que salga”.
Pero nunca hay que confiarse demasiado. “Lo que sale” es, frecuentemente, lo que cuesta menos
trabajo. Aquello de la línea de menor resistencia también opera en esto de escribir. Cierto
abandono ha sido característico del escritor hecho. Como el elegante de raza, éste lleva sus
prendas con naturalidad y soltura, hasta con cierta displicencia. El “empaque” es una calamidad,
en el escribir como en todo; la retórica no es otra cosa que el estilo de “empaque” o
empaquetado. Pero no hay que exagerar la cosa. No hay que olvidar, sobre todo, que para poder
llegar a esa soltura y abandono, es necesario haberse formado antes, por la disciplina, por la
vigilancia severa de la propia expresión, una especie de instinto de lo que está bien. Nada hay más
peligroso para el novicio que querer escribir “fácilmente” antes de tiempo. De ahí proceden a
menudo la vulgaridad, la superficialidad, el simplismo, el contentarse con lo que buenamente
“sale”. Decía un buen pintor español Casado del Alisal, que “el poco más o menos nunca ha hecho
buenos artistas”.
Ejercicios

1.-Transcribe un párrafo expositivo de este ensayo.

La substancia puede ser de índole muy variada; substancia de pensamiento, substancia de cosas o
substancia de emoción. En otras palabras: el escritor se pone ante la cuartilla como un
meditador, como un “reportador” o como un poeta…aunque sea en prosa. Obviamente, el trance
menos severo es el del que llamo “reportador”. Tiene éste el mundo, o una parcela de él, frente a
sí. Las cosas que se propone entresacar de él y revelar o destacar al lector están ahí: es sólo
cuestión de elegirlas con acierto, por lo que tienen de insólitas o, al contrario, de características;
por lo que tienen en todo caso, de significativas. Si no ve eso, no vale la pena que escriba. El
escritor es por definición, un señor que cree ver más o mejor que los demás. No hay modo de
quitarle al oficio esa vanidad. Y ya el ver claras las cosas significativas, el verlas con su propio
perfil, no es poca substancia. De los buenos informadores, entran pocos en libra.

Otro modo de substancia es la emoción que se experimenta ante las cosas o por la ausencia y
nostalgia de ellas. Es la materia del poeta; del escritor de sensibilidad o el escritor de fantasía. El
primero es el que se conmueve con presencias; el segundo, el que se emociona con ausencias.
Aquél podrá informar primero de las cosas que le impresionan, como en el caso del cronista o del
narrador, pero lo más importante de su materia será siempre la herida que ellas hacen en su
sensibilidad, y su acierto expresivo consiste en respirar por esa herida. El segundo se crea un
mundo a su gusto o su angustia. Tendrá que ser un mundo interesante, un mundo en que el
aleteo de su fantasía sea bastante vigoroso para despertar la fantasía que los demás hombres
llevan dormida.

2.- ¿Cuál es el propósito de Jorge Manach en este escrito?

Su propósito es dar a conocer la importancia y el arte de escribir.

3.- ¿De qué manera hace convivir la denotación y la connotación para lograr sus fines?

Ilustra con ejemplos. De manera en armonía, comprensión, y finalmente, está el escritor cuya
materia es el pensamiento. Se parece mucho al escritor emotivo; sólo que en él la sensibilidad es
de la inteligencia y de la conciencia, y consiste en la aptitud para reaccionar
con ideas ante las cosas del mundo, o ante las ideas mismas de él y de los demás

5.- Interpreta en tu propio estilo por lo menos tres de sus recomendaciones; escribe un párrafo
breve de cada una.

-Es necesario haberse formado antes por disciplina, por la vigilancia severa de la propia expresión,
una especie de instinto de lo que está bien.

-El escritor es por definición, un señor que cree ver más o mejor que los demás.

-La cultura contribuye a esa dotación, pero si no va acompañada de sensibilidad, la cultura por sí
sola no vale.

-Tener sensibilidad al escribir, tener una buena inspiración ya que es propia del escritor.
III.-Elige un tema de tu interés, cuyas vivencias y posteriores impresiones sean para ti tan
relevantes que quieras compartir con otros tus consideraciones al respecto. Elabora un ensayo
de cuatro párrafos, por lo menos. Cuida la ortografía, la estructura y el estilo.

La Deforestación en Rep. Dom.

La deforestación influye negativamente en el clima ya que la temperatura puede variar en relación


con la gradación, habiendo la posibilidad de que se eleve durante el día por la falta de sombra, y
en el período nocturno la tierra pierda fácilmente temperatura, adoptando condiciones
semejantes al fenómeno que se da en los desiertos.

La deforestación en nuestro país es debido a las tala de árboles sin control, los cuales son
utilizados para maderas y para carbón vegetal, entre otras cosas. Estas personas sin conciencia
que los cortan no se dan cuenta que si no lo reponen llegara el día q nos quedemos sin bosques y
al mismo tiempo sin fauna.

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