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1.

La inteligencia

Todos tenemos una idea general sobre el significado de “inteligencia”. Intuitivamente la


vinculamos con conceptos como memoria, aprendizaje, talento, adaptabilidad a
cambios, razonamiento lógico, lenguaje, relación entre ideas, abstracción, creatividad,
capacidad de atención, percepción del medio, capacidad de cuestionamiento, etc. Son
todas intuiciones ciertas. La inteligencia engloba y contiene todas estas capacidades y
actividades esenciales para la vida humana y el desarrollo social.

Si bien hay numerosas definiciones sobre la inteligencia, normalmente se coincide en


que es la capacidad que tenemos para resolver los problemas que nos presenta la
vida, en particular los originados por la necesaria y permanente adaptación a los
desafíos y riesgos que nos presenta el medio externo, para poder así alcanzar nuestros
objetivos como individuos o grupos. Aceptando de una manera simple y no taxativa que
dentro de los objetivos primarios del hombre están sobrevivir, crecer, reproducirse, ser
aceptado y valorado en su grupo, trascender como persona individual y alcanzar
bienestar y felicidad, todas estas actividades y logros requieren del esfuerzo intelectual
al que, a su vez, le dan fundamento y finalidad.

Una visión primaria de la inteligencia destaca al conjunto de facultades que sostienen


nuestro pensamiento lógico, nuestras ideas y valores y nuestro conocimiento sobre el
universo que nos rodea. Sobre estos procesos racionales y cognitivos se fundamenta la
toma de las decisiones que conducen nuestro comportamiento. Esta valoración de la
inteligencia es absolutamente cierta, pero parcial.

Nuestra evolución como especie y como individuos ha requerido además de una gran
variedad de destrezas básicas y elementales que permiten a nuestro organismo vivir y
acomodarse a las circunstancias del medio. Estas destrezas exceden largamente las
capacidades racionales. En esta categoría de operaciones elementales para nuestro
organismo podemos incluir la capacidad para movilizar la sangre en la corriente
circulatoria, para equilibrar la temperatura y humedad del organismo, para regular los
procesos químicos de proteínas, lípidos y carbohidratos que nos nutren de energía, para
activar procesos de inmunización frente al ataque de gérmenes, para regular el
equilibrio y la deglución, etc. Este extenso conjunto de actividades automáticas, que nos
permite disfrutar de una “vida regulada”, se denomina homeostasis y representa el
“sistema operativo de base” de nuestro computador humano. La homeostasis permite al
conjunto cerebro-mente concentrarse en otro tipo de tareas “superiores”: perceptivas,
psicomotoras, lógicas, creativas, de comunicación, de cálculo, de especulación, etc.

A la combinación e integración de estas capacidades elementales y superiores las


denominamos colectivamente “inteligencia”. Así entendida la inteligencia no es una
cualidad privativa de los hombres ni siquiera de los mamíferos superiores. Todas las
especies tienen alguna forma primitiva de inteligencia que les permite vivir y adaptarse
a su medio. Antonio Damasio, destacado neurólogo encargado del Instituto del Cerebro
y la Creatividad de la Universidad de Southern California, expone entre otros el caso de
un organismo unicelular, el paramecio, que esta “diseñado para detectar determinadas
señales de peligro (variaciones bruscas de temperatura, vibraciones excesivas o el
contacto de un objeto punzante que podría perforar su membrana) y para reaccionar
dirigiéndose hacia un lugar más seguro, templado y tranquilo”. Y completa: “esto
demuestra que la naturaleza hace mucho tiempo que se preocupa de proporcionar a los
organismos vivos los medios para regular y mantener su vida de manera automática, sin
necesidad de hacer preguntas ni de pensar”.

En el caso del hombre las funciones inteligentes residen en su sistema nervioso cuya
arquitectura esta conformada por una compleja trama de redes nerviosas conectadas al
conjunto cerebro-mente. La neurobiología y en general las “ciencias cognitivas”
estudian desde diversos ángulos las maravillosas características de éste órgano que aun
no nos ha develado más que la superficie de su fantástica organización. En las últimas
décadas y gracias a la disponibilidad de nuevas tecnologías se produjo un fuerte avance
en el conocimiento del cerebro que nos ha abierto el camino a un mejor entendimiento
de la inteligencia. Sin embargo, aun tenemos un entendimiento no más que superficial
de las formas en que opera este sistema.

Es interesante observar que la inteligencia y los órganos que la sostienen son resultado
de una constante evolución fisiológica producida a lo largo de toda la historia de la
especie humana. Y esta evolución general común a toda la especie se continúa en cada
individuo con el desarrollo y maduración de sus capacidades intelectuales desde el
momento de su concepción y hasta su completa adultez.

La especie humana ha vivido un recorrido de algo más de 4 millones de años desde que
aparecieron los primeros ejemplares que pueden ser calificados como homínidos.
Durante este desarrollo se ha producido una evolución lineal y progresiva de la
encefalización (el desarrollo en tamaño, funcionalidad y complejidad del cerebro) que
ha sido acompañada por un paralelo desenvolvimiento de las habilidades individuales y
sociales del hombre necesarias para sobrevivir y prosperar. El desarrollo físico del
conjunto cerebro-mente y la maduración de la especie han marchado siempre juntos.
Como producto de esa marcha todos los individuos de nuestra especie hemos recibido
ciertas capacidades que son innatas y distintivas del ser humano. Son nuestra herencia
común. A esta experiencia evolutiva de la especie la denominamos filogénesis.

A nivel individual de cada persona se produce un segundo proceso de evolución, desde


la constitución del feto hasta la vida madura. Durante este proceso el cerebro de cada
persona crece en tamaño y funcionalidad permitiendo el desarrollo de las capacidades
intelectuales necesarias para que cada individuo encuentre el camino más apto para
sobrevivir y prosperar. Esta experiencia es única e individual y responde por igual al
desarrollo de los contenidos genéticos de nuestra herencia como a los estímulos
ambientales que recibimos –educación, grupo social, experiencia laboral, etc.-. A esta
experiencia individual la denominamos ontogénisis.

En consecuencia la inteligencia humana es el resultado compuesto de la historia


filogenética de nuestra especie y de la experiencia ontogenética de cada individuo en
particular. Sobre estos ejes avanzaremos más adelante.

Las funciones intelectuales se reconocen por igual en los individuos como en las
organizaciones. Desde una perspectiva funcionalista las organizaciones son
construcciones sociales creadas y diseñadas por el hombre específicamente para superar
sus múltiples limitaciones -de fuerza, alcance, disponibilidad, tiempo, etc.- logrando de
esta manera proveerse de bienes y recursos que están más allá de su mera capacidad
individual. La capacidad que desarrollan las organizaciones para poder resolver los
objetivos para las que fueron creadas es lo que llamamos “inteligencia organizacional”.
Sobre la dualidad compuesta por la inteligencia humana –IH- y la inteligencia
organizacional –IO- desarrollaremos gran parte de este trabajo.

En las organizaciones también puede identificarse un tipo de inteligencia general que


regula las funciones más habituales e indiferenciadas de su realidad. Es así que todas las
organizaciones tienen algún tipo de administración, gestión de su patrimonio,
mecanismos de comunicación, reglas elementales de gobierno, procedimientos y
tecnologías de acuerdo a normas “profesionales”, etc. Estas características generales no
identifican a cada organización sino que son atributos comunes y compartidos por todas
las entidades que conviven dentro de un mismo sistema económico y cultural. A partir
de este denominador común las organizaciones especialización su inteligencia y
adquieren una identidad propia.

1.1. El contexto de la inteligencia

Presentada esta definición general del concepto “inteligencia” es posible avanzar en la


tipificación de algunos de los componentes principales que la caracterizan y le dan
contexto:

• El medio ambiente. El hombre –y las organizaciones que crea- vive inmerso en


la naturaleza, universo que no domina y sobre el que solo puede actuar
limitadamente. El entorno se muestra muchas veces hostil, impredecible y
riesgoso. Para poder prosperar debe trabajar arduamente en el presente y prever
lo que ocurrirá en el futuro, planear estrategias eficientes y ejecutar las acciones
conducentes para disponer de los recursos que le proveen seguridad y bienestar.

• El entorno es cambiante. Las estrategias que sirvieron en el pasado pueden no


ser útiles en el futuro. Los hechos no se repiten y los cambios pueden ser
sorprendentes. El hombre procura cabalgar sobre una corriente de hechos que
acontecen a su alrededor pero que están lejos de su dominio. Los fenómenos son
crecientemente complejos y muchas veces completamente diferentes a las
expectativas previas que se habían formulado. Se requiere una actitud expectante
y previsora unida a una gran agilidad para enfrentar imprevistos.

• El tiempo. No tenemos mucho tiempo para reaccionar: los individuos que no


responden con velocidad a las amenazas tendrán serias dificultades para
sobrevivir. Debemos actuar rápido para seguir siendo eficaces. Para ello
intentamos desarrollar capacidades de predicción y pronóstico a los efectos de
preparar nuestras respuestas y acondicionar nuestros recursos para ser eficaces
en el momento de actuar. No aprovechar el tiempo disponible nos expone a
perder nuestras habilidades para sobrevivir.

• Los recursos escasos. Los recursos son siempre escasos frente a las demandas
que son crecientes, múltiples e imprevistas. El dominio y defensa sobre los
recursos que disponemos y la capacidad de producirlos eficientemente son ejes
de nuestro desarrollo. La incertidumbre motoriza conductas de protección,
seguridad, previsión, defensa y atesoramiento de recursos. Estas demandas
constituyen las bases mismas de las construcciones jurídicas y políticas que
regulan las relaciones a nivel interpersonal, comunitario y estatal.
• La comunidad. No actuamos solos; para obtener mejor resultado de nuestros
esfuerzos nos organizamos en grupos y en comunidades. La vida social es una
condición inherente a nuestra existencia humana.

• Los objetivos. Nuestros grupos de pertenencia –familia, grupo laboral,


comunidad, país- deben organizarse para ser eficaces. Deben acordarse objetivos
comunes y asignarse roles para llevarlos a cabo. Los hombres se imponen
nuevos objetivos tan pronto alcanzan los anteriores. La naturaleza presenta
desafíos infinitos y la frontera del conocimiento necesario para alcanzarlos –
como el horizonte- siempre permanece distante.

• La jerarquía y el poder. Para ser más eficientes operamos dentro de jerarquías


organizadas y aceptamos institucionalizar un sistema de poder. Establecemos
relaciones con nuestro grupo y compartimos expectativas sobre lo que estamos
dispuestos a entregar y recibir en la convivencia. Nuestros objetivos individuales
y los de nuestro grupo de pertenencia deben mantenerse alineados para permitir
la convivencia armónica.

• Las habilidades y destrezas. Impulsados por la escasez de recursos y el riesgo de


perderlos –ya sea por acción directa de terceros u otros cambios en el medio- se
hace imperiosamente necesario aumentar nuestra capacidad y eficacia.
Desarrollamos técnicas y habilidades para obtener mejor resultado de nuestros
esfuerzos. Elaboramos tecnologías y métodos de producción que formalizamos y
trasmitimos vía el aprendizaje. Desarrollamos y mantenemos foco en la creación
de conocimiento y aplicamos nuestra creatividad e innovación en la exploración
de las fronteras naturales que aun están fuera de nuestro dominio.

• La libertad de acción. El hombre debe crear las estrategias para sobrevivir y


prosperar haciendo uso de su libertad y creatividad. Contar con mejores
conocimientos nos permite disponer de grados de libertad mayores, nuevas
opciones y construcciones más diversas. La experiencia a su vez realimenta las
bases del conocimiento cerrando un círculo de doble impulsión.

Todos estos componentes subyacen e interactúan en cada decisión y acción y


constituyen el fundamento del quehacer intelectual del hombre y de las organizaciones.
Vivir implica indirectamente solucionar la conjunción de todos estos factores en cada
situación particular en que se presentan los acontecimientos de nuestra existencia.

La forma en que las distintas comunidades han interpretado, elaborado y aplicado sus
ideas sobre el tiempo, la libertad, los recursos, la relación con el entorno, la jerarquía, el
poder, etc., constituye la esencia de cada cultura y ha sido el tema principal de las
distintas tradiciones mitológicas, filosóficas y religiosas. Particularmente en nuestra
tradición judeo-cristiana el tema ya es tratado como asunto central del Génesis. Veamos.

1.2. El hombre, la libertad y la inteligencia

Es interesante ver que desde el inicio del Génesis hay una clara utilización de los
conceptos del lenguaje para la representación del conocimiento y la sabiduría. Dios es
nombrado en la Biblia como “el Verbo” o “la Palabra” como representación de su
esencia como la fuente del conocimiento pleno y de la verdad absoluta.

El Génesis cuenta como Dios se reserva el conocimiento como un atributo divino e


impone a Adán y Eva una única limitación para su convivencia feliz en el Paraíso
Terrenal: podrán comer el fruto de todos los árboles con excepción del “árbol del
conocimiento del bien y del mal”. Si así lo hicieran se “harían como dioses” –es decir,
accederían al conocimiento-, pero perderían la comunión plena con Dios en el Paraíso.
La posibilidad de optar entre aceptar o transgredir la orden de Dios representa la
primera manifestación de la libertad humana.

Rudiger Safranski, en su excelente libro “El Mal, o el Drama de la Libertad”, nos dice
que esta posibilidad provoca en “el seno del hombre el orgullo de querer ser el
fundamento de sí mismo”. El hombre no resiste la tentación de “crear su propio destino
para sí mismo”. Esta es la característica distintiva del hombre frente al resto de la
naturaleza: “el hombre es el único ser que busca su esencia y su destino”.... “a través del
conocimiento y de la voluntad libre”. Tiene conciencia de sí mismo.

El árbol del conocimiento.


Lucas Cranach (1472-1553)

Adan y Eva son expulsados por Dios del Paraíso y enfrentan la tarea de “completarse a
sí mismos” usando para ello “sus manos creadoras”. El hombre -y la mujer que “parirá
con dolor”- deben aceptar su destino a través del trabajo que se les impone como
consecuencia y castigo de su decisión de ser libres. En psicología la pérdida del estado
paradisíaco se relaciona con la pérdida de nuestra infancia, momento a partir del cual el
hombre pierde el amparo de la protección materno-paternal para enfrentar el mundo.

Safranski sigue diciendo: “La libertad es en el hombre una posibilidad. Y el precio de la


libertad es la posibilidad de fracaso” Usar la libertad implica la posibilidad de
equivocarse. Para no equivocarse el hombre tiene la facultad de la inteligencia que le
impulsará a crear el conocimiento necesario para vivir, aunque este conocimiento será
siempre insuficiente frente a la inmensidad del universo, sus riesgos y desafíos. El
hombre nunca terminará por completarse a sí mismo. La libertad y la inteligencia son
los atributos con los que el hombre enfrenta la vida y su destino.

En la formulación del Génesis, así como en otras tradiciones antiguas, ya existen todos
los elementos que determinan el contenido, función y finalidad de la “inteligencia” para
el hombre. En el siglo XXI estas definiciones siguen plenamente vigentes, ahora
adaptadas a las condiciones particulares de la civilización de la “era del conocimiento”
que los hombres y organizaciones enfrentamos en nuestros días.

1.3. La voluntad de vivir

Es perceptible en cualquier cosmovisión la aceptación de que existe un impulso vital en


la naturaleza, una fuerza que mueve la historia, una “voluntad de vivir” cuyo origen y
fundamento no tiene aun una explicación dentro de la lógica científica. Simplemente se
reconoce que esta allí. Desde una perspectiva religiosa es “Dios”, fuente inacabable de
vida, la que da origen y sostiene a la naturaleza. Desde una perspectiva agnóstica la
vitalidad de la naturaleza es un hecho en sí que no admite análisis. En palabras de Mario
Bunge: la vida como la materia son indefinibles, son categorías filosóficas en sí mismas.

Esta compulsión por vivir es una constante en todos los seres vivos. Charles Darwin
expresó muy bien esta fuerza al escribir que: “en todo el reino animal y el vegetal, la
Naturaleza ha dispersado la simiente de la vida con mano generosa y profusa”. Esta idea
ya estaba formulada por Spinoza que sostenía que “los organismos se esfuerzan de
manera natural, por necesidad, para perseverar en su propio ser; este esfuerzo necesario
constituye su esencia real”. (pag 18, En busca de Spinoza)

Esta fuerza vital es la columna vertebral del proceso evolutivo. Su impulso domina la
génesis de todas las especies y entre ellas la del hombre. Ha merecido la atención de
filósofos, teólogos y naturalistas de todas las épocas que abordaron desde distintas
perspectivas el tema del origen, la evolución, la interacción del organismo con el medio,
los equilibrios de la naturaleza y las perturbaciones del equilibrio, la adaptación, la
especialización, la eficiencia orgánica, el crecimiento, la capacidad de los organismos
para autorregular su desenvolvimiento y el predominio de los mejor adaptados.

En estos estudios han convergido y convergen los esfuerzos de múltiples ciencias entre
las que destacan la biología, la sociología, la psicología, la economía, la filosofía, la
epistemología y las genéricamente denominadas neurociencias. Dieron origen a diversas
teorías y formulaciones entre las que destacan para nuestro estudio la Teoría General de
los Sistemas, la Teoría de la Complejidad y la Teoría de las Limitaciones que
abordaremos más adelante en este trabajo.

Esta “voluntad de vivir” es el fundamento de la inteligencia humana y de su proyección


social: la inteligencia organizacional. La voluntad de vivir nos impulsa a buscar la
perfección constantemente, nos proyecta al futuro y nos alienta a superar nuestras
limitaciones, a trascender.

1.4. Principales características de la Inteligencia


Establecimos ya el concepto de inteligencia humana, vimos los elementos que la
conforman y exploramos muy brevemente la tradición cultural que ubica a la
inteligencia y la libertad como motores centrales de la vida humana.

Creo importante que antes de abordar directamente el análisis de la inteligencia en el


espacio de las organizaciones nos detengámonos en una breve descripción de algunas de
sus características más relevantes. Ellas son:

1. La inteligencia y la eficacia tienen una directa relación. Es decir, son inteligentes


los seres que son eficaces en la superación de los problemas de la existencia y
las limitaciones del medio ambiente. La declinación de una especie u organismo
implica la pérdida de eficacia de su inteligencia para adaptarse a las condiciones
de ese medio. Dicho de otra forma, la inteligencia -aun la puramente abstracta-
no es tal sino se manifiesta en la capacidad de lidiar con las condiciones del
medio y superarlas.

2. El carácter evolutivo de la inteligencia. El medio externo nos plantea desafíos


cambiantes y originales que requieren una adaptación constante de nuestras
capacidades para superarlos. Este camino de adaptación ha demarcado el
proceso evolutivo humano desde el más remoto origen de nuestra especie
atravesando diversas fases de maduración. El mismo proceso evolutivo se
verifica también a nivel de cada persona desde el nacimiento -y aun antes, desde
la concepción- hasta la madurez personal de cada individuo.

3. El carácter diverso de la inteligencia. Las cualidades que los individuos y


organizaciones deben cultivar y desarrollar son múltiples y están determinadas
por la clase de problemas que enfrentan. La inteligencia, en este sentido general,
es mucho más que las aptitudes lógico-racionales de las personas: abarca todo el
arco de capacidades físicas, artísticas, lógicas y emocionales que nos permiten
percibir los estímulos del medio y responder eficazmente.

4. El carácter agregativo de la inteligencia. Toda inteligencia es el resultado


agregado y sinérgico de sus partes. Los organismos, aun los más pequeños, están
formados por partes “vivas” cada una de las cuales tiene alguna forma básica de
inteligencia. Estas inteligencias parciales se integran con otras formando tramas
cada vez más bastas y complejas. Lo que definimos como inteligencia humana
es el resultado agregado de la actividad del sistema nervioso, que a su vez esta
integrado por diversos subsistemas (percepción, lógica, memoria, voluntad,
etc.), compuestos por redes neuronales, que a su vez se componen de grupos
celulares, etc. Cada una de estas partes contienen “unidades de información” las
que actuando conjuntamente –en tramas “anidadas”- conforman la inteligencia
humana. Veremos el concepto de “anidación” más adelante.

5. El carácter social de la inteligencia. El hombre enfrenta la realidad actuando


colectivamente en comunidades y organizaciones. Una parte esencial de la
inteligencia esta referida a la capacidad de los individuos para integrarse,
organizarse y lograr sinergias entre personas y grupos de personas. El lenguaje
oral, luego la escritura y ahora las nuevas tecnologías de comunicación social
han expandido esta capacidad hasta constituirla en el rasgo más diferencial de la
experiencia humana. Desde esta perspectiva, la dimensión social de la
inteligencia es solo la continuación de su carácter agregativo individual: la
inteligencia de cada persona se agrega a otras inteligencias individuales
constituyendo tramas aptas para alcanzar nuevos niveles de inteligencia a nivel
de grupo u organización. Es decir, los elementos unitarios –individuales- se
componen y agregan en entidades mayores –sociales- produciendo
construcciones más sofisticadas que reproducen los patrones de sus elementos
originales en otra escala mayor de complejidad.

Hemos visto que nuestra inteligencia actual no es un producto casual. Es el resultado


maravilloso de millones de años de evolución de la vida en general y de nuestra especie
en particular. Hay un fantástico aprendizaje evolutivo que llevó a nuestra inteligencia
humana a ser como es y no de otra manera. Sostengo que el bagaje de esta evolución es
también la matriz en la que se funda la inteligencia organizacional -en adelante IO-.

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