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Domingos y solemnidades

Homilías
Ciclos A, B y C

Manuel Castro Román, Pb.


Asociación Cultural San Roque
CIF: G91100479
asociacionculturalsanroque@gmail.com

Depósito Legal: SE 2408-2017

Imagen de portada: San Jerónimo escribiendo, Caravaggio, 1605.


https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=148801
Dominio público.
Ciclo A - 3

Prólogo

Estas homilías fueron preparadas como partición de la Palabra y


exhortación para las Eucaristía celebradas por D. Manuel con
pequeñas comunidades.
Nunca se escribieron para ser publicadas, por lo que tienen
la frescura del contacto directo, a veces con cierto aire de confiden-
cialidad.
Faltan las homilías de algunas fechas, que ya no se podrán
completar, pues el mismo día que se le entregaron a D. Manuel las
pruebas de imprenta de este libro Selaborado como regalo-sorpresa
en su aniversario de ordenación sacerdotalS, sufrió una caída que
le sirvió como pretexto para irse al cielo, cosa que esperaba
serenamente, abandonado a la voluntad de Dios.
A muchos nos ha dejado un poco huérfanos, como quedó
reflejado en las masivas eucaristías que se celebraron en los días
posteriores, donde una gran alegría dejaba ver que su espíritu
estaba presente.
Querido Manolo, el mejor predicador de la misericordia de
Dios, ruega por nosotros para que sigamos tus huellas.
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La imagen de portada, San Jerónimo escribiendo (Caravaggio),


quiere expresar el amor de D. Manuel por la Sagrada Escritura y
recordar sus años como fraile jerónimo, que fray Manuel de
Granada nunca olvidó y que siempre ha llevado en su corazón.
Manuel Alcalde
Ciclo A - 4
Ciclo A - 5

Ciclo A

Domingo primero de Adviento


Is 2,1-5. Rm 13,11-14a. Mt 24,37-44.

Homilía 27 de noviembre de 2016


Decir que comienza el Adviento, parece una frase rutinaria que
anuncia Navidad, vacaciones, fiestas, noche vieja, regalos. Y lo que
la Liturgia indica es precisamente el comienzo de un año nuevo,
lleno de iniciativas y proyectos. Adviento ha de ser, más que un
tiempo de cuatro semanas, una actitud frente a la vida, una actitud
cargada de ilusión y creatividad. O sea tiempo juvenil. Pues el AÑO
DE LA MISERICORDIA que termina ha eliminado todo malestar y
resentimiento, nos ha devuelto la juventud para comenzar el
Adviento. Ya que la juventud no es una etapa de la vida, sino una
manera de pensar.
Es tiempo de avizorar en el horizonte el amanecer que
anuncia Isaías en la primera lectura. Es tiempo de esperar en las
promesas. Y de estar vigilantes como nos ha dicho el Evangelio,
"porque no sabéis el día ni la hora". Es tiempo de hacer como Noé,
el hombre previsor de las tormentas y las lluvias.
Las tormentas y las lluvias, las tenemos ya. Es el tiempo de
ponernos a construir el arca, la Iglesia, donde podemos ponernos
a salvo. Y se construye el arca, la Iglesia, por el ensamblaje de sus
maderas. Digamos, con la unidad entre todos, bajo la dirección de
único pastor. De lo contrario, haremos reinos de Taifas, ciudades
estado, en guerra por la hegemonía, y pereceremos bajo la
tempestad.
Aunque el futuro es inaferrable, sí que es posible caer en la
cuenta de que será como nosotros lo preparemos y según cierto
proyecto que tengamos. Si no lo vemos así, es decir, como un
Ciclo A - 6

compromiso con la historia para que avance, el Adviento se


convierte el algo anodino e insulso. Rutinario y viejo.
No son estos unos días para convencernos de que espera-
mos algo, cuando en realidad no esperamos nada. Nuestro
materialismo y nuestra rutina nos han hecho insensibles a la
esperanza de cosas trascendentales y divinas.
Hemos de esperar que venga el Hijo del Hombre, que brota
de la tierra. Es Jesucristo. Es el Reino de Dios. Pero es necesario
remover la tierra dura de nuestro corazón para que brote. Pues de
ahí ha de salir. Ha de ser luz para nosotros y luz que se proyecte al
espacio y al tiempo, a las personas de hoy y a las que han de venir.
Ese, como nos dirán las lecturas de estas semanas, ha
llegado, pero no del todo. En el Adviento hemos de darnos cuenta
de que la historia de los hombres tiene una larga trayectoria, quizá
miles de años. Que lo logrado por cada generación es un escalón
más. Que el ser humano ha de irse perfeccionando más y más. Y
el terrible pecado contra el Adviento, contra la historia, contra la
voluntad de Dios (quizá no lo confesaremos nunca) es decir ¡basta!
Ya está todo dicho, pensado y hecho. No podemos encerrarnos en
las murallas de nuestra iglesia, familia, convento, o peor de nuestra
propia persona, sino mirar al horizonte y al futuro. "Levantad la
mirada".
La comunión es el signo de lo que debe suceder en nuestra
vida, llevar los sentimientos de Jesús para hacer presente su obra
salvadora. Y sigamos en oración para que después de recibir la
semilla, no la ahoguemos por la falta de esperanza.
Ciclo A - 7

Domingo segundo de Adviento


Is 11,1-10. Rm 15,4-9. Mt 3,1-12.

Homilía 4 de diciembre de 2016


El domingo pasado considerábamos que el Adviento es caminar con
esperanza hacia el Reino de Dios, cargados de ilusiones y creativi-
dad.
Hoy el Bautista nos ayuda a ver nuestro proyecto y ponerlo
en marcha.
Es el Bautista un hombre salido del desierto, hombre íntegro
que arriesgó todo por una causa, no sin dudas y temores. Contem-
pló en su tiempo la opresión religiosa, política y social, y. cómo, los
intereses de algunos se hacían pasar por los intereses de Dios.
Y predica en el desierto. Allí lleva a la gente, retirada de la
ciudad y de sus cosas, tomando distancia para ver mejor la vida.
Nosotros en Adviento hemos de tomar distancias de nuestra vida
rutinaria para verla con objetividad, sin la polución de dentro y de
fuera.
Y Juan, como Jesús, no anuncia que está cerca una religión
nueva y definitiva, ni cierta estructura político-religiosa, ni la Iglesia.
Así lo ven los miopes, que no salen al desierto desprendidos de
intereses, los que ven el horizonte encerrado en sus casas, templos
o conventos. Lo que está cerca es el Reino de Dios, nuevo modo de
vida, que surge del cambio de pensamiento, de actitudes y conduc-
ta. El drama de los judíos es que miraron a sus cosas e instituciones
para convencerse de que Dios era esas cosas suyas.
Volviendo sobre la primera lectura de Isaías, lo que Dios
quiere es una humanidad sin fronteras, sin armamentos, sin lobos
ni serpientes, ni personas despóticas o suficientes, sin pobres ni
oprimidos, deprimidos o marginados, sin jueces ni personas
juzgadas. Sino una humanidad gobernada por el amor sincero, con
la misericordia sin límites. Que durante todo un año hemos estado
meditando y saboreando. Tal vez digan "eso es una utopía". En
Ciclo A - 8

cierto modo lo es. Sí, que lo es. Pues u-topía significa fuera de
lugar, por que está fuera de lugar material, fuera del mundo, "mi
Reino no es de este mundo" dirá Jesús.
El Reino requiere cambio y conversión. Los fariseos querían
cambio, pero dentro de su esquema intocable. También hablaban
de conversión, pero en el sentido de adecuarse más y mejor a sus
múltiples normas.
La conversión es la humildad, la aceptación desde la
misericordia de Dios, de nosotros mismos, de nuestra pobreza, de
los demás con sus defectos, y de cuanto nos rodea. El cambio
necesario es centrar todo en el Reino, y, no en las estructuras o
instituciones en que pretendemos encerrarlo. Son necesarias
algunas estructuras que lo hagan avanzar, pero sobran las que lo
encorsetan o encorsetan a las personas, que les impiden ser libres.
El camino es el Bautismo, pero con agua que limpia, con
Espíritu, viento impetuoso que transforma el mundo y con fuego que
quema la paja inútil de nuestras vidas. Pero tampoco nos vanaglo-
riemos de nuestro Bautismo, diciendo somos cristianos, tenemos
una larga tradición de instituciones y costumbres que lo avalan. Tal
vez sea como los de Efeso, que sólo habían recibido el bautismo
con agua, pero sin espíritu ni fuego.
Hoy comulgar es saborear las primicias del Reino. Salgamos
después, reflexionando y descubriendo la presencia del Reino en
nuestra tarea, en el trato con la gente, en la noticia que nos llegue
desde el punto más insospechado. El Señor y su Reino nuevo se
acerca.
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Inmaculada Concepción
Gn 3,9-15.20. Ef 1,3-6.11-12. Lc 1,26-38.

Homilía 8 de diciembre de 2016


No se trata en este día de explicaciones teológicas ni de frases
huecas y grandilocuentes, sino que es el día para mirar a María y
descubrirnos con ella llamados a la santidad. Si fue concebida santa
e inmaculada, no es distinta nuestra concepción por el bautismo. Si
accedió a la vida nueva por su respuesta a la Palabra de Dios, ese
es también nuestro camino.
Reflexionando sobre las lecturas de hoy veremos el
significado de esta fiesta para todos los nacidos de una mujer.
En la primera, hayamos el primer anuncio de la salvación,
por eso se le llama el "proto-evangelio". Es una representación de
la lucha que se da en nuestro interior entre el bien y el mal, entre
amor y egoísmo. Dios hace a Adán y Eva tomar conciencia de la
lastimosa situación que los desgarra, el pecado. Ambos reconocen
que una serpiente ha inoculado en su corazón la semilla de la
ambición (ser como Dios), del egoísmo, de la prepotencia, de la
mentira, de las excusas encubridoras, de la inculpación al otro...
Y en esa situación de lucha y sometimiento al mal, aparece
la Palabra de la esperanza: "Establezco hostilidades entre ti y la
mujer, ella te herirá en la cabeza". Es el anuncio de la victoria de
una humanidad, que como linaje de la mujer, aplastará la cabeza
del pecado opresor. De la misma humanidad que gime bajo el yugo
de las tinieblas, ha de surgir la salvación.
A partir de Nuevo Testamento descubrimos que esa
promesa se cumple cuando Jesús, descendiente de la mujer, vence
al pecado, borrándolo con su santidad y obediencia al Padre hasta
la muerte. En síntesis, María y Jesús son la expresión del amor
misericordioso de Dios, que no olvida a los hombres, llamados a la
vida de comunión con Él.
En la carta los Efesios oímos: "Dios nos ha bendecido con
Ciclo A - 10

toda clase de bendiciones, nos ha elegido y predestinado en Cristo


para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor". Y la
Liturgia aplica estas palabras a María. Ella es la primera bendecida
por Dios, que recibió a Jesús como exigencia de una vida nueva en
fidelidad a la Palabra.
Si María fue elegida como primicia y comienzo de una
dinastía, de toda la comunidad de los que han creído la Palabra de
Dios, la fiesta de hoy es para nosotros una llamada a la santidad,
que es como en ella, una entrega total a la voluntad de Dios. De
esta manera, somos llamados todos a aplastar, unidos a Cristo, la
cabeza de la serpiente del egoísmo, del odio, de la falsedad.
El Evangelio nos presenta el conocido pasaje de la Anuncia-
ción. María aparece repleta de la gracia de Dios, que es el mismo
Cristo Jesús, porque estaba vaciada de sí misma, por eso confió en
Dios que lo haría todo, hasta lo imposible, ya que ella no se sentía
sino una pobre y débil esclava.
Comulgar hoy es engendrar a Cristo en nuestro corazón, en
nuestra vida. De cada uno, de cada comunidad cristiana, ha de
surgir el Salvador que el mundo de hoy espera. Así podemos llevar
a los demás nuestro mensaje de alegría y esperanza. No lloremos
ya por la maldición del pecado, al contrario, gocémonos por la
bendición de Dios, que por medio de María, nos ha dado un
Salvador.
Veamos sobre todo a la Virgen María como un don de Dios
para nosotros. ¿Qué sería sin ella? ¿La iglesia? ¿Cada uno de
nosotros?. Y tras una existencia , la suya, repleta de sufrimientos.
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Domingo tercero de Adviento


Is 35,1-6a.10. St 5,7-10. Mt 11,2-11.

Homilía 11 de diciembre de 2016


El Adviento avanza presuroso, sin detenerse, hacia la Navidad. Y
¡cuántas personas dicen que la Navidad les trae tristeza! Son esas
personas que han cambiado la esperanza por añoranza. Viven del
pasado, en vez de mirar al futuro. Por ellos y por todos hemos
pedido en la oración colecta "poder celebrarla con alegría desbor-
dante". La Navidad no es el recuerdo de un pasado, sino el Reino
de Dios que viene con el nacimiento de su Hijo.
El Bautista desde la cárcel pregunta a Jesús: "eres tú, el que
ha de venir, o tenemos que esperar a otro". Jesús lo remite a los
signos. Este es el centro del Evangelio de hoy. En aquellos tiempos
tenían como signos de la presencia de Dios el Templo, la Ley, los
sacrificios, el sábado… mientras las personas yacían en la angustia.
Jesús no nombra ninguno de esos signos, por el contrario: "id y
anunciad lo que estáis viendo y oyendo, los ciegos ven y los
inválidos andan… los muertos resucitan y a los pobres se les
anuncia la Bueno Noticia". Que los seres humanos son liberados de
ancestrales ataduras, que se les devuelve la dignidad humana que
les pertenece como hijos que son de Dios, y, que otros, que son
hermanos suyos se la han sustraído.
De semejante manera anunciaba el Libro de Isaías la vuelta
de los cautivos "y volverán los rescatados del Señor" (primera
lectura), y hemos proclamado en el salmo responsorial "por que el
Señor hace justicia a los oprimidos". Los ya liberados por la
entrañable misericordia de Dios, son, precisamente por eso,
llamados también a tener los mismos sentimientos y asociarse a la
misma tarea del que los liberó.
La fuerte llamada a la justicia y la caridad están siendo los
temas sobresalientes de la Iglesia, empezando por los últimos
Papas, y, no digamos al Papa Francisco. Estamos en momentos
trascendentales de la Iglesia que han de ponernos en movimiento
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hacia los que viven, tal vez muy cerca o entre nosotros mismos, en
condiciones infrahumanas, para que llegue a todos el Reino de Dios
que esperamos.
Las personas marginadas y desposeídas recobran su
dignidad, porque el Reino de Dios no se queda en palabras, sino en
hechos. Pues toda noticia sin hechos es mentira,
El Apóstol Santiago nos llama a "tener paciencia… porque
la venida del Señor está cerca". Y añade "no os quejéis unos de
otros para no ser condenados" pues con eso se retrasa o impide la
llegada del Reino. Está muy claro. Dios es Padre de cada uno, por
pecador que sea, ¿cómo nos va a conceder participar de su
intimidad sagrada, si rehúsas a un hijo suyo?
El Reino de Dios no viene por actos cultuales, sino que estos
son la consecuencia de que ya está aquí. La Eucaristía es la
asamblea de los que se sienten liberados por el Señor y proclaman
que ese Reino de Dios se ha hecho presente en ellos. Y celebran
la comida fraterna, en que ricos y pobres, grandes y chicos, blancos
y negros, en situación de igualdad, bendicen al mismo Señor,
participan de su misma mesa, comen el mismo pan y beben la
misma copa. Y saldrán a continuación a expandir la alegría, el amor
y la Buena Noticia que han gustado.
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Domingo cuarto de Adviento


Is 7,10-14. Rm 1,1-7. Mt 1, 18-24.

Homilía 18 de diciembre de 2016


A seis días de la Navidad, nos enfrentamos a la verdadera identidad
de Jesús, a quien decimos que esperamos. Hemos vivido el AÑO
DE LA MISERICORDIA y ahora asistimos al comienzo del derroche
de la misma.
Mateo relaciona a Jesús con el pasado y con el futuro,
colocándolo en el centro de la historia. No le interesan demasiado
los detalles o las curiosidades de la infancia, sino el sentido último
de su presencia, que había escandalizado a su pueblo.
La lectura superficial de los Evangelios puede encantarnos
por las ternuras que inspira un recién nacido y una madre a punto
de dar a luz. Pero Navidad es mucho más que ese sensible
romanticismo. Y tenemos el peligro de quedarnos en eso.
En los primeros cuarenta o cincuenta años de cristianismo
no se habla ni predica del nacimiento de Jesús y primera infancia.
Sino de su misión salvadora, de su muerte y resurrección., anuncia-
da a judíos y paganos. El planteamiento de Mateo como Lucas es
descubrir su identidad, su trascendencia en la historia. Y esa
identidad es ser el "Enmanuel" "Dios-con-nosotros".
Se ha considerado mucho el valor y significado de Jesucris-
to, pero considerado como una persona excepcional y sobrehuma-
na, llena de privilegios. Sin embargo los textos de Isaías y Mateo
nos señalan que la importancia de Jesús radica en el significado de
"Enmanuel", en ser para los hombres, para nosotros. Al afirmar que
Jesús es el Enmanuel, decimos algo valioso para nosotros, que no
estamos solos, que la energía de Dios, la fuerza de su Espíritu,
están dentro de nuestra historia real.
En los pueblos primitivos, la divinidad era la protectora de un
lugar o clan. Así, los hebreos, nada universalistas, consideraron a
Yahvé como el Dios de Israel. No podían pensar que era de todos,
Ciclo A - 14

judíos y gentiles. Mateo escribe después de ver como el Cristianis-


mo se extiende entre los paganos. Aquí cobra sentido la concepción
virginal de María. Pues si bien, Jesús era judío por haber nacido y
vivir en una familia judía, su padre era Dios. Por algo, Mateo anota
la ascendencia de Jesús hasta Abraham. Este universalismo fue
revolucionario para los judíos, y también para nosotros, que
queremos encerrar al Enmanuel en nuestro grupo, en la Iglesia.
Pero de aquí podemos pensar: ¿entonces para qué somos
cristianos?. Pues para luchar por la igualdad de todos, para
descubrir a los hombres la energía del amor de Dios que actúa en
ellos. Nos lo ha dicho san Pablo en la segunda lectura: "Por Él,
hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles
respondan a la fe, para gloria de su nombre".
Además ese Jesús es el Salvador, eso significa Jesús
"Yahvé salva". No sólo hay que descubrir al que carga con los
pecados, sino a un prototipo de hombre que nace con Él. Y Navidad
es el nacimiento permanente de ese hombre. Hoy es nuestro
nacimiento como cristianos y con la misma función.
En la Comunión vamos a unirnos con el mismo Jesús de
Belén, de la cruz y de la resurrección. Que esta Navidad aumente
en el mundo la cuota, por mediación nuestra, de serenidad, de
comprensión y de paz.
Ciclo A - 15

Natividad del Señor


Is 52,7-10. Hb 1,1-6. Jn 1,1-18.
25 de diciembre de 2016
Ciclo A - 16

Día de la Sagrada Familia


Si 3,2-6.12-14 Col 3,12-21. Mt 2,13-15.19-23.

Homilía 29 de diciembre de 2016


Esta fiesta ha de ser el icono de lo que debe ser toda familia y toda
comunidad religiosa. Y en cierto modo toda comunidad humana de
la clase que sea.
Si el anuncio de Navidad estaba centrado en hacer todo de
nuevo, también la familia y cualquier tipo de comunidad cristiana ha
de ser renovada al socaire de este ambiente que genera la
presencia de Jesús entre nosotros. En la oración Colecta decimos
“Te rogamos Señor, que imitando sus virtudes domésticas y su
unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos”. Es el
mensaje de la fiesta de la Sagrada Familia. Una familia así es un
anticipo del Reino de los Cielos. La unión en el amor hace llevade-
ros todos los contratiempos de la vida.
El Evangelio de Mateo lleva a esta Familia a Egipto, país que
representa al paganismo idolátrico, pero es además, el país de
donde arranca el Éxodo. Nos anuncia con ello el nacimiento de un
nuevo pueblo de Dios. Pasado el tiempo se trasladarán a Nazaret,
en la Galilea de los gentiles, de donde surgirá todo el Evangelio.
Si la primera lectura, lleva a los hijos a los hijos al amor,
respeto y ayuda a los padres, el Evangelio pone a los padres
orientando su vida en función de los hijos, con todos los riesgos y
renuncias.
La Carta a los Colosenses, partiendo del amor recibido de
Dios, “el Señor ha perdonado vuestros pecados”, nos invita a hacer
lo mismo. Aquí está la síntesis de todo el programa de vida para
cualquier familia, la de la carne, la de una comunidad religiosa, la de
la fe y la gran familia universal: “la mansedumbre, la bondad, la
humildad, la dulzura, la comprensión”.
El amor requiere una continua iluminación y la consiguiente
maduración. Pues cuántas veces, en lo que llamamos amor a la
Ciclo A - 17

familia, doméstica, religiosa o eclesial, se esconde una gran dosis


de amor a uno mismo. O caemos en ese gnosticismo, o neognosti-
cismo moderno, que cuando oímos una idea o frese maravillosa, la
repetimos entusiasmados y nos convencemos de que se cumple en
nuestra vida. Y la realidad es que no pasa de una simple admira-
ción. No hay amor sin negación de uno mismo y sin el correspon-
diente sufrimiento.
En la Eucaristía se nos hace presente esta familia y nos lleva
a participar de sus gozos. Sentados todos a la misma Mesa, sin
distinción de razas ni diferencias sociales, ni de edad y cultura, en
que el mismo Señor se convierte en servidor, limpia nuestras
inmundicias y nos da el Pan que nos hace crecer en el amor.
Que esta celebración nos lleve a compartir la vida comunita-
ria, de familia, con más intensidad y madurez en los términos que
nos presentaba S. Pablo en la segunda lectura, introducidos,
iluminados y apoyados por la celebración eucarística de este día.
Es bueno estar siempre empezando de nuevo. En los
Apotegmas de los Padres del Desierto, nos narra, que un monje
pregunta al venerable anciano abad ¿qué tengo que hacer para ser
santo?. Y el anciano le responde: “Es muy sencillo, que cada día
cuando te levantes digas: hoy es el primer día que estoy en el
monasterio”. Es decir, siempre en actitud de comenzar, dejando
atrás todo lo pasado.
Ciclo A - 18

Santa María, madre de Dios


Nm 6,22-27. Ga 4,4-7. Lc 2,16-21.
1 de enero de 2017
Ciclo A - 19

Bautismo del Señor


Is 42,1-4.6-7. Hch 10,34-38. Mt 3,13-17.

Homilía 8 de enero de 2017


De muy pequeños fuimos bautizados sin conciencia alguna y
después nos consideramos cristianos sólo por haber recibido el rito.
La celebración de hoy viene a actualizar y profundizar lo que
significa este bautismo en agua y Espíritu Santo.
La Colecta dice “Concédenos ser trasformados interiormente
a imagen de Aquel que hemos conocido semejante a nosotros en
su humanidad”. Y esto es lo que nos da el Bautismo, reproducir en
nosotros la imagen de Jesús. Lo cual no es una decisión personal,
sino obra del Espíritu que baja de lo alto.
Jesús, asumiendo la humanidad, con toda su carga de
miserias, fue “desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para
que lo bautizara”. En su bautismo fuimos todos regenerados.
Dios prometió ya a su “Siervo” para que fuera “luz de las
naciones”, sin gritar ni vocear, simplemente habiendo “puesto sobre
él su espíritu” y sin eliminar a nadie, sin “quebrar la caña cascada”.
(1ª Lectura).
En el Evangelio, con el Bautismo de Jesús, se inicia y se da
cumplimiento al misterio anunciado por Isaías. El cual, como
obediencia a Dios Padre, es bautizado y desciende sobre Él el
Espíritu Santo, que lo consagra en su misión “Este es mi hijo, el
amado, mi predilecto”, cuando dejó sepultadas en el agua las
miserias humanas que representaba.
La intervención de Pedro (2ª Lectura) explicita más la misión
de Jesús y la nuestra como bautizados. Con el Espíritu Santo
hemos recibido el poder de Dios, para, sin distinción alguna,
“porque Dios no hace acepción de personas”, trabajar por la unidad
y reconciliación de todos los hombres.
En la Eucaristía recibimos el Cuerpo de Cristo y la fuerza del
Ciclo A - 20

Espíritu, que nos hace sentir el imperativo de la unidad en el amor


y nos empuja a trabajar “sin gritar por las calles”, por la fraternidad
entre los hombres y la liberación de todas las ataduras que los
aniquilan.
Así la celebración del Bautismo de Jesús hace recobrar la
dinámica del nuestro. Pues no fue un rito estático y cerrado, sino
abierto y lanzándonos a realizar la misma acción de Dios.
Ciclo A - 21

Domingo segundo del Tiempo Ordinario


Is 49,3.5-6. 1 Co 1,1-3. Jn 1,29-34.
15 de enero de 2017
Ciclo A - 22

Domingo tercero del Tiempo Ordinario


Is 8,23b-9,3. 1 Co 1,10-13.17. Mt 4,12-23.

Homilía 22 de enero de 2017


Oración Colecta: "Ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad
para dar ruto abundante". Y en el día de hoy vamos a ver los
interese y planes de Dios.
Curiosamente el Evangelio de Mateo, como una visión
introductoria, recoge casi toda la primera lectura de Isaías, mientras
que la segunda parece ignorar la temática general.
Cuando Isaías habla de Galilea, semipagana, se refiere a la
triste situación tras la devastación de los asirios. Su situación era de
"sombras de muerte". Pero viene la alegría porque "una luz les
brilló". Y ¿Cuál es esa luz?. Continúa el texto de Isaías "un niño de
nos ha dado", etc.
Cuando Mateo empieza a describir la actividad de Jesús en
Galilea, recuerda el texto de Isaías y presenta a Jesús como el
realizador de aquél oráculo.
Dos cosas deducimos, que Jesús llega como Luz de los que
están en tinieblas de muerte. Que viene a favor de los que no
pertenecen al pueblo elegido, que son los primeros destinatarios del
Reino de Dios. Diríamos hoy para tantos cuya vida carece de
sentido. Algo verdaderamente nuevo está pasando, la aproximación
a los pueblos marginados por la institución religiosa. Y, hoy, ¿no es
la preocupación principal del Papa Francisco? Lugo estamos en la
época del Evangelio.
Parece sobre todo preocupar a Jesús diluir en el mundo la
manifestación de Dios, que está en medio de nosotros, como
guiando la marcha de la historia.
Esta es la misión primordial de la Iglesia, la de cada uno de
los que la formamos, personalmente, sin inculpar a otros. Mucho
tiempo se ha perdido en muchas bagatelas. Pero no podemos
Ciclo A - 23

olvidar que ese pueblo de las tinieblas somos cada uno de nosotros
y cada uno ha recibido ese rayo de luz, nada menos que la
Misericordia gratuita. Si nuestro corazón no es misionero de los
marginados, de los pecadores, de la clase que sean, es que los
dones de Dios se nos han subido a la cabeza y la soberbia nos ha
cegado. Para no conocer nuestro barro y los maravillosos dones de
Dios y que el corazón se nos ha endurecido para comprender a los
que están en tinieblas. ¡Cuando somos nosotros mismos!.
Jesús insiste "Convertíos" como si dijera, cambiad la visión,
"porque el Reino está cerca" y os lo podéis perder, por estar
anclados a una institución. Pero basta que nos preguntemos, si todo
lo que hacemos está orientado a la extensión del Reino, a anunciar
la Buena Noticia del amor y la Misericordia, a diestro y siniestro.
Para esta misión llama a sus colaboradores, los primeros
discípulos. Y Hoy, a cuantos oímos y celebramos su Palabra.
"seguidme y os haré pescadores de hombres". Esto no quiere decir
que todos tengan que caer "como prisioneros en la red". Sino que
ningún hombre quede fuera del alcance de la palabra liberadora del
Evangelio.
Concluye Mateo que "Jesús recorría toda Galilea (todo el
mar de pecadores) (¿pude salir algo bueno de Galilea?) proclaman-
do la Buena Noticia y curando enfermedades…" Y esta es la misión
de los llamados por Jesús a la comunidad-iglesia, habiendo sido
previamente sanados y enriquecidos de los dones necesarios.
Digamos ahora, el participar de su Eucaristía.
Hay una clara diferencia; llamar a todos a sr cristianos, o
llamar a todos a sentirse partícipes del amor de Dios, que es el
Reino. En el primer caso la Iglesia trabaja para sí misma; en el
segundo procura servir a todos los hombres, inmersa en las
fronteras del mundo, para que el Reino de la justicia y de la paz
aflore desde dentro, porque el Reino está dentro, como una
pequeña semilla, pero de fuerza gigantesca.
Mas la tarea no se puede hacer sin unidad, ¡magnífica
llamad de san Pablo en la segunda lectura. No podemos servir al
Reino de Dios sin unidad. Una comunidad dividida es un anti-signo.
Y comulgando el mismo Cuerpo de Cristo, dejemos de lado
Ciclo A - 24

nuestras divisiones. Además de paralizar el entusiasmo de la


misión, la paralizan en cuanto al signo del amor y la unidad.
Ciclo A - 25

Domingo cuarto del Tiempo Ordinario


Sof 2,3; 3,12-13. 1 Co 1,26-31. Mt 5, 1-12a.

Homilía 29 de enero de 2017


La felicidad es el anhelo de cada humano. Y ¡qué es la felicidad?.
Sentirse realizado como tal persona, haber vivido intensamente la
vida, sentir que ocupa un lugar en la historia, sentirse querido o
valorado y amar…
Cuando esto no sucede, viene la frustración, angustia,
soledad. A veces parece haberla encontrado, y, todo fue fugaz y de
nuevo la desazón y desconfianza.
Pero la Oración de hoy suplica a Dios amarlo con todo el
corazón y que este amor se extienda a todo hombre. ¿No creemos
que está ahí incluido todo deseo humano?
Ahora nos podemos preguntar qué dice Jesús a este
acuciante problema. Él, no solo denuncia muchas formas aparentes
de felicidad, como la avaricia, el afán de poder, la avidez de
placeres. Y nunca establece un plan de "progreso" por el desarrollo
económico, social o político. Se presenta como un "sabio" que con
un lenguaje paradójico nos lleva al fondo de la cuestión. No da
normas morales, sino que alerta a la postura interior del hombre,
postura de la que depende el bien o el mal, la felicidad o la infelici-
dad.
Nos presenta las Bienaventuranzas, presentes en todo el
Evangelio, y que dirigen la mirada, tanto al interior del hombre,
como a sus relaciones sociales.
La pobreza de espíritu. Es una manera de vivir desprendidos
de cuanto tiene valor, encaminando la vida con apertura hacia la
verdad, hacia el bien. El pobre de espíritu ira hacia delante, solícito
por descubrir y asimilar todo lo nuevo que la vida le descubre de
forma inesperada y sorpresiva. Quizá sea est bienaventuranza la
más importante. Pues sólo el que se siente un poco vacío puede ser
llenado de algo. El que se siente completo es un pobre ciego y
Ciclo A - 26

nunca encontrará nada maravilloso que le alegre y entusiasme. A


estos pobres les pertenece el Reino. Sólo quien está en total
disponibilidad para descubrir lo nuevo y fascinante que Dios ofrece
al hombre, pude aferrarlo.
La sinceridad de corazón. El ver a Dios, importante enwe-
ñanza de Jesús, no depende de la ciencia teológica, ni la ortodoxia
de las ideas, sino de la rectitud del corazón. Fácil es descubrir que
la pobreza de espíritu es la que nos confiere esa sinceridad
verdadera. Pues es posible que hagamos de la sinceridad una
postura cómoda que cubre nuestra falta de interés por ver la
verdad. Decía Evagrio Póntico que el verdadero homnre de Dios se
siente el más vil de todos. Pero ¿dónde ver a Dios? Y la respuesta
es: en un corazón sincero, sin doblez, sin doblez ni prejuicios. Así
Jesús nos libera de la obsesión religiosa y de la manía de rechazar-
nos por causas religiosas.
La no-violencia. Llamada también mansedumbre. Difícil
alternativa, poseer la tierra sin desposeer a nadie. Yo diría: hacer
sentir su presencia en el mundo sin silenciar a los que no piensan
com uno, Es la más difícil de las actitudes cristianas. Su hermana
es la misericordia. O el amor sin límites. Quien da amor, amor
recibe. Y ¿qué más necesita?. Amar incluso al enemigo, perdonar
sin llevar la cuenta, devolver bien por mal… Es la actitud del hombre
para ser en verdad feliz.
Jesús no sólo mira al interior. También a las relaciones con
la comunidad humana. Ninguno puede sentirse del todo feliz,
mientras no vea realizado en el mundo entero el ideal del Reino de
Dios.
Jesús no le exige al hombre complicados dogmas, ni ritos
minuciosos, ni heroicas gestas, sino el ser hombre como persona
íntegra y responsable.
¡Basta ser hombre!. Es curioso observar a través de la
historia de los sabios de la antigüedad o lo grandes filósofos, en las
obras de la literatura, en boca de políticos , sabios, artistas…
podemos descubrir cómo el espíritu de las bienaventuranzas está
presente, quizá con otros nombres, Pero es consolador ver como
ese pensamiento divino se ha metido en la humanidad. Y cuánto
Ciclo A - 27

nos une a los hombres. Cuánta presencia de Dios existe dentro y


fuera de la Iglesia. ¿No nos lleva esta apreciación a un camino
especial para el ecumenismo? Con razón dijo un gran teólogo del
siglo pasado Hans Küng que no habrá paz en el mundo mientras no
haya paz entre la religiones.
Es que el Reino de Dios no sabe de fronteras. Comprender que
Dios obra con métodos propios y sin nuestros prejuicios y limitacio-
nes, porque ama al hombre donde está y como está, es la gran
lección de las Bienaventuranzas.
Ciclo A - 28

Domingo quinto del Tiempo Ordinario


Is 58,7-10. 1 Co 2,1-5. Mt 5,13-16.

Homilía 5 de febrero de 2017


Pedimos en la Colecta que el Señor vele con amor sobre esta
familia que ha puesto en Él su esperanza. Toda esta Palabra es la
respuesta de Dios a la petición.
La segunda lectura, de Isaías, nos abre el camino de la luz
de la presencia de Dios, cuando dice: "destierra de ti la opresión, el
gesto amenazador, la maledicencia… entonces tu oscuridad se
volverá medio día".
El Evangelio amplía a algo mayor, a decirnos el sentido que
tiene ser cristiano en el mundo actual. Estar llamado a ser sal de la
tierra y luz del mundo. Nos va a anunciar Jesús un arte desconocido
de gozar del don de la vista, saborear y con la alegría de la luz. Nos
llama a salir de la mente "senequista" tan introducida.
El menor de los ingredientes de un guiso es la sal. Basta un
poco para dar sabor. De lo contrario es perjudicial. Muchas veces
nos hemos abarrotado "de religión" en lugar de vivir con sabor
evangélico. Es lo que sucedía en tiempos de Jesús con los fariseos.
Yo me pregunto ¿no será una causa de la crisis actual del cristianis-
mo? Una inflación religiosa, en que el hombre vive para las
prácticas religiosas, cumpliendo, pero sin asimilar el Evangelio?.
Pero no hay que desesperar. Salémonos, y podremos salar.
Es necesario asimilar, digerir, la Palabra hasta que sea nuestra
forma de pensar y vivir.
También llama la atención que la sal se diluye humildemente
actuando de forma imperceptible. Así obra el Reino de Dios, como
la semilla que crece sin saber cómo, así la levadura. La sal es la
escuela de la humildad. Esto me lleva a la expresión del Bautista
Aconviene que yo disminuya para que Él crezca".
El símbolo de la luz es más conocido, por ser más usado,
Ciclo A - 29

sobre todo por San Juan. Es la luz de la Palabra. Es el Evangelio


que debe ser anunciado, pues es la Buena Noticia. Pablo nos
comunica cómo él fue luz para los griegos. "Vine a anunciaros el
testimonio de Dios, no con sublime elocuencia… sino con la fuerza
del espíritu". La evangelización, que es ser luz, nos incumbe a
todos. No se trata de decir grandezas teológica de Dios, sino de dar
testimonio de cómo la fuerza de Dios ha obrado en nosotros.
¡Cuidado con pensar que el testimonio consiste en hacer grandes
heroicidades! También la luz como la sal es humilde. Por eso se
cuela por cualquier orificio. Pero ¿cómo podemos llegar a ser luz?
Dejándonos invadir, sin resistencias, humildemente, por el Espíritu
que renueva todas las cosas. En la escucha atenta de la Palabra
¿no hemos dicho que esa es la luz?.
El texto de Isaías, citado ya al comienzo, nos aclara el poder
de la luz como liberación. Se pregunta el profeta ¿cuándo brillará tu
luz en las tinieblas? Y la respuesta es "cuando partas tu pan con el
hambriento… cuando hospedes al pobre.." A esto se refiere Jesús
"Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo"
"Vosotros sois la luz del mundo" podemos traducirlo vosotros
sois el sigo de que Dios se ha comprometido con la historia de los
hombres.
Digamos para terminar que la Eucaristía es la levadura del
mundo. Es la que entra, y a través de cada uno, irradia en la
comunidad y en el mundo entero la forma de ser de Dios, iluminan-
do y salvando. Empecemos por dejarnos transformar con la actitud
humilde de recibir lo que de ninguna manera nos pertenece y
entonces seremos trasformados por el asombro de lo divino. Así
seremos luz para el mundo.
Ciclo A - 30

Domingo sexto del Tiempo Ordinario


Eclo 15,16-21. 1 Co 2,6-10. Mt 5,20-22.27-28.33-37.

Homilía 12 de febrero de 2017


Hoy la Oración recuerda a Dios "Tú que te complaces en habitar en
los rectos y sencillos de corazón, haz que merezcamos tenerte
siempre con nosotros". O sea, que nos hagas rectos y sencillos de
corazón. Todo encuentro con la grandeza de Dios, nos hace
necesariamente sencillos, al ver al mismo tiempo nuestra indigna
pequeñez. Y hoy la Palabra viene a actuar así de alguna manera.
Ya la primera lectura, del Deuteronomio, nos pone ante la
voluntad manifiesta de Dios y al mismo tiempo su inmensa sabiduría
y profundidad. ¿Quién puede escapar si verdaderamente se conoce
a sí mismo?
El Evangelio parece una contradicción, por un lado dice
respetar la ley y por otro la modifica con el "pero yo os digo". Y lo
curioso es que esa modificación pone las cosas mucho más
difíciles.
Vayamos al caso. ¡Qué frecuente es hablar de la tranquilidad
de haber hecho todo bien, del deber cumplido! Es una moral
burguesa, la de la conciencia tranquila. Pero lo malo es cuando esa
actitud se hace religiosa. Es que el virus fariseo ha entrado y se
complace ante Dios exponiendo su buen comportamiento. Y yo
añado "pero yo os digo, si vuestra justicia no sobrepasa el saber y
el cumplir, no entraréis en el Reino de los cielos". No me extrañaría
que ante este Evangelio más de uno dijera como los apóstoles
¿Entonces quién podrá salvarse? Sobre todo cuando cada persona
conoce sus limitaciones.
¡Qué distinta es la sabiduría, los caminos de Dios, de los
caminos de los hombres! Como recuerda san Pablo, "Ninguno de
los príncipes de este mundo lo han conocido".
Todo nos lleva a vivir en la verdad, en la profunda humildad,
la sencillez que nos decía la oración colecta, al amparo de la
Ciclo A - 31

misericordia de Dios, que se complace en habitar en los rectos y


sencillos de corazón. ¿No recuerda san Juan que quien dice ne
tener pecado, es mentiros?.
Desde la perspectiva moralizante, en la que nadie se
escapa, ha surgido el atomizar la ley en multitud de preceptos
olvidando lo esencial. Y así acomodarla buscando salidas a nuestra
conveniencia. Imaginaban cumplirla con mayor perfección. Es decir,
que sigue en pie la actitud farisaica. Pero también estaban los que
constataron que ni nosotros ni nuestros padres pudieron cumplirla.
Estos eran los pobres que esperaban al Mesías mientras se veían
atados por cargas que no podían soportar. Y el Sermón de la
Montaña pone al ser humano en la misma actitud de impotencia,
que sólo en Jesús, por el amor misericordioso del Padre puede
llevar a buen término.
Sólo los que se sienten pobres pecadores se agarran a la
misericordia que nos viene por Jesucristo. Y de ahí se impregnan
"de los mismos sentimientos de Jesús" Ahora cumplen todos los
mandamientos. Pero no por el imperio de la ley, sino por el amor
recibido de Dios. La ley dice san pablo o salva a nadie, luego
entonces ¿para qué sirve? Y responde: "para que toda cerviz se
humille" y reconozcan sus debilidades.
Ya dijo san Bernardo que "debajo de un santo siempre hay
un gran pecador”. Parece increíble. Pues el más santo es el que
más ama a Dios. Y quien más lo ama es aquel a quien más le han
perdonado. "A quien poco se le perdona, poco ama".
La Eucaristía es el mayor derroche del amor. La entrega de
Jesús, muerto y resucitado precisamente para salvar a los pecado-
res. Este encuentro, visto así, desde nuestras pobrezas, es capaz
de convertirnos en santo. Y luego poder derramar el mismo amor a
todos hombres, sin distinción. Cuando decimos "ser perfectos como
vuestro Padre es perfecto", añade "que hace salir el sol sobre
buenos y malos y envía la lluvia a justos e injustos" Así seremos
perfectos, cuando no tengamos acepción alguna de personas,
pecadores o no. Son los caminos extraños de la sabiduría de Dios.
Ciclo A - 32

Domingo séptimo del Tiempo Ordinario


Lv 19,1-2.17-18. 1 Co 3,16-23. Mt 5,38-48.

Homilía 19 de febrero de 2017


Hemos pedido "que la meditación asidua de tu doctrina… enseñe
a cumplir lo que a Ti te complace". Curiosamente da por supuesto
la lectura meditada de la Palabra de Dios, que es de donde procede
toda vida cristiana.
Altamente sublime es el texto del Levítico de hoy: "Seréis
santos porque el Señor tu Dios es santo". Es de ver que el verbo
está en futuro "seréis". Podemos tomarlo como una profecía o como
un imperativo. Prefiero lo primero. Así como también "amarás al
Señor". Y se completa el texto con la firma divina: "Yo soy el Señor"
El salmo responsorial [103 (102)] rebosa gratitud y ternura
"el Señor es compasivo y misericordioso", digno de releerse
repetidamente en privado.
Vamos al Evangelio. Suena mal la expresión del "ojo por ojo"
y sin embargo es la ley del equilibrio, aunque meramente humana.
Es la ley de una una sociedad equilibrada, en que no ha de ser la
sanción más grande que el delito. Si uno defrauda cien, no tiene
que penar doscientos. Es la ley propia de una sociedad bien
organizada, pero no es suficiente y Jesús entra con un espíritu
nuevo, ¡el amor al enemigo!. Que no es un nuevo código penal, es
la irrupción salvadora de Dios en la historia por medio de Jesucristo,
dando a entender, además, lo limitado y endeble de las conquistas
humanas en el camino liberador de la humanidad.
El amor, todo el mundo habla de él con entusiasmo, pero el
amor de que generalmente se habla, apenas traspasa la barrera de
lo animal. Pues los animales tratan bien y con cariño a quienes les
tratan bien. El Evangelio nos recuerda que también los publicanos
y pecadores saludan y hacen el bien a los que les hacen bien.
Pero hoy nos encontramos con algo único y original. Es la
manifestación de los hombres de Dios. Los que son los discípulos
Ciclo A - 33

de Jesús, los que han recibido sus enseñanzas y las siguen. Son
los que traspasan la barrera del enemigo. "Amad a vuestros
enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que
os persiguen y calumnian". Esto ya no es humanidad, es divinidad.
Son los hijos de Dios, "los que hacen las obras de su Padre" como
señaló Jesús.
La búsqueda de esta forma de ser nos va configurando con
Dios. No como otras veces nos ha parecido a través de una pureza
moral, imposible de conseguir. O tal vez una complacencia, como
aludimos la semana anterior, de una conducta irreprochable.
Parece difícil o imposible llegar a esos niveles del espíritu.
Pero hay un camino en nuestra debilidad, es sencillo: la humildad
y las lágrimas. Son las que alcanzan la misericordia para ser como
Dios. La forma de hacer presente el Reino de Dios en medio del
mundo. Es precisamente y no hay otro que la reconciliación. el
perdón y la misericordia. Si no se siembran estos valores sobre la
tierra la naturaleza se desequilibra.
No recuerdo en qué parte del Talmud o de Sabios de Israel
leí: Que Dios se asustó de ver los derroteros que llevaba la
humanidad, cómo se hundían las maravillas y bellezas de la
creación, a causa de la libertad que le había otorgado al hombre
como señor de todo, y por ello decidió al fin crear la misericordia.
Visto el evangelio de hoy a la luz de la Pascua, nos encon-
tramos que quien ha realizado el amor al enemigo es Jesús y no
nosotros, amor a quien le desprecia, al incrédulo, al que le persigue.
Y da su vida por salvarle, pues sin Él su vida sería una cruel
amargura. Es un amor que atrae y enamora. A partir e ahí viene el
seguir sus pasos y dejarse imbuir de sus sentimientos, de su forma
de vivir. Y poco a poco, por vía del amor, asumir su misma naturale-
za.
Esto se da en la Eucaristía. Nos lo anticipa el rito del agua
y el vino: que el misterio del agua y del vino, sea signo de participa-
ción en la vida divina, con quien participa de la nuestra.
Ciclo A - 34

Domingo octavo del Tiempo Ordinario


Is 49,14-15. 1 Co 4,1-5. Mt 6,24-34.

Homilía 26 de febrero de 2017


La oración colecta de este día va encaminada al mundo entero
además de la Iglesia. "Gocen las naciones de una paz estable y la
Iglesia se alegre de poder servirte con entrega confiada y pacífica".
En fin paz y tranquilidad. Los textos de hoy vienen a dar repuesta.
Isaías en la primera lectura muestra el grito aterrador del
pueblo en el destierro por su terrible infortunio. Dios lo ha abando-
nado. Y recibe la respuesta, anunciando un amor de Dios compara-
ble a una madre tiernamente conmovida por su hijo.
Ante la situación, frecuente en nosotros, ¡qué bien suena e
nuestros labios el salmo responsorial "Descansa sólo en Dios, alma
mía"
El Evangelio nos revela la voz entrañable de Jesús dirigida
cualquier hombre de hoy, que vive atormentado, sin descanso, que
tiene que tomar pastillas para dormir. Tareas que le superan y de
las que no se puede librar, o tantas situaciones desesperantes que
le aplastan..
Pues cuatro o cinco veces aparece la palabra "no os
agobiéis". Y no es una llamada a la despreocupación irresponsable.
Es una llamada a buscar lo esencial, a buscar el sosiego de gozar
el bien de la vida. Por ello "Buscad el Reino de Dios y su justicia y
todo lo demás se os dará por añadidura". Cuando cualquier bien
ocupa el primer lugar, Dios desaparece y se convierte en un objeto
decorativo. Donde se deja a un lado a Dios, que es el gran liberta-
dor del ser humano, se introduce ocultamente el maligno, que es el
gran esclavizador.
La gran maravilla que hizo Dios es la misma vida, y la
recibimos gratis, y nos la dio eterna. No le añadamos cosas, que en
vez de favorecerla la complican, la amargan, ocultan su fascinante
esplendor e incluso arriesgan su dimensión eterna.
Ciclo A - 35

Dice Jesús: ¿No vale la vida más que el dinero?. Pues


cuidado. Que esa preocupación puede estropear la belleza de la
vida que Él tan afanosamente creó. Mirad de dónde vienen los
infartos, las depresiones, cuántas familias o amistades rotas,
cuántos odios y envidias. Todo eso azota nuestro mundo.
Y también añade Jesús "Mirad los lirios del campo… mirad
las aves del cielo" Son un libro abierto para quienes conocemos a
Dios como Creador y como Padre. Son una pista que interpela
nuestros agobios del presente y del futuro. Hoy aparece el Señor
con poder curativo para cuanto nos destruye y amarga la vida. No
puedo menos que evocar aquí la figura de san Francisco de Asís
que vio en la naturaleza el gran mensaje del Padre, que le hizo
ponerse a cantar el bello himno de las criaturas.
Volviendo a la primera lectura, decía Sión; Yavéh me ha
abandonado, también fue la expresión de Jesús "Dios mío Por qué
me has abandonado. Y la respuesta fue la resurrección, que
precisamente estamos celebrando.
Hoy el autor de toda belleza y hermosura de la naturaleza se
hace presente en la Eucaristía. Quiere compartir con nosotros su
compañía, más aún su misma vida íntima. Si la contemplación de
la naturaleza nos lleva al asombro del creador, ¡qué diremos de su
acción personal en cada uno y en el mundo. Sólo cabe el silencio la
admiración, la adoración la gratitud… la alegría y la paz. Y no
digamos la inquietud de que todos lo conozcan, que venga para
todos el Reino de Dios.
Ciclo A - 36

Domingo primero de Cuaresma


Gn 2,7-9; 3,1-7. Rm 5,12.17-19. Mt 4,1-11.

Homilía 5 de marzo de 2017


Gran petición hacemos hoy en la oración colecta. Para hoy y para
toda la vida: "avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo".
Y comenzamos la Liturgia de la Palabra viendo de donde
venimos: Dios hizo al hombre de barro y le insufló un aliento de
vida. Es decir: miseria y sublimidad. Sería mala cosa que el hombre
se viera sólo barro si no conoce al mismo tiempo su grandeza.
Y al revés, que se sienta en su grandeza, olvidando su barro. Pero
¿y el autor de este prodigioso complejo?.
Desde muy antiguo, sabios sutiles finos, incluso anteriores
al texto bíblico, habían descubierto lo que los occidentales han visto
hace poco. Y que también los "sabios de Israel" conocieron. Que en
el hombre hay dos fuerzas potentes que luchan por la hegemonía
en su interior. Una es la fuerza de la vida, del crecimiento, del amor,
del bien, de la paz. La otra es la fuerza de la muerte o la autodes-
trucción, del mal. La primera procede del espíritu de Dios que
acompaña al hombre. A la segunda los teólogos la han llamado
"pecado original", llamado a la destrucción o a la muerte. Es una
fuerza que por increíble que parezca su buen y atractivo aspecto,
destruye al hombre.
Pablo en la segunda lectura ve la muerte como una fuerza
poderosa que acecha al hombre. Pero ¿cómo descubrirla?. Jesús,
maestro de sabiduría, como el nuevo Adán, como hombre nuevo,
que él mismo ha sido puesto a prueba, la ha desmontado ante sus
discípulos en toda su predicación y actuaciones. Difícil era para
Jesús demostrar de entrada, el engaño de la apariencia, que lo que
parece vida era muerte. Sólo lo comprenderán tras la experiencia de
la Pascua. Ellos no entendieron nada al principio. Por eso decían
"haz que baje fuego de cielo y los consuma…" "qué bueno es
quedarnos aquí" "eso no te puede suceder" Dijo Pedro que le
Ciclo A - 37

amaba mucho pero no la cruz. Es curioso ver que los tentadores de


Jesús en vida fueron sus fieles discípulos. Como Eva la amada
esposa de Adán. Al revés de María que silenciosa lo acompañó
hasta la cruz. Como la madre de los Macabeos animando a sus
hijos a no tener miedo.
Pero volvamos con el texto evangélico. Jesús no tuvo "un
dios aparte" que le resolviera los problemas. Las tentaciones de
Jesús se repiten entre nosotros.
La primera tentación de cada "creyente" es buscar un Dios
a su medida y dice creer en Él para evitarse responsabilidades.
Tener un dios que me libre del esfuerzo, me quite las enfermeda-
des, los dolores, me facilite dinero… Jesús no nos mostró ese Dios,
per nosotros noe encargamos de fabricarlo. La segunda tentación:
si Dios es dueño y señor, ¿porqué no participar de ese poder para
que todos los hombres se me rindan?. Así apareció "el poder
religioso". El poder salvador se ha trasformado en poder de
dominación. La manifestación de la misericordia y del amor pasa a
ser nuestra fama y prestigio. De ahí la terrible peste de las guerras
de religiones. Me viene a la memoria la afirmación del gran teólogo
del siglo XX Hans Küng que es imposible la paz en el mundo si no
hay paz entre las religiones. Por tanto el ecumenismo, del que tan
empeñado está el Papa Francisco, tiene mucho que hacer. Pero
volvamos a lo nuestro. La tercera trata de poner todo el mundo a
nuestro servicio personal. Como si fuéramos su dueño, quitando el
poder al verdadero Creador y Dueño. Así se está intentando y no
sale otra cosa sino su destrucción, empezando por la naturaleza,
siguiendo por las personas, las familias, la sociedad… y al fin, el
caos, la muerte.
Cuaresma, tiempo de descubrir el engaño, descubrir
nuestros errores y la muerte que está en nosotros. Pero Jesucristo,
que está resucitado, nos espera para devolvernos la vida nueva. Es
tiempo de reconocer nuestra muerte, pues sólo así cabe hablar de
resurrección.
Para suavizar la larga espera, viene la Eucaristía a darnos
un anticipo de la presencia salvadora del Señor. Aprovechar cada
momento.
Ciclo A - 38

Domingo segundo de Cuaresma


Gn 12,1-4a. 2 Tim 1,8b-10. Mt 17,1-9.

Homilía 12 de marzo de 2017


Oramos así: Ya que nos has mandado escuchar a tu Hijo, alimenta
nuestro espíritu con tu Palabra para que contemplemos su gloria.
Si el domingo pasado, las tentaciones llevaban a la muerte,
hoy la voz del Señor nos llama a la vida. Tajante es san Pablo: Dios
nos llamó a la vida. Sencillamente porque esa era su voluntad,
independientemente de nuestros merecimientos. Destruyó la muerte
y sacó a la luz la vida inmortal. De la misma manera llamó Dios a
Abraham a salir de su casa, a morir al pasado, y lo bendice para la
vida, para la felicidad de su pueblo y de todo el mundo. En ambos
textos se manifiesta el verdadero rostro de Dios, el Dios de la vida.
Lamentablemente, hemos vivido en los últimos tiempos un
cristianismo triste, ajeno al Evangelio. El afán perfeccionista,
individualista y moralista nos han abocado a ello. Con miedo a toda,
a pensar, a hablar, a cantar o bailar. Parece que la espontaneidad
es un pecado y la creatividad una herejía.
Hoy Dios nos llama a salir de la muerte de uno mismo para
vivir más plenamente como personas, como comunidad.
El relato de la Transfiguración se nos presenta como la
manifestación de lo divino con unos símbolos especiales: la
luminosidad, la nube, la voz, el temor… Como en el Sinaí. Y en una
montaña alta, sea la que sea, símbolo que emerge de la tierra hacia
el cielo. Es el esquema de la vocación humana, de la sublimidad de
un nuevo estilo de vida, frente a la chatedad de nuestros esquemas.
Y he aquí, que los discípulos no entienden nada. Es la perplejidad
ante lo divino. San Juan de la Cruz dice ante el asombro de las
cosas de Dios "que me quedé no sabiendo".
El objetivo final de todo el relato es el anuncio de una vida
nueva. No obstante, que Pedro, que no entiende, ni logra salir de
sus miedos, propone quedarse en aquel estado de transfiguración,
Ciclo A - 39

negándose a salir y caminar.


El camino de la vida nueva empieza en la escucha de Jesús,
que es por quien nos llega la sabiduría de esa vida nueva. Es salir
de un estado de muerte. Hay que pasar por la barrera de la muerte.
Salir de la inactividad, de la tranquila rutina, donde se alberga la
muerte. La vida es movimiento, la quietud es muerte.
Está claro, que la Transfiguración de Jesús alude a esa
transformación, interior y profunda, que se debe obrar en la vida del
creyente, tras la escucha de la Palabra. Y ¿Cuál es esa transforma-
ción?. Precisamente soltar las amarras que me impiden volar hacia
lo alto. Mis egoísmos, mis ambiciones, mis afectos desordenados.
Mi YO como centro de mi vida. Mi prestigio y buena fama. Mi
concepto de mí mismo. El pensar que Dios piensa de mí según mis
esquemas de perfección.
Atravesar la barrea de la muerte es pasar a ser nada, para
serlo todo. Es no tener nada en nada para llegar a tenerlo todo, en
palabras de san Juan de la Cruz. Y ese paso no es una heroicidad.
Supone el sentirse acompañado de la bondad y misericordia de
Dios. Cosa que supone la sencillez de un niño que se deja caer en
los brazos de su padre. Y precisamente, mis debilidades y miserias,
reconocidas, aceptadas, me llevan a ese estado de pobreza en la
cual aparece Dios de sorpresa dejándonos en el mayor asombro.
En el mismo asombre que se encontraros los discípulos.
Pero no podemos olvidar que no hay transfiguración sin el
paso por la cruz, sin atravesar la muerte. Sin anonadamiento.
Y digo más. La eucaristía viene a ayudarnos. ¿No experi-
mentamos más nuestra admiración al ver ese derroche de poder, de
amor infinito de Dios, frente a mi insignificante miseria y encima
creído y engreído? Nos trae la paz de sentirnos amados y a la vez
humillados. Esta será la señal, el control, para ver el fruto de
nuestra participación: salir humillado y al mismo tiempo, locos de
alegría. Hemos participado en la transfiguración. Dios me deslumbra
como una transfiguración en la Eucaristía.
Ciclo A - 40

Domingo tercero de Cuaresma


Ex 17,3-7. Rm 5,1-2.5-8. Jn 4, 5-15.19b-26.39a.40-42

Homilía 19 de marzo de 2017


Comenzamos recordando la petición de la Oración-colecta:
"Restaura con tu misericordia a los que están hundidos bajo el peso
de las culpas".
El agua es el elemento fundamental de la vida. Y no
digamos en un lugar desértico. Los hebreos, torturados por la sed,
dicen a Moisés "Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir
de sed". La sed mata. Y en esa desesperación interna pretenden
matar a Moisés. Es la prueba de la fe. ¿Está o no está Dios con
nosotros?
Estamos atravesando la Cuaresma, cuya figura es el paso
por el desierto.
Esa misma sed llevó a Jesús a romper las normas sociales
de su época que le prohibían hablar con un mujer en la calle, y más,
con un extranjero. También la mujer tenía sed. Y se negó a dar
agua a Jesús por ser un odiado judío. Y, con ironía, le agrede como
hombre y como extranjero. Al fin un judío se humilla ante ella.
Y precisamente, en esa actitud de la mujer, comprende
Jesús la verdadera sed de la mujer: sus resentimientos.
Esta mujer es el símbolo de una humanidad que busca
saciar su angustia en desprecios y en una religión cerrada y
polémica.
Jesús no se desalienta. Cree que hay en el ser humano una
capacidad suficiente para superar hasta la propia obstinación.. pues
el pozo del agua de la vida es el corazón sincero.. Pero la Samarita-
na está tan insegura de sí misma, que necesitaba no verlo, para así
sentirse segura. Es la trampa de la muerte.
Jesús la comprendió hasta donde ella no se veía y le dijo:
Llama a tu marido. "No tengo marido respondió". Por primera vez
Ciclo A - 41

dijo la verdad, descubrió la insatisfacción de su vida. Por eso Jesús


la felicita. No le importa a Jesús que viva en concubinato. Ahora
ella calla la boca y abre el corazón a una nueva luz. El primer paso
para las aguas de la vida es la sinceridad con nosotros mismos.
Toda persona tiene su manera de mentirse a sí misma y hasta llega
a convencerse de sus mentiras diciendo "no hay nada que cambiar".
Jesús nos muestra al verdadero Dios, que felicita al hombre por
presentarse como es. ¿Es posible que Dios ame lo que a mí me
avergüenza y me sonroja y me anula?.
La mujer le plantea el tema del lugar de culto. Jesús le
anuncia un culto en espíritu y en verdad, lo del lugar es lo de
menos. Ella parece no entender nada pero apela a la llegada del
Mesías. Ha aceptado el diálogo, ya no hay ironía ni desprecio. Ha
descubierto al profeta. Y ahora al Mesías en persona. ¡Qué envidia,
poder tener esa revelación, esa experiencia mística! Pues el camino
está en atravesar la frontera oscura y sucia de nuestra intimidad, allí
en lo profundo de nuestro ser está Dios esperándonos. Este es el
camino hacia la Pascua, destapando la muerte profunda que
llevamos dentro, para poder resucitar.
La mujer, feliz, loca por la alegría, deja todo, sólo piensa en
compartir el hallazgo con sus familiares. Como los discípulos de
Emaús.
Estamos celebrando la Eucaristía. Es la misma revelación "Esto es
mi cuerpo que se entrega por vosotros". Es importante dejarnos
llevar por el mismo asombro de la Samaritana. Dejarnos alegrar y
salir corriendo a compartir. Es la misión de la Iglesia. De cada
cristiano, dar a conocer al Libertador. Nos lo dijo san Pablo "Cristo
murió por los impíos". ¿Por nosotros? ¿Lo reconocemos?
Ciclo A - 42

Domingo cuarto de Cuaresma


1 Sam 16,1b.6-7.10-13a. Ef 5,8-14. Jn 9,1.6-9.13-17.34-38.

Homilía 26 de marzo de 2017


La petición en la oración colecta es: que el pueblo cristiano se
apresure con fervor y entrega generosa a celebrar las fiestas
pascuales".
Empiezo con un dicho del sabio chino Lao Tzé "La mejor
perfección es de apariencia imperfecta, pero su actuación es
inagotable". Y hoy nos encontramos con unas páginas repletas de
sabiduría. Las diferentes formas de ver e interpretar la vida. Es la
paradoja planteada en la primera lectura, cuando Samuel tiene que
elegir al futuro rey entre los hijos de Jesé. Resulta que Dios se ha
fijado sorprendentemente en el menor, pues "la mirada de Dios no
es como la mirada de los hombres, el hombre mira lo que aparece,
"pero Dios mira el corazón"
Hay quienes se fijan en las apariencias y se dejan llevar, son
los ciegos. Pero también están los que se fijan en la interioridad, el
porqué último que mueve el pensar y el obrar, esos son los sabios.
Es la luz que nos trae la Pascua, el encuentro con Jesús resucitado,
al que nos preparamos.
El Evangelio de hoy se mueve entre esta paradoja: El ciego
de nacimiento y los que se precian de guías del pueblo. Pero aquí
resulta que el que ve es el ciego y los que se precian de ver están
ciegos.
Tenemos un ciego de nacimiento y además mendigo, que no
puede valerse por sí mismo para nada. Y, por si fuera poco,
pecador y maldito por ser así. Condenado por una sociedad que no
hace nada por él. Y llega a tal extremo la hipocresía humana que
condena como delito su curación en sábado.
Pero ha aparecido Jesús, que sin mediar palabra, le unta
barro en los ojos, como para que sea más palpable su ceguera y le
indica que vaya a la piscina de Siloé a lavarse. Fue, se lavó y vio.
Ciclo A - 43

Jesús había desaparecido. Da la luz sin gestos llamativos y sin


crear dependencia. Para Jesús, como en todo el Evangelio, la
prioridad son los que sufren males y encima marginación.
Ahora el ciego tiene los ojos abiertos pero aún no estaba en
él la luz. Las tinieblas desde la perspectiva de este Evangelio, son
ciertas estructuras sociales y también religiosas, que oprimen al
hombre para que no vea por sí mismo el lado claro u oscuro de la
vida. Son los sistemas dictatoriales. Es el sistema el que decide lo
que tiene que hacer cada persona. Estos sistemas necesitan ciegos
para justificarse a sí mismos.
A veces surgen carismáticos iluminados que descubren la
trampa. Dejan de mirar apariencias y dirigen su mirada al interior de
las cosas y del corazón. Y naturalmente estorban y son un peligro
para el sistema. ¡Qué claro lo vemos en la política!. Pero también en
las religiones. Es un problema social. Pero no es lo nuestro la
política, lo nuestro es descubrir la veracidad del Evangelio frente a
tantas cargas contrarias ofreciendo felicidades sin cuento. Por eso
Jesús tenía que desaparecer.
En la iglesia primitiva a los bautizados se les llamaba
"iluminados". Nosotros estamos bautizados. Y san Pablo nos
recuerda: "En otros tiempos erais tinieblas, ahora sois luz en el
Señor. Caminar como hijos de la luz, sin tomar parte en la obras de
las tinieblas, sino poniéndolas en evidencia"
Pero es necesario ser prudentes al elaborar nuestro juicio:
no somos tan ciegos, pues el sentirse ciego, ya es ver claro. Ni
vemos tan claro com para seguir creyendo que vemos. He aquí una
llamada a la humildad.
Pero sigamos con el ciego. Tras la curación, la incompren-
sión y la persecución. ¿No le sería mejor seguir ciego? Pero no
puede negar la evidencia. Es la experiencia de la fe. Ha palpado el
poder de lo sobrenatural y da testimonio del mismo, y, hasta con
ironía. ¿Es que queréis haceros discípulos suyos? Y al fin llega a
la visión plena. Jesús en persona se le revela como el domingo
pasado a la samaritana. Ha recorrido el camino completo hasta
llegar a la intimidad con el Señor. El descubrimiento de Jesús nos
lleva a ver y pensar como Él, es el la luz del Evangelio. Ser como Él
Ciclo A - 44

Al acercarnos a la Eucaristía empezamos a ver con los ojos


de Jesucristo. Esta visión da sentido a nuestra vida. ¿Cómo
actuaría Jesús en tal ocasión? Somos llamados a ser luz y estar
para servir a los hermanos salvando siempre, venciendo las
tinieblas. ¿Somos testigos de la existencia de Jesús resucitado y
que resucita a los muertos?. Dejémonos transformar por la Eucaris-
tía en el pleno contacto con lo divino y participar de la óptica de
Jesús.
Ciclo A - 45

Domingo quinto de Cuaresma


Ez 37,12-14. Rm 8,8-11. Jn 11,3-7.17.20-27.33b-45.

Homilía 2 de abril de 2017


La Oración de entrada pide “Vivir siempre del mismo amor de la
cruz de tu Hijo”. Es el anuncio del cielo y fin de la muerte. La Liturgia
de hoy puede ser una síntesis de toda la Cuaresma. Jesús llama a
atravesar la frontera de la muerte para acceder a una vida nueva.
En la primera lectura Dios responde sl pueblo, que en el
destierro piensa que Dios lo ha abandonado. "Yo mismo abriré
vuestros sepulcros y os traeré a la tierra de Israel". Es tantas veces
nuestra situación ante las frustraciones de la vida. Pues para
nosotros habla hoy Ezequiel.
También el Evangelio, rico en símbolos, en personas y
frases alude al hombre de hoy, que vive presa de la muerte, sobre
todo porque vive presa del miedo y la cobardía.
Frente a la serenidad de Jesús, la desazón y terror de los
Apóstoles. Son inútiles los argumentos con hombres poseídos de
miedo. Como es inútil que avance la historia de la liberación
humana con personas que sólo piensan en su seguridad.
¡Cuánto paraliza el miedo! Es la muerte interior, que va
destruyendo a la persona que ha perdido la confianza y el coraje de
vivir. Es cierto que existen los peligros, pero también es cierto que
cuando hay miedo, no hacen falta los peligros.
No son los peores tiempos de la Iglesia los de las persecu-
ciones, sino cuando la comunidad se siente derrotada por falta de
confianza. Y hoy vemos dos clases d cristianos: los que saben de
las dificultades de la vida moderna y los riesgos del secularismo,
pero también saben de la fuerza del Espíritu y son capaces de
dialogar con ese mundo nuevo y buscan nuevas formas de
expresión cristiana, como el Papa Francisco. Y otros que por el
miedo sólo ven dificultades y peligros. Y por ese miedo se le
agrandan los peligros. Se aferran a esquemas tradicionales
obsoletos, anclados en el pasado. Pues es especialmente para
Ciclo A - 46

estas personas la frase de Ezequiel: "Os infundiré mi Espíritu y


viviréis, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago".
Y acompañan al miedo las otras formas de muerte: el llanto
y la desesperanza. ¡Cuántas personas y comunidades se pasan la
vida llorando! ¡Qué tiempos aquellos! ¡Qué orden, qué moralidad,
qué respeto! Son los que miran al pasado, no tienen futuro y por
eso están muertos. Y dice Jesús: "para que la gente vea que tú me
has enviado". Para que los "muertos" que lo rodeaban volvieran en
sí y comprendieran que la historia sigue adelante. Y dijo también:
"Esta enfermedad no es de muerte sino para que el Hijo de hombre
sea glorificado" El centro de interés no era el cadáver de Lázaro,
sino los cadáveres de los Apóstoles y las hermanas de Lázaro que
viven como muertos.
La escena que describe san Juan es de un detalle y
precisión en verdad dramática. Muertos que lloran a un muerto o
muertos que se lloran a sí mismos. Está en una fosa profunda, con
una pesada losa, Dentro el muerto con cara cubierta, con quitando
su identidad, brazos y pies atados para que ni se mueva ni ande.
¿No es el cadáver de Lázaro un reflejo de nosotros aplastados por
la losa de la vida, incapaces de ver, de hablar de caminar, centra-
dos en nuestra nada? ¡Escucha la Palabra Despierta tu que
duermes y Cristo será yu luz! Desata tu cuerpo y despréndete de
cuanto te impide ser un ser libre.
Lázaro es el símbolo anticipad de Jesús. También Jesús
dormirá en la cruz y su muerte será la ocasión para que se mani-
fieste el poder del Dios de la vida.
Pablo que estuvo ciego y muerto cuando lleno de odio
perseguía Jesús, es el que hoy nos dice: "Si el Espíritu del que
resucita a Jesús habita en vosotros, ese mismo Espíritu dará vida
a vuestros cuerpos mortales por el mismo Espíritu que habita en
vosotros."
De la Eucaristía se nos dice: "Yo soy el pan de la vida. El
que lo coma no morirá para siempre. El Evangelio nos ofrece al
acercarnos al altar, la posibilidad de salir de la tumba. Comulgar es
comenzar a andar, soltando amarras y libres con la fuerza del
Espíritu.
Ciclo A - 47

Domingo de Ramos
Is 50,4-7. Fil 2,6-11. Mt 27,11-54.

Homilía 9 de abril de 2017


"Que las enseñanzas de tu pasión nos sirven de testimonio y que un
día participemos de su gloriosa resurrección", dice la oración
colecta. La pasión es el testimonio y garantía del amor divino y
garantía de resurrección nuestra.
Comienza la Semana Santa con la gran contradicción.
Recepción apoteósica de Jesús en Jerusalén y salida de la ciudad
para ser crucificado. Asistimos a la veleidad de los hombres y a la
firme fidelidad amorosa de Jesús.
La Semana Santa no es un recuerdo, ni una condolencia del
drama de Jesús, sino una participación activa, porque el drama de
Jesús es el drama de la Iglesia.
En lugar de reprobar la cobardía de Pedro, la traición de
Judas, la ceguera de los fariseos, la idea política de los discípulos
sobre Jesús, la debilidad de Pilatos, miremos en qué medida
hacemos hoy resucitar esos personajes y sus actitudes.
La entrada de Jesús en Jerusalén es una llamada a purificar
ciertos esquemas de imperialismo cristiano. Jesús es rey según
Dios, es decir, rey de paz y mansedumbre. Sin otra pretensión que
iniciar la era del amor, de la comprensión, del servicio', de miseri-
cordia y perdón, haciéndonos revivir de nuevo. Y así pues viene
montado en un burro y es entronizado en la Cruz.
San Pablo en la segunda lectura ilumina perfectamente el
sentido de este Cristo, que ha de ser el del Cristianismo. "Se
despojó de su rango" Poco le importó su condición por salvar al
hombre. Imposible dar entrada hoy al Reino de Dios sin abandonar
títulos y privilegios para ser los cristianos "uno de tantos". "Se
sometió a la muerte" Muere para dar vida a los suyos. Es necesario
dar muerte a viejos planteamientos, acabar con formas de seguri-
dad basadas en el egoismo y el poder. ¿Cuánto estaríamos
Ciclo A - 48

dispuestos a pagar nosotros por un mundo en paz, por la dignidad


y libertad de los hombres?. "Por eso Dios lo levantó...y le concedió
el nombre sobre todo nombre" Entonces es cuando recibe la realeza
y el señorío. Entonces triunfó, no venciendo a nadie, sino al hombre
viejo del odio y la mentira. El fracaso de la Cruz es el triunfo de la
misericordia, la comprensión y la reconciliación.
Hoy asistimos al drama de la Redención que se realiza en
la proclamación de la Palabra y en el Sacramento. Por un lado nos
ilumina nuestra ruin condición. Por otro nos anuncia el amor
inmenso del Dios misericordioso. Alegre mensaje el de la Pasión,
que nos indica hasta dónde nos ama el Señor. Dejémonos envolver
totalmente en ese manto de amor divino.
Hoy saldremos de la celebración reconfortados y alegres por el
amor de que somos objeto. Pero también más humildes. Hemos
conocido más a Dios y también a nosotros mismos.
Somos también llamados a participar activamente en la
Redención de los hombres "teniendo los sentimientos de Jesús".
Con el amor recibido hoy, tenemos también la experiencia de Jesús
para decir "y sé que no quedaré avergonzado" (segunda lectura).
La Eucaristía de hoy, figura anticipad, aunque en figura, del
inmenso misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, nos
invita y apremia a llenarnos de los mismos sentimientos de Jesús.
¡Qué bueno sería que nuestra reacción sea buscar y eliminar de
nuestra vida cuantos sentimientos, opiniones deseos… no coincidi-
rían con los de Jesús. Así nuestra Pascua sería como la suya. Os
la deseo de corazón y espero que la bondad del Señor nos la
conceda a todos, aunque nadie la merezcamos. Así, la Pascua,
rompiendo todo esquema humano y toda comprensión razonable,
nos situará en el umbral de lo divino. El gran asombro ante las
maravillas del amor de Dios con nosotros.
Ciclo A - 49

Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14. 1 Co 11,23-26. Jn 13,1-15.

Homilía 13 de abril de 2017


Asistimos a la celebración de la institución de la Eucaristía, centro
y cumbre de la vida cristiana. Sólo comprensible desde la Pascua,
el paso definitivo hacia el amor.
La Eucaristía es en primer lugar una "comida". No un
espectáculo bonito. Así lo fue en la primera Pascua (primera
lectura), comida de primavera, comienzo de una vida nueva, juntos
en la misma empresa. Los cristianos comemos en cuerpo "entrega-
do" de Cristo y su sangre "derramada". Es unirnos al Cristo que se
da por los hermanos. No es un gesto romántico. Es un compromiso
a aceptar "tener los mismos sentimientos de Jesús". Es hora de
terminar con una misa de obligación, de tradición, sin comunicación,
de caras largas, sin saludos, sin alegría.
San Juan, sitúa antes el episodio del lavatorio de pies.
Parece intuir que se pueda dar un rito sin sentido. Pedro se opone
a ser lavado. Es figura de una Iglesia que piensa en el "status", en
la cómoda posición. Y menos en lavar a los demás. Jesús quiere
una Iglesia solícita por os demás. Que no teme ensuciarse, que es
capaz de "cargar con las suciedades, diríamos, con los pecados de
los demás. Una comunidad que no entiende así el gesto de Jesús,
tendrá que oir la respuesta de Jesús: "No tienes nada que ver
conmigo". Al fin dice: Lo que yo he hecho con vosotros, hacer
vosotros lo mismo". Este Jueves santo nos invita a una reforma
interior. Es la adquisición de la forma servidora de la humanidad,
despojada de apariencias, de pensar altanero, de ser mejor que los
otros. Preocupada por los pobres, los angustiados, de rodillas ante
el afligido. Así se adquiere la libertad y se alcanza el Reino. Y se
propaga y amplia. l.
El texto de Pablo nos habla de "alianza". La Eucaristía no es
un rito individualista, no es comulgar pata mí. Sino que es un gesto
de alcance histórico, que rebasa los límites de mi comunidad y
Ciclo A - 50

alcanza al mundo entero... Comulgar es transformarnos en aliados


de Dios, del Dios que libera a su pueblo, como lo hizo en Egipto.
Y, ¿qué alcance histórico tiene hoy nuestra Eucaristía?. En
la última Cena, Jesús tuvo presente a su época y la de todos los
tiempos. Y por todo ese mundo dio su vida, Transformado su
corazón, como lo recuerda Juan, en una fuente de la que mana la
sangre de la vida y el agua del nuevo espíritu. Y Jesús nos pide
celebrar la Eucaristía "hasta que Él vuelva", es decir hasta que la
Pascua sea una realidad universal.
Es la Alianza que fue anunciada por los profetas: A"Pondré
mi ley en sus entrañas, Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo, les
daré un corazón y una sola y nueva manera de vivir… "
Jesús en la Ultima Cena se compromete con esa Alianza y
su sangre es garantía de la fidelidad de su amor, sin papeles ni
firmas.
Y hoy seguimos rubricando ese pacto de amigos, de unidos
a Ël, y con Él, a todo el mundo y a cada ser humano, empezando
por los más cercanos, comprometiendo nuestras vidas por la
liberación del mundo entero. Es pena, pero estamos en general
lejos de esa Alianza en nuestras Misas. En este día nos invita el
Señor a recuperarla.
La Eucaristía nació cuando Jesús "antes de la Pascua,
sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al
Padre, habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo…"
Fue un acto tenso y dramático, lleno de sentimientos, en el que el
amor intentó adquirir su máxima dimensión.
Es necesario, para que la Eucaristía me hable hondo,
despojarla en primer lugar de sentimentalismos infantiles y románti-
cos. Y también dejar a un lado las preocupaciones personales
materiales, laborales, económicas, familiares, cuando estamos ante
un acontecimiento de alcance universal. Este acontecimiento fue un
cambio de ritmo en la historia universal. Una inflexión en la historia
universal.
Los primeros cristianos comprendieron que estaban ante
una realidad nueva que ya estaba en marcha: la comunidad
Ciclo A - 51

universal, salvada y redimid, de los hombres de todas las razas


sentados a la misma mesa, conscientes todos de un compromiso
histórico irrenunciable.
Ciclo A - 52

Viernes Santo
Is 52,13-53,12. Hb 4,14-16; 5,7-9. Jn 18,1-19,42.

Homilía 14 de abril de 2017


Hoy es el día centrado en la Pasión de Jesús. Una vez más aparece
la paradoja de los caminos de Dios. Los tribunales juzgan a Jesús
y lo hallan culpable. Y el reo se constituye en juez del mundo, juez
de la iniquidad del mundo, cuya culpabilidad queda al descubierto.
Van a pasar delante de Jesús distintos personajes. Veamos.
Los discípulos, sus fieles seguidores, que delatan su
cobardía, sus dobles intenciones, su afán de poder. Judas, la
traición. Anás y Caifás, los guardianes del orden religioso y sus
valores, como hombres sagrados amparados en su prestigio.
Pilatos, juez de sediciosos, débil y sin convicciones. Los guardias,
es la brutalidad humana sin conocer la causa. El pueblo, llevado de
sus sentimientos, engañado por sus líderes, bajo la cortina de huma
de patriotismo y valores religiosos. María, las mujeres y Juan, los
que sufren en silencio, unidos a Jesús para alentar a los hermanos.
Hoy es nuestro juicio. Cristo en la cruz es una llamada al
fondo de cada uno para reconocer su pecado, tan hábil y sutilmente
disimulado. Todos tenemos nuestra parte en este drama. Todos
tenemos parte en un sociedad utilitaria, individualista, intransigente,
dada el insulto, a la calumnia, a la presión moral o psicológica, al
silencio, al desprecio…
Pues ahí está sobre el trono de la cruz, abrazando a la
humanidad dividida, a la que redime con su sangre. Otra paradoja,
quien muere como un esclavo, es reconocido en la fe, como el
Hombre Nuevo, que hace nuevas todas las cosas. En la cruz se
entierra el pasado, fenece el pecado y comienza la era de la Luz y
del Amor.
Este Viernes nos llama a revisar nuestras actitudes comuni-
tarias para ver si corresponden al modelo de Jesucristo o al modelo
de los otros personajes. Hace falta reconocer una realidad, aceptar
Ciclo A - 53

el abrazo del crucificado, abrazo de la misericordia y tomar una


nueva forma de vivir, sin odios, ni rencores, perdonando a los
enemigos, orando por los que nos persiguen y confiando en el
Padre en las horas turbulentas.
El amor de Dios se nos ha manifestado definitivamente, no
en el miedo, sino en el cordero sacrificado.
A lo largo de los siglos se han dado muchas interpretaciones
de la figura y misión de Jesús. Y por tanto de la misión de la Iglesia
y de los cristianos. Y por cierto también hoy, seguimos muchos
fabricándonos el Cristo de acuerdo a nuestro parecer y convenien-
cia. Todos usan, o usamos, como bandera, de ideas o iniciativas un
tanto contradictorias. Hay incluso políticas y fracciones de la Iglesia
que manipulan tal frase o expresión de Jesús para llevar el agua a
su molino.
Pero hoy, en este Viernes, en que también se juzga nuestra fe, es
necesario tirar y destruir una careta de perfección falsa, que
nosotros mismos nos la creemos. Es necesario preguntarnos si
nuestro seguimiento a Jesús es verdadero, si en nuestra vida
pensamos y hacemos lo mismo. Dar la vida gratuitamente en aras
de misericordia por todos los hombres, en especial por os que no
son, piensan o sienten como nosotros. Es necesario releer con
absoluta sinceridad el relato de Juan, el testigo “que vió y da
testimonio, y su testimonio e verdadero, y él sabe que dice a
verdad, para que vosotros creáis”. Que este Viernes nos enfrente
con el auténtico rostro de Cristo, enviado del Padre, “para que
ninguno se pierda”. En él está la salvación para cuantos, pese a
negarlo, se acogen a su amor redentor.
Así podemos acoger la Pascua, como paso del Señor que
cura y transforma nuestra muerte en vida en Vida Nueva. Su muerte
borra todas nuestras iniquidades. Podremos escuchar a Jesús que
nos dice como a Lázaro: “Levántate y anda”, pero no como antes,
sino con la nueva forma de vida exente de todo lo que no es el
Evangelio.
Os deseo una feliz Vigilia, Un paso del Señor.
Ciclo A - 54

Vigilia Pascual
Gn 1,1-2,2. Gn 22,1-18. Ex 14,15-15,1. Is 54,5-14. Is 55,1-11.
Bar 3,9-15.32-4,4 Ez 36,16-28. Rm 6,3-11. Mt 28,1-10.

Homilía 15-16 de abril de 2017.


Muy larga fue la espera de la humanidad, recorriendo muchas
etapas hasta llegar a vislumbrar la plenitud de la vida, en la plenitud
de los tiempos. Son la etapas que hemos recorrido (sintetizadas
bastante) en las lecturas del Antiguo Testamento. Pero como no
hay redención sin sufrimiento, sin sangre y lágrimas, ahí tenemos
la historia del pueblo hebreo, nuestro antecesor. Una historia larga,
siglos de luchas y esperas, de desastres y resurgimientos, de
impiedad y de confianza. Es bueno volver sobre ella y revivir nuestra
propia historia. Sí, Cristo ha resucitado, pero estamos lejos de esa
vida. Mas esta noche, todos juntos, esperamos el alborear de una
vida nueva. ¡Estamos tan apegados a la muerte!
Os pondría hoy como centro de todo "NO BUSQUÉIS
ENTRE LOS MUERTOS AL QUE ESTÁ VIVO". Hace dos mil y pico
años resonó este grito y hoy lo volvemos a oir apremiante.
Mateo comienza el Evangelio "En el primer día de la
semana…" Expresión sugestiva en simbolismos. Comienza una
nueva semana, la otra se ha borrado. Antes, tiempo de la tumba.
Después, la vida nueva. Los discípulos descubrieron que seguían
a un muerte, pero está vivo. Las mujeres han ido con misturas para
embalsamar el cuerpo, para momificarlo y colocarlo en un mauso-
leo. Están tristes y con miedo. Es la Iglesia pre-pascual. Que mira
al pasado. Así estamos nosotros asomados a la tumba. Es el
cristianismo del hastío y la costumbre. Sin renovación.
Y surge la voz "Sé que buscáis a Jesús crucificado, no está
aquí, ha resucitado". Somos llamados para vivir. Para ir hacia
adelante. Sin encasillar el Evangelio en recetas moralizantes. En la
Pascua Dios ha bajado y está con nosotros, que quiere cambiar el
rumbo de la historia.
Ciclo A - 55

Y las mujeres son la primeras en recibir el anuncio. Es decir


"las personas de segundo orden", el pueblo humilde y marginado.
Y fueron las únicas que se preocuparon de hacer algo por el cuerpo
torturado de Jesús. Fue su sencillez y frescura lo que les permitió
ver a Jesús. Y volvieron del sepulcro, abandonaron su esquema de
vida y corrieron a anunciarlo. Y ¿qué pasó? Las tomaron por
visionarias!
Nosotros somos invitados esta noche a abandonar el
sepulcro de un cristianismo estático y convencional para anunciar
a todo el mundo una vida nueva, a estrenar. Pero cuidado con
quedarnos en frases huecas, que no van más allá de las paredes
del templo, frases que son parte de la tumba, salvo que se hagan
realidad en una vida nueva, en la relación con los demás y con todo
el mundo, en nuevas actitudes.
Pablo nos llama a una vida nueva. A salir del romanticismo
pascual. Y ¿eso qué es? Es la renovación de nuestro Bautismo.
Reemprender la condición de "hombres nuevos". "Nuestra vieja
condición ha sido crucificada, quedando destruida nuestra condición
de pecadores… Por el Bautismo fuimos sepultados con Él en su
muerte… para que caminemos en una vida nueva". La Pascua tiene
un sentido íntimo, espiritual, diría místico. Pero la expresión
"resucitar con Cristo" es mucho más que esperar el más allá. Es
desnudarnos de una forma de afrontar la vida. Entrar en las aguas
del Bautismo para revestirnos de la forma de ser de Jesús. Dejar en
el agua que lava, las formas viejas. La Pascua no es un día para
hacernos la idea de que algún día resucitaremos con Cristo. Es
caminar ahora en la vida nueva. Nueva forma de ser y de tratar con
todo el mundo. Nueva forma de ver a las personas. Todos como
hijos de Dios, como hermanos.
La Pascua es la permanente reforma de la sociedad
humana. Estamos en el primer día de la semana. Cada generación
ha de agregar un nuevo día para que la historia avance, sea una
realidad ese insólito Evangelio del amor sin medida, ¡hasta el
enemigo!. Pues ya no existirán enemigos. Empecemos hoy a vivirlo.
Ha pasado el Señor resucitado por nosotros y nos hace de nuevo
con Él.
Ciclo A - 56

Domingo de Resurrección
Hch 10,34a.37-43. 1Co 5,6b-8. Jn 20,1-9.

Homilía 16 de abril de 2017


Hoy no es un día más de fiesta. Hay algo completamente nuevo.
Gozar de la experiencia de la libertad y el amor. Lo que no logramos
en todo el año nos surge de improviso: mirar el rostro del hermano,
sonreírle, apretar su mano, su abrazo fuerte, su beso de paz con
todas las consecuencias, olvidar las ofensas, en fin, abrirnos a la
amistad a todos los seres, y darles lo mejor de nosotros mismos.
¡Cristo ha resucitado! El hombre resucita, la humanidad se despier-
ta, el oprimido se levanta. Todo es distinto y nuevo.
Pero vayamos sobre la Palabra de Dios.
El primer día de la semana, a oscuras, cuando la fe aún no
ha iluminado nuestro día. Estamos confusos como Magdalena
mirando la tumba vacía. Es el vacío de nuestras crisis, cuando los
viejos esquemas se nos caen, perdemos toda seguridad. Sentimos
miedo. Y ¿dónde está Jesús? ¿Nos lo han robado?.
Ella pide ayuda a Pedro y Juan. ¿Será posible? Es nuestra
pregunta cuando algo incomprensible sucede. Ellos salen corriendo.
Juan llega primero, es más joven y corres más. Pedro observa con
detenimiento y no entiende nada. Juan, que había estado al pie de
la cruz, que se había llevado a María a su casa como madre, "vio y
creyó". Pedro siempre había resistido a la cruz. El orgullo lo había
obcecado. Aunque más tarde, junto al Lago, habiendo sido
previamente humillado en sus posturas, cambiará completamente.
Está claro el mensaje. Sólo el que por amor acepta el
camino de renuncia y entrega, puede comprender el misterio de la
salvación. Es inútil investigar como Pedro. La fe en la Pascua es
una experiencia para los que escuchan el Evangelio del amor como
la gran noticia que salva, se lo creen humildemente y lo llevan a la
práctica.
Si una comunidad no vive y crece en el amor, si no pasa
Ciclo A - 57

"haciendo el bien y curando oprimidos por el diablo" (primera


lectura) ¿cómo podrá dar testimonio de Cristo? ¿Quién la creerá?.
Es maravilloso el breve mensaje de Pablo. "Basta un poco
de levadura para fermentar la masa". Hace ya más de veinte siglos,
con la experiencia del paso del Señor, los primros cristianos se
metieron sigilosamente en la masa de la humanidad, colocando en
ella el germen, la levadura. Hoy somos, en relación al mundo entero
una minoría, pero aquí estamos. Tal vez nos preguntemos ¿qué
significamos para el mundo actual?. Pablo nos invita a celebrarla
con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. El futuro éxito es
de Dios.
Tal vez no acertamos del todo en este camino. Y sería la
mejor aportación a un mundo corrompido por la mentira. Anunciar
lo que yo he recibido. Con sinceridad y verdad, ¿qué es lo que yo
he sido?. Un pobre pecador. En verdad. ¿qué he recibido gratuita-
mente? -La salvación y el perdón de los pecados.
En el canto del Benedictus se dice del Bautista que ha sido
elegido para ser profeta del Altísimo preparando sus caminos,
precisamente anunciando la salvación y el perdón de los pecados.
Y eso es lo que con sinceridad y verdad podemos hacer cada uno,
que es lo que hemos sentido que se ha hecho con nosotros. Así
hacemos presente a Jesucristo en medio del mundo corrompido.
Ciclo A - 58

Domingo segundo de Pascua


Hch 2,42-47. 1 Pe 1,3-9. Jn 20,19-31.

Homilía 23 de abril de 2017


La comunidad cristiana nace de la Pascua y el espíritu pascual la
desarrolla lanzándola a la evangelización universal. La liturgia de
hoy está centrada en la comunidad.
La palabra "comunidad" es hoy muy actual y sus significados
muy variados. Desde la comunidad de vecinos, hasta la Comunidad
Europea.
Pero algo nuevo ha resurgido a partir de la resurrección de
Jesús por obra del Espíritu Santo: los que estaban dispersos se
unen.
El Evangelio de Juan, preciso y simbólico, presenta el
comienzo de una nueva semana, de un tiempo nuevo. Y en medio
de una comunidad, con el miedo como acompañante. Y encerrada.
El miedo la paraliza. Cerrada para aislarse de los hombres. Una
comunidad cerrada es de muerte. Es triste que muchas comunida-
des cristianas y religiosas parecen seguir en esa línea. Viven sin
alegría. Temen a los demás. Viven sin afecto, sin expectativas si n
proyección de futuro, anclada y sin deseos de cambiar.
Entonces Jesús, entra sin llamar, como un ladrón. Su saludo
es un proyecto de vida. Paz a vosotros. Shalom. La paz de la vida.
No la paz de la muerte que deseamos a los muertos "descanse en
paz". Esa paz es la alegría de reconstruir nuestra vida. Nos lo dice
la Carta de Pedro. "Bendito sea Dios que por su gran misericordia,
por la resurrección de Jesús, nos ha hecho nacer de nuevo para
una esperanza viva". Así, la Pascua hace nacer de nuevo la
comunidad cristiana. Une a sus miembros la esperanza de nacer
siempre de nuevo.
Según el Evangelio los signos de la presencia de Cristo
resucitado son la paz y la alegría, en el amor. Pero ¿porqué lo
expresamos con el duro rostro de la ley, las obligaciones, la rutina,
Ciclo A - 59

el hastío?-
El miedo había hecho a Tomás huir lejos y alejarse y
desentenderse totalmente. Ahora le dicen que Jesús está vivo y no
le cabe en la cabeza- La cruz no aceptada le impide poder recono-
cerlo. Jesús le invita a palpar las llagas y entrar dentro de ellas. Y
fue entonces cuando reconoce a Jesús.
Algunos Padres ven las llagas como las hendiduras de la
roca donde se encuentra refugio. La roca es Cristo. Ahondar en las
llagas es palpar nuestras infidelidades y sentirlas perdonadas.
Quien quiera llegar a palpar a Dios tiene que pasar la barrera de la
humillación debe anonadarse. Y descubrir que todo está curado. Es
el encuentro con la misericordia que transforma. Entonces Tomás
hizo su profesión de fe "Señor mío y Dios mío".
La Pascua inicia la comunidad. Pero la vida de comunidad
no es un idilio romántico. Es un camino de amor y dolor entremez-
clados. De fallos, de humillación, de reconocimiento, de misericor-
dia, y perseverancia en el tiempo. Así surgió la comunidad que nos
presenta el Libro de los Hechos. Han de surgir conflictos, desave-
nencias, rupturas… y hasta odios. Pero el que permanece es
porque cree en la supremacía del amor sobre otras fuerzas como
obra del Espíritu que Jesús envió.
Resumimos en dos cosa: Primero que los cristianos viven
unidos. Si Tomás no vio al Señor es por ausentarse de los demás.
Tendría su justificación, seguro, como nosotros… La unión era
especial: oraban juntos, escuchaban la Palabra, celebraban la
Eucaristía, tenían todo en común, no había pobres ni ricos, ni clases
sociales, ni justos y pecadores. El amor lo había unido todo. Alguien
ha apreciado que eso es una utopía. Sí que lo es. Pero el que lo
afirma, seguro que es para no arriesgarse a cumplirlo. Si no,
¿Dónde está lo nuevo de la Pascua? El segundo punto es: eran
constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida
común, en la fracción del pan. La constancia no se ha de confundir
con rutina. Una comunidad que vive para conservar sus esquemas
y estructuras, no crece y muere. Muere con el tiempo y la historia la
supera.. ¡Animo a no morir, que Jesucristo resucitado es la Vida,
que saca de nuestras muertes!.
Ciclo A - 60

La Eucaristía es el signo de nuestra pertenencia a la


Comunidad de Jesús. Al comulgar con el Cuerpo de Cristo,
comulgamos con todos los redimidos. Esto, sí, que es comunidad.
Ciclo A - 61

Domingo tercero de Pascua


Hch 2,14.22-33. 1 Pe 1,17-21. Lc 24,13-35.

Homilía 30 de abril de 2017


Empezamos recodando la oración colecta: exultar siempre al ver
recuperado y rejuvenecido el espíritu…" Pues vamos a que se
cumpla en la celebración.
Es de notar la descripción de Lucas sobre los discípulos de
Emaús. "Se alejan de la ciudad, ruptura total, esperanza muerta,
ruína. Una nube de dudas, incredulidad, desprecio de la visión de
las mujeres, huir de la zona cuestionada. En fin, gente derrotada y
sin remedio. Y mirad su ceguera: No dicen que Jesús se entregó
voluntariamente a la muerte, sino que fue víctima impotente del
poder de judíos y romanos. Esperábamos que fuera el liberador de
Israel, pero…
El problema es grave. No logran ver a Jesús desde otro
ángulo que el provecho propio. No comprendían que venía como
Mesías humilde y servicial y que la muerte no le fue impuesta, que
su reino no era del poder sino de servicio fraterno.
No le pudieron reconocer porque encerrados en su desazón
sólo les interesaba su YO. El fracaso les consumía, su ilusión
evaporada y hasta la envidia de que las mujeres le hubiesen visto.
Las mujeres le vieron, pero Pedro y los apóstoles fueron y no vieron
nada. Están tristes sobre todo por la muerte de sus planes.
Los apóstoles como los de Emaús pensaron utilizar a Jesús
para sus ideas triunfalistas, decían buscar a Jesús, pero se
buscaban a sí mismos. Por eso, muerto Jesús, sus vidas carecen
de sentido. Y esto es un mensaje para nosotros, en la medida en
que vamos dejando una óptica egocéntrica, nos disponemos para
que Jesús, el Hombre Nuevo, vaya penetrando en nuestra existen-
cia. Y no ya con los ojos, sino con el corazón. Trasmitiendo
íntimamente una forma nueva de comunicarnos con los demás,
permaneciendo en la comunidad, pese a las dificultades, aprendien-
Ciclo A - 62

do a vivir con las lecciones de la muerte, emmezando a querer a oa


congraría, viendo hermanos e hijos de Dios en toda las personas…
No se nos desvelará nunca el misterio de saber cómo
llegaron los apóstoles a ver, o cómo vieron a Jesús cambiado tras
la resurrección. Pero sí sabemos su testimonio después de haber
abierto los ojos. Lo tenemos en las lecturas de hoy.
Los de Emaús, al instante, olvidan su cansancio, la oscuri-
dad y la distancia, salen corriendo a dar la noticia a los demás.
Pedro y los demás apóstoles, que habían vivido encerrados
por el miedo, dan testimonio del acontecimiento que ha trasformado
sus vidas. Pedro irrumpe con el salmo 16, todo se le hace primave-
ra: Con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el
corazón, exulta mi lengua y mi cuerpo descansa esperanzado. Me
enseñarás el sendero e la vida"
Hermanos, ¡Ha resucitado el Señor!. Traduzcamos estas
viejas palabras en una vida llena de esperanza, de amor, de alegría.
Estamos en Pascua, es primavera. No marchitemos sus flores.
Sería un grave delito.
Vamos ahora a la Comunión. Pero ¿Dónde está Jesucristo
resucitado para que lo veamos?. No huyamos de la comunidad, no
nos escondamos, no nos separemos de los hermanos, reunámonos
en la misma mesa, pues allí está el Señor bajo el signo eterno de la
entrega.
Ciclo A - 63

Domingo cuarto de Pascua


Hch 2,14a.36-41. 1 Pe 2,20b-25. Jn 10,1-10

Homilía 7 de mayo de 2017


Hemos pedido al principio, con el gozo de la resurrección, la alegría
eterna del Reino de tus elegidos y que el débil rebaño tenga parte
en la victoria de su pastor.
Y toda la Liturgia hoy, en sus tres lecturas, tiene como centro
a Jesús como único pastor de la comunidad cristiana.
Pedro expresa el día de Pentecostés que Jesús, a quien
crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías. Luego, en si
primera Carta, "Andabais errantes como ovejas y habéis vuelto al
pastor y guardián de vuestra vidas. Afirmaciones que van a ser
recogidas, años después por san Juan en su Evangelio.
En tiempo atrá, se había considerado en la Iglesia a esta
misión el carácter de jerarquía jurídica, influencia del derecho
romano, pero no es así según Jesús, que corrige seriamente a los
apóstoles cuando discuten las preeminencias. Cuando esto se ha
dado, la Iglesia lo ha pagado caro en desprestigio y los fieles en
inmadurez y servilismo.
Es cierta la necesidad de orden, pero el servicio al orden no
es sino burocracia, como el servicio a la autoridad es despotismo
Para Jesús la misión de la autoridad es el servicio y que nadie se
sienta dueño de la comunidad y de las conciencias.
Pero me paro aquí a anotar que la misión pastoral no se
refiere sólo a los ministerios ordenados, sacerdote u obispos,
igualmente a padres, educadores, superiores religiosos, o directores
de cualquier grupo u organización cristiana.
El Evangelio presenta dos formas de guías. El que entra por
la puerta. Y Jesús es la puerta. Es el que guía con la actitud y los
sentimientos de Cristo. O bien el que va en beneficio propio y daña
o arruina a la comunidad.
Ciclo A - 64

El que entra por la puerta llama a cada una por su nombre.


No trata como a una masa sumisa. Teniendo en cuenta las
necesidades y circunstancias de cada una. Cada una tiene su
nombre, su personalidad, sin emparejarlas en un gris anonimato.
Pero todas iguales y unidas. Y las saca afuera. Esta expresión
significa sacar de sí mismo, educar, de su inmadurez, desarrollando
sus talentos y capacidades.
Cuando las ha sacado el verdadero pastor camina delante
y las ovejas le siguen. No indica una actitud paternalista del
seguiiento, sino que es el da la cara frente al peligro, ser el primero
es ofrecer la vida a favor de la comunidad. Mientras que el mal
pastor se encierra en su castillo y deja a las ovejas ante el peligro.
Y este es el criterio del servicio: quien esté dispuesto a perderlo
todo por sus hermanos, que se ponga al frente.
Otro punto es el espíritu crítico de la comunidad conocen su
voz. Disciernen cual es el verdadero pastor.
Si la Pascua es la primavera de la vida, bueno es mirar al
futuro y poner en práctica la Palabra de Dios. Pues cono ya hemos
dicho, todos, de una u otra forma, ejercemos una función pastoral.
Vamos a ponerlo en práctica, pero antes descubrir que es
así como Dios nos trata a cada uno de nosotros. Desde ahí,
podemos empezar.
En la comunión asumamos la misma forma de de ser de
Jesús, sus mismos sentimientos y actuaciones. Servir sirviendo.
Pensemos. Si tal vez muchos rechazos o desviaciones de nuestros
hijos o discípulos, no han venido porque no han visto al pastor
según el modelos de Jesús, en lugar de buscar otras causas. Ojo,
en algunos casos, no siempre.
Ciclo A - 65

Domingo quinto de Pascua


Hch 6,1-7. 1 Pe 2,4-9. Jn 14,1-12

Homilía 14 de mayo de 2017


Comenzamos por la oración colécta: míranos siempre con amor de
padre… alcánzanos la libertad y la herencia eterna.
Nos podemos preguntar si la descripción ejemplar de Lucas
sobre la primera comunidad cristiana es un hecho real o un ideal. Lo
cierto es que estamos ante la primera "crisis". Y es que la Pascua
no actúa "mágicamente" sobre los cristianos. Sino que es, por lo
que se ve, un proceso extendido en el tiempo y el espacio.
El texto de los Hechos nos lleva a poner los pies sobre tierra.
Había dos estamentos socio-culturales: Los judíos de Palestina,
orgullosos de su raza, lengua y lugares santos; y los oriundos del
Imperio Romano que tenían alguna sinagoga en Jerusalén. Parece
que los judíos palestinos, como "dueños de la casa" no cuidaban
igual a las viudas de legua griega. He aquí ya el problema social y
racial.
Se ve que estaba lejos de comprenderse el alcance del
Hombre Nuevo surgido de la Pascua. Este es el hecho. Pero
también la falta de funciones definidas en la Comunidad. Los
Apóstoles habían tomado todas las funciones: predicar, administrar
sacramentos y dineros, servicios sociales… Tras la crisis vieron
que no podía seguir así: "No nos parece descuidar la Palabra para
ocuparnos de la administración". Y hoy, todos los miembros están
llamados a ser miembros activos ocupando los diversos servicios o
menesteres. Pero antes de ver esas funciones vamos a las otras
lecturas.
La Carta de Pedro, que se ha llamado la Constitución o
Carta Magna de la Iglesia, ofrece unos principios fundamentales.
Que debemos unirnos a Cristo, piedra fundamental como piedras
vivas, escogidas, preciosas, para construir el edificio, la Iglesia
como Comunidad. Y nadie es elemento muerto ni pasivo. Sino que
Ciclo A - 66

todos están llamados a un sacerdocio sagrado.


Pero sucedió que mientras la Iglesia occidental ensalzó el
sacerdocio jerárquico, se olvidó del sacerdocio universal. Que no se
ejerce en los ritos, sino en la vida diaria. Nuestro sacerdocio
consiste en construir la comunidad cristiana, mantenerla y promo-
verla. Así, la Carta, antes de hablar de funciones, precisa que todos
debemos tener un papel específico según las necesidades.
El Evangelio cuando dice "en la casa de mi Padre hay
muchas moradas, podemos trasladarlo a la casa de aquí abajo, que
hay lugar y trabajo para todos. Mal ha causado en la Iglesia el
acaparamiento de funciones en la jerarquía, diócesis, parroquias,
comunidades, grupos… . Necesario como principio fundamental:
que nadie se sienta dueño en la Iglesia ni se crea salvador de nadie
ni se sienta indispensable.
Los Apóstoles distinguen dos tipos de funciones: la Palabra
y el culto y por otro lado organizar el servicio social, la caridad la
administración. Tareas encaminadas a servir a la comunidad que
tiene hambre de la Palabra, de pan y promoción humana.
Llaman la atención en primer lugar la primacía del ministerio
de la Palabra, que es la iluminación de la Comunidad, cosa que no
se puede postergar, así como la evangelización. E igualmente la
responsabilidad de los laicos, que llegado el momento se presentan
a los pastores para plantearles respetuosamente sus quejas y
puntos de vista. Si los laicos siempre hubieran cumplido esta
misión, escuchados por la jerarquía, no se habría llegado a
situaciones de verdad graves. Lo cierto es que es más fácil y
cómodo callar y evitarse un disgusto. Pero Lucas admite aquí el
derecho a la crítica sencilla y abierta. Clérigos y laicos han de
madurar de forma que primen los intereses de la Iglesia sobre
egoísmos particulares.
También corresponde a los laicos resolver los problemas
que a menudo surgen de la vida cotidiana. Hay que ver también en
el texto que los Apóstoles dejan libre a la comunidad para elegir los
puestos necesarios. Pero indicando las cualidades que deben tener.
Pues si han valorado la propia tarea de la predicación, no es menos
el servicio a la comunidad. Sean "hombres de buena fama, llenos
Ciclo A - 67

de Espíritu Santo y sabiduría". Pues servir a los hermanos no es


tarea que se puede hacer de cualquier modo. Es función que
supone delicadeza, buen trato y amor al prójimo. Estamos en
Pascua y el Espíritu Santo viene hoy a renovar nuestras comunida-
des eclesiales.
Y hoy la Eucaristía es el signo de una Comunidad en la que
todos se sienten iguales ante Dios y ante los demás hombres.
Ciclo A - 68

Domingo sexto de Pascua


Hch 8,5-8.14-17. 1 Pe 3,15-18. Jn 14,15-21.

Homilía 21 de mayo de 2017


Petición de la Colecta: Continuar celebarndo estos días de alegría
en honor de Cristo resucitado y que los misterios celebrados
trasnformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras.
Sólo faltan dos semanas para Pentecostés y la Liturgia nos
empieza apreparar. Pascua y Pentecostés son dos complementos
de un mismo misterio. El Espíritu es don por excelencia de la
Pascua. Así aparece en el Evangelio de Juan, cuando, Jesús, al
presentarse el mismo día de Pascua a los discípulos, les dio la Paz
y lugo soplando sobre ellos les dice "Recibid el Espíritu Santo".
Lucas, pedagogicamente, sitúa cincuenta días entre las dos
fiestas. Así coincide Pentecostés con la fiesta judía de la entrega de
la Ley a Moisés. Los Hechos apuntan, que si la Pascua es el
nacimiento de la Comunidad, el Espíritu Santo le confiere plenitud
y madurez.
Felipe, qua había sedo elegido entre los "siete varones",
aparece en Samaría. Tras la muerte de Esteban los cristianos
helenistas se dispersaron buscando lugares más seguros. Felipe
era uno de ellos y fue a Samaría, lugar seguro por no ser "judía,
Fue la capital del Reino del Norte. Son maravillosas y bien conser-
vadas sus ruinas. Llega allí Felipe, despierta el interés y funda y
bautiza una comunidad. Luego son enviados Pedro y Juan y los
Confirman. Hay otor caso paralelo con Pablo en Éfeso. Está claro,
los cristianos se incorporan mediante dos ritos fundamentales:
Bautismo y Confirmación. Que en la Iglesia Orienal se hacen juntos.
En la Occidental se hace cuando parece ser más consciente de lafe.
La fe es la presencia del Espíritu Santo. Pero no es un estado
permanente como el que compra un coche, La está sometida a los
altibajos de la persona. Por eso tenemos que renovar la presencia
del Espíritu mediante los Sacramentos. Todos estamos confirmados
y todos esperamos celebrar Pentecostés. ¿No srrá la presencia del
Ciclo A - 69

Espíritu Santo la que nos hace deaearlo mucho más y venir a


recibirlo?.
El Evangelio de Juan insiste en su necesidad y los Hechos
nos concreta su forma de obrar. El Espíritu congrega la comunidad
dispersa, trae la alegría y el amor servicial, robustece en las
persecuciones, está presente en las decisiones…
El Evangelio de hoy nos muestra un especial faceta: "Si me
amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo pediré al Padre para que
os de otro defensor que esté siempre con vosotros, es Espíritu de
la Verdad". Jesús llama al Espírito Santo Defensor o Paráclito y
Espíritu de la Verdad. Y lo prese3nta como el que obra el amor y la
unidad entre todos los hombres.
Es nuestro defensor. Sin Él el miedo nos desanima y nos
cierra en una estructura defensiva. El Espíritu rompe el cascarón y
nos lleva a confiar y esperar, no en nosotros ni en nuestras ideas,
sino en su presencia imperceptible. Los Apóstoles confiaron en sus
planes y fracasaron. Mas luego dijeron: Es necesario obedecer a
Diuos antes que a los hombres. Si vemos hoy nuetros fracasos, es
bueno preguntarnos si hemos de volver a los comienzos de nuestra
historia, sin poyarnos en fuerza alguna humana. Devolvamos su
sitio al Espíritu Santo. Ya Pablo decia "no extingáis el Espíritu
Santo. Y existen muchas formas de echarlo: el cumplimiento frío de
la ley y la atadura a tradiciones humanas o criterios humanos. Así
como el afán de riqueza o prestigio.
Es el Espíritu de la Verdad. La Verdad es la comprensión
sincera y profunda del Evangelio. La verdad está en nosotros, es la
total sinceridad y disponibilidad a una Palabra que sugiere humilde
cambio de actitudes y de estructuras. En conclusión, el Espíritu de
la comunidad cristiana no ha de ser sino el amor fraterno y univer-
sal. El que hizo comprender a los primeros judeo-cristianos que
también los no-judíos eran hermanos. El Espíritu exige así, no
extinguir la obra de Dios.
El Espíritu viene una vez más a hacernos comprenderé lo
que aún no se ha comprendido. Por eso necesitamos celebrar
Pentecostés y desde ahora ver su necesidad y prepararnos.
En la Cominión recibimos también el Espíritu Santo. Y con
Ciclo A - 70

Él la fuerza, para, a pesar de nuestra debilidad, unirnos con toda la


Iglesia y con todso los habitantes de la tierra, que todos son
criaturas de Dios, por los que Jesús dio su vida.
Ciclo A - 71

Ascensión del Señor


Hch 1,1-11. Ef 1,17-23. Mt 28,16-20.

Homilía 28 de mayo de 2017


Interesante petición Colecta: "exultar de gozo" y agradecimiento
porque la ascensión de Jesucristo es la garantía de nuestro destino.
Dos ideas aparecen en la Liturgia de hoy: Jesús desaparee
visiblemente y es constituido Señor y cabeza de la Iglesia. Y por
otra parte, los cristianos son llamados a su misión y la Buena
Nueva.
Si Pascua, Ascensión y Pentecostés son tres realidades de
un misterio, Lucas, con fines didácticos y litúrgicos, com ya vimos
el domingo anterior, los separa para comprender mejor cada uno.
La resurrección indica la victoria sobre la muerte, la ascensión su
entronización y señorío y pentecostés inaugura la marcha de la
Iglesia bajo la guía del Espíritu Santo. De ahí que los Evangelistas
no coinciden en algunos detalles. Según Lucas Jesús asciende
después de comer en el Monte de los Olivos. Según Mateo en un
monte de Galilea. Pero lo importante es descubrir el sentido para la
fe y la vida cristiana de la Ascensión.
Lucas y Mateo insisten en un detalle, se ha hecho invisible,
pero está con ellos se sienta a la mesa y come con ellos. Estos
cuarenta días son simbólicamente el tiempo de la Iglesia, en que
Cristo está ausente pero dirige su marcha.
En este tiempo la Iglesia ha de superar el trauma de la
muerte y la ausencia, comprendiendo que sigue vivo en la medida
en que una comunidad se sienta a la mesa en la Eucaristía, practica
el amor universal y anuncia el Evangelio. Si hoy sentimos la
ausencia de Jesús en alguna grave crisis, podemos imaginar lo que
fue para los doce el reemprender el camino sin la presencia física
de Jesús. Por eso los textos del NT insisten no sólo en la presencia
de Jesús sino en la fuera y dinamicidad de su presencia.
Si a alguien puede extrañar los altos títulos de "señor y
Ciclo A - 72

kirios, cuando él solo se ha llamado el Hijo del Hombre. La


explicación es que después de la muerte y resurrección ya no caben
interpretaciones políticas ni guerreras.
Pero al reconocer a Jesús como Señor con palabras de la
época, es declararlo como el fundamento y la razón última de ser,
de la comunidad cristiana. Con lo que Jesús inaugura un nuevo
tiempo. Cuando hacia el siglo VI se empieza a poner el nacimiento
de Jesús en el año uno, el mundo entero, sin saberlo, ha declarado
que empieza la historia. Es un punto de inflexión en la historia de la
Humanidad.
Pero nosotros comenzamos a ser cristianos cuando
reconocemos que Jesucristo es el hecho primordial de la historia del
mundo y de nuestra historia personal. Al entronizarlo en la Ascen-
sión, interpretamos a Jesús como el ideal supremo del hombre. Y
a partir de ahí elaboramos nuestra estructura de ideas, actitudes y
enfocamos nuestra historia. Esto nos diferencia de otras ideologías
y religiones: que nuestro punto de partida es la persona y el
pensamiento de Jesús. Celebrar la Ascensión es dar a Jesús su
nombre y lugar: Señor y Cabeza de la Comunidad.
Y ahora ¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?. Es la actitud
rutinaria y evasiva de los que esperan del cielo lo que el cielo
espera de ellos. Muchas veces hemos hecho del cristianismo una
forma elegante de desligarnos del sufrimiento de los hombres al
socaire de buscar el camino del cielo. ¿Cuánto se oye, es tu
problema, es su problema! Pues no hay nada más antievangélico y
nada mejor justificado. ¡Engaño del demonio!.
Olvidamos que el mismo Espíritu que impulsó a Jesús, se
nos da ahora como fuerza propulsora, como "un motor a reacción".
Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos. La
Ascensión nos señala el camino, Pentecostés es la fuerza para
seguirlo.
¿En qué consiste el testimonio?. Es mucho más que decir
¿Cristo ha resucitado!. Es presentar el testimonio de una comuni-
dad, que liberada de egoísmos, lleva un estilo de vida que se
empeña hasta lo imposible por el bien de los hermanos. Es
presentar como valoras más absolutos que el dinero, el sexo, la
Ciclo A - 73

comodidad y el poder. Es preguntarle al prójimo ¿qué le preocupa


o qué necesita? Y procupemosnos de lo que le preguntamos. Pero
con la suficiente humildad para no parecer mejores, sino sintiéndo-
nos también necesitados o con una experiencia pasada de
necesidades….
Esta fiesta es un paso dinámico del Señor que nos arranca
de la tierra y nos eleva hacia lo alto para mirar y comprender las
cosas de la tierra y de las personas desde la mirada de Dios. Al
recibir la Eucaristía asumamos también su óptica para mirar a los
demás con ojos divinos. Y no digamos los acontecimientos del
mundo de hoy vistos desde el cielo. ¡Cómo cambiaría nuestra vida!
Ciclo A - 74

Pentecostés
Hch 2,1-11. 1 Co 12,3b-7.12-13. Jn 20,19-23.

Homilía 4 de junio de 2017


Las fiestas de Pascua y Pentecostés son los grandes focos de la fe
cristiana. Mas una religiosidad popular mal conducida, las ha
suplantado por otras más concretas y sentimentales, como el
Nacimiento y la Muerte de Jesús, que sin dejar de ser grandes
fiestas, pero estas giran en torno a la Pascua y Pentecostés. Me
pregunto a veces, si el haber puesto tanto énfasis en los aspectos
externos y sensibles, no habrá hecho que se descuide su mismo
espíritu, su mística de empuje, su mentalidad abierta y pluralista.
Ante el texto de Lucas en los Hechos de los Apóstoles,
vemos palpable que el autor no pretende sólo la narración de un
hecho maravilloso, sino señalar cuál ha de ser el espíritu del
Cristianismo, la nueva era anunciada por los Profetas. El capítulo 2
de los Hechos es una verdadera carta programática para la Iglesia
de todos los tiempos, si quiere ser fiel a ese Espíritu que Cristo le
da para que sea un ser viviente, en vez de un recuerdo del pasado.
Según este texto, la característica fundamental del Cristianismo es
la universalidad, la universalidad del Espíritu.
Lucas, que conoce la geografía de su época y las relaciones entre
los pueblos, presenta a los acérrimos enemigos, partos y romanos,
egipcios y babilonios... protagonistas de tantos odios y guerras.
Cada uno tiene su lengua y no le interesa la de los otros, ni sus
puntos de vista. Y entonces aparece el Espíritu. Ha de morir Babel
para dar paso a una comunidad humana, ávida de comunicación.
Pedro sale hablando con la palabra del espíritu y todos le compren-
den. Poco importa si habla en arameo o en griego. Era el lenguaje
del amor y la comprensión. El relato de Lucas pretende que los
cristianos comprendamos, sin disquisiciones teológicas, en qué
consiste la Comunidad Nueva, nacida de la Pascua y puesta en
marcha por la fuerza impetuosa del Espíritu Santo, que derriba,
como un huracán, las barrera que separan a los hombres.
Ciclo A - 75

En este día se nos invita al espíritu de comunidad, a vaciar nuestro


corazón de elementos particularistas, regionales o nacionales. No
puede ser un signo de cristianismo el separarse de los que no
piensan como nosotros, bajo pretexto de contaminación, sino
buscar de entenderse con los que apareen como distintos, pero que
han sido llamados a la elaboración de un proyecto de universalidad
y apertura, cual es el proyecto de Dios.
En la Carta a los Corintios (segunda lectura) Pablo, que conoce la
divisiones de aquella comunidad, les recuerda cuál es el espíritu de
la Iglesia. "Nadie puede decir Señor, Señor, si no es bajo la acción
del Espíritu Santo". Nadie tiene fe, si no la tiene según el Espíritu.
Nadie puede crear un Cristianismo a su manera de pensar, ni
cercenarlo. Y el Espíritu no tiene barreras. Como todos los miem-
bros de cuerpo son solidarios y evitan la estúpida competitividad
entre uno y otro, de la misma forma los que formamos el único
Cuerpo de Cristo. Que nadie subraye en él las diferencias. "Todos
hemos bebido de un mismo Espíritu". En la medida en que somos
menos espíritu, más nos encerramos en lo nuestro y levantamos
murallas protectoras.
El Evangelio de Juan subraya la tercera característica del Espíritu:
él obra la reconciliación. "Recibid el Espíritu Santo: a quienes
perdonéis los pecados les será perdonados". El espíritu del
Cristianismo es espíritu de olvido de las ofensas, de abrazo
generoso, de reconciliación. No son cristianos los que niegan el
abrazo universal. El olvido del Espíritu ha hecho que en muchos
siglos nos odiemos, echándonos en cara ofensas, costumbres
diferentes y haciéndonos guerras, o críticas despiadadas y aleja-
mientos.
El Espíritu es la presencia del Dios-con-nosotros. Sin Él, Dios está
lejos. Cristo es una figura del pasado. El Evangelio, una novela de
aventuras. La Iglesia, una organización. La autoridad, un dominio.
La misión, una propaganda. El culto, una evocación. El obrar
cristiano, ser esclavos.
"La letra mata, sólo el Espíritu da vida". Que al comulgar hoy nos
asociemos al Espíritu que vivifica, el Espíritu que resucitó a Jesús.
Comulgar es comprender que es suficiente el lenguaje del amor
para que los hombres comencemos a entendernos. Hoy nos empuja
Ciclo A - 76

a ir al encuentro de tantos, que la etapa del miedo nos tenía


alejados. Y si hoy somos llamados a un ecumenismo universal,
empecemos ya por un ecumenismo interior entre nuestros grupos
e instituciones.
Ciclo A - 77

Santísima Trinidad
Ex 34,4b-6.8-9. 2 Co 13,11-13. Jn 3,16-18.

Homilía 11 de junio de 2017


Hoy hemos pedido al Padre la fe verdadera, conocer la gloria de la
Trinidad y adorarla eternamente. La Liturgia hoy nos centra en la
obra total de Dios realizada por medio de Cristo y el Espíritu Santo.
Nos situamos ante Dios, pero ¿quién es Dios?. La Escritura
no responde. Es el absoluto e inaccesible, por lo que no entra en el
misterio.
Pero el pueblo hebreo supo descubrir las huellas de Dios a
través de su historia.
La presencia de Dios no es evidencia palpable, ni fruto del estudio.
Es el sentimiento de que nuestra vida y la historia humana presupo-
nen que no estamos solos, que alguien ordena el mundo y nuestros
caminos y que al fin siempre hay una salida. Es la experiencia del
pueblo hebreo, con sus marchas y contramarchas: esclavitud,
salida, la Tierra, la Alianza, el Reino, el destierro y la vuelta
victoriosa. Ellos pudieron afirmar "Qué pueblo oyó la voz de Dios
como la oíste tú y pudo sobrevivir (Dt 4,32). Esta es la experiencia
más fuerte de un pueblo creyente. Escuchar su voz es ser capaces
de interpretar la propia vida con una perspectiva distinta, sabiendo
que nada es por casualidad, que cada paso tiene un porqué, que a
veces con oscuridad, pero va hacia una meta, que da sentido al
camino. Y en esto consiste la fe en Dios.
Pero hay otra experiencia: la de sentirse elegido y amado
por Dios. "Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros,
aunque somos un pueblo de dura cerviz, perdona nuestros pecados
y tómanos como herencia tuya" (primera lectura). Sentirnos amados
y elegidos por Dios, me atrevo a decir, es la experiencia que aporta
la mayor felicidad posible en la vida. Luego lo remacha el evangelio
"no estéis preocupados por la vida… vuestro Padre sabe o que
necesitáis".
Ciclo A - 78

Pero en nuestro tiempo está cargado de un ateísmo masivo.


Prefiere poner su confianza en la ciencia, la política o el dinero. El
hombre de fe siente que su vida vale más que todo eso y que esas
cosas en el fondo no carecen de fragilidad y que a la larga más que
paz le producen ansiedad y neurosis de angustia.
Hoy los creyentes confiamos en Dios, aunque no tenemos
el antiguo orgullo de sentirnos los únicos elegidos entre todo el
mundo, pero sí gozamos de la alegría de que nada es tan importan-
te como tener un Dios que nos ama más allá de la misma muerte.
Pablo nos estimula: Alegraos… animaos. Tened un mismo
sentir. (Al modo se la Trinidad) Y el Dios del amor y de la paz estará
con vosotros. Un hombre que vive en el temor o bajo la opresión de
la ley y del castigo, nunca tendrá la experiencia de sentirse hijo de
Dios. Y Jesucristo nos revela hasta dónde llega el amor de Dios:
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único Hijo para que no
perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida
eterna".
Luego, no hay experiencia religiosa sino desde la óptica del
amor. Y la fiesta de la Sma. Trinidad no es para exhibiciones
teológicas y razonamientos, es la ocasión de comprender que el
amor es la síntesis de nuestra fe. La Trinidad es la totalidad
absoluta del amor que irradia a toda la creación.
Sentimos al Padre como quien nos habla, nos elige, ama y
protege. El Espíritu Santo es quien nos reúne en el amor y en la
unidad de la vida comunitaria. El Hijo es quien nos salva con su
muerte y resurrección, haciendo de nosotros nuevas criaturas a
imagen suya.
Jesucristo es el que nos une a Él formando una sola cosa y
por este camino nos sentimos incorporados a la Trinidad. Somos
partícipes de ese torbellino de amor entre las tres divinas personas.
No cabe otra reacción o actitud que el asombro profundo y una gran
humildad ante tan sublime misterio.
Esta experiencia religiosa no queda en un privilegio perso-
nal. Si somos elegidos e hijos de Dios, no podemos menos que vivir
como hermanos con los que Jesucristo ha amado, perdonado y
redimido como a cada uno de nosotros. Y la comunión es más que
Ciclo A - 79

un rito sublime y maravilloso, es el signo de que somos una sola, un


sólo cuerpo en el mismo torrente del amor de Dios.
Ciclo A - 80

Corpus Christi
Dt 8,2-3.14b-16a. 1 Co 10,16-17. Jn 6,51-58.
18 de junio de 2017

Domingo 12 del Tiempo Ordinario


Jr 20,10-13. Rm 5,12-15. Mt 10,26-33.
25 de junio de 2017

Domingo 13 del Tiempo Ordinario


2 R 4,8-11.14-16a. Rm 6,3-4.8-11. Mt 10,37-42.
Ciclo A - 81

Domingo 14 del Tiempo Ordinario


Za 9,9-10. Rm 8,9.11-13. Mt 11,25-30.

Homilía 9 de julio de 2017


Recordamos la oración colecta, que nos va a resonar en toda la
Liturgia. "que por la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad
caída, [...] danos la verdadera alegría [...] y la felicidad eterna.
La primera lectura comienza invitando a la alegría. El
libertador de la amarga condición humana viene desde la humildad
y de esa forma "dominará de mar a mar" ¿Resulta paradójico?.
Todo en Dios es paradójico. Así, todo el Evangelio.
En el Evangelio la gente "sencilla de verdad" leerán el texto
de hoy y quedarán grandemente sorprendidos. Y lo mismo pasará
a los "doctos" que buscan en la ciencia teológica el encuentro y la
experiencia de Dios.
¿Gente sencilla? Jesús fue uno de esos hombres sencillos.
No fue sacerdote ni levita, ni doctor de la Ley, ni de la clase
gobernante, ni de la ortodoxia legalista. Ni siquiera judío, pues era
galileo. Y por Él nos llegó la revelación del Padre.
Y ¿en qué consiste esa sencillez? Es la situación libre de
orgullo de clase y autosuficiencia dogmática, que predispone a los
humanos de ayer y de hoy a una captación fresca y sin prejuicios
del Evangelio.
Y decía el Evangelio "conocer a Dios, conocer al Hijo". Esto
no se refiere a un conocimiento intelectual, sino a una especial
relación o comunión con el Padre y con el Hijo. Es un conocer
experimental, existencial. Es una experiencia a que abarca al
hombre todo entero. Esa experiencia de Dios es como el medio
ambiente en el que respira el creyente. No se trata de oponer la "fe"
al conocimiento, pero un conocimiento que no parta de una
experiencia de vida y que no lleve a profundizar dicha experiencia,
religiosamente es nulo.
Si bien es cierto que toda experiencia de Dios ha de ir
precedida de la humildad y sencillez, también esa experiencia lleva
Ciclo A - 82

a una mayor sencillez y humildad. Pues palpar a Dios en su


grandeza, belleza, santidad, hace al hombre sentirse mucho más
pequeño y sucio. Y de ahí entra en la actitud del asombro, que es
la verdadera contemplación.
Y esa sencillez es precisamente la condición humana. No
podemos aspirar a Dios sin pasar por la condición human. Llegar a
Dios por Cristo significa llegar pasando por el hombre, por el
hombre que soy yo en concreto. El cristiano que no se asume a sí
mismo como hombre, o que no quiere asumir la historia humana, su
propia historia, su propio ser, es inútil que quiera refugiarse en la
religión. Lamentablemente hemos hecho de la religión un conglome-
rado de cosas, ritos, palabras, que poco tienen que ver con el ser
humano y sus problemas. Es un error de óptica olvidando que Jesús
fue totalmente un ser humano.
Traduciendo este Evangelio a hoy diremos que Dios conoce
al hombre en su intimidad y lo ama tal cual es. Y de ahí que sólo el
hombre que se se ve a sí mismo como tal hombre, cos sus
debilidades y limitaciones, puede descubrir a Dios en su vida.
Dios busca nuestra intimidad, no se contenta con nuestro
conocimiento intelectual. Vamos a comulgar como expresión de una
profunda experiencia religiosa, ser uno con Dios por medio de
Jesucristo.
Ciclo A - 83

Domingo 15 del Tiempo Ordinario


Is 55,10-11. Rm 8,18-23. Mt 13,1-23.

Homilía 16 de julio de 2017


La oración Colecta reconociendo que “eres la luz de los extraviados”
concede a todos rechazar lo que es indigno del nombre de cristia-
nos.
Hoy va el tema de la semilla y su crecimiento. Gracias a la
semilla, la tierra, la lluvia, recibe el hombre su comida en un proceso
de crecimiento y transformación. Y así es también el proceso de la
Palabra de Dios.
Hoy en Evangelio la va a desmenuzar mucho más en un
texto harto conocido, que puede parecer menos novedoso y
podemos escucharlo sin saborearlo.
Es la siembra de la Palabra del Reino. Es una semilla que
quiere crecer hasta la total madurez. Pero encuentra dificultades en
el proceso, y también plantea el problema de oír y entender, de
mirar y ver.
Por una parte puede ser que el mensaje no llegue como algo
válido y útil para la persona, sino como una rutina o imposición, que
no resuelve nada ni mueve nada. Es frecuente y ¡ojo a los mensaje-
ros de la Palabra! ¿Qué y cómo la anuncian?.
La Palabra tiene muchos modos de tocar el corazón, tal vez
no los sospechamos. En el primer caso de hoy, parece que la
Palabra no llega, por la dureza del camino. La asimilación es dura
porque supone un cambio en el sujeto. Y dice: estoy bien como
estoy. Algo nuevo va integrarse en la vieja estructura. Y no se
acepta. Al escuchar la Palabra todos desean ser tierra fértil que
produzca el treinta, el sesenta o el ciento por uno. Y ¿Cuál eres tú?.
Jesús explica las seis situaciones.
La semilla del borde del camino se refiere a los que la oyen
y se le va enseguida. Dice Jesús que el diablo se la ha robado. Son
los pájaros que se la comen. Es posible que más de uno se
encuentre aquí, que le olvida, que no la retienen. Pues que no se
Ciclo A - 84

desanimen. Lugo está el terreno pedregoso. Son los que escuchan,


la entienden, se alegran y se entusiasman de momento. Pero como
entre las piedras no ha echado raíces, en cuanto viene una
dificultad se vienen abajo. ¡A cuántos pasa lo mismo!. También está
lo sembrado entre zarzas, que crece la plantación porque la semilla
profundizo en tierra fértil y abonada, pero según va creciendo, las
zarzas la ahogan y se seca. Esas zarzas son las preocupaciones de
la vida y la preocupación por el dinero. También nos veremos
muchos en este caso.
Pero sabed, que si os encontráis ahí, es una buena señal.
Es que la Palabra ha caído bien. Ha hecho que cada uno descubra
su interior, lo que había en su corazón. La Palabra le ha llevado a
una conversión, un tanto humillante. Si uno se ha visto reflejado en
el caso de la semilla que cae en el camino, ya es la tierra que
produce el treinta por ciento. Si además se ve reflejado en el
pedregal, donde la Palabra recibida con entusiasmo, se volatiliza
rápido, ya tiene otro treinta por ciento de producción. Y por último,
si se ve reflejad en el caso de las zarzas que agostan la Palabra y
la secan, estamos al cien por cien de rendimiento. La Palabra le ha
llevado a una completa conversión.
Recordamos el mensaje del Deuteronomio “te llevé al
desierto para humillarte y que descubrieras lo que había en tu
corazón”. Hay muchos dones de Dios incomprensibles. Toso lo que
nos lleva a la humildad, a, conocimiento de “lo que hay en el fondo
del corazón” es un gran don. Conociendo nuestra intimidad, y más
si es inconfesable, es cuando conocemos al Dios de la misericordia,
es cuando buscamos a Dios •apasionadamente”.
La lectura de Romanos nos ha dicho: “los trabajos de ahora
no pesan la gloria que se nos descubrirá”. El enfrentamiento con
nuestra carne débil nos abrirá la puerta a la experiencia de Dios.
Pero además, desde el conocimiento de nuestra pobreza, podemos
llegar a querer a los demás en sus debilidades.
En la comunión, diremos, que no es multiplicando comuniones
como crece nuestra fe, sino aceptando recibir, en nuestra débil,
pobre y limitada humanidad, como huésped amoroso al Creador de
todo y Redentor de toda flaqueza.
Ciclo A - 85

Domingo 16 del Tiempo Ordinario


Sb 12,13.16-19. Rm 8,26-27. Mt 13,24-43.

Homilía 23 de julio de 2017


Dice la oración colecta: "multiplica los dones de tu gracia, que nos
enciendan en fe, esperanza y caridad, para poder perseverar en tu
Ley". Es importante no olvidar el proceso: Primero los dones de la
gracia, segundo su consecuencia: ser encendidos en la fe, la
esperanza y la caridad. Y consecuencia de todo: cumplimiento de
su Ley. ¿No parece raro? Que tanto hemos oído que lo primero es
el cumplimiento minucioso para lograr los beneficios de Dios. Es
bueno que se nos grave.
El tema central de este día es que de Jesús hemos recibido
el don de la vida. Ahora hay que emplearlo, conservarlo y hacer que
aumente.
Abrahán ha recibido el don de la vida y bienes en ganado.
No tiene hijos. Mas pone lo que tiene a disposición del visitante, sin
esperar nada a cambio. Y se va a encontrar lo inesperado e
imposible. Esa vida imposible, ya que su mujer es vieja y estéril, una
vida que sólo puede venir de Dios. El Dios de lo imposible.
Hoy nos presenta Lucas dos figuras contradictorias. (táctica
frecuente en Lucas que gusta jugar con personajes opuestos). Una
Marta trabajadora, entregada y razonable y una María perezosa y
egoísta. Pero Jesús va descubrir la verdad de los caminos de Dios.
Marta es la típica ama de casa, siempre haciendo algo.
Llega un amigo a casa y lo principal es que esté todo arreglado y la
comida también. Que espero que yo sigo con lo mío Necesita llenar
el tiempo. De lo contrario se siente vacía. Se olvida de que ella es
una persona y tuene derecho a pensar un poco, saber para qué
vive. Y si viene alguna visita, ver quién es y atenderle. No, ela es
una máquina de hacer cosas, como tantas personas de hoy, sin
saber paraqué viven.
Lucas con perspicacia, sienta a María al pie del SEÑOR, del
Ciclo A - 86

Señor de la vida, de o más importante.


Marta no lo ha descubierto. Y en su ceguera, reprocha a Jesús. La
escena puede darse hoy en cualquier casa. Personas que viven
llenando su tiempo sin llenar su vida. Hay pánico a estar solos y
pensar.¡Qué miedo tenemos al silencio! A encontrarnos con
nosotros mismos, por eso no paramos de hacer cosas para no
pensar. Y aún, cuando no las hay, las inventamos y nos justifica-
mos.
Marta es una de esas mujeres de buena voluntad, sacrifica-
da, pero con una fe superficial. Todavía no ha descubierto quién es
Jesús y qué representa en la vida de una persona. Quizás vea un
amigo más, de mucha confianza, pero no el Señor. Ella es también
la que se lamentará a Jesús por la muerte de su hermano. No le ha
pasado por la cabeza que quien cree en Jesús tiene vida eterna.
Ahora también llora y reprocha.
Marta no es mala ni gran pecadora, está ciega y sorda. No
ve ni escucha al Señor, atrapada por las ocupaciones materiales.
Ha caído en la trampa que hoy tienta a todos. Y no digamos en los
monasterios, que tenían que ser escuelas de lo contrario. ¡Cuántas
veces la vida interior y el cuidado del espíritu mueren bajo una falsa
apariencia de vida u obligación.
A veces se ha comparado a Marta y María con la actividad
y la reflexión. Yo diría mejor que Marta no es la actividad, sino la
vaciedad de la vida. Y es necia porque no sabe gozar de la vida. ¡Y
la tiene en su propia casa!. Es la gran enfermedad de nuestro
tiempo.
María es otra cosa, es la que ha elegido la mejor parte. En
cuanto llegó el Señor a su casa se sentó y abrió su corazón a su
palabra. Ha aprendido a dar valor a lo que tiene valor y eso no le
será quitado. María, aun inmersa en el dinamismo de su vida, tiene
tiempo para preguntarse, ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde camino?
¿Qué es lo trascendente en mi vida? María está en estado de
búsqueda en el desierto de la vida, se siente insatisfecha de sí
misma, conoce su pobreza y sus limitaciones y dirige la mirada al
Señor en busca de una respuesta definitiva.
Varias veces habló Jesús sobre el Reino y su justicia y la
Ciclo A - 87

vigilancia sobre el mismo.


Marta vive desprevenida, atrapada en sus cacharros. Ya no
tiene ideales ni afán de crecer. María, en cambio, cuida el don
precioso de su vida y de su fe, sabe que las preocupaciones diarias
pueden ahogarla. Por eso está a los pies del Señor. Quiere
aprender a ver la vida desde Dios. Hará tal vez lo mismo de
siempre, pero con otro sentido. Será dueña de sus actos, sabiendo
cuándo tiene que perder algo para que no se pierda lo más
importante.
María parece haber intuido lo que más tarde dirá Pablo
(segunda lectura) Dios ha querido dar a conocer a los suyos la
gloria y riqueza que este misterio encierra… es decir, que Cristo es
para vosotros la esperanza de la gloria.
La persona de fe está alerta porque sabe que en cualquier
momento Dios entra en su vida y habla y no puede desperdiciar su
paso. Así podemos comprender mejor la oración. Orar es descubrir
el rostro y la obra de Dios en la vida misma y en sus avatares.
Rezar apartándonos de la vida es pereza. La oración cristiana no
comienza con una serie de peticiones, sino como María a los pies
de Jesús para oír una palabra nueva. Podríamos nosotros hacer un
alto en el camino para preguntarnos por nosotros mismos, no por lo
que hacemos, sino por lo que somos y cómo nos sentimos. Sólo
una cosa es necesaria: gozar de la vida, que tenemos, con poco o
con mucho.
En la Comunión sintámonos como María habiendo elegido
la mejor parte. Ahí está la fuente de la vida. Quien come de este
Pan vivirá para siempre.
Ciclo A - 88

Domingo 17 del Tiempo Ordinario


1 R 3,5.7-12. Rm 8,28-30. Mt 13,44-52.

Homilía 30 de julio de 2017


Empezamos con la oración colecta: "Protector de los que en ti
esperan… multiplica los signos de tu misericordia, para que bajo tu
guía nos sirvamos de los bienes pasajeros de forma que nos
adhiramos a los eternos". Parece con distintas palabras estar en la
misma línea que la petición de Salomón a Dios (primera lectura) "un
corazón dócil.., para discernir el mal del bien" y Dios le promete un
"corazón sabio e inteligente". Y pone, curiosamente la sabiduría en
el corazón y no en la mente. Y todo, obra de la misericordia.
El Evangelio se centra en el tema del Reino. Cuando
hablamos del Reino de Dios nos parece que es un algo que nos
viene desde fuera e impuesto por Dios, como una situación que Él
domina. Esta imagen es demasiado infantil. ¿Qué es entonces? Las
parábolas indican que el hombre debe aportar alguna iniciativa. El
Reino no es una cosa que nos llega, ni una institución, es antes que
nada, una relación con Dios tan determinante y fundamental, que
cambia nuestro esquema de vida. El Reino se presenta como un
encuentro del hombre con Dios, que al hombre no le queda más
alternativa que rechazarlo para construir su vida con otro esquema
o aceptarlo porque descubre que ese encuentro modifica su
concepción de la vida.
Las parábolas pueden prestarse a confusión por sus figuras
materiales. Pero no es así. Sino que lo que representan es algo muy
valioso, tan valioso el hombre deja todo por conseguirlo, Lo
compran, se lo apropian. Se identifican con él de tal forma que
nunca se pierda esa relación hombre-Reino. Insisto, el Reino no es
algo que resuelve todos los problemas, eso sería un concepto
mágico del Evangelio. Es una relación o encuentro con Dios que
nos cambia de tal manera que lo que antes tenía valor, ya no lo
tiene. Ahora se trata de que el hombre en "posesión del Reino" o es
el Reino el que posee al hombre. Y como el Reino, en realidad, es
Ciclo A - 89

Dios mismo en cuanto que se relaciona con el hombre, la palabra


posesión debe ser tomada en sentido esponsal. Entramos en una
auténtica relación mística. No olviden que todos estamos llamados
a la mística. No sólo los contemplativos y contemplativas. Esos,
mucho más. Ya anunció el gran Karl Rahner que el cristiano de este
tiempo, o será un místico, o no será cristiano
Jesús invitó: "Buscad el Reino de Dios". La búsqueda implica
un esfuerzo por lograr algo que no se tiene, una carencia, por tanto,
con una actitud humilde.
El Reino no nos ofrece una teoría filosófica. Pues como
insinúa la primera lectura Pertenece al orden de la "sabiduría", a lo
más sublime de la vida.
La búsqueda del Reino supone una actitud de cambio en el
hombre. Pues esta relación con Dios modifica nuestro esquema de
vida. De lo contrario el Reino sería fruto de nuestra imaginación.
De ahí que sin sinceridad absoluta del corazón, no se puede
hablar de búsqueda del Reino o de la VERDAD absoluta. Se trata
de una labor interior, pues surgirán, en términos psicoanalíticos, las
defenxas de YO para que el hombre se convenza de que el Reino
es precisamente lo que ya tiene o lo que él supone que es. En este
caso termina por buscar autojustificarse de su propia conducta.
Esta sinceridad nos debe llevar a buscarlo donde esté. Las
parábolas indican el carácter sorpresivo del Reino. Donde menos lo
imaginemos. El encuentro con una persona, un acontecimiento
desagradable, un libro, una predicación… Lo cual indica una gran
vigilancia interior y un permanecer atentos hacia donde nunca
miramos. Tal vez allí o en lo que despreciamos, Dios te está
esperando.
No hay peor error que encerar el Reino en un cofre como si
ya lo poseyera para siempre. Esta debe ser la cualidad primordial
del cristiano, saber encontrar el Reino en el gran libro de los
acontecimientos de la vida, los pequeños y los grandes, Dio se
manifiesta donde menos lo imaginamos.
Y si hemos recalcado la identificación del Reino con Dios
mismo y nuestra unión posesiva con Él, volvamos a las palabras de
Ciclo A - 90

Pablo (segunda lectura) "Hemos sido llamados a ser imagen de su


Hijo, para que Él fuera el primogénito de muchos hermanos".
La comunión no es recibir una cosa, ni un pan consagrado,
es entrar en relación íntima con Jesucristo, haciendo nuestros sus
mismos sentimientos y actitudes. Aquí somos poseedores del
tesoro. "Quien busca, hay," dice Jesús.
Ciclo A - 91

Transfiguración del Señor


Dn 7,9-10.13-14. 2 P 1,16-19. Mt 17,1-9.
6 de agosto de 2017
Ciclo A - 92

Domingo 19 del Tiempo Ordinario


1R 19,9a. 11-13a. Rm 9,1-5. Mt 14,22-33.

Homilía 13 de agosto de 2017


Maravillosa introducción al día con la oración inicial: “…a quien
podemos llamar padre, aumenta nuestro espíritu filial”.
Poco a poco vamos interiorizando en nosotros el Reino de
Dios, aunque hay tropiezos que lo ponen en peligro. Busquemos la
fe en la paternidad de Dios, que es donde está el triunfo del
cristiano y el consuelo de toda pena.
En la primera lectura aparece el Señor como ausente de
toda violencia y sí, presente en donde está la paz. ¿Dónde o cómo
lo buscamos?.
En el Evangelio el Reino llega como una comida abierta a
todos los necesitados. Pero los discípulos lo debieron ver como una
forma de poder. Por eso les apremia a coger la barca y marchar a
la otra parte. El despide a gente y se marcha a orar. Llega la noche
y arrecia el temporal y se pone en evidencia su falta de fe. Me
recuerda esta escena la de Getsemaní, Jesús ora, ellos duermen y
cuando llega la prueba se desmorona su fe y sucumben a la
tentación.
Jesús no se engolosina con el milagro. Se ve servidor del
Reino ora a su Padre. Los apóstoles, asombrados, pero con miras
humanas, se sienten autosuficientes y no sienten la necesidad de
orar. ¡Ojo! en los momentos de éxito, el Reino debe ser buscado en
la oración humilde y silenciosa. La presunción es la tentación más
común en todo ser que se siente religioso y practicante.
Volvemos al Lago. Jesús camina sereno sobre el agua,
mientras los discípulos se atemorizan. Pedro descubre el poder del
Señor fascinado y quiere apropiárselo. Pero no ha rezado. Jesús lo
deja caer en la trampa, pues su orgullo necesitaba de estas caídas,
como la que necesitó el día del canto del gallo, para encontrarse
consigo mismo. Vió su fragilidad. Jesús no alimenta un espíritu
Ciclo A - 93

religioso enfermizo que sólo busca maravillas y milagros. El ser


cristiano, no es disponer de un Dios que resuelva sus problemas.
Pero sí dispondrá de una fuerza, la fe, la confianza en Dios para
aceptar su voluntad en las contingencias de la historia. La fe nos da
una nueva perspectiva en el enfrentamiento con las duras realida-
des de la vida: Nos quejamos de la falta de éxito en nuestras tareas
y culpamos a Dios. Si Dios se comportara según nuestros deseos,
sólo alimentaría una forma cobarde de afrontar la vida, infantilismo,
o una inmadurez permanente.
El miedo es una situación frecuente y normal. Lo malo es
cuando se transforma en cobardía y paraliza toda actuación y anula
todo entusiasmo. Esta cobardía da lugar también al alejamiento, a
la fuga, incluso al pánico abandonando los más nobles ideales.
Jesús, humilde, que nunca presumió de sí mismo, busca
fuerzas en el Padre. Así soportó la tormenta del Lago, la incom-
prensión de los discípulos, la persecución, el abandono del pueblo.
Estaba en El se misión de servicio a los hombres y la protección de
su Padre, al que continuamente recurría.
Después de todo, diremos, que la fe se mide en los momen-
tos de prueba. Es la fe que nos lleva sucumbir, antes que renunciar
al ideal de servir a los hermanos. El éxito en empresas cristianas,
no cuenta como elemento indispensable. El triunfo del cristiano es
el triunfo de la fe en un Dios que lleva la historia más allá de las
apariencias.
El Evangelio de hoy es un buen punto de partida para
examinarnos. Cuando nos dejamos llevar por el éxito “de la magia
religiosa” sucumbimos ante cualquier tropieza o dificultad, nos
desorientamos y huimos. ¿Comprendemos que el Reino de Dios
está mucho más allá de nuestros proyectos o pretensiones?
¿Entendemos que Dios no es abogado o gestor de nuestras causas
caprichosas? Hemos dudado de la validez de los criterios evangéli-
cos. Y hoy nos dice Jesús “Hombres de poca fe ¿Por qué habéis
dudado? Cuando las cosas salen a mi gusto, pensamos ser de
Dios. Pero lo grande es que cuando las cosas me adversas, es
mucho más seguro que son de Dios.
En la Comunión, como en el Lago, Jesús nos sale al
Ciclo A - 94

encuentro con su paz y tranquilidad. En esa seguridad hagamos


nuestros sentimientos y actitudes conforme las suyas, aunque no
las entendamos, como sucederá tanta veces.
Ciclo A - 95

Asunción de María
Ap 11,19; 12,1-6.10. 1 Co 15,20-27. Lc 1,39-56.

Homilía 15 de agosto de 2017


Nada nos dice la Escritura sobre cómo murió María. La última vez
que aparece es en el Cenáculo en compañía de los Apóstoles.
El Apocalipsis (1ª lectura) nos manifiesta un gran signo a través del
cual Dios realiza la salvación para todos los hombres, destruyendo
las fuerzas del mal. Y ese signo es una mujer parturienta, coronada
de doce estrellas e iluminada por el sol. María es figura de la Iglesia,
además de la protectora. Es el pueblo de Israel acosado de
persecuciones. Hoy es la Iglesia perseguida por la antigua serpiente
como Eva. ¡Cuánto nos asolan hoy las persecuciones, colectivas y
personales!.
La fiesta de hoy viene en nuestra ayuda. Es un grito de
esperanza y de consuelo, de alegría y de victoria. Si estamos
acosados por el mal que intenta devorarnos y destruir nuestra fe y
confianza en Dios, se nos anuncia, oídlo: “Ya llega la victoria, el
poder, el reinado de nuestro Dios” (1ª lectura). Es necesario
escuchar la voz de Dios, ya en la Palabra, y no menos en los
acontecimientos, que tantas veces se nos escapan. ¡Ojalá escu-
chéis hoy su voz y no endurezcáis el corazón! Dice el salmo.
También María tuvo que soportar en su vida el camino del
sufrimiento, la incomprensión y la cruz. Hoy goza de la misma gloria
de su Hijo, pero no como una estrella solitaria, ella es la primera
creyente, la figura de toda la Iglesia. Por eso la Fiesta de hoy es
una profecía para nosotros.
María ha sido mirada con especial bondad por Dios, porque ha
vivido en la angustia, pobreza, soledad, pero la fe generaba en ella
cierta alegría interior, se sentía acompañada por aquel que la llamó.
Me atrevería a decir que María vivió la asunción en vida. Dios no la
abandonó, como tampoco nos abandona a nosotros, ni abandona
a su Iglesia en medio de las dificultades. María además, no buscó
Ciclo A - 96

su propia gloria, ni esperó nada para sí. ¡Qué bien lo manifiesta en


su cántico del Magníficat ante su prima Isabel en el Evangelio. Por
eso llegó a ser la más grande, por haberse considerado la más
pequeña.
¡Qué lección para toda la Iglesia y para cada uno de
nosotros! Nos enseña el camino del triunfo, de la vida y de la paz.
El camino cristiano lleva a lo más grande y alto. Pero es un
camino de sencillez, de humildad, de aceptación y confianza.
En la Eucaristía vivimos la más profunda intimidad con Dios.
Somos poseedores por medio del Sacramento, de la misma
divinidad de Jesús. Hasta poder decirle como la Beata Ángela de
Foligno “Tu eres yo y yo soy tu”. ¿No sería esta la experiencia de
María en su fe y abandono en Dios, con la que pudo vivir en plena
paz en medio de tantas contrariedades?. Vivamos hoy, pues,
nuestra asunción en la esperanza de la definitiva.
Recibir a Jesucristo en la Eucaristía es creer en nuestra
resurrección, pus “el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la
vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”
Ciclo A - 97

Domingo 20 del Tiempo Ordinario


Is 56,1.6-7. Rm 11,13-15.29-32. Mt 15,21-28.

Homilía 20 de agosto de 2017


Oración colecta inicial: “Infunde tu amor en nuestros corazones”. Es
imposible algo más valioso. De tal manera que tengamos el poder
de amar como Él.
La 1ª lectura nos trae algo interesante del profeta Isaías.
Parece que los profetas habían vislumbrado el carácter universal del
mesianismo: que también los extranjeros vendrán al Monte del
Señor, a la Casa de oración. Pero parece que esto nunca se tuvo
en cuenta, prevaleciendo el peso de la raza.
El Evangelio resulta duro, parece en contradicción con las
actitudes de Jesús. Y con la acogida de extranjeros, digamos
gentiles, en la Iglesia. Pero hay en Jesús una oculta intención.
Sabía de sobra lo que iba a hacer. Conocía el interior de la mujer.
Y esperaba la pública manifestación de fe y sencillez, para ejemplo.
Y así dice ante todos: “Mujer, qué grande es tu fe, que se cumpla
tu deseo”.
En fin, que el Reino de Dios llega a todo el que en sencillez
y pobreza se abre a la fe. Este relato puede ser visto como un
primer esbozo de la universalidad del Reino. Una llamada a una
conciencia universalista de la Iglesia, que debería recorrer mucho
camino para superar esa barrera que aún existe con pueblos de
otras razas y religiones.
Casualmente, la 2ª lectura de hoy nos presenta la otra
variante del problema: Pablo, como judío, se duele de la cerrazón
de su pueblo ante la llamada del Reino. Pero no pierde la esperan-
za. “con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, ellos
alcanzarán misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en
desobediencia, para tener misericordia de todos”. ¡Impresionante
declaración!
Ante el episodio de la Cananea podemos preguntarnos si
nuestra fe y humildad las vivimos conforme al Evangelio. Y también
Ciclo A - 98

si esa actitud de fe sencilla y confianza en Dios no la encontramos


también fuera del mundo cristiano.
El caso de esta mujer como también la del Centurión
romano, muestra que la fe en Dios es compatible con una situación
de paganismo. Por tanto la universalidad del Reino no puede
confundirse con la universalidad de la Iglesia. No es cuestión del
número de cristianos, sino de una gente que vive en una actitud
sincera y humilde ante Dios. La misión de la iglesia y del cristiano
es anunciar el Reino de Dios, pero no lo posee en exclusividad.
Nuestros rancios prejuicios nos juegan una mala pasada.
Hasta parecernos absurdo que el Reino de Dios pueda manifestarse
fuera de nuestros esquemas. Hoy, como en tiempo de Jesús, no es
una cuestión de fe en el Reino lo que nos encierra, sino un proble-
ma de prestigio, de nacionalidades, de intereses históricos e incluso
económicos. En fin una cuestión de poder y de ser más.
A la luz de este Evangelio, deberíamos revisar nuestro viejo
tabú, con referencia a los no cristianos. A los publicanos y pecado-
res. ¿No son todos criaturas de Dios y amadas `por Él?. De una
forma u otra, viven en la búsqueda del Reino. O es porque nadie se
lo ha enseñado. ¿No son estos los pobres de los pobres de Yahvé?.
Es posible que sintamos preocupación por estos que ni siquiera
conocen a Jesucristo. Pero, atención, no podemos confundir
nuestra miopía con la mirada profunda de Dios.
Muchas son las dificultades que el cristiano tiene que
soslayar para encontrarse con el Reino, pero seguro que ninguna
es tan difícil como derribar el muro de los prejuicios y el orgullo
religioso.
En fin de cuentas, lo que importa es la fe, en vez de discutir
quién tiene razón o lo hizo bien o mal. La fe elimina todas las
barreras raciales y religiosas. La fe es dejar que Dios obre como le
plazca. Y nosotros intentamos conducir nuestra vida por un
Evangelio que supera todas las barreras y miopías nuestras.
Y recordemos que al comulgar Dios nos echa las migajas
como si fuésemos perrillos. Nos entrega su mismo Cuerpo,
verdadero Pan de Vida. Que se da para salvación a cuantos creen
en Él.
Ciclo A - 99

Domingo 21 del Tiempo Ordinario


Is 22,19-23. Rm 11,33-36. Mt 16,13-20.

Homilía 27 de agosto de 2017


En la oración inicial comenzamos con un reconocimiento: Que unes
los corazones en un mismo deseo. Sigue una súplica: Inspira el
amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas. Y como
resultado: Vivir alegres ante las vicisitudes del mundo. Y yo añadiría
¿no es esto la participación en el Reino?.
En la 1ª lectura aparece el amor y la protección de Dios a su
pueblo. Al jefe que no cuida del pueblo, lo cambia. Cambia a Sobna
por depredador y lo sustituye por Eliaquín (que significa “resurrec-
ción de Dios”). Y sigue diciendo el profeta: “Pondré la llave de la
casa de David sobre su hombro”. ¿No está anunciando a Jesucristo
como libertador del la esclavitud de la ley del Antiguo Testamento?
Y el salmo 137 recuerda: Señor, tu misericordia es eterna,
no abandonas la obra de tus manos”.
Ante todo esto qué bien resuena la palabra de Pablo. “¡Qué
abismo de generosidad, de sabiduría y conocimiento el de Dios”!
En el Evangelio nos encontramos con la confesión de Pedro.
¿No es en realidad el centro de todo el Evangelio, quién el Jesús?.
La respuesta de Pedro es perfecta. Como lo son las fórmulas de
tantos credos, pero entre las fórmulas de fe y experiencia de vida
una inmensa distancia.
El mismo Pedro, a la hora de la cruz, de poco le valió. El
mundo de hoy está harto de bellos términos que no conducen a
nada, ni salvan de nada. Qué frecuente es el error de afincarnos a
alguna expresión, fuera de su contexto histórico o bíblico, como si
la sola expresión tuviera un valor mágico religioso. Está bien
recordar la frase de Jesús: “No todo el que dice Señor, Señor,
entrará en el Reino de los cielos”. La palabra señor era el título
máximo existente, equivalente a Dios o un enviado supremo de
Dios. Que fue la palabra que sintetizó la fe de las primitivas
Ciclo A - 100

comunidades cristianas. Pero su enunciado es puro viento, si no se


apoya en una fidelidad real al Evangelio.
Hoy podemos hacernos la pregunta de quién es Jesús, de
mil maneras. Y podemos pasarnos el día discutiendo fórmulas. Pero
sobre todo hemos de preocuparnos por descubrir si nuestra fe en
Jesús cambia realmente nuestra vida. Y podríamos plantearnos la
pregunta así: Hasta que punto estas dispuesto a jugarte la vida
conmigo. Hasta qué punto estas dispuesto a llegar en este camino
que hemos comenzado juntos. Los hechos posteriores en Pedro
descubrieron que pese a la fórmula, dentro había un real desen-
cuentro con el Maestro. Es un aviso para nosotros.
La interpretación de los nombres de Jesús, Mesías, Hijo de
Dios… ha dado lugar a una posible gama de gustos y caprichos.
Hoy nos es necesario atravesar las fronteras de formulismos y
convencionalismos e iniciar una etapa de autenticidad, comenzando
la vida y la experiencia del Evangelio. Aún hoy se discute lo que
quiso decir Jesús. Tema que dividió a los cristianos en tres grupos
sin remordimiento alguno pero con odio. Es necesario que no se
repitan errores pasados. ¡Cuántas discusiones sobre el primado, el
Papa, los concilios…! Lo que quiso Jesús es que la Iglesia estuviera
unida para que fuera expresión del Reino de Dios, que es por
esencia amor entre todos los hombres, unidad entre los diversos
pueblos, perdón de los pecados, reconciliación, etc.
Dado que la Iglesia tiene como servicio ofrecer el Reino de
Dios y nosotros como miembros de la misma, ¡qué parte nos toca
hacer?. Miremos nuestros conflictos internos, nuestros juicios y
condenas, rivalidades entre diversos grupos, o personas… son
cosas que hacen ahondar el escándalo poniendo trabas al Reino de
Dios. Reino de unión paz, misericordia y amor.
Si reconocemos que Jesús es un valor absoluto en nuestra
vida y lo confesamos como el enviado de Dios, nos acercamos a
comulgar queriendo que su vida sea nuestra vida. Que ese deseo
se fortalezca más ante el Sacramento del amor infinito que pasó por
la muerte para rescatarnos. Repensemos y corrijamos nuestras
actitudes ante todos los hombres y seremos presencia del Reino en
el mundo.
Ciclo A - 101

Domingo 22 del Tiempo Ordinario


Jr 20,7-9. Rm 12,1-2. Mt 16,21-27.

Homilía 3 de septiembre de 2017


Pedimos en la oración inicial algo impresionante y definitivo, con
cierto paralelismo con la del domingo anterior: “siembra en nuestro
corazón el amor de tu nombre”. Ahí está incluida toda la santidad
cristiana. En la pasión por Dios. Desde donde procede la pasión por
su obra predilecta. La humanidad entera.
El Evangelio de hoy se centra en Pedro, de alguna forma
prefigurado en la 1ª lectura. Dios se acerca al hombre como un
seductor. “La Palabra del Señor se volvió para mi oprobio y
desprecio”… Pero la Palabra era en mis entrañas fuego ardiente…
intentaba contenerla y no podía”.
El Pedro, que el domingo anterior había confesado a Jesús como
Mesías e Hijo de Dios y fue aprobado y alabado, hoy va a ser
reprochado por no ser consecuente. Pero pasa a ser el prototipo
del creyente cristiano. Pedro es sincero y espontáneo, pero lleno de
contradicciones. Confiesa al Mesías y se opone a su misión
salvadora, saca la espada para defender a Jesús y lo niega ante
una criada, va a bautizar a la familia pagana del centurión y se
resiste ante la abolición de la circuncisión y así tantas veces.
Es un santo humano no distorsionado por la beatería o una
falsa mística, ama y peca, en un continuo conflicto entre su yo
apasionado y su cobardía interior. Bueno es traer a colación la frase
de s. Bernardo que “debajo de un santo siempre hay un pecador” ya
que el santo es el que más ama a Dios; y le ama más aquel a quien
más le han perdonado.
Duro golpe el que hoy ha recibido “apártate de ni Satanás”.
El lo ha encajado sin rechistar. Y a continuación le va a decir Jesús,
y a él con todos los demás y también a nosotros “Niégate a ti mismo
y carga con tu cruz y sígueme”. Pedro le dejó hacer al Maestro, mal
que le pesara, el reproche. Que supo llorar ante su pecado. Y un día
Ciclo A - 102

lo llevarán a la cruz y morirá, quijotescamente cabeza abajo, según


la tradición.
Es maravillosa la fe cristiana, es una fe para hombres y
mujeres de carne y hueso, que no necesitan posturas farisaicas
para parecer mejores que los demás. Tampoco la fe es una
apisonadora que los aplasta para que seamos iguales y pensemos
lo mismo.
Es duro el Evangelio, como es duro seguir a un hombre que
terminó su vida malogradamente. Y que se permite el lujo de
pedirnos la vida, cuando sabe que apenas le daremos un dedo. Y
nosotros le damos la punta de un dedo y nos pensamos que le
hemos dado todo.
Hoy el Evangelio nos tranquiliza y nos trae paz. Hasta nos
permite reírnos de nosotros mismos. Así nos ama el Señor, unas
veces protestando por la cruz, otras “regañándole” como niños mal
criados. Pero amándolo a nuestro modo. Por eso nos pone por
delante a Pedro para que descubramos hasta donde llega el amor
de Dios y nuestra debilidad.
Pablo nos dirá: No os ajustéis a este mundo, sino transfor-
maos por la renovación de la mente. Dejad de pensar que Dios
exige perfecciones difíciles, no, sino la sencillez de lo que es
nuestra débil naturaleza, que El hará lo demás.
Comulgar es tomar la decisión de seguir a Jesús, a su
Evangelio, a sus ideales, y caminar aunque vuelva a fallar. Sólo una
cosa está totalmente prohibida, desanimarse y desconfiar del que
nos llamó y tanto nos amó.
Ciclo A - 103

Domingo 23 del Tiempo Ordinario


Ez 33,7-9. Rm 13,8-10. Mt 18,15-20.

Homilía 10 de septiembre de 2017


Delicada súplica al empezar: "Míranos siempre con amor de
padre…para alcanzar la libertad verdadera". Bueno es tenerlo en
cuenta para, a partir de aquí, explicar el sentido de las lecturas de
hoy, que se prestan a muchas interpretaciones, hasta nefastas. Y
la carta de Pablo ayuda igualmente: "nadie debáis más que amor"
"amar es cumplir la Ley entera". Este domingo como el próximo nos
llevan a pensar en la reconciliación y el perdón de los hermanos.
Cualquier grupo humano tiene unas normas y el que
libremente ingresa en él las acata. Esto está en todas las socieda-
des, ya que el bien del patrimonio común, puede verse afectado con
conductas incongruentes.
Los grupos religiosos, igualmente. En las sinagogas se
practicaba la corrección con los mismos pasos que indica el
Evangelio. La Iglesia primitiva lo adoptó en grupos reducidos. Mas
con el tiempo el tratamiento de los pecadores se fue convirtiendo en
el trato individual entre penitente y sacerdote. Quedando la
confesión para la reconciliación con Dios y con la comunidad.
Pero en la Iglesia actual hay estructuras inadecuadas desde
el punto de vista del Evangelio, como desde la mentalidad moderna,
sobre el trato con personas cuya conducta desaprobamos. El tema
es demasiado complejo.
En primer lugar hay que ver el concepto de pecado. Una
cosa es la normal debilidad humana y otra cosa es lo que atenta
contra la vida de la comunidad. En los primeros siglos, los pecados
que atentaban contra la comunidad eran simplemente tres:
apostasía, adulterio y asesinato. Actualmente, la apostasía es, que
se marcha y nada más. El adulterio es cada vez más una cuestión
interna de la pareja. Y el asesinato pasa a la jurisdicción civil o
criminal. (Tampoco podemos olvidar que esos tres pecados están
Ciclo A - 104

personalizados en el Evangelio: Pedro, Pablo, la adúltera).


Hoy los pecados que atentan a la vida de la comunidad son
más de tipo social: Comercio injusto, libertinaje sexual, violencia
organizada, racismo, odios históricos, injusticia social… y ¿Quién
puede encararlo actualmente?.
Vistas las cosas habría que encarar el problema desde la
educación. Para más que corregir, preparar a las personas para una
vida más justa y digna. La Iglesia primitiva abordó el problema del
pecado desde un largo e intenso catecumenado. Que habría que
trasladarlo a nuestro tiempo y circunstancias.
Pero vayamos a lo nuestro cotidiano. Abundan los corregido-
res, tomando a la letra el Evangelio. No es la ley lo que hay que
defender, sino al hombre que se ve destruido en el seno mismo de
la comunidad. El Evangelio se mueve sobre esta base: salvar al
hermano. "No juzgar, no condenar". Llevar los unos las cargas de
los otros. "Vestir al desnudo" dicen las obras de misericordia, igual
a cubrir sus vergüenzas. Hemos de preguntarnos si por salvar una
norma, el precio es destruir al individuo. Salvar, no como jueces
poderosos e intachables no compadres que se olvidan que sus hijos
están creciendo. Corregir es mostrar un estilo evangélico de
conducta, dialogando sobre sus problemas y dificultades, compren-
diendo su situación y esperando todo el tiempo necesario y
respetándolo aun cuando su respuesta no sea la nuestra. Este estilo
lo exige el Evangelio del amor a los pecadores. Y el que corrige no
se olvide de sus propias ocultas debilidades y cómo ha sido tratado
por el Señor.
En la Eucaristía el Señor se hace presente como signo de
amor y unidad en su Cuerpo que aglutina a todos, buenos y malos,
redimiendo a todos.
Ciclo A - 105

Domingo 24 del Tiempo Ordinario


Eclo 27,33-38,9. Rm 14,7-9. Mt 18,21-35.

Homilía 17 de septiembre de 2017


El tema del amor fraterno nos acompaña este día llevándonos a la
reconciliación con los hermanos. Elemento imprescindible para
tener verdadera paz. En la oración colecta hemos pedido: “míranos,
y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de
todo corazón”. Servir al Señor de todo corazón es amar a los demás
como Él nos ha amado. No es un tema original del Nuevo Testa-
mento el perdón de las ofensas, como vemos en la primera lectura:
“¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedirle la salud
al Señor?. Pero sí que es original la importancia y centralidad que
recibe este precepto.
En el salmo responsorial hemos reconocido que esta ha sido
siempre la actitud de Dios con nosotros: “Él perdona todas tus
culpas y cura todas tus enfermedades”.
La pregunta de Pedro es la que siempre hacemos nosotros.
¿Hasta cuándo?. Todos perdonamos, ¿pero siempre?.
Si como dice la segunda lectura “vivimos para el Señor,
morimos para el Señor” es que estamos siguiendo sus pasos. Pues
perdonar es hacer como Él. Es cargar con los pecados de los
demás, dar la vida como Él hizo por todos nosotros.
Jesús responde a Pedro con una parábola. Uno debía a su
señor diez mil talentos (unos seiscientos millones de pesetas) y le
solicita paciencia y los pagará. Es sorprendente la respuesta del
amo, no le otorga paciencia, sino la condonación total de la deuda.
Mas luego, al oprimir este a su compañero por una minucia, pierde
la desconcertante magnanimidad de su señor. Así hará vuestro
Padre, si cada cual no perdona de corazón a su hermano. Pues en
ese caso, el amor de Dios a nosotros no cumple su misión, si no
siembre igual actitud entre los hombres.
El perdón ha de ser de corazón, como el que nosotros
Ciclo A - 106

quisiéramos recibir. Pues hay un perdón que se limita a un gesto


diplomático, de urbanidad, que sólo elimina la beligerancia, pero
que no restablece la confianza fraterna. Es cuando decimos yo
perdono pero no olvido. También el perdón se utiliza para humillar
más al que ha faltado; “tu eres el malo, pero yo soy el bueno que
perdona”. O después del perdón se divulga la falta entre los demás.
Estos perdones no hacen sentirse de nuevo hermanos, pues
recalca una posición de superioridad en el que dice que perdona.
El perdón que recibimos de Dios, la misericordia, nos
reengendra de nuevo como hijos queridísimos suyos, con la
confianza de siempre, como si nada hubiera sucedido por su parte.
Sí, en nosotros, que nos sentimos inmensamente agradecidos y
más enamorados de Dios.
Este amor misericordioso se nos da hoy en la celebración de
la Eucaristía: “Este es el cáliz de mi sangre que será derramada por
vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”.
Estas palabras de Jesús , esta actitud, ha de ser humilde y
alegremente acogida. Y luego asumida en nuestra conducta hacia
los demás.
Ciclo A - 107

Domingo 25 del Tiempo Ordinario


Is 55,6-9. Flp 1,20c-24.27a. Mt 20,1-16.

Homilía 24 de septiembre de 2017


Comienza la Oración con un reconocimiento laudatorio “que has
puesto la plenitud de la Ley en el amor a Ti y al prójimo”. Y la
petición: “cumplir tus mandamientos”. Reconociendo que también
es obra de Dios el cumplimiento de la Ley, con lo que deja fuera
todo moralismo. El tema está en pedirlo insistentemente y recono-
ciendo nuestra incapacidad.
La parábola de hoy a primera vista tiene visos de injusticia
social. Jesús compara al Padre con un empresario que contrata
obreros en diversos turnos u horas del día y se ajusta en un
denario, pero sólo con el primer grupo. A los demás dice que les
pagará lo justo. La parábola quiere poner de relieve a los protesto-
nes. Estos no se quejaron de que su paga era escasa, sino por la
generosidad del capataz, digamos por envidia. Antes de seguir con
la parábola voy a hacer un inciso: En el Evangelio aparece siempre
Jesús inclinado y preocupado por los que sufren, al margen de sus
debilidades o pecados, como por ejemplo, la Samaritana. Que ve en
ella una mujer destruida sin tener en cuenta sus siete concubinos.
Hoy, se fija en el sufrimiento de los que ven pasar el tiempo y nadie
les contrata. Que ese día no habrá para dar de comer a su familia.
Los primeros, pese al esfuerzo, tienen una seguridad.
La 1ª lectura trae un aspecto muy sugerente y permanente
en la experiencia cristiana; que el Reino de Dios tiene sus propios
caminos, inspirados en el amor y generosidad, que a menudo son
incomprensibles para los que nos guiamos por un concepto de
justicia distributiva.
La parábola critica a quienes establecen sus relaciones con
Dios como un contrato y tenemos derecho a exigirle a Dios, pero
sólo el primer grupo fue contratado. De aquí podemos examinar
nuestra actitud religiosa, que en gran medida, puede estar motivada
de premios, olvidando que Dios desea relacionarse con nosotros
Ciclo A - 108

sólo por amor.


¿Qué sucedería si en algún momento nos convenciéramos
de que tal premio o castigo no existen? ¿Seguiríamos siendo los
mismos?. Se ha dicho que el Cristianismo es una religión interesa-
da. No lo es, en absoluto, pero así parece haber sido entendida.
La interpretación primitiva de la parábola se refería a la
entrada de los paganos en el Reino de Dios. Que Dios fue más
generoso y menos exigente que con los judíos que habían llegado
primero.
Para interpretar la apropiación personal de la parábola,
hemos de empezar viendo dónde nos situamos, si en los que han
trabajado mucho por el Reino o los que han hecho poco. En el
primer caso nos molestará que un pobre pecador nos adelante y si
nos vemos en el segundo, nuestra vida será un contínua exultación
y agradecimiento. Requiere por tanto buenas dosis de humildad y
conocimiento de nuestro interior. A lo que habría que añadir ¿qué
tienes que no hayas recibido? Si todo ha sido don gratuito. Cómo
sentirnos superiores a los otros. La envidia impide reconocerlos
como tan hijos de Dios como nosotros.
A nivel racional es posible que todos estemos de acuerdo
con la idea de Dios. Pero cuando pasamos a hechos concretos,
aparecen resistencias interiores para ser coherentes con lo dicho:
prejuicios y tabúes, alimentados por largos años de historia y una
cultura del medio ambiente, que nos imposibilitan tomar esa humilde
actitud típica del Reino de Dios.
Todos estamos llamados a la mesa del Señor, los primeros
como los últimos. Y el don es el mismo para todos. Comulguemos
tomando conciencia de la total igualdad de todos los hombres ante
el mismo amor de Dios.
Ciclo A - 109

Domingo 26 del Tiempo Ordinario


Ez 18,25-28. Flp 2,1-11. Mt 21,28-32.

Homilía 1 de octubre de 2017


La oración nos manifiesta primero un reconocimiento de Dios
“manifiestas tu poder en el perdón y la misericordia”. Añade una
petición: “la gracia de desear tus promesas” y como resultado “los
bienes del cielo”. Ese reconocimiento del perdón y la misericordia
creo que es la mejor clave para entender toda a Escritura.
De paradoja en paradoja vamos penetrando toda la novedad
de Jesús, vamos comprendiendo el misterio del Reino.
Hoy la paradoja es la parábola de los dos hijos, el que
parece sumiso es el desobediente y el rebelde resulta ser el
obediente. Jesús mismo da la explicación. También están los que
rechazan la Palabra llevando una vida disoluta, pero cambian de
vida y vuelven a Dios. De ahí que publicanos y prostitutas entran en
el Reino y sacerdotes y fariseos quedan fuera. Pero vamos al hoy
del Evangelio.
En el primer caso se pasa de una conducta rebelde a
aceptar la voluntad e Dios. Es un caso “muy humano”. Ese hijo no
rechaza al padre, sino que está reafirmando su propia identidad. La
parábola, que no habla de un tercero que dice voy y va, parece ver
este caso como normal. Ya que un servil sometimiento a Dios, sería
precisamente lo contrario a la voluntad de Dios. Y lo que más
detesta Dios es la postura farisaica y santurrona de quien se cree
justo y no tiene que cambiar nada.
Dios prefiere el camino largo, saturado de libertad, fracasos,
digamos pecados, al camino corto de los que dicen sí a todo pero
nada toman en serio. La parábola no alaba el rechazo del hijo al
padre, sino el proceso de ese hijo, que pudo, desde el rechazo
instintivo, llegar a una aceptación voluntaria y pensada del deseo
del padre.
Es extraña la pedagogía del Reino. Un Dios que deja
Ciclo A - 110

esperar al hombre, sin prisas, No quiere frutos prematuros. Estamos


ante un Dios que no se escandaliza por la debilidad humana, ni por
el pecado, ni por la rebeldía. Es el trance necesario en el camino de
la vida espiritual, en que el pecado tiene su puesto en el desarrollo
de la misma. El pecado es importantísimo, es la única ayuda que
tenemos para ser humildes. Y no digamos, para eliminar tantos
juicios, críticas y condenas. Nuestra pobreza nos hace reconocer
que no somos mejores que aquel del que murmuramos.
Y otro inmenso beneficio del pecado: descubrir la grandeza
de la misericordia de Dios, hasta llevarnos al asombro, que es el
comienzo de la perfecta contemplación. La santidad verdadera no
es el perfecto cumplimiento de leyes, es el enamoramiento de Dios.
El cual no viene de la voluntad ni de un estado romántico del ánimo,
sino de descubrir a un Dios amándome en mis más profundas
miserias. El hombre bueno ama a Dios linealmente, mientras que el
pecador ama a Dios apasionadamente. Ese, en contacto con el
Señor llegará a tener los mismos sentimientos de Jesús, como
sugiere la 2ª lectura.
Pero ese conocimiento de nuestra intimidad, sólo es posible
a partir del conocimiento de la misericordia de Dios, de lo contrario
el instinto de defensa de nuestro YO le impediría llegar al fondo.
Y volvemos al comienzo de nuestra reflexión: la misericordia
como raíz y fuente de todo camino cristiano, hasta llegar a la
auténtica mística. De ahí que el verdadero místico es sumamente
humilde y no juzga a nadie, porque es el que se conoce a sí mismo
perfectamente. Y digo más, ese conocimiento experimental de la
misericordia de Dios, no sólo le asombra y embriaga, sino que le
hace sentirse aún más pequeño e insignificante. De ahí que Evagrio
Póntico dice que el verdadero monje se como el ser más ruin del
mundo. Y esto porque ha palpado la belleza y grandeza de Dios y
así de insignificante se ve a su lado.
Y en la Comunión, sintiéndonos portadores de los mismos
sentimientos de Jesús, miremos a nuestros hermanos de la Mesa
como el mismo Jesús lo haría y salgamos a la calle mirando así a
todo el mundo. Es el efecto del Sacramento que nos hace uno con
el mismo Jesús.
Ciclo A - 111

Domingo 27 del Tiempo Ordinario


Is 5,1-7. Flp 4,6-9. Mt 21,33-43.

Homilía 8 de octubre de 2017


Comenzamos con una maravillosa oración: proclamamos: tu amor
generoso que desborda méritos y deseos. Derrama tu misericordia,
que borra toda inquietud. Y aún más: nos concedes hasta lo que no
nos atrevemos a pedir. Es el derroche del amor y la inmensidad de
la confianza.
En el Antiguo Testamento, como vemos en la segunda
lectura, se había comparado a Israel con una viña plantada y
mimosamente cuidada por Dios. Y produjo uvas agrias. Jesús toma
el texto con una alegoría, añadiendo los profetas que fueron
enviados y maltratados. Y hasta al mismo hijo que mataron. La
conclusión es que el Reino les será quitado y entregado a pueblos
nuevos venidos del paganismo. Como otras parábolas se encuadra
dentro de la relación Judaísmo-Iglesia o Jesús-Judaísmo.
Pero hoy vamos a intentar que fuera de todo historicismo,
también necesario, que la parábola ilumine nuestro cristianismo
actual.
El Reino no es, en la historia de la salvación, un brote nacido
con Jesús. Ya estaba y con Jesús llega a plenitud. Y hoy nosotros
nos integramos en esa historia. En cada época el Reino se presenta
como una llamada a quienes tienen algún puesto, de mayor o
menor importancia, en el cuidado de la viña. También envía
mensajeros para comprobar si el trabajo está en función del Reino
o intereses personales.
Hoy tenemos esa viña en nuestra Iglesia, tan mimada por
Dios, aunque a veces, los obreros,se han limitado a comerse las
uvas. No se niega el trabajo de los obreros, pero en vez de ponerlo
al servicio del Reino (de todos los hombres) lo han hecho propiedad
personal. Estamos ante un capítulo importante en la historia de la
Iglesia: el enajenamiento del Reino por los que sólo son llamados
Ciclo A - 112

a trabajar y olvidaron que sólo tiene un dueño: Dios, de vez en


cuando envía reformadores carismáticos y, surge la oposición
sistemática precisamente de los dirigentes que se les viene abajo
su prestigio o sus negocios. He ahí la historia del Vaticano II o del
Papa Francisco. Antes, por revelarse contra la corrupción Jesús fue
apresado, juzgado y muerto.
En conclusión, nadie es dueño de la Iglesia. Y que no se
confunda la historia concreta de la Iglesia con la historia del Reino,
que divinamente guiado, siempre encontrará canales para no ser
aprisionado en esquemas humanos. No hace falta que otros
pueblos entren en la Iglesia para que se cumpla el plan de Dios.
Pues donde haya personas dispuestas al servicio gratuito por el
bien común, allí está el Reino. Pues el estar en la Iglesia no nos
asegura de estar trabajando para Dios y su Reino, si nuestras
actitudes profundas no están con los criterios de Reino, o sea con
el Evangelio de Jesús.
Y vamos con las piedras del edificio. Todas pueden servir.
Pero no podemos nosotros seleccionar las piedras diciendo esta
sirve y ésta no. Otra llamada de la parábola: lo que vemos como
inservible, tal vez a los ojos de Dios es importante y necesario, o al
revés. Por tanto hagamos lo mejor posible lo que vemos que
tenemos que hacer, pero no juzguemos la forma de compromiso de
otras personas aunque no piensen como nosotros. Si no somos
propietarios ni de la iglesia ni del Reino, es bueno tener una actitud
de apertura hacia cuantos con su mejor voluntad intentan poner su
cuota de esfuerzo y sacrificio por un mundo mejor, sea donde sea.
Tampoco hay nada más horrible que el sentirse dueños de
la comunidad y servirse a sí mismos fingiendo ser los intereses de
Dios.
Es dura la parábola. Pero no esperemos que venga un santo
milagrero o Jesús en persona para hacernos abrir los ojos. Si hay
sinceridad y profunda humildad, ya tenemos elementos para
adoptar una postura evangélica.
Tal vez nos hayamos acostumbrado algo a un señorío sobre
los bienes de Dios como para de golpe renunciar. Y por si fuera
poco resulta que se nos podrá quitar el Reino. No tengamos miedo,
Ciclo A - 113

que Dios hiere y cura a la vez. Ante la impotencia humana hay un


camino seguro que nos lleva al encuentro con el abrazo misericor-
dioso, la oración humilde bañada en lágrimas.
Y el mismo Dueño nos convoca a todos, repito a todos, a
comer los frutos de la viña. El Pan y el Vino convertidos en su
Cuerpo y Sangre del Señor.
Ciclo A - 114

Domingo 28 del Tiempo Ordinario


Is 25,6-10a. Flp 4,12-14.19-20. Mt 22,1-14.

Homilía 15 de octubre de 2017


Hemos pedido al comenzar "que tu gracia nos preceda y acompañe,
para hacer siempre el bien". Sin la ayuda de Dios, antes y después,
si siquiera podemos hacer el bien. El tema del Reino se está
haciendo obsesivo, pero así se recupera el tiempo empleado en
tantas normas y moralismos. Y además, con la oración colecta nos
recuerdo que con sólo la voluntad y el esfuerzo, no basta.
Y hoy la cosa de banquete. La parábola del Evangelio está
en la línea profética de la primera lectura: Un festín para todos los
pueblos, sin muerte, ni lágrimas ni más oprobios. Como signo de
una salvación que alcanza la totalidad de la vida humana.
El banquete de bodas del hijo del rey se ofrece a personas
destacadas. Hay personas que no pueden participar porque otros
intereses mayores les absorben. Y en el fondo parecen despreciar
al rey que les invita. Da la impresión como si Dios hubiera perdido
el tiempo en preparar a un pueblo para su entrada en el Reino, pues
los menos preparados son los más dispuestos.
A la luz de otros textos evangélicos se comprende que las
bodas no son sino las que realiza el Jesús con la humanidad. Al ser
un banquete de bodas es lógico que los íntimos del círculo del novio
podían estar. Y una comida donde el amor es el plato principal, se
comprende que muchos preferían sus negocios. De aquí que el
Reino de Dioses incomprensible si no se mira desde la perspectiva
de un amor profundo y total. Quien desee entra en ese Reino debe
dejar de lado otros intereses. Pero no olvidemos, perdonar el inciso,
cómo este texto del banquete de bodas nos prepara para la
Eucaristía. Y sentarse en esta mesa común es subrayar la primacía
del amor fraterno.
Y ese fracaso de la primera etapa no significa el fracaso del
Reino, sino que es más bien una oportunidad para que se deshaga
Ciclo A - 115

de ciertos condicionamientos humanos para volcarse hacia todos


los hombres sin distinción alguna. Pues la parábola, como hemos
dicho al principio tiene una proyección universalista. Y esto fue
rechazado por los judíos y también por los primeros cristianos. Pero
luego también con el correr de los siglos, se intentó casar, no con
el Cristo pobre, sino con la clase de prestigio, y así le fue y lo tuvo
que pagar. Pero ese Dios que no abandona su obra le haciendo
volver la vista a muchas páginas olvidadas del Evangelio. Actual-
mente revive una nueva modalidad de universalidad, Veamos en
primer lugar las corrientes ecuménicas actuales, las relaciones con
otras religiones. Y ¡cuántos se resisten a aceptarlo!
Al finalizar la parábola, añade Mateo unas líneas para evitar
malas interpretaciones. El Reino no es el refugio fácil donde todo
está servido. Los invitados han de ser conscientes de la necesidad
del hábito del banquete. El Reino no es la ocasión de fáciles
ganancias o prestigio, tampoco una adormidera para que todo siga
igual. Si se trata de una fiesta, tiene que haber un clima de alegría
y si alguien no lo trae, deshace la fiesta. Hay que recordar que
todos hemos sido llamados gratis y por amor. De ahí la alegría junto
con la humildad de tener algo inmenso e inmerecido. ¡Qué maravi-
llosa aportación a la fiesta en comunión con todos, el gozo de
sentirnos unidos por un amor de Dios inmerecido! De ahí la
igualdad, nadie se lo ha ganado, es gratis, por eso viene la alegría
y el amor entre todos.
Y si alguno no trae esa vestimenta de la alegría por la
gratuidad ante el derroche de lo inmerecido, normalmente no lo van
a expulsar, pero ya está fuera. Es importante que al comenzar la
Eucaristía, en la parte penitencial nos sintamos pecadores,
rescatados, sin méritos ni derecho sobre ninguno de los miembros
de la mesa eucarística.
Ciclo A - 116

Domingo 29 del Tiempo Ordinario


Is 54,1.4-6. 1 Ts 1,1-5b. Mt 22,15-21.

Homilía 22 de octubre de 2017


Oración colecta: Pedimos "entregarnos a Ti con fidelidad y servirte
de todo corazón". Muy interesante, que nuestra entrega a Dios y a
su servicio, no es obra de nuestro esfuerzo, sino don gratuito suyo.
La parte nuestra es desearlo y pedirlo con insistencia.
No puede ser más clara, para comprender el Evangelio de
hoy, que la palabra de Isaías de a primera lectura: "Yo soy el Señor
y no hay otro". Desde siempre las relaciones entre lo religioso y lo
político han estado llenas de confusión. A veces con una estrecha
relación. En este sentido el cristianismo aparece como una religión
muy original: independencia del poder político y la falta de relación
con un Estado particular.
Sin embargo los discípulos de Jesús pensaron que el Reino
se identificaba con el estado de Israel. No sólo no tuvo ese apoyo,
sino al contrario, fue perseguido como "antipatriótico", por negarse
al culto al Emperador. La solución al dilema la presenta el Evange-
lio, aunque enmarcado en un contexto judío. "Dad al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios". Jesús es puesto entre la
espada y la pared y zanja la cuestión con fina ironía. A Dios no le
preocupan esas monedas, es de otro orden el servicio que desea.
Semejante problema se vuelve a plantear ante el tribunal de Pilatos,
"Soy rey pero mi reino no es de este mundo".
Cuando de presenta este Evangelio, generalmente se piensa
en la relación Iglesia y Estado. Pero no es ese el planteamiento de
Jesús. Que lo que menos piensa es en una institución religiosa en
conflicto con la autoridad. Sino en poner en evidencia el carácter
absolutamente original del Reino de Dios, la soberanía absoluta de
Dios sobre el mundo. Pero podemos caer en error si pensamos que
Dios reina como los reyes necesitando un político, burocrático o
militar. ¡No!. Su reinado se realiza en el interior de los corazones por
medio del amor. La situación se complica cuando surge el cristianis-
Ciclo A - 117

mo organizado como institución religiosa. La Iglesia se presenta


como intermediaria entre el Reino de Dios y los hombres, organiza-
dos en estados políticos. La confusión ahí es inevitable. No vamos
meternos en problemas. Pero sí vamos a poner ideas claras. Todo
ser humano, simple ciudadano o jefe de estado, todos en cuanto
humanos están llamados a participar del Reino. Reino que no
interfiere las relaciones humanas a nivel social o político. Pero
ninguna autoridad civil o religiosa puede sentirse con atributos
totalitarios, ninguna autoridad es dueña del hombre y su conciencia.
Hemos insistido en la distinción entre Reino de Dios y la estructura
concreta-histórica de la Iglesia. Identificarla es entrar en un callejón
sin salida. Pues así haremos asar por derechos absolutos de Dios,
lo que no es más que una contingencia histórica o fruto de una
tradición más o menos antigua.
Lo dicho anteriormente no anula la relación querida por
Jesús entre la comunidad cristiana y el Reino. La existencia de esta
comunidad se justifica como la defensa de los derechos inalienables
del hombre que están representados en los valores del Reino: el
amor, el servicio, generosidad, la paz, la unidad, el bien universal,
la caridad fraterna. Sencillamente seguir las actitudes de Jesús en
todo momento. Jesús dice la verdad y nunca pleitea. Y nunca
ofende a nadie.
Los principios están claros, mas en cada época no siempre
se con claridad cuales son los "derechos inalienables". Sólo la
honestidad y la humilde sinceridad pueden salvarnos de decisiones
apresuradas.
Jesús con el que comulgamos en el Sacramento, es el
humilde servidor de los hombres. Recibirlo es hacer nuestra su
actitud de servicio a los hermanos, cristianos o no cristianos. Y si
damos a la comunidad humana todo lo que podemos dar de
nosotros mismos, estemos seguros de que también se lo damos a
Dios. Ya que todo eso está en favor del Reino.
Ciclo A - 118

Domingo 30 del Tiempo Ordinario


Ex 22,20-26. 1 Ts 1,5c-10. Mt 22,34-40.

Homilía 29 de octubre de 2017


La oración colecta es la petición más completa, como simple e
inicial: Aumento de fe, esperanza y caridad. Y: amar tus preceptos
para obtener tus promesas.
El Evangelio de hoy viene a completar el del domingo
anterior que pedía darle a Dios o que es de Dios. Y nos pregunta-
mos ¿qué es lo debido a Dios y cómo darlo?. Jesús responde con
uno de los textos más conocidos y trillados en el judaísmo.
Venimos reflexionando mucho sobre el Reino de Dios. No
obstante esa expresión siempre asusta un poco, suena a poder, y
tampoco debía sonar en en tiempo de Jesús. Tal vez por eso Juan
la omite en sus escritos. Usa otras expresiones, como la Vida
Nueva, la Luz, y sobre todo habla del Amor. Ya en la primera carta
define así a Dios: Dios es amor. Y si Dios es amor, su Reino es el
del amor. Pero amar no es sólo la Ley del Reino; es la necesidad de
todo hombre que desea simplemente vivir. Pues amor es dar vida
y recibir vida, es construir comunidad, buscar paz, compartir la
misma historia.
Si los cristianos hubiéramos tomado estas palabras de Jesús
como norma suprema de nuestra vida, no hubieran acontecido
tantas luchas, odios, divisiones y hasta guerras con apariencia
religiosa, pero que escondían mezquinas motivaciones.
En fin, que el Reino de Dios se hace presente dentro de
cada ser humano institución, laica o religiosa, en la medida en que
se vive al servicio de un Dios que se llama Amor. Fuera de esta
perspectiva, podemos hacer muchas cosas, solemnes cultos,
oraciones, peregrinaciones, construir templos, pero permanecería-
mos fuera del Reino.
Todo esto resulta hermoso y sin embargo no hay palabra
más desvalorizada que la palabra amor. Hasta tal punto que si se
Ciclo A - 119

nos dice que los cristianos debemos amar, suena a pura rutina. Y
el amor a Dios.. No creo que nadie tenga problemas de amar a
Dios, pues Él no molesta, ni reprocha, ni discute nuestras posturas;
hasta se da el caso que dos personas irreconciliables pueden
afirmar ingenuamente que aman a Dios. Mas el Evangelista Juan,
con todo énfasis dice que quien dice que ama a Dios y rechaza a su
prójimo es un mentiroso. Así se nos corta toda posibilidad de
evasión.
También Jesús corta toda posibilidad de evasión al decir:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Mirada la frase con óptica
psicológica parece pedir un imposible. Es una utopía. Podríamos
decir. No hay amor más fuerte que el que se tiene a uno mismo,
pues gracias a ese amor podemos sobrevivir. Podremos decir que
"al prójimo como a uno mismo" es un ideal, que por confundirse con
la esencia del Reino, es una tarea de por vida. El Reino de Dios no
viene a cubrir nuestro vacío interior, sino para comunicarnos con los
demás sin barrera ni frontera alguna. ¿Es que es poco, sentirse en
una unidad con todos formando un solo cuerpo? Y ¿Qué éste sea
el Cuerpo de Cristo?.
¿No es todo esto una utopía? Pues sí que lo es. Pero es
utopía nos hace bien, ya que nos impide la autosuficiencia de
pensar que todo lo hemos cumplido bien. Nos evita caer en el
fariseísmo. Hoy se nos invita a vivir en la utopía, pues el cristiano,
que se da a vivir el Evangelio dl Reino, es un personaje utópico.
Que está fuera de lugar, que no encuentra lugar en este mundo.
Que camina de espaldas a la corriente. San Pablo lo llamó "la locura
de la cruz". Tenía razón Jesús cuando dijo a Pilatos: "Mi Reino no
es de este mundo", es decir, es utópico.
Ya lo ha expresado san Pablo en la segunda lectura, que
gracias al Evangelio los cristianos pasan del culto a las cosas, los
ídolos, al servicio del Dios vivo y verdadero.
Entre todos los signos litúrgicos, la Eucaristía es el que
mejor manifiesta el primado del amor, a Dios y a los demás. Jesús
nos recuerda a todos, como en el Cenáculo: Con gran deseo he
querido comer esta cena con vosotros. ¿Lo diremos nosotros lo
mismo a los que nos rodean y al mundo entero, presente en cada
Eucaristía? ¿Entraremos aquí también en la utopía del amor al
Ciclo A - 120

enemigo? Pues adelante, que el Señor nos invita, nos precede y


nos ayuda con su Espíritu Santo. "Estoy con vosotros, no temáis,
que soy Yo".
Ciclo A - 121

Día de Todos los Santos


Ap 7,2-4.9-14. 1 Jn 3,1-3. Jn 6,37-40.

Homilía 1 de noviembre de 2017


La primera lectura de este día nos corre el velo del cielo, la morada
de Dios, que también lo es de los que han dado testimonio de Dios
en el duro camino de la oposición y persecuciones del mundo.
Hoy exaltamos a los que nos precedieron en el seguimiento
de Jesucristo, y, afirmamos con ellos nuestra confianza en un Dios
fiel a sus promesas. Que la salvación es total y gratuita
Es el mensaje de la segunda lectura "Mirad que amor nos ha
tenido el Padre...". Reconfortante y maravillosa expresión, que no
miremos nuestros éxitos y virtudes, sino el amor de Dios. Y lo
descubrimos en que quiso que fuésemos sus hijos y le veamos tal
cual es, es decir como Padre y como Amor. Y aún más, que
seamos semejantes a Él.
Y un segundo punto de reflexión. El Evangelio nos presenta
la relación entre el Reino y los que aspiramos a él. Esta es el
discurso de las Bienaventuranzas. Al oir la palabra "santos" nos
imaginamos seres privilegiados, con virtudes excepcionales y
heroicas. Son más bien, los que se abren a la Palabra de Dios y
permiten que la santidad de Dios entre en ellos.
Y ¿quiénes llegan a ser santos?. Jesús da un criterio
paradójico. La felicidad del Reino no es de los grandes virtuosos o
milagreros, sino de los pobres, de los que carecen de cuanto la vida
considera como un valor. Son los pobres de espíritu, los pacientes,
los que lloran, los hambrientos de justicia... La salvación, que es
gratuita, como hemos dicho, sólo puede entrar en los que, conscien-
tes de su pobreza y debilidad, se confían al Señor. El Reino sólo
puede penetrar en un lugar vacío, en un corazón que no esté lleno
de sí mismo.
El Evangelio pone una diferencia entre la santidad de los
fariseos y la cristiana. La primera se apoya en el brillo de las propias
Ciclo A - 122

virtudes, que con arduo esfuerzo, producen seres excepcionales. La


cristiana se apoya en el mismo Reino de Dios, que hace fuerza para
penetrar donde está nuestro pecado y debilidad. Es la santidad
humilde de Zaqueo, la Magdalena, los Apóstoles, llenos de
imperfección y flaquezas, pero confiados en que Dios con su poder
y misericordia, los hará verdaderos hombres de fe.
El Reino se establece en quien hace de su vida una
búsqueda de algo que ansía y no tiene, sintiéndose pobre y vacío.
Que sólo le queda sentirse ante él, como un pobre desprovisto de
todo, como quien necesita de la misericordia.
Hoy celebramos la fiesta de los hombres y mujeres simples
y vulgares como nosotros. Que se consideraron a sí mismos
simples y vulgares; porque su santidad fue silenciosa y oculta. Por
eso fueron excepcionales, verdadera paradoja.
La Eucaristía es el encuentro con Jesucristo, pero no un
encuentro ritual, sino en la intimidad de quien ha de trasformar
nuestra vida. A nosotros, aplastados por tanta flaqueza y contrarie-
dades, se nos dice hoy: Felices vosotros, porque vuestro es el
Reino de Dios.
Ciclo A - 123

Domingo 31 del Tiempo Ordinario


Ml 1,14b-2,2b. 8-10. 1 Ts 2,7b-9.13. Mt 23,1-12.

Homilía 5 de noviembre de 2017


Pedimos en la oración colecta simplemente “caminar sin tropiezos”.
Yo diría que un serio tropiezo es el miedo, que nos paraliza ante
cualquier cosa. Pero además, los tropiezos son a derecha o
izquierda, como veremos a continuación.
Los textos de hoy nos presentan la otra vertiente del
Evangelio con relación a domingo anteriores. Generalmente los
evangelistas, al final, dedican algunos versículos al enfrentamiento
de Jesús con escribas y fariseos. Los escribas eran los expertos en
la enseñanza de la Escritura. Y los fariseos era el grupo que
practicaba el fiel cumplimiento de la misma. Era el grupo más sano
del judaísmo. Fueron los fariseos los que después de la época de
los Macabeos, preservaron la fe de las asechanzas del paganismo
reinante. Y fueron los, que después de la catástrofe nacional del 70
consiguieron rearmar y reanimar a las comunidades judías para que
se mantuvieran fieles hasta el día de hoy, en todo el mundo,
pasando por tantas persecuciones. Es bueno recordar a Pablo
como fariseo y luego gran agente del Cristianismo. Y anotamos
también que las frases de Jesús no fueron para todos como grupo,
sino para ciertos miembros, que por defectos que Jesús les
reprochaba, no podían tolerar su doctrina.
Y fijaos: no son “los malos y antirreligiosos” los que se
oponen a Jesús, sino los más piadosos y religiosos del pueblo.
Fenómeno de siempre. Y hasta hoy. Cuando la fe se hace fanatis-
mo ciego al servicio de la ley, el culto o el dogma, es decir a lo
institucional, se pierde el espíritu de lo religioso. Se dice que los
extremos se tocan. Y la religión obsesiva se toca con la antirreligión
obsesiva, con el desprecio del hombre y el endiosamiento de ideas
y estructuras. Así comienza la historia de los integrismos. Son los
antípodas del Reino. El lema del Evangelio está en el servicio al
hombre y el amor desinteresado. El domingo pasado veíamos que
Ciclo A - 124

Jesús sólo atribuye como servicio a la voluntad de Dios, y por tanto


al Reino, la Ley suprema del amor a Dios y al prójimo. Y cuando
Jesús habla de amor al prójimo está diciendo sobre todo a los
pecadores (a amigos y los que me caen bien no haría falta decirlo)
a ignorantes, como a publicanos y prostitutas. Cosa inadmisible a
escribas y fariseos.
Pero hermanos, los fariseos son de todos los tiempos,
también de ahora. Se sienten superiores o mejores, se hacen llamar
señor y maestro… O se pavonean por vivir a la sombra de su
religiosidad y devociones.
Es duro el Evangelio de hoy. ¡Hasta dónde puede llegar una
persona religiosa! Todo se puede falsear. Sobre todo si se toma la
religión como una gimnasia de honestidad o una pelea contra la
impiedad. Es transformar la religión en una máscara para cubrir el
verdadero rostro.
Este Evangelio nos empuja a releer ciertos pasajes sobre
cambio interior, humildad, pobreza de espíritu... para que nuestra fe
no se ahogue en aguas de hipocresía. Y no hagamos del fariseísmo
un mito histórico para que no nos alcance.
Si pensamos que este Evangelio no es para mí y por tanto
me deja indiferente, ya he caído en la trampa del orgullo religioso.
Es bueno recordar siempre la parábola del fariseo y el publicano.
No hemos nombrado la lectura de Malaquías. Es bueno
volver sobre ella, reitera y agudiza la fuerza del Evangelio.
Es hipocresía comulgar a Jesucristo y no comulgar (recibir
en el corazón) a los hermanos. Quiera Dios que esta comunión
signifique para todos el signo de un auténtico y sentido amor a los
demás. O que al menos la Palabra de hoy nos lleve al comienzo de
una vida nueva con una visión nueva. Dios hiere y cura a la vez.
Ciclo A - 125

Domingo 32 del Tiempo Ordinario


Sb 6,12-16. 1 Ts 4,13-18. Mt 25,1-13.

Homilía 12 de noviembre de 2017


Pedimos en la oración colecta: "Aparta de nosotros todos los
males… para poder cumplir libremente tu voluntad". Y ¿Cuáles son
esos males que se oponen a la voluntad de Dios? La desconfianza
de Dios, la soberbia de la vida, el hechizo del mundo engañador…
Hoy se nos brinda la Sabiduría…
Estos domingos próximos al Adviento nos están preparando
a la proximidad del Reino. Comenzamos con un precioso e
impactante anuncio de la Sabiduría que da sentido a toda la vida.
"Fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la
buscan". ¿Amamos y buscamos otras cosas materiales, cercanas
e intrascendentes? Nos perdemos lo trascendente y definitivo. "Se
anticipa a darse a conocer a los que la desean". Es triste que nos
pase rozando y se nos pierda. En la mentalidad bíblica se trata de
la Palabra de Dios que nos ofrece una forma de vivir que satisface
nuestras más altas aspiraciones del Reino de Dios. San Juan nos
presenta a Jesucristo como la auténtica Sabiduría, que vino a los
suyos y no la recibieron.
Estamos hablando mucho del Reino y ahora podemos
afirmar que este Reino es nuestra sabiduría, que nos ayuda a que
nuestra vida tenga un porqué y un para qué.
En la parábola se nos presenta el Reino en forma de bodas,
es decir en un encuentro de amor con la humanidad. Y todo el texto,
pese al protagonismo de las diez jóvenes, presenta las disposicio-
nes para entrar, no cuando queremos, sino cuando llegue el novio.
Resultan extraños y hasta duros dos puntos del relato: la
negativa a compartir el aceite de unas jóvenes y la negativa a abrir
la puerta. Están, me parece, para acentuar la importancia de la
preparación y la vigilancia ante la llegada del Reino. Dios no
responde a unos planes bien preparados, está más allá. Sí quiere
Ciclo A - 126

una espera constante. El tiempo de la fe y la esperanza es un


tiempo permanente. No se puede ser religioso por días o por horas.
Porque la fe es la aceptación de un Dios que llega para compartir
nuestra vida. Y ese estado no es fraccionable. Además, volviendo
sobre la parábola, esa fe no es compartible, es el aceite de las
lámparas.
Todo esto habla de responsabilidad y seriedad. Pero no un
pensamiento febril y obsesivo. No pretendemos algo que está fuera
o lejano. En realidad se trata de buscar en nuestra intimidad y en
actitud de búsqueda serena descubrir esa Sabiduría que hemos
visto antes. Y con esa postura, abrir los ojos, que Dios está en todo
cuanto estamos viviendo. Ahí está nuestra vigilancia, es la luz de
nuestra lámpara, aquí y ahora, a través de estos acontecimientos,
en esta circunstancia feliz o dolorosa, se nos manifiesta Dios y nos
impele a una conducta evangélica.
Aquí está el banquete. No lo busquemos fuera. Pero no es
alga tangible, rs un modo de existencia y de encarar los problemas
de siempre. Eso sí, nada nos vendrá desde arriba y por arte de
magia. Pero también serenidad, que el buscarlo con sinceridad, ya
es poseerlo.
En palabras del Apocalipsis: "Yo estoy a la puerta y llamo,
Si alguno me abre, entraré y cenaré con el y el conmigo". Palabras
que completa san Juan de la Cruz: "es la cena que recrea y
enamora".
Lo tenemos en la Eucaristía. Donde uniese a Cristo es
llenarse de ese gozo sapiencial. Que el Señor hoy nos llene de
confianza y alegría en este momento que nos toca vivir.
Ciclo A - 127

Domingo 33 del Tiempo Ordinario


Pr 31,10-13.19-20.30-31. 1 Ts 5,1-6. Mt 25,14-30.

Homilía 19 de noviembre de 2017


Es frecuente imaginar el Reino de Dios como una situación de gozo
y bienestar en quietud. Pero no es así, el Reino es un estado
dinámico. Toda la vida es dinamismo y la quietud es muerte... El
Reino está en el "alegre servicio" al Señor, y sólo lo saben los que
lo han experimentado. Ya en las oraciones, colecta y sobre las
ofrendas, la petición está en torno al servicio. "Vivir siempre alegres
en tu servicio", servirte con amor, pues en ello está el "gozo pleno
y verdadero".
El Libro de los Proverbios, (primera lectura) nos presenta un
canto a la mujer ideal. Nosotros vemos en ella una figura de la
Iglesia, la esposa de Cristo, perfecta servidora y administradora de
los bienes y de la casa del esposo, que además atiende a los
necesitados, interpretando el sentir de su esposo. Nosotros, no sólo
estamos en la Iglesia, sino que somos la Iglesia, por lo que tenemos
claro el trabajo, el servicio que Dios quiere de cada uno de nosotros
al encomendarnos sus bienes. También somos hijos de esa esposa
y hemos recibido todas esas atenciones y hemos sido criados en
esa casa donde se nos ha educado para hacer lo mismo.
El Evangelio, bajo el ropaje de una parábola nos presenta
una vez más el Reino de Dios. En este caso habla de un empresario
que confía parte de su dinero a sus empleados, según su capaci-
dad, para que lo negocien. Los dos primeros lo duplicaron. Más el
tercero, un hombre resentido con su amo según parece por lo que
habla, lo enterró (la guarda más segura) esperando la llegada de su
señor. Es el hombre que tiene miedo a asumir responsabilidades,
tiene miedo a la vida, pues vivir es crecer junto con todo lo que
hemos recibido, este es el sentido dinámico de la fe. Este hombre
se quedó sin nada, mientras que los otros pasaron de empleados
a propietarios.
Los talentos son la Palabra de Dios. Los que la han escu-
Ciclo A - 128

chado, guardado en su corazón, no bajo tierra, y la han puesto en


práctica, son los que la han duplicado, pues ahora son testigos de
su eficacia salvadora. Ahora tienen una experiencia personal. La
Palabra es suya, ahora son propietarios. Y pueden darla a los
demás. El que la enterró, puede recitarla de memoria, pero no es
testigo de que sirva para nada.
Aunque sólo sea el reconocernos siervos perezosos y
desconfiados, ya es un fruto del don de la Palabra, ayudándonos a
ser humildes viendo nuestra pobreza y apoyarnos en su misericor-
dia. Y decir "Señor, ten compasión de mi que soy un pecador".
Curados por la Palabra, que nos hace sencillos, pobres, que
nos apoyamos en la misericordia, podemos escuchar "pasa al
banquete de tu Señor. No es menor talento el don de la Eucaristía,
manifestación suprema del amor. Ahora somos testigos de su poder
y de su amor.
Ciclo A - 129

Jesucristo, Rey del Universo


Ez 34,11-12.15-17. 1 Co 15,20-26.28. Mt 25,31-46.

Homilía 26 de noviembre de 2017


En la Colecta: “que toda la creación, liberada de la esclavitud del
pecado sirva a tu majestad y te glorifique sin fin”.
“Recapitular todas las cosas en Cristo” es frase de S. Pablo.
Con esta idea, terminamos el Año Litúrgico, con la solemnidad de
Cristo Rey del universo. Hemos estado muchos domingos viendo el
Reino de Dios bajo muchos aspectos y hoy tenemos máxima
manifestación de ese Reino: la persona y la obra de Jesucristo.
El Evangelio hoy nos lleva a ver la historia desde e final, o
sea al revés, desde el momento en que cada persona se encuentre
desnuda consigo y con sus obras ante la mirada de Jesucristo. Este
momento arroja hoy una luz sobre el significado de nuestra vida.
Será el momento transhistórico de mirar para atrás y asumirse cada
uno tal cual es. Pero asombra que en ese juicio no se habla para
nada de nuestra conducta religiosa o cultual, ni de rezos, peregrina-
ciones, novenas, sacrificios… Aquí Jesucristo se identifica con el
hombre necesitado en todo tiempo y condiciones, el que está solo,
enfermo, hambriento, en la cárcel… y lo que se hace con él es
como si se lo hicieran al mismo Jesús. Y este juicio divino es muy
especial, pues los jueces y testigos viene a ser los necesitados, que
miden nuestra capacidad de amor y de entrega.
La primera, de Ezequiel, nos presenta al buen pastor, cuya
única preocupación son las ovejas débiles, heridas, descarriadas,
abandonadas… Es como se comportó Jesús en toda su vida. Y ese
debe ser el comportamiento que ha tenido con cada uno de
nosotros y el que nos llama a tener a los que le seguimos como rey
y pastor. Jesús es Rey al modo del pastor solícito que nada
escatima por sus ovejas.
Su Reino no tiene nada que ver con los reinos de este
mundo. Aquí no se da la fuerza, la política, los negociados, el
Ciclo A - 130

prestigio internacional. Su Reino se hace presente donde los


hombres se tratan como hermanos dando de sí lo otros no tienen.
El relato evangélico se hace eco de la sorpresa de los
“benditos” que estuvieron viviendo en el Reino de Dios sin saberlo.
¿Habrá un premio especial para los cristianos? Sí, será el mismo
que el de aquellos que sin conocer a Jesucristo amaron al prójimo
como a sí mismos.
Esta fiesta no es la exaltación de un “patriotismo cristiano”,
como el algún momento se cayó. Sino la exaltación del Reinado del
amor sobre todas las cosas. Así nos lo va a proclamar el Prefacio
e hoy: reino eterno y universal, reino de la verdad y la vida, reino de
la santidad y la gracia, reino de la justicia, el amor y la paz.
Aunque el Reino de Dios no es un territorio, sí que tiene una
frontera que cruzar. ¿Y cuál es?. Siempre un poco más allá de esa
barrera que nosotros ponemos como límite de nuestro esfuerzo de
búsqueda. Y si alguno ve que ha traspasado es frontera del Reino,
seguro que está todavía fuera. Pues cruzar la frontera del Reino es
tarea permanente del hombre. Ya dijimos otra semana que era una
“utopía”, pues es lo que aún no tiene lugar en nuestros esquemas,
porque es más grande que nuestros miopes esquemas.
No caigamos en la constante tentación de reducir la fuerza
del Reino a nuestras pobres medidas. Como cristianos nos
sentimos miembros de la Iglesia-comunidad y esto es muy bueno,
pero sólo en cuanto lo supeditemos a un plan divino que abarca a
toda la humanidad, llamada también a participar del Reino, aunque
por caminos desconocidos por nosotros.
Las fronteras del Reino son tan amplias y generosas, como
amplio e infinito es el amor de Dios, manifestado en Jesucristo,
coronado de espinas y colgado en una Cruz. Y ¿qué podemos
hacer? La solución es sencilla, pero dura: romper nuestra barrera
interior, hecha en muchos años de funestas experiencias persona-
les y de frutos heredados. De ahí que tanto insiste Jesús: convertir-
se, modificar conceptos, cambiar de vida…
Ahora, no basta pasar el Evangelio por la mente, ni decir voy
a cambiar. Es una llamada para mirarse a sí mismo y de la respues-
ta que puede. Pero llama silenciosamente a los humildes, los del
Ciclo A - 131

Evangelio de hoy, a quienes ayuda si sentir ni siquiera que fuese la


llamada del Reino.
En la Comunión todos estamos llamados a la mesa, pobres
y necesitados. Comamos el pan con la conciencia de que debe ser
repartido entre todos
Ciclo A - 132
Ciclo B - 133

Ciclo B

Domingo primero de Adviento


Is 63,16b-17.19b;64,2b-7. 1 Co 1,3-9. Mc 13,33-37.

Homilía 30 de noviembre de 2014


Comienza el tiempo de Adviento. Este tiempo es un intervalo entre
el hombre pecador y el Dios salvador. Es un tiempo de espera, pero
no una espera estática, sino dinámica. La espera estática se da
cuando no esperamos que suceda nada, bien porque creemos no
necesitar o porque dudamos de que nada cambie. Ha ser una
espera con una doble proyección, una hacia nuestra intimidad para
encontrarnos con ella y otra hacia el Señor, de donde ha de venir la
redención. Proyectar es salir hacia delante, con sus riesgos y
dejando la rutina cómoda.
En la oración colecta hemos pedido al Señor “el deseo de
salir al encuentro de Cristo”. Que es donde está el proyecto de Dios,
de darnos una nueva existencia humana.
Es también una oración la contenida en la primera lectura,
que empieza diciendo; “Tu, Señor, eres nuestro Padre” y acaba
“mira que somos tu pueblo”. Y en el cuerpo del texto está el
reconocimiento de que “todos éramos impuros... nadie invocaba tu
nombre” y como consecuencia “estabas airado y nosotros fracasa-
mos”. Al decir “todos” y “nadie”, no podemos sustraernos a esta
palabra de Dios, sino sentirnos incluidos en ella. ¿No nos vemos
ahí?. Pues el tiempo de Adviento ha de ser para reconocerlas y
buscar cada uno en qué cosas estamos representados. Como toda
oración lleva consigo la súplica “vuelve por amor a tus siervos”, por
amor gratuito a nosotros, no por nuestros méritos. Marca esta
oración el espíritu penitencial del Adviento. Reconoce la paternidad
amorosa de Dios, las infidelidades humanas causantes de los
sufrimientos y pide clemencia.
Ciclo B - 134

Asociados al sentido de esta lectura, pedimos en el Salmo


responsorial “restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”. Jesucris-
to es ese rostro del Padre que salva. El proyecto de Dios es la
liberación salvadora, que la lanza al mundo en la persona de su
Hijo.
La segunda lectura sigue con el proyecto de Dios: “os llamó
a participar en la vida de su Hijo Jesucristo” para lo cual “habéis
sido enriquecidos en todo... no carecéis de ningún don”.
El Evangelio nos llama a salir de la somnolencia y al rutina,
pasando a la vigilancia y la actividad personal. “Mirad, vigilad, pues
no sabéis la hora ni el momento”. Es fácil pensar que quedan cuatro
semanas, como si de las compras para la cena de Navidad o los
regalos se tratara. Mas no es así. El Señor va apareciendo de
muchas formas en todo este tiempo, en cada día de Adviento, en
cada liturgia, disponiéndonos paso a paso a su venida de Navidad.
Cada paso puede ser una llamada a conversión mayor, o un motivo
que acreciente nuestra necesidad de El, o un estímulo más a la
esperanza, etc. Cosas que ninguna podemos desperdiciar, si que
remos que no nos coja su venida por sorpresa, y, que la Navidad
sea plena y deje su huella.
Nuestra Eucaristía de hoy es un paso de Dios. Una llamada
en la Palabra y un signo en el Sacramento. Signo de su amor
inefable, De ese amor que tanto necesitamos y buscamos por todas
partes sin encontrarlo. Es de desear para todos nosotros que este
signo nos haga vivir teniendo siempre en los labios “Ven Señor
Jesús”, porque toda la vida va a ser Adviento, y cada Adviento anual
con su Navidad, una preparación a su venida definitiva.
Ciclo B - 135

Domingo segundo de Adviento


Is 40,1-5.9-11. 2 Pe 3,8-14. Mc 1,1-8.

Homilía 7 de diciembre de 2014


El consuelo nos sale al encuentro en medio de nuestro destierro.
"Guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar
plenamente de su vida" y la sabiduría divina consiste en desechar
"los afanes de este mundo" (oración colecta), sabiendo que a nada
conducen y nos roban la paz.
Está el pueblo de Dios sufriendo el destierro de Babilonia,
fruto de sus yerros, al no seguir al Señor ni a los profetas. Han
reconocido que ellos mismos han sido los causantes de sus
desventuras. Entonces aparecen las palabras consoladoras de
Isaías.
Hoy nosotros sufrimos ese destierro por haber seguido el
rumbo de nuestros egoísmos, dislocando los valores del Evangelio,
al paso que hemos buscado culpables de nuestros sufrimientos. Si
al comienzo de la Misa, en el acto penitencial, hemos puesto
nuestro dedo en la llaga, hoy resuena para nosotros "Consolad,
consolad a mi pueblo... aquí está nuestro Dios" (segunda lectura).
Y precisamente hoy y ahora se cumplen estas palabras en la
celebración de la Eucaristía.
El alentador texto de Isaías nos llena de confianza para decir
desde lo hondo de nuestro destierro: "Muéstranos, Señor, tu
misericordia y danos tu salvación" (salmo responsorial).
En el Evangelio Juan invita al bautismo de conversión. A
sumergirnos en el cambio interior, en el agua donde quedan
sepultadas todas las caretas del hombre viejo. Reconociendo la
doblez que hay escondida en tantas actitudes religiosas. Es tener
el coraje de reconocer lo que soy ante mí y ante Dios. Si veo claros
mis fallos, bien está. Y si no, seguro que juzgo a los demás con mi
suficiencia, que es el peor pecado.
De una forma u otra nos viene la luz que nos pone en la
Ciclo B - 136

verdad y elimina tantas neurosis.


Si nuestra conversión es sólo una mayor adaptación a unas
normas, no es tal conversión, porque el "yo" sigue intacto. Será más
bien, salir con mis pobrezas, humillado, hacia un Dios que dice:
"consolaos... está pagado su crimen".
Tampoco hay que confundir conversión con la represión de
nuestras tendencias. Esto nos hace víctimas de lo que queremos
combatir. Debería ser, por el contrario, trasformar nuestras energías
en vehículo de creatividad. No reprimiendo sentimientos, sino
dándoles salida en una nueva y superior realidad.
No tengáis miedo, "pues este mundo se va a desintegrar",
mas "esperad y apresurad la venida del Señor... Confiados en la
promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva"
(segunda lectura). El hombre de fe cree en la renovación, de él y de
los demás, en las posibilidades de superación, en la fuerza del amor
de Dios que todo lo trasforma.
En la Eucaristía estamos ante ese poder de Dios que saca
a su Hijo de la muerte y con él a todos nosotros; aquí está la tierra
nueva en que habita la justicia.
Ciclo B - 137

Domingo tercero de Adviento


Is 61,1-2a.10-11. 1 Ts 5,16-24. Jn 1,6-8.19-28.

Homilía 14 de diciembre de 2014


El Adviento avanza y nos llama a la alegría, porque es el tiempo de
la justicia y la liberación. “Desbordo de gozo con el Señor... hará
brotar la justicia” (primera lectura). Pero son palabras demasiado
gastadas hoy. Mas son términos de fuerte arraigo bíblico en los que
debiéramos ahondar.
El domingo pasado hablábamos de que no hay cristianismo
sin un continuo cambio interior. Pero hoy vemos que ese cambio
interior va hacia la comunidad, teniendo en cuenta sobre todo a loa
demás. La espiritualidad bíblica se enraíza en la comunidad y en su
misión histórica.
La justicia en la Escritura se manifiesta en la liberación del
hombre de todas las ataduras que le impiden vivir en su dignidad de
persona. Así habla Isaías: “Me ha enviado para dar la buena noticia
a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para
proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad,
para proclamar el año de gracia del Señor”. Es una justicia que sale
en defensa de los pobres, y que no busca beneficios. Como tantas
veces vemos en huelgas y manifestaciones.
Pero no se da esta justicia sin un cambio interior del hombre.
Los políticos hablan de justicia cambiando estructuras, regímenes
gobiernos, cambios que no se hacen sin cierta violencia, que
siempre drea resentimientos y odios, pero no cambian al hombre,
que es a donde va el cristianismo.
Juan predica la justicia de Dios, pero sin sacar ventaja. Se
presenta como un pobre de tantos, hasta sin un vestido digno. Su
justicia es aceptada por los pecadores que se acercan al bautismo,
pero es desconocida por la cúpula del pode religioso que va a
investigar o curiosear. Tal vez temeroso de perder prerrogativas.
Pablo aporta otra reflexión, que la justicia de Dios se
Ciclo B - 138

manifiesta en la misericordia salvadora. La fe cristiana interpreta la


liberación humana como el encuentro entre el amor generoso de
Dios y el hombre que se abre al Espíritu para obrar la justicia.
En la tres lecturas aparece un término: el Espíritu Santo. Sin
él es imposible ese cambio interior que lleva a la liberación y la
justicia.
Sólo podemos ser justos cuando seamos libres, imposible
mientras somos esclavos de ataduras como el egoísmo, la ambición
de ser o poseer, sean bienes materiales o comodidades, prerrogati-
vas, honores, afectos etc. Que no hacen sino amargar nuestra
existencia.
La felicidad plena y duradera está en ser totalmente libres,
cosa que se da en el cambio interior, y entonces poder obrar las
obras de justicia de Dios, desprovistos de toda ambición o mira
personales, teniendo el mismo espíritu de Jesucristo. Por eso el día
de hoy es de gozo y alegría porque nos señala el camino y nos lleva
a la liberación.
En la Eucaristía se nos da la justicia de Dios en la forma de
misericordia, “comed todos de él”. Dios es el justo por antonomasia,
que no se desdeña en acercarse a los pecadores y desvalidos, para
vendar sus heridas y sanar sus aflicciones.
Ciclo B - 139

Domingo cuarto de Adviento


2 S 7,1-5.8b-12.14a.16. Rm 16,25-27. Lc 1,26-38.

Homilía 21 de diciembre de 2014


Con fina ironía reprende Dios a David por quererle hacer una casa,
no tiene donde estar y siente lástima. Dios le recuerda "que tiene
poca memoria" que antes que naciera David, el Señor ya tenía
casa, que no es otra que su propio pueblo. Más aún, le anuncia que
le dará a él una casa "daré un lugar fijo a Israel mi pueblo".
Estamos terminando el Adviento. Y ¿qué significa el
Adviento sino la presencia salvadora de Dios en medio de su
pueblo? ¿Qué es la Encarnación de Cristo sino ese plantar su
tienda en medio de nosotros? Y qué simboliza María sino esa
comunidad pobre y humilde que recibe en su seno al Salvador?
En Navidad esperamos regalos. Dios no nos da ninguno. Se
da Él mismo en persona. Por Jesucristo, los cristianos descubrimos
al mismo Dios que se hace presencia donde los hombres tienen su
casa, su vida y sus preocupaciones.
Por medio de María y de José Jesús entronca en larga
historia de la salvación, conforme al vaticinio de Natán, si bien el
Reinado de Jesucristo desilusionará a los nacionalistas judíos.
El Hijo no plantará su tienda por obra de ningún hombre,
sino del Espíritu Santo que descendió sobre María, la nueva
humanidad. Tal es el significado teológico de la virginidad de María.
En ella se realiza la unión de Dios con los hombres. Su primer fruto
es Jesús, conjunción de lo humano y lo divino. Dios saca vida de la
virginidad, lo grande de lo pequeño. Dios saca hombres nuevo de
esta humanidad estéril, donde florece el egoísmo y la indiferencia,
cuando no el odio. Así de cada uno de nosotros puede sacar un hijo
de Dios. Sólo necesita nuestro sí.
Pocas veces tenemos conciencia los cristianos de la
originalidad del cristianismo: el hombre no necesita abandonar la
tierra para llegar a Dios. Jesús es el símbolo de una nueva mentali-
Ciclo B - 140

dad religiosa: lo divino se humaniza y se solidariza con el hombre.


Por eso cesan los sacrificios y los ritos del templo.
María va a ser el símbolo de la fe cristiana: ella es la
humanidad pobre y desvalida que hace emerger desde dentro de sí
al libertador. En su pobreza haya cabida el soplo del Espíritu de la
vida.
Pero ¿qué María pudo engendrar, con qué valores, al Cristo
salvador?. Muy fácil. "Por su actitud de atenta escucha a la Palabra
de Dios". En la escucha, no en el oído, hay una actitud interior, uno
se identifica con lo recibido. A esta escucha se la llamó obediencia.
(del latín obaudire). ("has creído que se cumplirán…" "dichosos más
bien los que escuchan…"). Esta obediencia no tiene nada que ver
con la resignación o la sumisión ciega. Tal obediencia en la fe
implica una actitud de silencio interior, de vaciarse de uno mismo,
de ruidos que distorsionan el mensaje. De alguna forma la Navidad
moderna se ha convertido en fiesta ruidosa y bullanguera, como si
tuviéramos que buscar fuera lo que no tenemos dentro.
María sin entender lo que iba a suceder, se dejó llevar por
el Espíritu, ya que poco tenía a qué aferrarse para sentirse segura.
Decirle sí a Dios es más fácil que decírselo a los hermanos.
¿Pero dónde está Dios sino en los hombres, sobre todo en los más
necesitados? María dijo: "he aquí la servidora". Lucas que coloca
esta frase en boca de María, va a ser el que insista en sus dos
libros en la idea de la comunidad, la Iglesia, cada cristiano… como
llamados a servir a los hermanos. Servir dice humildad. Dice NO al
poder o autoridad. Corta de raíz todo brote de autoritarismo
religioso, el veneno más sutil de cualquier confesión religiosa.
Precisamente la Eucaristía es la máxima expresión de
entrega humilde, ajena a poder y autoridad. Sin distinciones ni
exclusiones. Nunca acabaremos de comprender ni agradecer tantos
dones y tan gratuitos. Dejémonos llevar al mayor asombro en lo que
se nos acerca.
Ciclo B - 141

Noche Buena
Medianoche: Is 9,1-3.5-6. Tt 2,11-14. Lc 2,1-14.

Homilía 24 de diciembre de 2005


Belén era hace dos mil años una aldea muy pequeña. Mas para los
israelitas era importante por haber sido la cuna del emblemático rey
David. También era para ellos el lugar de nacimiento del futuro
Mesías. Así lo manifiestan los sabios a Herodes, teniendo en cuenta
la profecía de Malaquías.
En el Cristianismo, sólo el nombre de Belén enternece las
fibras del corazón de los creyentes, desde sus más tiernos años.
Todos lo consideramos como algo nuestro, y al mismo tiempo, nos
sentimos un poco ciudadanos de ese pueblo.
Y para acercarnos más a él, en estos días intentamos
reproducir la aldea en nuestras iglesias, en nuestras casas, y hasta
en las plazas públicas. Se canta ante el Belén al son de panderetas
y toda clase de instrumentos, y el gozo y la ternura invaden
nuestros corazones. ¡Belén esta aquí!.
Pero hay un peligro, que Belén se quede aún distante y que
después se quita. Cerca está el Nacimiento, pero fuera de nuestro
ser; unidos a él sólo por un cordón afectivo y emocional, cuando
Belén es la actualización del paso gigantesco de Dios en la historia
para salvar a los hombres, para iniciar una nueva humanidad, una
nueva forma de vida sobre la tierra. Y para ello, como último y
definitivo recurso, se hace uno de nosotros con toda la pequeñez
consiguiente, para traer un cambio radical en todos nosotros. Para
lograrlo, lo mismo que no desdeñó nacer en una cuadra hedionda
de animales, ahora, busca nuestro corazón mezquino y miserable.
Así lo hará de nuevo, completamente nuevo. “He aquí que hago
nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5; 2 Cor 5, 17; Is 43, 19). Y, nuevo,
no quiere decir más de los mismo, sino dándole una naturaleza
completamente nueva, su misma naturaleza, que es el amor sin
límites ni barreras, con todos sus riesgos.
Ciclo B - 142

Únicamente el que ha conocido y experimentado ese amor


en su desvalimiento, porque el Señor ha asumido su debilidad para
sanarla robustecerla, para elevarla, siente aparecer en él el amor a
todos sin distinción. Cuantos participan de lo mismo, bendicen al
Señor con todas sus fuerzas. Es la asamblea que celebra litúrgica-
mente la Navidad. Así aparece esta noche Jesucristo entre
nosotros, en forma de amor compartido. Así sentimos el gozo y la
alegría de la Navidad. Ahora, sí que somos empujados a cantar y
bailar, a comer y beber. Ahora vemos destruida la iniquidad de la
tierra, de nuestra propia tierra de nuestro corazón.
Sólo se requiere la actitud humilde de reconocer la pobreza
que llevamos dentro, que ha sido el tema de todo el Adviento, para
poder entrar en la grandeza del misterio, que de cada uno de
nosotros nazca el hombre nuevo, Jesucristo mismo.
Belén, Betlehem, significa “casa del pan”. Es hoy la casa de
la Eucaristía. Y cada Eucaristía, en todo el año, ha de trasportarnos
al misterio de la sencillez, de empezar todo de nuevo, como la vida
que nace. ¿Qué bonito es estrenar algo! Hoy nada menso que la
vida. Si en Pascua decíamos “resucitamos con Él”, hoy nacemos
con Él.
Ciclo B - 143

Natividad del Señor


Is 52,7-10. Hb 1,1-6. Jn 1,1-18.

Homilía 25 de diciembre de 2005


La Liturgia de este día nos dice que este niño recién nacido es la
Palabra del Padre. La fiesta de Navidad es la fiesta de la Alianza
amorosa con Dios. Y como toda alianza tiene una palabra y un
gesto.
Esta tierra de amargura, de desastres, destruida por el
orgullo y ambiciones de los humanos es hoy invitada por Dios a
unirse con El en alianza de amor. Y la novia de esa alianza es la
humanidad. Porque el amor total y absoluto de Dios es más fuerte
que la misma infidelidad de los hombres. Y tanto se enamora de
esa esposa de tierra, que se vuelca plenamente sobre ella y se
hace hijo de la tierra, se hace hombre en al persona de Jesús.
El nacimiento de este Jesús, no es un hecho histórico
pasado, que evocamos con emoción y ternura, no es un aconteci-
miento para el recuerdo. Jesús es el gran proyecto de Dios para la
historia. La Navidad no mira al pasado, sino al futuro. Nos trae una
nueva forma de ser, un nuevo proyecto de vida, pues el nuestro
está obsoleto, ya que la experiencia nos ha hecho ver que no
conduce a ninguna felicidad. Un nuevo proyecto de vida que es ser
presencia salvadora, portadora de la Buena Noticia, porque ha
aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los
hombres, los que está lejos y los que están cerca, fieles e infieles,
judíos y gentiles.
Es bueno retomar el sentido de a Palabra. Es el elemento de
comunicación de las personas. Y por la palabra trasmitimos
sentimientos y entramos dentro del otro y hacemos que el otro entre
dentro de nuestras vidas. Así por medio de Jesús-Palabra Dios
entra en nosotros compartiendo amores, sentimientos, proyectos de
vida, et. Es la total comunión con El.
Diría también que este Jesús no viene de Belén sino que
Ciclo B - 144

existe desde siempre y para siempre. Y en cada Navidad nos da un


aldabonazo en nuestra puerta para decirnos que está aquí y
empezar de nuevo, que tantas veces se nos olvida.
Esta presencia íntima en nuestro corazón y en nuestras
vidas, esta unión amorosa y profunda nos hace una sola cosa con
El. Nos identifica. Ya somos algo completamente distinto de antes.
Por eso ya no hay lugar a la desesperanza, ha llegado el Salvador.
Sea nuestra respuesta a la palabra de su amor, no yo te
amaré siempre. Sino simplemente Señor mío te amo, paro
decírselo todos los días, conscientes de que esa declaración
significa nuestra unión con El y con sus sentimientos. Y que ésta
sea nuestra Eucaristía hoy y todos los días.
Ciclo B - 145

Santa María, madre de Dios


Nm 6,22-27. Ga 4,4-7. Lc 2,16-21.
1 de enero
Ciclo B - 146

Domingo segundo de Navidad


Eclo 24,1-4.12-16. Ef 1,3-6.15-18. Jn 1,1-18.

Homilía 4 de enero de 2015


Con la venida del Señor ha llegado al mundo la Sabiduría de la vida.
Un elogioso canto nos ofrece la primera lectura. En la segunda,
Pablo nos invita a recibirla y nos presenta su súplica al Padre para
que "os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerle… para
comprendáis cual es la esperanza a la que os llama y la riqueza que
da en herencia a los santos"
Hay muchas diferencias entre lo que nosotros entendemos
por sabiduría y el concepto bíblico de la misma. La sabiduría del
mundo busca el conocimiento de las cosas y su perfeccionamiento
y genera científicos. La sabiduría según la Escritura busca el
conocimiento de Dios y el perfeccionamiento del hombre y engendra
santos. Nuestros sabios investigan hacia afuera, hacia las cosas. El
sabio de la Escritura va hacia la intimidad del ser humano, hacia lo
trascendente, hacia Dios. Y mientras los sabios del mundo son
científicos, los de la Biblia son santos. Los sabios de la Biblia
buscan el perfeccionamiento del hombre, qua camina hacia la
medida de Jesucristo, el hombre perfecto. Esta es la originalidad de
la Sabiduría del Espíritu Santo y sólo el Espíritu nos la puede dar.
El Eclesiástico describe la Sabiduría, tan cercana, que tiene
rasgos de persona humana y recibe la orden del Creador: "habita en
Jacob, sea Israel tu heredad". Y esa orden se ha cumplido en la
aparición de Jesús entre nosotros. Hoy aquí. En la Palabra, el
Sacramento y la Comunidad.
Juan en el Evangelio nos presenta la Palabra como transmi-
sora de la Sabiduría portadora de luz y de verdad. "En la Palabra
había vida y la vida era la luz de los hombres".
¿Qué cosa ansiamos más los mortales sino la vida y en
plenitud? Pues aquí está la oferta, que sólo puede hacerla el Dueño
de la vida.
Ciclo B - 147

La Palabra es luz que nos hace descubrir y ver a Dios,


porque el "Hijo único que está en el Padre es quien lo ha dado a
conocer". Y esta luz nos enseña, no con normas ni preceptos, sino
mostrándonos lo que es el ser humano, en su absoluta debilidad y
lo que la misericordia va hacer con él, lo que está llamado a ser,
nada menos que hijo de Dios. ¡Asombraos!
Pero por otra parte es Palabra es rechazada "el mundo no
la conoció". "los suyos no la recibieron". ¿Estaremos ahí nosotros?
¿En ese caso. Qué hacer?. Tranquilos que Dios que empezó su
obra en nosotros, contando con todas las flaquezas, ofrecerá el
remedio.
En primer lugar vayamos a Nazaret. Allí Jesús crecía "en
Sabiduría" bajo la enseñanza de María como maestra. Es necesario
sentarse como otro niño junto a Jesús para escuchar a María. Esa
sabiduría es una nueva forma de ver y juzgar los acontecimientos
y las personas. Vamos a llamarle la revolución de los adverbios. Los
que creen estar lejos (publicanos, pecadores) son los que para Dios
están más cerca. Los que a los ojos de todos están fuera (de la Ley,
la Alianza) para Él están dentro. Los que parecían ser los menos
(pobres, niños, débiles) son para Él los mayores, los más importan-
tes. Los que se creían arriba (fariseos, saduceos, sacerdotes,
escribas) son para Dios los que están más abajo. Y ¿no es esta
sabiduría la que está contenida en el Magníficat? Aquí arranca
nuestro aprendizaje de la nueva Sabiduría.
Por otro lado "María conservaba todas estas cosas en su
corazón" La vemos realizando el trabajo de armonizar la promesa
y la realidad. "será grande, será llamado hijo del Altísimo…" Y María
no entendía nada. Y diría. No entiendo nada, Señor, pero Tú
sabrás. Nazaret es también escuela de la Sabiduría de la fe. Creer
sin entender fiados de Dios. Sería la oración de la Virgen. La
Sabiduría de Nazaret se adquiere en el silencio, la pobreza y la
oración. No olvidemos lo que era Nazaret en tiempos de Jesús.
La Sabiduría, Jesucristo mismo, viene hoy en nuestra ayuda.
Nos convoca a celebrar la Eucaristía. Manifestación suprema del
amor que nos convence, precisamente por su pobreza, su intimidad,
su silencio. Otro Nazaret. Se introduce la Divinidad silenciosamente
en la ridiculez de un trozo de pan, en la vulgaridad de un poco de
Ciclo B - 148

vino. Esa pobreza de Dios, esa kenosis nos convence y seduce.


¡Qué gozada tan grande poder conocer y participar de la misma
Sabiduría de Dios! ¡Admirable privilegio! Para gozarlo y difundirlo.
Así será completa nuestra celebración.
Ciclo B - 149

Bautismo del Señor


Is 42,1-4.6-7. Hch 10,34-38. Marcos 1,7-11.

Homilía 11 de enero de 2015


Hoy celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús y la Liturgia nos
lleva a revivir nuestro propio Bautismo, que por haberlo recibido muy
pequeños, es del que menos conciencia tenemos, considerándonos
cristianos sólo por la fuerza del rito.
Comprender el significado de este Bautismo y descubrir los
elementos que lo integran es comprender nuestra propia identidad
de bautizados. Los cuatro evangelistas narran con detenimiento
este momento de la vida de Jesús con lo que manifiestan que es
algo de fundamental importancia; como si todo el Evangelio no
pudiera comprenderse sin este bautismo.
Nos quedamos demasiado en la "magia" del rito. Y no
podemos entender el Bautismo de Jesús, o el bautismo cristiano,
sino desde la perspectiva del Espíritu Santo. O estaremos en el
caso de aquellos fieles de Efeso con quienes se encontró Pablo,
que se consideraban cristianos y no conocían al Espíritu Santo.
Y ¿qué puede significar el Bautismo en Espíritu?.
En primer lugar para Jesús representó el ser ungido de Dios,
consagrado para una misión concreta que Dios le encomendaba. Es
para todos una vocación, en la que el hombre orienta su vida en una
dirección, con un objetivo expresado en el Evangelio. Sin este
compromiso no hay bautismo en el Espíritu.
Pablo interpreta el Bautismo como una muerte y comprome-
terse en este plan es arriesgar la vida o nuestros esquemas de vida.
Es verdad que el niño pequeño no puede pensar ni com-
prender nada de esto. Y por eso la Liturgia viene en ayuda de todos,
en este día y en tantas otras ocasiones a hacernos conscientes y
responsables. Nuestro Bautismo no está nunca concluido, hemos
de estar toda la vida actualizándolo y profundizando en él. Y
Ciclo B - 150

corrigiendo posibles desviaciones.


Ciertamente este cambio de vida no depende de nuestros
esfuerzos, tiene que ser obra del Espíritu, pero este no actúa
mágicamente o por coacción, si no hay una disponibilidad o entrega
de la persona.
Por otro lado, la presencia de este Espíritu representa en los
textos evangélicos una nueva manera de interpretar sus relaciones
con Dios. Aparece una relación interpersonal perfecta en le binomio
padre - hijo. "Este es mi hijo, el amado, mi predilecto". El hijo es el
heredero del patrimonio y de la sabiduría paterna. Si en nuestra
cultura actual el tema paternidad está algo desvirtuado por que se
piensa en superior - inferior, jefe - súbdito, hoy podemos considerar
otros términos bíblicos de estas relaciones con Dios como un par de
amigos, de seres enamorados.
Y si así son las relaciones que el Bautismo establece con
Dios, podemos sacar en conclusión cómo han de ser las relaciones
dentro de la comunidad cristiana.
Hablar del Bautismo en el Espíritu es replantearnos toda
nuestra vida cristiana, la vida de nuestra comunidad, el acontecer
de la Iglesia... Tarea de cada día, pues como hemos dicho antes,
nuestro Bautismo lo estamos haciendo y completando cada día.
El mismo Espíritu que nos ha llamado a ser pueblo elegido,
nos reúne en la misma mesa para recibir la fuerza del pan de Cristo.
Comulgar es sentir el imperativo de la unidad, de la reconciliación
y de la fraternidad.
Ciclo B - 151

Domingo segundo del Tiempo Ordinario


1 S 3,3b-10.19. 1 Co 6,13c-15a.17-20. Jn 1,35-42

Homilía 18 de Enero de 2015


La petición con que hoy iniciamos la Liturgia eucarística es "que los
días de nuestra vida se fundamenten en tu paz" (colecta).
La respuesta va a ser la invitación a seguir a Jesús, fuente
de la verdadera paz.
En el Evangelio Juan Bautista presenta a Jesús a dos
discípulos "Éste es el Cordero de Dios", es el que quita el pecado
del mundo. No el que simplemente lo perdona, pero queda archiva-
do. Sino el que lo quita, lo hace desaparecer.
Los discípulos siguen a Jesús, de quien nada saben, ni vida
ni doctrina, ni a dónde van a parar con su seguimiento. Lo siguen
como quien barrunta un hallazgo fundamental en su vida, y
siguiendo la invitación de su maestro el Bautista, que era el último
profeta del Evangelio.
Y ahora, "a las cuatro de la tarde", le dejan para seguir a uno
que no saben quién es o qué hace. Se trata del paso hacia algo
nuevo y desconocido. Es el salto al Nuevo Testamento. El Antiguo
representa el mundo de lo seguro, lo conocido, vivido y experimen-
tado, es el mundo de lo hecho. Seguir a Jesús ahora es el riesgo
del paso a lo nuevo y desconocido. Habrán de aprender la nueva
Palabra divina.
El pequeño Samuel, que "aun no conocía al Señor, pues no
le había sido revelada la Palabra del Señor", va a seguirlo también
a ciegas, ya que nada sabía de sus planes. Y se le pide disponibili-
dad y vacío de sí mismo. Es la condición para recibir la Palabra en
plenitud.
Hoy se nos llama a ese seguimiento, que consiste en
proyectarnos hacia un camino nuevo, dejando toda seguridad de un
mundo ya pensado, hecho y terminado.
Ciclo B - 152

"¿Dónde vives?", preguntan a Jesús. "Venid y lo vereis".


Fueron y se quedaron con Él aquel día. Es necesario ir y ver. Hay
que ir, que es moverse, saliendo de uno mismo. Y ver, que es
experimentar, sentir como propio el modo de vida de Jesús,
quedarse con Él.
"Al día siguiente" Andrés busca a Pedro. La experiencia
cristiana empuja a llamar a otros, es evangelizadora.
Cuando Jesús se encuentra con Simón "le miró y le dijo:
Ahora te llamarás Kefas". Le dio un nuevo nombre, signo de la
misión. Kefas significa piedra. Pero era también el nombre del
Sumo Sacerdote Kaifás. Ahora será él, el nuevo Sumo Sacerdote.
Esta anunciando el nuevo Israel.
Pablo presenta la santidad del cuerpo y la sexualidad. La
obra preciosa de Dios por ser la fuente de la vida. Digna de
veneración y respeto. No para el uso caprichoso, sino para su noble
y divino fin.
En la Eucaristía culmina el seguimiento. Guiados por la
Palabra hemos llegado al anticipo de la Pascua eterna.
La oración contínua en el camino será "Aquí estoy para
hacer tu voluntad" (salmo responsorial).
Ciclo B - 153

Domingo tercero del Tiempo Ordinario


Jon 3,1-5.10. 1 Co 7,29-31. Mc 1,14-20.

Homilía 25 de enero de 2015


¡Cómo se asombraría Jonás, viéndose elegido para llamar a
conversión a Nínive, la capital de un inmenso imperio, repleto de
injusticias y orgías!. Tal vez tengamos misma sensación, ¿qué
podemos hacer frente al mundo desenfrenado de hoy, cada vez
más lejos de Dios? ¿Se imaginaría Marcos, cuando escribe este
Evangelio, que por esa predicación, trasmitida por unos desgracia-
dos pescadores, el poderoso Imperio Romano se haría cristiano en
el futuro?.
"Jesús se marchó a Galilea" (Evangelio), cambió de escena.
Abandona la Judea y el desierto, lugar del Evangelio para ir a la
tierra de gentiles, donde predicará, hará milagros y anunciará la
liberación con estas palabras: "Se ha cumplido el plazo, está cerca
el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia".
Ese plazo no es el tiempo del calendario, sino la ruptura con
lo anterior, separación de lo viejo y lo nuevo, momento de decisio-
nes y compromisos.
"Está cerca el Reino de Dios", que no es un poder de
hombres, sino el mismo Jesús penetrando en nuestra tierra de
gentiles. Cuando se acepte a Jesús como el Señor Resucitado, y se
viva de acuerdo con la novedad de su Evangelio, el Reino no estará
ya cerca, sino dentro. Esto fue y sigue siendo un escándalo para los
hombres esperanzados en un Dios que nos traiga el prestigio, el
poder, el justicialismo y el confort.
Mientras los judíos esperaban el Reino del Mesías en
Jerusalem, resulta que se manifiesta en la despreciada Galilea. Y
mientras hoy busquemos en la religión la estima, la suficiencia y el
poder, seguiremos en el desierto de Judea, en lo antiguo.
La conversión a la que llama, no es para los ateos o
politeístas, como los de Nínive, sino a nosotros, y ha de afectar a la
Ciclo B - 154

totalidad de nuestra vida: modo de pensar, esquemas sociales, culto


relaciones con los demás. La conversión es "vestirse de sayal"
(primera lectura) y humildemente decir "Señor instrúyeme en tus
sendas… acuérdate de mi con misericordia" (salmo responsorial).
Así empezará a entrar en nosotros el Reino, y la señal de que entra,
es la inquietud por su divulgación.
Al celebrar la Eucaristía, el Señor nos convoca a participar
de su Reino. El "Amén" al recibir la Comunión es el sí de los
primeros discípulos, es la aceptación de los ninivitas a la predica-
ción.
Ciclo B - 155

Domingo cuarto del Tiempo Ordinario


Dt 18,15-20. 1 Co 7,32-35. Mc 1,21-28.

Homilía 1 de febrero de 2015


Si en los dos domingos anteriores hemos asistido a la elección de
los discípulos, hoy se nos anuncia la misión profética de los
mismos. Moisés había anunciado un profeta, y el pueblo lo descubre
en la persona de Jesús.
Jesús habla desde la sinagoga, es decir desde el judaísmo,
y se dirige también a los pueblos vecinos, la Decápolis semipagana
y la totalmente pagana Fenicia. Comienza el universalismo del
mensaje evangélico.
Tuvo éxito al principio, "se quedaron asombrados", descu-
bren al nuevo profeta que habla "con autoridad". Moisés trajo la
primera Palabra de Dios al pueblo y los escribas se dedicaban a
repetirla y explicarla, eran intérpretes, no profetas. Jesús trae algo
nuevo, esa era su autoridad, que no está en la retórica, sino en la
novedad del mensaje y su actualidad salvadora.
El profeta no está atado a las tradiciones, sino que mira el
hoy del pueblo y le da un salto hacia delante. Por eso los verdade-
ros profetas son combatidos por los elementos conservadores que
han hecho coincidir la Palabra de Dios con su propio interés y sus
costumbres atávicas y cómodas.
Así sucede en el texto de Marcos de hoy. Un hombre "con
espíritu inmundo", es decir, embotado de ira, que reconociendo la
verdad de la predicación, no obstante dice: "Has venido a acabar
con nosotros". Debía ser el jefe de la sinagoga, que era el que
podía hablar, y ve que todo su tinglado se le viene abajo. Efectiva-
mente, Jesús viene a traer algo nuevo y avacarr con todo aquello
Podemos caer también nosotros en el error de hacer del
mensaje profético de Jesús, del Evangelio, un frío código teológico
y moral, con el que el pueblo se aburre de oír siempre lo mismo, sin
sentirse salvado por Dios, como si la historia se hubiera estancado
Ciclo B - 156

en un punto inamovible..
El verdadero profetismo no se evade de los problemas de
los hombres, sino que viene a introducir en el mundo la liberación
del hombre. A esto se refiere la expulsión del demonio, aunque
puede parecer hoy una narración anacrónica. A veces se dice
"tengo un demonio", cuando el ser humano no puede controlar
ciertos impulsos que le llevan a acciones reprobables.
Jesús, actuando con el espíritu de Dios, vine a establecer la
guerra en el mismo interior del hombre y de la sociedad, para que
lo corrompido se aleje y sean libres y caminen según el espíritu.
Guerra que ha de sostener la Iglesia y cada cristiano. Y sus
armas no son políticas ni militares, sino la Palabra de Dios asimilada
y anunciada. Nuestra santidad de vida es la que restaurará la
libertad del hombre y de la sociedad, no agrediéndola con armas,
sino introduciendo el germen del espíritu en comunidades cristianas
que vivan el Evangelio. Sólo los santos pueden renovar la sociedad
de raíz. Nosotros, o lo somos, o nos dejamos renovar por ellos. La
comunidad cristiana es el lugar donde se proclama el Evangelio y
donde se debe vivir en plenitud.
Si hemos recibido el pan de la Palabra, nos acercaremos al
Pan Eucarístico que nos dé la nueva energía del espíritu que nos
empuje a renovar todas las cosas.
Ciclo B - 157

Domingo quinto del Tiempo Ordinario


Jb 7,1-4.6-7. 1 Co 9,16-19.22-23. Mc 1,29-39.

Homilía 8 de febrero de 2015


Comienza hoy la Liturgia pidiendo a Dios que vele y defienda a su
familia, sin otro mérito, que el de haber puesto su confianza en Él.
Abre la Palabra el libro de Job, cuyo autor, valiente y
atrevido, refleja la tragedia del sufrimiento humano y no da solución
alguna. Pero en la Historia de la Salvación este libro va a abrir un
interrogante que hará pensar a los sabios hasta llegar a descubrir
la vida futura, ya en el libro de la Sabiduría. Serios sinsabores
presenta Job: "mi vida es un soplo y mis ojos no verán la dicha".
¿Cómo es Dios justo? ¿No es también una objeción de hoy
El Evangelio va a salir al paso con la Buena Noticia. Es
Marcos precisamente el creador de la palabra "Evangelio" o Buena
Noticia que seguirán los demás. Es por otro lado Marcos el primer
evangelio que se escribe, (ya circulaban las primeras cartas de
Pablo) del que toman nota los demás. Y tiene características
propias, por ejemplo; Jesús siempre está caminando, nunca
sentado. Los desgarrones, sigo de ruptura y comienzo de algo
nuevo… Marcos no fue testigo directo de los hechos, sino que
siguió las referencias de Pedro al que acompañó.
El texto de hoy parece una página de la agenda de Jesús.
Estuvo en la sinagoga (domingo pasado), al salir va a casa de
Pedro, cura a la suegra, les sirve, al atardecer sale a la puerta, a la
calle, le llevan enfermos y poseídos. Todos se acuestan. Él, de
madrugada se escapa a orar. Los discípulos lo echan de menos y
lo buscan. Pedro lo tienta con el éxito. Jesús responde: "Vamos a
otra parte". He aquí las 24 horas del día de Jesús.
Sale de la sinagoga para ir con los suyos, su casa (figura de
la Iglesia). Paso definitivo a lo nuevo. Y desde allí realiza su obra
salvadora. La comunidad cristiana es esa casa, pero que se
expande para hacerse casa de todos. Los primeros cristianos veían
Ciclo B - 158

su misión limitada a los judíos y tuvo que venir Pablo para ir por
otros caminos y Marcos lo recoge.
No sería malo preguntarnos hoy, los que estamos reunidos
aquí, si miramos a los que sufren fuera, enfermos y endemoniados
(pecadores y malhechores). El Señor no quiere permanecer
encerrado. Jesús tiene el éxito en la mano, pero sus caminos son
otros. Se levantó a orar, saliendo a la soledad, ¡otro importante
mensaje! Es necesaria para la intimidad con el Padre y para
esclarecer ideas. Mensaje a los activistas cristianos, los que nunca
tienen tiempo para nada, cuya actividad los dispersa y transforma
en máquinas. No podemos alienarnos en lo que nos destruye. No
podemos perder en ningún momento la relación personal con Dios.
Puede que hoy en la Iglesia se necesite más que nunca de
la oración sincera y humilde. Y ese lugar solitario más que un lugar
físico, es el silencio interior, libre de preocupaciones materiales, de
rencores envidias juicios y rechazos. Con ese rechazo a lo material
y afectivo, necesario para la oración, se beneficia toda actividad. En
ese encuentro con el Padre, ve Jesús su misión "vamos a otra
parte". Marcos ve ahí el universalismo cristiano, que llega hasta la
pagana Tiro. Universalismo que choca con Pedro y los otros. Mas
ese es el plan del Padre.
Fue el camino de Pablo. Como Jesús no se detiene gozando
de complacencias. Es frecuente en grupos apostólicos y en
personas pasarse la vida formándose y encerrados en sí mismos,
es una vagancia justificada que no busca sino la autocomplacencia.
Pablo no ve en la evangelización sino una necesidad, no una
obligación. ¡Ay de mí si no evangelizo! Y la paga no es sino el placer
de poder anunciar el Evangelio. Y haciéndose todo para todos sin
reparo.
Lo que sería para nosotros :
1º renunciar a ciertos modos específicos para no atar el Evangelio
a una sola modalidad,
2º renunciar a ventajas que se me otorgan para que no sea
obstáculo a los de fuera,
3º estar siempre disponibles,
Ciclo B - 159

4º prioridad de anunciar el Evangelio a los de fuera, no buscar como


Pedro quedarnos en casa, tal vez discutiendo vagatelas. No
transformar la comunidad en un gran almacén donde se conserva
la riqueza de la fe para uso y beneficio propio.
En conclusión, nuestra casa es la casa de Jesús. Nuestra
riqueza su presencia. Pero Él no quiere estar encerrado o llamar a
otros por medio de nosotros. Quiere alargar nuestra Mesa para que
muchos hambrientos puedan acercarse. Comulgar será sentir en
carne propia la ausencia de muchos hermanos. Mucho más si los
hemos separado nosotros.
Ciclo B - 160

Domingo sexto del Tiempo Ordinario


Lv 13,1-2.44-46. 1 Co 10,31-11,1. Mc 1,40-45.

Homilía 15 de febrero de 2015


La primera impresión del Evangelio es la bondad de Jesús frente
un enfermo y también su valor por tocar un enfermo contagioso.
Pero Marcos quiere ir más lejos y dejarnos un mensaje más
profundo. Que vamos a buscar.
Hoy día, la lepra es una enfermedad como otra cualquiera,
que requiere sus cuidados como otra más o menos grave. Pero en
el ambiente bíblico, a lepra no sólo era muy frecuente y de efectos
corrosivos en todo el cuerpo, sino que tenía un aspecto religioso
que la hacía particularmente terrible. Así lo declara el Levítico
(primera lectura).
En efecto, era opinión común que la lepra rea consecuencia
de un castigo divino especia por ciertos pecados cometidos y, dado
su carácter contagioso y repugnante, transformaba al leproso en un
verdadero desecho de la sociedad. Por eso, según el Levítico, tenía
que vivir sólo, alejado de los lugares públicos, mal vestido y los
cabellos desgreñados y gritando ¿impuro, impuro! Para que nadie
se le acercara. Esta expresión legal, obligatoria en sus labios, le
incapacitaba para entrar en la asamblea religiosa y tratar con las
demás personas, consideradas puras.
Según la mentalidad judía, tanto las personas como las
cosas y os animales, se dividían en puros e impuros. Por impureza
no se entendía una situación moral, sin una determinada caracterís-
tica tabú que provocaba la prohibición de tratar de esas personas
(por ejemplo con las mujeres que habían dado a luz) o de tocar un
animal muerto o un cerdo o servirse de ciertas cosas). El único puro
y santo era Dios y quien quisiere acercársele o a su comunidad,
debía estar puro ritualmente, por lo que había complicados ritos de
purificación.
Precisamente Jesús, si bien respetará básicamente las
Ciclo B - 161

normas de su pueblo para no provocar escándalo innecesario,


introducirá una notable variante en esta concepto: la pureza no está
en el exterior del hombre, ni en una mancha de la piel ni en la
suciedad de ls manos, sino en la integridad y sinceridad del
corazón.
Este Evangelio, como otros más, nos trae su primer y claro
mensaje: También los considerados impuros por la sociedad y el
culta antiguo, pueden cercarse Jesús y por medio de Él al Padre.
Lo que Dios mira es la pureza del corazón, es decir, la
disponibilidad de nuestra conciencia para hacer las cosas con
rectitud. Así la fe cristiana termina con la división entre codas
pureas e impuras, ya que no existe ninguna fuerza mágica que se
deposite en ciertas personas para hacerlas portadoras del mal.
Para Dios todo ser humano está llamado a la santidad por
el mero hecho de ser hombre. Podríamos decir que en Dios todos
somos santos; y por eso mismo la comunidad cristiana está abierta
absolutamente a todos, incluso a aquellos considerados impuros o
directamente excluidos por tal o cual prejuicio.
Como vemos, Marcos no solamente nos hable, como vimos
en domingo anterior, de la universalidad del mensaje de Jesús en
cuanto se dirige a todos los pueblos, sino de otra universalidad que
a veces suele costarnos más aún: Jesús se dirige de la misma
forma a todas las clases sociales y a todo tipo de personas sin
prejuicio alguno.
Por eso, lo interesante es preguntarnos ahora quién es ese
leproso que aislaríamos de nuestra mesa o compañía. No hace falta
preguntarnos mucho para darnos cuenta, por ejemplo de lo
siguiente:
- A veces afirmamos ser antirracistas, pero no es óbice para
menospreciar a la gente de color, al gitano, al de otra región
de país, al mal vestido o al que no usa las finezas de
nuestra cultura.
- También todos nos sentimos demócratas y que somos
iguales ante la ley. Pero ¡cuántas diferencias hacemos en la
iglesia, en los negocios, en la oficinas públicas según si la
Ciclo B - 162

persona parezca tener más dinero o cultura o altura social.


- Podríamos hablar también del permanente recelo con que
se trata al moro, al judío, al testigo de Jehová, al ateo, al
miembro de otra confesión religiosa, a la madre soltera, a
los divorciados al homosexual, al drogadicto, o a los delin-
cuentes encarcelados.
En fin, pronto descubriremos que entre nosotros pueden
andar caminando muchas personas que llevan sobre sí el estigma
del leproso y también es posible que a muchos de ellos les estén
cerradas las puertas de nuestras casas o las del corazón.
Es cierto que algunos de estos grupos de desgraciados
pueden causarnos cierta repulsión más o menos instintiva; pero
también es cierto que el Evangelio es radical en su postura, como
lo demuestra con otros parias de su época, como los publicanos, los
paganos, las prostitutas, los soldados romanos…
También es cierto, como veremos, que Jesús cura al leproso
y lo llama a conversión, así como al soldado injusto o a la prostituta
postrada… pero nunca les cerró las puertas, nunca condenó
previamente, nunca se dejó llevar por los prejuicios, que en aquella
época eran tan frecuentes como ahora.
El primer mensaje que hoy nos da Marcos: para Dios no hay
gente impura ni excluida. Todos están llamados igualmente a formar
parte de su comunidad, ya que ha caducado la antigua división
entre puro e impuro.
No tengamos miedo , como no lo tuvo Jesús, a poner
nuestras manos, como sigo de bendición, sobre los hombros de
aquellos que hasta hoy nos han causado repugnancia o rechazo, o
han sido tratados con prejuicios. Bueno es reconocer con sinceridad
cuándo nuestro no es ecuánime, y cuándo estamos cometiendo el
gran pecado de sentirnos la parte pura de la sociedad. Maravilloso
es descubrir, sería un don de Dios que hemos de pedir, que tras
cierto rigorismo moral, ese odio tan sutil que hasta pudo disfrazarse
de santidad. Sobre este punto es mucho lo que tenemos que
revisar, tanto a nivel individual como institucional o comunitario.
Pero hay un segundo punto unido al anterior. El leproso es
Ciclo B - 163

curado, no sólo de su enfermedad física, sino de su verdadera


enfermedad o llaga que es su aislamiento social o religioso. Jesús,
no solamente le permite acercarse a Él, a pesar de la prohibición,
sino que lo reintegra a la comunidad. Jesús transforma a aquel
desgraciado paria, en un auténtico discípulo y mensajero del
Evangelio.
Mirad, como a pesar de la prohibición de la ley, el leproso se
acercó a Jesús y se arrodilló para pedir su ayuda. Esto, para
quienes a veces no se atreven a acercarse por sentirse indignos por
algún pecado, que es cuando más lo necesitan. No esperó a que
viniera hacia él; él mismo se adelantó, movido por una profunda
confianza.
Y antes que nadie le pudiera reprochar su gesto, dijo con
absoluta humildad: "si quieres puedes limpiarme". Ni siquiera se
atrevió a pedir explícitamente la curación; todo lo supedita al Señor,
a cuyos pies se ha postrado. "Si quieres", confianza segura en su
poder. Disponibilidad total a su decisión. ¡perfecta oración!
Es la oración del auténtico creyente. No existe un milagro;
no antepone su necesidad a la voluntad del Señor. Su ruego se
doblega ante el designio divino que es más importante que su
misma enfermedad.
Y Jesús conmovido, extiende su mano, lo toca y lo cura con
esta sola palabra: "Quiero, queda limpio".
Aquí nos encontramos con una idea totalmente evangélica:
es la palabra de Jesús la que nos cura de nuestros pecados y nos
transforma en sus discípulos. Es una palabra eficaz, dinámica,
transformadora; no sólo anuncia la salvación, sino que la realiza.
O para ser más claro. Esla decisión de una persona o
comunidad cristiana que no se queda en las buenas intenciones y
bellas palabras. Son hechos concretos los que hoy se nos anuncia
y reclama; no bonitos discursos o frases hilvanadas.
El resto del relato ya es conocido. Jesús le urge a que
mantenga oculto el milagro y a que se presente a los sacerdotes
para cumplir lo mandado por Moisés. Pero el "ex paria" de la
sociedad, dice Marcos, empezó a divulgar el hecho con grandes
Ciclo B - 164

ponderaciones, provocando lo que Jesús temía: de todas partes


vendrán a buscar milagros, pero sin la fe de aquel hombre.
Así el evangelista Marcos, mientras contrasta le del leproso
con la curiosidad milagrera de los galileos, sigue rubricando su idea
inicial: el evangelio de divulga por todas partes, ahora con la
colaboración del nuevo discípulo de Jesús… un leproso.
En la prohibición de Jesús hay algo aleccionador: que lo
único importante es la fe. El milagro es algo completamente
accidental en la vida cristiana. Por eso Jesús cura al leproso en la
soledad y le pide que guarde el más absoluto silencio, ya que es
consciente de que existe un actitud equívoca en los que le buscan.
También sabe Jesús que costará muchísimo que los
cristianos aprendamos a vivir necesidad de milagros… ¡Cuántas
devociones, peregrinaciones, y oraciones no tienen más móvil que
desencadenar un prodigio a favor nuestro!
Lo que en cambio Jesús acepta es la humilde fe del leproso
"si quieres, puedes limpiarme" que ni siquiera se atreve a pedirlo.
Con esta simple oración terminamos la reflexión. Cada uno
de nosotros puede tener cierta lepra interior que nos deforma como
personas y nos aparta de los hermanos. Querer curarse es la
condición para acercarse a Jesucristo y a los hermanos, y a toda
la comunidad. Pero atención a la forma de obtenerlo y pedirlo.
Ciclo B - 165

Domingo primero de Cuaresma


Gn 9,8-15. 1 Pe 3,18-22. Mc 1,12-15.

Homilía 22 febrero 2015


Caminamos hacia la Pascua, la celebración central del Cristianismo,
nuestra salvación por medio de la muerte y resurrección de
Jesucristo. Hoy se abre el camino.
A veces se cae en la tentación de hacer de Jesús algo
nuestro, como verdaderos poseedores, cuando el poseedor es Dios
mismo. Pero hoy la liturgia rompe ese microscópico esquema
cristiano y abre el horizonte de Jesucristo más allá de toda cultura,
raza, credo o personas. El mensaje central de hoy es una alianza
universal. Esta alianza se hará en forma especial con Abrahán y sus
descendientes, se rubricará en el Sinaí y llegará a su plenitud con
Jesucristo, que sellará con su sangre una Nueva Alianza.
La primera lectura nos presenta la Alianza con Noé.
Después de 40 días de diluvio, dijo Dios. "Nunca más volveré a
maldecir la tierra por causa del hombre, ni volveré a herir todo se
viviente". La Alianza es, pues, con el hombre, animales y toda la
creación, también con el cosmos. Dios colgó si "arco de guerra" en
el cielo, el arco iris, como signo de su Alianza. Y unos versículos
más adelante pedirá al hombre su contrapartida en la Alianza: "y al
hombre le pediré cuentas de la vida de sus semejantes". Este Dios
es el Dios de la vida.
En resumen diríamos que del diluvio surge un Dios de vida,
socio y compañero del hombre, el cual va a ser la imagen viviente
y visible de Dios sobre la tierra.
Hay algo maravilloso en esta página de la Biblia: la creación
es el gran altar de la alianza, porque es la manifestación del amor
de Dios, como así mismo de una paz y una armonía eternas. O sea
el elemento básico del Cristianismo, y de toda religión auténtica,
que es buscar la armonía y la paz entre Dios y los hombres, de los
hombres entre sí, de cada hombre consigo mismo y entre estos y
Ciclo B - 166

a naturaleza.
Comprometido Dios a mantener la vida del hombre y atado
por su alianza, envía a su Hijo. Quien, como recuerda Pedro, siendo
justo padeció por los injustos para llevarnos a todos a Dios.
Marcos en su breve Evangelio nos presenta a Jesús como
nuevo Noé, pasando 40 días, no en las aguas sino en el desierto.
Allí se mantiene fiel al plan divino. Rechaza la tentación fácil y
encuentra así la armonía con el universo. Signo de esa armonía es
la significativa frase de Marcos. "vivía entre alimañas y los ángeles
le servían". (Recordemos la profecía de Isaías, "allá en mi monte
santo…")
De aquí se lanza Jesús a su tarea apostólica, restaurar la
paz y la armonía de los hombres con Dios y entre sí mismos. Se fue
a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: "Está cerca el
Reino, convertíos y creed la Buena Noticia".
Después de reflexionar sobre este texto de la Alianza, es
normal que los Apóstoles interpreten el Reino como una invitación
a sentarse todos en la misma mesa sin diferencia de cultura, raza,
sexo, mejores o peores, justo o pecador. En esa mesa comemos el
Cuerpo de Cristo, bajo el signo de pan y vino, elementos de la
naturaleza y fruto del trabajo humano. Y comulgar, no es materiali-
dad de comer la Hostia consagrada, es sentirse solidarios con el
mundo y con el gran esfuerzo de millones de hombres y mujeres en
pro de la justicia y la paz. Y al salir colguemos también nuestros
"arcos de guerra" (antipatías y recelos) y volvamos a los hermanos
con el brazo permanente de la paz. Si hemos reafirmado nuestra
alianza con Dios, nadie puede que dar fuera, hasta la misma
creación.
Ciclo B - 167

Domingo segundo de Cuaresma


Gn 22,1-2.9-13. Rm 8,31b-34. Mc 9,2-10.
Ciclo B - 168

Domingo tercero de Cuaresma


Ex 20,1-17. 1 Co 1,22-25. Jn 2,13-25.

Homilía 8 de marzo de 2015


A lo largo de las semanas de Cuaresma se nos ha hablado de la
Alianza de Dios con los hombres. Alianza que tuvo lugar en varias
etapas, es una alianza progresiva. Hemos visto la alianza con Noé
y con toda la humanidad (Noé no es israelita ni nada), Con Abraham
y con el pueblo semita. Ahora en la tercera etapa con Moisés y las
tribus de Israel en el Sinaí. Detrás de estas alianzas está Jesucristo
como la culminación de todas haciéndola eterna.
Las lecturas de esta día exigen un esfuerzo de reflexión para
purificar al máximo el concepto de alianza, de nuestra frágil imagen
de Dios y nuestro devenir religioso.
La primera lectura, que es la proclamación de las obligacio-
nes del pueblo elegido en la alianza del Sinaí, los Diez Mandamien-
tos, que forman parte de la alianza pactada de Dios con su pueblo,
al que ha liberado de la esclavitud de Egipto.
El capítulo 19 del Exodo muestra al pueblo hebreo tres
meses después de la liberación. Al acampar al pie del Sinaí, la
montaña sagrada, Dios llama a Moisés desde la montaña y después
de recordarle que Ël es el Salvador del pueblo, le dice:
“Así, pues, si de veras escucháis mi palabra y cumpliis mi
Alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los
pueblos y seréis para mi un reino de sacerdotes y una nación santa”
(Ex 19,3–6).
Sólo a partir de esta palabra divina podemos comprender la
riqueza de la liturgia de este día. La verdadera alianza que Dios
desea establecer con su pueblo es la de hacerlo todo suyo, morada
suya, de tal modo que todo el pueblo sea nación santa y reino de
sacerdotes. Es decir: no harán falta templos ni sacerdotes, porque
en todo el pueblo ha de morar Dios –será nación santa- y todos se
unirán a Dios por la Alianza –será un reino de sacerdotes.
Sabemos, la historia lo confirma, que el deseo de Dios no
Ciclo B - 169

podrá llevarse a cabo de forma inmediata por la dureza e infidelidad


del pueblo, por lo que los profetas anunciarán una nueva y definitiva
Alianza.
Esta Alianza del Exodo se pacta en un marco imponente
donde o divino se reviste de un poder majestuoso y casi terrorífico.
El pueblo apenas puede acercarse a la montaña sin poder tocarla
ni subirla, mientras que en lo alto Dios se manifiesta entre rayos
,truenos y densa nube.
Al tercer día, Dios promulga el texto de la Alianza que hemos
escuchado en el texto del Éxodo. Tal vez nos llamen la atención las
amenazas de Dios para quienes no cumplan la ley, o no le rindan
culto o pronuncia en su nombre en vano. Estas frase, propias de
todo pacto antiguo, que siempre contenía severas penas para quien
era infiel, nos da una idea de la visión, aún imperfecta, que los
hebreos tenían de Dios. Pasarán varios siglos hasta que los
profetas anuncien al Dios pastor, esposo amante de su pueblo, o
dirá como Jesús “mi Padre y vuestro Padre”.
La Alianza sinaítica es aún una alianza precaria e imperfec-
ta, como también lo ser su culto, sus leyes y sus sacerdotes.
Por otra parte, como sucede con casi todas las religiones y
como lo experimentamos en el mismo cristianismo, los hebreos no
llegarán a percibir lo esencial de la alianza, que es la relación íntima
del pueblo con Dios, a través de su propia vida, y harán del culto y
de la ley el elemento esencial de su religión. Contra esta actitud
lucharán los profetas (ver sobre todo Amós y Malaquías) cuya
denuncia será recogida y llevada hasta las últimas consecuencias
por Jesucristo.
Transformar la religión (la alianza con Dios) en ley y culto
constituye un período inmaduro de la fe. Y en qué medida, esta fe
inmadura, es también nuestra fe, es algo que debemos reflexionar.
Es la religión fundad en el Dios soberano y terrible, en el temor a
sus castigos o en la búsqueda de sus premios, en la ley taxativa y
cortante, en un culto formalista y carente de participación popular.
Si el cristianismo no fuera más que esto –y desgraciadamen-
te es esta la imagen que suele dar- bien podríamos decir que Cristo
vino en vano y que nosotros estamos en en Antiguo Testamento,
Ciclo B - 170

pero en la época pre-profética. Pero afortunadamente, en la Liturgia


de este día, Juan y Pablo no llevan a depurar esta imagen de la fe,
para avanzar más en la íntima comprensión de le Alianza.
Vamos a encarar el problema desde otro ángulo: no es la ley
lo que nos hace verdaderos creyentes, sino el sentido que le
damos, no sólo a la ley, sino a toda nuestra vida. Jesús no anula la
ley del Sinaí, pero nos previene de que no es su frío cumplimiento
lo que nos acerca a Dios, sino el amor con que lo hacemos. Por otra
parte, la gran polémica del cristianismo primitivo no fue otra cosa,
sino esta; ¿Qué sala al hombre, la fe en Cristo o el cumplimiento de
la ley? Polémica a la que respondió Pablo con las Cartas a los
Gálata y a los Romanos.
Pero es probable que el pensamiento de Pablo y el de Juan,
que veremos, hayan permanecido ajenos en muchas prácticas
cristianas. Dos formas de concebir la religión.
Vamos con el texto del Evangelio de Juan de este día.
Cuando Jesús llegó al Templo en aquella Fiesta de Pascua,
(hay que recordar que la Pascua precisamente conmemoraba la
liberación de Egipto y la Alianza del Sinaí) se encontró con un
pueblo que no había entendido ni quería entender el sentido de la
Alianza. Esto es importante para comprender el sentido de este
Evangelio.
Jesús se encontró con un pueblo que habías hecho del
templo material –orgullo de a nación por su majestuosidad- el centro
de su fe, y, que a la sombra de ese templo y de su culto, prostitís la
Alianza, convertida en un simple negocio…
Y Jesús, como un nuevo Moisés, trae por mandato la misión
de restaurar la Alianza según el designio original de Dios y de
acuerdo con la más pura tradición profética. Los jerarcas del templo
le piden una señal, un milagro que acredite la autenticidad de lo que
está haciendo. No hacía falta. Pues cuando no se quiere creer, ni
con milagros, luego para qué. Pero Él mismo al morir en la cruz, en
acto supremo de amor, mostrará de una vez y para siempre, cual es
la esencia del compromiso de un aliado con Dios: la donación de la
propia vida, día a día, minuto a minuto. Él lo hizo de una vez. Jesús
es el nuevo sacerdote que se ofrece a sí mismo en un culto
Ciclo B - 171

espiritual y es el templo viviente en el que habita Dios por el amor.


Pero vamos a desgranar este Evangelio en dos momentos:
En el primero, Jesús se encuentra con un estilo o tipo de religión
que tiene estas características: es una religión que contentándose
con el cumplimiento exterior y literal de la ley, da pie a todos los
abusos, especialmente en la expoliación del prójimo y el desprecio
de la persona humana; es una ley que no se encarna ni se interiori-
za en la vida profunda y sincera del hombre. Religión conformista
que cree rendir culto a Dios dentro de un recinto y por determinados
minutos, olvidando el resto de la vida en que debe manifestarse la
esencia de la Alianza: el amor a prójimo.
Es así como Jesús se arma del celo de Dios (podemos
recordar a profeta Elías a quien embarga el celo por la gloria de
Dios porque el pueblo ha roto la Alianza) y con un látigo pone fin al
triste espectáculo que ven sus ojos. En esa ira justiciera está la ira
contra la hipocresía y la superficialidad religiosa. No contra las
personas que son pobres víctimas, a las que pretende defender. No
hay en efecto peor lacra social que el encubrimiento de sí mismo,
con todas las lacras, bajo el manto religioso.
En el segundo momento se anuncia la nueva etapa de la
Alianza, la forma auténtica de adorar a Dios. El cuerpo viviente del
Cristo hombre es el nuevo templo; que es a la vez templo y ofrenda,
pues será ofrecido al Padre en sacrificio por amor a los hombres
para ser después reconstruido en la resurrección.
Dios es el absoluto, pero no es lejano al hombre. Dios quiere
vivir en el hombre y con el hombre, quiere un templo-pueblo, que es
casa y propiedad suya. En ese pueblo-templo todos son sacerdotes,
ya que todos han de ofrecerse a sí mismos a Dios sobre el altar del
amor; y por lo tanto todos son ofrenda.
Jesús fue el primero, según la Carta a los Hebreos, que
como Sumo Sacerdote, “de una vez y para siempre se ofreció a sí
mismo a Dios para purificarnos de las obras muertas y rendir así
culto al Dios de la vida”.
Queda así aclarado en qué consiste la perfecta Alianza de
Dios con el hombre, cual es la ley suprema de la Alianza y cual es
Ciclo B - 172

su culto.
Diremos además que todo el Evangelio de Juan vuelve
sobre estas ideas centrales que por algo fueron escritas (no
olvidemos que este Evangelio es bastante tardío) pues ya el
cristianismo corría el peligro de transformarse en una religión más.
Es curioso preguntarse cómo hemos podido los cristianos
apartarnos de este ideal y transformar el cristianismo en un
complejo confuso de dogmas, leyes, preceptos y culto… Cómo
nuestro laicado dejó de tener conciencia de ser sacerdotal y
profético y hayamos puesto un sacerdocio exclusivamente jerárqui-
co y sin la menos participación del pueblo en los problemas de la
comunidad-iglesia.
Es bueno reflexionar esto en esta Cuaresma, al profundizar
en nuestra Alianza. También puede ser que alguno se alarme de
estas ideas. Sería muy triste que no se comprenda la novedad del
mensaje de Jesús y no se le dé entrada en nuestro cristianismo.
Por desgracia vivimos en nuestro catolicismo europeo un
tipo de cristianismo donde no tiene cabida “el pueblo de sacerdotes
y la nación santa”. El pueblo se ha marginado de una Iglesia
considerada casi exclusivamente como los obispos, sacerdote y el
Vaticano. Y es un lugar común cuando se habla de la Iglesia, en la
prensa o en cualquier conversación, no referirnos a los millones de
cristianos del mundo, sino a las cumbres jerárquicas. Y, aún peor
que a esa Iglesia no se la considera la aliada de Dios, sino de los
ricos o poderosos.
Después de que Jesús hubo expulsado a los mercaderes del
templo, algunos presentes, movidos por una conversión rápida y
superficial, “creyeron al ver los signos que Jesús realizaba”. Pero
Jesús desconfía de ellos, dice Juan, “porque él sabía lo que hay en
el interior de cada hombre”.
Y esto es un aviso importante: si nuestra fe, nuestro culto,
si nuestra ley y nuestra alianza no nacen del interior del corazón,
Jesús, que ve en lo íntimo, desconfiará de nosotros y de nuestro
cristianismo.
Al terminar con las palabras de S. Juan, podemos volver al
Ciclo B - 173

texto de Pablo a los Corintios. La fuerza y la sabiduría de Dios


establecen una alianza con los hombres, que no podrá ser com-
prendida por quienes rehuyen el propio sacrificio o no terminan con
sus ideas marginadoras. O que buscan un culto exterior hermoso,
milagrero y emotivo, saturado de bellas palabras.
Cuando Pablo escribe la Carta a los Corintios, los judíos aún
poseían el templo y los paganos los teníen en cantidad portodo el
imperio romano.
El culto de los cristianos era sencillo, en casas de familia, sin
altar especial, ni ornamentos preciosos, ni incienso ni estatuas, pero
amasado de amor fraterno, de alegría simple y verdadera fraterni-
dad. Y esto, para los judíos y paganos era tenido como algo ridículo
e insignificante.
Mas esto es lo paradógico de la fe y de la Nueva Alianza: en
lo ridículo de un Cristo colgado de una cruz y de un pan compartido
con amor, está la esencia de la nueva relación del hombre Dios,
“cuya locura es más sabia que la sabiduría de los hombres y cuya
debilidad es más fuerte que la fortaleza de los hombres”.
Si algo nos queda claro después de todo lo visto, que al
menos sea esto: lo esencial de nuestra fe, de nuestro culto y de
nuestra Alianza con Jesucristo, es nuestra entrega incondicional a
Dios que vive en quien lo ama y en quien ama a su prójimo como a
sí mismo; o, como decía S. Pablo a los Corintios: “¿No sabéis que
vosotros sois el templo de Dios vivo y que e Espíritu y que e Espíritu
de Dios vive en vosotros?” (1 Cor 3,16).
No creamos que para vivir el cristianismo se necesita
mucha teología y largos estudios. Ni tampoco fuerzas inmensas. La
Alianza fue proclamada a los pobre, humildes y sencillos; Tampoco
fueron los doctos los que abrazaron la fe y los que cimentaron la
historia del cristianismo. La verdadera sabiduría o ciencia del
cristiano está en un corazón trasparente que da todo de sí. Lo
demás es hojarasca. Después de todo lo dicho sobre la Iglesia y sus
miembros, ¿no pondríamos en primera fila, por delante de su
jerárquico boato a tantos como en estos días han sido cruelmente
martirizados por su fe y bendiciendo a Dios? Estos sí que son
cabeza de la Iglesia.
Ciclo B - 174

Domingo cuarto de Cuaresma


2 Cro 36,14-16.19-23. Ef 2,4-10. Jn 3,14-21.

Homilía 15 de marzo de 2015


El tema de la Alianza continúa en la Cuaresma. Toda la
Biblia está en torno a este pacto de Dios con los hombres. Que no
siempre se cumplió, pero Dios, que sí que es fiel, siempre lo cumple
y da una nueva oportunidad. ¡Gran noticia de misericordia!
La primera lectura manifiesta la forma de ser de los hombres
y la de Dios. El pueblo, mal guiado por sus jefes y sacerdotes,
abandona al Señor. Y al fin, "ya no hubo remedio". El destierro.
En su época se tuvo el destierro como un castigo, sin
embargo tuvo un valor terapéutico., hizo comprender lo que sucede
cuando se abandona la ayuda de Dios. Pero es34e Dios, que
aparentemente ha abandonado a su pueblo, nunca le ha retirado su
amor. Fue el pueblo el que no quiso recibirlo. Rompió la Alianza.
Tengamos en cuenta, que podemos romper nosotros la
Alianza. Pero lo que preocupa a Dios no es la realidad del pecado,
sino lo que dice el texto: "se burlaron de los mensajes, desoyeron
sus palabras", es decir, la actitud de ceguera, el empecinamiento,
el negarse a la luz. Entonces es cuando "no hay remedio".
Con frecuencia pensamos en el pecado por el pecado,
cuando lo que nos destruye interiormente es la actitud de abando-
narnos en nuestras "cosillas" ,manías, esquemas, de no crecer en
el camino de Dios. De no mirar altamente hacia el Reino, por
encima de nuestras cosas o ideas particulares. Entonces perdemos
la conciencia de la Alianza.
Si un frío moralismo invadió nuestras comunidades cristia-
nas, fue para llenar el vacío de una verdadera mística religiosa. La
mística de la Alianza. Como consecuencia, nuestra sociedad
prescinde del moralismo y no sabe a qué agarrarse para subsistir.
No sabe dónde apoyar su religiosidad. Igual con la Misa como
dominical como precepto está en descrédito; Por lo que hemos de
Ciclo B - 175

preguntarnos qué sustrato hay debajo de nuestra fe y prácticas


religiosas. ¿Urge recuperar la mística de la Alianza! No podemos
dejar que todo se derrumbe.
Sigue habiendo mensajeros del Evangelio, portadores del
Espíritu de Jesús. Y hoy tenemos la Cuaresma para cuestionarnos
la autenticidad de nuestra Alianza y comenzar la sana escucha de
la verdadera Palabra del Señor. Pensando que no coincidirá con la
nuestra. Dios nos pide ese riesgo por Él. Seguro que no nos deja
defraudados
Dios, con todo, es el verdaderamente fiel a sus promesas.
Pablo nos lo presenta como una nueva creación, "somos creación
suya". Esta creación es una restauración como la de la Jerusalén
destruida. Peo ¿seremos capaces de reconocer nuestras ruinas?
En el Evangelio Juan nos urge a nacer de nuevo, a romper
un viejo esquema para vivir en el nuevo estilo, el de Jesucristo,
comenzando un proceso continuado cada día.
"Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único". Y esto
es la Semana Santa. El amor gratuito de Dios para nuestra
restauración.
"El Hijo no es enviado para condenar al mundo, sino para
salvar". Y ¿entonces, el juicio? Este no viene desde afuera, sino en
el interior de cada uno cuando se resiste a la luz. Cuando se tiene
una conciencia infantil se necesita que el juicio venga de fuera y se
aferra a las leyes. No sabe vivir sin ellas. Quien abraza la luz con
sinceridad es juzgado como hijo de la luz. Quien opta por la
hipocresía de las apariencias abraza el mundo de las tinieblas. Mas
el que deja entrar la luz, Dios está obrando en él- Así el cristiano no
está para hacer lo mandado y evitar lo prohibido, sino para dejarse
llevar por la luz de Dios. Y cuando esta luz lo invade, no se ve mejor
que los demás, simplemente, Dios está obrando él. Ya no tiene que
hablar de premio o castigo. Pues está por encima de ese concepto
comercial de la religión.
La Eucaristía es el Pan de la vida. Pan de los desterrados,
de los débiles, pan de los que quieren caminar hacia un vida nueva.
Ciclo B - 176

Domingo quinto de Cuaresma


Jr 31,31-34. Hb 5,7-9. Jn 12,20-33.

Homilía 26 de marzo de 2012


Hoy resuena el grito esperanzado de Jesús “Ha llegado la hora”. En
toda la Cuaresma hemos contemplado las etapas progresivas de la
Alianza en Noé, Abraham, Moisés; hoy tenemos la respuesta a la
palabra de Jeremías, de una Alianza nueva y definitiva. Y, es nueva
porque no viene de fuera, sino que está dentro: “Pondré mi ley en
su interior y la escribiré en sus corazones”. Así, la Palabra de Dios
será algo propio. Por eso dice San Pablo que el cristiano está
liberado de la ley, no la necesita, vive de corazón la intimidad con
Dios, haciendo suyos sus sentimientos por la fuerza del Espíritu que
está en él.
“Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. Esta pertenencia
al pueblo de Dios, tan fuerte en los primeros siglos de la Iglesia,
supone el reconocimiento de Dios como único Señor, renunciando
a toda idolatría, con frecuencia tan solapada, de autoritarismo e
individualismo, en instituciones y personas. Esta pertenencia al
Pueblo de Dios es la conciencia de comunidad, que exige responsa-
bilidad compartida en el servicio, sin privilegios ni excepciones,
espíritu de fraternidad, de diálogo y comunión.
“Y todos me conocerán desde el más pequeño al más
grande, cuando perdone sus pecados”. Conocer no es un saber
intelectual, sino experiencia, como el niño conoce, experimenta, a
su madre por ser alimentado por ella, lavado, vestido, acariciado.
Así el cristiano conoce a Dios por sus muchos beneficios. Según
Jeremías, por el perdón de los pecados, por sus abundantes
misericordias, porque se siente amado en sus debilidades y
miserias. Ahí ve al Dios de la restauración, del nuevo nacimiento, de
la resurrección. El Evangelio de hoy nos dice que la suprema
manifestación de Dios está en la muerte del Hijo, que muere como
el grano de trigo, y por cuya muerte vivirá muchos.
Visto todo esto, la nueva Alianza consiste en estar abiertos
Ciclo B - 177

a ese amor de Dios, que se goza en salvar. Vivir esta religión es


vivir en gozo interno y en la paz inalterable. ¿Por qué no intentarlo
y buscarlo?.
Los griegos, signo de los nuevos pueblos que se incorporan
a la Alianza, quieren conocer a Jesús: Y la respuesta de Jesús es
que veremos a Dios, cuando veamos al Hijo muerto en la cruz y
levantado en alto para nuestra salvación.
“Ya ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre será
glorificado”. En Cristo se manifiesta toda la gloria divina. No la del
Dios de nuestra fantasía. Es una gran paradoja, en la fuerza del
amor y la debilidad de la muerte. Jesús siente su alma agitada, con
los mismos sentimientos que en Getsemaní. “Y ¿qué diré, Padre
líbrame de esta hora? Pero si para esto ha llegado esta hora. Padre
glorifica tu nombre. Tiene Jesús un solo objetivo, que el Padre sea
glorificado. Es extraña la respuesta del Padre: “Ya le he glorificad
y le glorificaré”, que quiere decir, que en la cruz se manifiesta la
gloria del Padre y del Hijo, por que ahí aparece la salvación para
quienes crean en el Dios de la misericordia, y como condenación
para los que prefieran las tinieblas, que son los que confían su
salvación en sus méritos, obras y sacrificios. Y están en tinieblas
por que su vida no tiene alegría, al menos interior.
Al comulgar interiorizamos la ley. Es unirnos a Cristo salvador,
sentirnos su pueblo y su comunidad, sentarnos a su mesa con todos
los pueblos, de todas las clases. Con todos los pecadores que se
sienten rescatados por la cruz de la misericordia.
Ciclo B - 178

Domingo de Ramos
Procesión: Mc, 11,1-10.
Misa: Is 50,4-7. Flp 2,6-11. Mc 14,1-15,47.
Ciclo B - 179

Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14. 1 Co 11,23-26. Jn 13,1-15.

Homilía 13 de abril de 2006


Hoy Jueves Santo estamos ante una festividad altamente íntima,
profunda y comprometedora.
Hoy, Jueves Santo, es el día en que el amor supremo de
Jesús se hizo pan entregado y sangre derramada para que la nueva
Alianza fuera una realidad.
Hoy el Reino de Dios se manifiesta en la sencillez de una
mesa tendida, en una abrazo de paz, en el gesto de lavar los pies
a los hermanos, en el partir y compartir el mismo trozo de pan.
Hoy la Iglesia se siente una sola, porque uno es el cuerpo de
Cristo, uno el pan, una la mesa, una la fe y una la salvación.
Hoy los cristianos recibimos el nuevo y gran mandamiento:
el amar al prójimo como Cristo nos ha amado.
Hoy descubrimos la sencillez de nuestra fe, la simplicidad de
nuestros ritos, la profundidad de nuestro compromiso, la exigencia
del proyecto de Dios de salvar al ser humano y a la estructuras
humanas del egoísmo, de la ambición, de la idea de sentirnos los
mejores, del individualismo que nos aísla, de toda corrupción.
Para entender mejor el sentido de la Eucaristía hemos de
situarla en el contexto de la Alianza con Dios, de la que tanto hemos
hablado esta Cuaresma. Este es el Cáliz de la Nueva Alianza, ha
dicho Jesús. La Eucaristía es expresión de una nueva forma de
entender las relaciones de los hombres con Dios y de los hombres
entre sí. No es un gesto ritual, sino la expresión de una real y total
entrega de Dios a los hombres, y, estos unidos a El, hacemos la
misma entrega a los demás. Así aparece la Iglesia como el Cuerpo
de Cristo, todos unidos a El y entre todos nosotros.
Juan no narra la institución de la Eucaristía, pero coloca en
su lugar el lavatorio de pies, pues no puede haber Eucaristía sin un
Ciclo B - 180

verdadero servicio a los demás. Quien no quiera ver esto, “no tiene
nada que ver conmigo”, dijo Jesús a Pedro.
La Eucaristía, por mucha solemnidad que tenga, no tiene
lugar en la nueva Alianza, si no es la expresión intensa de una real
y fraterna comunidad en la que nos lavamos los pies unos a otros.
Servir a los hermanos es en verdad un sacrificio, pero ese sacrificio
es la ofrenda de la nueva Alianza.
La celebración del Jueves Santo tiene ese toque de
intimidad que nos hace mirarnos a la cara para sentirnos mucho
más unidos, no sólo a los presentes, sino a toda la Iglesia universal.
Si la Eucaristía no puede ser entendida sin la comunidad
eclesial, cuerpo de Cristo, ni la Eucaristía ni la Iglesia pueden tener
sentido sin la primacía del amor como entrega generosa y total, del
amor que lava los pies, poniéndose de rodillas, por debajo, y
llevándose la suciedad del otro.
La Nueva Alianza se ha cumplido. La sangre del cordero nos
ha sido dad. Pero falta algo, la nuestra. La Eucaristía no acaba aquí,
porque esta mesa de la Nueva Alianza ha de prolongarse en
nuestras tareas diarias, en nuestra comunidad, en nuestros
quehaceres, con cada persona que tratemos. Si así lo hacemos,
algo nuevo pasará en el mundo.
Ciclo B - 181

Viernes Santo
Is 52,13-53,12. Hb 4,14-16; 5,7-9. Jn 18,1-19,42.

Homilía 14 de abril de 2006


Hoy Viernes Santo es un día celebrado por todos los cristianos
como el día sagrado por antonomasia. Día al que se le presta la
suma seriedad.
Es también el día en que el mundo de las tinieblas alza su
grito de rebeldía y luego calla para siempre.
Día en que el poder de la opresión, apelando a sus más
mezquinos recursos, es destrozado por un hombre sentado en el
banquillo de los acusados, alzado en una cruz humillante y hundido
en la sombra de la muerte.
Día tremendo de la justicia de Dios, que confunde la
soberbia y el orgullo humanos con el poder de un rey nuevo, que
juzga sin levantar la voz, hundiendo su mirada en lo más íntimo del
ser humano. Cuya mirada nos reprocha y al mismo tiempo nos
ofrece su cariño.
El Viernes Santo es el duelo entre la luz y las tinieblas. Y
ningún ser humano puede permanecer ajeno e insensible ante su
desenlace. E el día de la opción: de fe o de apostasía, de amor o de
odio, de la verdad o de la mentira, o peor, de la retirada como si
nada hubiera pasado; para no comprometerse es mejor no ver
nada.
No hemos venido al templo hoy para recordar a un muerto,
ni para condolernos por sus duros sufrimientos finales. Hemos
venido para desfilar frente a Cristo, nuestro juez, a fin de cotejar
nuestra vida con su vida, nuestros pensamientos y sentimientos con
los suyos.
Hoy celebramos la muerte, mas no la muerte del cuerpo,
sino de una estructura que debe ceder el paso a lo Nuevo de dios
que irrumpe. Hoy morimos al pecado, a la esclavitud de la ley y al
Ciclo B - 182

reinado de la mentira. Por eso es día de silencio. Calla el ser


humano y habla Dios. El hombre se mira a sí mismo, después de oír
la la Pasión y contemplar al Crucificado, y se descubre tal cual es.
Es día de callar porque llega el Hijo del Hombre y su verdad
y se enfrenta con nuestra mentira. Llega Cristo el Rey de la Verdad.
Es día de dejarnos iluminar y purificar ante su mirada.
Son inauditas las lecturas de este día. El poder de Dios que
se manifiesta en un hombre despreciado y castigado hasta la
muerte, que redime a las ovejas con la muerte del pastor. Y la
paradoja del juicio de Dios: nuestro juez es al mismo tiempo
abogado y salvador.
La Cruz desnuda que vamos a adorar, con sus brazos
extendidos, es el símbolo de Cristo que entregó su vida con una
amor sin límites. Adoremos y besemos esta cruz, considerada por
muchos como símbolo de oprobio y de muerte, pero asumida por
los cristianos como amorosa y gratuita salvación y expresión de un
compromiso irrenunciable: ser todo para todos.
Ciclo B - 183

Vigilia Pascual
Gn 1,1-2,2. Gn 22,1-18. Ex 14,15-15,1. Is 54,5-14.
Is 55,1-11. Ba 3,9-15.32-4,4. Ez 36,16-28. Rm 6,3-11.
Mc 16,1-7.

Homilía 15 de abril de 2006


En la oscuridad de la noche, cuando todo son tinieblas, aparece la
luz, “la luz brillo en las tinieblas”. He ahí el sentido simbólico del rito
con que hemos comenzado la celebración. Igualmente de la muerte
surge la vida. Por eso San Pablo pudo decir a los Corintios “Si
Cristo no ha resucitado, nuestra fe es inútil”
La Resurrección de Jesús es el signo del Reino. Si toda la
vida de Jesús no fue, sino el abrirse del Reino, tanto por sus
palabras como actuaciones, la resurrección fue la irrupción plena
del Reino en el mundo.
Pero este Reino no es el establecimiento de cierta institución
religiosa como pensaban los judíos, sino el advenimiento de la
liberación total del ser humano, que se siente pobre, oprimido en
lágrimas o muerto, sin sentido de la vida. Pero no se da este Reino
en quienes lo quieren por sí mismo, o lo esperan de los demás,
inculpándolos al no recibirlo y convierten su vida en una queja y un
lamento. Viene de Dios, el único que tiene poder sobre la muerte.
Y el que no quiere pasar por la muerte de su yo, de sus aspiracio-
nes humanas, de sus planificaciones, no sólo no resucita, sino que
su vida es una interminable muerte.
No olvidemos que la palabra resurrección significa levantar-
se. No estar postrado. Ponerse en camino, pero un camino nuevo.
Con la esperanza puesta en uno que ha pasado por la muerte y
vive. Así la fiesta de Pascua ha de ser una manera nueva de mirar
hacia el futuro con alegría y esperanza.
Es el día de la eclosión del Espíritu. Estando esta fiesta muy
unida a la de Pentecostés, con la que se cierra el Tiempo pascua.
Ciclo B - 184

El Espíritu que todo la hace nuevo. Vivir esta Pascua supone el


esfuerzo por cambiar, por pensar de nuevo las cosas, como si hoy
mismo comenzáramos a hacerlas, como si todo lo pasado fuese
sólo un peldaño en nuestra camino de ascenso.
Es inútil que hoy digamos que celebramos la Pascua, si la
vida nuestra sigue en la quietud perezosa al ritmo de la misma
inercia. Entonces diríamos que estamos más en el Sábado Santo
que en la Pascua.
Pascua no es una palabra, es acción, es la fuerza del
Espíritu, el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos.
Anunciar la Pascua no es decir “Cristo ha resucitado”, es
tener confianza en el futuro y mirarlo con optimismo, es derrochar
energía y alegría.
Comulgar es unirnos a este Cristo viviente y fuente de toda
vida. Que quienes comamos su Cuerpo resucitado, seamos testigos
de la fe de la Iglesia, fermento de vida nueva. Y como aquellas
mujeres que descubrieron el misterio junto a la tumba vayamos
gozosos a anunciar que la vida tiene sentido y la muerte está
vencida. No temamos la burla o el ridículo de los que viven en el
escepticismo. Nuestra alegría será nuestro testimonio. Cuantos de
nuestros jóvenes que no les dice nada la Iglesia y decimos nosotros
que no tienen espíritu de sacrificio y sin embargo luchan y se
sacrifican en un sindicato o en un partido político. No les hemos
trasmitido el entusiasmo y la esperanza, sino nuestras quejas,
críticas y tristezas.
Ciclo B - 185

Domingo de Resurrección
Hch 10,34a.37-43. Col 3,1-4. Jn 20,1-9.
Ciclo B - 186

Domingo segundo de Pascua


Hch 4,32-35. 1 Jn 5,1-6. Jn 20,19-31.

Homilía 12 de abril de 2015.


Hoy también es Pascua, porque Pascua no se limita a un día, sino
que es la nueva era que ha fundado Cristo, que sigue presente y
vivo entre nosotros.
Dejemos que el Espíritu nos sumerja en esa novedad en
este momento histórico en que la nuestra interioridad es sofocada
por tantas tensiones, preocupaciones y actividades que nos sacan
de nosotros mismos, cuando dentro de nosotros es donde late la
vida.
Hay dos manifestaciones de Jesús, en una está presente
Tomás y en otra no, y se realizan "estando reunidos en la casa" y
precisamente en domingo. El Señor no puede ser visto y reconocido
sino en la comunidad; es inútil buscarlo en el aislamiento. Y Jesús
está presente donde los hermanos viven la alegría, la paz y la
unidad por el mismo espíritu.
La alegría es el triunfo de la vida sobre el pesimismo y la
tristeza de la muerte. A veces nuestras Eucaristías en aras de una
seriedad ritual han perdido la alegría, que es la expresión de una
profunda paz interior. La paz esté con vosotros, se nos dice, como
lo dijo Jesús, y la paz está con nosotros porque esa paz es Él
mismo, que nos ha reconciliado con nosotros mismos, con Dios y
con los hermanos.
Para esta alegría necesitamos crear un clima de mayor
sencillez y espontaneidad, de forma que cada domingo festejemos
la alegría de haber vivido una semana de amor y servicio a los
demás. En Pascua celebramos la alegría del amor que da, que
ofrece, que comparte y que sirve.
A veces confundimos la alegría con el gusto del éxito
personal u otras satisfacciones que vienen de fuera, mientras que
la alegría pascual sale del bien que tenemos dentro, la otra es fatua
Ciclo B - 187

porque no suprime el miedo y la cobardía.


Y esta presencia del Señor era una riqueza tal, que se
desprendían de sus bienes para darlos a los más necesitados.
Nadie consideraba sus bienes como propios, ya que el Señor había
hecho de ellos un solo cuerpo y una sola alma. ¡Cuántas veces, aún
hoy, sólo pensamos en propiedades privadas! Hasta del mismo
Cristo, lo hemos hecho "mío". La Misa también la hemos hecho
privada, dando igual que haya personas o no, y si las hay nos
aislamos.
Tomás no vio al Señor porque se separó de la comunidad.
Jesús entró con las puertas cerradas, el modo de presencia es
distinto, está porque los hermanos están reunidos. El que vive
encerrado en su individualismo, no podrá verlo ni reconocerlo. Si no
sabe unirse a los dolores de los otros y se entrega, tampoco podrá
unirse a su gozo. Y si no se reúne con sus hermanos, tampoco
puede renacer como miembro de la comunidad creyente. La fe no
necesita ver a Jesús como antes de su muerte. La fe surge del
encuentro con los hermanos, y viendo a los hermanos vemos a
Cristo resucitado.
La actitud de Tomás es también la nuestra, ¿cómo ver a
Jesús si no se me aparece? Y Él te responde ¿cómo quieres verme
si no te unes a tus hermanos? También alguna vez quizá, hayamos
dudado de la presencia de Jesucristo resucitado, pero detrás de esa
duda se esconde algo, que negamos o dudamos de la presencia de
nuestro prójimo, por lo menos de algunos, porque vivimos como si
no existieran.
En fin, metamos nuestros dedos en las llagas abiertas de la
comunidad, en sus angustias, dolores, y en la medida que toque-
mos ese cuerpo y lo reconozcamos como nuestro cuerpo, en ese
momento descubriremos a Cristo resucitado.
La Eucaristía es el signo de nuestra pertenencia a la
comunidad de Cristo. Al unirnos a Cristo nos unimos a todos los
invitados a su mesa. Y después demos nuestro testimonio de
alegría, unidad y pobreza y nos reconocerán como sus discípulos
y serán atraídos.
Ciclo B - 188

Domingo tercero de Pascua


Hch 3,13-15.17-19. 1 Jn 2,1-5. Lc 24,35-48.

Homilía 19 de abril de 2015


Porque la resurrección de Jesús es el acontecimiento central de
nuestra fe, nunca terminaremos de comprender todo su profundo
significado. Cada Pascua, es una pincelada más en su compren-
sión. Y sobre todo cada experiencia de muerte y resurrección en
nuestra vida cotidiana... Si Jesús ha resucitado, ¿no será que
también nosotros hemos de ir resucitando mediante la conversión
y el cambio de nuestra forma de pensar el Evangelio y poner
conforme a él nuestras vidas?
Jesús se hace presente en medio de la comunidad, pero no
aparece como un fantasma como si se tratara de una sección de
espiritismo.
Es una presencia perceptible cuando los hermanos alejan
los temores, diferencia y se sientan a comer juntos. Son los mismos
elementos que veíamos en domingo pasado: alegría, paz, comida
fraterna.
Hemos de interiorizar los relatos bíblicos para no quedarnos
en una preciosa fraseología pascual. La aparición de Jesús es
descubrir una presencia permanente de Cristo donde estamos los
hermanos reunidos, podemos verlos, darles el abrazo de la paz,
preguntar qué necesita, darle de comer, compartir sus alegrías y
sus tristezas. En esos gestos tan humanos reconocemos la
presencia del Señor.
Pero hay más. Jesús nos urge a vivir y anunciar la resurrec-
ción con una "conversión para el perdón de los pecados". Así la
resurrección no es una palabra hueca, es levantarse (eso significa
resucitar) para caminar en un nuevo estilo de vida.
Pero esta conversión supone algo un tanto duro; si en un
momento dado optamos por el amor contra el egoísmo, sufrimos
una dolorosa muerte, algo muere en nosotros, algo a lo que
Ciclo B - 189

estábamos muy aferrados, nuestro yo, nuestro orgullo, nuestra


vanidad, nuestro prestigio... Pero también en ese momento
sentimos la sensación de ser distintos a lo que éramos, de haber
nacido a una experiencia nueva, de haber resucitado. Pues la
resurrección de Jesús nos ha enseñado que la muerte está vencida,
que no tiene poder sobre nosotros, que no nos mata.
¿Qué significa, pues, creer en la resurrección? - Creer en
nuestra resurrección interior, que es posible nuestro cambio de vida,
que comienza a ser realidad en cuanto se inicia la conversión. Y ahí
comienza el Reino de Dios.
La muerte de Jesús fue una trayectoria en toda su vida,
marcada por la renuncia al poder, a las riquezas, al éxito, para servir
como siervo. A esto somos llamados para tener la resurrección. Y
a esto le llamamos santidad, palabra de es sinónimo de bienaventu-
ranza, de felicidad, de vida plena. ¿No buscamos todos ser felices?
Y no lo conseguimos porque lo intentamos por un camino errado.
Aquí se nos presenta el verdadero camino. Es la paradoja del
Evangelio.
Para Jesús ser santo es reunirse con la gente, sentirse
miembro de una comunidad, interesarse por los problemas y
sufrimientos de los demás, ayudar al que lo necesita, compartir la
alegría de una mesa, curar una llaga, ser cariñoso con todos, en
especial con los que más lo necesitan. O como dice Juan, vivir
plenamente el amor, que es la síntesis de toda perfección. Sin
olvidar, como estamos viendo, que el amor es, ni más ni menos,
que nuestra propia muerte.
Vivamos con alegría la resurrección en una nueva forma de
afrontar la familia, el trabajo, las relaciones humanas, sabiendo que
detrás de cada renuncia a nosotros mismos está la experiencia de
la resurrección.
La mesa del Señor es la llamada a esa conversión, a ser uno
con todos, saliendo de nuestros individualismos egoístas y a
encontrar la alegría de la vida, el optimismo y la esperanza.
Ciclo B - 190

Domingo cuarto de Pascua


Hch 4,8-12. 1 Jn 3,1-2. Jn 10,11-18.

Homilía 26 de abril de 2015


Según avanzamos en los textos del T. P. se afianza la convicción de
que Jesucristo resucitado está presente como Señor y cabeza de
la Iglesia. Hoy se nos presenta como el Pastor.
Cuando se escribe el Evangelio de Juan, en la Iglesia,
ampliamente extendida, aparecen cierta disensiones que ponen en
peligro su unidad, cosa que se va a repetir hasta hoy. Por lo que
hay que profundizar ¿quién es el verdadero Pastor?
Todos tenemos la respuesta en la boca, Cristo es el único
Pastor.
En la lectura de los Hechos aparece el testimonio de Pedro,
tras las acusaciones por haber curado a un paralítico. El, que había
sido elegido por Jesús para cuidar a la comunidad. Pero que no se
enaltece con la curación realizada, sino que afirma que quien ha
curado a esa oveja, abandonada de todos, es el mismo Jesús, que
resucitado sigue actuando. También es de ver en el pasaje el
testimonio de su pobreza. Su única riqueza es Jesucristo, buen
mensaje para hoy y siempre.
En la expresión de Jesús “Yo soy el buen Pastor”, no dice
ser “un buen Pastor” sino “el” buen Pastor, con un artículo determi-
nado, indicando que no hay otro. No quiere esto decir que el
Evangelio elimine toda autoridad, sino que se dirija la mirada al
fundamento y centro de la comunidad, Jesucristo.
Pero también este Jesucristo nos habla por sus testigos, los
que ha llamado a participar del oficio pastoral suyo, pero que a la
vez son también sus ovejas. ¡Hasta el mismo Jesús se considera el
Cordero de Dios!. A veces los pastores se olvidan de que también
son ovejas del rebaño.
Si Jesús dice “soy el buen pastor”, es que hay otros que no
Ciclo B - 191

lo son. Y el Evangelio de hoy nos da sus rasgos para ver a quién


seguimos en cuanto ovejas o cómo realizamos nuestros oficios
pastorales.
La primera nota es “que da la vida por sus ovejas”. Luchan-
do con su cayado para defenderlas de cualquier alimaña, con el
riesgo de su vida, para salvarlas. Hay dos formas de autoridad, el
despotismo y el servicio fraterno, que implica ponerse debajo,
jugarse todo o la misma vida, el prestigio, su comodidad... y todo
por los suyos. Al lado de cada uno hay siempre alguno más débil o
necesitado. Donde una persona se compromete a fondo perdido por
sus hermanos, allí está el Buen Pastor.
La segunda característica es “conozco a mis ovejas y ellas
me conocen”. Conocer es más que saber su nombre. El conoci-
miento surge del diálogo, del encuentro, de la escucha, de compartir
sus dolores y dramas. El auténtico pastor no se queda en su
despacho, ni recibe a los suyos “cita previa” y con mil protocolos.
Conoce a los suyos porque está con ellos y comparte sus situacio-
nes, miserias, enfermedades, ignorancias o debilidades. Por eso el
rebaño también lo conoce al verdadero pastor, porque lo ve junto a
él, actuando, trabajando, pensando o escuchando con comprensión.
Y la tercera es “tengo además otras ovejas que no son de
este redil”. El auténtico pastor no se encierra en su corralito
amurallado. Tiene un corazón abierto y pluralista. A veces se olvida
este rasgo del Buen Pastor, que es la pérdida del sentido eclesial,
pensando sólo en mi parroquia, mi congregación religiosa o mi
convento. Sufrimos nuestra falta de vocaciones y no nos alegramos
de que las haya en otras partes. Eso no nos incumbe, o al revés.
Nos alegramos de nuestra buena marcha y nos despreocupan la
dificultades de otros. E incluso tomamos una postura rígida, como
si no tuviéramos nada que ver, o caemos en juicios y críticas. Creer
en Cristo resucitado es aceptar ese espíritu amplio y sin fronteras.
Además Jesús ni impone el Evangelio, dice “oirán mi voz” pero esta
voz tiene que ser anunciada. A veces parece que no tenemos nada
que decir como si si hubiera agotado nuestra fuente de vida.
La celebración de este Domingo viene a acercarnos al
Pastor y a ponernos en movimiento. Y la Comunión nos sitúa en la
más completa intimidad con todos. Y tendremos la alegría de no
Ciclo B - 192

estar solos, de sentir la grandeza del Cuerpo de Cristo y sentirnos


sus miembros.
Ciclo B - 193

Domingo quinto de Pascua


Hch 9,26-31. 1 Jn 3, 18-24. Jn 15,1-8.

Homilía 3 de mayo de 2015


La Liturgia de hoy está en torno a la unidad entre Jesús y sus
discípulos. Las lecturas de todo el Tiempo Pascual llevan una línea
esencial: la presencia del Señor y la intimidad de vida entre Él y sus
seguidores. Hoy el tema se presenta bajo la figura de la vid.
Palestina es tierra de abundantes viñedos, que todos están
acostumbrados a ver. Los profetas la comparan con el Pueblo
hebreo. La vid expresa con su tronco robusto y sus ramificaciones
lo que ha de ser la comunidad de Dios.
No dice Jesús "yo soy la cepa y vosotros los sarmientos",
sino que quiere insistir en la unidad total entre Él y los suyos, y que
Él está presente en cada uno. La vid, la comunidad es una sola, a
pesar de sus muchas ramificaciones. Y que separarse de la
comunidad o de un solo hermano , es separarse ce Cristo ya que se
destroza la unidad de su único cuerpo.
Y si Cristo es la vid, el Padre es el viñador, "que la poda y
limpia para que dé más fruto". Que dé mas fruto quiere decir que
viva en el cumplimiento de su proyecto. Por eso hace la poda, por
eso están las persecuciones, dificultades, pobrezas, para impedir
que la energía de la comunidad se disuelva en tantas cosas ajenas
al Evangelio.
En la historia de la Iglesia, cuando falló la poda, creció el
follaje estéril de las riquezas, la vanidad mundana, el protagonismo,
la superficialidad del culto, ... que podrían haberla desgajado sin
remedio.
Es necesario mirar a nuestras comunidades, religiosas,
parroquiales etc. Para ver qué cosas habría que podar para que
circule mejor la savia del Espíritu, que se suspendan tantas
discusiones inútiles, tanto afán de seguridades, de comodidad, de
lucro, de vanidad, que cortemos ciertos esquemas de pensamiento
Ciclo B - 194

que obstaculizan el encuentro de los hombres con Dios. Que


impiden la verdadera mística.
Y ¿qué tiene que podar cada uno en su trato con los demás,
en el uso de los bienes o del dinero, el empleo del tiempo, en
ambiciones de cosas innecesarias ...
"Permaneced en mi como yo en vosotros" dice también
Jesús. Esto significa permaneced en el amor. Es, en segunda idea,
unirse a la comunidad. Lo aclara bien la primera lectura. Pablo,
después del episodio de su conversión en Damasco, siente la
necesidad de integrarse a la comunidad de discípulos, pese a que
estos desconfían, tenían distinta mentalidad y se oponían a su
espíritu abierto. Recelos que nunca desaparecerán. Pero la
comunidad también le ayuda a ponerse a salvo y salir para Tarso.
Permanecer en Cristo no es una frase más. Hay que querer y
acercarse a los hermanos. Y que la comunidad elimine toda clase
de prejuicios y se abra.
Y otra consideración del Evangelio. "si permanecéis en mi y
mis palabras permanecen en vosotros". Cristo identifica permanecer
en Él y permanecer en sus palabras. No podemos decir que
permanecemos si no hacemos caso de sus palabras. Podemos caer
en el sentimentalismo, "Cristo es mi amigo, me comprende, me
escucha..." Jesús es el que es, como se nos revela en el Evangelio,
de lo contrario caeríamos en un sentimentalismo adolescente. Y
¿cómo nos unimos? Aceptando el Evangelio, pero antes conocién-
dolo y poniéndolo en práctica, y rectificando a cada paso cuando
descubrimos una dirección errada.
En la Eucaristía se hace más patente que nunca la gran
unidad entre Cristo y su discipulado. Que esta Comunión afiance
más el propósito de unirnos a todos los hermanos, los que están
cerca y los de lejos, en especial a aquellos de quienes nos hemos
separado. De esa unión saldrá el diálogo fecundo con el mundo de
hoy y nos conocerán como sus discípulos. "Estad unidos para que
el mundo crea". Hemos de sentir dolor por la Iglesia, dolor por el
mundo, y actuar cuanto podamos, no quedarnos en nuestros
problemitas personales o de grupo.
Ciclo B - 195

Domingo sexto de Pascua


Hch 10,25-26.34-35.44-48. 1 Jn 4,7-10. Jn 15,9-17.

Homilía 10 de mayo de 2015


Hoy se terminan las reflexiones del Tiempo Pascual con la corona
del amor, es el ágape divino en el que Dios sale al encuentro del
hombre y se lo da, aún sin que el hombre lo pida, y si pedirle nada
más que la apertura del corazón.
Las lecturas de este día insisten en esta idea: la presencia
de Cristo se manifiesta, por encima de todo, en al amor sin
fronteras.
En la primera lectura de Los Hechos, la misma Comunidad
de Jerusalén, y Pedro incluso, pensaban que la salvación de
Jesucristo era monopolio de los judíos. Y Dios ilumina a Pedro con
la visión de la terraza y tiene que reconocer su error: "Ahora
comprendo realmente que Dios no hace distinción de personas" y
procede a bautizar a Cornelio y sus compañeros. "Dios no hace
distinción de personas", el amor no es un simple sentimiento
interior, más o menos generalizado, manteniendo a muchos
alejados o no los integramos con pleno derecho en nuestra
asamblea.
San Juan dice (segunda lectura) "Dios es amor" y lo
manifiesta dándonos permanentemente a su Hijo como garantía de
nuestra liberación. Mas el amor de que habla Juan, es el "ágape" o
amor divino, que "no consiste en que hayamos a Dios, sino en que
Él nos amó primero".
Nos suele pasar como a Pedro, pretendemos ver a Cristo
donde algunos lleven el cartel de cristianos y cumplan determinadas
prácticas cultuales, o sean como nosotros pensamos que han de
ser. Si se nos hace difícil ver a Cristo resucitado, es porque nos
resistimos al absoluto del amor. Lo afirmamos con los labios y en la
práctica decimos lo contrario. Suele ser una bella expresión que se
abandona al momento, cuando ese amor exige algo o pide que
Ciclo B - 196

demos "como Dios nos ha dado".


Los frutos del amor son duraderos, pero no inminentes, por
eso alguien duda. Otros recurren a justificaciones: "si nos abrimos
sin prejuicios, se aprovecharán" y se recomienda mano dura y cierto
alejamiento. Todo esto es razonable, pero propio de la sabiduría
humana, que no entra en la óptica de Jesucristo resucitado.
Jesús nos dice que sus palabras están encaminadas a "que
mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud".
Entonces, ¿de dónde el miedo al programa de Dios, miedo a lo que
me vaya a pedir?. Si el programa de Dios es la alegría del hombre
libre. Y esa alegría es el fruto último del amor sin fronteras.
Y ¿cómo llegar a ese gozo? Dice Jesús. "Permaneced en mi
amor... ese es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os he
amado; no hay mayor amor que dar la vida por los amigos". Se nos
invita a permanecer en el amor, y éste, universal. Jesús promete ahí
el gozo perfecto porque esa es su experiencia: la resurrección es el
gozo perfecto de alguien que "habiendo amado, amó hasta el
extremo". ¿Cómo podemos ahora ver a Cristo resucitado y dónde
encontrarlo?. Sólo podemos verlo con los ojos del corazón. Sólo la
experiencia de un amor puro y desinteresado, total y permanente
nos da esa capacidad de palpar ese más allá de la resurrección.
Gozar la alegría del amor es adelantar el gozo escatológico.
Que nadie sienta recelos ni desconfianza hacia nadie al
acercarse a comulgar, que no considere impuro lo que Dios ha
purificado. Que nadie niegue el abrazo de paz a quien ha recibido
el don del Espíritu Santo. Cornelio y su familia nos esperan en
muchos de los que nos rodean.
Ciclo B - 197

Ascensión del Señor


Hch 1,1-11. Ef 1,17-23. Mc 16,15-20.

Homilía 17 de mayo de 2015


Las narraciones de la Ascensión no fueron escritas como un
fenómenos científico ni como un hecho histórico palpable, prueba
de ello son las diversas expresiones de los Evangelistas. Pero
vamos a intentar entrar bajo el velo de las palabras.
Desde la antigüedad fue aspiración del hombre remontarse
hacia el cielo, y envidió a los pájaros, capaces por su agilidad de
superar la pesadez de la tierra y elevarse por encima de las nubes
hasta el cielo. Hoy se ha hecho realidad en los viajes aéreos e
interplanetarios.
Pero lo que no se ha conseguido es el remontarse como tal,
trascender su condición de peregrino sufriente y limitado hacia una
nueva manera de vivir, hacia la morada de Dios. Así, subir al cielo
es alcanzar el objetivo supremo de la vida humana. La Ascensión
de Jesús, que se eleva hacia la altura de la divinidad significa que,
como Hombre Nuevo, ha llegado a la culminación de su proceso. Se
ha cumplido el proyecto de Dios y “está sentado a la derecha de
Dios”.
La Ascensión rubrica el sentido de la Resurrección, la total
liberación del hombre de las pesadas contingencias terrenas. Y así,
la Ascensión está unida también a la fiesta del Espíritu Santo, el
“viento de Dios”. Sin el Espíritu Santo, el hombre está atado a las
estructuras de la carne materia, limitada y pecadora.
La Ascensión del Señor, prototipo y promesa de la nuestra,
no tiene nada que ver con la consideración infantil del ropaje
externo y los detalles anecdóticos, propios del estilo literario de la
época.
Detrás de todo tenemos la gran pregunta del ser humano:
“¿Qué es el hombre, de dónde viene y a dónde va?. Jesús viene del
Padre y vuelve al Padre, viene del Amor y retorna al Amor. Pero
Ciclo B - 198

además hemos de relacionar la Ascensión de Jesús con la Iglesia,


su comunidad, su Cuerpo viviente. Si hasta la Resurrección el peso
salvador estuvo sobre los hombros de Jesús, ahora pasa a la
comunidad que debe “proclamar el Evangelio por todas partes”
(Marcos) como testigos de Jesús “en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaría y hasta los confines del mundo”. (Lucas).
El camino que se abre a la Iglesia en esta fiesta, a partir de
las tres lecturas de hoy, tiene tres rasgos:
Es el tiempo del Señorío de Cristo. La Iglesia ha de caminar
por el mundo, establecido jerárquicamente, pero teniendo en cuenta
que su centro de unidad y de fe es Jesucristo, el único Señor.
Es también el tiempo del Espíritu Santo. Jesús antes de
partir ordena a los suyos que se congreguen en Jerusalén para
recibirlo. El es la vida y la fuerza de la comunidad cristiana. Es la
manifestación plena del Reino de Dios. A partir de la Ascensión la
Comunidad ha de tomar conciencia de que no puede ser de Cristo
si no se entrega al Espíritu Santo y le obedece. De lo contrario, la
Iglesia sería, no más, que una sociedad anónima o una multinacio-
nal, esclava del poder y el dinero.
Y es también el tiempo de la responsabilidad evangélica. No
podemos quedarnos “mirando al cielo” como los discípulos. Esta
fiesta nos marca el instante del envío como mensajeros del Reino.
Si antes nos preguntábamos sobre el sentido de nuestra vida, aquí
está: anunciar el Reino de Dios a todos los hombres y hacerlo
presente con los signos de nuestras actitudes evangélicas. Sólo
para esto está la Iglesia y estamos nosotros. En la Ascensión, el
proyecto de Dios pasa a ser proyecto de todos nosotros. Así la
Ascensión sintetiza todo el Evangelio. Jesús viene de Dios y vuelve
a Dios; nosotros nos disponemos a seguir el mismo camino; el
Espíritu que guió y animó a Jesús hoy guía y anima a la comunidad.
Nos acercamos a la Eucaristía para fortalecer nuestra
debilidad con el poder liberador de Jesucristo. Y proclamemos el
Evangelio por todas partes y que el Señor confirme con signos lo
que anunciamos con palabras.
Ciclo B - 199

Pentecostés
Hch 2,1-11. 1 Co 12,3b-7.12-13. Jn 20,19-23.

Homilía 2 de junio de 2006


Las fiestas de Pascua y Pentecostés son los grandes focos de la fe
cristiana. Mas una religiosidad popular mal conducida, las ha
suplantado por otras más concretas y sentimentales, como el
Nacimiento y la Muerte de Jesús, que sin dejar de ser grandes
fiestas, pero estas giran en torno a la Pascua y Pentecostés. Me
pregunto a veces, si el haber puesto tanto énfasis en los aspectos
externos y sensibles, no habrá hecho que se descuide su mismo
espíritu, su mística de empuje, su mentalidad abierta y pluralista.
Ante el texto de Lucas en los Hechos de los Apóstoles,
vemos palpable que el autor no pretende sólo la narración de un
hecho maravilloso, sino señalar cual ha de ser el espíritu del
Cristianismo, la nueva era anunciada por los Profetas. El cap. 2 de
los Hechos es una verdadera carta programática para la Iglesia de
todos los tiempos, si quiere ser fiel a ese Espíritu que Cristo le da
para que sea un ser viviente, en vez de un recuerdo del pasado.
Según este texto, la característica fundamental del Cristianismo es
la universalidad, la universalidad del Espíritu.
Lucas, que conoce la geografía de su época y las relaciones
entre los pueblos, presenta a los acérrimos enemigos, partos y
romanos, egipcios y babilonios... protagonistas de tantos odios y
guerras. Cada uno tiene su lengua y no le interesa la de los otros,
ni sus puntos de vista. Y entonces aparece el Espíritu. Ha de morir
Babel para dar paso a una comunidad humana, ávida de comunica-
ción. Pedro sale hablando con la palabra del espíritu y todos le
comprenden. Poco importa si habla en arameo o en griego. Era el
lenguaje del amor y la comprensión. El relato de Lucas pretende
que los cristianos comprendamos, sin disquisiciones teológicas, en
qué consiste la Comunidad Nueva, nacida de la Pascua y puesta en
marcha por la fuerza impetuosa del Espíritu Santo, que derriba,
como un huracán, las barrera que separan a los hombres.
Ciclo B - 200

En este día se nos invita al espíritu de comunidad, a vaciar


nuestro corazón de elementos particularistas, regionales o naciona-
les. No puede ser un signo de cristianismo el separarse de los que
no piensan como nosotros, bajo pretexto de contaminación, sino
buscar de entenderse con los que apareen como distintos, pero que
han sido llamados a la elaboración de un proyecto de universalidad
y apertura, cual es el proyecto de Dios.
En la Carta a los Corintios (segunda lectura) Pablo, que
conoce la divisiones de aquella comunidad, les recuerda cuál es es
espíritu de la Iglesia. “Nadie puede decir Señor, Señor, si no es bajo
la acción del Espíritu Santo”. Nadie tiene fe, si no la tiene según el
Espíritu. Nadie puede crear un Cristianismo a su manera de pensar,
ni cercenarlo. Y el Espíritu no tiene barreras. Como todos los
miembros de cuerpo son solidarios y evitan la estúpida competitivi-
dad entre uno y otro, de la misma forma los que formamos el único
Cuerpo de Cristo. Que nadie subraye en él las diferencias. “Todos
hemos bebido de un mismo Espíritu. En la medida en que somos
menos espíritu, más nos encerramos en lo nuestro y levantamos
murallas protectoras.
El Evangelio de Juan subraya la tercera característica del
Espíritu: él obra la reconciliación. “Recibid el Espíritu Santo: a
quienes perdonéis los pecados les será perdonados”. El espíritu del
Cristianismo es espíritu de olvido de las ofensas, de abrazo
generoso, de reconciliación. No son cristianos los que niegan el
abrazo universal. El olvido del Espíritu ha hecho que en muchos
siglos nos odiemos, echándonos en cara ofensas, costumbres
diferentes y haciéndonos guerras, o críticas despiadadas y aleja-
mientos.
“La letra mata, sólo el Espíritu da vida”. Que al comulgar hoy
nos asociemos al Espíritu que vivifica, el Espíritu que resucitó a
Jesús. Comulga es comprender que es suficiente el lenguaje del
amor para que los hombres comencemos a entendernos. Hoy nos
empuja a ir al encuentro de tantos, que la etapa del miedo nos tenía
alejados. Y si hoy somos llamados a un ecumenismo universal,
empecemos ya por un ecumenismo interior entre nuestros grupos
e instituciones.
Ciclo B - 201

Santísima Trinidad
Dt 4,32-34.39-40. Rm 8,14-17. Mt 28,16-20.

Homilía 31 de mayo de 2015


Fiesta de la Santísima Trinidad. En su nombre recibimos los
Sacramentos y somos bendecidos. La Liturgia de este día nos pone
en contacto con el papel de estas tres personas en nuestra vida,
sobre todo el papel del Padre.
La primera lectura nos presenta la acción de Dios entre
nosotros más que enseñarnos cuestiones teológicas. Ya que lo que
a Dios le importa es que con la escucha y seguimiento de su
Palabra “seas feliz tú y tus hijos y prolongues tus días en el suelo
que el Señor te da para siempre”.
En el Evangelio, Jesús después de su resurrección, entrega
su poder a los Apóstoles. “Id y haced discípulos de todos los
pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo y enseñándoles a guardar cuanto os he mandado”.
Y nosotros hemos sido bautizados con la triple invocación, hacién-
donos discípulos de Jesucristo.
En el nombre del Padre. Es Padre porque engendra a la
vida. Jesús evita siempre los rasgos de poder y magnificencia para
acercarlo más a los hombres. Ahora bien, hay muchas formas de
paternidad según épocas, regiones, culturas, ambientes sociales,
etc. En general se le llama Padre como creador de vida y que nos
cuida como a hijos suyos. La Escritura, no obstante, antes que
como creador, lo considera como salvador y libertador. Fue la
experiencia de los israelitas en el Exodo.
Muchas veces se ha caído en el infantilismo religioso y
sentimental del “dios – abuelito bueno” que nos ayuda cuando
necesitamos algo. Esta idea no resiste cuando el hombre crece y
madura. Se le llamó el “opio del pueblo” y no carecía de razón,
porque infantilizaba a las personas; y sucumbió ante la cultura
moderna y ha sido repudiado por las generaciones jóvenes. Y lo
Ciclo B - 202

peor es que se han quedado sin nada. Pero hay que recuperarlo.
El Dios Padre de la Biblia es un Dios que interviene a favor
del hombre oprimido, tanto yugos externos como interiores. Los
hebreos intuyeron una idea ampliamente desarrollada en nuestros
días, que la paternidad de Dios, no es tanto biológica, sino de llevar
al hijo hacia la madurez, hasta sentirse persona libre y responsable.
Así lo vio San Pablo cuando entendió que por el Bautismo éramos
engendrados para ser hijos, no esclavos; libres para una triple
libertad, de la ley, del pecado y de la muerte. Por lo que el cristiano
es llevado por el Espíritu de Dios al comprobar que no ha recibido
un espíritu de esclavitud, sino de hijo y puede decir “Abbá”, Padre.
Y del Hijo. Si Dios Padre es salvador, realiza esta tarea por
medio de Jesucristo. A menudo se separa a Jesús del Padre, como
si su obra fuera independiente. Esto es alterar las mismas palabras
de Jesús, que se presenta como obediente al Padre cuta voluntad
es la salvación de los hombres.
Hemos sido bautizados también en el nombre del Hijo, para
renacer a una vida nueva. Por este Bautismo nos comprometemos
a permanecer unidos a sus palabras, a su testimonio y a su amor,
ya que es el camino que conduce al Padre y a la libertad que el
Padre nos otorga.
Y del Espíritu Santo. Ya hablamos de él el domingo anterior.
San Pablo (segunda lectura) apunta que es él quien destruye las
cadenas del temor y de la esclavitud del pecado para que nos
sintamos libres. Somos hijos de Dios porque tenemos el espíritu de
la libertad.
Podemos ver cómo las tres personas de la Trinidad están
íntimamente relacionadas con el proceso liberador del hombre como
individuo y como comunidad. Así la Trinidad es un “Evangelio” o
Buena Noticia.
Y esta fe se nutre de la Eucaristía, en que el Padre nos
entrega a su Hijo, bajo las especies sacramentales, para que
podamos vivir libres en el Espíritu de la unidad. “Y sabed que yo
estpy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Ciclo B - 203

Corpus Christi
Ex 24,3-8. Hb 9,11-15. Mc 14,12-16.22-26.

Homilía 7 de junio de 2015


Hoy, fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Al dar su vida por la
liberación de la humanidad, su Cuerpo y su Sangre pasan a ser el
símbolo vivo de una permanente actitud del cristiano: la entrega por
los demás. Por eso hoy es el día del amor fraterno.
En la historia de las religiones se dan dos etapas, Una
basada en el cumplimiento formal de la ley y el culto externo. Por
esta forma criticó Jesús la religiosidad de escribas y fariseos.
Mientras que la piedad judía pone la primacía en la norma sobre la
conciencia, Jesús insiste en la relevancia del corazón y la concien-
cia. El culto había caído en el ritualismo, y Jesús radicaliza que el
verdadero culto a Dios es el que nace del corazón y se expresa en
el amor al prójimo y servicio a la comunidad. Sería pueril pensar que
Dios necesitara de animales o que para ser hombre de fe, baste
recitar oraciones o cantos.. Jesús lo pone claro en el Padre Nuestro,
pedid su Reino y que se haga su voluntad.
La segunda etapa es la maduración de la religiosidad. El
culto externo no es sino la expresión de un culto interior, que no es
otro, que la donación a Dios de la propia vida, donación a su
proyecto salvador, y esta donación de la vida se hace por la entrega
a los hermanos.
Por lo que el Cristianismo no se puede centrar en el culto por
el culto, en el Sacramento por el Sacramento, si el culto y el
Sacramento no tienen incidencia en nuestra vida y actitudes.
El Evangelio de Marcos nos aclara más. Jesús manda
preparar la Cena de la Pascua Judía, que supone el paso liberador
de Dios. Sin esa liberación no hay Pascua ni tampoco Eucaristía.
Para Jesús el término liberación no es una palabra demagógica,
sino un acontecimiento para el que tuvo que poner todo de sí, su
predicación y hasta su propia vida. Y como expresión simbólica de
Ciclo B - 204

su entrega instituye el Rito Eucarístico, en que entrega su Cuerpo


y su Sangre bajo el signo del pan y el vino.
“Cuerpo entregado” y “Sangre derramada”, dice el Evange-
lio. No es la materialidad del Cuerpo y la Sangre, sino todo su ser
ofrecido y entregado por la salvación-liberación humana y esto
constituye la esencia misma del culto cristiano. De aquí que la
esencia de nuestro culto está, en unidos a Jesucristo, llevar la
misma actitud de entrega al Padre, con toda nuestra persona que
vibra con un nuevo sentimiento: el servicio a la comunidad.
Más explícito es el texto de la Carta a los Hebreos: “Cristo
ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos... No usa
sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así
ha entrado en el Santuario... consiguiendo la liberación eterna”. Y
más adelante: La sangre de Cristo, que en virtud del Espíritu eterno,
se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha para purificar
nuestras conciencias de las obras muertas y para llevarnos al culto
del Dios vivo”.
Al celebrar la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesús,
no adoramos materialmente ese cuerpo y esa sangre, más bien,
veneramos el gesto de Jesús, de ofrecerlos por nuestra purificación
y liberación. Pero hay más, no se trata de una veneración estática,
sino activa. Una celebración del Corpus sin nuestra entrega
generosa para que hoy esta humanidad, este país, esta comunidad
logren la ansiada liberación de tantos males externos e internos que
la aquejan, no pasaría de ser un rito vacío desde la perspectiva de
la Nueva Alianza. Vamos a hacer que esa Hostia que hoy luce en
custodias de oro y plata, sea la expresión de una vida entregada en
le relicario sencillo del trabajo, del estudio, de la comunidad, de la
familia.
Acerquémonos a la mesa de la Eucaristía con los sentimien-
tos que nos ha inspirado la Palabra, purificados de desviaciones, y,
al unirnos al Cristo de la entrega y el amor, seamos todos signo vivo
de la nueva y universal Alianza. Ahí encontraremos nuestra
glorificación.
Ciclo B - 205

Domingo décimo del Tiempo Ordinario


Gn 3,9-15. 2 Co 4,13-5,1. Mc 3,20-35.
Ciclo B - 206

Domingo 11 del Tiempo Ordinario


Ez 17,22-24. 2 Co 5,6-10. Mc 4,26-34.

Homilía 14 de junio 2015.


Jesús anuncia el Reino de Dios y exige conversión y escucha de
Evangelio. Hoy con dos simples parábolas nos lo hace entrever.
Son muy sencillas, pero sin una fe profunda, pueden pasar por algo
más o menos hueco. Si entramos de lleno en el texto, tendremos la
impresión de que estamos arañando lo que Jesús quiso decir, ya
que el Reino sólo puede ser comprendido por quien lo vive y se deja
llevar por él.
La primera parábola hablas de una semilla que misteriosa-
mente, sin hacerle nada, crece y da su fruto. La explicación parece
sencilla: puntualiza que el Reino es obra de Dios únicamente en
medio de los hombres.
Pero si pensamos, nos surgen preguntas: ¿Cómo es que no
necesita de nosotros para crecer? ¿Cómo actúa sin que nos demos
cuenta? ¿Y sus frutos? Y ¿la cosecha final? Si pudiéramos
responder dejaría de ser Reino de Dios. Pues lo que sugiere la
parábola es que Dios tiene caminos ocultos para llegar al hombre
y salvarlo. Dios actúa siempre de forma sorprendente y más allá de
toda explicación. Los judíos, y también los apóstoles, tenían un
esquema distinto. Habían hecho del Reino la concreción de una
ilusión humana a la que Dios tenía que adaptarse.
Jesús quiere hacer ver que la intervención de Dios en la
historia (que eso es el Reino) y su forma de actuar, sólo Dios la
conoce y siempre sus caminos nos sorprenderán. Sólo es necesaria
la apertura a la Palabra y al Espíritu Santo, sin especular ni hacer
imaginaciones. Por lo que sólo los pequeños, vaciados de sí
mismos, esperan el encuentro con Dios en la forma que Dios lo
plantee.
El Reino es Dios mismo en cuanto que es sembrado en
nuestro interior y por misteriosos caminos, totalmente ocultos, nos
Ciclo B - 207

lleva a un futuro nuevo e inimaginable, hacia un crecimiento, que


más fruto de nuestra apertura y confianza de de nuestros esfuerzos
calculadores.
Partiendo de que la parábola es en verdad misteriosa,
estemos alertas como el sembrador, al divino proceso que se
realiza en nuestro interior. Estemos alerta porque en medio del ruido
de una vida intensa, de un momento histórico difícil,, en medio de
nuestras dudas, de mil debilidades, marchas y contramarchas, Dios
actúa en nosotros y tiene un camino para cada uno.
Y si nos hemos abierto como la tierra de la parábola, la
semilla que es el mismo Jesucristo oculto, no seremos defraudados,
aunque no entendamos a dónde vamos a parar. La narración de
Marcos es prueba: Cuando Jesús es traicionado, crucificado y
muerto, ninguno de los suyos supuso que en eso, el Reino estaba
actuando. Y pensaron que td estaba perdido. Y lo que parecía
perdido para el hombre, era ganado para Dios.
Hoy, en el mundo y en España, tenemos motivos de sobra
para no entender lo que está pasando con el Reino de Dios. Por lo
que, mejor que especular sobre causas y soluciones, hay que
permanecer abiertos y entregarnos con confianza a sus caminos
que no conocemos. La lectura de Ezequiel nos ilumina y ayuda. "Yo
soy el Señor que humilla a los árboles altos y ensalza a los árboles
humildes".
La segunda parábola, tomada también de la vida campesina,
da otra característica del Reino de Dios: hoy pequeño, mas crecerá
y dará cobijo a todos. La otra completa el sentido de ésta. Si el
crecimiento del Reino es la fuerza de Dios, nada impedirá que lo
que hoy es pequeño, un día tenga alcance universal.
De primeras, parece fácil la interpretación: Primero vino
Jesús, los apóstoles, fue creciendo la comunidad, llegó hasta los
paganos. Pero esta explicación nos deja una gran laguna. ¿Acaso
la fe cristiana se ha extendido por todo el mundo? ¿No avanza
mucho más el ateísmo y el descreimiento religioso? No pongamos
etiquetas al Reino de Dios, no lo confundamos con la Iglesia o
cualquier institución. La Iglesia a de anunciarlo, pero también
esperarlo. La parábola apunta bien: Dios tiene sus caminos para
Ciclo B - 208

llegar a todos. No nos toca el instaurarlo. Jesús además insiste: Es


algo más allá de lo que pensamos o hacemos.
Puede que la Palabra de hoy nos desconcierte. Pues es
bueno. Para que no perdamos nuestra capacidad de asombro.
Estas dos parábolas, más allá desu misterioso sentido, nos obligan
a una postura humilde, atenta y sensata. Vivamos nuestra fe, pero
sin creernos los únicos poseedores de la verdad. Y estemos atentos
pues cada día el Reino ha de crecer en nosotros y cada día hemos
de esperarlo como a una semilla recién sembreda.
El pan y el vino son fruto de una pequeña semilla que llega
a ser nuestro alimento espiritual, nuestra fuerza y nuestra salvación.
Ciclo B - 209

Domingo 12 del Tiempo Ordinario


Jb 38,1.8-11. 2 Co 5,14-17. Mc 4,35-41.

Homilía 21 de junio de 2015.


Siempre se repite el "cualquiera tiempo pasado fue mejor", que nos
anquilosa en una situación de desesperanza y fracaso, para no
afrontar la vida que nos toca. La Liturgia de hoy nos empuja a un
desafío, al coraje de eliminar miedos porque creemos que Jesús
está con nosotros hasta el fin del mundo.
Marcos, en una página dramática y vigorosa, anuncia el
poder de Jesús. Y presenta tres actos: Primero la tormenta y Jesús
que duerme. Segundo, el grito desesperado de los discípulos y
Jesús que calma la tempestad. Tercero, el reproche a los suyos por
el miedo y la falta de fe; y ellos que se preguntan ¿quién es éste?
El Evangelista da a entender que Jesús no se preocupa por
la tormenta y el milagro, sino por el miedo y la falta de fe de los
apóstoles.
El miedo era razonable; imaginémonos cada uno en esa
circunstancia. Despiertan a Jesús y le increpan ¿No te importa que
nos hundamos?. Por un lado no pensaban que su presencia era
suficiente y hasta llegan a sospechar que no le importan sus vidas,
y con un irrespetuoso reproche.
Siguiendo a san Pablo, mirando a Cristo con criterios no
puramente humanos, vemos que si Él está presente en una
comunidad, no hay motivo para temer. Aparentemente duerme,
notamos como una ausencia, vivimos como solos, dependiendo de
nosotros mismos, pero Él está allí.
Marcos, que titula su libro "La Buena Noticia de Jesucristo,
Hijo de Dios" no ve a Jesucristo con ojos humanos, sino que es
consciente de que a veces parece dormido.
La fe ni elimina peligros ni hace de la vida un paraíso. Sino
que es dura y con muchas contrariedades. Mas lo que cambia con
Ciclo B - 210

la fe en el Señor, es la forma de afrontar la vida. No podemos


desesperar si estamos afianzados en la fe. Con ella, podemos ver
las cosas "desde el final", como si conociéramos el desenlace de la
película, sabiendo que Dios es el Señor de la historia. En síntesis
podemos decir que el hombre de fe apoya su existencia en algo
seguro y sólido como la presencia dinámica de Jesucristo.
Cuando aquí se nos habla del miedo, no se trata de algún
elemento amenazante, sino de un miedo existencial, como si
nuestra vida fuera una pequeña barca a merced de las olas. La
persona poseída de este miedo es incapaz de arriesgar, sólo confía
en el momento en que vive, no ha descubierto más que sus cosas
y problemas. Y aunque lo afirme con los labios, en el fonda cederá
ante la primera dificultad y actuará como si sólo tuvieran valor esas
cosas que le dan sensación de seguridad. Este miedo mata la vida
y es el que reprocha Jesús. Es miedo a vivir en la fe, a vivir el
Evangelio sin deformarlo ni acomodarlo. Y tiene varias formas:
Miedo a pensar y cuestionarnos prefiriendo creer que todo
está bien. Lo verdadero está en el encuentro entre mi verdadero yo
y la verdadera Palabra de Dios.
Miedo a hablar y a expresarse. Es siempre mejor permane-
cer mudos para no ser descalificados.
Miedo a vivir la fe con autenticidad, con la valentía de la
libertad, por que el servilismo es un camino más fácil. No podemos
olvidar que el camino de la fe siempre generó mártires, de cuyo
martirio cruento o incruento, hemos recibido nosotros la fe que
tenemos.
En la Eucaristía, escondido y silencioso, como si durmiera,
está el Señor, dispuesto a ser fuerza de nuestra debilidad. No
tengamos miedo que Él está con nosotros. Aunque el mundo
parezca un mar tempestuoso, recordemos la primera lectura., de
Job: "Hasta aquí llegarás y no pasarás". Que esa energía divina nos
haga señores de las situaciones adversas.
Ciclo B - 211

24 de junio. Natividad de san Juan Bautista


Is 49,1-6. Hch 13,22-26. Lc 1,57-66.80.
Ciclo B - 212

Domingo 13 del Tiempo Ordinario


Sb 1,13-15;2,23-24. 2 Co 8,7.9.13-15. Mc 5,21-43.

Homilía 28 junio 2015


Cada domingo celebramos la Pascua. El triunfo de Jesucris-
to sobre la muerte con todas las formas de muerte. La Liturgia de
este día viene en nuestra ayuda, ya que la vida del cristiano es una
constante lucha contra todos los elementos que anulan al ser
humano. La muerte nos rodea, pero Jesús nos llamó a la vida, y el
tema central de la fe cristiana es la vida plena.
Se puede tomar la muerte en sentido biológico. Con
frecuencia los cristianos hablamos de la muerte en este sólo sentido
y entonces nos colocamos en un callejón sin salida, ya que todos
nuestros conocimientos y experiencias llegan hasta ahí. Y así dice
Jesús lamentándose: "Qué estrépito y qué lloros son estos".
Cuando los cristianos empezaron a poner el acento en esta
muerte biológica, empezaron a despreocuparse de la vida. Lo
importante era morir bien para poder ir al cielo. Esta forma de
pensar no procede precisamente del Evangelio, que nos empuja a
vivir ahora en plenitud, alegría, amor y dejando lo demás, confiada-
mente en las manos de Dios.
Pero volviendo sobre la Escritura, en especial el Nuevo
Testamento, vemos que tiene otro sentido el término "muerte". Es
una fuerza que está dentro del hombre y le empuja a hacer las
obras de la muerte, obras de las tinieblas, del mal, que matan al
hombre.
En todo ser humano podemos ver dos fuerzas: el amor que
construye y que trae la paz y la justicia. Otra, que genera odio,
mentira, esta es la muerte que mata la vida. Es una fuerza perma-
nente que destruye lo que el amor ha construido.
Aquí se nos cambian todos los esquemas. Así la vida del
cristiano es una lucha de cada día contra esa muerte cruel.
Podemos estar biológicamente vivos, pero muertos como hombres
Ciclo B - 213

auténticos, muertos como engendradores de vida y de amor. La fe


cristiana lleva a vivir ahora plenamente la vida, eliminando toda
sombra de muerte, o sea, de egoísmo, de falsedad, de violencia, de
envidia, de odio. Podemos desde aquí comprender el texto de la
Sabiduría "Dios no hizo la muerte... Por envidia del diablo entró la
muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen"
(primera lectura). ¡Cuántas personas, y alguna aparentemente
piadosas, están en angustia vital! Porque ha anidado en ellas la
muerte y están por ello muertas.
Vamos ahora con el Evangelio. Jairo pide a Jesús que
imponga las manos y cure al enfermo. Jesús no parece tener prisa.
Cuando dicen "tu hijo ha muerto, para qué molestar más al Maes-
tro", Jesús le dice "no temas, basta que tengas fe". La misma idea
del domingo pasado a los Apóstoles en la tempestad.
El cristiano que acepta el Evangelio no teme a la muerte,
porque ya la asumió en su Bautismo. Si los creyentes hubiéramos
escuchado con más atención el Evangelio, no hubiéramos dado
tanto culto a la muerte. Jesús vino para que aprendiéramos a vivir
con una dimensión divina. El cielo, más que una realidad futura, es
una realidad que viene hacia la tierra.
Marcos presenta a Jesús ordenando a la niña que vuelva a
la vida, que se levante, coma y camine. Esto nos dice hoy a
nosotros, que no estemos muertos, ni creando alboroto con
nuestras quejas y llantos, pues nuestra misión es hacer presente el
Reino de la vida.
En vista de esto Jesús manda que nadie se entere, ya que
no quiere aparecer como un mago, un médico o un sanador. Pues
sólo a partir de la fe se podía entender que detrás de la resurrección
de la niña hay algo más profundo, que podemos estar muertos
como ella y que la Palabra de Dios nos llama a vivir de otra manera,
con otra perspectiva.
La Eucaristía es el pan de la vida, es el alimento de los que
quieren vivir. En ella Jesús nos dice "Levantaos" como a la joven.
Oigámosle en la Comunión y tomemos la conciencia de que nuestra
fe ha de ser la expresión del triunfo de la vida sobre la muerte, del
amor sobre el egoísmo, de la alegría sobre la tristeza.
Ciclo B - 214

Domingo 14 del Tiempo Ordinario


Ez 2,2-5. 2 Co 12,7b-10. Mc 6,1-6.

Homilía 5 de julio de 2015


Las lecturas de este día nos presentan una realidad de siempre.
Aunque un tanto cruda, la resistencia ante la Palabra de Dios. Así
lo ha manifestado el profeta Ezequiel: “son testarudos y obstina-
dos”.
Los profetas fueron expulsados o matados, o bien, su
mensaje era cambiado por cualquier teoría más fácil y acomodada.
Si Dios siempre habla en la historia de su pueblo, todos,
entonces y ahora, sabemos la forma de justificarnos o para cambiar
sutilmente el sentido. Y ¿por qué?
En primer lugar nos encontramos con la dualidad interna del
ser humano. Las fuerzas del amor y del egoísmo. También lo
experimentó San Pablo: “hago lo que no quiero y dejo de hacer el
bien que quiero”.
Además no nos gusta ningún cambio en la vida, sobre todo
interior, como es la conversión diaria. Si no tuviéramos nada que
cambiar, sobrarían todos los profetas, así como los predicadores,
los retiros, ejercicios, etc. donde más bien buscamos complacencias
en cómo soy.
Y también tenemos miedo a la inseguridad. Y precisamente
la Palabra de Dios nos empuja a un cambio de forma de pensar y
de actuar, cosa que supone un riesgo, pues no sé cómo me va a ir.
Estamos tan apegados a lo seguro. Lo seguro es la rutina inmóvil.
Y por otro lado tenemos miedo a encontrarnos, por la luz de
la Palabra de Dios, con nosotros mismos, ver la desnudez que
emerge de nuestro yo verdadero y real. Y siempre tenemos a mano
formas sutiles de justificar nuestros orgullos, egoísmos, etc, o de
autoengañarnos sintiéndonos plenamente cabales. Cuesta sentirnos
amados como somos.
Ciclo B - 215

Los mecanismos de resistencia aparecen claros en le


Evangelio de hoy.
De ¿dónde saca todo esto, qué sabiduría esa que le han
enseñado? Los habitantes de Nazaret se sintieron maravillados por
su doctrina, pero no estaban dispuestos a pensar que su Palabra
fuera la de Dios. ¿No es éste el hijo del carpintero? Pues todo
enviado de Dios viene del cielo, pero ¿este?. En realidad es
desconocer el misterio de la Encarnación. Que nosotros conocemos
y lo proclamamos.
También como en Nazaret la Palabra puede producir
escándalo, porque nos gustaría más una palabra que se acomodara
a mis manías, a mis defectos, que me regocijara con alabanzas,
con gran elocuencia, pero que me complaciera sin comprometer a
nadie. Y entonces como allí, todo sigue igual.
En la Eucaristía, con su amor desbordante, nos invita a
acoger su Palabra, sin recelos, que es un camino de vida, aunque
nos parezca lo contrario, ya que deshace nuestros esquemas de
perfección cristiana. Y gratis nos introduce en la inmensidad
amorosa de Dios.
Ciclo B - 216

Domingo 15 del Tiempo Ordinario


Am 7,2-15. Ef 1,3-14. Mc 6,7-13.

Homilía 5 de julio de 2015


La Palabra hoy nos lleva a un tema capital para los que nos
sentimos cristianos. Igual que los Apóstoles fueron elegidos, igual
nosotros, por el amor de Dios, somos elegidos para ser sus hijos,
hermanos de Jesús, testigos de la fe y mensajeros de la salvación.
Y ¿quién me ha elegido a mí? ¿y me ha metido en este lío
y sus complicaciones?. Veremos. Amós es expulsado de Betel
porque su predicación molesta. Y responde: si estoy aquí, no es
porque me quiera meter en vuestros asuntos- “el Señor me sacó del
rebaño y me dijo “ve a profetizar a mi pueblo de Israel”. Por lo que
nadie se elige a sí mismo, la iniciativa es de Dios. Tampoco deja de
ser raro, alguien que tiene pajaritos en la cabeza y se cree que es
el Espíritu Santo. Líbrenos de ellos el Señor.
Así en Marcos, “Dios llamó a los doce… llamó a los que
quiso”, es decir a los que le dio la gana. Y llama con autoridad, sin
poder nosotros hacer nada. De tal forma que si somos cristianos,
nuestra fe es fruto de esa llamada.
Y ¿a dónde nos quiere llevar?. Dice Pablo: Bendito sea Dios que
nos ha elegido antes de la creación del mundo… En su amor nos
eligió para ser sus hijos en Jesucristo”. Nos llamó a la existencia y
a la vida y no a cualquier vida, sino a la de hijos y herederos.
Pablo insiste en la expresión “en él”. Se trata de sentirnos,
no sólo redimidos, sino formando una sola cosa con El, asumidos
totalmente por El. Ahora miremos nuestras vidas, trabajo, profesión,
familia, relaciones humanas, etc. como si Dios ni Cristo existieran.
Veréis que estamos haciendo el idiota. Y luego ponerlo en medio,
y todo encaja y tiene sentido.
Somos llamados a la misma vida de Dios, pero según la
forma de Jesús. Puede que haya otras formas, pero la nuestra es
el modelo cristiano, que es una forma de encarar las cosas según
Ciclo B - 217

el modelo y esquema de Jesús.


Según Marcos les encarga llevar lo estrictamente necesario,
pues si nos ha elegido y enviado, El nos cuidará. Parece exigencia
exagerada, como tantos dichos de la sabiduría oriental (recordad el
sacrificio de Abraham) pero la exageración pone al descubierto el
mensaje central, la total confianza y entrega a Dios.
Los Apóstoles fueron enviados a llevar la Buena Noticia de
Jesús. Esa era su riqueza. Y si eran mensajeros debían presentar
el pensar y modo de ser de Jesús, dejando a un lado sus ideas y
criterios. Este es el sentido de la pobreza, no colocarnos la túnica
de Cristo encima de la nuestra, sino desnudarnos de la propia.
Bien lo presenta Pablo al decir que nos llamó para ser santo,
para comportarnos como hijos, para vivir conforme a la sabiduría
divina” Esta es la santidad, abandono de nuestro yo para identificar-
nos con el yo de Jesucristo. En fin. si confiamos en el amor de Dios
que nos llama, abandonemos todo en sus manos, diciendo siempre,
ante cualquier emergencia frustrante, ¡bendito sea Dios!
El Evangelio en pocas palabras sintetiza la misión. Exortar
a la conversión es decir, a seguir a Jesús, que vale la pena. Echar
demonios, es decir, donde haya odios pon amor, Curar enfermos,
levanta y consuela al desvalido, al que nadie quiera o todos
desprecian. En fin, es la misma misión de Jesús.
Por último, nuestra vocación tiene trascendencia universal.
Quien acepte la llamada de Cristo, se trasciende a sí mismo y
encuentra sentido a una vida que se brinda al servicio de la Historia
de la Salvación Humana.
Ciclo B - 218

Domingo 16 del Tiempo Ordinario


Jr 23,1-6. Ef 2,13-18. Mc 6,30-34.

Homilía 19 de julio de 2015


El Señor nos congrega hoy en esta Eucaristía, porque sabe de
nuestros cansancios, como los de los Apóstoles, y además, sabe
que tenemos hambre y necesidad de una Palabra salvadora.
Los discípulos vienen contentos con lo que han hecho, pero
cansados y Jesús, como maestro sabio, les invita a descansar en
un lugar tranquilo. Pero alguien los ha descubierto y el pueblo
ansioso de la Buena Noticia, lo está esperando. Jesús se conmue-
ve, recordaría lo que dijo el profeta Jeremías de los malos pastores:
“Vosotros dispersasteis mis ovejas... yo mismo reuniré el resto de
mis ovejas, de todos los países donde las expulsé y los volveré
atraer a sus dehesas para que crezcan y se multipliquen” (primera
lectura). Jesús entonces se olvida del descanso prometido a los
discípulos y se pone a predicarles. Sólo piensa en esa multitud que
espera algo de El. E indirectamente enseña a los apóstoles lo
principal de la misión.
Los pastores están encerrados en sus casas o sus esque-
mas moralizantes o las leyes sobre el culto, cuando el pueblo quiere
y necesita una palabra viva de Dios, que responda a sus interrogan-
tes y problemas.
Podemos pensar en nuestro país y en el mundo entero.
Conocemos el duro peregrinar de las personas. Y bueno es que
sintamos como Jesús la compasión, que no es sinónimo de lástima,
sino de padecer-con, de sentir con los demás.
Pablo nos ilumina más sobre la misión del cristiano en un
mundo hambriento de verdad, de paz y de amor. Conoce el mundo
del Imperio Romano. Hay judíos y gentiles, totalmente separados y
hasta con la prohibición de unirse. Y él es elegido como procurador,
de la unión y de la total igualdad en Cristo. Y su argumento es que
la sangre de Jesús ha abolido la separación y la ley separatista.
Para concluir diciendo “todos podemos acercarnos al Padre con un
mismo espíritu”(segunda lectura).
Ciclo B - 219

Marcos presenta a Jesús como el Buen Pastor compadecido


de las ovejas errantes. Y Pablo da un paso más, con ese pueblo
proscrito, Jesús crea el Hombre Nuevo”. En términos veterotesta-
mentarios sería el “resto de Israel”, “los pobres de Yahvé”, los que
tantos desprecian y quizá yo también aíslo y margino.
El hombre viejo es el de las divisiones y el aislamiento, en
lucha por su predominio. Y Cristo muere en la cruz por esos
hombres, y precisamente a manos de los que abandonaban las
ovejas y también por estos “perdónales, Padre, no saben lo que
hacen”.
Quien se llame cristiano, no puede ver a ninguna persona
diferente de otra. Porque Cristo ha traído la paz reconciliando a
todos en un solo cuerpo, destruyendo toda enemistad en su
persona.
Jesús, portador de la voluntad del Padre, quiso unir y
reconciliar a toda la humanidad para que pueda vivir en paz, amor
y justicia. Y vio, como decíamos al principio, que El era el Pastor
anunciado por Jeremías , que ejercería el derecho y la paz en el
mundo.
Por Jesucristo hemos sido hechos hombres nuevos. Y
nuevos, no por ninguna característica que nos diferencie, sino por
el espíritu de la reconciliación, de la paz, de la unidad, del respeto.
Y nuestra especialidad es el anuncio de la Buena Nueva de la paz.
Esto es lo que nos hace diferentes: anunciarlo; y no sentirnos
distintos ni superiores a nadie.
Hay veces que la Palabra nos sacude y nos presenta
caminos insólitos. Y acabamos diciendo ¿a dónde vamos a parar?.
Dejemos el final en manos del que nos empujó en la tarea, el
Espíritu de Dios.
Unirnos al Cuerpo Eucarístico de Jesús en la Comunión es
unirnos a su cuerpo universal, el cuerpo del hombre nuevo nacido
de las cenizas de una humanidad dividida. Y que cada uno asuma
feliz su responsabilidad de solidaridad en la situación en que Dios
le ha colocado para el bien de toda la comunidad.
Ciclo B - 220

Domingo 17 del Tiempo Ordinario


2 R 4,42-44. Ef 4,1-6. Jn 6,1-15.

Homilía 26 de julio de 2015


Nos reunimos hoy para la celebración de la Eucaristía, pero sería
bueno plantearnos ¿qué es lo que nos mueve a congregarnos en el
templo? La Palabra de Dios nos va a iluminar y purificar nuestros
verdaderos y profundos sentimientos para una santa participación.
La multiplicación del pan y el alimentar a una multitud cubren
hoy la primera y tercera lecturas.
El pan tiene un sentido bíblico que no podemos dejar pasar.
También Jesús incluye el pan en una petición del Padre Nuestro: “El
pan nuestro de cada día dánosle hoy”. El pan es algo más que
harina amasada y cocida para comérsela, representa la misma vida
y es el signo de la bondad de Dios. Comer el pan es gozar de su
presencia que cuida de nosotros.
Los hebreos en el desierto conocieron a Dios en el maná
“venido del cielo”. Eliseo (primera lectura) recibe veinte panes como
manifestación de Dios y los reparte. Los tiempos mesiánicos son
anunciados como un gran banquete. El pan, por tanto, representa
en conjunto de dones de Dios que han de ser compartidos como
hacen Eliseo y Jesús.
Jesús sintió el hambre de la gente. También en la Escritura
no hay más hambre que la de Dios. Y en la medida en que Dios
sacia esta hambre, también sacia el apetito físico porque se nos da
como un Dios de la vida.
Es muy fácil confundir el hambre de Dios con el hambre de
sus dones. Y así era fácil a los judíos la tentación de abandonar a
Dios tan pronto como hubieran satisfecho el apetito. Situación que
no es sólo de entonces, sino de todos los tiempos, también ahora.
Es difícil trazar una línea entre el hambre de Dios y de sus dones.
Hasta dónde llega nuestra fe en toda su pureza, y hasta dónde esta
fe no encubre más que el deseo de una vida cómoda a la sombra
Ciclo B - 221

de una creencia religiosa.


Podemos pensar si el mundo actual no tiene hambre de
Dios, o puede prescindir de El, porque ha encontrado la forma de
obtener bienes, ser feliz, vivir de acuerdo con ciertos valores, y así
abandonar la tutela de la Iglesia y sus normas. Estas consideracio-
nes son un examen purificador que nos prepara a una recta
celebración.
Jesús interviene probando la fe de sus discípulos y del
gentío. Pregunta a Felipe dónde comprar pan para tantos. “Lo decía
para tantearlo, pues bien sabía lo que iba a hacer”.
El signo de Jesús subraya la magnificencia de Dios. Cinco
panes y dos peces y cinco mil adultos hambrientos. Dios desborda
todos los cálculos humanos. Está más allá de nuestras mezquinda-
des. Y sobró para que se manifieste que su amor es sin medida.
Pero ante el amor desbordante de Dios, el hombre se cierra en sus
frías especulaciones.
Distribuye los panes con el mismo rito con que instituyó la
Eucaristía.
Como consecuencia del milagro la gente afirmó su fe en
Jesús “Este es el verdadero profeta que debía venir al mundo”. La
frase es ambigua en labios de los judíos. Jesús se da cuenta de
que quieren hacerlo rey y se retira solo. El pueblo, no sólo, no
descubre a Jesús como la palabra viva del Padre, sino que le tienta
para que se desvíe de la voluntad del Padre. Actitud que manifiesta
la tendencia para crearnos cristos a nuestra imagen. También hoy,
nos fabricamos el profeta que necesitamos y pretendemos llevarlo
a nuestro modo de pensar. Entonces Jesús huye de nosotros, se
resiste a la tentación y se refugia en la oración.
Con Cristo Dios baja hasta la llanura humana para comer
juntos el pan de la vida. Reavivemos nuestra fe para que Jesucristo
sea el centro de nuestra mesa, de nuestras aspiraciones y deseos.
Entonces podremos decir como el salmista: “Nada me falta”.
Ciclo B - 222

Domingo 18 del Tiempo Ordinario


Ex 16,2-4.12-15. Ef 4,17.20-24. Jn 6,24-35.

Homilía 2 de agosto de 2015


En el domingo anterior se nos presentaba a Jesús dando de comer
al pueblo y huyendo cuando le querían hacer rey. Hoy lo encuen-
tran de nuevo y le preguntan ¿Cómo has venido aquí?. Como
diciendo <te estamos buscando, no nos dejes solos>. Es la palabra
que tantas veces dirigimos a Dios ¿por qué nos abandonas y no
atiendes deseos y no nos das lo que te pedimos?. Y Jesús entonces
señala el límite entre la búsqueda de Dios y la búsqueda de
nosotros mismos, en mascarada con formas religiosas. Me buscáis
por el pan material, pero no me buscáis a mi, ni mi mensaje, ni la
vida maravillosa que yo quiero daros.
Jesús no reprocha que hayan comido en abundancia, pues
para eso se lo ha dado, sino que le busquen por ese motivo. Y
Jesús defiende su dignidad, se niega a ser prostituido, reducido a
simple repartidor de pan.
Hasta llegamos a pensar que rezando y asistiendo al culto
le hacemos un gran favor a Dios, que somos nosotros los que lo
hemos abandonado, y, a cambio de ese favor nos tiene que dar
nuestros deseos. Y de ahí a pensar que Dios está obligado a no
retirarse cuando un capricho entra en nuestra cabeza, sólo hay un
paso.
¡Cuánto se nos escapa la verdadera Vida, con mayúscula,
teniéndola tan cerca y gratuita, por agarrarnos a lo que no es vida!.
Y ¿dónde está esa Vida, la que Jesús quiere dar?. “Yo soy el
camino, la verdad y la VIDA. Es Él mismo. Es su misma vida, la
auténtica. Y no viene de fuera, e cosas, personas o acontecimien-
tos, sino que surge de dentro.
“Dejad que ese Espíritu renueve vuestra mentalidad y
vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios”
(segunda lectura). A la pregunta de la gente sobre qué hacer, Jesús
Ciclo B - 223

les respondió: “Que creáis en el que El ha enviado”. Mas podemos


sentirnos satisfechos por el hecho de repetir muchas veces que
creo en Él.
Creer en Él como enviado del Padre supone, en primer
lugar, reconocer que El es el Hombre nuevo, que alcanzó el ideal
supremo del ser humano. Reconocerle como la imagen perfecta del
Padre, ideal de todo hombre según el proyecto de Dios. En segundo
lugar, creer que en Él todos tenemos la posibilidad de llegar a esa
misma vida. Pero renunciando a la nuestra. Creer es interpretar
nuestra vida como la interpretó Jesús, hacer nuestros sus senti-
mientos, encarar los problemas y acontecimientos como los encaró
El. Pero previamente, teniéndolo a El como espejo, reconocer
humildemente en cuantas cosas habíamos errado. Reconocer su
Palabra como lo absoluto, lo que está más allá de esto trivial en lo
que estamos sumidos.
La Palabra es hoy nuestro pan de vida. Que nos lleva a una
serena reflexión para gozar plenamente de su Eucaristía, Fuera de
ahí todo será tristeza y angustia. Con los sentimientos y actitudes
de Jesús todo será alegría y gozo.
Al comulgar hacemos nuestros los sentimientos y actitudes
de Jesús. Y así es como comemos el verdadero Pan de la Vida.. Y
luego somos llamados a compartirlo con los que tienen hambre de
la misma vida, hambre de amor sin medida.
Ciclo B - 224

Domingo 19 del Tiempo Ordinario


1 R 19,4-8. Ef 4,30-5,2. Mt 6,41-51.

Homilía 9 de agosto de 2015


De sobra sabemos la crisis de fe que azota al cristianismo. Mas la
Liturgia de este día nos acerca al interés de cada uno, a las propias
crisis de fe, esas frecuentes rebeldías y murmuraciones cuando el
Evangelio no me dice lo que yo quiero.
En la oración colecta hemos pedido el espíritu filial, digamos
de obediencia y escucha.
El Evangelio de hoy afina en nuestro concepto de fe. Dice
que los judíos murmuraban, también lo hicieron en el desierto
cuando se resistían a los caminos de Dios y añoraban Egipto. La
murmuración es una rebeldía contra Dios. ¿Acaso no es éste el hijo
del carpintero?, decían. Todos pasamos por esta murmuración,
¿cómo aceptar que en esto tan humano y vulgar de la vida pueda
haber una intervención de Dios?.
Nadie niega que Jesús fue un hombre cabal, justo, bondado-
so, coherente, pero de ahí que viene de Dios y su palabra es la de
Dios, ya es distinto. Si decimos simplemente que Jesús es hijo de
José y de María y que Dios no actuó en él, podemos concluir que
Dios no interviene en nada de la vida humana. Entonces la historia
humana está encerrada en sí misma, sin apertura a lo trascendente,
a lo eterno.
La cuestión de siempre "de dónde venimos y a dónde
vamos" tiene su respuesta cuando asumimos que Él ha bajado del
cielo.
La primera lectura sobre Elías da luz sobre el tema. El
profeta lucha incansable contra la idolatría del pueblo y es amena-
zado de muerte por la reina Jezabel. Entonces tiene miedo y huye,
se desea la muerte, se queda dormido y al despertar descubre que
Dios no lo ha abandonado. Se preguntó si Dios tenía algo que ver
con lo que le estaba pasando. Y en ese trance terrible descubre a
Ciclo B - 225

través de un pan cocido y el agua, puestos por Dios, bajados del


cielo, que lo que en realidad había bajado del cielo era la esperanza
que le animaba a seguir y la fe de ver la vida desde el ángulo de
Dios.
Cuando Juan escribe su Evangelio creía efectivamente que
Jesús era efectivamente el enviado de Dios. Él, como los apóstoles,
lo comprendieron a partir de la Pascua, donde también comprendie-
ron sus vidas desde otro ángulo. Y desde esa fe Juan anuncia el
Evangelio como auténtico testigo.
La respuesta de Jesús al auditorio que murmura, es el
testimonio del discípulo, que vio a Dios al ver a Jesús, que oyó a
Dios cuando escuchó a Jesús con la actitud humilde del discípulo.
También dice Jesús que quien cree en él, es que el Padre
lo ha atraído. Jesús es el Dios que llama, es Dios instruyéndonos,
es el camino de la vida. "Quien cree en mi, cree en mi Padre, quien
me escucha a mi, escucha al Padre". Sólo es preciso reconocer que
su palabra es la misma del Padre. Y más aún, una actitud de
escucha humilde considerándolo como el único maestro. Que no es
sólo el hijo del carpintero.
Hay una estrecha relación entre Dios-Jesús y nuestra vida.
Recordemos la frase de Isaías anunciando los tiempos mesiánicos:
"todos tus hijos serán enseñados por Dios y será grande su alegría"
(54, 13).
Comer el pan de la vida es comer y asimilar por entero a
Jesucristo, con sus sentimientos y proyectos y hacerlos nuestros.
Entonces la misma vida suya es nuestra vida. Y esos sentimientos
y proyectos no son otra cosa que nosotros mismos, nuestra vida y
alegría, la de la humanidad entera. En esa vida de Jesús hay que
sumergirse para escapar de la frivolidad de la vida del mundo que
lleva a la muerte, porque esa vida carece de sentido, porque no
sabe a donde va, ni de donde viene.
El cristianismo pretende responder a los interrogantes del
hombre sin salir del hombre mismo. En él se encuentra con Dios,
con el Dios bajado del cielo.
El Evangelio nos lleva a preguntarnos con absoluta honesti-
Ciclo B - 226

dad ¿quién es ese Jesús en quien decimos creer? ¿Es algo más
que el hijo del carpintero?
Ciclo B - 227

Asunción de María
Ap 11,19; 12,1-6.10. 1 Co 15,20-27. Lc 1,39-56.

Homilía 15 de agosto de 2015


Celebramos hoy la Asunción de María a los cielos. Esta solemnidad
nos señala el triunfo de la vida sobre la muerte. En la segunda
lectura decía san pablo “El último enemigo aniquilado será la
muerte”. Y en María fue ya aniquilado.
En el Evangelio, Lucas pone en boca de María el canto del
Magníficat, que es un canto de esperanza. Y es a la vez en canto
de toda la humanidad que se siente salvada por Dios.
La Asunción de María y su Magnificat nos hacen vivir la
resurrección y la Pascua. Dios libera a su pueblo de la esclavitud y
la muerte y por su misericordia lo resucita.
María está en la culminación de un pueblo que ha experi-
mentado el sufrimiento y también el poder de Dios. El pueblo
hebreo, emigrado a Egipto, y, explotado y hambriento, es devuelto
a la tierra prometida. Fue gobernado por reyes impíos, sometido a
guerras y deportaciones y también liberado. Los profetas les
recordaron sus pecados y al mismo tiempo alentaron la esperanza
de los “pobres de Yahvé”. Dominados por griegos y romanos. El rey
Herodes, que abusó de sus indefensos compatriotas.
María representa al pueblo que contra toda esperanza confía
en el Señor, en el día de su liberación. Y cantó por ellos y por los de
hoy y por los que vendrán.
María es la humanidad pobre y humilde que descubre la
fuerza de Dios en su propia debilidad.
En esta solemnidad de su Asunción toda la comunidad se
goza en la esperanza de la victoria de la humanidad contra el
egoísmo, la violencia y el odio.
La figura de María aparece como ridícula ante los grandes
de su época.; y sin embargo de su seno surge el Salvador de una
Ciclo B - 228

nueva humanidad.
María en el Nuevo Testamento no es la frágil doncella que
ha representado los pintores románticos, ni la reina ataviada de
sedas y pedrería como la pintado la piedad cristiana de los últimos
tiempos. María es pobre, humilde, sencilla, analfabeta, pero fuerte
con la fe y firme en la esperanza, arraigada en la estirpe humana,
que no se viene abajo en medio de las mayores contrariedades.
Un pueblo que celebra hoy la Asunción de la Virgen María
es un pueblo que camina con la cabeza levantada, no por el orgullo,
sino por la esperanza. Unas personas que hoy festejen a María
vencedora de la muerte, no pueden cruzarse de brazos ante un
mundo anhelante de vida digna, libre y con paz.
Nada tiene que ver esta María con esa piedad sosa y
sentimental, que se refugia como niño miedoso en las faldas de la
madre. La Asunción de María, al igual que la resurrección de Cristo,
subraya el optimismo cristiano: la paz es posible, la vida plena es
posible, pero ¡ojo! nada se nos da a espaldas de nuestra pereza,
que no es sino señal de desconfianza de Dios, ¡no hay nada que
hacer! Por eso no hacemos nada.
Comulgar hoy a Jesucristo es creer en nuestra resurrección:
“El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna y yo
lo resucitaré en el último día”.
Comuniquemos a todos, a cuantos nos rodean la gran
noticia de un Dios que se acuerda de todos nosotros. Seamos
testigos de la esperanza y promotores de la paz y el amor.
Ciclo B - 229

Domingo 20 del Tiempo Ordinario


Pr 9,1-6. Ef 5,15-20. Jn 6,51-58.

Homilía 16 de agosto de 2015


Parece extraño que después de tantas eucaristías en nuestra vida,
hablemos del sentido de la comunión. Pero el Evangelio de hoy nos
lleva a poner nuestra atención sobre ese gesto tan habitual en
nuestra vida cristiana.
En domingos anteriores, también de la mano de Juan,
hemos visto cómo Jesús es pan de vida, en cuanto que en El se
manifiesta Dios y nos habla de lo que es nuestra única preocupa-
ción: la vida.
Hoy avanzamos un poco más: “El pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo”. La palabra carne, se la toma con
frecuencia en sentido peyorativo, “las tentaciones de la carne...” a
veces también en la Escritura, pero con más frecuencia, carne
significa “el hombre”, lo humano, hombre en relación con otros.
Alguien es carne de otros cuando forman una raza, un mismo
pueblo: Los esposos son una sola carne, es decir, deben asumir sus
vidas como una sola existencia compartida. Juan dice al comienzo
de su Evangelio “la Palabra se hizo carne”, o sea, se hizo hombre,
se unió a los demás hombres asumiendo su pobreza, su dolor, su
limitación su vida.
A tenor del texto podríamos traducir así el pensamiento de
Jesús ‘me siento carne de vosotros, mi vida es un constante
entregarme por vosotros. Me siento pan para ser comido’. Si el pan
no se come, uno se muere de hambre, si se come, se destruye,
deja de ser pan y se transforma en nuestro cuerpo. El cuerpo de
Jesús ha de ser destruido para ser asimilado. Así el amor nos
destruye para unirnos luego de una manera mucho más íntima. ¿Y
qué destruye?. Destruye precisamente aquello que nos separa a
uno de otro, que es el egoísmo. Por eso dice Jesús: “el pan que yo
daré es mi carne para la vida del mundo” porque concibe toda su
existencia como pan que muere a sí mismo para que el que lo coma
Ciclo B - 230

tenga vida eterna. Y esta fue toda la vida de Jesús desde la


Encarnación hasta la muerte.
Y esto es lo que no entendieron los judíos. Buscaban el pan
que estaba fuera de El, pero no a El mismo, no su vida interior, no
la interpretación que daba de la vida humana. No pudieron com-
prender eso de “darnos a comer su carne” como si fuera un
banquete caníbal. El Señor nos invita al banquete de la vida
comunitaria en el que cada uno se hace pan para los otros.
Sólo la experiencia de compartir la propia existencia con los
demás nos acerca al modo de vida de Dios. Quien acepte a Jesús
que así se da, y quien se dé de la misma manera, tiene ya la vida
eterna, tiene el Reino de Dios. Ha comenzado a vivir en otra
dimensión.
En la primera lectura la Sabiduría nos invita a participar de
ella en una comida: “Venid a comer mi pan y a beber el vino que he
mezclado”.
El misterio del amor del pan se realiza en este encuentro
entre Cristo y el creyente: “El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en mi y yo en él”. Así como Jesús siente que vive por el
Padre, así el que lo coma vivirá por El. De la misma forma, quien
come pan, vive del pan.
La comunión no es, pues, un simple tragar la Hostia. Ese
gesto externo es expresión de otro más profundo, es transformar-
nos en el Cristo viviente, hacer nuestros sus sentimientos, sus
ideas, su forma de encarar la vida, su donación.
No es la Eucaristía un rito mágico que automáticamente
realiza no sé qué transformación y luego nos resucita en el último
día.
Con frecuencia hemos aislado a la Eucaristía como si el
Cristo de la Misa no fuera el mismo del Evangelio, el mismo de la
caridad, el mismo que está en el hermano.
En la Eucaristía tenemos la oportunidad de comer a Cristo
bajo una triple faz: como palabra del Padre, como cuerpo y sangre
entregados, y como viviente, presente, en el amor de la comunidad.
Ciclo B - 231

Diremos para terminar que la Eucaristía es acción de


gracias. Es presentarle al Padre nuestra gratitud y reconocimiento
en este gesto. “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha
hecho?. Tomaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del
Señor”.
Ciclo B - 232

Domingo 21 del Tiempo Ordinario


Jos 24,1-2a.15-18b. Ef 5,31-32. Jn 6,60-69.

Homilía 23 de agosto de 2015


Después de haber recorrido en domingos anteriores el discurso del
Pan de la Vida, hoy nos ofrece la Liturgia el momento de hacer
nuestras decisiones, de tomar posturas.
El Cristianismo no es una religión puramente espiritual e
individualista, sino que trasciende en formas de vida exteriores y
comunitarias. Para que nuestra vida sea vida, tenga pleno sentido,
tarde o temprano, se ha de hacer la opción por Jesucristo y su
mensaje, aceptado sin acomodos.
El Evangelio de hoy nos deja pensativos. En primer lugar, la
actitud de Jesús de presentar el Evangelio con toda su crudeza, sin
buscar prosélitos para hacer número, previendo el abandono, pero
siguiendo fiel al Padre. En segundo lugar, la dificultad que de por sí
parece generar el mensaje para ser aceptado por los hombres.
El descreimiento, fuera y dentro de la comunidad cristiana ha
sido siempre una constante. Juan constata la declaración de la
gente “es inaceptable este lenguaje”, ya que nuestra razón se
resiste a tal doctrina. El mensaje cristiano estaba y está saturado de
elementos absurdos a la razón, empezando por un Dios clavado en
una cruz, que aunque hoy nos parece aceptado, no es tal.
Vemos cómo la gente que lo abandona es la misma que
había comido el pan junto al Lago y querían proclamarlo rey. Así, se
acepta a Jesús cuando se adapta al modo mundano de ver la vida.
Pero no, cuando lo vemos rechazando el poder y hablando de dar
la vida por los hombres; ya que el discípulo que le siga deberá
también cargar con la cruz por la salvación de los demás. Juan
anota la presencia de Judas, que debía estar allí en profunda crisis,
pues iba descubriendo que sus aspiraciones de poder y prestigio se
le iban esfumando.
También encontramos estas palabras: “El espíritu es quien
Ciclo B - 233

da vida, la carne no sirve de nada. Las palabras que yo os he dicho


son espíritu y vida”. Que podemos entender así: que las palabras
pueden ser escuchadas con interés carnal o espiritual. (Aquí la
carne tiene un sentido distinto a lo anterior). Es un interés carnal el
que está preocupado por dejar las cosas como están, o más de lo
mismo, evitar cambio o conversión, conservar las apariencias. En
este caso, las palabras del Evangelio escandalizan y hasta somos
capaces de torcer su sentido para tener la excusa de rechazarlas.
El interés espiritual es cuando se escucha las palabras del Evange-
lio con sincero deseo de cambiar y adoptar una nueva forma de
existencia, sin discutir, porque el Evangelio no es una filosofía, sino
una iluminación de la vida, que cuestiona al hombre para que vaya
renaciendo en él, día a día, según el Espíritu que le hace hombre
nuevo.
Juan concluye el relato con el testimonio de Pedro, que es
el de su comunidad. “Señor, a quién vamos a acudir?, Tu tienes
palabras de ida eterna; nosotros creemos y sabemos que tu eres el
santo consagrado por Dios”. Es la respuesta de una comunidad
postpascual. Los Apóstoles no eran mejores ni más inteligentes que
los demás. Los Evangelios los presentan como egoístas, vacilantes,
pendencieros. Pero eran sinceros en la búsqueda del Reino.
Tardaron en captar el sentido del servicio comunitario. Y llegaron a
la Vida porque eran sinceros en sus actitudes. Y esto nos alienta a
todos. El Evangelio nos da la seguridad de que Jesús nos respeta
y nos valora. No nos exige prisas, ni se complace con un sí de
compromiso. Lo único que no admite es la doblez de nuestros
planteamientos.
En la Comunión digamos como el pueblo de Israel a la
muerte de Josué (primera lectura): “También nosotros (como hizo
Jesús ante la misión del Padre) serviremos al Señor, porque él es
nuestro Dios”. Jesús espera una respuesta del fondo del corazón,
seguir el Evangelio de Jesús u otros evangelios que el mundo nos
predica.
Ciclo B - 234

Domingo 22 del Tiempo Ordinario


Dt 4,1-2.6-8. St 1,17-18.21b-22.27. Mc 7,1-8.14-15.21-23.

Homilía 30 de agosto de 2015


Recuperamos hoy el Evangelio de Marcos en una página trascen-
dental, revolucionaria, que abre el paso al cristianismo, al Nuevo
Testamento. Y viene a sacarnos del inmovilismo, pues se refiere a
la esencia misma de la religiosidad. Viene a responder a la pregunta
¿qué es lo importante en el camino de la fe?.
Cuando se habla del fariseísmo, lo remontamos a la época
de Jesús, como ya pasada, pero no lo tomamos como algo actual,
como si nosotros hubiéramos entrado en la época de la religión
perfecta.
Los textos de la Liturgia de hoy nos brindan el criterio para
discernir la auténtica religiosidad y purificar y mejorar la nuestra.
Hay formas inauténticas de vivir la religión, que con frecuencia
oprimen al hombre en vez de liberarlo, con posturas que violentan
su misma humanidad y las más elementales formas de convivencia
armoniosa.
En el Evangelio de hoy, todo comienza por algo tan trivial
como comer sin lavarse las manos, y, no precisamente por razones
de higiene, sino por un ritualismo que los hacía impuros, como tocar
alimentos vendidos por un pagano, cosas que impedían entrar en
el Templo.
Los profetas protestaron contra esa forma de culto vacía.
Pero no era fácil la situación, ya que los mismos sacerdotes y jefes
espirituales la defendían. Jesús también tomó parte activa a favor
de la verdadera religiosidad.
El nudo de la cuestión está en la pregunta: ¿Porqué tus
discípulos no siguen la tradición de los mayores?. Y Jesús replica
contundente: “Vosotros dejáis a un lado el mandato de Dios y os
aferráis a las tradiciones de los hombres”. Estas tradiciones de los
hombres falsifican la religión y en lugar de hacer adoradores de
Ciclo B - 235

Dios, hacen falsos adoradores, pues diciendo adorar a Dios, se


adoran a sí mismos, a sus seguridades, opiniones o intereses.
Jesús recuerda el texto de Isaías: “Este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está lejos de mi. Su culto está vacío”.
Y hoy, ¿cómo estamos?. ¿es el Evangelio la norma esencial
de la vida cristiana, o ha sido postergada a favor de normas ajenas,
y aún contrarias, al mismo Evangelio?.
Es verdad que una institución tan compleja como la Iglesia
necesita normas que regulen su funcionamiento, el culto, las
relaciones entre los miembros, etc. Pero partiendo de la norma
evangélica de la primacía absoluta del amor a Dios y al prójimo, de
la gran importancia de la conversión continua y la escucha de la
Palabra, de la jerarquía, que se ejerza en la pobreza, sencillez,
humildad, servicio. La Carta de Santiago (segunda lectura) nos lleva
igualmente al servicio de los desfavorecidos, física, psíquica o
espiritualmente. En estas actitudes es donde tiene pleno sentido la
Eucaristía y a ellas nos debe llevar.
Es una bendición escuchar estas palabras, que aunque
parezcan reproches, son manifestación del Dios misericordioso: “Así
viviréis y entraréis a tomar parte de la tierra que el Señor os va a dar
en posesión” (primera lectura). Dios, como Padre y Maestro, quiere
llevarnos a la purificación y maduración de nuestra religión. Todo
mediante la escucha de su Palabra, que recalca en las tres lecturas
de este día. Quiere sacarnos del infantilismo de lo mandado y lo
prohibido, pues por ahí, nunca será la religión fuente de alegría.
Podemos preguntarnos, si vivimos en esa alegría interior que
siempre trasciende al exterior, a los que nos rodean?. Si no la
tenemos, ya sabemos por donde falla. Que nos sentimos persegui-
dos por la ley y nos intentamos liberar haciendo a otros causantes.
La alegría, signo de la madurez cristiana, nos hace también
comprensivos y respetuosos con los demás. Entonces se cesa de
juzgar y condenar. Recordemos la actitud de Jesús con la Samarita-
na, la adúltera, Zaqueo, el buen Ladrón, sus discípulos...
Así, purificados por la Palabra, sintamos la acogida del Señor que
se nos da en la Eucaristía, en unión con los hermanos. Aquí se
recobra la verdadera alegría.
Ciclo B - 236

Domingo 23 del Tiempo Ordinario


Is 35,4-7a. St 2,1-5. Mc 7,31-37.

Homilía 6 de septiembre de 2015


Ante el milagro de Jesús dicen “en el colmo del asombro… todo lo
hizo bien…” han descubierto el comienzo de la era mesiánica
(primera lectura).
El rito de Jesús fue trasladado a nuestro Bautismo. Lo
comprenderemos luego.
Veamos lo que pasa en un sordomudo. Ve cosas, personas,
su cuerpo, pero el mundo le es silencioso y él es silencioso a los
demás. Falta la palabra que le llega y sale de él. Sólo comprende
el mundo en superficie. No penetra en el misterio del otro ni nadie
entra e su mundo interior. El mundo del sordomudo es un mundo
incomunicado y cerrado. Que él mismo crea e interpreta a su
manera sin recibir soporte de los demás ni dar su aporte personal.
Es egocéntrico y por ello egoísta. Se vuelve muy suspicaz.
Este era el mundo del que Jesús curó. A los que se preparan
para el Bautismo se les llama catecúmenos, que quiere decir los
que escuchan, o los que tienen los oídos abiertos. Su preparación
iba encaminada a liberar al hombre abriendo su oído y soltando su
lengua. Vamos a ver lo que Jesús nos trae. ¿Pero qué es la sordera
del espíritu?.
Es cerrarse a Dios y a los demás. Es el que edifica su vida
teniendo en cuenta a él sólo. Está cerrado al punto de vista de los
demás y es incapaz de mirar una idea desde otro punto de vista que
el suyo. Aprendió así una cosa y un puede cambiar. Es un sectario
que no tiene más verdad que la suya y no escucha ni quiere
escuchar razones.
Y de la misma manera actúa con Dios. En el Antiguo
Testamento los profetas echaban en cara el pueblo su dureza de
oído para escuchar a Dios. Y Jesús lo hará con sus contemporá-
neos. Su sordera actúa a base de prejuicios, pronta a condenar y a
Ciclo B - 237

sospechar. Podrán asistir a la Eucaristía, escuchar sermones, leer


la Biblia. Pero no hay nada en sus vidas que signifique cambio
alguno. En los 30 últimos años, ¡cuántos documentos de la Iglesia
sobre la paz, desarrollo de los pueblos, ecumenismo, renovación,
diálogo,,,, ahora misericordia; ¿fueron escuchados? ¿cambiaron
algo?
Pues bien, Cristo nos libera de esa sordera del espíritu, más
aún, nos da la libertad para escuchar.
Para escuchar necesitamos ser libres de nosotros mismos,
del miedo a enfrentarnos con la verdad. El sordo de espíritu, detrás
de su arrogancia y egolatría tiene miedo y por eso se encierra en sí
mismo, pues prevé que su edificio se le viene abajo si coteja otras
ideas.
En cambio el cristiano como hombre libre, goza de libertad
para conectar con otras ideas, religiones, pensamientos filosóficos.
Porque busca la verdad que puede haber en ellos. Recuerda el
Evangelio de Juan”el Espíritu como el viento sopla donde quiere”.
Por ejemplo, ¿no introduce el Libro de los Proverbios los
pasajes de Agur y Lemuel, dándoles la categoría de inspirados,
procediendo de autores ajenos? Se deja invadir por la palabra del
otro para ver las cosas desde otro punto de vista. Su escuchar es
sereno y tranquilo, no polemiza ni replica. Puede llegar a decir “El
otro puede tener razón. ese punto de vista es interesante, no lo
había imaginado”.
De igual forma escucha a Dios, no es fanático para decir que
todo está bien ni que está mal. Escucha sin interpretar literalmente.
Escucha en libertad, con su propio punto de vista, tratando de
encontrar el punto de vista de Dios con serenidad y humildad. A
este hombre Jesús le llama discípulo, es decir el que aprende, que
no se siente autosuficiente, es un catecúmeno abierto a la verdad
que lo trasciende.
Cuando en una Comunidad se da esta libertad interior para
escuchar serenos, cómo se da el diálogo, se valora al otro. Nadie
se siente perseguido o minusvalorado por sus ideas distintas. La
libertad mantiene a todos comprensivos y prudentes. Entonces
Jesucristo nos ha liberado para oír.
Ciclo B - 238

La liberación de Jesús también afecta a la lengua. La


liberación del oído sin la de la lengua es incompleta y aún peligrosa.
¿Cómo podemos sentirnos verdaderamente libres si no
podemos comunicar nuestros pensamientos o modo de ver las
cosas? Este es el mutismo del espíritu.
Hay un mutismo que nace del orgullo. A veces se niega la
palabra por considerar inferior a la otra persona, “a éste no vale la
pena hablarle”, es un mutismo frecuente. Hablamos con los
importantes, pero nos avergonzamos con los de menor cultura. Si
hablamos a los inferiores es para darles órdenes, para reprochar o
enseñar. Pero no para dialogar con ellos.
Otro mutismo nace del temor o cobardía. Miedo de hablar al
jefe, al instruido al que nos grita. Así hay hijos que no se atreven a
hablar con los padres ciertas cosas. En una reunión de comunidad
no se atreven a expresar opiniones. El Evangelio nos presenta a
Jesús libre, con serenidad y dignidad, hablando con la gente
humilde, con prostitutas, con escribas, con el Sumo Sacerdote, con
Pilatos… Es vergonzoso este mutismo en la Iglesia, en nuestras
comunidades religiosas. Cómo tememos expresar lo que pensamos
o sentimos, incluso para defender a un inocente o vituperado.
También hay otro mutismo que nace de la pereza o del
egoísmo. Cuando no comunicamos a los otros algún hallazgo o
determinado aporte que pueda beneficiar. Guardamos celosamente
nuestros pensamientos como secretos, cosas que gratis hemos
recibido.
A nivel de fe llama la atención ciertos mutismos de los
padres con los hijos, o con la gente que nos rodea y acompaña en
grupos de reflexión.
A los cristianos nos cuesta descubrir la dimensión de nuestra
fe. L vivimos para adentro, o ante un grupito reducido. Pero nos
cuesta ver el testimonio de los indiferentes o de otras confesiones.
Porque nos avergüenza. En más de una ocasión el mundo moderno
ha sido testigo de la vergüenza de los cristianos para expresar su
fe.
Todos padecemos en el grado que sea un mutismo espiri-
Ciclo B - 239

tual. La incomunicación es uno de los males endémicos de la Iglesia


y la sociedad. Jesús nos libera para abrir el oído y soltar la lengua.
En el Bautismo fuimos liberados para escuchar y para
hablar. Jesucristo no quiere una comunidad de ovejas mudas, que
sólo saben decir amén. Donde los de abajo sólo pueden escuchar
sin expresarse.
Hoy se nos urge al mutuo esfuerzo de escuchar a los demás
desde el corazón y de comunicar con humildad sencillez y valentía.
Esta libertad interior es el signo de que Jesucristo es el
Salvador y de que estamos viviendo su tiempo, el tiempo anunciado
por Isaías.
Después de abrirnos el oído Jesús no hace partícipes de su
mesa. Comer el Cuerpo de Cristo es compartir su esquema de vida
y sus valores. Entremos en su libertad, la de los hijos de Dios.
Ciclo B - 240

Domingo 24 del Tiempo Ordinario


Is 50,5-9a. St 2,14-18. Mc 8,27-35.

Homilía 13 de septiembre de 2015


La Liturgia de hoy viene a enfrentarnos con nuestro conocimiento
de Jesús y por ende con nuestro discipulado. ¿Cómo y a quién
seguimos?
El Evangelio podemos dividirlo en dos partes; en la primera,
Jesús se revela a sí mismo. En la segunda, quiénes somos o cómo
somos sus seguidores.
La aguda y discreta pregunta de Jesús “¿Quién dice la gente
que soy yo?” Es la pregunta que se hace con frecuencia en las
estadísticas ¿qué se opina de Él en el mundo?. Es importante
averiguarlo, porque la imagen que tengan procede de nuestra fe y
testimonio. Podríamos preguntarnos ¿cómo creen que es Jesús,
quienes nos ven como sus seguidores?.
De la respuesta de los Apóstoles, “Tu eres el Mesías” se
deriva que Jesús podría ocupar el lugar de un gran personaje, un
buen reformador. Y, ¿nosotros? ¿qué esperamos de El? ¿por qué
le seguimos?. Pedro ha respondido con sus sentimientos, no con la
razón: “Tu eres el Mesías”.
Jesús comprendió que Pedro estaba ante la tentación del
poder, la gloria, el éxito. Y Jesús comenzó a recordar lo que estaba
escrito sobre el Mesías, que ni era caudillo ni conquistador: “Ofrecí
la espalda a los que me golpeaban... no oculté el rostro a insultos
ni salivazos”. Les habla, como dice Marcos, “con toda claridad”,
arriesgando su popularidad y exponiendo la fe vacilante de los
discípulos. Y les prohibe además decir a nadie que él es el Mesías.
O sea, no se os ocurra decir que soy ese mesías que estáis
pensando. El Mesías cristiano está caracterizado por el dolor y el
rechazo.
Pedro se sintió defraudado y lo tomó aparte, discutiendo ese
punto de vista. Lo asombroso del texto no es la incredulidad de los
Ciclo B - 241

de fuera, sino la resistencia de los de dentro. Jesús actuó con


rapidez: “Quítate de mi vista, Satanás, tu piensas como los hom-
bres, no como Dios”. Satanás, que no pudo destruir a Cristo, trata
de destruir su imagen, intentará introducirse en los apóstoles, en la
Iglesia.
Este texto de Marcos es una voz de alarma. Satanás se ha
infiltrado en la Iglesia para que rechacemos al Cristo de la humildad,
de la pobreza, del dolor, del fracaso. También puede haberse
metido en cada uno de nosotros, en nuestra comunidad.
“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo”. Hay
que elegir entre el pensar de Dios y el de los hombres. Pero con
plena libertad. Negarse a sí mismo es abandonar una cosa por otra
considerada mejor. Y no por un rato, sino para siempre.
Puede parecer, y la objeción no es nueva, que la negación
de uno mismo choca con la revalorización de la persona que busca
el Evangelio. Si hay un dato harto claro en el Evangelio es que
Jesús nos trae la plena libertad como personas y como comunidad.
Mas hemos visto cómo Jesús reprocha a Pedro que ve el mesianis-
mo como una forma de poder; y el poder, que es el pensamiento de
los hombres, es la fuerza que nos esclaviza bajo sus formas,
políticas, religiosas, económicas, sociales, que exige la total entrega
impidiendo que nos podamos sentir libres. Cuando nos adherimos
a esas formas de poder, ej. el mandar, el dinero, no nos damos
cuenta de que estamos bajo sus dominios. Nos creemos más
personas por tener y mandar. Es una sutil trampa, porque el
enemigo está dentro. Toda tentación exterior tiene un aliado dentro
del hombre: el egoísmo. Y es inútil pensar en la liberación de
agentes externos sin una liberación interior. De aquí que negarse a
sí mismo es liberarse de su mentira, de su ficción, de su orgullo, de
su vanidad, de su suficiencia, del buen concepto de uno mismo, de
su buena fama. Entonces entrará en la verdadera libertad para
darse, para amar. Negarse a sí mismo es dejar de vivir para uno,
sino para los demás, para la comunidad, para los pobres, para toda
la humanidad. En esa libertad y entrega está la verdadera felicidad
y realización.
“Que cargue con su cruz”. Que nadie te cargue con la cruz,
tómala tu mismo. ¿Cómo?. Preguntándote cada día: ¿En qué puedo
Ciclo B - 242

servir a mi hermano necesitado? ¿Qué debo dar hoy? ¿Cómo


engendraré vida en quien la necesita? Si uno deja que le impongan
la cruz, será un esclavo cristiano, pero esclavo. Si no la coge será
esclavo de sí mismo. Si la toma, morirá en ella, pero como hombre
libre, será como Jesucristo Comulgar es unirnos a este Cristo que
dio su vida por nuestra liberación. Es unir nuestros esfuerzos para
que nadie quede fuera de esta liberación. Hoy la Palabra nos
ilumina en ¿qué Cristo creemos? y junto con el Sacramento nos
fortalece a seguirlo.
Ciclo B - 243

Domingo 25 del Tiempo Ordinario


Sb 2,12.17-20. St 3,16-4,3. Mc 9,30-37.

Homilía 20 de septiembre de 2015


Estamos aquí reunidos porque nos sentimos cristianos o queremos
serlo mucho más. El Evangelio vuelve con el tema de la incompren-
sión del mensaje de Jesús y su distorsión, que va a ser la cuestión,
no sólo de las comunidades de Roma a las que se dirige Marcos,
sino de toda la historia de la Iglesia. Cada comunidad, cada persona
trata de comprender a Jesús a su manera y de acuerdo con sus
propios esquemas. El domingo pasado veíamos cómo los Apóstoles
llamaban a Jesús “el Mesías”, pero con una interpretación distinta
de la de Dios.
Y nosotros ¿qué consideramos lo esencial en Jesucristo?.
Marcos reclama la atención: Jesús es aquel que se entrega en
manos de los hombres ofreciendo su vida por los mismos hombres.
Los discípulos, dice, no lo comprenden. Y esta comprensión no es
intelectual, sino del corazón, es no aceptar en la vida la forma
cristiana de actuar. Es la resistencia interna a coger la actitud de
Jesús, que haya que morir por los otros, o sea buscando el camino
de la humildad y el servicio fraterno.
Santiago (segunda lectura) ayuda a comprender el tema,
pues constata que tampoco entre los cristianos de su época han
desaparecido las discordias. Y expone dos sabidurías , o dos
formas de encarar la vida: Una terrena que empuja a la ambición y
la contienda. Otra divina, que es benévola, conciliadora, y la siguen
los que trabajan por la paz. Esto lo entendemos con la mente y nos
parece maravilloso, pero desaparece a la hora de actuar, sobre todo
ante algún acontecimiento adverso.
Lo que sigue del Evangelio está en la misma línea. Yendo
Jesús de camino observó la acalorada discusión de los discípulos.
Les pregunta las causas y callan avergonzados. Jesús se dio
cuenta de que trataban de quién era el más importante. Y con toda
claridad les explicó: “El que quiera ser el primero, que sea el último
Ciclo B - 244

y el servidor de todos”. Es una nueva formulación de la cruz:


entregarse a la muerte es servir a todos como si fuésemos el último.
La ambición de poder, dignidades, prestigio, bienes,
comodidades, es lo más contrario al espíritu de Jesús. Y en esa
línea es imposible comprenderlo. La ambición puede resultar
pasable en el terreno político o militar, pero nunca en lo religioso.
Mas, tristemente, en la historia se ha dado. Se ha tomado,
por ejemplo, el sacerdocio o el hábito religioso, como exigencia de
dignidad, prestigio y poder, colocándonos en la “clase alta” e
influyente. También los laicos que comparten la conducción de la
Iglesia deben estar atentos a esta tentación.
Jesús no pide que se dé dinero a los pobres, cosa que
hacen también los potentados, incluso ateos, sino que se ofrezca a
sí misma como sierva. “Nuestros señores los pobres” decía S.
Vicente de Paul. Y todo con humildad, sin alardes de hacer cosas
buenas, callada y anónimamente. Con la alegría de no tener más
poder que el que otorga el amor sacrificado...
Hoy se nos ofrece la ocasión de analizarnos a través de los
textos de Marcos y Santiago. Pero no vayamos a señalar a los
ambiciosos que vemos en la Iglesia, que los hay en efecto. Pues
entonces traicionaríamos a la Palabra de Dios convirtiéndonos en
jueces de los demás.
En la Eucaristía nuestro Señor y Maestro, se hace pan para
se deglutido y ser alimento de todos. Se hace en verdad el último y
el esclavo. Podemos hacer una humilde oración en su compañía
analizando las formas de nuestras ambiciones religiosas. Ocasión
para pedir con toda el alma “Señor, que se cumpla en mí esta
Palabra tuya, que podamos ser los primeros en servir a nuestros
hermanos”. Y cuando recibimos algún servicio o ayuda de los
demás, tomémoslo con gratitud y humildad, sin olvidar nuestra
condición de servidores.
Ciclo B - 245

Domingo 26 del Tiempo Ordinario


Nm 11,25-29. St 5,1-6. Mc 9,38-43.45.47-48.

Homilía 27 de septiembre de2015


La mirada generosa y amplia de Dios choca ¡tantas veces! con la
mirada mezquina y exclusivista de los hombres. La Liturgia de hoy
viene en nuestra búsqueda. Viene a hacernos sincronizar con los
"mismos sentimientos de Jesús".
Gran paralelismo, como casi siempre, entre la primera
lectura y el Evangelio. Dios actúa sin acepción de personas,
independientemente del grupo de los elegidos, ocasionando a veces
celos en estos. Invocando nuestra fe religiosa se puede, y muchas
veces, se hace injusticia con los demás, sintiéndonos los poseedo-
res exclusivos del Espíritu de Dios.
En la primera lectura, cuando el Espíritu baja sobre el grupo,
los ancianos se pusieron a profetizar; mas los que no estaban allí,
también. Y vienen los chivatos de siempre con sus denuncias. Y el
autoritarismo de siempre: "prohíbeselo". Moisés responde: "Ojalá
todo el mundo fuera profeta". Con esa exclusividad se ahoga la obra
de Dios.
En el Evangelio, igual. Uno echa demonios en nombre de
Jesús. Parece mal a los discípulos que se sienten poseedores
exclusivos de ese poder y lo obstaculizan. Pero se van a topar con
el espíritu amplio de Jesús. Y es que todo lo que se haga de bueno,
viene siempre del mismo Espíritu.
Como nos consta por la experiencia, estas situaciones se
siguen dando. Se utiliza la fe y nuestras dedicaciones a la Iglesia
para satisfacer nuestro orgullo y protagonismo. Brotan los celos,
entonces como ahora, que no son mas que indicio de segundas
intenciones: a la sombra de la Iglesia se pueden buscar beneficios
de estima y poder, más que entrega gratuita y humilde a los demás.
Cosa que nos cierra la relación fraterna y nos hace engreídos. Y
sobre todo impide la intimidad con Dios, cuando la buscamos en la
Ciclo B - 246

oración.
El hombre de verdadera fe, que tiene la experiencia de
haberlo recibido todo gratuitamente, es, por eso mismo, abierto,
generoso, y valora cuanto hay de bueno en cada persona, en cada
grupo, en cada institución, pasando por alto lo negativo. Y todo
procede de la clara vivencia de que cuanto tiene es inmerecido.
Empezamos la celebración reconociendo nuestros pecados
para saborear la Eucaristía como un inmenso don que no nos
pertenece. Así la Palabra y el Sacramento nos iluminan, nos
denuncian y nos transforman. Comulgar es renunciar a todo
prestigio y poder, y hasta la propia vida por el bien de los demás.
Gocemos viendo las manifestaciones del Espíritu en medio del
mundo y unámonos a cuantos trabajan por la concordia y la paz.
Ciclo B - 247

Domingo 27 del Tiempo Ordinario


Gn 2,18-24. Hb 2,9-11. Mc 10,2-16.

Homilía 4 de Octubre de 2015.


Al oír este Evangelio, tal vez piensen algunos, que nos va a traer
poderosos argumentos en contra del divorcio o a favor. Y otros se
anticiparán diciendo "más de lo mismo".
Pues ni una cosa ni otra. Pero antes de nada, hemos de
sentir que estamos en una celebración litúrgica, en el paso del
Señor que nos lleva a la vida, y, que el Evangelio es la Buena
Noticia que nos trae la paz.
Cuando le plantean a Jesús la cuestión "para ponerlo a
prueba", les va a remitir a lo que Dios estableció "al principio de la
creación". No, a lo que los hombres, y el mismo Moisés por vuestra
terquedad dejó escrito". Y ¿qué fue establecido desde el principio?
O mejor ¿cual es el fundamento religioso del matrimonio?
Jesús no desconoce las dificultades de la convivencia. Pero
se opone al divorcio, porque este es la negación del amor, de la
comprensión, de la fidelidad. Y esto no es sólo para el matrimonio,
sino válido también para toda relación humana, y de forma especial
para las relaciones de una comunidad religiosa, cuya fraternidad se
apoya en el amor gratuito entre sus miembros.
El desamor no se cura con ninguna ley. Esa falta de amor
viene de atrás. Se le ha dejado morir en aras del egoísmo, o no ha
existido.
En el relato de la creación dice Dios "No está bien que el
hombre esté solo" (primera lectura). Crea los animales. El hombre
les asigna nombre, o sea los domina. Pero no le aman, ni él los
ama, porque los domina. Necesita alguien semejante para ejercitar
el amor y recibir el amor. En el matrimonio, cuando uno intenta
dominar, o servirse del otro, no lo ama. Se ha impuesto el egoísmo.
De ahí a la ruptura, poco falta.
Ciclo B - 248

El amor es el resultado de una lucha continua contra


nosotros mismos, contra nuestro egoísmo. Casarse es la ocasión
de amar al otro "como a uno mismo" o mejor "como yo os he
amado", por encima de todo atractivo físico. Y la Vida Consagrada
es la aceptación de una llamada de Dios para la entrega al servicio
de sus designios, la Iglesia, la humanidad entera. Pues ese es el
servicio que Dios quiere.
Mas ese amor primero, sembrado por Dios en el corazón de
cada uno, ha de ser cuidado y alimentado para que crezca. De lo
contrario, el egoísmo por poseer al otro matará lo que Dios sembró.
El hombre pasará de amador a dominador, como hace con los seres
inferiores. Y entonces es difícil el remedio.
Hoy la Eucaristía se presenta como la fuerza de quienes
pretenden amar como Él nos amó. Viene a reforzar los lazos que
unen la familia cristiana en la entrega, el respeto y el amor mutuos.
Así es indisoluble el matrimonio y sobran las leyes.
En la Colecta, al comienzo de la celebración, hemos pedido
"derrama sobre nosotros, Señor, tu misericordia". Con ella,
experimentada en el Sacramento Eucarístico, sentiremos la fuerza
para hacer lo mismo.
Ciclo B - 249

Domingo 28 del Tiempo Ordinario


Sb 7,7-11. Hb 4,12-13. Mc 10,17-30.

Homilía 11 de octubre de 2015


Como el Domingo pasado con el divorcio, hoy también “se espanta-
ron” los discípulos al oír hablar del dinero y su utilización.
“Que tu gracia nos preceda y acompañe para que estemos
dispuestos a obrar siempre el bien” (oración colecta), o sea a usar
de los bienes materiales según Dios, y teniéndolos como don suyo.
Un buen hombre dice a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué haré
para heredar la vida eterna?”. Jesús, antes de responder le rectifica
“sólo Dios es bueno”, como preparando el terreno a lo que va a
venir después, sólo Dios vale la pena por encima de todo bien.
Es de ver, que cuando le presenta el programa, no le
nombra los tres primeros mandamientos, empieza por “no matarás”,
etc. Cosa que se apresura el joven a responder que ya lo hace,
pero quiere algo más. Jesús que lo “miró con cariño” le va respon-
der, no sólo añadiendo lo que le falta, sino iluminando su vida, que
ama más que nada el dinero, con lo que ya no cumple el primer
mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas.
Y se marchó pesaroso, se creía buen cumplidor de la ley, y
le han descubierto que le falta lo primero y más importante. El amor
de Jesús a él, le ha llevado a la verdad, a no estar engañado. No
sabemos si cambió de actitud, pero sí que debió entrar en la
humildad, que al fin y al cabo es el punto de partida, cuando se
sintió iluminado.
La Palabra de Dios “penetrante como espada de dos filos”.
Le ha penetrado juzgando los deseos e intenciones del corazón”
(segunda lectura).
La Sabiduría, que es Jesús mismo, su persona, su doctrina,
vale más que el dinero, “todo el oro a su lado es un poco de arena”
(primera lectura).
Ciclo B - 250

La actitud del joven ante Jesús, es hoy la misma nuestra;


¿qué tengo que hacer yo, que ni mato ni robo y cumplo mis
obligaciones?. Y la respuesta es la misma ¿Tienes al Señor como
lo primero, antes que todos los bienes materiales? ¿Eres humilde
para reconocer la verdad?
Pues para convencernos del valor de Dios sobre todos los
bienes caducos, nos abre en esta Eucaristía las puertas de su
Reino eterno y universal, de gracia, de amor y de paz. Así facilita
nuestra opción. Todo un Dios viene al encuentro de “un pueblo de
dura cerviz”. Y el don es El mismo.
Y luego, utilicemos los otros bienes como don suyo, para la
causa de Dios, al servicio de los necesitados. Ya que no somos
dueños absolutos, sino simples administradores.
Ciclo B - 251

Domingo 29 del Tiempo Ordinario


Is 53,10-11. Hb 4,14-16. Mc 10,35-45.

Homilía 18 de octubre de 2015


Nos reunimos este día, una vez más, para escuchar la Palabra de
Dios, comer su Cuerpo y beber su cáliz, el cáliz del servicio.
El relato de Marcos sucede poco después del anuncio de la
pasión. Contrasta el Evangelista las palabras y actitudes de Jesús
con la ambición y egoísmo de los discípulos. Nosotros, que estamos
habituados a contemplar al crucificado, igualmente nos horroriza-
mos si nos toca a nosotros el sufrimiento. En los cristianos y judíos
de entonces, oprimidos por el duro yugo romano, era normal que
esperaran un mesías libertador que con su poder quebrara aquel
yugo.
Ante la pasión, parece que los apóstoles quedaron un tanto
defraudados y les costó mucho descubrir el significado de la pasión
y la muerte. Sólo a partir de la resurrección lo entenderán.
Los Evangelistas no descartan la posibilidad de que cada
hombre sienta cierta repugnancia por el camino que Jesús propone.
Y, cuando estos anuncian al mesías muerto en la cruz, tratan de de
paliar el escándalo, presentando su propia experiencia, que ellos
también se resistieron y ahora creen.
Nosotros, que como decía antes, estamos habituados a
mirar la cruz, nos podemos preguntar si hemos aceptado del todo
y con todas sus consecuencias, la propuesta de seguir a Jesús.
Dos apóstoles, Santiago y Juan, los Hijos del Trueno,
protagonizan la escena del Evangelio de hoy. “Maestro, queremos
que hagas lo que te vamos a pedir”. La forma no es humilde ni
cortés. Saben que Jesús tiene pocos seguidores, y ellos, en su
condición de fieles, buscan una recompensa. Las dos primeras
carteras ministeriales del reino. Actitud también frecuente entre
nosotros, Dios tiene que pagar nuestros servicios. Como si ser
cristiano fuera estar en una compañía de seguros o trabajar
Ciclo B - 252

contratados en una empresa. A veces hasta con amenazas, “si no,


lo abandonaré todo”.
Cuando Dios le pide a Abraham el sacrificio de su hijo, lo
que en realidad le pide es que renuncie a las promesas, que ame
a Dios aunque no le dé nada.
Servir a Dios es una donación gratuita. Quien ama a Dios
esperando recompensa, se ama a sí mismo. Los apóstoles, cuando
lo vieron preso, lo abandonaron. ¿De qué sirve un Dios que no me
puede dar nada?
Cuando estos dos hacen la petición, los demás se indigna-
ron. Pues seguramente es lo que ellos mismos buscaban y veían
que estos se les habían adelantado.
Jesús les pregunta si son capaces de beber el mismo cáliz
que El y decididamente contestan “Lo somos”. Seguramente que
veían todo su alcance. El Señor le va a aclarar que lo beberán, pero
esto no les da derecho a recompensa alguno. De los dos Juan
volvió y Santiago fue el primer apóstol mártir.
¿Cuál es entonces el beneficio? ¿Para qué seguir a Jesús?
Para nada. Le seguimos porque nos ha salvado y nos ha hecho
miembros de su mismo cuerpo, familia de Dios. Y teniendo sus
mismos sentimientos hacemos lo mismo que El hace. En sentirnos
así de unidos a El, que podamos llamar a Dios “Padre”, ahí está
todo lo más que un ser humano pueda recibir.
Viene ahora la comunión. Tal vez Dios nos esté preguntando
si somos capaces de beber el mismo cáliz que El. Comulgar es
servir día y noche a toda la comunidad humana sin distinción alguna
y sin esperar nada a cambio. El pago es sencillamente poder servir,
tener la misma vocación de Jesús.
“El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino
para servir y dar la vida en rescate por todos”. Para esto nos ha
congregado hoy el Señor en esta Eucaristía. Que este ideal no
quede en meras palabras. Ahí esta nuestra transformación en El y
la vida plena y eterna.
La actitud del joven ante Jesús, es hoy la misma nuestra;
¿qué tengo que hacer yo, que ni mato ni robo y cumplo mis
Ciclo B - 253

obligaciones?. Y la respuesta es la misma ¿Tienes al Señor como


lo primero, antes que todos los bienes materiales? ¿Eres humilde
para reconocer la verdad?
Pues para convencernos del valor de Dios sobre todos los
bienes caducos, nos abre en esta Eucaristía las puertas de su
Reino eterno y universal, de gracia, de amor y de paz. Así facilita
nuestra opción. Todo un Dios viene al encuentro de “un pueblo de
dura cerviz”. Y el don es El mismo.
Y luego, utilicemos los otros bienes como don suyo, para la
causa de Dios, al servicio de los necesitados. Ya que no somos
dueños absolutos, sino simples administradores.
Ciclo B - 254

Domingo 30 del Tiempo Ordinario


Jr 31,7-9. Hb 5,1-6. Mc 10,46-52.

Homilía 25 de Octubre de 2015.


Abre la Liturgia de la Palabra Jeremías, mal tenido como el profeta
de los infortunios, invitando a "gritar de alegría" porque "el Señor ha
salvado a su pueblo". Y en esa multitud que retorna del destierro
hay ciegos y cojos, preñadas y paridas (primera lectura).
Este anuncio viene hoy para todos, por eso podemos cantar
haciendo nuestro el salmo responsorial "El Señor ha estado grande
con nosotros y estamos alegres".
El Evangelio retoma el texto en el caso del ciego, del que
Marcos nos detalla hasta el nombre, Bartimeo. Es interesante que
éste grita sin pedir nada concreto "Jesús, hijo de David, ten
compasión de mi". Pero en el grito hay un reconocimiento expreso
de Jesús como hijo de David, como el Mesías, el enviado de Dios.
Personifica este hombre esa gran multitud entre los que
había ciegos y cojos. Multitud que representa hoy a toda la Humani-
dad. En ella hay muchos ciegos de cuerpo y de espíritu, que
"sentados al borde del camino" de la vida, y ¡sin ver el camino!, sin
horizontes.
A veces también nosotros estamos sentados en el camino
de la vida sin ver un horizonte, sin ver la belleza de la luz y los
colores que nos rodean. Pero hay una ceguera de los ojos y otra del
espíritu, son los momentos de inseguridad, sin caminos claros,
prontos a dar un traspié. La superficialidad caracteriza este mundo
de ciegos, apoyada en una monedita. Es un mundo cerrado, no
vemos a nadie alrededor. Hasta tomamos la Escritura y sólo vemos
letras. El mundo y nuestra propia historia se nos presentan como un
libro cerrado.
Jesús le pregunta: "¿qué quieres que haga por ti?. -"Maestro
que vea" respondió él. -"Anda, tu fe te ha curado". Y ¡dónde estaba
la fe?. Precisamente en el reconocimiento de Jesús como Mesías,
Ciclo B - 255

con poder de Dios, y capaz de ser compasivo. La fe le salva


dándole la vista.
Así la fe da sentido a la vida. Hace vernos a los humanos
como peregrinos que a través de los diversos avatares, caminamos
hacia una meta, que es nada menos que el "hombre nuevo", a
imagen de Jesucristo, y poseedores del Reino de Dios.
La luz de la fe hace ver a los otros como compañeros de
ruta, como hermanos. De este modo la fe engendra la caridad. Con
esa luz, el otro, se hace Cristo.
También ilumina la historia, con sus tristezas y alegrías,
como el maravilloso sendero en el que Dios realiza la salvación.
La celebración de hoy, Palabra y Sacramento, son una
ocasión para descubrir la presencia de Jesús que pasa, la Eucaris-
tía es la Pascua del Señor. Pasa como Mesías, mediador entre
Dios y los hombres (cf. segunda lectura). Le hemos pedido a Dios
en la Colecta que aumente nuestra fe, esperanza y caridad. Que
podamos reconocerlo. Así con la fe de Bartimeo, nos acercamos a
la Comunión diciéndole: "Maestro, que pueda ver".
Ciclo B - 256

Solemnidad de Todos los Santos


Ap 7,2-4.9-14. 1 Jn 3,1-3. Mt 5,1-12.

Homilía 1 de noviembre de 2015


Impacta la primera lectura viendo descorrerse el velo del cielo. La
morada de Dios, y contemplar a los que dieron testimonio de Dios
en sufrimientos y persecuciones. Hoy la Liturgia exalta a los que nos
precedieron en el seguimiento del Cordero y nos anuncian que la
salvación viene de nuestro Dios. No de nosotros, “mirad cómo nos
amó el Padre” (segunda lectura) y se demuestra en que quiso que
nos llamáramos y fuésemos hijos suyos. Tomar plena conciencia de
ello, ya nos hace santos según Dios.
Mas hay un segundo significado en este día, que la santidad
se hace a medida del hombre como es. No son los santos personas
excepcionales, más para admirar que para imitar. La santidad no es
un modo excepcional de vivir, sino que debería ser la forma normal
de vivir los cristianos. Pues la santidad, o la felicidad, la bienaventu-
ranza, palabras sinónimas, no pertenece a los que descuellan por
sus grandes heroicidades como superhombres, sino a los pobres de
espíritu, los pacientes, los que lloran... La salvación gratuita de Dios
se hace presente en los que, conscientes de su impotencia, pobreza
y debilidad, se confían al Señor, le abren su corazón, muchas veces
desgarrado, y se echan en sus brazos amorosos. El Reino de Dios
que anuncian las Bienaventuranzas sólo puede penetrar en un lugar
vacío, en el corazón de aquella persona que no esté llena de sí
misma, de su convencimiento de rectitud y segura de sus posturas.
Jesús establece una diferencia entre la santidad de los
fariseos y la evangélica. La primera se apoya en el brillo de sus
virtudes que transforma al hombre en ser superior. La segunda se
apoya en el mismo Reino de Dios que penetra allí mismo donde
están nuestra debilidad, nuestros fallos y pecados. El verdadero
santo está tan desprovisto de su “ego”, que precisamente por eso,
no cree en su santidad ni se atreve a pensar en ella. Un monje del
Desierto preguntó al anciano que qué tenía que hacer para ser
Ciclo B - 257

santo. Y el viejo, cargado de años y de experiencia sobrenatural le


contestó: Ni quieras ser santo, ni quieras ser nada, y entonces lo
serás. No sea que tu aspiración, aparentemente noble, se esconda
el demonio de la soberbia y la vanidad. El que cree que ya ha
conseguido algo de santidad, está muy lejos de la misma. Las
Bienaventuranzas describen al santo, al feliz, como el que está
desprovisto de todo, que busca con paciencia consuelo en su llanto,
que tiene hambre y sed de justicia, como quien necesita misericor-
dia, que es la justicia según Dios.... Todo esto es una manera de
decirnos que Dios es nuestra riqueza, nuestro consuelo, nuestra
justicia, nuestra fortaleza y nuestro gozo.
En fin el camino de la santidad no ha de ser una obsesión
angustiosa, un esfuerzo sobrehumano, sino aceptar nuestra
condición de persona, simples y vulgares, que se dejan conducir por
el Espíritu que viene y transforma. (Si lo dejamos) Así de sencillos
son los caminos de Dios. El pecado de Adán y Eva estaba en
rechazarse como hombres y querer ser como Dios. Fijaos, recha-
zando lo humano.
Hoy celebramos la fiesta de hombres y mujeres sencillos y
vulgares como nosotros. Los festejamos porque se consideran a sí
mismos como sencillos y vulgares, porque su santidad fue silencio-
sa y oculta. Por eso fueron excepcionales. Se dejaron, conscientes
de su incapacidad, invadir por el Espíritu e hizo en ellos cosas
grandes. Y ellos sin saberlo.
En la Eucaristía, Cuerpo total de Cristo, todos los redimidos,
nos ofrecemos la Padre como oblación santa de acción de gracias.
Ciclo B - 258

Domingo 32 del Tiempo Ordinario


1 R 17,10-16. Hb 9,24-28. Mc 12,38-44.

Homilía 8 de noviembre de 2015


El domingo anterior, nos presentaba la Liturgia el amor cristiano
como total y desinteresado. Los textos de hoy son una aplicación de
ese principio.
En el Evangelio, Jesús empieza por prevenir ante la actitud
de los fariseos, que practican la virtud para ser vistos y estimados,
mientras saquean a las viudas indefensas con pretexto de su culto
y sus rezos.
El amor es otra cosa, nace de la sinceridad del corazón y por
eso mismo es silencioso. Hay una complacencia ante los demás y
también ante uno mismo, mas el amor cristiano rehuye los dos,
porque el amor cristiano es olvido de uno mismo. Mientras que el
fariseo, en su afán de ser considerado virtuoso, está ocultando su
propia iniquidad. Una gran limosna puede ser una corina de humo
para no ver la injusticia con los subordinados.
En la primera lectura, Elías famélico, pide a la pobre viuda
lo que le queda antes de morir. Esta pasa la dura prueba de la fe.
Debía darlo todo a riesgo de morir con su hijo. Pero su generosidad
total fue su alimento y el de toda su vida. Dios es la riqueza de
quien lo da todo.
En el Evangelio Jesús ve a los ricos dando en abundancia
para el culto del Templo. Y también se fijó en una humilde viuda que
echaba dos moneditas... Y advirtió a sus discípulos “ha echado más
que nadir... ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Hace Jesús una observación distinguiendo entre dar de lo
que nos sobra o de lo que necesitamos. Dar de lo que nos sobra es
pretender, sin costo ni sacrificio, ganarse a Dios y tenerlo propicio.
Pero en este caso nos quedamos fuera de la ofrenda. Mientras que
al dar de lo que necesitamos, nos incluimos dentro de la ofrenda, se
es parte de la misma, es dar vaciándose de sí mismo.
Ciclo B - 259

Hay que hacer notar que los cepillos no eran como los de
nuestras iglesias, sino que se entregaba al sacerdote, era, pues, un
gesto público, donde el rico era sobreestimado y el que daba muy
poco era infravalorado, además de soportar la consiguiente
humillación.
Podríamos pensar al hablar de esta viuda, las que también
Marcos dice que eran esquilmadas por los sacerdotes y poderosos
abusando de su indefensión.
En fin, diremos que el verdadero servicio a Dios y a los
hermanos es la entrega total de uno mismo con los bienes que se
poseen. Porque de Dios venimos y de El hemos recibido todo y de
Él somos. Y, ¿qué tenemos que no hayamos recibido de Él?
Aunque los textos de hoy se centran el dinero por ser signo
de lo que más se aprecia, hay que incluir otros muchos, como
nuestro tiempo, habilidades, nuestras fuerzas, nuestra inteligencia
y conocimientos, nuestro descanso, nuestras preocupaciones
particulares...
Es frecuente la excusa de que no damos porque no nos
sobra, pero en el fondo el dar es un problema de generosidad y ésta
está en función de nuestra fe y confianza en Dios.
En la Eucaristía Jesucristo se nos da, y se nos da todo y sin
regateos. Comulgar es asumirlo con todas las consecuencias. Es
darnos a nosotros mismos con el mismo gesto de Jesús. La
Eucaristía es el modelo de lo que es la entrega y también la
invitación. La Eucaristía nos hermana haciéndonos partícipes de un
solo cuerpo con Cristo, en el cual todo es de todos.
Ciclo B - 260

Domingo 33 del Tiempo Ordinario


Dn 12,1-3. Hb 10,11-14.18 Mc 13,24-32.

Homilía 15 de noviembre de 2015


Hoy es el penúltimo domingo de Año Litúrgico y la Liturgia nos lleva
a preparar el encuentro con Jesucristo que trae un mundo nuevo
sobre las cenizas del antiguo.
El Evangelio de este día, con un aparente dramatismo, habla
del fin del mundo, pero el fin del mundo, no como lo entendemos
generalmente, sino el fin de “este mundo”, de esta forma de vida
chata que llevamos. Y esto se produce cuando nos encontramos
con el Hijo del Hombre que viene a nosotros. No pretende aterrori-
zar, es por el contrario, un Evangelio de esperanza y de alegría.
Jesús viene a transformar tan radicalmente nuestra vida, que en
nuestro interior se produce como un cataclismo. Debe morir el
hombre viejo para dar paso al nuevo.
En la historia de la humanidad, todos los pueblos alguna vez,
pasan por momentos dramáticos, como crisis o guerras, tocan
fondo y fijan los ojos en alguien que les pueda liberar. El Libro de
Daniel, primera lectura, sale en uno de esos momentos de Israel.
Antíoco Epífanes de Siria persigue encarnizadamente a los judíos,
surgen entonces los Macabeos que logran diversas victorias.
Entretanto los hombres de Dios animaban al pueblo a no tener
miedo porque el Señor no olvida a los suyos. Pero esa paz anhela-
da no llegaba y surgen otros escritos anunciando con insistencia la
venida de un enviado de Dios. Lo cierto es que en tiempos de Jesús
estaban todos a la expectativa de algún acontecimiento que
acabara con aquellos momentos y comenzara el tiempo nuevo de
Dios.
El Evangelio de hoy nos habla de la llegada del Hijo del
Hombre que viene a traer a su pueblo la salvación de Dios. Pero
eso sí, su llegada coincide con la destrucción de un mundo que se
le opone. Marcos escribe este Evangelio poco después de la caída
de Jerusalem y conocía el final de la historia. Por eso no hay que
Ciclo B - 261

ver un texto profético, sino la interpretación de algo ya sucedido. Y


ese gran cataclismo es figura del pequeño cataclismo que ocurre en
cada persona cuando Dios irrumpe en ella. Los judíos no compren-
dieron lo que pasaba. Y los primeros cristianos se quedaron
estupefactos, lamentándose, porque nada se ajustaba a sus ideas.
Y Marcos con su Evangelio, (recuerdo que Marcos es el creador de
la “palabra Evangelio” que lo titula “La Buena Noticia” que después
lo seguirán los otros) quiere prevenir y ayudar a los fieles de su
tiempo.
El centro del mensaje de hoy es el Hijo del Hombre que
viene sobre las nubes con gloria y poder. Y la señal de su llegada
es la destrucción del mundo antiguo. Vino a destruir el orden
establecido sobre el egoísmo, la ambición, la falsedad; no podemos
ver al Hijo del Hombre, sino desde la destrucción de una manera de
pensar, sentir y obrar.
Cada uno de nosotros es una Jerusalem amurallada,
orgullosa de sus cosas y sus gestas, obstinada en sus ideas de
rutina y comodidad, de su mirada chata y moralista. Y se nos invita
a mirar al sol que llega de lo alto que nos iluminará y traerá nueva
vida. Decimos en el canto Benedictus, que nace de lo alto, cuando
no es así, el sol nace en el horizonte desde abajo, luego en realidad
es que se refiere, no al astro solar, sino a Jesucristo.
Lo maravilloso de la fe es que esos hechos calamitosos no
nos sumergen en la angustia, sino que son una llamada a no
aferrarnos a lo que se derrumba, sino a aferrarnos a Cristo, el
Hombre Nuevo, que nos urge a construir un mundo muevo. Es el
tiempo maravilloso de reconstruir nuestra historia con una visión
netamente evangélica.
La Eucaristía nos anuncia anticipadamente el fin de la era de
la mentira, la suficiencia, el desamor y nos lanza al riesgo de seguir
los caminos de Jesús, que se entrega sin condiciones, sólo confiado
y abandonado en el Padre. Y se da precisamente por nosotros.
Este Domingo está preparando la gran manifestación de
Cristo Rey, en el próximo, que viene como hemos anotado antes,
sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria a inaugurar su
Reino de paz, justicia y amor, sin juicios ni diferencias.
Ciclo B - 262

Jesucristo, Rey del Universo


Dn 7,13-14. Ap 1,5-8. Jn 18,33b-37.

Homilía 22 de noviembre de 2015.


Ya el domingo pasado nos anunciaba la venida del Hijo del Hombre
con gran poder y gloria para desbaratar un mundo de cómoda rutina
construido sobre el orgullo, la falsedad, el rencor.
Hoy aparece como Rey del Universo. En su conjunto la
Liturgia de este día nos llama a purificar el sentido de la palabra
"rey". Jesucristo es el Rey que se impone, no por la fuerza, sino que
convence por el amor, la verdad y la humildad. La realeza de
Jesucristo condensa en sí todas las aspiraciones de la humanidad.
Y con Él precisamente cerramos el Año Litúrgico.
Es frecuente la expresión nominativa de Cristo Rey. Pero
Jesús no fue rey de ningún pueblo, más aún, se resistió siempre a
ser proclamado como tal por sus seguidores. Y se le acusa y
condena por "ser rey de los judíos".
Entrando en la Palabra, el Libro de Daniel consuela a los
judíos en la dura persecución de Antíoco Epífanes, como decíamos
también el domingo anterior, y le anuncia al Hijo del Hombre,
entronizado por el mismo Dios y cuyo reino sería eterno.
Cuando Juan escribe el Apocalipsis, al igual que Daniel, está
en un momento de cruda persecución, él mismo está desterrado en
la isla de Patmos. Antes de narrar su visión, saluda a las comunida-
des, no con tristeza ni desesperanza, sino con alegría, augurando
la gracia de Jesucristo que "nos amó, nos ha liberado de nuestros
pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y nos ha
hecho sacerdotes de Dios (segunda lectura).
En el Evangelio, Pilatos, que representa al César, pregunta
a Jesús con cierta sorna, si es rey, y ¿cómo entonces tu gente te
entrega a mi?. Jesús le advierte que su reino es algo muy distinto.
Es la primera vez y ¡en qué circunstancias! Jesús dice ser rey. Para
Él, ser rey es dar testimonio de la verdad. Jesús trae la vedad del
Ciclo B - 263

Padre, por eso su Reino no es de este mundo, sino es el reino de


los valores eternos. Un reino en que cada uno puede ser libre
sintiéndose querido, que puede ser lo que es, sin ficción alguna.
Porque Él gobierna los corazones de los que le siguen y escuchan
su Palabra por medio del amor y la verdad, en medio de la mentira
y las falsas apariencias del mundo. Pilatos el primero que lo
proclama rey en el INRI.
Jesús se impone por la verdad, que no es un discurso
programático ni unas leyes, es Él mismo, pobre, humilde, obediente
al Padre, entregado por la liberación de su pueblo, de la humanidad
entera.
Cuando Jesús dice ser rey, cuando es juzgado, acusado,
humillado, en trance de ser condenado a muerte, está desenmasca-
rando la pretensión de poder, de riqueza, de prestigio y gloria, que
a veces se esconde tras la cortina de no sé qué fe o religión.
Hoy celebramos y nos gozamos con el que nos salva de esta
situación en que vivimos y nos llama al reino por Él conquistado, "el
reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el
reino de la justicia, el amor y la paz", como canta el Prefacio de hoy.
De esta manera se caracteriza el Reino de Dios por el servicio
mutuo de los hermanos, empezando por los más necesitados de
justicia amor y paz.
Hoy somos convocados en la Eucaristía al banquete del
Rey. Está preparada la mesa para cuantos con sincero corazón
buscan la verdad y desean vivir la armonía del amor la justicia y la
paz. Vivamos a continuación, en la intimidad de nuestro corazón y
en la compañía de los demás, con alegría, esta fiesta, la participa-
ción en el pueblo de Dios, regido por Jesucristo, que proclama por
encima de todo la soberanía del amor como única ley.
Ciclo B - 264
Ciclo C - 265

Ciclo C

Domingo primero de Adviento


Jr 33,14-16. 1 Ts 3,12-4,2. Lc 21,25-28.34-36.

Homilía 29 de noviembre de 2015


Comenzamos hoy el Adviento pidiendo al Padre, en este año
dedicado a la misericordia, diciendo: "aviva en tus fieles el deseo de
salir al encuentro de Cristo". Dos enemigos tiene el Adviento:
satisfacción del presente y miedo al futuro. Y empezamos diciendo
que la misericordia es dinámica, nunca estática, nos pone en
marcha, pues ¿qué sería de nosotros sin ella?
No es Adviento un anuncio de quietud vacacional, sino un
tiempo tenso de proyecto histórico. Tiempo de nuevas iniciativas. El
Evangelio de hoy, mirando los acontecimientos, define una actitud
de Adviento: esperar en las promesas, nada de desaliento "Estad
vigilantes". Es tiempo de hacer como Noé, el hombre previsor. O
como el dueño de la casa, preparado a la hora del ladrón.
En la misma tónica se mueve san Pablo (segunda lectura),
vivamos en la luz, "vestíos del Señor Jesucristo" para que nuestro
cuerpo sea su epifanía o su manifestación luminosa.
La visión de Isaías (primera lectura) es un proyecto confor-
me al cual funda su fe y su esperanza. Trata de abarcar el presente
partiendo del futuro. Hay un final de los días. Con un Reino, también
para los gentiles. Reino que viene por la interiorización de la Palabra
de Dios. Que transforma la guerra en paz y luz.
El pueblo de Israel alimentó su fe, no con ritos y creencias,
sino con una interpretación de la historia que le llevó a un compro-
miso histórico. Tuvieron un proyecto, una esperanza, un ideal. Y su
tiempo histórico pasó, fue vivido como un verdadero adviento. No
fue una expectación pasiva de acontecimientos, sino una entrega
Ciclo C - 266

activa en pro de la realización de su proyecto. El Adviento así, no es


un tiempo, es una actitud. No es un tiempo litúrgico para convencer-
nos de que esperamos algo cuando no esperamos nada. Es una
llamada a descubrir la dimensión de nuestro tiempo cristiano, su
historicidad y su dinamicidad.
Hoy no podemos pensar como los primeros cristianos que
el fin está cercano. La predicación de Jesús fue siempre: el Reino
de Dios ya llega...buscad el Reino...pedid el Reino...luchad por el
Reino. Pero ese Reino es Jesucristo, todavía incompleto, un Hijo de
hombre que aún no abarca a todos. Por eso seguimos esperando
que salga de la tierra. Que de nuestro corazón emerja ese Cristo
universal, engendrado por el Espíritu en hombres que buscan a
costa de todo la verdad, la justicia y la paz.
Ese Reino no es fruto de ambición humana. No viene de la
comodidad y el confort. Ese Reino es lo que está más allá. Lo que
viene desde el futuro y hay que hacer presente.
El pecado contra el Adviento es decir: Basta, ya está todo
dicho, pensado y hecho.
La Eucaristía nos sitúa en un continuo Adviento, viene del
futuro y nos hace presente el banquete definitivo.
Ciclo C - 267

Domingo segundo de Adviento


Ba 5,1-9. Flp 1,4-6.8-11. Lc 3,1-6.

Homilía 6 de Diciembre de 2015


Cuando el pueblo de Dios vive en el destierro de Babilonia, símbolo
de nuestra vida, dura y limitada, siendo ciudadanos del Reino de
Dios, aparece el profeta Baruc, que encabeza hoy nuestra celebra-
ción, invitando a vestir las "galas perpetuas de la gloria de Dios ". "A
la voz del Espíritu" vendrán a su tierra. La voz del mismo Espíritu
resuena también hoy entre nosotros. El hecho se repite en este
Domingo de Adviento, del año de la Misericordia..
Reconociendo en el anuncio del profeta, voz de Dios una
realidad segura, podemos cantar "El Señor ha estado grande con
nosotros y estamos alegres" (salmo responsorial).
Con detalle sitúa Lucas la predicación del Bautista en la
historia "El año quince de Tiberio..." con los personajes entre los
que se desarrolla el acontecimiento. Puede parecer superfluo este
párrafo. Pero viene en ayuda de frecuentes errores: los que buscan
a Jesús en los conceptos abstractos de la Teología, en las prácticas
de culto como deber moral o costumbrista o en una mística interior
subjetiva y sentimental. Cuando la Palabra (Segunda Persona
trinitaria), por obra del Espíritu Santo, se ha hecho carne, evento
histórico, es decir, presente en la historia de la humanidad, y en la
de cada humano en concreto.
Juan predicaba "un bautismo de conversión para perdón de
los pecados" o sea de reconocimiento, en primer lugar de nuestros
errores, unido después a un afán de cambiar su interior y las
condiciones de su vida con la ayuda del Espíritu Santo. ¿Pero
queremos convertirnos o que el Señor nos convierta cueste lo que
cueste?. Tal deseemos una conversión sin que me cambie nada.
Y esto supone ponerse en camino para "que vuestra
comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en
sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo
Ciclo C - 268

limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio


de Cristo" (segunda lectura). Ese día es el que nos prometía Baruc
en la primera lectura. Ese es el día de la misericordia, que pronto
comenzamos.
No es Adviento un tiempo de esperar sentados, a ver si llega
ese Salvador. Pues ya ha llegado, cuando la Palabra se hizo carne
para siempre. Lo que falta es escucharla desde el verdadero "yo" de
cada uno para que tome forma humana. Aquí estaría el bautismo de
conversión. Y experimentando como Isabel, la madre del Bautista:
"saltó de gozo el niño en mi seno".
La Eucaristía, no sólo es dejar entrar a Jesucristo en mi
boca, sino darle participación y poder en toda mi vida.
Ciclo C - 269

Domingo tercero de Adviento


So 3,14-18a. Flp 4,4-7. Lc 3,10-18.

Homilía 13 de diciembre de 2015.


Va avanzando el Adviento y crece nuestra expectativa por un
encuentro más íntimo con Jesucristo. Hoy la Palabra de Dios se
vuelve más vital y concreta.
Empezamos con el tema de la alegría, que no puede ser
más reiterativa en el texto de Sofonías y en la Carta a los Filipen-
ses. Igualmente en la Oración Colecta pedimos poder "celebrar la
Navidad con alegría desbordante", desbordante quiere decir que se
sale de nosotros y llega a los que nos rodean.
Los motivos de la alegría están manifiestos: En Sofonías
porque "el Señor ha cancelado tu condena", ya no andarás errante
como Adán o Caín; el Señor está en medio de ti como guerrero
salvador, el Señor se goza y complace en ti.
¿Dios se complace en mi? ¿No es algo inaudito?. Y Pablo:
"estad alegres" porque el Señor está cerca. "Y la paz de Dios
custodiará vuestros corazones".
Y después de mucho tiempo en que no hay profetas en Israel
aparece Juan. Es curioso, que conociendo él, la estricta observan-
cia de la Ley por los judíos, su liturgia de la sinagoga, el aprecio del
Templo y su culto, exige la conversión. O sea que algo nuevo
aparece, la novedad de Dios. No es una adaptación o reforma de lo
antiguo, sino un cambio interior que recrea todo de nuevo, es la
revolución del corazón y de la mente.
El pueblo le pregunta "¿Qué tenemos que hacer?". Pregunta
que nos hemos de hacer cada uno de nosotros, no los de al lado,
los de arriba o de abajo, no los que nos fastidian. Con frecuencia
nos hemos dedicado a pensar o procurar el cambio de los demás.
Hoy nadie está exento de hacerse esta pregunta, ni cura, ni
religioso, ni laico. ¿Qué tenemos que hacer?. Precisamente por
"no-hacer", caemos en pensar que la vida no tiene sentido.
La respuesta del Bautista podemos resumirla en una idea:
Ciclo C - 270

proyectar el cambio interior sobre la base del amor y la justicia. Las


respuestas que da a la gente no pueden se más sencillas, son la
dedicación al bien de los demás. ¡Cuánto tiempo se pierde a veces
en discusiones sobre la ortodoxia, llegando a veces hasta el odio,
cuando lo evangélico sería preguntarnos sobre el bien de los
demás!.
La conversión cristiana tiene dos aspectos: uno negativo,
destruir el egoísmo, la envidia, la voracidad, la suficiencia, y otro
positivo, dejarse arrastrar por el viento del Espíritu. Con frecuencia
se ha insistido unilateralmente en lo primero. Una formación
cristiana que sólo intenta evitar el pecado, por su carácter negativo,
crea personas inútiles y carentes de responsabilidad, que se
sienten virtuosos porque no tienen el coraje de enfrentare a la vida.
¡Cuantos se han creído virtuosos por rodearse de prácticas de
piedad, como si esto bastase para eliminar el orgullo, el desamor o
mil formas de egoísmo.
Pero alegraos porque el Señor viene hacer todo de nuevo,
viene darnos el Espíritu de Jesús. Viene a ponernos la meta hacia
la que caminar y la fuerza para hacerlo. Está con nosotros "como
guerrero salvador", como decía Sofonías.
Visto todo esto, hoy tenemos otro grave problema: la
insensibilidad. Ante tantas y asombrosas maravillas, nuestro
corazón no vibra, no se emociona, cuando se acerca el amor de
Dios a tomar para sí cada corazón. Es necesario hacer sentir al
alma, como una esposa enamorada, que espera la llegada del
esposo ausente, emociones ante su llegada. A veces casi parece
que decimos esperar, cuando no esperamos nada. Este es un
elemento importante del Adviento: el "ronroneo del corazón" ante la
venida del Señor a la humanidad y a cada persona en lo más íntimo
de su ser.
En la Eucaristía se presenta en verdad en medio de
nosotros. Esta aquí y se complace en vivir con su pueblo. Unidos a
Él, su salvación será una realidad en cada uno de nosotros. Con la
Palabra y la Comunión, descubrimos nuestras debilidades y
recibimos la fuerza para comprometernos en el servicio a los
hermanos. Hagamos con alegría lo que el Espíritu nos haya
inspirado.
Ciclo C - 271

Inmaculada Concepción
Gn 3,9-15.20. Ef 1,3-6.11-12. Lc 1,26-38.

Homilía 14 de diciembre de 2014


No se trata en este día de explicaciones teológicas ni de frases
huecas y grandilocuentes, sino que es el día para mirar a María y
descubrirnos con ella llamados a la santidad. Si fue concebida santa
e inmaculada, no es distinta nuestra concepción por el bautismo. Si
accedió a la vida nueva por su respuesta a la Palabra de Dios, ese
es también nuestro camino.
Reflexionando sobre las lecturas de hoy veremos el
significado de esta fiesta para todos los nacidos de una mujer.
En la primera, hayamos el primer anuncio de la salvación,
por eso se le llama el “proto-evangelio”. Es una representación de
la lucha que se da en nuestro interior entre el bien y el mal, entre
amor y egoísmo. Dios hace a Adán y Eva tomar conciencia de la
lastimosa situación que los desgarra, el pecado. Ambos reconocen
que una serpiente ha inoculado en su corazón la semilla de la
ambición (ser como Dios), del egoísmo, de la prepotencia, de la
mentira, de las excusas encubridoras, de la inculpación al otro...
Y en esa situación de lucha y sometimiento al mal, aparece
la Palabra de la esperanza: “Establezco hostilidades entre ti y la
mujer, ella te herirá en la cabeza”. Es el anuncio de la victoria de
una humanidad, que como linaje de la mujer, aplastará la cabeza
del pecado opresor. De la misma humanidad que gime bajo el yugo
de las tinieblas, ha de surgir la salvación.
A partir de Nuevo Testamento descubrimos que esa
promesa se cumple cuando Jesús, descendiente de la mujer, vence
al pecado, borrándolo con su santidad y obediencia al Padre hasta
la muerte. En síntesis, María y Jesús son la expresión del amor
misericordioso de Dios, que no olvida a los hombres, llamados a la
vida de comunión con El.
En la carta a los Efesios oímos: “Dios nos ha bendecido con
Ciclo C - 272

toda clase de bendiciones, nos ha elegido y predestinado en Cristo


para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor”. Y la
Liturgia aplica estas palabras a María. Ella es la primera bendecida
por Dios, que recibió a Jesús como exigencia de una vida nueva en
fidelidad a la Palabra.
Si María fue elegida como primicia y comienzo de una
dinastía, de toda la comunidad de los que han creído la Palabra de
Dios, la fiesta de hoy es para nosotros una llamada a la santidad,
que es como en ella, una entrega total a la voluntad de Dios. De
esta manera, somos llamados todos a aplastar, unidos a Cristo, la
cabeza de la serpiente del egoísmo, del odio, de la falsedad.
El Evangelio nos presenta el conocido pasaje de la Anuncia-
ción. María aparece repleta de la gracia de Dios, que es el mismo
Cristo Jesús, porque estaba vaciada de sí misma, por eso confió en
Dios que lo haría todo, hasta lo imposible, ya que ella no se sentía
sino una pobre y débil esclava.
Comulgar hoy es engendrar a Cristo en nuestro corazón, en
nuestra vida. De cada uno, de cada comunidad cristiana, ha de
surgir el Salvador que el mundo de hoy espera. Así podemos llevar
a los demás nuestro mensaje de alegría y esperanza. No lloremos
ya por la maldición del pecado, al contrario, gocémonos por la
bendición de Dios, que por medio de María, nos ha dado un
Salvador.
Veamos sobre todo a la Virgen María como un don de Dios
para nosotros. ¿Qué sería sin ella? ¿La iglesia? ¿Cada uno de
nosotros?. Y tras una existencia, la suya, repleta de sufrimientos.
Ciclo C - 273

Domingo cuarto de Adviento


Mi 5,1-4a. Hb 10,5-10. Lc 1,39-45.

Homilía 20 de Diciembre de 2015.


El último Domingo de Adviento, en la inmediatez de la Navidad, nos
presenta la condición indispensable para acceder al Misterio: la
pequeñez y la pobreza. Vemos a Belén "pequeña entre las ciudades
de Judá, de tí saldrá el jefe de Israel" (primera lectura). Vemos a
María, la humilde de Nazaret, "dichosa tú que has creído, porque lo
que te ha dicho el Señor se cumplirá" (Evang.). Sólo en lo pequeño
y humilde, lo inútil a los ojos de los hombres, actúa el Espíritu
Santo. Es la constante de la Historia de la Salvación. De lo contra-
rio, los hombres robarían a Dios su gloria, creyéndose los autores
de sus obras.
A la luz de la Escritura podemos considerar la pobreza de
corazón como la disponibilidad total a la acción del Espíritu, es estar
expectante (es el Adviento) a la voz de Dios.
El rico tiene proyectos propios e intenta que Dios coincida
con ellos. Mientras que el pobre, al no tener nada que defender,
puede vaciarse de cualquier interés, y puede decir como Cristo al
entrar en el mundo: "Aquí estoy para hacer tu voluntad" (segunda
lectura) y todo porque sabe que Dios es su fiel amigo.
El pobre posee la verdadera libertad, manifiesta en su
disponibilidad, que le permite renunciar a su propio yo, a la estima
o prestigio, a la ambición. Es un ser que anhela crecer según la
imagen de Jesucristo. Por eso la pobreza es propia de los decididos
que por ella pueden saltar del yo al tu, del egoísmo al amor.
Mas, ¿cual es la voluntad de Dios? -Asumir la propia
flaqueza, sentirnos insuficientes y necesitados de Otro que nos de
la vida. Del Espíritu Santo. El que creó la Vida en el seno de María
sin actuación humana. Y luego, el "sí" confiado a un Dios impalpa-
ble a los sentidos, que se revela en la contradicción de un pesebre,
una cruz o una Iglesia pecadora.
Ciclo C - 274

Desde una pobreza de corazón como la de María, primera


creyente, prototipo de creyentes, podremos esperar seguros la
aparición de un Salvador, no fuera, sino dentro de nosotros.
Hoy, en nuestra celebración dominical, en la ridiculez de un
poco de pan y de vino, aparece sobre el altar el Salvador del
mundo. Si creemos que el Espíritu Santo (Epíclesis) actúa sobre las
especies de pan y vino, podemos también creer que ese mismo
Espíritu puede descender sobre cada uno de nosotros.
Ciclo C - 275

Sagrada Familia
Eclo 3,2-6.12-14. Col 3,12-21. Lc 2,41-52.

Homilía 27 de Diciembre de 2015


Cuando presenciamos que la familia se va destruyendo poco a
poco. Y se va destruyendo porque va perdiendo su sentido de célula
vital, por un lado; y por otro, su fundamento: "el amor que es el
ceñidor de la unidad consumada" (segunda lectura).
Cuando la modernidad ha hecho que la familia, la fidelidad,
la obediencia, la humildad, el respeto a la vida, la virginidad, sean
valores que no se cotizan en la bolsa de nuestra sociedad munda-
na. Y el cristiano, portador de estos valores, está en peligro de
ocultarlos o abandonarlos, por temor a ser descalificado.
Entonces viene la Iglesia, en esta celebración de la Sagrada
Familia a recordar y afianzar el verdadero camino. Y en esta
situación la Vida Religiosa tiene el papel de ser anuncio y denuncia,
con su presencia, de los valores y alegrías de la auténtica familia;
pero también la comunidad religiosa ha de rehacerse y crecer cada
día en ese espíritu.
En la primera lectura el Eclesiástico llama a la veneración de
los padres. A través de ellos hemos recibido la vida, y, con ¡cuantas
privaciones y sacrificios nos han llevado hasta la juventud!. Pueden
haber tenido errores. Pero a costa de lo que sea han buscado lo
mejor.
Tener esto presente es el honor debido. Hemos de tener
presentes a nuestras hermanas mayores, desde la fundación de la
Orden hasta el día de hoy. ¡Cuántos sacrificios negaciones para
darnos lo que hoy tenemos!
Mucho se dice de las dificultades, y poco de las delicias de
la convivencia. Muy difíciles son estas cuando se las busca con
egoístas sagacidades humanas. Pero fácilmente se dan cuando,
iluminados por el Espíritu Santo, se tiene presente la continua
actitud misericordiosa de Dios, "el Señor os ha perdonado, haced
Ciclo C - 276

vosotros lo mismo". Entonces surgirá "la misericordia entrañable, la


bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión" (segunda lectura)
¿Es el Año de la Misericordia!
La Familia de Nazaret es el modelo para siempre. Modelo
que hemos de tener presente en cada comunidad a la hora de
discernir cualquier dificultad. Es el lugar donde "Jesús iba creciendo
en sabiduría, en estatura y en gracia" (Evangelio) Se da una
autoridad que libera, como la de Dios. Y una obediencia que realiza,
como es la del Niño. Este señala a sus padres su misión de servicio
al Padre. "Ellos no comprendieron". Pero lo asumen en la intimidad
de la oración, "su madre conservaba todo esto en su corazón".
La situación de bienestar de nuestro mundo, más que por la
técnica y el dinero, tiene que venir por el amor entre los hombres,
empezando por la célula inicial, la familia. Por esto, entre tantas
otras cosas, la Vida Religiosa es necesaria en la Iglesia, para llevar
con su ejemplo de comunidad el mensaje que la humanidad
necesita. La liturgia de hoy nos señala el camino y el modelo. Válido
para cualquier agrupación humana, para las familias de consagra-
dos, para la Iglesia, para la gran comunidad universal.
En la Eucaristía, el que es el Absoluto, se hace servidor
hasta la muerte. Por este camino, toda familia y sociedad desechas,
pueden recuperar la vida. Se nos confía esta responsabilidad
testimonial. Dios se fía de nosotros y confía en nosotros. Seremos
además los primeros beneficiados encontrando la paz plena en la
tierra.
Ciclo C - 277

Domingo segundo de Navidad


Eclo 24,1-2.8-12. Ef 1,3-6.15-18. Jn 1,1-18.

Homilía 3 de enero de 2016


Con la venida del Señor ha llegado al mundo la Sabiduría de la vida.
Un elogioso canto nos ofrece la primera lectura. En la segunda, san
Pablo nos invita a recibirla y nos presenta su súplica al Padre para
que "os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerle… para
comprendáis cual es la esperanza a la que os llama y la riqueza que
da en herencia a los santos"
Hay muchas diferencias entre lo que nosotros entendemos
por sabiduría y el concepto bíblico de la misma. La sabiduría del
mundo busca el conocimiento de las cosas y su perfeccionamiento
y genera científicos. La sabiduría según la Escritura busca el
conocimiento de Dios y el perfeccionamiento del hombre y engendra
santos. Nuestros sabios investigan hacia afuera, hacia las cosas. El
sabio de la Escritura va hacia la intimidad del ser humano, hacia lo
trascendente, hacia Dios. Y mientras los sabios del mundo son
científicos, los de la Biblia son santos. Los sabios de la Biblia
buscan el perfeccionamiento del hombre, qua camina hacia la
medida de Jesucristo, el hombre perfecto. Esta es la originalidad de
la Sabiduría del Espíritu Santo y sólo el Espíritu nos la puede dar.
El Eclesiástico describe la Sabiduría, tan cercana, que tiene
rasgos de persona humana y recibe la orden del Creador: "habita en
Jacob, sea Israel tu heredad". Y esa orden se ha cumplido en la
aparición de Jesús entre nosotros. Hoy aquí. En la Palabra, el
Sacramento y la Comunidad.
Juan en el Evangelio nos presenta la Palabra como transmi-
sora de la Sabiduría portadora de luz y de verdad. "En la Palabra
había vida y la vida era la luz de los hombres".
¿Qué cosa ansiamos más los mortales sino la vida y en
plenitud? Pues aquí está la oferta, que sólo puede hacerla el Dueño
de la vida.
Ciclo C - 278

La Palabra es luz que nos hace descubrir y ver a Dios,


porque el "Hijo único que está en el Padre es quien lo ha dado a
conocer". Y esta luz nos enseña, no con normas ni preceptos, sino
mostrándonos lo que es el ser humano, en su absoluta debilidad y
lo que la misericordia va hacer con él, lo que está llamado a ser,
nada menos que hijo de Dios. ¡Asombraos!
Pero por otra parte es Palabra es rechazada "el mundo no
la conoció". "los suyos no la recibieron". ¿Estaremos ahí nosotros?
¿En ese caso. Qué hacer?. Tranquilos que Dios que empezó su
obra en nosotros, contando con todas las flaquezas, ofrecerá el
remedio.
En primer lugar vayamos a Nazaret. Allí Jesús crecía "en
Sabiduría" bajo la enseñanza de María como maestra. Es necesario
sentarse como otro niño junto a Jesús para escuchar a María. Esa
sabiduría es una nueva forma de ver y juzgar los acontecimientos
y las personas. Vamos a llamarle la revolución de los adverbios. Los
que creen estar lejos (publicanos, pecadores) son los que para Dios
están más cerca. Los que a los ojos de todos están fuera (de la Ley,
la Alianza) para Él están dentro. Los que parecían ser los menos
(pobres, niños, débiles) son para Él los mayores, los más importan-
tes. Los que se creían arriba (fariseos, saduceos, sacerdotes,
escribas) son para Dios los que están más abajo. Y ¿no es esta
sabiduría la que está contenida en el Magnificat? Aquí arranca
nuestro aprendizaje de la nueva Sabiduría.
Por otro lado "María conservaba todas estas cosas en su
corazón" La vemos realizando el trabajo de armonizar la promesa
y la realidad. "será grande, será llamado hijo del Altísimo…" Y María
no entendía nada. Y diría: No entiendo nada, Señor, pero Tú
sabrás. Nazaret es también escuela de la Sabiduría de la fe. Creer
sin entender fiados de Dios. Sería la oración de la Virgen. La
Sabiduría de Nazaret se adquiere en el silencio, la pobreza y la
oración. No olvidemos lo que era Nazaret en tiempos de Jesús.
La Sabiduría, Jesucristo mismo, viene hoy en nuestra ayuda.
Nos convoca a celebrar la Eucaristía. Manifestación suprema del
amor que nos convence, precisamente por su pobreza, su intimidad,
su silencio. Otro Nazaret. Se introduce la Divinidad silenciosamente
en la ridiculez de un trozo de pan, en la vulgaridad de un poco de
Ciclo C - 279

vino. Esa pobreza de Dios, esa kenosis nos convence y seduce.


¡Qué gozada tan grande poder conocer y participar de la misma
Sabiduría de Dios! ¡Admirable privilegio! Para gozarlo y difundirlo.
Así será completa nuestra celebración.
Ciclo C - 280

Bautismo del Señor


Is 42,1-4.6-7. Hch 10,34-38. Lc 3,15-16.21-22.

Homilía 10 de Enero de 2016.


La Liturgia de este día se centra en la actuación del Espíritu Santo,
no sólo en el Bautismo de Jesús, sino en todos los bautizados. Es
el momento de revivir y actualizar nuestro Bautismo.
Un feliz anuncio inicia la celebración de la Palabra: "Mirad a
mi siervo... sobre él he puesto mi espíritu para que traiga el derecho
a las naciones". Este anuncio profético lo señala cumplido el
Evangelio "Se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él... tu eres
mi Hijo". Evangelio que está en total consonancia con la primera
lectura que señala la misión de Jesús. Pedro indica la extensión de
los efectos salvadores a todos los hombre diciendo que "Dios no
hace distinciones" (segunda lectura).
Tres instantes señala el Evangelio: cielo abierto para todos,
la paloma sigo de paz y la voz de la elección.
Si allí Jesús fue consagrado por el Espíritu para una misión
específica, ese mismo Espíritu actuó y sigue actuando en la Iglesia,
empujándola a bautizar en el mismo Espíritu.
Con Él hemos recibido en nuestro Bautismo el poder de Dios
para ser libertadores de oprimidos, hemos sido elegidos para servir
a la causa del Reino.
El Evangelio lo presenta en forma de paloma, símbolo de la
fidelidad, la trascendencia y la libertad. Así llama a remontar el vuelo
superando las pesadas ataduras de la vida material.
El haber sido bautizados en Espíritu nos lleva a la apertura
y obediencia a Dios, a la identificación con sus planes, diferentes de
los nuestros. Por ello supone un compromiso con la justicia y
salvación de Dios, "que pasó haciendo el bien". Supone el celo por
la unidad y reconciliación de los hombres "Te he hecho alianza de
un pueblo". Supone en fin, caminar a la fraternidad universal.
Ciclo C - 281

Este Espíritu viene sobre todos los que acogen la Palabra y


humildemente se ponen en la cola de los pecadores para ser
bautizados y renovados. En la Eucaristía baja sobre las especies del
pan y del vino. Y sobre la asamblea: "Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participa-
mos del Cuerpo y Sangre de Cristo" (Anáfora II) o "y llenos de su
Espíritu Santo formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu"
(Anáfora III).
Ciclo C - 282

Domingo segundo del Tiempo Ordinario


Is 62,1-5. 1 Co 12,4-11. Jn 2,1-11.

Homilía 17 de enero de 2016


Empieza la Liturgia de este domingo con un signo de alegría y
esperanza, la alegría de la boda. "Como un joven se casa con su
novia, así te desposará el que te creó" (primera lectura). Ha llegado
el que restaurará a la humanidad vieja y ajada, sin esperanza,
debido a la rutina, al conformismo y a la tristeza. El Cristianismo no
es una religión de negativismo ni depresión. Sino al optimismo, a la
creatividad, mirando alegres al futuro. Hoy somos llamados a una
comunidad en fiesta, al banquete de bodas del Señor.
Es bien conocido el Evangelio de hoy, de las Bodas de
Caná, pero en la sencillez del texto está encerrado de alguna
manera, el programa de la vida y misión de Jesús, un texto, en el
que entre líneas, podemos ver todo el misterio de Cristo, que en él
se revela.
Según Juan, realiza allí su primer signo, no dice milagro. El
signo es aquella realidad, a través de la cual, podemos ver otra
realidad que está manifestada en el signo. Con este signo Jesús
manifestó la realidad de su "gloria", que no es sino la persona
misma de Jesús o de Dios, comunicándose históricamente con los
hombres. Dicho más claro, su gloria es su ser mismo actuando
históricamente, su "Yo" en relación con la humanidad.
Así se cumple lo dicho por Isaías "Ya no te llamarán
abandonada, ni a tu tierra devastada, a ti te llamarán la favorita y a
tu tierra desposada".
No hace falta mucha imaginación para situar las Bodas de
Caná en este contexto bíblico, en el comienzo de una nueva
humanidad recreada.
Ya para los judíos del Evangelio Yahvé se había presentado
como el esposo de su pueblo. Pero fue un matrimonio conflictivo,
con sus infidelidades por parte de Israel y las reprimendas del
Ciclo C - 283

Esposo. Jesús recoge este simbolismo en varias ocasiones.


El esposo viene de lo alto y se encuentra con una novia
débil, ajada, desalentada, con hambre y sed. O sea, una humanidad
impotente por sí misma para recuperar la alegría y la belleza de la
juventud. Jesús llega con el poder del Espíritu que renueva a la
esposa, la purifica, devolviéndole la alegría profunda de sentirse
liberada.
Este cambio supone la transformación del agua en vino.
Frustrante debió ser para aquellos novios tener seiscientos litros de
agua para purificar las manos y las copas vacías. ¡Qué ridículo de
fiesta!.
Las aguas a que alude el texto estaban preparadas para la
ablución, exigida y cumplida fielmente por los judíos. Son las aguas
del Evangelio de la Ley, del culto superficial, de una religión que
llena al hombre de prescripciones y olvida su alegría, su paz interior,
su libertad.
Jesús interviene ante el delicado gesto de su madre, pero
insiste que no podrá haber buen matrimonio hasta que no llegue su
definitiva intervención.
Siguiendo el simbolismo del Evangelio, diríamos que hay
una forma "aguada" de vivir la vida y la fe. Como la hipocresía en el
culto exterior y legalista, el apego a las tradiciones ajenas a la
esencia de la Palabra de Dios. En centralizar la religión en actos de
culto y ofrendas, olvidando el amor al prójimo sea amigo o enemigo.
Si la religión no sirve para que el ser humano viva más y
mejor, con plenitud de persona libre, con sentido comunitario, con
alegría, con abundancia de paz... tiene que preguntarse para qué
sirve "tanta agua" almacenada en libros, normas y tradiciones que
hace tiempo perdieron su sabor.
Jesús viene a establecer un nuevo estado de vida: un
matrimonio entre Él y la humanidad que se unen en la única
felicidad del amor. Hasta que llegue ese momento, será nuestra
tarea seguir cambiando el agua en vino, hacer de la vida una fiesta,
que es al fin y al cabo el gran objetivo del Evangelio.
El vino nuevo, don del Señor, está sobre la mesa del altar
Ciclo C - 284

para que nos acerquemos a beber. Unidos a Cristo, abandonemos


formas insulsas de vivir la fe. Hoy para nosotros se ha transformado
el agua en vino. Salgamos de la Eucaristía con la alegría de
aquellos recién casados que probaron el vino nuevo de Jesús. Si lo
hemos bebido y gustado, pongamos alegría donde hay tristeza,
amor en el odio, unidad en la división.
Ciclo C - 285

Domingo tercero del Tiempo Ordinario


Ne 8,2-4a.5-6.8-10. 1 Co 12,12-14.27. Lc 1,1-4;4,14-21.

Homilía 24 de enero de 2016


“Hoy es un día consagrado a nuestro Dios”
“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
Este es el año de la misericordia. Dios la derrama a raudales
sobre cada uno, llevémosla a cuantos nos rodean, conocidos y
desconocidos, seres queridos y no queridos, amigos y enemigos,
así seréis como el Padre del cielo y así haremos realidad el Reino
que Dios quiere.
La obra de Dios es siempre un hoy para cada hombre y cada
pueblo. Es hoy porque Dios es una continua presencia y Jesucristo
es una presencia en la historia, no es un recuerdo ni una idea
filosófica. Y el Reino de Dios es una constante actualidad.
El Libro de Nehemías celebra con una solemne liturgia la
liberación del pueblo de la opresión babilónica. Son explícitos los
elementos de una liturgia: la asamblea, el estrado, la Palabra, la
proclamación de la misma, la homilía, las respuestas del pueblo, los
gestos, la alegría, las lágrimas, la comida ritual, el compartir con los
que no tienen. Podemos ver una figura de nuestra Eucaristía. Que
es nuestra fiesta de la liberación del pecado y de la muerte por
Jesucristo. Por eso también es hoy un día consagrado al Señor.
Lucas comienza su Evangelio diciendo que ha procurado
hacer “un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros,
siguiendo las tradiciones trasmitidas por los que primero fueron
testigos oculares y luego predicadores de la Palabra” “para que
conozcas la solidez de las enseñanzas recibidas”. Las gentes del
siglo XXI necesitamos, a partir de nuestras experiencias y a partir
de los que otros vivieron y reflexionaron rehacer nuestro evangelio.
Tradición que se centra en el mismo Jesucristo, que pasa por los
apóstoles, lo santos que nos han precedido, nuestros fundadores
carismáticos. Verdaderos profetas para nosotros. Y vivir ese espíritu
Ciclo C - 286

ajustado a las necesidades del mundo de hoy.


Pasa después Lucas a narrarnos la predicación de Jesús en
la sinagoga y partiendo del libro de Isaías, que anuncia la liberación
de los oprimidos, de los pobres, de los ciegos, la actualiza al hoy. La
Buena Noticia es para hoy. Para todo el que aquí hoy se sienta
triste, oprimido por sus limitaciones, internas o externas, ciego, que
no ve su camino ni la presencia de Dios en él, se le anuncia el año
de gracia del Señor.
San Pablo nos recuerda que somos el Cuerpo de Cristo.
“Sois” dice, en presente. Con El hemos sido liberados y por tanto
con El portadores de la misma noticia de liberación salvadora para
cuantos la necesiten e nuestro alrededor. Ya que hemos sido
ungidos en nuestro bautismo con el mismo Espíritu de Dios.
La Eucaristía es la mesa donde los pobres y los marginados,
los que sufren, tienen un lugar de privilegio. La Eucaristía es el
símbolo ritual del Reino de Dios, hecho banquete para los que
tienen hambre. Y comulgar es sentir la liberación y al mismo tiempo
el compromiso por seguir liberando a tantos otros oprimidos que
viven inhumanamente angustiados, no sólo física, sino sobre todo
psíquicamente y espiritualmente.
“Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos
sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo”.
Asumamos la gozosa tarea de hacer crecer y mantener el Cuerpo
de Cristo, expresión viviente del Reino de Dios.
Ciclo C - 287

Domingo cuarto del Tiempo Ordinario


Jr 1,4-5.17-19. 1 Co 12,31-13,13. Lc 4,21-30.

Homilía 31 de enero de 2016


El Evangelio de hoy es continuación del texto de Lucas del domingo
anterior, que ya dijimos que se trataba de un texto programático.
Jesús comenzó anunciando el Hoy de Dios como un acontecimiento
de liberación de la humanidad oprimida.
En un primer momento cundió la admiración ante Jesús,
pero pronto el pueblo se le puso en contra. Al principio todos
estaban de acuerdo con la liberación de los pobres y marginados,
pero no lo estaban en cuanto a aceptarlo como el ungido de Dios,
y, menos aún, en cuanto al modo de realizar la liberación.
Primera crítica “¿No es éste el hijo de José?”. Esperaban un
mesías celestial, superhombre, y se encontraron con un simple hijo
de hombre, hijo del carpintero del pueblo.
La segunda crítica es semejante: esperaban prodigios
espectaculares a bombo y platillo, pero el supuesto mesías sólo
desarrolla su misión si encuentra fe. La visión amplia, humana y
universalista de Jesús encontró como respuesta la persecución y el
intento de deshacerse de él.
Aquellos nazarenos eran el prototipo de tantos creyentes
que pretenden llegar a Dios pasando por encima de lo humano,
como una super-acción, en fin, una religión deshumanizada,
angelista y supermesiánica, realizada con prodigios divinos y
angélicos.
Jesús no piensa así. Se presenta como liberador de Dios,
diametralmente opuesto a todo mesianismo autocrático y “supermá-
nico”, tan del gusto de los creyentes de ayer y de hoy. Aún persiste
una espiritualidad que se olvida de que para ser adoradores de
Dios, hay que comenzar sintiéndose hombre, varón o mujer. No hay
salvación divina, ni liberación sin el esfuerzo del hombre por asumir
toda su condición humana con sus limitaciones y debilidades.
Ciclo C - 288

¡Atención! Que sobre esa humanidad limitada y débil su vuelca la


acción de Dios, la MISERICORDIA que lo trasforma y a su vez lo
hace irradiarla.
Es verdad que Jesús exige a sus discípulos la renuncia y el
camino de la cruz, pero nunca la renuncia a su condición humana,
sino la renuncia a un “yo” egocéntrico, narcisista, encerrado en sí y
sus perfecciones, y cerrado a los demás. Mal obsequio haríamos a
Dios, despreciando el instrumento fundamental de nuestro desarro-
llo, nuestra humanidad, nuestro yo psico-físico.
Pero tras lo sucedido en Nazaret se vislumbra que la
liberación no se realiza sin lucha y persecución, de los de fuera y los
de dentro. Pero sólo la persona libre puede amar a todos por igual,
como Dios, “que hace salir el sol sobre buenos y malos”.
Parece difícil llegar a esa libertad. En la Lectura de Jeremías
Dios nos anima como al profeta: “No les tengas miedo” “lucharán
contra ti, pero no te podrán porque yo estoy contigo para librarte”.
El Himno a la Caridad de Corintios (segunda lectura) que es
un canto a Jesucristo, que es el amor, nos acompaña siempre. Es
la actitud de Dios con nosotros. Es el motor que nos anima y
acompaña, al paso que nos enseña a hacer lo mismo. “El amor es
servicial, no se irrita, no toma en cuenta el mal, disculpa sin límites,
espera y aguanta sin límites...” Contar con ese amor de Dios es lo
que nos permite vivir en la libertad de hijos de Dios. Y desde esa
libertad podemos asumir el papel de libertadores, amar de la misma
manera, ayudar a los demás a ser personas en su humanidad,
limitada y débil. ¡Cuidado con tomarlo como “un tener que”- Es la
acción de Dios sobre cada uno que libera y al paso también
trasforma!.
En la Eucaristía Jesucristo se hace todo para todos con un
signo contradictorio, en un trozo de pan y un poco de vino. Reciba-
mos la fuerza para vivir el Evangelio según la Palabra escuchada,
sabiendo que siempre será un signo de contradicción. A cambio la
alegría y la paz que nos da el ser libres e hijos de Dios y el gozo de
liberar a tantos seres esclavizados en la maraña de una sociedad
injusta y dominadora.
Ciclo C - 289

Domingo quinto del Tiempo Ordinario


Is 6,1-8. 1 Co 15,1-11. Lc 5,1-11.

Homilía 14 de febrero de 2016


Dios está en medio de nosotros y actuando entre nosotros. Y
también nos llama a colaborar en su empresa, a servir de puente
entre el Reino de la paz y un mundo que gime sin consuelo. Y
cuántas personas, tal vez muy cercanas, gimen también en
profunda angustia, y no somos capaces de verlas. Y este año de la
MISERICORDIA que viene a cada uno nos impele a trasmitirla, a
localizar a ese prójimo que nos pasa desapercibido.
En los últimos domingos la Palabra de Dios giraba sobre la
misión central de Jesucristo, la liberación del hombre de toda forma
de opresión. Jesús, que terminó su estancia en Cafarnaún diciendo:
"Debo anunciar también a las otras ciudades la Buena Noticia del
Reino de Dios, porque para esto fui enviado", invita a sus seguido-
res a asociarse más estrechamente a su misión. Son elegidos como
Isaías (primera lectura) por el Señor para servir de mediadores
entre Dios y el mundo.
La idea central, de sobra podemos decir que es clara: se es
cristiano no sólo para recibir la buena nueva, sino también para
retransmitirla, con toda la fuerza y poder con que la hemos recibido,
como hace san Pablo (segunda lectura). No están en la Iglesia los
que dan y los que reciben. Todos deben dar y recibir constantemen-
te y al mismo tiempo dando y recibiendo. Un mal de la Iglesia ha
sido la separación de una pequeña clase activa y una mayoría
pasiva, que se conforma con recibir el Bautismo y cumplir ciertas
prácticas religiosas dirigidas por la parte activa.
Estamos en el tiempo feliz del laicado, de su cooperación.
Cooperación es trabajar juntos. Que al fin y al cabo, es Jesucristo
quien dirige la empresa de la pesca y todos actuamos en su
nombre. Recuperar este sentimiento es un importante objetivo de
nuestro tiempo.
Ciclo C - 290

Por otro lado, la expresión de ser "pescadores de hombres"


se presta hoy a ser interpretada en un sentido de paternalismo y
dirigismo, como proselitismo sin respeto a la libertad de las
personas. Sin embargo Jesús aparece siempre invitando a seguirle
libremente, es respetuoso con todos, reconociendo sus valoras,
como se ve en el caso de la samaritana o el centurión. Pero en este
caso del Evangelio de hoy usó la comparación de la pesca, como
buen pedagogo, teniendo en cuenta el ambiente pesquero de los
discípulos. Otras veces habla de banquete, bodas, semilla, siembra,
etc.
Pero en realidad está hablando de entrar en el Reino de
Dios, reino de paz, de amor y libertad. Y echar la red es la predica-
ción de ese Reino, para que entre libremente el que quiera. No está
de más, recordar como el mar es en la Escritura, símbolo de
muerte, del mal.
Por algo nos reunimos en la Celebración Eucarística para
que la buena noticia del Reino cale en nosotros y nos atrape,
penetre en nosotros y nos saque del mar tempestuoso. Para que
purifique nuestros corazones y nuestros labios con el fuego divino,
como hizo con Isaías, a fin de que nuestra boca, al anunciar el
Evangelio, no esté contaminada con ninguna ambición, ni otras
formas de dominar y manejar a los demás.
Una y otra vez somos invitados a la mesa del Reino de Dios.
Pero muchos más están llamados para participar en ella. Y esperan
que les invitemos y les abramos la puerta con la actitud de nuestro
corazón. Volvamos luego a nuestras redes del día a día anunciando
las maravillas que ha hecho Dios con nosotros sin mérito alguno de
nuestra parte, como lo hizo san Pablo y nos o cuenta en la Carta a
los Corintios que hemos leído hace unos momentos.
Ciclo C - 291

Domingo primero de Cuaresma


Dt 26,4-10. Rm 10,8-13. Lc 4,1-13.

Homilía 14 de febrero de 2016


Entramos en la Cuaresma, nuestro desierto espiritual, que hemos
de atravesar liberándonos de toda atadura y caminando hacia la
libertad de Jesucristo.
Entrar en el desierto cuaresmal es penetrar en un tiempo
interno, de búsqueda sincera, sin respuestas elaboradas. Es el
tiempo de preguntar ¿quién soy? ¿qué busco? ¿qué significa para
mi vivir como cristiano? Y sin miedo de sentirnos desnudos. Así el
Señor nos podrá cubrir con la túnica blanca del Bautismo.
Hoy la Palabra de Dios nos señala el desierto como el
camino para encontrar a Dios. Bien lo indica la 1ª lectura, refiriéndo-
se a la experiencia de Abraham y de todo el pueblo hebreo “Mi
padre fue un arameo errante...” Y sólo cruzando el desierto llegó a
“esta tierra que mana leche y miel”. En el desierto descubrió Moisés
su vocación de libertador. Los profetas encontraron el sentido de la
historia de la salvación. El Bautista se preparó allí a su misión.
Jesús tuvo que enfrentarse allí al interrogante ¿Qué quiere el Padre
de mi?.
Penetrar en el desierto significa desprendernos de los
esquemas en que nos hemos fijado y anclado, reconociendo que
eso pertenece a un mundo viejo y caduco. El desierto apela a
nuestra total desnudez y pobreza interior. Es inútil decir “soy
cristiano”. Al desierto hay que entrar desnudos para descubrir
nuestra avidez interior, con el coraje de vernos como somos, sin las
vestiduras que cubren la vergüenza, las llagas o la suciedad.
¡Cuánto necesita nuestra sociedad cristiana de despojarse
de esquemas y maneras de ser que ocultan lo vacío de un
cristianismo sin espíritu evangélico!.
No podemos entrar en el desierto montados en un carro
blindado sobre el que rebota la Palabra exigente de Dios. Apoyémo-
Ciclo C - 292

nos en un Dios que nos guía por el camino de la libertad y cuya


primera etapa es reconocernos como somos. “Te llevé al desierto
para humillarte y conocieras lo que había en tu corazón” nos dice el
Deuteronomio.
El desierto, figura de la vida del hombre, pone a prueba el
valor de nuestras convicciones. Los hebreos sienten la tentación de
volver a los ídolos de Egipto, Jesús, la de desviarse de la cruz. Las
tentaciones de Jesús pueden resumirse en una sola: dejar el modo
de Dios de liberar al hombre para amoldarse a las exigencias y
criterios del mundo.
Nosotros, en nuestro desierto, sentimos hambre, hambre de
tiempos pasados, de una religión cómoda, de una salvación
asegurada con muchos rezos, hambre de poder, de influencia, de
prestigio religioso. ¿No cabe una componenda o arreglo más
sencillo?. O también, si somos su pueblo, ¿por qué no está Dios a
nuestro lado y nos sirve y ayuda en este negocio, en este litigio?.
Aunque quizá la tentación hoy es mayor ¿no se basta el
hombre a sí mismo? ¿para qué desiertos ni renuncias? ¿para qué
la cruz ni el evangelio?. Los derroteros por los que camina el mundo
de hoy, a la vista está, demostrado de sobra el error. Nunca ha
habido más vidas sin sentido, ni, por ejemplo, más suicidios.
Pero el mayor pecado de nuestro cristianismo no es la
ignorancia de la Palabra de Dios, sino el manosearla y tergiversarla
para ponerla al servicio de nuestras ideas y opiniones, que sin
darnos cuenta se nos han contagiado del mundo.
Pablo, en la segunda lectura nos llama a seguir la Palabra de
Dios,”que nadie que confía en El queda defraudado.
Pero no estamos solos en el camino del desierto, nos
acompaña Jesucristo, El es el pan de la vida, que ha dicho “el que
viene a mi no tendrá hambre y el que cree en mi no tendrá sed”. La
Eucaristía, pues, es el sustento y fuerza para atravesar el duro y
árido desierto. Al salir del templo vendrán más dificultades, necesi-
tamos aferrarnos más y más a la Palabra de Dios.
Ciclo C - 293

Domingo segundo de Cuaresma


Gn 15,5-12.17-18. Flp 3,17-4,1. Lc 9,28b-36.

Homilía 21 de febrero de 2016


El domingo pasado nos introdujo en el desierto, ahí se revelará el
Señor. No en forma fácil, sino a través de oscuridades, dudas,
miedos y soledad. Que así es precisamente el mundo en que
vivimos, tantas veces abatidos por nuestras esterilidades. Pero ahí
hoy nos llama el Señor con palabra de Pablo, que grita potente:
“Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un
Salvador, el Señor Jesucristo, que transformará nuestra condición
humilde según el modelo de su condición gloriosa” (segunda
lectura).
Nosotros como Abraham, gemimos en la angustia de la
esterilidad. ¡Cuántos proyectos y esfuerzos, cuántas ilusiones con
la renovación de nuestro cristianismo! Y tenemos la sensación de
que la Iglesia no crece, sino al contrario, envejecen nuestras
comunidades, el mundo va por otro lado, el diálogo fracasa.
Pero el Dios que sacó a Abraham de Ur, nos invita hoy a una
aventura nueva, nos saca de la tienda, pero nos mete en la
oscuridad. Es la forma extraña de revelarse Dios.
Las lecturas primera y tercera expresan la situación del
hombre ante un Dios desconcertante. Abraham ve los animales
asados, destinados a se comidos, pero que parecen destinados a
los buitres. Y, mientras los espanta, le invade un sueño profundo y
un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la
oscuridad. Los buitres son la sombra de la muerte, que se proyecta
sobre nuestro miedo. El sol, el sol de la vida, se va ocultando.
En el Evangelio, de noche, en la soledad de la montaña, los
discípulos luchan con el sueño y se esfuerzan por comprender a
ese hombre envuelto en la nube. Pedro habla “sin saber lo que
decía”, “se asustaron al entrar en la nube...”.
Patéticas descripciones del proceso de la fe, esa luz que
Ciclo C - 294

abre paso entre las tinieblas de la existencia humana.


A los cristianos nos cuesta aceptar esta situación. Pero es
bueno, para descubrir que a Dios no podemos meterlo en un
bolsillo. Nuestro Cristianismo necesita madurar, y, esto sólo es
posible aprendiendo a vivir en la humildad del hombre que busca,
pero que no se afana por haber resuelto el enigma de la vida.
Lo maravilloso de la fe no está en reconocer lo oscuro del
camino, sino que radica, en que precisamente, en esa oscuridad y
miedo, Dios nos invita a caminar y se revela para transformar
nuestra condición en divina. Es creer más allá de la propia debilidad,
es la aventura a la que nos llama. Así, los creyentes estamos
llamados a transformar nuestra condición humana, no con esfuer-
zos y trabajos, sino asumiendo esta historia nuestra con todas sus
debilidades y limitaciones.
La fe no allana las dificultades, pero nos hace creer en la
fuerza del Evangelio para renovar al hombre.
Y ese Dios se revela precisamente en la oscuridad de la vida
misma. En la “noche oscura” que diría San Juan de la Cruz. Los
cristianos no somos los privilegiados de una vida más fácil, sino que
nuestro privilegio consiste en asumir la condición humana como la
asumió Cristo, en todo y hasta el final.
Creer es sentirnos como Pedro, Santiago y Juan, como
atontados frente a ese misterio, ante el cual, lo más sabio guardar
silencio y esperar. O dejar pasar la noche, como Abraham, hasta
que alguna llamarada de luz y de fuego nos dé fuerzas para
continuar hacia la tierra prometida y deseada.
En la Eucaristía revivimos a Cristo, muerto y resucitado. Es
un anticipo del final de la oscuridad. Es la fuerza y la nueva energía
para continuar el camino.
Ciclo C - 295

Domingo tercero de Cuaresma


Ex 3,1-8a.13-15. 1Cor 10,1-6.10-12. Lc 13,1-9.

Homilía 28 de febrero de 2016


La Liturgia de este Domingo nos llama a conversión y nos anuncia
la liberación. Es además el AÑO DE LA MISERICORDIA.
Pedimos en la oración colecta “mira con amor a tu pueblo,
restáuranos con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el
peso de las culpas”. Desde el reconocimiento de nuestra miseria, es
la conversión, invocamos la misericordia.
Moisés atraído por la curiosidad de la zarza ardiente se
encuentra con Dios. Y de la curiosidad pasa al respeto. Es el Dios
de los padres, de la tradición, el de siempre. Es el Dios de la
historia. Sin tradición, no hay progreso posible. Pero la tradición sin
el progreso es un simple museo. El progreso es encaminar en cada
tiempo el futuro liberador. Moisés tiene que quitarse las sandalias.
Sin despojamiento no puede acercarse a Dios. Cuando le pregunta
su nombre, le responde “soy el que soy”. El que te está hablando.
El que actúa y obra en medio de los hombres. El que dice “he visto
la opresión de mi pueblo...voy a bajar a librarlos”. Dios está allí
donde el pueblo es explotado y sufre.
La acción de Moisés no es más que una figura de lo que hoy
se realiza por medio de Cristo. Y, como sigue diciendo Pablo,
“protestaron...y perecieron”. No se convirtieron al Señor que los
liberaba. “Todo fue escrito para escarmiento nuestro”. Es una
amable llamada”. Porque el Señor es compasivo y misericordioso”
(Salmo responsorial).
En el Evangelio somos apremiados seriamente. “Si no os
convertís, todos pereceréis”. No convertirse es perecer. Es necesa-
rio que nadie se engañe con su presunta fe. Ni vivir del entusiasmo
de una parroquia llena de actividades religiosas, culturales y
benefactoras, con programas muy bien dibujados. O un convento
con una rigurosa y visible observancia de reglas y costumbres. Está
Ciclo C - 296

en juego una humanidad que sufre muchísimo. Que necesita


escuchar la Buena Nueva de la salvación y la misericordia.
Hoy convertirse es despojarse de tantas apariencias de
piedad y de cosas buenas. Es además, sintonizar con el plan
redentor de Dios y ponerse en marcha como Moisés, llevando las
mismas inquietudes de Dios y afrontando riesgos.
La parábola de la higuera anuncia la paciencia y misericordia
de Dios ante la pereza nuestra. Es preciso que esto nos lleve a una
actitud humilde, a amarlo cada vez más y a practicar la misma
misericordia con los demás.
En la Eucaristía nos invita también “quítate las sandalias,
pues el terreno que pisas es lugar sagrado”. Humíllate, baja de las
suficiencias, esta es la conversión, que este don no te pertenece, es
pura misericordia
Ciclo C - 297

Domingo cuarto de Cuaresma


Jos 5,9.10-12. 2 Co 5,17-21. Lc 15,1-3.11-32.

Homilía 6 de marzo de 2016


¡Qué buen día en el AÑO DE LA MISERICORDIA! Aprovechémoslo
bien todos. Recibiendo de Dios y dándolo a todos los seres.
La parábola de este domingo, que deberíamos llamar del
“Padre misericordioso” nos señala lo que sucede en una comunidad
dividida por el pecado del que la abandona y de los que niegan la
reconciliación. El hijo menor abandona el hogar, rompe la unidad,
dilapida los bienes de la comunidad y se desliga de sus responsabi-
lidades. Aparece como una fuga de nuestra condición humana, que
es eminentemente social, es evadirse de la responsabilidad de
construir día a día el bien común.
El pecado es además un espejismo. Toda comunidad o
familia tiene sus problemas y sufrimientos; mas se puede pensar
que fuera todo es de color de rosa. Pero la comunidad se construye
en el desierto.
Y ¡qué madurez la del padre! Prefiere perder los bienes pero
no al hijo. Respeta su libertad, calla y espera. No es un niño y el
padre confía en él. Dios confía en nosotros y en nuestra capacidad
de superación, más que nosotros en Él.
Decimos con frecuencia que debemos arrepentirnos para
que Dios nos perdone. Pero parece que Jesús dice otra cosa
mayor. No basta decir he pecado, lo siento, sino la vuelta al Padre,
a los hermanos.
Pero vamos a ver los actos que conforman la conversión:
Primero reflexionar (recapacitando dijo...). Tiene el valor de
verse como está, desnudo, solo, famélico. Ve la obra de su
egoísmo, familia rota y él destruido. E intuye la fuerza del amor, de
quien le tiende una mano, una sonrisa, sin culpabilizar.
Segundo. Entonces reconoce su pecado. Gesto valiente y
Ciclo C - 298

sincero, y lleno de esperanza. Comienza a creer en él mismo y en


su familia, quiere crecer.
Tercero (se levanta y se pone en camino). Es un símbolo,
sepulta el pasado pero él no muere.
Jesús no define el perdón, pero señala los actos de que
debe estar animado. “Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la
vida, estaba perdido y lo hemos encontrado” Y ahora la fiesta. El
perdón no es simple olvido, ni un gesto que humilla a quien lo
solicita, es la vuelta al amor. Aceptando al otro como es, en lo que
fallará el hijo mayor. El perdón de los pecados en la mente de Jesús
es mucho más que la absolución del sacerdote, es la fiesta de la
reconciliación, que implica, lo primero dejarse amar, creer en los
demás, eliminar recelos, dejarse invadir por el afecto. Una educa-
ción racionalista nos ha castrado emocionalmente. Con ¡cuántas
corazas entablamos una relación. Lo segundo es transformarse en
un hombre nuevo. Así lo explica hoy S. Pablo: “Lo antiguo ha
pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por
medio de Cristo nos reconcilió consigo... Es decir, Dios mismo
estaba con Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle
cuentas de sus pecados. Y tercero celebrar una gran fiesta, cosa
que provocó las protestas del hermano mayor. A veces nuestras
fiestas son tan “espirituales” que sólo los ángeles pueden divertirse.
Y es que hemos separado la alegría y el gozo del amor de la
religión.
Y vamos al punto crítico, el hijo mayor. Y lo somos los que
hemos transformado el cristianismo en un asunto de ley y normas,
de pecado de juicios y condenas. Y no entendemos nada de lo que
es el amor que nos enseña el Evangelio. Si a todos nos molesta la
actitud del hijo mayor, es por que nos sentimos en el fondo
identificados con su egoísmo.
Sin ese amor, estamos fuera y sin alegría, descontentos.
Este Evangelio destruye toda forma de autoritarismo y paternalismo,
las clases dentro de la comunidad, superioridades e inferioridades.
La Eucaristía es el banquete festivo de los que se reencuen-
tran. Comulgando con el Cuerpo de Cristo, abrazamos a todos,
justos y pecadores, sin exclusión, de lo contrario, rompemos ese
Ciclo C - 299

Cuerpo y “somos reos del Cuerpo y de la Sangre del Señor”.


Vivamos juntos y festejemos nuestra Eucaristía, no simplemente
asistiendo, sino siendo Eucaristía, entonces palparemos todo su
sabor.
Ciclo C - 300

Domingo quinto de Cuaresma


Is 43,16-21. Flp 3,8-14. Jn 8,1-11.

Homilía 13 de marzo de 2016.


Todo cambio es posible, porque es posible el paso de la muerte a
la vida. La Liturgia de este Domingo de Cuaresma estimula nuestra
esperanza en la fuerza de la resurrección ante la Pascua que se
acerca.
Algo nunca visto se nos anuncia "mirad que realizo algo
nuevo". La Palabra, próxima a la Pascua, viene en busca de las
personas rutinarias y desconfiadas que no quieren mas que la
seguridad de lo trillado y conocido, y por ello, miedosas ante todo lo
nuevo. Se nos anuncia lo imposible "un camino en el mar y senda
en las aguas impetuosas"..."ríos en el yermo"..."me glorificarán las
bestias".
Si en esta Cuaresma nos hemos adentrado en el desierto,
ahí es precisamente donde se realiza esta palabra. Como el
desierto está en nuestro corazón, ahí también ha de brotar lo nuevo.
Esta novedad la concretiza el Evangelio en una misericordia
contra toda justicia legal. He aquí lo viejo y lo nuevo: salvar al ser
humano prostituido, marginado y enfermo, o salvar la ley. "Al oírlo
se fueron escabullendo", es la desbandada de los que se sienten
"justos" ante la misericordia. Como el hijo mayor del domingo
pasado.
Estamos ante la sabia pedagogía de Dios. Amó a la mujer,
creyó en ella y la hizo de nuevo. Pues con el amor misericordioso
entró en ella el Espíritu Santo, que es el que todo lo renueva.
Asombra que la mujer ni buscó a Jesús ni se confesó. Su
sufrimiento el corazón del Señor. Ella se encontró con la GRATUI-
DAD y lo siguió asombrada y enamorada. Nunca pensó que
existiera la MISERICORDIA.
Cada cristiano y cada comunidad creyente ha de descubrir
Ciclo C - 301

y salvar a esa pecadora, sobre la cual, como chivo expiatorio, va


descargando sus juicios para ocultar su propio pecado. ¡Ay, de los
que "no se sienten pecadores" y condenan!
La Palabra de hoy a todos nos pone en evidencia. O somos
pecadores o somos jueces inmisericordes. El anuncio redentor es
para todos los que vemos la situación imposible. Por eso espera-
mos ansiosamente el paso del Señor, la Pascua, que a todos nos
haga de nuevo.
El Apóstol nos invita a olvidar lo que queda atrás y correr
hacia la meta. Por eso no escarbad más en la miseria, escarbad
mejor en la misericordia. Este es el AÑO DE LA MISERICORDIA.
El Señor nos invita ahora a comer del Pan que es su carne
para la vida del mundo. Y luego, los que hemos conocido su amor
regenerador, convirtámosnos en río de agua viva que trasforme el
desierto del mundo en vergel, toda tristeza en alegría.
Ciclo C - 302

Domingo de Ramos
Is 50,4-7. Flp 2,6-11. Lc 22,14–23,56.

Homilía 20 de marzo de 2016


Al iniciar hoy la celebración de los grandes misterios de Cristo.
Particularmente su muerte resurrección, es importante tener
presente la frase que s. Pablo nos trae en el renglón anterior a la
tercera lectura de hoy: “Procurad tener los mismos sentimientos de
Cristo…” En efecto, celebrar la Semana Santa es mucho más que
recordar lo que le sucedió a Jesús, sus dolores y su muerte; es más
que condolernos por la penosa situación que debió pasar; es más,
incluso, que reunirnos para actos especiales de culto y homenaje al
Salvador.
Es que Cristo vivió, el primero, todo el drama del hombre, ya
que, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta la
muerte. Por eso Dios lo levantó. La Semana Santa pone al descu-
bierto la hondura del misterio del hombre, con sus encontrados
sentimientos, sus pasiones, su lucha, sus contradicciones, su
inevitable desenlace.
Meditando en Cristo, meditemos en nuestra propia vida, para
descubrir a su luz, su verdadero significado y sentido.
Y en segundo lugar, el drama de Cristo es el drama de la
Iglesia, el Cuerpo de Cristo viviente hoy en el mundo. De aquí la
insistencia de Pablo: identificarnos con el Cristo muerto y exaltado;
la misma insistencia de Jesús cuando urgía sus discípulos a tomar
su cruz y seguirlo.
Es inútil que nos extasiemos ante el crucifijo o prolonguemos
el tiempo en complicados ritos religiosos, si no tratamos de revivir
hoy a ese Cristo que cambia los esquemas humanos y que nos
señala una nueva forma de existencia.
No se trata por tanto de condenar tan fácilmente la actitud
cobarde y altanera de Pedro, la traición de Judas, la ceguera de los
fariseos, el mesianismo político de los discípulos, la venalidad de
Ciclo C - 303

Pilato, etc. Quizá nos sea más útil descubrir en qué medida hoy
seguimos reviviendo a esos personajes con ropajes distintos, y sin
comprender ni vivir a este contradictorio rey a quien hoy hemos
aclamado.
La paradoja de Jesús. Jesús entra triunfalmente en Jerusa-
lén aclamado como “rey que viene en el nombre del Señor” bajo el
signo de un malentendido que aún hoy día no logramos dilucidar,
expresando así esa dualidad de sentimientos que se anida en el
corazón humano.
Mientras que los discípulos interpretan la expresión del
salmo 118 como la entronización de un rey al modo humano y con
la clara intención de ascender al poder, y de usar el poder como
forma de dominio sobre los hombres, Jesús se siente rey al modo
de Dios, rey de paz y de mansedumbre, sin otra pretensión que
inaugurar una era basada en el amor. Por eso entra montado en un
burro y termina en la cruz.
Ahí tenemos una síntesis de la historia de los pueblos, y
también de la Iglesia: poder y amor, guerra y paz, dominio y
servicio.
También Jesús recita el salmo 118, pero sin parcelar sus
frases y sin distorsionar su sentido. Sentado sobre el burro reza la
antigua plegaria:
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque su miseri-
cordia es eterna. Desde mi angustia clamé al Señor; El me
atendió y me alivió. Dios está conmigo, El es mi apoyo.
Mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los podero-
sos. Se me empujó para abatirme, pero el Señor vino en mi
ayuda. El es mi Salvador. No he de morir, mas viviré y
anunciaré las obras del Señor.
Abridme las puertas de la justicia y entraré y daré gracias al
Señor… Sólo los justos en trarán por ella. La piedra dese-
chado por los constructores se ha convertido en piedra
angular; maravilla a nuestros ojos. Este es el día que Dios
ha hecho, alegrémonos e él. ¡Bendito sea el que viene en el
nombre del Señor! El Señor es Dios. El nos alumbra.”
Ciclo C - 304

Fácil es descubrir cómo la controvertida expresión de los discípulos


entusiasmados con su rey, adquiere una dimensión absolutamente
nueva y distinta: el hombre abatido se refugia en Dios salvador,
único apoyo del creyente. El restaura su reinado de paz y justicia,
a despecho de los poderosos. Y Jesús, el Siervo abatido, que
camina libremente hacia un destino de entrega y muerte, para
encontrar allí mismo la nueva vida. Incomprendido, abandonado y
traicionado, camina firme apoyado en la Palabra del Padre.
Esta visión integral de la entrada triunfal de Jesús nos obliga
a purificar ciertos esquemas de imperialismo cristiano, para que
quede bien claro, que Cristo Rey es un modo de expresar una
realidad nueva con palabras viejas. No es un grito de guerra, ni la
excusa para aplastar toda idea o persona que no esté de acuerdo
con nuestros esquemas. Es precisamente todo lo contrario: grito de
paz para acercar a los hombres entre sí, particularmente a los
oprimidos. Es un compromiso a darse a los demás y no a servirse
de los demás. Cristo reina desde la cruz –en la que murió por y para
los otros- y de allí surge su paz, con el rechazo más absoluto y total
de politizar su misión, aun so pretexto religioso.
Jesús fue proclamado rey por sus discípulos bajo el signo de
la contradicción… y esa contradicción continúa hoy. No hace falta
que hagamos un extenso y complejo análisis para percatarnos de
ello. Basta mirar en el interior de nuestro corazón y en la vida de
esta comunidad. Podemos estar contra Cristo mientras lo aclama-
mos, y lo que es más tremendo aun, podemos usar y abusar de su
nombre y de sus palabras con el único objetivo de salvaguardar
nuestros egoísmos escondidos.
No vayamos a caer en un error que a la Iglesia le supuso
siglos de divisiones, de odios, de luchas internas, que la hizo
aparecer como aliada del poder y protegida de los grandes. Aquel
día los discípulos confundieron a Cristo con su modelo de Mesías,
identificaron el cristianismo con su propio nacionalismo galileo… No
corramos nuevamente ese riesgo anulando la novedad del Evange-
lio. El mensaje de Jesús está más allá de los cálculos humanos,
destruye las fronteras termina con los partidismos. Es un esquema
absolutamente nuevo de convivir los seres humanos entre sí. Si
después de veinte siglos los cristianos no lo hemos descubierto y
Ciclo C - 305

seguimos empecinados en reducir a Cristo a nuestros viejos


esquemas, es hora de que en esta Semana Santa fijemos los ojos,
no en el Jesús de nuestra fantasía, sino en el Jesús tal cual fue
vivido por la fe cristiana desde su primer momento. Por ello está
bien que echemos una mirada sobre el texto de Pablo, que no deja
lugar a dudas sobre cuál es el significado de este Cristo, a cuya
imagen y semejanza ha de moldearse el cristiano y toda la Iglesia.
El Cristo de la fe. ¿Cómo vivió el cristianismo primitivo el
misterio de Cristo, modelo del hombre nuevo? El antiquísimo himno
que Pablo incorpora a su carta, lo revela mediante tres ideas claves:
Primera. “Cristo, a pesar de su condición divina se despojó
de su rango y tomó la condición de siervo, actuando como un
hombre cualquiera”. Poco le importó a Jesús su condición divina.
Dispuesto a salvar al hombre, y no a dominarlo, se despojó y
abandonó toda forma o imagen de poder, para ser simplemente un
hombre más, el más humilde de los hombres. No es una simple
metáfora. El jueves lo veremos lavando los pies a sus apóstoles,
que era el oficio de los esclavos.
No podemos construir una sociedad nueva, realmente
“cristiana” si no allanamos el camino para el diálogo, si no renuncia-
mos a los privilegios, si no rompemos nuestros títulos honoríficos,
si no destruimos hasta su raíz toda forma de clasismo, ya esté
fundada en la raza, el color, el país de origen, el grado cultural, la
religión o el sexo.
La primera aspiración del cristiano es la de ser y parecer
simplemente un ser humano, uno de tantos. Este es el primer
sentimiento cristiano, según el apóstol Pablo.
Segunda: “Y se sometió a la muerte y muerte de cruz”.
Jesús se hace hombre hasta las últimas consecuencias. El hombre
nuevo da muerte en sí mismo al viejo esquema. Necesita matar de
raíz toda forma de egoísmo y todo afán de poder. E invierte el
proceso: en lugar de dominar sobre los otros –y todo dominio
supone cierto sufrimiento sobre los súbditos- él mismo se ofrece a
la muerte por la vida de los suyos.
He aquí el esquema, escandaloso para unos e ingenuo para
los otros.
Ciclo C - 306

Y sin embargo, es éste nuestro segundo sentimiento


cristiano.
¿Es esta la sociedad que estamos construyendo? ¿Hasta dónde
estamos dispuestos a juzgarnos por la dignidad y libertad del
hombre? ¿Cuál es el precio que nos atrevemos a pagar por un
mundo de paz y justicia, dentro de la sociedad o comunidad en que
vivimos?.
Tercera. “Por eso Dios lo levantó sobre todo… para que toda
lengua proclame Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”.
Ahora sí se le confiere el título de Señor y Rey, porque
triunfó, no de sus enemigos ni de los demás pueblos, sino que
aplastó al hombre viejo, el del odio y la mentira, para ser todo él una
permanente ofrenda de paz.
El triunfo del domingo de Ramos, protagonizado por el
pueblo y los discípulos, fue un total fracaso, pues quiso adelantarse
a la cruz. Y el fracaso de la cruz, tan sentido por los discípulos, fue
el triunfo que aun hoy llega hasta nosotros, porque es el triunfo de
la no-violencia, de la comprensión, del perdón, de la reconciliación
de los pueblos.
Esquema que se repite sin cesar en la vida de la Iglesia:
siempre las palmas de las reconquistas guerreras y del casamiento
con los poderes del mundo. O de los éxitos humanos sobre todo
económicos, terminaron en la desilusión y amargura, con conse-
cuencias que aun hoy día sufrimos. Mas cuando la comunidad
cristiana se transformó a una con S. Francisco de Asís, o con un S.
Francisco Javier, o con un Juan XXIII, o con un Luther King, con
Papa Francisco… en una palabra, cuando reconoció en sí misma al
Jesús de la fe cristiana, al Jesús de los Evangelios, ¡cómo cambió
el mundo y qué triunfo de la nueva vida!.
Conclusión. La Palabra de Dios nos vuelve a invitar a
despojarnos del viejo esquema para llenarnos de los sentimientos
y actitudes de Jesucristo. Este es el sentido de la Semana Santa.
Quebremos las defensas de un cristianismo petrificado, demasiado
pendiente de viejos litigios, ansioso de revanchas, herido por sus
derrotas, resentido por su escasa influencia en las cuestiones
mundiales. Ese cristianismo fue enterrado en el Calvario con las
Ciclo C - 307

ilusiones de los discípulos que quisieron torcer el rumbo de Jesús.


¿Seguiremos nosotros con la misma pretensión?.
Es duro aceptar el mensaje del “dulce” Jesús, de ese
inofensivo Jesús que nos hemos fabricado. Es duro, como es duro
el esfuerzo constante por una comunidad que quiere vivir en su paz;
por una familia, natural, religiosa o parroquial, que concilie la vieja
con la nueva generación, por una sociedad que respete en igualdad
de condiciones al pobre y al rico.
Es duro…, pero ¿existe otro camino para llegar a una
Pascua que nos encuentre a todos reunidos en la misma mesa?.
Quizá sea bueno que terminemos con el profeta Isaías,
quien al reflexionar sobre este mismo misterio exclama confiado: “El
Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he
echado atrás” (segunda lectura).
Ciclo C - 308

Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14. 1 Cor 11,23-26. Jn 13,34.
Viernes Santo
Is 52,13-53,12. Hb 4,14-16;5,7-9. Jn 18,1-19,42.
Vigilia Pascual
Gn 1,1-2,2. Gn 22,1-18. Ex 14,15-15,1. Is 54,5-14.
Is 55,1-11. Bar 3,9-15.32-4,4. Ez 36,16-28.
Rm 6,3-11. Lc 24,1-12
Ciclo C - 309

Domingo de Resurrección
Hch 10,34a.37-43. Col 3,1-4. Jn 20,1-9.

Homilía 27 de marzo de 2016


¿Cómo llegaron los discípulos a ver a Jesús resucitado? No en el
sepulcro vacío, ni en las apariciones siguientes. ¿Cómo, entonces?
Recordando mejor la historia de Jesús, trayéndola al corazón,
meditando la buena Noticia.
En la vida de Jesús los discípulos vieron y sintieron el amor
eterno de Dios. En sus hechos comprobaron la compasión sanadora
de Dios. En la bondad de Jesús conocieron la bondad piadosa y
perdonadora de Dios. Y ¿cómo lo vemos nosotros? ¿Lo vemos
como ellos?.
Hoy aquí sucede lo que nos narran los bellos relatos
pascuales. Sucede sin cesar en nuestra vida normal de cada día.
Abramos los ojos y veremos a Jesús resucitado en medio de
nosotros, a nuestro lado, en el fondo de cada ser, el nuestro y el de
cada hermano, incluso del que minusvaloramos. Abramos los oídos
y escucharemos la Buena Noticia y llenará de paz nuestro corazón.
Fue la sensibilidad, el dolor, la nostalgia, la búsqueda, el
impulso del corazón, el amor, lo que llevó a María Magdalena,
primer testigo, a la tumba, temprano, aún estaba oscuro. Emprendió
el camino de noche para buscar a Jesús. La sensación de duelo
oscurecía su corazón porque no encontraba a quien amaba. El
amor madruga más que el sol. El amor es la luz en la oscuridad. El
amor hace testigos de la invisible, de lo increíble. El amor no mide,
derrocha. El amor tiene bastante con amar. Y lo amaba tanto
porque le había perdonado tanto. Ya no podía vivir sin Él.
Jesús no siempre está donde creemos que está, ni donde
nos gustaría que estuviese, ni donde intentamos colocarlo, sino
donde El se pone. El va delante abriendo caminos. Siempre más
lejos, como la liebre artificial en las carreras de galgos, para que no
nos instalemos, para que sigamos buscándole día y noche, con luz
Ciclo C - 310

y oscuridad, como la Magdalena.


No saber donde lo han puesto, no es motivo para la
desesperanza, sino para seguir buscando. Su ausencia nos lleva a
seguir buscando siempre en los lugares y personas que El frecuen-
taba, en donde alguna vez lo encontramos. Tal vez en tiempos
remotos. Y sobre todo dejarse encontrar por Él.
Es conveniente partir de nuestra propia experiencia y
contemplar nuestra propia vida, (muchas veces negra a nuestros
ojos de mundo) para dar testimonio de haber visto a Jesús y
proclamar Oh feliz culpa. Ir al encuentro de Jesús, buscarlo de
verdad, y nos dará la sorpresa de sentir que nuestra vida cambia.
Como cambió la de los discípulos. Hoy Jesús está aquí, ¿creemos
en El?.
Hoy somos nosotros los que vivimos como personas
resucitadas. Siguiendo las huellas de Jesús, experimentando su
presencia y comunicándolo a todos como María Magdalena. Somos
mensajeros del nuevo día, portadores de esperanza, sembradores
de nuevas pascuas. Hoy amanece. Entre todos podemos multiplicar
la luz. Es Pascua, la fiesta de la vida y vida nueva, no como la de
antes.
Y ahora ayudemos a Jesús a resucitar aliviando a las
personas que lo necesitan, mostrando la alegría de la misericordia
recibida, que compartimos con todos, y con ella la ternura del
encuentro, el entusiasmo por un mundo de amor sin límites. Ahí
está nuestro encuentro con el resucitado que nos resucita y del que
somos testigos. Esta es nuestra fe.
Ciclo C - 311

Domingo segundo de Pascua


Hch 5,12-16. Ap 1,9-11a.12-13.17-19. Jn 20,19-31.

Homilía 3 de abril de 2016


Hemos asistido a la Resurrección de Jesucristo. Pero nadie fue
testigo del hecho en sí. Por otros caminos los discípulos y nosotros
lo hemos percibido para ser testigos del acontecimiento.
La Liturgia de este día nos pone en contacto con signos por
los que se hace presente Jesucristo. Pero cuya percepción e
interpretación requieren la fe.
“Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio
del pueblo” (primera lectura) y el primer signo es el establecimiento
de la comunidad y su forma de vida. El amor fraterno que luego
irradia hacia afuera, hacia los pobres “enfermos y poseídos de
espíritu inmundo”, son señal de algo nuevo. El Espíritu que Jesús
exhaló desde la Cruz está presente en los discípulos.
El Apóstol Juan en el destierro, precisamente por predicar a
Jesús, recibe allí en visión extática el anuncio “estaba muerto y vivo
por los siglos”. Tiene la experiencia del sufrimiento de la muerte
para comprender a todos.
Los discípulos que le habían abandonado en la noche triste
se han encerrado con el consiguiente miedo. Y Jesús aparece en
medio sin ningún reproche. “Paz a vosotros... recibid el Espíritu
Santo” y con él, el poder de perdonar. Sólo por obra del Espíritu se
puede perdonar. He aquí otra señal, el amor al enemigo, que habría
proclamado el Señor en el Sermón del Monte.
Pero Tomás, el Mellizo, ¡cuántos mellizos suyos hay entre
nosotros!, no estaba con los demás. ¿Qué cosas tan importantes
tendría que hacer? El se lo perdió. Luego, por su desconfianza, sólo
recibe estas palabras: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu
mano y métela en mi costado”. Pero cuando las tocó se le iluminó
el entendimiento y se le encendió el corazón. Otro signo de la
misericordia. Si las llagas de Jesús representan nuestros pecados,
Ciclo C - 312

penetrar en ellas en su cuerpo resucitado, es encontrarlo todo


perdonado. Tomás ha sido hecho de nuevo. Y, asombrado y
humillado, hace su profesión de fe “Señor mío y Dios mío”. Estamos
en el domingo de la MISERICORDIA Y EL AÑO DE LA MISERI-
CORDIA.
Hoy somos nosotros, miedosos e incrédulos, los actores del
mismo acontecimiento. La Liturgia reproduce el mismo hecho
regenerador de nuestra débil fe. E impulsa a hacer los mismos
signos, aunque nos cueste el destierro como a Juan, con la
descalificación o el desprecio. Pero allí oiremos las mismas palabras
“No temas. Yo soy el primero y el último” el que abarca toda la
historia, “yo soy el que vive” para nuestra seguridad sobre toda
muerte. En la Eucaristía, también aparece en medio de nosotros
con las mismas palabras de vida. Escuchadlas, creedlas y viviréis.
Y quedaréis radiantes.
Ciclo C - 313

Domingo tercero de Pascua


Hch 5,27-32.40-41. Ap 5, 11-14. Jn 21,1-19.

Homilía 10 de abril de 2016


Comenzamos pidiendo “que tu pueblo, Señor exulte siempre al
verse renovado... que la alegría de haber recobrado la adopción
filial, afiance su esperanza de resucitar gloriosamente”. En esta
celebración el Señor nos lo está concediendo.
Nos encontramos a un Pedro y unos Apóstoles distintos. Han sido
hechos hombres nuevos. Con ellos se nos abre la esperanza de un
cielo nuevo y una tierra nueva.
Pedro, al que habíamos visto, unas veces bravucón y por otro lado
débil y cobarde hasta la apostasía, de pronto es capaz de proclamar
sin miedo la Buena Noticia de la Resurrección de Jesús, por quien
nos viene la conversión y el perdón de los pecados. Es el testigo
que necesitábamos, pues trae la experiencia del perdón y la
misericordia que regenera. Por eso no sólo proclama la obediencia
a Dios, sino que en la persecución sale con los otros apóstoles
“contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”.
Con él podemos decir “Te ensalzaré Señor porque me has
librado”. Me has librado de haberte negado otra vez.
Después del fracaso del avezado pescador del Lago, con la
fuerza de la obediencia a la Palabra de Jesús, se encuentra con una
captura inexplicable. Anuncio de la expansión del Reino. De esa
prodigiosa pesca formamos parte nosotros.
Luego Jesús pide a Pedro una triple profesión de fidelidad
en relación con la triple negación. Después le anuncia la persecu-
ción y el martirio, para terminar con el imperativo “Sígueme”.
Imperativo que Pedro acoge como hemos visto en la primera lectura
con alegría de sufrir. ¡Y hasta como un merecimiento!.
Esta es la fuente de la fe que, pasando por tantos santos y
mártires que han seguido las huellas del Salvador, ha llegado hasta
Ciclo C - 314

nosotros.
Son los testigos de la fuerza del Espíritu Santo. Son los que
han comprobado que la muerte no destruye, porque ha sido vencida
por el Señor de la muerte.
Toda esa legión de testigos aparece en la visión de Juan
reunidos en una solemne liturgia celestial de alabanza. Y con ellos
todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, en el abismo “Al
que se sienta en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la
gloria y el poder por los siglos de los siglos”.
Hoy somos nosotros invitados a participar en esa Liturgia,
porque somos la continuación de ese pueblo de santos. Pues
tenemos la certeza de que lo que el Espíritu Santo ha fortalecido en
ellos, lo hará también con nosotros.
Ciclo C - 315

Domingo cuarto de Pascua, del Buen Pastor


Hch 13,14.43-52. Ap 7,9.14b-17. Jn 10,27-30.

Homilía 17 de abril de 2016.


Estamos ya en el cuarto domingo de Pascua. La oración colecta,
que comienza la celebración, insiste una vez más en el "gozo
inmenso de la resurrección de Jesucristo", para aumentarlo, y, para
dárselo a quien tal vez no lo haya recibido o, con la "rutina" le haya
disminuido. Y, pedimos al mismo tiempo, la alegría definitiva para
este débil rebaño", que por su debilidad todo lo espera de su Pastor.
La primera lectura nos hace recordar la actitud de Jonás que
siente enfado y profundo malestar por la misericordia de los Dios
hacia los habitantes de Nínive. Los judíos de Antioquia de Pisidia,
que debían conocer bien la Escritura, no vieron que ese texto
estaba representando su misma actitud. Y se perdieron el poder
participar en la inmensa alegría del abrazo fraterno con toda la
humanidad. Hoy también nos llama a todos a abrir el corazón, (no
olvidemos que es EL AÑO DE LA MOSERICORDIA) pues puede
ser que aún haya, quienes diciéndose cristianos, no se alegren de
la llamada misericordiosa de Dios a los pecadores y se unan a ellos
en el mismo banquete. Esa actitud de corazones abiertos, es, por
sí misma, una auténtica evangelización. Recordemos si no, a una
Teresa de Calcuta y tantos otros. De otra manera, ¿cómo van a
venir los pecadores a donde son rechazados?.
Gracias a esa Palabra del Señor que nos llegó por Pablo y
Bernabé podemos hoy saltar de gozo en la predilección de Dios,
siendo portadores de una historia de infidelidades, de paganismos,
tal vez enmascarados. La Palabra nos salva y al mismo tiempo
ilumina a los que se escandalizan de la misericordia divina, y así los
salva también.
Y todos juntos hemos sido contemplados por Juan en la
visión de esa muchedumbre de personas, "los que han blanqueado
sus mantos en la sangre del Cordero" y celebran la eterna Liturgia
de acción de gracias. Mucho se ha tachado al Apocalipsis como
Ciclo C - 316

difícil de entender y tremebundo en sus escenas. Sin embargo es


el libro de la consolación y la esperanza. Con este lo escribió san
Juan para una Iglesia horriblemente perseguida para anunciarla que
en medio de tanta catástrofe, siempre la victoria final es del Cordero
que salva y rescata a todos. Bien podríamos decir que es también
un libro para hoy. Ni la bestia, ni el dragón, ni la ramera, podrán
destruir la obra de Dios ni a sus elegidos.
Y ese Cordero es también el Pastor. Bueno es tenerlo
presente a todos los que de alguna manera tenemos tareas
pastorales. El breve texto del Evangelio de hoy nos hace presente
y actual lo dicho antes del Apocalipsis. El Cordero-Pastor nos
conoce nos llama, le seguimos, sin que nadie nos arrebate de su
mano, haciéndose presente en la Liturgia eucarística, con la misma
intensidad de gozo y alegría, que en la Liturgia del cielo. Así
hacemos presente la Parusía en el día 17 de abril de 2016, AÑO DE
LA MISERICORDIA Señor.
Ciclo C - 317

Domingo quinto de Pascua


Hch 14,21b-27. Ap 21,1-5a. Jn 13,31-33a.34-35.

Homilía 24 de abril de 2016


El domingo pasado se hablaba del “pastor”, de donde nace la
palabra pastoral, significando toda la acción de la Iglesia, así:
pastoral juvenil, pastoral vocacional, de alejados,.. Hay muchos
libros que hablan de pastoral. Se dice de una pastoral desfasada o
renovada.
A mí me fascina una pastoral “vitalista•, de pocos organigra-
mas técnicos y fecunda labor misionera. Una pastoral que ha
quedado consignada en la Escritura. Muchos curas y seglares
buscan el último libro de pastoral. Otros se acuerdan de la pastoral
eficaz de hace cuarenta años. Pero el mejor manual de pastoral es
la primera lectura de la Eucaristía de hoy.
Pablo tenía un objetivo muy claro: el Imperio Romano:
¡Cuántos seres humanos viviendo en tinieblas, dando culto a dioses
de madera, que ni hablan ni salvan; oa dioses de carne y hueso,
hechos reyezuelos, o emperadores o tribunos, que oprimen y
esclavizan. Ante esa triste experiencia de Pablo ante el mundo que
le rodea, siente que hay que anunciar la victoria del resucitado
sobre la muerte y proclamar la morada de Dios entre los hombres;
la cercanía de un Dios que enjuga lágrimas humanas; proclamar
que pasado el mundo del llanto y del dolor, viene a nosotros ,
buscándonos, un universo nuevo: el Reino de Dios. Por esto sí que
merece la pena sacrificar la vida. Y sacrificándola hacerla plena.
Corriendo de Listra a Iconio, a Antioquía de Pisidia, hacer kilóme-
tros Pamfilia; crear nuevas comunidades en medio del paganismo.
Hacer que el nombre de Jesús esté en todos los rincones, animar
a las comunidades creadas, fortalecer a fe de los débiles, ante las
persecuciones, Volver a Antioquía, anunciando la noticia de cómo
el Señor llevaba la misión.
¿Qué mueve a Pablo? Lo mismo que debería movernos a
todos hoy, ver el tremendo sufrimiento de las gentes y sentirse
Ciclo C - 318

portador de una Palabra salvadora con una experiencia de salvación


en su propia persona.
¡Cómo nos aburren nuestras reuniones de pastoral! ¿Cómo
poner en marcha, en pie de misión una Iglesia ilusionada?.
Se necesita estar atento al sufrimiento de tantos hombres.
No caer en el ensueño de fantasías, felices con el dinero, sus
“ligues”, sus divorcios, sus discotecas con ruidosas músicas, la
parejita de nenes, su trabajo fijo, su coche, sus seguros hasta de la
vida.
Estemos atentos al hombre. Que no es productor ni
consumidor, sino criatura nacida del amor de Dios y convocado al
Reino de los cielos como hijo. Atentos al hombre que gime en la
soledad la ausencia de amor. Atentos al hombre paganizado dando
culto a cuentas bancarias, o a dioses humanos en figura de mitos
o líderes.
Atentos al sufrimiento humano y seguros del poder redentor
del Resucitado. No puede el Pastor casarse con el mundo y sus
valores reales, alabando sus virtudes, acompañándolo en sus
descubrimientos para los que se basta sólo. Sino que hemos de
irrumpir con algo nuevo, original, llamativo, desconcertante: El poder
de Dios para crear comunión con la fuerza de su Espíritu.
Desde el mundo religioso hubiéramos pedido que Jesús
dijera: “se conocerá que sois mis discípulos en que hacéis mila-
gros”. Y desde la burguesía •en que tenéis las espaldas cubiertas”.
Pero fue original: Apeló a la seguridad absoluta que da al hombre
el amor; al milagro moral que ha de maravillar al mundo: “que os
améis unos a otros como yo os he amado”.
Las gentes del judaísmo y paganismo no entraban en la
Iglesia buscando sabiduría, religiosidad o virtudes. De eso tenían
experiencia. Entraban por algo nuevo, irresistible, “mirad como se
aman”. He ahí la pista de la pastoral misionera. Así en el año de la
Misericordia, todos somos llamados a ser misioneros en todos los
ambientes.
Ciclo C - 319

Domingo sexto de Pascua


Hch 15,1-2.22-29. Ap 21,10-14.22-23. Jn 14, 23-29.

Homilía 1 de mayo de 2016


Como en los comienzos, siempre ha existido en la Iglesia al
tentación de acomodar el Evangelio a la ley. La ley es lo seguro, la
trillado, pero nos deja anclados en ella misma. El Evangelio es el
riesgo, lleva al abandono en Dios, nos have volar a las alturas, nos
conduce a Dios mismo. Sin el Espíritu Santo no se habría encontra-
do solución en aquella asamblea apostólica, por muchos diplomáti-
cos que hubiera.
El Evangelio de hoy, está dentro del “discurso de despedi-
da” y se palpa un clima de miedo y tristeza. Jesús percibe el cariño
y apego de los discípulos y les explica el verdadero amor. El amor
no es sólo un sentimiento, es una escucha activa de la Palabra y
una adhesión, porque está seguro de quien le ama totalmente.
También les presenta el retrato del no-creyente, no se preocupa por
escuchar, ya que no se sabe querido y no espera recibir nada e
incluso teme que le exija o quite algo.
Les da la paz, no sólo la desea, sino que se la da. Cuando
en la Iglesia se pierde la paz, es imposible recuperarla. Pues se
pierde porque el corazón está lleno de ceguera, tozudez y resenti-
miento. Se intentarán mil artilugios humanos, a modo de consolado-
res, que de nada valen. Tal vez como placebos. Entonces es
imprescindible la obra del Espíritu santo. Para reintroducir la paz de
Jesús es necesario convertirse a la humildad de la verdad y
movilizar todas las fuerzas para desandar el camino errado y
dejarse llevar por el Espíritu Santo.
¡Cuántas veces le habla del Padre en tal breve relato! El
Padre ama a los que guardan la Palabra. El Padre hace morada
junto a Jesús a a los que escuchan. El Padre se da a comer por
medio de la Palabra. En nombre de Jesús el Padre enviará al
Defensor. El Padre que envía a Jesús es el destino final.
Ciclo C - 320

Jesús percibe el miedo y tristeza de los discípulos y les


anuncia al Espíritu Santo que les acompañará y les hará presente
cuanto han visto y oído. Cinco veces les repite que podrán contar
con la ayuda del Espíritu Santo. Me voy y vuelvo a vuestro lado.
Pero voy a preparaos lugar.
Esa es la maravillosa escena que describe el Apocalipsis
bajo la presencia del Padre. Donde sólo habita la gloria de Dios.
Donde sobran el sol y la luna. Es la ciudad santa que baja del cielo,
que no ha sido construida por los hombres. Pero sin embargo la
necedad humana intenta crear un reino, una tierra de felicidad y
¿cómo? Fracaso, tras fracaso, durante siglos y milenios y aún no ha
descubierto su necedad ante la experiencia de lo imposible. Y no
sólo los estados, sino cada persona no escarmienta ante su
continuo fracaso por encontrar la felicidad.
Se acerca la venida del Espíritu Santo. Esperemos que nos enseñe
y descubra todas esas cosas. Pues sin El, Jesucristo no sería más
que un personaje de la historia, Un Aristóteles. La Iglesia no sería
más que una simple organización. La evangelización no más que
una propaganda. La vida cristiana sería una vida de esclavos.
¡Cuánto cambia todo con la venida del Espíritu que nos promete
Jesús!
Pues ya en la Eucaristía tenemos en figura la síntesis de
todas las promesas. Veámoslas cumplidas, busquemos las y
saldremos del templo radiantes. Pidamos también al Padre que no
se retrase, que estamos angustiados y no podemos esperar más,
que estamos en el Año de la Misericordia y el Espíritu es el Amor.
Ciclo C - 321

Ascensión del Señor


Hch 1,1-11. Ef 1,17-23. Lc 24,46-53.

Homilía 8 de mayo de 2016


A punto de finalizar el Tiempo Pascual, lo vamos a desglosar en tres
fases: la resurrección de Jesús, que es la victoria sobre la muerte;
La Ascensión, que es la exaltación de su humanidad resucitada; y
la misión del Espíritu Santo, como culminación del misterio de la
Encarnación.
“Lo vieron levantarse”. Cuando los discípulos están esperan-
do contemplar su presencia “dos hombres vestidos de blanco les
dijeron ¿qué hacéis ahí, mirando al cielo?
Desde hoy su presencia en el mundo será distinta, es
múltiple y misteriosa. Su presencia entre nosotros ha dejado de ser
física y visible, pero se ha convertido en una presencia real; “Yo
estaré con vosotros todos los días”, “Esto es mi cuerpo”, “ lo que
hagáis a uno de estoa pequeños, a mi me lo hacéis”, “donde dos o
más se reúnen en mi nombre, estoy en medio de ellos”. Todo,
realidades misteriosas. Ha comenzado la presencia del amor. Del
misterio del amor. Y sobre todo en este año dedicado a la MISERI-
CORDIA. Al gozo pleno.
La Ascensión es día de gloria para el Hijo de Dios hecho
hombre, y para todo el género humano. Hoy el hombre llega a su
suprema realización. Uno de los nuestros, el hermano mayor ha
entrado en el cielo y se ha sentado a la derecha de Dios. El pecado
y la muerte han sido vencidos en Cristo, nuestra cabeza.
Cristo ha querido compartir con nosotros el sufrimiento y la
muerte, pero también su victoria y su gloria junto al Padre. “Padre
este es mi deseo, que los que me confiaste estén conmigo donde
yo estoy y contemplen mi gloria”.
Cristo se queda presente en la Eucaristía, Cuerpo y Sangre,
ofrenda y don suyo, anticipación de su muerte por el mundo, la
prueba mayor del amor entregado. Y vive en nosotros y su presen-
Ciclo C - 322

cia palpita en nosotros, “el que come mi carne y bebe mi sangre,


vive en mi y yo en él” Cristo está también presente en la Iglesia,
nacida de la Eucaristía y alimentada por ella.
Todos los que hemos sido bautizados somos llamados a
prolongar a Cristo. El padecer está unido indisolublemente al
resucitar. El bautismo es el nacimiento de un pequeño cristo que
tiene que ir creciendo hasta llegar a la plenitud de la edad de Cristo.
Para eso seguimos viviendo vida sacramental trasfundida por los
signos de la gracia.
Cristo no se ha ido para desentenderse de los hombres, sino
para multiplicar su presencia. Nos envía el Espíritu Santo que nos
fortalece. Mientras estuvo con sus discípulos les fue creando los
sacramentos: “bautizad... perdonad pecados... esto es mi cuerpo...
haced esto en memoria mía...”
Los cristianos no somos un partido político, sino una
comunidad que vive una vida sacramental. Somos un pueblo de
hombres nuevos, llamados a vivir entre todos nosotros el amor,
como la Santísima Trinidad. Cristo subió a los cielos para tomar
posesión del reino de su gloria; para enviar el Espíritu Santo a los
Apóstoles y a su Iglesia; para ser mediador e intercesor nuestro;
para prepararnos tronos de gloria.
Esta es la maravillosa tarea de la Iglesia, de cada uno de
nosotros: Crear y alimentar este pueblo, anunciando la Palabra,
celebrando la Eucaristía, la oración incesante y el amor universal
por encima de nosotros mismos. Anunciando con nuestra alegría y
esperanza la maravilla que nos aguarda.
Ciclo C - 323

Pentecostés
Hch 2,1-11. 1 Co 12,3b-7.12-13. Jn 20,19-23.

Homilía 15 de mayo de 2016


Celebramos la Solemnidad de Pentecostés. Pero mirad lo que dice
el Prefacio de la Misa "Para llevar a plenitud el Misterio Pascual,
enviaste hoy el Espíritu Santo". Así la Liturgia actualiza los grandes
misterios de la salvación. Estamos ante los dos grandes aconteci-
mientos del Cristianismo que se complementan: Misterio Pascual y
venida del Espíritu Santo. Aunque Pentecostés es tan importante
como la Pascua, Y de mayor relieve que otras fiestas del año, en la
práctica pasa para muchos como un domingo más. Tiene más
popularidad el Nacimiento de Jesús y la muerte en la Cruz. Tal vez
por tener elementos más concretos y sobre todo más sentimentales.
La lectura de Lucas no pretende tanto contar un hecho
concreto, como mostrarnos el espíritu del Cristianismo, el proyecto
cristiano, anunciado ya por el profeta Joel "derramaré mi espíritu
sobre toda carne" (lectura de la Vigilia). El rasgo fundamental del
Cristianismo es su universalidad. La universalidad del Espíritu.
Antes de Pentecostés estábamos en la era de Babel, de las
divisiones, de las barreras. Los hombres no se entendían. La
ambición de poder y prestigio estaba sobre la comunión. Lucas
presenta una serie de pueblos tradicionalmente enfrentados en una
larga historia de odios y guerras.
Pero llegó Pentecostés. Pedro proclama la Palabra que el
Espíritu le infunde. Y se sorprenden. Porque sin perder ninguno su
identidad, lo oyen como en su propia lengua. Es que ha surgido el
lenguaje del amor y la comprensión.
Pablo en la Carta a los Corintios, que conoce las divisiones
que allí hay, les recuerda el Espíritu de la Iglesia "en cada uno se
manifiesta el Espíritu para el bien común". Es igual que uno sea
cura o laico, religioso o casado. Nadie puede sentirse dueño, ni
juez, ni modelo en la Iglesia. Si todos los miembros son solidarios
de un mismo cuerpo y de una misma tarea, es estúpida la competiti-
Ciclo C - 324

vidad. Es estúpido señalar diferencias, cualesquiera que sean, pues


todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Los seres humanos, como no somos espíritus, nos encerra-
mos en compartimentos y levantamos muros.. Sólo pendientes de
lo material y externo, de los resultados estadísticos. Nos falta la
sutileza del viento, del Espíritu que lo penetra todo. El Espíritu no
tiene barreras, como el aire, como la paloma que representa al
Espíritu santo, que entra y sale y se remonta por donde nosotros no
podemos.
Juan en su Evangelio nos concretiza hoy lo característico de
la obra del Espíritu, que es la reconciliación entre los hermanos.
Rotura de barreras. "Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis
los pecados les quedan perdonados". El Espíritu cristiano se
reconoce en la misericordia, en el olvido de las ofensas, en el
abrazo de reconciliación.
Hoy viene también ese Espíritu Santo para llenarnos de
todos sus dones. Hoy en la Eucaristía, movidos por ese Espíritu,
nos integramos y apretamos en un mismo cuerpo, el Cuerpo de
Jesucristo. Sin la fuerza del Espíritu sería imposible una verdadera
Eucaristía.
Sin el Espíritu Santo Dios está muy lejos. Jesús es sólo una
figura histórica. La Iglesia, no mas que una organización. La
evangelización, sólo sería una propaganda y la vida cristiana no
sería más que una vida de esclavos. Así pues hagámoslo y
vivámoslo presente. Está presente. Está dentro si estamos a la
escucha.
Ciclo C - 325

Santísima Trinidad
Pr 8,22-31. Rm 5,1-5. Jn 16,12-15.

Homilía 22 de mayo de 2016


Toda la Escritura nos presenta un Dios que realiza la salvación en
medio de los hombres, un Dios que llama e interpela para que el
hombre se encuentre consigo mismo y en plena libertad consiga su
destino final, que no es otro que el encuentro con Dios.
El objetivo final de nuestra liberación es según san Pablo es
la paz con Dios. Que implica amistad indestructible. Unión y mutua
posesión.
Desde siempre Dios es considerado como el que saca todo
de la nada (primera lectura) de la muerte, de la esclavitud, de los
trances difíciles. Por eso es llamado Padre, porque engendra vida.
Jesús insiste sobre todo en que nos alimenta y cuida con singular
cariño.
La expresión Padre entraña dificultades, generalmente se
presenta como autoridad impositiva y por ende es nada atrayente.
En la Biblia es el creador de cuanto existe, pero sobre todo
es el salvador, el libertador. Es la experiencia de los hebreos en el
desierto. Si separamos la paternidad de la liberación, hacemos un
dios sumamente confuso.
También se cayó en el pietismo del ADios Papa Noel" que
fácilmente se vino abajo a medida que el hombre maduró en su
historia.
El Dios Padre de la Biblia es el que interviene a favor del
hombre oprimido, tanto por yugos exteriores como interiores como
sus debilidades y pecados. Yahvé se reveló como una fuerza que
liberaba de la servidumbre para conducirlos a la patria de la libertad.
Los judíos intuyeron que la paternidad de Dios no es sólo biológica,
sino que los conduce a la madurez y responsabilidad.
San Pablo vio como en el Bautismo somos llamados a una
Ciclo C - 326

triple libertad; del pecado, de la ley y de la muerte. En Dios nuestro


Padre porque nos llama y lleva a la libertad. Y esa liberación nos
hace "vivir en paz con Dios".
Pasando de la línea del Antiguo Testamento fácil es pasar
el Nuevo. Pues esta salvación - liberación nos la da por medio de
Jesucristo. A menudo se separa a Jesús del Padre. Como si hubiera
realizado todo por cuenta propia. No habla así Jesús.
Por Jesús concluye el Padre su obra. Pues Jesús es el Hijo
por excelencia que consiguió la plena libertad y la consiguió para
toda la humanidad, que acepte la proyecto del Padre. Desde Jesús
el hombre aprendió a tener confianza, apoyado en la esperanza de
gloria de los hijos de Dios.
Mas el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo. El domingo pasado celebramos
Pentecostés y veíamos su importancia en la vida cristiana. El
Espíritu Santo es el mismo Dios en acción. Y nuestra esperanza de
la liberación no será defraudada porque es el mismo Espíritu el
intermediario entre el amor de Dios y los hombres.
El anuncio de la Trinidad es un evangelio o buena noticia ya
que los tres personajes de la Santísima Trinidad están íntimamente
relacionados con el proceso liberador del hombre, como persona y
como comunidad.
Ciclo C - 327

Corpus Christi
Gn 14,18-20. 1 Co 11,23-26. Lc 9,11b-17.

Homilía 29 de mayo de 2016


Ante la negativa experiencia que aportan las divisiones, el deseo de
unidad entre los hombres se va haciendo cada vez mayor. Ese
espíritu de unidad ya fue predicado por Jesús hace dos mil años y
nos lo entregó en el Sacramento de su Cuerpo que hoy celebramos
y actualizamos.
Cuando los hebreos, al salir de la esclavitud de Egipto
caminan por el desierto, sienten la necesidad de unirse como
pueblo bajo la dirección de Dios, asumen la Alianza y manifiestan
su fe y su obediencia a Yaveh.
El Evangelio de hoy también nos presenta a un pueblo que
camina hambriento de pan, y sobre todo de vida y libertad. Y ¿no es
la MISERICORDIA la suma de todas esas apetencias? Y estamos
precisamente en el Año dedicado a ella.
Para los hebreos aparece Moisés como libertador, ahora
Jesús, por quien Dios realiza la nueva y definitiva Alianza.
Esta itinerancia es lo que significa nuestra procesión de hoy.
Un pueblo que camina unido, incluso con sus autoridades civiles
representando a todos, reafirmando los deseos de unidad y
pertenencia al Cuerpo de Cristo.
En el Antiguo Testamento, la Alianza se celebraba con un
sacrificio. Las víctimas sacrificadas eran signo de que todo pertene-
cía a Dios, era la comunión con él. Y Jesús, con el sacrificio de su
Cuerpo, hizo la ofrenda a Dios de toda la humanidad, como signo
de su pertenencia.
Melquisedec, rey y sacerdote como Jesucristo, ofrece un
sacrificio de pan y vino como signo de unión con Abraham su aliado
en la lucha con los pueblos vecinos (primera lectura.).
Celebrar la Eucaristía es hacer la acción de gracias por la
Ciclo C - 328

alianza que Dios hace con nosotros por medio de Jesucristo, es


actualizarla. Pero hay más, es hacer junto con Él, la ofrenda a Dios,
el sacrificio, de nuestra vida, nuestro servicio y nuestros bienes, que
si bien Dios no los necesita, sí que los necesitan otros hermanos
miembros del mismo cuerpo. Es repetir a todos con Jesucristo "Esto
es mi Cuerpo que se entrega por vosotros" (segunda lectura). De
esta forma "proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva".
Comulgar es decirle a los hermanos: aquí está mi vida que
se entrega por vosotros y recibir el mismo mensaje de ellos. Es
aceptar al extraño en el mismo círculo. Por eso dirá Pablo. "el pan
que partimos ¿no nos une a todos en el Cuerpo de Cristo?".
En esta situación veremos cumplido lo que hemos pedido en
la Oración Colecta "que experimentemos constantemente en
nosotros el fruto de tu redención".
Hoy es el día del amor y la unidad. Recibamos la Eucaristía
como el derroche supremo de la MISERICORDIA y compartámosla
con todo el mundo. ¡Cuántos habrá que la necesitan!
Ciclo C - 329

Domingo décimo del Tiempo Ordinario


1 R 17,17-24. Ga 1,11-19. Lc 7,11-17.

Homilía 5 de junio de 2016


En el Evangelio de hoy como en otros pasajes hay dos vertientes,
contemplar la bondad de Jesús y su poder. Otra, señalada por
Lucas, que da la clave de a interpretación del hecho: “Un gran
profeta… Dios ha visitado a su pueblo”. El signo, con relación al
Reino de Dios que llega en la persona de Jesús. Este acontecimien-
to no es una novedad en el Ev., sino una constante, Dios visita a su
pueblo dando vida. Ahora nos visita con EL AÑO DE LA MISERI-
CORDIA.
Estamos ante un caso límite. No hay remedio. Un joven
muerto, una viuda, que pierde a su hijo y queda abandonada.
Precisamente es Lc el que más enfatiza en la liberación de los
oprimidos y también de las mujeres. Y en este caso triplemente
desamparada, viuda sin el hijo y el ser mujer en aquel tiempo.
Jesús no espera petición, se adelanta. Esa realidad de la
muerte es una constante en nuestras historias personales, y, de ella
hemos sido librados. En el caso del Evanggelio la noticia se divulgó
y todos daban gloria a Dios. Sería nuestra reacción normal tras
nuestra experiencia salvadora de Dios. ¿O es que no nos ha
salvado de nada?.
Pero voy a intercalar un texto del Oficio del Sábado Santo,
una antigua homilía anónima. “Jesús va a buscar a nuestro primer
padre como si fuera la oveja perdida. Va a sacar de la prisión a
Adán y Eva…. Levántate, obra de mis manos, levántate imagen
mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque
tú en mí y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona”.
Asombroso, la resurrección nos une, transforma e identifica,
nos hace de resucitados, resucitadores.
La situación del mundo es esa misma escena. La mujer
angustiada, sin solución todo está perdido, La gente la acompaña
Ciclo C - 330

llorando por mimetismo, como forma de unión, los porteadores, que


lo llevan a la fosa, pues todo se ha terminado. Tiene que aparecer
alguien que pare el féretro, alguien que con experiencia de haber
pasado de la muerte a la vida, tiene el poder de decir que es
mentira, que no está todo perdido. Es la misión de la Iglesia y de
todos los que han experimentado el poder de Jesús. Los que por la
Alianza nueva están unidos a El y se sienten una sola persona con
El. Tremendo misterio lo de la Nueva Alianza, estamos tan acostum-
brados a la Antigua…
La sociedad en la que Dios es negado, camina llevada por
unos porteadores a su tumba. Y esos porteadores son que se
llaman conductores progresistas de un mundo mejor. El mundo
quiere y desea vivir, pero sólo Dios conduce a la vida, sólo El libera
de la muerte. ¡Oh cristiano! Qué haces aún en el lamento y el llanto
como si no te hubiera salvado Jesucristo. Qué haces apegado a lo
caduco, esperando de ello la felicidad, pues eso caduco muere, y
¿a qué te agarrarás? y con ello morirás tú también.
Tampoco caigamos en la postura de la mujer de la primera
lectura. Que ante la desgracia, otro caso límite, la muerte, inculpa
al hombre de Dios, de donde le podría venir la vida. ¿No es así
acusada la Iglesia de los males del mundo, cuando sólo el Evange-
lio puede traer la vida, además para siempre?.
Siendo portadores de nuestra experiencia de resucitados
haremos crecer el Reino de Dios en el que vivimos y seremos los
primeros favorecidos.
Ciclo C - 331

Domingo 11 del Tiempo Ordinario


2 S 12,7-10.13. Ga 2,16.19-21. Lc 7,36-8,3.

Homilía 12 de junio de 2016.


Impresionantes Palabras en el Año de la Misericordia. Sobraría todo
comentario.
En la primera lectura de este domingo, David, el rey elegido
por Dios, ha pecado gravemente. No sólo el adulterio con Betsabé,
esposa de Urías, uno de los generales más leales, sino que además
hizo matar al esposo engañado. Se ha mofado así del mismo Dios,
al arrogarse un derecho abusivo sobre la vida o la muerte, en
beneficio de sus deseos, poniendo en entredicho lo absoluto de la
realeza divina, única fuente del auténtico derecho. Esto merece un
castigo, pero el rey reconoce su delito "he pecado contra el Señor"
y se manifiesta humildemente arrepentido. Muestra así la profundi-
dad de su fe, real, a pesar de su pecado. Por eso Dios lo perdona.
David quedará para siempre como ejemplo del hombre, que
sobrepasando sus miserias, se ha situado en la dinámica divina
que, sin desentender la justicia, aplica la misericordia y el perdón a
quien se convierte.
En la segunda lectura, Pablo no cesa de combatir la
mentalidad que empuja al hombre a pensar que gracias a sus
buenas acciones, tiene derechos ante Dios. La religión fundada
sobre la obediencia a la ley y sobre un contrato "te he dado y tienes
que darme", falsea la verdadera relación con el Señor. Este tipo de
religión condujo al judaísmo a rechazar el mensaje de la gratuidad.
La fe transforma radicalmente ests mentalidad y nos hace abrirnos
al amor divino como se muestra en Jesús.
En el Evangelio, una mujer ¡y qué mujer! Se atreve a
estropear una sobremesa cuidadosamente preparada. La arrogante
entrometida, no sólo quebranta las normas de la buena educación,
sino que además comete un infracción de tipo religioso: un ser
impuro no debe manchar la casa de un hombre socialmente puro
como es el fariseo.
Ciclo C - 332

En un momento Jesús pierde su dignidad de profeta a los


ojos de su anfitrión. "Si este fuera profeta, sabría quien es esta
mujer que le está tocando y lo que es, una pecadora".
Ante la situación que se ha presentado, Jesús utiliza el
recurso de los sabios. En vez de corregir a su anfitrión, lo invita a
salir de su ignorancia y a reconocer que el verdadero pecador es él,
porque el fariseo se creía puro.
La mujer, a nadie ha engañado, ha repetido los gestos de su
oficio; la misma actitud sensual que ha tenido con todos sus
amantes. Pero en esta ocasión sus gestos no tienen el mismo
sentido. Ahora expresan su respeto y el cambio de su corazón. El
perfume lo ha comprado con sus ahorros, que son el precio de sus
pecados. Y sin dudarlo rompe el frasco, para que nadie pueda
recuperar ni una gota del precioso perfume. Una vez más, el gesto
fino y elegante.
Salen aquí a la luz dos dimensiones de la salvación. Por una
parte estalla la libertad propia del amor. En esta comida, el fariseo
tenía todo previsto y preparado. Pero basta con que una mujer
empujada por su corazón, entre sin haber sido invitada, y la
sobremesa cambia del todo. Por otra parte, el episodio revela la
liberación ofrecida por Jesús. Jesús proclama con sus actos y
palabras que el hombre ya no está condenado a la esclavitud de la
ley y a una religión alienante. El cristiano es un ser liberado al
socaire de esa fe, hecha amor práctico, que predica Jesús: "tu fe te
ha salvado".
En la antigüedad las prostitutas eran consideradas esclavas,
socialmente no existían. Sin embargo esta tarde una prostituta
escucha las palabras de la absolución y de canonización, porque ha
hecho el gesto sacramental, ha expresado su decisión de cambiar
de vida. Así se coloca a la cabeza del Evangelio. ¿Qué otra cosa
pueden significar las palabras de Jesús: tus pecados están
perdonados? Es lo mismo que decir "estás justificada" o sea
convertida en "justa".
En la comida que ahora celebramos, la Eucaristía, nos
acercamos al Señor con la actitud de David, con la actitud de la
mujer del Evangelio y encontramos en Jesucristo resucitado la
Ciclo C - 333

salvación que necesitamos. Ser justificados y santificados. Dejémo-


nos convertir y salir de nuestros fariseísmos con las palabras
dirigidas por Jesús a su anfitrión.
Ciclo C - 334

Domingo 12 del Tiempo Ordinario


Za 12,10-11;13,1. Ga 3,26-29. Lc 9,18-24.

Homilía 19 de Junio de 2016


Al comenzar la celebración hemos pedido en la oración colecta:
"concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo
nombre", vamos a ser enseñados qué significa ese nombre, si le
conocemos, o mejor ¿quién es Jesús?. En reciente libro del Papa
Francisco se titula "El nombre de Dios es misericordia".
El profeta Zacarías parece anunciarlo cundo dice: "derrama-
ré un espíritu de gracia y de clemencia" sobre Jerusalem, sobre la
Iglesia, pero deja entrever el camino de la pasión. Ese espíritu de
gracia y clemencia vienen con el mismo Jesucristo. Y este año nos
es especialmente anunciado y promulgado como El AÑO DE LA
MISERICORDIA.
En el Evangelio, Jesús, luego de hacer oración, pues la
revelación que va a hacer es muy seria, se dirige a los discípulos
suavizando la pregunta "quién dice la gente que soy yo?. Para
proseguir "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?. Cuestión que se
nos plantea a nosotros, pues tal vez esperamos otra cosa de Él. Tal
vez, el revolucionario destructor de situaciones injustas, o el
defensor del orden establecido. ¿Cuántas visiones parciales!
Nosotros podemos decir con Pedro, que es "el Mesías de Dios".
Pero para que el concepto de Mesías no nos lleve a sueños
triunfalistas ni dominantones, ni a confundir el orden social del
mundo con la radical salvación cristiana, viene hoy Jesús a iluminar
su verdadero camino, y el nuestro.
A riesgo de tirar su popularidad y la débil aún fe los
apóstoles, les dice: "el Hijo del hombre tiene que padecer mucho,
ser desechado, ejecutado y resucitar al tercer día". Así es capaz de
hacer con todos como con Él. Va a mostrar su inmenso poder. De
un guiñapo, raido y sucio, que hay que coger con pinzas para tirarlo
a la basura, es capaz de hacer una obra maestra de alta tapicería.
Asómbrate, es lo que continuamente hace contigo y con todos.
Ciclo C - 335

Puede que sigamos a Jesús sin saber a quién seguimos. Es


un hombre que debe asumir con sus sufrimientos la tarea de
redimirnos del orgullo. Sentirá en su cuerpo el dolor y el rechazo.
Rechazo de los suyos, de esa gente que se siente religiosa. Así,
precisamente manifiesta lo que es Su Amor Misericordioso, el Amor
misericordioso es creador, y creador de la nada,.
El gran peligro de la Iglesia no es el ambiente opuesto de
afuera, sino que está dentro, el peligro grande es distorsionar, a
nuestro gusto o conveniencia, la imagen de Jesús. Y seguir a ese
Jesús significa "que se niegue a sí mismo" a sus mentiras, a su
orgullo y suficiencia. No se puede pensar en la liberación de la
humanidad sin la liberación propia interior. Nos liberamos a nosotros
mismos cuando pensamos y nos damos a los demás con la
misericordia comprensiva, como Jesucristo con nosotros. Cargando
con las debilidades ajenas. Así liberamos también a los otros.
Recojo algunas magníficas palabras del Papa Francisco: "También
en la comunidad cristiana están los trepas y ladrones" o "¿Cuánto
daño hace la vida cómoda!" o también "Hay cristianos de salón,
educados y buenos… pero sin celo apostólico". (recogidas en
diversos momentos).
"Que cargue con su cruz". La cruz es el modo de afrontar la
vida. Es preguntarse cada día ¿cómo puedo dar paz, consolar, dar
vida al que sé que la necesita? Aceptar la cruz es propio de
esclavos sumisos, cogerla es propio de hombres libres. Hoy la
Palabra nos lleva a la verdad, verdad que humilla. Y Eucaristía que
conforta y anima a seguir al que así nos ha amado.
No busquemos un Jesús que nos acompañe y resuelve
nuestros marañosos entuertos y deseos, sino que todo lo hace de
nuevo. Es la tarea de la Misericordia. Y todo eso estéril. Pero
querido y amado debe desaparecer. En el fondo de todo, ved el
misterio Pascual, algo ha de morir para una vida nueva y mejor.
Salimos hoy de la Eucaristía iluminados, salvados por el
misterio redentor y alentados a continuarlo y difundirlo. La alegría
será nuestra tarjeta de presentación.
Ciclo C - 336

Domingo 13 del Tiempo Ordinario


1 R 19,16b.19-21. Ga 5,1.13-18. Lc 9,51-62.

Homilía 26 de junio de 2016.


Si el domingo pasado se nos manifestaba el verdadero ser de
Jesús, hoy nos situamos ante su seguimiento. En la Colecta hemos
pedido "vivir fuera de las tinieblas y permanecer siempre en el
esplendor de la verdad". Esta es la base de los discípulos seguido-
res.
Lucas nos narra el camino hacia Jerusalem. Y nos expone
dos momentos: el paso por Samaría y las condiciones del segui-
miento.
Al ser mal recibidos por los samaritanos, aparece la aun
inmadura actitud de Santiago y Juan, el ansia de venganza
utilizando el poder de Dios. Nos resulta extraño, pero esta postura
sigue todavía vigente entre nosotros, cuando condenamos o
marginamos al que no es o siente como nosotros.
En tres personas distintas va Jesús a expresar las condicio-
nes de los discípulos.
El primero, que se brinda por sí solo, sin ser llamado. La
respuesta de Jesús es que no tiene nada que le interese para
ofrecerle. Al contrario que los políticos, no ofrece nada. Pues el
seguimiento consiste en servir a Dios y los hermanos con total
desprendimiento. No basta con decir somos cristianos y estamos
bautizados. Puede haber segundas intenciones y el Evangelio nos
llama a todos a purificarlas.
Al segundo lo llama Jesús "Sígueme". La lógica condición de
enterrar antes a los padres, no le es admitida, "deja que los muertos
entierren a sus muertos". Jesús está viendo en él el apego al
pasado. El padre es la ley, el antiguo culto, que es lo que ayudó
antes de llegar la libertad. Pero aparece Jesús, y seguirle es romper
con el pasado. No podemos agregar muchos viejos valores y
costumbres que no casan con Él, como el aburguesamiento con
Ciclo C - 337

fachada cristiana, el uso de lo religioso para juzgar, la suficiencia,


las convenciones sociales, los temores.
Al tercero, que tampoco es llamado, Jesús no le acepta
despedirse de los suyos. Parece dura la respuesta. Caso semejante
nos presenta la primera lectura. Elías deja a Eliseo decir adiós a los
suyos, que sigue a su maestro rompiendo con el pasado en la
quema del arado y bueyes. Jesús, lo que declara incompatible, es
el seguimiento cristiano con la antigua familia sinagogal, el templo,
la ley. Porque Jesucristo no es un agregado más a lo antiguo, sino
algo completamente nuevo. El pasado es una atadura, y somos
llamados "para vivir en libertad" (segunda lectura) que es donde
florece el amor verdadero
Con estas actitudes, diremos que hoy no habría vocaciones.
Y sin embargo de aquí surgió la Iglesia con todos sus mártires y
santos.
Comulgar hoy es decir sí al Cristo del Evangelio, reconocer
los defectos y purificarlos de las desviaciones, condiciones o
conveniencias para caminar en la plena libertad, sólo guiados por
el amor al servicio incondicional. "Vuestra vocación es la libertad"
(segunda lectura).
Ciclo C - 338

Domingo 14 del Tiempo Ordinario


Is 66,10-14c. Ga 6,14-18. Lc 10,1-12.17-20.

Homilía 3 de julio de 2016


No es frecuente rezar con el texto de la Colecta de hoy “concede a
tus fieles la verdadera alegría”. Pues bien, la Liturgia de este día
nos va a hacer saborear esa alegría, que nos va a llevar a comuni-
carla en la evangelización. Si en domingos anteriores hemos estado
viendo el discipulado de Jesús y sus exigencias, hoy nos lleva a la
misión: ser portadores de paz, anunciadores del Reino.
“Festejad a Jerusalem. Gozad con ella todos los que la
amáis... mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos”
(primera lectura). El libro de Isaías se refiere a Jerusalem, nosotros
a la Iglesia. Ella, como madre, nos consuela y nutre de sus dos
pechos, que son la Palabra y los Sacramentos. “Haré derivar hacia
ella como un río la paz”. Palabras en parte cumplidas y experimen-
tadas, en parte en la esperanza, pero que nos hacen hoy proclamar
“Aclama al Señor tierra entera... venid a escuchar, os contaré lo que
ha hecho conmigo” (salmo responsorial). He aquí la misión de la
Iglesia y de cada uno, proclamar la cercanía y presencia del Reino
de Dios. ¡Qué bien concuerda cada frase, cada palabra, con la idea
central del AÑO DE LA MISERICORDIA!
El grupo de los setenta y dos con los apóstoles son el núcleo
inicial de la Iglesia en misión. No se preocupó Jesús de una
organización como hoy la concebimos. Esta surgió como una
necesidad al correr el tiempo. Porque la Iglesia, institución organiza-
da no es un fin en sí misma, sino que está en relación al Reino de
Dios, al que debe servir. Y este Reino no es sino “la paz y MISERI-
CORDIA de Dios”, manifestadas en Jesucristo y llevadas a todos
los hombres, generando una humanidad nueva.
Esta tarea ha de ser realizada en pobreza, para que sea
comprendida por los pobres. Con desprendimiento de nosotros
mismos y de todo apoyo material. Que no dé a entender que la
felicidad está en los bienes de este mundo. Sino en la gratuidad de
Ciclo C - 339

la MISERICORDIA.”No os detengáis a saludar” que solía llevar


largas charlas. Sino simplemente dar la paz.
Tal sencillez nos asombra hoy. Que es la que tanto nos está
insistiendo el Papa Francisco. Pues de esa sencillez del Evangelio
salió lo que hoy llamamos cristianismo. Es necesario aligerar la
carga para que no se nos pase el tiempo en organizaciones y
montajes, tantas veces innecesarios.
En la celebración de hoy saboreamos la presencia del Reino,
somos alimentados con la Palabra y el Sacramento, que nos unen
al Cuerpo de Cristo, la cabeza, y a los hermanos. Es para nosotros
la meta y también el punto de partida para llevarlo a los demás.
Pero antes saboreadlo gozadlo, para poder ser testigos.
No es frecuente rezar con el texto de la Colecta de hoy
“concede a tus fieles la verdadera alegría”. Pues bien, la Liturgia de
este día nos va a hacer saborear esa alegría, que nos va a llevar a
comunicarla en la evangelización. Si en domingos anteriores hemos
estado viendo el discipulado de Jesús y sus exigencias, hoy nos
lleva a la misión: ser portadores de paz, anunciadores del Reino.
“Festejad a Jerusalem. Gozad con ella todos los que la
amáis... mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos”
(primera lectura). El libro de Isaías se refiere a Jerusalem, nosotros
a la Iglesia. Ella, como madre, nos consuela y nutre de sus dos
pechos, que son la Palabra y los Sacramentos. “Haré derivar hacia
ella como un río la paz”. Palabras en parte cumplidas y experimen-
tadas, en parte en la esperanza, pero que nos hacen hoy proclamar
“Aclama al Señor tierra entera... venid a escuchar, os contaré lo que
ha hecho conmigo” (salmo responsorial). He aquí la misión de la
Iglesia y de cada uno, proclamar la cercanía y presencia del Reino
de Dios. ¡Qué bien concuerda cada frase, cada palabra, con la idea
central del AÑO DE LA MISERICORDIA!
El grupo de los setenta y dos con los apóstoles son el núcleo
inicial de la Iglesia en misión. No se preocupó Jesús de una
organización como hoy la concebimos. Esta surgió como una
necesidad al correr el tiempo. Porque la Iglesia, institución organiza-
da no es un fin en sí misma, sino que está en relación al Reino de
Dios, al que debe servir. Y este Reino no es sino “la paz y MISERI-
Ciclo C - 340

CORDIA de Dios”, manifestadas en Jesucristo y llevadas a todos los


hombres, generando una humanidad nueva.
Esta tarea ha de ser realizada en pobreza, para que sea
comprendida por los pobres. Con desprendimiento de nosotros
mismos y de todo apoyo material. Que no dé a entender que la
felicidad está en los bienes de este mundo. Sino en la gratuidad de
la MISERICORDIA.”No os detengáis a saludar” que solía llevar
largas charlas. Sino simplemente dar la paz.
Tal sencillez nos asombra hoy. Que es la que tanto nos está
insistiendo el Papa Francisco. Pues de esa sencillez del Evangelio
salió lo que hoy llamamos cristianismo. Es necesario aligerar la
carga para que no se nos pase el tiempo en organizaciones y
montajes, tantas veces innecesarios.
En la celebración de hoy saboreamos la presencia del Reino,
somos alimentados con la Palabra y el Sacramento, que nos unen
al Cuerpo de Cristo, la cabeza, y a los hermanos. Es para nosotros
la meta y también el punto de partida para llevarlo a los demás.
Pero antes saboreadlo gozadlo, para poder ser testigos.
Ciclo C - 341

Domingo 15 del Tiempo Ordinario


Dt 30,10-14. Col 1,15-20. Lc 10,25-37.

Homilía 10 de julio de 2016.


Al comienzo de la celebración reconocemos la asombrosa bondad
de Dios "que muestras la luz de tu verdad a los que andan extravia-
dos" (Colecta). Y este va a ser el tema que llena la Liturgia de este
día. Y, ¿cómo no, del AÑO DE LA MISERICORDIA?
Todos caminamos en busca de la vida plena, eterna. ¿Cómo
conseguirla? Es lo que pregunta un letrado a Jesús. Este hombre
vivía centrado en un gran aparato religioso, pero no le servía para
vivir. Seguro que nadie le había anunciado la Misericordia. Jesús no
le contesta nada nuevo, le recuerda que "el mandamiento está muy
cerca de ti, en tu corazón y en tu boca" (segunda lectura), que ame
a Dios y al prójimo, que simplifique su estructura religiosa en el
amor. Amor que lo intenta con sus obras, cuando se lo dan
gratuitamente.
Jesús le narra la parábola. "Un hombre bajaba de Jerusalem
a Jericó". Salirse de Jerusalem, la ciudad protegida y amurallada y
segura de peligros, es perder de vista a Jesucristo, mirar hacia el
mundo y sus seducciones. Y entonces los poderes maléficos
arrebatan la fe, la confianza en Dios, la caridad, dejando al hombre
agonizando, sin sentido de la vida. Pues perder esos dones es estar
en la muerte. En la parábola aparece frente al moribundo un
samaritano, abominable pecador para los judíos, acostumbrado al
sufrimiento del desprecio y la marginación, y por eso capaz de
apiadarse de un hombre destrozado.
El sacerdote y el levita pensaron agradar más a Dios con su
culto. Si aquel hombre estaba muerto incurrirían en impureza legal
y no podrían celebrar los ritos. ¿Y si llegaban tarde? Pecaban.
¡Claro! Aún no había venido Jesús a anunciar la Misericordia sobre
toda ley..
Y ¿quién es mi prójimo? preguntó el letrado. Hay muchos
Ciclo C - 342

como él, que estando dispuestos a amar a todo el mundo y no


encuentran a quién amar. O cuando llega la ocasión, siempre
aparece una excusa.
La respuesta de Jesús en la parábola se vuelve al revés
¿quién fue prójimo del hombre malherido? ¿quién manifestó con él
proximidad? Y fue curiosamente un adversario, pero que se sintió
identificado con él en el sufrimiento.
La Tradición ha visto en el samaritano una figura de
Jesucristo. Jesús es tenido por pecador, endemoniado etc. y por
eso despreciado y perseguido. El samaritano cura con aceite y vino,
que precisamente son signos sacramentales.
Hoy el mismo Jesucristo viene a curarnos a todos con su
Sacramento y nos envía a hacer lo mismo con cuantos desdichados
pecadores encontramos en el camino que han perdido el sentido de
la vida. Y seguro que hay muchos y muy cerca de ti. Lo trágico es
que estos desdichados pecadores molestan con su presencia y es
mejor no mirar para no tener que acercarnos. ¿Dónde está nuestra
misericordia, la que nos ha redimido y salvado a cada uno de
nosotros? Volvamos a mirar el rostro de mansedumbre de Jesús y
nos cambiará.
Ciclo C - 343

Domingo 16 del Tiempo Ordinario


Gn 18,1-10a. Col 1,24-28. Lc 10,38-42.

Homilía 17 de julio de 2016


Para alcanzar ser “encendidos de fe, esperanza y caridad” (Colec-
ta), Y ese fuego encendido es precisamente el del AÑO DE LA
MISERICORDIA. S. Pablo, nos dirá luego, que la fe viene por la
tontería de la predicación. ¡Pues a escuchar!
Abraham en la primera lectura ofrece la típica hospitalidad
de los sufridos hombres del desierto, pero no tanto aparece como
bienhechor, sino como pobre que pide.”Señor, si he alcanzado tu
favor, no pases de largo junto a tu siervo”. Y se encontró con la
promesa de lo que más había deseado toda su vida. Porque Dios
nunca pasa en vano cuando se le abre la puerta. Y hoy pasa por
nosotros.
En la conocida escena del Evangelio, Marta y María
representan dos formas de actuar ante la presencia de Jesús,
formas que alternativamente se suceden entre nosotros.
¿Quién no daría la razón a la agotada trabajadora de
Marta?. No es mala, sino que está ciega y sorda, para ver y
escuchar al Maestro. Representa los momentos en que con tantas
ocupaciones llenamos el tiempo sin llenar la vida. Hay en ella una
buenísima voluntad y un gran amor a Jesús, pero una confusión
sobre la misión de Jesús, que no necesita de ella, sino ella de
Jesús. Y, ¡cuántas veces en la vida actuamos, incluso con gran
sacrificio, queriendo hacer cosas para servir, agradar, cuando lo
que Dios quiere es nuestra liberación e iluminación en medio de
tantas angustias!
S. Pablo ha asumido “la tarea de anunciar el misterio que
Dios ha tenido escondido desde siglos” (segunda lectura) y María
ha tenido la ocasión de escucharlo directamente de boca de Jesús.
María, metida también en el tráfago del mundo, no pierde la
oportunidad de ser enseñada a ver la vida desde Dios, donde todo
Ciclo C - 344

se relativiza y sólo queda la trascendencia del Reino. Con Jesús el


Reino ha llegado y no se lo va a perder por nada.
Dios puede pasar por nuestra vida de muchas formas y en
cualquier momento, como un amigo que va de paso, como por la
tienda de Abraham o la casa de Betania, como hoy nuestra
celebración. También puede pasar despojándonos de lo que nos
impide su cercanía. Y hay que escucharlo, no se puede desperdiciar
el momento del que puede depender nuestra vida. “sólo una cosa
es necesaria”, gozar de la vida, la que viene de Dios y no la amarga
que proporciona el mundo. Y a veces es la que optamos nosotros,
tan insensatos.
Cuando participamos en la Eucaristía, elegimos “la mejor
parte” la que no nos será quitada. En ella se nos da la vida eterna
junto con el mismo autor de la vida y compartida con todos los
hermanos, los que están cerca y los que están lejos. Quien come de
este pan vivirá para siempre.
Ciclo C - 345

Domingo 17 del Tiempo Ordinario


Gn 18,20-32. Col 2,12-14. Lc 11,1-13.

Homilía 24 de julio de 2016


Camino de Sodoma, el Señor seguía en compañía de Abraham,
instrumento de intercesión, como padre del Pueblo de Dios, y así,
comienza a interceder por Sodoma: “El juez de todo el mundo ¿no
hará justicia?” Apela a la justicia. de Dios que no puede destruir a
los inocentes por causa de los culpables (Gn 18, 20). Abraham
retuerce el argumento. En vez de castigar a los justos por causa de
los culpables, ¿por qué no salvar a los culpables por causa de los
justos? De la confianza en la justicia, Abraham pasa a invocar la
justicia en servicio de la misericordia, para no castigar cincuenta
inocentes, sino cuarenta, treinta, veinte, diez inocentes y salven a
una ciudad entera. ¿No puede el amor de Dios hacer que su justicia
de vindicativa del mal se convierta en justificativa de los malos
haciéndolos justos? “En atención a los diez no la destruiré”.
Abraham ha invertido los factores de la solidaridad. De una ciudad
malvada que arrastra al castigo a unos inocentes, pasa a diez
inocentes que pueden conseguir el perdón de la ciudad.
La misión de Abraham es misión de la intercesión no sólo
por su pueblo, sino por toda la humanidad, representada aquí en
Sodoma, que resume la maldad de los hombres. La revelación de
Dios a Abraham de su plan sobre Sodoma, el mundo, constituye al
confidente, en mediador, como Moisés. Dios habla y actúa,
haciendo ejercitar de inmediato la intercesión de Abraham. Y con
ello manifiesta que su amor va a contar con el hombre, a cuya
petición y oración está siempre plenamente abierto y las propicia y
estimula. El salmista confiesa su experiencia de oración favorecida:
“Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste“ (Sal 137).
La oración de Abraham nos abre el camino a la enseñanza
de Jesús, hombre de oración. En sus años de Nazaret, oraría en la
sinagoga, con su familia santa, y también a solas. Tardes y noches
va a la soledad del campo o de la montaña para hablar con su
Ciclo C - 346

Padre. Poco a poco ha ido descubriendo el amor del Padre, al que


él va correspondiendo y comprendiendo.
Cuando los discípulos lo vieron una vez orar, quisieron orar
como él. Y “uno de ellos le dijo: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1).
Y les enseñó la oración dominical, tan distante de las rituales
impersonales y rutinarias de la sinagoga, que ellos conocían.
Comenzó a invocar justamente al “Dios-Abbá “, Dios
papaíto-mamaíta de su experiencia personal, que no cambia la
realidad del Altísimo, del Todopoderoso acentuado por el Antiguo
Testamento, sino que acentúa su experiencia de Padre bueno que
desborda amor, cariño, confianza, amistad, el deseo de la llegada
del reino y su santidad, el cumplimiento de la voluntad del Padre, la
del pan de cada día y el perdón fraterno, en resumen del amor, y la
fuerza para no caer en la tentación del anti-reino. Era toda una
revelación exhaustiva de Dios, la del hijo que quiere un Dios
poderoso, justo, pero que no ignora los sufrimientos de sus hijos.
Jesús ilustra el poder de la oración en el reino con dos
parábolas: el amigo que pide prestados tres panes, de noche,
cuando la puerta del amigo está cerrada, y que los consigue, sino
por la amistad, por la importunidad; y el hijo que pide pan, o
pescado o un huevo a su padre, y el padre no le da una piedra, ni
una serpiente, ni un escorpión que le pique y lo mate. Si esto lo
hacéis vosotros, que sois malos, ¿qué no hará el Padre? “Si
vosotros que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros h/os,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que
se lo piden? “. Y ¿cómo no nos dará el pan de cada día, y el trabajo,
y el vino en la boda, es decir, todas aquellas cosas que necesitamos
para vivir?.
Ahora estamos escuchando a Jesús. Sus palabras son tan
actuales como la sangre que corre por nuestras venas y que los
latidos del corazón que estamos sintiendo. Su amor sigue tan real
y actual, que en seguida va a estar vivo y resucitado sobre el altar.
Viene con el Corazón lleno de su Espíritu para derramarlo sobre
cada uno. Cuando a continuación recemos el Padre nuestro,
recordemos que él nos lo ha enseñado y que nos quiere a todos
salvados por su Sangre. A él gloria por los siglos. Amén.
Ciclo C - 347

Domingo 18 del Tiempo Ordinario


Qo 1,2;2,21-23. Col 3,1-5.9-11. Lc 12,13-21.

Homilía 31 de julio de 2016


La primera lectura nos evidencia algo que sabemos, pero parece
totalmente olvidado. Que nada es capaz de llenar y satisfacer
totalmente el corazón humano. Todo es vanidad. Que intentamos
cubrir, pero todo es vacío.
Y precisamente, a lo que siempre nos lleva la Palabra de
Dios, que es el plan que Dios tiene sobre nosotros, es conducirnos
al Reino de Dios. Y hoy nos va a poner delante uno de los peligros
que más seriamente amenaza la entrada en ese Reino. Y es donde
el ser humano más pone, como sentido de su vida: los bienes, el
apego a los bienes materiales, el dinero.
Parece que siempre ha sido así, pero en la época de Lucas,
la situación era mucho más cruda-Era imposible que alguien tuviera
bienes, sólo por su trabajo. Ya dijo un Padre de la Iglesia que el
rico, o es un explotador o hijo de explotadores. Hoy no es tan negra
la cosa. Con razón entonces comparó Jesús la salvación del rico
con la imagen el camello y la aguja. Es necesario hacer esta
distinción para comprender la dureza de Lucas, tanto en Evangelio
como en el Libro de los Hechos.
El Evangelio presenta un hecho real y una parábola. En el
primero alguno quiere utilizar el prestigio de Jesús para un conflicto
de herencias. Jesús es tajante, no había venido para ser árbitro
económico-jurídico. Sólo le mueve el interés por el Reino. Que debe
ser el móvil central de la Iglesia y cada cristiano.
Digamos en fin, que la predicación de Jesús constituye un
fundamento para una ética social, pero no es un código para
resolver cada caso. Aquel individuo “el hermano” quiso usara a
Jesús en beneficio de su ambición dineraria.
Jesús desarrolla el criterio del Ecleciastés, escrito más de
doscientos años antes. Jesús contrapone dos tipos de riqueza: la
Ciclo C - 348

que se transforma en el objetivo final del hombre, alienándolo y


materializándolo. Y la riqueza del hombre en-sí mismo que utiliza
cuanto tiene al servicio de la riqueza del espíritu.
El texto de Pablo (segunda lectura) de gran resonancia
pascual, contrapone los bienes de arriba y los de aquí abajo. Los
valores trascendentales e imperecederos con los intrascendente y
perecederos. Pablo señala otra forma de matar el espíritu, además
de la codicia: la fornicación.
Es de notar que Pablo da generalmente las normas morales
al fin de las cartas, pues la muerte y resurrección de Jesucristo es
lo que da lugar a un nuevo orden social y religioso. No al revés.
Ciertamente, se han producido cambios en el mundo desde
Jesús hasta hoy. Y ¡de cuántos no está detrás el Evangelio! Y,
ahora como siempre, el cristianismo tiene mucho que decir para
encontrar una sociedad más justa.
Pero el Evangelio de hoy, más que un tema social, propone
otra cosa, el sentido de la vida... La dirección o punto al que se
tiende y camina. Ese sentido de la vida es lo que justifica el caminar
alegres, con entusiasmo por las asperezas de este mundo. Y ese
sentido sólo puede ser Dios. Decía Pablo que para mi la vida es
Cristo. La meta y también el camino de mi vida. Desde ahí el
hombre se enriquecer interiormente, dejando de ser una máquina
de hacer o tener cosas, para transformarse en un ser creador,
consciente de de mismo y de su futuro junto con toda la humanidad
que tiende hacia su Creador, de la mano y compañía de Jesucristo.
Digamos participar del Reino de Dios.
Vivámoslo en la Eucaristía en EL AÑO DE LA MISERICOR-
DIA.
Ciclo C - 349

Domingo 19 del Tiempo Ordinario


Sb 18,6-9. Hb 11,1-2.8-19. Lc 12,32-48.
Ciclo C - 350

Domingo 20 del Tiempo Ordinario


Jr 38,4-6.8-10. Hb 12,1-4. Lc 12,49-53.

Homilía 14 de agosto de 2016


Fuerte y extraño resulta el mensaje de hoy a tenor de la dulce
bondad del Evangelio. En la predicación de Jesús el fuego hace
relación a los tiempos mesiánicos, junto con el espíritu y el bautis-
mo, como si los tres elementos de la naturaleza viento, agua fuego,
representan la destrucción de un mundo viejo y la instauración de
uno nuevo.
Jesús se impacienta de que no ve el momento en que el
fuego prenda. Ese fuego no es el ardor o el entusiasmo. No es otro
que el mismo Reino de Dios que conlleva en sí un elemento
destructor, no de la vida del hombre, sino de lo que destruye al
hombre. No puede surgir una nueva estructura de vida, si antes no
se destruye lo que oprime al hombre por dentro y por fuera. Así lo
dice la Carta a los Hebreos: “Quitémonos lo que nos estorba y el
pecado que nos mata”.
¿Y cuándo no está encendido el fuego? Esto pasa cuando
el cristianismo no es vivido como una novedad (nueva Buena) sino
como un agregado más de la sociedad, cuando convive sin
oponerse a estructuras que crean en la humanidad un estado de
injusticia, de violación de derechos humanos, de cercenamiento de
libertades, de adoración de líderes… No hay fuego cuando la Iglesia
comparte poderes con los que aplastan poderes y conciencias. A
veces en la historia en vez de atizar ese fuego, hemos sido
bomberos que lo apagamos, como si fuera un bien mayor. Lo
repetiré, no juzguemos a nadie, sino a mí mismo. Sería peligroso y
subversivo.
Atenta contra ese fuego la quietud pasmosa de nuestras
comunidades, de todas clases. Cierta inercia de una institución
religiosa que se conforma con repetir mecánicamente frases que los
hombres no entienden. Jesús nos invita a mantener el fuego
encendido, que queme tantas cosas viejas e inútiles, tantas
Ciclo C - 351

palabras vacías, tantos intereses personales, tantos egoísmos que


intentamos justificar con el mismo Evangelio, ¡cuánta mentira!.
También nos sorprende que Jesús dice que viene a traer, no
la paz, sino la división. En una primera apreciación alude a la familia
judía que sería dividida a partir de Jesucristo. También en la Iglesia
la opción por el Señor pude provocar y provoca divisiones. Como
ejemplo sabido ¡cuántas vocaciones se han visto frustradas por la
oposición de familiares o cercanos!.
Pero hay más, es necesaria la crítica interna en la comuni-
dad cristiana, aunque caigan muchas fachadas. Cristo mismo nos
regala la paz después de la cruz.
La historia de la Iglesia no brinda muchos ejemplos de
grandes reformas, grandes movimientos, el mismo Vaticano II, que
pone en crisis cierta paz cristiana, fruto de la inercia y cierta unidad
fruto del inmovilismo y la rutina.
Pero ¡ojo! Todo lo que digo y repito ha de ser aplicado, antes
que a la Iglesia y sus instituciones, a cada persona en particular. A
todos se invita a salir del cómodo inmovilismo, a dejar de pensar en
uno mismo, a ser creativos a arriesgar por el Evangelio, a costa,
claro, de perder la vida. Qué bueno sería releer las palabras del
Papa Francisco. Hay que rejuvenecer la Iglesia para hacerla
atractiva, que sea un mensaje de vida nueva a cuantos la vean. Y
para eso somos cada uno los que nos hemos de rejuvenecer. Pues
el espíritu nunca envejece, porque nunca dejamos de crecer;
cuando pensamos que ya lo hemos hecho todo, ¡somos muertos
prematuros! La juventud, que no es una etapa de la vida, sino un
estado de la mente, es optimismo, creatividad, ilusión.
No temáis, el Evangelio es Buena Noticia, anuncia lo mejor,
el mismo Reino de Dios ya en la tierra. El camino es ¿duro? Pero
¡es LA MISERICORDIA!, contraria a todo egoísmo. Es la presencia
de Dios con nosotros.
Ciclo C - 352

Asunción de María
Ap 11,19; 12,1-6.10. 1 Co 15,20-27. Lc 1,39-56.

Homilía 15 de agosto de 2016 (es la misma pronunciada en 2015)


Celebramos hoy la Asunción de María a los cielos. Esta solemnidad
nos señala el triunfo de la vida sobre la muerte. En la segunda
lectura decía san pablo “El último enemigo aniquilado será la
muerte”. Y en María fue ya aniquilado.
En el Evangelio, Lucas pone en boca de María el canto del
Magníficat, que es un canto de esperanza. Y es a la vez en canto
de toda la humanidad que se siente salvada por Dios.
La Asunción de María y su Magnificat nos hacen vivir la
resurrección y la Pascua. Dios libera a su pueblo de la esclavitud y
la muerte y por su misericordia lo resucita.
María está en la culminación de un pueblo que ha experi-
mentado el sufrimiento y también el poder de Dios. El pueblo
hebreo, emigrado a Egipto, y, explotado y hambriento, es devuelto
a la tierra prometida. Fue gobernado por reyes impíos, sometido a
guerras y deportaciones y también liberado. Los profetas les
recordaron sus pecados y al mismo tiempo alentaron la esperanza
de los “pobres de Yahvé”. Dominados por griegos y romanos. El rey
Herodes, que abusó de sus indefensos compatriotas.
María representa al pueblo que contra toda esperanza confía
en el Señor, en el día de su liberación. Y cantó por ellos y por los de
hoy y por los que vendrán.
María es la humanidad pobre y humilde que descubre la
fuerza de Dios en su propia debilidad.
En esta solemnidad de su Asunción toda la comunidad se
goza en la esperanza de la victoria de la humanidad contra el
egoísmo, la violencia y el odio.
La figura de María aparece como ridícula ante los grandes
de su época.; y sin embargo de su seno surge el Salvador de una
nueva humanidad.
Ciclo C - 353

María en el Nuevo Testamento no es la frágil doncella que


ha representado los pintores románticos, ni la reina ataviada de
sedas y pedrería como la pintado la piedad cristiana de los últimos
tiempos. María es pobre, humilde, sencilla, analfabeta, pero fuerte
con la fe y firme en la esperanza, arraigada en la estirpe humana,
que no se viene abajo en medio de las mayores contrariedades.
Un pueblo que celebra hoy la Asunción de la Virgen María
es un pueblo que camina con la cabeza levantada, no por el orgullo,
sino por la esperanza. Unas personas que hoy festejen a María
vencedora de la muerte, no pueden cruzarse de brazos ante un
mundo anhelante de vida digna, libre y con paz.
Nada tiene que ver esta María con esa piedad sosa y
sentimental, que se refugia como niño miedoso en las faldas de la
madre. La Asunción de María, al igual que la resurrección de Cristo,
subraya el optimismo cristiano: la paz es posible, la vida plena es
posible, pero ¡ojo! nada se nos da a espaldas de nuestra pereza,
que no es sino señal de desconfianza de Dios, ¡no hay nada que
hacer! Por eso no hacemos nada.
Comulgar hoy a Jesucristo es creer en nuestra resurrección:
“El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna y yo
lo resucitaré en el último día”.
Comuniquemos a todos, a cuantos nos rodean la gran
noticia de un Dios que se acuerda de todos nosotros. Seamos
testigos de la esperanza y promotores de la paz y el amor.
Ciclo C - 354

Domingo 21 del Tiempo Ordinario


Is 66,18-21. Hb 12,5-7.11-13. Lc 13,22-30.

Homilía 21 agosto 2016.


Sorprende el contraste entre la primera lectura y el Evangelio. La
obsesión del hombre por asegurarse el cielo y la oferta gratuita a
todas las naciones como dice Isaías.
El Evangelio nos presenta un Jesús cada vez más descon-
certante, como el domingo anterior. Está claro, que para los judíos
no había más remedio que deshacerse de ese profeta, que no
responde a sus esquemas religiosos ni a las esperanzas políticas
del pueblo.
Nos encontramos con la pregunta casi ingenua "¿Serán
pocos los que se salven?" Parece la de un niño de catequesis.
Jesús no sólo evade la respuesta, sino que rechaza todo tipo de
especulaciones. Los que no han comprendido el Reino de Dios,
anunciado por Jesús, acaban concluyendo que la salvación se
ajusta a lo que ellos hacen o practican.
Los judíos de aquel tiempo pensaban que por ser hijos de
Abrahán y cumplir la Ley de Moisés, estaban salvados. El resto, de
ninguna manera. Y hoy también muchos cristianos piensan que el
estar bautizado es un privilegio. Y además cuentan con esa
"agencia de viajes al Cielo" la devoción a tal virgen o santo, no sé
qué novenas, o visita a tal santuario, era el billete para el Paraíso.
Pero aún siendo así de fácil, dada la corrupción general del mundo,
han de ser pocos los salvados. Errores que surgen por no ver el
problema desde la perspectiva del Reino de Dios y una predicación
altamente moralista.
El fin, se trataba de una religión sólo para salvar el alma.
Situación hipócrita frente a tantos y graves sufrimientos de la
humanidad.
Jesús echa un cubo de agua fría encima a la pregunta. ¿Y
qué hacer? Pues volver a las fuentes, a la actitud evangélica. Y
Ciclo C - 355

pongamos nuestro temor en tantas divagaciones. Que el temor que


no se me escape el Reino de Dios, que nos lo estamos perdiendo.
Lo importante es "entrar por la puerta estrecha". Esa puerta
es la que nos enfrenta con nuestra propia conciencia, desnudos de
todo aparato mágico o estructuras que faciliten las cosas. Es la
conversión permanente, cada día y cada momento. El cambio
continuo de vida, abandono del pensamiento viejo, renovar mente
y corazón con sinceridad ante Dios y los hombres.
¡Qué fácil y maravilloso resulta todo esto a la luz de LA
MISERICORDIA! No perdamos el tiempo, el año, en que por todas
partes se nos anuncia. No sea que "se cierre la puerta" y ya no lo
volvamos a escuchar el mensaje con tanta fuerza y frecuencia.
Repitiendo: nada nos vale ser descendientes de Abrahán ni
haber comido y bebido con Él, ni haberle oído hablar. Si esto no ha
cambiado el corazón, e incluso lo ha hecho engreído, despótico y
juez de los demás. Esa MISERICORDIA que se ofrece a cada uno
ha de ser llevada a todos.
El Señor nos ha corregido (segunda lectura), es imprescindi-
ble acogerla, viene de quien más nos ha amado.
Mirad el futuro que se nos presenta, volved a la primera
lectura. "Vendré a reunir de todas la naciones… de los que nunca
oyeron mi gloria… vendrá a mi Monte Santo…) La corrección del
Señor nos facilita el acceso a ese Monte. Esa corrección es la
puerta estrecha.
Pues ese Monte se nos da, después de todo ese proceso,
en la celebración de la Eucaristía. Es el monte más alto. Es la
cumbre de todo lo que Dios puede hacer y nosotros participar.
Ciclo C - 356

Domingo 22 del Tiempo Ordinario


Eclo 3,17-18.20.28-29. Hb 12,18-19.22-24a. Lc 14,1.7-14.

Homilía 28 de agosto de 2016


La liturgia de hoy se reduce a varios momentos: exhortación a la
humildad, a dar sin esperar recompensa y la parábola de los
invitados del Reino.
Todo en casa de un fariseo, rodeado de fariseos y Jesús
sólo. La actitud farisaica consiste en cumplir la ley por encima de la
necesidad del prójimo, orgullo ante Dios por su mejor cumplimiento
de la ley, lo que lleva exigir mayor recompensa. Es bueno recordar
la parábola de los trabajadores de la viña.
Estamos ante dos actitudes fundamentales que nos ofrece
la Palabra de Dios. La humildad y el desprendimiento.
La lectura del Eclesiástico, ya nos invita a la humildad. Pero
¿qué es la humildad?.
Es la virtud mas desprestigiada hoy y más deteriorada y
corrompida. Se la ha utilizado para impedir el desarrollo del
pensamiento crítico en las comunidades cristianas y provocar la
obediencia servil, que hace “menores de edad”. Disminuye al ser
humano y lo hace inútil para construir ese mundo nuevo, tarea que
exige vigor, arrojo, valentía,…
Santa Teresa dio la mejor definición de la humildad. “Es la
verdad”. La humildad define la postura del hombre ante Dios. -¿Qué
tienes que no hayas recibido?. Dios te ha dado inteligencia, amor,
creatividad, muchas facultades, te ha hecho a imagen suya. Y te ha
dado todo eso para servir a la construcción de un mundo nuevo, del
Reino de Dios. Dios no quiere anular nuestras facultades, sino
ponerlas al servicio de su causa.
Todo nos ha sido dado y conservado por Dios. Dice el salmo
“si les retiras tu aliento, expiran y vuelven a ser polvo”.
En la parábola está claro que el dueño es el que coloca a
Ciclo C - 357

cada uno en su debido lugar.


En una actitud humilde es el hombre el que da dignidad a las
cosas que hace o que isa. La dignidad del hombre nace de dentro,
de la intencionalidad, de la rectitud d corazón. La humildad es como
la hermana de la sinceridad y el orgullo es hermano de la hipocre-
sías.
En síntesis, nuestra tarea es desarrollar toda la potencialidad
humana como una misión encomendada y con los materiales que
nos ha sido dado.
Sobre la parábola hay dos perspectivas. Una es el Reino
desechado por unos es entregado a los que estaban al margen de
la historia de la salvación. La otra es que estamos cerca del Reino
de Dios cuando no actuamos en función de premio o castigo, sino
por amor desinteresado. También eso es obrar con humildad.
O la religión es un bien en sí mismo, o no es un bien, sino
una conveniencia.
Una incidencia para la vida de hoy. No pueden ser las
conveniencias sociales las que muevan las relaciones de los
cristianos, sino únicamente el servicio, empezando por los más
necesitados. Servir a poderosos para obtener beneficios , ha sido
un viejo vicio en la historia de la Iglesia... Y caro lo ha pagado su
prestigio y la Evangelización.
La evangelización de los pobres y su lugar de privilegio
dentro de la Iglesia son el signo más claro de que el Reino de Dios
ha tendido su mesa en medio de los hombres.
Ciclo C - 358

Domingo 23 del Tiempo Ordinario


Sb 9,13-18. Flm 9b-10.12-17. Lc 14,25-33.
Domingo 24 del Tiempo Ordinario
Ex 32,7-11.13-14. 1 Tm 1,12-17. Lc 15,1-32.
Ciclo C - 359

Domingo 25 del Tiempo Ordinario


Am 8,4-7. 1 Tm 2,1-8. Lc 16,1-13.

Homilía 18 de septiembre de 2016


El profeta Amós alza el látigo de una denuncia de injusticias
sociales, que sólo en la forma desentona con la actualidad, pero el
fondo es idéntico: afán desenfrenado de dinero, y corazón de piedra
ante la miseria de los pobres. Es el reflejo de la sociedad de
consumo que destruye a los hombres. No nos damos cuenta de que
creando desamparados que no tienen nada que perder, los estamos
llenando de odio, terreno abonado para todas las insidias, vengan-
zas, odios, revoluciones y terrorismo.
Jesús nos enseña a usar el dinero, su desconfianza no
recae sobre el mismo dinero, sino sobre la ceguera que el dinero
produce. ¿Necesitamos hoy que Jesús nos proponga una parábola
sobre la corrupción que engendra el dinero? ¿No tenemos innume-
rables ejemplos en la vida actual?.
Dice Jesús en la parábola que el hombre rico, cuando oyó
las denuncias, destituyó al administrador Lc 16, 1. El hombre rico
hizo justicia, despidiendo al administrador derrochador. En una
sociedad que quiere ignorar a Dios, todo vale. Si no se teme a Dios,
tampoco se teme a la historia porque se la falsea, ni a la justicia. Y
tan campantes. Pero Dios no va a callar: “Usáis balanzas con
trampa, compráis por dinero al pobre. El Señor jura que no olvidará
vuestras acciones“ (Am 8,4).
“Así son los malvados: siempre seguros, acumulan riquezas“
(Sal 72). El administrador destituido, que nunca ha dado golpe,
¿qué hace? Otra injusticia. Vende favores a costa de su amo, que
es una forma de prolongar su administración, de seguir en el poder.
Se convierte en un poder en la sombra que sigue manejando todos
los hilos. ¡Había conocido todos los secretos y fraguado muchas
amistades e intereses!.
Jesús quiere que los hombres cambiemos de táctica:
Ciclo C - 360

“Ganaos amigos con el dinero injusto “. ¿Qué amigos?: Los pobres.


“Para que os reciban en las moradas eternas”. “No podéis servir a
dos amos”. “No podéis servir a Dios y al dinero”. Quien absolutiza
la riqueza se hace enemigo de Dios.
Jesús quiere que los hombres des-absoluticen el valor del
dinero. Que hagan con él lo mejor que se puede hacer: “ganaos
amigos en los pobres”. Porque los pobres son los predilectos del
Señor, que sabe “levantar del polvo al desvalido, alzar de la basura
al pobre, para sentarlo con los príncipes de su pueblo” (Sal 112).
San Pablo quiere que roguemos por los gobernantes ya que
sus deberes son los de la justicia social y distributiva: “Hagamos
súplicas por los reyes, y por todos los que gobiernan, para que
podamos llevar una vida tranquila y apacible con toda piedad y
decoro” (1 Tm 2,1).
La riqueza de Dios ha hecho al hombre plenamente rico al elegirle
y perdonarle. El mensaje de la parábola en la que el “amo felicitó al
administrador injusto por haber sabido astutamente ganarse amigos
“, es hacer lo que ha hecho el administrador: ganarse amigos para
el mañana eterno entre los pobres, para que nos reciban en las
moradas eternas.
Es también antievangélica la existencia de un primer mundo,
y segundo, tercero y hasta cuarto mundo. Que pocos posean
mucho y muchos posean poco. Si no se ataja la civilización del
consumo, o consumismo con tantos deshechos y basuras, ella
acabará con nosotros. Es intolerable que una multitud ingente sufra
el peso salvaje de la miseria. Hagámonos amigos de ellos, con
nuestra preferencia por los pobres, por la fuerza de la palabra y del
sacramento del Cuerpo de Cristo.
Ciclo C - 361

Domingo 26 del Tiempo Ordinario


Am 6,1a.4-7. 1 Tm 6,11-16. Lc 16,19-31.

Homilía 25 de septiembre de 2016


Es interesante la colecta de hoy: “Oh Dios, que manifiestas tu poder
con el perdón y la misericordia”. Cosa que realiza por medio de su
Hijo. Y su promesa es hacernos semejantes a Jesucristo, y,
precisamente en esas dos cosas, el perdón y la misericordia.
Otra vez más la Liturgia toca fuertemente al egoísmo y
dureza de corazón. Es típico de Lucas, tanto en Evangelio como en
Hechos el tema de las riquezas y la pobreza. Hemos de notar que
se dirige a griegos, donde abundaban las riquezas y el comercio. La
parábola de hoy tiene un esquema sencillo, el que vivió como rico,
tendrá una vida pobre en el más allá. Mas no es la riqueza en sí lo
que condena al rico, sino la cerrazón de su corazón. Con sus
riquezas habría podido granjearse la amistad con Dios y con los
hombres.
Hay una frase que llama la atención: "entre vosotros y
nosotros se abre el abismo inmenso". El abismo que separa a
Abraham y Lázaro del rico, es el mismo que separa en la tierra a los
que poseen bienes, de los pobres humillados. Es el abismo que ha
generado la espantosa división de la humanidad.
La parábola nos muestra que el problema es de siempre, y,
nos hace ver que la codicia de bienes, tanto materiales, como
culturales y espirituales, ciega al hombre contra toda evidencia,
tanto de la rezón como de la Palabra de Dios. El que posee bienes
es un insensato, que no sólo se destruye a sí mismo como persona,
sino que provoca una tragedia humana. Hay un abismo insalvable
entre la codicia de bienes y los valores del Evangelio.
Por su parte Amós (primera lectura) denuncia a los que
apoyados en su religiosidad, viven seguros frente a los que sufren
hambre y desdichas. Son los que dicen amar a Dios, entregados al
culto, en medio del desprecio u olvido de los pobres y de los que
Ciclo C - 362

sufren por cualquier grave necesidad.


Al ver el rico, a donde fue a parar su holgada vida, parece
preocuparse por sus hermanos también ricos. Pero Jesús, en boca
de Abraham, lo remite a los profetas, a las Escrituras. Basta
escudriñar la Palabra para caer en la cuenta de que la auténtica
religión no puede darse sin la preocupación por los que sufren
necesidad, de la clase que sea, y sin desprendimiento de nuestras
seguridades y confort.
A menudo muchos, "llamados cristianos" han defendido su
posición privilegiada aludiendo a que la religión es algo interior, que
no tiene que meterse en temas sociales o políticos, o aún peor,
inculpando al que sufre de su desgracia, por supuestas negligencias
pasadas. No podemos olvidar que Jesús en el Evangelio prescinde
de los pecados de las personas y sólo se fija en sus sufrimientos
(recordemos la escena de la prostituta).
Esos argumentos se emplean cuando se defiende algún
privilegio o posición.
Si la Palabra nos ha iluminado, que sería ha ablandado
nuestro corazón, ¿qué podemos hacer? Y encima vemos que sobre
nosotros se derrama la misericordia infinita del Sacramento
Eucarístico, no cabe otra cosa que la humillación y las lágrimas. De
ahí surgirá la gracia de la conversión. Y aún más, la paz y nuestra
participación plena en el Reino de Jesucristo.
Ciclo C - 363

Domingo 27 del Tiempo Ordinario


Ha 1,2-3;2,2-4. 2 Tm 1,6-8.13-14. Lc 17,5-10.

Homilía 2 de octubre de 2016


Empieza la oración colecta con una proclamación de fe: “Tú que con
amor generoso desbordas los méritos”. Y una súplica “líbranos de
toda inquietud”.
La liturgia de hoy nos lleva a pensar sobre nuestra fe. Los
Apóstoles piden un aumento. Y Jesús soslayando la pregunta, id
anunciad el poder de la fe, que basta muy poca cantidad, A veces
se ha tenido esta texto como un poder milagrero y casi mágico.
La fe se nos presenta como una fuerza interna, por medio de
la cual somos capaces de afrontar la vida, sobre todo en las
circunstancias adversa.
La fe fácil, o milagrera, apoyada en no sé qué oraciones o
visitas a lugares, para conseguir lo que desea, Y se despreocupa de
toda actividad o preocupación, como algo mágico, y procede de
infantilismo o inmadurez psíquica.
Pero la verdadera, la fe difícil, que nunca se termina, que
llena toda la vida, que sabe esperar con confianza aún contra toda
evidencia.
Es el caso de Habacuc. ¿Hasta cuándo clamaré, Señor?
Que acompaña al hombre a lo largo de su vida, es el signo de una
fe que busca, se pregunta. Por doquiera ve desgracias y sufrimien-
to. No importa no tener respuesta. Mas acaba el párrafo “si tarda
espera, porque todo llega”.
La fe cristiana es una forma de afrontar la vida, mirándola de
frente para asumir sus dificultades y encontrar repuesta a sus
interrogantes.
La gran verdad de la que hay que partir es Dios es nuestro
Padre amoroso, que ha enviado a Jesucristo para nuestra redención
y que ese Dios es el Señor de la historia, que ni un cabello de la
Ciclo C - 364

cabeza cae sin su intervención. Y esa certeza está “escrita” en la


vida de cada cual, desde pequeño hasta hoy. Es la experiencia de
Dios en nuestra propia historia. ¡Por favor, no lo olvidemos! Será el
momento, en cada situación trágica, que Dios toca gravemente mi
salud, fi afectividad, mis bienes o mi fortuna, preguntar confiada-
mente: Dios mío, ¡qué me quieres decir con esto?.
La fe fácil busca el milagro barato para gozo de los sentidos
o el sentimentalismo. Mientras la fe difícil busca de transformar mi
condición humana y rastrera en la identificación con Jesús. Esto sí
que es un absurdo, más que plantar un árbol en el mar.
¡Cuánta gente pide tener una fe grande! Si dice Jesús que
una pizca es suficiente. Se trata de una manera de vivir bajo la
mirada y el poder de Dios, sintiendo, con paso segura en la incierta
senda de nuestra vida.
La fe fácil busca a Dios por sus beneficios. La fe difícil busca
a Dios como punto de referencia para mirar de frente su propia vida.
La fe fácil busca el premio de Dios y trata de atar a Dios par que
haga lo que el piensa o desea. La fe difícil cuestiona al hombre
desde sí mismo, teniendo como punto de partida la Palabra de Dios.
La fe difícil es la del arriesga con su conciencia libre apoyada en la
Misericordia de Dios.
En fin, diremos que tener fe es aprender cada día, poco a
poco, a vivir con total intensidad, con gozo sereno la experiencia
humilde de sentirse hombre e hijo de Dios. Por eso el hombre de fe
no se ufana de su fe, se la han regalado a través de su vida.
Ciclo C - 365

Domingo 28 del Tiempo Ordinario


2 R 5,14-17. 2 Tm 2,8-13. Lc 17,11-19.

Homilía 9 de octubre de 2016


Pedimos en la oración colecta la presencia continua de la gracia
para obrar siempre el bien. Y esa “gracia” o don gratuito podemos
traducirla por Misericordia.
Diez leprosos fueron curados por Jesús, (había llegado la
hora mesiánica) pero nueve siguieron el camino como si nada
hubiera ocurrido. Encontraron la salud de su piel. Pero ahí acabó
todo. Se perdieron lo mejor. Se conformaban con quitarse la lepra
y no reparaban en los millones de personas sin lepra, pero que su
vida es horrible y sin sentido.
El décimo, un samaritano, un herético, al sentirse curado de
la lepra, que por su condición de samaritano le tenía alejado de la
vida social, cosa que no le pertenecía, volvió a dar gracias. Este
había descubierto el don gratuito. Y escuchó de Jesús: “Levántate,
vete, tu fe te ha salvado”.
El milagro se da en una situación concreta: los judíos no
supieron descubrir nada especial en Jesús. Siguieron aferrados a
su judaísmo. Mas el extranjero, que no participaba del pueblo de
Dios, el verdadero marginado encontró en Jesús el comienzo de
una vida nueva. Se corrobora lo insinuado en la primera lectura: al
extranjero Naamán curado por Eliseo, se le abren los ojos y decide
adorar sólo al Dios de Israel, y, para ello se lleva tierra de Palestina
a fin de percibir en esa tierra la presencia de Yavé.
¡Cuántos decimos que Dios nos ha hecho milagros, pero no
cambia nuestra vida!
Llama la atención en el relato, que los que están más cerca
de la Escritura, de Dios y las sagradas tradiciones, son los más
ciegos ante la novedad del mensaje. Su fe se ha quedado en un
acostumbramiento. O rutina religiosa. Es ahí donde muere el
espíritu. Muere la búsqueda y cesa el crecimiento.
Ciclo C - 366

Aunque parezca contradictorio, la rutina se enseñorea por


los que más se sienten “gente de fe”. Y me atrevo a incluir curas,
religiosos, “laicos comprometidos”… Muchos embadurnados de
palabras pierden la perspectiva fundamental: el constante retorno
a Jesucristo y el reavivar permanente de su fe, que consiste en
ahondar cada día en uno mismo, desechando la hojarasca,
encontrarse con su realidad pobre y descubrir dentro la gran
misericordia de Dios. Esta es la auténtica transformación.
No es difícil ver que esos leprosos representan el estilo de
vida de muchos de nuestros cristianos. Hay una inflación religiosa,
que ya nada mueve la atención. El Evangelio de hoy es una llamada
de atención. Porque “la Palabra no está encadenada”, por eso
suena hoy aquí. No pretende sino despertarnos de nuestro sopor,
para descubrir los verdaderos caminos de la redención. Entonces
escucharemos el “tu fe te ha salvado”. ¡Tu fe en acoger con
sencillez y humildad la Palabra de Dios!. Aquí está el gran milagro.
Ciclo C - 367

Domingo 29 del Tiempo Ordinario


Ex 17,8-13. 2 Tm 3,14-4,2. Lc 18,1-8.

Homilía 16 de octubre de 2016


Curiosamente hemos empezado pidiendo “entregarnos a Ti con
fidelidad” pues esa entrega nuestra debe ser impulsada por Dios.
Por nosotros es imposible. Y la Liturgia de hoy gira en torno a la
oración perseverante. Otra cosa que sin su ayuda no es posible.
Bueno es entrar en nuestra incapacidad para pasar a la GRATUI-
DAD.
La Iglesia peregrina en el tiempo, ha de controlar su
impaciencia por la justicia. Loa cristianos a veces sienten ese peso
de la injusticia y la opresión, y surge en su interior cierto sentimiento
de revanchismo. ¡Ha pasado tantas veces en la historia! El Evange-
lio no indica que se quede con los brazos cruzados. Moisés no tiene
los brazos cruzados, sino levantados hasta la extenuación. El
Evangelio insiste en una actitud de perseverancia activa, orante y
confiada. La viudez es el signo de la impotencia ante algo totalmen-
te superior. Es la situación límite de la Iglesia que sólo puede
resolver la justicia de Dios. La oración de los cristianos no es fruto
de autosuficiencia, por saber que tenemos a Dios, sino de una
postura humilde, de espera, de trabajo y ¿por qué no? De caídas y
riesgos. Poe eso la parábola presenta una visión de la vida desde
una óptica de fe. No es la Palabra un consuelo barato para lo
momentos de crisis.
La confianza en un “Dios que hará justicia a sus elegidos
que le gritan día y noche” es lo que debe animarnos para creer en
ciertos principios, que aunque no den resultados inmediatos, han de
crear a la larga un estilo de vida, que sólo podemos vislumbrar y
que otras generaciones gozarán. Es la confianza de los primeros
cristianos tan duramente perseguidos, cuyos resultados serían
muchos siglos después.
En fin, el Evangelio nos llama a confiar en la fuerza de la
Palabra, de Jesucristo, cuya experiencia no se consigue en un año
Ciclo C - 368

ni en un siglo. Esa espera constituye la esencia del quehacer


cristiano. Esto lo aclara la segunda lectura de Pablo a Timoteo.
Mientras el Evangelio insiste en la oración confiada, Pablo nos
conjura a mantener firme la enseñanza del Evangelio y a proclamar
la Palabra pese a todos los contratiempos.
Según S. Pablo, dos serían las tareas para el cristiano de
hoy: En primer lugar, hacer de la Palabra de Dios el criterio rector
de nuestra vida. Ver en ella nuestra regla, nuestro sistema de
valores, muestro modo de afrontar la vida. En segundo lugar la
oración “Ven Señor Jesús” o “Venga tu Reino” debe traducirse en
la evangelización. La espera del Señor, tan sentida en los primeros
tiempos del cristianismo, ha de ser una postura activa, la evangeli-
zación para la instauración de un mundo nuevo. Pero sin fuerza ni
coacción, sino con amor y comprensión. Como muy bien lo dice al
Apóstol: “con comprensión y pedagogía”. Algo que muchas veces
se ha olvidado. La evangelización no es una conquista, sino una
llamada amorosa a la conciencia de los hombres, sin herir suscepti-
bilidades, sin despreciar ni desvalorizar elementos culturales
distintos, sin condenar alk que no escucha. “Con comprensión y
pedagogía”.
Me da la impresión de que esta Palabra nos está disponien-
do al Adviento. No sólo como tiempo litúrgico. Sino para asumir la
vida en un tiempo histórico de cambio y ¡de esperanza!.
La historia avanza, los acontecimientos se suceden de forma
vertiginosa, la cultura, los sistemas políticos. Y todos nos damos
cuenta de que algo se está gestando en la humanidad. … ¿Pero
pervivirá la fe en la tierra?. Es una pregunta que nos compromete
a todos. ¿Sabremos encontrar un estilo de fe cristiana que sepa
conjugarse con los tiempos nuevos? ¿Seremos capaces de
anunciar el Evangelio de forma que represente algo positivo a los
hombres de hoy? ¿Podremos sentirnos cristianos participando al
mismo tiempo de un mundo distinto al de nuestros padres y
antecesores? La Palabra no cambia, es eterna, pero ¿podremos
presentarla como “Buena Noticia”? Es imprescindible perseverar en
la oración “con los brazos en alto”. El domingo próximo volverá con
la oración.
Ciclo C - 369

Domingo 30 del Tiempo Ordinario


Eclo 35,12-14.16-18. 2 Tm 4,6-8.16-18. Lc 18,9-14.

Homilía 23 de octubre de 2016.


Seguimos con el tema de la oración, del domingo anterior. Es una
conocida parábola que sintetiza el pensar de Jesús sobre la
verdadera actitud cristiana. Hoy también estamos las mismas
personas. El Señor llama a todos. Impacta ver al publicano allí,
¿qué pinta allí, si él poco debe frecuentar el templo? Alguien le
habrá llevado. Dios trae a todos unos y otros para actuar en el
corazón de cada uno.
El fariseo se coloca en pie, seguro con el escudo de sus
buenas obras. Se distingue por su "santidad", se siente santo y por
eso no tiene nada que cambiar. Estos hombres son piadosos y
cumplidores, no son mentirosos. Su hipocresía es mucho más fina.
Han perdido la capacidad de descubrir que su religiosidad no
alimenta más que el orgullo de clase privilegiada. ¡Ah! Pero esos
pecados no están codificados en lista alguna.
El otro personaje es un oficial al servicio de la Hacienda, que
extorsiona a sus hermanos. No tenía nada que ofrecer a Dios, no de
qué gloriarse como religioso. Y se presenta como es, descubre su
pequeñez y miseria y sólo se le ocurre acudir a la misericordia. ¡Qué
gran solución ha encontrado! Y ya nosotros estamos culminando el
AÑO DE LA MISERICORDIA. Pues mirad la consecuencia: le dice
Jesús que salió justificado, convertido en justo, en santo.
El fariseo es religioso pero no es pobre, el publicano no es
religioso pero es pobre. La primera lectura, del Eclesiástico,
recuerda que Dios "escucha las súplicas del pobre e indefenso".
Diría además que la parábola es el elocuente cumplimiento de la
primera lectura: Dios está con los pobres, los débiles, los pecado-
res, los indefensos, los que lloran, los maltratados y humillados
A Dios no le importa la verdadera realidad del pecador,
incluso la desea, pues es el punto de partida para una comunica-
Ciclo C - 370

ción, para un encuentro con la misericordia que transforma. Pero es


muy difícil partir de nuestra realidad cuando se confunde la religión,
la cristiana también, con prácticas impuestas y preconcebidas.
Tal vez la mejor conclusión de estas Palabras sería la
invitación a empezar de nuevo, a empezar desde abajo, a desen-
mascararnos, no sintiéndonos razonablemente buenos, mucho más,
mejores que los otros, sino reconocer nuestro fariseísmo, la
postergación de Dios a segundo plano, pues con mis obras no le
necesito. Nuestra preocupación y afán por nuestras comodidades
materiales (se nos olvida aquello de buscar el Reino y todo lo
demás se os dará por añadidura) la manera de vivir nuestro
cristianismo que nos hace esperar más de nuestras obras que de
las bondades de Dios.
Pablo ha sido fariseo y ha sido rescatado por la misericordia
de Dios. Ahora ve su muerte cercana. Recuerda la acción de Dios
en todas sus actuaciones "me ayudó y me dio fuerzas" (segunda
lectura) y ahora deposita toda su confianza en el Señor. Si alguno
nos sentimos fariseos, ponemos, como Pablo, la confianza en el
Señor. Reconocer nuestro fariseísmo, es en realidad desnudarse
delante de Dios y pasar a la condición del publicano. Así termina-
mos la Liturgia de la Palabra justificados y limpios. Y podemos
vernos con asombro sentados en el banquete de los justos. Y decir
con el corazón "mi alma se gloría en el Señor" (salmo responsorial)
y no en mis acciones.
Perfecta es la oración que consiste en el asombro profundo
den encuentro de la miseria humana con la misericordia gratuita y
transformante. Esa oración carece de palabras, tal vez las sustituya
por las lágrimas. Pero no olvidéis , hay que pasar por las mazmo-
rras de nuestras iniquidades.
Ciclo C - 371

Domingo 31 del Tiempo Ordinario


Sb 11,22-12,2. 2 Ts 1,11-2,2. Lc 19,1-10.

Homilía 30 de octubre 2016


Estamos acabando el AÑO DE LA MISERICORDIA y la Liturgia de
hoy viene a darnos un fuerte aldabonazo a los que estamos
dormidos en "nuestro bienhacer", sin ver nuestra necesidad de
MISERICORDIA ni de los que tanto la necesitan de nosotros.
Si el domingo pasado veíamos a un publicano transformarse
en justo, hoy nos encontramos otro publicano. Zaqueo, que va a
encontrar el amor, la conversión y la vida. Pues Dios cierra los ojos
a los pecados de los hombres para que se arrepientan (primera
lectura).
Palabras de la Sabiduría que se van a cumplir en el diminuto
Zaqueo, jefe de recaudadores que extorsiona a su gente a favor
propio y del Imperio romano. Persona odiada por todos, pero
también envidiada por sus riquezas. Riquezas en las que se ha
refugiado huyendo de su angustia, pues en el fondo está sólo y
destrozado. Él se sabe pecador contra Dios y traidor a su pueblo,
pero a ¿dónde va a acudir?
Jesús pasa por Jericó y la gente sale a ver a ese famoso
curandero. También Zaqueo quería ver. Como es bajo, no quiere
ponerse en primera fila para no ser visto, se sube a un árbol. "Jesús
levantó los ojos" y vió a la oveja perdida. Y repito otra vez: "cierra
los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan".
Jesús lo busca porque lo sabe perdido. Así actúa Jesús como
libertador de oprimidos y Zaqueo es uno de ellos. Aunque parezca
paradójico, también el rico es un oprimido. Ha caído en la trampa
del dinero, de la que no puede salir. Los demás en vez de ayudarle,
comprendiéndolo, lo odian hundiéndole más. Sólo Dios puede librar
de esta muerte.
Es la primera vez que alguien mira a este hombre a la cara
y se le acerca. No para pagar los impuestos y luego volver el rostro
Ciclo C - 372

y escupir en el suelo como desprecio.


De Jesús parte la iniciativa de liberación. Ante los gestos
estupefactos de los presentes le invita a comer. Mejor dicho, se
invita a comer en su casa. Lo que hace hoy en nuestra Eucaristía.
Zaqueo nunca se hubiera atrevido a invitar a Jesús, convencido de
su estatura moral y espiritual. No sabemos de su conversación.
Pero lo cierto es que, nos lo dice el Evangelio: "Zaqueo se levantó".
Otro muerto que se levanta. Ya es otro hombre, hecho de nuevo
que cambia por completo el curso de su vida. Su ruindad se
convierte en esplendidez. Ha visto que puede elevar su estatura.
Antes sólo sabía abusar del prójimo, Ahora comparte todo con los
pobres. Ahora leemos que está "muy contento", como nunca había
estado. También los ricos son unos oprimidos con una opresión
más sutil y difícil que ninguna.
Jesús lo ha salvado pero ha arriesgando todo su prestigio.
Tiene que cargar con la mordaz crítica de los virtuosos (come con
pecadores y prostitutas). Jesús no busca el camino fácil del
aplauso, no teme perder su dignidad. Sabe de su identidad y su
misión y no le importa perderla ante los juicios de los hombres.
Hoy en la Eucaristía se hace pan comible por nosotros.
También tira su dignidad de divina. Y también dirige una mirada a
cada uno de nosotros. La misma. Todo empieza siempre con un
intercambio de miradas. Una fuerza especial debe tener la mirada
de Jesús. Dice Pablo (segunda lectura) "que con su fuerza os
permita cumplir los buenos deseos y la tarea de la fe"
Hoy también Jesús a quien hemos dicho "no soy digno de
que entres en mi casa" viene a ella para hacernos también hombres
nuevos. Y nos sentimos nuevos, cuando tras el encuentro con el
Señor, ya no necesitamos buscar la vid en nuestros bienes terrenos,
tantas veces ridículos. Ahora podemos compartir todo y despojarnos
de todo y estar alegres y proclamar gozosos "el Señor es bueno con
todos, es cariñoso con todas sus criaturas" porque lo hemos
experimentado.
Seremos testigos de la MISERICORDIA que hemos recibido,
cuando hagamos lo mismo con nuestros semejantes, buenos y
pecadores. "Así seréis como vuestro Padre del cielo". Pero es difícil
Ciclo C - 373

reconocer la misericordia sin reconocer nuestra insignificancia, que


fue la postura de los fariseos. Que ni entran ni dejan entrar. Pero
hoy el Señor en la Eucaristía viene a limpiarnos los ojos y llevarnos
a Él y hacernos uno solo con Él. ¡Esto es la MISERIDCORDIA!
Ciclo C - 374

Domingo 32 del Tiempo Ordinario


2 M 7,1-2.9-14. 2 Ts 2,16-3,5. Lc 20,27-38.

Homilía 6 noviembre 2016


Se acerca el fin del año litúrgico y también el de LA MISERICORDIA
y hoy se nos pone delante el sentido de nuestra vida. El tema de la
vida después de la vida ha sido una constante en las civilizaciones
más antiguas, hindúes, mesopotámicas, egipcias, griegas… Aunque
pese a esto los hombres intentan vivir como si no existiera esa vida.
Sin conocer el misterio de la MISERICORDIA de Dios.
La esperanza en la resurrección es lo que da sentido a la
muerte y a la vida. Esa fue la actitud de los Macabeos: "Tú, malvado
nos arrancas la vida presente, pero el rey del universo nos resucita-
rá para una vida eterna" (primera lectura). Y si éstas eran las
palabras ante el verdugo, paralelamente estaría dirigiéndose a Dios
con estas otras: "Al despertar me saciaré de tu semblante Señor"
(salmo responsorial).
En el Evangelio, unos saduceos, incrédulos de la resurrec-
ción, tal vez por una tradición, que les proporcionaba, dentro de su
clase sacerdotal y aristocrática un halagüeño estatus, que le
exponen a Jesús un problema, quizá manido en sus discusiones
con los fariseos, para que se definiera sobre la resurrección.
Pensando que defendiendo la resurrección, aprobaba la poligamia.
Jesús les va a responder con claridad que esa vida futura es tan
nueva y diferente que no admite comparaciones. Y lo hace interpre-
tando el texto del Exodo: Dios es Dios de Abrahán, de Isaac y de
Jacob" muertos hace siglos. Abrahán, Isaac y Jacob, no han sido
aniquilados, perviven en el más allá intemporal o fuera del tiempo.
No en la condición inerte del "seol" sino como los ángeles de Dios,
que no se casan porque son eternos. Ya que la finalidad del
matrimonio es continuar la especie humana sobre la tierra, donde
las personas fallecen.
También estas palabras de Jesús nos revelan el sentido de
la virginidad y el celibato, como una participación anticipada en la
Ciclo C - 375

vida angélica y un anuncio de la vida futura, de la escatología,


siguiendo el modo de vivir de Jesús.
No parece fácil comprender la naturaleza del hombre
resucitado, porque la inteligencia humana no puede salirse de las
coordenadas de tiempo y espacio en que está encerrado. San Pablo
describe la situación negativamente "Lo que ni ojo vio ni oído oyó".
Es imposible decir más.
Si nuestra experiencia de Dios en nuestra historia personal,
que eso es la verdadera fe, nos lleva a sentir nuestra procedencia
de Dios, como Padre y Creador, no podemos pensar que hemos
sido arrojados a la existencia, como dice la corriente filosófica
existencialista, sino que esa fe nos lleva creer en nuestro retorno a
Dios.
Con la resurrección tiene sentido la muerte. Y la muerte, tan
temida, es la que da sentido a la vida y la hace más feliz. Pues al
contar con la caducidad de todo, hace que no pidamos a las cosas
más de lo que pueden dar, que es la causa de tantas frustraciones
y angustias.
Pero ¡cuántos cristianos de hoy, afirmando la resurrección
de los muertos, viven identificados con la postura de los saduceos,
que preguntándose sobre la vida del más allá se meten en un
callejón sin salida, en el que la fe no encuentra más que dificulta-
des.
Y, ahora, lo que importa, siguiendo la segunda lectura, es
acudir a Jesucristo y al Padre "que os consuele internamente" de la
muerte "y os dé fuerzas" de fe para nuestro obrar. "Que dirija
vuestro corazón para que améis a Dios y esperéis en Cristo, cuya
resurrección es garantía de vuestra esperanza.
Al celebrar la Eucaristía tengamos presentes las palabras de
Jesús: el que come mi cuerpo y bebe mi sangre, tiene vida eterna
y yo lo resucitaré en el último día. Y mientras llega, a diario y en
todo momento nos acompaña con su MISERICORDIA, que es
eterna, como tantas veces se nos repite.
Ciclo C - 376

Domingo 33 del Tiempo Ordinario


Ml 3,19-20a. 2 Ts 3,7-12. Lc 21,5-19.

Homilía 13 de noviembre de 2016


En la oración-colecta pedimos “alegría y gozo”. Y ¿no es lo que
todos deseamos? Pues se encuentra en el servicio de Dios. Está
bien el pedirla alegría y gozo para iluminar el fondo de la Liturgia de
hoy.
La primera lectura anuncia un “sol de justicia que lleva la
salvación en las alas” para los que honran mi nombre. Y el salmo a
continuación: “El Señor llega para regir la tierra”. Todo parece
anunciar un clima optimista y de esperanza.
El texto del Evangelio se refiere a la destrucción de Jerusa-
lén y del Templo y persecuciones y guerras. Siguiendo con la visión
apocalíptica de la destrucción del mundo actual y la instauración del
nuevo, del reinado de Jesucristo.
En los primeros tiempos del Cristianismo esperaban la
inmediata realización. Pero esa tensión escatológica se fue
perdiendo. También en los últimos treinta años vuele a aparecer la
inquietud del final del mundo, pero ahora, por obra del hombre. Los
misiles con carga nuclear han sembrado el miedo y la tensión,
cuando se esperaba una época de bienestar. Hay tensión, pero sin
escatología. Muerte sin más. Sin salida.
Cuando dice Jesús “llegará un día en que no quedará piedra
sobre piedra” no era presagio desesperanzador, como no lo fue el
anuncio de su muerte, sino el comienzo de una nueva construcción.
El Templo y la ciudad no eran lo definitivo. Ahora también tienen
sentido estas palabras. No os aferréis a vuestras obras o proyectos,
como si fueran absolutas y perfectas, no tengáis por absoluto lo que
es relativo. Pero sí, que desaparezcan tantas construcciones que
son fruto y motor de egoísmo, injusticias, etc,. Eso ha de ser
destruido. Aprendamos a destruir todo lo que representa caos,
desorden, injusticia, odios, juicios, rencores, para que cuando
Ciclo C - 377

lleguen los tiempos difíciles no seamos sorprendidos.


Pero no olvidemos que el apocalipsis cristiano entra dentro
de los planes salvíficos de Dios. Que no es la fuerza arrolladora de
los hombres inconscientes y brutales destructores de la Tierra. Es
una destrucción como la de la semilla, que permite el nacimiento de
algo mejor.
Pero cuidado no caigamos en el pesimismo o la desesperan-
za. Recordemos lo dicho al principio, que hemos pedido “alegría y
gozo”. También termina Jesús diciendo que “ni un solo cabello de
vuestra cabeza parecerá, con vuestra perseverancia salvaréis
vuestras almas”.
Pero tampoco en el error de atribuirnos el texto del Evange-
lio cuando somos objeto de burla o menosprecio cuando nosotros
somos la causa, precisamente cuando mantenemos posturas
intolerantes, o cuando nos sentimos los mejores y despreciamos o
juzgamos a los que no son pensamos nosotros. Cuando no
tenemos las actitudes de Jesús. Entonces está bien que nos
rechacen pues no representamos a Jesús.
En la comunión se destruye el pan para que pueda ser
alimento vital. Comulgar es aprender a morir para vivir. Es decir
como Jesús “este es mi cuerpo que se entrega por vosotros” y
luego “haced esto en conmemoración mía”. Haciendo lo mismo
pasamos a ser como El. Y además recibimos la misma entrega de
los hermanos. Así se hace presente en la asamblea el Cuerpo de
Jesucristo total resucitado, cabeza y miembros. Y esto sí que es
algo nuevo y vida nueva.
Ciclo C - 378

Cristo Rey
2 S 5,1-3. Col 1,12-20. Lc 23,35-43.

Homilía 20 noviembre 2016


Cerramos el año litúrgico concentrando nuestra mente y corazón en
Jesucristo como centro de nuestra fe y como el principio y fin de la
misma.
Ya en la oración colecta pedimos por su medio, como Rey
del Universo, por su poder o autoridad, la liberación de la esclavitud
del pecado. Condensa en sí todas las aspiraciones de la humani-
dad. Es el Hijo de David, el Hijo del hombre, el Siervo de Yahvé, el
Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, Rey de reyes, o simplemente
Jesucristo Salvador, el hijo del carpintero.
Esta fiesta es una repetición. Es la misma Pascua, Jesús al
resucitar es elevado junto al Padre como Señor y Rey, en el Viernes
Santo nos otorgó la liberación, en la Ascensión asciende a lo más
alto de la vida divina, en cada Eucaristía lo sentimos como el centro
de nuestra vida y a quien hemos consagrado nuestra existencia.
Pero Jesús nunca fue rey de pueblo alguno ni tuvo poder
político alguno. Él mismo se resistió a ser proclamado rey por sus
seguidores. Por eso esta fiesta parece una contradicción. No debió
ser menos extraño en la época de Jesús, pues los profetas
anunciaban que un descendiente de David salvaría a su pueblo con
un reino definitivo (primera lectura).
Algo muy curioso, en el Evangelio, Pilatos, el representante
del emperador romano, pagano, va a ser el primero en proclamar
la realeza de Jesús con la famosa inscripción, INRI, para luego
añadir ante las quejas, "lo escrito, escrito está".
Hoy, solemnidad de Cristo Rey, al oír el Evangelio, la fe lo
reconoce en el Siervo sufriente, al verdadero Rey que gobierna los
corazones de sus súbditos y los gobierna con justicia y paz. Los
atrae hacia Él con la fuerza de su Amor infinito, manifestado en la
Cruz. Jesús nos trae el gobierno de Dios, y Él mismo se somete a
Ciclo C - 379

la voluntad divina para que también nosotros aceptemos esa


soberanía. Y no domina con la coacción ni la fuerza, sino con el
atractivo del amor y la verdad.
La verdad es Él mismo, sin discursos, razonamientos ni
leyes, su verdad es él mismo humilde, pobre obediente al Padre y
entregado totalmente por la liberación de su pueblo
No es súbdito de Cristo el que empuña la espada como
Pedro, sino el que le escucha y le sigue. Hay muchas formas de
espadas no metálicas: murmuración, mentira, calumnia, violencia
psíquica y física, soborrno, estafa, desprestigio, condena. A partir
de ese Rey coronado de espinas y crucificado que nadie en la
Iglesia tenga la pretensión de un reino que domine a los hombres,
que acumule riquezas, o dé sensación de fuerza, o de pompa y lujo.
El Cristo Rey con el cartelito de INRI, con sólo mirarlo, es
una vacuna contra la ambición, la superioridad, el desprecio a los
demás sean quienes sean, el lujo y comodidad. Antes se ponía una
calavera al pié de la Cruz, no sé porqué se ha perdido, cuando era
el sigo de su victoria sobre la muerte.
Jesús es rey en la cruz y también sacerdote que se ofrece
al Padre nos engendra como pueblo sacerdotal., ya que de la
misma manera nosotros hemos de ejercer la realeza divina por
medio del amor y de nuestra propia entrega. Su poder es el amor
que regenera aún a los que lo crucifican; el poder que perdona a
sus verdugos; el poder que engendra una nueva raza de hombres.
Por todo esto, hoy no hay un grito de victoria sobre nuestros
enemigos, sino el triunfo del amor sobre el odio, la humildad sobre
el orgullo, del servicio fraterno sobre el egoísmo individualista.
Gran fiesta es hoy ¡somos el Reino de Cristo logrado por la
entrega del amor misericordioso, ahora que estamos concluyendo
el AÑO DE LA MISERICORDIA!
Viendo de dónde venimos, caemos en la humildad. Pero
ante el rescate del REY nos inunda la alegría y el agradecimiento.
Y no digamos, el espíritu evangelizador.

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