Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Gonzalo Sánchez Gómez**
Los intelectuales constituyen una categoría social de
difícil precisión. En efecto, como es sabido , la relación
histórica entre intelectual y vida pública está asociada a un
momento preciso de la cultural eurooccidental: ese momento de
fines del siglo XIX en que la controversia sobre una
decisión del Estado y más específicamente del poder judicial,
provocó la acción colectiva de reputadísimas figuras
científicas, artísticas y literarias de Francia, encabezadas
por Emilio Zola , seguido de otros como Anatole France, Marcel
Proust . El episodio es conocido simplemente como el "Affaire
Dreyfus", y el pronunciamiento publico como el Manifiesto de
los Intelectuales(1898). Los intelectuales habían puesto en
aquellas circunstancias al servicio del interés general de la
sociedad lo que se ha considerado su privilegio, el ser
depositarios de un capital específico, el capital cultural, un
capital cuya característica esencial es que no se gasta tanto
a favor de sus propietarios sino de causas que comprometen la
sociedad en un momento determinado. Los signatarios,
convencidos todos de la inocencia del oficial francés de
*
*. Profesor Titular del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales de la Universdad Nacional de Colombia.
1
origen judío, Dreyfus, acusado de espionaje a favor de los
alemanes, tomaron partido por Dreyfus, es decir, le apostaron
a la verdad y a la conciencia , frente a quienes invocando la
razón de Estado se negaban a reconocer el error judicial y sus
consecuencias. Cuál es su relación con el Estado, con el
pasado nacional, con sus lealtades de clase y de partido, y
cuál el alcance y límites de su autonomía, son las preguntas a
las cuales desde entonces han tratado de responder , con
diferentes enfoques teóricos y metodológicos … autores como
Weber, Gramsci , Julien Benda, Robert Merton, Sartre, Norberto
Bobbio , Pierre Bourdieu y muchos otros. Más allá, pues, de
cualquier definición, el tema de los intelectuales es un tema
esencialmente político.
Fue por consiguiente, un debate decisivo en la lucha por
la democracia el que constituyó a los intelectuales como
``hombres públicos", como actor colectivo que se expresa no
sólo a través de la escritura y de la representación, sino a
través de la movilización. La convocatoria , como forma típica
de protesta de los intelectuales contra la opresión y la
guerra, se ha dicho, es lo que la huelga a los obreros1.
2
Independientemente , entonces, de cualquier definición
normativa o sociológica que se adopte, tres serían , de
acuerdo con lo anterior, los elementos constitutivos de la
relación originaria: la interpelación a la opinión pública, el
distanciamiento o ruptura frente al poder estatal, y el
recurso a la acción colectiva , todo ello con el propósito bien
definido de restablecer la justicia quebrantada, por encima de
cualquiera otra consideración....2.
Son temas que siguen aún vivos al lado de tendencias que
advierten sobre el declinio del poder de los intelectuales. En
los Estados Unidos comenzó a hablarse desde hace un tiempo del
destronamiento e incluso de la desaparición de los
intelectuales de la escena pública . Desde luego es una
dramatización de Russell Jacoby en su The Last Intellectuals,
que casos como el de Noam Chomsky, o Edward Said, obligarían a
matizar. Pero no deja de ser una apreciación muy significativa
que apunta al problema mismo de la identidad colectiva de los
intelectuales hoy. Diferente, muy diferente es la trayectoria
y la perspectiva latinoamericana.
Premisas Generales
Antes de adentrarme en el tema, unas breves consideraciones
sobre mi enfoque .En Colombia, y en América Latina en general,
la preocupación reciente pero también creciente en torno a los
aspectos culturales de la política o a la intervención política
de los intelectuales, se produce justamente en un momento de
2
Para una genealogía del concepto, véase: Christophe Charle, Naissance des
<<intellectuels>> 1880-1900, Editions de Minuit, París, 1990; Humberto Quiceno, Los
intelectuales y el saber, Centro Editorial Universidad del Valle, Cali, Colombia,
1993, pp. 9-16, especialmente.
3
enormes tensiones en la redefinición de su papel, en la
búsqueda de su identidad. Como lo ha señalado Jesús Martín
Barbero3,los macrosujetos a partir de los cuales hablaba el
intelectual, la Nación, el Estado , el Pueblo , han entrado
en crisis y han dejado al intelectual en una especie de
suspenso. Esta es una primera constatación.
Tercer presupuesto: vamos a asumir, para efectos de esta
presentación, que cuando hablamos de ``intelectuales" nos
estamos refiriendo a los intelectuales públicos4, es decir, a
aquellos cuyo quehacer opera como referente en el debate y en
la formación de opinión ciudadana .
4
Jacoby Russell, The Last Intellectuals, New York, The Noonday Press, 1987,
p.221.
4
poderEstado. Es la conjunción de los tres la que permite
diferenciar al intelectual del simple académico, científico o
artista.
Me voy a referir a cuatro momentos y modalidades de esa
relación: a) Los intelectuales letrados b) Los Maestros c)Los
Intelectuales críticocontestatarios c) Los Intelectuales
Ciudadanos o Intelectuales para la Democracia, y d) Los
Intelectuales Mediadores.
I. EL PODER DE LOS LETRADOS Y LOS LETRADOS EN EL PODER
En América Latina la inserción de los intelectuales en
la política requirió menos argumentos que en otras latitudes.
Desde el momento de la Independencia la asociación e incluso
la fusión entre elites culturales y políticas fue manifiesta.
La formación de una conciencia americana y nacional es el
punto de condensación de esas recíprocas influencias, y se
la puede rastrear como lo ha hecho el crítico uruguayo Angel
Rama en su notable La Ciudad Letrada, en próceres como Antonio
Nariño, divulgador de los fundamentos democráticos de la
emancipación , y en la tarea de educadores tan notables como
Andrés Bello y Simón Rodríguez, este último el maestro de
Bolívar. .Los caudillos culturales d entonces luchaban por
romper el desencuentro entre por un lado el mundo de la
5
gramática y el orden jurídico formal , que era el mundo de
los abogados, escribanos y burócratas , y , por el otro
lado , la "confusa realidad social".5
Desde esta perspectiva resulta apenas lógico pensar que ,
si las letras ( a menudo asociadas a las leyes) eran la fuente
del poder, el medio más idóneo para contrarrestarlo, sin
subvertirlo, era también educarse...``paz, instrucción y
progreso material bajo la Constitución de Rionegro" , fue uno
de los slogans de la era radical. Como lo han señalado Aline
Helg y Jaime Jaramillo Uribe, la creencia en el poder
rectificador de la educación se manifestaba, por ejemplo, en el
hecho de que después de cada guerra se formulara frecuentemente
una reforma educativa6 , y si posible, para guardar el culto a
las formas, una nueva Constitución, desde luego.
Educación para la democracia, es una consigna típicamente
republicana, y como instrumento de promoción y nivelación
compite con, o se constituye en alternativa a, la fortuna y
el linaje. Instrucción pública, gratuita y obligatoria es
quizás la bandera más consistentemente agitada durante el
período liberalradical que va de 1850 a 1880. La educación,
como motor civilizatorio, jugará un papel central no solo a lo
largo de la segunda mitad del siglo XIX sino también en las
primeras décadas del XX entre los sectores populares y
revolucionarios, incluidos los anarquistas no sólo en Colombia
sino en toda América Latina.
No obstante estos esfuerzos democratizadores , a menudo con
efectos perversos, como en el caso de la educación respecto a
5
Angel Rama, La Ciudad Letrada, Ediciones del Norte, 1984 , p. 49
6
Jaime Jaramillo Uribe, Manual de Historia de Colombia , Colcultura, Bogotá,
1980, t.III., p.260
6
los pueblos indigenas, durante el período de la Regeneración
que cubre las dos últimas décadas del siglo XIX tal como se
ha podido señalar en varios estudios recientes 7 se logró
tejer, en esa Colombia todavía agraria y pastoril, una estrecha
relación entre los letrados dedicados a las lenguas y a la
cultura clásicas, la filología y la gramática en particular ,
y el ejercicio del poder y el prestigio social .. Del bien
decir y del bien escribir, debía fluir de manera natural el
buen gobernar, parecía ser la concepción de esta mirada
elitista sobre la sociedad , la cultura y la política. Pureza
de la raza, pureza de la lengua y pureza del cuerpo de la
nación, eran elementos estructurantes de la metáfora
civilizatoria8.
7
Véase de Malcolm Deas, El Poder y la Gramática, Tercer Mundo Editores,
Bogotá, 1993; y de Marco Palacios Estado y Clases Sociales, especialmente el
primer capítulo ``La Clase Más ruidosa”, Procultura, Bogotá, 1986
8
Jean Franco , "Latin american Intellectuals and Collective Identity", en
Constructin Collective identities, Luis Roniger and Mario Sznajder
(Editores), sussex Academy Press, Brighton,1998
9
Ibid. 74
7
La relación entre las Letras y la política resultaba tan
natural durante el siglo XIX, y en su forma extrema en
Colombia, que los especialistas de las ramas aparentemente
más apolíticas de las letras son los responsables de las
grandes decisiones políticas en el tránsito del siglo XIX al
XX. Baste evocar cuatro filólogos, gramáticos y en cuatro
momentos cruciales: Miguel Antonio Caro es el artífice de la
Constitución de 1886; Manuel Marroquín presidente de Colombia
durante un trama de La Guerra de los Mil días y facilitador
del proceso que llevó a al desmembramiento de Panamá; Marco
Fidel Suárez gestor del restablecimiento de las relaciones con
Estados Unidos, deterioradas con la pérdida de Panamá; Abadía
Méndez, último presidente de la hegemonía conservadora
administrador de la crisis económica mundial del 29.
Daba la impresión de que estos personajes, mientras más
distantes , evasivos e incomunicados se presentaran frente a la
sociedad real, tanto más exitosos resultaban en sus
pretensiones políticas .
8
lo que podía o no leerse, almacenarse en las bibliotecas o
exhibirse en las librerías.
La Regeneración, y a la larga la República Conservadora,
significaban por consiguiente una incuestionable interrupción
en el proceso de acercamiento al mundo experimental que se
había iniciado desde los tiempos de José Celestino Mutis y de
Francisco José de Caldas, en las postrimerías de la era
colonial. Una verdadera transición regresiva, un contragolpe
cultural, con su visión tiránica y homogeneizadora de la
cultura y de la sociedad.
Los fundamentos materiales de ese tipo de visión , que se
vieron reforzados por el formalismo y la retórica de los
hombres de leyes, sobrevivieron con el cambio de siglo.
Gramaticalidad y formalidad jurídica eran componentes
indisociables del mismo universo mental.
9
que da la independencia a Cuba) y como nueva expresión del
expansionismo, especialmente para Colombia, con el papel
decisivo de los Estados Unidos en la desmembración de Panamá.
José Martí en Cuba y José María Vargas Vila en Colombia
actuarán como guardianes y voceros de la integridad
latinoamericana.
II. LOS INTELECTUALES MAESTROS
(La lucha por la autonomía cultural)
Subterráneamente a la cultura elitista y dogmática de las
postrimerías del siglo XIX hay dos corrientes que van a
comenzar a diferenciar y a cambiar de manera decisiva el
panorama cultural colombiano, los sistemas de representación y
las sensibilidades.
10
asociada a los patrones culturales de la Iglesia católica.
Conjuga, pues, de manera muy original, invención empresarial
con tradición religiosa. El culto a la Escritura y a la Palabra
siguen latentes, pero comienzan a verse competidos por una
nueva racionalidad y por el culto a la producción material y a
la gestión administrativa. El papel de los ingenieros, de los
técnicos , de los economistas y de los pedagogos comenzó a ser
cada vez más notorio en las altas esferas político
administrativas del país, y en el análisis mismo de la realidad
nacional en claro desafío a la tradicional supremacía de
abogados y de médicos. Ingeniero fue el más influyente líder
conserva del siglo XX, Laureano Gómez; ingeniero y rector de la
Escuela de Minas fue también el posterior presidente
conservador Ospina Perez; economista fue el reformador de los
años treinta López Pumarejo. Perfiles muy distintos a los
letrados del siglo XIX.
La segunda corriente innovadora es la que se insinúa, a
comienzos de los años treinta del siglo veinte con la fundación
de la Facultad de Ciencias de la Educación cuyos efectos fueron
mucho más profundos y duraderos en la cultura nacional y en la
formación de las nuevas comunidades científicas (antropólogos,
sociólogos, historiadores...). La idea subyacente a esta
propuesta intelectual era la de concentrar en dicha Normal
Superior los mejores cerebros del país y formar las nuevas
generaciones en ese nuevo espíritu de la época, cuyo momento
inaugural para el efecto suele ubicarse, internacionalmente, en
el movimiento reformador de Córdoba (Argentina) en 1919
11
incluyen a figuras tan dispares como el poeta León de Greiff ;
el novelista José Eustasio Rivera (La Vorágine, 1924); al
ensayista Baldomero Sanín Cano (Crítica y arte, 1932) y a
reformadores del sistema educativo como Germán Arciniegas . El
tema omnipresente en las décadas del treinta y cuarenta era el
de la pedagogía y la construcción de Estado, con los
intelectuales como mediadores de esa construcción.
11
Fernando Uricoechea, ''Los intelectuales colombianos: pasado y presente", en
Análisis Político, No.11, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá,1990,p.62.
12
punto estratégico para la transformación de la sociedad. La
Escuela Normal Superior , ideada sobre el modelo de su
contraparte francesa, formaba maestros, IntelectualesMaestros.
No era función exclusiva pero sí distintiva de la Escuela.
13
países latinoamericanos, como El Colegio de México , fundado
en 1940; o se afirmaban tempranos procesos de
institucionalización de las Ciencias Sociales, como el de
Brasil, que había contado con el apoyo directo de figuras como
Fernand Braudel, LévyStrauss y Roger Bastide.
Colombia , por el contrario, entraba en un silencio cultural
de casi dos décadas, entre 19451965, y eso en el contexto de
la aceleración temporal del siglo XX era mucho tiempo.
Desde el poder hay incluso un intento expreso de romper
la continuidad histórica, de matar la memoria de este período,
de hacer de ella un muerto más. En efecto, por una Orden del
Ministerio de Gobierno, declaró en 1967 como ´´archivo muerto
´´, y aquí el lenguaje burocrático coincide con el simbólico,
el de los años de 1949 a 1958, el período de la Violencia12. La
precisión de las fechas deja ver claramente que el problema no
era el `ambiente de olor insoportable” y el estado `horrible”
de la oficina, como se arguyó, sino la pestilencia de la época
que había que suprimir.
El despojo de la memoria colectiva y por lo tanto de la
identidad durante la Violencia hizo muy arduo, demasiado arduo
12
Los ejecutores de esta determinación fueron : la Jefe del Grupo de Archivo
Elvira de Chaparro; el Jefe de División Adminsitrativa Gerardo Vesga Tristancho y
el Secretario General del Ministerio, Jacobo Pérez Escobar, entre otros.
14
el proceso de reconstrucción de los espacios para la creación y
para la crítica.
III. LOS INTELECTUALES CRITICOS
(La misión profética)
Cerrado el paréntesis de la Violencia, se inicia en los
sesentasetenta un proceso de modernización de la sociedad
(educación, secularización, clases medias) y del aparato
productivo y cultural, un proceso que también se observa a lo
largo del continente pero sobre premisas diferentes.
Dichos procesos están acompañados a su vez de por lo menos
tres grandes signos de renovación, que en diferentes momentos
han caracterizado el desarrollo intelectual latinoamericano:
2. Una ampliación del mercado de bienes simbólicos
(libros, prensa cultural, galerías, cineclubes, discos...)
3. Una ampliación de la demanda de analistas sociales
y políticos
Estos, podríamos decir con el sociólogo Lewis Coser, son
los nuevos escenarios democratizadores a partir de los cuales
los "hombres de ideas" se relacionan ahora con sus pares y con
15
la opinión pública, que constituye su razón de ser13. Ellos, los
hombres de ideas, recordémoslo, son simultáneamente producto
y productores de opinión pública.
En todo caso, en Colombia, después del eclipse de la
Violencia, los años sesenta restablecen la continuidad perdida
con la Normal Superior, con los Maestros y estos encuentran el
espacio para la institucionalización de nuevas disciplinas
sociales que rompen su cordón umbilical con la matriz jurídica.
La Universidad puede volver a indagarse sobre su papel en la
producción de ciencia, cultura y tecnología .Es también el
despuntar de las más notables figuras contemporáneas de las
artes y las letras colombinas: Alejandro Obregón, Edgar
Negret, Ramírez Villamizar, Fernando Botero, Gabriel García
Márquez.
En el caso concreto colombiano, el intelectual crítico es
el intelectual que ha asimilado la experiencia histórica de la
Violencia, que la ha vivido como barbarie cultural, y que se
propone en cierto modo disecarla. Es lo que se hace desde la
Facultad de Sociología de la Universidad Nacional con la cual
se inicia lo que podríamos llamar la anatomía de la
Violencia... Y es preciso recordarlo en su momento la sola
descripción tenia una fuerza demoledora, subversiva.
Sociólogos, antropólogos y geógrafos confluyen en la
13
Lewis A. Coser, Hombres de ideas, Fondo de Cultura Económica, México,
1968, pp. 1925
16
Violencia...: disecan, diagnostican y proponen, en general para
instituciones públicas, como el instituto colombiano de Reforma
Agraria y otros. Desarrollo agrario y desarrollo industrial,
movimiento campesino y movimiento obrero, fueron los ejes del
diálogo más o menos fecundo de economistas, sociólogos e
historiadores.
Por la vía de la aproximación crítica a la Violencia, este
intelectual se encuentra y choca con la realidad externa al
mundo universitario, al sistema educativo. Se encuentra con
partidos, con campesinos, con hacendados, con guerrilleros,
con clases, con estructuras sociales, con un poder político. Su
blanco y también su reto es la sociedad global. Su compromiso
político es una clara prolongación de sus actividades
intelectuales. Es el momento de surgimiento de una nueva
conciencia política de los intelectuales , de la crítica
política del orden existente, y de la aspiración a erigirse,
como lo quería Wright Mills, en conciencia moral de la
sociedad. Es también, para ponerlo en términos de Jack
Newfield, el momento de las ``minorías proféticas", que hablan
a nombre de los desheredados, llámense obreros, campesinos,
indígenas o pobladores de las barriadas. El intelectual de los
años 60 está ligado, mucho más que hoy, a una intensa vocación
de poder, de poder alternativo, incluso en su manifestación más
descarnada de poder armado.
Es pues en esta atmósfera cultural de la época en donde,
casi sin advertirlo, se encuentran el intelectual y el
guerrillero. Pero no es, desde luego, la única forma de
compromiso o de fusión de la teoría y la práctica. El
compromiso asume también variantes inéditas como la de ``los
17
pies descalzos" (los intelectuales que se unen a las masas) y
la de la ``investigaciónacción".
En Colombia , las fronteras entre el pensamiento crítico
del académico y la acción revolucionaria del guerrillero llegan
a su máxima tensión precisamente en la vida y obra de Camilo
Torres, el cura al mismo tiempo profesor de la Universidad
Nacional, analista de la Violencia y combatiente.
IV. INTELECTUALES PARA LA DEMOCRACIA
18
replanteamiento de las relaciones entre la insurgencia y el
Estado (iniciación del proceso de reconciliación) que llevó
también a los intelectuales a establecer nuevas
representaciones de la sociedad, nuevas representaciones de las
relaciones entre los intelectuales y el Estado, y nuevas
alternativas para enfrentar la crisis de legitimidad de las
elites y las instituciones vigentes. Fue, en efecto, la
iniciación del proceso de reconciliación política durante el
gobierno del presidente Belisario Betancur el que permitió que
se aflojaran los vínculos orgánicos, las colaboraciones o las
simpatías, de numerosos núcleos intelectuales con la
insurgencia. Aquí está probablemente el meollo de muchas de las
recientes transformaciones en nuestra cultura política: el
comienzo de un Nuevo Pacto político de la Insurgencia con el
Estado, preparaba un Nuevo Pacto cultural, el de los
Intelectuales con el Estado, sin que el primero , el de la
insurgencia con el Estado implicara renuncia a las pretensiones
de transformación de la sociedad por parte de los antiguos
insurgentes, ni el segundo, el de los intelectuales con el
Estado, implicara una abdicación de la función crítica o de sus
vínculos orgánicos con proyectos alternativos por parte de los
intelectuales.
En este contexto, muchos intelectuales empezaron a ejercer
su poder simbólico de manera muy distinta a como lo habían
hecho en las décadas precedentes e incluso entraron a jugar un
papel, de facilitadores informales de la comunicación entre el
Estado y la insurgencia, o de actores comprometidos con la
consolidación de los procesos ya formalizados de pacificación.
Desde este punto de vista, no disimulan ellos su pretensión,
por limitada que sea, de incidir en las políticas estatales ,
( "intelectuales del Estado"), en los actores políticos y en la
19
construcción de instituciones democráticas("intelectuales en la
política"), o en el acompañamiento a los nuevos movimientos
sociales , los "intelectuales de la nueva ciudadanía" , o
intelectuales societarios, que pretenden convertirse en los
voceros de los marginados . Todo esto sin menoscabo
necesariamente de la autonomía que les confiere su pertenencia
al campo cultural15.
El replanteamiento de las relaciones EstadoIntelectuales
Universidad que ha facilitado el reencuentro de la academia con
la política, a partir de un concepto abierto de Intelectuales
para la Democracia, o de ``intelectuales ciudadanos", como
diría Chomsky, (ligados ya sea al Estado, a la politica o a los
movimientos sociales) que piensan que la actividad de
diagnóstico de un programa o gestión gubernamental, e incluso
la vinculación a una función pública, no presupone
necesariamente la renuncia a una posición contestataria. Se
15
José Joaquín Brunner/Alicia Barrios, Inquisición, Mercado y
Filantropía . Ciencias Sociales y Autoritarismo en Argentina, Brasil,
Chile y Uruguay, Flacso, Santiago,1987,p.183
16
Norbert Lechner, "Nuevas Ciudadanías", en Revista de Estudios Sociales,
Facultad de Ciencias Sociales Uniandes/Fundación Social, No. 5, p.25
20
trataría de una perspectiva en la cual no importa
exclusivamente el lugar de su actuación (Estado, Academia,
sociedad...) sino, y de manera decisiva, su función. Porque ,
contra toda visión esencialista, es preciso reconocer que desde
el Estado se pueden cumplir tareas democratizadoras (en los
entes de fiscalización ,como la Procuraduría, en las
Consejerías de Paz y en las oficinas de Derechos Humanos), que
por lo demás no implican abandono de los quehaceres
intelectuales, y que a la inversa, desde la insurgencia se
pueden alimentar y de hecho se alimentan actitudes, prácticas y
visiones despóticas de la sociedad. Sobre la base de este
reconocimiento se diversifica enormemente el abanico de
posiciones intelectuales. Claro, todo ello con extrema
precaución, pues como diría Coser, si antes la queja era por
el rechazo de la sociedad oficial…ahora deben temer que se les
acepte con demasiada rapidez17
17
Coser, op. Cit. p.371
21
socialmente adscritos a una determinada clase o sector de la
producción, les permite hacer una verdadera elección: o tomar
partido o aprovechar su ventaja estratégica de la equidistancia
para construir una "perspectiva total" sobre la estructura
social y política . Pero en cualquier caso las fuerzas de uno y
otro bando deberían permitir que los conflictos de intereses
se convirtieran en conflictos de ideas…18 porque cuando los
conflictos de intereses no se pueden transformar en conflictos
de ideas, como es el caso en la Colombia de hoy, el conflicto
de intereses se vuelve confrontación armada, terror, exilio
intelectual… Asimismo, una negociación sin controversia sería
un contrasentido.
Las preguntas del gran sociólogo americano Robert Merton, a
fines de los años 40, siguen siendo muy válidas "Qué roles
están llamados a cumplir los intelectuales? Qué conflictos y
frustraciones han experimentado en sus esfuerzos por desempeñar
esos roles? Qué presiones institucionales se ejercen sobre
ellos Quién define sus problemas intelectuales?.. Cuáles son
los típicos problemas que resultan de mantener líneas de
comunicación entre los políticos y los intelectuales"19.
18
Karl Manheim, Ideología y Utopía, Fondo de Cultura Económica, México,
1941, p. 141
19
Robert Merton, "Role of the Intellectual in Public Bureaucracy", en
Social Theory and Social Structure,The Free Prss, New York, 1957, pp. 262
263
22
Violencia, el autoritarismo antiintelectual que luego se
difundió por gran parte de la geografía latinoamericana,
alimentado directamente por el Estado o por actores estatales .
Observemos también que en Colombia la expansión de centros,
actores y productos culturales se produce , en los 70 y 80 ,
en contravía de las tendencias de los países del Cono Sur y de
los centroamericanos que pasan por las peores dictaduras . La
misma asintonía se detecta en los últimos lustros: en el
momento que se expanden y consolidan los procesos de
democratización en América Latina, en Colombia resurgen las
amenazas al mundo cultural. Lo que hace también que la
Violencia se viva como una experiencia ininterrumpida.
Permítanme ser un tanto personal para ilustrar esta que es
una vivencia colectiva: nací en plena Violencia a fines de los
años 40 en una de las zonas más convulsionadas del país , el
Tolima, y creo que sobreviví por azar. No podría contar hoy los
vecinos y coterráneos muertos. Dos de mis compañeros de salón
en la Universidad, el senador Ricardo Villa Salcedo y el
defensor de presos políticos Eduardo Umaña Mendoza, fueron
asesinados en distintos momentos de la década del noventa;
dos compañeros de generación estudiantil universitaria, el
antropólogo y profesor de la Universidad de Antioquia, Hernán
Henao, y el economista y exConsejero de Paz, Jesús Antonio
Bejarano, fueron asesinados en su oficina y en el aula
respectivamente en el segundo semestre del 99; un alumno, a
quien dirigí su tesis de Maestría, Darío Betancourt, fue
desaparecido y salvajemente asesinado a mediados del año
anterior; colegas del Instituto donde trabajo han salido del
país por amenazas de distinta procedencia , y el Director del
mismo Instituto aquí presente, Eduardo Pizarro, sufrió un
atentado al cual sobrevivió de milagro en vísperas de Navidad.
23
Por eso nadie se sorprendió cuando a raíz de uno de estos
episodios nuestro Instituto levantó esta consigna: "que el
pensamiento deje de ser objetivo militar". Difícil por tanto
para las gentes de mi generación escapar a la idea de que hemos
vivido casi sin pausa la violencia a lo largo de la segunda
mitad del siglo XX.
No estoy abogando desde luego por una defensa corporativa
de los intelectuales en contraposición a otros sectores que se
van organizando cada día en Colombia para ponerse al margen del
conflicto, reclamando especificidades o privilegios frente a
los señores de la guerra. No me estoy olvidando de los 25 mil
muertos al año por la Violencia, que se traducen en la más
alta tasa de homicidios en el mundo después de El Salvador ;
tampoco del millón y medio de desplazados de la última década
que nos ponen al lado de Sudan, Afganistán y Angola ; ni de los
secuestrados cuyas cifras en Colombia ascienden al 50% del
total de secuestrados en el mundo; tampoco estoy ignorando las
continuas y flagrantes violaciones a los derechos humanos de
los que no tienen voz; y mucho menos podría omitir entre los
datos estratégicos de la guerra en este momento que Colombia
fue en 1999 el tercer más grande receptor en el mundo de
asistencia militar americana, después de Israel y Egipto , con
una ayuda equivalente a la recibida por toda la América Latina
y el Caribe juntos; y en el horizonte inmediato cuenta con
1.600 millones de dólares para el llamado Plan Colombia cuya
aprobación está a consideración del Congreso de los Estados
Unidos , bajo el escrutinio de los mas diversos sectores de la
sociedad americana y colombiana.
24
convertirse en agentes del ensanchamiento de la sociedad civil,
de ese centro del cual ellos son parte, y que ha venido
creciendo tímida pero persistentemente a través de múltiples
formas de acción colectiva: llámense pronunciamientos,
protestas , marchas, incluidas las multitudinarias contra el
secuestro, cuyo promotor ha debido abandonar el país esta
semana. . Era la perspectiva por la que abogaba el historiador
y economista asesinado Jesús Antonio Bejarano. Claro que hay
signos contrarios que apuntan más a la defección o contracción
de la sociedad frente a los actores armados, que a una
expansión de sus recursos de poder y de su autonomía. Asediada
por la violencia la sociedad cada vez hace más concesiones: 1.
Negociación en medio de la guerra, es decir resignación frente
a la violencia. 2. Si no se puede ganar la guerra , hay que
civilizarla, pobre papel para el Derecho Internacional
Humanitario . 3 . Se agotaron los argumentos políticos y
militares, hay que convencer y convencernos de que "la paz es
rentable", es decir, pongámosle una buena dosis de utilitarismo
al proceso. 4. Ruptura de todas las barreras éticas frente a
fenómenos como el secuestro, al cual se acepta ponerle solo
restricciones nominales de edad (los ancianos y los niños) y
hasta se acepta considerar la posibilidad de prolongarlo hasta
tanto no se obtengan recursos alternativos para sus ejecutores.
En América latina , y especialmente en la Colombia de hoy,
con realidades como éstas, para el intelectual no es una opción
sino una necesidad estar en la política. Incluso la neutralidad
se les enrostra a los intelectuales y se les cobra como
traición. No se les acepta al margen de la polis. Por eso,
señalaba yo recientemente en otro contexto, a los
intelectuales se les intimida hoy no tanto por estar de un
25
lado o del otro, sino porque no quieren estar ni con el uno ,
ni con los otros. Lo cual asociaba también a un hecho central
en las dos últimas décadas: el déficit de intelectuales en los
actores armados, e idéntico déficit en el Establecimiento.
Asistimos así a lo que podríamos llamar una "des
substanciación" de la confrontación, es decir, a una guerra
sin política y a una política sin ideas20.
Con todo, resultaría apremiante la necesidad de pensar en una
categoría o función propia de intelectuales para el momento
actual, que pudieran inscribir su acción y su pensamiento no
en la perspectiva de legitimación y conservación de una
sociedad en crisis y tampoco del escalamiento de la guerra
sino de negociación, superación de la crisis y terminación de
la guerra . Es posible que los intelectuales ya no puedan,
como en los tiempos del Affaire Dreyfus, apoyados por la
opinión pública, prevalecer sobre los hombres del poder y de
las armas. Tal vez sea demostrable que efectivamente han sido
desplazados en muchos aspectos por la mediatización y
privatización de la cultura, y por las formas de comunicación
audiovisual que los han atomizado y les han anulado en parte
su carácter colectivo y su función de guías de costumbres y
valores de la cotidianidad privada y política21, aunque a decir
verdad estos recursos también han potenciado su visibilidad.
Pero aún así, con sus limitaciones, los intelectuales tal vez
tengan importantes tareas que cumplir como actores de la
esfera pública, mucho más desde luego en sociedades como las
20
Gonzalo Sánchez G. "Los Intelectuales y la Política", en Análisis
Político,No. 38, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales ,Bogotá, Sept/Dic 1999, pp. 3738
21
Régis Debray, Le Pouvoir Intellectuel en France, Editions Ramsay, Paris,
1979. Ver también Beatriz Sarlo, "Intelectuales, un examen"…, en Revista
de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Sociales Uniandes/Fundación
Social, No. 5 , enero 2000, …p.12, y Jean Franco , op. Cit.
26
latinoamericanas que aún conservan una , pienso yo, saludable
carga de politización de la cultura.
Un buen punto de partida para repensar sus funciones es
quizás la categoría que el filósofo y a la vez militante
político italiano Norberto Bobbio ha llamado los intelectuales
como mediadores dinámicos, intelectuales específicos para una
sociedad en abierta confrontación. Su tarea, dice Bobbio
precisando la propuesta, es situarse ,no por encima de la
lucha, ni siquiera fuera, sino en el fondo de la misma, con el
fin de buscar entre los contendientes, en la medida de lo
posible, una solución pacífica22.
No es desde luego una tarea fácil, un espacio ya ganado,
pues la situación de guerra suprime de hecho las dinámicas
propias del despliegue de la acción de los intelectuales, a
saber, la disidencia y la controversia. El punto es claro, si
se pierde este espacio de autonomía, de intervención sin ser
sujeto a la mordaza o a la liquidación física, la
reconstrucción de nuestra posguerra, el diseño de la nueva
sociedad serán elaborados a punta de fusil y de balas, no de
ideas , concepciones o modelos. Yo no se hasta que punto
los intelectuales colombianos estén entrando en una etapa de
silencio táctico mientras la sociedad civil toma el relevo
haciendo escuchar su voz en la movilización callejera.
Pero de lo que sí estoy seguro es de que la academia y el
mundo cultural norteamericano en particular, pueden jugar un
papel muy importante en la generación de esos espacios, que
necesitamos preservar y fortalecer en América Latina, con dos
condiciones mínimas: por un lado, que Colombia y América
22
Norberto Bobbio, La Duda y la Elección. Intelectuales y poder en la
Sociedad Contemporánea, Paidós, Barcelona, 1998, p.10
27
Latina rompan con esas imágenes ya instaladas e interiorizadas
de periferias mirando al centro, y se proyecten, por el
contrario , como potencial cultural para los Estados Unidos,
como factor dinamizador de preguntas , de enfoques, de
actitudes frente a la sociedad; y, por otro lado, segunda
condición, que los analistas norteamericanos se decidan a
repensar el largo trecho que existe entre intelectuales y
académicos23.
23
Las observaciones que siguen surgieron de una comunicación con Juan
Gabriel Gómez
24
Beatriz Sarlo , Revista de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias
Sociales Uniandes/Fundación Social, No. 5 , enero 2000,…p.
28
muy distintos planos y diferentes niveles de discurso25. No son
simples expertos, funcionarios o burócratas; no permiten que
otros definan por ellos las metas de sus actividades y los
problemas a resolver, sino que son , en todo el sentido de la
expresión, "diseñadores de modelos culturales", que elaboran
principios de acción. A la politización de los intelectuales
en América Latina en décadas recientes ha correspondido una
institucionalización y academización de los intelectuales en
EU, y más grave aún una hiperespecialización que ha llevado a
lo que podríamos llamar una "balcanización del conocimiento".
Quisiera pues desde esta perspectiva y desde esta tribuna
que mi presentación sobre la historia política de los
intelectuales en Colombia, se viera como una invitación a los
colegas americanos a repolitizar la visión de su papel y de su
objeto. Y puesto que el objeto fundamental se llama aquí
América Latina , cabría una segunda cadena de reflexiones,
ligadas a las anteriores: América latina puede ser abordada,
por los académicos, como caso o desviación de un modelo, o
como ilustración de una hipótesis, con mediaciones que pueden
incluir o no, la política, pero que no la reclaman. Para los
intelectuales, por el contrario, las preguntas estarían
intrínsecamente ligadas a valores éticopolíticos, como la
democracia, los derechos humanos, las reformas económicas, los
efectos de la guerra. El día en que se asuma de manera plena y
generalizada que ser estudiosos de América Latina conlleva
compromisos éticos inevitables, ese día habrá empezado a
cambiar , al menos en un terreno específico, la relación
centro periferia. Ese día también habrá empezado a cambiar la
conciencia y la identidad colectiva de los intelectuales
25
Antanas Mockus, "Anfibios Culturales y divorcio entre ley, moral y
cultura", en Análisis Político, Instituto de Estudios Políticos ,
Universidad Nacional de Colombia, No.21, enero/abril de 1994, pp. 3748.
29
norteamericanos .. Es la aproximación que de alguna manera
intuyo ya se ha iniciado con el plan integrado de reflexión y
de acción que está poniendo en marcha el Instituto Kellogg
sobre Colombia, en campos como los señalados, perspectiva que
uno quisiera ver multiplicada en otros centros de Estados
Unidos. Si iniciativas de estas prosperaran, y si logramos
universalizar la crisis colombiana, en el sentido de
asociarla a las experiencias traumáticas de otros pueblos,
Colombia dejaría de ser vista como la rara excepción de
América Latina ,y afloraría en su lugar, por un lado,
ciertamente el papel de prefiguración de los males que habría
que evitar en otras latitudes, pero por otro lado también
Colombia habría sido la ocasión para el redescubrimiento de
las bases de un nuevo y fecundo diálogo interamericano. Ese
sería el mejor tributo al legado del distinguido antropólogo
y humanista Martin Diskin que dedicó su capacidad de acción y
de pensamiento precisamente a superar el desencuentro entre
las dos Américas , mediante la construcción de una nueva
relación y una nueva mirada sobre América Latina. Con el
tiempo quizás también nosotros , latinoamericanos, podamos
construir una nueva mirada sobre los Estados Unidos.
30