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“Architecture and Sostenibility”

(extracto). Norman Foster (2003).

Traducción: Berta Blasco y Jorge Cuní

Nuestros proyectos siempre han estado dirigidos por el convencimiento de que la


calidad de nuestro entorno influye directamente en la calidad de nuestras vidas, sea
en el lugar de trabajo, en casa o en los espacios públicos que construyen nuestras
ciudades. Este énfasis en la dimensión social viene de saber que la arquitectura ha
sido generada por las necesidades de la gente, tanto espirituales como materiales.
Consecuencia de esto es la voluntad de aceptar el reto de buscar respuestas
y soluciones.

Echando la vista atrás me doy cuenta de que nuestra actividad ha estado inspirada
por dos principios opuestos: análisis y acción. Esto significa hacer las preguntas
adecuadas unido a una insaciable curiosidad sobre cómo funcionan las cosas, sean
organizaciones o sistemas mecánicos. Y significa no aceptar nada como seguro e
intentar siempre una verificación en profundidad. Esto se debe en parte por la
fascinación por investigar, por volver a los principios para ver si existe la oportunidad
de inventar, o re-inventar, una nueva solución. La búsqueda de la calidad incluye la
prestaciones físicas de los edificios: ¿qué tal se mantendrán en un mundo tan volátil?
¿Sobrevivirán o se volverán obsoletos? ¿Hay en sus planteamientos anticipaciones a
necesidades que todavía no estaban definidas cuando fueron construidos? Sólo el
tiempo lo dirá y por eso proyectamos edificios que sean flexibles y capaces
de adaptarse a los cambios.

Para mi la mejor solución de proyecto integra los aspectos sociales,


tecnológicos, estéticos, económicos y ambientales.

En las últimas décadas hemos sido testigos de un cambio de actitud ante la


ecología y el consumo energético. En muchos de nuestros proyectos anticipábamos
esta tendencia y hemos sido pioneros a la hora de plantear soluciones en las que se
utilizaban fuentes energéticas totalmente renovables que limitan el consumo de
recursos naturales y reducen de manera radical la contaminación. Ejemplos que no se
han limitado a los proyectos de arquitectura; en colaboración con la industria hemos
creado una nueva generación de aerogeneradores, sistemas de revestimiento que
captan energía e incluso un vehículo solar.

Además de investigar en tecnologías punteras para encontrar las soluciones más


apropiadas, también buscamos inspiración en tradiciones olvidadas, como puede ser
el uso de ventilación natural o cómo hacer que la luz natural refleje e ilumine un
espacio interior.

Hay muchas veces puntos de encuentro entre la dimensión ecológica de un


edificio, que es mensurable, y la dimensión poética de la arquitectura, más difícil de
cuantificar. Por ejemplo, en Stansted, si la luz del sol motea el suelo a determinada
hora del día se debe a una decisión consciente de que la luz del sol fuera un elemento
esencial de ese interior. Fue una solución estudiada y modelada a conciencia,
producto de la pasión por la humanización del edificio.

Los factores medioambientales afectan a la arquitectura en todos sus niveles. La


edificación consume la mitad de la energía utilizada en el mundo desarrollado, y un
cuarto lo consume el transporte. Los arquitectos no pueden resolver todos los
problemas ecológicos del mundo, pero podemos diseñar edificios que funcionen
consumiendo una fracción de los niveles de consumo de energía actuales y también
podemos influir en los patrones de transporte a través del urbanismo: la ubicación y
función de un edificio; su flexibilidad y previsión de vida útil; su orientación; su forma
y estructura; sus sistemas de calefacción y ventilación, y los materiales utilizados,
suponen un impacto sobre la cantidad de energía necesaria para la construcción, el
funcionamiento y el mantenimiento del edificio, y para desplazarse hasta él o desde
él.

La arquitectura sostenible no tiene sólo que ver con el diseño de edificios


individuales. Hay una relación directa entre densidad urbana y consumo de energía.
Las ciudades de menor tamaño y densidad fomentan por sí mismas el uso de la
bicicleta o su recorrido a pie. Las ciudades con mucha densidad lideran la mejora de
calidad de vida cuando la vivienda, el trabajo y los servicios están cerca unos de
otros.

Como arquitectos muy pocas veces tenemos la oportunidad de influir en el entorno


urbano a gran escala, en el plan general de una ciudad o de un barrio, pero podemos
mejorar el diseño urbano a un nivel local insistiendo en la necesidad de desarrollar
proyectos de uso mixto.
En el pasado, el carácter devastador de la industria pesada fue responsable de
políticas urbanas segregadas, pero hoy en día la naturaleza ‘limpia’ de muchas de las
actividades laborales de la era postindustrial permite que los lugares de trabajo
puedan convivir con viviendas y comercios y crear así nuevas comunidades.

En el proyecto que desarrollamos en Duisburg, en el antiguo cinturón industrial del


Ruhr, demostramos que ese tipo de ciudades podían revitalizarse introduciendo un
nuevo tipo de actividad industrial que se localice junto a viviendas y colegios, e
incluso creando un gran número de espacios verdes en el proceso.

Además hemos demostrado que este tipo de edificios pueden tener sensibilidad
ecológica y esforzarse por alcanzar metas sostenibles. En los edificios del
Microelectronic Park desarrollamos la tecnología necesaria para extraer calor del
sistema de climatización y convertir el agua caliente en fría, utilizando una planta de
refrigeración por absorción, para enfriar el edificio en verano.

La capacidad de adaptarse a nuevos usos es una de las herramientas más


importantes en la arquitectura sostenible. Los patrones de los espacios de trabajo se
han hecho mucho más flexibles en las últimas décadas. No se puede predecir cómo va
a ser el futuro desarrollo de estos espacios, pero sí podemos introducir la flexibilidad
en la estructura de los edificios para que puedan seguir siendo útiles en cualquier otra
circunstancia.

Por ejemplo, la sede de la empresa Willis Faber & Dumas, terminada a mediados
de la década de los setenta, fue pionera en el uso del suelo técnico en edificios de
oficinas, en una época en la que este tipo de suelos se utilizaba exclusivamente en las
salas de ordenadores. Cuando la empresa tuvo que afrontar el uso extensivo de los
ordenadores en sus oficinas, a mediados de los ochenta, se pudo llevar a cabo sin
apenas molestias, y fue la única gran compañía aseguradora del país que no se vio
forzada a trasladarse a un edificio completamente nuevo.

La inteligente legislación alemana sobre las condiciones de trabajo obliga a que


todo trabajador disfrute de iluminación natural y de una ventana practicable, lo que
promueve el diseño de edificios de oficinas con plantas de poca profundidad. Si en
treinta años no hay tanta demanda de espacios de trabajo en Colonia, las oficinas
podrán convertirse en edificios de apartamentos de una manera muy eficiente,
evitando el derribo de este tipo de bloques, alternativa sin duda mucho más
derrochadora.
En efecto, el ciclo imparable de derribar y volver a construir ejerce una presión
muy fuerte sobre los recursos naturales y la utilización de la energía; en términos de
sostenibilidad, la acción de derribar lo ya construido debería ser el último recurso. En
el Reino Unido sólo en demoliciones se produce la increíble cantidad de 70 millones de
toneladas de desechos. La construcción de edificios de nueva planta utiliza
aproximadamente el 4% del total de la energía consumida en el país y genera 40
millones de toneladas de dióxido de carbón al año. Más del 60% de la energía y los
recursos utilizados en la construcción se destinan a la estructura y al núcleo del
edificio, por lo que el mantener la estructura de lo construido a través de la
reconversión parece tener mucho sentido ecológico.

El consumo energético global es uno de los conceptos más importantes en cuanto


a arquitectura sostenible. Dicho de un modo sencillo, un edificio engloba la suma de la
energía usada para realizar todos sus componentes más la energía necesaria para su
construcción. Cuanto más dure un edificio, mejor será los resultados de su consumo
energético global. Esto parece ratificar la postura que aboga por el uso de materiales
de calidad, para lograr más durabilidad. Pero es en este punto donde los cálculos
numéricos del consumo global en la construcción se hacen más difíciles. Por ejemplo,
la producción de aluminio requiere tal cantidad de energía que se ha considerado
como un material no sostenible, pero un aluminio de gran calidad puede durar
décadas sin mantenimiento alguno. Por otro lado, hay materiales menos elaborados
que a primera vista pueden parecer más sostenibles, pero que tal vez necesiten
repararse o incluso reponer algunas piezas en el mismo periodo de tiempo,
provocando un consumo de energía mayor. En esta línea, la sostenibilidad puede
situarse en un término medio entre la durabilidad y el placer que se siente al rodearse
de elementos de calidad. La sostenibilidad no tiene porqué significar un mundo menos
confortable o menos agradable.

La forma y la colocación de un edificio también pueden tener efectos drásticos en


el consumo energético. Minimizar la envolvente produce resultados de máxima
eficiencia en términos energéticos. El perfil del edificio para la Swiss Re, un cilindro
que se ensancha a medida que crece desde el terreno y luego se estrecha hacia su
coronación, responde a exigencias determinadas por el reducido tamaño del solar. El
edificio parece menos voluminoso que un volumen rectangular convencional
proyectado para la misma superficie; lo estrecho de su base reduce reflejos, mejora la
transparencia y aporta luz natural a las plantas más bajas, y su remate en
disminución minimiza la superficie reflectante. La estrategia medioambiental de las
oficinas se centraba en una serie de jardines abiertos que se creaban haciendo seis
incisiones triangulares en el borde de cada una de las plantas circulares (en plano, las
plantas recuerdan la rueda de un coche). Cada planta rota respecto a la anterior, con
lo que los jardines dibujan una espiral a lo largo del perímetro del edificio. Los
jardines forman parte del sistema de ventilación natural del edificio, y su vegetación
ayuda a oxigenar el aire.

La construcción en madera es una de las formas de construir más benignas desde


el punto de vista medioambiental. La madera es un recurso completamente
renovable, y aún más, absorbe dióxido de carbón durante su ciclo de crecimiento. El
uso de la madera es sobre todo sostenible si se utiliza madera local, con lo que el
consumo de energía necesaria para el transporte es mínimo o nulo.

Además de en la construcción, hemos estado trabajando en otras formas de


generar energía no contaminantes. Con la compañía alemana Enercon hemos
desarrollado aerogeneradores, y cada uno de ellos produce tanta energía como para
cubrir el consumo de 1.200 hogares. La ingeniería de cada aerogenerador es
innovadora pero también muy eficaz. A diferencia de la mayoría de los
aerogeneradores, no tiene caja de cambios, el generador es accionado directamente
por el rotor para que la energía cinética del viento se convierta directamente en
corriente eléctrica regulada. Las pequeñas alas en las puntas de las palas del rotor –
como los winglets en el ala de un avión– reducen el ruido aerodinámico y mejoran la
eficiencia de la hélice.

Estas nuevas formas de generar energía pueden ganar en eficiencia si se integran


en los sistemas de acondicionamiento de los edificios. El Reichstag en Berlín, por
ejemplo, en vez de utilizar combustibles fósiles funciona con biodiesel reciclado –un
aceite vegetal refinado que proviene de las semillas de girasol o de colza. Esto junto
con el incremento del uso de iluminación y ventilación naturales ha rebajado en un
94% la emisión de dióxido de carbono del edificio, que además es capaz de almacenar
y reciclar la energía sobrante, utilizando unos depósitos subterráneos estacionales.

El Reichstag produce ahora más energía de la que consume, lo que le permite


funcionar como un generador local capaz de proveer de calefacción a otros edificios
del barrio gubernamental. Si un edificio del siglo XIX puede pasar de ser un devorador
de energía a una construcción tan eficiente que incluso es productora de energía,
cuánto más fácil será proyectar edificios de nueva planta que tengan un uso
responsable de los recursos.

Si la sostenibilidad es más que una moda pasajera, los arquitectos deberán


hacerse una serie de preguntas básicas. Por ejemplo, por qué se sigue insistiendo en
construir en terreno rural cuando todavía se puede reclamar espacio en nuestras
ciudades; por qué se derriban edificios que se pueden recuperar de una manera
sencilla para otros usos; por qué nos basamos en la iluminación artificial cuando se
pueden proyectar edificios llenos de luz natural; y por qué se continúa dependiendo
tanto de sistemas de aire acondicionado que derrochan energía en lugares en los que
bastaría con abrir una ventana.

El plan general para el área central de Duisburg (Alemania, 2007) contempla aumentar la densidad
y fomentar una rica mezcla de actividades y mayor dependencia del transporte público, bicicletas
y peatonalización, con nuevos edificios de viviendas orientados hacia canales y amplios espacios verdes.

Oficinas de Willis Faber & Dumas. Ipswich, Reino Unido, 1975. El edificio, concebido antes de la crisis de
petróleo de mediados de los 70, y calentado por gas natural, fue un edificio pionero en el diseño
energéticamente eficiente.
Edificio Swiss Re (Londres, 2004) incorpora atrios perimetrales que funcionan como pulmones
distribuyendo aire fresco –introducido a través de los paneles de fachada– y reduciendo
los requerimientos de aire acondicionado

Aerogeneradores para Enercon GmbH, 1995.

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