EL VOCERO / viernes, 10 de septiembre de 2010
La verdad
detrás del estatus - Parte I
E
n Puerto Rico ya llevamos desde el 1952 con el mismo estatus político y casi ningún puerto-
LIC. JOEL E. rriqueño sabe explicar qué realmente somos. Algunos piensan que Puerto Rico es una colo-
SALGADO HERNÁNDEZ nia, otros dicen que somos un territorio o una mera posesión de los Estados Unidos
Colaborador (EE.UU.). También se menciona la palabra soberanía como una opción de estatus, y la estadidad.
¿Quién tiene la razón? ¿Cuál es la verdad de lo que somos y lo que podemos ser?
La definición de “colonia”, según la Real Aca-
demia Española es: “Territorio dominado y
administrado por una potencia extranjera”.
Para que Puerto Rico sea una colonia es nece-
sario que los EE.UU. tenga un dominio total en
la Isla y que, además administre todo el apara-
to gubernamental. Desde luego, la Isla no cum-
ple con la definición de colonia, ya que
tenemos un gobierno local seleccionado elec-
toralmente y que administra los recaudos loca-
les sin injerencia directa del Gobierno federal.
La palabra “territorio” significa: “Porción de
la superficie terrestre perteneciente a una
nación, región o provincia”. Podemos decir que
ser un territorio de los EE.UU. significa que este
pedazo de terreno que mide 100 x 35
millas pertenece al Gobierno federal, pero
eso no incluye a los habitantes sino sólo al
terreno. Podemos afirmar que Puerto Rico
cumple con los requisitos para ser un terri-
torio estadounidense, ya que la superficie
terrestre de nuestra Isla pertenece comple-
tamente a los EE.UU. Es por esa razón que
ellos pueden vender este pedazo de archi-
piélago, regalarlo o entregárselo a los mis-
mos habitantes boricuas. Por ese motivo,
ninguna disposición legal local puede ir
por encima de una federal o la Constitu-
ción de EE.UU.
Como regla general, cuando EE.UU.
posee un territorio es porque a la larga le
interesa que se convierta en un estado de
la Unión. Pero, en el caso de P.R., esa
modalidad cambió dramáticamente en el
1898. Cuando EE.UU. se apropió de la Isla,
‘
se realizaron estudios científicos sobre la
población existente y dichos hallazgos
dieron paso a que ellos desistieran de con-
vertirnos en estado. La palabra “territorio
opinion@vocero.com
no incorporado” fue traída por jueces del
Tribunal Supremo federal para distinguir
cuáles habitantes de los territorios bajo el
dominio estadounidense cumplían con
los requisitos para unirse como estado y
cuáles habitantes de territorios no cum-
plían con esos requisitos. El caso Granvi-
lle-Smith vs. Granville-Smith, 349 U.S. 1, a
la pág. 8, resolvió que se llamaron territorios
incorporados aquellos que van hacia la estadi-
Opinión
dad; pero que los no incorporados son los que
no están destinados a ser estado. Entonces, los
EE.UU., cuando invadieron a Puerto Rico se
dieron cuenta que las razas que predominaban
en la Isla eran la negra, mestiza y la india y que
el nivel de escolaridad y economía era muy por
debajo a la mayoría de los estados en aquel
momento. Por aquellos estudios sociales, los
estadounidenses concluyeron que Puerto Rico
no cumplía con los estándares necesarios para
que el Congreso se interesara en hacernos esta-
do. El criterio para otorgar la estadidad no es
un asunto del territorio sino de los pobladores
del territorio. En aquel momento existía un
racismo tan marcado de la raza blanca anglo-
Tripa viernes 10 (Adelanto)
sajona que lamentablemente los llevó a con-
cluir que los boricuas éramos de razas negra,
mulata, india, criolla y que por lo tanto éramos
razas inferiores no dignas para la estadidad.
Todo lo anterior es corroborado con miles de
evidencias recopiladas por el Dr. Nelson Rochet
Santoro, quien con nueve años de investiga-
ción en el tema, pone de manifiesto las verda-
deras razones por las que los EE.UU. no le han
otorgado la estadidad a la Isla. Una de las citas
más interesantes fue una expresión del congre-
sista representante por Washington, Wesley L.
Jones, de 1900, citando ante el Hemiciclo del
Congreso de los EE.UU. el informe del capitán
Seaborn G. Chiles, quien dijo lo siguiente cuan-
‘ do. Tenemos que probarle al mundo que
¿Estaremos dispuestos a
seguir siendo discriminados
por 100 años más?
do habló sobre la gente de Puerto Rico: “A more
helpless and worthless set of people, it is hard
to imagine. In my opinion they are far inferior
to our southern negroes, and but little if any
better than our indians. They certainly have all
their vices with none of their virtues”. Este
comandante estaba expresando su opinión
sobre los boricuas cuando invadió Aguadilla y
decía que los habitantes de P.R. son por mucho
inferiores a los negros estadounidenses, pero
especificó que quizás un poquito mejores que
la raza indígena estadounidense, con todos sus
vicios y ninguna de sus virtudes. Con esta per-
cepción errónea, no cabe duda que desde un
principio los norteamericanos no veían con
buenos ojos la estadidad para Puerto Rico.
La palabra “estadidad” significa: “Condición
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de Estado federal especialmente con referen-
cia a los Estados Unidos de América”. La esta-
didad es cuando un territorio se convierte en
una extensión de ese continente estadouni-
dense. Para que ocurra esa unión es necesario
que sea aprobado por los habitantes del terri-
torio y el Congreso federal. El estado federado
tiene legisladores en el Congreso federal con
derecho al voto, los habitantes tienen derecho
a votar por el Presidente, se implementa el
inglés en todas las agencias gubernamentales
estatales y existe la obligación de pagar contri-
buciones al Gobierno federal. Básicamente,
ésos son los cuatro componentes que le faltan
a Puerto Rico para ser el Estado 51. Es extraño
que faltando solamente cuatro pasos
para que Puerto Rico sea estado, nunca
en 112 años haya sucedido. ¿Será que
los estadounidenses nos siguen viendo
como negros, indios, mestizos y razas
inferiores no dignas para la estadidad?
EL VOCERO / Archivo / Sebastián Márquez
El 80% de los habitantes de Hawai eran
blancos anglosajones cuando EE.UU.
les dio la estadidad en el 1959.
Queda en manos de los puertorrique-
ños decidir si queremos seguir siendo
un territorio de los EE.UU. por mil años
más. De lo contrario, tenemos que exigir
todos los puertorriqueños ser el Estado
51 de los EE.UU. Podemos repudiar
internacionalmente los discrímenes que
hemos sufrido por 112 años bajo la doc-
trina errada del territorio no incorpora-
Puerto Rico ha pagado un precio muy
alto por ser parte de EE.UU. y que no
estamos dispuestos a continuar llevando
a nuestros hijos a la guerra en nombre
de un país que no quiere que formemos
parte de él. Exigir la igualdad de Puerto
Rico frente a los 50 estados federados
sería tan convincente como lo fue para
Martin Luther King luchar por la igual-
dad entre blancos y negros.
Pero, ¿qué vamos a hacer si luego de
exigirles a los EE.UU. la estadidad, ellos
nos la niegan? ¿Qué vamos a hacer si
luego de unirnos como país por la estadidad
los Congresistas nunca nos miran de igual a
igual? ¿Estaremos dispuestos a seguir siendo
discriminados por 100 años más? ¿Estaremos
dispuestos a seguir como mercado cautivo
estadounidenses a cambio de mendigar fondos
federales? Ya está sonando la palabra ‘sobera-
nía’ como posible opción ante la negativa de
los EE.UU. de hacernos estado. ¿Será la ‘Sobe-
ranía’ un estatus político? ¿Puerto Rico tendrá
la capacidad para alcanzar otro estatus político
que no sea el territorio ni la estadidad?
La contestación a estas preguntas las publi-
caré en la segunda parte de este artículo, titula-
do ‘La verdad detrás del estatus’.
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