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Módulo 3
Laura Granizo
Cristina del Barrio
Introducción
Estructura
Bibliografía
Unidad Didáctica 1. La violencia en el marco de la relaciones interpersonales dentro de la escuela
Introducción
2. Ámbitos de intervención
Síntesis
Bibliografía
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Introducción ANOTACIONES
El primer módulo de este curso abordará el tema de la violencia social y sus re-
percusiones en los centros educativos. Un centro educativo es un sistema abierto
en continua interacción con su entorno. Los procesos de gestión y de organización
de los centros, sus objetivos y proyectos y, en definitiva, su proyecto educativo
deben reflejar la realidad de la sociedad en la que están insertos y dar respuesta
a sus demandas. La finalidad de la enseñanza consiste en formar integralmente
a las personas para que sean capaces de comprender e intervenir en la sociedad
(Zabala, 1999). Pero existen barreras que dificultan que este objetivo se consiga,
entre ellas, la violencia escolar.
En relación con la violencia que afecta a los centros educativos, este módulo se
plantea los siguientes objetivos generales:
3
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES Estructura
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Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Bibliografía ANOTACIONES
A. Bibliografía básica
1. Del Barrio, C. Gutiérrez, H., Barrios, A., van der Meulen, K., y Granizo, L. (2005)
Maltrato por abuso de poder entre escolares, ¿de qué estamos hablando? Revista
de pediatría y atención primaria, 25, 75-100
2. Del Barrio, C.; Barrios, A.; van der Meulen, K. y Gutiérrez, H. (2003). Las distin-
tas perspectivas de estudiantes y docentes acerca de la violencia escolar. Revista
Estudios de Juventud, 6, 65-79.
5. Martín, E., Fernández, I., Andrés, S. del Barrio, C., y Echeíta, G. (2003). La in-
tervención para la mejora de la convivencia en los centros educativos: modelos y
ámbitos. Infancia y aprendizaje, 26 (1), 79-95.
B. Bibliografía complementaria
10. Del Barrio, C., Martín, E., Almeida, A., y Barrios, A. (2003). Del maltrato y otros
conceptos relacionados con la agresión entre escolares, y su estudio psicológico.
Infancia y Aprendizaje 26 (1), 9- 24.
11. Díaz- Aguado, M.J. (2004). Prevención de la violencia y lucha contra la exclusión
desde la adolescencia. Vol. II: La violencia entre iguales en la escuela y en el ocio.
Programa de intervención y estudio experimental. Madrid: Instituto de la Juventud.
14. Girard, K., y Koch, S. (1997). Resolución de conflictos en las escuelas: manual
para educadores. Barcelona: Granica.
15. Gómez, M.T., Mir, V., y Serrats, M.G. (1997). Propuestas de intervención en el
aula: técnicas para lograr un clima favorable en la clase (4º edición) Madrid: Narcea.
16. Granizo, L.; Naylor, P. y del Barrio, C. (2006).Análisis de las relaciones sociales
de los alumnos con Síndrome de Asperger en escuelas integradas de secundaria: un
estudio de casos. Revista de Psicodidáctica, 11, 281-292.
17. Hernández. F., y Sancho, J.M. (2004). El clima escolar en los centros de secun-
daria: más allá de los tópicos. CIDE
18. Hugh-Jones, S., & Smith, P.K. (1999). Self-reports of short- and long-term effects
of bullying on children who stammer. British Journal of Educational Psychology,
69, 2, 141-158.
6
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
19. Inglés. C.J. (2003). Programa PEHIA. Enseñanza de habilidades interpersonales ANOTACIONES
para adolescentes. Madrid: Pirámide.
22. Lederach, J.P. (2000). El abecé de la paz y los conflictos: educación para la
paz. Madrid: La Catarata.
23. Martín, X.., Puig, J.M., Padrós, M., Rubio, L. y Trilla, J. (2003). Tutoría. Técnicas,
recursos y actividades. Madrid: Alianza.
25. Martlew, M., y Hodson, J. (1991) Children with mild learning difficulties in an
integrated and in a special school: comparisons of behaviour, teasing and teacher’s
attitudes. British Journal of Educational Psychology, 61, 355-372
26. Mishna, F. (2003) Learning disabilities and bullying: double jeopardy. Journal
of learning disabilities, 36, 4, 336-347
29. Olweus, D. (1993). Bullying at schools. What we know and what we can do.
Oxford: Blackwell. Trad. Cast.: Conductas de acoso y amenaza entre escolares.
Madrid, Morata, 1998.
31. Ortega, R., Sánchez, V., Ortega-Rivera, J., del Rey, R. y Genebat, R. (2005).
Violencia escolar en Nicaragua. Un estudio descriptivo en escuelas de primaria.
Revista mexicana de investigación educativa, 10 (26), 787-804.
32. Ortega, R.., Elipe, P., Mora-Merchán, J., Calmaestra, J. y Vega, E. (2009) The
emotional impact on victims of traditional bullying and cyberbullying: A study of
Spanish adolescents. Journal of Psychology, 217, 197–204
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Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES 33. Pascual, V., y Cuadrado, M. (Coords.) (2002). Educación emocional. Programa
de actividades para la Educación Secundaria Obligatoria. Barcelona: Praxis.
36. Portway, S., y Johnson, B., (2003) Asperger Syndrome and the children who
“don’t quite fit in”. Early Child Development and Care, 173 (4), 435-443
38.Smith, P.K., del Barrio, C. y Tokunaga, R. (2012) Definitions of bullying and cyber-
bullying. En S. Bauman, D. Cross y J. Walker: Principles of cyberbullying research.
Definitions, measures and methodology. Nueva York/Londres: Routledge, en prensa.
39. Smith, P.K, Mahdavi, J., Carvalho, C., Fisher, S., Russell, S., y Tippett, N. (2008).
Cyberbullying: Its nature and impact in secondary school pupils. Journal of Child
Psychology and Psychiatry, 49, 376-385.
40. Smith, P.K. (2011). Bullying in schools: thirty years of research. En C.P. Monks y
I. Coyne (Eds.) Bullying in different contexts. Cambridge: Cambridge university press
41. Smith, P:K:, Morita, Y., Junger-Tas, J., Olweus, D., Catalano, R. y Slee, P.
(Eds.) (1999). The nature of school bullying. A cross-national perspective. Londres:
Routledge
42. Sullivan, K. (2000). The anti-bullying handbook. Oxford: Oxford University Press.
45. Van der Meulen, K., Gutiérrez, H., del Barrio, C., Hernández, J. y Eguren, P.
(2006). La respuesta ante el maltrato por abuso de poder hacia el alumnado con
síndrome de Asperger o con discapacidad visual. (343-354) En J. Uriarte y P. Martín
(2006) Necesidades educativas especiales, contextos desfavorecidos y apoyo social.
Bilbao: Psicoex
46. Whitney, I., Smith, P.K., y Thompson, D. (1994). Bullying and children with spe-
cial educational needs. En P.K. Smith and S. Sharp (Eds), School Bullying: Insights
and perspectives (pp. 213-240). Londres: Routledge.
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Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
8.
Bullying: No sólo los golpes dejan marca (subtítulos en español)
https://www.youtube.com/watch?v=3241Mrlxf5o&feature=related
Bullying: Levántate contra el acosador homofóbico (subtítulos en español)
https://www.youtube.com/watch?v=dOu3YZWeVYI
Excluir al otro también es bullying (subtítulos español)
https://www.youtube.com/watch?v=a1FHxO-i1B8
Los niños pueden detener el bullying (subtítulos en español)
https://www.youtube.com/watch?v=eBoLG7_r9MQ
Las palabras duelen: campaña contra el bullying (con subtitulos)
https://www.youtube.com/watch?v=2efNt365hZU
Cyberbullying subtitulado español
https://www.youtube.com/watch?v=Tzz0w-maPlA
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Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES 12. Alterman, N., Foglino, A. M.Los centros de actividades juveniles. Balance de su
operación como estrategia para mejorar la convivencia en las secundarias condobesas
13. Del Barrio, C., Barrios, A., Granizo, L., Van der Meulen, K., Andrés, S., Gutié-
rrez, H. Contribuyendo al bienestar emocional de los compañeros: evaluación del
Programa Compañeros Ayudantes en un instituto madrileño.
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1.ª unidad didáctica
La violencia en el marco de las relaciones interpersonales
dentro de la escuela
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Introducción ANOTACIONES
»» Tomar conciencia de la violencia como una barrera para el logro de los objetivos
de la institución escolar.
»» Comprender el fenómeno de la violencia escolar y diferenciarlo de otros tér-
minos relacionados.
»» Analizar el papel del profesorado en el inicio, mantenimiento y resolución de
los conflictos de convivencia con el alumnado.
Los objetivos de la escuela que no son otros que la educación como depositaria
institucional de esa función por parte de la sociedad, sólo se pueden conseguir en
un entorno seguro, acogedor y estimulante, donde la comunidad educativa reme
en la misma dirección y defienda los mismos valores. Como adultos es nuestra obli-
gación garantizarlo, puesto que, como hemos dicho, se trata de un derecho de la
infancia y la adolescencia.
Sin embargo ¿el contexto de la escuela es así? Si nos basamos en la opinión pública,
influida en muchos casos por los medios de comunicación, posiblemente tendríamos
una visión desoladora de la vida en los centros. Diríamos que los jóvenes son cada
vez más violentos, que estamos ante una crisis de valores que nos avoca al desastre.
No obstante, ya encontrábamos a principios del siglo pasado estudios que señalaban
este panorama, por ejemplo el de Wickman (1928) sobre disciplina escolar, donde
se le pedía a los maestros y maestras que ordenasen de más a menos graves un
conjunto de cincuenta problemas de comportamiento. En los primeros puestos apa-
recieron problemas relativos a la agresividad de los escolares, a la desobediencia o
al destrozo de materiales. ¿Estamos sobredimensionando el problema?
Tristemente parece que las reacciones de alarma son más frecuentes cuando las
conductas violentas son graves o cuando hay adultos implicados en el conflicto,
mientras que se minimiza la importancia de los problemas cuando los protagonistas
son los estudiantes (Del Barrio, Barrios, y otros, 2003). Tanto lo uno como lo otro
suponen barreras para poder enfrentarnos a la violencia escolar.
Pero ¿es así la vida en los centros? Su análisis debe ser el punto de partida de cual-
quier intervención. Pero lo que sí resulta importante es no trabajar con una imagen
distorsionada de la realidad, porque eso no va a beneficiar en absoluto al desarrollo
de las tareas educativas ni al ejercicio de la función docente. Para evitarlo, en
primer lugar, debemos retomar lo que dijimos respecto a lo que entendemos por
violencia, por agresión o por maltrato.
Los conflictos son una parte indisociable de la convivencia y, por tanto, las intencio-
nes de cualquier intervención deben dirigirse a la resolución adecuada de los mismos
y no a su supresión. Entendemos por conflicto cualquier situación de confrontación
de dos o más protagonistas o situaciones entre los cuales existe un antagonismo
motivado por una confrontación de intereses o de ideas en relación con un asunto
o problema dado (Fernández, 1998, Girad y Koch, 1997).
Por tanto, llevar a cabo medidas que mejoren la convivencia y eviten que escalen
los conflictos debe entenderse como una inversión de tiempo en el presente que
permite un ahorro de tiempo mayor en el futuro. De forma que poner en práctica
este tipo de medidas es un fin de la educación formal, y también un medio para
posibilitar otros aprendizajes. Además, es necesario que los conflictos se resuel-
van de forma que salgan beneficiados tantos las personas directamente implicadas
como la institución (Martín Fernandez y otros, 2003; Hernández y Sancho, 2004;
Jares, 2003; Lederach, 2000; Ortega, 1998;). Es decir, parece defenderse un carác-
ter sistémico entre las relaciones de las personas y el resto de los elementos que
conforman la cultura y el clima escolar.
Material de profundización 1
Booth, T., Ainscow, M. Traducido y adaptado por López, A. L. et. al. (2002) Guía
para la evaluación y mejora de la educación inclusiva.
España: Edición en castellano CSIE y Consorcio universitario para la educación
inclusiva. Santiago: UNESCO
Cuando decimos que nos relacionamos con otros, nos referimos probablemente a un
variado tipo de experiencias con otras personas: interactuamos, nos comunicamos
con gente con la que mantenemos afectos o una relación de algún tipo: un amigo o
amiga, compañeros, vecinos, siendo estos vínculos de a dos o en grupo.
Además entramos en contacto con muchas personas en calidad del papel que des-
empeñamos en la sociedad, por ejemplo cuando atendemos al padre o a la madre
de un alumno o alumna, o cuando acudimos a la taquilla de la estación para com-
prar un billete de tren. Es decir, nuestras experiencias interpersonales ocurren en
14
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
distintos niveles de complejidad, como describe el modelo de Robert Hinde (1987) ANOTACIONES
que sintetiza la Figura 1.
Sociedad
Grupo
Individuo
La indiferencia del docente anima a los agresores y vuelve más invisible a la vícti-
ma. Su actuación decidida de condena tajante de la violencia entre escolares, y su
tarea de mejora del clima social del aula, tiene un efecto positivo para la detención
de conductas negativas y favorece la apertura al comportamiento prosocial del
alumno. Además, cuando la respuesta del profesor ante las agresiones escolares
es inadecuada, la mayoría de los alumnos optarán por ocultar su situación, dando
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Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES lugar a la “conspiración del silencio”, es decir, llevará a los alumnos a plantearse
que buscar ayuda no sirve de nada, incluso les puede suponer un empeoramiento
de su situación. Romper con esta conspiración es un paso necesario para que los
programas de intervención que se lleven a cabo tengan resultados positivos..
Aunque desde el punto de vista del alumnado no sea tan importante, para el pro-
fesorado supone el segundo tipo de conflicto más importante en los centros (por
detrás de la disrupción) (Defensor del Pueblo-UNICEF, 2007). En tercer lugar se
hallan los abusos entre alumnos, muy cerca de las agresiones de los profesores a
los alumnos. Según este estudio, las agresiones que el alumnado dirige más hacia
los docentes son los insultos (74.3%), los rumores (55.3%), el destrozo de enseres
(53%), las intimidaciones con amenazas (40.3%) y los robos (35.3%). Otros estudios
(Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, 2006;) señalan que, tal y como
informan los alumnos y los profesores, las agresiones más frecuentes que los alumnos
dirigen a sus profesores tienen que ver con un comportamiento disruptivo en clase
(aunque como definimos al principio, esto no sería un ejemplo de agresión sino de
conducta antisocial) seguidas de falta de respeto.
No obstante, debemos ser optimistas con las intervenciones que se están llevando
a cabo. Así, comparando los estudios del Defensor del Pueblo se observa que, según
la opinión de los alumnos, la relación del alumnado con el profesorado presenta
una evolución “alentadora” entre el año 1999 y el 2006: “aunque casi la mitad de
los escolares sigue considerando que “a veces” se produce el hecho de que algu-
nos alumnos se meten con el profesorado (52,5% en 1999 y 49,7% en 2006), en la
actualidad ha aumentado la proporción de los alumnos que no lo han observado
“nunca” (pasando del 26,2% a 32,2%), mientras que ha disminuido significativamente
el porcentaje de quienes afirman que lo han visto en muchos casos”.
Son pocas las investigaciones que han analizado este tipo de relaciones problemáti-
cas entre el profesor y el alumnado. El Informe del Defensor de 200) señala que se
ridiculiza a los alumnos (51.7%), se tiene manía (45%), se insulta (43%), se intimida
con amenazas (18.3%), se siembran rumores dañinos (8.3%), se destroza enseres
(5.3%) y se agrede físicamente (5%). Aunque con distintos porcentajes, el estudio
del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid (2006) con alumnos de Primaria
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Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Hace falta un conjunto más amplio de conocimiento acerca de estas relaciones ne-
gativas entre el profesorado y el alumnado. En todo caso, estas conductas muestran
que el profesorado está sirviendo de modelo negativo de conducta, más contrapro-
ducente al manifestarse desde su posición de autoridad por lo que supone un abuso
de poder. Supone acreditar el maltrato como una forma válida de relación cuando se
tiene poder para ello, yendo totalmente en contra de su labor como educador y del
concepto de educación inclusiva que necesariamente se basa en el establecimiento
de principios equitativos y éticos en las relaciones interpersonales.
Material de profundización 2
Defensor del Pueblo-UNICEF (2007). Violencia escolar: el maltrato entre iguales
en la educación secundaria obligatoria 1999-2006. Nuevo estudio y actualización
del Informe 2000. Madrid: Publicaciones de la Oficina del Defensor del Pueblo.
Síntesis
17
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES siempre y cuando no haya un desequilibrio de poder que sitúe a una de las partes
en una posición de vulnerabilidad, como en el caso del maltrato entre iguales.
Bibliografía
A. Bibliografía básica
Del Barrio, C. Gutiérrez, H., Barrios, A., van der Meulen, K., y Granizo, L. (2005)
Maltrato por abuso de poder entre escolares, ¿de qué estamos hablando? Revista
de pediatría y atención primaria, 25, 75-100
Del Barrio, C.; Barrios, A.; van der Meulen, K. y Gutiérrez, H. (2003). Las distintas
perspectivas de estudiantes y docentes acerca de la violencia escolar. Revista Es-
tudios de Juventud, 62, 65-79.
B. Bibliografía complementaria
Defensor del Menor (2006). Convivencia, conflictos y educación en los centros es-
colares de la comunidad de Madrid. Estudio elaborado por A. Marchesi, E. Martín,
E.M. Pérez y T. Díaz. Madrid: Publicaciones del Defensor del Menor de la Comunidad
de Madrid.
Del Barrio, C., Martín, E., Almeida, A., y Barrios, A. (2003). Del maltrato y otros
conceptos relacionados con la agresión entre escolares, y su estudio psicológico.
Infancia y Aprendizaje 26 (1), 9- 24.
Hernández. F., y Sancho, J.M. (2004). El clima escolar en los centros de secundaria:
más allá de los tópicos. CIDE
18
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Lederach, J.P. (2000). El abecé de la paz y los conflictos: educación para la paz. ANOTACIONES
Madrid: La Catarata.
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2.ª unidad didáctica
El maltrato entre iguales
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Introducción ANOTACIONES
1 Quienes estén familiarizados con la distinción de Bowlby (1969) entre apego (como relación
o vínculo, de naturaleza inmaterial) y conductas de apego (acciones concretas que ilustran ese víncu-
lo) encontrarán semejanzas entre las ideas de apego y victimización como relación interpersonal que
supone un vínculo inmaterial entre las personas que se manifiesta en interacciones observables pero
sin reducirse a ellas.
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Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
En los últimos años se ha visto que irrumpían con fuerza nuevas herramientas a
través de las cuales poder llevar a cabo este tipo de conductas, lo que se ha deno-
minado maltrato a través de las nuevas tecnologías de la información o “ciberacoso”
(cyberbullying). En estos casos, aunque las conductas siguen siendo las mismas
(amenazas, insultos, maledicencia, agresión física grabada por medio del móvil,
etc.), el anonimato tras el que se puede esconder el agresor o agresora, junto a la
rápida y masiva distribución que caracteriza a estas tecnologías, lo convierten en una
situación de maltrato todavía más dañina, si cabe, para las víctimas que lo padecen.
Tabla 2. Representaciones acerca del maltrato entre iguales (Del Barrio y otros, ANOTACIONES
2002; Rigby, 1996; Sullivan, 2000).
Material de profundización 4
Del Barrio, C., Granizo, L.
Representaciones acerca del maltrato entre iguales
Material de profundización 5
Del Barrio, C., Granizo, L.
Concepciones acerca del maltrato
A pesar de la cantidad de estudios llevados a cabo sobre este tema, no resulta fácil
comparar los resultados encontrados debido a varios motivos: 1) la diversa metodo-
logía empleada para la obtención de la prevalencia: autoinforme, informes a partir
de la información proporcionada por los iguales, los profesores, los padres, etc.; 2)
el hecho de que algunas investigaciones presenten una definición o explicitación
de lo que es acoso y otras no; 3) el hecho de que distintos estudios indagan por la
frecuencia de ocurrencia en períodos de tiempo diferentes (dos o tres meses, todo el
curso escolar, etc.), o ni siquiera delimitan el período; 4) el rango de respuesta em-
pleado, tipo Likert para evaluar la frecuencia (de cuatro o más puntos) o categorías
dicotómicas SI/NO; 5) la indagación mediante una pregunta general para el ejercicio
y otra para la recepción de la victimización (por ejemplo, ¿con qué frecuencia has
sido víctima de un episodio de acoso?, ¿con qué frecuencia has sido víctima de un
episodio de acoso?), mientras que otros presentan una serie de ítems relativos a las
distintas conductas (por ejemplo, “insultar”, “pegar”, etc.) y obtienen un índice
de prevalencia a partir de la combinación de dichas conductas específicas; y 6) por
último, los estudios emplean criterios distintos a la hora de diferenciar víctimas y
agresores de aquellos que no participan en los episodios de violencia.
Desde los primeros estudios a nivel nacional, iniciados en los 70 por Olweus en la
Universidad de Bergen, en Noruega y continuados por diversos autores en distintos
países europeos (p. ej. Inglaterra, Escocia, Irlanda, Alemania, Italia y Portugal) y no
europeos (EE.UU., Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda), tenemos información
muy variada de los distintos niveles de incidencia que existen en estos países de
las situaciones de maltrato entre iguales. Aunque es difícil extraer un dato común
de incidencia entre todos estos estudios por la variedad de instrumentos utilizados
para medirla, se podría hablar de una proporción que nos dice que a uno de cada
25
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES seis escolares sus compañeros o compañeras le hacen la vida imposible. De la misma
forma podemos saber que este fenómeno tiene su punto álgido en los últimos años
de primaria y en los primeros de secundaria, es decir, entre los nueve y catorce años
(Smith, Morita, y otros, 1999), disminuyendo a medida que avanza la adolescencia.
No obstante, como se ha dicho al comenzar este apartado, hay que tener una
enorme precaución a la hora de comparar el nivel de incidencia entre unos y otros
países pues los instrumentos no siempre utilizan las mismas preguntas, ni aparece en
ellos una definición del problema. Esto puede causar que los encuestados no estén
contestando acerca de abusos de poder sino de otros conflictos que no cumplan el
criterio de desequilibrio de poder característico del maltrato, p.ej. peleas, robos,
enfrentamientos entre bandas). A pesar de ello, los datos de incidencia son impor-
tantes por dos motivos (Smith, 2011): ayudan a tomar conciencia de la realidad del
problema y son necesarios para evaluar los efectos de las intervenciones.
27
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES que sus reacciones ante el maltrato a un o una igual se deban a que ellos mismos
se hallan algo perdidos, aún sin encontrar su lugar en el grupo, en plena búsqueda
de un cierto estatus y tratando de definir su propio rol. Quizás, por ello, se acercan
a los que ostentan el poder. Otras veces, estos animadores, igual que los que se
muestran pasivos, se sienten incómodos ante las situaciones de maltrato, pero el
temor a convertirse en la próxima víctima les lleva a actuar así. Pero existe, además,
hay otra posible explicación en relación con la actitud pasiva de los espectadores. Se
trata del “código de silencio” que se impone entre los jóvenes. Este código implica
que no se ha de denunciar a los iguales y que no se debe confiar en los adultos. En
el caso del maltrato a un compañero o compañera, esta regla de silencio no necesa-
riamente hecha explícita, resulta perjudicial para quien lo sufre y es injusta porque
beneficia únicamente a los poderosos. Éstos tachan de “chivato/a”, de “soplón o
soplona”, a quien lo rompe, que además sufre el rechazo del grupo. Aunque alguien
sienta que debe romper el código de silencio porque no puede tolerarse el maltrato
a un compañero o compañera, se arriesga a convertirse en víctima si lo hace.
Material de profundización 6
Del Barrio, C., Granizo, L.
Estudio sobre la incidencia del maltrato desde la perspectiva de las víctimas, los
agresores y los testigos
mente –pero no necesariamente- la repetición. Es decir, aunque suele tener lugar ANOTACIONES
reiteradamente, p.ej. enviar mensajes de texto denigrantes a un compañero una y
otra vez, a veces un solo hecho puede ser observado por otros cibernautas, que así
multiplican con su atención al mismo el daño infligido, p.ej, mandando copia de ese
mensaje a otros o cuando se suplanta la identidad de alguien creando una página
web denigratoria. El desequilibrio de poder es más difícil de establecer, pero un
intercambio de textos insultantes (o vídeos) entre dos personas no sería ciberacoso
porque existe una simetría en las agresiones. Cuando es uno quien lo hace o im-
plica a otros en sus ataques a una víctima sí hay asimetría y por tanto una distinta
posición. La simple acción negativa repetida contra alguien que no sabe cuándo
va a recibirla ni la desea hace que el perpetrador detente el control y el poder
de las acciones. Si se desconoce al autor de las mismas el anonimato contribuye a
esa desventaja o posición desigual. A menudo se ha equiparado el ciberacoso a las
formas indirectas de matrato convencional por no ser cara a cara. Las diferencias
tienen que ver con el medio electrónico, que contribuye a mayor desinhibición a
la hora de agredir, que se esconde en el anonimato. Además los jóvenes pueden
sentirse menos motivados a contar que son acosados por miedo a que los adultos
les quiten el acceso a Internet o a un móvil privado. En consecuencia, puede que
los adultos sean menos conscientes del ciberacoso porque al resultar aún menos
visible que el acoso tradicional.
Con respecto a la edad, no hay acuerdo entre todos los estudios, en parte porque
la accesibilidad a estos recursos tecnológicos puede diferir de un contexto social
a otro, se trate de una diferencia entre países, o entre medios socieconómicos o
educativos. En muchos lugares no se permite llevar teléfonos móviles a clase. Gran
parte de la investigación sugiere que es más prominente en los primeros cursos de
secundaria (12-14 años). Pero otros encuentran que es más alta la incidencia en
los últimos años de secundaria, a partir de 9º en EEUU, o Australia, equivalente
a 3º de secundaria en los sistemas educativos español o mexicano. Con respecto
al género, el estudio nacional español confirma lo encontrado en muchos otros
estudios al señalar a las niñas como víctimas en mayor proporción que los niños, y
también como observadoras del ciberacoso. Los chicos son más ciberacosadores en
la adolescencia temprana, i.e. 1º y 2º de secundaria, mientras que las niñas lo son
más en la adolescencia media, en 3º y 4º de secundaria (Del Barrio et al., 2012).
29
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES agresor/a y víctima. Las mujeres más que los hombres se refieren a sentimientos
negativos derivados del ciberacoso (Ortega, Elipe, Mora-Merchán, Calmaestra y Vega,
2009). Algunos jóvenes han considerado que el acoso relacionado con imágenes es
más dañino que el que se sirve de textos. En muchos países se están desarrollando
programas de intervención casi siempre enmarcados en una consideración general
de los abusos de poder entre iguales estableciendo precauciones con el uso de las
nuevas tecnologías, que hacen peculiar el ciberacoso. Valga como muestra la web
Pantallas amigas que es un centro de recursos para el uso seguro de internet con
un buen número de iniciativas para niños y adolescentes.
Con respecto a la edad, tal como se ha señalado más arriba, el pico de incidencia
se sitúa a los 9-14 años, y disminuiría a lo largo de los años adolescentes. Además,
las víctimas sitúan predominantemente a los agresores en su mismo grupo de clase,
dato coincidente en todos los estudios. Con respecto al género, aparecen porcen-
tajes más altos en los chicos tanto en su papel de objeto como sujeto de los abusos
por los compañeros, con la excepción de la modalidad indirecta de agresión verbal:
hablar mal de otro/a a sus espaldas (maledicencia), sufrido, ejercido y testificado
más por las chicas, resultado coincidente en todos los estudios.
grupo en el que se produce: relación sostenida en el tiempo dentro de una dinámica ANOTACIONES
grupal determinada. Desde este punto de vista, constituiría una relación situada,
en el sentido en que lo usa Bruner (1990). Lo que diferencia el abuso entre iguales
de otros tipos de maltrato -como el doméstico, sea infantil o dirigido a la pareja-,
es precisamente el contexto –el grupo- en el que se produce y las características
de la relación entre los implicados (Olweus, 1999). Esta perspectiva es necesaria
para intervenir de modo eficaz en el problema. Con todo, algunos autores señalan
factores personales y factores interpersonales de riesgo referidos a los agresores,
las víctimas y los testigos.
Los agresores
Se encuentra menos acuerdo en otras áreas. Así, el que tengan pocas habilida-
des sociales, es una idea rebatida: los agresores suelen pueden mostrar empatía
cognitiva es decir conocen las emociones vividas por su víctima. Incluso quienes
agreden de modo indirecto tienen puntuaciones altas en pruebas de inteligencia
social (Kaukiainen et al., 1999). Pero no se compadecen de la víctima, es decir no
muestran un desarrollo adecuado de la empatía emocional –es decir, de la capaci-
dad de ponerse en su lugar y comprender sus sentimientos, de sentir con el otro.
Igualmente algunos resultados señalan que tienen baja autoestima mientras que
otros, no: tendrían puntuaciones medias en autoestima pero muestran un egotismo
defensivo: pensarían bien de sí mismos pero serían muy sensibles a la crítica.
Lo que hay que tener presente es que muchos casos de escolares que maltratan a sus
compañeros se apartan del estereotipo del matón exhibiendo físicamente su agresi-
vidad: protagonizan no una acción impulsiva, sino planificada con cuidado haciendo
partícipes a un grupo y anticipando la humillación que el compañero sentiría. Son
líderes negativos, individuos inteligentes y muy hábiles a la hora de manipular al
grupo, y populares para una mayoría. Una parte del profesorado puede generalizar
el prestigio que tengan estos chicos en diversos campos, a su vida social. Y minimi-
za acciones antisociales, p.ej. ante un estudiante con habilidades sociales, o con
buen rendimiento académico o deportivo, o que tiene algún vínculo con el profe-
sorado. Siempre se encuentra una respuesta más positiva del profesorado cuando
el temperamento de los estudiantes coincide con sus expectativas lo que les lleva
a minimizar las acciones negativas que estos escolares puedan realizar. Sullivan,
Cleary y Sullivan (2004) señalan que esto no permite ni fomenta la diversidad, y
va en contra de quienes son excluidos, pero también de los otros, quienes pueden
creerse superiores, despojarse de empatía y responsabilidad social y no llegar a
apreciar a quienes son diferentes de sí mismos.
31
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
En general, según se desprende de distintos estudios, hay más acuerdo en los factores
de riesgo que pueden señalar a un escolar como víctima. No obstante, éstos pueden
reducirse a cualquier punto de vulnerabilidad y falta de apoyo de un grupo. Hay
criterios múltiples por los que alguien es vulnerable y hay que ser muy consciente y
estar alerta a que siempre son relativos al grupo en el que se encuentre una persona
concreta. Esto quiere decir que más útil que hablar de perfiles de víctimas es hablar
de factores de riesgo, de características probables de vulnerabilidad.
Entre las condiciones físicas, se ha señalado p.ej. ser débil o tener problemas de
coordinación como factores de riesgo en el caso de víctimas pasivas. Pero también
serían una consecuencia probable del maltrato: círculo vicioso entre poseer estas
características y ser víctima de maltrato. Por su parte, se ha señalado en las llamadas
víctimas provocativas problemas de concentración o comportamientos que causan
tensión e irritación a su alrededor. Card (2003), en su estudio comparativo de más
de 200 investigaciones encuentra que las correlaciones más importantes se producen
con variables relacionadas con el grupo de iguales: rechazo de los iguales, poca
calidad de la amistad, número bajo de amigos y baja aceptación por los iguales.
Con respecto a los factores familiares, aparece un efecto menos destacado. Así,
hay cierta evidencia de que las víctimas vienen de familias sobreprotectoras; otros
encuentran correlación entre el maltrato por parte de hermanos y el maltrato por
los iguales, especialmente en casos de agresores-víctimas (Duncan 1999). Puede
concluirse que un ambiente de relaciones definidas por intentos de dominación llevan
a la persona a intentar hacer lo mismo o a ser a la vez vulnerable a situaciones en
que puede ser de nuevo víctima.
32
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Con respecto al origen étnico o nacional, se trata del primer caso de abusos docu- ANOTACIONES
mentado: un chico de una minoría étnica pateado en el recreo por sus compañeros2.
De nuevo, que el origen étnico/nacional sea un factor de riesgo depende de la
relevancia de la etnia entre los escolares: si hay otra característica que ofrezca un
nivel superior de vulnerabilidad, se preferirá como motivo de maltrato. El maltrato
racista o xenófobo da lugar a diferencias cualitativas en el tipo de maltrato, como
se ha encontrado por ejemplo en estudios chilenos con escolares de etnia mapuche.
Se constatan más agresiones verbales y exclusión social: no se les pega porque se
evita la relación con ellos. En todo caso, se les insulta (Alonqueo y del Barrio, 2003;
Becerra, Damm y Ojeda, 2009). Según el Informe del Defensor del Pueblo-UNICEF
(2007) acerca de la incidencia del maltrato en los centros de secundaria españoles,
el porcentaje de estudiantes de origen inmigrante –de primera o segunda genera-
ción ignorados por compañer@s, es el doble que de estudiantes autóctonos. Otro
dato del mismo estudio es que estadísticamente son más los escolares autóctonos
que observan los tres tipos de agresión verbal estudiados (insultar, poner motes
ofensivos y hablar mal a espaldas de otros) lo que puede indicar que los compa-
ñeros de origen inmigrante, están excluidos de los grupos donde ocurre eso y por
consiguiente no son testigos de ello.
Tener una necesidad educativa especial (NEE) supone un factor de riesgo para ser
victimizado. Whitney, Smith y Thompson (1994) sugieren tres razones para expli-
carlo: a) estos alumnos poseen características diferentes que les hacen parecer
un objetivo fácil; b) algunos manifiestan comportamientos problemáticos, incluso
agresivos, o que los demás malinterpretan, ej. casos de síndrome de Asperger (o
autismo de alto funcionamiento), convirtiéndose en víctimas provocativas a ojos de
los demás; c) estos jóvenes, pueden tener menos amigos y estar menos integrados
socialmente, careciendo de la protección que da la amistad, aspecto al que hay que
prestar especial importancia. El tipo de maltrato habitual es la exclusión social,
p.ej encontrado tanto en casos de tartamudez como de síndrome de Asperger, o de
discapacidad visual (Granizo, Naylor y del Barrio, 2006; Van der Meulen, et al., 2006).
Los testigos
34
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Una idea estereotípica muy presente en psicología, tanto popular como científica,
es la de círculo vicioso en relación con los agresores: si agreden a otros, es que lo
han aprendido de niños, en muchas ocasiones observando la actuación agresiva de
(uno de) sus padres, llegando a desarrollar una personalidad trastornada con res-
pecto a la agresión, que le lleve a maltratar con mucha probabilidad a su familia,
y acabe como delincuente.
Según Farrington, los padres que habían sido abusadores en la escuela, tendían a
tener hijos que también lo eran. Pero en su estudio esto sólo ocurre en un 16% de
esos padres, mientras que el 84% de ellos tenían hijos que no abusaban de otros.
Además, un 5,5% de los padres sin esa experiencia escolar también tenía hijos que
abusaban, todos ellos datos más que convincentes para mostrar que no existe una
relación directa de causa-efecto. Lo que sí parece un resultado habitual, como
también en el caso de la exposición a violencia en los medios, es un aumento de la
tolerancia ante estas situaciones de dominación-sumisión pensando que el abuso de
la desigualdad es algo natural. Pero también es posible que, recordando sus años
escolares, se arrepientan de lo que hicieron entonces y que intenten dar un trato
justo a las personas que les rodean.
35
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES idea de que alguien que ha sufrido un trauma supere más fácilmente un segundo
es falsa. “Cuanto más traumas sufra una persona, más tardará en superar otro”3.
Kochenderfer y Ladd (2001) plantean que las consecuencias del maltrato entre iguales
dependen de componentes del proceso de victimización como la frecuencia de las
agresiones y la duración de las mismas, mediados por factores como la calidad de
las estrategias de la víctima para afrontar el problema y la ayuda socioemocional.
Esto vendría a decir que el maltrato resulta más o menos dañino, no sólo por la
forma y tiempo en que se produce, también en función de las capacidades con las
que cuentan las personas para enfrentarse a este problema, incluida la búsqueda
de apoyo y la ayuda efectiva que reciba.
Autores como Cyrulnik y Vanistendael y Lecomte han estudiado cómo una parte de
los niños en situaciones de riesgo, p.ej. sufriendo rechazo y maltrato, muestran
resiliencia cuando hay factores de protección que las compensen, logrando una
buena adaptación como adultos.
Síntesis
»» El maltrato es un tipo particular de relación que establece o abusa de una des-
igualdad percibida entre los miembros de esa relación. Se inserta típicamente
en un grupo dado y en que el silencio de los otros consolida lo que ocurre.
»» Los mitos acerca de este fenómeno contribuyen a su minimización como pro-
blema de convivencia que dificulta los aprendizajes escolares.
»» Es preferible hablar de factores de riesgo que de causas, y pueden distinguirse
los de tipo personal e interpersonal. En el caso de las víctimas, el factor de
riesgo mayor es la diferencia con respecto a lo que caracteriza a un grupo, pero
hay que situar en el grupo el origen del maltrato, por no aceptar esa diferencia.
»» Con respecto a la concepción de este fenómeno, hay una progresión en su
consideración como fenómeno de grupo, dando cada vez más importancia a las
dinámicas que se desarrollan al interior de los mismos, sin olvidar los aspectos
individuales de sus miembros y la relación de desigualdad percibida.
Bibliografía
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38
3.ª unidad didáctica
La comunidad educativa unida contra el maltrato
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Introducción ANOTACIONES
Merece la pena desentrañar las distintas dimensiones que de hecho están presentes
en la intervención que deberían interpretarse no como categorías excluyentes sino
más bien como continuos en los que se reconocen también ejemplos de prácticas
a medio camino entre ambas posiciones.
Otro eje de análisis se refiere a la finalidad de la intervención. En este caso los dos
valores extremos del continuo serían el preventivo y el remediador. La diferencia
acuñada en las disciplinas sociales entre los tres tipos de intervención -primaria,
secundaria y terciaria- se correspondería con este planteamiento.
Otra faceta de la intervención tiene que ver con el grado en que se favorece la
implicación del conjunto de la comunidad escolar en las decisiones relativas a la
41
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES convivencia. En el extremo más negativo tendríamos los modelos en los que tanto
las normas como las medidas ante su transgresión, se establecen exclusivamente por
parte de figuras de autoridad del centro, que deciden por sí solas. En el otro polo
se encontrarían los modelos que propugnan la participación de todos los implica-
dos a la hora de establecer los principios que rigen la convivencia y la solución de
conflictos. Modelos en los que la autoridad y el poder responden a una estructura
más democrática y de corresponsabilidad.
Una última dimensión de análisis tiene que ver con el tipo de sanciones que en su
caso pudieran imponerse ante los incumplimientos de las normas establecidas. Las
opciones extremas podrían en este caso identificarse como punitivas vs reparadoras.
En lo punitivo primaría una perspectiva conductista del comportamiento y una con-
cepción de justicia retributiva, mientras que con las sanciones formativas se estaría
buscando la toma de conciencia de los implicados acerca de las repercusiones de
sus acciones, la asunción de responsabilidades, y el desarrollo de la empatía tanto
cognitiva como afectiva. Se trataría, como ya señalaba Piaget (1932), de utilizar la
sanción para contribuir al desarrollo moral de las personas implicadas. En la Tabla I
se caracterizan los dos grandes modelos de intervención de acuerdo con los valores
que las dimensiones propuestas toman en cada caso.
Tabla 1. Modelos de intervención atendiendo a diversas dimensiones (Martín et al,
2003, p.84)
SANCIONADOR EDUCATIVO
Naturaleza del problema Personal Relacional
Finalidad de la interven- Remediador Preventivo
ción
Ámbitos de intervención Individual Sistémico
Implicación de la comu- Autoritario Participativo
nidad escolar
Tipo de sanción Punitivo Reparador
Hay otros autores que han planteado distintas clasificaciones de los modelos de in-
tervención, si bien en todas ellas se consideran de manera más o menos explícita las
mismas dimensiones. Destacaremos dos, la de Sullivan (2000) y la de Torrego (2003).
El enfoque de las consecuencias comparte los presupuestos del anterior con la dife- ANOTACIONES
rencia de que se busca que la sanción tenga un efecto pedagógico sobre el agresor
y no meramente punitivo. Serían ejemplos de este tipo de enfoque: hablar con el
alumno/la alumna para que tome conciencia de lo que su acción ha supuesto para
la víctima, y ofrecerle que la consecuencia negativa de su conducta (p.ej. la nota
alusiva en su expediente) podría anularse si el problema no se repite, o pedirle que
escriba un informe sobre lo sucedido. En este enfoque, a diferencia del anterior, se
tiene el objetivo explícito de proteger a la víctima animándole a que denuncie el
caso y confiando en el efecto disuasorio de las amenazas al agresor. Siguen siendo
finalidades de este enfoque detener los comportamientos de los agresores por el
miedo a las consecuencias, y ejercer las medidas desde una figura de autoridad
(equipo directivo, Consejo escolar,…).
Sullivan destaca que en los dos primeros enfoques subyace una concepción psico-
lógica conductista. Según ella, los alumnos abandonarán las conductas antisociales
porque serán castigados de una u otra forma. La diferencia entre ambos enfoques
reside en el grado del castigo: en el punitivo el castigo es inmutable mientras que
en el modelo de las consecuencias el agresor puede evitarlas si cambia su compor-
tamiento. Pero en ambos la conducta se controla básicamente por amenazas. Se
ataja sobre todo el síntoma pero no las raíces del problema, sin que el contexto de
la interacción cambie tampoco.
Por otra parte, Torrego (2003) diferencia entre modelos sancionadores, relacionales
e integrados. Si bien defiende que el modelo relacional es mucho más adecuado
que el sancionador, admite que los centros educativos tienen que seguir contando
43
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
En los capítulos anteriores se han analizado las causas del maltrato escolar y se ha
argumentado que se trata de un fenómeno que no se puede entender fuera del grupo.
Se ha visto que en él hay diversos protagonistas, no sólo la víctima y el agresor, sino
que los y las testigos juegan un papel fundamental al apoyar al agresor, defender
a la víctima o mantenerse pasivos. Pero imaginemos que optamos por un modelo
punitivo. En ese caso, nuestra intervención se reduciría a las personas involucradas
directamente, porque atribuiríamos las causas de esta situación a las habilidades
que cada persona tiene (o no) para enfrentar conflictos. El problema está en esas
personas y por eso la intervención se debe centrar en éstas. Las medidas que se
fuesen a adoptar dependerían exclusivamente de las decisiones de un profesor o
profesora, o cualquier otra figura de autoridad, e irían orientadas a castigar al culpa-
ble para que no lo vuelva a hacer o a ‘darle’ habilidades a la víctima. Sin embargo,
optando por este tipo de modelos nos encontramos con un problema fundamental, y
es que la relación entre los involucrados directamente y tal vez de alguno de éstos
44
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
con el resto de sus compañeros y compañeras, queda deteriorada, a pesar de que ANOTACIONES
necesariamente tengan que seguir en el mismo curso.
Sin embargo, ¿qué supondría un modelo educativo? Desde este enfoque, la inter-
vención se extendería a toda la clase. Posibles formas de solucionarlo, por ejemplo,
sería tratando el tema en tutoría o haciendo uso del sistema de mediación, en caso
de que el centro cuente con él. En realidad, toda la clase tiene responsabilidad
en los hechos de violencia y habría que analizar con todos los alumnos y alumnas
la situación para buscar entre todos una solución. Y queremos que los alumnos y
alumnas de cada grupo se sientan involucrados en el mantenimiento de un clima
de clase satisfactorio.
2. Ámbitos de intervención
Material de profundización 7
Cuestionarios de incidencia para hacer el diagnóstico de la situación Estudio De-
fensor del Pueblo en España (2007) Página 276
ANOTACIONES de mitos como los descritos en la unidad anterior, que se encuentran con mucha
frecuencia entre los profesores, las familias y los estudiantes de los centros escolares.
Valorar la diversidad
Como se ha analizado más arriba, en el origen del maltrato entre iguales y en ge-
neral de los conflictos interpersonales se encuentra una actitud de rechazo a “lo
diferente”. Se trata de enseñar a los alumnos a concebir lo distinto no como una
amenaza sino como una riqueza que no sólo debe respetarse sino aprovechar-
se. Los valores que el centro transmita, de hecho y no sólo mediante el discurso y
las medidas organizativas que disponga para visibiliza y valorar la heterogeneidad
(Martín y Mauri, 1997), serán en este punto los factores básicos.
En estas relaciones se incluyen las que existen entre alumnado y profesorado. Como
46
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
señala Nélida Zaitegui, las claves para acertar en el establecimiento de estos re- ANOTACIONES
glamentos residen en elaborarlos con la participación de los alumnos y partiendo
de sus necesidades; asegurarse de que las normas son pocas, claras y conocidas
por todos; garantizar que se aplican sin arbitrariedad ni favoritismos, pero también
considerando cada caso como una situación específica; mantenerlas abiertas a la
evolución que las dinámicas del centro exijan; y no entender las sanciones con
una finalidad punitiva sino reparadora y educativa. Siendo importantes todos los
requisitos señalados, el de la participación es si cabe más trascendental. Según
se muestra en una investigación realizada en centros de educación secundaria los
alumnos están muy insatisfechos con su nivel de participación y que los profesores
desconfían de aumentar la participación de los estudiantes y de los padres (Marchesi
y Martín, 2002).
DENOMINACIÓN FUNCIÓN
Delegado Representante institucional del grupo clase
Subdelegado Apoya y acompaña al delegado o en su caso lo representa
Ayudante Es responsable de la convivencia y bienestar emocional y
social de los grupos
Deportivo Organiza, coordina y apoya actividades deportivas dentro y
fuera del grupo
Cultural Organiza, coordina y apoya actividades culturales, deco-
ración, festejos, salidas, excursiones, etc., con temática
cultural
Tutor Apoya académicamente, en alguna asignatura concreta, a
otros compañeros en las tareas escolares
Mantenimiento del Supervisa el buen estado del aula y del mobiliario, pare-
aula des, etc.
Mentor Apoya, indica y guía a otros compañeros en temas de
orientación académica y/o profesional por un tiempo
limitado
Mediador Media en conflictos cuando es requerido y consentido por
las partes en conflicto. Actúa en el conjunto de la escuela
y no tanto como representante de un grupo determinado
Club de deberes Alumnos de cursos superiores ayudan a alumnos de cursos
inferiores a hacer deberes en horario vespertino
Otro Cualquier otro formato de representatividad que se apro-
piado
47
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES los alumnos y alumnas, bien atribuyendo distintas funciones a cada uno o bien ro-
tando en las mismas, y viendo las más adecuadas para cada edad o contexto escolar.
Es necesario que las medidas que se adopten sean aceptadas por todo el profesorado
y que tengan en cuenta las necesidades de toda la comunidad educativa. Si no,
corremos el riesgo de las actuaciones de aquellos profesores que no se encuentren
representados no sigan la filosofía de convivencia del centro. Por ello, para legitimar
las actuaciones y medidas que se decidan llevar a cabo para mejorar el clima de los
centros, debemos incorporarlas en los documentos institucionales.
48
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
ANOTACIONES
Incluir estas medidas en los documentos de centro y crear protocolos de ac-
tuación.
Otra forma de garantizar una actuación coherente por parte de los docentes es
contar con protocolos de actuación ante los distintos conflictos. En estos protocolos
deben quedar claros los pasos a seguir, las personas responsables y los momentos de
actuación. A modo de ejemplo, se incluye en la Tabla 4 el protocolo de actuación
ante un caso de acoso escolar en el centro Pradolongo, en la Comunidad de Madrid,
tal como figura en su página web.
49
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
Las agresiones y conductas antisociales suelen ser fenómenos de grupo. Los compor-
tamientos de profesores y alumnos cambiarán en la medida en que el contexto social
varíe. La construcción de normas concretas contra las agresiones y a favor de las
relaciones interpersonales positivas es el factor que más influye en la prevención
de conductas de maltrato (Salmivalli y Voeten, 2001). Estas normas deben ser una
creación del grupo. A lo largo de la escolarización los alumnos irán adquiriendo así
una progresiva autonomía moral. Pero esto exige tiempo y por ello supone que el
docente esté convencido de la importancia de esta dimensión formativa de la en-
señanza y cuente con momentos para trabajar las relaciones en el grupo.
sufre esta situación, hacer una discusión en grupo, pedirles que escriban un texto ANOTACIONES
contando cómo se sentirían si les pasara lo mismo, serían ejemplos de actividades
que podrían contribuir a este aprendizaje.
Material de profundización 8
Bullying: No sólo los golpes dejan marca (subtítulos en español)
https://www.youtube.com/watch?v=3241Mrlxf5o&feature=related
Bullying: Levántate contra el acosador homofóbico (subtítulos en español)
https://www.youtube.com/watch?v=dOu3YZWeVYI
Excluir al otro también es bullying (subtítulos español)
https://www.youtube.com/watch?v=a1FHxO-i1B8
Los niños pueden detener el bullying (subtítulos en español)
https://www.youtube.com/watch?v=eBoLG7_r9MQ
Las palabras duelen: campaña contra el bullying (con subtitulos)
https://www.youtube.com/watch?v=2efNt365hZU
Cyberbullying subtitulado español
https://www.youtube.com/watch?v=Tzz0w-maPlA
Material de profundización 9
Tratémonos bien, guía para alumnos y alumnas en primaria
Para lograr estos objetivos, han cobrado relevancia los programas de alfabetización
emocional (emotional literacy) que parten de la filosofía de dotar al alumnado de
estrategias para desenvolverse de una manera proactiva y productiva, controlando
sus emociones y resolviendo conflictos (Goleman, 1998). Ejemplo de ello son los
programas que trabajan las habilidades sociales y emocionales de los estudiantes
(Garaigordobil, 2000; Inglés, 2003; Milicic, Alcalay y Torreti, 2007; Pascual y Cua-
drado, 2002; Trianes y Fernández-Figarés, 2001).
El objetivo del programa es mejorar el clima moral del aula mediante el trabajo
con el alumnado en tres aspectos. En primer lugar, las distorsiones cognitivas que
impiden un uso constructivo de las emociones de enfado. En segundo lugar, las
habilidades sociales que permiten el mantenimiento de relaciones interpersonales
positivas en situaciones difíciles. Y por último, la toma de decisiones ante situacio-
nes problema para el alumnado donde se enfrentan valores significativos para los
jóvenes (por ejemplo, amistad y popularidad). Es decir, pretende que cada alumno
o alumna aprenda a conocerse y valorarse, y adquiera habilidades y estrategias
51
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES que impliquen tanto un cuidado propio como del resto de sus compañeros. De esta
manera, el programa ayuda a los estudiantes a asumir su papel protagonista en
el mantenimiento de unas relaciones de convivencia positivas y a participar para
buscar el bienestar de la comunidad. El programa EQUIPAR para educadores ha sido
implementado y evaluado en distintos centros, encontrándose mejoras, al menos
parciales, en los tres componentes que trabaja.
Lógicamente, la actitud del docente es también una pieza clave. Los estudiantes
tienen que sentir que sus problemas, no sólo los académicos, les importan a los
profesores. Charlton y David (1989) resumen las características de los docentes
que son capaces de crear una buena relación personal con los alumnos, se ganan el
respeto de éstos y configuran un modelo que guía su conducta.
A ello habría que añadir la necesidad de evitar la arbitrariedad del profesor ya que
ella genera indefensión. El profesor debe valorar atentamente las consecuencias
de su comportamiento. A veces sin mala intención, o incluso con la mejor de ellas,
se puede contribuir a provocar una situación de conflicto o empeorarla. Cuando
se “señala” a un alumno con frases aparentemente inocuas como “Pablo, ya estás
otra vez. ¡Vaya cruz que me ha caído este curso!” O se intenta animar a una alum-
na introvertida haciendo comentarios sobre su conducta ante la clase, se puede
estar contribuyendo a que el grupo perciba a estos alumnos como poco valiosos y
vulnerables.
Organizar otro tipo de actividades como salidas, fiestas, semanas culturales, etc.,
también resultan muy beneficiosas para la cohesión del grupo y para ver facetas de
los alumnos que no es fácil descubrir en las tareas de aula,
Entre muchas estrategias que se pueden usar en los casos de maltrato entre iguales
presentamos tres que han sido consideradas exitosas.
El enfoque Sin Culpa de Robinson y Maines (1997; véase Sullivan, Cleary y Sullivan,
2003, cap. 15), se centra en los sentimientos de la víctima y en lo que puede ha-
cer el grupo social que la rodea para que las cosas vayan mejor. De modo parecido
al método Pikas de Preocupación Compartida (Sullivan, 2000, cap. 16), no busca
indagar en quién hizo qué a quién y por qué, sino implicar a todo el grupo en la
solución del maltrato y hacer que todos se pongan en el lugar de la víctima. Para
llevar a cabo esta estrategia pragmática, se elige un responsable que guíe el pro-
ceso (el orientador u orientadora, o el tutor o tutora) durante los cinco pasos que
se recogen en la siguiente tabla.
Tabla 4. Los cinco pasos del enfoque Sin Culpa (adaptado de por Sullivan, Cleary
y Sullivan, 2003)
52
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Esta estrategia es útil cuando se trata de un grupo pequeño el que lleva a cabo
el maltrato. Pero, ¿qué se puede hacer cuando el rechazo que sufre la víctima es
generalizado entre sus compañeros y compañeras?
53
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
Barrios (2009) señala distintos actitudes de las familias ante el maltrato entre iguales:
la familia “atenta”, la familia “alerta”, la familia “responde” y la familia “coopera”.
a. La familia “atenta” al maltrato entre iguales: Las víctimas no suelen contar a sus
padres el maltrato que reciben, y menos aún quienes agreden informan en casa de
lo que hacen. El silencio de los chicos a menudo tiene que ver con la ausencia de
comunicación en la familia, o con sentimientos de vergüenza, culpa y temor de la
víctima. Estas emociones están relacionadas con no querer preocupar a su familia,
con el temor de que ésta se exceda en la reacción, de decepcionar a sus padres por
sentirse incapaz de resolver sus propios asuntos, o a las posibles represalias de los
agresores si saben que su familia actúa directa o indirectamente.
Teniendo esto en cuenta, los padres pueden averiguar si su hijo o hija está siendo
víctima de maltrato entre iguales, o si está siendo agresor o testigo de una agresión,
a partir de algunos indicios que los profesores pueden trabajar con las familias en
escuelas de padres. Es necesario aclarar que estos indicios podrían deberse a otras
causas diferentes al maltrato entre iguales, de manera que no siempre se está en
presencia de una víctima de abusos cuando se presentan algunos de ellos. Pero, si
se llegan a advertir, se aconseja a los padres desplegar todas las estrategias posibles
para comunicarse con su hijo o hija e indagar acerca de lo que ocurre.
ren proteger a sus hijos y prevenir que protagonicen situaciones de maltrato entre ANOTACIONES
iguales, deberían proporcionarles oportunidades y habilidades para que establezcan
y mantengan relaciones que se basen en el respeto mutuo.
Si el centro escolar actúa de forma responsable, se pondrá en contacto con las fa-
milias en cuanto detecte y recoja datos sobre el abuso. Algunas familias se pueden
enfadar al conocer que su hijo o hija ha sido agredido. Este desencuentro puede
solventarse ofreciendo toda la información de la que el centro dispone y la ayuda
que las víctimas pueden necesitar.
Algunas familias, con o sin denuncia, optan por cambiar a las víctimas de centro.
Es una salida comprensible cuando no se ha conseguido que el centro intervenga y
no cesan las agresiones. Pero no es lo deseable. Primero, no hay garantías de que la
víctima no vuelva a sufrir agresiones, o se vea implicada en nuevas situaciones de
maltrato en el nuevo centro. Segundo, la víctima saldría reforzada si fuera posible
reconstruir su imagen en el grupo donde fue maltratada, aunque es cierto que esto
no puede hacerse con el centro en contra y a costa de prolongar y aumentar su daño.
Por último, el centro ha de proteger y ayudar a su alumnado. Lo que se hace no sería
coherente con lo que se debe hacer si las víctimas tienen que cambiar de centro.
Material de profundización 10
El acoso escolar y la prevención de la violencia desde las familias
El maltrato entre escolares. Guía para padres
55
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
Material de profundización 11
Páginas web de protección de ciberacoso
y otras agresiones a través de las nuevas tecnologías.
www.cibermanagers.com
www.navegacionsegura.es
www.internetsinacoso.com
www.pantallasamigas.net
Por lo que se refiere a los recursos del entorno más inmediato, la intervención debe
focalizarse en dos campos. El primero, aprovechar y coordinar todas las activida-
des posibles que permitan a los alumnos compartir otras experiencias diferentes
a las escolares. La vinculación a las políticas municipales de juventud y ocio del
ayuntamiento sería un ejemplo de esta idea. La segunda línea se refiere a utilizar
todos los servicios socioeducativos tanto privados como públicos, así como en su
caso los recursos clínicos a los que se pudieran derivar determinados alumnos. Un
ejemplo sería la experiencia de los Centros de Actividades Juveniles llevados a cabo
en Córdoba, Argentina (Alterman y Foglino, 2005).
Síntesis
Bibliografía
A. Bibliografía básica
Martín, E., Fernández, I., Andrés, S. del Barrio, C., y Echeíta, G. (2003). La in-
tervención para la mejora de la convivencia en los centros educativos: modelos y
ámbitos. Infancia y aprendizaje, 26 (1), 79-95.
B. Bibliografía complementaria
57
Curso sobre Convivencia Escolar. Educar en la convivencia para prevenir la violencia y aprender a vivir juntos
ANOTACIONES Cowie, H., y Wallace, P. (2000). Peer support in action: from bystanding to standing
by. Londres: SAGE Publications.
Fullan, M. (1991). The new meaning of educational change. Nueva York: Teachers
College Press [Trad. Cast.: Los nuevos significados del cambio educativo. Barcelona:
Octaedro, 2002]
Gómez, M.T., Mir, V., y Serrats, M.G. (1997). Propuestas de intervención en el aula:
técnicas para lograr un clima favorable en la clase (4º edición) Madrid: Narcea.
Martín, X.., Puig, J.M., Padrós, M., Rubio, L. y Trilla, J. (2003). Tutoría. Técnicas,
recursos y actividades. Madrid: Alianza.
Equipar:
»» Van der der Meulen, K.; Granizo, L., y del Barrio, C. (2010) EQUIPAR para
Educadores: Adolescentes en situación de conflicto. Adaptación española de
A-M DiBiase, J. Gibbs y B. Potter (2005): EQUIP for Educators: Teaching youth
(grades5-8) to think and act responsibly. Madrid: La Catarata.
58
Módulo 3. Las manifestaciones de violencia en la escuela
Círculo de amigos:
Contratos pedagógicos:
»» Martín, X., Puig, J.M., Padrós, M., Rubio, L. y Trilla, J. (2003). Tutoría. Técnicas,
recursos y actividades. Madrid: Alianza. (Capítulo. 4, pp. 103-107).
59