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La corrupción: análisis desde la ética

La corrupción es un asunto de siglos en la historia de la humanidad, Gil y Villarreal

(2017), relacionan la corrupción con unos comportamientos o acciones que se llevan a cabo

en las esferas que direccionan lo social, político y económico de la sociedad, que buscan un

beneficio por parte de quienes las ejercen, sin importar que estas lleven a daños al bien común

y cuya realización implica una valoración moral negativa.

Definición que va en línea con las ideas de Bautista (2005) quien entiende la

corrupción como una serie de actos indebidos realizados por personas que pertenecen a una

institución, para obtener un beneficio que resulta ilegítimo. De esa forma “la función pública

es convertida ilícitamente en una fuente de enriquecimiento privado” (Bautista, 2005, p.51).

Ahora, como indica Rodolfo Arland, la ética es la que averigua los fundamentos

racionales de las conductas y prácticas humanas y sociales, quien mejor que la ética para

estudiar el problema de la corrupción, especialmente interesa en este escrito analizar ¿Qué

lleva a una persona a ser corrupta?

Para esto, me voy a basar en las ideas de Oscar Diego Bautista, quien identifica 2 grupos de

causas: las internas o los estados afectivos y las externas o socioculturales.

Dentro de las causas internas existe una fuerza que alcanza diferentes esferas de la

sociedad: “la ignorancia”. La ignorancia sobre los aspectos que pueden llevar al individuo a

la comprensión para alcanzar la virtud o la excelencia, ya que ésta hace que quienes la tienen

sean incapaces de discernir sobre sus actos y sería más difícil para ellos dominarse a sí

mismos, dándose actos corruptos impulsados por: la codicia, la avaricia y el anhelo de poder.
La codicia lleva a la corrupción, porque en ella se desarrolla un deseo excesivo de

apropiarse de algo y por lo tanto hace que los funcionarios públicos manejen el patrimonio

del Estado como si fuera de su pertenencia.

La avaricia, que es el afán desordenado de poseer riquezas para atesorarlas, hace que

los gobernantes tiendan a acumular riquezas a costa del empobrecimiento de otros.

Finalmente, el anhelo de poder, que es el amor exacerbado por el poder, lleva a quien

lo padece a no poder renunciar a las ventajas que este ofrece.

Ahora bien, estas causas internas han llegado a institucionalizarse en la sociedad,

llevando al desarrollo del segundo tipo de causas: las causas externas:

Un interés desmedido por el dinero lleva a las oligarquías, a desarrollar el espíritu

capitalista, a incorporar los valores de consumo de la sociedad contemporánea y a adoptar

los principios de las empresas privadas, que conducen al funcionario o gobernante a ser

corrupto, porque el sistema lo lleva a desarrollar amor por el dinero.

La desacreditación de la política, la debilidad de elementos éticos y de un “espíritu de

servicio” en los gobernantes y funcionarios, que debilitan el sistema moral y que por tanto

los hace más susceptibles de trasgresiones.

Adicionalmente, la falta de control, pues la realización de actos corruptos sin

consecuencias, hace según el doctor neurociencia Huertas, que el político realice los actos

corruptos de forma más fácil, pues conforme repiten esta actuación su cerebro se modifica

gracias a que la amígdala que está encargada del miedo, disminuye su acción.

Estudios que en medida son afirmados por el doctor Eduardo Calixto, que indica que

a medida que el ser humano adquiere responsabilidades públicas o poder político, se empieza

a desensibilizar la parte más inteligente de su cerebro la corteza prefrontal, perdiendo los

límites de sus actos y experimentando la sensación de ejercer su voluntad.


Viendo las cosas así, muchos factores llevan a la corrupción política, y la mayoría de

ellas no las pueden controlar el ciudadano de a pie, pero en cierta medida podemos aportar

al votar por nuestros representantes, buscando alternativas que nos lleven a establecer un

orden social diferente que no defina nuestra vida y felicidad en relación al dinero, que al

parecer es el principal aliciente de la corrupción y que le permita a la rama judicial realizar

su trabajo, de tal manera que impida el crecimiento de este mal.

Referencias Bibliográficas

Administrador. (2 de Mayo de 2017). La corrupción desde la neurociencia. Regeneración,

págs. https://regeneracion.mx/la-corrupcion-desde-la-neurociencia/.

Anónimo. (4 de Julio de 2016). Misterios de la mente humana: ¿Todas las personas son

corruptas? infobae. Recuperado el Marzo de 2016, de

https://www.infobae.com/salud/ciencia/2016/07/04/misterios-de-la-mente-humana-

todas-las-personas-son-corruptas/

Bautista, O. (2005). LA ÉTICA Y LA CORRUPCIÓN EN LA POLÍTICA Y LA

ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. Huelva: Universidad Internacional de Andalucía.

Recuperado el Marzo de 2018, de http://eprints.ucm.es/7816/1/tesis-

maestr%C3%ADa_2.pdf

Gil, F., & Villareal, A. (2017). Estudios sobre la corrupción en España y América (Siglos

XVI al XVIII). Almería: eduar.

Huerta, H. (12 de Diciembre de 2016). El cerebro del Corrupto. El comercio. Recuperado el

Abril de 2018, de https://elcomercio.pe/blog/cuidatusalud/2016/12/el-cerebro-del-

corrupto

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