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ética, transparencia y austeridad. Esto no está demás porque los ciudadanos llevan décadas
reclamando honestidad a los funcionarios públicos. No debemos olvidar que la política es,
antes que nada, una actividad humana, es una actividad que se ejerce por personas y como
tal está regida por la moral, que regula la conducta humana.
La ética política debe orientar el proceso para acceder al poder, regular el ejercicio del poder y
los métodos para mantener o aumentar ese poder.
Esta es diferente a la ética común, al menos en el sentido trivial de que la política es una
profesión regulada por un código moral especial.
También está la ética profesional que versa sobre los actos privativos de la política, y por eso
consta de normas adicionales a las de la ética general, o sea que el político está obligado
actuar acorde con la ética profesional en el trabajo y con la ética común en su vida privada.
Entonces viene la reflexión, qué tan importante, dentro de la escala de responsabilidad que
debe cumplir un gobierno, es la ética política. ¿Es acaso más importante que las reformas
estructurales? Y la sociedad seguramente terminará cuestionando qué será mejor: un político
eficaz o un político ético.
Para la sociedad dominicana el problema mayor está en la falta de ética y moral en el accionar
de sus ciudadanos, incluyendo políticos y empresarios.
Sócrates, ese gran pensador griego fue capaz de establecer con claridad, hace miles de años,
que el problema moral es también político, porque el hombre llamado a cumplir el mandato de
la justicia sólo podrá hacerlo si sus acciones están apegadas a la moral, honestidad y
responsabilidad.
Por lo que tanto yo como muchos dominicanos optaríamos por respaldar políticos que
ejerzan sus funciones con un mínimo de ética, aunque demuestren deficiencia en el
desempeño del cargo.