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La oración es el oxígeno de nuestra vida cristiana: nos permite respirar, estar sanos,
aliviar nuestras dolencias, seguir caminando y sobre todo acrecentar nuestra relación
con Dios. La oración pasa por momentos de aridez y de grandes frutos, este ritmo es
parte de nuestra vida espiritual. Es normal que pases por momentos de gran gozo y
consolación interior, y otros donde parece todo oscuro y desolado. ¡No te desanimes
nunca al orar! Hay que orar con perseverancia. Recuerda que la oración es un diálogo
con el Señor, es sobre todo escuchar su voz tenue que resuena en nuestro interior. Hay
que orar, pero como dice el Papa Francisco: «orar, permítanme decirlo, con la carne:
que nuestra carne ore. No con ideas, sino orar con el corazón». Este es un verdadero
desafío, pero, ¡sí se puede! ¡no tengas miedo! Si te cuesta orar ten en cuenta estos 7
elementos que pueden ayudarte a mejorar tu vida espiritual y tu oración.
4. ¿Dialogas?
Cuando te acercas a tu papá o tu
mamá y sólo hablas tú, no esperes
que ellos intervengan con algún
consuelo o consejo, no hay
espacio para que puedan
expresarse. Por eso es necesario
hablar con Dios, sí, contarle tus
cosas, pero también dejarle
tiempo para que te hable a ti. Solo
escucha, detente, mírale a Él.
Espera con calma, sin prisas ni aceleraciones. Calma. Te aseguro que escucharás la voz
de Dios resonar dentro de ti. Deja que Dios te hable, que te llame por tu nombre, que
te consuele o que te abrace con su mirada. Déjale. Este diálogo es de un Padre con su
hijo, es un diálogo de intimidad, de perdón, de amor, de conexión profunda. No pierdas
tu tiempo en largos discursos, escucha mejor la dulce voz del Padre.
«Al orar no empleen muchas palabras como los gentiles, que piensan que por su
locuacidad van a ser escuchados. Así pues, no sean como ellos, porque bien sabe
su Padre de qué tienen necesidad antes de que se lo pidan» (Mateo 6, 7-8).
5. ¿Entras en ti mismo?
Yo diría que esto es una de las
cosas más difíciles hoy en día.
«Entrar en sí mismo para salir de sí
mismo» es una frase que espanta.
¿Qué significa esto? Entrar en sí
mismo es vernos desde dentro,
desde el corazón. Quizá la imagen
sea difícil de entender. Entrar en sí
mismo es reflexionar sobre la
propia vida, es examinarse, es
recogernos dentro de nosotros. Es hacer una pausa del exterior donde lo importante
somos nosotros mismos. Y desde esa conciencia de sí mismo podemos elevarnos hacia
Dios. Es hacer un “break” en nuestra vida, sabernos amados por Dios descubriéndole
a Él. Un proceso que comienza con lo externo, luego va a lo interno y por último hacia
lo eterno. ¿Comprendes? Quizá es difícil explicarlo, pero intenta liberarte del ruido, de
aquellas cosas externas a ti, para tomar conciencia de tu propia vida y desde ahí podrás
subir a Dios y entrar en oración. ¡Inténtalo! Verás que te ayudará mucho en tu vida
espiritual.
«Vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora
en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo
por mí» (Gálatas 2, 20).
6. ¿Te dejas acompañar?
«Sin mí no pueden hacer
nada» dice Jesús. Y es cierto,
solos no podemos hacer
nada. Primero es necesario
dejarnos acompañar por
Dios, y si lo estoy buscando
aún y no lo encuentro, es
bueno dejarnos acompañar
por alguien que te acerque a
Él: sacerdotes, religiosos y
religiosas, un catequista, un
familiar, un amigo, etc. Lo importante es que no recorras este camino solo, que
siempre sientas la compañía de alguien en esta tierra que te guíe por el sendero de la
Voluntad de Dios. Esto claramente va contra la autosuficiencia y el individualismo,
porque la fe tiene una necesaria dimensión personal pero también una profunda
dimensión comunitaria. Somos Iglesia, nos ayudamos a llegar a Dios, nos dejamos
acompañar, nos dejamos instruir, corregir. Con esta actitud crecerá también la
humildad, actitud que a Dios le gusta mucho: «aprendan de mí que soy manso y
humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas» (Mateo 11, 29). ¡Busca
ayuda, pídela y déjate guiar!
«Se levantó Saulo del suelo y, aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada. Lo
condujeron de la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin vista y sin comer
ni beber» (Hechos 9, 8-99).
La oración no es tanto hacer, sino dejarse hacer. Por último, dejemos que sea el mismo
Papa Francisco que nos ayude en este camino de oración con dos frases que de seguro
serán aliento en esta lucha:
«La oración hace milagros, ¡pero tenemos que creer! Creo que podemos hacer una
hermosa oración… y decirla hoy, todo el día: «Señor, creo, ayúdame en mi
incredulidad» …y cuando nos piden que oremos por tanta gente que sufre en las
guerras, por todos los refugiados, por todos aquellos dramas que hay en este momento,
rezar, pero con el corazón al Señor: «¡Hazlo!», y decirle: «Señor, yo creo. Ayúdame en
mi incredulidad» Hagamos esto hoy» (20 de mayo de 2013).
«La oración, frente a un problema, en una situación difícil, en una calamidad, es abrir
la puerta al Señor para que venga. Porque Él atrae las cosas, Él sabe arreglar las cosas
y acomodar las cosas. Orar es esto: abrir la puerta al Señor, para que haga algo. Pero
si cerramos la puerta, ¡el Señor no puede hacer nada!» (8 de octubre de 2013).