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lidad. A lo largo de este texto y de otros similares, se reconoce que este cam-
po es más intuitivo, empírico y descriptivo de lo que sería deseable desde
la perspectiva de una ciencia social. Como lo ha mencionado Laurence
Lynn, 10 los trabajos acumulados por esta corriente han sido poco siste-
máticos y con investigación teórica casi nula.
Si bien se argumenta que la administración pública tradicional ha teni-
do un fuerte sesgo discursivo y ha sido más rica en información que en ha-
bilidades y herramientas para enfrentar problemas concretos, parecería
surgir ahora con la gestión pública el otro extremo riesgoso: muchas expe-
riencias concretas, enseñanzas sugerentes, pero una ausencia de discurso
filosófico y de un bagaje conceptual sistematizado. De hecho, el riesgo es
acumular un conjunto de trabajos en torno a un objeto de estudio común,
pero sin haber construido una disciplina que los integre y sintetice. Como
sugiere Bozeman, un campo construido sólo por la práctica y el conoci-
miento tácito está en riesgo de perder la orientación, puesto que ésta debe
ser teórica.
Entre los libros que contribuyen más claramente a ir consolidando el
campo de la gestión pública, no sólo ricos en su capacidad descriptiva de
la realidad sino también en su solidez conceptual, podemos mencionar
los de HecIo (1978), Almond (1988), Hood y Jackson (1991), Ingraham y
Kettl (1992), Lynn (1966), e indudablemente los trabajos realizados y co-
ordinados por Bozeman (1987 y 1993). Por cierto, no podríamos decir que
estos trabajos constituyen un todo coherente; se trata de un campo en
construcción; de hecho, incluso en este libro Bozeman nos advierte de
una dispersión y fragmentación de textos, lo cual no es más que un reflejo
de la situación de la disciplina.
La primera y segunda partes de este libro nos presentan diversos pun-
tos de vista respecto de la naturaleza y objeto de estudio de la gestión pú-
blica. Hal G. Rainey plantea en su ensayo que si bien la reflexión ha sido
hasta ahora rica y diversa, todavía es necesario pasar de la meditación a la
producción de una teoría. Otros de los textos sostienen que el reto es el
equilibrio adecuado entre teoría y práctica, como lo expresa Laurence
Lynn, para quien el camino es la adopción de conceptos interrelaciona-
dos; para James Perry, por su parte, el asunto debe ser resuelto a partir de
una relación clínica entre teoría y práctica; finalmente, para Frost-Kumpf
y Wechsler esto deberá pasar por un proceso de maduración de teorías
con base empírica y por un ajuste de mayor complementación entre aca-
démicos y prácticos preocupados por la disciplina.
Ciertamente l~ orientación prescriptiva de la disciplina, que la lleva a
buscar recomendaciones basadas en el análisis empírico para ofrecer al
10 L. Lynn en un trabajo reciente (1996) profundiza en una interesante discusión sobre la
gestión pública como arte, ciencia y profesión.
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13 Una discusión más amplia respecto a este punto se presenta en Enrique Cabrero (1996).
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BIBLIOGRAFÍA
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Como la gestión pública guiada por las escuelas de políticas -el enfo-
que P- fue más la respuesta a un problema que una idea o una oportuni-
dad, siguió siendo un concepto nebuloso. Se comprendió que de alguna
manera debía ser una gestión complementada por el análisis de las políti-
cas; pero, aparte de esto, hubo poco acuerdo inicial.
Resulta significativo que casi ninguna de las personas que salieron de
la escuela de políticas como "especialistas en gestión pública" tuviese an-
tecedentes o siquiera una identificación con la administración pública.
Algunos eran economistas "renegados". Otros eran más practicantes que
académicos. Otros eran politólogos de orientación institucional.
Desde sus azarosos comienzos, la gestión pública guiada por las escue-
las de políticas públicas empezó a cristalizar y adquirir su propia identidad.
El enfoque se ha centrado en la llamada gestión de las políticas de alto nivel. El
interés no recae en la administración cotidiana de las dependencias, ni si-
quiera en la gestión estratégica de las mismas, sino, antes bien, en la fun-
ción del administrador (o ejecutivo político) en las políticas de alto nivel.
A menudo los ejemplos utilizados en los cursos de gestión pública del
enfoque P se centran más en los ejecutivos políticos que en los funcionarios
públicos experimentados. Y, como podíamos esperar, este enfoque hace
mucho hincapié en los aspectos políticos de la gestión pública.
La bibliografía que ha originado el enfoque P es en gran parte ateórica
y no cuantitativa, orientada hacia reglas prescriptivas basadas en la prác-
tica. El método de investigación preferido también es el método de ense-
ñanza predilecto: el análisis de estudios de casos. En realidad, hasta los
cursos de doctorado en gestión pública en ocasiones incluyen la interpre-
tación de casos. Es fácil entender por qué a menudo se considera que el
enfoque P representa el lado "blando", mientras que el análisis de las polí-
ticas representa el lado "duro".
Los enfoques P y B tienen algunos puntos en común, más de los que po-
drían suponerse después del análisis anterior, y cada enfoque tiene sus
propios puntos fuertes. Los puntos comunes incluyen los siguientes:
INTRODUCCIÓN: DOS CONCEPTOS DE GESTIÓN PÚBLICA 41
Pese a estos puntos comunes, los méritos de los dos enfoques divergen
considerablemente. Los puntos fuertes del enfoque P son: