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I
B i b l i o t e c a de P s i c o l o g í a C o n t e m p o r á n e a
EL EXAMEN CLINICO
EN P S I C O L O G Í A
A n d r é Rey
E D I T O R I A L
K A X * m <|X :rsaE
Mo r e no 372 • B u e n o i Ai r e»
Título de la edición original:
L 'E X A M E N CLINIQUE EN PSYCHO LO G IE
Traducción de M ARTA E. S A M A T Á N
1%2 u '723
l i b r o de
EO'CIÓN AR
GE NT i N a
I N D I C F
Primfra P artf.
Vil
PAg.
3. De la relatividad de los tests psicológicos . . ................................. g5
4. Principios del análisis del comportamiento. Factores orgánicos
y factores de aprendizaje y de e d u c a c ió n ................................. nq
5. Principios del análisis del comportamiento. Factores directores
y mecanismos dirigidos .................................................................. 92
f>. De la estructura de los tests en psicología aplicada a la clínica 95
7. Los tests enfocados desde el punto de vista del aprendizaje .. 108
8 . Clasificación de los tests psicológicos ........................................... 113
9. Utilización de la clasificación ......................................................... 118
10. Examen de ñiños, de ancianos y de sujetos pertenecientes a cier
tas civilizaciones en particular . . . . . ....................................... 124
Secunda P artf
VIII
ICVI!M.*>: PAg.
VI Percepción de cifras v letras escritas sobre la piei 208
208
Dcrmolexia ...........................................................
210
Primer tiempo .....................................................
210
Operación .............................................................
211
Segundo tiempo . . . • ..........................................
211
Tercer tiempo .....................................................
211
Cuarto tiempo .....................................................
212
Operación .............................................................
212
Ouinto tiempo .....................................................
212
Observación general ..........................................
212
Anotación ...........................................................
212
Datos estadísticos y n o r m a s ...........................
IX
PRIMERA PARTE
MÉTODOS
PUNTOS DE VI STA
PROBLEMAS PRÁCTICOS Y PROCEDIMIENTOS
C a p í t u l o i
1. TERMINOLOGIA
3
clínica como “ciencia de la conducta humana basada princi
palmente en la observación y el análisis profundo de los casos
individuales”. En ese sentido es el conjunto de los conoci
mientos que se pueden adquirir mediante la observación
directa de casos psicológicos.
En psicología aplicada, como en medicina, también se
puede encarar un método de estructura clínica. Éste consiste,
entonces, en centrar la investigación sobre los comportam ien
tos conocidos y las reacciones observables del individuo para
explicarlos y comprenderlos en sus particularidades. El ob
jeto del estudio es la individualidad psicológica del ser al que
se refieren los resultados de todos los exámenes y la incesante
búsqueda de la investigación. En psicología aplicada, este
método, de estructura clínica, puede aplicarse a todos los indi
viduos que deben ser examinados, ya estén enfermos o gocen
de buena salud. Se distingue, entonces, de la mera aplicación
de tests donde, sencillamente, se pone en práctica un procedi
miento de examen estandardizado sin tratar de integrar el
resultado entre todas las demás características del individuo.
Cuando se habla de psicología aplicada a la clínica todos
comprenden, de inmediato, que se trata del examen psicológico
de enfermos. Puede consistir en aplicar algunos tests, pero
también puede encararse una investigación psicológica diri
gida paulatinamente por las particularidades del com porta
miento y de la historia del paciente. Se emplea entonces un
método clínico, según su estructura.
Conviene señalar la ambigüedad que a menudo implica
el empleo de la palabra clínica. Por otra parte, nadie opone
seriamente la observación directa y los exámenes de labora
torio que no son más que observaciones provocadas. Lo esen
cial es no perder de vista el hecho de que se estudia un ser
determinado, que posee una historia y una individualidad
manifiestas en todas sus reacciones. El método clínico, p o
lo tamo, no es más que el modo de investigación dirigido
al conocimiento científico del individuo como tal. individua
lidad que sólo puede ser caracterizada mediante una referen
cia a normas explícitas o implícitas. En las páginas siguientes
nos ocuparemos de los exámenes psicológicos de individuos
enicimos o de aquellos cuyo comportamiento plantea proble
mas. Éste es el método que nos interesa y, ante todo, un
método cuya estructura nos parece clínica.
2. NOCIÓN DE CLINICA
*5
análisis propio tic la medicina. Cada enferm o tiene una
individualidad aun cuando las enfermedades conocidas y des
critas son presentadas en forma de esquemas establecidos al
compulsar un gran número de casos, de los cuales es impres
cindible retener las características comunes. 1-1 arte del clí
nico consiste, entonces, en descubrir el esquema nosológico
y, eventualmente, sus formas atípicas conocidas, en un sujeto
que. por definición, siempre individualiza más o menos su
enfermedad. El método clínico se impone, ptíes, cada vez que
deban descubrirse en un ser. diferente por definición de otros
seres, los signos y asociaciones de signos individualizados en
su grado y matiz, signos a menudo polivalentes y que, no
obstante, caracterizan un estado anormal o mórbido definido
y clasificado que puede afectar la especie.
Existen asociaciones de síntomas tan claras que en pocos
segundos el médico experimentado hace su diagnóstico. Por
el contrario, hay sintomatologías individuales tan vagas o tan
atípicas que la naturaleza del mal sólo se conoce posterior
mente en la autopsia. Se comprende que la medicina realice
considerables esfuerzos para aumentar y sistematizar el nú
mero de los signos precisos, locales, directos, objetivos >
cuamit¡cables y que recurra cada ve/ más a los exámenes
especiales que ayuden a captar en el detalle las anomalías de
los diversos aparatos y sistemas del organismo. Cuanto más
directo es el signo, más cerca está de la causa perturbadora,
y manto más material y objetivo sea, más sólido será el diag
nóstico. Pero cuanto más indiferenciado es el signo, es más
indirecto resultando de acción a distancia, de repercusiones
secundarias o más alejadas de la causa perturbadora y cuanto
más subjetivo es (apoyándose solamente en las declaraciones
del enfermo y siendo visible tan sólo gracias a su colabora
ción), más difícil será el diagnóstico, el cual dependerá sobre
todo de los controles y de la sagacidad del clínico.
6
viosc). sensibilizado por necesidades, a un medio. Pero cada
una de las experiencias realizadas afecta más o menos la forma
y el grado de las respuestas ulteriores; todo hecho de com
portamiento se presenta, por consiguiente, como un desen
cadenamiento por el medio y las necesidades de las propie
dades receptivas, motrices, asociativas y organizadoras de las
estructuras nerviosas, propiedades que las experiencias y los
desencadenamientos sucesivos modifican sin cesar. Es eviden
te que. en todo individuo, sería importante conocer el valor
biológico intrínseco de las estructuras nerviosas que rigen la
actividad, ya que de ellas, de sus cualidades y de su plastici
dad dependen finalmente las posibilidades evolutivas del
ser. Pero esas propiedades fundamentales sólo pueden ser
percibidas a través de todo el condicionamiento experimental
de las reacciones, condicionamiento que puede haber sido
favorable o desfavorable al crec imiento v al desenvolvimien
to fuñe ionales del individuo. El estudio se encuentra, pues,
eri/ado de dificultades \ es indispensable recurrir a un mé
todo clínico.
Por lo tanto, todo el desarrollo psicológico y el comporta
miento de un ser representan una individuación funcional
cada vez más evidente de los mecanismos sensoriomototes. aso
ciativos \ organizadores, propios de la especie humana. Aho
ra bien, estos mecanismos y las estructuras de las que depen
den, como <ualquier supuesto biológico, muestran fluctua
ciones con relación al tipo específico y no son absolutamente
idénticos desde el origen en todos los individuos; además,
en cualquier circunstancia pueden alterarse bajo el efecto
de* agentes diversos que inciden en el organismo. Un con
junto inic ial de mala calidad o incompleto o alteraciones or
gánicas, pie, per i o postnatales pueden engendrar comporta
mientos insufic ientes o anormales, a pesar de las condiciones
del ambiente y ele las experiencias muy favorables del sujeto.
En otros casos el conjunto inicial pudo haber sido de
excelente calidad, pero las experiencias estimuladoras y or
ganizadoras de la actividad pudieron haber sido insuficientes o
deformantes con respecto a determinado patrón de adaptación.
También de esto resultarán trastornos de comportamiento,
diferentes por cierto de los anteriores, pero algunas veces se
mejantes. De este modo, en presencia de un comportamiento
que acusa insuficiencias o anomalías, nunca puede saberse,
sin un análisis minucioso, cuáles son las causas generales o
especiales a las que debe imputarse. La psicología clínica,
como la clínica en medicina, se esfuerza, pues, por reducir la
ambigüedad resultante de los fenómenos de individuación.
Intenta determinar qué propiedades normales o anormales
del organismo y, más particularmente, del sistema nervioso,
intervienen en los diversos comportamientos, que están con
dicionados. aunque en grados diversos, por el número, la
calidad y la sucesión de las experiencias vividas. A menudo,
en la práctica, se plantea el problema en otra forma, al tratar
de identificar inmediatamente cuál es el condicionamiento
sufrido por el individuo y de precisar sus efectos (en las psi
coterapias de tipo analítico, por ejem plo). Este modo de pro
ceder. si pretende ser riguroso, debe igualmente recurrir a
un método clínico porque subsiste la ambigüedad básica.
En efecto, no se estará seguro de que las características de
un comportamiento resulten, real v especialmente, del con
dicionamiento. exweno desde luego, mientras no se haya de
mostrado. paralela o secundariamente, que los poderes de in
formación. de experimentación, de integración y de regula
ción. inherentes al funcionamiento de los aparatos nerviosos,
sean normales.
La ciencia y el arte en psicología clínica consisten en
examinar todos los medios movilizados y empleados por el
sujeto en sus fuentes de información y en su acción sobre lo
real y los medios de (pie dispone para fijar y organizar los
resultados de sus recepciones v de sus búsquedas; el espíritu
tendrá siempre presente que esos diversos medios se perfec
cionan y acrecientan por el ejercicio y por iniciaciones. Para
orientarse, el psicólogo liará recaer de buen grado sus prim e
ras observaciones sobre reacciones cuya forma, en general, está
poco influida por conocimientos, técnicas y disciplina espe
cializados. Si se manifiestan anomalías funcionales al nivel de
estos sencillísimos procesos de adaptación, se tendrá dere
cho a sospechar la insuficiencia o la alteración del conjunto
ncuiológu o. Habrá que descubrir luego hasta qué punto
esas particularidades, al interferir con las del adiestramiento
y del género de vida, explican el nivel de adaptación actual
del sujeto, los rendimientos que proporciona y las dificulta
des que siente o se le atribuyen.
El método es también clínico en el sentido de que exige
la observación directa de los comportamientos, la confrontg-
( ión de los diversos modos de reacción y de los diversos ren
dimientos, teniendo en cuenta con esto todas las particulari
dades de una historia. Una reacción, un rendimiento aislados
permanecen siendo ambiguos, salvo que. por casualidad, pre
senten características muy claras, definidas con precisión por
l,i ( iencia. En cambio, en cuanto se los coteja con otras reac
ciones. con la actitud del sujeto frente a la vida, surgen con
vergencias u oposiciones y es posible organizar su signifi
cación.
Casi siempre hay (pie estimular los comportamientos para
observarlos y provocarlos en condiciones precisas y constantes
a lin de confrontar los resultados con las normas. La psicolo
gía clínica, como la clínica médica, recurre sin cesar a exá
menes espec iales, a tests de formas variadas. La contribución
de estos procedimientos estimula las investigaciones y precisa
incesantemente el problema planteado por el caso, a la vez
que surgen hipótesis que invitan a nuevos exámenes espe-
eiales hasta que el conjunto del comportamiento esté bien
i aracteri/ado v explicado.
La investigación clínica en psicología tropieza con dos
grandes dificultades:
Por un lado, los comportamientos se desarrollan en el
tiempo: para observarlos y caracterizarlos se necesita un nú
mero suficiente de sesiones prolongadas. La práctica es a me
nudo incompatible con esta exigencia; entonces, de buen
grado, se seleccionan métodos expeditivos en detrimento del
examen detallado que, con frecuencia, es el único que per
mite prec isar las anomalías del funcionamiento psicológico.
Otra dificultad consistiría en que la mayor parte de los
comportamientos provocados exigen una colaboración volun
taria \ activa del sujeto. La calidad y el grado de esta cola-
9
boración siempre plantean un problema, sobre todo frente a
reacciones anormales o de escaso rendim iento. ¿Ha consen
tido el sujeto al esfuerzo solicitado? ¿Ha rendido al máximo?
¿Ha comprendido la importancia de su colaboración? ¿Ha
captado siquiera lo que de él se esperaba? I)e primera in
tención, parecería muy difícil contestar a estas preguntas.
Diversos artificios y signos permiten, felizmente, formarse una
idea del grado de esfuerzo voluntario particular. La colabo
ración del sujeto, sea cual fuere la tarea propuesta, es en sí
misma un comportamiento provocado, por consiguiente un
test preciso, fuente de valiosas informaciones desde el mo
mento en que se puede evaluar aproximadamente el esfuerzo,
el respeto por la consigna, el deseo de proporcionar un buen
resultado, el temor de decepcionar al examinador, etc. 'Tam
bién incumbe al método clínico percibir este aspecto del
problema, suprimir la ambigüedad resultante del grado des
conocido de colaboración voluntaria, precisar e interpretar
este grado, sus fluctuaciones en el curso de una prueba y en
las diversas tareas sucesivamente propuestas.
10
adulto un rendimiento débil o nulo para ciertas tareas, lo
que podría ser interpretado erróneamente como una regre
sión patológica. Hay formas de lentitud, de desatención, de
ignorancia, de torpeza y de rigidez intelectuales que sólo se
deben a una falta de adiestramiento, a una emotividad mal
dominada o a motivaciones insuficientes que no afectan más
que la historia del individuo. Cae de su peso que dificultades
ele evocación mnésica, por ejemplo, que se presentan con
indices numéricos semejantes, no tendrán la misma signifi
cai ion en un intelectual adiestrado por sus estudios y su
trabajo que en un hombre de escasa escolaridad con falta
de interés o disciplina: estas insuficiencias, cuantitativamente
idénticas, no tendrán tampoco el mismo alcance, en un nivel
semejante de instrucción elemental, para un sujeto sumiso
\ disciplinado que para un joven rebelde a la autoridad.
Cuando se trata de enfermos, el examen psicológico debe
caracterizar las reacciones, orientaciones \ eficiencias mentales
del sujeto, su grado, su calidad, el valor de la colaboración
obtenida, y luego determinar hasta qué punto se trata en
i calidad de síntomas, es decir de reacciones que traducen un
estado mórbido del comportamiento. F.l estudio emprendido
no va más allá de esta determinación, el psicólogo no se en
horna con la enfermedad tratada, con el estado patológico
responsable de las deficiencias o anomalías comprobadas: le
basta —v este trabajo es va considerable— con establecer si
estos fenómenos se explican total o parcialmente por influen-
( ia del ambiente, de la educación v de la historia individual
o revelan un proceso particular cuyo diagnóstico continúa
perteneciendo al campo médico. Corresponde entonces al
psicólogo extender las investigaciones a los aspectos más va
llados de la actividad psicológica de modo de establecer la
extensión de las insuficiencias y perturbaciones, y también
con el objeto de circunscribir y definir el o los mecanismos
anormales y precisar su repercusión sobre el conjunto del
comportamiento.
Hna ve/ cumplido este trabajo, la clínica posterior entra
en escena, es decir, la clínica médica, esencial y dominante,
t'n a ve/ que el psicólogo ha incorporado al legajo los resul-
tados del estudio que acaba de realizar según un método
clínico, corresponde al médico aprovechar los síntomas psico-
’ógicos puestos en evidencia, según su grado, forma y número,
o, incluso, la ausencia de los mismos, para com pletar su
diagnóstico.
El examen psicológico del enfermo, por lo demás, siempre
debería ser un examen especial solicitado por el médico que
necesita precisar la existencia posible o el grado de síntomas
que interesan al comportamiento.
Cabe preguntarse ahora cuáles son las relaciones de la
psiquiatría y la psicología clínica. Ciertamente, todo psiquia
tra practica la psicología clínica, pero lo hace estudiando el
comportamiento como médico especialista, buscando desde
un principio los síntomas de enfermedades conocidas. Parte
de su ciencia y de su experiencia médica para observar y
reconocer lo que es mórbido. La psicología clínica se basa
ante todo en la psicología experimental de los individuos
considerados normales. Se esfuerza por establecer basta qué
punto el comportamiento fiel sujeto permanece dentro de las
normas aceptables o bien resulta explicado por la interven
ción de causas que permanecen dentro de* la línea de condi
cionamiento de toda actividad, debido a los innum erables fac
tores in< itadores y reguladores que existen en el ambiente.
Fu la medida en que esas causas no pueden sen encaradas con
certeza para explicar las insidie icn( ias o anomalías comproba
das. el psicólogo llega a la conc lusión de lo patológico y en
trega sus resultados a la medicina para el diagnóstico. A la
inversa, el psiquiatra llega, implícita o explícitamente, a la
conclusión de lo normal cuando no descubre síntomas co
nocidos; entonces declara: no identificándose actualmente
ningún signo claro o vago de enfermedad, no corresponde
una clasificación y un tratamiento médico. Sin embargo, a
menudo Subsisten dudas porque hay síntomas muv d isn e
tos; además, ruando el caso no puede ser clasificado de pri
mera intención en patología, siempre es útil una contraprue
ba que consiste en situarlo muy exactamente en relación con
lo normal: el estudio necesario puede ser entonces reiniciado
por la psicología clínica. Así. aunque se señale claramente
una diferencia de orientación y de procedimiento, la psiquia
tría y la psicología clínica se interpenetran estrechamente. A
menudo se completan desde el punto de vista metodológico
a tal extremo que surge la pregunta de si hay motivo para
mantener su distinción. Dos razones conducen a ello: en
primer término el examen psicológico de un individuo nor
mal, iniciado con finalidades no médicas exige, como hemos
visto, recurrir a un método clínico si se pretende que sea
completo. Desde ese punto de vista la psicología clínica
conserva cierta autonomía. Desde otro enfoque, la aplicación
de los procedimientos experimentales al estudio del compor
tamiento. cualesquiera que sean el individuo y el problema,
reclama una formación especial y requiere exámenes suma
mente extensos. De allí que, con frecuencia, el psiquiatra
debe confiar todo o parte de ese trabajo a especialistas adies
trados que, siendo psicólogos y no médicos, harán psicología
aplicada a la clínica y no psiquiatría.
Tam bién puede preguntarse si las investigaciones minu
ciosas emprendidas por la psicología clínica son realmente
indispensables en medicina. Todo depende de lo que se
busca. Cuando los trastornos mentales son pronunciados,
cuando el comportamiento se ve alterado gravemente, no es
necesario recurrir a técnicas sutiles para comprobar las ano-
días, aun cuando no siempre sea fácil precisar su grado
exacto y su correcta naturaleza psicológica. En cambio, cuando
hay sospechas de afecciones más leves, cuando se desea co
nocer en el paciente las formas de actividad menos desarrolla
das o las más dañadas, o también cuando se trata de saber
cuáles son las posibilidades de adaptación con que se puede
contar, en una palabra, toda vez que convenga penetrar en
el detalle de un funcionamiento psicológico anormal o le
vantar un inventario exacto y analítico de las insuficiencias
mentales, se hace indispensable recurrir a las técnicas de la
psicología clínica.
Por último, hay síntomas que sólo se manifiestan si se
los busca con ayuda de procedimientos especiales, cuando la
observación libre del enfermo, la conversación, las informa-
i iones proporcionadas por el interesado o por los que le ro-
13
deán no revelan nada o no permiten más que una presunción.
Frecuentemente hemos comprobado divergencias entre la im
presión producida por la observación superficial del enfermo
(conversación, actitud, pruebas comunes de rutina) y los
resultados de tests sutiles que toman en cuenta el medio cul
tural del paciente y su historia; estas divergencias constitu
ven, por lo demás y en sí mismas, hechos interesantes que
conviene explicar e interpretar.
15
visual, de coordinación perceptiva, de verbalización y de apren
dizaje en general.
Vemos ahora que la psicología clínica puede ser definida
como una aplicación de tests organizada en función del pro
blema planteado por el sujeto; se la adaptará incesantemente
a las particularidades que se vayan descubriendo, se la coor
dinará a una anamnesis psicológica minuciosa del individuo
v a todas las informaciones que pueden ser reunidas en fun
ción de la actitud, la introspección y las confidencias espon
táneas v provocadas del sujeto. Éstas son las ambiciones de
la psicología clínica, deberían dirigir el análisis hasta que se
llega a una explicación o. por lo menos, a hipótesis bastante
precisas como para encarar medidas pedagógicas, educativas
v/ rec-ducativas útiles.
En psicología aplicada es frecuente que uno deba conten
tarse con algo menos. Por otra parte, existen problemas que
a menudo se plantean de un modo mucho más simple. Bas
tará con saber, por ejemplo, si el sujeto posee o no recursos
determinados de adaptación, y si puede desarrollar, y hasta
qué punto, cierta eficiencia mental. Si nos contentamos con
esas determinaciones comunes, es pirque se trata, simplemen
te, de la inmediata utilización del individuo y de su selección
para un empleo o un aprendizaje en donde se esté seguro de
que tenga posibilidades de éxito. Ya no nos preocupamos de
comprenderlo en su totalidad ni. sobre todo, de explicar la
naturaleza de sus insuficiencias con el objeto de ayudarlo;
buscamos en él. simplemente, <nulidades, disponibilidades, po-
larizaciones de la actividad v nos aseguramos de la ausencia de
defectos v de reacciones desfavorables.
19
a volver a la doctrina inspiradora que, como todas las doc
trinas, se basa siempre más o menos en una selección de he
chos. De este modo el test puede, peligrosamente, invitar a
retener inmediatamente un signo unívoco. La clínica, por
el contrario, obliga siempre a considerar un resultado, salvo
raras excepciones, como polivalente o equívoco y a desaíra
llar un procedimiento de análisis para precisar su naturaleza
y su alcance.
7. CONCLUSIONES
20
N ínsita tarca quedará terminada cuando logremos poner en
evidencia ciertas constantes del comportai liento individual
(la inconstancia de las reacciones puede ser una especie de
constante), y ¡rodamos comprender su origen, ya sea porque
resulte de una forma de organización adquirida de las reac
ciones, o porque dependa de propiedades funcionales del
sistema nervioso, que los exámenes psicológicos pueden ais-
iar hasta cierto punto, pero cuyo estudio completo se des
prende de la neurología normal y patológica.
Por último, cabe recordar las distinciones siguientes:
Al hablar de psicología aplicada a la clínica se define un tra
bajo que recae esencialmente sobre los enfermos o los suje-
los de salud sospechosa; no se prejuzga sobre el método que
usará el psicólogo, el que casi siempre se referirá a la técnica
de los tests. El psicólogo aplicará ciertos tests escogidos de
ac uerdo con las indicaciones del médico o de conformidad
con él, v añadirá sin más los resultados obtenidos al legajo
médico.
La denominación de psicología clínica se aplica a un
método de análisis que se beneficia por el apoyo en los re
cursos contrastados de los tests, pero que va más allá de éstos
por su finalidad y su procedimiento. Se trata de comprender
v de explicar el estado y el funcionamiento psicológicos de
un individuo reduciendo progresivamente sus particularida
des más evidentes a fenómenos más simples y a sus causas
manilicstas. La psicología clínica no se ocupa, entonces, esen-
i i.tímente de enfermos: puede, por ejemplo, aplicarse tam
bién a individuos particularmente dotados, o que presentan
particularidades de comportamiento no patológicas. I.a psi
cología clínica toma entonces de la medicina el adjetivo “clí
nica” para caracterizar su método, similar en su estructura
a la investigación médica clínica. Este préstamo crea cierta
ambigüedad que a veces causa temor; mas estando actual
mente consagrado el término en numerosos círculos, no po
demos i>or cierto modificarlo. Tal vez la denominación d i
"análisis experimental progresivo del comportamiento indivi-
dual” podría reemplazarla.
C apítulo i i
23
nan las reacciones y, por último, sobre la extensión y la com
prensión de los conceptos con ayuda de los cuales constitui
mos y pensamos lo real psicológico. Diversas doctrinas restó-
tan cíe estas divergencias; debemos tenerlas en cuenta en la
medida en que sistematizan hechos indiscutibles. Al con
frontarlas, cada psicólogo puede construir su esquema per
sonal del comportamiento humano. Sin pretender lograr
la síntesis, la crítica y la adecuación, este esquema debe
dar una visión de conjunto de los fenómenos y factores de
los cuales ninguno puede ser descuidado sin el riesgo de mu
tilar el comportamiento en su complejidad. En este capítulo
vamos a presentar un esquema del comportamiento. Está des
tinado a situar los diversos sectores que la psicología clínica
no puede descuidar, y a destacar algunas de sus relaciones.
¡ 24
»
3. EI. EQUIPO NEUROLÓGICO INICIAL
25
tro del sistema nervioso para que sobre un fondo ele tonicidad
global, mantenido por innumerables aferencias. se destaquen
parejas ''estímulo-respuesta”, fuentes de excitaciones proprio-
reptivas, específicas y constantes en la medida en que este
emparejamiento sea efectivo y se repite. F.1 organismo, según
un proceso que puede describirse, pero cuya naturaleza per
manece siendo misteriosa, selecciona, entre las respuestas su
cesivas provocadas por la estimulación exterior, aquellas que
son capaces de disminuir un estado de tensión general o es
pecial que se ha originado por necesidades que sensibilizan
el organismo para ciertas categorías de excitantes. La res
puesta seleccionada, las aferencias proprioceptivas que produ
ce el estado de tensión y su remisión, el estímulo exterior
filtrado, aislado y repartido según el modo que lia generado
la respuesta útil, todo este conjunto se organiza y se funde
en una unidad de comportamiento, la que se caracteriza por la
interdependencia y la integridad de sus diversos aspectos. Im
plica, por definición, un efecto útil mínimo o al menos
inmediato y, por ello, tiende a repetirse en cuanto una u otra
de las componentes se encuentra activada. Además se pro
pone sin conseguirlo siempre, una disminución rápida, eco
nómica y durable del estado de tensión. Por este hecho, en
el curso de las repeticiones, la unidad se organiza siempre con
mayor nitidez hacia su efecto útil máximo mediante una se
lección de sus componentes dinámicas. Pueden entonces pro
ducirse transformaciones completas a partir del dispositivo
funcional inicialmente constituido, tanto que a veces es muy
difícil volver a encontrar la naturaleza y los límites de los
excitantes externos, la forma de las respuestas y hasta el grado
ele tensión que se hallaba en el origen de una unidad de com
portamiento evolucionada.
La observación muestra que el organismo nata- con cierto
número de unidades de comportamiento, las que se manifies
tan como consecuencia de excitantes determinados que al pa
recer son reconocidos inmediatamente en el medio cuando un
estado de tensión especial se produce. Implican asimismo una
respuesta o una serie organizada de respuestas ajustadas a los
excitantes y que ocasionan el descenso de la tensión. Tam bién
26
n, loinprueba una regulación automática de la actividad, ya
que las afercncias que nacen de la respuesta al excitante
modulan y ajustan sucesivamente la respuesta hacia la fuente
estimulante y hacia el efecto útil. Ciertamente, estas unidades
son sensibles al ejercicio, pues al repetirse el comportamiento,
éste se torna más seguro y más rápido, sin que la estructura
de conjunto cambie mayormente. Por tanto, en el equipo
neurológico del individuo existe un ordenamiento preforma
do, una interdependencia y una complementación preestable
cidas entre estados de tensión, excitantes externos, respuestas
motrices ) los efectos aferentes de esas respuestas (ejemplo:
la actividad de succión del recién nacido). Estas unidades
preformadas, hereditarias en la especie, vinculan estrecha
mente los individuos entre sí. Nacemos con similares unidades
de comportamiento, y los primeros signos de individualidad
sólo se manifiestan mediante diferencias en el aspecto inten
sivo de esos fenómenos de estructura semejante. La ausencia
o las anomalías de esos comportamientos preformados seña
lan inmediatamente una alteración grave de las estructuras
nerviosas hereditarias o un trastorno profundo de la salud
y permiten pronosticar con bastante seguridad una evolución
hacia un tipo humano aberrante y patológico.
27
tcrior originan un mecanismo aferente-eferente complicado
con cuya madurez se organiza en un lenguaje personal. Lo
mismo ocurre probablemente para la marcha: cuando la uni
dad de la conducta de locomoción está constituida sobre un
modo todavía indiferenciado, pero suficiente como para redu
cir ciertas tensiones, la presencia del modelo de posición ver
tical y la presión educativa orientan a la actividad hacia el
desplazamiento bípedo.
Mencionemos aún la progresiva incorporación de propie
dades neurológicas que parece acentuarse hacia los seis años,
permitiendo al individuo desarrollar sus respuestas motrices
sin que ello implique la ejecución completa de los actos. Esta
interiorización de la motricidad parece descansar, entre ouras
cosas, en un sistema de eferencias discretas, capaces de produ
cir aferencias proprioceptivas señaladoras del acto completo.
Esta interiorización es probablemente una condición esencial
de lo que llamamos el pensamiento y este último aparece como
una forma de tanteos v de experiencias que pueden realizarse
lejos de las cosas, sobre sus señales v con señales de respues
tas. Estas nuevas, propiedades del sistema nervioso también
representan disposiciones que sólo se constituirán en diver
sas unidades de comportamiento gracias al ejercicio v al con
tacto de modelos que crean definidas polarizaciones.
Del mismo modo, la ausencia de esas disposiciones, o al
guna anomalía en sus propiedades, llevan al ser a una evolu
ción aberrante e incompleta. Conviene destacar, por otra par
te, que como sólo se trata de disposiciones v que como h
forma definitiva del comportamiento dependerá de una ga
ma de excitantes exteriores y de modelos, la experiencia y la
acción del medio se convierten va en ese nivel primitivo, en
un profundo factor de individuación de los seres, de tal ma
nera que un niño criado por un lobo se desplaza y aúlla al
parecer como él y un niño nacido en París habla el francés,
en tanto que su hermano gemelo, criado por chinos, hablará
el chino.
28
5. INDIVIDUACIÓN POR CONDICIONAMIENTO EXPtRIMENTAL
29
de colectividades y de lugares particulares. Por otra parte,
la condición humana implica, para lodos, los mismos estados
generales de tensión que deben reducir. Resulta de todo ello
rl siguiente mecanismo de homologación que disminuye el
grado ele individuación: la misma constante en el equipo or
gánico inicial, las necesidades a satisfacer, el medio ambiente
v los modelos, la sucesión y el número aproximado de las
experiencias, y, por último, las mismas constantes en las uni
dades de conducta de los diversos individuos
El otro mecanismo plantea un problema difícil.
El individuo no es una suma de unidades de comporta
miento, formadas, en parte, por caracteres semejantes a todos
a partir de un mismo equipo orgánico inicial y por el hecho
de vivir en medios idénticos y de soportar las mismas pre
siones educativas y, por otra parte, por estar integradas por
caracteres que reflejan lo que hay de particular en sus dis
posiciones orgánicas o su género de existencia. Al contrario,
las unidades de comportamiento están organizadas para pro
ducir ciertos efectos. Constituyen conjuntos de recursos dis
ponibles, dominados por la búsqueda de adaptaciones más
extensas y profundas que los resultados aislados propios del
ejercicio de cada unidad. Así, el lenguaje empieza por orga
nizarse en un determinado número de unidades de conducta
que producen cada una un efecto útil: con ayuda de una
sola palabra el niño puede actuar sobre los otros y obtener
una satisfacción. Estas unidades no tardan en conectarse
para obtener efectos propios de la combinación y sólo de
ella. Ciertamente, el niño aprende, en contacto con mo
delos, un determinado número de combina* iones que son
corrientes dentro de la colectividad y este aprendizaje, im
puesto por el medio, es probablemente muy grande: pero
también aprende el niño a realizar sus propias combina* iones
v a ajustar palabras entre ellas para adaptarse a situaciones
nuevas. Si bien existe diversidad en el material inicial em
pleado y en los pasos dados, las combinaciones realizadas,
aunque conservando un carácter individual, están emparenta
das, no obstante, por una misma estructura y una misma fun-
s ión verbal. Lo mismo ocurre con las estructuras de activi-
30
dad práctica, ya que, para resolver un mismo problema
técnico elemental, los niños ponen en marcha y en un deter
minado orden, a menudo imprevisible de un sujeto al otro,
unidades de conducta que tienen cada una su propio
matiz. Cuando el problema está resuelto se comprueba que
todos los individuos tienen en común una misma estructura
de actividad que trasciende los tanteos particulares y a veces
la diversidad de las unidades movilizadas como medios. De
ello resulta que la situación, el problema y la solución se
presentan a cada uno de la misma manera, en cuanto están
esquematizados, es decir reducidos a la percepción y a la acción
eficaz más simple. Por último, lo mismo ocurre en el plano
del razonamiento: ante la situación y el problema, el indi
viduo ejecuta unidades de conducta muy complejas, senso-
riomotrices o verbales, productos de aprendizaje y de esque-
matización anteriores, que se desarrollan en una activi
dad interiorizada y eficaz. Cuando el efecto está logrado,
tanto la solución encontrada y la prueba administrada, como
la diversidad de los procedimientos y medios individuales,
puede reducirse a una estructura mínima necesaria, a un es
quema de operación que en su abstracción es el mismo para
iodos. Estos esquemas así separados se convierten en nuevas e
importantes unidades de conducta cuya generalidad, efica
cia y abstracción unen estrechamente a todos los individuos
que las han formado y fijado.
Intentemos destacar más claramente este mecanismo que,
a la inversa de la individuación por condicionamiento expe
rimental, asegura una homologación psicofuncional de los
seres.
F.l individuo para adaptarse ante una situación nueva po
ne en marcha sus diversos hábitos hasta que alguno o varios
de ellos, al modificarse y al coordinarse en contacto con los
datos exteriores, se muestran eficaces y rechicen la tensión.
I I sujeto apenas si distingue que sus actos sucesivos están
suscitados, en realidad, desde el exterior, por las particulari
dades de la situación. Tiene la ilusión de elegir y ensayar ins
trumentos <uando el empleo de cada uno de éstos, al enfren
tarlo diversamente con respecto a la situación, hace de ésta.
31
tn todo momento, un estímulo, en parte nuevo, que induce
nuevas respuestas. El individuo se siente el productor volun
tario de sus actos porque una vez que éstos han surgido en
estado de anticipación y de esbozo dentro de su misma per
cepción. interviene para realizarlos o, por el contrario, para
detenerlos. Debido a estas ilusiones cada sujeto cree querer
deliberadamente sus respuestas y las experimenta como otros
tantos operadores aplicados a la situación. Éstos, entonces,
son necesariamente percibidos v clasificados según sus efec
tos, más o menos positivos o negativos, con respecto a la meta
que se quiere alcanzar v a la tensión que se desea reducir.
Supongamos dos individuos que desean alcanzar la mis
ma meta ante una misma situación para reducir tensiones
que pueden ser de diferentes naturalezas; sin duda no res
ponderán a la situación ejecutando en el mismo orden sus
operaciones pero, a pesar de ello, van a percibir y clasificar
sus efectos de la misma manera, esto es, en positivos o nega
tivos. Si cada uno de ellos persevera en sus tanteos, llegará
un momento en que cierto número de unidades de compor
tamiento. idénticas o análogas habrán sido suscitadas como res-
puesta v clasificadas de la misma manera que sus efectos. Sub
jetivamente los individuos sentirán que disponen de opera
dores más o menos eficaces v que habrá en la jerarquía os-
tablecida por cada uno de ellos algunos puntos comunes que
irán aumentando a medida que cada ser agote el núm ero y
la variedad de sus respuestas posibles. C uando un efecto par
ticularmente feliz se produzca y sea percibido, acercándose
a la meta \ hasta permitiendo alcan/arla se le insertará den
tro de la jerarquía de los operadores ésta se encontrará así
modificada sin cesar en el curso del tanteo y. sobre todo, por
el éxito final.
Esta jerarquización abierta y continua de los pasos suce-
l | sivos es la que dehe ser considerada como esencial. El indi
viduo atribuye un valor a sus respuestas porque las percibe
como emanando de él, pero también distintas de él en cuan
to han sido queridas y elegidas. Según esto, las clasifica im plí
citamente de acuerdo con los efectos obtenidos y todo acto
nuevo, al situarse dentro de la jerarquía ya constituida, se
32
modilua \ reorganiza. Finalmente, sólo en el instante del éxi
to los operadores menos eficaces y las direcciones totalmente
erróneas se separan en función del acto más adaptado y el
tanteo se ordena entre estos dos polos. De este modo, al valo
rizar según un mismo criterio de éxito o de fracaso y en fun-
( ión de la misma meta o problema sus pasos sucesivos, los
diversos individuos llegan a la misma jerarquía de sus ope
radores v de las transformaciones que los han afectado en el
curso del tanteo. El sistema de valorización de los pasos será
tanto más semejante entre los individuos cuanto menos solu-
f iones diferentes implique el problema a resolver y cuanto
mayoi sea el número de operadores distintos que intervenga.
El sistema implicará entonces un esquema de actividad cons
tituida en primer término por simples oposiciones que se
pueden formular de la siguiente manera: frente a este pro
blema. tal paso negativo se opone al éxito de tal otro. Entre
estos extremos pueden ya ordenarse otras formas de acción
según sus semejanzas con el comportamiento de éxito y fraca
so. Pero algunas cuestiones pueden todavía plantearse, por
ejemplo: ¿qué le falta a esta reacción para convertirse en adap
tada? ¿qué se le puede quitar todavía a la respuesta adaptada
para que subsista su efecto?
Cualquiera haya sido el aspecto particular de sus tanteos,
los individuos tendrán en común, en última instancia, una
jerarquía de la eficacia de sus pasos frente a situaciones cada
vez más numerosas y con respecto a las oposiciones de efectos
que implican acciones que se excluyen (avanzar-retroceder,
empujar-atraer, levantar-bajar, poner-quitar. aislar-reunir, au-
mentar-disminuir. tnover-inmovilizar, deformar-reformar. es
perai intervenir, afrontar-rodear, simplifúar-complicar. etc.).
Para todos los espíritus centrados sobre el efecto de actos
probados como operadores se constituirá un cuerpo de com
probaciones y de reglas relativas a la acción y a sus condicio
nes de éxito y de fracaso, conjunto que trasciende cada vez más
los pasos prácticos bajo forma de anticipaciones, de planes,
de crítica y de justificaciones. A medida que se repite la ex
periencia y se extiende a nuevos problemas, se construye una
lógica del comportamiento práctico sentida bajo forma de
33
efectos incompatibles, de consecuencias inevitables o condicio
nales, de sucesiones, de reparticiones y de graduaciones nece
sarias. Llegará un momento en que dos individuos, enfren
tándose cada uno con un problema completamente distinto,
podrán dirigir y criticar sus tanteos, con ayuda de esa mis
ma lógica. Asistimos entonces a un curioso fenómeno que se
puede formular más o menos así: a pesar de las diferencias en
la forma, la calidad, la sucesión de los actos de cada sujeto,
en el modo en que anota sus efectos, ambos individuos, luego
de sus errores, terminarán por usar las mismas reglas en la
medida en que ellos esquematizan sus actividades para redu
cirlas a una estructura esencial de efectos producidos en cier
tas condiciones. Sólo desde este punto de vista los pensamien
tos individuales se reabsorben en un pensamiento humano ge
neral. F.1 lenguaje con sus signos, fijos por definición, desem
peña por cierto un papel importante en esta abstracción de las
estructuras de la acción, pero ;lo llenaría por sí solo si no
recubriera, precisamente, lo q u e la misma actividad instituye,
o sea la relación entre el acto v/ sus efectos consecutivos? La
lógica formal interviene para codificar esta vasta adaptación.
La mayoría de los seres, no obstante, ignora esta sabia ela
boración de las reglas según las cuales la actividad opera para
alcanzar ciertos resultados con exclusión de otros. La lógica
del mayor número forma cuerpo con la acción v con su subs
tituto el lenguaje, y se manifiesta precisamente en la manera
en que la actividad está organizada y percibida.
En resumen, cada experiencia, al condicionar a los seres
sobre ciertas señales y al dar una forma particular a su motri-
cidad, contribuye a la individuación, pero a la inversa, en la
medida en que las experiencias comien/an .1 diversificarse,
los individuos, al percibir las constantes propias de la misma
diversidad de los actos adaptados, v al nombrarlos gracias a
un lenguaje producido por intercambios sociales, se encami
nan todos hacia un mismo conjunto de reglas v de leyes, po
deroso factor de unificación funcional de los espíritus y de
las actividades.
34
IMHRENCIAS INDIVIDUALES EN EL GRADO DE INTEGRACIÓN
Y DE ORGANIZACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS OPERANTES
35
tada. Vemos, sin más, el enorme material que debe ser presen
tado en el plano interior para revivir las estructuras dinámi
cas. propias de varios problemas diferentes, y deducir sus for
mas comunes o sus oposiciones.
Esta aptitud, que el ejercicio desarrolla y cuyas conquistas
fija el lenguaje depende, sin lugar a duda, ele propiedades
neurológicas precisas. Sólo podemos enunciar los puntos si
guientes: el sujeto debe adoptar un cierto desprendimiento de
lo real concreto, sin responder incesantemente a todas sus
particularidades, si es que quiere reactivar los aspectos pasa
dos de la situación; debe ser capaz de hacer coexistir, en el
plano interno, un determinado número de datos diferentes,
lo que no puede realizarse sino haciéndoles sufrir una reduc
ción esquemática y, por último, debe repetir interiormente
acciones sobre éstos y confrontar las transformaciones así re
vividas. Todo esto supone la estabilidad y la extensión del
campo interno en el que se desarrollan estos fenómenos y el
uso adecuado de una gran cantidad de procedimientos, donde
el lenguaje colabora reduciendo a sus rasgos esenciales los da
tos que se deben hacer surgir y sucederse interiorm ente.
De este modo, la abstracción v el pensamiento no son po
sibles sino gracias a propiedades del sistema nervioso central
que. por el momento, solo nos son acccs 'des b a j o la forma
de sus efectos funcionales. Ahora bien estas propiedades se
distribuyen en los diferentes individuos alrededor de un deter
minado modo, como ocurre con todo carácter biológico. I.a
mayoría de los sujetos, por lo tanto, presentará una misma ap
titud de base para desprender las estructuras de actividades,
\ su pensamiento evolucionará de la misma manera a condl
ción de que sean semejantes los adiestramientos y de que los
problemas abordados alcancen un mismo grado d t diversidad
para cada individuo. Pero aparte de esta generalidad, habrá
sujetos cuyo estado neurológico sea poco compatible o in
compatible con la interiorización sostenida de datos nume
rosos: podrán contraer hábitos especiales, pero tropezarán con
grandes dificultades para abstraer las estructuras de actividad
que unen o diferencian esas diversas adquisiciones. Además, e
36
inversamente, encontraremos individuos que tendrán una se
ñalada facilidad dentro de este campo.
De este modo, el cncauzamiento hacia la abstracción y la
lógica activa depende de condiciones orgánicas que pueden
ser favorables, o bien desfavorables. Pero todavía intervienen
otros factores que complican singularmente el problema.
Recordemos, a propósito, el papel del ejercicio, el número
v la diversidad de las experiencias necesarias para que la abs
tracción de las estructuras dinámicas pueda realizarse. Ahora
bien, ¿hasta qué punto el individuo efectúa por su cuenta el
trabajo de interiorización y de confrontación necesario para
constituir lo que otros denominarían más directamente los
instrumentos de la inteligencia? Gran número de esos instru
mentos están proporcionados desde afuera por modelos de con
ducta, procedimientos, esquematizaciones, y por la misma es
tructura de la lengua. A veces, improcedentemente, se le ense
ña al niño a ser inteligente al obligarlo a ordenar actos de una
determinada manera con miras a un efecto, al constreñirlo a
recordar y, a menudo, a enunciar ese orden. Bajo forma de
procedimiento se le presentan, ya aisladas, estructuras dinámi
cas de acción eficaz que él no lograría esquematizar por sí
mismo sino confrontando una suma considerable de tanteos.
I ambién se le enseña a abstraer hasta cierto punto estas es
tructuras haciéndole aplicar el mismo procedimiento a pro
blemas diferentes y graduados; de este modo se habitúa a la
trascendencia di- una técnica cuya estructura general se des
prende poco a poco de cada aplicación particular. Por últi
mo. al obligarlo a elegir en tiempo oportuno entre diversos
procedimientos cuya abstracción ha comenzado a realizar, se
h adiestra en confrontaciones que organizarán aún más su
dinámica intelectual.
No hay duda de que esta educación permite a los indivi
duos alcanzar un nivel de abstracción que no podrían obtener
pm sí solos, tanteando a partir de experiencias sobrevenidas
al azar y no cuidadosamente seleccionadas. Pero también debe
señalarse que los sujetos pueden integrar diferentemente los
procedimientos intelectuales que les son dados de ese modo.
Para algunos, serán simplemente fórmulas adoptadas del exte-
37
rior, fuertemente ligadas a uno o dos contextos particulares,
cuyo grado de generalidad y su misma intervención no será
destacada. Para otros, esta generalidad será percibida y, ade
más, los procedimientos serán organizados entre ellos en una
estructura dinámica más amplia, que puede guiar en la elec
ción de las técnicas, la clasificación de los problemas y la abs
tracción de sus relaciones. Más simplemente diríase que estos
individuos han aprendido comprendiendo, en tanto que los
primeros han automatizado sin comprender. Sin embargo, des
de un punto de vista práctico, subsiste el problema de que
estas dos categorías de sujetos pueden proporcionar los mis
mos rendimientos ante un problema determinado sin (pie po
damos captar, a menos que realicemos un análisis minucio
so, la diferencia importante que los distingue. A quí locamos
un aspecto delicado de la psicología diferencial, o sea los ca
sos en los que, detrás de rendimientos idénticos, se disimulan
sin embargo cualidades y grados diferentes de las operaciones
mentales. Hasta podemos concebir el caso en que un rendi
miento relativamente pobre fuera dado por un sujeto (pie
todavía no ha automatizado bastante una determ inada opera
ción. pero (pie. en cambio, la ha abstraído y comprendido
suficientemente al aproximarla y distinguirla de otras opera
ciones. De idéntico modo, pero a la inversa, un rendimiento
superior podría darlo un sujeto muv adiestrado jhii numerosas
repeticiones de la misma técnica sobre un contexto determi
nado, pero a quien le costaría generalizarla en un problema
similar.
En resumen, si bien parece claro que desde ciertos puntos
de vista la abstracción progresiva de las estructuras operaciona-
les de la actividad une estrechamente los seres al conferir a
sus tanteos una misma orientación y a su actividad en general
una misma preocupación de coherencia, el lu d io de que esa
abstracción esté muy fuertemente dirigida jkii la educación
plantea nuevamente, no obstante, todo un problema de indivi
duación en función de un aprendizaje más o menos completo
y por una adaptación formal o funcional. Dos sujetos, en un
test, pueden aplicar con el mismo éxito, idéntico procedimien
to intelectual: uno de ellos consi ientc de transformar y de
organizar datos mediante una estructura de actividad suma
mente eficiente con respecto a otros datos, y el otro percibien
do mal o no distinguiendo, esa trascendencia y considerando
sólo un efecto inmediato útil que espera obtener. Por lo tan
to, cuando se trate de caracterizar completamente a esos dos
individuos y de “explicarlos” según sus particularidades, nos
encontraremos en presencia de un problema donde siempre
será difícil la dosificación de los factores responsables de las
diferencias, que a pesar de todo se impone saber objetivar. Tal
vez habrá que invocar un funcionamiento neurológico poco
favorable o, por el contrario, favorable a la confrontación
de datos internos, condición esencial de la abstracción, o ha
brá que hacer responsables a la educación, la instrucción y el
adiestramiento de las ineptitudes o de las facilidades compro
badas. De todos modos el individuo puede haber estado aban
donado a sus solas fuerzas v a sus intereses intelectuales redu-
( idos o bien, por el contrario, haber sido constantemente esti
mulado y adiestrado mediante los mejores procedimientos.
40
suist.uvum dcl estado de necesidad reviste entonces una forma
di comportamiento precisa gracias a experiencias con relación
a objetos o seres determinados; este comportamiento y esos
objetos se fijan y no tardan en volverse atractivos o repulsi
vos por sí mismos, caracteres que persisten con frecuencia lue
go de desaparecer la motivación primaria, iniciadora de la
asociación. He aquí un ejemplo preciso: es raro que un mu
chacho que lia sufrido la ablación testicular en la primera in
fancia manifieste más tarde pulsiones sexuales; en cambio, si
la ablación se produce después de haber vivido el sujeto expe-
rient ías sexuales satisfactorias, es frecuente que las siga bus
cando m is adelante, aun cuando se sabe que en el eunuco
ya no hay ninguna estimulación hormonal específica capa/
de explicar este comportamiento. La explicación correcta es
que la conducta experimentada se convierte por sí misma en
objeto de satisfacción. Todo objeto o situación asociados a
un estado fisiológico humoral o emocional de motivación pue
de permanecer así, por sí mismo, atractivo o repulsivo, líl
sujeto busca entonces esa situación o ese objeto, o los esquiva
según el caso, no resultando por ende la satisfacción sino de
la repetic ión del comportamiento como factor dominante.
Debemos adm itir, pues, que un mecanismo particular se ha
constituido en los centros nerviosos y que es su activación en
comportamiento la que lo convierte en fuente de satisfacción.
Poi eso resulta importante conocer esas formas de hábitos
que ya no satisfacen ninguna necesidad profunda, pero que
pueden emplear energía en detrimento de adaptaciones más
útiles.
No obstante, en la mayoría de los rasos, el estado de nece
sidad fisiológica sigue siendo dominante; además de ser satis
fecho gobierna a la motivación en último análisis; la forma de
la satisfacción representa un fuerte componente adquirido y
entonces debemos hablar de una diferenciación experimental
de la motivación.
Para satisfacer el estado de necesidad, el individuo busca
preferentemente determinados comportamientos y objetos, a
veces con exclusión de cualquier otro, a los que se ha habi
tuado \ a los que se han asociado sus primeras experiencias
H
agradables o desagradables. Por ejemplo, la necesidad prima
ria de alimento puede ser satisfecha de muchas maneras, sin
embargo los individuos se ajustan por sus preferencias a un
determinado régimen. La motivación recae no sobre la can
tidad de calorías y de vitaminas que el organismo necesita,
sino sobre ciertos alimentos familiares, que son preferidos a
otros alimentos desconocidos, que podrían originar experien
cias desagradables.
Por lo tanto, mediante la experiencia, se forman hábitos
de satisfacción y el sujeto aprende así a obtener real placer si
satisface a la vez el hábito y el estado de necesidad, o bien,
si se prefiere, el estado mediante el hábito.
43
postergados, al mismo tiempo que se acentúa un estado de
culpabilidad. Por eso el sujeto, al poco tiempo, ya no puede
abandonarse a la inmediata dulzura de vivir; ve otra vida
posible que disminuye el sabor del momento presente, al
que, sin embargo, tampoco puede renunciar. Una cantidad
considerable de energía se emplea en este conflicto en detri
mento de la que sería necesaria para disciplinarse y progresar
el gusto de vivir se altera, un estado crónico de insatisfacción
se enseñorea, estado que el individuo, inconscientemente, sut
le intentar combatir mediante la búsqueda de placeres vio
lentos que son así supermotivados por la insatisfacción ciclar
aspiraciones. Este conflicto, que siempre crea un desequilibrio
en la persona, puede también originar otras manifestaciones.
A menudo se trata de justificar la existencia fracasada —fra
casada sobre todo subjetivamente \ por el hecho del estado
de conflicto— arrojando la responsabilidad sobre las circuns
tancias, sobre el estado de salud, sobre la educar ion recibida,
sobre el egoísmo ajeno; se invocan, y tam bién se crean, deberes
imaginarios, el individuo se persuade de ineptitudes, de invali
deces, y hasta llega a odiar los atributos que no ha podido ad
quirir y el modo de vida que no lia podido lograr.
Señalemos, por último, el desgaste \ el debilitamiento de
las motivaciones por uniformidad del modo de satisfacción.
Hemos visto que uno se habituaba a consumar las satisfac
ciones de una manera determinada y que los hábitos así con
traídos se convertían pronto en una necesidad. Pero existe
un fenómeno antagonista. 11 individuo también busca la no
vedad en cuanto queda asegurado de que sus hábitos de sa
tisfacción están plenamente garantizados. I sta tendencia in
novadora implica quizás una búsqueda impló ita de satisfac
ción mayor y una anticipación de la em<x ión agradable unida
al rápido descubrimiento de las fuentes y formas de placer: se
debe estar plenamente seguro de la subsistem ia pava entre
garse a experiencias gastronómicas y también es necesario que
el hambre no sea imperiosa. De este modo se buscan nuevas
formas y nuevos objetos de satisfacción siempre que ya exis
ta un determinado grado de saciedad y que se tenga la sc-
46
guridail de poder volver, si se desea, a los objetos y formas
probados n i ya posesión se mantiene.
Desde el momento en cpie el individuo ha descubierto la
diversidad de los medios y formas de satisfacción de un mismo
estado de necesidad, puede atribuirse una apetencia particular
i esa diversidad. No es contradictorio, por tanto, habituarse
cada vez más a toda forma y objeto de satisfacción, a la par
(pie uno se habitúa a romper cierta monotonía al pasar a me
nudo de una a otra. Así, una motivación para una actividad
o un objeto determ inado puede debilitarse de repente porque
el individuo imagina o evoca otras condiciones susceptibles de
traer la misma satisfacción. De igual modo, cuando se está
próximo a la saciedad, es normal que la actividad o el objeto
de satisfacción se tornen menos atractivos; una actividad o un
objeto nuevos se benefician entonces con un atractivo no ate
nuado aún por un comienzo de saciedad, si el estado de nece
sidad que debe satisfacerse es todavía bastante fuerte.
Es evidente, por último, que los deseos de cambio y las
fluctuaciones de motivación que éstos acarrean, serán tanto
más freí tientes y pronunciados cuanto menos propios sean los
hábitos de satisfacción ya formados para aplacar completamente
el estado de necesidad fisiológica subyacente.
47
las necesidades afectivo-erótico-sexuales. Se trata de la bus-
queda de un placer particular de componentes físicos y sen.
timentales que se orientan progresivamente hacia un objeto
e inducen un comportamiento detetminado hacia la perpe
tuación de la especie. Basta con destacar los puntos siguientes:
a) El individuo es motivado rara ve/ para el fin último
de las necesidades erótico-sexuales. Su satisfacción reside ex
cepcionalmente en el nacimiento de un hijo. Está motivado
para la posesión de un ser con el que pueda intercambiar
un determinado placer, que es siempre deseado, intenso, com
pleto, capaz de originar un sentimiento de seguridad y con
fianza que lo preserve contra la frustración \ la culpabilidad,
instalándose dentro de una armonía afectiva general.
b) Moralmente, la mayoría de las sociedades controlan la
libre búsqueda de las satisfacciones erótico-sexuales. pues re
gulan una solución legal que asegura la protección del hijo
y la duración del hogar. Sin embargo, la sociedad debe tran
sigir con el poder de las pulsiones sexuales: aunque no san
cione esta libre búsqueda de satisfacción, la denuncia sin
embargo como culpable.
c) Las necesidades erótico-sexuales dependen de un me
canismo muy complejo. Están sometidas a amplias variaciones
e influidas por ciertos acontecimientos de la infancia. En
una palabra, se hallan fuertemente individualizadas. Por esta
razón, su satisfacción normal \ completa, que implica una
mutua adaptación de dos seres, es delicada \ está sujeta a
numerosas fallas, l ’na experimentación libre v franca permi
tiría a veces realizar mejores uniones, t into en el plano físico
como en el afectivo e intelectual. Pero e sta experimentación,
condenada moralmente, afecta desde el punto de vista social
a las personas que la intentan, sobre todo a la mujer. La solu
ción legal implica, en principio, una elección única que des
cansa en criterios muy exteriores, los que de ningún modo
permiten prever hasta qué pumo los dos copartícipes serán un
objeto de completa satisfacción el uno para el otro.
di Ciertamente, la libre experiencia sexual es posible
desde la pubertad, pero surgen dificultades crecientes por el
50
hedí ' de que si esta experiencia no está necesariamente san
cionada es por lo general considerada culpable, implicando
ciertos peligros, además de que la solución legal, por último,
no da a numerosos individuos la satisfacción y el equilibrio
esperados. La mayor parte de la gente se ve entonces colocada
frente a este dilema: o experimentar y vivir como culpable, o
renunciar a satisfacciones afectivas y eróticas que sólo la ex
periencia perm itiría descubrir. Para muchos individuos este
problema no tiene salida porque la libre experimentación, su-
poniendo que logren liberarse de la culpabilidad, resulta
incierta; esta experiencia no lleva inmediatamente al copar
tícipe ideal y si se repite y prolonga puede llegar a marcar
gravemente al individuo. Por otra parte, la renuncia a las
satisfacciones, sea cual fuere su forma, puede ciertamente ate
nuar la necesidad, pero no la suprime, al menos en lo que res
pecta a la complacencia fisiológica.
e) En estas condiciones un número demasiado grande de
individuos vive en estados de tensión, de insatisfacción, de irre
solución. de espera más o menos ansiosa o de culpabilidad a
veces intensa. Estos estados conducen con frecuencia a buscar
compensaciones desdichadas y pueden ser el origen de com
portamientos extraños.
f) Es común destacar la gran parte de azar que interviene
en la formación de las parejas felices o desgraciadas. F.n efec
to, los «.eres empiezan a comprometerse orientándose mediante
probabilidades y esperanzas; a las primeras decepciones, per
severan apoyándose en nuevas probabilidades, que los con
ducen a la desilusión total o a la experiencia feliz, de donde
provendrán individuos decepcionados o satisfechos. Natural
mente, la inteligencia, la delicadeza, la sensibilidad intervie
nen en estas aproximaciones más o menos acertadas, pero
existen tantos factores que entran en juego, tanta disimula
ción casi normal de las verdaderas necesidades afectivas y
erót ico-sexuales que es el tiempo, casi siempre, el único que
permite a los seres conocerse. Se comprometen en casi todos
los casos con un conocimiento incompleto y dependen en
gran medida del azar de un encuentro, de una demostración,
de una sonrisa, pero también de una reticencia, de una ti
51
midez, de un malentendido. En psicología clínica no debe
temerse señalar el azar ya que interviene sin cesar. Es un
error querer siempre reducir la suerte o la mala suerte a
ciertas particularidades psicológicas de los individuos, las que
en cambio inciden en la manera en que esos individuos reac
cionan ante esa suerte o mala suerte. Puede ocurrir que uno
haya sido favorecido y no obtener de ello ninguna satisfac
ción; en el caso inverso, uno puede resignarse v apaciguarse.
g) Como conclusión, se recordará que la satisfacción de
las necesidades afectivo-erótico-sexuales tropieza con frecuen
tes dificultades debidas al azar, a la moral social y a una
libertad de comportamiento relativa, cjuc no obstante es
condenada. Esta insatisfacción, rara ve/ confesada en su for
ma cruda, obsesiona a muchos seres. Es un poderoso factor
de inestabilidad del comportamiento \ una barrera para el
establecimiento de un estado general de satisfacción en la
existencia.
Todo ser humano debe mantener cierto tono general y
derrochar cierta cantidad de fuerzas, es decir, necesita acti
vidad. Cuando puede obrar libremente, sin encontrar obs
táculos y rivalidad, cuando sus actos producen sin esfuerzo
sus efectos y se suceden armoniosamente, obtiene satisfac
ción. En el seno del grupo social esta necesidad de actividad
lo lleva continuamente a afirmarse y a dominar; al afirmar
v al conservar asi cierto poder, el ser asegura probablemente
la satisfacción de sus necesidades vitales \ erótico-sexuales.
Otras pulsiones le hacen buscar igualmente la protección y
el amor de los demás. Desea dominar a la par que es amado
v valorizado por sus semejantes: también trata de distinguirse
de ellos y de someterlos, pero al mismo tiempo se esfuerza
por parecérseles por temor del abandono \ la soledad.
Las necesidades de poder y de amoi pueden manifestarse
mediante groseros impulsos. Pero la sociedad ha reglamen
tado seriamente esas tendencias mediante una gran cantidad
de imperativos positivos y negativos. Esta regulación moral
y social puede reducirse grosso modo a los siguientes consejos;
1. Puedes imponerte y dominar a algunos lo que es un
deber hasta determinado punto, pero no podrás lograrlo sino
52
manifestando algún valor reconocido y apreciado por los
oíros y que resulte útil para la sociedad; ese valor. lo\ deberás
adquirii y desarrollar; antes de dominar y para dominar,
comienza, en consecuencia, por someterte a un aprendizaje,
a modelos y a críticas. 2. Necesitas el amor de los otros, pro
teo ion, afecto y caridad. Tienes derecho a ello, por lo de-
más, pero siempre que no lo exijas incondicionalmente y
Mcmpre que suscites y conserves la benevolencia y el afecto
ajeno mediante dones semejantes.
El drama de la vida humana reside en las antinomias
existentes entre la naturaleza de las necesidades de poder y de
seguridad afectiva, por una parte, y en los imperativos so
ciales que reglamentan su satisfacción, por la otra. F.1 ser
que quiere dom inar trata de romper toda resistencia, de
apartar toda limitación a su actividad libre: ahora bien, se
exige de él una sumisión previa, a menudo total. I.a persona
necesita ser amada y reconfortada sin cesar mediante expre
siones de afecto, y tanto más satisfacen éstas cuanto más sin
cero resulta ese amor y afecto; sin embargo se le exige que
empiece por dar gratuitam ente su propio afecto.
F.s innecesario demostrar los fundamentos de estos impe
rai ivos; bajo forma de obligaciones morales, consagran uno
de los aspectos básicos de la psicología de las relaciones inter-
individuales e indican los únicos caminos seguros que con
ducen a la satisfacción.
I.a gran dificultad reside en la continuidad de los pasos
que permiten adquirir progresivamente las cualidades que
aseguran el poder y obtener de los otros los testimonios
reconfortantes de afecto. En verdad, sólo con el tiempo y
después de mucho empeño, las satisfacciones perseguidas co
mienzan a manifestarse. Ahora bien, biológicamente toda
satisfacción diferida origina un estado penoso y refuerza la
necesidad a menos que, gracias a una actividad psicológica
muy evolucionada, podamos imaginar las satisfacciones fu
turas ron certeza y sentir que se aproximan en proporción
a los medios empleados. Pero en el caso de las pulsiones de
que nos ocupamos, la situación resulta paradójica: a la obli
gación íle diferir la satisfacción se añade el recurso de me-
dios que van en contra de los deseos inmediatos; hay que
someterse a un aprendizaje en lugar de obrar libremente y
de dominar; hay que agradar a los otros y amarlos en lugar
de recibir inmediata y gratuitamente las pruebas de su amor:
y, todavía, esta disciplina hay que imponérsela sin garantía
segura de una recompensa próxima. Se comprende, enton
ces, que el ser, en lugar de consentir esa represión de las sa.
tisfacciones inmediatas, se deje llevar a menudo a reacciones
impulsivas que, sobre todo en la infancia, ocasionan sancio
nes que rebajan al que esperaba dom inar e imponerse sin
esfuerzo. %
Ante la dificultad para efectuar los aprendizajes, que son
los únicos que confieren con el tiempo un poder real, ante
la ineficacia y el peligro de los comportamientos groseramente
independientes y autoritarios, el individuo busca a menudo
diversos compromisos. Se apegará a las aparienc ¡as del poder
y a los campos en donde, con facilidad, puede afirmarse; se
jactará, alardeará, adoptará un tono \ una compostura, se
apegará a los atributos exteriores de la autoridad, de la no
toriedad, de la riqueza. Otra técnica consiste en desvalo
rizar sistemáticamente todo lo que nos supera o nos alcanza
en valor y originalidad y en subrayar con conmiseración o
menosprecio lo que nos es inferior. En lin. cada cual puede
refugiarse en lo imaginario y allí desarrollar interminables
ensueños de poder, juego apaciguante, pero en donde las
horas consagradas a la comedia están perdidas para la adap
tación a lo real. Recordemos a un empleadito de oficina que
pasaba una parte de su existencia triste y opaca en imaginar
que él era Winston Churchill y que dirigía la jxdítica mun
dial; pensemos en todos los adolescentes q u e , durante las
horas de clase en las que no pueden afirmar nada de sí mismos,
pilotean, cubiertos de galones y abrumados de responsabili
dades, un pesado cuatrimotor por ene ima ele un océano de
nubes.
Las dificultades para realizar el comportamiento oblativo,
que a la larga es el único que nos retribuye el sincero afecto
de nuestros semejantes, determinan también una gran can
tidad de reacciones para obtener y fijar ese afecto sin don
54
previo v renovado de nosotros mismos, invocamos el carác
ul sagrado de la fe y del amor que liemos jurado; el derecho
al afecto y a las consideraciones y temiendo realizar una mala
inversión, examinamos las pruebas de simpatía antes de dar
las nosotros mismos, ya que la inestabilidad afectiva de los
otros nos inquieta profundamente, por lo que buscamos ga-
rantías, las ponemos a prueba y a veces extorsionamos y
estamos ciegos sobre la fragilidad de nuestras propias afec
ciones.
Ciertamente, lograr un equilibrio entre los estados de las
necesidades y su aplacamiento se hace de este modo muy
difícil cuando la satisfacción debe avenirse a la vez con las
prohibiciones y las obligaciones. Felizmente la educación,
durante ese período de impotencia social y física que es la
infancia, doblega a los jóvenes a la disciplina que permite
adquirir sin demasiado trabajo una gran cantidad de hábitos
v de diferenciaciones socialmente valorizadas; el medio am
biente del niño, relativamente restringido, sus apetitos más
débiles y menos numerosos que los del adulto, hacen tole
rable la sujeción educativa que se opone a la necesidad de
(joder que, pronto, se exaltará en la adolescencia; en el niño
predomina la búsqueda de seguridad y de afección y se faci
litan los aprendizajes impuestos y éste, al someterse, se siente
mejor protegido y amado. F.l padre y la madre, capaces du
rante mucho tiempo de un comportamiento oblativo espon
táneo con respecto a su prole, pueden orientar a sus hijos
con bastante facilidad brindándoles pruebas de cariño; el niño,
entonces, sintiendo que no ha perdido el amor que necesita,
lo que realm ente lo enloquecería, puede dedicarse a hacer
que renazcan sus manifestaciones siguiendo consignas de dis-
ciplina y de trabajo. Por último, el niño posee el incom
parable recurso del juego, al que se ve incitado libre y abier
tamente, desempeñando en él una multitud de papeles que
logran satisfacer su necesidad de poder.
1.a evolución del ser sería probablemente más fácil si ya
en la infancia, gracias a un hábil tanteo, escogiera libremente
las técnicas y los conocimientos en donde sintiera que puede
afirmarse. Se apartaría entonces de aquellos aprendizajes que
55
le son pesados, debido frecuentemente a las particularidades
de su organismo, para orientarse en cambio hacia los que
por su mejor adecuación le permitirían afirmarse desde un
comienzo. Sin embargo, se estima que una especialización
precoz, según la línea de la mayor facilidad individual de
adquisición, no puede desarrollar convenientemente a un ser
completo. Se obliga, por tanto, a todos los individuos a se
guir un mismo programa de instrucción creado para un tér
mino medio, en realidad difícil de definir, y se piensa que ese
programa es válido porque un buen número de alumnos se
adaptan a él. No obstante se reconoce implícitamente lo
que hay de injusto y de psicológicamente erróneo en esa
obligación a numerosos aprendizajes paralelos y dispares ya
que, finalmente, los alumnos son promovidos de acuerdo con
un término medio general (quedando en reserva, no obstante,
la importancia de algunas disciplinas de base). ;Fso no es
admitir que existen facilidades que compensan insuficien
cias y que el valor de un ser es manifiesto en cuanto —por
lo menos en un campo— progresa, se afirma v produce? Hay
casos, por cierto, en que la especial ización precoz es deplo
rable, cuando constituye, por ejemplo, una fuga de la reali
dad o cuando se opone y origina la desvalorización de todos
los campos que no cubre. Sin embargo, en la mayoría de
los individuos la especial ización conduce rápidam ente a pro
blemas generales y a la organización del saber v de la acción,
l a necesidad de otras especializ.aciones se hace entonces sen
tir y el individuo, que ya posee una determinada técnica
y se halla tranquilo, se dedica de buen grado a nuevos apren
dizajes. Su objetivo surge de ello evidente, por lo que tiene
la certeza de aumentar un poder cuyas premisas ya están en
él, o puede emplear en el nuevo aprendizaje lo que va ha
adquirido en disciplina de esfuerzos ' de mecanismos de
abstracción semejantes, l.a especialización constituye el ca
mino funcional hacia la cultura, en lugar de una cultura
general impuesta demasiado pronto, que obliga al ser a cons
tituir simultáneamente conocimientos y técnicas mentales
dentro de campos muy distintos que no atañen a las mismas
aptitudes, y hace que numerosos individuos tropiecen con
56
dilii ultades que a veces los apartan para siempre de ciertos
sed ores de las letras, las ciencias o las artes.
No se trata aquí de proponer soluciones pedagógicas, si
es que éstas existen. Destacamos simplemente que. de la ma
nera en que el niño adquiere las técnicas y los conocimiem
tos que se juzgan indispensables en la lucha por la existencia,
éste debe afrontar simultáneamente campos muy distintos
como para que pueda sobresalir en cada uno de ellos. Par
tiendo de cada facilidad individual y de su grado, se podría
extender progresiva y armoniosamente la cultura; a falta de
eso se podría dar, al menos en ttn sector, una seguridad in
telectual v la conciencia de un valor. ¿Por qué ese deseo
de enseñar a los jóvenes tantas cosas a la vez, deseo con el
cual se debió transigir, por lo demás, al crear secciones en
la enseñanza? Descansa, según creemos, en una angustia a la
que nadie puede escapar; la vida humana es breve, la época
durante la cual el niño es plástico y sumiso es corta y, en
cambio, la cultura humana acumulada durante siglos es tan
vasta, las técnicas intelectuales útiles tan numerosas, que
existe la creencia de que sólo hay ese medio para no pos
tergar a los jóvenes. Para su cumplimiento se impone hacer
les asimilar y autom atizar en todos los ámbitos posibles del
saber el mayor núm ero posible de conocimientos, o un mí
nimo en todo caso, y dar así a cada uno la posibilidad de
equiparse completamente. Por cierto, no se vacila en lo refe
rente al lenguaje hablado y escrito. F.s un deber desarrollar
preco/ y com pletam ente el instrum ento mental que carac
teriza al ser hum ano pero, más allá aún. esa angustia frente
a eventuales y temporales lagunas de la instrucción, ¿no es
con frecuencia una fuente de males? Muchas escolaridades
resultan envenenadas por una ineptitud que se trata en vano
de corregir o de compensar sin mayor provecho, en tanto
que el niño, desalentado u orientado hacia valorizaciones
artificiales de |>oca monta, ve estancar aptitudes que, acerta
damente dirigidas, le hubieran permitido afirmar desde muy
temprano algún valor. Consideremos solamente a los alum
nos que manifiestan aptitud para el dibujo o para los tra
bajos manuales, los que imaginan y redactan fácilmente, o
S7
calculan bien, o son airaídos por la música o los idiomas,
o bien son buenos observadores y coleccionistas, y los que
se distinguen únicamente por su soltura social o que se im
ponen por cualidades deportivas. Se les obliga a lodos, salvo
raras excepciones, a consagrar la mayor parte de su energía
y de su tiempo a proporcionar un rendim iento mínimo en
sectores donde tienen menos facilidad, lo que 1 s impide
avanzar rápidamente en aquellos que los atraen y para los
cuales están dotados. En una palabra, se impone un freno
en la dirección en que se orienta natural v fácilmente el
funcionamiento físico y mental y una aclis ación voluntaria
para acentuar una movilización de toda la energía en los
campos para los cuales existe repulsión y en donde las difi
cultades de aprendizaje son casi siempa reales \ los resulta
dos obtenidos comúnmente desilusionantes. Pero a todo esto,
nos preguntamos: ¿resultaría alguna tragedia si se dejara a
los individuos especializarse lo más pronto posible y a afirmar
ampliamente su valor en donde ésie existe? ¿No se llega hasta
reprocharles, a veces, cualidades que reclaman expansión y
organización, echándoles en cara lagunas que interesan a sec
tores donde, prácticamente, las fuerzas del individuo jamás
se emplearán? Esta actitud, ciertamente, es exigida de la mis
ma forma por instituciones escolares \ sociales establecidas
para la juventud. Al comprobar este estado de hecho, (jue
probablemente es difícil modificar (on utilidad inmediata, el
psicólogo sólo puede destacar sus repercusiones psicológicas
desagradables, más fáciles de anot o que las ventajas. De
jando de lado a los sujetos mejor dotados para ad t piarse con
igual éxito a numerosos trabajos intelectuales diferentes,
queda una mayoría de individuos que durante mi juventud
no extreman sus fuerzas allí donde tienen facilidades, porque
se ven obligados a afanarse para afirmai tan sólo resultados
flojos o medianos en campos para los cuales tienen pocas
disposiciones. A pesar de todo, quiérase o no, se trata final
mente de un adiestramiento (pie al ser perseverantemente
exigido, aun cuando se acepten sus dificultades, sepulta las
auténticas posibilidades de evolución, las (pie acaban por
inspirar dudas y hacerse improductivas por haberse cumplido
58
la rpot a <n que era fácil su entrenamiento. Demasiados in
dividuos pierden así para siempre la ocasión de adquirir y
aiinnar un valor y un poder que poseían como promesa.
No dejan de tener cierta conciencia, clara o vaga, de esa
decadencia por la no estimulación y diferenciación de sus
retín sos, que se van apagando a medida que la plasticidad
nerviosa disminuye, y se ven condenados a un sentimiento de
no realización de su propio ser y a una fuga frecuente en
lo imaginario.
La torpeza educativa y la estruc tura de numerosas insti
tuciones sociales tienen por cierto gran parte de responsa
bilidad en esta realización de los seres en el sentido inverso
a sus mejores recursos; pero el problema psicológico de la
satisfacción de las necesidades de poder y de afecto permanece
en el origen de todas esas dificultades: “Quiero el poder con
la libertad, pero si debo someterme y afanarme para alcan
zarlos ya no se trata ni de poder ni de libertad: quiero el
afecto de mis semejantes, pero este afecto no será seguro
si previamente no me llega a mí gratuitam ente”, tales son las
fórmulas brutales que expresan los estados de necesidad y
muestran al mismo tiempo la casi imposibilidad de satisfac
ciones inmediatas, completas v frecuentes en las condiciones
de vida social. F.l individuo, por tanto, debe sin cesar tran
sigir con sus pulsiones y los obstáculos para llegar a compro
misos de satisfacción v contentarse con ellos. F.n este apren
dizaje de la satisfacción "posible” es donde reside acaso la
mayor dificultad de la existencia.
Hemos visto que el ser buscaba ante todo la felicidad y
.¡ué ese estado, cuyo grado y estabilidad sería tan importante
poder determinar, era de los más difíciles de definir. No
puede depender de la satisfacción momentánea de tal o cual
estado de necesidad ya que un contentamiento intenso puede
enseñorearse de un individuo muy desdichado, que lo se
guirá siendo una vez pasada la emoción agradable. La feli
cidad. siempre relativa e individual en sus formas, supone
una sucesión de satisfacciones no interrumpida por frecuen
tes retornos a estados de necesidad e incumplimientos peno
sos. Pero esa satisfacción sostenida no puede instalarse sin
59
que cada apetito satisfecho que no pueda ya engendrar placer,
dé lugar a que otro apetito insensiblemente desarrollado se
satisfaga a su vez y deje lugar a un tercer apetito, y así su
cesivamente hasta que el ciclo se cierre y se renueve espon
táneamente, sin que ninguna estereotipia se imponga o resulte
necesaria. Se ve también que si, de repente, un estado de
necesidad muy intenso se instalara sin poder ser inme
diatamente aplacado, desorganizaría este ciclo al inhibir otros
apetitos que hubieran tenido la posibilidad de satisfacerse en
el momento y mantener un estado de satisfacción. Ser feliz
depende, por tanto, finalmente, de cierto equilibrio en el
grado de los estados de necesidad, en el ritm o y la sucesión
de las satisfacciones, en el número \ la variedad de los ape
titos, debiendo ser suficientes ese número v esa diversidad
para asegurar la sucesión misma de estados agradables, sin
llegar a ser demasiado elevados para no introducir compe
ticiones, interferencias y una imposibilidad de satisfacerlo
todo.
Señalaremos inmediatamente que este equilibrio de sa
tisfacción, cuyo aprendizaje debe realizarse en el curso ríe la
existencia, implica una complacencia y disposiciones favora
bles de parte de nuestro organismo biológico: el individuo
sano, ¿no saca por ventura un contento continuo ríe una
vitalidad siempre lista a Tesponder a las solicitaciones del
medio? Es necesario, luego, que el sn ha\a logrado diferen
ciar sus estados de necesidad elementales en tina serie de com
portamientos diferentes socialmente aceptables, v que el ejer
cicio ríe cada uno de éstos implique ríe ese modo un verda
dero placer. Por último, ya que en numerosos campos es
imposible la satisfacción inmediata e integral (podei s< - l i
ndad, amor) y que en la realidad sólo existen compromisos,
éstos deberán ser forzosamente aceptarlos: hav que m ultipli
carlos y extraer sucesivamente de cada uno de ellos todo lo
que puedan ofrecer en vez de agotarse en una búsqueda abso
lutista centrada en un solo punto. Este equilibrio, que re
viste formas distintas según la edad y el medio social y cultu
ral de los sujetos, constituye en resumen lo que a menudo
importa caracterizar y explicar en la psicología aplicada a la
60
clínica puta distinguir las zonas y formas de insatisfacción
que tornan vulnerable e inestable a la personalidad. La
importancia y la dificultad del tema nos incita a presentar
además en el parágrafo siguiente algunas observaciones com
plementarias.
61
apartada por otro deseo para que en esto haya duración, va
riedad iv renovación.
Los deseos, que por lo demás pueden ser todos intensos,
deben así limitarse unos a otros, permitiendo su recíproca
moderación el establecimiento de un comportamiento en
donde la satisfacción se exalta por sus mismas alternativas y
moderaciones. Por último, insistiremos que este equilibrio
de satisfacciones implica un efecto estético, un sentimiento de
dominar a los objetos de placer, lo que conviene a la nece
sidad de poder, siendo por otra parte el único que satisface
un deseo de plenitud de vida \ de funcionamiento completo,
en el cual el ser está presente con todas sus posibilidades.
F.1 ejemplo epicúreo elegido sólo interesa, en verdad, a un
momento particular de la existencia; sin embargo, esta no
ción de equilibrio de las satisfacciones se extiende sin más
a todos los aspectos de la vida y a su orgaui/ac ión total. Con
sideremos las tensiones amorosas que abierta o secretamente
fijan en cada ser fuerzas importantes I a toporo dentro de
este sector podría resultar un estado de felicidad de la bús
queda unilateral de una sola forma de satisfacción, de la sola
saciedad erótica, por ejemplo, o de la entera subordinación
del ser deseado. Los copartícipes solo pueden mantener el
deseo, el uno en el otro, revelándose sucesivamente sus cua
lidades y alternando los aspectos seductores de su ser. sin
imponer el mismo durante mucho tiempo para no producir
saciedad, pues es necesario que la persona física v erótica sepa
borrarse ante la persona intelectual \ racional, la <pie deberá
ceder su lugar a un ser sensible, espontáneo e intuitivo; hay
que saber mostrarse sucesivamente dominador v sumiso, rea
lista y fantasioso, carnal y espiritual, fuerte v t ipa/ d<- aban
dono, en una palabra, desarrollar toda una gama de caracte
rísticas humanas a las que cada uno de nosotros concede un
precio tanto mayor cuanto que esa misma alternancia crea
contrastes felices y revela un ser completo en el que siempre
se tendrá la seguridad de encontrar las resonancias que se
necesitan. ¿Habrá todavía que añadir que el equilibrio de
tales parejas exige que cada uno de los copartícipes haya
formado un gran número de comportamientos diferenciados?
62
|\s necesario que. teniendo iguales apetitos, cada uno de los
individuos se ofrezca al mismo tiem po al otro como el objeto
\ el ser que puede sucesivamente satisfacerlos a todos. E'.n-
tonces. volveremos a encontrar necesariamente el fenómeno
de equilibrio precedentemente descripto. I.os diversos deseos
se moderarán recíprocamente, para tener cada uno su parte
v un sentimiento de intercambio completo, m antenido inde
finidamente por la diversidad de sus formas, siendo cada
una de ellas fuente de placer, fijará electivamente a ambos
seres Semejante ajuste debe ser siempre elaborado y cons
truido partiendo de un m ínim o de conveniencias recíprocas
necesarias para su establecimiento que. casi siempre, se revela
al azar de los encuentros. Parece entonces que el único modo
de construir este ajuste depende de una necesidad m utua de
agradar, lo que siempre equivale a dar algo de sí mismo, en
vez de exigir. Existe entonces respuesta a un don que causa
placer mediante otro don destinado a producir en el coparti-
i ipe un placer mayor; la interdependencia del intercambio
se organiza de este modo y el temor de cansar a quien se
ama lleva a cada ser a revelar todas sus posibilidades, ofre
ciéndolas libremente en lugar de imponerlas. He ahí que se
produzca ese fenómeno incomparable del que nace un placer
intenso por sentirse fuente de placer para el otro. F.s muv
probable que esta satisfacción particular, bajo una forma muv
evoliu ionada. llene la necesidad de poder, lo que es fácil de
comprender, porque aplaca al mismo tiempo la necesidad
de seguridad eu tanto el individuo se siente amado y prefe
rido por todo el placer que él da; la motivación a perseverar
en un comportamiento oblativo, que determina una conducta
similar en el copartícipe, es pues intensa v los afectos, las
amistades o los sentimientos amorosos (pie se desarrollan de
acuerdo con este mecanismo son durables y representan, por
su estructura, la forma de felicidad probablemente más com
pleta que pueda gozar un individuo. Esta aseveración va se
anticiparía al solo hecho de observar que innumerables seres
sueñan y aspiran a este intercambio interindividual, fuente
de placeres indefinidam ente renovados, en donde se recibe
más de lo que se da para dar aún más a su vez. Tam bién
se presiente obscuramente que esas relaciones no son posi
bles sino con un copartícipe muy rico en cualidades, riqueza
y cualidades que cada cual, por lo demás, define según sus
necesidades y su nivel cultural. Pero, además, se comprende
que el intercambio no puede establecerse con un copartícipe
que sólo pudiera ser fuente de una sola forma de placer, por
perfecta que ésta sea: ¿no se desea siempre la reunión de la
belleza, la sensibilidad, la inteligencia, el espíritu, la fuerza,
la ternura, etc.? F.n una palabra, siempre se imagina un co
partícipe que al mostrar un nuevo atractivo haga echar de
x menos el que momentáneamente acaba de eclipsarse. I.a ob-
servación muestra, además, que los afectos, los sentimientos
amorosos y las amistades mueren a menudo en el instante
en que los seres va no saben renovarse el uno para el otro
e imponen demasiado las únicas cualidades que poseen, re
petición e insistencia que evita el perfecto intercambio afec
tivo por temor de que el mismo don demasiado frecuente
deje de ser un don: los seres llegarían entonces a reprocharse
la estereotipia de sus cualidades, su incapacidad de no saber
ofrecerse renovados, de no sentir (pie fatigan. F.sta queja
se expresa en la fórmula "no tratar va de agradar”, y se ol
vida. entonces, que el intercambio ha cesado, que el ciclo
se ha interrumpido y que, si va no tratan de agradarse, es
casi siempre porque se lia renunciado a tal esfuerzo.
II
O =:
Podríamos también observar que en el amor divino (con
siderado desde el solo punto de vista del comportamiento v
vedándonos toda incursión fuera de nuestro cam po), la ne
cesidad de poder y de expansión se diluye en la seguridad
resultante de un don total e incondicional de si; el poder
resulta de esta participación en el amoi ofret ido por Dios
y de la sumisión total a su voluntad que. al manifestarse a
nosotros en todo momento, se hace nuestra en la medida
en que nos identificamos con ella mediante nuestra obe
diencia; participamos entonces en la misma voluntad v en el
poder de Dios dentro de una seguridad que nada puede per
turbar. Se comprende que una necesidad de absoluto o una
sensibilidad gravemente afectada por los golpes de la exis
tencia se encamine hacia semejante refugio. Además, el amor
fO
64
inagotable de Dios y su perfección dispensan al que puede
entregarse a una vida religiosa sincera, satisfacciones espiri
tuales tanto más fuertes cuanto más esta vida tienda natural
mente a intensificarse, pues al pedir se recibe, pero el pedido,
en la vida espiritual evolucionada, es un acto de fe y un
determinado don de sí mismo. Volvemos a encontrar, por
lo tanto, el proceso de intercambio que hemos descrito pre
cedentemente.
Una ve/ satisfechas las necesidades indispensables para la
vida, la felicidad del hombre depende sobre todo de sus rela
ciones con sus semejantes y, por consiguiente, de ese equilibrio
de las satisfacciones mediante el intercambio de comporta
mientos oblativos. Pero, ¿por qué es tan rara vez alcanzado?
Se pueden invocar las siguientes razones. En primer lugar,
ya se trate de afecto y de amistad con supresión de todo com
ponente erótico-sexual, o por el contrario, de amor, debe
existir entre los seres un determinado preajuste de carácter,
cultural, intelectual y físico. Es indispensable que, desde un
principio, los copartícipes encuentren el yno en el otro cua
lidades y características que los atraigan recíprocamente, con
tanta expansión y generosidad como para contrarrestar ras
gos menores que podrían desagradarles. Por ello, innegable
mente, existe una gran parte de azar para (pie se formen
estos pares preadaptados. En segundo lugar, podemos encon
trarnos con numerosos seres, reconocerles cualidades sin que
éstas no nos seduzcan porque se asemejan a caracteres que
nos desagradan o nos dejan indiferentes. En tercer lugar,
podemos encontrarnos con otros que nos agradan entera
mente, pero entonces somos nosotros los que no ofrecemos
la misma seducción. De este modo, el azar que invocamos
no reside tanto en la dificultad de encontrar en otro las cua
lidades que nos agradan como en la reciprocidad de ese des
cubrimiento entre dos seres; además, no se trata de una
completa identidad en las necesidades, los gustos, las inteli
gencias y las sensibilidades, sino de características, unas simi
lares, otras complementarias, entre dos seres psíquicos y afec
tivos, entre sus constituciones biotipológicas, y entre sus grados
de vitalidad y de resistencia nerviosa. Ante la débil probabi-
65
lidad de encuentro de dos constelaciones de características
convenientemente preajlistadas, nada hay de abusivo en sub
rayar el papel del azar: esta probabilidad se reduce aún por
el hecho de que los seres pueden encontrarse sin que las cir
cunstancias sean favorables para que puedan o se atrevan a
revelar entre sí lo que realmente son e iniciar así el ciclo
automático de los comportamientos oblativos.
Para vivir felices con nuestros semejantes no podríamos
contar, por consiguiente, con la débil probabilidad de los
estados de preajuste recíproco. Los mismos padres no están
seguros de encontrar en sus hijos la constelación de factores
físicos y psicofuncionales que correspondan a sus propias
particularidades y que aseguren un intercambio afectivo fe
liz; ¿puede pretenderse encontrarla en los superiores, los co
legas o los subordinados que nos imponen las circunstancias?
F.n la mayoría de los casos la armonía de las relaciones hu
manas y la seguridad indispensable que es su consecuencia,
descansan en una vigilancia de nuestras reacciones y en un
esfuerzo voluntario. Debemos aceptar a los individuos tales
como son, limitar nuestras exigencias a su respecto, tomar
conciencia de los comportamientos a la vez plañideros, domi
nadores y reivindicadores que, bajo formas más o menos
socializadas, estamos manifestando sin cesar; debemos tratar
de iniciar un intercambio de comportamientos oblativos v
mantenerlo a pesar de los fracasos.
Debe señalarse que los mandamientos de la caridad cris
tiana implican el único mecanismo psicológico natural sus
ceptible de crear a la larga entre los seres un ajuste continuo
y ser fuente de felicidad. Algunos individuos tienen la suerte
inestimable de vivir este ajuste gracias al encuentro fortuito
de estados de adecuación que establecen el ciclo de inter
cambio de las satisfacciones. Otros tienen el mérito del es
fuerzo inicial y el sincero amor hacia el prójimo, lo que les
atrae crecientes afectos. La mayor parte de los seres, c uando
son sinceros y capaces de una introspección suficientemente
diferenciada, reconocen que, al no haber encontrado en la
existencia los copartícipes perfectamente preaj listados, espe
ran siempre, no obstante, esc posible encuentro: en tanto que
66
algunos perseveran en buscarlo activamente, otros lo imagi
nan y se refugian en un m undo de ensueños. Sin embargo,
k h Ios deben vivir en la realidad con los seres que tienen a
67
fechas y todas las sensibilizaciones y desviaciones engendra
das por las particularidades de la historia vital y de la educa
ción son reactivadas. Se produce entonces, a menudo, el co
mienzo o la acentuación de una serie tentativas torpes para
volver a encontrar una suficiente cantidad de satisfacciones. Se
buscan compensaciones, se evade hacia los placeres fáciles, se
refuerzan las actividades centradas en el poder, en la captación
y el avasallamiento de los afectos, se hunde en lamentaciones,
manifestaciones de pesar, reivindicaciones para atraer socorros
y, por último, a veces, se cae en una regresión general del
comportamiento hacia formas infantiles para dism inuir el
campo de las responsabilidades, de la lucha, de las pretensio
nes no satisfechas y de las ocasiones de fracaso. Hay así una
gran cantidad de síntomas que surgen finalmente porque el
ser, en el curso de su existencia, no había llegado a un
equilibrio de las satisfacciones que descanse sobre la franca
aceptación de la realidad y la movilización de un suficiente
número de comportamientos oblativos auténticos.
Se presentan casos, por último, en que el equilibrio acos
tumbrado que hemos descrito, no logra establecerse y dar al
individuo, con relación a su nivel cultural y social, ese con
junto de satisfacciones resultante de algunos deberes acep
tados y cumplidos, dentro de un marco de vida lentamente
mejorado, con hábitos que confirmen cada día su valor prác
tico y con placeres limitados, pero de periodicidad asegurada.
Dos mecanismos diferentes pueden determinar esa incapa
cidad:
/. El individuo, como consecuencia de insuficiencias sen-
soriomotrices, afectivas e intelectuales, congênitas o adquiri
das, no puede desarrollar una actividad suficientemente es
tructurada para que el ejercicio de conductas diferenciadas
confiera satisfacciones. l;n efecto, existe c ierto placer en repe
tir comportamientos de adaptación social, intelectual y manual,
lo que permite al ser vivir sus poderes adquiridos y que por el
momento satisfacen su necesidad de afirmación. F.1 individuo
es así motivado para manifestar y mejorar en cada ocasión todas
las reacciones diferenciadas que forman su valor y su caracte
rística de individuo. El poco dotado en sus talentos y sus ad
68
quisiciones depende estrechamente de las contingencias exte
riores como fuente de placeres. Será poco exigente sobre su
calidad, pero se volverá más esclavo de esas satisfacciones pasa
jeras cuando menos capaz sea para el gozo de su propia activi
dad, debido a su pobreza o torpeza para confirmar poderes se
guros de efecto. F.ste individuo siempre se apegará más a
algunos placeres comprados o regateados y, como todas sus
fuerzas se dirigen a éstos, tendrá pocas probabilidades de ad
quirir otras conductas en las que, al afirmarse, se libere me
diante satisfacciones de las que sería a la vez productor y bene-
fi< iario. (ion la disminución de las fuerzas y de la vitalidad,
habrá un empobrec im iento progresivo de su ser, una mayor
esclavitud, un estado de necesidad intenso y actos reproba
dos en cuanto los placeres habituales le resultarán inacce
sibles.
2. F.l segundo mecanismo moviliza la exacerbación de cier
tas necesidades al impedir que el individuo llegue a la rutina
de las satisfacciones que, en la práctica, constituye un equili
brio acertado. Casi siempre se trata de una sensibilización
creada por la educación y por las circunstancias de la vida
temprana originada por algún acontecimiento importante de
la historia personal. Señalemos entre las formas más frecuentes:
a) Las frustraciones. F.l individuo lia sido privado de cier
tas necesidades al impedir que el individuo llegue a la rutina
dad. o bien éstas sólo lian sido parciales o han estado acompa
ñadas de dificultades considerables, por lo que permanece
orientado hacia esa satisfacción rehusada, incompleta o labo
riosa. F.l abandono afectivo es un caso particular de las frus
traciones en cuanto el niño no lia recibido la dosis de cariño
gratuito necesario para su seguridad.
b) l as angustias. 1.a necesidad de seguridad se mantiene
alerta e intensa, por lo que el sujeto vive temiendo una agre
sión. un castigo, una desvalorización de su persona, una frus
tración. etc.
c) I.as culpabilidades. Es una forma particular de alerta
y de polarización de la necesidad de seguridad. El individuo
69
está perturbado por el sentimiento de una falta real o imagi
naria por la que teme perder el afecto y la estima de sus se
mejantes, u originar un castigo.
d) Las interiorizaciones. El individuo lia conocido fraca
sos repetidos en sus primeros esfuerzos de adaptación, o bien
sufre de alguna invalidez, presenta una anomalía, una inepti
tud o nunca ha sido valorizado: solamente sus defectos han
sido evidenciados. Desde entonces vive con un sentimiento
de minusvalía, de fracasos inminentes, de desalientos. La ne
cesidad insatisfecha de afirmación de la persona se acrecienta
al no poder satisfacerse abierta v normalmente v su misma
intensidad bloquea numerosas actividades que serían un co
mienzo de afirmación.
e) Las fijaciones en formas tic satisfacción socialmente re
probadas. El azar, o errores educativos, han perm itido al in-
dividuo satisfacer ciertos estados de necesidad de una manera
que la sociedad y la moral reprueban o imposibilitan la ad
quisición de comportamientos diferenciados útiles. Existe,
entonces, una fuerte motivación hacia formas de satisfacción
(pie no pueden ser consumadas abiertamente v tanto más
difíciles de conservar cuanto más aumentan las responsabili
dades del individuo.
f) I.a no integración de las exigencias y resistencias so
ciales. El individuo puede no haber sido adiestrado para ganar
y merecer la satisfacción, limitarla en lo posible, diferirla, o
equilibrarla. Se ha adelantado a sus deseos y está habituado
a recibir, ignorando completamente los comportamientos obla
tivos, la espera, las renuncias necesarias. Ante una resistem ia.
reacciona de inmediato emocionalmente, lo que provoca con
trarreacciones en los otros, sentidas por el individuo como
otras tantas resistencias nuevas. Por falta de una reduce ion
de las pretensiones, de una clasificación y de una aceptación
de los obstáculos, el individuo vive en conflicto con los (pie le
resisten: se fija en los seres (pie se doblegan ante él, los tira
niza y se torna cada vez. más exigente en el número y la calidad
de las satisfacciones que necesita, lo que origina a menudo un
estado de inquietud y de insatisfacción.
¡T) / , fon ¡rsr a los comportamientos de fuga. Se trata
de ima resistencia a los aprendizajes impuestos, a las adquisi
ciones útiles que recurren al esfuerzo y a motivaciones basa
das en la aceptación y el respeto de valores y de imperativos
sociales. M aprendizaje de una gran cantidad de técnicas
humanas exige, como hemos visto, una disciplina y una rc-
mnn 1.1 momentánea a diversos órdenes de satisfacciones. Si
m deja que el niño tome el hábito de diferir el esfuerzo, de
interrumpirlo, de reducirlo, los aprendizajes se tornan cada
vez más laboriosos. A medida que crece el sujeto se ve ante
tareas difíciles con hábitos de fuga siempre más señalados, en
tanto que aumenta la necesidad de poder y de expansión de la
persona. Como el individuo no puede satisfacerlos afirm ando
comportamientos adquiridos de valor, desarrolla conductas de
autoprotección y de compensación, por lo que rehuye todas
las ocasiones que podrían revelar las lagunas de sus técnicas
\ de sus conocimientos, y busca medios artificiales de valori
zarse \ de replegarse hacia satisfacciones egoístas.
No hay paredes estancas entre los diversos procesos que
acabamos de enumerar: se asocian a m enudo para im pedir al
individuo llegar a ese equilibrio relativo de las satisfacciones
que hará de él un ser adaptado a las obligaciones y a las ser-
vidumbres de la vida social, al mismo tiempo que a las esti
mulaciones \ al bienestar que derivan de ellas.
I'stos procesos tienen un carácter común. Resultan de
un condicionamiento de la actividad, de una polarización v
de una intensificación de los diversos estados de necesidad
mediante influencias exteriores. Confieren al individuo un
modo particular de reaccionar ante la existencia y sus proble
mas. reacciones que originan a m enudo dificultades de orden
afectivo, social y otras veces económico ante las cuales el su
i d o responde de conformidad a m i actitud adquirida. Se
coloca así con frecuencia en situaciones inextricables, fuentes
de profundo malestar. I I individuo es a m enudo consciente
de las influem ias y del proceso que le impiden adaptarse mc-
jor; pero cuando esas influencias han intervenido demasiado
pronto, en la primera infancia —en donde son a m enudo deci-
71
sivas para la formación del carácter—, escapan generalmente
a su conciencia.
Debe señalarse todavía que un individuo puede haber
sido defectuosamente condicionado por los acontecimientos y
la educación y ofrecer así grandes dificultades para alcanzar
un equilibrio relativo de las satisfacciones. Puede percibir esa
particularidad de su persona y aplicar pronto todos sus recur
sos en precisar y resolver este problema.
¿Cómo llegamos a sentirnos un problema psicológico para
nosotros mismos?
Muchos individuos hablan de sus dificultades, pero casi
siempre sólo se trata de quejas o de reivindicaciones que ex
presan estados de necesidad no satisfechos. ¿Puede hablarse
en ese caso de problemas psicológicos?
Hay problema cuando el sujeto, dejando de acusar a los
demás o a las circunstancias, siente que todo o parte de su
inadaptación reside en él mismo. En este caso experimenta
que su comportamiento es inadecuado o que sus estados de
necesidad son demasiado intensos, demasiado particulares, in
definibles, o bien vive un fuerte conflicto de motivación, tales
estados de conciencia suponen una introspección sostenida,
un retroceso con respecto a su propio comportamiento, una
confrontación de sus propias reacciones con las de los otros
en situaciones similares. También es necesario aquí cpie el
sujeto haya elaborado una determinada representación de su
vida mental y afectiva y que su comportamiento se haya con
vertido para él en un objeto de observac ión.
Para una cantidad de seres las nociones de psiquismo y de
comportamiento no tienen ninguna estructura l os hábitos,
los sentimientos, los deseos, la voluntad, la inteligencia, para
no citar más que conceptos corrientes, no evocan sino miste
riosas entidades sin relaciones mutuas precisas, sin apreciar
que son procesos muy complejos condicionados por numero
sos factores. En esas condiciones ¿cómo resolverían los indi
viduos problemas psicológicos que. casi siempre, son incapaces
de plantear y de pensar inteligentemente? Sienten un males
tar, lo viven en su comportamiento, pero no lo pueden anali
zar refiriéndolo a un conjunto complejo de determinantes que
convendr i jetarqutzar y luego coordinar. Simplifican el pro
blema al extremo, considerando solamente la acción de un
único factor que es secundario y, a menudo, más un efecto
que un determinante. Tam bién invocan ciertas características
de su persona como otras tantas propiedades esenciales e irre
ductibles en lugar de ver en ellas actitudes adquiridas, modos
di reacción automatizados que polarizan la aprehensión afee-
uva v cognoscitiva de las situaciones y de los seres. Así la timi
dez. la falta de voluntad, la impulsividad, la escrupulosidad, la
hipersensibilidacl y el sentimentalismo, la obstinación y el
orgullo, el temor, la sensualidad, la pereza, representan en
cierto modo esencias del ser, causas primeras de los compor
tamientos. No pueden aliviar sus efectos enojosos sin activar
otras reacciones. El individuo percibe su ser psicológico bajo
la forma de un campo de lucha en donde se enfrentan entida
des afectivas, morales e intelectuales, alternativamente victo
riosas o vencidas. ¿No equivale esto a aceptar como definitiva
una determinada estructura del yo y a perseverar en las mismas
formas de comportamiento?
No basta, por cierto, poseer nociones más correctas de psi
cología para resolver los problemas personales creados por la
existencia y encontrar un equilibrio entre las satisfacciones
legítimas y las renuncias impuestas por la dignidad y la ca
lidad. pues hay conflictos que la inteligencia sola no puede
resolver. Por otra parte, ésta crea necesidades a menudo difí
ciles de satisfacer y puede ser el origen de las dificultades de
adaptación afectiva y social. No obstante ella sigue siendo el
instrumento de análisis y de síntesis al que recurre el indivi
duo para esclarecer la naturaleza y la causa de los desequili
brios v los malestares que lo afectan. Comprendemos por eso
toda la importancia que reviste para la psicología aplicada a
la clínica, el caracterizar en la medida de lo posible la capaci
dad del individuo para abordar y resolver los problemas en
general (factor de inteligencia general) y en establecer en
qué términos, con qué conceptos y bajo qué estructura elabo
ra y se representa su propia vida mental y afectiva.
Frente a un mal equilibrio de las satisfacciones y a los
diversos trastornos del comportamiento que son su expresión,
73
no puede esperarse casi mejoramiento en el individuo, al no
poder establecer ciertas distinciones elementales en la econo
mía y la organización de su psiquismo y su comportamiento,
y al no poder pensar ciertas relaciones entre esos puntos de
referencia, particularmente las de mutua dependencia. Apenas
casi puede abrigarse la esperanza de llevarlo a una revisión
útil de su aprendizaje de la existencia y a una toma de con
ciencia de los condicionamientos que lian hecho de él un indi
viduo mal adaptado: siempre habrá explicaciones simplistas
que justifiquen su conducta y lo hagan oscilar entre la rebel
día y la culpabilidad. Por ello no podremos casi actuar sobre
él si no cambiamos desde el exterior sus condiciones de vida,
colocándolo dentro de un medio físico \ social capaz de rea
condicionar favorablemente su comportamiento.
Hasta nos encontramos con individuos bien diferenciados
intelectualmente que, a pesar de sus conocimientos y su inte
ligencia, no llegan a tolerar y a superar dificultades de orden
social o afectivo y a vivir en paz con ellos mismos. F.n esos
casos es decisivo conocer el grado de diferenciación intelectual
de los sujetos, pues si su inteligencia se muestra incapaz de
asumir la función reguladora que conduce a un equilibrio
relativo de las satisfacciones, será debido al predominio de
otros factores. Podemos entonces pensar: a) En un estado
patológico del organismo, en un modo de funcionamiento
aberrante del sistema nervioso, hereditario o consecuencia de
una afección patológica pasada; b) 1 n estados de necesidad
que se apartan demasiado de lo normal por su intensidad o
o su forma: c) En un condicionamiento del comportamiento
realizado durante los primeros años de vida o din ante la pri
mera juventud; entonces, el fenómeno es demasiado antiguo
o 2
o h» sido demasiado insidioso para que esas influencias y
sus circunstancias puedan ser reencontradas; el sei queda así
marcado como ha sido plasmado por la lengua materna; su
manera adquirida de sentir y de reaccionar se ha convertido
ro 2 en un instrumento activo hasta en sus tomas de conciencia;
está así prisionero del condicionamiento puesto que lo hace
c*> necesariamente intervenir bajo una u otra forma de conoci-
2
74
niicnto. Semejante individuo debe aprender en cierto modo
otro lenguaje que revele otra óptica de la vida.
I orlos los seres conocen frustraciones, y la infancia y la
vida en general no perdonan las angustias, las culpabilidades
y los sentimientos de inferioridad; cada cual, en algún punto,
>11 mal adaptado a las resistencias que se oponen a las satisfac-
i iones v todos tenemos algún com portam iento de fuga que se
impone i la saliente reiniciación de los aprendizajes. Mientras
ninguno de esos mecanismos esté intensificado hasta el punto
de polarizar todo el com portam iento, mientras la inteligencia
sea suficiente, mientras la vitalidad sea normal y funcionen
las previsiones v las inhibiciones, el individuo tolera todas las
pequeñas sensibilizaciones y desviaciones adquiridas que le
impiden llegar a una perfecta armonía de las satisfacciones.
Siempre operan incesantes restablecimientos y compensacio
nes que hacen que el sujeto acepte, difiera, renuncie, espere
v si prodigue según sus aptitudes e instituya así esa rutina de
vida con la que, prácticamente, cada cual se satisface. En cam
bio. si la vitalidad se debilita, si los instrumentos intelectuales
se degradan, si una enferm edad se manifiesta, el individuo ya
no logrará equilibrai los disgustos, asperezas y debilidades ca
racteriales v las satisfacciones que sus aptitudes preparan y
sostienen. Reaccionará a la misma desorganización que se
produce en él y podremos entonces presenciar regresiones más
o menos graves del com portam iento, con síntomas de deficien
cias y de reacción inadecuada a esas mismas deficiencias. De
este modo un enfermo orgánico del sistema nervioso, para
considerar solamente este caso, está dism inuido por la enfer
medad, pero se siente frustrado al mismo tiempo por ella y
reacciona a esa frustración con medios disminuidos. Como ya
no dispone di' los medios que le han permitido mantener un
equilibrio aproximado de las satisfacciones, las pequeñas ano
malías de su organismo pueden surgir amplificadas y con
vertirse en fuente de numerosas dificultades afectivas v
sociales.
Conviene preguntarse, por lo tanto, si los trastornos de
comportamiento se deben a un mal aprendizaje de la exis
tencia, del (pie son responsables un equipo neurofisiológico
75
inicial o un condicionamiento defectuoso precoz de la activi
dad, o si se trata de fenómenos de regresión o detención pro
ducidos por una alteración de la salud, una disminución de
las fuerzas y de la resistencia, o si se deben también a veces a
un acontecimiento que el individuo no puede integrar en el
plano emocional bloqueando sus fuerzas. Sin prejuzgar sobre
conclusiones que pueden derivarse del estudio médico del
caso, la psicología aplicada a la clínica deberá desarrollar todo
un procedimiento de análisis para llegar a una clasificación
adecuada del individuo.
C a p í t u l o i i i
EL EXAMEN PSICOLÓGICO,
S IS FORMAS Y SUS IN STR U M EN TO S
77
sujeto, por lo que nos resultará difícil determ inar las particu
laridades de su capacidad de aprendizaje. Debemos recurrir,
por lo tanto, a pruebas muy sencillas que cada cual puede
abordar fácilmente, sea cual fuere su nivel de instrucción.
Sin embargo, es evidente que no es posible eliminar com
pletamente los fenómenos de transferencia cíe aprendizaje. Lr
evolución psicológica, en efecto, descansa en dos tipos de ad
quisiciones. En primer lugar, en las de actividades y opera
ciones que tienen una estructura bien determ inada y las que
denominaremos hábitos especiales. Así, se aprende a hablar,
a leer, a calcular, a escribir, a coser, a clavar, a solicitar y a
agradecer dentro de algunas formalidades, etc. Fn segundo
lugar, formamos hábitos generales mediante los cuales disci
plinamos nuestra atención, motivamos nuestro esfuerzo, di
ferimos y dominamos nuestros impulsos, experimentamos,
variamos nuestros enfoques perceptivos, tanteamos "para ver”,
para controlar, reflexionamos en vez de obrar, etc. Estos
hábitos generales se desarrollan v se consolidan cada ve/ que
formamos hábitos especiales y están a disposición t omo otros
tantos medios, disciplinas y actitudes favorables para nuevas
adquisiciones especiales. De este modo, la persona instruida,
adiestrada en trabajos algo diferenciados, aborda necesaria
mente un nuevo aprendizaje con una habilidad general que
inmediatamente le confiere decisión \ perspectiva. F.s evi
dente, entonces, que eso-, individuos serán favorecidos en los
tests tendientes a caracterizar su rapacidad actual para apren
der: eso debemos tenerlo muy en cuenta. /Cómo podemos
apreciar, entonces, esa transferencia de los hábitos generales
cpie interviene sin cesar en la percepción, en las i emulaciones
motrices, e.u la organización del tanteo \ de la reflexión? F.l
medio más seguro consiste en determinar los modos de apre
hensión, de reacción, de tanteo y de motivación propios de los
diferentes grupos culturales y tenerlos en cuenta en la apre
ciación de los resultados. De este modo, no tendremos las
mismas exigencias con respecto a un individuo instruido,
adiestrado por una larga escolaridad o por trabajos especiales,
que con respecto a un sujeto que sólo tiene un mínimo de
en I
instrucción \ cuya actividad profesional no recurre a ninguna
disciplina intelectual diferenciada.
I I examen psicológico recaerá por lo tanto sobre estos
dos puntos fundamentales:
i Evaluación del capital de. hábitos especiales. En cierta
medida, podernos desde ya deducir el grado y la calidad de
la autodisciplina y de las posibilidades de aprendizaje del
sujeto. Prácticamente se tratará de un examen que recae, ante
todo, sobre el estado de las principales técnicas escolares, sobre
la movilización rápida de automatismos sensoriomotores e in
telectuales corrientes y sobre una información general deri
vada del medio social.
1)) Evaluación de la capacidad actual de aprendizaje y sus
particularidades. No existen tests que permitan aislar una
capacidad de aprendizaje en sí. Cada prueba recurre, junto
a una aptitud general para adquirir, a habilidades particula
res en relación con la naturaleza específica de la tarea propues
ta (pie puede ser una simple memorización, o un trabajo sos
tenido que deba automatizarse o, finalmente, un problema
para resolver. Kn este último caso se trata de percibir relacio
nes y utilizarlas con miras a un efecto útil, basándose en la
necesidad misma de su sucesión, de su simultaneidad o de su
implicación (inteligencia operacional). Estas diversas formas
de actividad no presentan entre ellas separaciones: el lenguaje
interviene en todas partes así como la percepción y las re
presentaciones visuales; en gran cantidad de tareas siempre
habrá cierta memorización de los datos, intervención de mo
vimientos externos o interiorizados y utilización y organiza-
<ión de rclac iones. Sin embargo, una determinada estructura
dominará en cada test, pues entre una simple memorización
de palabras v la resolución de un problema técnico o lógico,
existen importantes diferencias. I.a solución de los proble
mas representa una forma particular de aprendizaje; después
de un ensayo más o menos laborioso, la dificultad es superada
\ el sujeto puede en adelante resolver rápidamente el mismo
problema o algún otro similar; basta encontrarla para que
se aprenda de ese modo la solución.
Si queremos examinar la capacidad general de adquisi-
70
cióii, debemos apelar por lo taruo a varias pruebas que
interesan a diversas estructuras de actividad: fijación, memo
rización, automatización de un trabajo sencillo o complejo,
descubrimiento, utilización y organización de relaciones; de
bemos hacer que el aprendizaje recaiga sobre datos verbales,
datos perceptivos, sobre manipulaciones prácticas, sobre
simples movimientos y hasta sobre situaciones de componen
tes afectivas y sociales. Por último, habrá que disponer de
tests simples que sólo hacen intervenir un pequeño número
de datos y luego de pruebas más complejas con datos nume
rosos'. Sólo considerando un conjunto de resultados en una
batería convenientemente compuesta, lograremos caracterizar
una capacidad general de adquisición. En efecto, el sujeto
puede encontrar dificultades en diversas pruebas de forma
y estructura diferentes, o sólo en algunas de ellas, o tener
éxito en todos los tests con igual facilidad. En cada uno de
esos casos las conclusiones serán diferentes: en el primero
existe, probablemente, una inca pac idad general para adquirir;
en el segundo, la incapacidad depende de factores específicos
a ciertas tareas o depende de un estado de inestabilidad del
comportamiento; y en el tercero, por último, es indudable
que nos hallamos en presencia de una facilidad general para
aprender. Prácticamente, nunca podremos aplicar las nume
rosas pruebas que nos permitirían obtener firmes conclusio
nes por lo que habrá que contentarse con uno o dos tests
particularmente prácticos ) significativos y derivar las con
clusiones con mucha prudencia.
Si en el curso de las pruebas de aprendizaje se manifiestan
dificultades convendrá preguntar inmediatamente si lo que
ocurre es una incapacidad intrínseca para aprender o si la insu
ficiencia depende de otras anomalías. I rataremos entonces de
reducir los fenómenos complejos a fenómenos más simples,
lo que prácticamente equivale a relacionar un test que im
plica una coordinación o una resultante de actividades con
otros tests que recurren aparentemente a menos factores. Estas
pruebas analíticas servirán para examinar el estado y el nivel
de los diversos modos de percepción, la capacidad para per
manecer concentrado en un dato, para mantener una orienta
ción, la cajxuidad para abarcar una lotalidad o, por el con
trario, para dividirla en partes distintas, la capacidad para
sostener y activar un trabajo sencillo, para adaptarse a un
ritmo, para ejecutar ciertos movimientos, para interiorizarlos,
para inhibir impulsos reflejos, para enfrentar actividades di
ferentes compatibles o complementarias, para pasar rápida
mente de una concentración o de una actividad a otras, para
asentar, ordenar, diferenciar con rapidez, motivar correcta
mente, etc.
Por otra parte se impondrá considerar el aprendizaje par
ticular del equilibrio de las satisfacciones. Ciertamente no
existen tests epte puedan informarnos sobre la aptitud para
organizar la vida en conformidad con las necesidades, recur
sos y límites del comportam iento y sus deberes. Sólo podemos
hacer deducciones y previsiones conociendo la plasticidad psi
cológica general del sujeto, su eficiencia de adquisición, el
sistema y la jerarquía de los valores que intervienen en sus
motivaciones, los conflictos en que está comprometido, el
modo en que su com portam iento está polarizado por una
historia, un estado de salud y todos los hábitos especiales ya
constituidos.
2. PLAN n i . EXAMEN
81
■/. ¿Cuáles son las insuficiencias de esta capacidad de apren
dizaje? Habrá que verificar si están en relación con:
a) El estado de la motivación en general:
b) La estructura particular de ciertas tareas,
c) Anomalías en la percepción de los datos;
el)Anomalías de la concentración voluntaria en el traba
jo (intensidad, rapidez, regularidad, duración) ;
e) Anomalías concernientes a los movimientos exteriori
zados o interiorizados que intervienen en el tanteo y
en la elaboración y la formulación de las respuestas.
Estas insuficiencias de la capacidad de aprendizaje ¿se re
ducen a características constantes aparentemente más simples?
¿Pueden resultar de una insuficiencia de adiestramiento, de
su iniciación o de un condicionamiento desfavorable del com
portamiento? ¿O se debe enfocar, por el contrario —al no te
ner estas hipótesis fundamento de hecho—, un modo anormal
del funcionamiento neurofisiológico?
5. ¿Hasta qué punto las insuficiencias \ anomalías consi
deradas en el número 1 llegan a debilitar la motivación frente
al trabajo y crean inhibiciones que tornan difícil una aprecia
ción correcta del rendimiento de que es capa/ el sujeto? Para
fiarse cuenta de esto, pueden repetirse las pruebas de apren
dizaje modificando sus condiciones: el sujeto será alentado,
fortalecido o amonestado, se le señalarán las dificultades con
que tropieza, se podrán suplir ciertas insuficiencias de la per
cepción. de la memoria, de la modicidad, se podrá también
simplificar la tarea, fragmentarla, modificar el ritm o de tra
bajo, proporcionar un método. ¿Qué ocurre con el rendi
miento en esas nuevas condiciones? ¿Mejora?
6. ¿Cuáles son los hábitos especiales que las insuficiencias
y anomalías consideradas en el número 1 tornan difíciles o
imposibles de constituir o perfeccionar? Y también, ¿qué per
juicio origina la falta de esos hábitos en el plano de la activi
dad y de la adaptación generales?
7. Al afrontar la capacidad actual de aprendizaje y el ca
pital de conocimientos y de técnicas poseído por el sujeto, o
82
.i! i<« institu ir ese capital de acuerdo con sus adquisiciones,
-puiiU determinarse una deterioración funcional? ¿Está to
davía la capacidad de aprender y de adaptarse en general en
relación con la cantidad y la calidad de las adquisiciones rea
lizadas en el pasado? Si se debe considerar una deterioración,
¿cómo se experimenta ésta? ¿Se siente frustrado el sujeto en
sus posibilidades pasadas? ¿Tiene conciencia de una caída?
¿Cuál es la repercusión de esc sentimiento de frustración sobre
el conjunto de la actividad y sobre el equilibrio de las
satisfacciones?
1 n los casos en cpic no se puede señalar una deteriora
ción funcional y en que un débil capital de adquisiciones
coincide con dificultades actuales para aprender, debiéndose
además excluir una carencia de educación y de adiestramiento,
¿cómo percibe el sujeto esta inferioridad? ¿La siente como
una frustración? ¿Hasta qué punto llega él a sentirse inferior?
A. ¿Cuáles son los estados de necesidad manifestados con
mavor frecuencia y con más intensidad por el individuo? ¿Bajo
que formas se muestran? ¿Sobre qué comportamientos y obje
tos quedan centradas las satisfacciones?
9. ¿Son normales y legítimos esos estados? La naturaleza,
la forma, el grado de las satisfacciones buscadas ¿pueden cx-
pliearse, simplemente, |xn la educación social, moral e inte
lectual del sujeto? ¿Deben enfocarse anomalías al nivel de la
motivación orgánica de los estados de necesidad? ¿Se poseen
serias indicaciones para atribuir la existencia de sensibili/a-
( iones, desviaciones, condicionamientos, ejt relación con las
condiciones de vida pasadas v ciertas particularidades de la
historia personal?
10. Al considerar los estados de necesidad del individuo, las
satisfacciones (pie éste puede obtener, su capital de hábitos
especiales, su capacidad actual de aprendizaje y de adaptación,
¿qué debe pensarse de su equilibrio con respecto al problema
general de las satisfacciones? ¿Ha llegado este individuo a
una rutina que prácticamente le baste, a un equilibrio entre
las satisface iones admitidas o toleradas v las renuncias nece
sarias o impuestas, teniendo en cuenta sus talentos, su edad,
las experiencias va vividas, el relativo derecho a disponer de
83
sí mismo y a esperar mejor suerte? En particular ¿saca el in
dividuo una satisfacción de los hábitos especiales que ya po
see, de sus posibilidades actuales de aprendizaje y de progreso
y del valor que éstas le confieren? Sabiendo que la felicidad
es relativa ¿puede considerarse que el individuo obtiene una
suficiente cantidad de placer del ejercicio de sus actividades
adaptadas en su relación con la satisfacción de los estados de
necesidad en general y particularmente de la necesidad de ex
pansión de poder y de valorización de la persona y de la ne
cesidad de seguridad afectiva? Desde este punto de vista ¿puede
considerársele como un ser relativamente estabilizado?
(También nos podemos preguntar cuál es el valor social
y moral de esa felicidad relativa, pero prácticamente sufi
ciente, de que goza el individuo. Se puede deplorar, según
los casos, la vulgaridad o la extravagancia de esa felicidad; pero
es evidente que si corresponde a las necesidades, los talentos
o las insuficiencias mismas del sujeto y que éste emplea todos
sus recursos para mantenerla, existe un equilibrio relativo de
las satisfacciones y estabilidad. Para que haya sufrimiento y
cambio es necesario que, bajo la acción de un nuevo factor,
ese equilibrio se vea perturbado.)
11. ¿Débese, por el contrario, considerar en el individuo
un estado de desequilibrio de las satisfacciones? Entonces es
taremos frente a un individuo-problema (pie sufre de un ma
lestar psicológico y busca, más o menos activamente, un equi
librio mejor. Anda a tientas en la vida, reinicia y abandona
el aprendizaje de un estilo de existencia (a menudo interior
mente y sin que nada trasluzca) en lugar de proseguir y ter
minar una organización comenzada. Este individuo no está
estabilizado: puede todavía regresar o mejorar. Entonces
puede preguntarse si es consciente de su propio problema
psicológico y cómo lo plantea. Es posible que el psicólogo
distinga y sobre todo comprenda mejor el problema que el
interesado y que encuentre un método que permita definir
mejor las dificultades. Considerando la capacidad actual de
aprendizaje y de adaptación del sujeto, la edad probable del
conflicto que lo turba y su origen más o menos exógeno, se
preguntará si una educación o una reeducación especiales po
84
drían actuar favorablemente. Puede concebirse esta ayuda
como un aprendizaje o un reaprendizaje dirigido y vigilado
fie la existencia y del equilibrio de las satisfacciones. Éste es
el objetivo que se han propuesto las diversas formas de
psicoterapia.
Si el psicólogo ve claramente la complejidad de la indivi
dualidad psicológica y de su estudio, si piensa, como propo
nemos, que se le puede centrar en torno a una psicología
del aprendizaje que se va escalonando desde la adquisición de
hábitos particulares hasta la formación de un equilibrio de las
satisfacciones, podrá orientar el examen como mejor con
venga, a condición de recoger datos bastante precisos y nume
rosos para responder a las diversas preguntas que acabamos
de formular. No es necesario, por lo tanto, adoptar un pro
cedimiento rígido, podiendo el examen revestir aspectos di
ferentes según la naturaleza y el número de las informaciones
que se poseen en el momento de abordarlo.
< S 'i
si la orientación cambia, si la motivación mejora, si la tarca
está mejor definida. El conocimiento de estas transformacio
nes es importante como también la incapacidad del sujeto
para superar la forma y el nivel de su reacción inicial.
3. Un test siempre representa un aspecto parcial de la
actividad general del sujeto. Por lo tanto, si nos limitamos a
la administración de una o dos pruebas solamente, nada nos
asegura que estos enfoques particulares sean representativos
de todas las propiedades psicofuncionales actuales del sujeto.
Ciertamente, el estudio de las correlaciones entre tests y su
análisis factorial nos dan a conocer el grado y la naturaleza
de los parentescos existentes entre las pruebas, pero estas
correlaciones nunca son perfectas: un individuo puede ser la
excepción de la ley válida para el grupo. De donde es im
prudente concluir, de la existencia de anomalías o de insu
ficiencias reveladas por un test, salvo en términos de probabi
lidades más o menos elevadas, la existencia de esos mismos
caracteres en el conjunto del comportamiento. La prudencia
exige un control, que es asegurarse siempre de que las reac
ciones características, puestas en evidenc ia por el test, corres
pondan efectivamente al comportamiento general del sujeto
y aparezcan en oportunidad de otras pruebas. Faltando esas
precauciones, hay que cuidarse de generalizar las comproba
ciones hechas en oportunidad de una sola prueba, salvo si el
resultado es particularmente característico, revelador de una
anomalía grave o, por el contrario, de una aptitud excepcio
nal. En una palabra, sólo se pueden interpretar y generalizar
con cierta seguridad las reacciones extremas para valorarlas,
según los casos, como signo patognomónico, signo de facilidad
particular, o como un signo de tipo acentuado: es muy pro
bable, en efecto, que esos resultados excepc ionales dependan
de un factor general que trasciende todo el comportamiento,
más que de un mero accidente, de una orientación momen
tánea, o de una fluctuación funcional. F.n cambio, en pre
sencia de reacciones mucho más discretas, hay que controlar
debidamente las observaciones y concluir solamente sobre la
base de su repetición y constancia.
86
•/. Ignoi unos casi siempre cuáles son los mecanismos neuro-
fisiológicos empleados en la reacción a un test y en su ejecu
ción. El fracaso en un test determinado no permite, por lo
tanto, concluir la perturbación de una estructura nerviosa o
de una propiedad neurofisiológica definida. El análisis mues
tra que, en toda reacción y en toda tarca, hay fenómenos de
recepción. ejecución y regulación a los que frecuentemente se
añaden, según la naturaleza de la adaptación requerida, fenó
menos de reorganización perceptiva y motriz. El fracaso en el
test puede entonces ser consecuencia de anomalías o de insu
ficiencias existentes en el nivel de cada una de esas diversas
instancias. En el plano semiológico, como también en materia
de interpretación y de previsión del comportamiento con fi
nes educativos y reeducativos, es importante conocer, más que
el mismo fracaso, la naturaleza de las dificultades que lo de
terminan. Ahora bien, el resultado bruto de los tests apenas
nos informa en general sobre este punto. El único método
consiste en analizar minuciosamente la actividad empleada en
la prueba, en modificar sistemáticamente la estructura del
test y en confrontarlo con otros tests, de acuerdo con un juego
de hipótesis apropiado a cada caso.
5. Sabemos, por último, que un test siempre pone de ma
nifiesto los hábitos especiales y generales del sujeto, corres
pondiendo los primeros a formas de conocimientos y de téc
nicas precisas, como el lenguaje, la lectura, la escritura, el
dibujo, el cálculo, mientras que los segundos abarcan una
disciplina de trabajo y diversas estructuras de acción, de per
cepción y de pensamientos que, poco a poco, han sido ‘‘abstraí
das” por la experiencia. En una palabra, un test no hace
surgir inmediatamente un nuevo tipo de reacción. Entre las
diversas conductas existentes, moviliza las que ya están más
o menos ajustadas a las tareas y el éxito depende así amplia
mente del nivel y de las formas de diferenciación de la acti
vidad preexistente. Para interpretar entonces el grado de éxito
o de fracaso en un test se deberá considerar atentamente la
educación del sujeto, las iniciaciones que ha recibido y los
diversos adiestramientos a que se ha sometido. Del mismo
modo, estos factores deben ser seriamente tomados eu cuenta
87
para apreciar el grado de deterioración debido a lesiones ce
rebrales. Una misma lesión parece afectar diferentemente un
cerebro que ha sido funcionalmente defectuoso de otro que,
al contrario, ha estado bien diferenciado, de donde no puede
concluirse la afección y grado de una lesión considerando sim
plemente el resultado de un test, cualquiera que éste sea, sin
pasar por toda una reconstitución, casi siempre muy difícil,
del modo y del nivel de funcionamiento psicológico que vero
símilmente ha existido en el pasado.
Podríamos insistir todavía, si no se tratara de observacio
nes que acuden fácilmente al espíritu de cualquiera, sobre las
fluctuaciones o la insuficiencia de la motivación en el mismo
examen psicológico, acerca de la negativa de colaboración del
sujeto, sobre la emotividad que puede desencadenar toda si
tuación nueva, etc.
Una ve/ subrayada esta relatividad de los tests y de sus re
sultados, apreciamos mejor los errores que pueden derivarse
de una simple práctica de los tests. Por cierto, a menudo se
le pide al psicólogo que aplique un test más o menos clásico
v remita, sin más, el resultado al especialista clínico que utili
zará el dato, integrándolo en un conjunto de informaciones
anamnésicas y médicas. ,;Pero no sería preferible que el psi
cólogo precisara por sí mismo la posible relatividad y el grado
de confianza que debe ser concedido a los datos que él en
trega? F.sta es nada menos, la oportunidad para que él ponga
en práctica un método de estructura clínica. Por lo demás,
hay una cantidad de cuestiones que, hasta el momento, de
penden solamente de la psicología: por ejemplo, todas las que
interesan a la estructura de los hábitos, los efectos de condi
cionamientos pasados sobre los niveles alcanzados, el análisis
de la actividad mental y el alcance práctico de los conceptos
de los que nos valemos para describirla, los cambios que sin
cesar pueden producirse entre los diversos modos de recepción,
ejecución y coordinación, las relaciones entre la sensoriomo-
tricidad y ese misterioso comportamiento interior que deno
minamos pensamiento y, por último, el análisis de los valores
y de las necesidades que presiden las motivaciones conscientes
88
e inconM lentes que determ inan el estilo de vida y el equilibrio
de las satisfacciones.
Un test, por perfecto que sea en su elaboración, no puede
prever las reacciones de todos los individuos e introducir, por
consiguiente, una ponderación apropiada en la evaluación del
resultado, por lo que se necesitará siempre inteligencia y sen
sibilidad para manejar convenientemente este instrumento.
Limitarse a la mera práctica de los tests, con ciertos reactivos
mentales bien construidos, es prestar empíricamente aprecia
bles sei s icios a la clínica, si bien ello significa renunciar a
una incesante crítica de estos instrumentos y obrar como si
todos los problemas del comportamiento estuviesen resueltos
cuando todavía ignoramos casi la totalidad de los mecanismos
llamados mentales.
89
mo parece sano, y sus reacciones sensorioniotrices elementales
están bien constituidas, sin embargo, por falta de estimula
ciones y de educación conveniente, el desarrollo, en su aspecto
intelectual y social ante todo, señala un retardo que puede
llegar hasta la no aparición de importantes funciones (len
guaje en los niños substraídos a un medio lingüístico, iner
cia y bloqueo afectivo-social en los niños privados de cuida
dos maternales y cambiados con frecuencia de ambiente du-
rante la primera edad). En estos casos, el factor medio y
educación merecen ser tenidos especialmente en cuenta.
Cuando tengamos que establecer un retardo de desarrollo,
o bien un adelanto característico, se pensará en los posibles
cuatro casos siguientes:
/. El sujeto posee conductas bien diferenciadas, se adapta
normalmente a nuevas situaciones \ ha estado siempre en
contacto con un medio educativo sano. Su desarrollo se ex
plicará aquí por la acción indisolublemente ligada de los fac
tores orgánicos y de los factores estimulantes \ fie condicio
namiento exógeno.
2. El sujeto no posee las conductas diferenciadas común
mente presentes en su edad, se adapta mal a nuevas situaciones,
no obstante ha estado en contacto con un medio educativo
normal. Debemos entonces presumir una disociación en la
acción de los dos factores mencionados. 1 as estimulaciones
y los condicionamientos exógenos no lian podido actuar de
bido a insuficiencia o a anomalías del factor orgánico.
3. El sujeto no posee las conductas diferenciadas común
mente presentes en su edad, se adapta mal a nuev as situaciones,
y no ha estado siempre en contacto favorable con un medio
educativo normal. Fn este caso no podemos disociar la ac
ción de los dos factores: los de incitaciones \ fie condiciona
mientos exógenos han presentado fallas, pero el factor orgánico
probablemente puede haber estado más acentuado.
■f. El sujeto posee las conductas diferenciadas comúnmente
presentes en su edad, y se adapta bien a nuevas situaciones,
pero el medio educativo fue insuficiente. Sin embargo, las in
fluencias sufridas no han perturbado el desarrollo alcanzado
90
por el suplo. Puede entonces sospecharse cierta disociación
entre los dos tactores: el factor orgánico constitucional ha
permitido al individuo alcanzar un grado normal y hasta
superior de diferenciación funcional, a pesar de que las in
citaciones exógenas y los modelos corrientes del medio fueron
insuficientes. No obstante, debe concluirse con prudencia
ni este cuarto caso, porque ciertas incitaciones del medio
pueden tener un efecto indirecto o larvado. Por otra parte,
se pueden encontrar también individuos excepcionales que
poseen una autocapacidad de ejercicio y de experiencias y
que, por eso, se forman y se educan casi solos.
La existencia de aptitudes precoces extraordinarias obliga
a señalar la acción a veces preponderante de las disposiciones
orgánicas; los niños prodigio en matemáticas, música y dibujo
poseen un funcionamiento cerebral notable y polarizado des
de un comienzo. Pero además están orientados naturalmente,
hacia un campo de experiencias que solicita al individuo
desde el exterior, presentándoseles como un universo de com
binaciones posibles. Colocado frente al mundo de los núme
ros. de los sonidos o de las formas gráficas, el niño puede
penetrar fácilmente en él y crear construcciones como punto
de partida de otras nuevas construcciones: la actividad pro
gresa entonces indefinidam ente apoyándose en sus propios
resultados y sin tener que conformarse previamente a técni
cas y conocimientos constitutivos de los mismos sectores so
bre los cuales debe operar. No encontramos niños prodigio
en biología o en filosofía, por ejemplo, porque para progresar
en esas ciencias hay que empezar por formar un orden de
la realidad coextensivo, de considerable cantidad de conoci
mientos y de técnicas; éstos sólo pueden adquirirse mediante
ejercicios especializados que exigen tiempo. Estas observacio
nes muestran que la disposición orgánica excepcional no lo
es todo, ya «pie el sujeto no es capaz de inducir un compor
tamiento genial precoz sino en sectores que se prestan a una
actividad libre de combinación. Sea cual fuere el genio del
individuo, es evidente que no podrá realizar una obra no
table y sobre todo precoz en biología, física o filosofía si en
estas disciplinas sus bases son erróneas o insuficientes.
‘>1
Las cuatro proposiciones formuladas más arriba muestran
claramente que no podemos apreciar el papel v el estado de
la maduración nerviosa y de las disposiciones orgánicas en el
plano del comportamiento sino en relación con un examen
ajustado de los factores educativos que han actuado desde el
nacimiento. ¿Sería más fácil esta determinación partiendo
del estudio del organismo considerado en sus solas propieda
des físicas y neurológicas? Hasta ahora no. porque todavía
no podemos observar el estado físicoquímico de las estruc
turas y los tejidos nerviosos. Este examen sólo puede ser in
directo v las conclusiones se basarán siempre en anomalías
o retardos de crecimiento corporal, en estigmas, en la persis
tencia de signos neurológicos infantiles, en características de
un electroencefalograma, etc., esto es. en una palabra, en toda
una semiología neurológica que permita identificar o excluir,
a menudo con gran precisión, un estado mórbido o anormal
del sistema nervioso. Cotejadas con los exámenes psicológicos,
estas observaciones médicas permiten establecer la existencia
de una maduración nerviosa insuficiente o de lesiones que
explican el retardo del desarrollo mental. No obstante, estos
diagnósticos no son fáciles v son solamente ciertos en los
casos en que los signos neurológicos son claros. Pero a me
nudo la semiología enmudece, porque los síntomas sólo existen
en el plano psicofuncional en donde la observación directa
y la clínica psicológica pueden caracterizarlos mejor. El indi
viduo que presenta un leve retardo, los niños calificados de
“poco dotados”, no manifiestan, casi siempre, en su organismo
físico, ninguna particularidad que permita, a simple vista, de
cidir si se debe atribuir estas deficiencias al estado de las
estructuras neurofisiológicas o, por el contrario a la acción de
los factores histórico-educativos.
92
cofuncional que da, en función de un objetivo, una signifi
cación y un valor a los actos, al esfuerzo y a la asimilación in
formativa; su función es vigilar la adaptación, anticipar la
acción, imaginar sus resultados y las satisfacciones que re
sultarán de ella; ejerce una continua crítica del trabajo, apre
cia mis efectos confrontándolos con ciertos modelos conocidos
o imaginados; esta vigilancia dinamogeniza el comportamien
to, mantiene y acomoda el “tanteo” y selecciona sus resulta
dos: impone una disciplina y una continuidad de acción, rea
nima el valor o consiente finalmente al abandono de la tarea
ante dificultades demasiado grandes. En el hombre, esta ac
tividad directriz es consciente, reúne y organiza todo lo que
puede ser útil para lograr el objetivo o, por el contrario, todo
lo (¡uc pueda legitimar una negativa a actuar, una economía
de esfuerzo; interviene en la elección de las actividades, en
la aceptación franca o reticente de la tarea impuesta. Cons
tituye una síntesis de todos los conocimientos y hábitos po
seídos dirigida por una motivación más o menos fuerte y
más o menos clara, la que es impulsada por un estado de ne
cesidad o por determinados imperativos. Si el estado de nece
sidad es intenso, si el imperativo es aceptado en nombre de
valores fuertemente integrados, la conciencia del objetivo a
lograr y de la adaptación a realizar se torna aguda y atrae
hacia ella todos los recursos poseídos para organizarlos, con
mayor o menor felicidad y coherencia, con relación a un
plan de acción, a una anticipación de los resultados y a la
justificación de la conducta. Detrás de esta actividad directriz
encontramos toda la individualidad psicológica con sus há
bitos especiales y generales, y su estado de equilibrio de las
satisfacciones; prácticamente todo el “yo” delibera con sus
recursos, sus limitaciones y sus efectos ante un objetivo ele
gido o impuesto.
Por lo que hace a los mecanismos dirigidos, éstos interesan
a los medios empleados por la actividad directriz, para lograr
el objetivo. Estos mecanismos representan por lo tanto las ac
tividades sensoriomotriz e intelectual, las que se constituyen
en eficiencias particulares; comprenden todas las aferencias
y eferencias que intervienen en el “tanteo", la búsqueda y el
registro de la información, en la regulación del trabajo y del
esfuerzo, en la movilización y el ajuste de los automatismos
especiales o generales.
A menudo, en los diversos exámenes que recaen sobre
el ser humano, se hace abstracción de esa distinción entre ins-
o — tancia directriz y mecanismos dirigidos. Pero la realidad
muestra que puede resultar una dificultad de una insufi
ciencia que exista ante todo al nivel de la instancia directriz,
por ejemplo en el individuo que ve o concibe mal un obje
tivo o no se preocupa casi de lograrlo. La dificultad puede,
NJ — por el contrario, depender de la ausencia o de la imperfec
ción de los medios de percepción, de acción o de operación
mental que deben ser utilizados. Así un sujeto puede com
prender perfectamente que está frente a un problema de arit
mética que implica una solución exacta v desear vivamente
obtener una buena nota, pero puede tener dificultad para
leer los datos porque es disléxico, o puede ser incapaz de
a i za
percibir y organizar ciertas relaciones lógico-aritméticas, o
también puede cometer simples errores de cálculo, sea por
o -á hábitos insuficientemente automatizados, sea porque no con
sigue mantener adecuada concentración durante el trabajo.
De ahí que la distinción sea, pues, importante. F.n el pri
mer caso el individuo no está orientado con respecto a la
tarea o le disgusta abordarla con todos sus medios, o tam
bién la deforma intencionalmente; en el segundo, desea adap
tarse, y se esfuerza, en consecuencia, por distinguir si no el
■o objetivo exacto, al menos un objetivo final que procurará
precisar.
o — Pero también es cierto que existe una relación definida,
aunque a menudo difícil de descubrir, entre la actividad di
rectriz y los mecanismos dirigidos. T al es el caso del indivi
duo que quiere lograr el objetivo pero que revela medios
demasiado pobres e insuficientes; en él, la motivación se
ro di
debilitará y la actividad directriz se disgregará. A la inversa,
el sujeto que posee numerosos medios distingue por eso mis
co mo posibilidades de aplicación variadas y otros tantos ob
jetivos posibles para su actividad, por lo que está motivado
r> rí. para actuar, como vimos precedentemente, por la solidez y
94
•j 1 3
_C£_
el valor clt los hábitos que existen en él. Así, cuando los
medios son débiles, la actividad directriz está a menudo mal
estructurada y es incierta. Sin embargo ésta no es una regla
general. Basta con observarse a sí mismo para descubrir que
en todo instante concebimos planes que nuestra resistencia
nerviosa y nuestras capacidades limitadas no nos permiten
llevar a cabo r.
95
siempre una determinada "psicología”. Resulta de esta po
sición una dificultad que merece destacarse desde el mo
mento en que nuestras concepciones ele la actividad y de las
estructuras mentales son relativas a cierto estado de los co
nocimientos que poseemos con relación a hechos bien obser
vados y a un número considerable de hipótesis y ensayos pa
ra sistematizar y organizar nuestro saber. Los tests son por
ello instrumentos cuya presunta eficacia descansa en más de
una conjetura. Felizmente la mayor parte de los psicólogos
reconocen esta dificultad y el círculo vicioso a que puede
conducir el empleo poco reflexivo de estos procedimientos.
Si hemos logrado definir, por ejemplo, capacidades como la
atención, la visualización del espacio, la inteligencia, o ca
racterísticas afectivas como la agresividad, el estado de aban
dono afectivo o el sentimiento de inferioridad, se pueden ima
ginar tests apropiados para captar esos diversos rasgos de
comportamiento. Empero, no debe olvidarse que el instru
mento creado no hará más que confirmar a su vez distincio
nes y caracteres funcionales que a menudo han sido plan
teados a priori o extraídos de observaciones privilegiadas e
influidas por una representación previa de la vida mental.
Si los tests objetivan un buen rendimiento con respecto a lo
que hemos decidido llamar inteligencia, conferiremos esta
cualidad al sujeto y se la negaremos si. por el contrario, el
rendimiento es malo. El test utilizado de ese modo no repre
senta entonces más que un filtro cuyas mallas hemos cons
truido para que sólo retengan lo que hemos definido. La
prueba confirma por tanto una psicología v una clasificación
de los seres establecidas con anterioridad a su empleo; por lo
tanto no podría contribuir al progreso de nuestros conoci
mientos mucho más allá del círculo que hemos abarcado.
Debe observarse sin embargo que los tests pueden ser muy
útiles si el rasgo que se ha propuesto captar y evaluar corres
ponde a un comportamiento preciso, prácticamente impor
tante aunque ignoremos su estructura íntima. Así podemos
crear un test de rapidez de lectura aunque sepamos muy po
cas cosas sobre la psicofisiología de esa función; el empleo
de ese test no nos informará sobre lo que ignoramos toda-
96
vía del mecanismo léxico, pero nos mostrará si el individuo
lee rápida o lentamente y esa determinación es prácticamen
te útil.
Si así procedemos, podremos utilizar los tests discreta
mente y evitar el círculo de error que acabamos de señalar.
Para crear el test se partirá, como anteriorm ente hemos di
cho, de una actividad definida o de una tarea importante
que pueda ser bien caracterizada, cuidándonos de creer que
esa actividad posee una unidad, que responde a un proceso
característico y que es la expresión de una propiedad psico
lógica claramente delimitada. Se impondrá además el requi
sito de someter el test a diferentes grupos de individuos, los
cuales, mediante sus reacciones, definirán progresivamente
las propiedades de la prueba y no a la inversa, esto es, de que
el test, mediante sus resultados, defina síil más las propieda
des ele los individuos. Sólo cuando la experimentación haya
revelado cierto núm ero de correlaciones y el test haya sido
validado desde distintos puntos de vista, se le podrá emplear
cada vez con mayor provecho, aunque basándose únicamen
te en las correlaciones establecidas. Pongamos un ejemplo.
Supongamos que hemos aplicado el test a individuos de edad,
de nivel de instrucción y de medios culturales diferentes. Se
establecerá, en primer lugar, hasta qué punto estos distintos
factores afectan, en promedio, los resultados; el test será
igualmente aplicado a sujetos que presentan una o varias
aptitudes conocidas o, por el contrario, determinadas inep
titudes. Habrá (pie tomar también grupos de sujetos que
tengan en común ciertas características de comportamiento
y (pie hayan tenido éxito en un sector dado o, por el contra
rio, hayan fracasado en él. Por último, sé examinará a indi
viduos con definidos rasgos patológicos. De esta manera será
posible establecer una serie de correlaciones entre los diver
sos resultados cuantitativos o cualitativos del test y las par
ticularidades comprobadas de algunos grupos de sujetos ca
racterísticos. Se sabrá de este modo que existen resultados
que nunca se obtienen antes de cierta edad, que no se los
observa en sujetos que presentan un estado patológico defi
nido, que generalmente coinciden con resultados típicos de
97
otros tests, y que casi siempre corresponden a un tipo de com
portamiento práctico más que a otro, y a una buena adapta
ción a ciertas situaciones. Estas correlaciones empíricas pue
den ser formuladas de diversas maneras, los que se propon
drán caracterizar las relaciones existentes entre el comporta
miento en el test, expresado por un resultado, y diversos es
tados claramente destacables que atañen a la salud, la edad,
la cultura y las cualidades o las insuficiencias del comporta
miento práctico. Este conjunto de relaciones representa lo
que vamos a denominar las valideces empíricas del test. Gra
cias a ellas sabremos si, con respecto al grupo a que pertenece,
el individuo se clasifica bien o mal; veremos también cómo
se clasificaría en otros grupos: por último, el sujeto puede
revelar en el test las características de un grupo particular,
por ejemplo de un grupo patológico, y mostrar de este modo
su pertenencia a ese grupo. Estas comprobaciones tendrán un
inestimable valor práctico. Pero es evidente, sin embargo,
que no nos informan todavía sobre la naturaleza del funcio
namiento mental en general y sobre el del propio individuo
examinado. Para tener alguna probabilidad de progresar en
ese sentido, se debe partir de la idea de que el test constituye
una situación a la que el individuo debe adaptarse, de que, por
otra parte, ignoramos casi todo de los mecanismos que presi
den esa adaptación y la hacen eficaz, y que, por último, po
demos encontrar mecanismos diferentes con el mismo resul
tado práctico del test. Admitida esta proposición, el análisis
entrará en el estudio del grado de parentesco de los tests y
de las actividades.
Frente al éxito o fracaso en un test, nos preguntaremos en
qué otros sectores el sujeto también podría presentar facili
dades o dificultades. Estas investigaciones conducen a deter
minar hasta qué punto ciertas facilidades o dificultades son
específicas de una tarea determinada o. por el contrario, no
hacen más que confirmar una característica general de la ac
tividad mental. Denominaremos esta parte del trabajo in
vestigación del grado de especificidad de las actividades. Por
intermedio de los tests comprobaremos cuáles son las activi-
dades intelectuales o sensoriomotrices que están relacionadas,
98
pero sin revelar todavía la naturaleza de los factores respon
sables de las correlaciones encontradas.
Kn la actualidad, la investigación del grado de especifi-
dad de las actividades está siendo objeto de numerosos tra
bajos. entre los cuales se destacan los ele grupos de individuos
sometidos a una serie de tests diferentes y a aquellos que re
miren a métodos matemáticos apropiados, mediante el aná
lisis de la matriz de correlaciones establecida entre todos los
tests. Se comprueba así que hay pruebas y, por lo tanto, ac
tividades muy saturadas en un factor general, lo que significa
prácticamente que el test de acuerdo con esta saturación
mantiene, en la batería de pruebas utilizadas, las correlacio
nes más altas con todos los demás. Dicho de otro modo, este
test apela al máximo a un poder que interviene igualmente,
pero en grados diversos y menores, en numerosos tests. Ade
más se demuestra que existen pruebas en las que un factor
específico es relevante. Son las que mantienen las correla
ciones más débiles con el conjunto de los demás tests de la
batería. De la misma manera se aíslan factores de grupo
que descansan sobre intercorrelaciones significativas entre
ciertos tests.
Por este procedimiento se intenta definir la organización
mental, recurriendo al grado de parentesco descubierto en
tre las diversas clases de tareas propuestas a la actividad men
tal y sensoriomotriz. F.stos trabajos tienen un gran valor des
criptivo. pero no nos inform an sobre la naturaleza íntima
de las relaciones y las especificidades. Otra limitación consiste
en que estas leyes se establecen sobre un grupo de indivi
duos. conforme a las propiedades estadísticas de ese conjunto
de tal modo que si volvemos al caso individual, dichas leyes
de parentesco, establecidas por este análisis factorial, no son
utilizables directamente, sino que sólo pueden ayudarnos
a formar una batería de pruebas que reúnan tests concer
nientes a una actividad con un gran componente específico,
permitiéndonos este recurso someter al individuo a un es
tudio y una evaluación de aptitudes prácticamente distin
tas. Podremos tam bién elegir tests muy saturados por un fac
tor general de eficiencia mental, que si bien no poseen un
99
gran valor analítico, nos aproximan a una apreciación psí
quica global del sujeto.
En el nivel intelectual subsisten diversos problemas que
sólo el método clínico permite plantear claramente y cuya
solución nos puede encaminar hacia hipótesis que concier
nen a la naturaleza de los factores específicos o del factor
general, empleados en nuestras diversas actividades intelec
tuales y sensoriomotrices. Por ejemplo, en una batería de
pruebas compuesta de acuerdo con las directivas de un análisis
factorial cabe preguntarse ¿cuáles serán las reacciones de
un individuo adiestrado intelectualmente o, por el contrario,
poco ejercitado? ¿las de un individuo instruido de una cier
ta manera o de otra? ¿o aquéllas de un sujeto interesado en
el examen o indiferente a sus resultados?, y por último ¿las
de un sujeto que presente una insuficienc ia sensorial o mo
triz definida, un síndrome neuropsiquiátrico característico,
o una polarización de toda su actividad hacia la búsqueda de
ciertas satisfacciones o afectado por determinadas condicio
nes de vida? Sin mayor detenimiento, observamos que el
individuo sin ejercitación intelectual corre peligro de dar
resultados débiles en casi todos los tests y. por consiguien
te. en los que están muy saturados en factor general de
eficiencia mental. En este caso ese factói expresará ante todo
el grado de diferenciación adquirido por el aprendizaje que
representa toda instrucción sólida y mantenida. En otros ca
sos, si la instrucción ha sido rudimentaria y llena de lagu
nas. pese a todos los esfuerzos emprendidos, es evidente que
el factor general de eficiencia mental estará en relación con
una incapacidad general para aprender y idaplatse, inep
titud que depende de alguna particularidad patológica del
sistema nervioso. Asimismo, en otros casos, debido a una
oposición activa a la disciplina, el sujeto no habrá podido
adquirir conocimientos, técnicas y un ejercicio intelectual
suficientes. Aquí el factor general de eficiencia mental es
tará en relación con un rasgo caracterial, un estado afectivo
o una orientación general hacia ciertas categorías de satis
facciones que han perjudicado una sólida adaptación a las
tareas intelectuales.
100
Si ahora nos referimos a tests que atañen a factores es
pecíficos, nos veremos llevados de igual modo a formular
hipótesis precisas para explicar un resultado individual y,
especialmente, los éxitos y fracasos pronunciados. De este
modo podemos precisar, simultáneamente, si existe una deli
mitada laguna de la educación o de la instrucción, una in
suficiencia sensorial o motriz determinada, o dificultades es
pecificas para captar cierta categoría de "información” y
"codificarla” en un sistema de gnosias y praxias eficientes.
Por otra parte, el fracaso en ciertos tests nos ayudará para
comprender total o parcialmente comportamientos epte de
notan una inestabilidad de la concentración perceptiva, una
inestabilidad del esfuerzo sostenido, una ineptitud para crear
un campo extendido de representaciones estables y para actuar
CTn sobre los datos interiorizados. De igual modo, podremos for-
mular hipótesis precisas al comprobar una incapacidad para
abarcar en un mismo movimiento mental cierto número de
V datos, al comprobar el rápido desvanecimiento de los rastros
dejados por las percepciones, al descubrir una lentitud aso
ciativa, una adherencia prolongada de la conciencia a cada
momento distinto de las actividades motrices, perceptiva o
representativa, al observar una incapacidad para anticipar,
para inhibir voluntariam ente el torrente de respuestas y de
asociaciones automáticas en provecho de una dirección única,
etc. Ciertamente, todas las anomalías que acabamos de men
cionar no son más que rótulos apropiados para reconocer y
clasificar particularidades de comportamiento, pero el solo
hecho de haber señalado esos fenómenos; ¿no es acaso un
indicio seguro del progreso de la psicofisiología?
En resumen, en presencia de un individuo determinado
siempre nos inclinamos a formular hipótesis precisas con
cernientes a la naturaleza de los factores responsables de la
generalidad o de la especificidad de los éxitos o de los fra
casos en los tests; las reacciones del sujeto nos colocan ante
comportamientos que se imponen con particularidades que
no podemos pasar por alto, así como se imponen además,
para explicar los resultados, la historia del individuo, su es
tado de salud y sus anomalías físicas eventuales.
mi
Pasemos ahora a esbozar un procedimiento de investi
gación.
Podemos partir ventajosamente de tests estudiados y cla
sificados según la directiva proporcionada por las investiga
ciones teóricas orientadas al conocimiento de la naturaleza
de las aptitudes humanas (factores generales, factores espe
cíficos, factores de grupo; ver las obras de Spearman, G.H.
Thomson, L. L. Thurstone. Ph. E. Vernon, T . L. Kelley,
etc.). Gracias a ellas sabremos hasta epié punto los tests
elegidos recurren a factores de eficiencia mental generales
o especiales. La naturaleza de estos factores, y en particular
su significación neurofisiológica, es desconocida; por ahora
no tienen más cjue una realidad estadística que descansa en
el estudio de las correlaciones entre tests con relación a un
determinado grupo humano. F.l psicólogo hará una aplica
ción individual de estas pruebas, observando atentamente
el comportamiento del sujeto; además, considerando su his
toria y sus diversas particularidades, podrá llegar a hipótesis
precisas sobre la naturaleza de los éxitos \ los fracasos. Estas
hipótesis serán reforzadas en la medida en que se compruebe
que las mismas anomalías o particularidades de comporta
miento. de la historia o de la salud del sujeto, coinciden fre
cuentemente con los mismos fracasos o éxitos en los tests.
Las investigaciones teóricas sobre la estructura de las aptitu
des humanas pueden utilizar a su vez estas explicaciones
para instituir estudios estadísticos de control. Nuevos tests
o los antiguos revisados, se pondrán así de nuevo en circula
ción con indicaciones más claras sobre la naturaleza de las
actividades y de las propiedades funcionales que son capaces
de caracterizar. Estas sugestiones recíprocas, entre la teoría
y la práctica, pueden proseguirse indefinidamente.
De acuerdo con el objetivo señalado en psicología apli
cada, la naturaleza, la forma y las propiedades estadísticas
de los tests podrán variar. En prácticas de selección, por ejem
plo, valdrá investigar aptitudes, para lo «pie el test deberá
presentar una gran dispersión de resultados y estar cons
truido de tal modo que siempre sea posible registrar un ren
dimiento superior a todos los encontrados hasta entonces.
102
Por otra parte, para lograr esa dispersión, conviene estable
cer la conmutación de la prueba a partir de una población
numerosa.
Por lo que hace a la psicología clínica, no tendrem os las
mismas preocupaciones. Si bien en ciertos casos, por ejem
plo. con los sujetos con ciertas peculiaridades de carácter,
(onvienea veces poner en evidencia algunas aptitudes sobre
salientes. con frecuencia estamos interesados más qu e nada
T N
Tests con gran dispersión Tests ron dispersión asimétrica
Figura 1
103
sujetos restantes. Pero como sólo importa identificar a los defi
cientes auténticos, el segmento de la izquierda de esta distri
bución es el que sobre todo nos interesa. A continuación de
una zona N, que reúne a todos los individuos capaces de pro
porcionar un rendimiento máximo o próximo al máximo, po
demos delimitar una zona T donde los resultados son mucho
más débiles, pero con una frecuencia todavía apreciable en una
población normal. Como se trata de un test fácil y poco selec
tivo para la mayoría de los individuos, los sujetos que se agru
pan en esta segunda zona ya presentan dificultades, pero a pe
sar de ello no podemos todavía afirmar que éstas corresponden
a un estado patológico, en la medida en que podemos encon
trar esos resultados en una población tomada al azar. Llama
remos a esta segunda parte, zona de tolerancia. Pero más allá
de ella, a la izquierda, vemos que valores aún más bajos son
completamente excepcionales: entonces, si los resultados de un
individuo se sitúan por debajo del límite inferior de la zona
de tolerancia, debemos inferir que se trata de una reacción
o de un rendimiento totalmente aberrante, por lo que plantea
un problema que habrá que explicar en función de una anoma
lía, con un valor probablemente sintomático. Naturalmente,
podríamos hacer idénticas comprobaciones utilizando tests de
aptitud con gran dispersión y considerando solamente la ra
ma de la izquierda de la distribución en campana. Fstas prue
bas tendrían además la ventaja de distinguir diversos grados
de facilidad entre los sujetos de reacción normal. Sin embargo,
prácticamente, los tests con gran dispersión v de distribución
gaussiana son difíciles y complicados en su elaboración; ade
más se presentan al examen bajo forma de tareas relativamen
te dificultosas que pueden crear inhibiciones en los sujetos
torpes. F.n otro caso, se componen de una serie de ítems de di
ficultad desigual, lo que compromete el valor analítico del
instrumento, puesto que el resultado corresponde a una suma
de éxitos que conciernen a problemas a menudo diferentes.
Indudablemente no existen los mismos peligros con los tests
de distribución asimétrica. Por definición éstos atañen a tareas
cómodas para una mayoría de sujetos, que son fáciles de ins
tituir, delimitar y presentar, en tanto que corresponden a me-
104
nudo a actividades prácticas cotidianas y a las adaptaciones
corrientes que, en uli medio civilizado, todo individuo norm al
dei)e ser capaz de realizar. Ciertam ente, las reacciones a estas
pruebas se aproximarán al tipo de respuesta de “todo o nada”
lo que es precisamente una ventaja, porque si la reacción se
orienta hacia el polo nada, indicará con mucha probabilidad
que existe una anomalía y más aún un fenómeno patológico
dentro de un sector bien circunscripto y con referencia a una
forma de actividad que generalm ente no plantea ningún pro
blema de comprensión a los individuos.
Para afirmar estas conclusiones habrá que tomar, no obs
tante, ciertas precauciones para la contrastación de esos tests.
Conviene estudiar la distribución de los resultados sobre d i
versos grupos de población. En efecto, la experiencia mues
tra ({iie ciertas actividades, que se han vuelto perfectam ente
automáticas en individuos que poseen un buen nivel de ins
trucción y de ejercitación intelectual y que poseen medios
determinados de expresión y de aprehensión de la inform a
ción. constituyen, en cambio, tareas complejas en sujetos poco
diferenciados por su escolaridad y su oficio, y limitados por
falta de ejercitación específica en su lenguaje y su disciplina
mental. Así, una misma tarea, un mismo test dará una distri
bución asimétrica para un grupo de intelectuales, en tanto que
para un grupo de peones dará una dispersión mucho mayor
de los resultados hacia los valores inferiores y un increm ento
de la frecuencia (pie no corresponde al éxito com pleto de la
prueba. Es evidente que, para ambos grupos, el lím ite ele tole
rancia. por debajo del cual se sitúan los resultados, probable
mente patológicos, no se colocará en el mismo lugar. Gracias
a contrastai iones realizadas sobre grupos diferentes por la
edad, el medio cultural, la profesión o el tipo de escolaridad,
se podrá disponer de normas que m uestran, por ejemplo, que
un resultado que aún estaría dentro de lo norm al para un
peón, se hallaría por debajo del lím ite de tolerancia para
un intelectual. En psicología aplicada a la clínica es mucho
más importante poseer para un mismo test contrastaciones
que correspondan a grupos reducidos, pero concernientes a
muestras bien determinadas de una población que contras-
105
taciones basadas en los resultados de centenares de individuos
tomados al zar.
El empleo de una batería de tests convenientemente estu
diada nos permitirá, por lo tanto, determ inar los tipos de
comportamientos normales o deficientes y establecer, a condi
ción de que los tests sean variados, hasta qué punto las dificul
tades son generales o, por el contrario, están sólo circunscritas
a ciertas tareas o tipos de reacción (investigación en el indi
viduo de la especificidad de las anomalías de reacción y de ren
dimiento). Para ir más lejos e identificar la naturaleza de las
dificultades, habrá que recurrir todavía a un procedimiento
de observación, de análisis y de experimentación, trabajo ante
el cual retroceden muchos psicólogos por falta de tiempo, de
curiosidad y, a veces, de medios. Los tests sólo nos pueden in
dicar dónde están los problemas y, a menos cine posean un
valor analítico muy grande, apenas si nos informan acerca de
los fenómenos responsables de las anomalías. Para identificar
a éstas, debemos circunscribir cada ve/, más la dificultad des
cribiendo en primer término, lo más p m ¡sámente posible su
aspecto comportamental y sus concomitantes. Por consiguiente,
se impone observar atentamente las reacciones del sujeto mien
tras ejecuta el test, señalar en qué oportunidad comete faltas,
qué aspecto reviste el comportamiento en ese instante, com
parar entre sí sus diversos errores, desprender lo que éstos pre
sentan de constante o de inconstante y, poi último, con el au
xilio de otras experiencias y tests modificados, intentaremos
ver lo que debe añadirse o quitarse a la tarea y cómo se la
debe transformar para que desaparezcan las dificultades. Al
proceder de esta forma, precisamos y aislamos el aspecto fun
cional esencial de la dificultad.
Para ir todavía más lejos, habrá (pie buscar las correla
ciones de la dificultad aislada en su aspecto y su naturaleza
comportamental con lo que pueden revelar los exámenes neu
rológicos y fisiológicos, y con lo que podemos saber de la his
toria del individuo y sus modos de adaptai ión.
Es evidente, entonces, (|ue cada individuo que se examina
plantea un problema complicado de análisis que a menudo se
descuida. Debemos insistir sin embargo en esta última etapa
106
de la investigación, a la que llamaremos descripción y análisis
de comportamientos de las dificultades y anomalias: en la me
did. i en que le dediquemos liempo \ trabajo impulsaremos el
progreso del estudio de los com portam ientos patológicos. He
aquí un ejemplo de esta clase de análisis que hemos elegido
intencional mente entre los más sencillos de todos.
Se trata de un albañil de 45 años. Padece de crisis epilép
ticas, con secuelas de una m eningitis que lo atacó a la edad de
14 años. El enfermo asegura que antes de esa enferm edad era
buen alumno en la escuela prim aria y que leía y escribía co
rrectamente. En la actualidad, es un analfabeto parcial; sólo
escribe su nombre y puede leer algunas palabras. Su lenguaje
pobre, pero correcto, corresponde a su nivel profesional. Es
licito dudar de que la m eningitis haya suprim ido electiva
mente los conocimientos escolares: la enferm edad parece ser
resistente.
Algunos recursos muv sencillos nos van a perm itir precisar
en este hombre la naturaleza de sus dificultades en el cálculo,
l e preguntamos cuánto es 12 más 12. Contesta 24 sin vacilar.
Luego le preguntamos cuánto es 24 más 24, pero el hombre,
en ve/ de responder, trata de escribir con el dedo sobre sus
rodillas, para decir al final que es 28, a ñ a d ie n d o .. . “no soy
muy bueno”. Le planteamos la operación por escrito; hace
la suma sin equivocarse. Le preguntam os después cuánto es
|H más 48: es incapaz de contestar, pero planteada la operación
por escrito, encuentra la suma sin esfuerzo. Le preguntamos
todavía cuánto es 33 más 33; responde 60 luego de 4 segun
dos, después se corrige declarando: “no es cierto"; a los 30
segundos vuelve a dar la respuesta 60. Planteada la operación
por escrito, da rápidam ente 66.
Así este hombre, más allá de 12 más 12, <uya suma conoce
de memoria, no puede efectuar m entalm ente adiciones senci
llas de números de dos cifras. En cambio, basta cjuc se escriban
los números y se dispongan convenientem ente para que él
aplique a esos objetos concretos una técnica adaptada. Estas
maniobras elementales localizan la dificultad.
Desde el momento en que el sujeto moviliza una acción
consistente en su respuesta m ediante un lenguaje aprendido
107
con relación a un objeto concreto, las dificultades desaparecen.
En este caso, el lenguaje aprendido es, por ejemplo, tres más
tres igual a seis, suscitado dos veces como respuesta a dos pa
res de cifras de tres, dispuestas una debajo de la otra. Pero
cuando estos objetos gráficos no son visibles, los automatis
mos verbales mnésicos no encuentran en el campo representa
tivo una textura y una estructura bastante claras para ser elec
tivamente seleccionados, y sostenidos en sus resultados. Todo
ocurre como si el sujeto se volviera agnósico y apráxico al
pasar de objetos y actos exteriores a objetos v ac tos interiores.
Hemos así descripto y parcialmente analizado la dificultad en
su aspecto comportamental. Este ejemplo es particularmente
interesante, pues muestra que no se puede llegar sin más a
conclusiones, aun en un nivel elemental, desde un rendimien
to concreto escrito al rendimiento correspondiente oral, e in
versamente. Ilustra, dentro de la patología, una disociación
frecuente en numerosos escolares entre el cálculo oral y el
cálculo escrito. Por último, llama la atención sobre el modo
de activación de una gran cantidad de automatismos verbales
y sobre el extenso problema de la interiorización de los datos
percibidos y de las operaciones que recaen sobre datos interio
rizados.
108
sujeto. Al aplicar tests adecuados para percibir relaciones, or
ganizar datos, resolver problemas, afirmar un saber, utilizar
una técnica, encontrar y ajustar una expresión verbal, etc., el
sujeto muestra, en caso de resultados satisfactorios, que ha sa
bido adaptarse a la tarca o que poseía medios eficaces; mani
fiesta. por ello, sus adquisiciones pasadas a las que se añade
iliora su adaptación al test abordado con éxito. Este modo de
concebir la reacción no tiene nada de absurdo, sino que es
coherente con los conceptos que liemos desarrollado. Por otra
parte, este punto de vista se torna muy útil cuando enfrenta
mos un resultado deficiente. Habría que preguntarse, enton
tes, si esta falla resulta de una dificultad erigida como una
barrera infranqueable o bien si, por el contrario, el individuo
es capaz de mejorar su rendimiento, ya pirque lo ayuden las
repeticiones, ya porque sobrevengan ciertos cambios en la
situación. Es inútil insistir sobre la importancia práctica
de esta comprobación para la clasificación del caso y para un
pronóstico.
Ciertamente, el éxito dudoso o el fracaso en un test tiene
un alto valor significativo. Sabemos que. de inmediato y en
las condiciones standard de aplicación de la prueba, el sujeto
no ha podido adaptarse normal o fácilmente; ha tropezado con
una dificultad insuperable o bien ha afrontado la prueba con
un capital demasiado reducido de hábitos especiales y genera
les. Si queremos entonces destinar a algún trabajo a este indi
viduo, no le podríamos confiar tareas idénticas o semejantes
al test utilizado, pues su rendimiento sería escaso o nulo. Sin
embargo una sola aplicación de la prueba no autoriza sino a
una conclusión relativa a la inmediata utilización del indivi
duo. Para ciertos problemas de selección, de indagación o de
clasificación rápida y aproximada de los seres, es suficiente
esta primera indicación. Pero, ¿es acaso esto todo lo que desea
mos saber? Sin duda. no. En numerosos casos, especialmente
cuando se trata de niños o de sujetos de los que sospechamos
ciertas deficiencias o deterioros psicológicos, es importan
te conocer también si las insuficiencias comprobadas son irre
mediables o si, por el contrario, el sujeto puede adaptarse y,
en este caso, hasta qué punto y en qué condiciones. Como pue-
109
cie apreciarse, ya no son conclusiones relativas a la inmediata
Utilización del individuo las que nos interesan sino las que
conciernen a sus transformaciones posibles.
Será fácil comprobar que al repetir el test, incluso al modi
ficarlo. a veces al dar ciertas instrucciones complementarias,
al reforzar la motivación del sujeto hasta llegar a ejercitarlo,
se conseguirán datos muy valiosos, como ser, comprobar en
el sujeto una mejoría, que a veces es sorprendente, lo que re
velará que la dificultad era menor, o bien, a pesar de nuestros
esfuerzos, ratificar que su rendimiento no ha progresado. Apre
hendemos ahora el interés de las dos nociones de utilización
inmediata y de transformación posible del individuo, basando
esta última esencialmente en una capacidad actual de adqui
sición y en sus particularidades, capacidad que se revela en
parte cuando se repite el test, haciendo que la técnica sufra
o no ciertas transformaciones. Ciertamente, puede ocurrir que
el resultado en un test revele, desde un principio, una incom
prensión total de la tarea propuesta. En ese caso no hay, por
supuesto, ningún interésen repetir la prueba; ésta habrá pues
to en evidencia un umbral infranqueable y seta conveniente
en este caso ensayar otros umbrales, o aislar en el comporta
miento del sujeto los factores responsables de la barrera.
La utilización de los tests como reactivos más que como
instrumentos de medición, exige sin embargo un procedi
miento adecuado y un respeto absoluto por ciertas reglas.
Se empezará por aplicar la prueba según la técnica estan
dardizada y sin permitirse la menor libertad, pues de lo con
trario las normas y las contrastaciones del test se harán inapli
cables y el practicante no dispondrá de ningún punto firme
de referencia. Gracias a estas normas podremos encuadrar el
resultado. ;F.s éste bueno o simplemente normal? I)e esta sola
comprobación se extraerán conclusiones relativas a la inme-
diata utilización del individuo, como también de la existencia
de una adaptación inicial satisfactoria de la prueba, se podrá
contar con ciertos conocimientos y poderes, y otros tantos re
cursos que permiten al sujeto examinado constituir otros há
bitos útiles y extender su campo de adaptación.
Si, en cambio, el resultado es malo, se recurrirá al procedi-
110
miento de* análisis, consistente en repetir el test hasta llegar a
modificarlo si hubiese necesidad. Aquí la técnica ya no puede
estandardizarse en la medida en que conviene comprender lo
que ocurre en cada individuo y descubrir la naturaleza de las
dificultades que le son propias. Daremos un ejemplo.
VI aplicar a un sujeto un test formado por una serie de
problemas aritméticos, y al valorarlo conforme a su baremo,
podríamos comprobar que el resultado es muy débil o nulo.
No obstante, no estaremos en condiciones de enjuiciar direc
tamente acerca de la capacidad del sujeto para razonar co
rrectamente en aritmética. Necesitaremos aplicar de nuevo la
prueba concediéndole el tiempo que desee. Si este otro ensayo
no mejora su puntaje, controlaremos la lectura de los proble
mas para eliminar eventuales dificultades léxicas. Supongamos
que la lectura, aunque lenta, sea correcta; haremos entonces
que el sujeto razone en voz alta y quizás comprobemos alguna
incapacidad para operar oralmente. Esto nos llevará, después
de una nueva lectura, a pedir al sujeto que enuncie el proble
ma sin mirar el texto. Entonces quizás veamos que ni los datos
ni la pregunta han sido fijados correctamente. El problema,
por tanto, no es más que un texto escrito y no una situación
representada cuya estructura puede ser descrita. Nos interro
gamos aquí para sondear la extensión de esc vacío: “¿Qué se
pregunta en este problema? ¿qué se debe encontrar?". Si el
sujeto no puede formular correctamente la pregunta, le roga
remos entonces que relea una vez más el texto antes de res
ponder. Si al menos logra aislar y fijar la pregunta, le pedire
mos que dé los datos proporcionados: “Se pregunta, por lo
tanto, acerca de esto o aquello, qué es lo que se debe encon
trar. lo que no se sabe; y también ¿qué es lo que ya sabemos?,
ordenando todas las informaciones al resp ecto ...” Con fre
cuencia. en el momento en que el sujeto es capaz de hacer ese
inventario atendiendo al espíritu de la pregunta es cuando la
solución se descubre. Si ése no es el caso, haremos una trans
posición concreta del problema, lo que resulta fácil en gene
ral, tanto más cuanto más haya sido el test elaborado de modo
de retomar esa presentación con ayuda de un pequeño mate
rial estandardizado. De este modo, ante la situación concreta
111
distinguiremos mejor dónde están las dificultades, cuáles son
las relaciones que el sujeto es incapaz de percibir y de coordi
nar. Supongamos que en ese nivel las dificultades desaparecen
v el sujeto descubre la solución. Entonces podremos conformar
nos con haber aislado hasta cierto punto la dificultad, pues
ésta residía en la transposición al lenguaje de una situación
de hecho y en la incapacidad para pensar claramente esa situa
ción a partir de su señalamiento verbal. Pero a pesar de ello
todavía nos preguntaremos, ¿es persistente esa incapacidad o.
al contrario, la demostración que acabamos de realizar ha en
señado algo al individuo? Será fácil darse cuenta de ello plan
teándole verbalmente un nuevo problema idéntico al que aca
bamos de resolver concretamente, cambiando sólo los datos
numéricos. Si resuelve la dificultad nos preguntaremos aún
hasta qué pumo la estructura del problema está sólidamente
definida y [rediremos al sujeto que imagine un nuevo proble
ma equivalente.
Vemos así cómo esta sucesión de maniobras permite loca
lizar la dificultad a un determinado nivel de actividad y cómo
es posible darse cuenta de las repercusiones más o menos rá
pidas y durables de una iniciación metódica. Gracias a esos
datos, podremos definir ciertas posibilidades de aprendizaje
del sujeto, sus propias condiciones y enfocar las posibles trans
formaciones de su comportamiento intelectual.
Una gran cantidad de tests pueden set así repetidos", usan
do un interrogatorio apoyado en demostraciones v transposicio
nes y, con frecuencia, nos sorprenderemos al comprobar que
las dificultades residían ante todo en una incapacidad para
aplicar a los datos un método de fijación, de clasificación y
de análisis. Si el psicólogo sugiere en el examen una disciplina
y un plan de trabajo y observa cómo se adapta a ellos el sujeto
y en qué grado de esta ayuda "se suelta", podrá entonces ais
lar las dificultades. Este descubrimiento, por cierto, tiene mu
cho mayor valor que la simple comprobación del fracaso en
el test.
Existe cierto número de pruebas establecidas para examinar
directamente la capacidad de aprendizaje. Éstas permiten se
guir los progresos de la adquisición en función de repeti-
112
dones y tie nen la ventaja de mostrar claramente la evolu
ción cuantitativa y cualitativa del rendimiento en el tiempo
y en función de repeticiones sucesivas del esfuerzo; con esto
se traza una curva de aprendizaje epte frecuentemente pone
de manifiesto importantes propiedades funcionales. No obs
tante estas pruebas cómodas responden generalmente a for
ma'. de actividad que atañen a una memorización de datos
verbales o a una fijación progresiva de estructuras óculo-
espaciales, procesos que responden a modos particulares de
adquisición, cuya importancia práctica es a menudo conside
rable pero que, sin embargo, no son representativos de todos
los actos de aprendizaje.
113
taxis. 5. La estructura y la calidad de la actividad gráfica
espontánea o adaptada a la reproducción de datos. 6. La ade
cuación de la acción a la percepción de relaciones elemen
tales de sucesiones espacio-temporales y de causalidad (puede
tratarse de manipulaciones o de actos traducidos en lengua
je) y 7. El control del pensamiento y de la acción que res
ponde a una lógica elemental (identidades, contradicción,
tercero excluido).
h) Conocimientos y técnicas escolares. Son los hábitos es
peciales y generales formados en la escuela y mantenidos por
la escolaridad.
c) Conocimientos y técnicas profesionales. Son los hábi
tos especiales y generales formados durante el aprendizaje
profesional, desarrollados y mantenidos por la práctica del
oficio.
Ib Pruebas que permiten registrar v estudiar un proceso
actual de adquisición y caracterizarlo mediante una curva de
aprendizaje.
a) Adquisición de conocimientos evocables verbalmente.
Se trata de la fijación y la retnemori/ación de datos serbales.
La adquisición completa exige una sucesión de contactos con
esos datos hasta que éstos hayan sido registrados y evocados
en su totalidad. I s posible, por otra parte, expresar al apren
dizaje mediante una curva de adquisición, cu va abscisa indi
cará las repeticiones o ensayos sucesivos y la ordenada, la
cantidad de elementos fijados. Se puede distinguir, además,
la evocación inmediata que muestre lo que el individuo ha
sido capaz de aprehender y fijar durante el prim er contacto
con los datos. A este proceso de iniciación sucederán repeti
ciones hasta que todos los datos hayan sido fijados o, por lo
menos, hasta (pie se haya logrado un criterio definido. La
memorización se caracterizará por el aumento de la cantidad
de datos evocados de una a otra repetición y por la seguridad
creciente del comportamiento de evocación.
b) Adquisición de conocimientos que se manifiestan me
diante actos progresivamente adaptados v por la eliminación
de errores como ser aprendizaje de un recorrido, de una su-
I 14
cesión de actos, de un marco de referencia, v de una configu
ración de elementos. El aprendizaje exige asimismo ensayos
sucesivos y su c urva de adquisición puede ser representada
en función del incremento de los éxitos, de la rapidez de eje
cución v de la desaparición de los errores.
ei Adquisición que se manifiesta, mediante la capacidad
para reconocer. Puede reconocerse algo sin que exista evoca
ción v sin que haya formación de actos adaptados especiales.
I I reconocimiento representa una forma elemental de ad
quisición. Al repetirse los ensayos correspondientes puede
también construirse una curva y estudiar el acrecentamiento
de los reconocimientos exactos y la eliminación de los falsos.
d) Adquisición que se manifiesta mediante un aumento
de rendimiento en el tiempo bajo el efecto de las repeti
ciones. El sujeto efectuará un determ inado trabajo, por lo
general fácil, o cuya estructura en sí no plantee problema.
Este trabajo será m antenido durante cierto tiempo, con la
consigna de no suspenderlo. Se establecerá, riel mismo modo,
una curva de trabajo para mostrar si hav adaptación progre
siva o si. por el contrario, se produce una disminución de
eficiencia que señala falta de resistencia, fatiga normal, caída
de la motivación, etc. En cuanto al trabajo elegido, puede
abanar actividades muy distintas, como ser selecciones, co
pias, diferenciación, clasificación, ordenación de elementos,
operaciones, movimientos más o menos complejos, etc.
(!) Pruebas que expresan la facilidad actual para resol
ver un problema, descubrir o adaptar una técnica, percibir
\ utilizar relaciones, organizarías con miras a un determinado
efecto, establecer un plan, descubrir errores, etc.
Estas pruebas se resisten más a ser representadas en una
curva de aprendizaje. En su esencia, estos tests consisten en
colocar al sujeto ante un problema o una serie de problemas
graduados. Se le deja actuar libremente durante un tiempo
determinado y luego se considera el conjunto de su produc
ción. Es evidente que durante el tiempo concedido, el sujeto
se entregará a una serie de ensayos y tanteos de adaptación
y a través de este experim entar, habrá adquirido algo. Pero
115
estas pruebas —la mayoría de los tests responden a ese mo
delo— no consideran lo que el sujeto ha descubierto y ad
quirido. Sólo se retiene el rendimiento bruto como expre
sión de una aptitud o de una ineptitud. Sin embargo, la ap
titud puede ser considerada como una facilidad para selec
cionar y organizar adquisiciones destinadas a emplearse inme
diatamente en el test. La ineptitud, por el contrario, no puede
ser inferida solamente de un resultado inadecuado. El test
requiere en este caso ser repetido y modificado conforme
a las condiciones del sujeto examinado, hasta que hayamos
logrado identificar la naturaleza de las dificultades respon
sables de su fracaso. Al proceder de este modo, estamos inte
resados en averiguar lo que el sujeto es capaz o incapaz de
adquirir cuando se le hace anali/ai la l úea o el problema,
etapa por etapa.
118
si, en el aspecto estudiado, son posibles las adquisiciones o si
las dificultades constituyen barreras infranqueables con re
percusiones de cierta gravedad sobre comportamientos más
complejos, En cuanto al análisis de estas dificultades de base,
sólo se las podrá precisar en colaboración con la fisiología y
la neurología.
l'or último, el examen puede concluir, si fuera necesario,
con la aplicación de algunos tests proyectivos que pueden
revelar pumos neurálgicos en el plano afectivo y orientar
el examen. No obstante, no debe limitarse a estos solos tests
para definir en el individuo el equilibrio de las satisfacciones
v el estilo de vida. H psicólogo debe ante todo basarse en una
anamnesis detallada y dejar de lado el temor de hacer hablar
al interesado sobre sus dificultades, sus éxitos, sus esperanzas
v sus decepciones. Una conversación bien llevada deja adivi
nar muchas cosas que luego se precisan, en cuanto el examen
permite caracterizar mejor el estado intelectual, la plasticidad
\ las dificultades objetivas de adquisición y de adaptación y
también como consecuencia del contacto (pie ha podido esta
blecerse con el medio familiar, los educadores, los emplea
dores, etc.
Con frecuencia el examen psicológico se solicita con refe
rem ia a un aspecto preciso. Los tests pueden entonces elegirse
v utilizarse de cierta m anera para proporcionar rápidam ente
la información requerida. He aquí los casos más corrientes
encontrados en la práctica:
/) Evaluación del nivel de desarrollo intelectual. En este
caso recurrimos a los tests del tipo I. A. a y b. F.1 desarrollo
intelectual representa una serie de adquisiciones implicadas
en amplia medida. Existen pruebas agrupadas en escala que
permiten ver con bastante rapidez si los sujetos poseen los
hábitos intelectuales especiales y generales que en término
medio corresponden a su edad (Tests de Binet-Simon. revisio
nes sucesivas de T em ían, series de Grave A rthur y Woodrow.
Thurstone, Wechsler-Rellevue, Leiter, etc.). Estos tests per
miten evaluar el retardo o el adelanto del desarrollo mental.
2) Evaluación de la deterioración mental global. Una
primera indicación surgirá del inventario de los hábitos espe-
1 l ‘>
cíales y generales conservados (tests del tipo I. A. a, b y c),
y de la confrontación de estos resultados con los títulos es
colares y profesionales. Será fácil darse cuenta con este proce
dimiento si existe disminución o alteración de las adquisi
ciones verosímilmente efectuadas en el pasado y si el sujeto se
Italia todavía en estado de ejercer su oficio. Cuando en el pri
mer contacto se sospecha alguna deficiencia psicológica impor-
tante. se puede recurrir previamente a los tests analíticos con
cernientes a los comportamientos elementales (tipo II o a /):
ciertas dificultades de percepción (agnosias) y de reacción
motriz adaptadas (apraxias) en un individuo «pie en otro
tiempo ha'gozado de completa autonomía, señalan inmedia
tamente una regresión psíquica grave. F.l comportamiento
social durante el examen puede ser igualmente revelador.
La deterioración mental es a menudo insidiosa /v discreta
y el examen se terna delicado porque en sus comienzos im
porta indagarla. F.l índice de deterioración se manifestará al
confrontar los hábitos especiales que todavía posee el pacien
te y su capacidad actual de aprendi/aje v de adaptación. En
efecto, los hábitos conservados dan testimonio de la capaci
dad de adquisición pasada; si la capat idad actual acusa ano
malías y debilidad, es evidente que el paciente ya no dispone
de los medios puestos en prát tica en otro tiempo y, por lo
tanto, puede sospecharse de la existem ia de una deteriora
ción. Los hábitos lingüísticos (vocabulario, sintaxis). los au
tomatismos lógicos relacionados con el sentido común, las aso
ciaciones verbales, las interpretaciones proporcionadas a par
tir de datos visuales más o menos sugestivos, la erudición
acumulada por toda vida social normal, son otros tantos do
minios en los cuales pueden buscarse testimonios precisos o
vestigios <pte interesan al nivel cultural logrado por el pa
ciente; con este nivel se compararán los resultados de tests
de aprendizaje o de resolución de problemas. Un test com
puesto y cómodo, el "Wechsler-Bellevue”. ha sido creado
para determinar rápidamente un índice de deterioración.
Comprende una serie de pruebas “que atañen” a la deterio
ración mental, vinculada a algunos de los campos que aca
bamos de mencionar y otras pruebas que exigen, de parte del
120
sujeto un esfuerzo de adaptación, operaciones, tanteos y con
troles especiales (performance). Este test pertenece principal,
mente a los tests del tipo I. C.
Evaluación de formas particulares de deterioración
v apreciación de su repercusión sobre la actividad psicoló
gica general.
1as deficiencias provocadas por diversas formas de len
guaje (síntomas afásicos) se sitúan en prim er plano. Existe
una gran cantidad de tests especiales para el examen siste
mático de la alteración de los hábitos lingüísticos Para clasi-
lii trios, podemos referirnos a un plan de examen clínico
de los afásicos (véase F. de A juriaguerra v 11 Hécaen, Le
corlcx cerebral, Masón, 1019. p. 153). I.a deterioración del
lenguaje torna siempre delicado el examen del paciente, por
ser imposible o dudosa la comunicación verbal; se necesita
una gran experiencia para llevar a cabo este estudio. En
estos casos es im portante caracterizar la eficiencia mental que
Dcrdura desde la alteración del lenguaje. Para ello se recurri
rá a tests no verbales cuya técnica debe ser adaptada a los
afásicos; los tests del tipo I. li. b . c, d, pueden ser casi todos
apropiados a este I in tom o así tam bién ciertos tests no ver
bales del tipo I. C.
He aquí otras deterioraciones limitadas o dominantes que
pueden ser señaladas desde un principio;
- las apraxias con sus formas ideomoti ices, ideacionales y
constructivas;
— las agnosias auditivas, visuales (numerosas formas);
- las estereognosias concernientes al reconocimiento de las
i osas mediante el tacto activo;
— los trastornos de la sotnatognosia concernientes a la per
cepción directa del cuerpo propio y de sus diversas par
tes en rejxaso y en acción (esquema co rp o ral).
A B c
l 2 3
a b c
0 □ A
1 II III
Los expondremos durante 30 segundos y luego invitare
mos al sujeto a reproducirlos sin inquietarse por su orden;
insistiremos sobre el hecho de que hay 15 elementos distin
tos. Mientras dura la exposición, enunciaremos cada serie a
(iu de descartar toda ambigüedad: "A, H. C, mayúscula; 1,
122
2, i; a, I», i . minúsculas, un redondel, un cuadrado, un trián
gulo; I barra, 2 barras, 3 barras". Acordaremos 2 minutos
para reproducir los datos vistos. Si el paciente no es un débil
intelectual, si no está atacado de grave deterioración men
tal y, sobre todo, si es sincero y colabora lealmente, reprodu-
i irá sin dificultad los 15 signos; en realidad sólo 5 datos pue
den ser retenidos, asegurando los automatismos y las asocia-
t iones la reproducción de los otros 10. Puede tolerarse el
olvido de un grupo, casi siempre el de las barras y de una
de las liguras geométricas. El olvido de dos grupos ya es
sospechoso y el de tres permite llegar a la conclusión de una
exageración o de una colaboración dudosa de un sujeto de
nivel intelectual normal que, por otra parte, es probable que
describa sus trastornos con todo detalle. Cuando los 15 sig
nos han sido reproducidos correctamente y el paciente se ha
dado cuenta, a veces espontáneamente, que la prueba era
íát il, o mucho más fácil que la precedente, se podrá estimar
en él una colaboración suficiente como para llevar más lejos
las investigaciones, pero si existieran dificultades en la prueba
de evocación inmediata de 15 palabras, deberán anotarse. Se
ñálennos además que si en esta primera prueba el resultado
ha sido normal, afirmaremos desde ya la existencia de un ín
dice de sinceridad y de colaboración del paciente, concedién
dole cierto crédito a sus quejas. I.as investigaciones se orien
tarán entonces sobre aspectos de la memoria más diferencia
dos que una simple evocación inmediata de palabras. El
principio del método es, pues, sencillo. Se aplican al sujeto
tesis c uyo grado de dificultad intrínseca él no conoce y se le
melé que sea sincero; si es leal, sus resultados brutos en las
Iiversas pruebas (dos como mínimo) podrán ordenarse más
o menos según el grado de dificultad intrínseca de los tests;
pero si esta ordenación no es posible (por ser los diversos
resultados brutos casi idénticos, que es el caso más frecuente),
el sujeto plantea un problema concerniente a su colaboración
y su sinceridad (en ciertos psicópatas son a veces posibles
algunos fenómenos de bloqueos transitorios). Se eliminarán
sin dificultad los casos de debilidad intelectual o de demencia
fácilmente identificares por otros signos y resultados.
Se ve cómo es posible determinar la exageración o la si
mulación utilizando convenientemente una batería de prue
bas, para lo cual es suficiente conocer el grado de dificultad
intrínseca de cada test. No obstante, los tests deben ser dife
renciados para acumular los signos sospechosos, pues no se
podría llegar a conclusiones partiendo de un solo signo y,
además, siempre hay que referir esos signos al problema par
ticular del individuo, a los rasgos de su personalidad y esta
blecer claramente qué interés puede haber tenido en simular
trastornos de orden psicológico (los invocados son sobre todo
trastornos concernientes a la memoria; se recordará que los
tests no permiten examinar útilmente sino ciertos aspectos
de esta función tan compleja y que, con mucha frecuencia,
no se trata de verdadera amnesia sino de dificultad en con
centrarse sobre los datos que deben sei fijados o de hiperfa-
tigabilidad mental).
126
SEGUNDA PARTE
e je m p l o s d e t é c n ic a s
PSICOMÉTRICAS
a p l ic a d a s a la CU N IC A
La segunda fiarle de esta obra se consagra a dar ejemplos
de algunos tests utilizados en psicología clínica. Existe un
gran número de pruebas clásicas que no consideramos nece
sario enumerar; lo poco que hemos dicho de ellas en la pri
mera fiarte de este libro bastará para orientar al lector. En
cambio vamos a extendernos en algunos tests originales, la
mentando no poder hacer todas las distinciones útiles según
se trate de exámenes de niños o de adultos.
Describiremos en primer term ino un test que da ciertas
indicaciones sobre el nivel cultural. Esta prueba, bastante
resistente a la deterioración mental, interesa a la riqueza y
la precisión del vocabulario del adulto. Se la puede clasi
ficar dentro del grafio I. A. a, concerniente a los hábitos espe
ciales y generales formados en el pasado y m uy automatizados.
A continuación, presentaremos un test que examina los
automatismos tóxicos. Se trata de identificar palabras escritas
y superpuestas. En cuanto los sujetos, adultos o niños hayan
superado el estudio del desciframiento y hayan fijado ya las
formas léxicas globales, percibirán rápidamente las palabras
del test sin que les moleste la disposición que las encubre
en fiarle. Es un tipo de prueba en donde la actividad común,
es dnir la lectura, se sensibiliza por una dificultad en la
percepción.
Expondremos luego una técnica que interesa a la mem o
rización progresiva de una serie de palabras. Es un test del
tipo I. II. a. Esta prueba compleja, que permite, formar una
curva de adquisición, presta servicios cuando se la maneja
convenientemente. Daremos numerosos ejemplos de resulta
dos anormales con algunos comentarios útiles.
También describiremos dos tests que perm iten caracte-
129
rizar ciertos fenómenos de adquisición elemental, pero que ya
están emparentados con las pruebas analíticas del tipo 11. b;
ambos conciernen a la actividad visual: el primero propone
distinguir rápidamente datos diferentemente orientados en el
espacio; en el segundo, el sujeto debe seguir con la mirada
una línea enredada entre otros trazos; esta últim a prueba da
indicaciones sobre la capacidad de segregación con respecto a
datos visuales y sobre la resistencia del sujeto a una forma
de fatiga oculomotriz.
El último test presentado será francamente del tipo II, b;
es una prueba estandardizada para el examen de la dermolexia.
actividad que suscita una cantidad de problemas teóricos y
técnicos.
Lamentamos no poder presentar algunas pruebas que in
teresen a la personalidad. Las dimensiones de esta obra no
nos permiten multiplicar los ejemplos y juzgamos que es frre-
feriblc consagrar el suficiente detalle a algunos tests de ma
nera que puedan utilizarse, más bien que aumentar su nú
mero en detrimento de complementos técnicos indispensables
para la aplicación. Se encontrarán numerosos ejemplos de
tests llamados proyectivos o de personalidad en las dos obras
siguientes: Pierre Pichot, I.cs tests mentaux en psychiatrie.
Presses Universitaires de Frunce, “fíibliothéque de Psychia
trie” y del mismo autor. Les tests mentaux, colección "Que
sais-je?”f N? 626 ’.
Los seis tests que aquí presentamos con suficiente detalle
permitirán al lector formarse una idea de los problemas que
suscita el empleo de las técnicas psicomélricas. Siendo inédi
tos; como procedimientos nuevos contrastados, quizás inte
resen a los especialistas que no compartan necesariamente
nuestras concepciones metodológicas.
K J E M I*L O 1
RIOUF/.A
Sm Y PRECISIÓN DEL VOCABULARIO
131
un nivel relativamente bueno y si la capacidad actual de ad
quisición y de adaptación es muy débil, podemos admitir que
el sujeto ya no goza en la actualidad de la facilidad que le ha
bía permitido lograr en otro tiempo un determinado nivel,
cuyo testimonio es ese vocabulario. F.n el caso en que es dé
bil el resultado del test de vocabulario, confirmaremos la
existencia de un sujeto torpe y no podremos mostrarnos muy
exigentes con respecto a sus aptitudes actuales para adquirir
y adaptarse. Sin embargo, deberemos hacer una reserva: ocu
rre que algunos individuos se desarrollan mal en el campo
del lenguaje y se diferencian sobre todo en el plano de las
manipulaciones y de la organización vi soespacial. F.n ese
caso, al informarnos de la profesión del sujeto y del nivel
logrado en su ejercicio, reuniremos las indicaciones correcto
ras. Por lo demás, en la estructura de la gramática y de la
sintaxis, más que en la extensión del vocabulario, se señala
la aptitud y la especialización verbales. Si el sujeto sólo debe
enunciar rápidamente palabras adaptadas a conceptos cuya
extensión y comprensión están claras en su espíritu y han per
manecido bien fijadas en él, lo que captamos es el señala
miento verbal bruto de su información general, o sea, por úl
timo, un comportamiento categorial fundamental. Con fre
cuencia liemos encontrado individuos con sintaxis tosca, que
han ejercitado y corregido poco su lenguaje y que lograban
realizar convenientemente el test; siempre estaban bien dife
renciados en su profesión manual.
Por último consideraremos un tercer caso, es decir, el de
que los resultados en el test de vocabulario pueden ser muy
débiles debido al modo de reacción del individuo. Éste res
ponde muy lentamente, percibe mal lo que se le dice, "sabe”
lo que se debe responder, pero no encuentra el término pre
ciso. Se observa, además, que responde a preguntas relativa
mente difíciles, mientras que otras más sene illas del comienzo
de la prueba le son dificultosas. F.n este caso se considerará
una alteración del vocabulario, que atañe a éste y a la psico
logía del lenguaje.
He aquí la lista de las íiO clases que componen el test de
vocabulario, precedida de tres ejemplos:
132
RUM t / \ Y PRECISIÓN DEL VOCABULARIO
Ejecución
134
máximo. Habrá que cuidarse, sin embargo, de operar adap
tándose a la rapidez de reacción y de elaboración mental de
los pacientes; algunos de ellos pueden ser muy lentos inte-
lectualmente o presentar trastornos del lenguaje; entonces
hay que dejarles el tiempo necesario para orientarse y ex
presarse. Se anotan inmediatamente esas dificultades al pre
sentar los ejemplos y al producirse las reacciones a los pri
meros ítems de la prueba.
Hemos contrastado el test sobre dos grupos de adultos:
a) Sobre sujetos poseedores de bachillerato o título equi-
\alente (de 20 a 10 años de edad) ; el test fue entonces apli
cado colectivamente, escribiendo las respuestas los mismos
sujetos; b) Sobre individuos (pie sufrían diversas afecciones
v componían la población "al azar" de un hospital de medi
cina general (se eliminaron los enfermos que presentaban
un estado de regresión mental o una oligofrenia); la mayoría
de estos sujetos no habían superado el nivel de instrucción
primaria y su actividad va no implicaba ejercitación intelec
tual desde hacía mucho tiempo. El test fue entonces apli
cado individualmente, anotándose las respuestas por el exa
minador. Al analizar los haremos establecidos se verá que,
a pesar de la ventaja creada por el examen individual, la po
blación primaria da resultados sensiblemente más débiles
que la población que ha tenido una formación escolar secun
daria. por lo que el test da así una buena indicación del
nivel cultural \ del grado de integridad del uso del lenguaje
corriente.
Para la corrección del test se aplicarán los criterios si-
gu ¡entes:
1) Contar un punto para toda palabra simple o com
puesta que designe claramente una especie de la clase.
2) Si la respuesta implica la repetición del término de
la ( lase1 o un sinónimo seguido de un adjetivo calificativo o
de un complemento de nombre, la respuesta no se computa;
ejemplo: zapato de montaña, zapato chato, barco de remos,
enfermedad infecciosa, actos buenos, etc.
.'¡) Toda respuesta que haga intervenir solamente un ad
jetivo calificativo no se computa: ejemplo: para sentimiento
(18), suaves, gentiles.
Habrá excepción a esta regla para los conceptos de las
clases siguientes: sabores (34), escrituras (40), ciencias (27)
(ciencias matemáticas, físicas, naturales, etc.).
4) Dos palabras sinónimas sólo cuentan por una.
5) Dos seres de sexo diferente, pertenecientes a la misma
especie, sólo cuentan por uno; ejemplo: para parentesco (23),
primo y prima; para mamífero, buey, vaca, cabra, chivo.
Casos especiales
136
[) N'? 2:y parentesco: sc admite padrino.
m) Nf.’ 30, trabajos agrícolas: se admiten verbos y sus
tantivos (labranza, labrar).
n) N9 35 y 39, pintores y músicos: se exige un nombre
propio de pintor o músico conocido.
ñ) N? 47, fenómenos vitales: verbos y sustantivos admiti
dos (respirar, respiración).
Como podemos ver los criterios de corrección son bastante
severos. En efecto, queremos indicaciones concernientes a la
riqueza y ta precisión del vocabulario y hemos eliminado toda
denominación vaga. Me aquí los haremos epte logramos:
| 40 43 J 47 |51 1 76
Prueba individual . .. \ 21 1 21 | 27 |31 | 33 | 30
l*ara los dos grupos de población no hemos encontrado
diferencia significativa entre los resultados de los hombres
V los de las mujeres.
Ej e m p l o II
I'igiira 'i
138
S( dispone la hoja convenientem ente delante del sujeto
v d ex am m ad o i escribe en forma abreviada todas las palabras
leídas. Señalará el rendim iento proporcionado después de 30
.«•¿'lindos (cantidad de palabras exactamente identificadas),
luego al final del prim er m inuto; por último interrum pirá
el test después de dos minutos. Existen en total 25 palabras,
de las cuales más de veinte son generalmente identificadas
desde la edad de 12 años por el 5 0 % de los sujetos, como
mínimo. El test ha sido contrastado a partir de los 8 años
con grupos de 35 sujetos más o menos y con dos grupos de
adultos, uno de nivel de instrucción secundaria (S) y el otro
primaria (P ). He aquí los valores encontrados que corres
ponden respectivamente al rendim iento dado después de 30
segundos, de un m inuto y de dos minutos. Estas normas
permiten definir si el sujeto se adapta con rapidez y el ren
dimiento total señala el valor característico del grado de difi
cultad encontrado.
Adultos
('.entiles 8 años 9 años 10 años 11 años 12 años
S.
H e n d i m i e n t o e n 30 s e g u n d o s
10. • • • 3 K
•J 8 10 9 11 9
25 / 8 10 13 12 14 12
50. ••« 8 10 11 14 14 17 14
r
/:>. 9 12 14 10 17 20 16
00. • • 9 10 13 15 17 20 21 17
H en d im ie n to en l m in u to
11 11 15 10 18 16
/ 18
25 g 12 14 17 17 21
50 11 13 10 19 19 9m9•—
L 21
16 19 20 21 24 23
75 13 24
90 15 18 21 21 9
M044 25
H e n d im ie n to en 2 m in u to s
16 19 19 2! 19
10 10 14 22
25 15 19 21 21 23
12 99 23
18 20 22 21
50 14 23 25 24
75 ir, 21 22 23
22 23 24 2*1 25 25
90 18
139
Este sencillo test puede ser aplicado con provecho cuando
se sospecha algún retardo en el desarrollo o una deteriora
ción psicológica importante.
Pueden distinguirse diversas categorías de errores. Una
de ellas consiste en adivinar la palabra a partir de algunos
indicios más visibles. La frecuencia de esa clase de falta
aumenta claramente con la edad y es una indicación intere
sante. si no de la calidad, al menos de la automatización léxica
por percepción de la fisonomía general de la palabra.
9
'-i =:
Ejemplo III
Técnica de la prueba
Supone una tarea delicada y debe ser rigurosamente ob
servada; comprende 6 tiempos.
ler. tiempo, instrucciones. - “I.eeré una serie de palabras.
Usted escuchará y cuando yo haya terminado, me va a decir
141
todas las palabras que usted recuerde. No es necesario rete
nerlas en su orden; puede irlas diciendo a medida que se le
presenten en la memoria. I.o que se le pide, simplemente,
es que diga el mayor número posible de ellas (con los niños
pequeños conviene repetir esta consigna y asegurarse de que
ha sido perfectamente comprendida)
Luego se pasa a la lectura de la serie elegida para el test
de memorización, la serie A por ejemplo. Las palabras son
pronunciadas distintamente, dejando un segundo de intervalo
entre cada una. Cuando ha terminado la lectura, y como para
crear una transición se añade: “Ha oído usted todas estas
palabras, dígame ahora todas las que recuerde, tal como se le
vayan presentando en la memoria y lentam ente para que yo
pueda escribirlas."
El experimentador escribirá en columna lo enunciado por
el sujeto, cuidando de registrar todo porque cada particula
ridad del proceso evocatorio es interesante. Se distinguirá:
1. Las palabras exactas.
2. Las palabras equivocadas.
3. Las palabras exactas pronunciadas por segunda vez y
hasta tercera vez sin vacilación ni comentarios (dobles).
4. Las palabras exactas enunciadas por segunda vez, pero
en forma interrogativa, sea mediante una determinada ento
nación o explícitamente por parte del sujeto (para facilitar
el registro esta clase repetida va seguida del signo ?).
5. Se anotan, por último, todos los dichos del sujeto, por
ejemplo: “Ya está, ¡es todo! ¡ya no sé más! ¿Falta mucho to
davía? ¿Cuántas había?, etc.”
Se destina un minuto a esta evocación inmediata. Cada
15 segundos se traza una raya en la columna de anotaciones
a fin de tener una indicación sobre el ritm o de la evocación.
Cuando el sujeto da una misma palabra por segunda vez. se
toma nota de ella y, además, al escribirla se dice en voz alta:
“¡Ya dicha!" No se hace ninguna observación a propósito de
las palabras equivocadas. Si a pesar de la consigna el sujeto
precipita la enumeración, el experimentador hará lo posible
por seguirlo y escribirá las palabras abreviándolas.
14?.
2° tiempo. Se da la siguiente consigna: “Voy a releer
las mismas palabras y cuando yo haya term inado, usted me
dirá otra vez todas las palabras que conoce. La prim era vez,
pudo decirme . . . palabras (indicar el núm ero de palabras
exactas evocadas en el prim er tiempo) ; pero ahora, usted pue
de decir aún más: dirá las que ya dijo la prim era vez, luego
otras nuevas. Queremos aprender esas palabras: hay que lle
gar a poder decirlas tocias, sin preocuparse por el orden; basta
decirlas tal como se presentan a la m em oria.” Se procede a
la lectura; antes de dar la orden de evocar, se crea una tran
sición diciendo: “ Usted las ha oído todas, veamos cuántas po
drá decir ahora.” V
143
3er. tiempo. —Se anuncia una nueva lectura y se renueva
integralmente la consigna dada en el segundo tiempo. Se
informa al sujeto sobre el número de palabras exactas que
ya ha dado en el 1” y el 29 tiempos, de modo que se interese
en sus progresos; tampoco se hace alusión alguna a las pa
labras equivocadas. Si el sujeto pregunta cuántas palabras
comprende la serie, se le indica.
■}Qy 5° tiempos. —No implican generalmente ninguna di
ficultad especial, si el sujeto se halla orientado en su tarea.
En el 59 tiempo, se anuncia que es la última repetición.
Aunque el sujeto haya fijado ya la totalidad de las palabras
en el 3er. o 49 tiempo, se efectúan de cualquier manera las
5 repeticiones, ya que a veces ocurre que, después de haber
dado las 15 palabras, el sujeto no llegue a tener éxito en el
ensayo siguiente. Además, tratamos de ver cómo la carga
mnésica es transportada y consolidada de una repetición a
otra, por lo que los 5 ensayos son obligatorios.
($9 tiempo. —Está destinado a comparar la capacidad de
reconocimiento y de evocación. lie aquí la consigna dada:
“Ahora voy a leer una historieta: contiene todas las palabras
que hemos aprendido, pero además contiene otras. Cada ve?
que usted reconozca una de las palabras aprendidas, dirá “ ¡sil"
Preste atención para no equivocarse.
He aquí las historietas compuestas para las series A y I).
Historia A. — Un viejo campesino (1) de largos bigotes
(2), sentado en un banco (3) al sol (-1) en su jardín (5),
cerca del río (G) bordeado de árboles (7) , vigilaba sus pa
vos (8) y sus gallinas (9) fumando una pipa ( 10); miraba
pasar por el camino (ll), delante del café (12) junto a la
estación (13) a un niño que iba a la escuela (14). Este niño
había olvidado su gorra (15), su sobretodo (16) y sus libros
(17); tocaba una trompeta (18), sostenía una bandera (19)
y llevaba, atado a la cintura (20), un tambor (21) de colo
res (22) vivos. Desde la casa (23), al final de la calle (24),
los padres (25) y el hermano (26), detrás de las cortinas (27)
de la ventana (28) guarnecida de flores (29), observaban
atentamente al pequeño escolar (30).
144
Historia O. El perro (1) del músico (2) ciego que to
caba el violín (3) cerca de la escalera (4) del puente (5),
cuidaba la comida (6) de su amo (7), pan (8) y jam ón (9),
guardados en una valija (10) colocada detrás de la pared
ill), entre los guijarros (12), viejas herram ientas (13), cas-
, nrns 1 11) de bananas (15) y cubos (16) herrum brados. En-
dere/ó las orejas (17) y mostró los dientes (18) al percibir
.i lo lejos, en el campo (19), hacia el gran árbol (20) cerca
del bosque (21), a los dos primos (22) del cazador (23) que,
con el fusil (24) al hombro (25) y el cuchillo (26) en la
mano (27), se acercaban, sin sombrero (28) y sin corbata (29),
cantando una canción (30).
El experimentador anota sim plem ente las palabras reco
nocidas por su número de orden y se distinguen los reco
nocimientos exactos, los erróneos y los olvidos. Como regla
general, ya lo señalan los haremos, siempre se reconocen más
palabras que las que se es capaz de evocar. Podemos dispen
sarnos de tomar el 6*? tiempo de la prueba con los sujetos
que han llegado a fijar las 15 palabras en la 5* repetición
o antes.
145
el sujeto manifiesta esta insuficiencia de control, a partir de
la 3* repetición, se ven aparecer y aum entar las palabras do
bles (toda palabra repetida sin estar acompañada de una ob
servación o de una pregunta se cuenta como unidad; si la
misma palabra, ya evocada, es repetida ulteriorm ente dos
veces, se cuenta por dos unidades).
[unto a estos datos cuantitativos fundamentales, se desta
cará: a) El ritmo y la locución de la evocación, b) El grado
de colaboración y de esfuerzo del sujeto, c) La naturaleza
de las palabras equivocadas cuando están presentes: defor
mación, invención incomprensible, irradiación asociativa, pa
labras dadas completamente al azar para hacer número, d)
El comportamiento motor durante la audición y luego du
rante la evocación, e) En ciertos casos, se preguntará al su
jeto, después de la repetición, cómo ha procedido para
fijar las palabras; esta introspección provocada revela a me
nudo hechos interesantes.
También se puede hacer figurar en el gráfico el número
de palabras reconocidas en la lectura de la historieta y el
de los falsos reconocimientos. Estos valores serán colocados
encima de un punto R de la abscisa.
Esta prueba de memorización la empleamos desde hace
mucho tiempo y nos permite una verdadera auscultación de
la actividad de evocación voluntaria; el experimentador adies
trado siente \ivir al sujeto, participa en sus dificultades y
establece con él un contacto directo. Tomamos preferente
mente* este test al comienzo de un examen psicológico; nos
orienta rápidamente y permite a menudo prever las reaccio
nes a otras pruebas.
El test es aplicable desde los (i años, \ntes de esta edad
sólo es indicado para investigar una aptitud particular rela
cionada con signos indiscutibles de desarrollo intelectual
avanzado. La prueba puede ser administrada colectivamente,
escribiendo el sujeto las palabras retenidas después de la pri
mera lectura y doblando luego la hoja para tapar su trabajo
cuando se pasa a la lectura siguiente. Bajo esta forma, a la
que uno se ve tentado de recuri ii para lograr rápidamente
las contrastaciones estadísticas, el test tiene otra significación,
146
pues,cn efeito . ,u|eto puede contro u \ >;:ah:vn:e su e \o
(ación \ su esfuetzo será distinto que en a ew v .u io n oral.
|„i prueba, por lo tanto, solo adquiere uxio >u \a!o» si es
tomada individualmente \ as: la h en o s cor. u astado
Conírasiadón. Nos hemos detenido en el em pleo de una
norma vasta, pero que tiene la v e n ta j^ d e v.\os rarnos tnme-
(lulamente si el proceso de m em oruacú n se situa d en tro de
lo normal o se aparta del mismo C iertam ente, para los fines
de la psicología apiñada a i ;n u a esta determ inación es
nnis que suficiente. s;n necesidad de recargarnos con un exceso
de sutilezas. Siguiendo este crtterto. formamos una serie de
grupos de 20 sujetas aproximadamente, tom ad-" il a/ar. peto
dentro de medios sociales determinados.
Para cada uno de los gTiipos hemos establecida una curva
media de memorización \ calculamos la desviación tipo de
cada uno de sus puntos: también hemos establee ido pura cada
ensayo la media de las pulabras equivocadas la de las dobles,
v los valores medios concernientes a la prueba final de reco
nocimiento. Con ayuda de esos datos, se puede establecer
para cada grupo un gráfico que presenta la curva m edia del
grupo y su huso de variaciones. Se aconseja construir la curva
del sujeto examinado de acuerdo con una fórm ula apropiada
que proporcione esos puntos de referencia. Si asi se procede
será fácil comprobar en el gráfico m el proceso de m em ori
zación individual \ sus detalles presentan una desviación
notable con respecto a la media.
Damos en la figura 3 los resultados de un sujeto de 14
años cuyo caso será examinado más adelante (Obs. N? 3) . Su
curva, trazada ion una linea cortada, ha sido hecha de acuerdo
con una fórmula establecida para el grup>o de los individuos
de 12 a N años, de nivel escolar prim ario. I.a curva m edia
del grupo figura trazada en línea entera v su zona de varia
ciones en linea de puntos. Las curvas fx y d corresponden a
las palabras equivocadas y dobles dadas jvor el sujeto. Vemos
inmediatamente que la curva de memorización de este m u
tiladlo retardado, que empieza con un excelente ren d im ien to
en la evocación inmediata, se desvía de la m edia del grupo
va en la segunda repetición y sale por debajo de la zona de
147
variación. El sujeto examinado es incapaz de memorizar nor
malmente a pesar de su aptitud para lijar inmediatamente
una buena cantidad de datos verbales. Tam bién llamará la
atención el elevado número de palabras equivocadas y de pa
labras dobles (comparar los valores registrados con las medias
que figuran en la contrastación. cuadro 1). 1.a prueba de
reconocimiento no fue aplicada.
Figura 3
148
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Presentación
Recono
1
¡
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——
cimiento
11 c 12 años
exactas ... 7,1 10,6 I 12,4
13,3 13,3 14,4
a ............ 2,3 2,0 1,8
1,6 1.6 1,8
equiv........ 0,2 0,1 0,1
0,0 0,0 0.2
dobles 0,2 U ¡ 1,3
1.0 1,0
12 a 1! años (primario)
exactas ... 7,1 10,4 12,5 12.3 13,0 14,5
£7 .................. 1,8 1.8 1.6 1.9 1,9 0,8
equiv......... 0,3 0.2 0,0 0,0 0.0 0,3
dobles---- 0.3 0,7 0.8 1.0 1,2 !
15 a 16 años (primario, final de escolaridad)
exactas ... 6,6 9.3 11,3 12,7 12,6 I 14,0
(X ............ 1,7 1,6 1,2 1.5 1,7 0,8
•
equiv........ 0,4 0,5 0,2 0,1 0,1 0.2
dobles .. . . 0,4 0.8 1,2 1.2 1 1.7
/*/ a 15 años (secundario)
exactas ... i 8,3 12,0 13,6 14.1 14,6 14.7
C
7 ............ 1,8 1.2 1.1 0.8 0,4 0,5
equiv........ 0,0 0,0 0,0 0.0 0,0 0.0
dobles ... 0,0 1,5 ¡ U 0.9 1.0
C l A D R O II
Presentación
Recono*
cimiento
2
/
—
5
' i ’
A dultos p rim a rio s, oficios m anuales (n = 25)
exactas ... 7,0 10,5 12.9 13,4 13,9 14,5
o ............ 2.1 1,9 1,6 2,0 1,2 0,8
equiv. . .. 0.5 0.3 0,1 0,0 0,1 0,4
dobles . . . . 0,4 0.7 0,9 0,9 1,5
ci adro u (continuación)
Presentación
Recono
cimiento
1 2 4 5
E stu d ia n tes (n = 5 7 )
A n cia n o s con p r o f e s i o n e s i n t e l e c t u a l e s en el
pasado (70 a 88 años) (n = ¡ .5)
Presentación Evocación
ílespuós ele
20 minutos
A s is te n te s sociales, 20 a 23 anos
(P ru eb a colectiva)
14,0 14,4 14,3
exactas . . . 9,1 12,0 13,1 0,8
1.0 0.8
ir ................. 1,4 1.4 U
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42 50 40 43 58 47 53 53 22 24
10 ............... 18 26 32 36 47
50 60 50 57 61 24 28
34 38 51 46 54 48
25 ............... 26 32 36 42
56 56 50 62 56 03 65
50 .............. 34 42 36 46 53 52
56 64 62 65 67 42 48
44 52 55 58 60 60
7 5 ............... 38 46 68
58 59 66 64 68 64 68 66 69 73 52
1 0 0 .............. 46 54 58
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de regresión es aproximadamente la misma si comparamos
los dos grupos de ancianos con los grupos de adultos que les
corresponden culturalmente.
3. En todos los grupos el número medio de palabras
equivocadas es en general muy débil y sólo algunos sujetos
manifiestan esa tendencia. Puede considerarse como anoma
lía la presencia de más de una palabra equivocada y sobre
todo la persistencia de esta reacción durante el proceso de
memorización. La tendencia a dar palabras “dobles”, sobre
todo a partir de la 3? repetición, es en cambio frecuente, lo
que señala una fijación mnésica poco ordenada y un control
relajado de la evocación.
4. En la prueba de reconocimiento, la disminución de
rendimiento, con respecto a la 5? evocación, es intenso a los
5 años; a los 6 años el reconocimiento no origina ninguna
facilitación; en cambio, desde los 7 años la facilitación actúa
de manera definida. Los pequeños, por lo tanto, tienen mu
cho trabajo en identificar las palabras aprendidas cuando
éstas figuran en un relato; la individualidad objetiva v la
autonomía conceptual de los vocablos son probablemente muy
débiles aún.
Desde los í) años, el reconocimiento de la totalidad de las
palabras constituye la regla y el solo reconot imiento de una
o dos palabras, en cambio, es excepcional. La caída de la
tasa de reconocimiento en los ancianos es manifiesta; pone
claramente en evidencia su amnesia. Se retendrán las si
guientes observaciones: 1. Siempre se rec onocen más pala
bras que las (pie se pueden evocar; 2. Cuando la tasa de re
conocimiento es normal, pero débil la de (-venación, no con
viene hablar de amnesia o de trastorno de la memoria, pues
sólo el comportamiento de evocación voluntaria se encuentra
afectado, el que puede presentar diversas anomalías que úni
camente revelará el análisis del proceso de memorización; 3.
Sólo se hablará de amnesia de fijación en los casos en (pie
una débil tasa de evocación se confirme mediante una débil
tasa de reconocimiento; 4. Por regla general, los falsos reco
nocimientos son muy raros desde los S años, para volver a en
contrarse recién en los ancianos; 5. ¿A partir de qué desvia*
154
ción, |*ii debajo de la curva inedia, debe considerarse como
anormal una curva individual de memorización? La desvia
ción-tipo es la que fija el límite de tolerancia; toda curva
situada en torno de la curva media y dentro de la zona de
variaciones delimitada por las desviaciones-tipo no plantea
problema y se considerará el proceso como norm al en su as
pecto cuantitativo. Toda curva situada fuera de la zona de
variaciones y por sobre la misma será índice de una facilidad
superior. Toda curva situada fuera de la zona de variaciones
\ por debajo es anormal, planteando un problem a especial
que será considerado comparando los resultados del sujeto con
las medias de su propio grupo de edad o de su grupo cultural.
Por último, todo punto de una curva individual que salga
le la zona de variaciones hacia abajo indicará una fluctúa-
ción anormal de rendim iento que exige una interpretación.
F.l límite de tolerancia que proponemos se encuentra bien
ajustado según nuestra opinión. Hemos calculado a qué nivel
de una medida decil se situarían todos los puntos de las
curvas medias, con la disminución de su desviación-tipo. H e
mos podido comprobar así que todo punto que se sitúa por
debajo del límite inferior de la zona de variaciones se colo
caría en el primer decil.
Si es cierto que el lím ite de tolerancia es muy amplio,
estamos seguros, sin embargo, de que perm ite identificar rá
pidamente un resultado anormal y probablem ente patológico.
Sólo mediante el examen y el análisis de los casos anorm a
les podremos aprender algo más sobre esta prueba. Vamos
a presentar |x>r lo tanto y a com entar una serie de casos tí
picos. pero antes daremos dos ejemplos completos de procesos
normales, uno proporcionado por una niña de cinco años,
el otro por un anciano.
11 protocolo que figura a continuación es típico de las
reacciones de los niños pequeños. F.n él se destacan: 1. La
presencia de una palabra equivocada al comienzo, determ i
nada por irradiación asociativa a partir de una palabra exac
ta: 2. La presencia de algunas dobles (en los niños pequeños,
romo término medio, se encuentran en núm ero menos ele
vado que en los sujetos de más edad). Las “dobles” tienen
155
observación 1. —F. M.. niña, de 5 años de edad.
Presentación
/ 0 5
Color, d. Pavo
X
Río Rio
X Río Casa
Gorra X Cortina
X Pariente Río
Escuela Café X Sol Tambor
Cafetera, eq. Café X Tambor Pavo X Cortina x
Café X Pariente jardín Cinturón
X Pavo Escuela Sol
X Tambor X Color X Sol, d. X Tbr., d. x
Cortina Sol X X Color
X Cortina Pavo x
Río x X Cintura x X
X X X
Gex. X X
1 ex. i d. 8 ex. 8 ex.
1 eq. Color 8 ex. 1 d. 1 d.
(El signo y indica las fases sucesivas <le 15 segundos; ex. — palabras
cxacias; eq. = palabras equivocadas; <1 — palabras duplicadas; fb r. — tambor.)
156
delega en otro el control de sus apariciones mnésicas des
ordenadas.
Destaquemos en esta niña de cinco años la tendencia clara,
pero que en otros casos puede estar aún más acentuada, a
evocar solamente las palabras que atañen al comienzo y al
final de la serie; si numeramos las palabras de 1 a 15, de
acuerdo con su orden de presentación, tenemos en la 5? evo-
ación, por ejemplo: 14, 15, 1, 2, 3. 7, 1, 13 y 12, o sea las
cuatro palabras finales y las tres iniciales contra una sola
palabra central. A esto lo llamaremos fenóm eno del "co
mienzo-linar, que es normal, pero señala una memorización
pasiva, adoptando una organización exterior en lugar de apo
derarse activamente de las palabras y asociarlas de acuerdo
con un esquema original.
Fn la prueba final de reconocim iento la niñita no rcco-
ikx ió ninguna palabra. Encajadas dentro de un relato bien
organi/ado, las palabras han perdido su individualidad, evo-
ando probablemente las proposiciones sucesivas imágenes
distintas a las de los vocablos aislados.
Señalemos, por último, que esta niña da una curva indi
vidual de memorización muy cercana a la curva media del
grupo, razón |K>r la cual liemos tom ado su caso como ejemplo.
f I protocolo siguiente concierne a una persona de 87 años.
Fn esta mujer de edad avanzada, t uya curva individual de
memorizar ión se acerca a la de su grupo de edad y de cultura,
comprobamos:
I. l'n control todavía relativam ente bueno del proceso.
Hay palabras "dobles que surgen, pero el sujeto siempre in
terroga (?) y pregunta si no las lia dicho antes.
Algunos comentarios típicos revelan el sentim iento de
(Icsdibujamiento rápido de las impresiones. Interrogada so
bre su memoria, esta m ujer declaró: "R ecuerdo cosas lejanas,
pero no recuerdo el presente. . . ”
Fn la prueba de reconocimiento hubo 11 reconocimientos
exactos y 2 equivocados.
Presentaremos ahora una serie de- observaciones concer
nientes a niños o adultos. Se trata de individuos atacados de
afecciones neuropsiqui,úricas o de sujetos c uyo comportamien-
1 57
observación 2. - M. R., mujer, de 87 años de edad, criada.
Presentación
1 2 y 5
P R I ME R GRUPO
1 S9
9 palabras se dan en 20 segundos, luego el niño declara “Ya
no sé más". A partir de ese momento no realiza ninguna bús
queda. Destaquemos las cuatro palabras equivocadas que son:
muchacho, mesa, ventana y silla. Excepto la palabra ventana,
ninguna de ellas tiene relación evidente con los datos de la
serie: son palabras equivocadas por desviación asociativa, ya
sea por irradiación (ejemplo: cortina-ventana) o por defor
mación (ejemplo: arroyo por río ). Las palabras equivocadas
por desviación se encuentran sobre todo en aquellos que
presentan un gran retardo intelectual.
La curva de memorización se eleva apenas en el curso de
las 5 repeticiones. Las palabras equivocadas persisten hasta el
último ensayo; las “dobles" aparecen al final de cada evocación
en el momento en que insistimos para que aum ente el rendi
miento. La adquisición muy débil, a pesar de una buena
capacidad de fijación inicial, se explica, según creemos, de la
siguiente manera: el sujeto sólo emplea su capacidad de evo
cación inmediata (retiene sobre todo las palabras del final),
siendo incapaz de organizar interiormente la serie y de recons
truirla para evocarla.
Esta observación nos coloca frente a un “ inválido men
tal" que no sabe ni-puede aprender; enuncia, mezclados con
palabras equivocadas, ciertos datos que han persistido en él.
Al final de la prueba, declara: “No me hacen hacer ningún
ejercicio de esta clase en la escuela; tendré que pedirle a mi
maestro que me los haga hacer".
He aquí la serie de los signos anormales recogidos durante
el examen.
/. Adquisición casi nula; estancamiento al nivel de una
capacidad de fijación inicial relativamente buena;
2. Número elevado de palabras equivocadas por desviación
asociativa;
3. Perseveración de palabras equivocadas en el curso de
las cinco repeticiones;
7. Número elevado de dobles al final;
L Recitado anormalmente rápido; detención brusca en el
momento del esfuerzo;
160
6. Observaciones pueriles; individuo satisfecho con su
rendimiento.
Con un mes de intervalo, sometimos a este sujeto a un
nuevo examen, utilizando otra serie de 15 palabras. He aquí
el resultado:
Presentación ............. 1 2 3 4 5
Rendimiento ............. 8 ex. 8 ex. 10 ex. 11 ex. 10 ex.
0 eq. 9»-* eq. 2 eq. 2 eq. 4 eq.
1 Od. Id . 2 d. 2 d.
161
i. Contrastando con esta incapacidad de evocación volun
taria, los resultados de la prueba de reconocimiento
muestran que, no obstante, todos los datos han sido fi
jados. Es suficiente que el niño sea solicitado del ex
terior por los mismos datos que él no puede evocar,
para que se establezca una correspondencia entre esos
estímulos y los rastros que han dejado. No hay amnesia,
O =5 por lo tanto, sino que estamos en presencia de una
debilidad de la evocación voluntaria. Pareciera que el
esfuerzo, en vez de movilizar una actividad interiori
zada, origina sobre todo tensiones motrices periféricas
con fallas en el encauzamiento de los procesos respec
tivos, que los progresos de la fisiología permitirán com
prender alguna vez.
162
pero que a veces también lo hemos observado en hum a turno»
pronunciada en niños poco dotados intelectualmenie.
OBS. 5. O. T ., varón. de 11 años de edad. Debilidad in
telectual; nivel de 8 años: el niño está en excelentes condúio
nes pedagógicas (clase adaptada a sus posibilidades) ; c x c e h n f '
medio social.
Presentación 1 2 3 i 5
Rendimiento . . . . . . . 4 ex. o ex. 8 ex. 10 ex. 11 ex.
1 eq. 9ém eq.
1 d. 2 d. 1 d. 4 d.
Destacamos los signos siguientes en este sujeto muy lento,
tanto en el plano intelectual como en el motor.
1. Lentitud de adquisición a partir de una débil capaci
dad de fijación inicial;
2. Presencia de palabras equivocadas al comienzo (silla,
desviación asociativa o influencia de un objeto visible,
fenómeno que se encuentra en los débiles y en los niños
pequeños; soldado, irradiación a partir de fusil) ;
3. Aumento de las “dobles” en la 5? evocación.
En conclusión, se observa en este caso adquisición lenta,
mejoramiento progresivo de la cantidad y la calidad. Es el
proceso de memorización típico de una determ inada categoría
de débiles intelectuales, en los que las primeras reacciones son
malas, pero como son dóciles, si se es firme con ellos, termi
nan por controlarse y por realizar la adquisición compatible
con su límite intelectual.
OBS. 6. II. A., mujer, de 18 años de edad. Escolaridad
primaria dificultosa; no frecuentó la escuela pública, pasó jx'r
diversas escuelas privadas. Sus padres han intentado hacerla
entrar en la escuela de tiurses en donde, después de algunas
meses de ensayo, se mostró incapaz de seguir la enseñan;.»
Presentación .............1 2 .i I *
Rendimiento ............. (i ex. 9 ex. 11 ex. 9 ex. 9 ex
1 cq.
I d.
reconocimiento: 15 r | ; 2 r
EjS un caso de debilidad intelectual leve; un examen psi
cológico muy completo evidenció dificultades de razonamiento
y de aprendizaje dentro de todos los campos (nivel de 11-12
años). El proceso de memorización muestra una incapacidad
para organizar progresivamente su saber, pues luego del em
puje inicial, el sujeto se queda en un nivel muy bajo. Todas
las palabras han sido reconocidas, localizando bien la dificul
tad en el proceso de evocación; sólo se observan dos recono
cimientos equivocados característicos del estado de sugestiona-
bilidad propio de los débiles.
OBS. 7. P. I.. varón, de 13 años, 8 meses de edad. Sigue
la escuela primaria con dificultad. Debió repetir dos grados;
la lectura es todavía dificultosa; el sujeto está bien atendido
dentro del medio familiar.
Presentación ............ 1 2 3
Rendimiento ............ 5 ex. 10 ex. 11 ex. 10 ex. 9 ex.
1 d. 3 d. 3 d.
reconocimiento; 15 r-f
164
-nizai ion asociativa coherente de la serie; además, toda
la atención recae sobre la novedad en detrimento de la
r
SEGUNDO GRUPO
16S
de calidad de concentración a los que no logra llegar. Con
este caso tocamos el problema de la interiorización del com
portamiento en el curso de la evolución mental. A este respecto
este niño, por otra parte fino y delicado, ha quedado retrasa
do. También recogemos en él otras reacciones que deben ser
relacionadas con su continuo sentimiento de fracaso. En va
rias oportunidades pregunta cuántas palabras abarca la serie
y cuántas ha enunciado. Ciertamente, el niño recibió los be
neficios del medio familiar muy cultivado donde vive, pero
es poco dotado intelectualmente (sus resultados en muchos
otros tests lo clasifican en el cuartil inferior de las distribucio
nes estadísticas de su grupo de edad) . A estas dificultades se
añade un comportamiento infantil quizás unido a una neuro
sis de fracaso. Durante su escolaridad debió cambiar tres
veces de idioma (alemán-inglés-francés). partiendo del fran
cés, su lengua materna.
En conclusión, es muy probable que en este niño el es
fuerzo de evocación esté comprometido por una falta de segu
ridad interior; es posible además, que algunas dificultades de
interiorización mental tradujeran también esta inseguridad.
166
Presentación .......... 1 2 3 I 5
Rendimiento ............ 4 ex. 10 ex. 13 ex. 13 ex. 13 ex.
1 eq.
reconocimiento: 15 r-f-
Presentación . . . . . . . 1 2 3 4 5
Rendimiento . . .. 3 ex. 7 ex. 8 ex. 0 ex. 8 ex.
1 d. 1 d. 3 el.
169
TERCER GRUPO
Presentación ............ 1 2 3 4 5
Rendimiento ............ 8 ex. 14 ex. 13 ex. 11 ex. 15 ex.
l/l
sus tíos parece haber presentado "( t isis nerviosas" probable
mente epilépticas.
OBS. 17. Ma., varón, de II años, (i meses de edad. Des
censo del rendimiento escolar en la escuela primaria las difi
cultades se han acentuado progresivamente: falta de roncen
tración: el niño, dócil en otro tiempo, se torna cada vez más
independiente; ha presentado sonambulismo entre los 7 y los
8 años. Muy sensible; su maestro estima que es inteligente.
Presentación ............ i 2 3 4 5
Rendimiento ............ 3 ex. 7 ex. 7 ex. 8 ex. 9 ex.
3 eq. 3 eq. 3 eq. 1 eq. 1 eq.
1 d. 1 d. 1 d. 1 d.
Llama la atención la débil adquisición y el elevado núme
ro de palabras equivocadas que son: barba, vidrio, regadera,
maestro, chal, las que provienen respectivamente por irra
diación asociativa de las palabras bigote, cortina, jardín, es
cuela y cintura, todas evocadas por el niño. Los datos oídos
determinan por lo tanto asociaciones que se fijan inmediata
mente y fie las que el sujeto no puede ya desembarazarse a
pesar de los controles que necesariamente origina cada nueva
audición de la serie. Al segundo ensayo, rogamos ya a este
niño que prestara atención y no dijera cualquier cosa.
En este caso pudimos obtener un electroencefalograma
con estas características: "Trazado inestable, no presentando
ningún aspecto patognomónico, ni fenómeno cpileptógeno, ni
localización.” Ll especialista llega a la conclusión de que existe
una inestabilidad nerviosa orgánica. Ésta se encuentra agra
vada sin duda por factores educativos. I .os padres no están
de acuerdo con respecto a la educación del niño; la madre,
que ha mimado demasiado a su hijo, no tiene ningún ascen
diente sobre él. Ella misma es impulsiva, hiperscnsible en su
manera de reaccionar, no admite ninguna crítica y llora inme
diatamente. Notamos en ella una fuerte tendencia a saltar
de un tema al otro sin ilación, a emplear unas palabras por
otras; declara: “escucho bien, pero retengo equivocado", que
riendo decir con eso que no puede relatar correctamente lo
que se le dice. Existe parecido físico entre el niño y la madre.
172
GUARIO GRUPO
Psicopatías
Presentación ............. I 2 3 4 5
Rendimiento .............. 5
ex.9 ex. 9 ex. 9 ex. 8 ex.
2 d. 3 d. 2 d. 2 d.
reconocimiento: 12 r - f ; 3 r —
173
conjunto de los síntomas permite sospechar una afección
mental grave en evolución.
OBS. 19. Cos., varón, de 9 años de edad. Se señalan en
este niño los rasgos de comportamiento siguientes que se van
acentuando: demasiada confianza en sí mismo, sigue al pri
mero que llega; es desobediente, trata de hacerse valorar, no
sabe jugar, molesta y fastidia a sus camaradas, no siente cuando
los otros lo rechazan, no hay afectividad de "fondo”, sino sola
mente afectividad de “exteriorización”, manía del orden, ne
cesidad de ver determinadas cosas en determinados lugares,
muy miedoso. Es inteligente y posee excelente “ memoria”. En
su línea de parentesco se hallan dos tíos paternos internados.
Medio social excelente. Lenguaje bien desarrollado. En las
pruebas de nivel intelectual, el niño acusa un le\e adelanto
(9 años y 6 meses).
Presentación . . . . .. . 1 0 3 4 5
Rendimiento . . . . 8 ex. 10 ex. 9 ex. 11 ex.
1 eq.
1 d. 2 d. 2 d. 2 d.
174
de sus estudias c <. 'te rv .o uev j i v‘ vV vom picudo
pero no se graba en m: <rspm:::
Presentación
Rendimiento ñ c\ : c\ e\ v\ l l e\
i a i a i a
reconocimiento L5 r —
QUINTO ORI PO
Encefalopatías poUraumáticas
Presentación ... 1 2 3 4 5
b 3 o
Rendimiento 4 ex.
ó ex. íi ex. 5 ex f* ex.
1 d. 1 d. 1 d. 2 d.
¿i Reconocimiento: 14 r 4-
Presentación ............ 1 2 3 4 5
Rendimiento ............ fi ex. 8 ex. 9 ex. 8 ex. 8 ex.
1 d. 3 d.
OI El umbral de fijación inmediata es más elevado que en
los casos precedentes que corresponden a la misma categoría
<o de enfermos. No obstante, la adquisición es muy débil.
La paciente no puede mantener un esfuerzo prolongado
de atención visual. Si se le hace contar puntos sobre una su
perficie animada por un lento movimiento de rotación, pa
O) dece un vértigo y cae. Necesita un tiempo para reponerse de
ese malestar, pero entonces ya no puede evocar las palabras
aprendidas y el esfuerzo de evocación hace que se repita el
o vértigo y el malestar.
En cuanto esta enferma se fatiga, aum enta la cefalea, y
ya no realiza espontáneamente ningún esfuerzo. Si se insiste,
se irrita, declara que nada le importa y pide con vehemencia
oo
178
r=* o-
<|iic se la deje tranquila. Sabe que ese com portam iento se
hace sospechoso durante un peritaje, pero no se puede do m i
nar. Lamenta su reacción luego de un período de reposo.
179
refiere a situaciones concretas vividas. Grandes dificultades
de abstracción, falta de imaginación, vocabulario reducido.
Ninguna ejercitación intelectual desde el final de la escola
ridad primaria, que se ha detenido a los 11 años. Siempre
ha tenido éxito como minero (excavación de galerías en mon
taña) , llegando a capataz. Leve etilismo. Grave traumatis
mo craneano. El accidente se remonta a dos años. Desde en
tonces presenta crisis de epilepsia, cefaleas constantes, foto
fobias, hiperacusia. Va no puede trabajar en las galerías, so
bre todo a causa del ruido. El hombre es sincero y no se dis
cute la gravedad de su estado.
Presentación . . . . . . . 1 2 3 4 5
Rendimiento . . . . 5 ex. 8 ex. 7 ex.
2 eq.
1 d. 3 d. 1 d.
reconocimiento: 9 r -f ; 1 r —
180
gregación nominal del texto (factor cultural) y una lentitud
de» reacción (la comprensión es más lenta c|ue la audición).
La buena voluntad y la sinceridad no se discuten. Por último,
existe un fondo constante de malestar con cefalea al que se lia
habituado más o menos el paciente, pero que, durante el
examen, puede alcanzar paroxismos que impidan momentá
neamente el registro de los datos y el esfuerzo de evocación.
SEXTO GRUPO
181
este hombre intelectual, muy deteriorado, pero que ha con
servado un barniz social y verbal aún sólido.
Presentación ............ 1 2 3 4 5
Rendimiento ............ 9 ex. 14 ex. 15 ex. 14 ex. 14 ex.
1 d. 1 d. 1d.
182
nuda despiu s del accidente al nivel dei lóbulo parietal de
ra lio”. Así. a t onsecuencias del accidente, se desarrolló len
tamente un absceso crónico en la punta del lóbulo frontal
izquierdo, sin determ inar hipertensión intracraneana. El jo
ven era portador de ese absceso encapsulado cuando lo exa
minamos. Algunos días después, bajo el efecto de una causa
que se desconoce, se despertó la virulencia del absceso fron
tal; perforó, ocasionando la meningitis aguda y el deceso.
He aquí, pues, un caso instructivo en donde era imposi
ble descubrir una anomalía del proceso de memorización para
las palabras, en el que existía un gran absceso del lóbulo
frontal izquierdo y algunas otras lesiones cerebrales más dis
cretas.
Presentación ............. 1 2 3 4 5
Rendimiento ............. 4 ex.1)5 ex.2) 4 ex.3) 6 ex.4) Gex.5)
reconocimiento: 13 r -)- ; 1 r —
183
las respuestas reconocibles fáciles a la elaboración cvocatoria
onerosa).
DBS. 30. Ce., varón, de 73 años de edad. Antiguo emplea
do de comercio: hemiplejía derecha, afasia motriz muy dis
creta.
Durante la primera lectura de las lã palabras, el enfer
mo permanece silencioso. Cuando le rogamos recordar, de
clara: "¡Oh, no‘ sé!... Eran palabras c o rrien te s... No sé."
Repetimos la consigna y procedemos a una nueva lectura.
Cuando llegamos a la 6? palabra, el enfermo se agita v trata
de detenernos: “¡Oh. hay demasiadas palabras! Va no las sé
más. . Es una reacción típica en los sujetos que presentan
una fuerte disminución de la capacidad de fijación. Sienten
imã especie de angustia cuando ven (pie se acumulan las pa
labras que deben retener y que no son capaces de mante
nerlas una por una en voz baja o interiorm ente (signo in
fantil y signo de regresión) cuando de repente se sienten
sumergidos.
Esta reacción señala una regresión en el modo de aprehen
sión de las palabras. El enfermo hace un esfuerzo particular
para que cada vocablo quede presente en la conciencia en
el momento en que lo o\e, pero esta actividad de retención,
que consiste en repetir interiormente la palabra para man
tenerla presente se encuentra de pronto retrasada con rela
ción a la audición de los nuevos términos los que entonces
ya no son claramente percibidos. En este momento el enfer
mo se impacienta. Llamaremos a esta reacc ión muy carac
terística signo de la impotencia de aprehensión auditivo-
verbal, cuyo umbral puede ser determinado pidiendo al en
fermo que repita series de palabras cuyo núm ero va en au
mento. He aquí los resultados obtenidos en e ste enfermo:
Serie de 2 palabras Repetición correcta.
3
4 Repite correctamente las tres últimas.
5 — “¡Oh, no sé! ¡No sé más nada!”
En estas condiciones es evidente que toda memorización
de una serie de 15 palabras es prácticamente imposible.
184
tal <i i ii il 1111.11* la hemiplejía y la leve disartría sólo repre-
Mman una parte de los accidentes provenientes del estado
vasctil n cerebral.
Señalemos además que este enfermo ilustra bien la ley de
Rib» A los 73 años, incapaz de repetir correctamente una
le cuatro palabras, pudo darnos todavía, sin vacilar, el
numero de su fusil militar, núm ero que todo ciudadano sui
zo, incorporado 1 ejército, «abe comúnmente de memoria.
Presentación . . i o .o> 4 0
Rendimiento ............. 0 ex, 3 ex. ,i)> ex. 3 ex. 3 ex.
1 cq.
1 d. 3 d. 1 d. 6 d.
i x onociniiento: 7 r -4- • 1 r -
185
Este caso puede ser considerado como típico de los esta
dos de regresión demencial importantes en cjue el enfermo
todavía es capaz de cierta colaboración.
*
Observaciones sobre el mecanismo de la memorización y
sus anomalias
187
Pero el sujeto puede controlar su saber a rada nueva pre
sentación de los datos operando una especie de confronta
ción de lo cpie él sabe y de lo que debe saber Lograr;! esto
sólo si. a la par que escucha, es capaz de retroceder un po
co con respecto a los estímulos para comentar de paso, inte
riormente, su reconocimiento sucesivo. Aquí se pone en mar
cha una organización particular del comportamiento, que
consiste en el uso de una capacidad para condiu ir simultá
neamente la percepción v la actividad interiorizada cons
ciente de reconocimiento v de control. Se ve entonces que
la persistencia de las palabras equivocadas a lo largo del pro
ceso de memorización puede señalar una impotencia para
percibir y, a la par. una incapacidad p a r a confrontar, en fun
ción de cierto desajuste (decaíage i. los d a t o s percibidos con
datos va interiorizados.
También hemos visto que tina t ip.« i-a mal de apre
hensión inicial, luego de evocación (¡mv... nmediata,
no permitía prejuzgar i! valor d la adqui - u crior; el
sujeto puede mostrarse incapaz cb allom ar la prueba, lo qut
indica entonces que es demasiado débil o bien hiperfatiga
ble; en otros casos simplemente puede negarse a realizar ese
esfuerzo.
Naturalmente no podríamos prolongar <m análisis. Bas
ten estas pocas observaciones para mostrar c! beneficio que
puede obtenerse de los trabajos y de las hipóte qm- la psi
cología experimental lia consagrado al estudio de la memo
rización normal para la comprensión del aspec to comporta-
mental de los procesos de adquisición anormales o patolé
gicos.
Terminaremos enumerando los diversos <a: actores y sig
nos anormales que nuestra prueba de memorización de 15
palabras puede poner en evidencia. Memos tratado de prec i
sar la significación probable de cada uno de ellos en las ob
servaciones presentadas más arriba. Sin eluda, nuevas inves
tigaciones han de contribuir todavía a otras precisiones e
interpretaciones y para facilitarlas presentaremos por último
un repertorio de los signos característicos que hemos podido
observar y destacar.
188
Kb' i l - i " - ' . \ O M M.l.VS DK.SC i;iH K RT\S i'O R I. \ l ' R f K M
iv M ' i < ' \ ¡>i i i*\i \ b r . \ s i : \ ;; R i - r i n c i O N i - s
Isu
petición, pero recuperando el nivel de evocación normal
en los ensayos siguientes, indican, según las características
mencionadas, que el signo debe ser tomado en cuenta seria
mente.
2. Estabilización final de la curva. Después de un au
mento progresivo normal la tasa de evocación se fija en los
dos o tres últimos ensayos en un nivel demasiado bajo. Puede
invocarse la insuficiencia de la actividad asociativa y organi
zadora, la insuficiencia del esfuerzo y del control (aumento
de las palabras dadas dos veces), la hiperfatigabilidad men-
tal, el debilitamiento de la motivación, un fenómeno pro
nunciado de inhibición retroactiva en el seno de la serie.
3. Caída final. F.l rendimiento disminuye de repente lue
go de haber alcanzado un punto culm inante en la 3^ o la 4?
repetición. Se puede atribuir como causa la hiperfatigabili-
dad mental, un malestar consecutivo al esfuerzo mantenido
hasta entonces, una reacción de lasitud o de impotencia ante la
carga acrecentada que se debe seguir transportando, una re
pentina fluctuación de la eficiencia mental, que se produce
por casualidad al final de la memorización más bien (pie en
todo otro momento.
4. Fluctuaciones anormales. Caída súbita de rendimien
to en el curso de la memorización, siendo ascendente el as
pecto general de la curva o terminando en una meseta. Se
debe pensar en un malestar transitorio, en la brusca intru
sión dentro de la conciencia de una idea, de un sentimiento
ajeno al trabajo, en los estados de inestabilidad intrínseca de
la actividad mental y del esfuerzo (esta última causa puede
ser igualmente invocada en los casos 1 y 8), en un brusco
fenómeno de bloqueo de origen fisiológico (espasmos, des
cargas de influjos, etc.).
to
1
lo es normal y la curva de adquisición anorm al, el trastorno
interesa a Ja actividad de evocación voluntaria.
2. Una tasa de reconocimiento demasiado baja puede
señalar igualmente la insuficiencia del nivel intelectual. In
capacidad para operar la segregación de las palabras apren
didas cuando aparecen con una función dentro de una pro-
posición.
:i. Una gran lentitud de ideación puede originar igual
mente una insuficiencia del reconocimiento. El sujeto queda
superado por la velocidad de lectura del texto, no puede
seguir, se atrasa \ ya no logra reaccionar en tiempo oportuno.
1. Presencia de falsos reconocimientos. Sugestionabilidad,
amnesia, niveles intelectuales inferiores.
191
síado importante, regresión e indiferencia en el ni omento a ]
que la dificultad se acrecienta v en que el esfuerzo máxime I
debe ponerse a prueba, confusión bajo el efecto de la faup j
va no se sabe lo que ha sido dicho. . etc'
3. Palabras dadas en "doble’’ al comiesr.o , que lúe:
desaparecer.. Signo de buena adaptación de mejor compren
sión de la prueba. Si el rendimiento st detiene o desciénde
se pensará en el posible temor de dar palabras en “doble
v en su efecto inhibitorio).
4. Palabras dadas ti “doble’ ¡ ero de modo Interroga
tivo, preguntando claramente si ya han sid- dichas. Cuando
es frecuente esta reacción, señala a m enudo un sujeto que
trata de sustraerse a un esfuerzo de control una tendencia j
dejar a los otros el cuidado de ¡n< responsabilidades, una
búsqueda de ayuda, una necesidad de seguridad, una técni
ca del menor esfuerzo, infantilismo, etc.
192
I. Ai i ( ic' í ZO y a m anido p<iói¿u-n:r¿ 1 euócüo
dren cualquier cosa para satisface! »Ir aí^uu maiici. x pa c
gunta, reacción infantil, oligofrénica (lo? débil».: imaiUjc
profundos a veces se imaginan que es MifuJenu cic» « <ual-
ijuier palabra para satisfacer al exam inador
Generalmente únicas, en medio o t d Una a* U mi.
teorización- Intrusión brusca en la conciencia de un dato
i xu año.
. Palainas que designan objetos visibles colocados i m .
del sujeto. Reacción infantil, a menudo presente en lo r<
lardados mentales: incapacidad para desprender.* d< la in
lluencia de las percepciones présenos.
■AÊÊÊÊ
2. Tendencia a empezar cada evocación por palabras no
enunciadas en la evocación precedente. Ausencia de actividad
asociativa y organizadora espontánea (el sujeto es impresio
nado cada vez por elementos nuevos, y trata de olvidarse de
los inmediatamente anteriores, costándole después recuperar
los datos fijados).
3. El sujeto repite siempre las mismas palabras, tres o
cuatro a lo sumo, y las da ‘‘dobles”. Intoxicación por los po
cos datos fijados al comienzo: su redundancia interna im
pide la evocación de todo otro elemento (signo grave de de
terioración mental).
194
de 60 segundos negativa de esfuerzo, falta de técnica evoca
dora, el sujeto cuenta únicam ente sobre una capacidad de
retención inmediata, falta de actividad asociativa y organi
zadora voluntaria.
2. (¿nejas y observaciones pesimistas sobre su memoria.
Signo caracterial, conciencia de un rendim iento demasiado
débil, falta de naturalidad, am or propio exagerado, teriden-
a i ,i simular una deficiencia, conciencia de una debilidad
real, depresión.
3. El sujeto pregunta cuántas palabras com ponen la se
rie, cuántas han sido evocadas por él, cuántas han sido olvi
dadas v a veces cuáles. Signo infantil, desenvoltura y fam ilia
ridad, búsqueda de seguridad, falta de esfuerzo personal y
de autonomía, lasitud, ausencia de esfuerzo.
I Reacción de impotencia ante ¡a longitud de la serie,
reacción de posibilidades mnésicas superadas. Al oír la cuar
ta o la quinta palabra el sujeto protesta v anuncia que no po
drá recordar nada, que hay exceso de palabras; signo infan
til, impulsividad, reacción frecuente en los casos de fuerte
deterioración intelectual.
•». Digresión durante la evocación. Insuficiencia de la con
centración voluntaria sobre los contenidos mentales; signo
infantil, reacción frecuente en los dem entes incapaces de m an
tener voluntariamente un com portam iento orientado.
(lomo puede apreciarse, es raro que un signo sea mono-
valente, pues tiene con frecuencia varias posibles significa
ciones. M arte del psicólogo consiste en separar la que es
más probable, basándose en la acum ulación de las reacciones
.de igual naturaleza, en los datos proporcionados por la his
toria del sujeto, en el cuadro de sus dificultades y conside
rando sobre todo los resultados obtenidos con otras pruebas
psicológicas.
EJ E M P Lo IV
o -
DISCRIMINACIÓN USUAL RAPIDA DI SIGNOS O RI! N T ADOS A I.A
IZQUIERDA O I LA DERECHA
ro
Una vez colocado frente al sujeto el material u hoja de
prueba que figura más adelante, se le hace observar que los
circuidlos están colocados a la izquierda o a la derecha de
una línea vertical o algo inclinada. Se le pide que tache to
22 dos los círculos que se encuentran a la derecha; se le mués-
ira el ejemplo colocado al pie de la hoja \ se le líate tachar
en £ con un trazo de lápiz los dos círculos orientados a la dere
cha. Luego se muestran otros dos círculos tomados al azar
en el test, uno que debe tacharse \ el otro no; si el sujeto
o 2
indica correctamente lo que debe hacer, puede empezar la
prueba. Se le pide entonces que comience arriba \ a la iz
-4 — quierda de la hoja, tachando lo más rápidamente posible to
dos los círculos colocados a la derecha. Desde la señal de par
tida la prueba debe interrumpirse al cabo de un minuto. Pos
teriormente se entrega al sujeto una nueva hoja, invitándolo
a repetir la misma prueba; se le indica que en el segundo
ensayo el resultado es generalmente mejor epte en el pri
mero.
Durante la prueba, el examinador observará atentamen
te el comportamiento del sujeto. Si éste term ina antes de un
minuto, se le pedirá que controle su trabajo basta el final
del tiempo de ejecución.
Corrección. Se hace la suma de los tachados exactos para
196
i - r — *
197
cundario, el test ha sido contrastado sobre un grupo de 100
estudiantes. No hay que sorprenderse por el desajuste (déca-
lage) de rendimiento que aparece en nuestros haremos entre
las edades de 12 y 13 años. A los 12 años, encontramos en los
grados primarios representantes de todas las clases de la po
blación, mientras que a los 13 años, después de haber pasado
a las escuelas secundarias los niños más dolados, sólo quedan
en los grados primarios aquellos alumnos que por lo general
demuestran poca facilidad o afición por los estudios. Este
desajuste (áécalage) muy evidente nos da. sin más, una idea
de las relaciones existentes entre el rendimiento en este test
muy simple y la eficiencia intelectual global. Al examinar
atentamente la contrastación se verá que la prueba es poco
selectiva del desarrollo a partir de los 10 años; las dispersio
nes se debilitan, y el test se hace demasiado fácil; por eso mis
mo es válido para poner rápida y seguramente en evidencia
las dificultades características. Hemos examinado también
un grupo de ancianos. Comprobamos en ellos una regresión
clara del rendimiento, sobre rodo manifiesta en el primer
tiempo de la prueba, lo que confiere como térm ino medio
a este grupo una rapidez de discriminación semejante a la
que es normal para la edad de 9 a 10 años.
Cent iles 10 25 50 75 90 10 25 50 75 90
6 años a 7 años, 11 m a s e s
exactas ....... 9 11 16 19 10 19 26
equivocadas . 1 0
7 a ñ o s a 8 a ñ o s , 11 m e s e s
exactas ....... 9 15 20 25 22 19 33
equivocadas . 1 0
8 años a 9 años, I I m eses
exactas ....... 13 16 i 25 29 29 35 30
equivocadas . 1 0
9 a ñ o s a 1 0 a ñ o s , 11 m e s e s
exactas ....... 7 13 26 30 32 26 33 37
equivocadas . 1 0
198
Primer ensayo Segundo ensayo
10 25 50 75 90 10 25 50 90
Cení ¡les
4
1 0 a ñ o s a 11 a ñ o s , 11 m e s e s
exactas ....... 25 27 32 34 36 30 32 35 36 37
equivocadas . 1 0 1
11 a ñ o s a 1 2 a ñ o s , 11 m e s e s
199
que lleva una maraña de* datos, codificando'’ las aferencias
visuales por medio de una estructura visual fija. Esta estruc
tura modelo., transportada mentalmente con la mirada, barre
el espacio explorado y “codifica" cada aferencia a la derecha
o a la izquierda y de una manera exacta o equivocada. Es
posible que la estructura de filtración sea a menudo más
soinatokinestésica que visual.
Este test permite hacei en los enfermos dos comproba
ciones que denotan dificultades < iracterísticas:
1) El esquema perceptivo se disgrega en el curso de la
ejecución. El paciente no Mega a fijar el modelo que debe
dirigir su trabajo (redondel a la derecha de una barra más
o menos vertical) viéndose obligad-' a vob'?' al ejemplo;
también le ocurre qm de tep tn u invierte el esquema. En
una palabra, no consigue estabilizar. en el plano interno,
una especie de pauta cualitativa de selección que permita
operar rápidamente la discriminación: !n> aferencias visuales
vienen incesantemente a turbai el filtro perceptivo.
L!) 11 sujeto no llega a recoma* visualmente el espacio;
pasa de un círculo a otro, su percepción “se pega" a cada
elemento en lugar de dominar sistemáticamente el conjunto
para provocar el tachado a cada punto de referencia, efec
tuando un reflejo j»or el transporte del filtro interno.
Esi.is dos dificultades son normales en los niños peque
ños pero disminuyen rápidamente con la edad: a menucio
están reunidas. Pueden acentuai.se en ciertos enfermos hasta
el punto ce limitar el rendimiento al tachado de cinco o seis
redondeles solamente, en un minuto.
La repetición de h prueba nos da indicaciones sobre una
capacidad elemental de adquisición. En efecto, si compara
mos los haremos concernientes a cada uno de los dos ensa
yos, comprobamos que el rendimiento siempre ha aumentado
en el segundo ensayo, aun en los ancianos. Lodo individuo
normal realiza por lo tamo una adaptación que se traduce
mediante una ganancia más o menos pronunciada en la re
petición del test. Esta ausencia de ganancia o su debilidad
(a fortiori una disminución de rendimiento) traducen por
lo tanto una anomalía. El individuo se muestra incapaz de
200
adquirir. <• ,:dquiei< demasiado poco, o se agota instantánea
mente.
Al examinar el barcino se ve que el sujeto qu e da el mis
mo centil [jara cada tiempo de la prueba habrá m anifestado
;¡¡¡a adquisa.ión normal. Si el centil en el segundo ensayo
resulta inferior al que se logró en el prim ero, indicará que la
lójuhkión es nula o demasiado débil y qu e el com porta-
icnto pleitea un problema. Por últim o, es evidente que
mi silicio (|i:e da excelentes resultados en el prim er ensayo
qierir.i su pnfot manee en el segundo sin que la prueba p er
mita n asnur una superación. Este test, por lo tanto, es in te
nsante para descubrir rápidam ente, en niños y adultos, ano
malías de comportamiento v de rendim iento que se sitúan
ai un nivel de actividad relativam ente simple: perm ite ver
idemás si. a pesar de un rendim iento inicial dem asiado dé
bil. se manifiesta alguna adquisición <liando se repite el
test. Siempre habrá que preocuparse del estado de la visión
en !<> s enfnmos sometidos a esta prueba. Es cierto que el re
sultado puede contribuir a determ inar la capacidad de dis-
riminación que es todavía com patible con una visión defec
tuosa. pero entonces ya no se deberá interpretai el rendi-
ánto desde el punto de \isia de la eficiencia m ental.
Por otra parte, hemos investigado si este test podía poner
• •• ídem :.t ddii ultades partícula!es de orientación espacial
sujetos (¡ii pn Minan trastornos de aprendizaje de la lec-
I ii Ioncim -.d dislcx i i, term ino que se tiende a aplicar
de modo inconveniente a todas las dificultades de lectura
¡adi*: ¡mantente. si com prueba qu e la orientación espacial
•i:red i-i/cjuierda es a m enudo \.t< üante. I n grupo de 46
i'ip - e . *.(ños \ 11 meses de edad, (pie presum an dificul-
d(\ d, iciMua, i elal ivameute lev es, lue sometido a este test:
los n uli,idos lian sido comparados a los de sujetos normales
de la misma edad. Hemos eiuonti ido una pequeña inferiori-
irl en los ,ioeios que tienen dificultades paia la lectura; la d i
ferencia de las medias no es sin em bargo bastante significativa
para que podamos tenerla en cuerna. I I interés de este test
en los usos de dificultades léxicas pronunciadas debe ser
todavú motivo de estudio.
201
EJ E MPLO \'
202
seguir la línea solamente con los ojos, sin emplear el dedo.
Ensayemos. Empiece aquí, en la línea l ‘\ Se anota el comien
zo con un lápiz y se da la señal de partida.
Anotación. Se anota la cifra a que llega el sujeto y el
tiempo del recorrido.
En caso de error en la primera línea, se pide al sujeto
que la siga de nuevo, pero esta vez con 1.; punta del lápiz. A
veces se comprueba que es incapaz de captar la unidad de
continuidad del trazado; en las bifurcaciones, sale en una di
rección errónea, careciend > de a intui» ion de! correcto pro
longamiento. Entonces 1 . oru-girá \ pedo í que repita
el ejercicio siguiendo \\ .1 • » niiada: en
caso de error per$*su m •w une- < . *• 1: :1 lá
piz en la línea siguiem a n t '. ¡ . s hará aban
donar la prueba ai oqeu, q;i ¿1 logia do aparentemente
un nivel de p civ q d >« ■ co> a a¡ . ón id test
0 que lia - <do una ilógica grave que, en
tre otras cosas, regación visoper-
ceptivo. Vsí habrá . bjeti vt< ápidaiuente un serio tras
torno.
El test podi 1 a 1!(. ) <c í ■ • sujetos ca¡>< es de so
guir rectamente la primera lín i visualm ente o por lo
menos con la pun a d< >i/ Nos hemos asegurado de esa
manera de que u ei os {K .< . 1 o* < máe adelante
provendrán de alguna, iiicuiu p. i icu! ■ \ a >perar con
la mirada sola \ no u • una i\u apa* idad para • omprender que
cada línea poseí su propia confín .ida 1. i ajuste de esta
actividad ocul >m triz* la fatiga, los malestai 1 a menudo
resultan de su prolongad- ♦ drei. 10. . !.<• ucst iones que
el test se propone poní: *n «videncia.
Se observara atentameme <lupon . .u r i i paciente
y se anotarán todas sus <\ acsioacs <¡ }><•■■. v- atar i en
particular la tendencia i’Jc 1 >ost e. 1? in vda \a<¡
lame siguiendo ei »r ar c a¡ i.> V m. e ; k 1 ujeto
trata de colocar su indi / • . íioja. • ve» > o mantiene
por encima a cierta dista- Lcib por utilidades, mueve
su índice al lado, en d • c, n intcnei con el
gesto la exploración vis. > a - abe a y hasta
204
flmismocucir- ^^u >• ido la forma del trazado m ed ian te
una sucesión mi tina es y enderezam ientos. Siem pre se
Invitará al sujeto ’ que permanezca inm óvil, se ano tarán los
rio,,s que resulten de esta orden y la repetición, a m enudo
acoercible, d. las manifestaciones m otrices prohibidas. Se-
iniemos que el individuo norm al, bien desarrollado, sólo uti-
su raotru idad ocular y una leve rotación de la cabeza
de i/quimia a derecha alrededor del eje vertical.
Con fría '.encía 1<*s enfermos declaran qu e han perdido
t iíih'.i; se les invitar;! entonces i qu< retom en solos el co
mienzo del trazado mostrando sim plem ente la cifra útil; se
deja entonces correr la aguja del cronógrafo qu e sólo se de
tiene en el momento en que se da la respuesta. A veces los
enfermos declaran que todo se enreda, que las líneas se vuel
ven indistintas, que se mueven, q ue les duelen los ojos.
Cuando el sujeto ha llegado a la línea 10? se le pide q ue
orne todavía las cuatro primeras, asegurándole qu e la p ru e
ba quedará terminada después de esc últim o esfuerzo. H e
mos contrastado separadamente el re n d im ie n to para las cua
tro primeras líneas al comienzo d d test \ el ren d im ien to en
h repetición final de ese mismo sector. Com o regla general
hav ganancia de tiempo y dism inución de faltas; en el caso
ario se podrá llegar seguram ente a la conclusión de un
■• ido de lupa-fatigabilidad.
Es relativamente fácil apreciai el grado de colaboración
del paciente v su esfuerzo Fn efecto, desconfiarem os de los
sujetos <¡ue cometen muchas faltas con tiem pos cortos de re-
corrido de las líneas; es evidente que las faltas están en rela
ma <on una precipitación cava significación debe ser esta
blecida.
Los tiempos de recorrido muy Lugos, sin q ue haya faltas,
pueden señalar serias dificultades. Por últim o, los tiem pos
muy largos, las faltas las frecuentes repeticiones objetivan
ronjuntamente trastornos graves.
Siendo el test fatigoso, puede suceder q u e origine serios
malestares y que ciertos pat ientes, agotados, se nieguen a pro
seguir la prueba al cabo de algunos m inutos.
Una correcta adaptación a esta tarea hace intervenir un
205
determinado número de factores psicosensoriomotores cuyo
examen y análisis no podemos emprender aquí. Mencionemos,
no obstante, la enorme importancia del campo de la motri-
cidad general fina y, sobre todo, de la motricidad ocular. Así,
en un caso de epilepsia mioclónica progresiva en un hombre
de 30 años, cuya inteligencia estaba relativamente intacta,
existía imposibilidad para seguir las líneas con la mirada
cuando el cuerpo estaba animado por sacudidas leves, pero
incesantes. El enfermo podía sin embargo seguir las líneas
ayudándose con el dedo. Cuando trataba de seguir las líneas
con la vista solamente, éstas se animaban con movimientos
y el enfermo tenía una extraña impresión de lluvia. La per
cepción dermoléxica. en cambio, no se veía perturbada (véase
más adelante).
He aquí la contrastación de esta prueba que, por supues
to, sólo puede ser tomada individualmente.
20 6
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1
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M e d ia d e l o s tie m p o s para las c u a t r o p r im e r a s lin ea s repetidas
1 0 ... 28 24 10 18 12 12 8 8- ó 12
25.... ¡ 24 10 11 10 i 10 8 6 6 6 8
30.... 10 12 10 8 1 8 *> 6 6 4 8
75.... 12 10 8 0 6 0 4 4 4 0
90 . . . 10 8 6 0 i 4 4 4 4 4 4
V í m e r o d e e r r o r e s p a r a las c u a t r o p r i m e r a s lin e a s r e p e tid a s •
10____ 4 1 3
i) 9
ém
9 11 i 0
2 5 ... 9 1 l 1 1 1 0 0
50 . . . l 0 0 0 0 0 0 0
75 .... 0 0 0 0 0 0 0 0 Ü
90 .. 0 0 0 : o 0 0 ! o 1 0 01
(Dermolexia)
210
ira. con firmeza y a la velocidad normal de una escritura
grande (1 segundo 3/5 para la cifra 4, por ejemplo). Los
signos son trazados en la posición indicada en la figura fi
en A, que no corresponde para el sujeto a la posición normal
de la lectura y de la escritura. Para el examinador, es la po
sición de una escritura muy inclinada hacia la izquierda. Si
hay 1 errores o más en las 6 cifras sucesivamente trazadas, se
repite la prueba escribiéndolas en la posirión indicada en B.
Ésta corresponde entonces para el sujeto a la posición nor
mal de la lectura y de una escritura recta.
Para las dimensiones de las cifras con respecto a la mano,
habrá que guiarse de acuerdo con las figuras, teniendo en
cuenta que la cifra debe cubrir toda la palma y evitando su
bir demasiado sobre la eminencia tenar. I.as cifras se trazan
de la siguiente manera: para el 5. empezar por el rasgo ver
tical, term inar por el horizontal; para el 1, empezar por el
rasgo oblicuo ascendente; para el 8, empezar por la parte in
ferior derecha de la curva superior; para el 2, empezar por
arriba; para el 4, empezar por el rasgo vertical superior: para
el 3, emjaezar jaor arriba.
Segundo tiempo. Instrucción: "Ahora trazaré más letras
mayúsculas en caracteres de imprenta". I^as letras se trazan
en la misma jaosición que las cifras, o sea A, figura 6 (no se
pasa a la posición B en caso de errores numerosos). Se cui
dará de efectuar muy distintamente los trazados. Para la V,
empezar arriba, a la izquierda, descender y volver a subir
formando un ángulo muy agudo; para la E, empiezar ¡x>r la
línea horizontal superior, luego por la vertical, después por
la horizontal inferior, y finalmente por la barra central corta;
para la S, empezar por arriba; para la H, empiezar a la izquier
da, separar bien las dos lineas verticales y reunirías por el
rasgo horizontal; para la R, empiezar pior la línea vertical,
acentuar la orientación hacia la derecha de la línea oblicua
terminal, y para la O, empezar por arriba.
Tercer tiempo. Instrucción: "Ahora trazaré unas cifras,
pero en su mano izquierda”.
Cuarto tiempo. Instrucción: "Aproxime las dos manos con
211
Ias palmas en alto y manténgalas separadas más o menos
1 cm. Voy a trazar una cifra utilizando las dos manos, como si
constituyeran una sola superficie. Así. una parte de la cifra
estará en la mano derecha y la otra en la mano izquierda”.
Habrá que asegurarse de que el sujeto comprenda bien la
explicación.
Operación. Se trazan las cifras de acuerdo con los esque
mas dados de C a 11 en la figura (i.
Quinto tiempo. Instrucción: “Ahora vov a trazar cifras
sobre su brazo”. Se deja al descubierto el antebrazo derecho
y se trazan las cifras en la posición de una escritura recta
(en relación con el experimentador).
Observación general. Todos los trazados serán precedidos
de la advertencia: "atención". Si el sujeto pide que se repita
el trazado porque estaba distraído, se puede proceder a un
nuevo ensayo, pero entonces no se toma en cuenta el éxito
posible en el resultado. Se admiten las equivalencias siguien
tes: uno y siete, 0 y cero; en cambio Y, fret uentemente con
fundida con L, y R con li. no son admitidas.
Anotación. Se anota íntegramente la respuesta del sujeto,
sus observaciones, sus vacilaciones v preguntas Para cada
tiempo de la prueba se hace la suma de los errores.
Patos estadísticos y normas. Hemos examinado cierto nú
mero de sujetos normales. No hemos consideiado útil exa
minar a niños de menos de ocho años de edad porque en
ellos la automatización léxica puede plantear un problema.
Entre el grupo de los niños de once años y un grupo de adul
tos de nivel cultural primario, no hemos encontrado dife
rencia significativa, razón por la cual no hemos considerado
útil extender las investigaciones de año en año a partir de los
once. En cambio, existen marcadas diferencias entre los dis
tintos grupos culturales de adultos. A este respecto, poseemos
resultados para tres categorías de individuos: 1. Sujetos de
nivel cultural primario, esto es. hombres que ejercen oficios
manuales o simples peones y mujeres que se ocupan de sus
quehaceres domésticos. 2. Sujetos que ejercen un oficio que
212
----------------- 1 T u tupos JucfJiVos de la prueba dennoléxica
1 2 4 5
(Cifras sobre (Letras sobre (Cifras sobre (Cifras sobre (Ci/roi sobre
m a n o dere m a n o dere mano iz ambas ma a n te b r a z o
cha) cha) quierda) nos) derecho)
S a 9 años (n = 16)
Me. . . . 2 2 2 4 2
4 4 2 5 3
Ci....... 3
L T .... 4 5 3 5
9 a 10 a ñ o s (n = 23)
2 2 1 4 2
M e.. . . 3
3 3 2 5
Ci........ 5 3
LT .... 4 4 3
10 a 11 a ñ o s (n = 18)
2 1 2 1
M e. . . . 2
4 2
3 2
Ci....... 2
4 3
3 3 3
L T ....
I I a 12 a ñ o s (n = 18)
1 1 1 1
Me. . . . 1 2
2 1 4
Ci. . . . . . 2 3
3 2 4
LT.... 3
A d u lto s de n ivel p rim a rio (n = 51)
0 2 1
M e . .. 0 1 2
1 4
1 3
C i.... o 5 3
L T . .. 2 3
4 d u lio s de n ivel in te rm ed io (n = 25)
1 0
0 1 o 1
Me. 2
Ci.. 0 2 1 3
1 3
LT. 2 3
A d u l t o s d e n iv e l su p e rio r o se cu n d a rio (n - 55)
0 0
1 0 1
M e... 0 1
2 0 2
C i.... 0 1 2
LT... 1 2
14)
Personas de edad elevada (n _
2 2
2 1 2
Me. 1 2 4
Ci.. 2 3 6 3
4 3
LT. 3
213
*
exige derlas técnicas intelectuales, como ser empleados de
comercio, de administración, dactilógrafos. 3. Sujetos que po-
seen bachillerato, o estudiantes superiores o profesionales li
berales. 4. Algunas personas de edad elevada (68 a 83 años,
la mayoría entre 72 y 80 años).
Damos en la página 213, para los distintos grupos: a) la
media aritmética de las distribuciones estadísticas (Me), b)
el cuartil inferior (Ci), c) el límite de tolerancia para el
número de los errores (L T ).
He aquí las indicaciones obtenidas del examen de las
normas para la utilización práctica de la prueba.
Por debajo de la edad de 10 años, no se recomienda el
empleo del test para investigar anomalías de la dermolexia,
pues es demasiado débil la diferencia entre la media y el lí
mite de tolerancia. La prueba resulta difícil para los niños,
los que cometen errores, a menudo en número relativamente
elevado.
A partir de 10 años los errores disminuyen sensiblemen
te en la gran mayoría de los individuos y por lo tanto se puede
fijar en esta edad un límite de tolerancia, señalando los erro-
res que se presentan más allá del mismo una anomalía cierta.
Sin embargo, el tiempo 4 de la prueba, que utiliza las dos
manos conjuntamente, no es todavía claramente discrimina-
tivo, sino únicamente para los adultos ejercitados intelectual
mente.
Como norma general de esta prueba, un adulto de nivel
primario que comete más de dos errores en los tiempos 1 y 3
de la prueba y más de 3 en los tiempos 2 y 5, presenta un
comportamiento anormal que se debe analizar y comprender.
En un adulto de nivel cultural secundario, se puede tolerar
una falta en los tiempos 1 y 3 y dos faltas en los tiempos 2,
4 y 5. Todo lo que pase ese límite es anormal.
En los ancianos, los tiempos 1, 2 y 5 son los únicos dis-
criminativos; se observará la regresión que presenten con
respecto a los resultados de los adultos de nivel cultural pri
mario.
¿Cuál es la significación de los errores? ¿Cuáles son las
condiciones de un comportamiento dermoléxico normal? ¿Cuál
es el valor sintomatológico de sus trastornos? Estas cuestio*
214
nes conciernen i arduos problemas de psiconeurología que
sólo podemos ro/av aquí.
Toda percepción táctil de forma exige en primer término
la integridad del tacto. Una hipoestesia basta para turbar o
impedir la aprehensión configurativa, sobre todo en el caso
de una recepción pasiva. Hace ya mucho tiempo, en un es
tudio sobre el reconocimiento de las cifras y las letras tra
zadas en la mano, Kattwinkel observaba trastornos de la sen
sibilidad cutánea en caso de dificultades evidentes (Die Schrift
iti dic Uaná. Beitrag zur Lehre von Schriftzetitrum. D. Arch.
f. Klin. Metí.. 1898, t. lxi) . Por otra parte, si están abolidas
las representaciones visuales, hay una alexia táctil que no es
más que un caso particular de la ceguera para el material
visoverbal.
En caso de evidente trastorno de la actividad dermoléxica,
debemos jxtr lo tanto asegurarnos en primer término:
a) No existiendo trastornos del tacto, distinguimos:
1) La recepción intensiva absoluta, o sea la capacidad para
sentir un contacto o una presión. Se mide por la inten
sidad del estímulo que produce un contacto apenas per
ceptible (umbral absoluto). La presencia de un trastorno
en «este nivel no prejuzga sobre su causa; ésta puede ser
periférica (anestesia y sus grados), o central (agnosia de
intensidad).
2) La recepción intensiva diferencial. Se trata de la mínima
diferencia intensiva que permite distinguir dos estímulos
(umbral diferencial) ; el umbral absoluto puede estar poco
perturbado, en tanto que el umbral diferencial puede es
tarlo considerablemente, lo que señala en general una
alteración de la recepción en el nivel cortical (Head).
3) l a recepción localizadora. Es la capacidad para identi
ficar el lugar del cuerpo en donde se produce el contacto.
1) l a recepción espacial discriminativa bidimensional. Es la
capacidad para sentir como distintos dos contactos simul
táneos. Un trastorno de los aspectos espaciales de la re
cepción, en tamo que los aspectos intensivos permanecen
dentro de lo normal o están mucho menos afectados, se
ñala una alteración central (agnosia espacial).
215
Es evidente que estos cuatro aspectos de la recepción tác
til, cuyos trastornos eventuales pueden estar disociados, inter
vienen en la actividad dermoléxica, pues es necesario que la
presión del trazado sea sentida, y sentida de modo homogé
neo y continuo, que sea localizada en un espacio cutáneo y
que los segmentos diferentes que componen la cifra o la letra
no se fundan entre sí en una impresión global de superficie.
b) Debemos asegurarnos después de que no hay trastor
nos léxicos (agnosia para los símbolos gráficos) y de que el
sujeto identifica sin dificultad las letras y las cifras presen
tadas visualmente. En ciertos casos habrá que distinguir la
capacidad para reconocer los símbolos aunque no se los pueda
nombrar.
Una vez satisfechas estas primeras condiciones, o sea falta
de trastornos que interesen al tacto pasivo y conocimiento
visual de los símbolos, ¿se presumirá inmediatamente que
nos encontramos ante una percepción dermoléxica correcta?
El examen de las normas que hemos podido lograr permite
responder negativamente. En efecto, todos los sujetos que
hemos examinado tienen sensibilidades táctiles intensivas, dis-
criminativas y espaciales normales y todos leen sin vacilar
cifras y letras; sin embargo registramos errores en ellos. Por
otra parte, hay una clara evolución de la performance con la
edad y el nivel cultural; existe, por lo tanto, una actividad
que se desarrolla, una adquisición que aumenta con la edad
y con la ejercitación intelectual. Estos hechos son muy inte
resantes para la comprensión del mecanismo de la percepción
morfognósica.
¿Qué siente el sujeto que percibe táctilmente una forma?
Basándose en la observación y la introspección, Claparéde ob
servaba que en la percepción táctil de un cuadrado, por
ejemplo, los cuatro pinchazos producidos por los ángulos eran
determinantes. De este modo, las formas serían adivinadas
a partir de detalles característicos más bien que percibidas
realmente, induciendo los detalles en la conciencia la forma
del objeto al cual se asocian. Delay, que ha consagrado un
importante trabajo a las estereognosias (í.es astéréognosies,
Masson, 1935), n o cree que en la percepción táctil de for
216
mas o de objetos familiares el reconocimiento sea mediato,
deducido a partir de detalles, sino que, al contrario, es con
mucha frecuencia inmediato, surgiendo la forma a partir de
un dato táctil. Lo que habría que considerar en primer tér
mino es una facultad para aprehender un dato por su misma
significación, esto es una intuición y captación (pregnancia)
inmediatas de un conjunto. Pero esta oposición entre un
proceso discursivo y una intuición inmediata del todo en una
forma, ¿no descansaría en la observación de casos particula
res. tanto favorable a una como a otra tesis, y en un análisis
incompleto del proceso? En otro lugar hemos tratado de pre
cisar un concepto general de este mecanismo. (Monographies
de psychologic clinique, Delachaux & Niestlé, 1952, p. 166),
determinante del mismo carácter cognoscitivo de la percep
ción. La percepción siempre sería analítica en el sentido de
que un detalle proviene de una actividad "separadora" que
se ejerce sobre una totalidad más o menos indiferenciada, en
tanto que el conjunto surgiría de una actividad que “abarca”
y que, al comprender todos los detalles, desprendería inme
diatamente la estructura resultante de su presencia simultánea.
Por definición, un detalle no puede existir para la concien
cia sino con relación a un fondo, a una estructura de base
que lo sustenta; a la inversa, un todo, un conjunto, sólo exis
tirá con respecto a una colección de detalles cuya individuali
dad se debilita en función del todo. Así, en toda percepción
existe un incesante paso de una estructura, portadora y re
unidora de detalles, a elementos inductores que por expan
sión tienden hacia un conjunto, en una incesante alternancia
de actividades separadora y abarcadora en cuanto, por una
parte, domina un detalle y el todo, aunque persiste, se atenúa
y, por la otra, el todo resalta mientras los detalles se de
bilitan. La percepción es esa misma alternancia, ese movi
miento, esos pasos y traslados sucesivos que se mantienen y
se analizan el uno al otro. Si no hubiera ese movimiento,
esa actividad, no habría ni percepción, ni conciencia, ni co
nocimiento.
Así, para volver al ejemplo de la superficie cuadrada apli
cada a la piel, por el hecho de estar incluidos los cuatro pin-
chazos en una sensación que abarca el contacto extensivo y
polariza ese contacto hacia cuatro sensaciones intensivas que
de él se desprenden, resultaría de ello para la conciencia la
percepción de una forma cuadrada. La introspección comete
i
-.1 el error de inmovilizar uno de los tiempos del proceso, sea al
O £- subrayar el tiempo abarcador o el tiempo separador, olvidan
3~H do que el comportamiento, la realidad psicológica, es el paso
3 3
de uno al otro.
Esta concepción, según creemos, permite comprender me
fO = jor ciertos aspectos de la patología del tacto. No obstante que
las sensibilidades elementales no estén perturbadas, como tam
poco las representaciones visuales, puede, en cambio, alterarse
Ca>
la misma actividad perceptiva, este incesante análisis recí
proco de una concentración abarcadora por concentraciones
separadoras, perdiendo su dinamismo propio y produciendo
mezclas e interferencias. La percepción se vuelve entonces
Oí = incierta y lenta. El enfermo debe sostener laboriosamente
cada uno de sus momentos, y no puede efectuar rápidamente
los pasos abarcadores y separadores, deteniéndose en un de
O —
talle que ya no es sostenido, o en un todo que ya no es pre
cisado, por lo que su búsqueda aparece entonces discursiva,
—
con dificultad de síntesis, o demasiado sincrética, ron difi
cultad de análisis.
CD - Estas concepciones se aplican sin dificultad en la dermole-
xia. Las cifras son frecuentemente identificadas por separación
O = de un detalle, pero este detalle sólo es revelador y determi
nante porque se desprende de un conjunto sensitivo que rea
liza un fondo sobre el cual se configura; en cambio, existiendo
o =
solamente el detalle, nada correcto será percibido.
Por consiguiente podemos admitir que la con traslación que
hemos obtenido en el niño con esta prueba traduce bien la
evolución, por efecto de la edad y la cjercitación de la diná
fO — mica perceptiva y, en consecuencia, debemos considerar que
ciertos trastornos de la dermolexia pueden corresponder a una
OJ — alteración de esta dinámica.
No obstante, si bien nuestra técnica y normas perm iten des
cubrir un estado anormal, no precisan su naturaleza, impo
niéndose por ello un análisis minucioso. Antes de indicar el
en
218
'Y
procedimiento a seguir conviene hacer todavía dos observa
ciones.
Hemos admitido hasta ahora que la dennolexia era una
forma de tacto pasivo. Pero esto, ¿es absolutamente exacto? La
observación muestra que frecuentemente los sujetos, durante
el trazado del signo sobre la piel o después de él, ejecutan di
versos movimientos reproductores de la impresión experimen
tada. Este importante fenómeno, que no siempre es aparente,
es probablemente una de las condiciones esenciales para que
la percepción táctil se torne consciente. Al respecto, podemos
enfocar el mecanismo siguiente. 1.a impresión táctil induce
reacciones motrices que son a su vez fuentes de sensaciones pro-
prioccptivas; o dicho con otras palabras, mediante la motri-
cidad, la sensación táctil se ha transformado y asociado a una
sensación proprioceptiva. Cuando el excitante táctil ha des
aparecido, la motricidad puede reproducir la impresión pro-
prioceptiva asociada a la impresión táctil e inducida por ella,
bastando para ello que el acto motor se repita. Esta repetición
y las aferencias que de ella resultan constituirían la conciencia
durable de la estimulación táctil experimentada. Es fácil de
ducir el enorme papel de la componente motriz que así
forma parte integrante de la dinámica perceptiva. l*or lo tanto
ya no podría concebirse un tacto realmente pasivo. Siempre
habría respuestas motrices discretas que analizan, sostienen, re
fuerzan y mantienen la aferencia sensitiva gracias a un sis
tema reverberante donde la sensación provoca una determi
nada motricidad que, a la vez, recarga la sensación. Según los
individuos, estas respuestas que apuntalan, analizan y prolon
gan el proceso, son más o menos discretas, más o menos in
teriorizadas y ponen en marcha diferentes sistemas motores
(motricidad general, manual, cefálica, ocular, bticolaringo-
labia!). A este respecto, cada sujeto efectúa quizás su realiza
ción ¡rersonal en el curso de su evolución y de sus adquisicio
nes. Cuando la “motricidad manual de respuesta perceptiva”
desempeña un papel preponderante, se pueden hacer induda
blemente las observaciones más claras. Ahora bien, en el caso
de la dermolcxia, parecería que esta motricidad estuviera más
frecuentemente inducida por las aferencias que en otros casos
219
de percepción. Esto resalta explicable si se tiene en cuenta
que las cifras y las letras están constituidas, para nuestro sis
tema nervioso, por la misma coordinación de sensaciones vi
suales y de una actividad gráfica. Durante este test, con fre
cuencia hemos observado sujetos que no lograban identificar
el signo sino después de haber transformado la impresión o
su rastro en un movimiento, no realizándose la percepción
sino sobre ese movimiento. Podemos así concebir que alte
raciones electivas de la actividad motriz y especialmente esa
motricidad discreta interiorizada, íntimamente ligada a la per
cepción, puedan también originar trastornos de la dermo-
lexia. No obstante, nos cuidaremos de generalizar este prin
cipio porque hemos podido comprobar que, a pesar de tras
tornos motores susceptibles de estorbar considerablemente la
percepción visual, la dermolexia podía no estar afectada. Por
ejemplo, ya hemos señalado que en un hombre de 30 años
presentando una epilepsia mioclónica progresiva iniciada a los
11 años, las sacudidas casi incesantes tornaban imposible una
actividad de segregación de formas visuales (líneas enmara
ñadas a seguir con la m irada), en tanto que eran correcta
mente percibidos casi todos los signos trazados sobre la piel.
La siguiente experiencia muestra la importancia de la mo
tricidad ocular en la dermolexia.
Se controla en primer término la percepción correcta de
las cifras trazadas en la palma de la mano izquierda. En un
grupo de 12 sujetos, para una serie de 8 cifras, hemos encon
trado una media de 7,6 cifras correctamente identificadas (va
riación media 0,4).
Luego se controla la percepción correcta de pequeñas fi
guras trazadas con una punta roma sobre una placa de vi
drio. El sujeto debe seguir con los ojos el movimiento de la
punta que, por supuesto, no deja ningún rastro; las figuras
son formas geométricas o letras que llevan un detalle, tales
como diagonal, diámetro, o barra suplementaria, asegurando
cada una de ellas una individualidad bien marcada. Los 12
sujetos reprodujeron correctamente las 8 figuras.
Se traza luego simultáneamente una cifra sobre la mano
y una figura sobre la placa de vidrio (son las mismas utiliza
220
das anteriormente, pero presentadas en otro orden). El su
jeto debe indicar la cifra sentida y reproducir la figura vista.
Las inedias obtenidas caen para las cifras en 3,3 con variación
media de 1,1 y para las figuras en 2,8 con una variación me
dia de 1,1. Por lo tanto, no se pueden percibir correctamente
las cifras escritas sobre la piel a la par que se sigue con los
ojos un trazado y, a la inversa, seguir este trazado a la par
que se efectúa una percepción dermoléxica correcta. El único
sujeto que identificó 7 cifras de 8 en esta experiencia de
percepción simultánea no pudo reproducir ningún dibujo.
Nadie percibió más de 5 cifras ni reprodujo más de 3 dibujos.
En semejante experiencia se invocará el concepto de aten
ción distributiva, pero la frecuencia de su empleo no corrige
su falta de significación precisa. ¿Por qué hay un descenso
considerable de rendimiento cuando la atención debe distri
buirse? Para identificar las figuras trazadas sobre el vidrio,
hay que seguir con la mirada un movimiento; ocupamos por
lo tanto la motricidad ocular y en esas condiciones sólo per
cibimos muy pocas cifras inscritas sobre la piel. Los pocos
éxitos registrados hacen intervenir una parte de azar (lo que
siempre es posible con 8 cifras) y, por otra, la captación de al
gunos detalles característicos ocurrida mientras el ojo fue
poco solicitado por la figura trazada sobre el vidrio, o en el
momento en que un movimiento se prolonga en la misma di
rección. Debemos admitir que en la percepción dermoléxica
también interviene la motricidad ocular. El sujeto coordina
automáticamente su motricidad ocular con el rastro táctil sen
tido y no visto, siendo las sensaciones proprioceptivas ocula
res las que hacen existir la forma de la cifra para la conciencia.
Si la motricidad ocular está ocupada en seguir un movi
miento visible, la percepción dermoléxica ya no es posible
o se encuentra fuertemente comprometida. En el caso que
nos ocupa, la dificultad para distribuir la atención no con
siste, probablemente, sino en la incapacidad para efectuar
simultáneamente dos movimientos diferentes con el mismo
sistema de órganos motores.
Así, en presencia de una anomalía de la actividad dermo-
léxica puesta en evidencia por nuestra técnica y nuestras con
testaciones, se dirigirá el análisis de la siguiente manera:
1. El examen debe eliminar las deficiencias de sensibi
lidad de origen periférico (hipoestesia y sus grados) o de ori
gen central (interpretación de la sensibilidad, como ser, ag
nosia de intensidad o ahilognosia y agnosia de extensidad o
amorfognosia). Dupré observaba que se hace psicología en
todo examen de la sensibilidad táctil; por otra parte, las téc
nicas de examen objetivo de la sensibilidad táctil han nacido
todas en los laboratorios de psicología experimental; no hay
ninguna objeción, por consiguiente, para que el psicólogo,
en ciertos casos, haga por sí mismo las determinaciones úti
les a condición de que se haya formado seriamente y ejer
citado en ellas.
2. El examen eliminará después las agnosias visuales.
3. Si hasta entonces no se ha retenido ninguna deficien
cia, se podrá sospechar la existencia de algún trastorno de la
dinámica perceptiva. Hay que tratar entonces de precisar
su forma y extensión.
Desde el punto de vista de la forma se puede distinguir:
a) Dificultades resultantes de la inestabilidad de la con
centración voluntaria (aprosexia y disprosexia). Se las iden
tifica fácilmente en el curso de la misma prueba. El sujeto
pide a menudo que se repita el trazado; declara que ha sentido
mal, que ha pensado en otra cosa; en una palabra, se com
prueba o se hace confesar una falta de registro por decentra-
ción de la actividad. El grado de dilicultad intrínseco de cada
tiempo de la prueba proporciona por lo tanto valiosas indi
caciones. Si existen reales dificultades de percepción, los
errores se acumularán en los tiempos 1 y 5 porque en el tiem
po 4 hay una síntesis y un análisis difícil de operar y en el
tiempo 5 examinamos una región con umbrales táctiles ab
solutos elevados, en donde las impresiones son menos dis
tintas que en la palma de la mano. Errores que surgen aquí
►
y allá a lo largo de la prueba y muy especialmente en los
tiempos 4 y 5 señalan así, probablemente, una labilidad de
la concentración voluntaria.
222
[><Dificultades resultantes de un trastorno en la elabo
ración analítico-sintética de la impresión. En el curso de la
recepción e inmediatamente después, el sujeto no logra haceT
akem ar con bastante rapidez las actividades abarcadoras y
separadoras o. en otros términos, el detalle no puede ser refe
rido a un conjunto ni el conjunto a un detalle. Todo ocutre
a menudo como si la concentración adhiriera a una primera
impresión sin dejar actuar a las siguientes o, por el contrario,
a la últim a con inhibición de las primeras. En el tiempo 4
de la prueba el fenómeno es más evidente p>orque hay que
abarcar en un todo las impresiones producidas sucesivamente
sobre cada mano, analizando ese todo gracias a las dos sen
saciones manuales derecha e izquierda. Una deficiencia que
sólo recayera sobre ese tiempo de la prueba tendría así una
significación particular y permitiría considerar inmediata
mente una debilidad de la elaboración cognoscitiva, una tor
peza piara organizar las aferencias sucesivas (por lo demás, es
el tiempo más difícil como lo atestiguan el estudio genético
\ los valores de la contrastación),
c) Dificultades resultantes del rápido desvanecimiento de
las impresiones sucesivas que se encajan y se modifican retro
v anteroactivamente.
/
223
que se revelarán con frecuencia en el plano táctil antes de
manifestarse en el plano visual, donde habría que buscarlas
al contrario con ayuda de pruebas muy discriminativas.
Vamos a añadir todavía algunas observaciones.
La prueba puede ser repetida para examinar un efecto de
adquisición. Pero sus tiempos sucesivos contrastados separa
damente muestran ya fenómenos de aprendizaje. Los resul
tados para las cifras van mejorando en los niños al pasar de
la mano derecha a la izquierda. En los pequeños, la repeti
ción de la prueba puede dar por tanto índices que interesan
a la educabilidad de la concentración voluntaria de recepción.
Las letras, en término medio, son más difíciles de identi
ficar que las cifras tanto más cuanto más joven o menos cul
tivado es el individuo. Este hecho no es fácil de interpretar.
Las cifras están más automatizadas que las letras; además es
tamos más excitados en percibirlas como formas distintas, en
tanto que las letras tienden a esfumarse en el aspecto global
de la palabra. Por último, se puede vacilar más frecuente
mente entre un mayor número de letras que de cifras. Una
buena dermolexia de las letras es por lo tanto un signo favo
rable de diferenciación intelectual.
Destaquemos, por último, que la ausencia de error o pocos
errores en el reconocimiento de las cifras trazadas en una de
las manos, con recargo de faltas en la otra, señala inmedia
tamente una hipoestesia lateralizada y excluye los fenómenos
generales de agnosia para las letras y las cifras.
224
La E ditoria l Ka p e l u s z , S. A.. d io
té r m in o a la 2* tir a d a de la p r i
m era e d ic ió n de e s ta obra en el
m e s d e e n e r o d e ¡ 9 6 6 , e n lo s T a l l e
res G r á fic o s de La P rensa M é d ic a
Argentina, /u n ín 845, Buenos Aires.