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El Ilusionista (The Illusionist) (2006) de Neil Burger

Película basada en un relato de Steven Millhauser. Con guión de Neil Burger (“Sin Límites”, “Tipos
Con Suerte”).

Eisenheim (Edward Norton) es un ilusionista que consigue la fama en Viena gracias a sus
espectáculos de magia. Su popularidad llega a oídos del príncipe heredero Leopold (Rufus Sewell),
quien pretende demostrar que el mago no es más que un fraude. Cuando asiste a uno de sus
espectáculos, Eisenheim vuelve a reecontrarse con un antiguo amor de su infancia, Sophie von
Teschen (Jessica Biel), nada más y nada menos que la prometida del príncipe.

Basándose en un texto de Steven Millhauser, el director y guionista Neil Burger nos transporta a la
Viena de comienzos del siglo XX con la intención de equilibrar su trama de época con elementos
de misterio, magia y romance.

Tal equilibrio ilusorio resulta visible pero no termina de extremar su encantamiento a pesar de
diversos aspectos meritorios en su trabajo técnico, con una suntuosa labor en la dirección artística
y una eficiente partitura de Philip Glass para el realce emocional de su historia.

El film se asienta en un triángulo amoroso blanducho, con personajes escasamente definidos en su


bagaje emocional y en una maquinación criminal-engatusadora que mezcla a Arthur Conan
Doyle con David Mamet y que alcanza su clímax con un giro shyalamanero de conclusión
imaginable.

El empleo de efectos computerizados en las actuaciones del mago aporta poca credibilidad a los
espectáculos en base a la temporalidad de la acción, convirtiéndolos en refinados anacronismos.

Lo más reseñable de la historia, un cuento mágico-romántico muy simple, un tanto lánguido,


tomado demasiado en serio por sus autores y frágilmente revelado en personalidades y
procederes, es su faceta de misterio detectivesco y la participación en la revelación del whodunit
de un avispado Paul Giamatti, actor que eleva cualquier personaje que afronta y que sobresale
dentro de un reparto más o menos afortunado.

Que sugerente es el título de la película, sea en un aspecto objetivo o subjetivo la obra es un acto
ilusorio sin mucho meollo que le cubra, bajo la fantasía y el glamour el truco que se esconde es tan
sencillo como obvio, sin embargo por desgracia para quien lo ejecuta, ni la ilusión, ni solución es
sorprendente.

“El ilusionista” resulta ser una premisa prometedora hasta su desganado visionado, la cinta relata
la historia de un hombre que ha de sorprender a grandes multitudes con sus espectáculos ilusorios
llenos de magia y fantasía, toda una innovación para los principios del siglo XX, sin embargo poco
lo es para estos días; aunque no hay que dejarnos engañar, pues la verdadera historia yace en el
amor de la infancia de aquel místico hombre, Eisenheim, enamorado de la aristócrata Sophie von
Teschen, que a su vez es la prometida del príncipe heredero Leopold.
El problema principal de la cinta es que el director no sabe que hacer con sus personajes, los tiene
flotando en el aíre en busca de alguna cohesión soportable para poder así deslumbrar con su
supuesto impactante final, es un desperdicio de tiempo ver como las piezas se mueven en el
tablero torpemente en busca del consentimiento del espectador, no existe conexión alguna entre
el público y los personajes pasionalmente involucrados, tampoco hay un tratado acertado de los
mismos, todo se remite a una conceptualización sentimental que debemos comprender y fingir
sentir para así poder continuar en el soporífero juego que emplea “El ilusionista”.

Sin embargo, a pesar de tener malos puntos con respecto a sus personajes, nos podemos enfocar
en sus virtudes según el plano, resaltando indudablemente Paul Giamatti en su interpretación del
inspector Uhl, menospreciando las actuaciones de un soso Edward Norton y una poco
experimentada Jessica Biel, sufrimos de incredulidad con ella, así como con el estereotipado Rufus
Sewell. Todos decaen a un segundo plano con respecto al inspector que toma el protagonismo de
la cinta, pues si la producción se hubiese centrado definitivamente en este personaje, entonces
pudiera haber existido otro resultado.

Ahora que si vamos a puntos grandes es necesario hacer mención de la magnífica banda sonora
dirigida por de Philip Glass, exquisita, tenue, minimalista, toda una creación desperdiciada en un
producto que no le da la talla, una pena. Otro punto rescatable es la evidente ambientación que
resalta y se siente, acoge lúgubremente, la fotografía y el montaje son sobresalientes, la dirección
artística es pulcra y el vestuario aunque un poco gris y opaco, se encuentra acertado según lo que
sugiere la cinta. No obstante nos encontramos con algunos efectos especiales poco trabajados.

No es que la historia sea mala, sino que se ha ejecutado sin mucho interés, es poco más que
aquellas cintas cuya única ambición es el final, descuidando el inicio y estereotipando la transición,
toda una ilusión.

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