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INSTITUTO DE TEOLOGÍA

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE LA SSMA.CONCEPCIÓN

APUNTE CONTENIDOS CLASES DE


FUNDAMENTOS DE TEOLOGÍA

LA TEOLOGÍA,

EL CONCEPTO, SU CAMPO

Y SUS

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES
APROXIMACIÓN AL CONCEPTO Y A LA TEOLOGÍA COMO CIENCIA

La palabra “teología”: teo- logos estudio sobre Dios. Yo puedo estudiar a Dios sólo porque Dios se ha
revelado, es decir, por la revelación. Por tanto la teología sería un estudio de las revelaciones de Dios. La palabra
teología apunta a la revelación. La ubicación de esta palabra “teología” dentro de la historia nos dice que dicha
palabra viene de Platón. Para él la teología era un género poético. Después Aristóteles habla de 3 tipos de
teologías: Mitológica (se refiere a la de los dioses), teología filosófica (estudio de los dioses en el sentido del
motor inmóvil). Estudio racional de la 1ª causa y teología civil o política (estudio de los ritos que van con la
sociedad civil para organizarla). En el cristianismo la palabra teología al comienzo no se usaba porque era una
palabra de uso pagano. Lo que se encuentra en estos tiempos es la palabra “Sacra Doctrina” (2 Timoteo 4, 1-4).

Teología. Ciencia de las cosas divinas. En la antigüedad, la teología es primero un himno, en el que Dios es
glorificado más que explicado por el espíritu humano. Este sentido permanece muy vivo en los padres de la
Iglesia, incluso en aquellos, como orígenes, que hacen el mayor uso instrumental de las nociones tomadas de la
filosofía griega, o aquellos que, como los grandes teólogos llamados Capadocios (San Basilio de Cesarea, San
Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa), se sirvieron de ellas ante todo para refutar los errores resultantes
de una ilusión racionalista referente a nuestra capacidad de aclarar los misterios divinos. En el Pseudo-Dionisio
de la teología mística es la única teología plenamente digna de este nombre, superando las analogías
insuficientes en una experiencia que se proclama a sí misma finalmente inexpresable. De manera general, hasta
muy avanzada la edad media latina la teología se concibe, especialmente en el orden monástico, menos como
una ciencia propiamente hablando de las cosas divinas que como una meditación de los misterios: sí acude a la
razón lo hace sólo para separar de ella las falsas interpretaciones que los disiparían, y preparar la contemplación
en la que ella se supera. Esto sigue siendo verdad en un autor como San Anselmo, que es sin embargo uno de los
primeros en hacer el más riguroso uso del pensamiento dialéctico en teología.
Pero la tendencia de Abelardo, en el siglo XII, a racionalizar completamente la teología, al mismo tiempo que
suscitará, en un San Bernardo por ejemplo, una apasionada repulsa, provocará en otros pensadores, incluso muy
próximos a este último, como Guillermo de Saint-Thierry, un esfuerzo para utilizar más sistemáticamente una
crítica racional de los conceptos o una construcción racionalmente arreglada de las verdades de fe en un sistema
ordenado. Esto debería desembocar en el siglo XIII, con San Alberto Magno y sobre todo con Santo Tomás de
Aquino, en la concepción de la teología como ciencia sagrada, que ordena el conjunto de verdades de fe en una
síntesis racional, pero a partir de un reconocimiento más neto de las verdades propiamente sobrenaturales, y
como tales, recibidas de la revelación sola, por oposición a las verdades sobre Dios que pueden ser alcanzadas
por las o solas fuerzas de la razón. Esto, evidentemente, no era posible si no se llegaba a una clara noción de una
naturaleza metafísica de las cosas y de los seres que permitiese distinguir radicalmente en ellos las realidades
sobrenaturales como tales (-naturaleza-sobrenaturaleza). Esto es precisamente lo que constituye quizá el punto
más brillante del pensamiento teológico tomista.
Santo Tomás sostiene que la teología como ciencia sigue siendo ciencia de la fe, y como tal, no puede
proseguirse más que a la luz de la fe. Esto fue o ignorado de hecho, o incluso negado en principio, por un buen
número de sucesores: de ahí la decadencia de la que sólo pudo recuperarse bajo la inspiración de vigorosos
espíritus que volvieron a encontrar el pleno sentido de los principios del pensamiento tomista, como Cayetano en
el s. XVI.
Una teología como Santo Tomás la ha concebido exige, en efecto, que el vigor racional del pensamiento
dialéctico este constantemente asociado a una exploración no sólo extensa, sino penetrante, de todo el acervo
revelado y tradicional, bajo la salvaguardia del magisterio vivo de la iglesia, y en un espíritu de fe viva. Entonces
será verdaderamente ciencia sagrada en el sentido de que no alimentará la pretensión temeraria y fútil de sustituir
la palabra de Dios confiada a la iglesia, en especial en las Sagradas Escrituras, sino solamente la esperanza
de explorar respetuosamente sus profundidades, no vaciándolas de su misterio, sino situándolo en mejor relación
con nuestros conocimientos simplemente naturales. La teología sistemática
deberá, pues, alimentarse constantemente de la teología positiva que se limita a hacer el inventario de la exégesis
de la palabra de Dios en sus auténticos documentos al tiempo que deberá siempre guardar un estrecho contacto
con los desarrollos del pensamiento simplemente humano, pero permaneciendo siempre en la escuela viva de la
iglesia, en profunda comunión de fe con ella.
¿Cómo se puede hacer teología, de dónde parte? Rp. Parte de la “creación”, o de “Jesús” que son verdades
reveladas de Dios. Pero también Dios se ha revelado a través de los patriarcas, de los profetas, de pueblos y esa
revelación lo importante es lo que ha dicho Dios a los recibidores del mensaje. No hay descripción de Dios en
estas revelaciones, lo importante es lo que dice y para eso usa la “Palabra”. Por tanto hay dos formas de
humanización de Dios: La primera es la “palabra” que es la manera específica que tiene Dios para revelarse a su
pueblo o profetas. La segunda forma de humanización de Dios es que esa palabra recibida por seres humanos y
esa palabra debe ser inteligible para los seres humanos, es decir, en el lenguaje, en la manera de pensar, etc; para
que los hombres puedan captar el mensaje. Los hombres reaccionan frente a esto de 2 maneras: La vía mística:
es una reacción afectiva de lo que Dios dice o revela y esto es muy importante pero es también muy personal,
una experiencia muy individual y profunda por lo tanto, es muy difícil comunicarlo a otro. La vía racional: es el
razonamiento sobre lo que está revelado, y de aquí parte la teología, esta reflexión de la humanización de Dios.
La teología como ciencia debe colocarse en el razonamiento. La teología sirve para dar razón de lo que creemos,
para entender mejor lo que es la revelación y para entender yo lo que creo y así explicarlo a otro.
Sto. Tomás para demostrar que la teología es una ciencia, parte del principio de subalternación (una ciencia que
parte de la otra ciencia). La primera ciencia entre todas para Sto. Tomás es la Visión Beatífica que es el
conocimiento total, pleno. Todas las demás ciencias parten de ahí. Sto Tomás la llama “Ciencia por Analogía”
Scientia del et beatorum (ciencia de Dios y de los santos).

SENTIDOS DE LA TEOLOGÍA

La teología en general, en lo fundamental se refiere al estudio de los fundamentos teológicos. Y ello en un doble
sentido: a) trata de fundamentar los supuestos de la teología; b) reflexiona sobre las categorías fundamentales
empleadas en los tratados teológicos.

a) Entendida en el primer sentido, la teología se ha llamado también Apologética. La palabra “apologética”


significa originariamente “respuesta” o “defensa”. Indica la actitud inteligente de mostrar la legitimidad de la
propia fe, destacando sus fundamentos verdaderos. Es así que la primera carta de San Pedro exhorta a estar
“siempre dispuestos a responder (‘pros apo-logían’) a cualquiera que os pida razón de la esperanza que hay en
vosotros” (1 Ped 3, 15). De esta manera lo entendieron también particularmente los padres del siglo II, llamados
“Apologetas”.Y, a lo largo de la historia de la iglesia, siempre que la fe cristiana ha sido desafiada o amenazada,
la teología ha desarrollado esta dimensión defensiva o de fundamentación racional de su propia verdad frente a
los impugnadores.
b) Entendida en el segundo sentido, la teología reflexiona no tanto los contenidos de nuestra fe, sino las
categorías fundamentales implicadas en esos contenidos. Bajo este aspecto, podríamos hablar de una “teología
básica”. Se trata de reflexionar en el significado de los conceptos básicos empleados constantemente en toda la
teología, hasta constituir ya elementos “supuestos”.

Ahora bien, las dos categorías primeras de toda la teología son las que corresponden a los dos protagonistas del
diálogo religioso: Dios y el hombre. Dios que habla (palabra o revelación), y el hombre que escucha (obediencia
de la fe). Por esta razón la teología fundamental, comprendida en el sentido de la reflexión sobre las categorías
fundamentales de la teología, suele denominarse también Tratado de revelación y fe.

Revelación y fe son las dos categorías más básicas de la teología. Pero cada una de ellas implica otros elementos
fundamentales sobre los cuales habrá que reflexionar. La palabra revelada nos llega a través de una Escritura que
se ubica al interior de la tradición viva de un pueblo o comunidad creyente. He aquí, pues, otras dos grandes
categorías implícitas en el concepto de la revelación: Escritura y Tradición viva irá explicitando la Escritura en
dogmas y éstos se irán enriqueciendo cada vez más en su significado. Así tenemos también otras categorías
importantes: dogma y evolución dogmática. Pero para ir explicitando ese contenido de la revelación escrita habrá
que tener puntos de referencia que garanticen la autenticidad de esa explicitación. De ahí surgen las categorías
teológicas de liturgia, magisterio, padres de la iglesia, “signos de los tiempos”. La teología fundamental deberá
reflexionar no sobre los contenidos de la liturgia, el magisterio, etc., sino sobre su significado fundamental. Sin
esta reflexión, no tendría base el uso de los textos litúrgicos, magisteriales o patrísticos en el discurso teológico.
Asimismo, podemos decir en cuanto a la segunda categoría fundamental -la fe- y los temas básicos en ella
implicados.
Esta reflexión teológica fundamental no versará, pues, sobre los contenidos de nuestra fe (lo que creemos), sino
sobre el significado de “creer”. ¿Qué significaba “creer” para el pueblo de Israel y para la iglesia primitiva?
¿Qué ha significado a lo largo de la historia cristiana? ¿Cuáles son los conflictos fundamentales que la actitud de
fe ha planteado a la razón? ¿Cuál es el nivel de significado del lenguaje teológico que suscita la fe y cuál es el
nivel en que operan nuestros conocimientos objetivos de la naturaleza? He aquí algunas de las cuestiones más
fundamentales implícitas en la categoría teológica de fe, que deberán ser objeto de nuestra reflexión como
cuestiones de teología fundamental.
En terminología clásica, podríamos decir que la reflexión sobre las categorías fundamentales de la teología
constituye el objeto material (la materia tratada), mientras que el aspecto de fundamentación crítica o apologética
constituye su objeto formal (la forma como la metria es tratada).

FUNCIONES DE LA TEOLOGÍA

Correspondientes a los dos sentidos de la reflexión teológica fundamental -a saber, su carácter de


fundamentación o de defensa y su carácter de análisis de las categorías teológicas fundamentales-, pueden
distinguirse dos funciones distintas: la función crítica y la función hermenéutica.

1.- Función Crítica: Dijimos ya cómo la teología cumplió desde sus mismos inicios una función defensiva o
apologética frente a los impugnadores o a los que pedían “razones “ de nuestra fe. Esta actitud se ha mantenido
constantemente a lo largo de la historia dela Iglesia, sobre todo en los períodos de mayores crisis.

Ahora bien, el siglo XX se ha caracterizado por un esfuerzo de diálogo a diversos niveles: entre cristianos de
diversas confesiones (movimiento ecuménico), entre creyentes y ateos.

Este díálogo no sólo ha cambiado la forma de fundamentar la propia fe frente al “otro”, sino que ha suscitado
una nueva manera de plantearse la propia fe para el mismo creyente. Las dificultades del “opositor” ha hecho
una teología en diálogo muchos más crítica al interior de sí misma. Las razones que otros tienen para creer de
otra forma o para no creer han llevado a la teología a reflexionar la propia fe como una actitud más autocrítica.

Esta nueva actitud ha ido caracterizando la forma actual de reflexionar teológicamente, llegando a constituir la
nueva modalidad defensiva o apologética de la teología: a eso denominamos la función crítica de la teología
fundamental.

2.- Función Hermenéutica: La palabra “hermenéutica” proviene del término griego hermeneuein , que significa
interpretar. La hermenéutica es una disciplina interpretativa del lenguaje en general.
En nuestro caso, la teología fundamental cumple también una función hermenéutica o interpretativa de las
categorías teológicas fundamentales.

La teología fundamental, en esta segunda acepción, reflexiona sobre las categorías teológicas fundamentales
buscando al mismo tiempo criterios de interpretación de esas categorías.

Las dos categorías fundamentales de revelación y fe deberán ser, pues, analizadas buscando cuáles son sus
características teológicas y también ubicándolas dentro de un marco adecuado de interpretación del lenguaje
bíblico y teológico en general.

Para ello la reflexión teológica fundamental deberá servirse de aportes tanto de la lingüística como de la
filosofía. De ahí que, en este tipo de reflexión fundamental, es particularmente importante el diálogo con otras
disciplinas humanas, que obligan a la teología a delimitar mejor su propio campo, dentro del cual pueda tener
pleno sentido su lenguaje.

En su oportunidad veremos cómo, por falta de criterios hermenéuticos adecuados, la teología se vio, en
determinados momentos de la historia de la Iglesia, enfrentada a problemas aparentemente insolubles entre fe y
ciencia. La salida parecía ser exclusivamente la ruptura. Sin embargo, esos mismos conflictos ayudaron a la
maduración de criterios hermenéuticos, con los cuales la teología podría después ubicar los diversos niveles de
significación del lenguaje bíblico y teológico. He aquí, pues, la segunda función propia de la teología
fundamental: la función hermenéutica.

Esta función hermenéutica, junto con la función crítica, debe estar presente a lo largo de todo el desarrollo de la
teología. A este respecto, K. Rahner llega a decir lo siguiente:” Sin discutir el papel propio de la teología
dogmática especial, en su esfuerzo por lograr una inteligencia del contenido de cada misterio de fe, es acertado
decir que cuanto más se convierta la teología en una hermenéutica, tanto más tenderá a desaparecer la diferencia
entre teología fundamental y teología dogmática.

EL HOMBRE ES CAPAZ DE DIOS

1º EL DESEO DE DIOS O DEL MISTERIO

El deseo del Misterio o de Dios está inscrito en el corazón del hombre. Así la vocación del hombre desde este
punto de vista sería: volver a su creador y una constante comunicación con El. La búsqueda de Dios por el
hombre se da por varias formas entre las cuales se tienen: las creencias y el comportamiento religioso. Con estos
elementos se llega a la siguiente conclusión: El hombre es un ser religioso.

La búsqueda de Dios exige del hombre:


1º.- Su esfuerzo (actitud); querer conocer este Misterio.
2º.- Su inteligencia para poder entender esta Realidad Suprema.
3º.- El testimonio de otros (comunidad y lo individual).

2º VIAS DE ACCESO AL CONOCIMIENTO DE DIOS O DEL MISTERIO

Existirían dos vías de acceso al conocimiento de Dios o de la Realidad Suprema:


a) El Mundo: su movimiento, su contingencia, su orden y belleza.
b) El Hombre: a través de su apertura a la verdad y a la belleza, a través de su apertura a la búsqueda del Bien, a
través de su apertura al infinito y a la felicidad, a través de su dimensión de trascendencia, de salir de sí. Por lo
tanto se puede llegar a afirmar que: el hombre y el mundo afirman que su principio y fin no están en ellos sino
en su Creador.

3º COMO HABLAR DEL MISTERIO O DE DIOS

Hay que partir diciendo que el conocimiento de Dios es limitado y esto es porque nuestro lenguaje sobre Dios es
limitado. Pero se puede hablar del misterio al menos por dos caminos: Sólo se puede hablar de Dios a partir de
las criaturas y según nuestro propio modo de humano y limitado de conocer y pensar y también se puede hablar
de Dios a partir de las perfecciones de las criaturas (su verdad, su belleza, su bondad, etc.). Finalmente, el
Misterio o Dios trasciende toda criatura; por ello todas nuestras palabras y lo que podamos decir de Dios no lo
agotan. Para que el hombre conozca a Dios (Misterio) esto es posible porque Él se ha querido revelar, es decir, se
da aquí el proceso de Revelación.
LA REVELACIÓN
Concepto de Revelación:

a) El significado inmediato del término “revelación” viene dado por su misma etimología: re-velar, es decir,
quitar el velo, des-cubrir o des-tapar. El término griego original correspondiente es apo-calipsis, que tiene ese
mismo sentido. Desde esta perspectiva, en griego para decir verdad es a-létheia, forma nominal derivada del
verbo lan-thano, que significa ocultar. Así, pues, a-lanthano y a-létheia significan etimológicamente des-ocultar o
des-tapar, lo mismo que revelación. El análisis etimológico de los términos revelación y verdad nos permite
orientar ya una primera reflexión. La Palabra de Dios revela quién es Dios, pero para el hombre y, por lo mismo,
revela quién es el hombre para Dios, es decir, más allá de los complejos o apariencias.
La revelación nos llama a a reconocer nuestra propia verdad “desnuda”, lo mismo que nos llama a reconocer a
Dios como fundamento de nuestra existencia. Nuestra situación es de contingencia radical. Somos, pero nuestro
ser no está fundado en sí mismo. No es absoluto o autónomo. Es decir, no somos dios, sino “creaturas”.
Pero esta situación de ser no fundado en sí mismo, el hombre no la soporta. Tal inconsistencia nos provoca
vértigo e intentamos camuflarla por todos los medios. No queremos reconocer nuestra inconsistencia radical.
Precisamente sea no aceptación de nuestro carácter de creaturas, de finitud radical, constituye lo que en la
tradición bíblica se denomina pecado original. El hombre no soporta no ser dios e intenta desesperadamente
autofundarse. En la narración bíblica del pecado original, se expresa esa búsqueda desesperada del hombre en la
proposición de la serpiente a Eva: “El día que de él comaís, se os abrirán los ojos y sereís como Dios” (Gén 3,
50).Así, pues, la contingencia no asumida por el hombre constituye la caída o pecado. El orgullo (übris, de que
habla la tradición patrística) de no reconocer nuestra inconsistencia propia y nuestra referencia esencial al único
fundamento ontológico: Dios.
La revelación nos llama a hacer ese reconocimiento de nuestra inconsistencia. Nos llama así a renunciar a
nuestra vana ilusión de “autonomía” y a convertirnos del pseudofundamento de las creaturas al fundamento
auténtico, que es Dios.

b) Para comprender el tema de la revelación, debe aclararse asimismo qué tipo de “Palabra” pretende ser la
“Palabra Revelada”, en la tradición bíblica. Esta tradición se presenta constantemente como “oráculo de Yahvé”
o como “palabra de Dios”. El término hebreo usado es Dabar, que la versión griega de los LXX traduce por
Logos. Asimismo el Nuevo Testamento usa el término Logos para indicar la palabra revelada o reveladora (el
Verbo, según la versión de la Vulgata). Ahora bien, la identificación de Dabar con Logos puede presentarse a
confusión. En efecto, el concepto griego de Logos tiene un significado más cognoscitivo. Se trata de una
“palabra” cuya función es informar objetivamente. Por ella se nos ofrece una teoría del mundo. La “teoría” es la
intelección del mundo cuya clave es Dios. Y esa intelección divina del mundo es el Logos. Por medio del Logos,
el hombre capta el significado inteligible del mundo, su verdad. El logos está dirigido al nous (conocimiento).
En cambio, el concepto semítico de Dabar (al cual corresponde la traducción griega de Logos, usada en la
Biblia) tiene un contenido no sólo informativo, sino sobre todo interpelador. La palabra llama o interpela. (cf.
Heb 4,12).

Lo propio de la interpelación es suscitar y exigir respuesta. A eso tiende precisamente la Palabra (Dabar). Por su
misma naturaleza, la Palabra interpeladora constituye una llamada o “vocación” a la actividad del receptor. El
receptor de una palabra informativa es tanto mejor cuanto más “pasivo” es en captar objetivamente lo dicho.
Debe simplemente dejarse informar. En cambio, el receptor de una palabra interpeladora es tanto mejor cuanto
más responde activamente a esa llamada.
Este carácter interpelador de la Palabra revelada muestra de por sí la relación intrínseca a la respuesta de la fe
por parte del hombre que “escucha” esa Palabra.

Tipos de Revelación: Revelación Natural y Revelación Sobrenatural

La distinción entre revelación natural y sobrenatural puede precisarse así: se entiende por “natural” el tipo de
conocimiento de Dios que puede lograrse por medio de la simple razón humana, a partir de la naturaleza: en
cambio, es “sobrenatural” el tipo de conocimiento que deriva sólo de la Palabra manifestada por Dios a través de
la Escritura y la tradición de la Iglesia. Sobre el segundo tipo de revelación hablaremos a lo largo de toda esta
segunda parte.
- Movimientos en contra: * El Fideísmo y * El Modernismo.

LA FE
Concepto de Fe:
En la primera parte reflexionamos sobre la actitud del hombre previa a la revelación. Es decir, el hombre en su
situación de hombre. Esa situación la describimos como “ojal abierto” a lo trascendente.
El tipo de reflexión ahí realizado, más que teológico, fue del orden de la filosofía de la religión; o sea,
intentamos “saber lo que, partiendo del hombre, se puede alcanzar acerca de la relación del hombre con Dios,
con el Absoluto”.
La revelación es gracia que viene de Dios, y por lo tanto no es exigida por la naturaleza humana existe una
predisposición negativa a la revelación gratuita. Es decir, del análisis del hombre no se deriva positivamente la
revelación, pero sí que en el hombre no hay nada que se oponga a su irrupción. Supuesta, pues, la revelación,
encontramos que el hombre esta naturalmente abierto a ella. Así como, supuesto el botón, encontramos que la
estructura del ojal es de apertura natural a aquel botón ofrecido gratuitamente.
En la segunda parte reflexionamos sobre la revelación como categoría fundamental del cristianismo. Pudimos
ver, asimismo, cómo todo lo que implica la revelación responde a lo que el hombre en su estructura fundamental
necesitada de salvación. La revelación es “diseñada” por nuestra salvación.
En esta tercera parte nos queda por ver la actitud del hombree, no ya como actitud previa a la revelación, sino
como respuesta a la revelación de <<dios entendida como Palabra interpeladora. Esta respuesta es propiamente
la fe.
La fe no es, la simple apertura radical del hombre, en su estructura natural, a la revelación (“potencia
obediencial”); esto es un presupuesto natural de la fe, que la hace posible por parte del hombre. La fe, sin
embargo, es más que eso; es una respuesta; como tal presupone haber escuchado la Palabra interpeladora;
presupone la revelación proclamada.
Pero una respuesta así, debido a que corresponde a la realidad trascendente de Dios mismo. Constituye, pues, un
don o gracia, una virtud teologal, junto con la esperanza y la caridad, que nos da sintonía con la realidad misma
de Dios. Por eso la fe es infinitamente más que los enunciados con que intenta expresarse: “El acto del creyente
no termina en los enunciados, sino en la realidad”. la Fe, como gracia de Dios, constituye, pues, un “hábito de la
mente por el cual comienza en nosotros la vida eterna”.

- Dimensiones de la Fe: (confianza y convicción).

- Tipos de Fe: - Fe Personal.


- Fe Comunitaria.

- Características del Acto de Fe: - Es gracia.


- Es un acto humano.
- Necesita de la razón.
- Es libre.
- Es comunitaria.

- La Fe Cristiana: - tiene su acento en la persona de Cristo, él es su norte.

Características:

a) Es Trinitaria: * Fe en Dios Padre.


* Fe en Jesús.
* Fe en el Espíritu Santo.
b) Es Histórica: se ha manifestado en la historia concreta del hombre (Patriarcas, Profetas, Jesús,Apóstoles, etc.).
c) Es Eclesial: es patrimonio de la Iglesia, de una comunidad que peregrina hoy día en la misma convicción de la
primera comunidad cristiana.

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