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ROSANA GALLO

Coordinadora

LA TIRANIA EN LA
ANTIGUA GRECIA
Repercusiones en el derecho
mercantil y económico

EDITORIAL DUNKEN
Buenos Aires
Gallo, Rosana (Coordinadora)
La tiranía en la antigua Grecia. Repercusiones en el
derecho mercantil y económico,
la ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Dunken, 2013.
216 p. 16x23 cm.

ISBN 978-987-02-6945-8

l. Historia del Derecho. I. Título


CDD 340.09

Contenido y corrección: Rosana Gallo


Tapa: Los tiranicidas Harmodio y Aristogitón

Impreso por Editorial Dunken


Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal
Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300
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Hecho el depósito que prevé la ley 11.723


Impreso en la Argentina
© 2013 Rosana Gallo
e-mail: gallros@hotmail.com
ISBN 978-987-02-6945-8
INTRODUCCIÓN

En el presente libro se trató de dilucidar la figura del tirano y de la


tiranía como forma de gobierno en la antigua Grecia. El tema elegido,
en un primer momento pareció cruel, desafiante y hasta antipático, a los
oídos del resto de la comunidad universitaria. Pero a medida en que fui­
mos avanzando en la investigación, dictando diversas charlas, jornadas,
compartiendo nuestros avances en el conocimiento del tema, empezó a
tornarse interesante y querido.

¿Qué visión se terna en la Grecia antigua sobre el tirano? ¿La tiranía


como forma de gobierno fue elogiada o todo lo contrario? ¿Podemos
hablar de buenos o malos tiranos conforme a la gestión de su poder en
las diversas poleis griegas? ¿Hubo algún legado de los tiranos desde el
punto de vista del análisis de su gestión y de las obras que han dejado al
pasar por el poder? ¿Qué concepto tenían los escritores contemporáneos
a ellos y los que vinieron después sobre estos hombres tan particulares
y con respecto a esta forma de gobierno que a nuestros ojos de la mo­
dernidad nos resultan tan repugnantes? ¿Trascendieron en el aspecto
económico y jurídico? Todos estos interrogantes serán dilucidados en
esta obra.

Este trabajo surgió con motivo del proyecto de investigación Decyt


dentro del marco de la Facultad de Derecho de la Universidad de Bue­
nos Aires, que la suscripta tuvo el enorme honor de proponer y dirigir
(Decyt DCT 1014, 2010-2012: El derecho y la tiranía en la antigua
Grecia). Es la consecuencia del esfuerzo y esmero conjunto de todos
los profesores que han investigado conmigo el tema. Varios capítulos
8 ROSANA G ALLO

pertenecen a mi autoría, y otros al resto de los investigadores que se han


abocado a la tarea encomendada. Al inicio de cada uno de ellos está el
nombre de su autor.

Sólo se analizó el tirano y la tiranía en el territorio griego, esto


es, en las diversas poleis que integraban la Hélade en la antigüedad;
a excepción de un capítulo en donde estudio al tirano Hierón de Sira-
cusa porque en un diálogo de Jenofonte éste nos narra la soledad y los
temores que tuvieron los tiranos cuando ejercieron su poder sobre las
ciudades tiranizadas. Y esto era común a todos. Se dejó de lado la de­
nominada Magna Grecia y a sus famosos tiranos. En algunos capítulos
de la presente obra simplemente se mencionan a algunos de ellos; por
una parte, porque su omisión hubiera sido imperdonable, y por otra,
porque la concatenación de los hechos históricos que sucedieron en las
poleis griegas conllevaron a tener que citarlos. De todas formas no nos
hubieran dado los tiempos otorgados para trabajar en el proyecto para
ello, y una visión parcializada del tema no hubiera servido a nadie. En
todo caso será motivo de otra apasionante investigación futura.

En mi carácter de coordinadora he procedido a la corrección de los


textos escritos por los integrantes del equipo, con la finalidad de que en
toda la obra se siguiera una línea de investigación, una coherencia de es­
tilo y de presentación, sin desvirtuarse con ello la esencia y la impronta
personal que cada uno le imprimió a su capítulo.

En los capítulos de mi autoría, cuando se analizaron obras en otros


idiomas, la traducción es de la suscripta.

Mi enorme agradecimiento por la labor cumplida, como colega en


la docencia, directora del proyecto mencionado y coordinadora del pre­
sente, a los investigadores que hicieron posible que el proyecto llegara a
buen fin: abogada y auxiliar docente Daiana Siciliano, abogados y Pro­
L A T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA 9

fesores Sergio Román Pérez Fiori, Marilina Miceli, Leticia Inés Núñez
y al Licenciado en Historia Horacio Esteban Correa.

Buenos Aires, 13 de septiembre de 2013

P ro fe so ra R o san a G a llo 1

1Abogada y Procuradora egresada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos


Aires; Doctoranda de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, con proyecto
de tesis doctoral aprobado y en etapa de redacción; Profesora Adjunta Regular de Derecho
Comercial por concurso de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Profe­
sora Adjunta de la Universidad Abierta Interomericana en la carreras de abogacía y martiliero
público nacional; Ex Titular de Cátedra de Derecho Concursal de la Universidad Católica de
Salta, Subsede Gendarmería Nacional, en la carrera de abogacía con modalidad presencial;
Investigadora Adscripta del Instituto de Investigaciones Ambrosio Gioja de la Universidad de
Buenos Aires; Directora de dos proyectos de investigación de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, Proyectos Decyt: “El derecho y la tiranía en la antigua Grecia”
y “Derecho y sociedad en los poemas de Homero: origen del derecho penal y comercial"; coor­
dinadora del Seminario Permanente de Investigación Helenismo y derecho: aportes, debates
y tendencias" del Instituto de Investigaciones Ambrosio Gioja de la Universidad de Buenos
Aires; Profesora Superior de Piano, Teoría y Solfeo; Profesora Elemental de Dibujo y Pintura.
Escritora. Autora del libro Grecia y Roma, Algunas cuestiones sobre el derecho mercantil y
penal a través de la historia y la literatura (Editorial Dunken).
.

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LOS ORÍGENES DE LA TIRANÍA:
UN ANÁLISIS DEL CONCEPTO
DESDE LA ANTIGUA GRECIA

P r o f . R o sa n a G a l l o

"Cuando nosotros muramos, no por ello quedará callada la fam a de nues­


tras personas, por consiguiente debemos cuidarnos de ella".
P l a t ó n , C a rta 11, S a lu d a a D io n isio , 3 11e

Es menester que retrocedamos en el tiempo para poder comprender


a las antiguas instituciones y a los hombres que las concibieron, total­
mente libres de los prejuicios actuales que nos impedirían apreciar la
originalidad de aquellas brillantes mentes que nos precedieron en la
búsqueda del conocimiento y la verdad y en la resolución de las pro­
blemáticas instituciones políticas que en la actualidad se nos presentan
distorsionadas por la distancia que hay desde sus inicios y por la inter­
vención de muchos hombres que a través de los siglos han ido agregando
su cuota personal en la degeneración del término.

No toda institución que se nos presenta eu la actualidad como noci­


va en su nacimiento lo ha sido, sino que fueron los remedios adecuados
para paliar un caos existente en un lugar y en un tiempo determinado.

Se analizará el origen del concepto “tirano” y “tiranía” desde sus


inicios en la historia del mundo griego a la luz de cómo lo han inter­
pretado diversos autores, algunos contemporáneos a su aparición, otros
posteriores a ella, desde el poeta Arquíloco de Paro hasta desembocar
en Aristóteles.

Afirma sobre la tiranía Giovanni Giorgini que “en pocos casos


de la historia de la humanidad la institución fue tan inseparable de la
12 ROSANA GALLO

persona que la ocupa: la tiranía es una ‘institución’ de la polis griega en


un sentido peculiar y casi metafórico. En primer lugar porque la tiranía
tuvo siempre un carácter extraordinario y esto le impidió devenir parte
del tejido político de la polis: es notorio que los tiranos tuvieron siempre
un poder de facto no de iure, y no alteraron la estructura constitucional
o el ordenamiento vigente de las diversas ciudades, limitándose a hacer
cubrir las cargas existentes, necesarias al ejercicio del poder personal, de
hombres a ellos cercanos. En segundo lugar porqué el ámbito del poder
del tirano no está delimitado por norma alguna ni convención: el poder
del tirano es por su naturaleza arbitrario porque él no puede nada en tan­
to no existe jurídicamente, pero lo puede todo desde el plano fáctico, no
estando superpuesto a ningún vínculo determinado. Lo que cuenta desde
el punto de vista histórico en el estudio de la tiranía es el hombre no la
institución: no tiene sentido por ende preguntarse si Pisístrato, tirano de
Atenas, tuvo mayor o menor poder de Clístenes, tirano de Sición, o de
Periandro, tirano de Corinto o en qué cosa diferiría el fundamento de
sus poderes; es posible encontrar diferencias únicamente en el ejercicio
de tales poderes, que dependen de un factor subjetivo, o sea de la perso­
nalidad del tirano en particular”1.

Es interesante ver cómo por una parte la polis griega merced a de­
terminadas circunstancias histórico-espirituales constituyó una agrega­
ción política de intensidad quizás sin igual en Occidente y por otro lado,
cómo el tirano representa al enemigo público de la comunidad política.
Hay una confrontación entre una y el nacimiento del otro.

Cari Schmitt al reconstruir desde su punto de vista el surgimiento


del vójioc; de la tierra y del derecho del mar, como el tirano es para la
tierra el enemigo común, así el pirata lo es en el mar. Aclara respecto de
la piratería que dicho término en sus orígenes no tenía una connotación
negativa: ningún héroe de Homero se avergüenza por ser llamado así.

1Giorgiui Giovanni, La cittá e il tiranno, pp. 12-13.


L A T IR A N ÍC E N L A ANTIGUA G R EC IA 13

A partir del nacimiento de los imperios marítimos, de la talasocracia,


en el mar se establece el orden y la seguridad, es entonces en donde el
pirata deviene un transgresor, un delincuente, siendo declarado, hosíis
generis humani, “enemigo público del género humano”. Sólo con la
creación de un orden, tanto el pirata como el tirano, fueron caratulados
como negadores del orden y sus figuras se cargaron de connotaciones
ideológicas negativas. Para Schmitt el tirano tiene carácter eminente­
mente político, ya que su existencia se consuma en el interior y no en
el exterior de un determinado orden político y su demonización es obra
de un nuevo orden que él mismo ha contribuido a crear; mientras que
la persecución de los piratas nace de motivaciones económicas, vienen
perseguidos por interponerse en el crecimiento de la naciente potencia
marítima ateniense2.

De las fuentes que nos ofrecen el estudio de la terminología tirano,


tiranía, encontramos a las epigráficas, las monumentales, las literarias,
las históricas, las filosóficas, las médicas,3 si bien en muchas de ellas se
discuten por parte de los estudiosos su autenticidad.

Para algunos, los griegos han inventado la política. Originariamente


la democracia, dentro de la riqueza de la terminología y constitución
griéga, era sólo una de las posibles formas de gobierno, estando acom­
pañada de otras, como la aristocracia, la monarquía, la tiranía y la oli­
garquía. Asimismo no es lo mismo el concepto de griego en la época de
Pericles que en la de Alejandro Magno4. Es detacable que la imagen de
la tiranía se viene delineando desde el siglo VI a.C. Pero por otra parte,
cuando se lo empieza a estudiar y a explicar como fenómeno social, esto
es cuando en Grecia nace la teoría política en la segunda parte del siglo
IV a.C. los tiranos habían desaparecido del mundo griego hacía tiempo,
quedando alguno en forma marginal en alguna pequeña polis.

2lbldem, p. 16.
3Ibídem, p. 17.
4Ibídem, pp. 21-25.
14 ROSANA GALLO

Históricamente existieron buenos tiranos que han beneficiado con


su accionar a la ciudad en las cuales ejercieron su poder y malos tiranos
desde el punto de vista moral y político; y, seguramente los primeros han
sido más numerosos que los segundos, pero desde el análisis valorativo
de su gestión aparecen todos nivelados en sentido negativo, cayendo en
una conclusión unánime: la tiranía es mala. El tirano en el siglo VI-IV
a.C. aparece como el enemigo de la ciudad entera. Pero en los autores de
la antigüedad podemos observar que en determinadas circunstancias ca­
lificaron en forma positiva a ciertos tiranos en particular, no al régimen,
sino a la persona que lo encarnaba. Independientemente de la forma de
gobierno, en las polis griegas siempre ha sobresalido más el hombre en
su individualidad que el régimen que representaba. Vemos de este modo
a reyes míticos, qasireu micénicos, basiléis homéricos, un sin fin de
reyes al mando de ciudades en el alto arcaísmo, tiranos jónicos conti­
nentales, tiranos sicilianos, reyes macedónicos, soberanos helenísticos5.

Giorgini comparte que el término tirano sea un concepto dialécti­


co, en el sentido que se adquiere y se acentúa su negatividad al nacer
y crecer opuestamente a la polis. La ciudad de Atenas entre los siglos
VI a IV a.C. elabora valores comunes en la antigüedad, en los cuales
adquiere una gran importancia la participación activa del individuo
(varones, adultos, libres y que gozaban del derecho de ciudadanía) que
contribuyen entre todos al desarrollo político. Con esto se comprende el
sentarse a debatir y tomar decisiones en la asamblea, a ejercer funciones
judiciales en los tribunales, ser elegido para cubrir un cargo. Tal como
sostiene el historiador Tucídides “los hombres son la comunidad políti­
ca” ávdpeq yáp nóXiq: VII, 77. Afirma que existe una correspondencia
entre polis e individuo: por sobretodo la ciudad son sus ciudadanos; por
otra parte está la misma ciudad, polis, como comunidad educativa, que
forma a los ciudadanos, que serán como ella los haga.

5Ibidem, pp. 27-30.


LA T IR A N ÍA EN I.A A NTIC UA GRECIA 15

Aristóteles en su Política define la polis como “una comunidad,


Koivcovía, constituida en vista de un bien” y que “nacida para hacer po­
sible la vida en realidad existe para dar una buena vida”; “la polis es un
producto natural y el hombre es por naturaleza un ser político”. La unión
entre la izóliq icai noXíxeg, ciudad y ciudadano, es una unión natural. Y
quien por distintas causas no pueda entrar a formar parte de la polis, o
no se sienta bien en ella, no se encuentre a gusto en ella debe ser segu­
ramente un dios o una bestia6. No puede concebirse en el pensamiento
aristotélico al hombre aislado de la ciudad, viviendo totalmente apartado
de ella. En la visión de los siglos VI- IV a.C. el que no posee las dos
virtudes de la política por excelencia, esto es, el respeto y la justicia,
se encuentra afuera de la humanidad. Todos los conceptos y las teorías
griegas a fines del siglo TV a.C. tienen como referencia a la polis, es así
que cuando a modo de ejemplificar esto los autores hablan de libertad,
la entienden siempre dentro de la ciudad, dentro de la comunidad; no
existiendo la noción de los denominados derechos del individuo frente al
estado, porqué el hombre lo es tal sólo dentro de una comunidad política.
En el mundo griego antiguo existieron diversas poleis, teniendo cada
una de ella su propia organización interna, dentro de la cual debía tener
cabida el individuo y adaptarse a ella. Según Isócrates lo que caracteriza
a cada polis es su noXnsía, su constitución, interpretada como “el alma
de la ciudad”. Y es de ésta JtoXvrsía de donde descienden las normas
de la ciudad, las que no sólo regulan la vida política sino van más allá
encarnando la ideología interna de la ciudad.

Los griegos no tenían una noción del derecho como los romanos con
su ius porque para ellos el derecho no tiene un fundamento legal sino
metafísico. La primera característica del nomos es ser común a todos
los ciudadanos, atento a que pertenece a una esfera pública más allá
del arbitrio de los particulares. Es la ley la responsable de que el orden
impere en una ciudad ya que por naturaleza ella es el mismo orden. La

sIbídem, pp. 33-35.


16 ROSANA G ALLO

salvación de la ciudad reside en la ley. El tirano viene a violar ese orden,


esa ley, contradiciendo con su propia persona la concepción del político
que ocupa un espacio común en el interior de la comunidad7.

Todas las palabras que en griego refieren a una persona dotada de


poder real, monárquico, son de origen no griego: tal es el caso del áva^,
del pacnXeúc, y del -túpavvoq.

Se afirma que el “ávat micénico es el soberano y el sumo pontífice


de una sociedad en donde tiene un poder fuertemente centralizado en
una rígida organización jerárquica de relaciones sociales. Su poder real
viene utilizado más que nada en un sentido sacro, como calificativo
para los dioses de mayor rango. En los poemas homéricos no es posible
encontrar la figura del ávat, micénico ya que desapareció para esa época
la función; pero queda el término que es utilizado como en la literatura
que vino después con el significado de señor y también para indicar a
pequeños reyes, al señor del oikos. En términos generales en Homero
ávaq y el verbo derivado áváoosiv otorgan la idea de una autoridad
fuerte y de tipo monárquico (áváaasiv no se encuentra más en plural y
ávac muy raramente)”8.

Sí se encuentran mencionados en los poemas homéricos una gran


cantidad de pacnlsíq, ejerciendo funciones de jefes religiosos y políti­
cos en comunidades locales autónomas pero unidas a través del vínculo
cultural. Es en forma indiscutible el ministro del culto dotado de prerro­
gativas religiosas debiendo hacer respetar por sobre todas las cosas el
calendario religioso teniendo en sus manos la enorme responsabilidad de
decidir para aplacar la ira de un dios la realización de un sacrificio. Ejer­
ce la justicia, este derecho lo tiene por el mero hecho de portar el cetro;
guía al ejército en el campo de batalla, siendo él la máxima autoridad

7Ibídem, pp. 35-37.


’ lbídem, p. 45.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA 17

en éste ámbito ostentando el poder decisorio de la vida o la muerte de


quien desobedezca sus órdenes. Y relacionado con la religiosidad tiene
en sus manos aplicar la hospitalidad, esto es, proteger al extranjero que
se encuentra de paso dentro de su comunidad, considerándoselo “bajo
la protección de Zeus”9. Ya en el siglo V a.C. el término pasa a desig­
nar a personajes míticos de tiempos antiguos, pero independientemente
de los lugares y de las épocas jamás el término Pam^eúc; tuvo valores
despectivos.

También el término rópavvog pertenece a la cultura del Asia Menor.


Dolores Hegyi sostuvo la derivación directa del término turanna de Li­
cia, turarnos de Frigia y quizás más remotamente turawanas procedente
de Luvia, de todos ellos ha reivindicado el origen lingüístico luviano,
siendo esto a su vez de raíz micrasiática, que pudo haber ingresado a
Grecia a través de la mediación licia. Su origen entonces hay que en­
contrarlo en Anatolia occidental y no en Lidia, conforme lo aseguraron
en su momento numerosos autores griegos y que acuerdan en afirmar
que Gige, fundador de la dinastía mermnade que reinó en Lidia entre
los años 687 al 652 a. C fue el primer soberano en ser llamado tyrarmos.
De todas maneras, hay autores modernos que sostienen la derivación
del término tyrannos del Lidio conectándolo etimológicamente a la raíz
etrusca Turan - Venere: la Señora- y políticamente al gobierno de Gige.

Franco Pintore relevó la estricta semejanza e identidad entre tres tí­


tulos políticos surgidos en épocas no lejanas y en tres regiones cercanas
entre sí del Asia y del medio oriente para indicar la figura de un sobe­
rano fuerte dotado de poderes extrainstitucionales: el filisteo srn -ubi­
cándoselo en Palestina a partir de los siglos XII-XI a.C -, el eteo tarwnis
-neoluvita oriental, presente en Anatolia en el X-VIII a.C - y el griego
tyrannos -aparecido en el siglo VII a.C - En todos ellos hay coinciden­
cia según Pintore en una concesión autocrática de poder desvinculado de

’ lbidem, pp. 45-47.


18 R OSANA G ALLO

lo institucional, dotados de eficiencia y capacidad organizativa, rodeada


de un aura de autoridad. Giorgini apoya lo propuesto por Pintore en el
sentido de que en algunas poleis se comenzó a indicar con la palabra
anatólica de tyrannos al jefe político, que aprovechando para sí las crisis
o tensiones sociales se aseguró el poder en apariencia absoluto. Se trata
de una analogía en el sentido de que los griegos importan de Oriente
un término con algunas connotaciones precisas, no una institución; la
tiranía en la realidad en el uso ideológico es un fenómeno helénico10.

Euforión en el siglo III a. C es el primer autor antiguo que indicó a


Gige como el primer tirano de la historia. Y el sofista Hipias de Elide
había notado que “los poetas posteriores a Homero incurrieron en una
opinión personal cuando llamaron tiranos a los reyes anteriores a la gue­
rra de Troya, cuando en realidad este término se difundió tarde entre los
helenos, al tiempo de Arquíloco: Homero llama rey y no tirano a Eketo
que era el más violador de la leyes que los otros reyes”. También dicen
que la palabra tirano deriva de los tirrenos de los cuales algunos de éstos
han sido terribles piratas.

El origen del término tirano proviene para muchos autores del


fragmento de Hipias, ligada al nombre Tirreno, o sea etrusco. La termi­
nación -annos es común tanto en el etrusco como en el licio. Pero no
obstante no sólo es lo etimológico lo que interesa a los historiadores y
lexicógrafos sino que todo eso se encuentra unido a un juicio de valor.

El tirano fue así denominado de los tirrenos, que desde sus orígenes
fueron violentos y depredadores, como afirma Filocoro. Los oradores
atenienses en relación a gobiernos democráticos tienen la costumbre de
llamar tiranos a los reyes por la violencia propia de los tirrenos ejercida
sobre ellos. Con esta etimología concuerda también Giovanni Tzetzes en
el sentido de que tirano deriva de los tirrenos que de hecho son violentos

10Ibídem, pp. 48-49.


LA T IR A N ÍA EN LA A N TIG U A GRJECIA 19

y excesivamente feroces11. Desde el análisis de estas observaciones ter­


minológicas evidencian que la tiranía está siempre conectada a un juicio
moral negativo, y más aún cuando se la asocia a un pueblo notorio por
su violencia y ferocidad.

El Etymologicum Gudianum (p. 537,47 Sturz) define a la tiranía de


la siguiente manera: “La tiranía se diferencia del reino, así como el tira­
no se diferencia del rey: el reinado es en definitiva un dominio ejercitado
según las leyes; tiranía es en cambio el dominio privado de razón, que se
sirve de leyes propias; rey es el que gobierna según leyes justas; mientras
que tirano no gobierna en forma justa según las leyes, pisoteando a veces
también las leyes”; más adelante se encuentra (p. 538, 4 Sturz) otra ter­
minología que sin contradecir la anterior, al pretender definirlo desde la
etimología no hace más que caer en vaguedades: “Tirano (deriva) de un
tal tirano, que fue el primero en tener una postura malvada, de la ciudad
de Tiro; significa dos cosas, el rey y el hombre tirano”.

Esiquio avanza en un doble orden de distinciones encontrando en


la paranomia el elemento fundamental de la distinción entre tirano y
rey, poniéndose énfasis en la legalidad institucional, descubriendo en
la crueldad personal, individual, otro elemento discriminante, dando en
esté caso una perspectiva desde lo ético: “Tirano: rey ilegal, o también
gobernante cruel e inhumano”12.

No hay contradicción alguna cuando las fuentes griegas indican


como primer tirano al soberano de Lidia, Gige. Quizás esto sea porque
aparece por primera vez el término tirano en el fragmento poético de
Arquíloco de Paro, alrededor del 650 a. C; no obstante la historia del rei­
no de Lidia nos induce a pensar que hubo motivaciones más profundas.
Bajo la dinastía precedente de los Heraclides tenía un rol importante

11Ifafdem, pp. 49-51.


12rbídem, pp. 52-53.
20 ROSANA G ALLO

la aristocracia terrateniente —<píXoi xoú paaú.é©<;—, mientras que la


administración del reino estaba en manos de un gran visir; con esto nos
lleva a una serie de dinastías y de pequeños principados locales. Una
vez que se apoderó del reino Gige toma como primeras medidas elimi­
nar el poder de las dinastías locales, su independencia y la influencia
de los nobles terratenientes, transformando a Lidia en una monarquía
de carácter despótico. Con el advenimiento de la dinastía mermnade se
produce también un cambio en la economía del poder en el sentido de
que Gige lucha para asegurarse el control de las rutas comerciales y de
las costas occidentales y septentrionales de su reino; quizás fue el pri­
mero en acuñar monedas en metal. Esto último se lo ligó al pago de las
milicias mercenarias de las cuales Gige se valió para fundar su poder.

Resulta indudable de que el término tyrannos tuvo su origen en el


Asia menor, porqué allí es donde por vez primera se ejerce un poder
que se diferenció del tradicional, un poder nuevo, libre en forma total
de vínculos consuetudinarios impuestos de los iguales al rey; un poder
personal fundado en la milicia, un gran poder tiránico. Es de destacar
que en Oriente no existieron ciudadanos sino súbditos, esclavos; no
hubo leyes comunes y objetivas en el interior de la organización política.
Como consecuencia de este panorama sobre el mundo oriental es claro
que un debate sobre la tiranía podía solo desarrollarse en Grecia13.

Los tiranos se instalan en donde existen luchas internas en la ciudad


y con una crisis de parte de la clase dirigente que redundan en la impo­
sibilidad de solucionar los conflictos por medio de métodos normales
abriendo el camino a una intervención extraordinaria. La tiranía no es
un evento casual pero nace en presencia de determinadas condiciones.

La estructura social de la Grecia primitiva, después de la invasión


dórica, con las migraciones y las luchas que llevaron a una fusión o a

,3Ibídem, p. 54.
LA T IR A N ÍA EN LA A N T IG U A GR EC IA 21

una superposición del elemento migratorio con el ya existente a la larga


produjeron fracciones que permitieron el ingreso del tirano a la escena
política. La unidad fundamental de la sociedad griega arcaica ya pre­
sente con seguridad en el siglo VII a.C. y que permanecen todavía aún
en épocas posteriores son las siguientes: a) o ÍK Ía , la familia, en todos
sus niveles con exclusión de los esclavos; b) yévoc,, el clan, un grupo de
familias cuyos miembros se consideraban descendientes de un común
antepasado; c) cppaxpía, la fratría, grupo de yévr[ unidos por relaciones
religiosas y políticas, da una idea de fraternidad artificial, y d) (púX,f|,
la tribu. En la comunidad dórica fueron tres y en la jónicas, cuatro.
Con funciones diferentes acorde a los contextos históricos en que han
actuado. En Atenas originariamente eran cuatro y llegan a diez bajó
Clístenes. Servían de base a la conscripción militar, teniendo cada una
que formar un regimiento, xá^iq, y un escuadrón de caballería -(puXf|-.
Con esto puede observarse que la ciudad griega es la unidad de varios
grupos, los que acordaron regular su propia existencia con módulos que
no son contrarios a la religión, moral y derecho que la religión impone.
La naturaleza de la polis es desde su origen aristocrática a través de
clanes nobles.

Alrededor del siglo VII a.C. el sistema de gobierno aristocrático en­


tra en crisis, no pudiendo otorgar las respuestas adecuadas a los nuevos
desafíos de la época. Varios son los factores que contribuyen a esto, por
un lado el psicológico mediante el desarrollo de una conciencia indivi­
dual; el económico al transformarse la economía de agrícola en comer­
cial e industrial con una acumulación de capital que influyó en el cam­
bio en la composición de la clase dirigente y en la creación de nuevas
perspectivas por parte de los nuevos ricos, o sea, el pretender reconocer
derechos a estos nuevos enriquecidos; y finalmente desde lo militar ante
la substitución de la falange hoplita por caballería aristocrática.

Se dificulta la labor de encontrar una interpretación única al adve­


nimiento dé la tiranía porqué la variedad con que se presenta en Grecia
22 ROSANA G A L LO

es notable; pero a pesar de ser considerable la diferencia en cuanto a la


naturaleza de cada tirano en particular, no lo es en cuanto a que el fe­
nómeno aparece como el efecto de una situación que presenta causas y
caracteres comunes. Este factor que unifica dentro de una comunidad es
la lucha civil, aidoic;, entre fracciones. Hubo una rápida difusión de la
tiranía entre los siglos VII-VI a.C., pero esto no quiere decir que en todo
el territorio griego había tiranos, es más de 150 ciudades griegas sólo
27 tuvieron tiranos o gobiernos semejantes a ellos, abarcando a polis
de mediana grandeza, no pequeñas en el continente helénico; mientras
diversas ciudades sicilianas (comprendidas en la Magna Grecia) tuvieron
tiranos ricos y potentes, como Falárides de Akragas (570-555). Entre las
cinco grandes ciudades griegas sólo Corinto con los Cipsélidas (657-585)
y Atenas con los Pisistrátidas (560-511) tuvieron tiranos en el propio
sentido del término.

Es innegable que la tiranía surge en un momento de graves tensiones


sociales y luchas civiles, si bien no es excusable establecer que esto sea
la única solución posible a dichos conflictos. Ante estos hechos, algunos
han preferido como respuesta al problema a un denominado pacificador,
SiaWiaKrrjq, en otros, a un legislador, vopoGérrii;, mientras que otras
recurrieron al tirano, TÚpavvoc. En todos ellos el denominador común
se encuentra en recurrir a una sola persona para reformar el sistema. En
la historia griega, y especialmente, en la de Atenas, observamos que
hay una frecuencia en el poder de uno solo a pesar de que ella actúe
dentro de una comunidad, teniendo diversos títulos: pacificador, tirano,
estratega, demagogo, protector del pueblo. Desde el mítico rey Teseo a
Demetrio Palero, Solón, Pisístrato, Clístenes, Pericles, entre otros. Con
esto se puede llegar a que el tirano así vituperado por las fuentes a di­
ferencia de sus colegas con poder monárquico, sea solo un “dispensado
desafortunado”14.

l4Ibidem, pp. 57-60.


LA t i u a n !a e n l a ANTIGUA g r r c ia
23

El poder del tirano, aun cuando no ha alterado el orden, queda siem­


pre extraño a la polis y viene ejercitado más allá de un control político
y legal; aun cuando en la mayoría de los casos los tiranos fueron buenos
gobernantes el ámbito de su discrecionalidad era ilimitado. En los otros
casos de líderes políticos, sea en la aristocracia o en la democracia, el
poder de acción dentro de la polis estuvo limitado por la ley y debían
rendir cuenta de lo actuado.

El tirano, especialmente el del período arcaico es un aristocrático


que nació en la clase noble y es el encargado de realizar alianzas y apro­
baciones, luego con el correr del tiempo y ante nuevos vaivenes del juego
político y de las necesidades de la polis será esa misma clase aristocráti­
ca quien lo excluya de su seno. “El tirano no es enteramente el campeón
del pueblo contra los nobles, como tampoco es verdad que sólo el pueblo
sea su base de consensos: si así lo fuera no se entendería porqué una
vez instalada la democracia el pueblo se encuentra ante el ejercicio del
poder como nunca antes lo había hecho, y la figura del tirano conoce
su suprema demonización en vez de ser exaltado como el artífice del
denominado translatio imperii, traslado de poder; en la época en la cual
se instalaron las primeras tiranías, en cambio, el pueblo es todavía una
entidad un tanto confusa y privada de conciencia política, no pudiendo
solo funcionar como base de consenso a cualquier personaje, ni mucho
menos, expresar un líder popular”15. El tirano tiene un rol histórico
determinado, llenando un vacío de poder y la tiranía no fue un órgano
extraordinario, de duración limitada y con determinadas prerrogativas.
Los tiranos no destruyeron las formas tradicionales del dominio aristo­
crático, pero las adaptaron a sus intereses personales. Es curioso el caso
de que los tiranos hayan concedido la ciudadanía a muchos extranjeros
y esto responde a la necesidad que tenían de disgregar a la comunidad
política y obteniendo de esos extranjeros un séquito personal fiel. El

I!rbWem, p. 60.
24 ROSANA GALLO

tirano se muestra impenetrable al diálogo, a la persuasión, ofendiendo


también con este acto a la polis16.

Es interesante el estudio del tirano directamente a través de las


fuentes directas en el período arcaico, que abarca desde el siglo VIII
al VI a.C. El primero que debemos analizar es el que yo denomino “el
padre de la historia de la épica griega”: Homero. Ni en la Ilíada ni en la
Odisea encontramos el término tirano, si bien en los hechos seguramen­
te muchos monarcas por él descríptos hubieran merecido ser llamados
así. Discutible es el tema sobre la autoría de los himnos homéricos, ya
que algunos entienden que probablemente sean producto de diferentes
épocas y rapsodas. Dentro de estos himnos sólo en el denominado a
“Ares” podemos encontrar algo relacionado a nuestra búsqueda. Tiene
este himno un carácter filosófico y recientemente ha sido atribuido a
Proclo, perteneciente a la escuelas de los neoplatónicos del V siglo a.C.
en donde leemos “Tirano para los enemigos, guía de los hombres justos”
(ávTipíooi rópavve, Siraioxátcov áyé cpcoxcbv), mostrándosenos a Ares
por un lado como un guía para los hombres justos pero por otro lado se
vuelve como un tirano para los injustos y violentos17.

Hesíodo que escribe en Beocia a fines del siglo VIII a, C tampoco


refleja en sus obras al tirano. Esto no quiere decir que no tuviera con­
sideraciones sobre la justicia. La obra de este autor es anterior al naci­
miento de la polis, la d i k é , justicia, actuaba aún en dos planos, a modo
de estar dividida entre en cielo y la tierra, para él la diké de aquí abajo
es una decisión de hecho que depende siempre del arbitrio de los reyes,
a quienes denomina “devoradores de dones”, mientras que en el cielo es
una divinidad remota e inaccesible18. Es así que en su Teogonia vemos
que Epis, la Discordia, genera un malvado desorden y desgracia; por el
contrario Zeus desposa a Témis, la cual genera Eúvofiía, Kai Eípí|VT|, o

16Ibídem, pp. 61-64


‘’ lbídem, pp. 69-70.
,s Vemant, jcan Pierre, Los orígenes del pensamiento griego, pp. 64-65.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA 25

sea Buen orden, Justicia y Paz, que luego veremos sobre los hombres
mortales. Luego encontramos a Zeus en el rol de rey, Paoi^EÚq de los
reyes después de vencer a los titanes, siendo este un honor que le fue
conferido y esto refleja la práctica por la cual se devenía basileus por
elección. En otro punto de su obra menciona al “gran y soberbio rey
Pelias, violento y brutal” quien usurpó el trono de Iolco y Hesíodo lo
define ftaaileúq si bien rúpavvoc hubiera estado más apropiado en este
contexto en confrontación con las cualidades que debía ostentar un buen
monarca19. De todos modos Hesíodo cree en el triunfo de la justicia di­
vina por sobre la humana.

En el poeta Tirteo, mitad del siglo VII a.C. encontramos otra reali­
dad. Según la tradición él vivió durante la segunda guerra de veinte años
librada entre espartanos y micenos y con sus exhortaciones guerreras
contribuyó a llevar a los espartanos a la victoria; si bien sus textos están
perdidos, tenemos conocimiento de algunos fragmentos gracias a Estra-
bón, Plutarco en Licurgo y por Diodoro Siculo; en ellos exhorta que la
virtud consiste en servir a la patria, el bien más alto es el de la ciudad,
siendo ella la que distribuye los premios a los valientes. El prototipo del
hombre bueno es el guerrero valiente que no abandona el frente, lucha
hombro a hombro con sus compañeros y muere en primera fila comba­
tiendo por la patria. Un hombre que pone a “la ciudad, los conciudada­
nos y al propio padre” por arriba de cada cosa, es honrado en la vida y
en la muerte, es un bien supremo para la ciudad y para todo el pueblo20.

Arquíloco de Paro fue un soldado mercenario y poeta de la mitad


del siglo VII a.C. que postula por primera vez en griego el término
rupavvíq, si bien no se sabe en concreto si hablando de tirano se refiere
a una persona en particular o en general. Si tomamos lo primero lo infe­
rimos de que lo tomó de la persona de Gige, del que se ha hablado con

19Giorgini, Giovanni, la cittá e il liranno, pp. 70-71.


“ Ibídem, pp. 72-73.
26 R OSANA C A LLO

anterioridad y del cual todas las fuentes griegas coinciden en que fue el
primer monarca en ser llamado tirano. El verso de Arquíloco dice: “No
me agradan al corazón las riquezas de Gige de mucho oro, ni jamás me
dio envidia, ni soy celoso de las obras de los dioses, y no codicio una
gran tiranía: por el contrario ella está lejos de mis ojos”.

El historiador Herodoto también en sus Historias nos cuenta un


poco más detalladamente la historia de Gige, este primer tirano, pero
agrega que para continuar en sus funciones se dirigió a consultar al
Oráculo de Belfos y al obtener una respuesta favorable se afianzó en
su poder21.

El poeta Semónides de Amorgo, siglo VII a.C. nos trae una vaga
indicación sobre la naturaleza del tirano desde lo psicológico cuando
nos habla de una mujer, que como una bella yegua, hace enamorar a
los hombres, calamidad para el marido “a menos que este no sea un
tirano o un portador de cetro” a quien gusta gozar de estas cosas. Se­
guramente se refería al deseo de ser admirado por sus posesiones y de
querer provocar envidia en los conciudadanos siendo esto típico de los
tiranos, y en especial con Gige quien además de hacer ostentación de
sus bienes lo hacía de su esposa. Cualquier otra explicación a esto sería
muy aventurada22.

Alceo de Mitilene, poeta que ubicamos alrededor del 600 a.C. es


probablemente uno de los primeros misotyrannoi de Grecia, o por lo
menos, por nosotros conocidos. Exponente de una parte de la lucha de
fracciones aristocráticas que convulsionó su isla en el siglo VII, su odio
no está todavía dirigido a la institución de la tiranía pero sí contra las
figuras individuales de los tiranos; en especial su furia apunta a Pita­
co, atacado con una serie de epítetos injuriosos y también fantasiosos:

31Ibídem, pp. 75-77.


“ Ihfdem, pp. 78-79.
LA T IR A N ÍA EN LA A N TIG U A G R EC IA
27

“Ahora ese que tumbó la tiranía de Melancro de los innobles uacidos


llegó él también a convertirse en tirano en nuestra ciudad”. Las fuentes
sostienen que el tirano Pitaco era de origen plebeyo y si es verdad este
hecho es de relevante importancia, atento a que por lo general los tiranos
siempre eran provistos por la clase de la aristocracia. Esto se debió a que
en Mitilene la lucha era entre los mismos aristócratas, no fue como en
otras polis entre pobres y ricos23. Esto provocó el quiebre dentro de una
misma clase, entre fracciones de una misma estirpe, lo que favoreció el
ascenso de Pitaco.

Aristóteles en la Política se refiere a este tirano de la siguiente ma­


nera: “Pitaco de innobles orígenes fue elegido tirano de la ciudad infeliz
y privada de ardor con grandes aplausos de locura”. Esto es citado por el
filósofo en el contexto de un discurso sobre la monarquía, de una forma
existente en la antigüedad que por comodidad define como “tiranía elec­
tiva”. La citación de Alce se hizo para demostrar que Pitaco fue elegido
y no se impuso por la fuerza. Dice que estas formas de monarquías “son
y eran tiránicas por ser despóticas y reales por ser electivas y ejercitarse
sobre súbditos concientes”.

Estrabón habla de la monarquía de Pitaco: “Entre los tiranos estuvo


también Pitaco, (...) hasta la caída de las grandes casas aristocráticas
rigió también él la ciudad como monarca; una vez abolida la oligarquía
concedió a su vez la autonomía de la ciudad”.

En la tradición de los Siete Sabios, Pitaco no es un caso aislado,


sino que es uno de ellos, a la par que Periandro, tirano de Corinto y
Pisístrato, tirano de Atenas. Esto nos cuenta Diógenes Laercio. Parece
incuestionable que en las fuentes más arcaicas estos tiranos han dejado
un recuerdo de buen gobierno y de sabiduría, juicios confirmados luego

25Ibídem,pp. 79-80,
28 ROSANA G ALLO

por Herodoto y Aristóteles24. De todos modos la lista de ios siete sabios


es variable y flotante, no se atiene a una cronología ni a la verosimilitud.
No obstante la función política y social asignada a los siete sabios, las
máximas que se le han atribuido permitieron la concordancia de perso­
najes disímiles25.

En la Constitución de los atenienses Aristóteles procede a analizar


las diversas formas de gobierno y los hombres que en ella sobresalieron
en la polis de Atenas. Sobre Pisístrato, el célebre tirano de Atenas dice
que en uno de sus accesos a la tiranía ante el pueblo manifestó “.. .que no
debían extrañarse ni perder el ánimo, sino ir a ocuparse cada uno de sus
asuntos privados, que de los públicos, de todos se encargaba él” (15,5);
“Al propio tiempo, sucedía que sus rentas se hacían mayores gracias al
cultivo de la tierra, pues cobraba el diezmo de cuanto se producía. Por la
misma razón, instituyó los jueces por demos, y él mismo salía a menudo
por la región a inspeccionar y a dirimir litigios entre personas, para que
no descuidaran sus labores por tener que bajar a la ciudad”. (16,4-5). Con
esto se observa la intromisión del tirano en todos los aspectos de la vida
pública, interfiriendo aún en la labor de los jueces y tomando decisio­
nes por ellos. Esto sucedió porque en ese eatonces en Atenas las leyes
eran benévolas al tirano y a la instauración del régimen. Sostenían estas
leyes: “Estos son preceptos ancestrales de los atenienses: si algunos se
alzan para establecer la tiranía o alguien colabora en la instauración de
la tiranía, sean privados de sus derechos de ciudadanos tanto el culpable
como su descendencia”. (16,10)26

MIbídem, pp. 81-83.


25Vernant, Jean Fierre, Los orígenes del pensamiento griego, p. 82; Platón en la Carla
II en donde saluda a Dionisio sostiene que “...suelen celebrar conjuntamente la gloria de
Periandro de Corinto y de Tales de Mileto, la de Pericles y Anaxágoras, la de Creso y Solón,
como sabios, unida a la de Ciro como rey”., Cartas, 311-a.
“ Aristóteles, Constitución de los atenienses, pp. 55-59.
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIC UA GRBCIA 29

Para culminar con esta investigación no se puede dejar de mencionar


a Píndaro (518-438 a.C.), quien fuera un poeta en la corte de los tiranos,
destacándose por sus famosas Odas compuestas para alabar a los ven­
cedores de los juegos atléticos. En el mundo de este poeta “la fortuna
de los hombres proviene directamente de los dioses” a esto sigue “que
“el destino de felicidad del tirano se debe a la suerte divina”. El tirano
con su prosperidad qs la encarnación del hombre áyoBóq y áA£U0Tepoc,
porqué gobierna a los otros y no es sometido, en cuanto no es inferior
a nadie por potencia. Hubo aparentemente un importante número de
encuentros entre Píndaro y el tirano de Siracusa, Gerón, si es que las
fuentes no exageran, del cual procedió a exaltar sus obras realizadas
y en especial sus virtudes personales y su buen gobierno. Escribió di­
versas odas destinadas a varios tiranos vencedores de los juegos. No es
casual que Píndaro se refiera a los tiranos con el término (3aoileóq. En
la Olímpica I, dedicada a Gerón de Siracusa afirma que “ejercita el ce­
tro que da justo juicio y que posee la mejor de todas las virtudes”; en la
Pítica III lo exalta afirmando que “gobierna Siracusa como un rey gentil
con sus propios ciudadanos, sin envidia con los nobles, venerado como
un padre por los huéspedes extranjeros”. En el plano político destaca
al tirano porqué “pone fin a los inmensos sufrimientos de las guerras”
(Pítica II) y “hace salir de la perplejidad al pueblo de los ciudadanos,
llevándolos a la luz del sol” (Olímpica V). Sus elogios a los tíranos son
a título personal, al hombre, no a la institución en sí, que viene más bien
abiertamente condenada27.

"Más no les cede en gloria


La sublime victoria
Cabe las claras ninfas del Himera.
Gerón a¡lí y su hermano
Junto a su padre anciano,

'a Giorgini, Giovatmi, La cittá e il tiranno, pp. 99-101.


30 ROSANA GALLO

Desbarataron multitud guerrera.


Mi agradecida musa les ofrece
Himno triunfal, que su valor merece”.

Píndaro, Oda I A Gerón Etneo, Rey de Siracusa™

Himno a Ares (VIII)


“Ares prepotente, que combas los carros con tu peso, de casco de
oro, portador de escudo, salvador de ciudades, armado de bronce, de
fuerte brazo, infatigable, poderoso por tu lanza, antemural del Olimpo,
padre de la Victoria de una guerra justa, auxiliar de Temis, dominador
de los enemigos, caudillo de los hombres más justos, portacetro del va­
lor, que haces girar el círculo de ígneos resplandores del éter entre la
constelación de las siete estrellas, allí donde los caballos llenos de Jue­
go te conducen siempre por cima del tercer círculo: oye, aliado de los
mortales, dador de la robusta juventud, que desde lo alto haces brillar
suave resplandor sobre nuestra vida y nos inspiras el marcial denuedo;
ojalá yo pudiera apartar de mi cabeza la amarga cobardía, reprimir en
mi mente en errado impulso el alma y contener el ardor estimulante de
mi corazón, que me instiga a emprender la lucha horrenda. Pero tú, oh
bien aventurado, dame valor para vivir bajo las leyes benéficas de la
paz, después de haberme librado del tumulto de los enemigos y de las
Parcas violentas”.

Homero, Himnos29

28Bucólicos y líricos griegos, p. 467.


29Homero, Himnos H oméricos en la litada II, p. 245.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA 31

Bibliografía consultada
A r is t ó t e l e s ,Constitución de los atenienses, Abada Editores, Madrid,
2005. Edición bilingüe por Alberto Bernabé.
Bucólicos y líricos griegos, Librería “El Ateneo” editorial, Buenos Ai­
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G io r g in i , G io v a n n i , La cittá e il tiranno. II concetto di tirannide nella
Grecia del VII-IVsecolo a.C., Giufre Editore, Milano, 1993.
H e s ío d o , L os trabajos y los días. La teogonia. El escudo de Heracles,
Terramar ediciones, La Plata, 2008.
H o m e r o , La Ilíada II. La Batracomiomaquia. Himnos Homéricos, Edi­
torial Losada S.A., Buenos Aires, tercera edición, 1974. Traducción
de Luis Segalá y Estalella. Edición cuidada por Pedro Henríquez
Ureña.
P la t ó n , Cartas, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1954. Edición
bilingüe y prólogo por Margarita Toranzo. Revisado por Juan Ma­
nuel Pabón y Suárez de Urbina.
V e r n a n t , J e a n P i e r r e , L os orígenes del pensam iento griego , Editorial
Paidós SAIF., Argentina, 2008. Título original Les origines de la
pensée grecque publicado en francés por Presses Universitaires de
■France, París. Traducción Marino Ayerra.

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ALGUNAS CUESTIONES SOBRE
LA TIRANÍA EN LA ANTIGÜEDAD

P ro f . A bogado S ergio R o m á n P é r e z F i o r í

Introducción
Es conocida la clasificación de las formas de gobierno aristotélica
según la cual la Monarquía deviene en Tiranía, como paso de una forma
de gobierno pura a una impura. Seria, entonces, la Tiranía un sistema de
poder absoluto, prácticamente total, en la mayoría de los casos uniper­
sonal, que consistía en un régimen autoritario en extremo.

Habitualmente lo inauguraba la persona que ejercía o detentaba el


poder, por ejemplo el monarca devenía en tirano, o el que había depuesto
al gobierno de una polis, generalmente a través de un golpe de estado
realizado por una milicia ayudada por fuerzas extranjeras, o por el mis­
mo gobernante de la ciudad-estado u otro personaje conocido, apoyado
por el pueblo.

De este modo, la tiranía se instalaba en el poder con violencia, no


asistida por el derecho. Los tiranos tomaban el poder por la fuerza.

En el imaginario colectivo la tiranía se asocia a violaciones a los


derechos humanos y múltiples hechos denotadores de abusos de poder
y de derecho, o sea, abusos varios.

1Doctorando en Derecho (Universidad Argentina J. F. Kennedy); Especialista en Docen­


cia Universitaria (Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina); Mediador (Univer­
sidad Mainjónides); Abogado y Procurador (UBA); Bachiller en Ciencia Política (Universidad
del Salvador); Docente de la UBA, la Universidad Kennedy y el Instituto Universitario de la
P.F.A.
34 ROSANA GALLO

Empero, en la antigua Grecia este vocablo no tenía un significado


tan negativo; es más, solía estar emparentado a la demagogia y al po­
pulismo.

Sobre la tiranía

A este respecto, podemos ver que Robert Cohén2 dice que las tira­
nías en Grecia se desarrollaron a la par del progreso económico que en
ella iba incrementándose. De este modo, explica que al mismo tiempo
que en la península del Ática había una involución en la agricultura,
teniendo en cuenta el importante crecimiento de la población, por el
contrario, había una evolución notable en la industria y el comercio,
de la mano de la colonización, con un progreso que se podía constatar
en los mercados y en los puertos. En este contexto es de destacar que
reapareció la moneda -desaparecida desde la época micénica- que con­
tribuyó al crecimiento y a la consolidación de una burguesía, que le dio
su impronta a esta mejora en lo económico-comercial, sobretodo en la
parte final del siglo VII a.C.

Nos continua narrando que “¡Singular destino de una palabra y de un


régimen! A imitación de los antiguos, pero por razones muy diversas, los
historiadores modernos han dado a menudo pruebas de una inexorable
serenidad con respecto a la tiranía. No han querido distinguir e igualmente
la han colmado de reproches, pintándola bajo los colores más negros, que
el tirano fuese un aventurero que se hubiese apoderado del poder por la
astucia o la violencia, que, por el contrario, fuese un jefe escogido por el
pueblo oprimido para desembarazarle de la carga de los nobles que le opri­
mían. Así, por ejemplo, Aristóteles considera al tirano como un usurpador,
un ser vil, egoísta, simulador, receloso, capaz de todos los crímenes y
digno de todos los castigos, sólo porque fue el representante de la multitud
contra la oligarquía, de la plebe contra la nobleza”.

2Cohén, Robert, Historia de Grecia.


LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRRCIA 35

Con respecto al ya citado Aristóteles, vemos que dice de esta forma


de gobierno que la monarquía o sólo debe tener el nombre sin existir,
o necesariamente existe debido a la gran superioridad del que reina;
de modo que la tiranía, que es el peor régimen, es el más alejado de
una constitución; según sus propias palabras en segundo lugar está la
oligarquía, pues la aristocracia dista mucho de este régimen, y la más
moderada es la democracia.

Ahora bien: ¿Cuántas tiranías hubo en el mundo griego antiguo?


Hay varias, las podemos encontrar en todos los sitios en los que haya
habido colisiones de intereses entre distintas clases. Entonces, hubo ti­
ranías en Siracusa, Sicilia, Megara, Cumas -todas estas se refieren a las
de Magna Grecia-, Atenas, Corinto, Jonia, Eólida, varias islas y otros
sitios. Hubo muchos. En la mayoría de los casos se trata de hombres de
las fuerzas armadas que se habían retirado amasando cierta fortuna,
por eso al subir al poder intentan consolidarlo con la espada. En todos
los casos había conflictos sociales que dividían la sociedad y minaban
la autoridad.

Hubo una ciudad de la Hélade que se destacó y fue Mileto, porque


pasó por todas las formas de gobierno: tuvo monarquía, una oligarquía
de prosapia propia, una aristocracia de comerciantes. Cuando Mileto
estaba a punto de ser sometida por los lidios, irrumpe en la escena la
figura de Trasíbulo restaurando el orden y la paz: la seguridad frente
al caos. Hubo un armisticio, un interregno de tranquilidad, hasta que
estalló otro conflicto social, esta vez entre ricos y pobres: de un lado la
“ plutis”, o sea la clase alta, enfrentada a la “kehiromaka”, vale decir el
proletariado.

Continuando con esta reseña, un personaje que no puede pasarse por


alto es Polícrates de Samos. Nuevamente consultando a Robert Cohén3,

5Ibídem, p. 80.
36 R OSANA GALLO

podemos saber lo siguiente: “Hacía largo tiempo que comerciantes y


agricultores se mataban entre sí en esta próspera isla. El partido demo­
crático, que reclutaba, fácilmente, una numerosa clientela en los talleres,
en las fábricas y en los artesanales, escogió, hacia el 533-532 a.C., por
campeón, a un rico industrial, Polícrates. hijo de Aiakes. ¡He aquí a un
hombre que no retrocede ante ningún crimen para destruir a sus ad­
versarios! Golpea sin piedad; gobierna como un déspota. Pero, por otra
parte: ¿qué gloria no proporciona a su ciudad? Obras de utilidad pública,
trabajos de embellecimiento, todo eso emprende a la vez. El santuario
de Mera, que él termina, es considerado, en lo sucesivo, como una de
las maravillas del mundo antiguo. En el exterior, gracias a su admirable
flota, llegó a ser dueño del Egeo. ¿Hasta dónde no hubiera llegado este
hombre, cuya suerte parecía desafiar la voluntad de los inmortales, si
no se hubiera comprometido torpemente por sus intrigas con Persia?”.

Otros tiranos importantes fueron Gelón, Hierón I, Hierón II, Dioni­


sio el Viejo y Dionisio el Joven, todos ellos oriundos de Siracusa. Pero
sin duda el que alcanzó mayor notoriedad ha sido Pisístrato de Atenas,
del que nos ocupamos en otro capítulo.

En Roma -no hace falta aclarar que la comparación entre Grecia y


Roma es insoslayable- se suele comparar este episodio con la rebelión
contra Tarquino el soberbio, a pesar de que éste no puede considerarse
tiranicidio porque Tarquino no fue asesinado sino desterrado, o sea
echado de la ciudad con su familia.

Como se verá más adelante en el resto del libro, la palabra tiranía


tiene entre nosotros un significado negativo, con una fuerte imagen
mala, pero no es estrictamente el de la antigua Grecia, en la cual, esta
forma de gobierno fue la corrupción de una monarquía; o sea que para
que haya una tiranía debió haber antes una monarquía. Era el paso de
una forma pura a una impura.
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA G R EC IA
37

Es más, se sabe que entre los griegos el vocablo tuvo durante mucho
. tiempo una ponderación positiva y benigna, llegándose a dar el caso de
varios tiranos muy respetados y apreciados por el pueblo. Otra diferencia
importante radica en que en la Grecia Helénica los tiranos eran “popula­
res” o sea defensores de la clase baja y enemigos de la nobleza, siempre
estuvieron con los pobres.

Dícese que la palabreja de marras se utilizó por vez primera para


hacer referencia a Cipselo de Corinto y a Fidón de Argos, encontrando la
denominada “época de oro” de las tiranías en el siglo VI a.C., segmento
histórico en el que Persia empezó a realizar expediciones invasivas en te­
rritorio heleno y, en consecuencia, buscaron dictadores afínes para voltear
gobiernos. Justamente ejemplo de esto es el antes mencionado Pisístrato
y sus sucesores los “pisitrátidas” en Atenas, y en Samos, Polícrates.

Pero en Grecia, repetimos, la tiranía fue el resultado de la lucha


de las clases populares contra los excesos de la aristocracia y los reyes
sacerdotes, que habían recibido el derecho al gobierno por la Mitología
y la Tradición. Muchas veces llegaron por revoluciones y tuvieron el
pueblo a favor. Con frecuencia tomaron medidas demagógicas, por eso
Aristóteles dice que es el peor de los regímenes que se conocieron, y
que' la mayoría de los tiranos fueron demagogos que conquistaron al
proletariado atacando a la nobleza.

Sobre esta cuestión nos refiere el estagirita “Nos falta hablar de


la tiranía, de que debemos ocuparnos, no porque merezca que nos de­
tengamos en ella mucho tiempo, sino tan solo para completar nuestras
indagaciones, en las cuales debe ser comprendida, puesto que la hemos
incluido entre las principales formas de gobierno. Hemos tratado antes
del reinado, fijándonos sobre todo en el reinado propiamente dicho, es
decir, en el reinado absoluto; y hemos hecho ver sus ventajas y sus pe­
ligros, su naturaleza, su origen y sus aplicaciones diversas. En el curso
38 ROSANA GALLO

de estas consideraciones sobre el reinado hemos indicado dos formas


de tiranía, porque estas dos formas se aproximan bastante al reinado, y
tienen como ésta en la ley su fundamento. Hemos dicho que algunas na­
ciones bárbaras escogen jefes absolutos, y que en tiempos muy remotos
los griegos se sometieron a monarcas de este género, llamados esimene-
tas. Entre estos poderes había, por otra parte, algunas diferencias: eran
reales, en cuanto a la ley y a la voluntad de los súbditos su existencia;
pero eran tiránicos en cuanto su ejercicio era despótico y completamente
arbitrario. Queda una tercera especie de tiranía, que al parecer merece
más particularmente este nombre, y que corresponde al reinado absoluto,
la cual sin responsabilidad alguna y solo en interés del señor, gobierna
a súbditos que valen tanto o más que él sin consultar para nada los in­
tereses particulares de éstos. Este es un gobierno de violencia, porque
no hay corazón libre que sufra con paciencia una autoridad semejante.
Creemos haber dicho bastante sobre la tiranía, el número de sus formas
y las causas que la producen’11.

Podemos advertir que la arbitrariedad, entendida como abuso de


poder, es lo que más le molestó a Aristóteles de las tiranías. Este pen­
samiento lo va a seguir, varios siglos después, en el medioevo, Santo
Tomás de Aquino. Volveremos sobre esto más adelante.

Empero, esta palabra tiene un significado malo, que, en la Moderni­


dad y la Posmodernidad, se ha consolidado para no tener retorno. Como
dijimos al principio, está asociado a derramamiento de sangre, corrup­
ción, delitos varios. Y lo más grave tal vez: el silenciamiento forzoso de
los opositores.

Así, se le atribuye a Jefferson la conocida frase; “El árbol de la li­


bertad debe ser regado con la sangre de los patriotas y de los tiranos”,
slogan tan caro a la independencia de Estados Unidos.

4Aristóteles, La Política, pp. 256-257.


LA TIR A N IA E N LA ANTIGUA GRECIA
39

En este contexto se elaboraron las teorías del Derecho de resistencia


■a la opresión y al tiranicidio, al cual ya nos referimos brevemente, y,
reiteramos, el más conocido fue el de Pisístrato.

Pero las teorías antes mencionadas son de origen medieval, y tienen


que ver con el intento de encontrar un príncipe cristiano, un caballero
misericordioso que reparta riquezas entre los pobres, que cure a los
enfermos y que cristalice en la tierra el plan salvífico de Dios para
la humanidad; debía ser un delegado de la inteligencia divina en este
mundo, alguien que practicara la caridad desde el poder, que le había
sido dado de lo alto. Muchos sostienen que en la figura de Luis IX -San
Luis, Rey de Francia- se dio este ideal, que, en definitiva, remiten a lo
dicho antes: hallar un gobernante virtuoso o cuasi perfecto, exultante
de piedad y templanza.

Siguiendo esta línea de razonamiento encontramos a Germán Bidart


Campos explicándonos lo siguiente: “El paternalismo del rey medieval
consiste, pues, en el ejercicio de un gobierno justo en beneficio de la co­
munidad por un rey virtuoso. El rey debe ejercitar su poder como vicario
y ministro de Dios sobre la tierra, dirá Bracton (muerto en 1268), en su
obra De ¡egibus et conuetudines angliae (1256/7). La misma imagen
del rey como lugarteniente de Dios es manejada por Egidio Romano y
Juan de Salisbury (1120-1180). No en vano Carlyle le ha podido decir
que el primero y fundamental aspecto del pensamiento político de la
Edad Media era el principio de que toda autoridad política constituía la
expresión de la justicia. Por eso, el tirano es el reverso del justo: el que
obra mal, el que gobierna injustamente. Para Bártolo, tirano será el que
usa el poder en utilidad propia”5.

Bien, podemos apreciar que la especulación medieval llevó a con­


figurar el Ius Resistendi o derecho de resistencia a la opresión sobre la

5Bidart Campos, Germán J., Manual de historia política.


40 ROSANA GALLO

base de oponerse a lo injusto y arbitrario, pero, sobre todas las cosas, de


enfrentarse al que violenta la ley de Dios: el tirano es, fundamentalmen­
te, un pecador empedernido.

La doctrina de Santo Tomás de Aquino (1225-1274) permanece


en el plano de una oposición pasiva, vale decir un no cumplimiento de
órdenes dadas, seguida de cualquier exteriorización de disconformidad
o no sumisión a la autoridad súbitamente tornada ilegítima, pero sin
derramamiento de sangre.

Esta doctrina va a tener éxito pero se va a ver exacerbada por Juan


de Salisbury (1120-1180), Francois Hotman (1524-1590) y Etienne de la
Boétie (1530-1563).

A este respecto, consultado Sabine Georges sobre la primera de


las figuras mencionadas leemos lo siguiente “En la concepción de Juan
de Salisbury, la ley no constituye un vínculo omnipotente en todas las
relaciones humanas, incluso la que existe entre el gobernante y los go­
bernados. En consecuencia, es obligatoria tanto para el rey como para
el súbdito. Tan cierto es esto que la distinción entre un verdadero rey y
un tirano tiene para este autor una importancia fundamental. Su libro
tiene un dudoso honor de presentar la primera defensa explícita del tira­
nicidio que se encuentra en la literatura política medieval: ‘quien usurpa
por la espada merece morir por la espada’, Entre un tirano y un príncipe
existe esa diferencia única y principal: que el último obedece a la ley y
gobierna al pueblo de acuerdo con sus dictados, considerándose como
mero servidor suyo. Por virtud de la ley hace bueno su título a ocupar
el puesto más importante y principal en la dirección de los asuntos de
la comunidad. Ahora bien, hay ciertos preceptos de la ley que tienen
necesidad perpetua y que tienen fuerza de ley en todas las naciones y no
pueden en manera alguna ser infringidos con impunidad”6.

6Sabine, George, Historia de la teoría política, pp. 187-188.


LA T IR A N ÍA EN L A ANTIGUA GRECIA 41

Con excepción de la defensa del tiranicidio, encontramos las mismas


ideas rectoras en Aristóteles, Cicerón y Santo Tomás: hay una univer­
salidad de la ley y la justicia, y una obligación de obrar en sintonía. La
diferencia radica en las consecuencias de la ruptura de ese orden. Para
Juan de Salisbury es lícito matar al tirano, ajusticiarlo. No para Santo
Tomás.

La idea era organizar el Estado a imagen y semejanza de la Iglesia,


siendo la cabeza el Rey (el Papa), que debía ser la imagen de Cristo.

La famosa obra de Juan de Salisbury se tituló Polcraticus\ la finali-.


zó en 1159, y está considerada el primer tratado de política.

En relación a esta catarata de manifestaciones adversas al despo­


tismo, no puede omitirse la célebre “vindiciae contra tyrannos, sive
de principies in populum populique in príncipe legitimae potestades,
stefano junio bruto, celta auctore” (del poder legítimo del príncipe sobre
el pueblo y del pueblo sobre el príncipe), conocida vulgarmente como
“vindiciae contra tyrannos”. Se la adjudicó editorialmente a Junius Bru-
tus, aunque también se barajó la posibilidad de que fuese de Languet,
Teodoro de Béze, Duplessis Momay, entre otros. Actualmente se acepta
casi sin discrepancias que fue Languet -conocido también como Spe-
rantius, quien escribió el prólogo y la tercera parte-; siendo lo demás de
Duplessis-Momay. Este último fue un líder del Cristianismo Protestante
de Francia; el anterior era una persona de Borgoña que trabajó para
príncipes extranjeros.

Aquí se formulan cuatro preguntas cuyas respuestas son esperables:


¿deben los súbditos obedecer a un príncipe que les manda violar la ley
de Dios? Es una de ellas. ¿Deben someterse a un príncipe que transgrede
la ley civil? Es otra. ¿El pueblo puede resistir y de qué modo realizarlo?
42 ROSANA GALLO

La tercera; y la última: ¿A los príncipes vecinos les asiste el derecho de


intervención?

Con fundamento en la Sagrada Escritura la respuesta es sí, dado


que allí se manda obedecer a Dios antes que a los hombres. Aparece
un primer límite al poder del rey, que es la ley de Dios. El pueblo pasa
a estar, ergo, arriba del príncipe, pero no debe entenderse por “pueblo”
toda la población, sino un pequeño sector, supuestamente legitimado por
la tradición y la costumbre, integrado por los magistrados y los nobles.
Aparece una Aristocracia que ejerce o detenta el poder.

Por ende, Prelot y Lescuyer sostienen que “entre estos y el rey existe
una alianza. De esa forma interviene de un modo particular una teoría
que posteriormente tendrá tan extraordinaria importancia y que es la
del contrato. La alianza no ata al rey con Dios pero, sin embargo, dada
la santidad del contrato, Dios garantiza ese pacto, tal vez el más impor­
tante que pueda ser llevado a cabo. La alianza indirecta entre Dios y el
rey engendra para este último una primera obligación que se traduce en
la palabra “piedad”. La alianza directa, la del rey y el pueblo, entraña
una segunda obligación que se traduce en la palabra “justicia”. Si el rey
falta a sus deberes, la piedad ordena que se mantengan la ley y la Iglesia
de Dios, y la justicia, que se aten las manos del tirano “arruinador del
derecho y de toda buena policía”. Por último intervendrá la caridad, que
requiere se tienda una mano y se ayude a los oprimidos”7.

No puede omitirse tampoco la figura de Étienne de la Boétie (1530-


1563), mencionado con anterioridad. Fue un francés estudioso de la
tradición grecolatina. En 1576 consiguió la publicación del “Discurso
sobre la servidumbre voluntaria o el contra uno”, un breve manifiesto o
alocución brillante por su enjundia escrito cuando tenía sólo dieciocho
años. Ese opúsculo está considerado un antecedente del Contractualis-

7Prelot, Marcel y Lescuyer, Georges, H istoria de las ideas políticas, p. 173.


L A TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA
43

mo y cuestiona la legitimidad de cualquier autoridad constituida desde


•la óptica “dominación-servidumbre”. La libertad es un valor supremo.

Resulta agradable volver a leer este bello párrafo “El hombre es


naturalmente libre y quiere serlo, pero es tal su naturaleza que se amol­
da muy fácilmente a la educación que se le quiere dar. Al modo que al
hombre se le hace natural todo aquello que adquiere con la educación
y la costumbre, también el primer impulso de la servidumbre volunta­
ria es constantemente un efecto del hábito que contrac la niñez; como
por ejemplo, los más briosos caballos, que si bien al principio tascan el
freno, luego juegan con él; y a aquellos mismos caballos que dan coces
apenas ven la silla, con el tiempo sufren la mayor mansedumbre hasta
la albarda. Apenas empieza el hombre a tener razón, dícenle que es va­
sallo de un soberano, que sus padres también lo son, y creen que han de
aguantar el mal y lo confirman con varios ejemplos, y sobre todo con la
autoridad de los siglos, como si un largo sufrimiento diera derecho para
que uno pueda tiranizar a sus semejantes. El tiempo no da jamás derecho
a hacer mal, antes bien, aumenta el peso de la injuria”5.

Como puede apreciarse de todo lo expuesto hasta aquí, las ideas


libertarias ya estaban en ebullición. No son “propiedad” exclusiva ni
inspiración directa de la Revolución Francesa ni del Iluminismo.

Conclusiones
Como ya se dijo, la tiranía tiene un significado, actualmente, que
no es el mismo del mundo antiguo, al menos en parte. Reiteramos, en
la Grecia de la antigüedad estaba asociada a la degeneración de la Mo­
narquía, no tenía que ir unida a violaciones a los derechos humanos o
supresión de las libertades; y, lo que hoy podría llamar la atención más,
es que fue aliada de las clases bajas y estuvo en contra de la nobleza. No

8www.kclibertaria.comyr.coia/lpdf/120.pdf.
44 ROSANA GALLO

carecía de corrupción, pero ésta tampoco le faltaba a las otras formas de


gobierno, ya se trate de las puras o de las impuras.

También vimos que, al igual que los dictadores de la Posmodemi-


dad, los tiranos, en su gran mayoría se abocaron a la realización de obras
públicas. Todos estos son caracteres de la Tiranía

A pesar de todo esto sabemos por las fuentes consultadas que siem­
pre tuvo críticas por proceder en forma inconsulta y olvidarse de uno de
los atributos más preciados del ser humano: la libertad.

Bibliografía consultada
A r is t ó t e l e s , La Política, Editorial Petrel, Buenos Aires, 1986.
A sim ov , I saa c, Cronología del mundo, Editorial Ariel S.A., Colombia,
1992.
B id a r t C a m p o s , G e r m á n , Manual de historia política, Editorial Ediar,
Buenos Aires, 1970.
C o h é n , R o bert , Historia de Grecia, Editorial Surco, Barcelona, 1955.
P r e l o t , M a r c e l y L e s c u y e r , G e o r g e s , Historia de las ideas políticas,
Editorial La Ley, Buenos Aires, 1986.
Historia de la teoría política, Ediciones del Fondo de
S a b in e , G e o r g e ,
Cultura Económica, México, 1990.
S t u v r e , W . , Historia de la antigua Grecia, Tomo I, Editorial Sarpe,
Madrid, 1982

Páginas web:
- www.kclibertaria.comyr.com/lpdf7120.pdf.
EL ARQUETIPO DEL
TIRANO EN BAQUÍLIDES

P r o f . L ic . H o r a c i o E s t e b a n C o r r e a 1

Introducción
El concepto de arquetipo ha sido reintroducido por Cari Jung en el
siglo XX con una connotación diferente de la utilización griega del voca­
blo. El término fue tomado por el psicólogo suizo de la cultura helénica;
precisamente de las expresiones de “Imago Dei” de Filón de Alejandría
y de Dionisio el Areopagita, que utiliza asiduamente el vocablo “arque­
tipo” en De Caelesti Hierarchia.

Tomaremos el vocablo bajo el concepto de principio fundante y


originario, “arlché” según la etimología griega. Baquilides en su calidad
de poeta presenta rasgos del arquetipo del tirano. Heidegger señalaba
que los poetas tienen la función trascendental de “nombrar a las cosas,
para que las cosas sean”, describir y nombrar la entidad original y fun­
dacional que hace que un ente sea lo que merece ser, en su dimensión
de “poder ser” y de estar referido a sus posibilidades2.

Según los escasos datos de que se disponen, Baquilides nació en


Yúlide hacia el 507 a.C. isla de Ceos y es junto con Píndaro, los dos
poetas líricos arcaicos que compitieron por el favor de Hierón, tirano
de Siracusa. En los Escolios de Píndaro se cita “por ti (Hierón) Baquí-
lides es más honrado que yo. Puesto que Baquilides es tu amigo”3. La
reconstrucción de la vida de Baquilides es hipotética y se hizo a base de

1Licenciado en Historia. Especialista en estudios islámicos. Profesor en UAI, UCES.


2Ver Heidegger, Martin (1994), H Slderliny la esencia de la poesía, Barcelona, Anthro-
pos, 1994.
3Citado en Baquilides (2002), Odas y Fragmentos, p. 198.
46 ROSANA G A L LO

repeticiones, citas y datos de otros autores, tales como Plutarco, quien


nos da noticias de su exilio en el Peloponeso.

Su época está signada por el poder de Atenas como hegemón. La


isla de Ceos poseía una tradición musical de renombre “enviando coros
a la isla de Délos donde se reunía toda la comunidad jónicoática”''. La
lírica coral griega ya superaba los límites espartanos iniciados por Tir-
teo para hacerse un género panhelénico, en lengua dórica con mestizaje
jónico.

Los Epinicios cantados a favor del tirano, se componían sobre el


tema de una celebración deportiva. El deporte representa una catársis de
la guerra en todas las culturas. Esta es una conducta homologa universal
independiente de sus manifestaciones análogas: “Los juegos deportivos
eran en sí mismos actos rituales por los que se actualizaba el pasado
mítico en el que la divinidad otorgaba favores a la comunidad humana.
Su punto máximo de expresión fue con Píndaro y Baquílides”5. El poeta
parte de la tradición pero se permite seleccionar los momentos relevan­
tes desde el punto de vista, ideológico y artístico, para realzar la figura
del tirano. Incluso invierte el orden cronológico si esto es conveniente
a la creación artística. Los Epinicios se componen de una carga mítica
acuciante y energizante, que contiene elementos del pasado nebuloso
que se pierde en la noche de los tiempos y que sirve de guía de acción
rápida y eficiente (sin discurso racional) para alcanzar los propósitos
en el futuro. La carga mítica realza la ideología y la fuerza moral de la
obra que puede hacer el tirano. La victoria es un hecho que invita a la
reflexión sobre los valores que la hicieron posible.

4BaquiSides, Odas y Fragmentos, p. 192.


5Márquez, Miguel A ., “Introducción general” en BAQUÍLIDES, Odas y Fragmentos,
p. 18.
L A T I11A N ÍA E N LA ANTIGUA GRJ5C1A
47

Así los Epinicios se componen en una estructura triádica6:


1- Elogio del vencedor. Tiempo presente.
2- Narración mítica. Pasado actualizable.
3- Reflexión vertida en numerosas sentencias. Futuro y proyecto
potencial.
En cuanto a su estructura literaria, está dada por la siguiente red
semántica:

La Gran Estrofa en su calidad de homeostasis y puente, representa


el ritmo constante en el Epinicio.

Los cantos están dedicados a Hierón, tirano de Gela (485-478 a.C.) y


de Siracusa (478-467 a.C.). Arrebató casi toda Sicilia a los cartagineses y

6Nótese que el número tres es patriarcal en todas las culturas, el cuatro es femenino.
La aparición de estructuras tríadicas y su evolución posterior en trinidades que excluyen los
aspectos femeninos en la religión, el arte, la política y la guerra, obedecen a la consolidación
de las sociedades patriarcales durante la Edad Antigua y consolidadas en la Edad Media.
48 ROSANA GALLO

derrotó a la flota etrusca aliados de los mismos. Esto le permitió fundar


una colonia de corta duración en la isla de Ischia. Fue renombrado en
toda la Magna Grecia.

El “A rkhe” del tirano en las Odas y Fragmentos


1. Es un hombre victorioso lo que implica valores y virtudes
especiales
El canto a la victoria en las carreras de cuadrigas implica la operati-
vidad de los valores de Hierón. Fue vencedor en la carrera de cuadrigas
del año 468 a.C., Olimpíada 78. Triunfó también en las carreras de ca­
ballos montados en Delfos 478 a.C, y en Olimpia 476 a.C.
Estas victorias hablan de la inmortalidad de la virtud; la ascesis ne­
cesaria para afrontar el riesgo de toda empresa; el esfuerzo de voluntad y
la felicidad y fortuna como dones divinos por alcanzar la victoria. Clío,
la musa alaba sus acciones.

2. Es un hombre sabio por sus acciones y singular. Es elegido de los


dioses
Recibe de Zeus el privilegio de gobernar sobre el mayor número
de griegos, porque realiza “hermosas acciones” gratas a los dioses “la
virtud no disminuye el brillo a la vez que el cuerpo de los mortales, sino
la musa que lo nutre, tú el de la hermosa dicha”7.
En la Oda 5, Estrofa 1 se canta “Bienhadado caudillo de los sira-
cusanos que hacen girar veloces sus carros (...) juzgarás con acierto tú
como ningún hombre, de los de ahora al menos, tu recta y justa mente
en calma

7Baquilides, Odas y Fragmentos, p. 24.


8Ibídem, p. 28.
LA T IR A N ÍA I5N LA ANTIGUA G R EC IA
49

En la Estrofa 4, la Aurora lo ilumina, lo elige y distingue: “a ningún


otro hombre, contempla la Aurora de blancos caballos que en su tiempo
tan grande brillo sobre los hombres derrame”9.

3. Su persona se hipostasia con el símbolo del águila, animal de Zeus


El águila simboliza nobleza, visión estratégica, coraje, conducción,
rumbo, adaptabilidad al medio, poder, voluntad, capacidad para manio­
brar el destino: “Hasta el siglo XX, recuerdo de antiguos mitos, las aves
figuran en las joyas, en las monedas, en los blasones, en los estandartes
y en los escudos. El águila considerada la reina de las aves, se encuentra
más que las restantes aves, símbolo de poder. Conduce los ejércitos a la
victoria”10.

Para forzar las defensas de Troya, durante el largo sitio que diezma­
ba las fuerzas aqueas en manos de los teucros, Zeus envía su ave para
augurar un buen presagio y calmar así la desdicha de Agamenón. En el
canto VIII de La Ilíada, Zeus se compadece del rey, entonces “(...) le
concedió que su pueblo se salvara y no pereciese, y en seguida mandó un
águila, la mejor de las aves agoreras, que tenía en las garras al hijuelo de
una veloz cierva, y lo dejó caer al pie del ara hermosa de Zeus, donde los
aqueos ofrecieron sacrificios al dios, como autor de los presagios todos.
Cuando ellos vieron que el ave había sido enviada por Zeus, arremetie­
ron contra los teucros y sólo en combatir pensaron”11.

Lo que templó y animó a los soldados de Alejandro, en el inicio de


la batalla de Gaugamela contra Darío de Persia, fue la aparición de un
águila, “el adivino Aristandro, que con un manto blanco y una corona
de oro, cabalgaba a su lado (de Alejandro), Ies señaló un águila que

’ lbldem, p. 153.
10Derquelor, Christine (1983), Las aves mensajeras de los dioses, Barcelona, Plaza y
Janés, p. 10.
11Homero, La ¡liada, p. 157.
50 ROSANA GALLO

avanzaba con ellos planeando sobre la cabeza de Alejandro y enfilaba


su vuelo, recta hacia sus enemigos”12.

Baquilides es parte de esta gran tradición. En este caso hay un des­


doblamiento de la persona del tirano Hierón como héroe político y del
mismo Baquilides como héroe poético. Esto adquiere más coherencia
en la constante preocupación de los tiranos por atraerse a su entorno las
letras y las artes. El águila representa aquí a ambos. En la Oda 5 Antis-
trofa 1 canta “el profundo cielo cortando en lo alto con sus pardas alas,
el águila, mensajera del señor de amplios dominios, de Zeus de potente
bramido, se muestra audaz, confiada en su poderosa fuerza y se agaza­
pan los pájaros de voz llenos de miedo. No la detienen las cumbres de la
vasta tierra ni del mar infatigable las olas que se agitan con furia, sino
que mueve el espacio sin límites su delicado plumaje junto son los soplos
de Céfiro, fácil de reconocer a los ojos de los hombres”13.

El comentarista Jebb señala que “el espacio sin límites” que se abre
al vuelo del águila son las posibilidades de ser, ilimitadas que se abren
al poeta, y en el desdoblamiento, al tirano Hierón. Hay una sincronicidad
de la poesía y la política, siguiendo el concepto de “poiesis”, según la
etimología griega. El tirano se sacrifica por su pueblo como valor ho-
meostático entre el interés individual y el interés social. Hipostasia en
su persona la institucionalidad perdida hasta que el equilibrio social se
restablezca. Luego al mimetizarse con el Estado, es responsable de los
costos. Si la dimensión institucional se ha relativizado junto al interés
individual y al interés social en cada ciudadano; una nueva democracia
puede empezar a dar sus primeros pasos. En el caso del poeta “el oficio
(...) puede parecer algo liviano y frívolo, y sin embargo, muchas veces
el poeta se sumerge inevitablemente en el sacrificio, en ofrenda a los

12Plutarco, Vidas Paralelas, p. 71.


13Baquilides, Odas y Fragmentos, p. 29.
1.A T IR A N ÍA EN LA A N T IG U A GR EC IA 51

dioses”14. Las potenciales posibilidades se abren para el político y para el


. poeta, pero asumirlas implica la más de las veces un sacrificio heroico.

4, Es generoso, constructor de obras públicas y amante de las artes


El tirano es generoso en la hospitalidad. Se le nombra “hospitalario
Hierón”15.
Es un gran constructor de obras públicas, como Pisístrato. En la
Estrofa 2 “a Etna la bien construida”16.

Como todos los tiranos, también acogió a artistas, tales como el


mismo Baquilides, y desarrolló el gusto por esas actividades. En la Va­
ria Historia de Eliano se lee “dicen que Hierón de Siracusa, al principio
era un persona vulgar y el menos interesado por el arte de los hombre,
y en rusticidad ni un poco se diferenciaba de su hermano Gelón. Pero
cuando le sobrevino su enfermedad, se hizo el más amante de entre los
hombres, pues empleaba su inactividad que le causaba su debilidad en
audiencias instruidas”17.

Bibliografía consultada
Odas y Fragmentos, Editorial Gredos, S.A., Madrid, 2002.
B a q u il id e s ,
C o r r e a , H o r a c io E s t e b a n , “Hólderlin y el águila hacia el sol”, en
Revista Anales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universi­
dad Católica de la Plata, La Plata, 2004 Universidad Católica de La
Plata.

'‘ Correa, Horacio Esteban (2004), “Hülderiin y el águila hacia el sol”, en Revista Anales
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de la Plata, La Plata, Universi­
dad Católica de La Plata, p. 39.
"Baquilides, Odas y Fragmentos, p. 30.
16lbidem, p. 152. Etna fue fundada por Hierón en 475 a.C.
17Eliano (2002), “Varia Historia” p. 15, citado en Baquilides, Odas y Fragmentos, p. 192.
52 ROSANA DALLO

Las aves mensajeras de los dioses, Editorial


D erqíjf .l o r , C h r is t in e ,
Plaza y Janés, Barcelona, 1983.
H M a r t in , Hólderlin y la esencia de la poesía, Anthropos,
e id e g g e r ,

Barcelona, 1994.
H o m e r o , La Bíada, Editorial Bruguera, Barcelona, 1983.

P lutarco, Vidas Paralelas, Editorial Bruguera, Barcelona, 1983.


LA TIRANÍA A TRAVÉS DEL TIEMPO

A b o g a d a D a ia n a S ic ilia n o 1

La investigación que se ha efectuado a fin de realizar el presente


capítulo, en relación con la tiranía a través del tiempo presenta, como
todo abordaje histórico, un gran desafío. La tensión entre el deseo de
conocer hechos del pasado y las frecuentemente escasas fuentes. Pero
dicha dificultad, la certeza de que existirán aspectos nunca revelados
al curioso investigador, el misterio que rodea los acontecimientos, son
uno de los tantos motivos que hacen que la inmersión en la historia sea
apasionante.

El presente capítulo constituye el marco histórico del proyecto, que


abarca desde el pasado prehistórico griego, hasta la época helenística.
Tratamos en forma genérica los distintos períodos en los que metodoló­
gicamente los autores dividen el tiempo y analizamos de qué modo se
vincula cada uno con la tiranía.

La cultura minoica
La investigación ha comenzado en relación a la cultura minoica,
desarrollada en Creta. Antes de constituirse en un régimen político
monárquico, Creta estuvo organizada en clanes, cada uno de ellos era
gobernado por un jefe; En los años 3000 a.C. los clanes se comenzaron a
concentrar por cuestiones de seguridad, nucleando las viviendas dentro
de muros o murallas de rocas2, siendo un jefe quien gobernaba diversos

■Abogada UBA Derecho. Auxiliar docente en la Facultad de Derecho de la Universidad


de Buenos Aires. Integrante del Seminario Permanente de Investigación Helenismo y derecho:
aportes, debates y tendencias.
2Si bien, más adelante Creta se caracterizaría por la ausencia de murallas.
54 R OSANA GALLO

clanes. Luego del año 2000 a.C. comienza el ascenso y prosperidad de


Creta. Los jefes de clanes estaban constituidos como reyes de la cuidad,
e incluso ya habitaban palacios.

La Ciudad hegemónica era Cnosos, poseía en estos tiempos murallas


compactas, una torre que formaba parte del palacio, una ruta hacia el
puerto. El jefe de dicha ciudad sobresalió entre los demás a la vez que
Cnosos resaltaba sobre las restantes ciudades. Su conductor fue conocido
con el nombre de Minos. “La mayor parte de los jefes locales recono­
cieron la soberanía de Minos o fueron substituidos por gobernadores
probablemente”3.

Cabe preguntarse si Minos fue una persona que gobernó en un pe­


riodo determinado o si fue el título que designa la investidura del rey.
La palabra no parece designar un nombre propio sino el título dinástico.
Hubo Minos en distintos siglos durante el predominio de la civilización
cretense. Las distintas ciudades que fueron nombradas Minoa no pue­
den responder a un solo hombre. Los símbolos que oficialmente hacían
referencia a la investidura del rey Minos, en la época que fuera, eran la
doble hacha, la flor de lis y diversos animales, el león, el lobo, la lechu­
za, el gato, la paloma.

El poder del rey Minos ha quedado representado en la saja del tro­


no. Era un ala del palacio de Cnosos cuyas paredes estaban colmadas
de aves coloridas, diversos animales, predominando la imagen del dios
Toro.

El aspecto político de la leyenda del minotauro responde a que Mi­


nos fue el hijo de Zeus, cuando se transformó en toro. Minos tenía el
poder de gobernar por nueve años, luego de los cuales debía ascender
a la montaña santa, dirigirse hacia el laberinto, mientras se realizaban

3GLOTZ, Gustavo, L a Civilización Egea, p. 189.


LA T W A N lA E N LA ANTIGUA «R E C IA
55

diversos sacrificios. Si el dios no estaba satisfecho con Minos, jamás lo­


graba salir. Por el contrario, ante un buen desempeño durante su reinado,
era restituido a la ciudad con facultades renovadas por otros nueve años.

Dicha leyenda es interpretada en el campo político como un poder


del rey Minos legitimado por la religión. Un rey que era nombrado
portador del cetro y la doble hacha por nueve años y que podía renovar
su mandato. Su función principal era administrar justicia. También
dictaba leyes, que le eran comunicadas por el dios, aunque expresadas
por Minos.

El cretense fue el primer Imperio marítimo del mundo, conocido


como la talasocracia cretense. Poseían un ejército, pero su punto fuerte
era la flota, por medio de la cual dominaron el Egco, evitando la pira­
tería y la mayor parte de las Cicladas, favoreciendo el comercio. Minos
exigía el pago de tributos, aportando a su vez prosperidad a los pueblos
colonizados4. Herodoto nos ilustra sobre los requerimientos de Minos a
fin de que las ciudades conquistadas equipen la flota minoica, al decir
sobre los carios “...antiguamente, como súbditos de Minos y con el
nombre de léleges, ocupaban las islas sin satisfacer tributo alguno... si
bien, siempre que Minos lo requería, contribuían a equiparle sus naves...
Minos había conquistado muchas tierras y tenía éxito en la guerra...”5.

Si bien el término tirano tuvo una aparición muy posterior, Minos


podría ser considerado como un tirano en la faz externa. Dentro de Creta
y ante la escasez de fuentes con las que contamos no podemos afirmar
que haya sido considerado como un tirano. A nivel interno, el ejercicio
del poder político estaba absolutamente legitimado en virtud de su re­
lación con la religión y lo explicado precedentemente, pero no lo era en
las ciudades subordinadas. Glotz toma la tiranía en éste período como

’ lbidem.p. 197.
5Herodoto, Historia, p. 171, Libro I.
56 ROSANA GALLO

la usurpación del poder mediante el empleo de la fuerza extranjera.


Menciona que “no todos los pueblos aceptaron con la misma facilidad
la dominación de los tiranos”6, si bien los jefes de las islas y las ciudades
colonizadas del continente reconocían la soberanía de Minos.

Una de las pinturas que se encontraban en el palacio de Minos, lo


representa recibiendo un desfile de tributarios. La talasocracia cretense
favoreció el comercio, al lograr la pacificación de los mares mediante la
eliminación de la piratería, pero también tuvo su lado oscuro. La leyen­
da de Minos presenta un nombre glorioso, pero temido. Se lo recuerda
como Aila “el azote de Dios”. Lo refleja la historia de Scila, la perra de
mar atada a la nave de Minos que atemoriza, junto al minotauro y los
sacrificios que exigía.

En 1700 a.C. padeció Creta una invasión jonia, en la cual se produ­


jo el primer incendio de los palacios de Cnosos, Mallia y Faestos, los
cuales fueron reedificados. Los jonios mantuvieron un comercio activo
con Creta, que devino tributaria. Pero en 1400 la invasión doria puso
fin definitivamente al dominio de la antigua Creta, que quedó reducida
a una posesión colonial. Los palacios nuevamente incendiados nunca
pudieron reconstruirse.

La época micénica
En el continente, en los años 1400 a.C. los jefes se erigieron en
poderosas dinastías, en Tebas, Tirinto, Micenas, Vafio, entre otras ciu­
dades. Luego de que los palacios cretenses fueran presa de las llamas,
se manifiesta en grandiosas construcciones el orgulloso y alto poder de
los príncipes de Micenas y de Tirinto7.

6Glotz, La civilización Egea, p. 202.


7Bethe, Brich, Un Milenio de Vida Griega Antigua, p. 24.
LA TIR A N IA E N L A AN T IG U A GRECIA 57

La forma de gobierno era una monarquía patriarcal y divina, el


rey de la ciudad, Basileus, descendía directamente de Zeus, era aquel
cuyo origen divino estaba más nítidamente determinado, manteniendo
el poder mientras dure su vida, poder que era transmitido en forma
hereditaria. Habitaban en palacios rodeados de murallas, sus paredes
estaban decoradas con frescos, tenían patios colmados de columnas. El
lujo se expresaba en los vasos de oro y plata, en las armas ornamentadas
con metales preciosos, en las joyas que lucían las mujeres. Las máscaras
mortuorias de oro con las que se cubría el rostro de los jefes al morir son
características de estas ciudades continentales. Luego se colmaba la fosa
de objetos preciosos en tumbas de cúpula con aplicaciones de bronce.

En ésta época la ciudad predominante fue Micenas, la primer gran


ciudad de Grecia. Sucedió a Creta no solo en preponderancia, sino en el
liderazgo del comercio marítimo. Los vasos ya no representan animales,
vida al aire libre, ñores de lis, motivos pacifistas eminentemente creten­
ses, sino guerreros, carros, pugilistas, característicos del arte micénico.

Los aqueos aprendieron las artes de la navegación de los cretenses


y luego, tomaron Cnosos y Creta, la que, por la seguridad de su flota
carecía de fortificaciones y su predominio se extinguió para siempre.
Los micénicos sustituyeron la colonización pacífica minoica por la in­
migración a mano armada8.

Los aqueos fueron dueños del comercio y de las costas desde el Nilo
al Helesponto. Pero no a la manera de los cretenses, sino que utilizaron
la piratería y las expediciones guerreras a su favor. La poderosa Troya
de Príamo constituía un obstáculo comercial, una causa económica que
confluyó con las míticas para que Agamenón convoque a las armas e
inicie la Guerra de Troya. La historia de esta guerra fue receptada en
La llíada y la Odisea, que si bien tomaron forma escrita en el Siglo VI,

8Glotz, La civilización Egea, p. 289.


58 ROSANA G ALLO

relatan sucesos de los años 1.200 a.C. Nos ilustran estas obras sobre el
emblemático basileus de Micenas, el rey Agamenón.

Si bien en estos tiempos, conocidos como homéricos, no se utilizaba


el término tirano, por lo que no aparece en la IUada ni en la Odisea,
podemos atribuirle a Agamenón un comportamiento tiránico en el sen­
tido negativo que se le ha asignado al vocablo, pese a que su poder era
legítimo debido a su ascendencia divina. “Los castillos de Argos, y sobre
todo, las monstruosas murallas de Tirinto y de Micenas, posteriores a
1400, son testigos de calidad que manifiestan el más duro despotismo y
las más peligrosas batallas”5.

Glotz considera que existieron tiranos en la Grecia micénica, al


igual que en Asia. No conocemos sus nombres, ni el periodo exacto
en el que gobernaron, pero han dejado el recuerdo de una autoridad no
legitimada por el derecho hereditario, ni consagrada por la religión10.

Los siglos oscuros


Esta etapa comienza aproximadamente en el año 1.100 a.C. en el que
Micenas desapareció misteriosamente. Y culmina en el siglo VIII a.C.
Desde la caída de Micenas hasta el comienzo del período arcaico, las
ciudades griegas ingresan a una etapa de oscurantismo, en la que se re­
duce la población, y la migración hace que se modifique la composición
de los asentamientos griegos. Desconocemos detalles de éste período por
la carencia de fuentes motivada por el abandono de la escritura.

*Bethe, Erich, Un milenio de vida griega antigua, p. 25.


10Glotz, La civilización Egea, p. 202.
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA OR I-CIA 59

Etapa arcaica
Entre los siglos VIII y VI a.C. las ciudades resurgieron, las polis
comenzaron a desarrollarse y competir entre sí.

En el siglo VIII a.C. predominó políticamente el gobierno aristocrá­


tico, por ello se ha dado en llamar el periodo de la ciudad aristocrática.
Es el gobierno de los terratenientes y guerreros, que poseían un linaje
respetable, semejante a títulos de nobleza. Quienes ven a la Aristocracia
positivamente, consideran que es el gobierno de “los mejores”, los “bien
nacidos”. Desplaza a la monarquía en diversas polis. La Ilíada representa
el Ideal de ciudad aristocrática y patriarcal que por ello ha sido llamada
ciudad homérica11.

El enfrentamiento de la nobleza frente al basileus, que provoca el


cambio de la monarquía a la aristocracia, es reflejado en la Odisea en
la actitud de los jefes, quienes al regresar Ulises a ítaca, aún luego de
que se diera a conocer, le disputan el poder12. La monarquía patriarcal
es despojada de su autoridad por la nobleza, frente al restablecimiento
del genos aristocrático13.

•En el siglo VII a.C. la forma de gobierno predominante en las po­


lis griegas fue la oligarquía. Por ello se ha identificado el siglo con la
ciudad oligárquica. La nobleza ya no es la que gobierna en función de
su parentesco con los dioses, vínculo que los calificaba para ejercer el
poder. Quienes gobiernan en un sistema oligárquico son los poseedores
de la riqueza. Al acrecentarse el comercio y verificarse un cambio de
la economía rural a la monetaria, se vio favorecido el intercambio de
bienes con el extranjero. Aristóteles describe esta forma de gobierno

11Orlandi, Héctor Rodolfo, Dem ocracia y poder. Polis griega y Constitución de Atenas,
p. 18.
12Homero, Odisea, p. 75, (XXU).
15Orlandi, Dem ocracia y poder... p. 18.
60 ROSANA GALLO

como una desviación ética de la aristocracia. Durante ésta etapa arcaica


gobernaron tiranos, alternándose con otras formas de gobierno.

La tiranía para Aristóteles es la forma impura de la monarquía. Es


el gobierno de un hombre por encima de las leyes, poder obtenido me­
diante usurpación, astucia o insurrección violenta, en beneficio propio11.
Sin embargo, la investigación nos ha llevado a identificar en las fuentes,
la referencia a diversas normas emanadas de los tiranos, de contenido
social y económico, que han aportado prosperidad a las polis en las que
fueron dictadas. Las medidas sociales que emanaron de algunos tiranos,
contribuyen a pensar que era en gran medida esta forma de gobierno un
medio para los sectores humildes de lograr el reconocimiento de dere­
chos postergados por otros tipos de gobierno.

“Esta tiranía griega es un régimen de hecho no institucionalizado,


puesto que tampoco se atreve a derogar la Constitución. Poder extraor­
dinario y provisional que a diferencia de la dictadura romana no está
previsto en la Constitución. En Grecia será enemiga de la oligarquía
y al igual que la demagogia partidaria de los pobres contra los ricos,
de la masa. Este régimen no fue permanente, la “ciudad tiránica” no
existió, se mantuvo mientras duro la adhesión provisional de la masa
y al derrotar a la oligarquía sirvió para preparar el advenimiento de la
democracia. “1S.

No existe un periodo determinado que podamos llamar ciudad


tiránica, dado que éste régimen no fue permanente. Existieron tiranías
como interrupciones a veces más largas, otras menos, de los otros tipos
de gobierno que eran preeminentes.

'‘ Ibídcm, p. 54.


15ídem ,p. 54.
LA T IR A N ÍA EN LA AN TIG U A GRECIA 61

Según Glotz, la tiranía surge en las polis griegas como una medida
. del pueblo humilde para luchar contra la oligarquía, a fin de mejorar su
situación material y lograr derechos políticos, al menos en apariencia.
El término tirano no tenía un sentido peyorativo en sus comienzos, el
que más tarde fue asignado por sus opositores16. “Antes de convertirse
en un siniestro personaje de leyenda, el tirano desempeñó un papel his­
tórico. Fue el demagogo que conduce a los pobres contra los ricos, o a
los plebeyos contra los nobles, el jefe al que la masa sigue ciegamente
y al que consiente hacer todo lo que quiera a condición de que trabaje a
su favor”17.

Tucídides relaciona la propagación de las tiranías en Grecia con


la prosperidad de las polis. “Haciéndose de día en día la Grecia más
poderosa y rica, se levantaron nuevas tiranías en las ciudades a medida
que iban creciendo las rentas de ellas”10. Glotz va más allá, y afirma que
“Podría parecer paradójico pretender más precisión que Tucídides y es­
tablecer una relación entre la tiranía y la exportación de la alfarería; sin
embargo, nos explicamos muy bien que la cerámica, índice del comercio
internacional, nos muestre a Mileto como dueña de los mercados en
tiempos de Trasíbulo, luego a Corinto en los de Cipselos y Periandro, y,
por fin, a Atenas con los Pisistrátidas”19.

El auge del comercio y el consiguiente aumento de la riqueza, fa­


voreció el advenimiento de una masa que reclamaba medidas sociales
y algunos tiranos parecen haber dado respuesta a sus requerimientos.

16“El nombre de tirano no tenía nada de infamante cuando apareció en el mundo griego.
Probablemente llegó de Lidia, en tiempos de Gyges, y tuvo primeramente el sentido de dueño,
de rey, y, como su equivaleote basileus, se aplicaba a los dioses. Sin embargo, a causa de su
mismo origen, porque designaba a los déspotas orientales, ftic aplicado en un sentido peyorati­
vo por los irreconciliables adversarios de aquellos que detentaban el poder absoluto, no por un
acuerdo legitimo entre los partidos, sino por una insurrección. Ellos mismos nunca aceptaron
«1 termino tirano”. En Glotz, G. L a Ciudad Griega, p. 92.
17Glotz, La Ciudad Griega, p. 93.
18Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso.
19Glotz, La ciudad griega, p. 94.
62 ROSANA G ALLO

En ésta etapa el tirano Polícrates en la isla de Sanios dispuso cobrar


gravámenes a los barcos que navegaban sus costas. Al decir de Tucídides
“Polícrates, tirano en tiempo de Cambises, fue tan poderoso por mar,
que conquisto muchas islas, y entre ellas tomó Renia, la cual consagró
al dios Apolo, que estaba en el templo de la isla de Délos”20. Los tiranos
embellecieron las ciudades e hicieron proliferar las obras teatrales en el
afán de lograr el beneplácito de los dioses, lo cual favorecía la genera­
ción de trabajo para los asalariados y el florecimiento de los artistas y
actores.

Periandro, tirano de Corinto, prohibió el ingreso de nuevos esclavos


a efectos de elevar la remuneración del trabajo manual, que estaba des­
valorizado a raíz de la esclavitud. Propuso asimismo una ley en relación
al tributo de la trierarquía, por el cual anteriormente se imponía a un
solo ciudadano la construcción y equipamiento de un navio. La nueva
norma aumentaba el número de prestatarios, quienes contribuían en
forma proporcional a su fortuna.

El tirano Pisístrato tomó el poder en Atenas en dos períodos du­


rante el siglo VI. Por primera vez en 561 a.C. y luego en el 550. Si bien
debemos mencionar que Herodoto relata que fueron tres períodos en los
que gobernó21. Pisístrato, no derogó la constitución de Atenas22. “Los
tiranos raramente suspendían las leyes políticas y nunca abolieron las
leyes civiles: les bastaba con acomodar su práctica al interés personal y
completarlas, si hacía falta, por medio de disposiciones favorables a las
clases inferiores”. Dictó diversas normas de contenido social. Por ejem­
plo, realizó una reforma agraria, por la cual se realizaron roturaciones
que dieron una nueva extensión a la tierra. Tuvo una política exterior
que favoreció el comercio marítimo, ingresando trigo y oro a Atenas.

MTucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, p. 7.


21Herodoto, Historia, Libro I, (63,2).
n Glotz, La Ciudad Griega, p. 94.
LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA 63

Creó tribunales locales, en lugares alejados del Agora, a los que enviaba
jueces del demos, para que solucionaran los procesos del campo23.

Herodoto explica como toma el poder Pisístrato y en relación a su


gobierno expresa que “Desde entonces, y como es natural, Pisístrato se
hizo el amo de Atenas, si bien no modificó las magistraturas existentes
ni alteró las leyes; rigió la ciudad de acuerdo con las formas constitu­
cionales en un gobierno muy acertado”24. Aristóteles nos ilustra sobre
los créditos que otorgaba Pisístrato aunque no los denomina con dicho
término. Dice de Pisístrato que “era amante de los hombres, suave y
comprensivo con los que habían faltado, y prestaba dinero a los po­
bres para sus trabajos, de manera que pudieran sostenerse labrando la
tierra”25. Al igual que otros tiranos26 promovió diversas obras públicas,,
como la Fuente de las Nueve Bocas o el Templo de Cien Pies.

Los tiranos tenían un poder frecuentemente vitalicio y en ocasiones


hereditario. Tales el caso de los pisistrátidas. Así se ha llamado a Pisís­
trato y sus hijos, Hiparco e Hipias.

La muerte de Hiparco, en el año 514 a.C. ha suscitado diferencias


entre las fuentes. En uno de los discursos de Iseo el adversario es pa­
riente de quienes “mataron al tirano”. Dice Iseo en el discurso que su
cliente memorizaría “Quizá es por tus antepasados, por que mataron al
tirano, por lo que te crees con derecho a tener más que yo. A ellos alabo,
pero creo que tu no participas en nada de su virtud”27. Ello responde a la
exaltación que se realizaba respecto de quienes mataban a algún tirano.
Pero lo que resaltamos del discurso es que Iseo se refiere al asesinato

a lbídem, p. 201.
24Herodoto, Historia, 1,59, 8.
“ Aristóteles, Constitución de Atenas, p. 52, Capitulo 16.
“ Periandro impulso la construcción de la Fuente Pirena. Polícrates promovió grandes
construcciones.
^ Iseo, Discursos, p. 128, Discurso V.
64 R OSANA GALLO

de Hiparco, como tirano, en ejercicio del poder en el momento de su


muerte. J j*

Sin embargo, Tucídides expresa que los atenienses creen, al momen­


to de redactar su Historia de la Guerra del Peloponeso, que el tirano
Hiparco fue muerto por Harmodio y Aristogitón a causa de su tiranía.
Pero que quien gobernaba en ese momento era Hipias, el hijo mayor
de Pisístrato, quien lo sucedió y que las razones por las que le dieron ;
muerte a Hiparco fueron de carácter personal28.

Aristóteles parece coincidir en éste aspecto con Tucídides, si bien se


contradicen en otros. Están de acuerdo en que quien gobernó y fue tira- i
no de Atenas al morir su padre, fue Hipias al decir “Al morir Pisístrato,
retuvieron el poder sus hijos, quienes llevaron los asuntos de la misma
manera. Dos de ellos eran hijos de su mujer legítima, Hipias e Hiparco... \
Por sus méritos y dignidad y por su edad, detentaban la soberanía del
poder Hiparco e Hipias; por ser el mayor Hipias y por ser al mismo tiem­
po naturalmente capaz para la política y prudente, estaba él al frente del
poder. Hiparco, en cambio, era infantil y ligero, enamoradizo y amante
de las musas.. ,”29.

Tucídides insiste en que el motivo por el que tuvieron la osadía de


matar al hermano del tirano fue el amor, por el cual hostigó a un man-
cebo con distintas ofensas. El relato de la muerte que realiza Tucídides 5
es muy útil para la investigación al expresar su parecer sobre las tira- j
nías en los tiempos de los pisistrátidas. Expresa “los tiranos en aquel 1
tiempo no tenían más mando y autoridad sobre sus súbditos que la que
les daba el derecho y la justicia, y por esto, y porque los que a la sazón
eran tiranos se ejercitaban en la ciencia y virtud, sus mandos no eran
tan envidiados ni tan odiosos al pueblo como lo fueron después, porque

28Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, p. 9.


25Aristóteles, Constitución de Atenas, pp. 53 y 54, Capítulo 17 y 18.
LA T IR A N ÍA EN L A A N TIG U A GR EC IA 65

no cobraban otros tributos a los súbditos y ciudadanos sino la veintena


parte de su renta, y con esta hacían muchos edificios y reparos en la
ciudad, y adornaban los templos con sacrificios, y mantenían grandes
guerras con sus vecinos y comarcanos. En lo demás dejaban el mando
y gobierno enteramente a la ciudad para que se gobernase según sus
leyes y costumbres antiguas, excepto que por su autoridad, uno de ellos
era siempre elegido por el pueblo para los cargos más principales de la
República, que le duraban un año...”30

Luego de la muerte de Hiparco, Hipias dispuso el casamiento de


su hija con el hijo de Ayantides, tirano de Lampsaco, porque, según
Tucídides, tenía amistad con el rey Dario de Persia. Esto demuestra
que los tiranos se relacionaban entre sí. Entre los tiranos eran solidarios
ante la necesidad de precaverse contra la aristocracia31. Dicha alianza
matrimonial le fue útil a Hipias cuando los lacedemonios lo expulsaron
de Atenas. Primero se dirigió a Sigeón, luego a Lampsaco y finalmente
se alió con el rey Darío de Persia. Regresó a Atenas con los medos, per­
diendo contra su ciudad en la batalla de Maratón.

Tucídides afirma que los lacedemonios fueron responsables de la


extinción de las tiranías en éste período32. Una vez derrotada la tiranía
de los pisistrátidas, fue dotado del poder constituyente Clístenes, quien
redactó la constitución de Atenas33, que algunos califican como más

“ Tucídides, Historia d e ¡a guerra del Peloponeso, p. 305.


31 "Eran solidarios entre ellos, pues tenían que precaverse contra un enemigo común: la
hostilidad de la aristocracia. Periandro pide consejo a Traslbulo y ofrece su ayuda a Pitacos;
Ligdamis ayuda a Pisístrato y, tranquilo en su isla, se constituye carcelero de los rehenes quo
le confía su protegido convertido en protector. Unidos por comunes intereses, los tiranos en­
troncan, también por el matrimonio... Proeles de Epidauro da a su hija a Periandro; Teágenes
toma por yerno a Cilón...” en Glotz, La ciudad griega, p. 97.
“ “Ocurrió que los tiranos fueron expulsados y lanzados de Atenas y de todas las otras
ciudades de Grecia por los lacedemonios... Poco después que los tiranos fueron echados de
Grecia los atenienses guerrearon con los medos y al fin los vencieron en los campos de Mara­
tón”. En Tucídides, Historia de ¡a guerra del Peloponeso, p. 8.
31Fue la última vez que un solo ciudadano tuvo el poder de redactar la constitución sin
ser sometida a la deliberación de la ecclesia.
66 ROSANA GALLO

democrática que la de Solón. Clístenes incluye una norma que dispone


el reemplazo de las tribus gentilicias por tribus territoriales a fin de des­
baratar la influencia de la nobleza. Esta idea había sido implementada
por su abuelo materno, el homónimo tirano de Sicione54.

Período clásico

En los siglos V y IV a.C. se consolida la democracia en Atenas y se


extiende, con interrupciones, hasta la pérdida de su independencia por
el dominio macedónico. La democracia tuvo diversas variantes en las
distintas polis griegas y en los diferentes momentos históricos. Pero a
grandes rasgos, es el gobierno de todos los ciudadanos. Éstos, los varo­
nes atenienses mayores de dieciocho años, inscriptos en el registro del
demos de su domicilio y habiendo cumplido dos años de servicio militar,
eran quienes conformaban el pueblo, dado que estaban excluidos de los
derechos políticos los esclavos, las mujeres y los extranjeros. La vida
cotidiana de un ciudadano ateniense era eminentemente cívica, siendo
deber político participar activamente de las instituciones democráticas,
como la eklesia, la asamblea, donde el pueblo ejercía el poder en forma
directa, así como en los tribunales heliea e indirectamente por el consejo
de la bulé, donde enviaba sus representantes y las magistraturas depen­
dientes de aquel. Éstas eran temporarias y revocables según la decisión
del pueblo. La excepción era el tribunal areópago en el que los cargos
eran asumidos en forma vitalicia35.

En el año 492 a.C. comienzan las Guerras Médicas, por medio de


las cuales el rey Darío de Persia pretende anexar las polis Griegas a su
Imperio. La Primera Guerra Médica se extendió desde el 492 al 490 a.C.

34Glotz, Gustavo, La Ciudad Griega; Herodoto, Historia, V, LXIX.


“ Orlandi, Dem ocracia y poder..., p. 73.
LA TIR A N IA EN LA ANTIGUA GRECIA 67

En 490 fue la decisiva batalla de Maratón, en la que los griegos obli-


• garon al ejército persa a reembarcar y gracias a que un mensajero corrió
42 km hasta Atenas para llevar las noticias de la victoria, fue posible
fortificar el Pireo. Ante el despliegue defensivo de Atenas, los persas
decidieron retirarse y no desembarcar.

La Segunda Guerra Médica fue entre el 480 y el 479 a.C. El hijo


de Dario, Jerjes, vuelve a invadir Grecia con un ejército y flota muy
numerosos. Atenas y Esparta lideraron la resistencia griega, a la que se
sumaron imas 70 polis. Tuvo lugar en esta guerra la conocida Batalla de
las Termopilas en la que un escaso número de guerreros espartanos al
mando del Rey Leónidas, detuvieron durante dos días el avance persa
sobre las polis Griegas en el paso de las Termopilas.

Tras la batalla de Salamina, Platea y de Mícala, los griegos logran


detener la invasión, pasar a la ofensiva y expulsar a los persas.

Durante el siglo V a.C., entre la primera y segunda guerra médica,


ante la amenaza constante del ataque del Imperio Persa, surgen diversas
confederaciones, en las que distintas polis entablaban alianzas, cuyo
nacimiento influenció el futuro de las ciudades estado griegas.

Las confederaciones comenzaron a constituirse más atrás en el tiem­


po, desde la primera mitad del siglo VI con diferentes propósitos. Las
ciudades-estado griegas, pese a la autonomía que las caracteriza, pre­
tendían generar vínculos de unión. En el año 478 a.C. tuvo su génesis la
Confederación Atico-Delia o Liga de Délos, liderada por Atenas, con el
objetivo de llevar adelante la guerra contra el enemigo persa, a través de
la construcción de una gran flota, pero luego de la victoria griega, el fin
se tradujo en la defensa de las ciudades democráticas. La confederación
finalmente resultó el medio por el cual Atenas forjó su imperio maríti­
mo. Las polis debían pagar un tributo anual phoros a Atenas, que ad­
68 ROSANA GALLO

ministraba para uso de la confederación. El tesoro era custodiado en un


principio en el templo de Apolo, en Délos, luego se decidió su depósito
en el templo de Atenea36. Aristóteles dice respecto del imperio ateniense
“.. .Tomando el mando en sus manos, trataron algo más duramente a sus
aliados, excepto a Quíos, Lesbos y Samos, a quienes consideraban guar­
dianes de su imperio, permitiéndoles que tuvieran su propio gobierno...
[Luego, en relación al pago de las dietas de los empleados públicos de
Atenas dice] Ocurrió, en efecto, que de los tributos, de los impuestos y
de las contribuciones de los aliados se alimentaban más de veinte mil
hombres...”37 Así pues, éste era el sistema por el que se abastecía de
alimento al pueblo”38. Pericles sostuvo que si Atenas había asegurado la
defensa de las polis con su flota, tenía legitimidad en la disposición del
tesoro federal. A su vez las polis debían dirigirse a Atenas para acceder
a la justicia. Atenas se aseguraba que las ciudades-estado bajo su órbita
tuvieran constituciones democráticas y se ocupaba de ratificarlas. Ante
eventuales insurrecciones, la polis dominante respondía militarmente.

Esparta, quien había tenido a su cargo la conducción terrestre y ma­


rítima de las guerras médicas, lideró la “Liga Lacedemonia” o Liga del
Peloponeso a partir del siglo VI a.C. Esparta procuraba que el gobierno
de las polis fuera la oligarquía a través del adoctrinamiento e incluso la
violencia, dado que las normas de la confederación no le otorgaban la
potestad de intervenir en la política.

A partir del siglo V a.C. la confederación es conocida con el nom­


bre de “los lacedemonios y sus aliados” Las ciudades que forman parte
de ésta, están subordinadas a Esparta por medio de tratados bilaterales
concertados con la polis hegemónica, aunque mantienen su constitución,
administración, justicia y autonomía económica, dado que no tenían la

36Ibídem, p. 158. Atenea en el manto sobre su escultura de oro y marfil, albergaba el


tesoro de la confederación. Una fortuna de 40 talentos de oro.
17Aristóteles, Constitución de Atenas, p. 66.
” Ibídem, p. 67, Capítulo 25.
LA TIR A N ÍA E N LA ANTIGUA G R B C 1A 69

obligación de tributar respecto de Esparta. El objetivo de la liga es la


defensa, pero contra la opresión de las ciudades griegas democráticas39.

Por 30 años hubo luchas entre Atenas y otras polis griegas tales
como Megara, Corinto y Egina, rivales de Atenas. Muy cerca estaban las
ciudades vecinas hostiles. (A los pies de la acrópolis Salamina y Egina y
más allá Megara y Corinto, más lejos las sierras del Peloponeso). Junto
a los puertos de Atenas, existía una flota de estas ciudades dispuesta al
ataque.

En el año 431 a.C. comienza la larga Guerra del Peloponeso. TUcí-


dides la relata por ser a su juicio la más grande de la historia de la hu­
manidad. Según Tucídides, la causa central de la guerra, y no declarada
por Esparta, fue el miedo: “.. .Tengo para mí que la causa más principal
y más verdadera, aunque no se dice de palabra, fue el temor que los lace-
demonios tuvieron de los atenienses, viéndolos tan pujantes y poderosos
en tan breve tiempo.. .'Y

Como hemos analizado, Atenas, democrática, marítima, comercial,


lideraba con su flota un gran imperio, imponiendo a las polis bajo su
dominio que adoptaran como forma de gobierno la democracia. Esparta,
en cambio, de forma de gobierno perennemente'11oligárquico, pretendía
que las polis que integraban la liga fuerau gobernadas por sistemas
oligárquicos.

“ Orlandi, Democracia y poder... p. 155.


"Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, p. 11.
41 "La ciudad de Lacedemonia... siempre vivió y se conservó en sus buenas leyes y cos­
tumbres, y se preservó de la tiranía y mantuvo su libertad. Porque según tenemos p o r cierto,
po r más de cuatrocientos años, hasta el fin de ésta guerra que escribimos, los lacedemonios
siempre tuvieron la misma manera de vivir y gobernar su república que a l presente tienen, y
p o r esa causa la pueden también dar a otras ciudades", en Tucídides, Historia de la guerra
del Peloponeso, p. 8,
70 ROSANA G ALLO

Ésta fue la connotación política de la Guerra del Peloponeso, que


comenzó formalmente al intimar Esparta a Atenas a que renuncie a su
imperio y que permita que cada polis tuviera autonomía absoluta. Al
negarse Atenas comenzó la gran guerra del mundo griego en el siglo V,
guerra en la que las polis debían elegir a cuál de las dos potencias apo­
yar, siendo difícil mantener la neutralidad. Esparta y Atenas atacaban a
las polis aliadas a su oponente y de ser posible las tomaban mediante la
traición de los propios ciudadanos miembros de la facción política afín
al atacante, en su defecto por la fuerza, e imponían la forma de gobierno
pretendida.

La Guerra del Peloponeso fue del alcance de una guerra mundial


para los griegos del siglo V. Así lo expresa Tucídides al decir “El ate­
niense Tucídides escribió la guerra que tuvieron entre sí los peloponen-
ses y los atenienses, comenzando desde el principio de ella por creer que
fuese la mayor y la más digna de ser escrita, que ninguna de todas las
anteriores, pues unos y otros florecían en prosperidad y tenían todos los
recursos necesarios para ella; y también porque todos los otros pueblos
de Grecia se levantaron a favor y ayuda de la una o la otra parte, unos
desde el principio de la guerra y otros después. Fue este movimiento de
guerra muy grande, no solamente de todos los griegos, sino también en
parte de los bárbaros y extraños de todas las naciones...”'12.

La tiranía en la guerra del Peloponeso, será tratada en el capítulo


correspondiente, pero es importante abordarla en el presente recorrido
histórico, a fin de pensar el gran cambio producido para las polis griegas
a partir de su acontecer.

No sólo por los horrores acaecidos durante su transcurso, la pérdida


de innumerables vidas humanas, y cuantiosos bienes, sino por haber in­
tensificado la formación de facciones al interior de las polis, la lucha de

41lbidem, p. 2, Libro I, Capítulo I.


LA TIR A N ÍA EN LA A NTIGUA GRECIA 71

clases, la desestabilización de las relaciones entre las distintas ciudades-


estado. Implicó un retroceso en la implantación de la democracia, dado
que los fracasos de Atenas fueron interpretados como defectos de la
forma de gobierno'’3.

La victoria de Esparta tuvo diversas causas, una de ellas es la


alianza con los persas, pero parece haber influido en su conclusión el
acciona]- de una persona, Lisandro. Su nombramiento como secretario y
segundo navarca de la flota espartana. La estrategia espartana fue que
Lisandro tomara el mando de hecho, dado que había sido navarca ante­
riormente y las normas impedían a un hombre asumir dicho rol más de
una vez. La derrota naval de Atenas en Egospótamos fue decisiva. Luego
de ésta, Lisandro tomo las ciudades del imperio ateniense y en el 405 se
dirigió a Atenas, pero los atenienses no se rindieron.

Terámenes negoció los términos de la paz con Lisandro. El acuerdo


logró dejar a Atenas intacta, respetando la vida, la libertad e incluso
: la independencia del Atica44. Fue una pseudo independencia, dado que
se instauró un gobierno oligárquico bajo el control de Lisandro, quien
recibía recursos militares y económicos del príncipe persa Ciro. Atenas
resignó los Muros Largos, las murallas del Pireo y el control sobre las
polis que formaban parte de su imperio marítimo, Lisandro determinaba
la cantidad de barcos que podían tener los atenienses, los espartanos
decidirían quienes serían los amigos y enemigos de los atenienses. Así
fue como se vieron gobernados por “los treinta tiranos”, quienes debían
gobernar según la Constitución ancestral de Atenas45.

De ésta forma finalizó en el año 404 a.C. la Guerra del Peloponeso,


luego de veintisiete años de su comienzo, con consecuencias devastado-

<JKagan, Donald, La Guerra de! Peloponeso, p. 734.


“ Ibidem, p. 722.
4SIbIdem, p.725.
72 R OSANA GALLO

ras para el mundo heleno. Luego de los daños sufridos en ocasión de la


guerra, se produjo para las polis que habían estado dentro de la órbita de
Atenas un cambio en la dominación, dado que Esparta, lejos de cumplir
con el fin declarado, la liberación de los griegos, tomó el control de di­
versas ciudades, y su aliado Persa de otras tantas.

El gobierno posterior al acuerdo de paz en Atenas fue denominado


“la Tiranía de los Treinta” o “Los Treinta Tiranos”, haciendo eco de los
aspectos negativos de los tiranos a través de los tiempos. Los tiranos
regresan a Atenas como consecuencia de las condiciones de paz con
Esparta.

Eran treinta miembros encargados de revisar las leyes y de redactar


una “constitución semejante a la de los padres” y, mientras tanto, se en­
cargarían del gobierno provisional. Eran un gobierno oligárquico, pero
se los llamó tiranos dado que ejercieron el poder sin límites, incluso
solicitaron una guarnición espartana que se instaló en Atenas para evi­
tar reclamos de los opositores. Según Jenofonte, uno de ellos, Critias,
afirmaba que debían comportarse como una tiranía para evitar la vuelta
a la democracia.

Se promulgó una ley por la que cualquiera de los Treinta podía


condenar a muerte y confiscar los bienes, sin otra forma de proceso, a
cualquier ciudadano que no estuviese inscripto en una lista. La lista de
los tres mil, y sólo a éstos se les garantizaba un juicio.

En un principio los líderes democráticos eran objeto de los asesi­


natos, pero la persecución subsiguiente fue más de carácter económico
que político. Muchos ciudadanos y metecos perdieron sus propiedades.

Terámenes, uno de los treinta, se oponía a la dureza del régimen y


fue llevado ajuicio. Se defendió con éxito de todos los cargos, por lo que
LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA 73

lo eliminaron de la lista de los tres mil y sin juicio previo, lo condenaron


a muerte.

En un párrafo de Jenofonte, Las Helénicas, libro II, Capítulo III,


se refleja el pensamiento imperante en los gobernantes de este gobier­
no oligárquico, en el que Critias dice a uno de los restantes “tiranos”:
“Nosotros somos treinta y no uno solo, y si ves alguna razón que puede
privarnos de emplear esta magistratura como una tiranía, eres muy
ingenuo... Si llegamos a damos cuenta que alguien hace oposición a
la oligarquía, nos libraremos de él en la medida que nos sea posible, ya
que nos parece muy justo que, si es precisamente uno de nosotros quien
intenta arruinar el régimen establecido, sea castigado. Pues bien, nos
hemos dado cuenta que Terámeno, aquí presente, en la medida de sus
posibilidades procura perdemos a vosotros y a nosotros. Para persua­
diros de ello comprobaréis, si queréis reflexionar, que nadie más que
Terámeno ataca la situación presente y nos pone obstáculos cada vez que
intentamos desembarazamos de algún jefe del partido democrático..

Los espartanos dominaron Grecia con posterioridad a la guerra,


pero su hegemonía duro un tiempo, mientras tuvo el apoyo persa.

En el 403 la democracia fue restaurada en Atenas, gracias a Trasi-


bulo y quienes lo apoyaron. Desde Tebas, opositora a Esparta luego de
la guerra, organizaron las fuerzas para enfrentar el ejército espartano en
el Pireo y así Esparta decidió abandonar el Ática".

La dureza de la guerra del Peloponeso devastó el mundo griego, a tal


punto que el número de varones adultos atenienses ascendía al final de

46Jenofonte, Los helénicas, libro II, capítulo III. En Orlandi, Dem ocracia y poder..., p.
205.
<7Kagan, Donald, La guerra del Peloponeso, p. 730.
74 ROSANA GALLO

la guerra a la mitad. En Melos y Escione la población masculina fue ín­


tegramente aniquilada, las pérdidas materiales fueron inconmensurables.

Las polis griegas quedaron debilitadas económica y moralmente


luego de esta gran guerra, “Sus terribles efectos alentaron la puesta en
duda de los valores tradicionales en los que se basaba la sociedad griega j
clásica y, al final, provocaron una división de la sociedad... [La guerra]
fue un acontecimiento trágico, el final de una era de progreso, prospe­
ridad, confianza y esperanza, y el comienzo de un período de mayor
oscuridad’"8.

Desde la caída del imperio ático, las ciudades-estado griegas enta­


blaron incesantes guerras pequeñas, hasta que Filipo las colocó bajo su
órbita y luego Alejandro los condujo hacia la lucha contra los persas'19.

Período macedónico
La gran debilidad en la que había quedado el mundo griego tras la
Guerra del Peloponeso, facilitó la conquista macedónica. Filipo I de Ma-
cedonia triunfa en Queronea. Ello significa que la polis griega como tal
ha llegado a su fin. La unidad griega lograda es impuesta y la pérdida de
la independencia de las polis implica que pierden sus rasgos defínitorios.

Bajo el régimen macedónico, las polis quedan subsumidas política- j


mente en una monarquía militar perdiendo la esencia que las caracteriza r
como tales, su autonomía. Mediante la incorporación al imperio, la polis |
queda desintegrada al perder su independencia y los elementos cultura­
les griegos fueron combinados forzosamente con lo oriental50.

,8IWdem, p. 735.
""Belhe, Brich, Un Milenio de Vida Griega Antigua, p. 164.
50Orlandi, Democracia y poder..., p. 167.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTICUA G R EC IA 75

Filipo creó la Liga Panhelénica de Corinto, pero su génesis no


-fue como las confederaciones explicadas. Se trató de un instrumento
para dominar a las polis griegas. Se formó al convocarla Filipo con el
argumento de realizar una alianza y garantizar la paz. Filipo se cons­
tituyó en hegemón, jefe unipersonal que efectuaba intromisiones en la
política interna de las ciudades. Si bien el acta fundacional de la alian­
za menciona que las ciudades son libres y autónomas, cercena dichas
autonomías afirmando que la liga debe verificar que no se deroguen las
constituciones oligárquicas impulsadas por Filipo. Asimismo, prohíbe a
las ciudades decidir destierros, confiscaciones, liberaciones masivas de
esclavos y ante cualquier incumplimiento tiene Macedonia el derecho
de intervenir51.

El control sobre las ciudades también se realizaba a través del si­


nedrio» de los helenos, un consejo formado por delegados que asistían
en representación de las ciudades. Las decisiones, si bien se toman por
votación, no eran igualitarias ya que algunos delegados tenían plurali­
dad de votos. El consejo era el órgano judicial supremo en relación a las
violaciones del tratado que forma la liga. Era convocado por el hegemón,
quien a su vez es comandante en jefe del ejército, por lo que decide los
contingentes que debe aportar cada ciudad ante un conflicto armado” .

Éstos fueron los métodos para imponer a las polis griegas una uni­
dad, que no tuvieron en los siglos anteriores. Las ciudades griegas “aún
cuando conservaban apariencias de libertad, no tenían en realidad de
verdad otra cosa que una autonomía comunal bajo protectorado regio
y aún muchas de ellas hubieron de renunciar temporalmente a ella en
beneficio de algún tirano o lugarteniente, como lo hizo Atenas para sal­
varse dando el poder al discípulo de Aristóteles, Demetrio Falero, quien
en nombre del rey de Macedonia, Casandro, y apoyado en una guarni-

Sllb!dcm, p. 169.
52ídem, p. 169.
76 ROSANA GALLO

ción macedonia, la gobernó de 317 a 307”53. Demetrio de Falero, como


también se lo conoce, fue encargado en Alejandría, impulsado por los
ptolomeos, de organizar el desarrollo de la ciencia adaptando la Acade­
mia de Platón y la escuela de Aristóteles. Estos reyes invirtieron fondos
del estado en la ciencia con libertad para desarrollar la investigación54. f
í
Las dudas sobre el móvil que ha guiado las normas sociales de los i
tiranos55, son las mismas que han pesado sobre las reformas sociales
a lo largo de la historia de la humanidad. ¿Son dictadas con el objeto
genuino de mejorar la situación material del pueblo? o ¿a fin de lograr
la adhesión necesaria para perpetuarse en el poder? Podríamos también
planteamos si es relevante el motivo por el que fueron dictadas, o si cada
norma en sí contribuyó a favorecer a los sectores humildes mejorando
las condiciones de vida.

Bibliografía consultada

A r is t ó t e l e s , Constitución de Atenas, Editorial Aguilar, Buenos Aires,


1966 í
i
B e t h e , E r ic h , Un Milenio de Vida Griega Antigua, Editorial Labor j
S.A., Barcelona, 1937
G l o t z , G u st a v o , La Ciudad Griega, Editorial UTEHA, México, 1957

------------, La Civilización Egea, Biblioteca de Síntesis Histórica,


La Evolución de la Humanidad, Editorial Cervantes, Barcelona,
MCMXXVI
H erodoto, Historia, Editorial Gredos, S.A., Barcelona, 2000
H o m e r o , Ilíada, Editorial Gredos, S.A., Barcelona, 2006

53Bethe, Erich, Un milenio de vida antigua griega, p. 165.


«Ibídem .p. 177.
“ Para Aristóteles con el fin de mantener al pueblo alejado de la política y así evitar el
derrocamiento; para Glotz con el objeto de evitar los deseos de oponerse al régimen. Aristóte­
les, Constitución de Atenas, p. 52, Capítulo 16; Glotz, l a Ciudad Griega, p. 96.
LA. T IR A N IA EN LA ANTIGUA G R EC IA 77

----------- , Odisea, Editorial Gredos, S.A., Barcelona, 2001


I se o , Discursos, Editorial Gredos, SA., Barcelona, 2002

K a g a n , D o n a l d , La Guerra del Peloponeso, Editorial Edhasa, España,


2009
O r l a n d i , H é c t o r R o d o l f o , Democracia y Poder. Polis Griega y Cons­
titución de Atenas, Editorial Pannedille S.A.E.C.C.I.F.I., Buenos
Aires, 1971
H jc íd id e s , Historia de la Guerra del Peloponeso, Editorial Porrúa S.A.,
México, cuarta edición, 1989.
I
.—

'

I
LA FIGURA DEL TIRANO
EN LA TEOGONIA DE HESÍODO

P ro f. A bogada M a r il in a M ic e l i 1

I. Introducción ,
Antes de comenzar a analizar la figura del tirano en la obra de
Hesíodo, especialmente en la Teogonia, es necesario aclarar que la figu­
ra del tirano actual discrepa sobre manera con la representación tiránica
que se tenía en la antigua Grecia.

En la actualidad, el rasgo sobresaliente del tirano es el ejercicio de


poder ilimitado, monopolizado, genéricamente al servicio de objetivos
individuales, un poder arbitrario que el mismo tirano propone, sin con-
v sideración de ninguna otra voluntad.

La concepción griega del tirano tiene que ver con el ejercicio de un


liderazgo, ya sea obtenido por la fuerza o por las normas imperantes,
pero, que rápidamente se adapta al medio, compartiendo valores con el
grupo que decide renovarlo en el ejercicio de aquel rol. Es decir que, el
tirano en la antigua Grecia consigue, con su comportamiento, legitimar­
se independientemente del modo por el cual accedió al poder.

El arquetipo del tirano se encuentra culturalmente inmerso en cada


ámbito de la vida cotidiana, es por eso que podemos encontrarlo tanto
en la esfera política, como en la esfera religiosa, también en el ámbito
jurídico y personificado en diferentes textos a lo largo de la historia.

' Abogada. Profesora en ia Universidad Abierta Interamericana y UCES. Secretaria


Técnica en la carrera de abogacía en la Universidad Abierta Interamericana.
80 ROSANA. GALLO

El presente trabajo, como anticipara, analiza diferentes pasajes de


la obra de Hesíodo titulada la Teogonia, focalizándome en la figura de
Zeus como líder tiránico, que administra, organiza y ordena la convi­
vencia divina de la que deriva luego la Herogonía y el ámbito mundanal.

II. Breve referencia sobre la biografía de Hesíodo

Después de Homero, Hesíodo es el más antiguo de los poetas grie­


gos conocidos hasta hoy. Sus obras legendarias vuelcan notas históricas
que permiten ubicarlo en tiempo y espacio. Tres trabajos del autor lle­
gan a nuestros días la Teogonia, Los trabajos y los días y El escudo de
Heracles.

Según Plutarco nació en Ascra, ciudad destruida por los tespios,


Plutarco nos comenta que, los sobrevivientes a la destrucción de Ascra
llevan sus cenizas hasta Orcómeno. Aristóteles comenta que su tumba
está en el Ágora central de dicha ciudad junto a Minios, héroe popular*.

La vida de Hesíodo, transcurrió en los campos que su padre le hu­


biese heredado; lo ubicamos entre el año 700 y 800 A.C., aunque cabe
aclarar que la fecha es discutida. Todo lo que se sabe del poeta es gracias
a los comentarios que sobre su persona realiza el autor dentro de sus
obras. Por ejemplo, en la obra que aquí se analiza, nos cuenta que en
momento en que apacentaba su ganado recibe de las musas la vocación
divina de contar verdades3. En ese instante Hesíodo deja de ser campe­
sino para convertirse en literato.

1 Ver comentario sobre la vida de Hcsiodo en Teogonia. Los trabajos y ¡os dias. El
escudo de Heracles, Ed. Terramar, año 2008. Bs. As. Argentina.
3En el preludio de la Teogonia el autor, cual exposición de motivos, anexa a su narrativa
condimentos de la vida real, y en particular de su vida empíricamente contrastablcs, como toda
creación mitológica con pretensión de verdad, en donde la leyenda tiene apoyatura en hechos
o acontecimientos objetivamente comprobables.
L A TIR A N ÍA EN LA AN TIG U A G R EC IA 81

En Los trabajos y los días, deja entrever la mala relación que tiene
con su hermano por la disputa hereditaria de los campos que tras la
muerte de su padre a ellos correspondía, al analizar la ética y la moral
con la que cada uno debe conducirse; entre muchos otros comentarios
personales allí volcados.

Hesíodo y su poesía trascienden su contemporaneidad a través de los


siglos y milenios hasta llegar a nuestros días como un tesoro invalorable
de nuestra cultura occidental.

III: La Teogonia: comentario


Hesíodo relata que en momentos en que apacentaba su ganado reci­
be de las musas la vocación divina de contar verdades.

Lo que nos cuenta, a lo largo de la Teognia, es la ordenación razo­


nada de la multitud de dioses de la mitología helénica, al dar a conocer
como del Caos originario surgieron El Cielo, La Tierra, El Éter, El Día,
La Noche y todo cuanto comprende el mundo de los dioses y los hom­
bres.

De este modo la Teogonia o Genealogía de los dioses es un poema


mitológico o legendario en el que el autor explica el origen de lodos los
dioses que forman parte de la mitología griega y su orden de descenden­
cia hasta mezclarse con selectos mortales que dan origen a una cadena
familiar de héroes o herogonía.

La obra se inicia con un preludio divido en dos partes; la primera,


es la aparición de las musas y la revelación de la misión que a Hesíodo
le encomiendan, la segunda, se trata de un himno dedicado a ellas en
donde el autor les solicita que nunca le quiten su inspiración.
82 R OSANA GALLO

Pasado el Caos, el Amor -E ros- se une a La Tierra, una vez creado El


Cielo, El Día, La Noche, Las Montañas y El Mar; La Tierra, algunas veces
con El Cielo y otras con El Mar, dan origen a una doble descendencia. De
La Tierra y El Cielo nacen los Titanes, los Cíclopes y los Hecatónquiros;
de La Tierra y El Mar, Las Nereidas y todo ser que allí habita. La grada­
ción se plantea por la existencia de dioses mayores, menores, héroes y por
último los hombres conformados a su imagen y semejanza4.

Cada arquetipo en general y el del tirano en particular, por esta


gradación bajan a la cultura popular que los emula.

En la Teogonia se describen tres dinastías o castas familiares, cada


una bajo un liderazgo diferente que ejerce la absoluta potestad sobre sus
pares de manera hegemónicamente soberana. La primera descendencia
se da entre Gea y Urano, de allí nacen los Titanes, Urano es derrocado
por su hijo Crono, quien al unirse a Gea da una segunda descendencia de
la que surge Zeus, quien con el transcurso del tiempo vence a su padre
contando con la ayuda de los dioses que leales a él se mantienen.

Zeus es la nueva y última monarquía divina que genera a los héroes,


al llegar sus amoríos al mundo de los mortales. Todo aquel que contra
él se levantase sucumbía contra su rayo, su trueno y su relámpago, tal
es la suerte de Tifón.

Según Francesc Cardona en su libro de mitología griega. “Las di­


nastías de Urano y Cronos significaron la época de grandes cambios y
trastornos en la naturaleza, período de formación de los elementos en

4Aqui radica la importancia de las obras literarias como fuente de difusión de lo que se
desea comunicar y la importancia de la temática abordada en la presente investigación, ya que
los mitos trasladan el arquetipo que, sobre el inconsciente colectivo se arraiga como modelo
a imitar. En el presente el arquetipo del tirano. Ver en Cardona F. la importancia del mito en
Mitología griega, mitología e historia, Ed. Brontes S.L., Espafia, 2011.
LA T IR A N ÍA E N LA A NTIGUA GRECIA
83

que nada podía ser estable y duradero”. Pero “En el gobierno de Zeus
-tercera dinastía divina- es el periodo de la estabilización”.5

IV. La figura de Zeus


Zeus, es ubicado dentro de la Teogonia como protagonista del orden;
en relación a su asunción y triunfo manifiesta Cardona: “Zeus cuya evo­
lución de creencias lo identifican con la potencia universal que encarna
el Cosmos pudo dedicarse a organizar su reino (...) pero no puede con
todo y decide el reparto del universo”5. Dos son los hermanos que más
ayudan al triunfo final, Poseidón a quien cederá el gobierno del mar y
Hades al que confiará las profundidades terráqueas.

Se desprende de la cita anterior de forma clara el rol del liderazgo


que Zeus asume; así en la Teogonia se hace referencia a su asunción
manifestando “Cuando los felices dioses hubieron dado por terminada
su empresa, resolviendo por las fuerzas de las armas el conflicto con
los Titanes en lo referente a los honores y el poder, siguiendo los con­
sejos de Gea incitaron al longividente Zeus Olímpico a que subiera al
trono y reinara sobre los inmortales y Zeus accediendo les repartió las
prerrogativas divinas”7. En este pasaje se hace referencia a la forma en
qué Zeus llega al liderazgo, claramente no se lo arroga sino que se lo
encomienda por ser longividente, ver más allá del resto, Zeus accede a
ocupar el trono y reparte los tesoros y bondades al resto de sus fieles y
leales puesto que asume la capacidad de mando.

En otro pasaje se hace referencia a la guarda de los varones mortales


siendo Zeus, el que se encarga de atribuir esa responsabilidad, así Hesío­
do expresa al referirse a la descendencia de Océano y Tetis “también
Tetis dio a luz otra sagrada prole, a saber, un gran número de hijas que,

5CARDONA F., Mitología griega, mitología e historia, p. 42.


6ídem. p. 42.
7HESÍODO, Teogonia. Los trabajos y los días. E l escudo de Heracles, p. 70.
84 ROSANA GALLO

junto al soberano Apolo y los Ríos están encargados de criar en la tierra


a los varones pues recibieron de Zeus esta misión”8.

Dentro del preludio también se hace referencia a Zeus como padre


de todos los dioses, es decir en la cúspide divina presentándolo como
el más poderoso de todos. Al referirse a las musas el autor expresa “y
celebran igualmente a Zeus, padre de todos los dioses y los hombres,
demostrando como es en poder el primero y más grande de todos”'’.

Como símbolos de su poder lleva en sus manos el trueno y el rayo


ardiente, en toda la obra constantemente, el autor se refiere a su lide­
razgo y carácter generador, así por ejemplo Hesíodo comenta “El que
impera en el Olimpo, y tiene en sus manos el trueno y el rayo ardiente,
desde que venció con su poder a Crono, que lo había engendrado. Él fue
también quien repartió debidamente las cosas y los honores entre los
mortales”10.

Premios y castigos son impartidos por el justiciero Zeus, la Teogonia


ñaua “Zeus Olímpico, fulminador, llamó a todos los dioses inmortales
al vasto Olimpo para comunicarles que cuantos se le juntaran para lu­
char contra los Titanes, no sólo no serían despojados de las recompensas
que ya tuviesen sino además conservarían el rango y el honor que hasta
entonces disfrutaban entre los mortales”11. Éstige y Asteria así recibieron,
por su gran predisposición para con Zeus. Cosa contraria ocurre con los
hijos de Japeto y Prometeo pues no es posible en efecto burlar la mente de
Zeus ni sustraerse de sus designios12.

'Ibídem, p. 58.
5íbfdem, p. 52.
“ Idem, p, 52.
11Ibídem, p. 59.
12Ver descendencia de Japeto y Tetis en HESIÓDO, Teogonia. Los trabajos y los días,
p. 64 .
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA 85

Ordenado todo, Zeus inicia su estirpe, el rey de los dioses, toma por
primera mujer a Metis y comienza a enumerarse su descendencia, lejos
de mostrarse como líder autoritario se lo denomina Gran Zeus13, Lúcido
Zeus14, Altisonante Zeus15, Padre Zeus16, Longividente Zeus17, Zeus el
dios de los dioses10y Próvido Zeus19.

V. Conclusión
Como conclusión puedo decir que ciertamente los valores que como
cualidades acompañan a su nombre resultan ser todos positivos, por
lo que se presenta dentro de la Teogonia como un buen líder, legítimo
propietario de todo el poder existente que, con gran sabiduría ejerce de
manera soberana todo el poder sobre la integralidad del cosmos que bajo
él se ordena, discrepando así sobradamente el arquetipo tiránico de la
antigua Grecia, según la bibliografía aquí analizada, del que impera en
la actualidad.

Bibliografía consultada
Cardona F., Mitología griega, mitología e historia, Editorial Brontes,
S.L., España, 2011
H e sío d o , Teogonia. Los trabajos y los dias. El escudo de Heracles,
Editorial Terramar, Bs As., 2008.

“ Ibídem, p. 61.
,4Ibídem, p. 62.
I5lbídem, p. 63.
‘“Ibídem, p. 64.
^Ibídem, p. 70.
18ídem, p. 70.
19Ibídeni, p. 71.
'

c. ¡d . i* k .. c ao.

ANÁLISIS DE LA FIGURA DEL TIRANO
EN LAS ODAS DE PÍNDARO

P ro f . A bogada L e t ic ia I n é s N úñez1

La presente investigación tiene por finalidad el estudio de la figura


del tirano dentro de las Odas del famoso y célebre poeta Píndaro.

Primeramente antes de comenzar el análisis específico del mundo


de la Odas, es preciso analizar algunos términos básicos para com­
prender el concepto de la tiranía y la figura del tirano en la civilización
griega antigua.

Los griegos entendían el concepto de Tirano a quién ocupaba el


poder no por elección de los ciudadanos, sino por la fuerza. El “tirano”
era un nuevo aspecto del monarca, generalmente se trataba de un noble
que, apoyándose en las masas, derriba a la aristocracia dominante y
empuña por sí las riendas del gobierno. El tirano no era necesariamente
cruel ni opresor: muchos fueron benéficos y grandes patronos de las
artes y las letras.

La posición del tirano era anticonstitucional, su poder sobre la vida


y fortuna de sus súbditos era arbitrario, y de aquí que el tirano haya sido
odioso para la conciencia política de los griegos. La época de los tiranos
se extendió a lo largo del siglo VI a.C. y duró hasta las Guerras Médicas.

Contrariamente a lo que podía suponerse, aquellos ascendían gracias


al apoyo popular, porque llegaban para eliminar el abusivo poder de la

'Abogada. Profesora de Derecho Romano en Ja Facultad de Derecho de la UBA. Profe-


sora de Derecho Romano en UAI.
y¿ ; '• ■

88 ROSANA OALLO LA TIR A N IA EN LA A N T IC U A G R EC IA 89

oligarquía o la aristocracia. La tiranía griega fue fruto de la lucha de cla­ a.C, al 470 a C -, se lo conoce como el más famoso tiranicidio de la
ses populares contra los abusos de la aristocracia y los reyes-sacerdotes, antigüedad.
cuyo derecho a gobernar venía sancionado por las tradiciones ancestrales
y la mitología. Los tiranos llegaron con frecuencia al poder a través de ; Una vez realizada esta primera aproximación al concepto de tirano
revueltas populares y gozaron de la simpatía pública como gobernantes. y su evolución, podemos comenzar con el análisis de las Odas del famo­
so poeta Píndaro. Para ello no podemos dejar de mencionar una breve
La tiranía (del griego íupavvíá), en el sentido que se dio al término Teseña sobre sus orígenes, su vida y su magnífica obra.
en la Grecia antigua, era el régimen de poder absoluto, de ordinario
unipersonal, que con frecuencia instauraba el tirano, aquel o aquellos A Píndaro se lo conoce como uno de los más célebres poetas líricos
que habían derrocado el gobierno de una ciudad estado militar o una de la Grecia Clásica. Se cree que nació en Cinocéfalos, en Beoda, en el
intervención extranjera, el tirano ocupaba el poder no por derecho, sino año 518 a.C. Según la tradición se dice que pertenecía a una familia de
por la fuerza. la aristocracia. Vivió alrededor del año 500 a.C. y murió en Argos en el
año 438 a.C.
Para los griegos el término, tuvo en un principio una connotación
positiva y muchos tiranos eran queridos y muy populares entre los Vivió su infancia y primera juventud en Tebas y en Atenas, donde
ciudadanos de la polis. Con el tiempo las tiranías se convirtieron en un [ fue discípulo de Agatocles. Cuando era muy joven participa en un cer­
sistema político muy recurrente por autoritaristas que se apoyaban en ; tamen de poesía en el que es vencido por la poetisa Corina de Tanagra.
la nobleza de la ciudad para hacerse con el poder, momento en el cual Fue esta misma poetisa, quién le aconsejó "sembrar a manos llenas, no
comenzó a identificarse con la tiranía moderna. I a sacos llenos".

Parece que el término “tirano” se aplicó por vez primera a Fidón de Se educó en Atenas, donde se formó musicalmente, en un momento
•■■■i
/ •.
Argos y a Cípselo de Corinto. El período de esplendor de los regímenes en que estaba surgiendo el lirismo coral. Sus modelos literarios fueron
de la tiranía fue el siglo VI o VII a.C, cuando muchos gobiernos del sobre todo Homero y Hesíodo, aunque en su poesía influyeron también
Egeo fueron derribados y Persia tuvo ocasión de hacer sus primeras poetas locales, como las poetizas Myrtis y Corina. Fiel a sus orígenes
incursiones en Grecia, al buscar diversos tiranos su apoyo para conso­ aristocráticos, se mantuvo al lado de Tebas durante las Guerras Médi-
lidarse en el poder. cas, y su estrecha relación con Eginia, líder tebano conservador a quién
dedicó once odas, lo mantuvo al margen de la incipiente formación de
En Atenas, Pisístrato y sus descendientes, los denominados “Pisis- la democracia ateniense.
Í| • •* *
trátidas”, Hipias e Hiparco, son ejemplos de Tiranos. El tirano Hiparco
de Atenas gobernó con su hermano Hipias entre el 527 y 514 a.C. Murió La primera Oda pindárica es la X Pítica y fue compuesta cuando
asesinado a manos de Harmodio y Aristogitón, inmortalizados en una el autor apenas contaba con veinte años de edad. Con el tiempo se
pareja de esculturas atribuidas a Critios y Nesiotes -en tomo al 480 convierte en un importante y renombrado poeta. Como tal, recorre las
90 ROSANA G ALLO

principales cortes aristocráticas de Grecia como ser Cirene y Siracusa


entre otras; en donde tuvo la oportunidad de conocer a varios tiranos.

Ante la invasión de los Persas, tomó una actitud de transigencia


con el enemigo que era la interesada política de su patria Tebana. A su
vez, Píndaro chocó con otro importante poeta llamado Baquilides, que
había adoptado un estilo panhelénico y propugnaba la resistencia ante
los Persas, que ve como una amenaza sobre el conjunto de la Hélade.

Píndaro fue un poeta lírico, y la mayoría de sus composiciones per­


tenecen al género literario que se conoce como lírica coral, poesía que
un coro en movimiento cantaba al son de la lira, o de cualquier instru­
mento de cuerda, acompañado o no por la flauta.

El esplendor y popularidad que la lírica coral en general alcanzó


en esos momentos fue extraordinario, y en parte, se debe al auge de
los festivales públicos del tipo de Panateneas y Dionisias, a un orgullo
nacional creciente a consecuencia de las derrotas de persas y cartagi­
neses y, también al poderío de los tiranos de Sicilia que actuaron como
auténticos protectores de las artes2.

En cuanto a su obra se conoce que se ha conservado en papiros de


entre el siglo II a.C. hasta el II d.C. y en algunos manuscritos medievales
que proceden de una selección efectuada en el siglo III. En total, han
llegado hasta nosotros cuatro libro de epinicios que suman 45 odas y
algunos fragmentos sueltos. Los epinicios son cantos corales compuestos
en honor de los vencedores en alguno de los cuatro certámenes deporti­
vos de los juegos Panhelénicos que se cantaba al paso de los campeones.
Las composiciones de Píndaro suelen utilizar la victoria deportiva como
simple punto de partida para loar el valor personal del atleta: su triunfo
refleja la victoria de lo bello y lo bueno sobre la mediocridad.

í Píndaro-Baquí]ides, Odas, pp. 14-15 y 16.


LA T IR A N ÍA EN LA ANTICUA GRECIA 91

Además de epinicios, Píndaro compuso himnos, peanes, partenios,


cantos al vino, etc.

El estilo de Píndaro se caracterizó por ser peculiar y difícil, es decir


por proceder con la materia poética a saltos, estableciendo asociaciones
bruscas e imprevistas entre diferentes elementos. El lenguaje era muy
elevado y procedía de una mezcla artificiosa de diferentes dialectos
y se satura de elementos retóricos, en especial de imágenes. La obra
pindárica resultaba ya oscura para sus tiempos, y los autores que van
desde Herodoto a Voltaire hablaban de lo ininteligible de su poesía, sin
embargo otros autores como Goethe o Hülderlin lo erigieron en símbolo
de la libertad del genio creador.

Pero, más que nadie, Píndaro, natural de Tebas, obtuvo la máxima


celebridad, alcanzó con él su forma más perfecta la lírica. Incluso en
vida le idolatraban los griegos, mientras que magnates y príncipes se lo
disputaban. Cuando Alejandro Magno ordenó destruir Tebas, en castigo
a su porfiada rebeldía, ordenó respetar la casa del poeta3.

La ordenación de las odas no es cronológica. En las Olímpicas


aparecen en primer lugar las odas dedicadas a los dos tiranos de Sicilia,
Hierón y Terón.

El mundo que dibujan las odas es un mundo en que dioses y hom­


bres participaban de un origen común y las diferencias son básicamente
de poder. Sobre esta base es posible entender la idea de la envidia de
los dioses, como un empeño en mantener y proteger la superioridad que
tienen, no permitiendo a ningún mortal que se les acerque demasiado.
Además, las odas están pobladas de poderes, de fuerzas sobrenaturales

3Walker Joseph M., La Grecia antigua.


92 R OSANA GALLO

como Eris, la disputa, o Peithó, el poder de la persuasión, que parecen


casi ocupar un lugar intermedio entre dioses y hombres11.

A su vez es preciso analizar el contexto histórico donde se puede


inferir que una de las zonas geográficas más importantes para entender
con cierto detalle las Odas es Sicilia. Píndaro celebra a los que gober­
naron con plenos poderes en la isla, sobre todo en Siracusa y Agrigento.
Podemos decir que Píndaro es el poeta de los tiranos de las grandes
ciudades del sur de Sicilia. Como otros poetas, como por ejemplo Si-
mónides o Baquilides, Píndaro llegó a Sicilia a la corte de Hierón. Y lo
hizo en el momento de la mayor gloria del tirano de Siracusa, en el año
476 a. C, después de la batalla de Cumas -474 d.C - en la que derrotó
a los etruscos.

Por esa época había cuatro centros de poder en la isla. La familia de


los Deinoménidas, que gobierna en Gela y luego en Siracusa, a partir
de 485: Gelón fundó la dinastía, le cedió Gela a su hermano Hierón que,
a su muerte en 478, pasó también a gobernar sobre Siracusa. En Agri­
gento, domina un Emménada, Terón, que había subido al poder en 488,
En Regio gobierna el Tirano Anaxilao desde 494. Por fin, Hímera está
gobernada por Terilo, que había sido expulsado por Terón en 489. Terilo
pidió ayuda a los Cartagineses que tenían bases en Sicilia occidental y,
con la ayuda de Anaxilao, su yerno, reunió un ejército que bajo el man­
do de Amílcar, rey de Cartago, fue derrotado en la batalla de Hímera
de 481 por Terón ayudado por Gelón. Terón muere en 472 e Hierón en
467, y las tiranías Sicilianas no pudieron mantenerse por mucho tiempo.
Hierón es para muchos el ejemplo perfecto de tirano capaz de utilizar
con brillantez todos los medios de la propaganda: las victorias en los
juegos panhelénicos, las ofrendas a los santuarios (el famoso auriga de
Delfos, entre otras, es ofrenda suya) y las Odas de poetas como Píndaro.

4 Píndíiro-Baquilides Odas, p. 26.


LA TIR A N ÍA HN LA A N T IC U A GRECIA 93

Su prestigio se mantenía también en la raza política de la lucha contra


Cartago, bárbaros al fin y al cabo.

Esta política de grandeza en el exterior se combinaba con una políti­


ca similar en el interior que debía hacer del tirano un héroe, y en su cali­
dad de héroe fundador de ciudades como Etna, un inmortal5. La política
que sigue Hierón en este último terreno es muy ambiciosa: reestructura­
ción del poblamiento de las ciudades que caen bajo su dominio, enormes
traslados de población y cambios importantes en el plan urbanístico de
las ciudades y en la legislación de las mismas. (G. Vallet, “Pindare et la
Sicilie”, en Pindare. Entretiens Hardt, Ginebra, 1984).

Píndaro si bien se distinguió en todos los géneros líricos, solo se


conservan sus epinicios (Odas Triunfales), compuestas en honor de los
vencedores de los Juegos que se dividen en “Olímpicas”, “Píticas”,
“Nemeas” c “Itsmicas”, puesto que se refieren a sus triunfos atléticos
en Olimpo, Delfos, Nemea y Corinto... que aun cuando contienen ele­
mentos de composiciones ocasionales (loas al vencedor, a su familia, a
su ciudad y descripción de las competiciones), aparecen estos Epinicios
impregnados de elevada espiritualidad y de intenso fervor religioso, que
se expresan a través de los mitos y mediante sentencias morales.

... "Lira de oro, tesoro común de Apolo y las musas de tremas


violeta, el paso ritmado atiende a tu voz y comienza la fiesta, y los can­
tores obedecen a tu señal cuando, vibrante, propagas las notas de los
preludios que guían los coros...”6

De su producción contenida en diecisiete libros -cuya parte musical


se ha perdido-, se han recuperado los cuatro de Epinicios, con un total
de cuarenta y cuatro odas. De estilo audaz, brillante, imaginativo, difícil

’ lbídem, pp. 12-13 y 14.


ÍE1 nacimiento de la Civilización Occidental, 1966, p. 99.
94 ROSANA G ALLO

a veces por su propia genialidad. Su fama y autoridad poética fueron


inmensas. "Un torrente arrebatador que se precipita de las montañas",
le define nada menos que el latino Horacio, que ni siquiera trató de
imitarle7.

A continuación haré una breve explicación del significado de cada


una de las Odas, que nos permitirá vislumbrar el origen y el sentido de
las mismas.

Odas olímpicas

Los juegos olímpicos tomaron su nombre de Olimpia, llamada


también Pisa, ciudad de Élide, o quizás de Zeus (Júpiter), Olímpico a
quién eran dedicados celebrándose cada 4 años en la referida Olimpia,
y de aquí vino la costumbre de computar el tiempo por Olimpiadas. Se
empezaban el undécimo día de Hecatombeón, mes griego que corres­
ponde, poco más o menos, a nuestro julio, y duraban los certámenes
cuatro días, siendo en el cuarto el plenilunio que dividía el mes en dos
partes iguales. El premio del vencedor consistía en una corona de olivo
silvestre, pero su fama era tal que se le erigían estatuas y se cantaban y
componían himnos en su honor. Según nuestro Píndaro, Hércules fundó
los juegos Olímpicos cuando, burlado por Augías, invadió la Élide y
mató al infiel monarca.

Odas ptíicas

Eran los juegos píticos certámenes sagrados en honor de Apolo que


se celebraban cerca de Pitona, llamada después Delfos, al pié del Monte
Parnaso. Se honraba en ellos también a Artemisa (Diana) y Latona, y
a semejanza de los mayores, había otros de inferior categoría en Mag­
nesia, Sición y otros puntos. Su institución se remontaba nada menos

’ Walker, Joseph M., La Grecia antigua, pp. 256-257. Ü


■ -Sí I;-..'
L A T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA G R EC IA
95

que al propio Apolo quién después de haber dado muerte a la serpiente


. Pitón (nacida del lodo de la tierra al retirarse las aguas del diluvio) los
estableció siete días después de su victoria, para conmemorar tan Fausto
acontecimiento. Las ninfas del Parnaso le ofrecieron entonces sus dones,
y siendo nueve las musas, se determinó que los juegos se celebrasen
cada nueve años, después se redujo el período a cinco años, su época
era a la entrada de la primavera. Los primeros ejercicios fueron el Pan-
cracio y las cinco-luchas o el Pentatlo, más tarde se admitieron todos
los juegos de Olimpia, con excepción de la carrera de cuadrigas y por
último también estas. Había asimismo certámenes musicales y poéticos,
que constituían el rasgo más prominente de los juegos Píticos, superiores
desde este punto de vista a los Olímpicos. Había además una especie de
exposición de pinturas y esculturas. El premio consistía en una Palma y
en una corona que primero fue de encino y luego de laurel.

Odas nemeas
Los juegos ñemeos, una de las cuatro fiestas nacionales de primer
orden entre los griegos, se celebran en Nemea, cerca de Cleona, en la
Argólide. Fueron fundados por siete caudillos de la primera expedición
contra Tebas y reestablecidos por Hércules, después que mató al terrible
león de Nemea. Se consagraban a Zeus (Júpiter), y al principio solo gue­
rreros, o hijos de guerreros, podían tomar parte en los certámenes, todos
de un género belicoso. Al último todos los griegos podían concurrir, y
se admitieron toda clase de luchas, a saber: las carreras en el estadio,
el disco, el salto, la lucha, el pugilato, el pancracio, el quinquercio o los
cinco juegos y las carreras de carros. Los jueces eran de Cleona, vestían
togas negras y daban por recompensa una corona, que al principio era
de Oliva y después de Apio. La época de la celebración era cada 3 años,
en el mes panemo, según unos, en invierno según otros.
96 R OSANA GALLO

Odas ístmicas

Los juegos ístmicos tomaron este nombre del Istmo de Corinto,


donde se celebraban. En su parte más angosta, entre la costa del Golfo
Saronio y la falda occidental de los montes Eneos, se alzaba el templo
de Poseidón (Neptuno), y cerca de él había un teatro de mármol y un
estadio. La entrada del templo estaba adornada con las estatuas de los
vencedores, y con bosques de Pinos. La institución de los juegos se debe
a Sísifo. Teseo los reestableció y los consagró a Poseidón (Neptuno). Se
celebraban cada tres años, en diversos meses, y se admitían toda clase
de certámenes, lo mismo que en los demás juegos. El premio era una
corona, primero de hojas de Pino y luego de Apio (Referencia: Ignacio
Montes de Oca en Bucólicos y Líricos Griegos. Librería El Ateneo - Ed.
Bs As. 1954).

Hecho este breve análisis sobre los distintos tipos de Odas y su


significado, a continuación expondré una síntesis sobre aquellos versos
donde el poeta destaca las virtudes del tirano:

... OLÍMPICA I (476): A HIERON DE SIRACUSA, VENCEDOR


EN LA CARRERA DE CABALLOS. INTRODUCCION: Primera de
las cuatro odas compuestas por Píndaro en honor de Hierón, tirano de
Siracusa. A esta siguieron las Píticas II, III y I, celebrando sus otros
triunfos deportivos. Hierón, el más brillante y afortunado de sus cuatro
hermanos - Gelón, Trasibulo y Polizalo, hijos de Dinómenes, reinó en
Siracusa desde el 476 al 467 a.C., al morir Gelón y asumir la regencia
en nombre de su sobrino, que no llegó a gobernar. Precisamente el año
476, obtuvo su caballo Ferenico la victoria olímpica que canta el poeta.
Es probable que Píndaro asistiera personalmente a la ejecución coral
de la Oda en un banquete ofrecido en la corte siracusana (vv 10-11).
La victoria más importarte y deseada, la de cuadriga, que Píndaro le
LA T IR A N ÍA EN LA A N TIG U A GRECIA 97

augura en versos 108 ss, se hizo realidad más tarde, el 468, aunque fue
BAQUILIDES quién la cantó en su ODA III.-9

Asimismo se transcribe a continuación la antistrofa que dice tex­


tualmente
“...que el cetro mantenedor de justicia gobierna en Sicilia rica en
frutos,
cosechando las cimas de las virtudes todas, y espléndidamente se
adorna también”...
“20- cuando junto al Alfeo corrió,
su cuerpo entregando a la carrera sin ayuda de espuelas,
y con la victoria maridó a su dueño”9
Epodo
“Al rey de Siracusa, que se goza en los caballos.
Brilla en su honor el prestigio en la colonia de nobles varones de
Pélope el lidio”"10.

OLÍMPICA II (476): A TERON DE AGRIGENTO, VENCE­


DOR EN LA CUADRIGA. INTRODUCCIÓN: Terón, Tirano de
Agrigento -488-472 a. C-, consiguió esta victoria olímpica el 476. El
poeta canta aquí más las virtudes del rey que el triunfo mismo. A estas
debe seguir felicidad más allá de la muerte. No siempre la familia de
Emménides, abuelo de Terón - a ella pertenecieron también Polinices,
Edipo y Layo-, se vio acompañada de la dicha. El destino de los hom­
bres es inconstante. Pero al infortunio sigue la ventura, como ocurrió
a las hijas de Cadmo, padre de todos los Emménidas. La felicidad de
la ultratumba es interpretada con doctrina pitagórica, en cuya religión

‘ Pindaro.-Baquílides, Odas, p. 33.


’ lbídem, p. 34.
10ídem. o. 34.
98 R OSANA GA L LO

esta iniciado Terón y de la cual ofrece el poeta el arcano sobre la tras­


migración de las almas11.
Estofra I "¡Himnos que domináis la liral ¿Qué dios, que héroe, que
hombre deberemos cantar?
En verdad es Pisa de Zeus. Mas eljuego de Olimpia
lo estableció Heracles cual primicia de su victoria.
Pero a Terón, con su cuadriga triunfal,
se debe celebrar, justo en su respeto a los extranjeros,
Baluarte de Agrigento
primor de renombrados padres que la ciudad enaltecen.
..." Por cierto, hacia Agrigento apuntando
anunciare la palabra jurada con veraz sentido:
“a ningún otro hombre en cien años engendro la ciudad
más generoso de corazón con los amigos y de mano más liberal que
Terón..,”13.

OLÍMPICA III (476): A TERÓN DE AGRIGENTO, VENCEDOR


E N LA CARRERA D E CARROS. INTRODUCCIÓN: "Esta oda cele­
bra la misma victoria olímpica que la II. Pero, mientras este canto coral
se ejecutó en una fiesta íntima de la corte siracusana, la III tuvo como
marco las fiestas populares de las Theoxenia, solemnidad religiosa
dedicada en Agrigento al culto de los Dioscuros, Cástor y Pólux. En
acción de gracias ofreció Terón un festejo público en un banquete al
que son invitadas estas divinidades dorias y en cuyo templo se cantaría
la oda. A ellas, protectores de los juegos olímpicos, tras la apoteosis de
Heracles, debe Terón la corona de olivo conseguida en Olimpia. Al final
se oyen alabanzas a Terón y la exhortación a no pretender la dicha más
allá de una medida conveniente".

"lb!dem ,p. 40.


u Ibídero,pp. 40-41.
l3Ibldem, p. 45.
LA TIRAN ÍA. E N LA ANTIGUA GRECIA 99

Estrofa I. "A los hijos de Tindaro, amigos de sus huéspedes


y a Helena de trenzas hermosas deseo agradar celebrando
a la ilustre Agrigento, cuando de Terón alzo el himno de olímpica
victoria,
honor de sus corceles de pies infatigables”’4.

PÍTICA I (470): A HIERÓN DE ETNA. VENCEDOR E N LA


CARRERA DE CARROS. INTRODUCCIÓN: Tras la victoria pítica
de Hierón de Siracusa el 470, recibió Píndaro el encargo de componer
una oda en la que no sólo se celebrara ese hecho de prestigio, sino otro
acontecimiento político más importante: la fundación de una nueva
ciudad en las laderas del Etna. Hierón se hizo proclamar en Delfos con
el nombre de "Etneo ”, fundador de una ciudad, título del mayor honor
en el mundo griego. Como rey de la nueva ciudad, apareció el hijo de
Hierón, Dinómenes. Cabe imaginar el marco esplendoroso en que se
escuchó este canto coral, en la fiesta de inauguración, dentro de un
solemne sacrificio a Zeus. Si la oda era el elemento más fascinante de
lafiesta, por la música y representación de su mágico poder comienza
este poema, para nosotros el más bello de todo cuanto de Píndaro ha
llegado a nuestro conocimiento. El carácter sacral de la música se
revela como potencia dominadora de la luz y las tinieblas. Bien sumo
desea el poeta a la nueva ciudad, bajo la protección de los dioses. Con
su bendición logró Hierón relevantes éxitos, y debe gozarse también
de sus pasadas luchas, como antaño Filoctetes. Consejos al nuevo rey
Dinómenes y un programa político, caro a Píndaro, llenan los últimos
versos15.
Epod. '‘Cuales dolores sufrieron domeñados por el Señor de Siracusa,
que de las naves de rumbos veloces al mar les arrojó su juventud,
a Hélade librando de esclavitud gravosa... "’6

'■•Ibfdem, pp. 46-47.


15Ibídem,p. 100.
'‘ Ibídem, p. 104.
100 ROSANA GALLO

PÍTICA I I (475). A HIERÓN DE SIRACUSA, VENCEDOR EN


LA CARRERA DE CARROS. INTRODUCCIÓN. Todavía no se ha re­
suelto la duda sobre si esta oda, compuesta quizá el 475, tiene relación
con una victoria pítica, aunque desde la antigüedad está incorporada
a este grupo de poemas. Desde luego falta la referencia a lugares con­
cretos del triunfo agonístico, como es usual en Píndaro. Clara es su
intención de eliminar desconfianza entre Hierón y el poeta. Para ello,
tras los encomios a Siracusa, se recuerdan ejemplos de gratitud, como
el de Ciniras, amado de Apolo y sacerdote de Afrodita, y el documento
contrario de Ixión, desagradecido a los dioses y castigado, asó como
el denostador Arquíloco. Contra calumniadores avisa al rey el poeta y
expone con franqueza su propio pensamiento político, sin entregarse
a la servil adulación. Deseo suyo es permanecer en la amistad de los
nobles, como es la del rey de Siracusa.-’7

PÍTICA I I I (474?). A HIERÓN DE SIRACUSA. INTRODUC­


CION. Solo por su estructura formal pertenece este poema a los Epi­
nicios, ya que de por sí no celebra triunfo deportivo alguno, aunque
recuerda anteriores éxitos en Ferenico, caballo de carreras de Hie­
rón, quién ha invitado a Píndaro a venir a Siracusa. Sentimientos de
condolencia abren la oda con el deseo de que viviera en ese momento
Quirón, el centauro amigo de los hombres, y pudiera enviar de nuevo
un Asclepio a Hierón. Con este motivo se cuenta el destino de Asclepio.
Excelentes consejos del poeta, que no puede viajar ahora, llenan la
parte final. El poder de Hierón será salvado en el recuerdo glorioso de
la poesía. Probablemente la oda es del año 474IS-
... Estr. IV
70 "que en Siracusa gobierna cual rey,
suave con los ciudadanos, sin envidia a los nobles,
y para los forasteros un admirable padre.

n Ibidem,p. 108.
“ Ibídcm, p. 114.
LA T IR A N ÍA BN LA ANTIGUA G R EC IA 101

Y si del barco bajara llevando una doble alegría,


la dorada salud y el canto de fiesta de las píticas lides,
esplendor para aquellas coronas
que un día logró Ferenico siendo en Cirra el primero,
a él llegaría -lo aseguro-
corno luz más brillante que un astro del cielo,
tras cruzar alta mar”19.

Conclusiones
Como conclusiones finales podemos destacar que la figura del
Tirano se encontraba en toda la cultura social, con una representación
en cada ámbito de la esfera cotidiana, ya sea política, deportiva, en las
leyes, obras literarias y también se encontraba presente en la mitología.

El Tirano en Grecia era visto como sinónimo de líder. En las Odas


de Píndaro podemos destacar que el poeta celebra las virtudes del Tirano
en el deporte, donde el valor guerrero se junta con el valor deportivo, y
en donde además el deporte representa una catarsis de la guerra.

Píndaro en sus Odas procedió a alabar las hazañas de diversos


tiranos como vencedores de juegos, y pasó a la posteridad con el tilde
de ser llamado “El poeta de los tiranos”, en especial aduló a Hierón,
tirano de Siracusa, denominado también Hierón de Etna y Terón, tirano
de Agrigento.

El tirano ascendía al poder gracias al apoyo popular. La tiranía grie­


ga fue fruto de la lucha de clases populares contra los abusos de la aris­
tocracia, cuyo derecho a gobernar venía sancionado por las tradiciones
ancestrales y la mitología. Los tiranos llegaron con frecuencia al poder

15Ibídem, p. 118
102 ROSANA GALLO

a través de revueltas populares y gozaron de la simpatía pública como


gobernantes, por tal motivo al ser considerados líderes se los idolatraba y
adulaba en todas las actividades de la vida diaria, no solo en la política,
sino también en el deporte u otros ámbitos.

Bibliografía consultada
Odas, Editorial Gredos, S.A., Madrid, 1982.
P in d a r o - B a q u il id e s ,

W alker, Jo s e p h M., La Grecia antigua, M.E. EDITORES, S.L., Ma­


drid, 1997.
L A TIR A N ÍA EN LA G UERRA DEL PELQPONESO

A bogada D a ia n a S ic il ia n o 1

En el presente capítulo abordaremos la tiranía en la Guerra del Pe-


loponeso. Guerra motivada por los antagonismos entre polis terrestres
y marítimas, por las distintas formas de gobierno de las mismas y otras
causas más profundas que analizaremos. Sin miedo podemos afirmar
que fue una guerra mundial2para la cosmovisión griega, ya que no se
trató de un conflicto armado entre dos polis preponderantes, sino que
involucró a toda Grecia, e incluso a pueblos bárbaros3, dividiéndola en
dos grandes bloques, haciendo que cada polis se viera obligada a adoptar
uno u otro lado.

Tucídides relata la guerra en su Historia de la Guerra del Pelopo-


neso, siendo la fuente principal para su análisis, si bien está inconclusa,
ya que se interrumpe abruptamente. De los veintisiete años que duró la

1Abogada UBA Derecho. Auxiliar docente en la Facultad de Derecho de la Universidad


de Buenos Aires. Integrante del Seminario Permanente de Investigación Helenismo y derecho:
aportes, debates y tendencias.
2“Desde la perspectiva de los griegos del siglo V, la Guerra del Peloponeso fue percibida
en buena manera como una guerra mundial, a causa de la enorme destrucción de vidas y pro­
piedades que conllevó, pero también porque intensificó la formación de facciones, la lucha de
clases, la división interna de los Estados griegos y la desestabilización de las relaciones entre
los mismos, razones que ulteriormente debilitaron la capacidad de Grecia para resistir una
conquista exterior”, en Kagan, Donald, La Guerra del Peloponeso, p. 18.
3“En plena guerra del Peloponeso, mientras que manos griegas hacían correr torrentes de
sangre griega, se elevaron voces para declarar que esas luchas eran fratricidas y que el honor
exigía que, en vez de mendigar el oro de los persas, marcharan todos juntos contra ellos...
Incididos tenía probablemente las mismas ¡deas, al menos con respecto a los persas; él, que
tiene un concepto tal alio de la verdad histórica y de los deberes que impone, no se atreve, sin
duda por pudor patriótico, a mencionar la paz de Calias, y mientras relata humillantes ges­
tiones de los lacedemonios ante el gran rey, calla las negociaciones, igualmente deshonrosas,
emprendidas por los atenienses”, en Glotz, Gustavo, La Ciudad Griega, p. 301.
104 ROSANA GALLO

guerra, Tucídides alcanza a ocuparse de los primeros veintiún años. El


relato del autor no está fundado en la intervención divina, ni involucra
en modo alguno la mitología griega, constituye un adelanto para la
época dado que la realiza en base a indicios, testimonios de testigos y
su propia participación en la guerra4. Tucídides expresa “Mas en cuanto
a las cosas que se hicieron durante la guerra, no he querido escribir lo
que oí decir a todos, aunque me pareciese verdadero, sino solamente lo
que yo vi por mis ojos, y supe y entendí por cierto de personas dignas
de fe, que tenían verdadera noticia y conocimiento de ellas”5. Tengamos
presente que los discursos que colman la obra, np son textuales, son
reconstrucciones de Tucídides, tomados de quienes los pronunciaron en
cada oportunidad.

Tucídides manifiesta tener una especial preocupación por la ve­


racidad de los hechos relatados, así como por no adicionar una visión
parcial de los acontecimientos, pretendiendo una obra que sea útil para
la posteridad, por mostrar el comportamiento de los hombres6. El autor
no vacila en afirmar que la guerra que relata es la más grande hasta la
fecha de su acaecimiento, sobre todo por su totalidad, por involucrar a
toda Grecia en ella, siendo insignificantes en comparación, para Tücídi-
des, las guerras anteriores7.

4Tucidides gobernaba la isla de Tasos, tenía a su cargo las minas de oro y plata utiliza­
das para la moneda. Le fue encargada la misión de socorrer a Anfipolis del ataque espartano,
dado que estaba muy cerca de Tasos. La empresa no tuvo éxito y el general espartano Brasidas
logró tomar la ciudad. Fue una pérdida estratégica dado que los lacedemonios podrían atrave­
sar fácilmente el rio Estrimón. Este hecho le valió el exilio a Tucídides. En Tucídides, Historia
de la Guerra del Peloponeso, L p, 214.
í Ibídem, p. 10.
4“Y porque yo no diré cosas fabulosas, mi historia no será muy deleitable ni apacible
de ser oída y leída. Más aquellos que quisieren saber la verdad de las cosas pasadas y por ellas
juzgar y saber otras tales y semejantes que podrían suceder en adelante, hallarán útil y prove­
chosa mi historia; porque mi intención no es componer farsa o comedia que de placer por un
rato, sino una historia provechosa que dure para siempre”. Ibídem, p. 10.
7“El ateniense Tucídides escribió la guerra que tuvieron entre si los peloponenses y ate­
nienses, comenzando desde el principio de ella, por creer que fuese la mayor y más digna de
ser escrita, que ninguna de todas las anteriores, pues unos y otros florecían en prosperidad y
tenían todos los recursos necesarios para ella; y también porque todos los otros pueblos de Gre-
L A TIR A N ÍA KN LA A NTIGUA GRECIA 105

La Guerra del Peloponeso aconteció en una época de gran prospe­


ridad para las polis griegas, sobre todo para Atenas, que estaba en su
esplendor, en el apogeo de su Imperio marítimo. Al finalizar la misma,
el estado de destrucción material, el costo en vidas humanas, además
del económico y la devastación moral que sufrieron en gran medida las
diversas polis, incluso Atenas, fueron factores que se traducen en una
debilidad que contribuyó a la posterior dominación macedónica de las
ciudades estado griegas.

Comienza Tucídides su obra, recordando la historia de los griegos y


. encontramos la primera referencia a la tiranía, en los tiempos posteriores .
a la Guerra de Troya, cuando las ciudades comenzaron a poblar diversas
tierras. Los atenienses, Jonia y muchas de las islas y los peloponenses
la mayor parte de Sicilia e Italia, así como otras ciudades de Grecia. En
éste contexto menciona el autor que “Haciéndose de día en día la Grecia
más poderosa y rica, se levantaron nuevas tiranías en las ciudades a me-
. dida que iban creciendo las rentas de ellas. Antes los reinos se heredaban
por sucesión, y tenían su mando y señorío limitado”8. Deja entrever que
la tiranía es el poder tomado mediante la usurpación, distinguido de la
monarquía por romper con la sucesión hereditaria.

El autor menciona que las polis ejecutaban pequeñas guerras, que


rara vez las ciudades subordinadas se levantaban contra sus principales.
En ese marco afirma que otra de las razones por las que no hubo grandes
guerras es porque los tiranos que gobernaban las ciudades estado no
tenían interés en ampliar su dominación, al decir que “Los tiranos que
las mandaban no tenían en cuenta sino guardar sus personas, conser­
var su autoridad, aumentar sus bienes y enriquecerse, y, atento a estas
cosas, ninguno salía de sus ciudades para ir lejos a conquistar nuevos

cia se levantaron a favor y ayuda de la una o la otra parte, unos desde el principio de la guerra y
otros después. Fue éste movimiento de guerra muy grande, no solamente de todos los griegos,
sino también en parte de los bárbaros y de extraños de todas las naciones..." Ibídcm, p. 2.
5Ibídem,p. 6.
106 R O SA N A GALLO

señoríos. Por eso no se lee que hiciesen cosa digna de memoria, sino
sólo que tuvieron algunas pequeñas guerras entre sí, de vecino a vecino,
excepto aquellos griegos que ocuparon Sicilia, los cuales fueron muy
poderosos. De manera que por ésta vía la Grecia estuvo mucho tiempo
sin hacer cosa memorable en común y a nombre de todos, ni tampoco
podía hacerlo cada ciudad de por sí”9. Existen escasas referencias a las
distintas tiranías de las que tuvo noticia el autor, y sus apreciaciones
personales respecto de las mismas, al narrar la Historia de la Guerra
del Peloponeso.

Nos cuenta Tucídides que Pisístrato, tirano de Atenas, purificó


la isla de Délos. Y que Polícrates, tirano de Samos, también tuvo un
especial interés en Délos. Polícrates dominó diversas islas, ya que era
poderoso en la navegación, tomó la isla de Renea y realizó una cadena
a fin de unirla con Délos, consagrándola íntegramente al dios Apolo10.

A diferencia de estas brevísimas alusiones a la tiranía, Tucídides


relata extensamente las circunstancias de la muerte de Hiparco, irnos de
los hijos de Pisístrato, en Atenas, las cuales hemos tratado en el Capítulo
“La Tiranía a Través del Tiempo”. Recuerda éstos hechos del pasado
en ocasión de un suceso ocurrido en Atenas durante el transcurso de
la guerra. Una mañana amanecieron las esculturas del dios Hermes de
toda la ciudad, dañadas y sin rostro. Lo cual ocasionó gran preocupa­
ción y generó una intensa investigación, apresando los atenienses a los
sospechosos por mínimo que sea el indicio en su contra. Pero, porqué
el asunto de las estatuas causó tal conmoción en el pueblo ateniense?
Tucídides lo explica de la siguiente forma “Trayendo a la memoria éstas
cosas antiguas [la tiranía de los pisistrátidas], el pueblo de Atenas estaba
más exasperado y receloso, y se movía más para la pesquisa de aquel
hecho de las imágenes de Mercurio destrozadas y de los ministerios y

Mbidem p. 9.
'“Ibídem, p. 165.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA
107

sacrificios violados y profanados que antes hemos referido, temiendo


volver a la sujeción de los tiranos, y creyendo que todo aquello fuera
hecho con intento de alguna conjuración y tiranía, Por esta causa fueron
presas muchas personas principales de la ciudad, y cada día crecía más
la persecución e ira del pueblo, y aumentaban las prisiones...”11.

No existen en Tucídides mayores referencias a la tiranía como go­


bierno de un hombre mediante la usurpación del poder político, que las
que comentamos.

Abordaremos el análisis de la tiranía en la Historia de la Guerra


del Peloponeso a través de una peculiar perspectiva, destacando que
no es asumida como una postura del presente proyecto, sino como una
reflexión. Advertimos a lo largo del relato y de distintos discursos,
diversos modos de aludir a Atenas como una ciudad-estado que según
sus oponentes, habría ejercido en cierta forma una especie de tiranía,
en su faz externa, respecto de otras polis. Profundizaremos a lo largo
del capítulo.

Tucídides explica los motivos que desencadenaron la Guerra del Pe­


loponeso. El detonante podría considerarse de escasa magnitud para una
guerra de las dimensiones que alcanzó la que nos ocupa, lo cual denota
que existían otras razones más profundas.

Los corcirenses habitaron Epidamno con la conformidad de los Co-


rintos, que eran metrópoli de Corcira. Los de Epidamno le solicitaron
colaboración a Corcira porque estaban siendo atacados por bárbaros en
connivencia con algunos que habían sido habitantes de la ciudad. Al ne­
garse Corcira acudieron a Corinto, por consejo del Oráculo de Belfos, a
pedir socorro. Los corintios decidieron que Epidamno era colonia suya,
por ser colonia de Corcira y prestaron ayuda a los epidamnos.

u Ibíáem, p. 307.
108 ROSANA GALLO

Los corcirenses, con el apoyo de Lacedemonia, instaron a los corin­


tios a retirar su guarnición y los moradores corintios que habitaban
Epidamnio. Se desató una batalla naval en la cual vencieron los corci­
renses. Durante un año los corintios se prepararon para la guerra contra
Corcha, incluso contratando mercenarios del Peloponeso. Ésta polis no
formaba parte de ninguna de las dos confederaciones que imperaban por
entonces, ni en la Lacedemonia, ni en la delioática, por lo que le solicita
a Atenas los admita como aliados, a su vez, los corintios solicítanle su
amistad y alianza. Los atenienses finalmente optan por aliarse a los:
corcirenses.

Los corintios, encolerizados con Atenas, acudieron al senado de


Lacedemonia a fin de lograr su apoyo en el conflicto. Argumentando en
contra de Atenas: “Veis a los unos perdida su libertad y puestos en ser­
vidumbre por los atenienses, y a los otros espiados, forjándoles asechan­
zas, mayormente a aquellos que son vuestros aliados y confederados, a
los cuales mucho tiempo antes han procurado atraer para poderse servir
y aprovechar de ellos en tiempo de guerra contra nosotros si por ventura
se la hiciéramos. Ciertamente no con otro fin nos tienen ahora tomada a
Corcira por fuerza, y cercada la ciudad de Potidea, pues Corcira proveía
a los peloponenses de muchos navios y Potidea era lugar muy a propósito
para conservar la provincia de Tracia..

Tras las pertinentes deliberaciones dentro de la liga de los Lace-


demonios y sus Aliados, todas las polis, representadas mediante sus
embajadores, decidieron declarar la guerra a Atenas, fundando la misma
en las injurias y ultrajes que había causado Atenas al formar su imperio.
Tucídides expresa en relación al decreto por el cual Esparta declara la
guerra a Atenas que “Impulsó a los lacedemonios a hacer este decreto,
no tanto el influjo de los aliados y compañeros, cuanto el temor de que

13Ib idem , p. 29
LA T IR A N ÍA EN LA A N TIG U A GRECIA
109

los atenienses creciesen en fuerzas y poder, viendo que la mayor parte


de Grecia estaba ya sujeta a ellos"13.

La causa principal de la guerra del Peloponeso, para Tucídides, más


allá de las formales, es el miedo de los espartanos ante el avasallante
dominio de Atenas. En palabras del autor “La causa más principal y más
verdadera, aunque no se dice de palabra, fue el temor que los lacede-
monios tuvieron de los atenienses, viéndolos tan pujantes y poderosos
en tan breve tiempo”14. Prueba de ello es que tras diversas demandas de
los lacedemonios y respuestas del Ática, enviaron los lacedemonios a
Atenas a través de sus embajadores el verdadero requerimiento, el real
propósito de Esparta y sus aliados: “Los lacedemonios quieren la paz
con vosotros, la cual podéis gozar si dejáis a los griegos en libertad y
que vivan según sus leyes”.

Tal vez el imperio ateniense fue la causa de la guerra y de tantos


infortunios vividos por los griegos durante los veintisiete años de du­
ración, vista por muchos como una tiranía, pero no como usurpación
del poder o como el ejercicio del mismo sin legitimación divina ni
hereditaria, sino como dominación extranjera. Trabajaremos durante el
desarrollo del capítulo la visión de las polis subordinadas a Atenas dicha
dominación, según Tucídides, así como el argumento de Esparta para
justificar la guerra y si la actitud de la polis vencedora logra cumplir
su propósito o se desvirtúa en una nueva dominación de las ciudades-
estado, pero con distintos actores.

De la lectura de Tucídides surge que diversas polis reclamaban a


Atenas que ejercía una tiranía respecto a las polis bajo su dominio. Ello
nos recuerda la visión que las ciudades tenían del rey Minos en relación
a la dominación minoica, a la talasocracia cretense.
;ÍS._‘ ; ••

n lbidem, p. 40.
l4Ibidcm, p. 11.
110 ROSANA O A U .O

El siguiente es un extracto del discurso15de los corintios en el Sena­


do de los lacedemonios, a fin de persuadirlos de la necesidad de iniciar
la guerra contra los atenienses. “...Considerad que si sujetamos por fuer­
za aquella ciudad de Grecia que quiere usurpar la tiranía sobre todas las
otras, de las que ya domina algunas, y procura dominarlas, quedaremos
en paz y seguridad, y viviremos sin peligro, y daremos libertad a los
griegos que ahora están en servidumbre”16.

Los embajadores atenienses, a efectos de defenderse de las imputa­


ciones de tiranía que le hicieran los corintios en el Senado de los lacede­
monios, en relación al conflicto entre atenienses y corintios por Corcira,
argumentan según Tucídides “Nos parece, varones lacedemonios, que
por aquella nuestra animosidad y prudencia somos merecedores de te­
ner el señorío que al presente poseemos: del cual no les debe pesar, ni
deben tener envidia los griegos, que no le tomamos, ni ocupamos por
fuerza ni tiranía, sino porque vosotros no osasteis esperar a los bárbaros
enemigos, ni perseguirlos: y también porque nos vinieron a rogar nues­
tros amigos y aliados que fuésemos sus caudillos y los amparásemos y
defendiésemos”17. Se refieren a que la importante participación ateniense
en la guerra contra los medos dio a Atenas la legitimidad de ejercer la
dominación sobre las polis subordinadas, que no fue usurpación del
gobierno la causa de la sujeción ejercida.

Los corintios, sin embargo no se mostraron en contra de la tiranía


en el siguiente episodio que tuvo lugar en el primer año de la guerra
del Peloponeso, cuando los atenienses tomaron la ciudad de Astaco,
expulsaron al tirano Evarco, quien la gobernaba. A ello respondieron
los corintios concediéndole a Evarco cincuenta navios y mil quinientos

15 Los discursos son reconstruidos por Tucídides, a partir del relato de testigos o por
haberlos él escuchado. No son textuales, sino redactados por el autor de La Guerra del Pelo­
poneso.
“ Ibidem, p. 54.
l7lbídem, p. 34.
LA T IR A N ÍA E N LA ANTIGUA GRECIA
111

hombres de guerra a fin de que se restableciera en el poder, lo cual logró


gracias a dicha colaboración18,

Tucídides reconstruye un discurso de Pericles, pronunciado ante el


pueblo ateniense, en el que los exhorta a continuar la guerra. En él se
refiere a la dominación que Atenas ejercía sobre las polis bajo su suje­
ción en los siguientes términos “Así que, conviene a todos de común
acuerdo mirar por vuestra honra, dignidad y seguridad de vuestro estado
y señorío, que siempre os fue agradable, sin rehusar a los trabajos, sino
queréis también rehusar a la honra, y pensar que no es solo la contienda
sobre perder la libertad común, sino sobre todo perder vuestro estado
y señorío, además del peligro que crece por las ofensas y enemistades
que habéis cobrado por conservarle. Por lo cual, aquellos que por temor
del peligro presente, so color de virtud y bondad, procuran el reposo
y la paz, sin mezclarse en los negocios de la República, se engañan en
gran manera: que nos está en nuestra mano el despedirnos de ellos,
porque ya hemos usado de nuestro imperio y señorío forma y manera
de tiranía, la cual así como es cosa violenta e injuriosa tomarla al prin­
cipio, así también es peligroso dejarla. Los hombres que por temor de la
guerra persuaden a los otros que no la sigan, destruyen a la ciudad y a sí
mismos, y dan la libertad a los que sujetaban antes. El reposo y sosiego
no pueden ser seguros, sino encaminados por el trabajo; ni conviene el
ocio a una ciudad libre como la nuestra, sino para las que quieren vivir
en servidumbre”” .

Es importante tener presente que tomamos conocimiento de los


acontecimientos y los discursos desde la óptica del autor. Por lo que no
podemos aseverar, ni es nuestra intención hacerlo, que Atenas se com­
portara como una tiranía a nivel externo, en relación a las polis bajo su
dominio, sino reflexionar sobre ello. Lo que podemos inferir, es que a

“ Ibídem, p. 81.
'’ lbídem, p. 94.
112 ROSANA GALLO

causa de la acepción negativa del vocablo “tiranía”, éste era utilizado


para referirse a la dominación externa, es decir de una polis por otra.

Mientras Atenas floreció y amplió su imperio, se expandió lo inno­


vador, la democracia y representando Esparta lo tradicional, el gobierno
oligárquico, por lo que la Guerra del Peloponeso implicó un retroceso en
la implantación de la democracia20.

El imperio ateniense fue gestándose poco a poco, a partir de ser


Atenas la polis hegemónica de la Liga de Délos, o Liga Ático-Delia,
formada en un principio para combatir a los medos. Las ciudades aliadas
se fueron convirtiendo en súbditos, tributarias de Atenas, debiendo acu­
dir a la polis dominante para acceder al sistema judicial. Atenas envió
guarniciones y comandantes en ciudades sospechosas o peligrosas para
el Imperio. Ante intentos de separarse de la confederación, respondía
con su flota, realizando bloqueos a fin de que desistieran en sus inten­
ciones. Las medidas empleadas podían tratarse de ejecuciones, entrega
de material de guerra, demolición de murallas, mayores contribuciones
impositivas, cesión de tierras a colonos áticos21.

Pero no podemos dejar de mencionar que la misma polis imperia­


lista que adoptaba la política exterior descripla “se mostró digna de ser
señora por sus grandiosas obras de cultura. Ella compensó mil veces lo
que había tomado. Por el hecho de haber incorporado a su ser la savia
del más perfecto helenismo, conquistó la posibilidad de ser lo que fue, a
saber: no tanto el centro político, sino también el artístico e intelectual
de los helenos y el cénit de la cultura humana en general”22.

“ “También fue causante de uu retroceso en la implantación de la democracia. Mientras


Atenas gozó de poder y éxito, su Constitución democrática tuvo un efecto magnético sobre el
resto de los Estados. Sin embargo, su derrota fue un factor decisivo en el desarrollo político
de Grecia, y la situó en el camino de la oligarquía”, en Kagan, Donald, La Guerra del Pelo­
poneso, p. 18.
21Bethc, Erich. Un Milenio de Vida Griega Antigua, p. 124.
22lb¡dem, p. 126.
LA T IR A N IA BN L A A N T iO U A G R E C IA 113

Sería interesante analizar todo el desarrollo de la guerra, pero exce­


dería los objetivos del presente trabajo. Sin embargo, es preciso destacar
que la polis vencedora, Esparta, quien argumentaba que liberaría a los
griegos, conforme veremos seguidamente, procedió a ejercer una domi­
nación tanto o más invasiva que la que ejercía Atenas en el apogeo de
su imperio marítimo.

En este sentido, recordemos los argumentos liberadores de los


griegos, que expresaban los lacedemonios, en un extracto del discurso
del general espartano Brasidas, cuando Esparta se dispuso a atacar a la
ciudad de Acanto. Los del pueblo, por la persuasión de Brasidas consin­
tieron que entrase a la ciudad solo para dar un discurso y luego de oído,
determinarían si se entregaban23. El general se presentó en el senado y
expuso: “Si tenéis otro pensamiento contra nosotros, y queréis resistir
a los que procuran vuestra libertad y la de toda Grecia, haréislo mala­
mente, así porque impediréis vuestra propia libertad como porque daréis
mal ejemplo a los otros para que no nos quieran acoger en sus tierras...
No puedo imaginar que tengáis motivo o razón para hacerlo si no es
por sospechas de que la libertad que yo os procuro es fingida y falsa, o
que nosotros los lacedemonios no somos bastante poderosos como para
defenderos contra los atenienses si os atacan. De esto a mi ver no debéis
tener ningún temor... En cuanto al otro punto, yo os aseguro que no
fui enviado de parte de los lacedemonios para hacer daño a Grecia sino
para darle libertad, habiendo primeramente hecho juramento solemne
en manos de los cónsules y gobernadores de los lacedemonios de dejar
vivir en libertad y seguir' sus leyes a todos aquellos que pudiese atraer
a nuestra amistad y alianza. Por tanto, debéis saber que no vine aquí
para atraeros por fuerza o engaño a nuestra parte y devoción, sino antes

“ Esparta habla determinado que se intentara siempre tomar la ciudad por rendición en
lugar de hacerlo por la fiierza. Tucídides menciona que esta operatoria era realizada por los
espartanos para que si futuros tratados de paz determinaran que tuvieran que devolver las polis
que tomaron por la fuerza, no ingresaran en esta categoría las que se rindieron por voluntad
propia. En T\icidides, La Guerra del Peloponeso, p. 143.
114 R OSANA G A L LO

por el contrario, para sacaros de la servidumbre de los atenienses y ser


nuestros compañeros en esta guerra contra ellos... os certifico que no
he venido a provocar sedición o discordia, y me parecería no poneros en
verdadera libertad, si trocando vuestra antigua forma y costumbre de
vivir, quisiese sujetar el pueblo a la dominación de algunos particulares,
o estos a la sujeción del pueblo, pues sé muy bien que tal mando os sería
mas odioso que el de los extraños. Ni a nosotros los lacedemonios se
debería agradecer el trabajo que tomáramos por vosotros, antes en lugar
de la honra y gloria que esperábamos, seríamos acreedores de vituperio,
y nos podrían culpar del mismo vicio de tiranía que imputamos a los
atenienses, siendo más digno de reprensión en nosotros que en ellos, por
lo que nos preciamos de la virtud de no emplear fraude ni engaño como
ellos usan”24.

Los vencedores de la guerra del Peloponeso fueron los espartanos y


sus aliados. La batalla de Egospótamos fue decisiva, también ha influido
la expedición ateniense a Sicilia, gran error estratégico al distraer tantos
hombres de guerra y cuantiosos recursos en una empresa de tan dudo­
sas posibilidades de ser lograda con éxito, como tomar Sicilia. A fin de
ganar la guerra, los espartanos se valieron del apoyo persa, junto con la
flota que reunieron al efecto. Las consecuencias de la batalla de Egospó­
tamos fue devastadora, los barcos de la flota ateniense, a excepción de
diez de ellos, fueron hundidos o capturados, careciendo los atenienses
de recursos para construir otra flota.

Lisandro25. navarca espartano que vuelve a tomar protagonismo al


final de la guerra, logró que las ciudades aliadas a Atenas se rindieran e
implementó un bloqueo comercial a Atenas, colocando guarniciones en

Mrbidem,p. 206.
J5Lisandro había sido navarca previamente, y los espartanos, según sus normas no po­
dían nombrar dos veces en dicho cargo a una misma persona. Por lo que nombraron a Araco
como navarca nominal y a Lisandro como su secretario y segundo navarca, siendo el que de
hecho daba las directivas. En Kagan, Donald, La Guerra del Peloponeso, p. 704.
rr

L A T IR A N ÍA E N I.A ANTIGUA G R EC IA JJ 5

Bizancio y Calcedonia, a ambos lados del Bósforo y decretó la pena de


; muerte para cualquiera que llevara grano al ática26. La única polis que
resistió de las que integraban el imperio ateniense fue Samos. Mientras
tanto, Lisandro dirigía su mirada a Atenas. Su estrategia fue el asedio
en lugar de un ataque directo por asalto, dado que Atenas era demasiado
fuerte para ello.

El asedio fue efectivo y tras diversos rechazos del gobierno espar­


tano, lograron llegar a un acuerdo. Los términos de paz implicaban que
fueran derribados los Muros Largos y las murallas del Pireo, Esparta de­
terminaría la cantidad de barcos que podría tener Atenas, deberían per­
mitir el regreso de los exiliados, mantendrían el control del Ática, pero
renunciando a su política exterior, la que quedaba en manos espartanas27.
Y además, Atenas debía gobernarse por su Constitución Ancestral28.

En el plano político, Esparta reemplazó los gobiernos democráticos,


por oligarquías dirigidas por hombres leales a Lisandro. “Antes de que
hubiera transcurrido mucho tiempo, el ‘libertador de los griegos’ estaba
recaudando tributos de las ciudades que estaban bajo su control, y el
gobierno espartano ratificaba esta manera de actuar”29.

Así fue como luego de veintisiete años de intensas luchas, en el año


404 Atenas pierde la guerra del Peloponeso. Una de las consecuencias
fue la imposición espartana de un gobierno oligárquico que fue conocido
como “Los Treinta Tiranos”30.

“ Ibídem, p. 716.
51Ibídem, p. 725.
26 En palabras de Aristóteles “Hecho dueño de la ciudad Lisandro, implantó la constitu­
ción de los Treinta de la siguiente manera: se brindaba la paz a los atenienses, en la medida
en que se gobernasen por la constitución tradicional”, en Aristóteles, Constitución de Atenas,
p. 81.
í9Kagan, Donald, La Guerra del Peloponeso, p. 717.
,0 Sobre la alternancia de las formas de gobierno: “La historia política y constitucional
de las ciudades griegas consiste en una destrucción alternativa de regímenes, desde dentro o
desde fiiera” en Orlandi, Héctor Rodolfo, Dem ocracia y Poder. Polis Griega y Constitución
116 ROSANA GALLO

Era un gobierno conformado por treinta personas, encargadas de


redactar la Constitución de Atenas, de acuerdo con la tradición, cuestión
que no realizaron extendiendo el gobierno provisional por tiempo indefi­
nido. Gobernarían según dicha Constitución, pero mientras continuaban
aplazando el momento de redactarla, reclutaban las personas que debían
formar parte del Consejo y las demás magistraturas31. Se los llamó
tiranos por que ejercían un poder sin límites legales, por la violencia
empleada en el ejercicio del gobierno, realizando ejecuciones fundadas
en motivos más económicos que políticos32. Se toma la acepción negativa
del término tirano, dado que políticamente era oligárquico.

A fin de reforzar su poder, los treinta tiranos solicitaron una guarni­


ción espartana. Según Jenofonte, uno de ellos, Critias, afirmaba que de­
bían comportarse como una tiranía para evitar la vuelta a la democracia.

Se promulgó una ley por la que cualquiera de los Treinta podía con­
denar a muerte y confiscar los bienes33, sin ningún tipo de proceso, a
cualquier ciudadano que no estuviese inscripto en una lista. La lista de
los tres mil, y sólo a éstos se les garantizaba un juicio previo. Terámeno,
uno de los treinta, se oponía a la brutalidad extrema del régimen y fue
llevado a juicio, en el que se defendió con éxito de todos los cargos. La

de Atenas, p. 37; “Los atenienses derribaban en todas partes las oligarquías y los laconios las
democracias”. En Aristóteles, Política, VI (IV), 2,1; 3,6-8 en ORLANDI, Héctor Rodolfo,
D em ocraciay Poder. Polis Griega y Constitución de Atenas, p. 37”.
31 Jenofonte, Las Helénicas, libro II, capftulo III en ORLANDI, Héctor Rodolfo, Demo­
cracia y Poder. P olis G riegay Constitución de Atenas, p. 205.
32“E! nuevo régimen comenzó un reino de terror, que consistió en una extensa confisca­
ción de la propiedad y el asesinato judicial, primero dirigido contra lideres de la democracia,
luego contra ricos para obtener beneficio y finalmente contra los moderados, incluidos aquellos
de sus propias filas que protestaron contra esas atrocidades”. En Kagan, Donald, La Guerra
del Peloponeso, p. 729.
33 "Al comienzo, pues, fueron comedidos con los ciudadanos y simularon atenerse a la
constitución tradicional... Pero, una vez que tuvieron más sujeta a la ciudad, no respetaron
a ningún ciudadano, antes dieron muerte a todos los que sobresalían por sus riquezas, por su
linaje o por sus méritos, tanto para quitarse el miedo, como para apoderarse de las riquezas; y
en el transcurso de un tiempo breve, dieron muerte a no menos de mil quinientos”. En Aristó­
teles, Constitución de Atenas, p. 82.
LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA GIIECIA 117

actitud posterior de los restantes tiranos, fue borrarlo de la lista de los


tres mil y sin juicio alguno lo condenaron a muerte.

Ilustra Jenofonte los propósitos declarados de Los Treinta, en unos


párrafos en los que Critias, uno de los tiranos expresa “Nosotros so­
mos treinta y no uno solo, y si ves alguna razón que puede privarnos
de emplear esta magistratura como una tiranía, eres muy ingenuo... Si
llegamos a darnos cuenta que alguien hace oposición a la oligarquía, nos
libraremos de él en la medida que nos sea posible, ya que nos parece
muy justo que, si es precisamente uno de nosotros quien intenta arrui­
nar el régimen establecido, sea castigado. Pues bien, nos hemos dado
cuenta que Terámeno, aquí presente, en la medida de sus posibilidades
procura perdernos a vosotros y a nosotros. Para persuadiros de ello
comprobaréis, si queréis reflexionar, que nadie más que Terámeno ata­
ca la situación presente y nos pone obstáculos cada vez que intentamos
desembarazarnos de algún jefe del partido democrático.. .”34.

El gobierno de los Treinta Tiranos duró hasta el año 403 en el que


fue restaurada la democracia, gracias al accionar de Trasíbulo y quienes
lo apoyaron. Trasíbulo huyó de Atenas hacia Tebas, organizó un pequeño
ejército, que se fue fortaleciendo a medida que se acrecentaba la dureza
del régimen. Dicho ejército se enfrentó a las fuerzas espartanas en el
Pireo, quienes abandonaron Atenas.

Advertimos fácilmente que el gobierno oligárquico de los Treinta


Tiranos, no reunió las características que a grandes rasgos poseyeron
las tiranías que analizamos a lo largo del Proyecto de Investigación, en
relación con las reformas sociales que efectuaban los tiranos en general
en las diversas polis, preocupados por asistir a las clases más humildes
y dejando vigente la Constitución de sus ciudades.

34Jenofonte, Las Helénicas, libro II, capítulo III en Orlandi, Héctor Rodolfo, Dem ocracia
y Poder. Polis Griega y Constitución de Atenas, p. 207.
118 ROSANA GALLO

Lisandro tenía el deseo de reemplazar el Imperio ateniense por la


hegemonía espartana35, lo cual se evidencia en la actitud que tomó Es­
parta una vez obtenida la victoria.

Al finalizar la guerra Esparta realizó lo mismo que según argumen­


tó, fue el motivo principal del inicio de la guerra, la dominación de las .
polis que habían formado parte del Imperio ateniense36, lo cual refuer­
za la hipótesis de Tucídides en relación a que la verdadera causa de la
guerra fue el temor de Esparta y sus aliados de que Atenas continuara
extendiendo su Imperio marítimo.

“El propósito declarado de los vencedores, la liberación de los grie­


gos, se convirtió en una burla, incluso antes de que la guerra hubiera
terminado, mientras que la paz que siguió fue de corta duración”37.

Lo fascinante de Atenas es haber logrado en el siglo V a.C., en el


que aconteció esta guerra de proporciones descomunales, expresar todo
su esplendor en las artes y las ciencias.

“Es como si en la pequeña Atenas de aquel entonces se hubiese


reunido todo el poder humano, para entre dolores y venturas, alumbrar
una primavera como no ha vuelto a experimentar la Humanidad”38.

53Kagan, Donald, La Guerra del Peloponeso, p. 659.


36“La victoria espartana no proporcionó la libertad para los territorios antes sometidos
por Atenas, ya que Lisandro mantuvo el control de muchas ciudades gTÍegas de Asia Menor, y
los persas recobraron otras muchas. Los espartanos reemplazaron el imperio naval ateniense
por el suyo propio, imponiendo oligarquías muy cerradas y guarniciones espartanas y go­
bernadores en las ‘ciudades liberadas’, así como el pago de tributos”. En Kagan, Donald, La
Guerra d e l Peloponeso, p. 729.
37Ibídem, p. 727.
38Bethe, Erich, Un Milenio de Vida Griega Antigua, p. 148.
LA T IR A N ÍA BN LA ANTIGUA ORROIA ]]9

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•| S :
Historia de la Guerra del Peloponeso, Editorial Porrúa S.A.,
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México, cuarta edición, 1989.
UNA BREVE MIRADA
SOBRE PISÍSTRATO Y SU DINASTÍA

P r o f. A bogado S e r g io R o m á n P é r e z F ío r i 1

¿Quién fue Pisístrato?


Mucha gente lo conoce como la “primera víctima del tiranicidio”. Al
final de este opúsculo volveremos sobre la veracidad de este desenlace.

Pisístrato, de quien nos ocuparemos aquí, (607-527 a.C), gobernó


Atenas en 561, 559-556 y del 546 al 527 a.C. Su padre era Hipócrates, y
merece subrayarse su actuación en la contienda bélica contra la polis de
Megara, en la que condujo exitosamente a las huestes de Atenas logran­
do reincorporar la región de Salamina.

En tiempos de Solón integró uno de los tres sectores en los que se


hallaba fragmentada la sociedad helénica.

Así, en el año 561 hizo una presentación pública y espontánea al


pueblo en el Agora, explicando que su persona era víctima de una cons­
piración, que sus enemigos políticos habían armado una conjura en su
contra -con tentativa de homicidio y todo- por lo cual solicitó custodia
policial, que le fue concedida en la forma de cincuenta hombres arma­
dos con garrotes, realizando un golpe de Estado que tuvo una duración
breve, dado que la coalición opositora lo obligó a abandonar.

1 Doctorando en Derecho (Universidad Argentina J. F. Kennedy); Especialista en


Docencia Universitaria (Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina); Mediador
(Universidad Maimónides); Abogado y Procurador (UBA); Bachiller en Ciencia Política
(Universidad del Salvador); Docente de la UBA, la Universidad Kennedy y el Instituto Uni­
versitario de laP.F.A.
122 ROSANA GALLO

Regresó unido políticamente a Megacles, declinó tener hijos con su


hija para no perjudicar a sus vástagos mayores: Hipias e Hiparco.

Es famoso su ostracismo que duró diez años, período en el que se


enriqueció con las minas de oro de Tracia y Macedonia, aprovechando el
tiempo para organizar y armar una nueva milicia que le permitiría regre­
sar victorioso, venciendo a sus enemigos en el año 549 a.C en la batalla
de Palene. Al igual que la mayoría de los tiranos ordenó la realización
de numerosas obras públicas, siendo el primer mandatario que decidió
escribir la ílíaáa y la Odisea. Se preocupó por embellecer la ciudad con
el Liceo, muchos caminos, un acueducto, nuevos mercados, y los tem­
plos de Apolo y Zeus Olímpico. Gobernó con cierta demagogia, tratando
de conquistar la simpatía del pueblo. Desarrolló las fuerzas militares,
mejoró mucho la flota, tomando posesión de las Cicladas, costas del
Asia Menor y cierta zona del Helesponto. Está considerado por muchos
un benefactor de la Tragedia Griega, dado que, según ciertas crónicas y
relatos, hizo construir el primer teatro de Atenas, en el costado sur de la
Acrópolis, donde estaba el altar a Bromio.

Su deceso data del año 527 a.C, pasando su poder a sus herederos, sus
ya mencionados hijos Hipias e Hiparco, que forman parte de la dinastía
de los Pisitrátidas, apartándose del estilo moderado y cuasi popular de su
progenitor, transformándose en tiranos en la peor acepción del término.

Sostienen algunas fuentes que Pisístrato tuvo una relación homo­


sexual con Solón, aunque está controvertido.

Le sucedió en la tiranía y en el poder a su muerte, su hijo Hipias


porque era el mayor; convirtiéndose Hiparco en su mano derecha. En
los primeros tiempos, los dos siguieron la orientación política de su
progenitor, respetando la ley, promoviendo el arte y la cultura, haciendo
obras públicas y manteniendo bajos los impuestos. Empero, la situación
fue muy distinta en la realidad: su gobierno se tornó más débil, la opo­
LA TIR A N ÍA EN LA A N T IC U A CRÜ CIA 123

sición tuvo más fuerza política, se organizó mejor, la política exterior y


el contexto internacional se les volvían cada vez menos convenientes.

Llegamos a la conjura del año 514 a.C. Querían ejecutarlos en la ce­


lebración de las panateneas, en la que los dos gobernantes participaban
activamente. Se salvó Hipias que permaneció con vida, ultimaron a Hi-
parco. Ese fue el tiranicidio. Harmodio murió en combate, herido por la
guardia gubernamental. El pueblo estaba armado, apoyó la conspiración
que se tradujo en levantamiento.

Para que quede claro: Hipias salvo, Hiparco muerto, Harmodio


ejecutado allí por el personal armado y Aristogitón detenido, sometido
a suplicios de todo tipo, asesinado. En el tiempo ulterior a esos sucesos,
el gobierno de Hipias cambió totalmente: se tornó distante del pueblo,
reforzó la seguridad, construyó una fortaleza en el Pireo.

Vemos que Struve dice:

“Los proscritos atenienses -con preferencia, los miembros de las fami­


lias aristocráticas- encabezados por Clístenes, hijo de Megacles, fugaz
aliado de Pisístrato, hicieron una tentativa de invadir el Atica desde
Beocia y se fortificaron en el Leipsidrión... el poco destacamento de
los proscritos fue abatido. A fines del lapso 511-510 Esparta envió con­
tra Hipias, por vía marítima, un pequeño destacamento bajo el mando
de Anquimolios... Hipias batió fácilmente a Anquimolios, quien cayó
en combate. Entonces fue enviada una nueva expedición, esta vez por
tierra firme, mucho más numerosa, encabezada por el rey espartano
Cleómenes. Los aliados tesaliotas de Hipias fueron derrotados y debie­
ron retirarse del Atica”2.

En síntesis, el gobierno de hecho de Pisístrato no modificó en nada


la estructura ateniense en formación, entendiendo estructura en el senti­
do hegeliano y aún marxista, no hubo ninguna transformación política ni

2Stuvre, V.V. H istoria d e la antigua Grecia, T. I, p. 237.


124 ROSANA GALLO

jurídica ni cambios de fondo, se preocupó por las obras públicas y la cul­


tura y por poner familiares y allegados en los cargos más importantes.

Las opiniones favorables a la administración de Pisístrato las encon­


tramos en numerosos textos, contemporáneos a él o posteriores. A modo
de ejemplificar esto, Isaac Asimov manifiesta lo siguiente:

“...fue uno de los mejores tiranos: mantuvo las reformas de Solón, pro­
tegió la agricultura, embelleció Atenas, preservó la paz, editó los poe­
mas homéricos en la forma en que hoy subsisten, estimuló el comercio
y, en general, ejerció el poder con humanidad.

Promovió un cambio en la religión: la antigua religión olímpica -los


dioses que aparecen en las obras de Homero y Hesíodo adolecían más
bien de vitalidad y pecaba de insulsa. El pueblo hallaba mucha más
satisfacción en las “religiones histéricas”, que prometían la salvación
y la dicha en el más allá para quienes aceptaran sus rituales. Estos se
mantenían en secreto (misterio viene de la palabra griega que significa,
precisamente, “secreto”), y, en algunos casos han permanecido ignora­
dos hasta nuestros días.

Se celebraban, así, los misterios eleusinos centrándose en Deméter,


la diosa de la agricultura. También había misterios relativos a Dionisos,
el dios del vino, y a Orfeo, un músico semidivino. Todos ellos incluían
comportamientos extáticos u orgiásticos, y trataban de la muerte y el
renacimiento. Entre la emoción de los ritos y la promesa de una vida
futura, las religiones histéricas resultaban muy satisfactorias y colmaban
las necesidades emocionales del pueblo.

Pisístrato fomentó estas actividades porque contribuían a minar el


poder de los nobles, que se habían reservado las funciones sacerdotales
en la vieja religión”3.

3Asimos, Isaac; Cronología del mundo, p. 78.


LA. T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA 125

Claro, esto tiene que ver con el contexto histórico-político que no


• puede soslayarse: es el de las colisiones sociales ulteriores al deceso de
Solón; en esa época se habían formado en Atenas tres movimientos po­
líticos perfectamente identificables: el de los pedieos, el de los diacrios y
el dé los parabios. Estos nombres los recibieron de las respectivas zonas;
los primeros se hallaban en el Pedión, sitio en el cual se encontraban las
tierras más codiciadas del Atica, pertenecientes a la antigua aristocracia

. . el áspero y duro suelo muy difícil de cultivar que se denominaba “dia-


cría”. Estaban a favor de la democracia y de una equitativa distribución,
de las riquezas. Contaban con la adhesión, cuenta Aristóteles, de los
sectores más carenciados y de las víctimas de la usura de aquél tiempo.
!!., Muchos autores incluyen como militante y activista de este grupo a
Pisístrato (...) que, paradójica o comprensiblemente, tenía su origen en
una alta alcurnia que había empobrecido abrupta e intempestivamente.
El tercer sector estaba compuesto por los paralios, que eran los que habi­
taban la costa; allí estaban los trabajadores portuarios, marinos, dueños
de embarcaciones y comerciantes.

En este marco, consultado nuevamente Struve sobre la situación


; ; socio-económica y la política de Pisístato, podemos comprobar que dice:

“No se propuso promulgar nuevas reformas ni abolir el orden estable­


cido por Solón. Intentando dar solidez a su poder personal, recurrió a
las más diversas medidas para ganar la popularidad en los más amplios
círculos de la sociedad ateniense. Según la afirmación unánime de los
antiguos, lo logró en grado bastante considerable. La intensa actividad
edificadora de Pisístrato proporcionaba trabajo a la indigente población
urbana. Hay que agregar aún que los adversarios más poderosos de Pi­
sístrato, especialmente los alcmeónidas, fueron expulsados de Atenas,
y sus bienes fueron confiscados y distribuidos entre los partidarios
del tirano. La otra parte de la aristocracia ateniense, la que no sin mo­
tivos veía en el régimen tiránico cierta especie de garantía contra los
126 ROSANA GALLO

constantes disturbios y agitaciones, evidentemente, también se había


reconciliado con él mismo. A todo ello, hay que añadir que, al menos
exteriormente, Pisístrato trataba de no violar las tradiciones de la vida
política de los atenienses. Durante su gobierno se efectuaron anualmente
las elecciones de los funcionarios, sin excluir el cargo más elevado, el de
arconte epónimo. Pero esta función, desde luego, había perdido su valor
anterior, siendo ocupada, al igual que las demás, por los partidarios del
régimen existentes”*.

En síntesis, Pisístrato gobernó Atenas entre 607 y 527 a. C, formó


parte de uno de los tres segmentos en los que se había escindido la so­
ciedad helena, denunció una confabulación contra su persona, solicitó
seguridad y protección a las fuerzas del orden, y realizó un golpe de Es­
tado, erigiéndose en “tirano”. Empero, este gobierno sería débil y breve,
dado que la fuerza de la coalición de los PEDIAKOI y los PARALIOI lo
obligó a dejar el poder en apenas un año.

Su retorno se produjo en 559 a. C apoyado por Megacles, en ese


momento enfrentado a Licurgo, con el acuerdo de contraer matrimonio
con su hija. Como no quiso tener vástagos con la hija de Megacles, para
favorecer a sus hijos Hipias e Hiparco, sus adversarios lo destituyeron
enviándolo al exilio, que duró diez años. En ese tiempo armó su ejército
y volvió victorioso en el año 549. Hizo prosperar la industria y el comer­
cio, y embelleció la ciudad.

En cuanto al interrogante de si: ¿Realmente Pisístrato fue asesinado


o murió de muerte natural?

Las versiones están controvertidas. Dicen autorizadas fuentes que


no fue ultimado, sino que fueron los hijos quienes sufrieron ese crimen
por los asesinos que se nombraron antes.

4Struve V.V., H istoria de la antigua Grecia, pp. 232-233.


LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA 127

Aristóteles en la Constitución de Atenas afirma que “Pisístrato, por


. tanto, llegó hasta su vejez en el gobierno y murió tras una enfermedad,
en el arcontado de Filóneo, después de haber pasado treinta y tres años
de su vida desde que se estableció como tirano por primera vez, de los
que permaneció diecinueve en el gobierno, ya que los restantes estuvo
desterrado”8.

Bien, como surge del párrafo transcripto, parecería que Pisístrato no


fue asesinado. Personalmente estamos a esta versión de los hechos, por
ser el estagirita el autor del relato.

Sobre Hiparco
Consultada la obra sobre Hiparco y el destino de los Pisistrátidas
en Atenas de Mónica Berti, advertimos que las fuentes son imprecisas,
pero según su investigación y guiándose por la Athenaion Politeica aris­
totélica y el Léxico de Arpocrazione, podemos llegar a la conclusión de
que Hiparco hijo de Carmo, perteneció a la dinastía de los Pisistrátidas,
exponentes de la tiranía ateniense en los siglos V a VI a.C, luego de lo
cual comienza el camino hacia la democracia6.

Para ubicarnos cronológicamente, explica, comenzaremos con Pi­


sístrato, quien accede al poder en el año 561, siendo depuesto al cabo de
unos seis años, y repuesto en el 552, haciendo un teatral ingreso a Ate­
nas, llevando a su lado en su carro a una bellísima mujer, según el libro
de los “ Deipnosofisti” dedicado a las mujeres más bellas del mundo an­
tiguo, Ateneo cita a Phye, hija de Sócrates, como a la mujer que vestida
como la diosa Atenea, permitió el reingreso de Pisístrato a Atenas y el
retorno de la tiranía. No obstante, fue nuevamente expulsado (año 546),
y asume por tercera vez (536), muriendo anciano (528).

3Aristóteles, Constitución de los atenienses, p. 59 (17,1).


5 Berti, Mónica, Fra Tiranía e democrazia. Ipparco figiio di Carmo e U destino dei
p isistratidi in Atena
128 ROSANA O A U .O

Luego de su muerte, tomaron el poder sus hijos, de los cuales dos


eran de su esposa legítima: Hipias e Hiparco, siendo de la esposa ilegíti­
ma Infonte y Egesistrato, de sobrenombre Tessalo, quienes continuaron
el gobierno de la misma manera.

Según Aristóteles -Berti cita al Maestro del Liceo- los dueños del
poder eran, por edad y rango Hipias, el más anciano y hábil político, e
Hiparco, amante del juego, los amores y las artes, quien se relacionó con
Anacronte, Simónides y otros poetas; en cambio Tessalo era más joven,
frontal y prepotente, y estando enamorado de Axmodio, sin ser corres­
pondido, tomo venganza sobre su hermana, y le impidió participar en la
Panateneas, donde Hiparco debía dar comienzo a la procesión, desenca­
denando así, la tragedia: Hiparco fue asesinado mientras organizaba el
evento (514). Harmodio y Aristogitón, secundados por varios cómplices,
lo atacaron, Harmodio fue ejecutado de inmediato por los guardias,
mientras que Aristogitón fue arrestado y torturado hasta su muerte,
aunque posteriormente dichos tiranicidas fueron venerados como héroes.

De estos hechos resulta una tiranía mucho más dura, ya que Hipias,
queriendo vengar a su hermano se tornó cruel, ejecutando y exiliando.
En el cuarto año después de la muerte de Hiparco, teniendo referencias
de que las cosas no andaban bien, mandó fortificar una ciudadela, para
trasladarse ahí, pero no llegó a hacerlo ya que fue derrotado por Cleó-
menes. rey de los Lacedemonios, habiendo estado en el poder 17 años,
estimándose en 39 años la duración de la tiranía.

En el año 508 comenzaron las reformas de Clístenes y luego de la


Batalla de Maratón, llegamos al 412, con la instauración del régimen de
los cuatrocientos.

En síntesis, la investigación desarrollada por Mónica Berti nos per­


mite delinear el retrato de una de las figuras más misteriosas y oscuras
LA T IR A N ÍA EN LA A N TIG U A GRECIA 129

de la historia ateniense entre los finales del siglo V y principios del siglo
VI a C., no obstante la escasa información, el protagonismo y la acción
política en el paso de Atenas de la experiencia tiránica y la construcción
de los fundamentos de la democracia de Atenas, en el siglo V.

Como se ha visto la tradición no es muy explícita sobre el personaje


de Hiparco, hijo de Carmo, ya que se han conservado muy pocos testi­
monios. Hiparco es considerado sucesor del tirano Pisístrato, y recorda­
do como la primer víctima del ostracismo ateniense, reiteramos, lo cual
es confirmado en las ostrazas del Ágora y en el Cerámico de Atenas.

Su relación con la familia de los “Pisistrátidas” es confirmada dado


que en el periodo comprendido entre la expulsión de Hipias y la victo­
ria de Maratón, Hiparco habría ocupado un importante lugar entre los
amigos de los tiranos que permanecieron en Atenas luego de finalizado
el régimen tiránico.

Las categorías de hegemonía y de prostasia empleadas por el autor de


Athenaion Politeica para comprender y explicar el origen de la práctica
del ostracismo en Atenas y su aplicación contra Hiparco, si bien son el
fruto del pensamiento de un autor del IV siglo interesado en trazar las
sucesiones de la politeica ateniense desde la época arcaica hasta su tiempo,
parecen todavía una síntesis feliz de la obra del hijo de Carmo. Las sorpre­
sas más interesantes y significativas han sido sin embargo reveladas por
la onomástica de Hiparco y en particular del nombre del padre Carmo, en
un aislado pero fundamental testimonio, relativo al retorno de Pisístrato a
Atenas mediante la simulación de la mujer llamada Phye y algunas valio­
sas informaciones sobre las bodas de los hijos de Pisístrato.

Estos elementos elaborados en la historiografía moderna nos llevan


a considerar a Carmo estrechamente ligado a la familia de Pisístrato
y así también los testimonios sobre el proceso por traición celebrado
130 R O SA N A GALLO

contra Hiparco, aunque en este caso existe la incertidumbre dado que


la onomástica y la genealogía de Hiparco conducen a los antiguos co­
mentaristas a confundir y malinterpretar al personaje recordado en la
Leocratea de Licurgo, el cual podría no haber sido un autor secundario
de la historia ateniense de fines del siglo V a.C., y homónimo de nues­
tro Hiparco hijo de Carmo, portador de una serie de conjeturas sobre la
descendencia de la primera víctima del ostracismo.

Conclusiones

Pisístrato dedicó toda su inteligencia y energía para llegar al poder,


mantenerse en él y recuperarlo. Fue el fundador -conciente o inconcien­
temente- de una dinastía, favoreció a sus hijos, estuvo del lado de las
clases bajas, agudizó su ingenio para vencer a sus enemigos, supo espe­
rar, fue paciente y se preocupó por su reputación. Hizo obras públicas,
se preocupó por embellecer la ciudad.

Falleció de muerte natural, aunque mucho se habla del “tiranicidio”


que padeció su persona. Continuaron su obra sus vastagos.

Bibliografía consultada
Constitución de los atenienses, Adaba Editores, S.L., Ma­
A r is t ó t e l e s ,
drid, 2005. Edición bilingüe de Alberto Bernabé.
A sim ov , I s a a c , Cronología del mundo, Editorial Ariel S.A., Colombia,
1992.
B e r t i, M ó n ic a , Fra Urania e democrazia. Ipparco figlio di Carmo e il

destino deipisistratidi in Atena, Editoriale Dell ‘Orso, Italia, giug-


nio, 2005. La traducción corresponde al autor del presente capítulo.
C o h é n , R o b er t , Historia de Grecia, Editorial Surco, Barcelona, 1955.
S t u v r e , VY., Historia de la antigua Grecia, Tomo 1, Editorial Sarpe,
Madrid, 1981.
EL TIRANO HIERÓN
DESDE LA VISIÓN DE JENOFONTE

P rof . R o s a n a G a l l o

"En todo gobierno es útil el hombre de verídica lengua, en la ti­


ranía, cuando rige el pueblo violento y cuando los sabios protegen la
ciudad".
Píndaro, Pítica II a Hierón de Siracusa vencedor en la carrera de
carros’.

a) Sobre Jenofonte
Este historiador nació en Atenas alrededor del año 430 a.C. Hijo
de Grilo, un próspero propietario de su época. Fue uno de los tantos
discípulos de Sócrates y sus enseñanzas fueron tan profundas que le
marcaron por el resto de su vida. En el 401 se unió a la expedición de los
Diez Mil como uno más de los tantos mercenarios griegos reclutados,
sirviendo en Asia bajo las órdenes de Agesilao, combatiendo en Coro-
nea- contra los aliados atenienses y tebanos. Fue desterrado de Atenas y
recibió por parte de los espartanos una propiedad en Escilo -Elida-, en
donde vivió por unos veinte años, dedicándose a cacerías campestres y a
escribir. Murió en el año 354 a. C2. en Corinto, polis en la cual se refu­
gió al abandonar Esparta como consecuencia de la invasión de Cíeos3.

1Píndaro, Odas. Olímpicas. Piticas. Nemeas. Istmicas, p. 93, ant. (85)


JPetrie, A., Introducción al estudio de Grecia, p. 164; para otros el afio de nacimiento
de Jenofonte oscila entre el 430 y 425 a.C. y el de su fallecimiento alrededor del 355 a. C conf.
Jenofonte H istoria griega, Vol. 1, Prólogo y notas por Juan B. Xuriguera, Editorial Iberia
S.A., p. IX.
3 Jenofonte Historia griega, Vol. I, Prólogo y notas por Juan B. Xuriguera, Editorial
Iberia S.A.. n. XI.
132 ROSANA GALLO

Edith Hamilton sostiene que el hombre medio de la Atenas de Peri-


cles puede verse a través de los ojos de Jenofonte. Los tipos atenienses
de sus obras son ordinarios, moderados en todo sentido y convincente­
mente reales, conforme lo era él mismo; fue un muy buen representante
de su época; 4 y al igual que los poetas, dramaturgos e historiadores
eran simultáneamente soldados, generales y exploradores, él también
asumió ese rol como un buen hijo de su tiempo. Durante sus campañas
viajó mucho y obtuvo suficiente dinero con el rescate pagado por los
parientes de un noble persa que capturó,5 entre otros botines de guerra
que a su paso por los distintos lugares iban apropiándose las tropas mer­
cenarias a su favor, vendiendo lo producido a través de mercaderes que
los acompañaban a fin de poder realizar actos de comercio. De esto nos
narra suficiente el mismo Jenofonte en su Anábasis o Expedición de los
Diez Mil, en donde llegó a ser elegido general.

Werner Jaeger dice que entre los escritores del círculo socrático —
dejando a un lado al gran Platón- sólo un hombre aislado del grupo ha
llegado a nosotros a través de numerosos escritos, se trata de Jenofonte.
A través de toda su obra como escritor se resalta el rasgo educativo
consciente. Trata de enseñar al lector cómo se debe hablar y actuar en
ciertas situaciones de la vida. Lo que más profundamente conmueve al
lector no es el modo como Jenofonte pretende influir sobre él sino la
impresión perdurable que deja en su espíritu el mundo de los pueblos
extraños. La mentalidad griega del siglo IV, llevada por su tendencia
majestuosa, aunque con frecuencia ya poco real, a exigir que todos los
seres humanos participasen por igual de la arelé, reconociéndoseles al
mismo tiempo plena igualdad de derechos civiles, se hallaba ante el
peligro de perder de vista aquella verdad. Jenofonte veía confirmado de
modo indudable y constante por la experiencia, el hecho de que el griego

*Hamilton, Edith, El esplendor de Grecia, pp. 244-245


s Ibtdem,p. 247
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA GRECIA 133

medio era superior al bárbaro medio, por su capacidad de iniciativa y su


sentido de la propia responsabilidad6.

Para este escritor el soldado es en el fondo el verdadero hombre,


vigoroso, valiente, firme, disciplinado no sólo en la lucha con los ele­
mentos y contra el enemigo, sino también contra sí mismo y sus propias
flaquezas. Es el único hombre libre e independiente, en medio de un
mundo en donde no existe un estado bien cimentado ni un régimen de
seguridad civil. El ideal jenofóntico del soldado no es el del caudillo
arrogante que se vuelve de espaldas a la ley y a la tradición, resolviendo
todas las dificultades con la espada en la mano. Su guerrero es el hom­
bre que confía en su Dios. La misión del soldado es la alta escuela del
hombre verdaderamente noble. Por eso la unión del guerrero y el mo­
narca le parece una idea absolutamente natural; y esto lo ve en la figura
del persa Ciro,7motivo por el cual compuso su Ciropedia.

Nos dejó las siguientes obras históricas Las Helénicas, Anábasis,


La República de los Espartanos, La República de Atenas y Vida de
Agesilao; entre las de carácter semifilosófico tenemos la denominada
Memorabilia o Recuerdos de Sócrates, La Apología de Sócrates, El
Convite, destinada a defender a la memoria de su maestro contra los
cargos populares que le imputaban; La Ciropedia o Educación de Ciro,
Hierón; también tenemos Economía, Rentas del Atica, Cinegeticus -es
un tratado sobre la caza- y el Hiparquicus -en donde se explican los
cuidados de los caballos-8.

En la obra objeto de análisis Jenofonte nos ofrece un diálogo ficticio


entre Hierón, tirano de Siracusa y el poeta Simónides. En ella el primero
& érl sostiene envidiar la condición de un hombre sencillo, del simple ciudada­
m:,::
4Jacger Weraer, Paideia, pp. 951,955-957.
7Ibídem, pp. 959-960.
‘ Pclrie, A., Introducción a l estudio de Grecia, pp. 164-165; Jenofonte Historia griega,
yol. I, Prólogo y notas por Juan B. Xuriguera, Editorial Iberia S.A., pp. IX-XI.
134 R OSANA GALLO

no, mientras que el segundo exaltará el bien que puede hacer un hombre
que accede al poder si lo utiliza para el bienestar de la comunidad.

b) Siracusa
Fue una de las tantas colonias que los griegos fundaron en la deno­
minada Magna Grecia. Su metrópolis fue Corinto, situándose la fecha de
fundación según las fuentes en el año 733 a.C. Con respecto al material
más antiguo que hasta ahora fue hallado con referencia a este tema data
del 750 al 725 a. C \ Si tomamos como fuente directa a Tucídides nos da
la fecha el 733 a.C., mientras que Eusebio la ubica entre el 734-733 a.C.,
y, Girolamo entre el 738-73710. Ya desde la antigüedad no se cuestionaba
el origen corintio de Siracusa, no poniéndolo en duda nadie. Tucídides
sostiene que fue fundada por Arquias luego de haber consultado el Orá­
culo de Delfos en donde la pitonisa le preguntó sobre si quería riqueza
o salud; al elegir la primera, le sugirió Siracusa11.

Hay que destacar que en todas las colonizaciones griegas fue de


fundamental importancia el papel del Oráculo de Delfos, al cual acu­
dían todas las poleis de querían enviar una expedición. El oráculo les
decía cómo, cuándo y dónde debía establecerse la nueva comunidad; en
algunas ocasiones indicaba quien iba a ser el fundador, oikistes, el cual
no sólo dirigía la expedición, fundaba la nueva ciudad, sino que también
ejercía la autoridad política y religiosa en la fase inicial de la colonia12.

Desde lo político la colonia es una ciudad completamente indepen­


diente, con sus leyes, sus magistrados, sus instituciones y su política.

9 Domiogucz Monedero, Adolfo J., La p o lis y la expansión colonial griega. Siglos


ViU-VI, p. 21.
10Cordano Federica, Antiche fondazioni greche, p. 28; Berard, Jean, La Magna Grecia.
Storia delle colonie greche dell 'Italia meridionale, p. 95.
11Berard, Jean, La Magna Grecia. Storia delle colonie greche dell'Italia meridionale,
pp. 122-123; Manfredi, Valerio M., Ig r e c i d'occidente, pp. 100,240.
l!Manfredi, Valerio M., I g r e c i d ’occidente, p. 19.
LA T IR A N ÍA E N LA ANTIGUA G R EC IA 135

No tiene obligación alguna de tipo militar o financiero con la polis de


donde procede; sin embargo tienen lazos morales a saber la religión, las
ceremonias religiosas, los dioses; también comparten la misma lengua
y lo más probable es que sus instituciones políticas sean un calco de la
metrópoli13.

Siracusa se encuentra en la isla de Sicilia, siendo ésta una isla de


proporciones territoriales modestas, no obstante, pocas han tenido en la
historia de la humanidad un rol superior durante determinados períodos.
Se accede a ella en forma fácil por mar en cualquier parte de su territo­
rio, siendo poseedora de un muy fértil terreno14. Algunos sostuvieron
que fue en Sicilia en donde el hombre había recibido por primera vez
de parte de la diosa Deméter el don del grano; y fue en el Etna en que
Plutón rapta a Pcrséfonc llevándosela con él al mundo subterráneo. Es
una forma por medio de la cual los griegos reivindicaron su titularidad
sobre el territorio siciliano15.

Cuando los griegos colonizaron Italia y Sicilia ya conocían la escri­


tura, instrumento fundamental para tener los registros correspondientes
en las fundaciones, demostrando esto que las colonias conservaron, por
lo menos en los primeros años, el alfabeto de su metrópoli correspon­
diente16. La cultura griega por su contenido espiritual y por su forma
aporta a cualquier otra élite lo que ésta no posee por sí misma57. En el
siglo IV a.C. entramos en la era de la educación de los príncipes18. Y esto
se da no sólo en la Grecia continental, islas, sino también en las colonias.

11Jardé, A,, L a form ación del pueblo griego, pp. 164-165.


14Finley, Moses I., Sioria delta Sicilia antica, p. 11.
15Ibídem, pp. 37-38; Jardé, A., L a formación del pueblo griego, pp. 199-200.
l4Cordano Federica, A ntichefondaztonigreche, pp. 39-40.
i7 Jaeger Wemer, Paideia, p. 958.
’5Ibídem, pp. 958-959.
136 ROSANA GALLO

También Siracusa obtuvo sus riquezas gracias a la fertilidad de su


suelo y a la producción que de él derivaba, razón por la cual sus diri- ¡
gentes aristocráticos fueron llamados gamoroi cuya traducción literal
quiere decir “aquellos que se reparten las tierras”. Luego esta colonia, US
como el resto, desarrolló una muy próspera actividad comercial1’. Este
incremento en la riqueza acompañado del crecimiento de la población
provocaron en la Sicilia del siglo VI numerosos conflictos internos en

las diversas poleis. Se enfrentaron plebeyos con oligarcas dirigentes y
oligarcas entre sí por la puja del poder. Esto devino en muchos casos en
el ascenso de la tiranía20. En Siracusa, la tiranía también se instaló en
diversas oportunidades, acompañadas por ciertos recesos democráticos.

Con el incremento poblacional y con el fin de expandirse en su


economía Siracusa fundó las siguientes colonias: Acras en el 663 a.C.,
Casmenas en el 643 a.C., Camarina en el 598 a.C. y Eloro de la cual
carecemos de datos con respecto a su fundación pero sí poseemos ma­
terial que atestigua que alrededor del 700 a. C ya existía. En cuanto a la
posible fundación de Etna como colonia siracusana es discutible desde
el punto de vista histórico; también hay confusión respecto del nombre
que pretendieron darle, para algunos fue Henna -algunas veces escrito
como Hinna- o Inna21.

En líneas generales se puede afirmar que las colonias griegas fueron


para los lugares en que se establecieron focos de civilización, mientras
que otros invasores, como por ejemplo los fenicios, se abocaron a la
explotación de los indígenas, en cambio los griegos, por civilizarlos22.

l5Finley, Moses I., Storia delta Sicilia antica, p. 28.


MIbídem, p. 57.
21 Bcrard, Jean, La Magna Grecia. Storia delle colonie greche dell'Italia meridionate,
pp. 133-137; Domínguez Monedero, Adolfo J., La polis y la expansión colonial griega. Siglos
VIH-VI, pp. 18-21; Manfredi, Valerio M., Ig reci d'occidente, p. 103-105 sostiene que sólo son
fundaciones siracusanas Acras, Casmenas y Camarina.
22JaTdé, A., La formación del pueblo griego, p. 210.
L A TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA 137

c) Sobre Hierón de Siracusa


No poseemos demasiados datos sobre la vida de este tirano de Sira­
cusa. Sí sabemos por diversas fuentes históricas directas e indirectas que
fue uno de los hermanos del célebre tirano Gelón junto con Polyzelus
-también denominado Polizalo- y Trasíbulo. Fue hijo de Dinómenes.
Ascendió al trono de Siracusa a la muerte de Gelón acaecida en el año
478 a.C., luego de deshacerse de su hermano Polyzelus. Para algunos la
muerte se situaría en el año 476 a.C.; comenzó a gobernar como regente
de su sobrino -que nunca accedió al trono- Estuvo en el poder durante
una década hasta su muerte23. Luego vinieron numerosas luchas internas
por la sucesión de Hierón, lo que provocó la disolución del estado sira-
cusano. Antes de convertirse en tirano de Siracusa su hermano Gelón
10 designó tirano de Gela. Tuvo una carrera militar exitosa y fue muy
famoso por su hospitalidad hacia poetas y filósofos así como sus triunfos
en los juegos olímpicos. De esto último nos refiere el poeta Píndaro en
la Olímpica 1 datada en el año 476 a.C. (A Hierón de Siracusa, vencedor
de carreras de caballos), Pítica I del año 470 a.C. (A Hierón de Etna
vencedor en la carrera de carros), Pítica II del 475 a. C, (A Hierón de
Siracusa vencedor en la carrera de carros) y la Pítica III del año 474
a.C. (A Hierón de Siracusa)2*.

Hierón fundó una nueva ciudad en las laderas del Etna, haciéndose
previamente proclamar en Delfos con el nombre de “Etneo”, fundador de
una ciudad, lo cual es el mayor honor en el mundo griego. Como rey de
la ciudad nombró a su hijo Dinómenes. Por esta razón es que en la Pítica
11 lo encontramos como Hierón de Etna. Se le encargó al poeta Píndaro

“ Píndaro, Odas. Olímpicas. Plticas. Nemeas. Istmicas, p. 13; Musti, Domenico, Magna
Grecia. I! quadro storico, p. 107; Vandenberg, Pbilipp, El secreto de los oráculos, p, 118: Poli-
zalos hermano menor del tirano Gelón de Siracusa, al morir éste unos años más tarde encargó
una cuadriga de bronce fundido ricamente labrada. La escultura fue realizada por Sotades de
Tespia en el año 470 a.C. de un valor altísimo, superando las ofrendas del rey Creso. Esto fue
un exvoto al Oráculo de Delfos.
24Píndaro, Odas. Olímpicas. Piticas. Nemeas. Istmicas, pp. 13, 81, 88, 94.
138 ROSANA O A tX O

no sólo exaltar en esta obra las cualidades del tirano como ganador de
juegos sino también como fundador de una nueva ciudad25.

El poeta Baquílides también compuso obras destinadas a este tirano


en donde se resaltan sus cualidades personales, militares, atléticas y po­
líticas. El Epinicio 3 (A Hierón de Siracusa, vencedor en la carrera de
carros de cuatro caballos en losjuegos olímpicos, el 4 (al mismo vence­
dor en la carrera de carros de cuatro caballos en los juegos píticos), 5
(al mismo vencedor en la carrera de caballos en los juegos olímpicos);
el Encomio 20C A Hierón de Siracusa en donde narra la fundación de
Etna por parte del tirano26.

Al igual que Gelón, Hierón acosa a las ciudades calcidias. Toma


Catania renombrándola Etna, transfiriendo a sus viejos moradores a
Leontini y sustituye la población con nuevos ciudadanos siracusanos
y con mercenarios provenientes del Peloponeso. Luego de la muerte de
Hierón -467/ 466 a.C.- los antiguos habitantes regresaron a Catania
provocando la emigración de los etneos al interior de la isla, a Inesa,
que devino rebautizada Etna”. En el año 476 a.C. intervino a favor de
Cumas contribuyendo con esto a vencer a las tropas etruscas que la ase­
diaban28. Este hecho histórico fue cantado por Píndaro en la Pítica I2*.

Durante las tiranías de Gelón y de Hierón disfrutó Siracusa de un


período de esplendor. Acuden artistas y poetas como en otros tiempos
habían frecuentado la corte de Polícrates o Pisístrato. Entre los que fue­
ron a Siracusa encontramos a Simónides de Ceos y su sobrino Baquíli-

2JIbídem, p. 81.
“ Baquílides, Odas y fragmentos, pp. 1 3 ,2 2 ,25,152.
27 Musti, Domenico, Magna Grecia. II quadro storico, p. 107; Baquílides, Odas y fra g ­
mentos, Planeta Agostini, Introducción y notas de Alfonso Ortega pp. 13, nota 1: Hierón muere
a consecuencia de una enfermedad que sufrió durante largos años, al parecer se trataría según
algunas versiones do cálculos renales.
21Musti, Domenico, Magna Grecia. II quadro storico, p. 108.
” Píndaro, Odas. Olímpicas. Plticas. Nemeas. Istmicas, p. 86, estrofa IV, (70).
LA T IR A N ÍA EN LA A N T IG U A GRECIA 139

des, Píndaro de Tebas y Esquito de Atenas. En Olimpia y en Delfos sus


carros conquistan las coronas, y tos santuarios se adornan con exvotos
que conmemoran sus victorias. Con esto la fama de los Deinoménidas
llena el ámbito del mundo griego30. Gelón fue el gobernante del mundo
griego más famoso de su época31.

Eran integrantes de una familia que por derecho hereditario tenían


la carga de ser sacerdotes de tos dioses de las ofrendas mortuorias en la
colonia siciliana de Gela, siendo descendientes de uno de tos primeros
fundadores de dicha ciudad. Cuando el tirano Gelón conquistó a Sira­
cusa en el 485 a.C. se trasladó allí; dejando por ello en su trono de Gela
a su hermano Hierón como tirano. Hierón desposó a la nieta de Terón,
tirano de Akragas32. Tuvo su propia guardia personal y estableció una
policía secreta33. Bajo Hierón, Siracusa parecía una cárcel, ya que había
mercenarios en la ciudad, una flota de guerra siempre lista y un régimen
policiaco3,1.

Por eso se sostiene que las tiranías sicilianas se caracterizan por un


lado por sus impulsos expansionistas de anexar territorios, transferir
poblaciones, y por haber ingresado a la isla mercenarios de diversos orí­
genes35. Este expansionismo que fue ejercitado por Hierón se desarrolló
en su esplendor con el tirano Dionisio I de Siracusa años después36.

d) La figura de Hierón por Jenofonte


Tal como ya se expuso, este diálogo entre el tirano de Siracusa y el
poeta Simónides es ficticio, imaginario. Nunca tuvo lugar en la vida real.

30Jarde, A ., La formación del pueblo griego, p. 209.


31Vandenberg, Philipp, E l secreto de los oráculos, p. 118.
32Finley, Moses I., Storia della Sicilia antica, p. 58.
33Ibídem, p. 67.
Musí i, Domenico, Magna Grecia. II quadro storico, p. 108.
3Sldein, p. 108.
“ Ibidcm.p. 373.
140 ROSANA GALLO

Pero a través de esta ficción Jenofonte nos permite observar y pensar


sobre el poder bien encausado y el desviado, como también sobre los
lamentos de los tiranos en el poder. Estas cuestiones en la vida real sí
tuvieron lugar e hicieron a las ventajas y desventajas de la tiranía y del
tirano.

Comienza esta obra con el ingreso de Simónides en la corte de Hie­


rón y de cómo le pregunta al tirano cuál es la diferencia entre la vida de
un simple ciudadano y la de un tirano en cuanto a alegrías y penas. A lo
que el tirano responde que ellos gozan mucho menos que cualquier otro
ciudadano común y sufren mucho más. Los tiranos no tienen muchas
posibilidades de asistir a los espectáculos; no sería prudente para ellos
dirigirse a lugares en donde no tienen el pleno dominio sobre los pre­
sentes, y en el cual no poseen el perfecto control de la situación política
interna que les permita alejarse y fiarse de otros. Temen ser privados
del poder y al mismo tiempo de no ser agradables al público37. Ya que
éstos aun permaneciendo en silencio demuestran su disconformidad38.

Sé que muchos piensan que nosotros los tiranos bebemos y come­


mos con mayor placer respecto de la gente común, ya que nunca falta
comida en abundancia en nuestras mesas, sean días festivos o no. Sin
embargo los tiranos no gozamos del placer de las fiestas, porque siempre
tenemos los mismos alimentos en calidad y cantidad; razón por la cual
el tirano no valoriza la fiesta mientras que el pueblo espera ansioso su
llegada ya que tendrán mayores manjares en que deleitarse39. Por ende,
el que tiene siempre cualquier comida, no come ninguna con deseo; por
el contrario los que carecen de alimentos, se sacian con alegría cuando
se Ies presenta adelante cualquier cosa40.

37Senofonte, Ierone o de la lirannide, pp. 11, 13,15.


38Ibídem, p. 17.
35Ibídem, pp. 17-19.
'“Ibídem, p. 21.
LA T IR A N IA EN LA ANTIGUA CRECI A 141

Con respecto al matrimonio del tirano, si no desposa a una extranje­


ra, está obligado a tomar una mujer de rango inferior y por consecuencia
a contraer un matrimonio de los menos deseables. Fuera de esta unión a
fin de procrear, para el tirano también es difícil relacionarse con perso­
nas del mismo sexo, ya que siempre estarán dispuestos a estar con él, no
por amor sino por el poder. Es muy difícil que el amor nazca en el tirano
porque con el amor se goza al tener algo que se anhela y no en obtener
lo que siempre está a disposición suya41.

Los tiranos poseen poco de los bienes más preciosos, mientras de


los males mayores se llevan la parte más abundante. Por ejemplo, si la.
paz es considerada un bien importante para los hombres, a los tiranos
les toca poco; si por el contrario, la guerra es un gran mal, de ésta a los
tiranos les toca en grandes dosis. A los ciudadanos comunes, a no ser
que su ciudad esté afectada por una guerra, pueden ir a donde quieran
sin temor alguno a ser asesinados; los tiranos, por el contrario, siempre
están alertas en su propia polis como si estuvieran transitando territorio
enemigo. Siempre tienen que vivir armados y acompañados por una
guardia especial. Los tiranos nunca tienen paz respecto de los que están
bajo su poder como tampoco pueden confiar en los tratados de paz acor­
dados. Guerras son aquellas en donde las ciudades combaten entre sí,
pero también lo son las que los tiranos combaten con los que están bajo
su tiranía. El tirano enfrenta durante toda su vida una propia guerra*2.

La amistad es uno de los grandes dones que tienen las ciudades y


los hombres; don que el tirano carece. Entre los tiranos encontramos a
los que se han visto en la obligación de matar a sus propios hijos, otros
murieron a manos de sus hijos, muchos hermanos se han matado entre sí
para devenir tirano, y, encontramos aquellos que fueron dañados por sus
propias esposas o por sus amigos en quienes confiaron. Por esto el tirano

<‘Ibídem,p. 23.
■^Ibidem, pp. 29, 31, 35.
142 ROSANA GALLO

no puede fiarse de nadie. Cuando le sirven la comida, un sirviente debe


probarla para comprobar que no está envenenada. Y si alguien asesina a
un tirano, la ciudad en vez de punirlo le otorga grandes honores; en vez
de excluirlo de las ceremonias sagradas, como ocurriría con el asesino
de cualquier ciudadano, le hacen erigir santuarios por haber realizado
un bien a la ciudad liberándola de la tiramV3.

Con frecuencia los tiranos están obligados a violar la ley en el sen­


tido de destruir los templos y los hombres, porque tienen necesidad de
dinero con el cual afrontarán los gastos indispensables para su subsis­
tencia; ya que tienen que mantener un ejército para no correr el riesgo de
ser asesinados, como si vivieran en un estado de guerra permanente44.

Sin embargo, es necesario que el tirano ame a la propia ciudad: sin


ella no podrá ni salvarse ni ser feliz. Pero la tiranía lo coloca en la situa­
ción de crear fastidios a su propia patria. El tirano no puede enaltecer a
los ciudadanos sino que debe rodearse de mercenarios extranjeros para
su protección, integrándolos en su guardia personal45.

Temen a lo siguiente: a la muchedumbre, pero también a la soledad;


de quedarse sin guardias y al mismo tiempo a quién está de guardia. No
desean estar rodeados de personas desarmadas pero a su vez temen por
las que tienen armas. Fiarse más de extranjeros que de los ciudadanos,
más de los bárbaros que de los griegos; desear que los hombres libres
caigan en esclavitud y estar obligados a otorgar la libertad a los escla­
vos. Todo esto da la prueba de que el alma del tirano vive atormentada
por el miedo. Y el temor destruye no sólo al tirano sino también a todo
placer del que quiera gozar. Los tiranos ven enemigos por todas partes46.
Los tiranos pagan a mercenarios para su custodia, pero si alguien los

«Ibídem , pp. 35, 37, 39.


44IMdem, p. 43.
45Ibfdem, p. 45.
«Ibfdem , p. 47.
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA G R EC IA
143

tienta con una paga mejor existe la posibilidad que éstos se vuelvan en
contra del tirano y lo asesinen47. Si los ciudadanos comprendiesen que
los mercenarios no causarán daño a quien se comporte conforme a las
leyes, sino que son un freno para aquellos que quieran delinquir y que
van en ayuda para el que sufrió injusticias, se preocupan por ellos y los
defienden en caso de peligro, tendrían que estar bien predispuestos para
solventar los gastos de la milicia del tirano'18.

Una cosa recibida de parte de un tirano nadie la considera como


verdaderamente propia, si no después de estar fuera del alcance de su
autoridad49.

El tirano vive como si hubiera sido condenado a muerte por la hu­


manidad entera por causa de las injusticias cometidas. Por esto es que la
tiranía se nos revela como la desventura más grande50.

A todo estos argumentos respondió Simónides que la diferencia


entre el hombre del resto de los seres vivos es la aspiración al honor.
Los alimentos, los placeres sexuales, son compartidos con el resto de
las criaturas de la creación. En cambio la ambición no es propia de los
animales ni de todo ser humano, sino sólo de los hombres que anhelan
obtener el honor. Es mejor que un tirauo invierta dinero en la propia ciu­
dad y no en su seguridad personal. Tus enemigos temerían más el acer­
carse a tu ciudad si está bien equipada de armas que a ti en lo personal.
Inviniendo en la propia ciudad tus bienes se incrementarían aún más
que si lo hicieras en tu propio patrimonio. Un tirano tiene que competir
en los juegos con gobernantes de otras ciudades, no con cualquier otro
hombre. Si vences a un par, entonces tu victoria valdrá aún más, ya que
será el triunfo de tu ciudad y no el tuyo personal. Y con esto conquis­

47Ibídem, p. 49.
48Ibídem, p. 71.
45Ibídem, pp. 49-51.
“ Ibídem, pp. 55-57.
144 ROSANA GALLO

tarías el amor de tus súbditos. Además con esta fama serás amado no
sólo por tus ciudadanos sino por otros hombres que pertenecen a otras
ciudades. Te ganarías el respeto y la admiración de todos. Podrías andar
a donde quieras para disfrutar de un espectáculo sin temer por tu vida.
Tendrías a tu alrededor a personas que te obedecerían voluntariamente
y no por temor. En caso de peligro se aliarían a ti en tu defensa y en el
de la polis. Así honrado con muchos bienes no encontrarías dificultad
alguna en encontrar amigos fieles con los cuales compartirías estos
dones. Enriquece a tus amigos y te enriquecerás tú mismo. Hierón haz
más potente la ciudad y será más grande tu potencia; procura aliados a
la ciudad. Considera la patria como tu casa, a los ciudadanos tus com­
pañeros, a los amigos hijos tuyos y a los jóvenes como tu propia vida;
trata de conquistar todo esto haciendo el bien. Si logras hacer todas estas
cosas serás poseedor del bien más noble y más precioso del mundo: la
felicidad sin envidia5*.

Estos fueron los consejos que Jenofonte puso en boca de Simónides;


y, a través de ellos nos transmitió cuál era su parecer sobre la tiranía y
los tiranos.

"A la soberana Sicilia de óptimos frutos, a Deméter, y a Core coro­


nada de violetas canta, Clío de dulces dones, y a los rápidos caballos
de Hierón que corrieron en Olimpia.
Porque se lanzaron con la preeminente Victoria y con la Gloria
junto al Alfeo de amplios remolinos, donde han hecho que el dichoso
hijo de Dinómines coronas alcanzara".
Baquílides, Epinicio 352

51Ibidem, pp. 53,71-77.


-'2Baquílides, Epinicio 3 en Odas y fragmentos, pp. 15-16, Est. 1, Ant, 1, (5).
LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRBCIA 145

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Barcelona, 1979. Título original: Das Gehemnis der Orakel. Ar-
chálogen entschlüsseln das bestgehütete Mysterium der Antike.
Traducción: Oliver Strunk.
LAS OBRAS DE LOS TIRANOS:
SU LEGADO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

P rof. R o s a n a G a l lo

"Pero el orgullo engendra tiranos. El orgullo, cuando hinchado


vanamente de su mucha altanería, ni conveniente ni útil para nada, se
eleva a la más alta cumbre para despeñarse en precipicio, de donde le
es imposible salir”.
Sófocles, Edipo, Rey1

No son pocas la cantidad de obras que nos legaron los tiranos, es­
pecialmente aquellos que a pesar de acceder a un poder absoluto por
la forma “de facto” quisieron legislar y trabajar a favor de sus diversas
poleis, no reduciéndose el ejercicio de su poder a un mero capricho de
prosperidad personal. Trataremos aquí algunas de estas obras que a la
luz de esta época y observando retroactivamente en el tiempo podemos
designar como “monumentales”.

Se podría hablar casi de una moda en cuanto a que los tiranos arcai­
cos griegos se abocaron a realizar numerosas obras hidráulicas, uno po­
dría preguntarse sí con anterioridad a ellos a los gobernantes anteriores
no les interesaba abastecer de agua en forma constante a una ciudad, o
arbitrar los medios necesarios mediante acueductos para llevar las aguas
a los campos y así mejorar el tema del clima seco de la Hélade. Por qué
no hicieron nada para solucionar estos temas que no son menores si
analizamos que todo esto se relaciona con la producción de vino, aceite,
cereales y otros productos derivados de la tierra que eran aprovechados
para el uso interno de las ciudades productoras y el excedente era ex­

1Sófocles, Tragedias, p. 185.


148 ROSANA GALLO

portado, vendido al exterior, entiéndase por esto último a otras poleis o


inclusive a otros estados extranjeros -los denominados bárbaros- Una
posible explicación a este interrogante respecto de la desidia de los ante­
riores gobernantes podemos encontrarla en que quizás estaban tan abo­
cados a la lucha por conservar el poder, merced a las diversas fracciones
en que estaban divididos internamente dentro de una polis que impedía
todo emprendimiento para el bienestar general. No se vivía más que para
las guerras y para hacer política. Y con respecto a la utilización del agua
para la agricultura en una primera fase se la reducía a la reserva que de
ella podía hacerse en forma precaria y doméstica cuando a su criterio
los dioses les enviaban la bendición de las lluvias para paliar la aridez.

El tirano mía vez que obtuvo su poder y quedó instalado a él con la


eliminación de los partidos adversarios y la composición de una guardia
personal de mercenarios que hacen de su propio ejército, puede abocarse
a otras tareas; entre estas las de pensar en el bienestar de su comunidad;
que en definitiva y tal como se demostró en muchos casos, sirvieron
para incrementar los ingresos de las poleis favorecidas por estas mejoras.

En esta instancia hay que aclarar que este tema de solucionar el gran
problema de los pueblos de la antigüedad, en los siglos que estamos
analizando, o sea entre el VIII al V a.C. no fue un problema exclusivo
de los griegos; pero sí lo fue el mérito de haberlo solucionado la tiranía.

Nikolaos Arvanitis nos refiere que en el Egipto de los faraones este


problema yacía y fue solucionado por ellos, al igual que en diversos
pueblos de la Mcsopotamia, China y Japón. A éstos se refiere la historia
como los denominados “imperios hidráulicos”. Si analizamos la figura
del rey persiano, una de sus facetas se nos muestra como “un arconte
de las aguas”, en donde podemos verlo desviando ríos de caudales in­
mensos a fin de conquistar una ciudad; en otras oportunidades manda a
sus ejércitos a disecar ríos con la misma finalidad que la anterior. Pos-
LA T IR A N ÍA E N LA A N TIG U A O R E C IA 149

teriormente será Roma la encargada de llevar la hidráulica a su máximo


esplendor2.

Con frecuencia las obras realizadas a iniciativa de los tiranos ar­


caicos griegos fueron caratuladas por la posteridad como elocuentes
ejemplos en la búsqueda y concreción de una nueva urbanística de la
ciudad. Para ello tuvieron el apoyo de una economía suficiente y de
una voluntad política inamovible en iniciación y concreción de la obra
proyectada3.

Un ejemplo concreto de todo esto lo encontramos en el tirano


Teágenes de Megara en donde no sólo tomó la gran iniciativa de apro­
visionar a la ciudad de aguas sino también a toda la campaña en la cual
se encontraba la elaboración de los productos provenientes de la tierra
■ para la subsistencia de todos. Para cumplir ese objetivo hizo desviar un
curso de agua a Megara, y una vez cumplida esta obra con un resultado
favorable, hizo levantar un altar a Aqueloo en agradecimiento4. Los
tiranos no escapaban a los cánones religiosos imperantes en la época.
Al igual que todo mortal agradecían a sus dioses, héroes precedentes
y otros seres mitológicos que hacían al culto y tradición de la polis, los
logros alcanzados.

Son famosas por razones similares las diversas construcciones


hidráulicas situadas en Agrigento, Sicilia, por iniciativa de los tiranos

2 Arvanitis, Nikolaos, 1 tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella


G reda d el tardo arcaísmo, pp. 6-8.
3Ibidem, p. 15.
4Ibidem, p. 24; Boot, Teodoro, D iccionario de mitología greco romana, Terramar Edi­
ciones, p. 32: Aqueloo es un dios de Etolia, hijo primogénito de Océano y Tetis, aunque según,
otras versiones seria hijo de Poseidón o de Helio. De sus amores con Melpómcnc (aunque hay
quien dice que son con Estérope) habrían nacido las Sirenas. También amó a otras musas y
es padre de muchos manantiales, entre ellos de Calirroc. En cierta oportunidad pidió a Eneo,
rey de Calidón, la mano de su hija Dcyanira, quien se aterrorizó por la facultad de Aqueloo de
adoptar la forma que quisiera, razón por la que se apresuró a aceptar el pedido matrimonial de
Heracles. En el combate que trabaron ambos pretendientes, Aqueloo salió derrotado".
150 ROSANA GALLO

Terón y Falarides. También a través de los autores clásicos griegos como


Diodoro Siculo y Ateneo tomamos conocimiento de que Gelón de Si­
racusa hizo construir los denominados “jardines irrigados”, habiéndolo
tomado del tirano Agatocles quien pasó a ser conocido más que por sus
obras por su “Jardín de Agatocles”, otro ejemplo de la utilización de las
aguas por la intersección de la mano del hombre5.

Cuando Pausanias comienza su historia de la polis de Megara, lo


hace describiendo la célebre fuente de Teágenes, ubicándola cerca del
ágora. Al estar situada en un lugar muy concurrido no cabe dudas sobre
el fin no sólo utilitario de la fuente sino también del embellecimiento de
la ciudad por parte de esta obra que tuvo en miras el tirano al realizarla.
Esta fuente muchos siglos después de la descripción que nos dejó Pau­
sanias fue descubierta y sacada a la luz, por parte de W. Dorpfeld quien
siguiendo los pasos del geógrafo griego de la antigüedad viene a Megara
en el año 1898. Luego continuaron con las excavaciones Delbrück y
Vollmoller. Finalmente en 1957 bajo la supervisión del superintendente
G. Papadimitriou y V. Petrakos comenzó la evacuación de toda la estruc­
tura; y, con el aporte de D. Ohly se llevó a cabo su análisis arquitectóni­
co6. Con respecto a esta faceta de la labor del tirano Teágenes, muchas
de sus obras fueron financiadas con su patrimonio personal, además del
público en menor proporción7.

No escapa a esto el tirano Aristodemo de Cumas, del cual poseemos


pocos datos ya que las fuentes directas no nos hablan mucho de él, o
quizás si lo hicieron, no llegó hasta nosotros. Dionisio de Halicarnaso
y Plutarco nos refieren algo, pero a nivel histórico, estas fuentes son
controvertidas. Hace construir una fosa alrededor de la chora a fin de
mejorar la irrigación del suelo. Accede al poder en Cumas merced a su

5Arvanitis, Nikolaos, I tirannl e le acque. Infraestrulture idrauliche e potere nella


Grecia del tardo arcaísmo, p. 25.
5Ib ídem, pp. S8-61.
’ lbídem, p. 75.
LA T IR A N ÍA KN LA ANTIGUA GRECIA
151

i destreza en el arte de la guerra, demostrada cabalmente en la contienda


. que tuvieron con los etruscos y sus aliados antes del año 524 a.C., para­
lelamente a cuando en Atenas teníamos el arcontado de Melcíades. Al
salir vencedor en la conducción de las tropas cumanas en este conflicto
bélico es proclamado por la ciudad como 7tpocn:áaT]<; ton 8f](.iou. Con
esta designación pasa a agradecer a la plebe realizando iniciativas po­
líticas que a ella favorecen, a saber, donaciones, acusaciones contra los
que dilapidan bienes públicos, distribuye tierras entre los marginados
y carentes, cancela deudas. Los bienes expropiados a los aristócratas
exiliados o ejecutados por cuestiones políticas son confiados a los liber­
tos8. Según la información proporcionada por Dionisio de Halicarnaso a
Aristodemo se lo llamaba el “Afeminado”9.

Por otra parte, en algunas circunstancias las aguas provenientes de


la misma naturaleza son favorables en las batallas. Esto es lo que ocu­
rrió en la llevada a cabo entre Cumas y los bárbaros, según el relato del
historiador Dionisio de Halicarnaso: “Cuando los bárbaros observaron
que estaban preparados para luchar, se lanzaron al ataque dando gritos
a su manera, sin ningún orden, mezcladas la infantería y la caballería,
confiados en aniquilarlos a todos. El terreno ante la ciudad en el que en­
tablaron batalla era un estrecho desfiladero rodeado por montes y lagos,
propicio al valor de los cumanos e inadecuado para el gran número de
bárbaros. En efecto, al caer y pisotearse unos a otros en muchos lugares,
pero sobre todo en torno a las zonas pantanosas del lago, la mayor parte
de ellos pereció a manos de sus propias tropas sin ni siquiera haber lle­
gado a enfrentarse con la línea de batalla de los griegos. El gran ejército
de infantería, derrotado por sí mismo, huyó, desperdigándose cada uno
por su lado, sin haber realizado ninguna acción honrosa. La caballería,
j sin embargo, entabló combate y dio a los griegos un gran trabajo; pero,
| como no podía rodear a sus enemigos por la estrechez del lugar y como

| ‘ Ibídem, pp. 26-27.


I 5Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma, Vol. III, p. 114 (L V il, 3).
f

152 ROSANA GALLO

la divinidad ayudaba a los griegos con relámpagos, lluvia y truenos, tuvo


miedo y se dio a la fuga”10.

En Siracusa se destacó el tirano Terón quien hizo construir a favor


de su polis y de los ciudadanos numerosos acueductos y fuentes tendien­
tes a la irrigación de los campos adyacentes destinados a la agricultura;
como asimismo, a la reserva de agua para períodos de sequía.

En Corinto encontramos numerosos canales de irrigación subterrá­


neos y superficiales. Es conocido el correspondiente a los “Baños de
Afrodita” conectados a una krene y tendientes a la función de irrigar
los campos circundantes11. Observamos en Corinto todo un sistema de
galerías subterráneas para la provisión de agua. Hay que destacar la
importancia que tuvo esta ciudad desde el punto de vista comercial, y
en ello favoreció su posición geográfica al ser bendecida en su territorio
con el istmo de Corinto, que le permitió comercializar con el oriente y
el occidente12. En ella encontramos numerosos afluentes de agua que
son reconducidos para cumplir su finalidad de aprovisionamiento e
irrigación. Todas estas tareas son atribuidas al tirano Periandro de Co­
rinto. Concretamente tenemos dos fuentes que trascendieron a la fama,
Peirene y Glauke.

La fuente de Peirene en Corinto llegó a tener fama en todo el mun­


do helénico; nace muy relacionada al mito al atribuirse su paternidad a
Aqueloo. Se la mencionó en las Historias de Herodoto y en una de las
Odas de Píndaro, concretamente en donde se le rinden honores a Jeno­

10Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma, Vol. III, pp. 113-114 (L V il, 1-2).
11 Arvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e poiere nella
Grecia del tardo arcaísmo, p. 30; Boot, Teodoro, Diccionario de mitología greco romana,
Terramar Ediciones, p. 14: “Afrodita, diosa del amor es hija a veces de Zeus y Dione y a veces
hija de Urano, o de sus testículos, que luego de ser cortados por Cronos, fueron arrojados al
mar y engendraron a la diosa”.
12Arvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella
Grecia del tardo arcaísmo, pp. 77-78.
LA T IR A N ÍA EN LA A N TIG U A G R EC IA 153

fonte Corinto. Eurípides también contribuye a su fama en su tragedia


Medea cuando la anciana lleva la noticia de que su ama habría escucha­
do una noticia indeseable mientras se dirigía a las aguas veneradas de
Peirene; en Troyanas es el coro de los nobles que cayeron prisioneros de
los griegos a la caída de Troya al especular sobre su destino al acercarse
a la célebre fuente ven el porvenir en ella, que no es otro sino más que
la esclavitud13. Hay dudas sobre cuál era concretamente su posición
geográfica. Pausanias y Estrabón difieren sobre ello. Según el primero
refiere haberla visto, en uno de sus viajes, entre la calle de Leteo, los
Propileos y el ágora. Excavaciones posteriores coinciden en ello. Mien­
tras que para el segundo acorde a la tradición por él tomada la ubicó en
su obra en el Acrocorinto, cercana al santuario de Afrodita1*. Esta ubi­
cación es enunciada por Pausanias a modo de anécdota pero descartada
después por él mismo procediendo a narrar la ubicación exacta de esta
fuente.

La fuente de Glauke en Corinto tiene su principal fuente de infor­


mación en Pausanias, manifestando que nace su afluente en una gran
roca natural situada al oeste del templo de Apolo. Es de destacar que
al contrario de la de Peirene no se trató de un gran afluente natural de
proporciones importantes de agua sino que lo fue en menor medida y
que por eso merituaba la labor del hombre para acrecer dicho afluente.
Por ello se dice que en realidad Glauke nunca llegó a ser una fuente
natural como otras15.
r

13Ibidem, pp. 8 0 - 83; Píndaro, Olímpica XIII a Jenofonte de Corinto, vencedor en la


carrera del estadio y en elpentatio, en Odas, Editorial Planeta De Agostini, pp. 72-73 (60-70):
“ Y frente a ellos se ufanaba él de que en la ciudad de Pirene estaba el dominio de su padre
(abuelo) y su gran heredad y palacio: quien (Belerofonte) un dia junto a la fuente, deseando
sujetar a Pegaso, al hijo de Gorgona coronado de sierpes, soportó numerosas fatigas por cierto,
hasta que un freno con cabezal dorado la virgen Palas le trajo, y del ensuefio al punto surgió
para él el claro día. Y ella dijo: ’ ¿Duermes, Rey estirpe de Eolo? ¡Vamos!, para los caballos
recibe este embrujo, y muéstralo a tu padre, ‘el Domador’, sacrificándole un cándido toro”’.
14Arvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella
Grecia del tardo arcaísmo, pp. 84-85.
15Ibidem, pp. 88-89.
154 R OSANA GALLO

En líneas generales se sostiene que las fuentes que fueron iniciativas


del tirano Feriando en Corinto son inspiradas en su predecesor Teágenes
de Megara16.

Periandro también había tomado la iniciativa de excavar el Istmo de


Corinto a fin de incrementar el intercambio mercantil; pero dicho pro­
yecto no pudo concretarse en esa época, ni en las posteriores. Esta obra
recién pudo concretarse entre los años 1882 al 1893 por parte de inge­
nieros franceses y griegos bajo la supervisión de Stepan Tupp y después
por la Compañía del Canal de Corinto. La obra consistió en un canal de
alrededor de 6.343 metros, 24.60 metros de largo y 79 metros de alto”.

Periandro integró en la antigüedad la lista de los siete sabios -cuyos


nombres son variables, pero el de este tirano es indiscutible- En la obra
de Plutarco Banquete de h s siete sabios está en la nómina. Con respecto
a la tiranía y los tiranos menciona Plutarco que “un tirano que prefiera
gobernar a esclavos más que a hombres libres en nada se diferencia de
un agricultor que prefiera recolectar cizaña y pájaros. En efecto, a cam­
bio de muchos males, solo una cosa buena tiene el poder, el honor y la
gloria si los gobernantes gobiernan a hombres buenos, siendo mejores
que ellos, y entre los grandes parecen ser ellos más grandes”18.

En la isla de Samos sobresalió en la antigüedad el túnel de Eupali-


nos, de quien se dice fue un encargo que le hizo el tirano Polícrates. En
la época clásica la cantidad promedio de habitantes de Samos oscilaba
entre los 50.000 individuos, prevaleciendo como una gran potencia
agrícola e industrial; sobresaliendo en la exportación de vino y aceite
al exterior. Por su parte, Esquilo y Anacreonte narran en sus obras so­
bre sus no menos famosos olivares, y no faltan referencias de carácter

14Ibídem, pp. 64-65.


17Ibídem, pp. 91-92.
I! Plutarco, Banquete de los siete sabios en Obras morales y de costumbres (Moralia)
II, p. 204, (147 c-d).
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA G R EC IA
155

numismático. Las primeras plantaciones en la isla son introducidas por


parte del rey-fundador Anceo, por lo menos en lo que nos refirió una
genealogía el poeta samio Asió. Este rey se casó con Samia, hija del
río Meandro. Según Herodoto se exportaron desde la Hélade a Egipto
numerosas ánforas samias. Pareciera que los samios fueron los primeros
en concebir que una ciudad próspera desde el punto de vista económico
mercantil tenía que construir grandes edificios públicos. Se trató de una
verdadera polis marítima19. Es destacable que en territorio egipcio, en
el emporion helénico de Náucratis, Samos es una de las tres ciudades
griegas que instaló un establecimiento20.

En Samos se destacó muchísimo la tiranía como auspiciante del


avance mercantil. A través del tirano Polícrates y de sus hermanos el rol
del comercio alcanzó su auge. La talasocracia samia, el dominio de los
mares, descolló con Polícrates21.

Herodoto nos cuenta que “Algo más de lo regular me voy dilatando


al hablar de los samios, por parecerme que es debido, atendida la mag­
nificencia de tres monumentos, a los cuales no iguala ningún otro de
los griegos. Por las entrañas de un monte que tiene 150 orgias de altura
abrieron una mina o camino subterráneo, al cual hicieron dos bocas o
entradas. Empezaron la obra por la parte inferior del monte y el camino
cubierto que allí abrieron tiene de largo siete estadios ocho pies de alto
y otros tantos de ancho. A lo largo de la mina excavaron después un
acueducto de 28 codos de profundidad y de tres pies de anchura, por
dentro del cual corre acanalada en sus arcaduces el agua que, tomada
desde una fuente llega hasta la misma ciudad. El arquitecto de este foso
subterráneo, que sirviera de acueducto, fue Eupalino el megarense, hijo
de Naustrafo. Este es uno de los tres monumentos de Samos. El otro es

15Arvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella


Grecia del tardo arcaísmo, pp. 103-104.
“ Ibídem, p. 105.
21Ibidem, pp. 105-106.
156 rosana g a llo

su muelle, terraplén levantado dentro del mar, que tendrá 20 orgias de


alto y más de dos estadios de largo. El tercero es un magnífico templo el
mayor realmente de cuantos he alcanzado a ver hasta ahora, cuyo primer
arquitecto fue Reco, natural de Samos e hijo de Files. En atención a estos
monumentos me he extendido al referir los hechos de los samios”22.

Desde la óptica de la modernidad podemos afirmar que el acue­


ducto del tirano, tendiente a llevar agua en la capital de la isla, es una
obra idónea de ser considerada un ejemplo de trabajo en ingeniería hi­
dráulica arcaica atento a sus complejidades acorde al terreno en donde
fueron realizadas. Era imperiosa la necesidad de proveer agua potable
a la ciudad y construir el acueducto fue la única salida idónea. A fin
de captar el agua se construyó una cisterna en la planta triangular del
acueducto que luego serviría para su distribución23. En cuanto a la data
de su construcción, en las paredes del túnel encontramos indicios, como
ser la técnica que fue utilizada para reforzar las paredes de la roca na­
tural, además de algunas inscripciones conservadas sobre las paredes,
que permiten ubicarla entre el 540-530 a.C. Esto nos aclararía que la
obra comenzó a iniciativa del tirano Polícrates padre -o Polícrates I-.
En cuanto a los muros, Herodoto nos dice que fueron construidos con la
mano de obra de prisioneros de la isla de Lesbos21.

Las diversas obras de Polícrates, como ser el túnel, los muros, el


muelle, todos tienden al mejoramiento edilicio de la polis, no sólo hay
que delimitarlo a un modo de defensa de la misma. Se trata de una forma
nueva de ver al Kosmos que valoriza aún más el aspecto de prosperidad

“ Herodoto, Los nueve libros de la Historia, pp. 269-270 (L. III, LX).
23 Arvanitis, Nikolaos, I tirarmi e le acque. Infraesírutture idrauliche e potere nella
Grecia del tardo arcaísmo, pp. 107-108.
24Ibidem, pp. 112-115; Herodoto, Los nueve libros de ¡a Historia, p. 258 (L. III, XXXIX):
“En una de sus expediciones, ganada una victoria naval a tos lesbios, los cuales habían salido a
la defensa de los de Mileto, con todas sus tropas, les hizo prisioneros, y cargados de cadenas,
les obligó a abrir en Samos el foso que cifie los muros de la ciudad”.
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA GRECIA 157

económica de la ciudad25. Herodoto dice que “...ninguno se hallará


entre los tiranos o príncipes griegos, a excepción solamente de los que
tuvieron los siracusanos, que en lo grande y magnífico de los hechos
pueda competir con Polícrates el samio”26. Por eso se sostiene que el ti­
rano resta siempre un aristocrático y lleva a los extremos los valores de
su clase, eliminando la concurrencia27. Plutarco sostiene que Polícrates
fue un tirano terrible de Samos, como lo fue Periandro de Corinto, pero
nadie temía a estos hombres cuando se trasladaban a una ciudad libre
y democrática. Pero el que teme el gobierno de los dioses como a una
tiranía sombría e inexorable, ¿a dónde se trasladará, a dónde huirá, qué
tierra encontrará sin dioses, qué mar? ¿Sumergiéndote en qué parte del
mundo y ocultándote a ti mismo, oh desdichado, puedes creer que vas a
escapar a la divinidad?28

En el caso de Atenas la ley nos muestra que desde la época arcaica


los recursos hídricos estaban bajo la jurisdicción del Estado; siendo tam­
bién colectivizadas en pos de la comunidad. Existía una reglamentación
legislativa imperante al respecto. Esto lo encontramos en Temistocles
o en Solón. Acorde a una ley soloniana en el caso de que un terreno
perteneciente a un particular no tuviere agua, o cuando un pozo público
estaba a más de 800 metros, o también porque en su terreno el agua
potable estuviere a más de 20 metros de profundidad, estaba autorizado
a utilizar los pozos vecinos29. En este aspecto y en cuanto a la reserva y
aprovechamiento de las aguas con fines cotidianos y agrarios el tirano
Pisístrato de Atenas construyó diversos acueductos. Tenemos diversas
arterias que transportan y distribuyen el agua en la ciudad; hay arterias

25 Arvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella


Grecia del tardo arcaísmo, p. 124.
“ Heródoto, Los nueve libros de la historia, pp. 304-305 (L. CXXV).
Arvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella
Grecia del tardo arcaísmo, p. 127.
2‘ Plutarco, Sobre la superstición en Obras morales y de costumbres (Moralia) II, p.
275, (166 c-d).
MArvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella
Grecia del tardo arcaísmo, p. 131.
158 ROSANA GALLO

secundarias al servicio de viviendas urbanas ubicadas en las periferias;


y, conductos secundarios en función de estructuras singulares, como
el denominado “brazo del Ennrsrkrounos”30. Dentro de los barrios
periféricos a la ciudad de Atenas, tenemos el famoso barrio llamado
Kerameikos, en donde residían los artesanos que producían cerámicas.
Notamos que el agua también es indispensable aquí también para la
producción artesanal, destinada a ser colocada en un mercado interno
y externo.

Aristóteles en Constitución de los atenienses dice que Pisístrato una


vez que se hizo con el poder administraba los asuntos públicos con ma­
yor dedicación a los intereses de la ciudad que la propia de un tirano31.
A la muerte de este tirano, le sucedieron en la tiranía sus hijos, Hiparco
e Hipias, pero al contrario del buen gobierno de su progenitor, éstos se
caracterizaron por ser mucho más rigurosos y temibles32.

De las numerosas fuentes que se encontraban en Atenas, sólo es


atribuida a Pisístrato y ligada a su acueducto la ubicada en el ángulo su­
deste del ágora. Esta fue también descripta por Pausanias y descubierta
por arqueólogos norteamericanos en el invierno de 195233.

Además de las obras hidráulicas, Pisístrato promocionó el arte y la


cultura en las más diversas variantes artísticas: hizo venir a Atenas a
varios artistas jónicos escultores, arquitectos, pintores, a fin de construir
y embellecer la ciudad con diversas obras públicas. Comisionó a varios
poetas jónicos para que reunieran y fijaran por escrito los poemas ho­
méricos los que hasta ese entonces eran transmitidos por rapsodas en

iolbidem, p. 162.
31Aristóteles, Constitución de los atenienses, p. 53, (14, 3).
“ Ibidem.p. 63, (19,1).
31 Arvanitis, Nikolaos, I tiranni e le acque. Infraestrutture idrauliche e potere nella
Grecia del tardo arcaísmo, p. 163.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA
159

forma oral;34 siendo precisamente obra exclusiva de este tirano el que


tengamos el legado al presente de los textos homéricos. Quizás esto se
deba a que se trató de un hombre de ilustre cuna3S. Construyó en Atenas
edificios espléndidos, como el Olimpieion, la Enneákrunos, el mercado
nuevo, la reconstrucción del templo de Atenas en la ciudadela, el Teles-
terion de Eleusis, entre otros. La poesía floreció en forma singular en
la época de Pisístrato, en especial con los certámenes musicales que se
celebraban en la fiesta de las Panateneas36. Gracias a la gestión de Pisís­
trato la influencia ateniense se alzó en todo el mundo griego” .

Hiparco, hijo del tirano Pisístrato, a la muerte de su padre le siguió


en el poder tiránico al mando de Atenas; en el año 525 a.C. promovió
como una de sus grandes obras tendientes a ensalzar la belleza de la
polis, la renovación del antiguo templo de Atenea Poliás30.

En líneas generales los monarcas y los tiranos en Grecia fueron


excelentes administradores, tanto en lo político como en lo económico.
La tiranía tuvo una indudable influencia en el desenvolvimiento econó­
mico e intelectual de las poleis griegas, sean las territoriales como en
las colonias. Se construyeron caminos, canales y acueductos; artistas y
poetas siempre fueron muy bien recibidos por los tiranos. Estos echaron
la grandeza con la cual prosperaron después Atenas, Corinto, Siracusa3’.
Muchos de estos tiranos fueron príncipes grandes e inteligentes40.

En los principales centros culturales se celebraban festividades


periódicas, con competencias musicales y de atletismo. Además de los

54Oliva, P., y Boreky, B., Historia de los griegos, p. 57.


35Grimberg, Cari, Grecia, D e la cultura minoica a l a Italia prerromana, p. 106.
36WilckeB, Ulrich, H istoria de Grecia, p. 151.
3,Dontas, Jeorge, La Acrópolis y su museo, p. 10.
,5Ibídem, p. 11.
3’ Grimberg, Cari, Grecia, D e la cultura minoica a la Italia prerromana, pp. 110-111;
Wilcken, Ulrich, Historia de Grecia, p. 130.
40W¡lcken, Ulrich, H istoria de Grecia, p. 130.
160 ROSANA GALI.O

juegos Píricos y ios Panateneos, se destacaron en especial los Olímpicos,


llegándose a convertir en la fiesta deportiva más famosa de toda Grecia.
Se realizaban cada cuatro años en Olimpia, en una explanada junto al
templo de Zeus Olímpico en Elida, en la región occidental del Pelopo­
neso. Se competía en varios deportes: carreras, lanzamiento de disco y
de la jabalina, salto largo, luchas. Existía una estrecha relación entre el
culto de los dioses y la mitología con el desarrollo de las artes griegas;
manifestándose tanto en la agricultura como en la escultura y pintura.
La lucha contra la aristocracia gentilicia no se traducía sólo en los in­
tentos de suplantar la leyenda y el mito antiguo con una interpretación
racional; sino que también revestía esta lucha una forma religiosa, en
particular en la Grecia materna, donde las capas de la población agrícola
tuvieron un papel importante en el movimiento popular. En oposición
a los cultos aristocráticos se favorecían los populares, o se establecían
nuevos cultos estatales. A esta práctica recurrían el tirano Clístenes de
Sicione, Periandro de Corinto, y Pisístrato de Atenas41.

Platón en Timeo nos enseña a través del diálogo sobre la importan­


cia del agua para el ser humano. “Entonces el número de habitantes de
las montañas y de lugares altos y secos que muere es mayor que el de
los que viven cerca del agua, ya sea de los ríos o del mar”42. “El agua
mezclada con el fuego que es líquida y tenue se denomina líquida por el
movimiento y el camino por el que rueda sobre la tierra y, además, es
blanda porque sus bases ceden al ser menos estables que las bases de la
tierra. Esta agua, cuando está separada del fuego y del aire y aislada, se
vuelve más uniforme, se condensa y alcanza el estado sólido. Cuando
el agua se ha solidificado por completo, si está en lo alto sobre la tie­
rra, se llama granizo; si se encuentra directamente sobre la superficie,
hielo. Cuando aún no se ha hecho del todo sólida, la que está en lo alto
sobre la tierra se denomina nieve y la que está directamente sobre la

41Oliva, P., y Boieky, B., Historia de los griegos, pp. 62-65.


42Platón, Timeo, en Diálogos, p. 41.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTICUA GRECIA 161

superficie de la tierra, surgida del rocío, escarcha. Las clases de aguas


se entremezclan”43.

Sigue Platón “Los árboles, plantas y simientes domésticas actuales,


cultivadas por la agricultura, fueron domesticados para el hombre, pero
antes existían solo los géneros salvajes, que son más antiguos que los
domésticos”44.

En La República sostiene que no hay ninguna forma de gobierno de


las existentes que convenga a un filósofo15; por otra parte, el pueblo que
ha engendrado al tirano, le alimentará a él y a los suyos; con la tiranía,
el pueblo queriendo evitar como suele decirse, el humo de la esclavitud
de los hombres libres, cae en el fuego del despotismo de los esclavos,
y ve que la servidumbre más dura y más amarga sucede a una libertad
excesiva y desordenada; 46 todos se volverán fiestas, juegos, festines,
francachelas y placeres de todo género, a que le arrojará el amor tiráni­
co, que ha dejado penetrar en su alma y que dirige todas sus facultades;
el hombre tirano es aquel a quien la educación o la naturaleza o ambas
cosas han hecho borracho, enamorado y loco47.

Hipócrates nos habla sobre las aguas al afirmar que las aguas quie­
tas, pantanosas y estancadas son, por fuerza en el verano, calientes, gor­
das y fétidas porque no fluyen, pero como las alimenta el agua de lluvia,
siempre nueva y las calienta el sol, son, necesariamente, de mal color,
nocivas y productoras de bilis; en invierno son heladas, frías y turbias a
causa de las nieves y los hielos, de suerte que ocasionan, con gran facili­
dad flema y ronqueras; pienso que las aguas de este tipo son malas para
todo uso. En segundo lugar, están aquellas cuyas fuentes salen de rocas

43Ibídem, p. 76.
44Ibídem, p. 93.
45Platón, La República, p. 228 (L. Sexto).
"Ibídem , p. 314 (L. Octavo).
47Ibídem, p. 318 (L. Noveno).
162 R OSANA GALLO

—pues por fuerza son duras- o de la tierra donde hay aguas termales o
se obtiene hierro, cobre, plata, oro, azufre, alumbre, asfalto o nitro. Efec­
tivamente, todo esto se forma a causa de la fuerza del calor. Por tanto, de
una tierra de tal tipo no es posible que se produzcan aguas buenas, sino
duras, ardientes, difíciles de eliminar por la orina. Las mejores son las
que emanan de lugares elevados y de colinas de tierra, pues son dulces,
transparentes y aptas para mezclarse con un poco de vino. Durante el
invierno resultan calientes y durante el verano, frescas. Son así cuando
proceden de fuentes muy profundas. Hay que elogiar a aquellas aguas
cuyos manantiales brotan en dirección a la salida del sol, especialmente
la correspondiente al verano. En cambio las que son saladas, crudas y
duras ninguna es buena para beber. Aquellas cuyas fuentes dan a la sa­
lida del sol son las mejores del grupo; después las que están en situación
intermedia entre la salida y la puesta del sol en verano, especialmente
las orientadas hacia la salida; en tercer lugar las que quedan entre las
puestas del sol en verano y en invierno; y las peores las orientadas hacia
el sur, entre la salida y la puesta del sol en invierno. Esas aguas son muy
dañinas para los del Sur y mejores para los del Norte40.

De estos pasajes de Platón y de Hipócrates puede decirse que algu­


nos son consejos a fin de mejorar la situación política de la polis y para
elevar el nivel intelectual y moral del gobernante; mientras que otros son
conocimientos médicos con los cuales contaba la ciencia en ese momen­
to. Seguramente y acorde al tiempo que le tocó vivir a cada tirano, pudo
influirles o no; pero de seguro a algunos de ellos marcó, sea para bien o
para mal. Ninguno pudo permanecer al margen absolutamente de nada,
por más que haya deseado hacerlo.

"La mayor parte de las ciudades, aun cuando uno las gobierne
bien, fácilmente se insolentan; pero los dioses ven ciertamente, aunque
sea tarde, el que, despreciando las leyes

“ Hipócrates, Sobre ¡os aires, aguas y lugares en Tratados Hipócraíicos, pp. 115-118 (7).
LA tr n A N tA BN LA ANTIGUA C REC ÍA 163

Divinas, se entrega al furor; lo que tu hijo de Egeo, debes procurar


que nunca te suceda”.
Sófocles, Edipo, en Colono”

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Llopis, A. Domingo y E. Mascará, bajo la dirección de M. Tamayo.
Título de la obra original Varlhistoria, Folkens Liv Och Kultur,
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164 ROSANA GALLO

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2004. Traducción de Cármen Lessining.
P l u t a r c o , Obras morales y de costumbres (Moralia) II, Editorial Gre­
dos, S.A., Madrid, 2001. Introducciones, traducciones y notas de
Concepción Morales Otal y José García López.
S ó f o c l e s , Tragedias, Editorial Edaf, S.A., Madrid, 1985. Prólogo Sófo­
cles y su teatro por Luis Alberto De Cuenca. Traducción de Feman­
do Segundo Brieva.
W il c k e n , U l r ic h , Historia de Grecia, Ediciones Pegaso, Madrid, se­
gunda edición, 1951.
ASPECTOS RELEVANTES SOBRE LA VIDA
DE ALGUNOS TIRANOS GRIEGOS
QUE REPERCUTIERON EN EL DERECHO PENAL,
CIVIL Y COMERCIAL

P ro f. R o s a n a G a l lo

1. Pisístrato de Atenas
Este tirano ateniense nació hacia el año 600 a.C., siendo oriundo de
una aldea de Diacria, cercana a la frontera de Beocia. De ascendencia
aristocrática, hijo de padre ilustre, habiendo sido su madre una sobrina
de la madre de Solón. Por ende se dice que se educó dentro del esplén­
dido círculo soloniano. No escapando a los cánones de su época, fue un
gran orador, provisto de grandes dotes políticas1. Fue un hombre de
mucho talento y gran astucia2.

Al dirigir victoriosamente al ejército de Atenas contra su rival Me­


gara, la que se vio obligada a devolver Salamina y a ceder el puerto de
Nisea -ubicado al sudeste de la Propóntide- en calidad de “polemarco”,
ascendió a la fama dentro de la polis ateniense, perfilando los logros que
alcanzaría posteriormente. En la guerra de Atenas con Megara se dispu­
taban en realidad el comercio de cereales en el Mar Negro3. A criterio
del historiador Plutarco, tuvo un papel exclusivo Solón en la reconquista
de Salamina, el que estaba acompañado en esa empresa por Pisístrato;
mientras otras fuentes hacen recaer pura y exclusivamente en el futuro
tirano la reconquista de ella4.

1Walker, Joseph M., Historia de la G recia antigua, p. 121.


2Swoboda, Heiurich, Historia de Grecia, p. 79.
3Walker, Joseph M., Historia de la Grecia antigua, p. 121.
“Domínguez Monedero, Adolfo J., Solón de Atenas, p. 34.
166 ROSANA G A IX O

Más tarde de este acontecimiento histórico, y antes de ser tirano,


Pisístrato ocupó el puerto de Nisea5.

En el año 561 a.C., siendo arconte Comeas, se presentó Pisístrato en


el Agora, cubierto de sangre, acusando de que sus adversarios pretendie­
ron asesinarle, solicitando le fuera asignada una guardia personal, a fin
de que no se repitiera el lamentable hecho en el futuro. Dicha guardia le
fue consignada, contando en un principio con cincuenta hombres; pero
de a poco se fue incrementando su número y su poder, lo que le permitió
apoderarse de la Acrópolis y con la ciudad6. Con este ardid tan particular
este tirano consiguió tener en sus manos el destino de Atenas y de los
atenienses durante muchos años, aunque no de manera continua, sino
alternando el poder.

Después de acceder al poder mediante el ardid del ágora, sus ene­


migos se unieron y lograron alejarlo del poder, se retiró de la ciudad de
Atenas, pero no de la región del Atica. No obstante este suceso, estando
Pisístrato alejado del poder, el tirano Megacles le ofreció a su hija en
matrimonio, pactando que el hijo de ambos le sucedería en el trono7.

Se hizo del poder pero fue destituido hacia el año 556 a.C., en donde
fue desterrado. Esta situación no fue desaprovechada por el tirano, ya
que se valió de la situación para enriquecerse y conseguir nuevos par­
tidarios en el Atica, en Tebas y en Argos. Regresó diez años después,
venciendo a sus opositores y entrando en una Atenas que no le ofre­
ció ninguna resistencia. Murió en el año 527 a.C8. Como nos cuenta
Aristóteles, llegó hasta su vejez en el gobierno y murió tras una larga
enfermedad, en el arcontado de Filóneo, después de pasar treinta y tres
años de su vida desde que se estableció como tirano por primera vez,

3ídem, p. 34.
6Walker, Joseph M., H istoria de la Grecia antigua, p. 121.
’ Ibídom,p. 122.
'ídem , p. 122.
LA T IR A N ÍA BN LA ANTIGUA G R EC IA
167

de los que permaneció diecinueve en el gobierno, ya que los restantes


estuvo desterrado9.

Tenía dos hijos de su esposa legítima: Hipias e Hiparco, y otros dos


de la argiva: Iofonte y Hegesístrato, al que apodaban Tésalo. Pístrato se
había casado en Argos con la hija de un argivo cuyo nombre era Górgilo:
Timonasa a la que había desposado antes Arquino de Ampracia, uno de
los Cipsélidas. Unos dicen que desposó a la argiva tras su primera caída
del poder, otros que lo hizo mientras estaba en el gobierno10.

El historiador Herodoto nos narra su versión sobre la vida y obra de


este tirano de la siguiente manera, a saber “De esas dos naciones oía de­
cir Creso que el Atica se hallaba oprimida por Pisístrato, que a la sazón
era señor o tirano de los atenienses. A su padre Hipócrates, asistiendo a
los juegos Olímpicos, le sucedió un gran prodigio, y fue que las calderas
que tenía ya prevenidas para un sacrificio, llenas de agua y de carne, sin
que las tocase el fuego, se pusieron a hervir de repente hasta derramarse.
El lacedemonio Chilón, que presenció aquel portento, previo dos cosas
a Hipócrates: la primera que nunca se casase con una mujer que pudiese
darle sucesión; y la segunda, que si estaba casado, se divorciase luego y
desconociese al hijo al que hubiera tenido.

Por no haber seguido estos consejos le nació después Pisístrato, el


cual aspirando a la tiranía y viendo que los atenienses litorales, capita­
neados por Megacles, hijo de Alceón, se habían levantado contra los ha­
bitantes de los campos, conducidos por Licurgo, el hijo de Aristoclaides,
formó un tercer partido bajo el pretexto de defender a los atenienses de
las montañas y para salir con su intento urdió la trama de este modo.
Hízose herir a sí mismo y a los mulos de su carroza, y se fue hacia la
plaza como quien huía de sus enemigos, fingiendo que le habían querido

9Aristóteles, Constitución de los atenienses, p. 57 (17,1).


10Ibídem, p. 57 (17,3).
168 ROSANA GALLO

matar en el camino de su casa. Llegado a la plaza pidió al pueblo, pues él


antes se había distinguido mucho en su defensa, ya cuando general entre
los megarenses, ya en la toma de Nicea, y con otras grandes empresas
y servicios, que tuviesen a bien concederle alguna guardia para la segu­
ridad de su persona. Engañado el pueblo con tal artificio, dióle ciertos
hombres escogidos que le escoltasen y siguiesen, los cuales estaban
armados no de lanzas sino de clavas. Auxiliado por éstos, se apoderó
Pisístrato de la ciudadela de Atenas, y por este medio llegó a hacerse
dueño de los atenienses; pero sin alterar el orden de los magistrados ni
mudar las leyes, contribuyó mucho y bien al adorno de la ciudad, gober­
nando bajo el plan antiguo.

Poco tiempo después, unidos entre sí los partidos de Megacles y los


de Licurgo, lograron quitarle el mando a Pisístrato y echarle de Atenas.
No bien los dos partidos acabaron de expulsarle, cuando volvieron de
nuevo la discordia y sedición entre sí mismos. Megacles que se vio sitia­
do por sus enemigos, despachó un mensajero a Pisístrato, ofreciéndole
que si tomaba a su hija por mujer, le daría en dote el mando de la Repú­
blica. Admitida la proposición y otorgadas las condiciones, discurrieron
para la vuelta de Pisístrato el artificio más grosero que en mi opinión
pudiera imaginarse, mayormente si se observa que los griegos eran
tenidos ya de muy antiguo por más astutos que los bárbaros y menos
expuestos a dejarse deslumbrar de tales necedades y que se trataba de
engañar a los atenienses, reputados por los más sabios y perspicaces de
todos los griegos.

En el partido Pecinense había una mujer hermosa llamada Phya, con


la estatura de cuatro codos menos tres dedos. Armada completamente
y vestida con un traje que la hiciese parecer mucho más bella y majes­
tuosa, la colocaron en una carroza y la condujeron a la ciudad, enviando
delante sus emisarios y pregoneros, los cuales cumplieron bien con su
encargo, y hablaron al pueblo de esta forma: 'Recibir, ¡oh atenienses!, de
LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA
169

buena voluntad a Pisístrato, a quien la misma diosa Minerva11restituye


a su alcázar, haciendo con él una demostración nunca usada con otro
mortal’, Esto iban gritando por todas partes, de suerte que muy en breve
se extendió la fama del hecho por la ciudad y la comarca; y los que se
hallaban en la ciudadela, creyendo ver en aquella mujer a la diosa mis­
ma, le dirigieron sus votos y recibieron a Pisístrato.

Recobrada de este modo la tiranía y cumpliendo lo pactado, tomó


Pisístrato por mujer a la hija de Megacles. Ya entonces tenía hijos cre­
cidos y no queriendo aumentar su número, con motivo de la creencia
según la cual todos los alcmeónidas eran considerados como una raza
impía, nunca conoció a su nueva esposa en la forma debida y regular.
Si bien ella al principio tuvo la cosa oculta, después la descubrió a su
madre y ésta a su marido. Megacles lo llevó muy a mal, viendo que así
le deshonraba Pisístrato, y por resentimiento se reconcilió de nuevo con
los amotinados.

Entre tanto, Pisístrato, instruido de todo, abandonó el país y se fue


a Eretria, donde consultando con su hijo, le pareció bien el dictamen de
Hippias de recuperar el mando, y al efecto trataron de recoger donativos
de las ciudadelas que les eran más adictas, entre las cuales sobresalió
la de los tebanos por su liberalidad. Pasado algún tiempo quedó todo
preparado para el éxito de la empresa, así porque los argivos, gente
asalariada para la guerra, habían ya concurrido del Peloponeso, como
porque un cierto Lygdamis, natural de Naxos, habiéndoseles reunidos
voluntariamente con hombres y dinero, los animaba, sobremanera a la
expedición.

11Minerva está insertada en el texto de Herodoto tomada de una traducción de! latín, ya
que en realidad debió decir “Atenea”, conforme corresponde al nombre original de la diosa
en griego.
170 ROSANA GALLO

Partiendo de Eretria, volvieron al Atica once años después de su


salida, y se apoderaron primeramente de Maratón. Atrincherados en
aquel punto, se les iban reuniendo no sólo los partidarios que tenían en
la ciudad, sino también otros de diferentes distritos y a quienes acomo­
daba más el dominio de un señor que la libertad del pueblo. Su ejército
se aumentaba con la gente que acudía; pero los atenienses que moraban
en la misma Atenas miraron la cosa con indiferencia todo el tiempo que
gastó Pisístrato en recoger dinero, y cuando después ocupó a Maratón,
hasta que sabiendo que marchaba contra la ciudad, salieron a resistir­
le. Los dos ejércitos caminaban a encontrarse y llegando al templo de
Minerva la Pallenida, hicieron alto uno enfrente del otro. Entonces fue
cuando Anfylito, el célebre adivino de Arcanania, arrebatado de su es­
tro, se presentó a Pisístrato y le vaticinó de este modo:

Echado el lance está, la red tendida;


Los atunes de noche se presentan
Al resplandor de la callada luna

Pisístrato comprendió el vaticinio y diciendo que lo recibía con


veneración, puso en movimiento a sus tropas. Muchos de los atenienses
que habían salido de la ciudad, acababan entonces de comer; unos se
entretenían jugando a los dados, y otros reposaban, por lo cual cayendo
de repente sobre ellos las tropas de Pisístrato, se vieron obligados a huir.
Con este ardid logró Pisístrato apoderarse de Atenas por tercera vez.
Dueño de la ciudad, procuró arriesgarse en el mando con un mayor nú­
mero de tropas auxiliares y con el aumento de las rentas públicas, tanto
recogidas en el país mismo como venidas del río Strymon. Con el mismo
fin tomó de rehenes a los hijos de los atenienses que sin entregarse luego
de la fuga le habían hecho frente, y los depositó en la isla de Naxos de la
cual se había apoderado con las armas y cuyo gobierno había confiado
a Lygdamis”12.

l2Herodoto, Los nueve libros de la historia, pp. 65-68 (Libro I, LIX-LX1V).


LA TIR A N ÍA BN LA ANTIGUA G M C IA yj J

Pisístrato sacó ventajas de los fracasos de la política llevada a cabo


por Solón, quien estuvo al frente de Atenas con anterioridad a su primer
ascenso al poder, y se lo denominó “conductor del pueblo”13, merced
al papel relevante que le tocó vivir como salvador de los oprimidos por
deudas sobre sus personas y sus propiedades, rescatando con fondos
públicos a los atenienses que habían sido vendidos al exterior y reingre­
sándolos a la polis.

En cuanto a Atenas, el gobierno de Pisístrato representó uno de sus


grandes momentos de esplendor y prosperidad. Como muchos de los
nobles atenienses estaban en desacuerdo con su forma de gobernar se
exiliaron. Esta circunstancia fue perfectamente aprovechada por este
tirano, ya que procedió al reparto de las tierras de los exiliados entre
los pobres que allí habitaban, que estaban en su partido; con esto llevó
a la práctica una de las grandes medidas sociales tomadas por Solón,
consistente en el reparto de tierras entre los carenciados11. Realizó una
primera reforma agraria destinada a acabar con el latifundio. El proble­
ma agrario fue un desafío que debió resolver Pisístrato; ya que en un
primer momento la idea de Solón no fue la de repartir tierras entre los
pobres, sino liberar de las deudas a los mismos: cuando accedió al poder
existía la esclavitud por deudas, es decir un campesino dueño de una
pequeña proporción de tierra, ante la necesidad de dinero para adquirir
los medios adecuados a fin de cultivarla y poder levantar la cosecha que
de ella surgiera, debía adquirir un préstamo y garantizarlo no sólo con su
tierra sino también con su propia persona y la del grupo familiar. A esto
apuntó Solón, al pago de estas deudas y a la repatriación de ciudadanos
atenienses que por deudas fueron vendidos al exterior, sea a otras polis
o a estados o monarquías bárbaras. Con Solón la hipoteca recaería sólo
sobre la tierra15. Cuando había ciudadanos en apuros económicos, les
adelantaba Pisístrato dinero para sus empresas, para que pudieran conti­

13Domínguez Monedero, Adolfo J,, Solón de Aleñas, p. 18.


14Walker, Joseph M., H istoria de ¡a Grecia antigua, p. 122.
15Domínguez Monedero, Adolfo J., Solón de Atenas, pp. 55-56.
I
172 ROSANA GALLO

nuar con el cultivo de sus tierras, conforme lo sostuvo Aristóteles16. Por


ello es que tiene el apoyo popular garantizado, ya que sus seguidores son
principalmente los que fueron privados de sus créditos17.

Procedió a la creación de numerosos puestos de trabajo al impulsar


la construcción de numerosas obras públicas, o el embellecimiento de
las ya existentes. Estas obras fueron financiadas con fondos procedentes
de la explotación minera1®.

En cuanto a la actividad naval y mercantil tomó la iniciativa de su


incremento, sentando de esta manera las bases del futuro imperio marí­
timo ateniense, a través de una política protectora y alianzas con el Egeo
y Asia Menor, Asimismo procedió a la colonización del Helesponto, en
donde reinaba uno de sus hijos, Hegesístratos, y con esto se aseguró el
aprovisionamiento de cereales del Ponto Euxino. Se anexó a Naxos y
Délos -islas Cicladas- incluyendo el famosísimo santuario de ésta últi­
ma19. Con Pisístrato -entre otros tiranos- se incrementó la colonización
griega a diversos destinos, sean de oriente u occidente. Se convirtió el
Mediterráneo en un mar griego, se abrieron rutas mercantiles que permi­
tieron un incremento descomunal en el comercio, permitiendo a muchas
polis salir de su pobreza o en algunos casos incrementar sus riquezas.

Con el favor del Estado, la agricultura prosperó muchísimo con Pi­


sístrato, ya que le destinó numerosos ingresos públicos a fin de fomentar
su crecimiento. El cultivo de olivo creció hasta el punto que Atenas pudo
no sólo autoabastecerse de él sino también exportar su excedente20.

16Aristóteles, Constitución de los atenienses, p. 57 (16,2).


11Domínguez Monedero, Adolfo J., La polis y la expansión colonial griega. Siglos
Vm-VI, p. 203.
18Walker, Joseph M., Historia de la Grecia antigua, p. 122.
l9Ibídem,pp. 122-123.
“ Ibídem, p. 123.
LA T IR A N ÍA E N LA A NTIGUA GRECIA 173

AI mismo tiempo sus rentas se hacían mayores gracias al cultivo de


la tierra ya que se cobraba un diezmo de cuanto se producía21.

Por esta razón instituyó jueces por demos, y el mismo tirano salía a
menudo por la región a inspeccionar y a dirimir litigios entre personas,
para que no descuidaran sus labores por tener que bajar a la ciudad22.
En todo momento procuró proporcionarles paz y tranquilidad a los ciu­
dadanos” . Fue un tirano por ello popular y humano24.

A fin de poder transportar estos productos, en especial el del aceite,


permitió el incremento de otra actividad, el de los talleres destinados a la,
confección de vasijas de cerámica, que llegó a ser una de las importantes
industrias de su época25.

Según Domínguez Monedero, la introducción de la primera moneda


en Atenas se correspondería con la tiranía de Pisístrato, primero en la
forma de didracmas denominadas como monedas heráldicas al llevar
como símbolos figuras representativas de los escudos de los guerreros
que aparecen en las cerámicas áticas que son coetáneas en el tiempo. A
esto les seguirán las primeras lechuzas, convirtiéndose luego en el sím­
bolo de Atenas, acorde a su divinidad Palas Atenea. En ambas monedas,
parece que se acuñaron en las Minas de plata de Tracia, en donde se
dice que el mismo Pisístrato tenía intereses económicos personales. Las
fechas en que se dieron las primeras emisiones oscilarían entre el 575 y
540 a. C26. Obsérvese de esta forma hasta qué punto el tirano influyó en
la economía y en el tráfico comercial.

21Aristóteles, Constitución de los atenienses, p. 57 (16, 4).


“ Ibídem, 57 (16, 5).
23Ibídem, p. 57 (16,7).
24Ibídem, p. 57 (16, 8).
25Waiker, Joseph M., Historia de la Grecia antigua, p. 123.
24 Domínguez Monedero, Adolfo J., La polis y la expansión colonial griega. Siglos
VIII-VI, p. 206.
174 R OSANA GALLO

El tirano Pisístrato tuvo otras iniciativas brillantes, como la orga­


nización y celebración de fiestas como las dionisíacas y las panateneas;
brindarle su hospitalidad a literatos y artistas; la apertura de una biblio­
teca pública, en donde según nos refieren, se procedió a la compilación
por parte de un grupo de poetas jónicos contratados de los poemas
homéricos, los cuales hasta ese momento se transmitían en forma oral
por rapsodas” .

Con la finalidad de culminar con numerosos conflictos que había


en la polis, con Pisístrato se permiten los denominados matrimonios
mixtos,28 de los cuales nos refiere Aristóteles en la Constitución de los
atenienses.

Como nos dice Aristóteles, prefirió administrarlo todo de acuerdo a


las leyes, sin concederse a sí mismo privilegio alguno de ninguna clase.
Razón por la cual permaneció largo tiempo en su gobierno y cuando caía
enseguida lo recuperaba fácilmente, ya que lo apoyaban los notables y
también el pueblo, se avenía a bien con los unos y los otros29. La fun­
ción de Pisístrato era que las leyes fueran cumplidas y respetadas por
todos30. Gobernó con procedimientos humanitarios y con comprensión
de los intereses morales31.

El tirano le profesaba un gran afecto a Solón y esto se manifestó


concretamente cuando lo designa su consejero, cargo al cual Solón no
refutó atento a que Pisístrato había mantenido, defendido y cumplido
sus leyes32. Esta fuente de información procede de Plutarco. De todas
formas Solón no vivió demasiado tiempo luego de esta designación.

27Walker, Joseph M., H istoria de la G recia antigua, p. 123.


“ Domínguez Monedero, Adolfo J., Solón de Atenas, p. 69.
29Aristóteles, Constitución de los atenienses, p. 57 (16, 8-9).
30 Domínguez Monedero, Adolfo J., La polis y la expansión colonial griega. Siglos
Vm-VL, p. 208.
31 Swoboda, Heinrich, H istoria de Grecia, p. 79.
32Domínguez Monedero, Adolfo J., Solón de Atenas, p. 97.
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA
175

Cuando Pisístrato accedió a la tiranía en el año 561 a.C. hacía treinta


■años de que Solón había otorgado sus leyes a los atenienses33.

Las leyes de los atenienses respecto de los tiranos eran por entonces
indulgentes, todas ellas, en especial la que se refería a la instauración
de la tiranía. Tenían la siguiente ley al respecto: “Estos son preceptos
ancestrales de los atenienses: si algunos se alzan para establecer la tira­
nía o alguien colabora en la instauración de la tiranía, sean privados de
sus derechos de ciudadanos tanto al culpable como su descendencia’^4.

Walker sostiene que gracias a la obra de Solón, Pisístrato no tuvo


que efectuar grandes cambios ni en las leyes ni en las instituciones
atenienses en su acceso al poder, y con esto consiguió en los hechos
concretar una profunda transformación cultural y socio-económica de
su polis35. Se puede estar de acuerdo o no con su forma de gobierno pero
nadie desconoce el engrandecimiento de Atenas merced a su gestión.

Quizás se deba a esta exitosa labor que a la muerte de Pisístrato le


pudieran suceder en el poder sus hijos Hiparco e Hipias. Nadie se opuso
a esto. Durante la tiranía de los hijos, los artistas continuaron gozando
de la protección y el fomento de su arte36. Asimismo, tal como lo expone
Domínguez Monedero, el gran auge del ágora corresponderá a la época
de Pisístrato y de sus hijos37.

Domínguez Monedero sostiene como opinión personal la siguiente


“considero a la tiranía como respuesta del demos a la crisis, no tanto
porque éste haya sido su protagonista principal, sino sobre todo porque
sí ha sido su beneficiario y, además porque a diferencia de los legislado­

33ídem, p. 97.
34Aristóteles, Constitución de los atenienses, p. 57 (16,10).
35Walker, Joseph M., Historia de la Grecia antigua, p. 123.
30ídem, p. 123.
37Domínguez Monedero, Adolfo J., Solón de Atenas, p. 65.
176 ROSANA GALLO

res, que en último término trataban de perpetuar el sistema ancestral de


gobierno, el tirano ha roto, violentamente incluso, con un pasado, sen­
tando las bases del porvenir, lo cual no ocurría con los legisladores, al
menos en tan medida. Además el haberse enfrentado con la aristocracia
gobernante, el tirano tiene que buscar otros apoyos y estos solo los va a
hallar entre los grupos populares, entre el demos”38.

2. Los Cipsélidas de Corinto


Cípselo hacia el año 655 a. C toma el poder en Corinto. Su padre
era Labda, miembro de los Baquíadas. Su madre era Eetión, la cual ni
siquiera era de origen dorio y por supuesto no integraba este grupo.
Permanece en el poder alrededor de treinta años. Es sucedido por su hijo
Periandro. No está bien claro en qué forma Cípselo accede al poder, pero
de seguro obedecería a conflictos internos que derivan en la muerte del
último magistrado epónimo Baquíada, Patroclides o Hipoclides. Ante
este acontecimiento, con sus partidarios Cípselo se convierte en tirano
de Corinto, a fin de controlar la situación de caos. Permitió el regreso
de los corintos que se habían exiliado merced a los Baquíadas. Toda la
ciudad tenía aversión y mostraba hostilidad hacia este grupo39.

Por otra parte, en Corinto los que se dedicaban a la agricultura, al


incursionar en el comercio engrandecían su poder económico y con ello
crecían sus necesidades de ocupar un lugar en la conducción de la polis.

Entre las medidas tomadas por Cípselo en pos de la ciudad encon­


tramos un reparto general de tierras. Cabe recordar que aquí también
hubo expropiaciones por parte de los Baquíadas sobre las tierras perte­
necientes a sus opositores. Merced quizás a un gran número de pobla­
dores o a fin de incrementar políticas mercantiles, impulsó activamente

“ Domínguez Monedero, Adolfo J., La polis y la expansión colonia! griega. Siglos VIII-
VI, pp. 180-181.
39Ibídem, pp. 169-170.
L A T IR A N IA EN LA ANTIGUA GRECIA 177

la colonización, en búsqueda de nuevas tierras y mercados. También


realizó una política de tasación sobre la décima parte de los ingresos
correspondientes a los ciudadanos40. Este tirano permaneció en el poder
durante treinta años41.

Le siguió en la tiranía su hijo Periandro, al que se le atribuye un


gobierno despótico. Se caracterizó por haber suprimido en forma vio­
lenta a sus opositores. Sin embargo, hay quienes discuten si esto fue
tan así, atento a que lo encontramos integrando la nómina de los “Siete
Sabios”42.

Continuó con la medida de su progenitor tendiente a la colonización


y al comercio, en especial en lo concerniente con el afianzamiento de
sus relaciones con Egipto tendientes al tráfico mercantil, la fundación de
Potidea, tomó una serie de disposiciones que sancionaban y combatían el
lujo excesivo. Desde el punto de vista edilicio, también ideó un amplio
programa de obras públicas dispersos en toda la polis. Entre ellas se des­
tacó el diolkos o calzada empedrada que atravesaba el istmo de Corinto,
tendientes a unir por tierra el Golfo Sarónico con el de Corinto, a fin de
hacer más fácil el tránsito entre los dos mares que eran en ese entonces
controlados por su polis43.

Para obtener nuevos ingresos, Periandro creó fuentes inagotables


de rentas por medio de contribuciones indirectas. Impuso fuertes tasas
sobre los mercados y aumentó los derechos del puerto. Hasta existe una
tradición sobre este tirano que al no bastarle todo esto pretendió que le
entregasen las mujeres que habitaban Corinto todas sus joyas. Con todas

«Ibídem, p. 170.
41Asimov, Isaac, Los griegos, p. 69.
42 Domínguez Monedero, Adolfo J., La p o lis y la expansión colonial griega. Siglos
VUl-VI, p. 170.
43Ibídem, pp. 170-171.
178 ROSANA GALLO

estas medidas no sólo invertía en la ciudad sino que también realizaba


costosas donaciones a los dioses44.

Procedió a suprimir a la clase media doria. Los hombres no tuvieron


ya derecho a discutir libremente respecto de las elecciones comunales;
los jóvenes tuvieron que renunciar a los ejercicios en donde fortalecían el
cuerpo y el alma. Todas estas instituciones se suprimieron bajo diversos
pretextos. La comunidad se disolvió en familias aisladas y los ciuda­
danos sólo podían ocuparse de sus asuntos particulares, advirtiéndose
en todas partes la vigilancia por parte del poder. Hasta la vida privada
era objeto de persecuciones y pesquisas; para ello se creó una comisión
especial de policía. Expulsó de la ciudad a un gran número de familias
para poner la tranquilidad pública al abrigo de peligros que el exceso de
población de por sí trae. Se vigilaron a los oficios y profesiones. Se cas­
tigó a los ociosos y a los pródigos. Se restringió el número de esclavos.
Y se obligó a todos a rendir cuentas sobre sus negocios, sean domésticos
o no45.

En líneas generales podemos sostener que el gobierno de Periandro


fue más exitoso que el de su progenitor, ya que convirtió a su polis en la
más culta de Grecia continental y fue la más poderosa a nivel económico
y comercial46.

El fin de estas tiranías aconteció cuando al morir Periandro, en el


año 585 a.C. le sucedió su sobrino Psamético, el que gobernó sólo tres
años pereciendo asesinado47.

44Curtius, Ernest, Historia de Grecia, Tomo I, p. 243.


45Ibidem, p. 244.
44Asimov, Isaac, L os griegos, p. 69.
47 Domínguez Monedero, Adolfo J,, L a p o lis y la expansión colonial griega. Siglos
r m - n p . 17 1.
LA T IR A N ÍA E N LA A NTIGUA GRECIA
179

Los baquíadas abrieron la ciudad a los industriosos colonos, quienes


. se instalaron en el punto donde se cruzan todas las vías comerciales
de Grecia, con el fin de poder acumular una inmensa fortuna en pos
de la ciudad. Protegieron y estimularon todos los inventos útiles; y, en
la medida en que la población aumentaba interpretaron que no era por
tierra sino por mar donde Corinto debía buscar su engrandecimiento. Su
puerto estaba destinado a dominar los mares. Bajo estos baquíadas es
que los corintos comenzaron a hacer el comercio por su propia cuenta,
tomando la dirección del movimiento comercial e instalando en el ist­
mo una vía -dioicos- por la que con el auxilio de unas ruedas pasaban
las naves de un golfo a otro. El transporte aseguraba al tesoro público
rentas muy considerables que permitieron a la ciudad la creación de una
j marina propia18.

| . 3. Siclón y los Ortagóridas


La polis de Sición49 se encuentra cercana a la de Corinto. La tiranía
| aquí comienza con Ortágoras50. En su juventud tuvo un papel muy im­
portante entre las tropas fronterizas de esta ciudad, empezando a desta­
carse y perfilarse en su rol de futuro tirano. Esto le valió que lo pusieran
i| al mando de estas tropas. Accede al cargo de polemarco a mediados del
a siglo VII con el apoyo del pueblo. Se desconoce bastante sobre las me­
didas o forma de gobernar de este tirano. En líneas generales se sostuvo
que impuso un benévolo gobierno".

Curtius nos cuenta lo siguiente respecto a cómo se accedió al poder


tiránico en Sición: El origen de la familia es oscuro, pero aunque el
• -V-

"*Curtius, Emest, Historia de G reda, Tomo I, p. 234.


**Para algunos es Sicione.
50 Swoboda, Heinricb, Historia de Grecia, p. 71: Para algunos la tiranía en Sicione
comenzó con Andreas, en discrepancia con los que sostienen que se inició con Orthagoras,
tratándose de dos personas diferentes.
51 Domínguez Monedero, Adolfo J., La polis y la expansión colonial griega. Siglos
Vm-VI, p. 171.
180 ROSANA GALLO

individuo que le dio más nombradla fue calificado de “cocinero”, debió


éste ser un mote inventado por el partido contrario. El primer potentado
de esta casa se llamaba Andreas, quien posteriormente tomó el nombre
oficial de Ortágoras, “el que habla con rectitud”, a fin de presentarse
como un hombre de bien al que sólo le interesaba el bienestar del pueblo.
Por ello se denominó a todos los que pertenecieron a esta dinastía los
ortagóridas52.

Cuando muere Ortágoras, le sucede su hijo Clístenes, después de


acabar con Mirón II. Esto ocurre entre el siglo VII y VI. La ciudad
fócense de Crisa, cercana a Delfos, pretendió apoderarse del Oráculo
alrededor del año 590 a.C. A consecuencia de este atropello se produjo
la denominada primera Primera Guerra Sacra,, ya que los miembros del
grupo de ciudades-estados que controlaban Delfos formaron una coa­
lición para castigar a Crisa. Al mando de estas fuerzas que terminaron
derrotando a Crisa estaba Clístenes. La ciudad fue derrotada y destruida
en su totalidad A su vez, se pronunció una maldición para quienes en un
futuro pretendiesen reconstruirla o cultivasen su territorio. Conmemo­
rando esta victoria Clístenes creó los juegos Píticos53. Siendo vencedor
de la segunda fiesta pítica en la carrera de carros54.

Clístenes realizó alianzas con el exterior muy beneficiosas para su


ciudad; las vías comerciales se hallaban completamente seguras y abier­
tas todas las fuentes de la prosperidad pública. En el interior reinaba la
alegría ya que pesar de ser un tirano, Clístenes se mostró clemente y
bondadoso con sus súbditos. Su corte siempre recibió a los hombres de
gran talento, tanto en el teatro como en otras artes55.

” Curtius, Emest, Historia de Grecia, Tomo 1, p. 222.


53Asimov, Isaac, Los griegos, pp. 70-71; Swoboda, Heinrich, Historia de Grecia, p. 78.
54 Curtios, Enjest, Historia de Grecia, Tomo I, p. 229.
ís fdem, p. 229.
LA T IR A N ÍA UN LA A N TIG U A G R EC IA 181

El régimen autocrático de su familia duró alrededor de un siglo de­


biendo su apoyo en la población rural, la cual hasta el advenimiento de
la tiranía en Sición vivían en una indiscutida servidumbre56.

Sición debió su fortuna a la industria de sus habitantes y a los talen­


tos de la aristocracia en la conducción de la polis y en la distribución de
lo producido tanto en el comercio interno como en el externo,

4. Megara y Teágenes
El estado pequeño de Megara, a entender de muchos, vino a ser una
segunda Corinto, una ciudad cosmopolita cuyos habitantes se servían
de esclavos escitas. De su puerto de Nisaia partían los emigrantes de la
Grecia central hacia ios mares del norte. Los oligarcas supieron dirigir
con suma habilidad este movimiento, porque con la expatriación de una
población inconstante, que podía presentarles conflictos, poniendo como
excusa “un exceso de población” y que la solución adecuada para esto es
que “debían dirigirse a fundar colonias”; con esta medida se aseguraron
su dominación y al mismo tiempo fomentaron la industria del transpor­
te, llevando a la ciudad la prosperidad. Esto que en apariencia era una
muy buena medida de política económica y social devino en contra de
sus' propios propulsores quienes pretendieron guardarse para sí todas
las ventajas económicas en desmedro y explotación de los ciudadanos.

En estos tiempos que estamos relatando, la dirección del gobierno


estaba en manos de una nobleza perteneciente a la raza indígena, rodea­
da de una milicia doria. Eran los dueños de la ciudad y de las campiñas
prósperas de las inmediaciones; mientras que el resto de las personas
vivían dispersas en las regiones menos fértiles del litoral y las monta-

“ Swoboda, HeLnrich, H istoria de Grecia, p. 71.


182 ROSANA GALLO

ñas. En los dias en que se desarrollaba el mercado podían ofrecer sus


productos en un lugar determinado57.

El pueblo tomó consciencia de sus derechos llevándolos a una insu­


rrección. Hacía tiempo que las facciones oligárquicas estaban divididas
y confrontadas. No era justo que los dirigentes se guardaran todos los
beneficios para sí y sus favoritos -familiares o amigos- y sometieran a
sus conciudadanos a una explotación desmedida. De esto se aprovechó
en su momento Teágenes cuando excitó al pueblo a llevar adelante una
revolución58.

Si bien la auténtica causa de la sublevación eran todas estas cuestio­


nes de desigualdad y aprovechamiento de unos pocos en desmedro de
muchos. Se invocó una razón que hasta podía pasar por insignificante:
se trataba de una dehesa situada en el pequeño arroyo de Megara; los
que disfrutaban de sus beneficios eran sólo los ciudadanos de antiguo
abolengo, sin derecho a ello, según sostenían sus adversarios. Teágenes
se apoderó de los ganados e hizo matar a la mayor parte. Ante esta si­
tuación, la nobleza le pidió cuentas de su conducta, ante lo cual Teágenes
pidió del pueblo una guardia armada, que le fue otorgada. Esto le permi­
tió el derrocamiento del régimen aristocrático y apoderarse del gobierno
en nombre del pueblo. No se descarta que en este acceso al poder tuvo
al mismo tiempo el apoyo de los tiranos vecinos59.

Con el acceso del tirano vinieron los cambios. Los hombres del de­
mos, que hasta entonces se habían mantenido a cierta distancia, como
si fueran siervos asustados, procedieron a instalarse en la ciudad. Los
artesanos comenzaron a ser dueños de sus destinos y de sus talleres.
Teágenes por medio de un largo canal condujo las aguas provenientes

57Curtius, Em est, Historia de Grecia, Tomo I, pp. 248-249.


58ibidem, p. 249.
55Ibidem, pp. 249-250.
LA .TIRA N ÍA .U N LA ANTIGUA G R EC IA 183

de las montañas al centro de la ciudad, donde una fuente hermosa servía


de adorno al agora60.

Merced a estos profundos cambios, la polis de Megara se convirtió


en el centro de la región. Las barreras que separaban las clases sociales
se habían derribado. Pero no obstante, Teágenes no pudo permanecer
mucho tiempo en el poder, a pesar de contar desde un principio con el
apoyo popular y de otros tiranos. Después de su derrocamiento, el poder
recayó otra vez en el partido conservador: no duraron demasiado; y otra
vez el pueblo se hace con el poder, mediante jefes propios de su clase.
Con estos nuevos dirigentes populares se llegó a decretar la devolución
por parte de los capitalistas de los intereses que habían recibido a raíz
de los préstamos otorgados61.

El pueblo procedió a tomar medidas violentas, por ejemplo, desterrar


a los ricos y a confiscar sus tierras. Llegó a ser tan grande y desajustado
el número de expropiaciones que los desposeídos se reunieron fuera del
Estado y formaron un núcleo enorme para retomar el poder y reconquis­
tar su patria. Esto conllevó a diversas guerras civiles que lo único que
consiguieron era desgarrar a la ciudad62.

En este caos se educó y creció Teognis, al que sólo conocemos por


su poesía, exactamente con los fragmentos que de ella quedaron. Pode­
mos decir que era un poeta de las circunstancias. Intervino personalmen­
te en los acontecimientos. Dio una expresión poética a su alegría y a su
dolor, a su amor y a su odio. Sus poemas nos revelan la expansión de un
hombre de partido, apasionado, violento y muy hábil para manejar su
idioma. Esto nos demuestra que a pesar de los conflictos que pasaba la
polis, no se descuidaba la educación; ya que el poeta nos muestra haber

“ Ibídera, p. 250.
61ídem, p. 250.
S2ídem ,p. 250.
184 ROSANA. GALLO

accedido a una muy buena cultura intelectual y social en el tiempo que


le tocó vivir. Perteneció a la clase aristocrática63.

Recordemos que esta clase era la única que accedía a la educación,


eran la denominada “gente culta”, los “mejores”. Hasta entonces habían
sido los primeros dentro del Estado. Luego, con los acontecimientos des-
criptos, el cambio fue total: las gentes de afuera se establecieron en las
propiedades de los ciudadanos de antiguo linaje que fueron despojados
de sus patrimonios. Aprendieron a disertar sobre el derecho y la ley. La
antigua y aristócrata Megara estaba desconocida64. Lo que más deplora
el poeta es que el amor al dinero impulse hasta a los hombres de su clase
a entablar relaciones con aquellas gentes pueblerinas. Sus poesías son
un complejo de costumbres caballerescas en las cuales encontramos
la completa expresión del espíritu aristocrático. Estos odios políticos
terminaron con Megara, agotó para siempre la energía de su población.
Luego de un período de gloria que duró dos siglos, a partir de la era.de
las olimpíadas, no volvieron nunca más a vivir por sí ni a recobrar una
situación independiente65.

La Esperanza

Entre los hombres sólo permanece


La buena diosa, la Esperanza afable.
Al Olimpo se fueron; su abandono
Hoy ya nos muestran las demás deidades.
Partió la buena fe, la diosa digna,
Y alejóse también de los mortales
La del saber sublime, y de la tierra

«Ibídem , pp. 250-251.


«Ibídem, p. 251.
«Ibidem , pp. 251-252.
L A T IR A N ÍA EN LA AN TIG U A G R EC IA 185

Se ausentaron las Gracias inefables.


¡Ay, amigo, no existe la Justicia,
Ni fieles juramentos, ni leales
Palabras, ni obediencia, ni respeto
Aun a los mismos dioses inmortales!
Desapareció la raza de los hombres
Que daban culto a la piedad constantes,
La piedad y la ley no se conservan:
Pero en tanto alentemos y que alzarse
La luz del sol miremos, a los dioses
Honremos, y rindamos homenaje
A la dulce esperanza; nuestra súplica
Elevemos al dios de los altares;
Quememos en las entrañas de las víctimas,
Y reciba esa diosa inalterable,
La fúlgida Esperanza, de nosotros
La más rendida adoración constante.
Los sacrificios, siempre los primeros
Y los últimos pues, lleguen a dársele.

Teognis66

Brevedad de la vida

La ancianidad triste y fría,


La juventud viva, alegre,

65Bucólicos y líricos griegos, Librería “BI Ateneo” Editorial, pp. 841-842. Este poeta de
origen megarense floreció alrededor del año 570 a.C.
186 ROSANA GALLO

A la vez me dan tormento


Y me enojan de igual suerte;
En breve llega la una,
Y la otra llega en breve.
Teognis67

Bibliografía consultada
A Constitución de los atenienses, Abada editores, S.L., Ma­
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Zotter.
W a l k e r , J o se p h M., Historia de la Grecia antigua, Edimat Libros, S.A.,
Madrid, 2004.

‘’lbídem, p. 800.
EL TIRANO EN LA
LITERATURA ARCAICA GRIEGA

P rof. R o sa n a G a l l o

Tal como venimos desentrañando la figura del tirano y la tiranía


en la antigua Grecia, hay que destacar que tenemos conocimiento de
ello por medio de los poetas arcaicos griegos. Fueron estos quienes nos
informaron a través de los pocos poemas que pudieron conservarse de
ese período de la literatura sobre la existencia de estos hombres y de
esta forma de gobierno. Si bien, a lo largo de la obra, hemos analizado
el tema consultando en forma permanente las fuentes directas a través
de poetas, filósofos, historiadores, aquí veremos algunos de los versos
que hacen referencia a ellos; y, en algunos casos a los mismos poetas que
sobre ellos escribieron, sea en forma directa o indirecta, que no fueron
reproducidos con anterioridad.

En el monumento de los Tiranicidas


Inscripción

Una luz elevarse esplendorosa


Sobre el hijo de Atenas ya se advierte
Como nunca se ha visto,
Cuando causan Aristogitón
Y Harmodio con cruel, sañosa
Odiosidad, a Hiparco cruda muerte.

Simónides1

1Bucólicos y Líricos griegos, p. 720.

ate:

1
188 ROSANA G ALLO

Al poeta Simónides se lo ubica en el tiempo alrededor del año 556


a.C. En estos versos refiere a los asesinos del tirano Hiparco, hijo de
Pisístrato, el tirano predecesor de Atenas. Lo que era mal visto por parte
de los atenienses fue la perpetuación en el poder del tirano Pisístrato al
sucederle en el trono sus hijos, Hipias e Hiparco, quienes también fueron
tiranos. Hiparco fue asesinado por Harmodio y Aristogitón. Si bien,
posteriormente fueron ajusticiados por este crimen, luego fueron cara­
tulados de héroes por haber liberado a la polis de Atenas de la tiranía.

En los siguientes escolios de autoría anónima también se alabó el ac­


cionar de estos tiranicidas, a quienes desde edad antigua se les comenzó
a brindar honores. Alrededor del año 510 a.C. el escultor Antenor realizó
unas representaciones en bronce, las que fueron llevadas de Atenas por
Jerjes y luego restituidas por Alejandro Magno.

"En una rama de mirto llevaré la espada como Harmodio y Aris­


togitón cuando mataron al tirano y dieron a Atenas leyes iguales para
todos’’2.

"Querido Harmodio, todavía no has muerto, dicen que estás en las


islas de los bienaventurados donde Aquiles de pies rápidos y dicen que
Diomedes, hijo de Tideo”3.

"En una rama de mirto llevaré la espada como Harmodio y Aristo­


gitón cuando en la fiesta de Atenea mataron al tirano Hiparco”4.

"Siempre tendréis gloria en la tierra, queridos Harmodio y Aristo­


gitón, cuando matasteis al tirano y disteis a Atenas leyes iguales para
todos”*.

2Safo-Poetas arcaicos, Lírica, p. 110, (87, PMG 893).


3Ibldera, pp. 110- 111, (88, PMG 894).
4Ibídem, p. 111, (89, PMG 895).
5Ibídem, p. 111, (90, PMG 896).
LA TIU A N ÍA E N L A A NTIGUA G R EC IA 189

Sobre el poeta Arquíloco

¡Oh, Cerbero feroz!, cuyos aullidos


Ponen espanto a los que a ti van muertos;
A tu vez tú también ante un finado
Terrible y singular te viste trémulo.
Guárdate, pues, de sus insanas iras,
De su yámbica cólera y los versos
Que rebosan sus labios, donde siempre
Forma espuma la hiel de que están llenos;
Tú que conoces el poder terrible,
La funesta expresión de sus acentos,
Cuando en la mismaf barca, de Licambo
A las dos hijas viste en el Leteo.

Anacreonte6

Anacreonte nació en el año 560 a.C. Aquí se refiere al poeta Arquí­


loco de Paro, quien introdujo por primera vez el término tirano y tiranía
en la antigua Grecia en la primera mitad del siglo VII a.C. -exactamente
en el año 650 a.C.- Arquíloco fue también un mercenario.

Podemos ejemplificar la prosa de Arquíloco con estos versos de su


autoría:

«Ibidem, p. 727.
190 ROSANA G A L LO

Menosprecio de las Riquezas

Huid, vana opulencia,


Y vosotras al par grandezas tristes,
¿Mendigaré yo acaso en mi indigencia,
Vuestros falsos favores?
Hay bienes aún más dulces que no gozan
Los que son vuestros necios amadores
Y yo olvido a la vez esos pesares
Que os siguen y el espíritu os destrozan7.

Apología de los Siete Sabios

De los siete sabios voy


A decir en pocos versos
La cuna, el nombre y las máximas.
Cleóbulo dijo en los tiempos
Remotos, que es la medida
más exacta el bien supremo;
Quilón el lacedemonio,
Conócete; el que en el pueblo
Habitaba de Corinto,
Periandro, siempre el fuego
De la cólera modera;
Aquel varón tan discreto,
Pitaco, que tuvo cuna
De Mitilene en el suelo,

’ lbldem, p. 731.
LA T IR A N ÍA EN LA A NTIGUA GRECIA
191

Nada es mucho. -Piensa, pues,


De la existencia en el término
Solón repitió; en Atenas
Declara Bías de Priene,
Que en mayor número estaban
Los seres que son perversos.
-Evita fia r a nadie,
Dijo Tales de Mileto.

Anónimo0

Nótese como en este poema se hace referencia al origen plebeyo


del tirano Pitaco de Mitilene, al asociarse su nacimiento con “el suelo”.

En la antigüedad encontramos los siguientes escolios atribuidos a


los Siete Sabios (Tales, Solón, Quilón, Periandro, Pitaco, Bías y Cleó-
bulo):

"Nunca las muchas palabras han sacado a la luz una sentencia sen­
sata: busca una sola cosa que sea sabia, una sola excelente. Así harás
callar las lenguas de palabras infinitas de los charlatanes’**.

"Puesto en guardia mira a todo hombre, no sea que lleve una es­
pada oculta en su corazón y te aborde con rostro sonriente mientras su
lengua, de lenguaje doble, de habla desde una negra alma’’10.

8Ibídem, pp. 889-890.


9Ibídem, p. 113, (106, E. 29).
'“Ibídem, pp. 113-114, (107, E. 30).
192 ROSANA GALLO

"Con la piedra de toque es puesto a prueba el oro y da una señal


clara. Con el tiempo el alma de los buenos y los malos da su prueba”11.

"Con un arco y un carcaj lleno de flechas hay que marchar contra


el malvado: pues nada digno de fe habla en la boca la lengua de los que
tienen en su corazón un pensamiento de palabra doble”12,

"Sé grato a todos los ciudadanos en la ciudad en que estás: tiene el


mayor placer. En cambio, el carácter orgulloso produce muchas veces
una desgracia lamentable”13.

"Falta de Musas y sobra de palabras es en los hombres la parte


mayor: bastará lo oportuno. Piensa algo excelente: no sea insensato el
favor que dispensas”i\

Canción de Trabajo

Muele, molino, muele, pues que también Pitaco muele, él que es rey
de la gran Mitilene1S.

Esta canción era interpretada en Lesbos por los molineros. Se ad­


vierte una alusión al tirano Pitaco de Mitilene, que era contemporáneo
y enemigo del poeta Alceo -siglo VI a.C.-. Con él conspiró y luego lo
traicionó cuando se apoderó del trono.

11Ibidem, p. 114,(108, E. 31).


IJIbidem, p. 114, (109, E. 32).
13Ibidem, p. 114, (110, E. 33).
14Ibidem, p. 114, (111, E. 34).
15Ibidem, p. 95, (57, PMG 869).
LA T IR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA 193

El treno que se reproduce a continuación se atribuye a Simónides y


en el procede a despedirse deí tirano Hierón de Siracusa, que parte de
viaje.

"...mezclando lágrimas al sonar de la lira...”1*

Esto nos induce a deducir que en definitiva es verdad lo que los


antiguos nos dijeron en sus obras “que los tiranos no fueron todos mal
vistos”.

“...el corazón... tenga... de los dioses inmortales... ni en la desgra­


cia... envidien en forma desmesurada... elegido casó... protegido por
una guardia de lanceros... a ella con placer (cuál?) un rey poseer... por
causa de una numerosa... me suceda cuando... la boda...”.
Alceo de Mtilene, Fragmentos17

En este fragmento de Alceo se entiende por parte de los estudio­


sos del tema que está dedicado a Pitaco de Mitilene, al igual que los
siguientes:

"...decirle esto... disfrutaba participando en el banquete... la lira,


en unión de ociosos juerguistas, dándose el festín con ellos... mientras
que el otro... unido (en boda) con la familia de los Atridas... devore la
ciudad como un Mírsilo hasta que Ares nos quiera a las armas (?) lle­
var. Pero ojalá nos olvidemos de esta ira...
y demos una pausa a la discordia que corroe el ánimo y a la lucha
civil que uno de los Olímpicos impulsó llevando al pueblo a la catástrofe
y entregando a Pitaco la gloria que él quería”18.

14Ibfdein, p. 271, (47, PMG 581).


17Ibídem, p. 303, (1, V. 5).
18Ibídem, pp. 310-311, (25, V. 70). El tirano Pitaco se casó cou una Peutílida -fam ilia que
sostenía descender de Ceres, por ende, de los Atridas.
194 ROSANA G A L LO

“...con violencia... llena de vino puro de día y arma estrépito de


noche cuando era costumbre con frecuencia...
y este hombre no se olvidó de esto en cuanto tuvo poder, pues cada
noche organizaba la juerga y resonaba el fondo de la tinaja.
Y tú, nacido de una (familia) asi, tienes la fama de los hombres
libres que son hijos de padres nobles...’'1*.

"...que los que yerran soporten un deshonor ya antes anunciado,


es fuerza. Lo recuerdo: todavía como un niño... pequeño estaba yo
sentado... sé... el Pentílida... pero ahora el cambió... un hombre mal
nacido... tiranizar...”20.

"...de la miserable... ese hombre que está buscando el máximo


poder derribará al suelo pronto la ciudad: ya vacila’’21.

"...vencer... liberar (?) al pueblo... a los que no... en verdad muy...


barba... aparecer ante todos... el puño de la rueda del molino... cubier­
to de ardiente ceniza... recorres... una correa...”22.

"...a ese hombre de bajo linaje, a Pitaco, le hicieron tirano de esta


ciudad sin hiel y víctima de un dios hostil, tras colmarle de grandes
elogios todos juntos”23.

” Ibídem, p. 311, (27, V. 72).


"Ibídem , p. 312, (30, V. 75).
21Ibídem, p. 318, (46, V. 141). En este fragmento, Alceo desde el exilio intenta avisar a
sus conciudadanos sobre el advenimiento de la tiranía por parte de Pitaco.
“ Ibídem, p. 319, (47, V. 143). Acá bay un clamor para que luchen contra el tirano.
B Ibidem, p. 330, (106, V. 348). Aquí se demuestra que el tirano fue nombrado aisym-
nátás de Mitilene por voluntad del pueblo. Otro ejemplo en donde claramente vemos que los
tiranos gozaban del apoyo popular.
LA T IR A N ÍA E N LA ANTIGUA G R EC IA
195

Alceo de Mitilene, Fragmentos

El apodado “poeta de los tiranos”, Píndaro, nos legó una valiosísima


obra poética en donde no sólo nos habla de la genealogía de los gober­
nantes de su época, los tiranos a quienes dedicó una buena parte de su
producción, sino que también nos introdujo en el mundo de los dioses y
los mitos. Por ello bien mereció por su labor poética que se le dedicara
un epitafio por parte de uno de los tantos representantes de la poesía
arcaica griega:

En el sepulcro de Píndaro

El que fu e trompa sonora


De las Musas, y en sus fraguas
Forjó también bellos himnos,
En este otero se halla.
Píndaro fue: cuando escuches
Sus poesías entusiastas,
Podrás decir que un enjambre
■De abejasfueron mandadas
Por las Piérides hermosas
A destilar su miel grata
En Cadmo, ciudad de Tebas,
Por sus hijos afamadas.
Antípater de Sidón24

Sostuvimos que una de las pautas de conducta afín a todos los ti­
ranos griegos, es que tenían que contratar una milicia extranjera para

24Bucólicos y Líricos griegos, p. 788.


196 ROSANA G ALLO

poder sostenerse en su poder sin temer atentados contra su vida por


parte de los ciudadanos de la polis tiranizada. El temor devenía de la
población rica, de los integrantes de la aristocracia, no de los pobres, ya
que el tirano gozaba del apoyo popular. Por ello culminamos este capí­
tulo dedicado a la tiranía en la antigua Grecia con un poema dedicado
al mercenario.

El mercenario

Ese hombre miserable,


Ese infeliz mercenario
Nada posee, sólo tiene
Su alma, y aun bien mirado,
Ni aun ella le pertenece,
Porque sólo es de su amo.

Hipón -poeta griego de época ignorada-25

Bibliografía consultada
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LA TIR A N IA EN I.A ANTIGUA G R EC IA
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enero de 1946. Anotada y continuada por Emilio Heitz. Traducida
de la cuarta edición alemana por Ricardo de Hinojosa. Prologada
por Guillermo Thiele.
M u r r a y , G il b e r t , Historia de la literatura clásica griega, Editorial
Albatros, Buenos Aires, 1947. Traducción del inglés por Enrique
Soms y Castelín.
Safo, po e t a s a r c a ic o s , Lírica. Poemas corales y monódicos, 700-300

a.C., Editorial Gredos, S.A., Barcelona 2006. Introducción, traduc­


ciones y notas de P. Rodríguez Adrados.
M., Historia de la Grecia antigua, Edimat Libros, S.A.,
W a l k e r , J o seph
Madrid, 2004.

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EL TIRANO Y LA TIRANÍA:
ALGUNAS CONCLUSIONES
SOBRE EL FENÓMENO ANALIZADO

P rof. R o s a n a G allo

De todo lo analizado hasta aquí estamos en condiciones de emitir


algunas conclusiones en forma fehaciente y con conocimiento de causa.
No se ha podido abarcar la totalidad del tema, porque da para mucho
más, por eso es que desde un primer momento se lo restringió a los
tiranos de la Hélade, dejándose de lado la denominada Magna Grecia.
Hemos visto a lo largo de la historia antigua que en las poleis griegas
hubo tiranos y tiranías. Algunos hombres que pasaron a la historia como
tiranos fueron los conductores ideales para ese momento, y han side ca­
ratulados, tanto por sus contemporáneos como por la posteridad, como
buenos tiranos,

En los poemas homéricos, esto es, en la Ilíada y la Odisea, no se


menciona el término tirano. El motivo de esta omisión es que la termi­
nología tirano y tiranía en esos tiempos no habían sido introducidos en
el territorio griego. Se desconocían los términos en los diversos dialectos
griegos que se hablaban en las diversas comunidades helénicas. Esto no
quiere decir que en la práctica, muchos reyes, basiléis, no hayan tenido
conductas de auténticos tiranos. En los denominados Himnos Homéricos
-dedicados a los dioses-, atribuidos a Homero, se lo menciona en un
pasaje del Himno a Ares en donde dice del dios que era un “tirano para
los enemigos, guía de hombres justos”. De todas formas, la autoría de
estos himnos a Homero es controvertida.

Sí se menciona el término en otros poetas y autores, entre otros:


200 ROSANA G A IX O

-Arquiloco de Paro, quien introdujo por primera vez en la Hélade


en la primera mitad del siglo VII -alrededor del 650 a.C - el término
mpavvíg, wpavvog, en griego Fue un poeta y soldado mercenario.

-Alceo de Mitilene, cerca del año 600 a.C.

-Semónides de Amorgo en el siglo VII a.C.

-E l gran historiador Herodoto en sus Historias.

-Platón en sus obras República y Cartas.

-Aristóteles en Etica a Nicómaco, Política y Constitución de


Ate fias. Esta última obra atribuida a él, ya que algunos cuestionan su
autoría. En Política afirma que “la tiranía va contra los males de la de­
mocracia -porque causan guerras- y la oligarquía -porque el fin de los
que acceden al poder es la riqueza-

-Estrabón en su Geografía del Atica.

-Pausanias en Descripción de Grecia.

-Diógenes Laercio en Vida de los filósofos más ilustres. Entre los


denominados siete sabios de la antigüedad curiosamente menciona a
tres tiranos: Pitaco de Mitilene, Periandro de Corinto y Pisístrato de
Atenas.

-Plutarco en su obra El banquete de los Siete Sabios.

-Píndaro en sus Odas procedió a alabar las; hazañas de diversos


tiranos como vencedores de juegos.
LA T filA N ÍA EN L A ANTIGUA G R EC IA 201

Vivió alrededor del año 500 a.C. y pasó a la posteridad con el tilde
de ser llamado “el poeta de los tiranos”. En especial aduló a Gerón,
tirano de Siracusa.

-Baquilides en sus Odas también dedicó varias de estas compo­


siciones a tiranos famosos en su época. Fue el competidor de Píndaro.

-Tucídides en Historias de la guerra del Peloponeso.

-Jenofonte en su diálogo Hierón o de la tiranía.

-Claudio Eliano en Historia de los animales. En esta obra vemos


cómo a través de metáforas refiere sobre hombres ilustres y tiranos.

-Los oradores Iseo, Isócrates, Demóstenes y Lisias en algunos de


sus Discursos mencionan a los famosos Treinta tiranos de Atenas.

-Aristófanes en varias de sus comedias procede a parodiar la figura


del tirano.

• En todos los casos los poetas, historiadores, filósofos, oradores,


geógrafos, procedieron a elogiar al tirano como persona pero jamás a la
tiranía como institución.

En cuanto al origen de los términos tirano y tiranía, provienen del


Asia Menor. Algunos estudiosos del tema refieren diversos lugares de
ésta, como ser Lidia, Licia, Frigia, Luvia; prevaleciendo la tesis que
sostiene su procedencia de Anatolia Occidental. A modo de ejemplo de
tirano oriental se menciona a Gige, quien según Arquíloco de Paro “fue
el primer monarca en ser llamado tirano”.
202 R OSANA GALLO

Hay que destacar que en la antigua Grecia no se lo definió con


exactitud al término, pero se lo interpretó como “el que accede al poder
en forma abrupta, no hereditaria”. Las formas de gobierno que existían
y sus correspondientes deformaciones eran las siguientes: monarquía-
tiranía, democracia-demagogia, aristocracia-oligarquía.

En las diversas poleis griegas comenzaron a aparecer el fenómeno


de la tiranía como forma de gobierno en el siglo VII a.C. Abarcando un
período comprendido entre los siglos VII a IV a.C. Luego desaparecen
en su casi totalidad, quedando en algunas poleis pequeñas.

En cuanto al motivo del surgimiento del tirano y la tiranía hay que


atribuirlos a los grandes cambios que se sucedieron a partir del siglo VII
a.C. en todo el territorio de la Hélade. Se pasó de una economía elemen­
tal agrícola-ganadera a una comercial e industrial. Con esto los nobles
comenzaron a perder el dominio que durante siglos mantuvieron. Las
nuevas clases que se enriquecieron con el cambio económico quisieron
tener su lugar en la esfera del poder y pujaron por él. Esto fomentó una
severa crisis, una lucha de clases en donde el tirano encuentra su lugar
para acceder al poder. En la mayoría de los casos los tiranos surgieron
de la clase aristocrática, son nobles. Excepcionalmente pudo ser un ple­
beyo: fue el caso concreto de Pitaco de Mitilene, quien accedió al poder
porque la lucha de clases en esta ciudad griega fue entre los mismos
aristócratas, habiéndose destruido las grandes familias. En las otras
ciudades las luchas de clases eran entre aristócratas y plebeyos.

Básicamente la función de todo tirano es restaurar el orden ante


el caos imperante en la polis en cuestión. Es en este caos en donde en­
cuentra el hueco para acceder al poder. Un buen tirano debe devolverle
el orden a su ciudad y luego transferirle el poder a los gobernantes ha­
bituales, sean estos, aristócratas, monarcas o demócratas; acorde a las
formas de gobierno establecidas para esas poleis.
LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA G R EC IA
203

De ías ciento cincuenta ciudades griegas, sólo veintisiete tuvieron


tiranías -sin contar con las ciudades de la Magna Grecia.

Con respecto a las pautas de conducta comunes a todos tiranos del


mundo griego, encontraremos las siguientes:

-E l tirano restaurará el orden de la polis ante la crisis que la aqueja.

-Ostentaron siempre un poder de facto, nunca de iure.

-Jamás cambiaron las leyes anteriores, ni derogaron el ordenamiento


legal vigente. La Constitución que regía cada ciudad nunca fue suspen­
dida ni derogada por el tirano.

-Otorgaron a la ciudad nuevas leyes a fin de paliar el conflicto que


imperaba, pero nunca en contradicción con las anteriores al acceso en
el poder.

-Se valieron de una milicia personal, privada, integrada por extran­


jeros. No tuvieron confianza en entregar su persona ni la de su familia a
la tutela de la milicia pública ni a la integrada por otros ciudadanos de la
polis en donde ejercieron su tiranía. Sostuvieron a modo de argumento
que era mejor contratar extranjeros y pagarles bien, atento a que no se
iban a vender a otros ciudadanos que tuvieren ambiciones en el poder.

-E s característico del tirano la soledad en el poder. No pueden tener


amigos, ya que pueden acceder a su parte vulnerable y traicionarlos.

-Eran impenetrables al diálogo. A los tiranos había que obedecerles,


nunca contradecirles. No se les podía sugerir nada.
204 ROSANA GALLO

Tenemos varios tiranos que han trascendido en la historia por sus


actos y en muchos casos por las obras que han dejado en su paso por
la tiranía: Pisístrato y sus hijos Hiparco e Hipias en Atenas -e n el siglo
VI a.C.- Clístenes de Sición, Periandro de Corinto, Pitaco de Mitilene
-único de origen plebeyo-, Teágenes en Megara y Eupalino de Samos.

Sin embargo,'sobre esta enumeración con más precisión nos ilustran


Manuel Ballesteros y Juan Luis Alborg al sostener que “Destacaron
entre los tiranos Trasíbulo de Mileto, que defendió a su ciudad de los
ataques de los lidios a fines del siglo VII y creó la gran expansión mile-
sia por las aguas del Ponto; Polícrates de Samos, en el 533, el mayor y el
más enérgico que todos, que intervino activamente en la política interna­
cional como aliado y enemigo sucesivamente de los persas, apoyado en
una poderosa flota que no tuvo rival en su tiempo. En Corinto, Cípselos
(657) y su hijo Periandro (627), que le sucedió, llevaron a cabo impor­
tantes reformas políticas en el interior y una activa política colonial que
colocó a la ciudad a la cabeza de los griegos del continente; en Megara
destacó Teágenes, en el 640, y en Sicione, Clístenes (601), que actuó en
defensa de la primitiva población jonia, tiranizada por los dorios; Fálaris
de Acragas fue uno de los primeros tiranos de Sicilia donde la necesidad
de defenderse contra etruscos y cartagineses obligó a la concentración
de todos los poderes en una sola mano y contribuyó al arraigo de este
régimen”1.

En el mundo antiguo que analizamos era frecuente que gente común


-pobre o rica-, gobernantes griegos o extranjeros, soldados, dirigentes,
entre otros, consultaran diferentes oráculos antes de emprender sus
empresas o gestiones, sean públicas o privadas. El más famoso de estos
oráculos era el dedicado al dios Apolo en Delfos. Es importante tener en
cuenta que en este oráculo jamás se favoreció a la tiranía, en el sentido
de que al ser consultada la pitonisa sobre este tema, siempre obtuvieron

1Walker, Joseph M., Historia de la antigua Grecia, p. 102.


L A T IR A N ! A E N LA ANTIGUA GRECIA
205

los consultantes respuestas negativas. No propiciaron ni a los tiranos ni


a la tiranía, estando siempre en contra de ella.

También es honorable rescatar que Esparta, durante todo el tiempo


que estuvo arraigada la tiranía en los territorios griegos, siempre estuvo
en contra de la misma Y cuando una delegación de espartanos se dirigió
a Delfos a consultar al oráculo sobre si debían combatir o no esa forma
de gobierno en Atenas, la respuesta fue que debían derrocarlos.

Si analizamos sus obras observaremos que en el caso de Pisístrato


de Atenas protegió a los débiles, practicó las reformas del legislador
Solón en cuanto al reparto de tierras, obligó a todos a cumplir con las
leyes, promocionó el arte y la cultura. A fin de poder cumplimentar
esto último hizo venir a Atenas a varios artistas jónicos escultores,
arquitectos y pintores, que se abocaron a construir y embellecer obras
públicas; comisionó a varios poetas jonios para que reunieran y fijaran
por escrito los poemas homéricos, que eran hasta ese momento, trans­
mitidos por rapsodas en forma oral. Podemos afirmar que gracias a esta
brillante mente hoy contamos con los valiosísimos textos de la Ilíada y
la Odisea. Realizó una profunda reforma agraria destinada a acabar con
el latifundio. Abrió una biblioteca pública.

Algunos tiranos otorgaron el “derecho de ciudadanía” a extranjeros,


cosa que no era frecuente en las poleis griegas. Esto lo hicieron con el
fin de hacerse de adeptos a su causa.

Muchos de ellos construyeron acueductos y fuentes; se interesaron


en fomentar obras tendientes a la irrigación de los campos destinados a
la agricultura; fomentaron las reservas de agua para épocas de sequía.
Concretamente en Corinto, Periandro hizo construir varios canales y
fuentes que sirvieron para la irrigación subterránea y superficial. Po­
demos afirmar que la obra hidráulica se vio enormemente fomentada
206 R OSANA GALLO

por los tiranos en pos de las poleis que condujeron, las cuales hasta ese
entonces sufrieron grandes desmanes en sus economías merced a los
grandes períodos de sequía.

En la ciudad de Megara tenemos la denominada “fuente de Teáge­


nes”, mencionada por el geógrafo Pausanias cuando comienza su Des­
cripción de Grecia y nos introduce con ella en la vida de esta polis. En
la isla de Samos encontramos el “túnel de Eupalinos” -548 a 522/521
a.C.~ a iniciativa del tirano Polícrates. La fuente lleva el nombre del in­
geniero que la realizó. Sobre estos detalles nos ilustra Herodoto en sus
Historias. En Atenas estaban los acueductos de Pisístrato y sus descen­
dientes -d e ello nos hablan Aristóteles y Tucídides-

•Todos ellos se valieron de mercenarios para sostener su poder y pro­


tegerse de posibles hostilidades que pudieran venir de otros ciudadanos
o de cualquier jefe de otro estado.

Finalmente, es destacable que en muchos casos los tiranos, una vez


que restablecieron el orden en la ciudad, favorecieron el advenimiento
de la democracia. Y, a pesar de ser cuestionable o no el acceso de estos
hombres al poder, aprovechando el caos imperante en las poleis merced a
las devastadoras luchas de clases, por este último legado, podemos decir
después de lo investigado, que no fueron del todo malos.

Isaac Asimov sostiene que “Los griegos siempre conservaron su


ideal de la ‘polis’ autónoma y pensaban que en esto consistía la libertad,
aunque esa ‘polis’ fuese gobernada por unos pocos hombres, en realidad,
y aunque la mitad de la población estuviese formada por esclavos.

Los griegos lucharon a muerte por su libertad: fue el único pueblo


de su época que lo hizo. Y aunque su idea de libertad no es suficiente­
mente amplia para nosotros, se fue dilatando con los siglos, y el ideal
LA TIR A N ÍA EN LA ANTIGUA GRECIA
207

de la libertad, tan importante para el mundo moderno, no es más que la


■libertad griega ampliada y mejorada”2.

Por ello concluyo afirmando que en este mérito e impulso de luchar


y defender la libertad también tuvieron su lugar los tiranos, cuando se
abocaron a restaurar el orden en las poleis y entregaron su mando a
otros; y, también cuando al querer perpetuarse en el poder, el resto de
los ciudadanos, se opusieron firmemente a las tiranías hasta derrocarlas.

"Veo que en los hombres buenos y virtuosos no es la hermosura


de sus cuerpos en la que se complacen, sino que de sus obras y de la
memoria que dejan es de lo que viven más preciados".
Isócrates, Discurso Elogio de Evágoras3

Bibliografía consultada
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A rvanT T IS, N i k o l a o s , I tiranni e le acque. Infrastrutture idrauliche
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giugno, 2008. Prefazione di Domenico Musti
A s im o v , I s a a c , L os griegos, Alianza Editorial, S.A., Madrid, primera
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B e r a r j d , J e a n , La Magna Grecia, Storia delle colonie greche del’Italia
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Titolo origínale La colonisation grecque de l ’Italie meridionale et
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JIbídem, p. 98.
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G iu m b e r g , C a r l , Grecia. De la cultura minoica a la Italia prerromana,
Ediciones Daimon, Manuel Tamayo, Barcelona, enero, 1973. La
versión del original y su versión española ha sido efectuada por J.J.
Llopis, A. Domingo y E. Mascaré, bajo la dirección de M. Tamayo.
Título de la obra original Varlhistoria, Folkens Liv Och Kultur,
1967 por Ediciones Daimon, Manuel Tamayo, Madrid, Barcelona,
México. Copyright por P.A. Norstedt & Sóners, Stockholm (Suecia)
H a m il t o n , E d it h , El esplendor de Grecia, Ediciones Peuser, Buenos Ai­
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literatura. Traducida por S.C. Peralta.
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1989. Traducción de P. Bartolomé Pou.
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agosto 1961. Traducción del griego y notas por A. Ranz Romanillos.
Con unas notas prológales de Emiliano M. Aguilera.
LA T IR A N ÍA EN LA A N T IG U A G R EC IA
209

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(libros I y II) y Wenceslao Roces (libros III y IV).
Jarde, A., La formación del pueblo griego, Unión Tipográfica Edito­
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La formation du peuple grec publicada por Editions Albin Michel,
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Regañon López, segunda edición en español.
M a n f r e d i , V a l e r io M . y B r a c c e s i . L o r e n z o , I greci d ’occidente, Amol­
do Mondadori Editore S.p.A., Milano, 2009.
M u s t i , D o m e n ic o , Magna Grecia. II quadro storico, Editori Laterza,
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S w o b o d a , H e in r ic h ,Historia de Grecia, Editorial Labor, S.A., Barce­
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V e r n a n t , Je a n P ie r r b , Los orígenes del pensamiento griego, Editorial
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W a l k e r , J o se p h M., Historia de la Grecia antigua, Edimat Libros, S.A.,
Madrid, 2004.
W il c k e n , U l r ic h , Historia de Grecia, Ediciones Pegaso, Madrid, se­
gunda edición, 1951.
ÍNDICE

Introducción ............................................... 7
Profesora Rosana Gallo

Los orígenes de la tiranía: un análisis del concepto desde la antigua


Grecia ...................... i................ 11
Prof. Rosana Gallo

Algunas cuestiones sobre la tiranía en la antigüedad ............... 33


Prof. Abogado Sergio Román Pérez Fiori

El arquetipo del tirano en Baquilides ............................................45


Prof. Lic. Horacio Esteban Correa

La tiranía a través del tiempo.. ...... 53


Abogada Daiana Siciliano

La'figura del tirano en ía Teogonia de Hesíodo.................................... 79


Prof. Abogada Marilina Miceli

Análisis de la figura del tirano en las Odas de Píndaro ..... 87


Prof. Abogada Leticia Inés Núñez

La tiranía en la Guerra del Peloponeso......................................... 103


Abogada Daiana Siciliano

Una Breve mirada sobre Pisístrato y su dinastía........................... 121


Prof. Abogado Sergio Román Pérez Fiori
212 ROSANA GALLO

El tirano Hierón desde la visión de Jenofonte..................................... 131


Prof. Rosana Gallo

Las obras de los tiranos: su legado a través de los siglos................... 147


Prof. Rosana Gallo

Aspectos relevantes sobre la vida de algunos tiranos griegos


que repercutieron en el derecho penal, civil y comercial 165
Prof. Rosana Gallo

El tirano en la literatura arcaica griega...............................................187


Prof. Rosana Gallo

El tirano y la tiranía: algunas conclusiones sobre el fenómeno


analizado.........................................................................................199
Prof. Rosana Gallo
Se terminó de imprimir en Impresiones Dunken
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Noviembre de 2013

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