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La agonía del café colombiano


Por: Iván M. García, Raúl Sánchez y María Isabel Magaña
Fotografía: Iván M. García

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Francisco Restrepo tiene 57 años y no ha hecho otra


cosa en su vida más que recoger café. Empezó a los 12
años y todavía hoy se levanta cada día antes del alba
para mantener la producción de Las Margaritas, su nca
de 5 hectáreas en las montañas de Andes en Antioquia,
un departamento al norte de Colombia.

Su rutina consiste en levantarse a las tres de la mañana


para descascarar, lavar y secar los granos de café.
Cuando hay buen café sus jornadas pueden alargarse
hasta las 18 horas. “Quedo agotado pero esta es la única
manera de amortiguar los otros nueve meses donde
mengua la producción”, comenta Restrepo.

Hace cuatro años, miles de ca cultores, como Restrepo, se unieron en el primer paro cafetero de la
historia de Colombia. Durante 11 días, los agricultores pararon la producción para reclamar mejores
condiciones al Gobierno y la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC), que agrupa a los
cerca de 560.000 productores del país.

Una crisis de los precios internacionales provocó que el precio que la FCN garantiza a los
ca cultores alcanzara su nivel más bajo en los últimos sesenta años, según datos de la
organización analizados por este medio. En protesta, los pequeños productores descontentos con
la marcha del sector unidos a través Movimiento de la Dignidad Cafetera, convocaron el paro.

El movimiento surgió de la mano de esa última crisis del


sector en 2013 y llevó a buena parte de los ca cultores a
un paro cafetero que pudo arrancarle al Estado un
subsidio para los costes de producción que les ayudó a
superar el bache. Hoy, los productores agrupados en esta
organización han permeado a los comités
departamentales y municipales que forman la FNC y
reclaman más y mejores ayudas.

Casi cuatro años después, la realidad de los ca cultores


se presenta casi igual que entonces.

El café colombiano se cultiva en pequeñas extensiones. El 95% de los productores tienen menos de
5 hectáreas y controlan el 50% del área sembrada, según datos analizados del Censo Agropecuario
Nacional de 2014. Estos agricultores se ven sacudidos por los precios internacionales, la falta de
mano de obra, el poco acceso a las ayudas y las malas condiciones de vida.

El mercado del café colombiano es cada vez menos competitivo, aún así el 38% del café que
produce termina en Europa. Allí, los españoles beben, en promedio, casi una taza de café al día, los
alemanes, 1,2, y los holandeses beben 2,4. Ninguno de ellos sospecha que quienes han cultivado su
bebida se enfrentan a condiciones adversas para lograrlo.

Colombia es el tercer exportador de café del


mundo. Con 2.602 millones de dólares
exportados en 2014, solamente lo supera
Brasil, con 6.019 millones, y Vietnam, con
3.051 millones.

Alrededor del 80% del café colombiano


termina en Europa y Estados Unidos. La
mayoría, a través de la marca nacional Juan
Valdez, propiedad de la Federación Nacional
de Cafeteros.

El café colombiano tienen su origen en las


casi 900.000 hectáreas de café cultivadas en
las zonas montañosas de la cordillera de Los
Andes, que atraviesa Colombia y se divide en
tres ramas, a gran altitud sobre el nivel del
mar.

Lejos de las grandes plantaciones


cafetaleras, es en la sede de la Federación
Nacional de Cafeteros, Bogotá, donde se
toman la mayor parte de las decisiones que
afectan a los sembradores del país.

La FNC, en la capital del país, es quien de ne el precio de


compra del café a los agricultores basado en la
cotización de la Bolsa de Nueva York, la tasa de cambio y
la prima de calidad que recibe el grano colombiano.

“Gracias a la política de garantía de compra, los


cafeteros de Colombia cuentan con un servicio que no
tiene ningún otro productor agrícola del país: la
comercialización asegurada de su producto a un precio
transparente”, de ende la federación en su página web.

Pero de ellos también dependen las ganancias o


pérdidas que puede tener el cultivo.

El productor vende hoy la carga de café (125 kg) a unos 300 dólares. Durante la crisis de 2013 ese
precio llegó a caer a 125 dólares. Alexander Taborda, un pequeño ca cultor con 2,4 hectáreas de
cultivo especial en Andes y portavoz de Dignidad Cafetera, calcula que los costos de producción de
una carga son de aproximadamente 220 dólares.

La Federación garantiza una tasación fuertemente sometida a los vaivenes del mercado
internacional. Desde el 2000, este precio estuvo más del 44% del tiempo por debajo de los costes
de producción, según los datos analizados por este medio.

Con este modelo, los pequeños ca cultores, la base de la producción colombiana, son los que
disponen de menor capacidad de reacción y recursos que los grandes sembradores ante posibles
caídas de precio, los efectos del cambio climático o las plagas que acechan a los cultivos.

Así ha evolucionado este precio desde 1954, ajustado al índice de precios (IPC) en Colombia.

Hasta 1962, el mercado internacional del café se basaba


en una competición libre entre los países productores.

Entre 1962 y 1963 se rma en la ONU el primer Convenio


Internacional del Café y se crea la Organización
Internacional del Café (1963). Estos acuerdos
establecieron un sistema de cuotas entre los países para
retirar del mercado excesos en la oferta de café, que
contribuyeron a una relativa estabilidad de precios para
los cafeteros de Colombia hasta 1975.

Las graves heladas de Brasil, principal país productor,


provocaron un aumento de los precios. El nuevo
Convenio Internacional de 1976 suspendió las cuotas en
caso de alza excesiva de precios. Los ca cultores
colombianos recibieron ese año los mejores precios de
su historia.

De nuevo, una grave sequía en los cafetales brasileños


causa una subida de precios en 1986. Se suspenden las
cuotas y, así, Colombia desplaza a Brasil como primer
exportador mundial de café.

En 1989, se eliminó el sistema de cuotas de exportación


y se entra en un contexto de libre mercado.

Entre 1989 y 2011, los ca cultores colombianos ven


como el precio de su café sube y baja por la
especulación de los mercados internacionales.

En 2013, el precio de compra garantizado cae a su peor


nivel en 60 años. En respuesta, se convocó al paro
cafetero que buscaba mejoras en el sector.

Desde entonces, los precios se recuperan en un mercado


inestable.

Pocas ayudas y muchas complicaciones

“De la mejora no hay duda. Pero el buen precio de hoy


hace que el sector se sostenga, pero maquilla que este
modelo de ca cultura es un modelo de aumento de
costos”, dice el ca cultor Taborda en referencia a la
carestía de la mano de obra y los fertilizantes, que son
importados y de los más caros del mercado
agropecuario.

Taborda señala que en este contexto tampoco es fácil


acceder a ayudas para el sector, “mucho menos si se es
un productor pequeño”. Y cuando se accede al crédito,
los intereses son altos y difícilmente asumibles por
buena parte de los productores.

El organismo encargado de ofrecer estas ayudas es el


Banco Agrario. Según su presidente, Luís Enrique
Dussán, las diferentes líneas de crédito tienen una tasas
anuales entre el 5% y el 8%, dependiendo del tipo de
préstamo y del productor.

“Además, existen condiciones favorables con el sector ya


que los plazos para nanciación se jan de acuerdo con
los periodos productivos y el destino a nanciar.
Manejamos plazos de hasta dos años para la
nanciación de capital y hasta 10, para programas de
inversión”, apunta.

Sin embargo, Luís Gonzaga, productor de Caldas, en pleno Eje Cafetero, cree que la teoría de
Dussán no concuerdan con la práctica del día a día a pie de cultivo. “No hay celeridad en el sector
nanciero. Uno necesita un crédito para comprar fertilizantes. Pero el crédito termina por
demorarse y cuando se lo dan ya ha pasado la época para fertilizar. O el ciclo para fumigar, si es
que lo pide para fumigar”, asegura.

El director ejecutivo del comité de la FNC en Huila, departamento al sur de Colombia, Jorge Enrique
Montenegro, va más allá y asegura que no hay una política real de apoyo al sector cafetero: “se
piensa más en generar recursos para otras economías del país”, señala.

“El estado debe dar créditos de intereses blandos. No digo gratis, digo que esos préstamos generen
intereses que vayan coordinados con los sistemas productivos. Y eso no está ocurriendo”, lamenta
Montenegro, que representa al departamento con mayor producción (18% del total).

El gerente de la FNC, Roberto Vélez, cree necesaria la creación de un crédito de fomento para el
café. “Pero eso ya es un tema de Estado. Se lo hemos comunicado el Gobierno a través de nuestro
Comité Nacional y también al Presidente, Juan Manuel Santos, en nuestro último Congreso
Cafetero. Más no podemos hacer”, sentencia.

Sin manos para recoger café

Francisco Restrepo tiene en su nca tiene una decena de


trabajadores que desde las cinco de la mañana trepan
por las laderas escarpadas y resbaladizas del cafetal
para recoger a mano los granos rojos y maduros de café.
Los echan en un cesto de goma anclado a la cintura con
correas de cuero o tela.

El suelo es leñoso y húmedo, el aire huele a trapiche y la


humedad se siente más fuerte a medida que amanece.
El trabajo del recolector de café implica arrancar a mano
cada grano maduro, casi la única forma de recolectarlo.
Recorrer el cafetal es di cultoso y se necesita de
paciencia y cuidado.

Cuando son recolectados y seleccionados uno a uno,


pasan por un cuidadoso proceso de lavado para quitar la
cáscara y expulsar los granos que estén en mal estado.
Después, el café se deja al sol en grandes terrazas para
secar el grano. Este proceso tiene que ser muy
cuidadoso para que no pierda aroma o sabor.

Para reducir los altos costes y aumentar la utilidad, los


pequeños productores duplican su jornada o cuentan
con el trabajo de otros miembros de la familia sin que
éstos reciban salario por las horas dedicadas. También
reducen el gasto en fertilización o la prevención de
plagas, por ejemplo, desmejorando la producción en
cantidad y calidad.

Apenas el 1% de los productores cafeteros superan las 20 hectáreas, según el censo nacional.
Daniel Felipe Henao es, con 320 hectáreas de cultivos repartidas en varias ncas familiares, uno de
esos pocos grandes productores que hay en Colombia. Aunque también es una rara avis en el
sector: tiene 32 años cuando la media de edad del ca cultor es de 58.

“¿Qué va a pasar en diez años? No va a quedar nadie para recoger café. Estamos produciendo al
70%, con pérdidas porque no podemos sacar todo el grano”, explica en el zaguán de una de sus
ncas, La caja de oro, en Antioquia. “Hace falta un revolcón mecánico”, remata.

Se re ere a la falta de tecni cación en el sector. “Si no hay mano de obra que recoja el café,
tendríamos que pensar en un sistema para su recolección”, dice Henao resumiendo uno de los
principales reclamos que hacen los cafeteros a la FNC.

“Queremos aumentar la producción. Hoy recogemos


unos 18 sacos de 60 kg por hectárea. Pero Brasil
produce 27 kg, y una nca colombiana bien mantenida
puede llegar a los 35 kg. Hay mucho que mejorar”,
reconoce el gerente de la FNC, Roberto Vélez.

Vélez sabe que la ausencia de procesos tecni cados en


la recolección de café es uno de los “cuellos de botella”
en el sector. Pero a pesar de ello, no fue hasta el pasado
año que la FNC, a través de su centro de investigación
Cenicafé, lanzó el concurso Proyecto de apoyo a la
cosecha asistida de café entre universidades nacionales
e investigadores locales y foráneos.

“Estamos trabajando en un sistema que permita batir el


árbol para que el café vaya cayendo. Evidentemente, en
los cultivos ubicados en laderas muy inclinadas no se
podrá llevar a cabo; pero más del 30% de café está
sembrado en pendientes de menos de 30 grados. Ahí la
mecanización sí es posible”, apunta sin dar mucha más
claridad del proyecto.

La resurrección depende de los políticos

Los pequeños ca cultores tienen las manos atadas: su


futuro y las ayudas dependen de los dirigentes de la FNC,
aunque ellos paguen un impuesto para mejorar el sector.

“Los productores pagamos un impuesto de seis


centavos de dólar por caja exportada. Pero el Gobierno y
la FNC tienen un contrato por el cual la propia Federación
es la responsable de invertir esos recursos, a través del
Fondo Nacional del Café, en el sector,” explica Álvaro
Cano, un agricultor de Antioquia.

Los agricultores denuncian que los recursos de este


Fondo han sido utilizados para realizar malas inversiones
que no representan los intereses de los ca cultores.
Cano cree que la poca independencia de la federación y
su cercanía al Gobierno y sea más independiente las
mejoras no llegarán.

En teoría, cada departamento recibe una cantidad de fondos proporcional a la producción de café.
Por ejemplo, si el departamento de Antioquia, el segundo en producción, genera el 16% del grano
nacional, recibirá un 16% de los recursos.

¿Quién y cómo decide a qué destinar el dinero? El Comité Nacional de Cafeteros.

El Comité está formado por un representante de cada uno de los 15 comités departamentales. Los
representantes de los ca cultores en estos comités se eligen en las elecciones cafeteras, en las
que pueden participar todos los ca cultores federados en la FNC. Se eligen seis delegados por cada
departamento, 90 en total. En las últimas elecciones cafeteras de 2014, el movimiento Dignidad
Cafetera obtuvo 21 de los 90 puestos.

Además de los representantes cafeteros departamentales, en el Comité Nacional de Cafeteros


también participan, por parte del Estado, el director de Planeación Nacional y los ministros de
Agricultura, Comercio y Hacienda.

Los cafeteros de Colombia

eligen
180 representantes
12 por cada uno de los
15 comités departamentales

Comités Departamentales

proponen
15 miembros para

Comité Nacional de Cafeteros

gestiona tienen capacidad de veto


4 miembros del Gobierno
ministros de Hacienda, Agricultura, Comercio
y el director de Planeación Nacional

Fondo Nacional del Café Gobierno de Colombia

Las inversiones del Fondo Nacional del Café se deciden por votación. Cada integrante del Comité
tiene un voto, al igual que los representantes gubernamentales. Salvo el ministro de Hacienda, cuyo
voto puede suponer tantos como sean necesarios para lograr un empate en una votación.

En el caso de empate, la última palabra la tendría el presidente de la República, que está


representado en la mesa por el propio ministro de Hacienda.

“De ahí la falta de independencia. Muchas veces se decide la construcción de infraestructuras que
en realidad son competencia estatal. Nuestra utilidad de productores se incrementaría si esos
fondos se destinaran en realidad a subsidiar fertilizantes o pesticidas, a avanzar en tecni cación y
en créditos especiales”, continúa Cano, pequeño ca cultor.

El director del Comité Departamental de Antioquia,


Álvaro Jaramillo, no oculta que este hecho genera
“con icto” en el gremio. “Por una lado, es una ventaja
poder sentarse con tres ministros y el director de
Planeación Nacional cada dos meses”, a rma. Pero por
otro lado, “los gremios que no le manejan un fondo al
Gobierno pueden tener un más independencia para
presionar de manera más dura públicamente”.

Jaramillo sostiene que es un riesgo “ser contestatarios”


con el Gobierno, como exigen colectivos como Dignidad
Cafetera, porque eso pone en peligro la cesión del
manejo de los fondos económicos a la FNC. “Los críticos
dirían que es como depender del papá”, concluye.

Acerca del Fondo Nacional del Café el director del


Comité de Antioquia señala que “con esa plata que
recibimos, hacemos desarrollo en las comunidades
cafeteras”. Jaramillo asegura que la decisión se toma
según las necesidades de la comunidad, “no las que
nosotros creamos”. Y que “como no hay plata para todo”
se buscan aliados en los gobiernos municipales,
departamentales e incluso aliados internacionales como
ONG.

Roberto Vélez, gerente de la FNC, sale al paso y asegura que los recursos del Fondo Nacional del
Café van en cinco direcciones: la investigación en mejoras de cultivos y tecni cación a través de
Cenicafé, la promoción en el exterior con la marca Juan Valdez, el servicio de ingenieros agrónomos
gratuitos para ca cultores, los subsidios a través del Banco Agrario y la garantía de compra. “La
Federación tiene la obligación de tener siempre la capacidad de comprar todo el café que se
produce en Colombia”, revela Vélez.

El gerente explica también que en la década de los 60 y 70, la FNC sí suplió el papel del Estado en la
construcción de infraestructuras. “En zonas cafeteras construíamos acueductos, escuelas. Pero
eso son deberes del Estado. Lo que sucede hoy es que junto a fondos gubernamentales, de las
gobernaciones y de las alcaldías, incluimos parte de los nuestros. Pero esa parte es mínima. Es
decir, por un peso que pone la FNC se consiguen 25 del Estado. Así se pueden llevar a cabo
programas de infraestructura con muy poca inversión de nuestro lado. En realidad aportamos más
’know how’, que plata”.

Sea como sea, ni Vélez ni ninguna otra persona de la FNC ha querido facilitar a esta investigación el
desglose de las inversiones del Fondo Nacional del Café que en el cierre anual de 2016 arrojó un
resultado de 91.000 millones de pesos, alrededor de 32 millones de dólares.

El café basura amenaza a Colombia

La Federación Nacional del Café no se nutre sólo de los 6


centavos de dólar por caja exportada sino que ella
misma funciona también como una exportadora más de
café. O mejor dicho, como la exportadora que más grano
mueve al año.

La FNC comercializó el 25% de las exportaciones entre


2007 y 2016. En ese mismo periodo, una decena de
empresas y cooperativas controlaron el 50% de las
ventas internacionales, según los datos de la misma
Federación analizados por esta investigación. Las que
más, Carcafé, que exportó el 8,9% del café; le sigue
Expocafé, con el 7,5%, y Racafé, con el 7%.

Las cifras hacen referencia al grano sin tostar ni


descafeinar, que representan el 98% de las exportaciones
de Colombia.

“La FNC no está por defender los intereses de los productores. No es sólo que uno de cada cuatro
sacos de café lo exporta ella misma, sino que los tres restantes lo hacen exportadoras privadas. Es
decir, que las tres cuartas partes del negocio del café está en manos de exportadoras privadas. Y
ellas son los que terminan in uyendo en la FNC a través del Gobierno”, argumenta Aureliano Suárez,
economista, fundador de Dignidad Cafetera (aunque ya fuera del movimiento) y excandidato a la
gerencia de la Federación en 2015.

No obstante, la mayor crítica que recibe la FNC, según


Suárez, es el visto bueno que le dio en 2004 a un cambio
en los estatutos de la Organización Internacional del
Café (OIC) a instancia de Estados Unidos.

La resolución 407, aprobada en 2001, estableció unos


parámetros estrictos de calidad para que el café pudiera
comercializarse bajo el certi cado de la OIC. Esta
medida buscaba sacar del mercado a los cafés de mala
calidad y así mejorar los precios. Lo que hizo la nueva
resolución 420 fue abrir el abanico y permitir que todos
los cafés pudieran comercializarse con un sello de la
OIC, solo detallando distintos niveles de calidad.

Y ahí es cuando se empezaron a comercializar los


granos de mala calidad, como el de Vietnam. De hecho,
de los 115 millones de sacos que se mueven hoy en día
sólo el 50% da registros de calidad”, asegura el
economista.

Suárez mantiene que ese alto grado de competencia no


ha hecho otra cosa que poner un techo al crecimiento del
ca cultor colombiano. “Sobre todo al pequeño productor
de una o dos hectáreas que no tiene cómo hacer frente a
la injerencia del café basura del exterior, los fondos de
inversión que manejan el comercio bursátil ni la tasa del
peso,” concluye.

Mientras esto sucedía en el panorama internacional, la


FNC sólo permitía la exportación del café tipo Excelso.
Es decir, el mejor grano de Colombia, con unas medidas,
sabor y calidad únicas en el mundo. Y no fue hasta 2015
que con “el propósito de mejorar el ingreso de los
ca cultores colombianos”, el Comité Nacional de
Cafeteros autorizó la exportación de las enormes
cantidades de granos de café de menor calidad y que
también se producen en Colombia.

“Llegados a este punto, hay dos posibilidades: o se


desmonta este sistema para rehacerlo, o se luchan por
mejoras. Pero me temo que las autoridades en este país
no van a pelear por nada. Ellos no representan los
intereses del productor”, concluye.

De cualquier modo y hasta que una de esas dos


posibilidades se materialice, pequeños productores
como Francisco Restrepo seguirán saliendo a recoger
café antes del alba. Seguirán echando diez, once, doce
horas al día ladera arriba y abajo desgranando las matas.
Seguirán pagando a un precio altísimo la poca mano de
obra que le queda a la ca cultura. Seguirán sin poder
cuadrar los gastos con las utilidades. Y, sobre todo,
seguirán viendo como se echa a perder el café, el cultivo
más representativo de Colombia, mientras la FNC
multiplica dividendos año tras año.

Fuente: Imágenes satelitales de ESRI World Imagery. Mapas realizados con CARTO. Fotografía de Iván M. García.
El índice de precios de Colombia (IPC) fue obtenido del Departamento Nacional Administrativo de Colombia
(DANE). Todos los datos de comercio internacional usados en este reportaje provienen de la base de datos de
comercio internacional de BACI, basándose en datos originales de la División Estadística de la ONU.

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