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Jaime Valenzuela Márquez

(Editor)

América en diásporas

Esclavitudes y migraciones forzadas


en Chile y otras regiones americanas
(siglos XVI-XIX)
Subtítulo

Instituto de Historia
FACULTAD DE HISTORIA, GEOGRAFÍA
Y CIENCIA POLÍTICA
325.283 Valenzuela Márquez, Jaime
V América en diásporas. Esclavitudes y migraciones
forzadas en Chile y otras regiones americanas (siglos xvi-
xix)/ Editor: Jaime Valenzuela Márquez. – – Santiago :
RIL editores - Instituto de Historia, Pontificia Universidad
Católica de Chile, 2017.

542 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0320-8
1 esclavitud. 1. chile-emigración e inmigración-histo-

ria-siglos 16-19. 1 américa-emigración e inmigración-


historia-siglos 16-19.

América en diásporas.
Esclavitudes y migraciones forzadas en Chile
y otras regiones americanas (siglos xvi-xix)
Primera edición: enero de 2017

© Jaime Valenzuela Márquez, 2017


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Nº 271.082

© RIL® editores, 2017

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Diseño de portada: Marcelo Uribe Lamour

Imagen de portada: «Codex Azcatitlan», Bibliothèque Nationale


de France (Paris), Département des Manuscrits,
Mexicain 90, f. 44 [fragmento]. (www.wdl.org/en/item/15280)

Impreso en Chile • Printed in Chile

ISBN 978-956-01-0320-8

Derechos reservados.
Esclavitud indígena y economías
familiares en el Chile del siglo XVII*

Ignacio Chuecas Saldías

En la edad moderna ha quedado de manifiesto el profundo impacto


que ejercen las dinámicas económicas en los movimientos migratorios.
Esta realidad cuenta con numerosos e importantes ejemplos que inclu-
yen el masivo comercio humano desde el continente africano hacia las
zonas controladas por las sociedades coloniales europeas1, así como
las migraciones espontáneas, por motivos económicos, desde y hacia
Europa propias de los siglos XIX y XX2.
Es en el marco de este fenómeno constante, y cada vez más global,
que el presente artículo busca indagar en las motivaciones económicas
que incentivaron el comercio de indígenas esclavizados en el Chile del
siglo XVII. Bajo esta perspectiva, se intentará presentar y analizar in-
formación de primera mano que permita reconstruir la situación y las
estrategias desarrolladas por las familias hispanas e indígenas con el
objeto de asegurar e incrementar su situación económica: una empresa
en la cual las prácticas esclavistas parecen haber jugado un papel nada
despreciable.
Al interior de este proceso, se hace necesario considerar dos aspectos
fundamentales. En primer lugar, se ha de tener en cuenta que una de las
características más sobresalientes de las sociedades coloniales, en gene-
ral, consiste en el traslado voluntario o forzado de extensos grupos de
*
Esta investigación forma parte de la tesis doctoral: Dueños de la frontera. Terra-
tenientes y sociedad colonial en la periferia chilena (Isla de la Laja, 1670-1845)
(Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2016), que contó
con financiamiento del proyecto Fondecyt regular nº 1150614 (2015-2018):
«Desnaturalización y esclavitud indígena en fronteras americanas: la esclavitud
de mapuches de la Araucanía y la de los indios de Nueva España, Río de la
Plata y Brasil (siglos XVI-XVII)».
1
Aunque no exclusivamente, pues también existió un importante comercio escla-
vista orientado hacia el mundo islámico y otras zonas que no necesariamente
formaban parte del ámbito de influencia directa del espacio europeo. Cf., por
ejemplo, Catlos, 1997: 647-648; Eltis y Engerman, 2011: 25-159.
2
Cf. Bullock y Paik, 2009.

197
Ignacio Chuecas Saldías

198
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

población. Esta situación se fundamenta en diversos factores políticos,


sociales, culturales y económicos. La economía representa, por lo tanto,
solamente un aspecto al interior de una dinámica muy compleja. En
este artículo, entonces, se intentará incursionar en esta dimensión que
incentivó a la sociedad hispana, en el Chile del siglo XVII, a emprender
la captura o la adquisición de individuos en los llamados territorios
de «tierra adentro» para luego trasplantarlos de manera forzada a las
regiones del país que se encontraban bajo control colonial español e
incluso hacia fuera del reino3.
En segundo lugar, se ha de considerar la relevancia de las economías
familiares al interior de las sociedades del Antiguo Régimen. Quizás una
de las diferencias más significativas que caracterizan a este período en
relación a la época contemporánea, es la importancia del núcleo familiar
como garante de la matriz económica en la sociedad, de tal manera que
la iniciativa y las prácticas económicas descasan largamente sobre las
redes familiares. En este sentido, se hace necesario reconsiderar que
los medios que estaban a disposición de las unidades familiares para
asegurar sus ingresos económicos eran, de facto, bastante restringidos.
La capitalización económica que representa una pieza esclava puede
desempeñar una función decisiva al interior de una familia colonial.
Ahora bien, para que la tenencia de uno o varios esclavos signifique un
progreso en la economía familiar se hace necesario que su adquisición
sea relativamente a bajo costo, y que su valor en el mercado supere por
un margen considerable el precio o los costos de adquisición.

3
Es bien conocido el envío de piezas esclavas indígenas al Perú. Por ejemplo,
entre las cláusulas de su testamento otorgado en Lima el 19 de mayo de 1660,
Pedro de Saldías, caballero de la orden de Santiago y procurador general del
Real Ejército de Chile en la ciudad de Los Reyes, declara que manda entregar a
su hija natural Nicolasa, monja en el monasterio de la Limpia Concepción «para
su servicio una esclava india de Chile llamada Laura que sirve ahora en casa y
es esclava perpetua cuya certificación ha de estar en mis papeles que me la envió
de Chile el maestro de campo general don Ignacio de Carrera Yturgoyen, por
cuanto le tenía ofrecido darle una india esclava por la necesidad de servicio que
tiene […]»: AAL.Test, vol. 59, exp. 1. También es posible consultar el informe
de 28 de junio de 1684 sobre la visita de indios que fueron puestos en libertad
en la ciudad de Los Reyes y que se hallaban «acimentados» en las haciendas
de la ciudad de Concepción: AGI.Ch, vol. 24. Además, existen evidencias del
transporte de indígenas hacia otros destinos más lejanos, como lo demuestra
la carta de José de Garro, fechada el 27 de enero de 1696, para que vuelvan a
Chile Joseph Riquelme y Marcos de Alvarado, «indios de la tierra adentro»,
que llevó consigo a España: AGI.Ch, vol. 24.

199
Ignacio Chuecas Saldías

Las familias y la economía del siglo XVII


Como se ha expresado, la perspectiva que se privilegia en este ar-
tículo es aquella de las «economías familiares»; es decir, no se arranca
a partir del concepto de la economía global del país, sino que desde la
perspectiva de cómo incidió la práctica de la esclavitud indígena vigente
durante el siglo XVII en la realidad económica de las familias ligadas,
de una u otra forma, a la guerra de Arauco4.
La historiografía colonial chilena, fuertemente influenciada por
Rolando Mellafe y sus sucesores, representa al siglo XVII como ca-
racterizado por el ocaso de la economía minera aurífera prevalente
en el XVI, dominado por una economía ganadera («el siglo del sebo»,
como lo había definido Vicuña Mackenna) y, hacia el final del siglo,
por el auge de la exportación de trigo hacia el virreinato del Perú5.
Sintomáticamente, Mellafe parece no haber concedido una importancia
mayor a la guerra de Arauco como motor de la economía colonial6. Por
otra parte, Sergio Villalobos llama la atención, en el contexto de los
estudios fronterizos, sobre la importancia del «negocio de la guerra»7.
Ciertamente, para Villalobos la guerra de Arauco representa una opor-
tunidad caracterizada por múltiples posibilidades de lucrar (sueldos
de los mílites, comercio con el mundo indígena, usura, desviación de
fondos, aprovisionamiento del ejército, etc.), entre las cuales también
considera los ingresos generados por la trata de piezas esclavizadas8.
Es en este último punto donde el presente artículo pretende focalizar
su atención: la importancia de la trata de piezas para la economía de
la sociedad colonial vinculada a la guerra.
En este sentido, este escrito intenta llamar la atención sobre el lugar
relevante que ocupa la guerra como motor de la economía del reino
durante todo este período. Una evidencia elocuente de esta situación

4
No existe aún un estudio en profundidad en relación a la economía chilena del
siglo XVII. El estudio clásico de Carmagnani se inicia a fines de siglo –1680–
y no considera en modo alguno el tema del comercio de esclavos indígenas:
Carmagnani, 2001 [1973]. Algunos autores, eso sí, mencionan la importancia
económica del fenómeno: Cf. Jara, 1971 [1961]; Zúñiga, 2002: 71-80.
5
Cf. Mellafe, 1986: 80-114 y 251-278.
6
A pesar de que hace alusión a la importancia del real situado y del comercio
de piezas indígenas durante este período, sus consideraciones parecen estar
orientadas, sobre todo, a la incidencia de estos factores en la agricultura y la
ganadería del Chile central: Ibid, 266-270.
7
Cf. Villalobos, 1995: 89-115.
8
Cf. Villalobos, 1995: 89-101; Villalobos, 2000: 267-268.

200
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

son los estudios, cada vez más frecuentes, que enfatizan la actividad de
los gobernadores, cuya principal fuente de ingresos parece estar vincu-
lada a las ganancias inherentes al conflicto araucano y en especial a la
comercialización de piezas esclavas9. Una segunda evidencia, en esta
línea, está representada por la intensa polémica que se extenderá a lo
largo de todo el siglo en torno al tema de la liberalización u abolición
de la esclavitud mapuche10. Y en la misma dirección, las complejas
estrategias que desarrollará la sociedad colonial, al alero de la admi-
nistración, para mantener y sustentar diversas formas de tenencia de
mano de obra forzada (encomienda, depósito, amparo, adjudicación)11.
En los últimos años, han surgido cada vez más voces que hacen
referencia a la importancia que tuvo, en especial en el estrato de los
altos funcionarios del reino, el negocio de la trata de esclavos indígenas
durante este período. Este es el caso, por ejemplo, de las actividades
desarrolladas por el gobernador Tomás Marín de Poveda (1690-1700),
las cuales han sido estudiadas recientemente por Jimena Obregón12.
Por otra parte, y antes de entrar de lleno en el tema, se hace nece-
sario tener en cuenta que cuando se habla de «economías familiares»
no necesariamente se ha de tener en cuenta la «familia nuclear» o «ex-
tendida», como representantes clásicos de los modelos familiares del
Antiguo Régimen13. A partir de la documentación consultada, resulta
posible relevar un panorama muy variado y complejo en cuanto a ar-
ticulación familiar, el cual incluye diferentes tipos de familias: hombres
solteros con hijos naturales como cabezas de hogar, en especial en el
caso de mílites y mercaderes; madres viudas con hijas solteras de menor
edad; conjuntos de hermanos viviendo al amparo de los bienes de una
testamentaria; y así otros modelos. También se han de considerar las
9
Se trata de una opinión difundida ya entre los historiadores coloniales y los
decimonónicos. Barros Arana, por ejemplo, afirma que: «Las campeadas que se
hacían al territorio enemigo para sacar prisioneros que vender como esclavos,
eran, como sabemos, objeto de un negocio que enriqueció a muchos de los
gobernadores y de sus allegados»: Barros Arana, 1999-2005 [1884-1902], V:
248.
10
Cf. AGI.Ch, vol. 13; AGI.Ch, vol. 22; AGI.Ch, vol. 23; AGI.Ch, vol. 57; Hanisch
Espíndola, 1981; Hanisch Espíndola, 1991.
11
Estas diferentes figuras o estatutos se fundaron a menudo no solamente en la
legislación, sino que también en una práctica llevada a cabo, muchas veces, a
espaldas de las reales cédulas. En cuanto a estas diferentes modalidades se pueden
consultar las categorizaciones empleadas en la visita de «indios de servicio» del
partido de Buena Esperanza (1694): ANH.CG, vol. 533, fjs. 108-146v.
12
Cf. Obregón Iturra, 2011: 93-114.
13
Cf. Jefferson y Lokken, 2011: xiii-xxx, 1-26; Salinas Meza, 2004: 390-427.

201
Ignacio Chuecas Saldías

divergencias y semejanzas que existen entre las prácticas familiares his-


panas, indígenas y mestizas, y cómo esta cultura familiar se ve reflejada
en la dimensión económica.

Mílites, funcionarios, mercaderes e indios


Buscando complementar lo que se está actualmente investigando
en relación con las actividades de los gobernadores del reino, en el
presente artículo son presentados una serie de individuos y sus familias
que desempeñaron roles relevantes durante el siglo XVII –en particular
durante el alzamiento general de 1655–, la información que resulta
posible recabar en cuanto a la adquisición y mantención de esclavos
indígenas, y el aporte económico que dichas piezas significaban en la
constitución de sus capitales familiares.
El artículo se refiere preferentemente a mílites que tienen en común
el haber alcanzado el grado de Maestro de Campo General del reino u
otros cargos importantes. Se trata de personajes tales como Francisco
de la Fuente Villalobos, Luis de Godoy-Figueroa, Juan de las Roelas
Millán-Patiño y Tomás de Sotomayor, entre otros. Se ha de conside-
rar que los individuos que alcanzaron mayor graduación, como es el
caso del cargo de Maestro de Campo General del reino, usualmente
han recorrido todas las etapas previas en la carrera militar, muchas
veces desde soldado de una compañía –o al menos desde alférez–, por
lo que sus actividades en relación a la esclavitud no necesariamente
representaban las de un miembro del estado mayor del Real Ejército.
En este contexto, se ha de tener en cuenta que la trata y mantención de
esclavos no eran la única fuente de ingresos económicos de los mílites,
quienes además del sueldo inherente al grado –y que se pagaba del real
situado14– desarrollaban otras formas de financiamiento: actividades
comerciales, ganadería, agricultura15. En estos casos, la propiedad de
piezas esclavas resultaba fundamental para el desenvolvimiento de
varias de dichas labores.
También se presentan, a modo de complemento, sujetos que ocu-
paron cargos menores, como el factor del tercio de Yumbel, Toribio
Fernández de Luna, y sus parientes Juan y Pedro Cid –uno de ellos cabo
del fuerte de Repocura–, Antonio Rodríguez-Zapata, mílite en Chillán,

14
Cf. Vargas Cariola, 1984.
15
En relación a los mílites y sus actividades agropecuarias, véase: Retamal Ávila,
1985; Inostroza Córdova, 1998: 112-126; Muñoz Correa: 1995b.

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Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

o la familia penquista González de Liébana, uno de cuyos miembros


fue escribano público de la ciudad. En efecto, Diego González de Lié-
bana incorpora a su grado de teniente el oficio de escribano público,
evidenciando el fuerte nexo existente entre funcionarios y milicia. De
la misma forma, al interior de la familia Millán-Patiño encontramos
varios funcionarios y eclesiásticos: licenciados, secretarios, escribanos,
frailes y vicarios, así como también mercaderes.
Junto a los mílites y funcionarios se ha privilegiado el estudio de
los comerciantes, gracias al hallazgo de material documental relativo
a la testamentaria de un mercader de piezas aucas a principios del
siglo: Gonzalo Rodríguez, peninsular, afincado en el reino hacia 1590.
Este personaje y sus gestiones comerciales nos permiten acceder a un
panorama un poco más acabado en relación con las actividades de
adquisición, traslado, comercialización y tenencia de piezas esclavas
procedentes de «tierra adentro».
En contraposición a estos representantes de la sociedad hispana, se
busca también indagar y presentar las dinámicas que caracterizan a la
sociedad y a la familia indígena, y la forma como estas se ven influencia-
das por la práctica esclavista. En este sentido, el artículo explora en dos
aspectos: «ventas a la usanza» como forma de adquisición, buscando
en especial comprender el fenómeno desde la perspectiva del mundo
indígena; y la tenencia de esclavos aucas por parte de indios amestiza-
dos en el ámbito de la sociedad hispana. Como estudio de caso de esta
última realidad se presenta documentación relativa a Juana, india de
servicio del mencionado Gonzalo Rodríguez.

La compra del molino del Ciego


Con anterioridad al alzamiento de 1655, el veedor general del Real
Ejército, Francisco de la Fuente Villalobos, se había concertado con el
teniente Diego González de Liébana, escribano público de la ciudad
de Concepción, para adquirir la propiedad del llamado «molino del
Ciego», situado en el partido de Puchacay, a la vera del antiguo camino
real que conducía de Concepción a la ciudad de Angol, y que había sido
propiedad de Francisco González de Liébana, padre del vendedor16. El
alzamiento general, como es bien sabido, produjo importantes transfor-
maciones en la economía y sociedad penquista, entre las que se cuentan
16
Fragmento del pleito de los González de Liébana contra María Hurtado de
Cabrera (Concepción, sin fecha), UCon.AJB, vol. 1, fjs. 129-134v.

203
Ignacio Chuecas Saldías

el exilio forzado del veedor general, quien fue desterrado a Lima donde
moriría al cabo de poco tiempo17. Su viuda, María Hurtado de Cabrera,
una vez que la situación en el contexto regional comenzó a normalizarse
durante la década de 167018, emprendió gestiones con los González de
Liébana para hacer efectiva la compra del molino, las cuales se vieron
obstaculizadas porque al momento del contrato de venta original,
aparentemente, no habían concurrido todos los herederos legítimos en
quienes recaía la propiedad del mencionado molino. María Hurtado,
quien al parecer se encontraba resuelta a hacerse con la propiedad,
logró pactar un nuevo contrato de compra con los herederos y sus
representantes, que no habían sido considerados en primera instancia:
Antonio, Inés y Dorotea González de Liébana, habiendo ya fallecido
Diego, el hermano que había efectuado la primera venta fallida.
El nuevo convenio estipulaba que el molino se había de vender por
la cantidad de 4.000 pesos, una cifra considerable para una propiedad
rural de 500 cuadras, lo cual se explica porque –según expresan los au-
tos del contrato entre partes– el molino del Ciego era utilizado durante
todo el año para la elaboración de la harina destinada al abastecimiento
del ejército19.
Lo relevante de este caso es la forma en que el convenio de compra-
venta estipula que se han de enterar los 4.000 pesos: 3.000 pesos se
han de cancelar en base a las ganancias futuras del molino; los 1.000
pesos restantes se cancelarían por medio de una india esclava y su hijo,
también esclavo, avaluados ambos en 450 pesos; una manada de 400
ovejas avaluada en 125 pesos, más 197 pesos en otras alhajas; y el resto

17
Una reseña biográfica sobre este personaje en: Guarda Geywitz, 2005: 109.
18
La escritura de compra se efectuó con anterioridad al 22 de noviembre de 1671:
UCon.AJB, vol. 2, fj. 94.
19
«[…] que habiéndose reconocido lo que rentan los frutos del dicho molino
en las moliendas que se hacen para el real ejército por estar continuamente
el dicho molino embarazado en este ministerio»: UCon.AJB, vol. 1, fj. 131v.
Llama la atención que los González de Liébana accedan a la venta de un bien
tan lucrativo, lo cual parece explicarse porque Francisco González de Liébana
hacía tiempo que se había radicado en el partido del Maule, donde testó el 16
de abril de 1672; Inés había fallecido en Santiago con descendencia radicada
fuera del reino o en las inmediaciones de la capital; y Diego y Dorotea habían
fallecido sin herederos forzosos. Por lo tanto, ninguno de los herederos se ha-
llaba en condiciones de gestionar una propiedad con los requerimientos que
precisaba un molino.

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Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

–es decir, según el documento, 278 pesos20–, se había de entregar en los


próximos seis meses sin que se mencione la forma de pago (Cuadro 1).

Cuadro 1
Resumen de la forma de pago del Molino del Ciego (ca. 1670)

Forma de pago Valor en pesos de a 8


En base a los frutos futuros del molino 3.000 pesos
Una india esclava y su hijo 450 pesos
400 ovejas 125 pesos
Otras alhajas 197 pesos
A pagar en los próximos 6 meses (sin
278 pesos
especificar el medio de pago)
Suma total 4.050 pesos
Total a pagar según el documento 4.000 pesos

Fuente: UCon.AJB, vol. 1, fjs. 129-134v.

Al analizar con detención este contrato, resulta posible observar


cómo en realidad los únicos bienes de cierta monta que hacen posible
la venta están representados por la india, María, y su hijo, Pascual21.
En efecto, los 450 pesos en que ambos son tasados superan con creces
el valor de las 400 ovejas (125 pesos) y de las alhajas (197 pesos),
incluyendo el hecho de que el resto del pago prometido consiste en
supuestas ganancias que no están aún a la mano. La precariedad de
esta última modalidad de pago resultará evidente cuando, con el correr
del tiempo, la deuda de los 3.000 pesos no sea cancelada sino hasta
muchos años después22.
Este primer ejemplo, busca demostrar la importancia económica
que llegó a tener la tenencia de piezas esclavas indígenas durante todo

20
En este punto, el documento evidencia un error aritmético: al realizar la suma
de las cantidades mencionadas el total que se obtiene es de 4.050 pesos: UCon.
AJB, vol. 1, fjs. 129-134v.
21
«[…] una india esclava, de edad de treinta y dos años, llamada María, con
un hijo, así mismo esclavo por haber nacido de la dicha india siendo esclava,
llamado Pascual, de edad de nueve años poco más o menos, ambas piezas en
cuatrocientos y cincuenta pesos […]»: UCon.AJB, vol. 1, fj. 130v.
22
Los tres mil pesos impagos fueron cancelados por el maestro de campo Antonio
Fernández-Guiñez, segundo marido de María Cisternas Villalobos, nieta de
María Hurtado de Cabrera: UCon.AJB, vol. 1, fjs. 141v-142.

205
Ignacio Chuecas Saldías

este período, sin la cual las posibilidades de hacer una compra o llevar
a cabo otras transacciones comerciales no hubiese sido factible. En
este contexto se ha de tener en cuenta el hecho de que la institución de
censos, como forma de acceder al capital, se encuentra en una situa-
ción frágil durante el transcurso del siglo debido al alzamiento de los
indios y particularmente a las catástrofes naturales que han dañado la
propiedad urbana y rural23. Por otra parte, una propiedad con un costo
tan elevado –como es el caso de un molino que abastece al ejército–
haría necesaria la venta de varias propiedades, urbanas o rurales, para
poder solventar la compra. En general, no existen muchas alternativas
para llevar a cabo una compra importante si no se dispone de liquidez
monetaria.
Por lo tanto, se torna fundamental considerar hasta qué medida
la tenencia de piezas esclavas indígenas haya sido de gran relevancia
para las economías familiares durante el período estudiado. Por otra
parte, es necesario atender al hecho de que un individuo en la posición
del veedor general del Real Ejército tendría acceso a la adquisición de
piezas aucas a precios bastante asequibles24.

Economía familiar y adquisición de piezas esclavas


Cuando se hace una comparación, en base a la información que
disponemos, entre los precios en que se comercializaban normalmen-
te durante el siglo XVII las piezas esclavas indígenas y las de origen
africano, resulta posible observar una significativa diferencia en el
valor que se adjudica a cada uno de estos grupos25. Por lo general, los
avalúos de indios esclavos son menores que los esclavos africanos o
afro-descendientes26. Esta diferencia en la valorización depende de varios
23
Cf. AGI.Ch, vol. 17; Mellafe, 1986: 276-278.
24
De hecho, Francisco de la Fuente Villalobos es mencionado repetidas veces
por los testigos en los juicios indagatorios sobre las prácticas de la esclavitud
indígena. Ver, por ejemplo, el testimonio de Juan Barona (Santiago, 5 de junio
de 1651), AGI.Ch. vol. 13, cit. más adelante.
25
En el presente artículo es posible encontrar tasaciones de indios esclavos co-
rrespondientes a diferentes años y contextos. En cuanto al valor de comerciali-
zación de esclavos de origen africano o sus descendientes, se puede consultar:
Villalobos, 2000: 273-274; Mellafe, 1959: 203-206; Zúñiga, 2002: 374. Este
último autor trae una tabla de precios, para el siglo XVII, que incluye esclavos
africanos e indígenas.
26
Al comparar la información disponible, es posible observar que un indio esclavo,
adulto, costaba en promedio unos 250 pesos de a 8 reales. Un esclavo afro, en

206
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

factores, tales como el costo del traslado, la docilidad de los individuos,


las habilidades laborales y las cualidades subjetivas que se adjudican
a cada uno de ellos.
Ahora bien, esta evidente diferencia en los montos de avalúo podría
inducir a un cierto «error» a la hora de indagar en el papel que jugaban
al interior de las economías familiares estos dos grupos de individuos
esclavos. Efectivamente, una pieza afro resultaba muy costosa al mo-
mento de su adquisición y conservaba el costo original, el cual podía
incluso elevarse con el tiempo. En cambio, las piezas indígenas, en
particular para quienes detentaban conexiones con la guerra de Arauco,
no representaban grandes costos de adquisición y el precio original era
susceptible de un incremento considerable. Esta situación hace necesario
el que nos interroguemos sobre la forma en que la sociedad hispana
accedía a la propiedad de indígenas esclavizados.
Existe abundante información en cuanto al modo de adquisición
de las piezas esclavas27. Este dato resulta relevante porque implica la
necesidad de adquirirlas a un relativo bajo costo para que la ganancia
económica sea real. Al respecto, resulta posible conocer las diversas for-
mas en boga durante este período a partir del análisis de los testimonios
recogidos en matrículas de encomiendas, en los cuales los indígenas
relataban su origen y el modo como fueron esclavizados.
En este sentido, se pueden considerar los testimonios prestados en
Chillán a fines del siglo XVII por los miembros del «servicio» del maestre
de campo general Juan de las Roelas Millán-Patiño28. Al momento de
analizar la información que presenta este documento, se hace necesario
exponer brevemente y en líneas generales la génesis de la citada «en-
comienda». En realidad, Juan de las Roelas nunca fue un verdadero
encomendero; es decir, no existe documentación que evidencie que
alguna vez, durante el transcurso de su vida, hubiese sido «agraciado»
formalmente con algún indígena encomendado29. Este hecho representó,
ciertamente, para sus herederos una importante dificultad a la hora de

cambio, era avaluado casi en el doble de dicha cantidad (entre 400 y 600 pesos
de a 8).
27
Cf. Villalobos, 1995: 89-101; Valenzuela Márquez, 2009; Obregón Iturra y
Zavala Cepeda, 2009.
28
ANH.CG, vol. 502, fjs. 1-18. He tratado más en extenso la persona y actividades
de Juan de las Roelas Millán-Patiño, en Chuecas Saldías, 2013.
29
Ver, por ejemplo, el testamento de Juan de las Roelas Millán-Patiño (San Bar-
tolomé de Chillán, 3 de octubre de 1691), en el cual no hace ninguna mención
a indios encomendados: ANH.RA, vol. 2053, fjs. 135-139v.

207
Ignacio Chuecas Saldías

asegurar la tenencia de los numerosos indios que componían el servicio


de quien había sido maestre general del reino. Es por este motivo que
su hijo natural y heredero, Lorenzo de las Roelas Millán, postula a la
encomienda de algunos de los indios que su padre poseía30 y que, si
bien le será adjudicada, dicha merced no será de larga duración debido
a la muerte prematura del joven Lorenzo. Los sucesos narrados impli-
caron, naturalmente, una suerte de precariedad en el estatus legal de
servidumbre de dicho conjunto de indios, probablemente uno de los más
importantes en el ámbito del partido de Chillán, motivo que impulsó
a Francisco de la Llana, tutor y curador de la única hija y heredera
del difunto Lorenzo –y por lo tanto nieta de don Juan de las Roelas–,
a desarrollar amplias gestiones legales que aseguraran la tenencia de
todos ellos bajo la fórmula de una encomienda-depósito.
En razón de todo este proceso, muy característico por lo demás
para la segunda mitad del siglo XVII, es que se hace necesario evaluar
los testimonios de los diferentes individuos que componen la presumi-
da encomienda. La visita de los indios fue realizada por el corregidor
de Chillán, comisario general de la caballería don Luis de Alarcón y
Cortés, el 20 de agosto de 1697, y en ella tomó declaración a los indios
que componían el servicio31. La matrícula que se levantó en aquella
oportunidad consistía en la descripción de un grupo de catorce indi-
viduos y sus familias, encontrándose cada uno de ellos expresamente
numerado en el documento original. En relación a cada uno de estos
catorce cabezas de familia, se mencionan una serie de datos relevantes:
edad actual; naturaleza; evento que justifica su servidumbre; estatus
marital; nombre, edad y naturaleza de su mujer; datos relativos a los
hijos; y algunas informaciones adicionales consideradas de importancia.
A partir de este conjunto de datos, resulta posible hacer el extracto que
se presenta en el Cuadro 2.

30
Los mencionados como parte de la encomienda de Lorenzo de las Roelas, difun-
to, son Miguel Ancañanco, Melchor Millanañcu, Juan Melillanca y Francisco
Tiempos: ANH.CG, vol. 502, fjs. 6-8v.
31
Ibidem.
* Los catorce individuos que fueron empadronados son identificados con el res-
pectivo número entre paréntesis.

208
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

Cuadro 2
Indios que fueron del «servicio»
de Juan de las Roelas Millán-Patiño
(Chillán, 20 agosto 1697)

INDIOS EDAD NATURALEZA


Indios cogidos en la guerra (maloqueados)
Joseph Delcô, alias Guellucon (1)* 30 Aillacuriche
Antonio Catileu (2) 40 Maquegua
Santiago Relmocao (4) 20 [roto en el documento]
Pablo Peuco (5) 30 Provincia de Changuil
Indios cogidos en la guerra (repartidos de Aillacuriche)
Provincia de
Miguel Ancañanco (8) 40
Aillacuriche
Provincia de
Melchor Millanañcu (9) 30
Aillacuriche
Felipe Tureuli (10) viejo San Cristóbal
Probable: Juan Maribudi, yerno de Felipe Tureuli difunto Aillacuriche
Antonio Pitullanca (venido de libre voluntad) (11) viejo Aillacuriche
Juan Melillanca (venido de libre voluntad) (12) 40 –
Una hija de Antonio Pitullanca Aillacuriche
Otra hija de Antonio Pitullanca Aillacuriche
Indios comprados a la usanza
Antonio Guenumilla (3) 40 Purén
María, india, mujer de Antonio Guenumilla 36 Ylicura
María, ya difunta Contún
Indios adquiridos por trueque
Provincia de
Bartolomé Painean (7) 30
Chumpollí
Indios de encomienda
Encomienda de
María, india, mujer de Joseph Delcô 50
Palomares
Encomienda de
María, india, mujer de Melchor Millanañcu 34
Sepúlveda
Encomienda de
Ana, india
Verdugo
Nacidos en el servicio
Nieta de un
La mujer de Santiago Relmocao
Aillacuriche
Juana, india, mujer de Bartolomé Painean 22 Estancia de Mengolillo
María, india, difunta, mujer de Miguel Ancañanco Estancia de Mengolillo
Sin especificar
Agustín Cheuquelí difunto Purén
Isabel, india, mujer de Agustín Cheuquelí difunta Provincia de Guenbalí

209
Ignacio Chuecas Saldías

Juan Epucheu difunto Purén


Juana, india, mujer de Juan Epucheu difunta Aillacuriche
Francisco Tiempos (ausente) (14) 30 Provincia de arriba
María, india, mujer de Francisco Tiempos
30 Aillacuriche
(ausente)
Indios libres
Juana india, mujer de Antonio Catileu 28 Pueblo de Hualqui
Magdalena, mujer de Felipe Tureuli – San Cristóbal

Hijos y nietos de los 14 individuos empadronados, con mención de sus padres


Antonio Catileu y su primera
Juana 24 Estancia de Mengolillo
mujer
Antonio Catileu y Juana,
Francisca 20 Estancia de Mengolillo
india
Entenado de Antonio
Domingo 8 –
Guenumilla
Antonio Guenumilla y
Pascual 7 –
María, india
Antonio Guenumilla y
Antonia 14 –
María, india
Antonio Guenumilla y
Juana 4 –
María, india
Diego Guaiquipan
María, difunta 10/12 Estancia de Mengolillo
(6)
Bartolomé Painean y Juana,
Joseph Leviante 9 Estancia de Mengolillo
india
Bartolomé Painean y Juana,
Juan Guichante 8 Estancia de Mengolillo
india
Bartolomé Painean y Juana,
Angelina 5 Estancia de Mengolillo
india
Bartolomé Painean y Juana,
Catalina 4 Estancia de Mengolillo
india
Miguel Ancañanco y María,
Domingo 9 –
india
Miguel Ancañanco y María,
Pascual 6 –
india
Miguel Ancañanco y María,
Juana 3 –
india
Melchor Millanañcu y
Ángel 5 –
María, india
Melchor Millanañcu y
Bartolomé 3 –
María, india
Melchor Millanañcu y
Manuel pecho –
María, india
Melchor Millanañcu y
Juana 6 –
María, india
María Felipe Tureuli y Magdalena difunta –

210
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

Bartolomé
Nieto de Felipe Tureuli 15 Estancia de Mengolillo
Maribud
Isabel Nieta de Felipe Tureuli 16 Estancia de Mengolillo
Pascual Painequeu Juan Melillanca y Ana, india 13 Estancia de Mengolillo
Francisco
Juan Melillanca y Ana, india 11 Estancia de Mengolillo
Melillanca
Francisca Juan Melillanca y Ana, india 16 Estancia de Mengolillo
María Entenada de Juan Melillanca 20 Estancia de Mengolillo
Huérfanas de Agustín
María 5 Estancia de Mengolillo
Cheuquelí
Huérfanas de Agustín
Luisa 4 Estancia de Mengolillo
Cheuquelí
Huérfanas de Agustín
María 3 Estancia de Mengolillo
Cheuquelí
Lorenzo (13) Juan Epucheu y Juana, india 20 Estancia de Mengolillo
Francisco Tiempos y María,
Petrona [ausente] – –
india
Francisco Tiempos y María,
Juana [ausente] – –
india

Fuente: ANH.CG, vol. 502, fjs. 6-8v.

A partir de los datos entregados por los individuos interrogados,


es posible conocer que este conjunto de indios de «servicio» tiene su
origen, principalmente, en dos categorías: una primera, compuesta por
indios «cogidos en la guerra» (4 individuos), a la cual hay que sumar
los que fueron «repartidos de los de Aillacuriche» (8 individuos); y una
segunda, conformada por los «comprados a la usanza» (3 individuos).
Junto con este primer conjunto hay que considerar un indio que fue
intercambiado por otro –«trocado»–, aunque probablemente tuvo el
mismo origen que los primeros, y un grupo de seis individuos de los
cuales no se especifica el modo de adquisición, pero que por los lugares
de procedencia (Purén, provincia de Guambalí, Aillacuriche, «provincia
de arriba»), y por el hecho de que la mayoría ya había fallecido, resulta
factible asumir que también pertenecieron a las dos categorías mencio-
nadas. En total se trata de 22 personas que habrían sido esclavizadas
en base a estas dos formas practicadas durante la centuria.

A este núcleo originario, aparecen incorporadas otras personas,


principalmente mujeres, cuya procedencia es diferente: se trata de tres
indias de encomienda, tres mujeres nacidas en servicio y dos indias libres.
Todas ellas surgen mencionadas como «esposas» de diferentes indios

211
Ignacio Chuecas Saldías

que pertenecen a la primera categoría. En este caso, resulta evidente la


estrategia que consiste en casar a un indio de la «tierra adentro» con
una consorte que proceda del ámbito de control hispano –encomienda,
pueblo de indios, etc.–, con la finalidad de lograr el afincamiento del
indio en el sistema social hispano32.
Por último, se puede apreciar, a partir de este conjunto de 14
individuos que al momento de la matrícula residen en la estancia de
Mengolillo, la cantidad de 31 descendientes de estos, entre hijos y nie-
tos33. Quizás lo más característico en este caso sea el hecho de que un
grupo humano que tuvo su origen hacia la década de 1670 a partir de
14 individuos, compuesto fundamentalmente por esclavos cogidos en
«guerra viva» (ya sea maloqueados en diversas parcialidades o cautivos
de Aillacuriche) y «comprados a la usanza», a finales del siglo hubiesen
llegado a conformar una cantidad de alrededor de 50 personas, todas
asentadas en la estancia de Mengolillo. De esta forma, al final de todo
este recorrido, la hacienda-estancia se constituye en el núcleo formativo
de una comunidad de diáspora.
Al prestar atención a los lugares de origen de aquellos que provie-
nen de los territorios del estado de Arauco, es factible diferenciar entre
los que declaran un lugar más o menos específico (Purén, Maquegua,
Changuil, Ylicura, Contún, etc.) y quienes son identificados en relación
al término genérico «Aillacuriche» o «provincia de Aillacuriche». Este
último conjunto es característico de todo este período y tiene como
particularidad que el elemento aglutinante no es un lugar particular, sino
que la supuesta afiliación a una «parcialidad» liderada por el cacique
de este nombre34. En este caso, resulta posible observar un primer paso
32
Esta estrategia es sugerida, por ejemplo, por el gobernador Acuña y Cabrera
y los oidores de la Real Audiencia, en carta al rey (Santiago, 24 de abril de
1651): «[…] todavía reconoce cuanto convendrá que se elija algún medio para
ir sacando los nuevamente reducidos para esta ciudad, y otras partes del reino,
así por la necesidad y falta grande que hay de servicio, como porque este es el
remedio que se puede ofrecer más eficaz para asegurar las paces que han dado,
sacarlos de sus tierras, dividirlos y emparentarlos con los que están en esta
ciudad y las demás de dicho reino […]»: AGI.Ch, vol. 13.
33
La estancia de Mengolillo es mencionada en el testamento de Juan de las Roelas:
«La estancia de Mengolillo, con mil y cien cuadras de tierras en dos títulos, bien
edificada con curtiduría y arbolada con su viña y todos los ganados mayores
y menores en ella; con más otro pedazo de tierras en dicha estancia llamada
Pelegüe con viña que tengo comprada a los Candias […]»: ANH.RA, vol. 2053,
fjs. 137v-138.
34
«El cacique Huaillacuriche de la provincia de Viluco, era el jeneral que soste-
nía los intereses de su nación o su tenaz rebeldía, y pues que el Rei los dio por

212
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

importante en dirección a una reconstitución de la identidad grupal con


el fin de justificar la esclavitud (Aillacuriche = esclavo) que desembocará
en una tercera identidad como indio de servicio de hacienda (Mengolillo
= indio de servicio).
Por último, es interesante destacar especialmente a uno de los
sujetos mencionados, Felipe Tureulí, quien se declara viejo y cogido en
la guerra. El indio Felipe relata una historia muy particular: se define
a sí mismo como indio de la reducción de San Cristóbal, reducción
de indios amigos que se encuentra junto al tercio de Yumbel y que al
momento del alzamiento de 1655 se encontraba en los territorios de
Aillacuriche, motivo por el cual fue «cogido» y adjudicado con los de
esa parcialidad35. Es evidente que el relato de este indio tiene por obje-
tivo explicar el hecho de que se trate originalmente de un indio libre y
que, por lo tanto, su estatuto de servicio es discutible. Pero, ¿qué hacía
un indio amigo con los rebeldes? Al parecer nos encontramos ante un
relato de vida que hace referencia a un fenómeno corriente durante los
eventos de mediados de siglo: la participación en el alzamiento general,
libre o forzadamente, de indios reducidos.

Familias indígenas y ventas A LA USANZA


Al igual que Felipe Tureulí, otro de sus «compañeros de servidum-
bre», Antonio Guenumilla, relata brevemente al corregidor Alarcón su
historia de vida:

Antonio Guenumilla, indio de edad de cuarenta años pocos


más o menos, natural de la provincia de Purén, que lo vendió
a la usanza un pariente suyo al comisario general Fabián de la
Vega, quien se lo vendió al dicho maestro de campo general
Juan de las Roelas, es casado dicho indio con María india de

esclavos, mui justificado fué su delito»: Córdoba y Figueroa, 1862 [1740-1745]:


298.
35
«Felipe Tureuli, indio viejo reservado, natural de la reducción de San Cristóbal
y declara dicho indio que cuando se repartió la gente de Aillacuriche le cogió
que estaba en dicha reducción y provincia de Aillacuriche y [le] repartieron
con otros indios al maestro de campo general Juan de las Roelas, casado dicho
indio con Magdalena de la reducción de [San Cristóbal] tiene un nieto llamado
Bartolomé Maribud, de edad de quince años y una nieta llamada Isabel de edad
de dieciséis años, naturales de la dicha estancia de Mengolillo, hijos de una hija
del dicho indio Felipe Tureuli, llamada María y de Juan Maribudi, natural de
la reducción de Aillacuriche, ya difunto»: ANH.CG, vol. 502, fj. 7v.

213
Ignacio Chuecas Saldías

edad de treinta y seis años, natural de la provincia de Ylicura,


que se la vendió al dicho maestro de campo el capitán Pedro
Farfán, tiene el dicho indio un entenado llamado Domingo
de ocho años, y un hijo llamado Pascual de siete años, y dos
hijas: Antonia de catorce años y Juana de cuatro años36.

En este caso nos encontramos ante al fenómeno denominado como


«ventas a la usanza», muy extendido durante todo este período, y que
refleja el fuerte impacto que el sistema de esclavitud hispana ejerció en
las economías familiares del mundo indígena.
El 30 de septiembre de 1650, Carinabil, indio «amigo» de la reduc-
ción de Toltén el Bajo, en la «tierra adentro», comparecía ante el alférez
Diego de Tapia, cabo de la reducción, con el propósito de vender a la
usanza a un hijo suyo, llamado Benul, de alrededor de quince años, a
un soldado identificado como Juan Muñoz-Moreno. Como testimonio
de esta transacción se han conservado tres documentos diferentes: una
copia de la certificación original de la venta; una segunda certificación
efectuada el 17 de enero de 1651 por Gregorio González de Mendoza,
capitán de caballos de la Mariquina –refrendando que efectivamente
el alférez Tapia se desempeñaba a la fecha como cabo de los indios de
Toltén–; y, finalmente, un tercer documento, actuado el 2 de mayo de
1651 por Martín Suárez, escribano de cámara de la Real Audiencia,
que avalaba la veracidad del traslado de los dos anteriores37.
A partir de este suceso, que puede servir como modelo de la prác-
tica usual durante este período, intentaré reconstruir el fenómeno de
las ventas a la usanza desde la perspectiva de las dinámicas económicas
y sociales que parecen estar funcionando al interior de las familias en
territorio indígena. En cierta medida, lo que se pretende es evidenciar
pistas que permitan comprender la otra cara de la medalla.
De los tres documentos mencionados anteriormente, el más elo-
cuente es el primero:

Certificación. El alférez Diego de Tapia, cabo de las reduc-


ciones de Toltén el bajo y de sus jurisdicciones, etc. = certifico
en la forma que puedo que en mi presencia, en este Toltén
a donde tengo mi asistencia hoy día de la fecha, pareció un
36
«Visita de la ‘encomienda’ de Juan de las Roelas Millán-Patiño» (Chillán, 20
de agosto de 1697), ANH.CG, vol. 502, fj. 6v.
37
«Certificaciones de ventas a la usanza» (1650-1651), AGI.Ch, vol. 13. Álvaro
Jara y Sonia Pinto publican una serie de cartas de venta de esclavos indígenas
y certificaciones de usanza, en Jara y Pinto, 1982, II: 159-189.

214
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

indio llamado Carinabil, natural de estas tierras de Toltén,


sujeto al cacique Quelantaro, el cual dijo que vendía un hijo
suyo de edad hasta catorce a quince años llamado Benul a
un soldado llamado Juan Muñoz Moreno, que lo examinase
para ver si era el que decía y habiéndolo hecho como quien
les entiende la lengua, declaro ser el contenido hijo del que le
traía y en mi presencia se lo vendió a su usanza al dicho Joan
Muñoz Moreno en seis pagas que se contaron de que quedó
el dicho indio contento y porque conste ante todo tiempo
haberlo comprado y pagado de pedimento de ambos di la
presente que es fecha en este Toltén en 30 de septiembre de
1650 años = Diego de Tapia38.

Quizás el elemento más enigmático de esta transacción sea la moti-


vación del indio Carinabil, padre de Benul, que lo impulsa a efectuar la
venta. Al respecto resulta posible encontrar pistas en las declaraciones
de testigos –todos españoles– que se adjuntan al mismo expediente, y
que intentan explicar el origen de las ventas a la usanza. De todas ellas
presento una como ejemplo, la que será complementada en lo que sea
preciso por las otras:

En el dicho día mes y año […] capitán Juan Barona […]


dijo que este testigo ha entrado varias veces a las reducciones
de los indios de guerra y a las de los nuevamente reducidos,
en tiempo de quince años que ha que milita en que ha adqui-
rido mucha experiencia de las costumbres y estilo que tienen
y más en particular en seis meses que asistió efectivos en
Maquegua, Osorno, Villarica, Mariquina y Boroa, en tiem-
po que se dio principio a las paces asistiéndolas el capitán
Francisco de la Fuente Villalobos, veedor general del reino, y
a las partes referidas ocurrieron las parcialidades y caciques
más principales donde se enteró del todo en los parlamentos
de sus costumbres, por lo cual sabe que siempre ha sido uso
común y recibido entre ellos el vender entre sí y unos a otros
las hijas y hermanas por pagas para mujeres, y alguna vez
los huérfanos los caciques que tienen dominio, pero desde el
gobierno del señor don Martín de Mujica se extendió esto
a los españoles, vendiendo por pagas los padres a los hijos
y los parientes y los caciques, no solo los cogidos en guerra
entre ellos sino también de las familias propias, que es lo que
38
«Certificado de venta a la usanza del muchacho Benul» (Toltén, 30 de septiembre
de 1650), AGI.Ch, vol. 13.

215
Ignacio Chuecas Saldías

llaman a la usanza, dando ocasión a esto la necesidad unas


veces y otras la codicia; una pieza se da por doce pagas y
otras por diez y por menos, reputando por una paga unos
estribos, y por otra un caballo y una vaca, y al presente está
esto más usado y se han sacado muchas piezas acá afuera de
las reducciones y se sirven de ellas diferentes personas, y esto
es lo que sabe […] y lo firmó y que es de edad de 35 años y
no le tocan las generales y su merced lo señaló = Juan Barona
= Ante mi Francisco Millán, escribano receptor39.

A partir de la declaración del capitán Juan Barona –y en esto coin-


cidirá el resto de los testigos–, la usanza tendría su origen en «el vender
entre sí y unos a otros las hijas y hermanas por pagas para mujeres»,
haciendo clara alusión a la práctica común en la sociedad indígena de
formalizar el matrimonio por la vía de la entrega de una compensación
económica a la familia de la novia40. Esta práctica, que es descrita por
algunos investigadores –en particular recientemente por Guillaume
Boccara–, implica no solamente una dimensión económica sino que
ante todo un relevante aspecto social41: el intercambio matrimonial es
comprendido como un mecanismo de alianza, solidaridad y mutuas
obligaciones entre partes. Este aspecto, según mi opinión, resulta muy
relevante a la hora de comprender la usanza desde la perspectiva del
individuo indígena.
En este contexto, además de subrayar el papel que es adjudicado
al interior de la sociedad reche al intercambio solidario entre miembros
de diferentes clanes, se hace también necesario reconsiderar el concepto
de familia que subyace detrás del fenómeno de las «ventas a la usanza».
Según dicho concepto, el intercambio entre diferentes clanes implica
no solo el abandono por parte de la persona «cedida», de su entorno
familiar, sino que también la incorporación a un nuevo grupo como
39
«Testimonio del capitán Juan Barona sobre la usanza» (Santiago, 5 de junio
de 1651), AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio Fernández de Heredia
sobre la usanza», Santiago, 5 al 14 de junio de 1651).
40
«Otra faceta de la esclavitud fue la que derivó de la costumbre araucana de
transar a las mujeres por bienes económicos, según se hacía en el matrimonio,
en que el novio debía compensar al padre de la novia»: Villalobos, 1995: 94.
Si bien este autor acierta en identificar el origen de la usanza, en mi opinión
Boccara lo complementa oportunamente al evidenciar las implicancias sociales
y culturales de la costumbre, las que al ser evaluadas solamente desde un punto
de vista comercial pueden conducir a una lectura errónea del fenómeno.
41
Boccara emplea consistentemente el término inglés brideprice para designar
esta transacción: Boccara, 2009: 63-82.

216
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

miembro subordinado, pero a la vez protegido42. En este contexto,


quienes tienen la potestad de «vender» están fuertemente determinados
por una explícita jerarquía: primero los padres, luego los hermanos, los
tíos o abuelos, y por último el cacique o ulmen43. Este último personaje
ejerce su potestad particularmente en el caso de huérfanos que no con-
servan ningún lazo familiar. La existencia de dicha jerarquía evidencia
cómo la «venta a la usanza» es considerada desde la perspectiva de la
responsabilidad por la persona.
Un segundo momento a dilucidar es el aspecto netamente económi-
co del fenómeno. Como premisa de este es necesario tener en cuenta la
unanimidad de los testimonios que aseguran que la práctica ha experi-
mentado un intenso desarrollo como producto de la extrema miseria que
afecta a los territorios de las comunidades indígenas en que se efectúan
no solo las ventas de individuos, sino que también la captura de piezas.
Durante todo este período, el hambre y la carestía parecen campear
en la Araucanía; si confiamos en los testimonios documentales, la gran
mayoría de ellos reproducen declaraciones de mílites actuantes en el
conflicto44. Las fuentes hacen referencia a años de sequía y malas cose-
chas, aunque también existen fuertes indicios de destrucción deliberada,

42
Así lo declara, por ejemplo, el capitán don Jerónimo Villaseñor y Acuña, en
relación con los niños vendidos a la usanza: «[…] les sirven en los ministerios
de pastores, ensillar, sembrar y de acudir como soldados a la junta de aquel,
incorporándose en su familia […]»: AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio
Fernández de Heredia sobre la usanza», Santiago, 5 al 14 de junio de 1651).
43
El capitán don Diego Ruiz de Salvatierra asegura que: «[…] se han vendido
piezas a la dicha usanza, varones y hembras, las mujeres para que lo sean de
otros, y los varones para que sirvan; los ejecutores de esto son los padres, a falta los
hermanos, después los tíos y parientes más cercanos, y los huérfanos los caciques,
obligándoles a esto la necesidad»: AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio
Fernández de Heredia sobre la usanza», Santiago, 5 de junio de 1651).
44
«Testimonio del sargento mayor don Martín de Cerdán»: «[…] y que la nece-
sidad que han padecido en estos años pasados los indios de las reducciones de
Valdivia y Boroa fueron tan grandes, que por defecto de pan y carne ni otro
género de sustento, comían raíces de árboles hasta que viéndose morir, por re-
dimir las vidas, se comían los unos a los otros, trocando los hijos unas familias,
unos con otros, por no comerse a su mismo hijo cada uno, sino al de su vecino,
lo cual vio este testigo, supo e inquirió en el viaje que hizo este año con el señor
presidente don Antonio de Acuña y Cabrera a las fortificaciones de Valdivia,
en cuyos caminos salían los padres a ofrecer a sus hijas e hijos por el valor de
un caballo, o de una vaca, tan macilentos que lastimaba verlos y trayendo el
año pasado dieciocho o veinte piezas, indios e indias, un bajel de Valdivia a la
Concepción […]»: AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio Fernández de
Heredia sobre la usanza», Santiago, 5 de junio de 1651).

217
Ignacio Chuecas Saldías

quema de víveres y poblados, así como la pérdida de vidas humanas,


principalmente de varones adultos, como producto de las malocas45.
En este sentido, resulta posible percibir cómo la estrategia maloquera
no solamente funcionó como una herramienta de represión, sino que
a la vez como una forma de fomentar una situación de hambruna y
miseria, la cual a su vez significó un terreno fértil para la práctica de
las «ventas a la usanza».
El panorama descrito afecta evidentemente el valor final de las
ventas. Como lo he sostenido al inicio de este artículo, resulta fundamen-
tal para las economías familiares hispanas que el precio de la compra
original sea significativamente menor que el precio de mercado de un
pieza indígena en el ámbito español. Si retornamos a la certificación
del alférez Diego de Tapia, el soldado Joan Muñoz Moreno entregó
al padre de Benul «[…] seis pagas, que se contaron, de que quedó el
dicho indio contento». También Juan Barona, al igual que el resto de
los testigos, se explaya sobre el tema de las pagas: «[…] una pieza se
da por doce pagas, y otras por diez y por menos, reputando por una
paga unos estribos, y por otra un caballo y una vaca».
A partir de dichas declaraciones resulta posible reconstruir un cierto
panorama. Las pagas tradicionales, es decir, aquellas contempladas en
la práctica de la compra de la novia, son doce. En esto coinciden todos
los testimonios. Ahora bien, ninguna de ellas representa un monto
fijo; la regla parece consistir en que se han de efectuar doce entregas
–probablemente en diferentes ocasiones– de objetos y bienes de diverso
valor y calidad. Juan Barona explica en este caso que una paga puede
consistir en un par de estribos, un caballo o una vaca. Así también, el
sargento mayor Martín de Cerdán declara que la compra se hace «[…]
con calidad de tenerlas por mujeres y servirse de ellas perpetuamente,
y que la cantidad de pagas suelen ser doce, y cada una de ellas una
vaca, o doce ovejas, u otros géneros estimables entre ellos, una hacha
y un caballo, sin respetar el más al menos valor que tiene cada cosa»46.

45
Una descripción muy detallada de la estrategia maloquera en: «Instrucción de
lo que el capitán Juan de Roa ha de observar en la entrada que se le ordena de
esotra [sic] parte del río de Toltén» (Concepción, 6 de abril de 1647): AGI.Ch,
vol. 21. Una buena presentación del fenómeno en: Valenzuela Márquez, 2009:
230-241.
46
«Testimonio del sargento mayor Martín de Cerdán sobre la usanza» (Santiago,
5 de junio de 1651), AGI.Ch, vol. 13 (Testimonios ante Antonio Fernández de
Heredia sobre la usanza, Santiago, 5 al 14 de junio de 1651).

218
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

En general todos los testigos subrayan el poco valor de estas pagas.


Un buen ejemplo es Luis González de Medina, quien declara haberse
desempeñado como:

[…] capitán de caballos del presidio y frontera de la Ma-


riquina desde Toltén hasta el río de la Mariquina, en que se
comprenden seis mil indios de lanza y todas las principales
reducciones de los indios nuevamente reducidos a la paz desde
el tiempo del señor don Martín de Mujica, gobernador que
fue de este reino, y asistió cuatro años continuos en la dicha
frontera comunicando siempre con los indios […]47.

La declaración de González de Medina incluye la afirmación que


las ventas se hacen:

[…] así a los indios como a españoles por pagas que llaman
y acostumbran que no son muy aventajadas […] y aunque es
verdad que acá afuera no se reputan por esclavos, más de por
de una manera de servidumbre, se venden entre los españoles
en precios excesivos del que cuestan allá, y esto en ocasiones
las ha obligado a hacerlo la necesidad porque el año pasado
fue tal que se murieron muchos y el interés de redimirse ellos
y de librar a los que vendían de la muerte les obligó a esto,
y en otras ocasiones les obliga la codicia y esto es a precios
más subidos; y computado el valor de las pagas comunes por
la mucha experiencia que tiene vendrá a ser de 25 pesos, de
30, de 35 y de 40 las más, dando calidad al precio también
la bondad de la pieza […]48.

En la misma dirección apuntan los testimonios del capitán Alonso


de Silva, mílite y capitán vivo de la guerra de este reino, quien afirma
que «cada paga contendrá 5, 8 y 10 pesos, y más y menos porque no
miran en el valor sino en la variedad, y así un capotillo son 3 y 4 pagas
y unos estribos que valen más una, y una vaca otra y un caballo y una
hacha» 49; y el testimonio del capitán Luis de Molina Parraguéz, quien
asegura que las ventas se hacen «por pagas que les dan, que por su
cuenta, de ellos, montan casi cien pesos, y algunas ciento y veinte, y
47
«Testimonio del capitán Luis González de Medina sobre la usanza» (Santiago,
5 de junio de 1651), Ibid.
48
Ibidem.
49
«Testimonio del capitán Alonso de Silva sobre la usanza» (Santiago, 5 de junio
de 1651), Ibid.

219
Ignacio Chuecas Saldías

ciento y treinta, aunque para con nosotros no montan tanto, aunque


el trabajo y riesgo de entrar allá y llevar cualquiera cosa es grande»50.

El comercio y traslado de las piezas


El capitán Luis de Molina Parraguéz aludía especialmente, en su
testimonio de 1651, al riesgo y trabajo que implicaba el traslado y la
comercialización de esclavos indígenas. En su estudio sobre la socie-
dad santiaguina durante el siglo XVII, Jean-Paul Zúñiga hace especial
mención del capitán Gonzalo Rodríguez, quien le sirve como ejemplo
para evidenciar las dinámicas de movilidad espacial características de
la sociedad colonial que llevarán a la constitución de una sociedad de
«españoles de ultramar» en el finis terrae chileno51. La documentación
que se ha conservado sobre este personaje y sus actividades en el Reino
de Chile parecen demostrar que se trata de un inmigrante peninsular que,
habiendo desarrollado alguna actividad en la guerra de Arauco, pasa
posteriormente a asentarse en la ciudad de Santiago, donde desarrolla
iniciativas comerciales y agrícolas52. El giro comercial de Rodríguez
parece consistir en diversos rubros, entre los cuales se incluye la trata de
piezas aucas. Estas actividades se ven reflejadas en diferentes cláusulas
de su testamento, entre las que resulta relevante citar las siguientes:

Yten me debe el capitán don Pedro de Ibacache una pieza


auca que me quedó a dar por una cadena y colleras de yerro,
que le vendí por la dicha pieza, con su llave y candado, y llevó
orden para cobrarla el dicho Santos López […].
[…]
Yten declaro que entre mí y el capitán Alonso de Cáceres
Saavedra, cabo que fue del cabo [sic] de Lebo hicimos con-
cierto y compañía que todo lo que se enviase a su poder de
comidas, pan y vino, y harina, y cecina y otras cosas, lo había
de vender y beneficiar por cuenta de entrambos como pudiese;
y sacado el principal y costos para mí, las ganancias y aprove-
chamientos se hayan de partir entre entrambos; y llevar él la
mitad por su solicitud y trabajo; y es así que durante esta fe y

50
«Testimonio del capitán Luis de Molina Parraguéz sobre la usanza» (Santiago,
14 de junio de 1651), Ibid.
51
Cf. Zúñiga, 2002: 25-26.
52
«Bienes de difuntos de Gonzalo Rodríguez» (Santiago, 15 de enero de 1610),
AGI.Contr, vol. 367, s/f.

220
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

compañía, había tiempo de cuatro meses, poco más o menos,


que yo le envié con el capitán Miguel Díaz, en el navío de
Francisco de Cuevas, cuatrocientos y cuarenta y seis patacones
de empleo en los dichos géneros como parecerá por el recibo
que de ello me dio Francisco Andila, contramaestre del dicho
navío, lo cual principal y ganancias cobren mis albaceas.
[…]
Yten declaro que yo y el dicho capitán Saavedra tratamos
con el capitán don Juan de Villegas que solicitase y negociase
nuestras pretensiones con el señor Virrey del Perú, conforme
a la orden que le dimos, por lo cual el dicho capitán Saavedra
le ofreció una cadena de oro, la cual yo traje y tengo en mi
poder, que tiene ciento y veinte y nueve eslabones y un argo-
llón, para que yo se la diese al dicho don Juan en su nombre
[…] con las dichas negociaciones de nuestras pretensiones;
juntamente le tengo yo de dar a el dicho don Juan otro tanto,
valor como la dicha cadena; y más llevó el dicho don Juan
dos muchachos aucaes que yo le entregué uno por mi cuenta
y otro por la del dicho capitán Saavedra; declárolo para que
el dicho capitán Saavedra que es deudor de el valor del dicho
muchacho que por su cuenta di.
[…]
Yten declaro que me debe el capitán Juan Fernández de
Castilla el valor de una china llamada Mariquilla mando que
se cobre de sus bienes53.

El cuadro que se esboza a partir de estas cinco cláusulas del testa-


mento de Gonzalo Rodríguez parece ser el siguiente: como mercader
con base en la ciudad de Santiago ha celebrado una «compañía» con
el capitán Alonso de Cáceres Saavedra, cabo de la parcialidad de Lebo;
el convenio entre ambos consiste en el envío de víveres –«pan y vino,
y harina, y cecina y otras cosas»– por un valor de 446 patacones, en
el navío de Francisco de Cuevas, por parte de Rodríguez, y la venta de
dichos «géneros» por parte de Saavedra; las ganancias se dividen por
partes iguales; al mismo tiempo Saavedra debía comprar una pieza
auca a cambio de un caballo rosillo avaluado por Rodríguez en 60 pa-
tacones: el precio del caballo es importante porque implica que el valor
del esclavo comprado en la frontera es justamente de 60 pesos, lo que
parece coincidir con los precios mencionados en el apartado anterior.
53
«Testamento del capitán Gonzalo Rodríguez» (Santiago, 15 de enero de 1610),
Ibid.

221
Ignacio Chuecas Saldías

En la misma línea, Rodríguez afirma que compró otra pieza auca al


capitán don Pedro de Ibacache al precio de una «cadena y colleras de
yerro, que le vendí por la dicha pieza, con su llave y candado»: en este
caso, es muy probable que el valor de la cadena no supere los 60 pesos,
y que pueda tratarse precisamente de una herramienta para encadenar
a una pieza esclava, como parece sugerir la mención de las colleras de
hierro, la llave y el candado; también ha vendido una chinita, llamada
Mariquilla, al capitán Juan Fernández de Castilla, pero este aún no ha
pagado su costo; por último, el testador menciona que, en conjunto
con Alonso de Cáceres Saavedra, enviaron al Perú, por medio del ca-
pitán don Juan de Villegas, «dos muchachos aucaes» para que fuesen
vendidos en el virreinato.
Como es posible apreciar, el presente documento nos ofrece una
ventana privilegiada en las actividades esclavistas de un mercader que
sirve de nexo entre los presidios de la frontera y la ciudad de Santiago
e incluso la capital del virreinato. Pero la documentación del legajo no
se agota en el testamento. A continuación de este, también se incluye
un codicilo que a su vez hace referencia a esclavos aucas:

Y que en cuanto a los indios aucaes que tiene por esclavos,


que serán sesenta y dos piezas poco más o menos, quiero y
mando los lleve y goce el dicho Martín Rodríguez y que pasen
[sic] en él con el mismo derecho que el dicho capitán Gonzalo
Rodríguez los tiene, y si necesario es, pide y suplica al señor
gobernador de este reino, o al que fuere, se los vuelva a dar y
adjudicar porque ansi le conviene al descargo de su conciencia
si Dios le llevare de esta presente vida».
[…]
Yten que le debe el capitán Alonso Sánchez Cadenas veinte
patacones de resto del valor de una pieza auca que le vendió54.

La cita más extensa consiste en la cesión expresa que hace Gonzalo


Rodríguez de todos sus indios esclavos, un grupo no despreciable de 62
indígenas, a su heredero universal Martín Rodríguez. De este grupo de
individuos es posible saber, a partir de una de las cláusulas del testamen-
to, que se encuentran en la hacienda del testador, situada probablemente
en Quillota, y que forman una unidad mayor, de unos 82 individuos en
total, junto con un grupo de indios yanaconas de encomienda:

54
Codicilo del capitán Gonzalo Rodríguez (Santiago, 15 de enero de 1610), Ibid.

222
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

Yten tengo en la dicha mi estancia, ochenta y dos indios e


indias, casadas y solteros, chicos y grandes, ansi aucaes como
yanaconas encomendados, como más largamente parecerá por
las cédulas de encomienda que de ellas tengo y en la forma que
me son encomendados; y porque los dichos indios aucaes son
cogidos en la guerra, y comprado su servicio con mi hacienda
de otras personas, y otros cogidos por mi persona conforme
a la adjudicación y encomienda de el señor gobernador de
este reino, los tengo por esclavos y puedo darlos y venderlos
y hacer de ellos lo que fuere mi voluntad; de los cuales Martín
Rodríguez mi primo dispondrá conforme fuere su voluntad,
y lo que yo dejo con él tratado descargando mi conciencia y
de manera que ningún juez ni otra justicia intervengan en lo
que el hiciere porque esta es mi voluntad55.

Al mismo tiempo, el codicilo menciona en una de sus cláusulas «que


le debe el capitán Alonso Sánchez Cadenas veinte patacones de resto
del valor de una pieza auca que le vendió». Hacia el final del legajo se
encuentran una serie de cuentas y registros de gastos en los que habría
incurrido Martín Rodríguez, su albacea. En ellas resulta posible identi-
ficar diferentes alusiones, las cuales parecen apuntar hacia el comercio
de piezas esclavas. Las más significativas son las siguientes:

Deudas del año 1607


Una libra de cera en ocho candelas para cristianar los
indios = 1 peso 1 tomín.
[…]
[…] en treinta de diciembre cuatro pesos que pagué al
capitán Espíndola de flete de un indio llamado Tanana por
orden del capitán Pedro de León como parece de la dicha
cuenta = 4 pesos.
[…]
Yten diez patacones que pagué a Juan Sáez de Alaissa del
flete de la ropa de la tierra = 5 pesos 4 tomines.
Deudas del año 1609
Yten debe cuarenta y ocho patacones que pagué a Diego
Sanz de Alaisa por el flete de dieciséis indios, catorce aucaes y
dos anaconas, que mostró no haber pagado el flete = 48 pesos.
[…]

55
Testamento del capitán Gonzalo Rodríguez, passim.

223
Ignacio Chuecas Saldías

Este día debe cuarenta y nueve patacones y cuatro reales


que pagué a Miguel Díaz de el flete de las piezas que trajo
en el navío.
Deudas del año 1610
Yten veinte patacones que pagué al capitán por concierto
de el pleito que quería intentar de las indias que le vendió el
difunto por esclavas y se pedían por libres, consta de carta
de pago56.

Estas citas resultan relevantes porque en ellas se transparentan


algunas de las actividades anexas a la trata de piezas indígenas y que
el mercader debía solventar: el bautismo de los esclavos («cristianar
los indios») para lo cual Rodríguez compra ocho candelas y que reviste
particular importancia como una forma de asegurar su estatuto, inte-
grándolos a la sociedad hispana; los costos del traslado («flete») por
barco, probablemente desde Concepción hacia Santiago, vía Valparaí-
so57; también resulta factible conocer el valor del flete de una pieza: en
el caso del indio Tanana el costo fue de cuatro patacones y en el caso
del grupo de dieciséis este fue de tres patacones por cada indio; por
último, es posible saber que Gonzalo Rodríguez tuvo un pleito con un
capitán no identificado a raíz de la venta de unas «indias que le vendió
el difunto por esclavas y se pedían por libres».
Desde el punto de vista de la economía familiar, perspectiva que se
privilegia en este artículo, la situación del comerciante Gonzalo Rodrí-
guez aparece como altamente peculiar y en parte representa una de las
dimensiones acentuadas por Jean-Paul Zúñiga58. Gonzalo Rodríguez, al
momento de redactar su última voluntad, no hace mención de ningún
pariente cercano, en especial de mujer o hijos legítimos; solamente
nombra a su «primo» Martín Rodríguez, a quien deja como albacea y
heredero universal, y a un hijo natural a quien hace legados59. Solamente

56
«Extractos del libro de cuentas de Martín Rodríguez» (Santiago, 1607-1610),
Ibid.
57
La cita que menciona el flete de «ropa de la tierra», por medio del mismo capitán
que trae las piezas, evidencia que el traslado se hace desde la frontera.
58
Cf. Zúñiga, 2002: 40.
59
«Yten declaro por mi hijo natural a Francisco Rodríguez de edad de quince
años, poco más o menos, el cual está en la dicha estancia, el cual mando se le
den de mis bienes quinientas ovejas y el caballo llamado Ceriche, y el alazán,
y mi silla, cota y lanza, y un vestido verde que tengo con sus vueltas de tafetán
leonado, que se entiende va con ropilla y capa, y otro vestido de paño moris-
quillo entero, y todo el calzado que pareciere mío, y sombreros y pretina, y la

224
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

a partir del resto de los documentos del expediente, los que incluyen el
testamento de Martín Rodríguez y las declaraciones de testigos llevadas
a cabo en España, es que nos enteramos que Gonzalo es casado en su
patria de origen e incluso tiene una hija legítima, Jerónima, heredera
forzosa de sus bienes.
La impresión que se obtiene, a falta de mayores indicios, es que
el inmigrante Gonzalo Rodríguez representa una suerte de patrón
bastante usual, en particular en el ámbito del mundo comercial. La
familia chilena del comerciante está compuesta por sus entenados, con
los cuales mantiene relaciones de parentesco, paisanaje y de índole
comercial y económicos. Por otra parte, se encuentran los allegados de
su casa –hijos naturales, niños criados, sobrinos, etc.– y por supuesto
los sirvientes que se desenvuelven en el ámbito doméstico, a diferencia
de los que trabajan en la estancia60.

Indios esclavos de indios


No solamente las familias hispanas y mestizas –como los Sotoma-
yor, de los que se hablará más adelante– vieron en la esclavitud indígena
una forma de incrementar su patrimonio: este fenómeno también es po-
sible observarlo al interior de grupos familiares indígenas. Una práctica
a la cual se hacen numerosas referencias es la esclavitud producto de
malocas, las que eran llevadas a cabo entre los mismos grupos indígenas
al interior del territorio araucano61. De este tipo de esclavitud existen
referencias particularmente entre los cronistas coloniales, pero no así
en la documentación administrativa, judicial o notarial.
Por otra parte, en este apartado se indaga en la esclavitud que se
encuentra afincada en grupos familiares de indios asentados en la socie-
dad hispana. Se trata de una perspectiva que ha encontrado poco eco
en la investigación sobre el tema62, a pesar que resulta posible encontrar

ropa blanca de camisas y jubones»: Testamento del capitán Gonzalo Rodríguez,


passim.
60
Este «entorno familiar» queda en evidencia a través de los diversos legados que
hace a su personal doméstico, Ibid. Sobre este tipo de «articulación» familiar
en un varón soltero, cf. Chuecas Saldías, 2013: 43-46.
61
Cf. Valenzuela Márquez, 2009: 237-241; Obregón Iturra, 2010: 173-199.
62
Julio Retamal Ávila le dedica a este tema un breve apartado, más bien a modo
de resumen, cuando comenta el contenido de los testamentos de indios: Retamal
Ávila, 2000: 76-77.

225
Ignacio Chuecas Saldías

un panorama similar al interior de las economías de afrodescendientes


en el virreinato63.
En su testamento, Gonzalo Rodríguez hace repetidas veces mención
a una criada suya llamada Juana. Esta mujer indígena parece haber
desempeñado un papel importante al interior de la unidad doméstica
presidida por el mercader Rodríguez:

Yten una tembladera de plata que está a cargo de una


criada mía que se dice Juana.
[…]
Yten mando a Miguel, mi criado, porque me ha servido
bien, le mando 150 ovejas = y ansi mismo a su madre Juana,
por lo bien que me ha servido, otras 150 ovejas = y a cada
uno de los susodichos, madre e hijo, tres varas de paño de
México64.

Asimismo, Juana es mencionada varias veces en las cuentas de


Martín Rodríguez, evidenciando, de esta manera, un papel significativo
en el servicio de Gonzalo:

Deudas del año 1607


Este día seis patacones por cuatro varas de cordelate
amarillo para un faldellín para Juana = 6 pesos.
[…]
Este día seis patacones por tres varas y media de gergueta
verde que sacó Juana para una liquida = 6 pesos65.

Ahora bien, entre los testamentos de indios publicados por Julio


Retamal Ávila es posible encontrar el de la india Juana, criada del
capitán Gonzalo Rodríguez. Se trata a todas luces de los mismos indi-
viduos. Este documento, de por sí interesante como todo testamento
cuyo sujeto sea un indígena, contiene varios elementos relevantes para
el propósito de este artículo:

Joana, india ladina, natural que soy de la ciudad Imperial


de este reino.
[…]

63
Cf. Lohmann Villena, 1987: 71-89.
64
«Testamento del capitán Gonzalo Rodríguez», passim.
65
«Extractos del libro de cuentas de Martín Rodríguez» (Santiago, 1607-1610),
passim.

226
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

Yten declaro que tengo ciento y cincuenta ovejas que me


mandó el capitán Gonzalo Rodríguez, mi amo difunto, y están
en el ganado de Martín Rodríguez.
[…]
Yten tengo una india auca vieja, y un muchachuelo de has-
ta cuatro o cinco años que lo compró de un soldado llamado
Benavides un hijo mío que me lo dio a mí.
[…]
Yten declaro que tengo una hija llamada Costansilla,
que está casada con un indio llamado Bernabé que está con
Francisco Martínez en Quillota, y esta Costansilla, mi hija es
de legítimo matrimonio de mi marido Diego con quien fui
casada según orden de la santa madre Iglesia; y así mismo
tengo tres nietos, hijos de Miguel, mi hijo legítimo, habido
del dicho Diego mi marido y mío66.

A partir del testamento de Juana, resulta posible relevar un cierto


panorama sobre cómo vivía este grupo familiar y el lugar que ocupaban
los dos aucas esclavos en la dinámica de la familia. Juana se declara india
«ladina» originaria de la ciudad de la Imperial. Es preciso recordar que
la Imperial es una de las llamadas ciudades de arriba cuyo territorio, a
fines del siglo XVI, había vuelto a las manos de sus habitantes originales.
Este panorama hace factible que se trate de una mujer indígena que,
habiendo nacido en el contexto de la ocupación hispana, haya emigrado
a Santiago, libre o forzadamente, junto con la oleada de colonos que
se asentó en la zona central del país.
Juana declara haber sido casada legítimamente con Diego, de quien
no se especifica su pertenencia étnica, aunque muy probablemente era
indígena como ella. Lo cual parece corroborado por una cláusula del
testamento de Gonzalo Rodríguez en que nombra a un criado indígena
llamado Diego junto a otro de nombre Bernabé, el mismo nombre del
yerno de Juana y Diego: «Yten mando a Diego, mi criado, y a Bernabé,
indios, a cada uno otras cien ovejas»67.
El matrimonio eclesiástico de Juana –«de legítimo matrimonio de mi
marido Diego con quien fui casada según orden de la santa madre Igle-
sia»–, al igual que la procedencia geográfica –«ciudad de la Imperial»– y
ladinidad, son indicios de una fuerte asimilación al sistema hispano.
66
«Testamento de Juana, india» (Santiago, 26 de julio de 1610), en Retamal Ávila,
2000: 131-133.
67
«Testamento del capitán Gonzalo Rodríguez» (Santiago, 15 de enero de 1610),
passim.

227
Ignacio Chuecas Saldías

La pareja ha procreado al menos dos hijos: Costancilla –un nom-


bre expresado en diminutivo, práctica usual en nombres de indígenas
(Mariquilla, Lorenzillo, Juanillo, etc.)–, que a su vez está casada con
el indio Bernabé –lo cual prueba que no se trata de una infante, como
podría sugerir el uso del diminutivo–, y un varón difunto, Miguel, quien
dejó a su vez tres hijos, y que aparece mencionado en las cláusulas antes
citadas del testamento de Gonzalo Rodríguez.
Al interior de este núcleo familiar, cuyas actividades parecen estar
claramente ligadas al servicio hispano, Juana es criada de Gonzalo Ro-
dríguez; Bernabé, marido de Costancilla, está «con Francisco Martínez
en Quillota»; y Miguel tiene medios para adquirir –probablemente en
la frontera– un niño indígena al soldado Benavides. Este último detalle
parece insinuar que Miguel se hubiese podido encontrar en la zona del
conflicto de Arauco acompañando a algún individuo hispano, quizás el
mismo Gonzalo Rodríguez, en sus actividades militares o comerciales.
Los dos esclavos aucas, propiedad de Juana india, corresponden a
una tipología usual entre las familias hispano-criollas: una india mayor,
que puede llevar la casa –como lo hace probablemente la misma Juana
al interior de la unidad doméstica de Rodríguez–, y un niño pequeño
que puede desempeñar labores menores y que más tarde como adulto
pueda representar una inversión mayor.

Economías familiares e hijas de familia


El día 3 de abril de 1686 otorgaba su testamento, en la ciudad de
San Bartolomé de Chillán, el castellano Luis de Godoy-Figueroa, quien
se despedía de esta presente vida dejando atrás a su viuda y doce hijos
vivos: tres varones y siete féminas, todos legítimos, así como dos hijas
naturales68. El hecho de haber procreado siete hijas legítimas representa,
evidentemente, en el contexto de una sociedad tradicional, una cierta
dificultad para este pater familias, en particular en lo que se refiere a la
necesidad de asegurar el porvenir de cada una de ellas, en este caso a
través de la vía del matrimonio69. Es así como Luis de Godoy-Figueroa

68
«Testamento del castellano Luis de Godoy-Figueroa» (San Bartolomé de Chillán,
3 de abril de 1686), ANH.CG, vol. 39, fjs. 119-125v. Un estudio de la familia
Godoy-Figueroa de Chillán en Muñoz Correa, 1995a.
69
En cuanto a las hijas naturales, Constanza y María, estas fueron «apartadas» de
los bienes paternos por medio de legados, siguiendo una práctica usual durante
el Antiguo Régimen.

228
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

se vio enfrentado a uno de los mayores desafíos para un jefe de familia


en una sociedad del Antiguo Régimen: lograr que cada una de sus hijas
contrajera una unión matrimonial, en lo posible con un novio de cierto
rango, prestigio y caudal. En este difícil cometido, naturalmente, la dote,
como medio de atracción para posibles pretendientes, solía representar
una pieza clave en el complejo engranaje de las transacciones matri-
moniales coloniales70.
Como muchos individuos en su posición, Godoy-Figueroa al mo-
mento de testar pasa revista a su situación económica y se detiene de
forma más extensa en hacer un resumen de aquello que entregó a cada
una de sus hijas cuando contrajeron matrimonio71. A continuación, en
el Cuadro 3, se presenta de forma esquemática lo que el testamento
contiene al respecto72.

Cuadro 3
Composición de las dotes de las hijas
de Luis de Godoy-Figueroa
(Chillán, 3 de abril de 1686)

Avalúo Avalúo
Cónyuges
testador aproximado
Isabel Capitán Felipe de Vivancos
½ cuadra de solar – 150 pesos
100 ovejas escogidas – 100 pesos
«[…] un muchacho casado con una china que hoy
tiene [...] los cuales son libres y les ruego los traten – 200 pesos
bien»

70
El doctor Antonio Ramírez de Laguna, fiscal protector de indios, intentaba
explicar al Consejo de Indias la práctica de la venta a la usanza haciendo una
analogía con el sistema dotal: «[…] y como entre nosotros se doctan [sic] las
hijas, hermanas y parientas para casarlas con sus maridos, estos indios doctan
las mujeres con quien se casan pagando a sus padres, hermanos, deudos y pa-
rientes lo que ellos habían de recibir con ellas en dote, al revés de lo que usamos
nosotros»: AGI.Ch, vol. 12 (Santiago, 30 de junio de 1652).
71
La dimensión de autoridad y responsabilidad paterna, en cuanto al matrimo-
nio de cada una de las hijas, se ve reflejada en el texto del testamento a través
del empleo persistente y en primera persona de la fórmula «y ten declaro que
cuando casé a mi hija […]». Cf. ANH.CG, vol. 39, fjs. 120v-121.
72
El cuadro presenta, en primer lugar, el nombre de la hija en cuestión y el de su
marido; en seguida se insertan los bienes entregados como dote: en el caso de
que las especies estén avaluadas por el propio testador, el monto del avalúo se
inserta en la segunda columna, en caso de que no estén avaluadas expresamente,
se inserta un monto aproximado en la tercera columna, con el objetivo de co-
nocer el valor estimativo de lo que recibió cada una de las parejas en cuestión.

229
Ignacio Chuecas Saldías

Florentina Capitán Francisco de Molina


100 ovejas – 100 pesos
«[…] un muchacho que me costó más de 100
100 pesos –
pesos […] no es esclavo ni por tal le tengan»
Beatriz Capitán Ignacio de Arda-Maldonado
«No le di nada» – –
«[…] y un güenesillo que ha criado es suyo sin
– 100 pesos
dependencia de nadie»
Antonia *
Comisario General Felipe de León
5 o 6 yuntas de bueyes – 30 pesos
«[…] y un toro que me pidió» – 5 pesos
Mariana Capitán Andrés de Zavala
Un vestido 40 y tantos –
200 ovejas escogidas – 200 pesos
Un caballo rosillo 50 pesos –
Otro caballo castaño 20 pesos –
Su hermana Antonia le dio una mantellina de felpa 100 pesos –
Sebastiana Capitán Diego de Venegas
Un sombrero de Breda 44 pesos –
Un vestido de paño de Castilla con botones de oro – 100 pesos
Unas guarniciones de espada y daga 16 pesos –
Una cama llena – –
Dote de su marido: 20.000 pesos «y no he visto
– –
ninguno»
María –
Mejora en «el tercio y lo que quedare del
– –
remanente del quinto de mis bienes»

Fuente: ANH.CG, vol. 39, fjs. 119-125v.

* Por los años 1723-1725, Antonia de Godoy y Figueroa, viuda del maestre de campo
Felipe de León, seguía pleito ante el tribunal eclesiástico de Lima, como heredera
de su marido, por dos mil pesos de la dotación y mitad de lo lucrado y adquirido
durante el matrimonio. Apeló a la sentencia el doctor Domingo Sarmiento, deán
de la catedral de Santiago, por lo cual se le anuló el pago de dos mil pesos, ante lo
cual protestaba doña Antonia: AAL.ApCh, vol. 11, exp. 5.

A todas luces, los capitales matrimoniales con que Luis de Godoy-


Figueroa dota a sus hijas distan de ser cuantiosos. Este hecho no deja
de sorprender, sobre todo si se tiene en cuenta la posición social de
quien fuera corregidor del partido de Colchagua y castellano de Arau-
co. Aún más –como también lo declara don Luis en su testamento–, su
yerno Diego de Venegas había prometido en arras a su hija Sebastiana
la cantidad de 20.000 pesos, una suma exorbitante en comparación

230
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

con el monto de las dotes, pero que Venegas nunca entregó. Junto a la
cantidad consignada como dote se han de considerar los aportes que
el testador declara haber hecho, de manera forzada o voluntaria, a dos
de sus yernos73. Una manera de explicar el escaso monto de los bienes
dotales es presumir que, más que el interés por la dote, fue la perspec-
tiva de las herencias paterna y materna lo que puede haber, en parte,
fundamentado las expectativas económicas de los sendos matrimonios.
Ahora bien, si nos detenemos en la composición de cada uno de
los capitales matrimoniales es posible percibir el papel importante que
juegan las piezas esclavas. En efecto, las únicas dotes que alcanzan un
monto en algo superior son aquellas que cuentan con esclavos indígenas.
Es en este punto donde es posible observar algunos fenómenos intere-
santes. En primer lugar, el valor de las piezas parece estar por debajo
de lo normal: esto se debe, con toda probabilidad, al hecho de que al
momento de redactar el testamento los precios de las piezas representan
meras referencias. Al mismo tiempo, llama la atención otro fenómeno
que se repite en casos similares: el adjudicar indios «libres» como parte
de la dote, lo cual extiende una sombra de duda sobre la categoría de
«libertad» –un muchacho por el cual pagó 100 pesos «no es esclavo ni
por tal le tengan». Todo esto se debe, probablemente, al hecho de que
las dotes fueron entregadas hace años y a la fecha del testamento, en
1686, la Corona había decretado la libertad de los indios esclavos. Este
ejemplo, por lo tanto, evidencia una grave consecuencia, originada por
la cédula de libertad, en relación a las economías familiares.
Como se ha dicho, un problema recurrente al interior de las familias,
durante todo el Antiguo Régimen está representado por la necesidad
de asegurar el futuro sustento de las hijas, ya sea por la vía del matri-
monio, de la vida conventual o de una soltería amparada al abrigo de
una cierta cantidad de bienes. Se trata de aquello que, en el lenguaje
corriente del período, es denominado como «remediar a las hijas». El
alférez Antonio Rodríguez-Zapata se había casado en Chillán con Bea-
triz María Contreras Godoy-Figueroa, al parecer sobrina del castellano
Luis de Godoy-Figueroa. Como parte del acuerdo matrimonial, Antonio
recibió una pequeña encomienda de muchachos indígenas, a la cual la

73
«[…] el dicho capitán don Andrés de Zavala, mi yerno, en tiempo que fui cas-
tellano de Arauco sacó de mis cabras 114 cabezas escogidas y más dos platos
y una tembladera y dos vasitos de plata […] y así mismo vestí de pies a cabeza
a mi yerno el capitán Felipe de Vivancos cuando se casó con la dicha mi hija;
que con todos he hecho lo que he podido por mis muchas necesidades […]»:
ANH.CG, vol. 39, fjs. 121-121v.

231
Ignacio Chuecas Saldías

madre de la novia, Isabel Godoy-Figueroa, había postulado en primera


vida en cabeza de su hija Beatriz María74. Este tipo de encomienda no
es otra cosa que una figura que permite asignar un cierto estatuto de
legalidad a la propiedad de mano de obra esclava. Una estrategia que se
desarrolló ampliamente a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII,
como una forma que implementaron las familias con el fin de asegurar
la tenencia de servidumbre indígena en medio de una coyuntura que
hacía cada vez más inminente el fin de la esclavitud legal de los indios
«cogidos en la guerra»75. Esta situación se refleja en el documento ori-
ginal de postulación a la citada mini-encomienda:

Encomienda en primera vida de doña Beatriz María de Go-


doy. [...] Por cuanto se me presentó un memorial […] siguiente=
Doña Beatriz María de Godoy y dice que como consta del título
que presenta del señor don Ángel de Peredo, antecesor de vuestra
señoría, le hizo merced de encomendarle cuatro indios por haber
estado pobre y retirada en Maule y estancias del partido de Chi-
llán y no haber tenido la comodidad de comparecer para pagar
la media anata no la tiene satisfecha y que ahora con el nuevo
orden de vuestra señoría se haya para hacer dicha satisfacción del
derecho de media anata y por piedad y conmiseración a vuestra
señoría pide y suplica, se sirva de mandar los jueces oficiales
reales admitan la paga de la media anata […] (Concepción, 24
de diciembre de 1672).
[…]
Don Ángel de Peredo del consejo de su majestad, gober-
nador y capitán general de este reino de Chile y presidente
de la Real Audiencia que en el reside = Por cuanto ante mí se
presentó un memorial […] es del tenor siguiente: Doña Isabel
de Godoy, viuda mujer que fue de Esteban de Contreras, dice
que tiene un indio esclavo en su servicio, casado, llamado
Sebastián, el cual tiene un hijo legítimo llamado Luis de edad
de un año, y así mismo tiene otro putativo llamado Loren-
zillo, nacido y criado en su casa, y Antonillo de cinco años,
putativo, se ha de servir […] siendo servido por ser pobre y
cargada de hijos y trabajos, de encomendárselos a doña Beatriz

74
«Ratificación de encomienda a Beatriz María Godoy-Figueroa» (Concepción,
3 de enero de 1673), ANH.CG, vol. 473, fjs. 163v-166. La merced había sido
otorgada originalmente en octubre de 1663.
75
Los volúmenes 402, 473-479, 480, 482 y 483 del fondo Capitanía General en el
Archivo Nacional se encuentran plagados de este tipo de peticiones de mercedes
de encomienda.

232
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

María […] a vuestra señoría pide y suplica se sirva mirar con


ojos de piedad que en ello recibirá bien y merced de vuestra
señoría. Maule […] de octubre de mil seiscientos y sesenta y
tres. Hácele merced a Doña Beatriz María de Godoy de los
indios contenidos en […].
En la ciudad de el Ángel de mil y seiscientos y setenta y tres
años ante mí, el corregidor y justicia mayor de esta ciudad,
pareció el alférez don Antonio Rodríguez Zapata con una
encomienda fecha en tres de enero de mil seiscientos y setenta
y tres años por merced del Señor don Juan Enríquez […] a
doña Beatriz María de Godoy y Figueroa, su legitima mujer
[…] del dicho alférez don Antonio Rodríguez Zapata […]76.

Como se puede apreciar, doña Isabel de Godoy, viuda de Esteban


de Contreras, había postulado, o más bien, solicitado al gobernador
Ángel de Peredo que se reconocieran como encomendados un indio
adulto, «esclavo en su servicio», y tres niños indígenas que pasaban
por hijos legítimos o putativos de este. Todo esto sucedía en octubre
de 1663, mientras Isabel residía en el partido del Maule a causa de la
destrucción y abandono de la ciudad de Chillán durante el alzamiento
de 1655. Al igual que un número considerable de solicitudes de este
tipo, la provisora madre suplica que la encomienda sea adjudicada en
primera vida a su hija doncella, Beatriz María. En este caso se trata de
un detalle no menor, que a todas luces busca dar solución a una serie
de dificultades inherentes al contexto familiar de este período. En pri-
mer lugar, se hace necesario asegurar la tenencia de los encomendados
en poder de la familia por el mayor lapso de tiempo posible, lo cual
es factible obtener si la primera vida recae en un menor de edad, en
lo posible de sexo femenino. Según esta fórmula, la administración de
los indios encomendados será privilegio de los progenitores –o tuto-
res– hasta la mayoría de edad o el matrimonio del titular, y más tarde
aquel podrá gozar la encomienda durante una vida completa o incluso
traspasarla a alguno de sus herederos. En segundo lugar, es posible
advertir una estrategia complementaria a la primera, que en este caso
es posible denominar como «una encomienda de una mujer en favor
de una mujer»77. El hecho de que la titular de la citada encomienda sea

76
«Ratificación de encomienda a Beatriz María Godoy-Figueroa» (Concepción,
3 de enero de 1673), loc. cit.
77
No parece una casualidad que la madre procure asegurar el futuro de la hija. Un
fenómeno similar es posible observar en numerosos testamentos de herederas

233
Ignacio Chuecas Saldías

una hija de familia no parece ser fortuito; en realidad, se trata de un


fenómeno que cuenta con numerosos ejemplos en la documentación
relativa a peticiones de encomiendas y que refleja la necesidad de proveer
principalmente a las hijas con ciertos bienes que representen una forma
de capitalización para el futuro. Esta visión de futuro en relación a la
tenencia de indios esclavos en manos de mujeres queda de manifiesto,
en nuestro caso, cuando años más tarde estos mismos indios entren a
formar parte de la encomienda de María Zapata, hija de los anteriores,
al momento que pase a contraer matrimonio con Gabriel de Neira78.

Esclavos indígenas en cartas dotales


Como se ha visto, una forma privilegiada de conocer las economías
familiares son las cartas dotales, las cuales pueden también servir como
indicadores del estado de las finanzas de un grupo familiar y del esfuer-
zo que este puede realizar para asegurar una instancia tan importante
para las sociedades del Antiguo Régimen como es el matrimonio. En
esta ocasión, suelen concurrir con aportes financieros no solamente los
padres de la novia, sino que también otros parientes o entenados. En
este contexto, nos interesa conocer el papel representado por piezas
esclavas indígenas –no de origen africano o afrodescendientes– en el
monto de las dotes de estos grupos familiares durante este período.
El 14 de abril de 1600, en la ciudad de Madrid, el doctor don
Alonso Millán-Patiño, canónigo doctoral de la iglesia de Santiago de
Galicia, había logrado obtener una real cédula ordenando que se remita
de vuelta a España a Domingo Millán-Patiño, su sobrino,

[…] mancebo de doce a trece años [que] se le había ausen-


tado y tenía aviso va para las Indias con la gente que va de
socorro a las provincias de Chile a cargo de Alonso de Ribera
a quien tengo nombrado por gobernador de aquel Reino […]
siendo el dicho su sobrino persona noble como constaba por
dichos sus papeles […] que las señales son de su rostro blanco,

solteras que suelen preferir a sobrinas o allegadas a la hora de hacer legados


voluntarios.
78
«Títulos de encomienda presentados por Gabriel de Neira» (Chillán, 14 de
septiembre de 1695), ANH.CG, vol. 488, fj. 160.

234
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

señalado de viruelas, pelinegro, erizado el pelo, un remolino


en el lado derecho de la frente79.

Este episodio, bastante novelesco, representa probablemente el único


acontecimiento con ciertos rasgos aventureros en la vida de Domingo
Millán. Después de un período muy breve de asistencia en la guerra del
estado de Arauco, donde llega a ocupar el grado de alférez, se traslada –al
parecer a raíz de una herida que lo inhabilita– a la ciudad de Santiago,
donde contrae matrimonio con María Leal Martín. La economía familiar
durante este período dista de ser floreciente. Si bien es evidente que los
Millán-Patiño Leal no pertenecen a los estratos desposeídos de la urbe,
tampoco es posible afirmar que formen parte de la elite. Un hecho que
parece relevante es que en la documentación que resulta accesible rastrear
no se mencionan propiedades agrarias de ningún tipo en manos de la
pareja. Existen indicios de que ambos cónyuges poseyeron una propiedad
urbana, que había entrado al capital familiar como herencia de la madre,
María Leal80. Las esferas de acción de este clan parecen desarrollarse en
los ámbitos militares, comerciales, eclesiásticos y en la administración; es
decir, en general, en oficios en que se sirve por un sueldo que dista de ser
significativo. En todos estos espacios parecen moverse más bien a un nivel
medio, con excepción de algunos miembros que escalan hasta puestos de
cierta relevancia (Cuadro 4).

79
«Información de Francisco Millán-Patiño, presbítero, vicario de la doctrina de
Coyanco» (Concepción, 1681), AGI.Ch, vol. 49.
80
Dote de María Millán: «[…] cuando se trató el casamiento entre mí y la dicha
mi esposa, se me prometió por dote y caudal conocido de la susodicha por la
dicha María Leal, su madre, un pedazo de solar y su edificado con [rancho]
de horcones y adobes en la cañada junto a Lázaro [Perochena] linde con casas
de doña Mariana Leal [de el mismo] y con pedazo de solar de la susodicha»:
ANH.ES, vol. 221, fj. 408. Cf. De Ramón, 1976: 110-112.

235
Ignacio Chuecas Saldías

Cuadro 4
La familia Millán-Patiño Leal

El personaje más destacado de la familia será, sin duda, Juan de las


Roelas Millán-Patiño Leal, quien desarrollará, a diferencia de su padre,
una importante carrera militar, llegando a ocupar los cargos de Maestre
de Campo General del reino, el de Corregidor del partido de Chillán,
en dos períodos, y Corregidor de la ciudad de Concepción81. También
su hermano, el capitán Juan Millán-Patiño Leal, ocupara cargos en el
Real Ejército82.
Al interior de este entorno familiar resulta posible identificar cuatro
cartas dotales conservadas en el repertorio de escribanos de Santiago,
otorgadas durante la primera mitad del siglo XVII: las dotes de Inés y
Mariana Leal Martín –hermanas de la madre de los Millán-Patiño– y
las cartas dotales de las dos hijas del matrimonio, Damiana y María
Millán83. A continuación, se presenta un cuadro que visualiza el año
en que se otorgó cada dote, el lugar que ocupa la titular de la dote al
interior de la familia, el nombre de cada una y el monto total –en pesos
de a ocho reales– de la dote en cuestión (Cuadro 5).

81
Una breve reseña biográfica sobre este personaje en: Guarda Geywitz, 2005:
127; Chuecas Saldías, 2013: 39.
82
«Testamento del capitán Juan Millán-Patiño Leal» (Santiago, 2 de septiembre
de 1686), ANH.ES, vol. 372, fjs. 193-198v.
83
«Carta dotal de Inés Leal Martín» (Santiago, 3 de septiembre de 1611), ANH.
ES, vol. 42, fjs. 59-59v; «carta dotal de Mariana Leal Martín» (Santiago, 7 de
agosto de 1628), ANH.ES, vol. 108-A, fjs. 1-1v; «carta dotal de Damiana Millán-
Patiño Leal» (Santiago, 6 de junio de 1621), ANH.ES, vol. 104, fjs. 218-119v;
«carta dotal de María Millán-Patiño Leal» (Santiago, 12 de octubre de 1652),
ANH.ES, vol. 221, fjs. 407v-410v.

236
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

Cuadro 5
Cartas dotales de las Millán-Patiño Leal

Monto
Año Parentesco Nombre
(en pesos de a 8)
1611 Tía materna Inés Leal Martín* 1.325 pesos
1628 Tía materna Mariana Leal Martín 1.693 pesos
Damiana Millán-Patiño
1621 Hermana mayor 961 pesos, 4 reales
Leal
1652 Hermana menor María Millán-Patiño Leal 3.328 pesos, 4 reales

Fuente: ANH.ES, vols. 42, fjs. 59-59v; 108-A, fjs. 1-1v; 104, fjs. 218-119v; 221,
fjs. 407v-410v.

* La dote de Inés es la única que fue tasada en «pesos de oro de contrato de a veinte
quilates y medio». Para efectuar la conversión a pesos de plata de a 8 reales se ha
empleado la equivalencia 1 peso de oro = 13,25 reales que trae Jean-Paul Zúñiga
en su tabla de monedas: Zúñiga, 2002: 373.

La información referente a las dotes de la tías maternas, Inés y Ma-


riana Leal Martín, es importante porque representa, con probabilidad,
el monto que podría haber recibido la propia madre de los Millán-
Patiño, María Leal; un documento, sin embargo, que no se ha podido
ubicar. En este caso no se trata de cantidades relevantes –1.325 y 1.693
pesos de a 8 reales– si se las compara con las dotes corrientes entre las
familias acomodadas durante este período en la ciudad de Santiago, e
incluso a las otorgadas en ámbitos rurales. A todas luces las hermanas
Leal Martín no pertenecen a las fortunas del reino.
La dote de la hermana mayor, Damiana Millán-Patiño Leal, es de
hecho aún más modesta –tan solo 961 pesos de a 8. Pero cuando se
otorga la dote de María, la hermana menor, el monto se triplica –3.328
pesos de a 8–; ¿cómo se puede comprender este vuelco en la economía
familiar? Al considerar los bienes que se enumeran en las respectivas
cartas dotales es posible comprender el salto cuantitativo: la diferencia
en el monto de la dote de doña María se explica, en parte, a partir de
las piezas indígenas aportadas por uno de los hermanos de la novia
(Cuadro 6).

237
Ignacio Chuecas Saldías

Cuadro 6
Carta dotal de María Millán-Patiño Leal
(Santiago, 12 octubre 1652)

Bienes dotales Monto (en pesos de a 8)


Un donativo de fray Gregorio Millán 1.000 pesos
Dos indias esclavas donadas por Francisco Millán 500 pesos
Pedazo de solar con rancho de horcones y adobes 550 pesos
Ajuar que tenía adquirido por sí María Millán 464 pesos, 4 reales
Ropa y menaje de casa 814 pesos
Total 3.328 pesos, 4 reales

Fuente: ANH.ES, vol. 221, fjs. 407v-410v.

Un análisis del contenido de la dote evidencia que el aumento


significativo del monto se debe a dos factores: los donativos efectua-
dos por dos hermanos de la novia y el solar en el cual se encuentra
un rancho de adobes, que aporta la madre, María Leal. Como se ha
mencionado, dicho terreno, situado junto a la Cañada en la misma
cuadra donde más tarde se erigirá la Iglesia de San Lázaro, representaba
prácticamente el único bien raíz de la familia y había sido subdividido
entre las hermanas Leal Martín. Los legados de los hermanos, por otra
parte, evidencian nuevas fuentes de recursos que la familia actualmente
posee. En cuanto al donativo de mil pesos efectuado por fray Gregorio
Millán, del orden de la Merced, lamentablemente la documentación no
menciona el origen de una cifra tan elevada. Sin embargo, en el caso
de los 500 pesos aportados por Francisco Millán, la escritura de dote
señala expresamente: «[…] he recibido y tengo en mi poder del dicho
Francisco Millán, hermano de la dicha mi esposa legítima, dos indias
que me prometió, tasadas por el dicho capitán Miguel de Oñate en
500 pesos de a ocho reales, llamadas las dichas indias Luisa y Joana,
la Luisa en 300 pesos y la Joana en 200, cogidas en la guerra de este
reino»84. En este contexto resulta relevante llamar la atención sobre el
hecho que en las actas de la información levantadas en la Real Audien-
cia para indagar sobre las «ventas a la usanza», el escribano receptor
que protocoliza las declaraciones es justamente el licenciado Francisco
Millán85. Este ejemplo evidencia hasta qué punto los diferentes actores
84
«Carta dotal de María Millán-Patiño Leal» (Santiago, de 12 octubre de 1652),
ANH.ES, vol. 221, fj. 408v.
85
AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio Fernández de Heredia…»), passim..

238
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

de la sociedad colonial se encuentran involucrados directamente en el


fenómeno de la esclavitud indígena.
A continuación pasemos a considerar una dote fronteriza. Cuando
Agustina de Sotomayor, hija natural del capitán y lengua general del
reino Tomás de Sotomayor, «primo hermano» del cacique Chicagüala,
contrajo matrimonio, en el partido de Buena Esperanza de Rere, con el
alférez Feliciano Díaz de Ayllón, su padre redactó la siguiente memoria
de los bienes que otorgaba a su hija:

Cuadro 7
Memoria de los bienes dotales de Agustina de Sotomayor
(Rere, ca. 1670)

Monto (en pesos


Bienes dotales
de a 8)
Tierras: 400 cuadras en la otra banda de la Laja –
Ovejas: 600 cabezas 150 pesos
Vacas: 60 cabezas 60 pesos
Bueyes: 5 yuntas 50 pesos
2 indias que sirven dentro de casa, la una con una hijilla
240 pesos
de año y 3 meses
2 chinillas para adentro de casa, la una de 8 años y la otra
80 pesos
de 6
1 indio casado con una hijilla de 5 años 220 pesos
Otro indio casado con un hijillo de 5 años y otro de pecho 220 pesos
Más otro indio casado 200 pesos
Otro indio más soltero 100 pesos
«Hato de su poner» [sigue lista de ropa] –
1.758 pesos,
Total de la dote avaluada en
4 reales

Fuente: Tomás de Sotomayor: «Memoria de lo que doy a mi hija Agustina», ANH.


RA, vol. 219, fjs. 37-37v (El documento no especifica fecha. A partir de documen-
tación anexa resulta posible datarlo entre 1670-1680).

Como es posible observar en el Cuadro 7, el monto en que se ava-


luaron las piezas esclavas fue de 1.060 pesos de un total de 1.758 pesos
y 4 reales. Es decir, las piezas representan algo menos de 2/3 del monto
total de la dote, la cual sin el valor de los esclavos habría alcanzado
solamente a 698 pesos y 4 reales. En este caso, se ha de tener en cuenta

239
Ignacio Chuecas Saldías

que se trata de una dote fronteriza; esto es, los valores de las piezas
pueden estar influenciados por el hecho de que se están tasando en la
frontera de guerra, fuente directa de indios esclavos. En la capital del
reino, así como en otras zonas del país y en el virreinato, seguramente
se alcanzaban mejores precios.
Una segunda dote fronteriza de la cual disponemos para este mismo
período, es la que recibió María de los Ríos Cid al casarse con el capitán
Toribio Fernández de Luna, futuro factor del tercio de Yumbel86. Si bien
la carta dotal incluye una serie de datos bien precisos –entre otros la
fecha de otorgamiento– los bienes no se encuentran avaluados. Para
lograr un avalúo aproximativo de los bienes se presenta un monto esti-
mado, calculado en base a otros documentos disponibles (Cuadro 8)87.
En base a las estimaciones, resulta factible señalar que el monto
total de la dote de María de los Ríos debió ascender aproximadamente
a unos 1.017 pesos, de los cuales prácticamente la mitad estaba repre-
sentado por el valor de las dos piezas esclavas.
En este caso también se seguirá la misma estrategia que habían
empleado los Rodríguez-Zapata Godoy: el capitán Toribio Fernández
de Luna elevará una petición al gobernador Juan Henríquez, solicitan-
do la «reconversión» de los esclavos mencionados en la carta dotal en
indios encomendados:

Ante Juan Enríquez: […] el alférez Toribio Fernández de


Luna, milite del tercio de san Carlos de Austria dice que tiene
dos muchachos en su servicio que le dio el capitán Diego de
los Ríos, su suegro [costura] llamado Francisco Punalevi, hijo
de esclavos […] y haber el suplicante servido a su majestad el
tiempo de quince años y hallarse casado en estas fronteras,
pobre y sin comodidad alguna […]88.

86
«Carta dotal de María de los Ríos» (Rere, 22 de octubre de 1672), ANH.JY,
leg. 2, pza. 24.
87
He llevado a cabo este cálculo aproximativo, tomando como referencia la tasa-
ción efectuada por el corregidor de Chillán, Duarte Suárez de Figueroa, de los
bienes dotales de Mariana de la Cueva (Putagán, 14 de octubre de 1677), ANH.
CG, vol. 71, fjs. 429v-433v, y las tasaciones que se efectuaron de los bienes de
la testamentaria Fernández de Luna Ríos (Yumbel, 1738-1743), ANH.JY, leg.
2, pza. 24.
88
«Petición de encomienda de Toribio Fernández de Luna» (Concepción, 3 de
marzo de 1674), ANH.CG, vol. 477, fjs. 3v-4v.

240
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

Cuadro 8
Carta dotal de María de los Ríos Cid
(Rere, 22 octubre 1672)

Monto
Bienes dotales estimado (en
pesos de a 8)
«[…] cuatrocientas cuadras de tierras con una planta [sic]
250 pesos*
de viña […]
Más dos muchachos, el uno llamado Francisco Puñaleve,
250 pesos
casado y con hijos
[…] el otro llamado Pascual Vircalauquen, soltero 250 pesos
Más cinco platillos de plata con un platón 100 pesos**
Más un candelero de plata 15-20 pesos
Más dos cucharas de plata 6 pesos***
Más cuatrocientas cabezas de ganado ovejuno 100 pesos****
Más dos azadones de fierro 4 pesos*****
Más dos hachas = carpinteras 4 pesos
Más una azuela carpintera 2 pesos
Más dos tinajas, la una de veintiséis arrobas y la otra de
31 pesos******
veinticinco arrobas»
Total estimado 1.017 pesos

Fuente: ANH.JY, leg. 2, pza. 24.

*
La tierra fue tasada por Suárez de Figueroa a cuatro reales la cuadra: «Tasación
de los bienes dotales de Mariana de la Cueva» (Putagán, 14 de octubre de 1677),
loc. cit., fj. 429v.
**
Dos platillos fueron tasados por Suárez de Figueroa en 32 pesos: Ibid., fj. 433v.
***
Una tembladera y dos cucharas fueron tasados por Suárez de Figueroa en 8
pesos: Ibidem.
****
Las ovejas fueron tasadas por Suárez de Figueroa a dos reales por cabeza: Ibid,
fj. 429v. Las ovejas de la compra del Molino del Ciego fueron tasadas a 2 reales y
medio, por lo tanto las 400 cabezas montaron a 125 pesos: UCon.AJB, vol. 1, fj. 131.
*****
Las herramientas agrícolas, en base a las particiones de 1738-1743, no pueden
haber costado más de 2 pesos cada una: ANH.JY, leg. 2, pza. 24.
*****
En las particiones de 1738-1743 ya citadas, las vasijas fueron avaluadas en 5
reales la arroba: Ibidem.

Resulta extraño que en la matrícula general de los indios de servi-


cio, llevada a cabo en el partido de Buena Esperanza por el corregidor
Jerónimo Pietas y Garcés a inicios del año de 1694, no se mencione

241
Ignacio Chuecas Saldías

ningún indígena propiedad de Fernández de Luna89. Lo cual es aún


más paradójico porque sus parientes políticos, Juan, Pedro y María
Cid, sí figuran en dicha matrícula como importantes propietarios de
indios de servicio.

La fuga del servicio o la precariedad del sistema


A fines del siglo XVII, el grupo familiar integrado por los hermanos
Juan y Pedro Cid, parientes cercanos de los Fernández de Luna, presen-
taba sus indios de «servicio» a la visita del corregidor del partido de
Buena Esperanza90. En aquella ocasión, los indígenas son consultados
sobre el grado de satisfacción que tienen en relación a su estatuto de
servicio. La gran mayoría de ellos se declara estar muy contento con el
trato recibido y con el sistema en general.
Juan Cid presentó cuatro indios, de los cuales «dice son los dos
tributarios y los dos de el depósito»91. A uno de dichos indios, llamado
Pedro Llancarel –tributario, casado, con dos hijos–, «fuele preguntado
si está bien tratado, y dice que si no lo estuviera que se fuera a servir a
otro»92. Otro de ellos, Martín Llancagüenu –soltero, indio de depósito–,
«dice que así fuera él como su amo»93. También se presentaron cuatro
indígenas del servicio de María Cid, hija natural de Juan: «los tres de
el depósito, y que el otro es hijo de uno que tenía sentado de tributo, el
cual se le huyó luego que se sentó»94. Este último, llamado Juan Guen-
teman, declara «que es libre, que su padre se fue a su tierra, y que no
quiere estar con esta señora, sino que se quiere sentar con su padre, el
capitán Juan Cid, al cual hice llamar y con su voluntad queda sentado
tributario a su majestad»95. Esta declaración parece insinuar que no
solamente el padre de Juan Guenteman había huido a tierra adentro,
sino que el mismo no parece estar muy contento al servicio de su ama.

89
«Matrícula de los indios de Buena Esperanza» (1694), ANH.CG, vol. 533, fjs.
108-146v.
90
La matrícula de dichos indios se efectuó «en el asiento de Lircay, estancia de
los menores de el sargento mayor Jorge Lorenzo de Olivar», el 12 de febrero
de 1694: Ibid., fjs. 122-123v.
91
Ibid., fj. 123.
92
Ibidem.
93
Ibidem.
94
Ibid., fj. 123v.
95
Ibidem.

242
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

Por otra parte, el «servicio» de Pedro Cid está compuesto, según


la matrícula de la visita, por diez individuos: siete del depósito general
y tres de tributo de su majestad96. El primero en ser interrogado es
Andrés Caucau, indio de depósito, natural de Quechereguas, viudo,
con dos hijos:

[…] y siendo preguntado si está bien tratado de obras y


palabras, dice que sí […] fuele preguntado si cuando están
enfermos los cuida su amo, y dice que sí, que los trata como
a hijos; si le ha pagado su amo su salario, si le debe algo, y
dice que no lo sabe, que antes piensa le habrá dado de más
porque siempre los viste dos veces al año y siempre les da; y
que veré como dice la verdad, que todos están contentos y
bien pagados, que tienen buen amo97.

La declaración de este primer indio es sintomática en relación al


interrogatorio del resto. Andrés Caucau, claramente, ocupa un lugar
importante al interior de este grupo humano y parece ejercer una suer-
te de vocería en representación de sus compañeros. El resto de ellos
simplemente se limitará a corroborar los dichos de Andrés. El grado
de adhesión de este «indio de servicio» a su amo se ve reflejado en una
expresión inusual al interior de toda la visita, según la cual Pedro Cid
«los trata como a hijos».
Más de una década después de la visita de 1694, en 1705, «doña
Elena de Vílchez, viuda, mujer que fue del capitán Pedro Cid, que Dios
haya», elevaba una petición ante el corregidor del partido con el objetivo
de intentar revertir los efectos provocados por la fuga masiva de sus
indios98. Este breve expediente contiene únicamente una declaración de
la solicitante explicando su versión de los hechos y el testimonio de cinco
testigos. Fuera de estos documentos, no existe ninguna evidencia sobre
el resultado del petitorio. A partir de estas deposiciones resulta posible
reconstruir, a grandes rasgos, la evolución posterior del grupo humano
formado por los indios del servicio de Pedro Cid. Una cierta dificultad,
eso sí, se origina en el hecho de que los apellidos de los indígenas, por lo
general, nunca son enunciados de manera uniforme. Intentando hacer
96
«Y preguntándole con qué derecho los posee dice son los siete de el depósito
general y los tres arrimados tributarios a su majestad»: ANH.CG, vol. 533, fj.
122.
97
Ibid., fjs. 122-122v.
98
«Información de Elena de Vílchez» (Yumbel, 17 de junio de 1705), ANH.JY,
leg. 7, pza. 1.

243
Ignacio Chuecas Saldías

una comparación entre el texto de la visita de 1694 y los testimonios


de 1705 se puede confeccionar el Cuadro 9.

Cuadro 9
Indios de servicio de Pedro Cid
(Yumbel, 1694-1705)

Elena de Vílchez Antonio Juan Cid


Visita de 1694
(1705) Beltrán (1705) (1705)
Indios huidos
Andrés
Andrés Loncotipay Andrés Loncobipai Andrés
Loncotipai
Miguel
Miguel Guilpaquili Miguel Gurpaqole –
Urpaquili
Felipe Imelpillan Felipe Imilqueu – –
[Juan Neculgueque] Juan Ligelemu – Juan Liguelemu
Pascual Caniuye Pascual Caniuli – –
Alonso –
Nicolás –
Indios muertos
Juan Pirquinguir Juan Plequenere – –
Juan Marilebniguillo – –
Indio que permanece en el servicio
Nicolás Lebipan Nicolás Levipan – –

Fuente: ANH.CG, vol. 533, fjs. 108-146v; ANH.JY, leg. 7, pza. 1.

A partir de las declaraciones de Elena de Vílchez y de otros dos


testigos, Antonio Beltrán y Juan Cid, sobrino del difunto Pedro, es po-
sible conocer los destinos de siete de los diez individuos mencionados
en 169499.
Según el panorama que se puede reconstruir, cinco individuos han
emprendido la fuga (se trata de dos ocasiones diversas), uno ha muerto
y uno aún sigue en el servicio. Los fugados son Andrés Loncotipay (se-
gundo lugar en la visita), Miguel Guilpaquili (cuarto lugar en la visita),
Felipe Imelpillan (quinto lugar en la visita), Pascual Caniuye (décimo

99
Existen tres individuos, de los interrogados en la visita de 1694, de los cuales
nada se dice en 1705. Ellos son Andrés Caucau (primer lugar en la visita),
Francisco Aingullanca (sexto lugar en la visita) y Melchor Quintecon (octavo
lugar en la visita).

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Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

lugar en la visita) y, probablemente, Juan Neculgueque (noveno lugar


en la visita)100. Otro de los diez indios interrogados en 1694 ha muerto
en el intertanto: se trata de Juan Pirquinguir (séptimo lugar en la visita),
identificado en 1705 como Juan Plequenere, quien fue sepultado en la
parroquial de Rere el 13 de junio de 1698101. El único de los diez que,
a estas alturas, aún sirve junto a Elena de Vílchez es Nicolás Lebipan o
Levipangue (tercer lugar en la visita de 1694), quien figura como uno
de los testigos en 1705.
Según la declaración de Juan Cid:

[…] dijo que lo que sabe es que cuando el corregidor y


justicia mayor de este partido, el maestre de campo don Joseph
Sánchez de Lázaro, se le hizo merced por el superior gobierno
de depositarle ocho indios al capitán Pedro Cid, difunto, y
que luego al mes se le huyeron tres, los cuales son de los nom-
bres siguientes Juan Liguelemu, Andrés Loncotipai, Miguel
Urpaquili, los cuales se fueron para la [ciudad] de Santiago y
que Lorenzo Cid, hijo del dicho Pedro Cid, fue en busca de
los dichos indios por cuya causa se hubo de ahogar en el río
de Itata y que no trajo dichos indios102.

Estos tres indios prestaron declaraciones en 1694103: Juan Necul-


gueque, tributario, casado con Leonor, «respondió bien a todas ellas,
y que quiere proseguir en dicho asiento porque le paga bien este amo
y se halla bien tratado»; Andrés Loncotipay, del depósito, casado con
Jacinta, un hijo, «a todas las demás responde como el primero sin añadir
ni quitar, y que está en todo contento»; Miguel Guilpaquili, depósito,
casado con Juana, un hijo, «y que está gustoso pagado y bien tratado»104.
Juan Cid continúa con su testimonio, acotando «que inmediata-
mente se ausentaron dos de los que quedaban pertenecientes a dicho
depósito». Estos dos individuos, que tomaron parte en una segunda
fuga, se presentaron en 1694 como: Felipe Imelpillan, depósito, ca-
sado con Juana, «que está gustoso pagado y bien tratado»; y Pascual
Caniuye, tributario, casado con María, un hijo, «que quiere proseguir

100
Es identificado como Juan Ligelemu o Ligüelemu en 1705.
101
También se menciona a Juan Marilebniguillo, sepultado el 9 de noviembre de
1702. Pero en la visita de 1694 no figura ninguno de este nombre u otro pare-
cido.
102
«Información de Elena de Vílchez» (Yumbel, 17 de junio de 1705), loc. cit.
103
«Matrícula de los indios de Buena Esperanza» (1694), loc. cit., fjs. 122-122v.
104
Ibid., fj. 122v.

245
Ignacio Chuecas Saldías

en este asiento porque lo tratan bien y está bien pagado, sin que tenga
qué demandar»105.
Según se observa, todos declararon en aquella oportunidad su
satisfacción y contento con el sistema: una retórica que ciertamente se
ve cuestionada a partir de los sucesos posteriores. Por otra parte, cabe
preguntarse sobre la participación de las respectivas esposas e hijos en
la fuga. Al respecto, pareciera ser lo más evidente que la huida inclu-
yera a las familias de cada uno, a pesar que la documentación nada
dice sobre ello.
Por último, encontramos a Nicolás Levipangue como el único que
todavía sigue al servicio de los Cid Vílchez en 1705. Nicolás había sido
interrogado en tercer lugar en 1694 y se había presentado como indio
de depósito, casado con Inés, al parecer sin hijos: «hechas las preguntas
que al primero, responde bien a las de la doctrina cristiana, y a todas
las demás sin añadir ni quitar, y que está muy contento»106. En las in-
formaciones de 1705, prestó testimonio en «idioma castellano» el 17
de junio de dicho año en Buena Esperanza de Rere y declaró «ser de
edad de cincuenta años pocos más o menos, y aunque es criado de la
parte que lo presenta no por eso ha faltado a la verdad, no firmó por
no saber […]»107. El contenido de su declaración es extremadamente
escueto, ni siquiera menciona los nombres de los indios fugados, y se
puede resumir en la frase central de su discurso: «dijo que lo que sabe
es que el gobierno superior de este reino le hizo merced al capitán Pedro
Cid de depositarle a este declarante y a siete indios sus compañeros y
que tres se ausentaron inmediatamente […]»108.
Un fantasma recurrente que amenazaba a las economías familiares
durante todo este período está representado por la fuga individual o
masiva de la servidumbre indígena. Este fenómeno, persistente durante
toda la época colonial, conocerá momentos de mayor o menor intensi-
dad, dependiendo de la evolución que afectará el sistema de esclavitud
indígena al interior de la sociedad hispanocriolla109. Por otra parte, el

105
Ibid., fj. 123.
106
Ibid., fj. 122v.
107
«Información de Elena de Vílchez» (Yumbel, 17 de junio de 1705), loc. cit.
108
Ibidem.
109
El carácter episódico de las fugas se ve reflejado en el testimonio de Elena de
Vílchez quien declara que cuando el «capitán don Francisco de Cisternas-Carrillo
[…] fue alcalde en dicha ciudad de la Concepción, y por el alboroto y novedad
que dichos indios hicieron en esta comarca, quedaban muchas estancias yermas
y sin indios [de que] se iban a la tierra dentro y otros para Santiago y otros a

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Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII

problema de la evasión del servicio personal representa no solamente


una amenaza contra la economía familiar, sino que también una ero-
sión del sistema colonial propiamente tal, basado en la estratificación
estamental como modo de sustentar el control sobre la población.

El artículo, ciertamente, no ha tenido la intención de relevar el


impacto global de la práctica de la esclavitud indígena en la economía
del país durante el siglo XVII. Pero sí pretende demostrar la gran im-
portancia económica que tuvo este sistema a nivel de los involucrados
directamente y de sus familias. En este sentido, se puede comprender
porqué para la casta militar y todos los vinculados a la guerra del reino
significó un asunto de particular relevancia la mantención de una legis-
lación favorable; y cuando esto ya no resultó viable, la implementación
de una praxis al margen de la legislación que permitiese la continuidad
de la servidumbre indígena incluso hasta entrado el siglo XIX.

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ANH.CG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Capitanía
General: vols. 39, 71, 473, 477, 480, 488, 502 y 533.
ANH.ES, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Escribanos de
Santiago: vols. 42, 104, 108-A, 221 y 372.
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Yumbel: legs. 2 y 7.
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vols. 219 y 2053.
UCon.AJB, Universidad de Concepción (Concepción-Chile), Archivo de la
Junta de Beneficencia: vols. 1 y 2.

matar a sus amos sin poderlo remediar, se le huyeron al dicho mi marido el


capitán Pedro Cid cinco de ellos enfraguante [sic] […]»: Ibidem.

247
Ignacio Chuecas Saldías

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