Historia, ¿para qué? La primera respuesta en acudir a la mente sería: la historia
obedece a un interés general en el conocimiento. Al historiador le interesa, como a cualquier científico, conocer un sector de la realidad; la historia tendría como objetivo el esclarecimiento racional de ese sector. La historia responde al interés en conocer nuestra situación presente. Porque, aunque no se lo proponga, la historia cumple una función: la de comprender el presente. Desde las épocas en que el hombre empezó a vivir en comunidad y a utilizar un lenguaje, tuvo que crear interpretaciones conceptuales que pudieran explicarle su situación en el mundo en un momento dado. En los pueblos primitivos el pensamiento mítico tiene a menudo un sentido genético. Muchos mitos son etiológicos: intentan trazar el origen de una comunidad, con el objeto de explicar por qué se encuentra en determinado lugar y en tales o cuales circunstancias. Parecería que, de no remitirnos a un pasado con el cual conectar nuestro presente, éste resultara incomprensible, gratuito, sin sentido. Remitirnos a un pasado dota al presente de una razón de existir. En historia se suelen confundir las dos acepciones de la palabra "principio". "Principio" quiere decir" primer antecedente temporal de una secuencia", "inicio", pero también tiene el sentido de "fundamento", de base en que descansa la validez o la existencia de algo, como cuando hablarnos de "los principios del derecho", o "del Estado". La historia nacería, pues, de un intento por comprender y explicar el presente acudiendo a los antecedentes que se presentan corno sus condiciones necesarias. En este sentido, la historia admite que el pasado da razón del presente; pero, a la vez, supone que el pasado sólo se descubre a partir de aquello que explica: el presente. Cualquier explicación empírica debe partir de un conjunto de hechos dados, para inferir de ellos otros hechos que no están presentes, pero que debernos suponer para dar razón de los primeros. Benedetto Croce describía así la historia: "el acto de comprender y entender inducido por los requerimientos de la vida práctica". En efecto, la historia nace de necesidades de la situación actual, que incitan a comprender el pasado por motivos prácticos. La historia intenta dar razón de nuestro presente concreto, ante él no podemos menos que tener ciertas actitudes y albergar ciertos propósitos; por ello la historia responde a requerimientos de la vida presente. Debajo de ella se muestra un doble interés; interés en la realidad, para adecuar a ella nuestra acción, interés en justificar nuestra situación y nuestros proyectos, el primero es un interés general, propio de la especie, el segundo es particular a nuestro grupo, nuestra clase, nuestra comunidad. Por ello es tan difícil separar en la historia lo que tiene de ciencia de lo que tiene de ideología. Sin duda, ambos intereses pueden coexistir sin distorsionar el razonamiento; pero es frecuente que los intereses particulares del historiador, ligados a su situación, dirijan intencionadamente la selección de los datos, la argumentación y la interpretación, a modo de demostrar la existencia de una situación pasada que satisfaga esos intereses.