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Pobreza e ingresos
En general, las personas que tienen mayores ingresos viven más tiempo y gozan
de una mejor salud que las personas de bajos ingresos. Esta relación persiste,
independientemente del sexo, la cultura o la raza, aunque las causas de la
enfermedad y la muerte pueden variar. Así parece confirmarse que el ingreso
económico y la posición social son los factores determinantes más importantes de
la salud (Mustard y Frank, 1991, citado en Ramos y Choque, 2007). La evolución
de la pobreza por ingresos da cuenta de una reducción en la tasa de incidencia.
Mientras que en 2004 el 51,6% de la población del Perú tenía un nivel de ingreso
insuficiente como para adquirir la canasta básica de consumo (compuesta por
alimentos y no alimentos), hacia 2011 esta cifra se ubicaba en 27,8%. En verdad,
este promedio nacional oculta la heterogeneidad de la incidencia de la pobreza
sobre todo el territorio peruano, como así también los contrastes entre Lima
Metropolitana y el interior del país, y entre el área urbana y el área rural. Si bien la
tendencia decreciente se observa en todas las regiones, para 2011 la tasa de
incidencia de la pobreza en el área urbana era de 18,0%, mientras que en el área
rural ascendía al 56,1%. Asimismo, en línea con la desigual participación del
Producto Bruto Geográfico, la incidencia de la pobreza es diferente según los
distintos departamentos. Para 2010, cuando la pobreza se ubicaba en 31,3%, en
los departamentos de Huancavelica y Apurímac la población por debajo de la línea
de pobreza superaba 33 el 60%, mientras que en las regiones de Madre de Dios e
Ica la incidencia de la pobreza se ubicaba por debajo o en torno del 10%.5 Por
otra parte, la pobreza medida por el enfoque de necesidades básicas insatisfechas
(NBI) también ha manifestado un descenso en los últimos años. En este sentido,
la población con al menos un NBI pasó de 37,2%, en 2004, a 26,4%, en 2010.
También puede observarse que la desigualdad en la distribución del ingreso ha
mejorado en la última década; así lo registra el coeficiente de Gini, con una
reducción de casi 7 p.p., al ubicarse en 2010 en 0,47 (SEDLAC, 2012).