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En efecto, al igual que tantos pasajes de los años ‘70, la guerra de Malvinas también ha
sido maltratada y distorsionada. En las constantes simplificaciones y propensiones a
buscar chivos expiatorios que tienen los propagandistas del régimen, se suele recurrir a
slogans baratos tales como que “fue una guerra promovida por un borracho
trasnochado”, cuando la mentada “borrachera” en todo caso era colectiva, ya que la
población entera aplaudió y respaldó la guerra; tanto es así que hubo numerosos y
multitudinarios actos de apoyo en los que el Presidente Leopoldo Fortunato Galtieri se
vio obligado a saludar desde los balcones de la Casa de Gobierno ante el insistente
clamor de la multitud que lo vivaba.
El 10 de abril se congregaron en Plaza de Mayo cien mil personas con banderas, entre
las que se destacaba un cartel con el lema ‘CGT presente, soberanía o muerte’”. El
procesista Ernesto Sábato hacía declaraciones para la radio española alegando: “no es
la dictadura la que está luchando, es el pueblo entero”[1]. Desde Comodoro Rivadavia,
en una declaración radial, Deolindo F. Bittel (ex candidato a Vicepresidente
de Luder en 1983 por el P.J.) declaró: “entendemos que la justicia y la reivindicación
contenidos en este acto de gobierno merecen que la decisión sea compartida por todos
los habitantes de la República Argentina”[2].
En esa misma ocasión, Antonio Cafiero dijo que “la afirmación de nuestra soberanía, el
mejoramiento de la imagen exterior y la consolidación de la unidad nacional son tres de
los principales réditos que el enfrentamiento armado está en condiciones de dejar. Por
otra parte, el gasto que demanda es infinitamente menor que el déficit provocado por
la política de despilfarro aplicada en épocas de paz” y seguidamente agregó: “A medida
que las acciones resultan más dramáticas se va diluyendo nuestro objetivo partidista, y
por esa causa nos propusimos dejar de hacer todo aquello que pudiera dividir la opinión
de la comunidad, decidiendo entonces entrevistar a los jefes de las guarniciones
patagónicas”.
Lleno de júbilo, dos días después Arturo Frondizi declaraba que “La acción de las
fuerzas armadas, tendientes a poner fin a la usurpación de Inglaterra en Las Malvinas y
demás islas del Atlántico Sur, merece todo nuestro apoyo”. El gobernador de la
Provincia de Bs.As., Gral. Saint Jean, también se reunió con los representantes de los
partidos Intransigente, Demócrata Cristiano, U.C.R, M.I.D, P.J, y Demócrata Progresista
y al salir, hizo mención al apoyo brindado por los dirigentes y afirmó haber recibido
expresiones que “fueron conmovedoras”[3].
Una encuesta de la época efectuada por Gallup señalaba que el 90% de la población
adhería a la guerra, y sólo el 8% se oponía. Los más entusiastas en apoyarla eran los
sectores de izquierda. Otra acusación en torno a lo acontecido nos dice que el conflicto
fue desatado por las FF.AA. para obtener rédito político y “perpetuarse en el poder”, sin
embargo, hasta la mismísima justicia alfonsinista, cuando enjuició a Galtieri, determinó
que “El fallo de la Cámara no implica críticas de manera alguna a la gesta de
Malvinas […] La Decisión de la Junta Militar de ocupar las islas respondió a la necesidad
de reaccionar frente a una añeja, pertinaz y últimamente intolerable ofensa a la
soberanía argentina […] esas circunstancias a modo de abanico fueron concentrándose
hasta conformar una agresión, que no solo justificaba, sino que imponía una oportuna
defensa en aras de proteger nuestros intereses superiores de la Nación”[4].
Tanto es así, que Galtieri ni siquiera fue condenado por la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, y los cargos que se le imputaron no tenían relación con la ocupación de
Malvinas y la guerra contra Inglaterra, sino por haber mantenido el “combate una vez
conocida la magnitud de la reacción inglesa, a las fuerzas propias en inferioridad de
condiciones”.
Tampoco es cierto que los soldados argentinos fueran un temeroso tropel de “chicos
asustados”, puesto que, a pesar de las notables desigualdades tecnológicas, pelearon
palmo a palmo contra una de las potencias militares más importantes del mundo, hecho
que fuera reconocido por los mismos militares y personalidades norteamericanas e
inglesas, empezando por la mismísima Primer Ministro Margaret Thatcher, quien cuenta
que varios años después de la guerra “un general ruso me dijo que los soviéticos habían
estado absolutamente convencidos de que no lucharíamos por las Malvinas, y que de
hacerlo, perderíamos”, episodio que obviamente no se dio, pero que no era impensado,
puesto que al decir de la propia Thatcher “Sin los Harriers, con su gran capacidad de
maniobra, piloteados con enorme destreza y valor, y empleando la última versión del
misil Sidewinder aire-aire proporcionado por Caspar Weinberger, no hubiéramos
podido recuperar las Malvinas”[5].
Una vez más, el kirchnerismo (no sin complicidad de algunos sectores de la “oposición”)
manosea una noble causa para tapar noticias incómodas a la vez que distorsiona y
disfraza, por milésima vez, nuestro pasado reciente mancillando la memoria y buen
nombre de nuestros veteranos de guerra.
[1] Crítica a las Ideas Políticas Argentinas – Juan José Sebreli 336
[2] Malvinas Diario del Regreso (Iluminados por el fuego) de Edgardo Esteban –
Sudamericana, pág. 85 y 86
[3](Revista Primera Línea, año 1, N 3, Rosario, viernes 12 de junio 1987.
[4] Malvinas, ¿Como, por qué? Dr. Alberto de Vita.
[5] Los Años de Downing Street – Margareth Tatcher
[6] Reflexiones Sobre Malvinas – Revista Cabildo – marzo 2003 - Delicia Giachino.