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Opinión
Sujetos felizmente manipulados, no gracias

Un punto de partida para comprender el alcance de la


masiva fuga de datos de usuarios de Facebook y su
uso político es centrarnos en la oscura relación entre
las empresas y las agencias de inteligencia.

Por Slavoj Zizek

Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, debió dar explicaciones ante los congresistas
norteamericanos.

Si hay una figura que se destaca por ser el héroe de


nuestro tiempo es Christopher Wylie, un canadiense
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gay vegano que, a los 24 años, se le ocurrió una idea


que llevó a la fundación de Cambridge Analytica, una
empresa de análisis de datos que tuvo un rol clave en
el referéndum en el que ganó la separación del Reino
Unido de la Unión Europea. Más tarde, Wylie se
convirtió en una figura clave en las operaciones
digitales durante la campaña electoral de Donald
Trump, creando la herramienta de guerra psicológica
de Steve Bannon. Su plan era irrumpir en Facebook y
cosechar los perfiles de millones de usuarios en
Estados Unidos y usar su información privada y
personal para crear perfiles psicológicos y políticos
sofisticados, y luego llenarlos con anuncios políticos
destinados a trabajar en su maquillaje psicológico. En
cierto punto, Wylie estaba realmente asustado: “Es una
locura. La compañía ha creado los perfiles
psicológicos de 230 millones de estadounidenses. ¿Y
ahora quieren trabajar con el Pentágono? Es como
Nixon con anabólicos”.
Lo que hace que esta historia sea tan fascinante es que
combina elementos que generalmente percibimos
como opuestos. La derecha alt-right se presenta como
un movimiento que se dirige a las preocupaciones de
la gente común, blanca, profundamente religiosa y
muy trabajadora que representa los valores
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tradicionales simples y odia las excentricidades


corruptas como homosexuales y veganos pero también
a nerds digitales, y ahora nos enteramos que sus
triunfos electorales estaban dirigidos y orquestados
precisamente por uno de esos nerds que representa
todo a lo que ellos se oponen... Hay más que un valor
anecdótico en este hecho: es evidentemente una señal
de la vacuidad del populismo de la derecha alternativa
que tiene que depender de los últimos avances
tecnológicos para mantener su atractivo provinciano.
Además, disipa la ilusión de que ser un nerd
informático marginal significa automáticamente una
posición antisistema “progresiva”. A un nivel más
básico, una mirada más cercana al contexto de
Cambridge Analytica clarifica cómo la manipulación
fría y el cuidado del amor y del bienestar humano son
las dos caras de la misma moneda.

Christopher Wylie, el analista que reveló el escándalo de Cambridge Analytica y Facebook.


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En el nuevo complejo militar-industrial de grandes


volúmenes de datos Psy-Ops, que apareció en The
New York Review of Books, Tamsin Shaw aclara “las
empresas privadas desempeñan un papel en el
desarrollo y despliegue de tecnologías de conducta
financiadas por el gobierno”; el caso ejemplar de estas
compañías es, por supuesto, Cambridge Analytica:
“Dos jóvenes psicólogos son fundamentales en la
historia de Cambridge Analytica. Uno es Michal
Kosinski, que concibió una aplicación con un colega
de la Universidad de Cambridge, David Stillwell, que
mide los rasgos de personalidad analizando los “me
gusta” de Facebook. Luego fue usado en colaboración
con el Proyecto de Bienestar Mundial, un grupo del
Centro de Psicología Positiva de Pennsylvania que se
especializa en el uso de datos para medir la salud y la
felicidad para mejorar el bienestar. El otro es
Aleksandr Kogan, quien también trabaja en el campo
de la psicología positiva y ha escrito ensayos sobre la
felicidad, la bondad y el amor (según su currículum,
un artículo anterior se tituló ‘Down the Rabbit Hole: A
Unified Theory of Love’ ‘Adentro del agujero del
Conejo: Una Teoría Unificada del Amor`). Dirigió el
Laboratorio de Prosicialidad y bienestar, bajo los
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auspicios del Instituto de Bienestar de la Universidad


de Cambridge”.
Lo que debería atraer nuestra atención aquí es el
“cruce bizarro de investigación sobre temas como el
amor y la bondad con los intereses de defensa e
inteligencia”: ¿por qué esta investigación provoca
tanto interés de las agencias de inteligencia británicas
y estadounidenses y contratistas de defensa, con la
ominosa Darpa (Agencia de Proyectos de
Investigación Avanzada de Defensa del Gobierno de
Estados Unidos) siempre acechando en el fondo? El
investigador que personifica este cruce es Martin
Seligman: en 1998, “fundó el movimiento de
psicología positiva dedicado al estudio de los rasgos y
hábitos psicológicos que fomentan la felicidad y el
bienestar auténticos, generando una enorme industria
de libros populares de autoayuda. Al mismo tiempo, su
trabajo atrajo el interés y la financiación del ejército
como una parte central de su iniciativa de resiliencia
del soldado”.
Por lo tanto, este cruce no está impuesto externamente
a las ciencias de conducta por manipuladores políticos
“malos”, sino que está implícito en su orientación
inmanente: “El objetivo de estos programas no es
simplemente analizar nuestros estados de ánimo
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subjetivos, sino descubrir los medios por los cuales


podemos ser “empujados” en el sentido de nuestro
verdadero “bienestar” como lo entienden los
psicólogos positivos, que incluyen atributos como la
resistencia y el optimismo”. El problema es que, por
supuesto, este “impulso” no afecte a individuos en el
sentido de superar sus “irracionalidades” percibidas
por la investigación científica: las ciencias
contemporáneas de conducta más bien “intentan
explotar nuestras irracionalidades en lugar de
superarlas. Una ciencia que está orientada hacia el
desarrollo de tecnologías de conducta seguramente nos
verá como sujetos manipulables más que como agentes
racionales... Si estas tecnologías se están convirtiendo
en el núcleo de las operaciones cibernéticas militares y
de inteligencia de Estados Unidos, parece que
tendremos que trabajar para evitar que estas tendencias
afecten la vida cotidiana de nuestra sociedad
democrática”.
Tras el estallido del escándalo Cambridge Analytica,
todos estos acontecimientos y tendencias fueron
ampliamente cubiertos por los medios de
comunicación progresistas, y la imagen general que se
desprende de ello, combinado con lo que también
sabemos acerca de la relación entre los últimos
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avances en la biogenética (cableado del cerebro


humano , etc.), proporciona una imagen adecuada y
aterradora de las nuevas formas de control social que
convierten el buen “totalitarismo” del siglo XX en una
máquina de control bastante primitiva y torpe. Para
comprender todo el alcance de este control, se debe ir
más allá de la relación entre las empresas privadas y
los partidos políticos (como es el caso de Cambridge
Analytica), a la interpenetración de las empresas de
procesamiento de datos, como Google o Facebook y
las agencias de seguridad del Estado - Assange tenía
razón en su libro clave extrañamente ignorado en
Google: para entender cómo nuestras vidas están
reguladas hoy, y de qué manera esta regulación se
experimenta como nuestra libertad, tenemos que
centrarnos en las relaciones oscuras entre las empresas
privadas que controlan nuestros bienes comunes y las
agencias secretas estatales. No deberíamos
escandalizarnos ante China sino ante nosotros mismos
que aceptamos la misma regulación y creemos que
conservamos plena libertad y medios solo para lograr
realizar nuestras metas (mientras que en China las
personas son plenamente conscientes de que están
reguladas).
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El mayor logro del nuevo complejo cognitivo-militar


es que la opresión directa y obvia ya no es necesaria:
los individuos están mucho mejor controlados e
“impulsados” en la dirección deseada cuando siguen
experimentándose como agentes libres y autónomos de
sus propias vidas ... Pero todos estos son hechos bien
conocidos, y tenemos que dar un paso más.
La crítica predominante procede en forma de
desmitificación: debajo de la investigación que parece
inocente sobre la felicidad y el bienestar, se discierne
un oscuro y oculto complejo gigantesco de control y
manipulación social ejercido por las fuerzas
combinadas de corporaciones privadas y agencias
estatales. Pero lo que se necesita urgentemente
también es la movida opuesta: en lugar de preguntar
solamente qué contenido oscuro está oculto debajo de
la forma de investigación científica de la felicidad,
deberíamos enfocarnos en la forma misma. ¿El tema
de la investigación científica sobre bienestar humano y
felicidad (por lo menos en la forma en que se practica
hoy en día) es realmente inocente, o ya está permeable
al control y la manipulación? ¿Qué pasa si las ciencias
no están siendo utilizadas incorrectamente, qué pasa si
encuentran aquí precisamente su uso adecuado?
Deberíamos cuestionar el crecimiento reciente de una
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nueva disciplina, “estudios de la felicidad” - cómo es


que en nuestra era de hedonismo espiritual cuando el
objetivo de la vida está directamente definido como la
felicidad, la ansiedad y la depresión están explotando?
Es el enigma de este autoboicot de la felicidad y el
placer lo que hace que el mensaje de Freud sea más
actual que nunca.
Como sucede a menudo, Bhután, un país en vías de
desarrollo del Tercer Mundo, explicó las absurdas
consecuencias sociopolíticas de esta noción de
felicidad: hace dos décadas, el reino de Bután decidió
centrarse en la Felicidad Nacional Bruta en lugar del
Producto Bruto Interno; la idea fue creación del ex rey
Jigme Singye Wangchuck, quien buscó dirigir Bhután
al mundo moderno, mientras preservaba su identidad
única. Ahora con las presiones de la globalización y el
materialismo creciendo, y el pequeño país listo para
sus primeras elecciones, el inmensamente popular
nuevo rey de 27 años educado en Oxford, Jigme
Khesar Namgyel Wangchuck, ordenó a una agencia
estatal calcular cuántos entre los 670.000 habitantes
del reino son felices. Los funcionarios dijeron que ya
habían llevado a cabo una encuesta a unas 1000
personas y hecho una lista de parámetros para ser feliz,
semejante el índice de desarrollo que lleva a cabo las
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Naciones Unidas. Las principales preocupaciones


fueron identificadas como bienestar psicológico, salud,
educación, buen gobierno, niveles de vida, vitalidad
comunitaria y diversidad ecológica... esto es
imperialismo cultural, si alguna vez lo hubo.
Deberíamos arriesgarnos un paso más y preguntar
sobre el lado oculto de la noción de la felicidad misma,
¿cuándo exactamente puede la gente decir que es
feliz? En un país como Checoslovaquia a fines de las
décadas de 1970 y 1980 la gente efectivamente ERA
feliz. Se cumplían tres condiciones fundamentales para
la felicidad entonces. (1) Sus necesidades materiales
estaban básicamente satisfechas –no demasiado
satisfechas, ya que el exceso de consumo puede
generar infelicidad en sí mismo–. Es bueno
experimentar una breve escasez de algunos bienes del
mercado de vez en cuando (sin café durante unos días,
luego sin carne, luego sin televisor): estos breves
períodos de escasez funcionaron como excepciones
que le recordaban a las personas que deberían
alegrarse de que los productos estuvieran
generalmente disponibles; si todo está disponible todo
el tiempo, la gente toma esta disponibilidad como un
hecho de la vida y no apreciarían su suerte. La vida,
por lo tanto, se desarrolló de manera regular y
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predecible, sin grandes esfuerzos ni sorpresas y uno se


retiraba a su propio nicho privado. (2) Una segunda
característica muy importante: existía el Otro (el
Partido) a quien culpar por todo lo que estaba mal, de
manera que uno no se sentía realmente responsable -si
había una escasez temporaria de algunos bienes, aún si
una tormenta causaba un gran daño, era “su” culpa. (3)
Y, por último pero no menos importante, había un Otro
Lugar (el Occidente consumista) sobre el que a uno le
era permitido soñar, aún visitar a veces –este lugar
estaba a una distancia correcta, no demasiado cerca,
tampoco demasiado lejos–. El deseo era la fuerza que
impulsaba a la gente a ir más lejos y terminar en un
sistema en que la gran mayoría es definitivamente
menos feliz...
La felicidad es por lo tanto en sí misma, (en su mismo
concepto, como Hegel lo hubiera dicho) confusa,
indeterminada, inconsistente - recuerden la respuesta
proverbial de un inmigrante alemán a los Estados
Unidos cuando le preguntaron “¿Es usted feliz?”,
contestó: “Si, si estoy muy feliz aber gluecklich bin
ich nicht…”. Es una categoría pagana: para los
paganos, el objetivo de la vida es vivir una vida feliz,
(la idea de vivir “felizmente toda la vida” es ya una
versión cristianizada del paganismo), y la experiencia
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religiosa o la actividad política mismo son


consideradas la más alta forma de felicidad (ver
Aristóteles)- con razón el Dalai Lama tiene tanto éxito
recientemente rezando por el mundo su evangelio de
felicidad y con razón está encontrando la mayor
respuesta precisamente en Estados Unidos, el último
imperio de la búsqueda de la felicidad..
La felicidad consiste en la incapacidad o la poca
disposición del sujeto para confrontar las
consecuencias de su deseo: el precio de la felicidad es
que el sujeto permanece atrapado en la inconsistencia
de su deseo. En nuestra vida diaria, (pretendemos)
desear cosas que realmente no deseamos, de manera
que, en última instancia, lo peor que puede pasar es
que obtengamos lo que “oficialmente” deseamos. La
felicidad es intrínsecamente hipócrita: es la felicidad
de soñar con cosas que realmente no queremos.
¿No encontramos un gesto similar en gran parte de la
política de izquierda?
Cuando un partido radical izquierdista pierde por poco
las elecciones y la toma del poder, uno a menudo
detecta un oculto suspiro de alivio: gracias a Dios que
perdimos, quién sabe en que problema nos hubiéramos
metido si hubiéramos ganado... En el Reino Unido,
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muchos izquierdistas admiten en privado que la casi


victoria del Partido Laborista en las últimas elecciones
es lo mejor que les pudo pasar, mucho mejor que la
inseguridad que podría ocurrir si el gobierno laborista
hubiera tratado de implementar su programa. Lo
mismo vale para la perspectiva de una eventual
victoria de Bernie Sanders en Estados Unidos: ¿cuáles
hubieran sido sus oportunidades contra la arremetida
del gran capital? La madre de esos gestos es la
intervención soviética en Checoslovaquia que aplastó
la Primavera de Praga y su esperanza de un socialismo
democrático. Imaginemos la situación en
Checoslovaquia sin la intervención soviética: muy
pronto el gobierno “reformista” tendría que confrontar
el hecho que no había una posibilidad real de un
socialismo democrático en ese momento histórico, de
manera que tendría que elegir entre reafirmar el
control del partido –por ejemplo, estableciendo límites
claros a las libertades y permitiéndole a
Checoslovaquia convertirse en uno de los países
capitalistas liberal– demócratas de Occidente. De
alguna manera, la intervención soviética salvó la
Primavera de Praga, salvó a la Primavera de Praga
como un sueño, como una esperanza que, sin la
intervención, una nueva forma de socialismo
democrático hubiera emergido.... ¿Y no ocurrió algo
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similar en Grecia cuando el gobierno de Syriza


organizó el referendo contra la presión de Bruselas
para que aceptaran las políticas de austeridad? Muchas
fuentes internas confirman que el gobierno estaba
secretamente esperando perder el referéndum, en cuyo
caso debían bajarse y dejar que otros hicieran el
trabajo sucio de ajuste. Como ganaron, esta tarea les
tocó a ellos y el resultado fue la autodestrucción de la
izquierda radical en Grecia... Sin ninguna duda, Syriza
hubiera sido mucho más feliz si hubiera perdido la
consulta.
Entonces, volviendo a nuestro punto de partida, no
solamente somos gente “feliz” controlada y
manipulada que secretamente e hipócritamente exigen
ser manipulados por su propio bien. La verdad y la
felicidad no van juntas: la verdad duele, trae
inestabilidad, arruina el fluir de nuestras vidas diarias.
La elección es nuestra: ¿queremos ser felizmente
manipulados o exponernos a los riesgos de la
creatividad auténtica?
* Filósofo y crítico cultural, es profesor en la European Graduate School, director

internacional del Birkbeck Institute for the Humanities (Universidad de Londres) e

investigador senior en el Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana. Su


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última obra es Porque no saben lo que hacen (Akal) y Antígona (Akal). Próximamente

Territorios inexplorados. Lenin después de octubre (Akal).

Traducción: Celita Doyhambéhère.

La eficaz maquinaria de cultivo de datos personales al servicio político ayudó a la victoria de Trump.

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