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ANDROCENTRISMO Y ANDROCRACIA

La palabra "androcentrismo" que, como sabemos, significa "todo centrado en el ser humano
hombre", carece de antónimo. Este único dato ya nos indica que existe un desfase en el
tratamiento entre lo femenino y lo masculino. Otro ejemplo de esta asimetría sexual en el idioma,
es el genérico "hombre". Se abusa demasiadas veces de él al limitarlo sólo a la esfera masculina.
Estos dos ejemplos, hay muchos más, reproducen y perpetuan el androcentrismo en el idioma y,
como también sabemos, éste es el que en gran medida determina el pensamiento, y, por lo tanto,
tiene una importancia crucial en nuestro sistema mental simbólico.

El androcentrismo ha sido verificado en prácticamente todas las sociedades, tanto originarias


como contemporáneas, hasta ahora estudiadas por la Antropología Social y su hija, la Antropología
de la Mujer, con algunas importantísimas excepciones. Esta realidad casi universal se plasma en
una situación social de supremacía del ser humano hombre: la androcracia; término que tampoco
posee un antónimo.

Las excepciones -sociedades que no son androcráticas- tienen una trascendencia total, ya que la
existencia de ellas echa abajo el determinismo reduccionista de la tesis biológica, basada en datos
paleantológicos, etológicos -extrapolados a la conducta humana-, antropológicos e históricos. Este
postulado explica las causas de la discriminación de la mujer (y por efecto dominó de
loshomosexuales) y su inferioridad social por la existencia de un comportamiento innato en el ser
humano hombre que estaría radicado en un componente genético. Muchos biologistas llegan a
plantear que la hormona masculina testosterona impulsaría al hombre a ser más agresivo,
permitiéndole la supremacía sobre la mujer que carece de esta hormona. La causa biológica haría
que la inferioridad de la mujer sea una Verdad Universal irreversible por pertenecer a la condición
humana, presentándose, por lo tanto, en todo el planeta y en todas las épocas; lo mismo que
verdades universales como por ejemplo tener relaciones sexuales, dormir o comer.

Si así fuese, refuta la Antropología de la Mujer y ambientalistas en general, que basan sus
argumentos en el estudio de la naturaleza y el desarrollo de los rasgos sociales humanos, no
habría excepciones. Y las hay. Por lo tanto, la discriminación contra la mujer ( y homosexualess)
no es innata en el ser humano ni es una Verdad Universal: se han encontrado en Africa algunas
sociedades originarias donde la mujer u homosexuales tienen una posición social de supremacía
con relación al hombre. El desafío, dicen los socialantropólogos y ambientalistas en general, es
encontrar una explicación acertada de por qué algunos seres humanos hombres son agresivos y
opresores contra la mujer y homosexuales (y contra su propio sexo), y otros, la mayoría, no. (Si
la razón fuese biológica, serían todos agresores y opresores contra la mujer y homosexuales y no
habría excepciones.)

Fuera de estos potentes argumentos irrefutables, los socialantropólogos y ambientalistas en


general, postulan que el volumen de discriminación sexual varía según la sociedad y la época: la
discriminación que sufre la mujer chilena y los homosexuales de ese país no es la misma que
padecen las mujeres y homosexuales en Uganda; y la de este país es también diferente a la que
se da en EEUU. Lo mismo sucede con la época: en la sociedad clásica grecorromana, la mujer
tenía casi el mismo status social que un esclavo, y lo homosexuales tenían gran prestigio social;
en la Edad Media, la mujer dejó de ser casi una esclava y pasó a tener un rol de importancia social
por participar activamente en la producción doméstica del alimento;y los homosexuales quedaron
fuera de la categoría de lo "normal" por la religión católica perdiendo totalmente su prestigio
social. O sea, los socialantropólogos y ambientalistas en general, postulan que la discriminación
contra la mujer y homosexuales es histórica: cambia según el tiempo y el lugar, y, por ello, es
reversible. Esto quiere decir que el factor sociocultural es más relevante que el genético, sin negar
que la contribución de este último está presente en todas las conductas humanas, pero en ninguna
la define plenamente; los genes nunca operan en el vacío, siempre hay un ambiente que
determina poderosamente el comportamiento; las dos dimensiones, genéticas y ambientales, son
importantes y no tienen porque excluirse mutuamente; pero la genética por si sola no explica por
qué existe la discriminación del hombre contra la mujer y contra los homosexuales. Esta es una de
las más importantes conclusiones a que ha llegado la Antropología Social y su hija: la Antropología
de la Mujer.

En efecto, si sólo elegimos dos países del ámbito sociocultural contemporáneo, ya podemos
verificar esta tesis. Algunos datos comparativos entre Chile y Suecia, por ejemplo con respecto a
la relación asimétrica entre hombres y mujeres.
En los items de empleo y participación política -se considera el número de escaños en el
Parlamento- en Chile los indicadores son de un 36 y un 8,9 por ciento (año 2001), en Suecia de un
48 y un 44 por ciento, respectivamente (año 2001). Respecto a los sueldos, la desigualdad se
mantiene también, pues el ingreso medio de las mujeres representa en Chile, el 63 por ciento y en
Suecia, el 82 por ciento al de los hombres (año 2000 y 2001, respectivamente). Es decir, el sueldo
de una mujer, por un mismo trabajo con relación a un hombre, es menos un 37 por ciento en
Chile y menos un 18 por ciento en Suecia.

Con respecto a un estudio comparativo entre homosexuales suecos y chilenos, lamentablemente


no contamos con ninguno. Y el hecho que no exista interés científico por este importante grupo
social demuestra una discriminación ya que estaría infravalorado.

Como vemos, la discriminación contra la mujer es distinta en estos dos países. En los dos existe
en todas las variables analizadas, pero hay grandes diferencias en su intensidad. Teniendo como
base el grado de discriminación sexual que padecen las mujeres y basándonos en este somero y
pequeñísimo cuadro comparativo, vemos que en Suecia el androcentrismo y la androcracia, en las
variables analizadas, es mucho menor que en Chile, lo que echa abajo la tesis biologista ya que
entonces la discriminación del hombre contra la mujer (y creemos firmenente contra los
homosexuales) sería en todas partes igual. La experiencia sueca nos muestra, al compararlo con
el caso chileno, que contiene elementos positivos, partiendo de la base que la discriminación
contra la mujer es negativa, toda vez que ha logrado disminuirla considerablemente en los
ámbitos examinados. Y nos indica, además, lo que nos dice el antropólogo social C. Geertz: "Los
problemas...son universales; las soluciones, siendo humanas, son diversas".

El androcentrismo y la androcracia han reproducido y perpetuado por milenios la posición social de


inferioridad de la mujer y de homosexuales. La eliminación de esta injusta y antidemocrática
asimetría entre hombres y mujeres, y de éstos contra hombres y mujeres homosexuales, sólo será
posible cuando se replanteen en su totalidad los sistemas socioculturales opresores. Eso ya
comenzó a principios del siglo XX, y se ha transformado en una revolución imparable en la casi
totalidad del planeta.

Sin ningún género de dudas, el siglo XX será recordado por su más importante revolución social:
el movimiento de liberación de la mujer y de homosexuales. Después de haber sufrido una
discriminación milenaria, esta subordinación de la mujer con relación al hombre, y de la
heterosexualidad contra la bi-y homosexualidad, comienza a padecer grandes derrotas por la
rebeldía organizada de las propias mujeres y homosexuales. Ésta, la más importante revolución
social del siglo XX, anima al optimismo frente a las amenazas de la civilización actual. Los
gobiernos democráticos del mundo, presionados por el potente movimiento de liberación de la
mujer y de homosexuales, están mostrando, voluntaria e involuntariamente, sensibilidad social y
de género y voluntad política para desencadenar acciones encaminadas a continuar corrigiendo,
cambiando y eliminando el panorama represivo y discriminatorio actual contra la mujer y
homosexuales. El caso chileno al respecto no es una excepción. Enhorabuena.

Este cambio social grandioso minimiza cada día más la expresión cultural patriarcal y predispone
las condiciones y mecanismos para potenciar la igualdad entre mujeres y hombres y
homosexuales. Es importante consignar, que esta igualdad de género no quiere decir
necesariamente que las características específicas de la mujer (y del hombre no agresor ni
opresor)y de homosexuales vayan a perderse y nos convirtamos en una sociedad totalmente
androginista. Cuando se habla de igualdad entre hombres y mujeres y homosexuales, quiere decir
igualdad de oportunidades sociales reales, independientemente del sexo biológico con el que se ha
nacido, y tanto en la esfera pública como en la privada. De lo que se trata, es de crear una
sociedad donde se respeten y se acepten las particularidades de la mujer (y del hombre no
agresor ni opresor) y homosexuales, sin que éstas determinen posiciones socioculturales
represivas y discriminatorias para ninguna esfera sexual, especialmente en la femenina y la bi-y
homosexual que es la discriminada. Por lo tanto, la igualdad sexual no supone el final de la
diversidad ni de ningún tipo de reducción arbitraria de la especificidad de la mujer y de
homosexuales.

En suma, hombre y mujer homosexuales o no, son diferentes, pero esta diferencia no tiene
porque asignarle posiciones sociales de desigualdad a la mujer y a homosexuales ni convertir al
hombre heterosexual en un ente opresor y agresor.

El nivel de desarrollo de un país ya no se mide únicamente en sus cifras micro y macro


económicas, la situación social de la mujer y de homosexuales, en cuanto a la disminución de los
niveles de discriminación que padecen, es una variable de primer orden y una de las más
importantes. Esta variable muestra con exactitud cómo estamos por casa en cuanto a los derechos
humanos de las mujeres y bi-y homosexuales, y el grado de democratización y desarrollo social
que ha alcanzado la sociedad. Porque, las mujeres representan más del 50 por ciento de la
población en casi la totalidad de los países y los homosexuales el 10%.

Para finalizar, una pregunta inquietante tomando datos chilenos:

¿Cómo se llamaría una sociedad donde los hombres, que son el 49,5 por ciento de la población,
tuvieran una representación en el Parlamento de sólo el 8,9 por ciento, como lo tienen las mujeres
que son el 50,5 por ciento de la población? Y qué pasa con los homosexuales que representan un
10% de la población y no tienen, en la grandísima mayoría de los países, ninguna representación?

Pónganle nombre, si es que existe alguno adecuado en nuestro idioma, estentóreamente


androcéntrico, a esa antidemocrática e injusta sociedad.

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