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MIGUEZ
Las Ciencias Sociales Naturales se diferencian de las Sociales porque estas últimas presentan
algunos problemas específicos ya que la sociedad se torna más compleja. Las ciencias Sociales
influyen sobre el orden social y dependen mucho de cada tipo de ideología, los marcos de ideas se
van modificando. Las Ciencias Naturales hacen su principal contribución por el aporte de
conocimientos científicos específicos y concretos, aplicables de forma más o menos inmediata a la
solución de problemas. Estas ciencias también contribuyen a establecer una determinada visión
del mundo. En las Ciencias Sociales también aportan soluciones especificas a problemas concretos,
es habitual que su contribución sea más genérica e indirecta, lograda por la creación de ciertas
ideas de base que, transmitidas al conjunto social, estimulan o posibilitan el cambio institucional
que es parte de la evolución humana.
Es difícil ya que se requiere de cierto consenso para esto, y en tanto la ideología no construya ese
consenso, se dilata o tergiversa la información o los conocimientos. Las propuestas que surgen de
la investigación social solo posibilitan una mejora relativa, cuya percepción se ve obstaculizada por
interferencias ideológicas y por el carácter de las transformaciones.
Uno de los principales problemas en las Ciencias Sociales en Argentina es su capacidad de influir
sobre el orden social, otro problema es la transferencia de conocimientos sociales de una sociedad
a otra, ya que presenta muchas más dificultades que la transferencia de tecnología, basada en las
ciencias físico-naturales.
IDEOLOGIA
El autor define a la ideología como la ciencia misma, o al menos, una dimensión de una manera de
ver el mundo. El conocimiento es medido por el punto de vista de quien conoce, esa perspectiva
es a la que se llama ideología.
INTERFERENCIA IDEOLOGICA
Llama interferencia ideológica a la obstaculización que hace la ideología o las creencias propuestas
emergentes de investigaciones sociales, así una solución técnicamente adecuada de un problema
social puede resultar inconveniente o conflictiva, por los valores a los que se adhiere la sociedad.
Por ejemplo, una transfusión de sangre para salvar una vida, que no es permitida por la religión. O
En la India una solución al hambre que padecen sus habitantes, seria sacrificar al ganado, pero
esto sería imposible ya que consideran a las vacas como un animal sagrado.
SCHUSTER
CLASIFICACIÓN DE LAS CIENCIAS
Una clasificación posible de las ciencias nos permite referirnos a las ciencias formales (lógica,
matemáticas), naturales (física, química, biología) y sociales o humanas (economía, sociología,
antropología, psicología, etc.) Recurriendo a los diferentes niveles de la siómita o teoría de los
signos podría señalarse que las primeras son de índoles primordialmente sintácticas, las segundas
semánticas y las terceras pragmáticas. Suele enfatizarse además el carácter factico o empírico de
las ciencias naturales, en las que la confrontación de sus enunciados con la experiencia, para
confirmarlos o refutarlos, adquiere un carácter central, no es éste el caso de las ciencias formales,
de primacía sintáctica, y las ciencias Sociales también pueden considerarse fácticas, son ciencias
que se ocupan de sus propios hechos.
PROCESO DE INVESTIGACIÓN
PLURALISMO METODOLICO
Valencia García
DESFAMILIARIZACIÓN DE LO FAMILIAR
Una de las causas por las que el carácter discontinuista de la modernidad no ha sido enteramente
comprendido se debe a la antigua influencia del evolucionismo social. Incluso aquellas teorías que
subrayan la importancia de las transiciones discontinuista como es el caso de la de Marx,
presentan la historia de la humanidad dotada de una dirección de conjunto gobernada por
principios de dinámica general. Según el evolucionismo la “historia” puede ser narrada como una
línea de relato que impone una representación ordenada sobre el embrollo de los
acontecimientos humanos.
Las formas de vida introducidas por la modernidad arrasaron de manera sin precedentes todas las
modalidades tradicionales del orden social. Tanto en extensión como en intensidad.
Extensivamente han servido para establecer formas de interconexión social que abarcan el globo
terráqueo, intensivamente han alterado alguna de las más intimas y privadas características de
nuestra cotidianeidad.
Las discontinuidades que distinguen a las instituciones sociales modernas de las tradicionales son:
Ritmo de cambio: Las civilizaciones tradicionales puede haber sido más dinámicas que
otros sistemas pre modernos, pero la celeridad del cambio de las condiciones de la
modernidad es excepcional.
Ámbito del cambio: La interconexión que ha supuesto la supresión de las barreras de
comunicación entre las diferentes regiones del mundo, ha permitido que las agitaciones
de transformación social estallen prácticamente en la totalidad de la superficie terrestre.
La naturaleza intrínseca de las instituciones modernas: Algunas formas sociales modernas,
tales como el sistema político del Estado-Nación o de la dependencia generalizada de la
producción a partir de fuentes inanimadas de energía y la completa mercantilización de
los productos y del trabajo asalariado, simplemente no se dan en anteriores periodos
históricos. Otras solo poseen una aparente continuidad con las ordenes sociales
anteriores.
Marx y Durkheim vieron la era de la modernidad como una era agitada. Pensaron que las
beneficiosas posibilidades abiertas por la era moderna pesarían más que sus características
negativas. Marx vio la lucha de clases como la fuente de los cismas fundamentales en el orden
capitalista, vislumbrada el surgimiento de un sistema social más humano. Durkheim creyó que la
progresiva expansión del industrialista establecería una armoniosa y satisfactoria vida social
formada a través de la combinación de la división del trabajo y el individualismo moral. Max
Weber vio el mundo moderno como una paradoja en la que el progreso material solo se obtenía a
costo de la expansión de la burocracia que sistemáticamente aplastaba la creatividad y la
autonomía individual.
Giddens opina que estos tres autores vieron que el trabajo industrial moderno tenía
consecuencias degradantes al someter a muchos seres humanos a la disciplina de una tarea
monótona repetitiva. Pero no llegaron a prever que el fenómeno de las “fuerzas productivas”
tendría un enorme potencial de destrucción en relación al medio ambiente.
A los fundadores de la sociología les parecía que el uso arbitrario del poder político pertenecía
esencialmente al pasado. Según Giddens, podemos comprobar que las posibilidades totalitarias
están dentro de los parámetros institucionales de la modernidad. El régimen totalitario conecta al
poder político con el militar y el ideológico, de forma más concentrada que la que era posible
antes del surgimiento de los estados nacionales modernos.
Otro elemento fundamental es el des anclaje, por esto se entiende el “despegar” las relaciones
sociales de sus contextos locales de interacción y reestructurarlas en indefinidos intervalos
espacio-temporales: Hay dos tipos de mecanismos de des anclaje:
Señales simbólicas: Medios de intercambio que pueden ser pasados de unos a otros sin
consideración por las características de los individuos o grupos que los manejan en una particular
coyuntura. Ej.: El dinero.
Los sistemas expertos tienen en común con las señales simbólicas que remueven las relaciones
sociales de la inmediatez de sus contextos. Ofrecen garantías a las expectativas a través del
distanciamiento tiempo-espacio.
FIABILIDAD
Puede definirse como confianza en una persona o sistema, por lo que respecta a un conjunto dado
de resultados o acontecimientos, expresando en esa confianza cierta fe en la probabilidad o en el
amor de otra persona o en la corrección de principios abstractos.
En el último tercio del siglo XV y los primeros decenios del siglo XVI se produjo la disolución de
las mesnadas feudales. Los grandes señores feudales crearon un proletariado
incomparablemente mayor expulsando violentamente al campesino de las tierras que
cultivaban y sobre las que tenían los mismos títulos jurídicos que ellos, y usurpando sus tierras
comunales. Su consigna fue, la transformación de las tierras de labor y los cottages de los
jornaleros fueron violentamente arrasadas o entregadas a la ruina.
A fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI el rol de la legislación fue sanguinario contra el
vagabundaje. La legislación trataba a los campesinos despojados de sus tierras como
delincuentes “voluntarios”, y partía del supuesto de que dependía de su buena voluntad el
seguir trabajando en las viejas condiciones, ya inexistentes.
La población rural expropiada violentamente, expulsada de sus tierras y reducida al
vagabundaje fue sometida, mediante leyes grotescas y terroristas, a fuerza de palos, de
marcas de fuego y de tormentos, a una disciplina necesaria al sistema de trabajo asalariado.
GÉNESIS
La revolución agrícola del último tercio del siglo XV, lo enriquece con la misma celeridad con
que empobrece a la población rural.
En el siglo XVI, los contratos de arrendamiento eran largos, a menudo duraban hasta 99 años.
El alza incesante de todos los productos agrícolas, engrosó el capital en dinero del
arrendatario, sin que él interviniera para nada, mientras que la renta del suelo que él tenía
que pagar seguía contratada con el viejo valor del dinero. Enriqueció simultáneamente a costa
de sus obreros asalariados y de su landlord. Que a fines del siglo XVI Inglaterra contase con
una clase de “arrendatarios de capitalistas”.
MERCADO INTERNO
La expropiación y desahucio de una parte de la población rural no solo libera junto con los
trabajadores, sus medios de subsistencia y su material de trabajo para capital industrial,
también crea el mercado interno.
Las armas con que la burguesía derribo al feudalismo se vuelven ahora contra ella. Las
condiciones sociales resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas
engendrada. La burguesía se sobrepone a la crisis de dos maneras: destruyendo violentamente
una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que
procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia una
crisis preparando otra más extensa e imponente y mutilando los medios de que dispone para
precaverlos. La burguesía lucha incesantemente contra la aristocracia y contra aquellos
sectores de la propia burguesía cuyos intereses chocan con los progresos de la industria y
siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates no tiene más
remedio que apelar el proletariado. Arrastrando así a la palestera política. De este modo, le
suministra elementos de fuerza, es decir, armas contra sí mismos.
Se dice que los obreros no tienen patria debido a que es obligado a venderse a trozos, es una
mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a rodos los cambios y modalidades de la
concurrencia a todas las fluctuaciones del mercado.
Al principio son obreros aislados, luego, los de una fábrica, luego, los de toda una rama de
trabajo, los que se enfrentan, en una localidad, con el burgués que personalmente los explota.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una
verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Este es el movimiento autónomo de una
inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa.
Los progresos de la industria, que tiene por cause automático y espontaneo a la burguesía,
imponen, en vez del aislamiento de los obreros por la concurrencia, su unión revolucionaria
por la organización. La burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre las que produce
y se apropia lo producido. A la par que avanza cría a sus propios enterradores. El triunfo del
proletariado es igualmente inevitable.
ERIC HOBSBAWM
Hablar de Revolución Industrial, es hablar del algodón. Fue el iniciador del cambio industrial y
la base de las primeras regiones que no hubieran existido a no ser por la industrialización y
que determinaron una nueva forma de sociedad, el capitalismo industrial, basada en una
nueva forma de producción, la “fábrica”.
Las tensiones del periodo comprendido entre 1826 y 1846 se debieron en gran parte a la
combinación de clases obreras desesperadas porque no tenían lo suficiente para comer y
fabricantes desesperados porque creían sinceramente que las medidas políticas y fiscales del
país estaban asfixiando poco a poco la economía.
LEY DE POBRES
Mientras la seguridad social dependió de los propios esfuerzos de los trabajadores, solio ser
económicamente ineficaz comparada con la situación de la clase media, cuando dependió de
sus gobernantes, quienes determinaban el grado de asistencia pública, fue motor de
degradación y opresión más que medio de ayuda materia. Ha habido pocos estatutos más
inhumanos que la ley de pobres de 1834, que hizo “menos elegible” cualquier beneficencia
que el salaria más mísero, confinó esta beneficencia a la cosas del trabajo semicarcelario,
separando a la fuera a los hombres de sus mujeres y de sus hijos para castigarles por su
indigencia y disuadirles de la peligrosa tentación de engendras más pobres.
La época de crisis para la época textil fue también la del advenimiento del carbón y del hierro,
la época de la construcción ferroviaria.
La creciente industrialización experimentaba por el resto del mundo, que suponía un mercado
en rápido crecimiento para aquellos productos de base que solo podían ser importados del
“taller del mundo” y que aún no producían en cantidad suficiente los países que se estaban
industrializando. La exportación de carbón pasó a más de tres millones, las exportaciones de
hierro y acero a los trece millones, y las de algodón aumentaban con mucha mayor lentitud.
La “gran depresión” fue un fenómeno a escala mundial, sus efectos varían de un país a otro y
en algunos fue un periodo de extraordinario adelanto en vez del estancamiento. Dio origen a
la fase de industrialización británica.
La gran reducción de los costos tanto en la industria como en las materias primas, había de
reflejarse más pronto o más tarde en una caída de los precios. Sus efectos fueron realmente
catastróficos, en determinados sectores de la agricultura, los flujos masivos de productos
alimenticios baratos convergieron en las zonas urbanas de Europa, cayó la base del mercado
agrícola no solo en las zonas receptoras sino en las regiones competitivas de productores de
ultramar. El descontento vocinglero de los granjeros populistas del continente
norteamericano, el retumbar más peligroso del revolucionarismo agrario de Rusia, por no
hablar de la chispa de inquietud agraria y nacionalista que sacudió Irlanda atestiguan de sus
efectos en zonas de agricultura campesina o de granjas familiares, que estaban a la merced
directa o indirecta de los precios mundiales.
La agricultura británica quedo desbastada por haberse especializado en cereales que
resultaban totalmente incompetitivos, no era la suficientemente importante como para
conseguir proteccionismo y con el tiempo cambió a productos sin competencia o sin
posibilidad de competencia, por parte de los productores extranjeros.
BENJAMÍN CORIAT
En el nacimiento y como condición de este, la mano del obrero y su oficio son una reserva de
la que el capital debe alimentarse ante todo, de la que saca su sustento, ya que los obreros
son la fuerza espiritual y adiestrada que no se puede reemplazar.
El obrero y su oficio no son ya “cosa” del capital, su “valor” incluso, sino el obstáculo
fundamental para su desarrollo. No solo por su escasez sino también y sobre todo porque
permite y hace posible el dominio de un oficio, de un saber de fabricación, el “oficio”
constituirá de manera sistemática y general la piedra angular sobre la cual será construida la
organización obrera, su capacidad de resistencia, su fuerza.
El capital busca primero una salida en la máquina. Esta es concebida como un medio de
soslayar las líneas de resistencia levantadas por el oficio.
La entrada de niños de “ojos vivos” y “manos agiles” puede constituir una segunda línea de
ataque. Consumo productivo de los niños rompiendo esta resistencia obrera.
Se invoca ante todo el consumo productivo del niño como una “necesidad técnica”, la finura de
sus dedos, la pequeñez de su estatura y de sus miembros hacen de ellos los únicos aptos para
efectuar ciertos trabajos. A diferencia de los adultos, el niño puede ser retenido en el recinto de la
manufactura de modo permanente, sin temor a que los ritmos de las temporadas, del trabajo en
el campo o el llamamiento a filas vengan a dejar el taller vacío de brazos.
El niño asegura así la continuidad del flujo industrial entre el ritmo de las estaciones. Es elemento
de permanencia y garantía de continuidad, regularidad y disciplina puede obtenerse del niño, por
si es dócil en el trabajo más lo será en el aprendizaje.
El sistema de destajo fue antes de Taylor una de las fuerzas más eficaces utilizadas por los
fabricantes para tratar de circunscribir el oficio.
Nuestro “destajista” definido como subcontratista de mano de obra, se parece mucho al obrero
de oficio. Erigido en organizador del trabajo y contratista de mano de obra, administra por cuenta
del empresario que lo emplea de todas las cuestiones relativas a la mano de obra: contratación,
pago, organización del trabajo y vigilancia. El destajo se conservara y desarrollara en la práctica; a
nivel de la división de trabajo y la organización de la producción, constituye u método demasiado
eficaz y sujeción de las fuerzas de trabajo.
Para Taylor la “holganza” obrera se convierte en blanco de ataques hasta que se consigue
limitarla. También el oficio mismo, Taylor buscaba el medio de destruirlo como tal. Procede a un
cambio radical de terreno, cuyo resultado histórico será la concepción de un tipo de proceso de
trabajo que permitiría el despegue de la producción en masa.
En este “hueco”, este desfase producido por la diferencia entre la composición técnica de la clase
obrera y su composición política, es donde se puede captar la significación del taylorismo como
estrategia de dominación sobre el trabajo.
Un mismo mecanismo apunta a dos blancos, acabar con la capacidad de la resistencia del obrero
de oficio y poner en marcha un proceso de trabajo que permita la entrada en el salariado de los
trabajadores no especializados y organizados.
SCIENTIFIC MANAGEMENT
El análisis de los tiempos y de los movimientos, protocolo central del “Scientific Management”
aparece como la respuesta durante tanto tiempo buscada por el capital para limitar y reducir la
resistencia opuesta por el obrero de oficio y asegurar su expansión a gran escala.
La noción de gran industria define un conjunto de procesos de trabajo en el seno de una misma
rama de la producción social, donde coexisten diferentes niveles de la división de trabajo y del
empleo de la maquinaria. Para que sea lícito hablar de “gran industria” es preciso que las
secciones del proceso de trabajo dependiente de la maquinaria ejerzan un dominio sobre el
conjunto de la rama. Este “dominio” debe apreciarse en términos económicos y solo puede ser
comprendido en relación con el proceso de valorización del valor y de formación de los valores de
cambio.
Las nuevas normas de trabajo y producción aseguran de manera simultánea unos incrementos sin
precedentes en la historia anterior de la productividad y de la intensidad del trabajo.
Un incremento del grado (social medio) de la intensidad del trabajo se analiza una extracción
suplementaria de plus trabajo en el conjunto de la sociedad, todo incremento de la intensidad del
trabajo corresponde de hecho a una prolongación de la duración de la jornada de trabajo social.
Produce al mismo tiempo no solo más productos, sino también más valor.
“Gran producción de plus valor” puede resumirse así: producción en serie de mercancías
estandarizadas cuyo valor ha bajado.
ANDRÉ GORZ
El final del crecimiento “fordista” dejó a las empresas dos caminos para intentar escapar del
estancamiento:
Uno y otro camino imponían la ruptura con el modo de producción fordista. La competitividad
debía obtenerse por la capacidad de producir una variedad creciente de productos en plazos cada
vez más cortos, en cantidades producidas y a precios más bajos. De cuantitativo y material, el
crecimiento debía volverse “cualitativo” e “inmaterial”. Las empresas debían ser capaces de
importaciones continuas.
La respuesta de Ohno tenía una dimensión de revolución cultural para las sociedades occidentales,
en las que la historia de la industrialización coincide totalmente con la historia de la lucha de
clases. Uno de sus principios esenciales, en efecto, es que resulta indispensable una gran
proporción de autogestión obrera en el proceso de producción para obtener, a la vez, un máximo
de flexibilidad, de productividad y de rapidez en la evolución de las técnicas y en el ajuste de la
producción a la demanda. Mientras que, para el taylorismo, había que combatirlos como la fuente
de todos los peligros de rebelión y de desorden, la auto-organización, el ingenio y la creatividad
obreras eran para el toyotismo, un recurso que se debía desarrollar y explotar.
El fin era “llevar a los obreros a reflexionar sobre su propio trabajo” y a “interrogarse también
sobre la concepción del producto y de los equipamientos”.
La relación con el trabajo y con la producción se encontraba así profundamente transformada y las
tres condiciones requeridas para superar la alineación del trabajo.
Puesta en servicio en 1989, en un periodo de pleno empleo, la fábrica de Uddevalla fue cerrada
definitivamente en 1993.
“En Uddevalla, al haber sido suprimido las tareas repetitivas, la fábrica no podía evolucionar hacia
una automatización mucho más activa”.
Los sindicatos aceptan su alienación bajo condiciones, en una esfera circunscripta por la acción y la
negociación colectivas y por el derecho de trabajo. La dinámica conflictiva de la relación de
producción fordista va en el sentido de una limitación cada vez más estrecha espacio-tiempo del
que el capital puede disponer para la explotación. Esta dinámica es la que se bloquea, luego se
invierte en el pos-fordismo.
Los trabajadores contratados por las grandes empresas son una pequeña “elite”, han sido
seleccionados en una masa de individuos tan aptos como ellos. Es económicamente más ventajoso
concentrar el poco trabajo necesario en poca gente, a la que se le ha inyectado el sentimiento de
ser una elite privilegiada que merece sus privilegios por un alo de que distingue de los
“perdedores”.
El pos-fordismo produce su elite al producir desempleo; esta es la condición para crear aquella.
“La utilidad social” de ésta elite no puede ser apreciada desde la perspectiva del valor de uso de su
producción o del “servicio ofrecido a los usuarios”. Sus miembros no pueden ya creerse
socialmente útiles de manera general. Pues producen riqueza y desempleo en un solo y mismo
acto. Cuanto más se identifica con el trabajo y con el éxito de su firma, más contribuyen a producir
y a reproducir las condiciones de su propia servidumbre, a intensificar la competencia entre
firmas, por lo tanto a hacer más mortal la carrera por el rendimiento, más gravosas las amenazas
que pesan sobre el empleo de todos, más irresistible la dominación del capital sobre los
trabajadores y sobre la sociedad.
Sin prevenir que ese trabajo tiene como efecto y como función reducir drásticamente el volumen
de empleo, reducir drásticamente la masa de salarios distribuidos, llevar a cotas ahora jamás
alcanzadas la tasa de explotación. La industria por-fordista es la punta de lanza de una
transformación en profundidad que anula el trabajo, anula el salariado y tiende a reducir al 2% la
parte de la población activa que asegura la totalidad de la producción material.
Tanto en Japón como en Estados Unidos y en Europa, las empresas que adoptaron los (o algunos)
principios de la lean production no contratan más que obreros jóvenes, escogidos con cuidado, sin
pasado sindical y, en Gran Bretaña sobre todo, se les impone en el contrato de trabajo el
compromiso, bajo pena de cesantía, de no hacer nunca huelga y no adherir a un sindicato que no
sea el de la casa. No contratan más que obreros despojados de su identidad de clase, de su lugar y
su pertenencia a la sociedad global.
A cambio, ofrecen a sus jóvenes obreros una “identidad de empresa” que tiene su origen en la
cultura de la empresa.
MERCADO DE LA PERSONALIDAD
La autonomía del trabajador tendría que formarse paralelamente de la necesidad que la empresa
tenga y, ganar terreno en todos los planos. Los teóricos de la intelectualidad de masa sostienen
que el trabajo se plantea como libre y constructivo, esto produce que el individuo se “libere
trabajando”, sin seguir ordenes del exterior, si no que continua o sigue la determinación interna.
La lean production produce condiciones sociales y culturales para que el capital domine a la
autonomía del trabajo. El general intellec se convierte en el pilar central que sostiene la
producción y la riqueza, no ya el tiempo de trabajo.
La mano de obra está dividida en dos grandes categorías: un núcleo central compuesto por
asalariados permanente y de tiempo completo, capaces de polivalencia profesional y de
movilidad, y alrededor de ese núcleo una masa importante de trabajadores periféricos, entre los
cuales hay una proporción importante de trabajadores precarios y de interinos con horarios y
salarios variables. A esos asalariados periféricos se une una proporción cada vez más importante
de “externos”, es decir, de prestatarios de servicios pretendidamente “independientes”, se les
paga por tiempo trabajado o por tarea, y cuya carga de trabajo varía según las necesidades del
momento. Estos “independientes” no están cubiertos por el derecho laboral, tampoco por
cobertura social, y están expuestos a todas las incertidumbres coyunturales y comerciales que la
firma descarga en ellos.
Los “contratados” temporarios, contratados para tareas especificas y precarios son comparables a
los obreros a destajo empleados de manera intermitente, a pedido, y a los que la empresa no está
obligada a darles ni seguros sociales, ni licencias pagas, ni indemnizaciones por despido, ni
formación. Se abre la perspectiva de la abolición del propio salariado bautizado “post salariado”;
permite rematar la flexibilidad convirtiendo a la remuneración en algo libremente negociado entre
la empresa y cada uno de sus prestatarios individuales de trabajo.
Todo esto fue debido a la externalización que permitió al capitalismo restablecer, para una
proporción creciente de los trabajadores activos, las condiciones sociales que prevalecían a
comienzos del siglo XIX.
MICHAEL FOUCAULT – LAS REDES DEL PODER
PODER
La definición de poder del autor es que en el fondo no existe un poder, sino varios poderes, quiere
decir, formas de dominación, formas de sujeción que operan localmente.
Todas estas formas de poder son heterogéneas, debemos hablar de los poderes en sus
especificidades históricas y geográficas.
El sistema de poder que la monarquía había logrado organizar a partir del fin de la Edad Media
presentaba para el desarrollo del capitalismo dos inconvenientes mayores.
El poder político, tal como se ejercía en el cuerpo social, era un poder muy discontinuo, las
mallas de la red eran muy grandes, un número casi infinito de cosas, de elementos, de
conductas, de procesos, escapaban al control del poder. La ilegalidad era una de las
condiciones de vida, ciertas cosas que escapaban al poder y sobre las cuales no tenia
control. Inconvenientes procesos económicos, diversos mecanismos, de algún modo
quedaban fuera del control y exigían la instauración de un poder continuo, preciso, de
algún moto atómico. Pasar así de un poder lagunar, global, a un poder atómico e
individualizante, que cada uno, que cada individuo, en él mismo, en su cuerpo, en sus
gestos, pudiese ser controlado en vez de esos controles globales y de masa.
El segundo inconveniente es que eran sistemas excesivamente onerosos. Porque la
función del poder era esencialmente el poder de recaudar, de tener el derecho a recaudar
cualquier cosa sobre las cosechas que se realizaban; la recaudación obligatoria de tal o
cual porcentaje para el señor, para el poder real, para el Clero. El poder era entonces
recaudador y predatorio. Entonces aparece una segunda preocupación, una segunda
necesidad: encontrar un mecanismo de poder tal que al mismo tiempo que controlase las
cosas y las personas hasta en sus más mínimos detalles no fuese tan oneroso ni
esencialmente predatorio, que se ejerciera en el mismo sentido del proceso económico.
El autor agrupa las invenciones de la tecnología política, en dos capítulos que se desarrollan en
dos direcciones diferentes. De un lado está la “disciplina”; disciplina es el mecanismo del
poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues
por los cuales llegamos a tocar los propios átomos sociales, los individuos. Técnicas de
individualización del poder. Como vigilar a alguien, como controlar su conducta, su
comportamiento, sus aptitudes, como intensificar su rendimiento, como multiplicar sus
capacidades, como colocarlo en el lugar donde será más útil, esto es lo que es, a mi modo de
ver, la disciplina.
Por otro lado está la tecnología individualizante del poder. Es una tecnología que enfoca a los
individuos hasta en sus cuerpos, en sus comportamientos, se trata de una especie de
anatomía política, una política que hace blanco en los individuos hasta anatomizarlos.
POBLACIÓN
Población no quiere decir simplemente un grupo humano numeroso, quiere decir un grupo de
seres vivos, que son atravesados, regidos, por procesos de leyes biológicos. Una población
tiene una curva etaria, una pirámide etaria, tiene una movilidad, tiene un estado de salud, una
población puede perecer o, al contrario, puede desarrollarse.
A partir del siglo XVIII, la vida se hace objeto de poder, la vida y el cuerpo. Antes existían
sujetos, sujetos jurídicos a quienes se les podían retirar los bienes, y la vida además. Ahora
existen cuerpos y poblaciones. El poder se hace materialista. Deja de ser esencialmente
jurídico. Ahora debe lidiar con esas reales que son el cuerpo, la vida.
El sexo se vuelve a partir del siglo XVIII, una pieza absolutamente capital, porque está
exactamente ubicado en el lugar de la articulación entre las disciplinas individuales del cuerpo
y las regulaciones de la población. Viene a ser aquello a partir de lo cual se puede garantizar la
vigilancia sobre los individuos y entonces se comprende por qué en el siglo XVIII, y justamente
en los colegios, la sexualidad de los adolescentes se vuelve un problema médico, un problema
moral, casi un problema político de primera importancia porque mediante este control de la
sexualidad se podía vigilar a los colegiales, a los adolescentes a lo largo de sus vidas, a cada
instante. Entonces el sexo se tornará un instrumento de disciplinamiento, pero por otro lado
es el sexo el que asegura la reproducción de las poblaciones. Y con el sexo, con una política
del sexo podemos cambiar las relaciones entre natalidad y mortalidad. Él está en la
encrucijada de las disciplinas y de las regulaciones y es en esa función que él se transforma, al
final del siglo XIX, en una pieza política de primera importancia para hacer de la sociedad una
máquina de producir.
Ha habido, en el curso de la edad clásica, todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y
blanco de poder.
No es la primera vez que el cuerpo constituye el objeto de interés tan imperioso y tan
apremiante, en toda sociedad, el cuerpo queda prendido en el interior de poderes muy
ceñidos, que le imponen coacciones, interdicciones u obligaciones. Hay varias cosas que son
nuevas en estas técnicas. En primer lugar, la escala de control: no estamos en el caso de tratar
al cuerpo, en masa, como si fuera unidad indisociable, sino de trabajarlo en sus partes, de
ejercer sobre él una coerción débil, poder infinitesimal sobre el cuerpo activo.
DOCILIDAD
Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser
transformado y perfeccionado.
Foucault entiende por “anatomía política” a una política de las coerciones que constituyen un
trabajo sobre el cuerpo, una manipulación calculada de sus elementos, de sus gestos, de sus
comportamientos. El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo
desarticula y lo recompone. Una “anatomía política”, no simplemente para que ellos hagan lo
que se desea, sino para que operen como se requiere, como las técnicas según la rapidez y la
eficacia que se determina. La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos
“dóciles”. La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y
disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia). En una palabra, disocia
el poder del cuerpo, de una parte, hace de este poder una “aptitud”, una “capacidad” que
trata de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar,
y la convierte en una relación de sujeción estricta.
Algunas de las técnicas esenciales de la disciplina son técnicas minuciosas siempre, con
frecuencia ínfimas, pero que tienen su importancia, puesto que definen cierto modo de
adscripción política y detallada del cuerpo, una nueva “microfísica del poder”; y puesto que no
han cesado desde el siglo XVII de invadir dominios cada vez más amplios, como si tendieran a
cubrir el cuerpo social entero.
PRINCIPIO DE CLAUSURA
Establecer las presencias y ausencias, saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar
las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar las
conductas de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los meritos.
Procedimiento, para conocer, dominar y para utilizar. La disciplina organiza un espacio
analítico, espacio analizable.
En las fábricas que aparecen a fines del siglo XVIII, el principio de la división en zonas
individualizantes se complica. Se trata a la vez de distribuir a los individuos en un espacio en el
que es posible aislarlos y localizarlos; pero también de articular esta distribución sobre un
aparato de producción que tiene sus exigencias propias. Hay que ligar la distribución de los
cuerpos, la disposición espacial del aparato de producción y las diferentes formas de actividad
en la distribución de los “puestos”. La producción se divide y el proceso de trabajo se articula
por una parte, según los individuos que lo efectúan: los cuerpos singulares que a él se aplican.
Cada variable de esta fuerza-vigor, rapidez, habilidad, constancia- puede ser observada, y por
lo tanto caracterizada, apreciada, contabilizada, y referida a aquel que es su agente particular.
Rotulando así de manera perfectamente legible toda la serie de los cuerpos singulares, la
fuerza de trabajo puede analizarse en unidades individuales.
En la disciplina, los elementos son intercambiables puesto que cada uno se define por el lugar
que ocupa en una serie, y por la distancia que los separa de los otros. La unidad en ella, no es ,
pues, ni el territorio (unidad de dominación) ni el lugar (unidad de residencia), sino el rango, el
lugar que se ocupa por una clasificación.
El empleo del tiempo, es una vieja herencia. Las comunidades monásticas habían sin duda
sugerido su modela estricto. Rápidamente se difundió. Sus tres grandes procedimientos –
establecer ritmos, obligar a ocupaciones determinadas, regular los ciclos de repetición-
coinciden muy pronto en los colegios, los talleres y los hospitales.
Las ideologías funcionan realmente como un cierto desorden. No funcionan como cueros de
pensamientos que poseamos y que apliquemos a nuestras acciones, ni como textos
elaborados que presenten el pensamiento de grandes inteligencias que otras inteligencias
deben examinar, memorizar, aceptar o rechazar. Comprenden cómo funcionan las ideologías
en una determinada sociedad requiere ante todo que las contemplemos no como posesiones
o textos, sino como procesos sociales en curso, como tales nos interpelan o se dirigen a
nosotros.
En cuanto que procesos sociales en curso, las ideologías no son posesiones. No consisten en
“estados de ánimo” sobre todo porque las interpelaciones ideológicas constituyen y
reconstituyen constantemente nuestra identidad. Las ideologías difieren, compiten chocan no
solo en lo que dicen acerca del mundo en el que viven, sino también al decirnos quienes
somos, al interpelar a un determinado tipo de sujeto.
La afirmación de las ideologías interpelan a los sujetos significa que aquellos no son recibidos
como algo eterno por un sujeto fijo y unificado. En cuanto se recibe una determinada
interpelación el receptor cambia y es (re)construido.
Las diferentes ideologías no solo coexisten, compiten y chocan, sino que también se
superponen, se influyen y se contaminan unas con otras.
Hay cuatro tipos de problemas para resolver. En primer lugar el orador tiene que establecer su
derecho de hablar y a ser escuchado por los sujetos a los que se dirige, bien como uno de
ellos, bien como poseedor de una posición y de un tipo de conocimiento que encaja de alguna
manera en la concepción que aquellos tienen de lo que merece respeto. En segundo lugar,
debe afirmar la primordial importancia de una determinada identidad, como la de los
“trabajadores” por contraposición a “cristianos”, “ingleses” o “aficionados al futbol”. Este
modo de interpelación, por tanto, supone la afirmación de que ciertos rasgos del mundo son
más importantes que otros. Esto se lleva a cabo mediante la referencia a ciertas experiencias
presentes o pasadas de los interpelados. En tercer lugar, las interpelaciones de lo que es
bueno y de lo que es malo deben situarse en relación con los elementos de las concepciones
normativas vigentes. De esta manera puede mantenerse, siguiendo un hilo lógico con las
concepciones vigentes, que las nuevas circunstancias requieren la aceptación de ciertas
normas nuevas. Por último, la llamada a algún tipo de acción supone que la línea propuesta es
la única o la mejor forma posible de conseguir los objetivos normativos. Esto exige de nuevo
que el orador se refiera a experiencias reales.