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LA POLÍTICA
COMPARADA EN
AMÉRICA LATINA:
ALGUNAS REFLEXIONES
GENERALES
Rossana Castiglioni
Aunque es probable que al interior de la ciencia política exista una visión más o menos compartida
respecto de qué entendemos por política comparada, es más dudoso que el acuerdo sobreviva si nos re-
ferimos a la política comparada latinoamericana. Por un lado, se podría pensar que la política comparada
latinoamericana es aquella que se produce desde la región, por académicos insertos en instituciones de
educación superior locales. En general, dichos académicos tienen como el foco de sus investigaciones a
América Latina en perspectiva comparada (ver por ejemplo algunos de los trabajos de Altman, Amorim
Neto, Buquet, Chasquetti, Carey, Castiglioni, Cavarozzi, de Luca, Figueiredo, Lanzaro, Limongi, Luna,
Naciff, Negretto, Tula, Schedler, Smulovitz, entre muchos otros). Evidentemente existen también algu-
nos académicos que se dedican a la política comparada, pero que estudian otras regiones del mundo,
aunque este tipo de investigaciones tienen menor alcance.
Por otro lado, existe un amplio grupo de latinoamericanistas, que estudian a América Latina desde
distintos puntos del globo. Estos académicos suelen estar vinculados a universidades del “norte” (ver
por ejemplo, Ames, Alcántara, Brinks, Coppedge, Collier, Hagopian, Huber, Karl, Kaufman, Levistky,
Mahoney, Mainwaring, Morgenstern, Nohlen, Nolte, Weyland, Remmer, Smith, Stepan, por mencio-
nar algunos). Un importante grupo de estos latinoamericanistas son, además, latinoamericanos y una
notable porción corresponde a académicos de origen argentino (por ejemplo, Alemán, Bejarano, Calvo,
Cheibub, Corrales, Díez, Freidenberg, Munck, Murillo, Pérez Liñán, Silva, Valenzuela, entre otros).
Para los propósitos de este trabajo tomaré en cuenta no sólo la producción en el campo de la política
El desarrollo de la política comparada en América Latina ha estado estrechamente vinculado a los vai-
venes de la región. Las variaciones sufridas en términos de régimen político, estrategias de desarrollo
económico, variables socio-demográficas, y arreglos institucionales tuvieron un enorme impacto en
la agenda de investigación de esta subárea de la disciplina. Parte importante de la política comparada
latinoamericana centró su interés en el estudio de los quiebres democráticos, el surgimiento de regíme-
nes autoritarios, los procesos de transición y posteriormente democratización, la consolidación y, más
recientemente, la calidad de la democracia.
Probablemente el estudio de los regímenes burocrático autoritarios, impulsado por el reconocido cien-
tista político argentino Guillermo O´Donnell, fue uno de los que más contribuyó a ubicar a la región en
el centro de la agenda, a visibilizar la producción académica de los cientistas sociales latinoamericanos
y resaltar la importancia del estudio de los fenómenos políticos complejos desde una perspectiva com-
parada. La literatura dedicada a la transitología, la redemocratización y la consolidación de las democra-
cias latinoamericanas de la tercera ola ahondaron esta tendencia.
Más recientemente, el interés por dar cuenta de las enormes variaciones en términos de desempeño que
las democracias latinoamericanas exhiben llevó a parte importante de la producción académica a ana-
lizar el desempeño, la estabilidad y/o la calidad de la democracia, aunque no siempre aludiendo a este
concepto. En otras palabras, muchas veces se introducían preguntas de investigación relativamente aco-
tadas acerca de las relaciones entre los distintos poderes del Estado (sobre todo Ejecutivo-Legislativo);
los pesos y contrapesos, las características y nivel de institucionalización/fragmentación de los sistemas
de partidos, los poderes presidenciales, y el funcionamiento de las instituciones formales e informales.
En menor medida, la literatura ha intentado abordar las consecuencias, outputs y/o resultados de los
distintos tipos de democracias, arreglos institucionales y actores políticos, en términos de gobernabili-
dad, políticas públicas y de indicadores sociales.
Al examinar muchos de los temas antes mencionados, la política comparada no contó con un enfo-
que teórico único o decididamente predominante, como sí pudo ocurrir en otras ciencias sociales o
subáreas, sino que descansó en una infinidad de teorías de alcance medio. Sin embargo, dentro de los
enfoques utilizados con frecuencia, aquellos provenientes del institucionalismo tendieron a usarse con
mayor asiduidad, ya sea que estos proviniesen del institicionalismo de opción racional, el histórico o, en
algunos casos, de versiones más de tipo normativo.
No obstante, en este contexto, cabe preguntarse si el foco de la política comparada debe ser definido
fundamentalmente por los temas que concentran el mayor interés por parte de la literatura que esta
produce o si, por el contrario, la política comparada debiese ser definida más bien por la aproximación
metodológica que asume. A mi entender este es el aspecto probablemente medular de la política com-
parada. En ese sentido, pocos académicos cuestionarían que la política comparada está básicamente
vinculada a la utilización del método comparado.
Más recientemente, la política comparada se ha movido hacia la tradición del análisis histórico compa-
rado. Usualmente éste es definido como un tipo de aproximación que yuxtapone patrones históricos
al análisis de casos comparados (Mahoney y Rueschemeyer 2003: 10). Sin embargo, una mirada más
certera permite distinguir que esta tradición no está asociada a una teoría o método de investigación
único—de hecho es notoriamente ecléctica—aunque claramente comparte un interés por el análisis
causal, un énfasis en el estudio de grandes procesos a lo largo del tiempo y el uso sistemático y contex-
tualizado de la comparación (Mahoney y Rueschemeyer 2003: 10).
Tal como sostiene Skocpol (2003), el análisis histórico comparado ha dedicado fundamentalmente
su interés a ofrecer respuestas a preguntas de “primer orden”, orientadas a explicar el surgimiento de
distintos tipos de régimen, las causas y consecuencias de las revoluciones, el desarrollo de los Estados
de bienestar, las dinámicas de los movimientos sociales, las transformaciones de género y los roles de
las familias, la disolución de los imperios coloniales y la proliferación de nuevas naciones, entre otros
(Skocpol 2003: 407-409).
Esta tradición posee tres principales características: a) el interés por la explicación e identificación de
configuraciones causales que producen resultados relevantes (es decir, se aparta de lo interpretativo
para dar paso a lo explicativo); b) el eje central es el análisis explícito de secuencias históricas y el resul-
tado de procesos a través del tiempo; c) la comparación sistemática y contextualizada de casos similares
y contrastantes (Mahoney y Rueschemeyer 2003: 11).
Aunque los comparativistas históricos no necesariamente ignoran las fortalezas de los métodos estadís-
ticos en ciencias sociales (e incluso algunos incorporan técnicas cuantitativas en sus estudios), tienden
a privilegiar el estudio sistemático de secuencias históricas asociadas a procesos macro causales mas
que, parafraseando a Skocpol, el estudio superficial cuantitativo de muchos casos. En ese sentido, el
análisis histórico comparado suele incorporar el trazado de procesos o process tracing, es decir el estudio
de uno o varios casos en una secuencia (o varias secuencias concatenadas) de eventos, por lo que re-
quiere realizar deducciones sobre el vínculo de eventos a través del tiempo, usualmente para demostrar
cómo dichos eventos están vinculados a los intereses y situaciones que diversos actores individuales y
colectivos debieron enfrentar (Goldstone 2003: 47). Por eso, el trazado de procesos habitualmente
implica la recopilación y manipulación de cientos de observaciones para apoyar deducciones acerca
de los vínculos en una cadena de causalidad y no en la simple inferencia causal de asociaciones sobre
macrocondiciones (Goldstone 2003: 49).
El análisis histórico comparado suele separarse de la acción racional (aunque sin necesariamente des-
cartar su capacidad predicativa en ciertos contextos) no sólo porque rechaza la adhesión a un sólo pa-
radigma teórico y la consecuente falta de pluralismo que la misma implica, sino también porque aboga
por permitir que las preguntas de investigación y los procesos históricos específicos guíen las selección
de los marcos analíticos más apropiados (Mahoney y Rueschemeyer 2003: 21).
Por último, respecto de la enseñanza de la política comparada, mi impresión es que en general en Amé-
rica Latina se suele privilegiar la instrucción de los temas y enfoques teóricos más fuertemente vincu-
lados a la producción de la región, en desmedro de los aspectos metodológicos más relevantes y de los
enfoques teóricos y temáticas pertinentes para otras regiones del mundo. Muchas veces los estudiantes
tienden a desconocer algunas de las contribuciones más relevantes e incluso los textos clásicos para
otras regiones del mundo. En ese sentido, mi opinión es que el alcance de la docencia debe ser más
amplio que el de la investigación, a fin de familiarizar a los estudiantes con los enfoques y conceptos
calves para esta subárea de la disciplina, con independencia de la región que se esté analizando. Así, los
estudiantes de política comparada, debiesen conocer las contribuciones de una serie de autores que
han hecho un aporte crucial a la subárea pero que trabajan otras regiones. Simplemente para ilustrar,
los trabajos de Robert Bates, Arend Lijphart, Paul Pierson, James Scott, Theda Skocpol, por citar unos
pocos, debiesen ser cruciales para cualquier estudiante de política comparada.
Referencias
BARTOLINI, Stefano. 1991. “Tiempo e Investigación Comparativa”. En La Comparación en las Cien-
cias Sociales, Giovanni Sartori y Leonardo Morlino (eds.). Madrid: Alianza Editorial: 105-150.
COLLIER, David. 1991. “El Método Comparativo: dos Décadas de Cambio”. En La Comparación en las
Ciencias Sociales, Giovanni Sartori y Leonardo Morlino (eds.). Madrid: Alianza Editorial: 51-79.
GOLDSTONE, Jack. 2003. “Comparative Historical Analysis and Knowledge Accumulation in the
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trich Rueschemeyer (eds.). New York: Cambridge University Press: 41-90.
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ments and Agendas”. En Comparative Historical Analysis in the Social Sciences. James Mahoney y Die-
trich Rueschemeyer (eds.). New York: Cambridge University Press: 3-38.
RAGIN, Charles C. 2000. Fuzzy-Set Social Science. Chicago: University of Chicago Press.
Castiglioni, R. (2015). “La Política Comparada en América Latina: Algunas Reflexiones Generales”, en
Política latinoamericana comparada, compilado por Geary, M., Lucca, J. B. y Pinillos, C., UNR Editora,
Rosario. Páginas 188-193.