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ACRÓSTICO CON LA PALABRA EVANGELIO

Esperando a mi señor

Vino y pan preparados

Amor y piedad cultivados

Necedad y rencor desechados

Gratificando a mis hermanos

Encontramos al amado

Llorando por su amor

Imploramos su perdón

Oraciones levantamos

HISTORIA DEL NACIMIENTO NAVIDEÑO

Un 24 de diciembre, María y José iban camino de Belén para empadronarse tal y como
había ordenado César Augusto. José iba caminando y María, a punto de dar a luz a su hijo,
sentaba en un burro.
Meses atrás, el arcángel Gabriel había visitado a la Virgen María para darle la noticia de
que en su vientre llevaba al hijo de Dios, un niño al
que tendría que llamar Jesús.

A su llegada a Belén, María y José buscaron un lugar


para alojarse, pero llegaron demasiado tarde y todo
estaba completo. Finalmente, un buen señor les
prestó su establo para que pasaran la noche.
José juntó paja e hizo una cama para su esposa. Lo
que ninguno de los dos imaginaba antes de
trasladarse ese día a Belén es que era el momento de que naciera Jesús.

Al caer la noche, en el cielo nació una estrella que iluminaba más que las demás y se situó
encima del lugar donde está el niño.
Muy lejos de allí, en Oriente, tres sabios astrólogos llamados Melchor, Gaspar y Baltasar,
sabían que esa estrella significaba que un nuevo rey estaba a punto de nacer.

Los tres sabios, a los que conocemos como Los Tres Reyes Magos, fueron siguiendo la
brillante estrella hasta el pesebre de Belén para visitar a Jesús.
Cuando llegaron a su destino, Melchor, Gaspar y Baltasar buscaron el pesebre y le
regalaron al Niño oro, incienso y mirra.
Hoy en día, de la misma forma que Los Reyes de Oriente llevaron regalos a Jesús, la noche
del 24 de diciembre Papá Noel, y la noche del 5 de enero los Reyes Magos, llevan regalos a
todas las casas para conmemorar el nacimiento del Niño.
Por eso, no te olvides de dejar leche y galletas para los reyes Magos.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD

Uno de los acontecimientos que se comparte en la preparación de la Navidad, es el


armado del árbol navideño, que acompaña todo el ciclo festivo.

Las antiguas civilizaciones europeas y asiáticas


adoraban a los árboles, símbolos de la fuerza de la
Madre Tierra.

Cuando llegaba el invierno y los árboles se quedaban


sin hojas, los aldeanos colgaban telas de colores y
piedras pintadas de sus ramas, para que sus hojas y
frutos volvieran a brotar en primavera, y así,
asegurar la vida vegetal, la vida animal y la
supervivencia.

En el siglo VIII, la Iglesia adoptó esta tradición, se


tomó como árbol simbólico el pino y el abeto, ya que
la silueta triangular representa al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo.

También se agregaron las luces que simbolizan el espíritu interior y el amor.

La estrella en la punta del pino representa a la estrella de Belén que simboliza


unión y paz hogareña.

LA CORONA DE ADVIENTO

Se denomina corona de Adviento a un adorno hecho con


ramas de abeto o pino, con cuatro velas, que es colocada
sobre una mesa durante el tiempo de Adviento.
Las cuatro velas suelen ser de los colores que se describen a
continuación:
Azul: Representa el espíritu de la vigilia.
Verde: Representa la esperanza.
Rosa: Representa la alegría por el anuncio del nacimiento de Jesús.
Amarillo: Es el color de la presencia luminosa de Dios.
El año litúrgico comienza con el Adviento. Se enciende una de las cuatro velas cada
domingo de los cuatro que dura el Adviento, para indicar el camino que se recorre
hasta la Navidad. El primer domingo de Adviento una, el segundo dos, y así
sucesivamente.
La luz de las velas simboliza la luz de Cristo que desde pequeños buscamos y que
nos permite ver, tanto el mundo como nuestro interior. Como hemos comentado
antes, cuatro domingos antes de la Navidad se enciende la primera vela. Cada
domingo se enciende una vela más. El hecho de irlas prendiendo poco a poco nos
recuerda cómo, conforme se acerca la luz, las tinieblas se van disipando, de la
misma forma que conforme se acerca la llegada de Jesucristo, que es luz para
nuestra vida, se debe ir esfumando el reinado del pecado sobre la tierra. La luz de
la vela blanca o del cirio que se enciende durante la Nochebuena nos recuerda que
Cristo es la Luz del mundo. El brillo de la luz de esa vela blanca en Navidad, nos
recuerda cómo en la plenitud de los tiempos se cumple el “Adviento del Señor”.

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