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El síndrome del padre ausente

26/07/2015 Por Virginia de la Iglesia

El síndrome del padre ausente consiste en percibir a nuestro padre


como emocionalmente distante e inaccesible.

Sentir al padre como ausente es algo bastante normal sobre todo en


generaciones anteriores donde los roles dentro de la familia eran
mucho más estructurados y se suponía que el padre tenía que salir de
casa a producir para que su familia estuviera bien atendida
económicamente.

Muchos padres se centraban en esta función y no se implicaban en


atender las demandas de carácter más emocional de sus hijos.

Esta situación se debe a la naturaleza del hombre pero sobre todo a


factores culturales que han condicionado enormemente el rol que el
hombre (o cabeza de familia como se decía antiguamente) “debe”
cumplir dentro de la familia.

Si a esto le sumamos que muchos hombres por su educación tienen


enormes dificultades para conectar con sus emociones, nos
encontramos con futuros padres que poseen verdaderas carencias a
la hora de atender emocional y afectivamente a sus hijos.

La situación se complica mucho más cuando la relación es de padre-


hija porque todavía hay más miedos y tabúes en la comunicación,
sobre todo a la hora de tratar ciertos temas más delicados como
puede ser la sexualidad.

Los problemas derivados de la relación con nuestro padre son:

 Problemas para seguir las normas o con la autoridad


 Incapacidad de generar una estructura sólida para realizar
nuestros sueños y proyectos
 Indisciplina y falta de voluntad
 Conductas abusivas con los demás o dificultades para ejercer la
propia autoridad
 Falta de honor , sinceridad e integridad
El el post del padre interno te explicaba las características que definen
a un padre ideal u arquetípico.

Sí la madre representa principalmente la nutrición y el amor


incondicional, el padre es el que proporciona estructura, impulsa,
protege, motiva y nos da aliento para cumplir nuestros sueños.

Muchos padres pueden estar cerca de este modelo o patrón ideal pero
otros sin embargo pueden alejarse mucho o por completo
manifestando el arquetipo o rol de padre desde sus vertientes más
negativas.

Esta vertiente más negativa se expresa en dos polos: el padre ausente


y el padre tirano.

El padre tirano
Por un lado estaría el padre que es un tirano e impone y obliga sin dar
razonamientos.

Sus juicios y sus castigos no son justos ni proporcionales, tampoco


sabe reforzar las acciones positivas.

Este tipo de padre castiga muy severamente los errores de sus hijos y
este tipo de educación puede hacer que a la larga sus hijos se vuelvan
un tanto cobardes o acomplejados, no se atreverán a hacer nada por
miedo a fallar.

Desde luego este tipo de padre está muy lejos de ser un padre
delicado, lo que puede estar sintiendo su hijo no le interesa.

El padre pasota
El otro padre sería el padre pasota al que no le interesan las notas,
logros, amistades o preocupaciones de sus hijos.

Este tipo de padre no es capaz de ejercer ningún tipo de castigo por


las malas acciones, no se relaciona con sus hijos y tiene serias
dificultades para implicarse emocionalmente, en general es poco
comunicativo y se limita a abastecer económicamente a la familia
dejando el peso de la educación de los hijos en su mujer.
Activando nuestro padre amoroso
Independientemente del rol de nuestro padre o de que no hayamos
tenido padre porque murió o se separó pronto de la familia; siempre
está en nuestras manos interiorizar las valiosas cualidades del padre
interior para ser canales de su versión más amorosa.

Un padre ideal o amoroso es un líder o ejemplo honorable a


seguir que ejerce disciplina pero predicando con el ejemplo, eso
significa explicar razonadamente a sus hijos los motivos por los que
deben o no deben hacer las cosas.

El padre no obliga si no que enseña a sus hijos que determinados


actos tienen determinadas consecuencias y a partir de esta base le da
al hijo libertad de acción.

El padre amoroso es aquel que es capaz de estar presente e


implicarse de forma activa en todo lo que tiene que ver con sus
hijos sin descuidar ningún área. Proporciona herramientas para que
sus hijos puedan valerse por si mismos, protege pero a la vez fomenta
la independencia, impulsa, da alas y espacio.

El padre amoroso no impone a sus hijos lo que deberían hacer en la


vida y no considera a sus hijos como una extensión o versión de sí
mismo, si no que es capaz de ver la individualidad de sus hijos y
potenciarla. Una padre amoroso está ahí para protegernos de los que
abusan y enseñarnos el verdadero sentido de justicia.

Un padre amoroso no es un tirano pero tampoco un indolente. El


padre amoroso reconoce lo importancia de ejercer nuestro poder
personal de forma soberana sin imponer ni avasallar pero situándonos
en el lugar que nos corresponde. El nos ayuda a buscar nuestro lugar
en el mundo y a ejercer nuestra labor de la forma más justa, buscando
el beneficio para todos.

Por motivos educacionales, culturales o de otra índole muchas


generaciones se han apartado del modelo de padre honorable,
comprometido y vinculado pero afortunadamente estos roles arcaicos
pueden y van cambiando, quizá sea momento de que muchos
hombres tengan o o no hijos se planteen que tipo de padres desean
ser y que modelos como padres desean transmitir, mientras tanto
continuamos aprendiendo.
Qué es el periodo de adaptación?
Los primeros días que una niña o un niño viven en una Escuela Infantil van a
propiciar una serie de cambios importantes; se trata de una etapa de variación
que influye en el desarrollo de las actividades realizadas hasta el momento y en
las relaciones que este mantiene con sus padres. A partir de ahora ya no
dispondrá de todo el día para estar en casa y verá mucho menos a papá y a
mamá, tendrá que adaptarse a un nuevo horario y en muchos casos comer fuera
del hogar con otros niños de su misma edad (sus iguales). En pocas palabras, el
niño pasa de un ambiente que controla, domina y en el que se siente seguro y
protegido a otro que desconoce, produciéndole en algunos casos cierta
inseguridad y aislamiento. Ahora debe aprender a convivir en un entorno
diferente, con otros códigos relacionales, pues ya no es único y tiene que
compartir juegos, espacios y personas.
Todo niño pasa por un periodo de adaptación con diferentes
manifestaciones y ritmos que aprenderemos a aceptar y respetar
tanto los padres como los educadores.

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